El Proceso Psicoanalitico

t DONALD MELTZER Presentación a la versión castellana por el Dr. León Grinberg � LUMEN • HORME 1674 (1055) 1r 373

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DONALD MELTZER

Presentación a la versión castellana por el Dr. León Grinberg



LUMEN



HORME

1674 (1055) 1r 373-7446 / 375-04521814-4310 I FAX (54-1) 375-0453 Viamonte

Buenos Aires



República Argentina

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Título del original inglés: THE PSYCHO-ANALYTICAL PROCESS Editado por William Heinemann Medical Books, Ltd.

Versión castellana HAYDÉE FERNÁNDEZ DE BREYTER

4ª Edición 1996

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ISBN 950-618-048-2

© Copyright de todas las ediciones en castellano por EDICIONES HORMÉ S.A.E. Castillo 540

-

Buenos Aires

Queda hecho el depósito que previene la ley 11. 723 IMPRESO EN LA ARGENTINA Todos los derechos reservados

EL PROCESO PSICOANALÍTICO

Biblioteca: Grandes Obras del Psicoanálisis

1- Erik H. Erikson: ÉTICA Y PSICONÁLISIS 2- D. W. Winnicott: CLÍNICA PSICOANALÍTICA INFANTIL 3- D. W. Winnicott: EL NIÑO Y EL MUNDO EX'fERNO 4- Karl Abraham: ESTUDIOS SOBRE PSICOANÁLISIS Y PSIQUIATRÍA 5- Erik H. Erikson: INFANCIA Y SOCIEDAD 6- Karl Abraham: PSICOANÁLISIS CLÍNICO 7- D. W. Winnicott: LA FAMILIA Y EL DESARROLLO DEL INDIVIDUO 8-Bion W. R.: VOLVIENDO A PENSAR 9- Meltzer D.: EL PROCESO PSICOANALÍTICO

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VOLUMEN 9

INDICE Pág. Presentación a la versión castellana . . . . . . . . Reconocimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prefacio ... . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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9 13 15 19

La recolección de la transferencia ... 11 El ordenamiento de las confusiones . eo r,f a g g 1cas 111 El ordenamiento de las confusiones .. . .. ... .. .. ����� . . IV El umbral de la posici6n depresiva . V El proceso del destete ........... .

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Sección 1 Cap. ''

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Sección 11 VI ·El proceso en pacientes adultos . . . . VII El ciclo del proceso en la sesión individual ........................ VIII El trabajo analítico . . . . . . . . . . . . . . IX El psicoanálisis como una actividad h11mana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Apéndices . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . fndice alfabético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ,,

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PRESENTACIÓN A LA VERSIÓN CASTELLANA

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Considero que este libro es una excelente exposición de las distintas y complejas fases que configuran el pro­ ceso analítico. Su autor logra transmitir, de una manera original, su propia experiencia de muchos años de ana­ lista de niños y de adultos, con la misma convicción que siente el artista al presentar una obra en la que alcanm a reflejar plenamente su verdadera esencia. No es casual que haya equiparado a Donald Meltzer con un artista. En realidad, estoy aprovechando el mismo modelo que él utiliza al referirse a la labor del psico­ analista como a la de un artesano que ha aprendido un oficio pero que debe tener algo más que su simple metier: el talento nato del artista. Donald Meltzer es sin lugar a dudas, y a pesar de su juventud, un maestro artesano del psicoanálisis en el que se combinan armó­ nicamente la sagacidad técnica, el conocimiento cien­ tífico y la chispa creadora del artista. Fuimos afortu­ nados en poder apreciar las excelencias de ese cocktail durante los seminarios, supervisiones y conferencias que dictó en la Asociación Psicoanalítica Argentina en el año 1 964. Hay muchos aciertos en este libro. Como no puedo referirme a todos, intentaré resumir algunos ·d e los más 1m portantes: 1 ) la corre. lación que se establece entre la estruc­ tura de la mente y la naturaleza del proceso analítico a •

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través del vínculo transferencia! y conttatransferencial. El analista debe proveer con su actitud a que el paciente pueda comunicar verbalmente los contenidos de su men· te sin tener que recurrir a la acción.

2)

El concepto original de que el encuadre de la tarea analítica que modula la ansiedad del paciente, contiene sus partes in·fantiles y limita las interferencias, debe ser una creaci6n por parte del analista. Por su­ puesto, Meltzer no se está refiriendo a los aspectos for­ males del encuadre sino a la actitud básica con que el analista enfrenta su relación con el paciente.

3) La importancia que otorga a lo que describe como la ''parte adulta'' del paciente, opuesta a la ''parte infan­ til'', que constituye el nivel más maduro, con mayor adaptación a la realidad, y cuya alianza es necesaria y propicia para el éxito del trabajo analítico.

4) La secuencia de los capítulos brinda una visi6n

muy acertada de las vicisitudes que ocurren en un aná­ lisis a uavés de sus distintos períodos. Parte del fenó­ meno de la ''recoleccción de la uansferencia," desarro­ llado en el capítulo 1, que es peculiar de los períodos iniciales y que lleva a la disminución de los síntomas, a u.na aparente mejoría, y al riesgo paradoja! si se trata de u1n análisis de niños de que los padres quie­ ran interrumpir el tratamiento dando al paciente por curado. En el capítulo 11 plantea el problema de las ''confusiones geográficas'' originado por la utilización masiva de la identificación proyectiva con objetos ex­ ternos e internos y su tentativa de ordenamiento. En el mismo capítulo intercala el concepto de toilel-breast (pecho-inodoro) que constituye un verdadero hallazgo, ya que expresa en forma gráfica la naturaleza de la fan­ tasía inconsciente y de la relación con un objeto par-

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cial, frecuentemente usadas por el paciente (tanto niño como adulto) para descargar en el analista los senti­ mientos angustiantes y displacenteros. Una vez esta­ blecido el ''pecho-inodoro'', aparece el ordenamiento de las ''confusiones zonales'' (capítulo III) sobre la base de las fantasías edípicas y preedípicas con sus corres­ pondientes interacciones entre las zonas eróticas y sus objetos. Al interpretar el analista la idealización, la ra­ bia, la ansiedad y la disociación, disminuyen las confu­ siones y emerge la fase siguiente. El capítulo IV plan­ tea el período en que el paciente entra en el ''um·bral'' de la posición depresiva''. Finalmente, en el ''proceso del destete'' (capítulo V) se encaran diversos aspectos de la situación depresiva relacionados con el problema de la muerte, de la noción del tiempo y del impulso a la integración de partes del sel/ que han estado disociadas. En la segunda sección del libro se expone material clínico (capítulo VI) tendiente a introducir la discu­ sión de las analogías y diferencias entre el análisis de adultos y el de niños. El caso presentado es el de 11na niña púber, en su cuarto año de análisis, y constitu­ ye a mi juicio un verdadero modelo de trabajo analítico en el que se pone de manifiesto una muy ade­ cuada integración de teoría y técnica. Es seguido, en el capítulo siguiente, por el desarrollo de una sesión indi­ vidual de una niña de cuatro años y medio para mos­ trar la continuidad con que suele presentarse el mate­ •

rial asociativo, y también como una descripci6n de la técnica de supervisión empleada en la enseñanza del psicoanálisis. El capítulo VIII presenta una explicación clara y bien fundamentada de dos funciones primordia­ les del proceso analítico como son el encuadre y la elaboración.

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El capítulo IX, titulado ''El psicoanálisis como una actividad humana'' es un digno broche para cerrar un libr·o de tan alta calidad. Una frase, elegida un poco al la actividad psi­ azar, da la pauta de su contenido: coanalítica. . . tiene que cdoler». Debe realizarse con tanto esfuerzo como lo permita la fortaleza del analista. Sólo dentro de un marco de trabajo, bajo una tensión equilibrada, puede surgir la misteriosa función de la creatividad que por sí sola hace que el analista sienta que tiene un lugar en una sociedad cientí·fica de sus iguales, más bien que en un gremio de maestros jor­ naleros y aprendices''. ce







LEÓN GRINBERG

RECONOCIMIENTO

Quisiera agradecer a los siguientes amigos por su ayuda y consejos en la preparación de este libro: señora Esther Bick, señorita Betty Joseph, señorita Patti Koock, doctor Herbert Rosenfeld, doctora Hanna Sega!, señor Adrian Stokes, señorita Doreen Weddell.

PREFACIO

Este libro fue creciendo en los últimos seis años a través de conferencias y seminarios, hasta adquirir la forma presente en un ambiente de estrecha colabora­ ción en la tarea y la investigación clínica. La mayor parte de su forma proviene del autor, pero mucha de su riqueza proviene de los estudiantes Y. colegas con los cuales ha sido ''elaborado''. Comenzó, poco antes de la muerte de Melanie Klein en 1960, con una seri� de conferencias-seminarios dictados a psicoterapeutas de niños que se habían formado en la Tavistock Clinic. En esas sesiones se presentó material seleccionado por los terapeutas que controlaban con el autor. Estas pre­ sentaciones fueron precedidas . por conferencias improvi­ sadas sobre el proceso psicoanalítico y la oosología y prognosis que serían luego ilustradas por el caso pre­ sentado. Las conferencias fueron grabadas, mi.meogra­ fiadas y distribuidas. Este método se repitió varias veces durante esos seis años con diferentes grupos: psicoterapeutas-estudiantes, estudiantes de análisis de niños, analistas y candidatos de la Asociación Psicoanalítica Argenti:na y finalmente en un seminario de investigación compuesto por estu­ diantes y analistas de niños. Fue posible operar en esta forma debido a una vasta experiencia en sup�rvisión de la cual se podía extraer el material clínico oportuno.

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Fue a través de una abundante supervisi6n de casos infantiles y adultos yuxtapuesto al trabajo con mis propios pacientes que tomé conciencia de los modelos descriptos en este libro. La publicación constituyó el paso lógico que siguió a la convicción. Menciono estos hechos para ubicar la experiencia aquí materializada dentro del marco de la historia psi­ coanalítica y mostrar que hay un grupo en funciona­ miento que difunde la teoría y la práctica de los apor­ tes iniciados por Melanie Klein. En consecuencia, este libro no puede ser leído con provecho sin referirlo a ese contexto histórico dentro del cual el libro de Hanna Sega! Introducción a la obra de Melanie Klein, Bs. As., Paidós, 1965, constituye un requisito mínimo. Por otra parte, resulta difícil imaginar que el presente libro pue­ da tener importancia para alguien que no haya experi­ mentado el proceso analítico directamente como pacien­ te. Está dirigido a los analistas en el ejercicio de su profesión para su uso y como una contribución al re­ ciente y difundido interés en el proceso a1nalítico. En cuanto a la terminología, la mayor parte de los términos técnicos empleados son bien conocidos en la literatura kleiniana, tales como splitting•, splittmg-e­ idealización, identificación proyectiva, objetos internos, etc.. Pero otros resultarán menos familiares, aunque se han convertido ya en lenguaje corriente entre los ana­ listas kleinianos. Son principalmente notacionales, un estilo de referencia, antes que técnicos. Su significado no implica un aporte a la teoría, sino que se hace evi-

Mantenemos el término original spli11ing en lugar de tra­ ducirlo por ''disociación'' debido a que, conceptualmente, está referido a un tipo específico de disociación, de índole más regresiva. (N. Je la T.) •

EL

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dente por el contexto. Me refiero a términos tales co­ mo ··pecho-inodoro'', •'mami-inodoro'', ''pecho-nutricio'', ''parte-niño (del .relf) '', etc. Es una taquigrafía que re­ fiere a una estructura cuyos principios generales son simples: 1) se les da a los objetos nombres adultos o infantiles, ya sea que correspondan a la experiencia adulta o a niveles infantiles de la personalidad, por ejemplo, ··mamá'' o ··mami''; 2) se nombra a los obje­ tos según indiquen status de objetos parciales o totales, por ejemplo, ··mami'' o ''pecho''; 3) se otorga a las par­ tes del sel/ nombres que diferencien su nivel de madu­ ración y cualidad predominante, de modo de definir el grado de splitti.ng, por ejemplo, el ''hombre'', la ''parte­ niño'', el ''bebé-pene''. Una notación similar indica la distribución geográ­ • 1 •

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fica de la fantasía. Se usan ''interno'' y ''externo'' para describir los mundos interno y externo, mientras que ''interior'' y ··exterior'' son usados para definir la rela­ ción del adentro o el afuera del cuerpo de un objeto. La �eparación con guiones es copiosamente empleada en esta notación y puede ser siempre considerada im­ plicando cierto grado de confusión cuando se unen tér­ minos del mismo valor gramatical, como en ''lengua­ pene-bebé''. De este modo usaremos el término ''vagi­ na-ano'' antes que un término biológico como ''cloa­ ca'', porque el pri1mero puede invertirse en ''ano-vagina'' cuando se le adscriben al recto funciones reproductoras, en lugar de adscribírsele al útero funciones excretorias (como en los conceptos infantiles de la menstruación) . Sin embargo, no ha sido posible escribir este libro sin a veces trascender en la referencia teórica la literatura publicada hasta hoy. En parte se debe al contacto con colegas que no han publicado aún sus aportes. Cuando

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se trata de trabajos míos que han quedado rezagados, intenté remediar la situación mediante un apéndice teó­ rico al cual se remite al lector. Esto me pareció prefe­ rible a interr11mpir el texto con notas al pie. Aconsejo al lector dejar el apéndice para el final, a menos que el texto le resulte incomprensible si·n él. Una palabra más a modo de prefacio acerca del mé­ todo de exposición. Muchos colegas y candidatos han escrito con generosidad material clínico para que yo lo usara en este trabajo. Mas he decidido en esta pre­ sentación inicial emplear pocos ejemplos clínicos en la descripción del proceso analítico (Sección 1 ) e intentar en cambio una descripción genérica de los fenómenos clínicos que hará más vívida la referencia a lo que ocurre en el consultorio y en el cuarto de juegos. Este método tiene el propósito de evocar en el lector asocia­ ciones de su propia experiencia como paciente y analis­ ta. La Sección 11 se ocupa de la tarea del analista y sus funciones y se usará material clínico que también ilus­ trará aspectos de la Sección 1. D. M.

INTRODUCCIÓN

El ''hacer'' de la tarea analítica y el ''hablar'' acerca de la misma son dos funciones muy diferentes del aná­ lisis. El analista al trabajar debe estar ''sumergido'' en el proceso analítico del mismo modo que el músico en su instrumento, confiando en la virtuosidad de su men­ te en las profundidades. Debe ''emerger'' de esta ab­ sorción cuando de�cansa, entre pacientes, cuando habla con sus colegas y cuando escribe. Existen pocas dudas de que estas dos áreas de función deben interactuar si es que el analista individual y el psicoanálisis como to­ talidad han de desarrollarse. Nada puede ser más peli­ groso para este desarrollo que una disociación entre el ''hacer'' y el ''hablar'', entre el practicante y el teórico. Una ma•nera de asegurarse que no se va a dar esta disociación es el uso del lenguaje para unir y mante­ ner conectadas funciones y áreas de la personalidad que tienen tendencia a separarse. La obra de Melanie Klein tiene el mérito singular de conservar el mismo lenguaje para sus pacientes que para sus colegas, con algunas no­ tables excepciones. Términos tales como ''posición pa­ ranoide-esquizoide'' y ''posición depresiva'' pueden ser necesarios como un meta-lenguaje, para usar el término de Bertrand Russell, un nivel de abstracción por encima de la tarea clínica. Pero tal vez ''identificación proyec­ tiva'' tenga eventualmente que ser cambiada por algo así como ''identificación intrusiva'', si es que se puede en-

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contrar una palabra que exprese una función de la fan­ tasía tan alejada de la conciencia, salvo en los cuentos de hadas.

Aparte de estas pocas excepciones lingüísticas, el len­ guaje de este libro refleja una actitud básica acerca de la estructura de la mente por un lado y de la natura­ leza del proceso analítico por el otro, en el sentido de que lo segundo es el producto natural de lo primero. Se podría decir con mayor precisión que el valor del pro­ ceso analítico deriva del grado a que está determinado por la estructura de la mente. El vínculo es, por su­ puesto, la cetransferencia'' y la ''contra-transferencia'', las funciones inconscientes e infantiles de las mentes del paciente y el analista. Si el único derecho que tiene el analista para considerarse especialmente calificado es su capacidad para desplegar su '·órgano de la conciencia'' hacia adentro para comprender su contratransferencia, el resto del cctrabajo'' analítico es técnico en la sesión e intelectual en el descanso. Provisto de su equipo téc­ nico e intelectual, el analista decide conducirse de un modo especial, y estimular al paciente hacia una con­ ducta semejante, o sea, utilizar la conciencia (de los de­ rivados de los procesos inconscientes) para el pensa­ miento verbal, en lugar de recurrir a la acción. Lo cual equivale a ··contener'' los aspectos infantiles de la mente y sólo comunicar acerca de ellos. Esta comunicación constituye la actividad interpretativa del analista, que luego contribuirá a la capacidad del paciente para el insight. Mas no obstante lo importante que la interpretación pueda ser para la t•curación'' y el insight, no constituye la tarea principal del analista en lo que hace al estable­ cimiento y mantenimiento del proceso analítico. Esto último se efectúa mediante la creaci6n del ''encuadre''

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EL PROCESO PSICOANALITICO

en el cual los procesos transferenciales de la mente del paciente pueden encontrar expresión. La palabra ''crea­ ción'' enfatiza la naturaleza de esta parte técnica de

la

tarea, porque resulta evidente que se requiere un pro­ ceso de constante descubri,miento por parte del analista, refiriéndose a la modulación de la ansiedad por un lado y a reducir al máximo la interferencia por el otro. Nótese que se empleó el término ''modulación'' de la ansiedad y su ''modificación'', dado que este último es con seguridad una función del aspecto interpretativo de la tarea, mientras que la modulación es entendida como parte del encuadre. Esta modulación se da a través de la reiterada vivencia que tiene el pac·iente e.n análisis de que hay un lugar donde la expresión de sus procesos transferenciales no será satisfecha mediante la actividad contra-transferenci.al, sino solamente mediante la actividad analítica, es decir, una búsqueda de la ver­

dad.

Para que tenga lugar esta búsqueda de la verdad sobre la mente del paciente, es necesario que el encuadre re­ duzca al mínimo las interferencias en el desarrollo y elaboración de su transferencia, tales como las que po­ drían ser causadas por la intrusión de realidades ex.. ternas en el encuadre. El sentido común predeciría que esto es imposible en lo que hace a la edad, sexo, as­ pecto y carácter del analista. ...

Pero afortunadamente el

análisis no está sujeto al sentido común y encuentra que el impulso que surge del paciente hacia

la

resolución

de sus conflictos actuará al margen de todas estas rea­ lidades externas, si es que no le son impuestas con de­ masiada fuerza. El secreto reside en la estabilidad, y la

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clave para la estabilidad es la simplicidad. Cada analista debe idear para sí mismo un estilo simple de trabajo

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analítico, en los arreglos de horarios y de pago, en el · consultorio, en su ropa, en sus modos de expresión y comportamiento. Debe trabajar bien dentro de los lí­ mites de su capacidad · física y tolerancia mental. Pero también, en el proceso de descubri.miento con el pacien· te, debe encontrar, a través de su sensibilidad, los me­ dios de modulación requeridos por ese individuo dentro del marco de su técnica. En una palabra, debe contro­ lar el encuadre de tal manera que permita la evolución de la transferencia del paciente. ComQ se verá, este enfoque del proceso a•nalítico des­ cansa primordialmente en el componente estructural de la · metapsicología y, tanto con niños como con adultos, -contempla la existencia del Jplitting del Jelf, tanto ho­ rizontal (nivel de edad ) como vertical (anatómico y funcional ) . • Y de este modo, en menor o mayor grado, siempre existe, aunque no siempre sea asequible al con­ tacto, un nivel de la mente que es el más maduro, el cual, debido a la identificación proyectiva con objetos internos adultos, puede ser razonablemente llamado la ''parte adulta''. Es con esta parte de la personalidad que se propicia una alianza durante la tarea analítica. Un aspecto de la tarea analítica que alimenta esta alian­ za involucra la indicación y explicación de la coopera­ ción requerida, así como también su estimulación. El analista tiene la esperanza de que esta ccparte adulta" gane progresivamente el control sobre el ''órgano de l.a conciencia'', y de este modo sobre la conducta, no sólo con el propósito de incrementar la cooperación, sino eventualmente para el desarrollo de la capacidad de auto-análisis. En consecuencia, se puede establecer una distinci6n ·



Véase Apéndice K.

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entre el ''análisis'' del paciente, como un proceso poten­ cialmente tan largo como la vida y que constituye una forma de vida con la responsabilidad obtenida a través del insight y el ''ser analizado como el método de poner en acción el auto-análisis. Este último estado da con­ sistencia al concepto de ''terminación'', que se diferencia del de ''interrupción'', y a objetivos de logro de la organización básica de la personalidad antes que a la resolución de determinados rasgos o síntomas psico­ patológicos. Se podría decir que este enfoque está ale­ jado del modelo médico de la tarea psicoanalítica, pues significa el abandono de conceptos tales como ''enferme­ dad'' y ''curación'' a favor de un enfoque puramente metapsicológico. Fue un desarrollo natural el que vinculó al psicoaná­

lisis tan estrechamente con el campo médico y la neu­ ropsiquiatría; se recogieron muchos beneficios mutuos, especialmente en los comienzos· cuando la gama tera­ péutica del análisis era tan limitada que el diagnóstico 1

psiquiátrico diferencial constituía un resguardo esencial para la práctica analítica. Pero como la psiquiatría ha avanzado con las drogas, psicoterapias, tratamientos en grupo y enfoques sociológicos, la presión sobre el psi­

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coanálisis para que ''cure'' los enfermos ha disminuido y ha comenzado a esclarecerse su posición en el mun­ do. El psicoanálisis se ha convertido por un lado en el más fructífero método. de investigaci6n de la men­ talidad h11mana, donde el concepto de ''mente'' es di­ ferenciado del de ''cerebro'' y constituye su principal



1 terés. Por otra parte, el psicoanálisis ha de­ foco de i1 mostrado ser un campo de aprendizaje y fuente de in­

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formación para los campos afines, o sea, la psicología, las ciencias sociales y la medicina.

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DONALD MELTZER

Liberado del peso de la ''curación'', el psicoanálisis se ha orientado hacia el desarrollo del carácter con lo cual atrae a un tipo diferente de paciente que tiene distintos objetivos. Al abarcar un área ubicada en al­ gún lugar del triángulo entre medicina psicológica, educación y crianza del niño, parece estar pronto para desarrollar una nosología, un sistema prognóstico y un método de evaluación del progreso separado del método descriptivo clínico usado por la psiquiatría. Su alterna­ tiva debe ser un sistema basado en el proceso analítico como un concepto unificado, pero esto no se puede lo­ grar sin la unidad del método clínico. Afortunadamente sucede que el ''método clínico'' no necesita abarcar el área de la teoría y su resultado, la interpretación. Existe un amplio campo para que la unidad de las experien�ias clínicas posibilite la comunicación cientí­ fica mientras el aspecto técnico del método se man­ tenga constante, es decir, el encuadre. Se da por sen­ tado que cualquier método que no centralice su inda­ gación en la trans·ferencia no está en absoluto relacio­ nado con el psicoanálisis. Si se piensa un poco se verá qué razonable es, según el punto de vista expresado · aquí, que el análisis de niños revele el proceso analítico en su forma más pura. No sólo viene el niño al análisis libre de conceptos culturales erróneos respecto de la naturaleza del pro­ ceso, sino que también se acostumbra al mismo en for­ ma natural y sin motivaciones conscientes. Dado que los niveles de su mente están pobremente diferenciados y su vida está colmada de fenómenos transferenciales, se introduce en el dominio del proceso analítico sin darse cuenta. Por esta razón paradójica la cooperación en el análisis no se desarrolla en los niños hasta un

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BL PROCESO PSICOANALITICO largo tiempo. Pero tampoco es cooperan, hasta que se haya alianza con la parte ''adulta'' de do tal que se puedan estudiar esfuerzo.



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razonable decir que no establecido una franca su personalidad, de mo­ las fluctuaciones en el

Por estas razones, este libro ha sido construido al­ rededor del proceso tal como se manifiesta en el con­ sultorio de niños y puede parecer aplicable principal­ mente la experiencia del analista de niños. Sin em­ bargo, si los lectores que carecen de experiencia en este área perseveran hasta el Capítulo VI, encontrarán que el panorama total entra en relación con los hechos del consultorio adulto. En realidad cada analista está cons­ tantemente viendo al niño, o más precisamente, a las distintas partes-infantiles de su paciente adulto, en sue­ ños, así como también en el acting-in y acting-out de la transferencia. Pero es también cierto que, puesto que la experiencia en niños enriquece el trabajo de los analistas, su ausencia puede hacer que las descripciones de los Capítulos 1�V sean menos vívidas. Volvamos por un momento a la necesidad de cons­ truír, en el futuro, uAa nosología y un método de prog­ nosis puramente psicoanalíticos. A lo largo del texto se indican sugerencias que apuntan a dicha fundamen­ tación, a los fines del aspecto clínico. Pero para que sea de valor científico, un sistema de nomenclatura y prognosis deberá existir en íntima conexión con un método de evaluación y con un concepto del proceso analítico debidamente esclarecido y unificado. Está claro que los pasos a seguir deben ser: primero, proceso ana­ lítico; segundo, método de evaluación; tercero, cons­ trucción de una nosología y prognosis. Gracias al genio de unos pocos ya se . cuenta con trabajos teóricos y téc-

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DONALD MBLTZER

nicos básicos. Es factible ahora que otros estudiosos brinden su contribución para unificar al psicoanálisis en una ciencia que contenga en sí misma todos sus ele­ mentos y que sea lo suficientemente sólida como para satisfacer a sus amigos más exigentes y protegerse de sus enemigos más virulentos. Dado que vamos a rastrear a:hora la evolución de la transferencia como proceso, con una historia natural propia, tal vez lo mejor sería ser claro, desde el comien".' zo, acerca de la utilidad y de los peligros de tal con­ ceptualización. He dicho que el analista debe estar ''sumergido'' en la experiencia interna del material del paciente, confiando en que su virtuosidad analítica rea­ lizará en la sesión el manejo técnico y la tarea inter­ pretativa. Pero debe ''emerger' en el descanso para comprender lo que ha estado haciendo en realidad y qué área del proceso analítico ha atravesado. A partir de estas consideraciones puede predecir el curso futuro y llevar adelante la validación .mediante la predicción, que es el instrumento científico principal del psicoaná­ lisis. Resulta obvio que la convicción acerca de la teoría analítica sólo puele provenir de la experiencia; cada analista, guiado por sus profesores y por la literatura correspondiente, debe ''descubrir'' la totalidad del aná­ lisis por sí mismo. Esto, creo, no ocurre en las otras ciencias en las cuales no existe una absoluta interdepen­ dencia entre cada área de la teoría. Si hay pirámides que descansan sobre sus bases, el psicoanálisis es de las que descansa sobre su ápice constituido por el con­ cepto del inconsciente. La historia del psicoanálisis se asemeja al juego de construir con f6sforos sobre el cuello de tina botella y tal es la estructura de las teorías

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BL PROCESO PSICOANALITlCO

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que toman forma en la mente del analista a medida que éste se va formando. Al igual que el que contruye sobre-la-botella, el analista siente que esta estructura está en peligro constante ante cada perturbación, particular­ mente ante los ataques que provienen de sus propias estructuras infantiles. Hasta que el analista no tiene una vasta experiencia y su carácter se ha estabilizado por el tratamiento analítico, esta estructura de teoría es frecuentemente derribada por el Jtf"ess de la tarea analítica, su dolor, confusión, preocupación, culpa, des­ ilusión. El •temerger'' para ha·cer inventario, que ocurre mientras el candidato está en análisis y mientras el ana­ lista joven está en supervisión, debe eventualmente to­ marse como un procero autónomo. La conceptualización del proceso analítico puede contribuir a esta función y de ese modo estimular la capacidad de investigación del analista en formación. Me refiero a su capacidad de t'descubrir'' los fenómenos psicoanalíticos más allá de la verificación de todo lo que se le ha enseñado. Si bien este es el valor de la concepción, debemos recordar sus peligros, es decir, la tentación de prote­ gernos de la.s zozobras antes enumeradas mediante la escotomización, el control obsesivo, la dependencia fácil de la teoría y la sumisión a la misma. Por lo que antes de comenzar, insisto en que los Capítulos que siguen no pueden ser ''usados'' en el consultorio, sino sola­ mente durante el descanso, cuando se escriben anota­ ciones, se reconsidera el progreso de un paciente, se presenta material, se escriben trabajos.

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SBCCióN l

CAPÍTULO 1 LA RECOLECCIÓN DE LA TRANSFERENCIA Los niños se aproximan al análisis, como a cualquier nueva experiencia en la vida, bajo la orientación y la autoridad de sus padres.. se solía pensar que el deseo de complacer a los padres, la esperanza de gratificar an­ helos secretos y la expectativa de ·encontrar alivio para las aflicciones cotidianas se mezclaban en grados varia­ .bles para impulsarlos hacia la nueva experiencia, mien­ tras que las ansiedades los retenían. A su vez podemos pensar que el modelo motivacional es más inconsciente y pertenece· a la categoría general del deseo de mante­ ner el stat11s-quo- que se opone al impulso hacia la inte­ gración. No creo que estos dos puntos de vista sean in­ compatibles, . pero encuentro que este último · es más acorde con mi experiencia y modo de describir los fe­ nómenos analíticos. . Según este punto de vista la vida de un_ niño al comienzo de su análisis parecería estar colmada de obje­ tos del mundo externo: padres, hermanos, familiares, sirvientes,. maestras, animales, juguetes, máquinas y tam­ bién por elementos de la naturaleza. Aunque su tenden­ ·cia, impelida por distintos impulsos y ansiedades, es la de extender los límites del_ self para abarcar todo objeto nuevo, también padece el temor. a la sobreexten-

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sión a ''perderse'', y por esta raz6n intenta mantener un perímetro definido. La geografía de este perímetro, en relación con el mundo externo, está principalmente, co­ mo en tantos juegos, definida por la distancia emocio­ nal del '';hogar'' que es, en verdad, el domicilio real, pero es también fundamentalmente los cuerpos de los padres y en especial el de la madre. De este modo las personas y las cosas tie�en una valencia positiva o ne­ gativa según se los sienta cercanos a los padres. La in­ tensidad de la valencia varía según el grado de intimi­ dad amistosa u hostil. Es por esta razón que una fobia, por ejemplo, estará casi siempre vinculada a una ten­ den·cia fóbica de los padres. Por otra parte sabemos que aparece una . valencia edípica negativa en el momento en que se sospecha de una intimidad demasiado posi­ tiva con una figura parental. Creo que podemos decir, con seguridad, que los niños ''miden'' a su analista de este modo: con un ojo puesto en el padre o madre y el otro en el analista ob­ servando la interacción en el momento del encuentro. Se puede pensar en la incapacidad de integración de los niños en forma muy provechosa y sostener que . no se debe principalmente a un emergente persecutorio, sino a su incapacidad de internalizar la yuxtaposición de la figura del padre y la del analista a los fines de ''medir''. Un niño con u.na mayor capacidad para la in­ troyección lo puede hacer, utilizando datos que su pa­ dre o madre le pueden dar del analista, y viceversa, ais.. !ando a uno del otro. La forma en que los padres han presentado la necesidad y el prop6sito del análisis, por ejemplo, puede yuxtaponerse en el pensamiento a la presentación del analista, o a su actitud o modales. Toda disonancia tiene el efecto de una valencia negativa que

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se agrega al procedimiento analítico o al analista como persona. Por esta razón vale la pena que los padres preparen cuidadosamente al niño para esta primera sesión y para el manejo del niño en las diversas even­ tualidades que surgen de la misma, a pesar de que con frecuencia comprobamos que las más cuidadosas ins­ trucciones se pierden con la excitación del momento. Este modo de comprender el problema que se nos presenta, en el sentido general de introducir una per­ sona nueva en la vida del niño, podría sugerir que el estrecho margen entre la amistad y la valencia ne­ gativa persecutoria o edípica debe ser utilizado por ha­ cerle evidente al niño la existencia de un grado correcto de relación amistosa, pero no demasiado íntima entre los padres y el extraño. Esto es de hecho lo que una maestra o médico preparado harán a través de su con­ duc · ta, forma de dirigirse, breve charla con los padres antes de dirigir su atención hacia el niño con cierto grado de contacto físico y a la vez emocional Pero los requisitos del proceso analítico probable­ mente no se cumplirán a la larga con esta forma de

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comienzo, dado que nuestros objetivos difieren mucho de los de la maestra o el médico. No pretendemos es­ tablecer una relación de confianza y obediencia para con nosotros como sustituto de los padres dentro de un área limitada. Deseamos emprender una relación nue­ va y trascendente que pueda separarse de la vida del niño en su hogar y convertirse eventualmente en una tarea p'ivada, de coopef'ación y de f'esponsabilidad. Es­

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ta alianza con los aspectos más maduros del niño sólo se podrá lograr, creo, siguiendo los métodos postulados por Melanie Klein, según los cuales la interpretación, junto con el esclarecimiento del encuadre y el método

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de análisis, es utilizada para poner en marcha el pro­ ceso analítico, con todas las cualidades orgánicas que nos proponemos investigar: su ''historia natural'', como ya lo he llamado. Parecería ser mejor, teniendo este objetivo en vista, que los padres hablaran con el niño lo menos posible acerca de las razones para su análisis o de los objetivos del proceso y que sólo le dieran in/ormaci6n acerca del horario, frecuencia de las sesiones, nombre del analista y le indicaran que las preguntas restantes se le pueden formular al analista. En forma similar, sería deseable que el contacto entre los padres y el analista fuera tan restringido y ambiguo como la buena educación lo permita. •

:aste procedimiento con seguridad creará en el niño una tendencia a la valencia negativa más persecutoria respecto del analista, quién debe intentar neutralizar­ la lo antes posible mediante la interpretació.n de las ansiedades inconscientes y conscientes y esclareciendo el encuadre, método y propósito del procedimiento analítico. . Llamo la ''recolección de los procesos transferencia­ les'' a lo que sucede como consecuencia de este tipo de enfoque, durante el período introductorio del aná­ lisis de niños. Puede durar algunas semanas o varios meses. Difícilmente pueda i·maginar la confurmación de una resistencia intratable al análisis en este período, suponiendo se cuenta con una técnica adecuada e inter­ pretaciones con un grado mínimo de corrección, a ex­ cepción de una razón que sería la de una folie a deux entre madre y niño. Estoy tentado a decir ''la persona que lo trae a análisis', pero no creo realmente que esto sea correcto, porque he tenido experiencia de que no era ·

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la madre la que ''traía'' al niño, sino que era ella, en­ vuelta en una folie a deux, lo que impedía que la con­ centración tomara la forma necesaria para poner el pro­ ceso de análisis en movimiento. Acabamos de considerar brevemente la organización del espacio-vital d·el niño respecto de la distribución ge­ neral de las valencias positiva y negativa y la creación del perímetro dentro del cual todos los oh jetos nega­ tivos, temidos y odiados tienden a ser excluidos y den­ tro del cual los procesos de relación objeta! e identifi­ cación están en cambio constante. Lo que también está en una serie continua de cambios es su relación con los objetos internos; la inestabilidad es el aspecto más significante de la organización de la personalidad por el cual el niño puede ser diferenciado del adulto, desde el punto de vista analítico. No sólo están sus relaciones · o que la diferenciación internas en -constante cambio, sin entre lo interno y Jo externo se desdibuja constante­ mente por la externali.zación de su situación interna y por su actuación. Los objetos del mundo exterior que habitualmente representan ciertos aspectos de la reali­ dad interna pueden haber adquirido la suficiente cons... tancia como para merecer el nombre de síntoma, tal como en una fobia, un ritual obsesivo, una relación pa­ ranoide ya establecida con el matón del vecindario o manías en la comida. Hasta cierto punto se puede ha­ blar del carácter de un niño, pero sólo en niños muy enfermos se encuentra la ri·gidez y limitación que se aproxima en calidad a la constancia o cristalización ob­ servada en el paciente adulto. A estos niños, de hecho, tendemos a describirlos como pequeños hombres o mujeres viejos precisamente por esta rigidez. Pero, generalmente, el cambio en las relaciones in-

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cernas y la fluidez de transición al acting out es la orden del día en los niños y son precisamente ese cam­ bio y fluidez los que constituyen las facetas principales de su disponibilidad para el enfoque analítico. Lo que he descripto podría expresarse en otros términos dicien­ do: en los niños el nivel más maduro de relaciones con los objetos externos está constantemente contaminado por el descontrolado acting out de las consecuencias del constante cambio en los niveles internos e infantiles de su vida psíquica. No existe área libre de esta con­ taminación. Sin embargo, la conciencia que el niño tiene de su perturbación varía mucho y es más aguda en el niño que tiene conciencia de una interferencia en su deseo de satisfacer las exigencias y expectativas de los padres. Cuando el .rplitting de niveles se hace más constante, como durante la latencia, las incursiones de la realidad psíquica son racionalizadas como ego sin­ tónicas o negadas, desde el punto de vista de su signi­ ficancia. De este modo el niño en latencia siente con frecuencia que sus padres están ''de mal humor'' o ''ha­ ciendo mucho lío por nada'', en relación con una explosión de conducta desaforada de su parte. Siente que ''toman todo demasiado en serio'', que . ''todos los chicos (o chicas) lo hacen'' o ''sienten del mismo modo'' y sus padres le dan la libertad de hacer lo que a él justamen­ te se le ha negado. En una palabra, la vida del niño está llena de pro­ cesos transferenciales. También lo es así la vida del adolescente (desde los 12 años hasta 10), pero con una diferencia importante. Mientras que el niño externaliza sus objetos internos en el acting out, el adolescente pro­ yecta partes y entra así en un tipo de acting out mucho más narcisista en el cual la ·complicidad desempeña un

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papel importante.• Esta distinción es de su.ma impor­ tancia para comprender por qué es relativamente fácil iniciar a los niños en el proceso analítico, mientras que los adolescentes, más parecidos a los psicóticos, son tan difíciles. Se debe a que los niños externalizan objetos y entran entonces en relaciones transferenciales con es­ tos sustitutos objetales del mundo exterior que se con­ ducen de un modo que suele ser ajeno a su mejor nivel de relación con esa persona, animal o cosa. Mientras que el sustituto externo puede ser llevado por provoca­ ción a actuar el rol deseado, como está expresado en el sueño que se expulsa, lo hace con cierto grado de resistencia interna. Esto se ve muy claramente con ju­ guetes que, al ser usados en forma inapropiada, se rom­ pen, pierden o resultan inadecuados para el rol que se les impone. Algo similar ocurre con los animales, quie­ nes como los escritores de la Gestalt describen, ''aban· donan el campo'' cuando se les exige en forma excesiva. Sólo los seres humanos, y especialmente los adultos, ofrecen, debido a su propia perturbación o buena vo­ luntad mal dirigida, la capacidad de ser sustitutos obje­ tales realmente adecuados. Por esta razón, a pesar de que la vida del niño está ''colmada'' de objetos, cualquier adulto con el que tenga contacto seguido tiende a acu­ mular significancia transferencial, tal como el dinero que dejado en el banco acumula interés por el solo hecho de ''estar allí''. Sin embargo, a pesar de la propia perturbación y aun contando con grandes cantidades de buena voluntad mal dirigida, la mayoría de los adultos en el mundo del niño no tienen la requerida intensidad de interés como para sostener un rol transferencial sin ocasionales rebe•

Véase Apéndice A.

DONALD MELTZER !iones contra la tiranía y la restricción. Por esta razón, exceptuando el deseo de los padres de ser idealizados o el de la niñera o abuelos de ser supra-parentales, los procesos transferenciales del niño se ven forzados casi constantemente a buscar objetos nuevos. Esto consti­ tuye un impulso hacia la retención de la situación in­ terna patológica y la evolt1ción de síntomas como con­ secuencia. Cuando un niño y un adulto forman una estable colaboración en el acting out, surge la folie a deux, tan refractaria al análisis. Es, en mi experiencia, poco frecuente y generalmente implica a un adulto psi­ cótico. La colusión de tipo narcisista entre niños, tan predominante en la pubertad, no tiene la misma calidad de coraza anti-analítica. Este rasgo, esta disposición para incorporar a un adulto nuevo, que es con frecuencia un sustituto de los objetos internos, constituye el área principal de la dis­ ponibilidad del niño para el análisis, tal como la carga en un ión o la ligadura no saturada en un compuesto orgánico. Enfrentadas con la cualidad ambigua del en­ cuadre y la persona del analista, las necesidades o ten­ dencias transf erenciales del niño comienzan a ''tantear'' la situación y empiezan a aparecer un ballon d'essai tras otro en los juegos, comportamiento, conducta, ver­ balización, al principio tal vez lentamente, pero luego in­ con mayor rapidez. Con estas antenas --creemos tentan envolver al analista en un actmg out recíproco y les molesta encontrar la interpretación por respuesta. Estas primeras interpretaciones deben ser suaves y am­ pliadas por explicaciones que señalen cómo difiere el análisis de otras situaciones corrientes en la casa o en el colegio. ·

¿Qué es lo que pensa·mos ocurre cuando interpreta-

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�os en lugar de entrar en el acting out de la transfe­ rencia? Antes que nada sentimos que, como Melanie Klein Jo ha demostrado, se alivia la ansiedad en niveles profundos. Pero ¿sabemos por qué o cómo? W. R. Bion • ha sugerido que el paciente, como el lactante, externaliza una situación interna mediante la identifi­ cación proyectiva de una parte del sel/ que está an­ gustiada. Esta parte es luego experimentada como devuelta, desprovista del dolor a través del proceso de la comprensión. Claro que para lograr esta función el analista debe realmente recibir la identificación pro· yectiva y su dolor sin dejarse dominar ni ser llevado a la acción por la misma. La actitud del analista, de re­ ceptividad, introyección, auto-control y sobre todo, el deseo de comprender, no puede ser fingida. No deseo enfatizar demasiado la exactitud de la intervención ya que se pueden recibir proyecciones y comprenderlas mucho antes de ser capaz de verbalizarlas en for.ma correcta. Pero no tengo dudas de que la natutraleza exploratoria del proceso in terpretativo es esencial para posibilitar que este tanteo cobre impulso. Ante esta acumulación de impulso el primer fin de semana los hace sentir como un lobo acorralado y to­ davía no he visto ni me han contado de un niño que no haya regresado el lunes siguiente en un estado de rabia interna, recubierto por una ''corteza'', como la llama Freud. Estos dos procesos, el alivio que proviene de la comprensión y el shock de la separación ponen en movimiento el ritmo que es la forma ondulante, para decirlo así, del proceso analítico, que vuelve con fre­ cuencias variables, de sesión en sesión, de semana en semana, de período en período y de año en año. •

A/Hendiendo Je la experiencia,

Bs. Aires, Paidós, 1966.

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Esta tendencia de los procesos transferenciales a en­ contrar expresión cuando sus ansiedades han sido ali­ viadas resulta en el fenómeno que he llamado ''la reco­ lección de la transferencia''. Cuando el niño se adapta bien al análisis esto puede ocurrir muy rápido al prin­ cipio y resultar en el tipo de mejoría de la perturbación clínica que se da fuera del análisis y que ha sido lla­ mada, en forma algo equívoca, ''cura transferencia!'', término tomado del análisis adulto donde probablemente es sinónimo de la ''fuga en salud''. Es importante pre­ parar a los padres para esta mejoría temprana y ase­ gurarles que no ha de durar, ya sea que piensen seria­ mente en sacar al niño del análisis o no. Esta recolección inicial de la transferencia es más evidente en los niños que en los pacientes adultos, en los cuales la así llamada transferencia pre-formada es tan prominente en las primeras semanas y meses. Los niños, gracias a su relativa ingenuidad acerca del psico­ análisis, no presentan esta fachada, ya sea de pseudo­ cooperación o de pseudo-transferencia, de modo tal que la verdadera naturaleza de los aconteci1m ientos que ponen al análisis en movimiento son más ostensibles. En realidad, los acontecimientos son los mismos para todos los pacientes, y mientras que el niño al comienzo intenta imponer al analista el rol de alguna figura muy conocida, como ser el de doctor si el analista es un hombre o el de maestra si es mujer, el adulto o el ado­ lescente impondrán el rol del ''psicoanalista'' derivado de lecturas, películas, rumores y fantasías. Este gambito inicial no tiene consecuencias serias y no es necesario considerarlo con atención ya que explota como una burbuja ante la primera interpretación que llega a lo profundo.

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Cada niño pronto se acomoda en su propio método de presentación de los fenómenos transferenciales, su estilo propio. los niños pequeños jugarán con juguetes, reve­ larán sus ansiedades a través de una conducta muy evi­ dente como ser huyendo de la habitación, y en forma ostentosa se relacionarán con el analista o lo ignorarán completamente. Los niños en latencia frecuentemente recapitularán su conducta escolar sentándose, dibujando o escribiendo. El niño en la pubertad puede querer hablar pero ser incapaz de aceptar la dependencia y la pérdida de anclaje con la realidad al yacer en el diván. Todas estas cuestiones como son de estilo no tienen mayores consecuencias. El proceso esencial, la evolución de la transferencia, continúa sin ser visible para el ana­ lista hasta que el encuadre se haya circunscripto y defi­ nido de modo que las ansiedades queden contenidas dentro del mismo. Con los niños pequeños esto toma nuevamente la forma de una necesidad por parte del analista de definir e imponer límites geográ·ficos al encuadre.· Con el niño en latencia la transferencia pasa a la persona y conducta del analista, o sea, a su nega­ tiva a coincidir con el rol doctor, maestra, niñera, tío o semejantes, que el niño modela para él. Con el niño en la pubertad gira alrededor de cualidades de una mayor significación social tales como la nega­ tiva del analista a representar el ••mundo adulto'' contra los ''adolescentes''. Durante las primeras semanas en que se están viendo problemas técnicos del encuadre, el material parece variar y moverse de un punto a otro, en cuanto a su contenido latente y ser. nebuloso y ambiguo en calidad, edípico genital en un momento, muy infantil en seguida, con ansiedades persecutorias y depresivas

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alternativamente y confusiones que surgen a todos los niveles. En cierto modo el material es un vehículo para los problemas del encuadre y un reflejo de las fan­ tasías proporcionadas por la forma en que se mane.. jan estos problemas. La firmeza en el manejo del problema de la separación en la sala de espera que un niño pequeño puede presentar puede brindar ma­ terial en relación con la identificación proyectiva con el perseguidor, lo cual requiere poner límites a la con­ ducta agresiva. Esto puede conducir a material edí­ píco femenino pasivo, lo cual requiere esclarecimiento de restricción sobre el contacto corporal : esta res­ tricción puede provocar angustia de castración mas.. culina y el impulso homosexual a seducir y aplacar con caramelos de bolsillo, lo cual llevará al esclare.. cimiento de las razones que tiene el analista para rechazar este u otros regalos. Una explicación puede llevar a una conducta expulsiva anal de índole ma.. níaca y la necesidad de defecar, lo cual requiere el esclarecimiento de la insistencia del analista en acom­ pañar al niño al baño y la elaboración de detalles en torno de la ayuda real que el niño necesita para des.. vestirse, vestirse, li.mpiarse, apretar el descargador, etc., a diferencia de su seducción por un lado y de su an­ siedad persecutoria por otro y así sucesivamente. En otras palabras, en las primeras sesiones el mate­ rial no tiende a derivar su contenido latente del ma­ terial anterior, como ha de ocurrir luego · siempre en el análisis, sino que parece ser la respuesta a la conducta del analista en relación con el encuadre. Sin embargo la ten.. dencia a reaparecer posteriormente está relacionada con el proceso interpretativo y su capacidad de establecer un vínculo con esta configuración de la fantasía, ''en-

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gancharla'' y conservarla como modelo transferencial en el análisis.

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1fie11tras están surgiendo estos fugaces modelos de fantasía y transferencia potencial en respuesta a los problemas del encuadre, se ha puesto en movimiento otra secuencia en respuesta a la primera interrupción del fin de semana, o sea una secuencia de configuración transferencial que gira alrededor de problemas de se­ paración y por lo tanto, de individuación. El niño va probando todos los recursos que conoce, de mayor o menor om·nipotencia, los descarta, los vuelve a probar y eventualmente los abandona por un uso cada vez más consistente de la única defensa in·falible ante la sepa­ ración: la identificación proyectiva masiva. . Esta constituye la secuencia esencial en la profundi­ zación de la transferencia que pone en marcha al pro­ ceso analítico, con todo su poder autónomo. Pero esta profundización puede vacilar y quedarse entonces lar­ gos períodos a menores profundidades y en un trabajo analítico más fortuito, si el manejo técnico de la se­ cuencia de la defensas ante la experiencia de separación no es adecuado. Tácticas dilatorias, de construcción a último momento y de denigración del encqadre, robos, partidas antes de tie.m po ( ya sea saliendo del consultorio o perdiendo el contacto ) , reversión de tipo maníaco yendo hacia la madre que lo aguarda en la sala de espera, y otros innumerables recursos deben ser enfren­ tados, analizados por sus ansiedades subyacentes y re­ sueltos mediante un reajuste de la técnica del encuadre. Nuevamente la forma del problema es diferente con pacientes adultos porque a su vez se centra más en pro­ blemas de horarios, honorarios, modalidades de actividad y comunicación, pero el proceso es el mismo.

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Estos dos problemas, la recolección de las configura­ ciones transferenciales que surgen respecto del encuadre y la profundización de la respuesta transferencial a las separaciones, interactúan entre sí para intensificar el compromiso con el análisis. Movilizan la omnipotencia del n - iño en su intento de estabilizar la situación a medida que lucha contra la evolución de cualquier tipo de dependencia del proceso analítico y de la persona del analista. Los servicios del analista en relación con estos dolores psíquicos que son afectados e intensificados constituyen una compensación ante los intentos del pa­ ciente de controlar la situación. Su recepción de las proyecciones del dolor psíquico actúa como un factor modulador hasta que el dolor sea modificado por la . 1nterpretac1on. .

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Lentamente este movimiento relativamente fortuito de la transferencia disminuye a medida que se establece el encuadre con todas sus facetas complejas y se afirma el ritmo del proceso analítico. lo cual rara vez ocurre antes de que las consecuencias de una interrupción por vacaciones hayan sido resueltas. Tal vez sea la única fase del análisis en la cual la experiencia cuenta mucho en relación con el tiempo. El tiempo de esta primera fase está determinado en gran parte por la habilidad técnica y el criterio clínico del analista, a diferencia de fases más tardías en las cuales la elaboración sigue . un curso que está determinado por la estructura y constitución del paciente. Este punto será aclarado en los capítulos siguientes de esta sección. En estos capítulos sobre la •thistoria natural'' del pro­ ceso analítico ( Capítulos I-V ) el énfasis clínico está puesto, por las razones dadas en la Introducción, en el proceso tal como se da en el análisis de niños, dejando





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la orientación de la totalidad en relación con el análisis adulto para el Capítulo VI. Pero podemos muy bien dedicar aquí cierta atención a las diferencias aparentes en el enfoque y período de introducción del paciente adulto no psicótico para demostrar que estas notables diferencias son en realidad superficiales ya que son di­ ferencias de forma y no de estructura. El adulto viene al análisis con un carácter más cris­ talizado y modelos de transferencia con objetos externos más estables que el niño, pese a lo cual existe aún una vasta contaminación de su vida adulta. Su vida sexual está altamente contaminada de sexualidad infantil dt.. modo que su esposa es también su hermana delictiva, como una continuación de los modelos de la adoles­ cencia. Sus hijos contienen partes infantiles suyas pro­ yectadas ante las cuales actúa como el padre que idea­ liza o que persigue. Sus perseguidores más infantiles pueden ahora vivir en Marte o en Rusia pero existen, y su actitud ante el dinero, bienes, status social, polí­ tica y aún su campo de trabajo y conocimiento están destinados a estar más o menos contaminados de signi­ ficación infantil. En el sentido estructural parece ser cierto que la mayor parte de los adultos contintÍa!n teniendo una estructura de personalidad adolescente hasta lo que Elliott Jaques llamó ''la crisis de la edad media de la vida'' cuando comienza la lucha por una integración mayor ( y con ella la rebelión contra los modelos culturales ) o un retorino a la rigidez del pe­ ríodo . de latencia, lo cual implica t•el acomodamiento a la edad media de la vida''. Ya sea que el paciente adulto venga al análisis du­ rante esta adolescencia prolongada o . con la angustia de la crisis de la mitad de la vida o se sienta en la cié-



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naga del período de latencia que se da en este momento, su contención de estructuras infantiles y su reconoci­ miento de la realidad psíquica serán muy limitadas. Las estructuras de personalidad del adulto desde el punto de vista psico-patológico di·f ieren entonces poco Je las del .niño. En cuanto a la motivación, la situación es similar y la diferencia es entonces más aparente que real. ¿Qué analista al pensar sobre los motivos que lo llevaron al análisis no se daría cuenta que fue ''el azar'' y no la sagacidad de criterio lo que lo llevó al diván? Lo mismo ocurre con todos los pacientes porque ningu·na persona que no haya vivenciado el proceso analítico puede realmente comprender su significado emocional independientemente de la comprensión intelectual de la literatura. Eramos pordioseros cuando creíamos ser pa­ trones, pacientes cuando creíamos ser estudiantes. Del mismo modo que la motivación de los adultos es espuria, su alarde de cooperación es igualmente falso. Con toda sinceridad, conscientemente y con todo el es­ fuerzo de su intelecto, no pueden cumplir con la primera regla, tan frecuentemente mal entendida como ''decir todo lo que . les viene a la mente''. En realidad queremos que nuestros pacientes ''observen sus estados mentales y comuniquen sus observaciones'', lo cual no pueden hacer, y no podrán hacer con precisión o consistencia por algunos años. No pueden ni ''observar'', tal es el grado de constricción de la conciencia en relación con los procesos internos, ni tampoco pueden ''comunicar'', de­ bido a lo inadecuado que es su vocabulario desarrollado en relación con objetos hechos del mundo externo. De hecho, lo mismo que el niño, el paciente adulto está obligado, por un período largo, a ''actuar en la ttansferencia'' en alto grado y, asimismo a actuar pata

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tristeza de su familia y amigos. Por lo tanto, el prin­ cipio del tratamiento de un paciente adulto también comienza realmente luego de la primera interrupción del fin de semana. Al igual que con el niño u11 período de mejoría general está acompañado de ''la recolec­ ción de la transferencia'' y es luego interrumpido por la aparición de modelos de acting out, a medida que la principal corriente de transferencia toma forma, y la ''historia natural del proceso analítico'' cobra vida propia. Si todo esto es válido para el paciente adulto que va al encuentro del análisis sólo debido a insight y conocimiento, cuanto más lo será para la gran mayoría de pacientes que vienen, como los niños, por requeri­ miento de doctores, esposos y amigos, con la seguridad de ser ''curados'' a través de la sumisión a ''ser ana.. lizados''. •



CAPÍTULO II EL ORDENAMIENTO DE LAS CONFUSIONES GEOGRAFICAS

En el primer capítulo describí mi experiencia acerca de la fase inicial del proceso analítico en los niños afirmando como tesis central que este proceso tiene una historia natural propia determinada por la estruc­ tura del aparato me11tal a niveles inconscientes profun­ dos. Si el analista tiene el control de este proceso me­ diante la creación de un encuadre adecuado y una intervención interpretativa lo suficientemente correcta y oportuna como para modificar las ansiedades más intensas y facilitar la elaboración, se puede observar (principalmente en forma retrospectiva ) la aparición de una secuencia de fases. Quisiera ahora ilustrar la segunda de ellas. separación del primer fin de semana establece una modalidad de relación a niveles profundos del incons­ ciente que aumenta en intensidad a medida que los procesos transferenciales infantiles se concentran e Í·n­ fluyen en el análisis. Esta modalidad, o la tendencia hacia ella, se libera en cada experiencia de separación periódica y más tarde en el análisis será reavivada por cada interrupción no prevista en la continuidad analí­ tica. La modalidad a la que me refiero es la . tendencia infantil a una identificación proyectiva masiva con ohLa

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jetos externos y pronto también con objetos internos. Surge de una configuración de motivos y da lugar a un espectro de consecuencias que requieren un deta­ llado examen. Mas es necesario aclarar primero un prin­ cipio económico general. La duración de la fase domi­ nada por cualquier orga·nización t.ransferencial particular no es realmente predecible en el presente momento ya que los factores que gobiernan la movilidad de las de­ fensas, la intensidad del impulso hacia la integración, la capacidad para aceptar la dependencia, etc., están todos oscuros por el momento y se los suele agrupar bajo la rúbrica de ''constitucionales'', lo cual a pesar de la referencia biológica, en la práctica probablemente signifique que sólo los podemos evaluar retrospectivamen­ te pero no por anticipado. En segundo lugar, también de­ bemos tomar el término ''dominio de la transferen·c ia'' como relativo, dado que la economía de esta disposición no es clara. El proceso analítico es cíclico y las fases que bosquejo aquí en forma panorámica pueden en cierto grado aparecer en secuencia en cada sesión, cada semana, cada período, cada año, o sea, en las cuatro unidades temporales cíclicas del proceso analítico. La fase en discusión, que se relaciona con la experiencia de separación y de identidad separada, naturalmente tiende a ser más dominante al comienzo y al final de dichos ciclos, sesión, semana, período, año. Pero se puede decir en forma razonable que el análisis mismo está siendo ''dominado'' por este dinamismo en tanto éste ocupe una porción abrumadora del tiempo analítico y hasta que se hayan dilucidado las ansiedades con las que está asociado de modo tal que pueda comenzar la elaboración. · Probablemente sea correcto sostener que esta elaboración nunca cesa en forma completa, que es

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otra forma de decir que la lucha contra la regresión y la desi,ntegración es continua. Volvamos ahora a los diversos motivos subyacentes a la tendencia a la identificación proyectiva masiva. Los principales motivos podrían ser enumerados del siguiente modo: intolerancia a la separación> control omnipotente, envidia, celos, falta de confianza, ansiedad persecutoria excesiva. Se verá cómo inmediatamente se superponen o mejor dicho se entrelazan. 1 ) Se puede decir que la intolerancia a la separación existe cuando se presenta una dependencia absoluta de un objeto externo para mantener la integración. Esto se puede observar en niños autistas y esquizofrénicos en los cuales la necesidad de contacto físico o de atención permanente, o de estar en contacto a través de la verba­ lización constante, revela la ausencia del equivalente psíquico de la piel •. Necesitan un objeto externo para mantener juntas las partes del sel/ de modo tal que se delimite un área de espacio vital dentro del sel/ que pueda contener los objetos de la realidad psíquica. 2 ) Cuando la diferenciación entre bueno y malo está pobremente definida debido a un inadecuado o defi­ ciente splitting-e-idealización del �elf y los objetos, el uso de la indentificación proyectiva sirve a los fines del control omnipotente y opera como precondición para la relación objeta!, preferentemente a una organi­ zación narcisista. Esto es evidente en una estructura muy paranoide ( 'yéase el trabajo de Betty Joseph c'Per­ secutory Anxiety in a Four Year Old Boy'', Int. ]. Psych­ A nal , Vol. XLVII ) . 3 ) No es necesario que dediquemos mucho tiempo a la envidia ya que ha sido tan ricamente explorada .



Véase Apéndice B.

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por Melanie Klein en Envidia y Gratitud y en Iden­

tificación. 4 ) Los celos constituyen una complicada emoción y

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sµ diferenciación de la envidia puede con frecuencia ser algo más compleja que la sugerida por Melanie Klein y aplicada a tres o a dos personas respectivamente. La dificultad proviene de dos direcciones: existe una pri­ mitiva elaboración de la envidia a la madre o al padre o a su coito que es tan oral, tan de objeto parcial y tan taimada en sus manifestaciones, que la he llamado ''ce­ los delirantes'' • ( aun cuando se aproxima peligrosa­ mente al término ''delirios de celos'' usado en la literatura pisiquiátrica de la paranoia, etc. ) . Estos celos son de­ lirantes porque están basados en una relación omnisciente con el cuerpo de la madre, según la cual se representan mentalmente a bebés internos retozando en todas las farmas imaginables, especialmente aquellas más anhe­ ladas y frustradas en la organización infantil. No son realmente celos porque se trata de una representación desviada de una actitud envidiosa frente a las figuras adultas. En segundo lugar, existen celos posesivos que apa­ recen como una forma de amor primiti·va, altamente oral y de objeto parcial. Es bipersonal y sin embargo no es propiamente envidia; podría incluirse en la des­ cripción que hace Melanie Klein de la envidia-al-pecho­ que-se-alimenta-a-sí-mismo. Se la ve con marcada in­ tensidad en los niños autistas y en los niños cuyos impulsos hacia la maduración son muy débiles, de modo tal que desea1n permanecer in·fantiles o morir. Lo . cual . significa para su inconsciente volver-a-dormir-dentro­ de-la-madre. Esta forma primitiva de celos posesivos •

Véase Apéndice C.

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juega un papel importante en la perpetuación de la identificación proyectiva masiva de este tipo particular caracterizado por el retraimiento y la somnolencia.

5 ) Es más dudoso que la falta de confianza sea

un

factor de esta fase, dado que es generalmente una con­ secuencia de la proyección excesivamente destructora. Pero pienso que se la puede aislar en una forma parti­ cular que está relacionada con secretos y engaños. Cuando la identificación proyectiva se consuma en la fantasía mediante el engaño o la astucia, antes que por la violencia, la desconfianza del objeto y la consiguiente claustrofobia son intensas, dado que se sospecha que el objeto es muy tramposo en su aparente vulnerabilidad. Esto parece ser, a mi juicio, u·n fenómeno distintivo que no puede ser atribuido a la inconsistencia de los padres o al engaño dado que surge en el análisis como una preferencia positiva por un mundo de engaño. Desempeña un papel importante en la paranoia y en la actitud perversa generalmente. 6 ) Finalmente llegamos al factor de la excesiva an­ gustia persecutoria. Creo que ahora estamos en condi­ ciones de establecer una distinción cualitativa para ampliar el principio cu�ntitativo general postulado por Melanie Klein, haciendo referencia especial a lo que W. R. Bion ha llamado ''terror sin nombre'', • y yo he descripto como ''terror''. • • En ambos casos se han descripto ansiedades paranoides que son fundamental­ mente intolerables en calidad a diferencia de otras for­ mas de persecución que pueden alcanzar una intensidad que es intolerable en cantidad. Antes de deli·near las consecuencias de este ataque Ap,.entlienáo Je la experiencia, • • Véase Apéndice C.



B5. Aires, Paidós, 1966.

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masivo a la individualidad de los objetos, y del analista en la transferencia, sería útil intentar catalogar breve­ mente algunas de las manifestaci·ones de conducta típicas que se observan en el consultorio de 1niños. la si­ guiente podría ser una clasificación lógica : a ) utiliza­ ción del cuerpo del analista como una parte del self; b) utilización del cuarto como el interior de un ob­ jeto; en tales situaciones el analista tiende a representar un objeto parcial dentro de este objeto al mismo tiempo que se lo equipara con el objeto; c ) inversión de la delación adulto-niño; en la cual se le hace al analista contener y representar u·na parte alienada del self in­ fantil; d ) ejercicio de un control omnipotente sobre el analista. a) Es más característico de niños pequeños y de niños autistas o muy psicóticos el abordar el cuerpo del analista en forma frontal. Aquí la técnica juega un papel importa-nte en determinar su perspectiva o su mutación hacia formas que emplean de alguna manera la simbolización. Probablemente los niños autistas sean los que más persisten en esto no obstante los intentos técnicos para apartarlos y tal vez se lo deba tolerar en forma temporaria si el niño está claramente impulsado por la ansiedad ante la fragmentación. • Subirse a la falda, mirar dentro de los ojos, orejas y boca, repre­ sentaciones concretas de comerse las palabras del ana­ lista, empujar la cabeza contra el abdomen del analista, rodear el cuerpo del analista con los brazos, empujar sus genitales o el trasero contra el analista; éstas son algunas form.as típicas de acercamiento. Una vez que cede, surge en forma casi inmediata una reacción · ma­ níaca y un cambio de material. Un niño autista correrá •

Véase Apéndice B.

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hasta la ventana y gesticulará triunfal a los pájaros en el jardín, a pesar de que son generalmente objetos de puñetazos enfurecidos cuando siente que está afuera y vivencia al jardín como el interior del cuerpo de la ma­ dre. Luego de oír ladrar a un perro en el jardín, un niño pequeño se apoyó en mí brevemente, luego se zambulló detrás del diván y ladró excitado. Estos tipos de contacto pueden resultar en un estado de identificación proyectiva masiva en· los cuales el contacto físico proporciona una experiencia de puerta de entrada. Lo menciono con cierto detalle para dis­ tinguirlo como un problema general conectado con la identificación proyectiva de actitudes y conducta hacia el cuerpo del analista que son manifestaciones de un estado existente de identificación proyectiva. Un niño autista en tal condición tomará la mano del analista para usarla como un instrumento para abrir una puerta o cortar un trozo de papel. Un niño paranoide puede ingeniárselas para conseguir ponerse los anteojos del analista o pedírselos para ver mejor o intentar usar su lapicera, convencido de que podría escribir o dibujar si la tuviera. b) Utilización del cuarto como el interior de un objeto que es frecuentemente revelada por el mismo modo de entrar al cuarto, de golpe, o golpeándose con­ tra el quicio de la puerta o por el modo de mirar a su alrededor tal como si estuviera en un vasto anfiteatro. En forma inversa la fantasía de haber permanecido se­ cuestrado dentro del analista durante una separación puede ser expresada escondiéndose detrás de la puerta en la sala de espera o debajo de una silla. El mirar fuera de la ventana, aunque sea a una pared de ladrillos desnuda, como en mi consultorio de niños, puede con-

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vertirse en una actividad significativa y el arrojar ob­ jetos a través de la puerta o la ventana puede ser un modo de representar la expulsión de rivales o perse­ guidores. Se puede notar con frecuencia que la confu­ sión acerca del tiempo es un fenómeno acompañante de modo que la ansiedad claustrofóbica puede ser expre­ sada mediante un control desconfiado del reloj del a·nalista. la intensa erotización de la situación se ha,ce frecuentemente manifiesta y se puede expresar en que­ jas acerca del calor que hace en la habitación o me­ diante una aguda sensibilidad y curiosidad por los ruidos que provienen de otras áreas de la casa. Las paredes del cuarto suelen aparecer muy erotizadas y se las palpa y acaricia, o en forma inversa, pueden ser objetos de indagación sádica al horadarlas, investigar la entrada y salida de las cañerías, alambres, la estruc­ tura de las puertas y ventanas y los orígenes de defectos estructurales o decorativos. En esos momentos la relación con el analista suele ser peculiar y mezclada. Los niños menos . psicóticos mantendrán un comentario continuo con el analista, al tiempo que dramatizan sus fantasías de entrada, pose­ sión, persecución, caer en una trampa, etc. Los niños mas ps1cot1cos o menores son mas propensos a perderse en la fantasía e ignorar al analista como persona, de modo que el analista se siente, en su tarea interpre­ tativa, como si fuera un observador o comentador no participante. En otros momentos puede figurar como un objeto-parcial-dentro-de-la-madre, generalmente el pene del padre o un bebé interno, en ambos casos, per­ secutorio, aunque muy erótico en importancia. Es en esos momentos cuando, según mi experiencia, tienen lugar las más inesperadas explosiones de ansiedad, y junto con esto, estallidos de u·na agresión desusada. Por ,

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alguna razón, probablemente conectada con la fantasía de intrusión y el temor de ser espiado, los ojos del ana­ lista parecen ser un objeto de ataque particular. Pero es aún más peligrosa la identificación coa el persegui­ dor que puede poner fin a los ataques de ansiedad y resultar en un ataque rencoroso e inflexible. c ) La inversión de la relación adulto-niño, puede ser la representación más promi·nente de la identificación proyectiva masiva y, lo mismo que el ejercicio del con­ trol omnipotente, debe ser di·ferenciada cuidadosamente del juego de roles como una farma de comunicación. Se ve especialmente en niños que comienzan a ir a la escuela, en los que tienen fobia a la escuela, o en su opuesto, el niño que ataca a los demás niños en la es­ cuela. Pienso que los niños tienen valiosas y construc­ tivas partes del sel/ escindidas y proyectadas ( ''mutila­ ciones del yo'' ) ,• y están funcionando a un nivel defi­ ciente, con mucha dificultad en la maduración y el aprendizaje, también se convierten en maestras tiránicas o madres irritables dura·nte largos y desalentadores pe­ ríodos del análisis. En esos casos no se espera del ana­ lista que desempeñe un rol, sino que se lo trata como a un niño, con frecuencia como si fuera uno de muchos niños imaginarios dentro del consultorio. d ) Este proceso de inversión, cambia sutilmente en un proceso de control omnipotente sobre el analista. Se apela a todas las técnicas imaginables, verbales y no verbales, que van desde la coerción, · amenazas, seduc­ ción, chantaje, aparente desamparo, llanto fingido, pro­ mesas imperativas, todo lo cual puede ser resumido en un concepto : el intento de inducir al analista a come•

Véase Apéndice D.

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ter una transgresión técnica. El hecho de que el control omnipotente se ejerce a través de la fantasía de la identificación proyectiva no se hace inmediatamente evidente sino que se observa en las consecuencias de una transgresión técnica provocada por alguno de los métodos ya mencionados. El material puede brusca­ mente pasar a las formas dentro-del-objeto ya mencio­ nadas y en las cuales hay evidente ansiedades claustro­ fóbicas. O el resultado puede ser una respuesta maníaca inmediata con consecuencias hipocondríacas posteriores. En los pacientes más psicóticos se da un cambio más sorprendente que se expresa mediante el comportarse como si fueran el analista haciendo interpretaciones, comenzando una conferencia o reprimenda de tipo des­ pectiva. Por otra parte, se puede dar una brusca re­ gresión en la cual se adoptan posturas infantiles, se chupan el dedo, se quedan dormidos. Tal vez lo más desconcertante sea un ataque de ansiedad aguda en la cual se van del cuarto y se niegan a entrar nueva.m ente, en cuyo caso es necesario reconocer e 11nterpretar en forma inmediata la transgresión técnica y la experiencia concreta de control omnipotente. Debe entenderse que el término ''transgresi6n'' se refiere a los modos establecidos por un analista deter­ minado en relación con el manejo del encuadre. General­ mente al comienzo del análisis, cuando las actividades que requieren manejo técnico muy probablemente al­ canzan su punto culminante, rara vez la conducta a seguir ha sido elaborada en detalle. Por cierto que yo estoy, por ejemplo, a fa·vor de una elaboración gradual de dicha conducta que dependerá de cada niño en par­ ticular, comenzando con u·na técnica laxa que se irá ajustando según lo indiquen los hechos que correspon. den a los tipos descriptos en a ) y d ) ( ''utlizaci6n del •



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cuerpo del analista'' y ''ejercicio del control omnipo­ tente'' ) . De este modo, imponiendo restricciones sobre las bases de claros ejemplos de enojosas consecuencias en el análisis, se libera al proceso de esa rigidez que siempre parece al niño arbitraria y básicamente hostil. Una vez que ya han sido considerados en cierto grado los motivos para la identificación proyectiva masiva que desdibuja los límites del self y del objeto en la tra1n sferencia y produce la concomitante confusión geográfica y que se han descripto algunas de las formas típicas de conducta por las cuales se pone de manifiesto en la sesión analítica, quedamos en libertad de dedi­ carnos a una consideración más general del proceso analítico como totalidad y del papel que desempeña esta fase en el mismo. .. En.- las secciones anteriores in­ tenté dejar aclarado que el problema básico es el del dolor psíquico y la necesidad de un objeto en el mundo exterior que puede contener la proyección de dicho dolor. O sea lo que he llamado el ··pecho-inodoro''. En este nombre englobo la naturaleza de objeto parcial de la relación y la cualidad de ser valorado y necesitado, pero no a·mado. Considero que es muy importante re­ conocerlo para poder comprender la inevitable escasez de ansiedades depresivas en esta ·fase: Lo cual no quiere decir que no surjan ansiedades depresivas durante este período del análisis en relación con todo otro tipo de aspectos transferenciales, pero las tra1nsacciones centra­ les que he bosquejado como referentes a las confusiones geográficas, vienen acompañadas de pota ansiedad depres1va. Tiene lugar, en cambio, un agudo splitting del objeto que puede prolongarse por un largó tiempo, de modo que el analista es de hecho s6lo un inodoro, y todas las cosas buenas para ser inttoyectadas vienen •

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de la madre, maestra, hermanos, amigos. Lo cual no significa que no tenga lugar un proceso introyectivo, sino que no se lo reconoce en el análisis: se lo atribuye, y en realidad se lo experimenta, en otros lugares. De este modo el niño puede durante un largo período traer juguetes, caramelos, comida o libros de su ca�a, hac·er los deberes o tejer. La razón de la rigidez de este splitting se ve con claridad cuando el splitting comienza a debilitarse y surgen agudas ansiedades de ensuciar, contaminar y envenenar el pecho nutricio. Esto está maravillosamente ilt1strado en ••ta Narracción'' en las sesiones posteriores cuando la amenaza de termi­ nación lo hace surgir con desesperada urgencia. Esta escisión en la transferencia constituye un tipo de negación de la realidad psíquica y puede estar acom­ pañado de un marcado acting out en la casa, en relación con la comida. De modo que se hace evidente que en este momento la confusión geográfica implica no sólo una confusión entre el adentro y el afuera de un objeto, sino también una confusión entre la realidad externa y la realidad psíquica. Sólo con el establecimiento del pecho-inodoro como un objeto de la realidad psíquica a través de haberlo experimentado a veces en forma exterina en la transferencia, es posible el abandono de la identi·ficación proyectiva masiva, dado que este mecanismo tiene por objeto el escapar de una identi­ ficación infantil intolerable. Una vez que esta identidad separada se ha hecho tolerable a través de la modulación del dolor, queda el camino abierto para otras etapas del desarrollo, como se verá en los capítulos posteriores que se ocupan de las fases siguientes en el proceso analítico. Es en esta fase cuando podemos ver en forma más gráfica la verdad del gran descubrimiento de Melanie

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Klein, ampliado por los recientes trabajos de W. R. Bion, que sostiene que la forma más primitiva de alivio del dolor psíquico se realiza mediante la evacuación en el objeto externo de partes a·ngustiadas del sel/ y de los restos persecutorios de objetos internos atacados, recibiendo luego, a través del aspecto introyectivo, los objetos reparados y las partes liberadas del self. En los niños se manifiesta en su forma más concreta cuando orinan o defecan en el i·nodoro o, a veces desafortuna­ damente, en el consultorio. Es sorprendente el cambio que se opera en el comportamiento del niño al co­ mienzo y al final de dichas sesiones. Se va alegre, sin decir adiós, con una mezcla de alivio y menosprecio cuando había irrumpido en el consultorio en forma desorganizada y frenética. He llamado a este objeto en la transferencia el ''pecho-inodoro'' porque es su representación más pri­ mitiva, anterior a la defensa, al ubicar, por un splitting horizontal de la madre, las funciones del inodoro abajo, en conexión con las nalgas, mientras que reserva la función alimentaria para la parte superior del cuerpo de la madre: pechos, pezones, ojos y boca y por lo tanto también su mente. En los pacientes adultos los fenómenos son más su­ tiles. Describí algunos como la fenomenología del as­ pecto ''pseudo-maduro'' de la personalidad que se ob­ serva en tantos casos de pacientes border-line o en una psicopatología más seria, en mi trabajo ''Masturbación Anal y su Relación con la Identificación Proyectiva''.• Subrayo la relación existente entre esta fase de con­ fusión geográfica del proceso analítico y los casos de adultos border-line o de una psicopatología más grave •

Revista Je Psicoanálisis, tomo 24, N9 4, 1967.

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dado que la resolución de esta configuraci6n de relación objeta! constituye el límite entre la enfermedad mental (psicosis ) y la salud mental, del mismo modo que la resolución de los obstáculos ante la relación introyectiva dependiente con el pecho cruza el límite entre la ines­ tabilidad mental y la estabilidad mental y del mismo modo qt1e la superación del complejo de Edipo lleva de la inmadurez a la madurez. • Esta fase del análisis puede durar unos años con pacientes muy perturbados y, según mi experiencia, puede no llegar a resolverse en for·ma muy satisfactoria y ser una resistencia intra­ table que con un apoyo ambiental inadecuado puede convertir las interrupciones analíticas en intolerables, en niños lo mismo que en adultos. Sin embargo, al mismo tiempo que se requiere del analista tolerancia y una paciencia sin fin en esta fase casi siempre se logra progresar. El paciente que no lo pueda manejar tendrá una crisis durante las vacaciones o abandonará el tratamiento antes o después de las mismas. El mé­ todo analítico parece ser básicamente adecuado para esta situación que debe ser diferenciada de aquéllas que veremos más adelante y que reciben con mayor pro­ piedad el nombre de resistencias intratables. En otras palabras, si el analista puede tolerar y perserverar cuando las confusiones geográficas ocupan el primer plano de la transferencia, será con seguridad recom­ pensado con el progrero. Progreso que será lento por­ que no depende casi en modo alguno de la cooperación de la parte adulta de la personalidad. Un ejemplo lla­ mativo se ve en los adolescentes perturbados cuya forma primaria de efectuar la identificación proyectiva puede ser el faltar a sesión por períodos prolongados o faltar •

Véase Apéndice E.

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un número determinado de sesiones por semana. El analista que pueda resistir, manejando al mismo tiempo los problemas técnicos de modo de que no parezca que está comprometido en la falta hacia los padres, saldrá . exitoso. A medida que el dominio de la con·fusión geográfica se aleja de la transferencia, la mitad de la semana co­ mienza a despejarse y a ser dominada a su vez por la que surge de la i·nvestigación sistemática de la identi­ ficación proyectiva masiva, tal como se intensifica en configuración de la cual nos debemos ocupar ahora. Pero por un largo período en el análisis debemos ts­ perar este modelo de identificación proyectiva masiva en la región de cada i·nterrupción, especialmente aque­ llas que se dan fuera de la rutina analítica. •

CAPÍTULO 111 EL ORDENAMIENTO DE LAS CONFUSIONES ZONALES

En los dos primeros capítulos he bosquejado las tempranas fases del proceso analítico, primero, la acu­ mulación de los procesos transferenciales en el trata· miento, y luego, la diferenciación entre sel/ y objeto que surge de la investigación sistemática, de la identi­ ficación proyectiva masiva, tal como se intensifica en la transferencia en relación con la separación. Es evidente que dado que la ide.ntificación proyectiva masiva puede funcionar para oponerse a cualquier configuración que produzca dolor psíquico a niveles infantiles, no se podrá elaborar ningún problema realmente hasta que este me­ canismo haya sido, en gran parte, abandonado. En un paciente neurótico se podrá lograr en unos meses o en un año de análisis, pero en pacientes borderline y psicóticos, constituye u·n trabajo fundamental que puede llevar años, y el conseguirlo significa un logro de .pri­ mer orden. En realidad, como ya he dicho, se lo podría llamar el paso crucial para el establecimiento de las bases de la salud fundamental, y la eliminación del peligr·o del deterioro psicótico. El abandono de este mecanismo para salir del dilema de desazón infa·ntil, posibilita el esclarecimiento de un tipo limitado de dependencia. La hemos llamado 'la relación ''pecho-inodoro'' para designar su finalidad

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puramente expulsiva, y la experiencia de objeto parcial. Parecería que antes de que se haya establecido el '(pecho­ inodoro'' internalizado, la imposibilidad de disponer de un objeto en el mundo externo capaz de contener di­ cho dolor, arroja al yo nuevamente a la identificación proyectiva masiva como un objeto interno : si esto fracasa para controlar la ansiedad, surgen, como único recurso, estados de aislamiento esquizofrénico en forma de delirios o fragmentación autista, ya sea separados, o bien uno tras otro. Pero volviendo a la fase del proceso tera peútico en discusión, he indicado que el ''heredero'', para decirlo así, del abandono de la identificación proyectiva masiva, es la dependencia tipo pecho-inodoro de un objeto ex­ terno y, eventualmente, de un objeto interno. Su esta­ blecimiento en los momentos de separación comienza a dejar libre el período analítico central, la ·mitad de la semana y la mitad del año, para la aparición del com­ plejo edípico en sus formas genital y pregenital, todo mezclado, en lo que he llamado la ''confusión de zonas y modos''. Este término ''zonas y modos'' proviene de Erikson: la manera en que él lo emplea puede encon­ trarse en su libro Infancia y Sociedad•. El término ''modo'' es algo diferente del de ''finalidad'' que emplea Freud en relación con los instintos y se relacionan más es­ trechamente con la fantasía inconsciente en tanto des­ cribe la interación existente entre la zona eróg�na y su objeto en términos de extrusión, incorporación, reten­ ción, penetración, etc. Lo que aparece en este momento en el consultorio de niños con fuerza arrolladora es una creciente exitación de distribución difusa y a.morfa en busca de todo tipo imaginable de gratificación. Esto se •

Edic. Hormé, Bs. Aires, 1966, 2' ed.

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hace más evidente en los niños pequeños y en los la­ tentes más perturbados, pero aun un niño rígido y ob­ sesivo lo traducirá a través de la palabra, el gesto, la postura, el juego, el traba jo gráfico y la escritura.. si es que ya no lo hace en sueños. Es en este momento cuando el cuarto analítico deja de ser en forma alternada el ''adentro'' o el ''afuera'' para convertirse . en el lugar de ··análisis'', diferenciado de todas las otras áreas y activi­ dades en la vida del analista y del niño. Los ''otros'' en la vida del analista ya no son más los bebés-internos de los celos delirantes sino que son sus hijos, esposa, amigos, enemigos, en equilibrio con figuras de importancia com­ parable o idéntica significación en la vida del niño fuera del análisis. Si bien es cierto que la renuncia a la identificación proyectiva masiva como defensa de elección acentúa la distinción entre el interior y el exterior de los objetos, la diferenciación entre realidad externa y realidad psí­ quica dista mucho todavía de haberse logrado y la ma­ yor parte de la tarea de esta tercera fase del proceso ana­ lítico tiene lugar en medio de una constante confu­ sión y oscilación entre estos dos · mundos de relaciones objetales. Es por esta razón que se confunden el soñar y· la vigilia y la relación ·masturbatoria con objetos inter­ nos se da asimismo con objetos externos. Sólo más adelante, cuando se lu·cha para establecer la relación nutricia con el pecho, en el umbral de la posición de­ presiva, se impone la tarea económica de diferenciar lo interno de lo externo, y es el momento en el cual el problema de la reparación ocupa el centro de la es­ cena. Esto será discutido en los capítulos siguientes. En este pu·nto, nos corresponde describir y, si es posi­ ble, categorizar el proceso de movimiento a través de este caos de zonas y modos mediante el cual crearemos

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el orden suficiente como para hacer posible la expe­ riencia de la dependencia introyectiva del pecho nutri­ cio y del concomitante complejo edípico genital, con los acompañantes esfuerzos hacia la i·ntegración de la bisexualidad y de las partes escindidas. La estructura general de la transferencia es, enton­ ces, en esta fase, la siguiente: a ) el período de trabajo central de cada sesión, semana y año, queda relativa­ mente libre del obstáculo de la identificación proyec­ tiva masiva y su fenomenología, que continúa, en gra­ dos variables, dominando las separaciones; b ) la rela­ ción proyectiva ccpecho-inodoro'' forma el trasfondo de dependencia de la tarea analítica y todos los excesos de desasosiego psíquico, ya sea persecutorio, depresivo o confusional, son expelidos dentro del analista a través de los medios cara·cterísticos; c ) la relación transfe­ rencia! resulta inundada por una excitación en la cual se confunden las zonas y los modos; d ) el aspecto in­ troyectivo de la dependencia i·nfantil es progresivamen� te mantenido en una posición escindida fu era de la situación analítica, a medida que la relación introyec­ tiva oral con el pecho se diferencia con mayor claridad de las otras zonas y modos de la transferencia infantil; e) la identificación proyectiva como mecanismo fun­ ciona ahora en forma menos masiva, en relación con las zonas selectivas, para borrar la diferenciación entre la adultez y la infa·ncia. De modo que ya no sirve para obviar las experiencias de desamparo infantil, sino que es usada para erradicar las barreras contra las an�eladas gratificaciones en los conflictos edípicos genital y pre­ genital. En consecuencia, parecería justificable decir que esta fase del análisis está domi·nada por deseos y celos, antes que por los esfuerzos contra la vivencia de sepa-

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ración, con las ansiedades concomitantes, como sucede en la fase previa de confusión geográfica, o por la os­ cilación entre las ansiedades paranoide.> y depresivas e.1 el timbra! de la posición depresiva, de la qt1e seremos testigos en nuestra discusión de la próxima fase del proceso terapéutico. Esto significa que la tendencia ha­ cia el desarrollo es muy fuerte en esta etapa y el tra­ bajo con las ansiedades asume una posición algo se­ cu·ndaria; por ejemplo, nos sorprendemos analizando las ansiedades que son manifiestas, y tratando de determi­ nar sus orígenes que derivan del uso de ciertos me�a­ nismos, tales como splitting, identificación proyectiva, control omnipotente, negación, etc., más que analizan­ do los mecanismos mismos en t1n intento de contactar las ansiedades subyacentes. Otra forma de expresar esto �ería decir que estamos a·nalizando la omnipotencia, in­ tentando disminuirla, demostrando las ansiedades resul­ tantes de su funcionamiento antes que analizando las ansiedades que requieren la conservación de la omni­ potencia de las defensas. • Es esta fase del análisis en particular la que de modo importa·nte es tan ''opuesta a las tendencias yoicas del niño' • • en el período de latencia, cuando una estabi­ lidad relativa ha sido trabajosamente constituida a tra­ vés del empleo de mecanismos obsesivos en la situa­ ción interna para satisfacer las exigencias de la situa­ ción externa; por ejemplo, la asistencia a la escuela. Por lo ta·nto, esta fase puede progresar muy lentamen­ te hajo una tremenda oposición consciente en los ni­ ños latentes de tipo rígido, mientras que avanza como Ver Apéndice F. • • Véase capítulo sobre latencia en el libro de Melanie Klein El p1icoanáli1is de niño1, Bs. Aires, Edic. Hormé, 1964, cap. IV, págs. 75-94. •

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un torbellino en los niños pequeños y nuevamente en la pubertad. · Los deseos y los celos tienen también un encanto que hace que esta fase del análisis exija menor tensión que fases a·nteriores o, posteriores, desde el punto de vista de la contratransferencia, aunque la lucha cons­ tante para resistir la seducción y la agresión puede ser fatigosa y la violencia de las pasiones alarmante. Este encanto, sin embargo, empieza a evaporarse a medida que el análisis progresa y comienza a i·mperar el orden donde antes había habido confusión; los deseos dan paso a la arrogancia y desprecio por el analista como una ''mami-inodoro'', un mero receptáculo para el do.. lor, esto es, dado que los intentos para mantener el pecho-i·nodoro y el pecho-nutricio separados requiere el despliegue de toda la capacidad de amor infantil, fuera de la situación analítica. Es posible describir las más características configu­ raciones de confusión zonal y modal y su yuxtaposi­ ción en la economía del proceso. Creo que esta fase puede ser subdividida en ciertos problemas que guar­ dan una secuencia de relación esen·cial entre sí y que describiré como : a ) problemas de excitación; b ) pro­ blemas de posesión, y c ) problemas de idealización mutua. Los problemas de excitación se centran en torno de la capacidad para el deleite sensual y clínicamente deben ser diferenciados de la excitación alocada de los distin­ tos estados maníacos. Esto, de hecho, no es difícil por­ que el estado m · aníaco, con su núcleo de triunfo, es siempre de cualidad fugaz, que toca y se va, dejando un depósito de depresión detrás suyo. La excitación de la sensualidad busca contacto físico, el estado de exclusividad mutua, la perpetuación del arrobamiento



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hasta la eternidad. Yo pienso que su esencia es la ge­ nitalización combinada con impotencia orgástica. Esto deriva de la sensibilidad y el deleite sensual agrupado alrededor del pene-clítoris y la vagina-ano estimulados por la técnica del cosquilleo, toqueteo y golpecitos a diferencia del tipo de actividad masturbatoria de penetrar frotando, que está asociada con problemas de pose­ sión y reparación maníaca y relacionada al sadismo y a la identificación proyectiva • La fantasía edípica que subyace esta área de la sen­ sualidad contempla una cópula polimorfa de objetos par­ ciales que tiene lugar entre los padres como un pro­ ceso virtualmente continuo. Naturalmente la situación en la cama constituye el foco de este proceso y la re­ presentación de situaciones alrededor de la cama ad­ quiere infinitas variaciones en el juego, dibujos y con­ ducta en el consultorio de niños. La piel como zona erógena u órgano con sus propios derechos, a diferencia de los orificios del cuerpo se afir.ma , exige un or­ denamiento ge·nitalizado de cosquilleos, caricias, baños calientes, baños de sol, picotees, rasguños, etc. Los ojos, como zonas genitales pasivas y activas, pasan a primer plano a través de diversos tipos de mirar penetrante, y a la inversa en experiencias pasivas de visiones trau­ matizantes. Y por supuesto también surgen el frotarse los ojos y pestañear como actividades masturbatorias. Es muy poco el i·nterés sensual por los productos del · cuerpo en esta área de problemas zonales, pero se ven rodeados de una preocupación ansiosa cuando se los puede examinar para encontrar evidencia del daño al cuerpo provocado por la masturbación, que es ex-' perimentado como un castigo antes que como estados . .



Véase Apéndice G..

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de persecución por objetos dañados o malos de la rea­ lidad psíquica. Se puede pensar que el concepto de la ''afanixis'', de Jones, o sea la incapacidad para el pla­ cer, tiene especial aplicación aquí y puede ser la repre­ sentación difusa de una forma primitiva de la angustia de castración, es decir, que la zona masturbatoria es castigada mediante el retiro de su capacidad sensual; por ejemplo, en la irritación uretral. Las principales a:n siedades en conexión con la geni­ talización difusa son, sin embargo, las que surgen como consecuencia de los estallidos de sadismo posteriores a la frustración, ya sea que se expresen mediante ataque:> a objetos externos o mediante ataques masturbatorios a los objetos internos. Me parece que la identifica­ ción proyectiva es muy po:o activa en relación con este problema porque, lejos de sentirse incapaces de deleite sensual, en comparación c·on los adultos, los niños se suelen sentir superiores. Lo cual resulta en que se ten­ ga poca evidencia de la ansiedad ocasionada por la iden­ tificación proyectiva, tal como se da en la claustrofo­ bia, la hipocondría, etc. Lo que sí es prominente y está en relación con el sentido de superioridad , es la tendencia hacia la organización narcisista• bajo el slogan que ''los niños se divierten más en sus cuartos, que mami y papi en el suyo''. Creo que éste consti­ tuye el principal aspecto defensivo de la capacidad para la excitación genital difusa, y hasta que no disminuya mediante la diferenciación de zonas y sus funciones, existirá un obstáculo muy importante para el avance del pro:eso transferencia!. La disminución de esta sensualidad, con su tenden­ cia a promover un tipo narcisista de arrogancia infantil, •

Véase Apéndice H

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hace surgir más claramente lo que llamo el problema de posesión en esta fase de confusión zonal y modal. La posesividad, como una forma de amor primitiva, se centra fundamentalmente en torno del pecho como un objeto introyectivo en el sentido más esencial y pre­ ciado en cuanto a su capacidad de reparar los objetos de la realidad psíquica para el bebé. Pero ·n o son estas las cualidades que constituyen el núcleo de la posesivi­ dad en este momento. La posesividad deriva aquí de la tendencia a los celos por un lado, y de la sensualidad ya descripta, por el otro. Por ello tiende a focal izarse en las cualidades socialmente visibles del pecho, cuya posesión, com·o objeto, puede proyectar celos y envi�ia en los demás. El atributo de esta excelencia es la be­ lleza del pecho que lo califica .magníficamente para la confusión, o la equiparación, con las nalgas, los ojos, las mejillas, las piernas, las manos, y con toda parte anatómica que tenga forma, simetría, color y textura sensual. La identificación proyectiva con estas partes del objeto refuerza la va,nidad del niño acerca de su propio cuerpo, pero también, lo mismo que con la sen­ sualidad, se puede estructurar una competencia entre el mundo de los niños y el de los adultos, en la cual la a·firmación, no del todo refutada por la conducta de los adultos, que los niños son más hermosos que los adul­ tos, desempeña un papel fundamental. Se hace osten­ tación de la ausencia de vello corporal en marcado contraste con la otra área de intensa envidia al vello pu·biano, que es equiparado a la potencia sexual. Dado que la posesión de estas partes her.mosas del objeto es tan fundamental, los medios para tomar po­ sesión y retener y defender lo poseído constituyen una preocupación abrumadora que contribuye junto con la equiparación de los objetos parciales entre sí, a la con-

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fusión de las zonas relacionadas: boca-vagina-ano-mano­ ºjo-lengua-pene. Debido a que el funcionamiento de la identificación proyectiva equipara los productos del · cuerpo con los del objeto, se evidencia cierto grado de preocupación por los productos, pero no llega a ser tan prominente como lo será más adelante. En este punto la belleza bebés, flatos la es en particular lo central; heces los música de la voz de la madre, el color de la orina cabellos dorados de la madre, etc. En otras palabras, una confusión de la sensualidad de las diversas zonas y sus correspondientes objetos equipara la nariz-boca-ojo­ orejas-manos y estimula la idealización de los produc­ tos del cuerpo como objetos de esta apreciación cuasi . estet1ca. Se puede observar la progresiva reducción del nar­ cisismo que ha tenido hasta este punto del análisis. La diferenciación entre el self y el objeto se ha logrado mediante el análisis de las confusiones geográficas; la autonomía sensual de la nurse1'y ha sido cuestionada por el análisis de la genitalización; y la vanidad ha sido ahora socavada por la interpretación de las pretensio­ nes de poseer los objetos hermosos que se desean. la orina, las heces y otros productos del cuerpo han sido desprovistos de gran parte de idealización sensual; la fragilidad del self infantil para sostenerse a sí mismo ha quedado expuesta y todo está listo para abordar su dependencia introyectiva escindida y severamente ne­ gada. Pero antes de que esta batalla tenga lugar, u,na esca­ ramuza de intensa furia debe reemplazar la relativamen­ te placentera bacanal de sensualidad y belleza que se ha estado dando en la transferencia. La última trinchera de la ccindependencia' 'narcisista asume la . forma de la ,







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negación de la necesidad de un objeto de dependencia introyectiva en virtud de una afirmación de reciproci­ dad. En cierto modo esto adquiere la forma de una espe­ cie de regateo, de buscar una transacción entre un nar� cisismo desenfrenado y una dependencia i·nfantil abso.. !uta. La oferta que se ofrece es la de una recíproca idealización, un sistema cerrado, una sociedad secreta,. ''Somos simbióticos'' es el slogan y muchos padres caen en la trampa. Ahora el énfasis pasa a la esfera de los productos del cuerpo y su idealización, a medida que la disociación del pecho-nutricio dismi1nuye. La tenden­ cia a unirse con el pecho-inodoro y la dependencia del pene del padre, hacen surgir el conflicto central del com­ plejo edípico genital en el horizonte. Pero esta unión encuentra oposición y existe una tendencia muy peli­ grosa en este momento en la transferencia a que se dé una inversión del splitting,· por ejemplo, traer el pe­ cho-nutricio al consultorio y disociar el peého-inodoro en otro lugar. Naturalmente esto produce una plétora de acting out agresivo, que se suele ver con mayor fre­ cuencia en farma tardía en el análisis de adultos, que está contrarrestado por el verdadero amor que sienten por sus padres y por lo que dependen de ellos. Esta idealización recíproca representa una reparación que debe ser d!ferenciada de la que se observa luego en el umbral de la posición depresiva. En este punto la diferenciación entre realidad interna y externa . está to.. davía muy pobremente establecida en las relaciones ob­ jetales infantiles y existe la tendencia a desechar la i·m­ portancia de la diferencia entre los mundos adulto e in­ fantil, en contraste con la urgencia posterior de convertirse en adulto a toda prisa. las confusiones zonal y modal que se utilizan para ·

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seducir al objeto a una idealización recíproca y sistema cerrado de gratificación recíproca se centran, tal como lo sugerí anteriormente, en los productos del cuerpo: orina-semen-saliva-heces-pene-bebé. Las confusiones zo­ nales tales como pezón-pene-lengua y boca-vagina-ano, son i1ntroducidas con un énfasis en la equiparación de las constelaciones: pezón - que - da - leche - a - la - bo­ ca - pene - que - da - semen - a - la vagina - lengua da - saliva - al - pecho - ano - que - da - heces - a - la bacinilla - mami - que - sonríe - al bebé - bebé - que se - acurruca - en - mama, etcetera. Es en este punto, con la intensificación de las reac­ ciones ante la separación que acompañan este conflicto, cuando vuelve a tomar marcada prominencia el con­ cepto de bebés internos, tal como lo tenía en la fase de las confusiones geográficas, pero como el énfasis está puesto en la idealización y no en la negación del des­ amparo infantil, son los celos antes que la envidia lo que pasa a pri·mer plano. Esto impone al paciente la idea de los niños que el analista tiene en su casa, pero que ahora son niños amados, reales, buenos y no que­ rubi·nes mimados. A medida que el analista resiste sistemáticamente la seducción, interpreta el splilting y la idealización, re­ duce las confusiones y ecuaciones zonales y se enfrenta con la creciente rabia y ansiedad, la situación está dada, tal como yo la veo, para luchar para establecer el pecho­ nutricio. Esta batalla que suele ser muy larga y no siempre exitosa se da en el umbral de la posición de­ presiva y será considerada en el próximo capítulo. Recapitulemos brevemente. He postulado el concep­ to de una fase de confusión zonal y modal como el tema central de la transferencia e intenté también describir su organización a la luz de los esfuerzos para debilitar ,

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el narcisismo y colocar las estructuras infantiles al al­ cance de la experiencia de dependencia de la madre y el padre como pareja parental. La sugerida organización de esta fase ocasiona una secuencia de problemas que guarda·n relación económica esencial entre sí. El pri­ mero constituye la tendencia hacia la genitalización di­ fusa de todas las zonas con la concomitante excitación y búsqueda de grati,ficación sensual. El segundo es la idealización de la belleza de los objetos parciales y una búsqueda de su exclusiva posesión. El tercero es un intento de formar un sistema cerrado de idealización recíproca con un objeto a través de la idealización de las cualidades reparadoras de los productos del cuerpo. La tarea en esta fase está acompañada, como en la anterior, de u·n intenso acting in y acting out de la transferencia, en el niño y en el adolescente, así como también en el adulto. Como en el acting out se nece­ sitan compañeros para la organización ·narcisista, los hermanos son presionados a cumplir . esta función en los niños, del mismo modo que el adulto presiona sobre amigos o cónyuge. La resistencia intratable es una ra­ reza que muy pocas veces se ve, salvo cuando se da una folie a deux con unos de los padres como la fuente de la psicopatología. La más demorada resistencia en esta fase se da con pacientes que tienen modelos muy for­ mados de deli·ncuencia, perversión o adicción. Pero aun en esos casos se puede lograr un progreso en el ordena­ miento de las confusiones si el analista puede perseve­ rar hasta que la verdadera lucha de la fase próxima se establezca en serio.

CAPÍTULO IV

EL UMBRAL DE LA POSICIÓN DEPRESIVA

En los tres primeros capítulos esbozé un ensayo de reconstrucción de la historia natural del proceso analí­ tico, una secuencia que está determinada por la econo. mía de la vida psíquica, tal como se desarrolla en el análisis cuando se lo man.eja adecttadamente y está apoyado por factores ambientales ·fuera del análisis. Es importante recordar que este concepto de la historia na­ tural del proceso analítico no puede ser usado en la tarea diaria del consultorio. No es una concepción tác­ tica, sino estratégica que al igual que la tabla• de W. R. Bion es para ser usada para ,movilizar y preservar la vitalidad terapéutica del analista. Tal vez sea también para ser usada en la retrospección necesaria para efec­ tuar las comunicaciones científicas. Se ha descripto cómo la concentración de las tenden­ cias transferenciales infantiles posibilita un esclareci­ miento sistemátic·o de los estados confusionales durante cuyo transcurso tiene lugar un abandono del narcisis­ mo (como un principio de organización) a favor de la dependencia de objetos buenos internos primarios (y externamente del analista y del encuadre y del proceso analítico ) . He subrayado que .el crecimiento de la real dependencia y el crecimiento de su reconocimiento se •

Elementos de psicoanálisis,

Bs. Aires, Edic. Hormé, 1966.

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dan en forma independiente. Se establece con mayor facilidad la relación proyectiva con la madre ( pecho­ inodoro ) que la introyectiva ( pecho-nutricio ) que va­ · mos a estudiar ahora. Esto a la vez es más fácilmente aceptado que el rol necesario que desempeña el pene del padre. Este conflicto, el complejo edípico, a nivel ge­ nital y pregenital constituye el núcleo de la lucha por la integración e independencia que estudiaremos en el capítulo próximo. las distintas constelaciones transferen·ciales descrip­ tas en ·forma separada en cada capítulo se ·hacen visi­ bles en forma más minuciosa y en las cuatro dimen­ siones del proceso analítico, según se verá en el Capí­ tulo VII. Por último recordemos que las diferentes cons­ telaciones de la psicopatología causarán mayor o menor dificultad a la elaboración en las distintas fases del proceso, pero no se puede concebir el pasar por alto ninguna de estas fases, dado que cada una de ellas tiene una absoluta dependencia metapsicológica de la elaboración adecuada de la anterior. En el capítulo sobre el ''ordenamiento de las zonas y modos'', bosquejé una posible comprensión de la se­ cuencia de hechos por los cuales la erotización, la in­ tolerancia a la separación, los celos posesivos y sus con­ comitantes confusiones acerca de las relaciones objetales, permiten un acerca.m iento al pecho como objeto de de­ pendencia introyectiva infantil. Creo, que siempre re­ presenta un shock descubrir en el análisis que este dificil trabajo de preparación -que exige inventiva, constancia y tolerancia , no es rápidamente recom­ pensado por la aceptación del paciente de una depen­ dencia del proceso analític6 y . confianza en este mismo proceso. En realidad, parece ocurrir exactamente lo opuesto, o sea la aparición de desconfianza no de la

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benevolencia del analista sino de su fuerza y adecuación para ser un pecho bueno. Por un lado ésto aparece otra vez a partir de la matriz de ·negación en cuanto a que no existe ninguna necesidad de un objeto de de­ pendencia. Y por el otro, esta desconfianza reemplaza al tipo de desconfianza más paranoide que había exi:­ tido hajo la influencia de las confusiones geográfica y zonal. A partir de una actitud de ''No te necesito'' la transferencia pasa por desilusión a la posición de 'CNo eres lo que necesito''. En una palabra y siguiendo a Freud, pasa de la negación ( denial ) a la negación ( negation ) . En ese momento tiene lugar en el análisis una lucha peculiar y prolongada. He empleado el término ''lucha'' aquí por primera vez, en estos capítulos, por una razón muy esp·ecial. Es un momento en el cual el analista sentirá que se le pide más que nunca que apele a todo su espíritu de lucha y perseverancia en comparación con períodos anteriores en los cuales su capacidad para soportar la proyección del dolor psíquico constituía pro­ bablemente la cualidad de carácter más exigida por la tarea analítica. Debido a los logros terapéuticos anteriores, los esta­ dos confusionales y la tendencia al acling out concomi­ tante han disminuido, y la vida infantil está más cla­ ramente diferenciada de los procesos adultos y está mejor contenida en el análisis y en la vida onírica. En consecuencia el paciente experimenta períodos de bien­ estar y relaciones externas e internas armoniosas quE: no sólo aligeran su sentimiento de necesidad de análi­ sis, sino que también vienen acompañados de cierto olvido de la tristeza, inadecuaciones y confusiones an­ teriores. Así como el estudiante que a su regreso al hogar luego del primer año de estudios universitarios encuentra que su padre ha mejorado intelectualmente en

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el ínterin, el paciente encuentra ahora que el mundo ha mejorado, en lugar de pensar que es su relación con el mundo lo que ha mejorado. Por lo que se queda pasmado al notar la paradójica vehemen·cia de sus re­ acciones ante la separación y su creciente inquietud por la salud y vitalidad del analista. Ha llegado el •'perío­ do de latencia'' del proceso analítico y suele estar acom­ pañado en los adultos, lo mismo que en los niños, de un insidioso empobrecimiento del material y una ca­ llada actitud de esperar-la-terminación, como si fuera una liberación de la servidumbre, pues es otorgada por la benevolencia del analista despótico. Además tiende a instalarse cierta •«estupidez analíti·ca'', a medida que los procesos de externalización de situaciones internas comienzan a oscurecer y diferenciar relaciones objeta­ les en ciertas áreas fuera del análisis que trae como se· cuela una atmósfera de negación de la realidad psíquica. El acting out patológico debido a la identificación pro­ yectiva y estados confusionales es reemplazado por u,n acting out más benigno y adaptado a la realidad debido a la externalización a un nivel que corresponde menos al de objeto parcial.• Suele ser general.mente cierto que para esta época del análisis, que . rara vez se alcanza a·ntes de los dos o tres años en los niños y cuatro o cinco en los adultos, se hayan abandonado las perversiones, hayan desapa­ recido de la vigilia las a�tividades masturbatorias com­ pulsivas y que los ataques destructivos a objetos inter­ nos ocurran principalmente durante el dormir. Pero de todos modos la seguridad del mundo interno aún no ha sido establecida y no se puede pe11sar en termina­ ción. La estructura de carácter es obsesiva y se percibe •

Véase Apéndice A.

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una penetra·nte actitud delictiva y de reserva que puede llegar al secreto per se. El material de las sesiones pone de manifiesto la ac­ tividad de la parte infantil destructiva luchando desde su última trinchera para conservar los restos de nar­ cisismo mediante ataques cínicos a la verdad y la inten­ sificación de las ansiedades depresivas a través de la desconfianza, burla e insinuaciones que provoquen celos, hasta el punto que la desesperación suele ser para el paciente indiferenciable del estado de persecución. A niveles infantiles esto toma la forma de una orga·niza­ ción de las partes infantiles en lo que yo llamo ''la agonía de la nurse,y'', para usar la frase de Thurber, ante cada experiencia de separación. Se pueden obser­ var varios temas centrales en los ataques cínicos a la confianza, y cada tema infantil está también expresado en forma transferencia! contra el analista y la situación analítica. a ) ''Los padres abandona·n a sus hijos para gozar sexualmente, y los analistas abandonan a sus pa­ cientes durante los fines de semana y las vacaciones." Pero no se puede tener evidencia de esto, dado que los padres y los analistas no dejan de estar disponibles, y cuando es necesario proporcionan un sustituto que cui­ de y supervise. En pacientes no internados este susti­ tuto es, en gran medida, en el paciente adulto lo mismo que en el niño, el aspecto más maduro de la personali­ dad del paciente armado de insight y defendido por toda la fortaleza y comprensión disponibles del am­ biente inmediato, en especial de los padres. b ) ''Ojos que no ven, corazón que no siente." Los padres ( y los analistas ) no piensan en sus niños ( y pacientes ) cuan­ do están lejos. Pero esto se ve claramente refutado por la frescura con que recuerdan hechos (y sesiones ) pre­ vias, y la naturaleza inmodificable de sus contactos,

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mientras que los niños (y los pacientes ) clara.mente evi­ dencian un deterioro en el recuerdo y en el contacto. Es indudable que son los niños (y los pacientes ) quie­ nes tratan a sus padres (y analistas ) según el ccojos que no ven, corazón que no siente''. c ) ''Los padres ( y los analistas ) sólo cuidan a sus hijos (y pacientes ) porque los obliga la ley o la costumbre ( ética, reputación y ne­ cesidad económica ) , o para engrandecerse ante sus iguales ( para coleccionar material para libros, trabajos y conferencias ) '', pero la Ley ( y la ética ) no evitaría que los padres ( y los analistas ) pasaran sus obliga­ ciones no deseadas a sustitutos, en última instancia a la comunidad. Los niños malos ( y los pacientes malos ) podrían fácilmente ser reemplazados por otros buenos mediante la procreación o la adopción ( ocupando horas libres ) . d ) ''La división padre-niño ( analista-paciente ) es una estructura de clase en la cual la fuerza, la pose­ sión y otras formas de poder son utilizadas para tira­ nizar, explotar y controlar." Pero esto no puede ser así, dado que los niños (y los pacientes ) se dañan unos a otros en el momento en que no están sujetos al control y supervisión del adulto, y no tienen ni riquezas ni ser­ vicios que ofrecer a sus padres ( analistas ) . Los han-o­ rarios que se pagan al analista ·no provienen de las estructuras infantiles, sino que las paga la parte adulta de la personalidad, tal como en el análisis de niños. Es una estructura de clase por cierto, pero basada en dife­ rencias reales de capacidad, y sobre todo en la capaci­ dad para la responsabilidad. Los niños quedan exclui­ dos de la actividad sexual porque son genitalmente in­ capaces y sólo usan sus genitales para expresar impulsos y fantasías pregenitales. e ) ''Los roles de los padres ( interpretaciones y técnicas analíticas ) son arbitrarios y constituyen un despotismo racionalizado, adivinación

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y amenazas veladas." Pero esto no puede ser así, dado que los castigos significan solamente el retiro de los servicios; las reglas son solamente sugerencias metodo­ lógicas de proceder y las interpretaciones son formula­ ciones sugeridas para la comprensión de los datos con que se cuenta. La negativa del analista a abandonar el campo de su propio funcionamiento profesional ( téc­ nica y encuadre ) no puede ser considerado coercitivo, aunque queda libre a la sospecha de ser agresivo. f ) ''Si los padres (analistas ) amasen a sus hijos ( pacien­ tes ) , se ocuparían más de mantenerlos contentos." Pero resulta claro que los padres ( y los analistas ) no aman a sus hijos (pacientes ) , en primer lugar, sino que ma­ nifiestan hacia ellos cierta tierna preocupación que deriva de sus otras ( internas y externas ) relaciones, un producto accesorio, por decirlo así. Esta tierna preocu­ pación, en verdad, se centra más en promover el des­ arrollo que en brindar placer o proteger del dolor, ya que naturalmente anhela liberarse de sus cargas, aun cuando fueran placenteras. El amor, por otra parte, de­ be merecerse. g ) ''Aun cuando se admita la diferencia entre el bien y el mal, la belleza y la bondad no siem­ pre van juntas, ni tampoco sucede que la bondad sea la victoriosa en esta lucha." Pero aunque esto parezca ser cierto en el mundo externo, no lo es en la realidad psíquica, de la cual deben derivar todos los sentimientos de seguridad, '\·italidad y capacidad para la alegría.• Tales son algunas de las líneas de ataque a la con­ fianza en los objetos buenos que se puede observar abruman las partes buenas de la organización infantil durante la separación y que llevan a una regresión tem· poraria y a ataques masturbatorios a objetos internos •

Véase Apéndice I.

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Ningún otro período del análisis nos enseña los ele­ mentos de la técnica tan bien como la tarea a desarro­ llar durante el umbral de la posición depresiva. Debido a que cada faceta de actitud, sobre la cual la técnica debe basarse, está bajo el examen hostil de una parte infantil destructiva de la personalidad del paciente, el analista está continuamente sometido a la prueba de esclarecer, para él y para su paciente, la base racional del encuadre y la mecá·nica de la comunicación. Probablemente la más i·mportante diferenciación en este respecto sea la que el analista establezca entre res­ ponsabilidad y omnipotencia. Nuevamente es en los niños en los cuales se puede ver con mayor claridad, dado que las divisiones primarias de responsabilidad, o sea parental, legal, médica y psicoanalítica, están bien separadas en sí mismas. Pero si bien es cierto que el analista puede sólo asumir la responsabilidad psicoana­ lítica, los límites distan de ser definidos allí donde el proceso analítico trae apareado un peligro para la salud física del paciente, para su seguridad física y su in­ tegración a la comunidad. Mientras las partes destruc­ tivas se mantienen escindidas, lo cual significa que aparecerán en el soñar, en juegos y en las asociaciones representadas por distintas figuras del sel/, será poco el progreso que se obtendrá para disminuir la pérdida constante de la confianza. Se debe investigar mejor el splitting y la proyección. Y aquí vemos surgir una dificultad sumamente fascina:nte, es decir, que las ''bue­ nas,, partes-infantiles �antienen a las ''malas,, escindi­ das; por ejemplo, fuera de la familia, lejos del pecho, principalmente fuera de los celos posesivos.• La poVéue mi 294, 1964.



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trabajo ··somatic Delusion'', l.J.P.A., Vol.

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sesividad se racionaliza como un sentido de injusticia: preocupación por la seguridad de los objetos buenos o elevados ideales de pureza. En realidad puede consti­ tuir, por esta razón, una lucha muy larga hasta lograr traer las voces destructivas al consultorio para que pue­ dan desafiar al analista directamente. Cuando esto co­ mienza a ocurrir en la esfera de las experiencias de separación, antes y después de las interrupciones, deja el período analítico intermedio libre para trabajar con el material edípico al nivel genital y pregenital, en un grado en que no fue posible hacerlo, hasta entonces. Y lo que es más importante surge la oportu·nidad de de­ mostrar la relación entre la realidad interna y la exter­ na. Para esta época del análisis ya se ha alcanzado el . suficiente splitting horizontal • para que la parte adul­ ta de la personalidad sea claramente diferenciable de aquellos estados mentales pseudoadultos que son conse­ cuencia de la identificación proyectiva masiva, que aún puede darse ocasionalmente. La estructura adulta es muy sensible, a través de la identificación introyectiva al estado de los objetos internos. Los trastornos en el bienestar físico y mental, de los objetos internos, debido, ya sea al control omnipotente y a la separación de uno y otro (obsesivo ) , o a ataques ( masturbatorios, princi­ palmente por identificación proyectiva ) , son rápidamen­ te reflejados por el estado físico y mental del self adul­ to. Se convierte entonces en u·na experiencia frecuente que el análisis traiga alivio, debido a la relación intro­ yectiva con el pecho externo en la transferencia infantil. Este proceso, cuyos detalles se pueden seguir mejor en los sueños de los adultos y los ·niños, conforma, se­ sión a sesión, el reconocimiento de la supremacía de la •

Véase Apéndice J.

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realidad psíquica. Este desarrollo de la mitad de la semana permanece en marcado contraste con las sesiones en torno de las interrupciones, y que están dominadas por las estructuras infantiles destructivas con su cinismo, deshonestidad, búsqueda de autocompasión y ataques despiadados a la capacidad de pensar del analista. En ningún otro momento es más crudamente evidente la naturaleza concreta de los procesos de splitting. Como lo . he señalado en un trabajo anterior•, este período del análisis asiste a la aparición en primer pla­ no, del material de problemas relacionados con el split­ ting en el sel/ y su resolución, así como también cierto grado de disminución de la severidad del splitting. Pero el tem·or a las partes destructivas y el fenómeno de co­ bardía plantean un grave problema en las separaciones. Puede aparecer pánico ante síntomas somáticos, ya que es probable que se fusionen tendencias al delirio somá­ tico con fenómenos hipocondríacos, ambos a un nivel relativa-mente obsesivo. Para complicar aun más, el as­ pecto persecutorio de las ansiedades depresivas que se encuentran al ''umbral de la posición depresiva'', en pacientes con tendencias a la adicción o a perversiones, puede surgir el problema del terror, como una fQrma de miedo abrumador y paralizante, conectado con obje­ tos muertos, en especial con los bebés de la madre de la realidad psíquica • • . Parecería que no hay progreso posible en la posición depresiva hasta que se haya re­ suelto este conflicto que resulta ser una complicación del problema de celos posesivos infantiles y la voracidad Véase mi trabajo ''The Differentiation of Somatic Delusions from Hypochondrical'', lnt. ]. Psa., Vol. XLV. • • Esto fue ampliado en un trabajo leído en el Congreso Internacional de Psicoanálisis, 1967, Copenhague. Véase Apén­ dice C. •



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por el pecho, que en este momento del análisis se con­ vierte cada vez más en la fuerza central que se opone a la integración. Debe entenderse que la integración es un problema a dos niveles. A un nivel infantil es el problema de compartir los objetos buenos con las otras partes del sel/, viven ciadas como hermanos ( problemas ele celos posesivos ) , así como también el problema de compartir el objeto bueno entre sí (complejo de Edipo) . Esto último está, por supuesto, a·compañado de una disminución del .rplitting-e-idealización del sel/ y los objetos de la realidad psíquica a medida que la posición depresiva se establece más firmemente. A un nivel adulto, por otra parte, es el problema de la responsa­ bilidad por la realidad psíquica, la aceptación de la cual, bajo la forma del i·ncipiente esfuerzo hacia el autoaná­ lisis, sienta las bases para la eventual terminación del análisis, como veremos en el próximo capítulo. He estado considerando el problema central del ··um­ bral de la posición depresiva·', es decir, el ataque con­ certado a la fortaleza del objeto bueno que es llevado a cabo por las partes escindidas más destructivas de la personalidad infantil. En este proceso la severidad del splitting disminuye gradualmente y los ataques a la re­ · lación con el pecho en la transferencia, que original­ mente tomaron la forma de sensaciones corporales dolo­ rosas en el consultorio, gradualmente se metamorfosean en formas más mentales y eventualmente en verbaliza­ ciones. • Por ejemplo, un niño pequeño cuyo acerca­ miento al pecho · adoptó la for·ma de un rítmico cabe­ ceo con la pelota durante el cual el analista tenía que llevar el .rcore, experimentó, durante _u·nos meses, una serie de ataques a su concentración y en consecuencia •

Véase mi trabajo ''Somatic Delusion'',

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a su éxito. Al comienzo aparecían como un cosqui­ lleo en el cuerpo, luego como bromas sucias que le ve­ nían a la mente y lo hacían reírse y finalmente como sospechas verbalizadas de una conexión sexual entre su madre y el analista que ocasionaban bruscos estallidos de ataques destructivos a la pelota, al cuarto y al ana­ lista. Al morder la pelota, arañar la cabeza del analis­ ta, y patear sus genitales expresaba con claridad el odio por la configuración pene-en-el-pecho. Esta configuración • constituye el foco del ataque a la fortaleza del pecho y abre el área del complejo de Edipo genital para que sea detalladamente explorada. Como ya lo mencioné anteriormente, el núcleo de las perversiones y adicciones, aun cuando su acting out ha­ bía anteriormente disminuido o había sido abandonado, sólo puede ser e�a·minado en este momento en que las formas primitivas de voyeurismo del pecho • • y de ataques proyectivos omnipotentes por medio de los ojos, el viento o el flato, se declaran abiertamente. La opo­ sición al rol de la madre interna con muchos penes-en­ su-interior que le dan a ella fuerza para resistir estos ataques a su estructura, a sus funciones y a sus bebés internos, puede originar una lucha · prolongada y difíciJ y probablemente sea la causa más frecuente de impasse en el progreso terapéutico que sigue de cerca la historia de esta fase del análisis. Las ansiedades aterradoras que resultan de estos primitivos ataques sádicos orales y anales contra el pecho se atenúan fácilmente a través de la adicción a la omnisciencia de las partes destructiVéase mi trabajo ''A Contribution to the Metapsychology of Cyclothymic States'', lnt. ]. of Psycho-Analysis, vol. XLIV, •

p.

83, 1963.

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Véase Apéndices C y F.

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vas del sel/ en lugar de resolverlo mediante la repara­ ción a través de los servicios a los objetos buenos, que viene siempre acompañada de intensos dolores depre•

SlVOS.

Los roles del pene y los testículos del padre comien­ zan a ser claramente diferenciados de los diversos roles de los penes internos de la madre• y se sientan las bases para una correcta diferenciación entre masculino y femenino, algunas de las cuales ·y a se habían estableci­ do dura.nte la organiza·ción de las confusiones zonales. Sólo ahora se alcanza el pleno reconocimiento del rol reparador y creativo del padre. El complejo de Edipo en su crescendo genital total pasa al primer plano de la transferencia y con ello se da el último paso de la po­ sición depresiva con el cambio de valores que va del egocentrismo a la solicitud que se centra e.n el objeto. Hasta aquí he considerado principalmente el proble­ ma central de esta fase del análisis, es decir, el estable­ cimiento de la confianza en la idoneidad de los obietos buenos, especialmente el pecho materno, para cumplir sus funciones de reparación y protección, al mismo tiempo que resistía los ataques de destrucci6n y repa­ ración, desesperación y esperanza, dolor mental y ale­ gría, donde se vivencia la gratitud con la cual se forja el vínculo del amor y cuidado de los objetos buenos. A medida que se penetra más y más en la posición de­ presiva, el problema del umbral de ser capaz de acep­ tar el perdón de los objetos buenos por ataques y aban­ donos es reemplazado por el problema de ser capaz de perdonarse a sí mismo por haber transgredido anterior­ n1ente la buena te. Esto, junto con el complejo de Edipo •

Véase Apéndice E.

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genital, constituye el tema central de la fase de destete o term1·nac1on. Esta experiencia rítmica de reparación y destruc.. ción, de dolor psíquico y alivio a través del contacto con el pecho analíti·co, se ve reflejado en el juego de los niños por el rol que adquiere el ritmo en su participa­ ción analítica : el hacer rebotar la pelota; el realizar actividades acrobáticas que declaran y desafían su te­ mor a las alturas; la oscilación entre dibu jos con estruc­ turas o con figuras; la representación en el juego de situaciones en las cuales hay un desafío a la confianza tales como el aprender a nadar o aprender las tablas aritméticas; oscilación entre cerca·n ía y distancia del cuerpo del analista o el diván, estados mentales alter­ nativamente soñadores o vigilantes; todas estas y otras innumerables manifestaciones toman, o mejor dicho, recapturan la vivencia de la relación de alimentación al pecho. Lo más notable de todo es el desarrollo del in­ terés en las palabras del analista y por supuesto la consecuente urgencia de verbalización como el camino principal para la comunicación. Mientras que la ante­ rior actividad interpretativa del analista pudo haber sido recibida con indiferencia, interferencias, haciendo eco o tapándose los oídos, ahora reina el silencio cuan­ do habla el analista, se suspende el movimiento, se lo mira a los o jos, a veces con una mirada interior leve­ mente deslumbrada que ·puede durar hasta unos mo­ mentos después que ·l a interpretación ha terminado. Au·n los niños muy pequeños, de cinco o seis años de edad, pueden traer sueños durante esta época, ya que se diferencia mejor las experiencias del soñar y las de vigilia. El jugar con juguetes o lo que hay en el cuarto y los juegos que implican el cuerpo del anali:ta ceden el lugar a la representación gráfica, asociaciones, .

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escribir historias y discutir. Pero es un momento de un equilibrio extremadamente sensible, en los niños como en los adultos, porque la tarea analítica de la mi­ tad de la semana con un contacto estrecho con el pe­ cho analítico está hajo el constante examen hostil de la:; partes infantiles destructivas. Esta vigilancia cfnica está dirigida hacia la técnica del analista en especial, de modo que toda transgresión injustificada puede ser seguida de una seria regresión, mientras que al acercarse las in­ terrupciones se apela a intentos sistemáticos, a través de la seducción, el engaño, la agresión y la amenaza, de romper el encuadre del análisis. La reparación ma­ níaca que anteriormente estaba dirigida hacia afuera, hacia los juguetes, lo que hay en el cuarto y el analista está ahora dirigida más hacia adentro. Una corriente de pseudo-análisis, que sigue las formas verbales de la interpretación, pero que es grotesca en lo caricaturezco de su contenido, se puede oír aun de los niños más pequeños, pero especialmente de los pacientes adoles­ centes. Con frecuencia se encontrará una identifica­ ción proyectiva con el pezón subyacente a esta activi­ dad y puede, en los niños tan comúnmente como en los adultos, conducir al acting out en forma de un pseu­ do-análisis con hermanos y amigos. Como tal se con­ trapone a la corriente general de secreto que está determinada por la posesividad del pecho. En el próximo capítulo sobre ''El proceso del deste­ te'' estudiaremos esta posesividad, ·pero un aspecto de la misma es particularmente aplicable al ''umbral'', }' es el requisito del analista, y del análisis generalmente, de que se está más allá de la burla y el desprecio. Esto forma parte de la posterior fenomenología de la ''agonía de la nursery'', cuando la confianza en la bon­ dad y fortaleza del pecho ha sido bien establecida, pero

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el complejo de Edipo dista mucho de estar resuelto. En la casi diaria experiencia analítica de alivio de la desesperación y retorno a la espera·nza, el poder del pecho externo de reparar la situación interna ha pro­ ducido amor, pero no la fuerza necesaria para defender este amor. La belleza del objeto es esencial aquí, y cuando no se hace alarde de su posesión exclusiva para proyectar el dolor de los celos ed ípicos en las partes­ hermanos del sel/ representadas en el mundo externo, su posesión es cuidadosamente escondida de la voraci­ dad y burla de los hermanos. lJna niña pequeña cuyo hermanito generalmente estaba et1 el auto esperándola al fi·nal de las sesiones solía, en los últimos minutos, garabatear frenéticamente un dibujo para llevárselo. Cumplía diversas funciones: aplacar su curiosidad, crear la falsa idea de que compartían el análisis, pero por sobre todo proporcionarle a su hermano mayor, que vería el dibujo cuando llegaran a casa, un falso blanco para sus ataques de burla, que serían ahora so­ portados por el hermanito y no por ella. Antes de terminar con esta fase del proceso analí­ tico quisiera enfatizar que es el área donde es más frecuente la resistencia intratable al análisis, en los adultos como en los niños. La razón es, en mi opinión, puramente económica, a pesar de sus aspectos o mani­ festaciones estructurales. El umbral de la posición de­ presiva es un momento de cambio decisivo en la eco­ nomía del dolor mental en el proceso analítico, cua·n do el desvanecimiento de las ansiedades persecutorias da lugar al dolor depresivo. El reflujo de la experiencia de bienestar general tiende a no reconocer la depen­ dencia extrema del pecho a·nalítico externo bajo una profunda negación inconsciente de la inevitable y even­ tual renuncia. Cada paso que se profundiza en la po-

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sición depresiva, con el cambio del interés en sí mismo por el cuidado por el objeto, llevan a tomar conciencia de la dependencia y del eventual destete. La ''lucha'', como lo he llamado, en esta fase del análisis, es contra el impulso violento hacia una transacción para mante­ ner el status quo ante el reflujo del dolor. Esto adopta la forma del ''fenómeno de las dos caras'', es decir, el nene de mamá durante el día y uno de la patota durante la noche, ad in/inilum. Se puede ver con ·facilidad que la negación del tiempo como un impla·cable fenó­ meno unidireccional en el mundo externo es de fun­ damental importancia aquí, ya que el tiempo es co:isi­ derado en forma concreta como circular u oscilante. En cambio, como veremos en el próximo capítulo, la vivencia de estar recibiendo ''tiempo de la vida del analista'' desempeña un papel importante en la acep­ tación del destete.



CAPÍTULO V

EL PROCESO DEL DESTETE

Como dijimos en el capítulo anterior, cuando la rela­ ción alimentaria con el pecho en el nivel infantil em­ pieza a ser reconocida en la experiencia transferencia!, la terminación inmediatamente amenaza en el horizonte y el temor a una finalización prematura gravita desde entonces en todo el trabajo siguiente. Este temor interactúa a niveles infantiles con la preocupación de­ presiva por los ''bebés de la madre'' y rige la lucha hacia la integración, que es una tarea de toda la vida. Su contraparte al nivel más adulto surge como una estimación estética e intelectual del proceso analítico aun en niños pequeños, que conduce al paciente a ''ce­ der su turno al próximo analizado'' y ahorrar al analis­ ta trabajo innecesario : ''tiempo de su vida''. Este último punto, que constituye el foco principal de la alianza terapéutica para enfocar en forma coope­ rativa la decisión de la terminación, puede ocupar nues­ tra atención, en primer lugar para poder luego retornar a los problemas infantiles en una forma más organi­ zada. Cuando se alcanza esta fase en el análisis, aun en niños pequeños, es asombroso el interés y la coope­ ración con el trabajo analítico, que comprende no sólo el control del acting out y una continua recolección de material para el análisis de los hechos de la vida cotidiana, sino también un entusiasmo por el análisis

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de los sueños que proviene del pleno reconocimiento de la realidad psíquica y su prioridad sobre el estado mental. La reiterada experiencia de despertar con un humor del cual no se puede desprender hasta que la sesión analítica lo resuelve, trae consigo la convicción y la gratitud que ponen en marcha la urgencia del auto­ análisis positivamente motivada en contraste con la mo­ tivación envidiosa o competitiva que constituía la fuer­ za dominante de los intentos de pseudo-análisis durante las fases dos y cuatro en particular. Así, una apreciación adulta de la belleza y bondad del proceso analítico y del método para descubrir la verdad puede comenzar a diferenciarse de la transfe­ rencia infantil que parece adherirse tan tenazmente a la persona del analista. El a1n alista puede ahora presidir el proceso en forma tal que cede razonablemente al paciente la asun.ción de estas responsabilidades. Es algo parecido a la tarea de la supervisión analítica y que a su vez puede ser facilitado por la reserva del analista. La experiencia aumentará, en forma típica, dura·nte la sesión del lunes: el estado mental persecu­ torio que seis meses antes hubiera requerido del ana­ lista un intenso trabajo hasta el martes, el paciente lo resolverá ahora en los primeros 15 minutos de la sesión del lunes, si el analista permite que lo haga por sí solo. Yo me siento realmente impresionado por la expe­ riencia de la belleza del proceso que surge regularmen·· te, primero en forma separada pero fácilmente remon­ table a sus orígenes. Por ejemplo, en una sesión tem­ prana por la mañana de una niña de catorce años, que en siete años de análisis se había recobrado de un pro­ fu·ndo trastorno de carácter esquizoide, �e había formu­ lado una larga interpretación conectando el material

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inmediato con el de dos semanas anteriores y también con unos dibujos hechos tres años antes. Se quedó en silencio por u·n tiempo bastante largo; luego dijo, con una emoción poco frecuente en ella, que el cielo había tomado un color azul brillante, realmente hermoso. Aceptó inmediatamente que no era probable que sus palabras tradujeran una per.cepción correcta de un ob­ jeto exter·no concreto, dado que estaba mirando a tra­ vés de una cortina de eneaje y el cielo había e:tado muy nublado cuando llegó a la sesión, 30 minutos antes. Pudo entonces establecerse un vínculo con los ojos azules de la madre, ya que habíamos estado ocu­ pándonos en el análisis de algunas de sus propias difi­ cultades para percibir los objetos muy próximos y muy distantes que contrastaba, en su sentir, con la claridad de percepción de la madre en las relaciones humanas. En forma si-m ilar, el interés que surge en esta época en los sueños y el análisis de los sueños refleja la alte­ ración en la relación del paciente con la vida mental nocturna. El espectro de la estructura de los sueños puede agruparse en algunas de estas formas: a ) sueños en los que el paciente está mirando una película, u·n cuadro, etc., desde una posición. distante en relación con el proceso cuya realidad se niega; b ) la persona está observando los hechos, pero no está en ni·nguna forma comprometida con lo que pasa; e) está observando los hechos como un observador interesado, pero sin com­ prometerse con las facciones en lucha; d ) es un niño ocupado con otros niños y adultos; e) es un niño ocu­ pado con otros niños que son sus hermanos o partes de sí mismo; f ) es un adulto ocupado con adultos y ni­ ños que son reconocidos como partes de sí mismos. Este espectro refleja la estructura psíquica y sólo se puede

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esperar que los tipos e ) y f ) aparezcan en forma re­ gular cuando se ha desarrollado la responsabilidad por la integración en la posición depresiva dentro de la esfera de los objetos buenos internos, especialmente el pech·o al nivel infantil. Puede también desarrollarse el tipo de sueño rector en el cual el pensamiento analítico acompaña la experiencia del dormir soñando y puede influir sobre el desenlace del sueño, utilizando insi.ghts logrados en el análisis de sueños anteriores. He obser­ vado este hecho ya en púberes y no me sorprendería encontrarlo en edades aun más tempranas. Estos fenómenos reflejan los dos logros básicos de esta fase del análisis, o sea el establecimiento interno de la dependencia introyectiva infantil del pecho de la madre, y segundo la diferenciación de niveles por la cual el segmento más maduro de la personalidad, a través de la identificación introyectiva, comienza a des­ arrollar su capa·cidad para la introspección y el pensa­ miento analítico y para la responsabilidad. Estos logros preparan la escena para el trabajo de terminación por un lado y para el interminable trabajo de la búsqueda de la integración a través del análisis y el autoanálisis por el otro. Quisiera considerar este punto con detenimiento a·ntes de ocuparnos del tema final de nuestra indagación, el triste y frecuente pro­ blema de la interrupción del análisis. Tomaré en pri­ mer lugar el trabajo de terminación, o el ''proceso del destete'', porque es en su matriz antes de la termi­ nación y en su honor, in memoriam, se podría decir, que tiene lugar el trabajo de integración. Tal vez es el momento de ser sincero en relación con el trasfondo de lo que sigue y que de alguna trianera también es válido para todo este capítulo en contraste con los anteriores y decir que las conclusiones formuladas están basadas en

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tendencias observadas en aquellos casos, ya sean los míos propios o los que he supervisado, que han alcanzado una terminación relativamente satisfactoria. Este con­ cepto difícilmente pueda aplicarse a los n · iños que to­ davía tienen por delante la importantísi·ma conmoción biológi·ca y social de la pubertad. Pero lo mismo es también aplicable en cierto grado a los pacientes adultos cuyos padres todavía viven y que en consecuencia toda­ vía no se han enfrentado con la situación primaria de duelo. Sin haber atravesado estas grandes conmociones es virtualmente imposible lograr la total resolución de la transferencia mediante la internalización, dado que siempre permanece activo un remanente de los padres externos. Como ya he dicho, el destete se presenta como una posibilidad real con el primer reconocimiento de la ex­ periencia de introyección del pecho en la transferencia y desde entonces pende de la cabeza del paciente y del analista. Resulta de interés notar que este momento suele ser clara.mente discernible en el material, ya sea como una ansiedad consciente de que se lo está apu­ rando o como un concepto intelectual de que el ana­ lista tiene una ''lista de espera''. Pero pueden pasar me­ ses o años antes de que el proceso del destete comience a configurarse: y esto es también fácilmente distingui­ ble. Se presenta a través de u·n cambio sorprendente durante unas vacaciones, generalmente la interrupción más larga que es la del verano, de las cuales el paciente regresa habiendo dado un paso hacia adelante en el ín­ terin, en contraste con la usual regresión. De allí en adelante casi todo fin de semana o interrupción es vivi­ do, en forma depresiva, como una tarea a realizar que implica confianza depositada en el paciente y no como un abandono.

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Esta situación depresiva, en el fondo la muerte-del­ pecho •, constituye un hilo constante en la trama del material presente. La atención por el estado físico y mental del analista, la urgencia en diferenciar la per­ sona del analista en el mundo externo de las figuras transferenciales proyectadas por la realidad psíquica, y la sensibilidad ante i1ntrusiones externas en el proceso analítico se intensifican o también pueden aparecer por la primera vez. Un paciente adulto que venía tem­ prano por la mañana insistió durante unas semanas en que se me veía más ''des·cansado'' y ''feliz'' después de su sesión que antes, aunque dudaba en creer real­ mente en este cambio. Una paciente infantil se deses­ peraba o se ponía apática cada vez que su madre la traía tarde y sentía la presión de la familia sobre ella para que terminara su análisis a fin de ''cederle el lugar a su hermanito'', sobre las bases de la limitación econó­ mica. A lo cual se ·oponía insistiendo en venir .5ola, ne­ gándose a aceptar ropas nuevas y dándole mucho én· fasi� al hecho de que había ganado una beca en el colegio. Entre los niños se dan dos tipos de conducta fuera del análisis · que probablemente tiendan a asegurar el pro·ceso ante la prematura terminación propiciada por los padres. Uno de ellos se expresa a través de una manifiesta tristeza en la casa en contraste con el co­ mentario de situaciones de alegría, cooperación, etc., vividas en la escuela. El otro se expresa a través de un silencio en torno del análisis que se aproxima a algo furtivo, como el escribir un diario privado. Debido a la frecuencia portadora del proceso del des­ tete los conflictos de integración más tormentosos apa· •

Véase Apéndice K.

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recen ·como una ccmodulación''. En· cierto sentido todo está relacionado con el complejo de Edipo, pero de u·n modo algo diferente de los aspectos pregenitales que se observaron en distintas formas durante las fases ter­ cera y cuarta, cuando las confusiones zonales y el acer­ camiento a la dependencia introyectiva estaba·n en pri­ mer plano. En ese momento los aspectos reparadores del coito parental eran más prominentes, dado que se relacionaban con la reparación del daño ocasionado por los ataques sádicos que se había·n efectuado por envidia primero y luego por celos, especialmente en conexión con hábitos masturbatorios. A medida que se estable­ cen con las figuras internas y externas relaciones más de objeto total, la particular preocupación por el as­ pecto reproductivo del coito cobra prominencia. Es ne­ cesario diferenciar esto de la más temprana preocupa­ ción por los bebés interiores de la madre interna que dominaban, bajo la forma de celos delirantes, los aspec­ tos pregenitales del complejo de Edipo. La disociación entre ··deber'' y ··placer'', por decirlo así, se mantiene todavía y sólo muy de mala gana se la abandona, en un contexto que tiene el carácter de un regateo. A los padres se les permite .realizar su c•deber'' con éxito, pero se les retacea por mucho tiempo el que puedan gozar en la relación sexual. Este problema del aspecto reproductivo del coito de los padres guarda una relación de suma importancia con el problema de la integración por un lado y con el de la terminación por el otro. Este último es bas­ tante obvio por su referencia a la ''es1,era del próximo bebé'' que ocupará su lugar junto al lecho de la ma­ dre. Lo que resulta menos obvio es que la misma ex­ periencia controla el movimiento hacia la integración de las partes del sel/ seriamente escindidas, como ha

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sido indicado en la discusión de los celos posesivos en el capítulo IV. Esto se manifiesta a través de material que refleja el proceso en el cual la parte escindida gra­ dualmente altera su representación siguiendo una in­ crementación que puede partir de una máquina que se convierte en un animal, luego en un amigo de la fami­ lia, en un hermano y finalmente es aprehendido como una parte del Jelf. Entre el paso que va del amigo-de­ la--familia al he·rmano se desencadena la tormenta de los celos posesivos que se resisten a este paso funda­ mental hacia la integración.• Este paso está fre�uen­ temente reflejado en los sueños y asociaciones por el material que habla del bebé-nuevo-en�la-familia. Todavía es relativamente poco lo que sabemos acer­ ca de este proceso en relación con las partes más escindi­ das, más allá de lo que Melanie Klein nos ha dado en Envidia y &atitud, que son las partes destructivas envidiosas y las que todavía son más oscuras, o sea las partes esquizofrénicas. Sin embargo, difícilmente po­ demos imaginar el logro de pasos tan avanzados en la integración fuera del encuadre del análisis formal en primer lugar, y sin que se corra el peligro de enferme­ dades somáticas y episodios esquizofrénicos. Pero de algo estoy bien seguro y es que ruando existen dichas partes (y · pueden ser universales ) no existe ninguna posibilidad de que se alcance una integración segura hasta que se hayan establecido la salud mental y la for­ taleza de carácter básicos. Toda modificación de la téc­ nica que tienda a fomentar una prematura aparición de las mismas en el proceso analítico es peligrosa en sumo grado. En cuanto a la teoría, es evidente que estoy sugi•

Véase

mi trabajo ··somatic Delusion'·.

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riendo que tal como la practicamos hoy no se puede esperar del psicoanálisis que logre hacer alca·nzar a los pacientes algo que vaya más allá de cierto grado de con­ fianza en un correcto splitting-e-idealización del sel/ y los objetos que a su vez es la base sobre la cual se sentara la salud mental. Por ejemplo, parece haber evidencia de que cada persona contiene una parte es­ quizofrénica, la cual, si es que se quiere alca·nzar la . salud mental, debe permanecer escindida y proyectada, dado que es por su propia naturaleza imposible inte­ grarla con las otras partes de la personalidad. A lo largo de estos capítulos he enfatizado el papel del proceso transferencia! como el árbitro del progreso analítico, tratando de dejar en claro que los criterios externos que están basados en ··el paciente se casó y vivió feliz'' no pueden ser considerados válidos como una descripción científica de logro terapéutico si es que los analistas han de poder comparar sus descubrimientos. Puede parecer que esto requiere un grado de fe en nuestra comprensión de los mecanismos internos del psicoanálisis que estimula la acusación de fanatismo y delirio, pero no veo otro camino dentro de u·n futuro inmediato. W. R. Bion • ha propuesto una tabla basada en una notación no analítica que puede ser la respuesta a nuestra necesidad de contar con un sistema de refe­ rencia interrelacionado, pero hasta que aprendamos a usarla, o hasta que se haya adoptado cierta elaboración uniforme de la misma ( tal como la tabla periódica de Mendeleyeff aportó una notación racional a la química ) , no tenemos otra alternativa más que esforzarnos por lograr una descripción más precisa de la situación trans­ ferencial y sus progresiones. •

Elementos tle psicoanJlisis, . Bs. Ai res

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Edi(:. Hormé, 1966.

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Como etapa final de la descripción de la t'historia natural,, del proceso analítico, quisiera describir mi ex­ periencia de tres tipos distintos de ter·minación del tra­ bajo a·nalítico: la terminación, la interrupción por ra­ zones externas y la interrupción debida a un impasse terapéutico. Ya me he referido a las razones para la terminación en el proceso del destete. Una vez que se fija la fecha de la terminación se da un proceso fre­ nético de revisión del proceso a·nalítico, probablemente similar en lo que tiene de alarmante a la regresión en niños muy pequeños cuando sus madres están embara­ zadas. Como yo lo entiendo, el propósito parece ser no tanto el de consolidar la experiencia en la mente del paciente como el de comprobar, usando su propia me­ moria, la introyecc1ón que el analista ha efectuado del paciente como persona. Por esta razón se insiste en in­ quirir ''¿se acuerda? '' y en los niños pequeños, que está·n aún en el consultorio de niños, se suele recapitu­ lar configuraciones de juegos anteriores. ¿Qué hará el analista con los juguetes? ¿Quién será su próximo paciente: otro niño o un adulto? El deseo de elegir el próximo paciente entre los amigos que lo necesitan, en especial, un herma·no o padre que no se analiza; la cuestión de si se usará el material del pa­ ciente para un libro o un trabajo; el deseo de que el analista haya aprendido algo nuevo de modo que con su tarea analítica haya hecho un aporte al conoci­ miento y finalmente el admitir en un tono de disculpa que sus ambiciones lo impulsan en varias direcciones, pero no hacia el análisis como carrera; todo ·esto surge en u·n triste desfile para ser examinado. Por último y lo que es más triste, viene el admitir el deseo de limitar todas las relaciones futuras con el analista conservar-

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en contraste doloroso con lo en reserva, por decirlo así las tempranas fantasías de futura intimidad social. En contraste con este proceso her·moso si bien dolo­ roso, debemos describir los finales trágicos o casi trá­ gicos de la interrupción. Aunque se da tanto en lo.> niños como en los adultos, naturalmente la interrupción por razones exter,nas es el desenlace usual del análisis de niños, excepto cuando los padres se han analizado. El impasse es el desenlace más frecuente en nue�tro trabajo con adultos, especialmente con el preponderante grupo de pacientes borderlines que ocupan gran parte de la práctica analítica y casos en análisis didácticos. Cuando los padres no están en análisis no es posible ir más allá de adivinar los motivos que están detrás de la gran frecuencia con que se impone una interrupción prematura contraria a la opinión analítica. No me estoy refiriendo a aquellos casos en que desde el punto de vista de los padres no han logrado mejoría, sino a los que sí la admiten y donde 1no existe la necesidad de un ulterior sacríficio económico. Debido a que los pa­ dres adoptan una actitud normativa y sintomática al traer los niños a análisis, no debemos deducir que es esta la razón por la cual propician la interrupción. E·n realidad las circunstancias suelen indicar que las ver­ daderas causas se encuentran en motivos inconscientes de celos, envidia y estados ·m entales basado3 en la iden­ tificación proyectiva. Motivos similares suelen estar indicados por la conducta de los padres hacia el ana­ lista de su hijo bajo la forma de, por ejemplo, tardanza en el pago, regateo en torno de los honorarios, intentos de reducir el número de sesiones, intervenciones tera­ péuticas propias con el niño, atribuír la mejoría a otros factores que no son el análisis, especialmente a una ''maduración normal'. Complacencia, provocación y

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complicidad sin a·nalizar por parte del niño suelen ser de importancia y ocasionar un elemento similar al que luego describiremos como un impasse en la tarea ana­ lítica. El proceso analítico que acompaña la fijación de una fecha para la interrupción impuesta es muy doloroso, dado que una sistemática destrucción de todo el trabajo previo comienza a ahogar los esfuerzos del analista por salvarlo. Una triunfante y no integrada parte destruc­ tiva de la personalidad infantil parece tomar el control con burla, negativismo, reteniendo material, mintien­ do, gritando para no escuchar, con gélida indiferencia y desprecio por el analista y su labor. Es evidente que sólo se lo puede tratar mediante la interpretación de la subyacente desesperación, en busca de la complicidad inconsciente y, sobre todo, de la aceptación estoica del dolor que está proyectado. La única nota de optimismo que puedo ofrecer a partir de una abu1ndantísima expe, riencia de este tipo obtenida durante años de labor ana­ lítica con pacientes en el servicio militar (personal y . subalternos) está dada por la sorprendente cantidad de cartas que indicaban la permanencia de los logros y la recuperación de los aspectos positivos de la relación. El tipo de interrupción por un impasse es distinto, porque a pesar de todos los defectos que podamos en­ contrar en la cooperación de nuestros pacientes, debe­ mos aceptar el peso de que todos constituyen fracasos analíticos, debidos a las propias limitaciones de la cien­ cia y a nuestro ejer·cicio de la misma. Estoy persuadido de que se da con mayor frecuencia en el umbral de la posición depresiva ( fase IV ) y que se pueden identi­ ficar dos tipos de factores como los causantes, aunque están íntimamente vinculados. Estos factores son por un lado la inadecuación del encuadre y la técnica en la

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tarea analítica, y por el otro los factores traumáticos en la historia del desarrollo del paciente. No diré más sobre este tema aquí porque constituye un área técnica muy vasta. Para terminar esta sección quisiera repetir, tal como ya lo he hecho tal vez con demasiada frecuencia, que he intentado describir la experiencia, obtenida de mi pro­ pio trabajo y de una abundante experiencia en la su­ pervisión de casos infantiles y adultos, de la historia na­ tural del proceso analítico que preside el analista. No puede ser usado en el consultorio, sino solamente como una ayuda para la orientación del manejo de la contra­ transferencia y para lacients .5 Jane deja caer la plastilina en el agua diciendo ''Plop''; trae una toalla, cubre la jarra con la toalla y dice ''Aquí va a crecer una flor''. Me sonríe en forma muy seductora, en­ vuelve la jarra en la toalla y dice: ''Así es lindo y tibio''.

lnl,,/Jft1l11ción '

Enfrentada con el efecto co­ rrosivo de la interpretación de su situación maníaca, Jane comienza a seducir al analista para que sea su cómplice en la manía y le ofrece (a ma­ mi) un bebé (flor) , pero el ''Plop'' pone en descubierto la naturaleza fecal de la fecun­ dación del estómago (jarra).

Pacienl• 6 Saca la roalla de la jarra y dice ··un pescado''; saca la plastilina de adentro y dice ''No, una flor, pero está cre­ ciendo''.

Al haber fracasado en su ofre­ cimiento de una beba (flor) , ahora me promete un nino (pescado) pero sin convic­ ción, volviendo a la esperan­ za de que la niña (flor) pue­ da todavía crecer. Está co­ menzando a demostrar y sen­ tir cierta ansiedad ahora que su reparaaon maniaca tambalea. ·-

.

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Pacitml• 7 Pone 1a tolla nuevamente sobre la jarra y comienza a •

La manía es destruida no s6ló por la imposibilidad de la re-

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1



mover esta última, inclinán­ dola, y comienza a derramar­ se agua que moja la toalla. También se mojan sus pan­ talones de cowboy. Dice: ''Es­ tá mojado,,; va hacia la silla sobre la que suele estar la toalla; se da cuenta entonces que la toalla está en la jarra y es�á mojada; dice: ''Tendré que sacarme mi traje de cow­ boy y ponerlo a secar'', y co­ mienza a sacárselo. Pone los pantalones cerca del fuego; vuelve al agua, termina derra­ mando toda el agua sobre el piso y tira la jarra. Mira sus zapatos, señala que están mo­ jados, les tira más agua y dice: ''Mis hushpuppies • . Ya no sirven. No los . podré usar mas . ,

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presentación (tal como cuan­ do los niños intentan realizar actos que van más allá de su competencia) sino por el re· conocimiento de Jane (el in­ clinar la jarra) de que ha es­ tado idealizando su orina y defecación en la mami-inodo­ ro y teme que sus productos no sean contenidos (el inodo­ ro que desborda, el analista que pierde la paciencia, etc.) , disociando otra vez su mascu­ linidad en el hermano-bebé-al­ pecho (el traje de cowboy de­ lante del fuego). Su femineidad domina la escena inmediata­ mente y ensucia los pechos (sus zapatos, los hushpuppies) y se siente desesperanzada.

,,

1ntef'fJret11ción

7

Paciente 8

1

Jane mira con una expresi6n que tiene mucho de desolaci6n y dice: ''¡Ah! No me impor­ ta. ¡Ah!''

Oscila entre el dolor de en­ tregarse a la desesperanza y el abandonarse a la desesperación (''No me importa."). CRISIS l.

lnterpret1Jcióo 8 • H"shpuppies es un tipo de zapatos usado por los niños

en Inglaterra y los EE.UU. Su traducción literal sería: ''cacho­ rritos silenciosos''. (N. Je la T.)

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DONALD

MEL1ZER

Paciente 9

Dice: ''Te odio. Eres horri­ ble. Estás toda sucia. Tú mo­ jaste todo esto. Realmente te odio. Sí, te odio. Y, de todos modos, no me importa''. In1erprel11ción

9

Esta interpretación parece ha­ berla hecho oscilar hacia el abandono que comienza con una mezcla de acusación y ca­ lumnia contra la mami-analis­ ta que muestra la primera cla­ ra diferenciación entre externo (tra.nsferencia) e interno (la situación de sus fantasías y sueños de masturbación repre­ sentados en el juego anterior) . En efecto, dice ahora: ''Es porque te odio, madre-analis­ ta, cuando me hablas de este modo (Interpretación 8) que hago estas cosas horribles a mis pechos-de-mami internos ( hus hpuppies) ''.

Paciente 10

Mitad cantando y mitad ha­ blando dice: ''Está lloviendo, está lloviendo mucho''. lnlHprel11ción

1O

Se burla de la madre dañada que ha sido mojada y ensu­ ciada, pero cuyo marido es demasiado perezoso para repa­ rarla (la canción continúa: ''El viejo está roncando'', etc.). Este es el primer material edí­ pico en la sesión, resultado del abandono de la negación ma­ níaca de la distinción en­ tre adultos y niños a favor de un abandono narcisista de s{ JJllsmo. •

'

1

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Paciente 1 1 Jane dice: ''Quiero ir al ba­ ño''; toma una casita de ma­ dera, la moja en el agua del piso y dice: ''La chimenea se está cayendo''.

lnlerprelacióa

11

Sus ganas de ir al baño com­ binan aquí el deseo de expe­ ler su situación interna con el deseo de irse por el inodoro como la Christine invertida, j unto con sus obj etos destro­ zados y arruinados ( chimenea,

hushpuppies)



Paciente 12 Se acuesta en el diván; dice : ''No me importa''. Se mete el dedo en la nariz y se come lo que saca. Saca una muñeca del cajón; dice : ''Es Heleo'' (el nombre de la madre) . ''Es la señorita R'' ( la analista) . ''Voy a comerle la cola." Tra­ ta de sacarle el vestido a la muñeca y dice : ''Le voy a sa­ car la bombacha. Se la voy a sacar ,,



1nlerprelación 12

Pacienle 13 Jane trata de meter una pier­ na de la muñeca dentro de la cerradura de varios cajones di­ ciendo: ''Clump-clump. Un ti­ gre. ¡Ah! Oump-clump. Un cocodrilo. ¡Ah!'' Se lo come.

1ntef"P,.�lación

13

• En el original : arrojado. ( N. Je la

Se observa un abandono total a preocupaciones de tipo anal a través del meterse el dedo en la nariz y otras indicacio­ nes de equiparar los pechos con las nalgas, su cola con la de la madre, y el idealizar sus heces como si fueran comida, por ejemplo, yendo• al baño para solazarse en la perver. sión anal. Nuevamente está relativamente fuera de con­ taao, no con el analista y la situación analítica, sino que con el proceso interpretativo.

La cerradura, que representa su voyeur1smo, se convierte ahora en manifiestamente sá­ dica oral, como un tigre o un cocodrilo, que ataca los pe­ chos de la madre-analista re­ presentados por lo s pies de la •

hat1ing thrown herself

T.)



habiéndose

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DONALD MELTZER muñeca, vinculado a los hush­ puppies sucios. Esto tal vez signifique entrar dentro de la madre con los ojos y comer el interior de las nalgas-pechos.

Paciente 14

Jane se ríe, saca dos franelas del cajón, las pone sobre el diván; luego saca un pañuelo de papel del caj6n; mientras, canta ''Poo Poo'• varias veces. Dice: '' ¡Ah! Voy a traer a los ratones, están gritando''. Vie­ ne hacia mí y mete la mano en mi bolsillo diciendo al­ go que suena como '' ¡ Aha! ¡ Aha! ,, Saca un pañuelo de papel de mi bolsillo dicien· do: ¡ Aha! De todos modos··. Vuelve al diván, rompiendo el pañuelo en pedacitos y de­ jándolos caer en el suelo. (Mientras le interpreto se me­ te el dedo en la nariz.) ''

lnttlf'prelación

Este tema se hace más eviden­ te ahora, dado que los peda­ citos-ratones de sí misma se meten en los bolsillos de la madre-analista, también repre­ sentada por las dos franelas, para destruir los pañuelos bue­ nos (las heces idealizadas de la madre) , y luego los rompe en pedacitos para formar he­ ces de rata. Todo esto es realizado en un triunfo ma­ níaco que combina voyeurismo y sadismo anal y oral.

14

Paciente 1.5

Jane coloca la franela sobre el diván, diciendo : ''Voy a hacer unos ricos panqueques. Nin­ guno para ti. Ninguno para mami. Todos para m{''.

Luego de haber vaciado a la madre de heces idealizadas, la niña se ocupa de alimentarse con sus propias heces de rata

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EL PROCESO PSICOANALITICO ,

Inte,p retación 1'

idealizadas, invirtiendo la si­ tuación en la cual se sospecha que la madre se guarda toda la comida buena para ella y sus bebés internos y el herma­ nito-al-pecho, . todavía repre· sentado por el traje-de-cowboy­ delante-del-fuego.

Paciente 1 6

Me mira en forma algo pro­ vocativa, toma un pedazo de papel, diciendo: ''Es mi chi­ cle. Ricos panqueques··. Esto . . continua un rato; mientras tanto enrolla y dobla las franelas. ,

lnterpretación 1 6

Está más en contacto con el analista, se esfuerza por con­ tinuar el triunfo maníaco que comienza a debilitarse, del mismo modo que los panqueques comienzan a convertirse en chicle, oscila entre ser una deliciosa sustancia masticable y una pasta pega1osa. •





Pacisnte 1 7

Jane dice: ·�No sé y no me importa''. Y nuevamente can­ ta : ''Está lloviendo, está llo­ viendo mucho',, con la misma melodía. Está en parte preo­ cupada y en parte provocadora, con una curiosa expres1on que evidencia la lucha interna. .

lnt,,Pretación 17

.

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El proceso interpretativo la toca nuevamente y vuelve el delicado equilibrio entre an­ siedades persecutorias y depre­ sivas junto con una desespe­ rante negación de la realidad psíquica (''No me importa,,) y su desprecio por el padre (''Está lloviendo, está llovien­ do mucho,,, etc.) tal como en Paciente 10. CRISIS 11 •



134

DONALD MELTZER

Paciente 18

Jane dice: ''¡Ah! ¡Ah! De todos modos, estoy bebiendo lluvia. Quiero ir al baño''. lnterpf'elación 18

El equilibrio continúa, con más evidencia de ''presión de­ presiva'' (''estoy bebiendo llu­ via'' equivale a beber-mis-lá­ grimas) , pero ya sin convicc1on en su man1a. .

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Paciente 19

] ane habla . del colegio; dice que quiere un banderín, que la señora King tiene un loro. ··un pajarito, sabes, no un pa­ jarito de Papá Noel; tiene dos, uno en casa y otro en el cuarto de adelante''. Interpretación 19

Prevalece la depresión y la función más adulta de la ni­ ña, la de hablar a la analista del colegio, se convierte en un vehículo para la expresión de la tristeza infantil, el anhelo de tener sus pezones propios (el banderín) , por un lado, y los de la madre (los paja­ ritos de la maestra, diferencia­ dos del pene del padre, el pa­ jarito de Papá Noel). &ta es la primera ''cooperación··, a diferencia de un acting-in.

Paciente 20

Jane dice: ''¡Oh! La señora King tiene muchos pajaritos y muchísimos chicos·'; y habla un rato sobre esto. lnterpf'elación 20

Al sentirse deprimida y pen­ sativa surge la confusión en­ tre el afuera (pezones-pajari­ tos) y el adentro {muchos chicos) del rico cuerpo de la madre.

Paciente 21

}ane . esta acostada quieta so­ bre el diván; murmura algo

Surge el sentimiento depresivo por la destrucción de los pe-

EL PROCESO PSICOANALITICO ,

acerca de la señora King y comienza a cantar 'The Lon·

don bridge is fa/J.ing down-iJ falling down-my fair lady''. Lo hace con voz muy triste y lo repite 3 ó 4 veces.

In1erp,.e111cióo

135

zones a través de un canto triste que se conecta con el material de la chimenea ( Pa­ ciente 1 1 ) , posiblemente en­ fatizando la belleza del pecho

( My Jair laáy ) .

21

Paciente 22 Jane está seria y con una ex­ presión que traduce su lucha interna y dice: ··rhe London

bridge''. lnte,.prelación 22

La tolerancia al dolor depre­ sivo ha durado probablemen­ te cinco minutos. Está física· mente en contacto con el di­ ván a un nivel infantil, nece­ sitando que la mimen, pero también sostenida por la voz de la analista. Al mismo tiem­ po parece tener un buen con­ tacto intelectual con el con­ tenido de las interpretaciones de la analista.

Paciente 23 Jane comienza diciendo •• ¡ Oh! Yo'', cambia la voz y dice: ''No me importa. Gana··.

Interpretación 23

Probablemente al percibir en el tono de la voz de la analis­ ta la terminación de la sesión, la niña se aleja del dolor depres1vo. •

Pacienls 24 Es el fin al de la sesi6n y tengo que ordenar las cosas. Jane camina hasta mi sill6n, señala el tapizado y dice: ''El

Triunfa el sadismo oral, la parte ••zorro'' de sí misma, dentro de la analista-madre ( en el dibujo del sillón que

-

DONALD MELTZER

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zorro. El zorro que se come todos los pollitos. Yo gano. El zorro··.

es visualizado y no verdade­ ramente representado) comién­ dose los bebés rivales y el in­ terior de los pechos (pollitos).

Ya he dicho que cuando el semi·nario se ocupó de la tarea interpretativa de la analista, se pensó que fun­ damentalmente . era correcto, en cuanto a la geografía, distribución de las partes del self, naturaleza de los objetos y · los mecanismos empleados. S61o se pudo encontrar un · defecto que puede haber afectado el curso del proceso transferencial. En la Interpretación 8 la analista introdujo la idea de ''pequeñez'', que parece no haber sido esencial en el material. Puede haber precipitado el rencoroso tu quoque tipo de ataque en Paciente 9 y facilitar que la niña se escapara de la an­ siedad depresiva en la CRISIS l. En el Capítulo VIII se usará este material como punto de referencia para la discusión del trabajo analítico. Antes de ocuparnos de ese tema medular, puede ser de interés señalar la fidelidad con que puede el fluir de una sesión individual representar, y así contener, el esquema básico del proceso analítico. ·

1 ) Desde Paciente 1 hasta 6 el juego de Jane es u·n

puro acting-in de la transferencia, dominado por una identificación proyectiva masiva, a través del herma­ nito y su traje de cowboy, con el pene del padre repa­ rador y creativo. (Véase Capítulo 11. ) .

2 ) Desde Paciente 7 hasta 16 el juego de Jane se