La valoracion moral cuatro posiciones distintas

CUATRO VALORACIONES DE LA MORAL 1. CARÁCTER CONCRETO DE LA VALORACION MORAL Entendemos por valoración la atribución del

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CUATRO VALORACIONES DE LA MORAL 1. CARÁCTER CONCRETO DE LA VALORACION MORAL Entendemos por valoración la atribución del valor correspondiente a actos o productos humanos. La valoración moral comprende estos tres elementos: a) el valor atribuible; b) el objeto valorado (actos o normales morales), y c) el sujeto que valora. Si la valoración es el acto de atribuir valor a un acto o producto humanos por un objeto humano, ello implica necesariamente tomar en cuento las condiciones concretas en que se valora y el carácter concreto de los elementos que intervienen en la valoración. Valor Moral se le denomina al conjunto de creencias y normas de una persona o grupo social determinado que oficia de guía para el obrar (es decir, que orienta acerca del bien o del mal —correcto o incorrecto— de una acción o acciones). En primer lugar, hay que tener presente que el valor se le atribuya a un objeto social, establecido o creado por el hombre en el curso de su actividad histórico-social y es aquí donde podemos concluir que existe por y para el hombre los valores se establecen según la forma que adopte el hombre como ser histórico-social. En segundo lugar tenemos en cuenta que los objetos valorados son propiamente humanos y que de aquí se determina que los objetos inanimados o los animales no pueden ser objeto de valoración moral. También es claro que no todos los actos humanos se deben valorar en una aprobación o reprobación en sentido moral, sino solo los que afectan por sus resultados a otros. Ya en este momento podemos realizar una definición de lo que puede ser la valoración moral desde un punto de vista más personal; para que un efecto o consecuencia pueda tener relevancia desde el punto de vista moral, es necesario que ese efecto haya sido previsto, y que se produzca siempre o la mayor parte de las veces como consecuencia de la acción que se ha emprendido; una vez admitido este presupuesto, estamos en condiciones de valorar si es lícito emprender una acción que tiene un efecto tolerado. Entonces al tener que tomar en cuenta esta relación entre el acto de un individuo y los demás, es objeto de valoración se inscribe necesariamente en un contexto 1

histórico-social, de acuerdo con el cual dicha relación adquiere o no un sentido moral. Por ejemplo la actividad humana con el trabajo en una sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre y más particularmente, en la producción de plusvalía, el trabajo se define como actividad económica y es muy difícil que podamos hallar el significado de la moral. Pues para el trabajador que desconoce las consecuencias de su trabajo para sí mismo o para los demás en su existencia propiamente humana se convierte en un acto puramente económico y como tal lucrativo. Y en esas condiciones se convierte en una acción reprobable desde el punto de vista moral. Es decir en el momento en el que empezamos también a convertirnos en una mercancía y el único estimulo que recibimos es económico. Empezamos a afectar nuestro criterio y el de las personas que nos rodean; puesto que dejamos de lado cosas que pueden ser objeto de valoración moral. Para finalizar la valoración es siempre atribución de valor por un sujeto. Este se sitúa, con ello, ante el acto de otro, juzga así como le afecta no solo a él sino a toda la comunidad que lo rodea. Así, pues, por el valor atribuido, por el objeto valorado y por el sujeto que valora, la valoración tiene siempre un carácter concreto, ósea es la atribución de un valor concreto en una situación dada. 2. LO BUENO COMO VALOR El acto moral aspira a ser una realización de lo “bueno”. Un acto moral positivo es un acto valioso moralmente, y lo es justamente en cuanto lo consideramos bueno; es decir, encarnando o plasmando el valor de la bondad. Pero ¿Qué es lo bueno? Al responder a esta pregunta, la mayoría de los tratadistas morales han pretendido encontrar lo bueno en general, absoluto, intrínseco e incondicionado; lo bueno en todo lugar y tiempo, en todas las circunstancias, cualquiera que sea el acto moral de que se trate, o la situación concreta en que este se efectué. Partiendo del reconocimiento de que los hombres, al comportarse moralmente, aspiran al bien, es

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decir, a realizar actos moralmente buenos, se pugna por dar una respuesta universalmente valida a la pregunta acerca de lo bueno. Al descartarse el término

“bueno” en un sentido no moral (buen reloj, buena

cosecha, buen poema), dicho término designa exclusivamente ciertos actos humanos que consideramos positivos o valiosos desde el punto de vista moral. Reservamos, consecuentemente, el término “malo” para calificar a los actos morales de signo opuesto. Lo bueno y lo malo se hallan en una relación recíproca y constituyen un par de conceptos axiológicos inseparables y opuestos. Definir lo bueno implica, pues, definir lo malo. Toda concepción de lo bueno entraña necesariamente, de un modo explícito o implícito, una concepción de lo malo. Pero no se trata de una conexión puramente lógica, sino histórica y real: de una época a otra, o de una sociedad a otra, cambian las ideas de lo bueno y lo malo. En los pueblos primitivos, lo bueno es ante todo la valentía, y lo malo, la cobardía. Con la división de la sociedad en clases, pierde su significado universal humano; ya no todos los hombres son, o pueden ser, buenos, sino solo un sector o una minoría de ellos: los hombres libres; los otros (esclavos) no pueden ser buenos ni malos, por la sencilla razón de que no son considerados propiamente humanos, dotados de razón, sino cosas o instrumentos. Así sucede, por ejemplo, en la Grecia Antigua. En la Edad Media, es bueno lo que proviene de la voluntad de divina o concuerda con ella, y malo o diabólico lo que la contradice. En los tiempos modernos, lo bueno es lo que concuerda con la naturaleza humana, entendida esta de un modo universal y abstracto; las ideas de lo bueno y lo malo tienen también un carácter universal, concordante con esta verdadera naturaleza del hombre como ser racional o espiritual, dada de una vez y para siempre. Pero tras esta universalidad de la idea de lo bueno (que se pone claramente de manifiesto en la ética de Kant, lo bueno lo es absolutamente, sin restricción o condición alguna), se esconden aspiraciones e intereses humanos concretos que son, sobre todo, los de la clase dominante. Ninguna clase social acepta como “bueno” lo que entra en contradicción con sus intereses sociales. Por ello lo bueno, para una clase, en una misma sociedad, no lo es para otra. Pero ello no significa que lo bueno pierda todo sentido objetivo, pues cuando una clase social (en su fase ascensional) tiene intereses 3

propios que se confunden con los del progreso histórico y social, su idea de lo bueno (en contradicción con la de una clase social ya decadente, que se aferra a su particularidad) contribuye a una concepción más universal de lo bueno, aunque esta universalidad se presente todavía un tanto abstractamente, como sucede con la buena voluntad en Kant. Lo bueno, en este sentido, resulta entonces más provechoso para una moral universal humana (a la que tiende, como ya hemos señalado, el progreso moral) que lo bueno en el sentido estrecho de la moral anterior, la esclavista, o la moral feudal aristocrática. Así, pues, las ideas de lo bueno y lo malo cambian históricamente de acuerdo con las diferentes funciones de la moral efectiva de cada época, y esos cambios se reflejen bajo la forma de nuevos conceptos en las doctrinas éticas. Tomando en cuenta la aspiración común de los hombres de alcanzar lo bueno por considerarlo el valor moral fundamental, aunque siempre de acuerdo con sus aspiraciones concretas en cada época o en cada sociedad, veamos algunas de las respuestas principales a la pregunta acerca de la naturaleza de lo bueno. Entre estas concepciones principales, tenemos las que definen lo bueno como felicidad, placer, buena voluntad o utilidad. Hemos de advertir que dichas concepciones no agotan el repertorio de las definiciones dadas en el pensamiento ético, ya que lo bueno ha sido caracterizado también como la verdad, el poder, la riqueza, Dios, etc. Del examen de la concepciones citadas en primer lugar, así como de las relaciones entre ellas (ya que la felicidad se hace descansar también en el placer, o en lo útil), extraeremos finalmente algunas conclusiones propias tendientes a considerar lo bueno, sobre la base de la aportación de dichas respuestas, con un contenido mucho más concreto, y acorde con nuestro tiempo. 3. LO BUENO DE LA FELICIDAD (EUDEMONISMO) Prácticamente todo el mundo estará de acuerdo en que la finalidad última de todo lo que hacemos es conseguir la felicidad. En algunas teorías la felicidad se identifica con el placer. Sin embargo hay otras teorías, que identifican la felicidad con la bondad, con el bien. Para el eudemonismo, es feliz el hombre bueno; y el hombre bueno es aquel que actúa virtuosamente.

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El eudemonismo o eudemonismo es

un

concepto filosófico de

origen

griego

(de eudaimonia palabra griega) compuesto de lo bueno y la divinidad menor, que recoge esencialmente diversas teorías éticos. Es una teoría ética que considera que la felicidad es el bien que buscan por naturaleza los seres humanos. Entre los eudemonistas cabe destacar a Aristóteles, que fue uno de los primeros y el más importante, y, además, a los eudemonistas que afirmaban que para llegar a la felicidad hay que actuar de manera natural. Es decir, con una parte animal (bienes físicos y materiales), una parte racional (mente) y una parte social, que se concretaría en practicar la virtud, que según Aristóteles se situaba en el punto medio entre dos pasiones opuestas. Podemos decir, pues, que la función propiamente humana es la de actuar racionalmente; y cuando una persona haga esto de modo excelente (virtuosamente), será feliz. Esto es encontrar siempre el justo medio entre dos extremos. Los extremos son, dice Aristóteles, los vicios. Y la búsqueda del justo medio hay hacerlo en todos los aspectos de la vida: desde algo tan básico como la alimentación (no hay que comer poco ni demasiado, sino lo justo), hasta en las empresas más difíciles. Así, hay personas cobardes (vicio por defecto) que no se atreven a nada porque ven peligros que acechan por todas partes; y otras que actúan con temeridad (vicio por exceso) y que no calibran los auténticos peligros. La virtud es la valentía, que consiste en saber qué riesgo puede uno afrontar, y afrontarlo. Precisamente por eso la virtud fundamental es la prudencia, que consiste en saber descubrir el justo media para cada uno. Cada teoría concreta define la felicidad de forma distinta. Para algunas personas, la felicidad es el placer; para otras, la vida contemplativa, la serenidad, etc. Otras teorías éticas consideran que la felicidad es, aunque importante, secundaria para la ética. La ética cristiana resalta las acciones que se ajustan a los mandamientos de Dios. Con el cristianismo, la vida es un tránsito, no un fin en sí mismo. Partiendo de la imposibilidad de alcanzar la verdadera felicidad aquí en la tierra, la ética cristiana traslada su consecución a un mundo ultraterreno. La felicidad solo puede obtenerse en el cielo como una compensación de la infelicidad terrena. De ese modo una felicidad ideal e ilusoria viene a sustituir a la felicidad mundana y real 5

El problema de la felicidad no puede plantarse tampoco sin tener presente su contenido concreto, es decir, el tipo de felicidad que se busca en el que los hombres en una situación dada ven la realización de sus caras aspiraciones personales. También se tiene que tener presente los nexos entre la felicidad y las relaciones sociales que contribuyen a forjar una imagen de que los individuos hacen suya Por ejemplo en una sociedad en la que predomina la apropiación privada en la que el hombre, ante todo, no por lo que ES, sino por lo que TIENE, la felicidad se cifra en la posesión de bienes. En una sociedad así constituidas, la felicidad se cifra, en la satisfacción del “espíritu de tener” en la posesión del dinero. Una sociedad determinada forja su propio concepto de la felicidad Según Aristóteles, virtud y vicio son hábitos que se adquieren por repetición de actos. Cuando uno ha adquirido el hábito, por ejemplo, de decir la verdad, ya no le cuesta ser sincero; y al revés. De hecho, no somos sinceros porque decimos la verdad, sino que decimos la verdad porque somos sinceros, porque hemos adquirido este hábito. Por eso es tan importante habituar a los niños desde pequeños en las buenas costumbres. Así pues, la persona virtuosa y, por tanto, feliz, es aquella que todo lo que hace lo hace de modo excelente, es la persona que se autorrealiza. No todas las actividades, sin embargo, producen el mismo grado de felicidad. Un carpintero puede sentirse feliz de haber hecho bien un mueble, pero no hace muebles para sentirse feliz, sino para ganarse la vida; es decir, hacer muebles no es el bien supremo. La única actividad que, según Aristóteles, no se lleva a cabo como medio para alcanzar otra cosa, es el cultivo del saber teórico, la contemplación de la verdad. Actualmente esto no se entiende así, pero en tiempos de Aristóteles el hombre de ciencia investigaba por puro placer, no para la aplicación técnica, como ahora. Por supuesto, esta actividad sólo le estaba permitida a aquellas personas que tenían cubiertas todas sus necesidades básicas. Por eso, según Aristóteles, no se puede ser feliz sin un mínimo Si en conclusión la tesis de que la felicidad es lo único bueno resulta demasiado general en este aspecto varía de acuerdo a las relaciones sociales que lo determinan y a cuyos interese responde. 4. LO BUENO COMO PLACER (HEDONISMO) 6

La palabra hedonismo es de origen griego, formado por “hedone” que significa “placer” y el sufijo “ismo” que expresa “doctrina”. Por lo tanto, hedonismo es una doctrina filosófica que coloca el placer como el bien supremo de la vida humana. El filósofo Aristipo de Cirene, padre del hedonismo y discípulo de Sócrates, realizó una distinción entre los dos lados del alma humana. Por una parte, existía un movimiento suave del alma, que sería lo que se conoce como placer y, por el otro un movimiento áspero del alma, es decir, el dolor. En virtud de ello, concluyó que el placer tiene el objetivo de disminuir el dolor, siendo el único camino para conquistar la felicidad. Para el filósofo, Cirene el placer del cuerpo es el sentido de la vida. 4.1. DEFINICION El hedonismo es una doctrina de la filosofía que considera al placer como la finalidad o el objetivo de la vida, los hedonistas viven para disfrutar de los placeres, intentando evitar el dolor. Entre las escuelas clásicas del hedonismo se encuentra la escuela cirenaica quien sostenía que no hay bien superior al placer y resaltaba el placer del cuerpo en lugar de los placeres mentales En la época contemporánea Michel Onfray (francés) a puesta por darle más importancia al ser que al tener eso supone disfrutar de las pequeñas cosas de la vida tales como escuchar, gustar, oler y apostar por las pasiones En la época actual según la escritora y sexóloga Valerie Tasso quien parte del hedonismo para explicar la vida, nos dice que nuestra existencia debe ser tomada como la búsqueda del placer en la que el cuerpo es un aliado y en la que el tiempo es más importante que el dinero. Por otro lado diversas religiones rechazan al hedonismo por considerar que carece de moral; por ejemplo la religión católica sostiene que el hedonismo atenta contra los valores de su dogma, ya que privilegia al placer por encima del amor al prójimo e incluso a dios El principal precepto de la vida hedonista, se destaca la decisión y voluntad para darse gustos el hecho de preservar tiempo para realizar actividades que generen

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un disfrute y la intención de gozar de las emociones placenteras sin racionalizarlas. Dos sentidos del término placer (hedonismo): 

Uno es como sentimiento o estado afectivo placentero que acompaña a diferentes experiencias (encuentro con un amigo, solución de un problema matemático, contemplación de un cuadro, etc.) y cuyo opuesto es el displacer o estado afectivo desagradable que acompaña a ciertas experiencias



(encuentro con una persona que se detesta, lectura de una mala novela, etc.) Dos es como sensación agradable producida por ciertos estímulos (cosquilleo, un buen vino, etc.) y cuyo opuesto es el dolor o sensación localizable en algún lugar del cuerpo (dolor de cabeza, dolor de espalda, etc.).

Epicurio nos dice que cada persona debe buscar el placer máximo, no se refiere a placeres sensibles, inmediatos o fugaces, como los que proporcionan la comida, el sexo o la bebida; cuya satisfacción produce males como: hastío, desarreglos, dolores, etc.) Sino placeres más duraderos y superiores, como los intelectuales y estéticos 5. LO BUENO COMO BUENA VOLUNTAD (FORMALISMO KANTIANO) El formalismo kantiano, que recibe su nombre del pensador y filósofo Inmanuel Kant, no persigue la felicidad, sino la justicia. Se basa en la sensibilidad y racionalidad del ser humano, que tiene sentimientos, instintos y pasiones individuales. El ser humano es libre y se propone leyes universales según las cuales gobiernan su vida La filosofía de Kant no niega la existencia de Dios, ni un orden moral, ni la realidad pensable de un mundo físico. Lo que niega, salvo en lo moral, es que la razón humana pueda trascender y llegar a esos entes en sí mismos: sean el «mundo», «Dios» o el «alma». Además Kant constituyó la idea de que el mundo, el sol y todos los planetas son complementarios unos con otros. Kant parte de la conciencia, de las representaciones fenoménicas del yo. Sean provenientes del mundo externo o interno. Y se aboca, desde un principio, a la estética trascendental. 8

Kant entiende por sensación el efecto de un objeto sobre la facultad representativa, en cuanto somos afectados por él. Se entiende que se prescinde por completo de la naturaleza del objeto afectante y que solamente se presta atención al efecto que se produce en nosotros, en lo puramente subjetivo. 5.1. LA ÉTICA FORMAL El conocimiento moral no es un conocimiento del ser, de lo que es, sino un conocimiento de lo que debe ser; no un conocimiento del comportamiento real y efectivo de los hombres, sino un conocimiento del comportamiento que deberían observar los hombres. En este sentido, dicho conocimiento no se puede verificar; cuando decimos que los hombres deberían comportarse de tal o cual manera estamos afirmando que ese comportamiento es necesario y universal, y esas son las características de lo a priori. Y ya hemos visto cómo Kant explicaba la imposibilidad de derivar de la experiencia algo que fuese necesario y universal: el primer objetivo del conocimiento moral, por lo tanto, consistirá en identificar cuáles son los elementos a priori de la moralidad El empleo del término «Estética» en Kant difiere del uso que hizo Alexander Gottlieb Baumgarten del mismo término, en cuanta ciencia de lo bello. El uso de Kant es en realidad más fiel a la etimología (aisthetike, viene de, aisthesis, que significa 'sensación, sensibilidad') pero el de Baumgarten tuvo mejor fortuna. La Estética trascendental muestra que, a pesar de la naturaleza receptiva de la sensibilidad, existen en ella unas condiciones a priori que nos permiten conocer, mediante el entendimiento, los objetos dados por el sentido externo (intuición). Estas condiciones son el espacio y el tiempo. 5.2. LO BUENO COMO BUENA VOLUNTAD A) VOLUNTAD Facultad gracias a la cual podemos determinarnos (podemos determinar nuestra conducta) en virtud de principios. Es el “motor de la acción”. Kant distingue la voluntad santa y la voluntad humana:

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Voluntad santa es aquella que sólo puede ser determinada por la razón, nunca por la inclinación, como ocurre en Dios. Para esta voluntad la ley moral no tiene la forma de imperativos puesto que inevitablemente, dada su constitución, cumplirá la ley. La voluntad humana puede ser determinada, además de por la razón, por la inclinación. Dado que la inclinación puede movernos a realizar una acción contraria al deber, en nuestro caso la ley moral tiene la forma de imperativo (“debes hacer X”). B) BUENA VOLUNTAD La voluntad que es buena en sí misma, que es buena no porque gracias a su actuación el sujeto pueda alcanzar un determinado fin sino porque actúa exclusivamente por deber. Y ello aunque luego las acciones que el sujeto hace puedan verse truncado en su intención, o puedan tener consecuencias no queridas por el sujeto e incluso contrarias a la felicidad de los demás. La buena voluntad es la que interviene cuando queremos hacer el deber por el deber. 6. LO BUENO COMO UTIL (UTILITARISMO) La concepción de lo bueno como lo útil tiene en Jeremy Bentham (1748-1832) y John Stuart Mill (1806- 1872) a sus principales exponentes; por esta razón; al exponer y objetar al utilitarismo en este punto, tendremos presente sobre todo sus ideas. Para esclarecer la relación que los utilitaristas establecen entre lo bueno y lo útil, hay que comprender sus respuestas a 2 preguntas fundamentales, a saber: 

¿Útil para quién?



¿En qué cosiste lo útil? La primera pregunta se justifica para disipar una falsa idea del utilitarismo, entendido en un sentido egoísta que se halla bastante extendida, y de acuerdo con la cual lo bueno sería lo útil o provechoso para mí; es decir, lo que contribuye al bienestar de un individuo, independientemente de que sea también ventajoso para otras personas, o para la sociedad entera. En una concepción de este género, sería inconcebible el 10

sacrificio de uno en aras de otro o de la colectiva. El utilitarismo concebido serie una forma de egoísmo ético, pero no es esto lo que se sostiene los grandes pensadores utilitaristas antes citados. Descartada esta significación de lo útil cabria entender el utilitarismo en sentido opuesto, con una doctrina que concibe lo bueno como lo útil para los demás, independientemente de lo que uno conciba o no con nuestro bienestar personal. De acuerdo con esta posición lo bueno sería lo útil para los otros, aunque esta utilidad entrara en contradicción con mis intereses personales. El utilitarismo seria así en diametral o posición al egoísmo ético. Ahora bien el utilitarismo pretende ser más bien la superación de ambas posiciones extremas y unilaterales. El egoísmo ético excluye a los demás, lo bueno es solo lo que responde a un interés personal. El utilitarismo sostiene en cambio que lo bueno es lo útil o beneficioso para el mayor número de hombres entre cuyos intereses figura también el mío propio. Pero como conciliar los diversos intereses. Un conflicto de este género puede presentarse por ejemplo cuando un país pequeño es agredido por una potencia extranjera y se libra entonces una guerra justa defensiva y patriótica. El interés personal exige por un lado conservar la propia vida, o no renunciar a las comodidades de ella pero el interés general reclama por el contrario renunciar a dichas comodidades y arriesgar la vida incluso en el campo de batalla. El utilitarismo aceptara este caso el sacrificio del interés personal, de la felicidad personal o incluso de la propia vida en aras de los demás o en beneficio de la comunidad entera. Pero este sacrificio no lo considera útil o bueno en sí, sino en cuanto que contribuye en aumentar la cantidad de bien para el mayor número. Así pues lo bueno depende de las consecuencias de un acto será bueno si tiene consecuencias independientemente del motivo que le impulso a hacerlo, o la intención que se pretendió plasmar. Ósea independientemente de que el agente moral se haya propuesto o no que un acto suyo sea ventajoso para él, para los demás o para la comunidad, si el acto es beneficioso por sus consecuencias será útil y por consiguiente bueno. Pero la consecuencia solo podemos conocerlas después de haber realizado el acto moral, se requiere siempre una valoración o calculo previo de los efectos o consecuencias probables. 11

El utilitarismo considera, pues lo bueno como lo útil pero entendido no en un sistema egoísta ni altruista, sino en el general de lo bueno para el mayor número de hombres con esto tenemos respuesta a la primera pregunta. La segunda pregunta se refiere al contenido de lo útil ¿Qué es lo que se considera más provechoso para el mayor número? Las respuestas varían para Bentham, el placer es lo único bueno o útil, el utilitarismo se combina con el hedonismo. Para Stuart Mill, lo útil o bueno es la felicidad. Y como por ella no se entiende exclusivamente a la felicidad personal sino la del mayor número posible de hombres, su doctrina viene a ser una forma de eudemonismo social. Pero lo que se considera bueno o útil puede ser también el conocimiento, el poder, la riqueza, etc., en este caso tendremos diferentes tipos de utilitarismo tomando en cuenta el distinto modo de concebir el contenido de lo útil para el mayor número. Si los bienes intrínsecos que nuestros actos puedan aportar no se reducen a uno solo, sino a una pluralidad de ellos, tendremos entonces un utilitarismo pluralista, de acuerdo con el cual lo bueno no es solo una cosa sino varias que pueden considerarse al mismo tiempo como buenas. Al utilitarismo se le puede hacer una serie de objeciones, la as importante se refiere a un principio distributivo la mayor felicidad para el mayor número de hombres este principio tiene que enfrentarse a graves conflictos en su aplicación. Por ejemplo si el acto A trae más felicidad para un numero X de personas, y el acto B aporta menos felicidad para un numero X de personas ¿Cuál de estos actos escogemos, el que trae más felicidad o el que aporta menos felicidad? Si recurrimos al principio utilitarista veremos que no nos saca del atolladero, ya que estamos obligados a descomponer dicho principio en 2 criterios unilaterales que entran en conflicto, y al aplicar forzosamente uno y otro sin poder conjugar los 2 a la vez como quiere el utilitarismo pero por otro lado las dificultades crecen si se tiene en cuenta que en una sociedad dividida en clases antagónicas el mayor número posible tropieza con los limites insuperables impuestos por la propia estructura social así por ejemplo si el contenido de lo útil se ve en la felicidad, el poder o la riqueza, veremos que la distribución de estos bienes que se consideran valiosos no pueden extenderse más allá de los de límites impuestos por la propia estructura económica social de la sociedad (tipo de relaciones de propiedad, correlación de clases, organización estatal, etc.). 12

Finalmente, por no tener presente las condiciones histórico- sociales en que ha de aplicarse su principio. El utilitarismo olvida que, en la sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre, la felicidad del mayor número de hombres no puede ser separada de la infelicidad que la hace posible. Si, a título de ejemplo, tenemos presente la sociedad esclavista griega y, particularmente, la policía ateniense veremos que la felicidad del mayor número de hombres libres tenía por base la infelicidad de un número mayor aun (de esclavos). Lo mismo cabe decir de una sociedad colonial en la que la felicidad del mayor número (la minoría de los colonizadores) se da sobre la base de la infelicidad de la inmensa mayoría (los colonizados).

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