Tema IV. La Crisis Del Siglo Xvii

T EMA IV. LA CRISIS DEL SIGLO XVII (1621-1700) DURANTE los reinados de Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700), se

Views 89 Downloads 0 File size 103KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

T EMA IV. LA CRISIS DEL SIGLO XVII (1621-1700) DURANTE los reinados de Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700), seguido este último por la guerra de Sucesión a la corona hasta el triunfo definitivo del pretendiente francés, Felipe V (paz de Utrecht, 1713), España experimentó el reverso de lo que había sido en el siglo XVI y se precipitó por el plano inclinado de la decadencia -que difícilmente nos explicaríamos sin tener en cuenta, a su vez, la crisis general europea-. «España necesitó sólo un siglo (desde la unión de Castilla y Aragón en 1479 hasta la anexión de Portugal en 1580) para hacerse con la hegemonía de Europa, y un solo siglo también (desde la muerte de Felipe II a la de Carlos 11, 1598-1700) para descender al rango de segunda potencia» (HAMILTON). Pese a la afirmación de los valores singulares hispánicos en el Occidente europeo en el siglo XVII —que en el campo cultural motivaría el despliegue del segundo Siglo de Oro en las letras y en las artes (Góngora, Quevedo, Gracián, Tirso, Calderón, Velázquez, Murillo)— insistimos en que la decadencia española de la centuria es inseparable de la crisis general. En una síntesis admirable del siglo xvii, forjada a través del prisma francés —prescindiendo, naturalmente, de las particularidades hispánicas-, el profesor de la Universidad de Estrasburgo Roland Mousnier toma como punto de partida la «crisis general de la centuria» —depresión económica, polarización social, crisis del Estado, guerra de Treinta Años, el Barroco como crisis de la sensibilidad, la moral y la ciencia—, que condiciona una «lucha contra la crisis» —el intervencionismo estatal (colbertismo) para articular una economía en depresión, la monarquía absoluta como solución de fuerza para resolver la crisis del Estado, la reacción clasicista (cartesianismo) contra la sensibilidad barroca, la organización europea de Westfalia para solucionar la crisis internacional—, epilogada por los «nuevos aspectos de la crisis» en el tránsito de los siglos xv I al XVIII. Sin embargo, si sustituimos la óptica francesa por otra plenamente occidental, el último período de Mousnier —equivalente a la «crisis de la conciencia europea» de P. Hazard- se convierte, en realidad, en «afirmación de Europa». Sus caracteres distintivos pueden sintetizarse así: recuperación económica, triunfo del parlamentarismo (revolución inglesa de 1688), empirismo y equilibrio europeo. El concepto de «Europa» va desplazando al de «Cristiandad» en el siglo XVII. La idea de Europa se difunde ampliamente en el Norte, mientras la de Cristiandad se refugia en los países del Sur. El siglo XVII —en el que se forja el Estado moderno— es especialmente negativo para las grandes formaciones territoriales hegemónicas tradicionales: España, el Imperio, Turquía. Los Estados pierden en extensión lo que ganan en intensidad y desplazan a los imperios. El sistema de equilibrio de poderes, que se impone a comienzos del siglo XVIII, establece un equilibrio mecanicista sobre las formaciones estatales de la Europa horizontal, que había triunfado en Westfalia sobre las ruinas de la Cristiandad vertical, jerarquizada bajo los poderes universales, el Pontificado y el Imperio. Como en el resto del Occidente europeo, el Barroco aspira a enmascarar —en la grandilocuencia, la ampulosidad o la evasión— la crisis que se debate sobre el país. Comparado éste con las fábricas de los edificios barrocos, su pobreza es manifiesta: en lugar de la piedra de sillería, el ladrillo, la mampostería o la tapia de barro; pero estos materiales se ocultan bajo una profusión decorativa, del

48

mismo modo que la propaganda del conde duque de Olivares clama por la monarquía universal a unos españoles que a su vez necesitan imperiosamente cualquier forma de evasión para pensar lo menos posible en las exigencias cotidianas. Gravemente afectado el país por la crisis económica, Olivares exigirá de España un esfuerzo sobrehumano para imponer el «austracismo» en Europa, mientras la falta de recursos hace necesario alinear a los reinos no castellanos de la monarquía en la misma senda de sacrificios económicos que Castílla. Tras unos éxitos espectaculares en el exterior, el fantasma de la crisis se agiganta en el interior, y en 1640, en paralelismo con los conflictos suscitados en todo el Occidente europeo —tomemos como ejemplo la Fronda en Francia y la revolución puritana en Inglaterra—, se producen los alzamientos de Cataluña y Portugal, instigados por los rivales de España, que a su vez revisten el triple carácter de guerras civiles, conflictos internacionales y revoluciones sociales. Dos años después, Rocroi señala la primera derrota militar hispánica. El desmoronamiento es rápido: Westfalia, 1648; Pirineos, 1659; reconocimiento de la independencia de Portugal, 1668. En contraste con los demás países del Occidente, que han dominado la crisis de 1640 recurriendo al absolutismo monárquico, en España el restablecimiento del régimen privativo de Cataluña y la independencia de Portugal señala comienzos del «neoforalismo», que preside los días de Carlos II: al agotamiento de Castilla, invadida por el pesimismo y la amargura de la derrota, la periferia peninsular opone su propia recuperación, en marcha ascendente a partir de 1680, en consonancia con la trayectoria de la economía occidental, fertilizada por el oro brasileño, que entonces comienza a aparecer en el mercado. Sin embargo, con el paréntesis sucesorio abierto al morir sin descendencia Carlos II, Castilla logrará resolver la crisis constitucional de la monarquía hispánica según los moldes del racionalismo francés (decretos de Nueva Planta, que abolen el régimen foral de la Corona de Aragón), durante la nueva contienda civil involucrada en la guerra de Sucesión a la Corona de España. CONTRACCIÓN ECONÓMICA, RECUPERACIÓN PERIFÉRICA Y ESTABILIZACIÓN

La depresión económica del Seiscientos -una fase B, de contracción coyuntura- tuvo en España características peculiares. Comienza a manifestarse en 1605-1610, un cuarto de siglo antes que en el resto del Occidente europeo, _v a través de su desarrollo puso en relieve sensibles diferencias entre los reinos hispánicos. En efecto, la depresión _que primero se había manifestado en Valencia Y Aragón, por la expulsión de los moriscos afectó con especial intensidad a Castilla -Castilla realizó los mayores sacrificios en aras del «austracismo»», experimentó una acusada despoblación y su moneda estuvo sometida a ininterrumpidas alteraciones (inflaciones y deflaciones)-. Mientras en la crisis seguía la trayectoria general del Occidente contracción muy acusada en los negocios hasta 168Ó, fecha en que dio comienzo un lento proceso de recuperación hasta la fase expansiva del siglo XVIII. Con la contracción se repiten las bancarrotas estatales y durante la segunda mitad del XVII gravita sobre la economía castellana la fase más aguda de la depresión, que acabó de arruinar lo poco que quedaba en pie.

49

DESPOBLACIÓN

Como causas específicas del fenómeno enumera: las terribles exacciones tributarias que pesaban especialmente sobre las aldeas, las levas de soldados, el absentismo de los propietarios ricos y la opresión de los lugares vecinos, y como factores generales del declive demográfico, la decadencia de la monarquía, la venta de bienes y cargos concejiles, el exceso de eclesiásticos y la atracción de las Indias. En la despoblación o estancamiento demográfico del siglo xvri influyeron decisivamente las enfermedades contagiosas (pestes), que en el transcurso de un siglo el azote se presentó cuatro veces, con una periodicidad media de veinticinco años. Esto demuestra que ninguna generación pudo escapar a los estragos de las epidemias. Los hechos incuestionables de la demografía española del siglo xvii son, de un lado, la ruptura de la línea ascendente de la centuria anterior y, de otro, la tendencia cada vez más acusada hacia una nueva distribución del potencial humano del país: el centripetismo del siglo XVI cedió el paso hacia una situación cada vez más favorable a la periferia. Al parecer, cabe distinguir dos grandes fases en la trayectoria de la demografía española del Seiscientos: una de depresión, durante la primera mitad, y otra de recuperación, a partir del término de la grave epidemia de 1648-1654 LA CRISIS POLÍTICA

En la base se encuentra el programa uniformista del conde duque de Olivares que propuso al rey que todos o reinos no castellanos contribuyeran del mismo modo que Castilla a las cargas fiscales de España. Olivares empezó por proponer una unión de armas, es decir una cooperación militar entre todos los reinos de la monarquía, sin embargo Cataluña se negó aduciendo que ya contribuía bastante a las cargas de la monarquía. El estallido de la guerra con Francia provocó la marcha de las tropas hacia Francia por Cataluña; lo radicales catalanes buscaron apoyo en Francia mediante una alianza entre la Generalidad y el cardenal Richelieu que acabaría en la invasión francesa del principado de Cataluña, hasta el punto de que Luis XIII se proclamó conde de Barcelona. Las tropas de ocupación no tardaron en dar muestras de barbarie. Un viraje moderado tanto en Madrid como en Cataluña repuso la situación como estaba antes del estallido de la guerra; pero el levantamiento catalán y la alianza con Francia costo la pérdida en la Paz de los Pirineos de parte del Principado.

50