Ensayo Del Consumo Al Consumismo

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ECONOMÍA MEXICANA II 02 DE DICIEMBRE DE 2011 ENSAYO NO. 2

ENSAYO: DEL CONSUMO AL CONSUMISMO “Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”. Eduardo Galeano1. Siempre he tenido expectativas (o eso creo), y en lo personal, considero que son básicas en la vida de cualquier ser humano. Todos, de una u otra forma, tenemos esperanza en el porvenir. Desde el proletariado que día a día lucha por conseguir el sustento para su familia, aguardando fervientemente el momento en que su situación prosperará, hasta el alto ejecutivo que busca conseguir ese acenso que le garantiza aumentar la comodidad de su posición económica, visto desde este punto el humano parece tan vano. El ser humano es bello de por sí. La sociedad lo absorbe o (perdón por el termino) lo “chinga”. Crea necesidades que no lo son, modifica los sueños bien intencionados por otros totalmente distorsionados. Antes se vivía para continuar la especie. Ahora se vive para tener un coche, un “Ipod” o un celular mejor que el de tu vecino. Nosotros, los jóvenes somos claro ejemplo de tal banalidad. Es depresivo. Es curioso ojear el pasado y ver la evolución que ha sufrido el mundo. La modificación de nuestra escala de valores, cómo la palabra "imprescindible" ha ido cobrando un nuevo significado. Y a pesar de todo, ahí estamos. Capaces de ser las criaturas más bellas del universo, o, por el contrario, ser seres deleznables. Todo lo anterior solo es cuestión de una decisión.En estos últimos 50 años ha habido más desarrollo tecnológico que en los últimos 5000. La historia nos ha enseñado que el desarrollo conlleva desigualdades, y éstas, odio. P. e.: todas las guerras hasta hoy registradas.

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Periodista y escritor uruguayo, cuya calidad, simplicidad y belleza de sus escritos lo colocan entre los autores más queridos y respetados de Latinoamérica.

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La excelencia social parece medirse por nuestra capacidad de consumir. Vender cada vez más productos a más gente, independiente de las necesidades, es la base del sistema liberal capitalista. Esto alcanza a casi todos los países y cada vez afecta a más personas. Se buscan fórmulas para una actividad económica más equilibrada y sostenible y hay experiencias interesantes en cuanto a producción, intercambio, consumo y financiación. Pero, en general, se trata de mejorar las prácticas convencionales sin cuestionar la propia naturaleza del consumo actual. El consumo se ha convertido en el motor de la producción. Casi todos los recursos financieros, intelectuales y materiales del planeta se ponen al servicio de un sistema a cuyos productos solo tiene acceso una minoría. Esto produce consecuencias sociales, incrementa las diferencias. Alfonso del Val, consultor ambiental español, analiza el fenómeno consumista, desde las causas y motivaciones hasta los efectos: “Satisfechas nuestras necesidades materiales con suficientes objetos y servicios, el sistema productivo, impulsado por la progresiva acumulación y concentración de capital, necesita de un consumo creciente, aunque cada vez menos satisfactor de „necesidades lógicas‟ aceptables por su naturaleza misma y por su capacidad de universalización o extensión a todos los seres humanos”. Esa minoría consumista, la de las sociedades desarrolladas, ante la creciente saturación de objetos y servicios vive en un desenfreno de sustitución, cambiando de ropa, de automóvil, de alimentos, de todo. Lo que se compra hoy, mañana es obsoleto. El consumo en este sistema capitalista de siglo XXI se concentra en las franjas sociales que disfrutan de mayor renta. De esta forma, los logros científico-técnicos y los nuevos descubrimientos y objetos se convierten en barrera que separa dos mundos, un mecanismo que produce exclusión y marginación. Ricos cada vez más longevos, mejor informados y alimentados y pobres subalimentados, desprovistos de recursos y envueltos en la violencia. Consumir más exige extraer más recursos naturales y producir más residuos. Estamos ante un sistema que no valora los recursos naturales. Se piensa en extraer sin tener en cuenta el „coste de reposición‟. Los recursos son del más fuerte y prueba de ello han sido la mayoría de invasiones, guerras y golpes de Estado de las últimas décadas, propiciados por el imperialismo capitalista. La eficiencia transformadora es muy escasa. Se estima que el 93% de los recursos naturales que se emplean se convierte en residuos y tan sólo el 7% en

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objetos de consumo. Los residuos se convierten por su cantidad y su peligrosidad en el verdadero techo ecológico de la civilización consumista, por el calentamiento del planeta y persistencia de compuestos orgánicos y radiactivos. A través de la publicidad se fabrican necesidades para abrir nuevos campos donde colocar los productos que el consumidor no pide ni necesita. Se investigan los deseos, las ilusiones y apetencias para crear nuevas falsas necesidades a través de la mercadotecnia y el desarrollo de técnicas psico-sociales. La nueva publicidad parece considerar irrelevantes la utilidad, calidad, composición o diseño del producto. Se usan y crean símbolos que representen valores y asocien emociones, es el caso de las “marcas”. Algunos aspectos de nuestra personalidad son abordados por la publicidad con criterios poco o nada éticos. El miedo y la inseguridad determinan las dependencias y el escenario consumista ofrece garantías de seguridad. Es como si acumular garantizara el futuro. El consumidor compulsivo utiliza la posesión inmediata de los objetos como neutralizador de su ansiedad, sustituyendo deseos idealizados por la compra de objetos. La salud mental es un indicador directo de nuestro estado de satisfacción. En las sociedades desarrolladas se ha disparado el consumo de tranquilizantes y estimulantes así como el índice de personas con tratamiento psiquiátrico y psicológico, sin olvidar el número de suicidios y otros indicadores de violencia. Se producen numerosos conflictos familiares y crisis domésticas derivadas de un consumo excesivo de créditos, hipotecas y viajes. No es casualidad que la palabra lujo proceda de luxus, que significa excesivo. Trabajamos en lo que odiamos para consumir lo que no necesitamos. La sociedad moderna se ha encargado de producir gente enferma para tener una economía sana al servicio de la reproducción del consumismo. Nos hemos convertido en productores, consumidores, estadísticas, horas de trabajo y cifras, y en esa transformación los sueños de democracia real, libertad, solidaridad y ciudadanía han dado paso a una vida cotidiana colmada de agresividad, codicia y competencia que nos produce un sentimiento de depresión, de soledad y pérdida de sentido, una vida que sólo se realiza al penetrar los umbrales de los supermercados y los shopping centers.

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Los lujos de nuestros padres son nuestras necesidades. Nunca como hoy el hombre ha tenido a su disposición medios materiales tan eficaces, pero nunca como hoy el hombre se ha visto a sí mismo tan privado de valores que le confieran sentido a su vida. La funcionalización de la vida nos ha convertido en meros engranajes de un sistema productivo y nuestros sentidos de pertenencia y esencia se ha limitado al lugar que nos corresponde en determinado segmento del mercado, somos parte de un nicho que las empresas buscan conquistar. El fomento y la expansión de las necesidades es la antítesis de la sabiduría y la libertad, ya que incrementa la dependencia y el temor existencial. El consumidor está cada vez más inmerso en esa miseria que origina la ausencia de sentidos y significados, la miseria de la indiferencia, la apatía, de la falta de solidaridad y tolerancia entre las personas. Peor aún, el actual modelo “elefantiásico” ha transformado en seres desechables a todos aquellos que no posean acceso al crédito, es decir a los pobres, por sus escasos niveles de ingreso; los ancianos y enfermos terminales, por la esperanza de vida limitada que tienen y las minorías étnicas de muchos pueblos originarios, por estar al margen de la marea consumista y desplazados de la geografía. Es importante detenerse a pensar en esto por un instante. Pero como detenernos si vivimos en el mundo de la diversión, de la búsqueda de la evasión. Divertirse proviene del latín divertere, que significa alejarse, ir más allá, evadirse. Todo aparece de improviso y desaparece velozmente. Se busca la rapidez, la superficialidad del impacto emotivo y toda la cultura se termina reduciendo a la búsqueda de lo evanescente, de lo insustancial y, en ese proceso, la miseria se extiende a todos los órdenes de la vida. El diagnóstico hecho hasta aquí representa sólo síntomas de una enfermedad esencial. El síndrome más profundo que padecemos es nuestra apatía espiritual, una pasividad sin ambición ni creatividad, falta de pensamientos intrépidos y mente clara. Vernos cómo un grupo de víctimas es signo de ese vacío espiritual. Es pertinente preguntarnos si la modernización de la vida, sin ningún tipo de consideración por los valores humanísticos y espirituales, ha producido resultados positivos. Es preciso emprender la fatigosa tarea de indagarnos a nosotros mismos, entendiendo que somos arte y parte del escandaloso mundo

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que nos toca transitar. La cuestión radica en encontrar un camino correcto de desarrollo individual, que trascienda la negligencia del materialismo y la inmovilidad tradicionalista que nos llama a aceptar la realidad porque es así. De lo que se trata es de identificar senderos viables de solución a los colosales problemas que aquejan a la humanidad, y de descubrir nuevos recorridos para la vida humana, nuevos continentes en los cuales pueda expresarse la creatividad individual y colectiva, nuevos espacios y nuevos tiempos para el desarrollo y la expansión del espíritu humano. Aunque, en un escenario en el que “El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía”, el panorama se pinta aún más difícil. EN CONCLUSIÓN, el consumo llevado al extremo, irreflexivo, irresponsable e irrestricto se transforma en el consumismo o híper-consumo, el cual resulta perjudicial pues no sólo trastorna a las personas sino que cobra muy caros sus “favores” trasladando los costos a la mera naturaleza, tanto la interna del ser humano como la externa a éste. Los sistemas existenciales operados, incluyendo el actual, son modelos “insustentables” que agotan los ecosistemas y pervierten las formas de vida, donde también se encuentra la humana. BIBLIOGRAFÍA: -

Eulalio Ferrer Rodríguez. 1996. Consumo y consumismo. La Jornada, Diario. Lipovetsky, G. 2007. La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de híperconsumo. Anagrama. Bauman, Z. 2007. Vida de consumo. Fondo de Cultura Económica. México. Duque, A. 1984. El suicidio de la modernidad. Una revisión crítica de la cultura contemporánea. Bruguera. Barcelona. Leff, E. 2003. Ecología y capital. Siglo XXI-UNAM. México.

WEBGRAFÍA: -

www.lajornada.unam.mx

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www.news.bbc.co.uk

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www.webislam.com