El Miedo

El miedo, ese sentimiento que acompaña al hombre desde los inicios de su existencia, ese sentimiento que te hace querer

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El miedo, ese sentimiento que acompaña al hombre desde los inicios de su existencia, ese sentimiento que te hace querer gritar y correr, ambas cosas con todas tus fuerzas al escapar de algo que es diferente y ajeno, que tu desconoces. Para entender mejor esto, espero que hayas leído primero la descripción de esta obra.+ Sin embargo, para mí el miedo debe controlarse. El miedo no es más que otra sensación creada por tu mente, y si tú lo creas; tú lo destruyes. Además, puede disfrutarse, sino, los autores de novelas de suspenso o creadores de películas de misterio serían unos auténticos fracasados, cuando puedo imaginar, no es así. El leer una combinación ajustada de palabras con un toque de misterio puede volver una situación normal y cotidiana en una experiencia de miedo y angustia profunda que recorre tu cuerpo en un suspiro frío que te corta la respiración. Este libro es diferente, no es de terror sangriento y fantasmas diabólicos con ganas de hacerte agonizar, a mi sentir producir miedo puede ser más sencillo y mucho mejor utilizando una redacción intrigante que recurrir a los cuchillos y sangre, máscaras y problemas mentales como lo hacen las películas de terror de la actualidad. Por otra parte, te pido estimado lector que cuando leas esta obra lo hagas a profundidad, si lees a la ligera como si solo fueran palabras plasmadas no lograrás sentir el miedo que pretendo que experimentes. Te exhorto a que cuando leas esta obra lo hagas siendo empático, es decir, ponte los zapatos del personaje y piensa lo que este pensaría, experimenta lo que este experimentaría, sino cuando leas esta antología pensaras, no dio miedo o fue una tontería, por eso te pido que encarnes bien la piel del personaje para que sientas esa angustia que yo sabía que sentirás cuando redactaba estas historias.

Creo que es un miedo que tenemos todos los escritores, ya sean aficionados como yo o redactores profesionales, que nuestra obra no sea entendida ni asimilada correctamente porque el lector no supo leerla correctamente o no logró interpretarla para sus adentros, porque, por decir un ejemplo; puedes haber escrito la mejor obra del mundo, pero si el mundo no sabe leerla, estarás acabado, aunque estoy seguro, de que al menos habrá uno, que pensará como tu pensaste al escribir y sabrá apreciar cada detalle de tu obra. Para la anterior problemática que tenemos los escritores yo tengo la solución la cual es muy sencilla, que el lector lea la historia, o las historias en este caso, con cuidado y a detalle, sin dejar pasar o comer una letra, imaginando todo lo que vas leyendo, y siguiendo estos pasos, te sentirás dentro de la narración y así podrás entenderla y disfrutarla como debe ser. Como dije anteriormente, este no es un libro de terror que te dejará alterado y extremadamente nervioso al finalizarlo y que hará que no logres dormir durante días como lo hacen las películas de terror de la actualidad. Es una obra para leer con atención, sentir la falta de certeza y que el miedo de no saber qué pasará recorra tu cuerpo en forma de nerviosismo, y que al terminarlo puedas pensar, -Me gustó, me hizo pasar temor y malos ratos, pero es una buena redacción y la disfruté hasta el final-. Este es un libro de historias de suspenso y no debe leerse como cualquier libro que tienes en tu estantería, rápido y dejando pasar algunos simbolismos y figuras retoricas para terminar rápido como suele leer mucha gente hoy en día; sino disfrutar el suspenso que te puede ocasionar leer una obra escrita como debe ser leída.

Monstruos y pronombres posesivos ¡He creado un monstruo! Este es el modo de empezar este prólogo, sin duda, pero la frase ha de leerse con entusiasmo, no como si rondasen remordimientos o temores por la cabeza de quien la ha escrito. Es más, si es posible, conviene añadir una risa maníaca al final. ¡He creado un monstruo!, demonios, ¡he creado un monstruo! Porque, en cierto modo, este libro que sostenéis entre vuestras manos es una creación mía. Indirecta, pero mía. Todo empezó con una calabaza y un relato. Sí, como si de una semilla metafórica se tratase, la génesis de esta antología tenía que tener menos de 5000 palabras. No son pocas, pensará alguno... alguno que no sea Nachob, claro. Este es el primer ingrediente secreto que ha hecho que este maquiavélico plan funcionara: a Nachob le das una idea (ni siquiera hace falta que sea original; casi es mejor, de hecho que no lo sea), apenas una chispa, y ya tienes un incendio. Pero no porque le guste meter relleno en sus historias, sino porque estas son, en su mente, una cadena en la que no paran de engarzarse eslabones: cada acción tiene sus consecuencias, y estas pueden ser tan apasionantes como la idea primigenia; cada personaje tiene un trasfondo, y cada trasfondo se imbrica con tantos otros. ¿Veis cuántas combinaciones existen para crear un tapiz inextricable que se extiende como una brea maligna? Yo solo puse un tema. Y era muy genérico. Hablo, por si tenéis curiosidad, de Calabazas en el Trastero: Tijeras. Nachob puso varios miles de palabras más de la cuenta. Dio a luz Casa ocupada. La primera versión doblaba ya el límite orientativo de la convocatoria, pero, aun así, me preguntó si creía que podía entrar en la antología. Yo le dije que, si quería, lo intentara, que ya decidirían los jueces, pero que sería mucho mejor que, en vez de podarla, la dejara florecer y la convirtiera en una novela corta. Era una proposición que no podría rechazar. No él. Y, obviamente, no la rechazo. El resultado es, probablemente, la mejor historia de casas encantadas que haya leído de un autor nacional. Es inquietante, siniestra, grotesca, excesiva y fascinante. En sus habitaciones encontramos ternura, odio, asco, claustrofobia y, por supuesto, terror. Las tijeras quedan sepultadas por una maldición primigenia y abisal infinitamente más interesante que la idea de partida. Como me encantan las novelas cortas, le sugerí que nos la mandara a Saco de huesos para que, si mis socios estaban de acuerdo, la publicásemos en la línea A sangre. Pero, por

supuesto, las cosas no iban a ser tan sencillas. Nachob necesita dar varios puntos de vista. Pedirle que presente una obra en solitario va en contra de algo asentado profundamente en su interior (algo tentacular y viscoso que se alimenta de los quebraderos de cabeza de quienes osan publicarle). Por ello mentiría si dijera que me sorprendió cuando, meses después, me presentó la versión “definitiva” de Casa ocupada acompañada de dos novelas cortas más: La ciudad inhabitada y El hombre que soñaba con mariposas. No conocía ninguna de las dos y me resultaron igualmente fascinantes. Quizás con la segunda tenía más dudas en cuanto a temática, ya que bascula, poco a poco, hacia la ciencia ficción, algo también muy propio del autor, pero me dije que, en efecto, creaban un buen triángulo. Un libro con tres novelas cortas, además, resulta más sólido para algunos lectores. Sin más, pasó al comité de lectura. Y siguió mutando, y creciendo. Pedro Escudero, el siguiente en leerlo, se mostró de inmediato entusiasmado y, es innegable, contagiado del espíritu de Nachob. Quería publicarlo, sí, por supuesto, pero también incluir una serie de relatos breves que ya conocía del autor y que, según sus propias palabras, “permitirían al lector descubrir el auténtico sabor Nachob”. Tenía miedo de que tres novelas cortas no mostrasen todos los matices que es capaz de abordar este. De ahí viene la media docena de relatos que articula las tres novelas cortas, que son buenas muestras del género fosco: historias policíacas, de novela negra, de fantasía gore, de rituales arcanos, de melancólico realismo... Un mosaico lleno de tonalidades de gris. El monstruo seguía creciendo, ¡había alcanzado más de diez veces su tamaño inicial recomendado!, y estaba dispuesto a meterse en mí. Y yo, por supuesto, estaba encantado con la perspectiva. He creado un monstruo. Antes era un tipo que soñaba con historias. Ahora hace llorar a los lectores, les pone el corazón en un puño, les lía la cabeza con mundos que no existen, les hace cuestionarse los cimientos del nuestro. He creado un monstruo. Uno que cuenta historias. Y os aguarda al otro lado de este prólogo. Espero que lo disfrutéis tanto como nosotros. Y, también, que la criatura tentacular que esconde en su interior me deje dormir un par de días. O me invite a unas cervezas.