Amar La Vida

AMAR LA VIDA Amar la vida es una película del año 2001, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Emma Thompson, la

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AMAR LA VIDA Amar la vida es una película del año 2001, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Emma Thompson, la cual interpreta su papel de Vivian Bearing a la perfección. Ella es una brillante profesora de literatura con un doctorado en filosofía, que dedica su vida completa y exclusivamente a su oficio, las palabras, como lo define ella, centrándose específicamente en el estudio del complejo poeta John Donne y paradójicamente en el significado de la vida y la muerte. La película comienza con un primer plano de Vivian mientras se le comunica que padece un cáncer de ovarios metastásico en estadio IV, inoperable y se le ofrece un tratamiento experimental. Desde ese momento podemos ya intuir la personalidad fuerte, perseverante e ingeniosa de la profesora Bearing al ver como afronta tal triste noticia, así como la falta de empatía y de comprensión de su doctor, Harvey Kelekian. Este muestra desde el primer momento un interés meramente científico por su paciente, o mejor dicho, por el cáncer que padece, sin tener en cuenta que la persona estaba antes que dicho cáncer. Le comunica la noticia de su enfermedad de una forma muy correcta en términos de contenido, pero muy incorrecta en términos humanos. No sabe apreciar el impacto de sus palabras sobre la persona que tiene delante, y continua hablando y hablando con tantos tecnicismos médicos que ella se queda sin habla. No es que ella no tenga capacidad para entender dichos términos, sino que no puede asimilar una información tan impactante y dolorosa mientras su doctor detalla posibles efectos secundarios, que supuestamente ella sabrá resistir con la fuerza que la caracteriza, de un tratamiento experimental que se le ofrece como única opción. El Dr. Kelekian debería saber que su paciente necesita asimilar con tiempo la noticia, aún cuando ella afirma que lo está entendiendo todo, para poder decidir si realmente quiere intentar ese tratamiento experimental o si cree que es mejor vivir lo que le queda sin tantas molestias, pero en vez de ser así, le insta a que firme el formulario cuanto antes y le asegura que está convencido de que resistirá a todo. Es una película muy impactante de principio a fin dado que está narrada en primera persona por la mujer que sufre la enfermedad, Vivian, sin saltarse ningún detalle, haciéndonos sentir, por tanto, el duro progreso de la enfermedad como si nosotros mismos la padeciéramos. Este enfoque tan explícito y directo consigue hacer sentir al espectador una empatía total con la protagonista, cuando ella sufre esos horrorosos efectos secundarios nosotros también los sufrimos y cuando ella aparece en un primer plano muy cercano vomitando sin siquiera poder vomitar

también nos duele a nosotros. Centrándonos en Vivian podríamos diferenciar dos personalidades contrarias, la Vivian de antes de la enfermedad, la cual vamos conociendo a través de sus relatos autobiográficos, y la Vivian que se encuentra en una cama de hospital en estado terminal sometiéndose a un tratamiento que le afecta más que el propio cáncer. A través de sus narraciones, vemos que ha vivido siempre centrada en el estudio, siendo eficiente y casi inmejorable en el análisis de las palabras, en el significado de esos poemas que intenta hacer comprender a sus alumnos, pero no es una profesora bondadosa, sino que es exigente e intransigente con cada uno de sus alumnos, sin llegar a tener en cuenta nunca la individualidad, o quizás la situación personal de alguno de ellos. Me atrevería a decir que tiene una personalidad arrolladora, por la gran seguridad que muestra en sí misma. Y así es como sobrevive a esos ocho infernales ciclos de quimioterapia, comportándose de forma sarcástica ante la vida, ante su situación y sobre todo, ante el trato que recibe en el hospital por parte de médicos y residentes. Pero cuando ya se encuentra devastada por los efectos de la quimioterapia, y se da cuenta que tras esos ocho ciclos a dosis completa ya no hay nada más, y que toda su inteligencia, su ingenio y su sarcasmo no le han sido de ninguna ayuda, entiende lo realmente valiosas que son las relaciones humanas, y de lo necesitada que está de bondad, de cariño y sobre todo de empatía, la cual llega a encontrar en la enfermera Susi. En ese momento se nos muestra incluso el arrepentimiento que siente por haberse comportado tanto tiempo de una forma tan incomprensiva con sus alumnos. Podríamos decir que se da cuenta de que ha vivido por y para las palabras sin llegar a sentir la humanidad que hay detrás de ellas y sobre todo de que al final, ella no es distinta a los demás, y morirá igual que el resto. Un momento curioso de la película es cuando la protagonista al borde de la muerte, se ríe a carcajadas de que su querida enfermera Susi no sepa el significado de la palabra soporífero (esa primera palabra que a ella le hizo sentir el respeto por las palabras). Es en esta escena, en mi opinión, en la que apreciamos la culminación del cambio que experimenta Vivian, ya que quizás antes, habría menospreciado a Susi por no saberlo, pero ahora la trata como una igual y le dice que no se sienta tonta por ello. A través de los poemas de John Donne, entendemos la valentía de Vivian ante la muerte, la cual no es más que un paréntesis, y que una vez muertos ya ni la propia muerte existe. Que simplemente es esa minúscula coma que separa la vida de la vida eterna.

Por último, centrándonos en el análisis de la relación médico-paciente, observamos claramente la inexistencia de esta. Tanto para el Dr. Kelekian, como para su residente, el Dr. Jason posner, la paciente es simplemente un complejo e interesante cáncer del cual disfrutan investigando, como científicos que son, olvidando que lo realmente importante es la persona que sufre y no el reto que supone su enfermedad. Por supuesto los dos doctores son muy buenos en su trabajo, el Dr. Kelekian es un especialista minucioso y eficiente así como su residente es un estudiante asombroso, pero carecen de algo tan importante como la buena técnica, carecen de empatía. A los dos les falta la humanidad necesaria para comprender el sufrimiento que está experimentando la paciente durante todo el tratamiento, y esto se debe a que no la están concibiendo como persona enferma sino como un conjunto de síntomas y efectos secundarios que recordar, una serie de cifras que anotar y un montón de partes anatómicas que explorar. Se ve en contadas ocasiones como la paciente se encuentra dolorida, asustada y angustiada por la falta de respeto que parecen tener hacia ella, y aunque actúa con sarcasmo e indiferencia, sabemos que realmente se encuentra en una situación devastadora, en la que necesita más que nunca que la entiendan, y en vez de eso, le preguntan día tras día que tal se encuentra, sin siquiera escuchar la respuesta. Un momento muy irónico y representativo de esto es cuando llega la ‘gran ronda’, en la que vemos como un montón de residentes entran junto al Dr. Kelekian y se da una situación de competitividad, de análisis exhaustivo de los síntomas y de una exploración irrespetuosa de la paciente que casi no puede ni hablar, sin el mínimo atisbo de interés por el estado psicológico de la paciente. Además en ningún momento se plantean el reducir la dosis de los ciclos, aún siendo conscientes del terrible deterioro que Vivian va experimentando. En definitiva tanto el Dr. Kelekian como profesor, como el Dr. Posner como alumno priorizan el cáncer por encima de la persona, la investigación por encima del cuidado al paciente, y la minuciosidad sobre la sensibilidad, además de denotar un desinterés total por la privacidad de Vivian. Me llama en especial la atención, el comportamiento indiferente del residente, el cual conocía a la protagonista ya que había asistido a sus clases, y la valoraba y respetaba enormemente. Y aún así, la intenta reanimar cuando sabía que había expresado su deseo de no reanimación, en un intento desesperado de no perder el recipiente de su investigación. Para finalizar, retomando el tema de la muerte, destacar el significado del poema de John Donne con el que comienza y finaliza la vida de la

protagonista, recitado por su antigua profesora, en un intento de calmarla, y hacerle entender que la muerte nunca es la vencedora. ‘Después de un breve sueño despertamos eternamente Y la muerte dejará de existir, muerte morirás.’