Historia y Vida - Junio 2019

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SUMARIO ARTÍCULOS 50 Lord Cochrane El aventurero británico, héroe en la lucha por la independencia de América Latina, inspiró el personaje de Jack Aubrey en la novela Master and Commander. E. Garrido, periodista.

56 Londres victoriano Durante el siglo xix, el destino de buena parte del mundo se decidía en la capital del Támesis, centro de un imperio que cubría la cuarta parte del globo. I. Margarit, doctora en Historia.

66 Cuerpo a cuerpo en la antigua Roma Los de gladiadores no eran los únicos espectáculos al alcance de los fans de la lucha. El circo y la palestra acogían otro tipo de combates. L. Avial-Chicharro, his-

56

toriadora y arqueóloga.

72 Los precedentes de Normandía

EL LONDRES DE VICTORIA Los secretos de una capital imperial

Antes del Día D hubo otros intentos de desembarco aliado en las costas francesas. ¿Qué enseñaron? E. Serbeto, periodista.

76 El Proyecto Manhattan

EL TRATADO DE VERSALLES

Franklin D. Roosevelt puso a trabajar a los mejores científicos para obtener la bomba atómica antes de que la consiguiera Hitler. E. Millet, periodista.

84 Arte SOROLLA ¿Cómo se convirtió en uno de los artistas de mayor éxito comercial? A. Echeverría, periodista.

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29

Alemania, 1919. El país, vencido en la Gran Guerra, acepta una paz humillante. ¿Sería este el motivo de la Segunda Guerra Mundial? La correlación tradicional entre ambos hitos empieza a cuestionarse. C. Joric, historiador y periodista.

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SECCIONES 08 En breve 12 En el foco IGUALADA MILENARIA Un ejemplo de destino sostenible con un patrimonio muy especial.

14 En el foco LA OPERACIÓN SIEBEN

24 EL ENIGMA POR RESOLVER

Siguen las teorías sobre Stonehenge

El Abwehr salvó a judíos haciéndolos pasar por espías.

16 Primera plana

88

LOS “ISTANES” EXSOVIÉTICOS Rusia, China y Estados Unidos se disputan el Asia central en una nueva versión del Gran Juego.

Agenda “Barcelona capital mediterránea”, en el MUHBA.

20 Lugares EL PALACIO DE MYSORE Un arquitecto británico construyó el palacio de los marajás.

22 Anécdotas 24 Arqueología STONEHENGE Las más diversas teorías han intentado explicar el origen de estos misteriosos megalitos.

88 Agenda

96

Carta náutica. Detalle de Barcelona amurallada y con la torre de Montjuïc. Jaume Bertran, 1489. Biblioteca Nazionale Centrale, Firenze.

92 Libros - Manhattan Beach - Un ruso blanco en... - El poder de las historias - A finales de enero

96 Cine - Lejos de Praga

Cine - Tolkien - Regresa El Cepa - La carga

98 Foto con historia LA OTRA JACKIE Jacqueline Kennedy Onassis era muy celosa de su vida privada.

Créditos fotográficos: Aci Agencia de Fotografía: portada. Álbum Archivo Fotográfico: pp. 30-31, 52, 53, 69, 70-71, 76-77. Aurimages: p. 36. Edu García: p. 7. Getty Images: pp. 4, 8, 15, 16-17, 27, 29, 32, 34-35, 38-39, 40-41, 42, 42-43, 44, 45, 46, 47, 48-49, 54-55, 58, 64, 65, 66-67, 72-73, 74-75, 75, 78, 80-81, 81, 92, 98. iStock / Getty Images: p. 70. PhotoAISA: p. 51. Scala Archives, Florence: p. 48. Cortesía de Library of Congress, Washington D. C.: pp. 4, 34, 37, 38, 60. Cortesía de MUHBA: pp. 5, 89. Cortesía de Begin Again Films: pp. 5, 96. Cortesía de Debate: p. 10. Cortesía de Ajuntament d’Igualada: pp. 12-13. Cortesía de Museo de Jaén: p. 68. Cortesía de The National Gallery, Londres: pp. 84-85, 85, 86, 87. Cortesía de CaixaForum Madrid, BNE, Museo Thyssen-Bornemisza, CaixaForum Tarragona, Museo Nacional del Prado, Fundación Barrié, Museo Guggenheim-Bilbao, Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca, Leopold Museum: pp. 88-91. Cortesía de Historia: p. 91. Cortesía de Tusquets: p. 95. Cortesía de Samandra, Galaxia Gutenberg, Crítica, Sexto Piso, Alianza, Cátedra: pp. 92-95. Cortesía de La Aventura Audiovisual, Vercine, A Contracorriente Films, 20th Century Fox España: pp. 96-97. Mohamed Hassan (p. 8, sup.), Gordon Johnson (p. 8, inf.), Teyssier Gwenaelle (p. 9), Capri23auto (p. 22, izqda.), OpenClipart-Vectors (p. 22, dcha.), Tuende Bede (p. 94) en Pixabay. Ashim D’Silva (p. 20), Thomas Kelley (p. 61), Samuel Zeller (p. 62, inf. dcha.) en Unsplash. CC: pp. 5, 9, 10, 13, 14, 19, 22, 24-25, 26, 27, 54, 56-57, 58-59, 62, 63, 79, 82, 83, 93. Archivo HISTORIA Y VIDA . Infografía y cartografía: Enric Sorribas / Geotec: pp. 18, 33.

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EDITORIAL DIRECTORA Isabel Margarit REDACTORA JEFE Empar Revert REDACCIÓN Francisco Martínez Hoyos MAQUETACIÓN Mercedes Barragán COLABORADORA Amelia Pérez (corrección) DISEÑO Feriche & Black (2008) Publicidad GODÓ STRATEGIES, S.L.U. DIRECTOR GENERAL Pere G. Guardiola DIRECTOR PUBLICIDAD BARCELONA Joan Ferrando DIRECTOR COMERCIAL MADRID Rubén Cordero DIRECTORA MARKETING OFFLINE Mar Glandié Av. Diagonal, 477, 1.ª pl. 08036 Barcelona Tel.: 93 344 30 00. Fax: 93 344 31 88 María de Molina, 54, 4.ª pl. 28006 Madrid Tel.: 91 515 91 00. Fax: 91 515 91 09 Edita: MUNDO REVISTAS, S.L.U. Av. Diagonal, 477, 9.ª pl. 08036 Barcelona www.historiayvida.com E-mail: [email protected]

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¿CAUSA O PRETEXTO?

L

a euforia reinaba en París los primeros días de verano de 1919. Poco que ver con el clima que se respiraba en el París de la Gran Guerra, aquella capital abatida por las consecuencias de un conflicto devastador, que estaba dejando al país sin jóvenes y sin recursos. Tras la firma del armisticio, Francia brindó por la victoria aliada y se apresuró a reivindicar su protagonismo en las negociaciones de paz. Había sido la potencia más perjudicada. Además, arrastraba un agravio desde 1871, tras la derrota en la guerra franco-prusiana, que llevó implícita la pérdida de Alsacia y Lorena. Aquella humillación se vio acentuada al proclamarse el Segundo Imperio alemán en el salón de los Espejos del palacio de Versalles, simbólico escenario de la grandeur francesa. Casi medio siglo después, el mismo salón sería testigo de otro hecho histórico: la firma del tratado que ponía fin de modo oficial a la Primera Guerra Mundial. Los aliados les impusieron unas condiciones basadas en el reordenamiento de su territorio, el desarme y las reparaciones de guerra. Existía también lo que los alemanes consideraron una condena moral. Este argumento, convenientemente manipulado, sería utilizado por las fuerzas conservadoras como arma arrojadiza contra la propia República de Weimar, al acusar a sus dirigentes de “apuñalar por la espalda” a Alemania tras aceptar las imposiciones de Versalles. Un sentimiento exacerbado por los nazis, que situaron el acuerdo de 1919 como parte de una conspiración internacional destinada a “esclavizar” al pueblo alemán. Cien años después, los estudios históricos matizan la directa conexión entre las condiciones del tratado y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Pese a los intentos del presidente estadounidense Woodrow Wilson de alcanzar el equilibrio y la estabilidad europea, los hechos se precipitaron. El resentimiento alemán era latente, pero el factor que decantó los acontecimientos fue la crisis de 1929. Sus consecuencias tuvieron especial repercusión en Alemania, tanto en el ámbito económico como en el político. La llegada del Tercer Reich y su agresiva política expansionista labrarían el camino para un nuevo conflicto bélico.

Revista controlada por

Isabel Margarit, directora PORTADA Detalle de la portada de la revista británica The Bystander, en la que figuras femeninas que representan a los países aliados celebran el fin de la Gran Guerra, 1919.

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EN BREVE

1984, la película de 1984 Richard Burton (izqda.) y John Hurt (Winston) dirigidos por Michael Radford.

CLÁSICO

GRAN HERMANO Se cumplen 50 años de la aparición de 1984, un hit de George Orwell que sigue reeditándose.

F

ue su última película. Encarnó a O’Brien, un turbio funcionario de una tiranía atroz. Con su inquietante interpretación, Richard Burton se despidió para siempre de la gran pantalla. Murió poco después de intervenir en 1984, adaptación de la novela homónima de George Orwell (1903-50). Ese era el seudónimo de Eric Arthur Blair. Educado en Eton, una conocida escuela de élite, se incorporó a la Policía Imperial en Birmania ante la imposibilidad económica de su familia de enviarle a la universidad. Cuando regresó a su país era un convencido antiimperialista. Durante un tiempo vivió sometido a la amenaza de la insolvencia, por lo que tuvo que dedicarse a las más variadas ocupaciones para subsistir. Fue, por ejemplo, lavaplatos en un hotel. En Sin blanca en París y Londres (1933) reflejó este tiempo en la indigencia. En esta dura etapa contrajo, además, la tuberculosis, enfermedad que años después acabaría por llevarle prematuramente a la tumba.

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La década de los treinta fue una época conflictiva. En 1936, tras el estallido de la Guerra Civil española, Orwell viajó a nuestro país para combatir el fascismo. Fruto de la experiencia es una de sus obras más conocidas, Homenaje a Cataluña (1938), en la que defiende a los revolucionarios anarquistas y ataca el autoritarismo de los comunistas españoles. La denuncia del estalinismo será también el tema de Rebelión en la granja (1945), donde muestra cómo un paraíso colectivista degenera hasta convertirse en un infierno. En teoría, todos los animales son iguales. En la práctica, unos son más iguales que otros.

Control del pensamiento Orwell estaba a favor del socialismo, siempre que fuera compatible con la democracia. En 1949, su cruzada contra las dictaduras se tradujo en la novela 1984, el retrato estremecedor de un mundo dominado por una policía del pensamiento. La crítica se inspira en el comunismo soviético, pero puede aplicarse sin pro-

blemas a cualquier totalitarismo. La acción trascurre en un estado, Oceanía, gobernado por un líder todopoderoso al que se denomina “Gran Hermano”. El poder quiere someter a la población hasta tal punto que fabrica una “neolengua”, en la que se eliminan términos del idioma. A menos palabras, menos capacidad para el pensamiento. El sistema, para funcionar, necesita un enemigo, el chivo expiatorio al que culpar de todo lo que no funciona. El adversario del Gran Hermano es un disidente llamado Emmanuel Goldstein. La referencia a León Trotski es clarísima: también se trata de un perseguido, también tiene un apellido judío. En Oceanía solo existe un partido, el INGSOC. El Gran Hermano controla todos los aspectos de la vida de los ciudadanos. Cualquier fidelidad a otro, sea un padre, un hijo o una pareja, está prohibida.

06 / 2019 Todo se basa en la utilización masiva de la mentira por parte de unos organismos que hacen siempre lo contrario de lo que dicen. Así, el Ministerio del Amor se dedica a torturar a los disidentes. El de la Paz se ocupa de la guerra con otras potencias. El de la Verdad, de manipular cualquier dato que entre en contradicción con los intereses del gobierno. Uno de sus trabajadores es precisamente el protagonista de la trama, Winston Smith, responsable de reescribir la historia en función de los intereses del presente. A lo largo de su trabajo, Winston adquiere la convicción de que vive en medio de un gigantesco engaño. Conoce a otra disidente, Julia, de la que se enamora. Pero la rebeldía de ambos está destinada a estrellarse contra la maquinaria de la represión. ¿En quién pueden confiar? La más mínima certeza se vuelve imposible porque ni siquiera es seguro que el Gran Hermano exista. ¿Y si fuera una invención con objetivos de dominación?

Siempre relevante Orwell no vivió para disfrutar el éxito de su libro, de un enorme impacto cultural. Al margen de las adaptaciones al teatro y las dos versiones cinematográficas (de 1956 y 1984, con la que empezábamos este texto), influyó, por ejemplo, en Woody Allen y su película El dormilón (1973). El británico Terry Gilliam hizo una versión libre en el filme Brazil (1985), con Robert de Niro y Jonathan Pryce. En la actualidad, 1984 no ha perdido su fuerza como anuncio de los peligros que nos acechan, sobre todo con el auge del mundo digital. Las redes sociales, al recopilar datos sobre nuestras preferencias, pueden funcionar como un instrumento de control. También resulta llamativa la similitud con el presente de los “dos minutos de odio”, el tiempo que dedican las masas adoctrinadas a mostrar su desprecio contra el traidor Goldstein. La escena recuerda a los linchamientos en Twitter. Llega un momento en que Winston reconoce que dos más dos son cinco. El poder consigue destrozar su capacidad para ver los hechos tal como son, y acepta cualquier idea, por disparatada que sea. Si pudiera presenciar los actuales debates sobre las fake news, Orwell lamentaría haber tenido razón. Francisco Martínez Hoyos

JUEGOS

ASÍ EMPEZÓ TODO La adicción al Tetris fue tan desatada como la que genera la saga Candy Crush. EN EL AÑO 1984 (el auténtico, no el literario), un investigador del centro de computación de la Academia de Ciencias de la URSS diseñó el Tetris. Se le había ordenado probar las capacidades de distintos tipos de hardware, y lo hizo desarrollando un videojuego que ejecutar en ellos. Era un juego sencillo de puzle, con siete figuras de formas diferentes que se desplazaban pantalla abajo y que el jugador debía situar rellenando los huecos. Cada línea completada se borraba automáticamente. Si uno no era hábil, las piezas llenaban la pantalla y el juego terminaba. ALEKSÉI PÁZHITNOV (en la imagen) contaba hace algunos años cómo fingió estar eliminando errores de su pequeño programa, cuando en realidad se había enganchado y no podía parar de jugar. Lo mismo les sucedió a sus compañeros Dmitri Pavlovski y Vadim Gerasimov, que trasladaron el juego a la plataforma IBM. Esa versión para PC pasó de

contrabando a Hungría, y algunas compañías del bloque occidental empezaron a producir versiones ilegales. Pázhitnov era un ciudadano soviético, ¿cómo iba a extraer beneficios de su idea en un régimen comunista? El caso es que, en 1985, Mijaíl Gorbachov puso en marcha sus reformas económicas (la famosa perestroika), y nuestro ingeniero informático cerró un acuerdo con el gobierno para cederle sus derechos de comercialización durante diez años. ELORG, LA AGENCIA soviética encargada de la importación y exportación de productos informáticos, empezó a negociar licencias para Japón y Occidente en 1988. Solo un año después, la URSS desaparecía. Pázhitnov emigró a EE. UU. en 1991, pero no recuperó sus derechos sobre el Tetris hasta 1996, de manos del gobierno ruso. Desde entonces, su compañía ostenta los registros de propiedad para todas las plataformas en casi todo el mundo. Empar Revert

¿Tetro... qué? Esto en matemáticas son tetrominós, formas geométricas compuestas por cuatro cuadrados. El dominó, compuesta por dos, es otro tipo de poliominó.

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EN BREVE CONSULTAS ¿ERA CUÁQUERO EL CREADOR DE LOS CEREALES QUAKER? Mecha Alcocer

No. Henry Seymour y William Heston fundaron la Quaker Mill Company en Ohio en 1877. Escogieron ese nombre porque Seymour había leído en una enciclopedia que los cuáqueros (quakers en inglés) se distinguían por su integridad, su honestidad y su pureza, virtudes que creyó positivo asociar a sus cereales para el desayuno. En 1881 compró la empresa Henry Crowell, que mantuvo la marca y la catapultó a escala nacional. Fusionó varias compañías hasta crear la Quaker Oats Company en 1901, a cuyo frente permaneció hasta 1943. Conocido como “el magnate de los cereales”, Crowell tampoco era cuáquero, pero sí un devoto cristiano evangélico que destinó buena parte de su fortuna a una fundación benéfica. Quaker Oats pasó a formar parte de la multinacional PepsiCo en 2001. Los cuáqueros, un conjunto de movimientos cristianos conocidos por su pacifismo, nunca han denunciado la apropiación de ese nombre por parte de una empresa (generalmente, se llaman a sí mismos “amigos”). Sin embargo, sí han protestado en las ocasiones en que han considerado que se promovían a través de la marca valores violentos, como cuando en los noventa se incluyeron muñecos de los Power Rangers en los paquetes de una variedad. Marina L. Bataller

CARTA DEL MES UN MITO DEL VOLANTE

A propósito de vuestro estupendo número extra sobre automovilismo, quisiera destacar la figura de Enzo Ferrari (1898-1988), fundador de la marca que lleva su apellido. Se le conocía como Il Commendatore, y fue un auténtico mito. A la hora de fabricar coches, creía que el motor era la parte esencial. A su juicio, el que no sabía fabricarlos debía dedicarse a otras cosas, como la aerodinámica. Tan obsesionado estaba por este tema que, en una ocasión, dijo que comprar un Ferrari era pagar por el motor, el resto era gratis. Perfeccionista acérrimo, elaboró máquinas de gran calidad que algunos consideraban demasiado peligrosas por su potencia. Cuando escuchaba estas críticas reaccionaba con ironía, convencido de que la vida era “un cotidiano consumo de energía y riesgo”. Estas palabras reflejan su carácter combativo. Quería ser el mejor, y estaba seguro de que nadie podía subir a la cima sin tener fuego en la sangre. La victoria más bella siempre era, por definición, la que aún estaba por llegar. Noah Fernández PUEDES ESCRIBIRNOS a redaccionhyv@ historiayvida. com o a la dirección postal HISTORIA Y VIDA. Av. Diagonal, 477, pl. 16. 08036 Barcelona (España). HISTORIA Y VIDA se reserva el derecho a editar las cartas recibidas.

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¡ESCRÍBEN Y GANA ES OS TE ENSAYO! HISTO RIA Y VIDA

premiará la próxima c arta del mes con Vivir con los dioses, de Neil MacGre gor (Debate ). En la carta, de h asta diez líne as, deben consta r nombre, dirección y telé fono.

¿QUÉ SE ME HA PERDIDO EN IGUALADA? La capital de la Anoia, aún desconocida, esconde un secreto que va a revolucionar el concepto de turismo. POR ROMINA VALLÉS

Q

ué se me ha perdido en Igualada?”, me pregunté, cuando mi jefe se acercó y me propuso visitarla para escribir sobre ella… desde el punto de vista turístico. Nada tenía que ver con el típico sitio donde uno va de vacaciones. Y entonces fue cuando la descubrí. El primer descubrimiento fue que Igualada, situada en la cuenca izquierda del río Anoia y haciendo de puente entre Barcelona y Lleida, por un lado, y entre los Pirineos y el Camp de Tarragona, por el otro, es tierra de historia. Porque nació hace más de diez siglos en mitad de un cruce de caminos, lugar de encuentro natural para agricultores y mercaderes. Y que, gracias a su riqueza hidráulica, se erigió como una de las principales productoras de pieles de Cataluña y después, como importante centro industrial textil (de ahí el gran número de tiendas de ropa y tejidos que vale la pena visitar). De esa historia conserva parte de sus murallas medievales; iglesias románica y renacentista; el barrio del

Rec, donde los curtidores se pasaban el día trabajando las pieles; y la huella del Modernismo, que también dejó allí joyas arquitectónicas. El segundo descubrimiento fue que Igualada es tierra de gastronomía: la cebolla rellena de bacalao y los caracoles, la coca de hierbas aromáticas, creada en 1920, o los carquinyolis, dulces de pasta seca con almendras, embelesan el paladar del visitante. Todo ello, acompañado de un sinfín de vinos que se producen en la comarca.

Auténtica y sostenible La sorpresa fue descubrir que la capital de la Anoia es tierra de un nuevo concepto de turismo: el que busca la casa rural auténtica y sostenible, una masía del XVIII restaurada, que recibe la energía del sol o de la combustión de biomasa y que abastece de alimentos a los huéspedes con patatas y judías del huerto y huevos y carne del corral. Un patrón turístico que se ha convertido en la marca de la casa de Igualada.

No es de extrañar –y ahora llega el gran, gran descubrimiento– que la empresa Airbnb, el mayor mercado de reserva e intercambio de alojamientos del mundo, la haya elegido como una de sus ubicaciones emergentes, e incluso haya instalado allí su New Healthy Destinations Lab, un conjunto de talleres y actividades de cocreación para ayudar a los locales, particulares y negocios, a desarrollar las nuevas experiencias relacionadas con este nuevo turismo de calidad del siglo XXI. Según Airbnb, las tendencias en turismo han cambiado, y los viajeros están optando cada vez más por regiones menos exploradas, con una oferta rural energéticamente eficiente, huyendo del turismo de masas, de sol y playa, de las colas interminables para entrar en el museo y de las paellas precocinadas. “¿Qué se me ha perdido en Igualada?”. Después de haberla descubierto, el placer de los sentidos de estos días. A partir de mañana, los recuerdos de una experiencia, que desde hoy ya son para siempre.

EN EL FOCO

IGUALADA MILENARIA Airbnb ha escogido Igualada como un ejemplo de destino sostenible. ¿Qué patrimonio histórico y cultural posee esta ciudad que la hace tan especial?

U

na ciudad es una suma de historias que han ido configurando su naturaleza y definiendo su identidad. El legado industrial de Igualada, capital de la comarca catalana de la Anoia, se hace visible en cada rincón de su núcleo urbano como reflejo de un pasado marcado por el trabajo de sus curtidores, desde época medieval, y el dinamismo de sus fábricas textiles, ya en el siglo xix. Un escenario se ha convertido en memoria viva de esta tradicional actividad económica. Se trata del Museu de la Pell d’Igualada i Comarcal de l’Anoia, antigua sede de Cal Boyer, fábrica textil algodonera, que se erigió en 1897. A doscientos metros se encuentra Cal Granotes, una de las curtidurías más

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antiguas de Europa. Actualmente, este espacio muestra, entre otros aspectos, el antiguo sistema de curtir vegetalmente las pieles antes de la industrialización. El lugar se ha transformado en un símbolo de la actividad más antigua de Igualada: la industria de curtición. De hecho, las primeras tenerías se instalaron hacia el siglo xiv en torno al trazado de la acequia, o rec, que alimentaba el Molí de l’Abadia, cuya presencia se data ya dos siglos antes.

Los inicios medievales Pero el origen del actual núcleo urbano hay que situarlo hacia el año 1003, alrededor de la capilla (luego basílica) de Santa Maria, el conjunto histórico-artístico más importante de la capital de la Anoia,

cuya arquitectura responde a distintos estilos que se han ido configurando a lo largo del tiempo. Por lo que concierne al perímetro amurallado que rodeó la antigua villa en época medieval, solo se conservan restos del siglo xv. Impulsada por el crecimiento económico y demográfico, la fisonomía de Igualada cambió sustancialmente tres siglos después. En la parte baja de la ciudad quedó constituido definitivamente el barrio de los curtidores (blanquers), también conocido como barrio del Rec. Por su parte, el nuevo ensanche del paseo Verdaguer, llevado a cabo en el siglo xix, se llenó de edificios modernistas. Bajo esta misma estética se contruyó el Asil del Sant Crist, obra del arquitecto Joan Rubió i Bellver, discípulo de Antoni Gaudí.

para

A LA IZQDA., el Asil

del Sant Crist. Foto: Santi Carbonell. ARRIBA, detalle del

cimborrio de la iglesia de Santa Maria. JUNTO a estas

líneas, Fort de Sant Magí. Foto: Miquel Lòpez. ABAJO, Museu

Comarcal de l’Anoia. Cal Boyer. Foto: Teresa Llordes.

Por entonces, el gran centro comercial e industrial de la comarca y nudo de comunicación no quedó exento de conflictos. Así, el Fort de Sant Magí se erigió para defender el núcleo urbano de los envites carlistas. En 1925, Igualada amplió su término municipal, hecho que permitiría instalar una de las obras más relevantes de la arquitectura moderna: el parque del Cementiri Nou d’Igualada (Zementiri), proyectado por Enric Miralles y Carme Pinós y Premio FAD 1992. Dinámica y emprendedora, esta ciudad, que ha sido escenario de tanta actividad económica, asume un nuevo reto: apostar por el turismo sostenible, un objetivo que permitirá aumentar la atracción turística de Igualada y de toda la comarca.

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EN EL FOCO

A

SIEBEN, EL GOL DE CANARIS Wilhelm Canaris hizo pasar a varios judíos como espías para que el régimen nazi les autorizara a abandonar Alemania sanos y salvos. SERGI VICH SÁEZ, HISTORIADOR

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comienzos de 1935, el futuro almirante Wilhelm Canaris se hizo cargo, con el beneplácito del canciller Adolf Hitler, del Abwehr, el servicio de información militar alemán. Pequeño en estatura pero grande en intelecto, amable pero poco locuaz, pronto reorganizó el servicio hasta adaptarlo a los nuevos tiempos. No parece que en principio fuera antinazi, pero procuró mantener a su Abwehr alejado de los medios nacionalsocialistas, con los que, en todo caso, supo coexistir. Sin embargo, las malas formas de los nazis pudieron con él. Pronto se desencantó de sus jefes, y permitió que su mano derecha, el coronel Hans Oster –este sí un ferviente opositor al régimen–, no solo utilizara los medios de la agencia para vehicular distintas redes conspirativas contra Hitler, sino también para dar cobertura a disidentes y perseguidos. Entre los protegidos del Abwehr se hallaban algunos judíos de renombre y sus familias, como el rabino Yosef Schneersohn. A través de mil subterfugios (influencias, dinero, consulados...), unos cuatrocientos lograron abandonar el país. La invasión de la URSS el 22 de junio de 1941 daría al traste con los métodos utilizados hasta entonces por Oster y los suyos. Una directiva del 24 de octubre prohibió la salida de cualquier judío del territorio del Reich y países ocupados. Además, una orden de la Oficina Central de Seguridad del Reich hacía responsable y deportable a toda la familia de todo judío que buscara ayuda para emigrar, y convertía a cualquier alemán que les ayudase en traidor a la patria y reo de pena capital. Por otra parte, los tejemanejes del Abwehr habían puesto sobre aviso al SD, el servicio de información de las SS.

Sabotear a los yanquis La entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y el progresivo apoyo de las naciones sudamericanas a la causa aliada supusieron la práctica eliminación de las redes del Abwehr en el Nuevo Mundo. Había que reaccionar, y Hitler demandó a Canaris una amplia operación de sabotaje que hiciera temblar a los norteamericanos: la Operación Pastorius. En junio de 1942, dos submarinos alemanes desembarcaron sendos comandos en

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HITLER estrecha la mano de Himmler el 20 de

abril de 1944. En la pág. opuesta, Canaris.

suelo estadounidense con medios para permanecer allí dos años y con el objetivo de sabotear distintos objetivos económicos. La deserción de uno de sus miembros, George John Dasch, provocó la detención de todos los agentes y el fin de la operación. Un Hitler enfurecido sermoneó a Canaris, lamentándose de un fracaso que había

aparentemente anodino al que le gustaba vestir de civil. Desde hacía años, Dohnanyi daba cobertura a perseguidos del régimen, sin importarle el credo o la condición de estos. Bajo su batuta comenzó la Operación Sieben, consistente en convencer al Reichsführer-SS Heinrich Himmler para que autorizara a un pequeño grupo de

CONVENCIERON A HIMMLER DE QUE AUTORIZARA A SALIR A UN GRUPO PARA ACTUAR A FAVOR DEL PAÍS costado la pérdida de agentes tan preparados, a la vez que sugería la utilización de elementos menos “valiosos”, como delincuentes o judíos. Para entonces, Oster tenía protegido a un pequeño grupo de judíos que no sabía cómo sacar de Alemania, entre los que se hallaban Annemarie Conzen, amiga de la esposa de Canaris, y sus dos hijas, y aprovechó el comentario de Hitler: “¡Saldrían para espiar en favor del Reich!”. El jurista y consejero especial del Abwehr Hans von Dohnanyi era un funcionario

personas a salir del Reich con el fin de actuar en favor de Alemania.

Un mal epílogo El planteamiento fue tan perfecto que algunos judíos se resistieron a emigrar por creerse realmente que iban a trabajar como espías. Costó persuadirlos, como también lograr que el estricto responsable suizo de inmigración, Heinrich Rothmund, aceptara su entrada en el país helvético. El diplomático Hans Bernd Gisevius, el en-

cargado de lograrlo, alertó del peligro que entrañaba satisfacer las peticiones económicas que exigían los suizos a cambio. A finales de septiembre de 1942, catorce hombres, mujeres y niños, algunos individualmente, otros en grupo, lograron cruzar la frontera suiza. Pero el final feliz trajo consigo un amargo regalo, tal como había pronosticado Gisevius. La transferencia de más de un millón de marcos en divisas a Suiza, algo estrictamente prohibido en tiempos de guerra, hizo saltar la liebre en la sección financiera de la RSHA, la Oficina Central de Seguridad del Reich. Algunos miembros del Abwehr fueron seguidos por la Gestapo para verificar sus actividades. La investigación culminó con el arresto de Dohnanyi el 5 de abril de 1943, acusado de evasión de divisas. Siguieron otras detenciones, la destitución y expulsión de Oster del Abwehr y, tras apartar a Canaris, la práctica caída de la organización militar de inteligencia en manos de Himmler. Pero esa ya es otra historia.

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EL RING DE ASIA

Rusia, China y Estados Unidos ensayan su lucha por el poder en el extenso territorio asiático antes dominado por la Unión Soviética. GONZALO TOCA REY, PERIODISTA

T

res de las mayores potencias del planeta se disputan la influencia sobre una región que, probablemente, la mayoría de sus poblaciones no sabría ubicar en el mapa. Hablamos de Asia Central, esa vieja encrucijada de civilizaciones compuesta por países tan exóticos –y despóticos– como Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Todos ellos nacieron al calor de la geopolítica, y sus destinos están ligados, casi inevitable-

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mente, al ajedrez de las grandes potencias. Los políticos y los poetas se pueden permitir afirmar, en prosa o en verso, que la primera víctima de la guerra es la verdad. No es cierto. La primera y la última víctima siempre son las personas. Sovietistán, el ensayo y libro de viajes de Erika Fatland que ha publicado recientemente Tusquets, encarna a millones de rostros sin nombre que viven al albur de Washington, Pekín y Moscú –sobre todo Moscú– en Asia Central. Los gobernantes subastan los recur-

sos de sus países a cambio de seguridad, dinero y protección. Su temor, especialmente después de la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia, es palpable. Su sed de poder, también. De los cinco países, solo uno –Kirguistán– supera a Afganistán en el ranking de libertad de la ONG Freedom House, y tres de ellos –Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán– pertenecen al siniestro club de los países del mundo que más reprimen los derechos humanos. Allí los debates se ter-

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CENTRAL

bloqueo naval estadounidense en el océano Índico, el espacio que atraviesa la mayoría de sus mercancías. Por último, Estados Unidos está intentando seducir a las naciones de Asia Central con los beneficios del libre comercio, las inversiones extranjeras y un trato benévolo del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Aunque Erika Fatland pone el foco en las personas, su Sovietistán no puede evitar referirse a los vientos huracanados de la geopolítica que han herido y moldeado estas tierras, como mínimo, desde el siglo xix. Fue entonces cuando, en la disputa entre los imperios ruso y británico que se ha dado en llamar el Gran Juego, estas regiones se convirtieron en víctimas indirectas de las ambiciones rusas sobre India y de las británicas sobre Afganistán. El fondo de la pugna no era, por supuesto, territorial. San Petersburgo y Londres se percibían como potencias hegemónicas incompatibles. Sentían que representaban

EN EL GRAN JUEGO, LEJOS DE SER UNA PARTIDA DE AJEDREZ, LA IRRACIONALIDAD TUVO UN PAPEL CRUCIAL

EL PRESIDENTE ruso Vladímir Putin recibe al de Tayikistán, Emomali Rahmon, el 17 de abril.

minan bastante rápido: basta con provocar la ruina económica, el exilio o la muerte del discrepante. Los más afortunados son los que consiguen vender su influencia al gran líder (o su réplica local) a cambio de mantener leales a los suyos. Este es el escenario en el que Rusia, China y EE. UU. ensayan su lucha por el poder mundial. El plano preferente del combate es económico. Así lo demuestran iniciativas como la Unión Económica de Eurasia o la reinvención de la ruta de la seda. La primera

es la creación de una zona de libre tránsito de capitales, personas y bienes impulsada por Rusia, en la que se integran también Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Armenia. La nueva ruta de la seda, liderada por China, afecta a toda la región, a la que se espera atraer a la órbita de Pekín con promesas de grandes acuerdos comerciales, créditos blandos e inversiones en infraestructuras. La segunda economía mundial necesita una ruta interior y terrestre que le permita evitar un potencial

valores e intereses diametralmente opuestos, y que cualquier éxito de una suponía una clarísima amenaza existencial para la otra. El Gran Juego se extendió desde 1830 hasta 1907, y en 1868, Rusia ya dominaba los actuales Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Naturalmente, la tesis oficial de San Petersburgo era que ellos solo intentaban reunificar Rusia, no oponerse a ningún estado.

Make Russia great! Uno de los aspectos más curiosos del Gran Juego es que, lejos de esa partida de ajedrez entre el oso y el león que ha pasado a ser en la historia popular, en él, la irracionalidad tuvo un papel crucial. La sed de gloria de los mandos militares, ese imperialismo que hacía de la expansión territorial un fin en sí mismo o el miedo obsesivo hacia las otras grandes potencias explican mejor la presencia de Rusia en Asia Central que cualquier cálculo eco-

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PRIMERA PLANA

Los “istanes” exsoviéticos PHOTOCALL DE LAS CINCO REPÚBLICAS REPÚBLICA DE KAZAJISTÁN Independencia: 16 de diciembre de 1991. Extensión: 2.724.900 km2. Población: 18.744.548 (est. julio 2018); pobl. urbana: 57,4%. Etnias: kazajos, 63,1%; rusos, 23,7%; uzbekos, 2,9%; ucranios, 2,1%; otros, 8,2%. Religiones: musulmanes, 70,2%; cristianos, 26,2% (sobre todo ortodoxos); otros, 3,6%. PIB (PPA): 478.600 millones $ (est. 2017), 26.000 $ per cápita.

REPÚBLICA DE UZBEKISTÁN Independencia: 1 de septiembre de 1991. Extensión: 447.400 km2. Población: 30.023.709 (est. julio 2018); pobl. urbana: 50,5%. Etnias: uzbekos, 83,8%; tayikos, 4,8%; kazajos, 2,5%; rusos, 2,3%; otros, 6,6%. Religiones: musulmanes, 88% (la mayoría de la corriente suní); ortodoxos orientales, 9%; otros, 3%. PIB (PPA): 223.000 millones $ (est. 2017), 6.900 $ per cápita.

RUSIA

TURKMENISTÁN Independencia: 27 de octubre de 1991. Extensión: 488.100 km2. Población: 5.411.012 (est. julio 2018); pobl. urbana: 51,6%. Etnias: turkmenos, 85%; uzbekos, 5%; rusos, 4%; otros, 6%. Religiones: musulmanes, 89%; ortodoxos orientales, 9%; otros, 2%. PIB (PPA): 103.700 millones $ (est. 2017), 18.200 $ per cápita.

ARMENIA

CHINA AFGANISTÁN

REPÚBLICA DE TAYIKISTÁN Independencia: 9 de septiembre de 1991. Extensión: 144.100 km2. Población: 8.604.882 (est. julio 2018); pobl. urbana: 27,1%. Etnias: tayikos, 84,3%; uzbekos, 13,8%; otros, 2%. Religiones: musulmanes, 98% (sunís, 95% y chiís, 3%); otros, 2%. PIB (PPA): 28.430 millones $ (est. 2017), 3.200 $ per cápita.

REPÚBLICA KIRGUISA Independencia: 31 de agosto de 1991. Extensión: 199.951 km2. Población: 5.849.296 (est. julio 2018); pobl. urbana: 36,4%. Etnias: kirguises, 73,5%; uzbekos, 14,7%; rusos, 5,5%; otros, 6.3%. Religiones: musulmanes, 90% (mayoría suní); cristianos, 7% (3% ortodoxos); otros, 3%. PIB (PPA): 23.150 millones $ (est. 2017), 3.700 $ per cápita.

Fuente: The World Factbook, 2019.

nómico. El cultivo de algodón o la explotación de los campos de la estepa a través de colonos rusos no fueron prioridades para San Petersburgo hasta después de hacerse con Asia Central. Tampoco lo fue la imposición de la cultura rusa. Dejaron que permaneciesen las tradiciones islámicas e incluso gobernantes de períodos

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anteriores, como el emir de Bujará o el kan de Jiva. Pero que no fuesen prioridades iniciales no significa que no empezaran a serlo pocos años después. En un lento goteo de menos de tres décadas, a finales del siglo xix, ya habían llegado al actual Kazajistán un millón de agricultores rusos, algunos de los principales proyectos de

irrigación estaban en marcha, el ferrocarril Trans-Caspio arribó a Samarcanda en 1888 y la línea Trans-Aral (que conectaba la rusa Oremburgo con la uzbeka Taskent) se inauguró en 1905. Las exportaciones de materias primas a Rusia, el algodón muy especialmente, florecieron. A veces contaron con la inestimable ayu-

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SEDE en Astana de KazMunayGas, la compañía estatal de petróleo y gas de Kazajistán.

da del trabajo esclavo, que, también es cierto, los rusos intentaron reducir. Se crearon enclaves rusos y europeos aislados de la población autóctona y, a la vez, se intentó configurar una clase dirigente local afín a partir de las nuevas instituciones educativas bilingües. El zar hizo lo posible para que los pueblos musulmanes de distintos rincones de su imperio apenas tuvieran contacto entre sí. La represión imperialista casi nunca fue necesaria, porque la oposición o estaba mal organizada,

1918, y en 1925, Asia Central estaba sometida a su poder. Instituciones tradicionales como el emirato de Bujará o el kanato de Jiva fueron erradicadas. Intentaron barrer del espacio público y neutralizar para siempre la influencia de los dos grandes pilares ideológicos de la oposición: la religión musulmana y la identidad turca. Una de las fórmulas que utilizaron fue dividir el territorio en cinco estados con perímetros más manejables y con una identidad nacional vinculada totalmente

CUANDO LA URSS IMPLOSIONÓ, SE EMANCIPARON DE LAS REDES SOVIÉTICAS, PERO NO DE LAS RUSAS o contaba con unas bases ideológicas débiles (los invasores no habían conquistado estados con una identidad nacional definida, sino territorios gobernados por tribus y clanes) o, sencillamente, se sentía intimidada ante el poder y la modernidad militar del ejército extranjero. Aunque la guerra civil rusa supuso una breve relajación del control de la metrópoli, lo cierto es que duró poco. Ni siquiera fue suficiente con que parte de las élites regionales se conformase con la autonomía y con que se hubiera alineado con el bando ganador de Lenin y Stalin. El Ejército Rojo empezó a pasar la apisonadora en

a una etnia. Sabían que eso dificultaría mucho cualquier reunificación. Habían nacido Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, cinco países que preservarían buena parte de su tradición islámica contra viento y marea y ante los que los rusos se presentaban como una garantía de bienestar, paz y estabilidad. ¿Acaso no era Moscú la que los mantenía unidos a pesar de sus diferencias siderales? ¿No era el ruso una lingua franca ideal para sus comunicaciones? ¿Es que no percibían las enormes ventajas económicas y políticas de pertenecer a una de las dos potencias mundiales que se disputaban el

dominio del planeta? ¿Iban a dejarse engañar por esos imperialistas occidentales que les susurraban mentiras al oído, como que la intervención soviética en el vecino Afganistán no solo no había sido por el bien de los afganos, sino que suponía un recordatorio de que Asia Central vivía en un régimen de libertad vigilada? Cuando la URSS implosionó, los cinco estados se emanciparon de las redes soviéticas, pero no de las rusas. Eran independientes y siguen siéndolo, pero con matices. Desde principios de los noventa, las inversiones rusas ascienden a 20.000 millones de dólares, y ahora existen 2.500 empresas con capital ruso y local en Asia Central, cientos de miles de jóvenes de la región estudian en Rusia y el valor de la condonación de la deuda rusa de la que se han beneficiado Kirguistán y Uzbekistán rebasa, en total, los 1.300 millones de dólares. La gran pregunta es si los cinco países se sacudirán el poder ruso con la influencia de China, que ya es su principal socio comercial, y Estados Unidos. Quizá la única forma de no volver a depender de una gran potencia sea, irónicamente, depender de las tres grandes potencias que ambicionan sus materias primas. Si ayer era el algodón, hoy lo son, sobre todo, el petróleo y el gas. Pero manipular sus ambiciones es un juego peligroso. Muy peligroso.

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LUGARES

UN PALACIO MESTIZO AL SUR DE LA INDIA, Mysore es la antigua capital de un reino que sobrevivió hasta 1947, el año de la independencia de Gran Bretaña. Aunque es conocida como la “ciudad de los palacios”, todo el mundo da por hecho que este, el de Ambavilas, es el palacio de Mysore propiamente dicho. El complejo tiene una historia peculiar. Tras la destrucción de la antigua residencia real en 1896, el marajá Krishnaraja Wodeyar IV (1884-1940) encargó una nueva al arquitecto británico Henry Irwin. Surgió así esta joya de estilo indo-sarraceno, mezcla de gótico y de otros tres del subcontinente: mogol, hindú y rajput. La fusión de distintas estéticas se aprecia, por ejemplo, en la espléndida columnata de esta sala de audiencias. Seis millones de turistas visitan anualmente el palacio. Solo otro monumento del país lo supera en popularidad: el Taj Mahal. Francisco Martínez Hoyos

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ANÉCDOTAS

LA HISTORIA MÁS INSÓLITA GLORIA DAGANZO, HISTORIADORA

MALDITO NÚMERO 8... FELIPE II DEBÍA de temer los años acabados en 8. En 1558 falleció Carlos I, su padre. En 1568 lo hicieron su hijo, el príncipe Carlos, y su más amada esposa, Isabel de Valois, y se produjo además la rebelión de los moriscos. En 1578 murió el infante Fernando y tuvo lugar el escandaloso asesinato de Escobedo. En 1588, la derrota de la Armada Invencible. Finalmente, el propio monarca falleció... en 1598.

EL BARRIO QUE DIO LA CERÁMICA CUESTA HACERSE a la idea, pero, como relata la clasicista británica Mary Beard, las fantásticas piezas de cerámica ateniense que vemos hoy en los museos estaban, en su día, en cualquier cocina de la ciudad. No salían de estudios de artistas, sino de talleres que las fabricaban por millares. Estos estaban situados en el “barrio de los alfareros”, el Kerameikos, del que deriva la palabra “cerámica”.

LA CITA “LA GENIALIDAD ES LA INFINITA CAPACIDAD DE ESFORZARSE”. Thomas Carlyle (1795-1881), filósofo y escritor escocés.

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El que más controla THOMAS JEFFERSON (1743-1826), el tercer presidente de Estados Unidos, fue un auténtico erudito. Se le considera uno de los intelectuales más destacados de entre los “padres de la patria” norteamericana. En una ocasión, estando reunido el presidente John F. Kennedy con varios premios Nobel de Física, comentó: “Nunca ha habido tanta sabiduría junta en la Casa Blanca... A excepción de cuando la ocupaba Jefferson, claro”.

ARQUEOLOGÍA

RETORNO A STONEHENGE ¿Qué ha dicho la arqueología a lo largo de los siglos sobre los orígenes y la función de Stonehenge? Las teorías no se agotan. JULIÁN ELLIOT, PERIODISTA

P

odría ser una adivinanza. ¿Qué monumento de Inglaterra tiene más de cinco mil años y aún no se sabe bien para qué era? Ni quién lo hizo. Ni cómo. Tan británico y ciertamente más antiguo que la torre de Londres, la abadía de Westminster o el castillo de Windsor, el crómlech de Stonehenge ha visto pasar generaciones de culturas sucesivas sin revelar su uso, su origen ni su modo de construc-

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ción. Y por eso estos enigmas han espoleado toda clase de conjeturas a lo largo de los siglos. Algunas hipótesis han sido producto de convicciones personales sin mayor asidero racional. Escoradas desde hace mucho hacia fantasías nacionalistas o espirituales, hoy de corte new age, han vinculado el conjunto megalítico a leyendas artúricas, al neopaganismo celta o, por qué no, incluso al diablo y a visitantes extraterrestres. Pese a este derroche

de imaginación, algunas tesis académicas no sorprenden menos. Es el caso de dos de este mismo año. Una saltó a los medios en marzo de 2019 desde la capital de Gales. Fundamentada en técnicas avanzadas de zooarqueología, ha concluido que este monumento, Patrimonio de la Humanidad desde 1986, habría sido epicentro en la prehistoria de un macrofestival porcino. Este festival habría reunido de forma periódica a ganaderos

STONEHENGE Romano, sajón o danés Las primeras sorpresas dadas por la investigación científica de Stonehenge se remontan a las exploraciones de cierto rigor, en la Edad Moderna. Curiosamente, las obras arqueológicas más tempranas las realizaron personajes muy ilustres de otros campos. Abrió juego en 1611 el erudito rey Jacobo I. Examinó el yacimiento como parte de sus amplios y caprichosos intereses culturales. Un lustro después fue el turno del médico William Harvey, el descubridor de la circulación sanguínea. Y entre 1633 y 1652 destacó el arquitecto Íñigo Jones, diseñador en Londres de la plaza de Covent Garden. Los trabajos no han cesado desde los hallazgos de cuernos de bóvidos y cérvidos y de restos cerámicos y de armamento por parte de Harvey y Jones. Algunos obedecieron a motivos poco loables. El duque de Buckingham alteró el núcleo de los círculos al cavar en busca de un tesoro en 1620, y sir Lawrence Washington, terrateniente del paraje, inició poco después su explotación como atracción turística. Otros proyectos sí buscaban contribuir a la significación de aquellas piedras. Estas investigaciones no siempre dieron en el clavo, pese a sus buenas intenciones. Un arquitecto asistente de Íñigo Jones dedujo, por ejemplo, que Stonehenge correspondía a las ruinas de un templo romano dedicado al cielo y edificado en el orden toscano. Otros atribuyeron los

EN 1620, EL DUQUE DE BUCKINGHAM ALTERÓ EL NÚCLEO DE LOS CÍRCULOS AL CAVAR EN BUSCA DE UN TESORO y cerdos de todos los rincones de Gran Bretaña en pleno Neolítico, de acuerdo con el estudio dirigido por Richard Madgwick en la Universidad de Cardiff. Todavía no se había disipado el asombro por esta enésima interpretación de Stonehenge cuando se hizo público, en abril, que sus misteriosos constructores habrían compartido genes con españoles y portugueses. Tal cual. Se habría tratado, según una colaboración entre Tom Booth

y Mark Thomas, del Museo de Historia Natural y el University College de Londres, de una oleada migratoria que partió hacia el año 6.000 a. C. de Anatolia (Turquía) y desembarcó en las islas británicas en torno a 4.000 a. C. Durante buena parte de los dos milenios intermedios, los colonizadores neolíticos se habrían afincado en la península ibérica, antes de seguir camino y terminar construyendo los famosos círculos concéntricos.

restos a sajones, y otros más, a vikingos. También erró el biógrafo, anticuario y arqueólogo aficionado John Aubrey, un diletante exquisito, famoso por haber escrito unas jugosas Vidas breves y por inaugurar una teoría de larga duración acerca de Stonehenge. Aubrey proclamó, a mediados del siglo xvii, que el espacio había sido creado por druidas en lo que entendió que era un lugar de utilidad cronológica o astronómica.

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ARQUEOLOGÍA DE LOS ROMANOS AL BREXIT El monumento inspira fantasías identitarias y religiosas desde antiguo, además de abundantes teorías en la actualidad. ¿LA PRIMERA REFERENCIA? La primera alusión escrita a Stonehenge se atribuye tradicionalmente a Diodoro Sículo. El estudioso clásico describe un complejo situado más allá del viento bóreas, es decir, muy al norte, como quedaba Gran Bretaña para un historiador grecorromano del siglo I a. C. En ese complejo se adoraba a Apolo, o sea, al Sol, en “un templo notable –comentaba Diodoro– de forma esférica”. Sin embargo, esa atribución inicial, la de lugar de culto solar, no ha resistido al tiempo. El relato del antiguo cronista siciliano no coincide con fenómenos astronómicos y climáticos locales. IDEAS MEDIEVALES La Edad Media también ofreció explicaciones para coger con pinzas. En el siglo XII, Godofredo de Monmouth comenzó a mitificar el monumento al vincularlo con Merlín. Según Monmouth, el hechicero quería construir un panteón real, y trajo piedras mágicas de Irlanda, que colocó en círculos con la asistencia de un ejército, maquinaria o, en una traducción francesa de la época, con la ayuda de un gigante. Por esas fechas se rumoreaba también que Stonehenge era directamente obra del diablo. Tanto el relato artúrico como el infernal carecen de base arqueológica, pero rebosan valor histórico. Ambos denotan que ya en el Medievo se era consciente de la antigüedad inimaginable del crómlech.

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ICONO NACIONAL Y NEW AGE La leyenda artúrica estrenó el monumento como símbolo nacionalista, una faceta de plena actualidad. La esgrimen, por ejemplo, los brexiters. La versión satánica de Stonehenge, por su parte, lo hizo debutar como emblema pagano. Su demonización medieval se debió a que era claramente una construcción anterior al cristianismo. Este aspecto sigue arraigado dentro de las creencias new age. De ahí los multitudinarios festivales neopaganos (abajo), reanudados en 1999 tras el prohibido de 1985, que acabó con los participantes en comisaría. NOVEDADES INFINITAS El siglo XXI, paradójicamente, también ha contemplado en paralelo un intenso renacimiento de la interpretación científica de Stonehenge. Además de las teorías de 2019, ha habido novedades arqueoastronómicas, como la hipótesis de que se usaba solo en los solsticios de invierno, y no de verano. Desde 2008 se discute si fue un centro prehistórico de sanación y peregrinación, y desde 2012, si se empleaba por sus extraños efectos acústicos (hay sonidos que desaparecen según la ubicación del oyente). El año pasado, la Universidad de Oxford demostró que algunas cremaciones neolíticas enterradas allí corresponden a personas del oeste británico. Esto refrendó dos tesis, la del uso funerario y la relación con Gales.

TRIUNFA LA TEORÍA DRUÍDICA, PESE A QUE LOS CELTAS LLEGARON ENTRE UNO Y DOS MILENIOS DESPUÉS Entre druidas y estrellas Hubo que esperar al siglo xix para que John Lubbock, el acuñador del término “neolítico”, retrasara el origen del sitio hasta al menos la Edad del Bronce. El carbono 14 indicaría en el xx una antigüedad todavía mayor. Entretanto, sin embargo, prosperó la teoría druídica. En ella insisten todavía hoy las muchedumbres que acuden al monumento para celebrar el solsticio estival. No parece importar que los celtas llegaran a las costas británicas entre uno y dos milenios después de Stonehenge, erigido entre 3100 y 1600 a. C. En la primera mitad del siglo xviii, el médico, clérigo y anticuario William Stukeley y el arquitecto John Wood, el primer analista meticuloso de lo excavado hasta entonces, defendieron con vehemencia la tesis céltica. Stukeley, quizá con demasiado ardor; llegó a proclamarse él mismo druida. No obstante, también recogió y relanzó otro guante dejado por Aubrey. No mucho antes de que también Benjamin Franklin se acercara al yacimiento para tratar de desentrañar sus misterios, Stukeley, secundado por el astrónomo Edmund Halley (el del cometa), vio en Stonehenge una función arqueoastronómica, principalmente de índole solar. Con ello, abrió una amplia vía de investigación que se sigue tanteando en la actualidad.

STONEHENGE

¿Un “ordenador neolítico”?

ARRIBA, de izqda. a dcha. y de arriba abajo,

Íñigo Jones, John Aubrey y William Stukeley. A la dcha., excavaciones de W. Hawley, 1919-20.

El siglo xix contempló de excavaciones de banqueros, empresarios y militares a los intentos iniciales de levantar un mapa detallado del sitio, incluyendo una numeración de las piedras. De ello se ocupó el profesor W. M. Flinders Petrie, un egiptólogo precursor de la sistematización arqueológica. Fue poco antes de que, en 1877, el mismísimo Darwin hiciera sus pinitos en bioarqueología, al estudiar cómo los túneles perforados por las lombrices afectaban la estabilidad del megalito británico. En ese período, además, la vía arqueoastronómica produjo nuevas propuestas. Entre ellas, la de que Stonehenge estaba alineado con Sirio, la estrella más visible desde la Tierra, si se exceptúa al Sol. El siglo siguiente también expandió este capítulo. A mediados del xx, se hallaron coincidencias de las piedras con los equinoccios y con la trayectoria lunar.

Por las mismas fechas, otro estudio había descubierto, gracias al ordenador compartido por la Universidad de Harvard y el Instituto Smithsoniano, que en el monumento se entrecruzaban diversos alineamientos, tanto con la Luna como con el Sol. Su autor, el astrónomo estadounidense Gerald Hawkins, incluso afirmó que el yacimiento había sido diseñado para predecir eclipses. De ahí que calificara Stonehenge de “ordenador neolítico” antes de que sus tesis acabaran siendo rebatidas. En el siglo xx se realizaron también los mayores esfuerzos relativos a la descripción y la conservación del monumento. Traspasado a manos públicas tras la Primera Guerra Mundial, lo que contribuyó a su protección, destacaron las investigaciones de campo de William Hawley y Robert S. Newall. Ambos efectuaron catas por todo el conjunto y confirmaron, con una nueva teoría, que este se había levantado por etapas a lo largo de varias centurias. A mediados de siglo afloraron otras dos hipótesis revolucionarias. Por una parte, la de que las piedras azules del círculo interior no eran locales, sino de Gales. Procederían, en concreto, de las colinas Preseli, a nada menos que 250 km de distancia. John F. S. Stone, el arqueólogo responsable de este hallazgo, también dató el complejo definitivamente como prehistórico. Tres años después, en 1950,

recuperó, con otros dos colegas, rastros de numerosas cremaciones, lo que abrió las puertas a una tercera tesis, confirmada en 2018: la de un gigantesco centro funerario. El célebre humanista rumano Mircea Eliade suscribiría y desarrollaría esta idea, mientras que el arqueólogo británico Aubrey Burl especularía más tarde que las piedras azules no habían llegado a Stonehenge llevadas por el hombre, sino por movimientos glaciares. Las dos teorías de lo que llevamos de año no serán las últimas. El complejo de Stonehenge, mientras tanto, como en el mito del eterno retorno propagado por Eliade, se mantiene inmutable pese a cambiar de uso, origen y modo de construcción con cada nueva interpretación.

PARA SABER MÁS ENSAYO ALBARELLA, U. y otros. Pigs and Humans: 10,000 years of Interaction. Oxford: Oxford University Press, 2007. En inglés. BURL, Aubrey. John Aubrey & Stone Circles: Britain’s First Archaeologist, From Avebury to Stonehenge. Stroud: Amberley, 2010. En inglés. CHIPPINDALE, Christopher. Stonehenge Complete. Londres: Thames & Hudson, 2004. En inglés. PARKER PEARSON, Mike. Stonehenge: Exploring the Greatest Stone Age Mystery. Londres: Simon & Schuster, 2013. En inglés.

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DOSSIER ¿PROVOCÓ LA II GUERRA MUNDIAL?

El precio de Versalles Por CARLOS JORIC

30 ALEMANIA DEBE PAGAR 40 ¿EL TRATADO CULPABLE?

ALEMANIA

CLEMENCEAU (en el centro, con bigote y bombín),

Wilson y Balfour en París, enero de 1919.

DEBE PAGAR La Conferencia de París de 1919 puso fin a la Gran Guerra. En el Tratado de Versalles, los aliados impusieron a Alemania unas condiciones de paz para contener su política expansionista y obligarla a pagar el coste de la contienda. CARLOS JORIC, HISTORIADOR Y PERIODISTA

UNA MULTITUD se congrega en Londres para celebrar el armisticio, 11 de noviembre de 1918.

L

a madrugada del 11 de noviembre de 1918, Alemania y las principales potencias aliadas (Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos) firmaron un armisticio en un vagón de ferrocarril en Compiègne (Francia), muy cerca de las todavía humeantes trincheras del frente occidental. La Gran Guerra había terminado. Atrás quedaron más de cuatro años de combates con consecuencias catastróficas: unos diez millones de soldados muertos, el doble de heridos, seis millones de víctimas civiles y el exterminio de alrededor de un millón de armenios por parte del gobierno turco. Tras el fin de la contienda cayeron cuatro imperios (el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano), triunfó la revolución bolchevique en Rusia y países como Bélgica, que era neutral, y Serbia

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quedaron devastados tras su invasión por las tropas de las Potencias Centrales. La Conferencia de Paz se organizó en París dos meses después del alto el fuego. Las negociaciones fueron dirigidas por el Consejo de los Cuatro, un comité formado por

que en un principio formaba parte de una alianza con Alemania y Austria-Hungría, entró en la guerra en el bando aliado a cambio de beneficios territoriales. Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos tenían muy claro cuál era el principal ob-

PARA FRANCIA, GRAN BRETAÑA Y ESTADOS UNIDOS, LA CONFERENCIA DEBÍA CONTENER A ALEMANIA el presidente estadounidense Woodrow Wilson, el primer ministro francés Georges Clemenceau, el británico David Lloyd George y el italiano Vittorio Emanuele Orlando. Este último tendría poca influencia en la toma de decisiones, ya que sus intereses se centraron casi exclusivamente en el cumplimiento del Tratado de Londres, un acuerdo firmado en 1915 por el que Italia,

jetivo de la conferencia: contener a Alemania. A pesar de haber sido vencida, la potencia centroeuropea seguía manteniendo su hegemonía industrial, militar y demográfica en el continente. Había sucumbido en el campo de batalla, pero su territorio estaba intacto. Salvo en Renania, ningún soldado enemigo había pisado el país, por lo que la gran mayoría de los alemanes

VERSALLES

DINAMARCA

Mar

LITUANIA

Mar

MEMEL

Báltico

SCHLESWIG

del Norte Kiel

BAJOS

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PAÍSES

Hannover

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PRUSIA OCCIDENTAL Poznan

Berlín

Varsovia PO LONI A

Dresde

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ALSACIALORENA

PRUSIA ORIENTAL

ALEMANIA

Eupen Malmedy

SARRE

DANZIG

Slupsk

Hamburgo Elb a

Rin

Francia fue la potencia aliada más perjudicada por la guerra. La mayoría de los combates transcurrieron en suelo francés, por lo que al enorme coste de vidas humanas que sufrió (se calcula que un millón setecientos mil, entre soldados y civiles) había que sumar los daños materiales provocados por las batallas y por la política de “tierra quemada” perpetrada por las tropas alemanas durante su retirada. Miles de pueblos del nordeste de Francia fueron arrasados, las infraestructuras dinamitadas y su industria, muy desarrollada en esa región (plantas siderúrgicas, minas de carbón, fábricas textiles...), desmantelada o destruida. Clemenceau reclamó una compensación económica a la altura de la que les impusieron los alemanes tras la guerra franco-prusiana. También pidió unos beneficios territoriales que permitiesen a su país recobrarse económicamente y, sobre todo, defenderse de un enemigo que les había invadido dos veces en menos de medio siglo. Francia pretendía recuperar Alsacia y Lorena, anexionadas por el Imperio alemán en 1871, y hacerse con el control de los territorios al oeste del Rin: Renania y el Sarre. Su propósito era confinar a Alemania en la otra orilla del río, restableciendo la que había sido históricamente su frontera. Gran Bretaña, por su parte, también reclamó una indemnización económica. Aunque el país había sufrido menos bajas que Francia –alrededor de un millón– y sus territorios no se habían visto tan afectados por los combates, sus gastos en préstamos fueron cuantiosos. A pesar de ello, las peticiones de Lloyd George fueron mucho menores que las de su homólogo francés. El motivo

ALEMANIA, CON 27.000 KM2 MENOS Y SIN COLONIAS

BÉLGICA

Obligados a entenderse

Un país recortado

FRANCIA

no experimentó directamente la derrota. No hubo tropas enemigas desfilando por Berlín como hicieron los alemanes en París en 1871. Alemania, por tanto, seguía siendo una amenaza. Y para desactivarla, los tres aliados acordaron una serie de medidas: debilitarla militar y territorialmente, obligarla a pagar los costes de la guerra y crear una serie de mecanismos diplomáticos para que el enfrentamiento no se repitiera. Sin embargo, en lo que no coincidían los aliados era en los límites de esos objetivos y en la forma de conseguirlos. ¿Qué postura mantenía cada país?

SILESIA

Praga

Mannheim

Hultschin

CH

Stuttgart Múnich

ECO

Viena

AUSTRIA SUIZA

CON EL TRATADO, los vencedores impusieron a Alemania una serie de cláusulas económicas, militares y territoriales. En este campo, Alemania tuvo que devolver Alsacia-Lorena a Francia (Berlín se la había anexionado más de cuarenta años antes), y Eupen y Malmedy fueron a manos belgas. La región industrial del Sarre pasó a estar bajo administración de la Liga de Naciones, como también Danzig, de población mayoritariamente alemana, que se convirtió en ciudad libre.

de esta decisión fue que Gran Bretaña no estaba interesada en romper el equilibrio de poder que mantenían Francia y Alemania en el continente. La industria británica necesitaba mercados, y Alemania, con más de setenta millones de habitantes, era el más grande de Europa. En lo que sí coincidía plenamente con Francia era en la necesidad de debilitar militarmente a Alemania. Gran Bretaña presionó para que se destruyera su flota naval, y así seguir ejerciendo su dominio militar en el mar. Estados Unidos fue la última potencia aliada en entrar en la guerra. El presiden-

S LO

VA Q U I A 0

150 km

Frontera de Alemania en 1920 Frontera de Alemania en 1914

RENANIA permaneció como territorio alemán, pero desmilitarizado. El norte de Schleswig se integró en Dinamarca. Polonia recibió partes de Prusia Occidental y Silesia. Hultschin pasó a Checoslovaquia. Y Memel, una pequeña franja en Prusia Oriental, quedó bajo control de Lituania. Todas las colonias se perdieron. ALEMANIA vio mermado en un 13% su suelo en Europa, y en torno a un 10% su población (entre 6,5 y 7 millones).

te Wilson, un hombre de profundas convicciones religiosas y defensor acérrimo de los valores democráticos de su país, mantuvo una postura neutral hasta casi el final de la contienda. En varias ocasiones se ofreció como mediador en el conflicto, realizando llamamientos a la paz y esbozando lo que posteriormente sería la Sociedad de Naciones. En abril de 1917, tras varios movimientos alemanes en contra de Estados Unidos (una propuesta de alianza secreta con México y la reanudación de la guerra submarina, que amenazaba a la marina mercante americana),

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DOSSIER

LOS PUNTOS DE WILSON EN NOVIEMBRE de 1917, Rusia se retiró de la guerra y negoció un acuerdo de paz con Alemania. A las pocas semanas, para contrarrestar el impacto que tuvo sobre la opinión pública una propuesta de paz realizada por el triunfante régimen bolchevique, el presidente Wilson (abajo) hizo lo mismo. En enero de 1918 presentó ante el Congreso de Estados Unidos su propia propuesta, desglosada en catorce puntos. Los cinco primeros trataban asuntos generales: abandono de la diplomacia secreta, libertad de navegación y comercio, reducción armamentística y un acuerdo justo sobre las colonias. LOS SIGUIENTES hablaban sobre cuestiones territoriales: salida de las tropas extranjeras de territorios de Rusia, Bélgica, Francia, Rumanía, Serbia y Montenegro, reconfiguración de las fronteras italianas, creación de un estado polaco con salida al mar y reconocimiento del derecho de autodeterminación para los pueblos de los imperios austrohúngaro y otomano. Este último fue el más relevante. Su influencia alcanzó desde Alemania, con su reclamación de un referéndum para que austríacos y checos se unieran a ellos, hasta Cataluña, donde las primeras organizaciones independentistas recurrieron al discurso wilsoniano para legitimar sus aspiraciones políticas. El último punto promovía la creación de la Sociedad de Naciones.

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Wilson declaró la guerra a Alemania. A pesar de ello, no cejó en su empeño por detenerla. El 8 de enero de 1918, cuando las tropas americanas aún no habían llegado en gran número a Europa, hizo un último intento. El presidente redactó una propuesta de paz desglosada en catorce puntos. Aunque fue rechazada por el gobierno alemán, esos catorce puntos acabarían jugando un papel decisivo en la formulación del Tratado de Versalles. En cuanto a su postura en París, Wilson, que en los primeros años del conflicto había defendido una “paz sin victoria”, estuvo finalmente de acuerdo en castigar a Alemania. Sin embargo, no le interesaban tanto las indemnizaciones como el equilibrio y la estabilidad del continente. Estados Unidos había terminado la guerra convertido en la primera potencia mundial. Se había beneficiado del suministro de alimentos, armamento y materias primas a

los aliados y había concedido numerosos créditos. Para mantener ese mercado y cobrar las deudas (que no pensaba cancelar, a pesar de las insinuaciones aliadas), necesitaba una Europa pacífica y democrática que fuera capaz de recuperarse económicamente. De ahí que los principales intereses de Wilson fueran el reordenamiento geopolítico del continente y la creación de un organismo internacional, la Sociedad de Naciones, que garantizara la paz mundial en el futuro.

Empieza la conferencia La Conferencia de París se inauguró el 18 de enero de 1919 en el Quai d’Orsay, el palacio del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia. La fecha, elegida por el anfitrión Clemenceau, tenía un carácter simbólico: coincidía con el aniversario de la fundación del Imperio alemán en Versalles tras la derrota de Francia en 1871.

VERSALLES

DIPLOMÁTICOS de diversos países durante la preparación del Tratado de Versalles, 1919.

Acudieron los representantes de los veintiocho países aliados más importantes. Ni los neutrales ni los derrotados fueron invitados. En un principio, se creó un consejo para dirigir las negociaciones compuesto por cinco naciones, con Japón

Los demás asuntos no se resolvieron con tanta rapidez, sobre todo los relacionados con el futuro de Alemania. Se tuvieron que celebrar más de cien reuniones hasta que los tres países que llevaron la voz cantante en la conferencia se pusieron de

EE. UU. SE HABÍA ERIGIDO EN PRIMERA POTENCIA Y QUERÍA MANTENER SUS MERCADOS EUROPEOS como quinta potencia. Pero pronto se redujo a cuatro por el escaso interés que mostró el país asiático en los asuntos europeos. A petición del presidente de Estados Unidos, la primera cuestión en tratarse fue la creación de la Sociedad de Naciones. A pesar de que la mayoría no compartía el entusiasmo de Wilson por el proyecto, todos estuvieron de acuerdo en su constitución, aprobándose en poco tiempo un borrador con su estructura.

acuerdo. Había tres asuntos clave sobre la mesa: el reordenamiento territorial de Alemania, su desarme y las reparaciones de guerra. Sobre el primero, la cuestión que se resolvió con más facilidad fue la de las colonias. Alemania no tenía un gran imperio colonial, por lo que su reparto, aunque laborioso, se determinó sin muchas dificultades. Gran Bretaña, Francia y Bélgica se dividieron los territorios africanos, y Japón y Australia los del Pacífico.

Las complicaciones surgieron al establecer las nuevas fronteras alemanas en Europa. En el este, se acordó que Alemania cedería a la renacida Polonia los territorios con mayoría de población polaca: Poznan, Prusia Occidental y partes de Silesia. También se aprobó la creación de un corredor polaco hasta la ciudad de Danzig, en el mar Báltico. Al tener mayoría de población germana, esta no fue incorporada a Polonia, sino convertida en ciudad libre bajo tutela internacional. En el oeste hubo más desacuerdos. Las pretensiones de Francia de anexionarse Renania y el Sarre chocaron frontalmente con la opinión de los angloamericanos. Tanto Wilson como Lloyd George juzgaban que esa anexión podría convertirse en el germen de futuras disputas, en una nueva Alsacia-Lorena. Finalmente, tras largas y muy tirantes negociaciones, que incluso pusieron en

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LA DELEGACIÓN alemana en Versalles toma un

autobús en la estación de Vaucresson, 1919.

peligro la conferencia (Wilson dijo que “hablar con los franceses era como apretar una pelota de goma: tratabas de dejar huella, pero en cuanto apartabas el dedo la pelota volvía a ser esférica”), se llegó a una solución intermedia. Francia recuperó Alsacia y Lorena y, como compensación por la destrucción de su industria, obtuvo la explotación de las minas de

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carbón del Sarre por un período de quince años. No consiguió anexionarse Renania, pero sí hacerse con el control temporal de tres cabezas de puente en la región y el compromiso de los aliados de que la zona sería desmilitarizada. Además, como parte del mismo acuerdo, los territorios fronterizos de Eupen y Malmedy fueron cedidos a Bélgica.

Desarme e indemnizaciones ¿Qué dimensiones debería tener el ejército alemán? Esa era la pregunta que había que responder para resolver la cuestión del desarme de Alemania. Todos estaban de acuerdo en que un exceso de efectivos comprometería la seguridad del continente, pero una carencia dificultaría la capacidad del país para asegurar su defensa

VERSALLES interna y para rechazar una posible agresión bolchevique. Había que buscar un equilibrio. Finalmente, se estableció que el ejército alemán tendría como máximo 100.000 hombres, de los cuales solo 4.000 serían oficiales. La Armada no sobrepasaría los 15.000. No dispondría de aviación, submarinos, carros de combate ni armamento pesado. Además, se destruirían todos los arsenales y fortificaciones de la región de Renania, y el material de guerra solo podría fabricarse en unas determinadas fábricas. Para evitar la instrucción de hombres de manera subrepticia, se aplicaron también restricciones en la policía y en las sociedades privadas de carácter militarista. En cuanto a las indemnizaciones, Thomas Lamont, el representante del Tesoro estadounidense, dejó escrita su opinión sobre

LA VERDAD SOBRE EL ARMISTICIO Berlín ocultó a su población que no habría negociaciones LA DERROTA del Imperio alemán fue una enorme sorpresa para su pueblo. El gobierno le había hecho creer hasta el último disparo que la victoria era inminente. Con el armisticio, los dirigentes germanos actuaron de forma parecida: presentaron su firma como si fuera una preparación para un posterior tratado de paz de mutuo acuerdo con los aliados. Pero ¿fue esto así? EN UN PRIMER momento, EE. UU. tenía intención de negociar un armisticio basado en los Catorce Puntos de Wilson. Sin embargo, ante la negativa de británi-

cos y franceses, se añadió un anexo a la propuesta. La “Nota Lansing”, llamada así porque fue redactada por el secretario de Estado estadounidense Robert Lansing (abajo, a la izqda.), estipulaba: “Alemania ofrecerá una compensación por el daño provocado a la población civil de los aliados y a sus propiedades a causa de la agresión por tierra, mar y aire”. Además, se determinó que no habría negociaciones, por lo que no se ofreció alternativa a esas condiciones. El armisticio, por tanto, fue una capitulación incondicional del Imperio alemán. Aunque su pueblo no fuera informado.

TUVO QUE CREARSE UNA COMISIÓN PARA LLEGAR A UN ACUERDO SOBRE LAS REPARACIONES ANTES DE DOS AÑOS cómo fueron: “El asunto de las reparaciones causó más problemas, discusiones, rencores y retrasos que cualquier otro punto del tratado”. El dilema planteado fue parecido al del desarme. Si se fijaba una cifra demasiado alta, la economía alemana podría derrumbarse, dando alas a un posible alzamiento bolchevique y arrastrando consigo una parte importante de los intereses comerciales de los británicos, algo que terminaría afectando al pago de la deuda con Estados Unidos. Si era demasiado baja, Alemania podría recuperarse rápidamente y convertirse de nuevo en una amenaza para los países de su entorno. Este fue el único punto del tratado que quedó sin resolver. No se pusieron de acuerdo ni en el reparto ni en la cuantía de las indemnizaciones, cuya cifra oscilaba entre los 10.000 y los 120.000 millones de dólares. Para determinarlo, se creó una comisión especial que debía alcanzar una resolución en un período de dos años. Esto equivalía a obligar a Alemania a firmar un cheque en blanco. Sus protestas no se iban a hacer esperar.

Llegan los alemanes La delegación alemana llegó a Versalles a finales de abril de 1919. La firma del tratado se iba a celebrar en el salón de los Espejos del palacio, el mismo lugar donde Guillermo I fue proclamado káiser del Imperio alemán tras la guerra franco-prusiana. El gobierno germano, constituido en una república con mayoría socialdemócrata desde hacía unos meses, imaginaba un acuerdo inspirado en los Catorce Puntos de Wilson, una “paz sin victoria”. A pesar de que su ausencia en la mesa de negociaciones resultaba muy elocuente sobre las intenciones de los aliados, los

alemanes confiaban en ser tratados como iguales. Esperaban tener que pagar una indemnización razonable, perder algún territorio no demasiado significativo y poco más. El país, que al fin y al cabo se había transformado en una democracia, se incorporaría a la Sociedad de Naciones, formaría un frente común con los angloamericanos para bloquear el bolchevismo y, siguiendo uno de los puntos de Wilson en el que se establecía el principio de autodeterminación de los pueblos del Imperio austrohúngaro, esperaría que austríacos y bohemios votaran su incorporación a Alemania. No eran conscientes

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DOSSIER tima humillada. Hizo especial hincapié en el artículo 231, al que llamó “párrafo de la vergüenza”. Según este, Alemania y sus aliados asumían toda la responsabilidad del inicio de la guerra. Aunque el propósito del artículo era establecer un fundamento jurídico para reclamar las compensaciones económicas, el gobierno alemán lo interpretó (o malinterpretó con fines propagandísticos) como una injusta condena moral (Brockdorff-Rantzau manifestó que Alemania había sostenido una “guerra defensiva”) y como un abusivo cheque en blanco, ya que el coste de las reparaciones no aparecía estipulado.

Se acaba el plazo

(o no querían serlo) de que representaban a una nación derrotada, de que habían perdido la guerra en el campo de batalla antes de solicitar un armisticio. La bienvenida que recibieron los representantes alemanes hizo que rebajaran considerablemente esas expectativas. El gobierno francés ordenó que el convoy en el que viajaban redujera su velocidad durante el trayecto por los campos de batalla para que pudieran ver los destrozos que habían causado sus tropas. Una vez en la ciudad, fueron conducidos al Hôtel des Réservoirs, el mismo en el que los franceses fueron alojados en 1871 mientras negociaban la paz con Bismarck. Una semana más tarde, el 7 de mayo, la delegación germana despertaría por completo de su sueño wilsoniano. Clemenceau, en representación de los países aliados, entregó al conde Ulrich von Brockdorff-Rantzau, delegado alemán, las condiciones de paz. No habría debate, las observaciones se harían por escrito y tendrían un plazo de quince días para dar una respuesta. Si esta era negativa, se reanudarían las hostilidades. Como era de esperar, Alemania protestó. El gobierno, perplejo ante las condiciones del tratado, inició una intensa campaña diplomática con el fin de desacreditarlo y presentarse ante el mundo como una víc-

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Una ola de indignación, azuzada por la prensa, recorrió toda Alemania. El gobierno se apresuró a presentar una contrapropuesta basada en los principios wilsonianos, la coartada a la que se agarraban. No sirvió de nada. A pesar de que empezaron a surgir algunas voces en contra del tratado en los gobiernos aliados, la oferta fue rechazada. Tras varias prórrogas motivadas por la actitud de la delegación alemana, que inundó a los aliados con cientos de páginas de objeciones y observaciones, el 16 de junio recibió un ultimátum: si no firmaba antes de una semana se reanudarían los

ALEMANIA INTENTÓ DESACREDITAR EL TRATADO Y APARECER ANTE EL MUNDO COMO LA VÍCTIMA HUMILLADA combates. El 20 de junio, los aliados se prepararon para un ataque movilizando a más de cuarenta divisiones y reiniciando el bloqueo naval. El 21, la armada alemana, confinada en la base escocesa de Scapa Flow, fue hundida por su propia tripulación para evitar que se la repartieran los aliados. El 22, la Asamblea Nacional alemana votó a favor de la firma, pero a condición de que se retirase el artículo 231. No fue aceptado. Horas después, Alemania, sumida en profundas divisiones internas, pidió una nueva prórroga. También fue rechazada. El 23 de junio, a las 17.40 h, llegó la respuesta alemana: acataba el tratado.

HUNDIMIENTO de la flota alemana en Scapa Flow,

1918. A la izqda., Brockdorff-Rantzau, 1924.

VERSALLES La firma del acuerdo se produjo en el salón de los Espejos el 28 de junio de 1919, aniversario del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa en Sarajevo (suceso que desencadenó la Primera Guerra Mundial). Hasta el último momento, la rúbrica pareció correr peligro. Había rumores de que los emisarios alemanes, que no llegaron hasta horas antes, se suicidarían durante la ceremonia, dispararían contra Lloyd George y Clemenceau o incluso lanzarían una bomba en el palacio. En realidad, la causa del retraso fue que el gobierno alemán tuvo dificultades para encontrar un ministro dispuesto a asumir la responsabilidad de la firma. Finalmente, a las 15.45 h, los ministros de Exteriores y Transporte germanos rubricaron el Tratado de Versalles en presencia de los representantes de los países vencedores. Durante los siguientes días, París se convirtió en una gran fiesta y Berlín en un tenso funeral. En las ciudades alemanas, con las banderas ondeando a media asta, se sucedieron las manifestaciones en contra del tratado. Los grupos nacionalistas, sintiéndose traicionados, empezaron a afilar los cuchillos. No tardaron en usarlos. En 1921, el político Matthias Erzberger, uno de los principales partidarios de la firma del tratado, fue asesinado por una organización de extrema derecha. Fue la primera víctima mortal relacionada con una venenosa corriente de opinión que culpaba a los dirigentes de la República de Weimar de haber “apuñalado por la espalda” al pueblo alemán. Un furibundo defensor de esta teoría fue un cabo austríaco que acababa de ser elegido líder de un partido de extrema derecha fundado al calor de las protestas por el Tratado de Versalles: Adolf Hitler.

PARA SABER MÁS ENSAYO

Robert. Los vencidos. Por qué la Primera Guerra Mundial no concluyó del todo, 1917-1923. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2017. MACMILLAN, Margaret. París, 1919. Seis meses que cambiaron el mundo. Barcelona: Tusquets, 2017. TOOZE, Adam. El diluvio. La Gran Guerra y la reconstrucción del orden mundial (1916-1931). Barcelona: Crítica, 2016. GERWARTH,

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¿EL TRATADO CULPABLE? El Tratado de Versalles ha sido considerado comúnmente como una de las principales causas del fracaso de la República de Weimar, el ascenso de Hitler y el estallido de la II Guerra Mundial. Pero ¿existe una conexión tan directa?

CARLOS JORIC, HISTORIADOR Y PERIODISTA

PROTESTA en Berlín de miembros y simpatizantes

del partido nazi, septiembre de 1928.

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DOSSIER

OCUPACIÓN francesa del Ruhr, 1923. A la izqda., el

economista británico John Maynard Keynes, 1925.

A

ún no se había secado la tinta del Tratado de Versalles cuando se escucharon las primeras voces en contra. Y no solo desde Alemania. A su vuelta a Estados Unidos, Woodrow Wilson se topó con la negativa del Senado a ratificar el tratado y a ingresar en la Sociedad de Naciones, de la que el presidente había sido el principal impulsor. Aislacionistas, progresistas que tacharon el acuerdo de demasiado punitivo (y contrario al espíritu de los Catorce Puntos), estadounidenses de origen irlandés molestos con Gran Bretaña (Irlanda estaba en plena guerra de independencia) o simples adversarios políticos se unieron para rechazar los planes de Wilson. Esta negativa tendría consecuencias a largo plazo. La falta de compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Europa dejó a los franceses

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muy expuestos ante una amenaza alemana. Esa sensación de indefensión provocó que Francia se mostrara poco flexible ante cualquier incumplimiento del tratado, contribuyendo a dar una imagen de revanchismo y a envenenar aún más sus relaciones con Alemania. En Gran Bretaña también existió una corriente de opinión muy crítica con el Tratado de Versalles. Parlamentarios, periodistas e incluso funcionarios de la propia delegación británica mostraron su disconformidad con unas condiciones que juzgaron excesivas. Fue precisamente un miembro de esta delegación, el joven economista John Maynard Keynes, quien alzó la voz con más fuerza. Tras dimitir de su cargo como representante del Tesoro por estar en desacuerdo con las cifras de las reparaciones que se estaban manejando, publicó el ensayo Las consecuencias econó-

micas de la paz (1919). En él, Keynes no dudó en calificar el tratado de “paz cartaginesa”, un acto de “codicia estúpida” que “reducía a Alemania a la servidumbre” y “completaba la destrucción económica que la guerra había causado a Europa”. El influyente libro de Keynes, que ha continuado reeditándose desde entonces (Austral, 2013), fue el origen de una corriente historiográfica que ha señalado el Tratado de Versalles como una de las principales causas –cuando no la principal– del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Según esta línea interpretativa, las condiciones impuestas a la joven y vulnerable democracia alemana provocaron la paralización de su economía, desestabilizaron su vida política y social y allanaron el camino para el ascenso del nazismo. ¿Fueron realmente tan duras esas condiciones como para impedir el buen funcionamien-

to de la República de Weimar, favorecer la llegada de Hitler al poder y preparar el escenario para un segundo conflicto global? Las investigaciones más recientes empiezan a cuestionar esta tesis.

Pagar la cuenta En mayo de 1921, el gobierno alemán recibió el montante oficial de las reparaciones de guerra: 132.000 millones de marcos (unos 33 millones de dólares). La cifra, muy elevada, era en realidad un escaparate destinado a acallar a la opinión pública aliada. En la práctica, la suma era de 50.000 millones, a pagar en 36 años. El resto, 83.000 millones, se consignó a beneficio de inventario por medio de un complejo sistema de pagos dividido en tres bonos, que Alemania solo satisfaría cuando lo permitiesen las circunstancias. Seguía siendo una suma enorme, pero asumible. Para

lograr abonarla, el Estado germano debía destinar a lo sumo el 8% de sus ingresos anuales. Una cantidad exigente, pero menos que la que, por ejemplo, tuvo que emplear Francia tras la derrota en la guerra contra Prusia en 1871: entre el 9 y el 16%. A pesar de ello, el gobierno alemán hizo todo lo posible por no pagar. Tras un primer desembolso en 1921, solo abonó una parte de las siguientes anualidades. El problema no era tanto económico como político. Alemania no había asumido la pérdida de la guerra. El hecho de que el pueblo alemán no hubiese experimentado en carne propia la derrota, ni siquiera la humillación de ver a sus dirigentes firmando el acuerdo de paz en el corazón de su país (no como los franceses en 1871, que tuvieron que hacerlo en Versalles ante el canciller Bismarck), provocó que la mayoría no aceptase el tratado. Ante esa actitud del gobier-

no germano, Francia, sabedora de que la obtención de las reparaciones era la única manera que tenía de obligar a Alemania a reconocer su derrota, decidió dar un paso al frente. En 1923, ante los continuos incumplimientos de los plazos de entrega de carbón (Francia había obtenido una compensación en especie por haber perdido la mitad de su producción carbonífera tras la destrucción de sus minas), tropas francesas y belgas, amparadas por los términos del Tratado de Versalles, entraron en el Ruhr, el núcleo industrial de Alemania, y ocuparon sus minas. El gobierno germano reaccionó organizando una campaña de protestas y de resistencia pasiva por todo el país, incluyendo huelgas y actos de sabotaje. Esta resistencia se sufragó (salarios, seguros, ayudas a las empresas afectadas) desde la hacienda pública. El Estado emitió

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moneda sin respaldo, lo que produjo hiperinflación. El marco se devaluó aún más de lo que ya estaba (en parte, por culpa del propio gobierno de Weimar, al que le había interesado hacer frente a las indemnizaciones con moneda depreciada), y la población sufrió las consecuencias. Los alemanes experimentaron un drástico deterioro de sus condiciones de vida, llevando a muchos a la pobreza (un dólar se llegó a cambiar a la increíble cifra de 4,2 billones de marcos). Este malestar social se materializó en diversas intentonas revolucionarias y golpistas, entre ellas, el Putsch de Múnich, protagonizado por el partido nazi.

Tenemos un plan El gobierno alemán intentó revertir esta situación dando carpetazo a la política de resistencia pasiva y entablando negocia-

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ciones con los aliados. A finales de 1923, las diferentes partes llegaron a un acuerdo para formar una comisión presidida por el banquero Charles Dawes, director de la Oficina Presupuestaria de Estados Unidos (y futuro vicepresidente de esta nación).

to manifiesto por parte de Alemania y previa conformidad con los demás aliados. Cinco años después, en 1929, se firmó un nuevo acuerdo. El Plan Young, impulsado por el banquero y diplomático estadounidense Owen Young, redujo aún más las

ALEMANIA SE CONVIRTIÓ EN UN PAÍS DEPENDIENTE EN EXCESO DE LAS INVERSIONES ESTADOUNIDENSES El Plan Dawes, rubricado en 1924, revisó las compensaciones y los plazos de los pagos adaptándolos a la evolución de la economía alemana, además de proporcionar fondos para estimularla a través de la suscripción de créditos provenientes principalmente de prestatarios norteamericanos. Al mismo tiempo, Francia y Bélgica se comprometieron a retirarse del Ruhr y a no volver a ocuparlo, salvo incumplimien-

obligaciones alemanas a través de la ampliación de los plazos de los pagos. Este plan de renegociación, que sustituyó al anterior, fue el resultado de la mejora de las relaciones internacionales de Alemania. En 1925, el gobierno de Weimar había firmado con los aliados los Tratados de Locarno, una serie de acuerdos por los que se comprometía a respetar las fronteras occidentales establecidas en el Tratado de

VERSALLES

TRATADOS DE LOCARNO, 1925. A la izqda., pago

con una bolsa de billetes en Berlín, 1922.

Versalles, incluida una Renania desmilitarizada y neutral, y a renunciar al uso de la fuerza para modificar las orientales, que continuaba sin aceptar. En 1926, fruto de ese cambio de actitud, Alemania fue admitida en la Sociedad de Naciones. Las consecuencias de estos planes financieros tuvieron una doble cara. Por un lado, estimularon la economía alemana y permitieron al gobierno continuar pagando las indemnizaciones. Pero, por otro, convirtieron a Alemania en un país excesivamente dependiente de las inversiones estadounidenses. La cadena era frágil: Estados Unidos prestaba dinero a Alemania, el gobierno germano usaba parte de ese dinero para pagar las reparaciones a los aliados europeos, y estos utilizaban esas indemnizaciones para pagar las deudas de guerra contraídas con Estados Unidos. Si el país norteamericano pasaba

por dificultades financieras, la cadena se partiría en pedazos. Sin embargo, teniendo en cuenta que Estados Unidos había emergido de la guerra convertido en la primera potencia mundial, esa posibilidad les parecía a todos muy remota.

La Gran Depresión Al mismo tiempo que en Europa se negociaba el Plan Young, la Bolsa de Nueva York se desplomaba. Los efectos del crac bursátil se notaron pronto en Alemania. En 1929, la democracia de Weimar vivía uno de sus períodos más estables. El país se había recuperado económicamente, aumentando su producción industrial hasta niveles previos a la guerra, y había vuelto a adquirir una posición preponderante en el concierto internacional. Sin embargo, su fuerza era más aparente que real. El gobierno alemán había comenza-

do a gastar el dinero proveniente de los préstamos de Estados Unidos de forma temeraria. Entre 1924 y 1929 tomó prestado casi tres veces lo que pagó en reparaciones. Esos fondos los invirtió en proyectos que, en muchos casos, no iban a ofrecer beneficio más que a largo plazo. Si el mercado entraba en crisis y se exigía la devolución de los créditos, las consecuencias podrían ser catastróficas. Y así fue. Cuando el desplome bursátil se hizo efectivo, los bancos e inversores estadounidenses dejaron de prestar dinero y empezaron a retirar los fondos de Alemania. Su efecto sobre la economía germana fue demoledor: los bancos se hundieron, los negocios cerraron y el desempleo se disparó. En solo dos años, la producción industrial disminuyó hasta casi la mitad. Entre un 30 y un 40% de la población activa se quedó sin trabajo (una tasa más elevada

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DESEMPLEADOS haciendo cola para conseguir una comida a precio reducido. Alemania, 1931.

que en Estados Unidos), y los que lo conservaron vieron cómo sus salarios se reducían al mínimo. Por tercera vez en solo una década, tras los reajustes de la posguerra y la hiperinflación de 1923, el pueblo alemán se enfrentaba a un futuro lleno de incertidumbre y privaciones.

“Vota por Hitler” Las consecuencias políticas de la crisis económica no se hicieron esperar. La enorme tasa de paro que provocó la depresión hizo saltar por los aires el sistema de cobertura de desempleo, una de las grandes conquistas de la República de Weimar. Unos quince millones de personas empezaron a depender de los servicios sociales y las organizaciones benéficas. El proletariado se empobreció y radicalizó. Y las clases medias, que nunca se habían visto en una situación tan precaria, no estaban

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organizadas políticamente y consideraban la pobreza un símbolo de fracaso y degradación social, se derrumbaron material y psicológicamente. Esta brusca bajada del nivel de vida provocó la pérdida de confianza en el gobierno de la República,

oratoria de Hitler, su enérgico y oportunista discurso nacionalista, en el que ofrecía soluciones simples a problemas complejos, y la teatral y muy eficaz organización que acompañaba a sus apariciones públicas (“la visión de disciplina en un período

DE TODOS LOS GRUPOS DE DERECHA, EL PARTIDO NAZI FUE EL QUE MEJOR APROVECHÓ LA CRISIS inoperante y completamente fragmentado en esos años, y la predisposición a abrazar alternativas que prometieran restablecer el orden y la seguridad. Se había formado el caldo de cultivo ideal para el crecimiento de las fuerzas antidemocráticas. De todos los grupos de derecha, el partido nazi fue el que mejor supo aprovecharse de la crisis económica, institucional y moral de Alemania. Gracias a la capacidad de

de caos”, como lo definió el arquitecto del régimen nazi Albert Speer), su partido logró que 6,4 millones de alemanes, muchos provenientes de esa clase media desmoralizada, le otorgaran su confianza en las elecciones de 1930. Dos años después, el nazi se convirtió en el partido más votado de Alemania con casi 14 millones de votos, el 37% del total. El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller. Tras

VERSALLES ganarse el apoyo de los partidos conservadores y silenciar a los opositores, se hizo con poderes dictatoriales. La República de Weimar había llegado a su fin.

¿De Versalles a Hitler? La pregunta es, ¿fue el ascenso de Hitler una consecuencia directa del Tratado del Versalles? Desde un punto de vista político, esa conexión no parece muy clara. Principalmente, porque el rechazo a las condiciones del tratado no fue algo exclusivo de los nazis, ni siquiera de la extrema derecha, sino una opinión generalizada en toda Alemania, fruto de la no aceptación de la derrota. Los distintos gobiernos de Weimar, como hemos visto, hicieron todo lo posible por no pagar las indemnizaciones. Negociaron, renegociaron y, cuando pudieron, se escabulleron de unas obligaciones que consideraban injustas. Esa desobediencia se amplió a otros ámbitos, como el militar. Alemania incumplió repetidamente las cláusulas de desarme. La fabricación de armas se camuflaba con tapaderas, se ocultaba en arsenales clandestinos o se deslocalizaba a países neutrales como Suiza, Holanda o Suecia. Había un chiste muy popular en los cabarés de Berlín que decía que a un obrero de una fábrica de carritos de bebé, al intentar montar uno en su casa con piezas que había ido escamoteando, le salió una ametralladora. La instrucción militar también se camufló, ocultándose entre las actividades de los clubes deportivos y de aviación o en el entrenamiento de los cuerpos de policía. Es muy significativo que cuando Hitler subió al poder pudiera formar una fuerza aérea casi de inmediato. Este incumplimiento del desarme llegó a su punto culminante tras el Tratado de Rapallo (1922), un acuerdo secreto con la Unión Soviética por el que Alemania se comprometió a ayudar a mejorar la atrasada maquinaria bélica soviética a cambio de poder probar en suelo ruso armas prohibidas por el tratado y de adiestrar en su uso a personal militar. Más que el Tratado de Versalles, que en realidad unió en su rechazo a todo el pueblo alemán, lo que más desestabilizó políticamente a la Alemania de Weimar fue el uso propagandístico que se hizo de él. Las “imposiciones de Versalles”, como las calificaba Hitler, fueron utili-

¿CUÁNTO PAGÓ ALEMANIA? LA PRIMERA GUERRA Mundial “terminó” hace nueve años. El 3 de octubre de 2010, Alemania pagó el último plazo de las reparaciones. Había pasado casi un siglo desde el Tratado de Versalles. La principal causa de este retraso fue la cancelación de los pagos ordenada por Hitler cuando subió al poder. Estos no se reanudaron hasta la Conferencia de Londres celebrada en 1953. Allí se llegó a un acuerdo con la República Federal de Alemania (abajo, firma de su delegado) para reestructurar la deuda, condonar una parte y redefinir los plazos. La RFA la liquidó en 1983. Sin embargo, faltaban los intereses. Una de las cláusulas del acuerdo estipulaba que estos se pagarían en un período de vein-

zadas por las fuerzas conservadoras como arma arrojadiza contra la República, acusando a sus dirigentes de “apuñalar por la espalda” a Alemania y, en el caso de los nazis, de formar parte de una vasta conspiración internacional destinada a “esclavizar” al pueblo alemán. De esta manera, vinculando la firma del tratado con el comienzo del sistema democrático –esa “república de judíos”, “de

te años, pero solo desde que el país volviera a estar unificado. En 1990, cuando se hizo efectiva la reunificación, empezó a contar el plazo. ¿CUÁNTO PAGÓ FINALMENTE Alemania? Hasta 1932, cuando la crisis económica y la inestabilidad del gobierno frenaron los pagos, fueron unos 20.000 millones de marcos. Tras la Conferencia de Lausana (1932), en la que se aprobó una fuerte reducción, y la mencionada de Londres, en la que se volvió a reducir y se incluyeron los pagos de la Segunda Guerra Mundial, se calcula que abonó unos 7.000 millones más. Lejos, por tanto, de los 50.000 acordados, y muy lejos de los 132.000 oficiales.

las hienas de la bolsa”, “de los traidores a la patria”, como la calificaba Hitler–, se estaba dando el primer paso para deslegitimarlo. Aun así, la democracia de Weimar resistió casi catorce años. Si el Tratado de Versalles hubiera sido tan determinante para la supervivencia del pueblo alemán, ¿por qué la República no sucumbió mucho antes, cuando la derrota y las consecuencias del acuerdo eran más recientes? ¿Por

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DOSSIER

EL “ARTÍCULO DE LA VERGÜENZA” La propaganda victimista de Weimar que continuó el III Reich EL RECHAZO DEL artículo 231 del Tratado de Versalles (abajo, protesta en Berlín, 1919), que responsabilizaba a Alemania del inicio de la guerra, fue una cuestión de Estado para el gobierno de Weimar. Con el propósito de combatir esta afirmación, el Ministerio de Exteriores creó el Departamento para el Estudio de la Culpabilidad de la Guerra (Kriegsschuldreferat). Este organismo, con sede en Berlín, encargó a varios académicos que trataran de demostrar que la culpabilidad de Alemania no había sido mayor que la de las potencias aliadas.

qué no ocurrió lo que en Italia con Mussolini y triunfó una “marcha sobre Berlín”?

Del crac del 29 a Hitler Desde un punto de vista económico, es indudable que las reparaciones de guerra resultaron una pesada carga para el gobierno de Weimar. Pero ya hemos visto que estas no fueron ni mucho menos insoportables. En algunos casos, fueron las malas decisiones políticas y financieras tomadas por el gobierno, y no el pago de las indemnizaciones, las que causaron graves trastornos en la economía germana. Y cuando esas malas decisiones coincidieron con una crisis económica mundial tan repentina y devastadora como la de 1929, la situación se volvió insostenible. Por un lado, emergieron las debilidades estructurales de la

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EL RESULTADO fue Die Grosse Politik der Europäischen Kabinette 18711914, una ingente obra compuesta por cuarenta volúmenes donde se incluía documentación que, supuestamente, desmontaba el contenido de ese “párrafo de la vergüenza”. El departamento también fue el encargado de difundir la versión oficial del gobierno a través de la publicación de libros de texto y de una revista de historia. Cuando los nazis llegaron al poder, a pesar de su desmedido odio hacia el gobierno de Weimar, continuaron con esa labor.

República, y, por otro, se movilizaron las fuerzas políticas que iban a aprovecharse de esa vulnerabilidad. Y estas no eran otras que la derecha antiparlamentaria. Hay que recordar que Hitler no llegó al poder tras ganar las elecciones. El partido nazi nunca consiguió mayoría absoluta. De hecho, en las últimas votaciones antes de acceder a la cancillería perdieron casi tres millones de votos. A Hitler no le puso el pueblo al frente de Alemania; lo hizo la derecha. Las viejas élites conservadoras nacionalistas habían estado desafiando desde el principio a la República de Weimar. Terratenientes, industriales y militares, principalmente, estuvieron durante años apoyando cualquier idea o actividad contraria a los intereses del gobierno. Cuando en 1929 vieron cómo este se tam-

ADOLF HITLER saluda al presidente Hindenburg

tras ser nombrado canciller. Berlín, 1933.

VERSALLES baleaba, aprovecharon para darle un empujón. A diferencia de Francia o Gran Bretaña, donde la crisis económica no llevó a las fuerzas políticas mayoritarias a plantear una alternativa al parlamentarismo, en Alemania se buscó su disolución, presentando la crisis como el resultado del sistema parlamentario. La persistencia de mentalidades autoritarias que se remontaban a la fundación de la nación en 1871 causó un déficit democrático en la sociedad alemana que, azuzado por la durísima crisis económica, favoreció el éxito de esos discursos reaccionarios. De hecho, en 1930, tres años antes de la subida al poder de Hitler, la República de Weimar ya estaba sentenciada. El presidente Paul von Hindenburg, un representante de la vieja guardia prusiana (fue mariscal de campo durante la guerra), aplicó el artículo 48 de la Constitución que permitía al canciller gobernar por decreto. Durante los siguientes años lo siguió aplicando, por lo que Alemania, aunque siguiera celebrando elecciones, se convirtió de facto en una dictadura presidencial. Hindenburg, arropado por las poderosas fuerzas conservadoras, aprovechó el apoyo electoral a los partidos de derecha y la desconfianza popular en la República para buscar su disolución a favor de un Estado autoritario. El problema fue a quién eligió para liderarlo. El presidente, creyendo que podría manejar a Hitler formando un gobierno de coalición de derechas con minoría nazi, le invistió canciller. Fue un terrible error de cálculo. Hitler se hizo con poderes dictatoriales, utilizó el tratado para justificar una agresiva política expansionista y llevó al planeta a un nuevo conflicto mundial. No es de extrañar que, en esta ocasión, los aliados no pararan hasta llegar al corazón de Berlín. En 1945 no habría otro Tratado de Versalles.

PARA SABER MÁS ENSAYO CASANOVA, Julián. Europa contra Europa: 1914-1945. Barcelona: Crítica, 2012. TAMPKE, Jürgen. Una distorsión histórica. La manipulación del Tratado de Versalles y el surgimiento nazi. Madrid: Ciudadela, 2019. WEITZ, Eric D. La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia. Madrid: Turner, 2019.

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EL AUTÉNTICO MASTER AND COMMANDER Con una trayectoria propia de un guion de cine, el escocés Thomas Alexander Cochrane demostró su valía como militar naval tanto en las guerras revolucionarias francesas como en los conflictos de independencia iberoamericanos. EDUARDO GARRIDO, PERIODISTA

E

l mismo año que el gobierno revolucionario francés ejecuta a Luis XVI y que Gran Bretaña, simpatizante inicial de la Asamblea, se prepara para entrar en guerra contra Francia, el joven Thomas Alexander Cochrane, con diecisiete años, se alista oficialmente en la armada británica. En un contexto de guerras revolucionarias francesas, en el año 1793, inicia su carrera en la Marina bajo las órdenes de su tío, el almirante Alexander Cochrane, a bordo de la fragata HMS Hind. En realidad, Thomas había sido incluido como miembro de la tripulación en distin-

tos barcos desde que tenía siete años. Esa práctica, aunque ilegal, se utilizaba a menudo para acumular jornadas de servicio y, una vez en la Armada, tener acceso al rango de oficial en menos tiempo. Hijo de una familia aristocrática (en otro tiempo acaudalada, pero venida a menos debido a las veleidades de su padre, Archibald, noveno conde de Dundonald), Thomas nació en Annsfield, Escocia, el 14 de diciembre de 1775. Su valentía y experiencia le hicieron destacar sobre sus compañeros, y se convirtió en uno de los capitanes más exitosos y audaces de las guerras contra Francia. Tanto fue así que el mismo

LA BOLSA DE LONDRES. Grabado, 1851. En la

pág. anterior, Thomas Cochrane. Grabado, 1866.

Napoleón se refería a él como “le loup des mers”, el lobo marino, lo que elevó su reputación de manera considerable. De personalidad impetuosa, su paso por la Armada estuvo plagado de conflictos, tanto con sus superiores como con sus subordinados. Durante su formación como guardiamarina conoció al mítico Nelson, héroe de Trafalgar, que le dio un consejo: “Olvídate de las maniobras, ataca siempre directamente”. Cochrane lo aplicó en el mar y en la vida, lo que le valió triunfos y disgustos a partes iguales. Este camino de desencuentros comenzó cuando fue juzgado por un tribunal militar por faltarle al respeto a su inmediato superior. A pesar de que fue declarado inocente, se le reprochó mala conducta y falta de disciplina. Continuó con su carrera, y en 1800, con rango de capitán, zarpó al frente del bergantín HMS Speedy, armado con 14 pequeños cañones de 4 libras. En tan solo diez meses capturó 33 embarcaciones enemigas en el enfrentamiento de su país contra franceses y españoles. Ingenioso y astuto, siempre encontraba la manera de salir airoso incluso en las situaciones más comprometidas. En una ocasión en la que

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un buque de guerra español mucho más potente le dio el alto, consiguió zafarse gracias a enarbolar la bandera de Dinamarca y comunicar, además, que no se podía subir a bordo para registrar el barco porque estaban en cuarentena debido a una contagiosa enfermedad. La estrategia de la bandera falsa era un recurso habitual. Poco tiempo después de ser destinado al Mediterráneo protagoni-

nave española vio cómo las balas de los cañones enemigos atravesaban el casco de lado a lado, dejando innumerables muertos. Cochrane, a pesar de tener una tripulación numéricamente inferior, dio orden de abordar el Gamo y lo capturó. Un año más tarde es apresado por la armada francesa y, a los pocos meses, canjeado por el gobierno británico. El Tratado de Amiens (1802) pone fin a la guerra, y Coch-

NAPOLEÓN LE LLAMABA “EL LOBO MARINO”, LO QUE ELEVÓ CONSIDERABLEMENTE SU REPUTACIÓN zará una de sus hazañas más reconocidas: la audaz captura, el 6 de mayo de 1801, frente a la costa catalana, del jabeque español Gamo, de 30 cañones, comandado por el teniente de navío Manuel de Torres. Al llevar una bandera estadounidense, Cochrane logró situar el HMS Speedy en paralelo al navío español, casi pegado a él. Cuando los españoles se dieron cuenta, ya era tarde; estaban tan cerca que no pudieron disparar sus cañones. Su barco era mucho más grande y alto, y los proyectiles hubieran sobrevolado a los británicos. La

rane decide volver a Escocia a cursar estudios universitarios en Edimburgo.

Aproximación a la política Declarada otra vez la guerra con Francia en 1806, se le encargó patrullar las riberas galas y la ruta del Atlántico hasta las Azores. Partió a esta misión con una fragata recién construida, la HMS Pallas, de 32 cañones, con la que volvió a destacar. En dos meses, Cochrane se había apoderado de una cantidad tan grande de cargamentos enemigos que ganó él solo 75.000 libras

COCHRANE esterlinas. Regresó a Portsmouth con candelabros de 5 pies de altura hechos de oro macizo atados a los mástiles. Una vez en tierra, se presentó a la elección de la Cámara de los Comunes por la ciudad de Honiton, municipio conocido por el soborno de los votantes, contra lo que Cochrane pretendía luchar. Se alineó con el movimiento radical, que por entonces demandaba el sufragio universal masculino. Perdió en la primera elección, pero consiguió la victoria en la segunda. Hizo campaña y luchó por la reforma parlamentaria junto a otros radicales, como sir Francis Burdett. Criticó abiertamente la conducta británica en la guerra, así como la corrupción dentro de la Armada, lo que le granjeó no pocos enemigos. Embarcado una vez más, tuvo el enésimo enfrentamiento de su carrera. Formaba parte de un escuadrón británico bajo el mando del almirante James Gambier en una acción contra la flota francesa, en abril de 1809, en la decisiva batalla de Aix Roads. Cochrane, que había logrado un éxito parcial al principio de la operación, pretendía continuar avanzando, ante la rotunda negativa del almirante. Convencido como estaba de haber podido hundir o capturar a la flota francesa, su temperamento vehemente le llevó a acusar a su superior ante el Parlamento. El proceso derivó en un consejo de guerra en el que lord Gambier fue exonerado, y Cochrane, que se ganó el odio del almirante y de la élite naval británica, fue sancionado con la retirada del rango militar. A partir de entonces, con demasiadas enemistades por todas partes, decidió volver a la política. En su labor como diputado se ganó la animosidad de sus antiguos superiores, pues denunció las arbitrariedades y abusos que sufrían los tripulantes de la Royal Navy. Como consecuencia de esta postura, en 1814 es acusado de participar en el Gran Fraude de la Bolsa de Londres. Se hizo correr la falsa noticia de que Napoleón había sido derrotado, lo que provocó un aumento colosal en el valor de los títulos públicos. La venta de una gran cantidad de acciones del gobierno el mismo día dio lugar a una investigación. Uno de los involucrados era el tío de Thomas, Andrew Cochrane-Johnstone. Juzgado como cómplice en un dudoso proceso, Thomas fue condenado a una

LA INSPIRACIÓN DE O’BRIAN El autor de Master and Commander y otros fans de Cochrane EN UNA ESCENA de la película Master and Commander (2003), basada en la novela homónima de Patrick O’Brian, el protagonista logra huir de una fragata enemiga, que lo persigue en la noche, con una ingeniosa estratagema. Sujeta una linterna a un barril y lo deja a la deriva para que el enemigo, engañado, vaya detrás de la luz, mientras su nave escapa silenciosamente en la oscuridad. En realidad, fue Thomas Cochrane, y no Jack Aubrey (Russell Crowe, en la imagen), quien realizó tan original maniobra. LA INTENSA VIDA de alguien como lord Cochrane ha sido fuente de inspira-

hora en la picota pública, un año de prisión, mil libras de multa, el despido de la Royal Navy y la destitución de su título de caballero. La picota se eliminó de la sentencia debido al temor de que sus partidarios provocaran graves disturbios.

Rumbo a América Al otro lado del Atlántico, los movimientos para independizarse de la metrópoli española recorrían el continente, y las hazañas del marino británico no pasaban desapercibidas. Bernardo O’Higgins, líder del movimiento para la independencia de Chile, había estudiado y trabajado en Londres durante cuatro años. Al enterarse de la caída en desgracia de Cochrane, envió a

ción para más de un perfil ficticio, al margen de Jack Aubrey. Horatio Hornblower, personaje principal de las novelas de C. S. Forester, sigue la estela del marino británico. Sharpe, protagonista de la saga de novelas históricas de Bernard Cornwell, también recuerda al escocés, e incluso en uno de sus títulos recrea la época de Cochrane en Chile. UNA SERIE DOCUMENTAL centrada en la vida del Cochrane real, Lord Cochrane, capitán de mar y guerra, se rodó, a lo largo de cinco años, en siete países. Dirigida por Christian Aylwin, se estrenó en Chile en 2016.

un diplomático a hablar con él, con la propuesta de ponerse al frente de la marina de su país y derrotar a la armada española. “Hallándome a la sazón desposeído de mi empleo, por habérseme injustamente expulsado del servicio naval británico, a efecto de las maquinaciones del poderoso partido político que yo había agraviado [...], acepté la propuesta”, afirma el propio Cochrane en sus memorias. Viajó a Chile y, en noviembre de 1818, de manos del mismo O’Higgins, recibió el nombramiento de vicealmirante y comandante en jefe de la armada chilena. Pocos meses antes, el 5 de abril, el ejército realista había sido derrotado por fuerzas chileno-argentinas en la batalla de Maipú,

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ARMA LETAL Un ingenio precursor de la guerra química. EN MARZO DE 1812, el príncipe regente de Gran Bretaña, futuro Jorge IV (abajo), recibió una propuesta secreta de un oficial de la Royal Navy destinada a socavar el poder militar de Napoleón con unas técnicas poco ortodoxas. El oficial era el capitán sir Thomas Cochrane, que llevaba tiempo probando distintos tipos de armas letales. EN EL MENSAJE detallaba lo que denominó nave de explosión, en cuyo interior, a modo de metralla, se colocaría munición obsoleta, chatarra, conchas y cadáveres de animales. La embarcación se remolcaría hasta la distancia adecuada de las naves enemigas. Al detonarse, el inmenso mortero dispararía su carga mortal sobre el enemigo. Presentaba otras variantes, como un barco repleto de cientos de barriles de pólvora, o bien la llamada nave fétida, a base de carbón vegetal y azufre. EL PRÍNCIPE REGENTE entregó la documentación a un grupo de expertos, que, tras estudiarla, opinó que tenía mérito, pero el temor a las implicaciones que tales dispositivos radicales tendrían en la guerra convencional ahogó su entusiasmo. ¿Qué pasaría, reflexionaron, si el enemigo conociera esta nueva tecnología espantosa y la volviera contra las defensas británicas? La propuesta fue rechazada, y Cochrane se comprometió a no dar a conocer los detalles al público.

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momento en el que O’Higgins pronunció una célebre frase: “Este triunfo y cien más serán inútiles si no dominamos el mar”. Lord Cochrane asumió el mando de la Escuadra Nacional, compuesta por un navío, dos fragatas, una corbeta y tres bergantines. A las pocas semanas zarpó rumbo a Perú, con el objetivo de llegar al puerto de El Callao y valorar las defensas de la zona. El resultado de esta primera campaña marítima se saldó con la pérdida de la hegemonía de la costa por parte de los españoles, que se refugiaron bajo la fortaleza de El Callao. El escocés regresó a aguas chilenas con la intención de llevar a cabo una empresa de gran envergadura. Valdivia era la base española más importante e inexpugnable al sur de El Callao, en la costa del Pacífico. Defendida con quince fuertes, era la joya de la corona española. Cochrane, a bordo de la fragata O’Higgins, se dirigió a este enclave chileno y puso en marcha una acción

TRAS SU VICTORIA EN EL CALLAO, ALGUNOS BANCOS BRITÁNICOS ACEPTARON CONCEDER CRÉDITOS A CHILE militar compleja, audaz y de una valentía incuestionable. Tras toda una noche de enfrentamientos, la tropa chilena había perdido siete hombres; el enemigo, cien. La victoria fue total. Tales fueron las repercusiones del acontecimiento que algunos bancos británicos accedieron a conceder un préstamo de un millón de libras esterlinas, solicitado hacía tiempo por el gobierno de Chile, para financiar la guerra contra los españoles. Después de intentar ponerse de acuerdo, sin éxito, con el general argentino José de San Martín, que un año más tarde llegaría hasta Lima y proclamaría la independencia de Perú, Cochrane continuó en solitario hacia El Callao. En el puerto se encontraba la fragata Esmeralda en labores de avituallamiento para su travesía hasta Filipinas. Se trataba del buque insignia de la escuadra española, de 900 toneladas de desplazamiento, provisto de 44 cañones y con una dotación de 330

NAVARINO, 1827, por G. P. Reinagle. Cochrane

intervino en esta victoria contra los turcos.

hombres. Las medidas de seguridad eran extraordinarias: más de 500 cañones situados en las fortalezas y en otros barcos en la bahía, cadenas semisumergidas y una guardia especial que vigilaba el recinto las veinticuatro horas del día. La noche del 5 de noviembre de 1820, antes de iniciar el ataque por sorpresa, Cochrane lanzó una arenga encendida a la tropa rememorando la victoria de Valdivia y pidiendo voluntarios para emprender la acción, “ante lo cual, todos los marineros y soldados de los tres buques de la Escuadra, se presentaron gustosos a acompañarme”, refiere en sus memorias. Siete botes a remo, en el silencio de la noche, con un total de 240 hombres, abordaron la fragata por babor y estribor simultáneamente, pillando a los españoles por sorpresa. La captura de la Esmeralda fue puso fin al dominio de la armada española en el Pacífico e impulsó la independencia de América del Sur.

Viaje de vuelta Con la convicción de haber cumplido una etapa gloriosa durante sus cuatro años de estancia en Chile, acepta el ofrecimiento del emperador Pedro I de Brasil para capitanear su armada frente a una numerosa flota portuguesa. El marino británico se dirige al gobierno de Chile para que admita su renuncia como comandante en jefe. En su emotiva despedida, Cochrane proclamó: “El enemigo común de América ha sucumbido en Chile. [...] ¡Chilenos! Habéis expulsado de vuestro país a los enemigos de vuestra independencia; no mancilléis acto tan glorioso alentando la discordia y promoviendo la anarquía, el mayor de todos los males... Obrad con prudencia y dejaos guiar por la justicia y la razón”. Abandona Chile el 18 de enero de 1823. En Brasil su carrera es corta y, como era de esperar, deslumbrante. Pone en fuga a una escuadra portuguesa, apresa un buen número de naves y obliga a rendirse varias

plazas en manos lusas. El emperador de Brasil lo distingue con el título de marqués de Maranhão. Cochrane participó a la vez en la formación de la marina brasileña y en la derrota definitiva de la portuguesa, que se logró bloqueando buena parte de la costa nordeste de Brasil, en especial las provincias de Bahía y Maranhão, puerta de entrada de la región más rica. Regresa a Inglaterra en 1825, y dos años después lucha en Grecia por su independencia frente al Imperio otomano. Tras una participación brillante en la batalla naval de Navarino (1827), donde los turcos perdieron frente a una fuerza combinada británica, francesa y rusa, Cochrane es condecorado con la orden del Salvador de Grecia. Vuelve a Gran Bretaña y poco a poco recupera su reputación. En 1830, tras el fallecimiento de Jorge IV, es reincorporado a la Armada. La reina Victoria le repone su título de caballero en 1847. Hereda el de conde de Dundonald, y en

1851 se le concede el rango de almirante del Reino Unido. Sir Thomas Cochrane, décimo conde de Dundonald, falleció el 31 de octubre de 1860. Sus restos descansan en la nave central de la abadía de Westminster, bajo una sencilla lápida en la que aparece su escudo de armas, flanqueado, en las cuatro esquinas, por los escudos de Brasil, Chile, Perú y Grecia.

PARA SABER MÁS MEMORIAS

Thomas A. Autobiography of a Seaman. Londres: Richard Bentley, 1861. En inglés. — Memorias. Santiago de Chile: Editorial Pacífico, 1954. COCHRANE,

ARTÍCULO

Juan. “Lord Cochrane, su personalidad y algunos rasgos de su gesta”. Revista de Marina, año LXXXIX, vol. 90, núm. 692 (enero-febrero de 1973), Chile. STEGMAIER RODRÍGUEZ,

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EL LONDRES VICTORIANO En el siglo XIX, Londres dictó como nunca antes los destinos políticos y económicos de gran parte del planeta. ISABEL MARGARIT, DOCTORA EN HISTORIA

E

n el siglo xvi, Walter Raleigh, aquel astuto corsario, político y escritor inglés, vaticinó en unos aforismos las claves de la posterior hegemonía británica. “Quien posea el mar poseerá el comercio del mundo, quien posea el comercio del mundo poseerá las riquezas del mundo, quien posea las riquezas del mundo poseerá el mundo mismo”. La trayectoria más activa de Raleigh discurrió durante el reinado de Isabel I, la soberana que sentó las bases de la preponderancia naval de Inglaterra. Al cabo de tres siglos, bajo el gobierno de otra reina, Victoria, buena parte de los recursos ingleses se hallaban movilizados en ultramar, esencia del Imperio británico. En el cenit de la era imperial, Londres representaba con orgullo su papel de World City.

El taller del mundo “Este día es el más bello, no solo de mi vida, sino de nuestra historia”, exclamaba la reina Victoria el 1 de mayo de 1851. Se inauguraba en Londres la primera Exposición Universal, el mejor escaparate para la exhibición del poderío británico. Gran Bretaña ostentaba la supremacía industrial tras haber liderado un proceso revolucionario a mediados del siglo xviii. Su primera fase, orientada al sector textil, dio paso a una nueva etapa que proporcionaría una base mucho más firme en su crecimiento. Los sectores del carbón, el hierro y el acero, y, de modo especial, la construcción

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ferroviaria, se convirtieron en pivotes de la Segunda Revolución Industrial. En 1830 se inauguraba el primer ferrocarril con tracción de vapor proyectado como un servicio público. Unía Liverpool, por cuyos muelles pasaba el 40% del comercio marítimo mundial, y Manchester, centro internacional de la fabricación textil y del hilado de algodón. El desarrollo de la red ferroviaria, además de activar la producción de hierro británico, puso en contacto los puntos más distantes entre sí y modificó las nociones sobre velocidad y tiempo preexistentes. Por su parte, la inversión de pequeños capitales en esta industria sólida posibilitó una operación financiera de proporciones descomunales. Hicieron su aparición los primeros bancos privados por acciones, que ocupaban el lugar de los antiguos monopolios crediticios. Estas entidades se lanzaron a la exportación al continente de sus capitales y a la participación del dinero británico en la industrialización de la Europa occidental. Así inició Londres sus pasos como foco financiero mundial, mercado de asiento (monopolio) del comercio de ultramar y centro exportador de nuevas tecnologías. En poco más de medio siglo, Gran Bretaña fue responsable de dos tercios del crecimiento en el sector industrial del Viejo Continente. Su consumo de energía de carbón era cinco veces mayor que el de Estados Unidos o Alemania. A nivel mundial, producía el 50% del hierro y del carbón y poseía un tercio de la flota mercante, proporción que aumentaba de modo sostenido. No es de extrañar que Benjamin Disraeli, futuro primer ministro conservador, afirmara en 1838, un año después de la subida al trono de la reina Victoria, que Gran Bretaña era “el taller del mundo”.

EL PALACIO de Cristal, 1851. A la izqda., Victoria.

En la pág. anterior, puente de Westminster.

mesiánico, prestigio militar... “Por más que los ingleses recorrieran el mundo, el cosmopolitismo británico no renunció en ningún momento a su poderoso sentimiento de superioridad”, afirma el ensayista holandés Geert Mak. Si en los estratos

LA CIUDAD SE CONVIRTIÓ EN CENTRO DE UN IMPERIO COLONIAL QUE CUBRÍA LA CUARTA PARTE DEL GLOBO Su capital, Londres, se había convertido en el centro de un imperio colonial que cubría una cuarta parte de la superficie terrestre y gobernaba sobre 500 millones de personas. Para cada uno de los londinenses, la idea de “imperio” tenía un significado distinto: afán de lucro, excitación por la competencia internacional, ideal

sociales altos y medios el nacionalismo exaltado y expansionista se disimuló (como sucedería en tantos otros aspectos, debido a la doble moral victoriana), las masas exteriorizaban el orgullo de saberse ciudadanos de esta metrópoli. Así se puso de manifiesto en aquella Gran Exposición de 1851. Símbolo de la mues-

LONDRES

tra era su propia sede, el espectacular palacio de Cristal en Hyde Park, erigido por Joseph Paxton en el tiempo récord de cuatro meses. Hubo voces críticas contra aquel templo de la máquina, pero la mayoría de los seis millones de visitantes que acudieron a la exhibición quedaron asombrados ante el despliegue de avances industriales, científicos y artísticos. El príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, uno de sus principales impulsores, definía aquella primera gran exposición como “un canto a la paz y al progreso”. El favorable clima de competencia internacional y la recuperación de la concordia interna tras años de fuerte agitación social propiciaron el éxito de la gran feria londinense. El certamen deparó beneficios económicos, que fueron invertidos en obras

filantrópicas o en proyectos constructivos como la creación del Victoria and Albert Museum, el más grande del mundo en artes decorativas. El país dejaba atrás una década caótica, The Hungry Forties (“los hambrientos años cuarenta”), e iniciaba un período de auge y pacificación social que pasaría a la historia como The Fabulous Fifties (“los fabulosos años cincuenta”).

Lo útil, lo bueno y lo bello La trilogía de “lo útil, lo bueno y lo bello” se convirtió en el mejor legado de la muestra de 1851. Con estas consignas empezó la etapa media del victorianismo, un período de gran prosperidad que se extenderá a lo largo de dos decenios. Bajo el liderazgo de lord Palmerston, los liberales permanecerán casi siempre en el poder

hasta la llegada del conservador Disraeli, quien mantendrá desde entonces un constante duelo con la gran figura liberal del último cuarto de siglo, William Gladstone. La eficacia del turnismo político y el crecimiento económico favorecieron un apaciguamiento de la protesta obrera. Ello no significaba, sin embargo, ausencia de combatividad del movimiento sindical inglés. En 1864, esta fuerza social tuvo un activo papel en la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, que tuvo lugar en Londres. Karl Marx, el gran apóstol de la lucha proletaria, residía por entonces en la capital británica, y se convirtió en uno de los promotores de aquella Primera Internacional. En Londres escribiría también El capital, su histórico tratado político sobre la relación de dominio entre las clases.

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CON EL AS INDIO EN LA MANGA La colonia oriental se erigió en el “seguro de vida” del Imperio “AUNQUE PERDIÉRAMOS todos nuestros dominios, podríamos sobrevivir; pero si perdiéramos India, nos sumiríamos en la oscuridad”, afirmó lord Curzon, virrey en la colonia entre 1899 y 1905. En la época victoriana, el Imperio británico alcanzó su máxima expansión. Entre sus colonias, la India (abajo, el futuro Eduardo VII durante su visita en 1875-76) representaba un caso aparte. Desde 1858, cuando la Corona británica sustituyó a la Compañía de las Indias Orientales, la política de este territorio estuvo dirigida por el Raj (la administración colonial británica de la región del Indostán), situación que se mantuvo hasta 1947, cuando el país se independizó. En la mayor parte de la colonia, la metrópoli

gobernaba a través de un virrey y de un funcionariado asesorado por los ingleses. LA INDIA daba grandes beneficios. Su ejército era, según lord Salisbury, primer ministro victoriano, “un barracón inglés en los mares de Oriente con el que disponemos de cualquier número de soldados sin necesidad de pagarlos”. Por otro lado, la India absorbió gran parte de los productos de algodón y de maquinaria pesada de Gran Bretaña y en torno al 20% de su inversión externa. La metrópoli utilizaba las exportaciones que la India hacía a otras partes del mundo para equilibrar el 40% del déficit de su balanza de pagos. Se entiende que Londres la considerara “la joya de la Corona”.

nado a vapor, se inauguró en 1863, y fue a la vez causa y efecto de la colosal expansión de la capital victoriana. Una capital que, sin embargo, presentaba numerosos contrastes. Londres estaba configurada por diferentes “ciudades”. Además de la City, Westminster y Whitehall, se encontraba el East End, donde predominaban los talleres artesanos de tejidos, zapatos, joyas, seda y madera, y los barrios del sur, especializados en la fabricación de armas, herramientas y curtidos. Más allá del puente de Londres comenzaba el dominio portuario, con una actividad colosal, el primero del mundo. Hacia sus docks (dársenas) y sus depósitos afluían las cargas procedentes de todos los rincones del planeta: té, marfil, especias, vinos, pieles, cereales, carbón... Nunca como entonces podía aplicarse la definición que el periodista Javier Fernández de Castro dedica a Londres: “Una comunidad con los pies en el río y el corazón en el banco”.

A LAS DÁRSENAS Y LOS DEPÓSITOS DE LONDRES AFLUÍAN UNAS CARGAS VENIDAS DE TODOS LOS RINCONES DEL PLANETA

Ciudad de ciudades Aunque no hay que minimizar la fuerza que todavía conservaba en la primera mitad del siglo xix la vieja Inglaterra verde, la sociedad inglesa fue la primera en experimentar el tránsito de la vida rural a la urbana de modo masivo. Londres se había convertido en la mayor ciudad del mundo hacia 1830, y lo fue durante casi un siglo, coincidiendo con el apogeo del Imperio británico. El pulso de la capital venía marcado por la actividad de bancos y compañías de seguros, las transacciones de su

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bolsa (la Royal Exchange), el tráfico mundial de mercancías y el auge de la prensa, que tenía su centro en Fleet Street, conocida como “la calle de la tinta”, nexo entre los dos polos del poder: el del dinero (la City), en el este, y el político (Westminster y Whitehall), en el oeste. Como consecuencia de su crecimiento, la ciudad generó una gran demanda de transporte urbano. Fue entonces cuando los técnicos pusieron su talento a disposición del dinero de las compañías privadas de la City. El primer metro del mundo, accio-

El Támesis ha sido, a lo largo de la historia, la principal arteria de comunicación de la ciudad, pero también su principal enemigo. La utilización industrial del río y el deficiente sistema de evacuación de residuos provocaron un grave problema sanitario, fuente de epidemias hasta bien avanzado el siglo xix. A consecuencia de ello, Londres acometió importantes mejoras. En 1865, Joseph Bazalgette culminó la creación de 153 km de grandes canales subterráneos, enlazados por estaciones bombeadas, capaces de evacuar casi dos millones de litros al Támesis. El tráfico en el río era una estampa siempre cambiante. James Whistler la inmortalizó en una serie de aguafuertes, y sirvió de inspiración al pincel impresionista de Claude Monet en diferentes lienzos, en los que la tradicional bruma londinense, el smog, adquiere un efecto escénico. Esta zona alrededor del Támesis comprendía unos almacenes que podían albergar

LONDRES

EL CENTRO desde la catedral de San Pablo. La calle

de Ludgate Hill se convierte pronto en Fleet Street.

El top five de la metrópoli MONUMENTOS QUE DEFINEN EL LONDRES VICTORIANO EL PUENTE DE LA TORRE Le da su nombre su cercanía a la torre de Londres. Este puente, uno de las más visitados de la ciudad, fue diseñado por Horace Jones en 1884. Para no afectar al creciente tráfico del Támesis, se creó un puente levadizo, accionado por máquinas de vapor. Desde noviembre de 2014 se puede disfrutar de una espectacular panorámica, a 42 m de altura, gracias a la instalación de una pasarela de cristal reforzado.

EL ROYAL ALBERT HALL

SAINT PANCRAS La histórica estación de estilo neogótico es un símbolo de la revolución ferroviaria que protagonizó la Inglaterra victoriana. Ubicada en el distrito de Camden, al norte de Londres, fue construida en 1868 para conectar la capital con el este del país. Su remodelación con motivo de los Juegos Olímpicos de 2012 convirtió a Saint Pancras en la terminal londinense del Eurostar, el tren de alta velocidad que une la isla con Europa por el canal de la Mancha.

EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL Como una gigantesca catedral, el edificio que contiene este museo se erigió entre 1873 y 1880 para acoger la colección de plantas y fósiles del British Museum. En su gran vestíbulo central se muestran esqueletos de diferentes dinosaurios, en particular, un enorme diplodocus que domina la entrada. En 2009 se inauguró una nueva ala del edificio, ocupada por el Centro Darwin, de 3.500 m2, con múltiples colecciones de flora e insectos. Pretende ser un lugar de interacción entre investigadores y ciudadanos.

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El príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, recomendó adquirir una zona situada en South Kensington con una parte de los beneficios de la Gran Exposición de 1851. Quería erigir un gran espacio cultural rodeado de museos y centros de aprendizaje. A su muerte, aquel edificio pasó a denominarse Royal Albert Hall, como tributo. En la actualidad es uno de los teatros más importantes del mundo, especializado en música y danza.

EL PALACIO DE WESTMINSTER Reconstruido en estilo neogótico tras un incendio en 1834, el palacio de Westminster, sede del Parlamento, constituye el símbolo de las libertades británicas. En el lado noroeste se ubica la más famosa de sus torres, la del Reloj, de 96 m de altura. Además de albergar un reloj de cuatro caras, contiene cinco campanas, entre ellas la conocida como Big Ben, así llamada en honor del impulsor de la construcción de la torre, Benjamin Hall. Tras el jubileo de Diamante de Isabel II en 2012, la torre pasó a denominarse oficialmente Elisabeth Tower (torre de Isabel).

LONDRES

ESQUINA DE HYDE PARK, uno de los mayores

parques de la capital británica, hacia 1900.

más de doscientas mil toneladas de mercancías. El área acumulaba un cuarto de millón de trabajadores. Aquel hacinamiento provocó conflictos, tanto de tipo humano como laboral. La huelga de los dockers era uno de los acontecimientos más temidos en la bolsa. El paro de 1889, que inmovilizó el puerto durante semanas, tuvo una repercusión internacional tan fuerte que hubo que acudir a la Marina Real para reanudar las actividades comerciales.

Lo peor y lo mejor En esta gran urbe, la “Babilonia moderna”, como la definió Disraeli, además de la disparidad entre barrios existía otra, más violenta, que oponía lujo y miseria. En las mansiones aristocráticas de Belgravia y Mayfair se sucedían las fiestas, las recepciones y la vida mundana, y en Hyde Park, Rotten Row servía de elegante punto de encuentro entre caballeros y amazonas de la alta sociedad. Mientras el Strand se había convertido, según Disraeli, en la primera calle de Europa, tan solo a un tiro de piedra se podía encontrar

un pasaje o una plazuela cubiertos por la basura, los excrementos y hasta los cuerpos en putrefacción de los muertos. Rincones de oscura sordidez formaban también parte de la gran metrópoli. Estas bolsas de pobreza que salpicaban los barrios ricos y afectaban a distritos enteros, como el East End o el área que bordeaba la zona sur del Támesis, eran feudo de la miseria. Entre las capas más humildes de

metió sus asesinatos en 1888, la policía metropolitana calculaba que existían unas mil doscientas prostitutas de diversas nacionalidades y más de sesenta burdeles. Las contradicciones del capitalismo salvaje se ponían de manifiesto tanto en el terreno topográfico como en el social. El West End y el East End se fueron distanciando de modo progresivo, a medida que las crisis económicas del último cuarto de siglo

EL PARO DE 1889, QUE INMOVILIZÓ EL PUERTO, TUVO UNA FORMIDABLE REPERCUSIÓN INTERNACIONAL la población se establecían dos categorías. Por un lado, los obreros que subsistían mal que bien de su trabajo y no tenían contacto con la delincuencia. Por otro, los bajos fondos, el underworld londinense, sobre los que a veces se han exagerado cifras e influencias, pero que, sin duda, tenían peso específico en la sociedad. Drogas, apuestas, prostitución... Solo en Whitechapel, conocido sobre todo por ser la ubicación donde Jack el Destripador co-

mermaban los efectos de las coyunturas favorables. El paisaje de la desigualdad era cada vez más alarmante. La caridad relajaba las conciencias victorianas, pero, salvo excepciones –como la protagonizada por la baronesa Angela Burdett-Coutts, que mandó construir una colonia para obreros, o como la donación de casi medio millón de libras por parte del filántropo George Peabody–, era un mero parche ante el pauperismo crecien-

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NIÑOS en el East End, 1912. A la dcha., Eduardo VII y Alejandra de Dinamarca en su coronación, 1902.

te en una población que se multiplicaba. Estudios de carácter sociológico, como el realizado por el armador Charles Booth, documentaron la vida de la clase obrera. Tras un seguimiento del área londinense, se constató un total de 1.300.000 personas viviendo por debajo del mínimo vital, sobre los 4.200.000 habitantes que había alcanzado la capital a finales de siglo. Este tipo de denuncias contribuyeron a debilitar las bases intelectuales del laissez faire. Es en tal punto cuando corrientes alternativas, bien radicales o bien socialistas, se infiltran en el edificio liberal.

Vientos de cambio La agitación social desencadenada en la década de los años ochenta precipitó los cambios. El Domingo Sangriento de 1887, en el que la tropa a caballo cargó contra manifestantes que protestaban por el desempleo, produciendo muertos y heridos, convenció a todos de que la ciudad necesitaba un estatuto para resolver la paradoja entre la capital que gobernaba buena parte del mundo y regía sus finanzas y la urbe que carecía de gobierno y de fondos

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propios. Por entonces, el futuro partido laborista había iniciado su lenta carrera al poder con una estrategia dirigida a la conquista de Londres. Para esta nueva fuerza política, era la ciudad, y no la aristocracia rural, la que debía dirigir a Inglaterra por el camino de la nueva era. La Sociedad Fabiana, así llamada en memoria del general romano que desgastó a Aníbal sin presentarle nunca batalla, era la impulsora de un socialismo netamente londinense que predicaba la táctica no revolucionaria. Sus fundadores percibieron el vacío creado en la administración local y, mediante una serie de campañas y programas que les granjearían el apodo de “socialistas del agua y del gas”, lograron los primeros escaños para la izquierda en el London County Council (el principal órgano de gobierno de la ciudad). Algo estaba sucediendo en los estertores finales de la sociedad victoriana. Los valores políticos y económicos que habían cimentado una era británica empezaban a tambalearse. Inglaterra había tomado la delantera, pero a medida que Estados Unidos y Alemania fueron mecanizando su

industria y construyendo unos ferrocarriles que permitieron abrir sus países, esa posición de cabecera fue perdiendo fuerza. Ello no fue óbice para que Londres conmemorara el jubileo de Diamante de la reina Victoria en 1897 de modo fastuoso. Cuatro años después, un nuevo cortejo volverá a atravesar las calles londinenses, pero en esta ocasión la ciudad estará vestida de luto por el fallecimiento de la soberana, que ostentó también el título de emperatriz de la India. Su heredero, Eduardo VII, inició una etapa en que la capital alcanzó la cifra de siete millones y medio de habitantes, contabilizando la periferia urbana, el llamado Gran Londres. El aspecto de la ciudad, no solo por su tamaño, sino también por su febril actividad y la riqueza que de ella se derivaba, impresionaba a los visitantes extranjeros. Nada menos que diecinueve puentes atravesaban el Támesis, seis de ellos destinados exclusivamente al paso de trenes. Entre todos, destacaba el majestuoso Tower Bridge, cuya inauguración en 1894 había suscitado numerosas críticas por juzgarlo por su alto coste, cuando

LONDRES en realidad representaba un avance de un par de décadas sobre su tiempo. Los medios de transporte urbanos eran tan abundantes como eficientes. Una densa red ferroviaria aseguraba el servicio entre Londres y sus cercanías. El metro tendía ya una inmensa telaraña subterránea, y desde 1900 entró en servicio el llamado popularmente Twopenny Tube, con una sola clase y una tarifa única de dos peniques para cualquier trayecto. Los tranvías eran otro medio de locomoción muy popular, aunque no circulaban a través de la City (donde habrían entorpecido un tráfico ya muy intenso) ni por el aristocrático West End. Había en este Londres eduardiano grandes parques y jardines por donde pasear y calles comerciales, cuyos tentadores escaparates pertenecían a las tiendas más lujosas y bien surtidas del mundo. Los clubes conservaban su exquisitez elitista, y los pubs –el “club de pobre”, como lo definió Doolittle, uno de los personajes del Pigmalión de G. B. Shaw– seguían siendo para el inglés su segundo hogar. Fueron años de bienestar para las clases medias que vivían con esa confortabilidad

A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX SE APROBARON REFORMAS SOCIALES COMO LA JUBILACIÓN A LOS SETENTA AÑOS doméstica conquistada en la era victoriana. Zonas como Chelsea, Kensington, Hampstead, Paddington... se habían convertido en sus reductos. Gracias al desarrollo del transporte, estas áreas fueron pronto pobladas e integradas en el núcleo urbano. Serían, en cambio, años de miseria compartida para esa poverty line que denunciaba Charles Booth, cuyos niveles de vida eran infrahumanos. Bastaba con darse una vuelta por el barrio de Lambeth y contemplar sus hileras de viviendas insalubres, con sus moradores desnutridos y carentes de toda ayuda sanitaria. En la primera década del siglo xx, Londres fue también testigo de un cambio trascendental. La mujer moderna, por obra del esfuerzo de las sufragistas, se estaba

abriendo camino en la historia. Su primera victoria se produciría en 1917, cuando la Cámara de los Comunes aprobó el sufragio femenino para las mujeres de más de treinta años. Empezaban a derrumbarse tabúes sociales y políticos. A raíz de las elecciones de 1906, el laborismo se convirtió en un grupo de presión dentro del Partido Liberal. Entretanto, se aprobaron una serie de reformas sociales (como la jubilación a los 70 años, con un retiro de cinco chelines semanales) y un sustancioso aumento de impuestos sobre la renta, pese a la fuerte oposición de la élite aristocrática y burguesa. Vientos de cambio, vientos de reforma soplaban sobre la metrópoli, capital del poderoso Imperio. Aquel Londres plagado

de contrastes heredados, entre riqueza e indigencia, tradicionalismo y progresismo, despediría a Eduardo VII en 1910. La muerte del rey marcaba el principio de un fin que estallaría violentamente en 1914.

PARA SABER MÁS ENSAYO

Peter. Londres, una biografía. Barcelona: Edhasa, 2012. BENET, Juan. Londres victoriano. Barcelona: Planeta, 2006. FERNÁNDEZ DE CASTRO, Javier. Londres. Barcelona: Destino, 1987. MAK, Geert. En Europa. Un viaje por el siglo XX. Barcelona: Destino, 2006. TOWNSON, Duncan. Breve historia de Inglaterra. Madrid: Alianza, 2004. ACKROYD,

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CUERPO A CUERPO EN ROMA No solo de gladiadores vivían los fans de la sangre en la antigua Roma. Tenían a su disposición otras tres competiciones de lucha cuerpo a cuerpo con las que deleitarse. LUCÍA AVIAL-CHICHARRO, HISTORIADORA Y ARQUEÓLOGA

L

a sociedad romana encontró en los espectáculos de masas, muchos de ellos sangrientos, una forma de diversión. Gran parte de su interés se centraba en los ludi circenses, los ludi scaenici y los munera gladiatoria, es decir, los que se realizaban en el circo, el teatro y el anfiteatro. Sin embargo, otro tipo de espectáculos, más relacionados con la idea del atletismo, también gozaron del favor de los romanos: las competiciones de lucha. Los certamina pugilum, también llamados spectaculum pugilum o pugiles,

consistían básicamente en luchas cuerpo a cuerpo. El origen de estas competiciones se remonta principalmente a Grecia. Podemos encontrarlas en otras culturas, pero muchas de ellas tomaron del mundo heleno su desarrollo y características. En la península ibérica, por ejemplo, se han podido documentar este tipo de combate ya en el siglo v a. C. gracias a una escultura ibera localizada en Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén). Esta pieza, realizada en piedra calcarenita y fragmentada, nos muestra a dos hombres enfrascados en una lucha cuerpo a cuerpo, entrelazando

LUCHADORES romanos. Copia de entre los siglos II y IV de una escultura hallada en Florencia.

por lo que en ellas participaban únicamente los ciudadanos.

Menos honor y más dolor En Roma, el concepto de honor relacionado con el atletismo y las competiciones de lucha nunca tuvo demasiado éxito. El mundo romano recibió de los etruscos su noción de las pruebas atléticas (el pugilato era una de las más destacadas), en las que predominaba la idea de diversión sobre la de competición honorífica. Supone, por tanto, un significativo cambio de mentalidad con respecto a Grecia y los territorios de Oriente. Tanto Grecia como Roma conocieron tres tipos de combate cuerpo a cuerpo: la lucta (lucha), el pugilatus (pugilato) y el pancratium (pancracio). La lucta tenía como objetivo derribar e inmovilizar al contrario en el suelo. El pugilatus es considerado el precedente del boxeo, aunque en el mundo romano era mucho más sangriento que hoy en día. Por último, en el

EL PUGILATUS ES EL PRECEDENTE DEL BOXEO, AUNQUE EN ROMA ERA MUCHO MÁS SANGRIENTO QUE HOY

ESCULTURA IBERA del conjunto de Cerrillo Blanco de Porcuna. A la dcha., pankration griego, cerámica.

sus brazos y agarrando con una mano el cinturón del contrario, actitud que coincide plenamente con las técnicas griegas.

Los masters griegos del universo En la Grecia clásica, los hombres luchaban desnudos, usando precisamente la desnudez como símbolo de orgullo. La pose inicial que adoptaban los luchadores consistía en entrelazar los brazos, como vemos en esta descripción en la Ilíada de Homero: “Puesto el ceñidor, fueron a encontrarse en medio del circo y se cogieron con los robustos brazos como se enlazan las vigas que un ilustre artífice une, al construir alto palacio, para que resistan el embate

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de los vientos. Sus espaldas crujían, estrechadas fuertemente por los vigorosos brazos; copioso sudor les brotaba de todo el cuerpo; muchos cruentos cardenales les iban apareciendo en los costados y en las espaldas; y ambos contendientes anhelaban siempre alcanzar la victoria y con ella el bien construido trípode”. Una vez daba comienzo la lucha, los contendientes trataban de agarrarse la cintura y el torso para hacer caer a su oponente, además de usar zancadillas para desequilibrar, en un enfrentamiento sin derramamiento de sangre. Este tipo de pruebas, al igual que el atletismo, gozaron de gran popularidad en Grecia. Se asociaban con las ideas de honor y gloria,

pancratium estaban permitidos toda clase de golpes –ya fuese con los puños o las piernas–, presas y dislocaciones. De estos tres enfrentamientos, el pugilatus fue el preferido por los romanos. Lo poco espectacular de la lucta y la escasa sangre derramada en ella la convertían en el enfrentamiento menos seguido en Roma. Daba comienzo con los oponentes situados frente a frente, entrelazando sus brazos, en un gesto técnico considerado como el inicio del combate. A una señal, intentaban derribar a su oponente, empujándose mutuamente y tratando de zafarse el uno del otro. Quien conseguía derribar a su adversario tres veces era proclamado vencedor. El pancracio fue la prueba más popular para los griegos, pero no para los romanos. Se permitían toda clase de golpes y técnicas de agarre, desde las zancadillas hasta aferrar al rival por el cuello y

estrangularlo. Asimismo, también podían propinarse puñetazos en cualquier parte del cuerpo, aunque, al contrario que los púgiles, los luchadores aquí no envolvían sus manos en vendas o guantes. Parece que tan solo estaba penalizado morder al rival o meterle los dedos en los ojos, la nariz o la boca, por lo que usar el juego sucio en la lucha se convirtió en algo muy común para los pancratiastas, que eran capaces de todo con tal de obtener una contundente victoria y contribuir al entretenimiento de los espectadores. En cuanto al pugilato, por ser precisamente la más violenta de las tres pruebas, fue la que más difusión tuvo en Roma y en las provincias occidentales del Imperio, pero no en las orientales, donde seguían más apegados a la concepción griega. Los enfrentamientos pugilísticos solían consistir en una lucha de uno contra uno, pero los romanos también conocieron una

modalidad de boxeo colectiva, en grupos enfrentados entre sí. Sin embargo, no fue lo habitual; casi siempre eran preferidos los choques individuales.

Las reglas del juego Los combates no se encontraban divididos en asaltos, sino que duraban hasta que el árbitro declaraba el final del mismo por nocaut (o sea, cuando uno de los contendientes quedaba incapacitado para seguir) o hasta que alguno de los púgiles desease retirarse, alzando el brazo y el dedo índice en demanda de compasión a su oponente y los espectadores. Para que el enfrentamiento no se prolongara de manera excesiva, sobre todo cuando los luchadores estaban muy igualados, sus posiciones en el ring solían ser fijas, evitando movimientos esquivos que diesen pausa a la lucha. Como norma general, los púgiles se enfrentaban por sorteo, es decir,

se fijaban los contendientes de manera aleatoria, y no por categorías de peso, lo que posibilitaba combates desiguales en los que la fuerza y el tamaño eran bazas decisivas para obtener la victoria. La mayor parte de los golpes en el pugilatus se concentraban en la cara, especialmente en la nariz, por lo que la victoria dependía de la fuerza con la que se golpease al contrincante, aturdiéndolo y noqueándolo. Esta preferencia por la cara se relacionaba de manera directa con las protecciones que llevaban los púgiles en las manos. Si en el mundo griego se combatía con las manos desnudas o con tiras de cuero rodeando y protegiendo los puños, en el romano, los púgiles empleaban caesti, unos guantes de cuero con refuerzo de metal en los nudillos y rematados en ocasiones con pinchos. Con los caesti, cada vez que se golpeaba al oponente en el rostro, brotaba de este un chorro de sangre.

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Los luchadores terminaban con los rostros destrozados, en especial el más débil en un combate desigual, por lo que en Roma se recurría habitualmente a esclavos, cuyo aspecto les resultaba indiferente a su propietario. El escritor Lucilio, en su Anthologia Palatina (s. ii a. C.), refiere la desfiguración de un posible liberto: “Este que ahora ves como Olímpico, Augusto, tenía nariz, mentón, cejas, orejitas, párpados; después se inscribió en el pugilato y lo perdió todo, de modo que no pudo hacerse con su parte de herencia. Así pues, su hermano presentó un retrato suyo como prueba, y los jueces fallaron que era un extraño que ni siquiera se parecía”. Mientras que en Grecia los púgiles se enfrentaban desnudos, luciendo únicamente las vendas con que rodeaban sus puños (en caso de que decidiesen llevarlas), en Roma, además de los guantes, llevaban un subligaculum, una especie de calzón corto, sujetado mediante un cinturón (el balteus). En la mayor parte de las representaciones romanas, los púgiles aparecían desnudos, pero ello responde a convenciones estilísticas de tipo helenístico. Gracias a los textos sabemos que en realidad combatían con el subligaculum. En las representaciones puede verse que algunos se dejaban crecer una especie de coleta, recogida en un moño, que sobresalía de su cabeza afeitada. Recibía el nombre de cirrus. Se cree que pudo ser un signo distintivo de los púgiles más jóvenes, con

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LOS PÚGILES ACABABAN CON LOS ROSTROS DESTROZADOS, POR LO QUE EN ROMA SE SOLÍA RECURRIR A ESCLAVOS el que tratarían de señalar su profesionalismo, o bien un símbolo de los que combatían a la griega, porque suele aparecer en las imágenes vinculado a los luchadores desnudos. Otros, en cambio, preferían dejarse barba, lo que se consideraba propio de boxeadores adultos y maduros.

Un negocio próspero Los combates podían tener lugar en cualquier espacio abierto, puesto que no requerían ninguna estructura específica. No obstante, en la parte occidental del Imperio hubo dos escenarios habituales para su celebración. Uno de ellos fue el circo, donde, en los intermedios de las carreras de carros, para entretener al público, se desarrollaban estos enfrentamientos junto con otras exhibiciones de tipo atlético. El otro era la palestra, el patio porticado anexo a las termas. A la palestra podía acudir cualquier persona libremente para realizar ejercicios gimnásticos o bien, como en el caso de los atletas, para entrenarse, por lo que no es extraño que se organizaran combates en

PANEL con un púgil. Petraro, siglo I. A la izqda., palestra de las termas Estabianas, Pompeya.

ROMA este marco. Además, las palestras se hallaban provistas de sacos de cuero, rellenos de harina o de arena, que se empleaban para practicar los golpes, así como de pesas de plomo o piedra con las que ejercitar los brazos. De esta forma, estos patios porticados, adosados a ambientes termales, se convertían en los sitios ideales para los luchadores, puesto que podían entrenarse y combatir a partes iguales. El acceso a los espectáculos de pugilatus no tenía un coste prohibitivo. En ocasiones, los combates estaban vinculados a repartos gratuitos de aceite y trigo para el pueblo. Los premios eran bastante escasos, al contrario de lo que podía ocurrir en los juegos gladiatorios, por ejemplo. Lo habitual era que los púgiles romanos entraran en la categoría de esclavos, por lo que pertenecían a pequeñas compañías, habitualmente privadas y de ámbito regional. Lo poco que obtuviesen los luchadores de sus combates era para su propietario, quedándose ellos con lo que este tuviese a bien darles. La existencia de estas empresas hace suponer que los luchadores se desplazaban de ciudad en ciudad para participar en los espectáculos locales, en una vida itinerante probablemente muy dura. Se han encontrado gran número de ejemplos de pugilato y pancracio en mosaicos, pinturas, cerámicas o bronces, por lo general relacionados con termas, aunque también se han hallado en ambientes privados, como las domus. La relativa abundancia de estas imágenes, aunque menor si la comparamos con las de espectáculos de circo o luchas de gladiadores, parece confirmar que fueron muy del gusto de los romanos, aficionados, sin duda, a un ocio mucho más sangriento que el actual.

PARA SABER MÁS ENSAYO

Michael B. Combat Sports in the Ancient World. Competition, violence and culture. New Haven / Londres: Yale University, 1987. En inglés. POLIAKOFF,

ARTÍCULOS

Alberto y CEBALLOS David. “Competiciones de lucha en la Hispania antigua”. Pyrenae, núm. 40 (2009), vol. 1, pp. 57-79. PINA POLO, Francisco. “Los espectáculos agonísticos en el occidente del Imperio romano”. Saldvie, núm. 7 (2007), pp. 143-156. CEBALLOS HORNEROS, HORNEROS,

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LOS FRACASOS ANTES DEL DÍA D

D

esde que Hitler ocupara Francia en 1940, los británicos no cesaron de planificar y ejecutar operaciones ofensivas para tratar de cambiar el rumbo de la guerra. Aunque, en el cielo, la Royal Air Force había logrado claramente contener a la Luftwaffe, la proximidad de la costa francesa mantenía al Reino Unido en una situación de permanente amenaza de invasión, hostigado tanto por las bombas

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volantes como por los submarinos. Hasta que se produjo el histórico Día D, hubo varios antecedentes de desembarco en el continente desde Gran Bretaña. Resultaron fallidos y comportaron muchas muertes, pero se puede considerar que fueron vitales para la acumulación de experiencia sobre lo que no debía hacerse. En marzo de 1942 fue ejecutada la llamada Operación Chariot, una de las más temerarias. Consistía en una incursión

naval contra la base de submarinos que los alemanes habían instalado en el puerto francés de Saint-Nazaire, en la Bretaña. Contaba con 3 destructores –uno de ellos cargado de explosivos y modificado de modo que su silueta se confundiese con una unidad alemana, para acceder así al estuario y volar las instalaciones– y 18 lanchas con 611 soldados. Se pretendía, en especial, destruir el dique seco, vital para los buques alemanes.

de aliviar la presión alemana en el frente ruso con una maniobra muy audaz que obligara a Hitler a desviar recursos hacia la costa francesa, donde hasta entonces se sentía seguro de su superioridad militar. Para ello, los soldados a los que se asignó esta misión debían destruir varios emplazamientos importantes de artillería, un radar y un aeródromo. La Operación Jubilee fue una verdadera catástrofe. A pesar del efecto sorpresa, las tropas aliadas que arribaron a las playas del puerto francés de Dieppe fueron rechazadas por el fuego cruzado de las posiciones de defensa de la 302 División de Infantería alemana. No llegaron a salir de la playa, aunque sí afectaron a las posiciones defensivas alemanas. Pero la mayor repercusión de esta operación fue reforzar la propaganda de Hitler y el mito de la solidez del Muro del Atlántico, la sucesión de fortalezas e instalaciones militares que aquel había ordenado construir para de-

PERSEGUÍAN UNA MANIOBRA AUDAZ QUE OBLIGARA A HITLER A DESVIAR RECURSOS HACIA LA COSTA GALA

Este mes se cumplen 75 años del desembarco de Normandía. Pero antes de que pudiera llevarse a cabo la trascendental operación, otras tentativas con similares objetivos fracasaron. ENRIQUE SERBETO, PERIODISTA

Hubo un ataque inicial de la aviación británica destinado a atraer la atención de las defensas de la base, pero estas no se confiaron, y, a pesar de la oscuridad, la maniobra fue descubierta enseguida. Por ello, los objetivos solo se cumplieron en parte –al menos la compuerta del dique seco acabó siendo destruida–, y con un altísimo coste en vidas. Los británicos perdieron 169 hombres, unos doscientos fueron hechos prisioneros y casi todos los

barcos terminaron dañados o hundidos. Solamente dos regresaron a la costa británica. En cuanto a las bajas alemanas, se estima que superaron los 300 muertos.

La mayor lección Sin embargo, por lo que respecta a las tentativas de desembarco para establecer una cabeza de playa, la primera se produjo el 19 de agosto de 1942, a las cinco de la mañana. El objetivo estratégico era tratar

fender de un ataque desde el mar toda la costa continental, desde la frontera franco-española hasta Noruega. El plan de la Operación Jubilee se llevó a cabo con apenas 6.000 soldados, casi todos canadienses y británicos, junto con algunos franceses. Dispusieron de 250 embarcaciones. En el escenario escogido, las posiciones alemanas estaban situadas en la cima de los acantilados que flanqueaban los puntos marcados para el desembarco, desde donde los defensores tenían una visión ideal de la zona. Y los únicos elementos extraordinarios en la misión, los flamantes carros de combate Mk. IV Churchill, no solo estaban cargados de problemas y defectos de fabricación, sino que eran inservibles para avanzar en las playas pedregosas de Dieppe, donde se suponía que debían ser lo más importante de la capacidad ofensiva de los invasores. A las nueve y media de la noche culminó la batalla con la retirada apresurada de los

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escasos supervivientes. De los 6.086 soldados aliados que tomaron parte en la lucha, 4.397 resultaron muertos, gravemente heridos, capturados o dados por desaparecidos. Los tanques que no habían sido destruidos fueron abandonados al enemigo. Y solo se alcanzó uno de los objetivos –las posiciones de artillería–, más allá de que algunos soldados canadienses llegaran a pisar las calles de la ciudad portuaria durante un corto período. Los informes posteriores dejaron claro que una buena parte del desastre se debió a la ausencia de una acción previa de la aviación contra las defensas alemanas, algo que habría reducido la intensidad del fuego con que los invasores fueron recibidos. Los aviones se utilizaron solamen-

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te para escoltar a los buques que participaron en la travesía, pero no prepararon la zona para el desembarco. Los británicos tampoco quisieron utilizar sus mejores unidades navales, y las que participaron

tante, los errores se tendrían muy en cuenta en el futuro, y, de alguna manera, el intento también provocó dudas en el alto mando alemán acerca de la pretendida invulnerabilidad de sus defensas.

EN JUBILEE FALLARON LA ACCIÓN PREVIA CONTRA LAS DEFENSAS ALEMANAS Y LAS COMUNICACIONES no tenían capacidad para acercarse suficientemente a la costa como para efectuar un bombardeo previo de las posiciones enemigas. Los soldados aliados, además, sufrieron los graves efectos de la falta de sistemas de comunicación entre las distintas unidades, que debían operar en un frente de 17 kilómetros de costa. No obs-

La idea de Marshall El fracaso de esta operación no hizo abandonar los planes de desembarco en Europa, siempre al viento de las discusiones entre los mandos norteamericanos y los británicos sobre las distintas modalidades y calendarios posibles. El general George Marshall, jefe de Estado Mayor del ejér-

ANTES DEL DÍA D A TENER EN CUENTA NORMANDÍA, PASO A PASO

Para saberlo todo sobre el desembarco definitivo, consulta nuestro artículo “Normandía, el Día D paso a paso” en www.historiayvida.com

EISENHOWER y Marshall, 1942. A la izqda., Operación Jubilee. En la pág. anterior, Operación Chariot.

a cabo otra tentativa. Prefería no olvidar lo aprendido en Dieppe, y no podía ignorar su propia experiencia militar en la batalla de los Dardanelos en 1915.

El recurso a los comandos

cito norteamericano, tenía prisa por poner en marcha un frente que aliviase el esfuerzo de guerra de los soviéticos en el frente oriental, y en abril de 1942 proyectó un plan destinado a marcar un nuevo punto de inflexión tras la derrota de los alemanes en Stalingrado. Su propuesta tenía dos componentes: un primer ataque para septiembre de aquel año en la península de Cotentin, en Normandía, bautizado como Operación Sledgehammer, y un segundo, la Operación Roundup, pensado para la primavera de 1943 entre Boulogne y Le Havre con la participación de al menos cuarenta y ocho divisiones. Sin embargo, el premier británico Winston Churchill dudaba por entonces de las capacidades propias para llevar

Los británicos probaron otra modalidad completamente diferente en septiembre de 1942 con la Operación Aquatint. Consistía en el envío de una reducida unidad de fuerzas especiales para sondear las defensas del enemigo y, a ser posible, tomar prisioneros y desorganizar las fuerzas estacionadas en la zona del canal. En la noche del 12 al 13 de septiembre, un reducido grupo de comandos desembarcó frente a la aldea de Saint-Laurent-surMer –el mismo lugar que dos años después sería universalmente conocido como la “playa Omaha”–, aunque las corrientes les habían desplazado unos tres kilómetros al oeste de donde habían planificado llegar. Una patrulla alemana los descubrió prácticamente cuando acababan de pisar tierra. En el posterior combate murieron tres de los once componentes del comando, y otros dos resultaron gravemente heridos. Los demás intentaron escapar tierra adentro, pero solo uno lo logró. Pese a todo, el objetivo de un desembarco permanecía sobre la mesa de planificación aliada, mientras Estados Unidos acelera-

ba la acumulación de tropas y material en Gran Bretaña. En lugar de nuevas operaciones en la zona del canal, los aliados optaron por trasladar la presión contra Hitler al norte de África y la costa mediterránea con la invasión de las colonias francesas (Operación Torch), Sicilia (Operación Husky) y, finalmente, la Italia continental en septiembre de 1943. Es posible que fuera en Marruecos o Argelia donde el general estadounidense Dwight Eisenhower hubiera escuchado hablar del desembarco de Alhucemas en 1925, que era el antecedente directo más parecido a lo que se preparaba para el desenlace de la guerra en el canal de la Mancha. En efecto, aquella operación española en la costa marroquí había sido el primer desembarco coordinado –y exitoso– en el que se implicaron simultáneamente tropas de infantería, marina y aviación, tal como sucedería el 6 de junio de 1944 en Normandía, hace ahora 75 años.

PARA SABER MÁS ENSAYO ATKIN, Ronald. Dieppe 1942: The Jubilee Disaster. Londres: Macmillan, 1980. En inglés. FOURNIER, Gérard y HEINTZ, André. Opération “Aquatint”. 12-13 Septembre 1942. Nonant: Orep, 2005. En francés.

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EL ARMA QUE CAMBIÓ EL MUNDO En 1939, Estados Unidos se propuso fabricar la bomba atómica antes de que lo hiciese la Alemania nazi. Para cumplir su objetivo, creó el Proyecto Manhattan. EVA MILLET, PERIODISTA

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odo empezó con una carta, del 2 de agosto de 1939, dirigida al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt. La firmaba Albert Einstein, cuya ecuación E = mc2 puso las bases del desarrollo de la energía atómica. Ante el auge del nazismo, Einstein había abandonado su Alemania natal en 1933, instalándose en América. Ese verano estaba en Long Island, en una agradable casa alquilada frente al mar, con un jardín frondoso y un porche de madera. Cuentan que

era un pésimo navegante y apenas sabía nadar, pero disfrutaba de aquel lugar tranquilo. Sin embargo, el genio recibía numerosas visitas. Quizá ninguna fue tan relevante como la que le hicieron los físicos húngaros Leo Szilard y Eugene Wigner ese agosto de hace ochenta años. Nacido en Budapest en 1898, Leo Szilard era un físico nuclear que también huyó de Alemania en 1933. Su primer destino fue Londres, donde ayudaba a otros académicos refugiados a encontrar trabajo. Aquel mismo año, frente a un semáforo del barrio

JAMES CHADWICK (izqda.) junto al coronel Groves

y otros. En la pág. anterior, prueba Trinity, 1945.

de Bloomsbury, tuvo su momento eureka. Había leído en The Times un artículo sobre lord Rutherford, el padre de la física nuclear, en el que este aseguraba que no era posible utilizar la energía atómica con fines prácticos. Furioso ante aquel rechazo, y al tiempo que cruzaba la calle, a Szilard se le ocurrió la idea de una reacción nuclear en cadena: la base de la bomba atómica.

descubierto la fisión nuclear, no dudó de la veracidad de la información. Hahn y Strassmann demostraron que el núcleo del uranio podía ser dividido en dos o más partes mediante el bombardeo de neutrones, partículas descubiertas en 1932 por el británico James Chadwick. Esta división provocaba un desprendimiento enorme de energía y la emisión de dos o tres neu-

La fisión nuclear

HACÍA FALTA ALGUIEN COMO EINSTEIN PARA QUE EL PRESIDENTE ROOSEVELT REACCIONARA

Szilard no fue el único que teorizaba sobre las posibilidades de la energía atómica. Había otras mentes brillantes –como la del italiano Enrico Fermi– que trabajaban sobre ella en las universidades de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. También se investigaba en Alemania, entonces en la vanguardia de la ciencia y la tecnología mundiales, con premios Nobel como el físico Werner Heisenberg. Por ello, cuando Szilard se enteró, a finales de 1938, de que los químicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann habían

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trones que, a su vez, ocasionaban más fisiones al interactuar con nuevos núcleos, que emitían nuevos neutrones... El efecto multiplicador de la reacción en cadena. Unos meses antes de la invasión de Polonia, la Alemania de Hitler estaba en vías de fabricar una bomba nuclear. En este contexto se gesta la carta de Einstein a Roosevelt, firmada en el porche de la casa de Long Island. La redactó Szilard,

pero era necesaria la firma de alguien como Einstein para que el presidente reaccionara. Hasta entonces, los esfuerzos de Szilard y Fermi para conseguir financiación con que investigar la energía nuclear habían tenido muy poco éxito. La carta de Einstein informaba a Roosevelt de que ya era posible conseguir una reacción en cadena sobre una cantidad impor-

tante de uranio, lo que permitiría “generar ingentes cantidades de energía”. Este nuevo fenómeno “podría desembocar en la construcción de bombas” extremadamente potentes, con capacidad “de destruir un puerto entero y el territorio adyacente”. Estos proyectiles serían tal vez demasiado pesados para su transporte, pero Einstein instaba al presidente a que su administración mantuviera un “contacto permanen-

MANHATTAN te” con los físicos que trabajaban en la reacción en cadena en Estados Unidos. La carta tardó más de dos meses en llegar a Roosevelt, pero su reacción fue rápida: decidió establecer el Comité del Uranio como enlace entre gobierno y laboratorios. Sin embargo, el compromiso pleno de su gobierno no llegó hasta julio de 1941. Fue entonces cuando el espionaje británico informó de que, para los alemanes, la fabricación de una bomba, de uranio o plutonio, lo suficientemente pequeña como para ser transportada en avión era viable. Ante aquello, el presidente ordenó la creación de un nuevo grupo de trabajo, integrado por militares y políticos de alto rango, para construir la bomba atómica. Un arma capaz de decidir el desenlace de la guerra en Europa, que parecía estar ganando Alemania. Sin dilación, el llamado Comité S-1 se dispuso a materializar un proyecto todavía sin nombre.

LAS MUJERES DE OPPENHEIMER El papel de las científicas y otros perfiles en Los Álamos EN LA CARRERA por la bomba nuclear también participaron mujeres, aunque solo un pequeño porcentaje lo hicieron como científicas, y su papel ha sido poco destacado en la historia. El mejor ejemplo lo tenemos en la física alemana Lise Meitner, codescubridora de la fisión nuclear. Fue excluida del Nobel de Química que recibió en 1944 su colega, Otto Hahn (ambos en la imagen). Sí ganó el Nobel (en 1963) la física teórica Maria Goeppert-Mayer, que en el Proyecto Manhattan se dedicó a la investigación de la separación de los isótopos. La física nuclear Elizabeth Graves tuvo también un papel activo: se la contrató para trabajar en los experimentos con

neutrones. Aunque al principio sus colegas la vieron con recelo, los prejuicios quedaron atrás tan pronto como empezó a trabajar. Fue testimonio de la prueba Trinity embarazada de siete meses. AL FRENTE de Los Álamos, Robert Oppenheimer sabía que muchas mujeres –empezando por su esposa– no estarían satisfechas con un papel de amas de casa. Por ello, organizó un servicio doméstico externo para que pudieran trabajar en tareas de otro calado: secretariado, enseñanza, enfermería, recopilación de datos... Muchas ejercieron de calculistas, desarrollando complejas operaciones aritméticas para el laboratorio.

El Proyecto Manhattan El 7 de diciembre de 1941, tras el ataque de Japón a su flota estacionada en Pearl Harbor, Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial. Con ello, el Departamento de Guerra se adhirió al Comité S-1. Lo hizo a través de los US Army Corps of Engineers: el cuerpo de ingeniería pública más grande del mundo. Debido a que la mayor parte de la investigación nuclear se había hecho en la Universidad de Columbia, en Manhattan, los Corps de este distrito fueron puestos al mando. De ahí surge el nombre en código “Proyecto Manhattan”, para el que no se escatimaron recursos: dos mil millones de dólares de la época para construir las diferentes infraestructuras que lo integraron. A la cabeza de las actividades se puso al coronel Leslie R. Groves. Miembro del Cuerpo de Ingenieros, había sido fundamental en la construcción del recién estrenado Pentágono. Un éxito organizativo que él quería dejar atrás para combatir en el frente. Pero las órdenes fueron permanecer en Estados Unidos para una nueva misión que, si resultaba un éxito, haría que su país ganase la guerra. Una vez accedió a su nuevo puesto, la primera orden de Groves fue comprar 1.200 toneladas de uranio mineral del entonces Congo Belga. Brusco, eficaz y físicamente intimidante, Groves, que fue ascendido a general al ser-

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le asignado el Proyecto Manhattan, era lo opuesto al otro hombre clave en el mismo: Julius Robert Oppenheimer. Este físico teórico, nacido en Nueva York, de aspecto y gustos sofisticados, fue el escogido por el militar para dirigir la parte científica. Una decisión controvertida, porque Oppenheimer, profesor de la Universidad de Berkeley, ni tenía un Nobel ni experiencia en gestión de equipos. Pero ya en su primer encuentro a Groves le impresionó “la arrogante ambición” de Oppenheimer, quien parecía saberlo “todo”, y no solo de física teórica. “Es un genio”, resumió el general.

Los Álamos Groves supo ver en Oppenheimer una mente brillante, capaz de encontrar la solución a problemas de distintas disciplinas. Le gustó su idea de que el laboratorio donde se construyera la bomba se ubicase en un lugar aislado, lo que facilitaba la seguridad. Oppenheimer sugirió situarlo en Nuevo México, donde poseía un rancho.

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Los paisajes prístinos de aquel estado al sur del país eran su pasión. Conocía bien la zona y sabía de la existencia, al norte de Santa Fe, de un internado para niños llamado Los Álamos, en una de las mesas que rodeaban la llamada llanura de Pajarito. El lugar era aislado y bellísimo, perfecto para un trabajo que requería tanto concentración como asueto. Groves sentenció que habían encontrado el sitio perfecto para la “sede Y” del Proyecto Manhattan: el laboratorio donde se diseñaría la primera bomba atómica de la historia. Dio la orden de adquirir los terrenos y envió la maquinaria de los Corps para construir el complejo, al que Oppenheimer se mudó en la primavera de 1943. Años más tarde, el físico manifestaría sentirse culpable por haber destrozado un paisaje maravilloso. En ese momento no se le ocurrió que la logística derivada del Proyecto Manhattan podría causar impacto en esa naturaleza espléndida. Lo cierto es que, mientras él se encargaba de reclu-

tar a los científicos que necesitaba, Groves construía, en un tiempo récord, un flamante laboratorio nuclear, rodeado de una pequeña ciudad en mitad de la nada. Por sugerencia de Oppenheimer, las familias del personal del proyecto residirían también en Los Álamos. Mientras las obras avanzaban, Oppenheimer convocaba a los científicos más brillantes de su generación para unirse a la empresa. Entre otros, estaban Leo Szilard, por supuesto, y Enrico Fermi (Nobel en 1938). Los químicos Harold C. Urey (Nobel en 1934) y Willard Frank Libby (Nobel en 1960). James Chadwick, el descubridor de los neutrones (Nobel en 1935). Los físicos Isidor Rabi (Nobel en 1944) y Hans Bethe (Nobel en 1967). El físico teórico Richard Feynman (Nobel en 1965), el físico de origen español Luis Walter Álvarez (Nobel en 1968) y el físico de origen húngaro Edward Teller, futuro padre de la bomba de hidrógeno y, según Fermi, “el más inteligente de todos nosotros”.

MANHATTAN

ESCUELA en el complejo de Los Álamos, 1944. A la

dcha., cartel pidiendo reserva a los empleados.

El potente equipo humano fue aumentando a medida que pasaban los meses. Como explicaría Rose, la hija de Hans Bethe, la idea inicial de Oppenheimer era reclutar a treinta científicos, más un grupo de apoyo de unas cien personas. Pero la cifra se disparó, y en 1945, en Los Álamos traba-

(y, de hecho, las hubo). Todos necesitaban una acreditación para entrar y salir del recinto. Oppenheimer iba siempre con guardaespaldas, y a los científicos les estaba prohibido comentar su trabajo, incluso con sus más allegados. En Santa Fe se rumoreaba que el internado se había convertido en una base para reparar submarinos o en una maternidad de la rama femenina del Ejército. Lo cierto es que en Los Álamos hubo un inesperado baby boom que no agradó a Groves. Cuando se lo hizo saber a Oppenheimer, este tuvo poco que argumentar: su segunda hija nació allí, en 1944. Como con los otros bebés, en su certificado, el lugar nacimiento constaba como “apartado postal 1663”.

PESE A LA GRAVEDAD Y URGENCIA DE LA TAREA, EN EL COMPLEJO EXISTÍA UNA VIDA SOCIAL INTENSA jaban unas seis mil. A veces, seis premios Nobel intervenían en un mismo proyecto. Los egos eran enormes. Pero, con un savoirfaire que sorprendería a muchos, Oppenheimer resultó idóneo para dirigir a ese grupo de divos de la ciencia. Lo que se hacía en Los Álamos era secreto de Estado. También la existencia de la instalación, cuya única dirección de correo era el apartado postal 1663, Santa Fe, Nuevo México. Groves estaba obsesionado por la seguridad y temía filtraciones

En el Proyecto Manhattan coincidieron las maneras de hacer de la ciencia y lo militar. Mientras Oppenheimer consideraba clave el intercambio de ideas en un ambiente distendido, Groves abogaba por el secretismo y la formalidad. Aquella divergencia provocaba discrepancias entre los máximos responsables del proyecto, pero, en general, la relación fue de mutuo respeto. Pese a la gravedad y urgencia de la tarea encomendada, en aquella joven comunidad existía una vida social intensa.

Oppenheimer era el primero en organizar fiestas en su casa, donde preparaba unos perfectos dry martinis. El magnífico entorno era idóneo para las caminatas que tanto gustaban a científicos como Enrico Fermi. Se organizaban también excursiones a caballo y pícnics junto al río. Incluso se construyó una pista de esquí: George Kistiakowsky, el químico al mando de la implosión de la bomba, se encargó de limpiar parte del bosque. Con explosivos, naturalmente.

Una cuestión ética Pese a aquellos hobbies, el trabajo era intenso: jornadas de diez, doce y hasta catorce horas para crear “el artefacto” –como se lo llamaba– antes que los nazis. Ese era el objetivo de los científicos involucrados, muchos de ellos refugiados del fascismo. Qué pasaría si Estados Unidos conseguía antes la bomba era una cuestión que ni se planteaba. Pero, en 1944, tras el desembarco aliado del 6 de junio en Normandía, las cosas cambiaron. Los aliados iban camino de ganar la guerra en Europa, y estaba claro que Alemania no lograría fabricar la bomba. ¿De qué servía seguir adelante con aquella arma de destrucción masiva? Empezaron a surgir voces críticas. Como la del físico polaco Joseph Rotblat, que se quedó helado cuando, en una cena en casa de James Chadwick, escuchó al general

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De héroe a ángel caído ¿QUÉ FUE DEL GENIO AL FRENTE DEL PROYECTO?

Groves decir que el fin de la bomba no era derrotar a Hitler, sino dominar a los soviéticos. Rotblat sabía que Stalin no era un santo, pero también sabía que miles de rusos seguían muriendo cada día en el frente en su mismo bando. Percibió las palabras del general como una traición, y pocos meses después abandonó Los Álamos. No podía seguir participando, dijo, en la creación de un arma cuyo objetivo, vencer al nazismo, había quedado obsoleto. Dedicó el resto de su vida a la erradicación de las armas nucleares, lo que le valió el Nobel de la Paz en 1995. La de Rotblat no fue la única voz disidente. A finales de 1944, el estadounidense Robert Wilson, jefe de la división de física experimental, convocó una reunión en el complejo para discutir la ética del proyecto. Aunque se había adherido “con la vocación de un soldado profesional”, también empezaba a albergar dudas con el cambio de rumbo de la guerra. Acudieron una veintena de personas, incluido Oppenheimer, que les convenció de seguir adelante. Su argumento estaba inspirado en el de su mentor, el eminente físico danés Niels Bohr, que había visitado Los

WILSON QUISO DISCUTIR LA ÉTICA DEL PROYECTO, PERO OPPENHEIMER CONVENCIÓ A TODOS DE SEGUIR ADELANTE EN OCTUBRE DE 1945, Oppenheimer (arriba) dimitió como director de Los Álamos, laboratorio que sigue en funcionamiento. En 1947 fue nombrado director del Instituto de Estudios Avanzados, en Princeton. Ese año se convirtió en asesor de la Comisión de Energía Atómica, donde se opuso al desarrollo de armas nucleares de segunda generación. En 1948 era el hombre de portada de la revista Time. SIN EMBARGO, PASÓ de héroe nacional a sospechoso. En 1953, con la administración Eisenhower, se le acusó de ser un riesgo para la seguridad nacional por sus vínculos con el comunismo y sus trabas a la carrera nuclear. La exhaustiva vis-

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ta –en la que Edward Teller declaró en su contra– lo dejó muy tocado, pero fue declarado no culpable de traición. Sin embargo, se le prohibió tener acceso a secretos militares, por lo que perdió su trabajo en la Comisión de Energía Atómica. DECEPCIONADO, Oppenheimer se retiró en pos de una vida más simple. Sus últimos años los pasó teorizando sobre cómo debería ser la relación entre la ciencia y la sociedad, aunque nunca lamentó explícitamente haber contribuido a la creación de la bomba. Murió en 1967 a causa de un cáncer de garganta, pero pudo ver cómo la administración demócrata rehabilitaba su figura.

Álamos un año antes. Para Bohr, la bomba era algo terrible, pero también la “Gran Esperanza”. Bien manejada, podría ser garante de la paz en el mundo, cambiar las dinámicas de la guerra como tal. Pero para ello era necesario un control internacional de la energía atómica y la cooperación entre científicos del mundo capitalista y el comunista. Así, el trabajo en Los Álamos siguió a toda marcha: los equipos, coordinados por Oppenheimer, iban solucionando los problemas para la construcción del artefacto, que, en su mayoría, estaban relacionados con la implosión. Los explosivos necesarios (el uranio y el plutonio enriquecidos) eran suministrados desde los reactores de los complejos de Oak Ridge (Tennessee) y

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EL ENOLA GAY el 6 de agosto de 1945, día en que

transportó la bomba atómica de Hiroshima.

Hanford (Washington), también construidos para el proyecto. En paralelo, la historia se desarrollaba a toda velocidad: el 12 de abril de 1945 falleció Roosevelt, a quien sucedió en la Casa Blanca Harry Truman. Una buena prueba del secretismo del Proyecto Manhattan es que Truman desconoció su existencia hasta poco antes de su investidura como presidente. En Europa, Hitler se suicidó el 30 de abril en su búnker de Berlín. Ocho días después, Alemania se rendía. Con el nazismo derrotado, fueron más los que se preguntaron qué sentido tenía seguir con aquello. Pero en el Pacífico la guerra continuaba con virulencia, y el Ejército ya había seleccionado diecisiete posibles blancos en Japón para el bombardeo atómico. El proyecto continuaba; solo había cambiado el objetivo. Aquello horrorizó a Leo Szilard, ya convencido de que el uso del arma sería nefasto. En junio de 1945 impulsó, junto a otros destacados científicos, el llamado Informe Franck, donde instaban al presidente a no utilizar la bomba. Sin embargo, la decisión parecía estar tomada, y el arma, cada vez más cerca.

El 16 de julio tuvo lugar la prueba Trinity en el desierto de Jornada del Muerto, en Nuevo México. La explosión de la primera bomba nuclear de la historia se produjo a las 5.30 h de la madrugada. Fue un éxito. La detonación, con la característica nube en forma de hongo, superó todas las expectativas. Pero fue la brillantísima luz que produjo lo que más impactó a los testigos. “Fue como descorrer una cortina en una habitación oscura”, recordaría Teller. “Pensé que algo había salido mal y que el mundo entero estaba en llamas”, dijo James Conant, presidente de la Universidad de Harvard. Isidor Rabi declaró que, pese al calor, “tenía la piel de gallina”. Hans Bethe sintió “que habían hecho historia”. Oppenheimer declaró que fue una explosión “terrible” a la que “muchos niños no nacidos aún le deberán su vida”. El 6 de agosto de 1945, el bombardero Enola Gay despegó de la base americana de la isla de Tinián, en las Marianas, a las 7.30 h de la mañana. En sus tripas llevaba el resultado del Proyecto Manhattan: Little Boy, o la primera bomba atómica a punto de ser arrojada sobre una población

civil. El artefacto fue lanzado sobre Hiroshima, ciudad que no había sido atacada hasta ese día. Tras la explosión, el piloto dijo que “no vio nada más que oscuridad”. Sin embargo, debajo del hongo nuclear quedaron una ciudad arrasada, 70.000 muertos y muchos más (casi el doble), que fallecerían a causa de la radiación. El mundo ya no sería el mismo.

PARA SABER MÁS ENSAYO BIRD, Kai y SHERWIN, Martin J. American Prometheus. J. R. Oppenheimer. Londres: Atlantic Books, 2005. En inglés. FRANCO, Francisco J. y MÁRQUEZ, Á. El Proyecto Manhattan y los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Cartagena: Áglaya, 2008.

DOCUMENTAL

Race for the World’s First Atomic Bomb: A Thousand Days of Fear (G. B., 2015). Dirs.: Tim Ward, Domenic Mastrippolito. INTERNET

Atomic Heritage Foundation. En inglés. www.atomicheritage.org Voices of the Manhattan Project. En inglés. www.manhattanprojectvoices.org

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ARTE

EL CAZADOR DEL

SOROLLA

SOL Hasta el 7 de julio, el pincel de Joaquín Sorolla llenará de luz mediterránea la National Gallery de Londres. Sesenta obras de primera línea, cedidas por coleccionistas y museos de todo el mundo, empezando por el Museo Sorolla de Madrid. ANA ECHEVERRÍA, PERIODISTA

H COSIENDO la vela, 1896. Galleria Internazionale

d’Arte Moderna di Ca’ Pesaro, Venecia. 2018 © Foto Archivo: Fondazione Musei Civici di Venezia.

ay artistas malditos, que no llegan a conocer el éxito en vida; artistas olvidados, cuyas obras se atribuyen erróneamente a otros durante siglos; artistas que triunfan hasta que pasan de moda y su nombre queda como ejemplo de lo que la siguiente generación considera caduco y apolillado. Unos pocos privilegiados cosechan aplausos y fortuna, y un siglo más tarde su obra sigue vendiendo postales y calendarios. La obra de Joaquín Sorolla (1863-1923) fue popular en vida y sigue siéndolo hoy. Es difícil no dejarse seducir por su sentido del color, su pincelada elegante y suelta o sus blancos radiantes. Londres fue la única gran capital que se le resistió.

Su exposición de 1908 en las Grafton Galleries habría sido un fiasco de no ser por la oportunidad de pintar el retrato de la princesa Beatrice de Battenberg y por algunos interesantes contactos que trabó allí, como el pintor Lawrence AlmaTadema o el magnate neoyorquino Archer Milton Huntington, quien acabaría haciéndole un encargo monumental: la serie “Visión de España”, que hoy adorna la biblioteca de la Hispanic Society of America. La eterna bruma londinense hizo mella en el estado de ánimo del valenciano, que añoraba a su familia y la EL PESCADOR, Valencia, 1904. Colección

privada. © Foto: Laura Cohen.

ARTE

Un oasis de intimidad PESCADORES Y BAÑISTAS no fueron, en realidad, los temas predilectos de Sorolla. Lo fue su esposa, Clotilde García, a la que pintó infinidad de veces, sola o con sus hijas. “Pintar y amarte, eso es

luz de su tierra natal. Todavía peor: pese a la rimbombante publicidad que le hicieron los marchantes, proclamándole mejor artista vivo del mundo, sus cuadros no se vendieron al ritmo esperado. No obstante, si existe el más allá, el espíritu de Sorolla se habrá quitado también esa espinita esta primavera. La prestigiosa National Gallery le dedica estos días una gran exposición monográfica, la primera desde aquella fallida incursión en el mercado de arte londinense.

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todo. ¿Te parece poco?”, le escribe en 1908. Los retratos en espacios ajardinados, como este, se harían muy populares también entre su clientela. Solo el estadounidense John Singer Sargent puede rivalizar con Sorolla en este género.

MI ESPOSA e hijas en el jardín, 1910. Colección

El Sorolla de las playas levantinas no siempre fue tan alegre y decorativo como lo recordamos hoy. La preocupación por los temas sociales marcó sus primeros años, de estilo naturalista y paleta más bien sombría. El eco de Velázquez, su pintor favorito, es claro y notorio en sus primeras obras. También hay hueco en ellas para la influencia del Greco, de Goya, de Ribera o de los blancos virtuosos de Zurbarán. La España humilde descrita en las novelas de Benito Pérez Galdós, de Emilia Pardo Ba-

zán y, sobre todo, del valenciano Blasco Ibáñez, amigo de juventud del pintor, quedó reflejada en pinturas sobre las duras condiciones de vida de prostitutas y trabajadoras manuales. El mar entró en su obra por esta misma vía: barcas tiradas por bueyes, pescadores heridos al faenar, niños lisiados que toman baños con la vana esperanza de recobrar la salud. La multipremiada Cosiendo la vela (1896), que abre estas páginas, ejerció de bisagra entre el Sorolla reivindicativo y el consa-

Masaveu. © Fundación María Cristina Masaveu Peterson, 2013. Foto: Marcos Morilla.

SOROLLA

ARRIBA, Niños en la playa, 1909. Museo

Nacional del Prado, Madrid. © Museo Nacional del Prado, Madrid.

grado a la luz del mar Mediterráneo. Su originalísima composición piramidal y su magistral tratamiento de la luz sobre el blanco le granjearon aplausos en París, Múnich, Viena y Venecia (no así en España, donde fue acogida con frialdad). El cuadro formó parte de una selección de seis pinturas del valenciano que se exhibieron en París durante la Exposición Universal de 1900, que atrajo a cincuenta millones de visitantes. Para Sorolla, supuso la consagración internacional, pero también un punto de inflexión en su estilo. Conocía bien la ciudad y su ambiente, pero hasta entonces nunca había podido contemplar de una vez el trabajo de tantos artistas, procedentes de veintinueve países. El valenciano aprovechó la ocasión para plantearse nuevos desafíos

técnicos. Sin convertirse oficialmente en impresionista, se empapó de la frescura propia de este movimiento. En adelante, su paleta se volvió más colorida, y su pincelada, más fresca y espontánea. También empezó a escoger temas mucho más ligeros y agradables a ojos de los coleccionistas. Atrás quedaba el tiempo de la solemnidad. Siguiendo a su admirado Velázquez, como escribió en una ocasión, corría el riesgo de volverse “serio y malhumorado”. Las academias ya no dictaban sentencia, los Estados habían dejado de actuar como principales mecenas. Había que ganarse un nuevo público: la alta burguesía, que ahora dominaba el mercado del arte. ¿Y quién querría, en plena eclosión del Modernismo, decorar su casa con telas lúgubres o recargadas? El sol de los jardines irrumpió en la obra de Sorolla y le convirtió en uno de los artistas de mayor éxito comercial. Sorolla no se acomodó. Siguió recorriendo, incansable, la península, en busca

de folclore y de rincones emblemáticos para su amigo Archer. Se construyó un palacete en Madrid, sí, pero no dejó de tostarse al aire libre, obsesionado siempre por captar la impresión pasajera de una nube, el efecto fugaz de un rayo de luz sobre una piel desnuda, por adversas que fueran las condiciones. Sujetaba el caballete con cuerdas para combatir el embate del viento, se protegía bajo un tinglado de toldos y, aun así, todavía se pueden apreciar granos de arena mezclados en las gruesas capas de óleo de sus escenas marinas. Todo en pro de una pincelada cada vez más ágil. “No podría pintar en absoluto –dijo una vez– si tuviera que pintar despacio”.

PARA SABER MÁS CATÁLOGO

VV. AA. Sorolla, Spanish master of light. Londres: The National Gallery, 2019. En inglés.

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AGENDA

EXPOSICIONES DEL MES ANA ECHEVERRÍA, PERIODISTA

ESCENA de Les fêtes vénitiennes, de André Campra. Théâtre National de l’Opéra Comique. © Vincent Pontet.

MUCHAS EXPOSICIONES nos regalan la vista, pero esta es una experiencia inmersiva, tan sonora como visual. No podía ser de otro modo estando dedicada a la ópera, espectáculo total por excelencia, capaz de aunar música instrumental y vocal, teatro, danza, artes plásticas y efectos especiales. En su edad dorada, la magia de la ópera ni siquiera se

circunscribía al escenario, sino que se extendía a platea y palcos, donde los chismorreos rivalizaban con la trama de la obra, y las joyas de las damas, con el resplandor de los focos. Torelli maravilló a Venecia con sus escenografías. Mozart hizo reír a la aristocracia vienesa poniéndola en evidencia. Verdi conmovió a una nación con su Va, pensiero. Wagner alimentó

interminables tertulias. Shostakóvich irritó a Stalin y vivió para contarlo. Ocho ciudades, ocho épocas y ocho compositores articulan este viaje a la historia del bel canto, que llega a Madrid desde el Victoria and Albert Museum de Londres. LA CAPA NEGRA, de Aubrey Vincent Beardsley. Grabado sobre papel vitela, 1894. Del álbum de ilustraciones de Salomé de Oscar Wilde.

CAIXAFORUM MADRID. Pº DEL PRADO, 36. MADRID. TEL.: 900 223 040. FECHAS: HASTA EL 11 DE AGOSTO DE 2019

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© Victoria and Albert Museum, Londres.

ÓPERA, PASIÓN, PODER Y POLÍTICA

06 / 2019 A LA IZQDA., Pirámide de Cayo

GIOVANNI BATTISTA PIRANESI

Cestio, de Piranesi. ABAJO A LA IZQDA., Sagrada

BNE. P.º de Recoletos, 20-22. Madrid Tel.: 91 580 78 00 Fechas: hasta el 22 de septiembre

Familia con San Juanito. Atribuido a Gabriel Joly, c. 1535. Madera. Museo Nacional de Escultura, Valladolid. Expuesto en el Thyssen. ABAJO, Pablo Picasso jugando en el agua con su hijo Claude, Robert Capa. Vallauris, Francia, 1948.

Decir que Giovanni Battista Piranesi (c. 1758-1810) fue un arquitecto de sueños es algo más que una licencia poética. Su único trabajo tangible consistió en restaurar la iglesia de Santa María del Priorato, en el Aventino de Roma. Sin embargo, sus numerosos proyectos, bocetos y grabados inspiraron a varias generaciones de arquitectos y pintores. El Neoclasicismo y el Romanticismo bebieron, en gran medida, de sus reproducciones de ruinas romanas, sus recreaciones de monumentos clásicos y sus edificios inventados. Libros, estampas, pinturas y esculturas rinden homenaje al italiano en el tercer centenario de su nacimiento.

REALIDAD Y DEVOCIÓN. 10 OBRAS DEL MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA DE VALLADOLID Museo Thyssen-Bornemisza. P.º del Prado, 8. Madrid Tel.: 91 791 13 70 Fechas: hasta el 16 de junio

El Museo Nacional de Escultura, en Valladolid, cuenta con una fabulosa colección de tallas religiosas, diez de las cuales se han cedido temporalmente al Thyssen. Lo más interesante de este montaje es la posibilidad de captar sutiles coincidencias entre estas estatuas y las pinturas junto a las cuales se han instalado. Por ejemplo, el gesto del Niño Jesús que sostiene san Antonio de Padua en una escultura de Juan de Juni nos enternece tanto como el de

© Robert Capa / International Center of Photography / Magnum Photos.

EN LA IMAGEN INFERIOR,

Mapamundi catalán, atribuido a Pere Rossell, c. 1463, expuesto en el MUHBA. Biblioteca Estense Universitaria, Módena.

La Virgen y el Niño con Santa Rosa de Viterbo, obra de Murillo. También se puede cotejar un busto anónimo de un joven Carlos V, esculpido hacia 1520, con el retrato de este mismo monarca que Lucas Cranach el Viejo pintó trece años más tarde.

ROBERT CAPA EN COLOR CaixaForum Tarragona. Cristòfor Colom, 2. Tarragona Tel.: 977 24 98 71 Fechas: hasta el 21 de julio

Las instantáneas más famosas de Robert Capa, en especial las de tema bélico, están en riguroso blanco y negro. Pocos saben que también fue un pionero del color. Cubrió

Ava Gardner... Un Capa inédito, más ligero, con un toque de sentido del humor.

BARCELONA CAPITAL MEDITERRÁNEA

la guerra chino-japonesa con doce rollos de Kodachrome, tecnología recién salida del horno. Pero el revelado de esta película era muy lento, ya que el fabricante tenía la patente en exclusiva. Solo las revistas de viajes y estilo de vida le encargaron reportajes a todo color, que incluyen retratos de celebridades: Hemingway, Picasso, Bogart,

MUHBA. Pl. del Rei, s/n. Barcelona Tel.: 93 256 21 00 Fechas: hasta el 29 de septiembre

El comercio marítimo ha sido clave en el desarrollo de Barcelona en varios momentos de su historia. En la Baja Edad Media dio pie al surgimiento de una élite de hombres de negocios capaz de crear sus propias instituciones, como el Consejo de Ciento, y de negociar con la monarquía, la Iglesia y una

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AGENDA

ALBERTO GIACOMETTI (1901-66) nunca visitó el Prado, pero sí contempló parte de su colección en 1939 en Ginebra, donde pasaron la Guerra Civil algunas de sus obras maestras, a salvo de bombardeos y pillajes. Durero, Rafael, Tintoretto, el Greco, Goya y Velázquez se cuentan entre los referentes del escultor suizo. Las obras de estos, que un día fueron visitantes, hoy son anfitrionas. Dieciocho esculturas y dos óleos de Giacometti conviven estos días, en sus propias salas, con Las meninas de Velázquez, el Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano, el Hércules de Zurbarán o el Lavatorio de Tintoretto. LA ENGAÑOSA fragilidad de sus figuras de bronce, esbeltas hasta lo imposible, ásperas, terrenales y angustiadas, dialoga con la sensualidad, el realismo o la espiritualidad de las representaciones humanas que las precedieron e inspiraron. Un poderoso aliciente para revisitar la colección permanente del museo, si es que se necesita alguno.

ALBERTO GIACOMETTI EN EL MUSEO DEL PRADO MUSEO NACIONAL DEL PRADO P.º DEL PRADO, S/N. MADRID TEL.: 91 330 28 00 FECHAS: HASTA EL 7 DE JULIO

MUJER GRANDE IV, bronce, 1960. Riehen/Basilea, Fondation Beyeler, Beyeler Collection. © Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019.

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TRAZOS MAESTROS: DIBUJOS HOLANDESES Y FLAMENCOS DEL V&A Fundación Barrié. Cantón Grande, 9. A Coruña. Tel.: 981 22 15 25 Fechas: hasta el 23 de junio

Una de las muchas pinturas que se perdieron en la II Guerra Mundial es el Cristo coronado de espinas de Van Dyck, que estaba en el Kaiser-Friedrich-Museum de Berlín. Por suerte, existe un dibujo preparatorio, que forma parte de las colecciones del Victoria and Albert Museum. Es una de las noventa joyas gráficas de maestros holandeses y flamencos que la institución londinense ha cedido para esta exposición itinerante, coincidiendo con el 350 aniversario de la muerte de Rembrandt van Rijn y el 450 de la de Peter Brueghel el Viejo. Entre figuras, estudios botánicos y escenas de género, destaca el distinto abordaje, protestante o contrarreformista, de los temas religiosos.

UNA MIRADA ATRÁS. GIORGIO MORANDI Y LOS MAESTROS ANTIGUOS Museo Guggenheim-Bilbao. Abandoibarra, 2. Bilbao Tel.: 944 35 90 80 Fechas: hasta el 6 de octubre

© Giorgio Morandi, VEGAP, Bilbao, 2019.

EN BUENA COMPAÑÍA

escasa nobleza casi de tú a tú. La ciudad se convirtió en un enclave financiero, cosmopolita y, por qué no reconocerlo, también esclavista. A finales del siglo xix, el derribo de la muralla abre de nuevo Barcelona al mar, pero las líneas de ferrocarril, que impulsan el comercio, afean el litoral. Cerámicas, libros, relieves, tejidos y maquetas subrayan la importancia del mar en la historia de la ciudad.

EN LA IMAGEN SUPERIOR, Hombre

sentado, bebiendo de un vaso, Dirck Hals, antes de 1627. En “Trazos maestros”. ARRIBA, Naturaleza muerta, Giorgio Morandi, 1936. Fondazione Magnani Rocca, Mamiano di Traversetolo (Parma), Italia. ARRIBA A LA DCHA., Los Exploradores Oscenses, Rodolfo Albasini, c. 1913. ABAJO A LA DCHA., Los puentes del

Elba con figura de espaldas, Oskar Kokoschka, Dresde, 1923.

Sosiego. Esa es la emoción que inspiran los bodegones de Giorgio Morandi (Bolonia, 1890-1964). Es como si, al pintar botellas, jarras y otros enseres cotidianos, estuviera pintando también el silencio. Contribuye a ello la suavidad tonal de su paleta. Son pinturas atemporales, líricas, carentes por completo de contexto o de intención narrativa, que aspiran a la

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© Victoria and Albert Museum, Londres.

utensilios de hojalata en Huesca, popularmente conocida como “Los italianos”. Desde su infancia se aficionó a la fotografía. No adoptó las propuestas vanguardistas de la Nueva Objetividad, el Futurismo o el Surrealismo, aunque las conocía. Su estilo pictorialista, mucho más popular, le granjeó el reconocimiento de sus conciudadanos. A través de su extensa producción se puede visitar una Huesca hoy desaparecida, de mujeres enlutadas, meriendas campestres, pasos de Semana Santa o futbolistas con pantalones hasta las rodillas. Albasini fotografió también las secuelas de la Guerra Civil en la ciudad. Abajo: © Museum Folkwang, Essen. Foto: Museum Folkwang, Essen / Artothek. © Fondation Oskar Kokoschka / Bildrecht Wien, 2019.

QUÉ HAY EN TV... La Antigüedad cobra vida gracias a la magia de la tecnología puesta al servicio de la investigación.

La gran carrera romana Lunes 24 a las 22.00 h Si hoy los jóvenes conocen los nombres de las estrellas del rock, en la Antigua Roma se sabían de memoria los de los aurigas. Los dioses de la velocidad disfrutaban de tal fama que hasta los emperadores se enorgullecían de ellos. ¿Cómo eran sus espectáculos por dentro? Las carreras servían como nexo de unión entre el monarca y el pueblo. Ahora, gracias a una meticulosa reconstrucción, conoceremos mejor este aspecto fascinante de la sociedad latina.

OSKAR KOKOSCHKA. EXPRESSIONIST, MIGRANT, EUROPEAN Leopold Museum. Museumsplatz, 1. Viena Tel.: + 43 1 525 70 1584 Fechas: hasta el 8 de julio

máxima pureza de líneas. Aun así, sus naturalezas muertas se enraízan en la tradición, y no pueden entenderse sin la influencia de Zurbarán, el Greco, Crespi, Chardin o Cézanne. La muestra reúne una selección de naturalezas muertas de Morandi, y las marida sabiamente con obras de algunos de los artistas más admirados por el italiano.

RODOLFO ALBASINI. EN LOS ALEDAÑOS DE LA FOTOGRAFÍA MODERNA Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca. Porches de Galicia, 4. Huesca Tel.: 974 29 41 00 Fechas: hasta el 18 de agosto

La familia del fotógrafo Rodolfo Albasini (18951979), nacido en Battiggio, regentaba una tienda de

Oskar Kokoschka (18861980) jamás recibió una formación académica convencional. Sus profesores, que militaban en la Secesión vienesa, alentaron su creatividad. Su primer encargo, ilustraciones infantiles, marcó, según diría, su larguísima trayectoria posterior. Eterno enfant terrible, sus desnudos no serían precisamente para todos los públicos. Fue poeta, dibujante, pintor y dramaturgo, y en ninguna de estas disciplinas se acomodó a los códigos imperantes. Ejerció también un decidido activismo pacifista, que le forzaría a migrar sucesivamente a Praga, Londres y Suiza. La visceralidad de sus pinceladas y el colorido feroz de su paleta le garantizaron un hueco en el catálogo nazi de “arte degenerado”.

El misterio de las pirámides Martes 11, 18 y 25 a las 22.00 h Estreno exclusivo de un documental que volverá locos a los fans del Egipto faraónico. Su gran aportación es la alta tecnología. Por primera vez, un dron filma los sitios arqueológicos desde El Cairo hasta Meidum. Las imágenes aéreas permiten a los expertos contar con nuevos y valiosos datos para desentrañar el misterio que rodea a las tumbas de los antiguos soberanos del Nilo. Nueve de ellas, incluida la de Zoser, recibirán una atención especial inédita.

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LIBROS NOVELA

MUJERES EN GUERRA Jennifer Egan vuelve con una novela que reconstruye el Nueva York portuario durante la II Guerra Mundial.

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a escasez de mano de obra provocada por la Segunda Guerra Mundial propició que unos seis millones y medio de mujeres se incorporaran al mercado laboral en Estados Unidos.

Una de esas trabajadoras es la protagonista de Manhattan Beach, el libro con el que Jennifer Egan regresa a la ficción después de obtener en 2011 el Premio Pulitzer con El tiempo es un canalla (Mi-

núscula, 2017). En esta ocasión, Egan relata la historia de Anna Kerrigan, una joven empleada en un arsenal naval de los astilleros de Brooklyn que sueña con trabajar en una profesión reservada a los hombres: la de buzo. A través de la narración de los intentos de Anna por derrumbar el andamiaje de prejuicios que le impide acceder a ese trabajo, la escritora reconstruye de forma muy vívida y evocadora el Nueva York portuario de los años cuarenta.

Salitre, pescado y petróleo Como se explica al final del libro, Egan estuvo colaborando desde 2004 en varios proyectos de investigación sobre el pasado del puerto de Nueva York, incluyendo la elaboración de una historia oral de las mujeres que trabajaron en los arsenales navales durante la guerra. Fruto de esa labor de documentación es la fabulosa ambientación de esta novela. Manhattan Beach es una evocación con “olor a salitre, pescado y petróleo” del pasado naval de Nueva York. Una inmersión en un período de la historia de Estados Unidos marcado por las consecuencias de la Gran Depresión de 1929, las transformaciones sociales originadas por el conflicto bélico y las optimistas perspectivas económicas que se vislumbraban al final de la contienda. La novelista teje una ambiciosa red argumental compuesta de conflictos familiares, luchas de poder, crímenes mafiosos y aventuras marítimas en la que caben desde grandes acontecimientos históricos, como la construcción y botadura del emblemático acorazado USS Missouri (donde se firmaría el 2 de septiembre de 1945 la rendición de Japón), hasta pequeñas situaciones cotidianas, muchas de ellas recogidas por Egan durante las conversaciones que mantuvo con trabajadoras de los muelles. Carlos Joric

Manhattan Beach JENNIFER EGAN

ROSIE, LA REMACHADORA, anima a la mujer a trabajar para el esfuerzo de guerra. Póster, 1943.

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TRAD. DE CARLES ANDREU SABURIT BARCELONA: SALAMANDRA, 2019. 480 PP. 23 €

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VOLUNTARIOS de la División Azul se dirigen

hacia su destino en el frente oriental.

Un ruso blanco en la División Azul X. M. NÚÑEZ SEIXAS Y O. BEYDA (EDS.) BARCELONA: GALAXIA GUTENBERG, 2019. 280 PP. 21,90 €

MEMORIAS

Invasor de su patria MEMORIAS DE UN RUSO BLANCO EN LA DIVISIÓN AZUL Franco también tuvo rusos. Entre 150 y 170 combatieron en sus filas durante la Guerra Civil. Fueron solo una anécdota exótica. El dictador rechazó financiar la unidad de dos mil combatientes que le ofreció el teniente general Yevgueni K. Miller, jefe de la Unión de Servicios Armados Rusos (ROVS), el ejército en la sombra de los rusos blancos. No era una cifra fácil de alcanzar. En 1936 habían pasado ya catorce años del triunfo soviético. Demasiado tiempo para un ejército vencido. Náufragos de la revolución, miles de oficiales zaristas se ganaban la vida con empleos civiles de lo más dispar –taxistas, obreros, camareros de hotel–, mientras el momento de liberar Rusia de la dictadura soviética parecía cada vez más lejano. Vladímir Kovalevski (1892-?) fue uno de aquellos náufragos. “Pertenecía a la élite de los guardias blancos”, apunta Xosé M. Núñez Seixas en la introducción de estas memorias inéditas que ha salvado del

olvido. El historiador gallego localizó esta “fuente excepcional” en los archivos de la Hoover Institution mientras investigaba para Camarada invierno (Crítica, 2016), su ensayo sobre la División Azul. Mercenario de fortuna en el período de entreguerras, Kovalevski llegó a España a principios del verano de 1938. Alistado en la Legión, combatió en frentes secundarios hasta el final de la guerra. Después se instaló en el País Vasco e ingresó en las milicias de Falange con el grado de sargento. Con este rango se enroló en el primer contingente de la División Azul, junto con otros 27 rusos.

Fe y frustración ¿Por qué se alistaron en un ejército que invadía su patria? En parte, por ingenuidad. Anticomunistas convencidos, creían que Hitler solo quería destruir la dictadura soviética. “No sospechaban –escribe Núñez Seixas– que la invasión había sido

concebida por el Tercer Reich como una guerra de exterminio y sojuzgamiento racial”. En su larga caminata al frente de Leningrado, Kovalevski, demasiado mayor para tan duro viaje, pierde sus simpatías hacia el ejército franquista. “Los españoles solo destruían [...] Sus acampadas eran temidas como la peste”, escribe, cansado de ver cómo sus compañeros saquean a los campesinos, ante la indiferencia de unos mandos a los que tilda de fanfarrones y vanidosos, vengativos y despiadados. No siempre es una fuente fiable. Exagera el número de deserciones, confunde nombres y fechas y sentencia con juicios subjetivos una realidad más compleja, como apuntan las cuidadas notas a pie de página. Las memorias se interrumpen a finales de 1941. Kovalevski, enfermo, regresó a España en 1942 y aún permanecía en nuestro país en 1944. Después, su rastro se pierde. Ni siquiera tenemos su retrato. Al rescatar sus memorias, Xosé M. Núñez Seixas y Oleg Beyda nos muestran una historia muchas veces contada desde un nuevo punto de vista, tan crítico y original como excepcional e inesperado: el amargo testimonio de un patriota cómplice de la destrucción de su patria. Joaquín Armada Díaz

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LIBROS

PLATÓ DE HOGWARTS, el colegio de magia y hechicería donde estudia Harry Potter.

El poder de las historias MARTIN PUCHNER TRAD. DE SILVIA FURIÓ BARCELONA: CRÍTICA, 2019 394 PP. 23,90 €

ENSAYO

CODIFICACIÓN CIVILIZADORA Una crónica universal del nexo entre letras e historia

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uesta imaginar un guía mejor preparado que Martin Puchner para realizar la travesía a la que invita este libro. Alemán establecido en Estados Unidos desde hace décadas, este crítico y catedrático de Literatura en Harvard se ha formado en filosofía y letras en universidades tan prestigiosas como esta misma, Bolonia, Columbia, Constanza y California. Su ensayo refleja un nivel de exigencia, globalidad y variedad acorde con el paso por estos claustros. La obra recorre el diálogo que ha habido entre la historia y la literatura a lo largo de cuatro milenios. Cómo se han influido la una a la otra y cómo han modelado juntas la senda seguida por grandes personajes, gente corriente y sociedades enteras.

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Esta amplia cabalgata arranca en Mesopotamia hacia 2100 a. C., con los primeros relatos fijados con caracteres cuneiformes en La epopeya de Gilgamesh, hasta el boom de la saga Harry Potter y la oportunidad para la transmisión de ideas que representa la era de Internet. En medio, de todo.

Una mirada exhaustiva Dieciséis capítulos temáticos estudian hitos de Occidente como la Ilíada, el proceso de fijación textual de la Biblia, la Reforma luterana galopando a lomos de la imprenta de Gutenberg, el Mediterráneo hostil que navegaba Cervantes, el Grand Tour cosmopolita de Goethe y los líos en que se metían los escritores soviéticos para poder expresarse sin acabar en Siberia.

Pero Puchner no se detiene en la cultura occidental. Aparece en su libro, por ejemplo, La novela de Genji, con la que retrató de un modo revolucionario el estricto Japón del año 1000 la hija de un gobernador de provincias. También el legado agónico y deslumbrante del Popol Vuh maya. El África subsahariana participa con la Epopeya de Sunyata y escalas en la narración oral, la islamización del continente y la colonización francesa. Tampoco olvida a Sherezade ni a Confucio, y vemos desfilar a Lenin, la biblioteca de Alejandría, Buda, Mao, Jesucristo o Los versos satánicos de Salman Rushdie. El autor no da forma solo de ensayo literario e histórico a este suculento menú mental. Incluye párrafos autobiográficos, minirreportajes de viajes e incluso extractos de entrevistas exclusivas (como al nobel anglocaribeño Derek Walcott). Siempre con claridad expositiva, con un ojo puesto en la tecnología mediática de cada época y con refrescantes torrentes de datos y anécdotas. Julián Elliot

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Sueños desbaratados UNA HISTORIA ÍNTIMA DE LA TRANSICIÓN La Transición española fue también la historia de los sueños rotos, los de aquellos jóvenes que soñaron con el cielo de la revolución... para encontrarse con una democracia que les decepcionaba. En el caso de Dolores González, una antigua militante del Frente de Liberación Popular, el drama fue doble. No comulgó con el sistema de 1978, y por el camino perdió a dos seres muy queridos. En A finales de enero, libro ganador del XXXI Premio Comillas, Javier Padilla nos ofrece un retrato intenso de esta relación a tres bandas, una especie de tragedia griega en la que el autor pasa con mano maestra de los recovecos más íntimos de sus personajes al análisis de un país en acelerado cambio. Enrique Ruano y Javier Sauquillo eran amigos y rivales. Competían en conocimiento del marxismo y estaban enamorados de la misma mujer. Dolores fue la novia de Enrique, pero este murió en extrañas circunstancias en 1969 mientras se hallaba en dependencias policiales. La policía afirmó que se había tratado de un suicidio. ¿Acaso las notas que se le habían intervenido no evidenciaban un cuadro depresivo? Padilla refuta con brillantez esta labor de encubrimiento. Una cosa es pensar en quitarse la vida; otra, llevarlo a cabo.

Algunos años después, el 24 de enero de 1977, Lola y Javier, ya como marido y mujer, se encontraban en Atocha junto a otros abogados laboralistas. Fue entonces cuando irrumpieron en su despacho terroristas de la extrema derecha. Javier murió intentando proteger a su esposa. A ella, las secuelas psicológicas del atentado le persiguieron el resto de su vida. Padilla nos explica cómo tres chicos bien del franquismo llegaron a formar parte de la extrema izquierda en una aventura llena de idealismo, pero también de ingenuidad y dogmatismo. El autor simpatiza con sus personajes, pero sabe ser crítico con una militancia que no perseguía la democracia, sino la revolución. Era un tiempo en el que se manejaba una jerga poco menos que incomprensible, extraída de filósofos como Louis Althusser, en grupos donde los obreros brillaban por su ausencia. El libro también es crítico con la impunidad de los aparatos del Estado y la forma en que los policías de la dictadura se reciclaron con la llegada de la democracia. Gracias a esta investigación concienzuda, queda claro que el camino hacia la libertad fue como fue, con todas sus zonas de sombra, y no como se recuerda, de una forma más o menos idealizada. Francisco Martínez Hoyos

TAMBIÉN EN LIBRERÍAS El diccionario del diablo AMBROSE BIERCE MADRID: SEXTO PISO, 2019 200 PP. 15,90 €. GÉNERO: CLÁSICO

Escritor y periodista, Ambrose Bierce (1842-c. 1914) fue un autor estadounidense que sobresalió en el género satírico y en el de terror. Marchó a México a unirse a la revolución y desapareció sin dejar rastro. Esta edición de El diccionario del diablo recoge las definiciones más atractivas para el lector de hoy, todas sorprendentes por el humor y la mordacidad con los que el escritor ridiculiza la estupidez y la intolerancia. Están acompañadas por las magníficas ilustraciones del chileno Alberto Montt.

Historia. ¿Por qué importa? LYNN HUNT MADRID: ALIANZA, 2019 140 PP. 9,50 €. GÉNERO: ENSAYO

Nuestra sociedad parece muy interesada por la historia, pero no tanto por la verdad. El pasado se ha convertido en un arma que unos esgrimen contra otros. El problema se ve agravado por Internet, ya que cualquiera puede publicar barbaridades sin ninguna clase de filtro. Frente a esta degeneración del conocimiento, la historiadora norteamericana Lynn Hunt reivindica una disciplina preocupada por la objetividad que sirva, a la vez, para promover valores como la apertura a otros pueblos y culturas.

Pequeño diccionario visual de términos de arte VV. AA. MADRID: CÁTEDRA, 2019 288 PP. 9,95 €. GÉNERO: MONOGRÁFICO

DOLORES GONZÁLEZ, Enrique Ruano y Javier Sauquillo en Madrid, primavera de 1968.

A finales de enero JAVIER PADILLA BARCELONA: TUSQUETS, 2019 400 PP. 22 €

¿Quiere entender a fondo el arte y sus técnicas? ¿Necesita una obra de consulta como punto de partida para estudios posteriores? Este diccionario es lo que anda buscando. Además de recoger términos relacionados con disciplinas clásicas como la arquitectura, la escultura y la pintura, concede espacio a otras artes como la alfarería, la orfebrería, la cerámica o la eboraria, es decir, la talla en marfil. Las explicaciones son accesibles, a la vez que rigurosas.

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CINE DOCUMENTAL

Revisitando El crimen de Cuenca

La película El crimen de Cuenca (1979), en la que se narraba un caso de negligencia judicial y torturas ocurrido en 1913, fue secuestrada por la justicia militar española. Su directora, Pilar Miró, fue procesada. Regresa El Cepa narra esos hechos a través del protagonismo de Guillermo Montesinos, el actor que interpretó a “El Cepa”, el pastor que supuestamente fue asesinado por los dos condenados en el proceso. Su visita a los lugares del rodaje sirve como hilo conductor de este documental, en el que se irán intercalando entrevistas a políticos (José Bono), juristas (el abogado de Miró), miembros del equipo de la película (Héctor Alterio, Mercedes Sampietro) y vecinos del pueblo donde se filmó. C. J.

OTROS ESTRENOS Elisa y Marcela DIR.: ISABEL COIXET. INTS.: NATALIA DE MOLINA, GRETA FERNÁNDEZ, SARA CASASNOVAS. GÉNERO: DRAMA ROMÁNTICO

Elisa Sánchez y Marcela Gracia fueron dos maestras gallegas que en 1910 se casaron por la iglesia en La Coruña. Para lograrlo, la primera se hizo pasar por un primo suyo que había muerto. Isabel Coixet relata su historia en clave feminista y con una evocadora fotografía en blanco y negro.

Regresa El Cepa DIR.: VÍCTOR MATELLANO. INTS.: GUILLERMO MONTESINOS, JOSÉ MANUEL CERVINO, MERCEDES SAMPIETRO

La carga DIR.: OGNJEN GLAVONIC. INTS.: LEON LUCEV, PAVLE CEMERIKIC, TAMARA KRCUNOVIC

El vendedor de tabaco DIR.: NIKOLAUS LEYTNER. INTS.: SIMON MORZÉ, BRUNO GANZ, JOHANNES KRISCH. GÉNERO: DRAMA

Adaptación del best seller de Robert Seethaler (Salamandra, 2018), que desgrana la vida de un joven vendedor de tabaco en la Viena de 1938. La película narra sus problemas sentimentales con una joven checa, su relación con un ilustre cliente, Sigmund Freud, y la tensión social que se produjo en el país tras la llegada de los nazis durante el Anschluss.

DRAMA BÉLICO

Viaje a la guerra de Kosovo En 2009, el director Ognjen Glavonic, que creció durante la guerra en Yugoslavia (tenía seis años cuando comenzó), descubrió la existencia de una fosa común en su barrio de Belgrado. Impactado por el hallazgo, decidió investigar. Fruto de esas pesquisas es el argumento de La carga. Ambientada en 1999, durante los bombardeos de la OTAN en la guerra de Kosovo, la película cuenta la historia de un conductor de camión que recibe un misterioso encargo: transportar una carga entre Kosovo y Belgrado sin conocer su contenido. Mediante la peripecia de ese camionero, el director perfila un retrato de la sociedad de la época y describe, haciendo uso del fuera de campo, la devastación del conflicto. C. J.

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El Estado contra Mandela y los otros DIRS.: NICOLAS CHAMPEAUX, GILLES PORTE. INTS.: QUARTUS DE WET, DENIS GOLDBERG, AHMED KATHRADA. GÉNERO: DOCUMENTAL

En 1964, Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua. Pero no fue el único. Otros ocho activistas antiapartheid fueron encarcelados junto a él. Este documental pone voz a esos hombres combinando los archivos sonoros del juicio, las entrevistas y las reconstrucciones animadas.

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La infancia entre bombas El checo Jan Sverák ha construido gran parte de su filmografía en torno a la vida de su padre, el actor y dramaturgo Zdenek Sverák. En Escuela primaria (1991) recreó sus recuerdos escolares tras la II Guerra Mundial; en la oscarizada Kolya (1996), sus vivencias durante los años previos a la Revolución de Terciopelo; y en Sueños de juventud (2007), su vida como jubilado. En Lejos de Praga, el cineasta cierra el círculo evocando la infancia de su padre durante la ocupación alemana de Checoslovaquia. Con guion del propio Zdenek, la película narra la historia de un niño de Praga que, tras estallar la guerra, tiene que huir junto a su familia a un pequeño pueblo de Bohemia. Las dificultades de adaptación al nuevo entorno y el eco lejano de los combates marcarán su existencia. Carlos Joric

Lejos de Praga DIR.: JAN SVERÁK. INTS.: JAN TRÍSKA, OLDRICH KAISER, TEREZA VORÍSKOVÁ, ONDREJ VETCHY, ALOIS GREC

Tolkien DIR.: DOME KARUKOSKI. INTS.: NICHOLAS HOULT, LILY COLLINS, GENEVIEVE O’REILLY

BIOGRÁFICO

Tolkien antes de los Anillos Tras su aplaudido biopic sobre el dibujante Tom de Finlandia (Tom of Finland, 2017), el director finlandés Dome Karukoski debuta en Hollywood con otro filme biográfico. Tolkien recrea la infancia y juventud de J. R. R. Tolkien,

el célebre autor de El Señor de los Anillos. Tomando como referente dramático la batalla del Somme (1916), en la que Tolkien participó y enfermó de “fiebre de trincheras”, la película va disparando fogonazos en forma de flashbacks sobre el pasado

del escritor: su etapa escolar en Birmingham, donde conoció a su futura esposa, Edith Mary Bratt; sus primeros años de formación intelectual, cuando creó junto a tres amigos la hermandad literaria Tea Club and Barrovian Society; y su ingreso en la Universidad de Oxford, donde conformaría su personal universo literario. C. J.

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FOTO CON HISTORIA

LA FICHA FECHA 1 de junio de 1971. IMAGEN Jackie Kennedy Onassis fuma en Nueva York.

LA OTRA JACKIE E

n público, Jacqueline Kennedy (19291994) era la viva imagen de la elegancia y el glamur. La esposa de JFK se había educado en los mejores colegios y había viajado por el extranjero. Eso le proporcionaba una preparación de la que carecían otras esposas de políticos, a las que ella acostumbraba a despreciar por su falta de gusto y estilo. En público, sus modales de élite le permitían ser la perfecta primera dama. Sin embargo, en privado, rodeada de personas de confianza, Jackie podía ser sorprendentemente desinhibida. Le gustaba fumar, por ejem-

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plo. Hasta tres cajetillas al día, por más que en cierta ocasión prometió reducir su consumo a solo cinco cigarrillos en el mismo lapso de tiempo. En la imagen de este mes la observamos disfrutando del humo en una reunión privada, captada por el objetivo indiscreto de Ron Galella, el célebre paparazzo. La instantánea atentaba contra la imagen de perfección que la entonces esposa del millonario griego Aristóteles Onassis deseaba mantener de cara a la galería. Tan estricta era en este tema que algunos años antes intentó censurar al periodista William Manchester

cuando este reveló que le gustaba el tabaco. Manchester había sido contratado por la familia Kennedy para escribir un libro sobre la muerte de JFK, pero los desacuerdos entre las partes suscitaron una dura pugna alrededor de lo que acabaría convirtiéndose en el clásico Muerte de un presidente (1967). Desde el asesinato de Dallas, Jackie se preocupó por mantener viva una memoria idealizada del legado de su marido, al que llegó a comparar con el rey Arturo. Por eso, la expresión “Camelot” se ha utilizado, también, para designar sus años en la Casa Blanca.