Como Se Trabaja El Duelo Desde Gestalt

UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE GUADALAJARA INTRODUCCION A LA PSICOTERAPIA INTEGRANTES DEL EQUIPO CASTILLO BECERRA EDITH V

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UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE GUADALAJARA

INTRODUCCION A LA PSICOTERAPIA

INTEGRANTES DEL EQUIPO

CASTILLO BECERRA EDITH VERONICA GARCIA LOPEZ LAURA NEMECIO SANTOS MARISOL MORELOS JAUREGUI MONICA ZAMBRANO BRENDA LOPEZ CORAL CONSUELO PSICOLOGIA 5/A VESPERTINO ASESOR: JOSEMARIA SADA

La respuesta a esa pérdida pone en movimiento intrincados procesos tanto externos como internos. Es necesario reconfigurar completamente un campo que se ha alterado por la pérdida de uno de sus elementos significativos. A este intenso proceso, de aceptación y adaptación a una pérdida importante, le llamamos "trabajo de duelo". En general, ante la muerte de personas significativas, con las que existe algún lazo afectivo en mayor o menor grado, se presenta una reacción similar, el "proceso de duelo". En la Clasificación Psiquiátrica Americana se considera el duelo como la reacción a la muerte de una persona querida, dándose por hecho que en la mayoría de los casos se da una reacción estimada como "normal", misma que puede variar considerablemente en su duración y expresión entre los diferentes grupos culturales (DSM IV, 1995). Se considera "normal" que haya una fuerte respuesta emocional ante una pérdida, pero esta respuesta comprensible y esperada se puede ver influida por múltiples factores que hacen de cada duelo una respuesta altamente individual. Así, aunque no hay una "respuesta estándar de duelo", podríamos decir que hay un proceso básico, cuya manifestación específica se verá influenciada por factores personales y circunstanciales, en su aparición, intensidad, curso y resolución. Aunque las costumbres, rituales y ceremonias luctuosas pueden variar de un grupo a otro, en general se ha visto que las reacciones personales a la muerte de un ser querido son bastante similares; si las formas externas de manifestarlas están delineadas culturalmente, los procesos internos en la respuesta del individuo ante una pérdida importante parecen tener características universales. Y aunque cada respuesta individual tiene sus matices personales, los procesos psicosociales y los sentimientos experimentados, así como la sucesión en que se presentan, son muy parecidos (Royal College of Psychiatrists, 1999). Es fácilmente identificable que ante la muerte de una persona que de una u otra manera está relacionada con nosotros, se presenta una respuesta emocional, similar a aquellas en las que se pierde algo significativo, de tipo relacional, material, económico o simbólico. Esta característica sobresaliente (la pérdida) es obvia; cuando alguien muere, hay una pérdida real: perdemos al familiar, al amigo o a la persona admirada, ya no la tenemos, y no la podremos recuperar. "Cuando nuestro compromiso con otra persona la ha convertido en parte de la gestalt de nuestra experiencia, parte de nosotros mismos... su desaparición nos abre repentinamente a un contacto con el vacío originado; miramos hacia un abismo y nos llenamos de tristeza y perdición" (Latner, 1994, pag. 94). En su escrito clásico, "Duelo y Melancolía", Freud (1917) se pregunta en qué consiste el trabajo que el duelo opera ["Trauerabeit"], planteando en su aserción que el duelo realiza un trabajo (Allouch, 1996); desde entonces se da por hecho que el duelo implica realizar ciertas funciones, aunque las características de éste se definan desde diversas perspectivas teóricas.

Aunque matizadas por los diferentes enfoques teóricos, las propuestas coinciden en señalar que hay un "trabajo" que hacer, hay sentimientos, representaciones, relaciones, ajustes, que se tienen que hacer tanto a nivel interno (representacional, psicológico, afectivo), como a nivel externo (en el mundo de relaciones familiares y sociales). "Elaborar el duelo" es darse la oportunidad de transitar por las diferentes etapas del proceso, para realizar las "tareas" que corresponden a esta experiencia de asimilación de una pérdida, y continuar viviendo de manera plena. El presente trabajo pretende brindar una comprensión de este complicado proceso, el duelo por la pérdida de un ser querido, desde la perspectiva teórica de la Terapia Gestalt. Se considerarán las repercusiones en el campo externo e interno del individuo originadas por la pérdida de un objeto externo; las formas de relación-evitación que se activan; se propondrá el proceso de duelo como un ciclo relacional en tres tiempos; y su devenir en un "asunto inconcluso" cuando la resolución del duelo se estanca o se complica. RECONFIGURACIóN DEL CAMPO EN EL PROCESO DE DUELO La pérdida de un ser querido implica una alteración fundamental en el campo organismo-ambiente, al faltar uno de sus componentes, y exige una reconfiguración del campo tanto en sus elementos externos como internos. ¿Cómo se altera y cómo se reconfigura el campo? El Campo Organismo-Ambiente Desde la perspectiva de la terapia Gestalt, todo organismo vive en íntima relación con su ambiente, formando entre ambos una unidad complementaria e independiente: el campo. Ambas partes, organismo y ambiente forman un campo; se necesitan una y otra recíprocamente para su definición y su existencia. No se puede imaginar un organismo abstraído de su medio ambiente, ya que éste contribuye a dar significado a su existencia y a su experiencia. Surgimiento de Figuras Diferenciadas En un campo originalmente indiferenciado en la percepción del bebé, gradualmente se van destacando objetos y eventos externos que van tomando una forma constante, dando lugar a la constitución de figuras externas, cada vez más completas y diferenciadas unas de otras. Van sobresaliendo y delimitándose dentro de ese fondo indiferenciado, algunas figuras significativas, especialmente las relacionadas con la satisfacción de necesidades básicas del bebé, o sea, las personas encargadas de su cuidado. A medida que maduran los procesos internos del bebé (junto con la experiencia repetida y predecible de los eventos y personas de su medio), se empieza a formar y retener una imagen interna de estas personas, constituyéndose simultáneamente una figura interna. Esta "fotografía interna" del objeto, su representación mnémica, junto con las respuestas afectivas suscitadas por su presencia, su actuación y su retiro, forman una gestalt

interna, correspondiente a cada objeto externo que se va diferenciando del medio. Estas representaciones internas ayudan al bebé a reconocer a la figura externa cuando aparece, a esperar y confiar en su reaparición. Así, proponemos que cada figura diferenciada está formada por dos elementos íntimamente ligados: una parte correspondiente al objeto externo, fuera de las fronteras del yo, y una parte correspondiente a su representación interna, dentro de las fronteras del yo, a las que llamaremos "objeto externo" y "objeto interno". Ambas partes, al complementarse, dan lugar a una configuración correspondiente a un "objeto total", o más sencillamente, a una "figura". A esta globalidad (objeto externo más objeto interno) es ante la cual reaccionamos. Fondo Interno y Fondo Externo Los objetos externos pertenecen a una parte del campo que llamaremos "subcampo externo"; de manera similar, los objetos internos pertenecen al "subcampo interno". El subcampo interno, psicológico, no es como un mar de elementos fragmentados; constituye un fondo formado por muchas gestalten (correspondientes a los objetos internos) que permanecen como fondo, pero que surgen como configuraciones completas al ser activadas, primero por la aparición o reaparición del objeto externo, y después por la mera evocación de él. Características de los Objetos Los objetos externos existen independientemente de que los percibamos temporalmente o no (Objeto 1). Pero esto es algo que se aprende: inicialmente para el bebé los objetos externos no existen si no los percibe; por eso cuando la madre se pierde de vista el bebé se angustia y llora, creyendo que ha desaparecido, dejado de existir. La "constancia objetal" permite pensar que el objeto externo al desaparecer de la vista no se destruye; la contraparte interna nos ayuda a confiar y nos garantiza esa existencia, que se confirma cuando el objeto reaparece. Los objetos externos, pertenecientes a la "zona externa" de Perls (Perls, 1976), permanecen como fondo, del cual destacamos perceptualmente la presencia de uno, que se delimita como figura al convertirse en centro de nuestra atención. Los objetos internos permanecen como fondo en la "zona interna", sin que nos percatemos de su existencia (Objeto 2). Presentan dos características: pueden surgir ante la presencia del objeto externo, y anudarse automáticamente a él, pasando a formar parte de la figura gestáltica completa (Objeto 3). O bien, pueden ser evocados en lo que Perls llama la "zona intermedia" o

"fantasía" (Perls, op.cit.), sin necesidad de la presencia del objeto externo (Objeto 4). Objetos Internos y Objetos Externos Diferenciación yo-otros A medida que se van configurando los objetos externos y diferenciándose unos de otros, parte del campo se va diferenciando en un "yo", que sólo se define al mismo tiempo y en contraposición a los otros. Esta representación interna, integradora, que constituye el núcleo incipiente del sí mismo, abarca las experiencias, representaciones, ideaciones, sentimientos, etc., que se atribuyen a uno mismo y se van considerando como propios. Consideramos que más importante que la diferenciación yo-no yo, es la diferenciación yo-otro-otro-otro; es el contraste con estos otros, con los que gradualmente se irá estableciendo una relación de yo-tú. Pérdida del Objeto Externo Cuando un objeto externo se destruye, cuando deja de existir, es evidente que falta la parte externa del objeto, y deja un hueco o vacío real. Esto necesariamente implica un reacomodo en el subcampo externo, cuando falta uno de sus objetos clave. Se tiene qué reconfigurar toda la gestalt de ese campo externo, donde necesariamente se alteran las constantes: los sentimientos, las relaciones, los roles, las actividades, las expectativas, relacionados con esa figura. Con la desaparición del objeto externo, se crea un desbalance en la homeostasis del campo entero, externo e interno. Y, al igual que en una construcción en la que se destruye uno de sus pilares básicos, en la figura que pierde su parte externa también se necesita un apuntalamiento. El trabajo de duelo corresponde a esta necesidad de reconfiguración del campo, tanto de su aspecto externo como del interno. Primero, el campo externo nos confronta con la pérdida real del objeto externo. Al faltar la mitad externa del objeto, la otra mitad interna se ve de pronto amenazada e incompleta y necesita reconfigurarse. En el duelo, la función de este apuntalamiento es efectuado esencialmente por el entorno social, mediante los ritos y ceremonias sociales, que sirven de soporte temporal, tanto para la aceptación de esa pérdida de un elemento clave en la configuración gestáltica externa, como para el proceso interno que se sigue. DESARROLLO AFECTIVO Y MODOS DE RELACIóN Activación de los Modos de Relación-Evitación en el Duelo

El trabajo de duelo activa algunos modos de relación específicos, necesarios para el manejo de los sentimientos intensos suscitados, para el reacomodo con la realidad externa, y para el proceso interno de reconfiguración del vínculo roto. En general, podríamos considerar que se activan las formas de confluencia, introyección y proyección, para preservar como bueno el objeto perdido, dotándolo de características positivas y destituyéndolo de lo negativo, que se negaría en él y se proyectaría en los otros o en uno mismo. La confluencia e introyección, como parte de los procesos de idealización e identificación con el otro, permiten resaltar y conservar lo bueno, e ir asimilando gradualmente las características del otro que se tomarán antes de destruir una gestalt representativa de esa persona, gestalt que tiene qué modificarse. La proyección permite quitar las características negativas al objeto interno, y ponerlas temporalmente en otros recipientes, que pueden ser otras personas o uno mismo. A la vez, permite manejar la intensidad del enojo, la frustración y los sentimientos hostiles, dirigiéndolos hacia blancos alternativos, algo menos amenazador que atribuirlos a la relación con la persona cuyo aprecio y aceptación se desea conservar. Estos elementos participan también en el hecho de culpar al exterior (a otras personas, al destino, o incluso a Dios) y dirigir la furia y el reclamo contra ellos, o bien en el culparse a sí mismo, mediante la retroflexión. Los procesos de retroflexión, alterflexiónT y proflexión, relacionados también con el manejo del enojo y con los sentimientos de culpa y restauración, ayudan al trabajo reparatorio para la constitución del objeto como bueno. El deseo de no haber lastimado al otro, y de complacerlo, contribuyen a garantizar una reconfiguración de la relación del otro como buena. En el proceso de duelo se activan estas formas de relación como partes de un proceso necesario para la reconfiguración del vínculo roto. Además de ello, pueden surgir formas defensivas de tipo personal con una función de resistencia, complicando y prolongando la labor de duelo. Estas formas pueden tener un carácter funcional, cuando permiten avanzar en la resolución de la pérdida (formas de relación), o bien constituirse en una maniobra defensiva que entorpece contactar con los aspectos externos e internos de la situación (formas de evitación). Así, la proyección del enojo en otros puede limitar seriamente el contacto con el propio enojo hacia la persona fallecida; la retroflexión acentuada puede llevar a sentimientos de culpa exagerados, a tensiones y malestares psicosomáticos; las actividades de proflexión pueden llevar a tratar de solucionar en otros un problema similar, sin enfrentarnos a la situación original de pérdida. La deflexión puede evitar el contacto con sentimientos amenazadores y la constatación de la realidad. El aislamiento puede prolongar el retraimiento del mundo, necesario inicialmente para la elaboración interna de la pérdida, complicando las cosas al limitar el contacto con los recursos externos que se pudieran obtener. Ejemplos de fijación se observan en situaciones en que se mantienen casi intactos los recuerdos u objetos, en el rumiar sobre la tristeza propia, en los resentimientos y remordimientos que congelan el tiempo, y en general, en los duelos crónicos.

Cada persona puede utilizar temporalmente sus patrones típicos de protección y defensa ante situaciones impactantes. El duelo, como todo proceso, implica necesariamente un movimiento, que va confrontando gradualmente con cada aspecto necesario para la resolución de la pérdida, por lo que despierta las formas específicas en que una persona se protege habitualmente de un contacto doloroso, además de aquellas que requiera la situación. EL DUELO COMO CICLO DE EXPERIENCIA El duelo constituye un ciclo de experiencia con ritmo, tiempos y características específicos. Delacroix señala que "toda destrucción de una gestalt supone encontrarse con el vacío, la muerte y el duelo" (Delacroix, 1998, p. 121). Y qué destrucción más importante que la destrucción misma de un objeto externo significativo, que deja un hueco real, sentido como vacío. Para Delacroix el duelo es una cuestión de postcontacto; es un espacio de recogimiento y soledad donde se procesará la experiencia de la pérdida. De manera similar, Kepner (Kepner, 1992) considera que el proceso de cierre de una gestalt lleva intrínsecos sentimiento de pérdida; incluso la culminación de sucesos felices puede estar paradójicamente ligada a una sensación de tristeza y duelo, por la experiencia que se termina. Con mayor razón, aquellas situaciones donde el contacto se interrumpe de manera abrupta y no deseada por alguno de sus participantes, pueden producir fuertes sentimientos de vacío, abandono y pérdida. Kepner propone un "ciclo de la experiencia" TT en seis fases:      

sensación formación de figura movilización de energía acción contacto retroceso

El proceso de autorregulación organísmica, visto como la secuencia de pasos que lleva a un organismo a estar en contacto con su ambiente, buscando la satisfacción de sus necesidades, parte del surgimiento de una figura que va resaltando contra el fondo que organiza la conducta, lleva al contacto con el entorno para completar la necesidad que surge, concluye y retrocede al fondo, permitiendo el surgimiento de la siguiente figura de interés. En relación con la intensidad y naturaleza del contacto en el que se ha participado, se da un paso necesario de retroceso, de retraimiento hacia el sí mismo, para desvincularse del exterior, restablecer los límites del self, asimilar la experiencia y cerrar la gestalt, dejando la atención y energía libres para la formación de nuevos ciclos.

Contactos más intensos y significativos requieren una fase más prolongada de retroceso; para balancear la energía y atención que se invirtieron en el contacto con el exterior, se requiere posteriormente de una energía y atención proporcional hacia la otra parte de la relación, o sea hacia el sí mismo, para asimilar la experiencia, integrándola al previo marco de referencia que ahora será modificado por ella. La muerte de un ser querido generalmente termina de manera involuntaria con el contacto establecido con él. Este contacto que se termina muchas veces de manera abrupta, las más de las veces de manera no deseada, requiere de una larga fase de retroceso para elaborar esta terminación. El trabajo de duelo queda comprendido en esta última fase de ese ciclo relacional. Y las tareas a realizar, tanto en la fase general de retroceso, como en la elaboración del duelo, son similares: aceptación de la finalización del contacto, desvinculación del exterior, recogimiento para redefinición de los límites propios, procesamiento y asimilación de la experiencia, y conclusión o cierre de ese ciclo. Entre esta terminación abrupta de un ciclo de experiencia debido a la destrucción de un objeto externo, y la disposición a captar y recibir nuevamente la novedad asimilable en el medio ambiente, se da un espacio. En ese guión, entre la fase de retirada (a la que Delacroix se refiere como postcontacto y Kepner como retroceso) y la reinstauración de la disposición a captar y recibir la novedad asimilable en el ambiente, se da un ciclo de experiencia, el proceso de duelo, en tres tiempos, correspondientes cada uno de ellos al cierre de un ciclo gestáltico. Un primer tiempo corresponde a la primera fase del duelo, que va del momento en que se tiene conocimiento del fallecimiento del otro, a la terminación de las ceremonias fúnebres. La aceptación de la muerte física (pérdida del objeto externo) y la despedida ceremonial (con el apoyo de los elementos vinculantes del campo externo), constituyen el cierre de este ciclo gestáltico. Un segundo tiempo corresponde a la fase intermedia del proceso de duelo; el procesamiento interno que lleva a la confrontación y reconocimiento de la ausencia definitiva del otro, física y psicológica, se cierra con su aceptación. Reconocer y aceptar que la pérdida del otro es definitiva permite reconfigurar el objeto interno y reacomodarlo en el mundo interior. El vacío interno se cierra al soltar la imagen obsoleta; la destrucción de esta vieja gestalt da paso a la formación de una nueva imagen actualizada. Un segundo ciclo gestáltico se cierra al completarse este procesamiento interno de la pérdida. El tercer tiempo (fase final del proceso de duelo), corresponde a la reincorporación responsable al medio externo. Este ciclo se cierra cuando se reconoce y asume que el mundo externo es diferente, cuando se configura esta nueva gestalt con un elemento ausente, que obliga a una reconfiguración del mundo externo y a un reacomodo de nuestra actuación en él. Estos tres ciclos componentes del gran ciclo "proceso de duelo", constituyen un ajuste creativo a la situación de pérdida de una persona significativa, al llevar a una reconfiguración tanto interna como externa del medio y del self, que permite vivir en el mundo actualizado.

Ciclo del Duelo en sus Tres Tiempos Características del Ciclo de la Experiencia de Duelo Todos los pasos de este ciclo tienen su función de protección, restauración y crecimiento, por lo que no sería recomendable ni su omisión ni su apresuramiento. Es necesario vivir inclusive las fases dolorosas o angustiantes; el pleno contacto con cada una de ellas lleva a su experimentación y resolución. En un proceso que se vive de esta forma, las fases se suceden una a otra de manera fluida. Por razones defensivas, se puede detener, entorpecer, acortar, alargar el proceso, o brincarse etapas (como sucede en la ausencia de duelo, en los duelos crónicos, en los duelos que se convierten en cuadros depresivos severos, en los duelos que entorpecen los modos de relación familiares, etc.). A la vez, el medio externo puede interferir con el proceso de duelo, si no ofrece el suficiente apoyo y permisividad para el reconocimiento y expresión de los sentimientos y necesidades surgidas (Hernández Romero, 1999). Las expresiones interrumpidas en su curso natural, pueden tomar las características de un asunto inconcluso. EL DUELO COMO ASUNTO INCONCLUSO Cuando una experiencia no se puede olvidar ni resolver de manera satisfactoria, se torna en un "asunto inconcluso". Estas gestalten incompletas generalmente se relacionan con experiencias traumáticas que no se han podido integrar; derivadas de situaciones relacionales en las que no se satisfizo una necesidad básica (seguridad, confirmación, inclusión, aprobación), se van a*****ulando en emociones incompletas e interrumpidas (Merino, 1999). Todo asunto inconcluso habla de una necesidad no satisfecha; el individuo se siente obligado a repetir en su vida cotidiana lo que no logra concluir en forma satisfactoria (Perls, 1976) Asuntos Inconclusos de Primera y Segunda Instancia Algunos eventos pueden quedar como gestalten incompletas esperando su resolución. En algunos casos, efectivamente se interrumpe un evento, que queda sin cerrarse (los llamaremos asuntos inconclusos de primera instancia). En muchos otros, el evento realmente concluyó, pero la forma en que sucedió no fue satisfactoria para nosotros (asuntos inconclusos de segunda instancia). La experiencia de una situación desagradable y concluida de manera insatisfactoria crea nuevas necesidades y sentimientos, surgidos precisamente de ese cierre rechazado.

Consideramos que el duelo, como prototipo de las experiencias de separación y pérdida, constituye un asunto inconcluso de segunda instancia: la muerte del otro significativo cierra de manera dramática y repentina un ciclo relacional; pero los sentimientos nacidos de esa realidad que es difícil de aceptar, abren nuevos ciclos largos que si no se solucionan, se convierten en asuntos inconclusos. El nuevo ciclo se mantiene muchas veces porque la persona fallecida ya no está para satisfacer las necesidades que anteriormente satisfacía, ya no puede darnos cariño, seguridad, aprobación, compañía; se mantiene también porque tampoco está presente para satisfacer las necesidades actuales, generadas por su ausencia física y psicológica; es un satisfactor con el que ya no se cuenta para enfrentar una situación de difícil manejo, no se tiene ni el consuelo, apoyo o estímulo proveniente de él, que se necesitaría en una situación de pérdida. El manejo terapéutico del duelo no cierra el primer asunto; éste generalmente está cerrado ya, pero de manera insatisfactoria. Lo que sí podemos hacer es ayudar en el manejo de los sentimientos y necesidades derivadas de este primer asunto, para constituir una nueva gestalt con un resultado más satisfactorio para el individuo, ya sea que esa nueva necesidad sea manifestar los sentimientos de enojo y añoranza, descargar la agresión surgida, expresar los sentimientos amorosos no dichos, pedir y aceptar el perdón. El fondo de muchos asuntos inconclusos dentro de este marco equivaldría a "actividades reparatorias" tanto del yo sufriente como de los objetos internos (en el caso de un fallecimiento, el objeto externo ya no se puede reparar). Así, transitar por las diferentes etapas del duelo, contactando plenamente los sentimientos de cada fase, lleva a una aceptación gradual de la pérdida y a una reconfiguración del campo, tanto en sus aspectos externos como internos, con lo cual se puede cerrar el ciclo de experiencia correspondiente al duelo. Cuando los procesos correspondientes a una determinada fase del duelo se ven interferidos, ya sea, entre otras cosas, porque la persona no cuenta con los recursos internos o externos para adaptarse a las demandas de una nueva realidad, porque se aferra a sus recuerdos, porque no se atreve a soltar configuraciones obsoletas para vivir en el presente, el proceso de duelo se puede ver alterado o estancado en alguna de sus fases, convirtiéndose en un asunto inconcluso. » Vivir gestálticamente LÍNEA TERAPÉUTICA SE EXPANDE EN EL PAÍS La Gestalt-terapia propone una búsqueda de la salud del hombre a través del equilibrio de su cuerpo, intelecto, espiritualidad y sentimientos, en el aquí y ahora. Cuando se integran, el hombre descubre quien es aquel que

se llama uno mismo. Los problemas bombardean nuestras mentes y a diario tenemos que asumir personajes para defendernos en la vida, por los que perdemos parte de quienes somos. Cuando se dejan de lado los sentimientos o las creencias para priorizar a la razón o el pensamiento queda relegado por las emociones, la unidad que forma al individuo se fragmenta y se enferma. Ante el panorama del que nadie se escapa, la Gestalt-terapia propone un proceso de sanación a través del cual el sujeto se hace consciente de sí mismo y de su entorno. El resultado es lograr el equilibrio de las partes, aunque sean opuestas, y desarrollar todo el potencial, en el aquí y en el ahora, para la realización personal. “La Gestalt se forjó como una unidad del ser humano. Quiere decir estructura, totalidad. No intentamos dejar escapar nada de lo humano”, explicó Fernando De Lucca, pionero de la Gestalt-terapia en nuestro país y fundador de “Encuentro”, Centro de Estudios Gestálticos del Uruguay. La disciplina como psicoterapia humanística-existencial, pretende la integración del intelecto, el sentimiento, el cuerpo y la espiritualidad, para formar una unanimidad en la que tengan una preponderancia equivalente. “No somos psiquis sino que somos una totalidad con manifestaciones psíquicas, corporales y emocionales”, completó el psicólogo a CarasyCaretas. Bajo esta concepción, el todo es necesario para comprender a la parte, la que adquiere sentido en relación con las demás. Si una no está correctamente situada, el conjunto se ve alterado.

EQUILIBRIO Fernando De Lucca y Danielle Dutrenit, co-fundadora de “Encuentro”, enseñan y comparten la Gestalt-terapia desde 1989 y recién ahora ven que la línea terapéutica está en auge en el país y en el mundo. Ésta fue desarrollada luego de la Segunda Guerra Mundial por Fritz Pearls, un alemán psicoanalista que se separó de la escuela freudiana cuando las discrepancias le parecieron inaguantables. Dejando de lado el examen de las experiencias del pasado, Fritz consideró que la raíz de los trastornos psicológicos podía estar en la incapacidad de las personas de componer su personalidad uniendo las partes en un todo saludable para que tenga injerencia en el lugar y en el momento en el que vive el individuo. Su teoría incorporó elementos del budismo zen -como la meditación- y la expresión corporal, a los elementos propiamente psicológicos, creando algo absolutamente nuevo. Según los especialistas, la Gestalt-terapia resulta útil para comprender y sanar cualquier conflicto que se tenga consigo mismo o con el mundo. Actualmente, “la consulta más importante son las temáticas afectivas de la pareja”, dijo Dutrenit. Muchos pacientes recurren al Centro de Estudios Gestálticos del Uruguay para hacer terapia de dos con la esperanza de aprender a mantener

una relación satisfactoria más allá de los vaivenes que puedan tener entre ambos. Especialmente, se trabaja en cómo sostener el amor. Si eso se consigue, para De Lucca es un acto de salud que engloba al ser humano integral: “el cuerpo, los sentimientos, los pensamientos, las creencias, las ideologías, la forma de encarar el mundo, la relación entre el yo y el mundo”, puntualizó. A “Encuentro” también acceden personas con trastornos provocados por los miedos y la ansiedad, dolores de vida tales como duelos y pérdidas y con una profunda angustia “ante la existencia sinsentido o ante un futuro caótico socioeconómico”, señaló el terapeuta. Las técnicas pueden ser aplicadas a cualquier edad respondiendo a los problemas propios de cada etapa de la vida. “Hay personas que piden consultas como una ayuda para morir, para morir como pasaje”, añadió. El avance que por fin está teniendo la Gestalt-terapia en el país hizo que De Lucca y Dutrenit recibieran el interés de expandir su actividad por el territorio. Durante 18 años ofrecieron charlas y cursos, pero finalmente inauguran hoy la primera casa en el interior. Esta noche, a las 20:30 horas, ambos terapeutas impartirán la conferencia “Manteniendo una menta abierta: aportes de la Gestalt-terapia”, en el Ateneo de Maldonado (en el Cuartel de Dragones) con la que darán la bienvenida al nuevo centro. Es posible que más adelante hagan lo mismo en Salto y Florida donde han estado trabajando por cuatro y doce años respectivamente. CONOCERSE En la terapia, es el trabajo en grupo donde la Gestalt adquiere su máxima expresión. Ahí ocurre uno de sus postulados básicos: el “darse cuenta” (awareness en inglés), es decir, la toma de conciencia de sí mismo. “Darte cuenta de cuanto lo que colocás afuera en realidad es tuyo”, comentó Dutrenit, por ejemplo, sobre los defectos. Para conocerse a sí mismo, para “descubrirse”, los terapeutas proponen estudiar el eneagrama. Éste es un símbolo geométrico compuesto por nueve elementos y sus interrelaciones cuya lectura revela cuales son las interrupciones y condicionamientos que limitan nuestra personalidad. En primer lugar, conecta al sujeto con su ego, el causante de la fragmentación del ser, es decir, de su conflictividad. “El ego es el personaje que yo cargo durante mi vida”, definió la profesora. Metaforizado como un traje, por ejemplo, es el que usamos en la niñez para defendernos del exterior y que como dio resultado, se sigue utilizando en la vida adulta. “El que era el payaso de chico, es el payaso toda su vida, el triste de chico es el tristón en la vida”, manifestó. Según los expertos, no nos podemos desprender de nuestro ego pero si lo identificamos a través del eneagrama, podemos quitarnos ese “traje” cuando no lo necesitemos para que no domine nuestra existencia. El símbolo también determina la variabilidad peculiar de ese ego. Como hay nueve grandes grupos humanos, las combinaciones producen 27 tipologías

diferentes según tres instintos básicos: el de conservación, el sexual y el social. “Según los instintos, el ego se transforma y se imanta y deviene en determinada forma, pero también tiene que ver con la historia peculiar en la que se formó. A través de la terapia, se sale de ese ego. Llegamos a una virtud”, expresó De Lucca. Duelo, muerte y desaparición El Psicoanálisis se ha planteado desde sus inicios la cuestión de la muerte como un problema vivencial y de conocimiento. Considerando que resulta esencial para comprender la vida humana. Pensar en términos psicológicos la cuestión de la muerte, su inevitabilidad, ha sido sin lugar a dudas una de las fuentes de interrogantes esenciales del ser humano. Nos ha permitido especialmente trabajar sin reducir la problemática a una cuestión filosófica. Además de constituir un posible paradigma del límite en tanto inevitable, es también, una de las formas posibles de pensar una articulación que nos interesa particularmente. Comprendemos el Mito Originario de la Muerte del Padre como estructurante a la vez del sujeto y de la cultura; muerte simbólica, cuya inscripción como culpabilidad inconsciente es el fondo sobre el que la Ley opera. Este padre muerto se vuelve más poderoso, que en vida, por efecto de la obediencia retroactiva. Por la culpa y la deuda (el don). Esto además porque era un padre también amado. Relacionaríamos el pensamiento freudiano como universalista y el relativismo cultural, en las significaciones de la muerte para los diferentes pueblos y culturas. Consideraríamos además lo singular, no solamente en que cada uno es mortal sino que también cada uno tiene su propia forma de morir. Participamos, de manera más o menos inconsciente, en el camino que nos conduce a nuestra propia muerte. La tendencia a sufrir accidentes, muchas veces relacionados con diversos tipos de actos fallidos, seria una forma bastante expresiva, aunque sencilla, de decir lo mismo. Articular duelo, muerte y desaparición es algo problemático. Podemos tomar diversos ejes ordenadores, pero trataremos de articular algunas relaciones con el proceso o los momentos lógicos fundantes de la constitución subjetiva. La idea de límite al pensamiento mágico o místico (omnipotente), nos sostiene en el aserto psicoanalítico: nunca nada es para siempre. Esto quiere decir que trabajamos en el campo en donde lo más significativo no es ciertamente la estabilidad y la certidumbre. Cualquiera de las adquisiciones que hacemos en nuestro desarrollo pueden trastocarse, perderse, variar, etcétera. Los castigos míticos de exilio, locura y muerte; la potencialidad humana a la locura como potencialidad del ser, la locura de amor, de odio, de ignorancia, de dolor y soledad, son los ámbitos que nutren nuestra vida como preparación para la muerte. Cada uno debería poder elegir su muerte. Elegir es psicoanalíticamente hablando, lo inconsciente que conduce, creando una

cierta aceptación para la muerte se transforma en algo "natural"; la vida que deja lugar a la nueva vida. Pero lo traumático acecha, con la muerte de los hijos, las desapariciones, las catástrofes sociales que exacerban, a diferencia de las catástrofes naturales, el narcisismo de las pequeñas diferencias. Lo pequeño ocupa la dimensión de lo trágico y los fundamentalismos religiosos, étnicos e ideológicos cobran sus víctimas sometiéndolas al poder, la fuerza y el terror. Retomando la cuestión de la muerte, si bien no existe la representación inconsciente de la propia muerte, esto no quiere decir que no existan deseos y fantasías de muerte. ¿Quién no quisiera, por ejemplo, un lugar ideal, paradisiaco, con una tranquilidad absoluta como la del nirvana?. Esta idea del "descansa en paz" (R.I.P.), es incluso útil para los supérstites. Lo que se nos aparece como conflictivo, paradójicamente, es la vida. Es la fuente de disturbios y conflictos. El lugar de la muerte es el que soporta la estructuración del sujeto en el orden simbólico. Freud decía que la carta era la palabra del ausente. Cuando nombramos una cosa, la palabra es ya la muerte de la cosa. Al nombrar la cosa, valga la redundancia, la cosa es otra cosa. Es algo con un nombre. Nunca hay una relación unívoca entre la cosa y lo representado, entre la cosa y la palabra. Lo que no podemos nombrar en las cosas es lo que llamamos traumático. Es el silencio, el secreto, el "saber no sabido" que se reconoce como propio solamente por la interpretación o la construcción. Por eso trabajamos con palabras. Lo que no se puede nombrar es el trauma. Siempre estamos a una cierta distancia de las cosas, hay siempre un cierto sentimiento de exilio. El momento en que nombramos, nominamos, no es nunca el momento en que percibimos. Nuestras palabras llegan siempre, con posterioridad, a nuestras sensaciones. El principio del Estadio del Espejo, en relación con el narcisismo en su especularidad, consiste justamente en que nuestra percepción es antropomórfica, pero a diferencia con la Psicología, para nosotros, no existe una forma afuera, preexistente, es siempre nuestra propia forma la que se busca afuera. La percepción trabaja también bajo el retorno de lo reprimido. Nos involucramos en nuestras percepciones, transferimos. Por esto consideramos fundamental señalar el lugar de la verdad, que no es la supuesta "percepción objetiva", sino un atravesamiento de la subjetividad y una construcción / ficción teórica que produce realidades que implican siempre una interpretación. No nos referimos a la hermenéutica, en donde se sacaría algo supuestamente profundo de algún lugar. Se trata de una antihermenéutica en donde interpretación es producción de sentido, de un sentido que es nuevo y solamente verdadero para alguien en un determinado momento. Es siempre nuestra propia forma lo que buscamos afuera. Por esto es imprescindible introducir aquí la cuestión del narcisismo (amarse a uno mismo, a la propia imagen) y diferenciarla del lugar de la verdad como a producir. Si hablamos de lugares y agentes nos colocamos en una concepción esencialmente diferente a la de la comunicación. Lugares y agentes que los ocupan configuran modalidades discursivas. Además del lugar de la verdad está el lugar del otro, la relación al otro. Es a través de las identificaciones

narcisísticas como se constituye el sujeto en la alienación y comienza la separación. El Yo como siendo otro. Con otro cuya imagen me constituye. El deseo es "el deseo del otro" (Otro-otro-otros), omnipotente primigenio, todopoderoso. La cuestión de la imagen es esencial puesto que no es un reflejo. Por ejemplo: madres con relaciones muy violentas y hostiles con sus hijos generan en los niños lazos muy intensos amorosos. Cuanto más violenta sea la madre, más fuerte el lazo amoroso con ella y por consiguiente mayor dificultad para la posibilidad de desvincularse de ese lazo. Lo mismo ocurre en el ámbito de las parejas. Este tipo de relaciones suele romperse de manera violenta, sumamente impulsiva. La fantasía de quién se separa es que dando un portazo los problemas quedan detrás de la puerta. No es así. Los problemas los llevan también con ellos. Insistiendo, imagen no es reflejo. Es de interés considerar como proceso de construcción la constitución de la subjetividad humana. Si se dan ciertas condiciones puede instaurarse una regulación de la vida pulsional que nos brinde la posibilidad de desear y fantasear. Esto implica inevitablemente el atravesamiento de los tabúes (prohibiciones) básicos universales: canibalísticos, parricidas e incestuosos. Si hay un otro adulto deseante que se constituye en primer lugar como función materna será posible la construcción de un narcisismo o amor a sí mismo. Esto es imprescindible para la constitución de ese "nuevo acto psíquico", del cual surge un Yo humano definido como lugar de conocimiento y de desconocimiento. Ese nuevo acto psíquico es el Estadio del Espejo. Este otro materno, como dice Wilfred Bion, debe tener capacidad de "rèverie", que consiste en volver asimilables algunas de las experiencias displacenteras del infante. Esto quiere decir que estas experiencias, al retornar de una madre "un poco buena" como la llama Winnicot, posibilitará las inscripcionesrepresentaciones psíquicas. Es importante este concepto porque no transforma a la madre en una figura idealizada, sino que considera que además del amor también el odio tiene existencia. Ex - iste. En la cotidianeidad podemos observar cuando las madres, especialmente si se trata de niños muy pequeños, no pueden arrullar, calmar al niño. Esto es frecuente en el trabajo con la violencia familiar. Es notable la dificultad de "calmar", "tranquilizar" a los niños de parte de los miembros de una familia violenta. La diferencia esencial pasa por la compulsión de repetición, ya no solo la ex- xistencia sino también la in-sistencia: el ciclo de la Violencia. La Psicopatología de la Vida Cotidiana, como la violencia familiar, nos revela, como nos lo enseña Freud, de una manera muy clara lo que ocurre también en la psicología de todos los seres humanos. Todos podemos pasar por momentos de descontrol sin considerarlo un problema de violencia familiar. En la violencia el otro es un semejante, fundamentalmente especularizado, con imagen sin sostén en los ideales. Las cosas son como dice el Otro, omnisciente, todopoderoso. No hay posibilidad de bascular del otro al otro y poder preguntarse qué quiere, que es aquello por lo que somos reclamados

por nuestro ser. El núcleo verdadero de nuestro ser: lo Inconsciente. El deseo. Se desea alienadamente el deseo del otro, sin poder registrar para quién se es. Para qué y quién hacemos lo que hacemos. Por esto la atención a las demandas de amor de las víctimas, con la actitud de dama de caridad o de inmiscuirse morbosamente en la intimidad de las personas, sin que quede planteada la pregunta ¿Quién me quiere?, ¿Para qué me quiere?, es una burla alienante que reduplica la dependencia y conducirá a repeticiones compulsivas del : "él dice" "él quiere", "él no quiere", etc. Poder preguntarse sobre lo que la persona quiere para sí misma y los demás es el camino que debemos transitar. Del mismo modo el asitencialismo demagógico es una falta de respeto a la Víctimas, puesto que la cantidad excluye inexorablemente la calidad, estableciéndose un programa pedagógico de sustitución de dependencias que resulta perverso, con resultados a corto plazo y sin investigaciones que las avalen. Si a esto agregamos la enorme dificultad del trabajo interdisciplinario se establecen hegemonías judicializantes, priquiatrizantes, socializantes o psicologizantes. Todo esto lleva a la necesidad imprescindible de replantear el montaje de los Dispositivos Institucionales para atender problemáticas, no de Víctimas de delitos, sino de diferentes formas de padecer o sobrevivir a la violencia. La pérdida de la singularidad del caso, según el método freudiano es una forma de masificación, de imaginarización que obstaculiza los cambios que la persona esté preparada, requiera y considere necesarios. En este sentido el tratamiento de los problemas de violencia se impregnan de violencia, aún actuada o de "buena fe" o de buena voluntad", como militancia de fundamentalismos religiosos, al mismo tiempo que autoritarios. Por otro lado la curiosidad morbosa de personas no preparadas para este tipo e trabajo, valoran el sufrimiento por el centimetraje cúbico de lágrimas sin poder evaluar los verdaderos riesgos. Estos siempre aparecen en relación con el trauma, es decir al silencio. Aquí se juega esencialmente una concepción de lazos sociales, los modos de establecimiento. Las concepciones judicativas se hacen desde una chismografía caritativa, con ánimo de hacer el bien. Retomando la problemática de las experiencias del niño, hay siempre experiencias que no se inscriben, que no se registran. Esto es lo que le vuelve al niño cuando no puede ser calmado. A esto lo llamamos la "cosa en sí", lo que siempre queda como "resto", como "inasimilable", lo "no representable". El silencio del trauma. Nos humanizamos entonces como seres escindidos, divididos, es decir nuestra conducta estará siempre sobredeterminada, al mismo tiempo que producto de loo aleatorio y de azar. Los productos psíquicos serán una formación de compromiso entre instancias o sistemas psíquicos. El amor parental, modo de encarnación del Mito de Narciso, es una de las facetas en las que los juegos imaginarios del amor pueden llevarnos al ocultamiento de la dimensión de muerte del narcisismo. Ninguna obra clásica literaria sobre el amor ha perdurado si no termina en la muerte. Las otras son de Hollywood. El Psicologismo Norteamericano, tan frecuente en las películas en que se resuelven las situaciones con algún tipo de interpretación,

estereotipada, da un giro a la situación planteada, a partir de lo cual se configuran los modos de conclusión de las historias. Pensamos entonces que es posible un amor a muerte por la fascinación que puede producir la imagen en su omnipotencia que puede ser feroz. Veremos esto en relación con el autoritarismo. Nos constituimos como Yo a partir de la imagen que nos devuelven los otros. Este alias o alienación a la que llamamos Yo tiene sin embargo un soporte simbólico. Es el pasaje a través de esta primera alienación en la constitución del yo humano, que puede surgir la posibilidad de ruptura de este lazo narcisista con la madre. Este Yo que a su vez es otro posibilita esa doble vertiente de desconocimiento/no saber y la posibilidad también de un Yo de conocimiento/saber. En las relaciones de violencia, consideramos entonces, el lugar de la muerte, la relación al otro y agregamos la adhesión que el poder solicita y obtiene. Esta adhesión tiene su fuente en la misma estructuración del sujeto, del deseo humano. Corresponderá a una identificación al superyó como ideal, feroz, obsceno, omnipotente. Este es uno de los aparentes beneficios de la adhesión, del consenso. Pero es al mismo tiempo lo que posibilidades de puesta en cuestión del discurso, con citas, enigmas, posibilidad de plantearse interrogantes: Sin estas condiciones no hay tratamiento victimológico que no sea una psicología espuria adaptativa, ejercida esencialmente con gente sin entrenamiento psicoterapeutico. Es comprensible que haya gente que se interese por la Psicología, pero esto no es Interdisciplina. No es abocarse a un problema concreto y plantear la diversidad de alternativas que surjan de cada caso, que es "Uno", único e irrepetible. Esto que llamamos otro o alias es el constituirnos sobre la base de la imagen que recibimos de nosotros por parte de los otros. Como somos "vistos". La cuestión simbólica aquí es para ser vistos por quienes hacemos lo que hacemos. esto es ,sin duda una vuelta de tuerca. El poder toma su soporte, su eficacia de la aceptación de que es objeto. No se trata de un problema cognitivo, sino constructivo, de actos inconscientes, de los fundamentos de los cuales depende su eficacia. Este otro, la madre toma o no en cuenta al padre. Si el padre es alguien significativo para la madre, el niño vivirá la experiencia de no ser todo para esa mamá. Si la madre desea al padre este puede constituirse en función y darle su nombre al niño. El niño llevará, entonces, el Nombre del Padre. Vemos que lo que se juega en la función materna, en este primer momento. Función materna es una concepción que se toma en cuenta si consideramos los aportes de la Escuela inglesa de Psicoanálisis. En una línea freudiana hablaríamos de lo pre-edípico, pero esencialmente del complejo paterno. Con Lacan, mas allá del Edipo, hablaríamos del deseo de la mujer y del Nombre del Padre. Esto otorga una significación, un significado al niño. Hay una producción de sentido, se trata por lo tanto de una metáfora. Estamos ya en el nivel de la identificación simbólica, al ideal parental. Al producirse la sustitución

del deseo de la madre por el Nombre del padre se funda la posibilidad sustitutiva que posibilita el desplazamiento de las cadenas asociativas, produce como posibilidad el lenguaje. Esta metáfora es fundante, fundadora en tanto posibilita la desligazón posible del niño con su madre. Hemos visto que es mucho más dificultosa de llevar a cabo en las relaciones violentas. Habiéndose constituido el primer momento de narcisisación-alienación será posible que sobre él se produzca un corte en el camino hacia la individuación, es decir, lo que el Psicoanálisis tradicionalmente conceptualiza como castración, que desde una reformulación lógica podríamos definir en términos de límite, de "no todo". Un límite a la omnipotencia de lo de vida y muerte del narcisismo. A la desmesura del todo o nada. Esta es la posibilidad de límite al poder y especialmente al poder absoluto. Para esto es necesario que el niño sea "no todo" para la madre y le dé lugar al padre. Luego el padre será "no todo" para el niño y dará lugar a la cultura. ¡Irás a la escuela porque los niños de tu edad van a la escuela!. El Otro padre dirá: ¡Vas a la Escuela porque Yo lo digo! Para la subjetivación de este límite hay una condición previa, que está relacionada con los ideales parentales. En esto quisiera ser muy preciso puesto que aquí Freud se refiere a lo "parental" y no solamente al padre o a la madre. Este ideal del que el infans se apropia, constituye el modelo o soporte sobre la base de la cual se constituirán las series de las llamadas identificaciones secundarias. Si le llamamos a la captura por la imagen identificación primaria narcisista, la apropiación de un ideal se constituirá en la identificación primaria simbólica. Dará significación y posibilitará la filiación del niño como parte de una familia. Esta identificación es simbólica en tanto da una filiación, un lugar en una familia humana. Sostiene, además, la imagen y permite su modulación en las oscilaciones pasionales narcisísticas. Aquí primero no quiere decir secuencia cronológica sino importancia como momento fundante, momento de resignificaciones, siempre "a-posteriori" en la constitución del psiquismo del niño. Se trata de lógicas cronológicas y de otros modos lógicos de pensamiento. Recapitulando podríamos decir que para que se establezca un corte o límite tiene que haberse consolidado suficientemente, una previa relación narcisista. De este modo este segundo momento al que llamamos separación puede ser vivido como una pérdida, como un duelo y no como una catástrofe. La catástrofe psíquica que se produce en las víctimas de violación, por ejemplo. Allí se juega la sexualidad y también el deseo, el poder y la muerte. Por esto la tortura va tan estrechamente relacionada a la muerte y la desaparición. Para que haya un corte tiene que haber algo que presente la suficiente consistencia, un rechazo o resistencia a ser cortado. Tiene que haber un narcisismo constituido. Solo duele, es decir hay duelo, cuando perdemos algo

que es valorado, valioso para cada uno de nosotros. Aquí también como en el caso de la muerte, el duelo es un concepto generalizable que forma parte del pensamiento universalista freudiano así como del máximo relativismo cultural o singularidad en la que cada uno de nosotros vive algo como pérdida según el valor personal que le otorguemos a lo perdido. Como vemos lo universal se articula con el relativismo cultural y da relevancia a la singularidad de la experiencia. Podemos considerar entonces el duelo como un modo de nombrar la pérdida, que siempre tendrá que ver con el miedo a la pérdida del amor, de anhelos, de deseos; la pérdida de lo que llamamos en general "objetos". Objetos en el lugar de la causa de la constitución de un psiquismo humano sexuado. El Trabajo de duelo consiste en desanudar "una a una " las expectativas que había, que se tenía con respecto al objeto. La otra parte del trabajo es la intensificación de los recuerdos. Esto hace imposible la elaboración del duelo en la desaparición, puesto que las expectativas quedan abiertas. Esto ocurre también en los desaparecidos a causa de desastres "naturales". La diferencia radica en que a partir de los fenómenos naturales se desencadenan acciones de solidaridad, que posibilita, a modo de rèverie, el trabajo del duelo. Las catástrofes terroríficas socio-polícas obstaculizan las dos vertientes de elaboración. Del lado de las expectativas acrecienta las expectativas en el derivar de un a búsqueda y anula la posibilidad de la intensificación de los recuerdos por la descalificación de la valoración social que aceptan la desaparición. Esta aceptación, o "por algo será" nos impide valorar lo realmente ocurrido. Por otra parte la desaparición produce un trauma, que en sentido estricto se corresponde a una ruptura de las cadenas o conexiones asociativas, se expresa, se pone en acto por lo tanto, en el silencio. Por esto es que los actos rituales "en memoria" de los desaparecidos cumplen un papel fundamental en la respuesta social a esta pérdida. El caminar en círculos, en demarcar tiempos y espacios. Esta es una diferencia esencial con el trabajo del duelo. El tercer tiempo sería entonces el del paso de la separación a la diferencia de los sexos. En este momento se hace posible el cuidar del otro. Se han atravesado los "modos previos de la elección de objeto", en donde predomina el odio del amor a muerte del apoderamiento y otras formas destructivas del amor. Los celos y las reacciones violentas frente al establecimiento de la pareja, la paternidad y maternidad y el trabajo. Desencadenantes que en nuestro medio debemos agregar el alcoholismo como problema de salud y social completamente descuidado puesto que no rinde el beneficio económico de dedicarse al problema de las drogas, en las que se hacen significativas inversiones. Negocio este como el de las armas imprescindiblemente protegido por las más altas esferas de poder para que sea posible su multiplicación. Veremos que siguiendo el esquema que planteamos podemos considerar que las situaciones violentas se ponen en juego cuando se dan separaciones (de las familias de origen), convivencia que pone en juego la identidad sexual de cada uno y embarazo que pone en juego la cuestión de la paternidad y la maternidad. El trabajo, como el desempleo o sub-empleo cuestiona muy

fuertemente el narcisismo y los roles establecidos socialmente para el hombre y la mujer. Recordemos que la etimología de la palabra Crisis deriva de términos latinos que se refieren a separación y diferencia. Constituido entonces el narcisismo se genera la posibilidad de valoraciones de lo bueno, lo valioso, lo malo y lo feo. Ética y estética articuladas en los orígenes. Es, entonces, la pérdida de algo valioso, que puede registrarse como perdido y no como catástrofe, a partir de la constitución del objeto del narcisismo, como otro, ya no-solo semejante sino también diferente. Otro al que llamamos prójimo. La pérdida del objeto de la experiencia de satisfacción que pone en movimiento al deseo, alucinación, sueño y fantasía. Se fundará de este modo la posibilidad de "encuentros" con el objeto. Todo encuentro será para Freud un reencuentro con el objeto perdido. Pérdida del objeto de la pulsión, pérdida del objeto del deseo y en tercer lugar, aunque siempre a posteriori, la pérdida del amor materno que resignificará las pérdidas fundando un espacio diferenciado, al que llamaremos con Lacan éxtimo. Esto es un interior-exterior, es decir el Es, el Eso, el Ello o como lo llamaba Freud "el núcleo verdadero de nuestro ser". Se ha abundado excesivamente, en la importancia de la pérdida. Se ha reflexionado menos acerca de lo qué se ha perdido. Esto ha producido una tendencia melancolizante en el Psicoanálisis contemporáneo. En términos de Octave Mannoni se ha resaltado solamente la especularidad de ese Yo que se funda en el Estadio del Espejo, reduciendo el imaginario a lo especular. El juego de las pasiones humanas, el amor, el odio, la ignorancia, tienen consistencia. Estos producen efectos y son como todo producto psíquico formaciones de compromiso entre instancias o sistemas. La ignorancia, que todos compartimos, nos remite a un "no querer saber nada", que no por ello resulta menos significativo. El término pasiones es muy interesante, lo suficiente como para preguntarnos que se juegan en ellas y como gobiernan nuestras vidas. Pienso que él término pasión no puede reducirse a ser definido solamente como un afecto. Recordemos que a partir de la experiencia de satisfacción, a partir de sus huellas, de sus marcas, en sus inscripciones, transitará un movimiento al que llamamos deseo. El deseo va a actuar por una sumatoria de estímulos. Huella es en Freud representación también y por lo tanto puede ser reprimida. Los afectos no se reprimen. Están relacionados con la experiencia de dolor. Esto tiene que ver en su posibilidad de expresión en el elogio de la locura, que hacemos como posibilidad humana de enloquecer de dolor, de amor, de soledad. Esto quiere decir que nuestro psiquismo tiende inevitablemente a deshacerse de los afectos. En relación al amor surge entonces una articulación con la atracción, con el deseo, con lo buscado en tanto que perdido. El afecto no puede reprimirse, derivará de diversas maneras siendo una fuente

inevitable de producción de equívocos. Si hay leyes a las que llamamos proceso primario, estas regirán para las representaciones inconscientes, no así para los afectos. Por esto se pone tanto énfasis en el trabajo con la palabra, la importancia de la literalidad y de su valor fónico en el tratamiento. Esto se ha traducido también en un escepticismo desvalorizativo de lo afectivo, olvidando que la representación palabra del sistema preconsciente-consciente brinda la posibilidad de la ligadura de las palabras a los afectos que les corresponden. Pero hay situaciones en las que no se habla, cosas, hechos, que se prefieren ignorar. Ideas, posiciones que se defienden apasionadamente o se rechazan profundamente. Uno de estos temas, de vigencia actual en nuestro país, es el de la tortura y desaparición sistemática de personas. Hemos perdido casi una generación de nuestros ciudadanos más valiosos por la tortura y el exterminio sistemático llevado a cabo por el terrorismo de estado. ¿Cómo relacionamos lo que aparentemente serían dos cuestiones de ámbitos muy diferentes?. Comparto con Robert Castel que una de las deudas más importantes del Psicoanálisis es el estudio de las relaciones entre la constitución de la subjetividad y el poder. Esto se expresa en la práctica en la ineficiencia gubernamental de caminar en la proposición tanto de políticas como de Dispositivos Institucionales diferenciados para los problemas, que no se agoten en una caracterización jurídica. Esto afecta la eficacia y la eficiencia en la aplicación de los escasos recursos disponibles. Retomando el contexto y objetivo general de la exposición decimos que se ha vivido en una situación de terror, puesto que esto va mas allá del miedo. El terror o pánico es a lo que no podemos ponerle nombre. Lo que denominábamos trauma o traumático. Es un miedo sin nombre, primordial. Es la situación en las que trabajamos con frecuencia en los sobrevivientes de la violencia. Pero en este caso, el terror impuesto frente a la posibilidad de ser "desaparecido", de la desaparición, de estar más allá de la vida y la muerte involucra lo social de un modo diferente. Se trata de una catástrofe social. Existen puntos de relación entre ambas problemáticas, puesto que cada una puede arrojar algo de luz sobre la otra. Ambas deben ser pensadas desde Dispositivos y marcos Institucionales diferenciados. Estos marcos no han sido definidos y mucho menos puesto en acción. Las tácticas y estrategias relacionadas con lo asistencial no son las mismas, aunque tengan, también, puntos en común con otras modalidades de sobrevivencia. Es comprensible que, la dictadura de terror, en nuestro país esto haya producido efectos notables. Aún persistentes. Mencionamos al pasar, la destrucción sistemática de la Universidad Argentina

que se inició en 1966 y que continua hasta nuestros días. Algunos efectos han consistido en la proliferación de grupos con posiciones teoricistas que comparten códigos herméticos. Al no plantearse el problema de las contrastaciones empíricas, es decir, no partir de los problemas sino de imposiciones teóricas, resultan inevitablemente dogmáticos. Esto quiere decir que se imponen como verdades absolutas e indiscutibles. Debemos también considerar la exclusión de los ámbitos institucionales en los que se desempeñaban a quienes en esos años llamábamos Trabajadores de la Salud Mental. Era sin lugar a dudas una época de aperturas al trabajo interdisciplinario, que se correspondía a importantes movimientos intelectuales y sociales en otros países. En relación con el tema que nos ocupa se planteó un interrogante y se llevó a cabo una puesta en cuestión de los efectos del poder, desde distintas perspectivas con relación a la subjetividad, tal vez en el aspecto menos estudiado, el de la adhesión. En este breve esquema de desarrollo que tratamos de sistematizar, debemos considerar que existe una situación de desamparo inicial en donde el otro se constituye como alguien de quien depende la vida o la muerte del cachorro humano, me refiero al otro (Otro), es decir a una socialidad que es primordial, esencial en la constitución del psiquismo humano. Esta dependencia tan particular constituye para Freud la condición del surgimiento, de la fuente de los motivos morales. Ese otro puede ser un otro omnipotente, constituyendo una extimidad que al no poder limitarse, reprimirse, censurarse, no puede poner límites. Aquí es, paradójicamente, donde surge la exigencia de que alguien ponga orden. Donde se expresa la necesidad de una mano dura. Si hablábamos de un narcisismo de vida y un narcisismo de muerte esto tiene articulaciones con deseos de vida y de muerte del otro. La desaparición de personas, sea como hecho aislado o sistemático como en nuestro país, tiene que ver con un deseo de muerte omnipotente que se expresa en "matar la muerte". Esta es, a nuestro entender, una acertada hipótesis de trabajo propuesta en el texto con ese título por la Dra. Gilou García Reynoso. Se expresaría así la omnipotencia de un poder, sobre la vida y la muerte. Este poder que mata y que pretende además estar más allá de la muerte. Nos encontraríamos aquí con un saber y un no saber, que coexisten. La gente sabía y no sabía lo que estaba ocurriendo. A esto Freud lo llamó escisión del Yo, tema que trabajó en sus textos sobre el Fetichismo y en la 31º Conferencia sobre la descomposición de la personalidad psíquica así como en El Yo y el Ello. Existe una fetichización del poder, un valor absoluto en sí del mismo. En estos textos queda claramente expuesto que la idea del Ich freudiano no es la traducción inglesa de la psicología adaptativa del yo (Ego), que tiene gran

peso en Estados Unidos e Inglaterra. Preguntarnos ¿Qué decimos? cuando decimos Yo no resulta para nada obvio. Esto constituye una delimitación esencial en la diferenciación de los diversos modos de las lecturas de Freud y por lo tanto de los desarrollos posfreudianos. Modos esencialmente diferentes de pensar y trabajar en la clínica. Hemos hablado de la constitución del yo a partir de una imagen especular de otro adulto sexuado deseante, que resultará inevitablemente enigmática para el infante. Que se constituye como alienado en la imagen y el deseo del otro. Hemos visto que era necesario poner en cuestión la concepción del tiempo como cronológico rescatando el "a-posteriori". Es conveniente complejizar e interrogarse sobre los diversos modos lógicos, no solamente del tiempo sino también del espacio. Por eso hablábamos de extimidad, un exterior que es a la vez un interior, el Ello freudiano. Cuando nos referimos a la socialidad como primordial pensábamos que el considerar la cuestión del otro en la constitución de la subjetividad nos llevaría no solamente a plantearnos acerca de quien ejerce el abuso de poder, sino también los diversos modos de respuesta sociales. Le llamábamos los modos de adhesión. Esta cuestión hace que este problema nos concierna a todos. Los lazos con el poder del terror pueden establecerse desde el silencio, parálisis por terror hasta el consenso más abierto. No se trata del absurdo de que todos somos culpables, puesto que la responsabilidad es proporcional al poder y esto incluye la fuerza bruta de las armas. Debemos considerar que es extremadamente difícil de reconocer, en uno mismo, estas situaciones en las que tenemos vergüenza, aún horror. Decíamos que la percepción es narcisista y antropomórfica. ¿Las alternativas son terror o adhesión ciega?. Pero por otra parte surge el término, valioso: alternativas. No podemos ser tan ingenuos en pensar que solamente fueron víctimas los afectados de manera directa. Es importante también preguntarnos por el conjunto de la población. Pienso que aún no está claro el precio que todos hemos tenido que pagar por el terrorismo de estado. La tesis que trabaja García Reynoso se refiere a que el procedimiento de la desaparición de personas es una amenaza de "des-estructuración" subjetiva. El que "adhiere" al poder, quién de alguna manera acepta el procedimiento de la desaparición, es víctima él también del poder absoluto. Es alcanzado en el núcleo mismo de su constitución, forjándose de esta manera la ilusión de un yo autónomo: Yo todo lo puedo. El precio que pagamos es el empobrecimiento en nuestro ser y en nuestra creatividad. En relación con este poder abusivo no solamente hay terror y miedo. Hay exilios internos y externos y también se producen muchos fenómenos sobre los cuales nos hemos interrogado muy poco. Una pregunta delicada es si puede haber una dictadura de esa modalidad sin consenso social. Pienso que esto no es posible y que se abre aquí uno de los aspectos a investigar más

interesantes e ignorados de este proceso. A los profesionales que trabajamos con la violencia familiar nos resulta "familiar", "siniestro", reconocer el poder de fascinación identificatoria que ejercen las personas autoritarias, brutales, crueles, violentas. Este otro que no tiene límites tampoco puede poner límites. La persona puede pensar entonces soy como él, soy todopoderoso, para mí tampoco hay límites. Esta es una hipótesis posible siguiendo la línea de la identificación con el agresor abierta por Ferenczi. La "plata dulce" conduce a una línea interesante de interrogantes acerca de una contabilidad psíquica, de un mercantilismo en donde los objetos de consumo sustituyen hedonísticamente los enigmas que nos plantean los objetos en su relación con el deseo humano. ¡¡Deme dos!!. Consumo como un modo de no saber, con pasión, acerca de nuestros deseos. Aquí la demanda toma el lugar del deseo. Demanda que es siempre de amor. Esto funda la creencia de cada uno en el absolutismo del poder. Es en esta creencia que este tipo de poder se sostiene. Siempre además demandando amor. Aquí radica la eficacia mayor del poder. Poder imaginario, sostenido como poder real y absoluto por el consenso explícito o implícito que se le otorgue. Esto abriría alguna líneas de cuestionamiento interesantes en nuestra relación con este tipo de poder. La creencia en él lo crea también. "Matar la muerte", hacer desaparecer la existencia humana. Esta es una tentativa siniestra de suprimir los límites, que son condición de la propia vida. Es a partir del reconocimiento mutuo que se instituye la culpabilidad inconsciente y la deuda (simbólica, imposible de saldar). Los derechos del hombre, como imperativos de una ética, no pueden ser una moral de ocultamiento. Implican el derecho a la vida y su correlato el derecho a la muerte en tanto propia, intrínseca a la vida misma. Freud, en Temas de Actualidad de Guerra y Muerte nos dice: "si tu quieres soportar la vida prepárate para la muerte". E. Erikson nos describe los diversos modos de relación con nuestra propia muerte en los distintos momentos por el que transcurre nuestra vida. La aceptación de la muerte es necesaria para que haya vida. Cada ves que nace un hijo muere un hijo y nace un padre (Pierre Legendre). Aquí uno de los desencadenantes de violencia mencionados. Esto es estar del lado de la vida. Estamos comentando brevemente lo que podríamos denominar una línea de trabajo centrada en cuestiones de tiempo y espacio que actualmente denominamos lazo social que toman diferentes modalidades discursivas. Esto es fundamental, como comentábamos anteriormente en tanto permite la circulación de agentes y lugares en los juegos de las disparidades intersubjetivas. Lugares de madres, de padres e hijos, que se van correspondiendo con distintas "personas" en distintos momentos. Ruptura esencial con la concepción biologista de la sexuación y la filiación. En la

ingenuidad comercial de D.S.M.IV, de un conductismo farmacológico. Lo que se centra en la "tipicidad", no en la singularidad. No podemos pensar estos problemas en términos simplistas y confundir personas con lugares y funciones, ni en un dualismo ingenuo bueno/malo. Es en este sentido el concepto de discurso en los que se interrelacionan lugares y agentes sin confundir uno con el otro. El trabajo de duelo implica la pérdida de algo valorado sin que esto excluya la ambivalencia. Este trabajo supone una presencia que Freud destacó en sus dimensiones experiencial y mítica del hombre frente al muerto y a la muerte. Vicisitud singular, la muerte resulta paradigma de todo límite posible. Es lo único a lo que sin dudas todos nos vamos a enfrentar. Todas las culturas que conocemos han elaborado rituales que se expresan en prácticas socialmente reguladas de los mitos predominantes en esa Culturas. Esos rituales con sus correlatos míticos son esenciales para el trabajo de la elaboración del duelo. Esta elaboración consistiría en poder deshacer cada uno de los lazos libidinales que nos unían a "nuestros muertos", como una complicada red o madeja a partir de la cual la libido puede ligarse posteriormente a otros objetos. La desaparición implica la incertidumbre entre la vida y la muerte. Esto es utilizado con frecuencia ficcionalmente en las obras de terror. Es un obstáculo irreparable en la elaboración del duelo. Debe recurrir a otros mecanismos. Las circunstancias históricas e ideológicas, que limitan la solidaridad tuvieron el efecto de potenciar el agrupamiento, de una manera defensiva y elaborativa. El riesgo es el encerramiento. Como Dispositivo Institucional ha sido importante el apoyo del grupo de pares, la denuncia de la verdad, la organización, la lucha ideológica y aún política. Esto ha sido lo única que se ha revelado eficaz en este problema, como modalidad particular elaborativa del duelo. Por este motivo el trabajo de duelo con relación a los desaparecidos debe transcurrir con un modo de elaboración como el que iniciaron las Madres de Plaza de Mayo. Presencia, cortes en el tiempo, los jueves. . Frente a la incertidumbre y el dolor, el caminar en círculos con un pañuelo blanco en la cabeza fue generando un espacio simbólico. Implicó cortes y significaciones sociales profundos. Se trataba del deseo, no pura demanda. Las llamaban "las locas", eran las únicas que podían mostrar algo que tenia que ver con la verdad. La verdad de la tortura, el terror y la desaparición. No es la única verdad, pero es lo esencial de la verdad. Es la posibilidad de no olvidar, de recuperar la historia, asumiendo el dolor, el horror y la responsabilidad. Este es el único modo posible de enfrentarse a un duelo caracterizado por la pérdida de la realidad de la muerte. Un duelo frente a la locura que se produjo intencionalmente con el método de la desaparición sistemática de personas y con el robo de niños que rompe la filiación de nuestra civilización occidental. Un ataque a la esencia de la Ley de la paternidad y la maternidad. Los Derechos "son humanos" o no los son Entonces, primero, hay un trabajo de simbolización. La violencia siempre se origina, se causa y determina desde el

poder y la fuerza. el duelo no sólo se vive cuando una persona cercana fallece o deja de estar a nuestro lado, por la razón que sea. El duelo también puede experimentarse al dejar un trabajo, al perder una casa, al alejarnos de algo que es muy preciado. Lo segundo es que cada duelo es único. Y sin importar la razón del mismo, será del tamaño y de la importancia que cada persona le asigne según sus sentimientos. Lo tercero, no hay tiempos estimados para superar un duelo. Cada persona, según su ritmo y proceso, irá experimentando las diferentes fases del duelo. Hace poco un amigo, en medio de su dolor inmenso por haber perdido a su padre, me preguntó: "¿Cuánto tiempo me va a durar esto?, ¿Cuándo lo voy a superar?". Con todo el afecto que le tengo, sólo pude decirle: "Va a durar lo que tenga que durar. No lo apures, no lo frenes, sólo vívelo como puedas". Algunos psicólogos señalan que el duelo tiene fases o estadios. Las describen en el siguiente orden: el primer impacto, negación, dolor, rabia, asentamiento o reajuste, aceptación y paz. Los términos varían según los autores, sin embargo, en su mayoría coinciden. Igualmente, estudiosos en el tema, indican que el duelo se vive con todo el cuerpo, desde adentro hacia afuera y viceversa. Cuando estamos pasando por un momento doloroso, pareciera que todo se tiñe con ese dolor. Caminos y soluciones En este sentido, creo que es fundamental buscar ayuda terapéutica. Un psicoterapeuta podrá acompañarte en tu duelo y brindarte herramientas para atravesarlo de la mejor manera posible, según tus características, recursos y posibilidades. Ahora, me tomo la libertad de soltar algunas ideas sobre lo que puedes hacer al respecto. Quizá alguna te haga click y puedes probar alguna de ellas. Vivir el dolor a pleno. El dolor, así como el amor y la alegría, es un sentimiento legítimo y genuino. Así que vivirlo, también lo es. Atravesarlo,

experimentarlo es la mejor vía para agotarlo y poder pasar a una nueva situación. Bien dicen que "no se puede llenar una taza a menos que esté vacía". Maneras de vivir el dolor. Hay diferentes técnicas que puedes experimentar para sacar el dolor de adentro. Por ejemplo, puedes llorar en la ducha. Es una manera excelente de vivir el dolor en la intimidad. No hay juicios de nadie, no tienes que preocuparte si estás limpio o te ensucias. Simplemente te das el permiso y lloras con todas tus ganas (casi compitiendo con la ducha). Otra forma puede ser escribirle una carta a la persona, situación o cosa. En esta carta le vas a expresar todo lo que sientes por dentro, lo que te pasa ahora que esa persona no está, lo que sientes por eso que ya no tienes. Trata de que los pensamientos racionales no empañen este escrito. Una vez que termines, puedes botarlo o quemarlo. El momento de la rabia. En algún momento del duelo puedes sentir rabia o bronca. Exteriorizarla es importante. Ahora bien, lo más sano es sacarla hacia afuera sin hacerte daño a ti o a un tercero. Cuando estés a solas, puedes probar gritar desde lo más profundo de tu estómago, puedes comenzar con una letra "A", "O", y luego puedes ponerle palabras a ese grito, las que te nazcan y que estén relacionadas con el momento que vives. Igualmente, puedes probar golpear. Hay varias maneras de hacerlo. Una es cerrando los puños y golpeando al aire, como si fueras un boxeador o como si estuvieras en una clase de taebo. La idea es que coloques en frente (de manera imaginaria) a la persona o situación por la que estás sintiendo esa rabia. Otra manera es tomando una almohada y golpear con ella una pared. A medida que das los golpes, puedes probar decir una frase que te salga en ese momento. Lo más importante de este tipo de sugerencias es que te preserves y que no te hagas daño físico. Tu persona y tu salud son primordiales.

En una fase posterior, cuando el dolor y la rabia se hayan agotado, es tiempo de reorganización. En este punto también puedes usar el recurso de la carta, esta vez, escribiéndole a la persona o a la situación sobre lo que aprendiste de él o de ella, los que recuerdas de él o de ella y lo que valoras de èl o de ella. Es una manera de rendir honor y darle su lugar en tu vida a esta persona o situación. Aunque en un primer momento parezca imposible, el organismo humano es tan sabio que buscará su equilibrio.

Superarlo sin culpa ni olvido Hay personas que creen que si dejan de sentir dolor por la que persona que ya no está es porque dejaron de amarlo o porque lo olvidaron. Una vez agotado el dolor y la rabia, llega la paz y el equilibrio. Y eso no quiere decir olvidar o dejar de querer a lo que ya no está. Por ejemplo, un padre no tiene sustituto y sentir paz no significa dejar de pensar en él, extrañarlo el día de su cumpleaños o amarlo co la misma intensidad que cuando estaba vivo. Es sólo dejar de sentir el dolor que empaña el amor y aceptar lo inevitable y lo que no podemos cambiar. No creo que haya una conclusión posible ante este tema. Lo único que me atrevo a decir es que las despedidas son vitales, atravesar el dolor es crucial y aceptar lo inevitable es sano. Lo demás, depende de cada quien.

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