El Consumo Me Consume

Recensión del texto; “El consumo me consume” (Moulian, T., 1999) Juan José Simpertigue Contreras El consumo como problem

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Recensión del texto; “El consumo me consume” (Moulian, T., 1999) Juan José Simpertigue Contreras El consumo como problemática El autor comienza hablando que el consumo “es una operación cotidiana e imprescindible que está ligada a la reproducción material pero también espiritual (Cognitiva, emocional y sensorial) de los individuos” (Moulian, 1999:9). El consumo está íntimamente ligado con el trabajo y su principal objetivo es el intercambio material. Pero, pese a ser una actividad importantísima siempre está en tela de juicio, ya que se puede catalogar el consumo como una patología o una desviación. Es por ello que es importante aclarar los problemas que trae consigo el consumo. Autorretrato de un consumidor obsesivo Tomás Moulian confiesa ser un consumidor obsesivo y vicioso, apasionado por la gastronomía, los libros y los viajes. Es así, como el gasto y el endeudamiento carecen de importancia con tal de satisfacer esa necesidad imperiosa de placer. ¿Qué significa que el consumo se instale como placer? Según la moral cristiana, la austeridad es la principal arma a favor del autocontrol y la solidaridad. De esta forma, se busca renegar lo terrenal (ascetismo) y glorificar lo espiritual, siendo su aliado la solidaridad. Según Weber, existe una vinculación del ascetismo puritano con la emergencia del capitalismo. Es así como, se justifica moralmente el consumo cuando es únicamente necesario, y se considera un despilfarro cuando es un goce. Nace de este modo, una unión inseparable entre consumo y placer, un goce que viene a satisfacer las necesidades de confort de los individuos.

Consumo, deseo, placer El autor narra que en las sociedades modernas podemos encontrar tres figuras ético-culturales; la asceta, la hedonista y el estoico. Para el asceta el sentido de vida es realizar objetivos trascendentales, negándose a sí mismo en busca de la salvación. Los ascetas son personas dispuestas a dar su vida por un objetivo en específico, siendo la moral su eje y motor. Es por esto que para el asceta, los placeres y goces están subordinados a las finalidades trascendentales que le dan sentido a su existencia. En la vereda contraria se encuentran los hedonistas, que sólo responden a los placeres que le ofrece la vida. El autor explica que para el hedonista “el deseo no constituye en sí mismo un goce, puesto que sólo encuentra sentido en la consumación, por tanto, se tranquiliza exclusivamente en la realización vertiginosa, en la voracidad. Todo limite le parece una negación, cualquier control, interno o externo, una represión” (Moulian, 1999:17). Podemos concluir que el hedonista es un consumidor compulsivo, un consumidor inquieto y desesperado por una satisfacción que nunca ha de acabar, cuyo fin último es el deseo y placer. Entre el hedonista y el ascético, se encuentran los estoicos, cuyo centro es el deseo. De esta forma, el asceta practica la anulación del yo, mientras que el hedonista la anulación del nosotros. El estoico representa la figura moral en donde el deseo de consumo es compartido, configurándose un vínculo social cuya base es el deseo. El consumo se transforma en el eje del deseo, un eje que permite la consolidación del capitalismo.

El consumo como tipo de deseo El deseo que motiva al consumo es la adquisición. Este deseo se relaciona íntimamente con el confort y el ocio. Tomas Moulian nos explica que existen tres tipos de vínculos distintos relacionados con los objetos; relación instrumental (utilidad y uso), relación simbólica (los objetos poseen relaciones afectivas) y la relación estética (amados por su belleza). La adquisición es un comportamiento artificial, una operación cultural necesaria para reproducir el capitalismo, cuyo fin último es la acumulación. La cultura y moral existente en la actualidad alientan al espíritu adquisitivo, un deseo (por el confort y la entretención) sustentado por el pensamiento hedonista, influenciado por un discurso consumista, una publicidad seductora y una ideología capitalista. La construcción hedonista del mundo El principal causante de la instalación del deseo como el centro de todo individuo fue el capitalismo. Es así como un pensamiento hedonista comenzó a invadir el inconsciente de los individuos; impulsos voraces comenzaron a emerger del interior de cada persona, impulsos influenciados por el vértigo, la velocidad y el deseo imperioso de consumir. Este pensamiento hedonista da origen a una cultura del consumismo, un consumo vertiginoso que entrega el “gozareis ahora”. Esta nueva cultura es alimentada por la publicidad, promulgada sin cesar por la televisión. La legitimación de una nueva cultura hedonista es increíble, primeramente encontramos que la compensación del trabajo excesivo por parte de la mayoría de los ciudadanos es el consumo. En segundo término, encontramos que la pobreza se ha naturalizado de tal manera, que se legitima y se configurado una cultura de la meritocracia. Se valida y se legitima una desigualdad existente entre las distintas clases sociales fundada por este pensamiento hedonista. Para que la cultura hedonista no sea cuestionada es primordial dar muerte a los motivos trascendentales que orientan a los sujetos ascéticos y estoicos, esta función la cumple el neoliberalismo, aplicada en casi toda Latinoamérica.

Tomás Moulian sintetiza todo los mencionado anteriormente y narra que “el desarrollo y expansión de una matriz cultural individualistahedonista…han hecho culminar la mercantilización de las sociedades y producido por tanto el aburguesamiento de la cultura…se trata de sentidos de vida centrados en una visión individualista de la realización humana, lo cual exige eliminar las motivaciones altruistas, y despojados de carácter trascendental entra-mundano o extramundano” (Moulian, 1999:26)

Capitalismo y despilfarro El despilfarro económico gobierna la sociedad actual influenciada por el capitalismo. Este despilfarro se presenta de dos formas distintas; como sobreoferta y un consumo excesivo por parte de una pequeña población. Esto provoca una ceguera del mercado promovida por la obsolescencia planificada y la innovación, al igual que una desigualdad social legitimada. De esta forma, el pensamiento hedonista-individualista se valida y se legitima, permitiendo la explotación de una gran parte de la población y el enriquecimiento de unos pocos. Podemos así evidenciar que impera en el inconsciente colectivo la lógica de una mayor ganancia, fundada en la pasión y goce del consumo; todas las personas no importando su clase social, están desesperadas por trabajar laboriosamente, esperando un salario que gastaran satisfaciendo sus placeres más deseados. Para facilitar el consumo a quienes no posean los recursos necesarios, se les ofrece créditos como una salida. Tomás Moulian nos muestra que el capitalismo para estimular constantemente el consumo se ocupan dos lógicas principales (semejantes a las que nos narraba Sennett); la del desgaste y la innovación. El consumo así no para y atrae a los consumidores con sus nuevos productos, productos que poseen innumerables beneficios y atracciones para los usuarios. Al igual como mencionaban los autores previos (Sennett e Ibáñez), Moulian resalta que la diferenciación y la estítica del producto vienen a ser los pilares del consumo.

La fetichización del dinero Si es objeto de deseo el consumo, también lo es el dinero. Moulian distingue dos funciones del dinero en la actualidad; reproducción (inversión para obtener más dinero) y gasto (intercambio por bienes o servicios). Si el pensamiento ascético promueve la austeridad y al gasto necesario, la disposición hedonista conduce al gasto, el consumo desenfrenado y sin control, y para ello el dinero cumple un rol fundamental. La trasformación simbólica que adquirió el dinero en las sociedades capitalistas es impresionante, siendo el centro y la obsesión por todos, “el dinero se hace poder, identidad y felicidad” (Moulian, 1999:33). Poder porque el dinero entrega a su poseedor la capacidad de realizar todos los sueños y metas posibles. Identidad porque el dinero define a las personas. Felicidad porque se ha reducido el concepto de felicidad a un mero crecimiento material, la adquisición que brinda confort. Esto ha provocado la fetichización del dinero; se ha llegado al extremo de adorar y glorificar al dinero, por el poder simbólico que representa en las sociedades capitalistas, siendo el estatus y el beneficio material sus principales armas. De esta forma, la felicidad solo se ha reducido a un simple bienestar material, transformando la moral y las prácticas existentes. Las instituciones de facilitación del consumo Para facilitar el consumo vertiginoso y dar sustento a un pensamiento hedonista-individual se necesita de una estructura que masifique el consumo. Para ello se han creado instituciones que entregan créditos a las personas, siendo principalmente estas; las tarjetas de crédito, préstamos bancarios, etc. Estas nuevas estructuras vienen a incrementar el consumo, al igual que la instantaneidad de esta. El deseo es consumado rápidamente y es necesario un estímulo nuevo. De esta forma, todas las personas de se sienten parte del sistema gracias a la democratización del crédito.

Este dispositivo es el nuevo integrador social, facilitando la cadena de dinero-mercancía-dinero, legitimando la explotación al trabajador, naturalizando las nuevas prácticas asociadas al consumo y a una nueva sociedad cuyo centro es el dinero y los beneficios que entrega.

Comentarios En la actualidad impera y gobierna una cultura y un pensamiento hedonista-individualista, cuyo centro es el deseo y goce del consumo. Este consumo se le ofrece al individuo como la solución a los problemas existentes, no lo cuestiona y se apropia de él. De este modo se desvalora el trabajo y se sobrevalora el consumo; trabajamos para poder tener dinero que posteriormente lo invertiremos en nuestros deseos de confort y goce. Para poder mantener esta cultura hedonista-individualista se necesita de pilares que la sustenten, de este modo, la publicidad, como medio de persuasión, apelando en nuestro inconsciente en el “gozareis ahora”, tal como lo decía Jesús Ibáñez en el texto Publicidad; la tercera palabra de Dios. Otro pilar fundamental es la televisión, ya que es fundamental en la propagación de una nueva cultura, legitimando y naturalizando el consumo como deseo y placer. El tercer y último pilar, es el neoliberalismo, sistema que legitima las desigualdades y da origen al sistema de la meritocracia. En definitiva, Tomás Moulian sigue la misma línea argumentativa que los autores que hemos visto en clase (Sennett, Ibáñez, Adorno, etc.), en donde el consumo ha privado de libertad a los individuos, cegándolos y construyendo una realidad que solo ha de beneficiar a los grandes capitalistas y empresarios. De esta forma, se crea una cadena del consumo, en donde las grandes instituciones bancarias y empresariales cumplen un rol fundamental, llamando constantemente al consumo y al no cuestionamiento de lo social.

Para concluir, el consumo no solo afecta el ámbito económico sino más bien, afecta considerablemente a la política. Moulian dice que “pese a esta disparidad (de ingresos) no se han producido protestas globales de los sectores más afectados, ni se vive entre medio de manifestaciones sociales. La sociedad parece haberse habituado al orden neoliberal, originado en una dictadura sangrienta” (1999:45). El consumo al igual que el dinero nos ciega, nos enreda en su tela de araña y nos sitúa en un laberinto tenebroso, cuya única salida es el consumo y placer. Bibliografía Tomás Moulian (1999) “El consumo me consume”. Ediciones LOM, Santiago de Chile.