Vida Fraterna Cartas de San Pablo

UNIVERSIDAD MARISTA DE GUADALAJARA CARRERA: LICENCIATURA EN CIENCIAS RELIGIOSAS MATERIA: TEOLOGIA DEL NUEVO TESTAMENTO

Views 59 Downloads 3 File size 459KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

  • Author / Uploaded
  • sara
Citation preview

UNIVERSIDAD MARISTA DE GUADALAJARA

CARRERA: LICENCIATURA EN CIENCIAS RELIGIOSAS

MATERIA: TEOLOGIA DEL NUEVO TESTAMENTO II

PROFESOR: FRANCISCO JAVIER HERNANDEZ GARCIA

ALUMNA: JULIA A. ESCALANTE REJON

TRABAJO: VIDA FRATERNA EN LA VIDA CONSAGRADA CARTAS PAULINAS

VIDA FRATERNA EN COMUNIDADES RELIGIOSAS ILUMINADO POR CARTAS DE SAN PABLO Los autores del Nuevo Testamento utilizan los términos hermano/hermana no sólo en sentido propio, es decir, para hablar de hermanos/hermanas carnales o consanguíneos más o menos próximos, sino que también los usan, y con mayor abundancia, en sentido amplio refiriéndose a personas que tienen lazos de otro tipo especialmente estrechos1. Es decir, hermano/hermana es una forma normal de referirse a los miembros de la comunidad cristiana en cuanto que comparten una misma fe (cf. Mt 5,47; 23,8) o, más precisamente, a los «hermanos en Cristo». Este último sentido es muy habitual en las siete grandes cartas de San Pablo (Rom, 1Cor, 2Cor, Gal, Fil, 1Tes, Flm), en las que se concentra casi un tercio de todos los usos del término en el NT. Gálatas 6,1-10 Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, los que están animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura. Piensa que también tú puedes ser tentado. Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la Ley de Cristo. Si alguien se imagina ser algo, se engaña, porque en realidad no es nada. Que cada uno examine su propia conducta, y así podrá encontrar en sí mismo y no en los demás, un motivo de satisfacción. Porque cada uno tiene que llevar su propia carga. El que recibe la enseñanza de la Palabra, que haga participar de todos sus bienes al que lo instruye. No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos. Por lo tanto, mientras estamos a tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe. La reflexión de Pablo sobre las exigencias de la fraternidad se concentra en otros donde aborda expresamente la dimensión comunitaria de la vida cristiana. Entre ellos sobresalen 1Cor 12,12s, donde considera a la Iglesia como «cuerpo de Cristo». La encíclica Deus Caritas Esta declara, ya en su introducción, el carácter de su tema central: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna» (3,16)”. De modo semejante se expresa la encíclica más adelante: “La verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito”.

El texto paulino más amplio y significativo de esa tradición es el magnífico de 2 Co 5,14−6,2, en donde la categoría de la reconciliación atrae diversas formulaciones tradicionales sobre la muerte salvadora del mesías. Además, la metáfora de la práctica política de la reconciliación le sirve a Pablo para presentar la función del emisario mesiánico como “legado” o embajador que ofrece “la palabra de la reconciliación” de parte de Dios. Y entonces, por culpa de tu conocimiento, se pierde el débil, el hermano por el cual Cristo murió. 12 Y así, pecando contra los hermanos, al herir su conciencia débil, estáis pecando contra Cristo mismo (1 Co 8,11-12). 10 32 No deis motivo de tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la comunidad de Dios. 33 Del mismo modo que también yo estoy en todo al servicio de todos, no buscando mi propio provecho sino el de todos los demás, para que puedan alcanzar la salvación. 11 1 Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo (1 Co 10,32−11,1). Si algo significa el ruego en nombre de Cristo, el consejo de un amigo (agapes), la amistad personal o el cariño entrañable y compasivo, haced plena mi alegría: tened concordia entre vosotros, unidos en el mismo amor (agapen), con unos mismos sentimientos y actitudes. 3 No os dejéis guiar por la ambición o el engreimiento, sino, al contrario, con ánimo humilde, considerad a los otros como más importantes que vosotros mismos, 4 sin buscar cada cual sus propios intereses, sino precisamente los de los demás. 5 Tened la misma actitud que tuvo Cristo Jesús (Flp 2,1-5)23. Si tu hermano sufre daño por causa de tu alimento, ya no te comportas según la norma del amor (agapen). No hagas perecer, por causa de tu alimento, a aquel por el que Cristo murió (Rm 14,15). 1 Nosotros, los “fuertes”, debemos soportar pacientemente las “debilidades” de los “impotentes”, sin buscar nuestro propio provecho. 2 que cada uno de nosotros esté al servicio del vecino, para su bien y fortalecimiento. 13 Vosotros, hermanos, fuisteis elegidos para vivir en la libertad. Lo único que debéis cuidar es que esa libertad no se convierta en una oportunidad para vuestra naturaleza egoísta. Más bien, sed servidores unos de otros por el amor (agapes). 14 Pues el pleno cumplimiento de la ley entera está expresado en este único dicho: Amarás (agapeseis) a la persona cercana a ti como si fueras tú mismo (Ga 5,13-14). Las cartas de Pablo reflejan con especial viveza y fuerza el talante familiar y de gran afectividad de las comunidades cristianas de los tiempos antiguos30. Sus miembros se llamaban “hermanos” o “hermanas”31. Un gesto significativo de esa fraternidad era el “beso (philema) santo” que los cristianos se daban como saludo en sus reuniones (1 Ts 5,26; 1 Co 16,20; 2 Co 13,12; Rm 16,16)32. Los textos paulinos hacen también referencia explícita al “amor fraterno”. (philadelphia: 1 Ts 4,9; Rm 12,10). Un amor fraterno autentico es el que perdona todo y ama a su prójimo como Jesús lo pide y que nosotros cada dìa nos amemos como verdaderos hermanos que somos en Cristo y vivir en esa unidad, aportando en la

comunidad y solidarizándonos con los más necesitados, el más cercano a nosotros.

El amor de Cristo ha reunido a un gran número de discípulos para llegar a ser una sola cosa, a fin de que en el Espíritu, como Él y gracias a Él, pudieran responder al amor del Padre a lo largo de los siglos, amándolo «con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6,5) y amando al prójimo «como a sí mismos» (cf Mt 22,39). Entre estos discípulos, los reunidos en las comunidades religiosas, mujeres y hombres «de toda lengua, raza, pueblo y tribu» (Ap 7,9), han sido y siguen siendo todavía una expresión particularmente elocuente de este sublime e ilimitado Amor. Nacidas «no del deseo de la carne o de la sangre» ni de simpatías personales o de motivos humanos, sino «de Dios» (Jn 1,13), de una vocación divina y de una divina atracción, las comunidades religiosas son un signo vivo de la primacía del Amor de Dios que obra maravillas y del amor a Dios y a los hermanos, como lo manifestó y vivió Jesucristo. a) La comunidad religiosa como don: antes de ser un proyecto humano, la vida fraterna en común forma parte del proyecto de Dios, que quiere comunicar su vida de comunión. b) La comunidad religiosa como lugar donde se llega a ser hermanos: los medios más adecuados para construir la fraternidad cristiana por parte de la comunidad religiosa. c) La comunidad religiosa como lugar y sujeto de la misión: las opciones concretas que la comunidad religiosa está llamada a realizar en las diversas situaciones y los principales criterios de discernimiento. El mismo Cristo que los ha llamado convoca cada día a sus hermanos y hermanas para conversar con ellos y para unirlos a sí y entre ellos en la Eucaristía, para convertirlos progresivamente en su Cuerpo vivo y visible, animado por el Espíritu, en camino hacia el Padre. La oración en común, que se ha considerado siempre como la base de toda vida comunitaria, parte de la contemplación del Misterio de Dios, grande y sublime, de la admiración de su presencia, operante en los momentos más significativos de nuestras familias religiosas, así como también en la humilde realidad cotidiana de nuestras comunidades.

BIBLIOGRAFIA http://www.caritas.es/imagesrepository/CapitulosPublicaciones/961/02%20%20Pablo,%20impulsor%20de%20la%20fraternidad.pdf http://dehesa.unex.es/bitstream/handle/10662/2166/1886-4945_2_157.pdf?sequence=1 http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccscrlife/documents/rc_con_ccscrlife_doc _02021994_fraternal-life-in-community_sp.html