2010 Filosofia 45 El Estado de Bienestar. Alienacion y Libertad en Las Sociedades Tecnificadas

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FILOSOFÍA El Estado de bienestar.

28-14656-13

Alienación y libertad en las sociedades tecnificadas

Temario 1993

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1. El Estado de bienestar 1.1. Vicisitud histórica 1.2. Características 1.3. Fundamentos filosóficos del Estado de Bienestar 1.4. Críticas al Estado de bienestar

2. Libertad y alienación en las sociedades tecnificadas 2.1. Libertad y alienación 2.2. La Escuela de Frankfurt 2.3. Habermas 2.4. El movimiento situacionista y mayo del 68

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INTRODUCCIÓN

Si bien la Revolución Industrial y el sistema de producción capitalista lograron un enorme aumento de la riqueza y de los bienes de consumo, también crearon una nueva forma de miseria. La mano de obra de la fábricas, el proletariado, se configuró como un grupo social cuya situación se situaba al margen de la ley y estaba a merced de sus patronos. Salarios mínimos, trabajo infantil sin regular, jornadas de más de doce horas, y la falta de recursos durante la vejez o la enfermedad, eran algunas de las condiciones de vida de los obreros. Además la economía capitalista dejo ver que el sistema de libre mercado tenía algunas fallas, como las crisis cíclicas o el paro. Ante dichos problemas se desarrolló en Occidente el Estado de bienestar. Éste pretendía paliar los problemas sociales, sin cambiar la estructura capitalista, mediante la intervención en dos frentes: la inversión, para procurar estabilidad económica y frenar las crisis; y la mejora del nivel de vida de los trabajadores y los ciudadanos. En las siguientes páginas nos centraremos, en primer lugar, en el Estado de bienestar: su génesis histórica, características, fundamentos filosóficos y críticas que se le dirigen. En el segundo apartado veremos cómo se aplican dos conceptos clave de la filosofía a las sociedades actuales: alienación y libertad. Y cómo interaccionan con fenómenos contemporáneos, como el desarrollo de la técnica, el consumismo o la sociedad de la información.

Antes de estudiar este tema, muy específico, sería conveniente haber leído antes el tema 69 sobre la Escuela de Frankfurt.

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1 El Estado de bienestar El Estado de bienestar (welfare state) nace como un proyecto en el seno de la sociedad industrial, como respuesta a las necesidades de los diferentes grupos de ésta, fundamentalmente a las de los trabajadores asalariados, que se consideran que son la gran mayoría. El Estado de bienestar se presenta como el medio a través del cual las relaciones asimétricas de poder entre capital y trabajo son compensadas y, por lo tanto, se reduce el antagonismo de clase. El Estado de bienestar es, entonces, un proyecto en el que intervienen muchos grupos sociales dispuestos a pacificar la convivencia y garantizar el futuro del mundo capitalista mejorando las condiciones de los menos satisfechos con él. Es resultado del consenso entre las élites económicas (preocupadas por las crisis y las huelgas) y los sindicatos y partidos socialdemócratas, deseosos de dar con una solución para los problemas de los proletarios menos arriesgada y violenta que una revolución de tintes comunistas. El Estado de bienestar es el intento occidental por poner fin a la lucha de clases.

1.1. Vicisitud histórica A pesar de que el Estado de bienestar tal y como hoy lo conocemos no aparece hasta después de la II Guerra Mundial, podemos rastrear algunos antecedentes en diversos países europeos, aunque sean hechos aislados o puntuales. La «Ley de pobres» de Inglaterra y las reformas sociales en el siglo XIX en Alemania serán los ejemplos en los que nos centremos.

XX Inglaterra La primera legislación inglesa que responsabiliza del bienestar de sus ciudadanos al Estado se remonta a 1601, con la «Ley de pobres». Fue implantada auxiliar a los necesitados tras el desmantelamiento de la Iglesia Católica. La ley destinaba a aquéllos que eran dependientes (ancianos, niños huérfanos y enfermos) ayuda domiciliaria o una plaza en asilos u orfanatos; con los desempleados puntuales se llevaba a cabo la reinserción laboral; por último, los llamados «pobres recalcitrantes», considerados vagos, eran enviados a prisión. Esta ley estuvo vigente hasta la implantación del Estado de bienestar en el siglo XX, sin embargo sufrió importantes modificaciones; posiblemente la más relevante fue la de 1834, consecuencia tanto de la Revolución Industrial como del liberalismo de la época. Introducía la suspensión de la ayuda domiciliaria y los subsidios para los dos primeros grupos que se veían obligados a ingresar en asilos, lo cual los sumía en la más absoluta miseria y provocaba rechazo social; consecuencia que se consideraba positiva con respecto a los desempleados, pues parecía natural que aquél que pudiendo ser productivo no lo fuera, viviera en situación de penalización. Durante la misma época se promovieron otras leyes de carácter social, para regular las relaciones laborales y que respondían a las presiones de los partidos obreros en el Parlamento. En 1833 se aprobaron la Leyes Fabriles, que prohibían el trabajo de menores de 9 años y limitaban la duración de la jornada de los trabajadores menores de 16 años, a la vez que los obligaban a asistir al colegio; en 1847 se estipuló por ley la reducción de la jornada laboral a 10 horas.

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XX Alemania La aparición del primer canciller de Alemania Otto von Bismark (1815-1898) en el último tercio del siglo XIX supone también la creación de un prototipo de Estado social. En aquel momento los movimientos obreros y el Partido Socialdemócrata (SPD) estaba adquiriendo con gran fuerza en Alemania, de forma que el canciller decidió parar su crecimiento: por un lado, persiguió e incluso ilegalizó al SPD (1878-1880); por el otro, impulsó medidas sociales que mejoraban las condiciones laborales de los obreros, de esta forma se pretendía frenar el clamor de los obreros y sus reivindicaciones socialistas, a la vez que se esperaba mantener una alta productividad gracias al bienestar de los trabajadores. Estas medidas no tenían ninguna voluntad universalista y se enmarcaban dentro del ámbito de las relaciones laborales. Son tres las medidas importantes que se llevan a cabo, todas ellas en forma de seguro obligatorio, y financiadas tanto por el Estado, como por el obrero y el patrón. En 1883 se crea un seguro público de salud. En 1884 un seguro contra accidentes y una pensión por discapacidad. En 1889 se impone una pensión de jubilación.

XX De la crisis de 1929 a la de 1970 A pesar de estos avances en materia de política social en el siglo XIX, no podemos hablar como tal de Estado de bienestar hasta los años treinta. En ese momento los Estados Unidos se vieron sumidos en la Gran Depresión, la mayor de la crisis cíclicas que el mercado había sufrido. Estas crisis no podían ser explicadas por la teoría liberal clásica, que atribuía su aparición a multitud de factores singulares e imprevisibles; sin embargo el análisis de Keynes consideraba estas crisis inherentes al funcionamiento del mercado y proponía, como solución, una política estatal intervencionista. El presidente estadounidense Roosevelt, siguiendo las ideas keynesianas, implantó el New Deal, para superar la crisis, y efectivamente el resultado fue positivo. Por otro lado, Europa había quedado en un estado lamentable tras la I Guerra Mundial. A pesar de eso, el Tratado de Versalles no contemplaba destinar fondos para la reconstrucción, sino que esperaba que las economías de los países europeos se estabilizaran gracias al ritmo del mercado. Pero esto no ocurrió, el modelo liberal parecía hacer aguas y, además, las economías planificadas de los experimentos totalitarios como el alemán, el italiano o el soviético parecían más sanas que las de los países liberales. Después de la II Guerra Mundial se hace patente la necesidad de volver a rehacer Europa. Ante la conciencia de lo que ocurrió en la última posguerra, al no intervenir en la economía, y el ejemplo del New Deal estadounidense, una política intervencionista parecía la mejor opción para salir adelante. Además, la experiencia del fascismo europeo que acababa de caer y la fuerza de la URSS daban cuenta de la necesidad de satisfacer a las masas obreras para evitar revueltas, a la par que había que alejarse de esos dos modelos. El Estado de bienestar es la tercera vía que permite conservar el sistema capitalista, pero garantiza un cierto nivel de vida a los trabajadores. Y efectivamente, parecía la respuesta definitiva hasta los años 70, momento en el que una nueva oleada de crisis en Occidente lleva a políticos, economistas y pensadores a replantearse si el Estado de bienestar es realmente el mejor de los mundos posibles.

1.2. Características Aunque no existe un Estado de bienestar paradigmático, podemos encontrar determinados elementos que se encuentran, en mayor o menor medida, en todos los sistemas de bienestar social. Éstos son: la intervención estatal en la economía, la regulación de las relaciones laborales y la implantación de prestaciones sociales universales.

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Una de las finalidades del Estado de bienestar es evitar las crisis económicas a las que el sistema liberal se enfrenta de forma regular. Para ello promueve cierto nivel de intervención en los mercados. Explica Keynes (1883-1946) en su obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) que el modelo equilibrado y autorregulado según el cual funcionan los mercados en la teoría liberal clásica es sólo un caso muy especial, y no el modelo general; conforme con esta teoría el mercado tiende siempre al pleno empleo, a la producción máxima y al máximo consumo. El keynesianismo, sin embargo, considera que el libre funcionamiento de los mercados tiene como consecuencia una cierta tasa de desempleo involuntario y una cierta tasa de ahorro, lo cual, sumado a otros factores, disminuye el consumo y lleva a una crisis de superproducción. Para Keynes estas crisis son propias del funcionamiento liberal del mercado y, para evitarlo, recomienda una intervención de los poderes públicos que equilibre la economía incentivando el consumo en época de recesión y refrenándolo en época de auge. Además el Estado se reserva otras posibles acciones en el mercado, como la legislación sobre el libre mercado (leyes antimonopolio, por ejemplo) y la inversión en empresas e industrias en crisis y su nacionalización. Otro elemento fundamental del Estado de bienestar es la intervención gubernamental en la regulación de las relaciones laborales. Como ya dijimos, evitar la explotación de los obreros a manos de los capitalistas era uno de los objetivos del Estado social, para ello se dota a los sindicatos de mayor fuerza y protagonismo, y son ellos los que se enfrentan a la patronal en las negociaciones para contrataciones colectivas de obreros; las cuales preside el Estado, que vela por que las condiciones de contratación sean justas y dignas. Además, el Estado tiene la obligación de promulgar una legislación que proteja a los obreros y no los deje en situación de indefensión o explotación. Estas leyes, por ejemplo, limitan la jornada, regulan el despido, establecen un salario mínimo, etc. Por último, el Estado garantiza a los trabajadores determinados seguros en caso de no poder trabajar: por desempleo, pensiones por invalidez o accidente, el seguro sanitario o las pensiones por jubilación. Normalmente estas pensiones son, en buena medida, sufragadas por los impuestos que se retienen del salario de los propios trabajadores, y están condicionadas por la vida laboral del beneficiario (por ejemplo, la pensión de jubilación será más alta cuanto más se haya trabajado). Por último, las prestaciones sociales universales consisten en beneficios sociales a los que cualquier ciudadano puede acceder independientemente de su participación en el mercado de trabajo. Se trata de cubrir ciertas necesidades básicas de toda la población no por ser elementos productivos, sino por formar parte de la sociedad. Aquí se encuadra, por ejemplo, la educación pública y gratuita, la sanidad pública para todos los ciudadanos o la subvención de viviendas sociales. En los últimos años han aparecido nuevas prestaciones, como el pago de una ayuda por el nacimiento de un hijo, la ayuda al alquiler para los jóvenes o la discusión sobre un salario universal de ciudadanía. Pasemos ahora a ver qué tipos de Estado de bienestar se pueden dar según la combinación de estos elementos. Siguiendo la división ya clásica de Esping-Andersen (1947-) en Los tres mundos del Estado de bienestar (1993), podemos encontrar tres modelos ideales. 1. Modelo socialdemócrata o universal. Propio de los países nórdicos. Se caracteriza por un nivel de impuestos y un gasto social muy altos que se destinan a medidas de carácter universalista e igualitario. Además la intervención estatal es importante y tiene un alto número de funcionarios en puestos que en otros modelos quedan en manos de instituciones privadas. Este modelo nace tanto de la tradición comunitaria e igualitaria de estos países, que permitió que el Estado de bienestar se implantara con un buen nivel de aceptación y legitimación ciudadana, como de la fuerza del partido socialdemócrata y su alianza con el campesinado y la clase media.

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2. Modelo conservador o corporativo. Serían ejemplos los sistemas continentales. En este modelo el gasto social también es alto, pero la distribución no es universal, sino que depende de la participación en el sistema productivo. Se produce una división social de forma tal que los trabajadores asalariados y sindicados reciben prestaciones bastantes altas: seguro de desempleo, mejor pensión de jubilación, etcétera, mientras que los ciudadanos que no están insertos en el mercado de trabajo reciben prestaciones mínimas. Los sistemas conservadores tienen una gran influencia de los partidos democristianos europeos, lo que lleva, por ejemplo, a que a menudo se considere que de atender a los ancianos, los niños o los discapacitados deben ocuparse las familias. Por este motivo el funcionariado es menor que en el anterior modelo, pues sólo se considera deber del Estado el cuidado de estos grupos en casos extremos. Un subgrupo de este modelo sería el de los sistemas mediterráneos, que se caracterizan por un desarrollo tardío (años 70 y 80) y un gasto más bajo en asistencia social. 3. Modelo liberal o residual. Vendría ejemplificado por el Estado de bienestar estadounidense. En este caso el gasto social es mucho menor y en absoluto universalista, por el contrario los subsidios se dirigen a paliar las situaciones de pobreza y necesidad de aquellas personas que no pueden encontrar ningún otro medio para hacerlo. El resto de los ciudadanos obtienen los servicios a través de su contratación (seguros médicos, escuelas, fondos de pensiones). Debido a este carácter residual la clase media se siente muy poco identificada con el Estado social, que es un recurso para los verdaderamente pobres, y tiene, por lo tanto, un grado muy bajo de legitimación ciudadana.

1.3. Fundamentos filosóficos del Estado de Bienestar Una teoría económica (el capitalismo) y una doctrina filosófica (el utilitarismo) se erigen desde el principio como fundamentos del Estado de bienestar. El utilitarismo es una doctrina ética que se basa en el principio de la mayor felicidad (bienestar) para el mayor número de personas. Esto es, precisamente, lo que define al Estado de bienestar, cuyo objetivo es establecer un criterio de distribución de bienes más justo entre los ciudadanos, que acabe con las injusticias sociales a las que había dado lugar la Revolución Industrial en Europa. Sin embargo, las diversas versiones del utilitarismo han supuesto diferencias significativas a la hora de comprender los fundamentos del Estado de bienestar Según el utilitarismo clásico de corte benthamiano, lo que se distribuye en una sociedad es utilidad cardinal. Por utilidad cardinal se entiende la cantidad de placer o satisfacción de los deseos de los individuos. Esta utilidad es cardinalmente medible, es decir, se puede asignar un número a los deseos de los individuos. La utilidad general de la sociedad se puede medir interpersonalmente con una función matemática que otorgaría un único máximo. El principio de justicia utilitarista («la mayor utilidad para el mayor número de personas») se traduce, de esta forma, en el criterio de distribución del Estado de bienestar, según el cual la sociedad más justa es aquélla que consigue maximizar la suma de las utilidades cardinales de todos los individuos, es decir, la que llega a ese único más alto que indica el máximo nivel de felicidad de la sociedad. Este modelo del utilitarismo cardinalista conlleva tres problemas importantes: en primer lugar, la teoría no juzga moralmente las preferencias. Así, el placer que pueda generar en una persona una preferencia inmoral vale igual que otra que produzca en otro individuo una moral. En segundo lugar, la teoría tampoco valora el origen de las funciones de utilidad de los individuos, es decir, no tiene en cuenta cómo se han adquirido las preferencias. Téngase en cuenta, por ejemplo, los mecanismos manipuladores de la publicidad, que crean y configuran necesidad en los individuos. Por último, está el problema de la responsabilidad de los individuos con respecto a sus preferencias. En un sistema de bienestar, donde el Estado se encarga de distribuir los recursos objetivos que generan utilidad pública, el individuo generalmente no se hace responsable de sus preferencias.

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Estas dificultades del utilitarismo cardinalista clásico llevaron a sustituirlo por una versión más coherente de corte ordinalista, y que sirvió de base a la llamada «segunda economía del bienestar», a partir de los años 40. Según el utilitarismo ordinalista, lo que se distribuye ya no es utilidad cardinal, sino utilidad ordinal. Se tiene en cuenta el orden de preferencias de los individuos, no su intensidad. Según este modelo, ya no se puede medir intersubjetivamente la utilidad social, pues con números ordinales no se pueden realizar operaciones aritméticas, lo que exige nuevos criterios de justicia redistributiva. Inmediatamente se adoptó el criterio de optimalidad de Pareto: una situación es un óptimo de Pareto si y sólo si nadie puede mejorar su utilidad sin empeorar la de otro. Según este criterio, cualquier cambio destinado a mejorar el bienestar de alguien sin perjudicar al de otros ha de ser realizado por el Estado. El modelo ordinalista del utilitarismo que adopta como criterio de justicia la optimalidad paretiana no está exento de problemas: en primer lugar, hay muchas situaciones que pueden constituir un máximo de Pareto. La teoría no tiene el potencial necesario para decidir sobre las medidas necesarias que lleven a una de esas situaciones en detrimento de las otras que también constituyen un máximo de Pareto. En segundo lugar, la optimalidad paretiana es compatible con situaciones de extrema desigualdad, lo que contradice los principios básicos del Estado de bienestar, que surge para acabar con ella. Una solución del problema de la elección entre óptimos de Pareto sería conjugar este criterio con la democracia: que sea la propia sociedad la que decida cuál es el óptimo de Pareto que desean. Al unir optimalidad paretiana y democracia, el utilitarismo ordinalista que sirve de base al Estado de bienestar contemporáneo recuperaría un criterio de justicia selectivo y factible. Sin embargo, esta solución se fue al traste cuando en 1951, el economista Kenneth J. Arrow demostró, en su tesis doctoral Social choice and individual values, lo que se ha llamado el «teorema de imposibilidad de democracia» o la paradoja de Arrow. Según este teorema, no es posible generar reglas para la toma de decisiones sociales o políticas a partir de criterios «razonables».

1.4. Críticas al Estado de bienestar Hasta mediados de los años setenta del siglo pasado, las críticas al Estado social tenían un carácter metodológico, no apuntaban hacia su legitimidad y presuponían su indispensabilidad. Sin embargo, en ese momento el mundo occidental se ve sumido en la llamada crisis del petróleo, y la inestabilidad económica desata los ataques hacia las bases mismas del sistema, es entonces cuando el Estado de bienestar se hace problemático, parece que su periodo de aplicación ha caducado y es hora de buscar una mejor solución. Tal y como dice Habermas: «Desde fines de los años 70 están haciéndose evidentes los límites del proyecto del Estado social sin que, hasta la fecha, sea visible una forma sustitutoria nítida. [...] El programa del Estado social, que sigue alimentándose de la utopía de la sociedad del trabajo, ha perdido la capacidad de formular posibilidades futuras de alcanzar una vida colectiva mejor y más segura». (Habermas, 2002)

Según el teórico político Claus Offe (1940-) en su libro Contradictions of the welfare state (1984), las críticas que se han dirigido al Estado de bienestar se pueden reducir a dos, por parte de la derecha, y tres, por parte de la izquierda. Seguiremos y ampliaremos su planteamiento, lo que nos evitará enumerar una lista demasiado larga y laxa. Tanto la derecha como la izquierda consideran que el Estado de bienestar no es la respuesta adecuada a los problemas, pero en su actuación práctica no llevan a cabo medidas para su desmantelamiento, ni proponen una alternativa consistente más allá de bocetos utópicos de comunidades libertarias o mercados que se autorregulen.

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XX Críticas desde la derecha Los críticos conservadores del Estado de bienestar más activos son los que se han venido llamando neoliberales. El neoliberalismo (o neo-laissez-faire), tal y como su propio nombre indica, es un renacimiento de las teorías liberales decimonónicas y pretende una renovación económica a través de la suspensión del Estado de bienestar y el intervencionismo estatal, dejando que el mercado se autorregule libremente. En la práctica esto se traduce en importantes recortes en el gasto social, como fue el caso de los gobiernos de Thatcher en el Reino Unido y Reagan en Estados Unidos durante los años 80. La crítica neoliberal ataca a dos frentes con razonamientos paralelos. En primer lugar, la política intervencionista del Estado y las cargas fiscales sobre las empresas son acusados de desincentivar la inversión. Según esta crítica, la cantidad de capital que a los inversores se les va en concepto de pago de impuestos hace que las inversiones arriesgadas con un margen de beneficios pequeño o poco seguro, no sean atractivas. Sin embargo, este razonamiento no tiene en cuenta el favor que la intervención estatal hace a los pequeños empresarios sin medios para sacar adelante sus negocios y que, sin la ayuda que reciben, serían absorbidos por grandes empresas, monopolizando de esta forma aún más el capital. De la misma manera que tampoco tiene en cuenta el papel de la inversión pública a la hora de evitar las crisis, motivo principal de la desestabilización del modelo económico liberal. Por otro lado, se culpa a las prestaciones sociales que reciben los empleados de desincentivar el trabajo. Se argumenta que, gracias a esas ayudas, el trabajador no se preocupa tanto por conservar su puesto (ya que cuenta con un seguro de desempleo) y no es tan productivo y eficiente como debería. Sin embargo, es dudoso que el desinterés del trabajador se deba más a la falta de miedo al desempleo que a la propia relación de producción, que es alienante. En este sentido, el Estado de bienestar no ha reducido la alienación del trabajador industrial, sólo ha dificultado su explotación. En último lugar, no hay que dejar de lado la crítica de Friedrich August von Hayek (1899-1992) al Estado intervencionista, la cual se considera una crítica liberal paradigmática. Hayek opina que la instauración de un Estado que redistribuya la riqueza es el primer paso hacia un estado totalitario. Considera que un Estado intervencionista de prestaciones sociales tendrá que determinar cuáles son las necesidades, las preferencias y los fines de cada ciudadano que hay que satisfacer e impondrá un criterio, despreciando necesidades, preferencias y fines minoritarios e impidiendo su satisfacción. Además, este tipo de gobierno necesita mucho poder y muy concentrado para llevar a cabo la redistribución. Si a esto sumamos que, posiblemente, llegarán al poder aquellos que tengan pocos escrúpulos para silenciar las exigencias de las minorías, llegamos a un sistema en el que el Estado es totalitario y represor, como fueron el nacionalsocialista alemán o el soviético. Hayek, por el contrario, propone un liberalismo clásico y confía en que el mercado y la libre competencia puedan satisfacer las necesidades de todos sin caer en la imposición de una forma de vida concreta, ni en la represión de las tendencias minoritarias. Obviamente, hay muchas críticas en contra de este proyecto liberal, pero como supondría una disertación demasiado larga, me limitaré a destacar la tesis central de Claus Offe, esto es, que existe una contradicción esencial porque «el capitalismo no puede coexistir con, pero tampoco sin, el Estado de bienestar.» (Offe, 1985: 153)

XX Críticas desde la izquierda La primera crítica a la que el Estado de bienestar se enfrenta dirigida desde la izquierda (entenderemos por tal lo que está más a la izquierda de la socialdemocracia: socialistas, libertarios, etc.) es la que lo acusa de ser ineficaz y poco eficiente. La ineficacia se resume en tres puntos: 1) la redistribución es horizontal, dentro de la clase de los asalariados y no se aplica a toda la sociedad; 2) además, no

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elimina ni previene las causas de las desigualdades, las compensa, ya que las políticas de bienestar casi nunca interfieren en la esfera de la inversión y el mercado; 3) por último, la posibilidad constante de una crisis fiscal a la que se enfrentan las políticas sociales, y el hecho de que el crecimiento económico no garantice un aumento de las ayudas sociales, sino que los ingresos pueden dedicarse a cuestiones muy concretas o a la burocracia estatal. El segundo ataque va contra esa burocracia y su papel represivo y de control social. Para que una persona sea un cliente del Estado de bienestar no sólo debe tener las necesidades que éste mitiga, sino además cumplir con los estándares económicos, culturales y sociales dominantes. Esto se muestra en que es necesario poder llevar a cabo las rutinas y exigencias (ir cada mes a la oficina del paro, acudir a entrevistas, rellenar formularios) que la burocracia impone y que los más necesitados no siempre son capaces de cumplir. Para terminar, se acusa al Estado de bienestar de procurar una imagen falsa e ideológica de la realidad social y política a la clase trabajadora que se basa en la idea de que existen dos esferas separadas: por un lado la del trabajo, la economía y la distribución primaria; por el otro, la de la ciudadanía, el Estado y la distribución secundaria. Los vínculos de causalidad entre ambas esferas se difuminan y se impide cualquier concepción global de la sociedad y la pretensión práctica de cambiar «todo el mundo». El Estado de bienestar hace olvidar que esas necesidades que satisface son consecuencias del modelo de producción capitalista. En los últimos años el sistema productivo ha sufrido un gran cambio, pasando de lo que fue llamado fordismo (en donde el obrero tiene un puesto fijo, realiza una tarea mecánica y hay estructura jerárquica piramidal) al posfordismo (donde el producto completo lo realiza un grupo de trabajo, en el cual el obrero es intercambiable y la jerarquía es más plana). Este cambio aumentó tanto la productividad que se aplicó también a los sistemas estatales y organismos encargados de la ayuda social. Con ello se pretendía obtener una organización menos burocratizada, más ágil y pequeña; pero a la vez las ayudas son más puntuales y cortas, el Estado se implica menos en la resolución de problemas y el individuo tiene mayor libertad de decisión (por ejemplo, en lugar de crear escuelas públicas, se paga la educación en el centro que los consumidores elijan). Es en este contexto donde se insertan críticas más actuales, como la que el sociólogo Richard Sennett (1943-) desarrolla en El respeto (2003). Sennett comienza su crítica destacando que esta nueva forma de organización del Estado social crea dos grupos de beneficiarios: el de los clientes independientes que sólo necesitan los medios, y el de los dependientes pasivos, los cuales también necesitan orientación; a este último grupo se lo envía de nuevo a un sistema de protección social caritativo y «estigmatizante». En segundo lugar, los trabajadores y los beneficiarios del sistema social, tienen ahora relaciones más esporádicas: el trabajo social se concibe en forma de programas puntuales en los que el contacto es temporalmente limitado. Según Sennett, aunque los clientes del Estado de bienestar reciben los bienes materiales que necesitan, no se sienten integrados en la sociedad; esta consecuencia se ha intentado paliar haciendo responsable de los beneficiarios a la comunidad y al trabajo voluntario, sin embargo, las comunidades han resultado ser débiles y los trabajadores voluntarios estar poco preparados y comprometidos.

¿Qué dos crisis económicas han marcado la configuración del Estado de bienestar?

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2 Libertad y alienación en las sociedades tecnificadas Hemos concluido que, si bien el Estado de bienestar cubre ciertas necesidades materiales de los individuos, no es la forma de que éstos lleguen a desarrollarse plenamente como hombres libres y autorrealizados. Esto no ocurre, en primer lugar, porque el Estado de bienestar no elimina las condiciones de alienación de los trabajadores, sino que se limita a paliar algunas de las consecuencias del sistema productivo, sin modificar las causas. El obrero, aunque reciba un salario más justo y tenga menos miedo a perder su empleo, sigue en situación de alienación por el trabajo industrial, al igual que sigue habiendo una repartición desigual de la riqueza, que da mayor beneficio al dueño de los medios de producción. En segundo lugar, el Estado de bienestar no sólo no evita la alienación del hombre, sino que la propia burocracia mediante la cual se ponen en práctica las medidas sociales es una estructura represiva que emplea su poder para ejercer control e imponer los valores y la forma de vida dominantes. Para alcanzar estos fines las nuevas tecnologías se presentan como el medio más idóneo para el control y la dominación.

2.1. Libertad y alienación El concepto de alienación tiene una larga trayectoria histórica, pero es a partir del siglo XIX, con la filosofía hegeliana, cuando cobra verdadera importancia. Alienación significa extrañamiento, estar fuera de sí. En el contexto de la filosofía idealista hegeliana se aplica al Espíritu, que se halla enajenado en la Naturaleza, la alienacón termina cuando, a través del movimiento dialéctico, el Espíritu se hace autoconsciente. La idea de alienación fue heredada por la izquierda hegeliana, en cuyas manos pasó a ser un concepto aplicable a la situación material del ser humano. Para Feuerbach, por ejemplo, la creencia religiosa es alienación de la conciencia humana que proyecta en un ser todopoderoso sus anhelos inalcanzables. Pero es en la filosofía de Karl Marx (1818-1883) donde la alienación cobra una importancia fundamental. Para Marx la alienación es una consecuencia de la forma de producción capitalista y los proletarios son los afectados. Lo que convierte al hombre en lo que es, es la praxis, es decir, el trabajo productivo enfocado a satisfacer necesidades. El proletario, efectivamente, lleva a cabo una forma de trabajo productivo, pero está alienado porque no es dueño del producto de su trabajo, el dueño es el que posee los medios de producción, el capitalista. El proletario sufre tres formas de alienación: 1. Respecto al producto de su trabajo. No sólo no posee la mercancía que produce, sino que el valor de ésta es a la vez la escasez total de valor de sí mismo. La mercancía se le impone como un objeto que es un fin, mientras que él no es más que un instrumento: «El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general». (Marx, 2001). Este giro de la relación entre el objeto y el hombre se produce el «fetichismo de la mercancía», que da valor al objeto por sí mismo y no por ser un medio para satisfacer necesidades. 2. Respecto a su trabajo. La división del trabajo sumerge al obrero en la repetición de una acción que, por sí misma, no tiene sentido. El proletario no crea un objeto de principio a fin, sólo lleva a cabo un movimiento mecánico dentro de una cadena de montaje. El hombre, trabajando así, no puede sentirse realmente hombre durante la actividad productiva. Así es que está alienado con aquello que precisamente debería humanizarlo, la praxis.

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3. Respecto a los demás hombres. Dado que las mercancías se han convertido en un fin, mientras que el hombre es un medio, las relaciones entre éstos están mediadas por el fetichismo de las mercancías, se relacionan a través de objetos y se valoran por lo que poseen. En este contexto no tiene sentido entender la libertad como «libertad de» o «libertad para», sino que la libertad, también en una línea hegeliana, se entiende como la superación de la alienación. Esto es, como la autorrealización del hombre en lo que le es propio, en el trabajo productivo. Por lo tanto, el ser humano sólo podrá ser libre si consigue una forma de producción donde el trabajo sea autónomo, no alienado y creativo. Así podría restaurarse el orden natural según el cual el hombre es el fin en sí mismo y los objetos que produce sólo medios para satisfacer necesidades. Hubo quien pensó que el futuro iría por esta vía, que el avance tecnológico serviría para reducir el tiempo de trabajo o facilitar la vida, sin embargo no parece que hayamos ganado libertad en el sentido de la autorrealización, sino que la presión se ejerce sobre nosotros desde el trabajo, los medios y las instituciones estatales. Aquí se enmarcan las ideas de Max Weber (1864-1920), que en Economía y sociedad (1964), planteaba la teoría de que en la sociedad se está dando un aumento de la racionalización. Esta racionalización ha sido ya aplicada al mercado capitalista, que se rige por leyes de eficacia y utilidad. El próximo paso será el de la burocratización, es decir, la racionalización del sistema político y social. La racionalización se presenta como una nueva forma de organización que sustituye a la anterior basada en valores y autoridad tradicional. Esta nueva organización es básicamente utilitarista, está enfocada a conseguir determinados fines y para ello emplea los medios más eficaces. La burocratización de la sociedad deja un espacio mínimo para que los individuos se desarrollen libremente. Éstos están siempre bajo un fuerte control racional y la obligación de observar innumerables reglas y protocolos; es la normalización de la vida. En esta línea, posteriormente, trabajaron varios miembros de la Escuela de Frankfurt de los que hablaremos a continuación. La idea de la burocratización y el control social sigue vigente en muchas críticas actuales, como aquélla que denuncia la excesiva vigilancia (como la videovigilancia en las calles o las leyes sobre acceso a los datos informáticos) a la que el ciudadano se ve sometido por parte de un Estado obsesionado con la seguridad y el buen funcionamiento.

2.2. La Escuela de Frankfurt XX Adorno Para Theodor W. Adorno (1903-1969) la dominación que el capitalismo avanzado lleva a cabo es una dominación racional y heredera de la Ilustración. Ésta, por lo menos, es la tesis que Adorno y Max Horkheimer (1895-1973) defienden en la Dialéctica de la Ilustración (1947), cuyas primeras palabras son: «La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y convertirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad.» (Adorno, 2005).

Lo que se plantea es la paradoja de que el ideario ilustrado que buscaba la emancipación del hombre haya conducido a un aumento sin precedentes de la dominación y el control, hasta llegar a la experiencia de los campos de exterminio nazis. Para Adorno y Horkheimer la razón ha devenido irracional. La razón occidental, cuyo modelo paradigmático es la ciencia, se ha puesto al servicio de lo irracional, de la ideología, de los intereses de la clase dominante, y es el instrumento que encubre la dinámica de dominación del capitalismo avanzado. Esta dominación se da en tres niveles: la dominación de la naturaleza por el hombre, la dominación de la naturaleza del hombre y la dominación del hombre

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por el hombre. Es decir, dominio de la realidad objetiva y material, de la subjetividad humana y de la intersubjetividad social. El problema es que la racionalidad instrumental de la ciencia ha perdido de vista cualquier componente moral o ético de la vida, su única finalidad es una acumulación cada vez mayor de conocimiento, lo que se traduce en el monopolio del saber por parte de las clases dominantes. Este monopolio supone que en todo avance técnico se emplee la racionalización y administración del capitalismo avanzado, su sistema productivo, su sistema de intercambio y la creación de la superestructura. Así, por ejemplo, los medios de comunicación de masas que la tecnología ha permitido crear han resultado ser el medio más eficaz para dominar a los individuos, los cuales absorben una realidad que está toda ella tamizada por los canales por la que es recibida, que forman una red total que no permiten el acercamiento directo a dicha realidad. Por lo tanto, la sociedad de la información es también la sociedad de la conciencia alienada, que está manipulada a través de la gestión de la información. Pero no es ésta la única forma de alienación, también la cultura, convertida ahora en «industria cultural» se desarrolla con la finalidad no sólo de manipular, sino de introducir al hombre en una espiral de entretenimiento acrítico que lo adormece. La cultura se ha convertido en mercancía y fetiche, en objeto de consumo que satisface la necesidad de encontrar entretenimiento; la cultura capitalista le ofrece un producto de fácil consumo, que no precisa de un esfuerzo intelectual ni reflexivo, sino que se reduce a un estímulo directo. He aquí su carácter alienante, que reduce todo al plano más superficial. Al subordinar todas las ramas de la producción espiritual de la misma forma al único objetivo de cerrar los sentidos de los hombres, desde la salida de la fábrica por la tarde hasta la llegada, a la mañana siguiente, al reloj de control, con los sellos del proceso de trabajo que ellos mismos deben alimentar a lo largo de todo el día, esa subsunción realiza sarcásticamente el concepto de cultura unitaria, que los filósofos de la personalidad opusieron a la masificación. (Adorno, 2005, 178)

Y aun cuando las creaciones culturales parezcan escapar de esta dinámica, cuando sean creaciones independientes, tengan valor intelectual y sean algo más que formas de satisfacción inmediata, el Estado se encargará de integrarlas en el sistema, de ofrecerlas un museo, una descontextualización y unos observadores pasivos. En definitiva, el sistema absorbe y neutraliza todas aquellas creaciones críticas o que exigen reflexión y las pone al servicio de la falsa conciencia dominante. Esto es especialmente iluminador si observamos que el arte de vanguardia, que para Adorno consistía en la antítesis de la industria cultural, actualmente protagoniza exposiciones que son espectáculos de masas y sus obras son vendidas como mercancías de lujo. La solución que Adorno propone se basa en el concepto de «dialéctica negativa». Para él la dialéctica idealista que culmina en la síntesis del todo es un instrumento de dominación que no tiene en cuenta lo particular, sino que lo diluye en lo absoluto, en la negación de la negación, que no siempre es una verdadera unidad, sino precisamente la represión de esa negación. Lo que Adorno se propone es negar la síntesis, la reducción a la identidad que supera las contradicciones y otorgar un estatus ontológico a la negación, que es lo más particular, lo más divergente. Esto pretende tener una carga política y resonar en el mundo de la acción, que es inseparable del mundo del pensamiento. Recuperar lo particular es, por un lado, acabar con alienación, hacer que lo particular sea ello mismo, y no se dé en otra cosa. Por otro lado, y esto recuerda a Benjamin, es la recuperación de lo que ha sido derrotado y olvidado. La dialéctica negativa se presenta como la forma más adecuada de combatir el dominio, la represión y la alienación que el capitalismo avanzado impone entre los individuos.

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XX Marcuse Herbert Marcuse (1898-1979) fue un miembro relevante de la Escuela de Frankfurt, pero no sólo eso, sino también un pensador importante y con gran influencia en los movimientos sociales de los años 60 y 70, especialmente en el ámbito estadounidense, donde impartía clase. Su teoría se configura como una crítica al capitalismo avanzado y a su dinámica represiva y alienante; para llevarla a cabo, al igual que otros teóricos cercanos a su círculo, como Erich Fromm, emplea una síntesis de conceptos marxistas y freudianos, convirtiéndose de esta forma en uno de los ejemplos paradigmáticos del «freudomarxismo». Para Marcuse la diferencia entre el estadio avanzado del capitalismo y las anteriores fases de éste es el hecho de que el nuevo estadio, en el que nos encontramos, puede absorber cualquier movimiento subversivo y contrario al statu quo, de forma que pase a ser parte aceptada de la sociedad capitalista. Por ejemplo, la amenaza obrera, que en un momento de la historia puso en peligro la sociedad industrial, está hoy totalmente mitigada y la clase proletaria acomodada y adaptada a ese sistema con el que antes se enfrentaba. Esta reabsorción es uno de los pasos de la dinámica dialéctica que Marcuse diseña. Según ésta, la sociedad capitalista ha convertido en fetiche y mercancía la conciencia de los individuos a través del uso de la tecnología avanzada y los medios de comunicación de masas (la radio, la televisión, la publicidad, etcétera); estos medios son los encargados ahora de formar los valores de los miembros de la sociedad durante la niñez, y no la familia, que tradicionalmente lo hacía. Esto tiene dos consecuencias: La primera es que todos los individuos comparten unos mismos valores, los que la clase dominante ha inculcado a través de los medios de comunicación (que son medios de dominación); por esto es impensable que esta conciencia moldeada sea capaz de dar a luz un pensamiento realmente opuesto a la ideología reinante, dado que se elimina la semilla que produciría un pensamiento alternativo. Por lo tanto, todo aquel discurso que parece atacar y enfrentarse al sistema capitalista está fundado, en último término, en los valores de este mismo sistema y por lo tanto es un discurso que puede ser readaptado para convertirlo en alegato a favor, producto de consumo o excentricidad de moda. Sirva para muestra, los productos con la efigie de Ernesto Guevara o los nostálgicos souvenirs del régimen soviético. En segundo lugar, la conciencia se aliena porque se introduce en ella necesidades ficticias, ansias de consumo que alimentan su malestar y su insatisfacción, pues saciarlas no conduce a la felicidad ni al bienestar, sino a la euforia momentánea y a la aparición inmediata de nuevas necesidades. En contraposición a estas necesidades ficticias se hallan las reales, aquéllas que la propia naturaleza del hombre tiene que satisfacer. Sin embargo, la conciencia alienada y convertida en fetiche del individuo no puede distinguir unas de otras, pues el hombre ya no tiene conciencia de sí mismo más allá de la que le ha proporcionado la sociedad capitalista, creadora de esas necesidades ficticias. Así los hombres reprimen sus necesidades reales, para satisfacer otras que sólo son construcciones sociales: el consumo, el trabajo alienado, etc. En Eros y civilización (1955), Marcuse trata la libertad como una de esas necesidades reales, la primera a decir verdad, expresada en forma de instinto libidinal y como un impulso para la obtención del placer. El sistema capitalista ha sublimado este instinto a un instinto genital, es decir, a una necesidad de obtener placer sexual en el ámbito de la reproducción. La necesidad de libertad, que es propia de todo el cuerpo humano, se ve reducida y es sólo parcialmente satisfecha. Asimismo, el resto del cuerpo, rechazado ya el impulso libidinal, puede ser empleado en el sistema capitalista como fuerza de trabajo, y las energías que no se emplean en la satisfacción de la primera de las necesidades reales reconducidas y utilizadas en el proceso de producción. Así pues, la alienación del individuo moderno es también su esclavización, ya que:

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«Los esclavos que la sociedad industrial desarrollada son esclavos sublimados, pero son esclavos, porque la esclavitud está determinada no por la obediencia, ni por la rudeza del trabajo, sino por el estatus de instrumento y la reducción del hombre al estado de cosa». (Marcuse, 1994)

A través de esta visión, la tolerancia y libertad de las democracias occidentales se convierten en un espejismo. El poder se puede permitir instaurar el sufragio universal porque sabe que las conciencias de los hombres no son otra cosa que lo que ha hecho con ellas, se puede permitir la libre expresión de los ciudadanos porque no existe un discurso que esté fuera del universo que el capitalismo ha creado. En definitiva, puede ser tolerante, porque no existe una auténtica amenaza. Si los valores de la sociedad capitalista son positivos, es porque se han convertido en buenos y deseables aquellos valores que la sociedad misma representa. Por ejemplo, «libres» son las instituciones que funcionan (y que se hacen funcionar) en los países del mundo libre; otros modos trascendentes de libertad son por definición el anarquismo, el comunismo o la propaganda. (...) Esta lógica totalitaria del hecho cumplido tiene su contrapartida en el Este. Allí, la libertad es el modo de vida instituido por un régimen comunista, y todos los demás modos trascendentes de libertad son o capitalistas, o revisionistas, o sectarismo izquierdista. En ambos campos las ideas no operacionales son noconductistas y subversivas. (Marcuse, 1994).

2.3. Habermas Jürgen Habermas (1929-), como miembro de segunda generación de la Escuela de Frankfurt, es el encargado de llevar a término el desarrollo de la teoría crítica de dicha escuela. Sus ideas se enmarcan en una tradición sociológica que comienza en Weber y es elemento fundamental de la filosofía adorniana, se trata de la tradición que denuncia la racionalización instrumental y burocratización del mundo contemporáneo. Comencemos haciendo notar que el ser humano se caracteriza por poder llevar a cabo dos tipos de acción: la instrumental y la comunicativa. La acción instrumental es aquélla que se aplica a los medios para alcanzar determinados fines, es acción productiva que se relaciona con el mundo objetivo; la acción comunicativa, sin embargo, no se aplica a la realidad objetiva, sino que es una acción interpersonal e intersubjetiva. Ésta no busca la dominación, sino el consenso con el interlocutor basado en unos presupuestos sociales y culturales compartidos. Es en este ámbito donde se establecen las relaciones entre los hombres, en oposición a la relación entre hombres y cosas de la acción instrumental. A la vez el mundo humano puede ser dividido en dos esferas: el sistema y el mundo de la vida. El sistema es la esfera propia de la acción instrumental, es el mundo de la dominación de la naturaleza, la producción y el desarrollo de la tecnología; el sistema se concibe desde una perspectiva objetiva. El mundo de la vida es donde tiene lugar la acción comunicativa, no es objetivo, sino que se contempla desde dentro de la red de relaciones humanas que lo configura; no se trata de un ámbito en el que se dota a los hombres de mecanismos sistemáticos para su comunicación, sino de la tierra de la tradición y el mito que determina de qué se puede hablar y cómo, es la base común de la intersubjetividad y el fundamento de la comunicación; asimismo, en el mundo de la vida pueden distinguirse tres componentes estructurales: la cultura (donde se halla la tradición), la sociedad (la intersubjetividad donde se da la comunicación) y la personalidad (la subjetividad individual). Entre el sistema y el mundo de la vida se produce una interrelación muy íntima, ya que, si bien el sistema se enraíza y surge del mundo de la vida, también es cierto que el desarrollo y la normalización de las distintas esferas del mundo de la vida se lleva a cabo dentro del sistema. Esto no nos ha de extrañar porque en el origen de las sociedad humana ambas esferas eran indiferenciables la una de la otra. Con el desarrollo histórico, sin embargo, la racionalidad ha ido aumentando tanto en el sistema como en el mundo de la vida, lo cual ha tenido como consecuencia la progresiva diferenciación y separación de ambas, de forma que tienen cada vez menos contacto entre sí.

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La racionalización del mundo de la vida y la innovación técnica ha dado lugar a la independencia de las relaciones sociales y del propio individuo respecto del sustrato cultural y tradicional, disminuyendo, por lo tanto, las formas de acción comunicativa posible. Además, la racionalización del sistema, caracterizada por la división del trabajo y el capitalismo, lo ha llevado a un crecimiento desmedido que el mundo de la vida no comparte. Este último no puede integrar al sistema en formas de acción comunicativa adecuadas y se crea un desequilibrio en el cual el mayor peso del sistema no sólo le garantiza mayor independencia y libertad, sino que coloniza el mundo de la vida. Dado que el mundo de la vida, en su menor desarrollo, ha dejado huecos no cubiertos en los que la acción comunicativa intersubjetiva no puede dar cuenta del desarrollo del sistema productivo y la innovación tecnológica, se crean medios de control sistemáticos, que dependen de una racionalidad instrumental, que buscan cubrir dichos huecos. Estos nuevos medios de control se imponen como formas de relación social en aquellos parajes donde la comunicación real no es posible. Las dos formas de control fundamentales son: el poder, para dar cuenta de la independencia del individuo en la nueva sociedad tecnificada, y el dinero, que cubre las relaciones de producción e intercambio en el mercado. Se da entonces una situación de alienación y represión burocrática al sustituir las relaciones intersubjetivas y no finalistas propias del mundo de la vida por relaciones de poder o económicas que convierten al sujeto en mercancía o en elemento dominado. No es el desacople de subsistemas de control de medios y de sus formas de organización respecto del mundo vital, lo que lleva a la racionalización unilateral o cosificación de la praxis comunicativa cotidiana, sino la intrusión de formas de racionalidad económica y administrativa en ámbitos de acción, que se resisten a ser entendidos desde el poder y el dinero, porque están especializados en tradiciones culturales, integración social y educación, y se refieren a la comunicación y entendimiento como medio de la coordinación de acciones (Habermas, 1999: II, 448).

La colonización del mundo de la vida por el sistema ha llegado a tal punto que el primero ya no es el lugar donde el hombre se puede sentir como tal, relacionarse con los otros de forma intersubjetiva y procurarse su propio desarrollo, sino que se ha convertido en un medio más para la perpetuación de sistema, cuya racionalidad instrumental sólo busca realizarse a sí misma, y ha desembocado en patologías dentro del mundo de la vida tales como la pérdida de sentido, la anomia y las psicopatologías. La solución se encuentra en algún futuro en el que ambas esferas recobren el equilibrio y puedan integrarse mutuamente de forma aún más satisfactoria de lo que lo hicieron en el pasado. Para la realización de este proyecto, Habermas confía en todos esos movimientos sociales que, a pesar de sus distintos intereses y de sus fines alejados entre sí, tienen en común ser una reacción a la colonización y buscan crear nuevas formas de acción comunicativa que puedan dar cuenta de esta dinámica y de los nuevos elementos que la innovación tecnológica trae consigo y que actualmente el mundo de la vida no puede expresar. Un aumento en la capacidad para expresar ideas sin restricciones conllevará, también, un aumento en la libertad y en la autoconciencia de la sociedad humana.

2.4. El movimiento situacionista y mayo del 68 Mayo de 1968 fue, probablemente, el último levantamiento social de Occidente provisto de una fuerte carga política y teórica. Buena parte de esta carga se debe al movimiento situacionista, que, si bien no tuvo gran influencia académica y filosófica, su relación con los acontecimientos del 68 fue muy íntima y muchos de los planteamientos, reivindicaciones y lemas de los movimientos estudiantiles de entonces salieron de sus manos. La Internacional Situacionista, organismo central del movimiento, fue fundada en 1957 y tenía componentes marxistas, dadaístas y surrealistas; sus máximos representantes fueron Guy Debord (1931-1994) y Raoul Vaneigem (1934-).

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La teoría situacionista se puede entender como una ampliación de las ideas de la Escuela de Frankfurt. Según Debord en La sociedad del espectáculo (1967), su obra más representativa, el sistema de producción capitalista ha convertido todo lo que rodea al hombre, su situación social, su vida, no ya en mercancía, sino en puro espectáculo. El espectáculo es la alienación total de la vida, en la cual la relación entre los hombres se ha sustituido por la relación entre imágenes, es decir, la más plana y superficial de las mercancías, la pura apariencia. La vida del hombre se reduce a imagen y apariencia. Además, no se puede oponer una realidad más profunda al espectáculo, porque éste entabla con la realidad una relación dialéctica de retroalimentación y realización en su contrario que acaba por reducirlo todo a lo mismo, a imagen alienada: El espectáculo que invierte lo real se produce efectivamente. Al mismo tiempo la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del espectáculo, y reproduce en sí misma el orden espectacular concediéndole una adhesión positiva. [...] Cada noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente. (Debord, 1999: tesis 8)

El espectáculo, al igual que la razón instrumental adorniana, ha devenido un fin en sí mismo, y ya no sólo un medio para la represión o la ocultación de la explotación. La dinámica ha llegado a tal punto que el sistema capitalista reproduce una y otra vez la imagen espectacular con el único fin de mantenerla vigente, ya que «el espectáculo no quiere llegar a nada más que a sí mismo» (Debord, 1999: tesis 14). Y una vez que se impone, todo se difumina, el yo ya no se distingue del mundo, porque el yo está alienado; la verdad no se distingue de la falsedad porque lo falso se ha impuesto como la realidad; y el antes no se distingue del después porque el espectáculo se ha convertido en una ideología total que lo llena todo y lo inmoviliza, sumiendo la vida en una no-historia. ¿Cuál es entonces la solución? La solución consiste en emanciparse de las condiciones materiales que posibilitan el espectáculo, de forma que pueda reconquistarse una vida «real», profunda y no alienada. Pero esto no está en manos del hombre individual, pues su conciencia no puede salir por sí misma de la red de imágenes que es su existencia, ni de un movimiento de masas anclado en el presente continuo y manipulado por los medios. La solución está en manos de la clase obrera, que deberá disolver las clases, recuperar una verdadera libertad democrática y reabrir el curso de la historia. Sin embargo hacen falta medios y esos medios son, en buena medida, un nuevo lenguaje, una nueva forma de expresarse y unos nuevos razonamientos que se alejen de los propios del espectáculo: La teoría crítica debe comunicarse en su propio lenguaje. Es el lenguaje de la contradicción, que debe ser dialéctico en su forma como lo es en su contenido. Es crítica de la totalidad y crítica histórica. No es un «grado cero de la escritura», sino su inversión. No es una negación del estilo, sino un estilo de la negación. (Debord, 1999: tesis 204)

Quizás, por esta preocupación por el lenguaje como arma y por la creación de uno nuevo que sirva a los fines emancipatorios, el legado más importante de la Internacional Situacionista hayan sido las innumerables consignas que crearon y se hicieron célebres a base de escribirlas en los muros durante las jornadas de mayo de 1968.

¿Qué es la alienación y por qué se opone a la libertad? Tres formas de alienación según Marx. Aportaciones de Adorno y Horkheimer (Dialéctica de la Ilustración) y de Marcuse (El hombre unidimensional). Crítica de Habermas desde su teoría de la acción comunicatica. El situacionismo de Debord: ¿qué entiende por sociedad del espectáculo?

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CONCLUSIÓN

Este texto se ha centrado en el problema de cómo hacer compatible una vida plena y satisfactoria con el mundo actual, y cómo lograr que los componentes de éste (el sistema productivo, el consumo, el adelanto tecnológico...) no se transformen en miseria, alienación o represión. En la primera parte hemos analizado la principal respuesta que las democracias occidentales han dado a este problema, el Estado de bienestar. El Estado de bienestar nació para evitar la explotación y la miseria a la que los trabajadores se veían abocados por participar en el sistema productivo industrial, buscaba además acabar con las crisis económicas que el liberalismo no podía evitar y que eran una amenaza constante para la sociedad. Para cumplir estos fines, el Estado de bienestar lleva a cabo la regulación del mercado laboral, la intervención en la economía y la instauración de prestaciones sociales universales. El Estado de bienestar, nacido tras la II Guerra Mundial, supuso una mejora de las condiciones materiales de vida de los obreros, que no se vieron condenados a la pobreza cuando no podían trabajar. Sin embargo, a partir de los 70 este sistema ya no parece la mejor respuesta a las necesidades de los ciudadanos, y las críticas aparecen. La derecha lo acusa de impedir el armonioso funcionamiento del libre mercado; la izquierda de ineficacia y de ser un instrumento represivo que difunde una falsa conciencia de la realidad. Por otro lado, si bien el Estado de bienestar puede ser una respuesta satisfactoria a las necesidades materiales que el capitalismo avanzado provoca, no evita consecuencias más profundas, tales como la alienación y la falta de libertad. Éste es un problema al que muchos pensadores han prestado atención desde los orígenes de la sociología con Marx y Weber. La denuncia de que el sistema capitalista se caracteriza por una racionalidad instrumental que aliena las conciencias de los hombres es un punto común entre los teóricos de la Escuela de Frankfurt y sus allegados. Se introduce, además, la preocupación por la manipulación a través de los medios de comunicación de masas, que se convierten, en el último estadio del capitalismo, en el instrumento principal de alienación.

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BIBLIOGRAFÍA Fuentes principales ADORNO, TH. W., HORKHEIMER, M. (2005): Dialéctica de la Ilustración: Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta. Original: Dialektik der Aufklärung, 1947. ADORNO, T. W. (2005): Dialéctica negativa. Madrid: Akal. Original: Negative Dialektik, 1966. DEBORD, G. (1999): La sociedad del espectáculo. Valencia: Pre-textos. Original: La societé du spectacle, 1967. ESPING-ANDERSEN, G. (1990): The three worlds of welfare capitalism. Cambridge: Polity Press. HABERMAS, J. (1999): Teoría de la acción comunicativa (2 vol.). Madrid: Taurus. Original: Theorie des kommunikativen Handelns, 1981. HABERMAS, J. (2002): «La crisis del estado de bienestar.» En: Ensayos Políticos. Barcelona: Ediciones Península. VON HAYEK, F. A. (1967): Studies in philosophy, politics and economics. Chicago: University of Chicago Press. JAY, M. (1974): La imaginación dialéctica. Historia de la Escuela de Frankfurt y el Instituto de Investigación Social (1923-1950). Madrid: Taurus. Original: The dialectical imagination, 1973. KEYNES, J. M. (1997): Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. México: FCE. Original: The general theory of employment, interest and money, 1936. MARCUSE, H. (1999): Eros y civilización. Barcelona: Ariel. Original: Eros and civilization, a philosophical inquiry into Freud, 1953. MARCUSE, H. (1994): El hombre unidimensional. Barcelona: Ariel. Original: One-dimensional Man, 1964. MARX, K. (2001): Manuscritos sobre economía y filosofía. Madrid: Alianza. Original: Ökonomisch-philosophische Manuskripte, 1844. OFFE, C. (1984): Contradictions of the welfare state. Cambridge: MIT. SENNETT, R. (2003): El respeto. Barcelona: Anagrama. Original: Respect in a world of inequality, 2003. WEBER, M. (1964): Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. México: FCE. Original: Wirtschaft und Gessellschaft, 1922 (póstumo). webgrafía Obras de la Escuela de Frankfurt: www.esnips.com/web/escuelafrankfurt

Archivo Situacionista: www.sindominio.net/ash

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RESUMEN El estado de bienestar. Alienación y libertad en las sociedades tecnificadas

1. El Estado de bienestar 1.1. Vicisitud histórica „„ Inglaterra. En 1601 se instaura la «Ley de pobres», es la pri-

mera intervención estatal en el bienestar de sus súbditos. En 1834 se cambia la ley, los pobres no reciben ayuda domiciliaria, sólo son ingresados en asilos, penalización de la pobreza. Leyes aprobadas por la presión obrera: en 1833 las Leyes Fabriles que regulan el trabajo infantil, en 1847 se reduce la jornada a 10 horas. „„ Alemania. A finales del XIX Bismarck impone reformas para

satisfacer a los trabajadores, y disminuir la fuerza del partido socialdemócrata y los sindicatos: seguro de salud en 1883, seguro de accidente e invalidez en 1884, pensión de jubilación en 1889. „„ En la década de 1930 Roosevelt implanta el New Deal para

acabar con la Gran Depresión. Se trata de una política intervencionista basada en el keynesianismo. „„ El periodo de entreguerras en Europa demuestra que el

libre mercado no es suficiente para volver a equilibrar las economías. Auge de los sistemas totalitarios, cuya economía intervencionista logra superar la crisis. „„ Tras la II Guerra Mundial se implanta el Estado de bienestar.

Busca reconstruir la economía, evitar el totalitarismo y satisfacer exigencias obreras dentro del capitalismo. „„ En los años 70 comienza la crisis de legitimidad del Estado

de bienestar.

1.2. Características

1.3. Fundamentos filosóficos del Estado de bienestar „„ Fundamentos: capitalismo y utilitarismo. El utilitarismo

aspira a la mayor felicidad para el mayor número de personas. „„ Utilitarismo cardinalista: la cantidad de placer (bienestar) se

puede medir cardinalmente y tender a un máximo social. „„ Problemas: (i) No tiene en cuenta si las preferencias son

inmorales. (ii) No da importancia al origen de las preferencias. (iii) Los individuos no siempre son responsables sus preferencias y la satisfacción de éstas. „„ Utilitarismo ordinalista: la cantidad de placer no es medi-

ble, sólo es posible dar un orden a las preferencias de cada individuo. El nuevo principio distributivo es el criterio de optimalidad de Pareto: un óptimo de Pareto es aquél en que nadie puede mejorar su utilidad sin empeorar la de otro. „„ Problemas: (i) No hay criterio para elegir un óptimo de Pa-

reto en lugar de los otros posibles. (ii) Es compatible con situaciones de extrema desigualdad. Se pensó que la solución era conjugar este criterio con la democracia, pero quedó invalidada por la paradoja de Arrow.

1.4. Críticas al Estado de bienestar „„ Críticas desde la derecha: (i) Desincentiva la inversión por el

exceso de cargas fiscales sobre las empresas. (ii) Desincentiva el trabajo porque las prestaciones excesivas hacen que el trabajador no tenga interés en conservar su empleo. „„ Crítica de Hayek: el Estado intervencionista conduce al

cas, invierte en la producción que no da beneficios, nacionaliza empresas, crea leyes que regulan el mercado, etc.

totalitarismo porque (1) determina las preferencias de los ciudadanos, (2) concentra el poder, (3) utiliza métodos represivos con los ciudadanos que no comparten las preferencias impuestas.

„„ Regulación de las relaciones laborales: el Estado preside las

„„ Críticas desde la izquierda: (i) Es ineficaz porque la riqueza

„„ Intervención en la economía: el Estado evita las crisis cícli-

negociaciones colectivas, legisla las relaciones laborales y provee de seguros a los trabajadores en caso de desempleo, enfermedad o vejez. terminados bienes a todos sus ciudadanos, como la educación, la sanidad, la vivienda subvencionada o subsidios en caso de vejez, invalidez o extrema pobreza.

se distribuye de forma horizontal, no previene el origen de la desigualdad, y la crisis afecta a las medidas sociales, pero el crecimiento económico no necesariamente. (ii) Es represivo y ejerce control social, exige que el usuario se amolde a los estándares económicos, sociales y culturales. (iii) El Estado social procura una comprensión falsa de la realidad social que separa la esfera política de la productiva.

„„ Modelos de Estado de bienestar: (i) Socialdemócrata: gasto

„„ Crítica de Sennett: la reducción de la burocracia perjudica

„„ Prestaciones sociales universales: el Estado garantiza de-

social alto, universalismo. países nórdicos. (ii) Conservador: gasto social alto, se benefician los asalariados. países continentales. (iii) Liberal: gasto social bajo, ayudas en caso de extrema necesidad. países anglosajones.

a los beneficiarios porque ya no se sienten integrados en el sistema.

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2. Libertad y alienación en las sociedades tecnificadas

2.3. Habermas „„ 2.ª generación de la Escuela de Frankfurt, también critica la

razón instrumental.

2.1. Libertad y alienación „„ Alienación: extrañamiento, estar fuera de sí. Concepto del

idealismo de Hegel. „„ Marx: los proletarios están alienados en el sistema produc-

productiva, se dirige a fines, es objetiva. (ii) Comunicativa: ni productiva ni teleológica, crea una intersubjetividad entre los hombres. „„ Existen dos esferas del mundo humano: (i) Sistema: el pro-

pio de la acción productiva, se enraíza en el mundo de la vida. (ii) Mundo de la vida: propio de la acción comunicativa. Se compone de cultura, sociedad y personalidad.

tivo capitalista con respecto a: (i) El producto de su trabajo, la mercancía, que no pueden poseer y que se convierte en un fin para el que el obrero es un medio. (ii) Su trabajo, que es mecánico y repetitivo debido a la división del trabajo. (iii) Los otros hombres, que se relacionan por medio de las mercancías que poseen.

„„ En el pasado esas esferas estaban íntimamente ligadas, el

„„ La libertad es la autorrealización del hombre. Como la na-

„„ Con el avance tecnológico, el sistema se hace más racional

turaleza del hombre es la praxis, la libertad se obtendrá del trabajo autónomo no alienado. „„ La nuevas tecnologías, en lugar de reducir la alienación y

aumentar la libertad, han hecho lo contrario. „„ Weber: la racionalización de la producción se extiende al

sistema social. Burocratización. „„ El individuo está oprimido por el control social y la impo-

sición de reglas.

2.2. La Escuela de Frankfurt XX Adorno „„ El proyecto de emancipación ilustrado ha dado lugar a una

aumento de la racionalidad las ha hecho más independientes. que el mundo de la vida y lo coloniza. El mundo de la vida no puede asimilar los avances del sistema y deja huecos vacíos. El sistema cubre esos huecos a través de dos medios de control: dinero y poder. El mundo de la vida se convierte en el lugar donde el sistema se perpetúa. „„ La solución está en los movimientos sociales que rechazan

esta colonización y trabajan por crear una acción comunicativa más eficaz que dé cuenta de todas las ideas.

2.4. El movimiento situacionista y mayo del 68 „„ Internacional Situacionista: fundada en 1957, influencia en

mayo del 68.

mayor represión del hombre, como el fascismo. El desarrollo de la razón, la ciencia, ha devenido irracional.

„„ Representante más importante: Guy Debord y su libro La

„„ La ciencia está al servicio de la clase dominante: domina-

„„ Espectáculo es la forma de relación social mediada por

ción de la naturaleza, de la naturaleza del hombre y del hombre mismo. Monopolio del saber. „„ Los medios de comunicación son un instrumento de mani-

sociedad del espectáculo (1967). imágenes propia de la sociedad capitalista. En el espectáculo el hombre, su vida y su relación con los otros se reduce a mercancía.

pulación. Emiten información tamizada y al formar una red total, nadie puede conocer los hechos sin mediación.

„„ La realidad se convierte en espectáculo y el espectáculo se

„„ Industrias culturales: producen mercancías que entretie-

„„ El espectáculo es un fin en sí mismo, sólo procura perpe-

nen y evitan la reflexión. Si aparece una obra cultural profunda es descontextualizada y absorbida por el sistema.

„„ La clase obrera es la destinada a terminar con las condicio-

„„ La dialéctica negativa es una forma de reflexión que niega

la síntesis idealista. La afirmación de la negación evita la alienación de lo particular, da valor a lo oprimido. XX Marcuse „„ Freudomarxismo que influyó en los movimientos de iz-

quierda de los 60 y los 70. „„ La sociedad capitalista puede reabsorber cualquier discur-

so contrario a ella, se debe a que todo discurso surge de los valores que la sociedad impone a través de los medios. „„ Esos valores configuran la conciencia y la alienan introdu-

ciendo necesidades ficticias y reprimiendo las reales. „„ Se reduce el ansia de libertad a un mero instinto genital; el

cuerpo y la energía que no se enfocan a satisfacer ese ansia se convierten en instrumentos de producción. „„ Los valores occidentales son positivos porque el capitalis-

mo avanzado define como positivo aquello que él mismo es.

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„„ Existen dos tipos de acción humana: (i) Instrumental: es

hace real, no se puede salir de él. tuarse, es el fin de la historia. nes materiales que posibilitan el espectáculo y recuperar una existencia histórica y plena. „„ Para llevar a cabo la recuperación de la vida es necesario

un nuevo lenguaje crítico que escape de la expresión espectacular.

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AUTOEVALUACIÓN 1. Se puede decir que el Estado de bienestar nace como tal a partir de: …… a. Finales del siglo XIX. …… b. El periodo de entreguerras. …… c. Los años 70 del siglo XX. …… d. El fin de la II Guerra Mundial. 2. Los tres elementos básicos que caracterizan al Estado de bienestar son: …… a. Prestaciones sociales universales, intervencionismo y producción estatal de bienes de primera necesidad. …… b. Prestaciones sociales universales, regulación de las relaciones laborales e intervencionismo. …… c. Regulación de las relaciones laborales, producción estatal de bienes de primera necesidad y políticas igualitarias. …… d. Políticas igualitarias, prestaciones sociales universales y regulación de las relaciones laborales. 3. Hayek considera que el intervencionismo estatal conduce a: …… a. Un Estado totalitario. …… b. Una sociedad de ciudadanos pasivos y desinteresados. …… c. Pobreza y miseria. …… d. Un reparto desigual de la riqueza. 4. Según la izquierda, el problema del Estado de bienestar es que: …… a. Es ineficaz, totalitario y represivo. …… b. Es totalitario y represivo. …… c. Es ineficaz, represivo y presenta una imagen falsa de la realidad. …… d. Es demasiado susceptible a los abusos de los beneficiarios. 5. El hombre alienado en el sistema de producción capitalista será libre cuando: …… a. Pueda comprender el sistema de producción vigente y sentirse integrado. …… b. Pueda autorrealizarse en un trabajo autónomo y no alienante. …… c. Pueda prescindir de la mercancías que produce y no sentirse alienado por no poseerlas. …… d. Cuando destruya la máquina que es símbolo de su opresión. 6. Según Weber, la organización basada en valores ha sido sustituida por una basada en: …… a. El diálogo. …… b. Relaciones de poder. …… c. Cálculos de beneficios. …… d. Objetivos.

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7. Las industrias culturales crean: …… a. Mercancías que entretienen y evitan que el consumidor reflexione. …… b. Mercancías que buscan la integración en el sistema del consumidor. …… c. Mercancías con alto contenido ideológico y propagandístico. …… d. Arte. 8. Según Marcuse, el sistema capitalista avanzado es inmune a los movimientos contrarios a él porque. …… a. Puede reprimir y hacer desaparecer esos movimientos con facilidad. …… b. Puede reabsorberlos y hacer que formen parte del propio sistema. …… c. Tiene recursos teóricos para justificar la existencias de esos movimientos contrarios. …… d. Ha creado individualismo tal que en ningún movimiento social se implicará la gente lo suficiente. 9. Según Habermas, la relación entre el sistema y el mundo de la vida es de: …… a. Independencia total del uno con respecto al otro. …… b. Represión del sistema por parte del mundo de la vida. …… c. Colonización del mundo de la vida por parte del sistema. …… d. Reducción del mundo de la vida a contextos íntimos y familiares. 10. Para el movimiento situacionista la vida del hombre se ha convertido en espectáculo, esto significa: …… a. Que la relación social es un intercambio de imágenes, que son una forma de mercancía. …… b. Que la relación social ya no es honesta ni natural, sino artificio. …… c. Que el hombre recibe estímulos constantes que le impiden pensar libremente. …… d. Que la relación social se esfuma y deja paso al intercambio mercantil.

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