Baby Human Hablar

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María Vitaller del Olmo Grupo 122

Baby human_ Hablar. El proceso de aprender a hablar comienza mucho antes de que el bebé llegue al mundo, pues el feto experimenta todo tipo de sensaciones en el útero de la madre. A las 24 semanas el oído interno del feto se ha desarrollado y puede oír los sonidos del mundo exterior y los del corazón de la madre, aunque el ruido más fuerte de todos es la voz de la madre. En los meses siguientes de gestación el feto se familiariza con las voces de los progenitores. Esto es el inicio de un intercambio constante entre el feto y el mundo exterior. El bebé llega al mundo preparado para comunicarse, y al principio la mejor forma es llorar. Es un acto involuntario que muestra angustia, pero el bebé todavía no puede emitir otros sonidos pues su boca es pequeña, su boca es muy grande y su laringe está muy arriba para evitar que se ahogue. Aunque el llanto es involuntario, las madres responden. Es así como los bebés saben que el llanto es una forma de comunicación. La investigación muestra que desde los primeros días de vida los bebés prefieren la voz humana a cualquier otro sonido, y sorprendentemente están muy acostumbrados al lenguaje. El estudio de “preferencia del idioma materno” realizado pr Janet Werker revela que los bebés empiezan a aprender las propiedades del lenguaje en el útero y que al nacer prefieren la entonación del idioma materno. A las 6 semanas pasan el tiempo escuchando y absorbiendo. Desde que nacen tienen la capacidad de distinguir los sonidos del habla. Nuevos estudios han demostrado que oír desde el útero les ha proporcionado la capacidad de distinguir entre los elementos del lenguaje, pues su nivel de reacción aumenta al escuchar palabras con significado. A los 3 meses su laringe ya ha bajado, y cuando el bebé vocaliza y la madre responde, se confirma la comunicación y se da significado a sus expresiones. No sólo se intercambian voces o palabras, sino también expresiones faciales y sobretodo miradas. Además se establece un ritmo, con lo que se completan los elementos básicos de una comunicación. Los investigadores llegaron a la conclusión de que a una edad muy temprana el bebé sabe perfectamente que las emociones se expresan tanto con la cara como con la voz, y que ambas deben mostrar el mismo estado de ánimo. La última parte de la investigación se centra en la mirada, algo imprescindible en la comunicación humana. Los bebés saben por instinto que la mirada es una de las formas de captar el interés de los adultos y mantener una relación. Si se interrumpe el contacto visual en la comunicación, al principio el bebé trata de recuperar la comunicación y se enfada al no conseguirlo. El bebé humano nace para ser un ciudadano del mundo. Tiene una capacidad innata asombrosa para aprender cualquier idioma del mundo. Pero si nacen con la facilidad de aprender cualquier idioma, pero se convierten en “especialistas en un idioma vinculado a una cultura” Los investigadores han confirmado que a los 6 meses el bebé sigue siendo el oyente universal capaz de distinguir todos los sonidos. A los 10 meses el bebé deja de ser el oyente universal. Entre los 6 y 10 meses el niño no pierde la capacidad de diferenciar sonidos, sino que su cerebro va clasificando los sonidos y selecciona los de su idioma. Comienza a filtrar sonidos que el bebé n escucha en su entorno, lo que hace que el bebé no reconozca sonidos ajenos a su idioma. Si durante este periodo se le expone a un segundo idioma, el

bebé distingue claramente sonidos de este nuevo idioma, demostrando que un niño sometido a dos lenguas puede aprender ambas. Saber qué sonidos son posibles en su idioma permite al bebé saber dónde empieza una palabra y termina la otra. Todas las madres utilizan lo que los especialistas denominan habla infantil o idioma infantil, pero lo hable quien lo hable tiene unas características claras: tono cantarín, voz más aguda y oraciones reducidas a frases cortas, y los bebés responden claramente al sonido de este lenguaje. Los bebés van haciéndose un mapa acústico de su idioma materno y repitiendo las palabras de su madre, quien ayuda al bebé a aprenderlo enfatizando las palabras más importantes. Lo que hacen las madres instintivamente es comunicar lo esencial del lenguaje, y aunque la capacidad del habla está ahí al nacer, su desarrollo depende del aprendizaje a partir de los que le rodean. Con esto se concluye que la comunicación es tanto naturaleza como aprendizaje. Al principio todos los bebés de las distintas culturas balbucean igual, pero a los 9 meses los sonidos del lenguaje se van limitando y se centran en los de su idioma materno. Al jugar con los sonidos también escucha lo que dice (asociación de sonidos y boca). La imitación y repetición son la clave para aprender un idioma. Balbucear es sólo una forma de comunicarse, pero los bebés también cuentan con el arma de los gestos, que además les resulta más fácil que imitar sonidos. Señalar representa un gran paso mental del bebé, y aprende cuando empieza a gatear. Señalar es un gesto de comunicación único para los humanos, y los bebés saben que van a ver algo interesante si miran en esa dirección y es así como aprenden los nombres de las cosas. La necesidad de imitar es fundamental para aprender un idioma, y el doctor Meltzoff cree que es la primera vía de comunicación entre los adultos y los niños. La imitación y el sistema de turnos son elementos de al comunicación, pero también hay otros más sutiles. Sin embargo, se ha demostrado que desde muy pequeños los niños reconocen la estructura subyacente de la comunicación. Después del año el bebé pasa de la mera articulación de sonidos a la pronunciación de palabras completas. A los 18 meses cuenta con un vocabulario activo de entre 50 y 100 palabras (la mayoría nombres), pero entiende mucho más. Pueden responder a preguntas y seguir instrucciones sencillas. En esta etapa el cerebro intenta relacionar sonidos con palabras y luego con significados para comprender el lenguaje. Entre los 18 meses y los 2 años el bebé toma las riendas del mundo de las palabras. Parecen conectar palabras y significados y entienden la idea de que todo tiene un nombre. Comienzan a preguntar “¿qué es eso?”, lo que supone un gran avance y se conoce como “la explosión del lenguaje”. Pasan a formar pequeñas frases de dos palabras, y aunque la pronunciación está lejos de ser perfecta, es una época en la que se abren nuevas perspectivas y cambian sus juegos radicalmente. La imaginación florece de forma asombrosa cuando el lenguaje llega a los juegos. Los humanos son los únicos animales con el don del habla y cuando los niños empiezan a hablar se ve reflejado su mundo interior. Cómo razonan, resuelven problemas y planean acciones se ve reflejado en su capacidad de unir palabras para expresar pensamientos cada vez más complejos. A los 22 meses el bebé humano aprende a un ritmo de una palabra cada 90 minutos. A los dos años usan unas 300 palabras y entienden unas 1000. Estos primeros años son el momento crítico para aprender un idioma y la interacción temprana con los padres es la semilla para el desarrollo del habla, y en esto los juegos y las canciones de la infancia tienen un papel muy importante. Tras 2 años, los niños han pasado de hacer sonidos a balbucear sílabas y finalmente a articular palabras. En este momento está aprendiendo a unir palabras que permiten pensar en ideas nuevas.