Tamaulipas

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RESÚMEN Los inicios de Tamaulipas Las noticias del primer hombre americano en Tamaulipas se pierden en la memoria de los tiempos, lo cierto es que doce milenios antes de nuestra era comenzó la existencia humana en lo que ahora es nuestra entidad, de acuerdo a los registros arqueológicos, que la ubican en el llamado “Complejo Diablo”, en alusión a un cañón de la Sierra de Tamaulipas. Más tarde, a nivel del Trópico de Cáncer, aparecerán las primeras manifestaciones claras de la civilización indígena, ligadas al descubrimiento y domesticación del maíz y con ello, el inicio de la vida agrícola y la agrupación de asentamientos permanentes; es decir, comenzó a fincarse en esta región una de las manifestaciones de la cultura Mesoamericana. Tres fueron las áreas culturales de Mesoamérica en Tamaulipas: los pueblos de la Sierra Madre Oriental, los pueblos de la Sierra de Tamaulipas y la Huasteca. En nuestra entidad, los huastecas se asentaron principalmente a lo largo de la cuenca baja del río GuayalejoTamesí y en los valles montañosos de Tanguanchín (Ocampo) y Tammapul (Tula). Como pueblo ubicado en un espacio periférico de la Mesoamérica nuclear, mantuvieron una larga autonomía hasta que en el posclásico tardío los mexicanos sometieron a su dominio a una porción de la Huasteca. En Tamaulipas, entre los siglos XV y XVI, sucesivas oleadas de nómadas del norte hicieron replegar a los huastecas hacia el río Pánuco, de tal forma que al momento de la Conquista española, prácticamente ya no ocupaban su territorio.

Orígenes del concepto histórico de Tamaulipas La palabra “Tamaulipas” está ligada al primer proyecto de colonización española de nuestra entidad, ocurrida a mediados del siglo XVI, a sólo tres décadas de la Conquista de México y el establecimiento de la Nueva España, cuando Hernán Cortés tomó en 1521 la capital del imperio azteca: Tenochtitlán. Se trató de una empresa evangelizadora promovida por Andrés de Olmos, fraile franciscano y hombre decidido a ampliar los horizontes del cristianismo en el Septentrión de la Nueva España. Olmos era oriundo de Vizcaya y llegó a México acompañado del arzobispo Fray Juan de Zumárraga. Se interesó profundamente en el estudio de las culturas indígenas mexicanas e inició su labor evangelizadora en la región del Totonacapan y de allí pasó a la Huasteca, desde donde pretendió llegar a la Florida, siguiendo la curvatura del Golfo de México. Con este propósito, y luego de fundar la Custodia del Salvador de Tampico, Olmos cruzó el río Pánuco y penetró en lo que hoy es Tamaulipas, para encontrar en el entorno de la hoy llamada Sierra de Tamaulipas a los indios olives, con quienes estableció un avanzado tipo pueblo-misión-presidio en la profundidad de la “frontera chichimeca”: Tamaholipa. Sin embargo, el nombre de Tamaulipas quedó plasmado en la cordillera montañosa inmediata, a la que también se llamó Sierra de la Tamaulipas Baja, Oriental, o de la Huasteca, hasta adoptar su nombre definitivo de Sierra de Tamaulipas. Además, y por extensión geográfica, se llamó también Sierra de Tamaulipas a la que actualmente se llama Sierra de San Carlos, aunque también tuvo las denominaciones de Sierra de Tamaulipas Alta, Occidental, o del Nuevo Reino de León. En honor a estas dos sierras costeras se denominó a la entidad en 1824 como Las Tamaulipas, al constituirse como estado libre y soberano de la federación mexicana. La razón era que este nombre sintetizaba la fusión simbólica de los mundos prehispánico y occidental en su territorio,

por lo que al adoptarse se reconoció como la referencia de identidad histórica esencial de nuestro estado. En cuanto al significado de la palabra Tamaulipas existen varias versiones: como “lugar de montes altos”, “lugar de los olives”, “valle hermoso” o “lugar donde se reza mucho”, sin que ninguno se imponga de manera irrefutable, pero de lo que no existe duda es que su composición lingüística procede de la lengua huasteca, lo que a su vez liga al nombre de nuestra entidad con una profunda raíz indígena originaria del México prehispánico.

Una temprana autonomía regional La Guerra de Independencia tuvo fuertes repercusiones en la provincia del Nuevo Santander y propició que en ella madurara el deseo de autonomía, lo que se logró una vez que México se emancipó de España. En 1811 hubo un brote insurgente generalizado en la provincia, destacando la rebelión de los indios de Tula, que fueron finalmente reprimidos con mano dura por el brigadier español Joaquín de Arredondo. En esta misma etapa, José Bernardo Gutiérrez de Lara -un criollo nativo de Revilla (antigua Ciudad Guerrero)- fue un tamaulipeco que se distinguió de manera importante, al representar a los caudillos de Dolores -Hidalgo y Allende- en los Estados Unidos, y cuando éstos fueron fusilados, luchó por la independencia en la provincia de Texas. En 1813 y como consecuencia de las Cortes y la Constitución de Cádiz, el Nuevo Santander formó parte de la Diputación Provincial de las Provincias Internas de Oriente. Este organismo funcionó en Monterrey y aunque tuvo una corta vida institucional, sirvió para que las elites locales tuvieran una primera experiencia directa en los asuntos políticos de sus respectivas regiones. Hacia 1817, un nuevo y épico capítulo de la Guerra de Independencia tuvo lugar en la entonces provincia del Nuevo Santander, al desembarcar en la barra de Soto la Marina el jefe liberal español Francisco Javier Mina, acompañado del fraile mexicano Servando Teresa de Mier, quienes lograron incorporar a numerosos habitantes de la región en su lucha libertaria. En 1820 se reimplantó la Diputación de las Provincias Internas de Oriente, lo que alentó las aspiraciones liberales, a tal punto que cuando se supo del proyecto independentista del Plan de Iguala, existía ya una profunda expectativa a favor de la emancipación política respecto de España. Así se observó en la villa de Aguayo, donde hubo una conspiración que acabó por adherirse al mencionado plan y jurar la independencia el 7 de julio de 1821. Lograda la Independencia de México en 1821, al año siguiente la provincia del Nuevo Santander decidió crear su propia Diputación Provincial, separándose de la Diputación de las Provincias Internas de Oriente e iniciando con ello su propio proceso de autonomía que culminó en 1824, al constituirse como Estado Libre y Soberano de Tamaulipas, formando parte de la Federación mexicana. Así, el 6 de mayo de 1825, la entidad expidió su primera Constitución Política, que fue la piedra angular del régimen jurídico y político del actual estado de Tamaulipas. La primera capital del estado fue la villa de Padilla, donde se integró el primer Congreso Constituyente el 7 de julio de 1824 y se fusiló el 19 de ese mismo mes a Agustín de Iturbide, quien había retornado al país luego de su abdicación como emperador de México. En 1825, la capital se trasladó definitivamente a la villa de Aguayo, a la que se denominó

en lo sucesivo Ciudad Victoria, en honor del primer presidente de México: Guadalupe Victoria.

Los años de la reafirmación nacional Luego de su independencia, México tuvo que soportar durante varias décadas numerosos problemas políticos, dificultades económicas y agresiones extranjeras que hicieron peligrar su integridad nacional, etapas en las que Tamaulipas participó de manera activa. Para Tamaulipas durante este período hubo cambios notables, especialmente en la esfera económica, como resultado de la apertura de los puertos de Matamoros y Tampico, que vincularon comercialmente a la entidad con el resto del mundo, a la vez que la enlazaron con el interior del país, especialmente con las plazas de Monterrey y San Luis Potosí. En lo político, la entidad quedó dividida en tres departamentos, el del norte con cabecera en Matamoros, el del centro con sede en Ciudad Victoria (del que en 1861 se integraría el cuarto distrito, con sede en Tula), y el del sur, cuya cabecera se situó en Tampico. En cuanto a las tendencias ideológicas de los actores políticos locales, por lo general entre ellos predominaba el pensamiento liberal, a pesar de que entre 1836 y 1846 se instituyó el régimen centralista, como en todo el país, por lo que entre 1838 y 1840 hubo varios brotes rebeldes pro federalistas en la entidad. Por cuanto a las intervenciones extranjeras, en 1829 fue derrotada en Tampico una expedición de reconquista española, con lo que se aseguró la independencia nacional. Sin embargo, en 1836, el país se cimbró por la Independencia de Texas, promovida por los colonos angloamericanos que habían sido admitidos por el gobierno colonial y más tarde tolerados por México. La existencia de la República de Texas fue un episodio del expansionismo de los Estados Unidos, que en 1846 invadió a México hasta someterlo por la fuerza, obligándolo a firmar un tratado de límites en 1848 –el Tratado de Guadalupe Hidalgo-, por medio del cual nuestro país perdió la mitad de su territorio original. Como resultado de esta guerra, el estado de Tamaulipas, además de ver ocupadas varias de sus principales poblaciones por las tropas americanas, fue despojado de una extensa franja de su superficie, comprendida entre los ríos Bravo y Nueces. En el plano político, los años inmediatos a la posguerra se caracterizaron por la inestabilidad, hasta que entre 1853 y 1855 se impuso la dictadura de Santa Anna, reflejada en Tamaulipas en la figura autoritaria del general Adrián Woll. No obstante, ya para entonces se perfilaba una nueva generación de actores políticos, fuertemente identificados con el ideario liberal, los que se hicieron eco de la Revolución de Ayutla, hasta finalmente lograr derrocar al gobierno dictatorial. Entre los liberales locales destacó el licenciado Juan José de la Garza, quien mantuvo estrechos nexos con el gobierno nacional, especialmente con la administración de Benito Juárez, al estallar la Guerra de Reforma. Debido a estos vínculos, le fue posible a Tamaulipas establecer un equilibrio frente a la fuerza hegemónica de Santiago Vidaurri, el gobernador de Nuevo León, quien pretendía extender su dominio a todo el conjunto del noreste. Entre 1861 y 1867, México fue víctima de una nueva agresión extranjera, esta vez procedente de Europa, que contó con el apoyo del partido conservador, pretendiendo instalar un imperio con el apoyo de Francia y el emperador Napoleón III, que encabezó el austríaco Maximiliano de Habsburgo. La resistencia en el país fue organizada por el presidente Juárez, quien buscó refugio en Paso del Norte, Chihuahua, al que siguieron numerosos patriotas liberales en todo el país. Tamaulipas destacó muy especialmente en esta guerra de resistencia, distinguiéndose por

sus méritos de combate y por haber entregado su propia vida, el general Pedro José Méndez. También figuraron como tenaces guerreros Servando Canales y Ascensión En Tamaulipas, los inicios de esta nueva etapa no fueron sencillos, por las agudas disputas políticas por el poder de los actores locales, debiendo mantener el gobierno nacional a la entidad en estado de sitio por algún tiempo, como había estado desde 1861, cuando el conflicto electoral entre los partidos rojos y crinolinos –ambos liberales-, había ameritado esa medida. Reinstalada la legislatura, se eligió como gobernador a Juan José de la Garza, quien debió renunciar por una lucha sorda y violenta que le hicieron sus opositores. Servando Canales terminó por dominar el escenario político local en 1870 y no lo dejaría hasta su muerte en 1881.

El fin del siglo XIX y del antiguo régimen En el último tramo del siglo XIX, en México predominó el régimen presidencial del general Porfirio Díaz, caracterizándose como una larga etapa de paz social y desarrollo económico, aunque también produjo graves desigualdades sociales que en 1910 desencadenarían un gran movimiento revolucionario. En el caso del campo, la agricultura y la ganadería tuvieron un sensible desarrollo, principalmente bajo el esquema económico de las haciendas, como la famosa hacienda de La Sauteña, localizada en gran parte de la extensión del norte de Tamaulipas, o la cadena de haciendas medianas localizadas en el piamonte de la Sierra Madre Oriental, desde Ciudad Victoria hasta los límites con Nuevo León. La minería para fines industriales estuvo presente con singular importancia en la Sierra de San Carlos, hasta que la crisis económica mundial de 1907-1908 colapsó sus operaciones. Otra actividad muy ligada al comercio mundial que también se paralizó con dicho crac financiero fue la explotación de la fibra del ixtle en el cuarto distrito, un espacio que desde finales del siglo XIX había desarrollado tremendamente esa agroindustria, que canalizaba sus productos por Tampico, para ser enviados al mercado internacional. En la esfera de la educación y la cultura, durante la etapa liberal y el porfiriato florecieron los llamados Instituto Literario de San Juan y el Instituto Literario del Estado, el primero en Matamoros y el segundo en Ciudad Victoria, que fueron importantes focos del saber.

El impacto de la Revolución En una primera etapa, caracterizada por la impugnación al régimen de Díaz al cancelarse la vía electoral, el coahuilense Francisco I. Madero hizo un llamado a la insurrección a través del Plan de San Luis, a partir del 20 de noviembre de 1910. Las acciones de la revolución maderista se centraron en el norte de México, encontrando eco en Tamaulipas, particularmente en el cuarto distrito, donde el profesor, defensor de pobres e intelectual Alberto Carrera Torres, se levantó en armas y encontró un amplio apoyo popular, tomando a saco la ciudad de Tula en mayo de 1911, casi al mismo tiempo que caía Ciudad Juárez en manos de los revolucionarios. Una razón de peso para que esto hubiera ocurrido, fue que el modelo económico de las haciendas ixtleras habían polarizado excesivamente las relaciones sociales entre los trabajadores del campo y la clase terrateniente. Triunfante el maderismo, su líder fue ungido electoralmente como presidente de la república. Sin embargo, la inercia del antiguo régimen, la permanencia del ejército federal

y las intrigas del embajador norteamericano, provocaron un golpe de estado que derrocó a Madero, siendo asesinado tras la decena trágica. Enseguida, el usurpador Victoriano Huerta se dispuso a implantar un gobierno militar autoritario. Sólo que diversas fuerzas progresistas se opusieron a la dictadura, principalmente bajo el liderazgo de Venustiano Carranza, quien a través del Plan de Guadalupe, se empeñó en la reimplantación del orden constitucional. Este movimiento revolucionario tuvo principalmente eco en el norte de México. Por tanto, en Tamaulipas, el profesor Carrera Torres volvió a la carga, mientras una fuerza constitucionalista proveniente de Coahuila y Nuevo León penetró al estado al mando del general Lucio Blanco, quien ocupó la ciudad de Matamoros tras una cruenta batalla, para después efectuar el primer reparto agrario de la Revolución, en la hacienda de Los Borregos. Más tarde, el constitucionalismo ocupó Ciudad Victoria, estableciéndose el gobierno del general Luis Caballero. Al inicio de la restauración institucional, las cosas políticas en Tamaulipas no marcharon con armonía. Dos grupos políticos constitucionalistas se disputaron el poder y ninguno estaba dispuesto a ceder. Por un lado, el general Caballero se sentía con derecho a continuar en el mando, mientras que por otro, el general César López de Lara, quien había realizado una buena carrera militar cerca de Carranza, se sentía con derecho a aspirar al gobierno de la entidad. Efectuadas las elecciones, ambos bandos se declararon triunfadores, estando a punto de ocurrir un enfrentamiento. Declarada por el Senado de la república la desaparición de poderes en el estado, Caballero se desesperó y se levantó en armas, marcando así su desgracia política definitiva, mientras que López de Lara se disciplinó, lo que le permitió ocupar más tarde la gubernatura, aunque también padeció de la muerte política, al sumarse a la frustrada rebelión de Adolfo de la Huerta en 1923 contra el binomio Obregón-Calles. El crisol de la revolución fue la Constitución Política de 1917, promulgada en Querétaro el 5 de febrero de 1917, un documento que norma aún la vida institucional de México. En Tamaulipas, la nueva Constitución que sustituyó a la liberal de 1857 se expidió en 1920, siendo adecuada un año más tarde.

La experiencia contemporánea Después de la revolución, Tamaulipas comenzó a experimentar un dinámico desarrollo, un sensible aumento demográfico y un creciente proceso de urbanización, al tiempo que se configuraron varias regiones socioeconómicas a lo largo y ancho de la entidad. En el plano político y luego de colapsadas las principales figuras del período armado, durante los años veinte destacó el licenciado Emilio Portes Gil, un civil con activa militancia política y estrechos nexos con el hegemónico dúo sonorense, fundando una agrupación local denominada Partido Socialista Fronterizo, que lo llevó a la gubernatura del estado y lo proyectó al escenario nacional, llegando a ser presidente provisional de la república entre 1928 y 1930, a raíz del asesinato de Obregón. Protagonista directo de la construcción del moderno Estado mexicano, Portes Gil ocupó una posición estratégica que le permitió convertirse en el factótum político de Tamaulipas, bajo cuya influencia emanaba el mando gubernamental de la entidad, hasta que en 1947 una trágica coyuntura facilitó que el gobierno del presidente Miguel Alemán desmantelara su hegemonía sobre la entidad. A partir de entonces, los

sucesivos gobernadores del estado surgieron a través de una candidatura del partido oficial –PRI–, previa aprobación y apoyo del presidente en turno. En ese marco, Tamaulipas se convirtió en un fuerte bastión del corporativismo obrero, en virtud de la multiplicación de sus actividades productivas, un modelo de control político que en tiempos recientes comenzó a desmantelarse, inclusive con medidas espectaculares. También, a la luz de las demandas democráticas empujadas por la sociedad en los últimos tiempos en el país, han hecho que las reglas del juego político tiendan a variar, aunque todavía sobreviven muchas de las inercias del pasado. En el ámbito económico, a lo largo del siglo XX Tamaulipas ha experimentado sucesivos auges y depresiones, pero siempre ha tenido un horizonte productivo a la vista por desarrollar. Al iniciar el siglo, en la frontera norte se vivían los efectos negativos de la derogación de la Zona Libre y poco después se sufrieron los efectos de la crisis mundial de 1907-08 en la minería y la producción ixtlera. En contraste, en la Huasteca comenzó a explotarse intensivamente la extracción de petróleo del subsuelo, convirtiéndose Tampico en el punto de refinación y embarque del crudo al comercio internacional, debido a que esta industria era controlada por empresas extranjeras, hasta que tuvo lugar la expropiación petrolera, decretada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938 la construcción de la presa Falcón y su sistema de derivación y generación de energía eléctrica. Ahora bien, dada su colindancia fronteriza y las circunstancias económicas internacionales de coyuntura –la Segunda Guerra Mundial y después la guerra de Corea-, estos distritos de riego se volcaron a la producción de algodón, hasta que finalmente su ciclo concluyó a mediados de los años sesenta. Los cultivos de reemplazo serían el sorgo y el maíz, adquiriendo la región una categoría de “granero de México” en la década de los setenta. Sin embargo, en fechas recientes, la construcción de la presa de El Cuchillo sobre el río San Juan redujo notablemente la cuota de agua a los distritos de riego, lo que sumado al agotamiento de los suelos y la agudización de los cambios climáticos, ha generado un proceso de crisis agrícola en el norte del estado, cuyo horizonte futuro es aún incierto. Otra importante región agrícola surgida en el siglo XX fue El Mante, enclavada en el curso medio de la cuenca del río Guayalejo. Allí, inicialmente se inició su frontera agrícola gracias al interés patrimonialista de la “familia revolucionaria”, encabezado por los intereses económicos de Plutarco Elías Calles, Aarón Sáenz, los hermanos Osuna y asociados. Dedicada la región a la producción de caña de azúcar, desde 1930 comenzó a funcionar un ingenio, cuya infraestructura fue expropiada por el gobierno de Cárdenas en 1939, al tiempo que se implementó en cierta medida la reforma agraria.

Hidalgo Gracia Yessica Tamaulipas y los Retos del Desarrollo LCC. Ma. De Lourdes Flores Villegas

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