Varios Autores - Historia de La Literatura Latina

LITERATURA LATINA La épica en Roma La Lírica y la Elegía Sátira y Epigrama La Novela Romana La Historiografía El Teatro

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LITERATURA LATINA La épica en Roma La Lírica y la Elegía Sátira y Epigrama La Novela Romana La Historiografía El Teatro en Roma La Oratoria Romana La Filosofía en Roma La Epistolografía Técnicos y Juristas

EPICA ROMANA LA ÉPICA ROMANA 1.- CARACTERÍSTICAS DEL GÉNERO. ORÍGENES Y PRECEDENTES. Se entiende por épica aquellas manifestaciones literarias de carácter narrativo que cuentan con un lenguaje solemne y majestuoso las hazañas legendarias de héroes o los orígenes míticos de un pueblo. La épica surge en las culturas primitivas vinculada con la tradición oral: son composiciones que se transmiten oralmente, generalmente con acompañamiento musical y que no tienen ni un único autor ni un texto fijo. A este estadío pertenecen las dos grandes epopeyas de la India - el Ramayana y el Mahabarhata -, y los poemas homéricos. Precisamente la enorme influencia que ejerce en toda la civilización occidental la cultura griega hace que, a partir de la Iliada y la Odisea, la épica se convierta en un género literario con características bien definidas. Surge de esta forma el poema épico o épica culta, producto de la voluntad de su autor que escoge el tema y utiliza conscientemente los recursos estilísticos a su alcance. A este último tipo de poesía pertenecen todas las obras de carácter épico de la literatura latina. En origen y desarrollo del género épico en Roma podemos observar tres características fundamentales: *Influencia *Utilización de la historia *Influencia de la poesía alejandrina

nacional

como

argumento

homérica. épico.

Como ya se ha dicho los dos poemas homéricos son el punto de arranque de toda la épica occidental. En Roma Livio Andrónico, poeta tarentino del siglo III a. de J.C., tradujo, o más bien realizó una versión libre de la Odisea en versos saturnios. Esta obra, que dio a conocer los poemas de Homero en Roma, ejerció una enorme influencia y fue utilizada en las escuelas. Desde época muy temprana los autores latinos sustituyen los elementos míticos y legendarios por sus propias gestas históricas como tema de sus poemas épicos. Las primeras obras originales de género épico son epopeyas nacionales y, en cierto sentido, así se pueden considerar también los dos grandes poemas épicos que se nos han conservado completos: La Eneida y La Farsalia. El primer poeta que escribe una obra de estas características es Nevio, que a fines del siglo II a. de J.C. publicó con el titulo de Bellum Punicum un poema en versos saturnios sobre la primera guerra púnica en la que había participado personalmente. Entre los poetas que cultivaron el género épico con anterioridad a Virgilio destaca por su importancia Ennio, con quien la épica latina se consolida definitivamente. Su poema Annales es considerada como la epopeya nacional romana hasta la aparición de la Eneida. Era una obra en 18 libros, de los que sólo se conservan fragmentos, sobre la historia de Roma hasta su época. Su importancia en el desarrollo del género es grande, no sólo porque fue el primero en utilizar el hexámetro, verso tomado del griego y del que la épica toma el nombre, sino también porque fue el creador de un lenguaje épico en Roma. Toda la obra de Ennio contiene un sentimiento típicamente romano: un gran amor y admiración por Roma y por las hazañas de sus

héroes. A comienzos del siglo I a. de J.C. se descubre en Roma a los poetas griegos del siglo III que, reunidos en Alejandría, habían creado una poesía mitológica erudita. De la influencia de este tipo de poesía surgen en Roma una serie de poemas narrativos extensos de tema mitológico, escritos en hexámetros. A este tipo pertenecen los "epilios" de los neotéricos y, muy especialmente, las Metamorfosis de Ovidio. 2.- VIRGILIO, EL POETA DEL PRINCIPADO. 2.1.- Datos biográficos y perfil humano. La existencia de tres buenas biografías de Virgilio ponen de evidencia la extraordinaria popularidad y estima de que gozó el poeta en su propia época. La más extensa de estas "vitae" es la escrita por Suetonio y reproducida después por Donnato. Además de estas biografías cercanas en el tiempo al poeta, también el propio Virgilio esparce por sus obras datos personales que nos dan una buena información de primera mano. Publio Virgilio Marón constituye una de las cimas de la literatura latina, siendo uno de los autores clásicos que ejerció en la literatura posterior una influencia más duradera y permanente. Junto con HORACIO y OVIDIO personifica la edad de oro que para la poesía fue la época de Augusto. Nació en una aldea cercana a Padua en el año 70 a. de J.C. y perteneció a una familia de clase media. Conviene señalar que, igual que ocurre con Livio, Horacio, Ovidio y tantos otros autores latinos importantes, Virgilio no era romano sino italiano, de la ribera del Po, y que, por elección propia pasó gran parte de su vida en la ribera del golfo de Nápoles; por este motivo algunos estudiosos del poeta señalan que en su persona, como en su obra, se realiza la unidad de Italia. Fue educado en Cremona y Mediolanum (Milán), estudiando con posterioridad filosofía y retórica en Roma. Murió en Brindis, el 19 a. de J.C., al regreso de un viaje a Grecia que había realizado para conocer "in situ" los lugares en los que se desarrollaba la Eneida. Fue llevado a Nápoles y enterrado en las afueras de esta ciudad. Vivió una época de profunda crisis en el mundo romano y asistió a los cambios que supuso el gobierno de Augusto, colaborando activamente y de buen grado en ellos. Aunque era persona de carácter tímido y poco comunicativo, sin embargo estaba muy relacionado con los grupos cercanos a Augusto y con el propio emperador; se sabe que, habiéndose visto afectadas sus tierras familiares por las expropiaciones llevadas a cabo por Augusto para asentar a los veteranos de las guerras contra los asesinos de César, les fueron devueltas o cambiadas por otras gracias a la intervención de Galo y Asinio Polión. Perteneció en un primer momento al "circulo de Polión", trasladándose después al de Mecenas, el gran amigo de Augusto y protector de artistas que colaboró con él en el intento de renovación de las costumbres y tradiciones romanas antiguas. Virgilio, profundamente identificado con los proyectos de Augusto, es el máximo representante de una poesía al servicio de los valores tradicionales de patriotismo y religiosidad que propugnaba el emperador. Aunque Virgilio es conocido gracias a la Eneida, ésta es su última obra. En su juventud estuvo relacionado con el grupo de poetas conocidos como neotéricos y publicó una serie de poemas de gusto alejandrino recogidos en una libro titulado Appendix Vergiliana. Entre los años 42 y el 39 a. de C. escribe la Bucólicas, que son la primera manifestación de la poesía augústea. Son diez composiciones de tema pastoril. Desde el 36 al 29 a. de C. trabajó Virgilio en las Geórgicas. Con este poema pretende apoyar la política de Augusto tendente a restablecer, una vez acabadas las guerras civiles, los modos de vida vinculados a la labor agrícola y a la vida campesina; su intención es proponer como ideal la vida en armonía con la naturaleza, que proporciona paz y contento, aunque no esté exenta de dureza y contratiempos. Virgilio fue un poeta admirado y reconocido ya en vida; son muchas las anécdotas sobre las manifestaciones espontáneas de cariño y reconocimiento que provocaba su presencia en lugares públicos; gozó de un reconocimiento importante en todas las épocas, y es uno de los autores más influyentes en todos

los momentos de la civilización occidental. Su fama se basó en un primer momento en su carácter de poeta épico que había puesto de manifiesto la grandeza de Roma, pero su enorme importancia y su influencia posterior se debe a la perfección técnica de sus versos así como a su profunda humanidad y amor a la naturaleza. 2.2.- LA ENEIDA. 2.2.1.- Tema y Estructura. Virgilio dedica los diez últimos años de su vida, del 29 al 19 a. de C.- a escribir la Eneida, un poema épico en hexámetros que iba a eclipsar todas las obras épicas precedentes de escritores romanos e iba a fijar las características del genero para los escritores épicos posteriores. En este poema se ensalza el origen y crecimiento del poder romano. Ciertamente por los años en que Virgilio comienza a escribir la Eneida se producen los hechos centrales que inician el principado de Augusto: Octavio regresa victorioso de Accio, la paz en el imperio es total, se concede el titulo de "Principe" y de "Augusto" a Octavio; en resumen, Roma vive unos momentos de gloria que pudieron inducir al poeta a lanzarse por los caminos de la épica. Al parecer el deseo de Mecenas y del círculo de intelectuales próximo a Augusto era que el poema se hubiera centrado en la figura del propio emperador; el logro de Virgilio fue prescindir de la glorificación personal y unir los destinos de Roma y de Augusto en la glorificación de los orígenes míticos de la ciudad. Para ello se sirve de la leyenda de Eneas, padre mítico de Roma y, al mismo tiempo, antepasado divino de Augusto. El tema central del poema es, pues, la leyenda de Eneas, el héroe troyano que sobrevivió por mandato de los dioses a la destrucción de Troya y, tras un largo viaje, fundó un asentamiento troyano en Italia. La intencionalidad política de la Eneida es evidente ya en la elección del tema. Escogiendo la leyenda de Eneas como fundador de Roma, Virgilio relacionaba ésta definitivamente con la cultura griega. Por otra parte, se hacía descender "la gens Iulia", a la que Augusto pertenecía, de Iulo, el hijo de Eneas; de esta forma, como según la leyenda Eneas era hijo de la diosa Venus, se establecían unos orígenes divinos para el emperador. Virgilio presentaba así el régimen de Augusto como el heredero natural del glorioso pasado romano: Roma y Augusto quedaban de esta manera identificados de forma mucho más sutil y eficaz. Como obra literaria la Eneida es un poema de una extraordinaria complejidad. Sin duda Virgilio se inspiró en los poemas homéricos, pero al mismo tiempo, abandonando su primera vinculación con los "poetae novi", se aproxima a la épica arcaica de Ennio y de Nevio, que habían ensalzado a los héroes de su historia nacional mezclando hechos históricos con aspectos legendarios. Virgilio logra unir en el poema el presente y el pasado, la historia y la leyenda con gran habilidad; las hazañas de Augusto y los logros y aspiraciones de su recién nacido Principado aparecen en el poema, no expuestos directamente como materia narrativa, sino en forma de disgresión profética o fabulosa: en el libro I, Jupiter pasa revista a la historia de Roma hasta la época de augusto; en el libro VI la sombra de su padre, Anquises revela a Eneas el destino de Roma como dominadora y civilizadora de pueblos; por último, Virgilio aprovecha el recurso épico a la descripción de las armas, tomado directamente de Homero, para realizar una descripción de la historia de Roma que culmina con la victoria de Accio y el triunfo de Octavio Augusto. La Iliada y la Odisea le sugirieron la composición del poema en dos partes: los seis primeros libros, en los que se narra la peregrinación de Eneas desde la destrucción de Troya hasta su llegada a Italia, recogen el modelo de la Odisea; los otros seis, que recogen las alternativas en la lucha por la conquista de Italia, recuerdan a la Iliada. A la influencia homérica se debe también la presencia de los dioses y sus interferencias en la vida humana. Por otra parte, Virgilio se mantiene en la Eneida fiel al concepto romano de épica: es un poema nacionalista en el que no sólo Roma sino también Italia forma parte de los acontecimientos. Junto a la maquinaria mitológica, tomada del mundo homérico, aparecen en el poema, tratadas con gran respeto, antiguas creencias y prácticas religiosas, que estaban profundamente ancladas en la tradición romana. Es un poema que enaltece los sentimientos de piedad y religión, rasgos característicos de la antigua Roma y que Augusto intentaba restaurar. Eneas se nos presenta guiado paso a paso por la voluntad de los dioses en su tarea de establecer los "Penates" troyanos en Italia. Virgilio, aún reconociendo su deuda con Homero, supo imprimir a su obra un profundo sello de "romanidad": pretendió reflejar los principios de la restauración religiosa y moral que se estaba realizando durante el Principado de Augusto.

El poema comienza cuando Eneas y sus compañeros llevan ya algunos años vagando en busca de la tierra donde, según el mandato de los dioses, han de fundar una nueva ciudad. Eneas, con los Penates de la destruida Troya, con su padre Anquises y su hijo Ascanio vaga, asistido por su madre Venus, durante mucho tiempo por el mar, cuando una tempestad los arroja a las costas de África. Allí se está levantando Cartago, la futura rival de Roma. Recibido hospitalariamente por la reina Dido, Eneas hace un relato de la destrucción de Troya y de los acontecimientos posteriores. Narra a continuación Virgilio los amores de Eneas y Dido, que se ven obstaculizados por Jupiter, quien recuerda a Eneas la misión encomendada por los "hados"; Eneas parte y Dido se quita la vida. Estos episodios ocupan los primeros cuatro libros y destacan de entre ellos la destrucción de Troya, narrada con tono verdaderamente épico en el libro II, y los amores de Dido y Eneas, que ocupan todo el libro IV de un gran valor dramático y centrado en torno a la figura de Dido, uno de los personajes más logrado del poema. La primera parte del poema termina con el descenso de Eneas al infierno, narrado en el libro VI; allí contempla los espíritus de personas desaparecidas y recibe de su padre Anquises una visión profética sobre sus descendientes. Es éste un libro de una gran belleza formal y dotado, al mismo tiempo, de un importante contenido ideológico y filosófico; en él se exponen las ideas de Virgilio, tomadas del Neoplatonismo, acerca de la vida de ultratumba y de la reencarnación. Los seis libros siguientes, de mayor contenido narrativo y tono épico, narran la llegada a Italia de Eneas y sus compañeros y sus luchas principalmente con los Rútulos por el dominio de Italia. Destacan en estos libros algunos episodios, como el de Niso y Euríalo (libro IX) de gran valor dramático, el ataque de las amazonas dirigidas por Camila y, muy especialmente, el combate final entre Turno y Eneas que termina con la victoria de este último. 2.2.2.- Lengua y estilo de la Eneida. Desde el punto de vista de la evolución del género épico, la Eneida se distancia de todos los poemas anteriores: por primera vez en un poema épico se insertan en la narración recursos y tonos literarios dramáticos y líricos. El estilo de la Eneida es nuevo; Virgilio varía el tono del poema según los momentos y alterna con gran naturalidad la solemnidad épica con el lirismo más puro y con momentos de fuerte dramatismo. Probablemente no alcanza la grandeza de Homero, pero construye una obra de gran humanidad; este es el rasgo más característico de Virgilio: el poeta canta al hombre que sufre para obedecer su destino y no al guerrero que combate. En este carácter lírico de la Eneida, que tan bien se adecua al propio carácter del poeta, se observa la influencia del "epilio" alejandrino. Aunque Virgilio imita a Homero y se inspira en él, su concepción de la poesía es ya muy distinta. Homero es el representante paradigmático de una épica primitiva, pensada para ser recitada generalmente con acompañamiento musical; su intención era exclusivamente cautivar y entretener. Virgilio, por su parte, es un poeta erudito: su obra es producto de un intenso estudio de la fuentes y de los modelos tanto griegos como latinos. Uno de los aspectos más criticados del poema virgiliano es el tratamiento de los personajes, en concreto el de Eneas. Se acusa a Virgilio de crear un personaje excesivamente frío, atento solamente a la voluntad de los dioses y con poca vida. El rasgo más característico de Eneas es la "pietas" y es más un héroe humano que un héroe guerrero como los homéricos. El segundo personaje en importancia es Dido, cuyos amores con Eneas son el centro del libro IV; este personaje está tomado de la tradición épica latina: Nevio ya la había introducido en su poema. Virgilio nos la presenta como una víctima de los dioses. La figura de Dido desmiente a quienes consideran que Virgilio era demasiado blando como para crear caracteres fuertes; es Dido, quizá, la figura más lograda de la Eneida y está llena de fuerza y pasión humana. La Eneida es una obra de extraordinaria perfección estilística y métrica, aunque su autor pidió en su testamento que se destruyera por considerarla inacabada. A pesar de los deseos del poeta, Augusto dio orden de que se publicara sin añadir nada, por ese motivo encontramos versos incompletos. Virgilio es el creador de un lenguaje poético clásico de extraordinaria perfección formal. Su estilo se caracteriza por la ya comentada variedad de tonos y por la cuidada selección de términos: alterna la utilización de neologismos (términos nuevos) y de arcaísmos que dan solemnidad al texto. Logró además una perfecta adaptación del hexámetro a la lengua latina. 3.- LUCANO O LA ÉPICA ANTICLÁSICA.

3.1.- Datos biográficos y perfil humano. El poeta de origen español Lucano protagoniza hacia mediados del siglo I de nuestra era el único intento de renovar la épica, apartándose de forma consciente e incluso oponiéndose activamente a la concepción épica virgiliana, considerada clásica y que ejercía una influencia total sobre los poetas épicos posteriores. Lucano es el representante en el campo de la épica de un estilo nuevo, anticlásico y vinculado al movimiento estoico que, de la mano de Séneca el Filósofo, se impone en los primeros años del reinado de Nerón. Marco Anneo Lucano era hijo de Anneo Mela, hermano menor de Séneca el Filósofo con quien el poeta mantuvo una estrechísima relación y al que probablemente debe su inclinación por el estoicismo. Nació en Córdoba en el 39 d. de C., aunque fue llevado casi inmediatamente a Roma donde recibió una esmerada educación. Estudió filosofía con el estoico Cornuto, completando su formación, como era frecuente entre las familias distinguidas, con una estancia en Atenas. Gozó en sus primeros años de la amistad del emperador Nerón que lo admitió en su círculo. Esta situación varió años más tarde por razones que no se conocen exactamente, pero a las que no parecen ser ajenos los celos de Nerón ante el talento poético de Lucano y su éxito literario. Lo cierto es que a partir de un determinado momento se le prohibió escribir poesía y el ejercicio de la abogacía en los tribunales. Acusado de participar en la conjura de Pisón fue finalmente obligado a suicidarse, igual que su tío Séneca, en el 65 d. de C, a la temprana edad de 26 años. Lucano fue un autor muy precoz y extraordinariamente prolífico; sólo conservamos completo un poema épico-histórico, la Farsalia, pero nos han llegado los títulos así como noticias diversas de otras catorce obras, entre las que figuran obras dramáticas, discursos, sátiras y poemas varios. 3.2.- La Farsalia. 3.2.1.- Composición y estructura del poema. La única obra de Lucano que se nos ha conservado es la Farsalia, poema épico-histórico en hexámetros que tiene como tema la guerra civil entre César y Pompeyo, representante del partido republicano. La obra se compone de diez libros, aunque parece ser que Lucano tenía pensado escribir doce. El poema está inconcluso y su redacción se vio interrumpida en el libro X por la muerte de su autor. Tampoco tenemos información sobre con qué acontecimiento histórico debía terminar, aunque la idea más extendida es que pretendía finalizar el poema con la muerte de César. De hecho la obra sólo llega hasta la guerra de Alejandría y todo lo demás pertenece al campo de las conjeturas. Generalmente se piensa que el poema fue compuesto en dos períodos distintos. Los tres primeros libros los escribiría Lucano antes de su enfrentamiento con Nerón, y tratan de los comienzos de la guerra civil de un modo relativamente favorable a César; en los siete libros restantes, publicados después de la muerte de su autor, predomina un intenso republicanismo. El poema de Lucano presenta varios problemas a la crítica; el primero de ellos es el de título del mismo. Parece ser que el titulo originario y el que aparece en los manuscritos más antiguos era Belli civilis libri y que el nombre de Farsalia, con el que se la designa habitualmente, se debe a una interpretación, al parecer errónea, del siguiente verso del poema: "Pharsalia nostra vivet" (nuestra Farsalia vivirá, Phars. 9,985). Problema también muy debatido es el género -historia, retórica o poesía-, al que se debe adscribir la Farsalia. Es éste un problema estrechamente vinculado al tema elegido por el poeta para su poema, uno de los aspectos en los que Lucano resulta profundamente innovador. La elección de un tema histórico reciente contradice abiertamente no ya el paradigma de poesía épica fijado por Homero y Virgilio, sino también los principios teóricos enunciados por Aristóteles acerca de la épica; según el filósofo griego en la epopeya era necesario narrar hechos universales, atemporales, que pudieran haber ocurrido, pero no hechos ocurridos realmente. Según esta concepción, el poema de Lucano no sería épica sino historia versificada; ésta es la opinión que expresa Petronio en el Satiricón y que sostienen la mayor parte de los partidarios del clasicismo. Por otra parte el tono declamatorio, sentencioso y retórico de la obra hace decir a Quintiliano sólo unos años más tarde que Lucano "debe ser imitado más por los oradores que por los poetas". Se puede considerar a Lucano un historiador épico y filosófico, que utiliza el tema histórico no como un pretexto sino como un vehículo de sus ideas y de su arte. Desde el comienzo del poema, Lucano rompe abiertamente con las convenciones que para el género épico

estaban fijadas desde Homero. En este sentido es significativo su renuncia a invocar a las Musas, a Apolo o a cualquier otra divinidad helénica. Niega así la necesidad de modelos griegos para un poema que él considera específicamente romano. Rompiendo de esta manera con la épica heroica, se vincula con una cierta épica italiana menos conocida que, a la manera de Nevio, extraía sus temas de la historia reciente de los pueblos de la península. A esta tradición italiana debe Lucano toda una serie de elementos fantásticos y maravillosos como sueños proféticos, escenas de migromancia, augurios y prodigios que pueblan la Farsalia. En general la obra es anticlásica. Las características especiales de la Farsalia que hacen de ella un poema épico revolucionario son las siguientes: a) El ya comentado cambio temático. El poema es exclusivamente histórico. Renuncia a, los elementos míticos tradicionales. La idea que domina el poema, muy cercana al pensamiento estoico, es que el propio pueblo romano ha conducido a Roma a su situación de decadencia con la corrupción y las discordias civiles. b) La ausencia de dioses y de aparato mitológico. Lucano destierra completamente a los dioses de su obra. Estos no tienen ninguna incidencia en el desarrollo de la acción. En el centro del poema está el hombre responsable único de sus actos. El "fatum" (destino) de los estoicos hereda parte de las funciones atribuidas a los dioses en la épica tradicional. c) Al no poder explicarse los acontecimientos por intervención divina, los hechos se explican de forma racional. Las causas de la guerra civil, por ejemplo, fueron minuciosamente analizadas. d) Por último, también rompe la tradición virgiliana el hecho de que la Farsalia no tenga un héroe unívoco. Hay tres figuras en la obra con entidad suficiente para ser considerados héroes: César, Pompeyo y Catón; pero Lucano no se inclina con claridad por ninguno de ellos, aunque parece que sus simpatías están del lado de Catón; hay autores que se inclinan por considerar que el héroe del poema es alguna de estas personificaciones abstractas como la Libertad o el Destino. En su conjunto es una obra más trágica que la Eneida, porque sus personajes, determinados por la Fatalidad, tienen poco campo de actuación; pero, al mismo tiempo, es menos humana, porque en ella hay poca ternura y piedad, cualidades que sí tenían una fuerte presencia en el poema virgiliano. 3.2.2.- El estilo de Lucano. Lucano es un representante de los gustos anticlásicos de la época neroniana y, tanto en el contenido como en la forma, intenta iniciar un nuevo camino para la épica, alejándose del modelo establecido por Virgilio y que nadie osaba cuestionar. Lucano inicia un camino verdaderamente revolucionario. El primer rasgo que destaca en su obra, como ya hemos comentado, es el uso y abuso del tono retórico, que se manifiesta con diversos procedimientos: amplificaciones, repetición de ideas, aliteraciones, quiasmos, etc. Utiliza con frecuencia descripciones coloristas y discursos artísticamente elaborados, así como sentencias y frases lapidarias que se han convertido en citas célebres. Era excesivamente enfático y colorista, pero poseía cualidades como poeta que se ponen de manifiesto cuando se olvida de la filosofía y logra moderar su tendencia a enfatizar; sus hexámetros se suceden entonces fluidos y armoniosos.

LIRICA ROMANA 1.- POESÍA LÍRICA 1.1.- Concepto de Poesía Lírica 1.1.1.- Antecedentes Griegos Caracteriza a la poesía lírica la polimetría, la musicalidad y la expresión de sentimientos personales muy variados, desde el más dulce amor hasta el odio más enconado. Se diferencia de la moderna sobre todo en los contenidos, formas y modos de comunicación: era fundamen-talmente pragmática y estaba íntimamente vinculada a la realidad social y política, a la acción concreta del individuo dentro de la sociedad. Por otra parte su contenido constante era el mito, que constituía el punto de referencia ejemplar, el alma y la vida de la poesía lírica (aunque a veces no pasase de constituir un tópico aparato literario), la cual no estaba destinada a ser leída, sino a ser recitada ante un público por un individuo aislado o un coro con el acompañamiento de algún instrumento musical. Y de ahí, fundamentalmente, que en el ámbito cultural griego, el vocablo "lírica" designase a la poesía cantada al son de la lira (o cualquier otro instrumento de cuerda similar). Se caracterizaba asimismo no sólo por la variedad de contenidos, sino también por la variedad en estructuras y formas métricas, siempre en composiciones breves. En cualquier caso la primera definición nos remonta a un concepto extralingüístico para pasar después a una fijación mayor en el contenido personal e intimista, dando lugar a la elegía, como luego comentaremos. 1.1.2.- Poesía Lírica en Roma La lírica latina comienza en Roma mucho más tarde que la épica o el teatro, concretamente a finales del siglo II a.C., en plena influencia helenística y cuando las circunstancias políticas y sociales habían abocado los ánimos de los ciudadanos cada vez más hacia la intimidad y la vida privada. Las convulsiones sociales que propiciaron la falta de ideales comunes que justificasen una épica nacional, hacen brotar una serie de composiciones breves y delicadas en las que se renuncia a todo lo que sea grandeza, volcándose en la intimidad de las pequeñas cosas. Las características de esta nueva poesía siguen siendo semejantes a las de la lírica griega (mitología, polimetría, etc.), pero la diferencia es que los romanos escribieron poca poesía lírica propiamente dicha y además fue un producto completamente literario no arraigado en la costumbre social, pensado para ser leído y no cantado. En este marco afloró en primer lugar el círculo de Lutacio Cátulo y sus célebres epigramas eróticos, a quien podemos considerar como precedente de los neotéricos, verdaderos artífices y abanderados de toda una renovación literaria y estética. 1.2.- Los Neotéricos Son llamados así un grupo de poetas (no una escuela), considerados como los

renovadores cultistas de la poesía latina del momento. Propugnaban el abandono de la épica en aras de unas pequeñas composiciones en las que predominaban la pureza estética, la propiedad en el lenguaje, la selección del vocabulario y la polimetría, buscando siempre la perfección métrica. Básicamente insisten en un nuevo tratamiento poético que gira en torno al culto a la forma perfecta y a la introducción de una nueva temática. La obra maestra que tenía que escribir el neotérico romano para graduarse de "doctus poeta" era un epilio. El epilio o pequeña epopeya es un excelente testimonio del gusto alejandrino, que odiaba la gran epopeya. El concepto de poema corto y gracioso es consustancial a la palabra epylion en toda la Antigüedad, cuyo ejemplo más representativo es el, por otra parte, poema más extenso de Catulo, Las bodas de Peleo y Tetis (64), en 408 hexámetros: -escenas coloristas del mundo mítico, -moralizadoras reflexiones finales, -añadidos en estrecha conexión interna y externa con el tema principal, -acentuación del elemento erótico, -arte descriptivo brillante, etc. Otros representantes del arte neotérico del epilio son los poemas Culex y Ciris, pertenecientes a la Appendix Vergiliana y, como toda ella, atribuidos a Virgilio. Ésta en concreto y el estilo en general de los poemas de esta "escuela" influyeron notablemente en obras capitales de la literatura posterior como las Metamorfosis de Ovidio. El término "neotéricos" fue acuñado por Cicerón (neotérico arrepentido y a quien irritaban especialmente) de una manera un tanto despectiva, y se generalizó en la Antigüedad tardía. La generación que los representa abarca desde la dictadura de Sila (82-79 a.C.) hasta el período comprendido entre las batallas de Farsalia y Accio (48-31 a.C.). La mayoría proceden de la Galia Transpadana; y en cuanto a sus concomitancias poco más podemos decir, salvo que están más unidos por los rechazos que por intereses o propósitos comunes. Así pues, rechazan a Ennio y se unen en un intento de imitar a los poetas alejandrinos (Calímaco, especialmente), que ejercerían una gran influencia en su forma de componer: vocablos, construcciones sintácticas, doble espondeo para terminar el hexámetro, introducción y pronunciación a la griega en el alfabeto latino de la "y" y la "z"...). Defienden el arte por el arte en un alarde de erudición y subliman las más nimias vivencias personales encuadrándolas en un preciosismo exagerado y en un ansia desmedida por la perfecta ejecución formal. Algunos de sus autores más cualificados son: -Helvio Cina, con su obra Zmyrna, que tardó nueve años en componer y supone una de las muestras más representativas del grupo. -Valerio Catón, autor de una de las producciones eróticas más celebradas: Lydia, así como su poema de técnica calimaquea, Dyctinna. -Licino Calvo, quien destaca en literatura epitalámica y erótica, especialmente por el poema elegíaco a su esposa muerta, Quintilia. -Cornificio, Furio Bibáculo, Terencio Varrón, etc... 1.2.- CATULO Máximo representante de los poetae novi o neotéricos, es el único autor del que se nos

han conservado todos sus poemas y uno de los poetas latinos más populares hoy día. En realidad su inclusión en el apartado de la poesía lírica se debe fundamentalmente a su calidad de líder de los neotéricos, pues propiamente líricas tiene escasas composiciones, entre las que podemos mencionar los poemas 11-17-30-34-51-61 y otros. Por otra parte todavía hoy se discute su pertenencia al movimiento elegíaco, aunque por una cuestión meramente formal. En cualquier caso, lírico o propiamente elegíaco, Catulo merece comentario aparte. Aunque parte de su atractivo radica en su versatilidad, se le recuerda ante todo como poeta amoroso y en esto influyó sobremanera en los grandes elegíacos que le sucedieron: Tibulo, Propercio y Ovidio; efectivamente, fue el primer poeta latino que describió el desarrollo de un proceso amoroso de una manera profundamente intensa. Cayo Valerio Catulo, nacido en Verona (84.54 a.C.), tuvo una vida breve, pero intensa, aunque sin acontecimientos extraordinarios. Era hijo de una familia provinciana, que aún sin grandes bienes de fortuna, pudo dotarle de una excelente educación y facilitarle un trato social elevado: políticos, aristócratas, intelectuales. Su padre se preciaba de la amistad con César, sentimiento que Catulo no compartía. Tuvo poca inclinación por los cargos oficiales y el comercio, y gustaba, por el contrario, del otium, de la vida social, del trato con los amigos, de las mujeres, del arte poético... El actual Corpus Catuliano que poseemos consta de 116 poemas y podemos vertebrarlo en tres partes claramente diferenciadas: * La primera parte, del poema 1 hasta el 60, comprende poemas líricos cortos, en metros y contenidos variados: Así encontramos incidentes de la vida diaria, expresiones de amistad, sátiras, críticas políticas, poemas de amor e, incluso, un himno a Diana y la traducción (51) de un célebre poema de Safo. * La segunda parte, del poema 61 hasta el 68, se caracteriza por una mayor extensión de las poesías e importancia del asunto: himnos nupciales, elegías epistolares, y hasta una breve epopeya con motivos mitológicos. Aquí Catulo se nos revela como el poeta doctus, de influencia alejandrina y carga erudita hasta el punto de versionar dos poemas de Calímaco. * La tercera parte, del poema 69 hasta el 116, es parecida en cuanto al contenido a la tercera parte, pero se caracteriza por su forma métrica común, el dístico elegíaco, y además porque expresa los sentimientos del poeta de una forma más tradicionalmente romana. Catulo escribió, pues, básicamente dos modos de poesía: *poemas yámbicos o mélicos (de corta extensión) y epigramas en dísticos elegíacos, que en su mayoría reflejan sentimientos personales o impresiones vividas y *poemas total o predominantemente narrativos, en los que o no se alude en absoluto a su persona o sólo para dar pretexto a una extensa digresión, donde el preciosismo y la precisión técnico-poética dominan absolutamente. En suma, Catulo se nos presenta como la figura más destacada entre los poetas jóvenes de

su época, que buscaban la inspiración no en sus antepasados romanos sino en los griegos, tanto en los poetas cultos y esmerados de la época helenística, como en los poetas líricos más directos de siglos precedentes, como Safo. En él se resumen todas las características de los neotéricos en cuanto a temática: -poesía erótica -descripciones de la naturaleza -pasquín político -sátira privada -epitalamios de influencia mitológica... Y de la misma manera se observa en conjunto la influencia de los líricos griegos: -preocupación por la consecución de formas perfectas -selección del vocabulario -introducción de nuevos metros y temas -sentimentalismo -plasmación de vivencias personales. Para terminar haremos alusión a las dos circunstancias vitales determinantes que marcaron su vida y su obra: *la infidelidad de Lesbia *la muerte de su hermano. En la vida del poeta se mezclan momentos de felicidad, demasiado breves, con momentos de abatimiento y autodestrucción. La pasión desencantada junto con el angustioso drama de la muerte de su hermano le hacen llegar a una revelación íntima que llena de luz su alma, indecisa entre el odio y el amor: llega la hora amarga de la resignación. Observamos un sólida entereza, insospechada en alguien que creció en medio de un mundo galante, de disipación y amores livianos. La angustia catuliana, el dolor que apenas encuentra alivio, son el testamento profundamente humano del primer elegíaco que intentó sobrellevar la carga de un amor burlado, de una vivencia asumida en su integridad y que, gracias a ello, pudo proporcionarle una visión trascendental y serena a su existencia. A través de los breves retratos de su pasión observamos un tesoro de expresiones y motivos populares y de la tradición poética. Su lengua surge del habla familiar y nos sumerge de lleno en la sociedad romana de la época. Fue, en suma, uno de los fundadores de la escuela "modernista" de la poesía latina, el primer lírico de esta literatura y un autor cuya obra reúne todas las cualidades técnicas y emotivas necesarias para llegar al equilibrio deseado. Ello la ha convertido en uno de los "corpus" más armónicos y atractivos de cualquier autor lírico latino. 1.3.- HORACIO Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) nació en Venusia (Apulia), hijo de un liberto que ejercía el cargo de recaudador de impuestos en las subastas. Con gran sacrificio de su familia, recibió una esmerada educación en Roma y más tarde en Grecia, entusiasmándose con la filosofía epicúrea. Se enroló en el ejército de Bruto y combatió en Filipos con el grado de tribuno militar. Tras la derrota volvió a Roma y compró un puesto de amanuense de los cuestores para poder vivir. Allí empieza a escribir con amargura sus Épodos y Sátiras, trabando amistad con Virgilio, quien lo presentó a Mecenas, al cual le unió una profunda amistad durante

toda su vida. No se casó nunca. Se dedicó por completo a su actividad literaria, permitiéndose incluso rechazar el cargo de secretario particular del "princeps", que el propio Augusto le había ofrecido. 1.3.1.- Obra Lírica No estudiaremos la obra completa de Horacio, por pertenecer parte de ella a otros géneros literarios tratados en diferentes temas. Así pues, baste con mencionar las Sátiras o Sermones y las Epístolas, para pasar al estudio detallado del resto de su producción poética. No en balde él mismo afirmó que no todo lo que había escrito en verso era poesía. 1.3.1.1.- Épodos Llamados por Horacio Iambi, fueron escritos en el intermedio de las batallas de Filipos (42 a.C.) y Accio (31 a.C.), es decir, contemporáneos de los Sermones e inmediatamente anteriores a las Odas. Están a media distancia entre la poesía satírica y lírica y con ellos Horacio aspiró a convertirse en el Arquíloco romano. Efectivamente, adopta la estrofa yámbica, mezclándola con otros ritmos y fijando desde aquí las reglas de la métrica latina. Reúne aquí 17 poemas cortos, de tono violento y agresivo sobre temas muy diversos: junto a las deprecaciones contra las guerras civiles, aparecen las invectivas contra personas de la vida pública o privada, contra sus enemigos literarios o contra mujeres perversas... No obstante, también hay un poema de tema bucólico, el conocidísimo Beatus Ille, en el que canta la vida del campo frente a las complicaciones de la vida urbana. 1.3.1.2.- Odas (CARMINA) Escritas entre el 30 y el 20 a.C., se trata de composiciones líricas agrupadas en cuatro libros, con las que intenta crear una poesía lírica que rivalice con la griega; naturalmente utiliza temas y metros líricos griegos, estrofas eólicas sobre todo. En los primeros libros de Odas, Horacio apoya las intenciones morales y religiosas de Augusto, incluyendo una temática muy variada: *Temas político-nacionales, centrados en el valor educativo de la guerra y en la predicación de la vida serena y la aurea mediocritas, como medio de freno para las ambiciones y ansia de novedades provocadas por la guerra civil. Igualmente habla del sometimiento de los pueblos bárbaros para garantizar la paz de Roma y dedica también poemas de alabanza a Augusto. Tanto gustaron al "princeps" estos cantos, entre los que se encuentran las llamadas Odas Nacionales, que pidió a Horacio que compusiera un himno para los Juegos Seculares del 17 a.C. (destinados a conmemorar la paz definitiva en Oriente, tras el sometimiento de los Parthos), al que se denominó Carmen Saeculare. * Temas religiosos, donde Horacio usa a los dioses como un mero artificio literario. * Temas de ética y moral, donde se pueden incluir también alguno de tipo erótico y otros de tipo profano (la alegría de los banquetes, la tranquilidad de la vida del campo, amores propios y ajenos...), pero donde fundamentalmente se deja ver la influencia de la filosofía epicúrea que Horacio profesaba, en clara contradicción con su carácter típicamente

romano: se ha de vivir el presente, disfrutando de la vida ("carpe diem"), pero de una manera sensata, con calma y tranquilidad, evitando el ansia de riqueza y las esperanzas infundadas, que fueron, según él, las causantes de la crisis romana. En el fondo Horacio entiende el deber por encima de los placeres del alma. Por otro lado, en el libro IV de las Odas Horacio se nos presenta de forma diferente a los anteriores: es un libro más personal e íntimo, como el apogeo del hombre, ya anciano, que ve pasar su vida y agudiza sus sentimientos; ante la tristeza de la muerte busca la inmortalidad que puede conferirle la poesía y, como tal instrumento de recuerdo, la alaba. Aquí desaparece el anonimato y se confiesa abiertamente sin seudónimos. En realidad toda la lírica de Horacio, en sus aspectos más elevados, no es otra cosa que una meditación en torno a la muerte: ésta es el hilo conductor de su mundo. Pero su pesimismo no es absoluto, como lo demuestra su evolución fatigosa desde el epicureísmo al estoicismo, manifestada en su producción lírica donde supo aunar los aspectos ambiguos de la vida humana. Por otra parte, la posición señera de Horacio como uno de los mayores poetas latinos se basa en la perfección formal que muestra su poesía y en la profundidad y detalle de su propio retrato: aparece como uno de los hombres más agradables, urbanos, graciosos, tolerantes, observadores, amantes de las cosas buenas de la vida y de su país que podamos imaginar. Precisamente esta capacidad de observación lo aleja definitivamente, en un tema tan común en la lírica como el amoroso, de Catulo y, sobre todo, de los elegíacos Tibulo y Propercio. En Horacio las pasiones son contempladas con un espíritu de observación casi objetivo como si el autor no estuviera implicado en ellas: ante la belleza de Cloe, no ejercita el sentimiento, sino la fantasía. Muestras fundamentales de su producción lírica y reflejo de sus preocupaciones vitales permanentes son las siguientes Odas: "Tu ne quaesieris, scire nefas..." (I,11) "Rectius vivis, Licini,... (II,10) "exegi monumentum aere perennius..." (III,30) "Diffugere nives, redeunt iam gramina campis..." (IV, 7) 1.3.2.- Cuestiones estilísticas y Pervivencia El mismo Horacio manifiesta sus gustos literarios en la Epistula ad Pisones, verdadero tratado de preceptiva literaria, denominado también Ars Poética. Pueden resumirse en las siguientes características: -Plasticidad: consiste esta cualidad en dar forma, relieve y límites a lo que se está escribiendo. Horacio es insuperable en la descripción tanto de motivos de la naturaleza, como de sus ideas y sentimientos, personificándolos si es necesario por medio de divinidades alegóricas: intenta llegar al entendimiento a través de los sentidos. -Sentido del equilibrio: intenta llevar a la literatura la idea epicúrea de la moderación que cultivó durante toda su vida. Insiste en la importancia del orden y combinación de las palabras como principio fundamental del lenguaje poético. La "callida iunctura", como definición del estilo de Horacio, se ha convertido en frase proverbial: la acertada e

inteligente combinación del acervo lingüístico cotidiano para lograr un efecto nuevo. -Sentido de la perfección: es la cualidad más acusada y característica, aunque pueda hacerle perder a veces sentimiento y espontaneidad. Horacio utiliza en todo momento la palabra o construcción exacta, trabaja una y otra vez los versos hasta dejarlos perfectos; la estructura de sus composiciones es armónica y rigurosa, todo en consonancia con la alta misión social que el poeta se atribuye, de ser educador e intérprete de los sentimientos de la sociedad. Para terminar podemos decir que los temas y formas usados por Horacio no constituyen una innovación en sí dentro de la lírica romana, pues ya se tenía el precedente de Catulo. Pero lo que sí supone una aportación original es su estilo dialéctico en que la tradición romana arcaica se sintetiza con las nuevas tendencias alejandrinas de su época, apoyándose en los líricos griegos antiguos y recreándolos, frente a los "Poetae Novi" que siguieron los modelos helenísticos. Horacio supera todo lo anterior partiendo de unos elementos conocidos. Tuvo un grupo de sucesores que imitaron sus formas líricas, aunque luego en la Edad Media sus Odas no fueron leídas. En el Renacimiento cobraron de nuevo una gran aceptación, así como en el siglo XVIII, cuando la filosofía de moderación preconizada por Horacio asumió un papel preponderante. 2.- La obra elegíaca de OVIDIO 2.1.- Datos biográficos y Perfil humano La terrible atracción que Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) sentía hacia la poesía, queda patente por su propia mano: "Et quod temptabam scribere, versus erat". Espíritu libre y personaje económicamente independiente, nunca quiso sentirse vinculado a nadie, por lo que evitó su adscripción a círculo literario, sistema filosófico o programa educativo alguno. El tremendo golpe de infortunio en su vida del año 8 d.C., el destierro a Tomis, su gran tragedia, significó paradójicamente su consagración como poeta elegíaco. No entraremos a comentar los motivos del destierro, salvo insistir que éste le llegó en uno de los momentos de su vida más dichosos y centrados en Roma, con un matrimonio feliz, como poeta célebre y en medio de un círculo de amigos con quienes congeniaba. Desde luego, la impresión que el castigo produjo en el poeta, que entonces contaba con 51 años, fue espantosa. De hecho, de los tres grandes autores romanos que tuvieron que asumir el exilio (Cicerón, Séneca y Ovidio) es Ovidio el que con más dureza y persistencia fue afectado. Una vez en Tomis hizo todo lo posible por conseguir el perdón y regresar a Roma, pero todo fue inútil, incluso tras la muerte de Augusto. Sólo su amor a la poesía le libró de la desesperación total; murió en el destierro. 2.2.- Desarrollo y características de su poesía Hombre de extraordinaria facilidad para versificar, no muestra demasiados requisitos por cuestiones profundas, lo cual le ha valido la acusación de dejarse dominar por su talento, en vez de dominar a éste. Efectivamente, no se detiene lo suficiente a seleccionar lo que creaba con tanta naturalidad y cae a veces en repeticiones y lugares comunes; con todo, su poesía es de una perfección formal pocas veces igualada y superior sin duda al

contenido. La obra de Ovidio es rica en formas y facetas, pero toda ella está centrada sobre un tema único: Eros es el dios a quien este poeta rinde culto, por supuesto de una manera muy especial. A pesar de que el tema que nos ocupa es el Ovidio elegíaco, realizaremos un resumen del conjunto de su producción: *poemas eróticos de juventud: -Elegíacos: Amores y Heroidas. -Didácticos: Ars Amatoria, Remedia amoris y De medicamine faciei femineae. *obras maestras: -Fasti (incompleta): relación de fiestas, costumbres y leyendas del calendario romano. Estaba dedicada a Augusto y escrita en seis libros en dísticos elegíacos. -Metamorfosis: es el gran poema épico, plagado de narraciones mitológicas y escrito en hexámetros. *poemas desde el exilio, fundamentalmente elegíacos: -Poemas didácticos: Halieutica y Phaenomena. -Poemas injurioso en dísticos elegíacos: Ibis. -Elegías: Tristia, Epistulae ex Ponto. Pasando ya a la producción propiamente elegíaca podemos destacar variados aspectos en cada una de sus obras: *Amores: se trata de un conjunto de elegías de tema amoroso, dedicadas muchas de ellas a una tal Corina. Él mismo afirma haber trastocado su primera intención de escribir un poema épico, cambiándolo por una elegía amorosa, tras ser herido por los dardos de Cupido: y no debe andar muy lejos de la verdad, pues en la composición se observa cierto convencionalismo y rasgos de erudición. Destaca esta obra por la precisa presentación de un sentimiento, de una sensación, dentro de un marco escasamente delimitado. Ovidio es insaciable en el amor, tanto en gozarlo como en cantarlo, pues es el impulso que hace latir con más fuerza el corazón del hombre, apareciendo con más claridad su naturaleza. * Heroidas: son las cartas apasionadas o epístolas poéticas que Ovidio atribuye a heroínas míticas dirigidas a sus maridos o amantes: Penélope a Ulises, Dido a Eneas, etc. El apasionamiento del ardor solitario se derrama en estas escenas representando situaciones modelo: se suceden alternativamente el anhelo y los celos, la tristeza y la ira, los recuerdos y esperanzas, las quejas y acusaciones... hasta formar una galería dramática que en sucesivos contrastes entre sus protagonistas sondea, complementándose unos a otros, la diversidad de emociones y conmociones humanas. * Tristia: se trata de doce libros con casi cien poemas, que estuvieron terminados alrededor del año 12 d.C. Aquí no nombra a los destinatarios de estas cartas poéticas personales, según él mismo afirma, para no comprometerlos. A pesar de que muchos poemas empalman con la gran tradición elegíaca (p.e. la estremecedora despedida de Roma), la mayoría fatigan por su tono quejumbroso y deprimen por la autohumillación en su desdicha. Especial interés tiene el dedicado a su autobiografía (4, 10), que como sello poético debía cerrar la colección. * Epistulae ex Ponto: son cuatro libros de cartas en dísticos elegíacos y dirigidas a su mujer y a influyentes amigos, pidiendo insistentemente que intercedan por él para que le

sea levantado el exilio. El lector moderno se siente cansado por su monótona actitud de queja, que por otra parte no nos debe extrañar, tratándose de un poeta marcado por el sello de la elegancia de Roma.

SATIRA y EPIGRAMA SÁTIRA 1.- Características del género El término "satura" designa un género literario que, si bien recibe influencias del drama griego y de las diatribas de los filósofos cínicos, se desarrolla por primera vez en Roma como tal género con características bien definidas; por este motivo Quintiliano se jactaba de que "la sátira al menos es un logro totalmente romano". El origen del término "satura" es oscuro: ya en la Antigüedad se proponían diversos orígenes para el mismo, sin que existan razones de peso para proponer unos por encima de los otros. La historia del desarrollo de la sátira como género literario es larga, pudiéndose rastrear hasta cuatro tipos de composiciones de carácter satírico. En primer lugar el historiador tito Livio, al hablar de los comienzos del teatro en Roma, nos informa de una "satura dramática" en las que se mezclaban cantos, música y mimo. Las informaciones sobre este tipo de representaciones son prácticamente nulas y, desde luego, no parece que hayan ejercido ninguna influencia en el desarrollo de la sátira como género independiente. Un segundo grupo de escritos satíricos lo forman composiciones de carácter burlesco y moralizador, pero en las que no se incluían, al parecer, ni invectivas ni ataques personales. Algunas obras del polifacético poeta Ennio (239-169 a. C.) fueron de este tipo. Publicó al menos cuatro libros (algunos autores hablan de seis), de poemas cuyas característica fundamental era la mezcla de elementos diversos tanto desde el punto de vista de la forma como del contenido: no sólo estaban escritas en diversos metros, incluyendo fragmentos en prosa, sino que su contenido oscilaba entre la fábula, el episodio autobiográfico y algunos poemas típicamente satíricos con críticas de costumbres de su época. El tercer tipo de sátira es precisamente el que define el género: composiciones sobre diversos temas pero en las que se incluye una crítica mordaz desde un punto de vista muy personal de personas concretas y de la sociedad en general. Lucilio es el creador del género; Horacio, Persio y Juvenal son sus máximos representantes. Por último desde época muy temprana se desarrollaron composiciones satíricas que seguían el modelo de Menipo y que por ese motivo se titularon sátiras menipeas. Eran composiciones en las que se repartían desigualmente prosa y verso con una intencionalidad más didáctica que crítica. Varrón fue el primero en escribir este tipo de composiciones .La Apocolocyntosis de Séneca y el Satiricón de Petronio también se incluyen en este apartado. 2.- LUCILIO: el creador del género Horacio fue el primero en otorgar a Lucilio de Suessa Aurunca el privilegio de ser el creador de la sátira como género literario autónomo. No existe ninguna "vita" que nos aporte datos fidedignos sobre su vida, aunque, al ser la sátira un género muy personal, podemos obtener alguna información de los fragmentos que nos han llegado de sus

Saturae. Sabemos que nació en Suessa Aurunca, localidad de la Campania, hacia el 180 a. de C. y que estuvo muy vinculado con el círculo de los Escipiones, sirviendo en la caballería en Hispania a las órdenes de Escipión. De familia acaudalada, escribió en provecho y en defensa del grupo de aristócratas reunidos en torno a los Escipiones y que propugnaban reformas moderadas en el terreno social y político. Murió a edad avanzada en Nápoles entre el 102 y el 101 a. C. Comenzó a escribir en su madurez, al regreso de la campaña de Hispania. Escribió 30 libros de los que sólo nos han llegado 1.375 versos. En los primeros libros utilizó una gran variedad de metros pero posteriormente utilizó solamente el hexámetro, que desde entonces es propio de la poesía satírica. Mantuvo sin embargo siempre una gran variedad temática: ataques contra personajes corruptos y contra los vicios imperantes en la sociedad de su tiempo, testimonios autobiográficos, críticas literarias y filosóficas, etc. Lo más característico de Lucilio es que, por encima de la diversidad temática se impone siempre la crítica y los ataques mordaces, de carácter personal, lo que confiere a la "satura" esa nota distintiva que ha llegado hasta nuestros días. Lucilio escribe en el lenguaje normal de la calle (sermo cotidianus), alejándose de la selección de vocablos típicas del lenguaje poético y marcando de esta forma diferencias con la poesía épica. Los términos groseros e incluso obscenos son propios del género y Lucilio los utiliza con normalidad. Pero su estilo es poco cuidado y Horacio le criticaba su abandono a la inspiración fácil y su falta de autocrítica que le llevaban a expresar sus ideas de forma tosca y con descuido; de cualquier forma, sus defectos literarios no fueron un obstáculo para que, trazando un cuadro vivo y crítico de la sociedad de su tiempo, estableciera de forma clara los rasgos fundamentales de un género típicamente romano. 3.- HORACIO: Sermones y Epistulae Si Lucilio es considerado como el fundador del género satírico, a Horacio, su continuador como él mismo se proclama, le cabe el mérito de haberlo llevado a la perfección formal. Las diferencias entre Lucilio y Horacio son notables tanto en los aspectos de contenido como en los formales. Las sátiras de Horacio carecen de la fuerza y de la dureza crítica de Lucilio; las circunstancias políticas de la época de Horacio no permitían, a pesar de que el poeta pertenecía al círculo de amigos de Augusto, llevar la crítica y los ataques personales a los extremos a que se habían llevado en los primeros siglos de la República. Por este motivo no encontramos en Horacio referencias críticas sino a personas difícilmente identificables. El poeta dedica pues sus esfuerzos a perfeccionar los aspectos formales del género, única cosa que encuentra criticable en su antecesor. Se incluye así en esa tendencia propia de la poesía de la época de Augusto que, aún reconociéndose heredera de los poetas arcaicos, retoman sus metros y temas para darles su definitiva forma clásica. Con Horacio la poesía satírica en hexámetros alcanzó un alto nivel de refinamiento artístico que se aleja de la rudeza de Lucilio. En realidad Horacio no tituló ninguna de sus obras Saturae, pero la tradición manuscrita nos ha transmitido como obras satíricas del poeta dos libros con el titulo de Sermones y otros dos bajo el epígrafe de Epistulae, ambos en hexámetros, como es ya propio de la sátira desde Lucilio.

La vida de Horacio ocupa toda la segunda mitad del siglo I a. de C. (65-8) y su obra satírica ocupa el comienzo y el final de su labor poética, debiendo situarse entre ambas su producción lírica. Este hecho explica que podamos dividir la obra satírica de Horacio en dos grupos con características propias: por un lado estarán las composiciones escritas entre el año 45 y el 30 y por otro las producidas entre el 23 y el 13 a.C. En el primer grupo tenemos que situar los Sermones, escritos en el período anterior al gobierno de Augusto y en los que se percibe una mayor dureza en el tono de lo que será habitual en las obras posteriores. En el libro primero Horacio realiza una crítica moral y literaria y en alguna de ellas introduce elementos autobiográficos; los temas son variados: la alabanza del justo medio (est modus in rebus), la crítica de la rigidez y la intransigencia de los estoicos hecha desde una perspectiva epicúrea y, junto a estos temas filosóficos, otros como relatos de viajes (recogiendo una tema ya tratado por Lucilio). En el libro segundo el poeta escoge la forma de discusión libre (diatriba) entre interlocutores anónimos que habían popularizado algunos filósofos griegos, en especial los cínicos; la sátira se transforma así en una "charla" (sermo) animada que permite tratar con distintos puntos de vista diversos temas: fábulas, confidencias, teoría literaria, reflexiones personales y filosóficas, etc. Todas sus composiciones satíricas, a las que el poeta seguía llamando Sermones, a partir del año l30-29 tienen forma de cartas en verso por lo que se nos han transmitido como Epistulae. Este segundo grupo de sátiras recogidas en dos libros es una obra de madurez y en ellas predomina sobre todo el tono didáctico. Dentro de esta obra tienen un interés muy especial tres cartas extensas en las que Horacio hace una crítica estética de la evolución de la literatura romana; dos de ellas nos han llegado formando parte del libro segundo, mientras que la tercera se considera una obra especial titulada De Arte Poetica. En la primera de estas cartas, dirigida a Augusto, trata el poeta de las relaciones entre la literatura griega y la romana; la segunda está dirigida a Floro, al que con un tono muy personal desaconseja que se dedique a la poesía; por último, la titulada De Arte Poetica, dirigida a los Pisones, es un análisis extenso y técnico del arte literario. Tanto en los Sermones como en las Epistulae el objetivo de Horacio era llevar a la mayor perfección formal la sátira y consolidad sus posibilidades artísticas. El lenguaje, la selección de palabras, el tono que puede ser culto o popular según el tema tratado, resultan ser instrumentos perfectos para la consecución de ese objetivo. 4.- La sátira de la época de Nerón: PERSIO Se ha comentado ya que las circunstancias políticas que se imponen en Roma con la llegada del principado destierran de la sátira el ataque personal y la crítica mordaz: así se ha comentado a propósito de Horacio. A lo largo del siglo I d. C. el ambiente de reprensión y de desconfianza se acentúa y la sátira se va volviendo cada vez más abstracta y retórica, perdiendo contacto con la realidad cotidiana. A esta época pertenece la obra de Persio. Aulo Persio Flaco era de origen etrusco; nació en Volterra en el año 34, en el seno de una familia de orden ecuestre. Huérfano de padre a muy temprana edad, marchó a Roma

donde recibió una esmerada educación. Murió prematuramente en el año 62, cuando sólo contaba 28 años. Sus seis sátiras fueron publicadas después de su muerte por el lírico Cesio Baso, a quien Persio había dirigido la última de ellas. Fue discípulo del filósofo estoico Anneo Cornuto y la influencia de éste sobre el poeta es enorme tanto en su obra como en su vida. Aunque no participó en la vida política, se movió en los ambientes de la oposición estoica al gobierno del emperador Nerón. Persio tomó la inspiración y los temas de la filosofía estoica, a cuyo servicio puso su poesía. En todo momento, incluso cuando habla de teoría literaria, se sitúa en una posición moralizadora y convierte su obra en una exposición de la rígida moral del estoicismo de la época de Nerón. Su obra no es muy extensa, no sólo a causa de su temprana muerte sino muy especialmente porque no era poeta de inspiración fácil: escribía, según afirma su biógrafo con poca continuidad y lentamente (scriptitavit raro lentoque). Escribió en total seis sátiras. La primera trata de los problemas generales de la poesía y expone su posición al respecto. En las restantes se desarrollan los temas particularmente queridos para los estoicos: el verdadero espíritu de la religión, la educación, la libertad y el desprecio de la riqueza. Persio es un poeta de una gran obscuridad. Persigue el lenguaje coloquial, pero se deja llevar por la corriente imperante de su época de utilizar recursos expresivos tomados de la retórica. Su obra es una mezcla de discursos, monólogos, interrogaciones retóricas y antítesis. Por todo ello su lengua es poco clásica, difícil, llena de metáforas desconcertantes y de palabras obscuras. Fue muy valorado en la Antigüedad y durante la Edad Media, muy probablemente por el contenido moralizante de su obra pero en la época actual ha sufrido, frente a los otros poetas satíricos romanos, una creciente desvalorización. 5.- El último gran poeta satírico: JUVENAL Es característico del género satírico su carácter fuertemente personal, que hace que la vida del autor se transparente en su obra y que sean frecuentes las alusiones autobiográficas; así lo hemos visto en Lucilio, en Horacio y en Persio. Sin embargo ésta es la primera diferencia entre Décimo Junio Juvenal y sus predecesores: Juvenal en sus sátiras no nos cuenta gran cosa sobre sí mismo; sí nos informa su obra sobre sus sentimientos ante la sociedad de su tiempo y, en definitiva, sobre su talante interior, pero no hay apenas alusiones a su vida personal. Se sabe que nació en Aquino, ciudad del Lacio meridional, hacia el año 60 y que murió a edad avanzada con posterioridad al 127. Parece ser que era hijo de un liberto adinerado y que vivió la vida difícil de los clientes que recoge él mismo en sus sátiras. De los escasos datos que tenemos parece desprenderse que hizo carrera militar y recibió una sólida formación retórica. La juventud y parte de la madurez y de Juvenal transcurre durante el funesto reinado de Domiciano, prototipo de tirano que estableció un auténtico régimen de terror y que marcó definitivamente al poeta. En el año 96 muere Domiciano y se inicia con Nerva y sus

sucesores una época de restauración política, social y moral; es éste el momento que Juvenal, ya de mediana edad, elige para comenzar a publicar sus 16 sátiras en cinco libros ordenados por el mismo autor. En la sátira inicial del libro I que, como ocurre en sus predecesores, tiene carácter programático, expone su deseo de escribir sátiras a la manera de Lucilio, realizando una agria crítica de la sociedad de su tiempo. Sin embargo el poeta declara en esa misma sátira que sólo hablará de personas ya muertas, de manera que dirige su indignación tantas veces sofocada contra la época de Domiciano. La sátira IV es particularmente ilustrativa de cuáles son los motivos y las intenciones del poeta: desahogarse del horror experimentado en el inmediato pasado y resarcirse del obligado silencio. La crítica alcanza tanto al emperador, al que se censura su arbitrariedad y su crueldad, como a la clase senatorial, inclinada a la adulación y a la delación. Sin embargo esta crítica se hace extensiva al presente porque los defectos de la sociedad se perpetuaban y se hacían difíciles de eliminar. La actividad literaria de Juvenal duró aproximadamente unos treinta años y, como es natural, se observan diferencias en el contenido entre las primeras composiciones y las últimas; con el paso del tiempo disminuye la virulencia de los ataques y aborda cuestiones morales y narraciones de menor carga satírica. En el campo de la lengua y el estilo, Juvenal aporta a la sátira toda su formación y su experiencia de retórico. Destaca sobre todo en las descripciones rápidas y concisas, sacadas de la observación de la realidad. Su utilización de la lengua es admirable por su fuerza y por su poder evocador. Juvenal es, al mismo tiempo que uno de los máximos representantes de la sátira romana, el punto y final de este género, el más típicamente romano. EPIGRAMA 1.- Características del género Etimológicamente el término epigrama se usa para referirse a las composiciones destinadas a ser grabadas en piedra. Así pues los primeros epigramas fueron composiciones breves pensadas para su inscripción con carácter votivo o funerario. Este tipo de epigrama arcaico está perfectamente documentado en Roma, pudiendo adscribirse a este tipo de poesía los primitivos "elogia" (composiciones laudatorias en honor de difuntos) todavía en versos saturnios. El epigrama literario, difundido extraordinariamente en época helenística, tiene su origen en estas inscripciones y de ellas toman gran parte de las características del género: brevedad, concisión, ingenio y vivacidad expresiva. El epigrama literario, concebido para ser leído o recitado, extiende su temática y pasa a expresar la más variada gama de sentimientos; encontramos epigramas eróticos, satíricos, costumbristas, festivos y, por supuesto, fúnebres. En Roma los primeros epigramas literarios datan de finales del siglo II a. C. y, siguiendo la moda alejandrina, describen en dísticos elegíacos sentimientos amorosos. En la segunda mitad del siglo I a. C. encontramos dentro de la variada obra de C. Valerio

Catulo una importante serie de epigramas en los que narra los vaivenes de su relación con Lesbia así como puyas y críticas a competidores y enemigos. Igualmente en la Appendix Vergiliana, obra al gusto neotérico y que se piensa que fue escrita por Virgilio en su juventud, figuran una serie de epigramas recogidos con el nombre de Catalepton ("composiciones ligeras"). 2.- MARCIAL Sin embargo el epigrama como forma literario alcanzó su configuración definitiva con Marco Valerio Marcial (aprox. 40 d. C- 103/104); él es el único escritor que adopta el epigrama como forma exclusiva para expresar sus ideas y sentimientos, dando a esta composición el carácter que actualmente tiene. Nació Marcial en Bílbilis, una pequeña población situada en la Hispania Tarraconense. En el 64 marchó a Roma donde, falto de medios económicos, tuvo que adaptarse a la vida de "cliente" sometido a la protección de patronos. La mayor parte de su vida transcurre en Roma, pues ya no regresaría a Bilbilis hasta el 98, sólo unos años antes de su muerte, cuya fecha exacta no se conoce; el único dato que nos permite realizar alguna suposición en torno a la muerte de Marcial es que Plinio el Joven hace alusión a la misma en una carta fechada en el 104. Sin embargo, a pesar de su prolongada ausencia, la vinculación del poeta con su tierra española es uno de sus rasgos definitorios; su poesía deja entrever un amor obstinado por su tierra, sus paisajes y, muy especialmente, por el tipo de vida que allí se puede vivir. Marcial escribía poesía para ganarse la vida; sus primeros epigramas fueron obras de ocasión. La primera colección figura como un libro aparte y se titula Liber spectaculorum; fue compuesto para celebrar la inauguración del Coliseo (anfiteatro Flavio) por el emperador Tito y describía los espectáculos que allí se sucedieron. De esta obra conservamos treinta y tres poemas interesantes por la información que proporcionan sobre este tipo de espectáculos. Al Liber spectaculorum siguieron dos nuevas obras ocasionales: Xenia y Apophoreta; eran pequeños poemas dedicados a acompañar los regalos que se intercambiaban con motivos de las Saturnales. Los Xenia y Apophoreta aparecen recogidos como los libros 13 y 14 de los epigramas. A partir del año 86 comienza a publicar su obra más importante: alrededor de 1.500 epigramas agrupados en doce libros y basados en la observación burlona de la vida. Suelen ser composiciones breves, en la que se expresa con concisión y acierto una idea. El metro más utilizado es el dístico elegíaco, aunque utiliza también con frecuencia el coliambo y el endecasílabo. En algunos de los libros coloca como introducción un prefacio en prosa en el que se defiende de las críticas. La poesía de Marcial no se explica sin la ciudad de Roma; por todas partes se muestra en sus epigramas con gran realismo los distintos tipos humanos que se movían por la corrompida sociedad romana de la época de los Flavios: cazadores de fortuna, delatores, glotones, etc... No faltan tampoco las alusiones personales y así se reflejan en su obra las dificultades de su vida de cliente, sus quejas por la tacañería de los patronos e incluso su demanda de regalos y préstamos. Las composiciones dedicadas al emperador Domiciano son abiertamente aduladoras, sin que parezca que esto le resultara humillante:

consideraba la adulación un medio para sobrevivir, y lo cierto es que gracias a ella consiguió de Tito y Domiciano ciertos honores y compensaciones. Como obra literaria los epigramas de Marcial responden a una postura de reacción contra los usos y modos literarios imperantes en su tiempo. Era ésta una época en la que predominaba un gusto clasicista que llenaba las obras de adornos mitológicos y retóricos, imponiéndose las declamaciones y descripciones de carácter épico. En el uso de la lengua se rechazaban las expresiones vulgares, el "llamar a las cosas por su nombre", el detenerse en asuntos desagradables sórdidos u obscenos. A todo esto opone Marcial su obra. En primer lugar, frente a las grandes composiciones narrativas él se inclina por el epigrama, la forma más humilde de poesía; en segundo lugar reclama su derecho a expresarse con "la cruda verdad de las palabras" (lasciva verborum veritas). Consigue de esta forma una claridad de expresión difícilmente imitable y la sencillez de sus versos, a pesar de estar hechos con gran cuidado, da impresión de improvisación. La intención de Marcial es simplemente representar la vida de la sociedad de su tiempo, sin falsos pudores y sin tapujos, quizá por ese motivo en ocasiones resulta excesivamente obsceno. Su actitud es más de cansancio y hastío que de indignación ante los vicios y defectos de la sociedad; busca provocar más la risa o la burla que la reprobación. La actitud de Marcial está lejos de la propugnada por los poetas satíricos porque no tiene intención moralizadora, no intenta provocar un cambio de actitud sino simplemente observar la realidad desde su aspecto más risible y jocoso. Además, y este es otro rasgo que lo separa de los poetas satíricos, nunca utiliza la invectiva o el ataque personal; las personas a las que se refieren sus epigramas son en la mayor parte de los casos imaginarias. Este deseo de no realizar ataques personales lo expuso con un verso que, libremente traducido, resume ese dicho popular que reza así: "se dice el pecado, pero no el pecador" (parcere personis, dicere de vitiis). Su servilismo al dirigirse a los emperadores, la libertad en el uso de la lengua y la obscenidad de que son frecuencia hace gala motiva que su valoración haya variado según las épocas. En su tiempo tenía gran aceptación por el pueblo, mientras despertaba críticas airadas entre los poetas que respetaban las tendencias de la poesía clasicista. Lo cierto es que con su forma directa de escribir, con su ingenio y vivacidad dio al término epigrama las características con las que ha pasado a la literatura actual

NOVELA ROMANA LA NOVELA EN ROMA 1.- CONCEPTO Y DELIMITACIÓN DEL GÉNERO El problema fundamental que nos encontramos al tratar la Novela en la Antigüedad clásica es el de su indefinición. Los griegos habían fijado un nombre y unas características para cada género literario y esta clasificación había quedado definitivamente establecida. Pero las primeras novelas surgen en época muy tardía y no encuentran acomodo en los géneros tradicionales. Ante la necesidad de definir de alguna manera este nuevo tipo de literatura se la relaciona por su carácter narrativo con la historia y por los argumentos narrados con la comedia. A principios del siglo V p.C. un escritor latino, llamado Macrobio define la novela como narraciones ficticias de tema amoroso cuya finalidad es la pura diversión. Es un producto de un mundo en decadencia; tanto la sociedad helenística de la que es reflejo la novela griega, como la romana de la época imperial, en la que se sitúa la novela romana, son mundos en crisis política, social y religiosa. Típico producto de este mundo sin fronteras es la novela, género abierto en el que se mezclan historia y ficción, prosa y poesía, amores y aventuras. Todas las novelas de la Antigüedad clásica, sean griegas o latinas, tienen algunos rasgos comunes por encima de las diferencias que más tarde señalaremos. Quizá el elemento común por excelencia sea la presencia del tema amoroso como núcleo de la trama; este contenido erótico sitúa la novela en la esfera de la vida privada, individual: su intención es la pura diversión y es ajena a los acontecimientos políticos y sociales. Es rasgo también general el continuo viajar de los protagonistas, que posibilita la complicación de la trama inicial con múltiples aventuras. A pesar de esas características comunes que acabamos de señalar, en el conjunto de novelas de la antigüedad se pueden distinguir con claridad dos grupos con notables diferencias entre sí. Tenemos, en primer lugar, las novelas románticas, idealistas, escritas en griego y vinculadas al mundo helenístico: son obras de evasión en las que se mezcla la trama amorosa con relatos de viajes y aventuras azarosas. Por otra parte, encontramos una novela cómica, originada en el mundo romano, con unas características específicas en su técnica literaria y en su intención. A este tipo de relato cómico, que no se da en el mundo griego, pertenecen las dos únicas novelas latinas: El Satiricón de Petronio y El Asno de Oro de Apuleyo. Estas dos obras, de las que más tarde nos ocuparemos por separado, tienen rasgos afines que nos permiten de alguna manera caracterizar el género de la novela en Roma. El primer elemento característico de la novela latina es su tono satírico. Como ya hemos tenido ocasión de señalar en numerosas ocasiones, el componente satírico es propio del carácter itálico e impregna gran parte de sus manifestaciones literarias. Las novelas romanas incluyen parodias de todo tipo sobre cuestiones religiosas, literarias y sociales. A través de las aventuras de los protagonistas se traza un cuadro caricaturesco de una sociedad decadente, pero su intención no es moralizante: el protagonista de la novela latina no intenta cambiar el mundo que le es hostil, sólo intenta sobrevivir en él.

En el aspecto formal las dos novelas latinas se caracterizan por su perfección: los autores desean mostrar su ingenio y su manejo de la lengua; en este aspecto son deudores de las escuelas de Retórica, que contaban con ejercicios para desarrollar la narración de una acción completa. A pesar de su carácter popular, la novela cómica por su fina ironía no puede ser entendida en profundidad sino por un público que tenga una educación literaria. Tanto Petronio como Apuleyo complican la trama con gran cantidad de aventuras, insertando en medio de la obra relatos novelescos, independientes con entidad y valor artístico propios, y todo ello sin que se deteriore el sentido del conjunto. La novela latina es, pues, un género literario con características propias en el que confluyen las influencias de los cuentos milesios, la sátira y el mimo. 2.- EL SATIRICÓN 2.1.- El autor: PETRONIO El Satiricón es una de las obras antiguas cuya transmisión ha sufrido mayor número de vicisitudes; no sólo nos ha llegado en estado fraccionario sino que ha ido apareciendo en épocas distintas y en diferentes manuscritos. La obra presenta a sus estudiosos gran cantidad de cuestiones entre las que se sitúan la fecha de su composición y la identificación de su autor; cuestiones ambas, como veremos a continuación, estrechamente relacionadas entre sí. La fecha en que se escribió el Satiricón es una cuestión abierta para la que no existe solución definitiva. Se han propuesto diversas fechas que van desde la segunda mitad del siglo I de nuestra era como fecha más temprana, hasta cualquier fecha del siglo II; algunos incluso han propuesto una cronología más tardía, retrasando su composición hasta el siglo III. En la actualidad la mayor parte de los estudiosos de esta obra, apoyándose en la situación económica y social que se refleja en la misma y, muy especialmente, en sus referencias literarias y culturales, se inclinan a favor de la composición en los últimos años del reinado de Nerón. En algunos de los manuscritos figura el nombre del autor como Petronius Arbiter. Los estudiosos que proponen los años finales del reinado de Nerón como fecha para el Satiricón, identifican este Petronius Arbiter de los manuscritos con un consular del mismo nombre, al que el historiador Tácito se refiere en los Anales (libro XVI, 18-19). Este personaje de la corte neroniana es descrito de forma inusualmente minuciosa como un aristócrata de gustos refinados, con una capacidad inagotable para procurarse nuevos e inusitados placeres pero también, como demostró siendo procónsul de Bitinia, con una considerable capacidad e inteligencia cuando desempeñaba cargo de responsabilidad. Este noble perteneció al grupo de íntimos de Nerón, fue su favorito y, en palabras del propio Tácito, era considerado por el propio emperador su "arbiter elegantiae"; la coincidencia de este apelativo atribuido al Petronio de la corte neroniana con el "cognomen", ciertamente raro, del autor del Satiricón ha propiciado que ambos se identifiquen. Tácito nos informa también sobre la fecha y la circunstancias de la muerte de Petronio. A causa de la envidia y la intriga de otros personajes de la corte, fue acusado de tener amistad con uno de los participantes en la conjura de Pisón. Sin esperar a ser condenado se dio muerte serenamente en el año 66, manteniendo en la muerte la misma postura

epicúrea que había mantenido en vida. Tácito contrapone el comportamiento sencillo y elegante de Petronio en estos últimos momentos con la actitud solemne y engolada de los estoicos, Catón y Séneca por ejemplo, en las mismas circunstancias. 2.2.- Contenido y estructura de la obra Como ya hemos señalado. El Satiricón nos ha llegado extraordinariamente fragmentada; parece que debía tener al menos dieciséis libros, porque se nos han transmitido parte del XIV, XV y del XVI. Los fragmentos que tenemos sólo abarcan algunos pequeños episodios, si exceptuamos un episodio que nos ha llegado completo y que se conoce como La cena de Trimalción. La obra, una de las más bellas y originales de la época imperial, es extraordinariamente compleja, no sólo por su trama sino también por la gran cantidad de géneros que, como tendremos ocasión de ver más adelante, confluyen en ella. Si aceptamos, como venimos haciendo, la fecha de segunda mitad del siglo I para su composición, se trataría de la más antigua de las novelas conservadas, aunque sea de forma incompleta. En relato principal está en primera persona y se centra en las vergonzosas aventuras del propio narrador, Encolpio, y de su amante Gitón, joven hermoso y carente de escrúpulos. Queriendo hacer una parodia de la Odisea de Homero, Petronio nos muestra a Encolpio zarandeado de un lado a otro a causa de la ira de Príapo, obsceno dios de la fertilidad, como Ulises lo era a causa de la ira de Poseidón. Pero en esta obra, que toma como base una humanidad degenerada y grotesca, no hay nada heroico. En la primera parte de sus aventuras están acompañados por Ascilto. Los tres personajes carecen completamente de moral, pero demuestran gran inteligencia en sus aventuras por las ciudades helenizadas de Italia del Sur. En la segunda serie de aventuras acompaña a Encolpio y a Gitón un nuevo personaje: Eumolpo; se trata de un viejo poeta sentimental y sin escrúpulos con quien viajan a Crotona. En el relato principal se insertan numerosos episodios menores con entidad y valor literario propio, novelas dentro de la novela. El conjunto forma una serie de aventuras extravagantes, eróticas la mayor parte de las veces, en las que se reúnen personajes de todo tipo: ladrones, fanfarrones, pervertidos, retores, doncellas y matronas dominadas por la lujuria, etc... Es, quizás (entre otras cosas), la primera novela de pícaros, que, moviéndose en un mundo en descomposición, intentan sobrevivir en él. El episodio más extenso y de mayor entidad de los conservados es el llamado La cena de Trimalción. Este episodio ha aparecido aparte y en un manuscrito distinto al resto de los fragmentos. Narra un banquete ofrecido por Trimalción, liberto recientemente enriquecido, y al que son admitidos el joven Encolpio y sus acompañantes. El anfitrión y su esposa Fortunata hacen ostentación de su riqueza tanto en la decoración de la casa como en la profusión de suntuosos platos para sus invitados. El tema le sirve a Petronio para trazar una viva caricatura de la vulgaridad de esta clase de nuevos ricos que proliferaban en la época imperial. Durante la comida se suceden incidentes grotescos y conversaciones ridículas; se incluyen también relatos cortos como el hombre-lobo y el de las brujas malvadas. Toda la escena está narrada con una vivacidad y un realismo verdaderamente brillante y asombroso; el ridículo personaje de Trimalción con sus rasgos

caricaturescos es una figura compleja: engreído y pagado de sí mismo por un lado, amable y de buen corazón por otro; preocupado por su salud y su muerte, pero deseoso de disfrutar de todo lo que su buena situación pueda ofrecerle. Petronio traza en esta imagen del nuevo rico una de las figuras más lograda de la literatura romana. Mención aparte merece dentro del estudio de la estructura de la obra las narraciones cortas, que se pueden considerar, como ya hemos dicho anteriormente, verdaderas novelas dentro de la novela. De entre ellas se pueden destacar la del hombre-lobo y la de las brujas maléficas, incluidas ambas en La cena de Trimalción, así como la de la Matrona de Éfeso y el Muchacho de Pérgamo, puestas ambas en boca del poeta Eumolpo, compañero de Encolpio y Gitón en la segunda serie de aventuras. Los cuentos del muchacho de Pérgamo y de la viuda de Éfeso, relacionados con los cuentos milesios, tienen mayor interés literario. El primero aborda el tema de la homosexualidad: el segundo cuenta con tono picante la seducción de una viuda por parte de un soldado en la propia cámara sepulcral de su marido. El cuento de la viuda de Éfeso pertenecía a la tradición popular y tiene un antecedente claro, aunque muy esquemático, en una fábula de Fedro. Por último encontramos en El Satiricón, además de gran número de pequeñas poesías, dos poemas extensos, que merecen ser tenidos en cuenta en un comentario de la estructura de la obra petroniana. El primero de ellos canta la destrucción de Troya, y se encuentran en él no sólo ecos del libro II de la Eneida sino también de otras versiones griegas. El segundo, bastante más interesante desde el punto de vista de la teoría literaria, es un largo poema sobre la guerra civil; algunos quieren ver en él una crítica o parodia de La Farsalia de Lucano. Este tipo de poemas apoya la tesis de los que piensan que Petronio escribía para un público entendido, capaz de reconocer y valorar las alusiones a autores y obras dispersas por la novela. 2.3.- Valor literario del Satiricón Con El Satiricón Petronio consigue una obra totalmente nueva y original, que se adaptaba bien al gusto de la época y representaba a la perfección el espíritu escéptico y epicúreo de su autor. En su conjunto es una obra difícilmente clasificable, en la que se reconocen rasgos de distintos géneros, sin que ninguno de ellos la expliquen en su totalidad. La mayor parte de los estudiosos de Petronio han puesto en relación su obra con la sátira menipea, con los cuentos milesios, con la novela helenística y con los libros de crítica literaria. Quizá la relación más evidente sea con la sátira menipea popularizada por Varrón: era éste un subgénero todavía vivo en esta época, como lo evidencia la difusión de La Apocolocyntosis Divi Claudii de Séneca, y que daba salida al genio satírico romano. Aunque no se pueda reducir de ninguna manera El Satiricón a una sátira menipea, hemos de reconocer el influjo de ésta en su tono paródico y burlesco, en la caracterización de los personajes y, muy especialmente, en la ya comentada mezcla continua de prosa y verso (prosimetrum). Visible es también su relación con las fabulae milesiae. Estas narraciones cortas, que incluían relatos de viajes y que tenían alto contenido erótico, surgen en Asia Menor en el siglo II a. C.; su cultivador principal es Arístides de Mileto y se difunden rápidamente por el mundo romano desde la época de Sila (principios del siglo I a. de C.). Es un género

menor, de fundamento popular que se caracteriza por la brevedad, la obscenidad y la agudeza picante. Una serie de rasgos tanto argumentales como puramente formales acercan la obra de Petronio a estas narraciones milesias. Pueden tener este origen el tema de la impotencia viril así como la existencia de aventuras de viajes y navegaciones. Es sin duda aportación de las fabulae milesiaela concatenación de distintos episodios, que brotan unos de otros sin que se pierda el hilo conductor. Por último, no se puede soslayar la existencia de pasajes completos, como los dos poemas ya comentados, con un valor innegable de crítica literaria. Se puede, pues, concluir que El Satiricónes una obra distinta, original y extraordinariamente compleja, en la que, partiendo formalmente de la sátira menipea, el autor introduce rasgos descriptivos tomados de las novelas de viajes, así como una parodia de las novelas de amor. También en el estilo literario Petronio muestra una extraordinaria variedad que se adecua perfectamente a la complejidad argumental. Desde el punto de vista lingüístico El Satiricón es un documento de un extraordinario valor. Todos los tonos literarios están absolutamente mezclados en perfecta consonancia con el tema narrado y con la caracterización del personaje; los pasajes cómicos se alternan con los trágicos, y a los puramente burlones suceden otros de gran patetismo. Básicamente se distinguen en Petronio dos estilos distintos, por un parte, el del narrador y los personajes educados; por otra, el que se atribuye a Trimalción y su entorno. De nuevo vemos el contraste, ahora en un plano lingüístico; junto a las expresiones solemnes y retóricas de los círculos cultivados se nos presenta el lenguaje popular a veces sencillo, a veces vulgar y soez. Como toda la literatura de la época, El Satiricón tiene en su conjunto aspecto barroco, destacando el extraordinario realismo en la descripción de la sociedad de su tiempo, tanto en los aspectos morales y de costumbres como en los lingüísticos. Es difícil hallar pruebas de la influencia de Petronio en la literatura posterior. A partir del siglo XVI, más bien hacia final del mismo, parece que empiezan a circular por Europa sucesivas ediciones de los fragmentos, hasta entonces descubiertos, del Satiricón. Según el erudito del siglo XIX Menéndez y Pelayo, la influencia de Petronio en la literatura española es prácticamente nula. El primer escritor español que cita expresamente a Petronio es Quevedo, que alaba el estilo del escritor latino y lo considera entre los más grandes escritores de la antigüedad. 3.- EL ASNO DE ORO 3.1.- El autor: APULEYO La mayor parte de la información sobre la vida de Apuleyo la obtenemos de su propia obra. Aunque su fama descansa especialmente en su obra de ficción Las Metamorfosis o El Asno de Oro, la única novela de la literatura latina que nos ha llegado completa, Apuleyo es un prolífico escritor que escribe de filosofía y ciencia y que ejerce además la abogacía. Dos de sus obras - Floridas y La Apología- proporcionan información directa sobre su autor, mientras que también de la novela El Asno de Oro pueden obtenerse de forma indirecta algunos datos. Sabemos que, al igual que la mayor parte de los escritores del siglo II de nuestra era,

nació en África, concretamente en Madaura, ciudad situada en Numidia. Desconocemos la fecha exacta de su nacimiento, aunque se fija en torno al 125 d. de C. Conocemos también que su padre, que había llegado de Italia entre los veteranos que repoblaron Madaura, llegó a tener un puesto importante en el gobierno municipal y que gozó de una más que desahogada posición económica. Apuleyo recibió una educación esmerada, como correspondía a la situación social y económica de su familia. Los primeros estudios los realizó en Cartago, la ciudad más importante de la provincia y una de las más importantes del Imperio; el escritor manifestó siempre en sus escritos gran cariño y gratitud por esta ciudad y por la formación que ella recibió. Al quedar huérfano, coincidiendo casi con el final de su etapa de formación en Cartago, entra en posesión de una herencia importante que le permite completar su educación, viajando por Oriente, Grecia e Italia. Pasa una larga temporada en Atenas que seguía manteniendo su prestigio y era un centro de atracción intelectual. En Atenas Apuleyo, espíritu inquieto y deseoso siempre de conocer profundamente todas las cosas, se interesa fundamentalmente por la filosofía, que pasa a ser su principal preocupación; conoce el aristotelismo y el platonismo, del que se declara seguidor y así le gusta referirse a sí mismo como "filósofo platónico". A su amor por la filosofía añade también su afición por las religiones orientales y por los cultos mistéricos tan en boga en ese momento en todo el mundo romano; durante su estancia en Grecia y Oriente se hace iniciar en varios ritos mistéricos y participa en toda clase de cultos. Es importante esta faceta de la formación de Apuleyo para comprender en profundidad algunos aspectos de su novela, El Asno de Oro. Durante un cierto tiempo residió también en Roma, donde estudió retórica y ejerció como abogado. Completada su formación Apuleyo se establece en Cartago, desde donde difunde tanto en latín como en griego (in utraque lingua) sus conocimientos filosóficos, religiosos y retóricos. Como los nuevos sofistas entre los que se cuenta, pronuncia conferencias que han quedado recogidas, al menos en parte, en Las Floridas. Episodio importante en la vida de Apuleyo es su matrimonio que motivó su encausamiento acusado de magia. En un viaje a Alejandría, cuando era joven, cayo enfermo y fue atendido por una viuda rica, bastante mayor que nuestro escritor y madre de un amigo. A pesar de la diferencia de edad Apuleyo contrajo matrimonio con ella. Los parientes de Pudentia presentaron una demanda contra él, acusándole de haber utilizado la magia para seducirla. Apuleyo asumió su propia defensa, que se nos ha conservado en su Apología, cuyo verdadero titulo es De magia o Pro se de magia. Su defensa constituyó un rotundo éxito y fue absuelto. En el último período de su vida, establecido en Cartago, gozó del reconocimiento de sus conciudadanos; tuvo un puesto destacado en la sociedad, llegando a ser sacerdote del culto imperial. Las últimas noticias sobre nuestro autor se sitúan en el año 174, en el que sabemos que pronunció un discurso ante el procónsul Escipión Orfito; a partir de este momento se pierde totalmente su rastro. Se piensa que debió morir en África en torno al 180 d. de C. Aunque en el presente tema sólo nos vamos a ocupar de la novela El Asno de Oro, una de las últimas obras de su autor, conviene recordar que Apuleyo fue escritor con una

abundantísima producción que abarca obras de filosofía, discursos y poesía. Por La Apología o por referencias de los gramáticos conocemos más de veinte títulos de obras atribuidas a Apuleyo, de las que una gran parte se han perdido. Hacemos a continuación una breve relación de sus obras principales, sin incluir El Asno de Oro. *Tratados filosóficos: De Platón y su doctrina: Del mundo; Sobre la interpretación; Sobre el dios de Sócrates. *Obras oratorias: Pro se de magia o Apologia; Florida. 3.2.- Contenido y estructura de la obra La fama de Apuleyo va unida más a su novela El Asno de oro que a sus obras filosóficas y oratorias. El autor construye en once libros, probablemente en el momento de su madurez creadora, una novela de aventuras con un fondo místico-religioso. El episodio central de la obra es la transformación por arte de magia en asno de Lucio, un joven de Corinto, y las peripecias que sufre hasta recuperar su forma humana gracias a la intervención milagrosa de Isis. Los estudiosos de la novela latina han centrado sus discusiones en torno a varias cuestiones fundamentales: el título de la obra, las fuentes utilizadas por su autor y, por último, el género al que la obra se adscribe. El título que originariamente llevó el libro y que nos transmite la tradición manuscrita es el de Metamorfosis, con el que se alude tanto a la transformación del protagonista en asno, núcleo central de la obra, como a otros cambios y hechizos de los que el libro está lleno. Ya desde la Antigüedad se popularizó un segundo título, que hizo mayor fortuna: El Asno de oro. San Agustín (354-430), buen conocedor de la obra de Apuleyo, se refiere a la novela como "los libros que con el titulo de Asno de Oro escribió Apuleyo" (La ciudad de Dios XVIII,18). Una vez admitido el título, se discute si el adjetivo "aureus" (de oro) hace referencia al carácter excepcional del asno que piensa y razona como un hombre, o más bien tiene otro significado dentro de la simbología de los cultos de Isis. Fuera de toda duda está que Apuleyo sigue alguna narración griega y así lo declara él mismo en el prólogo de la obra: "Fabulam graecanicam incipimus" (iniciamos una fábula de origen griego). Una obra con la misma anécdota central y escrita en griego, aunque de extensión notablemente más reducida, nos ha llegado entre los escritos de Luciano, autor contemporáneo de Apuleyo. La autoría de esta obra no es aceptada por todos los especialistas y muchos hablan de ella como un Pseudo-Luciano. Posteriormente, en el siglo IX, Focio, patriarca bizantino y estudioso de la literatura grecolatina, hace referencia a unas Metamorfosis de un tal Lucio de Patras en varios libros. Basado en ese testimonio se postula la existencia de un original griego que estaría en la base tanto de la obra de Apuleyo como del Pseudo-Luciano. Apuleyo interpreta libremente el modelo precedente: lleva a cabo numerosas modificaciones, añade episodios nuevos sacados de otras fuentes literarias; cambia nombres y circunstancias y, sobre todo, impregna la obra de su espíritu, de su particular afición por la magia y por los misterios. El resultado es una obra totalmente nueva, con una intención simbólica y que consigue mejorar notablemente tanto el original griego con el Pseudo-Luciano. El Asno de Oro resulta una obra de difícil clasificación. El propio autor en el prólogo

afirma que va "a tejer en esta charla milesia fábulas de origen griego"; de esta forma queda establecida la relación de la novela de Apuleyo con esa tradición narrativa oriental, que ya hemos comentado a propósito del Satiricón y que tenía como características fundamentales su brevedad y su tono erótico, casi obsceno. Obtiene también materia e inspiración de la fabulística sacra, que surgía en torno a los templos y sectas y que difundían vida y milagros de dioses, hechizos de los magos, apariciones, resurrecciones y toda clase de portentosas y extrañas aventuras. Con todo este material construye un relato de una extraordinaria fantasía, al que se añaden algunos elementos satíricos y burlescos y, por último, una intencionalidad místico-religiosa. Si comparamos la novela de Apuleyo con la ya comentada de Petronio, dos rasgos las diferencian fundamentalmente: en un plano formal hay que señalar como elemento diferenciador la ausencia de versificación en el Asno de Oro; por otra parte, desde el punto de vista de la intencionalidad se debe insistir en el tono místico-religioso de la obra de Apuleyo, totalmente alejado de las pretensiones de Petronio. La novela adopta la forma de un relato narrado en primera persona por un joven de buena familia, llamado Lucio. La obra consta de once libros en los que se narran múltiples y fantásticas aventuras, cuyo nexo es la persona de Lucio, transformado en asno. Podemos estructurar la obra en los siguientes bloques: Primer bloque: Lo forman los hechos narrados entre el libro primero y el tercero. El joven Lucio, dominado por una malsana curiosidad por los hechizos y encantamientos, llega a Tesalia, la supuesta patria de la magia. Allí escucha pavorosas aventuras de encantamientos que no hacen sino acrecentar su curiosidad. Se hospeda en casa de un viejo usurero llamado Milón, cuya mujer practica la magia con la colaboración de su criada; Lucio seduce a Fotis, la criada, e intenta así conocer las artes de hechicerías de su ama. Por un error en los encantamientos se ve convertido en asno, conservando su facultad de raciocinio. El libro tercero termina con el saqueo de la casa de Milón por unos ladrones que se llevan con ellos al asno junto con todas las caballerías. Segundo bloque. En los libros cuarto, quinto y sexto se narran las desventuras de Lucio mientras está en poder de los ladrones. El episodio más importante de este bloque y el relato de mayor valor literario de todo El Asno de Oro lo constituye la fábula de Cupido y Psique, auténtico relato independiente que comienza hacia la mitad del libro cuarto y se extiende casi hasta el final del sexto. La narradora es una anciana que pretende distraer a una joven capturada por los ladrones. Este cuento se remonta a las tradiciones primitivas de Grecia, pero es Apuleyo el primero que lo fija por escrito. El hermosísimo cuento narra la historia de Psique una joven de extraordinaria belleza de la que el dios Cupido se enamora. El dios, que había prohibido a la joven que lo contemplara, sólo se reunía con ella al caer la tarde. Una noche, movida por la curiosidad, Psique, mientras Cupido duerme, acerca una lámpara de aceite para poder verlo; el dios despierta y, enfadado por su desobediencia, la abandona, Psique inicia la búsqueda de su amante por toda la tierra, sometida a pruebas inhumanas por parte de los dioses. Finalmente Júpiter consiente el reencuentro de los amantes y Psique asciende al cielo. Esta fábula, que ha inspirado a escritores y artistas de todos los tiempos, por su contenido simbólico ha sido objeto de gran número de interpretaciones, incluidas algunas de inspiración cristiana; entre las interpretaciones propuestas, quizá la más acorde con el platonismo de su autor sea aquella

que ve en Psique una alegoría del alma que busca su perfección en la unión con la divinidad. Terminada la narración, el asno intenta escapar en compañía de la joven. Es capturado y conducido de nuevo a la cueva, donde los ladrones deciden matarlo. De esta manera concluye el libro VI. Bloque tercero (libros VII, VIII, IX y X). El libro VII se inicia con el rescate de la joven por su prometido. Ambos jóvenes se llevan con ellos al asno Lucio. Comienza entonces un peregrinar del asno por distintos amos, que lo tratan de forma desigual y con los que corre múltiples aventuras. Finalmente, se descubren sus facultades extraordinarias y lo llevan a exhibirse en el teatro con una mujer depravada; logra escapar y con el relato de su evasión termina el libro X. El libro XI merece ser considerado aparte por cuanto narra la intervención de Isis, devolviendo su forma humana a Lucio. La mayor parte del libro se consagra a la ceremonia de iniciación de Lucio en los cultos de Isis. 3.3.- Valoración literaria El estilo del Asno de Oro mereció elogios unánimes desde la antigüedad hasta casi nuestros días. Su lengua barroca y con gran carga retórica resulta quizá algo extraña a los gustos contemporáneos. Son características de nuestro autor, que comparten los otros grandes autores del siglo II, la artificialidad y la extravagancia verbal tomadas de la segunda sofística. Apuleyo es un maestro de la llamada elocutio novella, que consigue sorprendentes efectos expresivos combinando arcaísmos y helenismos, vulgarismos y neologismos. Es notable en él la influencia de la oratoria asiánica, usando gran variedad de palabras con finales iguales (homoioteleuton) así como aliteraciones y rimas. En resumen la novela de Apuleyo constituye una importantísima muestra del estilo de la época de los Antoninos. La influencia de la novela de Apuleyo a partir del Renacimiento ha sido muy importante. En el Renacimiento italiano hemos de destacar su influjo sobre Boccaccio, que manifestó su interés por la novela de Apuleyo transcribiendo él mismo el manuscrito de Monte Casino. Se ha de destacar también la importancia del Asno de Oro en el desarrollo de la novela picaresca española: su influjo se observa en el Lazarillo de Tormes, en el Gusmán de Mateo Alemán y en La pícara Justina. Conviene también citar la influencia que en la literatura occidental ha tenido la fábula de Cupido y Psique; podemos encontrar su influencia en Boccaccio, Calderón y La Fontaine. La literatura moderna alemana prestó especial atención al mito de Cupido y Psique y a sus representaciones plásticas.

HISTORIOGRAFIA ROMANA 1.- CONSIDERACIONES PREVIAS 1.1.- Definición del género y evolución histórica. La Historiografía en la Antigüedad es un género literario en prosa que tiene como objeto los sucesos acaecidos a un determinado pueblo. La Historia es, por tanto, materia literaria: las leyendas y sucesos recibían un tratamiento que, pretendiendo reflejar la verdad histórica de los mismos, fuese a un tiempo una obra de arte. La Historiografía romana nace en el último tercio del siglo III .a.C. De hecho, la primera obra histórica completa latina, por así decirlo, se remonta a los Orígenes de Catón, donde la historia de Roma se ve reflejada a través de un prosa cortada y simple a la que daba marco el lenguaje jurídico, religioso y legal existente en el época. De hecho fue el último género literario cultivado a un digno nivel cuando ya la oratoria, la filosofía, la comedia, la tragedia..., incluso la poesía, habían alcanzado su apogeo. Así con todo, la influencia del mundo griego en el nacimiento del género en Roma es de importancia capital para entender la evolución del mismo, hasta el momento en que el espíritu romano adquiere conciencia de su idiosincrasia y se desgaja tanto en la lengua, como en la temática, estilo y pretensiones de su genial maestro. Evidentemente sus épocas están condicionadas por las vicisitudes de la historia política, pero no se identifican necesariamente con ellas: * Primera Época: Comienza propiamente con las Guerras Púnicas, al convertirse Roma en una gran potencia. Hasta entonces los datos recogidos estaban a cargo de los pontífices, a maneras de crónicas anuales con la relación de los principales sucesos acaecidos. Pues bien, en esta primera etapa la Historia estaba presente para los romanos de muchas maneras, pero principalmente: a) A través de los restos de su patrimonio arqueológico, donde la epigrafía, gracias al carácter lapidario del latín, aumentaba su eficacia y b) A través del poder de la palabra y la tradición retórica, que conformaban totalmente la estructura social de Roma. Los primeros analistas empezaron escribiendo en griego, cumpliendo una importante función diplomática y propagandística (se trataba de hacer accesible la historia de Roma al vasto mundo helenizado) hasta llegar a Catón (234-149 a.C.) quien además de suponer la adopción del latín como medio de expresión, concibió la narración histórica desde el punto de vista del orden lógico de los sucesos y con la temática de Italia como eje central de la misma: ya no se trata de "Roma y el mundo helénico", sino de "Roma e Italia". De esta época datan un sinnúmero de leyendas, que entrelazadas con los escasos datos objetivos que se poseían, contribuyeron a la reconstrucción imaginaria y exaltada de una historia de Roma donde el patriotismo exagerado y la gloria de la URBS dominan sobre cualquier otra finalidad. La política del momento manda y se carece del más elemental sentido crítico. Para todos ellos la Historia es una escuela de civismo y un instrumento de gobierno: de hecho está al servicio de una forma de actuación política, que reflejaron

individuos de elevado rango social, cuya autoridad y "gravitas" primaba frente al rigor histórico y las cualidades literarias, y que tenían acceso a la documentación necesaria para evocar el relato de los procesos históricos. No obstante, a partir de la segunda mitad del siglo II a.C. se produce un gran cambio en el género en torno al círculo de los Escipiones, aristócratas progresistas en manifiesta oposición al conservadurismo de Catón, con los llamados propiamente "historiadores", donde la necesidad de cuidar artísticamente la elaboración formal de la narración histórica adquirió una importancia capital. La tendencia no varía demasiado en cuanto a los contenidos, y la característica fundamental mencionada en los párrafos anteriores sobre el historiador-político se mantiene. * Segunda Época: Comienza propiamente tras la etapa de transición posterior a Sila (13878 a.C.), con los grandes historiadores de Roma de finales de la República, donde la crisis del sistema manifiesta entonces la necesidad de las monografías que reflejen por un lado la decadencia y crítica de las costumbres y por otro los éxitos militares y la justificación política de los mismos. Entramos en la etapa definitiva para la conformación del género. Con estos historiadores y el resto de literatos, fundamentalmente autores de prosa (comenzamos la Edad de Oro de las letras romanas), una vez asimilados los primeros gérmenes del helenismo, el nivel cultural romano se va elevando paulatinamente y los hombres de acción se sienten cautivados por los problemas de lengua y estilo; el empirismo es sustituido por un estudio racional de los diferentes géneros literarios; se introduce la crítica y la erudición, esparciéndose el buen gusto y las obras de arte: la Grecia vencida acabó de cautivar por completo a la Roma vencedora. * Tercera Época: Durante el Principado, con unas características formales semejantes al final de la etapa anterior (seguimos en la Edad de Oro de las letras romanas, pero dominando ahora los géneros en poesía) las dos tendencias políticas quedan patentes: - Los partidarios del régimen realizan biografías de Césares y su entorno. - La oposición se mantenía en la defensa de las formas republicanas tradicionales, a través de la crítica directa al César o el pesimismo resignado a lo largo de la exposición de la trayectoria histórica de Roma. * Cuarta Época: A partir del siglo III d. C. sigue aún más acentuada la paradoja entre el programa político y la reglamentación estricta de todas las esferas de la vida: a esta época pertenecen tanto el desbordamiento panegírico como la manipulación histórica. Quinta Época: con la caída del Imperio Romano de Occidente el año 476 d. C. no se extingue propiamente la historiografía romana como tal, pero sí se acentúa el deterioro a partir de la creación del género de la Historia Eclesiástica en la época de Constantino a cargo de Eusebio, y la continuación en la obra de Aurelio Agustín De Civitate Dei. 2.- JULIO CÉSAR: La prosa clásica a través de la propaganda política. 2.1.- Datos biográficos y perfil humano.

Cayo Julio César (100-44 a.C.) es uno de los grandes historiadores romanos, no sólo por su gran personalidad, sino también por el carácter único en su género de su obra literaria. Narrar la vida de César equivale a escribir la historia de su época, caracterizada por dos notas fundamentales: - La crisis de la República, como institución, y - La lucha de individualidades por el poder. Además de historiador, y antes de ello, fue la personalidad política más importante de su época, el protagonista de la evolución fundamental por la que Roma pasó de un régimen republicano oligárquico a otro basado en el poder personal. No en vano se le han adjudicado definiciones populistas, pero rigurosamente ciertas, que retratan a la perfección al personaje y su circunstancia: "Julio César fue un dictador que quería ser rey, pero fue asesinado en el Senado". Nacido de ilustre familia, este "monstrum activitatis" al decir de Cicerón, comienza tardíamente una carrera política que, sin embargo, fue deslumbrante: recorrió todas las magistraturas y desempeñó además otros cargos públicos de gran prestigio como el de Pontífice Máximo; formó con Pompeyo y Craso el primer triunvirato; conquistó la Galia y derrotó finalmente a Pompeyo en la Guerra Civil (Farsalia, 48 a.C.). A partir de entonces asumió todos los poderes y aún participó en varias empresas bélicas, como la guerra en Alejandría en defensa de Cleopatra, la guerra contra Mitrídates y de nuevo contra partidarios de Pompeyo... hasta que fue asesinado el día de los Idus de Marzo (15) del año 44 a.C.: su talante conciliador y sus numerosas reformas legislativas y sociales no fueron suficientes para ganarse las simpatías de todos los senadores, algunos de los cuales aterrados ante la idea de la pérdida de poder que conllevaría al final la República, promovieron la conspiración que acabó con la vida de uno de los estadistas y autores literarios más influyentes y fundamentales en la relación y desarrollo del proceso histórico. 2.2.- Obra literaria Como hemos señalado anteriormente, Cesar combinó la política con la literatura, destacando como extraordinario orador y escribiendo obras sobre distintos temas. De todas ellas nos centraremos en las dos que nos han llegado completas y que en cierta forma enmarcan su evolución personal y pretensiones políticas de manera definitiva. Se trata de las tituladas genéricamente Commentarii Rerum Gestarum, acerca de dos de las más grandes acciones bélicas que llevó a cabo: la guerra de las Galias (58-52) (De Bello Gallico) y la guerra civil (49-48) (De Bello Civili); tipo de género literario, que como hemos comentado en el apartado anterior, era propiciado por la situación política del momento: de hecho, tanto la justificación de la actuación política y militar personal, como las opiniones de los políticos de vanguardia expresadas a través de intensos debates en todos los géneros, son una nota habitual en las grandes crisis. En esta línea los Commentarii de César no se pueden juzgar con los criterios de objetividad absoluta de la moderna investigación histórica ni con los criterios artísticos de la historiografía. Y por otra parte, como todos los informes romanos de campañas

militares, los de César perseguían también objetivos políticos: no se trataban sólo de un material de archivo, sino más bien de un eficaz instrumento para influir sobre la opinión pública. De Bello Gallico ("Sobre la guerra de las Galias") es una obra que consta de ocho libros, cada uno de los cuales se corresponde con un año de la campaña de conquista que él llevó personalmente a cabo entre el año 58 y el 51 a.C. De estos libros sólo el VIII no es obra de César, sino de su lugarteniente, Aulo Hircio. Respecto a los contenidos, en una primera visión superficial, podemos decir que tras una descripción geográfica de la Galia el autor va siguiendo sus conquistas y enfrentamientos con los diversos pueblos galos: - Campañas contra los Belgas - Campañas contra los Germanos - Expediciones a Britania - Levantamiento general de la Galia dirigido por Vercingetórige y - Triunfo final de César con la toma de Alesia No se tiene certeza sobre si fueron escritos año tras año o todos los libros juntos una vez terminada la guerra; en cualquier caso parecer ser que fueron editados como obra unitaria en los años 51-50 al solicitar su autor de nuevo el consulado. De Bello Civili ("Sobre la guerra civil") consta de tres libros en los que se narra el enfrentamiento del propio César con Pompeyo para hacerse con el poder en Roma. Comienza con la exposición de las causas de la guerra y sigue con los sucesos principales de la misma: -paso del Rubicón por César. -huida de Pompeyo hacia Oriente -toma de Marsella -derrota en Hispania de los lugartenientes de Pompeyo -enfrentamiento y derrota definitiva de Pompeyo en Farsalia y, por último, -huida de éste a Egipto y su posterior asesinato. Los libros de De Bello Civili debió escribirlos entre el 49-48 y el 44, pero tampoco en este caso se aducen pruebas convincentes sobre la fecha exacta de su publicación. En cuanto a su estilo y valor literario, éste es indiscutible y aquél posee una serie de rasgos que merecen la pena destacarse: Si hemos de hacer caso a Cicerón, sus formas de expresión era nudi et venusti, es decir "simples y elegantes"; y efectivamente, la pureza de la lengua empleada tanto en el léxico como en la construcción sintáctica así parecen confirmarlo: la selección del primero alrededor de un vocabulario básico restringido a unos 1.200 términos lo hacen de una claridad meridiana en su interpretación, así como en el uso de la sintaxis y expresiones habituales, siempre dentro de la normas lingüísticas más rigurosas. Algunos de sus rasgos más característicos es el uso del estilo indirecto en los discursos, dejando el estilo directo casi exclusivamente para expresar emociones. Llama también la atención el hecho de que siempre se refiera a sí mismo en tercera persona, con lo que el relato gana claridad y distanciamiento, provocando en los lectores una impresión de objetividad.

Su innegable calidad literaria queda reflejada a través de una persuasiva naturalidad, claridad y concentración de su prosa, la coherencia de las construcciones y la fuerza sugestiva de las descripciones, dotadas de un tono lacónico y preciso, aún en momentos de intenso dramatismo. En último término, su estilo certifica lo que sus contenidos manifestaron más explícitamente: una voluntad portentosa y temible. 2.3.- Justificación de su obra. Evidentemente la obra de Cesar requiere una segunda lectura, que interprete y justifique la mera narración de los hechos reseñados en el apartado anterior. El hecho de que estas dos obras históricas se refieran a acciones de las que él mismo es el principal protagonista pone en evidencia su carácter político y propagandístico: trata de justificar su política militar dando una visión favorable de la misma, puesto que la legalidad de sus actuaciones era puesta en duda. Para un maestro de la acción como César, la organización de la opinión pública no debía resultar un impedimento en la consecución de sus planes; poseía la capacidad de concentrar los sucesos dirigiéndolos en línea recta hacia su resultado: la victoria. César no perseguía ideales abstractos, sino únicamente el poder personal; sin embargo podemos matizar sus objetivos a través del análisis de sus dos obras. * En De bello Gallico, gracias a los informes que mandaba (verdadera "memoria oficial" del momento), documentación detallada al hilo de los acontecimientos y de primerísima mano, además de inundar Roma con noticias sobre la geografía, idiosincrasia y personalidades de los pueblos galos, germanos y britanos, naturalmente no dejaba atrás otros aspectos de interés, como: -Los éxitos de su diplomacia y su estrategia, a través de su política de alianzas, de amistad (amicitia) y compromisos de servicio (beneficium), mediante los cuales los pueblos, antiguos adversarios, pasaban ahora a estar bajo su protección (in fidem accipere). -El comportamiento ejemplar de sus oficiales y tropas, a los que su coraje y el valor de su verbo era capaz tanto de animar en momentos de decaimiento como de disciplinar en plena crisis. -La grandeza, incluso, de personajes enemigos, como el caso de Vercingetórige... para realce de la suya propia. -Sus propias realizaciones, manifestando tanto los hilos rectores de su política como los rasgos dominantes de su personalidad, retratándose como el mantenedor de la tradición romana y la encarnación de la virtus, que le hacían acreedor a ejercer como caudillo de ese gran pueblo. Efectivamente, ya desde el principio de la obra (Gallia est omnis...) indica con claridad que su pensamiento estaba puesto en el dominio total de las Galias; todos los conflictos y operaciones individuales se subordinan a esta idea. De hecho el conflicto bélico en las Galias se presenta ante la oposición senatorial como una guerra "defensiva" en ayuda de unos aliados amenazados. De esta manera la hábil dramatización de los peligros y la

iterativa discriminación de los adversarios creaban un telón de fondo contra el que su prudencia, su honestidad, su energía y su buen hado destacaban ejemplarmente. Al mismo tiempo, hábil y persuasivamente, iba fundamentando sus legítimas pretensiones -tan discutibles como otras- y preparando el terreno al argumento y la conservación de la propia dignitas, objetivo personal prioritario. en esta época la autoridad radicaba aún de manera preponderante en la persona y no estaba institucionalizada: de hecho a César, a pesar de su adscripción a los "populares", ni las instituciones ni los programas le interesaron nunca, pues siempre personalizó su pensamiento político y militar. Por eso acabó imponiendo su persona con un carácter absoluto. * En De bello Civili, narración de un episodio políticamente mucho más complicado, se muestra a un César defensor del pueblo romano frente a la soberbia y arbitrariedad del Senado. No fue él, sino sus enemigos, quienes desencadenaron la escalada de la discordia política, los que deseaban la lucha... aunque luego fuese él quien le recondujese con mano firme y enérgica al resultado apetecido. La proverbial clementia cesariana, de la que ya había hecho gala en su obra anterior, se manifiesta aquí en toda su generosidad para con los vencidos, evitando el derramamiento de sangre gratuito. Asimismo su insistencia por demostrar que gozaba del favor del pueblo itálico e incluso de parte de las tropas enemigas, le retrataba como un hombre capaz de mantener la disciplina, imponer su soberana energía y al mismo tiempo manifestar justicia, moderación y generosidad. En suma, tanto un suceso como el otro responden realmente a unos cálculos cuidadosamente elaborados por César que le conducirían a la conquista del poder, estableciendo sin fisuras la base de su autoridad: -la guerra de las Galias, con la rápida difusión de sus éxitos le proporcionó prestigio militar; -con la guerra civil logró desembarazarse de Pompeyo, anulando al mismo tiempo el poder del Senado. Parece, pues, que los Commentarii son una obra maestra de propaganda política, donde las verdades no están abiertamente falseadas, pero sí disimuladas o desvirtuadas siempre en beneficio de su autor. 3.- SALUSTIO: Retrato de la decadencia de la sociedad republicana 3.1.- Datos biográficos y perfil humano C. Salustio Crispo (86-35 a.C.) procedía de la región de la Sabina, de familia plebeya, pero acomodada. Se trasladó muy joven a Roma con intención de hacer carrera política como "homo novus", pero fracasó: Efectivamente, desempeñó algunos cargos, como cuestor y tribuno de la plebe, pero su vida privada (que no fue mejor ni peor que la de la clase dirigente del momento) le valió como excusa para ser expulsado del Senado en el año 50 a.C. En realidad su persistente oposición a la clase aristocrática senatorial pudo contribuir en gran medida a una determinación de tal magnitud. No obstante, su rentable amistad con César le sirvió para conseguir en el 46 a.C., tras los avatares de la Guerra Civil, el cargo de gobernador de la provincia de Africa Nova, donde acumuló una enorme fortuna de dudosa procedencia y que le obligó a hacer frente a una

denuncia de concusión; denuncia que no prosperó gracias de nuevo a su amistad con César. Muerto el dictador se convenció de la inanidad de este tipo de vida: desde entonces se retrajo voluntariamente de toda actividad política y de las habituales de la aristocracia romana, dedicándose a la redacción de sus estudios históricos. Hasta aquí los datos biográficos, que resultarían totalmente incompletos sin un pequeño análisis de su evolución vital en el entorno socio-político en que le tocó desarrollarse y que nuestro autor se esforzó por reflejar desde su personalísimo punto de vista. El sistema republicano estaba ya abocado a una "crisis sin alternativa", que la rigidez de la clase aristocrática se empeñaba en no interpretar como tal: los cambios socio-económicos que la expansión del dominio romano fue ocasionando, junto con la falta de un adversario exterior (metus hostilis), produjeron una serie de factores funestos, que dieron comienzo a la alarmante descomposición interna: -adquisición de riquezas y lujo -incompetencia de la clase rectora -debilitación de la voluntad de resistencia, arrojo e intrepidez de la juventud romana -brutalidad en el desempeño del Imperio -violación de los deberes morales para con los aliados -destrucción de la economía del minifundio para el campesinado libre, por la competencia de la mano de obra servil -el despojo sistemático de las provincias -el aprovechamiento abusivo del ager publicus -la concentración creciente de grupos de población proletarizados en la capital sin la contrapartida de puestos de trabajo suficientes... Todo ello y algo más, constreñido en el marco limitado del mantenimiento de las mores maiorum a ultranza, condujo a gravísimas tensiones sociales que buscaban desesperadamente una válvula de escape para descargarse... y no faltaban "salvadores" empeñados en el poder personal como única solución a los conflictos. En realidad, el régimen republicano se mantenía mientras los intereses que lo combatían se opusiesen entre sí. Sea como fuere, Salustio se vio fascinado por la interpretación de la época tumultuosa y revolucionaria que le tocó vivir; su concepción moralista de la Historia, con la aportación de ideales y consideraciones éticas, coincide con la realidad política del momento, convirtiéndose en el intérprete de la crisis de la República, del progresivo deterioro de las antiguas instituciones y del surgir, sobre sus ruinas, de un nuevo estado: la nobleza y su mundo cerrado, el concepto de plebe y su participación en la política como mero comparsa, la demagogia, la corrupción administrativa, la crisis de valores (patria, libertad y familia)... en suma, del resquebrajamiento del sistema. 3.2.- Obra literaria La obra de Salustio no es muy copiosa. En los casi siete años que pudo dedicar a ella compuso dos monografías y una extensa obra de historia de la época, de autenticidad indiscutida: -De Coniuratione Catilinae: en ella trata la Conjuración de Catilina que tuvo lugar el 63 a.C., durante el consulado de Cicerón. Realiza un relato extenso de las causas lejanas de la conjuración, así como de la ambiciones de Catilina, noble degenerado y sin escrúpulos.

-Bellum Ingurthinum: en ésta trata la guerra de Jugurta rey de los númidas, entre los años 111 y 105 a.C., con el pueblo romano, contra cuya voluntad se había proclamado rey y el "gigantesco escándalo colonial" que desveló a raíz de ésta. -Historiae: era su obra más ambiciosa y madura, que abarcaba en cinco libros los doce años transcurridos desde la muerte de Sila en el 78 hasta el 67 a.C. De esta obra sólo nos quedan algunos fragmentos, cuatro discursos y dos cartas. 3.3.- Concepción de la Historia: pretensiones y ética Salustio es el creador de la Historia como género literario. Ésta es ante todo un arte para él: una narración histórica, más que Historia propiamente dicha, en función de unos objetivos morales concretos. No era ningún investigador de temas de historia militar, lo que le fascinaba era ante todo el ser humano, los sucesos del acontecer histórico y la atmósfera de la época. Por eso, el valor informativo de sus excursos históricos y geográficos es muy variable, a pesar de él los considere dignos y altamente documentados: "Mihi multa legenti, multa audienti". Siente directa y conscientemente la influencia de Tucídides: los discursos, cartas y disgresiones no son adornos, sino que valiéndose en ellos del retrato de un personaje (César, Catón, Mario, etc.) hace toda una serie de consideraciones éticas sobre su época al tiempo que refleja la actualidad contemporánea. Salustio penetra en su tema como dogmatizador, por lo cual frecuentemente comete errores o descuidos, porque no es la precisión histórica lo que le interesa, sino la narración de unos hechos con sus causas y consecuencias, así como la posibilidad de esclarecer el desarrollo del proceso de la degeneración en que la República se vio inmersa. Así pues, no es sólo el individuo el objeto de su observación meticulosa; también es notable la pintura que realiza de las clases sociales y de los partidos políticos: la confrontación con un pasado idealizado, regido por la virtus, hizo que le atribuyera el proceso de decadencia a la excesiva ambitio, avaritia y luxuria, que proliferaban por doquier, así como a la discordia y al irreflexivo abuso del poder por parte de las distintas factiones (partidos políticos), de quienes se convirtió en un crítico feroz. Para Salustio no es la "Tyche" la que hace imprevisible el devenir, sino el hombre genial que actúa con sentido de la responsabilidad. Considera su misión perpetuar el recuerdo de la extremas realizaciones humanas, en el bien y en el mal, para excitar admiración o aborrecimiento y ofrecer criterios para la conducta futura. En suma, podríamos decir que los dos aspectos fundamentales de la concepción histórica de Salustio, se resumen en estas dos notas, que matizaremos jalonadas de comentarios concretos sobre las dos monografías: a) Concepción moralizante de la historia: En los prefacios de sus monografías reflexiona sobre la brevedad de la vida, la superioridad del espíritu sobre el cuerpo y, por lo tanto, la supremacía de las acciones de aquél sobre las de éste, la corrupción de las costumbres y el desprecio de los bienes materiales... aunque todo ello resulte poco convincente en boca de alguien que había amasado con muy pocos escrúpulos una enorme fortuna. No pinta

las cosas con el contraste del blanco y del negro, sino que lo mismo hace creíble la grandeza del criminar (Catilina) que las sombras y peligros del héroe de la plebe (Mario). A final echa por la borda todas las idealizaciones y atiende siempre a presentar por el haz y el envés todas las realizaciones humanas. De esta manera Salustio se muestra imparcial cuando se trata de juzgar a un personaje, pero no lo es cuando se trata de juzgar ideas, pues su propio color interpretativo luce brillante ante un tema capital de permanente actualidad como es, la lucha mortal entre la moral y el poder. b) Sentido dramático de la Historia: Esta característica domina en profundidad toda su obra, lo que lleva a la elección de personajes y situaciones conflictivas. El tema de Catilina lo vio justificado "sceleris atque periculi movitate"(4,4), mientras que Jugurta lo impresionó porque "tunc primum superbiae nobilitatis obviam itum est" (5.1). Salustio penetra profundamente en el alma de estos individuos fuera de lo corriente; y de esta profunda observación psicológica se obtienen magníficos retratos, tanto de los protagonistas como de los personajes secundarios que en conjunto exponen los aspectos relevantes de la decadente sociedad romana que Salustio se esforzó en retratar. Respecto al tema de ética, mucho se le ha achacado a Salustio la falta de identidad entre su obra y su vida: dogmática y moralizadora/licenciosa y disipadora. Su declaración de intenciones (pulchrum es bene facere rei publicae, etiam bene dicere haud absurdum est) aclara bastante la situación: "Es hermoso servir bien al Estado, y no está de más decir sus alabanzas" (Cat., 3,1). En su edad juvenil se dedicó a actuar ("facere") en política y cuando ésta ya no pudo ofrecerle una gloria duradera con la potencia de su inteligencia, se volcó en su oficio de historiador, aportando sus consideraciones personales para el nuevo orden salvador. Tras una experiencia negativa, Salustio llegó a una especie de reflexión regeneradora, se dedicó a un otium prematuro, donde podría prestar un servicio eficaz, exponiendo ante las nuevas generaciones las lecciones del pasado: su dedicación a la Historia es una vuelta a los dominios del espíritu. De todas maneras su imperiosa necesidad de autojustificación imprime a sus obras un cierto tono sospechoso de culpabilidad, apoyado en otras evidencias como su aparente adscripción a los "populares", que bajo una capa de democracia e igualitarismo, deja entrever que era tan clasista como los aristócratas a quienes ataca. Efectivamente, nunca se convirtió en portavoz de la plebe, de quien supo reflejar su miseria, pero aún así debemos dejar un margen de confianza para alguien que en continua regeneración y acorde con la evolución de los tiempos supo reconocer y lamentarse de la situación a la que otros como él habían abocado a la República. 3.4.- Cuestiones estilísticas Su arte de narrador histórico le ha conquistado la admiración general tanto en la Antigüedad como, incluso, actualmente, a través de aspectos muy concretos como: -la estructura armónica de las monografías, -el interés oportunamente despertado y mantenido hasta el final, -las caracterizaciones convincentes a pesar de la simplicidad

psicológica y -el lenguaje impregnado de rudeza arcaica. Salustio fue un brillante estilista: su estilo es producto de un deliberado esfuerzo por reaccionar contra la moda imperante impuesta por Cicerón. Ya hemos hablado de la influencia de Tucídides, también de Catón, cuyo lenguaje arcaico y concisión se ven apoyados por períodos abruptamente escindidos y de un efectismo patético. Su lenguaje queda impregnado de antítesis vibrantes, desequilibrio y divergencia en la formulación. Su lengua se sale de lo corriente, buscando el colorido arcaico en aliteraciones y otros recursos. La objetividad de Catón se condensa en lacónica concisión: la brevitas es el ideal (paucis absolvam, Cat. 4,3), lo cual entraña el peligro de la obscuritas... Destaca en su prosa la sobriedad, suprimiendo toda palabra innecesaria, así como el uso de la asimetría o variatio, uso del infinitivo y del presente históricos, empleo abundante de frases participiales al estilo griego, así como el matiz causal para el ablativo absoluto, adverbios y conjunciones temporales (ubi) abundantes... Pero lo que más caracteriza a Salustio, lo que más le preocupaba fundamentalmente a la hora de escribir, y ello se reflejó en el lenguaje, es su interés por manifestar las causas últimas, lo cual le proyecta al futuro, en una línea similar a Tucídides (que alcanzaría su máxima expresión en Tácito). Ambos son investigadores de las causas, a pesar de las profundas diferencias entre ellos: Tucídides entiende; Salustio sentencia. El empeño por comprender la Historia a partir de su acontecer, dirigido por el valor del bonum publicum, nos demuestra que Salustio no es un escritor partidista, ni un dogmático filósofo, ni un científico erudito, sino un hombre que gracias a su afán de elevarse hasta la verdad eterna, llegó a ser el historiador de la República romana. 4.- TITO LIVIO: el entusiasta creador de la Historia Romana 4.1.- Datos biográficos y perfil humano Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) nació en la ciudad de Padua (Patavium). Procedía de familia acomodada y burguesa, amante de las tradiciones y de la paz, donde el respeto profundo a la religión y un espíritu de casta más acusado aún que el de la propia aristocracia romana (propio de la nobleza provincial) determinaría de manera fundamental el planteamiento y desarrollo de su obra literaria. Marchó a Roma en el año 30 a.C., entrando en contacto con Augusto, con cuyo programa patriótico se identifica y quien respetaba con simpatía las tendencias republicanas del literato. Totalmente alejado de la vida política (por primera vez no se da el binomio senador/historiador) Tito Livio consagra toda su vida a las investigaciones que le exige su obra literaria: la historia romana. Transcurre así plácidamente su existencia, alterada únicamente por la publicación progresiva y exitosa de las sucesivas "décadas". En el nuevo Estado fundado por Augusto, que quería ser una república "restaurada", la posición del Princeps, absolutamente preeminente, se conciliaba mal con los viejos ordenamientos: de ahí que resulte inevitable una llamada al pasado. Y éste es precisamente el elemento más característico de Livio: la recuperación integral del pasado. En los 142 libros de su obra Ab Urbe Condita narró la historia de Roma desde los

orígenes hasta su tiempo; la obra concluía con la muerte de Druso en el año 9 a.C. La vuelta al pasado, a la tradición y a los orígenes es el único medio para él de superar la historia reciente hecha de revoluciones, guerras civiles y posiciones irreconciliables: así pues el programa de gobierno de Augusto, su voluntad de restauración y de orden encontraron en este "republicano" el portavoz más afín que imaginarse pueda, y de esta manera su obra, junto con la Eneida de Virgilio, se convierte en la abanderada literaria del programa político de Augusto, con la glorificación de los comienzos de Roma y su innegable vocación de dominadora de pueblos. 4.2.- Obra Literaria Los 142 libros de Ab Urbe Condita no tratan todos los períodos con la misma amplitud; los primeros siglos de la historia de Roma están resumidos en unos pocos libros y la narración de los sucesos se va haciendo más extensa a medida que avanza en el tiempo y se va aproximando a la época del autor. En el prefacio de la obra expone Tito Livio los motivos que le han impulsado a acometer tamaña empresa: "Será para mí una satisfacción haber contribuido a evocar los hechos gloriosos del pueblo que está a la cabeza de todos los del universo". La obra, debido a su enorme extensión (unas 7.000 páginas impresas actuales), se comenzó a publicar en grupos de diez libros que se conocen con el nombre de "décadas". Desgraciadamente se ha perdido en su mayor parte; sólo se nos han conservado tres décadas y media, es decir, 35 libros de los que, además, los últimos están incompletos. Los libros conservados son los siguientes: *Década primera (libros del 1 al 10) *Década tercera (libros del 21 al 30) *Década cuarta (libros del 31 al 40) *La mitad de la Década quinta (libros del 41 al 45) Además quedan las recopilaciones o resúmenes (periochae) de cada libro, atribuidas a Floro (siglo II d. C.) que nos dan una idea del contenido de toda la parte que se ha perdido. La década primera trata los acontecimientos ocurridos desde la fundación de Roma (753 a.C.) hasta el 293 a.C. con el desastre de las Horcas Claudinas en las guerras Samnitas. Las dos décadas y media restantes abarcan en sucesión cronológica desde el año 221 a.C. (2ª guerra púnica) hasta el 167 a.C., fecha en que se produce el sometimiento de Macedonia por L. Emilio Paulo con la batalla de Pidna. El proyecto inicial era ambicioso, desproporcionado para las fuerzas de un solo historiador, sin embargo fue llevado a cabo con una tenacidad y entusiasmo extraordinarios, animado su autor por el éxito de su publicación y por su popularidad creciente. Trabajó en ella durante 40 años, llegando hasta 142 libros de los 150 que pretendía. 4.3.- Concepto de la Historia. Las Fuentes Frente a las monografías que habían caracterizado a sus dos grandes predecesores (César y Salustio), Tito Livio escribe una gran historia nacional, cuyo único tema es Roma ("fortuna populi romani") y cuyos únicos actores son el Senado y el pueblo de Roma ("senatus populusque romanus"). Entronca así Tito Livio en su concepción de la Historia

con los primitivos analistas, cuyos testimonios nos transmite en su primera década. Su propósito general es ético y didáctico; sus métodos fueron los del griego Isócrates del siglo IV a.C.: es el deber de la Historia decir la verdad y ser imparcial, pero la verdad debe presentarse con una forma elaborada y literaria. Coincide con Salustio en la concepción moralista y ejemplarizante de la Historia: "es preciso conocer su historia (de Roma) para imitar lo bueno y rechazar lo malo". Con la exaltación a ultranza de Roma pretende desarrollar en sus conciudadanos el amor a la patria, el respeto al mos maiorum, la concordia civil y la religiosidad profunda. Livio se limitó a amoldarse a unas circunstancias históricas, en las que la tradición era un dogma oficial, un credo nacional: no creer en la tradición era casi un crimen, un atentado contra la majestad del Estado. El historiador se convierte en moralista presentando tanto modelos a imitar como ejemplos que deben evitarse. Nada más práctico que el hombre de Roma y Livio eleva su pragmatismo hasta cotas de gran nobleza: no se trata de defender intereses personales, familiares o partidistas; ni siquiera de abogar por el senado o la plebe: se trata de servir a la patria entera, de ayudar a su resurgimiento moral, de presentar a sus conciudadanos para su educación política y moral la imagen de una República dirigida por los mejores, en la que todos acaban olvidando sus intereses personales en aras del interés supremo del Estado. Livio huye del pasado reciente y de la actualidad contemporánea. Busca, sobre todo, las pruebas de grandeza proporcionadas por el pueblo romano e indaga los motivos de su superioridad. El respeto de este escritor frente a la tradición y sus transmisores era tan grande, su pietas hacia lo heredado de sus antecesores tan determinante, que intentaba siempre eliminar contradicciones y armonizarlo todo: su indiscutible realización consistió en la síntesis conservadora de la tradición histórica romana y en su transmisión por medio de un estilo que resultaba atractivo para los contemporáneos de la era augústea. La resignación del autor frente a las tempestades del pasado reciente y a veces, incluso, el escepticismo frente al deseado cambio, se hacen patentes en no pocos pasajes de su obra. No obstante, él estaba profundamente convencido de la primacía del pueblo romano, proyectando su vocación de dominadora del orbe hacia atrás, a los comienzos de su historia: Roma era, para Livio, la "in aeternum urbe condita" (4,4,4). La religión, las normas del Derecho y la política condicionaban a partes iguales la forma de vida del hombre romano. Livio concretó las infinitas variantes de las mores maiorum, que constituían una monumento a la antigua romanitas en dos aspectos fundamentales: la pietas y la virtus. Y a éstas las diversificó en otras como: moderación, equidad, tesón, disciplina, respeto a la autoridad e indulgencia hacia los vencidos; de la guerra sólo la justa ("bellum iustum") y de manera leal... según Livio, la dominación romana era el imperium justo y moderado de los mejores. El método histórico utilizado deja mucho que desear. Utiliza como fuente a los primeros analistas y a Polibio, pero su nacionalismo exacerbado le lleva a deformar la realidad en detrimento de las naciones extranjeras. Su espíritu crítico es prácticamente nulo, aunque él intenta ser honesto y con frecuencia expone opiniones distintas sobre algún suceso para que el lector contraste y saque sus propias conclusiones. En su larguísima narración, Livio acredita tradiciones míticas y fabulosas, con historias

suculentas para la sociedad y educativas para la juventud, que él intenta hacer verosímiles, y en vez de someter a una crítica sistemática a las fuentes, por el contrario opera en ellas verdaderas y propias deformaciones en sentido filorromano. No es un historiador científico ni intuitivo como Tucídides. Y si añadimos su inexperiencia militar y política, junto con su escasa documentación de las condiciones económicas o de la vida social de Roma, su credibilidad podría quedar en entredicho. Sin embargo Livio vive profundamente la historia de Roma y, aunque es un historiador de gabinete que no viaja ni conoce personalmente los escenarios de los hechos que describe, su capacidad psicológica, su profunda fe en lo humano y su exacto conocimiento de la dignidad del hombre y de sus posibilidades, le facultan como un psicólogo excepcional para intuir el alma de los individuos y de los grupos. Por ello sus retratos, discursos y descripciones de multitudes tuvieron tanto éxito. A través de su obra está siempre presente el alma de Roma, que se revela en todos los actos de la comunidad nacional: Livio escribe una historia colectiva: "Res gestae populi romani". Su historia no es económica, en cierto sentido es social, por el importante papel que juegan los problemas políticos; es también una historia militar y diplomática y, ante todo, una historia cultural y del espíritu en la medida que presenta la encarnación del alma romana en el curso del tiempo y la excepcional visión sobre cómo contemplaba un romano, desde la cima, su pasado. 4.4.- Cuestiones estilísticas Fuera de toda duda está la altísima categoría de Tito Livio como escritor. Se sitúa en una época de transición: la prosa había alcanzado su apogeo en la generación anterior con César y Cicerón y comenzaba ahora a decaer, mientras que la poesía alcanzaba su máximo esplendor. La poesía domina de tal forma este período que incluso va a impregnar a la prosa de sus características: Tito Livio escribe una prosa imbuida de connotaciones poéticas. La herencia de Cicerón se deja sentir en los períodos largos, amplios y cadenciosos, en una prosa elocuente, clara, ordenada y completa y, por último, en el abuso de los discursos. Y fue precisamente a través de ellos que supo investigar en el alma y las circunstancias de cada personaje, aunque como literato, inexperto en política, no fuera capaz de aprehender el crucial problema político de su época. En realidad Livio asimiló y moldeó desde la época augústea un concepto global de la historia de Roma que respondía perfectamente a las expectativas de su tiempo; se comprende que su éxito fuera inmediato: varias generaciones de ciudadanos aprendieron por medio de la tradición transmitida por Livio a conocer a su patria. Creó al romano-tipo representativo de las gentes de Roma y con él una imagen digna y respetable ante los pueblos conquistados. 5.- TÁCITO: un "tribunal de la Historia" a través de un investigador de las causas. 5.1.- Datos biográficos y perfil humano El género histórico, que tuvo ilustres representantes en la época de la República (César, Salustio, Tito Livio), conoce un renacimiento en los últimos años del siglo I y en los primeros de II d. C. con la figura de Publio Cornelio Tácito (55-120 d. C.), el gran

historiador del Imperio bajo los Flavios. Tenemos muy poca información biográfica, pese a ser uno de los más grandes escritores latinos e, incluso, las fechas de nacimiento y muerte son aproximadas. Procedía sin duda de familia distinguida, posiblemente de la Galia Narbonense, y estudió Retórica y Filosofía con buenos maestros. Estuvo vinculado por matrimonio con la clase dirigente, ya que su esposa era hija de Julio Agrícola, alto dignatario imperial, conquistador y gobernador de Britania. En Tácito tomó la palabra una vez más un miembro de la clase senatorial dirigente buen conocedor de la Retórica, un hombre que había recorrido con éxito el cursus honorum, coronándolo con el desempeño de los cargos de pretor (año 88) y de cónsul (año 97). Su experiencia del tiránico reinado de Domiciano (81-96) le indujo a escribir sobre la difícil y penosa supervivencia en la vida pública bajo el mandato de semejante emperador en la introducción de una de sus primeras obras (Vida de Agrícola) y esta visión fatalista y amarga marcaría de manera determinante el resto de su obra. A pesar de ello se hizo famoso en vida y gozó de la amistad de insignes colegas como Plinio el Joven. De modo parecido a su predecesor y modelo Salustio, también organizó su vida y su obra en dos fases principales. Hasta los 40 años su vida fue la normal de un orador y abogado, pero después siguió el período de actividad pública, el período de trabajo literario; en su obra, a las tres monografías preparatorias siguieron los dos grandes relatos históricos. 5.2.- Obra Literaria 1º) De vita Iulii Agricolae: publicada en el 98, se trata de una biografía apolegética de su suegro, en la que no sólo relata una descripción de la ocupación romana de Britania (de la que poseía información privilegiada), sino que también pasó revista a las condiciones necesarias para la libertad individual y el trabajo historiográfico, así como al problema de la conducta a seguir por la clase dirigente bajo un gobierno tiránico: habla de la pérdida de la vida... "nosotros no sólo hemos sobrevivido a aquellos otros, sino a nosotros mismos" (3,2). 2ª) De origine et situ Germanorum ("Sobre el origen y establecimiento de los Germanos"), llamada popularmente Germania, pudo haberse escrito sobre el 98 y supone una joya etnográfica sobre los Germanos hasta el punto que se ha llegado a considerar un documento complementario sobre las dos grandes obras históricas (al estilo de César) que luego va a acometer. Aquí Tácito relaciona de una manera consecuente a Roma con un mundo ejemplar ajeno a ella, haciendo uso de criterios y categorías romanos. Lo mismo que la comparación del presente con el pasado, la de lo romano con lo foráneo, la imagen utópica del "salvaje noble" no corrompido, sirve a su tendencia dirigida más bien a criticar la decadencia y corrupción romana del momento que a presentar la actitud germánica: religio, virtus, simplicitas, libertas... eran el compendio de virtudes primitivas que Roma nunca debió perder. 3ª) Dialogus de Oratoribus: publicado sobre el año 100 y de corte claramente ciceroniano.

En esta obra Tácito trata la decadencia de la oratoria en contraste con el florecimiento de épocas anteriores... y, evidentemente, la mirada del historiador sobrevoló sobre las realidades históricas y no sólo sobre las limitaciones literarias, poniendo de manifiesto las interdependencias existentes entre los desarrollos políticos y los espirituales, con el ejemplo y pretexto de la elocuencia. 4ª) Historiae: fue terminada hacia el año 110. Se componía de 14 libros y comprendía el período, vivido por el autor, que va desde la muerte de Nerón hasta la de Domiciano (6996 d.C.); es decir, se ocupa del período de gobierno de seis emperadores: Galba, Otón, Vitelio (un año), Vespasiano, Tito y Domiciano. Solo se nos han conservado los cuatro primeros libros y parte del quinto. Ofrece una imagen especialmente desgarradora de los acontecimientos acaecidos entre el 69 y el 70: "período lleno de catástrofes, horrendo en sus luchas, desgarrado por los motines, sangriento incluso en la paz". 5ª) Annales ab excessu divi Augusti: fueron compuestos después del 113, pero abarca el período histórico inmediatamente anterior a las Historiae: desde la muerte de Augusto a la de Nerón (14- 68 d. C.); es decir, los reinados de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Se componía de 16 libros de los que se conservan los seis primeros (el quinto y el sexto sólo en parte) y los seis últimos (el undécimo y el decimosexto mutilados). 5.3.- Concepción de la Historia. Las Fuentes Tácito es un historiador bien documentado; sus fuentes son múltiples y variadas: utiliza los trabajos de otros historiadores de la época estudiada y documentos oficiales (registros públicos, actas, archivos del Senado...) y, en la medida de lo posible, sus propias experiencias (ya que trata temas muy cercanos y que le son bien conocidos), el testimonio ocular de los testigos y protagonistas y fuentes orales variadas. Pero su espíritu científico no acepta sin crítica ninguna de las fuentes; discute la autoridad de cada testimonio y se decide por la versión más probable cuando hay discrepancia. Lejos de su ánimo la relación de leyendas antiguas de Tito Livio, así como la intención de hacer una historia completa de Roma: es el Imperio, aquello de lo que él puede atestiguar directamente, el objeto de su estudio. En la interpretación de los hechos, Tácito revela un afán de sinceridad y objetividad, como pone de manifiesto al comienzo de las Historias (neque amore et sine odio, "sin afecto ni rechazo", 1,1,3) o en la famosa formulación del comienzo de los Anales (sine ira et studio, "sin ira ni prejuicios"). Con ello, desde luego, no se proclama en absoluto la neutralidad. Lucha con el problema de la libertas, pero la de su clase, la clase dirigente, cuyos puntos de vista expone con vehemencia. Para él, desde Mario y Sila, la historia de Roma es la historia de una esclavitud en la que sólo cambian los opresores, consecuencia de la demoníaca posesión del hombre por el poder. En el Principado romano veía un sistema de dominio basado en la hipocresía, la falsedad, la corrupción, la falta de principios, el oportunismo, el servilismo y la arbitrariedad llevada a lo absoluto; un sistema de dominio caracterizado por el enmascaramiento de las estructuras de poder y la ocultación de la realidad: sus retratos no se limitan a los "principes", sino que abarcan todo su entorno (parientes, libertos, colaboradores, militares...).

Sin embargo, Tácito estaba convencido de la necesidad del Principado: el inmenso volumen del Imperio exigía una gestión centralizada y, por otra parte, el sistema se hallaba legitimado para la mayoría por las guerras civiles. Así pues, habituado a buscar diferencias de matices, podía apreciar en su justo valor los aspectos positivos del sistema. Efectivamente, raras veces se conforma con trazar el curso histórico en los puntos cruciales del acontecer bajo una única perspectiva. Tácito se complace en la bipolaridad, las antítesis, los contrastes, el juicio enfrentado a un despliegue de posibilidades, la alternancia de los puntos de vista y las interdependencias de personas o grupos, poniendo así al descubierto los hondos problemas y las violentas contradicciones del Principado romano. Políticamente él no es un "republicano", pero se manifestaba profundamente pesimista sobre la habilidad de Roma para encontrar un buen emperador; y como juzga imposible la restauración de la libertad, su ideal político es la monarquía que "concilia dos cosas hasta entonces inconciliables: el principado y la libertad; por tanto, hay que desear buenos emperadores y soportarlos tal como sean" (Hist. 6,8). Como Salustio y Tito Livio tiene una concepción moralista de la Historia y asume así el papel de censor; hasta tal punto esto es así que Tácito convierte su obra en un auténtico "tribunal de la Historia" de corte pesimista y severo en cuanto a las limitaciones y culpas del ser humano, pero sin llegar a renunciar por ello a la consecución de la virtud. Para él la función de la obra histórica es "registrar la virtud y asegurar que la corrupción fuera denunciada y los vicios refrenados al pensar en la posteridad" (An.3,65). Esto, su amargo pesimismo y su retoricismo le hacen inconscientemente falsear los hechos y recargar las tintas en uno u otro sentido, lo que dificulta mucho su indudable deseo de objetividad. Por otra parte, Tácito concibe la historia como un drama de almas: son los individuos los que hacen la Historia, por eso no critica a las instituciones, sino a los personajes que las presiden y a su corte. A través de impresionantes psicodramas (cuyo mejor ejemplo son los retratos de las muertes de Séneca, Lucano y Petronio), demuestra una gran maestría en el arte del conocimiento humano. La virtus, la gran actitud viril, reservada sólo a unos pocos portadores, es lo que aclara y hace soportable lo sombrío de la existencia. En resumen, para Tácito la Historia es: *una obra de justicia y una enseñanza, *una obra artística *una obra de carácter científico: los hechos se explican por sus causas, como la ciencia explica los fenómenos naturales. A través de la reproducción del pasado, la toma en consideración del presente y el enjuiciamiento del futuro, Tácito logró una síntesis comprensiva histórica de su propia existencia y de la de cualquier ser humano. 5.4.- Cuestiones Estilísticas y Pervivencia Son los valores literarios y de estilo los que han hecho que Tácito ocupe un puesto de honor en la literatura latina: eleva hasta sus extremos las posibilidades lingüísticas del latín. Al igual que Salustio, y aún más que él, huye de la prosa sobrecargada y adornada y comparte con él no pocos recursos de estilo: -empleo de arcaísmos, aliteraciones y antítesis -rechazo de las formas comunes y

habituales de expresión -uso de giros poéticos de efecto trágico -tendencia al desequilibrio sintáctico, a la asimetría, al cambio de expresión dentro de un mismo razonamiento.

TEATRO ROMANO EL TEATRO ROMANO 1.- INTRODUCCIÓN El teatro era el único género literario que en la época de la helenización de la cultura latina se había enriquecido ya en Roma con una rica tradición popular. Efectivamente, el carácter itálico se distinguía por una tendencia a la chanza, a lo grotesco y a lo mordaz (el italum acetum a que se refirió Horacio) que desde antiguo se plasmaba en representaciones improvisadas de gran raigambre popular. Entre estas manifestaciones preliterarias relacionadas con la escena destacan las "farsas atelanas" y el "mimo". Las farsas atelanas surgen entre los oscos y son pequeñas representaciones bufas basadas en la vida cotidiana y en la que aparecen tipos fijos representados por actores no profesionales cubiertos por máscaras: el viejo estúpido (Puppus), el jorobado (Dosenus), el glotón (Buccus), y el joven atolondrado (Maccus). Cuando por influencia de la helenización de la escena romana comienzan a representarse tragedias, las atelanas pasan de ser un género dramático menor a representarse a continuación de las mismas como exodium. El mimo era representaciones en que las tanto hombres como mujeres sin máscaras daban vida a escenas de la vida diaria partiendo de un texto en prosa. En la evolución del teatro romano va adquiriendo cada vez mayor popularidad, desplazando a las atelanas en el exodium de las tragedias. El origen del teatro y de las representaciones dramáticas regladas debe vincularse a la helenización general de la cultura romana tras la primera guerra púnica; la presencia de tropas romanas en el sur de Italia y en Sicilia no es ajena a este helenización. El teatro es el más claro ejemplo, aunque no el único, de esta habilidad de la civilización romana para apropiarse de manifestaciones artísticas de otros pueblos impregnándolas de su propio espíritu. Según la tradición las primeras representaciones dramáticas se deben a Livio Andrónico (c.284/204 a. de C.), a quien se le encargó, al parecer en el 240, la puesta en escena de un tragedia y una comedia traducidas del griego para celebrar los "ludi Romani" con motivo del fin de la primera guerra Púnica. En la denominación que la literatura latina utiliza para las obras dramáticas no se habla de tragedias y comedias; el término habitualmente utilizado para cualquier tipo de representación es "fabula". La distinción entre unas formas dramáticas y otras se basa más bien en el origen del asunto tratado y en la caracterización de los personajes en escena. Distinguían así los siguientes tipos de dramas: TRAGEDIA Fábula crepidata o coturnata: Tragedia de asunto griego; se caracterizaba porque los actores usaban el "coturno" o bota alta característica de los actores trágicos griegos. Fábula praetexta: tragedia cuyo tema se basa en la leyenda o en la historia romana. Toma el nombre de la toga orlada que llevaban los hombres ilustres en Roma.

COMEDIA Fabula palliata: comedia latina de asunto griego. Recibía este nombre porque los actores se cubrían con el "pallium" o manto griego. Fabula togata: comedia sobre temas y personajes romanos. Los actores vestían la toga. Tampoco existió en Roma en los primeros tiempos una especialización de los dramaturgos en trágicos y cómicos. Los iniciadores del género, Livio Andrónico y Nevio, escribieron indistintamente obras de argumento trágico y cómico, sólo a partir de Plauto se observa una tendencia a ceñirse a uno de los géneros. Los distintos tipos dramáticos tuvieron desigual suerte en su desarrollo y, de la misma forma, su conservación y transmisión también ha sido desigual. La tragedia de argumento griego (fabula crepidata) y, en bastante menor medida, la de asunto romano se cultivó con cierta asiduidad entre el 240 y el 90 a. de C., fecha en que muere Accio, el último trágico de la época de la República. Sin embargo conocemos poco de esta actividad dramática: los nombres de varios autores -Ennio, Pacuvio y Accio-, además de algunos títulos y fragmentos. A partir de este momento la tragedia decayó y no se tiene noticia de ninguna tragedia en el último siglo de la República. En la época del imperio el gusto del pueblo por los espectáculos circenses y por el mimo relegó la producción dramática, y más concretamente la de asunto trágico, a los círculos intelectuales donde era recitada; se cargan así las tragedias de ese tono retórico característico de la mayor parte de la literatura de la época de Claudio y Nerón. De este período conservamos las tragedias escritas por Séneca el Filósofo, únicas que nos han llegado completas y entre las que se incluye una praetexta, que no debe considerarse obra suya. La fabula palliata está en cambio magníficamente documentada en las obras de los dos grandes cómicos de los primeros siglos de la República: Plauto y Terencio. La comedia dejó prácticamente de escribirse y representarse en el siglo I a. de C., ante la competencia del mimo que había ido evolucionando hacia un tipo de farsa licenciosa, con gran número de personajes y que llegó a ser extraordinariamente popular. Aunque la mayor parte de las obras dramáticas que nos han llegado están basadas en originales griegos, sin embargo la libertad en el trabajo de adaptación es total. Los autores latinos no sólo introducen situaciones nuevas y referencias a su momento histórico, sino que también utilizan en una misma obra argumentos de distintos originales griegos e incluso escenas de autores distintos. Este procedimiento se conoce con el nombre de contaminatio y es particularmente visible en las comedias de Plauto y Terencio. 2.- LA COMEDIA 2.1.- Características generales El desarrollo de la comedia literaria basada en originales griegos (fabula palliata) se vio mediatizado por la existencia desde antiguo, según hemos señalado más arriba, de formas escénicas muy elementales (atelanas, carmina fescennina, mimo), pero profundamente arraigadas en el gusto popular. Nevio consiguió, sin apartarse de los modelos griegos, introducir en sus comedias algunas notas de color itálico que acercó la palliata al público;

en esta línea continuó Plauto que consiguió para la palliata un nivel general de aceptación. Sin embargo la competencia con las formas dramáticas autóctonas fue una constante en la evolución de la comedia en Roma, y en la preferencia del público por ellas está la clave de la corta vida de la comedia en comparación con otros géneros también tomados de Grecia. La fabula palliata se inspira directamente en la Comedia Nueva ateniense; se denomina así a la última fase de la comedia ateniense que se desarrolla aproximadamente entre el 325 y el 263 a. de C. Los máximos representantes de esta Comedia Nueva son Dífilo, Filemón y Menandro. Era una comedia de costumbres que reflejaba la vida privada de las clases acomodadas. En esta comedia burguesa la acción gira en torno a la vida y costumbres de una serie de tipos fijos: el esclavo avispado, el viejo avaro, el joven enamoradizo, soldados fanfarrones, cortesanas desenvueltas, doncellas honestas, etc. Las situaciones de la comedia nueva eran atemporales y se podían fácilmente adaptar a otro tiempo y a otro lugar. Como ya se ha dicho, a partir de Nevio fue práctica habitual la contaminatio: utilizar más de un original e incluso en ocasiones más de un autor como modelo. Los autores romanos utilizaron la forma griega para acentuar lo que en la comedia más se aproximaba al gusto de los espectadores romanos: las situaciones equívocas, los dobles sentidos, la parodia, etc. Se produjo en cierto sentido una latinización de la comedia que culmina cuando se ponen en escena tipos y costumbres de la vida cotidiana de Roma, surgiendo así la fabula togata. La fabula palliata tenía una estructura formal tomada de sus modelos griegos y, aunque no siempre encontramos la misma estructura, podemos distinguir en ella las siguientes partes: *Didascalias: son obras de los gramáticos posteriores. en ellas se consignan el nombre del autor, titulo de la obra, datos sobre la fecha y circunstancias de su estreno. Igualmente se recoge el nombre de la obra griega utilizada como modelo y el de su autor. No siempre han existido o se han conservado; todas las obras de Terencio se nos han transmitido con su didascalia correspondiente, sin embargo la mayor parte de las comedias de Plauto carecen de ellas. *Argumento: es un resumen de la obra realizado también por los gramáticos posteriores. *Prólogo: exposición del argumento a cargo de un actor o de un personaje simbólico. Los prólogos de las comedias latinas son una magnífica fuente de información sobre el teatro de siglo II a. de C. Los prólogos de Plauto son joviales, pretenden divertir y, además de su carácter expositivo, incluyen chistes y advertencias jocosas a los espectadores. Los prólogos de las comedias de Terencio tienen una mayor profundidad y contienen la réplica del autor a los ataques de que era objeto; dada la importancia de los prólogos en las obras de Terencio, volveremos sobre ellos al ocuparnos de su autor. *Diálogo o diverbia: partes dialogadas en verso. *Cantica: parte del texto de las comedias que se cantaba con acompañamiento de flauta. En el teatro de Plauto, como veremos más tarde, estas partes cantadas tienen un

amplísimo desarrollo. 2.2.- Autores de palliatae Aunque Livio Andrónico y Ennio cuentan entre sus obras dramáticas con algunas comedias, con anterioridad a Plauto sólo Nevio mostró mayor inclinación hacia este género. Ya hemos aludido a su tendencia a introducir en sus comedias tópicos itálicos para acercarlas al público. Poco sabemos sobre el carácter y estilo de sus comedias porque sólo tenemos escasos fragmentos, pero los títulos -Los carboneros, El alfarero, El adivino...- sugieren temas de la vida común. Sin duda alguna podemos conocer de forma bastante exacta el desarrollo de la comedia latina gracias a la obra de dos grandes comediógrafos de la época republicana: Plauto y Terencio. 2.2.1.- PLAUTO (c 255 a.C.- 189 a. C.) Fue el más popular de los autores de comedias y dominó absolutamente la escena romana desde el 215 a. de C., fecha de su primer éxito escénico, hasta el 184 a. de C., año de su muerte o, al menos, de su última representación. Plauto nació en Sarsina, ciudad de Umbria, hacia el 255 a. de C. y abandonó pronto esta ciudad. La mayor parte de las informaciones que poseemos sobre la vida y obra de Plauto proceden de Varrón, erudito del siglo I a. C., que dedicó grandes esfuerzos a llevar alguna claridad sobre las circunstancias de la vida del poeta umbro. Se sabe que en su juventud trabajó en el entorno de compañías dramáticas (Varrón utiliza la fórmula in operis artificum scaenicorum), donde pudo adquirir su conocimiento poco común de los aspectos técnicos y del repertorio tanto griego como romano. Al parecer posteriormente se dedicó al comercio y fracasó; como consecuencia del endeudamiento provocado por su actividad comercial se vio forzado a trabajar como esclavo en un molino. En esta situación escribe tres comedias que obtienen un rápido éxito y que lo convierten, ya hasta su muerte, en el ídolo de los espectadores. Desde el 215 y durante un trentenio aproximadamente produce para la escena un abundantísimo número de comedias. Plauto es el primer poeta romano que se especializa en un sólo género literario; sus contemporáneos Nevio y Ennio no sólo conjugan dentro de la actividad dramática comedia y tragedia, sino que, probablemente llevados por el ambiente heroico de estos primeros años de expansión de Roma, componen también poemas épicos. En Plauto no encontramos alusión alguna al momento político, ni utilización satírica de cosas o personas relacionadas con el Estado: su elección es el género cómico que se acomoda a su talante jovial e inclinado a la risa fácil sin segundas intenciones. En este sentido Plauto es una personalidad excepcional en la literatura latina; sus obras están llenas de la gran alegría de vivir y del espíritu burlón de su autor. De la enorme popularidad de Plauto da fe el hecho de que ya en el momento de su muerte circularan como suyas unas ciento treinta comedias. Varrón, en su estudio sistemático de la obra plautina, estableció como auténticas sin ningún género de dudas veintiuna comedias de esas ciento treinta atribuidas. Todas sus obras son palliatae, basadas en originales griegos de la "Comedia Nueva"; su relación según el orden en que aparecen en los manuscritos es la siguiente: Amphitruo, Asinaria, Aulularia, Captivi, Curculio, Casina, Cistellaria, Epidicus, Bacchides, Mostellaria, Menaechmi, Miles Gloriosus,

Mercator, Pseudolus, Poenulus, Persa, Rudens, Stichus, Trinummus, Truculentus y Vidularia, ésta última está en estado fragmentario. En estas comedias se repiten con escasas variaciones tipos y situaciones, de forma que resulta difícil, por no decir imposible, establecer un criterio de clasificación; el único título que conviene a todas es el genérico de "comedia de enredo" con múltiples complicaciones y situaciones cómicas. Sin embargo, con algunas reservas y para facilitar su aprendizaje, se pueden agrupar las comedias plautinas bajo los siguientes epígrafes: *Comedias basadas en el equívoco o cambio de personas: Bacchides, Amphitruo, Menaechmi. *Comedias basadas en el "reconocimiento", es decir en el descubrimiento del verdadero origen y condición de determinadas personas y que da lugar a un súbito cambio de fortuna: Cistellaria, Curculio, Epidicus, Poenulus. *Farsas cómicas. Asinaria, Persa, Casina. *Comedias de caracteres: Pseudolus, Truculentus. *Comedias en las que confluyen motivos y situaciones: Aulularia, Captivi, Trinummus, Miles Gloriosus. Plauto no oculta en ningún momento que sus obras están basadas en otras griegas; utiliza para referirse a su trabajo el término "vertere" (traducir) y, en ocasiones, cita el autor y la obra que utiliza como modelo. Sin embargo, como hizo Nevio con anterioridad, maneja los modelos griegos con una absoluta libertad; no sólo mezcla fragmentos de distintas obras y de distintos autores griegos (la ya comentada contaminatio, de la que Plauto hace un amplio uso), sino que además modifica el original cortando o añadiendo, insertando recursos cómicos típicamente itálicos, recreando situaciones con mayor fuerza cómica y, en definitiva, dando lugar a una comedia totalmente diferente, profundamente romana. La finalidad última del teatro plautino es divertir: pretende conseguir un efecto cómico en cada escena, aunque para ello tenga que sacrificar la lógica interna de la acción. Para lograr el efecto cómico deseado no le importa al autor caer en contradicciones, anacronismos e incongruencias; la caracterización de los personajes es a veces extravagante y las situaciones se alargan frecuentemente más allá de lo verosímil, Todo ello contribuye a dar a las comedias de Plauto un carácter fantasioso que es su principal virtud y que las convierte en intemporales. También en el campo de la estructura formal se distancia Plauto de sus modelos griegos, creando una forma nueva de comedia con entidad propia. Como ya se ha comentado, desde Livio Andrónico el teatro romano concede mayor importancia a las partes cantadas que el teatro griego; Plauto acentúa esta tendencia, creando una comedia en la que la parte dialogada o recitada (diverbia) ocupa en la mayor parte de las obras sólo un tercio del total. Los cantica se enriquecen en su estructura y en su métrica; no sólo incluyen parlamentos y recitados al son de flauta, también se encuentran fragmentos melodramáticos (arias, solos, duos) interpretados con acompañamiento instrumental. Este carácter melodramático de las comedias de Plauto, unido a su lenguaje cotidiano y popular de gran fuerza cómica, les confiere un carácter propio e inconfundible.

Plauto gozó siempre de una gran acogida entre el público y sus comedias se siguieron representando con gran éxito mientras existió una tradición teatral viva en Roma. Durante el clasicismo de los últimos años de la República y de la época de Augusto la popularidad de Plauto sufre un cierto retroceso por influencia de los grandes poetas del momento, en particular Horacio, a quienes disgustaba en general la literatura de la época arcaica. A partir del Renacimiento Plauto vuelve a ser leído y representado, ejerciendo sus obras gran influencia en el teatro inglés del siglo XVI. Como muestra de esta influencia de las comedias plautinas en el teatro europeo de los siglos XVI y XVII baste decir que La comedia de los errores de Shakespeare utiliza el argumento de Menaechmi y que El avaro de Moliére recuerda al Euclión de la Aulularia 2.2.2.- TERENCIO (185-4? a. C.) La vida del segundo de los grandes comediógrafos latinos está marcada por dos factores determinantes: por un lado, su brevedad, ya que no se extendió más allá de veinticinco o treinta y cinco años; por otro, su estrechísima relación con la aristocracia filohelénica que se reunía en torno a los Escipiones y que es un factor imprescindible para entender las comedias de Terencio. Publio Terencio Afer nació en Cartago, en el norte de África; su fecha de nacimiento es incierta. Suetonio, biógrafo del siglo I de nuestra Era que escribió una extensa "vita" del poeta, da como fecha para su nacimiento el 185/184 a. de C.; sin embargo, algunos estudiosos de la literatura latina proponen adelantar la fecha hasta el 190. Se sabe con seguridad que, siendo todavía adolescente, llegó a Roma como esclavo del senador Terencio Lucano, quien le dio una esmerada educación y le concedió la libertad. Como era costumbre adoptó el "nomen" de su patrón, Terencio, y mantuvo en el "cognomen", Afer, la referencia a su procedencia geográfica. Probablemente en casa de su amo y protector conoció y se ganó la benevolencia de los espíritus cultos y refinados de la ciudad. Roma vivía un momento excepcional, comenzaba su expansión victoriosa por el Mediterráneo oriental, y parte de la aristocracia romana había adoptado el ideal cultural griego; en el llamado Círculo de los Escipiones se reunían filósofos (Panecio), historiadores (Polibio), retores (Leilo) y poetas (Lucilio), todos movidos por el mismo deseo de difundir e integrar en la literatura latina las formas literarias griegas. A este mundo culto y refinado pertenece Terencio y con frecuencia se le ha considerado como su portavoz. En el año 160 a. C. emprendió un viaje a Grecia por causa que desconocemos y en el transcurso del mismo, en circunstancias igualmente oscuras, falleció. Suetonio da como fecha de su muerte el 159. La corta carrera dramática de Terencio se extiende por espacio de seis años; entre el 166 y el 160 escribió seis comedias palliatas, cuyas fechas de estreno conocemos perfectamente, ya que todas se nos han transmitido con su correspondiente didascalia. La mayor parte de sus comedias siguen originales griegos de Menandro, el más moderado y moral de los autores del Comedia Nueva. La relación de las comedias de Terencio según el orden de su representación es el siguiente: *Andria ("La mujer de Andros"), estrenada en el 166. *Hecyra ("La suegra"). El primer estreno, que fue un sonoro fracaso, tuvo lugar en el 165. *Heautontimoroumenos ("El

atormentador de sí mismo), en el 163 *Eunuchus ("El eunuco"), en el 161 *Phormio ("Formión"), en el 161 *Adelphoe ("Los hermanos"), en el 160. En este mismo año tiene lugar el segundo y tercer intento de estreno de Hecyra, que sólo en el tercer intento consigue el éxito. Como se puede observar, a diferencia de Plauto, el éxito de público no fue para Terencio algo inmediato, si bien cuando se produjo, en concreto con el Eunuchus, éste fue rotundo. Pero no sólo tuvo que enfrentarse el poeta con la indiferencia y frialdad del público en sus primeras obras, sino que durante toda su corta carrera dramática tuvo que hacer frente a la crítica de otros poetas dramáticos y literatos. A defenderse de estos ataques consagró el poeta los prólogos de sus comedias, y en ello es totalmente original. El prólogo, como ya hemos señalado, era un elemento fundamental en las obras dramáticas. Generalmente en Grecia, tanto en la tragedia como en la comedia, se utilizaba el prólogoexposición, en el que se presentaba de forma concisa el tema de la pieza teatral. Muy excepcionalmente, la Comedia Nueva añadía a la exposición de la trama el elogio de la obra y de su autor (prólogo-elogia). Plauto utiliza todo tipo de prólogo, aunque prefiere el prólogo-benevolencia. Terencio rechaza los prólogos-exposición por considerarlos groseros y convierte los suyos en prólogos literarios en los que intenta dar respuesta a las acusaciones que se le formulaban, razonaba sobre los modelos utilizados y exponían sus ideas sobre su obra. El conjunto de los prólogos terencianos son una magnífica fuente para el estudio de su autor. Las respuestas de Terencio nos permiten conocer qué críticas se le formulaban. Se le acusaba de aceptar colaboración de sus nobles amigos para escribir sus comedias, de plagiar trozos y personajes de otros autores romanos, de "contaminar" los originales griegos y de debilidad de estilo. Después de la muerte de Plauto los gustos habían cambiado y los círculos literarios no aceptaban de buen grado la latinización de los originales griegos. Terencio se somete al gusto imperante y mantiene en sus comedias el ambiente griego. Huye deliberadamente del chiste fácil, de las tramas complicadas, del recurso a la caricatura, en definitiva de todo aquello que había conferido a las comedias de Plauto su peculiar estilo. En Terencio toda la comedia gira en torno a la caracterización de los personajes, las inconsecuencias y el contraste entre ellos es el medio escogido por el poeta para provocar la hilaridad, que siempre será moderada, más próxima a la sonrisa que a la abierta risa de Plauto. Quizá este sea unos de los puntos débiles de la obra de Terencio: sus obras son de un gran altura desde el punto de vista lingüístico, la caracterización psicológica de los personajes está lograda, pero el conjunto carece de fuerza cómica. La nota dominante de sus comedias no es la burla, sino más bien la piedad, la ternura y la melancolía. Sus personajes son amables y no guardan relación alguna con los estereotipos caricaturescos pintados por Plauto. En las comedias de Terencio los esclavos son serviciales, los hijos respetuosos, los padres afectuosos y preocupados, las matronas respetables, etc. En conjunto traza unos cuadros de menor efecto cómico, pero de gran valor humano. Terencio pretende escribir obras de teatro de un elevado nivel artístico. Su lengua es de gran pureza y elegancia. Desde la época imperial se le proponía como modelo de "sermo urbanus". En resumen, Terencio por sus conocimientos literarios, por sus gustos

elevados, por su estilo elegante alejado de toda vulgaridad,es un representante cualificado de lo que en su época se llamó "humanitas", cualidad que el propio poeta resumió admirablemente en este conocidísimo verso: Homo sum: humanum nil alieni puto (Heautontimoroumenos v.25). 3.- LA TRAGEDIA 3.1.- La tragedia en la época de la República Como ya se ha indicado la tragedia comienza en Roma después de la conquista de Tarento en el 272 a. de c., que supuso a su vez la "conquista" de Roma por la cultura griega, según recoge el célebre verso de Horacio: Graecia capta ferum victorem cepit. Desde esta época hubo poetas que tradujeron o vertieron al latín dramas griegos, Se piensa generalmente que la tragedia no alcanzó nunca en Roma la popularidad que lograron la comedia y otras formas escénicas. Quizá la razón de esta opinión generalizada resida en que sólo nos quedan escasos fragmentos de las tragedias de la época republicana y su carácter retórico los hace poco atractivos. Pero lo cierto es que la tragedia tuvo una larga vida en Roma; se siguió representando por espacio de más de doscientos años y los romanos de la época clásica conocían y apreciaban a Ennio, Pacuvio y Accio como grandes trágicos. 3.2.- La tragedia durante el Imperio: SÉNECA. Durante los primeros años del principado de Augusto se confirma la tendencia a la desaparición de la tragedia y de otras formas de drama literario con pretensiones escénicas. Ya en gran parte del último siglo de la República se había constatado la ausencia de otras nuevas para su representación. Por otra parte, el paso del tiempo había dado lugar a cambios tanto en el estilo como en los gustos literarios, lo que hacía que las obras de los tragediógrafos republicanos parecieran cada vez más arcaicas y rudas a medida que pasaba el tiempo. El público romano, menos cultivado que el griego, mostraba preferencia por los espectáculos circenses y, dentro de los espectáculos escénicos, el mimo, las atelanas y las pantomimas sustituyeron a las obras dramáticas de mayor valor literario. De esta forma en el siglo I d. C. la tragedia se convierte en un ejercicio literario dedicado exclusivamente al recitado y la lectura en círculo literarios e intelectuales. La última representación de una tragedia nueva de la que se tenga noticia oficial tuvo lugar en el año 29 a. C; se trata de la puesta en escena del Thiestes de Lucio Varo Rufo promovida por el propio Augusto para celebrar su victoria en Actium. Algo más tarde tenemos noticias de una segunda tragedia del poeta Ovidio titulada Medea. Ambas obras de la época augústea se han perdido completamente y sólo conocemos los títulos y referencias de los estudiosos de los géneros literarios como Quintiliano. Dado este estado de cosas, resulta sorprendente que precisamente las únicas tragedias que se nos han conservado completas se sitúen en este período en el que su representación había caído en desuso. Efectivamente, existe un "corpus" de diez tragedias, integrado por nueve "fabulae coturnatae" más una "praetexta", atribuidas a Séneca el Filósofo (5-65 d. de C). De ese conjunto de obras, ocho son con toda seguridad de Séneca: Hércules Furens, Troades, Phoenissae, Medea, Phaedra, Oedipus, Agamemnón, Thyestes; una, Hércules Oateus, es de atribución dudosa y la "praetexta", titulada Octavia, no puede ser

de ninguna manera obra suya. No se sabe exactamente qué lugar ocupan cronológicamente las tragedias en el conjunto de la extensísima obra de Séneca. Generalmente se ha considerado que fueron escritas en su primera época, con anterioridad a la redacción de sus tratados filosóficos, pero lo cierto es que no hay ningún dato objetivo que corrobore dicha opinión. En cuanto a la relación de las tragedias senequianas con sus originales griegos, hay que decir queSéneca sigue la práctica habitual en el teatro latino y mezcla distintas obras griegas en una misma tragedia. Utiliza en mayor medida como modelo las obras de Eurípides que la de los dos trágicos anteriores. Aunque sigue habitualmente las versiones tradicionales de los mitos, difiere notablemente en su tratamiento escénico; Séneca demuestra un gusto especial por los detalles truculentos, por la desmesura en la expresión de los sentimientos y pasiones que lo alejan de la tragedia clásica griega; sus personajes, cuyo análisis psicológico es riquísimo, tienen un código de valores morales radicalmente distinto al de los personajes de Eurípides. Su estilo es marcadamente retórico, caracterizado por la precisión y el laconismo que se expresa frecuentemente por medio de aforismos y sentencias. Las tragedias de Séneca no tuvieron gran influencia en su época, pero en cambio ejercieron un profundo influjo a partir del siglo XV en el teatro italiano e inglés. Los manuscritos de las obras de Séneca recogen también una tragedia praetexta, titulada Octavia. Es la única obra de su género que se nos ha conservado, pudiéndose afirmar hoy con toda certeza que no es el filósofo cordobés y que debe fecharse en una época ligeramente posterior, durante el reinado de los primeros Flavios. Utiliza como argumento la desdichada vida de Octavia, hija de Claudio y Mesalina, obligada a casarse con Nerón y asesinada después en el exilio.

ORATORIA ROMANA LA ORATORIA ROMANA 1.- CARACTERÍSTICAS DEL GÉNERO: ORATORIA Y RETÓRICA El arte de utilizar la palabra en público con corrección y belleza, sirviéndose de ella para simultáneamente agradar y persuadir, tuvo en Roma un uso temprano y prolongado. Favorecía su desarrollo el sistema político de la República basado en la consulta popular, y, de hecho, se mantuvo vivo y con fuerza mientras la constitución republicana subsistió; una vez que se imponen formas de gobierno basadas en el poder personal, la oratoria, falta del ambiente de libertad que necesita, languidece y se transforma en un puro ejercicio de retórica. En unas culturas como las clásicas eminentemente orales, la oratoria impregnaba gran parte de la vida pública y su valor era reconocido en los tribunales (discursos judiciales), en el foro (discursos políticos) y en algunas manifestaciones religiosas (elogios fúnebres). El pueblo romano, extraordinariamente aficionado a los discursos, sabía valorar y aplaudir a los oradores brillantes, e intervenía en las discusiones entre las distintas escuelas y tendencias. La oratoria comienza a practicarse en época muy temprana; el primer discurso del que tenemos constancia es el pronunciado por Apio Claudio el Ciego (dictador en el 312 a. de C.), con motivo de la guerra contra Pirro; sin embargo sólo comenzó a cultivarse como un arte en los años difíciles de las guerras púnicas. Durante estos primeros años la oratoria se desarrolla teniendo como elemento fundamental la improvisación delante de un auditorio, sólo bastante más tarde, cuando se obtiene conciencia de su valor literario, empiezan a fijarse por escrito. Dejando a un lado su decisiva importancia en la vida política de Roma, el "arte del bien hablar" se convierte también en un instrumento educativo de primera magnitud y en la principal causa del desarrollo de la prosa latina, ya que pronto, a la pura actividad oratoria en el foro y en las asambleas, sucede la reflexión teórica sobre la misma, desarrollándose entonces una disciplina nueva en Roma, la retórica, que había surgido en Grecia en el siglo V a. de C. como una sistematización de técnicas y procedimientos expositivos necesarios para el orador. Como en todas las manifestaciones culturales, en la evolución de la oratoria y, muy especialmente, de la retórica tiene una importancia decisiva la progresiva helenización de la vida romana a partir del siglo II a. de C. Es éste un momento apasionante en la historia política y cultural de Roma, en el que, frente a los continuos éxitos en política exterior, comienzan a manifestarse en el interior de la ciudad los enfrentamientos y contradicciones que van a desembocar en las guerras civiles del último siglo de la República. Es la época de los Escipiones, de Catón y de los Gracos; por primera vez en un ambiente de libertad se enfrentan y se contrastan distintas maneras de entender el papel de Roma en el mundo, lo que estimula el desarrollo tanto de la elocuencia como de la retórica. Las escuelas de retórica griegas encuentran en Roma un campo más amplio que en las ciudades helenísticas, puesto que sus enseñanzas se podían poner a prueba ante el público en el Senado o el foro, tratando no meros ejercicios escolásticos sino cuestiones de actualidad que apasionaban a la ciudad; por este motivo a mediado del siglo II a.C. son

muchos los maestros de retórica que acuden a Roma desde Asia menor. Sin embargo no se puede decir que este proceso de paulatina implantación de las escuelas de retórica se realizara sin oposición. Esta oposición al establecimiento de las escuelas de retórica por parte de los más conservadores, que cristaliza en el decreto de expulsión de retores y filósofos en el 161 a. de C., es un episodio más del enfrentamiento que durante este segundo siglo a. de C. se vivió en Roma entre la facción conservadora, cuyo máximo representante fue Catón el Censor, y el grupo filohelénico que se reunía en torno a los Escipiones. Finalmente los estudios de retórica terminan imponiéndose y constituyendo, junto con la gramática, la base indispensable de la educación de los jóvenes de las familias acomodadas que, como preparación imprescindible para la vida política o el ejercicio de la abogacía, aprendían la "técnica oratoria". La retórica convierte la práctica de la oratoria en un arte perfectamente reglado, cuyos principales principios son: a) Para la elaboración de buenos discursos es imprescindible el conocimiento de los distintos recursos oratorios que se estudian en las diferentes partes de la retórica: * Inventio: trata sobre el contenido de las ideas y de las argumentaciones. * Ordo o dispositio: estudia la disposición u ordenación de las ideas del discurso. * Elocutio: esta tercera parte de la retórica se refiere a la expresión lingüística del discurso; la elección y colocación de las palabras, el ritmo condicionado por éstas; correcta utilización de las figuras retóricas. * Memoria: proponía pautas para memorizar. * Pronuntiatio o declamatio: desarrollaba técnicas para la declamación b) Según la finalidad del discurso se distinguían tres géneros de elocuencia: * genus laudativum: era utilizado en los discursos pronunciados en ceremonias relacionadas con la religión (laudationes funebres y elogia). * genus deliberativum: era el propio de la oratoria política. * genus iudiciale: propio de los discursos de acusación y defensa ante los tribunales. c) También el estilo o tono de los discursos debía adecuarse a los distintos géneros de elocuencia, distinguiéndose también tres tipos de estilo o genera dicendi: *Genus grande (estilo elevado) *Genus medio (estilo medio) *Genus tenue (estilo elegante) En el ámbito de la retórica se distinguen tres escuelas que proponen distintos modelos de elocuencia, tomados todos del mundo griego: *Escuela neo-ática: tenía como modelo el estilo de los escritores de la época clásica de Atenas. Propugnaba un tipo de oratoria espontánea, carente de artificio y de excesivos adornos; consideraba que la mejor elocuencia era la que lograba una más completa

exposición de los hechos. Esta tendencia tuvo dos maestros C. Licinio Calvo (82/c. 47 a.C.) y M. Junio Bruto (85/42 a. C.) *Escuela asiánica: sigue el estilo de la oratoria griega que se desarrollaba en las ciudades de Asia. Se caracteriza por su tono brillante, exuberante y florido. El máximo representante de esta tendencia fue Hortensio (114-50 a. de C.). *Escuela rodia: a partir del siglo II a. de C. la isla de Rodas se convierte en el mayor centro de cultura del Mediterráneo oriental, destacando entre sus enseñanzas la de retórica. Proponía un estilo próximo al asianismo aunque más moderado. En Rodas se formó Cicerón. Los dos últimos siglos de la República, y muy especialmente el primero de ellos en el que destaca la irrepetible figura de Cicerón, conocen un desarrollo extraordinario de la oratoria, que impregna todas las manifestaciones literarias y que conduce a la prosa latina a una perfección formal difícilmente superable. La notable preparación técnica de los oradores y las enseñanzas estilísticas de las escuelas de retórica no son ajenas a la musicalidad y claridad de la prosa clásica. Con el agotamiento del sistema republicano y la llegada de augusto al poder, la práctica de la oratoria, privada de las condiciones políticas que la justificaban, desaparece. Las escuelas de retórica siguen manteniéndose con una finalidad educativa y conservando su influencia en la lengua y literatura latinas, pero la oratoria se convierte en pura declamación. 2.- LA ORATORIA ANTES DE CICERÓN Como hemos señalado en el apartado anterior la práctica de la oratoria se desarrolla propiciada por determinadas circunstancias políticas y al calor de episodios concretos; sólo más tarde, cuando se tiene conciencia del valor literario de los discursos, comienzan éstos a fijarse por escrito. Esta es la razón de que sólo conozcamos la oratoria preciceroniana por escasos fragmentos y por referencias indirectas. Además del propio Cicerón, que en su tratado de retórica Brutus traza una completa historia de la elocuencia romana, tenemos también los escritos de Gelio, un erudito del siglo II d. C., que recopiló gran cantidad de material sobre obras de la antigüedad y que es una inestimable fuente de información. Aunque Cicerón nos habla del discurso pronunciado por Apio Claudio el Ciego como el primero del que tenemos noticias, y Gelio recoge un fragmento de un discurso de P. Cornelio Escipión el Africano, sin embargo el primer orador del que tenemos noticias concretas y algunos fragmentos es Catón el Censor (234/149 a. de C.). En los fragmentos conservados se observa la fuerza y la vivacidad de este orador, defensor a ultranza de las costumbres latinas frente a las influencias helénicas. Escribió más de 150 discursos; de aproximadamente 80 nos han llegado fragmentos. En el extremo opuesto a la postura de Catón se sitúan los oradores pertenecientes al llamado Círculo de Escipión como el propio Escipión Emiliano (185/129 a. de C.) y Lelio (cónsul en el 140 a. de C.). Ambos eran oradores brillantes y sobresalían sobre todo por su elevada cultura. Se debe destacar sobre todo su influencia en la difusión de la cultura

griega en Roma. En Tiberio Graco (163/133 a. de c.) y en su hermano Cayo (154/121 a. de C.) comienza a evidenciarse la influencia de Grecia y en particular de las tendencias asiánicas. Tiberio se distinguía por un elocuencia mesurada y una dialéctica cuidada; su hermano Cayo por el contrario usaba una oratoria encendida, capaz de enardecer a la multitud; Cicerón afirma que superaba a todos los oradores de su tiempo en vehemencia oratoria. La pareja de oradores formada por Marco Antonio (143/87 a. de C.) y Marco Licinio Craso (140/91 a.) dominó el foro romano en los últimos años del siglo II. Hortensio Hórtalo, sólo ocho años mayor que Cicerón, fue su principal rival en los tribunales. Hortensio representa el momento culminante del asianismo romano. Por último, Cicerón se refiere frecuentemente al historiador y político Julio César como el más ingenioso y dialéctico de los oradores romanos. Conservamos también de los primeros años del siglo I a. de C. un tratado de retórica anónimo, conocido por el nombre de la persona a quien está dirigida como Rhetorica ad Herennium (entre el 86 y el 82 a. de C.). Es una obra bastante compleja y consta de cuatro libros en los que se desarrollan, con mayor o menor amplitud, las partes de la enseñanza retórica (inventio, elocutio, dispositio, memoria y pronuntiatio). Esta obra sigue las enseñanzas de la Escuela Rodia y difunde sus principios. 3.- CICERÓN: La prosa latina elevada al clasicismo 3.1.- Datos biográficos y perfil humano En los primeros decenios del siglo I a. de C. Roma vive un renacimiento cultural, especialmente visible en el campo de la literatura, que tiene como una de las figuras señeras la de Marco Tulio Cicerón, al que muchos estudiosos de la literatura consideran digno de dar nombre a la época. En la personalidad de Cicerón confluyen la cantidad de aspectos y matices que lo convierten en una figura controvertida y desigualmente valorada, pero ciertamente irrepetible. Hombre de acción, pero simultáneamente hombre de reflexión, tiene que ser estudiado como estadista, orador, estudioso de retórica, filósofo, en suma, sabio. Fue ante todo un hombre de cultura; inició una nueva etapa, intentando superar los antagonismos entre lo griego y lo romano que habían dividido a los hombres de las letras de la centuria anterior (recuérdese los enfrentamientos entre el Circulo de los Escipiones y Catón el Censor). Buen conocedor y admirador de la cultura griega, pero profundamente romano en sus sentimientos, recoge las ideas del helenismo y las adapta y adecua a la tradición romana. Nació en Arpino, una pequeña ciudad del Lacio meridional, en el año 106 a. de C. Perteneció a una familia de agricultores, de buena situación económica y conocida aunque no patricia. Este origen provinciano, campesino y no patricio de Cicerón explican algunos rasgos de su personalidad. El primero de ellos es su conservadurismo en cuestiones de tradiciones y del respeto a las costumbres ancestrales (mos maiorum), que era mucho más vivo en las ciudades campesinas italianas que en Roma. En segundo lugar, en su carrera política, no teniendo ningún antepasado que hubiera desempeñado magistraturas superiores, Cicerón debió vencer la resistencia que la nobleza romana ponía

al desempeño de las máximas magistraturas por alguien ajeno a ella; siendo un "homo novus" ("a me ortus et per me nixus ascendi.."), recorrió todas las magistraturas del "cursus honorum", llegando a desempeñar el consulado y ganándose así el derecho a pertenecer al Senado de Roma. En un gran número de sus discursos se refiere a este hecho, manifestando su legítimo orgullo y mostrando una autocomplacencia que, aunque comprensible, se le ha censurado frecuentemente. Excepcionalmente dotado para la práctica de la elocuencia, su familia lo envía a Roma donde frecuenta a los mejores oradores (Marco Antonio y Licinio Craso) y juristas (Q. Mucio Escévola) de la época. A partir del año 81 comienza a intervenir con éxito como abogado en procesos civiles y penales. En el año 79 interrumpe esta actividad y pasa dos años, del 79 al 77, en Atenas y en Rodas, donde frecuentó las enseñanzas de Milón. De vuelta a Roma inicia su "cursus honorum" desempeñando el cargo de cuestor en Sicilia, al parecer con eficacia y dejando un buen recuerdo entre los sicilianos. Siguió desempeñando regularmente las magistraturas hasta alcanzar en el año 63 el consulado. Cicerón, un "homo novus", sin antepasados ilustres, se convirtió en el máximo valedor de la oligarquía senatorial que lo apoyó. Durante su consulado reprimió duramente el intento de Catilina de hacerse con el poder, lo que le valió el titulo de "pater patriae". El momento más difícil en la vida política de Cicerón comienza con la formación del triunvirato entre César, Pompeyo y Craso. Los triunviros lo condenaron al exilio por algunas decisiones tomadas durante su consulado. Cicerón soportó mal su alejamiento de Roma que duró poco más de un año (de marzo del 58 a Agosto del 57). Cuando las inevitables tensiones entre las dos personalidades fuertes del triunvirato, César y Pompeyo, desembocaron en la guerra civil, Cicerón, no sin vacilaciones, tomó partido, como la mayor parte del Senado, por Pompeyo. El triunfo de César, que siempre se portó de forma generosa con él, y su posterior dictadura lo obligaron a dejar la vida pública: desde el triunfo de César en Farsalia (año 49) hasta su asesinado en el 44, Cicerón vive un productivo retiro, dedicado a sus tratados de retórica y filosofía. La muerte de César lo devuelve a la vida política en un intento inútil de restaurar la República; entendiendo que el mayor obstáculo para sus pretensiones era Marco Antonio, dirigió contra éste durísimos ataques que quedaron recogidos en sus últimos discursos, conocidos como Filípicas. Cuando se forma el segundo triunvirato, Marco Antonio sitúa en su lista de proscripciones el nombre de Cicerón; fue asesinado por los soldados de Antonio en diciembre del 43, a la edad de 64 años. La compleja personalidad de cicerón ha sido valorada de forma desigual, siendo grande el número de sus detractores. Si bien es unánime el reconocimiento de sus innegables y excepcionales dotes de orador y hombre de letras, su valoración como hombre y como político dista mucho de ser tan positiva. Efectivamente, Cicerón se nos muestra como un hombre de extensa cultura y de gran elocuencia, pero al mismo tiempo vanidoso, fanfarrón, indeciso y, en algunas ocasiones, falto de la dignidad que se debe exigir a un hombre de su talla política. Aunque todos los rasgos negativos de su personalidad que se han reseñado son ciertos, puede aducirse en su descargo el hecho de que él mismo nos ha presentado su

personalidad sin ningún recato; Cicerón, orador por encima de cualquier otra cosa, habló demasiado de sí mismo y nos mostró sus defectos, dudas y vacilaciones. Las sombras, justificadas o no, sobre la actuación pública de Cicerón, no impiden considerarlo como una personalidad completa, en la que se funden acción y pensamiento. 3.2.- Discursos Entre las múltiples actividades que Cicerón desarrolló, una llama la atención por encima de todas las demás: su actividad oratoria. Al parecer pronunció Cicerón al menos 106 discursos, de los que conservamos 58. No conocemos los discursos tal como fueron pronunciados, ya que con toda probabilidad los retocaba antes de publicarlos. Aunque la mayor parte de los discursos ciceronianos tienen una importante carga política, se pueden clasificar en dos grupos atendiendo a su intencionalidad y a la circunstancias en que se pronunciaron. *Discursos judiciales: son discursos de defensa (orationes pro) o de acusación (orationes in..) ante los tribunales. En este grupo se incluyen tanto las causas civiles (pleitos de ciudadanía, derecho de familia, etc..) como las penales. *Discursos políticos: pronunciados ante el Senado. Ante la imposibilidad de tratar con detenimiento por razones de espacio todos los discursos de Cicerón, seleccionamos de ambos apartados por orden cronológico los más representativos. La actividad oratoria de Cicerón comienza en los años de la dictadura de Sila. Los discursos más antiguos son Pro P. Publio Quinctio (año 81) y Pro S. Roscio Amerino (año 80). Son interesantes, además de por ser la primera muestra de oratoria ciceroniana, porque hábilmente, aún manteniendo la natural cautela, manifiesta el autor su protesta contra los horrores de esta época. Después de su estancia por razones de estudio en Grecia y en Rodas, su cargo de cuestor en Sicilia le va a proporcionar la ocasión para su primer gran éxito en el campo de la oratoria. Efectivamente, en el año 70 los sicilianos le piden que los represente en la causa contra su ex-gobernador, C. Verres, al que acusaban de los gravísimos delitos de extorsión y corrupción. La defensa estaba a cargo de Hortensio Hortalo, hasta el momento el orador más conocido y estimado. En sus Orationes in C. Verrem, comúnmente conocidas como Verrinas, Cicerón escribe cinco demoledores discursos, de los que sólo dos fueron realmente pronunciados, ya que Verres huyó de Roma, renunciando a su defensa. El conjunto de las Verrinas constituye una obra maestra de la oratoria y en ellas Cicerón realiza un alegato contra las habituales prácticas extorsionadoras de los magistrados en las provincias. En el año 66, desempeñando el cargo de pretor, pronuncia el que se considera su primer discurso político: Pro lege Manilia o De imperio Cn. Pompeii (En apoyo de la ley Manilia o Sobre el mando de Cn.Pompeyo). Fue pronunciado ante el pueblo en apoyo de la propuesta de que se le concediera a Pompeyo el mando supremo de las tropas romanas en la lucha contra Mitrídates. Durante su consulado, como ya hemos comentado anteriormente, se produce el gravísimo episodio protagonizado por Catilina, patricio romana que, derrotado en las elecciones al

consulado por segunda vez, planeó la toma violenta del poder. Enterado de sus planes, Cicerón pronuncia en el Senado su primera Oratio in L. Catilinam estando éste presente, y provoca su precipitada salida de Roma. Las dos Catilinarias siguientes son discursos ante el pueblo, explicando la marcha de los acontecimientos y las medidas tomadas. Por último, una vez reprimida la conjuración y detenidos sus promotores, pronuncia ante el Senado un último discurso In L. Catilinam sobre el tema del castigo que debía imponerse a los conjurados. Estos cuatro discursos, conocidos con el nombre de Catilinarias, constituyen por su estudiada brevedad y contundencia la cima de la oratoria ciceroniana. Entre los discursos judiciales pronunciados en este momento de máxima plenitud destaca, por el tema tratado, el pronunciado en el año 62 en defensa del poeta Arquias (Pro Archia poeta). Se trata en principio de una causa sobre derechos civiles en la que se defiende la concesión de la ciudadanía al poeta griego Arquia; este motivo le sirve como pretexto al orador para hacer un apasionado elogio de la literatura. En el último decenio que precedió al estallido de la guerra civil, pronuncia Cicerón una serie de vehementes discursos sobre el uso de la violencia en los enfrentamientos políticos. A este grupo pertenece el Pro Milone (año 52), último discurso de Cicerón antes de la dictadura de César. Milón es acusado del asesinato de Clodio y Cicerón intenta, aunque sin éxito, demostrar que actuó en defensa propia. El discurso que nos ha llegado, uno de los más perfectos de su autor, no fue el que realmente pronunció, sino una reelaboración. Conocidos son también la serie de discursos pronunciados durante la dictadura de César (del 46 al 45) en defensa de antiguos adversarios del dictador. Son Pro M. Marcelo, Pro Qu.Ligario y Pro rege Deiotaro. Los tres utilizan como argumento los lugares comunes sobre la clemencia generalmente reconocida y alabada en César. Después de la muerte de César, Cicerón dirige contra Marco Antonio una serie de apasionados discursos (In M. Antonium orationes XIV); el propio autor las llamó Filípicas, en recuerdo de las que pronunciara Demóstenes contra Filipo de Macedonia. La decimocuarta Filípica, que celebra la derrota de Antonio en Módena (21 de abril del 43), es la última muestra vibrante y apasionada de la oratoria ciceroniana antes de morir a manos de los soldados de Antonio apenas unos meses después (Diciembre del 43). Este rapidísimo recorrido por los más importantes discursos ciceronianos pone de manifiesto hasta qué punto la actividad oratoria y la propia vida de Cicerón son inseparables. Se puede seguir su trayectoria política, analizando sus discursos. Todos los avatares de su intensa vida pública, que brevemente hemos reseñado, están marcados por sus discursos: las Verrinas lo encumbraron a la fama; las Catilinarias, su gran éxito como cónsul, provocaron su destierro y, finalmente, las Filípicas fueron la causa de su muerte. 3.3.- Tratados de Retórica Además de su prolija actividad oratoria que ha quedado someramente reflejada en el apartado anterior, debemos a Cicerón las más completas y acabadas obras de retórica de la literatura latina; también en este aspecto volvemos a encontrar al hombre de acción y al de pensamiento.

Ya en sus años de formación, aproximadamente hacia el 85, antes de su viaje a Grecia, escribe un primer tratado titulado De inventione. Es una obra de juventud, de escaso relieve dentro de la obra ciceroniana. El tratado representa el fruto de las enseñanzas recibidas por numerosos maestros griegos sobre el arte de la elocuencia. No pretendía ser más que un manual que difundiera los preceptos de la escuela rodia. Para sus principales tratados de Retórica, escritos en su madurez y en los que pretende difundir los frutos de su experiencia así como sus ideas sobre la educación, Cicerón utiliza la fórmula del diálogo, tomada de la filosofía griega. En el 55, a si regreso del destierro, publica los tres libros del De Oratore. Es la más lograda de sus obras sobre el arte de la oratoria y está dedicado a su hermano Quinto. Nos presenta una conversación, situada en el 91 a. de C., entre los principales oradores y juristas de la época (Craso, M. Antonio, Qu.Mucio Escévola etc...). Pretende Cicerón exponer en tres libros los principios que subyacen a la práctica de la oratoria. Los temas tratados se distribuyen de la siguiente manera: -En primer lugar se reflexiona en el diálogo sobre las cualidades que debe tener un buen orador. La discusión enfrenta a quienes piensan que para ser un buen orador basta el conocimiento de la técnica oratoria y a los que, como Cicerón, consideran imprescindible unas cualidades naturales previas (natura). Para Cicerón en el buen orador se han de dar combinadas las siguientes características: * Disposición natural * Una cultura sólida y lo más extensa posible. * Conocimiento de la técnica del discurso. -Continúa con el estudio de la metodología o técnica oratoria que abarca tanto las fases de elaboración del discurso como las partes del mismo: Fases de elaboración del discurso *inventio: búsqueda de argumentos adecuados o probatorios *dispositio: distribución de los argumentos según un plan adecuado. *memoria: para recordar cada cosa en el lugar y momento oportunos. *elocutio: arte de utilizar la expresión formal, las figuras y las palabras más convenientes. *actio: todo lo relativo a la entonación, gestos, expresiones, etc.., que contribuyen a dar mayor eficacia al discurso. Partes del discurso *exordium o introducción. *narratio o exposición del tema. *argumentatio que tiene dos aspectos: probatio o aportación de argumentos y refutatio o rechazo de objeciones reales o posibles. *peroratio o conclusión. -Particular importancia tiene en el De Oratore el estudio de la "elocutio" y en particular del "ornatus", que en gran medida se basa en el "numerus" o ritmo oratorio. En el año 46 escribe sendos tratados dedicados a Bruto, el titulado Brutus y el Orator, en los que defiende su trayectoria como orador y crítica el aticismo que se estaba imponiendo entre la juventud romana. Los dos tratados suponen una justificación por

parte del propio autor de su propia obra. En el Brutus, que lleva como segundo título "De claris oratoribus", traza una completísima historia de la elocuencia en Roma que culmina en él mismo, precedida de algunos comentarios breves sobre la oratoria griega. Es una obra que resulta imprescindible como fuente para conocer cualquier aspecto sobre la elocuencia romana. Está escrita en forma de diálogo entre Bruto, Atico, el amigo de Cicerón, y éste mismo. En el centro del diálogo está la controversia entre los aticistas, representados por Bruto y partidarios de la sobriedad más absoluta, y el estilo ciceroniano, que aún siendo sobrio no excluía la elegancia y los adornos. El Orator, a pesar de los años transcurridos y de los cambios operados en su autor, parece la continuación y el complemento del De Oratore. El tratado consta esencialmente de tres partes: *En la primera expone la teoría de los tres estilos o genus dicendi: es necesario saber variar, adoptando ya el estilo tenue, ya el medio, ya el sublime, según el tipo de causa y las distintas partes de un mismo discurso. Propone como modelo insuperable en este aspecto a Demóstenes. *Traza a continuación el retrato del perfecto orador. *En tercer lugar se centra en el estudio del ornatus profundizando en la doctrina del ritmo oratorio y en la forma de conseguir un estilo en el que domine la elegancia (venustas). El Orator representa con el De oratore, al que, como ya hemos dicho continúa y completa, la cumbre de la obra de Cicerón como retor; es una obra de gran valor técnico en la que su autor vuelca toda su enorme experiencia y madurez literaria. Como prólogo a su propia traducción de algunos de los discursos de Demóstenes y Esquines, escribe un pequeño tratado titulado De oprimo genere oratorum. Este pequeño tratado le sirve para volver de nuevo a su polémica contra los aticistas, a los que acusaba de ser demasiado estrictos en su utilización de un estilo sencillo y totalmente desprovisto de ornamento; a estos aticistas que tenían como máximo modelo a Lisias, les propone en De optimo genere oratorumel ejemplo de Demóstenes, orador que también escribía en griego ático pero que poseían un absoluto dominio de todos los géneros oratorios. Con este ejemplo quería concluir que era impropio utilizar el término aticismo para designar un tipo sencillo de oratoria. 3.4.- Valoración literaria El latín de Cicerón representa el punto culminante de la prosa latina; en este aspecto sólo su contemporáneo Julio César se le puede comparar. Precisamente la coincidencia en el tiempo de estos dos prosistas geniales convierte a esta primera mitad del siglo I a. C. en la época clásica de la prosa latina. Con sus discursos, tratados y cartas Cicerón dominó todo el campo de la prosa latina. La razón última de su éxito como orador y como educador reside en su dominio único de los aspectos formales de la lengua. Excepcionalmente dotado para la oratoria, tenía el don de transformar inmediatamente los pensamientos en palabras artísticamente dispuestas y fácilmente comprensibles. Era un brillante estilista que cuidaba esmeradamente la simetría (concinnitas) en la expresión de las ideas. Su estilo oratorio era el de llamada "escuela de Rodas" que se movía en un punto

intermedio entre el asianismo y el aticismo. En sus tratados retóricos censura el aticismo por su estilo árido e inerte y por su excesiva rigidez: el verdadero orador sabe usar, adaptándolo al momento y a las circunstancias, el estilo humilde, el medio y el sublime. A lo largo de su dilatada carrera oratoria, Cicerón va evolucionando hacia un estilo más sobrio y sencillo aunque no totalmente desprovisto de adornos. Escribió en un latín claro, limpio, sin afectación. Cuidó de forma muy especial la musicalidad y el ritmo de las frases, de forma que podía construir períodos complejísimos, pero extraordinariamente cadenciosos, sonoros y rítmicos. Como orador manejaba a la perfección recursos como disgresiones, historias, citas y metáforas. Su prosa fue un modelo para autores posteriores y un ejemplo de estilo para muchos escritores de la actualidad. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX la influencia de cicerón sobre la literatura y el pensamiento occidental fue muy profunda. Se considera digna de admiración la "humanitas"ciceroniana, esa perfecta unión del hombre de acción y del hombre de pensamiento a que frecuentemente nos hemos referido. 4.- RETÓRICA Y ORATORIA EN EL SIGLO I d. C. 4.2.- Quintiliano: la reacción clasicista Marco Fabio Quintiliano es el máximo representante de la elocuencia romana en este siglo, así como el abanderado de la reacción clasicista, que contra los excesos del retoricismo imperante en la época de Nerón, se inicia en los primeros años de la dinastía Flavia, consolidándose en la centuria siguiente. Como muchos de los principales escritores de este siglo, los Sénecas, Lucano, Marcial..., era de origen español; había nacido en Calagurris (Calahorra), en la provincia hispana de la Tarraconense, poco antes del 40 d. de C. Marchó pronto a Roma, donde se formó con los más importantes retores de la época. En los últimos años del reinado de Nerón regresó a España, hasta que es llamado de nuevo a Roma en el año 68 por Galba y ya permaneció en ella hasta su muerte aproximadamente en el año 96. Con la llegada de la dinastía Flavia al poder, Quintiliano alcanza, en calidad de profesor de retórica, la más alta fortuna. En primer lugar el emperador Vespasiano lo nombra profesor con un sueldo a cargo del Estado, siendo así el primer profesional remunerado de retórica; más tarde, cuando ya se ha retirado a escribir su tratado, Domiciano, el último emperador de los Flavios, le confía la educación de sus sobrinos. En contraste con su vida pública que transcurrió de forma feliz en medio de la fama, su vida privada fue muy desgraciada ya que perdió muy pronto a su mujer y a dos hijos de corta edad. Se desconoce la fecha exacta de su muerte, aunque debió ocurrir en Roma en torno al año 95 o 96. Hacia el año 90 comenzó la composición de su obra fundamental, la Institutio Oratoria(Educación del orador). Con anterioridad había escrito un opúsculo, al que ya nos hemos referido en el apartado anterior, titulado De causis corruptae eloquentiae, que se ha perdido y en el que analizaban las causas del declive de la elocuencia. Convencido de que la elocuencia había decaído por la pésima influencia de las nuevas escuelas de

retórica, propone como remedio, primero con su trabajo docente y más tarde con su tratado, un retorno a la tradición fundada en Cicerón. La virtud principal que Quintiliano pretendía enseñar era el equilibrio: su ideal de elocuencia y de estilo estaba en la justa distancia entre los dos extremos. La Institutio Oratoria es un tratado en doce libros que desarrolla toda la enseñanza y el pensamiento de Quintiliano; la obra es un fiel reflejo de su método y sus experiencias en la educación e instrucción de los jóvenes. Como el propio título indica no es un tratado de retórica según los esquemas tradicionales; existe, por supuesto, una parte técnica, pero inscrita en un diseño más amplio que ofrecía un cuadro completo de la educación e instrucción a la que se debía someter el futuro orador para llegar a ser un hombre de sentimiento, de buen gusto y de notable saber. Con cierto espíritu enciclopédico incorpora a su sistema educativo todos aquellos conocimientos que indirectamente pueden contribuir a la formación del orador; para Quintiliano seguía siendo válida la clásica definición del orador como "vir bonus dicendi peritus". En resumen, los doce libros de la Institutio Oratoriae tratan de la educación del orador desde su infancia, de la composición y estructura de un discurso, de la elección de argumentos, de la declamación y de las finalidades morales y prácticas de un orador perfecto. Una parte importante de la Institutio Oratoria la constituye la crítica literaria. Para hacer frente a la decadencia de la elocuencia Quintiliano propone la lectura de los clásicos y, por encima de todo el ejemplo de Cicerón, al que considera como la encarnación de la elocuencia romana. Su característica principal en sus juicios críticos es la moderación y la falta de dogmatismo: sabe mirar las obras de los distintos autores y épocas con generosidad e independencia de criterio. Incluso a aquellos que habían representado todo lo que él combatía, como Séneca y Lucano, sabe reconocerles lo que de válido tienen sus obras, sin que la descalificación sea total.

LA FILOSOFIA EN ROMA 1. INTRODUCCIÓN. Los romanos comprendieron pronto que no puede separarse la palabra de la sabiduría, lo que hace que, si bien no se conservan suficientes textos teóricos anteriores al siglo I a. C., ciertas ideas confirman que la filosofía era algo que estaba presente en el sentir y en el obrar de los romanos desde muy antiguo. El romano, hombre práctico por excelencia, no se preocupó demasiado por las teorías sobre el origen y constitución del universo, su gran aportación a la filosofía fue, fundamentalmente, a través de la ética, la moral y la filosofía del comportamiento. Los romanos se interesaron por la filosofía en la medida en que ésta suponía una guía práctica para la vida. En esta línea se movieron tanto los tres grandes autores que configuraron lo que constituye el corpus de la filosofía romana (Lucrecio, Cicerón y Séneca), como otros que han resultado menos influyentes debido a la lamentable pérdida de sus obras. Los primeros atisbos que se dan en Roma de algo que pueden considerarse filosofía no son sino una serie de reflexione morales como las Sententiae de Apio Claudio el Ciego o las Sententiae que, con vistas a la educación de su hijo, escribió Catón el Censor. No obstante hay que reconocer que Roma experimentó muy pronto la influencia de la filosofía griega, sobre todo del Pitagorismo que se venía desarrollando en el sur de Italia desde finales del siglo VI a. C., y que penetró en Roma hacia finales del siglo IV. Pero no es sino tras la derrota del rey Perseo de Macedonia por obra de Paulo Emilio en la batalla de Pidna en el 168 a. C., en la que, entre otras cosas, éste se apoderó de la biblioteca de Perseo, cuando Roma descubre la grandiosidad de la civilización y cultura griega y con ella de la filosofía. Antes, incluso, se había expulsado de Roma a algunos filósofos griegos po considerarlos elementos subversivos. En el año 155 a. C., los filósofos griegos Carneades, Diógenes y Critolao, representantes principales de la escuela académica, del estoicismo y de la escuela peripatética de Atenas, fueron en una embajada a Roma y eso contribuyó a que el mundo romano entrase de lleno en la filosofía. 2. PRINCIPALES ESCUELAS FILOSÓFICAS EN ROMA. 2.1. EPICUREÍSMO. Los epicúreos se planteaban fundamentalmente la búsqueda de la felicidad. No admitían la intervención de la divinidad en los aconteceres humanos y consideraban como bien supremo el placer que consistía en la ausencia de dolor y propugnaban una inhibición ante los asuntos concernientes al Estado, así como una crítica de las tradiciones. Precisamente esa defensa del apoliticismo fue lo que impidió que el Epicureísmo, salvo el caso del poeta Lucrecio, arraigase en Roma. 2.1.1. Lucrecio 2.2. ESTOICISMO. Esta doctrina filosófica, para la que el Universo está animado por una llama divina, el "Logos" o Mente, de la que tiene parte todo ser humano, y que cree que la finalidad de la vida, la felicidad, consiste en la Virtud, es decir, en la conformidad de la acción humana con las leyes de la naturaleza, que no son más que el orden divinamente impuesto al mundo, y que predica la sociabilidad natural del hombre, tuvo en Roma muchos adeptos. Hay que destacar dos importantes épocas del desarrollo del Estoicismo en Roma. 2.2.1. Época temprana. Es el momento de su llegada a Roma y de su implantación con la ayuda de influyentes personajes que admiraban profundamente la cultura griega. Como notables autores de esta doctrina filosófica destacan en la primera época: 2.2.1.1. Panecio de Rodas. (184-110 a. C.), fue amigo y consejero de Escipión Emiliano. No se nos conservan obras, sino referencias en otros autores. 2.2.1.2. Posidonio de Apamea. (135-51 a. C.) Fue profesor de grandes personalidades como Varrón,

Cicerón o Pompeyo. Conocemos algo de su filosofía a través de referencias que nos dan otros autores como su discípulo Cicerón. 2.2.2. Época posterior. Culmina el desarrollo de esta doctrina filosófica, si bien pasa por circunstancias políticas adversas como la expulsión de filósofos de Roma que se llevó a cabo bajo el reinado del emperador Domiciano. Como autores más sobresalientes de este periodo tenemos: 2.2.2.1. Lucio Anneo Séneca. (Córdoba 4, Roma 65 d. C.) 2.2.2.1.1. Datos biográficos. Aunque nacido en Córdoba, pasó casi toda su vida en Roma, donde recibió una esmerada educación y, por consejo de su padre Séneca el Retórico, decidió comenzar su carrera política. Tuvo problemas en tiempo del emperador Calígula y sólo su débil salud que hacía suponer que fallecería pronto, lo libró de la sentencia de muerte. En tiempo del Emperador Claudio fue, por instigación de Mesalina, desterrado a Córcega, donde permaneció ocho años, hasta que fue reclamado, a instancias de Agripina la nueva esposa de Claudio, para hacerse cargo de la educación del joven Nerón. Una vez que Nerón llegó al trono Séneca desempeñó un gran papel como consejero del emperador, siendo prácticamente él quien gobernó los diez primeros años del reinado de Nerón. Cuando el emperador empezó a prescindir de él, se retiró a la vida privada. Acusado de pertenecer a la conjura de Pisón, fue sentenciado a muerte y se suicidó, abriéndose las venas, dando con su muerte quizá el mejor testimonio de los ideales estoicos que había proclamado en vida. Su esposa Paulina quiso imitar su ejemplo y suicidarse también, pero el emperador no lo permitió y ordenó que se le restañasen las heridas. 2.2.2.1.2. Producción filosófica. Aunque Séneca cultivó también otros géneros literarios (tragedias y la sátira contra Claudio), lo más relevante de su producción literaria lo constituyen sus obras filosóficas, en las que expone el ideal de la filosofía estoica. Estas obras podemos dividirlas en cuatro bloques: *Consolaciones: Escribió tres, dos dedicadas a amigos que pasaban por circunstancias altamente adversas, en ellas les da sabios consejos para que no les falle el ánimo; son las dirigidas a Polibioy a Marcia. La tercera es la dirigida a su madre Helvia, para confortarla de su pesar por el destierro del filósofo a Córcega. *Diálogos: Son pequeñas obras, que no son propiamente diálogos, sino ensayos sobre problemas de moral. Los temas tratados en ellos son muy variados, desde cómo debe ser la clemencia de los gobernantes, hasta cómo debe el sabio aprovechar su tiempo de ocio; los títulos de dichos diálogos son: De providentia; de constantia sapientis; de ira; de uita beata; de otio; de tranquillitate animi; de breuitate uitae; de beneficiis; de clementia. *Naturales quaestiones. Son siete libros dedicados a Lucilio donde realiza, a la luz de la filosofía estoica, un examen de los fenómenos naturales. Más que una obra científica es un tratado filosófico en el que su propósito era encontrar en la naturaleza un fundamento para la ética estoica y exponer su concepción sobre la divina providencia. *Epistulae morales (cartas a Lucilio). Son 124 cartas distribuidas en diez libros, que si bien tienen un destinatario al que Séneca alude en todas ellas, van destinadas a un público más amplio. Constituyen un verdadero tratado de dirección espiritual. Para Séneca la filosofía no es sólo una búsqueda desinteresada de la verdad, sino el profundo deseo de vivir conforme a la verdad y a la naturaleza. Aunque todos los hombres necesitan de la filosofía, no todos pueden dedicarse a ella; por eso es obligación del sabio enseñar a los demás. La misión del intelectual es buscar no sólo su propia perfección, sino también la de los otros. Sólo la vida de acuerdo con la verdad hace al hombre libre y semejante a Dios; idea que está muy cercana a la frase evangélica "Veritas liberabit uos". 2.2.2.1.3. Ideario filosófico de Séneca. Las principales ideas que dominan la filosofía de Séneca son: *El dominio espiritual sobre los reveses de la fortuna. *Reafirmar la serena placidez del ánimo, reivindicando los tres pilares estoicos de la firmeza: alegría, prudencia y voluntad. *Desprecio por la riqueza, pero uso benefactor de ella. *Dignidad individual del ser humano sólo por el hecho de serlo. *El contenido de la existencia forma la uirtus, que es el sumo bien, valorando más el esfuerzo por conseguirla

que su propia consecución. *Rechazo a la ira, la angustia y el aburrimiento. *Supremacía del alma sobre el cuerpo. *La idea de Dios como mente del Universo y de la Providencia como un espíritu divino que revive en el hombre. 2.2.2.1.4. Valoración literaria y pervivencia. El estilo literario de Séneca es brillante, lleno de colorido y de artificios retóricos como era propio de su formación. Ha sido muy imitado y traducido. No sólo se le admira por su estilo literario, sino ante todo por sus ideas. Séneca fue muy admirado en su tiempo; fue objeto de juicios contradictorios y decayó su simpatía con la reacción clasicista que vino tras la muerte de Nerón; pero pronto su éxito fue rehabilitado, sobre todo después que Tácito habla de su renuncia al poder y de su muerte. El cristianismo antiguo y la Edad Media lo consideraron un precristiano por haber tocado temas morales relativos a dignidad del hombre. Se le ha reprochado, a veces, la frecuente contradicción entre la elevada moral que predica en sus escritos y su vida; pero, pese a todo, su influencia ha sido decisiva en todos los grandes pensadores de Occidente. 2.2.2.2. Epicteto (50-130 d. C.) Desarrolló gran parte de su labor en Roma de donde fue expulsado por el emperador Domiciano por la opinión del filósofo a su tiranía. Escribió en griego. 2.2.2.3. Flavio Arriano. Discípulo de Epicteto, recoge sus lecciones e ideas y las publica con el título de Diatribas. 2.2.2.4. Marco Aurelio. (161-218 d. C.) Con el cambio de los tiempos el estoicismo llegó a resurgir de nuevo en Roma y uno de sus más eximios cultivadores fue el emperador Marco Aurelio, que supo compaginar sus ocupaciones políticas y sus campañas militares con sus aficiones filosóficas cuyo reflejo transmitió a la legislación y a la administra ción del Imperio. Su obra Meditaciones, escrita en griego y siguiendo las enseñanzas de Epicteto, puede considerarse como la última obra de la filosofía estoica en la antigüedad. Recoge en ella los tópicos de la filosofía estoica, insistiendo en la idea religiosa de la providencia divina que todo lo orienta hacia el bien del universo y del hombre capaz de valorar el verdadero bien. La gran lección de este emperador filósofo fue su constante esfuerzo por acomodar su conducta pública y privada a sus convicciones filosóficas. 2.3. ECLECTICISMO. Puede considerarse como una mezcla de las ideas de la filosofía epicúrea y estoica junto con otras tendencias filosóficas de la época como las ideas de los filósofos cínicos, incorporando a su modo de vida lo que ven que de cada una de las demás escuelas filosóficas se adapta más al carácter romano. Los autores más destacados de esta escuela son: 2.3.1. Marco Terencio Varrón. (116-27 a. C.). Fue un autor polifacético que cultivó multitud de géneros literarios. En su ideario filosófico reconocía la existencia de un dios único, alma del mundo, que gobierna según la razón. Admitía que la felicidad se alcanza cuando el hombre se realiza en su totalidad y que la vida era una mezcla hecha tanto de placer como de acción. Entre sus obras de carácter filosófico destacan De philosophia y De forma philosophiae, pero lo más notable de su producción filosófica son los Logistorici, 76 libros de discusiones históricofilosóficas que contienen diversos tratados al estilo ciceroniano: Atticus de numeris, Metellus de ualetudine, Pius de pace, etc. De estas obras se nos han transmitido fragmentos y referencias en las obras de otros autores. La influencia de la filosofía cínica la hallamos en sus Sátiras Menipeas. 2.3.2. Marco Tulio Cicerón. (106-43 a. C.) 2.3.2.1. Datos biográficos. Nació en Arpino en el seno de una familia acomodada pero que no tenía antecedentes en el desempeño de magistraturas políticas. Recibió una esmerada formación en Roma y la completó en Atenas y Rodas. Desempeñó todas las magistraturas políticas y durante su consulado en el año 63 descubrió la Conjura de Catilina, a la que puso fin consiguiendo la condena a muerte de los implicados, este hecho lo encumbró hasta tal punto que se le concedió el honroso título de pater patriae; pero unos años después, al llegar su rival político Clodio al tribunado de la plebe, Cicerón fue desterrado de Roma y sus bienes fueron confiscados. Con el favor de Pompeyo y de otros personajes influyentes, le fue levantado el

destierro, volvió a Roma en olor de multitudes y se le restituyeron sus bienes, pero ya su estrella política había empezado a declinar. En la guerra civil entre César y Pompeyo estuvo de parte de éste, el vencedor César lo perdonó como a otros muchos, pero Cicerón, desilusionado por los acontecimientos políticos y abatido por las vicisitudes en el plano personal (divorcio de su esposa Terencia después de más de 25 años de matrimonio, nuevo matrimonio con la joven Publilia con la que parece que no consiguió vivir en armonía, muerte de su querida hija Tulia y nuevo divorcio de Publilia), se retiró de la escena política, para reaparecer, fugazmente, tras el asesinato de César y enfrentarse abiertamente a Marco Antonio, lo cual hizo que éste lo pusiera en las listas de proscritos y que fuese vilmente asesinado a finales del año 43 a. C. 2.3.2.2. Producción filosófica. Cicerón introdujo en Roma las doctrinas filosóficas griegas, haciendo accesible a los romanos algo que hasta entonces había estado reservado a la élite culta conocedora del griego. No crea una obra original, pero su mérito reside en su capacidad de síntesis , en su claridad expositiva, la creación de una terminología filosófica de la que carecía la lengua latina. Dentro de su eclecticismo muestra una especial predilección por Platón. Sus tratados filosóficos pertenecen a dos etapas muy diferentes de su vida: una primera etapa, posterior a su vuelta del destierro, en la que Cicerón aún tiene esperanza en el restablecimiento del antiguo régimen republicano, es la época en que escribe sus *Tratados de filosofía política: **De Re publica. Obra en seis libros, que sólo se nos ha conservado de forma fragmentaria. Expresa la síntesis idealista de su pensamiento político con una entrega total y desinteresada al servicio de la patria; como idea principal de este tratado destaca la primacía absoluta del derecho sobre la violencia. El fragmento más amplio y significativo de esta obra es el conocido como Sueño de Escipión. **De Legibus. Cicerón sostiene aquí la existencia de una ley mora natural, grabada en el alma de los seres humanos y rectora del mundo. Cicerón funde las dos clases de justicia donde la primordial es aquella que da a cada uno lo suyo. Relaciona las leyes con el Estado, combinando la filosofía griega y el pensamiento jurídico romano. Una segunda etapa, posterior a la victoria de César sobre Pompeyo en la que Cicerón, desengañado de la política y abatido por sus propios infortunios, escribe obras filosóficas de clara intención ética y siempre siguiendo la pauta del filósofo académico Carneades. Las obras correspondientes a esta etapa son: *Tratados morales: **Paradoxa Stoicorum, tratado de índole preparatoria a la filosofía donde defiende las tesis de los filósofos estoicos. **Hortensius, tratado concebido como invitación a la filosofía; no se nos ha conservado, pero sabemos que fue la obra que influyó decisivamente para que San Agustín se dedicara al estudio filosófico. **Academica, explicaciones sobre la teoría del conocimiento como el reconocimiento de la Verdad. **De finibus bonorum et malorum, expone las teorías de las diferentes escuelas filosóficas sobre el Bien Supremo, concluyendo que la virtud es suficiente para alcanzar la felicidad. **Tusculanae disputationes, tratado en cinco libros donde defiende la inmortalidad del alma y elimina los miedos a la muerte y al dolor. **De officiis, plantea el conflicto entre lo honesto y lo útil, llegando a la conclusión de que hay que sacrificar el interés personal ante las exigencias de la ley natural y del interés del Estado y la sociedad. **Cato maior de senectute, reflexiones sobre la vejez que da al hombre el impulso para sublimarse y espiritualizarse en el apartamiento de la política y en la búsqueda de la verdadera gloria que nace de la virtud. **Laelius de amicitia, pequeño tratado en el que pone de relieve que la verdadera amistad busca su fundamento en la moralidad pura y justifica la ternura de los sentimientos. *Tratados religiosos: **De natura deorum, refuta en tres libros la teoría de Epicuro de que los dioses aunque existen, no se preocupan de los hombres. Según Cicerón el mundo ha sido creado y está gobernado por la providencia divina como defienden los estoicos. **De diuinatione, En los dos libros que constituyen esta obra refuta las creencias de los estoicos en un arte adivinatoria. 2.3.2.3. Ideario filosófico de Cicerón. Cicerón fue el primero en proponer una filosofía de la esperanza, del progreso y del juicio provisional. Al comprender la marcha del pensamiento como un progreso infinito hacia una Verdad que está por encima de dicho pensamiento, lo asume conciliando una filosofía de la esperanza y una experiencia de la inquietud: "la verdadera felicidad no consiste en la posesión, de suyo imposible, de la Verdad, sino en la búsqueda nunca acabada y nunca frustrada de la misma". Afirma que la

virtud basta par alcanzar la felicidad, esforzándose por conciliar el respeto hacia el cuerpo y los bienes que le son propios con el primado absoluto del espíritu. Con Cicerón el lenguaje, la cultura, la gloria y la excelencia, la virtud, la educación del hombre, el deber, la amistad, el amor, lo conveniente, etc, son conceptos reelaborados y asumidos a partir de la philantropía y la paideia griegas. Estaba convencido de que todos los seres humanos poseían una chispa divina, que unía el hombre al hombre y exigía que se tratasen unos a otros con respeto mutuo. El humanismo ciceroniano es aún hoy el ideal en que se basa gran parte de a civilización actual, reconociéndole el esfuerzo por fundir en una unidad de análisis la condición humana y la educación del hombre, mediante el lenguaje, la belleza y el amor. 2.3.2.4. Valoración literaria y pervivencia. Cicerón llevó la prosa latina a su más alto grado de perfección. Su lenguaje es de una belleza y elegancia insuperable, con una constante preocupación por usar siempre términos y expresiones de la más pura latinidad. Su figura se yergue como la cumbre más alta del Siglo de Oro de la literatura latina. Su influencia en los escritores posteriores ha sido siempre constante, acrecentándose sin cesar en la Edad Media y alcanzando su máximo nivel con los eruditos del Renacimiento, que supieron ver en él el ideal de hombre culto, brillante, humano y práctico en el desempeño de sus funciones ciudadanas y hasta tal punto lo tenían como modelo que la mayoría de escritores renacentistas se preciaban de no escribir una sola palabra latina que no hubiese utilizado Cicerón. 2.4. PLATONISMO MEDIO Y NEOPLATONISMO. En estas escuelas filosóficas se encuentra un intento de unidad entre la filosofía platónica y aristotélica. Se trata de una postura ecléctica que da también entrada a las exigencias religiosas de tipo oriental, a elementos pitagóricos, etc. 2.4.1. Apuleyo (127-170 d. C.) 2.4.1. Datos biográficos. 2.4.2. Escritos filosóficos. Pese a ser muy conocido por su novela El asno de oro, no puede dudarse que Apuleyo fue un gran amante de la filosofía y como tal debe entenderse el conjunto de sus numerosas obras de contenido muy variado pero que todas ellas tienen como denominador común el reflejar la curiosidad del científico y entusiasmo del escritor filosófico. Conservamos en este campo tres tratados: *De Platone et eius dogmate. Síntesis introductoria a la física y a la ética de Platón, interesante por la transmisión de las doctrinas del platonismo medio. *De deo Socratis. En esta obra lo más llamativo es el desarrollo del problema de los "démones", esos seres misteriosos e intermedios entre los dioses y los hombres. Termina con una invitación a los lectores a abrazar la sabiduría. *De mundo. En esta obra se insiste más en la armonía del mundo que en la eternidad del mismo. En ella se distancia bastante de las doctrinas de Platón y de Aristóteles. Los filósofos latinos posteriores a Apuleyo se caracterizan más por la erudición que por la especulación filosófica y se les incluye dentro del Neoplatonismo. El autor más importante de esta escuela filosófica fue Boecio (480-524 d. C.) que, después de haber desempeñado las más importantes magistraturas, fue acusado por el Senado de alta traición por las relaciones que, según se sospechaba, sostenía con Bizancio, y en consecuencia fue condenado a muerte. En el tiempo que transcurrió entre su condena y su ejecución escribió una famosa obra en cinco libros titulada De consolatione philosophiae en la que nos ofrece una perspectiva madura tanto espiritual como artísticamente de su concepción del mundo. Es un diálogo entre el propio autor que espera ser ejecutado y la Filosofía personificada, que le recuerda su condición de ser dotado de una naturaleza inmortal destinada a la unión con Dios.

LA EPISTOLOGRAFIA ROMANA INTRODUCCIÓN A LA EPISTOLOGRAFÍA ROMANA. 1.1. Concepto. Pertenecen al género epistolográfico aquellas obras que están escritas en forma de carta. Sin embargo, al evolucionar sobrepasando los límites de la simple comunicación, llegó a conformar una suma de géneros literarios de amplio espectro (cartas privadas, públicas, oficiales, abiertas, doctrinales o científicas, poéticas, etc.), cuyo único punto en común consistía en la denominación de "epistula" y en la presencia de un destinatario. Cualquier tema como puede ser la filosofía, la poesía didáctica, un tratado sobre poética,etc., puede, en manos de un autor excepcional, en cuanto tenga un destinatario convertirse en una epístola aunque se trate de una obra muy alejada de lo que en principio abarcaban los límites de dicho género. El progreso del correo y la progresiva mejora de las comunicaciones favoreció notablemente el desarrollo del género epistolar 1.2. Características del género epistolar. - El género abarca una muestra heterogénea en contenido y forma; por tanto, pueden encontrarse temas variadísimos que van desde la simple invitación a cenar o una recomendación, hasta cuestiones filosóficas de altura, protestas amorosas o fríos comunicados oficiales, como mensajes cifrados de los ejércitos. El género epistolar es un valioso documento para conocer acontecimientos históricos, así como para un estudio del latín familiar usado en la intimidad entre dos amigos. Todos los autores utilizaron el género epistolar incluso los historiadores en cartas fingidas de unos personajes a otros; pero hubo autores que configuraron el género de forma definitiva. - Respecto a las características formales del género llama la atención el hecho de que no se elaboró una teoría sobre el arte de la epistolografía, salvo pequeños apartados en los tratados de Retórica. Sí hay una regulación de sus usos y formularios: - el pasado epistolar, - los datos normalmente adjuntados: nombre del remitente (nominativo) seguido del nombre del destinatario (dativo), el saludo, a veces en abreviatura, etc. (Ejemplo: Seneca Lucilio salutem dat.) (S. V. B. E. E. V. = Si uales bene est, ego ualeo.), despedidas tipo "uale" o "cura ut ualeas". 1.2. Clasificación y tipos de cartas. Carta privada. Esta denominación es poco afortunada ya que muchas de las cartas privadas de autores como Cicerón se publicaron sin que fuera ése su objetivo; tiene unas características que la distingue como tal; estas características son: *Está dirigidas a un destinatario determinado. **Es comprensible sólo para él. ***Surge de una situación concreta. **** Suele ser breve, aunque con el tiempo la extensión se hizo más bien elástica. En cuanto al contenido, Cicerón nos habla de dos tipos: cartas destinadas a infomar al ausente y cartas que tratan de comunicar la propia alegría y que mantienen un tono jovial frente a las que tratan de consolar a alguien en la desgracia y cuyo tono es más grave y serio. Carta pública. Se identifica por los siguientes rasgos: **Se destina a un público amplio; por tanto el nombre del destinatario es secundario. **No hay secretos en ella y el aspecto pesonal carece de intimidad. ***El contenido es de carácter general. ****La forma suele ser más cuidada. Carta oficial. Su objetivo es establecer o mantener una relación oficial entre indviduos o comunidades; su publicidad es restringida pero suele tener una forma muy cuidada. Carta abierta. Aquí se exponen las propias convicciones morales, políticas o sociales; es extensa y va dirigida a un público más amplio que el destinatario; abundan en ella los recursos retóricos y trata de influir en la opinión pública en general. Carta doctrinal o científica. Trata sobre cuestiones filosóficas y morales o científicas; su público es muy

amplio. Se trata de pequeños tratados y su semejanza con una carta privada es casi nula. Carta proemio o de dedicación. En realidad se trata de una introducción a una obra literaria, en la que se menciona el destinatario de la misma; como la dedicatoria a Mecenas de las Geórgicas de Virgilio o las dedicatorias que aparecen en la obra de Fedro, Estacio o Marcial. Carta poética. Se cultivó mucho en Roma la epístola en verso de contenido variado y dirigidad a un personaje determinado.Las más importantes son las de Horacio y las que Ovidio escribe desde el destierro; las Heroidas de Ovidio también pertenecen a este tipo. 2. CICERÓN. Se nos han transmitido más de 900 cartas, que pueden ser la mitad de las que escribió. Fechadas desde el año 68 a.C. hasta poco antes de su muerte, pueden clasificarse de la siguiente manera: -16 libros de cartas Ad Atticum, su amigo íntimo. -16 libros de cartas tituladas Ad familiares, donde se comunica con su mujer, hijos, amigos, etc. -3 libros de cartas a su hermano Quinto (Ad Quintum fratrem). -2 libros de cartas a Marco Bruto (Ad Brutum), el asesino de César. Cicerón escribe en algunas como si hablara, con vivacidad, espontaneidad y lenguaje llano, en otras el estilo es más elevado y parecido al de los discursos, sobre todo cuando trata de cuestiones políticas. En todo caso son un testimonio único de su época. Junto a las cartas del propio Cicerón hallamos también respuestas de algunos personajes de los que mantuvieron correspondencia con el insigne orador. 3. SÉNECA. Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.). Cartas a Lucilio. Ocupa Séneca con esta obra un destacado lugar entre los escritores de epistolografía. Son 124 cartas distribuida en diez libros, que si bien tienen un destinatario al que Séneca alude en todas ellas, van destinadas a un público más amplio. Constituyen un verdadero tratado de dirección espiritual. Para Séneca la filosofía no es sólo una búsqueda desinteresada de la verdad, sino el profundo deseo de vivir conforme a la verdad y a la naturaleza. Aunque todos los hombres necesitan de la filosofía, no todos pueden dedicarse a ella; por eso es obligación del sabio enseñar a los demás. La misión del intelectual es buscar no sólo su propia perfección, sino también la de los otros. Sólo la vida de acuerdo con la verdad hace al hombre libre y semejante a Dios; idea que está muy cercana a la frase evangélica "Veritas liberabit uos". 4. PLINIO EL JOVEN. Plinio el Joven (62-114 d.C.) nos ha dejado diez libros de cartas que constituyen un cuadro con infinidad de detalles sobre su tiempo. El marco temático es rico y atractivo: descripciones de paisajes y villas, alabanza de personas, aspectos históricos, literarios y personales, cuestiones educativas, etc. Ofrece una agradable imagen de la vida social y literaria, retratando a personajes y describiendo escenarios de la vida de las clases superiores, con gran elegancia formal. Es importante la correspondencia que, sobre asuntos relacionados con el gobierno, mantiene con el emperador Trajano; junto a las cartas de Plinio se hallan las respuestas del emperador. 5. AUTORES MENORES. 5.1. Autores paganos: Frontón y Símaco. -Marco Cornelio Frontón (100-166 d.C.) fue un apreciable orador y llegó al consulado en el año 143 d.C. Su fama se debe a la correspondencia que mantuvo con el emperador Marco Aurelio, su discípulo. - Quinto Aurelio Símaco (345402 d.C.) goza de un lugar en la literatura romana por sus cartas, unas 900 agrupadas en diez libros que su hijo publicó póstumamente: los nueve primeros libros son de contenido privado, mientras que en el décimo se contiene la correspondencia e instancias oficiales. 5.2. Autores cristianos.

Los autores cristianos cultivaron con gran profusión el género epistolar, sobre todo el tipo de cartas abiertas (en la que se exponen las propias convicciones morales de manera extensa y dirigidas a un público más amplio que el destinatario nominal de las mismas). Entre otros autores destacan: San Cipriano, Ausonio, San Jerónimo, San Agustín y Sidonio Apolinar. 6. LA EPÍSTOLA POÉTICA. Aunque estén escritas en verso, hay que tener en cuenta que se trata de obras con un destinatario y que, como ocurre con las epístolas poéticas de Ovidio, presentan rasgos tan típicos del género como es el saludo y la despedida. Los autores mas sobresalientes en la epistolografía poética son: 6.1. Horacio. Sus dos libros de Epístolas contienen un total de 23. Las del libro I son mayoritariamente de contenido filosófico-moral, aunque las hay de temas diversos, sobre la felicidad, la paz del alma que procede del dominio del hombre sobre sus pasiones, la saludable vida del campo, relaciones con los poderosos, etc. Las del libro II contienen, sobre todo, teorías literarias, siendo la más famosa la Epístola a los Pisones (hijos de su amigo Pisón), conocida también como Ars poetica. En ella hallamos todo un corpus de teoría de la literatura, que ha ejercido influencia en todos los tratados de poética posteriores. Están escritas en hexámetros. 6.2. Las Heroidas y las obras del destierro de Ovidio. 6.2.1. Las Heroidas. Son quince epístolas generalmente de heroínas legendarias a sus amados (Dido a Eneas, Penélope a Ulises, Enone a Paris, etc); hay también algunas respuestas de los amantes y una que no es de una heroína de leyenda, sino de una mujer real, la epístola de la poetisa griega Safo de Lesbos a su amante Faón. Están escritas en dísticos elegíacos.

6.2.2. Las obras del destierro. Sobre todo las Epistulae ex Ponto; son cuatro libros de cartas escritas en dísticos elegíacos a diferentes personajes romanos intentando que aboguen por él en Roma para que le sea levantado el destierro; están llenas de desgarradoras quejas y de reconocimiento de esa culpa, que no sabemos en qué consistió, pero que le llevó a acabar su vida lejos de Roma.

ESCRITORES TÉCNICOS, esp. JURISTAS XI.1. LA LENGUA TÉCNICA. El concepto de "lengua técnica" se configura como una serie de subgrupos lingüísticos, cuyas características comparten una serie de individuos que participan de un campo común del conocimiento, que se ha esforzado por crear una terminología precisa con una doble finalidad: - ser entendidos con claridad, expresar un estilo propio. Evidentemente, dada la variedad de campos que configuran el saber y la particular concepción de la ciencia y la técnica en Roma, donde este tipo de obras no son tratados propiamente especialistas, sino más bien obras literarias escritas por hombres con espíritu enciclopédico, que acumulan conocimientos y quieren divulgarlos, resulta obligatorio preguntarse hasta qué punto puede caracterizarse con rasgos homogéneos la literatura científica romana y si puede hablarse de una lengua especial o "grupo" con respecto a la lengua de los científicos. Los rasgos principales que definen al concepto en cuestión serían: 1) Precisión terminológica y modificaciones léxicas, creando mediante diversos procedimientos, como pueden ser los neologismos, préstamos tomados del griego ya sea directamente, ya buscando su equivalente latino, formando sustantivos abstractos, etc., una lengua propiamente técnica. 2) Interés por la precisión y claridad, más que por la pureza de estilo o la calidad literaria. 3) Empleo de rasgos morfosintácticos tomados de la lengua popular con lo que la lengua técnica contribuyó a la vulgarización lingüística. 4) Concisión, el autor escribe sobre una materia concreta, su obra se dirige a iniciados o expertos en el tema por lo cual pueden darse por sobreentendidos una serie de términos y conceptos, evitando redundancias. Es preciso establecer una especial distinción entre la jurisprudencia y el resto de saberes. La veneración romana por el Derecho, lo ha convertido en una ciencia profundamente autónoma, a la que se dedicaron los romanos de las clases elevadas y cultas, cuya formación se deja sentir en sus obras escritas. Además, frente a la autoridad de las fuentes griegas en el resto de materias, la lengua jurídica destaca por su tradición propia y por el respeto que, generación tras generación, manifestó por ella la sociedad romana. XI.2. CLASIFICACIÓN DE LAS CIENCIAS Y AUTORES. XI.2.1. AGRICULTURA. Los tratados de Agricultura responden mucho más que otros a una finalidad práctica y fueron tenidos en gran estima por el conjunto de la población. No debe extrañarnos puesto que la Agricultura fue en Roma la base no sólo de la economía, sino también de un estilo de vida. Los principales autores son: - Catón (234-149 a. C.): Además de ser historiador y orador escribió sobre Agricultura. Su tratado De agri cultura es el primero conocido sobre la materia. Escrito en tres libros, tiene dos partes claramente diferenciadas: 1ª.- trata ordenadamente sobre la compra del terreno, la buena administración, el material agrícola, el rendimiento, los cultivos, etc. 2ª.- hay una recopilación caótica de temas, llegando a dudarse de su autenticidad. Su estilo es conciso, seco, sin pretensiones literarias y lleno de máximas y sentencias. -Varrón (116-27 a. C.): Es el mayor enciclopedista de la historia literaria latina. Su aportación en este campo es el tratado De re rustica, compuesto en tres libros:

- el libro primero explica qué es la agricultura, - el libro segundo trata sobre la ganadería, - el libro tercero está dedicado a los animales de corral. La obra va dirigida al gran latifundista, no al pequeño agricultor de tipo medio. -Columela (mitad del siglo I d. C.): gaditano del que conservamos un libro sobre los árboles, De arboribus, y otro, De re rustica, considerado el tratado de Agricultura más amplio y completo que nos ha legado el mundo romano. En doce libros trata todos los asuntos relacionados con esta ciencia. -Paladio (siglo V d. C.): autor de un calendario agrícola en trece libros que alcanzó gran difusión en la Edad Media. XI.2.2. ARQUITECTURA E INGENIERÍA. Es la segunda ciencia fundamental para el mundo romano por su vocación imperialista, que precisaba de ella para su proceso de conquista y colonización. Los principales autores son: - Vitrubio (siglo I a. C.): su tratado De architectura está escrito en diez libros y hace referencia a otras ciencias, como la Aritmética, la Geometría, la Medicina, etc. Su lengua es correcta y, a veces, elegante, pero el conjunto de la exposición resulta confuso y lleno de grecismos sin traducir. - Frontino (40-103 d. C.): inspector de aguas, se sirve de la experiencia que le proporcionó su cargo para escribir De aquae ductu urbis Romae, en dos libros, que tratan de la importancia de los acueductos para el abastecimiento de las ciudades. Su estilo, lleno de vulgarismo, logra una exposición clara y precisa desde el punto de vista técnico. XI.2.3. MEDICINA, FARMACIA Y VETERINARIA. a) Medicina: destaca Celso (siglo I d. C.): autor de una obra enciclopédica titulada Artes, en la que trataba las distintas ciencias. De los veinte libros de que constaba sólo se han conservado los ocho últimos con el nombre genérico De re medica, que suponen una síntesis de la medicina griega, en especial de Hipócrates y de Asclepiades de Prusia. b) Farmacia: tiene como máximo exponente a Escribonio Largo que escribió Compositiones medicamentorum. c) Veterinaria: las obras dedicadas a la Veterinaria aparecieron tardíamente, destacando Vegecio(finales del siglo IV d. C.), quien en su obra Epitoma rei militaris dedica una gran extensión a las enfermedades de los caballos y los mulos. XI.2.4. GEOGRAFÍA. Destacan dos autores: - Pomponio Mela (siglo I d. C.): de origen hispánico, es el autor del tratado más antiguo sobre Geografía: Chorographia, en tres libros, está en la línea de los periplos griegos, siguiendo de oeste a este la costa sur del Mediterráneo y luego vuelve de este a oeste por la costa norte. Destaca la descripción de la Bética. -Avieno (siglo IV d. C.): sólo se conserva una parte de su obra Descriptio orbis terrarum, titulada Ora maritima. XI.2.5. CIENCIAS NATURALES. Nos centraremos en las obras de dos autores: -Plinio el Viejo (23-79 d. C.): escribió en treinta y siete libros su obra Naturalis Historia. Es un trabajo de compilación de las más diversas fuentes, que abarca desde la formación del universo hasta la fisiología humana, zoología, etc. - Séneca el filósofo (siglo I d. C.): en la última época de su vida escribió la obra titulada Naturales Quaestiones, dividida en siete libros sobre cuestiones físicas, aunque él nunca distinguió entre Ciencia y

Filosofía. XI.2.6. GASTRONOMÍA. -Apicio (siglo I d. C.): es el autor del único recetario de cocina de la Antigüedad, compuesto en diez libros De re coquinaria en el que expone las diferentes formas de aderezar los pescados así como las carnes de caza y las aves de corral, a base de numerosas salsas. XI.2.7. GRAMÁTICA. Las obras conservadas más importantes pertenecen a Varrón (116-27 a.C.), que escribió De lingua latina, Cesio Baso, cuya vida se desarrolló en el siglo I d. C. y que escribió una obra titulada Sobre los metros, de la cual sólo se han conservado fragmentos y que fue una obra que sirvió de referencia a todos los metricólogos latinos posteriores. Marciano Capela que en su obra De nuptis Mercurii et Philologiae trata los temas del Triuium (gramática, dialéctica y retórica) y el Cuadriuium(geografía, astronomía, música y aritmética) medievales y San Isidoro de Sevilla (siglo VI d. C.), autor de las Etymologiae que es el mayor compendio medieval de saberes, no sólo lingüísticos, sino relativos a multitud de materias basándose en la explicación etimológica de las palabras. XI.3. EL DERECHO. XI.3.1. La Ciencia Jurídica. Sin lugar a dudas el Derecho es una aportación fundamental y, por supuesto, la más genuina del pueblo romano al mundo occidental. En sus orígenes la jurisprudencia comienza como una ciencia secreta, algo mágica y ligada a la religión. Con la República y, sobre todo, con a publicación de la Ley de las Doce Tablas, se constituirá como ciencia autónoma -separada de la religión-. XI.3.2 Etapas y autores juristas más importantes. XI.3.2.1. Época republicana (449-27 a. C.) No podemos referirnos a autores concretos hasta la promulgación de la Ley de las Doce Tablas (449 a. C.). En época republicana los juristas empiezan a ocupar los cargos de la administración pública. Se pueden distinguir dos épocas: 1ª.) De comienzos del siglo III hasta mediados del siglo II a. C., centrada en las consultas jurídicas públicas. A esta época pertenecen las obras: - Ius Flauianum,de Cneo Flavio. - Ius Aelianum y Tripertita, de Sexto Elio. - Venalium leges, de Manilio. 2ª) Desde la segunda mitad del siglo II a. C. hasta nuestra era, en la que se profundiza en el estudio del Derecho. Destacan en ella la obra Regula Catoniana, de M. Porcio Catón, y los tres grandes fundadores del Derecho civil: Manio Manilio, Marco Junio Bruto, y Publio Mucio Escévola. XI.3.2.2. Época clásica (siglos I -III d. C.) Es en esta época cuando la Jurisprudencia alcanza su máximo esplendor, a pesar de que a partir de Augusto la posibilidad de juicio de los magistrados se transfiere totalmente al emperador. El éxito se concreta en tres aspectos: 1.- la concesión del ius publice respondendi que el emperador concede a los juristas eminentes. 2.- la formación del consilium principis , integrado por juristas. 3.- la exigencia de ser experto en Derecho para integrarse en la carrera civil de la Administración. Se pueden distinguir varias etapas: 1ª) hasta finales del siglo I y comienzos del siglo II: los juristas se encuadran en dos escuelas- los Sabinianos y los Proculeyanos-, que representan la innovación frente a la tradición y consolidan el Derecho como ciencia.

2ª) desde el siglo II hasta finales del siglo III, en la que destacan los nombres de Juvencio Celso Digesta), Salvio Juliano (Digesta) y, especialmente, Sexto Pomponio Gayo (Institutiones). 3ª) Finales del siglo III, a pesar de la decadencia, aparecen los tres juristas que serán la base del Digesto de Justiniano: Emilio Papiano, Julio Paulo y Domicio Ulpiano. XI.3.2.3. Época postclásica (siglos III al V d. C.) En esta época la crisis está presente por doquier, y los juristas se limitan a tomar de los principios clásicos lo más adecuado a tales circunstancias. Los escasos autores destacables son: Carisio y Hermogeniano. XI.3.2.4. Época de Justiniano (siglo VI d. C.) A principios del siglo VI aparece la Lex Romana Visigothorum o Breviario de Alarico, que alcanzó gran difusión en Europa, pero la gran obra se debe al emperador de Bizancio Justiniano, que recopiló, entre 528 y 533, todo el Derecho Romano conocido en su época en una obra que es conocida desde entonces con el nombre de Corpus Iuris Ciuilis, repartida en cuatro bloques: - Institutiones (dirigida a estudiantes). - Digesta o Pandectae (textos de jurisconsultos clásicos) - Codex (leyes imperiales) - Nouellae (adiciones posteriores).