12. Los Elementos a Priori Del Conocimiento.

12. LOS ELEMENTOS A PRIORI DEL CONOCIMIENTO. 1. INTRODUCCIÓN. Este tema se encuadra dentro de la cuestión del ORIGEN DEL

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12. LOS ELEMENTOS A PRIORI DEL CONOCIMIENTO. 1. INTRODUCCIÓN. Este tema se encuadra dentro de la cuestión del ORIGEN DEL CONOCIMIENTO. No se puede dar por sentado que en el conocimiento sólo hay intuición y concepto ¿de donde proceden nuestros conceptos? ¿son construidos todos por abstracción a partir de la experiencia? ¿o poseemos algunos conceptos que no proceden de la experiencia? La noción a priori del título se halla ligada a la de posteriori. Estas expresiones latinas a priori (por lo anterior) y a posteriori (por lo posterior) fueron usadas por los filósofos medievales para denominar dos formas de demostración descritas por Aristóteles: la que procede de la causa al afecto. A partir de Locke adquirieron un nuevo sentido: a posteriori significa lo que es conocido por medio de la experiencia; a priori, lo que es conocido al margen de ella. Para el desarrollo de este tema tras esta introducción iré recorriendo las distintas vías de conocimiento defendidas por los filósofos a la largo de la historia de la filosofía, y el papel que juega a priori en el origen del conocimiento en cada una de ella, estas son: la racionalista donde sobresalen Platón, Agustín, Descartes y Leibniz; la realista con Aristóteles, la empirista de Hume; la trascendental de Kant; la idealista de Fichte y Hegel; la fenomenológica de Husserl y Scheler; la ontológica de Hartmann y la analítica de la filosofía analítica y de Chomsky. Cerraré el tema con una conclusión y la bibliografía usada. 2. EL ORIGEN DEL CONOCIMIENTO. A PRIORI. LA VÍA RACIONALISTA. Desde el punto de vista gnoseológico el a priori viene ligado al concepto de razón pura, independientemente de la experiencia, y al hecho de ser una forma necesaria que hace posible el conocimiento. El racionalismo considera que el conocimiento auténtico debe ser lógicamente necesario y universalmente válido, y eso sólo sucede cuando la razón ve claramente que algo debe ser del modo que es y que no puede ser de otra manera. Parménides afirmó que el conocimiento verdadero (episteme) y universal se obtiene por la razón, y el engañoso procede de los sentidos. La razón no puede entender el cambio puesto que cambiar significa dejar de ser lo que es y empezar a ser lo que no es. Pero lo que no es, no es nada y no tiene sentido hablar de él; es una contradicción. La realidad es eterna e inmutable. Lo mismo es el pensar y el ser.

Para Platón (v.), el conocimiento va a ser un conocimiento puro, desligado de toda experiencia sensible. Será una auténtica contemplación de las ideas, motivos y móviles de nuestro quehacer intelectual, en cuanto que el único conocimiento posible es el de las idas. Estas que son la razón de ser del mundo en cuanto arquetipos de la realidad. Por eso, es muy interesante la relación hecha por Natorp de las ideas platónicas con las formas a priori kantianas, encontrándose, pues, también en aquéllas ese carácter de necesidad que, aunque de un modo distinto, pondrá Kant a sus formas a priori. Es el alma la que conoce las ideas desde su existencia anterior en el más allá. Las ideas son nuevamente recordadas, contempladas, y así todo conocer o aprender es un nuevo recordar o anamnesia, de las ideas que fueron olvidadas cuando el alma se encarnó. En el símil de la caverna se muestra como el hombre asciende de lo múltiple a lo uno, de lo sensible a lo inteligente, de lo móvil a lo inmóvil, de lo imperfecto a lo perfecto. Conocer es ir prescindiendo de las apariencias (doxa) e ir contemplando la huella de las Ideas en las cosas sensibles, a modo de recuerdo; este es el conocimiento que las personas pueden tener del mundo. En este ascenso el impulso que conduce al hombre se llama eros; es la fuerza que despierta en el hombre el deseo nostálgico de consagrarse a la contemplación de las ideas y en el “Banquete” es descrita como la búsqueda filosófica tras la belleza del conocimiento; desempeñando una función mediadora entre lo sensible y lo inteligible (epimeteía). Y es la dialéctica el método que nos lleva a ese conocimiento, es decir, en el desarrollo del diálogo se emplean conceptos que representan Ideas y sus relaciones. Esto se consigue con el análisis y síntesis de los conceptos, pero también a través de formulación de hipótesis que serán aceptados o desechada tras su examen. Semejante a la concepción platónica es la teoría agustiniana de las ideas. También para S. Agustín (v.) las ideas son ciertas formas principales o XXXX de las cosas: Estas ideas no se formaron ellas mismas y, por esta razón, se las considera eternas y sin siempre del mismo modo a las que se contienen en la mente divina. Existe una aprioridad de las ideas en cuanto que son previas a todo lo que nace y perece. Estas ideas ejemplares se encuentran localizadas en la mente divina que ilumina al alma humana. Es el alma humana quien conocerá, siempre que se encuentra ligada a esa estructura eterna e inmutable de las ideas, esquemas arquetípicos situados en la inteligencia divina, iluminación, pues y aprioridad de las ideas, esquemas arquetípicos situados en la inteligencia divina. Iluminación, pues y aprioridad de las ideas como modelos de todo conocimiento. Ideas a priori en cuanto provienen de Dios como causa

directa. Un cierto carácter apriorístico posee el entendimiento agente, en cuanto que es precisamente él quien hace posible el conocer. Ahora bien, este intellectus activo, por si solo no puede hacer nada, es una mera forma vacía de contenido. Si se pueden conocer las formas corpóreas es porque el hombre posee una facultad de universalizar o abstraer esas formas corpóreas. Pero sin la existencia del concurso de una imagen sensible, el entendimiento agente no podría desempeñar su función. Es una actividad de la razón pura que hace posible todo conocimiento, es la iluminación de la realidad. Descartes afirma que la filosofía critica exige la evidencia para aceptar algo como verdadero. La ciencia aspira a ofrecer enunciados universales y necesarios cuyo fundamento no puede estar en la experiencia sino en la propia razón humana. Se puede dudar de todo menos de “pienso, luego existo”. Esta es la 1ª verdad indudable y evidente (clara y distinta) que produce en el ánimo la certeza de que es verdadera. Si estas ideas no pueden proceder de la experiencia, sólo queda admitir que son innatas, se nace con ellas en el entendimiento, y han sido implantadas por Dios. Esta aprioridad de las ideas innatas cartesianas resuena ya con ciertos tonos de concepción moderna. A Leibniz frente a Locke la parece absurdo que el alma reciba pasivamente las ideas a través de los sentidos. Es el alma la que produce sus ideas y las saca de sí misma; no son conocimientos que ya tengamos en el alma (como pretendía Platón), solo existen como disposiciones del alma a producir esas ideas. Como ejemplos de estas ideas Descartes y Leibniz citan: los primeros principios, todas las ideas matemáticas, e ideas como “ser”, substancia, causa, perfección, infinitud, etc. Y todas las ideas cuyo origen o explicación no se puede explicar por la sola experiencia. En Leibniz (v.) las “verdades de la razón” son analíticas y a priori, mientras que las “verdades de hecho” son contingentes y sintéticas. Es decir, en Leibniz se encuentra una característica a priori de las verdades de razón, en cuanto que éstas en su origen, son necesarias, puesto que su “única fuente es el entendimiento” (Nuevos Ensayos) Por la experiencia, se conoce a posteriori, en cuanto que se encuentra en el mundo, mientras que por la razón se conoce a priori porque, por ella, se expone la causa de la cosa definida. Resumiendo, pues, en Leibniz resuena todavía a clásico el planteamiento del a priori, en cuanto así se le llama por la preeminencia sobre la experiencia. Las verdades de razón son juicios (proposiciones) cuya verdad puede captarse sin la experiencia; son necesarias, regidas por el principio de contradicción, o sea, que la negación de una proposición necesaria es una contradicción.

VÍA REALISTA. Su representante es Aristóteles. Según él, la mente puede llevar a cabo tres operaciones mentales: elaborar un concepto, elaborar un juicio y razonar. Cada una de ellas engloba a las anteriores y la base de todas es la elaboración del concepto. EL carácter de analiticidad y de necesidad de los primeros principios se va a encontrar en Aristóteles (v.), para quien el conocimiento demostrativo debe descansar en verdades básicas necesarias, sin las cuales no es posible la demostración. Estas verdades básicas son los primeros principios que, por su carácter de originalidad y originariedad, se convierten en analíticos. No son juicios sintéticos, son meramente formales, y con ellos solos, no se puede hacer nada; pero, sin ellos, tampoco se podría hacer nada; pero sin ellos, tampoco se podría hacer nada. Son formas vacías que han de ser rellenadas por la experiencia, y en la realidad no podría comprenderse sin su existencia. Son las fuentes del conocimiento de la realidad. Los primeros principios son inmediatamente evidentes e indemostrables, y explican la causa (el porqué) de que la conclusión deba ser necesariamente esa. Son de dos tipos: axiomas (como los de identidad y contradicción) y definiciones que expresan la esencia de una cosa manifestando el género y la diferencia específica del objeto definido. Son a priori en la medida en que se dan o se ponen, y no se demuestran. VÍA EMPIRISTA. Los empiristas usan con frecuencia la metáfora aristotélica de la tabla rasa, presente en su obra “Sobre el alma”. Por lo que el origen de todo conocimiento es la experiencia. En Hume (v.) aparece ya de forma clarividente el concepto de a priori como el resultado de un conocimiento que no proviene de la experiencia. Efectivamente. Hume distingue dos clases de conocimiento: sintético, que proviene de la experiencia, el cual sería, en realidad, el verdadero conocimiento, en cuanto que éste es una relación de hechos y no de ideas; y analítico, que sí sería una relación de ideas. Esto da por resultado que la conexión de causa-efecto no sea conocida a priori, pues se trata de una relación causa-efecto en un plano fenoménico. Así, los enunciados analíticos, meramente a priori, no pueden decir nada de la experiencia, sólo sirven de base para el razonamiento puramente formal y se pueden comparar a las reglas del lenguaje. VÍA TRASCENDENTAL. KANT.

Kant adopta una vía intermedia entre el empirismo y el racionalismo. En relación al origen del conocimiento distingue dos aspectos: 1) El comienzo (temporal) de todo conocimiento se da en la experiencia que es la que “despierta” las facultades cognoscitivas y aporta la materia del conocimiento: las impresiones sensoriales. 2) La procedencia de todo el conocimiento no se reduce a la experiencia. La facultad cognoscitiva estimulada por las impresiones añade la “forma” del conocimiento. Así Kant concibe el conocimiento como la visión de una materia dada por la experiencia y una forma puesta por la facultad de conocimiento; siguiendo la terminología de Locke llama a posteriori lo que procede de la experiencia, y a priori lo que pone el sujeto. Lo a priori es independiente de la experiencia, pero no anterior cronológicamente a ella: no procede de la experiencia pero se aplica a ella como “condición de la misma”. Los elementos a priori del conocimiento son independientes de la experiencia, son lo “puesto” por el sujeto cognoscente, la forma del conocimiento, la elaboración de la “materia bruta” del conocimiento, y es común a toda la humanidad. Así es el modo como todos los seres humanos construimos el mundo, el cual resulta un mundo común y objetivo. Los elementos a priori son la forma del conocimiento, es decir el modo de estructurar lo que conocemos. Para ello Kant dice que son las condiciones que hacen posible el conocimiento que se descubren a través de un análisis transcendental del conocimiento en sí mismo, es decir, del objeto tal y como es conocido. Kant utiliza el calificativo transcendental para referirse a todo aquello relativo a las condiciones a priori del conocimiento. Los elementos a priori de cada una de las facultades de conocimiento son: 1. de la sensibilidad: son el espacio y el tiempo, como condiciones subjetivas a priori. Con ellas la sensibilidad ordena el caos de sensaciones y construye los objetos percibidos o fenómenos. 2. Del entendimiento; son las categorías de causa y efecto, sustancia y accidente, posibilidad, realidad, etc., por las cuales el entendimiento unifica los fenómenos construyendo juicios.

3. De la razón: son las ideas que como conceptos a priori o “conceptos puros de la rezón” son tres: alma, mundo y Dios, y permiten unificar todos nuestros conocimientos sobre los fenómenos del siguiente modo: 1) Por medio de la idea de alma se unifica el conjunto de nuestros conocimientos sobre los fenómenos de la experiencia interna. 2) Por medio de la idea de mundo se unifica el conjunto de nuestros conocimientos sobre los fenómenos de la experiencia externa. 3) Por medio de la idea de Dios, ambas esferas de conocimiento se reducen a una. Pero aunque por medio de las ideas podemos pensar la totalidad de los fenómenos, ellas mismas no nos dan a conocer nada de sí mismas, pues para ello tendríamos que tener alguna intuición de ellas, lo cual no es posible. De ahí que la regla de uso sea no referirlas a la experiencia ni suponer que representan cosas en sí mismas, sino usarlas sólo para unificar los conocimiento del entendimiento. VÍA IDEALISTA. FICHTE Y HEGEL. El concepto de a priori kantiano ha sido desarrollado por el idealismo posterior. Así para Fichte, todo conocimiento es en realidad a priori, en cuanto que el pensamiento filosófico es anticipador de toda experiencia, en donde buscará todos los momentos de l actividad subjetiva sobre la que se construye. En Hegel se encuentran dos concepciones del a priori, una de ellas próxima a la kantiana, como es el hecho de que la necesidad y la universalidad son dos factores a priori y que se encuentran en la razón. Pero también tiene otra interpretación muy cercana a la elaborada por los fenomenológicos: el hecho de que el sentimiento posea aspectos o momentos a priori en cuanto que éste tiene su raíz en el pensamiento y que lo enlaza con la consideración a priori de lo religioso; es decir, una ampliación del concepto de a priori, que no queda reducido ya a lo solamente intelectual puro. VÍA FENOMENOLÓGICA. HUSSERL Y SCHELER. Para Husserl (v.) lo a priori no queda reducido a lo puramente formal; existe un a priori material vinculado a las ontologías regionales y, en este sentido, existen los “axiomas regionales como conocimientos sintéticos a priori” (cfr. Ideas). Con lo que posibilita el punto de arranque para la implantación del a priori material en la ética, como hizo Max Scheler (v.) frente al priori formal kantiano. Para Scheler, partiendo de

la base de una experiencia fenomenológica, es posible abrirse inmediatamente a un a priori material. Concibe que lo a priori no está unido a las proposiciones –ni a los actos del juicio que le corresponde- como forma de esas proposiciones, sino que pertenecen por completo a “lo dado”, a la esfera de los hechos, y una proposición es sólo verdadera (o falsa) a priori en cuanto que se cumple en tales hechos. Lo dado a priori es un contenido intuitivo, no construido por el, pensar y así, cuando –según Scheler- se opone a priori y a posteriori, no se trata de una oposición entre experiencia y no experiencia, sino que se trata de dos modos de experimentar: el puro e inmediato y un experimentar condicionado o mediato (v.o.c., p. 87-88). Así, contra Kant, dará una doble solución: a) no es posible identificar lo a priori con lo formal, en cuanto existe el a priori material, b) no es posible identificar lo a priori con lo racional en cuanto existe un XXXXXXX. VÍA ONTOLÓGICA. HARTMANN. En N. Hartmann existe un nuevo replanteamiento de la pregunta kantiana de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori. Ante la doble alternativa kantiana del realismo o del idealismo, en la aporética del conocimiento, se resuelve por una tercera solución, un realismo trascendental, en donde lo que va a terminar no va a ser sujeto al objeto ni el objeto al sujeto, sino las categorías que lo son, tanto del conocimiento como del ser: El conocimiento es concebido como la identidad de las categorías del ser y del conocer; la cual no está dada más que parcialmente. En lo que respecta al conocimiento siempre queda un “excelente” en lo no cognoscible. Las categorías constituyen distintos grupos: -categorías modales: los modos de realidad, posibilidad y necesidad permiten la división de varias esferas del ser (ser real, ser ideal). -categorías fundamentales válidas para todo ser: principio y concreto, estructura y modo, forma y materia, etc. -categorías especiales: por ejemplo la de la física, la biología, la matemática. VÍA ANALÍTICA. En la filosofía analítica, el concepto de a priori se halla ligado al de verificabilidad, es decir, para que un enunciado sea a priori no es necesario espera el veredicto de al experiencia. Es, pues, una concepción del a priori igualado a la evidencia de las tautologías.

El lingüista N. CHOMSKY defiende el innatismo de estructuras mentales y de contenidos cognitivas (ideas) en los seres humanos. La mente posee estructuras innatas programaciones transmitidas genéticamente que se activan en contacto con el medio ambiente, y que son específicas para cada tarea y que no existe una capacidad mental genérica por la que seamos capaces de aprenderlo todo por igual. Chomsky estudió las estructuras innatas del lenguaje y llegó a la conclusión de que estas son las mismas para toda la especie humana las llamó “universales lingüísticos” de una gramática universal. También la mente posee un sistema de conceptos innatos que le permiten categorizar (comprender y clasificar) las cosas del mundo. Así explícitamente reconoce que recupera la teoría de las ideas innatas cartesiana. CONCLUSIÓN. Fuera de las posiciones idealistas extremas, el problema del conocimiento se ha planteado como una dialéctica entre el objeto de conocimiento y el sujeto cognoscente. El veredicto de la historia certifica la subordinación del sujeto al objeto: primacía del ser sobre el conocer. El objeto es lo que se impone; el sujeto recibe el impacto del objeto y sufre una modificación. Pero por este camino, es muy fácil caer en la tesis de la pura pasividad del sujeto. Pasividad que se centró, fundamentalmente, en el conocimiento sensitivo. La reivindicación del papel activo del sujeto fue lenta, mucho más respecto de los sentidos que del entendimiento. Primacía del ser sobre el conocer: del objeto sobre el sujeto. Ciertamente, no se puede negar que es el objeto-cosa el que dispara el proceso cognoscitivo. En este sentido, el objeto adquiere primacía en el conocimiento. Pero no hay que olvidar que el conocimiento es un proceso relacional entre objeto y sujeto, del que resulta el objeto en cuanto conocido. Este objeto-término del conocimiento es un producto que, en cuanto a los elementos de contenido, depende del objeto, pero, en cuanto a su forma, está condicionado por las estructuras del sujeto. Es el viejo problema del sujeto como mediador en el conocimiento, replanteado críticamente por Kant. Mediación de sujeto en el conocimiento. El problema es: ¿tienen las estructuras del sujeto una función modificadora o se reduce su papel a ser un mero cauce trasmisor de lo recibido en la impresión sensible? Las soluciones extremas al problema son el realismo ingenuo y el idealismo. Pero hay un camino intermedio: la abstracción formalizadora de los contenidos del conocimiento.