El hombre y su enigma

El hombre y su enigma Dato bibliográfico: Gesché, Adolphe. El hombre y su enigma. En: Dios para pensar. El mal. El homb

Views 221 Downloads 1 File size 2MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

El hombre y su enigma

Dato bibliográfico: Gesché, Adolphe. El hombre y su enigma. En: Dios para pensar. El mal. El hombre. Salamanca – España: Ediciones Sígueme, 1995.

1

El hombre y su enigma

Lo desearíamos, sin duda, pero no somos del todo transparentes a nosotros mismos. Acaso haya que comenzar por ahí para comprenderse bien. El hombre es ese ser en perpetua búsqueda de su humanidad y del secreto que ella encubre. Cuestión que no tiene nada de académica. Es existencial: cercana a las cüos.tiones de nuestro destino. Pues presentimos que el hecho de inclinarnos sobre el brocal de nuestro propio pozo acaso nos conduzca al sentido de nuestra vida. Que no tenga que decir un día: ..¿He pasado de largo?>>.

El reto es soberbio e

inquietante, pero también terrible y

amenazador. No habría que equivocarse sobre el hombre. Es menester que . En esta pregunta sobre nuestra identidad concruren rnuchos factores: la ciencia, la afectividad, el'arte, la preocupación por los objetivos, la religión, la vida individual y en sociedad, la técnica, etc. También convergen algunas mediaciones: la familia, los otros, las Iglesias, el mundo y la naturaleza, la acción, etc..Pero, aunque así dispongamos de

los hilos de la trama que constituye aL hombre, se impone evitar las trampas que nos acechan: todo lo que nos reduzca a los estrechos límites de nosotros mismos, como, por neuchos de

ejemplo, una confianza excesiva en la racionalidad o en la acción. Asimismo, en el fondo y en lo secreto'de todas estas cosas y de todas estas mediaciones -ya que todo esto no basta para expresar todo el misterio- se encuentra el reino de los signos: esa iniciación que nos hace nacer verdaderamente al mundo y

que nos permite descifrarnos. Nosotros hemos sido educados (e-ducere: conducir a partir de/hacia más). A todos, oD cuanto

r94

EI hombre

El hombre y su enigma

19s I

somos, se nos ha puesto en el mundo gracias a una tradición (tradere, o sea, trans-dare), que nos transmite una herencia, nos propone proyectos y nos inicia en la invención. A fin de cuentas, es necesario que todo eso se nos transmita. En un verso enigmático, del que unas páginas de Hannah Arendtr constituirían un espléndido comentario, el poeta René Char se expresa así: . ¿Qué quiere decir? Que efectivamente esta generación dispone de una herencia, de una tradición, de un patrimonio. Por consiguiente, hay algo. Pero no hay ningún testador ni notificador, ni que haga señas y le diga: ¡Oye!, (Goethe). Todos nosotros estamos ahí para hacer señas al heredero de la humanidad y transmitirle sus riquezas. Elie Wiesel escribe que hoy es capital rcalttzar una 2. Lo que Jacques Attali expresa asimismo en su novela I^a vida eterna.' 3 . La tradición de los signos no tiene nada de enajenación en el pasado. Es la transmisión de lo que constituye nuestra memoria de hombres y mujeres de esta tierra. > (fragm. 93). No enuncia, como si pronunciase palabras definitivasr eüe bloquean todo porvenir y

toda libertad. Tampoco se calla

-otra dejación-,

como si no

hubiese nada que decir. Signffica: hace señal, indica, muestra

lo

-pistas, senderos- y al mismo tiempo invita al a emprender el desciframiento de su nuevo y

:

que ya existe

propio camino. ¿Podría existir mejor emblema de nuestra misión? Perffechado, con estas citas, ffie pregunto ahora por lo que la fe en Dios éste es nuestro propósito en la aventura de este libro- osa -que aportar a la búsqueda común. Si nos remitimos a los numerosos testimonios de nuestras expresiones más espontáneas

l. 2. 3.

;

'

H. Arendt, I-a crisi de la cultura, Barcelona 1989,7-28. E. Wiesel, L'oublié, Paris 1989. J. Attali, La vie éternelle, Paris 1989, 376.

'pero entreveradas, nuestras palabras-clave, amplio. Es aquí, a rni modo de ver, donde

r96

El hombre

se determirs, al menos en parte, lo que está en juego en nuestra tarea de hombres y de creyentes confusos, pero interpelados los unos por los otros. Arranquemos esta vez de una cita de Thierry Maulnier: >a. Es evidente que el hombre tendrá siempre necesidad de racionalidad. Somos zoon logikon, , según la definición de Aristóteles. Sólo esto justifica ya nuestra tarea. Y ese empeño de racionalidad se impone tanto en rnateria de fe como en otros ¿imbitos. La teología halla su legitimidad y su pertinencia en ese deber de vigilancia intelectual, para que ia fe y la religión no se conviertan en superstición o en átgo áberrante -peligro siempre presente-. Para no ir a la deriva y prevenir las contramarchas, siempre posibles (en nuestra propia-cás a y no sólo en la de los otros), del obscurantismo, del fanatismo del i integrismo. Este deber de racionalidad se lo debemos a todo ,

hombre.

Con todo y so pena de rec aer en idéntico error si se lo ignora, el hombre no es sólo racionalidad y luz. EI hombre es timbién enigma. (Angelus Silesius). Hay en nosotros algo sin límite ni comprensióñ posible, que permanecetá siempre y que es incluso constitutivo de nuestro ser. Uno no se construye sin contar con ello. Aprender a vivir y a estructurarse con lo enigmático rne parece que es, en los tres niveles indicados (incluido el religioso), un secreto para la edu-

cación del mañana. He aquí por qué he tenido interés en recordar el oráculo de Delfos. A Edipo, Quien acaba de plantearse o se le plantea la pregunta sobre lo que es (