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El protestantismo y la “racionalización” de la vida En su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, W

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El protestantismo y la “racionalización” de la vida

En su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Weber intenta demostrar que existe una vinculación entre el desarrollo del sistema económico capitalista y la ética del ascetismo mundano propia de la religión protestante. De este modo, analizando las características y los modos de vida de las sectas, sobre todo la calvinista, vislumbra la conformación de un ethos particular, un ethos racional que es el que está en la base del espíritu del capitalismo. En palabras de Weber:

“Tratábamos de demostrar que el espíritu del ascetismo cristiano fue quien engendró uno de los elementos constitutivos del moderno espíritu capitalista, y no sólo de éste, sino de la misma civilización moderna: la racionalidad de la conducta sobre la base de la idea profesional”

Si bien la devoción religiosa es usualmente acompañada del rechazo de los asuntos mundanos, incluyendo la búsqueda de una mejor posición económica, al encarar esta obra se formula la pregunta acerca de porque en el caso del protestantismo no se sigue esta misma lógica. En primer lugar, hay que afirmar que en ningún momento intenta construir una teoría generalizadora, ni tampoco cree en una determinación unilateral de los diferentes aspectos del capitalismo moderno por los movimientos religiosos. Por el contrario, considera a los fenómenos históricos como co-causados por multitud de factores,

los cuales algunos han llegado a influir mas que otros. Entre otras causas que menciona Weber encontramos el racionalismo en la búsqueda científica; el mezclar la observación con la matemática; la jurisprudencia; la sistematización racional de la administración gubernamental, y la empresa económica, es decir, diferentes maneras en que se va materializando la “racionalidad”. La sociología comprensiva que promueve el autor se maneja constantemente con construcciones ideales típicas (tipos ideales) que le permiten comprender de mejor modo los datos empíricos de los que dispone, Estos tipos ideales vendrían a conformar herramientas analíticas que Weber construye a priori según las reglas generales de la tipología y que sirven fundamentalmente para ser contrastados con los datos históricos, permitiéndole inteligir y analizar en que medida éstos se alejan o se acercan de su tipo ideal. Así, la noción de “espíritu capitalista” que encontramos en el texto alude a una tipología

específica,

que

el

autor

desarrolla

y

vincula

con

determinadas características de las sectas protestantes. Pero no se queda solo allí. En la distinción de los tipos ideales, también intenta trazar una suerte de recorrido histórico que le permite formular algunas distinciones en torno al concepto mismo de capitalismo, describiendo y diferenciando dos tipos ideales: el capitalismo aventurero y el capitalismo racionalista moderno. En relación con el primero se encarga de aclarar que habría existido desde tiempos remotos, siendo su característica fundamental el de ser irracional y especulativo, ya que no tenia en mente la organización racional del trabajo. Ejemplo de ello se encuentra en

las antiguas civilizaciones como China, India, Babilonia y Egipto, así como en otros territorios “civilizados”. Respecto al segundo, seria algo absolutamente novedoso y constitutivo de la modernidad, porque plantea como objetivo una organización racional del trabajo formalmente libre, basándose para ello en la contabilidad racional y en la separación jurídica entre el patrimonio empresarial y los patrimonios personales. Así, mientras que el capitalismo aventurero se podía conectar con el “tradicionalismo” para el capitalismo racionalista, el “tradicionalismo” era un adversario a vencer. Un ejemplo puntual aparece en el capitulo III de Sociología de la religión cuando analiza el rol de los gremios en comparación con la ética racional propiciada por las sectas protestantes: “El gremio propiciaba la unión de miembros que ejercían igual ocupación; por consiguiente, unía competidores. La finalidad era limitar la competencia, y también la búsqueda racional de ganancias. (… ) Llevaba a cabo todo esto a través de una "política de subsistencia" y mediante el tradicionalismo (…) Las sectas, en cambio, unieron a sus miembros por medio de la selección y promoción de compañeros de fe éticamente calificados. La secta tenía el control del comportamiento de los miembros exclusivamente en cuanto a su rectitud formal y ascetismo disciplinado. No tenía un objetivo determinado, inducido por una política de subsistencia material, que dificultara un desarrollo de la búsqueda racional de ganancia. El éxito capitalista de un miembro del gremio minaba el espíritu del gremio -como ocurrió en Francia y en Inglaterra- y, por consiguiente, se evitaba ese éxito capitalista. En cambio, el éxito capitalista del miembro de una secta, si era obtenido legalmente, era una prueba de su mérito y de su estado de gracia, y acrecentaba el prestigio y las ocasiones de difusión de la secta”

Otro tema de vital importancia que se puede inferir de lo expuesto por Weber tiene que ver con la forma en que las religiones construyen el “ethos” de los individuos, entendiendo por ello un sistema u orden normativo interiorizado que irá dando forma a la conducta. Para Weber, ese “ethos” no constituye algo puramente limitado a las ideas, sino que tiene consecuencias sociales y, además, no surge de individuos aislados sino de grupos que consideran su ética como un signo distintivo explícito en la acción social. Desde este punto de vista, el protestantismo no habría conformado solamente una nueva forma de vida religiosa, sino una nueva moral que fue moldeando la conducta personal de los hombres. Como sintetiza: "La Reforma no significaba únicamente la eliminación del poder eclesiástico, sobre la vida, sino más bien la sustitución de la forma entonces actual del mismo por una forma diferente. Más aún: la sustitución de un poder extremadamente suave (el católico), en la práctica apenas perceptible, de hecho casi puramente formal, por otro que había de intervenir de modo infinitamente mayor en todas las esferas de la vida pública y privada, sometiendo a regulación onerosa y minuciosa la conducta individual Si bien este ethos que se crea en las sectas protestantes más ortodoxas se relacionará con el espíritu del capitalismo principalmente a través de una concepción particular (la salvación a través del ejercicio metódico de la profesión), el ethos calvinista no se agota allí. Es un universo que engloba diferentes maneras de hacer y de pensar, con una verdadera personalidad grupal y un nuevo carácter popular. Además, toda la organización de estos grupos va a estar bajo el influjo de la racionalidad utilitaria, de la disciplina y del cálculo. Para analizar el “espíritu capitalista”, Weber utiliza varios textos de Benjamin Franklin. Allí encuentra sintetizada una concepción racional

de la vida en la cual el fin de la existencia humana se debe apoyar en la búsqueda de la riqueza, y en la obtención de dinero. Pero no se busca la ganancia económica por las ventajas que puede reportar para hacer la vida más llevadera. Se deja en claro que, el propósito de todo hombre en la vida debe ser la incesante adquisición de más y más dinero sin jamás olvidar aquella máxima que estipula que “el tiempo es oro”. Las “máximas” propuestas por Franklin se resumen del siguiente modo:

a) El tiempo es dinero. b) El crédito es dinero. c) El dinero es fértil y reproductivo. d) El buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera. e) Inculcar en la vida de un joven puntualidad y justicia en los negocios. f) Las acciones influyen en el crédito. Inculcar responsabilidad g) Ser cuidadoso y honrado h) Llevar cuentas de gastos e ingresos. No considerar como tuyo todo cuanto posees. i) Inculcar el ahorro, ya que los pequeños gastos llevan a grandes ingresos. Llevar prudencia.