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          Divina Liturgia De San Juan Crisóstomo            2 Publicado con

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    Divina Liturgia

De San Juan Crisóstomo

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Publicado con la aprobación y la licencia de Su Eminencia, Antonio, Arzobispo Metropolitano de la Iglesia Ortodoxa Antioquena en México, Venezuela, Centroamérica y el Caribe.

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 EL KERON El sacerdote que se propone celebrar la Divina Liturgia debe, en primer lugar, estar en paz con todos y no guardar rencor contra nadie; y en cuanto le sea posible, debe guardar su corazón de malos pensamientos. Desde las Vísperas de la celebración, ha de mantenerse vigilante y sobrio de mente y de cuerpo hasta la hora de la Divina Liturgia. Llegado el momento, el sacerdote y el diácono – ambos revestidos de raso, frente a la Cátedra de la nave o Trono Episcopal – hacen una reverencia.1 Luego en el Soleas, con las Puertas Santas cerradas y el diácono a la derecha, hacen tres reverencias diciendo: «Oh Dios,

purifícame a mí, pecador, y ten piedad de mí.»

Diácono:

Bendice, reverendo padre.

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Cuando el obispo está presente y va a celebrar la Liturgia, los sacerdotes y diáconos sólo toman la bendición de éste. Al entrar el obispo en el templo, bendice al pueblo y sube al Trono Episcopal; el primer sacerdote se dirige a él acompañado por el primer diácono (a su derecha), hacen reverencia ante el obispo y toman la bendición; luego hacen tres reverencias ante las Puertas Santas, piden perdón al pueblo y entran al Santuario —el sacerdote por la Puerta Sur y el diácono por la Puerta Norte—. Así lo hacen también los demás sacerdotes y diáconos (cada sacerdote con un diácono), y se revisten con el ornamento. El obispo realiza el Keron cuando el coro canta «Alabadle, todos sus ángeles», o en el momento que él considere pertinente.

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Bendito sea nuestro Dios perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

Sacerdote:

¡Gloria a Ti, Dios nuestro, gloria

a Ti! Rey celestial, Consolador, Espíritu de verdad, que estás en todo lugar llenándolo todo, tesoro de bienes y dador de vida: ven a habitar en nosotros, purifícanos de toda mancha y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas. Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. Diácono: (3 veces)

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros

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pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias por tu Nombre. Señor, ten piedad. (3 veces) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

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Ten piedad de nosotros, oh Señor, ten piedad de nosotros, porque somos incapaces de defendernos. Nosotros, pecadores, te ofrecemos, oh Maestro, esta súplica: ten piedad de nosotros. Sacerdote:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Diácono:

Oh Señor, ten piedad de nosotros, porque en Ti hemos puesto nuestra confianza: no estés sobremanera airado contra nosotros, ni te acuerdes de nuestras iniquidades. Mas vuelve la mirada hacia nosotros, oh Compasivo, y líbranos de nuestros enemigos, pues eres nuestro Dios y somos tu pueblo; todos, obra de tus manos, invocamos tu Nombre Santo. Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Sacerdote:

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Ábrenos las puertas de la compasión, oh bendita Madre de Dios, pues poniendo nuestra confianza en ti no seremos defraudados, y por ti nos libraremos de las adversidades, porque tú eres la salvación de los cristianos. Diácono:

Señor, ten piedad.

(12 veces)

Se dirigen hacia el icono del Señor y lo veneran diciendo:

Nos prosternamos ante tu Purísima Imagen, oh Bondadoso, suplicándote el perdón de nuestras faltas, oh Cristo Dios; porque, por tu propia voluntad, aceptaste ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz para salvar de la esclavitud del adversario a los que Tú creaste. Por lo tanto, agradecidos, exclamamos: «Has llenado todo de alegría, oh Salvador, al venir para salvar al mundo.» Se dirigen hacia el icono de la Madre de Dios y lo veneran diciendo:

Oh Madre de Dios, manantial de clemencia: haznos dignos de tu 9

compasión; mira a este pueblo pecador, manifiesta tu poder como lo has hecho siempre, porque esperando en ti te clamamos: «¡Regocíjate!», como lo hizo el Arcángel Gabriel, adalid de las potestades incorpóreas. Se dirigen hacia el icono de san Juan Bautista y lo veneran diciendo:

La memoria del justo es con alabanzas, pero a ti, oh Precursor, te basta el testimonio del Señor; porque te volviste verdaderamente el más honrado de los profetas al ser digno de bautizar en el Jordán al que fue anunciado; y así como defendiste la verdad, con alegría anunciaste, hasta a los que estaban en el Hades, a Dios que se ha revelado en el cuerpo, que quita el pecado del mundo y nos otorga la gran misericordia. Se dirigen hacia el icono del santo Patrono y lo veneran diciendo su Tropario propio.

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Después de la veneración de los iconos, el sacerdote y el diácono regresan a su lugar ante las Puertas Santas, se descubren la cabeza y se inclinan, y el diácono dice: Diácono:

Roguemos al Señor. Señor, ten

piedad. El sacerdote, elevando las manos, dice la siguiente oración:

Oh Señor, extiende tu mano desde tu excelsa morada y fortifícame para este ministerio, a fin de que pueda comparecer sin condenación ante tu temible tribunal, y celebrar el sagrado e incruento Sacrificio. Porque tuyos son el poder y la gloria, por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

¡Gloria a Ti, oh Cristo Dios, nuestra Esperanza, gloria a Ti! Sacerdote:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Diácono:

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Señor, ten piedad reverendo padre.

(3 veces).

Bendice,

El sacerdote termina el Keron con la conclusión menor:

Cristo nuestro verdadero Dios, por la intercesión de su purísima e inmaculada Madre; de los santos gloriosos y alabadísimos apóstoles; de nuestros justos y teóforos Padres; de nuestro padre entre los santos Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla Sacerdote:

(si es la liturgia de san Basilio Magno, dirá: de

nuestro padre entre los santos Basilio Magno, arzobispo de Cesarea); de los santos y justos

Abuelos del Señor, Joaquín y Ana; de san (.....), titular de este santo templo; de san (.....) cuya memoria celebramos hoy; y de todos los santos: tenga misericordia de nosotros y nos salve, pues Él es Dios bondadoso y amante de la humanidad. Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios Sacerdote:

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nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos. Diácono:

Amén.

El sacerdote y el diácono se inclinan el uno hacia el otro, y luego hacia el pueblo pidiendo perdón; en seguida, entran al Santuario —el sacerdote por la Puerta Norte y el diácono por la Puerta Sur—, diciendo:

Entraré en tu morada por la abundancia de tu misericordia; me postraré hacia tu santo templo en tu temor. Hacen tres reverencias ante el santo Altar; el sacerdote besa el Evangelio y el santo Altar, mientras que el diácono sólo besa la esquina del Altar. Posteriormente, ambos proceden a revestirse.

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ORACIONES AL REVESTIRSE 1. El Diácono El diácono se dirige al sacerdote con sus ornamentos e, inclinando su cabeza, dice:

Bendice, reverendo padre, el Esticario, el Orario y los Epimaniquios. Diácono:

El sacerdote los bendice con la señal de la cruz diciendo:

Bendito sea nuestro Dios perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

El diácono besa la mano derecha del sacerdote y se dirige al lugar donde se revestirá; coloca los ornamentos sobre la mesa, hace tres reverencias diciendo: «Oh Dios, purifícame a mí, pecador, y ten piedad de mí», luego besa el Esticario, y se reviste con él diciendo:

Mi alma se regocija en el Señor, porque me ha vestido con manto de salvación, y con vestidura de júbilo me ha cubierto. Como a un Novio me ha coronado, y como a una Novia me adornó con joyas preciosas.

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Besa el Orario, y se lo coloca sobre el hombro izquierdo diciendo:

Santo, santo, santo, Señor del Sabaoth; el cielo y la tierra están llenos de tu gloria. Besa el Epimaniquio derecho, y se lo coloca diciendo:

Tu diestra, Señor, es glorificada en fortaleza; tu diestra, Señor, ha quebrantado al enemigo, y con la grandeza de tu gloria has abrumado a tus adversarios. Besa el Epimaniquio izquierdo, y se lo coloca diciendo:

Tus manos me han creado y me han formado: dame entendimiento y comprenderé tus mandamientos.

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2. El Sacerdote El sacerdote hace tres reverencias diciendo: «Oh Dios, purifícame a mí, pecador, y ten piedad de mí» . Luego bendice su ornamento diciendo:

Bendito sea nuestro Dios perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Bendice el Esticario, lo besa, y se reviste con él diciendo:

Mi alma se regocija en el Señor, porque me ha vestido con manto de salvación, y con vestidura de júbilo me ha cubierto. Como a un Novio me ha coronado, y como a una Novia me adornó con joyas preciosas. Bendice el Epitraquilio, lo besa, y se lo pone diciendo:

Bendito sea Dios, que derrama su Gracia sobre sus sacerdotes como mirra sobre su cabeza, la cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y se derrama hasta el borde de sus vestiduras.

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Bendice el cíngulo, lo besa, y se lo pone diciendo:

Bendito sea Dios, que me ciñe de poder y hace perfecto mi camino; me da pies como de gacela y me reafirma en las alturas. Bendice el Epimaniquio derecho, lo besa, y se lo pone diciendo:

Tu diestra, Señor, es glorificada en fortaleza; tu diestra, Señor, ha quebrantado al enemigo, y con la grandeza de tu gloria has abrumado a tus adversarios. Bendice el Epimaniquio izquierdo, lo besa, y se lo pone diciendo:

Tus manos me han creado y me han formado: dame entendimiento y comprenderé tus mandamientos. Si tiene la dignidad del Epigonatio, lo bendice, lo besa, y se lo pone diciendo:

Ciñe tu espada sobre el muslo, oh Poderoso; con tu gentileza y hermosura avanza y sé próspero; cabalga sobre palabra de verdad, de mansedumbre y de 17

justicia, y tu diestra maravillosamente.

te

guiará

Tomando el Felonio, lo bendice, lo besa, y se reviste con él diciendo:

Tus sacerdotes se vestirán de justicia, oh Señor, y tus santos darán voces de júbilo. Antes de proceder a la preparación de la ofrenda, el sacerdote y el diácono se lavan las manos diciendo:

Lavaré mis manos entre inocentes y andaré en torno a tu Altar, oh Señor, para escuchar la melodía de tu alabanza y pregonar todos tus prodigios. Señor, he amado la belleza de tu casa, el lugar donde mora tu gloria. No pierdas mi alma junto con los impíos ni mi vida con los sanguinarios, en cuyas manos hay crímenes y cuya diestra está llena de sobornos. Yo, por el contrario, he marchado en la bondad: rescátame y ten dadpip de mí, pues mis pies han andado en rectitud. En las asambleas, te bendeciré, oh Señor. (Sal. 25: 6-12)

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3. El Obispo El obispo, después de realizar el Keron, entra al Santuario, y se reviste con los ornamentos en la siguiente forma: Hace tres reverencias diciendo: «Oh Dios, purifícame a mí, pecador, y ten piedad de mí». Luego, bendice sus ornamentos diciendo:

Bendito sea nuestro Dios perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Obispo:

Diácono:

Amén.

El diácono ofrece cada pieza del ornamento al obispo, quien la bendice y la besa; el diácono le coloca cada parte del ornamento diciendo: «Roguemos al Señor. Señor, ten piedad.» Luego, la oración correspondiente, concluyéndola con: «... perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.» Las oraciones correspondientes: Al Esticario:

Mi alma se regocija en el Señor, porque me ha vestido con manto de salvación, y con vestidura de júbilo me ha cubierto. Como a un Novio me ha coronado, y

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como a una Novia me adornó con joyas preciosas. Al Epitraquilio:

Bendito sea Dios, que derrama su Gracia sobre sus sacerdotes como mirra sobre su cabeza, la cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y se derrama hasta el borde de sus vestiduras. Al cíngulo:

Bendito sea Dios, que me ciñe de poder y hace perfecto mi camino; me da pies como de gacela y me reafirma en las alturas. Al Epimaniquio derecho:

Tu diestra, Señor, es glorificada en fortaleza; tu diestra, Señor, ha quebrantado al enemigo, y con la grandeza de tu gloria has abrumado a tus adversarios.

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Al Epimaniquio izquierdo:

Tus manos me han creado y me han formado: dame entendimiento y comprenderé tus mandamientos. Al Epigonatio:

Ciñe tu espada sobre el muslo, oh Poderoso; con tu gentileza y hermosura avanza y sé próspero; cabalga sobre palabra de verdad, de mansedumbre y de justicia, y tu diestra te guiará maravillosamente. Al Sacos:

Tus sacerdotes se vestirán de justicia, oh Señor, y tus santos darán voces de júbilo. Al Omoforio:

Has cargado sobre tus hombros nuestra naturaleza extraviada, oh Cristo, y al ascender, la has llevado con Dios Padre. A la Cruz

Dijo el Señor: «Quien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.» 21

Al Engolpio del Señor (en caso del Patriarca):

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, y renueva un espíritu firme dentro de mí. Al Engolpio de la Virgen:

Mi corazón ha derramado bondadosas palabras, yo recito mis obras al rey. Mi lengua es ágil pluma de escritor. A la Mitra:

Has puesto sobre su cabeza una corona de piedras preciosas; te pidió vida y le concediste longevidad. Al báculo:

Un cetro de poder el Señor te enviará desde Sión, y dominarás en medio de tus enemigos.

LA PROPOSICIÓN DE LA OFRENDA Después del lavatorio, el diácono se dirige a la mesa de la oblación para preparar y ordenar los vasos sagrados: después de haber prendido una vela, extiende el Cálima

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sobre el cual coloca la Patena (a la izquierda) y el santo Cáliz (a la derecha); del lado izquierdo de la Patena coloca los tres Velos y el Asterisco, mientras coloca la cuchara con un Cálima sobre el santo Altar a la izquierda del Tabernáculo. Deposita la Prósfora (el pan de la Ofrenda) con la lanza en una bandeja especial, la cual coloca céntricamente ante el Cáliz y la Patena. Finalmente coloca el agua y el vino a la derecha del Cáliz. Entonces el sacerdote se para ante la mesa de la oblación y dobla el Felonio que lleva puesto (para que no le dificulte su labor durante la Proposición); el diácono se para a su diestra y ambos hacen tres reverencias, diciendo para sí mismos: «Oh Dios, purifícame a mí,

pecador, y ten piedad de mí». El sacerdote coloca la lanza sobre el pan y lo eleva al nivel de su frente, diciendo:

Nos redimiste de la maldición de la Ley con tu preciosa Sangre. Cuando fuiste clavado en la Cruz y herido con una lanza, hiciste brotar a los mortales inmortalidad. ¡Salvador nuestro, gloria a Ti! Sacerdote:

El diácono, sosteniendo su Orario, dice: Diácono:

Bendice, reverendo padre.

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El sacerdote hace con el pan la señal de la cruz, diciendo:

Bendito sea nuestro Dios perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

Coloca el pan de la Ofrenda sobre la Patena y, con la lanza en su diestra, hace la señal de la cruz sobre el pan, diciendo cada vez:

En memoria de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo. Sacerdote:

La Prósfora lleva en su centro un sello cuyas abreviaturas significan «Jesucristo Vencedor». El sacerdote recorta la parte de la Prósfora con el sello, clavando la lanza y haciendo con ella incisiones en los cuatro lados de la Prósfora. y anuncia respectivamente las siguientes profecías alusivas a la Pasión:

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Primero, lo corta del lado derecho diciendo:

Como oveja fue llevado al matadero… Sacerdote:

Del lado izquierdo, diciendo:

… y como el inocente cordero que enmudece ante su trasquilador, no abrió su boca. Sacerdote:

Del lado superior, diciendo:

En su humillación fue levantado su juicio… Sacerdote:

Del lado inferior, diciendo:

…y su generación, ¿quién la describirá? Sacerdote:

Diácono:

Eleva, reverendo padre.

El sacerdote separa el Cordero del resto del pan; clavando oblicuamente la lanza en el lado derecho y cortando la capa del fondo de ésta, dice: Sacerdote:

Porque su vida es elevada de la

tierra. Diácono:

Sacrifica, reverendo padre.

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El sacerdote invierte el Cordero sobre la Patena, colocando el sello boca abajo; y haciendo dos incisiones en forma de cruz sobre él —pero sin llegar hasta el sello—, dice:

Es sacrificado el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, por la vida y la salvación del mundo. Sacerdote:

Vuelve la parte del sello hacia arriba, a la vez que el diácono dice: Diácono:

Atraviesa, reverendo padre.

El sacerdote clava la lanza en la parte del Cordero marcada con ΝΙ, y dice:

Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante brotó sangre y agua; y el que lo ha visto da testimonio, y su testimonio es verdadero. Sacerdote:

El diácono vierte el agua y el vino en el Cáliz, diciendo:

Bendice, reverendo padre, la santa unión. Diácono:

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El sacerdote bendice el Cáliz, diciendo:

Bendita sea la unión de tus santos dones perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

El sacerdote cubre el Cáliz con un velo doblado, y toma otro pan para cortar partículas de conmemoración en la siguiente forma: El sacerdote, cortando con la lanza en forma de triángulo la parte de la Prósfora correspondiente a la Madre de Dios, dice:

En honor y memoria de nuestra bienaventurada y gloriosa Señora Madre de Dios y siempre Virgen María, por cuya intercesión acepta, Señor, este sacrificio en tu celestial Altar. Sacerdote:

Y colocando ésta partícula con la lanza al lado derecho del Cordero, dice:

Se presentó la Reina a tu diestra, adornada y envuelta en vestido entretejido de oro. Sacerdote:

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Corta con la Lanza las nueve partículas correspondientes a la conmemoración de los Santos, y las coloca a la izquierda del Cordero en orden descendente por columnas, iniciando por la columna que se encuentra al lado de éste, el sacerdote va diciendo las respectivas conmemoraciones conforme a la siguiente disposición: (1ª. Partícula):

En honor y memoria de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, y de todos los incorpóreos poderes celestiales. (2ª. Partícula):

Del honorable y glorioso profeta y precursor Juan el Bautista; de los santos y gloriosos profetas Moisés y Aarón, Elías y Eliseo, David y Jesé; de los tres santos

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Jóvenes, del profeta Daniel y de todos los santos Profetas. (3ª. Partícula):

De los santos, gloriosos y alabadísimos apóstoles Pedro y Pablo, y de todos los santos Apóstoles. (4ª. Partícula):

De nuestros santos padres, los grandes jerarcas y doctores ecuménicos: Basilio Magno, Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo; de los santos padres Atanasio y Cirilo, obispos de Alejandría; de san Nicolás, obispo de Mira, y de todos los santos obispos. (5ª. Partícula):

Del santo protomártir y archidiácono Esteban; de los santos Ignacio y Policarpo, mártires entre los obispos; de los santos y gloriosos mártires: Jorge, Demetrio, Teodoro de Tiro, Teodoro el General y José Damasceno, mártir entre los sacerdotes; de las santas mártires: 29

Tecla, Bárbara, Anastasia y Catalina; y de todos los santos Mártires. (6ª. Partícula):

De nuestros justos y teóforos padres: Antonio el Grande, Eutimio, Paísio, Sabas, Teodosio, Onofrio, Atanasio de Athos, Efrén e Isaac, los Sirios, Juan Damasceno, y de las santas justas Pelagia, Eufrosina y María Egipciaca, y de todos los santos Justos. (7ª. Partícula):

De los santos taumaturgos y anárgiros Cosme y Damián, Ciro y Juan, Pantaleón y Ermolao, y de todos los santos anárgiros. (8ª. Partícula):

De los santos y justos abuelos del Señor, Joaquín y Ana; de san (.....), patrono de este santo templo; de san (.....) cuya memoria celebramos hoy; y de todos los santos, por cuyas súplicas visítanos, oh Dios. 30

(9ª. Partícula):

De nuestro honorable padre entre los santos Juan Crisóstomo, Arzobispo de Constantinopla (si es la liturgia de San Basilio Magno, dirá: de nuestro padre entre los santos

Basilio Magno, arzobispo de Cesarea).

Luego, el sacerdote toma la parte de la Prósfora correspondiente a los vivos y extrae una partícula triangular, y la coloca bajo el Cordero diciendo:

Acuérdate, oh Soberano que amas a la humanidad, de todo el episcopado ortodoxo, y de nuestro Arzobispo (.....); del honorable presbiterado y el diaconado en Cristo, y de todo orden sacerdotal y monástico; y de todos nuestros hermanos a quienes has llamado a tu comunión por tu entrañable ternura, oh Soberano todo misericordia. Conmemora al obispo que lo ha ordenado (si éste vive). En los monasterios conmemora al Abad y su hermandad, colocando una partícula al lado de la partícula del obispo. Luego, conmemora a los vivos que desee y a los que se encomiendan a sus oraciones. Las

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partículas de cada conmemoración las va colocando bajo la del obispo, diciendo:

Acuérdate, Señor, de tus siervos... Tomando la parte de la Prósfora correspondiente a los difuntos, extrae una partícula triangular y la coloca debajo de las conmemoraciones de los vivos, y dice:

En memoria de los fundadores de este santo templo (o monasterio), y por el perdón de sus pecados. Y conmemora a los difuntos que desee, empezando con el obispo que lo ordenó (si éste ha fallecido):

Acuérdate, difuntos...

Señor,

de

tus

siervos

Finalmente, conmemora al diácono que concelebra con él y a sí mismo, diciendo:

Acuérdate, Señor, también de mí, tu indigno siervo, y perdona todas mis transgresiones, voluntarias e involuntarias. A continuación, el sacerdote junta con la lanza las partículas, las ordena en la Patena y limpia la orilla de

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la misma; luego, coloca la lanza y el pan en su lugar.2 El diácono toma el incensario y dice al sacerdote:

Bendice, reverendo padre, el incienso. Diácono:

El sacerdote lo bendice, diciendo:

Incienso te ofrecemos, oh Cristo nuestro Dios, como aroma de fragancia espiritual. Tú que lo recibes sobre tu celestial Altar: envíe sobre nosotros, a cambio, la Gracia de tu Santísimo Espíritu. Sacerdote:

El sacerdote, sosteniendo el Asterisco, lo acerca al incensario; el diácono lo inciensa, diciendo: Diácono:

Consolida, reverendo padre.

El sacerdote abre el asterisco, lo besa y lo coloca sobre la Patena, diciendo:

Y la estrella vino y se posó donde estaba el Niño. Sacerdote:

2

Cuando el obispo está celebrando, el sacerdote no concluye la proposición, sino que —después de terminar la conmemoración— cubre los dones ligeramente, ya que el obispo mismo, antes de la Entrada Mayor, conmemorará y concluirá la proposición.

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Luego toma el Velo de la Patena y lo acerca al incensario; el diácono lo inciensa y dice: Diácono:

Embellece, reverendo padre.

El sacerdote cubre con el velo la Patena, diciendo:

El Señor ha reinado, de belleza se ha revestido; se ha revestido de poder y se ha ceñido. Sacerdote:

Toma el Velo del Cáliz y lo acerca al incensario; el diácono lo inciensa y dice: Diácono:

Cubre, reverendo padre.

El sacerdote cubre con el velo el Cáliz, diciendo:

Tu virtud ha cubierto los cielos, oh Cristo, y la tierra está llena de tu alabanza. Sacerdote:

Toma el gran Velo y lo acerca al incensario; el diácono lo inciensa y dice: Diácono:

Cobija, reverendo padre.

El sacerdote cubre con el gran Velo el Cáliz y la Patena, diciendo:

Cobíjanos bajo el abrigo de tus alas, aparta de nosotros todo enemigo y adversario, pacifica nuestra vida, oh Sacerdote:

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Señor; ten misericordia de nosotros y del mundo tuyo, y salva nuestras almas, pues eres bueno y amante de la humanidad. El sacerdote toma el incensario e inciensa los dones, diciendo tres veces:

Bendito seas, oh Dios nuestro que así te has complacido: ¡Gloria a Ti! (3 Sacerdote: veces) El diácono responde cada vez:

Perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Diácono:

El diácono toma el incensario del sacerdote, besando su mano derecha, y dice:

A la proposición de los preciosos dones, roguemos al Señor. Señor, ten piedad. Diácono:

El sacerdote dice la oración de la proposición:

Oh Dios nuestro que has enviado al Pan celestial y Alimento del mundo entero, nuestro Señor y Dios Jesucristo, como Salvador, Redentor y Bienhechor que nos bendice y santifica: Sacerdote:

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bendice esta ofrenda y recíbela en tu celestial Altar. Acuérdate de aquellos que la ofrecen y de aquellos por los que ha sido ofrecida, porque eres bueno y amante de la humanidad; y a nosotros, presérvanos sin condenación en la celebración de tus divinos Misterios Porque santificado y glorificado es tu honorabilísimo y magnífico Nombre: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Diácono:

Amén.

El sacerdote concluye así:

¡Gloria a Ti, oh Cristo Dios, nuestra Esperanza, gloria a Ti! Sacerdote:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Señor, ten piedad (3 veces). Bendice, reverendo padre. Diácono:

Cristo nuestro verdadero Dios, por la intercesión de su purísima e Sacerdote:

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inmaculada Madre; de nuestro padre entre los santos Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla (si es la liturgia de san Basilio Magno, dirá: de nuestro padre entre

los santos Basilio Magno, arzobispo de Cesarea); y de todos los santos: tenga

misericordia de nosotros y nos salve, pues Él es Dios bondadoso y amante de la humanidad. Diácono:

Amén.

El sacerdote y el diácono hacen tres reverencias; el sacerdote besa los dones, cubiertos por el velo, en forma de cruz —la Patena, el cáliz, la cruz de velo y el borde del mismo—, mientras el diácono besa el borde del velo, y luego inciensa los cuatro lados del Altar, todo el Santuario, sale de la Puerta Norte e inciensa los iconos y al pueblo; posteriormente, entra por la Puerta Sur, inciensa de nuevo el Altar, después al sacerdote y, finalmente, devuelve el incensario al acólito.3

3 Cuando no hay diácono, inciensa el sacerdote conforme lo mencionado arriba, con la diferencia que él no sale del Santuario, sino que inciensa los iconos y el pueblo desde las Puertas Santas.

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ORACIÓN INICIAL A LA DIVINA LITURGIA El sacerdote y el diácono se colocan frente al Altar. El sacerdote, elevando sus manos, dice la Oración al Espíritu Santo:

Rey celestial, Consolador, Espíritu de verdad, que estás en todo lugar llenándolo todo, tesoro de bienes y dador de vida: ven a habitar en nosotros, purifícanos de toda mancha y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas.4 Sacerdote:

El sacerdote y el diácono hacen tres reverencias, diciendo alternativamente:

Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad a los hombres. (3 veces)

Abre, Señor, mis labios y proclamará mi boca tu alabanza. (2 veces)

4

Esta oración se omite desde el domingo de Pascua hasta Pentecostés.

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El diácono se inclina ante el sacerdote y, sosteniendo su Orario, dice:

Es hora de obrar para el Señor. Bendice, reverendo padre. Diácono:

Bendito sea nuestro Dios perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén. Ora por mí, reverendo

padre. Que el Señor allane tu camino hacia toda obra buena. Sacerdote:

Diácono:

Acuérdate de mí, reverendo

padre. De tu diaconado, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Diácono:

Amén.

40

El sacerdote besa el Evangelio y el santo Altar; el diácono besa el Altar y la mano del sacerdote; sale por la Puerta Norte y se para frente a las Puertas Santas para iniciar la Divina Liturgia.

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San Juan

Crisóstomo

42

 LA DIVINA LITURGIA ¡Bendice, Señor!

Diácono:

El sacerdote eleva el santo Evangelio con ambas manos, y con él hace la señal de la cruz sobre el Antimensio, exclamando con fuerza:

Bendito sea el Reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

El sacerdote coloca el Evangelio sobre el Antimensio, mientras el diácono, de pie frente a las Puertas Santas, entona la Letanía de la Paz:

Letanía de la Paz Diácono:

En paz, roguemos al Señor.

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por la paz que de lo alto viene, y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor. Diácono:

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Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por la paz del mundo entero, por la estabilidad de las santas iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por esta santa morada y por todos los que en ella entran con fe, devoción y temor de Dios, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por nuestro padre y Metropolita (.....)5, por el honorable presbiterado y el diaconado en Cristo; por todo el clero y el pueblo, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

5 Cuando el obispo está celebrando, el sacerdote y el diácono, desde su lugar, se inclinan hacia el obispo con una reverencia; así también los demás sacerdotes que están alrededor del obispo. El coro canta: «Por muchos años, Señor», mientras el obispo bendice a todos.

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Por el Presidente de la República, por toda autoridad civil y por las fuerzas armadas, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por esta ciudad (pueblo, monasterio), por toda ciudad y país, y por los fieles que en ellos habitan, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por la templanza de los aires, la abundancia de los frutos de la tierra y por climas benévolos, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por los que viajan por tierra, mar o aire; por los enfermos, los afligidos y los cautivos; y por su salvación, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

45

Para que seamos liberados de toda aflicción, ira, peligro y necesidad, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Señora, Madre de Dios y siempre Virgen María, junto con todos los santos, encomendémonos a nosotros mismos, los unos a los otros y nuestra vida entera, a Cristo nuestro Dios. Diácono:

Pueblo:

A Ti, Señor.

(Oración de la Primera Antífona): Sacerdote: Señor, Dios nuestro, cuyo poder es

irrepresentable, incomprensible,

cuya gloria cuya misericordia

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es es

inconmensurable y cuyo amor a la humanidad es inefable: vuelve la mirada, oh Soberano, según tu entrañable ternura, a nosotros y a esta santa morada, y derrama en abundancia sobre nosotros y cuantos junto con nosotros hacen oración, tus gracias y tu piedad...

Porque a Ti se debe toda gloria, honor y adoración: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. (Exclamación):

Pueblo:

Amén.

El diácono se para frente al icono de la Madre de Dios. 6

Primera Antífona Por las intercesiones de la Madre de Dios, oh Salvador, sálvanos. (3 veces) Pueblo:

6

Cuando el obispo está celebrando, el diácono no se para delante del icono, sino que se coloca al lado del obispo; y así también en la Segunda Antífona.

47

Cuando el coro termina de cantar la Primera Antífona, el diácono se coloca de nuevo ante las Puertas Santas y entona la Letanía Menor:

Letanía Menor Más y más, en paz, roguemos al

Diácono:

Señor. Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Señora, Madre de Dios y siempre Virgen María, junto con todos los santos, encomendémonos a nosotros mismos, los unos a los otros y nuestra vida entera, a Cristo nuestro Dios. Diácono:

Pueblo:

A Ti, Señor.

(Oración de la Segunda Antífona):

Señor, Dios nuestro, salva a tu pueblo y bendice tu heredad; protege la plenitud de tu Iglesia; santifica a los que Sacerdote:

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aman la belleza de tu morada; glorifícalos a cambio con tu divino poder y no abandones a quienes ponemos en Ti nuestra esperanza.

Porque tuyo es el poder, y tuyos son el Reino, la fuerza y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. (Exclamación):

Pueblo:

Amén.

El diácono se para frente al icono del Señor.

Segunda Antífona Sálvanos, oh Hijo de Dios, que resucitaste de entre los muertos, a los que te cantamos: ¡Aleluya! (3 veces) Pueblo:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. ¡Oh Verbo de Dios!, Hijo Unigénito, que eres inmortal; para nuestra salvación, te dignaste encarnar de la santa Madre de 49

Dios y siempre Virgen María, haciéndote hombre inmutablemente y, habiendo sido crucificado, oh Cristo Dios, pisaste la muerte con la muerte, siendo uno de la Santa Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo: ¡Sálvanos! Cuando el coro termina de cantar la Segunda Antífona, el diácono se coloca de nuevo ante las Puertas Santas y entona la Letanía Menor:

Letanía Menor Diácono:

Más y más, en paz, roguemos al

Señor. Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Señora, Madre de Dios y siempre Virgen María, junto con todos los santos, encomendémonos a nosotros mismos, los Diácono:

50

unos a los otros y nuestra vida entera, a Cristo nuestro Dios. Pueblo:

A Ti, Señor.

(Oración de la Tercera Antífona): Sacerdote: Tú que nos concediste la gracia

de elevar estas oraciones en común y al unísono, y que prometiste conceder las peticiones a dos o tres concordes en tu nombre: Tú mismo, ahora, cumple las peticiones de tus siervos según lo conveniente otorgándonos, en el presente siglo, el conocimiento de tu verdad y, en el venidero, la Vida eterna.

Porque eres un Dios bueno y amante de la humanidad, y a Ti rendimos gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. (Exclamación):

Pueblo:

Amén.

51

El diácono entra al Santuario por la Puerta Sur, y el coro canta la Tercera Antífona.

Entrada Menor Cuando el coro empieza a cantar el Tropario7 en la Tercera Antífona, el sacerdote y el diácono hacen tres reverencias ante el santo Altar; luego, el sacerdote lleva el Evangelio, lo besa y lo entrega al diácono, el cual besa la mano derecha del sacerdote y eleva el Evangelio arriba de su frente. El sacerdote y el diácono caminan por atrás del santo Altar y salen por la Puerta Norte; un acólito va delante de ellos, portando una vela, hasta llegar frente a las Puerta Santas. El diácono se dirige al sacerdote con una suave reverencia y dice en voz baja: Diácono: Roguemos al Señor. (Oración de la Entrada):

Oh Soberano Señor y Dios nuestro, que has establecido en los cielos legiones y ejércitos de ángeles y arcángeles al servicio de tu gloria: haz que con nuestra entrada se realice la entrada de los santos Ángeles que concelebran y glorifican juntamente con nosotros tu bondad, porque Sacerdote:

7

Generalmente en las parroquias, en lugar de la Tercera Antífona, se canta el Tropario del día. De esta manera, el diácono ingresa al Santuario y la Entrada menor es celebrada.

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a Ti se debe toda gloria, honor y adoración: oh Padre, Hijo, y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. El diácono señala con el Orario hacia las Puertas Santas, diciendo: Diácono:

Bendice, reverendo padre, la santa

Entrada. El sacerdote bendice con su derecha, diciendo:

Bendita sea la entrada de tus santos perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Sacerdote:

El diácono acerca el Evangelio al sacerdote para que lo bese, mientras él besa la mano derecha del sacerdote. Cuando el coro termina la Antífona, el diácono levanta el Evangelio con ambos manos haciendo con él la señal de la cruz y proclama en voz alta: Diácono:

¡Sabiduría! ¡Levantémonos! 8

8

Cuando el obispo está celebrando, el diácono—que camina detrás del segundo diácono o del subdiácono que lleva el Triquerio y el Diquerio— se dirige en la procesión hacia el obispo; el obispo, desde el Trono, lleva a cabo todo lo mencionado acerca del sacerdote en la Entrada menor. Él mismo entona el Canto de la Entrada, bendiciendo al pueblo con el Triquerio y el Diquerio; luego, entra al Santuario. El diácono, que habrá entrado previamente y colocado el

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El Canto de la Entrada El diácono y el sacerdote entran al Santuario por las Puertas Santas; el diácono coloca el Evangelio sobre el santo Altar, mientras el coro entona el Himno de la Entrada:

¡Venid, adoremos y postrémonos delante de Cristo! Sálvanos, oh Hijo de Dios, que resucitaste de entre los muertos9, a los que te cantamos: ¡Aleluya! Pueblo:

Evangelio sobre el Altar, toma el incensario e inciensa al obispo —que está entrando—, y a los sacerdotes y diáconos, mientras el coro repite «Sálvanos». Luego, el obispo toma el incensario e inciensa el santo Altar por los cuatro costados y la mesa de la oblación, mientras canta el Tropario. Cada vez que se dirige a un costado del Altar, dos diáconos que llevan el Triquerio y el Diquerio respectivamente, se paran en el costado de enfrente. Y cuando el obispo inciensa la mesa de la oblación, ellos salen por las Puertas Santas y se paran delante de ellas, dirigiéndose hacia el Altar; después, el obispo sale por las Puertas Santas para incensar al pueblo, y entra nuevamente al Santuario; entonces, los diáconos entran detrás de él. Cuando el coro termina de cantar los Troparios, el obispo canta el Condaquio. 9 Entre semana, diremos: «...que eres admirable en tus santos...». Las fiestas del Señor tienen su propio Canto de Entrada. Véase el apéndice, Pág. 116

54

Después de la Entrada, el coro canta los Troparios y el Condaquio propios.

El Trisagio Diácono:

Roguemos al Señor.

Pueblo:

Señor, ten piedad.

(Oración del Himno Trisagio):10 Sacerdote: Oh Dios Santo, que descansas en

los santos y eres alabado por los serafines con el Himno Trisagio, glorificado por los querubines y adorado por toda potestad celestial, Tú que de la nada trajiste todo a la existencia, que creaste al hombre a tu imagen y semejanza, y lo adornaste con todos tus dones; Tú que das al suplicante sabiduría y prudencia, y no desprecias al pecador, sino que instituiste el arrepentimiento para su salvación; Tú que nos hiciste dignos, a nosotros tus humildes e indignos siervos, de estar ahora ante la gloria de tu santo Altar y de ofrecerte la adoración 10

Ha prevalecido la costumbre de que el sacerdote lea la oración del Himno Trisagio en voz baja, mientras el coro está cantando los Troparios.

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y la alabanza que te son debidas: Tú mismo, Soberano, recibe, aun de la boca de nosotros, pecadores, el Himno Trisagio, y visítanos en tu bondad; perdona todas nuestras transgresiones, voluntarias e involuntarias; santifica nuestras almas y cuerpos, y concede que te adoremos en santidad todos los días de nuestra vida; por la intercesión de la santísima Madre de Dios y de todos los santos que desde siempre te han complacido.

Porque eres Santo, oh Dios nuestro, y a Ti rendimos gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, (Exclamación):

Diácono: Pueblo:

y por los siglos de los siglos. Amén.

Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. (3 veces) Pueblo:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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Santo Inmortal: ten piedad de nosotros.11 Diácono:

Δύναμις (Con fuerza).

Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. Mientras el coro está cantando esta parte por última vez, el diácono se dirige al sacerdote y dice: Diácono: Ordena, oh reverendo padre. Sacerdote: Bendito es el que viene en el

Nombre del Señor. Bendice, oh reverendo padre, la excelsa Cátedra. Diácono:

Sacerdote: Bendito eres en el Trono de gloria

de tu Reino, Tú que estás sentado sobre los querubines, perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. 11

Cuando el obispo está celebrando, antes de «Dínamis», dice desde las Puertas Santas: «Señor, oh Señor: dirige la mirada desde el cielo, vigila y cuida esta viña, y pódala, que tu diestra la plantó.» (tres veces); el coro le responde cada vez: «Por muchos años, Señor». Luego, el diácono dice «Dínamis»; el coro canta el Himno Trisagio por última vez, mientras el obispo bendice la Cátedra y sube a ella; entonces, canta «Salva, oh Señor, a los creyentes» y el coro lo repite; se concluye con el Fimi, antes de empezar la Epístola.

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Las Lecturas Bíblicas Cuando el coro termina de cantar el Himno Trisagio, el diácono, desde las Puertas Santas, se dirige hacia el pueblo y dice: Diácono:

¡Estemos atentos!

Lector: (Lee el Proquímeno correspondiente.) Diácono:

¡Sabiduría!

Lector: (Anuncia la Epístola.) Diácono:

¡Estemos atentos!

Lector: (Entona la Epístola.) Mientras el lector está entonando la Epístola, el sacerdote lee la siguiente oración: Diácono:

Roguemos al Señor. Señor, ten

piedad. Sacerdote: Oh

Soberano que amas a la humanidad, haz brillar en nuestros corazones la luz pura de tu divino conocimiento, y abre los ojos de nuestro entendimiento a la comprensión de tus predicaciones evangélicas; inculca en nosotros el temor de tus bienaventurados mandamientos a fin de que, habiendo pisoteado todos los deseos carnales, 58

vayamos en busca de un modo de vida espiritual, pensando y obrando cuanto es de tu agrado. Porque Tú eres la iluminación de nuestras almas y cuerpos, oh Cristo Dios, y a Ti rendimos gloria junto con tu Padre que es sin principio y tu Santísimo Espíritu bueno y vivificador, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. El diácono, inclinando la cabeza ante el sacerdote y tomando el Evangelio, dice: Diácono: Bendice, reverendo padre, al que

proclama el Evangelio según el glorioso y santo apóstol y evangelista (.....). Sacerdote: Que Dios, por las intercesiones del

glorioso y santo apóstol y evangelista (.....), te conceda palabra de gran vigor, para cumplimiento del Evangelio de su amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Diácono: Amén. Amén. Amén. Hágase en mí

según tu palabra. El sacerdote besa el Evangelio, mientras el diácono le besa la mano. El diácono sale por la Puerta Norte y se

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dirige hacia el Ambón —precedido por un acólito con vela—, donde leerá el Evangelio. Cuando el lector termina de leer la Epístola, el sacerdote lo bendice diciendo: Sacerdote:

La paz sea contigo, Lector.

El coro canta «Aleluya», antes de la lectura evangélica: Pueblo:

¡Aleluya, aleluya, aleluya!

El segundo diácono —y si no lo hay, el sacerdote— anuncia:

¡Sabiduría! ¡Levantémonos! ¡Escuchemos el Santo Evangelio! Diácono:

Sacerdote:

La paz sea con vosotros.

Pueblo:

Y con tu espíritu.

Lectura del santo Evangelio según San (.....).12 Diácono:

12

Cuando el obispo está celebrando, durante la lectura de la Epístola, se quita el gran Omoforio; y mientras el Evangelio es leído, se para en las Puertas Santas mirando hacia el pueblo, con el Báculo en su mano. Cuando termina la lectura evangélica, el diácono se dirige hacia las Puertas Santas y entrega el Evangelio al obispo, besándole la mano; el obispo recibe el Evangelio, lo besa y lo intrega de nuevo al primero entre los sacerdotes, quien lo deposita sobre el Antimensio. El obispo bendice al diácono y al pueblo.

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Pueblo: Diácono:

¡Gloria a Ti, oh Señor, gloria a Ti! ¡Estemos atentos!

Cuando el diácono está entonando el Evangelio, el sacerdote se para en las Puertas Santas, de cara al pueblo. Terminando el Evangelio, el coro canta: Pueblo:

¡Gloria a Ti, oh Señor, gloria a Ti!

El diácono entrega el Evangelio al sacerdote, que lo bendice diciendo: «¡La paz sea contigo, evangelizador!»; el sacerdote besa el Evangelio y, haciendo con él la señal de la cruz, bendice al pueblo; luego, lo coloca sobre el santo Altar. Y desde las Puertas Santas, da la homilía.13 Después de la homilía, el diácono sale por la Puerta Sur y, frente a las Puertas Santas, entona la Letanía. Diácono:

Más y más, en paz, roguemos al

Señor. Pueblo:

Señor, ten piedad.

Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

13

Por razones prácticas, la homilía es dada, frecuentemente, antes de la comunión.

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El sacerdote desdobla el Antimensio, en señal de terminar la parte de los Catecúmenos e iniciar la de los Fieles. Diácono:

¡Sabiduría!

Sacerdote: De nuevo y reiteradamente nos

postramos ante Ti, y te suplicamos, oh Bondadoso que amas a la humanidad: que, habiendo atendido nuestra petición, purifiques nuestra alma y cuerpo de toda mancha de carne y de espíritu, y nos concedas presentarnos sin culpa ni condenación ante tu santo Altar. Y otorga, oh Dios, también a los que oran junto con nosotros, el progreso en la vida, en la fe y en el conocimiento espiritual; concédeles, a quienes siempre te adoran con temor y amor, participar de tus santos misterios sin culpa ni condenación y volverse dignos de tu Reino celestial.

Para que, guardados siempre bajo tu poder, te rindamos gloria a Ti: (Exclamación):

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Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. 14 Pueblo:

Amén. Entrada Mayor

Nosotros que místicamente representamos a los Querubines, y que cantamos el Himno Trisagio a la Trinidad vivificadora: apartémonos de todo interés mundano, para que recibamos al Rey de todos... Coro:

Mientras el coro está cantando el Himno de la Entrada, el sacerdote, inclinándose, dice la siguiente oración: Sacerdote: Ninguno de los que se hallan

atados por los deseos y placeres carnales es digno de llegar o de acercarse a Ti, ni de servirte, oh Rey de la gloria; pues el servirte es cosa grande y terrible aun para las potestades celestiales. No obstante, por tu inefable e infinito amor a la humanidad, te 14

Cuando el obispo está celebrando, después de esta exclamación, el diácono le pone el pequeño Omoforio.

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hiciste hombre sin cambio ni alteración, te erigiste Sumo Sacerdote nuestro y nos concediste a nosotros el ministerio de este litúrgico e incruento Sacrificio, como Soberano de todo; puesto que sólo Tú, Señor Dios nuestro, dominas sobre todas las cosas celestiales y terrenales; Tú que estás sentado sobre el trono de los Querubines; que eres el Señor de los Serafines y el Rey de Israel, el único Santo que descansas en los santos. A Ti, pues, dirijo mi súplica, oh único bueno y pronto para escuchar: mírame a mí, tu pecador e inútil siervo, y limpia mi alma y mi corazón de todo pensamiento maligno; y hazme capaz, por el poder de tu Santo Espíritu, ya que me hallo revestido de la gracia del sacerdocio, de estar ante esta tu santa Mesa, y administrar tu santo e inmaculado Cuerpo y tu preciosa Sangre; pues a Ti me aproximo inclinando la cerviz, y te suplico: no apartes de mí tu Rostro ni me rechaces de entre tus hijos, sino dígnate aceptar de mí, tu siervo pecador e indigno, estos Dones; porque Tú mismo eres el que

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ofrece y es ofrecido, el que recibe y es distribuido, Cristo Dios nuestro, y a Ti rendimos gloria junto con tu Padre que es sin principio y tu Santísimo Espíritu bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Luego el sacerdote, ante el santo Altar, dice el Querubicón, y el diácono lo concluye: Sacerdote: Nosotros

que místicamente representamos a los Querubines, y que cantamos el Himno Trisagio a la Trinidad vivificadora: apartémonos de todo interés mundano... ...para que recibamos al Rey de todos, acompañado invisiblemente por legiones angélicas. Aleluya. Diácono:

El sacerdote bendice el incensario, lo recibe e inciensa el santo Altar por los cuatro costados, la mesa de la oblación, el crucifijo atrás del Altar y los iconos, diciendo el domingo: «Habiendo visto la Resurrección», y el salmo 50 «Ten piedad de mí, oh Dios»; entre semana, dice: «Venid adoremos...», tres veces, y el Salmo 50 hasta el verso «El corazón contrito y humillado, Dios no desprecia.» Luego, desde las Puertas Santas, inciensa el Trono episcopal, los iconos según el orden respectivo, y el

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pueblo; de nuevo el Trono, y los iconos del Señor y de la Madre de Dios; después, entra al Santuario, donde inciensa el Altar, la mesa de la oblación, y todos los que están en el Santuario; finalmente, entrega el incensario al acólito. El sacerdote y el diácono hacen dos reverencias ante el Altar, besan el Antimensio y hacen la tercera reverencia; luego, se inclinan hacia el pueblo pidiendo perdón. Enseguida, se dirigen hacia la mesa de la oblación donde hacen tres reverencias diciendo en su interior: «Oh Dios purifícame a mí, pecador.» El diácono dice: Diácono: Levanta, reverendo padre. El sacerdote levanta el gran Velo que cubre los Dones, y lo pone sobre los hombros del diácono, diciendo: Sacerdote: Levantad sus manos hacia lo santo

y bendecid al Señor. El sacerdote toma la santa Patena cubierta, la besa y entrega al diácono, el cual también la besa con devoción y la eleva con ambas manos hacia el nivel de su frente; el sacerdote toma el santo Cáliz con ambas manos y lo besa. En caso de que no haya diácono, el sacerdote pone el gran Velo sobre sus hombros, y toma el santo Cáliz con su mano derecha y la santa Patena con la izquierda. Por la Puerta Norte salen las velas, los sexalarios, la cruz, el incensario; luego el diácono y el sacerdote. Empezando la procesión, el diácono exclama con gran voz:

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De todos vosotros, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Diácono:

Amén.

Pueblo:

De todos vosotros, y de todos los cristianos ortodoxos, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

Cuando llegan ante las Puertas Santas, el diácono entra al Santuario y se para en el lado derecho del Altar con la santa Patena en sus manos. El sacerdote eleva el Cáliz y conmemora, primeramente, al obispo (y al abad del monasterio, si es el caso), luego los difuntos y vivos. El pueblo contesta a cada conmemoración con «Amén»:

De nuestro padre y Metropolita (.....), se acuerde Dios, el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

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De los fundadores de este santo templo, de nuestros padres y hermanos, y de todos los que duermen en la esperanza de la Resurrección a la vida eterna, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén. 15

15

Cuando el obispo está celebrando, él inciensa según lo mencionado arriba, y los diáconos estarán en frente de él como en la incensación que sigue a la Entrada menor; el obispo, asistido por los diáconos y desde las Puertas Santas, se lava las manos, luego hace las reverencias ante el santo Altar y pide perdón al pueblo, dando la bendición; se dirige hacia la mesa de la oblación y menciona los nombres de vivos o difuntos que desea conmemorar. Mientras, los sacerdotes y los diáconos hacen las reverencias ante el Altar, piden perdón al pueblo, y se dirigen hacia el obispo; le besan la mano, mientras él los conmemora en la ofrenda. Cuando el obispo termina la conmemoración, concluye la preparación de la ofrenda y la cierra; luego, coloca el gran Velo sobre los hombros del diácono y le entrega la Patena, mientras al primer sacerdote le entrega el Cáliz; al segundo le entrega el Omoforio; al tercero, la cruz, la cuchara, la lanza... La procesión sale en el siguiente orden: el sacerdote que lleva el Omoforio, los acólitos con velas, sexalarios, cruz..., y los diáconos en su orden, del menor al mayor; el segundo diácono incensará ante la santa Patena que el primer diácono lleva; luego siguen el primer sacerdote que lleva el Santo Cáliz, y los demás sacerdotes en su orden, del mayor al menor.

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El coro concluye el Himno de la Entrada Mayor:

... acompañado invisiblemente por legiones angélicas. Aleluya. Coro:

El sacerdote entra al Santuario, y el diácono le dice: «De tu sacerdocio, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino...»; el sacerdote le contesta: «De tu diaconado, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino...». Coloca el Cáliz sobre el santo Altar; recibe del diácono la Patena y la coloca al lado izquierdo del Cáliz; quita los velos del Cáliz y de la Patena, los dobla y los pone en la esquina superior izquierda del Antimensio; recibe el gran Velo (colocado anteriormente sobre los hombros del diácono), lo inciensa El obispo se para en las Puertas Santas para recibir los Dones; llegando el segundo sacerdote, le pone el Omoforio al obispo; el diácono que tiene el incensario, al llegar, se para a la derecha del obispo y se lo entrega; el obispo inciensa la santa Patena mientras el primer diácono exclama: «De tu episcopado, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino...», y se acerca y entrega la Patena al obispo, el cual menciona a los vivos que desea conmemorar; luego, entra al Santuario, —y atrás de él entra el primer diácono— y coloca la Patena sobre el Altar, y retorna a las Puertas Santas. El sacerdote se acerca y dice: «De tu episcopado, se acuerde Dios, el Señor, en su Reino...», mientras el obispo inciensa el santo Cáliz; luego, recibe el Cáliz y menciona a los difuntos que desea conmemorar. Al terminar la conmemoración, entra al Santuario, y lo siguen los sacerdotes y diáconos según el orden acostumbrado —del mayor al menor—; el obispo coloca el Cáliz sobre el Altar, quita el velo de la Patena y del Cáliz, luego recibe del diácono el gran Velo (después de incensarlo), y con él cubre los Dones como está mencionado arriba.

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y cubre los Dones con él; luego, toma el incensario, y el diácono dice: Diácono: Favorece, reverendo padre. El sacerdote inciensa los Dones tres veces, concluyendo con el final del Salmo 50: Sacerdote: Favorece

a Sión, con tu benevolencia; reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia –holocausto y oblación entera–, entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar. El sacerdote devuelve el incensario e, inclinando la cabeza ante el santo Altar, dice al diácono: Sacerdote: Acuérdate

de mí, hermano y

concelebrante. Diácono: De tu sacerdocio, se acuerde Dios,

el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. El diácono, inclinando la cabeza y sosteniendo con los tres dedos de su mano derecha el Orario, dice: Diácono: Ora por mí, reverendo padre.

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Sacerdote: Que el Espíritu Santo descienda

sobre ti y el poder del Altísimo te cubra con su sombra. Diácono: Este mismo Espíritu concelebrará

con nosotros todos los días de nuestra vida. Acuérdate de mí, reverendo padre. Sacerdote: De tu diaconado, se acuerde Dios,

el Señor, en su Reino perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. El diácono toma la bendición del sacerdote y sale por la Puerta Norte; se para ante las Puertas Santas y entona la Letanía de las Ofrendas:

Letanía de las Ofrendas Diácono:

Completemos nuestra oración al

Señor. Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por los preciosos dones ofrecidos, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

71

Por esta santa morada, y por todos los que en ella entran con fe, devoción y temor de Dios, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Para que seamos liberados de toda aflicción, ira, peligro y necesidad, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Que este día entero sea perfecto, santo, pacífico y sin pecado, pidamos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Concédelo, Señor.

Un ángel de paz, fiel guía y custodio de nuestras almas y cuerpos, pidamos al Señor. Diácono:

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Pueblo:

Concédelo, Señor.

El perdón y remisión de nuestros pecados y ofensas, pidamos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Concédelo, Señor.

Cuanto es bueno y útil para nuestras almas, y la paz para el mundo, pidamos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Concédelo, Señor.

Que el tiempo restante de nuestra vida se concluya en paz y penitencia, pidamos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Concédelo, Señor.

Un cristiano fin de nuestra vida, exento de dolor y vergüenza, pacífico, y una buena defensa ante el temible tribunal de Cristo, pidamos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Concédelo, Señor.

Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Diácono:

73

Señora, Madre de Dios y siempre Virgen María, junto con todos los santos, encomendémonos a nosotros mismos, los unos a los otros y nuestra vida entera, a Cristo nuestro Dios. Pueblo:

A Ti, Señor.

Sacerdote: Señor Dios todopoderoso, único

Santo, que recibes el sacrificio de alabanza de los que a Ti claman con todo el corazón: acepta la súplica de nosotros pecadores y recíbela sobre tu santo Altar; haznos capaces de presentarte dones y sacrificios espirituales por nuestros pecados y por las faltas del pueblo, cometidas en ignorancia, y haznos dignos de hallar gracia ante tu Rostro, para que nuestro sacrificio te sea agradable y el Espíritu Bueno de tu gracia more en nosotros, en estos Dones aquí presentes y en todo tu pueblo.

Por las misericordias de tu Hijo Unigénito, con Quien eres bendito junto con tu Santísimo Espíritu, bueno y (Exclamación):

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vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Pueblo:

Amén. El ósculo de la paz

El sacerdote bendice al pueblo: Sacerdote: Pueblo:

La paz sea con vosotros. Y con tu espíritu.

Amémonos los unos a los otros, para que confesemos de unánime acuerdo... Diácono:

...al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: Trinidad, consubstancial e indivisible. Pueblo:

Mientras el pueblo está cantando, el sacerdote hace tres reverencias ante el santo Altar y besa los Dones cubiertos con el gran Velo: primero la Patena, luego el Cáliz y, después, el santo Altar, diciendo para sí mismo: «A Ti

amaré, Señor, fortaleza mía. El Señor es mi firmeza, mi refugio y mi libertador.»16 16

Cuando varios sacerdotes concelebran en la liturgia, después de venerar los Dones, intercambian el ósculo de la paz, diciendo el primero: «Cristo está entre nosotros», y

75

El Credo El diácono exclama:

¡Las puertas! ¡Las puertas! ¡Con sabiduría, estemos atentos! Diácono:

Todos, clero y pueblo, recitan el Credo de fe. Mientras, el sacerdote levanta el Velo y aletea con él sobre los Dones, hasta la frase «y resucitó al tercer día»; entonces, besa el Velo, lo dobla y lo pone sobre los demás velos. 17

Creo en Un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todo lo visible e invisible. Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre contestando el segundo: «Estuvo, está y estará». También, cuando hay en la celebración varios diáconos, estos salen de las dos Puertas —Norte y Sur— hacia donde está el primer diácono, e intercambian el ósculo de la paz con el mismo saludo de los sacerdotes; luego, retornan al Santuario, mientras el primero permanece ante las Puertas Santas. 17

Cuando el obispo está celebrando, durante el Credo, pone las manos sobre el Altar en forma de cruz e, inclinándose, apoya su frente en sus manos, mientras los sacerdotes levantan el gran Velo, y con él aletean sobre los Dones hasta la frase «y resucitó al tercer día»; entonces, el obispo se levanta, besa el Velo, y uno de los sacerdotes lo toma, lo dobla y lo coloca con los demás velos.

76

antes de todos los siglos; Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido no creado, consubstancial al Padre, por quien todo fue hecho. Quien por nosotros, los hombres, y para nuestra salvación, bajó de los cielos, se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen, y se hizo Hombre. Fue crucificado también por nosotros, bajo Poncio Pilato; padeció, fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras; subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre, y de nuevo vendrá, con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos, y su Reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, y que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los profetas. Y en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Confieso un solo 77

bautismo para la remisión de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Amén. La Anáfora Comparezcamos bien! ¡Comparezcamos con temor! ¡Estemos atentos!, para ofrecer en paz la Santa Oblación. Diácono:

La misericordia de la paz; el sacrificio de alabanza. Pueblo:

El diácono entra al Santuario por la Puerta Sur, y se para a la derecha del celebrante. El sacerdote se dirige hacia el pueblo, bendiciendo y exclamando:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Sacerdote:

Pueblo:

Y con tu espíritu.

Sacerdote: Pueblo:

Elevemos nuestros corazones.

Los tenemos al Señor. 78

El sacerdote, hacia el Altar, dice: Sacerdote: Pueblo:

Demos gracias al Señor.

Es justo y digno.

El sacerdote inicia la oración de la Anáfora:

Digno y justo es cantarte, bendecirte, alabarte, darte gracias y adorarte en todo lugar de tu señorío, pues eres Dios el inefable, incomprensible, invisible, inconcebible, eterna e inmutablemente existente, Tú y tu Hijo Unigénito y tu Espíritu Santo. Tú de la nada nos has traído a la existencia, y cuando caímos, nos volviste a levantar, y no has dejado de hacer todo, hasta elevarnos al cielo y otorgarnos tu Reino venidero. Sacerdote:

Por todo ello, te damos gracias, a Ti y a tu Hijo unigénito, y a tu Espíritu Santo, por todos los beneficios que nos han sido otorgados, los que conocemos o desconocemos, tanto manifiestos como ocultos. Te damos gracias también por esta Liturgia que te has dignado recibir de nuestras 79

manos, mientras comparecen ante Ti miles de arcángeles y miriadas de ángeles, los querubines de muchos ojos, y los serafines de seis alas que se remontan volando en las alturas...

...entonando el Himno de la Victoria, proclamando, exclamando y diciendo: (Exclamación):

El diácono levanta de la Patena el Asterisco, haciendo con él la señal de la cruz; lo besa y lo pone sobre los velos, mientras el pueblo canta:

¡Santo, Santo, Santo, Señor de Sabaóth! El cielo y la tierra están llenos de tu Gloria. ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Pueblo:

El sacerdote continúa la oración:

Con estas bienaventuradas potestades, Soberano que amas a la humanidad, nosotros también exclamamos y decimos: Santo eres y Todo Santidad, Tú y tu Hijo unigénito y tu Espíritu Santo. Santo eres y Todo Santidad, y magnífica es tu Sacerdote:

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gloria. De tal manera amaste al mundo, que diste a tu Hijo unigénito para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna; el cual, después de haber venido y cumplido toda la Providencia salvífica para con nosotros, en la noche en que fue entregado –o más bien, se entregó a Sí mismo por la vida del mundo– tomó pan en sus santas, puras e inmaculadas manos, y dando gracias lo bendijo, lo santificó y partió, y lo dio a sus santos discípulos y apóstoles diciendo:

Tomad y comed: éste es mi Cuerpo, que por vosotros es partido para la remisión de los pecados. (Exclamación):

Pueblo:

Amén.

Del mismo modo, después cenar, tomó el cáliz diciendo: Sacerdote:

de

Bebed todos de él; ésta es mi Sangre, la de la Nueva Alianza, que por vosotros y por muchos es derramada para la remisión de los pecados. (Exclamación):

81

Pueblo:

Amén. Amén.

El sacerdote, inclinando la cabeza, continúa la oración:

Conmemorando, por lo tanto, este precepto salvífico, y todo cuanto por nosotros se ha cumplido: La Cruz, la Sepultura, la Resurrección al tercer día, la Ascensión a los cielos, la Entronización a la diestra y el segundo y glorioso Advenimiento... Sacerdote:

El diácono toma la Patena con su mano derecha y el Cáliz con la izquierda (formando con sus manos la señal de la cruz), y los levanta haciendo la señal de la cruz sobre el Antimensio, mientras el sacerdote exclama:

...lo tuyo de lo tuyo, te ofrecemos por todo y para todo. (Exclamación):

Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias, oh Señor, y a Ti suplicamos, oh Dios nuestro. Pueblo:

El sacerdote continúa la oración: Sacerdote: Te ofrecemos, también, este culto

espiritual e incruento, y te pedimos, rogamos y suplicamos: envía tu Santo

82

Espíritu sobre nosotros y sobre estos dones aquí presentados Diácono: Bendice, reverendo padre, el santo

pan. El sacerdote bendice el pan, diciendo: Sacerdote: Y haz de este pan el precioso

Cuerpo de tu Cristo. Amén. Bendice, reverendo padre, el santo Cáliz. Diácono:

El sacerdote bendice el Cáliz, diciendo: Sacerdote: Y de lo que está en este cáliz, la

preciosa Sangre de tu Cristo. Amén. Bendice, reverendo padre, ambos dones. Diácono:

El sacerdote bendice ambos Dones, diciendo: Sacerdote: Transformándolos por tu Espíritu

Santo. Diácono: Amén. Amén. Amén. El sacerdote se prosterna o se inclina, y dice: Sacerdote: A fin de que sean para los que

participen de ellos: lucidez del alma, 83

remisión de los pecados, comunión de tu Espíritu Santo, plenitud del Reino de los cielos y confianza ante Ti, y no motivo de juicio o condenación. Te ofrecemos este culto espiritual También por los que han descansado en la fe: los Progenitores, Padres, Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Predicadores, Mártires, Confesores, Ascetas y por toda alma justa que ha dormido en la fe... El sacerdote recibe el incensario, e inciensa los santos Dones exclamando:

Especialmente por nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Señora, Madre de Dios y siempre Virgen María. (Exclamación):

Es justo en verdad magnificarte, oh Theotokos,18 siempre bienaventurada e inmaculada, Madre de nuestro Dios; más honorable que los Querubines, e incomparablemente más gloriosa que los Pueblo:

18

Theotokos es una palabra griega que significa «la que dio a luz a Dios.»

84

Serafines; tú, que sin mancilla diste a luz al Verbo Dios, verdaderamente, eres la Madre de Dios: te engrandecemos. Mientras el coro está cantando «Es justo en verdad…», el sacerdote continúa la conmemoración: Sacerdote: …por el santo profeta y precursor

Juan el Bautista, los santos gloriosos y alabadísimos Apóstoles, san (.....), cuya memoria celebramos hoy, y por todos tus santos, por cuyas súplicas visítanos, oh Dios. Y acuérdate de todos cuantos han dormido en la esperanza de resurrección a la vida eterna, (menciona los nombres de los difuntos) y concédeles el descanso, oh Dios nuestro, donde resplandece la luz de tu Rostro. Te imploramos también: acuérdate, Señor, de todo el episcopado ortodoxo que enseña rectamente la palabra de tu verdad, de todo el presbiterado, del diaconado en Cristo y de todo el orden clerical y monástico. Te ofrecemos este culto espiritual también por el mundo entero, por la Iglesia Santa, Católica y Apostólica, por cuantos viven en

85

pureza y vida honorable, por nuestros gobernantes y su ejército: concédeles, Señor, un gobierno pacífico para que también nosotros, en su serenidad, llevemos una vida tranquila y apacible, en toda devoción y dignidad. (Y menciona los nombres de los vivos que quisiera.)

Acuérdate, Señor, primeramente de nuestro Arzobispo (.....); y consérvalo para tus santas iglesias, en paz, sano, salvo, honorable y en larga vida, predicando rectamente la palabra de tu verdad. Sacerdote:

y de quienes cada uno de nosotros tiene en mente; y de todos y de todas. Diácono:

Pueblo:

Y de todos, y de todas.

86

El acólito entrega la bandeja del Antídoro al sacerdote, quien la acerca a los santos Dones haciendo con ella la señal de la cruz y diciendo: «Santísima Madre de Dios, ampáranos.» Se la devuelve al acólito y continúa la oración: Sacerdote: Acuérdate, Señor, de esta ciudad (pueblo, monasterio, navío o isla) en que moramos,

de toda ciudad y país y de los fieles que en ellos habitan. Acuérdate, Señor, de quienes viajan por tierra, mar o aire, de los enfermos, los afligidos y los cautivos, y de su Salvación. Acuérdate, Señor, de quienes en tus santas iglesias fructifican en buenas obras y de aquellos que asisten a los pobres, y envía sobre todos nosotros tu misericordia.19

Y concédenos que, con una sola boca y un solo corazón, glorifiquemos y alabemos tu honorabilísimo y magnífico Nombre: oh (Exclamación):

19

Por razón de brevedad, se acostumbra leer esta parte antes de «Acuérdate, Señor, primeramente de nuestro Arzobispo…».

87

Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Pueblo:

Amén.

El sacerdote concluye la oración de la Anáfora, bendiciendo al pueblo y exclamando:

Que las misericordias de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo sean con todos vosotros. Sacerdote:

Pueblo:

Y con tu espíritu.

Letanía antes del Padre Nuestro El diácono sale por la Puerta Norte, se para ante las Puertas Santas y dice la siguiente Letanía:

Habiendo conmemorado a todos los Santos, más y más, en paz, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Por los preciosos Dones ya ofrecidos y santificados, roguemos al Señor. Diácono:

88

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Que nuestro Dios amante de la humanidad, que se ha dignado recibirlas sobre su santo, celestial e inmaterial Altar como aroma de fragancia espiritual, envíe sobre nosotros, a cambio, la divina Gracia y el don del Espíritu Santo, pidamos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Para que seamos liberados de toda aflicción, ira, peligro y necesidad, roguemos al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Habiendo implorado por la unión de la fe y la comunión del Espíritu Santo, encomendémonos a nosotros mismos, los Diácono:

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unos a los otros y nuestra vida entera, a Cristo nuestro Dios. Pueblo:

A Ti, Señor.

Sacerdote: A Ti encomendamos toda nuestra

vida y esperanza, oh Soberano que amas a la humanidad; te imploramos, pedimos y suplicamos: haznos dignos de participar de tus celestiales y temibles Misterios de este tu santo y espiritual banquete, con una conciencia limpia, para remisión de los pecados, perdón de las transgresiones, comunión del Espíritu Santo, herencia del Reino de los cielos y para confianza ante Ti, y no motivo de juicio o condenación.

Y Soberano, de como Padre, condenación a decirte: (Exclamación):

haznos dignos, oh atrevernos a invocarte con confianza y sin Ti, Dios celestial, y

Todos, clero y pueblo, dicen:

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga Pueblo:

90

tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Mientras, el diácono cruza el Orario sobre el pecho y la espalda.

Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

Sacerdote: Pueblo: Diácono:

La paz sea con vosotros.

Y con tu espíritu. Inclinemos la cabeza ante el

Señor. Pueblo:

A Ti, Señor.

91

El sacerdote, inclinando la cabeza, dice la siguiente oración:

Te damos gracias, oh Rey invisible, que por tu inconmensurable poder creaste todas las cosas, y por la plenitud de tu misericordia trajiste todo de la nada a la existencia. Tú, Soberano, mira desde el cielo a quienes inclinan ante Ti su cabeza; pues no la han inclinado ante carne y sangre, sino ante Ti, el temible Dios. Por tanto, oh Soberano, allana los caminos que cruzamos, para que desemboquen en bien nuestro según la necesidad de cada cual: navega con los que navegan, acompaña a quienes viajan y sana a los enfermos, Tú que eres el médico de nuestras almas y cuerpos... Sacerdote:

Por la gracia, la misericordia y el amor a la humanidad de tu Hijo unigénito, con Quien eres bendito, junto con tu Santísimo Espíritu, bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. (Exclamación):

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Pueblo:

Amén.

Sacerdote: Señor Jesucristo, Dios nuestro,

escúchanos desde tu santa morada y desde el Trono de gloria de tu Reino, y ven a santificarnos, oh Tú, que estás sentado en las alturas con el Padre, y que invisiblemente estás aquí presente con nosotros; dígnate concedernos por tu poderosa mano tu inmaculado Cuerpo y tu preciosa Sangre, y por medio nuestro, a todo el pueblo. El sacerdote y el diácono, en el lugar donde se encuentren, hacen tres reverencias diciendo: «Oh Dios, purifícame a mí, pecador, y ten piedad de mí.» Diácono:

¡Estemos atentos!

El sacerdote toma el santo Cordero con ambas manos y lo levanta, haciendo con él la señal de la cruz sobre la santa Patena y diciendo: Sacerdote:

¡Lo Santo, para los santos!

Un solo Santo, un solo Señor: Jesucristo, en la gloria de Dios Padre. Amén. Pueblo:

93

Mientras, el diácono entra al Santuario por la Puerta Sur, se para al lado derecho del sacerdote y dice:

Fracciona, reverendo padre, el santo Pan. Diácono:

El sacerdote fracciona al santo Cordero en cuatro partes con gran reverencia, diciendo: Sacerdote: Es fraccionado y distribuido el

Cordero de Dios: fraccionado y no dividido; siempre es comido y jamás consumido, mas santifica a los que de Él participan. Y deposita las cuatro porciones en la Patena, ordenándolas en forma de cruz:

ΙΣ (para ser depositada en el Cáliz) ΝΙ

ΚΑ (para la comunión del pueblo) XΣ (para la comunión del clero)

El diácono, señalando con su Orario el Cáliz, dice: Diácono:

Llena, reverendo padre, el santo

cáliz.

94

El sacerdote toma la porción sellada con ΙΣ; hace con ella la señal de la cruz sobre el santo Cáliz y deposita la partícula dentro del Cáliz diciendo: Sacerdote: La plenitud del Espíritu Santo. Diácono: Amén. El diácono presenta el agua caliente en el Zeón al sacerdote, diciendo: Diácono: Bendice, Señor, el agua caliente. El sacerdote bendice, diciendo: Sacerdote: Bendito es el fervor de tus Santos

Dones perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. El diácono vierte el agua caliente en el Cáliz en forma de cruz, diciendo: Diácono: El fervor del Espíritu Santo. Amén.

El sacerdote y el diácono, inclinando devotamente la cabeza frente al altar, rezan las oraciones de la comunión:

95

Oración de preparación para la comunión Creo, Señor, y confieso que Tú eres en verdad el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al mundo a salvar a los pecadores, de los que yo soy el primero. También creo que éste es tu mismo inmaculado Cuerpo y que ésta es tu misma preciosa Sangre. Por tanto, te imploro: ten piedad de mí y perdona mis culpas, voluntarias e involuntarias, las de palabra o de obra, cometidas a sabiendas o en ignorancia; y hazme digno, sin condenación, de participar de tus inmaculados Misterios, para el perdón de mis pecados y para la vida eterna. Oh Hijo de Dios, admíteme hoy como participante de tu Cena mística, pues no diré tu misterio a tus enemigos ni te daré un beso como Judas, sino que, como el ladrón, te confieso: «Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.»

96

Que la comunión de tus santos Misterios, oh Señor, no sea para mí motivo de juicio o condenación, sino para curación del alma y del cuerpo.

La Comunión del clero El sacerdote hace tres reverencias ante el Altar, pide perdón al diácono y al pueblo, y dice ante el Altar: 20 Sacerdote: He aquí que me acerco a Cristo,

nuestro Rey inmortal y nuestro Dios. Toma con ambas manos una parte de la porción del Cordero sellada con XΣ, diciendo: Sacerdote: me es concedido a mí (.....),

indigno sacerdote, el precioso y santísimo Cuerpo de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo para la remisión de mis pecados y para la vida eterna. El sacerdote consume la porción del Cordero con devoción, y con sumo cuidado sacude la palma de su mano con la esponja, encima de la Patena. Luego, dice al diácono: Sacerdote: Acércate, diácono. 20

Cuando el obispo está celebrando, comulga las dos especies; luego, él mismo da la comunión a todos los sacerdotes y diáconos, en el orden correspondiente.

97

El diácono se acerca al sacerdote con las palmas de sus manos cruzadas (la derecha sobre la izquierda), diciendo:

He aquí que me acerco; concédeme, Soberano, el precioso y santísimo Cuerpo de nuestro Señor. Diácono:

El sacerdote coloca la otra parte de la porción del Cordero sellada con XΣ en las manos del diácono diciendo:

Le es concedido al piadoso diácono (.....), el precioso y santísimo Cuerpo de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, para la remisión de sus pecados y para la vida eterna. Sacerdote:

El diácono besa la mano del sacerdote y se dirige hacia atrás del Tabernáculo; y con temor y devoción, consume la porción del Cordero que le fue dada; regresa de nuevo a la esquina norte del Altar y sacude cuidadosamente con la esponja, sobre la Patena, la palma de su mano. El sacerdote, tomando con ambas manos el Cáliz y sosteniendo un borde del Cálima, dice:

También me es concedida a mí (.....), indigno sacerdote, la santísima y vivificadora Sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, para la remisión de mis pecados y para la vida eterna. Sacerdote:

98

El sacerdote toma tres sorbos del Cáliz diciendo:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. Sacerdote:

Seca sus labios y el borde del Cáliz con el Cálima diciendo: Sacerdote: Esto ha tocado mis labios, borrará

mis iniquidades y limpiará mis pecados. Luego dice al diácono: Sacerdote: Diácono, acércate de nuevo. El diácono se acerca y hace una reverencia diciendo:

De nuevo me acerco; concédeme, Soberano, la santísima y vivificadora Sangre de nuestro Señor. Diácono:

El diácono toma con una mano el borde del Cálima y lo coloca debajo de su mentón; y con la otra, le ayuda al sacerdote a inclinar el Cáliz. El sacerdote dice:

Le es concedida al piadoso diácono (.....) la santísima y vivificadora Sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, para la remisión de sus pecados y para la vida eterna. Sacerdote:

99

El sacerdote seca los labios del diácono y el borde del Cáliz con el Cálima, y dice:

Esto ha tocado tus labios, borrará tus iniquidades y limpiará tus pecados. Sacerdote:

La Comunión del pueblo El sacerdote deposita el Cáliz sobre el Antimensio y, con gran devoción, parte en pequeñas partículas las porciones del Cordero selladas con NI y KA (exclusivamente), diciendo: «Habiendo visto la resurrección de Cristo...»; las vierte en el Cáliz, y lo cubre con el Cálima. El sacerdote toca el Asterisco sobre la santa Patena, indicando al pueblo concluir el canto de la comunión; y entrega el Cáliz al diácono, quien lo eleva exclamando:

Con temor de Dios, fe y amor, acercaos. Diácono:

¡Dios, el Señor, se nos ha manifestado! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Pueblo:

El sacerdote recibe del diácono el Cáliz para dar la comunión a los fieles, mientras el diácono se para a su lado izquierdo para ayudarlo. El sacerdote dice a cada uno: «¡Cuerpo y Sangre de nuestro Señor

100

Jesucristo!»; y concluyendo dice: «Para la remisión de sus pecados y para la vida eterna.» Mientras el sacerdote da la comunión, el pueblo canta este himno propio:

Oh Hijo de Dios, admíteme hoy como participante de tu Cena mística, pues no diré tu misterio a tus enemigos ni te daré un beso como Judas, sino que, como el ladrón, te confieso: «Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.» Pueblo:

Al terminar, el sacerdote bendice al pueblo con su diestra, exclamando:

Salva, oh Dios, a tu pueblo y bendice tu heredad. 21 Sacerdote:

Vimos la Luz verdadera, recibimos el Espíritu celestial, encontramos la fe justa: adoremos a la indivisible Trinidad, porque Ella nos salvó. Pueblo:

21

Cuando el obispo está celebrando, él bendice diciendo: «Salva, oh Dios, a tu pueblo...»

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El sacerdote y el diácono retornan hacia el Altar. El diácono vierte en el santo Cáliz las partículas de la conmemoración que están en la santa Patena diciendo:

Lava, oh Señor, con tu preciosa Sangre, los pecados de tus siervos que han sido conmemorados aquí, por la intercesión de la Madre de Dios y de todos los Santos. Diácono:

Y cubre el santo Cáliz con el Cálima, y pone los Velos, la Lanza y el Asterisco sobre la Patena, mientras el sacerdote inciensa los santos Dones tres veces. El diácono le dice: Diácono: Alza, reverendo padre. Sacerdote: ¡Álzate, oh Dios, sobre los cielos;

sobre toda la tierra, tu gloria!

El sacerdote entrega al diácono la santa Patena; él la levanta al nivel de su frente con ambas manos y la lleva hasta la mesa de la oblación. El sacerdote toma el Cáliz cubierto y, elevándolo, se dirige hacia el pueblo diciendo:

Perpetuamente: ahora siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

102

y

El sacerdote lleva el santo Cáliz y lo coloca sobre la mesa de la oblación; luego, retorna hacia el Altar. Mientras, el diácono sale por la Puerta Norte, y se para ante las Puertas Santas para decir la Letanía:

Oración de Acción de Gracias ¡Levantémonos! Habiendo participado de los divinos, santos, inmaculados, inmortales, celestiales, vivificadores y temibles Misterios de Cristo, demos dignas gracias al Señor. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Ampáranos, sálvanos, ten misericordia y protégenos, oh Dios, por tu Gracia. Diácono:

Pueblo:

Señor, ten piedad.

Habiendo pedido que todo el día sea perfecto, santo, pacífico y sin pecado, encomendémonos a nosotros mismos, los unos a los otros y nuestra vida entera, a Cristo nuestro Dios. Diácono:

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Pueblo:

A Ti, Señor.

El diácono entra al Santuario por la Puerta Sur. Mientras, el sacerdote dobla el Antimensio; luego dice la siguiente oración: Sacerdote: Te damos gracias, oh Soberano

que amas a la humanidad, Bienhechor de nuestras almas, porque también este día nos has hecho dignos de tus celestiales e inmortales Misterios. Corrige nuestro camino, afírmanos a todos en tu temor, guarda nuestra vida y asegura nuestros pasos, por las oraciones y súplicas de la gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María y de todos tus santos.

Porque Tú eres nuestra santificación, y a Ti rendimos gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. (Exclamación):

Mientras el sacerdote está diciendo la exclamación, toma el santo Evangelio, lo levanta y con él hace la señal de la cruz sobre el Antimensio; luego lo besa y lo coloca en su lugar. Pueblo:

Amén.

104

El sacerdote se dirige hacia el pueblo diciendo: Sacerdote:

Salgamos en paz.

Pueblo:

En el nombre del Señor.

Diácono:

Roguemos al Señor.

Pueblo:

Señor, ten piedad.

El sacerdote sale por las Puertas Santas, y se para ante el icono del Señor; y dice la siguiente oración:

Oración del Ambón Señor, que bendices a los que te bendicen y santificas a los que ponen en Ti su confianza: salva a tu pueblo y bendice tu heredad. Conserva la plenitud de tu Iglesia, santifica a los que aman la belleza de tu morada, glorifícalos a cambio por tu divino poder y no abandones a quienes ponemos en Ti nuestra esperanza. Otorga la paz a tu mundo, a tus iglesias, a los sacerdotes, a nuestras autoridades, al ejército y a todo tu pueblo, porque toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y Sacerdote:

105

desciende de Ti, Padre de las luces; y te rendimos gloria, agradecimiento y adoración a Ti: Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Pueblo:

Amén.

Bendito sea el Nombre del Señor desde ahora y para siempre. (3 veces) Entre tanto, el sacerdote se dirige a la mesa de la oblación y dice la siguiente oración:

Oh Cristo Dios nuestro, que eres el cumplimiento de la Ley y de los Profetas, que consumaste plenamente la Providencia del Padre: colma nuestros corazones de júbilo y regocijo perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Sacerdote:

Diácono:

Roguemos al Señor.

Pueblo:

Señor, ten piedad.

106

El sacerdote, desde las Puertas Santas, bendice al pueblo diciendo:

La bendición del Señor y su misericordia desciendan sobre vosotros, por su divina Gracia y su amor a la humanidad perpetuamente: ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Amén.

Pueblo:

Oración de la conclusión El que ha resucitado de entre los muertos,22 Cristo nuestro verdadero Dios, por la intercesión de su purísima e inmaculada Madre; por el poder de la preciosa y vivificadora Cruz; la protección de las celestiales potestades incorpóreas; las súplicas del venerable y Sacerdote:

22

El sacerdote inicia la Oración de la conclusión con esta frase en todos los domingos, salvo cuando cae en domingo una fiesta del Señor que anula el oficio de la Resurrección; en este caso se dirá la frase correspondiente a la fiesta. Pero si la fiesta del Señor no anula el servicio de Resurrección, entonces dirá la frase de la resurrección y luego la de la fiesta. Las frases conclusivas de las fiestas principales están en el apéndice, Pág. 120

107

glorioso profeta y Precursor Juan el Bautista; de los santos gloriosos y alabadísimos apóstoles; de los gloriosos y victoriosos Mártires; de nuestros justos y teóforos Padres; de nuestro padre entre los santos Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla, cuya Liturgia hemos celebrado; de los santos y justos Abuelos del Señor, Joaquín y Ana; de san (.....), titular de este santo templo; de san (.....) cuya memoria celebramos hoy; y de todos los santos: tenga misericordia de nosotros y nos salve, pues Él es Dios bondadoso y amante de la humanidad. 23 Y concluye con la siguiente exclamación:24

Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos. Sacerdote:

23

Cuando el obispo está celebrando, el coro canta: «Conserva, oh Señor, a nuestro padre y arzobispo, por muchos años.» 24 Cuando la oración de la Acción de gracias es leída, entonces la exclamación «Por las oraciones» es dejada hasta el final.

108

Pueblo:

Amén.

El diácono se dirige hacia la mesa de la oblación y consume lo que sobró en el Cáliz; luego, se quita el ornamento. El sacerdote distribuye el pan bendito a los fieles, desde las Puertas Santas, diciendo a cada uno: «La bendición del Señor y su misericordia desciendan sobre ti.» Durante la distribución del pan, se lee la oración de dar Gracias, Pág. 126. Al terminar, todos damos gracias a Dios, y salimos alabando su Nombre.

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APÉNDICES

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 DOXOLOGÍA MAYOR

¡Gloria a Ti que nos mostraste la luz! ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad en los hombres! ¡Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias por tu inmensa gloria! Señor Dios y Rey celestial, Padre Omnipotente; Señor, Hijo unigénito, Jesucristo y Espíritu Santo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre, que quitas los pecados del mundo: ten piedad de nosotros, Tú que quitas los pecados del mundo. Recibe nuestra súplica, Tú que estás sentado a la diestra del Padre, y ten piedad de nosotros.

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Porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú eres Señor, Jesucristo, en la gloria de Dios Padre. Amén. Todos los días te bendigo y alabo tu Nombre para siempre, y por los siglos de los siglos. Concédenos, oh Señor, conservarnos este día sin pecado. Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros Padres; alabado y glorificado sea tu Nombre para siempre. Amén. Que sea tu misericordia sobre nosotros, Señor, conforme a nuestra esperanza en Ti. Bendito eres, oh Señor, enséñame tus mandamientos. (3 veces) Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Yo te digo: Señor, ten piedad de mí; sana mi alma, porque he pecado contra Ti.

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Señor, a Ti acudo: enséñame a cumplir tu voluntad, porque Tú eres mi Dios. Porque de Ti mana la vida, y en tu luz veremos la luz. Extiende tu piedad sobre los que te conocen. ¡Santo Dios, Santo Todopoderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros! (3 veces) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Santo Inmortal ten dadpip de nosotros.

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 LOS HIMNOS DE LA ENTRADA MENOR 1. Fiestas fijas Exaltación de la vivificadora Cruz ¡Exaltad al Señor, nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies, porque Él es santo! Sálvanos, oh Hijo de crucificado en el cuerpo,

Dios,



Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo «¡Del vientre, antes del lucero de la mañana, te he engendrado!» El Señor ha jurado y no se arrepentirá: «Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec.» Sálvanos, oh Hijo de Dios, que has nacido de la Virgen,

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Circuncisión de nuestro Señor Jesucristo Venid adoremos y prosternémonos delante de Cristo nuestro Rey y Dios. Sálvanos, oh Hijo de circuncidado en el cuerpo,

Dios,



Divina Epifanía ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Dios, el Señor, se nos ha manifestado! Sálvanos, oh Hijo de Dios, que fuiste bautizado por Juan en el Jordán, Presentación del Señor en el Templo El Señor ha dado a conocer su Salvación; ha revelado su Justicia a las naciones. Sálvanos, oh Hijo de Dios, cargado en los brazos del justo Simeón,

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Anunciación a la Virgen Anunciad, día tras día, la Salvación de nuestro Dios. Sálvanos, oh Hijo de Dios, que has encarnado por nosotros, Divina Transfiguración Porque de Ti mana la Vida, y en tu Luz veremos la luz. Sálvanos, oh Hijo de Dios, que te transfiguraste en el monte Tabor, 2. Fiestas movibles Domingo de Ramos ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Dios, el Señor, se nos ha manifestado! Sálvanos, oh Hijo de Dios, que has montado un pollino,

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Domingo de Pascua En las iglesias bendecid a Dios, el Señor, desde las fuentes de Israel. Sálvanos, oh Hijo de Dios, resucitaste de entre los muertos,

que

Jueves de Ascensión En medio de salmodias ascendió Dios, el Señor, entre sonidos de trompetas. Sálvanos, oh Hijo de Dios, que ascendiste al cielo con gloria,

Domingo de Pentecostés ¡Álzate, oh Señor, en tu fuerza! ¡Cantamos y alabamos tu poderío! Sálvanos, oh bondadoso Consolador, a los que te cantamos: ¡Aleluya!

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 FRASES CONCLUSIVAS EN LAS FIESTAS PRINCIPALES

1. Fiestas fijas Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo El que ha nacido en una cueva y fue acostado en un pesebre por nuestra Salvación, Circuncisión de nuestro Señor Jesucristo El que se ha dignado ser circuncidado el octavo día por nuestra Salvación, Divina Epifanía El que se ha dignado ser bautizado por Juan en el Jordán por nuestra Salvación,

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Presentación del Señor en el Templo El que se ha dignado ser cargado en los brazos del justo Simeón por nuestra Salvación, Anunciación a la Virgen El que se ha dignado encarnar de la Virgen por nuestra Salvación, Divina Transfiguración El que se ha transfigurado con gloria en el Monte Tabor, ante sus discípulos, los santos Apóstoles, por nuestra Salvación,

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2. Fiestas movibles Sábado de los difuntos El que domina sobre los vivos y los muertos por nuestra Salvación, Sábado de Lázaro El que ha resucitado de entre los muertos por nuestra Salvación, Domino de Ramos El que se ha dignado montar un pollino, hijo de asna, por nuestra Salvación, Desde Lunes Santo hasta Miércoles Santo El que ha llegado hacia la Pasión voluntaria por nuestra Salvación,

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Jueves Santo El que, por su infinita bondad, ha mostrado la humildad como camino óptimo cuando lavó los pies de sus discípulos y condescendió hacia la crucifixión y la sepultura, por nuestra Salvación, Jueves Santo en la noche (La Crucifixión) El que ha soportado los escupitajos, los azotes, la burla, la crucifixión y la muerte, por nuestra Salvación, Viernes y Sábado Santos El que ha aceptado la temible Pasión en el cuerpo, la vivificadora crucifixión y la voluntaria sepultura, por nosotros, los hombres, y por nuestra Salvación,

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Domingo de Pascua El que ha resucitado de entre los muertos, Y cuando la conclusión es finalizada, el sacerdote –con el santo evangelio en su diestra y una vela en su siniestra– dice al pueblo: Sacerdote: Pueblo:

¡Cristo ha resucitado!

¡En verdad ha resucitado!

Lo repite tres veces; luego dice:

¡Prosternémonos ante su santa Resurrección al tercer día! Sacerdote:

Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros. Pueblo:

En verdad ha resucitado el Señor.

Y lo mismo en la conclusión de vísperas, maitines y divina Liturgia durante todos los días de la Semana de las Renovaciones, y el día de la despedida de Pascua.

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Jueves de la Divina Ascensión El que ha ascendido con gloria a los cielos y se ha sentado a la diestra de Dios Padre, por nuestra Salvación, Domingo de Pentecostés El que ha enviado del cielo a su Santísimo Espíritu en forma de lenguas de fuego sobre sus discípulos, los santos Apóstoles, por nuestra Salvación,

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 ORACIONES DE ACCIÓN DE GRACIAS Al terminar la Liturgia, el lector dice:

¡Gloria a Ti, oh Dios! (Tres veces) Primera oración Te doy gracias, oh Señor Dios mío, porque no me has rechazado a mí, pecador, sino que me has hecho digno de participar de tu santos Misterios. Te doy gracias porque me has hecho digno a mí, indigno, de comulgar tus purísimos y celestiales Dones. Tú, oh Soberano que amas a la humanidad, que has muerto y resucitado por nosotros, y que nos has dado estos santos y vivificadores Sacramentos para beneficio y santificación del alma y del cuerpo: haz que sean para mí, curación del alma y

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cuerpo, vencimiento de todo adversario, iluminación de los ojos de mi corazón, paz de las fuerzas del alma; que me sirvan para obtener fe invencible, amor sin hipocresía, sabiduría, y vida según tus mandamientos; para recibir tu Gracia divina y alcanzar tu Reino; y, resguardado en tu santidad por tus Sacramentos, me acuerde siempre de tu Gracia y no viva más para mí, sino para Ti, nuestro Señor y Bienhechor. Así, cuando salga yo de este mundo con la esperanza de la vida eterna, alcanzaré el descanso eterno allá, donde el canto festivo es incesable y el gozo de los que contemplan la inefable hermosura de tu Rostro es infinito. Porque verdaderamente Tú eres el anhelado y el inefable gozo de los que te aman, oh Cristo Dios nuestro, y toda la creación te alaba por los siglos de los siglos. Amén.

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Segunda oración (San Basilio el Grande)

Oh Señor Jesucristo, Dios, Creador y Rey de todos los siglos: te doy gracias por todos los beneficios que me has concedido, y por aceptarme como partícipe de tus purísimos y vivificadores Misterios. Te ruego, oh Dios bueno y amante de la humanidad, que me guardes bajo la sombra de tus alas. Concédeme comulgar dignamente, con conciencia pura hasta mi último suspiro, tus santos Misterios para la remisión de los pecados y para la vida eterna. Porque Tú eres el Pan de vida, Fuente de santificación y Dador de los bienes, y a Ti rendimos gloria junto con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

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Tercera oración (San Simeón el Traductor)

Oh Bondadoso, que por tu divina Voluntad me has alimentado con tu Cuerpo, Tú que eres el fuego que abrasa a los indignos: No me quemes, oh Creador, sino penetra en mí, en mis articulaciones, riñones y corazón; quema las espinas de mis pecados, purifica mi alma y santifica mi mente, fortalece mis huesos y nervios, ilumina mis sentidos y afírmame en tu temor; cubre y vigílame, aleja de mí toda obra y palabra dañina al alma, limpia y purifícame; corrige mis pasos, adorna, enseña e ilumíname; transfórmame en un templo de tu Espíritu y que no sea ya casa del pecado. Y, al hacerme morada tuya por la comunión, que se aleje de mí toda maldad y pasión así como se huye del fuego. Ante Ti presento la intercesión de todos los Santos, de los Arcángeles, del Precursor, de tus santos Apóstoles con la 130

de tu purísima Madre; acepta, Cristo mío, sus oraciones y hazme a mí, tu siervo, un hijo de la luz; porque sólo Tú eres la santificación de nuestras almas, y a Ti rendimos gloria todos los días como el Señor y Dios. Cuarta oración Oh Señor Jesucristo Dios nuestro: que tu santo Cuerpo se me vuelva vida eterna, y tu preciosa Sangre, remisión de mis pecados; que esta Eucaristía sea para mí gozo, salud y felicidad. Y en tu temible segunda venida, hazme digno a mí, pecador, de estar a la diestra de tu Gloria, por la intercesión de tu purísima Madre y de todos tus santos. Amén. Quinta oración Oh Santísima Madre de Dios, luz de mi oscurecida alma, mi esperanza y protección, mi consuelo y alegría: te doy 131

gracias por hacerme digno a mí, indigno, de participar de los preciosos Cuerpo y Sangre de tu Hijo. Tú, que diste a luz a la verdadera Luz, ilumina los ojos espirituales de mi corazón. Tú que engendraste a la Fuente de la inmortalidad, revíveme a mí, muerto por el pecado. Oh Madre del misericordioso Dios, llena de compasión, apiádate de mí, y dale a mi corazón fervor y contrición, y a mis pensamientos distraídos y cautivos, regreso, y hazme digno de recibir los purísimos Misterios sin condenación, hasta mi último suspiro, para la curación del alma y del cuerpo. Concédeme lágrimas de penitencia y confesión, para que te alabe y glorifique todos los días de mi vida; porque bendita y glorificada eres por todos los siglos. Amén. (3 veces)

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Enseguida se dice La oración de San Simeón, el Anciano:

Ahora, Señor, a tu siervo deja irse en paz según tu palabra, porque mis ojos han visto tu Salvación, la cual tenías destinada ante la faz de los pueblos, Luz que ilumina a las naciones y la gloria de tu pueblo Israel. El Trisagio Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. (3 veces) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias por tu Nombre. Señor, ten piedad. (3 veces) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y

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siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy, perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

El lector lee el tropario y el condaquio del santo cuya Liturgia ha sido celebrada. En el caso de la liturgia de san Juan Crisóstomo, son los siguientes:

La Gracia que por tu boca resplandeció como fuego, ha iluminado al universo, ha revelado al mundo los tesoros de la pobreza y ha mostrado la Lector:

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altitud de la humildad. Oh padre Juan Crisóstomo, cuyas palabras nos han educado, intercede ante el Verbo, Cristo Dios, para que salve nuestras almas. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Del cielo recibiste la Gracia divina y por tus palabras nos enseñaste a todos a adorar al único Dios en Trinidad, oh venerable justo Juan Crisóstomo. Por eso te alabamos debidamente, como maestro que nos aclaras lo divino. Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Oh Señor, por la intercesión de todos los santos y de la Madre de Dios, otórganos tu paz y ten piedad de nosotros, pues eres el único Misericordioso. Señor, ten piedad. (12 veces)

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Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Oh más honorable que los Querubines, e incomparablemente más gloriosa que los Serafines; tú, que sin mancilla diste a luz al Verbo Dios, verdaderamente, eres la Madre de Dios: te engrandecemos. En el nombre del Señor, bendice Padre. Que Dios tenga misericordia de nosotros, nos bendiga, ilumine su Rostro sobre nosotros y nos tenga piedad. Sacerdote:

Lector:

Amén.

¡Gloria a Ti, Cristo Dios, nuestra Esperanza, gloria a Ti! Sacerdote:

Lector: Gloria

al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Señor ten piedad. (3 veces) En el nombre del Señor, bendice Padre. 136

Cristo nuestro verdadero Dios, por la intercesión de su purísima e inmaculada Madre; de nuestro padre entre los santos Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla (si es la liturgia Sacerdote:

de san Basilio Magno, dirá: de nuestro padre entre

los santos Basilio Magno, arzobispo de Cesarea); de san (.....), titular de este santo

templo; de san (.....) cuya memoria celebramos hoy; y de todos los santos: tenga misericordia de nosotros y nos salve, pues Él es Dios bondadoso y amante de la humanidad. Y concluye con la siguiente exclamación:

Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos. Sacerdote:

Pueblo:

Amén.

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