Ensayo Reforma Agraria

Ensayo acerca de: “Reforma agraria” A. Apolinar Díaz Callejas. Es un poco álgido abordar el tema de reforma agraria en u

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Ensayo acerca de: “Reforma agraria” A. Apolinar Díaz Callejas. Es un poco álgido abordar el tema de reforma agraria en un país dominado por las mismas familias o clases políticas. Familias que han gobernado y se han adueñado del país, incluso desde la independencia; que callan con vehemencia cualquier nueva idea política que surja, para que nadie entorpezca y/o arrebate sus tesoros. Para abordar mejor el tema de eso de la reforma agraria, debemos tener claro primero que es eso y en qué consiste. Entonces, ¿qué es una reforma agraria?, Una reforma agraria es simplemente un conjunto de medidas políticas con el fin de modificar la estructura de la propiedad y producción de la tierra. ¿Y para que serviría eso de la reforma?, pues fácil, las reformas pretenden permitir que los campesinos tengan tierras para trabajarlas y darles la oportunidad de tener más ingresos, y que esos ingresos no queden en manos de unos cuantos. Así que una reforma consistiría en modificar prácticamente la economía de un país, hecho que afectaría de cualquier forma, directa o indirectamente la vida de sus habitantes, la bobada de unos cuantos millones de personas. De ahí el porqué el problema de la tal reforma agraria, pues los campesinos y la mano obrera pretende reformar la tenencia y producción de la tierra, y los terratenientes que a su vez son los dirigentes o amigos de los dirigentes del país, no lo han permitido desde hace ya más de doscientos años comenzando con sus antepasados. Y es que es tan importante una reforma para un país, que es capaz de acelerar su producción y crecimiento, pues porque la tierra se trabajaría y produciría, no como lo han hecho los latifundistas, que solo se contentan con producir lo necesario para seguir dominando el país, dejando pasar por alto que cualquier país depende fundamentalmente de su tierra, de su producción; que todos dependemos, y la economía empieza con lo que pachamama nos regala. Y es que vivimos en un país supuestamente capitalista, sí, supuestamente capitalista porque no lo somos, porque no tenemos industrias, porque no tenemos la capacidad de competir con los verdaderos capitalistas, que paradójicamente se volvieron capitalistas acelerando su crecimiento y producción industrial con las famosas “reformas revolucionarias”, que cualquier adoctrinado por los medios Colombianos tacharía de reformas socialistas, comunistas, subversivas, etc.

Tenemos como ejemplo a tres países que implementaron esas dichosas “reformas revolucionarias” y que hoy gozan de las mejores economías del mundo, creo yo que no por casualidad, Estados Unidos, Francia y Japón. Estos países tienen algo en común y es que sufrieron a gusto o no, esa reforma agraria. Francia es hoy conocida como la madre de la revolución, y es que para nadie es un secreto lo de la revolución francesa con lo del estado de derecho, división de poderes, etc. Pero más que por los derechos de las personas y todo eso, Francia sufría un cambio en su organización social, nacía una nueva clase social, la burguesía. ¿Pero, que tienen que ver esos señores aquí? Pues bien, esos señores no eran campesinos, y sabían y tenían claro de que no era oportuno y justo que los señores feudales tuvieran grandes extensiones de tierras, que la producción quedara en sus cuartos, y que solo ellos manejaran las riquezas, por lo que esta nueva clase social forjó una nueva redistribución de tierras; y… ¿Qué si sirvió lo de esa reforma en Francia? No sé, pregúntale tal vez al quinto país más desarrollado del mundo. Igual con Japón, que aunque tuvo que pasar una guerra para que hubiese esa redistribución, igual lo hizo y sus resultados no son nada inapreciables. En Estados Unidos fueron los colonizadores quienes impusieron una reforma agraria en cuanto a la extensión de las tierras ocupadas y trabajadas, luego esos preceptos fueron recogidos en una ley que se imponían en la nueva nación Norteamericana. Es oportuno resaltar que esas reformas sufridas por todos o la mayoría de esos países, se produjeron por voluntad de algunos personajes que sabían y entendían la importancia de la producción de la tierra, y los beneficios de una redistribución equitativa. ¿Y se opondrían los terratenientes a esas reformas? Pues obvio, pero pudo más los intereses y el bienestar de muchos que la comodidad de pocos. Algo un poco parecido sufrió una provincia de las conquistadas tierras españolas. Antioquia se vio envuelta en una democratización de la tenencia de la tierra (aunque suene un poco loco que en territorio Colombiano haya pasado eso, pero sí). Don Manuel Guirior en su informe al virrey, le pide que a todos los que tuviesen tierras y no las cultivasen o las produjeran las cedieran para beneficio común, con el objetivo de que aumentase la

provisión de cueros, frutos y toda materia prima que sirviera para fomentar la industria en fabricas, aunque un poco ordinaria pero por algo se empezaba. Y es que sería intentar tapar el sol con una mano el no decir que un país depende de sus fértiles tierras, todo gira alrededor de ellas, de ahí nace la economía, por algo los fisiócratas decían que la riqueza de la sociedad quedaba en manos de los terratenientes que rendaban la tierra a los campesinos. El artesano, el industrial o cualquier otro productor del sector secundario no podría existir sin lo que la tierra produjese, igual que el sector terciario, el cuarto, el quinto, o todos los que quieran existir; todos, absolutamente todos dependemos de la producción de la tierra. Todo lo escrito anterior de Colombia no es nuevo, eso de las reformas vienen desde hace mucho tiempo atrás; así como tampoco son nuevos nuestros conflictos, todo nace desde nuestra patria boba. Una nueva nación que acaba de independizarse, que cuenta con miles de hectáreas vírgenes, muchas sin dueños porque acabamos de ser libres, todas esas inmensas tierras fértiles son de nosotros ¿y qué hacemos? Pues bien, repartámosla, pero solo entre nosotros, entre los que hemos independizado a la nación, entre generales, ministros, amigos de los ministros, solo la elite de nuestra nueva nación, apoderémonos de todas estas bastas tierras; ¿para qué, para producirlas? No sé para qué, pero de todos modos tengámoslas. Y de ahí señoras y señores nacen nuestros conflictos, no hemos sido capaces aun después de más de doscientos años en ponernos de acuerdo tan siquiera como nación, de explotar lo que somos y lo que tenemos para progresar como país, dejando a un lado los intereses personales y pensar como un todo, para el progreso de todos. Y aunque pase el tiempo y la oligarquía colombiana junto a sus medios masivos de distorsión, perdón, de comunicación, sigan haciéndonos creer que todo marcha bien y que no es necesario esa tal reforma, no progresaremos, no saldremos de nuestra pobreza y seguiremos teniendo los mismos conflictos entre estado y guerrilla, el cual nació de casualidad por lo mismo, por la exigencia de una reforma agraria, donde haya una repartición equitativa de la tierra, que sea provechosa tanto para los campesinos, como para toda la nación, y no que quede en mano de unos pocos.