Fundamentos de Etica Hebrea

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA ÉTICA JUDÍA. El número de comentarios escritos en el Pirkei Avot demuestra que contiene mucho m

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PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA ÉTICA JUDÍA. El número de comentarios escritos en el Pirkei Avot demuestra que contiene mucho más contenido y estructura de la que puede ser resumida, pero aquí se recogen algunos de los principios éticos generales que se encuentran en la obra: • • • • • • • • • • • • • • •

Muestra bondad a los demás. Respeta al otro. Respétate a ti mismo. Respeta a Dios. Busca la paz. Sé prudente. Sé humilde. Combina el estudio de la Torah con el trabajo. Ten cuidado con lo que dices. No busques recompensas. No te apresures en juzgar a alguien. Sé justo y toma decisiones en consecuencia. El tiempo de actuar es ahora. El castigo iguala al pecado. Busca un temperamento constante.

El judaísmo no sólo comprende rito y sinagoga, por importante que éstos sean para nosotros como pueblo. Comprende también el hacer lo adecuado para corregir la injusticia y ayudar al débil y al desvalido. Rabí Levi Itzjak de Berdichev reunió una vez a los lideres de la comunidad antes de Pesaj.( (Pascua judía), Las panaderías comunitarias estaban preparando las matzot para la festividad. Mucha gente de la ciudad estaba trabajando en la preparación de las matzot. Rabi Levi Itzjak dijo a los líderes: “Los no judíos nos acusan falsamente del crimen horrible de usar la sangre de los gentiles para Pesaj. Esto es por supuesto una calumnia terrible. Pero nuestras matzot están preparadas con la sangre de los trabajadores que están mal pagados”. Los rabinos citan un versículo del Libro de Proverbios que reza: Ish terumot yeharsena – un hombre de talento puede destruir el mundo -. Los sabios interpretan esto, significando que el versículo se refiere a un estudioso, erudito en el Talmud ((obra enciclopédica judía de discusión, interpretación y aplicación de la Biblia hebrea). Sin embargo si un huérfano o una viuda se presentan ante él para obtener justicia, responde: “Estoy ocupado con mis estudios, no tengo tiempo”. Con esto Dios proclama: “Lo considero a Ud. responsable por el caos de la sociedad”. Así el judío defiende la ética. Para él, tiene que ser esencia de su judaísmo. Cuando se le preguntó al Presidente Roosevelt durante los tétricos negros días de la Segunda Guerra Mundial, por qué estábamos empeñados en esta guerra, replicó: “En defensa de un versículo del Génesis: Dios creó al hombre a su propia imagen”. En esta declaración, Roosevelt formuló no solamente la esencia de la democracia; expresó también el principio básico de la ética judía. Dicen los rabinos del Talmud (obra enciclopédica judía de discusión, interpretación y aplicación de la Biblia hebrea): “El hombre fue creado a través de Adán un ser humano único, con el propósito de enseñar que quien destruye una sola vida humana, se considera como si hubiese destruido un mundo entero”. El fundamento de todo es el reconocimiento que toda persona, judío o no judío, blanco o negro, rico o pobre, tiene el derecho de ser tratado por nosotros con dignidad y respeto, con amor y compasión. Todo ser humano está creado a imagen de Dios y como tal es sagrado e inapreciable. La ley judía lo explica y enseña a través de una ordenanza interesante y poco usual. Todos sabemos que cuando el templo estaba aún en existencia en los tiempos antiguos, la persona más importante en el ritual del Bet Hamikdash, (el sagrado Templo de Jerusalem), en el Santo de los Santos, una vez al año, en Iom Kipur (Día del Perdón), se preparaba para el ritual, estudiaba y practicaba. Era el punto culminante del año judío. Cientos de miles se reunían en el área del templo para presenciar la entrada del Sumo sacerdote en el Santo de los Santos y su salida. Lo aplaudían y felicitaban. Este era un gran día para el Sumo Sacerdote. Sabemos también que al Sumo Sacerdote no le estaba permitido estar en contacto con un muerto. Si así lo hacía, no le era permitido

entrar en el Bet Hamikdash. Un hecho más debe aclararse antes de continuar con la historia talmúdica. Existe en el judaísmo el concepto de met mitzvá, esto es: Un cuerpo es abandonado sin que haya quien haga los arreglos del entierro. Si una persona encuentra dicho cuerpo, es una mitzvá, un mandamiento, el enterrarlo. Luego el Talmud (obra enciclopédica judía de discusión, interpretación y aplicación de la Biblia hebrea) discute la siguiente pregunta: “¿Qué sucede si el Sumo Sacerdote en su camino al Bet Hamikdash en Iom Kipur (Día del Perdón), antes de realizar el gran ritual encuentra un cadáver? ¿Qué debe hacer? Si entierra el cadáver será impuro y no podrá realizar sus funciones. Los rabinos dicen: “Dejen que él entierre el cadáver y dejen que otro sacerdote lleve a cabo el rito”. Siempre me he preguntado leyendo ese pasaje, ¿quién podría yacer abandonado en un camino, sin nadie que lo entierre? Sólo podría ser un vagabundo, un hombre del nivel social más bajo. Sin embargo, el Talmud es claro en el hecho que el Sumo Sacerdote, el único judío al que se le permite entrar en el Santo de los Santos, el más alto oficiante de la religión judía, él debe enterrar al muerto, haciéndose así impuro. Esto expresa en forma dramática el valor que el judaísmo atribuye a cada persona. Todo hombre es único. Si el mundo continúa por millones de años, ninguno de nosotros será reduplicado. Así somos valiosos, merecedores de respeto, consideración y ayuda. Este es el primer principio de la ética judía: la doctrina central del carácter sagrado del hombre. De esta idea se desprende otro principio cuya comprensión y obediencia son vitales en el judaísmo. Este principio se expresa también a través de una conversación transcripta en la literatura rabínica. La pregunta siguiente fue hecha por Turnus Rufus (Gobernador romano en Palestina) a Rabí Akiba: “Si tu Dios ama al pobre, ¿por qué no lo mantiene?” Rabi Akiba contestó: “Para poder recibir nuestra recompensa a través de ellos”. “Al contrario –dice Turnus Rufus– se lo ilustraré con una parábola. Suponga un rey de la tierra enojado con su servidor, lo encarcela y ordena privarlo de comida y bebida, y un hombre va y le da de comer y beber. ¿Si el rey se entera no estaría enojado con él?”. Rabi Akiba le contesta: “Se lo ilustraré con otra parábola. Suponga un rey de la tierra enojado con su hijo, lo encarcela y ordena se le prive de comida y bebida, y alguien viene y le da de comer y beber. Si el rey se entera, ¿no le enviaría un regalo?” ¿Cuál es la diferencia de puntos de vista entre Rabi Akiba y el emperador romano? Para el gobernador romano un hombre infortunado es un hombre maldito por Dios. Como tal no está bien que lo ayudemos, pues haciéndolo estamos ayudando a los enemigos de Dios, por así decir. El punto de vista de Rabi Akiba está en oposición directa del de Turnus Rufus. Ayudando al pobre no sólo ayudamos a nuestros hermanos, sino también, por así decir, a Dios mismo. Dios nos ha dado la tarea de perfeccionar Su creación. Cuando practicamos bondad y consideración estamos continuando el plan creador de Dios. Todo hombre es responsable del bienestar de los demás hombres. La sociedad está obligada a cuidar de aquellos que son menos afortunados, Haciéndolo, no estamos sólo realizando una mitzvá – precepto religioso, buena acción - sino que también ayudamos a Dios a realizar el tipo de mundo que Él se propuso cuando lo creó. A pesar que bitajón (confianza en Dios) es una gran virtud religiosa no nos es permitido decir al hombre que ruegue a Dios y de este modo abdicar nuestras responsabilidades. Es así que el segundo gran principio de la ética judía es que todo miembro de la sociedad tiene derecho al interés y ayuda de los demás miembros de la misma. El tercer principio importante de comprensión de la ética judía está ilustrado en un pasaje interesante y enigmático en el Talmud (obra enciclopédica judía de discusión, interpretación y aplicación de la Biblia hebrea): Se nos habla de dos hombres caminando en el desierto, uno de los hombres tiene en sus manos una cantimplora con agua. La situación es tal que si uno de los hombres bebe media cantimplora ambos perecerán. No hay suficiente agua para mantenerlos a ambos con vida. Si uno de ellos bebe toda el agua vivirá y el otro morirá. ¿Qué debe hacer el hombre con el agua? En el Talmud encontraremos dos opiniones. Un extraño rabino, Ben Peturá, pensaba que es mejor que ambos beban y no dejar que uno de ellos vea la muerte de su amigo. Rabí Akiba, el gran héroe de la tradición judía, dice que está escrito en la Biblia: “Y deja a tu hermano vivir contigo”. Rabí Akiba enseñó: “Y deja a tu hermano vivir contigo”. Tu propia vida tiene prioridad. Rabí Akiba protesta contra la idea de Ben Petura que no está dispuesto a salvar por lo menos una vida y permite morir a ambos. Rabí Akiba aconseja, pues que por lo menos una vida debe ser salvada y, dado que debemos elegir, deje al hombre que tiene el agua beberla.

Lo que esta historia interesante nos enseña es una idea básica de la ética judía. Señala el hecho que muy frecuentemente nuestras elecciones morales son de carácter trágico. Esto es, cualquier cosa que hagamos alguien resultará herido. Uno de los hombres va a morir. A pesar de que nuestras elecciones éticas son trágicas, tenemos la obligación de hacerlas. Decidir cuál es la mejor y actuar en consecuencia. Una de las grandes dificultadas en vivir una vida ética, es la idea errada de que elegimos entre blanco y negro, la realidad es que elegimos entre grises. La vida está llena de tales problemas, si un niño se aleja del hogar hiere a sus padres. Si se queda en casa impide su propio crecimiento. Si tenemos guerra, hay gente que muere, y si no la hay se perpetúa la esclavitud. Tenemos la obligación de hacer elecciones trágicas, pero debemos elegir. Debemos elegir entre lo más bueno y lo menos bueno. No sólo el individuo es sagrado, no sólo somos responsables el uno por el otro, debemos actuar aun sabiendo que un bien menor se sacrifica por un bien mayor. Así, éste es el tercer principio de la ética judía. El judaísmo enseña que los principios éticos no se transmiten a través de la enseñanza de principios abstractos, sino a través de la educación. Esta educación tomó dos formas, una era el estudio de las fuentes éticas judías, la Biblia y el Talmud. El estudio de los libros sagrados no fue llevado a cabo para obtener títulos o conseguir un puesto mejor. Se hizo para aprender lo que es permitido y lo que es prohibido. A través del estudio de la Torá el hombre fue sensible a los problemas del bien y del mal. Se empapó en la idea que hay ciertas cosas, vos men tor nisht, que se nos prohiben hacer. Esto llegó a ser parte de la conciencia de los adultos y los niños. El otro instrumento de educación fue a través de la observancia de las mitzvot. El sistema total de la observancia judía, el Shabat, la sinagoga, las festividades, todo esto trajo como resultado que cada uno pensara en sus responsabilidades y que volviera su mente a Dios. Desde el tiempo de los profetas, aquellos que pensaban que la observancia del rito judío lo liberaba de la responsabilidad de practicar las demandas éticas del judaísmo, están condenados. Ritual sin ética es como un cuerpo sin alma. La observancia de las mitzvot era un instrumento activo que fortalecía nuestras decisiones éticas. Un hombre que reza cada día o que observa el Shabat cada semana, que se entrena en pensar en su relación con lo Divino, encontrará difícil ser cruel y duro. Finalmente, hay otro principio de ética judía y es el concepto de responsabilidad. La palabra responsabilidad viene del vocablo responder, contestar. Por más que queramos olvidarlo a veces, lo que hacemos no es solamente nuestros problemas. Somos responsables de nuestras acciones. Hay un ojo que ve aun en lo recóndito de nuestros corazones; hay un oído que oye las palabras no pronunciadas. El hombre no está solo en el mundo. Debemos responder por nuestras aciones. Éste es un principio básico de la ética judía. En la Edad Media hubo una famosa historia acerca de un herrero que era el hombre más dotado en su profesión. Un día hubo una revolución en la tierra del herrero. Fue encarcelado y atado con cadenas, pero no se preocupó. Él, el maestro, podía encontrar la unión débil en cualquier cadena. La rompería y sería libre. Mientras examinaba sus cadenas gritó de angustia, pues reconoció su propia marca. Él las hizo, y sabía que era imposible romperlas. No hay quien pueda romper las cadenas con las cuales uno mismo se ha atado. Si nos envolvemos sólo en nosotros mismos, no somos libres de vivir una vida plena. Es sólo cuando sentimos nuestra responsabilidad que podemos funcionar como verdaderos seres humanos. Así hemos visto que hay fundamentos básicos en la ética judía: Todo individuo es sagrado Somos responsables uno por el otro Frecuentemente tenemos la obligación de hacer elecciones trágicas Y somos responsables de nuestras acciones

La Ética Judía. Desde que los judíos salieron a la diáspora en el año 70 d.C. con la destrucción del segundo gran templo de Jerusalén, perdiendo así con su tierra su identidad nacional, muchos han sido los pensadores y filósofos que se han abocado a definir el judaísmo. ¿Es acaso éste una religión o quizás una conciencia colectiva que se nutre de una historia y tradiciones comunes? o más aún, ¿Es una forma de vida, un modo particular de entender y relacionarse con el cosmos y la sociedad? Mantener una conducta honorable y una vida honesta y virtuosa no constituye para el judío un mérito personal digno de alabanza. Se trata, de cumplir con una ley formal de carácter obligatorio, que no sólo establece normas definidas sujetas a la interpretación, sino que, además, se intenta crear con ello una actitud ética en los hombres. Maimónides, sabio judío del siglo XII, afirmaba que los principios morales habían sido otorgados a los miembros de su pueblo para beneficio de toda la humanidad y que, la práctica de estos valores, no podía ser opcional. Más aun, en la Biblia, las exigencias éticas son consideradas una parte esencial de las demandas que Dios planteó a los hombres y que, a pesar de su origen divino, tienen conformidad con la naturaleza humana: "Porque este mandamiento que te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos... sino que la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la pongas por obra". (Deuteronomio 30: 11, 14). Es así, que se exige de cada ser humano el cumplimiento de buenas acciones hacia sus semejantes, característica indispensable para la convivencia entre los hombres. Los principios éticos son el centro de la religión y la cultura nacional; constituyen, además, la esencia de la enseñanza judía. A diferencia de otras religiones, el judaísmo no exige al hombre que se aparte parcial o completamente de la vida mundana para alcanzar la perfección. De hecho, se aprueba la existencia humana tal como es, pero se elaboran una serie de exigencias para que el deber ser resulte compatible con la realidad. Se exige el amor a la humanidad, la benevolencia y la humildad, y se lucha contra la impureza, el egoísmo y la irracionalidad en el hombre. La ética judía se distingue de otros sistemas en la centralidad que se le asigna a las demandas morales. Otros pueblos del Cercano Oriente revelaron su sentido ético en composiciones marginales a su cultura, en algunos prólogos y en proverbios dispersos en su literatura. Para el judaísmo, por el contrario, la esencia de su ética se encuentra expresada en su totalidad en la Biblia, que es el sustento ideológico del que se nutre el espíritu judío. Los preceptos generales de la ética judía se basan en el principio "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Levítico 19:18). Más aún, el hombre debe suprimir sus propios deseos y brindar ayuda, aún hasta su propio enemigo (Proverbios 25:21). Rabí Akiva, gran sabio judío del siglo II, decía que este mandamiento contenía la esencia de toda la Torá, porque equipara el amor divino con el sentimiento del hombre: "El que es amado por los hombres, lo es también por Dios" (Pirké Avot 3:1 3). De esta premisa se deriva un precepto que logró universalizarse: "No hagas a otros lo que no quieras para ti" (Hillel, Shab 31 a). La idea de abstenerse de lastimar a un semejante o abstenerse de hacer el mal es básica para evitar el odio sin fundamento que destruye la vida en sociedad: "Aborreced lo malo y amad lo bueno y restableced la justicia" (Amos 5:15). De estas ideas se derivan diversos mandatos decretados para normar la relación entre los hombres: •



Está prohibido avergonzar a cualquier persona ya sea por medio de palabras o de actos, en privado o en público, porque el que humilla a otro es como si hubiera derramado sangre. En la misma escala se condena la calumnia y la difusión de rumores. Se debe evitar el robo, la opresión y el cohecho. El que persigue la riqueza con pasión y frenesí, recurriendo a fuentes inabordables para sus medios o prohibidas por la honestidad, se impone a menudo transacciones



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vergonzosas para su conciencia, misma que se debilita más y más hasta ahogarse. El orgullo y la ambición son defectos que demuestran menoscabo de la justicia y la razón. Todo hombre debe ayudar a los pobres, alimentar a los hambrientos y defender a la viuda y al huérfano y mostrar así en toda circunstancia una conducta piadosa: "Cuando hubiere en medio de ti pobre alguno... no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano menesterosos; sino que indispensablemente le abrirás tu mano, y sin falta le prestarás lo suficiente para la necesidad que padeciere". (Deuteronomio 15: 78). Se reprueba la pereza porque el permanecer inactivo conduce al vicio: "Por medio de la ocupación, sea en el estudio, sea en los negocios del mundo, se olvida el pecado". (Pirké Avot 11:2). Todo ser humano debe ganar su sustento con un trabajo honesto, estable, activo y moral: "Feliz aquél que se alimenta con la obra de sus manos". (Salmo 128). La envidia, la codicia y la sed de honores abrevian la vida del hombre" (Pirké Avot 4:28). "No te vengarás ni guardarás rencor..." (Levítico 19:18). El saber otorgar el perdón es uno de los ingredientes esenciales del amor que encamina al hombre a frenar sus impulsos y a vencer pasiones que surgen como respuesta a la conducta hostil de otros individuos. Los grandes sabios rabínicos alaban a aquel que es insultado y no insulta, que escucha y no responde.

La idea bíblica de: "...ojo por ojo, diente por diente", que en apariencia resulta contradictoria con los conceptos morales judíos, ha sido interpretada como una sanción espiritual y no física. Rabí Dostai ben Judah, entre otros decía que aquél, que dañara a otros sin ninguna excepción, debía pagar con su acción por medio de una compensación económica previamente establecida, más no con una agresión física. Sin embargo, la ley del talión con sus orígenes hebreos ha sido tergiversada para proyectar al pueblo y al Dios judíos como esencialmente crueles y vengativos. Más aún, este carente de asidero en la realidad, ha provocado una actitud prejuiciada que alimenta las corrientes antisemitas tradicionales. La concepción del perdón y del amor hacia los semejantes es una parte integral del aparato moral judío. Por ello, en la noche de Yom Kipur (el Día del Perdón), la fecha más sagrada en el judaísmo, los fieles se ponen de pie en la sinagoga y claman: "Señor, pido perdón por todas las ofensas que pude haber cometido contra cualquiera de mis semejantes, en hechos o palabras. En hebreo, el término de “Mussar” en la Torá, se refiere a reprender, enseñar y advertir o el acto de castigar por una mala acción. Hoy día, este término está usado en sentido de “Ética” y se refiere a la conducta adecuada en la vida e incluye principios básicos referentes a la conducta correcta entre el ser humano y el Todopoderoso o entre el ser humano y su semejante. La Ética Judía tiene como base la Ley Escrita (Torá) y la Ley oral (Talmud), incluyendo tanto los preceptos de relaciones entre el ser humano y Dios, careciendo de vez en cuando de lógica humana, como entre el ser humano y su semejante que son lógicas y explicables en términos humanos. Los principios básicos están ya enumerados en la Torá, en el Talmud y en la vasta literatura rabínica de las varias eras. La Ética Judía, está basada en deberes, obligaciones, preceptos y responsabilidad mutua. La aceptación de la Torá y Sus Preceptos se caracteriza como “yugo del cielo” y “yugo de la Torá”. La aceptación de este yugo representa el propósito final del judío en este mundo y trae realización y satisfacción espiritual. La palabra “recto” significando “estoy autorizado para hacer algo” en su sentido moderno, esta inexistente en la literatura bíblica y talmúdica.