Hellen Keller, Una Historia de Resiliencia

Hellen Keller, una historia de resiliencia. (1880-1986) “Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosot

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Hellen Keller, una historia de resiliencia. (1880-1986) “Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros” (Hellen Keller, 1929)

Hellen Keller fue una bebé sana, amigable y afectuosa, pero a sus 19 meses de edad contrajo una enfermedad que le produjo fiebres muy altas, ocasionándole sordera y la pérdida de la vista, lo que provocó que manifestara conductas de indiferencia y fuera poco expresiva; ante la imposibilidad de conectarse con su mundo exterior a través de estos dos sentidos consideramos lógico que no sólo se comportara así, sino que además se sintiera limitada para poder desenvolverse con naturalidad, atreverse a explorar y conocer lo que había a su alrededor. Habiendo aprendido a caminar perdió seguridad y entonces se aferró a la cercanía y a los cuidados de su madre. Contar con sus sentidos para crear un vínculo era importante, la ausencia de ellos le impedía comunicarse y relacionarse con los demás, así como comprender lo que pasaba a su alrededor. Habían pasado los años y ella no había logrado desarrollar el lenguaje, tal parecía que no había esperanzas para encontrar una cura a su condición. A pesar de sus intentos por entender lo que los demás decían cuando ella tocaba los labios de las personas que hablaban e imitaba sus movimientos, resultó una acción a la que no le encontró sentido. Después de buscar especialistas de manera incansable, los padres de Hellen contrataron a una joven profesora llamada Anne Sullivan, más que por conservar una esperanza fue por desesperación, al no comprender los comportamientos de Hellen. Conforme iba creciendo, su aislamiento con el mundo la llevaban a sentir frustración, experiencia que nos comparte en uno de sus libros: “Vivía en un mundo que no era un mundo…no sabía que sabía o que vivía, actuaba o deseaba” (1920), pero con la ayuda de su maestra Anne Sullivan aprendió poco a poco a comunicarse a través de señas táctiles. La primera palabra que aprendió fue agua. Anne colocó la mano de Hellen bajo el chorro de agua, mientras escribía en su otra mano la palabra. Hellen describe que ante esa experiencia permaneció inmóvil poniendo toda su atención en los movimientos que Anne hacía en su mano “súbitamente sentí una empañada visión de algo olvidado; una conmoción de un pensamiento que retornaba y de algún modo el misterio del lenguaje me fue revelado. Supe entonces que a-g-u-a quería decir ese algo frío maravilloso que fluía sobre mi mano. Esa palabra viva despertó mi alma, dándole luz, esperanza, dicha y libertad” (1905). La señorita Anne Sullivan realizó un largo y valioso proceso de enseñanza con Hellen que duró 49 años. Esto demuestra que fue una persona significativa, construyó un vínculo afectivo con su alumna, después fue su intérprete y posteriormente su compañera. La historia de Hellen Keller es una experiencia de vida que valoramos no sólo como un gran ejemplo de superación personal ante las limitaciones físicas, sino para entender la importancia del vínculo y el poder de la resiliencia. El encuentro de esta pequeña con su maestra Anne Sullivan fue determinante para darle fortaleza y confianza, de esta forma descubrir, aprender y hacer lo que ella creía que nunca lograría. Hellen es un ejemplo de vida, privada de la vista y el oído, salió de un estado emocional temeroso, incapaz de separarse de su madre, de confiar y de desarrollar relaciones con otras personas. Conforme fue desarrollando su lenguaje y gracias a las enseñanzas de su maestra, su experiencia social se fue abriendo ya que aprendió a relacionarse, a expresar sus sentimientos y necesidades, logrando independizarse. En una carta que escribió a dos niñas, Doris y Elsie, cuya madre era también sorda y ciega les comparte: “En realidad mi espíritu estaba encarcelado antes de que llegara mi maestra, pero su amor y el poder del conocimiento me liberaron, de modo que he vivido feliz a pesar de mis privaciones. Apenas soy consciente de ellas y, en realidad, nunca estoy en la oscuridad.”

En la vida de Hellen Keller figuran otras personas que también fueron significativas para ella, y que de alguna manera tuvieron un papel trascendental en su formación y superación: el Sr. John Hitz, con quien desarrolló una amistad desde que ella tenía 13 años. Fue un hombre que siempre mostró interés en las actividades de Hellen; se mantuvo al pendiente de sus estudios, alegrías, sueños, esfuerzos como alumna y universitaria, de su labor a favor de los ciegos. El Sr. John se convirtió en una de las pocas personas que supo apreciar a la maestra Sullivan y comprender lo que su trabajo implicaba para Hellen y para el mundo. En una conferencia Hellen expresa lo siguiente: “Ahora ya saben para qué vivo: la devoción y el servicio a los demás. Era ciega y ahora veo; era sorda y ahora oigo; era muda y ahora hablo, y fue mediante las manos de los demás que me encontré a mí misma, que descubrí a mi madre y a mi padre, que descubrí el mundo, mi alma y mi amor por Dios. Mediante las manos de los demás, yo, sorda y ciega, conozco la riqueza y la plenitud de la vida. A través de la fortaleza de los demás, soy capaz de llevar a cabo tareas que merezcan la pena.”(1928). Al acercarnos a la historia de Hellen Keller, leer fragmentos de sus libros y sus biografías nos damos cuenta que fue una mujer que dejó crecer la fe en su alma. A través de mucho trabajo espiritual, dio gozo a su existencia, vinculado al aprecio de la labor que desempeñaba su maestra y a su propia responsabilidad de servicio; a los momentos de lucha, soledad, alegría y a las duras realidades que valientemente enfrentó. Teniendo como contexto la vida de esta extraordinaria 1 mujer y entendiendo que la resiliencia es la capacidad de una persona para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves; y además tomando en cuenta que para construir la resiliencia son esenciales tres elementos 2 : primero, que el individuo sea capaz de explicar lo que le ha ocurrido; segundo, que sea capaz de proyectarse positivamente en el futuro, pensando lo que va a superar y planificando lo que va a hacer después de su recuperación; y finalmente contar con una figura de apego o apoyo en este proceso; es como podemos ver en Hellen un ejemplo de persona resiliente. Sus experiencias, aprendizajes y su vida la compartió a través de acciones sociales y altruistas, dando conferencias a lo largo del mundo y escribiendo varias obras, mismas que dan reflejo de un sentido optimista para vivir la vida, entre ellas: La historia de mi vida (1903), El mundo en que vivo (1908), Salir de la oscuridad (1913), Mis años posteriores (1930), Tengamos fe (1940), Maestra: Anne Sullivan Macy (1955), la puerta abierta (1957). Hellen es considerada una mujer que está lejos de afirmar que sus experiencias son únicas, y que creía que cualquier persona puede pasar por ellas, sobre todo “quienes necesitan un perdurable núcleo de fortaleza dentro de sí mismos”. A su muerte, a los 88 años de edad, se le recordó en su funeral como una mujer que mostró que en el mundo no hay barreras para la valentía y la fe. “Nunca perdemos lo que hemos disfrutado alguna vez” “El creyente no se desanima fácilmente. Si le quitan su vivienda, construye una casa que los vientos de la tierra no pueda destruir.” (Hellen Keller, 1951)

Por Ana Marta Flores Centeno, mayo 2011

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Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia, p.60. Teoría de Resiliencia, Cyrulnik