El Metodo Psicoanalitico

REVISTA PSIQUE Y SOCIEDAD ISSN 2011-8511 Revista Electrónica del Campo Psi y Social El método psicoanalítico Susana Caro

Views 118 Downloads 5 File size 141KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

REVISTA PSIQUE Y SOCIEDAD ISSN 2011-8511 Revista Electrónica del Campo Psi y Social El método psicoanalítico Susana Carolina Guzmán Rosas "Hay que buscar el camino más apropiado para alcanzar el saber Y cuando se trata del más alto saber, el saber, El camino o circuito más largo Ya que el más corto sería inadecuado para tan elevado fin". Platón, 385-371, República. "Un método adecuado no es sólo un camino, Sino un camino que puede abrir otros, De tal modo que o se alcanza el fin propuesto … O se alcanzan inclusive otros fines que no se habían precisado". Ferrater de la Mora, 1994, Diccionario de filosofía. Resumen El objetivo de este documento consiste en desplegar una línea argumentativa que permita responder a las interrogantes: ¿De qué hablamos cuando nos referimos al método psicoanalítico?, ¿Es ésta una forma de hacer investigación?, y de ser así, ¿Cómo opera la investigación psicoanalítica?, ¿Qué efectos produce?, de tal forma que resulte posible hacer una construcción discursiva sobre los alcances y limitaciones que cimentan la investigación psicoanalítica ante el abordaje de tal o cual problemática. Palabras claves: Psicoanálisis, Método psicoanalítico, Investigación psicoanalítica. Introducción Cada metodología de investigación se inscribe en un campo de saber particular y por tanto obedece a un universo epistemológico distinto, es por ello que cada una ofrece un sin número de posibilidades sobre el abordaje de diversas temáticas. Luego entonces, al momento de llevar a cabo una investigación, habrán de vislumbrarse aquéllas limitaciones implicadas al abordaje mismo, de tal forma que resulte posible apegarse a los criterios de rigurosidad subyacentes, vislumbrando así, los alcances y salvedades inherentes. En este sentido, a partir de los preceptos que la metodología psicoanalítica provee, se desprenden algunas limitaciones intrínsecas al objeto de estudio en psicoanálisis, que a decir de Lacan es el sujeto del inconsciente (1978). A continuación se arguyen las particularidades del método psicoanalítico y su operatividad. I. El método psicoanalítico En el documento Psicoanálisis y teoría de la libido Freud señala (1923 [1922], p. 231) que el término psicoanálisis nombra: 1. Un procedimiento que sirve para indagar los procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías. 2. Un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación. 3. Una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco a poco se ha ido coligando en una nueva disciplina científica.

Dicha enunciación sigue vigente y ha sido retomada por algunos autores para realizar elaboraciones posteriores. Así, según Pasternac (1977), la definición del vocablo psicoanálisis puede elaborarse en tres tiempos lógicos, en primer término encontramos al psicoanálisis como un método de investigación que permite dar cuenta de la significación inconsciente de los actos, las palabras y las producciones imaginarias tales como, sueños, fantasías, delirios; dicho método se funda en las asociaciones libres que emergen del analizante, lo cual permite construir subsecuentes interpretaciones; en segundo término, se alude al psicoanálisis para referir un método psicoterapéutico que se funda sobre dicha investigación y se caracteriza por las interpretaciones que tienen cabida en la situación analítica, esto es, de la resistencia, la transferencia y el deseo; en tercer término, se designa con el nombre de psicoanálisis al conjunto de teorías producidas que constituyen un campo específico de saber. A partir de las consideraciones anteriores se puede argüir que, el método psicoanalítico de investigación cobra sentido solo en relación al andamiaje conceptual que le sustenta, ya que éste es uno de los tres elementos que integran la noción del psicoanálisis como disciplina y sólo en relación a los citados elementos, en conjunto, se fundamenta su operatividad. Así tenemos que la teoría y la práctica no se pueden disociar y, más aún, la práctica psicoanalítica remite por entero a la investigación, y ésta última opera dentro de la situación analítica enmarcada por la relación transferencial anudándose paralelamente a la dirección de la cura y sus posibles intervenciones. Pero ¿qué es el método psicoanalítico? Según Tort (citado en Pasternac, 1977), es aquél que: Designa un conjunto de procedimientos de estructuración de los objetos psicoanalíticos capaz de operar o en el interior mismo de la situación psicoanalítica o fuera de su realización efectiva quedando entendido que solamente la situación psicoanalítica garantiza la validez de las construcciones del método (p. 201). Así, en la operación técnica del método psicoanalítico "se trabaja con sujetos colocados en la situación analítica discerniendo en el devenir de sus discursos y prácticas conductuales ciertos productos o expresiones en las que se puede reconocer la marca de los procesos inconscientes" (Pasternac, 1977, p. 226), los cuales son favorecidos por el despliegue de la relación transferencial. La definición planteada por Michel Tort permite hacer las siguientes consideraciones al respecto del método psicoanalítico: 1. La validez del método se funda en la situación analítica, ya sea que los efectos de éste se produzcan dentro o fuera de ella. 2. El despliegue de la relación transferencial proporciona el marco en el cual se muestran los procesos inconscientes. 3. El discurso y la conducta de los analizantes son manifestaciones de lo inconsciente. Las observaciones enumeradas permiten, a su vez, introducir la idea de que hablar del método psicoanalítico y, más aún, operar conforme a él, implica revisar y comprender minuciosamente cada uno de los fundamentos conceptuales que le sustentan. Es por ello que a continuación se desarrollan tales cimientos. 1.1. Fundamentos conceptuales En este apartado se desarrolla una argumentación al respecto de la noción de inconsciente que permite fundamentar la operatividad del método psicoanalítico, y que a su vez constituye la esencia misma de la teoría psicoanalítica, la aspiración es que ello permita dar cuenta de la lógica que circunda éste campo de investigación para delimitar, posteriormente, los alcances y limitaciones inherentes a su utilización. 1.1.1. El sujeto del inconsciente

Según señala Roudinesco (1998), el término inconsciente fue acuñado mucho tiempo antes de que Freud lo incorporase a su doctrina; la idea misma aparece esbozada desde la antigüedad, pero es hasta la época de Descartes cuando se consolida el principio de la dualidad entre cuerpo y mente, lo cual da pie a la posibilidad de hablar de la conciencia como el lugar en donde reina la razón y como consecuencia a ello de su opuesto, es decir, del lugar en donde reina la sin razón, lugar al que se atribuía la locura o la pérdida de la razón. Así, el mérito de Sigmund Freud no fue el de acuñar o inventar el vocablo inconsciente, pero si lo fue el hecho de haberlo retrotraído de los campos de saber en los que este circulaba y otorgarle un significado diferente, lo que a su vez posibilitó que dicho término se convirtiera en el eje central de la doctrina psicoanalítica. Sin embargo, para dicha autora, si Freud pudo argumentar una concepción inédita sobre el inconsciente, fue sólo a partir de que realizó una combinación de las perspectivas que las disciplinas vigentes en su época promovían, tales disciplinas se pueden agrupar en dos líneas. Por un lado, la psiquiatría dinámica que floreció, en el siglo XVIII, bajo las ideas de Pascal y Spinoza, de que en los seres humanos habitaban fuerzas que limitaban su conciencia, dichas fuerzas resultaban incognoscibles y generalmente eran devastadoras. Bajo esta lógica se consolidó la perspectiva terapéutica basada en el magnetismo que consideraba al inconsciente como una disociación de la consciencia, es decir, como un automatismo o una especie de subconsciencia a la cual se podía acceder a través de técnicas hipnoides o sugestivas. En contraparte, la filosofía alemana enfatizaba sus aseveraciones en la idea de que el alma humana posee un lado obscuro que puede emergen como un rostro tenebroso de una psique que se encuentra enterrada en las profundidades del ser. Dicha combinación, por supuesto, floreció aunada al enorme genio, habilidad y tenacidad freudiana para persistir en el campo de la investigación de los procesos psíquicos y sus características hasta llegar a elaboraciones más desarrolladas que le permitieran configurar un nuevo campo de saber, a decir, el psicoanálisis, del cual la noción de inconsciente es parte esencial. 1.1.1.1. La noción freudiana En sus primeras producciones, hacia el año 1893, Freud aún se encontraba bajo la influencia de la teoría del magnetismo, pues atribuía la histeria a procesos de disociación de la consciencia, mismos que denominaba doble consciencia, cuyo advenimiento derivaba en la aparición de estados de consciencia anormales que fueron nombrados como estados hipnoides. Es hasta un segundo tiempo cuando Freud abandona la idea de los estados hipnoides y por tanto la tendencia a la aplicación de procedimientos catárticos que implicaran tanto la abreacción como la sugestión hipnótica, como consecuencia de ello aparecen en su técnica psicoanalítica posterior, la aplicación de la asociación libre y la interpretación de los sueños y más tarde el recurso de las construcciones en análisis. Sin embargo, uno de los aspectos que le permitió a Freud el realizar esta revolución en su incipiente disciplina fue, quizá, el discernimiento del inconsciente que más tarde habría de consolidar el andamiaje conceptual psicoanalítico y a su vez la operatividad con la que habría de abordarse éste. Así, Freud pasó de la idea, expresada en su primera tópica, de la existencia de un aparato psíquico que estaba formado por las instancias consciente, pre consciente e inconsciente, hacia una concepción, en su segunda tópica, del inconsciente para calificar a tres instancias: el ello, el yo y el super yó. En su primera tópica sobre lo inconsciente Freud usa dicho término en dos vías, la descriptiva y la dinámica. Cada una de ellas corresponde a sus consecutivas elaboraciones y hallazgos clínicos. Así, la primera de ellas alude a un proceso descriptivo, que parte de la idea planteada en La interpretación de los sueños, en el apartado El trabajo del sueño, de 1900 [1899], donde se

muestra al sueño como la vía, por excelencia, de acceso al inconsciente, puesto que el sueño se define como una deformación en la cual aparece de manera evidente la marca de una defensa contra un deseo reprimido, el sueño se compone de dos elementos, el primero es un contenido manifiesto representado por la literalidad del sueño y que constituye una deformación del contenido latente, que se refiere a los pensamientos oníricos disimulados y ocultos. En este sentido, Freud señala casi al final de sus producciones, que: No nos hace falta elucidar lo que debe llamarse consciente, pues está a salvo de cualquier duda. El más antiguo y mejor significado de la palabra "inconsciente" es el descriptivo; llamamos inconsciente a un proceso psíquico cuya existencia nos vemos obligados a suponer, a caso porque lo deducimos a partir de sus efectos, y del cual, empero, no sabemos nada (Freud, 1933 [1932], p. 65). La segunda de ellas, se sirve de la primera, para dar cuenta de lo inconsciente en un sentido dinámico. Al respecto, Freud explica (1933 [1932], p. 65-66) lo siguiente: Llamamos inconsciente a un proceso cuando nos vemos precisados a suponer que está activado por el momento, aunque por el momento no sepamos nada de él. Esta limitación nos lleva a pensar que la mayoría de los procesos conscientes lo son sólo por breve lapso; pronto devienen latentes, pero pueden devenir de nuevo conscientes. También podríamos decir que devinieron inconscientes siempre que estuviéramos seguros de que en el estado de latencia siguen siendo todavía algo psíquico ... De esta experiencia extraemos en sentido retrocedente el derecho de declarar inconsciente también lo designado latente … Y si ahora tomamos en cuenta estas constelaciones dinámicas podemos distinguir dos clases de inconsciente: uno que con facilidad, en condiciones que se producen a menudo, se transmuda en consciente, y otra en que esta transposición difícil, se produce sólo mediante un gasto considerable de labor, y aún es posible que no ocurra nunca. Finalmente, tras delinear las acepciones descriptiva y dinámica del concepto inconsciente, y explicar cada una de ellas, Freud concluye: Para evitar la ambigüedad de saber si nos referimos a uno u otro inconsciente, si usamos la palabra en el sentido descriptivo o el dinámico, recurrimos a un expediente simple, permitido. Llamamos "preconsciente" a lo inconsciente que es sólo latente y que deviene consciente con tanta facilidad, y reservamos la designación "inconsciente" para lo otro. Ahora tenemos tres términos: consciente, preconsciente e inconsciente, con los cuales podemos desempeñarnos en la descripción de los fenómenos anímicos. Repitámoslo: desde el punto de vista puramente descriptivo, también lo preconsciente es inconsciente, pero no lo designamos así, excepto en una exposición laxa o cuando nos proponemos defender la existencia misma de procesos inconscientes en la vida anímica (Freud, 1933[1932], p. 66). En su segunda tópica, Freud da un vuelco a sus ideas anteriores y afirma que el término inconsciente, además de las acepciones descriptiva y dinámica, posee una tercera acepción que le remite a una característica del ello, del yo y del super yó. Así pues, en esta elaboración posterior, Freud aborda la relación de lo inconsciente con cada una de las instancias señaladas y dice: En la duda de si el yo y el superyó pueden ser inconscientes o sólo despliegan efectos inconscientes, tenemos buenas razones para decidirnos a favor de la primera posibilidad. Sí; grandes sectores del yo y del super yó pueden permanecer inconscientes y son normalmente inconscientes. Esto significa que la persona no sabe nada de sus contenidos, y le hace falta cierto gasto de labor para hacerlos conscientes. Es correcto que no coinciden yo y consciente, por un lado, y reprimido e inconsciente por el otro (Freud, 1933[1932], p. 65).

En el texto Sobre la psicología de los procesos oníricos, que pertenece al texto la Interpretación de los sueños, de 1900 [1899], Freud hace un análisis sobre lo inconsciente y lo consciente, posteriormente afirma que: Lo inconsciente tiene que suponerse como una base universal de la vida psíquica. Lo inconsciente es el círculo más vasto, que incluye en sí al círculo más pequeño de lo consciente; todo lo consciente tiene una etapa previa inconsciente, mientras que lo inconsciente puede persistir en esa etapa y, no obstante, reclamar para sí el valor integro de una operación psíquica. Lo inconsciente es lo verdaderamente real: nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la consciencia de manera tan incompleta como el mundo exterior por las indagaciones de nuestros órganos sensoriales (p. 600). Según señala Freud (1933[1932]), fue su labor psicoanalítica la que le llevó al punto de emplear la palabra inconsciente en un tercer sentido, mismo que se permitió desarrollar tranquilamente para evitar la aparición de algunas confusiones, Ya no usaremos más el término "inconsciente" en el sentido sistemático y daremos un nombre mejor, libre de malentendidos, a lo que hasta ahora designábamos así. Apuntalándonos en el uso idiomático de Nietzsche, y siguiendo una incitación de George Groddeck [1932], lo llamaremos el "ello". Este pronombre impersonal parece particularmente adecuado para expresar el carácter principal de esta provincia anímica, su ajenidad respecto del yo. Super yó, yo y ello son los tres reinos, ámbitos, provincias, en que descomponemos el aparato anímico de la persona y de cuyas relaciones recíprocas nos ocuparemos en lo que sigue (p. 67). 1.1.1.2. La noción lacaniana Jaques Lacan retoma las ideas freudianas sobre el inconsciente y le añade las aportaciones que rescata de la etnología y la lingüística, de tal forma que ubica nuevamente el concepto inconsciente en el centro de la teoría psicoanalítica y además propicia el avance de la misma cuando sentencia al inconsciente como aquélla instancia que está estructurada por el lenguaje. Tras ello, es que se logran cimentar los postulados psicoanalíticos, pues en sus primeras elaboraciones, Lacan se enfrentaba con el hecho de que sus contemporáneos abordaban la idea del inconsciente, y por tanto de las terapéuticas, como un asunto de orden místico en el que los contenidos inconscientes podían revelarse a través de ciertos signos de carácter universal, lo que anulaba completamente cualquier esbozo de un discurso sobre la subjetividad. Así, Lacan, en 1964, precisa que: De manera mayéutica, erística, indiqué que era necesario ver el inconsciente como los efectos de la palabra sobre el sujeto -en la medida en que dichos efectos son tan radicalmente primarios que el status del sujeto en tanto sujeto propiamente está determinado por ellos. Esta proposición sirve para devolverle su lugar al inconsciente freudiano. Ciertamente, el inconsciente estaba presente desde siempre, existía, actuaba, antes de Freud, pero es importante que de todas las acepciones que se han dado, antes de Freud, esta función del inconsciente no tiene nada que ver con el inconsciente de Freud (p. 132). Luego entonces, las enunciaciones que Lacan hizo sobre lo inconsciente pueden leerse a partir de cuatro ejes, el primero se refiere al discurso del otro en la formación del inconsciente, el segundo atañe al advenimiento del yo que proviene de ese discurso del otro (la madre o quien nombra y funda al infante), que no es más que un deseo del Otro, el tercero constituye una de los principales cimientos del psicoanálisis, a saber que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, el cuarto es una reformulación que Lacan hace sobre las ideas anteriores, pero que trata de mostrar a través de una representación topológica del inconsciente. Al respecto del inconsciente Lacan también retoma en su análisis, una de las más importantes contribuciones que hiciera Freud sobre este tema, ella es que el inconsciente alberga deseos, que

tienen un carácter originario ilícito y que por tanto permanecen velados bajo el efecto de la represión. A esto, Lacan añadirá en sus elaboraciones sobre el deseo, que el deseo es siempre el deseo del otro como semejante y en tanto que éste es sólo parte de una larga cadena de deseos de otros que constituyeron a dicho sujeto; se habla entonces, de una instancia que se juega en otro orden, a decir, en un orden simbólico, en un orden que corresponde al uso del lenguaje y sus significantes, se trata del Otro con mayúsculas ya que es justamente como instancia mayor que éste posibilita el advenimiento del sujeto como discurso del Otro. Lacan interpela a los analistas de su época, lo cual se aprecia en el texto Presencia del analista (1964), quienes según él no atendían a la importancia e implicaciones de la noción freudiana del inconsciente, sobre ello, les puntúa lo siguiente: El inconsciente primordial, el inconsciente función arcaica, el inconsciente presencia velada de un pensamiento que, antes de su revelación, ha de estar a nivel del ser, el inconsciente metafísico de Eduardo Von Hartmann -por más que Freud, se refiera a él en un argumento ad hominen-, el inconsciente como instinto, sobre todo, nada tiene que ver con el inconsciente de Freud, nada que ver -a pesar del vocabulario analítico, de sus inflexiones, de sus desviaciones- con nuestra experiencia. Que me contesten los analistas -¿Acaso en algún momento, aunque sólo sea por un instante, tiene la sensación de estar amasando pasta de instinto?- (p. 132). Posteriormente, dicho autor señala el vínculo existente entre lo inconsciente y la función de la palabra, enfatizando la dimensión crucial que desempeñan ambos conceptos en la constitución de un sujeto y, por tanto, en el advenimiento de un yo (Moi) que se diferencia de un Je (un yo como proposición gramatical). En su trabajo La sexualidad en los desfiladeros del significante, Lacan precisa: El inconsciente es los efectos que ejerce la palabra sobre el sujeto, es la dimensión donde el sujeto se determina en el desarrollo de los efectos de la palabra, y en consecuencia, el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Esta es, aparentemente, la dimensión indicada para evitar que cualquier aprehensión del inconsciente tenga como mira una realidad que no sea la de la constitución del sujeto (1964, p. 155). Recapitulando la cita anterior, se puede apreciar la intención de Lacan al puntualizar la noción del inconsciente como un lenguaje que muestra los efectos de la palabra que han determinado a un sujeto, de tal suerte que al abordar el inconsciente, desde una práctica clínica, resulte imprescindible centrar la atención en la constitución de un sujeto; más adelante Lacan agrega "la realidad del inconsciente es … la realidad sexual" (1964, p. 156). II. Operatividad El lenguaje aparece, para Freud, como la vía posible para la indagación de la problemática que a queja a un sujeto, así, en el documento De la historia de una neurosis infantil (1918[1814]) señala que es a través del lenguaje, en el decir del paciente, que se puede acceder al inconsciente. Años más tarde, Claude Lévi-Strauss retoma algunos textos freudianos sobre el psicoanálisis y los entreteje con sus hallazgos sobre etnología y particularmente sobre chamanismo; así, en 1949, en su documento La eficacia simbólica, Lévi-Strauss afirma que: La vida psíquica y todas las experiencias ulteriores se organizan en función de una estructura exclusiva o predominante, bajo la acción catalizadora del mito inicial, quedando otras estructuras relegadas a un papel subordinado. El conjunto de estas estructuras formaría lo que llamamos inconsciente (Lévi-Strauss, 1949, p. 226). Tras ubicar al inconsciente como el conjunto de estructuras que organizan la vida psíquica de las personas, dicho autor añade: El inconsciente deja de ser el refugio inefable de particularidades individuales, el depositario de una historia singular que hace de cada uno de nosotros un ser irremplazable. El inconsciente se

reduce a un término por el cual designamos una función: la función simbólica, específicamente humana, sin duda, pero que en todos los hombres se ejerce según las mismas leyes; que se reduce, de hecho al conjunto de estas leyes. El subconsciente es el léxico individual en el que cada uno de nosotros acumula el vocabulario de su historia personal, pero este vocabulario solamente adquiere significación -para nosotros mismos y para los demás- si el inconsciente lo organiza según sus leyes y constituye así un discurso (Lévi-Strauss, 1949, p. 226). Posteriormente Lacan retoma dichas premisas en su argumentación y menciona en varios puntos que el lenguaje no es una instancia que se agote con su aprendizaje, sino que por lo contrario, es el lenguaje mismo el que permite que un individuo devenga sujeto en tanto éste se constituye en el lenguaje. Es en este sentido que, en su respuesta a Rudroff en la clase 15 del Seminario 15, Lacan precisa que: Si se cuestiona que el inconsciente este estructurado como un lenguaje no se llega lejos. Le aseguro que hay muchas más razones para cuestionar que el sueño esté estructurado como un lenguaje. Si el sueño está estructurado como un lenguaje, es precisamente porque el sueño es la vía regia del inconsciente pero no es el inconsciente por sí mismo. Es un fenómeno que tiene muchas otras dimensiones además de ser la vía regia del inconsciente, y se puede hablar del sueño de otro modo que hablando del inconsciente. Es incluso lamentable que no se ocupen más del fenómeno del sueño habiendo ya despejado, extraído sus relaciones con el inconsciente (Lacan, 1968, p. 95). Tras lo expresado previamente, es posible argüir que el psicoanálisis opera a partir del lenguaje, que funge como dispositivo nodal de la cura analítica. Así se aborda la subjetividad desde un espacio de ejercicio clínico que atiende una problemática imperante representada en los síntomas de un individuo, pero que en una dimensión más profunda, se inscribe en un universo social. Se trata entonces de que desde la metodología psicoanalítica, centrada en lo particular, en el sujeto, se apunta a dar solución a un asunto que emana o que forma parte de una problemática social especifica, es decir, de lo universal, de lo cultural. Lo anterior en el entendido de que, lo que surge en el espacio de la práctica clínica, ocurre en el mundo externo y no es un asunto aislado, pues se trata de un reflejo de algo que está ceñido en el universo simbólico, en la cultura, y desde ese lugar deviene para presentarse instaurado en una subjetividad, cuestionando a la par tanto al sujeto como al entorno social en el que éste habita. En este sentido, desde el ejercicio de la clínica psicoanalítica, se le investiga y se le afronta, a partir del propio sujeto que porta y asume tal o cual conflictiva social. Pero esto se desarrollará a profundidad en el apartado sobre los límites y alcances de la investigación psicoanalítica. Por ahora, es preciso considerar que para tal abordaje, la metodología de investigación psicoanalítica recurre a los dispositivos que provee la situación analítica, ellos son, la relación transferencial, la asociación libre, las construcciones, la interpretación. A continuación se desarrollan los fundamentos teórico-prácticos de dichos dispositivos. 2.1 La transferencia Freud (1912) señala que la dinámica de la transferencia se produce necesariamente en la situación analítica y se consolida a lo largo del tratamiento. Ello se fundamenta en la disposición de todo ser humano para adquirir, gracias a la conjunción de disposiciones innatas e influjos que recibe en su vida infantil, especificidades que determinarán el ejercicio de su práctica amorosa, es decir, particularidades que condicionarán sus vínculos de amor, las pulsiones que con ellos pretenda satisfacer y las metas que para tal fin se fije. Una parte de las mociones determinantes de la vida psíquica amorosa se desarrolla plenamente, mientras que la otra parte de las mociones libidinosas, se queda varada en algún punto de su desarrollo, apartándose de la personalidad consciente y de la realidad objetiva. Cuando alguien no satisface su necesidad de amor, ambas

partes se influyen permitiendo la emergencia de la transferencia. Así, la transferencia surge como resultado de las representaciones-expectativa conscientes y aquéllas que han sido rezagadas o bien han quedado albergadas en lo inconsciente, pero que sin duda aparecen, a manera de reimpresión, a lo largo de la trayectoria de vida y en función de lo que permitan las circunstancias propias y ajenas. A la letra Freud expresa "en el origen sólo tuvimos noticia de objetos sexuales; y el psicoanálisis nos muestra que las personas de nuestra realidad objetiva meramente estimadas o admiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo inconsciente en nosotros" (1912, p. 103). La transferencia aparece ligada a otros fenómenos psíquicos inconscientes, ellos son, la resistencia, la repetición, la sugestión que subyace a la eficacia terapéutica y el amor de transferencia. En ellos, se puede advertir la marca de lo inconsciente, de lo reprimido que aflora en el decir y actuar de un sujeto. Pero, dicha advertencia resulta posible sólo en las vías de la investigación por las que circula la metodología psicoanalítica. Ejemplo de ello, es la importancia que brinda a la investigación la convergencia entre resistencia y transferencia, sobre lo cual Freud enuncia: "a primera vista, parece una gigantesca desventaja metódica del psicoanálisis que en él la transferencia, de ordinario la más poderosa palanca del éxito, se mude en el medio más potente de la resistencia" (1912, p. 99), sin embargo, Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo consciente (llamativa como síntoma o bien totalmente inadvertida) hasta su raíz en lo inconsciente, enseguida se entrará en una región donde la resistencia se hace valer con tanta nitidez que la ocurrencia siguiente no puede menos que dar razón de ella y aparecer como un compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigación. En este punto, según lo atestigua la experiencia, sobreviene la transferencia. Si algo del material del complejo (o sea, de su contenido) es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico, esta transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de una resistencia (Freud, 1912, p. 101). En la cita anterior, queda de manifiesto que la trasferencia se despliega al tiempo en que un fragmento del material analizado retorna desde la prehistoria para convoca a la resistencia, y como ésta no se produce de manera plena, acaba por emerger en la ocurrencia posterior a dicha resistencia. Tras el argumento anterior, Freud precisa la condición nodal por la cual transferencia y resistencia se insertan en el proceso de investigación psicoanalítica y añade: En la cura analítica la transferencia se nos aparece siempre, en un primer momento, sólo como el arma más poderosa de la resistencia y tenemos derecho a concluir que la intensidad y tenacidad de aquella son un efecto y una expresión de ésta. El mecanismo de la transferencia se averigua, sin duda, reconduciéndolo al apronte de la libido que ha permanecido en posesión de imagos infantiles; pero el esclarecimiento de su papel en la cura, sólo si uno penetra en sus vínculos con la resistencia (Freud, 1912, p. 102). Así pues, en el camino de la indagación, el investigador da cuenta del núcleo del conflicto psíquico, el cual se remonta, entre tanto, a un deseo arcaico, a un deseo que tuvo lugar en una triada edípica que dejó huellas y matices en los posteriores vínculos del sujeto. En virtud de ello, los hallazgos que posibilita la investigación psicoanalítica, a partir de la dinámica de la transferencia, no son nada desdeñables, dado que En la pesquisa de la libido extraviada uno ha penetrado en el ámbito de lo inconsciente … Al igual que en el sueño el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconscientes; quiere actuar {agieren} sus pasiones sin atender a la situación objetiva {real}. El médico quiere constreñirlo a insertar esas mociones del sentimiento

en la trama del tratamiento y en la de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y discernirlas por su valor psíquico (Freud, 1912, p. 105). La dimensión del concepto de transferencia en Lacan encuentra un viraje, pues dicho autor centra su entendimiento en relación a la situación analítica y particularmente en cuanto al deseo del analista y la ética, de tal forma que la transferencia en la situación analítica convoca a un malentendido que permite interrogar el lugar en que el analizado ubica al analista y el lugar desde el que éste último le responde, que no siempre es el lugar desde el cual debería responderle de manera conveniente; se trata entonces, de una relación dual (Lacan, 1961). En 1964 Lacan expresa, en su trabajo La sexualidad en los desfiladeros del significante, que "la transferencia es la puesta en acto de la realidad inconsciente" (p. 155) y agrega que lo anunciado en ella es justamente aquello que se pretende evitar en su análisis. Tras esto se puede observar que el discernimiento adecuado de la transferencia permite que el analista responda al paciente desde un lugar diferente al que éste le otorgó, con ello se logra un quiebre en la cadena de significantes que han estructurado al sujeto y quizá la modificación de los contenidos inconscientes en los que se había anclado tal o cual manifestación transferencial. Luego entonces, cabe retomar el señalamiento que hace Lacan (1957) al respecto de que "la transferencia se produce en lo esencial en el plano de la articulación simbólica" (p. 138), pues según dicho autor: Cuando hablamos de transferencia, cuando algo adquiere su sentido al convertirse el analista en el lugar de la transferencia, es precisamente en la medida en que se trata de la articulación simbólica propiamente dicha, y ello, por supuesto, antes de que el sujeto la haya asumido (1957, p. 138). Recapitulando, la transferencia puede enunciarse como una serie de representaciones o investiduras libidinales depositadas en la figura de un sujeto que se erige como objeto de amor, en función de que en el pasado se haya erigido otro desde el cual se hace la asociación al segundo. Si se retoma el ámbito teatral para el entendimiento de la transferencia, se puede argüir que ésta es la puesta en escena de una historia escrita, previamente, en el ser del paciente, se trata de una representación elaborada a partir de actores que remiten, o mejor dicho encarnan, a personajes reales: los protagonistas originales de la historia. 2.2. La asociación libre El concepto de asociación libre puede enunciarse de la siguiente manera, "son los pensamientos involuntarios, sentidos casi siempre como perturbadores y por eso apartados en circunstancias corrientes, que suelen cruzarse en la trama de una exposición deliberada" (Freud, (1904 [1903], p. 238). A partir de esta idea, Freud dirige su técnica hacia el apoderamiento de esas ocurrencias, exhortando a los enfermos a que se dejen ir libremente en sus comunicaciones y antes de que comiencen a contar todo su expediente clínico, solicita a los pacientes Participarle todo cuanto se les pase por la cabeza, aunque les parezca que no es importante, o que no viene al caso, o que es disparatado; por el contrario, les pide con particular énfasis que no excluyan de la comunicación pensamiento u ocurrencia algunos, por más que los avergüence o les resulte penoso hacerlo (Freud, (1904 [1903], p. 239). Así, en la asociación libre, la instrucción consiste en invitar al paciente a tenderse cómodamente, de preferencia de espaldas sobre un sofá, mientras el analista, sustraído a la vista del primero, toma asiento en una silla situada por detrás de éste. Aquí, ya no se pide al paciente que cierre los ojos, pues se evita cualquier matiz que pudiera recordar a la antigua práctica hipnótica. Esto transcurre, cual conversación normal entre dos personas que están igualmente alertas.

De este dispositivo de investigación, Freud arribó a premisas que le permitieron ir consolidando sus fundamentos teóricos, pues infirió que los olvidos son el resultado de un proceso llamado represión, Cuyo motivo individualiza en el sentimiento de displacer. En cuanto a las fuerzas psíquicas que han originado esta represión, cree registrarlas en la resistencia que se opone a la reproducción. Este factor de la resistencia ha pasado a ser uno de los fundamentos de su teoría. A las ocurrencias que suelen dejarse de lado con toda clase de pretextos, Freud las considera retoños de los productos psíquicos reprimidos (pensamientos y mociones), desfiguraciones de estos últimos provocadas por la resistencia que se opone a su reproducción. Cuanto mayor es la resistencia, tanto más vasta es la desfiguración (Freud, (1904 [1903], p. 239). Al respecto de la aportación que la asociación libre hace a la investigación psicoanalítica, y posteriormente a la consolidación de la teoría psicoanalítica, Freud señala: El valor que para la técnica terapéutica tienen las ocurrencias no deliberadas estriba en este vínculo suyo con el material psíquico reprimido. Si uno posee un procedimiento que permita avanzar desde las ocurrencias hasta lo reprimido, desde las desfiguraciones hasta lo desfigurado, puede también, sin recurrir a la hipnosis, volver asequible a la conciencia lo que antes era inconsciente en la vida anímica (Freud, (1904 [1903], p. 239). Luego entonces, la asociación libre más allá de ser una técnica de intervención, representa en sí misma uno de los eslabones cruciales para la argumentación psicoanalítica, pues a partir de su inclusión, en la práctica psicoanalítica, la técnica de la cual se sirve no varió en absoluto. Aunado a ello, en dicho dispositivo se opera a partir del lenguaje del sujeto y es justo allí, en su discurso, en dónde Freud puede colegir el núcleo del conflicto originario, lo que posteriormente quedará señalado bajo el entendimiento de que el sujeto del inconsciente se advierte en el lenguaje, en tanto que, el inconsciente está estructurado como un lenguaje (Lacan, 1968). 2.3. Las construcciones en análisis La construcción es una de las técnicas de la cura psicoanalítica que permite indagar sobre la historia antigua de los pacientes. En el documento Construcciones en el análisis Freud atribuye las inhibiciones y síntomas a las represiones de la temprana infancia de un paciente, en virtud de que son el sustituto de lo olvidado. Freud señala que la construcción "es la reconquista de los recuerdos perdidos" (1937, p. 260). Sobre la operatividad de las construcciones en análisis y acerca de la función del analista y el analizante y la relación dinámica que une a éstas dos funciones, Freud (1937) advierte: El analista da cima a una pieza de construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él; luego construye otra pieza a partir del nuevo material que afluye, procede con ella de la misma manera, y en esta alternancia sigue hasta el final. Si en las exposiciones de la técnica analítica se oye tan poco sobre '"construcciones"', la razón de ello es que, a cambio, se habla de '"interpretaciones"' y su efecto. Pero yo opino que '"construcción"' es, con mucho, la designación más apropiada. '"Interpretación"' se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia, una operación fallida, etc. Es '"construcción"', en cambio, que al analizado se le presente una pieza de su prehistoria olvidada, (p. 262). En esta cita se advierte el carácter de importancia primordial que recubre a la construcción aún ante la interpretación, lo cual generalmente es descuidado por quienes ciñen su práctica sobre las interpretaciones y desconocen la operatividad de las construcciones. La noción de las construcciones fue uno de los temas ineludibles que sobre la técnica analítica logró precisar Freud (1937), ya casi al final de su obra.

En torno a las críticas que cuestionan la legitimidad de las construcciones bajo el argumento de que el analista atrapa al analizante en un juego en el que éste último siempre pierde, pues quien tiene la verdad es el primero, Freud señala: No merecemos el reproche de desdeñar la posición que el analizado adopte ante nuestras construcciones. La tomamos en cuenta y a menudo extraemos de ella valiosos puntos de apoyo. Pero estas reacciones del paciente son las más de las veces multívocas y no consienten una decisión definitiva. Sólo la continuación del análisis puede decidir si nuestra construcción es correcta o inviable. Y a cada construcción la consideramos apenas una conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o desestimada. No reclamamos para ella ninguna autoridad, no demandamos del paciente un asentimiento inmediato, no discutimos con él cuando al comienzo la contradice. En suma, nos comportamos siguiendo el arquetipo de un consabido personaje de Nestroy, aquel mucamo que, para cualquier pregunta u objeción, tiene pronta esta única respuesta: '"en el curso de los acontecimientos todo habrá de aclararse"', (Freud, 1937, p.264). Aunado a lo anterior, Freud precisa en De la historia de una neurosis infantil que algunas escenas infantiles no emergen en la cura como recuerdos sino que "son resultado de la construcción" (1918[1814], p. 49), pues tras los aparentes recuerdos del paciente se albergan otros recuerdos que imprimen el carácter de encubridores a los primeros, en este punto actúa la construcción permitiendo el acceso a los recuerdos encubiertos. A la letra Freud, haciendo referencia al caso del hombre de los lobos, señala: Escenas como las de mi paciente, de una época temprana y de semejante contenido, que luego reclaman una significatividad tan extraordinaria para la historia del caso, no son por lo general reproducidas como recuerdos, sino que es preciso colegirlas -construirlas- paso a paso y laboriosamente a partir de una suma de indicaciones (1918[1814], p. 49-50). 2.4. La interpretación El término interpretación ya se gestaba desde la tradición griega y se insertó en la práctica exegética, donde se hacía uso de la interpretación para develar un sentido oculto. En un primer tiempo de sus elaboraciones, Sigmund Freud, parece haber retomado dicha acepción, pues utiliza el citado vocablo en su obra La interpretación de los sueños (1900 [1899]), en la cual explica el modo en que el psicoanálisis puede dar un significado al contenido latente de los sueños con el objetivo de sacar a luz el deseo inconsciente del sujeto, pues según añade, más tarde, Freud: Objeto de este trabajo interpretativo no son sólo las ocurrencias del enfermo, sino también sus sueños -que brindan la vía de acceso más directa para el conocimiento del inconsciente-, sus acciones no deliberadas, como carentes de plan (acciones sintomáticas), y los deslices que comete en las operaciones de su vida cotidiana (trastrabarse al hablar, trastrocar las cosas confundido, etc.) … Se trata de una serie de reglas, adquiridas por vía empírica, para construir el material inconsciente a partir de las ocurrencias, de señalamientos sobre el modo de proceder cuando al enfermo no se le ocurre nada, y de experiencias acerca de las más importantes resistencias típicas que se presentan durante un tratamiento de esa clase (Freud, 1904 [1903], p. 239-240). Así, en el apartado El método de la interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático señala Freud (1900 [1899] la premisa de que "los sueños son interpretables" (p. 118), proponiendo un método para su interpretación, el cual se lleva a cabo siguiendo 3 pasos: 1. Relato preliminar. Consiste en solicitar al paciente los datos sobre el contexto reciente del sueño, lugares acontecimientos o personas preliminares. 2. Relato del sueño. Que expresa la literalidad en la cual el sueño transcurrió. 3. Análisis del sueño. Realizado a partir de la técnica de asociación libre, dicho análisis estará puntuado por observaciones teóricas y metodológicas.

En dicha obra Freud enfatiza, con precisión, que toda interpretación debe estar apoyada en el material que proporciona el paciente. Aspecto que amplía en 1911, al enunciar "abogo, pues, porque en el tratamiento analítico la interpretación de sueños no se cultive como un arte autónomo, sino que su manejo se someta a las reglas técnicas que en general gobiernan la ejecución de la cura" (p. 90). A continuación se enuncian los puntos más importantes que Freud precisa al respecto de los límites de la interpretabilidad (1925, p. 130-131): 1. Nadie puede practicar la interpretación de sueños como actividad aislada; ella es siempre una pieza del trabajo analítico. 2. Si se practica la interpretación de sueños siguiendo el único procedimiento técnico que puede justificarse, pronto se repara en que el resultado depende enteramente de la tensión de resistencia entre el yo despierto y lo inconsciente reprimido. 3. Aunque la práctica adquirida permita comprender muchos sueños … se debe estar advertido de que la seguridad de semejante interpretación es discutible, y vacilará antes de imponer su conjetura al paciente. 4. Cuando se ha hallado la interpretación de un sueño, no siempre es fácil decidir si es '"completa"', vale decir, si por medio de ese mismo sueño no se habrán procurado expresión también otros pensamientos. Sin embargo, en un segundo tiempo, el término interpretación se consolidó como uno de los dispositivos fundamentales con los cuales opera el psicoanálisis, así su uso se extendió, hasta los tiempos de Jaques Lacan, quien lo reintroduce para designar "toda intervención psicoanalítica que apunta a hacer comprender al sujeto la significación inconsciente de sus actos o de su discurso" (Roudinesco & Plon, 1998, p.537), ya sea que tal significación se manifieste, entre muchas otras posibilidades, en palabras, síntomas, lapsus, actos fallidos, resistencias, sueños, o bien a través de la transferencia. Así fue como, según refieren Roudinesco & Plon (1998), en 1958 y consciente del peligro de manejar la interpretación sin restricción alguna, Lacan emprendió la revisión del concepto y de su utilización técnica en el marco de su teoría del significante, poniendo el acento en la necesidad de examinar de manera incesante, en el curso de la cura, el deseo del analizante, pero sin asestarle verdades de confección, pues según menciona Lacan, cuando alude a la experiencia analítica: El problema de nuestra experiencia, que es especialmente el del deseo, del deseo y su interpretación. El lazo interno, el lazo de coherencia en la experiencia analítica del deseo y su interpretación presenta ya en sí mismo algo que sólo la costumbre nos impide ver; cuán sugestivo es en la interpretación en sí del deseo, el que esté ligado de una manera interna a la manifestación del deseo (1958, p. 05). Cabe añadir que la idea de la sugestión, también fue desarrollada por Freud, en el documento Más allá del principio del placer (1920), señalando que ésta actúa como el motor de la cura en la medida en que se desarrolla la transferencia. La interpretación aparece, en Lacan, como la posibilidad de revelar al sujeto aquellos elementos significantes de su discurso, dado que el sujeto, bajo esta lógica, "no sabe tampoco que el mensaje que le llega … le llega a nivel del discurso del ser … en el deseo y su interpretación, es primero el deseo en su función en el sueño, en tanto el sueño es su realización" (Lacan, 1958, p. 23). Entonces, el problema del deseo y su interpretación se presenta para Lacan como "un cierto ordenamiento de la estructura significante que se enuncia en el significante como comportando esa duplicidad interna del enunciado: proceso del enunciado y proceso del acto de la enunciación" (1958, p. 29). La diferencia del concepto freudiano y lacaniano interpretación quizá se puede ubicar en la siguiente apreciación que enuncia Lacan al respecto del sentido del sueño, la cual versa así:

"Freud nos dice que se encuentra allí su sentido e, implícitamente, su interpretación. Les he indicado suficientemente que no lo es" (Lacan, 1958, p. 34), lo cual implica que aún Lacan encuentra cierta inclinación freudiana para ejecutar la interpretación a partir de la existencia de contenidos latentes que, en algún modo, determinan el sentido de lo interpretado; Lacan, por su parte, acentúa la atención al respecto de la relación transferencial, entendida como el espacio desde el cual se hace posible la interpretación, lo que apuntala el carácter sugestivo de ésta, su aportación consiste en unificar loa argumentos freudianos de 1900 [1989] y 1920, señalados con anterioridad. Así, en su clase De la interpretación a la transferencia, de 1964, Lacan señala que: Es falso que se pueda decir que la interpretación, como se ha escrito, está abierta a todo sentido bajo el pretexto de que sólo se trata de la ligazón de un significante a un significante, y por consiguiente, de una ligazón loca. La interpretación no está abierta a todo sentido. Eso es conceder a los que se alzan contra los caracteres inciertos de la interpretación analítica que, en efecto, todas las interpretaciones son posibles, lo que es propiamente absurdo. No porque he dicho que el efecto de la interpretación es aislar en el sujeto una médula, un Kern, para expresarnos como Freud, de sinsentido, la propia interpretación es un sinsentido (Lacan, 1964, p. 257). A partir del citado documento, se extraen las siguientes características elementales en relación a la interpretación (Lacan, 1964, p. 258): 1. La interpretación no es una significación cualquiera, llega aquí al lugar del (s), del significante, e invierte la relación que hace que el significante tenga por efecto en el lenguaje, el significado. 2. Tiene por efecto el hacer surgir un significante irreductible. Hay que interpretar al nivel del significante, que no está abierto a todos los sentidos, que no puede ser cualquiera, que sin duda es una significación, aunque solo sea aproximada. Lo que allí hay es rico y complejo, cuando se trata del inconsciente del sujeto, y está destinado, a hacer surgir elementos significantes irreductibles formados del sinsentido previo. 3. La interpretación no está abierta a todos los sentidos. No es en modo alguno cualquiera. Es una interpretación significativa, y no debe ser fallida. Lo cual no impide que esta significación no sea, para el advenimiento del sujeto, esencial. Lo esencial es que ve, más allá de esa significación, a qué significante -sinsentido, irreductible, traumático- está, como sujeto, sometido. III. Alcances y limitaciones Al respecto de los alcances y limitaciones inherentes al método psicoanalítico, lo primero que podría objetarse desde otros campos de saber, es que se trata de un abordaje que sólo opera a partir del discurso de un sujeto, y si se va más allá en la crítica se podría señalar que los hallazgos o resultados que aporta la investigación psicoanalítica devienen intrascendentes por ese sólo hecho, es decir, por tratarse de la investigación sobre un sujeto. Sin embargo, a efecto de fundamentar las aportaciones que provienen del campo psicoanalítico se podría precisar que la investigación psicoanalítica ha de obedecer a los criterios que puntúa la propia disciplina de la cual se desprende, pues como lo señala Freud, en su trabajo De la historia de una neurosis infantil (1918[1814]), "el oso blanco y la ballena se ha dicho, no pueden declararse la guerra porque limitado cada uno a su elemento, nunca se encuentran frente a frente" (p. 47), es decir, la consistencia o inconsistencia, la presencia o ausencia de rigurosidad, estará en función de la medida en que se opere dicha investigación desde las premisas psicoanalíticas y no se establecerá, bajo ninguna circunstancia, en relación a lo que se dicta desde otras metodologías. En este marco, es justo señalar que el abordaje psicoanalítico se ciñe sobre la subjetividad y es allí donde radica su mayor aportación, pues brinda intelecciones al respecto de una condición del ser humano sobre la cual resulta imposible siquiera aproximarse desde otros discursos. En este

sentido, la subjetividad aparece, según González Rey (Citado en Gallo, 2005), bajo el cometido de superar las antiguas disputas que caracterizaban las producciones teóricas emanadas de las ciencias humanas, como lo eran las dicotomías entre lo social y lo individual, lo interno y lo externo, lo afectivo y lo cognitivo, lo intrapsíquico y lo interactivo; asunto que Freud (1921) resuelve prescindiendo de la línea divisoria entre lo social y lo individual, más aún, señalando que cuando se somete a examen la supuesta división, La oposición entre psicología individual y psicología social o de las masas, que a primera vista quizá nos parezca muy sustancial, pierde buena parte de su nitidez si se la considera más a fondo. Es verdad que la psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia caminos por los cuales busca alcanzar la satisfacción de sus mociones pulsionales. Pero sólo rara vez, bajo determinadas condiciones de excepción, puede prescindir de los vínculos de este individuo con otros. En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo (p. 67). La aseveración anterior, es retomada por Lacan (Citado en Gallo, 2005) cuando expresa que para que un sujeto se constituya, es preciso que establezca, previamente, una relación con otro primordial, con un objeto originario, lo que posibilita el estadio del espejo, la alienación del ser del sujeto, que no podría efectuarse si en un primer tiempo, quizás mitológico, el ahora sujeto no hubiese estado indiferenciado del Otro. Se puede argüir que la investigación psicoanalítica opera sobre la subjetividad y en ello logra advertir cierta lógica social, puesto que para el psicoanálisis "lo singular, lo particular del estudio de casos tiene un valor generalizable, porque permite ir hasta la estructura del sujeto, eso particular que puede ser universalizable" (Gallo, 2005, p. 5). De aquí la posibilidad de operar en lo universal, a partir de lo particular, o dicho de otro modo, he aquí la posibilidad de abordar una problemática social desde un espacio clínico que se centra en el discurso de un sujeto, De hecho, sabemos desde ahora que es a nivel de lo particular que surge siempre lo que para nosotros es función universal … lo que ocurre, ocurre esencialmente a nivel de la estructura; y la estructura, hay que recordarlo, y justamente creo que hoy, antes de avanzar un paso, es necesario que se los recuerde, es lo que hemos introducido particularmente como especificación del registro de lo simbólico (Lacan, 1961, p. 23). Justamente, lo simbólico es para Lacan (1956, p. 253) "lo que nos brinda todo el sistema del mundo", se diría entonces que lo simbólico es aquello que posibilita la inserción del sujeto en el mundo, aquello que le constituye como sujeto, lo que le estructura y, en tanto que lo simbólico brinda todo el sistema del mundo, aquí se logra enunciar que hay ciertas formas de la representación que pueden ser agrupadas, en virtud de los mecanismos de defensa que permiten operar tales representaciones, como categorías estructurales generalizables que habrán de desplegarse, de manera particular, en cada individuo. Según Gallo "la estructura es propia del sujeto, de su historia y por tanto de su particularidad, y el psicoanálisis puede mostrar lo estructural de un sujeto por intermedio de su decir (lo cual constituye el método psicoanalítico)" (2005, p. 6). Jaques Lacan al respecto de la estructura, y el valor de generalización que ella brinda, señala: Estos diagnóstico estructurales se manifiestan, pues, en el despliegue del decir, cual brechas significativas del deseo expresadas en el habla… Como tales, si pueden suministrar informaciones sobre el funcionamiento de la estructura, es sólo porque representan los carteles de señalización impuestos por la dinámica del deseo. De hecho, la especificidad de la estructura de un sujeto se caracteriza ante todo por un perfil predeterminado de la economía de su deseo, regida

esta por una trayectoria estereotipada. A semejantes trayectorias estabilizadas las llamaré, rasgos estructurales (1955, p. 28). En la cita anterior queda de manifiesto como el lenguaje posibilita acceder a la estructura del sujeto, pues ella se devela en éste, sobre ello Joel Dor enuncia lo siguiente: "sólo en el decir es localizable algo de la estructura del sujeto. Ahora bien, para establecer un diagnóstico debemos contar con la estructura" (2000, p. 23). Cabe recordar que, la expresión sujeto del inconsciente denota que se deviene sujeto a partir de que a un ser humano se le inscribe en un universo social pautado y determinado por las reglas del lenguaje. Es decir, el inconsciente, dado que está estructurado como un lenguaje, es la instancia que abarca y comprende el ser del sujeto, pues en él se juegan los aspectos más íntimos y reales de un sujeto. Así, los seres humanos se interrelacionan consigo mismos, con sus otros semejantes y con la sociedad a la que pertenecen a partir de los límites que configura el horizonte del lenguaje al que pertenecen. Bajo esta lógica, resulta comprensible entonces, que la cura psicoanalítica suceda a partir de las elaboraciones que hace un sujeto, elaboraciones del orden de lo inconsciente, en tanto que su origen va más allá de un plano de consciencia como tal, y que por ello mismo, aparecen en el lenguaje. Así opera el método psicoanalítico develando, a través del discurso, la estructura de un sujeto y mostrando las coordenadas de goce en las cuales se inscribe la problemática que le aqueja. Ello también delimita algunos puntos de elemental consideración, pues desde la perspectiva de la metodología psicoanalítica las preguntas, con las cuales se pretende abordar una problemática, habrá de formularlas el supuesto investigado, es decir, el analizante, pues aquí, es justamente él quién está en posibilidad de plantear el problema y las posibles soluciones, según Gallo, el analista "sólo se presta para que, mediante la palabra, aquél pueda llegar a revelar los rasgos fundamentales que han caracterizado la historia de sus vínculos con el semejante, y a elaborar las coordenadas de goce que han determinado su vida" (2000, p. 2). Para lo anterior, la situación analítica provee una serie de dispositivos que ponen en marcha la ejecución de la investigación, sin embargo, dichos dispositivos no constituyen herramientas estandarizadas. Así pues, en la investigación psicoanalítica, tampoco se pueden implementar técnicas directivas o instrumentos normalizados, pues "la originalidad no radica en la riqueza de los medios técnicos que estarían a disposición del analista, sino en el hecho de saber privarse de la mayoría de éstos" (Gallo, 2000, p. 1), puesto que así transita el psicoanálisis, "sin herramientas estandarizadas, legitimándose por el momento mismo de su producción", (Gallo, 2005, p. 3), lo cual permite abandonar la aspiración de construir un saber objetivable basado en exactitudes cuantitativas; lo que desde un primer instante posibilita renunciar a la pretensión de circular por un universo de certezas y asimilar que no habrá de caminarse por un sendero previamente definido. En consecuencia, no podrán albergarse la espera de determinados resultados, pues lo que habrá de arribar es justamente la sorpresa. Ello implica reconocer que todo saber será solamente parcial, segmentario, pues como nos dice Rubinstein "la investigación tiene límites, algunas hipótesis resultan insuficientes, mientras que otras integran un nódulo firme de conocimientos" (1997, p. 7). Lo anterior no significa que pueda llevarse a cabo la investigación sin mayor complicación, por el contrario es preciso que ésta sea enmarcada por las directrices de rigurosidad que señalan la práctica y la teoría psicoanalítica; recurriendo, como lo hizo Freud, "a la precisión y al detalle en la confrontación de los conceptos con los datos de la experiencia" (Gallo, 2005, p. 5), argumentando minuciosamente cada uno de los planteamientos que sobre la problemática emanen. De tal forma que, a manera de hallazgos, habrá de emerger una producción de saber en la que la verdad corresponde únicamente al sujeto que la enuncia a través de su palabra. Luego entonces, el abordaje de cualquier problemática se efectúa, desde esta perspectiva, a través del

sujeto que demanda análisis. Punto que ya encamina y delimita en su justa dimensión la posibilidad de respuesta al planteamiento de afrontar una problemática social desde una práctica clínica, pues en un conflicto individual, si bien éste remite a un orden social, a lo que se accede a primera instancia en la investigación es a la serie de formulaciones que elabora el paciente y, por tanto, deviene imposible acceder a las configuraciones del resto de los actores implicados en determinada situación. Queda entonces, para un segundo tiempo la construcción de una argumentación que, desde la perspectiva psicoanalítica, permita dar cuenta de las implicaciones sociales y particulares que fundamentan tal o cual problemática; dicha argumentación sería una elaboración teórica efectuada a partir de un análisis clínico. No obstante a lo anterior, el valor de las producciones hechas desde el marco de la metodología psicoanalítica "no se legitima por la cantidad de sujetos estudiados, sino por la cualidad de su expresión" (Gallo, 2005, p. 7), lo que quiere decir que los hallazgos y su posterior formalización trascienden a los cánones tradicionales de muestras y representatividad de poblaciones objeto de estudio, pues los efectos que de ésta emanan se inscriben en la singularidad del sujeto, que a su vez se asienta en un universo de orden social. Así, siguiendo a Gallo (2000), tras hacer del acto analítico un proceso de investigación el analista podrá realizar una formulación teórica de los efectos que en ese espacio se han producido, es decir, podrá dar testimonio de ello en un espacio académico o de cualquier otra índole; puesto que "la formalización de la investigación psicoanalítica surge como una construcción del clínico a posteriori de su trabajo y se concreta en la escritura que el analista puede producir en términos de textos a partir de su práctica de escucha del inconsciente", (Loss y Rojas, s.f., p. 10). Cabe precisar que en dicha formalización a posteriori, de los hallazgos, lo que habrá de mostrarse es una construcción sobre el saber del paciente, pero enunciado ya a través de la perspectiva del analista, señalando por supuesto, los límites de su propio acto, los problemas no resueltos, las imperfecciones del análisis y los momentos lógicos en los que se desarrolla tal propuesta. Es en este punto cuando se abre el camino para la construcción de caso como una vía para formalizar la investigación clínica realizada previamente.

Referencias Breuer & Freud (1893). Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos: comunicación preliminar. Estudios sobre la histeria. En Obras Completas, Volumen II. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Cancina, P. (2005). Fábrica de Casos. Reportaje a Pura H. Cancina. Recuperado el 20 de abril de 2008 de http://www.acheronta.org/reportajes/cancina3.htm Dor, J. (2000). Estructuras clínicas y psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu Ferrater, De la M. (1994). Diccionario de Filosofía. Barcelona: Ariel, 2001. Freud, S. (1900[1899]). El método de la interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático. En Obras Completas, Volumen IV. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1900[1899]). El trabajo del Sueño. En Obras Completas, Volumen IV. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1900[1899]). Sobre la psicología de los procesos oníricos en la interpretación de los sueños. En Obras Completas, Volumen V. Buenos Aires: Amorrortu, 1998.

Freud, S. (1904 [1903]). El Método Psicoanalítico de Freud. En Obras completas, Vol. VII Buenos aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1911-1915 [1914]). Trabajos sobre técnica psicoanalítica. En Obras Completas, Volumen XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia. En Obras Completas, Volumen XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1918[1814]). De la historia de una neurosis infantil. En Obras completas, Vol. XVII Buenos aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. En Obras Completas, Volumen XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras Completas, Volumen XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1923 [1922]). Psicoanálisis y teoría de la libido. Obras Completas, Volumen XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1925). Los límites de la interpretabilidad. Obras Completas, Volumen XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1933 [1932]). La descomposición de la personalidad psíquica. En Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, conferencia 31ª. En Obras Completas, Volumen XXII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Freud, S. (1937). Construcciones en el Análisis. En Obras Completas, Volumen XXIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1998. Gallo, A. (2005). El psicoanálisis como un método de investigación de la subjetividad. Recuperado el 04 de junio de 2007 de http://www.psiconet.com/foros/investigacion/jairo.htm. Gallo, H (2000, 9 de septiembre). De la investigación psicoanalítica. Recuperado el 04 de junio de 2007 de http://www.spdecaracas.com.ve/download/cdp_350.doc. Lacan, J. (1955 [1955-1956]). El Seminario, libro 3. "La psicosis". Buenos Aires: Paidós, 1995. Lacan, J. (1956). La instancia de la letra en el inconsciente o en la razón desde Freud. En Escritos 1, México: Siglo XXI, 2005. Lacan, J. (1957). Dora y la joven homosexual. En el Seminario, libro 4 "La relación de objeto". Buenos Aires: Paidós, 1995. Lacan, J. (1958). El deseo y su interpretación. En el Seminario, Libro 6 "El deseo y su interpretación". Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, retomada por Psikolibro. Texto recuperado el 07 de enero de 2007 del sitio http://psikolibro.blogspot.com/search/label/Obras%20Completas%20Lacan. Lacan, J. (1961). Clase del 13 de diciembre de 1961. En el Seminario, libro 9 "La identificación". Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, retomada por Psikolibro. Texto recuperado el 07 de enero de 2007 del sitio http://psikolibro.blogspot.com/search/label/Obras %20Completas%20Lacan. Lacan, J. (1964). La Sexualidad en los Desfiladeros del Significante. En el Seminario, Libro 11 "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis". Buenos Aires: Páidos, 1995. Lacan, J. (1964). Presencia del analista. En el seminario, libro 11 "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis". Buenos Aires: Paidós, 1995. Lacan, J. (1968). Clase 15. En el Seminario, Libro 15 "El acto psicoanalítico". Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, retomada por Psikolibro. Texto recuperado el 07 de enero de 2007 del sitio http://psikolibro.blogspot.com/search/label/Obras%20Completas %20Lacan.

Lacan, J. (1968). Respuesta a Rudroff. En clase 15. En el seminario, libro 15 "El acto psicoanalítico". Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, retomada por Psikolibro. Texto recuperado el 07 de enero de 2007 del sitio http://psikolibro.blogspot.com/search/label/Obras%20Completas%20Lacan. Lévi-Strauss, C. (1949). La eficacia simbólica. En Antropología estructural. Barcelona: Paidós, 1987. Loss, J. & Rojas, H. (s.f.). La investigación psicoanalítica en la universidad. Manuscrito no publicado, Universidad Autónoma de San Luis Potosí en San Luis Potosí, S. L. P. México. Novoa, V. (1988). Construcciones en el análisis: una a puesta sobre el saber. En Constancia del psicoanálisis. Vol. a cargo de Nestor Braunstein. México: Siglo XXI, 1996. Platón (385-371 a. C.). La república. Texto recuperado el 07 de enero de 2007 de www.pidetulibro.cjb.net Pasternac, M. (1977) El método psicoanalítico. En Psicología Ideología y Ciencia. Siglo XXI editores. 3a. Edición. Roudinesco, E. & Plon, M. (1998). Diccionario de Psicoanálisis. Argentina: Paidós. Rubinstein, A. (1997). Freud y la investigación. Recuperado el 04 de junio de 2007 de http://psicomundo.com/foros/investigación/rubinstein.htm

Nota acerca del autor: El presente artículo se escribe bajo la autoría de Susana Carolina Guzmán Rosas, quien es psicóloga, tesista de Maestría en Psicología en la línea de Estudios Psicoanalíticos (escenario que anima la construcción de este documento), tesista de Maestría en Antropología Cultural, estudiante de Filosofía e investigadora en materia de género y violencia. San Luis Potosí, S. L. P., México. A 31 de marzo de 2009 La correspondencia relacionada con este artículo debe enviarse a [email protected] REVISTA PSIQUE Y SOCIEDAD ISSN 2011-8511 Revista Electrónica del Campo Psi y Social "En línea desde 2007 - Aparece una vez al semestre" Suscripción gratuita Copyright: Todos los artículos y recursos de este sitio tienen sus respectivos derechos reservados (prohibida su reproducción sin la autorización de Psique y Sociedad)

[email protected]