Ultima Entrevista a Lem

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Sumario. Entrevistas.

Stanislav Lem "El verdadero juez de una obra es la Historia "

Ángeles López, traducción del polaco a cargo de Teresa Bonneau (última entrevista de Stanislav Lem 1921- 2006) Artículo de Eduardo García Fernández "Stanislav Lem: un autor de culto" al final de la entrevista.

Stanislaw Lem, uno de los más grandes escritores de ciencia ficción, autor de Solaris , vuelve a ser traducido al castellano después de 15 años. Provocación (Ed. Funambulista) es una inclasificable obra que penetra en las claves de la cruel historia europea del siglo XX y dónde se analiza el Holocausto, profundizando en sus razones últimas. Considerado como uno de los más grandes y creativos escritores, a mediados del pasado siglo vaticinó que el robot sería la próxima fase de la evolución y acabaría por desplazar no sólo al hombre sino a toda la vida orgánica del Cosmos. Tiene en su haber títulos que ya forman parte de la historia de la literatura: Diarios de las estrellas, Congreso de futurología, Edén, La voz de su amo, Memorias encontradas en una bañera, La fiebre del heno, Solaris ... (que Tarkovsky llevó al celuloide y obtuvo el Premio Especial de Jurado en Cannes y cuyo texto volvería a versionar para el cine, Steven Soderbergh en el 2002). Traducido a más de 30 idiomas, en 1973 obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Dueño de una gran erudición y fuerte rigurosidad científica, su literatura intenta transmitir el sentimiento de abandono e indefensión del hombre frente a la vastedad del universo. Ni invasiones siderales, ni espadas láser, ni mutantes, los peligros de los que nos alerta Lem en sus páginas, reflejan la odisea del hombre enfrentado al cosmos como una metáfora de la impotencia ante los despotismos de cualquier índole. Desde mediados de los 80 vive volcado en el ensayo como vehículo para seguir profundizando en la convulsión, el espanto y el vértigo de la sociedad. Provocación da la vuelta al género de la reseña de los libros imaginarios que ya abordara Lem en Vacío perfecto . En el texto se conjuga la obra de un supuesto antropólogo alemán llamado Hosrst Aspernicus –que reivindica los crímenes del nazismo como forma de redención-, con un extravagante estudio que intenta recoger, mediante precisas estadísticas, todo lo que le sucede a la humanidad durante un único minuto. Con la magnífica excusa de la publicación de su obra en castellano, hemos logrado que el octogenario autor polaco rompa su silencio. Por desgracia, días antes de su repentino fallecimiento, por lo que estamos ante una de las últimas, si no la ultima, entrevista del autor. “Provocación” es el primer inédito suyo traducido al español en más de 15 años. Se trata de un excitante y perturbador análisis sobre el Genocidio. ¿La verdadera intención de

“Provocación” consiste en sacudir, en zarandear al hombre para que “despierte”? Mi mujer, con la que vivo desde hace cincuenta años, me decía el otro día que con la edad tal vez haya aceptado que hay un mensaje en mis libros, un mensaje al que debo atender, el de la salvación del mundo. Bromas aparte, está visto que el mundo no es salvable, y que la gente no anda por ahí recitando fragmentos de mis libros por la calle. Se me podría acusar de delirio de grandeza, claro…Y es que, aún cuando uno fuera Kant, que no lo soy, nada cambiaría el que hubiera gente que estuviera a favor o en contra de mis posturas, el mundo seguiría igual… Sin duda, todo cuanto escribo puede ser entendido desde esa perspectiva "interpretativa", como si yo fuera una Casandra. No en balde, en "Ciberiada", uno de los protagonistas es un filósofo que durante 70 años va diciendo genialidades y al que nadie le hace el menor caso… tal vez sea una especie de autorretrato mío… Ahora, en serio: ¿qué poder tiene la literatura? ¿Puede cambiar por ejemplo la política? Está claro que no. Todo ser humano alberga esperanzas, muchas veces irracionales en este sentido, y a la postre acaba tremendamente decepcionado. Hace veinte años ya dije que todo suele acabar muy mal, pero nadie me quiso hacer caso… En mis libros menudean ciertas ideas didácticas, pero no he escrito jamás para aleccionar a la malhadada y estúpida humanidad y convertirla en más justa y virtuosa, si bien reconozco esa intención educativa en muchos de mis libros. En "Eden", por ejemplo, que es en principio sólo una novela de aventuras, se ve que el hecho de bloquear la información dentro del circuito social puede tener unas consecuencias nefastas. O en "Solaris", que es un ataque contra el antropomorfismo, hay un programa para una cosgomonía contemporánea. Y e ése es un enfoque que se puede hallar en toda mi obra no sólo en "Provocación". Los libros cobran vida en el momento en que los lectores se los apropian, y esto hace que sea imprevisible la recepción de los libros en relación con las expectativas que pueda tener su autor. ¿En qué circunstancias se alumbró “Provocación”? ¿Cómo fue la recepción de la obra cuando fue publicada por vez primera? No recuerdo las circunstancias que rodearon la escritura d e "Provocación". Pero puedo asegurar que no escuché precisamente música celestial durante ese proceso. El libro se publicó por vez primera en Alemania en 1980, pero sólo la parte relativa al genocidio, a la obra imaginaria de Aspernicus. Sólo en 1984 se editó en Polonia, pero esta vez ya con el añadido de la reseña sobre "One Human Minute". Muchos comentaristas e historiadores creyeron en la existencia real de la monografía sobre el Holocausto del escritor alemán Aspernicus. No se percataron de que, aunque sólo por problemas de fechas, ese libro no podía existir… y cuando le preguntaron por el libro de Aspernicus al director de la Comisión de Crímenes Hitlerianos … ¡el tipo contestó que lo tenía en su mesita de noche pero que todavía no le había dado tiempo a leerlo! “Provocación” no parece un análisis de los horrores del pasado ni tampoco una sátira sobre el presente... ¿se trata de un oscuro vaticinio sobre el futuro próximo? Y al hilo de esto, ¿cómo ha logrado que sus libros no mueran, una vez muerto el sistema contra el que iban dirigidos? No me gusta hablar de mensajes en mi obra. Los libros tienen que hablar por sí mismos, un libro cobra vida a partir del momento en que es leído, y se produce una química entre el lector y el autor, pero poco importa cual hay sido la intención del autor al escribirlo. Ahora bien, sería triste comprobar, por otro lado, que un libro como "Provocación" sigue siendo de actualidad hoy en día, sería triste… Desde finales de los 80 se volcó en el ensayo... ¿por qué motivo sintió la necesidad de abandonar la ciencia ficción? ¿acaso la misma razón que, durante los peores momentos del

stalinismo, le llevó a abandonar el realismo por la literatura fantástica? ¿Acaso hubiera debido seguir escribiendo ficción hasta el final de mis días? Un hombre puede cambiar de oficio. A veces escribo cosas divertidas y otras veces cosas menos divertidas. El ser humano debe dedicarse a hacer aquello para lo que está dotado, y yo pensaba que sabía escribir cierta literatura y así lo hice. Luego, con el tiempo, me planteé si seguía sabiendo… La motivación fue disminuyendo, los centros de interés cambian, también cambian las circunstancias… Pero muchas de las cosas que eran fantasía se han hecho realidad. Hoy en día, la realidad es más "caricaturesca" que lo que yo mismo encontré en mi imaginación en su día, con lo cual no tiene sentido que compitan la fantasía y la realidad entre sí…. No hay imaginación que pueda competir con la realidad, no hay nada que pueda superar la realidad actual, es un esfuerzo inútil… Este lenguaje propio de las fábulas de Esopo que yo usé en su momento ya no es necesario; por otro lado, yo no debo luchar contra el poder. Actualmente se pueden firmar manifiestos, artículos, aunque tal vez sean sólo gestos, no sirvan de gran cosa. Pero escribir libros… No sé, muchas cosas están caducas o simplemente son estériles, o es que yo he perdido las ganas de escribir. Por ejemplo, algo como la conquista del espacio por los astronautas no tiene sentido para mí, pues no creo que los hombres puedan colonizar Marte. En ese caso es mejor callarse y dejar la pluma silenciosa. El género de la ciencia ficción es algo que no soporto, lo considero un género muy menor, muy pueril y carente de todo valor cognitivo. Prefiero mil veces cualquier novela policíaca, por mala que sea, que todas esas zarandajas galácticas… Escribí un artículo en los 70 titulado algo así como Ciencia ficción: un caso desesperado con alguna excepción , e inmediatamente me dieron de baja de miembro en la Science Fiction Writers of America. De jóven escribí novelas cercanas a la ciencia ficción, para poder escapar del realismo social en boga y paras sortear la censura estalinista, pero no dejo que se reediten… Hablando de mis libros ya de madurez, "Ciberiada", "Fábulas de robots", etc., son más apólogos o cuentos filosóficos en la tradición de la literatura francesa del Siglo de las Luces que ciencia ficción. Pero siempre intenté que hubiera una base científica, siempre busqué confirmación científica de lo que yo escribía. En realidad, me considero, permítaseme el término, no un científico sino un "cientista"…o, por lo menos, eso he intentado. Yo no creo en los OVNI ni en las que nos cuenta van Däniken sobre los pre-astronautas y esa cosas; todo esto va en contra del más elemental raciocinio y ofende la mente de cualquiera, son auténticas majaderías… A muchos seres humanos, que no saben hacer nada de nada, les viene muy bien que sean unos visitantes del cosmos los que hayan construido las pirámides… o la vasija de barro más insignificante. En fin, y resumiendo: siempre he intentado dar cuenta en mis libros de mis más profundas convicciones. Una de las cosas que más sorprenden al leer “Provocación”, cuyo tema es el análisis de las convicciones que tenemos sobre el Holocausto, es que derrocha un tremendo sentido del humor. ¿Cómo se le ocurrió introducir algo, a primera vista tan ajeno al tema tratado? Hay mucha ironía en mi obra. Se dice a menudo que la ironía es hija de la impotencia, al menos históricamente así ha sido.Muchas veces era la única manera que tenía un escritor de expresarse. De todos modos, no hay que hacerse ilusiones, la palabra no es muy eficaz. Me gusta la literatura en cierto modo didáctica, pero que se ajuste a las buenas preguntas y a las buenas respuestas. Yo mismo me baso en el sistema científico del "prueba y error", pero en literatura no hay recetas. La literatura actual es truculenta, sanguinolenta, desprecia todo pintoresquismo, creyendo que el hecho de chocar equivale a una catarsis, y no es así. Chocar es sólo golpear a alguien en la cabeza con un mazo, pero eso no purifica, eso no es catártico. Yo en mis libros intento usar un lenguaje sencillo, casi primitivo. En “Provocación”, habla de una manera bastante convincente sobre la semejanza entre la ética nazi del Genocidio y la naturaleza de los modernos terrorismos. ¿Se puede decir que

esta obra prefigure la irrupción del fenómeno del terrosismo suicida? "Provocación" habla de algo propio a la naturaleza humana. Muchos males pueden explicarse desde esta óptica: el ser humano comete muchos actos porque persigue un ideal elevado y oficializado. Maltratar, destruir, asesinar por un ideal supuestamente generoso es mucho más interesante y más atractivo que incurrir en atrocidades con nocturnidad y a escondidas. Y tanto más placer se obtendrá si todo esto se hace por cuenta ajena, no egoístamente, sino por un ideal majestuoso como puede ser una ideología, un ordenamiento jurídico, una religión o un estado totalitario. En tal caso no sólo se satisfacen los más bajos instintos sino que además uno recibe premios, recompensas y palmaditas en la espalda. En Alemania mi obra es considerada la de un filósofo, uno filósofo visionario. Es cierto que hay elementos filosóficos en algunos de mis libros. En "Solaris" se habla del lugar del hombre en el mundo, o en relación con "El diario de las estrellas" se me ha comparado con Swift y su Gulliver… "Ciberiada" dio lugar a una reseña en el New York Times en donde se decía de mí que era "un Jorge Luis Borges de la era espacial, que maneja en serio conceptos de la filosofía y de la física, desde el libre albedrío hasta la teoría de las probabilidades". Me hizo mucha ilusión esto último. Se ve que mis libros suscitan un abanico de interpretaciones muy diferentes según el ámbito lingüístico de recepción de que se trate. Pero el verdadero juez de una obra es la Historia, sólo ella tiene la última palabra. Vuelve a jugar a ese excitante juego de las reseñas de libros ficticios que ya practicó en “Vacío perfecto”. ¿Dónde reside la diferencia entre estos dos trabajos? ¿Es que este género permite decir cosas que de otro modo no se pueden decir? “ Provocación” va en esa línea. Escribí cuatro volúmenes de reseñas de libros imaginarios bajo el epígrafe general de "La biblioteca del siglo XXI". Con la edad me volví impaciente y ya no soportaba la dura labor artesanal inherente a ser un fabulador, pues convertir una iluminación, una fulgurancia que cruza por tu mente en obra literaria requiere mucho esfuerzo, pero no sólo mental, sino también físico. De ahí lo de las reseñas: necesitaba usar menos fabulación, todo lo que era narratividad me había llegado a aburrir tanto…¿De qué sirve contar que la marquesa salió de casa a las cinco? Esos libros me permitieron experimentar, probar modelos, fueron muy útiles para mí. ¿Cuál es la conexión interna entre las dos piezas reseñadas en “Provocación” —“Der Völkermord – El Genocidio”, y “A Human Minute”—?. ¿Se trata de una alegoría sobre el ser humano como mero objeto? Como ya he dicho, añadí la reseña sobre "El minuto huma no" en la edición polaca. El peso intrínseco de la primera parte (el holocausto, los campos de extermino, etc) no permitían ninguna frivolidad; no podía coexistir en el mismo libro con cualquier cosa. De ahí que escribiera lo de "El minuto humano" con mucha seriedad, y me costó un gran esfuerzo. En Alemania es considerado un filósofo, en Rusia un científico y en Polonia, un autor de libros para niños... Lo cierto es que muy pocos escritores nos han llevado tan lejos como usted, en todos los sentidos. ¿Cómo le gusta ser leído? Es difícil eso de cómo es uno es percibido…. ¿Por qué en Japón o en España mis libros son tan apreciados y, en cambio, los franceses desprecian olímpicamente tales obras maestras? Bromas aparte, lo que no me gustaría es pasar a la historia como un escritor de obras infantiles.

*** Stanislav Lem: un autor de culto por Eduardo García Fernández

El articulo "Stanislaw Lem: un autor de culto", estaba previsto ser publicado en un futuro especial de Literatura fantástica. Los acontecimientos mandan, y hemos decidido que dada la trascendencia de la entrevista, la ultima que había concedido, y su reciente fallecimiento, que mejor homenaje que unirlos. Vaya pues por delante nuestro admiración a uno de los grandes de la literatura de todos los tiempos

A pesar de que no me considero un lector de ciencia ficción, he encontrado en esta novela muchos aspectos que la entroncan o son afines a aquella literatura que no entiende de géneros ( no en vano se hicieron dos versiones cinematográficas de ella, la de Andrei Tarkoski en 1.973 y la de Steven Soderbergh de 2..002), y que la emparenta con lo que estimo es la auténtica literatura; la que aborda los problemas humanos desde nuestra condición más humana. Aunque nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte, la vida en la tierra y fuera de la misma es igual, en tanto en cuanto lo que cambia es el entorno o contexto, como en este caso el del planeta con dos soles llamado Solaris, así como el tiempo, un futuro que no se llega a precisar. Así Christiane Zschirt, la autora de “Libros. Todo lo que hay que leer” (edit.taurus 2.004) llega a afirmar que “ésta novela tiene tanto que ver con la ciencia ficción como el capitán Kirk con Mefistófeles”. A modo de pequeña síntesis avanzaré de qué trata la novela. Solaris es un planeta cubierto por un inmenso océano gelatinoso. Un mar semejante a un gigantesco cerebro, a modo de inteligencia no humana. Los científicos terrestres desde hace tiempo, décadas, están intentando analizar a qué se enfrentan. Es cuando envían al psicólogo Kris kelvin (protagonista principal) a la estación espacial para averiguar si tiene sentido continuar el proyecto de investigación. No pretendo desvelar más sobre los entresijos de la novela, sólo que el protagonista, a pesar de estudiar a fondo la montaña de documentos que se han ido acumulando con las décadas de exploración, se muestra incapacidad para entender o averiguar algo sobre el misterioso océano Solaris. El suspense que sustenta la narración le permite al autor hablar de cuestiones como la soledad, que a veces busca el protagonista para poder ordenar sus ideas sobre lo que le acontece ( una soledad que a mi me remitió a la que también sufre el personaje de la película de S.Kubrick en 2001 Una odisea en el espacio, esa soledad cósmica). Evidentemente el hecho de que sea enviado un científico (psicólogo) a desvelar lo que realmente ocurre en la estación lo enriquece, ya que aquí se plantean cuestiones como las alucinaciones, lo que es real o no, lo que verdaderamente existe e incluso la locura, como cuando Kelvin dice: “ un cambio inesperado se operó en mi, el pensamiento de que me había vuelto loco me devolvió la calma”. Se cita a Don Quijote auque no sea más que de pasada en la página 55 (de la edición que manejé, la de Minotauro) pero que me resultó cuanto menos y especialmente en este año

conmemorativo significativo, puesto que Kelvin tiene algo de don Quijote, aunque evidentemente La Mancha no sea Solaris. Pero sobre todo lo que más prevalece es la pasión o emoción por descubrir la verdad, aunque en ciertos momentos fuera incomprensible, citando a Beethoven: ” hacer todo el bien posible, amar la libertad sobre todas las cosas y aún cuando fuera por un trono, nunca traicionar a la verdad ”. Se plantean cuáles son los límites del conocimiento científico humano; cómo al enfrentarse con otra inteligencia no humana no somos capaces de superar las barreras del propio antropocentrismo, como en su día Sir William Hamilton un inglés ilustrado del siglo XVIII pretendía en sus viajes a Nápoles ordenar el mundo, dominarlo. Esa sería la aspiración última de los viajeros occidentales en sus periplos por los nuevos mundos. Algo similar les sucede a los que van a Solaris. Así se dice: “nadie podría pensar sino con su propio cerebro, nadie podría verse desde el exterior y verificar el adecuado funcionamiento de los procesos internos”. Y al hablar de procesos internos es inevitable que emerja la memoria, pero aquí lo curioso es que a pesar de no aprender nada acerca del océano sí se aprende acerca de nosotros ya que a los investigadores se les aparecen espectros de su pasado, y deben de saber enfrentarse a ellos, a esas personas que formaron en algún momento de sus vidas parte de ellos y que son significativas e importantes o más bien lo fueron. Y aunque ahora sólo sean recuerdos ya que se encuentran muertas (pero a la vez cobran vida), éste enfrentamiento con el pasado provoca en Kelvin todo un planteamiento de querer salvar a su amada. Esta lucha por salvar a lo que más quiere le llevará a los límites del miedo, pero acudiendo a algo enteramente humano, el coraje: “,...recordé cuánto me había asustado la víspera , la mirada vacía de la noche; mi miedo me hizo sonreír ... respiré hondo, saboreando la oscuridad. Estaba vacío, liberado de todo pensamiento”. Y más adelante señala Kelvin: “pero ya nada me asombraba, ni siquiera mi propia indiferencia. Había traspuesto las fronteras del miedo y la desesperación. Había llegado muy lejos. Nadie jamás había llegado tan lejos”. Lo que en un principio podría parecer un viaje exterior hacia la comprensión de una inteligencia como la del mar Solaris, llevará al viaje interior donde reside gran parte del encanto y misterio del planteamiento de la novela; esa idea original de lo que se da en llamar proyecciones cerebrales materializadas, es decir, la propia materialización de nuestros recuerdos provoca en el lector la verdadera comprensión del funcionamiento de la memoria no como un compartimento estanco a modo de memoria a corto y largo plazo, sino como una tupida y extensa red que está engarzada en todos nuestros aprendizajes y experiencias a modo de la búsqueda del tiempo perdido de M.Proust y que conforma nuestra biografía. La descripción que el autor realiza de la biblioteca me resulta notable: “situada en el centro mismo de la estación, la biblioteca no tenía ventana, era el sitio más aislado en el gran caparazón de acero, y yo me sentía relajado, pese al fracaso manifiesto de mis búsquedas”. Aún cuando estamos en un futuro y esto resulta cuando menos curioso la biblioteca sigue estando presente en un sentido tradicional, como ese lugar de refugio y aislamiento pese a las decepciones y fracasos del personaje. Es uno de los lugares de reposo y reflexión del guerrero. Existen ciertas semejanzas o concomitancias que es necesario señalar ya que el océano de Solaris guarda “ciertas” similitudes con los océanos de la tierra; esas enormes extensiones de mar que influyen con sus múltiples corrientes en el clima según nos dicen los oceanógrafos y de las que según parece desconocemos mucho de sus fondos abisales. Incluso es inevitable traer a colación esa antigua hipótesis de Gaia de Loovelock (creo recordar de los años 70 aproximadamente) sobre la tierra entendida en su conjunto como un Todo, un organismo dotado de vida en toda su extensión, a semejanza de Solaris.

Una nueva comparación de la inteligencia humana con la de Solaris lleva al autor a decir: “ la mente humana no puede absorver sino pocas cosas a la vez; vemos sólo lo que ocurre ante nosotros, aquí y ahora, no podemos concebir simultáneamente una sucesión de procesos, ni siquiera procesos concurrentes o complementarios.” Sin embargo somos capaces de captar el valor de un instante como diría Luis Landero “La advertencia de que todo instante vivido es perdurable si se pone fe en el“. A lo largo del libro se emplean términos científicos y técnicos, sin embargo me ha llamado poderosamente la atención que en la fecha del libro (1961) se emplee el término ordenador cuántico, algo que se conseguirá según los expertos en un plazo de tiempo no muy largo. Es ese hablar de determinados avances de la ciencia que más tarde se llegarán a conseguir, algo parecido al Viaje a la luna de Julio Verne. Y a la vez que vamos estableciendo ciertas semejanzas o similitudes quisiera señalar la que existe entre el personaje principal Kelvin con el científico y premio Nobel de física Richard Philips Feynman en su permanente búsqueda de la verdad y la belleza (en esas maravillosas y poéticas descripciones que el personaje realiza del océano). Feynman como amante de la verdad, así como Kelvin, establece un proceso lleno de imaginación y creatividad para descubrir cómo funciona supuestamente el océano, pero seguido en todo momento por una honradez intelectual y ética que proporcionan las herramientas del pensamiento crítico y de la revisión constante y racional de los sistemas de creencias propios y ajenos. Tengamos en cuenta las múltiples lecturas y repaso de las mismas que realiza Kelvin de toda la historia del descubrimiento de Solaris con las hipótesis desde el inicio del estudio del planeta hasta el momento presente en el cuál él se halla inmerso. En las aportaciones de Kelvin, así como en las de Feynman en la física, predominan más la agudeza de las observaciones y la intuición que las deducciones para interpretar los procesos físicos del planeta. Matar o destruir aquello que no comprendemos, como se plantea a modo de solución con el enigma de Solaris, puede ser comparado con lo que actualmente se realiza con los océanos aquí en la tierra, con la selva amazónica o con el deterioro en general del medio ambiente. La cadena de contingencias a las que se ve sometido Kelvin le lleva a ciertas reflexiones, una de las cuáles bien merece la pena ser citada: “desde anoche he vivido horas que valen años. Años que no se olvidan”..., “ donde no hay hombres no hay motivos humanos”. Es como que lo auténticamente humano (y Kelvin está descrito como humano demasiado humano que diría Nietzsche) se enfrenta ante lo desconocido y para ello debe, llegado a un determinado momento de los acontecimientos decidir: “si deseamos continuar investigando tenemos que destruir nuestros propios pensamientos”. Es aquí donde nuevamente vuelvo a ver ciertas similitudes con el físico Feynman que clasificaba a los científicos en babilónicos o griegos a la hora de hacer ciencia. Y Kelvin es babilónico ya que prima en su forma de ir descubriendo la verdad, su libertad de imaginación y su instinto o intuición de los fenómenos físicos del océano misterioso. Remontándonos a las múltiples reflexiones filosóficas que abundan a lo largo de la novela acerca de nuestra condición humana, escogería una que a mi modo de ver resume el núcleo central: “el hombre se había lanzado al descubrimiento de otros mundos y otras civilizaciones, sin haber explorado íntegramente sus propios abismos, ese laberinto de oscuros pasadizos y cámaras secretas, sin haber penetrado en el misterio de las puertas que él mismo ha condenado”. La valentía y decisión con la que está trazado el protagonista le lleva a escoger caminos por donde sabe que no hay retorno posible, algo que también (puestos a buscar similitudes) ocurre en la Tierra. Es como que aunque cambia el escenario, el atrezzo, sea Solaris o la Tierra, al final

el hombre debe de decidir (con un margen de opción, eso sí) el camino a escoger: “toda generación de hombres cuentan con un número aproximadamente constante de hombres inteligentes y decididos, y que se distinguen sólo porque toman caminos diferentes”. Solaris es un eterno desafío que vive y actúa a través Kelvin, buscando la revelación que explique el sentido del destino del hombre. Aquí se resalta un capítulo dedicado al sueño, situación propicia para que el océano acceda a estados de conciencia alterados de la tripulación de la estación, como si el hombre estuviera indefenso y Solaris se aprovechara para filtrarse en el cerebro a modo de una vampirización. Pero sobretodo se busca encontrar una voluntad o finalidad de ese inmenso océano ya que trasladar patrones humanos al océano no había servido. El cierre de la narración recuerda el recurso narrativo de dejar un final con una interpretación abierta puesto que el misterioso planeta está interesado en el Hombre y sobre todo en el protagonista, quien a partir de cierto momento de la novela, vivirá de la esperanza después de haber pasado a modo de Dante por múltiples y variadas pruebas. Eduardo García Fernández Literaturas.com