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CITIGROUP CENTER El Citigroup Center (antiguamente Citicorp Center y actualmente denominado 601 Lexington Avenue) es un rascacielos de oficinas situado en la Calle 53, entre Lexington Avenue y la Tercera Avenida, en Midtown Manhattan, Nueva York. Se construyó en 1977 para albergar la sede del Citibank. Tiene 279 metros de altura (que le hacen el duodécimo edificio más altos de Nueva York), 59 plantas y 120 000 m² de oficinas. Es uno de los rascacielos más característicos del skyline de Nueva York, gracias a su cima, inclinada 45º, y su única base "sobre zancos." Fue diseñado por el arquitecto Hugh Stubbins y el ingeniero estructural William LeMessurier. Actualmente, es propiedad de Boston Properties, y en 2009, se renombró 601 Lexington Avenue.

En 1905, la Iglesia Evangélica Luterana de San Pedro se trasladó a la esquina de la Calle 54 y Lexington Avenue en Manhattan ocupando la esquina noroeste de la manzana.

Setenta años después, el banco Citibank quiso establecer su sede en la manzana donde se ubicaba la mencionada Iglesia de San Pedro con un rascacielos. Pudieron comprar toda la manzana salvo el terreno perteneciente a los religiosos. Lo que, si consiguieron en cambio, fue la posibilidad de construir sobre la iglesia. A cambio, eso sí, de que le reconstruyeran la ya deteriorada iglesia, manteniendo el mismo emplazamiento del santuario y sin conexión estructural con el rascacielos. Lo habitual en aquella época era poner, en las cuatro esquinas de los rascacielos, cuatro grandes columnas para recoger las cargas de este. Sin embargo, la situación de la iglesia imposibilitaba dicha

solución. Así pues, el ingeniero estructural responsable del proyecto, William LeMessurier, colocó esta torre de 59 plantas sobre cuatro grandes columnas, de 35 metros de altura, situadas en el centro de cada uno de los cuatro lados de la torre.

Este diseño permitió que el lado noroeste del edificio sobresalga en voladizo 22 metros sobre la nueva iglesia.

Sin embargo, para conseguir esto, LeMessurier tuvo que ingeniar un sistema de refuerzos estructurales apilados con forma de diagonales invertidos. Cada diagonal lo que hacía era reconducir las grandes cargas que iban por los vértices de la torre hacia las columnas que estaban en medio de los laterales y posteriormente hacia el terreno.

El sistema estructural concebido era mas flexible de lo que cabría esperar para un rascacielos de su altura y, por tanto, se tuvo que diseñar un amortiguador de masa en la cabeza de la torre. Una mole de 400 toneladas suspendida en aceite presurizado, que compensa gran parte de la acción del viento. Este rascacielos fue uno de los primeros en el mundo en incorporar un amortiguador de masa, sistema más que común en las actuales generaciones de rascacielos. La tragedia pudo evitarse debido a dos casualidades. Una de ellas, la más importante, tuvo que ver con una llamada telefónica que recibió LeMessurier en junio de 1978 (un año después de la puesta en servicio de la torre). Al otro lado del teléfono estaba Diane Hartley, una estudiante de Ingeniería de la Universidad de Princeton, que estaba enfrascada en el estudio de la estructura de LeMessurier para su tesis. Hartley se aventuró a llamar a LeMessurier para preguntarle sobre algunos aspectos estructurales que no comprendía de su edificio y sobre ciertas dudas sobre su comportamiento frente al viento. LeMessurier, lejos de mandarla a tomar viento, se preocupó de darle una charla magistral sobre el sistema estructural y cómo este era idóneo para soportar vientos perpendiculares a las caras de la torre. A medida que LeMessurier explicaba a Hartley sus dudas se percató de una cosa: él había calculado los efectos del viento considerando este perpendicular a cada una de las caras de la torre, tal y como especificaba la normativa del viento para rascacielos hasta entonces. Sin embargo, gracias a las preguntas de Hartley sobre el tema, se le planteó la duda de si para su sistema estructural mediante diagonales, con columnas situadas en medio de las caras de la torre en lugar de las esquinas, la simplificación de suponer el viento perpendicular a las caras seguía estando del lado de la seguridad.

Cabía la posibilidad de que, dada la singular forma estructural del edificio, si el viento golpeara a la torre de forma diagonal, dando a dos caras a la vez, los esfuerzos fueran mayores. Se despidió de la estudiante comentando que en el supuesto de que el viento creara más esfuerzos de los previstos, no debería ser preocupante pues estos incrementos deberían ser pequeños. Esto, unido a que las uniones de las diagonales en el edificio las había proyectado con soldaduras, un sistema que confería más seguridad que la realmente requerida, no debería generar problemas de importancia.

Así que LeMessurier, se puso a recalcular la estructura. Y esta vez estudió el caso de que el viento impactara con direcciones oblicuas a la torre. Lo que ocurrió le sorprendió bastante: encontró que con vientos oblicuos las cargas se incrementaban un 40% respecto a vientos perpendiculares, lo cual podía llegar a originar un incremento de las tensiones en las uniones de las diagonales hasta el 160%. En principio, LeMessurier estaba tranquilo puesto que las uniones que proyectó eran uniones soldadas, un sistema que ofrecía resistencias mayores a las necesarias y podrían, con suerte, compensar en cierta medida ese incremento de tensión. Pero entonces, LeMessurier se acordó de una conversación que había mantenido unos meses atrás, la segunda casualidad.

Resulta que unos meses atrás, LeMessurier había asistido a una reunión sobre la construcción de un nuevo edificio en Pittsburgh donde propuso su ingenioso sistema estructural como parte del diseño. En dicha reunión, de forma accidental, se enteró que la constructora del edificio Citicorp Center había decidido cambiar el sistema de uniones de la torre, propuestos inicialmente por él con soldadura, por un sistema de uniones atornilladas (más económicas tanto en material como en plazo de ejecución, pero más débiles que las iniciales). Cuando LeMessurier se acordó de esta reunión es cuando realmente se preocupó. ¿La constructora habría tenido en cuenta los vientos en diagonal a la hora de recalcular las uniones con tornillos? ¿Habrían dejado las uniones al menos con la misma holgura en seguridad que con las que contaban estando soldadas? Así que el ingeniero empezó a mover cielo y tierra para poder estudiar lo que habían hecho con las uniones de su edificio y lo que encontró no le gustó nada. Los contratistas no solo no habían tenido en cuenta los efectos de vientos diagonales cuando hicieron la sustitución, como él había temido, si no que habían interpretado el código de construcción de edificios de tal manera que habían

considerado innecesario incluir varios cálculos importantes en las uniones. Como resultado, se empleó un número de tornillos mucho menor que el que se necesitaba. Llegó a la conclusión de que, en base a los datos meteorológicos de la zona, el edificio se podría desplomar por el efecto de una gran tormenta de las que ocurren cada 55 años.

Descubierto el pastel, LeMessurier hizo lo que éticamente tenía que hacer y por lo que se le recordará positivamente en esta historia. El 31 de Julio de 1978 concertó una reunión con el abogado de la firma de arquitectos para la cual él había servido como consultor de asuntos estructurales para la torre de Citicorp y luego con la compañía de seguros de dicha firma. Y posteriormente otra reunión con el vicepresidente ejecutivo de Citicorp. En dichas reuniones LeMessurier explicó cuál era el problema con la estructura de la torre y como se podrían realizar las reparaciones de las juntas sin causar molestias a los usuarios de la misma ejecutándolas en horario nocturno. Sin embargo, contra todo pronóstico, la reunión resultó ser un éxito. La dirección de Citicorp entendió la gravedad del problema y estuvo de acuerdo con LeMessurier y con su propuesta para la reparación (realizar uniones soldadas a todos los tornillos existentes de la estructura). Incluso se aprobó un plan para instalar generadores eléctricos de emergencia en el amortiguador de masa, para así asegurar el funcionamiento en todo momento. Pero con las obras de reparación a medio empezar, se alertó de la llegada a Nueva York de un huracán. El huracán Ella, con vientos de 220 Km/h. Era primeros de septiembre y tan solo se llevaba un par de semanas de obras de reparación. Se creó un plan de emergencia para evacuar el edificio y diez manzanas alrededor de este. De acuerdo con la propuesta final, el plan envolvería 2000 trabajadores de emergencia proporcionados por la Cruz Roja. Por suerte, a horas de empezar la evacuación de emergencia, Ella giró hacia el este adentrándose en el océano y alejando el peligro.

Terminado el peligro y reiniciadas las obras, la última tarea que le quedaba a LeMessurier, era informar a la prensa. Se expidió un comunicado inicial en el que se informaba que el edificio iba a ser reacondicionado para soportar “vientos ligeramente más fuertes”. Esto, unido a que no sucedió nada a causa del error de cálculo, hizo que el problema se ocultara al público casi veinte años. Al final, se dio a conocer en un largo artículo del The New Yorker del 29 de mayo de 1995 titulado “La crisis de Cincuenta y Nueve Pisos de Altura”.

La manera en que LeMessurier manejó la situación de Citcorp aumentó su reputación como ingeniero estructural de excepcional competencia y rectitud. A menudo se pone de ejemplo en las clases de ingeniería como modelo ético a seguir: lejos de haber mostrado incompetencia o mala fe, LeMessurier había tenido un comportamiento ejemplar, descubriendo un problema inesperado, actuado de manera apropiada, oportuna y eficiente.