Los Intereses Del Conocimiento

ENRIQUE M. UREÑA LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HADERMAS LA CRISIS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIALIZADA Enrique M. Ure

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ENRIQUE M. UREÑA

LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HADERMAS LA CRISIS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIALIZADA

Enrique M. Ureña

LA TEORIA CRITICA DE LA SOCIEDAD DE HARERMAS LA

CRISIS

DE

LA

SOCIEDAD

INDUSTRIALIZADA

EDITORIAL TECNOS

© by E n r iq u e M e n é n d e z U r e ñ a , 1978 E d it o r ia l T e c n o s , S. A. O’Donnell, 27. Madrid-9 ISBN: 84-309-0757-2 Depósito legal: M. 2.937-1978 in Spuln - Impreso en España por Imprenta Fueso - Paseo de U Dirección, J - Mndrld-29

INDICE

ABREVIATURAS............................................................................................ Pág. PR O LO G O .................................................................................................................. INTRODUCCION......................................................................................................

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PARTE PRIMERA

HABERMAS Y LA TEORIA CRITICA DE LA ESCUELA DE FRANKFURT CAP. I: INTRODUCCION A LA TEORIA CRITICA DE LA ESCUELA DE FRANKFURT........................................................................................................ La Crítica de la Economía Política de Karl M a rx .......................................... La Teoría Crítica como heredera de la Crítica marxiana de la Economía Política ................................................................................................................... La Teoría Crítica como Filosofía radical de la Historia ...............................

21 21 23 25

CAP. II: LA RECEPCION DE HEGEL, MARX Y FREUD EN LA TEORIA C R ITIC A ................................................................................................................ La Fenomenología de Hegel: una autorreflexión fracasada .......................... El reduccionismo del Materialismo Histórico de M a rx ................................. La falsa interpretación cientista de un Psicoanálisis crítico .......................... Conclusión: crítica emancipativa y objetivismo................................................

29 29 36 39 44

CAP. III: LA CRITICA DE LA RAZON ALIENADA DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL EN HORKHEIMER, ADORNOY MARCUSE ...................... Introducción: el Nazismo y la nueva sociedad industrial............................. La crítica de la razón instrumental (Horkheimer) ................................... La crítica de la razón identificante (A dorno).......................................... La crítica de la razón unidimensional (Marcuse) .................................... Conclusión: la dialéctica de la Ilustración.......................................................

47 47 48 50 52 54

PARTE SEGUNDA

LA CRITICA DE HABERMAS A LA SOCIEDAD CAPITALISTA AVANZAD A CAP. IV: LA FUNCION IDEOLOGICA DE LA TECNICA EN EL CAPITALISMO ORGANIZADO ..................................................................................... Introducción............................................................................................................... De la sociedad tradicional a la sociedad m oderna........................................... La nueva ideología: la Técnica como legitimación del poder político ........ Lucha de clases, ideología y desintegración de la moralidad en el Capitalismo desarrollado.................................................................................................... CAP. V: LA RELACION PERDIDA ENTRE CIENCIA Y FILOSOFIA ... Introducción: la incidencia política de la teoría del conocimiento ..............

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C a p í t u l o VI

LOS INTERESES DEL CONOCIMIENTO

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El concepto central de toda la obra teórica de Habermas es el de «intere* ses del conocimiento». En este capítulo nos vamos a ocupar directamente de él. Dos posibles caminos se nos abren para el tratamiento de los «intereses del conocimiento» '. El primero consistiría en una discusión frontal de ese concepto habermasiano, que nos descubriera en él el germen teórico del camino recorrido por Habermas hasta el momento presente (1977), en su genial intento de llegar hasta una Teoría General de la Evolución Social apoyada en una Teoría de la Competencia Comunicativa. Esta es la estrategia que seguí en otro lugar 12, estrategia que, a mi modo de ver, es más apropiada para una investigación estrictamente académica que para una presentación del pensamiento de Habermas destinada al público34. Por ello voy a seguir aquí otro de los posibles caminos. Voy a situar el concepto habermasiano de los «intereses del conocimiento» dentro de la trayectoria seguida hasta ahora en el presente estudio. Creo que esta estrategia ayudará al lector a una comprensión más lúcida del significado de este concepto central de Habermas. En los tres primeros capítulos de este estudio hemos visto cómo la Teoría Crítica de la Sociedad de Habermas se sitúa dentro de la gran tradición filosófico-histórica y socioevolutiva que va desde Kant hasta Adomo-Horkheimer-Marcuse, pasando por Hegel, Marx y Freud *. Característico de esta tradición central del pensamiento sociopolítico occidental es una forma peculiar de reflexión sobre la Historia humana, que puede ejemplificarse de un 1 Habermas habla indistintamente de Erkenntnismteressen (intereses del conocimiento) y de erkenntnisleitenden Interessen (intereses directivos del conocimiento). Nosotros usaremos siempre el primer término. 2 Ur e ña , E. M., Kritische Theorie und Religionsphilosophie. Eine Auseinanderset• zung mil /. Habermas. Dissertation, Frankíurt 1976. ’ Y esto aun en el caso de que entre ese público se encuentren profesionales de la Filosofía y de la Sociología. Esta estrategia está también en parte condicionada por el carácter todavía explorativo de buena parte de las publicaciones de Habermas. 4 La recepción de Kant no la hemos tratado aquí con detenimiento, ya que 6U explicación no es tan esencial como la que se refiere a Hegel, Marx y Freud. En breve espero poder ofrecer al público un estudio sobre la Filosofía de la Historia de Kant, como precursora del Materialismo Histórico.

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modo intuitivo (aunque ciertamente muy rudimentario) con el siguiente esquema: ------------------- ► Curso real de la Historia. •*------------------- Mirada retrospectiva del filósofo de la Historia o del teórico de la Sociedad. ------------------- ► Reconstrucción teórica del desarrollo histórico según un cierto esquema.

Es decir: el filósofo de la Historia reflexiona teóricamente sobre la historia pasada con el interés práctico de descubrir ciertas pautas generales de su desarrollo y de poder así orientar a los hombres en la tarea de ir haciendo avanzar esa su historia en una forma cada vez más consciente y racional. Esta postura se corresponde con la nueva relación entre teoría y praxis que comentamos ya en el capítulo I. Pasando por alto diferencias muy importantes en los diversos autores (capítulos II y III), podemos ahora decir que todos ellos reconstruyen teóricamente el desarrollo histórico de la sociedad humana sobre lo que yo llamo el «esquema de las dos dimensiones», esquema que podría ejemplificarse (también aquí en una forma intuitiva y rudimentaria) así: ------------------- ► dimensión técnica: relación Hombre/Naturalcza Ext.

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------------------- ► dimensión social: relación Hombre/Hombre.

Es decir: aquella mirada retrospectiva hacia el camino recorrido por la Humanidad hasta el momento presente descubre a nuestros pensadores que la historia de la sociedad humana se puede reconstruir teóricamente como el desarrollo progresivo del dominio del hombre sobre la Naturaleza externa (desde el palo hasta la máquina, desde la carreta hasta el avión y la nave espacial, desde la lupa hasta el microscopio más refinado, etc.) y como el desarrollo progresivo de las instituciones sociales de convivencia entre los hombres (desde la horda hasta las relaciones internacionales, desde el despotismo hasta la democracia moderna, etc.). Ambas dimensiones del desarrollo, aunque independientes en última instancia, están interrelacionadas y se influyen mutuamente. En los primeros capítulos hemos podido ver ya cómo esa interrelación de ambas dimensiones constituye un punto crucial en los diversos intentos de comprender teóricamente el desarrollo histórico, con el fin de reinfluir sobre su curso futuro en una forma racional y consciente. Y hemos podido ver también, por un lado, cómo la recepción de Hegel, Marx y Freud por la primera generación de la Escuela de Frankfurt (en plena consonancia con Habermas) se caracterizaba por el intento de reganar sus planteamientos eminentemente críticos (en el sentido explicitado en el capítulo II) de la ¡nterrelación entre ambas dimensiones y por la denuncia de una caída en un larvado reduccionismo del desarrollo histórico a una forma de progreso uni-

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lineal, tipificado según el modelo de desarrollo propio de la dimensión técnica; mientras que, por otro lado, toda la carga crítica de los sociólogos francofurtenses estaba orientada a dinamitar el positivismo, no ya larvado, sino militante, de la organización socioeconómica y política de nuestra sociedad superindustrializada y del nuevo pensamiento dentista que la cimenta. Sirviéndonos de nuestro sencillo «esquema de las dos dimensiones» podemos entonces resumir: ante la creciente tendencia hacia la subordinación de la dimensión social bajo los imperativos de la dimensión técnica, en el desarrollo histórico moderno (tanto en el contexto social real como en el terreno ideológico), la Teoría Crítica quiere rescatar la supremacía de la dimensión social a través de una nueva comprensión teórica de la interrelación entre ambas dimensiones que sea capaz de impulsar una nueva praxis liberadora de un supertecnicismo deshumanizante. Veamos ahora brevemente cómo los capítulos IV y V nos han colocado ya a Habermas de lleno en el intento de llevar a buen puerto esta grandiosa empresa, en seguimiento de sus predecesores. En los capítulos IV y V hemos planteado respectivamente la crítica de Habermas al contexto real sociopolítico-económico del supertecnicismo moderno y al desarrollo del pensamiento filosófico que culminó en el Positivismo de las Ciencias, aludiendo en ambos casos al entronque del planteamiento habermasiano con el de la primera generación de la Escuela de Frankfurt. Retrospectivamente podemos ver ahora que la problemática resumida en nuestro esquema de las dos dimensiones jugaba en ambos capítulos un papel central. La distinción entre trabajo (o acción dirigida a la consecución de un fin) e interacción (o acción comunicativa) era, en definitiva, en el capítulo IV el instrumento teórico con el que Habermas nos esbozaba un esquema interpretativo de la evolución de la sociedad (desde las sociedades primitivas hasta las sociedades modernas, pasando por las sociedades tradicionales), esquema en el que insertaba su análisis de la sociedad capitalista contemporánea. Su diagnosis sobre esta última era allí también la de la tendencia creciente de la dimensión técnica a invadir y a eliminar la dimensión social o de la moralidad. Y su búsqueda de solución no iba por el camino de llegar hasta un nuevo tipo de Técnica no opresora (como, en parte, Marcuse), sino por el de llegar hasta una nueva relación entre Técnica y Política, que devolviera a esta última la racionalidad pretendidamente monopolizada por la Técnica. El tratamiento de la trayectoria histórico-filosófica que abocó en el Positivismo de las Ciencias discurrió en el capítulo V como una reconstrucción de la pérdida de la unidad entre la Filosofía y las Ciencias, pérdida que tomó la forma de una absolutización del método propio de las Ciencias de la Naturaleza como único criterio de cientificidad, y que llegó a su culminación en la sustitución de la Teoría del Conocimiento por una Teoría de la Ciencia. Al final del capítulo veíamos que la tarea que Habermas se proponía era la de llegar a fundamentar una Teoría del Conocimiento que restableciera, en una forma nueva, la relación entre Ciencia y Filosofía, entre Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Hombre.

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Pues bien, ahora podemos decir que el concepto de los «intereses del conocimiento» es el instrumento teórico que le va a permitir a Habermas resolver el problema de la interrelación entre las dos dimensiones de nuestro esquema, tanto en la vertiente del contexto real sociopolítico-económico como en la vertiente histórico-filosófica. O dicho de otra manera: es ese concepto el que va a permitir a Habermas dar un decisivo paso adelante en la elaboración de una Teoría de la evolución social (tema iniciado ya en nuestro capítulo IV) y poner el fundamento para una nueva Teoría del Conocimiento (tema iniciado ya en nuestro capítulo V). Y lo que es aún más importante: ese concepto va a permitir a Habermas realizar esa doble tarea a la vez, es decir, le va a permitir fundamentar una Teoría del Conocimiento como Teoría de la Sociedad 5. Comencemos entonces ya con el estudio de los «intereses del conocimiento».

E l in t e r é s t é c n i c o y e l i n t e r é s p r á c t ic o

En su obra central Erkenntnis und Interesse define Habermas así estos dos intereses del conocimiento: «Llamo intereses a las orientaciones básicas enraizadas en las condiciones fundamentales de la posible reproducción y autoconstitución del género humano, es decir, en el trabajo y en la interacción»*. Con esta definición nos sitúa Habermas el concepto de «intereses del conocimiento» dentro de lo que nosotros hemos llamado el esquema de las dos dimensiones. ¿Qué significa entonces, en el contexto de ese esquema, la definición de los intereses del conocimiento como «orientaciones básicas enraizadas en las condiciones fundamentales del proceso de autoconstitución del hombre»? Esa definición significa que el conocimiento humano no puede ser explicado independientemente de lo que una reflexión sobre el proceso histórico nos enseña acerca del hombre: que éste se especifica frente al animal por el doble hecho de ir transformando las condiciones materiales que determinan su relación con la Naturaleza externa y las normas que regulan las relaciones de los individuos entre sí. Comentemos cada uno de estos dos aspectos por separado. Las Ciencias de la Naturaleza y la Técnica median la relación del hombre con la Naturaleza. Ellas son las que permiten al hombre ir transformando sus condiciones materiales de vida. Ahora bien, ¿cuál es el objeto del conocimiento científico-natural? Ciertamente no algo así como una Naturaleza «en sí», independiente del sujeto cognoscente, que éste tuviera que «retratar». El objeto del conocimiento es la Naturaleza en cuanto susceptible de ser manipulada técnicamente por el hombre. Es decir, el objeto del conocimiento científico-natural es constituido por la orientación básica del hombre, en su relación con la Naturaleza, hacia la manipulación de esta 5 Eul, 9; EulTaschen, 372; PhilPol, 34. ‘ Eut, 242.

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úllima. Esa «orientación básica» es lo que Habermas llama interés técnico del conocimiento. Las Ciencias Hermenéuticas y las Tradiciones culturales median las relaciones de los hombres entre sí. Ellas son las que permiten al hombre ir transformando las normas que regulan esas relaciones, en un proceso de conservación y profundización del entendimiento recíproco. El objeto de conocimiento tampoco es aquí un conjunto de normas «en sí», independientes del sujeto cognoscente, sino unas normas en cuanto susceptibles de expresar un entendimiento entre los hombres. Es decir, el objeto del conocimiento científico-hermenéutico es constituido por la orientación básica del hombre, en su relación con los demás individuos de su misma especie, hacia la consecución de un entendimiento mutuo o intersubjetivo. Esta «orientación básica» es lo que Habermas llama interés práctico del conocimiento7. Antes de seguir adelante voy a poner un ejemplo muy simple para ilustrar lo dicho en los dos párrafos anteriores. Supongamos que yo me encuentro ante la pared que divide el comedor de los ingenieros del de los trabajadores en una cierta empresa. Esa pared no es un objeto «en sí» de conocimiento, independiente del sujeto cognoscente. La pared sólo «se constituye» como «objeto de conocimiento» en relación con la actitud con la que yo me enfrento a ella. Yo puedo ser un arquitecto y objetivar la pared desde un interés técnico. El objeto de conocimiento «pared» es entonces un conjunto de materiales, una determinada forma de construcción, una inclinación, un grosor, etc. Pero yo puedo ser un sociólogo y objetivar la pared desde un interés práctico. El objeto de conocimiento «pared» es entonces una división entre dos clases sociales (ingenieros y trabajadores), un obstáculo para un entendimiento mutuo, etc.8. Pero la idea habermasiana de los «intereses del conocimiento» no sólo está al servicio de la fundamentación de esa doble constitución de los objetos de conocimiento, sino que además quiere expresar la inseparabilidad entre conocimiento y acción. Expliquemos esto sirviéndonos de nuestro ejemplo. El hecho de haber constituido el objeto de conocimiento «pared» desde el interés técnico, hace que los resultados a los que hayamos llegado teóricamente en nuestra investigación (por ejemplo, una nueva fórmula en el campo de la resistencia de materiales) sólo puedan aplicarse, en la acción real, dentro de la esfera de la acción técnica o instrumental. Y lo mismo, mutatis mutandis, respecto al segundo caso del ejemplo: una nueva concepción teórica sobre la relación humana entre ingenieros y trabajadores sólo puede aplicarse, en la acción real, dentro de la esfera de la acción comunicativa o social. Esta interdependencia entre teorización y aplicación a la acción está ya reflejada en el mismo tipo de lenguaje en el que expresamos los resultados de nuestra investigación en uno y otro caso: las investigaciones hechas* 7 Véase para este párrafo y el anterior: Eul, 155 s., 171-173, 222; TuW. 155-158. * Este ejemplo es naturalmente rudimentario y no puede reflejar el complejo sentido del concepto «intereses del conocimiento». Su finalidad es simplemente ayudar al lector no filósofo, para quien la terminología de «condiciones trascendentales» o de «constitución del objeto de conocimiento» pueden resultar difíciles.

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bajo el interés técnico se expresan en un lenguaje fisicalista (categorías de medidas, dilatación, movimiento, etc.), mientras que las investigaciones hechas bajo el interés práctico lo hacen en un lenguaje intencional (categorías de responsabilidad moral, libertad, justicia, etc.). El hombre no puede manipular o dominar la Naturaleza externa mediante categorías lingüísticas tales como «libertad», «responsabilidad»..., ni puede entablar un diálogo que lleve a un entendimiento mutuo sobre reglas comunes de comportamiento interhumano, mediante categorías lingüísticas tales como «coeficiente de dilatación», «peso» o «impedancia». A esta diferenciación del lenguaje se corresponde también una diferenciación del tipo de experiencia hecha por el sujeto cognoscente. Este último entra en contacto con la Naturaleza externa a través de sus sentidos (vista, tacto...): se trata de una experiencia sensorial. Y entra en contacto con otra persona, en cuanto persona, a través de la comunicación intersubjetiva lingüística, interactiva o corporal-expresiva (sonrisa, llanto, mirada...): se trata de una experiencia comunicativa. También en esta diferenciación del tipo de experiencia se refleja la interdependencia entre teorización y aplicación a la acción: la validez o invalidez de una teoría física se muestra en su éxito o fracaso en la manipulación de la Naturaleza (interés técnico); la validez o invalidez de una norma de relación intersubjetiva se muestra en el logro o en la perturbación de un entendimiento entre personas (interés práctico) 9*. Antes de seguir adelante podemos resumir lo dicho hasta aquí en el siguiente cuadro,0: DIMENSION TECNICA

DIMENSION SOCIAL

Trabajo Relación Hombre/Natur.

Interacción Relación Hombre/Hombre

Interés técnico = orientado al dominio sobre la Naturaleza. Acción de tipo técnico o instrumental. Objeto: cosas y sucesos de cosas.

Interés práctico = orientado al entendimiento entre los hombres. Acción de tipo comunicativo. Objeto: personas y sus expresiones; sistemas sociales. Experiencia: comunicativa. Lenguaje: intencional. Saber práctico (moral, político); Tradiciones culturales.

Experiencia: sensorial. Lenguaje: fisicalista. Tecnologías, Estrategias.

9 Eut. 241; EutTaschen, 394-396; ThCesell, 126-128, 171. 206, 209, 212; LogSoz. 188 s„ 197; UniverAns, 79, 90; KuKr, 197. 19 En la terminología más usada por Habcrmas tendríamos: Arbeit Technisches Interesse instrumentales Handeln Dinge, Ercignisse Scnsorischc Erfahrung Physikalische Sprache Technologicn, Stratcgicn

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Interaktion Praklisches Interesse Kommunikatives Handeln Personen, Áusserungen Kommunikative Erfahrung Inlentionale Sprache Praklisches Wissen

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La exposición hecha hasta aquí de los intereses técnico y práctico del conocimiento es ya suficiente para ver cómo el concepto de «intereses del conocimiento» es el instrumento teórico que le sirve a Habermas para criticar el Positivismo dentista. Por un lado, la corrección a Kant en su presupuesto de un concepto de Ciencia calcado de las Ciencias de la Naturaleza (véase cap. V), mediante la consideración de una doble constitución «a priori» de los objetos de experiencia n, derriba a la metodología de las Ciencias de la Naturaleza del pedestal que la arrogaba el título de único criterio de cientificidad. Por otro lado, la referencia del tipo de metodología de unas y otras Ciencias (Naturales y Hermenéuticas) a su prefiguración por unos intereses del conocimiento no sólo destruye la pretendida supremacía de las Ciencias Físicas sobre las Ciencias Hermenéuticas o Ciencias del Espíritu, basada en la idea de una «objetividad desinteresada» de las primeras a diferencia de las últimas, sino que echa por tierra la idea misma de un conocimiento «desinteresado», que, como veíamos en el capítulo V, era algo que el Positivismo cientista moderno compartía con la Filosofía tradicional, en la opinión de Habermas. Pero también podemos ya ver cómo el concepto de «intereses del conocimiento» expresa la íntima relación existente entre Teoría del Conocimiento y Teoría de la Sociedad. La Teoría del Conocimiento necesita de la Teoría de la Sociedad, porque los «intereses» del conocimiento (que son necesarios para una explicación de este último) sólo pueden fundamentarse desde una Teoría de la Sociedad que conciba la Historia como un proceso de autoconstitución del hombre La Teoría de la Sociedad necesita de la Teoría del Conocimiento, porque el desarrollo histórico de la sociedad humana sólo puede comprenderse desde los procesos de transformación de lo que hemos llamado dimensiones técnica y social, y esos procesos de transformación están precisamente posibilitados por el conocimiento humano. De esta unidad habermasiana entre Teoría del Conocimiento y Teoría de la Sociedad nos hemos de ocupar más detalladamente en el capítulo VIL Para terminar este apartado vamos a comentar cómo Habermas realiza también, con sus «intereses del conocimiento», aquella vuelta autorreflexiva desde la Teoría positivista de las Ciencias hasta una nueva Teoría del Conocimiento, de la que hablamos en el capítulo V. En el capítulo V veíamos que Habermas concebía filosóficamente el nacimiento del Positivismo cientista como la sustitución de la Teoría del Conocimiento por una Teoría de la Ciencia, en la que el sentido del conocimiento venía definido por el progreso espectacular logrado por la metodología de las Ciencias de la Naturaleza y no por la referencia al sujeto cognoscente. Ello arrastraba también a las Ciencias del Espíritu en su intento de*12 " ThCesell, 209. 12 Insisto en que el término habermasiano de «interés» no debe psicologizarse. Sólo puede fundamentarse desde el esquema de las dos dimensiones del proceso de autoconstitución del género humano. £1 ejemplo anterior de la pared, cuya finalidad quedó dicha en la nota 8, no debe conducimos al error de «psicologizar» o «empirizar» los intereses del conocimiento.

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acomodarse a aquella metodología convertida así en único criterio de cientificidad. Habermas, a través de una revisión crítica de las obras de Peirce y de Dilthey, intenta obligar a la metodología científico-natural a reflexionar sobre sí misma. Comentemos brevemente el resultado al que llega Habermas en esa reflexión ,3. La validez de las figuras de argumentación (deducción, inducción, abducción) de las que depende lógicamente el progreso de la investigación científica sólo puede fundamentarse desde la organización trascendental del proceso de investigación bajo el interés del dominio técnico o instrumental de la Naturaleza; ahora bien, ese proceso mismo de investigación, al discurrir sobre la comunicación intersubjetiva de los investigadores científicos (comunicación que es la que les permite llegar a un consensus en sus discusiones sobre cuestiones metateóricas), no puede fundamentarse desde la relación trascendental de la acción técnica, típica de las Ciencias de la Naturaleza. Esto lleva a ver en las Ciencias del Espíritu un tipo de Ciencias con una metodología propia, e irreducible a la científico-natural, que sean capaces de analizar y fundamentar aquella comunicación intersubjetiva en la que el proceso de investigación científico-natural está «incrustado». Esas Ciencias del Espíritu o Ciencias Hermenéuticas sólo pueden fundamentar su análisis de las relaciones intersubjetivas desde el interés trascendental del entendimiento mutuo, al que Habermas llama interés práctico. En su revisión crítica de Peirce (reflexión de las Ciencias de la Naturaleza) y de Dilthey (Ciencias Hermenéuticas o del Espíritu), Habermas señala cómo ni el uno ni el otro lograron llegar hasta la explicitación de esos dos intereses del conocimiento (y, por tanto, tampoco lograron romper el cerco positivista), al no haber interpretado sus reflexiones desde la concepción de un desarrollo de la historia como un proceso de autoconstitución del hombre. Esto es lo que Habermas hace, según hemos visto en este apartado. Entonces se nos hace ya claro cómo los «intereses del conocimiento» suponen la vuelta desde la Teoría positivista de las Ciencias hasta una nueva Teoría del Conocimiento. En realidad, Habermas ha intentado referir a través de ellos la lógica de la metodología de las Ciencias (la lógica de la investigación científica) al proceso de desarrollo histórico del género humano. El sentido del conocimiento no puede fundamentarse en la pura metodología conducente a «progresos espectaculares», sino en su relación íntima con el proceso de autoconstitución histórica del hombre14. Con sus «intereses del conocimiento» regana Habermas aquella referencia al sujeto cognoscente, perdida con el Positivismo u Objetivismo dentistas. Pero esa vuelta no ha resucitado ningún sujeto idealista puramente trascendental, sino un sujeto histórico-social. He aquí una nueva expresión de aquella unidad entre Teoría del Conocimiento y Teoría de la Sociedad.

u Prescindimos aquí del largo desarrollo hecho por Habermas. Véase Eu¡, 116-233. ” Eul. 351. 356.

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E l INTERÉS EMANCIPATIVO: LA FILOSOFÍA COMO CRÍTICA

La consideración de los intereses técnico y práctico nos ha mostrado cómo Habermas critica el Positivismo dentista, rescatando la «dignidad científica» de lo social o de lo político y evitando un nuevo reduccionismo: las dimensiones técnica y social, así como las Ciencias ligadas a cada una de ellas, disfrutan de igual «rango», ya que el interés técnico y el interés práctico se corresponden con dos condiciones igualmente fundamentales de la reproducción y autoconstitución históricas del hombre. Ahora bien, la evitación del reduccionismo objetivista de una de las dos dimensiones a la otra es sólo el primer paso para resolver el verdadero problema central encerrado en el «esquema de las dos dimensiones»: el problema de su interrelación. La consideración del tercer tipo habermasiano de «interés del conocimiento», del interés emancipativo, nos va a introducir en el planteamiento de esa interrelación en Habermas. En una primera aproximación podemos decir que, así como el interés técnico se correspondía con la dimensión técnica (relación hombre/Naturaleza) y el interés práctico con la dimensión social (relación de los hombres entre sí) del proceso de autoconstitución del hombre, el interés emancipativo se corresponde con ese proceso histórico de autoconstitución en cuanto tal. Este proceso es concebido como una liberación progresiva del hombre. Pero no en el sentido metafísico-mítico de liberación de la caída original de un hombre paradisíaco perfecto, sino en el sentido materialista de una liberación progresiva de las condiciones reales opresoras a las que el hombre nace sometido, tanto de parte de la Naturaleza externa como de parte de su propia Naturaleza deficientemente socializada. El interés técnico y el interés práctico nos aparecen así, en esta primera aproximación, como dos especificaciones de un mismo interés emancipativo. La interrelación entre ambos intereses (técnico y práctico), y consiguientemente entre las dos dimensiones correspondientes, ha de estudiarse, por tanto, sobre esta base de su común referencia al interés emancipativo del conocimiento. En el apartado anterior hemos visto cómo Habermas llegaba hasta los intereses técnico y práctico del conocimiento a través de una reflexión crítica desde las Ciencias de la Naturaleza y las Ciencias del Espíritu, respectivamente. Habermas llega hasta el interés emancipativo del conocimiento a través de una Ciencia determinada: el Psicoanálisis de Freud. La exposición hecha en el capítulo II nos va a permitir ahora comentar esto en unas pocas líneas. El «objeto de conocimiento» psicoanalítico es el mismo sujeto cognoscente, en cuanto enfermo neurótico susceptible de ser curado. La situación analítica de transferencia entre médico y enfermo es a la vez condición trascendental del conocimiento psicoanalítico y contexto objetivo en el que tiene realmente lugar la curación del enfermo. Teoría y terapia, autoconocimiento y autoliberación coinciden así en el Psicoanálisis, según veíamos en

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el capítulo II. Pero ahora es el momento de añadir algo que entonces (en el capítulo II) dejamos sin considerar porque sólo ahora podía ser compren** dido en todo su significado: en la reflexión psicoanalítica coinciden conocimiento e interés. Efectivamente, el enfermo sólo puede llegar a su autoconocimiento si se siente aguijoneado por el interés de su liberación (de su curación). En la situación analítica de trasferencia el conocimiento del trozo de vida pasada, reprimido y causante de la neurosis, coincide con el uso interesado de ese conocimiento ,s. Vamos a aclarar esto un poco comparando el Psicoanálisis y su interés emancipativo con las Ciencias de la Naturaleza y las del Espíritu y sus respectivos intereses. La organización trascendental del proceso de investigación científiconatural, desde el punto de vista de manipulación técnica de la Naturaleza, me permite acumular un saber técnico que puedo aplicar después a ese dominio de la Naturaleza. La relación entre ese punto de vista trascendental del conocimiento científico-natural y el trabajo, como condición objetiva de reproducción del género humano, hacen plausible la concepción de aquel punto de vista trascendental como la expresión cognoscitiva de un interés del conocimiento humano: constituyo el objeto de conocimiento desde el punto de vista de su posible manipulación técnica. El conocimiento no es así un puro retrato desinteresado de una realidad «objetiva» independiente del sujeto, sino un conocimiento interesado que prefigura el objeto. Ahora bien, la separación entre el conocimiento científico teórico y su aplicación técnica dejan abierta la puerta a la sospecha de que aquel «interés técnico» sea algo que le viene «desde fuera» a un conocimiento de por sí desinteresado o «puramente objetivo». El mismo razonamiento podría hacerse desde el campo de las Ciencias del Espíritu y su interés práctico. En cambio, en el caso del Psicoanálisis no se da esa separación entre conocimiento y su aplicación: el conocimiento del trozo de vida reprimido coincide con su «aplicación», que no es otra cosa que la curación o liberación del enfermo de su neurosis (cap. II). Aquí ya no se trata de la plausibilidad de la referencia de un punto de vista trascendental a una condición objetiva de vida, sino de la coincidencia de ambas cosas: el interés emancipativo (liberador) del conocimiento psicoanalítico es aquí inseparable del mismo conocimiento14. Una vez que ha llegado así a través del Psicoanálisis a fundamentar el carácter intrínsecamente interesado del conocimiento humano (o de la razón), Habermas reafirma los intereses técnico y práctico desde el interés emancipativo: «Sólo cuando se ha visto la unidad del conocimiento e interés en el estudio de un tipo de Ciencia crítica (el Psicoanálisis-E. M. U.), se puede fundamentar también como necesaria la asociación de puntos de vista trascendentales y de intereses directivos del conocimiento (...). Si, en el movimiento de la autorreflexión ’7, conocimiento e interés son una misma cosa, entonces la dependencia de las condiciones trascendentales de las u Eul, 286 s. Véase mi estudio ya citado La Teoría de la Sociedad de Freud. * Eul, 348-351. 17 Habermas se refiere aquí al proceso de autorreflexión del enfermo neurótico. Véase nuestro capítulo II.

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Ciencias de la Naturaleza y de las del Espíritu de los intereses técnico y práctico del conocimiento no puede significar una heteronomía del conocimiento. Esto quiere decir que los intereses directivos del conocimiento, que determinan las condiciones de objetividad de la validez de las afirmaciones, son ellos mismos racionales (vernünftig). De tal manera, que el sentido del conocimiento, y, por tanto, también la medida de su autonomía, no se puede explicar de ningún modo si no es mediante el recurso a su relación con el interés. Freud reconoció esa relación entre conocimiento e interés, que es constitutiva del conocimiento en cuanto tal» l8. Detengámonos a considerar este texto de Habermas con un poco de calma. Este texto es muy significativo porque en él aparecen conexionadas tres ideas, cuyo comentario nos va a llevar a cerrar el tema que estamos tratando en este capítulo y a dar el paso hacia el siguiente. Esas tres ideas son: el interés emancipativo está ligado a la Crítica; los intereses del conocimiento son ellos mismos racionales; el sentido del conocimiento no puede definirse independientemente del concepto de interés del conocimiento. En lo que sigue no vamos a ir comentando estas ideas en un orden riguroso, pero sí van a ser ellas las que constituyan el fondo del resto de este capítulo. En el apartado anterior vimos que los intereses técnico y práctico estaban referidos a las dos dimensiones del proceso histórico de la Humanidad (relación del hombre con la Naturaleza y relaciones de los hombres entre sí) y a dos tipos de Ciencias (Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu). Ahora podemos preguntamos: ¿y qué ocurre con el interés emancipativo? ¿Hay que referirle a una tercera dimensión del desarrollo histórico y a un tercer tipo de Ciencias? El interés emancipativo, apuntábamos ya al comienzo de este apartado, no se corresponde con una tercera dimensión, sino con el proceso mismo de autoconstitución histórica del hombre. Ese proceso se puede leer ahora como el proceso de emancipación del hombre de la opresión causada por una Naturaleza externa no dominada y por una Naturaleza propia deficientemente socializada. El plano en el que se asienta el interés emancipativo está así por debajo de las dimensiones técnica y social, en las que se especifica. El interés emancipativo, por otro lado, está ligado a un tercer tipo de Ciencias: las Ciencias críticas Pero la Crítica no es un tipo más de Ciencias junto a las Ciencias de la Naturaleza y las del Espíritu, sino que está, por decirlo también así, por debajo de estas últimas: surge como una autorreflexión de ellas, desde dentro de ellas mismas. La unión de ambos aspectos («dimensiones» y «Ciencias») podríamos expresarla entonces así: al comienzo de la historia los hombres se relacionan cotidianamente con la Naturaleza y con otros hombres, en una forma precientífica, según las orientaciones básicas de dominio y de entendimiento mutuo, respectivamente; más adelante, el desarrollo hace que los saberes adquiridos se tengan que ir acumulando y '• Fm I. 351 s. " Habermas ha llegado al interés emancipativo, como hemos visto, a través de una de esas Ciencias críticas: el Psicoanálisis. Habermas mienta la Crítica de Ideologías (Idcologickritik) como otra Ciencia del mismo tipo (TuW, 158).

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ampliando en la forma sistemática e institucionalizada de la investigación científica en ambas dimensiones (Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu); finalmente, un ulterior desarrollo exige una autorreflexión de las Ciencias que haga conscientes los intereses (técnico y práctico) que las definen, con la finalidad de orientar deliberadamente su desarrollo en la dirección de una emancipación creciente del hombre de los dos tipos de poderes opresores a los que nos referíamos antes: esa autorreflexión es la tarea de la Critica. El interés emancipativo está así, continuando con la metáfora, por debajo de los intereses técnico y práctico, en los que se especifica y a los que hace transparentes en su verdadero sentido de intereses directivos del conocimiento: el conocimiento sólo encuentra su sentido cuando se le refiere al proceso emancipativo de autoconstitución del género humano. Es decir, volviendo a la idea de Habermas expresada más arriba, los intereses técnico y práctico sólo pueden fundamentarse, en cuanto intereses intrínsecos al conocimiento mismo y no heterónomos, desde el interés emancipativo. Ahora podemos ver también cómo, según anunciábamos al final del capítulo V, los intereses del conocimiento habermasianos nos reganan la relación perdida entre Ciencia y Filosofía. Esta última queda limpiada de su enfoque tradicional objetivista, desde el que era incapaz de competir con las Ciencias y ante las que sólo podía «quedar en ridículo», y adquiere carta de ciudadanía únicamente en cuanto Crítica. Y con ello, según acabamos de comentar, regana su relación con unas Ciencias limpiadas también de su objetivismo tradicional, no ocupando un puesto de honor junto a ellas (como una rama más) ni sobre ellas (como su Reina), sino dentro de ellas w. La Filosofía sólo tiene ya derecho a la existencia en cuanto Crítica, y en cuanto tal les es necesaria a las Ciencias para evitar su estancamiento en el objetivismo que heredaron de la Filosofía tradicional. Al comienzo de este apartado decíamos que el interés emancipativo, en su relación con los otros dos intereses, nos iba a introducir en la solución del problema central del esquema de las dos dimensiones: el de su interrelación. La emancipación de las opresiones de la Naturaleza externa y de la propia Naturaleza deficientemente socializada, ¿son independientes entre sí?, ¿están interrelacionadas y, entonces, cómo ha de entenderse esa interrelación? Volvamos a la recepción habermasiana del Psicoanálisis de Freud, a través de la cual hemos llegado hasta el interés emancipativo. El síntoma neurótico está cifrado en un lenguaje privado o sistemáticamente mutilado, que es ininteligible aun para su mismo autor: la comunicación del enfermo con sus interlocutores y consigo mismo está rota. La autoliberación del enfermo exige la traducción de ese texto neurótico al lenguaje social cotidiano, es decir, hacer consciente lo que había sido reprimido. Freud mismo hizo una aplicación de esto a una interpretación de la Sociedad. Los síntomas neuróticos se corresponden aquí con las instituciones represoras (religiosas, éticas, políticas...), y el lenguaje social cotidiano, que en el caso individual servía -----------« * ZRekUist. 56 s.

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como contrapunto «normal» frente al lenguaje privado del enfermo, aparece ahora como una comunicación intersubjetiva mutilada paralela a la del enfermo individual, que ejerce su poder opresor sobre todos los miembros de una sociedad histórica dada. El proceso del desarrollo de la cultura humana es entonces interpretado como un proceso de «desneurotización» a escala universal: se trata de ir autoliberándose, en un proceso crítico semejante al psicoanalítico, del poder opresor de las instituciones levantadas sobre una comunicación mutilada. Habermas recoge este modelo y corrige con él a Marx: la dimensión comunicativa o social (relaciones de los hombres entre sí) recibe un puesto de primacía frente al reduccionismo «dentista» marxiano, aun cuando Freud defina también su cultura dentro del esquema de las dos dimensiones 21. Pero entonces parece que el interés emancipativo, que impulsa al Psicoanálisis como Crítica, coincide con el interés práctico, ya que se mueve dentro de la dimensión comunicativa o social y apunta a la recomposición de una falsa comunicación, mientras que, por otro lado, cae totalmente fuera de la dimensión instrumental o técnica: ¡mediante autorreflexión o crítica es imposible manipular la Naturaleza externa! ¿Cuál es entonces la verdadera relación entre los tres intereses y cuál la que hay entre las dos dimensiones técnica y social? La respuesta, que ahora sólo vamos a apuntar 22, puede ser expresada con la afirmación habermasiana de que los intereses del conocimiento son ellos mismos racionales (vemünftig). Esto quiere decir que la relación del hombre con la Naturaleza externa no está predeterminada en un sentido puramente adaptativo, de respuesta a necesidades empíricas concretas, como es el caso en el animal, sino que esa relación y las necesidades que de ellas se derivan son interpretadas por el hombre (y sólo en cuanto tales son necesidades humanas). Por eso el interés técnico no está orientado a satisfacer necesidades concretas, sino supone una «orientación básica» hacia la solución de necesidades de tipo instrumental o técnico en cuanto condición de reproducción del género humano. Pero lo que significa esa «reproducción» no es algo puramente biológico, sino algo encajado en una interpretación del sentido de la vida humana o, en terminología que Habermas recoge ya de la Filosofía griega, de la «vida buena» (des guten Lebens) 73. Ahora bien, toda interpretación pertenece a la dimensión comunicativa, por lo cual podemos concluir: la dimensión técnica, aunque independiente de la social o comunicativa, está empotrada (eingebettet) en esta óltima. Y esto no es sino una nueva y más profunda expresión de algo que nos ha ido apareciendo constantemente en este estudio: el desarrollo técnico de dominio de la Naturaleza externa, entendido objetivísticamente (desarrollo técnico por el desarrollo técnico), a Véase el capítulo II. Para un desarrollo más completo véase mi La Teoría de ta Sociedad de Freud. o. c. “ La solución habermasiana al problema de la interrelación de las dos dimensiones se tratará más detalladamente en el capítulo próximo. “ El mismo tipo de razonamiento se aplica a la relación de los hombres entre sí: no está predeterminada como en los animales. Véase Eul, 350; ZRekHist. 156.

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no es de por sí emancipador o liberador del hombre; por eso el «interés técnico» habermasiano sólo es él mismo racional porque es entendido desde su referencia al interés emancipativo. Habermas se está moviendo así de lleno dentro del concepto más clásico de razón (Vemunft), dentro de un concepto de razón que incluye necesariamente la idea de la «vida buena» y que es el extremo opuesto de esa razón positivista que ha pasado a dominar nuestra sociedad industrializada, y cuya crítica ha sido el «leitmotiv» de todos los desarrollos hechos hasta aquí. Finalmente, hemos de preguntarnos cuál es esa «vida buena», inseparable de la razón, hacia la que apunta el interés emancipativo, en su orientación liberadora de los poderes opresores que ejerce sobre el hombre aquella «comunicación mutilada» a nivel social o histórico-universal. Si el lenguaje privado del enfermo individual aparecía como mutilado por referencia al lenguaje social cotidiano, el lenguaje social cotidiano sólo puede aparecer como mutilado por referencia a la estructura de una comunicación lingüística ideal34. La reconstrucción de esa estructura va a llevar a Habermas al intento de fundamentar el carácter práctico (moral) de la razón y, con él, una moral universal. Y esa reconstrucción va también a sentar las bases para un boceto de la grandiosa tarea que Habermas se ha propuesto: llegar hasta una teoría general de la evolución social, desde la que se pueda analizar teóricamente nuestra sociedad capitalista avanzada con el interés práctico de su transformación en la dirección de una emancipación creciente de la Humanidad. Habermas hace así Crítica.

" ZRekHist, 64; UniverAnsp, 84, 87 ss.