Era dorada del alpinismo polaco (Desnivel)

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JOHN PORTER

Descendiendo de la cumbre del Changabang el 27 de septiembre de 1978, tras la apertura de la cara sur directa por Wojciech Kurtyka, Krzysztof Zurek, Alex McIntyre y John Porter.

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L A E D A D D E O R O D E L H I M A L AY I S M O

Los polacos han sido grandes protagonistas de la expedición en el Himalaya. Hasta mediados de los 90 habían firmado 24 rutas a montañas de más de 8.000 metros. Voytek Kurtyka analiza en este texto, fechado en 1994, posiblemente el fin de la llamada Era Dorada del alpinismo polaco, las razones por las que sus compatriotas y él mismo aventajaron a casi todos los himalayistas contemporáneos.

Por Voytek Kurtyka

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Síndrome Polaco L A E D A D D E O R O D E L H I M A L AY I S M O

L alpinismo es un modo de vida complejo y único en el que intervienen elementos del deporte, del arte y de la mística. Éxito o fracaso dependen del flujo y reflujo de una inmensa inspiración. Detectar una sola regla que gobierne esta energía es difícil: surge y desaparece como el impulso de bailar, tan misteriosa como el fenómeno de la vida misma. Sin lugar a dudas, fue una enorme ola de energía la que alimentó a varias generaciones de escaladores polacos en el transcurso de las dos últimas décadas [1975-1994. N. del T.]. ¿De qué otro modo se puede explicar la sucesión de brillantes logros en el Himalaya por parte de los polacos, especialmente si tenemos en cuenta la escasez de material que sufrieron durante el periodo bajo la RPL o República Popular de Polonia [1952-1990. N. del T.]. Fue un tiempo de privación de libertades y restricción administrativa, por no decir auténtica pobreza. Un salario mensual normal era de 25 dolares (una expedición costaba miles). Pero, como les gusta decir a los sherpas, “no problem”. Desde 1975 en adelante los éxitos polacos fueron sorprendentes, y su forma de lograrlos no menos.

E

Fortaleza y tenacidad En el campo de los ochomiles, la mayoría de nuevas ascensiones en estilo alpino fueron suyos –nueve de catorce– y también fomentaron la última moda en el Himalaya de ascensiones a un ochomil en el día. Creo que el austero mundo de la montaña siempre ha tocado la fibra de la psique polaca. Durante siglos, los polacos han vivido entre la espada y la pared. Recuerdo que una vez, en una expedición, Alex McIntyre puso una cinta de una conocida cantante de voz grave. Intrigado por aquella voz lastimosa, pregunté que quién era. Alex pensó por un momento y luego dijo: “Ella ha sufrido como la historia de Polonia. Todos han estado allí, y todos le han infligido un gran daño”. Durante casi toda su historia, Polonia ha sido hostigada por poderes superiores y por sus vecinos. Ha sido invadida por mongoles, tártaros, turcos y por cosacos, rusos, alemanes, austríacos, suecos y franceses. Unas veces con convicción y otras no, los polacos han servido como amortiguador de Europa contra las peores invasiones. Los mongoles se detuvieron aquí en el siglo XIII y en varias ocasiones el Imperio Otomano se retiró de las estepas al este de Polonia. Hace solo setenta años [el autor se refiere a la batalla de Varsovia de 1920, cuando el Ejército Rojo fue derrotado y los soviéticos expulsados de Polonia. N. del T.],

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el nuevo poder soviético, presionando contra Europa, fue derrotado en Varsovia. El país sufrió los acontecimientos del inicio y el final de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, en Polonia una vez más, hace solo unos años [finales de los 80. N. del T.], el comunismo saltó en pedazos. Siglos de sufrimiento y peligro han cultivado cualidades como la fortaleza y la tenacidad, han enseñado a los polacos a enfrentarse a situaciones desesperadas. La guerra y el caos político constante han forjado el individualismo, una inclinación hacia la insubordinación, una irreverencia hacia normas y regulaciones. Tener sus amplias estepas invadidas por turcos y tártaros fomentó un sentido de aventura y una fascinación por conocer otras tierras. Cuando, en el siglo XVIII, la cultura europea se interesó por el mundo de las montañas y su conquista, los polacos fueron los primeros en unirse a este arte especial. Baste

mencionar que la primera ascensión de la Aiguille du Midi y la octava ascensión del Mont Blanc en 1818 fueron realizadas por el polaco Antoni Malczewski. Del mismo modo, los polacos se sintieron fascinados por el misterio de un territorio inexplorado, aunque sus logros más interesantes en este campo no ocurrieron durante capítulos “ilustres” de la historia nacional, como lo hicieron aquellos británicos que vivieron en la época dorada de la Royal Geographical Society, sino en períodos de la diáspora polaca y del colapso de la integridad nacional. Después de sucesivos levantamientos fallidos, oleadas de deportación y emigración, los nombres polacos aparecieron en confines inexplorados del mundo. En 1840, Pavel Strzelecki descubrió el pico más alto de Australia y lo bautizó en honor del insurreccionista general Kosciuszko. En 1850, J. Chodzko escaló el Monte Ararat (5.156 m) de Turquía. Por la misma época I. Domyko llevó a cabo las primeras exploraciones de las cordilleras chilenas. La incómoda vecindad con el imperio zarista ayudó a que los exiliados polacos contribuyeran a hacer descubrimientos muy importantes en las vastas extensiones de Siberia. Las dos grandes cadenas montañosas del este de Siberia fueron denominadas montañas Czerski y Czekanowski; los expatriados políticos polacos tras el levantamiento nacional en 1863 convirtieron su exilio en una oportunidad para descubrimientos geográficos. Otra figura fascinante fue el Capitán B. Gronbczewski, quien, al servicio del Zar, fue uno de los principales estrategas del “gran juego” entre los imperios británico y ruso por la influencia sobre Asia Central. Sus mayores logros incluyen la exploración de las montañas de Kashgar [actualmente,

Arriba del todo, el general Kosciuszko. Sobre estas líneas, de izquierda a derecha, Antoni Malczewski, Sir Pawel Edmund Strzelecki y el general Jozef Chodzko, todos ellos polacos pioneros del alpinismo, la aventura y la exploración. Página derecha, camión de una expedición polaca camino del Karakórum, solo llegar al campamento base se convertía en una odisea que podía durar meses.

COLECCIÓN ANDRZEJ ZAWADA

China. N. del T.] entre 1885 1889 e, independientemente de los británicos, el descubrimiento del K2 desde el valle de Shaksgam. Gronbczewski fue pionero de la actividad invernal del Himalaya, ascendiendo en enero y febrero de 1890 los pasos de las montañas Kun Lun: el collado Hindu Tash (5.515 m) y el collado Kilian (5.459 m). El interés polaco por el Himalaya a principios del siglo XX se materializó en la creación del Himalaya Club por un grupo de escaladores de los Tatras. En 1939, a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, se hace la primera expedición polaca al Himalaya. Un audaz equipo de cuatro hombres consigue la primera ascensión del Nanda Devi Este (7.434 m), el séptimo pico más alto jamás alcanzado y, sin duda, una de las rutas más difíciles del Himalaya de aquel entonces.

1950 el acceso a las mayores cordilleras estaba prohibido, por lo que escalar en ellas implicaba el riesgo adicional de ser tiroteado desde el Muro de Berlín. Pronto, sin embargo, todos aquellos rasgos polacos terribles que habían conducido al caos y la desintegración en tiempos de paz, funcionaron de manera igualmente destructiva para el sistema comunista. Una obstinación profundamente arraigada, el individualismo y una larga experiencia de subversión política y económica consiguieron esquivar las limitaciones típicas de la Europa del Este. Primero, los polacos recuperaron sus derechos para viajar y, hábil y abiertamente, “gestionaron” las divisas extranjeras. La economía oficial, asentada en el devaluado esloti, se recuperaba lentamente gracias a un segundo sistema monetario que se regía por el todopoderoso dólar. Los polacos, gracias a los viajes internacio-

nales, enseguida aprendieron los entresijos del pequeño contrabando y esto se convirtió en una forma de vida y de subsistencia para muchos. Las rutas de contrabando más exóticas fueron explotadas por alpinistas, constituyendo la fuente fundamental de financiación de las expediciones. Una ejemplo interesante de este tráfico ilegal fue el contrabando hacia Afganistán promovido por Andrej Zawada y su expedición de 1977, en la que se encontraba un grupo de escaladores británicos, entre ellos John Porter y Alex McIntyre. Viajaron en ferrocarril a través del Kazajistán soviético, una ruta prohibida oficialmente a los occidentales. En esa extraña y relativamente tolerante versión polaca del comunismo, tiene lugar un gran avance en la escalada en los años 50 y 60, primero por la generación de J. Dluglosz y S. Biel e, inmediatamente después, por la de E. Chrobak, Z. Heinrich, J.

Comunismo a la polaca Después de la Segunda Guerra Mundial, que devastó el país y se cobró la vida de unos seis millones de ciudadanos, Polonia cayó bajo el poder soviético y, una vez más, perdió su soberanía. Siguió un período de aislamiento del mundo y un sistema político ajeno a los polacos. El alpinismo, considerado como una actividad frívola y decadente, tuvo que adaptarse a la nueva ideología colectiva. A lo largo de la década de

Recuerdo que una vez, en una expedición, Alex McIntyre puso una cinta de una conocida cantante de voz grave. Intrigado por aquella voz lastimosa, pregunté que quién era. Alex pensó por un momento y luego dijo: “Ella ha sufrido como la historia de Polonia. Todos han estado allí, y todos le han infligido un gran daño”.

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RYSZARD SZAFIRSKI

Kurczal, R. Szafirski y otros. Naturalmente, el anhelo de montañas más grandes revivió. 1959 vio el comienzo de un período muy productivo de expediciones al Hindu Kush afgano que duró hasta la invasión soviética de 1979. Esta actividad fue fundamental. Sobre todo, enseñó a los polacos el complejo arte de organizar expediciones y familiarizó a un gran grupo de escaladores con la gran altitud. Aquella expedición inicial de 1959, liderada por B. Chcwascinski, escaló el Noshaq (7.492 m) pocos días después de su primer ascenso por japoneses. Durante las expediciones posteriores cayeron numerosos picos de seis y siete mil metros. También en el Hindu Kush, en la década de 1970, tienen lugar escaladas interesantes, y poco conocidas, que fueron la constatación de la aplicación temprana del estilo al-

pino en las altas montañas. Juzgadas por su valor deportivo, incluso se podría decir que superaban los logros alpinos en el Himalaya, aunque supongo que lo mismo podría decirse de algunas ascensiones en el Pamir soviético. Una de los primeras –y más hermosas– de estas escaladas fue la primera ascensión de los 1.800 metros de la cara norte del Akher Caq (7.071 m) por J. Jasinski, M. Kowalczyk, V. Kurtyka y J. Rusiecki, tras una actividad de 25 días. En 1977, a A. Lwow, J. Pietkiewicz y K. Wielicki les llevó cinco días conseguir la primera ascensión del pilar noreste (2.500 m) del Kohe Skhawr (7.116 m). El mismo año, miembros de la expedición que hacían contrabando junto al equipo inglés por Kazajistán –Jasinski, Kowalczyk, Zawada y T. King– realizaron el ascenso del esbelto y muy exigente pilar norte del Kohe Manda-

Zawada combinó la resistencia física y mental típica de los polacos con una intensa imaginación. De sus días en los Tatra conservó su gran fascinación por la escalada en invierno. Convencido de que se iniciaba algo sin precedentes en el Himalaya comenzó su revolución invernal. Había nacido el Arte del Sufrimiento.

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ras (6.628 m). Mientras, Kurtyka, McIntyre y Potter, en una escalada épica de seis días, se hacían con la primera de la cara este (2.500 m) del Kohe Bandaka (6.843 m), sin duda uno de los muros más imponentes y severos del Hindu Kush. El 13 de febrero de 1973, Zawada y T. Piotrowski, con su ascenso al Noshaq, se convirtieron en los primeros que escalaban en invierno un sietemil; se trató, efectivamente, del arranque del himalayismo invernal.

El Arte del Sufrimiento El comienzo del moderno himalayismo polaco llegó en 1971 con la primera ascensión del Kunyang Kish (7.852 m), entonces la cumbre virgen más alta del mundo. Andrzej Zawada, el carismático y vital líder de expedición, había logrado ganarse el apoyo y la amistad de un millonario suizo de origen polaco. Al enfatizar el carácter nacional de la expedición, también logró ganarse a las autoridades. Zawada es un hombre excepcionalmente audaz y creativo que no tiene problemas para desafiar los procedimientos y reglas establecidas [cuando se publicó este artículo por primera vez, Zawada tenía 66 años; falleció el 21 de agosto de 2000. N. del T.]. Sus expediciones exhibían un planteamiento y un derroche

Síndrome Polaco L A E D A D D E O R O D E L H I M A L AY I S M O

ARCHIVO KRZYSZTOF WIELICKI

Página izquierda, primera al Kunyang Chhish, el 26 de agosto de 1971, en la cima, Andrzej Heinrich, Jan Strycznski y Ryszard Szafirski (Zawada hizo la foto). Izquierda, Krzysztof Wielicki abriendo los 2.500 metros del pilar noreste del Kohe Skhawr (7.116 m), una escalada de 1977. Abajo, el equipo del Lhotse 1974 en Varsovia; Andrzej Zawada, jefe de expedición, a la izquierda, y Voytek Kurtyka, segundo por la derecha.

sus duras condiciones. La conmovedora muerte de uno de los miembros, un conocido actor llamado S. Latallo, se convirtió en una tragedia nacional. Esta repercusión mediática forzó a la Administración a interesarse más por la escalada. A partir de entonces, el alpinismo polaco comenzaba su etapa más fructífera. A pesar de la pobreza y la falta de libertades, los escaladores alcanzaron tal nivel de

poco característicos de los polacos, pero él se preocupó mucho por la imagen de la expedición en los medios de comunicación. Sin embargo, todas estas consideraciones siempre estuvieron subordinadas al objetivo principal. Andrzej combinó la resistencia física y mental típica de los polacos con una intensa imaginación. De sus días en los Tatras conservó su gran fascinación por la escalada en invierno. Convencido de que se iniciaba algo sin precedentes en el Himalaya –una vez declaró desafiante que la calidad de un escalador era equivalente a la de sus escaladas en invierno–, comenzó su revolución invernal. Había nacido el Arte del Sufrimiento.

inspiración que fueron capaces de superar todas las barreras. El Himalaya ofreció una huida emocionante del sistema monótono y la estabilidad gris de la PRL. Tenían ante sí una oportunidad única para comunicarse de una forma creativa con el mundo exterior. Al igual que el alpinismo polaco había germinado de la mentalidad polaca y también de un deseo nacional hacia los triunfos de la exploración, también lo hizo por una inclinación –poco común en otras nacionalidades– por el alpinismo invernal. El Arte del Sufrimiento era una salida para los valores tradicionales polacos de valentía y resistencia. Un individualismo tenaz –a pesar de un sistema empeñado en uniformar a todas las personas– contribuyó al surgimiento de algunos caracteres que practicaban un alpinismo marcado por un estilo muy personal. Teníamos a Andrzej Zawada, creador del Arte del Sufrimiento de las escaladas en el Himalaya; a Wanda Rutkiewic, la primera dama del alpinismo internacional de altura; Jerzy Kukuczka Jurek, aspirante de ser el primero en alcanzar los catorce ochomiles, y yo, Voytek Kurtyka, buscando mis propios caminos sin pisar. Igualmente no convencionales fueron los métodos empleados para llevarnos allí. La organización y financiación de las

En 1974, Zawada se lanzó a organizar la primera expedición polaca a un ochomil. Hubiera preferido Everest o K2, pero el permiso, cuando llegó, solo le permitía Lhotse. Debido a las demoras de la organización, pasó de ser un intento en el postmonzón a otro invernal. El día de Navidad Heinrich y Zawada se convirtieron en los primeros en superar los 8.000 metros en invierno. Aunque no consiguieron la cima –alcanzaron los 8.250 m–, se produjo un gran interés público por la escalada y

J. BARCZ

Las artes de Zawada

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Síndrome Polaco L A E D A D D E O R O D E L H I M A L AY I S M O

La expedición invernal al Lhotse de 1974 fue indudablemente uno de esos puntos de inflexión, como lo fue la ascensión inesperada de Wanda Rutkiewicz del Everest en 1978 y, en la década de los 80, la “carrera” entre Kukuczka y Reinhold Messner.

FOTOS: BOGDAN JANKOWSKI

Extraperlo de ida y vuelta

sistema de responsabilidades interconectadas, si era necesario, se encargaba de reprimir organizaciones o a individuos molestos. En la Unión Soviética esto condujo a algunas formas absurdas de alpinismo, pero en Polonia, sencillamente, el sistema nunca funcionó, hasta el punto de que el presidente de la Unión Alpinista durante la mayor parte del período de la RPL, A. Paczkowski, era una persona que simpatizaba abiertamente con los políticos en la clandestinidad. Obtener apoyo financiero del Estado era un proceso delicado pero que se facilitó gracias a los espectaculares éxitos en el Himalaya y a un sistema político cada vez más en sintonía con la gloria del éxito.

expediciones en la RPL es seguramente la historia más turbia jamás contada del alpinismo mundial, entre otras razones porque nuestra comunidad alpina era casi totalmente anticomunista. Sería difícil encontrar un escalador miembro del Partido. Muchos, de hecho, se convertirían en activistas del movimiento clandestino. Entre nosotros se encontraban J. Onyskiewicz, actual ministro de Defensa [Janusz Onyszkiewicz –esposo de Alison Chadwick, alpinista británica fallecida en el Annapurna en 1978– fue ministro de Defensa en dos gobiernos polacos, entre 1992 y 1993 y entre 1997 y 2000. N. del T.], y el secretario de Lech Walesa, J. Milewski. No es de extrañar que las actividades montañeras fueran percibidas con tanto recelo por el Gobierno. En la década de 1960 se llevó a cabo un célebre proceso contra escaladores de los Tatras acusados de actividades contra el Estado y de distribuir ilegalmente a través de los Tatras propaganda anticomunista. Como resultado, dos escaladores fueron encarcelados, mientras que A. Mroz se vio obligado a emigrar a Francia, donde se convirtió en un conocido alpinista.

Los clubes de montaña, como todas las entidades sociales, eran controlados en la RPL por un sistema de privilegios, formalidades y regulaciones. Nadie tenía derecho a morir en las montañas por su cuenta y riesgo. El rebaño siempre fue el responsable de la locura de sus propias ovejas. El

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DOUG SCOTT

La locura de las ovejas

Con unos ingresos mensuales de solo 25 dólares, los escaladores tuvieron que trabajar arduamente para obtener fondos. Una fuente productiva, común en toda Europa del Este, fue el sistema de subsidios estatales y exenciones fiscales y aduaneras. Luego estaban los canales de contrabando cuidadosamente diseñados por los sucesivos equipos. Finalmente, llegaron contribuciones de moneda occidental proporcionadas por socios extranjeros que voluntariamente se unieron a las expediciones polacas. Los proyectos más ambiciosos contaban con una subvención del presupuesto estatal que oscilaba entre varios cientos y dos o tresmil dólares, a menos que fuera dirigida por Zawada. Regularmente pedía 100.000 dólares y obtenía alrededor de 30.000. Aparte, se hacían donaciones en moneda polaca que, en este curioso sistema, se usaban en parte para comprar nuestros dólares. Las expediciones locales menos espectaculares obtenían dinero a través de los llamados “trabajos verticales” –trabajos de la construcción hechos sin andamios, con el apoyo de cuerdas– cuyos beneficios estaban libres de impuestos. Las ganancias eran muy altas y el ingreso diario de un escalador a menudo excedía el salario mensual de un ciudadano medio. A pesar de estas opciones, los eslotis adquiridos no valían nada debido al precio exorbitante del dólar en el mercado negro,

JANUSZ ONYSZKIEWICZ

Página izquierda, arriba, Andrzej Heinrich Zyga y Eugeniusz Chrobak Gienek, miembros de la primera expedición polaca al K2 en invierno (1987-88); abajo, el equipo del Makalu coincide con Reinhold Messner (de izquierda a derecha: Alex McIntyre, Ariane Giobellina, Kurtyka, Jerzy Kukuczka y Messner). Izquierda, 1975, Alison Chadwick, Wanda Rutkiewicz y Krzysztof Zdzitwiecki en la cumbre del Gasherbrum III (7.952 m).

por no mencionar el hecho de que las compras en el mercado negro eran ilegales. Por ello las expediciones polacas buscaron ansiosamente la participación de miembros occidentales que, a cambio del equipo polaco, contribuían con una divisa fuerte. Pronto se ideó un método para aumentar el valor del esloti. Encontramos a clientes en todos los países asiáticos muy interesados por nuestros productos polacos ridículamente baratos. Entonces, en lugar de hacernos con costosos dólares, el equipo llevaría varios cientos de “artículos” para cubrir las “necesidades” de los porteadores, especialmente vasos de cristal, cámaras rusas y whisky, que se vendían con mucho éxito en Nueva Delhi o Katmandú, ciudades que en la década de los 80 tenían a menudo sus bazares llenos de productos polacos. En algunos lugares incluso se podía oír hablar polaco. Entre Polonia y la India se forjó una “conexión himaláyica” habitual, alimentada por los camiones de las expediciones polacas. Al llegar a casa todo este engranaje se revertía, con la diferencia de que en este caso las ganancias se abrían camino en bolsillos privados. Los polacos eran importantes “clientes” de los pantalones vaqueros provenientes de Estambul, los abrigos de piel de oveja de Kabul y las telas de algodón y seda de Nueva Delhi. Con la reciente transición a la economía de mercado, los negocios de miles de polacos involucrados en esta importación ilegal salieron a la luz, con nombres como Indian Market, Nepal Shop o, en mi caso, Orient Express.

Mientras que los alpinistas habían abierto las mejores rutas de contrabando de ropa, otras bandas profesionales polacas se hacían con la ruta de la electrónica y de oro, más lucrativa, entre Singapur y la India. Ante tales circunstancias se desarrolló la gran fase de exploración en el Himalaya por escaladores polacos. Una vez que todas las barreras y los sobornos se habían negociado con éxito, ascender otro ochomil era, en comparación, como un día de pícnic. Sobre la base del éxito de Kunyang Kish de 1971, los polacos hicieron las primeras ascensiones de cumbres tan atractivas como el Shispare, el Broad Peak Central, el Peak 29, el Manaslu Este y muchos más. Una figura importante en esta fase de éxitos fue Piotr Mlotecki, quien, como líder, llevó a cabo las primeras ascensiones de las tres cumbres vírgenes del Kangchenjunga: Sur, Central y Kanghachen. La generación Kunyang Kish, especialmente A. Heinrich, E. Chrohak, J. Kurczab y R. Szafirski, se convirtió en leyenda viva del alpinismo polaco. Habían inventado la escalada moderna en

los Tatras durante la década de 1960 y sus logros en los Alpes constituían una referencia mundial. Se mantuvieron en la vanguardia del himalayismo, inspirando a generaciones sucesivas de alpinistas hasta 1989, cuando Heinrich y Chrohak murieron en una avalancha en el Everest. Al mismo tiempo, el número de rutas polacas a ochomiles aumentó rápidamente. Algunas montañas, como el Kangchenjunga o el Cho Oyu, cuentan con no menos de tres líneas polacas. Muchas otras tienen dos: K2, Makalu, Manaslu, Annapurna, Broad Peak, Gasherhrum II y Shisha Pangma [lista hasta 1994. N. del T.]. Kukuczka y Kurtyka fueron especialmente activos en este campo.

La ascensión de Wanda En la segunda mitad de la década de los 70 se produjo el ascenso de la gran estrella Wanda Rutkiewicz. En 1975 dirigió la expedición que abrió una ruta en el Gasherbrum II, además de conseguir la primera ascensión del Gasherhrum III. Tres años más tarde alcanzó la cima del Everest (primera persona polaca en hacerlo), el mismo día trascendental en que el cardenal Wojtyla se convertía en Papa. Inmediatamente se proclamó heroína nacional, junto a Chojnacka-Liskiewicz, quien el mismo año fue la primera mujer en navegar alrededor del mundo sola. Wanda fue una ferviente defensora del alpinismo de mujeres y sus primeras expediciones se organizaron bajo este lema. Una exitosa expedición de mujeres al Nanga Parbat había seguido el triunfo polaco-inglés en el Gasherhrum, pero apareció una curiosa excepción en 1982, cuando Kukuczka y Kurtyka se unieron a su

Wanda fue una ferviente defensora del alpinismo de mujeres y sus primeras expediciones se organizaron bajo este lema. Finalmente, las montañas demostraron estar tan llenas de hombres que Wanda abandonó la idea de la pureza, pero no antes de que su entusiasmo infectara a un gran grupo de destacadas montañeras.

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Síndrome Polaco L A E D A D D E O R O D E L H I M A L AY I S M O

ALEX MACINTYRE

Izquierda, John Porter y Voytek Kurtyka desayunan en la mañana del sexto y último día en la cara noreste del Kohe Bandaka (6.868 m, Hindu Kush, Afganistán), en 1977. Página derecha, otra toma de la escalada al Changabang de 1997, esta vez Alex McIntyre abandona el vivac del “Ojo del Cíclope”; es el noveno día desde que abandonaron el campo base.

equipo de doce mujeres que intentaban el K2. Finalmente, las montañas demostraron estar tan llenas de hombres que Wanda abandonó la idea de la pureza, pero no antes de que su entusiasmo infectara a un gran grupo de destacadas montañeras. Ella inspiró las actividades en el Himalaya de A. Czerwinska, H. Kruger-Syrokomska, D. Miodowicz-Wolf, A. Okopinska y K. Palmowska. En 1983, Czerwinska y Palmowska lograron, en una expedición de dos personas, la ascensión femenina al Broad Peak, seguramente una empresa única hasta ahora [en aquella expedición solo alcanzó la cima Krystyna Palmowska, consiguiendo la primera femenina a la montaña. N. del T.]. Después, Wanda aceptó participar en expediciones mixtas en las que mantuvo tercamente su posición como primera dama de la escalada del Himalaya. De alguna manera, su carrera se parecía a la de Messner, particularmente en cuanto a su popularidad y su preocupación por la publicidad. Ella también estaba decidida a escalar los Catorce. Solo ascendió ocho, pero incluyeron Everest y K2. Aunque sus ascensiones siguieron las rutas y los estilos tradicionales, fue una de las pocas mujeres que hizo su carrera montañera en el Himalaya. Deliberadamente, y con gran carisma, defendió que había lugar para una mujer a 8.000 metros. Su determinación feroz le provocó un daño personal considerable. En 1981, a pesar de tener una pierna fracturada, se dirigió al K2 con muletas. Solo cuando alcanzó

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el campamento base del Broad Peak sobre las espaldas de Kukuczka y Kurtyka se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Esa obstinación le costó otra operación y un año entero perdido. Su último examen médico reveló un estado grave de hígado y riñones. Sin embargo, viajó al Kangchenjunga con su determinación habitual, y allí, en mayo de 1992, fue vista por última vez a 8.200 metros.

Estilo alpino, la forma natural de escalar montañas Durante los años 1977 y 1978, mi propia actividad en estilo alpino luchaba por encontrar un lugar en el alpinismo polaco. Marcada por un alto riesgo, provocó reacciones negativas de otros escaladores que se veían obligados a asumir la responsabilidad colectiva de las acciones de los demás. Peor aún, la actividad individual no atraía patrocinio. La Alpinist Union no hizo excepciones en su política de subvenciones.

Ahora veo que estaba comprometido con el estilo alpino desde mi primer contacto con las altas montañas, aunque no creo que existiera como un concepto en mi mente en aquel momento. Escalar la cara norte de Akher Caq en un solo ataque en 1972 fue un acto natural y espontáneo, transfiriendo la técnica de los Tatras y los Alpes a las montañas más altas. Después de las experiencias adversas en dos grandes expediciones infructuosas (Lhotse en el invierno de 1974 y K2 en 1976), decidí no volver a participar en grandes empresas con sus numerosas limitaciones y compañeros fortuitos. Me quedó claro que el estilo alpino es una forma superior del arte del Montañismo, no solo en su aspecto deportivo, sino también en términos humanos, porque a través de él pude experimentar el mundo de la montaña de una forma más íntima y profunda. La eliminación de compañeros accidentales crea vínculos más estrechos. Desde entonces, cada expedición comenzaba para mí con una elección cuidadosa tanto del objetivo como del compañero. Gracias a la permisividad de Zawada, en 1977 me separé con éxito del grupo principal de la expedición polaco-inglesa y, con Alex McIntyre y John Porter, realicé la escalada de la pared este de Kohe Bandaka. Todavía considero que fue una de mis mejores experiencias en la montaña: el muro exigía un nivel técnico especial, intuición y fortaleza psicológica. No es de extrañar que forjara un fuerte vínculo polaco-inglés, que, en años posteriores, se traduciría en las magníficas escaladas de la cara sur de Changabang –ocho días en la pared– y la cara este del Dhaulagiri –aquella en tres días y con una tormenta–. Para Alex y para mí, el estilo alpino significaba una forma

Me quedó claro que el estilo alpino es una forma superior del arte del Montañismo, no solo en su aspecto deportivo, sino también en términos humanos, porque a través de él pude experimentar el mundo de la montaña de una forma más íntima y profunda. La eliminación de compañeros accidentales crea vínculos más estrechos.

JOHN PORTER

Arriba, escalando en el Manaslu en 1986; primero, Artur Hajzer y, detrás, Carlos Carsolio y Jerzy Kukuczka; en esta escalada Kurtyka decidió que el riesgo era demasado alto como para continuar. Página derecha, Andrzej Czok (fallecido en el Kangchenjunga) y Jerzy Kukuczka, y, bajo los Gasherbrum, Carlos Carsolio, Ed Viesturs, Krzysztof Wielicki y Jacek Berbeka.

de vida y un estado de consciencia que nos permitía enamorarnos de la montaña y, en consecuencia, confiar en nuestro destino incondicionalmente. Más tarde lo llamaría el “estado de la desnudez”, término con el que quería expresar ligereza, exposición y confianza. Esos momentos de confianza generalmente eran precedidos por un tormento de duda y miedo. Incluso esto, en sí mismo, me brindaba una experiencia y una percepción enriquecedoras. La necesidad de escalar de esta manera mejoraba la relación entre los miembros de la cordada, la sensibilidad del uno hacia el otro y hacia el carácter de la montaña. Qui-

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zás por esta razón, paradójicamente, el estilo alpino en el Himalaya se ha saldado con relativamente pocos percances. A lo largo de mi periodo de actividad de alto riesgo no sufrí ni un percance. Ni mis compañeros ni yo perdimos literalmente un pelo de nuestra cabeza durante nuestra faena. En la extremadamente trágica carrera de Kukuczka, nuestra etapa juntos de cuatro años fue para él el único periodo libre de desastres. Vale la pena señalar que ninguna de las catorce rutas en estilo alpino abiertas a ochomiles ha implicado la muerte de una sola persona.

Una década triunfal 1980 fue un año importante para el alpinismo polaco. Zawada logró la ambición de su vida de liderar una expedición con un doble éxito en la cima más alta del mundo. El 17 de febrero, L. Cichy y K. Wielicki consiguieron la primera escalada invernal del Everest, dando comienzo a la era de las expediciones invernales a cimas de 8.000 metros.

Tras la expedición, Zawada no se molestó en desmantelar el campamento base ya que la siguiente primavera Kukuczka y A. Czok volvían a poner los pies en el Everest para escalar una nueva ruta por su Pilar Sur. Estas ascensiones sacaron a la luz un grupo de excelentes montañeros con una notable capacidad para la escalada a gran altitud. Czok ascendió solo el Makalu en 1982, pasando tres noches consecutivas por encima de los 8.000 metros y terminando una nueva ruta en la cara oeste. Heinrich, Chrobak, Wroz y Piotrowski, destacados escaladores de una generación anterior, completaron el grupo al que pronto se unió una ola más joven: M. Berbeka, M. Pawlikowski, P. Piasecki, A. Lwow, R. Gajewski, L. Wilczynski, A. Hajzer y otros. En poco tiempo Wielicki se había convertido en un campeón del himalayismo invernal. Después del Everest, hizo la primera ascensión invernal de Kangchenjunga con Kukuczka, en 1986, y, en 1989, hizo solo el Lhotse en invierno con un corsé quirúrgico

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CECYLIA KUKUCZKA

COLECCIÓN CARLOS CARSOLIO

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Para Alex y para mí, el estilo alpino significaba una forma de vida y un estado de consciencia que nos permitía enamorarnos de la

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montaña y, en consecuencia, confiar en nuestro destino incondi-

para sujetar la columna vertebral después de haber sufrido una lesión tras una avalancha de piedras en una expedición previa. Una característica sorprendente de las ascensiones de Wielicki es su velocidad excepcional. Fue el primero en escalar en un día un ochomil cuando, en 1984, alcanzó la cumbre de Broad Peak en diecisiete horas, iniciando así la corriente de ascensos rápidos. En 1990 realizó un logro similar en la ruta Inglesa-Polaca de la cara este del Dhaulagiri, la más difícil de la vertiente. Los franceses Chamoux y Batard, los suizos Loretan y Troillet y yo mismo acogimos con entusiasmo la modalidad. Hasta ahora, Wielicki ha escalado ocho ochomiles, incluyendo cuatro de los más altos y el Manaslu por una nueva ruta. Todo apunta a que su objetivo es escalarlos todos [entre 1994 y 1996 Wielicki escaló los dos Gasherbrum, el K2 y el Nanga Parbat, convirtiéndose en el quinto hombre en completar los Catorce. N. del T.]. A lo largo de la década de los 80, los polacos, con una dedicación excepcional,

cionalmente. Más tarde lo llamaría el “estado de la desnudez”, término con el que quería expresar ligereza, exposición y confianza. continuaron su búsqueda de las primeras invernales. Después del Everest llegaron Manaslu, Dhaulagiri, Cho Oyu, Kangchenjunga, Annapurna y Lhotse. Además de Wielicki, Kukuczka también obtuvo éxitos notables en el Arte del Sufrimiento –tres primeras ascensiones y una repetición en el Cho Oyu–, al igual que Berbeka, con dos primeras y una de las cumbres secundarias del Broad Peak. Hasta ahora, todos las primeras invernales a ochomiles en la temporada de invierno reconocida son obra de polacos. Los japoneses fueron primeros en el Dhaulagiri, pero escalaron a principios de diciembre, fuera de la temporada “oficial”. [El Shisha Pangma fue escalado el 14 de enero de 2005 por Simone Moro y el polaco Piotr Morawski; el Makalu el 9 de febrero de 2009 por Simone Moro y Denis Urubko, nacionalizado polaco; el Gasherbrum II el 2 de febrero de 2011 por Simone Moro, Denis Urubko y Cory Richards; el Gasherbrum I el 9 de marzo de 2012 por Adam Bielecki y Janusz Golab, ambos polacos; el Broad Peak el

5 de marzo de 2013 por los polacos Maciej Berbeka, Adam Bielecki, Artur Malek y Tomasz Kowalski, y el Nanga Parbat el 26 de febrero de 2016 por Simone Moro, Ali Sadpara y Álex Txikon. N. del T.]. No puedo creer que la devoción polaca por este arte particularmente masoquista sea casual.

‘Rinoceronte’ Jurek Jurek Kukuczka llegó tarde a la era de la alianza polaco-inglesa cuando se unió a nuestro equipo para la cara oeste del Makalu. Al año siguiente Alex McIntyre murió en la pared sur de Annapurna y comenzó mi cordada de cuatro años con Jurek. Continuamos haciendo primeras en estilo alpino puro en ochomiles. Jurek ya había hecho gala en el Makalu de unas facultades que lo proclamaban como el alpinista del Himalaya más eficiente del mundo. Después de la decepción en la cara oeste, Alex y yo asumimos que más sacrificios en la

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La escalada del Shisha Pangma fue mi duodécima apertura en estilo alpino en el Himalaya. Seis las hice en ochomiles, pero las mejores fueron en paredes resplandecientes de montañas más bajas, como el Changabang, la Torre del Trango y el Gasherbrum IV. K2 sigue siendo mi fracaso constante, pero, maldita sea, tiene que haber una manera de lograr una tolerancia armoniosa al fracaso.

ROBERT SCHAUER / COLECCIÓN VOYTEK KURTYKA

montaña serían inútiles, pero Jurek se mantuvo en el juego. Después de que Alex dejara el campamento base, Jurek, apoyado solo por mi seguimiento desde el campo base y en medio de los feroces vientos, logró una de las mejores ascensiones en solitario de un ochomil, escalando el Makalu por una nueva ruta en la arista noroeste. Al hacerlo, reveló su rasgo más notable: una asombrosa resistencia mental. Jurek fue el rinoceronte psíquico más grande que he conocido entre los alpinistas, alguien sin igual por su capacidad de sufrir y también por su incapacidad de respuesta ante el peligro. Al mismo tiempo, poseía esa cualidad más característica de las personas nacidas bajo Aries: una compulsión interna ciega para seguir adelante. Caracteres así, cuando se encuentran con un obstáculo, se golpean contra él hasta que lo aplastan o se rompen el cuello. Reconocer a estas bestias gemelas que habitan en Kukuczka contribuye en gran medida a

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explicar sus espléndidos éxitos, los trágicos sucesos que lo siguieron y, en última instancia, su propia muerte. En 1983 logramos abrir dos rutas en los Gasherbrum I y II en una sola expedición, y, en 1984, llevamos a cabo nuestra empresa conjunta más elegante enlazando las tres cumbres del Broad Peak. Después de eso, nuestros caminos divergieron gradualmente hasta que finalmente tomamos posturas opuestas en el alpinismo polaco. Mi propensión a enamorarme de ciertas montañas era ajena a Jurek, particularmente porque algunos de los objetos de mi amor no alcanzaban los 8.000 metros. Tampoco compartía mi fascinación por las dificultades técnicas, sino que las rehuía. Su pasión era sobrevivir en la zona de la muerte, a gran altitud. Las dificultades y el estilo fueron aspectos secundarios en su juego. Jurek admitió francamente que para él el alpinismo era un deporte, por lo que significaba un campo en el que competir. En

consecuencia, buscó abiertamente una forma de alpinismo en la que rivalizar con otros y ganar. Sorprendentemente, a pesar de esta actitud, carecía de egocentrismo y vanidad y, al alcanzar la fama internacional, no perdió nada de su entrañable naturalidad. Por ello lo admiraba y lo quería con sinceridad. Por otro lado, yo no soportaba su actitud irreflexiva y su obstinación. Tres veces durante nuestras escaladas tuve que echar el freno ante el enorme riesgo. Eso lo sacaba de quicio por completo y provocaba toda su ira, de la misma manera que a mí me desesperaba su empecinamiento por jugar a la ruleta rusa. A medida que pasaron los años y “Carnero” Jurek irrumpía de éxito en éxito en medio de muchos sucesos trágicos, la brecha entre nosotros se profundizó. Escalando con él murieron cuatro compañeros, sin mencionar a otros que participaban en sus expediciones. Pero debe recordarse que las carreras de Rutkiewicz y Wielicki procedieron de forma igualmente trágica. Después de nuestro doble éxito en los Gasherbrum en 1983, Jurek decidió desafiar a Messner en su carrera por alcanzar los catorce ochomiles. Para entonces ya tenía seis frente a las nueve cumbres de Messner. Fue la primera competición pública que tuvo lugar en el Himalaya. Jurek completó los Catorce en 1987, pero perdió la carrera por un año. La lista de sus logros es imponente: nueve nuevas rutas en ochomiles, incluyendo una en solitario, y otras cinco escalando en estilo alpino, o similar.

Consiguió cuatro ochomiles en invierno, tres de ellos primeras invernales. Jurek murió en 1989 en la cara sur del Lhotse. A una altitud de 8.200 metros, tratando de resolver una sección clave que obstaculizaba el acceso a la cumbre. En nieve suelta y con una protección precaria, implacablemente –un carnero no conoce la retirada cuando embiste– se abrió camino por un diedro ciego. Finalmente, Jurek se cayó, su cuerda se partió y se sumergió en un abismo de más de tresmil metros.

Desde que me separé de Jurek en 1984, dediqué toda mi energía a tres montañas: Gasherbrum IV, la Torre del Trango y el K2. En la búsqueda de un compañero a la altura de estas escaladas difíciles y arriesgadas, primero me uní al austríaco Robert Schauer y luego a dos suizos, Erhard Loretan y Jean Troillet. Robert y yo realizamos una primera ascensión extrema de ocho días a la cara oeste de Gasherbrum IV, durante la que nos enfrentamos a todas y cada una de las pesadillas que martirizan a los alpinistas: poca protección, nieve en malísimas condiciones, imposibilidad de descender... La tormenta nos atrapó en la zona de la muerte durante tres días, sin comida ni bebida. Descendimos por fin, exhaustos, por una arista desconocida. No sorprende pues que, después de llegar a la parte superior de la pared, desistiéramos de hacer la travesía, más o menos horizontal, hasta la cumbre. La amistad con los suizos, grandes maestros del aire con sus parapentes y del esquí y las escaladas rápidas, se tradujo en una nueva ruta en la Torre del Trango con Loretan, así como ascensiones tras escaladas de 24 horas non stop a dos nuevas rutas en los ochomiles tibetanos Cho Oyu y Shisha Pangma. A pesar de que trabajábamos como un equipo de tres personas, estas últimas escaladas en realidad fueron hechas en solitario. Ninguno de nuestros tres intentos a la cara oeste del K2 tuvo éxito. La escalada del Shisha Pangma fue mi duodécima apertura en estilo alpino en el Himalaya. Seis las hice en ochomiles, pero las mejores fueron en paredes resplandecientes de montañas más bajas, como el Changabang, la Torre del Trango y el Gasherbrum IV. K2 sigue siendo mi fracaso constante, pero, maldita sea, tiene que haber una manera de lograr una tolerancia armoniosa al fracaso. En mi último intento con Loretan, apenas nos habíamos acercado a la pared cuando me dijo que aquello se nos iba de las manos. Traté de reprimir su

FOTOS: VOYTEK KURTYKA

Las cifras asesinas del arte

pesimismo, pero después de una espantosa pesadilla en el campo base –una masa espesa y oscura intentaba estrangularme [Kurtyka basó parte de su libro “El mahajará chino”, Ed. Desnivel 2016, en esta visión. N. del T.]– también me rendí. Al citar tantos números como hago aquí, destaco el fuerte conflicto entre deporte, acotado por estos números, y el arte, que es asesinado por las cifras. Por desgracia, soy consciente de que es un conflicto eterno entre la vanidad y lo absoluto, y simplemente el hecho de que después de veinte años de escaladas la batalla todavía ruge dentro de mí supone básicamente mi único fracaso. Tras los últimos años trágicos, el himalayismo polaco fue a menos. Es espantoso que la mayoría de los alpinistas que dedicaron con entusiasmo su vida a las montañas haya muerto. Muchos de ellos, como Heinrich, Chrobak, Piotrowski, Rutkiewicz y Wroz murieron alrededor de los cincuenta, después de seguir durante años la voz a la que no

Página izquierda, Voytek, en los últimos largos de la cara oeste del Gasherbrum IV, en 1985, una escalada extrema que realizó encordado con el austríaco Robert Schauer; al lado, Voytek Kurtyka y Erhard Loretan en la base de la Torre del Trango (Karakórum). Arriba, Jerzy Kukuczka tras un vivac después de hacer cumbre en el Gasherbrum I en 1983.

pudieron resistir. ¡Si solo uno pudiera estar seguro de si es la voz de la verdad y no una ilusión! Mi cabeza está llena de sueños vagos y temerosos de montañas y me siento cautivo en una trampa. Casi físicamente puedo sentir en Polonia el hundimiento de la inspiración por la gran montaña. Creo que está siendo reemplazado por la consciencia onerosa de una nueva era y la necesidad de satisfacer sus exigencias. Por primera vez en casi doscientos años, los polacos no parecen tener nada por lo que luchar. Estoy preocupado por esta nación. Wojciech KURTYKA Traducción: José Manuel VELÁZQUEZ-GAZTELU

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