ANALISIS Paz en La Tormenta

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Tema: Victoria. TORMENTA Objetivo: Tener fe en que saldremos vencedores aun en medio de la tormenta. Introducción: Las enfermedades neurológicas casi siempre vienen como resultado del estrés causado por los problemas de la vida diaria. Nos preocupamos demasiado de cómo haremos para salir delante de esto y aquello. Muchas veces innecesariamente, otras veces, si razón. Pero la cosa es que pensamos que saldremos adelante por nuestros propios medios, por nuestro propio esfuerzo y nos olvidamos quien es El que está en nuestra barca. Ilustración: Cuando alguien está en grandes apuros porque su barco ha volcado en el mar, y pasa el tiempo y nadie viene a su rescate, tal vez ya se le terminó el agua potable, los alimentos, y se está deshidratando por el calor del sol, y está completamente solo en un mar embravecido, que emoción siente cuando ven que viene un buque rescatista, pues sabe que sus problemas terminaron. En esta meditación veremos que muchos de nosotros nos estamos ahogando en un mar embravecido, sin habernos dado cuenta que tenemos al Rescatista de rescatistas en nuestra barca. Texto: Mateo 8:23-27 Mateo 8:23-27 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? ¿Como haremos para salir de los problemas diarios?

I. LAS TEMPESTADES DIARIAS (V.23)

1. Lo primero que tenemos que saber es que no importa la que tempestad que se pueda levantar en nuestras vidas, tenemos que saber que estamos bien acompañados porque en nuestra barca va Él. Esto aplica para los que tenemos el privilegio de tener a Cristo con nosotros. Cuando Él está en nuestra vida es porque estamos navegando con Él. 2. V. 24 “Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca”. Esto significa que de repente se puede presentar en nuestras vidas problemas en general, en el matrimonio, en el trabajo, en la salud, etc. Todos estamos expuestos a problemas, es más, Jesús dijo: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33. 3. Sentimos que nos ahogamos, que no saldremos. 4. El mundo se nos viene encima. Algunas veces son tan grandes que nos desesperamos. Pero…

II. NO LES DEBEMOS TEMER (v. 26) “El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza” 1 ¿Quién está en tu barca? (tu vida) 2. ¿Qué tan grande es tu tempestad? No importa como sea la tempestad en tu vida, si Él va en tu barca debes de tener la confianza (fe), pues Jesús está en control de todo Como ejemplo tenemos los casos de: a) David y Goliat b) Moisés ante el Mar Rojo, c) José en la cárcel, etc.

III. EL AMOR DE DIOS ES MÁS GRANDE QUE LA TEMPESTAD (V. 23) 1. Cuando Jesús está en tu barca por amor, Él te asegura la victoria 2. Si Él está contigo ya te salvó

IV. LA CALMA VENDRÁ (V. 26)

“…Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza”. 1. Clama con fe 2. La calma llegará y sonreirás. Después de toda tormenta viene la calma, después de toda noche viene el amanecer.

V. TE ASOMBRARÁS Y GLORIFICARÁ SU NOMBRE (V. 27) “Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” 1. Te asombrarás de lo sencillo que Dios hace las cosas 2. Cuando parecía que nada pasaría de repente todo se arregla y viene la calma, es cuando tenemos que contarlo, divulgarlo, darle el honor y la gloria a Él. . Conclusión: No importa la tormenta que estés pasando, si Cristo está en tu barca, jamás se hundirá, no veas lo grande de la tempestad, sino lo grande que es El que está contigo en la barca. La paz, no puede ser concebida sin la perspectiva de Dios. Para poder conocer sus orígenes, y para poder saber cómo disfrutar de ella, debemos primero conocer a Dios y número dos, haberle dado entrada a nuestra vida. Cuerpo: Shalom, como cualquier diccionario de calidad promedio le indica, significa: paz, integridad, calma, tranquilidad, un saludo, bienestar. Los que además de buscar en el diccionario, saben buscar en la fuente verdadera mas segura, la Biblia, también es uno de los nombres para Dios, ya que la Fuente original de todo Shalom está en Dios. Por medio de la raíz lingüística de Shalom la podemos vincular con le-shalem, que significa completar, retribuir, pagar, compensar. Y no es extraño que ambas voces estén vinculadas, puesto que el verdadero shalom no es la ausencia de conflicto o la cesación de la hostilidad, sino que el shalom se construye al equilibrar lo que está en desbalance, al promover la justicia y la íntegra equidad. ¿Cómo es que se alcanza este veraz equilibrio que redunda en un estado de Shalom? Exclusivamente al comportarnos de acuerdo a lo que Él nos demanda, que es apartándonos del pecado y el mal y al esforzarnos por cumplir con asiduidad y fidelidad Sus mandamientos, tal como está escrito: “¡No hay shalom para los malos!”, dice el Señor. (Isaías 57:21) Así pues, los adoradores de falsas deidades, los pecadores, los inescrupulosos, los rebeldes, los profanadores de la Verdad, los mentirosos, los terroristas, los ajenos a Dios… ¿sabrán qué quiere decir, y cómo se siente, realmente Shalom?

Para estudiar la paz, y saber de ella, necesariamente debemos conocer y entender a Dios y a su Hijo Jesucristo. Desde la creación del mundo, Dios nos ha dado innumerables formas de el revelarse a nuestras vidas. Dentro de esas formas tenemos sus Nombres y Atributos Comunicables. Entre ellos está: 1. Jehová Rapha: 2. Jehová Nissi: 3. Jehová Shalom: Dios es tu paz

Dios Dios

es es

tu tu

sanador. bandera

En los Atributos Comunicables de Dios, lo que nos indica es que nosotros, podemos por medio de nuestro Señor Jesucristo, gozar de muchos de sus nombres. Podemos tener paz, podemos tener sanidad, podemos levantar la bandera en señal de victoria, y todo a través de El. Como conocemos a Dios? A través de su hijo. La Biblia nos habla desde el principio al fin, de la persona de Jesucristo siendo este el tema centra. Dios en su misericordia, y en su amor que siempre nos da, quiere que en medio de todas nuestras inquietudes, en todos nuestros sufrimientos, en todas nuestras adversidades, encontremos siempre la salida. Acompáñame a Romanos 5:1 “Justificados pues por la Fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo” Vemos aquí dos (2) palabras o términos interesantes: justificados y paz para con Dios. Justificados, significa: acción redentora de Dios por medio de Cristo. Esta acción redentora la encontramos en la Cruz, cuando El murió por todos nosotros y no se halló pecado en El. Es hacer lo que dice Romanos 9:10 “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. El otro término es, paz para con Dios. Esto significa, paz con Dios, o sea arreglar nuestra relación con El. Tenemos que haber sido justificados por Fe, para haber arreglado nuestra relación con Dios, por nuestra naturaleza de pecado. Esta precisamente es una de las doctrinas básicas, de todo creyente, que precede a la salvación. Luego de haber arreglado las cuentas con Dios y haber hecho las paces con El, entonces ¿Cómo te das cuenta de que la paz está en ti? Por sus Frutos, dice la Biblia: “Por sus frutos los conoceréis”. El Fruto del Espíritu Santo es: Amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre y templanza. Ahora estos atributos o características, serán reflejo de que tenemos a Cristo en nuestro corazón. ? Pero nada de esto evitará que vengan los tiempos en que estemos algo triste, tal vez en pruebas, sufrimientos, etc. Jesús mismo dijo: “En el mundo tendréis aflicción, pero no teman, yo he vencido al mundo”. El hecho de ser Cristianos o de tener a Jesús en nuestro corazón, no significa que no tendremos situaciones. Lo que si es que Dios mismo nos

garantiza que El, estará con nosotros en medio de la prueba. El es el que no ha perdido una batalla. Es es quien nos llamó y nos dice: Yo estoy contigo como poderoso gigante. El dice: mío eres tu. Te tengo esculpida en la palma de mi mano. Aleluya! El no se olvida. Cuando estemos atravesando situaciones que nos parecen muy fuerte, veamos el libro de Hebreos Capitulo 11, donde nos narra muchos otros hombres antiguos que por la Fe, murieron. Por tanto dejemos a un lado lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de El procede nuestra Fe y es quien la perfecciona. Jesús soportó esa cruz, sin hacer caso lo vergonzosa de esa muerte, porque sabia que después del sufrimiento, tendría gozo y alegría. Por tanto meditemos en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción, y tal vez tu en estos momentos te encuentras igual de confundido, sin saber que hacer, tal vez te traicionaron, te calumniaron…o te robaron. Piensa, ¿qué no pasó Jesús? El de seguro que paso mas de lo que estas pasando tu. Porque el era santo, no se halló pecado en el. No te canses ni te desanimes, pues ustedes aun no han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha. Efesios 2:14 “Cristo es la paz”

¿Por qué estáis así amedrentados? (Página 1) 10/12/2012 de José R. Hernández

Una gran realidad de nuestro caminar es que a todos nosotros nos tocara pasar por tribulaciones o momentos difíciles. Y en la vida del creyente fiel, en la mayoría de los casos esto es algo que sucede simplemente por el hecho de que hemos escogido seguir a Dios, y no al mundo. Así que el hecho de que tengamos que atravesar por tribulaciones o momentos difíciles, no quiere decir que Dios se ha olvidado de nosotros, o que no está atento a lo que nos sucede. Dios está atento a todo, y escucha la oración de todo creyente fiel. Dios no abandona a Su pueblo. Sin embargo esté conocimiento o convicción no nos detiene de cuestionar a Dios durante nuestras tribulaciones. ¿Por qué cuestionamos a Dios? En la mayoría de los casos lo hacemos porque las tribulaciones o situaciones por las que en ocasiones atravesamos nos amedrentan (intimidan, atemorizan, abaten). Y esto en casi toda ocasión nos conduce a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros, o que es indiferente a lo que nos sucede. Pero ahora la pregunta que debemos hacernos es, ¿por qué llegamos a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros? Este es el tema que estaremos estudiando en el día de hoy. Marcos 4:35-41 – Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? Como acostumbro a decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. En éste punto de la historia Jesús había iniciado su ministerio, y había hecho varios milagros. Él había liberado a un hombre que estaba poseído por un espíritu inmundo[1]. Él había sanado a la suegra de Pedro[2]. En una ocasión sano a muchos enfermos[3]. Él había sanado a una persona de la enfermedad mas temida de ese entonces[4]. El había sanado a un paralítico[5]. Y también había sanado al hombre con la mano seca[6]. ¿Por qué debemos saber estas cosas? Es necesario saber estos pequeños detalles porque estos detalles nos demuestran que Jesús en más de una ocasión había demostrado el poder de Dios. Jesús en más de una ocasión les había demostrado Su identidad, y Su autoridad; sin embargo, en éste momento en la historia, tal parece que ellos nos se acordaron de nada de lo que habían presenciado. Pero la pregunta que continua es, ¿por qué sucedió esto?

¿Por qué fue que ellos habiendo presenciado los milagros que Jesús había hecho sintieron ese temor y dudaron de Dios? Continuemos con nuestro estudio para descubrir la razón. En los versículos que estamos estudiando en el día de hoy leemos: “…Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas…” Quiero que prestemos atención a estos versículos porque en ellos encontramos muy bien reflejado lo que les dije al inicio; en ellos encontramos que debido a que ellos habían elegido seguir a Jesús, ahora ellos estaban en medio de un serio problema. Hermanos y esto es algo que es una gran realidad; cuando decidimos seguir a Jesús genuinamente, a nuestro alrededor se levantaran grandes tormentas. Y esto es algo que se nos advierte y se nos dice lo que realmente debemos hacer cuando suceda en 1 Pedro 4:12-13 cuando leemos: “…Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese.13sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría…” Ahora, para que entiendan bien el mensaje de hoy, detengámonos aquí por un breve momento y examinemos el significado de la “tempestad.” Una tempestad en el mar es algo impresionante y amedrentador; el cielo se pone negro, no se ven ni el sol ni las estrellas. El viento comienza a soplar, la lluvia comienza a caer, el sonido de los truenos es ensordecedor, y la luz de los relámpagos deslúmbrate. A todo esto ahora añadamos las olas del mar que crecen a grandes alturas; olas capaces de tomar el buque más grande que pueda existir, y lanzarlo de un lado a otro como si fuera un simple barquito de papel. Esta era la situación en la que ellos se encontraban en ese entonces, fíjense bien como nos dice la Palabra aquí cuando leemos: “…Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba…” Dile a la persona que tienes a tu lado, estaban a punto de hundirse. Escúchenme bien pueblo de Dios, al demonio no le importa cuando estamos frió. Al demonio no le importa que nos sintamos indiferentes, no le importa que seamos complacientes. Al demonio no le importa que despreciemos o menospreciemos las bendiciones de Dios. Pero cuando decidimos seguir a Jesús genuinamente, el demonio causara que se desaten tempestades a nuestro alrededor. ¿A qué tempestades me refiero? Me refiero a todas esas situaciones y circunstancias que surgen en nuestra vida una vez que decidimos seguir al Señor, y cruzamos de vivir en el mundo a vivir en el Reino de Dios. Me refiero a esas situaciones y momentos difíciles en nuestro hogar, con nuestra esposa o esposo, con nuestros hijos, con nuestros familiares, en nuestros trabajos, con nuestras amistades, y demás. Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos. Pasamos de estar navegando tranquilos por esta vida, a navegar en medio de una gran tempestad. ¿Por qué una tempestad? Existen tres razones. Número uno; una tempestad nos puede desanimar o desalentar. Esto mismo fue lo que sucedió con los discípulos en ese entonces; cuando las olas de adversidad comenzaron a levantarse, y el viento de oposición comenzó a soplar, a pesar de todo lo que ellos habían presenciado, ellos se desanimaron y pensaron que Jesús dormía y que no le importaba lo que estaba sucediendo. Lo mismo sucede con muchos de nosotros cuando nos toca

atravesar por esos momentos difíciles; el diablo nos susurra en el oído que a Dios no le importa por lo que estamos atravesando y que nos ha abandonado. Pero en momentos como esos recordemos que el diablo es el padre de la mentira[7]. Dile a la persona que tienes a tu lado, el diablo es un mentiroso. Número dos; una tempestad nos puede debilitar. Esto fue lo segundo que les sucedió a ellos en ese instante, a pesar de todo lo que ellos habían presenciado; su fe fue debilitada de tal forma que no pudieron confiar en el hecho de que Dios todopoderoso estaba presente, y que no permitiría que nada les sucediera. Fíjense bien lo que ellos hicieron, la Palabra nos dice: “…Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?..” Su fe debilitada causo que ellos cuestionaran las intenciones del Señor. Pero en momentos como esos recordemos siempre lo que nos dice la Palabra en Romanos 8:26 cuando leemos: “…Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles…” Y también en Salmos 28:8que nos dice: “…Jehová es la fortaleza de su pueblo, Y el refugio salvador de su ungido…” Dile a la persona que tienes a tu lado, Dios nos fortalece. Número tres; una tempestad nos puede derrotar. Una tempestad en el mar es capaz de hundir el barco mas grande y mejor hecho en el mundo, igualmente una tempestad en nuestra vida es capaz de derrotar el propósito de Dios para con nosotros. Yo sé que no es fácil mantenerse firme durante momentos difíciles, yo no soy exento de ellos. No es fácil perseverar en la fe cuando esa perseverancia aparenta empeorar nuestra situación, y es por eso que no es fuera de lo común ver como algunos permiten ser derrotados. Existen muchos que son derrotados y que se alejan de los caminos del Señor por completo, y otros que se marchan del lugar donde Dios les ha puesto, de esa forma cambiando las bendiciones de Dios por la conveniencia. Pero recordemos que cuando nos mantenemos fiel a Dios y perseveramos en nuestro caminar, no existe nada que nos pueda derrotar. Esto es algo que queda bien claro en 1 Juan 5:4 cuando leemos: “…Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe…” Dile a la persona que tienes a tu lado, el diablo no te puede derrotar. Continuando leemos: “…Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?..” Usemos nuestra imaginación por un breve momento. El viento estaba soplando reciamente, los truenos eran ensordecedores, las olas cubrían la barca y la tiraban de un lado a otro, y el Señor dormía. El Señor estaba comodito durmiendo como si nada estuviese ocurriendo. ¿Por qué dormía Jesús? Jesús dormía porque Jesús tenía paz; Jesús tenía paz en el conocimiento de que Él estaba cumpliendo la voluntad del Padre. Esto es algo que queda bien declarado en Juan 6:38 cuando Él le dijo: “…Porque he descendido del cielo, no para

hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió…” Jesús podía dormir cómodamente a pesar de ésta gran tempestad porque Él confiaba absolutamente en que el Padre le mantendría seguro a pesar de toda situación Éste tipo de confianza absoluta no es algo fácil de lograr, pero si es algo que tenemos que luchar por obtener. Pero este tipo de confianza solo puede ser obtenido cuando dejamos de escuchar los susurros del diablo, y estamos atentos a la voz de Dios. Tenemos que dejar de escuchar el ruido ensordecedor de los truenos que tratan de ahogar la voz de Dios; tenemos que dejar de fijarnos en los fogonazos deslumbrantes de los relámpagos que tratan de cegarnos a la realidad de que no existe poder ni potestad mayor que nuestro Salvador. Notemos bien a quien nosotros servimos según encontramos en Filipenses 2:9-11 cuando leemos: “…Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre…” Dile a la persona que tienes a tu lado, yo sirvo a Dios todopoderoso. Para concluir. Todos tendremos que a atravesar por momentos difíciles; tarde o temprano todos aquí nos encontraremos en medio de una gran tempestad donde todo aparenta estar perdido. Pero recordemos en esos momentos que a pesar de toda situación, y por muy duro que soplen los vientos de adversidad, Jesús siempre está presente. Jesús nunca nos abandona, y cuando depositamos toda nuestra fe en Él, Él derramara sobre nosotros la paz en medio de la tormenta. Esto es algo que queda muy bien reflejado en Filipenses 4:6-7 cuando leemos: “…Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús…” El Señor calmo la tormenta que aparentaba estar a punto de costarles la vida, y el Señor puede y desea calmar esa tormenta en la que te puedas encontrar hoy. Recordemos que en esos momentos cuando pensamos que no existe nadie quien nos pueda ayudar, Él hace exactamente lo que necesitamos. Las tempestades son calmadas, y las preocupaciones se desvanecen. En solo un momento el recio viento de la tempestad pasa a ser una brisa que nos conforta, y las poderosas olas que azotaban nuestra barca ahora son un bello rocío que nos refresca. Los discípulos en ese entonces no lograron ver que existía paz en medio de esa tempestad, y esto les sucedió porque ellos permitieron que la situación que les rodeaba les cegara a la realidad de que Dios estaba con ellos. Es por eso que vemos que ellos dijeron: “..¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?..” Ellos permitieron que la duda contaminara sus pensamientos y los cegara a la realidad. No permitas que lo mismo te suceda a ti, sino más bien siempre recuerda las palabras del apóstol como encontramos en 2 Timoteo 1:12 cuando leemos: “…Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito…”

¿Tendremos que atravesar por momentos difíciles? Si ¿Nos encontraremos en medio de fuertes tempestades? Si. ¿Nos ha abandonado Dios como nos susurra el enemigo al oído? Absolutamente ¡NO! Nunca nos olvidemos que a través de todo Dios está con nosotros; Dios está con nosotros dispuesto a ayudarnos, a fortalecernos, y a calmar la tempestad. Esto es algo que el Señor nos ha prometido, y lo encontramos en Isaías 41:10 cuando leemos: “…No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia…” Así que no te amedrentes al atravesar por situaciones que aparentan insuperables o difíciles, sino siempre recuerda que Dios está con nosotros a través de todo y en todo. ¿Qué significa esto? Esto significa que podemos confiadamente siempre decir lo que encontramos en Romanos 8:37 cuando leemos: “…Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó…” Recordemos que Cristo venció, vence, y por siempre vencerá toda obra del enemigo. [1] [2] [3] [4] [5] [6] [7] Juan 8:44

Marcos Marcos Marcos Marcos Marcos Marcos

1:23-26 1:30-31 1:34 1:40-42 2:10-12 3:5

El Águila en La Tormenta

Pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Isaías.40.31 ¿Sabías que un águila sabe cuando una tormenta se acerca mucho antes de que empiece?

El águila volará a un sitio alto para esperar los vientos que vendrán. Cuando la tormenta cae, coloca sus alas para que el viento las agarre y le lleve por encima de la tormenta. Mientras que la tormenta este destrozando abajo, el águila vuela por encima de ella. El águila no se escapa de la tormenta. Simplemente la usa para levantarse mucho más alto que ella, y así usar los vientos que vienen con la tormenta. Las tormentas, los hornos de fuego, los vientos recios, inevitablemente llegarán a nuestra vida… Isaías 43:2 Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti… Nuestro Dios de los cielos nos advierte que pasaremos por muchas dificultades en esta vida, pero también nos promete que Él estará en cada una de esas situaciones con nosotros … y es ahí, en ese momento crucial de nuestra realidad, que tendremos que tomar una decisión trascendental… o quedarnos en el centro del tornado, o usar la fuerza de ese mismo viento para impulsarnos hacia las alturas del monte santo, sabiendo que si logramos escalar a los lugares altos, estaremos a salvo, y no solo eso, sino, seremos espectadores de las maravillas que el Señor hará… no sin antes haber permitido que aprendamos la lección que Él quiera enseñarnos… es en esos momento cuando necesitaremos los ojos de Dios, los ojos del don de la fe… ya que sin ese precioso don, es imposible sobrevivir a cualquier dificultad… lo único que puede mantener a un hijo de Dios sobre las alturas en medio de las pruebas, es ese don inefable dado únicamente por su Santo Espíritu…. Romanos.12:3b dice; que conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno… ¿cuál será la porción de fe que Él te ha dado? ¿Te has preguntado alguna vez sobre este asunto? ¿Sabes por qué es importante preguntarnos sobre esto? Porque solo así podremos comprender a quien acudir por ayuda en los momentos de la tormenta. Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre de nuestro Dios tendremos memoria. Salmo.20:7… ¿En quién estará nuestra confianza cuando venga la adversidad? Los que no conocen al Señor Jesucristo, correrán por ayuda al ser humano, buscarán refugio en una institución, quizás pondrás tu confianza en el usurero, en un amigo, en el esposo, los hijos, etc.… Daniel 11:32 dice; más el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará… dos tipos de pueblo, dos tipos de Iglesia…una que le conoce, y otra que no… los que le conocen, corren a Él, se refugian en Él, se sostienen solo en Él, y no solo eso, sino que dice la escritura que se esfuerzan: Esforzarse: Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades. …y actúan…no solo lo dicen, sino que lo hacen. Solamente a través de las vicisitudes de la vida podremos conocer a nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, y cuando verdaderamente le conocemos, lucharemos, nos esforzaremos

para vencer cualquier obstáculo que se presente en el estadio de nuestra vida, pues al conocerlo personalmente sabemos que está peleando juntamente con nosotros la batalla… actuaremos como soldados fieles y leales a su autoridad…solo aquellos hijos de Dios que conocen a su Señor Jesucristo, se esforzaran y actuarán como las águilas, no quedándose en la tormenta, sino mas bien volando sobre la tormenta

Nuestro Señor estaba cerca de Su muerte, a punto de partir de este mundo, y de subir a Su Padre; por tanto, hizo Su testamento; y este es el bendito legado que deja a los fieles: "La paz os dejo, mi paz os doy." Podemos estar completamente seguros de que este testamento de nuestro Señor Jesucristo es válido. Ustedes tienen aquí Su propia firma; ha sido firmado, sellado, y entregado en presencia de los once apóstoles, quienes son fieles y veraces testigos. Es verdad que un testamento no entra en vigor mientras el testador viva, pero Jesucristo ha muerto una vez por todos; y ahora nadie puede disputar Su legado. El testamento está en vigor, puesto que el testador ha muerto. Sin embargo a veces puede ocurrir que la voluntad de un testador en su testamento sea desatendida; y él, impotente enterrado bajo tierra, es incapaz de levantarse y exigir que se cumpla su última voluntad. Pero nuestro Señor Jesucristo que murió, y que por tanto hizo Su testamento válido, se levantó de nuevo, y ahora vive para ver que cada estipulación contenida en el testamento se cumpla; y este bendito codicilo (acto relacionado a un testamento) "La paz os dejo, mi paz os doy," es aplicable a toda la simiente comprada con sangre. La paz es de ellos, y debe ser de ellos, porque Él murió y puso el testamento en vigor, y vive para supervisar que el testamento se cumpla. La donación, el bendito legado que nuestro Señor ha dejado aquí, es Su paz. Esta puede considerarse como una paz con todas las criaturas. Dios ha hecho una alianza de paz entre Su pueblo y el universo entero. "Pues aun con las piedras del campo tendrás tu pacto, y las fieras del campo estarán en paz contigo." "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien." La Providencia que una vez estaba apartada y parecía trabajar en contra de nuestro bienestar, está ahora en paz con nosotros. Las ruedas giran en un orden feliz, y nos traen bendiciones cada vez que ruedan. Las palabras de nuestro Señor también se refieren a la paz que existe en medio del pueblo de Dios, la paz de cada quien hacia su hermano. Hay una paz de Dios que reina en nuestros

corazones por medio de Jesucristo, por la cual estamos unidos con los lazos más estrechos de unidad y concordia con cada uno de los hijos de Dios, con quienes nos encontramos en nuestra peregrinación aquí abajo. Sin embargo, dejando por el momento estos dos tipos de paz, que yo creo que están comprendidos en el legado, procedamos a considerar otros dos tipos de paz, que conforme a nuestra experiencia se resuelven en uno, y que ciertamente conforman la parte más rica de esta bendición. Nuestro Salvador se refiere aquí a la paz con Dios, y a la paz con nuestra propia conciencia. Primero hay paz con Dios, pues Él "nos reconcilió consigo mismo por Cristo;" Él ha derrumbado la pared que nos separaba de Jehová, y ahora hay "¡en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" Cuando el pecado es quitado, Dios no tiene motivos para la guerra contra Sus criaturas: Cristo ha quitado nuestro pecado, y por tanto hay una paz sustancial virtual establecida entre Dios y nuestras almas. Esta, sin embargo, puede existir sin que nosotros la entendamos claramente y sin que nos gocemos en ella. Por tanto, Cristo nos ha dejado paz en la conciencia. La paz con Dios es el tratado; la paz en la conciencia es su publicación. La paz con Dios es la fuente, y la paz en la conciencia es el arroyo de cristal que nace de allí. Hay una paz decretada en la corte de la justicia divina en el cielo; y de allí se sigue una consecuencia necesaria: tan pronto se conoce esa noticia, hay paz en la corte inferior del juicio humano, donde la conciencia se sienta en el trono para juzgarnos de conformidad a nuestras obras. Entonces, el legado de Cristo es una paz doble: una paz de amistad, de acuerdo, de amor, de unión eterna entre el elegido y Dios. Además es una paz de dulce gozo, de quieto descanso del entendimiento y la conciencia. Cuando no hay vientos arriba, no habrá tempestad abajo. Cuando el cielo está sereno, la tierra está quieta. La conciencia refleja la complacencia de Dios. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación." Hoy me propongo hablar de esta paz, si Dios el Espíritu Santo me ayuda con Su gracia, de esta manera: primero, su fundamento secreto; a continuación su noble naturaleza; en tercer lugar, sus benditos efectos; en cuarto lugar, sus interrupciones y medios de mantenimiento; y luego voy a concluir con algunas palabras de solemne advertencia para quienes nunca han gozado de paz con Dios, y por consiguiente nunca han tenido verdadera paz con ellos mismos. I. En primer lugar, entonces, LA PAZ QUE GOZA EL VERDADERO CRISTIANO CON DIOS Y CON SU CONCIENCIA TIENE UN SÓLIDO FUNDAMENTO SOBRE EL CUAL DESCANSAR. No está construida sobre una ficción placentera de su imaginación, sobre un sueño engañoso de su ignorancia; sino que está construida sobre hechos, sobre verdades positivas, sobre realidades esenciales; está fundada sobre una roca, y aunque caigan las lluvias no se derrumbará, porque su cimiento es seguro. Cuando un hombre tiene fe en la sangre de Cristo, no es sorprendente que tenga paz, pues ciertamente tiene garantía de gozar de la más profunda calma que un corazón mortal pueda conocer. Pues él razona consigo mismo de esta manera: Dios ha dicho: "De todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que

cree;" y, además, que "El que creyere y fuere bautizado, será salvo." Ahora, mi fe está fija sinceramente en el grandioso sacrificio sustitutivo de Cristo, por tanto he sido justificado de todo, y permanezco acepto en Cristo como un creyente. La consecuencia necesaria de eso es que él posee paz mental. Si Dios ha castigado a Cristo por mí, no me castigará de nuevo. "Limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado." Bajo la ley ceremonial judía, se hacía mención del pecado cada año; el cordero de la expiación debía ser sacrificado mil veces, pero "Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios." ¿Cómo, pregunto yo, puede temblar quien crea que ha sido perdonado? Ciertamente sería muy extraño que su fe no le infundiera una santa calma en su pecho. Además, el hijo de Dios recibe su paz de otro conducto de oro, pues un sentido de perdón ha sido derramado en abundancia en su alma. No solamente cree en su perdón por el testimonio de Dios, sino que siente el perdón. ¿Alguien de ustedes sabe lo que es esto? Es algo más que una creencia en Cristo; es la crema de la fe, el fruto maduro en plenitud de la fe, es un privilegio muy encumbrado y especial que Dios otorga después de la fe. Si no poseo ese sentido de perdón, todavía estoy obligado a creer, y luego, al creer, avanzaré muy pronto hasta ver eso en lo que creí y esperé. El Espíritu Santo algunas veces derrama abundantemente en el creyente una certeza de que ha sido perdonado. Mediante una agencia misteriosa, Él llena el alma con la luz de la gloria. Si todos los testigos falsos que hay en la tierra se pusieran de pie y le dijeran a ese hombre, en ese momento, que Dios no está reconciliado con él, y que sus pecados permanecen sin perdón, él se reiría hasta la burla; pues dice: "el Espíritu Santo ha derramado abundantemente en mi corazón el amor de Dios." Él siente que está reconciliado con Dios. Ha subido desde la fe hasta el gozo, y cada uno de los poderes de su alma siente el rocío divino conforme es destilado desde el cielo. El entendimiento lo siente, ha sido iluminado; la voluntad lo siente, ha sido encendida con santo amor; la esperanza lo siente, pues espera el día cuando el hombre completo será hecho semejante a la Cabeza de su pacto, Jesucristo. Cada una de las flores en el jardín de la humanidad siente el dulce viento del sur del Espíritu cuando sopla sobre ellas, y hace que las dulces especias lancen su perfume. ¿Cómo puede sorprender, entonces, que el hombre tenga paz con Dios cuando el Espíritu Santo se convierte en un huésped real del corazón, con toda su gloriosa caravana de bendiciones? ¡Ah!, pobre alma atribulada, qué paz y gozo indecible reinarían en tu alma si simplemente creyeras en Cristo. "Sí," dices, "pero yo quiero que Dios me manifieste que soy perdonado." Pobre alma, no hará eso de inmediato; Él te ordena creer en Cristo primero, y después te manifestará el perdón de tu pecado. Somos salvos por fe, no por gozo; pero cuando le creo a Cristo y le tomo Su palabra, aun cuando mis sentimientos parezcan contradecir mi fe, entonces, como una recompensa gratuita, Él honrará mi fe, permitiéndome sentir aquello en lo que creí cuando no lo sentía. El creyente también goza, en épocas de favor, de tal intimidad con el Señor Jesucristo, que no puede sino estar en paz. ¡Oh!, hay dulces palabras que Cristo susurra al oído de Su pueblo, y hay visitas de amor que Él hace, que un hombre difícilmente creería aunque se le

dijera. Ustedes deben saber por ustedes mismos en qué consiste tener comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Ciertamente Cristo se manifiesta a nosotros de una manera que no lo hace con el mundo. Todos los pensamientos sombríos y espantosos son desterrados. "Yo soy de mi amado, y mi amado es mío." Este es el sentimiento del espíritu que lo absorbe todo. Y qué maravilla es que el creyente tenga paz cuando Cristo habita así en su corazón, y reina sin rival allí, así que no conoce a ningún otro hombre sino sólo a Jesucristo. Sería un milagro de milagros si no tuviéramos paz; y la cosa más extraña en la experiencia cristiana es que nuestra paz no continúe más, y la única explicación de nuestra miseria es que nuestra comunión se ha roto, está echada a perder, pues de lo contrario nuestra paz sería como un río, y nuestra justicia como las olas del mar. Ese venerable hombre de Dios, Joseph Irons, que hace muy poco tiempo ascendió a nuestro Padre en el cielo, dice: "¡Qué nos sorprende que un hombre cristiano tenga paz cuando trae consigo las escrituras del cielo en su pecho!" Este es otro fundamento sólido para la confianza. Nosotros sabemos que el cielo es un lugar preparado para una gente preparada, y a veces el cristiano puede exclamar con los apóstoles: "con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz." Sintiendo que Dios le ha dado la aptitud, él descubre que esta preparación es una garantía para la esperanza de que entrará en el lugar de habitación del glorificado. Puede levantar su mirada, y decir: "aquel mundo brillante es mío, mi herencia asegurada; la vida me impide recibirla, pero la muerte me llevará a ella; mis pecados no pueden destruir el contrato escrito por el cielo; el cielo es mío; el propio Satanás no puede impedirme entrar. Yo debo estar, yo estaré donde está Jesús, pues mi espíritu Lo anhela, y mi alma está enlazada con Él." Oh, hermanos, no es una sorpresa, cuando todo es bendición por dentro y todo es calma arriba, que los hombres justificados posean "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento." Tal vez ustedes dirán, bien, ¡pero el cristiano tiene problemas como otros hombres: pérdidas en los negocios, muertes en su familia, y enfermedades en su cuerpo! Sí, pero él tiene otro fundamento para su paz: una seguridad de la fidelidad y de la veracidad del pacto de su Dios y Padre. Él cree que Dios es un Dios fiel; que Dios no echará fuera a quienes ha amado. Para él todas las providencias oscuras no son sino bendiciones encubiertas. Cuando su copa es amarga, él cree que fue preparada por amor, y todo terminará bien, pues Dios garantiza el resultado final. Por tanto, ya sea que haya mal tiempo o buen tiempo, cualesquiera que sean las condiciones, su alma se abriga bajo las alas gemelas de la fidelidad y del poder de su Dios del Pacto. El espíritu santificado está tan resignado a la voluntad de su Padre, que no rezonga. Para él, como Madame Guyon solía decir: "Es igual si el amor ordena su vida o su muerte, o le señala felicidad o aflicción." Él está contento de tomar precisamente lo que el Padre le envía, sabiendo que su Padre lo entiende mucho mejor de lo que él se entiende a sí mismo. Él cede el timón de su barco a la mano de un Dios lleno de gracia; y él mismo recibe la capacidad de dormir tranquilamente en la cabina; él cree que su capitán tiene poder sobre los vientos y las olas; y cuando a veces siente su barco sacudido por la tormenta, exclama con Herbert: "Aunque los vientos y las olas asalten mi quilla, Él la preserva; Él la gobierna;

Aun cuando la barca parece más tambaleante. Las tormentas son el triunfo de Su arte; Ciertamente Él puede esconder Su rostro, pero no Su corazón." Entonces no sorprende que tenga paz, cuando puede sentir esto, sabiendo que Quien ha comenzado la buena obra, tiene tanto la voluntad como el poder de perfeccionarla, hasta el día de Cristo. II. Habiendo descorrido apresuradamente el velo del fundamento secreto de la paz del cristiano, debemos reflexionar durante unos pocos minutos acerca de SU NOBLE CARÁCTER. La paz de otros hombres es innoble y despreciable. Su paz nace en la guarida del pecado. Sus padres son la arrogancia y la ignorancia. El hombre no sabe quién es, y por tanto piensa que es algo, cuando no es nada. Dice: "yo soy rico y próspero en bienes," cuando está desnudo, y es pobre y es miserable. El nacimiento de la paz del cristiano no es así. Esa paz es nacida del espíritu. Es una paz que Dios el Padre da, pues Él es el Dios de toda paz; es una paz que Jesucristo compró, pues Él ha obtenido la paz con Su sangre, y Él es nuestra paz; y es una paz que el Espíritu Santo obra: Él es su autor y la deposita en el alma. Entonces nuestra paz es hija de Dios, y su carácter es semejante a Dios. Su Espíritu es su progenitor, y es como su Padre. ¡Es "mi paz," dice Cristo! No es la paz de un hombre; sino la paz serena, calma y profunda del Eterno Hijo de Dios. Oh, si sólo tuviera esta única cosa dentro de su pecho, esta paz divina, el cristiano sería ciertamente algo glorioso; y aun los reyes y los hombres poderosos de este mundo son como nada cuando se les compara con el cristiano; pues lleva una joya en su pecho que ni todo el mundo podría comprar, una joya elaborada desde la vieja eternidad y ordenada por la gracia soberana para que sea la gran bendición, la herencia real justa de los hijos elegidos de Dios. Entonces esta paz es divina en su origen; y también es divina en su alimento. Es una paz que el mundo no puede dar; y no puede contribuir a su sustento. Los bocados más exquisitos que alguna vez haya degustado el sentido carnal, serían amargos para la boca de esta dulce paz. Ustedes pueden traer su trigo fino, su dulce vino, su aceite desbordante; sus exquisiteces no nos tientan, pues esta paz se alimenta con alimento de ángeles, y no puede saborear ninguna comida que salga de la tierra. Si le dieran a un cristiano diez veces más las riquezas que posee, no se lograría que tuviera diez veces más paz; sino probablemente diez veces más angustia; pueden engrandecerlo en honor, o fortalecerlo en salud; sin embargo, ni su honor ni su salud contribuirían a su paz; pues esa paz fluye de una fuente divina; y no hay arroyos tributarios de las colinas de la tierra que alimenten esa divina corriente; el arroyo fluye del trono de Dios, y es sustentado únicamente por Dios. Entonces es una paz nacida y alimentada divinamente. Y déjenme señalar de nuevo que es una paz que vive por encima de las circunstancias. El mundo ha tratado con empeño de poner un fin a la paz del cristiano, pero nunca ha sido capaz de lograrlo. Yo recuerdo, en mi niñez, haber oído a un anciano cuando oraba, y escuché algo que se grabó en mí: "Oh

Señor, da a tus siervos esa paz que el mundo no puede ni dar ni quitar." ¡Ah! Todo el poder de nuestros enemigos no puede quitárnosla. La pobreza no la puede destruir; el cristiano en ropas harapientas puede tener paz con Dios. La enfermedad no la puede estropear; acostado en su cama, el santo está gozoso en medio de los fuegos. La persecución no la puede arruinar, pues la persecución no puede separar al creyente de Cristo, y mientras él sea uno con Cristo su alma está llena de paz. "Pon tu mano aquí," dijo el mártir a su verdugo, cuando fue llevado a la hoguera, "pon tu mano aquí, y ahora pon tu mano en tu propio corazón, y siente cuál late más fuertemente, y cuál es el más turbado." Extrañamente el verdugo fue sacudido de asombro, cuando descubrió que el cristiano estaba tan calmado como si fuera a una fiesta de bodas, mientras que él mismo estaba poseído de una tremenda agitación por tener que desempeñar una obra tan desesperada. ¡Oh, mundo! Te desafiamos a que intentes robar nuestra paz. No nos vino de ti, y tú no puedes arrebatárnosla. Está puesta como un sello sobre nuestro brazo; es fuerte como la muerte e invencible como la tumba. Tu torrente, oh Jordán, no la puede ahogar, aunque tus profundidades sean negras y hondas; en medio de tus tremendas ondas nuestra alma está confiada, y descansa quieta sobre Quien nos amó y se dio a Sí mismo por nosotros. Con frecuencia he tenido que comentar que los cristianos colocados en las circunstancias más desfavorables son, como regla general, mejores cristianos que quienes están colocados en posiciones propicias. En medio de una iglesia muy grande, formada por personas de todas las categorías sociales, y cuya condición conozco tan profundamente como la puede llegar a conocer un hombre, he observado que las mujeres que vienen de casas donde el marido es impío, y con niños complicados; que los jóvenes que vienen de talleres donde se encuentran con oposición y burla; que la gente que viene de las profundidades de la pobreza, de las guaridas y tugurios de nuestra ciudad, son las joyas más brillantes que están engastadas en la corona de la iglesia. Da la impresión como si Dios quiere derrotar a la naturaleza, no sólo haciendo crecer el hisopo en la pared, sino haciendo crecer al cedro allí también. Él encuentra sus perlas más brillantes en las aguas más oscuras, y levanta sus joyas más preciosas de los basureros más inmundos. "Maravillas de gracia pertenecen a Dios, Repitan sus misericordias en sus himnos." Y también he descubierto esto, que a menudo, entre más turbado está un cristiano, su paz es más pura; mientras más pesada sea la envolvente marea de sus penas y dolores, más tranquila, y calma, y profunda es la paz que reina en su corazón. Entonces, pues, es paz nacida y alimentada divinamente, y está muy por encima de la influencia del torbellino de este mundo. Además, debo comentar brevemente acerca de la naturaleza de esta paz, que es profunda y real. "La paz de Dios," dice el apóstol, "que sobrepasa todo entendimiento." Esta paz no sólo llena todos los sentidos hasta el borde, hasta que cada potencia es saciada con delicia, pero el entendimiento que puede comprender todo el mundo, y entender muchas cosas que no están dentro del campo de visión, aun ese entendimiento no puede comprender la

longitud y la anchura de esta paz. Y no sólo el entendimiento no podrá entenderla, sino todo entendimiento es superado. Cuando nuestro juicio se ha ejercitado al máximo todavía no puede captar las alturas ni las profundidades de esta profunda paz. ¿Alguna vez han imaginado cómo debe ser la quietud que habita en las cavernas en la profundidad de los mares, muchos kilómetros por debajo del pecho de las corrientes, donde los huesos de los marineros yacen impasibles, donde nacen las perlas y los corales que nunca ven la luz, donde el oro y la plata que perdieron los mercaderes hace mucho tiempo yacen dispersos sobre el piso arenoso; la quietud de abajo, en las cuevas de rocas, y en los palacios silentes de tinieblas donde no rompen las olas, y el pie intruso del buzo nunca ha pisado? Así de clara, así de calma es la paz de Dios, el descanso plácido del creyente que posee seguridad. O vuelvan su mirada a las estrellas. ¿No han dormido nunca el dulce sueño de la quietud de esas órbitas silenciosas? Elevémonos más allá del reino del ruido y del alboroto y caminemos la autopista sin ruido de las silenciosas órbitas. Los truenos quedan allá abajo, el tumulto confuso de la multitud no mancha la santidad de esta maravillosa quietud. Miren cómo las estrellas duermen en sus dorados lechos, o cómo solamente abren sus brillantes ojos para vigilar el mar sin tormentas del éter, y guardar las fronteras solemnes del reino de la paz. Así son la paz y la calma que reinan en el pecho del cristiano. "Dulce calma," la llama alguien; "paz perfecta," la define David; otro la llama "grandiosa paz." "Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo." El año pasado (ahora les diré un secreto de mi propio corazón) encontré un texto que me volvía al recuerdo muchas veces al día. Soñé con él cuando me dormí; cuando me desperté siguió conmigo, y lo verifiqué, y me deleité en él: "Gozará él de bienestar." Es mi promesa ahora. Hay tal bienestar, que no está en contradicción con el arduo trabajo, con la agonía por las almas de los hombres, con un verdadero deseo de mayores logros en la vida divina; hay tal bienestar (no se puede ganar mediante todos los aparatos del lujo, ni por todas las exaltaciones de la riqueza) un bienestar en el que "ni una sola ola de turbación rueda sobre el pecho lleno de paz," sino que todo es calma, todo es claridad, y todo es gozo y amor. Que habitemos por siempre en esa atmósfera serena, y no soltemos nunca esta paz. Y para que nadie se quede sin entender lo que he dicho, voy a tratar de repetirlo brevemente mediante un ejemplo. ¿Ven a ese hombre? Él ha sido llevado a un tribunal cruel; ha sido condenado a muerte. La hora se acerca: es llevado a prisión, y colocado allí con dos soldados para que lo vigilen, y cuatro grupos de cuatro soldados delante de la puerta. La noche se avecina: él se acuesta, ¡pero en qué posición tan incómoda! ¡Encadenado en medio de dos soldados! Él se acuesta y se duerme. No se trata del sueño del criminal culpable, cuyo simple sentido de terror hace pesados sus párpados; sino un sueño calmo dado por Dios, que finaliza en una visión angélica mediante la cual él es liberado. Pedro duerme, a pesar de que la sentencia de muerte está sobre su cabeza, y la espada está presta para penetrar en su alma. ¿Ven aquel otro cuadro? Allá están Pablo y Silas: ellos han estado predicando, y sus pies son arrojados en el cepo por eso. Ellos morirán en la mañana; pero a medianoche ellos

cantan alabanzas a Dios, y los prisioneros los escuchan. Uno hubiera creído que en ese calabozo tan asqueroso, ellos se habrían quejado y gemido toda la noche, o que al menos hubieran caído dormidos; pero no, ellos entonaban himnos a Dios, y los prisioneros los escuchaban. He ahí la paz; la calma, la quietud del heredero del cielo. Les podría presentar otro cuadro: el de nuestros antiguos no-conformistas (disidentes de la Iglesia anglicana), en los días de las terribles persecuciones de la Reina Isabel. Ella arrojó a prisión, entre muchos otros, a dos de nuestros distinguidos antecesores, apellidados Greenwood y Barrow. Ellos fueron confinados a ese calabozo asqueroso y pestilente (la Prisión de Clink) encerrados en una gran celda con maniáticos, criminales, y similares, forzados a escuchar su espantosa conversación. Un día llegó la sentencia que ambos debían morir. Los dos hombres fueron sacados, y estaban a punto de ser llevados para su ejecución; pero no habían terminado de pasar por la puerta cuando se acercó un mensajero. La Reina había enviado una suspensión de la ejecución. Fueron enviados de regreso; en calma y llenos de quietud regresaron a su prisión; y al día siguiente fueron llevados a Newgate, cuando de nuevo, súbitamente, vino un segundo mensajero para decir que debían ser llevados a Tyburn para ser ejecutados. Ellos fueron atados nuevamente a la carreta, subieron al cadalso; pusieron cuerdas alrededor de sus cuellos, y se les permitió ponerse en esa condición frente a una multitud para hablarles, y dar testimonio a favor de la libertad de la iglesia de Cristo, y del derecho de libertad de decisión entre los hombres. Concluyeron su discurso, y por segunda vez esa infeliz Reina envió una suspensión de la ejecución, y ellos fueron llevados por segunda vez al calabozo, y fueron confinados en Newgate, pero sólo por unos días más, y luego por tercera vez fueron sacados, y en esta intancia finalmente fueron ahorcados. Sin embargo ellos iban al cadalso en cada ocasión tan alegremente, como van los hombres a su cama, y parecían tan gozosos, como si les fueran a poner una corona y no una soga en el cuello. Todas las iglesias de Cristo pueden mostrar casos similares. Doquiera que haya habido un verdadero cristiano, el mundo ha hecho su mejor esfuerzo para quitarle su paz; pero es una paz que no puede ser apagada nunca: vivirá continuamente, sin importar qué cuerdas le pongan en el cuello, con las tenazas hirviendo destrozándoles el cuerpo, con la espada entrando hasta los huesos; vivirá hasta que, remontándose desde el arbusto ardiente de la tierra, esta ave del paraíso se ponga su plumaje reluciente en medio del jardín del paraíso. III. Habiéndonos detenido más de lo esperado en este punto, me apresuro al tercer punto, LOS EFECTOS DE ESTA DIVINA PAZ. Los benditos efectos de esta divina paz son, primero que nada, gozo. Ustedes advertirán que las palabras "gozo," y "paz" son reunidas con mucha frecuencia; pues el gozo sin paz sería un gozo infeliz y profano. Sería el crujir de las espinas bajo la olla, defectuoso, simples llamas de gozo, mas no los carbones encendidos al rojo vivo de la bendición. Ahora, la paz divina da gozo al cristiano; ¡y qué gozo! ¿Han visto alguna vez el primer destello de gozo cuando ha alcanzado el ojo del penitente? He tenido la gran fortuna de orar con muchos pecadores convictos, de presenciar la profunda agonía de espíritu, y de simpatizar profundamente con la pobre criatura en su tribulación por el pecado. He orado y he exhortado a la fe, y he visto ese destello de gozo, cuando al fin la palabra llena de esperanza ha sido expresada: "yo verdaderamente creo en el Señor Jesucristo con todo mi corazón."

¡Oh! ¡Esa mirada de gozo! Es como si las puertas del cielo se hubieran abierto por un instante, y algún destello de gloria hubiese brillado sobre el ojo y hubiera sido reflejado por él. Yo recuerdo mi propio gozo, cuando por primera vez tuve paz con Dios. Pensé que podría bailar durante todo el camino de regreso a casa. Pude entender lo que decía John Bunyan, cuando declaró que quería contarles todo a los cuervos posados sobre la tierra arada. Estaba demasiado lleno para callar, sentía que debía decírselo a alguien. ¡Oh! Había gozo en mi casa ese día, cuando todos escucharon que el hijo mayor había encontrado un Salvador y sabía que había sido perdonado. Todos los gozos de la tierra son menos que nada y vanidad, comparados con esa bendición. Como la moneda falsificada es muy diferente a la moneda real, así son diferentes los gozos rastreros de la tierra comparados con el gozo real que emana de la paz con Dios. ¡Joven amigo! ¡Joven amiga! Ustedes pudieran tener una bendición como nunca antes la han conocido, ustedes deben ser reconciliados con Dios a través de la sangre de Cristo; pues sin eso, ustedes nunca conocerán el gozo real ni el placer duradero. Entonces, el primer efecto de esta paz es gozo. Luego sigue otro: amor. Aquel que está en paz con Dios por medio de la sangre de Cristo es constreñido a amar a Quien murió por él. "¡Precioso Jesús!" clama, "¡ayúdame a servirte! Tómame como soy, y dame capacidad para algo. Úsame en Tu causa; envíame al lugar más remoto de la verde tierra, si Tú quieres, para mostrarles a los pecadores el camino de salvación; yo iré gozoso, pues mi paz aviva la llama del amor, para que todo lo que soy y todo lo que tengo sea Tuyo, deba ser Tuyo." A continuación viene un anhelo de santidad. Aquel que está en paz con Dios no tiene deseos de pecar; pues es muy cuidadoso para no perder esa paz. Es como una mujer que ha escapado de una casa en llamas; después le tiene miedo hasta una vela, para evitar cualquier peligro parecido. Camina humildemente con su Dios. Constreñido por la gracia, este dulce fruto del Espíritu, la paz, lo guía a esforzarse para guardar todos los mandamientos de Dios, y para servir a su Señor con toda su fuerza. Adicionalmente, esta paz nos ayudará a soportar la aflicción. Pablo la describe como un zapato. Pues él dice: "calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz." Nos capacita para andar sobre los agudos pedernales del dolor, sí, sobre víboras, y también sobre serpientes; nos da poder para caminar sobre las espinas de este mundo, sin que nuestros pies sufran cortaduras; caminamos sobre los fuegos y no nos quemamos. Este divino pie de la paz nos permite caminar sin cansancio, y nos permite correr sin desmayar. Yo puedo hacerlo todo cuando mi alma está en paz con Dios. No hay ningún sufrimiento que mueva mi alma al dolor, no hay terrores que hagan palidecer mis mejillas, no hay heridas que me fuercen a un temor ignominioso, cuando mi espíritu está en paz con Dios. Convierte al hombre en gigante; hace crecer a un enano hasta alcanzar el tamaño de Goliat. Se vuelve el más poderoso de los poderosos; y mientras los débiles se arrastran sobre esta pequeña tierra, inclinados hasta el propio suelo, él la recorre como un Coloso. Dios lo ha hecho grande y poderoso, porque Él ha llenado su alma de paz y de gozo desbordantes.

Les podría decir otras cosas acerca de los benditos efectos de esta paz; pero me contentaré, después de haber indicado simplemente que esta paz da intrepidez ante el trono y el propiciatorio del Padre. Sentimos que hemos sido reconciliados, y por lo tanto ya no estamos a una distancia, sino que nos acercamos a Él, inclusive hasta Sus rodillas; desplegamos nuestras necesidades ante Él, suplicamos por nuestra causa, y descansamos confiando en el éxito, porque no hay enemistad en el corazón de nuestro Padre hacia nosotros, ni tampoco en nuestro corazón hacia Él. Somos uno con Dios, y Él es uno con nosotros, por medio de Jesucristo nuestro Señor. IV. Y ahora tengo que ocuparme de un deber práctico, y con esto voy a llegar a una conclusión, después de decir unas palabras a quienes no conocen esta paz. Los comentarios prácticos que debo hacer son acerca del tema de las INTERRUPCIONES DE LA PAZ. Todos los cristianos tienen un derecho a la paz perfecta, pero no todos ellos la poseen. Hay momentos en que prevalecen sombrías dudas, y tememos decir que Dios es nuestro. Perdemos una conciencia de perdón, y andamos a tientas al mediodía como si fuese de noche. ¿Cómo puede ser esto? Yo pienso que estas interrupciones se pueden deber a una de cuatro causas. A veces se deben a las feroces tentaciones de Satanás. Hay períodos en los que con crueldad inusitada Satanás asalta a los hijos de Dios. No es de esperarse que ellos mantengan una perfecta paz mientras sostienen un combate con Apolión. Cuando Cristiano fue herido en su cabeza, y en sus manos, y en sus pies, no es de sorprender que haya gemido en grado sumo, y como Bunyan lo expresa: "Durante todo ese tiempo no le vi ni una sola mirada placentera, hasta que percibió que había herido a Apolión con su espada de dos filos; entonces, en verdad, sonrió, y miró hacia arriba; pero ese fue el combate más espantoso que yo haya visto jamás." Fíjense bien que no hay tal cosa como un disturbio de la realidad de la paz entre Dios y el alma; pues Dios siempre está en paz con quienes han sido reconciliados con Él por Cristo; pero hay un disturbio del gozo de esa paz, y eso sucede a menudo por los aullidos de ese gran perro del infierno. Él viene en contra nuestra con todo su poder, con sus fauces abiertas listo para tragarnos rápidamente, y si no fuera por la misericordia divina lo haría. No es de sorprender que a veces nuestra paz sea afectada cuando Satanás es fiero en sus tentaciones. Otras veces una necesidad de paz puede surgir de la ignorancia. No me sorprende que un hombre que cree en la doctrina arminiana, por ejemplo, tenga poca paz. No hay nada en esa doctrina que le pueda dar paz. Es un hueso sin médula; me parece que es una religión fría, sin savia, sin médula, sin fruto; amarga y no dulce. No contiene nada sino el látigo de la ley; no hay grandes certezas; no hay hechos gloriosos del pacto de amor, de la gracia electiva, de la fidelidad del Todopoderoso, ni de los compromisos que dan la garantía. Nunca voy a altercar con el hombre que puede vivir sobre tales piedras y en medio de escorpiones como la elección condicional, la redención accidental, la perseverancia cuestionable, y la regeneración ineficaz. Puede ser que haya personas, yo supongo, que

pueden vivir con ese alimento seco. Si pueden vivir de eso, que les aproveche; pero yo creo que muchas de nuestras dudas y temores surgen de la ignorancia doctrinal. Tal vez ustedes no tienen una visión clara de ese pacto llevado a cabo entre el Padre y Su Hijo glorioso, Jesucristo; ustedes no saben deletrear la palabra "Evangelio" sin mezclar la palabra "ley" en ella. Tal vez no han aprendido plenamente a mirar fuera del yo, a Cristo, para todo. Ustedes no saben cómo distinguir entre santificación, que varía, y justificación, que es permanente. Muchos creyentes no han llegado a discernir entre la obra del Espíritu y la obra del Hijo; ¿y cómo puede sorprendernos, si ustedes son ignorantes, que algunas veces ustedes no tengan paz? Aprendan más de ese precioso Libro, y su paz será más continua. Además, esta paz es usualmente dañada por el pecado. Dios esconde Su rostro detrás de las nubes del polvo que es levantado por Su propio rebaño conforme avanzan por el camino de este mundo. Nosotros pecamos, y luego nos dolemos por ese pecado. Dios todavía ama a Su hijo, aun cuando peca; pero no permitirá que el hijo lo sepa. El nombre de ese hijo está en el registro familiar; pero el Padre toma ese libro, y no le permitirá leerlo hasta que no se haya arrepentido plenamente de nuevo, y venga otra vez a Jesucristo. Si ustedes pueden tener paz, y sin embargo vivir todavía en pecado, fíjense bien, ustedes no han sido regenerados. Si ustedes pueden vivir en la iniquidad, y sin embargo tener paz en sus conciencias, esa conciencia está cauterizada y muerta. Mas el cristiano, cuando peca, comienza a dolerse; si no en el mismo momento en que cae, no pasa mucho tiempo antes que la vara de su Padre le golpee la espalda, y comience a llorar. "¿Dónde está la bendición que conocí, Cuando vi por primera vez al Señor? ¿Dónde está la visión que refresca el alma De Jesús y de Su Palabra?" De nuevo: nuestra paz puede ser interrumpida también por la incredulidad. Ciertamente este es el cuchillo más filoso de los cuatro, y cortará más rápido el hilo dorado de nuestros gozos. Y ahora, si ustedes quieren mantener una paz inquebrantable, reciban hoy el consejo del ministro de Dios, aunque él sea joven en años. Reciban el consejo que él les garantiza que es bueno, pues es está basado en las Escrituras. Si quieren mantener una paz permanente e inquebrantable, miren siempre al sacrificio de Cristo; no permitan que su ojo se vuelva a ninguna otra cosa que no sea Cristo. Cuando te arrepientas, querido lector, todavía mantén tu ojo en la cruz; cuando trabajes, trabaja con la fuerza del Crucificado. Todo lo que hagas, ya sea un auto-examen, ayuno, meditación, u oración, hazlo todo bajo la sombra de la cruz de Jesús; o de lo contrario, puedes vivir como quieras, pero tu paz no será sino algo lamentable; estarás lleno de intranquilidad y de problemas amargos. Vive cerca de la cruz y tu paz será continua. Déjenme darles un consejo. Caminen humildemente con su Dios. La paz es una joya; Dios

la pone en el dedo de ustedes; si se vuelven orgullosos de ella, Él se las quitará. La paz es un vestido noble; si presumen de su vestido, Dios los desvestirá. Recuerden la boca del hoyo de donde fueron sacados, y la cantera de la naturaleza de donde fueron cortados; y cuando tengan la brillante corona de paz en su cabeza, recuerden sus pies negros; además, aun cuando esa corona esté allí, cúbranla y también el rostro con esas dos cosas, la sangre y la justicia de Jesucristo. De esta manera ustedes mantendrán su paz. Y también caminen en santidad, evitando cualquier apariencia de mal. "No os conforméis a este siglo." Defiendan la verdad y la rectitud. No permitan que las máximas de los hombres tengan influencia en el juicio de ustedes. Busquen al Espíritu Santo para que puedan vivir a semejanza de Cristo, y vivir cerca de Cristo, y su paz no será interrumpida. En cuanto a quienes no han tenido nunca paz con Dios, sólo puedo tener un sentimiento hacia ustedes, es decir, piedad. ¡Pobres almas! ¡Pobres almas! ¡Pobres almas!, que nunca conocieron la paz que Jesucristo da a Su pueblo. Y mi piedad es más necesaria ya que ustedes mismos no tienen piedad por ustedes. ¡Ah!, almas, viene el día cuando ese Dios con Quien ustedes están enemistados, los mirará a la cara. Tendrán que verlo; y Él es "fuego consumidor." Tendrán que ver un horno ardiente, y hundirse, y desesperar, y morir. ¿Morir, dije? Peor que eso. Tienen que ser lanzados al abismo de condenación, donde morir sería una bendición que jamás podrá ser concedida. ¡Oh!, ¡que Dios les dé paz por medio de Su Hijo! Si ustedes están ahora convencidos de pecado, la exhortación es: "Cree en el Señor Jesucristo." Tal como eres, se te ordena que pongas tu confianza en Él, que ciertamente murió sobre el madero; y si haces esto, todos tus pecados te serán perdonados ahora, y tú tendrás paz con Dios; y, muy pronto, tú lo sabrás en tu propia conciencia y te gozarás. ¡Oh!, busquen esta paz y persíganla; y sobre todas las cosas, busquen al Hacedor de paz, Cristo Jesús, y serán salvos. Dios los bendiga por Su Hijo Jesucristo. Amén.

Salmo 62.1-8 Una de las cosas más difíciles que debemos hacer como cristianos es “[esperar en Dios] en silencio” (Sal 62.1 LBLA), pues tendemos a pensar que esperar es no hacer nada. Pero en este salmo, la palabra esperar tiene un significado diferente; tiene la connotación de “hacer una pausa para recibir más instrucciones”. En vez de optar por la pasividad, debemos elegir cesar en nuestras acciones y escuchar la instrucción de Dios. A veces, el Señor guarda silencio por un tiempo, pero siempre con un propósito. Conoce el momento perfecto para que actuemos, y hasta que llegue ese momento tenemos que esperar. Se necesita más fortaleza para estar quietos en medio de una tormenta, que para buscar una solución. Puedo decirle que a mí, también, algunas veces me impacienta la espera. Cuando eso sucede, puedo ponerme nervioso y cuestionar a Dios o quejarme. Pero esas reacciones no se ajustan a lo que somos como cristianos. Pablo nos dice claramente: “Por nada estéis afanosos” (Fil 4.6); nos pide en vez de eso que oremos al Señor, quien ofrece paz. Debemos esperar en silencio sin quejarnos, lo que significa que debemos tener paciencia. Para ello, tenemos que confiar en la sabiduría, el amor, el poder y el tiempo de Dios. Es imposible tomar el camino equivocado cuando somos obedientes al Señor. La clave para tener paz en la tormenta es esperar en Dios solamente. Si nos negamos a hacerlo, nos volvemos más propensos a tomar malas decisiones. Él escucha cada oración, pero debemos estar dispuestos a esperar en silencio para escuchar su respuesta