Filososos y Su Aporte a La Educacion

FILOSOSOS Y SU APORTE A LA EDUCACION Francisco Rabelais (1483-1553) Fue uno de los precursores del humanismo. Su obra fu

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FILOSOSOS Y SU APORTE A LA EDUCACION Francisco Rabelais (1483-1553) Fue uno de los precursores del humanismo. Su obra fue literaria y, no pedagógica. Su pensamiento influyó en el pensamiento de Montaigne, Locke y Rosseau. El merito pedagógico reside en haber roto lanzas contra la educación formalista y libresca, y en vislumbrar con viva agudeza un tipo de educación real y práctico. La obra más importante de Rabelais: Gargantúa y Pantargruel es una novela pedagógica llena de ironías en la que plasma sus ideas de educación. Relata la educación que el personaje Gargantúa recibía, fruto de la preocupación de su padre. Gargantúa trabaja durante veinte años, aprendiendo muchos libros, que incluso los puede recitar de memoria; pero no adelanta nada. El padre escogió a un nuevo preceptor una persona más ágil y realista, (el cual es Rabelais encarnado en este personaje). Empieza a aplicarle su propio método de enseñanza por medio del juego. El nuevo preceptor refleja el sentido de la educación para Rabelais y para su época. Para ello, decide no perjudicar a su alumno haciéndole cambiar sus hábitos tan repentinamente. Poco a poco, lo acostumbró a vivir en sociedad y a interesarse por el medio que lo rodeaba, llevándolo de viaje para ilustrarlo. Esta manera de enseñar hace que su alumno no sienta al estudio como una obligación desagradable y que no se aburra con una enseñanza unilateral, sino que las hace más variadas introduciéndole en medio de las clases teóricas educación física, para endurecerle el cuerpo, obligándole a saltar, trepar, nadar, disparar la honda y la flecha, esgrima, equitación y gimnástica completa. Planea sus clases para que el joven aprenda los conocimientos fundamentales, como el conocimiento de las ciencias naturales (por la observación), Botánica (en las flores del campo), Astronomía (en los astros), Higiene en los alimentos, Matemática, por medio del juego de naipes y fichas, los cuales también le servía para dominar la Aritmética y la Geometría y otras cosas más siempre de manera sensitiva. Así pudo dominar los números. También le enseña la Moral, lectura, dibujo, griego, latín, las artes liberales, los textos clásicos, etc. A veces, las circunstancias no eran las apropiadas para dar clases, por eso buscaba siempre la manera de poder educarlo hasta en las circunstancias más difíciles y también pretendía abarcar todos los aspectos que pudieran servir para que Gargantúa se educara completamente. Éste es un reflejo del pensamiento humanista que poseía Rabelais: él quería una educación realista, aprendida en la vida y con utilidad para ésta, pero al mismo tiempo es exagerada porque excede los límites del conocimiento

humano y menciona la necesidad de conocerlo todo, muy característico de la época renacentista, porque la gente de esta época poseía una inquietud desbordante y una curiosidad ilimitada. Rabelais ofrece el ideal educativo de la época que era: • el rechazo al conocimiento formal y dogmático, • Rechazo a la autoridad para estimular el juicio personal y la inquietud por el conocimiento de la realidad en todas las expresiones posibles. Según él, la clave de la educación era: “Haz lo que quieras” y su principio fundamental era que la Ciencia sin conciencia, no era más que la ruina del alma. Rabelais estaba en contra del ascetismo, de las reglas de pobreza, castidad y obediencia. Lo bueno y eficiente era un sistema educacional basado en las glorias de la época presente. La educación humanista, promovía la práctica de educación física y su formación era intelectualmente intensa y reflexiva, haciendo al alumno pensar sobre lo que está aprendiendo. También aprovechaba totalmente el tiempo, como el de las comidas, el juego y el paseo. Rabelais elogiaba al paganismo antiguo y a las Ciencias Naturales. Gracias a esta novela que escribió, pudo combatir con sagacidad, gracia e ironía, los defectos de la enseñanza de su tiempo, e hizo ver la necesidad de vincular la didáctica a la observación de los hechos y al estudio de la naturaleza.

Miguel Eyquem, señor de Montaigne, Nació en el castillo de Montaigne (en el Perigord, Francia). Su familia materna fue de ascendencia judía portuguesa. Recibe de su padre una educación humanista y liberal, quien lo envía a vivir con unos campesinos de su aldea para que conociera la pobreza. Durante sus primeros ocho años de vida, su padre le contrata un maestro alemán que no hablaba francés, únicamente latín como lengua materna, luego le enseñó el griego y por último el francés para poder estudiar leyes en la Universidad de Burdeos. Montaigne muestra aversión por los conflictos entre protestantes y católicos, es profundamente humanista. En su faceta educativa, propone la entrada al saber por medio del ejemplo concreto y de las experiencias, más que del conocimiento abstracto. Se rehúsa a ser él mismo un maestro de pensamiento, ya que afirma en su filosofía que hay que basarse en buscar una identidad.

Este personaje se inclina por la educación individual sobre la escolar colectiva; y confía a un solo preceptor la tarea educativa. Opinaba que conviene que lo que acaba de aprender el niño lo explique de diversas maneras y que lo acomode a otros tantos casos para comprobar si aprendió bien la enseñanza, hasta asimilarlo. También explica que la educación debe ser con una “una dulzura severa”, es decir, no hay que dar castigos para que el niño no les tema, más bien hay que fatigarlos y educarlos al frío. “Alejar de él toda blandura en el vestir, en el dormir, en el comer y en el beber y que no se convierta en un muchachito hermoso y afeminado, sino en un mozo lozano y vigoroso”. Su ideal era formar el hombre perfecto como hombre de mundo.

Juan Jacobo Rousseau Nace en Ginebra, Suiza en 1712 y muere en 1778. Pierde a su madre a los pocos días de nacido y a este respecto escribirá: “Yo costé la vida de mi madre, mi nacimiento fue la primera de mis desgracias”. Siendo muy niño, es abandonado por su padre y puesto en pupilaje en Bossey. Reinstalado en Ginebra desempeñará diferentes actividades. En 1945 conoce a Teresa Levoasseur con quien procrea cinco hijos a quienes deja en el Hospicio de Niños Expósitos, sin siquiera conocerlos. Pese a haber prometido a Teresa Lebasseur nunca casarse con ella, lo hace casi al final de su vida en una ceremonia celebrada por él mismo, como ministro de la religión natural por él mismo fundada. Rousseau es considerado como uno de los constructores de la educación y la conciencia moderna. Sostiene que en el hombre hay dos principios: uno que lo eleva, el hombre natural que es interior, irreflexivo, inocente y autárquico; y otro que lo esclaviza, el hombre social que es exterior, malvado, esclavizado por las convenciones socioculturales, frutos de la reflexión. Por esto, considera que la mejor educación es la que el hombre recibe de la naturaleza. Dejar al niño en la sola dependencia de las cosas, ya que todos nuestros sentimientos, ideas y nuestra conducta comienzan con las sensaciones que nos producen los objetos. Propone la educación negativa, no hacer nada, no intervenir. La educación tradicional tenía dos propósitos contradictorios: formar al hombre y al ciudadano. El ideal de la educación es formar a uno o a otro. La formación del hombre debe preceder a toda otra formación particularizada. Enfatiza la importancia del conocimiento de la naturaleza del niño para la educación y que la educación debe atenerse a dicho conocimiento y desarrollo. Lo más importante es que el niño sea niño, que sea feliz. Sostiene que el fundamento de la formación humanista es el sentimiento general, natural de piedad hacia todo el género humano. Manifiesta también que el proceso educativo debe comprometer tanto al maestro como al alumno. Movido por estas ideas y sentimientos, escribe El Emilio o de la educación,

que es una obra muy importante y parte-aguas de la pedagogía contemporánea, y en la que están contenidas sus ideas sobre la educación. El Emilio está dividido en 5 libros, de acuerdo con los períodos de desarrollo del niño: Libro I. De 0 a 2 años. Orientado al desarrollo físico-sensorial. Antididactismo que recomienda dejar a la espontaneidad el desarrollo del lenguaje. Libro II. De 2 a 12 años. Consolidación del desarrollo físico y agudeza de los sentidos. Hace hincapié en el principio de la educación negativa. El contacto con las cosas le hace aprovechar lo útil y descubrir todas las artes técnicas y todas las ciencias teóricas. Libro III. La enseñanza intelectual: de 12 a 15 años. Se realiza siempre en forma intuitiva y autoactiva, leyendo sólo el gran libro de la naturaleza. El único libro permitido será Robinson Crusoe. No enseña la ciencia a su Emilio, el la descubre. Se inicia también la educación moral, naturalista y empírica. Libro IV. Formalización de la educación moral de los 15 a los 18 años. Insiste en la consideración dualista del hombre. Se basará en el sentimiento amoroso que hace de Emilio un hombre bueno, sincero, generoso y sabio. Libro V. A los 18 años, ya plenamente formado, debe pensar en el matrimonio. Aborda la educación de la mujer de forma muy negativa ya que dice que la única misión de la mujer es agradar y servir al hombre. Podemos así concluir los siguientes principios pedagógicos del Emilio: • Optimismo radical: el niño es bueno por naturaleza. • Paidocentrismo: necesidad de conocer al niño y su desarrollo evolutivo para poder educarlo conforme a éste. Dejar que el niño disfrute su infancia, que sea feliz. • Individualismo: cada sujeto tiene su propia naturaleza y exige una atención individual. • Libertad del educando: deducido de la suficiencia de la naturaleza infantil. • Vitalismo: “Vivir, he ahí el oficio que quiero enseñar a mi Emilio” • Activismo: la base del aprendizaje es el hacer. Un aprendizaje útil y práctico. • Sustantividad de la infancia: el niño es un ser con reacciones específicas distintas a las del adulto. • De las reacciones naturales: influjo inmediato de las cosas como base de la disciplina y de la educación moral. • Elevación Ideológica: todos los hombres son iguales, la educación debe evitar el espíritu de partido o secta. • Graduación: la educación debe ser gradual, de acuerdo con el desarrollo del niño.

Agustin De Hipona Agustín, considerado el más grande entre Los Padres de la Iglesia y uno de los filósofos cristianos más importantes de todos los tiempos, nació en el año 354 en la ciudad de Tagaste, en la provincia romana de Numidia (hoy Argelia,

en el norte de África). Su padre era pagano y su madre cristiana (santa Mónica). Estudió Retórica en Cartago. Allí cayó en sus manos el Hortensius de Cicerón, que contenía una exhortación a dedicarse a la Filosofía. “El libro cambió las intenciones de mi corazón —dice Agustín—. De repente se marchitaron para mí todas las vanas esperanzas, con increíble fervor del corazón anhelé una sabiduría incorruptible.” Comenzaba así su largo camino de búsqueda interior, camino que lo llevaría en primer lugar al maniqueísmo. Entre los quince y los treinta años convivió con una mujer con la que tuvo un hijo (Adeodato) en el 372. Ya distanciado del maniqueísmo, marchó a Roma, donde trabajó como maestro de Retórica. Allí entró en contacto con el escepticismo de la Academia de su tiempo y con el epicureísmo. Se trasladó luego a Milán, donde comenzó a frecuentar las homilías del obispo Ambrosio (luego san Ambrosio), para deleitarse y aprender de su afamada retórica. Leyó por esta época las Enéadas de Plotino y comprendió que más allá de este mundo material había otro ideal y que, contra lo que afirmaban los maniqueos, Dios debía ser inmaterial. Según cuenta él mismo, un día creyó escuchar una voz de niño que le decía: «Toma y lee.» Interpretó que Dios le estaba pidiendo que tomara la Biblia y la leyera, y así lo hizo. La abrió y leyó el primer pasaje que apareció ante sus ojos: “[…] nada de comilonas y borracheras, nada de lujurias y desenfrenos, nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Rom. 13, 1314). A partir de ese momento abrazó el cristianismo. Neoplatonismo y cristianismo se constituyeron en las dos fuentes principales de su pensamiento. El propio Ambrosio lo bautizó en el año 387. A este período corresponden sus primeras obras. Al año siguiente murió su madre (su padre ya había fallecido en 371) y en 388 regresó a su ciudad natal, donde fundó un monasterio, continuando, a su vez, con su labor de escritor. Fue ordenado sacerdote en 391 y obispo de Hipona en 396. Le tocó ser pastor de la Iglesia en una época difícil, en lo que se refiere a la política. En el plano político, el Imperio se desmoronaba y sufría invasiones que llegaban hasta la mismísima ciudad de Roma. En el plano religioso, distintas herejías confundían a los fieles y dividían a la Iglesia. Entre estas últimas se destacan el maniqueísmo, que el propio Agustín siguió en su juventud, con su afirmación de que hay dos principios igualmente poderosos, uno del bien y otro del mal, doctrina de origen persa que se presentaba con un ropaje cristiano; y el pelagianismo, que negaba la doctrina del pecado original. Estas discusiones le permitieron desarrollar sus doctrinas sobre el pecado original, la gracia divina y la libertad humana. Agustín murió en Hipona, en el año 430, durante la invasión de los vándalos.

Entre sus obras se destacan Contra académicos, contra el escepticismo de la Academia nueva (386); De beata vita, sobre la vida feliz (386); De ordine, sobre el orden de las cosas y el mal (386); Soliloquia, sobre el conocimiento y la inmortalidad (386-387); De libero arbitrio, sobre la libertad y el mal -contra los maniqueos- (388-395); De magistro, sobre la educación (399); Confesiones, donde realiza una introspección de una profundidad inigualable (387-401); De trinitate, sobre la relación entre la razón y la fe, y el misterio trinitario (400-416); De civitate Dei, sobre la ruina del Imperio, el cristianismo y la Historia (413-426). Al dejar el maniqueísmo, Agustín pasó por un período de escepticismo. No creía que el hombre pudiera llegar a la verdad y consideraba más bien que sólo era capaz de emitir opiniones probables. Pero encontró la superación del escepticismo en los datos de conciencia, inmediatamente evidentes, lo que lo acerca a Descartes y a Husserl. “¿Duda alguien de que vive, de que recuerda; de que conoce, quiere, piensa, sabe y juzga? Pues si duda, vive… Podrá alguien dudar acaso sobre lo que quiere, pero de esta misma duda no puede dudar.” Incluso “si me engaño, existo”, y de ello no cabe dudar. Agustín entendía que la verdad era eterna y necesaria. Y a estas características sólo respondían los contenidos ideales (como 2 + 2 = 4), pero no el conocimiento de las cosas obtenido a través de los sentidos, que es siempre particular y circunstancial. Por eso no creía que los sentidos fueran la fuente del conocimiento. Incluso afirmaba que la experiencia sensible es posible porque el alma la guía con sus reglas e ideas. Así, por ejemplo, necesitamos el conocimiento de lo uno para percibir lo múltiple, y a éste no lo obtenemos de la experiencia, pues en el mundo no hay unidad verdadera sino divisibilidad hasta el infinito. La fuente de la verdad hemos de buscarla en el interior del hombre, en su espíritu. Y no al modo de las ideas innatas cartesianas que el hombre encuentra en sí mismo, sino yendo más allá del propio espíritu, remontándonos hasta Dios. La Teoría del Conocimiento de Agustín es conocida como "Teoría de la Iluminación" y se inspira en un pasaje del primer capítulo del Evangelio de Juan, en el que se lee que el Verbo es “la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”. Las ideas eternas, inmutables e increadas, se encuentran en Dios, y él nos las comunica al conocer, de un modo natural (y no milagroso o sobrenatural). Al mundo lo vemos y pensamos gracias a la luz de las ideas, ideas que no nos pertenecen, sino que pertenecen a Dios, quien nos las comunica iluminándonos para que podamos conocer. ¿Qué es la verdad? No tanto la adecuación de nuestro intelecto a la cosa (verdad lógica), sino más bien a las ideas, especies eternas o modelos en la mente de Dios, según las cuales todo fue hecho (verdad ontológica). La verdad, por tanto, se identifica con Dios. Él es la verdad de las cosas, que fueron hechas según sus ideas divinas. La misma reflexión sobre la verdad y el conocimiento le permitirá a Agustín formular una demostración de la existencia de Dios (no la única). El hombre conoce verdades eternas, inmutables y necesarias. Y estas verdades no

pueden provenir de él mismo, que es mutable, temporal y perecedero. Por tanto, al conocer verdades ya conocemos a Dios (obviamente no en forma total, pero sí con certeza en su existencia), pues las ideas son de Dios, le pertenecen. Agustín recoge la afirmación de Éxodo 3,14: cuando Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre, Dios responde: «El que es.» (Yahvé) “Todo lo que en Dios hay no es otra cosa que ser”, dice Agustín. Pero, a diferencia de Tomás, comprende el "ser" en clave platónica, como "mismidad" (ser idéntico a sí mismo), como inmutabilidad. Todo lo que es, es porque Dios le participa el ser. Así se entiende el acto creador de Dios. Dios crea de la nada, sin que preexista materia alguna a su acto creador. Dios, en cuanto ser inmutable, está fuera del tiempo. Comienza a haber tiempo con la Creación. Por eso no tiene sentido preguntar, como hacían muchos en aquella época para poner en aprietos a los partidarios de la Creación, ¿qué hacía Dios antes de la Creación? La misma pregunta carece de sentido, porque no hubo un "antes" (tiempo) de la Creación, no hubo tiempo antes del tiempo. Ahora bien, si Dios lo ha creado todo de la nada y, por lo tanto, todo ser proviene de Dios, ¿cómo se explica el mal? La reflexión sobre el problema del mal había llevado a Agustín, en su juventud, al maniqueísmo. Pero Agustín ha madurado y tiene ahora una respuesta para ello: el mal no es. Ontológicamente hablando no hay mal, no hay nada malo. El ser, que proviene de Dios, es bueno. Lo que llamamos mal no es sino privación o ausencia de bien, pero en sí mismo no es nada, no tiene substancia. La antropología de Agustín muestra la tensión entre su convicción, como teólogo cristiano, de que el hombre es una unidad de cuerpo y alma, y su raíz platónica que lo lleva a concluir que el “hombre es un alma racional que tiene un cuerpo mortal y terreno para su uso”. No acepta del platonismo la preexistencia del alma, afirmación indispensable para quienes entienden el conocimiento como reminiscencia pero no para Agustín y su Teoría de la Iluminación. En cuanto a las relaciones entre razón y fe, Agustín sintetiza su pensamiento en un pasaje de su sermón 43: “Comprende para creer, cree para comprender.” El asentimiento a las verdades de fe está precedido por la razón, que demuestra que es legítimo creer en ellas (aunque no demuestra su contenido de verdad). Pero también es seguido por la razón, que interviene, luego del acto de fe, para profundizar en el contenido de esas verdades, cosa que sin la fe la razón no podría hacer. En La Ciudad de Dios (una verdadera filosofía y teología de la Historia) analiza la decadencia del Imperio Romano de Occidente, que era por entonces endilgada al cristianismo. Según Agustín, el hecho crucial de la Historia no es la caída del Imperio sino la encarnación del Verbo. La Historia es el espacio en el que el hombre ejerce su libertad optando entre el bien y el mal, entre la "ciudad de Dios", fundada en el amor a Dios, y la "ciudad

terrena", basada en el amor a sí mismo. La obra constan de veintidós libros. Los diez primeros polemizan con el panteísmo y los restantes giran en torno a la Iglesia, su origen y su misión en el mundo. En el terreno político, el enfrentamiento con el donatismo lo llevó a admitir el uso de la fuerza por parte del Estado para imponer la religión verdadera.

Juan Luis Vives Nacio en Valencia en el año 1492, coincidiendo con la fecha de la conquista de las américas por parte de los Reyes Católicos. Su familia de tenía una tradición comercial y de creencias judias que obligo a una conversión de credo para no ser expulada como el menor de los daños provocados por la Inquisición. Inicio sus estudios en la Universidad de Valencia para acabar alcanzado el grado de doctor en la ciudad de Brujas. Su pensamiento es amplio y global y se le consideró el precursor de varias disciplinas como la psicología, pedagogía, sociología o el trabajo social… Su elevado conocimiento enriqueció la cultura de su tiempo. Se proyectó hacia el futuro en dos dimensiones: la moralizante y la educativa. Entre sus aportaciones, encontramos el estudió de lo humano de forma concreta y directa. Vives consideraba necesario contemplar en toda acción el valor de los pobres y “la necesidad de ayudarlos”. Fue un intelectual adelantado en el campo social. Defendió, en todo momento, la prestación de una educación especial para quien la solicitaba. En este sentido, llego a reclamar una atención preferente para los niños de los pobres. Fue precursor de una psicología moderna y defiende el principio de la individualidad del aprendizaje. Abogo, en todo momento, porque el sexo no fuese un argumento para establecer diferencias educativas. También, mostró preocupación por los hechos políticos que conmovieron a Europa. Su máxima aspiración era conseguir la paz. Y, se convirtió en un incómodo elemento para los postulados de la Iglesia. Alentaba al cristianismo para combatir las costumbres de su época. Acontence un trascendental hecho en el año 1525. „Del socorro de los pobres‟ es la principal aportación de Referencia a la literatura del Trabajo Social. En esta obra expone sus propuestas de abolir la mendicidad en la ciudad de Brujas con medidas centradas en la limitación de las acciones positivas a los pobres indigentes. Exigio prioridades, en cualquier intervención social, centradas en la autosuficiencia mediante el trabajo. En todos sus programas de acción incorporo el criterio de la rehabilitación profesional de todas las personas diagnósticadas como pobres.

Una vez logrados los resultados mínimos en la rehabilitación laboral, Juan Luis Vives se atrevio a situar en el escenario de actuación conceptos como la integración laboral o la ayuda económica a los pobres de vida normalizada mediante un subsidio. Es decir, políticas laborales y social, con vigencia absoluta, en modelos de Estado actuales. En lo referente a la otra línea de acción, el autor del Tratado del Socorro de Pobres apostó por generar mecanismos de provisión de asistencia mantenimiento a las personas sin recursos no válidas para desempeñar oficio. Este plan fue criticado y prohibido por la propia iglesia, aunque sorprendio al impulsor de esta visión de política social en la Edad Media.

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En 1540, la salud de Juan Luis Vives no resite mayores envites y no logra superar el reto de un cáculo biliar, predecido de un cuadro de artritis aguda. Lo hizo en Brujas, el 6 de mayo del mencionado año. Baruch Spinoza, En la construcción del pensamiento moderno, hay muchos nombres ilustres. Hoy hablamos de dos figuras del S.XVII, Spinoza y Leibniz, dos influyentes autores racionalistas que se cuestionaron sobre Dios, el universo y la verdad El pensamiento de Benedictus (o Baruch) Spinoza se ha catalogado como uno de los sistemas filosóficos racionalistas más sólidos, a la vez que fue un gran pensador creyente. Nacido en Amsterdam, este filósofo es el único judío que ocupa un lugar importante en la historia del pensamiento occidental hasta la llegada de Karl Marx. Spinoza sentía una gran curiosidad por la ciencia y esto lo llevó a estudiar y seguir a Descartes (padre del racionalismo), así como a estar de acuerdo con él en que el conocimiento científico debe partir de una serie de premisas indudables. para Spinoza, es necesario un Dios omnipresente y omnipotente. Este Dios es un ser perfecto e infinito, por lo cual no hay nada que no forme parte de él. Además, lo único que se basta a sí mismo es la totalidad que compone el universo, que a su vez es la única existencia que no necesita explicación científica, ya que no hay nada que pueda situarse a su nivel. El universo es una totalidad que existe en y para sí misma, y que se entiende por sí misma. Por esto, es una totalidad que se identifica con Dios y que a su vez resulta la única verdadera, la única causa sin causa. Por esto, Dios no está fuera del mundo, sino que es el mundo, y el estudio de ambos elementos es en realidad el mismo. El propio ser humano posee esa doble naturaleza: cuerpo y alma, que son la misma persona.

El caso es que esta teoría sirvió para esa futura transformación de la Naturaleza en una divinidad y en fuente de inspiración, como harían los románticos del siglo XVIII y XIX. Spinoza es, además, el primero en sostener que la libertad no es más que una ilusión, ya que el hombre no es consciente de las causas que hay detrás de su comportamiento, como un par de siglos más tarde explicaría Freud. Sólo se es libre, diría, cuando se es consciente de esto. La principal obra de Spinoza es Ética (1677). „ÉTICA‟. Así se llama su obra más importante. Se publicó como un tratado de geometría en el que cada demostración comienza con sus definiciones y axiomas, seguidos del razonamiento en sí. Cada definición termina con la frase “Que debe ser probado”. Esta estructura de su obra se debe a la convicción de Spinoza de que el único conocimiento fiable es al que llegamos a través de las matemáticas. LIBRE EXPRESIÓN. Este filósofo fue el primero en plantear desde una perspectiva moderna la idea de la libertad de expresión, uno de los pilares de nuestras sociedades actuales. Esta libertad resulta imprescindible para mantener el orden, dice Spinoza, lejos de ser incompatible con él, como se creía entonces. En un mundo gobernado por la razón, “cada persona debe poder pensar lo que quiera y decir lo que piensa”. JUDÍO. Baruch Spinoza es hijo de padres judíos hispano portugueses y nació en Amsterdam en 1632. Recibió una esmerada educación judía, pero sus estudios de Física lo hicieron alejarse de estas creencias. Fue excomulgado. John Stuart Mill Naciò en 1806 nació John Stuart Mill, padre del liberalismo social. Más allá de decir que ha sido uno de los grandes filósofos de la modernidad, y cuyo pensamiento sirvió para fomentar las ideas que hoy consideramos esencialmente democráticas, tal es el caso de la libertad de expresión, quisiera hacer un pequeño reconocimiento a él y a su pensamiento. Sin duda uno de los grandes temas que la humanidad ha abordado desde su existencia es el tema de la Libertad. De los grandes aportes de Mill fue el principio de indemnidad, que se traduce en lo que muchos de nosotros escuchábamos en la escuelas respecto a que nuestra libertad terminaba donde empezaba la del prójimo. Si en las sociedades modernas todos siguiéramos este principio, sobra decir que sería una sociedad extraordinaria, sin embargo, aunque esto es imposible, sí podemos aspirar a fomentarlo, y crear un sistema de leyes que rijan el comportamiento social con certidumbre y sin impunidad, tal como ocurre en nuestro país.

Pero más allá del sistema de leyes, es finalmente el Individuo (sí, con mayúscula) la célula primordial de las democracias, no los sindicatos, no los grupos, no las asociaciones, no las familias (hablando en el caso de nuestro país que todo se resuelve en cónclave familiar). Y es este individuo, el único capaz de dar sustento a las democracias. La calidad del individuo se consigue con educación ya que es esta la que se encarga de moldear y tranformar lo que somos. Pero la educación comienza desde la casa, en el cultivo de las artes, de la civilidad, de la responsabilidad social. La escuela simplemente es una especialización del conocimento.

Todo lo anterior repercute, de manera negativa en la formación del Individuo, y por supuesto de la sociedad. Cuánta razón tenía Mill cuando afirmaba que "El valor de una nación no es otra cosa que el valor de los individuos que la componen". Johann Kaspar Schmidt (Bayreuth, 25 de octubre de 1806 - 26 de junio de 1856), más conocido como Max Stirner fue un educador y filósofo alemán cuyas posturas profundizan en el egoísmo o solipsismo moral. Sus reflexiones filosófico-políticas sobre el individuo soberano sirven de base para al menos una parte importante del anarquismo.

La principal obra de Stirner, El único y su propiedad, aparece por primera vez en Leipzig en 1844. El desarrollo de su filosofía, no obstante, se remonta a una serie de artículos que aparecerán poco antes de esta obra central, más específicamente El falso principio de nuestra educación, o Humanismo y Realismo (1842), Arte y religión (1842) y Algunos comentarios provisionales sobre el Estado basado en el amor (1843), en los que empieza a perfilar un cierto hedonismo psicológico o utilitarismo individualista basado en una moral egoísta. La argumentación de Stirner explora y extiende los límites de la crítica hegeliana que el autor dirige especialmente a sus contemporáneos (principalmente a sus colegas, los jóvenes hegelianos, como Ludwig Feuerbach) seguidores de ideologías populares, tales como el nacionalismo, estatismo, liberalismo, socialismo, comunismo y humanismo. Stirner comienza afirmando que el centro de toda reflexión, y aun de toda realidad , es el hombre. Sin embargo, no se trata del hombre en general, ni del representante de una Humanidad abstracta, sino del individuo, de "mí mismo" en cuanto "yo" único. El "Único" es único no porque esté relacionado con nada, sino más bien porque él, y sólo él, es el fundamento de toda relación posible. Todo lo que me une a otros, o todo lo que tengo en común con otros, es sólo relativo respecto al carácter absoluto de "mi" unicidad. En suma, la unicidad no parece ser en Stirner ausencia de relación, sino que la relación es ausencia de unicidad.

Es uno de los primeros filósofos en negar todos los imperativos, todas las exigencias morales, haciendo apología del poder individual limitado solo por sí mismo (su unicidad), dejándolo todo a su responsabilidad y competencia. Stirner no le puso un nombre claro a su doctrina respecto al Estado, el Derecho y la propiedad, y sólo posteriormente se ha usado el término anarquismo egoísta, o tan sólo egoísmo. Sus conceptos filosóficos, morales y psicológicos se consideraron parte de un egoísmo ético y psicológico, precursor del existencialismo.

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