Conciencia COSMICA

CONCIENCIA CÓSMICA Felicidad, amor y otras yerbas Maximiliano Galin Índice Introducción 1. Paciencia y conciencia 2.

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CONCIENCIA CÓSMICA

Felicidad, amor y otras yerbas

Maximiliano Galin

Índice Introducción 1. Paciencia y conciencia 2. El dolor 3. No te hagás la víctima 4. Los celos, ¿qué pasa? 5. Carta para un deprimido 6. Cuestionamientos de un Ser Feliz 7. Las apariencias engañan, o primera necesidad 8. ¿Bueno o malo? Vitalidad conciente 9. Carta a quien se quiera hacer cargo 10. ¿Existe el Amor perfecto? 11. Vulnerables y fortalecidos 12. Muerto estoy 13. Mentir es pérdida, la verdad 14. La valoración 15. La incertidumbre 16. Sinceridad, ante todo 17. Un sueño despierto 18. Oscuridades 19. Maquiavelo, vos y yo 20. Contradicciones (diario de viaje) 21. Polos armónicos 22. Verdades de mi amor 23. Es lo que es, o soy lo que soy 24. Los sueños, ¡realidad, inconsciente! 25. Ponele ganas, ponele amor 26. Elegir, distinguir, vivir feliz 27. Constancia 28. Puesto en juego, o soltá y jugá 29. La Revolución empieza por casa 30. Ser niño 31. Saber ver 32. Careta 33. Sin palabras

Introducción

Me embarga, en principio la alegría de haberlo mantenido en el tiempo, de haberme animado a sacar a la luz algo que en su comienzo no tenía forma y fue tomando volumen dejando que se sucediera lo que quería hacerse presente. Como el vivir mismo, sólo que en el medio escrito había una reticencia particular, quizás porque sabía y me creo que por ahí va una gran parte de mis venideras actividades y emprendimientos.

Escribo desde que el mundo empezó a sobrepasar mi claridad conceptual básica, desde que el enfrentar situaciones de adolescencia me dejaban la cabeza latiendo de ideas confusas y mezcladas por el ánimo cambiante. Allí, decidí empezar a contarle al papel algo de todo eso que me aquejaba para ver si bajado en formato tinta y firuletes con significado podía adquirir consistencia lo que me daba vueltas incesantemente. Y así fue.

Escribir lo siento como un acto liberador, de entrega, de comprensión del propio mundo. Es dejar que del menjunje mental salga lo que prima, lo que se prioriza en su supremacía de recorrer todo el interior de mi cuerpo, desde la sien, para pasar raudamente por el corazón, seguir su trayecto por los brazos –que en inglés se dicen arms, muy cercano a armas- y sale por las manos y los dedos para unirse a la herramienta que tenga eventualmente a mano para, en sus movimientos ascendentes y descendentes, dibujar las letras que representan lo que ando queriendo expresar. Será por eso que me gusta escribir con pluma. Una vez, flasheé que eran mis dedos los que sacaban la tinta que me permitía escribir. Como sea, el acto de escritura es una extensión corporal que nos permite dejar asentado aquello que sino, por la velocidad en la que se suceden los pensamientos, sigue de largo. Es interceptar lo relevante y que después quede, para poder ser releído y, ahora descubro, compartido para ver qué resuena en otros.

Durante mucho tiempo mis cuadernos Rivadavia decía que eran mi terapeuta II. Dos porque fue en la misma época en que empecé a ir al psicólogo, y se ve que había abundante material para sacar afuera lo que ocurría adentro. Tuve períodos de pelea con mis escritos donde, creía, salía en forma de prosa vacía, simplista desde mi modo rebelde de verlo. Todo era –y es- necesario que se exprese.

Por eso elegí llamar No Neurosis al espacio, el blog que a fines de 2008 me decidí a abrir y que en 2011 mutó a Divinidad. Porque la escritura me ayuda a sacar ese lado, que conservo como un ideal de vida, y como tal asumidamente inalcanzable, pero no por eso menos buscable. Fomento y pregono esa práctica, en mi y quienes me rodeen, porque intentar actuar de forma desneurotizante en la ciudad en la que vivo, donde la interacción es incesante y mucha gente vive en el sufrimiento y la congoja, si no en la queja, el enojo y la desazón, es una tarea titánica. Es una lucha sin cuartel que no pienso abandonar, porque a fuerza de dedicación, lo que estemos buscando se hace materia.

La búsqueda de la divinidad interna es la consigna de vida para que los proyectos y propuestas que encare salgan con la liviandad que ameritan, para no estar atado a ningún sistema perverso, para que al dar a conocer lo que me parece, sabiendo recibir las devoluciones del caso, pueda darle consistencia a la propia opinión sobre el tema que me embargue. Es el mecanismo que seleccioné entre los tantos que me invadían para que el mundo tenga el molde que yo quiera darle.

Y que venga lo que tenga que ser, hacerse cargo, porque al ser así de vehemente y sin mucho filtro (un poco no viene mal a veces) los comentarios vuelven con la misma intensidad. Habrá quienes no se bancan esta construcción tan a la vista de todos, pero hay más que me devuelven su buena onda y resonancia del momento.

Animarse a sacar y expresar también enseña que ni uno ni el otro deben ser tomados con tanta importancia. Y no es que minimizo la devolución, faltaba más, pero entiendo que tanto el elogio como la crítica son algo que le pertenece a aquel que lo dice y por algo siente necesidad de hacerla. Yo sólo apunto a crear comunidad de interesados en la reciprocidad, obviamente que les guste lo que hago, para así compartir la imperiosa búsqueda que todos llevamos adelante –sin distinción- de vivir cada día un poco mejor.

Y estas palabras, con su volumen adquirido, ya expresan eso, mi mundo, mi modo de entenderlo y sacarlo a la luz, no perdiendo de vista el eje central de la escritura, que alguna vez me transmitió un amigo existencial, y que comparto 100% tras hacerlo carne: hay que priorizar la CANTIDAD por sobre la CALIDAD para que salga lo que andamos buscando. ¡Vaya si es así!

Habrá escritos mejores y peores, más claros y directos, y otros con rebusques intrincados y subliminalidad neurótica escondida. No importa, la perfección no existe y hay que seguir recorriendo el camino que marcan los renglones grises que alinean el propio pulso y nos hacen dar vuelta la página con una intempestividad pasmosa, no sea cosa que se nos vaya aquello que estábamos queriendo transmitir.

Y una vez que desagotamos, que vemos las hojas llenas de palabras, muy comunicativas y con la sensación de realización por haber podido dejarlo plasmado, sí, ahí sí, salir con esa efusividad al mundo, a contárselo, o reposar, en la tranquilidad del deber cumplido.

Paciencia y conciencia Todo lo que va, vuelve. El dominio sin posesión, la búsqueda de la inevitable y natural elección de caminos, y acompasar sin necesariamente verse involucrado. Despacito que nadie apura.

Todo lo que sirva para crear conciencia es bienvenido. Lo que aporte al esquema de trabajo personal es lo que terminará consolidándose en afirmación y ganas de ir por la instancia siguiente.

Revolución creativa de limpieza de casa para dejar feliz a quien nos recibió. Nuevamente, constatación de que en el HACER está la respuesta al problema que haya. El plano activo despierta las energías dormidas, las que se dejan morir marchitosamente, hasta que alguien elije desempolvarlas y darle luz, darlas a luz.

Somos un constante cambio, una evolución, un tomar y dejar continuo en fluidez recíproca que permita sacar lo mejor de sí. A medida que nos refugiamos menos en la certidumbre de lo ya recorrido, más daremos rienda suelta a la multiplicidad de eventos posibles. Digo lo que pienso, trato de hacer lo que quiero, y debo lo que no pago. Pago con mi presencia, y desaliento al que la juega de callado, no será ningún tarado, ni dotado de sangre sin venas. Da pena, lo siento, ¿necesitará escarmiento? ¿A qué le temés? ¿Qué te da pavor y miedo a enfrentarlo? Al reconocerse conducto no hay otra vía que la conciencia para clarificar y brindar clemencia. La paciencia nunca se acabó.

El dolor Esa maldita, en primera instancia, sensación que es el dolor puede tener variadas lecturas según el foco con el que se decida abordarlo. Con buena conciencia, el dolor es el paso previo necesario para ver el mundo con una posición más de niño, más despreocupada.

Aquel que realmente sufrió sabrá darse cuenta que mucho de lo que luego se presenta como un problema no es más que un obstáculo más en el camino, el cual podrá superarse con perseverancia.

El experimentar el dolor abre las puertas a nuevas visiones. ¿Quién tiene ganas de sufrir más de lo necesario? Sin embargo, a veces nos construimos realidades dolorosas, sólo para revolcarnos en la angustia. No sense.

Focalizar en lo que produce el dolor, y buscarle la vuelta en tono humorístico siempre es la mejor receta para hacerle frente. ¿Hay un antídoto más efectivo que tomarse con risa aquello que nos atormenta?

Sin pensarlo surgirá la solución. Y otras veces no tiene solución, por lo cual sólo resta hacerse amigo de la sensación. Saber que no siempre pasa por omitirlo o extirparlo rápidamente.

Cuanto más nos animemos a convivir con él, menor preocupación nos generará estar doloridos. Debe aceptarse como parte de un proceso. Y confiar en que ya se irá, cuando menos lo encerremos. Más bien hay que ventilar, abrirle todas las ventanas posibles para que fluya y nos invadan otras nuevas sensaciones más gratificantes, pero no por eso menos intensas.

El dolor es intensidad que se expresa en clave de padecimiento y que nos abrirá paso al posterior placer. Placer de no estar sufriendo más.

No te hagás la víctima No hay víctimas ni victimarios en esta realidad bien leída. Y uno se hace cargo de los propios aciertos y errores. Buscar culpables de lo propio es inconducente y genera un hábito neurótico difícil de desterrar, porque inconcientemente opera en nuestra contra. Sos vos y tus circunstancias. Nadie más. Sí, luego los agentes externos operan en función de lo que ven de uno, pero no hay amenaza latente que valga.

Vale más la realización propia que cualquier otro pensamiento, porque desde esa base la interacción posterior está dada desde la alegría misma de vivir y se da a conocer lo mejor de cada uno. No más paranoias inventadas. Sólo llevan a la inacción por temor o resguardo.

A sacar lo mejor de sí, y evaluar, ver qué tiene el otro para ofrecer. Si no sirve, se descarta, y sino se suma a la propia ola de barrenamiento personal. Porque cada cual navega en su río, y se acoplan los que estén al ritmo, sin importar ni juzgar sus modos, tan sólo acompañando.

Tirarse abajo y hacerse el deprimido es tanto más fácil que afirmarse en los propios actos… Ser víctima nos garantiza que alguien tendrá que acudir a socorrernos. En cambio, hacer pie en el logro nos enfrenta a un mundo que nunca recorrimos, por el sólo hecho que estamos en el lugar que nunca estuvimos y que deseábamos estar. Una dificultad inabordable por momentos.

Darse espacio para reposar, sin retroceder, en lo alcanzado, nos permite recobrar fuerzas para luego, repuestos y habiendo apreciado el panorama desde esa nueva perspectiva, poder arremeter con las renovadas metas propuestas.

¡Ni un paso atrás! No más deudas o creencias falsas, hay que buscar los objetivos fijados, y conseguirlos, sin por eso estar fallando a ningún mandato mal dado. Todos celebrarán el logro personal, porque si algo prevalece en el entorno alcanzado es el amor. Por momentos, insano, pero ya con conocimiento de causa de cómo salirse y hacerlo resonar en forma amena y gustosa. A por ello. No hay víctimas posibles si se hace lo imposible. No hay imposturas sin apelar a la cordura

Los celos, ¿qué pasa? Fiel a tus sentimientos. Es la única fidelidad que se puede prometer, jurar, asegurar para el concepto “de por vida”. ¿Hasta que la muerte los separe? ¿Es necesario? ¡Cómo cuesta que salga, eh! Con menos prisa que apurados, en estado de mantra, tantra, meditación o lo que cada cual necesite para su reflexión. Introspección. ¿Intromisión? Perdón. Por favor. Faltaba más. ¿Te hace falta más? La seguridad es lo que se pretende cuando se teme perder. Perderse. ¿Hay algo más por atar para que no se suelte o vaya? Incierto es el amor y se ve qué pasa. Muere lo que tiene que, se marchita y florece lo que pasa, y la esperanza es el manjar con el que sucede y pasa el encuentro de cuerpos que se abrazan. Habrá fluido la energía, y en ese estado de elevación pudiste percibirla con tus ojos que pasan, y que canalicen la envidia o la desazón de querer ser pretendido, deseado, hay que dejar que pase, porque más allá de lo ilusorio está lo que pasa cuando está con vos.

Carta para un deprimido Cuando uno se encuentra con alguien que se manifiesta deprimido, que está invadido claramente por un estado de depresión, o bajo cierto estado catatónico, suele ser difícil decirle algo por lo que puede ocasionar o repercutir en la persona.

Aún a riesgo de equivocarme, ensayo una serie de respuestas posibles, ante la presencia de gente que transmite esa sensación a flor de piel:

1) Sabé que la vida es más que lo que estás pudiendo ver ahora.

2) Entiendo que tengas que tomar tal o cual cosa para apaciguar el dolor, pero si no empezás por confiar en vos, no vas a poder salir. El remedio es peor que la enfermedad.

3) Sí, hacé las cosas de a poco, a tu ritmo, pero no temas a que te invada un abismo de cosas o temas por dedicarte, eso es salud, deseo de más, y no debe ser desechado.

4) El miedo o la expresión de temores no te van a llevar a ninguna salida satisfactoria.

5) ¿Sabés el mundo que hay afuera esperando que le hagas frente?

6) Si querés salir, animate a matar simbólicamente a tus padres, sino el enredo se acrecienta, porque trae carga pesada.

7) OK, es difícil porque no es racional la depresión, pero convengamos que es el pensamiento intrincado el que te hace retorcerte y cuestionarte más de la cuenta, así que ¡abandoná ese método ya!

8) Entrale por el lado que te paralizó. Si fue algo corporal, dedicate y demostrate que tu cuerpo es una máquina en buen funcionamiento. Si el patatú fue mental –siempre lo esadiestrá tu cabeza para que sea funcional a tus búsquedas.

9) Dejate ayudar, nadie quiere hacer el daño adrede, y menos si estás como un pollo mojado pensando que todo opera en tu contra. Generalmente, la maldad la hacen los deprimidos o descreídos del amor.

10) Si nada de esto hace mecha en vos, y no tenés nada que hacer, salí a correr, sin rumbo definido, nunca hace mal, y tras un rato las endorfinas se liberan y te activan. Algo de positividad tiene que asomar.

11) Cesá de pensarte. Verdaderamente, aprender a escuchar y ver qué te ofrece y regala el afuera es un arte, pero empezá por dejar de creerte el epicentro del mundo y sabé que lo que le pasa al otro es tanto o más relevante que tu ombligo sucio y ultra-analizado que sangra por no saber ver más allá de sus narices.

12) Y finalmente, lo más importante es que te animes de una buena vez a CAMBIAR, a ser consecuente con tu deseo y cambiar los malos hábitos. Así, todo indefectiblemente empieza a tomar COLOR.

No hay crecimiento sin esfuerzo, no hay dicha y alegría sin animarse a atravesar tempestades. Toda afirmación severa, terminante, categórica, tiene un dejo de insatisfacción y otro tanto de inseguridad. Y aprendé a perdonar para saberte liberado.

A manejar se aprende andando, y los melones se acomodan solos en el carro. Que estés bien, de corazón.

Cuestionamientos de un Ser Feliz Mi problema es ser feliz. Tengo una necesidad extrema de resolver situaciones problemáticas. Mi esquema central de trabajo es obstáculo-solución. Por ese mismo mecanismo aceitado puedo aseverar que soy feliz. Haciendo lo que me plazca cuando se me cante. Ser Feliz no es ni más ni menos que eso, por más vuelta que se le quiera encontrar.

La primera instancia a abordar, para alguien que quiera saber si es feliz, es tomar noción de todas las cosas que hace de y en su vida, y si en su totalidad le generan satisfacción. Quien sí, ya pasó a otra etapa. Sabrá de qué estoy hablando. Quien no, argumentará que no se es feliz eternamente, sino que se da por momentos. Es posible, ¿y si esos momentos son parte de todo nuestro día? ¿Se puede lograr?

Sé que de movida puede sonar chocante, y hasta pedante en algunas almas sensibles, pero se trata del PRINCIPIO de BÚSQUEDA de SATISFACCIÓN personal el que determina cuan feliz o no nos sintamos en este mundo. Después se podrá meditar la capacidad de querer de cada cual, las fuerzas para desarrollar y afirmar esa concreción. Ese es otro tema, pero la SATISFACCIÓN que se persiga en los temas que encaramos es crucial para entender si somos capaces de ser felices.

Ahora bien, un Ser Feliz puede vivirlo y serlo de distintas formas. Y en mi caso me toca ser el cuestionador de la felicidad. Aquel que, por cómo vino preseteado, siempre está buscando la pregunta y la respuesta a las situaciones que se presentan. Según el estado de ánimo sabrán ser positivas o negativas, a todos nos pasa, y rara vez no encontraré algo para mejorar y corregir. Siempre dependiendo quién lo mire, puede ser visto como una virtud o cualidad, o un defecto de fábrica.

Esta misma capacidad puede traer grandes complicaciones. Vivir en el cuestionamiento constante a nadie le cabe, y si no se sabe poner un límite termina siendo un plomo hasta

para uno mismo. Pero es más lo que aporta que lo que quita. Es una herramienta de autoconocimiento maravillosa. Nos permite adentrarnos en preguntas y planteos personales que nos hacen sacar a la luz todo lo posible. El potencial ahí es lo que cuenta. Es decir, es feliz quien quiere, pero para cuestionar esa felicidad hay que tener una inconsciencia importante, y aceptar que las cosas son como vinieron dadas.

Afirmación y quehaceres instantáneos

Para individualizarse como un ser afirmativo hay que poner un punto de partida, un comienzo de afirmación sobre determinado tema. Inyectarle ese entusiasmo revitalizador que nos hace llevar adelante un cometido.

Afirmarnos sobre la tierra, pisar fuerte, echar raíces. Desde ahí, una vez alcanzado el objetivo de autoproclamación, enfrentamos la batalla de elegir QUÉ HACER. Qué hago de mi día es una pregunta que no me puedo parar de hacer. La situación conflictiva por naturaleza humana de tener que elegir qué se hará de nuestras 24 horas venideras. O, sin ir tan lejos, en los minutos siguientes.

El quehacer doméstico es uno de los tantos quehaceres posibles en el día a día. Hay otro tipo de qué haceres y la elección es la que determina a la persona… Los hay quienes eligen dedicar parte de su tiempo diario a tareas que no les gusta. Esos serán más difíciles de convencer de esto de la felicidad posible. Esos son más bien los forros pinchados que abundan y que no sé qué deseo los mueve. Hablan de la felicidad como una utopía milagrosa. Allá ellos. Bien allá, cada cual es feliz a su manera…

El quehacer es un amplio abanico de colores que se nos ofrecen cada día que arranca. Y uno va seleccionando de acuerdo a sus deseos, sus ganas y energías del momento.

Vivir del momento

Vivir del momento es otra de las claves de un Ser Feliz. Sentir en un grado de espontaneidad y frescura que lo haga permeable a todo estímulo. Nunca dejando de lado el padecimiento de esta cualidad, que parecería ser apreciada por todos pero trae

aparejada sus problemáticas, cuándo no.

Ser permeable a todo estímulo claramente no gratifica en sus buenas oportunidades. Hay que entrenar el ojo, y el resto de los sentidos, para percibir los agentes externos, esos “malos estímulos” con que nos encontramos en la asiduidad de nuestros tiempos veloces. Particularmente para los que vivimos en ciudad. Desde un colectivo repleto de gente hasta un encuentro que nos interese pueden presentar estímulos que influirán en nuestro ánimo y pensamiento. Nuestro cerebro está continuamente recibiendo la estimulación de algún hecho.

Estará en la capacidad de asimilación de uno, tomar esa realidad para transformarla en un objeto de valor simbólico representativo o si dejarlo ir. Los que mejor perderlos que encontrarlos. Por momentos, si estamos con las defensas bajas, podemos confundir nuestra escala de valores, y dar paso a siniestros personajes o pensamientos que sólo nos desviarán en el camino que andemos buscando. Nadie es perfecto, claro está, y la senda nunca nos dijeron que sería recta. Ahí depende de la intuición, ese instinto que nos hace dejar un hábito para pasar a otro. Donde confluye la real inteligencia humana, en la INSTANCIA RESOLUTIVA, la real.

Las apariencias engañan, o primera necesidad No hay que buscar quedar bien, eso es creer que hay algo que aparentar. Si uno deja de preocuparse tanto por cómo actuar o desenvolverse ante gente, cómo mostrarse, y se ocupa más de lo que nos está mostrando y dando a entender el otro, es más probable que saquemos a relucir lo grato y bello que llevamos dentro, lo que gusta.

Estar centrado en uno, en lo que nos pasa, es valedero siempre que no nos tape el bosque, ese que está constituido por personas con intención de comunicarse con nosotros. Debemos darle entrada y calce a lo que el afuera, el otro significativo, incluso un animal o una planta, nos está queriendo transmitir.

Darle paso es nuestro compromiso de sinceridad con el mundo que nos hace felices, nuestra responsabilidad asumida con quien pretenda nuestra ayuda, colaboración, o incluso quien quiera tendernos una mano. Suena puritano, cuasi religioso, pero me refiero a las ganas que todos tenemos de tener un sentimiento recíproco, sano, que nos aporte, con quien interactuemos. Vamos a concretarlo, pues.

Si a la larga lo que hacemos es depositar en el otro lo que nos queremos descubrir, reconocer en nosotros, resonar en espejo que le dicen, mejor es saber escuchar. Y aceptar que actuaremos así, porque es ineludible.

Sólo es cuestión de encontrar a los otros con los cuales compartir en sintonía la necesidad que nos aqueja o nos posee al instante. Quiero decir, si lo que estamos buscando es un efecto, algo que nos movilice, seamos consecuentes con el afecto entonces, brindémonos como corresponde.

No vale ni cuenta mucho quejarse por lo que nos tocó o rodea si no hacemos el esfuerzo necesario para superar la traba limitante. En esos casos, nos limitaremos a aparentar, a dar a entender algo que aún no tenemos cocinado internamente y que, por ende, saldrá trunco.

Mismo con los que reclaman por más seguridad, entiendan que algo hay que hacer, activamente, incluso perder, relegar, para que todos podamos vivir contentos y no haya necesidades extremas que lleven a hacer los destrozos o crímenes que se cometen. Son gente que manifiesta su ira o frustración de ese modo. Si no empezamos a tender manos estamos en el horno. Dar para recibir, loco, no te quejes sino.

¿Bueno o malo? Vitalidad conciente La gente es buena o mala según lo que uno le saque charla o le conceda espacio para que se explaye. No hay maldad innata, es un pesar de vida expresado en exteriorización de mierda.

Todos con buena conciencia querrían hacer el bien, pero es tan grande la carga que llevan dentro que no ven lo que se pierden pensando triquiñuelas para sacar más tajada o quién sabe qué fantasía. Nada que se pague da más dicha que contemplar los movimientos de la Naturaleza. Las energías se regeneran y hay que entender que tener espacios de recarga, donde ir cuando se siente bajo de ellas, es vital para poder llevar adelante lo que se quiera hacer. ¿Qué querés? ¿Tener energías disponibles todo el tiempo? No se puede, pero llenate y rodeate de aquello que te (re)produzca esa vitalidad ansiada y trabajada. Hay que saber hacerse cargo del sueño propio, de lo que se quiere ser.

Ponerle cabeza a los actos no es más que ponerse a trabajar. El que piensa todo el tiempo en qué tiene para darle el otro, es porque no tomó conciencia aún de lo que él tiene para dar. Qué chiquero que hace el ser humano por donde pasa. No pasa por ahí.

Ser bueno, actuar de buena fe, no implica convertirse en buenudo ni que queramos pasar como víctimas. Hay que saber medir la balanza, y entregarse sin conjeturas. Ante la adversidad, muchas personas tiran como un yunque y eso no tiene retorno ni gollete. ¿Se es malo por eso? Te van a querer llevar puesto, arrastrarte hacia su pesar agobiante, porque es otro modo de querer ese. Conducir al otro a que te acompañe en tu camino de desdicha, lentamente paralizarlo, meterle miedo, y llegar a la agonía pero en compañía.

¿Maldad? ¿Bondad? ¿Quién sabe de ese juego de sutilezas cuando el barco se viene a pique? Todos manotean sus verdades como salvavidas ocasionales, intentan sostener lo insostenible y dan paso a sus pulsiones más descarnadas con tal de sobrevivir un rato más.

La vida es una. Cómo se vive, nunca nadie podrá decírtelo fehacientemente, pero sabé que no pasa por otros la decisión. Es lisa y llanamente el deseo de ser feliz el que debe guiar tus pasos, lo que te mueva. El resto es chachara, que te entretiene y atrapa, que te agobia y reconforta según lo que pasó en el día. ¿Y qué pasa con vos? No te engañes más, ya despertaste. No se vuelve de eso. Hay que vivir feliz. Y bien.

Carta a quien se quiera hacer cargo Nunca deberías negar lo que es. Más bien afirma lo que se pueda. El camino de solución es el de la distinción de los hechos que te precedieron, para así, y sólo así, poder encarar lo que vendrá sin trabas limitantes.

Existen dos posibles personas: las que se hacen cargo y las que no. Los que atraviesan sus deseos en contacto con lo que les pasa tendrán una vida dura, llena de obstáculos reales y difíciles de resolver, pero no perecerán en el trayecto. Sabrán o buscarán la forma de sortear las vallas y conseguir lo que realmente sienten. Los otros vivirán autolimitándose, sin siquiera darse cuenta, y cagándole el crecimiento a cuanta persona que quieran se encuentren. Nada es conciente para ellos. Todo sucede y se desarrolla sin que lo busquen. Les llega.

El planteo no es algo que les encaje, sino más bien lo que le formulan a otros, sin entender que son ellos los que están mal configurados. Nada (o todo) les vendrá bien porque no tienen con ellos la capacidad de decisión sobre sus propias acciones.

En cambio, en cambio el que se decide a asumir los riesgos que implica hacerse cargo tiene el mundo por delante. Las energías se alinean con sus sentimientos, el mundo empieza a jugar el juego de la comicidad, y la sonrisa tiende a aflorar a fuerza de concreciones.

Saber estar presente es un acto que no muchos seres de este planeta llegan a plasmar. Comprender la sincronicidad y la razón de ser de los hechos y las personas es algo para elegidos. Y que no suene pedante, elegidos por uno mismo. Cada cual decide si meterse en esa aventura personal que representa el asumir la absoluta responsabilidad de lo que se hace –y se deja de hacer-, el cuidado de los seres queridos que nos acompañan y, por sobre todo, quien acepta dejar de lado las dos sensaciones más frustrantes y desgastantes de esta vida terrenal: la culpa y la vergüenza. Esas que nos cierran la compuerta de la vida bien vivida, del goce pleno de la realidad.

A quien lo haya podido ver, felicitaciones, la senda está allanada para el disfrute pleno. Y quien no, mis disculpas, esto sólo te hará enojar más. Es lo que hay.

¿Existe el Amor perfecto? “Perfect love” es brindarse en un 100% a otro y que de ese lado vuelva un amor incondicional similar, nunca igual, pero sí acorde, de forma tal que el ida y vuelta sea cebador e instigador de seguir abriendo el juego hacia los horizontes que ninguno de los participantes sabe a dónde lleva. El “amor perfecto” es entregar y dejar ser la forma de actuar de cada uno, con sus múltiples personalidades, y que choquen y se unan con la del otro para siempre poder sacar algo nuevo a relucir. La abundancia y diversión a fuerza de compartir y no dejar de sacar. Hay mucho que cada cual tiene guardado en sus adentros. El amor perfecto debe tender a que salga sin prisa y sin pausa. Saberse entregado de tal forma que compartir momentos no sea más que dar a conocer –y conocer- de uno y del otro.

El amor perfecto es entender que la perfección no existe pero así se siente cuando se está con el otro. Significa que hay que aceptar que nada sale forzado; más bien estando juntos, unidos, o distantes, pero en el mismo espacio, las sensaciones y sentimientos afines se dan y consolidan como por arte de magia, sin buscarlo casi, aunque sí poniendo la voluntad y entrega para que dicha cosa, el esperado amor, florezca y saque a la luz sus frutos.

Vulnerables y fortalecidos Hay ganancias y pérdidas en el camino de conquista que uno se fija en sus días. Adquirir mayor volumen espiritual, mayor masa de consolidación, darse por seguro y a pasos firmes, genera inevitablemente una reacción -en el mejor de los casos acción- del entorno que nos rodea. Del que nos rodeamos.

Mostrarse sensible es una cosa, y vulnerable es otra. El sensible capta la esencia de lo que trasciende y se distingue en los hechos que se suceden. El que se muestra vulnerable encuentra cierto agrado en saberse endeble, frágil, sin oportunidad de afirmar su

realidad. ¿Alguna vez te preguntaste por qué algunos buscan y necesitan sentirse contenidos? ¿Por quién? ¿De qué manera?

Aferrarse a algo o alguien como si fuera el único recurso disponible hará que ese apego innecesario desgaste el vínculo, la relación con esa persona u objeto. Es una reacción propia del que nota que está creciendo pero no quiere soltar ciertos hábitos o costumbres, como si eso le diera tranquilidad, tanto como saberse acompañado por otros en el trayecto que se decidió a emprender. ¿Y si llegado el caso tenés que soltar todo y asumirte responsable en su totalidad aunque muchos no confíen ni den muestras de ayuda?

Aquel que se animó a hacerle frente a sus debilidades sabrá que en la realización aparecen esos seres que se preguntan “¿qué habrá hecho éste para merecer esto?”. Le puso huevo, garra, corazón. En algunos casos donde no abunda la alegría de vivir, incluso, la sensación culposa que gobierna pareciera indicar que hay que mostrarse débil para no ser tildado de creído. Craso error. Los débiles, los cuerpos empobrecidos no comprenden que deseándolo o envidiándolo, o viéndolo siempre en los otros, no conseguirán nunca nada. Nunca y nada, son redundantes. Redundan en exageración… El punto es que los de fuerzas escasas, los que pueden tener un rapto de iluminación pero se apagan al toque, son un escollo grande a vencer por los que quieren lograr aquello que se proponen. Obstáculo franqueable hacia la consumación del cosmos en la vida material. Material de concreta, plasmable, tangible, visible. Siempre la vista que confirma los hechos. Experimentalismo puro.

Muerto estoy ¿De qué modo se puede relativizar la muerte? No quitarle su gravedad porque inevitablemente pasa, en nosotros y todos. Algunos más pronto que otros, llegaremos a la muerte.

Y hoy me resonó en una escena la capacidad de IDENTIFICACiÓN, de sentirse uno

con el otro en la presencia de la muerte, y con ella la inacción total, absoluta, del cuerpo que tenía vida e historia hacia un rato nomás. Se desvanece.

Aquellas personas que logran sentir esa identidad tan consolidada con un ser querido que fallece pueden entenderlo verdaderamente, pero es básicamente el no rechazo al genuino malestar, duelo, pesar que nos produce su partida.

La principal certeza es que uno, lo que permanece en vida, elige cómo pasar los días que tiene por delante, por más miedos que surjan en el camino.

Haberse sentido en vida identificado con la congoja, la opresión, la cerradez (o cerrazón? o son?) que produce la ida definitiva de alguien debería permitir enfrentar lo venidero con otra sensación.

Es atravezar a lo largo de ese sentir, la tristeza, el vacío mismo de la muerte y otros tantos miedos que acompañan su sola idea, para asomarse por la ventana que hay tras recorrer el cuarto que invade ese temor.

Y después, voilá, la vida cotidiana, sin prisa y sin pausa, sin importarle nada más que ella, que reina por sobre el resto, y nadie nos preguntó si estamos de acuerdo o no con lo que se expresa en vida y lo que elije la muerte. Pasa. Y al día siguiente transcurre lo que se quiere manifestar.

Recorrerlo sin tapar, y ver qué se expresa es la forma de compadecer sin padecer, en ese lento perecer.

Mentir es pérdida, la verdad La mentira es una pérdida, de identidad, de creencias, es sentirse doblegado por el accionar y la presión social a grado tal que nos obliga a faltar a la Verdad. Que nunca es una, sino subjetiva, y de ahí que sólo uno sabe considerar si mintió o no. ¿Miento si creo que sólo uno percibe como mentira lo que afecta e introduce el síntoma en la acción?

Mentir es no comprender la consigna, es perder de vista el universo que se abre y creerse lo suficientemente débil como para no poder enfrentar la realidad. La idea de pérdida ronda en el siniestro concepto del que se sintió sin rumbo en el devenir grupal, social y cultural, y tomó las armas de la falta a la verdad para sentirse a resguardo de su impedimento interior.

Al mentir se da por perdido el paradero del diálogo llevado con soltura, autenticidad, espontaneidad, y se desemboca en el chanchullo del enredo superior de estar haciendo equilibrio en la incierta cornisa del que miente y encima teme ser descubierto. Desgaste de energías sin parangón.

Se dice que tiene patas cortas, y se me viene la imagen de un hombre que se quedó en su proceso de crecimiento, que quedó empequeñecido, diminuto, por el corte sin sentido y no se permitió ver qué tenía el otro lado de la luna. Porque la Verdad es una, o al menos aúna, y está servida en bandeja para cuando la queramos ver y expresar.

La valoración Darle valor, importancia, relevancia a un acto o una persona es parte de la conciencia que le entreguemos al instante para darle la categoría que se merece. Aprender a codificar –porque algún código tiene- la psiquis humana es de una diversión tal que por esa sola razón vale la intención de darle valoración a cada evento que se nos presenta.

Pongámosle que la gente cercana sabe qué le pasa a uno, sin necesidad de decirlo. Que presienten la onda en la que gira nuestra energía y la reciben. Eso sería en un cuento de hadas, incluso en una perspectiva un tanto egocéntrica, porque ¿por qué habrían de ocuparse de lo que le pasa a uno? Quizás presienten otras tantas cosas, y no tienen tiempo de ocuparse de nosotros.

Aprender a hacer las cosas lleva tiempo, estrés, equivocación, fuerza, perseverancia, capacidad de soltar la postura acomodaticia en la que nos solemos cobijar con tal de no dar un paso más de afirmación personal.

Normalmente, las personas creen estar haciendo lo imposible por evolucionar, crecer, poder dar más de sí, pero en esa definición está la razón por la cual pocos logran sentirse así de acabados con su vida cotidiana. Más que lo imposible, habría que intentar hacer lo posible, por una cuestión de hacer eje en lo que se puede hacer para remediar o resolver algo.

La elección está en uno, si acotar la idea base a la creencia de que se hace lo IMposible o inmiscuirse en el camino de dar con la forma de sumar experiencia y adquirir conocimiento para luego hacerlo mejor.

La dedicación y el saber no hacerse el boludo con lo que ocurre es crucial para aprender a distinguir lo que hay que corregir en el trayecto. Porque siempre habrá algo que rever, modificar -no así de criticar, autoflagelándose inútilmente- pero será diariamente que nos ocuparemos de hacerlo. El valor que se le da a lo que se asume y acepta atravesar es el paso inicial para sortear cada vez nuevos obstáculos. Estarán, pero se habrá aprendido a superarlos, con lo ya recorrido, con lo que nos animamos a ver.

La incertidumbre Suele decirse que la incertidumbre no es buena consejera, pero me permito un replanteo y otra vuelta al tema.

Vivir seguros de tener (y contar con) lo que desde nuestro juicio necesitamos para ser felices, o estar satisfechos, nos hace personas cómodas y nos quita esa adrenalina necesaria para sacar adelante nuevas ideas y producciones. Tampoco es copado vivir eternamente en la incertidumbre, pero sin dudas tiene su lado festejable. ¿Acaso alguien que tiene su realidad económica resuelta se preocupa por generar nuevos ingresos? Bueno, desde la perspectiva del codicioso sí, siempre buscará la forma de obtener más, pero me refiero a los que se sientes SATISFECHOS con lo que tienen. Sus vidas se aletargan un poco, se adormecen sus neuronas.

Mientras que, para los que viven en la incertidumbre diaria, cada día que comienza es

una oportunidad de encontrar respuestas y soluciones a lo que los desvela. Es una forma de encarar la vida, desde la necesidad creada, lo que apremia en el día a día, aquello que queramos develar y dilucidar alcanzará por satisfacernos, sin que eso implique una falta de algo. Siempre hay más por saber o hacer, pero el que vive en la incerteza no neurótica sabe que lo pendiente quedará para otro día.

Quien aprende a moverse en las arenas movedizas de la incertidumbre también tiene a su favor que sabrá tratar con cuanta situación se presente, nada lo atormentará, porque eso es su vida, una sucesión de interrogantes que se van contestando a medida que se actúa.

Un nuevo día de incertidumbres arranca. No hay otra. Es lo que hay. Sin objeciones, más bien con fuerza y paciencia, irán apareciendo las puntas que marquen el camino.

Sinceridad, ante todo Ser claros, directos y sin vueltas es una característica que no abunda. Suele confundirse el término con decir lo primero que viene a la cabeza. No se trata de ser crudo y, posiblemente, dañino.

Ser sincero es un paso de calidad del mensaje que solemos transmitir. Bajo la sinceridad es fácil descubrir qué nos tiene bajo el estado que estemos. Y es más probable que se nos entienda. Es el mejor modo en que fluye el amor.

Se empieza por ser sincero con uno y luego se reproduce a los vínculos que entablamos. Con las consecuencias a cargo del sincero, que puede sufrir todo un poco más pero en lo venidero tendrá un campo allanado tras repetir su acto de sinceramiento.

Un sueño despierto Me levanto y estoy en un cuarto, grande, imponente, donde se reunirían los jefes de gobierno y militares de todos los países del mundo. Mesa semiredonda, con

ramificaciones que daban espacio a todos, como los rayos de un sol. Y se hacen presentes los líderes. Cada uno estaba representado por un hombre con la vestimenta oficial, medallas en su chaqueta y al lado una bala que los acompaña, cuyo tamaño decide la Potencia de cada país para hablar y hacer valer su opinión. Van pasando, miran los cartelitos de sus respectivos Estados y toman asiento. Cada cual habla en su idioma, y parecen entenderse los unos a los otros, con la salvedad de que no llegan a un acuerdo jamás. Se paran, algunos muestran más sus dotes armamentísticos, otros se refugian en la lógica y el sentido común, pero la cuestión es que no se pensaban poner de acuerdo en lo que habían llegado a decirse. Las baterías, energías, disponibles de cada país del planeta podían ya verse en pantalla, algunos con low battery tras haber hablado mucho sin conseguir adeptos, otros que al tener más grande su bala simbólica se creían con más vehemencia que tenían más peso.

Ahí me paro, y trato llamarles la atención. Hacer mi aporte, mi granito de arena. Pero no me ven. Siguen hablando, me convierto en un fantasma que pulula por la oficina hecha mega estudio de producción de mundo, donde parecía que se decidía el destino del planeta, pero no se estaba hablando de nada serio. - ¡Acá no van a decidir nada! –empecé a gritar como un desaforado, mientras me creía arrastrado por guardias de seguridad que me impedían decirlo y la verdad es que nadie me veía, directamente. Era transparente.

Me saqué. Creía entender que entre lo que esa gente muy bien vestida se dijeran no cambiaría nada, no es que se estaba jugando las vidas de nadie. Y ahí, en esa creencia, se apaga todo. Negro.

Aparezco durmiendo, en la esquina junto al baño de un patio de comidas. Camino entre desconcertado y cuidando mis pertenencias que quedaban atrás en el colchón, tras pensar que nadie lo tocaría porque no van a tocar en los andrajos de un linyera que recién se levanta, sigo caminando hasta el patio central.

Un techo todo de vidrio, tipo una bola de Epcot o el Planetario, y las mesas las habían corrido todas para poder sentarse todos en el suelo y ver una pantalla gigante que les mostraba “los resultados”. Se estaban enterando, como quienes miran la final de un mundial de fútbol, cómo iba la reunión en la que había estado espiando. Ellos eran los que seguían el cabeza a cabeza en las estadísticas publicadas con la fuerza de la comunicación mediática para todo el mundo. Y el mundo estaba ahí, consumiendo en vivo y en directo lo que allí pasaba.

Me despabilé al toque. Ofuscado, me dije que les transmitiría a todos lo que vi. Me paré frente a la pantalla, como quien tapa la tele del living familiar para llamar la atención y anunciar algo. Mi figura abarcaba lo mismo que dos o 3 pixels de la pantalla en su totalidad, me sentía un punto en el planeta mismo. “Gente, vengo de estar ahí, no van a decidir nada, están hablando temas teóricos y de buena verba pero no conducentes, no quieren llegar a un acuerdo, no es lo que les interesa”, llegué a esbozar, para arrancar y sentirme encolumnado con la verdad que venía a revelarles. Silencio por un rato en los que llegaron a escucharme sin micrófono alguno en semejante espacio envolvente. Vuelta al ruedo con el grito del conductor de turno que anuncia un “giro de los Estados Unidos en su diplomacia en la búsqueda del cambio y el bien común”. Me indigno. Apelo a lo más llamativo que podría hacer para no perder la atención que se empieza a dispersar nuevamente. Y me pongo en bolas y a gritar. La gente se queda mirando entre indignada y atenta y les explico que allá adentro, las autoridades del mundo están reunidas, pero no iba a salir nada relevante de allí, porque no tenían interés que eso pasara. Que el cambio tenía que venir de cada uno. Se nublan. Nuevamente paso a integrar la nada, el espacio fantasmagórico en donde estamos en el lugar pero sólo para ser contemplado, analizado, desgranado, sin intervenir, por más que gritemos, lloremos o pataleemos. Estas afuera.

Y de entre la neblina, las caras nubladas como todo un desfasaje de televisión para no saber quién se oculta detrás de esa imagen, sale una figura más nítida. De una gran funda neblinosa que ocupaba el llano, se empezó a desprender como una oruga al querer

ser mariposa, una persona que me invitaba a olvidarme de lo que les estaba queriendo mostrar a la teleplatea, al espectador, a la audiencia, y que saliéramos a correr alrededor, a los saltos, en movimiento ascendente, sin darnos cuenta, como una espiral, que supera la instancia relevante del más acá que vive en su día a día la gente, que les ocupa y hasta preocupa, pero los aísla de eso que está más allá, y que no todos quieren enterarse. Si todos vivieran a conciencia no existiría el mundo de la industria armamentista, ni la farmacéutica, ni infinidad de cosas pensadas para protegerse del mal, pero no es del mundo de los imposibles que quiero hablarte, para eso buscaré otra rima. En lo concreto, te saliste de entre la multitud a hacerme olvidar por un rato el interés por transmitir lo que pienso y creo, apenas si me dijiste “vení, vamos” y te largaste a volar, a ver si te seguía, estirando tu mano, invitando a ir. Y ahí se acabó. Se fue, más que como un final feliz de esos que la cámara sube y se pierde en una imprecisión. Fue como un apagón, de esos que sorprenden en el momento menos oportuno y hace que ya estemos pensando dónde hay velas o alguna luz con la cual iluminarnos. A ver qué toca ahora. Acá estamos, poniendo la carita, a la cruel realidad.

Oscuridades ¿Por qué será que soy tan afecto aún a gente con niveles de oscurantismo importantes? Como que algo me seduce de aquellas personas que manejan una energía negativa dentro suyo y que la reproducen en actos de castigo, para consigo en primera instancia y, desde luego, que terminan maltratando a terceros, conciente o inconscientemente, con olvidos, dejadez y no afianzamiento sano de los vínculos. Tengo un intento de respuesta al tema, que más que teoría es apenas una tesis, porque no está comprobada. Suelo creer que lo que un ser es o fue capaz de escarbar en sus adentros, hurgar en sus profundidades y miserias, expresarse a sí mismo cuan oscuro puede llegar, esa misma será su capacidad de generar luz, de irradiarla, luego, cuando entienda que es conveniente salir de las sombras y asomar al mundo con una sonrisa.

Llevándolo a lo gráfico -que siempre me ayuda a explicar-, suponiendo que existe una línea horizontal de punto cero, de neutralidad, por debajo de esa línea es lo que uno se

animó a indagar en sus partes desagradables, feas, conflictivas, por decirlo de algún modo. Bueno, mi idea es que la curva de negatividad (la de abajo) será directamente proporcional en intensidad y alcance a la que uno podrá, en algún momento de despertar en su vida, generar por la positiva, la luminosidad que alcanzará tras haberse enchastrado y metido en esos niveles de oscurantismo. Es decir, es calcada la distancia a la que se podrá llegar tanto para arriba como para abajo, el cenit y el ocaso. Será por eso que, como si fuera un imán, sigo interesándome –a veces en exceso- por estos seres que se la pasan, en lo concreto, mandándose cagadas. Tal vez, también por creerme el salvador o quien los sacará de esa negrura, un superman ficticio, que lo que muchas veces hace es sufrir por alguien que posiblemente no valga la pena. O sí, pero en otra etapa. Y si algo saben hacer bien estos seres oscuristas es absorber las energías que uno les transmite, son esponjas hábidas de incorporar lo que uno les da, sin que eso implique un aprendizaje o asimilación instantánea. Pero no me preocupa en demasía desde el momento en que lo descubro, cuando distingo que están teniendo ese proceder de mierda, que normalmente se ve representado en encuentros abortados, daños indirectos como no ser consecuentes con lo que buscan, o simplemente maltrato, por no bancarse ellos esa forma de ser que los conduce cada vez más a las depresiones más extremas. A ustedes, seres oscuros, les advierto, tengan cuidado conmigo, porque así como algo me hacer querer indagar y conocer sus penurias, siempre para ver si se puede dar una mano y sacarlos del pozo –a veces resultó, eh-, también sé pegar el portazo y mandarme a guardar. Hay un punto de inflexión en donde bajo la persiana y allá ustedes con esos niveles de apatía y abulia. Crezcan, maduren, y el día que estén preparados para enfrentarse con seres de esta talla habrá que ver si les abro la puerta, dependiendo del daño que me hayan generado. Últimamente, salgo despavorido cada vez más rápido de esa visión pobrista de mundo que tienen, y sé que si me siento atraído es porque alguna vez supe visitar esos andariveles –si es que no voy y vengo a gusto-, pero sé poner un límite. Querer ayudar no es lo mismo que dejarse llevar y, en muchas ocasiones, cuando quieran reaccionar y darse cuenta de la buena intención que tenía, ya estaré lejos y no será posible construir vínculo, porque al final del camino la luz llama más que la oscuridad, y emparentarse a seres radiantes es más productivo que escucharlos y darles

bola a ustedes, personas incompletas, que les falta recorrido, y a veces cojones, para salirse de esa posición cómoda y desentendida que eligen ocupar.

Estoy para servirles, pero con las reglas que yo me fijé, tras animarme a atravesar ambas sendas. Tómenlo o déjenlo, pero no vengan a molestar. Por su bien.

Maquiavelo, vos y yo Mirame a los ojos, y decime lo que creés a la cara. Se te frunce el orto conmigo, gil. ¿Por qué? Porque sabés que tu actitud está cargada de manipulación, de búsqueda de obtener algo a cambio siempre por lo que hacés. Por eso te exaltás, porque aunque defiendas tus desires a capa y espada, sabés que en el fondo, en la mirada está la respuesta a lo que buscás.

Todo de lo que me acuses, con tu ira desenfrenada, te lo decís a vos. ¿O acaso vos te pensás que vas a venir a darme clases de buena gente a mi? Haceme el favor de mirarte, recorrerte sensatamente y no buscar que yo te diga en qué fallás. Te lo dejo a vos, que tan dueño de la verdad creés ser, si total te mostrás como alguien a quien las balas no le entran, y andás desparramando irrealidades fantaseosas por ahí para ver quién se hace adepto de tus causas.

Causas perdidas, pero no voy a venir a descubrirlo yo, faltaba más, si total tenés tiempo de caer y desencantarte porque las cosas no se hacen como vos querrías. Hacete el favor de parar el carro y darte cuenta que el que está en un círculo vicioso sos vos. No me vengas con tus grandilocuencias discursivas para dar vuelta la tortilla y usar tus palabras como dardos, porque sabé que en mi no hay vuelta atrás de eso. Banco, tolero, siempre que el otro no tenga alevosía en su daño. Ahí, suelto, porque dejando libre no hay forma de poder quedar atado.

Eso es madurez emocional, querido, y no la pendejada de andar queriendo dejar al otro en evidencia. Aparte, ¿de qué? Insisto en mi idea clave: sé quién soy y cómo actúo así que nadie podrá venir a juzgarme ni acusarme de nada. No a lugar. ¿Aconsejar? Se recibe de buen gusto. Pero si el que da vuelta los tantos, mezcla en función de su

conveniencia, muestra la hilacha, y encima tiene el tupé de acusar a troche y moche a uno de eso, sos vos, no me vengas con que lo hacés por mi bien.

Eso es manipular, y yo eso ya aprendí a desactivarlo. ¿Cómo? A fuerza de animarme a atravezar lo que haya que, de ir para adelante y aprender de lo que se presenta, y no de las triquiñuelas que podés elaborar en lo intrincado de tu mente maquiavélica. Porque yo te huelo a la distancia, porque ya nos conocemos mucho y mi capacidad de conceder y abortar el enojo no es una vía libre para que pruebes conmigo cualquier estrategia. Todo tiene un límite, y éste es el mío. Cuando quieras seguir construyendo vínculo amoroso, y no basado en tus intenciones ocultas, sólo tenés que levantar el teléfono. Acá estaré esperando. A pesar de todo.

Porque tengo claro lo que valés, cuando te comportás como persona y dejás de lado el... llamémoslo estrés para ser benevolentes y conceder posibilidades. Sé lo que me merezco, y el hecho de que estés rodeado de gente no te hace acreedor de nada. Mucho, casi nunca es bueno, así que acá estoy, para cuando quieras seguir actuando causaconsecuencia, y no tejiendo quién sabe qué historia de la que te hacés eco, y yo te dejo pasar, como quien esquiva un proyectil. Estás eyectado, sólo para preservarte. Porque te adjudico valor, y eso en mi es lo que prevalece. Hasta cuando quieras.

Contradicciones (diario de viaje I) 28/01/08 20 hs. - El Calafate, Santa Cruz, Argentina.

Suena un blues de fondo que me inspira el alma. Barrio pudiente este. Las casas costeras, de las afueras. Demasiadas cosas a la vez se me vienen a la mente como para creer que son ciertas. Algunas son inventos descomunales, pero basta con sostenerlo con fehaciencia para que parezcan ciertos. Ese es el punto de la opinión, saber decirlo con la seguridad necesaria, porque después lo puede cuestionar cualquier tartarulo que se aparezca en puerta, o hasta uno mismo, más luego.

Las voces que me hablan y dicen más de la cuenta es mi temilla. Si logro acallarlas todo es serenidad y buena decisión. Porque no existe tal bondad, es estar seguro de los pasos a dar, convencido de la aventura a emprender. Y de ahí, remar, hacer lo imposible para

que ocurra y se dé. Si lo que hacemos es vivir soñando y bien pensando alternativa de resolución. Cada uno le hace frente a su vida como puede. No es desde el reclamo que hay que vivir, por no contar, por ocultar, sino desde la comprensión y el acompañamiento. Así la gente se abre y muestra lo mejor de sí. Sino se está siempre castrando las ganas de ser alguien en la vida. Con todo lo que cuesta creérselo uno y meterle para adelante. Estar en lo que se pueda. Acompasar. Quemado como que uno procesa todo mal. Despejado, es sano buscar el conocimiento, pero sin ansias, todo llega, a su debido tiempo. ¿Por qué me cuesta comprenderlo al estar en la voragine? Porque los estímulos son muchos y variados. La plata es lo de menos y también es necesario que no falte para no padecer la vida capitalina. Cuan contradictorio y valedero a la vez. AL RITMO DE LO NATURAL

A lot of things to do. You select. El caballito le relincha a sus padres.

Ahora baja como quien no quiere la cosa. Darles vida propia a los hijos, dejarlos lo suficientemente sueltos para que vuelen. Blanquin fue corriendo a donde su mamá, y hoy no quiso ir a la ciudad. Tiene otras cosas que aprender en este terreno. El fértil por sobre el terrenal de cimiento. Blanquin insiste.

Polos armónicos Tras haber entrado a las aguas termales medicinales más calientes que conocí, con contraste de agua helada en otro piletón. Estoy flotando sentado en una silla junto a un altar indígena. El amor vence al rencor por goleada. Un cuadro reza: “la venganza duerme en la hoja de coca, y se despierta en la sangre del invasor”. Bajo la perspectiva zen, no hay invadidos ni vencedores, hay un constante vaivén entre

polos de perspectiva, sin aferrarse a ninguno más que lo necesario para unir y relatar las partes.

El yin y el yan no son completos sin su complemento motor de dicotomía y enfrentamiento. Porque el ser humano necesita de contrastes para asimilar conocimiento.

El equilibrio es el estado indisoluble que se acerca a la sensación de armonía corporal, física, de tono, de maduración junto al cosmos, pegados a ese ir y venir bamboleante que nos hace descubrir eventos, causalidades, oportunidades. Ver deidades donde hay beleidades. Hallazgos de cuerpo y alma que trascienden nuestro hervor sanguíneo, que nuclean la servicial circunstancia de reflejarse en los extremos para volver a posición.

Zazen. En armonía con lo que se eleva y nos deja divisar intersticios recónditos de consumación. Divino. Ancestral. Sagrado. Mismas formas de denominar la conexión con el más acá, allá, en la altura de la entrega de la mente al escenario de la acción. Acción quieta, serena, desperdigada en las células, recovecos membranales, músculos en relajo, y ensueño dado por el acomodamiento de los órganos en el interior.

Viaje interno, al corazón, al centro del reconocimiento. Todo lo que ocurre es natural, uno lo degrada al creerlo cultura, pero es la quinta esencia manifestada en el espacio –con Pink Floyd de fondo- saber que la Naturaleza prima en consonancia con la expresión personal. La persona saca a relucir su esquema de capacidades, de relacionar.

Verdades de mi amor Tengo un problema de amorío barato. Ando regalando mi querer a cuanta persona con atención me encuentro delante, que manifieste necesidad de sentirse querido. Es tan fácil y tan concreto lo que hay que decir para que el otro se sienta bien que no comprendo mucho a los que hacen de la vida un cuento y no se deciden a prestar su cariño, su voluntad, a cuanto ser ande queriendo verse mejor. Un elogio a la actividad que está relatando, un aporte resolutivo si sabemos que llegará de buen modo, todo es útil en el reino de las personas que quieren progresar.

Verse bien tiene muchas connotaciones posibles, según la persona que lo formule y ponga en práctica. Algunos pueden pensar en el estado físico, en forma, lo cual siempre levanta las hormonas y pone en funcionamiento el aparato corporal en su totalidad. Otros se refieren a estar bien anímicamente, bien de la cabeza, con posibilidad de decidir por dónde agarrar sin tantas trabas limitantes. Para otros verse bien es algo más concreto y tangible como tener pareja, que estén bien de salud sus seres queridos, o pegar tal o cual trabajo u objeto material que ande dando vueltas por ahí. Sentirse bien, que uno va venciendo sus trabas limitantes en la vida misma, es un estado de una armonía tal que rara vez querremos no volver a esa sensación, lo más natural que hay, de estar enamorados. De la vida o cuanto ser viviente se atraviese para hacernos presenciar tal o cual situación.

Elijo pensarlo así al amor. Es un sentir que nos da capacidades, a veces sobrehumanas, para expresar y dar a conocer nuestra voluntad de existencia, lo que vemos lindo y copado de este mundo, transmitir a quien nos llame lo interesante que vemos, con nuestra particular y única óptica, que pasa aquí.

¿Qué pasa acá? De este lado hay un hombre, de 28 años recorridos, que siente que vivir es estar pleno, y se angustia cuando no adquiere o logra esos estados de plenitud necesarios y vitales para seguir creyendo que vale la pena dar batalla. Ver la vida como un continuo campo de batalla también es un embole, es tan sólo entender la lucha de fuerzas como algo que se da naturalmente, la prevalencia de una fuerza por sobre otra, el cruce de energías que se potencian e irradian más luz, y desde ahí nacen los vínculos más desarrollados. Desde el interés por saber más del otro. No desde el fabricarse una situación social donde dos personas interactúen lo máximo posible con el entorno y casi ni se cambien palabras. El intercambio de palabras es lo que sale en la especie humana y bienvenido sea todo lo que aflore de ahí. La necesidad creada por el otro para que se recree y cuente una historia paralela a la que vive el mundo externo, en donde dos personas se conecten a grado tal que no importa lo que pasará en adelante, sino más bien lo que ocurre en ese momento. Momento. No te valentonés con tu verba medida a través de la escritura. Apenas si sabés de qué la jugás vos, el ojo para graduar lo que observás del otro lado apenas si lo dará el tiempo, el período de ablande propio de toda relación que pretende avanzar.

Ya sabemos que no hay un lugar al cual llegar, ni un destino fijo que seguir. Nadie obliga a nadie a hacer nada y lo que se hace es entablar diálogo desde la buena voluntad de conocer más al otro, de saber qué lo trae por acá, a este mundo. El resto, más de uno sabe lo que pasará, pero nunca es uno solo, se necesitan desde dos a más personas para construir una historia, un relato, un proceso. Tiempo al tiempo.

Es lo que es, o soy lo que soy Viernes, ¡guau! No escribí en toda la semana. Es que acá, en Buenos Aires, el sobreestímulo potencia los sentidos, y uno pasa a sentir que no le da el tiempo para hacer lo que querría. Falsa ilusión, el tiempo es el que es y el acelere personal es el que hace creer que no alcanza, cuando en realidad es el disponible, y ya. Uno elije en qué darle uso, sabiendo buscar el equilibrio entre las tareas y los ratos de descanso. Mirar un árbol puede recargar de energías para después salir a buscar lo pretendido. Lo entendido, de que no es medido, sino dirimido, entre ciertas verdades y eventos naturales. Lo que tenga que ser, será, y lo que queramos hacer y “no dio el tiempo” es un invento intelectual propio del que le da ganas de concretar mucho pero los recursos son los que son y las herramientas con las que se cuenta son las que nos permitirán aprovechar más o menos el momento. El tiempo transcurre y nos invita a pasar, a gustar del instante en que acontece lo que debería, que no obliga sino que da paso a lo posterior.

TIMES ARE CHANGING

El deseo de control mutó por deseo de acción, de generar para ver cambios y devenir en múltiples personalidades y descubrir nuevo universo, humano, cálido, desrigidizado. Mushmellow.

Los sueños, ¡realidad, inconsciente! Los sueños son un momento de nuestras vidas que nos tomamos para vivir situaciones que escapan a la realidad pero que las sentimos como tales. Son la muestra patente de que lo que pasa por nuestro proceso interno es tan real como lo que se circunscribe al mundo compartido de la realidad misma.

Pueden ser tomados como el conducto para depurar temores personales, sin que estos se vean representados necesariamente en la vida real. Son la vía de manifestación de las mayores represiones y fantasías, en clave de delirios combinados azarosamente sin necesidad de lógica ni sentido de continuidad.

A través de los sueños expresamos lo que se guarda en nuestras mentes, lo recóndito de nuestro almacenaje inconsciente. ¿Por qué habría que creer que no pasó lo soñado? Es tan real como la realidad misma, sólo que experimentado solo por uno, por lo que es la mayor muestra y acto de conciencia de que estamos solos, que atravesamos las historias con nuestro modo de experimentarlas, y por más que las compartamos, nunca nadie lo hará del mismo modo que nosotros.

El sueño es la base de manifestación del deseo, donde se permite fluir libremente sin el rango acotado que nos brindan los sentidos. Ayudan a sacarle un poco el sentido a todo esto y a imaginar sin condicionamientos lo que sería el mundo sin el campo reducido de la intercomunicación.

El sueño es la comunicación interna más primaria, básica y pulida que tenemos con nuestra psiquis.

Soñar es el acto de bajar la guardia y dejar que fluya el inconsciente, que es el que más nos conoce y hace patente los deseos más reprimidos y olvidados, para ponerlos sobre el tapete y dejarnos en bolas ante la reproducción de realidad mezclada con fantasía que decidió hacerse presente más allá de nuestra voluntad.

Los sueños son la voluntad, a la larga, de adaptar la vida a nuestro deseo más profundo, y la expresión de los temores más guardados de nuestro ser.

Soñar es un ejercicio mental que nos libera de creer que, porque no pasa, no es. Es, pasa, por más que sea en la propia mente, sin necesidad de atravesarlo en forma compartida.

Los sueños son el principio de locura aceptado por todos, la conexión con nuestro propio animal de poder. Poder vivir –aunque más no sea en la imaginación- situaciones que nos producen atención.

Soñar es zanjar lo que quedó en espera en la propia psiquis por la velocidad con la que vivimos el día. Al dormir damos paso, queramos o no –y eso es lo maravilloso, escapa a la voluntad- a que se manifieste lo que quedó en stand by, a la espera de esos momentos de guardias bajas, para hacérsenos presente y darnos muestra de lo que sería la realidad si todos funcionáramos por asociación libre.

¿Cómo sería un mundo de soñadores? Supongo que similar a lo actual, porque la calidad del sueño depende de las vivencias que cada cual se anime a liberar de sí, a sacar de sus adentros. ¿Será que los que son medio soretes en sus vidas tienen sueños de mierda?

Cuestión que soñar es un placer, y el no control sobre los sueños son la muestra conciente de que pasa lo que tiene que pasar, y nosotros somos simples canales de manifestación de esas energías en la realidad plasmada en hechos. Pero el mundo de la ensoñación nos deja claro que el cerebro procesa más rápidamente que lo que nuestros ojos, oídos, vista, gusto u olfato pueden creer, y que eso también es parte de nuestra vida. A soñar con los angelitos pues, que ya aparecerán.

Ponele ganas, ponele amor Todo lo que hagamos, sea la tarea más rutinaria y supuestamente aburrida, como la que más nos excita, descoloca y sorprende, requiere de -o se ve favorecido si se le daentrega y ganas de que salga bien, con ese toque especial que, sabemos, podemos darle.

Ponele ganas, a lo que hagas. Toda decisión se sustenta más en cómo encaremos a posteriori lo asumido como verdad que en la decisión en sí. El acto de ejecutar pasos es mera consecuencia del modo en que nos tomamos lo que se hace presente ante nuestros ojos. All we need is love. Es la forma de obtener siempre los mejores beneficios de la instancia que estemos atravesando, sea dura, densa, luminosa o creativa. ¿El placer de verse no debería estar dado por las ganas y la efervescencia latente en el cuerpo? Apenas si el pensamiento juega su parte, desde el placentero lado del que está del mismo que uno, que se hace carne por la irremediabilidad del hecho.

Consumo y prodigo en lujo, el que se vaya de pista será un dichoso, de saberse fuerte en la rompiente, de saber que pasó agua bajo ese puente. Y no es por moderado que aprenderás a saciarte en vida, si prima el quedado antes que el osado no habrá gloria en la pena ni quien escuche la voz del que sostiene, Pereyra, total no hay historia que se teja sin tu realización. ¿Habla más de lo que lo aqueja o de lo que quiere y hace? Hace falta juntarse más a los segundos, porque son los que no tienen nada que soslayar del mal ajeno y reparan más en la propia voluntad de consecución y sentimiento de amistad y empatía por los mensajes de la vida misma, los que le hacen el amor a las cosas.

Menos cosas y más fozas, para dar por la borda con lo que molesta. Más personas con las que entablar en sintonía, más situaciones que dejen ver lo que hay por delante, y no que reparen tanto en lo que ya pasó. A otra cosa mariposa. La prosa pesada, el cultivo de lo marchito, la incitación a lo que ya caducó, no me reflejan ni me sientan. Me pruebo el traje que voy a llevar.

Elegir, distinguir, vivir feliz Siento que la vida de cada persona es de acuerdo a lo que se anima a ver, a plantearse, a dilucidar y dar paso, y cada vez más se me viene un "pensamiento incorrecto" para compartir. Se trata de que el que no quiere, o no puede, es a quien le va mal o siente como padecimiento la vida.

La vida es posibilidad, opción, elección, es un sinfín de oportunidades y cada cual

decide cuánto está dispuesto a divisar y encarar. Con buenos ojos, el día no alcanza para distinguir todo lo que se hace presente para encontrarle el ribete, la situación que nos haga salir del letargo y aprovechar lo que se nos muestra para ser consecuentes con nuestro deseo. Estar despierto, que le dicen.

Muchos eligen andar adormecidos, abombados, o distraídos con banalidades o peleas circunstanciales. Parece ser una vida más complicada pero es verdaderamente más complaciente saberse con posibilidad de discusión o con qué hacerse la cabeza todo el día. Al elegir ocuparse de las verdaderas señales y perspectivas del vivir, hay que desarrollar habilidades y circunstancias que nos permitan avanzar, y eso en forma sostenida es de una dificultad y complejidad tal que muy pocos están dispuestos a hacerle frente.

La queja, el rezongo, el enfrentamiento, siempre son recursos más a mano que darle curso a lo que verdaderamente deberíamos. Aparte, creerse afuera y observador del proceso natural de crecimiento es otro artilugio muy disponible para aquellos que prefieren sentarse a discutir y criticar al que hace. Hacer implica, muchas veces, equivocarse, encarar por otro lado, recaer temporalmente en el error que tanto nos atosiga y agobia, y aún así saber que de cada prueba aprendemos algo nuevo, conciente o inconscientemente, y que la próxima vez saldrá mejor. Aceptar los tiempos y procesos, animarse a distinguirlos, corregir sin darse con un látigo, son acciones más propias del que desea ver más Verdad que del que opta por resguardarse, por temor a que le quiten quién sabe qué y, sobre todo, por qué miedo tan acunado que no lo deja ver el bosque que delante de sus ojos se regala, para que él tan sólo crea que es algo amenazador.

¿Qué historia te comiste? Salí a conquistar el mundo, tu mundo, el que te animaste y dejás ver. Ahora, porque con esa política y accionar se irán abriendo puertas y quién sabe dónde estarás en breve.

Las distancias son cada vez más sorteables, son lo que nos queramos imaginar, y las instancias cada vez más disfrutables, digeribles y asimilables. Permití que entren en vos. Y así se desintegrará el enojo, la ira, el sinsentido del hablar mal del otro, para darle

paso a lo que sientas y quieras expresar. Cada cual tiene lo suyo, es personal, más solo dando lugar a lo que querés podrás encontrar, encontrarte. Y ahí, sólo ahí, podrás ver eso de que la vida es oportunidad, constante, y que logramos distinguir y hacer uso de lo que alcanzamos a percibir, peor hay tanto más que, entiendo, apabulla y por momentos da ganas de guardarse. Ok, un rato, pero después salí a captar mundo. Es increíble lo que hay.

Constancia ¿Qué te paraliza? ¿Qué hace que desees algo fervientemente y no vayas por ello? ¿Hasta dónde creés que llega tu miedo físico de progresar? ¿Vale más lo que decís querrías o lo que efectivizás en hechos concretos? La distancia entre el potencial y la potencia plasmada en dicha. La posibilidad de elegir el camino, constante, o de abortar la experiencia por el temor madre de encarar lo desconocido, o de cobijarse en los brazos contenedores de lo ya transitado, el útero que amortigua. Cada cual resuena, dobla, multiplica desde lo que se animó a descubrir. Lo inexplorado es imposible que nos refleje, porque no sabemos de qué habla. La ausencia también nos deja afuera del juego. Juego que hay que permitirse expedicionar, explorar, indagar. ¿Qué haría que te cierres? ¿Qué hace que faltes? ¿Hasta dónde me -o te- dejás que me/te metas en la burbuja de indagación? Un ponerse en juego constante, para que la historia personal y grupal tenga cuerpo.

Y ¿dónde está el límite entre lo propio y lo ajeno? Me pasa y te pasa, sólo que nunca sabremos el grado de refractancia. Son tus instancias, y con respeto y tolerancia habrá forma de descubrir qué pasa. La circunstancia marca lo que deviene. ¿Y si te remontás a tu infancia? Allí reside el núcleo de lo que deja constancia. Y si no te la bancás, apenas si recibirás el mensaje, porque la resonancia no te será importante, áesbalará la necesidad de tu imperancia y esencia. ¿Me cuido el culo o voy y hago acto de presencia? Solo estando sale lo que debería y no hay tutía, el punto es cuán preparado estás para enfrentarlo hoy.

Con más calma que velocidad, la única forma de empezar es dando el primer paso, y lo demás adquirirá consistencia a medida que dejes tu ombligo y conectes con las demás conciencias.

Puesto en juego, o soltá y jugá ¡Cuánto por asimilar y seguir aprendiendo…!Cuando se logra soltar y desprenderse verdaderamente es como que una luz interna brilla un poco más. ¿Quién obra mal si de reciprocidad se trata? ¿Quién puede venir a juzgarlo si lo que vayamos a expresar no puede ser dicho desde otro lugar que no sea de la experiencia personal?

¡Soltá! Uno se genera en la vida real las escenas que sean necesarias para que se exprese lo que prima. Recrear. Si es siempre el mismo juego. Y los efectos rizomáticos devienen en las personas que perciben el juego. Aldón pirulero, ¿cómo es eso de que cada cual atiende su juego? El involucramiento es vital para que se produzca encuentro.

Asiento. Asentir el otro lo percibe como aprobación. Tendría que haber examen para aprobar algo… Hay que probar, y arriesgar. Ponerse en juego, que le dicen. Sino el desencuentro gana la escena. De ida y vuelta, y no en contienda. Apenas tendiendo el puente. Quien arriesga más se lleva. Y sólo en el caos se asimilan los cambios porque lo prolijo, lo excesivamente ordenado, no da paso a que se piense la situación desde otra perspectiva. Sumo, y luego multiplico.

¿Cómo dejar de remitirse a lo consonante? Lo que pasa en la escena psicodramática se traslada al mundo real, al día a día, sin miramientos, porque es un nudo desatado.

¡Desatate, soltá más! ¿Por qué habría que seguir esperando algo del otro que no está dispuesto, o no puede dar? Ni mejor ni peor. Dis-tin-to. Es otra persona. Y no soy quién para remarcarle todos los aspectos de autoobservación que tiene delante de sus ojos. Porque los ojos son suyos.

Suelto. Y sólo así puedo afirmar lo que se hace eco. El eco resuena, y renueva. Dejar de buscar al que no muestra es parte del proceso. ¿Qué aporta? Y sí, si no deja ver

sus cartas no hay nada más que hablar, ni que preguntar. Preferiblemente sin ira, pero que se vaya a la puta que lo parió sino… El hacerse el pobrecito ya no me encaja.

¡Soltá más! ¿Hay necesidad de mendigar cariño cuando se comprobó que sanamente fluyen los mejores vínculos? Qué es sano, surge entonces. No algo resuelto con moño, sino sentirse entero para dar un paso más. No dejar de darlo, si a la larga la vida es eso, continuo. ¿A quién le ganaste? A tu propio ego, que lucha por hacerte creer que lo que importa sos vos, vos y vos. Dejando librado a la resonancia del grupo soltás esa faceta que se quiere apoderar de tu pensamiento, haciendo creer que estás en lo cierto. Nada más lejano. Porque el insano siempre está alejado, como en otro plano. La tarima no le alcanza y se piensa que la razón es su anclaje, porque su causa se desarma en articulaciones metodológicas. Claro, si diera paso a la perspectiva de lo que lo rodea no sabría qué hacer con tanto cabo suelto. Porque lo que no es él preferentemente elije que pase. La vanidad se apodera de su escena, porque no quiere soltar su creencia, aunque le haga daño.

Ayudar se emparenta muy poco al someter, y querer ser rechazado es parte del que no canaliza su cariño como Dios manda. ¿Manda? Ni siquiera eso, conduce, nos lleva a que se haga hechos lo que esencialmente queremos que pase. Me quiere / no me quiere… Se marchita enseguida así, demasiada polaridad para que el amor se haga su espacio. SUELTO. De cuerpo.

La Revolución empieza por casa ¿Qué significa estar revolucionado? Palabra tan empleada por los que dicen estar en contra de todo, incluso del sistema del cual les es imposible escapar, estar o sentirse revolucionado lo entiendo como una movilización interna que provoca que muchos de los parámetros y premisas que guiaban nuestros días se vean alterados o modificados para sumarnos una perspectiva que desconocíamos hasta aquel entonces.

Sentir la Revolución en el cuerpo es animarse a pegar un salto de calidad en la propia

vida. Es arremeter, caiga quien caiga, contra los paradigmas que sostenían situaciones que preferimos cortar de cuajo producto del hallazgo que nos produjo ese despertar. La revolución, como pude escucharle decir a Jodorowsky en persona, no es más que una re-evolución. Es dar ese paso de crecimiento que se fue cociendo entre las brasas del fuego interior y que sale a la luz en el instante preciso en que se hace prioritario darle la atención que amerita y eso nos provoca una seguidilla de caída de fichas que nos hace considerar ese momento temporo-espacial como único e irrepetible. Se siente el alma vibrar. Quienes sostienen o depositan la necesidad de revolución en la sociedad o en un cúmulo de personas tiendo a creer que es porque no se animan aún a descubrir su revolución personal, individual (y no es mala palabra bien comprendido el individualismo) y por eso depositan en el afuera aquello que no conquistaron internamente.

Se trata de una evolución notoria, que se revela al accionar que todos adoptamos como convencional y hasta repetimos que “eso somos”, hasta que divisamos que hay otra alternativa o forma de comportarse y desenvolverse. Sueltos, libres, revolucionarios. Para ser un revolucionario del vivir hay que tener –en buen cristiano- muchos huevos u ovarios, según el caso, porque implica distinguir que todo logro es un trampolín al próximo hecho que nos revolucionará y hará ver lo que antes teníamos vedado a los ojos.

Nadie puede decirnos cuál es o de qué se trata la revolución personal, porque depende de la capacidad y el gusto que moviliza a cada cual. A lo sumo, existen personas que son toreadoras e instigadoras de encontrar el revolucionario que todos llevamos dentro. Pero insisto que es necesario tener la voluntad de superación bien puesta para atravesar en principio el camino del dolor que implica desprenderse de viejas creencias, para luego salir airosos y victoriosos de lo que teníamos que recorrer para ver el camino que tenemos por delante con visión de niño, donde todo parece nuevo y sorprendente. Definitivamente, no hay revolucionario que se precie de tal –al menos en estos tiempos planetarios- si contempla acabar con la vida de otros. De hecho, no es revolucionario nadie que deposite afuera algo que se empieza a sentir en las venas e incluso asombra a aquel que lo atraviesa en cuerpo y alma. No es conciente, es el producto de la dedicación y la perseverancia, y llega en el instante menos esperado, porque terminó de asentar aquello que bullía y nos hacía ver que había mucho más por descubrir en esa línea de sentido.

De hecho, la Re-Evolución es dar en la tecla del sentido personal, es haber escarbado lo suficiente como para sumar experiencia y desde ahí sentir, respirar, parir, engendrar situaciones y hechos llenos de luz que nos hagan conectar con todo lo que alguna vez imaginamos y finalmente llegó. La Revolución está en vos. Sos vos.

Ser niño Ser un niño aún asumiéndose como adulto no significa tener una visión infantil del mundo. Ser niño es sumar una visión inocente, no cegada por “lo que hay que”, que permita crear y recrear posibilidades de inspección. Ser niño es darse la oportunidad de descubrir lo nuevo en cada situación que se presenta, es aceptar que es la única manera de mantener el goce y el disfrute por lo sorpresivo que es vivir.

Incluso encarando temas de vida adulta, bajo la perspectiva de niño uno se da la chance de no sumar problemas o esa mirada tan tremenda que el adulto adopta, pensando que ahí reside la inteligencia y la función del mayor. Nada más errado, un adulto niño se anima a descubrir que el problema no es más que la carga pesada que se le pone a la búsqueda de solución; que jugando se clarifica más que preocupándose. Preocuparse es ocuparse previamente, y el niño está en lo inminente, en lo que pasa aquí y ahora. La proyección es un sistema de vida adulta. Querer entrar en la certeza de que sabemos lo que pasará, cuando la verdad es que no hay manera de dar con ello. El niño se relame en la incierta realidad, ve en lo que ocurre la única posibilidad de ir construyendo lo que va a venir. Porque sólo haciendo en el momento que toca se puede acercar uno a la seguridad de querer tener resuelto el porvenir. Dando los pasos precisos para armar las reglas del juego que nos compete después podremos retomarlo sabiendo dónde habíamos dejado.

¿Jugamos a inventar? ¿Te permitís crear sin ninguna finalidad específica? Quién repara en el detalle de un sonido o de una flor que se abre sino el que se da el espacio para tener visión de niño. El adulto convencional va directo a lo que se propuso sin darse cuenta que en el trayecto muchas cosas pueden sumar al juego en el que se embarcó, y hasta desviar su camino tan marcado para descubrir algo que ni siquiera estaba en sus planes.

¿Qué hay más creativo que un niño fijando su atención en la realidad adulta y sumando alegría a la estructura rígida del mayor que piensa que ya se las sabe todas? El ser niño enriquece, en el amplio sentido de la palabra. Suma riqueza, pinta colores en la paleta de responsabilidades asumidas, que si no se les da ese toque de relatividad, agobia y paraliza, mientras que el niño no distingue lo peligroso en lo que se ofrece, y sólo repara en su gusto para dar con su deseo. El interés aniñado fomenta mayores logros porque tiene poca –o nula- mezquindad pretensiosa en su haber. ¿O acaso vieron alguna vez un niño escatimando su expresión con tal o cual finalidad? ¿Y un niño en estado depresivo? Son los adultos los que entorpecen el mecanismo de funcionamiento natural de la especie humana, inculcando valores y conceptos caducos en las mentes de principiantes que todos deberíamos conservar, por nuestra salud y sanidad psíquica. Ser niño es lo más.

Saber ver Qué desfasaje el del que cree que siempre le faltan cinco para el peso, y aún así persiste en la ignorancia de saberse insatisfecho con lo emprendido por suponer que lo indigno se hace eco de su haber.

Debe, haber y saldo, a ver si se logra permitir adentrarse en su aventura dejando afuera la consabida culpa de estar haciendo lo que cree correcto, sin saberlo a ciencia cierta, pero animándose a averiguarlo con su razón. Con su co-razón.

¿Es necesidad dudar antes que dar paso? A punto de dar el paso. ¿Qué hará que conjeture con incertezas sin dar paso a la certidumbre de que lo que pasa es? Acaso prevalece la ira y la desconfianza por sobre la inercia de saber que siempre hay red que contiene, y mantiene en un manto de satisfacción realizada que nos hará enfrentar lo que tenga que ser.

Careta Hay instancias de la vida en donde ciertas situaciones no se pueden definir con palabras del vocabulario convencional. En esos momentos, para dar con la sensación o el ánimo, suelo –en conjunto o solo- buscarle un nombre que dé con ella.

En este caso quiero explayarme sobre una que percibo con más asiduidad que de costumbre últimamente. El careta. Ser un careta se refiere a las personas que eligen evitar directamente aquello que es preferible hablar y desactivar. Ocultan el verdadero motivo de incomodidad y tratan de salir airosos del momento sin importar si queda resuelto el escollo o no. Caretearla, actuar como un careta, es no tener claro el rumbo y, por temor, no acceder a resolverlo con los que se comparte el instante mismo de resolución. El careta se preserva y si no le tocan el rancho piensa que sale victorioso. Tiene su castillitos de arena montado y guay de que se lo soplen. Elige actuar con las cartas ocultas y, de ser posible, que nadie se percate de su modus operandi.

El careta le teme a la espontaneidad, a la charla franca y debeladora, prefiere ponerle un velo de misterio inexistente a lo que vive y, sobre todo, la sinceridad no habita su cuerpo porque eso haría que su jugada quede sobre la mesa, y ahí sabe que sale perdiendo.

El caretaje es aquello que ocurre en lugares donde la apariencia le gana a las personas y su forma de ser. Lo auténtico queda enterrado para darle paso a la superficial actitud del que cree que eso le permite salir sin heridas de lo que está viviendo. Nada más lejano. La vida termina cobrándose su parte a la larga con el careta porque no puede pasar desapercibida su forma de comportarse y hacerle frente a lo que se le presenta. Dejar careta a alguien se refiere a otra cosa, a las instancias donde uno queda anonadado ante lo que está haciendo el otro. No lo tenía previsto, lo shockea, lo hace rescatarse y caer en que la persona que estaba acompañándolo en el viaje no es más que una pantomima ilusoria y no comparte códigos ni perspectivas existenciales del vivir.

El careta es el opuesto al abierto y pleno al encuentro, el careta se pone esa máscara imaginaria y trata que todo pase y quede inadvertido, porque sabe que está comportándose de un modo erróneo, u opuesto a la plenitud de la coexistencia con el

par que está con él. Habita la duda eterna, y ni siquiera es capaz de confiar en su compañero de ruta porque teme que su plan –porque siempre tiene un plan preexistentese caiga. Se cae, sin dudas, pero porque su sustento no está avalado en el compartir sino en que no se note su proceder, porque así tendría oposición o argumentación contraria, y eso no está dispuesto a soportarlo. El careta es, claramente, el opuesto al modo de proceder liviano y desinteresado. Está auto-observándose constantemente, y si algo toca la esfera que supera su micro-burbuja elige obviarlo.

El careta prefiere evitar todo aquello que se sale de su concepción de mundo. Está acotado a actuar como tiene preestablecido su esquema, piensa que eso sustenta su idea preconcebida y no da paso a lo imprevisible de la interacción natural, verdadera y enriquecedora.

El caretaje elijo distinguirlo y mantenerlo bien lejos, porque una vez que se entra no hay retorno. Es cíclico y hasta pasa desapercibido para aquel que se comporta así. Piensa que está en la claridad del que no tiene nada más por recibir del afuera, o que le hace daño todo lo que quieran aportarle. Esa coraza de caretaje termina convirtiéndolo en un insensible a los eventos inciertos y cruciales de activación que toda vida sobre rieles de realización requiere. El careta prefiere ocuparse sólo de él y no darse cuenta –o hacerse el boludo olímpicamente- ante lo que le sucede al otro, porque esa situación lo supera o elige no darle cabida, quién sabe por qué juego engañoso de su cabecita, que no le deja ver la cosmicidad y energías generando sinergia necesarias para ampliar voluntades y promover un proyecto conjunto. Sea una charla tan sólo o un evento más significativo.

El careta es realmente la persona que contrasta en un todo con mi modo de vida. Así que por eso elijo transmitirlo y contarlo, para que se puedan sentir distinguidos y mantengan la mayor distancia posible. No aportan, y en los tiempos que corren, imprecisos y zigzagueantes, tan sólo son una piedra en el zapato. ¿Para qué tenerlos cerca?, si hay tanto por vencer y sortear, y los caretas apenas si distraen la atención. Hagan la suya, sí, pero por favor intenten no ocasionar mayores inconvenientes al que busca expandir sus horizontes sin hacer daño ni aparentar lo que no es. Así, lo que es, aunque no esté del todo claro, definitivamente, aparecerá.

Sin palabras Cuando las palabras mueren, cuando no tienen más vuelta que generar un sinsentido ocasional, se suele creer que no hay comunicación, o falta de. Me permito descreer un poco de eso, y a hilvanar una explicación. Las palabras, no voy a venir a descubrir, tienen un efecto inmediato, concreto y directo sobre los interlocutores del momento. Pero también es real que a veces son simples recursos, mecanismos de defensa, para no decir nada. ¿No les pasó nunca que al intercambiar palabras con alguien terminan sintiendo que cada uno está entendiendo lo que quiere? ¿Y que si le seguimos buscando la vuelta por la vía oral no sólo no se llegará a nada sino que embarulla y da la sensación de que no nos estamos comprendiendo?

Suelo creer que el camino de la palabra es un arma de doble filo. Por un lado, ayuda, conecta, acerca a las personas, pero por otro, al menos para los que estamos muy entrenados en el ejercicio de hablar sin parar, psicoanálisis mediante, a veces se puede convertir en eso, un mero ejercicio vicioso y falto de contenido. Últimamente, vengo practicando en ámbitos sociales la apreciación de la comunicación de las personas, y sinceramente, las palabras no son tan importantes. Uno puede abstraerse y ver la interconexión de mundos por la vía de la gestualidad, tremendo campo de exploración, que a mi entender determina mucho de lo que luego pasará entre los vínculos entablados.

¿Nunca se encontraron con alguien que se agarra de lo que se dice y fuerza la literalidad de lo expresado? Un plomazo, porque al hablar uno va dándole sentido y forma a sus ideas, y nada tiene de malo ser una persona que por momentos se contradice. Es la exploración misma en la que decidimos entrar en compañía de quien desee hablar con nosotros. ¿No es divertidísimo charlar con alguien con quien decir boludeces o jugar continuamente con las palabras hasta perder la razón es parte del intercambio? Y cuando la intelectualidad juega su partida, ¿no es desagradable encontrarse en un diálogo que sabemos no conduce a nada? ¿Y no es precioso conocerse con alguien a grado tal que creemos saber lo que dirá sin que lo haya pronunciado aún?

E inmiscuirse luego en el lenguaje de los gestos es otro cantar. Se abren puertas, se sortean obstáculos limitantes que tienen las palabras mismas por definición. Entender una mirada, resonar con una actitud corporal es para entendidos, al menos entre sí, que es lo que a la larga buscamos al interactuar con alguien. Comprender y ser comprendido. Y ni hablar del lenguaje corporal, cuando los cuerpos se atienen a “hablar”, las palabras están de más. Quedarse sin palabras es reconfortante y liberador. La sensación de haberse entendido con alguien sin formular palabra alguna es transformadora. Durante una época, con amigos, cuando nos conectábamos de esta forma decíamos “hubo tubo”, porque algo que no tiene explicación verbal hizo que supiéramos lo que estaba pensando el otro. Entendimiento del bueno, sin menospreciar las palabras, pero respetándolas y sabiendo que no son imprescindibles.

Personalmente, lo recomiendo.