Elena Greenhill

Elena Greenhill, la bandolera inglesa Temida por policías y criminales, Elena Greenhill, conocida como la “bandolera ing

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Elena Greenhill, la bandolera inglesa Temida por policías y criminales, Elena Greenhill, conocida como la “bandolera inglesa” vivió pocos años en Patagonia pero se convirtió en una imagen mítica, una leyenda. Su particular vida y algunos robos y atracos que se le atribuyen contribuyeron a acrecentar su fama, mas la particularidad de ser una mujer quien infundía miedo. Elena Greenhill fue una inmigrante inglesa que llegó a la Araucanía chilena en 1888. Sus padres vinieron como colonos. Tuvo una infancia de privaciones, once hermanos y responsabilidades tempranas. Se radicaron cerca de Puerto Montt, como tantos otros extranjeros. Elena, había nacido en 1874 en Yorkshire, Inglaterra. Como toda mujer de su tiempo, traía impreso que debía casarse, debía someterse a su destino, equivalente a los deseos del marido. Como casi toda mujer de su tiempo, se casó con un hombre mayor (20 años más que ella), a quien siguió tanto en la "dicha como en la adversidad", que para Elena fue abundante en penas. Unos diez años después de casada, y con dos hijos pequeños, la vida de la inglesa dio un vuelco trágico. En 1904 se la acusó de instigar la muerte de su esposo, desaparecido en el paraje neuquino donde vivían, Catan Lil. La peor prueba en su contra fue la de haberle sido infiel. El autor material –según el sumario judicial– había sido un peón que Elena tenía de amante. Si bien la justicia la absuelve “por falta de pruebas”, al regresar su estancia había sido saqueada como represalia. Los caminos por los cuáles Elena se volvió una bandolera no están del todo claros, pero lo cierto es que su otra pareja Martín Taborda, la involucró en el mundo del delito. Con él vivió un tierno romance, que duró tanto como su primer matrimonio. Juntos se radicaron en Río Negro, donde pusieron un almacén de ramos generales. Paralelamente, se dedicaron al robo de hacienda en las estancias cordilleranas, que luego arriaban hasta Chile para vender allí el ganado. En paralelo recurrían también al robo y la estafa con los proveedores o bolicheros del camino. De ella, se decía que vestía como hombre y que tenía una excelente puntería, pudiendo partir un cigarrillo con un disparo desde 10 mts. de distancia. Una anécdota cuenta que una vez llegó a un almacén de campo y sin bajarse del caballo mando llamar al dueño para comunicarle las provisiones que necesitaba llevarse de fiado. El hombre la miró sorprendido. La inglesa sacó su revólver y bajó a dos pájaros que sobrevolaban de un tiro. El hombre reaccionó de inmediato: “Pasa y llevate lo que quieras, te abro una cuenta corriente”. Se convirtió en leyenda cuando se atrevió a secuestrar a dos comisarios de Chubut, a quienes obligo a realizar tareas domésticas, solo vestidos con sus calzoncillos. Después de unos días los dejó en libertad, aunque primero les hizo firmar unas guías de arreo, de forma de asegurarse la propiedad de un ganado robado. Desde 1908 a 1915 tuvo a maltraer a la policía de Chubut. Hasta que una partida policial le realizo una emboscada. Greenhill y sus acompañantes no se rindieron y comenzó la balacera. La inglesa desde su caballo, herida continuaba disparando. El tiroteo duró una hora hasta que se le agotaron las balas. Su compañero, Martín Taborda logró escapar, pero ella no tuvo la misma suerte. Continuaba tirando desde atrás de su caballo, contra la policía, hasta que sus fuerza dijeron basta y cayó boca abajo. En ese momento le dieron el tiro de gracia que terminó con “La bandolera inglesa”, Elena tenía 43 años. Su cuerpo fue enterrado en la zona de Gan Gan.

Elena como mujer y extranjera, se mantiene al margen del universo normativo construido desde el Estado, que anclaba a la mujer en el rol de madre y esposa, subyugada a la figura del varón. Esta posición de mujer “rebelde” se potencia aun más, cuando se le agrega el adjetivo de “bandolera”, si bien ella nunca mató a nadie. Hizo negocios limpios y sucios, y fue audaz para los negocios y para el amor. Dotes difíciles de digerir por su sociedad que la condenaba una y otra vez. Aún así, Elena hizo suficientes méritos para ser leyenda, aunque silenciada o malinterpretada por la perspectiva masculina que impregnó la historia.