Unidad 1

UNIDAD 1 Sigmund Freud Psicoanálisis ADLER JUNG HETERODOXOS DEL PSICOANALISIS HORNEY FROMM CULTURALISTAS Sigmun

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UNIDAD 1

Sigmund Freud

Psicoanálisis

ADLER JUNG

HETERODOXOS DEL PSICOANALISIS

HORNEY FROMM

CULTURALISTAS

Sigmund Freud. Nota bibliográfica. Nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, tuvo cinco hermanas y dos hermanos. Uno de los hermanos nacidos antes de que Sigmund cumpliera un año, muere a los 8 meses. Le siguen Anna (1858), Rosa (1860), Mitzi (1861), Dolfi (1862), Pauline (1864) y Alexander (1866). A los tres años de Sigmund, la familia Freud abandona Freiberg debido a las dificultades económicas que le aquejan, dirigiéndose a Leipzing primero y pocos meses, radicándose definitivamente en Viena. Sigmund ingresa en el Sperl Gymnasium de Leopoldstadt en 1865. El 1873 ingresa a la universidad de Viena para estudiar medicina. Es en ese ámbito que el joven Freud conoce personalidades que habrían de marcarlo, tanto en lo científico como en lo personal. En el segundo curso, participa de seminarios de filosofía y lógica dictados por el profesor Brentano. En fisiología está a cargo de Ernest Brücke, quien devendría en amigo personal. En 1876 recibe una beca para investigación de anatomía comparada, lo que le permite viajar a Trieste (Italia), a proseguir con sus estudios acerca de la estructura gonádica de las anguilas. Brücke presenta el trabajo de su discípulo, quien logra que sus descubrimientos se publiquen en el Boletín de la Academia de la Ciencia. Durante estos años conoce y entabla una amistad con Josef Breuer. En 1881 termina su carrera, con altísimas calificaciones y continúa trabajando en el Instituto de Brücke. Comienza su interés en el caso de Anna O y el método catártico. Conoce a Martha Bernays. En Junio de 1882 se comprometen en secreto. En los años siguientes, Freud trabaja en el Hospital General de Viena, en Medicina Interna, Clínica Pediátrica y el departamento de enfermedades nerviosas. En 1886 deja definitivamente el Hospital General y obtiene poco más tarde el nombramiento de Privatdozent en Neuropatologia, lo que permite acceder a una beca para viajar a Paris, a estudiar con Charcot en L´ Hôspital de la Salpêtrière, en donde asiste a las célebres demostraciones con pacientes histéricas realizadas por el Profesor. A su regreso, celebra el matrimonio con Martha e instala su consulta privada. Nacen sus hijos: en 1887, Mathilde; 1889, Martin; 1891, Oliver; 1892, Ernest; 1893, Sophie; 1895, Anna. En 1887 Freud empieza a utilizar la sugestión pos hipnótica, asimismo inicia amistad con Wilhelm Fliess. En octubre de 1896 muere Jackob Freud, figura importantísima que ira perfilando su influencia en el hijo, para cristalizarse en toda su ambivalencia, en su obra final, Moisés y el monoteísmo (1938). En el verano de 1889 escribe “La interpretación de los sueños”, iniciado por el análisis de uno de sus sueños en 1895, obra que fuera publicada en noviembre de 1899 y, sin embargo, llega con fecha de 1900 por razones caprichosas del editor. Inicia por entonces el recorrido por el psicoanálisis, dictando conferencias e iniciando lo que habría de ser su proceso de institucionalización. En el año 1902 inicia sus sesiones la Sociedad Psicológica de los Miércoles, una reunión semanal en casa de Freud, de la que participan entre otros Wilhelm Stekel, Alfred Adler y posteriormente Sandor Ferenczi, Otto Rank y, como invitados, Carl Jung, Max Eitington y Ernest Jones, entre otros. Esta sociedad pasa a denominarse Sociedad Psicoanalítica de Viena, en el año 1908, realizando su primer congreso ese mismo año. Luego de realizado el Segundo Congreso de Psicoanálisis, en Nüremberg, sobreviene la primera de las resonantes rupturas entre maestro y discípulo. En 1911 rompe con Alfred Adler, por divergencias teóricas. En el año 1913 se crea el comité de los siete anillos, cuyo objetivo era defender a Freud de los numerosos ataques (teóricos) de sus detractores. Ese mismo año se produce la ruptura con Jung.

En 1923 aparecen los primeros signos del cáncer de mandíbula, que lentamente lo llevaría a la muerte. En 1930 recibe el premio Goethe, que lo satisface particularmente por la admiración públicamente profesada que Freud sentía por el escrito alemán. En marzo de 1938 Austria es invadida por los nazis; el hogar vienes de los Freud es visitado por la Gestapo y entonces, gracias a amigos y seguidores de Freud, se gestiona el permiso de salida de toda la familia, que parte el 4 de junio de ese mismo año con destino a Inglaterra, dejando su amada Viena para siempre. En septiembre de 1939 fallece, en Londres.

La búsqueda incesante: nacimiento del psicoanálisis. En “Historia del movimiento Psicoanalítico”, Freud relata que en ocasión de las conferencias que dictara en la Clark University, reconoció que, a pesar de considerar el psicoanálisis obra propia, único representante durante diez años, el surgimiento del psicoanálisis se debe, en gran parte, a su colega Josef Breuer. Sin embargo, desde el inicio, su obra está marcada por contradicciones y la soledad. La soledad encarnada en las políticas científicas de la época, la soledad de las restricciones culturales impuestas desde una sociedad pacata y moralista. El psicoanálisis constituye, pues, el resultado de una revolución individual. Una revolución a la luz de una única vela en un único escritorio. La revolución a contramano del tráfico disciplinar; alejada de las instituciones legitimadoras del conocimiento. Al momento de planear la etiología sexual de las neurosis, Freud sabía de antemano, que sus detractores se encarnizarían, que aquellos que observaban con tibieza su recorrido no durarían en pronunciarse en contra.

Las instituciones y las rupturas: un camino hacia la soledad. El psicoanálisis comienza a desprenderse de la mano de su creador: hay que abrirle caminos a nuevos recorridos. Aquellos que se sienten atraídos por esta teoría participan de la institucionalización de la misma. En 1902 Adler, Stekel, Rank, Ferenczi, entre otros, participan de la primera institución creada alrededor del psicoanálisis: la Sociedad Psicológica de los Miércoles, más tarde Sociedad Psicoanalítica de Viena. Desde la sociedad, se realizan los Congresos en diferentes ciudades; en un intento de llevar la novedad psicoanalítica más allá de las fronteras de su Viena natal. Ahora bien, esta sociedad no protege a Freud de los ataques de discípulos a los que considera los ejes de su desarrollo teórico. Las divergencias son toleradas en tanto no alancen a corroer los nuevos cimientos de la nueva ciencia. Tal ocurre con Adler y con Jung, entre otros. En su primer momento, suavizan las diferencias para formar parte de las instituciones del psicoanálisis. En cuanto sus propios nombres toman relevancia y pueden ser pronunciados sin el respaldo del nombre de Freud; las diferencias toman dimensiones más reales que alcanzan a dividir los movimientos; sufriendo éste diversos desmembramientos, que habrían de sumar un precio emocional alto (sobre todo en el caso de Jung). Es así que se conforma el ya citado Comité de los Siete anillos, algo así como el escudo personal del maestro, creado por los discípulos más fieles y cercanos, dispuestos a aceptar su teoría casi dogmáticamente y, sobre todo, a no someterla a juicios públicos.

Adler y Freud, los inicios. Alfred Adler (1870-1937) comprarte muchos aspectos de su mundo originario con Freud, además de los intereses específicamente científicos. Ambos judíos, ambos hijos de padre comerciante: hijos de una misma Viena, de idéntica pertenencia religiosa, habitaron en el mismo distrito, Lepoldstat, y recibieron instrucción en el mismo Gimnasium. Su tendencia ideológica marca el inicio de su actividad profesional. Una vez médico, se establece en lugares de población marginal o carenciado, siendo sus habitantes el grueso de los pacientes del joven Dr. Adler. Su inclinación hacia la psiquiatría hace que Adler pase a formar parte del grupo de trabajo de Freud, que inicia sus reuniones en 1902, el que más tarde constituiría la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Ya en ese entonces, Adler daba importancia a la inferioridad orgánica, lo que no entra en conflicto con el maestro,

pero cuando hace hincapié en instinto agresivo, Freud rechaza la propuesta de Adler. Aun así, fue el propio Freud quien lo propone como presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, hasta que Adler decide separarse del movimiento, junto a algunos partidarios, y crea la Sociedad para el Psicoanálisis libre, en 1911, para llamarse luego, y definitivamente Sociedad de Psicología Individual. Según el creador del psicoanálisis, Adler acababa por negar absolutamente la importancia de la sexualidad, dejando la formación del carácter y las neurosis, libradas al influjo del afán de superioridad y la compensación de las inferioridades, que inicialmente fueron constitucionales. Dice Freud: “la teoría adleriana fue, desde un principio, un sistema, categoría que el psicoanálisis ha evitado siempre, cuidadosamente”. En el recorrido que Freud plantea por el desarrollo de su propia teoría, reconoce a Adler el lugar de discípulo “extraviado”, aunque sin atribuirle las características personales de poca honestidad, tal como hace al respecto Jung. Adler, por su parte, alinea a Freud con una serie de psiquiatras que han hecho aportes valiosos al campo de la psicología, posibilitando y abriendo el camino para el advenimiento de la psicología individual, a decir de Adler: “Nuestra psicología individual se coloca decididamente en el terreno de la evolución y, a la luz de la misma, considera todo anhelo humano como una gran tendencia hacia la perfección”. Los pilares de la nueva corriente que propone Adler son, pues, en palabras de su iniciador, el sentimiento de inferioridad, la tendencia hacia la superación y el sentimiento de comunidad, dejando de lado la concepción de libido tradicional, relegando el inconsciente a una cuestión de temporalidad, no de eficacia y sustituyendo el lugar de la sexualidad por conceptos culturalmente concebidos.

Freud y Jung: de la fascinación al desprecio. Jung fascinado por la lectura de “La interpretación de los sueños” inicia una relación epistolar con Freud, que habría de ser prolífica, anticipando encuentros personales extensísimos entre los dos hombres. Jung, hijo de un pastor protestante, conoce tempranamente las cuestiones religiosas, las sagradas escrituras, las costumbres, etc. En Febrero de 1907 Jung visita por primera vez a Freud, en Viena. El encuentro dura unas 13 horas y ya allí se explicitan, a medias, algunas diferencias que habrían de precipitar la ruptura. Ya entonces, Freud elige a Jung como su “príncipe heredero”, no solamente por la honda impresión personal que este le causa, sino porque en ese momento el psiquiatra suizo constituye el camino más exitoso para trasponer los muros del gueto vienes y darse a conocer al mundo, desde una Zúrich centroeuropea y, sobre todo, no judía, A principios de 1909, Freud escribe a Jung: “Usted será el que, como Josué, si yo soy Moisés, tomará posesión de la tierra prometida de la psiquiatría”. Freud propone a Jung como presidente de la Sociedad Psicoanalítica, hecho que luego se reprocha: “No sospechaba yo, que a pesar de todas las ventajas indicadas, había de resultar mi elección desdichadísima, por recaer en una persona tan incapaz de soportar la autoridad de otra, como de imponer la suya, y cuya energía se consagraba por entero a la más desconsiderada persecución de sus propios intereses”. Las divergencias, en principio teóricas, que fueron preanunciando el alejamiento de maestro-discípulo residían fundamentalmente, en la conceptualización de la libido. Para el creador del psicoanálisis, la libido es de carácter sexual y eso es lo que va a posibilitar plantear la importancia de la represión. Jung reniega de esta restricción y asume la generalidad y pluralidad de la libido, tornándola en una especie de energía vital. En lugar de psyche, Jung esgrime alma, del latín anima, después de uno de los términos del par animaanimus. Para Jung, siempre se trata de la búsqueda de simetría de los contrarios, no en términos de lo que plantea Freud, esta lucha constante de represión-retorno de lo reprimido. Para Freud, Jung intentó traducir los hechos analíticos a lo abstracto, renegando de la importancia de lo que tanto sufrimiento al movimiento psicoanalítico le había costado conquistar: la sexualidad infantil y al complejo de Edipo. Para él siempre fue incomprensible la afición de Jung por aquellas cuestiones lindantes entre la ciencia y el ocultismo. La ruptura de Freud y Jung conlleva, además de las diferencias teóricas que separan las aguas, un agregado emocional importante. El desprecio y decepción mutuos continuaron y se agriaron con el paso de los años.

Culturalistas, la mirada teñida de América. Algo superadas las crisis intestinas que sacudieron al movimiento psicoanalítico inicial, representado en la figura de su creador y sus discípulos, las divergencias y posibilidad de nuevas conceptualizaciones se traslada a una América convulsionada por sus propios procesos históricos y por la oleadas de inmigrantes exiliados, huyendo del terror nazi, muchos de los cuales traían consigo una formación científica importante. El psicoanálisis que, como ya explicamos, gozaba desde sus inicios de partidarios en los Estados Unidos, encuentra en el nuevo continente adeptos dispuestos a seguir por los derroteros que propone plantear nuevos caminos, aun a costa de perder respaldo del movimiento psicoanalítico oficial. Entre ellos se encuentran Karen Horney, Harry Stack Sullivan y Erich Fromm, el grupo denominado “Culturalistas”. Horney y Fromm, ambos alemanes, emigran a Estados Unidos, trayendo consigo una experiencia cultural importante, de profundas raíces europeas. Ambos emigran con la especialidad en psicoanálisis, obtenida en el Instituto Psicoanalítico de Berlín. Karen Horney, (de soltera, Karen Danielson) se analiza con uno de los personajes importantes del primer psicoanálisis; K. Abraham, pero ya en ese entonces las interpretaciones freudianas no acaban de satisfacerlas. Una vez en Estados Unidos, la vertiginosa cultura americana; la necesidad de superar la profunda crisis del ´30, la ponen en contacto con algunas nociones que terminan por pulirse y completarse en tierra americana, bajo el amaro de instituciones que ella misma contribuye a crear o a sostener, como Directora del Instituto Psicoanalítico de Chicago, del que también participa Fromm, y más tarde en 1941, fundando el Instituto Norteamericano de Psicoanálisis. Para Horney, pues, con el sello que marca el pensamiento de los culturalistas, lo determinante de las neurosis son las condiciones culturales y no las dificultades de control pulsional, que propone la mirada psicoanalítica ortodoxa. Las neurosis constituyen, para esta autora, un intento de control interpersonal y adaptación. Se considera a Karen Horney una pionera en los planteos de psicología femenina que refuta la supremacía masculina (en términos psíquicos) y su regencia en la organización psíquica de las mujeres. Difiere con Freud en su planteo de la envidia al pene, proponiendo una operación contraria: la envidia masculina a la capacidad creadora de la mujer. Erich Fromm, judío como Freud, pero criado en la ortodoxia de una familia practicante, tendrá desde sus primeros años, un marcado interés social que impregnara su obra. El interés fundamental de Fromm radica, y está presente en todas sus obras a realizar un análisis exhaustivo de la naturaleza de las relaciones individuo-sociedad. Conocido mundialmente por obras como “El arte de amar” o “El miedo a la libertad”, Fromm representa la expresión idealista de una generación en continuo debate; sus ideas acerca del amor, la libertad, la soledad, los vínculos, etc. hacen de la suya una visión crítica de las sociedades contemporáneas en las que inclusive el amor se convierte en una relación mercantil; la seguridad del mundo industrializado termina por asfixiar al yo, el individuo que te pliega por lo aterrador de la soledad que trae aparejada la libertad. Define a las sociedades insanas, asegurando que una sociedad recorre (en sus actores) ambos caminos: la salud y la enfermedad. Stack Sullivan, quizás el menos popular de los culturalistas, o más precisamente el menos conocido, comparte básicamente con los autores anteriores, no solo el espacio y tiempo de sus actuaciones, sino el papel preponderante que otorga la cultura y sus condiciones con las determinaciones del individuo.

Los llamados culturalistas, pues, constituyen una bisagra, una puerta posible para integrar la cultura humana al desarrollo de la criatura humana, en el marco de lo psicoanalítico pero sin lo que interpretan como sus restricciones.

Cronología. 1856 1859 1860 1865 1873/74 1876 1878 1881/82

1883/84 1885/86 1887 1889 1891 1892 1893 1895 1896 1898 1899 1900 1901 1902 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911

Nace Sigmund Freud Los Freud se mudan a Leipzing Los Freud se radican definitivamente en Viena Freud accede al Sperl Gymnasium, en Leopoldstat, aprobando el examen de ingreso Se gradúa, con máximas distinciones. Entra a la universidad de Viena a estudiar medicina. En el segundo año, 1974, conoce a Ernest Brücke, profesor de fisiología. Le otorgan una beca para viajar a Trieste a estudiar la estructura gonádica de las anguilas, desde el Instituto de Anatomía comparada, del profesor Claus. Los resultados de una de las investigaciones de Freud son publicadas por el boletín de la Academia de Ciencias, por influencias de Brücke. Conoce a Breuer. Da su último examen con altísimas calificaciones. Obtiene un nombramiento en el Instituto de Brüke. Se interesa por el caso de Anna O y el método catártico. En abril de 1882 conoce a Martha Bernays. Ingresa al Hospital General de Viena. Se inicia en cirugía, luego en Medicina Interna, a cargo del profesor Nothangel. Se traslada a la Clínica Pediátrica del mismo Hospital, bajo las órdenes del profesor T. Maynert. Ingresa al departamento de enfermedades nerviosas. Es nombrado Privatdozent en Neuropatologia. Viaja a Paris a estudiar con Charcot en L ´Hôspital de la Salpetrière. En septiembre de 1886 se casa con Martha Bernays. Nace Mathilde, la hija mayor de Freud. Comienza su amistad con W. Fliess. Comienza a usar la sugestión hipnótica Nace Martin, hijo de Freud Nace Oliver Freud. Publica su primer libro “Sobre afasias”, dedicado a Breuer Nace Ernest Freud Publica un ensayo con Breuer, “El mecanismo psíquico sobre los fenómenos histéricos”. Nace Sophie Freud Publica “Estudios sobre la Histeria”, con Breuer. Nace Anna Freud Fallece Jackob Freud, el padre de Sigmund Publica “La sexualidad en la etiología de las Neurosis” Escribe “La Interpretación de los Sueños”, que es publicado con fecha 1900 Dicta una serie de conferencias sobre los Sueños, en la Universidad Visita Roma, junto a su hermano Alexander. Atribuye gran importancia a este viaje Comienza la Sociedad Psicoanalítica de los Miércoles. Viaja nuevamente a Italia con Alexander. Rompe con Fliess Publica “Psicopatología de la vida cotidiana”. Viaja a Grecia, también con su hermano Publica “El chiste y su relación con lo Inconsciente” y “Tres ensayos sobre una teoría sexual” Comienza el intercambio epistolar regular con Jung Jung visita a Freud, también Eitingon, Abraham y Ferenczi. Publica un estudio sobre la Gradiva de Jensen. En Zúrich se funda la Sociedad Freud La Sociedad Psicoanalítica de los Miércoles se llama ahora Sociedad Psicoanalítica de Viena. Celebra su primer congreso en Salzburgo Se casa su hija Mathilde. Viaja a Estados Unidos, a la Clark University 2º Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Núremberg Rompe con Adler. 3º Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Weimar. Funda la revista Imago.

1913

1914 1915/17 1920 1923

1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1932 1933

1936 1938 1939

Publica “Tótem y Tabú”. Se fundan en Budapest y Londres las Sociedades Psicoanalíticas, bajo la dirección de Ferenczi y Jones, respectivamente. Se crea el Comité de los Siete Anillos. Rompe con Jung Nace el primer nieto de Freud, hijo de Sophie, Martin y Ernest se alistan por la guerra. Publica “Conferencias preliminares” Muere Sophie, la hija de Freud. Se inaugura la Policlínica de Berlín, el mayor centro psicoanalítico hasta entonces. Aparecen los primeros síntomas de cáncer que lo llevaría a la muerte. Se opera y es la primera de 33 operaciones. Publica “El yo y el ello” y algunos ensayos, entre los que está “La organización genital de la libido” Publica “Neurosis y psicosis”, y “El problema económico del masoquismo” Mueren Breuer y Abraham. Publica la autobiografía. Última reunión con el Comité de los Siete Anillos. Conoce a Albert Einstein. Publica “Inhibición, Síntoma y Angustia” Publica “El porvenir de una ilusión” Publica “Dostoyevsky y el parricidio” Publica “El malestar en la Cultura” Recibe el Premio Goethe. Muere Amalia, su madre Rompe con Ferenczi Fallece con Ferenczi. Se inician las persecuciones nazis. Quema de libros en Berlín. Los nazis toman el control de la Sociedad Alemana de Psicoterapia. El nuevo editor de su órgano de difusión, el Zentralblatt für Psychoterapie, es Jung, quien se une a H. Göering en 1936 Festeja su 80° aniversario y sus bodas de oro con Martha Austria es invadida por los nazis. La casa de Freud es visitada por la Gestapo. Los Freud obtienen un permiso de salida. Primera edición alemana de “Moisés y el monoteísmo” Fallece Freud, el 23 de septiembre.

Alfred Adler Historia de la psicología (Sánchez Barranco Ruiz). Breve apunte biográfico. Nació el 7 de febrero de 1870 en Viena, falleciendo el 28 de mayo de 1937 en Aberdeen (Escocia). Se graduó en medicina en 1895, en la universidad de Viena, comenzando a trabajar de oftalmólogo en 1897, más tarde se formó en medicina interna. En 1912 presentó en la Universidad de Viena la obra “El carácter neurótico”, donde sus ideas quedaban claramente explicitadas y diferenciadas de las de Freud. Este trabajo fue elaborado para obtener el nombramiento de docente universitario, pero fue rechazado. A partir de entonces Adler siguió sólo con su actividad clínica privada, hasta que tuvo lugar la Primera Guerra Mundial, alistándose como psiquiatra y siendo nombrado director de un centro austriaco de prisioneros rusos. Después de la Guerra fundó una clínica para la orientación de los problemas psicológicos de la infancia, logrando que sus ideas y su terapia alcanzasen un notable arraigo en Europa y América. Tras la instalación de Hitler en el poder, Adler, empezó a visitar con frecuencia Norteamérica, llegando a establecerse allí en 1935, logrando el puesto de profesor de Psicología Medica en el Colegio de Medicina de Long Island y otros nombramientos importantes. Su psicología individual tuvo por entonces muchos seguidores, no solo en Estados Unidos, sino también en Francia, Suiza, Holanda y Gran Bretaña. Las obras fundamentales de Adler son, entre otras, las siguientes: “Estudios sobre la inferioridad de órgano” (1907), “El carácter neurótico” (1912), “El problema del homosexualismo y otros ensayos” (1917), “Practica y teoría de la psicología del Individuo” (1918), “Conocimiento del hombre” (1921), “Niños difíciles (1927), “Guiando al niño” (1928), “Técnica de la psicología del individuo” (1928/29), “Problemas de las neurosis” (1929), “El sentido de la vida” (1933) y “Superioridad e interés social” (1964), un conjunto de escritos tardíos preparados por H. y R. Ansbacher.

La separación de Alfred Adler del psicoanálisis freudiano. La primera rama que se autonomizo del tronco psicoanalítico freudiano fue la “Psicología Individual” de Adler, que llegó a constituirse muy pronto en una escuela independiente, poniendo en primer plano el yo y ciertos impulsos ajenos a la libido, dejando en lugar muy secundario la participación de los determinantes inconscientes en la conducta humana. Las relaciones entre Freud y Adler fueron muy complejas, aunque durante algunos años el primero concedió al segundo un crédito intelectual prácticamente ilimitado. Sea como fuere, Adler siempre mantuvo con Freud una actitud más critica que de discípulo, sintiéndose colaborador y no alumno. Las diferencias entre ambos comenzaron en noviembre de 1906, cuando Adler leyó en la Sociedad Psicológica de los Miércoles un trabajo sobre los fundamentos biológicos de las neurosis, dando un papel secundario a la libido, ideas que más tarde reaparecerían en “Estudio sobre la inferioridad de órgano”. Para entender las preocupaciones de Adler por las minusvalías, debe tenerse en cuenta un hecho: Alfred Adler conocía a través de su experiencia personal el significado de las insuficiencias, pues estivo afectado por un raquitismo, a causa de lo cual no había podido andar hasta los cuatro años, contrayendo por entonces una neumonía.

El interés científico por el asunto de las minusvalías orgánicas ya se vislumbraba en un artículo que escribió en 1898 sobre circunstancias sanitarias de los sastres, donde desarrolló dos ideas que serían esenciales en su futura concepción de la organización de la personalidad: la primera tenía que ver con la relación del individuo con su entorno social y la segunda se refería a la interrelación de la mente con el cuerpo. Adler cuestionaba sistemáticamente la tesis freudiana nuclear, según la cual el desarrollo humano se basa en lo sexual y sus conflictos inconscientes, proponiendo que el desarrollo normal y anormal es fruto de los intentos por compensar sentimientos de inferioridad, dando mucha importancia a los impulsos agresivos, que más tarde se convertirán en protesta masculina y por fin en afán de poder. Los sentimientos de inferioridad los baso primero en la presencia de determinadas minusvalías orgánicas y posteriormente en el hecho de que el niño se siente en todo caso inferior al adulto y trata de igualarlo o superarlo, de modo que los traumas sexuales alcanzarían su poder patógeno, si acaso, en conexión con tales sentimientos de inferioridad. Ahora bien, aunque las discrepancias teóricas tuvieran mucho que ver con la ruptura de Adler con Freud, también han de señalarse razones de la política del grupo psicoanalítico. Hitschmann, que simpatizaba con Adler y con sus ideas, propuso que éste las expusiera con detalle en lo que ya era la Sociedad Psicoanalítica de Viena (la anteriormente Sociedad Psicológica de los Miércoles), para discutirlas a fondo: a principios de 1911, Adler leyó el ensayo “La protesta masculina como problema nuclear de la neurosis” al que Freud planteo una serie de objeciones, pues de hecho el trabajo constituía un total rechazo de la teoría del Inconsciente y sobre todo de la libido. En febrero de 1911, Adler dimitió de su cargo de presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena y Stekel del de vicepresidente. En junio Freud separo al primero de la dirección de la Zentralblatt, lo que se acompañó de la renuncia de Adler a ser miembro de la Sociedad Psicoanalítica, dimisión que fue seguida por ocho colegas, con los que fundo la Liga para la Investigación Psicoanalítica Libre, grupo que se organizó en 1912. Al año siguiente pasaría a llamarse Psicología Individual, editando al poco tiempo su propia revista científica. Adler describió al hombre como un sistema finalista con el objetivo de la autorrealización y de la supervivencia social, destacando la unidad de la personalidad, con la íntima participación de procesos tanto somáticos como psicológicos, tanto individuales como sociales, lo que quedó claramente establecido en la denominación de su escuela y conceptos básicos. Adler fundamento su doctrina en los principios de la filosofía fenomenológica, según los cuales la psique humana está organizada de acuerdo con estructuras totales, más comprensibles que estrictamente explicables, destacando las influencias procedentes de la esfera consciente.

Características generales de la psicología individual. La teoría de la personalidad. La psicología adleriana está construida en función de tres conceptos: los sentimientos de inferioridad, el impulso al poder y el impulso comunitario. Para él, la personalidad se formaría al partir de los sentimientos de inferioridad, que primero pensó que serían secundarios a ciertas minusvalías orgánicas y finalmente los hizo comunes a todos los hombres, por el hecho de haber sido niños. El concepto adleriano de complejo de inferioridad, que tan popular se ha hecho, describe una insuficiencia real o imaginaria, física o psicológica, que crea una serie de derivados normales o anómalos: para Adler, la fuerza dinámica que subyace a toda conducta humana es la lucha por la superación de tales sentimientos de inferioridad, buscando encontrar la totalidad y la perfección. El niño forma un plan de vida para alcanzar tales metas, tratando de vencer su pequeñez y dependencia por medio de seguridad, dominio y autoestima. La rebelión contra los sentimientos de inferioridad haría nacer un segundo factor influyente en el desarrollo personal, el impulso de poder, lo que puede llevar a una estructura caracterial sana o insana: el niño intenta dominar sus sentimientos de inferioridad luchando por alcanzar con una completud y cierto poder, ficción rectora que puede conducir tanto a la obtención de triunfos reales como a consecuciones psicopatológicas.

Hablo de protesta masculina, por otro lado para referirse a la tendencia general a perseguir un ideal masculino, hecho que sería más evidente en los débiles y las mujeres. El plan que se traza el sujeto para alcázar sus metas determina el estilo de vida, que es definido como la adaptación activa del individuo a su medio social, lo que se considera en un producto único y personal a lo largo de los primeros cinco o seis años de vida. El impulso comunitario es el tercer concepto clave de la psicología individual. Suaviza los sentimientos de inferioridad y frena el afán de poder, favoreciendo una adaptación sana. Tal impulso comunitario fue entendido como fundamentado filogenética y ontogénicamente.

El carácter normal y neurótico. Las principales ideas de la teoría adleriana sobre las neurosis se encuentran en “El carácter neurótico” (1912) y en “Practica y teoría de la psicología del individuo” (1918). Por otro lado, Adler (1935) también realizo una topología ligada a aspectos sanos es insanos del carácter, hablando de cuatro tipos básicos en función de la actividad y el impulso comunitario o social: a- El dominante o imperativo : se despliega gran actividad, pero se pone de espalda a los intereses sociales. b- El adquisitivo: carece de actividad e interés social, esperando siempre que le resuelvan todo los demás. c- El evasivo: muestra una constante indecisión, con actividad e interés social limitados. d- Socialmente útil: está en posesión de una actividad en armonía con las necesidades de los otros, a los que trata de beneficiar. En cuanto al terreno específicamente neurótico, Adler (1912) niega que una disposición estrictamente orgánica o sexual sea el origen de las neurosis, debiendo buscarse los motivos esenciales de su instauración en las relaciones que el niño establece con los miembros de su familia, de tal manera que el carácter neurótica sería una tentativa cognitivo-afectiva equivocada que se organiza para librarse de los sentimientos de inferioridad, buscando procurarse ciertos sentimientos de superioridad. En concreto, según Mandolini (1969), las ideas adelriana sobre la neurosis, serian: 1- Todos los individuos tienen disposición a la neurosis, lo que puede actualizarse por la influencia de factores ambientales concretos. 2- Las neurosis son una forma patológica de adquirir poder e imponerse al otro, lo que constituye el motivo primero del trastorno. 3- Toda neurosis debe ser entendida como una tentativa cultural equivocada para liberarse de los sentimientos de inferioridad, los cuales se transforman en sentimientos hipertrofiados de superioridad. 4- En la neurosis participan no solo factores interpersonales (impulsos, etc.), sino sobre todo influencias ambientales, entre las que la cultura competitiva es decisiva, al igual que las que emanan de la familia, en el sentido que haya existido poco afecto o abandono, imponiendo esto la instauración de un estilo de vida armonioso y productivo.

La terapia adleriana. Las principales aportaciones del enfoque terapéutico de Adler aparecen en “Práctica y teoría de la psicología del individuo” (1918), “Técnica de la Psicología del Individuo” (1928-29) y “El sentido de la vida” (1933). Para Adler la neurosis precede de diversas experiencias infantiles (superprotección, abandono o mezcla confusa y alterada de ambas cosas), lo que proporciona claves erróneas que impiden formarse un esquema mental sobre las tareas en la vida social, siendo función de la terapia cambiar tales esquemas. Es de destacar el papel activo que Adler le asigna al terapeuta, insistiendo que no solo debe limitarse a escuchar e interpretar el material psíquico procedente del pasado, sino que ha de dialogar, aconsejar, atacar defensas caracterológicas, analizar conflictos del presente y orientar hacia el futuro, desmontando el significado pseudoadaptativo de la neurosis, actuando en todo caso cara cara.

El proceso terapéutico adleriano consta de tres etapas: a- Descarga: el neurótico expone sus problemas, catarsis que originan un cierto grado de alivio, intentándose paralelamente que reste importancia a los síntomas. b- Aliento: hay que animarlo al logro de éxitos personales, con apoyos y consejos oportunos. c- Carga: hay que comprometerlo en el cumplimiento progresivo de tareas, con lo que se trata de acentuar el sentido de responsabilidad y compromiso social.

Valoración de la Psicología individual. La psicología individual ha de ser ubicada en un marco fenomenológico, en las ciencias del espíritu, habiendo colaborado en la apertura de lo que más tarde llegaría a ser la TERCERA FUERZA PSICOLOGICA, el movimiento humanístico. La psicología adleriana mira más la esfera de lo consciente que de lo inconsciente, al futuro más que al pasado, a las intenciones más que al deseo pulsionales: el sujeto se dirige hacia un fin, en que es concebido por él de una manera confusa y que le es en gran parte desconocido o sobre el que se engaña, aspecto que va a ser el que Adler defina como inconsciente, de forma muy distinta a como Freud entendía el funcionamiento de este. La doctrina adleriana es por todo lo anterior, más optimista y menos determinista que la freudiana, manteniendo la existencia de una sociabilidad innata que puede ser estimulada y mejorada con intervenciones terapéuticas, en contra de lo que Freud planteó, que entiende tal sociabilidad como un derivado adaptativo forzado, que cubre hostilidad y sexualidad reprimida, estando siempre en disposición de romperse. Ha de admitirse que Adler introdujo conceptos de valía, enriqueciendo la visión holística del hombre y el sentido finalista de la conducta.

Crisis y evolución de la psicología individual. En cuanto a la crisis y la evolución histórica de la escuela adleriana, tras sus primeras confrontaciones con el grupo freudiano, paulatinamente fue tomando prestigio, alcanzando su mayoría de edad a mitad de la década de 1920, aunque algunos años después, en 1928, al expresar Adler la neutralidad religiosa y política de su doctrina, una serie de discípulos marxistas se separaron de él, lo que condujo, en 1931 a la disolución de la Sociedad Internacional de Psicología Individual. Al poco tiempo, Adler se asentó en los Estados Unidos, donde fue bien acogido, alcanzando notable prestigio, particularmente en el campo de la psicología clínica infantil. Ello sirvió de caja de resonancia para que la doctrina y la práctica de la psicología individual se extendiera por muchas partes del mundo, impregnando la pedagogía y la psicología educacional. Pero, en la actualidad, el movimiento carece de la cohesión y organización de antaño, viéndose constreñido a aportaciones esporádicas y limitados en su extensión.

El sentido de la vida (Dr. Alfred Adler) Capitulo II: Medios y Caminos Psicológicos para la exploración del estilo de vida.     

Determina todo su pensar, sentir y obrar. Describe el desarrollo histórico de la psicología, lo plantea como un arte inconsciente hasta que incorporo la Filosofía, Antropología. No puede pensarse al hombre aislado. Época de tecnicismo: llevaron al método experimental que hacia perder la visión de la personalidad en su conjunto La ciencia de la herencia, desde lo orgánico. La psicología alcanzó un verdadero auge con el Psicoanálisis: libido sexual como omnipotente guía.

Adler dice: Nuestra psicología individual se coloca en el terreno de la evolución, considera todo anhelo humano como una tendencia a la perfección, impulso de vida ligado a dicha tendencia hacia la perfección. El impulso vital está ligado de un modo irreductible, tanto física como psíquicamente, a dicha tendencia. Toda forma de expresión psíquica aparece, pues, a nuestro entendimiento, como un movimiento que conduce de una situación de minus a una situación de plus. EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD, LA TENDENCIA A LA SUPERACION Y EL SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD son los pilares básicos de la investigación psicologicoindividual. Estos pilares son imprescindibles tanto para el estudio de un individuo aislado como para el estudio de una masa. Todos los recursos de la “Psicología individual” que han de permitir la comprensión de la personalidad respetan la “opinión” del individuo sobre el objetivo de la superioridad, la intensidad de su sentimiento de inferioridad y el grado de su sentimiento de comunidad. La técnica empleada por la “Psicología individual” para investigar el estilo de vida presupone, por tanto, en primer término, el conocimiento de los problemas de la vida y de las exigencias que ésta plantea al individuo. Al conjunto de los fenómenos somáticos o psíquicos le da el nombre de complejo de inferioridad. El incansable afán de superioridad trata de disimular este complejo mediante el complejo de superioridad, que aspira a una superioridad personal aparente, siempre prescindiendo del sentimiento de comunidad.

Capítulo VI: El complejo de inferioridad.  Carácter positivo del sentimiento de inferioridad.  La superación del sentimiento de inferioridad es independiente de la obtención de placer.  Sentimiento de inferioridad e instinto de muerte.  El principio de aseguramiento en la esfera corporal y en la esfera cultural.  Utilidad biológica del sentimiento de inferioridad.  Posibilidad y causalidad  Falta de finalidad de la psicología de los instintos.  Valor creador del espíritu de negación.  El sentimiento de comunidad en el futuro  Omnipotencia del sentimiento de comunidad  Estilos de vida con insuficiente sentimiento de comunidad.  Actitud pasiva y actitud activa frente al sentimiento de inferioridad  Aseguramiento con síntomas corporales.  La actitud de vacilación. Ser hombre equivale a “sentirse inferior”. La sensación de insuficiencia constituye un sufrimiento positivo que perdura, hasta que no es resuelto, hasta que una necesidad no es satisfecha o no es neutralizada una tensión. Es, sin duda, un sentimiento natural comparable a una tensión dolorosa, que reclama alivio. En determinadas condiciones, la supresión de esta tensión puede ir acompañada también de dolor y sufrimiento, como, por ejemplo, la ruptura con un amigo infiel o la necesidad de someterse a una operación dolorosa. Tampoco a un “final con terror” (generalmente preferido a un “terror sin fin”) puede considerársele como placer, a menos que queramos recurrir a ardides sofísticos. La constante aspiración a perfeccionarse y a resolver los problemas de la vida, así también el movimiento histórico de la Humanidad debe ser interpretada como la historia del sentimiento de inferioridad y de los intentos realizados para liberarse de él. Desde que se puso en movimiento, la materia viva siempre se ha esforzado por pasar de una situación de minus a una situación de plus. La tesis de Freud de que la muerte ejerce una cierta atracción sobre el hombre, hasta el punto de llegar a desearla en sueños, representa aun dentro de su propio sistema, una conclusión precipitada. La vida que está regida por el principio de auto conservación, ha adquirido, en el curso de la evolución biológica, la energía y la capacidad para ello imprescindible. Las divergencias de los hijos y de las generaciones jóvenes, con respecto a la de los padres y las generaciones viejas, no es más que un aspecto de este aseguramiento de la vida.

La civilización tiene una tendencia al aseguramiento y nos muestra al hombre en una continua tonalidad afectiva del sentimiento de inferioridad que estimula incesantemente nuestra actividad para alcanzar una mayor seguridad. Sin esta corriente la civilización, que nos arrastra hacia adelante, la vida humana sería imposible. El hombre estaría condenado a sucumbir ante el embate de fuerzas de la Naturaleza si no hubiera aprendido a utilizarlas en provecho propio. Su vida no estaría asegurada más que bajo ciertas condiciones, como son una conveniente división del trabajo y una suficiente multiplicación de los individuos. Al niño le es impuesta por naturaleza la tendencia a la superación. Su pequeñez, su debilidad y la falta de satisfacciones debidas al esfuerzo propio y el hecho de pasar más o menos inadvertido en medio del ambiente, son aguijones para el desenvolvimiento de las energías individuales. Sus juegos, siempre orientados hacia el porvenir, demuestran su energía auto creadora, que en modo alguno podría explicarse mediante los llamados reflejos condicionados. Lo que luego se observa en la evolución del individuo ha sido originado por el material hereditario, y su perfección es debido a la potencia creadora del niño. Las insuficiencias orgánicas, el mimo o abandono inducen con frecuencia al niño a establecer fines concretos de superación que se hallan en contradicción tanto con el bienestar del individuo como con el perfeccionamiento de la Humanidad. La vida anímica está dominada por el sentimiento de inferioridad, y esto es fácilmente comprensible si se parte de la sensación de imperfección, de la incompletud, y de la incesante tendencia a ascender que tienen el hombre y la humanidad. La incorporación del niño a su primer ambiente, es por tanto, el primer acto creador que, recurriendo a sus aptitudes, realiza impulsado por su sentimiento de inferioridad. Esta incorporación, distinta en cada caso concreto, es movimiento, interpretado luego por nosotros como forma, como movimiento congelado, como forma de vida que parece prometer seguridad y superación. Los límites dentro de los cuales se desarrolla esa evolución son los límites comúnmente humanos, que nos vienen dados por el estado actual de la evolución general e individual. La dirección del desarrollo del individuo y de la comunidad está, por tanto, preestablecida por el grado del sentimiento de comunidad. El hecho de que aun hoy estemos obligados a laborar por el incremento de sentimiento de comunidad se debe al grado todavía muy insuficiente de nuestra evolución. No cabe duda alguna de que las generaciones venideras habrán incorporado a su vida el sentimiento de comunidad como nosotros tenemos incorporadas a la nuestra la respiración, nuestra marcha erecta. Aquellos que no comprenden el “ama a tu prójimo”, ni nada de lo que tiende a fomentar en nuestra vida anímica la comunidad, resultan un excelente abono para el terreno de la humanidad progresiva, mientras delatan de modo caricaturesco su propio retraso. Su sentimiento de inferioridad busca un contrapeso en el convencimiento de la falta de valor de los demás. Las graves situaciones de la vida, tales como peligrosos, necesidades, decepciones, penas, perdidas y toda especie de presiones sociales han de considerarse casi siempre a la luz del sentimiento de inferioridad. Éste se exterioriza generalmente en emociones y estados de ánimos universalmente conocidos, que distinguimos bajo los nombres de miedos, tristeza, desesperación, vergüenza, timidez, desesperación, vergüenza, timidez, perplejidad, asco, etc. y que se traducen en la expresión facial y en la actitud del cuerpo. La inferioridad o la inseguridad son reflejadas, en toda inquietud y formas inquietantes, por la esfera afectiva, contribuyendo así a fortalecer la retirada. El sentimiento humano de inferioridad, que suele diluirse en el afán de progresar, se revela con más claridad deslumbradora en las duras pruebas que ésta nos depara. La falta de preparación para enfrentarse con cualquier problema de la vida puede obedecer en todo caso a un insuficiente desarrollo del sentimiento de comunidad, sea cualquiera el nombre que queramos darle: solidaridad humana, cooperación, humanidad o incluso “ideal del yo”. La conmoción anímica debida a los trastornos corporales contribuye a señalar otros caminos. Estos trastornos corporales causan un desorden pasajero o permanente en todo el organismo, pero se localizan generalmente de un modo flagrante en aquellos puntos de organismos que a causa de una inferioridad congénita o de una sobrecarga de atención responden más intensamente al trastorno anímico. Todo esto viene a confirmar nuestras antiguas sospechas de que normalmente las funciones de las glándulas de

secreción interna, el tiroides, las suprarrenales, la hipófisis y las glándulas genitales se hallan bajo la influencia del mundo circundante y “responden” siempre a las impresiones psíquicas, según la intensidad con que son subjetivamente experimentadas y en correspondencia con el estilo individual de vida a fin de restablecer el equilibrio corporal. Otro tipo de movimiento distinto de la “actitud vacilante” y que también delata el sentimiento de inferioridad, es el de rehuir total o parcialmente cualquier problema de la vida. Es total en la psicosis, en el suicidio, en la perversión habitual; parcial en el alcoholismo y en las demás toxicomanías. El Complejo de Inferioridad, esto es, el fenómeno permanente de las consecuencias del sentimiento de inferioridad, la fijación de éste, se explica por una disminución considerable del sentimiento de comunidad. El complejo de inferioridad resultara siempre comprobable a través de la vida anterior del paciente, podrá ser deducido de su conducta y actitudes, de su pasado de niño mimado, de la existencia de órganos minusvalentes, del sentimiento de menoscabo y abandono en su infancia. A ello contribuirán otros valiosos medios de la “Psicología Individual”: el esclarecimiento de los recuerdos más lejanos de la infancia, toda nuestra experiencia en torno al estilo de vida, la influencia ejercida por la familia . En el complejo de inferioridad la conducta sexual y la evolución individual son sólo una parte de la totalidad y se hallan englobadas en dicho complejo.

Capitulo VII: El complejo de superioridad.  La tendencia hacia la superación en el sentimiento de inferioridad.  Los tipos intelectuales, emocionales, activo y su especial afinidad con las neurosis.  Espíritu de caridad ante las desviaciones del “sentido común”.  El sentimiento de comunidad del criminal.  El dolor neurótico: Fenomenología del complejo de superioridad.  Abuso de los conocimientos psicológicos.  Reacciones legitimas de superioridad.  Los ideales y la concepción del mundo de la voluntad primitiva de poderío.  La “protesta varonil” femenina.  El camino de la redención futura de la mujer. La Tendencia a la Superioridad aleja de la zona peligrosa al individuo, tan pronto como su escaso sentimiento de comunidad, que se exterioriza por una cobardía manifiesta o encubierta, se pone en trance de fracaso. La tendencia a la superioridad es también la causa que el individuo se mantenga en su línea de retirada ante el problema de la comunidad, o de que intente soslayarlo; se trata siempre de individuos que, desde su infancia, han crecido sin verdadero sentimiento de comunidad y que casi no se han ocupado más que de su propia persona, de su propio placer o dolor. Se pueden distinguir entre tales individuos tres tipos cuyo estilo de vida inarmónico llegó a desarrollar con particular intensidad un determinado aspecto de su vida anímica: 1- Personas en las que la esfera del pensamiento domina por completo todas las demás formas de expresión. 2- Los hombres con un exceso enorme de vida emocional e impulsiva. 3- Se desenvuelve más bien en el sentido de la actividad. Cualquiera que rehúse el cumplimiento de sus obligaciones vitales impone a la comunidad humana una tarea haciéndola objeto de una explotación. La falta de colaboración de los unos ha de ser compensada por un mayor rendimiento de los otros dentro de la familia o de la sociedad. Pero el afán de superioridad es opuesto a toda colaboración. Su “sentido común” esta sustituido por una “inteligencia individualista” que utiliza sagazmente para asegurar y afianzar sus aberraciones. Describió al niño mimado como un parasito que tiende de continuo vivir a expensas de los demás. Desde el punto de vista, invariable y eterno, del sentimiento ideal de comunidad, toda desviación aparece como un ardid que apunta al objetivo de superioridad personal. El complejo de superioridad, aparece en general claramente caracterizado por determinadas actitudes y rasgos de carácter y por la propia atribución

de dotes y cualidades sobrehumanas. Asimismo puede delatarse a través de exageradas pretensiones respecto de sí mismo y a los demás. La mayoría de los hombres y las mujeres son susceptibles de rendir culto a la fuerza y a la propiedad, uno en actitud de admiración pasiva, otros con aspiraciones esperanzadoras. La mujer, sin embargo, está más distante del logro de estos ideales de civilización. El saber es poder. Y frente a las inseguridades de la vida no se ha encontrado hasta ahora, en general, ninguna solución mejor que el afán de poder, y sería cosa de pensar si verdaderamente es éste el único y el más adecuado camino para el afianzamiento de la vida y el desarrollo de la humanidad. La idea platónica de la superioridad de la energía muscular habrá perdido seguramente su importancia hasta en lo incomprendido. No cabe ignorar que también las mujeres han aportado su contribución a grandes trabajos y a esas magnas obras. Pero asimismo es cierto que la fuerza, la propiedad y el esnobismo cultural han impedido que esta contribución fuese mayor. A lo largo de toda la historia del arte solo resuena la voz masculina; en las artes la mujer actúa como representante del hombre, y, por tanto, como personaje secundario. En dos géneros de arte asistimos ya a esta metamorfosis maravillosa: en el teatro y en la danza. En el cultivo de estas artes la mujer puede mostrarse como tal, y por esta ha alcanzado en ellas éxitos supremos.

Práctica y teoría de la Psicología del Individuo (A. Adler). Capítulo 1: La psicología del individuo.  Sus premisas y sus resultados. El pensamiento subjetivo y la intuición parecen eliminados (aun cuando, en realidad, dominan un modo incontrastable), representa para estos científicos una ventaja más de su concepción psicológica. De otra parte, el método de proceder de estas direcciones científicas recuerda, por su importancia preparatoria del pensamiento humano, a la antigua y ahora superada historia natural con sus rígidos sistemas hoy sustituidos en general por puntos de vista que buscan comprender la vida biológicamente, pero también psicológica y filosóficamente, abrazando todas sus variantes en un único nexo. Esto es lo que intenta hacer la corriente a la que denomino “Psicología Comparada del Individuo”. A partir de la premisa de la unicidad de la individualidad, procura crear la imagen de la personalidad unitaria como una de las variantes de las expresiones vitales singulares y de sus formas expresivas. Si se conoce el objetivo de una persona, aunque solo aproximativamente, se sabe que sucederá, y, por tanto, se hallaran las condiciones de inferir los movimientos parciales que han de seguir y se será capaz de verlos en su nexo o de corregir y adaptar continuamente el conocimiento psicológico aproximativo a los nexos. En cambio, si sólo se conocen las causas, los reflejos y a velocidad de reacción, la capacidad de atención y otras cosas similares, no se sabrá nada de lo que acontece en el ánimo de la persona en cuestión. El propio sujeto no sabría que hacer de sí, si no tendiera a un objetivo. Una regla que acompaña al desarrollo de todo acontecimiento psíquico: no estamos en condiciones de pensar, de sentir, de querer, de obrar sin tener un objetivo en nuestra mente. Porque ninguna causalidad basta al organismo viviente para dominar el caos del futuro y evitar del desorden del que en tal caso seriamos víctimas. El admitir un objetivo en la vida psíquica está de acuerdo, sin lugar a dudas, con la realidad. Ni siquiera planteándose dudas considerando fenómenos singulares, separados de su nexo. Cabe igualmente demostrar que todos los fenómenos psíquicos reciben su dirección de un objetivo preestablecido. Pero todos estos objetivos preliminares, observables independientemente, caen bajo el dominio de un objetivo ficticio, de un “fin” pensado como fijo y definitivo.

Esta comprobación de la Psicología del individuo que puede verificarse sobre cualquier personalidad, nos conduce a la tesis siguiente: no puede captarse o comprenderse ningún fenómeno psíquico (en vista a la comprensión de una personalidad) sino como preparación para un objetivo. La meta final nace, consciente o inconscientemente, en cada individuo, pero nunca es comprendida en su verdadero significado. Nuestra ciencia exige procedimientos estrictamente individualizador y no gusta, pues, de las generalizaciones. Una vez comprendido el objetivo de un movimiento psíquico o de un plan de vida, cabe esperar una completa congruencia entre cada uno de los movimientos parciales, de una parte, y el objetivo y el plan de vida de la otra. Con ligeras limitaciones, esta tesis tiene muy amplia validez. También invirtiéndola conserva su valor: los movimientos parciales, al ser comprendidos, deben reflejar en su conjunto un plan de vida unitario y su objetivo final. Así, pues, con independencia de la disposición, del ambiente y de la experiencia, detrás de las fuerzas psíquicas subyace una idea directriz, y que todos los movimientos expresivos, el sentimiento, el pensamiento, la voluntad, la acción, el sueño y los fenómenos psicopáticos están en función del plan de vida unitario. De este tender hacia un objetivo que el individuo establece para sí, resulta la unidad de la personalidad. En la descripción será inevitable incurrir en ese error que nos está severamente prohibido en el práctico: acercarnos a la vida psíquica individual equipados con un esquema rígido (tal como lo hace la escuela de Freud). Expone los más importantes resultados de sus investigaciones sobre la vida psíquica. Ante todo debemos advertir que la dinámica de la vida psíquica, de la cual se hablara, se encuentra por igual tanto en las personas sanas como las enfermas. Lo que distingue al neurótico es su reforzada “tendencia a la seguridad”. Pero no existen diferencias fundamentales en cuanto al acto de darse un objetivo y un plan de vida adecuado a él. Permítase, pues hablar de un objetivo humano general. De la observación precisa se deriva que la premisa fundamental para una mejor comprensión de cualquier movimiento psíquico, es que ellos tienden a un objetivo de superioridad. Siempre se halla conducido por su afán de superioridad, por su afán de sentirse semejante a Dios. En el amor, cada uno de su parte quiere sentir su propio poder superior al de su pareja. En la elección profesional espontánea ese objetivo se hace sentir, inferiormente, en presentimiento y en temores excesivos, e inclusive el suicida ansioso de venganza, pregusta su triunfo definitivo sobre las dificultades. Para lograr la posesión de un objeto o de una persona, se pueden tomar diferentes caminos: el camino recto, y darse a la obra con orgullo, con prepotencia, con obstinación, crueldad y coraje: o bien, si la experiencia nos lo impone, se puede seguir el camino de los circunloquios y rodeos, combatir por la propia causa mediante la obediencia, el sometimiento, la prudencia y la humildad. Todos estos rasgos de carácter tampoco tienen existencia independiente: también ellos responden al plan de vida individual del cual constituyen sus armas más importantes. Este objetivo de la superioridad absoluta, que en ciertos individuos se manifiesta de un modo sobremanera extraño, no es alcanzable en este mundo. Considerado en sí mismo pertenece al dominio de las “ficciones” o “fantasías”. Si bien en sí mismas carecen de sentido, tienen, no obstante, la máxima importancia para nuestra conducta. Este objetivo ficticio de superioridad constituye la premisa fundamental de nuestra vida: nos enseña a hacer distinciones, dicta nuestra actitud, nos da seguridad, construye y guía nuestro hacer y obliga a nuestro espíritu a prever y a perfeccionarse. De otra parte, en su aspecto negativo: imprime a nuestra vida una orientación hostil y combativa, aparta de toda consideración sentimental y constantemente conduce a alejarse de la realidad y a violarla cuando conviene a sus fines. Quien persigue este objetivo de igualación, como quien lo toma al pie de la letra, pronto se verá forzado a desviarse de la vida verdadera y a comprometerse en la búsqueda de una existencia lateral, en el mejor de los casos, en el arte, y, por lo general, en la vida piadosa, la neurosis o el crimen. Si cada uno tiene un ideal de superioridad, simultáneamente tendrán que observarse fenómenos orientados a suprimir y disminuir a los demás. Rasgos de carácter como intolerancia, prepotencia, envidia, malignidad, sobrevaloración de sí mismo, jactancia, desconfianza, avaricia; en suma, todas aquellas manifestaciones que

supone la lucha, habrán de acusarse en una magnitud harto mayor que la exigida por la mera auto conservación. Próximos a estos rasgos, y en ocasiones coexistiendo con ellos o sustituyéndolos, se verán aparecer rasgos de orgullo, de emulación, de valentía, de salvar, dar y guiar a los demás. En las personas neuróticas, los sentimientos hostiles se hallan a menudo tan ocultos que, justificadamente, su poseedor podrá sorprenderse o irritarse si alguien se los señalase. El afán de poder se desarrolla, pues, en forma encubierta, procurando imponerse secreta y astutamente, a través de los cauces que le impone el sentido social. Moldeados por el ambiente, en el niño se forman y entrenan todos los futuros rasgos característicos de la persona, y más tarde ya no podrán producir sustanciales modificaciones de esos rasgos sino en virtud de un alto grado de autoconocimiento de procesos neuróticos, o de una asistencia psicológica individual. Jung y Freud han juzgado más tarde, erróneamente, que este factor neurótico de máxima importancia se encuentra en tipos congénitos y lo han interpretado el uno como “introversión” y el otro como “narcisismo”. El neurótico tiende a reforzar sus seguridades y alejarse lo más posible del peligro. Un factor fundamental en la dinámica psíquica: el de la capacidad del aparato psíquico, para posibilitar la adaptación y expansión en la realidad mediante el recurso artístico de fijarse en un objetivo. Si se rastrea hasta la infancia la génesis de esta agresividad, en todos los casos se encontrará un hecho fundamental y determinante: el niño afectado durante todo el proceso de su desarrollo por un sentimiento de inferioridad frente a sus progenitores y al mundo. De la imperfección de sus órganos, de su inseguridad y de su estado de dependencia, de su necesidad de apoyarse en los más fuertes y de subordinarse a los otros, le nace aquel sentimiento de insuficiencia que traduce en todas las actividades vitales. A este sentimiento de inferioridad se debe esa constante inquietud del niño, su ansia de actividad, su deseo de representar algo, su necesidad de medir sus propias fuerzas, así como su entrenamiento para el futuro con todos los preparativos físicos y psíquicos inherentes. La educabilidad del niño depende de este sentimiento de inferioridad, que lleva al niño a ver el futuro como la tierra prometida que debe traerle la compensación de su déficit actual. Este objetivo será erigido a tanta mayor altura y más aferrado a él quedara el niño cuanto más clara y prolongadamente haya sentido su inseguridad; cuanto más haya sufrido a causa de alguna debilidad física o mental; cuanto más haya padecido en la vida a causa de una posición humillante. Metas sobre viriles: en nuestra cultura, de orientación masculina, tanto las niñas como los niños a menudo se creerán obligados a especiales esfuerzos y artificios. La meta de esta visión de la vida es lograr el refuerzo del sentido de la realidad y de la responsabilidad y la sustitución de la animosidad latente por una benevolencia recíproca. Tal meta sólo podrá alcanzarse por un desarrollo consciente del sentimiento de comunidad y una renuncia consciente del afán de poder.

Capitulo IV. Tratamiento de las neurosis por la Psicología del individuo. 

Etiología A- Sentimiento de inferioridad y compensación. En 1907, en un estudio sobre las minusvalías de órganos, demostró que las anomalías constitucionales congénitas no deben considerarse sólo como fenómenos degenerativos, pues también pueden dar lugar a un rendimiento y sobrerrendimento compensatorio. Tal esfuerzo psíquico compensatorio se encauza muchas veces sobre nuestras vías, para así superar las situaciones difíciles de la vida, asimismo resulta sobremanera adecuado para cumplir a la perfección la función de enmascarar un déficit del cual se tiene conciencia. El modo más difuso con el que intenta ocultar un sentimiento de inferioridad oriundo de la primera infancia, consiste en construir una superestructura psíquica compensatoria que, el modus vivendi neurótico, intenta darse superioridad en la vida y el punto de apoyo de disposiciones y aseguramientos listos y en pleno ejercicio. Un orgullo excesivo y una postura exageradamente precavida provocan luego un alejamiento de la normalidad. Pero todas las maniobras y todos los “arreglitos”, todos los rasgos de carácter y síntomas neuróticos, obtienen su eficacia de tentativas preparatorias, de intuiciones, experiencias e imitaciones no extrañas en la vida de las personas sanas, y que hablaban de un lenguaje que, bien

entendido, revela siempre a una persona que intenta valorarse, que aspira a imponerse; que, a partir de un sentimiento de inseguridad e inferioridad, procura imponerse con una superioridad casi divina sobre el ambiente que lo circunda. El sentimiento de inferioridad se compone de una gran variedad de estímulos y posibilidades de excitación, que aun cuando no dan origen a la neurosis, son su consecuencia. Esta demostración y todos sus “arreglitos” inherentes resultan muy necesarios: 1- Para servir de pretexto, cuando la vida niega el deseado triunfo; 2- Para permitir soslayar toda decisión; 3- Para poder hacer resplandecer más luminosamente las metas eventualmente alcanzadas, pues alcanzaron “a pesar de los sufrimientos”. Todo fenómeno psíquico presenta otra característica más: la de liberarse de un sentimiento de debilidad y alcanzar lo alto. A todo rasgo anímico suyo que sienta como “femenino” (pasividad, obediencia, ternura, cobardía, recuerdo de derrotas, ignorancia, incapacidad, afectos) intenta imprimirle una exagerada dirección hacia la “masculinidad”: desarrollando odio, testarudez, crueldad, egoísmo y buscando el triunfo de toda relación humana. La fórmula esquemática: “¡Quiero ser masculino en todo y por sobre todo!”, aspiración compensatoria de un sentimiento de inferioridad fundamental que el sujeto experimenta como femenino. Por todo ello siempre podemos reconocer los dos puntos siguientes como premisas inconscientes de la tendencia neurótica hacia un objetivo: 1- La relación humana es, en todos estos casos, una pugna por lograr una posición de superioridad. 2- El asentimiento femenino es experimentado por el neurótico como inferior, y las reacciones contra él le sirven como medida de la fuerza masculina. Estas dos premisas inconscientes, hacen que todas las relaciones humanas resulten, en efecto, deformadas y envenenadas; que se manifiestan sorprendentes intensificaciones de afectos y perturbaciones emocionales. El síntoma, en cierta manera, viene a sustituir al exasperado afán neurótico de superioridad y al efecto que le es inherente, y en la vida sentimental del enferma lleva inclusive a una victoria sobre el ambiente más segura que una lucha abierta, un rasgo de carácter o una resistencia. Es así como un neurótico compulsivo está pertrechado con principios, leyes y prohibiciones, que en apariencia lo limitan, pero que, en realidad, le confieren a su sentimiento de personalidad un poder semejante al de Dios.

B- El “arreglito” de la neurosis. El sentimiento de inferioridad originado por impresiones reales, ulteriormente mantenido y subrayado tendenciosamente ya desde la primera infancia, impulsa al paciente a asignarle a sus aspiraciones un objetivo que va más allá de toda medida humana. Compelido por ellas, sobreviene así una vasta eliminación de toda otra toma de posición, aun cuando fuera necesaria y, objetivamente justificada. Se intenta a concebir y regular todas las relaciones humanas y se conciben y regulan ya no objetivamente sino subjetivamente. Entre estos dos polos se teje la red neurótica, el plan de vida del neurótico. La vida psíquica neurótica se encuentra siempre como superestructura sobre una situación infantil peligrosa, ello aun cuando con el correr de los años se haya ido transformando exteriormente y haya ido haciendo un ajuste mayor del que habría sido sable desde el primitivo nivel infantil. Próximos a estos “temores” que crean las seguridades necesarias el exaltado ideal de personalidad y a las vías neuróticas que conducen a ellas, se encuentran muchas veces “expectativas” excesivas, cuyas inevitables desilusiones producen afectos intensificados, vistos como indispensables, de dolor, odio, descontento, celos etc. La importancia del amor en la vida humana, y la búsqueda neurótica de afectos sobrehumanos y un sobrehumano prestigio en el amor, hacen que el “arreglito” de la expectativa desilusionada se manifieste con frecuencia, del propio compañero. Una tercera construcción eficaz para evitar una derrota y un grave sentimiento de inferioridad, la constituye la anticipación de sensaciones, sentimientos, percepciones e intuiciones que anexadas con circunstancias amenazantes adquieren significación preparatoria, de advertencia y exhortación, en los sueños, la

hipocondría, en la melancolía, en las manías de las psicosis en general, en la neurastenia y en las alucinaciones. Ejemplo: el sueño frecuentemente en niños neuróticos. Con el objeto de dar una imagen evidente, aunque sólo sea esquemática, de la extraña orientación de los neuróticos en el mundo, encerraré en una formula el concepto que la gente se forma normalmente de la neurosis, para confrontarla con otra en correspondencia con nuestras consideraciones y con la realidad. La primera seria: 1- Individuo + experiencia + ambiente + exigencias de la vida = neurosis. Herencia, estructura física (clínica), componentes sexuales (Freud) Una formula convincente seria: 2- Valoración (Individualidad + Experiencia + Ambiente) + X = Ideal personal de superioridad. En la cual X equivaldría a “arreglitos” y elaboración tendenciosa del material de la experiencia, de los rasgos de carácter, de los afectos y de los síntomas. En otras palabras: el único punto fijo (o considerado como fijo) es el ideal personal de superioridad. Para aproximarse a esta sensación de semejanza con Dios, el neurótico procede a una valoración tendenciosa de su individualidad, de su experiencia y de su ambiente. El plan de vida del neurótico sólo se forma por la compulsión a ocupar una posición de superioridad, por la cautelosa elusión de decisiones peligrosas, por un avanzar a tientas sobre líneas directrices escasas y estrechas como el filo de una espada y por ende una red de seguridad excesivamente rígida. El objetivo de superioridad, espoleado por el sentimiento de inferioridad, impele todo su querer, su pensar, su sentir y obrar hacia ese terreno extraño a la realidad que llamamos neurosis. Los síntomas “arreglados” por el objetivo final son las formas de exposición de la dictadura del orgullo. El orgullo se ubica detrás del paciente y los impulsos hacia adelante; tras las inevitables derrotas, se instala delante y lo hace retroceder: “¡Si atraviesas el Halys, destruirás un gran reino!”

C- Tratamiento psíquico de la neurosis. La parte más importante de la terapia es la de descubrir el oculto plan de vida del individuo neurótico. Oculto, porque solo puede conservarlo en su totalidad sustrayéndolo a su crítica y a su comprensión. Los enfermos muestran en el presente la misma actitud, siempre aquella misma actitud que, según su plan de vida, habían adoptado frente a las personas que integraban sus primeros ambientes, en especial frente a la familia. En el momento en que se presenta el médico, el paciente muestra la misma constelación de sentimientos que tiene frente a personas que estima. A causa de su oculto afán de superioridad, el paciente ha abandonado el tratamiento o, con el agravamiento de sus síntomas, ha creado una situación insostenible. Más importante aún es la necesidad de sacar al paciente de todo refugio de aseguramiento contra la lucha. Una de las más importantes estrategias de la psicoterapia consiste en atribuir el trabajo y el éxito de la curación al paciente mismo, para lo cual el terapeuta se pone a disposición de un modo cooperativo como colaborador. Ávido de superioridad, el paciente explotará las obligaciones del terapeuta, inclusive en lo tocante a la duración del tratamiento, a fin de provocar su fracaso. De ahí que las condiciones entre ambas partes, deben ser reguladas pronto y mantenidas. En todos los casos siempre constituye una gran ventaja si el paciente se confía al psicólogo. El terapeuta, por su parte, debe prometer y mantener la discreción más absoluta. El terapeuta debe tener arraigada la convicción de que las líneas directrices de la neurosis son únicas y exclusivas, de modo que, en todos los casos, pueda verificar la posibilidad de predecir al paciente sus “arreglitos” y sus construcciones, y puede continuar encontrándolos y explicándolos hasta que, afectado por ello, el paciente renuncia a esa cooperación para sustituir sus arreglitos por otros nuevos, más ocultos aun. Al igual que los “arreglitos”, también ciertas fuentes subjetivas de errores se encuentran en la línea que conduce a la sensación de una superioridad cualquiera. Esos errores son explotados y mantenidos, precisamente, porque aguzan el sentimiento de inferioridad y suministran así un estímulo y un incentivo para ulteriores precauciones. Estos defectos, y la tendencia a ellos, deben ser llevados a la visualización del paciente.

Es necesario dirigir la atención del paciente sobre su primitivo esquema de percepción, que valora todas sus impresiones como fundamentales y las agrupa tendenciosamente (arriba- abajo; vencedor- vencido; masculino- femenino) y desenmascararlo como inmaduro, insostenible, subordinado a la tendencia a mantenerse en combate. Cuanto más avanza la mejoría, tanto más violentos serán los esfuerzos del paciente encaminados a sabotear los resultados. Muchas veces se manifiesta una notable hostilidad que, como todos los fenómenos de resistencia, originados en la misma tendencia, sólo podrá eliminarse si se prosigue insistiendo en hacer entender al paciente la estereotipa en su conducta. Las relaciones hostiles que los familiares del paciente tienen frente al terapeuta siempre me han parecido muy ventajosa y a veces, con cierta cautela, inclusive intento provocarlas. Toda la tradición familiar del paciente es igualmente neurótica, es factible beneficiar grandemente al paciente poniéndola al descubierto y usándola como ejemplo. La curación del paciente no puede ser sino obra suya.

Carl Gustav Jung.

Historia de la psicología (Sánchez Barranco Ruiz). Vida y obra de Carl Gustav Jung (1875-1961). Nació el 26 de junio de 1875 en Kesswil, trasladándose su familia, cuando él contaba cuatro años de edad, a Kleinhünigen. Tras una intensa y productiva vida científica y profesional, Jung falleció en Zúrich el 6 de Junio de 1961, a los ochenta y cinco años, tras una breve enfermedad, en su casa de Küsnacht. Ente los 17 y 18 años Jung descubre a grandes filósofos (Pitágoras, Heráclito, Empédocles, Platón, Kant, etc.), lo que permitió según sus propias palabras, el inicio de la disociación de la niebla de su mente, comprendiendo que las preguntas que le habían atormentado acerca de la vida de la naturaleza del mundo y de Dios, estaban ya planeadas por muchos hombres importantes, los cuales se habían dado respuestas semejantes a las que él intuía. Hacia el fin de sus días de colegial, empezaron a desarrollarse en Jung los intereses científicos, eligiendo los estudios de medicina contra la opinión de sus tíos, que deseaban que se dedicase a la teología. Comenzó la carrera de Medicina en 1895, en Basilea, formándose en la especialidad de psiquiatría de Zúrich. Jung se casa el 14 de febrero de 1903 con Emma Rauschenbach, que pertenecía a una buena familia burguesa de muy buena posición económica, tuvieron cinco hijos. Emma fue una notable mujer que consiguió adaptarse a la difícil personalidad de su marido, sin por ello perder su propia individualidad. El 17 de julio de 1902 se doctora con la tesis titulada Sobre Psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos (1902), dirigida por Eugen Bleuer cuyo material de estudio surgió del estudio de una joven médium, prima suya, a cuyas sesiones de espiritismo que asistió desde 1895 hasta 1899. Jung había participado en Burghölzli, antes de contactar a Freud, algo similar al método catártico, ya que, como el mismo relata, partiendo de asociaciones verbales y la subsiguiente detección de los conflictos, hacia tratamientos con fundamentos en la hipnosis, buscando que los pacientes tomaran consciencia de sus traumas psíquicos. Sin embargo, muy pronto dejó de lado todo esto, puesto que estimo que con la hipnosis se obra a ciegas y no se sabe nunca hasta cuándo durará un progreso o una convalecencia. Jung publica en 1910 Conflictos del alma infantil y entre 1911 y 1912 Transformaciones y símbolos de la libido, donde ya se insinúa el alejamiento de la doctrina freudiana, aunque Teoría del psicoanálisis (1913) todavía se muestra bastante conservador. Tras su definitiva ruptura con el psicoanálisis, Jung se dedicó a buscar paralelos entre sus propios sueños, fantasías, visiones y las prefiguraciones históricas de todo ello. En sus investigaciones había notado la frecuencia del motivo sexual en la mitología y la religión, observando, como había hecho Rank en el campo literario, que el tema del incesto jugaba un papel decisivo en casi todas las cosmogonías y en numerosos mitos. En efecto, a partir de 1914, el trabajo con su propio inconsciente lo puse ante lo que luego llamaría animaanimus, sí-mismo, mándala, individuación, todo lo que pudo conceptualizar gracias a su lectura de los mitos y las religiones, captando la comunidad entre sus imágenes oníricas e imaginativas y las del resto de la Humanidad presente y pasada.

Al demostrar la relación del inconsciente, con los mitos, la religión, la alquimia, la teoría junguina toma su asentamiento definitivo, alcanzando en todo ello los arquetipos del inconsciente colectivo y el proceso de individuación los papeles esenciales. La individuación implica. La individuación implica el desarrollo y primacía en la psique de un arquetipo central, el sí-mismo, hecho que llega a comparar a una especie de encuentro con Dios. Estas ideas de la psicología de los complejos quedaron finalmente expuestas en obras como Psicología y educación (1946), Psicología de la transferencia (1946), Simbología sobre el espíritu. Estudio sobre la fenomenología psíquica (1948), Energía psíquica y esencia del sueño (1948), Aion (1951), Sobre la interpretación y naturaleza de la psique. La sincornicidad como un principio de conexión acusal (1952) (en colaboración con W. Pauli), Símbolos de transformación (1952), Respuesta a Job (1952), Sobre los orígenes de la consciencia (1954), Mándalas (1955) y Misterium Coniunctionis (1955-56) (en colaboración con Von Franz). En 1930, le fue conferida la vicepresidencia de la Sociedad Médica General para la Psicoterapia, de la que era presidente Kretschmer, que renunció en 1933. Jung lo sustituyó interinamente hasta 1934, momento en que su presidencia se hizo efectiva dimitiendo en 1939. Durante esta etapa dirigió la Zentralblatt für Psychotherapie und ihrer Grenzgebiete. En 1935 es nombrado profesor titular en la Escuela Superior Técnica Federal de Zúrich, donde ceso en 1942. Desde 1935 fue presidente de la Sociedad Suiza de Psicología Aplicada en Zúrich. El 15 de octubre de 1943 acepto el nombramiento de profesor ordinario de Psicología Medica, en una catedra creada para él en Basilea, pero a causa de un infarto de miocardio hubo de renunciar tras dar solo algunas clases. En abril de 1948 se fundó el Instituto C. G. Jung en Zúrich, por iniciativa de diversas sociedades y personalidades mundiales de la psicología, el cual se ha convertido en el centro didáctico y de investigación de la psicología analítica, centro que edita Estudios del Instituto C. G, Jung.

La ruptura de Jung y Freud. Según Jung (1962), lo que permitió el encuentro con Freud fue su obra La Psicología de la demencia precoz (1907), donde mostró un claro compromiso con las ideas psicoanalíticas, por lo que él lo invito a que acudiese a Viena para conocerse. El papel de Jung en el movimiento psicoanalítico fue en rápido ascenso, siendo nombrado Presidente de la Asociación Internacional de Psicoanálisis, que se fundó con ocasión del Congreso celebrado en Nuremberg en 1910, nombramiento que tuvo la oposición del grupo vienes, que se sintió desplazado a un segundo plano por parte de Freud. En 1911 vendrían las secesiones de Adler, Stekel y algunos más, que fundaron su propio grupo, del que nacería la escuela denominada psicología individual bajo el liderazgo del primero. No mucho después empezarían los enfrentamientos entre Freud y Jung, como puede deducirse del contenido de la correspondencia entre ambos. En la separación de Freud y Jung, participaron sin duda enfrentamientos teóricos, pero también ciertos asuntos personales, como pudiera ser que Freud hubiera tenido conocimiento directo de un desliz profesional de Jung con una paciente, con la que al parecer tuvo relaciones amorosas. La ruptura cuajó aparentemente como consecuencia de las divergencias teóricas entre uno y otro, dado que Jung abandonó muy pronto la concepción de Libido como energía sexual, defendiendo que no era sino la expresión psíquica de la energía general. Idea que inicialmente apareció en Transformaciones y símbolos de la libido, que se editó por primera vez en dos partes, en 1911 y 1912. El alejamiento del psicoanálisis freudiano por parte de Jung fue progresivo, aunque hasta la aparición de Tipos Psicológicos en 1921 su propia doctrina no se muestra relativamente concretada. Freud vivió muy negativamente los conflictos con Jung, pues tenía puestas en él grandes ilusiones y esperanzas, en el sentido de estimarlo su sucesor y el máximo continuador del psicoanálisis.

Características generales de la psicología analítica o de los complejos.



Consideraciones introductorias.

Como ha reconocido el propio Jung, es especialmente dar un esquema o, incluso, una simple relación de sus ideas, dada la riqueza, amplitud y profundidad de la doctrina que conforma la Psicología de los complejos. En todo caso, puede decirse que acoge: A- UNA PERSPECTIVA ECONÓMICA QUE COMPRENDE UNA SERIE DE PRINCIPIOS ENERGETICOS, QUE HACEN REFERENCIA A LA LIBIDO Y A SUS PRINCIPIOS RECTORES ; B- UN PUNTO DE VISTA DINAMICO ESTRUCTURAL QUE ACOGE LA DESCRIPCION DE LOS CONTENIDOS QUE COMPONEN LA PSIQUE, TANTO EN SU PORCION CONSCIENTE COMO INCONSCIENTE (PERSONAL Y COLECTIVO); C- UNA PERSEPECTIVA GENETICA QUE SE OCUPA DEL PROCESO DENOMINADO INDIVIDUACION; y D- MUY LIGADO A ESTO ULTIMO, UNAS APORTACIONES DE NATURALEZA EDUCATIVA Y TERAPEUTICA. Por otro lado Jung también comprende una serie de ideas sobre la cultura, la parapsicología, etc. En la psicología junguiana, psique acoge lo consciente e inconsciente en cualquiera de sus matices, hablando de psicoideo cuando se hace referencia a lo que es prepsiquico, a lo prefigurado, a los cuasi- anímico, a lo que se asiente en la capa más profunda e inconcreta del inconsciente colectivo y de la realidad física. En otro orden de las cosas, Jung no define una estructura topográfica de la psique, en el sentido de que lo CC se sitúe por encima de lo Icc, como una capa orográfica sobre otra, sino que afirma que entre ambos sistemas tiene lugar una oposición y una dinámica peculiar. Sostiene que lo CC deriva de lo Icc, estando en este asentadas las raíces de todo lo psíquico. Por otra parte, la psique CC y la psique ICC, aunque opuestas, se complementan y conjuntan, creciendo la primera sobre la segunda, que es más antigua y funciona juntamente a la psique consciente, e incluso a pesar de ella. La psique es para Jung un sistema que se autorregula y auto perfecciona, con carácter energéticocompensatorio. Dos principios básicos intervendrían en todo ello: el principio de la totalidad psíquica y el principio de la energética psíquica. Otra nota general, Jung trato de ir más allá que Freud, complementando la teoría del Icc, entendiendo que abarca elementos de toda la historia de la Humanidad y no sólo de la biografía personal. De aquí que agrupara lo Icc en dos bloques, el Icc personal y el Icc colectivo, situando en este representantes de temáticas vividas por todo el género humano, de tal forma que constituirá el fundamento del Icc personal y de la misma CC. Tales contenidos del ICC colectivo adquieren un particular valor tras las confrontaciones con la psique CC, aunque si están gobernados por ella ni están sometidos a su actividad ordenadora y critica. El Icc colectivo nos transmite la voz de aquella naturaleza primigenia que Jung llamo lo psíquico objetivo, dado que está bajo la ley de la impersonal objetividad de la naturaleza, cuya cualidad última es la conservación de una imperturbadas continuidad del suceder psíquico, así como una búsqueda de la psique. La psicología analítica, por el contrario, se compromete en bucear no solo en el Icc personal, sino especialmente en el Icc colectivo, tratando de dar una nueva expresión a sus contenidos, ayudándose para ello de conocimientos mitológicos, religiosos y alquímicos, siendo el trabajo con los suelos el vehículo fundamental. Para Jung, lo Icc está capacitado para organizar su propio futuro siendo raíz y motor de producciones creativas y positivas de la personalidad. En lo que refiere al campo estrictamente técnico-práctico, Jung recomendó un gran compromiso interactivo entre terapeuta y paciente, insistiendo en que aquel debía actuar como una especie de guía o director espiritual, favoreciendo de esta forma el proceso de la individuación, valiéndose para ello, si era preciso, de sus vivencias y conocimientos culturales y existenciales. Además en la cura no sólo se debe buscar que lo CC consiga dominar lo Icc negativo, sino también acceder a las porciones más creativas de la psique, que subyacen en el Icc colectivo, tratando de hacer productivos ciertos contenidos de los principales arquetipos, tales como la sombra, el animus y el ánima, intentando su integración en el sí-mismo o arquetipo central del individuo. A- Los principios energéticos rectores de la vida psíquica.

Según Jung el funcionamiento psíquico se ocasiona gracias a la presencia e intervención en el organismo humano de una energía vital, la libido. Esta no es para el de naturaleza sexual, sino una energía psíquica especie de continuidad de la energía física, aunque sólo es determinable por sus efectos y rendimientos. La libido junguiana, por otro lado, termina transformándose en una especie de fantasía creadora, lo que supone una psicologización aún mayor que la implícita en Freud: La libido solo es reconocible en sus simbolizaciones, llamándose síntomas, visiones, sueños o producciones míticas, religiosas y, en general, culturales. Un elemento central en este enfoque energetista es el principio de los opuestos o de los contrarios: Vida es construcción y destrucción, creación y derrumbamiento, vigilia y sueño, CC e ICC. Pero, para Jung, no hay equilibrio ni autorregulación si no hay oposición: Sin ésta no se da manifestación de energía fluyente ni tampoco vida. La energía psíquica también puede trasladarse o distribuirse siguiendo por un lado el principio de equivalencia o conservación de la energía y por otro lado el principio de la entropía o nivelación de las cargas energéticas. La libido, como energía vital, crea así una serie de productos psíquicos, aceptando también Jung la posibilidad de una transformación de la libido en forma similar a la sublimación freudiana. Por otra parte, la libido puede seguir un movimiento hacia adelante (progresión) o hacia atrás (regresión), buscando la primera el ajuste externo y la segunda de diversas patologías. Asimismo, posee un movimiento hacia afuera (extroversión) y hacia dentro (introversión) La energía psíquica es utilizada de varias maneras, ocupándose inicialmente de las funciones de supervivencia ligada a lo biológico. De aquí según Jung, que no puede hablarse de sexualidad los primeros años de vida. En el pensamiento junguiano, el símbolo tiene un papel fundamental, llegando a constituir, salvando todas las distancias teóricas, una analogía del representante pulsional freudiano. El símbolo es un concepto estrechamente ligado a los de complejo y arquetipo, dado que estos son componentes del ICC personal y del ICC colectivo, respectivamente pueden tener acceso a la CC justamente a través del símbolo, bajo el empuje de la intuición o de la revelación. Si los símbolos son aceptados por una de las principales estructuras de la psique CC, el yo o ego, se convierten en la principal fuente de creatividad y actividad cultural del individuo, aunque si se ocasiona una excesiva invasión actúan como el motor del trastorno mental, no sólo neurótico, sino incluso psicótico, pues terminan ahogando el ego, haciendo imposible sus funciones adaptativas internas y externas. B- Los contenidos de la psique consciente e inconsciente. La psique consta de dos esferas opuestas y complementarias en sus propiedades: la CC e ICC. En el ICC se incluyen dos porciones, uno fruto del devenir histórico individual (ICC personal) y otra que acoge la historia de la Humanidad (ICC colectivo). Lo ICC y lo CC se influyen mutuamente, liberando de sus enfrentamientos una cierta cantidad de energía, como antes se ha dicho. Diversos contenidos, funciones y actitudes son descritos en una y otra esfera.  La psique consciente: estructuras, funciones, actitudes, síntomas y expresión de los complejos: es definida por Jung a partir de la actividad de selección que permite tener una serie de contenidos psíquicos en el yo o ego. Cuatro funciones básicas se asientan en lo CC, gracias a las cuales se facilita la adaptación al entono: PERCIBIR, SENTIR, INTUIR, PENSAR. La estructura central de lo consciente es el yo o ego, conjunto de representaciones que poseen la máxima continuidad e identidad respecto a uno mismo. La persona, por otro lado, es un complejo funcional al que se llega por motivos de adaptación al medio, siendo responsable de las relaciones que el individuo establece con su mundo social; es el compromiso, o la máscara, entre las exigencias del mundo circundante y la modalidad interna estructural del sujeto, resultando imprescindible y cómoda para la convivencia, aunque con el peligro que termine asfixiado lo amas íntimo y genuino del individuo, lo mejor de nuestras

creativas tendencias ICC, cosa que ocurre cuando tiene lugar una excesiva auto identificación con el personaje que socialmente representamos. La persona se manifiesta en sueños, mitos y fantasías, viniendo representada por figuras como un payaso, un vagabundo, un actor o un comediante. Puede decirse que la persona es una porción del ego, justamente aquella que está vuelta hacia el mundo exterior, no siendo sinónimo de individualidad, sino como se ha expresado el compromiso entre el individuo y la sociedad. En lo que refiere a las funciones de la CC se constituyen como pares opuestos, quedando sólo una de las funciones en la esfera CC, la contraria totalmente ICC y las dos restantes en parte CC y en parte ICC. El pensar es lo que sostiene la comprensión y el entendimiento del mundo y la adaptación a él, mediante relaciones intelectivas y consecuencias lógicas. El sentir es responsable de la valoración afectiva del mundo, mediante los conceptos de agradable y desagradable. El percibir es la función que permite captar las cosas como son, no trabajando con juicios. Y el intuir nos habla de las posibilidades futuras, dándonos información de toda la atmosfera que rodea nuestras experiencias, siendo una especie de percepción ICC, sin que se valga de los aparatos sensoriales CC. En el individuo sano, una de las funciones siempre es la predominante, conformando uno de los ingredientes básicos del tipo individual, quedando la complementaria en el ICC y las dos restantes en parte CC y en parte ICC, actuando una de estas como función auxiliar. En el neurótico, el desarrollo de las función superior puede estar dificultada o una función que disposicionalemente debiera ocupar el segundo o tercer lugar, por coacción o adiestramiento, ocupar el sitio de la función principal. La extroversión se caracteriza por una relación preponderante con el objeto, con lo externo, lo contrario de la introversión: el extrovertido, pues, piensa, siente y se conduce en relación con el objeto, mientras que para el introvertido lo subjetivo o interno es lo que constituye el punto de partida de su orientación vital, dado que el primero dirige su energía vital hacia fuera y el segundo hacia dentro. Ambas actitudes básicas, como todos los componentes psíquicos, se conducen entre sí compensatoriamente, de modo que si lo CC tiene una tendencia a la extroversión, lo ICC la tendrá a la introversión. La extroversión y la introversión se organizan en torno a las funciones de la CC, lo que aboca en los diversos tipos caracteriales humanos: extravertido de pensamiento, extravertido de sentimiento, extravertido de percepción y extravertido de intuición; y semejantes categorías en el caso de la introversión. Otros elementos CC son las manifestaciones del ICC a través de los síntomas y de las diversas expresiones de los complejos. En lo que toca al síntoma, éste supone un fenómeno de estancamiento del flujo energético, con manifestaciones psíquicas y corporales. En cuanto a los complejos, pueden ser sanos o morbosos, según la extensión y fuerza que posean y la capacidad del yo para elaborarlos, dando en todo caso la cara, en la esfera de la CC, a través de muy variados elementos, como suelos, fantasías, visiones, alucinaciones, delirios, escritura automática, fenómenos espiritistas y parapsicológicos, actos fallidos, etc., siendo el camino más fácil para tener conocimiento de los conflictos ICC del sujeto.



La psique inconsciente: complejos, arquetipos y símbolos: junto a la esfera de la CC describe Jung la del ICC, estimulado ésta última como el sostén de la primera, dado que es el suelo nutricio de todo el psiquismo, no debiéndose entender con ello que lo ICC es un estrato psíquico situado bajo la CC. También insiste Jung en describir lo ICC no solo como algo sucio, inmoral o negativo, sino también como sede de lo más valioso y fundamento de lo más creativo del hombre. Incluye dos porciones complementarias, el ICC personal y el ICC colectivo, el primero está constituido por sedimentos vivenciales de la biografía personal y el segundo por sedimentos vivenciales filogenéticos, producto de la historia ancestral de toda la humanidad, que toman la forma simbólica de imágenes míticas cuando acceden a la CC en forma de sueños, fantasías o visiones. Según Jung, los arquetipos del inconsciente colectivo acogen lo no adulterado de la naturaleza, más allá de los juicios establecidos por la CC, no estando influidos por los mandatos y prohibiciones del medio ambiente, que sí se manifiestan en el ICC personal. El concepto de arquetipo nació por necesidad de dar explicación y localización psicológica a las analogías entre la estructura de la psique individual y los mitos y producciones de la cultura ancestral: los arquetipos serían los complejos de la Humanidad, que se oponen y complementan con los complejos individuales, que tienden a encararse en aquellos. En cuanto al complejo, hace referencia tanto a los contenidos del ICC personal como del ICC colectivo, aunque en este último caso es mejor hablar de arquetipo. Ambos conceptos, complejo y arquetipo, están íntimamente ligados al de símbolo, de modo que en ocasiones Jung emplea estos tres términos indistintamente y con un significado similar, teniendo realmente matices diferenciales. El complejo del ICC personal posee, en todo caso, su núcleo o punto nodal en el ICC colectivo, es un arquetipo, que se transforma en un complejo morbosamente activo a partir de ciertas vivencias individualmente adquiridas a veces de carácter traumático, momento en el que estaremos ante el complejo propiamente dicho: los complejos, pues tienen sus raíces tanto en la historia de toda la Humanidad, como en la biografía personal, naciendo su naturaleza patológica de esta segunda influencia, mientras que de la primera emergen sus aspectos creativos. El complejo es un producto que deriva del enfrentamiento de las partes consciente e inconsciente de la psique, lo que genera determinado grado de energía, que puede ser captada por determinados contenidos ideativos, que se organizan en unidades interdependientes en el ICC personal, funcionando con cierta autonomía y arbitrariedad, formando especie de egos particulares, desde donde pueden inhibir o estimular determinadas producciones conscientes. Pero Jung también señala la cara positiva del complejo, adscribiéndole una implicación finalista, al estimar que un complejo no supone solo algo conflictivo, no asimilado y entorpecedor, sino también incluso una nueva posibilidad de desarrollo, incluso exitosa. Como hemos indicado, con arreglo a la concepción junguiana, el complejo tendría una raíz ultima en el ICC colectivo, desde donde nace el más importante significado, de origen arcaico y común a toda la humanidad y además, una serie de representaciones asociadas, que depende en parte de la disposición original del sujeto y en parte de las vivencias tenidas a lo largo de su vida, tanto en los años infantiles como en la adultez. Los complejos pueden romper la unidad psíquica, llegando a alcanzar una autonomía variable, perturbando el funcionamiento psíquico del sujeto en un grado mayor o menor, hasta que su carga energética sea anulada, lo que acontece por medio de la oportuna elaboración por parte del yo.

Ahora bien, mientras que los complejos permanezcan ICC siguen enriqueciéndose progresivamente con asociaciones e influencias del ICC personal y del ICC colectivo, adquiriendo un volumen cada vez mayor. Pueden así, llegar a poseer un carácter mitológico-arcaico y una creciente fuerza fascinante o numinosidad, como puede comprobarse en ciertas manifestaciones ornicas, pero sobre todo en los delirios y alucinaciones de los esquizofrénicos. En cambio sí son elaborados y pueden pasar a la esfera de la consciencia, quedan despojados de su involucración mitológica, lo que se alcanza a través de una confrontación dialéctica, que permite que su energía se distribuya en nuevos contenidos, accediéndose así a un estado de equilibrio psíquico. El termino arquetipo aparece en Jung inicialmente en 1919, en Instinto e Inconsciente, habiendo hablado antes de imágenes primigenias o protoimagenes y más tarde de dominante o determinante de lo ICC colectivo. De aquí accedió al concepto de imago (representación subjetiva del padre, la madre, etc.), que suponía una especie de transición entre la noción de complejo y de arquetipo. En el espíritu de la psicología, Jung distinguió entre arquetipo per se, no perceptible y sólo potencialmente existente, y el arquetipo representado o imagen arquetípica. El primero corresponde a la esfera psicoidea del ICC colectivo y no a la psíquica propiamente dicha, a la cual pertenece el arquetipo representado por consiguiente, el arquetipo no sólo es imagen, sino también dinámica, aspecto éste que se manifiesta por medio de su numinosidad, capaz de transformar lo psicoideo en psíquico. El prefijo arche que compone el termino arquetipo, significa comienzo, origen, el segundo componente tipo significa plasmación, acuñado de moneda, forma, imagen, copia, modelo, ordenación y norma y en forma fundamental o forma primordial que se halla en la base de la serie de individuos similares, humanos, animales o vegetales. El concepto de arquetipo deriva de la observación de los mitos y cuentos, que contienen siempre y en todos lugares, ciertos motivos semejantes a los que producen los sueños, fantasías o delirios. En el lenguaje del ICC, los arquetipos serían algo similar a tales determinantes que, cuando se expresan, lo hacen en forma de símbolos a través de peculiares imágenes o personificaciones, ya en sueños o visiones, ya en producciones religiosas o míticas, etc., siendo todas ellas relativamente limitadas, en base a las posibilidades típicas fundamentales que el ser humano ha experimentado desde siempre. Los arquetipos pueden aparecer en la esfera CC y en las producciones culturales gracias a la simbolización, proceso de suma importancia en la psicología analítica. Arquetipo y símbolo están estrechamente conectados, de forma que cuando aquel aparece en el aquí y ahora del espacio y tiempo, pudiendo ser captado de alguna forma por la CC, hablaremos de la presencia de símbolos. Por otro lado, Jung diferencia con precisión el concepto de símbolo y el de signo: éste es el sustituto de algo o una representación de una cosa real, mientras que el símbolo posee una más amplia y rica significación, expresando en todo caso un hecho psicológico. El símbolo, no es una alegoría un signo, sino la imagen de un contenido que en su mayor parte trasciende a la CC aunque puede degenerar y convertirse en signo. Jung solo incluye entre los símbolos a los universales y no a los convencionales o accidentales, resaltando que los primeros no hay sustitución ni traducción, sino que en sí mismo expresan o representan su propio sentido: el fuego, el agua, la tierra, la madera, la sangre, la sal, el circulo el cuadrado o la cruz son los típicos símbolos universales cuando se refieren a algo para lo cual no existe ningún concepto verbal apropiado. El símbolo junguiano es un elemento psíquico no explicable causalmente, poseyendo siempre plurisignificatividad y bipolaridad, separándose bastante del símbolo freudiano. Los principales arquetipos a los que Jung se refiere son: 1- La sombra: constituido por las tendencias menos aceptadas por el ego o yo y que el sujeto desea ocultar de sí mismo y a los demás, incluyendo pulsiones sexuales y agresivas repudiadas.

Es la parte inferior y más débil de la personalidad, la suma de todas las disposiciones personales y colectivas que no se hacen presentes a causa de su incompatibilidad con la forma de vida elegida conscientemente, por lo que se constituye en una personalidad parcial relativamente autónoma e ICC, quedando así como el sector as oscuro de la vida psíquica, mostrándose en sueños, bajo símbolos tales como personajes negros y sombríos. Sin embargo, en determinadas circunstancias, la sombra puede irrumpir en la CC individual bajo la forma de impulsos y estados anímicos variados. Se nutre de aspectos del ICC personal y de ICC colectivo, por lo que puede mostrarse en simbolizaciones culturales tales como el demonio, la bruja y similares. No solo tiene influencias negativas, si no también positiva; en cuanto a su cara negativa, la sombre penetra en el ICC personal y en lo CC, oponiéndose al ego y a la persona, tratando de empujar hacia la realización de actos prohibidos, repudiados, incivilizados e incompatibles con las normas sociales y éticas de nuestra personalidad ideal; en cuanto a su cara positiva se comporta como la forma compensadora de la CC, dado que contiene los deseos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc. 2- Alma (anima y animus): personificaciones de la parte femenina en el varón y la masculina en la mujer, respectivamente. Simboliza lo más importante del ICC y a todos los arquetipos, suponiéndole la capacidad de desatar una gran cantidad de energía, haciéndola responsable de la organización del si-mismo. En la delimitación clásica, anima refiere a que todo hombre lleva en su ICC colectivo, la imagen de una mujer, una mujer indeterminada, de igual forma cada mujer posee un animus que representa al hombre en aspectos semejantes. Tienen como función actuar de puente entre la CC individual y el ICC colectivo, a semejanza de lo que hace la estructura llamada persona entre la CC y el mundo. Ambos poseen aspectos positivos y negativos: entre los primeros tenemos el intento de conocer y diferenciar, por parte del animus y de sentir y vivir por parte del ánima, mientras que ciertas deformaciones impuestas del conocer y determinadas distorsiones afectivas serian, respectivamente influencias negativas de uno y otro. 3- Sabio anciano y la gran madre: el sabio anciano, que tiende a personificarse en forma de mago o brujo, es poseedor de todo el conocimiento ancestral, por lo que, si se despierta y toma excesivo poder, puede llegar a convencer al sujeto de que tiene el maná, con el poder mágico y la sabiduría que conlleva, conduciéndolo a la creencia de ser una especie de profeta, o estar dotado de extraordinarias aptitudes curativas. La gran madre actúa en la mujer de forma semejante, de forma que cuando una mujer esta intensamente poseída por este arquetipo, llega a creerse dotada de una capacidad infinita para amar y comprender, para ayudar y proteger, tiranizando a los que entran en su círculo de influencia. Puede tomar muy variadas simbolizaciones, como abuela, virgen, bruja, etc. 4- El sí mismo: es el punto central de toda personalidad, ubicándose entre lo CC y lo ICC, actuando como una especie de imán que atrae todos los componentes de la psique. En sueños o fantasías suele venir representado por la imagen de un niño, mientras que en la cultura oriental lo acoge el símbolo del mándala, término del sánscrito que significa círculo mágico, y que supone la conciliación de los opuestos, la fusión de lo CC e ICC, lo que se representa por el círculo o por la disposición simétrica del número cuatro y su complejidad. El encuentro con este, es la meta del proceso que Jung delimita bajo el termino de individuación, concepto esencial en el desarrollo espontaneo sano y en la terapia de la psicología analítica: la individuación facilita las manifestaciones de los distintos componentes de la psique, siendo su meta liberar al sí mismo de las falsas protecciones de la persona y de los sugestivos poderes del ánima o animus o de otros arquetipos con potenciales inflacionistas, como el sabio anciano y la gran madre.

C- La individuación claves para el desarrollo personal y el proceso terapéutico: Según Jung, solo se alcanza la totalidad de la personalidad, la genuina individualidad, cuando han sido bien diferenciados todos los pares contrarios, cuando lo CC y lo ICC logran entrelazarse entre sí y tienen una viva relación recíproca. Individuación es una expresión en la que Jung acoge aquel proceso que engendra un individuo psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible un todo. Supone llegar al desarrollo de nuestra peculiaridad más interna, última e incomparable, llegar a ser uno mismo. El sí mismo donde se establece el encuentro de lo CC y lo ICC, donde se integran todos los aspectos de la psique, los aceptados y los rechazados: esto, según Jung, exige la asimilación de la sombra, luego del ánima y animus y finalmente del sabio anciano y la gran madre. Por todo ello se podría traducir individuación por autorrealización o mejor por mismación: llegar a ser el que realmente eres, hecho ajeno al individualismo, egocentrismo o autoerotismo, pues implica la superación de todo ello, el encuentro con el mundo y con toda la creatividad de nuestro ICC más profundo, conllevando la liberación de los estrechos ropajes de la persona, de las limitaciones de ego, de las presiones de la sombra y de los poderes mágicos de los diversos arquetipos, muchas veces representados en la cultura por medio de productos tecnológicos, pseudocientificos o ideológicos. Acontece según Jung en dos grandes estadios, el de la primera y el de la segunda mitad de la vida. El primer estadio tiene como tarea la apertura a la realidad externa, cerrándose con la firme configuración del yo, la diferenciación de la función rectora, el establecimiento de la actitud dominante y el oportuno desarrollo de la persona, teniendo como objetivo principal la adaptación y ordenación del hombre en su mundo. El segundo estadio, conduce a una apertura a la realidad interna, a un hondo conocimiento de sí mismo y a una reflexión sobre los rasgos del ser que hasta entonces habían quedado en el plano de lo ICC más profundo. El primer período de la individuación implica el experimentar la propia sombra, lo que trae consigo el conocimiento de nuestra otra cara, la oculta o prohibida, cosa que supone la toma de contacto no sólo con los aspectos reprimidos, sino también la captación de las funciones y de la actitud que yacían más o menos atrofiadas en el ICC. El segundo periodo del proceso de individuación se caracteriza por el encuentro con el alma, que posee actitudes y funciones complementarias a las que subyacen a la persona: así por ejemplo, si la persona es intelectual, el alma será sentimental. Después de establecer la relación con tales arquetipos, el siguiente hito de la individuación será conectar con el sabio anciano y la gran madre, nuestros principios espirituales y nuestra naturaleza primitiva. El ego ya no es el centro de la personalidad, sino que se ha transformado en una especie de planeta que gira en torno al sí mismo, esa imagen arquetípica que a merced de la confrontación de los sistemas CC e ICC, conduce a la unión entre ambos mediante un punto central común, que es justamente, el sí mismo. D- La psicoterapia junguiana. La psicoterapia junguiana no sólo es un método curativo, sino, como puede inferirse de lo descrito en el proceso de individuación, un camino de salvación, una vía para formar la personalidad. Por otro lado Jung, se aleja de la concepción de causalidad freudiana y del limitado teologismo adleriano, persiguiendo una integración de todas las partes de psiquismo y el sentido finalista y trascendente de ese conjunto, resaltando que la psique sabe a dónde va, llegando a concebir las causas como medios para acceder a tal fin. El método de Jung, dice Jacobi, es dialectico, incluyendo no sólo un dialogo interpersonal, sino inersistémicos, tratando de hallar una síntesis entre CC e ICC y entre todos los opuestos de la psique. La terapia junguiana intenta ayudar al sujeto a construir una síntesis, mirando no solo el pasado, sino especialmente el futuro, contando en todo caso con la situación presente, teniendo como meta el

restablecimiento del equilibrio entre los opuestos implicados de la psique, sobre todo entre el ICC y la CC, gracias a lo cual proveer a la personalidad de una base estable que ocasione equilibrio y felicidad. Para la síntesis entre CC e ICC, se siguen cuatro vías:  Métodos de asociaciones: tratando de detectar los más importantes complejos por medio de asociaciones verbales.  Análisis de los síntomas: haciendo reproducir al sujeto los recuerdos que están en la base de sus síntomas, algo similar a la catarsis psicoanalítica.  Análisis anamnésico: intentando reconstruir históricamente la neurosis.  Análisis del ICC: trabajando con sueños, visiones, fantasías, etc. buscando dominar y hacer creativos los arquetipos del ICC colectivo. En cuanto a la forma específica de trabajar los sueños, Jung hablaba de:  Descripción de la situación actual y del estado de la CC.  Descripción de los acontecimientos precedentes.  Recepción del contexto subjetivo.  Establecimiento de los paralelos mitológicos en los motivos arcaicos.  Recogida de la información objetivas dadas por un tercero en los casos complicados. Jung no ve en el sueño una mera realización de deseos, sino una plurisignificación destacando sus funciones de compensación y anticipación de acontecimientos. Para Jung, los sueños se estructuran y organizan partiendo de las siguientes variables:  Lugar, tiempo y personajes.  Exposición o exhibición de la temática  Peripecia o acción, que representa de medula del sueño  Lisis o solución, que es el resultado, la conclusión, la indicación compensadora o anticipadora del sueño. Por otra parte, Jung diferencia dos formas de interpretación, la subjetiva y la objetiva. Según la primera, se interpretan las imágenes y acontecimientos del sueño simbólicamente, teniendo en cuenta los factores psíquicos internos y las situaciones del que sueña. La interpretación objetiva, por otro lado, trata de evidenciar concretamente (no simbólicamente) los elementos del sueño. La proyección y el símbolo representan, elementos fundamentales en la construcción orinica: la proyección, es definida como la transposición de un fenómeno subjetivo a un objeto, siendo un proceso que no solo se observa en el soñar, sino también en la conducta de vigilia. En el trabajo imperativo de los sueños, fantasías, etc., lo primero es enfrentarse a la sombra y la persona, para que la CC asimile completamente, aceptándolas y desarmándolas. Después hay que ocuparse del ánima y del animus, luego del sabio anciano y la gran madre con objetivos semejantes al que dirigen el trabajo con la persona y la sombra. El objetivo final es acceder a una conjunción total en el sí mismo, una conjunción que posee un sentido trascendente, lo que es la esencia de la individuación. La psicología Junguiana y la cultura. En cuanto al gnosticismo, por ejemplo, Jung interpretó con sus herramientas arquetípicas algunas tales aportaciones. En relación con la alquimia, vio, más que un precursor de la química, una secuencia de operaciones simbólicas susceptibles de ser descifradas simbólicamente y más concretamente la expresión del proceso de individuación, de forma que los tratados alquímicos refleja la materialización, a través de una investigación pseudoquimica, de la búsqueda del sí mismo. Respecto a las religiones, mostró ciertas analogías entre muchas de ellas, captando igualmente los intentos de individuación que suponen prácticas aparentemente muy alejadas entre sí, todas las cuales comparten tal proceso fundamental. El hombre, afirmo Jung, es religioso por naturaleza y de aquí que muchos neuróticos curen sencillamente volviendo a la práctica de la religión que creen. Jung y la parapsicología.

El interés de Jung por los fenómenos paranormales ya se observa en el contenido de su tesis de doctorado, habiendo persistiendo tal actitud a lo largo de su obra, donde hay una notable Proción dedicada a las premoniciones, sueños proféticos, ciertas coincidencias aparentemente causales, etc., habiendo creado una hipótesis explicativa de algunos de tales hechos, como es la sincronicidad, a la cual Jung llamo a la conexión de acontecimientos acausales, esto es, la coincidencia en el tiempo de dos o más acontecimientos no relacionados por ninguna causa conocida y que tienen el mismo significado o uno similar. Aunque Jung insistió en que sólo debía recurrirse a la sincronicidad cuando los principios que habitualmente explican los fenómenos se muestran incompetentes, tal concepto, como es fácil pensar, han sido muy criticado desde la perspectiva científica al uso, que ve aquí una mera especulación sin fundamento.

Karen Horney Biografía. (Hamburgo, 1885 – Nueva York, 1952). Psiquiatra estadounidense de origen alemán. Estudio en las universidades de Friburgo y Berlín, y posteriormente impartió clases en el Instituto de Berlín hasta que, en 1932, emigró a Estados Unidos. Allí trabajo en el Instituto de Psicoanálisis de Chicago y en el Instituto de Nueva York, y posteriormente ejerció como decana en el Instituto Estadounidense de Psicoanálisis y como profesora en el Medical College de Nueva York. Fundadora del Instituto Americano de Psicoanálisis (1934), en Nueva York, Karen Horney fue destacada exponente de la escuela psicoanalítica culturalistas. Combatió las ideas de Freud sobre la sexualidad femenina y desarrollo sus propias teorías sobre el origen de ciertas neurosis. Horney creía que muchos de sus problemas psíquicos tenían su origen en la infancia, haciendo especial hincapié en la cultura y las pautas establecidas de comportamiento de la comunidad en la que el individuo ha vivido, las cuales estarían muy relacionadas con estos trastornos, frete al innatismo y genetismo del psicoanálisis freudiano. Horney desarrolló una teoría (que lleva su nombre) que constituye una elaboración teórica alternativa a los postulados freudianos. Destaca también por su teoría de la personalidad, en la que considera al individuo de forma holística, como una unidad dentro de un marco social, influyendo y siendo influido por el ambiente. Así, según esta autora, la personalidad consiste en atributos que caracterizan a la organización constantemente cambiante del individuo. Cada atributo es creado por el individuo y actúa simultáneamente sobre él, exigiendo satisfacción, produciendo esfuerzo o presionando a la actuación. En opinión de Horney, estos atributos son aprendidos en la familia. Según esta teoría, los factores motivacionales derivan de los atributos de la personalidad más que de los esfuerzos libidinales infantiles conservados desde la infancia por compulsión a la repetición. Destaca también su teoría psicopatológica y, dentro de ésta, la génesis del conflicto y la ansiedad, las defensas caracteriales contra las defensas neuróticas y la formación de síntoma. Entre sus numerosas obras se destacan: “La personalidad neurótica de nuestro tiempo” (1937), “Nuevas perspectivas del psicoanálisis” (1940), “Nuevos conflictos interiores” (1945) y “Neurosis y desarrollo humano” (1950).

La personalidad neurótica de nuestro tiempo.

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El significado cultural y psicológico de las neurosis: En primer lugar los neuróticos discrepan de los seres comunes a sus reacciones. Uno de los criterios para llamar neurótica a una persona es el de si su manera de vivir coincide con alguno de los tipos de conductas aceptados en nuestra época. Así, el término neurótico, aunque precedente de la medicina, ya no puede utilizarse sin tomarse en cuenta su significado cultural. El concepto de lo normal no sólo varia con las distintas culturas, sino también con el tiempo, en idénticas condiciones culturales. Esta idea también varía en las distintas clases sociales. Alcanzamos nuestro concepto de normalidad adoptando ciertas pautas de conducta y de sentimientos vigentes en un grupo determinado que las impone a todos sus miembros; pero olvidamos que esas pautas varían con la época, la cultura, la clase social, el sexo. Los sentimientos y actitudes son plasmados en sorprendente medida por las

condiciones bajo las cuales vivimos, sean culturales o individuales, que se hallan inseparablemente entrelazadas. Esto significa, a su vez, que coincide nuestras condiciones culturales de vida nos será fácil llegar a una comprensión harto más profunda del carácter especial de los sentimientos y las actitudes normales, y siendo las neurosis desviaciones del tipo normal de conducta, también ellas podrían comprenderse mucho mejor. No podemos comprender esas formaciones psíquicas sin conocer previamente, en sus pormenores, las influencias que esa cultura particular ejerce sobre el individuo. El menosprecio de los factores culturales por Freud, además de conducir a generalizaciones erróneas, obstaculiza sobremanera la comprensión de la fuerza reales que motivan nuestras actitudes y actos. Hemos visto pues que las neurosis implica una desviación de la normalidad, criterio de verdad muy importante, aunque insuficiente para resolver un problema. Por cierto, una persona puede apartarse de la norma general, sin padecer por ello neurosis. Existen dos características que nos es dable apreciar en cualquier neurosis, sin necesidad de conocer íntimamente la estructura de la personalidad:  Cierta rigidez en las reacciones: se entiende la ausencia de la flexibilidad que nos permite reaccionar de diversas maneras frente a diferentes situaciones.  Una estimable discrepancia entre las capacidades del individuo y sus realizaciones: puede obedecer solo a factores externos. Apartándose del cuadro manifiesto que presentan las neurosis y atendiendo a los dinamismos que intervienen en su producción, nos enfrentamos con un factor esencial, común a todas ellas: la angustia y las defensas levantadas contra estas. Por compleja que sea a estructura de una neurosis, esa angustia es el factor que desencadena el proceso neurótico y lo mantiene en actividad. En primer lugar, las condiciones de vida imperantes en toda cultura engendran ciertos temores que pueden responder a peligros externos (las fuerzas de la naturaleza o los enemigos), a las formas que adoptan las relaciones sociales (desencadenamiento de la hostilidad por opresión, injusticia, dependencia forzada o frustraciones), a tradiciones culturales (miedo ancestral a los demonios o violación de los tabúes), sin tener en cuenta su origen. Un individuo podrá hallarse más o menos sujeto a esto temores, pero en términos generales es dable aceptar justificadamente que se imponen a todo individuo de determinada cultura, no disponiendo de éste medio alguno para eludirlo. En cambio el neurótico no solo comparte los temores comunes a todos los individuos de una cultura, sino que sufre además otras angustias distinguidas por su cantidad o calidad de las correspondientes a su cultura, y que obedecen a ciertas condiciones propias de su vida individual vinculadas a las condiciones generales. En segundo lugar, los temores reinantes en una cierta cultura sueles soslayarse mediante determinados recursos de protección, como los tabúes, los ritos, las costumbres. Por lo común tales defensas representan formas más económicas de resolver la angustia que las defensas que el neurótico erige de distintas maneras. Así, aunque deba someterse a las aprensiones y defensas de su cultura, una persona normal de ordinario se hallará en condiciones de realizar todas sus capacidades y de gozar lo que la vida puede ofrecerle. En otros términos, al individuo normal le es factible aprovechar al máximo las posibilidades brindadas por su cultura y, expresándolo en términos negativos, no sufre sino lo inevitable en estas condiciones. El neurótico, en cambio, siempre sufre más que el individuo medio, pues de continuo se ve obligado a pagar un precio desorbitado por sus defensas; precio consistente en el menoscabo de su vitalidad y de su expansividad o, más específicamente, en la restricción de sus capacidades de realización y de goce, que da lugar a la ciada discrepancia. El neurótico siempre es un sujeto que sufre. El temor y la defensa constituyen uno de los centros dinámicos de la neurosis cuando discrepan en cantidad y calidad frente a los temores y las defensas normales en la misma cultura. Hay todavía otra característica esencial de las neurosis: la presencia de tendencias en conflicto, de cuya existencia, o por lo menos cuyo contenido preciso el mismo neurótico no se percata y ante las cuales automáticamente procura alcanzar ciertas soluciones de compromiso. Esta última característica es la que bajo diversas formas Freud ha destacado como elemento indispensable de la neurosis. Lo que distingue los conflictos neuróticos de los que habitualmente se dan en una cultura no es su contenido ni el hecho de ser en esencia ICC (en ambos aspectos los conflictos culturales comunes pueden ser idénticos), sino por el

contrario las circunstancias de esos conflictos son en el neurótico más agudos y acentuados. Este persigue y alcanza soluciones de compromiso- legítimamente clasificadas como neuróticas- menos satisfactorias que las obtenidas por el individuo común y establecidas con gran prejuicio para la personalidad total. La neurosis es un trastorno psíquico producido por temores, por defensas contra los mismos y por el intento de establecer soluciones de compromiso entre las tendencias en conflicto. Debido a razones de prácticas, solo conviene llamar “neurosis” a este trastorno cuando se aparta de la norma vigente en la cultura respectiva.

Fundamentos de la personalidad neurótica de nuestro tiempo: En primer lugar, hay neurosis que pueden darse en individuos cuya personalidad se halla intacta o inalterada en lo restante, produciéndose a título de meras reacciones frente a una situación exterior plena de conflictos. Estas no traducen una personalidad neurótica sino sólo una momentánea falta de adaptación respecto a determinadas situaciones dificultosas. Al hablar de neurosis nos referimos a las neurosis de carácter, es decir, a aquellas condiciones que, si bien pueden presentar un cuadro sintomático exactamente igual al de las neurosis situacionales, contienen también el trastorno básico de la deformación del carácter. Resultan de un indicioso proceso crónico que por lo general comienza en la infancia y llega a afectar con mayor o menor intensidad sectores más o menos amplios de la personalidad. En segundo lugar, no nos interesa tanto el cuadro sintomático de las neurosis, cuanto, predominante, los mismos trastornos de carácter, pues las deformaciones de la personalidad constituyen el fondo permanente de las neurosis, mientras que los síntomas, en el sentido clínico, podrán variar o aun faltar por completo. También desde el punto de vista cultural la formación del carácter tiene mayor importancia que los síntomas, dado que es aquel y no éstos lo que determina la conducta humana. Los síntomas neuróticos no constituyen el propio volcán, sino antes también sus erupciones, mientras que el conflicto patógeno como el volcán, se encuentra profundamente oculto en el individuo, a tal punto que este mismo lo desconoce. La circunstancia de que, en términos generales, la mayoría de los individuos de una cultura afronta idénticos problemas, nos impone la conclusión de que éstos son creados por las condiciones específicas de vida que reinan en aquella. Además, el hecho de que las fuerzas motivadoras y los conflictos de otras culturas sean distintos de los que presenta la nuestra, nos permite colegir que tales problemas no son inherentes a la “naturaleza humana”. Las actitudes así observables pueden clasificarse a grandes rasgos de esta manera: 1- Actitudes frente al dar y recibir cariño: Uno de los rasgos predominantes de los neuróticos de nuestro tiempo es su excesiva dependencia de la aprobación o del cariño del prójimo. Existe una notable contradicción entre su deseo de dar y recibir cariño y su propia capacidad de sentirlo o de ofrecerlo. Su desmesurada exigencia de respeto a sus propios requerimientos puede unirse a una falta no menos cabal de consideración por los demás. Esta discordancia no siempre se manifiesta superficialmente, pues, por el contrario, el neurótico puede mostrarse en exceso amable y afanoso de ayudar a todo el mundo, advirtiéndose entonces inmediatamente que actúa bajo compulsión, y no por espontaneo calor afectivo. 2- Actitudes frente a la valoración del sí mismo: la inseguridad interior, expresada en esta dependencia de los demás es lo que constituye el segundo rasgo. Jamás faltan en el neurótico los característicos sentimientos de inferioridad y de inadecuación, que pueden manifestarse en una serie de formas y que no podrán subsistir aunque no posean ningún fundamento en la realidad. Estos sentimientos de minusvalía pueden mostrarse abiertamente en la superficie, bajo la forma de lamentaciones o preocupaciones, o bien, los pretendidos defectos de ser aceptados como hechos inconmovibles, respecto a los cuales no valdría la pena malgastar el menor pensamiento. 3- Actitudes frente al problema de la autoafirmación: las que atañen a la autoafirmación, implica inhibiciones manifiestas. Por autoafirmación entendemos el acto de imponerse o de imponer las propias pretensiones, aplicando esta idea sin ninguna connotación que indique un excesivo afán de avasallar. En este sentido, los neuróticos revelan una amplia serie de inhibiciones, están inhibidos

para expresar sus deseos o para pedir algo, para hacer cualquier cosa en su propio interés para expresar opiniones o criticas justificadas, dar órdenes, seleccionar las personas con quienes deseen relacionarse, establecer nexos con los demás y así sucesivamente. 4- La agresividad: se incluyen aquellos actos que a diferencia de los autoafirmativos, se dirigen evidentemente contra alguien, expresando una conducta de ataque, ofensa, intrusión o cualquier otra disposición hostil. Los trastornos de esta índole se manifiestan de dos maneras distintas. Una de ellas es la propensión a ser agresivo, dominador y sobremanera exigente; a mandar engañar o criticar. En otras, tales trastornos se acusan de una manera precisamente opuesta, comprobándose una actitud superficial de sentirse con facilidad engañado, dominado, despreciado, tiranizado o humillado. 5- La sexualidad: pueden clasificarse en forma somera como deseos compulsivos de tener actividades sexuales, o bien como inhibiciones frente a estas. Tales inhibiciones son susceptibles de manifestarse en cualquiera de las etapas conducentes a la satisfacción sexual, expresándose ya ante la mera aproximación de alguna persona del sexo opuesto.

La angustia: es el núcleo dinámico de las neurosis y por consiguiente hay que enfrentarla constantemente. Se ha utilizado este término como sinónimo de “miedo”, indicando así un parentesco entre los dos, pues ambos son, en efecto, reacciones afectivas ante el peligro, pudiendo estar acompañado por sensaciones físicas como temblor, sudor, palpitaciones cardíacas; fenómenos capaces de alcanzar violencia tal que el miedo intenso y repentino bien puede llevar a la muerte. Y sin embargo, existen diferencias entre ellos. El miedo sería una reacción desproporcionada al peligro que se debe encarar, mientras la angustia es una reacción desproporcionada al peligro, o inclusive una reacción ante riesgos imaginarios. Luego la anterior definición es modificada. El miedo y la angustia son ambos, reacciones proporcionales al peligro, pero en el caso del miedo el peligro es evidente y objetivo, en tanto que en la angustia es oculto y subjetivo. En otras palabras la intensidad de la angustia es proporcional al significado que la situación tenga para la persona afectada, aunque ella ignore esencialmente las razones de su ansiedad. En la práctica, la distinción entre miedo y angustia se reduce a la inutilidad de todo intento por librar a un neurótico de su angustia mediante la argumentación persuasiva, pues esa angustia no se refiere a la situación, tal como objetivamente existe en la realidad, sino como el neurótico la ve. En cuanto a la angustia, esto no sólo significa que podamos hallarnos angustiados sin saberlo, sino también que la ansiedad es susceptible de ser el factor determinante de nuestra vida sin que poseamos la más ligera consciencia de ello. Todo paciente que haya sufrido un violento acceso a la angustia nos dirá que preferiría morir antes que pasar otra vez por esa experiencia. Además, ciertos elementos del afecto ansioso pueden ser particularmente insoportables para todo sujeto:  Indefensión: es mucho más intolerable para aquellas personas en las que el poderío, el predominio y el predominio y el sentimiento de poder supera cualquier situación constituyen ideales prevalentes. Impresionadas por la visible desorbitancia de sus reacciones, se resisten por estas, como si le demostrasen su debilidad o cobardía.  Carácter irracional: dejarse gobernar por cualquier factor irracional les resulta más insoportable a algunos individuos que a otros, en especial a aquellos que, en el fondo perciben el secreto peligro de ser presos de sus conflictos irracionales y que han aprendido a ejercer siempre, en forma automática, un estricto dominio sobre sí mismos.  Es una advertencia de que algo anda mal en nosotros: nos avisa que debemos proceder a algún arreglo de nuestros mecanismos Nuestra cultura nos ofrece cuatro vías principales para escapar de la angustia:  Racionalizarla: es el mejor recurso para eludir toda responsabilidad. Estiba en convertir la angustia en un temor racional







Negarla: nada se hace con ella en tales casos, excepto negarla, es decir, excluirla de la CC. Lo único que entonces se exterioriza de la angustia son sus concomitancias somáticas, las sensaciones de sofocación. Sin embargo, también es posible negar conscientemente la angustia, intentando superarla mediante un esfuerzo de voluntad, a semejanza de lo que se hace en el nivel normal cuando se procura vencer el miedo negándolo atrevidamente. Narcotizarla: ya sea literal y conscientemente, con el alcohol y los narcóticos, o con muchos otros recursos de función anestésica no tan evidente. Uno de ellos es el de precipitarse en las actividades sociales por miedo a quedar solo, siendo indiferente de este temor que se reconoce como tal o si únicamente aparece como una vaga sensación de desasosiego. Otra forma de narcotizarla es la de ahogarla en el trabajo. Por ultimo también las actividades sexuales son susceptibles de servir como válvula de seguridad para descargar la angustia. Evitar toda la idea, sentimiento, impulso o situación capaz de despertarla: puede tratarse de un proceso consciente, como cuando una persona temerosa a la natación o al alpinismo esquiva estas actividades.

Angustia y hostilidad: comencemos por describir la experiencia del individuo que sufre angustia. Tiene este sentimiento de un peligro poderoso e ineludible ante el cual se halla totalmente inerme. Cualesquiera fueren las manifestaciones de la angustia, trátese de un temor hipocondríaco al cáncer, de una ansiedad frente a las tormentas, entre otras, siempre descubriremos los dos factores: un peligro abrumador y la indefensión frente al mismo. A veces impresiona como si la fuerza ante la cual se siente desvalido procediera del exterior; otras, lo riesgoso parece amenazar desde sus propios impulsos indómitos; por fin, en ocasiones el peligro es completamente vago e intangible, como suele ocurrir en los accesos de la angustia. Estos sentimientos, empero, no constituyen por sí solos características exclusivas en la angustia, dado que puede ser exactamente iguales en cualquier circunstancia que presente un peligro real abrumador y una indefensión no menos real y objetiva frente a éste. El problema del factor subjetivo que interviene en la angustia se reduce a una pregunta más precisa: ¿Cuáles son las condiciones psíquicas que crean el sentimiento de un poderoso peligro inminente y la actitud indefensión frente al mismo? Tal es, de cualquier manera, la cuestión que debe plantearse el psicólogo. En efecto, el hecho de que ciertas condiciones químicas del organismo son asimismo susceptibles de promover la sensación y las manifestaciones somáticas de la angustia, es tan ajeno a los problemas psicológicos como el de que los factores químicos pueden producir la excitación o el sueño. Como en tantos otros puntos, también es este problema de la angustia que Freud quien nos señaló el camino a seguir, mediante su fundamental descubrimiento de que el factor subjetivo implícito en la angustia reside en nuestros propios impulsos instintivos. En otras palabras, tanto el peligro anticipado por la angustia cuanto sentimientos de indefensión respecto de él, son desencadenados por la fuerza explosiva de nuestros propios impulsos. En cualquier impulso tiene la capacidad potencial de provocar angustia, siempre que su descubrimiento o su realización implíquenla violación de otros intereses o necesidades vitales y toda vez que sea suficientemente imperativo o apasionado. En rigor, los impulsos hostiles de las más diversas especies constituyen la fuente principal de la mayoría de las neurosis. En la mayoría de las personas la conexión causal directa entre la hostilidad y la angustia neurótica está lejos de ser evidente. Reprimir la hostilidad significa “fingir” que todo anda bien, absteniéndose de esta manera de luchar cuando se debería o, por lo menos, cuando se desearía hacerlo. De ahí que la primera consecuencia inevitable de tal represión sea la de generar un sentimiento de indefensión o, para ser más exactos, la de reforzar un sentimiento preexistente de absoluta carencia de defensa. Si la hostilidad es reprimida cuando los intereses del sujeto realmente atacados, este quedará a merced de los demás, que así podrán aprovecharse de él.

Los temores de que la represión permite superar también pueden ser solucionados manteniendo el dominio consciente de la hostilidad: más la opción de dominarla o reprimirla no se halla a nuestro alcance, pues la represión es un proceso de tipo reflejo que se produce siempre en una situación particular nos resulta insoportablemente admitir que nos anima un impulso hostil. Gracias a la represión, la aterrorizante hostilidad desaparece de la conciencia o es mantenida lejos de ella. En otras palabras, al reprimir la hostilidad, el sujeto ya carece de toda noción de que es hostil. Gracias al proceso de represión, la hostilidad, es excluida de la percepción CC, aunque no por ello abolida. Al reprimir la rabia, queda cerrando el acceso a estas posibilidades de restricción, con el resultado de que los impulsos hostiles transgreden las restricciones interiores y exteriores, aunque solo en la fantasía. Otra consecuencia de la represión de la hostilidad que el sujeto registra en sí mismo la presencia de afecto violento que escapa a sus posibilidades dominio. Tales consecuencias de la represión de la hostilidad pueden bastar, por si solas, para engendrar angustia siempre que la hostilidad y su eventual peligro para los demás intereses del individuo sean suficientemente grandes. Si se inicia un segundo proceso reflejo: el sujeto “proyecta” sus impulsos hostiles hacia el mundo exterior. La primera “ficción”, la represión, entraña una segunda: el sujeto “finge” que los impulsos destructivos no surgen de su interior, sino de alguna otra persona o cosa exteriores. Finalmente, el proceso de la proyección puede ser reforzado, o no, por otro mecanismo que persigue el mismo objetivo: nos referimos al miedo ante la venganza ajena, susceptible de saturar el impulso reprimido. Estos procesos emanados de la hostilidad reprimida tienen por consecuencia la angustia. En efecto, la represión ocasiona precisamente aquel estado característico de la ansiedad; un sentimiento de encontrarse desarmado frente a algo percibido por el sujeto como un peligro insuperable que le amenaza desde afuera. El hecho de que la represión de la hostilidad lleve con inexorable lógica a la producción de angustia, no implica que también esta deba manifestarse cada vez que dicho proceso tiene lugar. Son infinitamente variables las formas de angustia a las que puede llevar la represión de la hostilidad. A: el sujeto siente que el peligro proviene de sus propios impulsos. B: lo percibe como de origen exterior. Considerando las consecuencias de reprimir la hostilidad, el grupo A parece representar el resultado directo de la represión, mientras que en el grupo B interviene, además, la proyección. Tanto aquel como este son susceptibles de subdividirse en dos subgrupos: I: el peligro se considera dirigido contra uno mismo II: el peligro se considera dirigido contra los demás. Tendríamos así cuatro grupos principales de la angustia: A I: se percibe que el peligro proviene de los propios impulsos y que se dirige contra uno mismo. Es este grupo, la hostilidad se orienta secundariamente contra el sujeto mismo. Por ejemplo: fobia al impulso de precipitarse al vacío desde las alturas. A II: el peligro se conceptúa originado en los propios impulsos y dirigido contra los demás. Por ejemplo: fobia al impulso de herir a alguien con un puñal. B I: el peligro se juzga originado en el exterior y dirigido contra uno mismo. Ejemplo: miedo a las tormentas B II: el peligro se juzga originado en el exterior y dirigido contra los demás. En este grupo la hostilidad se proyecta hacia el mundo exterior, conservándose su objeto primitivo. Ejemplo: la ansiedad de las madres excesivamente preocupadas por pretendidos peligros que amenazarían a su hijo La relación entre la hostilidad y la angustia no se constriñe únicamente a la tendencia de aquella por producir ésta. En efecto, el proceso también podrá ocurrir a la inversa: la angustia, cuando obedece al sentimiento de amenaza de un peligro, puede a su vez desencadenar con facilidad una reacción defensiva de la hostilidad. El concepto de la angustia que sustentamos ha sido desarrollado, en general, por métodos esencialmente psicoanalíticos. Se basa en el dinamismo de las fuerzas ICC en procesos como la regresión y la proyección. Empero, si ahondamos en el estudio repararemos que diverge en varios sentidos del punto de vista adoptado por Freud.

Este formulo sucesivamente dos concepciones de angustia. En síntesis, según la primera, la angustia, resultaría de la represión de impulsos, proceso que atañe en forma exclusiva los impulsos sexuales, representando una interpretación puramente fisiológica al fundarse en la creencia de que si se obstruye la descarga de la energía sexual se producirá un estado de tensión física en el organismo que a su vez se transformara en angustia. En cambio, de acuerdo con la segunda, la angustia respondería al miedo ante aquellos impulsos cuyo descubrimiento o realización expandirán al sujeto a un peligro exterior. Freud ya no se preocupa de la represión o no represión de los impulsos, sino únicamente del temor que despiertan aquellos impulsos cuya realización entrañaría un peligro exterior. Un segundo desacuerdo con Freud reviste menor importancia teórica, pero tanto mayor valor practico. Concordamos enteradamente con el que todo impulso cuya expresión acarrearía un peligro exterior puede producir angustia. Es evidente que los impulsos sexuales caen dentro de esta categoría, pero solo en tanto haya estrictos tabúes individuales y sociales que lo tornen peligrosos. Desde tal punto de vista, la probabilidad de que lo que los impulsos sexuales promuevan angustia depende, en buena parte, de la actitud cultural reinante respecto a la sexualidad. Un tercer motivo de disparidad con Freud es su hipótesis de que la angustia solo podría ser engendrada en la infancia, desde la pretendida angustia del nacimiento hasta la angustia de castración, en tanto que toda ansiedad ulterior obedecería a reacciones que continúen siendo infantiles. Freud asegura que en la infancia somos más propensos a reaccionar con angustia, hecho indiscutible y abandonado por sólidas y comprensibles razones, que radican en la des-validez relativa del niño ante circunstancias desfavorables.

Estructura básica de las neurosis: Una angustia puede obedecer enteramente a la situación actual de conflicto. En cambio, si nos encontramos con una situación causante de angustia en una neurosis del carácter, hemos de tomar siempre en consideración estados angustiosos preexistentes, a fin de poder explicar porque en ese caso particular surgió cierta hostilidad que luego fue reprimida. Examinando la historia infantil de gran número de neuróticos, hemos comprobado que el denominador común de todos radica en un ambiente que, en diversas combinaciones, presenta características siguientes. El factor nocivo es, la falta de auténtico afecto y cariño. Un niño puede soportar muchas de las vivencias traumáticas, siempre se sienta en la intimidad se sienta querido y amado. Superfluo, es decir, que el niño percibe con toda sutileza si el amor es genuino, resultando imposible engañarlos con ninguna clase de demostraciones simuladas. Por otra parte, ciertas acciones o actitudes de los padres no pueden menos que suscitar hostilidad. Una actitud paternal que, consigue quebrantar la voluntad del niño. Evidentemente los celos, pueden constituir motivos violentos de odio, en los niños como en los adultos. El miedo puede ser provocado por amenazas, prohibiciones y castigos. También el amor es una de las razones que lleva a reprimir la hostilidad. Los neuróticos raramente se percatan de su angustia u hostilidad básica. La angustia básica tiene como consecuencia el aislamiento emocional y la sensación de debilidad intrínseca. Cuanto más intolerable sea la angustia, más completas deberán ser las medidas de precaución contra ella. En nuestra cultura disponemos de cuatro recursos para escudarnos de la angustia básica: cariño, sumisión, el poderío y el aislamiento.

Erich Fromm (Frankfurt, 1900- Muralto, 1980), psicoanalista alemán. Del psicoanálisis parece apreciar sobre todo la crítica a la sociedad occidental, y del “primer Marx”, el de los manuscritos económicos- filosóficos del año 1884, el proyecto humanista. Estos intereses se remontan a su licenciatura en Sociología y Psicología, obtenida en Heidelberg en 1922. Al finalizar sus estudios, ingreso en el Instituto de Psicoanálisis de Berlín, pero permaneció al margen de la Asociación Internacional Freudiana. Trabajo con Max Horkheimer y Theodor Adorno en el Insitut für Sozalforschung de Frankfurt. En 1934, emigró a América por cuestiones raciales, y vivió en Nueva York y en Cuernavaca (México) Requerido por las más prestigiosas universidades, (new school, Yale, Columbia), junto a Karen Horney, Harry S. Sullivan y Abram Kardiner, dio vida a la llamada Escuela Neo-freudiana “culturalista”, la forma más importante de revisionismo del psicoanálisis surgida en Estados Unidos, y que fue rechazada por los ortodoxos y criticada por N. O Brown, por dar lectura parcial a los textos freudianos. En 1941 publicó, El miedo a la Libertad, y posteriormente, Man for Himself: an Enriqiry into the Psychology of Ethics (1947); El lenguaje olvidado (1951); un auténtico best seller internacional: El arte de amar (1956). Más tarde publico La misión de Sigmund Freud (1959); Marx's concept of Man (1961) y, en dura polémica con Konrad Lorenz, Anatomía de la destructividad humana (1975), a la que siguió ¿Tener o ser? (1976).

El arte de amar. La teoría del amor: El amor, la respuesta al problema de la existencia humana: Cuando el hombre nace, tanto la raza humana como el individuo, se ve arrojado de una situación definida, tan definida como los instintos, hacia una situación indefinida, incierta, abierta. Sólo existe certeza con respecto al pasado, y con respecto al futuro, la certeza de la muerte. El hombre está dotado de razón, es vida CC de sí misma: tiene consciencia de sí mismo, de su semejante, de su pasado, y de las posibilidades de su futuro. Esa consciencia de sí mismo como una entidad separada, la consciencia de su breve lapso de vida, del hecho que nace sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la consciencia de su soledad y su separatidad La vivencia de separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna de utilizar mis poderes humanos. De ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar. Así pues, la separatidad es la fuente de una intensa angustia. Por otra parte, produce vergüenza, un sentimiento de culpa. Pero, al reconocer su separatidad, siguen siendo desconocidos el uno para el otro, porque aún no han aprendido a amarse. La conciencia de la separación humana, sin la reunión por el amor, es la fuente de la vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia. La necesidad más profunda del hombre, es entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura.

El hombre (de todas las edades y culturas) enfrenta la solución de un problema que es siempre el mismo: el problema de cómo superar la separatidad, como lograr la unión, como trascender la propia vida individual y encontrar compensación. Una forma de alcanzar tal objetivo consiste en diversas clases de estados orgiásticos. Estos pueden tener la forma de un trance auto inducido, a veces con las drogas. En un estado transitorio de exaltación, el mundo exterior desaparece, y con él, el sentimiento de separatidad con respecto al mismo. En estrecha relación con la solución orgiástica, y frecuentemente unida a ella, está la experiencia sexual. El orgasmo sexual puede producir un estado similar al provocado por un trance o a los efectos de ciertas drogas. Mientras tales estados orgiásticos constituyen una práctica común en una tribu, no producen angustia o culpa. Participar en ellos es correcto, e inclusive virtuoso, puesto que constituyen una forma compartida por todos, aprobada y exigida por los médicos brujos o los sacerdotes; de ahí que no existan motivos para sentirse culpable o avergonzado. La situación es enteramente distinta cuando un individuo elige esa solución en una cultura que ha dejado atrás tales prácticas comunes. En una cultura no orgiástica, el alcohol y las drogas son los medios a su disposición. En contraste con los que participan en la solución socialmente aceptada, tales individuos experimentan sentimientos de culpa y remordimiento. Tratan de escapar de la separatidad refugiándose en el alcohol o las drogas; pero cuando la experiencia orgiástica concluye, se sienten más separados aún, y con ello impulsa a recurrir a tal experiencia con frecuencia e intensidad crecientes. La solución orgiástica sexual presenta leves diferencias. En cierta medida, constituye una forma normal y natural de superar la separatidad, y una solución parcial al problema del aislamiento. Pero en muchos individuos, la búsqueda de carácter sexual asume un carácter que lo asemeja bastante al alcoholismo o la afición a las drogas. Se convierte en un desesperado intento de escapar a la angustia que engendra la separatidad y provoca una sensación cada vez mayor de superación, puesto que el acto sexual sin amor nunca elimina el abismo que existe entre dos seres humanos, excepto de forma momentánea. Todas las formas de unión tienen tres características: son intensas, incluso violentas; ocurren en la personalidad total, mente y cuerpo; son transitorias y periódicas. La unión por la conformidad no es intensa y violenta; es calma, dictada por la rutina, y por ello mismo, suele resultar insuficiente para aliviar la angustia de la separatidad. La frecuencia del alcoholismo, la afición a las drogas, la sexualidad compulsiva y el suicidio en la sociedad occidental contemporánea constituyen los síntomas del fracaso relativo de la conformidad tipo rebaño. La conformidad tipo rebaño ofrece tan solo una ventaja: es permanente, y no espasmódica. Además de la conformidad como forma de aliviar la angustia que surge de la separatidad, debemos considerar otro factor de la vida contemporánea: el papel de la rutina en el trabajo y en el placer. Una tercera manera de lograr la unión reside en la actividad creadora, sea la del artista o artesano. En cualquier tipo de tarea creadora, la persona que crea se une con su material, que representa el mundo exterior a él. En todos los tipos de trabajo creador el individuo y su objeto se tornan uno, el hombre se une al mundo en el proceso de creación. La unidad alcanzada por medio de trabajo productivo no es interpersonal; la que se logra en la función orgiástica es transitoria; la proporcionada por la conformidad es solo pseudounidad. Por lo tanto, no constituyen meras respuestas parciales al problema de la existencia. La solución plena está en el logro de la unión interpersonal; la fusión con otra persona, en el amor. Este deseo de fusión interpersonal es el impulso más poderoso que existe en el hombre. Constituye su pasión más fundamental, la fuerza que sostiene la raza humana, al clan, a la familia y a la sociedad. La incapacidad para alcanzarlo significa insania o destrucción (de si mismo o de los demás). ¿Trátese del amor como solución madura al problema de la existencia, o nos referimos a esas formas inmaduras de amar que podríamos llamar unión simbiótica? La unión simbiótica tiene su patrón biológico en la relación entre la madre embarazada y el feto. Son dos y, sin embargo, uno solo. La forma pasiva de unión simbiótica es la sumisión, o el, masoquismo. La persona masoquista escapa del intolerable sentimiento de aislamiento y separatidad convirtiéndose en una parte de otra persona que la

dirige, la guía, la protege, que es su vida y el aire que respira por así decirlo. La relación masoquista puede estar mezclada con deseo físico, sexual; en tal caso, trátese de una sumisión de la que sólo participa la mente, sino también todo el cuerpo. La forma activa de la fusión simbiótica es la dominación, o el sadismo. La persona sádica quiere escapar de su soledad y de su sensación de estar aprisionada haciendo de otro individuo una parte de sí misma. La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquella; ninguna de las dos puede vivir sin la otra. En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo del hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar un sentimiento de aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. El amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un “estar continuado”, no un “súbito arranque”. En el sentido más general, puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir. El carácter mercantil está dispuesto a dar, pero solo a cambio de recibir; para él, dar sin recibir significa una está. La gente cuya orientación fundamental no es productiva, vive el dar como empobrecimiento, por lo que se niega generalmente a hacerlo. Para el carácter productivo, dar posee un significado totalmente distinto: constituye la más alta expresión de potencia. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad. En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico el que tiene muchas cosas, sino el que más da. Sin embargo, la esfera más importante no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. Si amamos sin producir amor, es decir, si nuestro amor como tal no produce amor, si por medio de una expresión de vida como personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia. Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. Que el amor implica cuidado es especialmente evidente en el amor de una madre por su hijo. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cunado falta tal preocupación activa, no hay amor. El cuidado y la preocupación implican otro aspecto del amor: la responsabilidad, la cual, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser “responsables” significa estar listo y dispuestos a “responder”. La responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad, si no fuera por un tercer componente del amor, el respeto. La capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. El respeto solo existe en la base de la libertad. Respetar a una persona sin conocerla, no es posible; el cuidado y la responsabilidad serian ciegos si no los guiara el conocimiento, el cual sería vacío si no lo guiara la preocupación. Hay muchos niveles de conocimiento; el que constituye un aspecto del amor o se detiene en la periferia, sino que penetra hasta el meollo. Solo es posible cuando puedo trascender la preocupación por mí mismo y ver a la otra persona en sus propios términos. Otro camino para conocer el “secreto” es el amor. El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. El amor es la única forma de conocimiento, que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. El conocimiento del pensamiento, es decir, el conocimiento psicológico, es una condición necesaria para el pleno conocimiento en el acto de amar.

Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento sin mutuamente interdependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; esto es, en la persona que desarrolla productivamente sus propios poderes, que solo desea poseer lo que ha ganado con su trabajo.

El miedo a la libertad. Mecanismo de evasión: Aquí ya es cuando Fromm nos remonta a la época actual, y nos quiere visualizar toda la influencia que ha tenido el fascismo en esta materia. El fascismo tiene un sentido psicológico del fascismo y del sentido que tiene la libertad en los sistemas autoritarios y en nuestra propia democracia. El psicoanálisis no puede ser empleado para una conciencia grupal, sino que solo puede ser usado para un solo individuo. Al estudiar la psicología individual como base de la comprensión de la psicología social. Los fenómenos que observamos en los neuróticos no tienen en principio de los que se dan en las personas normales. Son tan sólo más acentuados, más definidos y con frecuencia más manifiesto a la autoconciencia del neurótico que a la del individuo norma, quien no advierte ningún problema. Está el neurótico y el normal o sano. Una persona será normal cuando sea capaz de realizar un papel social dentro de una misma sociedad. También será una persona sana la que alcanza un grado óptimo de felicidad y de expansión. El neurótico se encuentra en una situación de fantasía. Desde el punto de vista de los valores humanos, el neurótico resulta menos mutilado que una persona normal que ha perdido toda su personalidad por la coyuntura del momento. Una vez que el individuo deja de permanecer ligado a los vínculos primarios, tiene dos vías diferentes para enfrentarse al mundo:  Progresar hacia la libertad positiva  Retroceder, abandonar su libertad y tratar de superar su soledad con el mundo, y de lo que lo separa de él. Nunca consigue volver a unirlo, porque es irreversible. En este segundo punto, el carácter se convierte en compulsivo. Mitiga una insoportable angustia, desencadenado un pánico en el individuo.

Autoritarismo: Es el primer mecanismo de evasión de la libertad. Consiste en la tendencia a abandonar la independencia del yo individual propio, para fusionarse con algo, para recobrar fuerza puesto que el yo individual carece de ella. La tendencia más general suele ser el masoquismo, dado que tienen en su interior sentimientos de inferioridad e impotencia. No son capaces de expresar sus necesidades o sus anhelos, por ello son capaces de auto infringirse daños corporales, como heridas, cortes etc. En multitud de ocasiones son formas de expresión del amor o sentimientos de devoción hacia algo/alguien. Por el contrario, las tendencias sádicas suelen tener un carácter más racional que las tendencias masoquistas, vistas sobre todo desde el punto de vista social. La causa más general de las tendencias sádicas suele ser el hecho de que una persona siente una preocupación hacia algo, o que quieren demostrar a alguien todo lo que son capaces de hacer por esa persona. Esto suele ser muy común. En los casos de las religiones suele ser también común. En ocasiones, tienen un objeto para llevar a cabo su sadismo, teniendo así una excesiva dependencia. La dependencia puede llegar a ser inconsciente. Freíd tiene mucho que decir en este sentido. Estudia profundamente el fenómeno de la sexualidad, de las tendencias o impulsos sadomasoquistas, los cuales quedan denominados como un instinto sexual innato en el ser humano. Fromm llama simbiosis a la base común del sadismo y del masoquismo. Esta simbiosis es de tipo psicológico, se refiere a la unión de un yo individual con otro. El sádico necesita su objeto, así como el masoquista no puede prescindir de él. La diferencia es clara. La gente en general no es sádica o masoquista, sino que se da una mezcla entre ambas. Puesto que el término sadomasoquista se halla asociado con la noción de perversión y de neurosis, emplearemos el término autoritario, o carácter autoritario. El término autoridad no es una cualidad poseída por una persona. Viene a decir que es una relación interpersonal, es decir que afecta a dos o más personas,

una que ejerce la autoridad y otra que la recibe. El que ejerce la autoridad se considera superior a otra. Hay ocasiones que la autoridad puede ser una condición necesaria para ayudar a la persona sometida, en cambio en otras no es más que una condición para su explotación. Con el paso del tiempo, el primer caso se va convirtiendo en el segundo. Aparte de la autoridad que tiene que ver con un individuo físico o una institución, podemos hablar también de una autoridad reflejada en nuestro “yo interno”; es la denominada conciencia, la cual en muchas ocasiones ejerce una gran actividad en el sujeto. La actitud del carácter autoritario hacia la vida, se halla en determinados impulsos emocionales. El carácter autoritario se adapta mejor a condiciones donde es más fácil restringir la libertad. Lo común de un carácter autoritario reside en la convicción de que la vida está determinada por fuerzas exteriores al yo individual, a sus intereses y a sus deseos. El poder autoritaria nunca puede ser cambiado. La debilidad no se contempla. Solo se valora el heroísmo y la fuerza, y en conjunción con esto, lo más característico es que se basa en una filosofía nihilista, es decir vacía de contenidos. La igualdad como tal no existe, solo existe el que tiene poder y el que no lo tiene. Al mismo tiempo que la igualdad no existe, la solidaridad sería más de lo mismo. Se da una situación de dependencia, pero de una manera sutil. En ocasiones el individuo no es consciente de esa dependencia exterior que puede llegar a tener.

Destructividad No guarda relación con el sadomasoquismo puesto que éste consiste en la posesión y conservación del objeto. La destructividad pretende la total eliminación y/o destrucción del objeto. Los impulsos de índole destructiva tienden ser causados por sentimientos de aislamiento e impotencia. La destructividad no responde a algo racional, se halla en potencia dentro del individuo, y que en cualquier momento puede exteriorizarse. A pesar de no ser racionales, algunas personas en conjunción con un grupo tienden a hacerlas como tal, como un modo de auto justificación, y viendo que lo que hacen tiene algún sentido o algún tipo de lógica con raciocinio. Dos fuentes explican el porqué de la destructividad:  La angustia  La frustración por la vida Freud ha estudiado mucho el tema de la frustración de la vida relacionado propiamente con los impulsos destructivos. Para Freud lo que originan estos impulsos son por una lado los sexuales, y por otro el de la auto conservación. La intensidad de los impulsos destructivos que observamos en el carácter de los miembros de la clase media europea, es sin duda mucho mayor que la de las clases obreras. Por tanto la tesis de Freud quedaría invalidada, puesto que lo determinante serían las clases sociales, más que las condiciones interiores de la persona. Cuanto más se ven coartados los impulsos a lo largo de una vida, más tendencia existe hacia la destrucción. El nazismo entre las clases medias encontró una gran base social en este sentido.

Conformidad Automática Aparte de los mecanismos de evasión antes citados, nos encontramos con otro tipo que consisten en un retraimiento del mundo exterior, eliminando así la amenaza. En el plano individual, este mecanismo es muy práctico, pero en el plano cultural y social resultan de poca relevancia sobre todo para llevar a cabo una investigación a fondo. Este mecanismo de Conformidad automática constituye que la solución adoptada por la mayoría de los individuos de la sociedad moderna, es la que el mismo individuo se atribuye casi de forma automática. El individuo deja de ser el mismo, adopta por completo el tipo de personalidad que le proporciona la cultura. Se sabe muy bien lo que se espera de él, ya que se transforma en un ser igual a todos los demás. El resultado se produce con la pérdida total de su personalidad. La normalidad supone que un individuo es libre de pensar, hacer y decir lo que quiera. Lo hacemos por un mero sentimiento de placer con nosotros mismos, es decir tener unas determinadas pautas personales y propias. El individuo tiene la ilusión de haber llegado a una opinión propia, pero en realidad ha adoptado una autoridad inconscientemente. Este proceso puede darse en el campo social, pero solo en unos

determinados ámbitos de la vida social, por ejemplo en el campo de la política y de las opiniones que se tienen acerca de los gobernantes y del funcionamiento del sistema político. Bien es cierto que en muchas ocasiones pensamos igual que la mayoría, ello constituye un pseudopensamiento, pero eso no quiere decir nada malo, suele entrar dentro de los límites de la normalidad. Cuando no es normal, la irracionalidad por tanto residirá en el hecho de que no constituyan las decisiones un motivo real de la acción que pretenden haber causado. No podemos saber con exactitud si una persona lleva a cabo una racionalización en función de una serie de afirmaciones, sino que deberemos analizar sus fundamentos y motivaciones psicológicas. Ver no “lo” que piensa, sino “como” lo piensa. Las racionalizaciones carecen en esencia de un descubrimiento y revelación, ellas se limitan a confirmar los prejuicios emocionales que ya existen en uno mismo. Con el sentimiento ocurre lo mismo; debemos distinguir entre nuestro sentimiento que lo atribuimos como tal a nosotros mismos, y el pseudosentimiento, que pensamos que también es nuestro pero que no debe serlo. Una gran parte de nuestras decisiones son adoptadas desde fuera de nosotros mismos, y nos auto concienciamos que son adoptadas por nosotros mismos cuando en realidad no lo son. Solamente nos adaptado a los impulsos de los demás. Toda represión elimina ciertas partes del propio yo real y obliga a colocar un seudosentimiento en sustitución del que ha sido reprimido. La sustitución de seudoactos en el lugar de los pensamientos, sentimientos y voliciones originales, conduce finalmente, a reemplazar nuestro propio yo por un seudoyó. Este seudoyó representa lo que se espera de esa persona y su función, y se comporta como si fuera el verdadero. El yo original queda anulado y ahogado por el seudoyó. Este proceso lleva al individuo a un tremendo estado de inseguridad. Por ello para legitimarse necesita un constante goteo de aprobaciones por parte de los demás.