TEMA 62- Las Vanguardias Europeas y Españolas. Relaciones

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TEMA 62 LAS VANGUARDIAS LITERARIAS EUROPEAS Y ESPAÑOLAS. RELACIONES. 1. INTRODUCCIÓN El Vanguardismo, en Europa como en España, constituye una etapa de gran interés. Es un bullir de experiencias que supone una ruptura y conduce a una fecunda renovación de la concepción de la literatura y de la expresión poética. En nuestro tema haremos un repaso a las principales características de la vanguardia europea, el marco histórico en que se desarrolla y, dentro de ese marco europeo aunque con sus propias características, como no podía ser menos, el caso del vanguardismo español. Iniciamos nuestro tema con una contextualización histórica. 2. EL MARCO HISTÓRICO-POLÍTICO Y CULTURAL Nos encontramos en un tiempo convulso y apasionado: (pinceladas) - La 1ª Guerra Mundial representa la última consecuencia del orden antiguo. El clima de la posguerra es tenso. - Se produce una expansión económica: industria, capitalismo, imperios coloniales, auge de la burguesía. - La masa obrera crece y se organiza. - Los liberales y los socialistas se enfrentan. - USA y Japón como potencias mundiales; revolución de la URSS. - Radicalización de posturas: fascismo y comunismo. - Crac del 29, crisis del sistema capitalista. - Gran Guerra y Guerra Civil. La filosofía del momento se caracteriza por la presencia del existencialismo, el marxismo y el psicoanálisis. El electo fundamental de esta crisis del positivismo racionalista y, por tanto, del realismo literario, será el crecimiento del irracionalismo y el arrumbamiento de toda explicación lógica que intente interpretar el mundo. La consecuencia estética será la búsqueda de la destrucción del arte asentado en filosofías dogmáticas o positivistas. Las vanguardias van a actuar de avanzadilla de dicha destrucción. Las armas conceptuales serán proporcionadas por el vitalismo de Nietzsche y Dilthey, la fenomenología de Husserl, el intuicionismo de Bergson y el psicoanálisis freudiano, que proporcionará la seguridad de que los motivos conscientes de nuestros actos no son más que un encubrimiento de los verdaderos motivos inconfesables que radican en el subconsciente. A todo esto se añaden la teoría de la relatividad de Einstein con su concepción de un tiempo y espacio no absolutos y la teoría de la indeterminación de Hesienberg. La conclusión de 1

que la irracionalidad del mundo no se acomoda a leyes estrictas y rigurosas es más que una hipótesis. 3. EL VANGUARDISMO: UNA NUEVA RUPTURA Con el término vanguardia, tomado del francés avant-garde, se han designado en nuestro siglo aquellos movimientos que se oponen, frecuentemente con virulencia, a la estética anterior y que proponen concepciones profundamente nuevas del arte y de las letras. Las vanguardias literarias son movimientos rupturistas que tienen su sede en París. Rompen con el subjetivismos romántico y el realismo que se había dado hasta ahora; si bien, de los Parnasianos y los Poetas Malditos (Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud) aceptan la idea del “el arte por el arte”, acuñado por el romántico Victor Hugo; otra idea que tienen es la escribir para deleitar, aunque después pasará a ser “deleitarse”, sin pensar en los lectores. Los “ismos” vanguardistas se suceden a un ritmo muy rápido: Fauvismo, Futurismo, Expresionismo, Imaginismo, Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo, etc. Muchos de ellos afectan por igual a las artes plásticas, al arte escénico o cinematográfico, a las letras, e incluso al pensamiento. Algunos pasan como efímeras modas; otros dejan huella imborrable. Hasta 1913, las vanguardias disfrutan de un momento de confianza y optimismo en el que se mezclan elementos de la literatura finesecular con el vigor del espíritu nuevo; a partir de 1914, las cosas cambiarían: tras la guerra se produce un visible endurecimiento de las relaciones sociales al que no escapan poetas y críticos, que viven una etapa de vuelta al naturalismo, en palabras de Poggioli. Aquí nos limitaremos a examinar aquellos movimientos que constituyeron aportaciones sustanciales –o, al menos, interesantes- en la literatura europea. 4. MOVIMIENTOS EUROPEOS 4.1.

EXPRESIONISMO

El expresionismo nació sobre una base de protesta y de crítica. Por ser antipositivista era, consecuentemente, antinaturalista y antiimpresionista, aunque son bastante numerosos los elementos que tomó de ambas tendencias. Para el artista naturalista e impresionista la realidad seguía siendo algo que había que mirar desde el exterior; para el expresionista, en cambio, era algo en lo que había que meterse, algo que había que vivir desde el interior. El expresionismo fue un amplio movimiento que difícilmente se puede encerrar en una definición o delimitar según la forma en que se manifiesta, como se podría hacer con otras tendencias artísticas, por ejemplo, el cubismo. Aparece como el más rico y complejo de todos esos movimientos y sus postulados siguen informando la actividad de gran parte del arte actual. El expresionismo, en su conjunto, no era un movimiento formalista, sino de contenido, que adoptó diversas manifestaciones, entre las que se encuentran: 2

- En Francia, el fauvismo (1903-1907), al que pertenecieron, entre otros, los pintores Matisse, Derain, Roualt y el español Echevarría. El fauvismo se nos presenta como un estilo principalmente pictórico que busca reemplazar el arte convencional por el más natural de los pueblos salvajes. Lindantes con el anarquismo, pero también con el vitalismo nietzscheano, no pueden ocultar la seducción que les suscita el indigenismo primitivo o el arte infantil. Esta tendencia al indigenismo se advertirá también en la poesía modernista de Rubén Darío, y netamente en el Campos de Castilla de Antonio Machado en el que la visión del recio castellano simbolizado por el campesino soriano y por un territorio por donde cruza errante la sombra de Caín es idealizado en el poema central Campos de Castilla. Este movimiento se caracteriza por el intenso cromatismo, un cierto primitivismo y una intención agresiva, que heredará el movimiento expresionista. El ruso Wassily Kandinsky será el primero que dará el paso al expresionismo fauvista. Primitivismo y arte negro influirán decisivamente en Matisse y Picasso, que, con sus deformaciones y distorsiones anatómicas, la simplificación y la simultaneidad de varios puntos de vista, darán comienzo a la gran aventura del cubismo. Los inspiradores de este movimiento serán Gauguin y, en cierto modo, Van Gogh.

- En Alemania, los grupos denominados Die Brücke (“El Puente”, 1905), formado principalmente por Emil Nolde y Oskar Kokoschka, y Der Blaue Reiter (“El jinete azul”) fundado en 1909 por Wassily Kandinsky y Franz Marc. En 1924 apareció el llamado realismo expresionista, cuya figura más importante es Otto Dix. 4.2.

CUBISMO

El cubismo se caracteriza por un espíritu de geometría que lleva el pintor para resolver las imágenes con volúmenes geométricos, planos y curvas. Descomponer todos los cuerpos en formas geométricas constituía su inmediata tarea; después vendría la recomposición. Los cubistas trataron de dar una visión de los objetos juntando diversos puntos de vista. El año 1907 señaló el nacimiento del cubismo con Las señoritas de Aviñón de Picasso. Esta revolución encabezada por los maestros Picasso, Braque y Gris influirá decisivamente en las artes plásticas o literarias. También en literatura se van a superponer planos diferentes, los puntos de vista serán diversos dependiendo de los diferentes espectadores. La acentuación de los rasgos geométricos esenciales eliminará la anécdota para fijarse en lo sustancial. La novela no tendrá, a partir de ahora, un carácter evidente sino será, al menos en parte, producto de la iluminación que proyecte el autor, los personajes o el lector. Desaparece el personaje central y hasta el argumento y aparecen diferentes centros de atención. Se suele señalar la fecha de 1913 como el comienzo en literatura de esta vanguardia, cuando su principal teorizador, Guillaume Apollinaire, publica el ensayo Los pintores cubistas, en la que se contiene la apología y el estudio de la estética cubista. Propugnó una especie de confusión de las artes. La fusión, e incluso identificación, de pintura y poesía, la resolvió mediante la invención de los Caligramas, poemas dibujados, que publicó en 1918. Entre 1917 y 20 se produce el desmoronamiento del cubismo en París. 4.3.

FUTURISMO

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En 1909 apareció su primer manifiesto, en el que Marinetti (1876-1944) afirmaba los valores fundamentales del nuevo movimiento. Surgió este movimiento artístico animado de propósitos renovadores, proclamando su odio contra los museos y su implacable adhesión a la civilización contemporánea, a la era de la técnica, cuyo trepidante dinamismo los futuristas trataban de sorprender. En 1912 Marinetti publicó el Manifiesto técnico de la literatura futurista. En él afirma, como nuevo medio de expresión, las “palabras en libertad”, desligadas de la sintaxis y de la puntuación. Señala en la nueva prosa y en la nueva poesía una orquestación de colores, ruidos y sonidos, suma de todas las fuerzas del universo en las cuales se confunden los elementos lingüísticos, las notas musicales, las palabras antiguas, deformadas y nuevas, los gritos de los animales y el ruido de los motores. Asegura que la sensibilidad humana ha variado “bajo la acción de los grandes descubrimientos científicos”. Y, consecuentemente, entona loas al avión, al tren, al telégrafo, al trasatlántico. Es decir, propugna la exaltación del maquinismo. El maquinismo perdió su vigencia hacia 1925. Aunque no produjo grandes obras, sí ocasionó algunas consecuencias importantes: renovar los medios y las formas de expresión, y ampliar los temas líricos con hechos y cosas que tradicionalmente se consideraban antilíricos, como el urbanismo, la maquinaria, las ciencias físicas. 4.4.

IMAGINISMO

Se conoce como Imaginismo el movimiento literario de carácter vanguardista surgido entre 1908-1912, integrado por un grupo de escritores ingleses y norteamericanos, entre los que se encuentran Ezra Pound, R. Aldington, D. H. Lawrence, Amy Lowel, Hilda Doolitle y T. E. Hulme, entre otros. También se asocian parcialmente T. S. Eliot y J. Joyce. El origen del movimiento es una asociación poética conocida como The poe`s Club, iniciada en 1908 por Hulme, Flint y otros poetas jóvenes, a los que se asocia en 1909 Ezra Pound, portavoz del ideario del grupo, en cuyo libro Ripostes figura la palabra imagist, con la que se denominará al movimiento. Pretende un tratamiento directo del “objeto” sin usar una sola palabra que no contribuya a su presentación. 4.5. POESÍA PURA Tras la eclosión de los ismos principales, inmediatamente antes y después de la Gran Guerra, surge una poesía depurada sustancialmente que se va a conocer con el nombre de poesía pura, expresión ambigua, pero que pretende referirse a una poesía desnuda de artificios retóricos, con elementos poéticos quintaesenciados, libre de estorbos, es decir, anécdotas, moralidades, sentimientos vulgares o cualquier tipo de embriaguez sentimental. El concepto aparece en Edgar Allan Poe y aparece asimilado por los simbolistas franceses, en especial Mallermé. Pero es Paul Valéry quien populariza la Poesía Pura como un arte basado en la musicalidad y la sugestión mágica del lenguaje, un arte, cercana al conocimiento místico. 4

(LAS VANGUARDIAS DE ENTREGUERRAS) 4.6.

DADAÍSMO

Fundado por el rumano Tristán Tzara en Zurich (1916), debe su nombre a la palabra dada, aparecida al deslizar un abrecartas en las páginas del diccionario “Larousse”. La guerra de 1914 originó el fenómeno dadaísta que, ante aquella absurda catástrofe, pregona el principio de la irracionalidad, la rebeldía y la negación. Como en el expresionismo alemán, el fondo de tal actitud es un espíritu de protesta. Sin embargo, en el dadaísmo la protesta se llevó furiosamente a sus últimas consecuencias, o sea, a la negación absoluta de la razón. Su negación actúa no solo contra la sociedad, sino contra todo lo que de alguna forma, se relaciona con las tradiciones y las costumbres de esa sociedad y, por tanto, también con el arte. Así que, Dada es antiartístico, antiliterario y antipoético. En su rigor negativo también está contra el expresionismo, el cubismo, el futurismo y el abstraccionismo, acusándolos de ser sucedáneos de cuanto debe ser destruido. El dadaísmo propugna la desenfrenada libertad del individuo, la espontaneidad, la contradicción, la anarquía, la imperfección. 4.7.

SURREALISMO

El surrealismo se presentó como la propuesta de una solución que garantizara al hombre una libertad realizable. Al rechazo primitivo y total de Dada, el surrealismo opuso la búsqueda experimental y científica, apoyándose en la filosofía y en la psicología. El viejo lema de Rimbaud “la literatura es una idiotez” lo hicieron suyo los surrealistas. Estaba en juego algo más importante que pintar cuadros o escribir versos: el destino del hombre, su fortuna o destrucción sobre la tierra. El problema de la libertad en el surrealismo presenta dos aspectos: el de la libertad individual y el de la libertad social. Desde 1923 a 1935 la investigación teórica de André Bretón se centró en ambas facetas, apoyándose en dos nombres fundamentales: Marx y Freud, como teóricos de la libertad social y de la libertad individual respectivamente. Breton proclama su adhesión al materialismo dialéctico y rinde homenaje al fundador del psicoanálisis por sus teorías acerca del sueño y todas las exploraciones en la vida del inconsciente. La perspectiva surrealista busca un punto de encuentro entre los estados de sueño y vigilia, aparentemente contradictorios, en el que ambos se resuelvan dando lugar a una especie de realidad absoluta de surrealidad. En este sentido, la definición exacta de este movimiento la da el mismo Breton: “Surrealismo es automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. 5

Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Automatismo es, pues, la palabra clave de la poética surrealista. Lo que se pretende es exteriorizar, a través de medios lingüísticos o plásticos, todo el psiquismo humano, incluyendo la zona del subconsciente, sin someterlo a ordenaciones o depuraciones de carácter moral o racional. El primer Manifiesto fue publicado en 1924 y un segundo en 1930. Al comienzo de la segunda guerra mundial, el surrealismo aparecía como algo inevitablemente pasado. Sin embargo, la emigración a América de André Breton, huyendo de la ocupación alemana, dio origen a un resurgimiento. Las consecuencias del surrealismo, último movimiento de vanguardia, en la historia de la literatura y del arte son especialmente significativas. En España, como veremos, será importante su eco en los poetas de la generación del 27. (OTRA VERSIÓN) El Surrealismo es, sin duda, la revolución más importante surgida en literatura y en arte durante el siglo XX. Es, por lo pronto, un cambio radical en la concepción del papel del arte y del trabajo del artista. En su génesis, es el punto de confluencia de diversas tendencias de vanguardia: casi todos los componentes del Dadaísmo, así como algunos cubistas, se pasaron a las filas del Surrealismo. Tal es, ante todo, el caso de André Breton, cuyo giro se produce al leer a Freud. En 1919, en colaboración con Philippe Soupault, compone la primera obra surrealista (Champs magnétiques), y en 1924 publica el primer Manifiesto surrealista. Ante todo, debe advertirse que el Surrealismo no se presenta solo como una renovación estética, sino que pretende ser una revolución integral. Su gran lema sería la frase de Rimbaud: Changer la vie (Transformar la vida) Y en este sentido, será un primer encuentro entre los pensamientos de Freud y Marx. Así, propugna una liberación total del hombre: liberación de los impulsos reprimidos en el subconsciente (según Freud) por una razón sumisa a las convenciones morales y sociales. O liberación de la esclavitud que (según Marx) impone al hombre la sociedad burguesa. Para los surrealistas, lo que llamamos vida no es sino la cara más gris de la realidad; hay que conquistar una verdadera vida (vraie, vie), acceder a una realidad más alta, una superrealidad (sur-réalite, de ahí su nombre) que se halla como amordazada en lo más hondo de las conciencias. Todo ello equivale a liberar el poder creador del hombre, tarea en que la poesía ocupa un lugar privilegiado, como instrumento idóneo, según Breton, para iluminar la vida auténtica. Pero se deberá crear “al dictado de un pensamiento libre de toda vigilancia ejercida por la razón”, ya que la razón está contaminada. De ahí, diversas técnicas para registrar de forma incontrolada, libre, los estados de ánimo, los impulsos profundos. Así, se intenta una escritura automática, realizada sin reflexión. O se acude a la ensambladura fortuita de palabras: por ejemplo, mediante el collage de frases recortadas de periódicos o prospectos, siguiendo oscuras sugerencias. De especial importancia es el compte-rendu des rêves (reseña de los sueños): recuérdese que, según Freud, en los sueños aflora el mundo del subconsciente, pero en forma de imágenes ilógicas cuya estructura patente es símbolo de contenidos latentes, en virtud de ciertas transformaciones. A veces, en fin, mediante drogas, se provocan alucinaciones y delirios para transcribir experiencias extra-racionales. Así se produce una liberación del lenguaje con respecto a los límites de la expresión lógica. En un poema surrealista, se entremezclan objetos, conceptos y sentimientos que la razón mantiene separados; aparecen asociaciones libres e inesperadas de palabras, metáforas insólitas, imágenes oníricas y hasta delirantes. Pero, adviértase bien, no se trata de un lenguaje gratuito, como en la expresión dadaísta o creacionista. Para los surrealistas, en la medida en que se hace aflorar aquel poso informe de pasiones subconscientes, su lenguaje acarrea una densa carga humana. Naturalmente, ese lenguaje no se dirige a nuestra razón, sino que, por debajo de ella, quiere despertar en nosotros reacciones también inconscientes. Ante un poema de este tipo, el lector no comprende (racionalmente), pero puede recibir fuertes impactos que modifican su estado de ánimo y suscitan en él oscuras emociones. En casos eminentes, el lenguaje adquiere una indudable, aunque nueva, coherencia. Y en cualquier caso, lo indudable es que el Surrealismo inauguró también un nuevo modo de leer. En los años treinta, ciertos enfrentamientos políticos entre los surrealistas motivarán la disolución del grupo francés. Varios de ellos (Breton, Eluard, Aragon, etc.) habían ingresado en el partido comunista. Pero Bretoon, que en 1930 publica el Segundo manifiesto surrealista, se opone a toda disciplina de partido, lo que le vale su expulsión en 1933 y el aislamiento. Sin embargo, el Surrealismo no muere: se extiende por todo el mundo. Gracias a él, el lenguaje de la poesía, se ha enriquecido insospechadamente. Y no solo la poesía. Hoy sigue, por ejemplo, en el cine (con Buñuel como pionero y tras él Fellini, Alain

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Resnais, Saura…) o en muchas manifestaciones contraculturales, underground, etc. El Surrealismo ha sido, pues, una revolución de incalculables alcances en la creación contemporánea.

4.8.

ABSTRACCIONISMO

El abstraccionismo nació casi al mismo tiempo en varios países de Europa, entre 1910 y 1914. Es la tendencia más opuesta al realismo y culmina con ella el espíritu de evasión. En el arte abstracto existe un definitivo distanciamiento del tema. Se elimina el asunto y la pintura queda reducida solo al uso del color como vehículo que transmite las emociones del artista. De igual manera, en la escultura el objeto queda totalmente libre de referencias al mundo circundante; los mismos materiales coadyuvan a desarticular las formas: alambre y materias plásticas que hacen transparente el objeto. La abstracción no figurativa se sitúa en el polo opuesto al humanismo naturalista y pretende conseguir un arte universal, sin caracteres locales ni individuales, que pueda ser comprendido por todos los hombres. En rigor, casi todas las tendencias pictóricas del siglo XX conducen al arte abstracto. Para algunos artistas la abstracción fue una meta a la que llegaron a través de otros movimientos; tal es el caso de Kandinsky, que provenía del expresionismo, o de Miró, que partió del surrealismo; otros, en cambio, como el holandés Mondrian, la cultivaron desde un principio. La experiencia abstracta dejó profunda huella en la historia del arte contemporáneo, hasta el punto de constituir un componente fundamental de esa historia y uno de los aspectos esenciales de la multiplicidad de tendencias nacidas en nuestro siglo. Todos estos “ismos” se suceden a gran velocidad en Europa. Pero ¿cómo penetran en España? ¿Qué efecto van a tener? Analicemos el papel del vanguardismo en España. 5. LAS VANGUARDIAS EN ESPAÑA 5.1.

PENETRACIÓN Y DESARROLLO DEL VANGUARDISMO EN ESPAÑA

Hacia 1914 se perciben en España una nueva sensibilidad y unas nuevas orientaciones estéticas, que se acentuarán en los años 20. Junto a rasgos comunes con el Novecentismo (antirromanticismo, europeísmo, afirmación de la autonomía del arte, etc.), se observa un alejamiento de la realidad aparente –como decisiva ruptura con cualquier forma de realismo- y aquella “deshumanización” diagnosticada por Ortega y Gasset. Y alcanza una intensidad inusitada la fiebre de exploración estética, en busca de nuevas formas, de un nuevo lenguaje. Todo indica que nuestros creadores están perfectamente sintonizados con las vanguardias europeas. De hecho, los contactos de nuestros artistas y escritores con el Vanguardismo europeo habían sido tempranos y, en algún caso, decisivos. No olvidemos que había sido un español, 7

Picasso, el gran motor del arte nuevo desde que (en 1907 con Las señoritas de Aviñón) hizo triunfar el Cubismo, cuya máxima figura sería otro español, Juan Gris. En literatura, las vanguardias tienen como pionero a Ramón Gómez de la Serna. Él funda en 1908 la inquieta revista Prometeo, donde publica, ya en 1910, un manifiesto futurista. Y desde entonces, no dejará de difundir entre nosotros cuantas novedades se produzcan en el panorama europeo. En el ambiente literario del momento, hay que destacar las tertulias y revistas en que el Vanguardismo halla acogida o comentario. Son famosas las tertulias del Café de Pombo, presidiad por “Ramón”, o la del Café Colonial, en torno a Cansinos-Asséns, otro gran animador de la nueva literatura. Son muchas las revistas que ejercieron un papel relevante, pese a su vida efímera (entre 1916 y 1922, aparecen y desaparecen Cervantes, Grecia, Cosmópolis, Ultra…); muy por encima de ellas, se alzan dos revistas esenciales: la Revista de Occidente (creada en 1923 por Ortega y Gasset) y La Gaceta literaria, fundada en 1927 por Giménez Caballero y Guillermo de la Torre. Un extraordinario hervor de inquietudes y experiencias se encierra tras estos datos. Añadamos algunas efemérides significativas: - En 1909 publica Ramón Gómez de la Serna su ensayo-manifiesto El concepto de la nueva literatura. - En 1918 viene a España el poeta chileno Vicente Huidobro, portavoz de las vanguardias parisienses y adalid del Creacionismo. - En 1919 se publican varios manifiestos del Ultraísmo. - En 1925 destacan varios acontecimientos: La Revista de Occidente inserta la traducción del Manifiesto del Surrealismo; G. de la Torre publica Literaturas europeas de vanguardia, libro capital; es, en fin, el año en que aparece La deshumanización del arte. - Paralelamente, en arte se produce la “Exposición de Artistas Ibéricos” (Madrid, 1925), con un importante manifiesto vanguardista. Y el cine de vanguardia contará con las dos películas fundamentales de Buñuel-Dalí: Un chien andalou (1928) y L’age d’Or (1930), rodadas en Francia. En síntesis, pueden distinguirse las cuatro etapas siguientes en el desarrollo del Vanguardismo español: 1. De 1908 a 1918. Primeras manifestaciones de una literatura de vanguardia, protagonizada esencialmente por “Ramón”. 2. De 1918 a 1925 (o 1927), es decir, desde la llegada de Huidobro hasta los primeros contactos con el Surrealismo. Son los años presididos por el Ultraísmo y el Creacionismo. Predomina el optimismo vital, el juego, la exaltación de la modernidad y la deshumanización. 3. De 1925 (o 1927) a 1930. Influjo dominante del Surrealismo y, con ello, se inicia un proceso de “rehumanización”. Comienza a observarse cierto pesimismo y hasta una 8

angustia ante los efectos “deshumanizantes”, precisamente, de la civilización moderna. 4. De 1930 a 1936. Las inquietudes del momento llevan hacia “un nuevo Romanticismo”. Tras algunos intentos de coordinar vanguardia estética y vanguardia política, las “urgencias” de este último tipo llevan al ocaso del Vanguardismo español. En estas etapas se inscriben las tendencias que iremos examinando. Pero, ante todo, nos referiremos al autor que -si bien, por edad, pertenece a la “generación del 14”- fue precursor y figura destacada de nuestras vanguardias: Ramón Gómez de la Serna. 4.2.

“RAMÓN”, PIONERO DEL VANGUARDISMO ESPAÑOL

Ramón Gómez de la Serna, “Ramón” por antonomasia, nació en Madrid en 1888 y murió en Buenos Aires, donde residía desde la guerra civil, en 1963. Vivió entregado exclusivamente a su trabajo de escritor. No intervino en cuestiones políticas o sociales, si bien profesó ideas de tipo libertario en su juventud. El mundo le resultaba un circo grotesco, describible solo en términos de humor, con un poso de amargura. “Mi obra –escribía en 1923- está, desde luego, al margen del honor y de la moral burguesa.” En efecto, tanto su obra como su vida son una perpetua ruptura con las convenciones. Pronuncia conferencias vestido de torero, o en un circo, a lomos de un elefante; celebra un banquete en un quirófano, u organiza otro en el que solo se consumen medicamentos… Lo extraño, lo anormal, lo grotesco, lo provocativo, definen el ambiente en que hace crecer su obra. Fue famoso su “torreón” de la calle Velázquez, en cuyo despacho se amontonan cuadros, fotografías, muñecas de cera, pistolas, máscaras, bolas de cristal… Ramón es, así, una auténtica encarnación del espíritu y de las actitudes de la vanguardia. Como sabemos, en las revistas de la época o en su tertulia de Pombo defendió y difundió el arte nuevo, al que había de dedicar todo un libro, Ismos (1931). Ya en 1909, en El concepto de la nueva literatura, como en otros escritos, acusa “el cansancio de las formas antiguas” y propone “iconoclastismo de concepto” y una “disociación de las prosas”, llevado por “una emoción destructora” (“¡¡Cumplamos nuestras insurrecciones!!”, grita a los jóvenes). Y años antes que el Surrealismo, practica ya la asociación ilógica de intuiciones y la metáfora delirante. Su obra extensísima tiene como eje y base la greguería. Con este nombre (que en español significa “algarabía”, en su doble sentido de alboroto y de lenguaje incomprensible) designó Ramón un género inventado por él hacia 1910. Se trata de apuntes breves, casi siempre una sola frase, que encierran una pirueta conceptual o una metáfora insólita. Responden a un “deseo de disolver” o de descomponer la realidad, de forma paralela a lo que hacía el Cubismo pictórico. “¡Qué difícil es trabajar para que todo resulte un poco deshecho!”, dijo. 9

“Humorismo+Metáfora═Greguería”, definió Ramón. En buen número de casos, la greguería es como un chiste: “Hay unas beatas que rezan como los conejos comen hierba”. En otros se acerca a la máxima filosófica: “Nos desconocemos a nosotros mismos, porque nosotros mismos estamos detrás de nosotros mismos”. En ocasiones, alcanza una profunda gravedad: “Hay suspiros que comunican la vida con la muerte”. Otras son de un denso lirismo: “De la nieve caída en el lago nacen los cisnes”. Muchas nacen de puras y caprichosas relaciones verbales: “Un tumulto es un bulto que les suele salir a las multitudes”… Además de sus varios tomos de greguerías, un centenar de volúmenes completan la ingente obra de Ramón. Pero, en realidad, sea cual sea el género cultivado, sus páginas, escritas en párrafos cortos y frases breves, son a menudo sucesiones de greguerías. Escribió multitud de relatos breves y varias novelas. Como novelista rompe los moldes del género: se desinteresa del argumento y lo sustituye por cuadros, divagaciones, definiciones, imágenes. Es lo que él llamaba la “novela libre”. Su novela más famosa es El torero Carancho 81927), distorsionada visión de la fiesta nacional. Y compuso biografías (Goya, Valle-Inclán, Quevedo), memorias (Automoribundia), ensayos (El Rastro, El circo)… Como dramaturgo, escribió algunas piezas polarmente distantes de loa que se solía ven en las tablas y que, en su mayoría, se quedarían sin representar: era, como él dice, “un teatro muerto, teatro para leer en la tumba fría, escrito para el que no quiere ir al teatro”. Anticipándose a tendencias muy posteriores, escribió impulsado por un anhelo antiteatral. Entre 1909 y 1912 compone obras como La Utopía, El laberinto, Teatro en soledad, etc., verdaderamente insólitas. Más tarde, en 1929, estrenó Los medios seres, cuyos personajes aparecen con la mitad del cuerpo totalmente negra, porque poseen una personalidad incompleta, medio realizados y medio frustrados. En conclusión, no hará falta insistir en su fuerza renovadora, pero sí en su condición de maestro para los poetas y prosistas inmediatamente posteriores. Solo en la posguerra se observará cierto alejamiento de su línea, en pro de una literatura comprometida. Pero ya en 1967, un escritor revolucionario como el mejicano Octavio Paz clamaba contra la indiferencia ante la obra de Ramón, a quien consideraba como uno de los más grandes creadores den lengua española. Hoy vuelve a admirarse plenamente su arte, creador de una nueva prosa y de un nuevo lirismo, por encima de las fronteras entre los géneros; un arte que, a la vez, respondió con la lógica del absurdo ante lo absurdo del mundo. Y así, al fin, se reconoce en él a una de las figuras fundamentales de nuestra literatura contemporánea. 4.3.

ULTRAÍSMO Y CREACIONISMO

En estos dos “ismos” nacidos hacia 1918 y que, durante unos años, significaron lo más audaz del Vanguardismo español, confluyen diversos movimientos europeos: sustancialmente, el Futurismo, el Cubismo y el Dadaísmo. 10

En España el Futurismo se conoció pronto, pero no creó escuela. Con todo, las huellas de su temática pueden encontrarse fácilmente. Por ejemplo, en un divertido decálogo de Salvador Dalí (1928) se leen invitaciones como “Considerar con desprecio todo edificio que tenga más de 20 años”. Por otra parte, la temática del Futurismo aparece esporádicamente en los poetas del 27: Pedro Salinas escribe poemas a la bombilla eléctrica o a la máquina de escribir; Alberti escribe un madrigal al billete del tranvía y canta a actores de cine o a un portero de fútbol. El Ultraísmo recoge igualmente elementos futuristas, aunque debe más al Cubismo de Apollinaire y añade algún eco, puramente técnico, del Dadaísmo, cuyo manifiesto aparece el mismo año y en la misma revista (“Cervantes”, 1919) que el primer Manifiesto ultraísta. El nombre de este movimiento indica la voluntad de ir “más allá” del Novecentismo imperante. Quería ser una ráfaga de aire puro que entra en una habitación soñolienta. En la línea del antisentimentalismo, de la deshumanización y de la supresión de la anécdota, incluye los temas maquinistas y deportivos del Futurismo. En la forma, rechaza lo ornamental y busca imágenes nuevas, metáforas de múltiples sugerencias. A ello se añaden innovaciones tipográficas a la manera de los Caligramas de Apollinaire. El principal motor del Ultraísmo fue Guillermo de la Torre (1899-1971), que ilustró sus doctrinas con los poemas visuales del libro Hélices (1923). Ya hemos citado a este autor por su libro Literaturas europeas de vanguardia (1925) y por haber sido cofundador de La Gaceta literaria: todo ello hace de él uno de los máximos animadores del Vanguardismo español. Más tarde, exiliado en Buenos Aires, realizaría una interesante labor crítica y editorial. Él mismo declaró muerto el Ultraísmo en 1923. Fue, pues, una aventura efímera. Sin embargo, y pese a sus escasos logros, Dámaso Alonso ha dicho que “del Ultraísmo hay que partir cuando se quiera hacer la historia de la poesía actual”. El Creacionismo presenta con el Ultraísmo ciertas afinidades debidas a raíces comunes. Lo inició en París el poeta chileno Vicente Huidobro, con el francés Reverdy, cubista en sus comienzos. Y en 1918 es recibido con entusiasmo en España. “Los creacionistas –decía Huidobro- queremos hacer un arte que no imite ni traduzca la realidad.” De nuevo nos hallamos ante ese alejamiento de la realidad que, desde el Cubismo, conduce a la abstracción. El poema será un objeto autónomo, creación absoluta: “Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol” es la divisa de Huidobro. Así, el poeta cultivará el “juego de azar de las palabras” y una imagen que no se basa en la comparación entre dos realidades: estas se aproximan de modo gratuito o en virtud de una relación arbitraria que el poeta “crea” entre ellas. Vicente Huidobro (1893-1948) es tenido hoy por una figura clave en la renovación de la poesía hispanoamericana. Entre sus seguidores españoles figura Juan Larrea, luego surrealista; pero su máximo representante entre nosotros es Gerardo Diego. 4.4.

EL SURREALISMO Y SU PRESENCIA EN ESPAÑA 11

España es posiblemente el país europeo en que la repercusión del Surrealismo fue mayor. Su huella, entre nosotros, es infinitamente más fuerte y más fecunda que lade otras vanguardias. Fue conocido tempranamente: a la traducción del Manifiesto en 1925, hay que añadir las visitas de Breton a Barcelona (1922) y de Aragon a la Residencia de Estudiantes de Madrid (1925), en la que vivían Buñuel, Dalí, Lorca, etc. Pero la difusión del Surrealismo en España debe mucho al poeta Juan Larrea. Nacido en Bilbao en 1895, su obra se inicia en el Ultraísmo y el Creacionismo, pero ya en 1924 conoce a los surrealistas en París, donde fijará su residencia desde 1926. Escribe entonces en francés, pero sus versos son traducidos en España por Gerardo Diego. Sus poemas, “artefactos animados, máquinas de fabricar emoción”, responden al Surrealismo más puro y, a la vez, revelan una notable capacidad creadora. Olvidado durante mucho tiempo (se trasladó a Méjico en 1939 y a la Argentina en 1956), Larrea volvió a suscitar un gran interés, al publicarse en España sus poesías completas, con el título de Versión celeste (1970). Según Cernuda, a Larrea debe atribuirse la orientación surrealista de varios de los poetas del 27. Lo cierto es que casi todos los componentes del grupo, en cierto momento de su evolución, quedaron fuertemente marcados por el Surrealismo. A su influjo se deben libros fundamentales: Sobre los ángeles de Alberti, Poeta en Nueva York de Lorca… y buena parte de la obra de Vicente Aleixandre (el mismo Cernuda llegó a decir que el Surrealismo francés obtiene con Aleixandre en España lo que no obtuvo en su tierra de origen: un gran poeta). Ante tales logros, debe señalarse, sin embargo, que el Surrealismo español, en general, no es ortodoxo: nuestros poetas no llegaron a los extremos de la creación inconsciente, ni practicaron la escritura automática o procedimientos análogos. En sus poemas puede percibirse siempre, aunque a veces sea difícil, una intencionada idea creadora, como hilo conductor de las mayores audacias. Lo que sí hubo es una liberación de la imagen, desatada de bases lógicas; y con ello, un enriquecimiento prodigioso del leguaje poético. Finalmente, la irrupción del Surrealismo significa la crisis del ideal de pureza y deshumanización que, durante años, había dominado el horizonte de la poesía española. Lo humano e incluso lo social y lo político penetrarán de nuevo en la literatura, precisamente por los cauces de la expresión surrealista: lo prueban, entre otras, las trayectorias de un Lorca, un Alberti o un Neruda. 5. LA PROSA DE VANGUARDIA Salvo el caso singular de Ramón Gómez de la Serna, los movimientos que hemos reseñado afectan, sustancialmente, a la poesía. En cuanto a la prosa, las novedades arrancan de las orientaciones novecentistas, de que eran ejemplo Gabriel Miró y Pérez de Ayala.

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Aquí no podemos detenernos en un estudio profundo de este género; sin embargo, dejaremos constancia de las figuras más interesantes de aquellos que, con toda propiedad, pueden llamarse prosistas de la generación del 27. Figura de gran notoriedad fue Ernesto Giménez Caballero que, como director de La Gaceta literaria, ejerció un papel decisivo en el desarrollo del Vanguardismo. Es autor de libros de extraña factura, como Hércules jugando a los dados (1928), en el que entran lo maquinista y lo deportivo; Yo, inspector de alcantarillas (1928), donde incorpora a la prosa ciertos elementos surrealistas, o Julepe de menta (1929), un ejemplo más de su talento fértil y audaz. Ideológicamente, mostró sus simpatías hacia el fascismo y se adhirió a Falange. Entrañable amigo de los poetas del 27 fue José Bergamín, fundador de la revista Cruz y Raya (1934-1936), de orientación católica progresista. Destaca como ensayista. Entre sus obras hay que citar por su novedad El cohete y la estrella (1923), libro de aforismos, de una prosa magistral, graciosa, irónica, refinadamente intelectual. De entre los novelistas de la generación del 27, algunos son más importantes por su obra de posguerra, realizada frecuentemente en el exilio: tal es el caso de Francisco Ayala, Corpus Barga, Rosa Chacel, Ramón J. Sénder, etc. Pero hay otros narradores que habían permanecido ignorados. Se trata, sin embargo, de autores en quienes se observa, mejor que en otros, “el rechazo de la burguesía ignara y sentimental” y “los afanes de subversión estética y moral que hay en las vanguardias” (son palabras de J. C. Mainer). Tal es el caso, entre otros, de Joaquín Arderíus, José Díaz Fernández o César M. Arconada. En efecto, tienen en común, junto a técnicas vanguardistas, contenidos sociales de enfoque revolucionario. Como ha dicho el crítico Víctor Fuentes, sus novelas marcan el paso de la literatura de vanguardia a la de avanzada: el vanguardismo propiamente dicho inicia con ellos su ocaso, dejando paso a una novela política. 6. TEATRO VANGUARDISTA (¿?) Tenemos por un lado el teatro surrealista de Lorca. Poncela: Los ladrones somos gente honrada, Amor se escribe con h, Eloísa está debajo del un almendro. Casona: idealismo, lirismo. Obra: La sirena varada, Prohibido suicidarse en primavera. 7. OCASO Y BALANCE DEL VANGUARDISMO ESPAÑOL El Vanguardismo constituye, ante todo, un ciclo de enorme interés en nuestra literatura contemporánea. Su fecundidad queda de manifiesto, sobre todo, al comprobar cómo el grupo poético del 27 se enriquece integrando originalmente los diversos movimientos de vanguardia. Sin embargo, la disolución del Vanguardismo propiamente dicho es comprobable a partir de 1930. Ese año, La Gaceta literaria realiza una encuesta sobre la vigencia de la 13

vanguardia. Abundan las respuestas negativas: “Ya no existe”, dice el mismo Giménez Caballero, y añade que otras fuerzas se enfrentan ahora en un terreno que desborda la estética: “bolcheviquismo”, “fascismo”… Tusón, V. y Lázaro Carreter, F., Literatura Española, Anaya. Galera, Gutiérrez, Martín, de Mesa y Sagaró, Literatura Española, Santillana

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