Su Toque Gentil Stomy Glenn

Gideon Wulfe no sabía que él estaba buscando a alguien especial hasta que conoció a Micah Adin. Gideon utiliza su dinero

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Gideon Wulfe no sabía que él estaba buscando a alguien especial hasta que conoció a Micah Adin. Gideon utiliza su dinero y el poder para organizar de inmediato su boda esa misma noche, decidido a atar a Micah a su lado por toda la eternidad. Pero a la mañana siguiente, Micah no recordaba el nombre de Gideon ni su boda. Devastado y sintiéndose traicionado, Gideon se va, prometiendo enviarle a Micah los documentos de anulación. Pero Gideón todavía quiere a Micah, por lo que decide encontrarlo y arreglar las cosas de una vez por todas. Lo que encuentra lo choquea. Micah aún lleva su anillo de bodas y se niega a sacárselo. Micah le explica que todavía se considera casado con Gideon y no había nada que Gideon pudiera hacer para cambiar la situación. Gideon apuesta de manera diferente y lleva a Micah a la cama, sin saber si él está tratando de demostrarle algo a Micah o a sí mismo. Pero justo cuando Gideon y Micah están comenzando a asentarse en la felicidad conyugal, alguien interviene para separarlos. ¿Gideon podrá confiar en su nuevo marido, cuando el padre de Micah intenta incriminar a Gideon por un crimen que no cometió?

—Hey, Micah, pensé que ibas a una cita a ciegas por la tarde. ¿Qué pasó? ¿Tan mal fue? —Diría eso —respondió Micah Adin cuando se dejó caer en el asiento de vinilo rojo en la cabina. Miró a través de la mesa a su amigo, Seth. —¿Y eso por qué sería? —preguntó Seth. Sus cejas se elevaron en consulta, una sonrisa leve en su cara. —Porque estoy cansado de jugar con chicos que ni siquiera me gustan. Acepté esa cita a ciegas porque quería conocer a alguien, no luchar contra todos los idiotas que deciden que yo debo ser fácil sólo porque soy gay —se quejó Micah. —¿Tan mala fue la cita? —preguntó Seth mientras se inclinaba en su asiento hacia adelante. —Diablos, ¡sí! Pasé quince minutos escuchándolo decir que es más rico que Midas y que su último novio, a quien botó, no apreciaba su comportamiento dominante. Luego quiso colarse en el cuarto de baño para llegar a conocerme mejor. Cuando le dije que yo no estaba interesado, se enojó y se fue. Incluso me endosó la cuenta. —¡Ouch! —Seth exclamó. —Sí, se podría decir eso. La próxima vez que te diga que voy a salir en una cita a ciegas, sólo golpéame con algo. —Algo de la tensión se alejó de sus hombros mientras miraba alrededor de la taberna en la que estaban sentados cuando el ritmo de la música empezó a hundirse en él. —Entonces, ¿qué vas a hacer?

Micah se encogió de hombros. —Irme a casa solo, otra vez. —¿Quieres un trago? —preguntó Seth, haciendo un gesto hacia la camarera mientras se acercaba a su mesa. —Tomaré un ginger ale —respondió Micah—. No parece que vaya a tener suerte en corto plazo, pero no necesito añadir a ello un dolor de cabeza. —No has hecho más que buscar el tipo equivocado de persona, Micah —dijo Seth cuando agitó su mano confirmando a la camarera su orden. —¿Ah, sí? ¿Y qué tipo debería estar buscando? — preguntó Micah. —Bueno, ¿qué es exactamente lo que buscas? — preguntó Seth—. ¿Un polvo rápido, o algo a largo plazo? —No sé —respondió Micah. Se inclinó hacia adelante, cruzando las manos y los codos apoyados sobre la mesa—. Es que todo parece tan predecible. Encontrar a un hombre, llevarlo a casa, tener un poco de diversión, entonces él se va. Infiernos, últimamente apenas dejan que las sábanas se enfríen antes de irse. Sería bueno despertar al lado de la cara que llevaste a la cama. —Sé más específico —dirigió Seth. —Bonito, fuerte, gentil, pero no demasiado agresivo, si sabes a qué me refiero. Alguien leal, dispuesto a comprometerse en el momento de construir una relación. Seth miró a Micah con curiosidad y empezó a reírse. —¿Qué? —Amigo, acabas de describir un cocker spaniel.

Micah rodó los ojos. —No lo hice. —Micah consideró sus palabras—. ¿Lo hice? Seth asintió con una sonrisa en los labios. —Lo siento, hombre, pero lo hiciste. Micah cerró los ojos. Dejó caer la cabeza hacia abajo, donde tenía las manos cruzadas entre sí. No podía creer que acabara de describir a un perro. Se rió suavemente mientras levantaba la cabeza y abría los ojos para mirar a Seth tímidamente. —Tal vez debería comprar un perro. Por lo menos seguirá en mi cama cuando me despierte. Seth se rió entre dientes. —¿Qué es lo que realmente estás buscando, Micah? Me refiero a lo que realmente buscas. Quiero que te sientes atrás, cierres los ojos, y me describas a tu hombre ideal —dijo Seth unos momentos después. Micah rodó los ojos de nuevo, pero hizo lo que Seth le había pedido, apoyando su cabeza contra el asiento de la cabina y cerrando los ojos mientras imaginaba su hombre ideal. ¿Cómo debería ser su hombre ideal? —Él tiene que ser alto. Además del hecho de que los hombres altos son más atractivos que el infierno, quiero a alguien más alto que yo sólo porque me hace sentir mejor. Protegido, supongo. Necesito saber que puedo confiar en él para mantenerme a salvo. Fuerte, sería algo bueno también. Otra de las cosas de protección, sospecho —Micah conjeturó. —¿Cansado de recibir palizas? Micah asintió sin abrir los ojos. —Sólo porque soy más pequeño que algunas personas, no quiere decir que los chicos tengan derecho a golpearme duro cuando digo que no. Sería bueno estar con alguien lo suficientemente

grande como para mantenerme a salvo y todavía poder dar un no por respuesta. —¿Qué tan alto estamos hablando? —preguntó Seth muy bajo. Parecía tan tranquilo, que Micah comenzó a abrir los ojos para preguntarle qué le pasaba—. ¡No! Cierra los ojos, Micah. Ya lo has probado a tu manera, y no ha funcionado. Vamos a hacerlo a mi manera ahora. Micah dejó escapar un gran suspiro mental rodando los ojos, y volvió a pensar en cómo sería su hombre ideal. —¿Te he dicho que alto? —Micah se rió. —Sí. —Seth se rió entre dientes—. Pero no me dijiste cuanto de alto. —¿Más alto que yo? —preguntó Micah. —Micah, todo el mundo es más alto que tú. Micah se rió. —Está bien, entonces alto, muy alto. —¿Seis pies? —Preguntó Seth. —Más. —Sonrió Micah. —¿Seis pies y medio? —Cada vez más cerca —rió Micah. No estaba mintiendo cuando dijo que le gustaban los hombres altos, y además estaban hablando de su fantasía. Probablemente no existía ese sujeto—. Tú preguntaste por mi hombre ideal, ¿verdad? —Wow, realmente te gustan altos, ¿no? —preguntó Seth con asombro. Micah asintió, una amplia sonrisa en su cara. — Cuanto más alto sea, mejor. —Así que, ¿qué más? ¿Color de cabello? ¿Los prefieres rubios, morenos o pelirrojos?

—No estoy muy seguro. He salido con los tres tipos antes, pero creo que tiendo a ir por el cabello oscuro la mayoría de las veces. Aunque nunca he salido con alguien con el cabello negro, así que no podría decir nada al respecto. —¿Los ojos? —Soñadores —rió Micah. Podía sentir el calor subir hacia su rostro. —¿Soñadores? —resopló Seth—. ¿Puedes ser menos descriptivo? —Bueno, dicen que los ojos son el espejo del alma. Quiero ser capaz de mirar a sus ojos y ver exactamente lo que está sintiendo y pensando. Así que, sí, soñadores. —Soñador, lo tengo. ¿Algún color en particular? Micah negó con la cabeza. —¿Qué pasa con el pelo? —preguntó Seth. —¿No cubrimos ya eso? —Micah reía. —No, me refiero a si prefieres un hombre peludo o uno sin pelo. Ya sabes, pelo en el pecho, la barba… ¿O te gustan con toda la piel suave? —Un poco de pelo en el pecho está bien, y tal vez uno de esos pequeños senderos que conducen hacia abajo, pero no toneladas de pelo. Y no soy terriblemente partidario de las barbas, aunque un poco de sombra es agradable. Los bigotes están bien, así que no hay preferencia real en ello. ¿Qué sigue? —¿Qué acerca de su personalidad? —Inteligente, pero no tiene que ser un genio. Alguien amable, también. Sería bueno para poder llevarlo con mis

amigos sin tener que preocuparme de si va a insultar a alguien o iniciar una pelea o... —¿Qué se le caiga la baba? —Se rió Seth entre dientes. —Sí, eso sería bueno —rió Micah—. También tiene que tener sentido del humor. Eso es necesario. No podría estar con alguien que no se riera. Suave, también. Si él es grande y fuerte y... —¿Alto? —Intervino Seth. —Sí, alto —rió Micah—. Si es lo suficientemente grande como para ser fuerte, tiene que ser lo suficientemente grande como para ser suave. No quiero estar con un bárbaro. Quiero a alguien que sea amable, apacible, que me cuide, incluso que sea cariñoso. —¿Cariñoso? —preguntó Seth incredulidad. —Bueno, sí. Si quiero darle un beso, tengo que ser capaz de dárselo. No quiero tener que pedir o esperar hasta que estemos solos. Que él fuera cariñoso conmigo también sería bueno. Oh, eso me recuerda. Él no puede avergonzarse de estar conmigo. —¿Craig? —preguntó Seth, refiriéndose a uno de los ex-novios de Micah. Micah asintió, encogiéndose poco a poco en el asiento ante el recuerdo de su ex. Craig se había negado a que se mostraran cariñosos en público o incluso en los demás departamentos a menos que fueran juntos a la cama. Eso enloqueció a Micah. —¿Algo más? —preguntó Seth. —Bueno, alguien que sea bueno en la cama estaría bien —rió Micah.

—Eso es una especie de dado, Micah. Estoy hablando de cualquier fantasía profunda. Algo especial que no hayas encontrado con otro hombre. Micah se encogió de hombros. Había un par de cosas más que quería en el hombre de sus sueños, pero sentía un poco de vergüenza al hablar de ello. Algunas fantasías no debían ser compartidas, ni siquiera con su mejor amigo. —Vamos, Micah. Estamos hablando del hombre de tus sueños aquí. Dime —dijo Seth. Micah podía sentir el rubor calentar su cara cuando le contestó a Seth, su voz casi un murmullo. —Quiero a alguien romántico. —¿Alguien qué? No te escuché, Micah. —Romántico, ¿de acuerdo? —dijo Micah fuerte justo antes de dejar caer la cabeza hacia abajo en sus manos, frotándose los ojos con las palmas de las mismas—. Quiero a alguien que sepa cómo ser romántico. Él no debería avergonzarse de querer a alguien romántico, pero lo hacía. Tal vez era su lado masculino frente a todo lo femenino. Eran las mujeres las que tenían que desear romance, no los hombres. Los hombres querían practicar deportes, pescar y trabajar en los coches. Micah sabía que estaba ante un estereotipo. No podía evitarlo. Le habían enseñado durante toda su vida que había ciertas cosas que los hombres hacían y otras que hacían las mujeres, y nunca se cruzaban las dos cosas. Y eso lo volvía loco. No era de extrañar que muchas personas no estuvieran en contacto con sus verdaderos sentimientos. Se les había enseñado a ser así. Su padre, sin duda, había

hecho todo lo posible para que Micah fuera de la forma en la que él consideraba debía ser un hombre. Cuando se dio cuenta que no iba a funcionar a su manera, él pateó a Micah a la acera, literalmente. Micah se marchó de casa a la edad de dieciséis años con dos costillas rotas, contusiones varias, y sin nada más que la ropa que tenía puesta. No era que le importaran las cosas varoniles que su padre trató de enseñarle. No le importaba conducir hasta una cabaña en el bosque. Simplemente no quería pescar o cazar. Quería acurrucarse frente a la chimenea con su amante. —Bien, entonces, romántico. No me entiendas mal, está bien, pero ¿qué entiendes por romántico? —preguntó Seth, interrumpiendo los pensamientos profundos de Micah. Micah suspiró, dejando caer las manos de su cara y juntándolas en su regazo. —No lo sé exactamente. Me gusta abrazar, estar abrazados ante el fuego; y recibir llamadas telefónicas por ninguna otra razón, sólo por el simple hecho de que quiera oír mi voz. Quiero saber que le importo a él durante más que una jodida fácil. —Micah abrió los ojos para mirar por encima de Seth—. ¿Es eso tan malo? Seth sacudió la cabeza, según le pareció a Micah, con un rostro sombrío. —No, Micah, no está mal en absoluto. En realidad suena bastante bien. Micah nunca había tenido algo así, pero estaba seguro de que estaba por ahí. El hecho de que él era un hombre que quisiera eso de otro hombre, no tenía que hacerlo incorrecto. Micah forzó una pequeña risa nerviosa. —Bueno, ya te describí mi hombre ideal, ¿no? Estamos hablando de una fantasía aquí. Todo vale.

Seth se echó a reír. —Sí, claro, tu hombre ideal. Pero, ya que estamos hablando de tu hombre ideal, ¿se parece en algo a ese? —preguntó Seth mientras señalaba junto a la cabeza de Micah. Micah giró la cabeza hacia donde señalaba Seth. Quedó con la boca abierta al ver a un sexy hombre de pie junto a la mesa de billar con varios hombres. No podía apartar la mirada de él. El hombre se veía exactamente como se lo había descrito a Seth. Era enorme, hasta el último centímetro de él. De pie, por lo menos un pie más alto que Micah, posiblemente más. Inclinaba la cabeza cada vez que caminaba cerca de una de las luces que colgaban del techo. Micah podría decir que el hombre era fuerte. Podía verlo en la forma en que la tela de su camisa negra se extendía sobre sus anchos hombros. Parecía a punto de reventar las costuras. ¿Y su pantalón negro? La forma en que abrazaba los muslos del hombre, parecía pintado. Cuando el hombre se giró y se inclinó sobre la mesa de billar para disparar, Micah dejó escapar un gemido. ¡Maldita sea! Incluso el culo era perfecto. Micah podía imaginar ese culo que estaba delante de él, cuando estaba desnudo. A medida que el hombre se levantaba y se giraba hacia sus amigos, Micah pudo ver el resto de sus rasgos cincelados. Sólo había un poco de sombra de las cinco, sobre su mandíbula cuadrada. Sus labios eran gruesos, y pedían a gritos ser besados. Incluso su nariz recta y delgada parecía sexy. Su largo cabello negro estaba recogido en la nuca. A Micah le encantaría correr sus dedos a través de él, o

incluso agarrarse en él durante el sexo. Cuando ese pensamiento vino a él, Micah pudo sentir su rostro ardiente y rojo. Ni siquiera había conocido al hombre y ya se imaginaba en la cama con él. —¿Y bien? Micah giró para mirar a Seth, moviendo tristemente la cabeza. —¿Qué? Yo hubiera pensado que se ajustaba a tu descripción bastante bien —dijo Seth, sonando un poco confuso. —Oh, él es perfecto, exactamente lo que he descrito, pero vamos, Seth. ¿De verdad un tipo así saldría con alguien como yo? Además, es probable que tenga montones de chicos detrás de su cuerpo. Podría tener al que quisiera. Micah pudo ver los ojos blancos de Seth. —Bueno, yo no sé tú, pero yo voy a ir a hablar con él —dijo Seth cuando se puso de pie y avanzó hacia el hombre. —¡Seth, no, no! —exclamó Micah, echando mano a su brazo, pero Seth sólo se deslizó junto a él, atravesando el cuarto en dirección al hombre. Micah lo vio detenerse y empezar a hablar con el magnífico hombre, haciendo un gesto de vez en cuando hacia Micah. A medida que el hombre se giraba para mirar por encima de él, Micah gimió, dejando caer su cabeza en sus brazos. No podía creer que Seth estaba haciendo eso. Y he aquí que pensaba que eran los mejores amigos. Se sentía muy avergonzado. Micah cepilló los rizos de su frente al levantar la cabeza y miró hacia atrás. Él se sorprendió cuando se dio cuenta de que el hombre todavía lo estaba mirando. Micah

no podía hacer otra cosa que mirar hacia él, cautivado por la curiosidad que podía ver en los ojos del hombre. —¿Te gusta bailar? —Qué… —Micah giró la cabeza para ver a un hombre rubio, de pie junto a la mesa, mirándolo. —¿Te gusta bailar? —dijo el hombre. Micah lo miró con sorpresa. Los pulgares del hombre estaban enganchados en los bordes de sus bolsillos. Se echó hacia atrás sobre sus talones, empujando sus caderas e insinuando su ingle hacia Micah. Una amplia sonrisa segura de sí mismo cubrió sus labios cuando el hombre le hizo un guiño. —No, gracias —respondió Micah, volviendo a mirar al otro lado de la habitación a su hombre ideal. Se olvidó de que el hombre estaba de pie junto a él, en el momento que sus ojos se posaron en el alto hombre de nuevo. «Maldita sea, ¡es caliente!» —Vamos, precioso, ven a bailar conmigo. O podríamos cortar el juego previo e ir directamente a mi casa. Micah frunció el ceño y se giró para mirar de nuevo hacia el molesto hombre. —No, gracias. No estoy interesado. —Oh, vamos, no seas así —el hombre arrastró las palabras cuando agarró del brazo a Micah, quien trató de apartarse, sin darse cuenta del firme agarre que el hombre tenía sobre él hasta que se paró. «¡Dios, odio eso!» —¡Déjame ir, ahora! —gritó Micah, tratando de apartar su brazo para liberarse del agarre del hombre, pero este parecía un pulpo. Sus manos parecían estar en todas

partes de Micah. Cada vez que Micah se lo quitaba de una parte de su cuerpo, sus manos aterrizaban en otro lugar. Antes de darse cuenta, Micah había sido arrastrado a la pista de baile. —Dije que no, maldita sea. ¡Ahora déjame ir! —gritó una vez más Micah. Él acaba de empezar a levantar la pierna hasta la rodilla hacia la ingle del hombre, cuando se levantó de repente del suelo. Los ojos de Micah se abrieron como platos cuando miró hacia abajo y se dio cuenta de que un solo brazo musculoso le mantenía arriba del suelo por varios centímetros. —¿Está Petey molestándote, Liebling 1 ? —preguntó una voz profunda y áspera que hizo que los huesos de Micah se derritieran. Presionado como estaba con su espalda contra el pecho del hombre, podía sentir su profunda voz vibrando por todo el camino hasta sus pies. Micah levantó la cabeza, y luego la levantó un poco más. Oh, muchacho, era alto. Incluso sostenido a varios centímetros del suelo, Micah todavía tenía que mirar hacia arriba para ver sus ojos de color gris ahumado. Y eran unos ojos magníficos, casi del color de una nube de tormenta de verano. —Hey, Wulfe, yo no sabía que te pertenecía. Yo... yo nunca habría… —el hombre más rubio tartamudeó nerviosamente. Wulfe giró la cabeza para mirar hacia abajo a Petey. —No importa si él me pertenece a mí o no, Petey. Dijo que no. Deberías haberte apartado. Ahora, voy a tener que decirle a Bruce acerca de esto. No está bien obligar a alguien a hacer algo que no quiere hacer.

1

Cariño en alemán.

—Oh diablos, Wulfe, no se lo digas dejará volver de nuevo durante un mes, volver aquí, esta noche. Además, yo no no lo hacía. Estaba sentado solo y él es sexy.

a Bruce. Él no me y acabo de poder lo decía en serio, tan malditamente

Wulfe volvió su mirada hacia Micah, mirando fijamente hacia él. —No podría estar más de acuerdo. —Lo siento mucho, tartamudeó otra vez.

Wulfe.

Yo

sólo…

—Petey

—Vete Petey, y quizás pueda olvidar que alguna vez te he visto —respondió Wulfe mientras caminaba hacia la cabina en la que Micah estaba sentado antes. Micah levantó una ceja, sorprendido de que el hombre no lo dejara sobre sus pies, sin dejar de llevarlo mientras que caminaba. —Um —dijo Micah, que rápidamente bajó la mirada hacia el suelo, luego de vuelta hasta Wulfe—. ¿Me vas a bajar? —¿De verdad quieres que te baje? —preguntó Wulfe, su voz retumbante. ¿La verdad? Diablos, no, pero simplemente no le parecía bien dejar que otro hombre lo llevara de esa manera, no importaba lo grande que pareciera. —¿Cuál es tu nombre? —Micah. Micah podía sentir sus mejillas ruborizarse cuando Wulfe le sonrió. —¿Micah? Me gusta eso. Es muy bonito. ¿Hay algo que necesites de tu cabina, Micah?

—¿Mi cabina? —preguntó Micah con confusión, su mente aún en el fuerte brazo que estaba envuelto a su alrededor. Frunció el ceño, mirando hacia abajo en donde había estado sentado. —Sí, me gustaría que te sentaras conmigo. ¿Hay algo que necesites de la cabina donde estuviste sentado antes? —preguntó Wulfe. —¿Quieres que yo me siente contigo? —Micah repitió, aturdido por lo que el hombre guapísimo le había dicho. De repente, sus ojos se abrieron al recordar que Seth había estado hablando con él. «¿Qué demonios le había dicho?» —Por favor, desesperadamente.

¿me

bajas?

—Micah

pidió

No podía haber estado más sorprendido cuando Wulfe inmediatamente lo puso en sus pies, no debería de haberlo estado después de la forma en la que había hablado con Petey sobre no aceptar un ‘no’ por respuesta. Una vez que Micah sintió sus pies debajo de él, estiró el cuello hacia atrás para mirar a Wulfe hacia arriba. —¿Qué te dijo Seth? —¿Seth? —preguntó reunidas en confusión.

Wulfe,

sus

cejas

oscuras

—Mi amigo. ¡Se acercó a hablar contigo antes de que Petey me invitara a bailar! Wulfe giró la cabeza para mirar a Seth que estaba en la mesa de billar hablando con sus amigos. —¿El pequeño hombre de cabello castaño? ¿Ese es tu amigo Seth? —Le preguntó mientras miraba hacia abajo a Micah. Micah asintió. —Es él. ¿Qué te dijo cuando fue a hablar contigo?

Wulfe parecía más confuso. —Me preguntó si habíamos planeado usar la mesa de billar toda la noche o si vosotros tendríais la oportunidad de jugar. ¿Por qué? ¿Deseas jugar en la mesa de billar ahora? —¿Él te preguntó sobre la mesa de billar? —Micah le preguntó, sorprendido—. ¿Eso es todo? —Sí. ¿Por qué? ¿Piensas que me preguntó algo más? —No, no, eso está bien —rió Micah—. Sólo me preguntaba qué te había dicho. —¿Qué querías que él me dijera?— preguntó Wulfe. Si Micah no lo conociera, habría jurado que la voz de Wulfe sonó más baja. El sonido áspero y profundo vibraba en Micah, por lo que su pene se endureció contra su cierre. No lo hubiera pensado posible sin que el gran hombre lo tocase. Pero estaba equivocado. Micah negó con la cabeza, tratando de despejar los pensamientos lujuriosos de su mente para poder concentrarse en la conversación. —Nada, me lo preguntaba, eso es todo. —¿Te gustaría venir a jugar conmigo? —¿Te gustaría jugar conmigo? —Micah amplió los ojos de nuevo. «Oh, muchacho, ¡lo haré!» —¿Billar? ¿Te gustaría venir a jugar al billar conmigo? —preguntó Wulfe, riéndose entre dientes. —Oh, bueno, no me gusta mucho jugar al billar, pero no me importa mirar. ¿Eso está bien? Vio la sonrisa que se dibujó en el rostro de Wulfe con fascinación.

—Eso estaría bien —respondió Wulfe, mirando sobre Micah hacia la cabina detrás de él—. ¿Hay algo que necesites conseguir? Micah negó con la cabeza. —No, no traje más que una chaqueta conmigo, y mi copa estaba vacía de todos modos. —¿Quieres que te pida otra bebida? Micah sonrió, asintiendo. —Ginger ale, por favor. —¿No quieres una cerveza o algo? —preguntó Wulfe con curiosidad. —Yo no bebo muy a menudo, y ya he tomado un trago. Si bebo demasiado voy a ser un charco en el suelo — dijo Micah con un encogimiento de hombros—. Además, soy un borracho barato. Más de tres tragos y no me acuerdo de nada. —Probablemente sea una buena idea, pero si quisieras tomar una cerveza, me aseguraría de que no te pasara nada —respondió Wulfe. Micah negó con la cabeza. —No, gracias, sin embargo, una cerveza de jengibre estaría bien. Quizás podría tomar una después. —Ginger ale entonces —respondió Wulfe con una sonrisa. Micah casi saltó cuando se agachó para tomar su mano. Se sintió aún más sorprendido cuando Wulfe lo atrajo hacia el otro lado de la habitación, sin dejar ir su mano en ningún momento. —Um, ¿Wulfe? —comenzó Micah. —Gideon. —¿Qué? —preguntó Micah, confuso.

El hombre se giró para mirar hacia abajo a Micah. — Mi nombre es Gideon Wulfe, pero la mayoría de mis amigos me llaman Wulfe. Prefiero que me llames Gideon. —¿No quieres que te llame Wulfe? —preguntó Micah, su corazón se hundió un poco. ¿El gran hombre no quería ser su amigo? ¡Maldita sea! Gideon levantó la mano para correr sus dedos por el lado de la cara de Micah. —Quiero que me llames Gideon. Nadie más lo hace. Eso es sólo para ti —dijo en voz baja. —Está bien —respiró Micah cuando inclinó su rostro en la mano de Gideon. —Ahora, ven a jugar conmigo —dijo Gideon, mientras tomaba la mano de Micah y lo llevaba hacia las mesas de billar. —De acuerdo.

Micah abrió los ojos y miró hacia el techo de baldosas blancas. Sabía que no estaba en su propia cama. Su habitación no tenía techo de tejas. Y su cama no era tan cómoda como esta en la que estaba. Eso lo llevó a la conclusión de que no tenía ni una prenda de ropa en su cuerpo, sólo una sábana. Podía sentir las suaves sábanas de algodón blanco rozando su cuerpo mientras se movía. Tenían que ser de muy buena calidad también, porque se sentían muy bien en su piel. Con el ceño arrugado en su cara, trataba de recordar dónde se hallaba. La última cosa que realmente recordaba era estar sentado en un club con su amigo Seth. Hablaron de la cita a ciegas que Micah que había tenido al principio del día. Después de eso... ¿Había encontrado a alguien la noche anterior y se había ido a casa con él? Si es así, ¿en dónde demonios estaba? Los ojos de Micah se abrieron de pronto cuando un pensamiento errante se filtró a través de su cabeza. ¿Si hubiera sido una ella? Oh diablos, esperaba que no. Eso podría crear todo tipo de problemas. Mientras levantaba la mano para apartar los rizos de sus ojos, notó un brillo de oro en su mano. Micah estiró la mano hacia adelante, sosteniéndola por encima de su cara mientras miraba el intrincado anillo de oro y plata en su dedo.

Era un hermoso anillo. Una hebra de oro tejido con un hilo de plata, se entrelazan alrededor de su dedo. Micah no estaba seguro de que jamás hubiera visto semejante anillo artístico, sin embargo, parecía muy simple. —Después de todos los problemas que pasé para conseguir ese anillo para ti, Liebling, ciertamente espero que no estés pensando en quitártelo —dijo una voz profunda a un lado de Micah. Giró bruscamente la cabeza para ver a un hombre alto, de cabello de ébano en la puerta del cuarto de baño, una toalla atada en sus caderas. Dado el aspecto de su pelo mojado, acababa de salir de la ducha. Micah estaba tan sorprendido por su presencia que sólo podía mirarlo. Bueno, si había escogido a alguien con quien ir a casa la última noche, al menos escogió a alguien hermoso. Y muchacho, él era magnífico. El hombre era suficiente grande en altura y anchura para llenar la puerta. Su largo cabello negro le caía sobre la espalda y un lado de la cara. Llegaba a mitad de camino hacia su pecho. Parecía bastante obvio que el hombre estaba en gran forma. Sus músculos cubrían casi todo su cuerpo. Micah sólo podía imaginar lo que podría parecer en una simple camisa blanca y un par de jeans gastados. O mejor aún, completamente desnudo. «¡Yum!» El hombre lucía gruesos brazos musculosos, amplios hombros poderosos, piernas largas y fuertes. Incluso el pecho era una obra de arte. De espesos músculos pectorales, cubiertos por un puñado de vello castaño oscuro que se reducía y guiaba por el pecho a su abdomen plano, y luego hacia abajo para desaparecer por debajo del borde de la toalla blanca. Casi hizo que se le cayera la baba.

Pero eran sus ojos lo que desconcertaba más a Micah. Ellos eran de un gris ahumado profundo, e hipnotizantes. Micah podía mirar a esos ojos por años y nunca cansarse de mirar dentro de ellos. A medida que el hombre comenzó a caminar hacia la cama, Micah agarró el borde de la sábana y se la puso sobre su pecho cuando él se deslizó de nuevo a apoyarse en las almohadas. Sus cejas se alzaron con sorpresa cuando el hombre se arrodilló al lado de la cama y se inclinó para darle un beso. Micah había oído hablar de besos como este. Le sacudió hasta en los dedos del pie. Bueno, al menos lo suficientemente abajo para hacer una parada rápida en su pene, que comenzó a palpitar al momento en que la lengua del hombre lo rozó. Micah se quejó en voz baja mientras el hombre envolvió su mano alrededor de su cuello y tiró de él más cerca, sus labios más exigentes por una respuesta de él. Micah abrió la boca con mucho gusto, dando al hombre la respuesta que quería. Mientras empujaba la lengua a lo largo de los labios del hombre, podía sentir la otra mano del hombre subir a acariciar suavemente el lado de su pecho. Micah no podía dejar de gemir cuando sus dedos se movieron sobre su pecho para pellizcar suavemente sus pezones. —Maldita sea, Liebling, me encanta cómo respondes —le susurró el hombre mientras levantaba sus labios sonrientes a Micah, sus ojos se movían con avidez sobre sus rasgos más suaves—. Hace que me ponga más duro que una roca. Micah sabía que decía la verdad absoluta. El muy impresionante pene del hombre presionaba contra la pierna

de Micah, lo que le hizo agua la boca. Apenas podía esperar para llegar abajo y agarrar al hombre. Sin embargo, por mucho que lo quería ver de cerca y muy personalmente, lo que necesitaba saber era quién era el hombre y la forma en que terminaron en la cama juntos. ¿Y dónde se encontraba la cama de todos modos? —Sé que esto es una especie de, eh, de mala educación preguntar en este punto —dijo Micah cuando miró hacia el hombre—, pero, ¿quién eres? No podía estar más sorprendido cuando el hombre echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada de gran estruendo. —Oh, Micah, eres una delicia. —Continuó riendo durante varios minutos antes de rodar al lado de la cama y ponerse de pie. Miró hacia abajo a Micah, una expresión tierna transformó sus características de robustez. —Es posible que desees levantarte y vestirte. El coche va a estar aquí para nosotros muy pronto. Tenemos que seguir adelante, si queremos llegar a casa antes del anochecer. «¿Coche?» «¿Qué coche?» —Uh, hey, mira, estoy seguro de que esto ha sido muy divertido y todo, pero realmente tengo que volver con mi amigo. —Seth nos espera abajo, en el vestíbulo, cuando estemos listos para irnos. Te dije que era bienvenido a visitarnos cada vez que él o tú quisierais —respondió al dejar caer la toalla en el suelo y agarrar un par de pantalones colgados en el armario. Micah sólo podía mirar cómo el hombre se inclinaba para presionar una pierna en el pantalón. Su culo era espectacular. Micah no sabía si alguna vez había visto un culo más perfecto en toda su vida. Sabía que tendría fantasías al respecto en los próximos años.

—¿No vas a vestirte, Micah? —preguntó el hombre dando la vuelta y viendo a Micah tendido allí, mirando su culo—. Puedes jugar con mi culo cuando lleguemos a casa. Ahora, vamos. Su trance roto, Micah se acercó al lado de la cama, agarrando la sábana y envolviéndola con fuerza a su alrededor. Él no quería arruinar el buen humor que el hombre parecía tener, pero tenía que saber su nombre. —¿Cuál es tu nombre? El hombre miró a Micah, el ceño fruncido peculiar en su rostro. —Gideon. —Gideon —Micah murmuró mientras le sonreía—. Ese es un nombre muy bonito. ¿Cuál es tu apellido? El hombre frunció el ceño de nuevo. —Wulfe, el mismos que el tuyo. Las cejas de Micah se alzaron por la sorpresa. —Uh, mira, Gideon, no sé lo que te dije anoche, pero mi apellido es Adin, no Wulfe. —Tu apellido era Adin. Ahora es Wulfe —contestó el hombre mientras se acercaba a la mesa de lado y agarraba un pedazo de papel. Bajó la mirada hacia él por un momento antes de caminar atrás hacia Micah y mantenerlo ante él. —A partir de las 10:32 de anoche, cuando te casaste conmigo, tu nombre se convirtió en Micah Wulfe —dijo Gideon entregándole el papel a Micah, y luego fue hacia el cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de él. Micah se quedó mirando el papel en la mano, tratando de comprender las palabras escritas en la licencia

de matrimonio. Realmente se había casado con Gideon anoche como él había dicho. Estaba allí, en blanco y negro. ¡Pues bien, infiernos! Sabía que había herido los sentimientos de Gideon. ¿Cómo iba a saber que se había casado con el hombre la noche anterior? No recordaba nada de eso. Él deseaba poder hacerlo, entonces tal vez no se sentiría como un idiota. Micah colocó el papel sobre la cama y miró a su alrededor buscando sus pantalones. Los encontró en el suelo al otro lado de la cama. Rápidamente se los colocó y se abrochó los botones, dejando los dos últimos desabrochados en su prisa. Caminando hacia la puerta del baño, tomó una respiración profunda antes de llamar a la puerta. —Gideon? ¿Puedo hablar contigo, por favor? Después de un momento, se abrió la puerta, Gideon rápidamente le dio la espalda y se acercó a sentarse en el borde de una bañera de gran tamaño. Él tenía su cabeza inclinada, sin mirar a los ojos de Micah, y torció las manos que colgaban entre sus piernas, con los codos apoyados en las rodillas. Micah se acercó y se sentó a su lado, apoyando los codos sobre sus propias rodillas. Él juntó las manos y apoyó la barbilla sobre ellas cuando miró a Gideon por el rabillo de su ojo. —¿Realmente no te acuerdas? —preguntó Gideon después de un momento. Micah sacudió la cabeza con pesar. —Lo siento, pero no. Lo último que recuerdo es estar en la taberna con Seth. Después de eso, todo es una falta de definición. Sin

embargo, me gustaría recordar. Suena como si hubiéramos pasado un buen momento. Cuando Gideon no dijo nada, Micah comenzó a sentirse peor. Parecía un buen tipo, y aquí estaba él, destruyendo toda la camaradería que podría haber establecido. —Gideon, ¿puedes llenar los espacios en blanco para mí? Micah vio con el corazón encogido cómo Gideon giró el anillo en su dedo alrededor varias veces antes de saltar de repente, se puso de pie y caminó hacia la puerta. Se detuvo brevemente para girar un poco la cabeza, sin mirar completamente a los ojos de Micah. —No importa. Vamos, simplemente apunta que pasamos un buen momento y deja las cosas así. —Volvió a mirar por la puerta del baño antes de continuar—. Te veo, Micah Adin. Micah vio a Gideon salir del cuarto de baño, un nudo extraño comenzó a apretar su estómago. El instinto le decía, infiernos, le gritaba que no dejara ir a Gideon. Algo sobre el hombre le decía a Micah que tenía que mantenerlo. Consiguiendo rápidamente estar en sus pies, Micah salió del cuarto de baño después de él. En el dormitorio, encontró a Gideon sentado al otro lado de la cama, poniéndose los zapatos. Su pequeña maleta estaba en el suelo junto a sus pies. Tirando todas las precauciones sobre la cama y agarró a Gideon por él. Sabía que la única manera de que Gideon hacia abajo sobre la cama, tomado por sorpresa.

al viento, Micah saltó los hombros y tiró de hubiera podido tirar a era porque lo había

Cuando Gideon estuvo sobre el colchón, Micah pasó la pierna por encima de él, colocando su cuerpo sobre la

parte superior de sus fuertes caderas, con una pierna a cada lado de él. Inclinándose hacia delante para sujetar el peso sobre sus brazos, bajó la mirada hacia las facciones asombradas de Gideon. —A menos que me hayas mentido, Gideon, este anillo dice que tú me perteneces —dijo Micah mientras sostenía la mano de Gideon para mirarlo—. Eso significa que no conseguirás alejarte de mí cuando tus sentimientos son lastimados. Tienes que quedarte y arreglar las cosas. Podía ver la confusión en conflicto con sentimientos de dolor en el endurecimiento de las facciones de Gideon mientras miraba el anillo, luego a él. —Pero tú no recuerdas nada. Ni siquiera sabías mi nombre hasta que te lo dije. —No, no lo sabía, pero tú podrías decirme lo que yo no recuerdo. Además de lo obvio, si estuve de acuerdo en casarme contigo, debe haber habido algo en ti que me gustó —dijo Micah. —¿Lo obvio? —preguntó Gideon con confusión. —¿Hablas en serio? Eres la cosa más caliente en la que he puesto los ojos. Micah se echó a reír. —¿En serio? ¿Crees que soy caliente? Micah estaba confundido por la falta de confianza en sí mismo que Gideon mostraba. El hombre era precioso, desde la parte superior de su hermosa cabeza de cabello oscuro hasta la parte inferior de sus elegantes pies. Él podría tener a cualquier hombre que quisiera. ¿Cómo no lo sabía?

—¿Estoy respirando? Por supuesto que te encuentro atractivo. Eres glorioso. Podrías tener a cualquier hombre que desees. No puedo entender por qué me elegiste. —Porque no me tenías miedo —dijo Gideon , lo que hizo que Micah sólo pudiera mirarlo atónito en silencio por unos instantes. —¿Por qué debería tenerte miedo, preguntó Micah después de un momento.

Gideon?



—La mayoría de la gente lo hace. Cruzan la calle para no tener que caminar más allá de mí, como si estuvieran temerosos de que los fuera a atacar o algo así. Los niños pequeños sólo me apuntan y miran. Pero tú no lo hiciste. Ni siquiera pareces estar nervioso por mi tamaño. Micah trató de ahogar su risa, pero se escapó de todos modos. —Odio tener que decirte esto, pero en realidad encuentro tu enorme tamaño algo maravilloso, Gideon. —¿En serio? —murmuró Gideon con asombro. Micah se limitó a asentir con la cabeza. —Oh, sí — murmuró mientras se sentaba de nuevo a acariciar con su mano el pecho fuerte de Gideon—. Todos estos poderosos músculos debajo de mis manos, son como un regalo para un hombre hambriento. Levantó una ceja con curiosidad cuando sintió el endurecimiento del pene de Gideon entre sus piernas. — Creo que te gusta la idea de que esté encendido por tu tamaño —comentó. Su sonrisa se convirtió en risa cuando vio el rubor de vergüenza en la cara de Gideon. —Micah, yo… ¡maldita sea! —dijo Gideon cuando el teléfono comenzó a sonar—. Espera un momento.

Micah observó mientras Gideon buscaba en su bolsillo de la chaqueta de donde sacó un teléfono celular y lo abrió. Estaba un poco sorprendido de que la voz de Gideon hubiera cambiado, convirtiéndose en profunda y fuerte cuando él respondió a la persona en el otro extremo. —Muy bien, Iván. Vamos a estar abajo en unos minutos —dijo mientras cerraba el teléfono y lo metía en el bolsillo antes de mirar hacia atrás a Micah—. El coche está aquí para recogernos, eh, te llevaré a tu casa. ¿Qué? ¿Se iba así? ¿Sin resolver las cosas entre ellos? Micah de repente sintió que su pecho se contraía, dificultando su respiración. ¿Qué demonios estaba pasando con él? No conocía a este hombre. ¿Por qué la idea de no volver a verlo parecía tan dolorosa? —Gideon, no quiero que te vayas —le susurró en voz baja. —Micah… —¿Por favor? —No hay razón para que me quede, Micah. Evidentemente, no recuerdas haberte casado conmigo ayer por la noche, o cualquier parte del tiempo que pasamos juntos. Creo que sería mejor si vemos esto como una cosa de una sola vez y nos vamos por caminos separados, ¿no? Micah no tenía nada que argumentar al razonamiento de Gideon. No recordaba la última noche, tampoco la boda o el tiempo después. Eso todavía no significaba que no quisiera conocer a Gideon mejor. Debía haber una razón por la que se había casado con el hombre. «Casado con el hombre», ¡ellos estaban casados! Gideon lo levantó y comenzó a dejarlo caer despacio para

que pudiera ponerse de pie, Micah envolvió sus brazos alrededor de su cuello, negándose a dejarlo ir. Tenía un pedazo de papel que decía que este hombre le pertenecía a él. —Micah… —Gideon comenzó cuando Micah se negó a ponerlo en libertad. —No, no voy a darte el divorcio, por lo que no puedes irte —dijo Micah cuando enterró el rostro en el cuello de Gideon. Se sintió abrumado por el fuerte olor a almizcle que procedía de Gideon. —No necesito tu permiso para obtener un divorcio, Micah. Conoces la ley, así como yo. Durante los primeros seis meses de nuestro matrimonio, cualquiera de nosotros puede solicitar una anulación. Yo diría que nuestra única noche juntos cae dentro de esos seis meses —dijo Gideon cuando él utilizó su fuerza para tirar de los brazos de Micah de alrededor de su cuello. Micah trató de luchar cuando Gideon lo rechazó, pero no lo hizo bien. Era mucho más fuerte que él. Gideon lo rechazó y rápidamente se puso de pie fuera del alcance de Micah, quien finalmente se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Era evidente que Gideon no había querido casarse con él. Sólo quería irse, preferiblemente sin él. Micah sólo estaba haciendo el ridículo. Eso tenía mucho sentido. Siempre hacía el ridículo cuando encontraba a alguien digno de guardar. Había encontrado al hombre perfecto y lo había jodido todo. Volviendo a caer sobre las almohadas, Micah observó en silencio mientras Gideon tomaba su chaqueta y maletín. Se acercó a la puerta, haciendo una pausa para mirar hacia

atrás a Micah una vez más. —Voy a enviar los documentos tan pronto como mi abogado los haya preparado. Mordiéndose los labios para no mendigar que Gideon no lo dejara, Micah vio a su esposo salir de la suite de luna de miel antes de rodar sobre su lado y colocarse en una posición fetal. Sintió las silenciosas lágrimas cayendo por su rostro al darse cuenta de que el hombre de sus sueños acababa de salir de su vida, y todo era culpa suya.

—¿Quieres hablar de ello? Micah negó con la cabeza mientras miraba hacia abajo en la taza de café en su mano. —En realidad no. —Vamos, Micah, algo obviamente está en tu mente. Has estado deprimido durante un par de meses, pero esta noche estás realmente en los vertederos. ¿Qué pasa? — preguntó Seth mientras se inclinaba hacia delante en su asiento. Metiendo sacó un sobre golpe. Apenas hacia su taza llegaron hoy.

la mano en el bolsillo de su chaqueta, Micah grueso y lo colocó sobre la mesa con un podía soportar verlo, volviendo la mirada de café. —Los documentos de anulación

—Oh —dijo Seth con simpatía—. Lo siento, hombre. Sé que esperabas que él cambiara de opinión. —Sí, fue una estupidez. Supongo que hasta que me llegaron los papeles hoy, me quedé pensando que tal vez iba a volver. ¿Qué divertido es eso? Gideon Wulfe regresando por mí. Me sorprende que se haya casado conmigo en primer lugar. —¿Por qué? Eres un gran tipo. Cualquiera se sentiría orgulloso de estar casado contigo. —Al parecer no es tan así, o no me hubieran llegado estos papeles hoy —dijo Micah amargamente haciendo un gesto hacia el sobre. —¿Los has firmado? —preguntó Seth unos minutos más tarde.

—Yo ni siquiera abrí el sobre todavía. Yo… No puedo. —Entonces, ¿cómo sabes que son documentos de anulación? Tal vez sea una carta de él o algo así. ¿Billetes de avión y una invitación para unirte a él? —No, son los documentos de anulación. —¿Cómo lo sabes si ni siquiera los abriste? — preguntó Seth mientras alcanzaba el sobre. Con mucho cuidado cortó un extremo, sacando de él una gran pila de papeles. Él los agarró con ambas manos y empezó a leer. Micah levantó los ojos y vio a Seth leer los papeles enviados por Gideon. No fue una sorpresa para él que un repartidor los dejara en su apartamento. Gideon ciertamente no los había traído el mismo. Micah posiblemente haría el ridículo de nuevo. Sin embargo, hasta que los papeles realmente estuvieron en su mano, Micah mantenía la esperanza de que Gideon fuera a cambiar de opinión y venir por él. Se dio cuenta de que tal pensamiento era una tontería. Gideon Wulfe, el hombre más sexy que jamás hubiera conocido en su vida, podría tener al hombre que quisiera. Simplemente, él no quería a Micah. —¿Bien? —preguntó Micah vacilante. Su última gota de esperanza sufrió una muerte lenta cuando Seth levantó los ojos, moviendo tristemente la cabeza. —Lo siento, hombre. Son documentos de anulación. Pero tiene un paquete de acuerdo muy bueno. Eso quiere decir que debe preocuparse por ti. Micah agarró los papeles con las manos temblorosas, al presionarlos hacia abajo contra la mesa se puso a leer. Seth tenía razón, Gideon le había dado un buen acuerdo, especialmente considerando que habían estado juntos sólo

veinticuatro horas. Probablemente lo hizo para que Micah firmara los papeles sin presentar batalla. Tres millones de dólares y olvidar que se habían casado. Ni siquiera sería considerado un divorcio, sino una anulación. Una vez que Micah firmara los papeles, sería como si nunca hubiera sucedido su matrimonio. El único problema era que él no quería esto, incluso si eso significaba que podría dejar de trabajar en dos empleos para mantener un techo sobre su cabeza y la comida en su estómago. Él sólo quería a Gideon. Si no podía tenerlo, Micah no quería nada de él. Plegando los documentos, Micah los empujó de nuevo en el sobre y guardó el sobre en su chaqueta. Bebió otro sorbo de café antes de decidir que lo único que realmente quería hacer era ir a casa y meterse en la cama. —Te veré más tarde, Seth. Creo que voy a salir — dijo, mientras tomaba su chaqueta y se ponía de pie. —¿Seguro que no quieres quedarte un rato? No te ves como si tuvieras demasiadas ganas de salir —dijo Seth mientras miraba hacia él. —No, no estoy de humor para pasar el rato en este momento. No soy muy buena compañía de todos modos. Creo que será mejor que me quede solo esta noche. Tal vez después de firmar los papeles y devolverlos, las cosas vayan mejor. Micah sonrió. Saludó y se fue, regresando a su pequeño apartamento, solo, una vez más. Parecía estar siempre solo últimamente. Desde que Gideon se había ido, no podía tolerar la idea de que otro hombre lo tocara, y mucho menos tener relaciones sexuales. Lo que significaba que nunca había vuelto a llevar a nadie a su casa.

No sería justo para nadie, si él lo hacía. No podía dejar de pensar en Gideon. En los dos meses, tres semanas y cinco días desde que Gideon se había ido, no había podido dejar de pensar en él. Todavía no se acordaba de todo lo relacionado con el tiempo que estuvieron juntos, pero algunas cosas habían regresado a su cabeza. El principal recuerdo que volvió fue el motivo por el cual accedió a casarse con Gideon en primer lugar. Después de pasar casi toda la tarde viendo jugar billar a Gideon, había estado desconcertado por él. Gideon le dio tanta atención como lo hizo a su juego de billar. En el momento en que la noche llegó a su fin, Micah se colgó de Gideon como si fueran amantes. Unas horas más tarde, había sido en verdad cuando Gideon invitó a Micah a su habitación y le hizo el amor. Micah ya estaba medio enamorado de Gideon en el momento en que llegaron a la habitación. Cayó el resto del camino cuando Gideon lo sostuvo en sus brazos después, sosteniéndolo contra su enorme pecho como si Micah fuera algo precioso para él. Cuando Gideon expresó sus sentimientos cada vez mayores por él, le pidió que se quedara, y Micah estuvo de acuerdo. No estaba preparado para la rapidez con que Gideon arregló las cosas, encontrando a alguien para que los casara y obteniendo los anillos de boda. Antes de saber lo que había pasado, estaban de pie frente a un juez de paz. Luego regresaron al hotel para una celebración. Fue después del champagne, que las cosas resultaron borrosas. Micah no había mentido cuando le dijo a Gideon que el alcohol lo convertía en un idiota. Por lo general, se

despertaba a la mañana siguiente sin recordar una sola cosa, con un dolor de cabeza tan grande como un autobús. Por eso, su pérdida de memoria acerca de Gideon. Micah aún no entendía por qué él bebía mucho cuando sabía que su cuerpo reacciona mal al alcohol. Lo sabía bien. Había sido un movimiento estúpido de su parte, que le había costado a Gideon. Micah no quería volver a tocar el alcohol de nuevo. Micah abrió la puerta y entró en su apartamento, cerrando la puerta detrás de él. Se quitó la chaqueta y la colocó sobre el respaldo de la cama antes de caer sobre ella. Al ver la parte superior de la cubierta del sobre, se preguntó cuánto le costaría pagar a un abogado para modificar el acuerdo que Gideon le había ofrecido. El dinero estaría bien, pero, ¿realmente lo quería? Claro, él tenía dos trabajos para poder pagar el miserable pequeño apartamento de un dormitorio en el que vivía y para colocar la comida en la mesa. Y parecía que no importaba lo mucho que lo intentara, lo mucho que escatimara, nunca podía salir adelante. Ya había dejado su coche, tomaba el autobús a todos lados donde tenía que ir. No tenía televisión por cable, servicio de internet, o incluso un teléfono. La mayor parte de su dinero lo destinaba a pagar su apartamento. Cualquier cosa que quedara iba a parar a una cuenta de ahorros. Micah tenía un gran plan. Él ahorraría dinero mudaría al campo, quería salir de la gran ciudad. necesitaba ahorrar suficiente dinero para comprar pequeña granja. No quería mucho, sólo un lugar llamar suyo, algo que nadie pudiera quitarle.

y se Sólo una para

¿Tal vez debería tomar el dinero? Podría comprar una granja bonita de inmediato, vivir en el campo y no tener que trabajar de nuevo. Todos sus sueños se harían realidad, todos menos uno. No tendría a Gideon. Sacudiendo la cabeza, Micah agarró su chequera. Le costaría un montón de dinero el contratar a un abogado para modificar los documentos, el dinero saldría de su cuenta de ahorros, el dinero destinado a darle una vida mejor. Sólo era una cosa más para lamentar sobre toda la situación. Pero en realidad no tenía otra opción. Si Gideon quería deshacerse de él lo suficiente como para ofrecerle tres millones de dólares, Micah lo dejaría ir, pero no tomaría su dinero.

—Señor, los papeles que quería llegaron. ¿Le gustaría que se los alcanzara? Gideon golpeó el botón del intercomunicador de su secretaria. —Uh, sí, Stella, por favor tráemelos —respondió. Retorció sus dedos por el nerviosismo alrededor de la pluma que tenía en la otra mano, mientras esperaba a que ella le trajera los documentos que había enviado a Micah. Los documentos de anulación. Si los papeles regresaron, eso significaba que Micah los había firmado, poniendo fin a su matrimonio. Su matrimonio, ahora era una risa. Estuvieron juntos sólo veinticuatro horas, pero

había sido el tiempo suficiente para Gideon para saber que quería pasar el resto de su vida con Micah. Algunas cosas sólo no debían ser. Gideon deseaba un montón de cosas en su vida. Deseaba ser más bajo, más pequeño, darles menos miedo a los niños cuando caminaba por la calle. Pero nunca quiso nada tanto como deseaba que Micah lo amara. Pero, como la mayoría de sus deseos, éste no se le había concedido tampoco. Gideon levantó la vista cuando Stella entró en su oficina mientras le entregaba un sobre grande. Gideon trató de ocultar el hecho de que las manos le temblaban cuando lo tomó. —Gracias, eso es todo, Stella. No deseo ser molestado durante la siguiente media hora. —Muy bien, señor Wulfe —respondió Stella, cuando se dio la vuelta y salió de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Gideon bajó la mirada y se quedó mirando el sobre en sus manos con deseo, frotando el dedo pulgar sobre él con suavidad. No muchos días atrás, el sobre había estado en manos de Micah. Tocando su piel. Sacudiendo la cabeza por su propia estupidez, Gideon agarró un abridor de cartas. Retrasar lo inevitable, sería una estupidez. Cortando el abridor de cartas a través de un lado, cortó el sobre y lo abrió, entonces tiró los papeles. Tomó una respiración profunda, los acercó y empezó a escanearlos uno a uno, su boca abierta por la sorpresa al leerlos. Micah había declinado su oferta de acuerdo, pero había firmado los papeles de la anulación de todos modos. ¿Por qué Micah haría eso? Estaba loco por no querer el dinero, y no era como si tres millones de dólares hicieran

un hueco en el patrimonio neto de Gideon. Él tenía valores por varios cientos de millones de dólares. Él podría darle a Micah el dinero sin pestañear. Así que, ¿por qué no lo tomaba? ¿Tanto lo odiaba? Gideon sabía que Micah no tenía mucho dinero. Lo habían hablado durante el tiempo que pasaron juntos. Habría pensado que Micah se apuntaría a tomar el dinero. Gideon conectó su botón del intercomunicador. — Stella, ¿le puedes pedir a Ivan que venga, por favor? —Enseguida, señor —fue la respuesta rápida. Unos minutos más tarde se abrió la puerta e Ivan, el guardaespaldas y asistente personal de Gideon, entró, cerrando la puerta detrás de él antes de caminar a sentarse en una de las sillas al otro lado de Gideon. —¿Qué puedo hacer por ti, jefe? —¿Te acuerdas de Micah? —preguntó Gideon. —¿Tu ex marido? Seguro. —Sí, mi ex. —Gideon hizo una mueca cuando un estremecimiento de dolor y pesar lo atravesó—. Mira, yo necesito que hagas algo por mí. Quiero saber todo lo que hay que saber acerca de él, dónde está trabajando, a quién está viendo. Diablos, quiero saber lo que come para el desayuno. Todo, ¿entiendes? —Claro, pero, ¿puedo preguntar por qué? —preguntó Iván, sentado en su silla. Gideon no tenía muchas ganas de contestarle porque no estaba muy seguro de sí mismo. Sin embargo, Iván era más que su asistente personal y su guardaespaldas, era su amigo. Gideon llevó a Iván con él desde su antiguo

vecindario cuando respuesta.

hizo

su

fortuna.

Se

merecía

una

—Micah firmó los papeles de anulación y los devolvió hoy. —Oh, lo siento, Gideon. Pero si él los firmó, ¿por qué quieres que lo investigue? —preguntó Iván con confusión. —Yo le ofrecí tres millones de dólares como compensación. Él los rechazó. Quiero saber por qué — respondió Gideon mientras le entregaba los papeles de anulación a Iván para que los leyera. Esperaba que Iván comprase su respuesta. Realmente no quería explicar que necesitaba oír hablar de Micah. Él necesitaba un poco de chisme, algunas noticias sobre el hombre, cualquier cosa. Vio cómo Ivan leía los papeles, vio la sorpresa cruzar sus facciones al ver los documentos modificados. Se sintió de la misma manera que él cuando los leyó. Cuando Iván levantó la cabeza para mirarlo con confusión, Gideon se limitó a encogerse de hombros. —No sé, Ivan. Yo sé que él no tiene dinero. Infiernos, él trabajaba en dos empleos cuando nos casamos. Es una estupidez que rechace tres millones de dólares. Si tuviera cuidado en invertido, no tendría que volver a trabajar. —¿Podría estar queriendo más dinero? —Pensé en eso, pero si así fuera, ¿por qué firmar los papeles de anulación, en primer lugar? Si quería más dinero, se podría pensar que se habría negado a firmar. Ahora, no tiene con qué negociar. —Así que, si no va detrás de más dinero, ¿que está buscando?

—Eso es lo que quiero saber —dijo Gideon tomando los papeles de Ivan y poniéndolos de nuevo en el sobre antes de poner el sobre en el cajón superior de su escritorio—. Simplemente eso no tiene sentido para mí. —¿A qué profundidad quieres que llegue? —preguntó Iván cuando se puso de pie—. ¿Quieres buscar en su pasado? ¿Mira sus finanzas? ¿Tomar fotos? ¿Qué? —No sé. Usa tu mejor juicio, supongo. —Está bien, estoy en ello. Te llamo cuando tenga algo. Gideon asintió, observando a Ivan salir de su oficina. Se pasó la mano por el cabello, preguntándose si habría perdido la razón. Micah había dejado claro que no quería tener nada que ver con él. ¿Por qué estaba tan obsesionado con aprender todo acerca de él? Simplemente no tenía sentido. Micah había firmado los papeles de nulidad y los había enviado de regreso. Si eso no significaba que Micah había seguido adelante con su vida sin tener nada que ver con él, Gideon no sabía qué significaba. Tal vez debería dejarlo pasar. Era probable que persiguiera algo que no estaba allí, pero él no era capaz de dejarlo ir, dejar ir a Micah. Algo sobre el hombre lo llamaba. Sabía que tuvo la oportunidad cuando envió los papeles de anulación a Micah. Quería una especie de reacción de él después de no saber de él durante tres meses. Bueno, él lo consiguió, pero no como esperaba. Después de dejar a Micah en el hotel e irse a casa, y después de que su enojo y decepción pasaron, esperó que

Micah se comunicara con él. Cuando pasaron los días sin noticias, comenzó a abandonar la esperanza. Enviarle los documentos de anulación probablemente no fue su mejor curso de acción, pero no estaba seguro de cómo iba a reaccionar Micah si él se presentaba en persona. Llamarlo no era una opción. Micah no tenía teléfono. Él simplemente no era capaz de renunciar sin luchar. Micah era un sueño hecho realidad. No parecía importarle que Gideon tuviera millones de dólares. Gideon nunca discutió la cantidad de dinero que tenía con Micah. Quería que Micah lo quisiera a él por lo que él era, no por su cuenta bancaria. El tamaño de Gideon despertaba a Micah. No le asustaba. Gideon nunca había experimentado eso antes. Pensó que finalmente había encontrado a alguien que lo quisiera por lo que realmente era. Había sido una sensación maravillosa. Y todo se vino abajo en él cuando Micah despertó y no recordaba quién era Gideon. Después de la boda y la fabulosa noche de bodas que pasaron juntos, Gideon había estado devastado cuando Micah le preguntó su nombre. Eso casi le rompió el corazón. Por lo tanto, él se alejó, positivamente Micah jugó con él haciéndolo parecer un tonto. Todavía no estaba tan seguro de que no lo fuera. Había demasiadas personas que trataron de ridiculizarle en el pasado, por lo que ahora era más cauteloso, especialmente cuando su corazón estaba involucrado.

—Hey, jefe. Yo sólo quería reportarme y hacerte saber que estoy aquí y trabajando en lo que me pediste. —¿Qué has encontrado hasta el momento, Iván? — preguntó Gideon cuando escuchó la voz de Iván en el teléfono. Contuvo el aliento mientras esperaba a que él respondiera. —Micah sigue trabajando en dos empleos. Él trabaja de 5:00 am hasta las 2:30 pm de la tarde en una tienda de comida, después toma el autobús para ir a su siguiente trabajo. Trabaja como empleado de la tienda desde las 3:00 pm hasta las 11:00 pm, luego va a su casa. —¿Cuándo duerme? —preguntó Gideon, sorprendido por el horario de trabajo de Micah, preocupado de que el hombre no estuviera descansando lo suficiente. —Desde las 11:30 pm horas, cuando llega a casa hasta las 4:30 am cuando se va a trabajar, supongo. Él tiene el sábado y domingo libres, y por lo que puedo decir, él duerme la mayor parte de esos días —respondió Iván. —¿Él, está viendo a alguien? —preguntó vacilante Gideon. Le arrancaría el corazón si Ivan le decía que Micah estaba saliendo con otra persona, pero tenía que saberlo. —Sólo he estado aquí un par de días, pero no lo he visto con nadie, excepto un tipo que se llamaba Seth O'Connal. No sé si están saliendo o no, pero…

El alivio inundó a Gideon. —No es así. Seth es el mejor amigo de Micah. Lo conocí cuando llegamos a casa… bueno, yo sé que son sólo amigos. ¿Algo más? —Bueno, él tiene dieciséis mil dólares y algo de cambio en una cuenta de ahorros. A excepción de la semana pasada, cuando retiró 1.500 dólares para pagar un abogado, no ha retirado dinero de esa cuenta desde que la abrió hace siete años. Él deposita unos pocos cientos de dólares al mes en promedio. —¿Él tiene dieciséis mil dólares en una cuenta de ahorros, pero no tiene un teléfono y tiene dos trabajos? ¿Por qué? —No podría decirlo, Gideon. Eso es algo que tendrías que preguntarle a él. —Mira, ¿puedes seguir hurgando? Descubre por qué está trabajando en dos empleos cuando tiene dinero en el banco. —Lo haré, jefe —respondió Iván. —¡Y deja de llamarme jefe! —Gideon se rió entre dientes mientras colgaba el teléfono. Ivan lo llamaba jefe y eso había sido una constante pelea entre ellos durante años. Gideon sabía que Iván lo hacía sólo para molestarlo. Gideon se reclinó en su silla y jaló el cajón de en medio de su escritorio abriéndolo, sacando una pequeña foto enmarcada antes de cerrar el cajón. Acarició con los dedos el cristal transparente deseando poder tocar a Micah en persona en lugar de sólo en una foto de él. Aun así, era lo único que tenía del hombre. Él quería más, mucho más. Micah le había dado tanta felicidad en el corto período de tiempo que habían estado

juntos, más felicidad de la que Gideon podía recordar. Él lo quería de vuelta. Quería que Micah regresara. ¿Tal vez ese era su problema? Se había mantenido a la espera de que Micah hiciera algo, para actuar en lo que Gideon pensó que debía hacer. Gideon puso toda la responsabilidad en manos de Micah. Gideon sonrió al poner el retrato de Micah en el cajón. Quizás fuera el momento de que él fuera también responsable. —Stella —dijo Gideon al tiempo que tocaba el intercomunicador—. Voy a estar fuera de la oficina durante el resto del día y probablemente mañana. Borra todas las citas y haz que me traigan mi coche. —Sí, señor —respondió Stella. Gideon tomó su chaqueta y se la puso. Miró a su alrededor la habitación una vez más, antes de dirigirse a la puerta. Había llegado el momento de que él fuera a buscar a su marido.

Ivan negó con la cabeza cuando colgó el teléfono. Gideon estaba loco. En todos los años que conocía al hombre, nunca lo había visto en tan mal estado por una persona. Gideon siempre parecía muy seguro de sí mismo. Micah lo tenía atado con nudos.

Ivan se preguntó si el hombre valía la pena para pasar por el infierno que estaba pasando Gideon. Él no lo conocía personalmente. Cuando Gideon lo conoció, era su noche libre. Él había estado allí sólo. Gideon tenía el corazón destrozado. Iván sabía que no importaba lo mucho que el hombre tratara de ocultarlo. Micah realmente había llegado a él. Después de ver a Micah los últimos dos días, se sentía bastante seguro de que Gideon había llegado a Micah de igual manera. El hombre parecía miserable, apenas se movía a través de cada día, porque tenía que hacerlo. Iván quería a Gideon. Eran los mejores amigos. Él quería más que nada que fuera feliz. Sospechaba que Micah le haría feliz, algo que Gideon necesitaba. Ahora, solo necesitaba conseguir que estos dos hombres obstinados se reunieran. «Y tal vez conocer a la persona que me pueda ayudar», Ivan pensó mientras observaba a Seth caminar a través de la taberna y sentarse en una cabina. Sin pedir permiso, Ivan cruzó la habitación y se sentó frente a él. —¿Seth O'Connal? Mi nombre es Iván Federov. —Uh, hola, Ivan. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? —preguntó Seth con curiosidad. —¿Por mí? No. Pero tú y yo tenemos algunos amigos en común que están necesitando nuestra ayuda. Creo que si los dos trabajamos juntos, ellos serán mucho más felices. —¿Amigos comunes? ¿Qué amigos? —Micah y Gideon. —Gid… si eres un amigo de ese imbécil no tenemos nada que hablar —dijo Seth con severidad cuando empezó a ponerse de pie.

—¿Te darían más ganas de hablar si te dijera que Gideon es miserable? —preguntó Iván. —Me haría sentir mejor saber que está hirviendo en un recipiente con aceite caliente, pero no me dan ganas de hablar sobre el hombre. —¿Qué tal si te dijera que él está enamorado de Micah? Iván vio la boca de Seth varias veces abrirse y cerrarse antes de que finalmente se sentara, mirando a través de él con cautela. —Adelante, habla. La boca de Ivan se torció en una sonrisa apenas levantó la mano y saludó con la mano a la camarera. — ¿Quieres algo? —Ivan le preguntó a Seth cuando la camarera se acercó. —Cerveza. Iván asintió, pidiendo una cerveza para cada uno de ellos antes de volver su atención a Seth. —Gideon me envió aquí para ver si Micah estaba bien. Él quiere saber por qué Micah rechazó el acuerdo. Eso es bastante normal en casos como este. Seth miró a la defensiva cuando miró hacia él. — Debido a que Micah no quiere saber nada de él. —¿Incluso si eso significa que nunca tenga que volver a trabajar? Sé que está trabajando en dos empleos en estos momentos sólo para ganarse la vida. Sé también acerca de su cuenta de ahorros. Si hubiera aceptado el acuerdo, no tendría que trabajar tan duro. ¿Esperaba que cuando rechazara la oferta, Gideon le ofreciera más?

Seth se inclinó hacia delante en su asiento, cruzando las manos juntas. —Mira, esto nunca fue para Micah algo por el dinero. Más allá de lo que recibe por su propio trabajo, a Micah no le importa el dinero. Nunca le ha importado. —Entonces, ¿por qué firmó los papeles de nulidad? Seth miró sus manos por un momento antes de levantar la vista hacia Iván. —Él hizo lo que consideró que Gideon quería. Si Gideon quería deshacerse de él con tanta fuerza que le ofrecía tres millones de dólares, ¿qué otra opción le quedaba? Esos documentos de anulación dejaban muy claros los deseos de Gideon. Iván se sentó en su silla, sacudiendo la cabeza. Parecía que Gideon y Micah vivían en un infierno de su propia creación. A menos que Seth y él les pegaran de las narices, nunca podrían encontrar la salida. —¿Cómo se siente Micah acerca de Gideon? Seth consideró a Iván por unos instantes antes de responder. —No sé exactamente cómo se siente Micah acerca de Gideon, pero te puedo decir que no se ha sacado el anillo de bodas que Gideon le dio y ya han pasado tres meses de eso. —Pero él firmó los papeles de anulación. ¿Por qué iba a hacer eso si todavía quería estar casado con Gideon? Seth se encogió de hombros. —Hasta que llegaron los papeles de nulidad, él aún mantenía la esperanza de que Gideon fuera a cambiar de opinión y volver. Cuando llegaron y vio el gran acuerdo que le ofrecía, pensó que Gideon quería comprarlo. Ivan sacudió la cabeza. —No, sólo quería estar seguro de que Micah estuviera cuidado. A pesar de lo que

pueda pensar Micah, Gideon se preocupa por él. Si no podía estar allí para cuidarlo por sí mismo, por lo menos quería estar seguro de que no le faltara nada. —Lo único que le falta a Micah es su marido. —Entonces, ¿qué crees que deberíamos hacer al respecto? —Ivan se echó a reír. Seth comenzó a sonreír. —Tenemos que conseguir que ambos estén juntos en un mismo lugar durante más de cinco minutos. Tienen que hablar entre sí, honestamente, acerca de si realmente quieren la anulación o no. —Sé que Gideon no —respondió Iván. —Entonces, ¿por qué envió los documentos de anulación? —No había oído hablar de Micah en casi tres meses. Esperaba que él hiciera algo. —Oh, sí. Sacó dinero de su cuenta de ahorros para pagar un abogado. En todos los años que le conozco, nunca ha usado algo de ese dinero para ninguna cosa, incluso si tenía que saltarse las comidas. Ese es su nido de huevos. —¿Por qué no lo usa? Seth respiró profundo antes de responder. —Cuando tenía dieciséis años, Micah salió ante sus padres. Después de sacar la mierda fuera de él, su padre le dio una patada y lo echó a la calle sólo con la ropa que tenía puesta. Micah no tenía nada. Todo lo que tiene, trabajó por ello. —¡Dios mío! ¿Por qué haría eso? —Debido a que Michael Adin no quería un hijo gay. No se veía bien. Hay que recordar que esto se remonta antes de que varios de los estados aprobaran leyes sobre el matrimonio del mismo sexo, de nuevo, cuando los hombres

aún no estaban autorizados a casarse legalmente en la mayoría de los lugares. El senador Adin no podía tener un hijo gay. —¿El senador Adin? ¿El mismo senador que presionó con tanta fuerza contra los matrimonios del mismo sexo? — preguntó Iván con asombro. —El mismo. Micah no habla mucho de él. Me lo contó una vez después de unos tragos. Ni siquiera recordaba haber hablado de ello a la mañana siguiente. Iván asintió. —Creo que esa es una de las cosas que más lastimó a Gideon, que Micah no lo recordaba a la mañana siguiente. Ni siquiera recordaba haberse casado con él. —Micah le advirtió sobre lo que le sucedía cuando tomaba alcohol. Eso no impidió que Gideon ordenara champagne esa noche. Ivan podía oír la acusación en la voz de Seth. No lo culpaba. —Por lo tanto, ¿estás diciendo que si Micah no hubiera bebido el champagne, habría recordado todo lo que pasó? —Más o menos. Oh, él ha recordado algunas de las cosas desde entonces, pero todavía hay algunos puntos en blanco —dijo Seth—. Nada que Gideon no pudiera haber llenado para él si se hubiera tomara el tiempo para hacerlo. —Entonces, ¿para qué es la cuenta de ahorros, de todos modos? Si utilizara parte de ese dinero en lugar de guardarlo, las cosas podrían ser un poco más fáciles para él. Seth asintió. —Oh, no tengo ninguna duda al respecto. Sin embargo, esa cuenta de ahorros es su nido de huevos. Él no lo tocará hasta que crea que tiene suficiente.

—¿Y? ¿Para qué es? ¿Está ahorrando para comprar un coche o algo así? —preguntó, exasperado. —No. Quiere comprar un pequeño lugar en las afueras y salir de la ciudad. Algo que sea suyo, que nadie pueda quitárselo. Le va a llevar unos cuantos años más, pero si sigue trabajando como lo hace, no tengo ninguna duda de que será capaz de hacerlo. —Mira, yo he conocido a Gideon desde que éramos niños. Sé lo terco que es. Por todo lo que me has contado, Micah es tan terco como él. ¿Cómo vamos a llegar a que estos dos estén juntos? —No lo sé. —Seth se rió entre dientes—. Pero tú pareces un hombre inteligente. Estoy seguro de que nosotros dos podremos llegar a algo.

—Ya voy, ya voy —gritó Micah a quien fuera que golpeara tan fuerte a su puerta. Terminó de abrocharse los pantalones y corrió la mano por el cabello desaliñado por dormir antes de tirar de la puerta y abrirla. —Hola, Micah. —Gideon. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Micah mientras lo miraba con asombro. Pensaba que nunca volvería a ver al hombre de nuevo. Micah se sorprendió de ver a Gideon, y de darse cuenta de lo mucho que aún lo quería. —¿Puedo entrar? Me gustaría hablar contigo —dijo Gideon, metiendo su cabeza hacia el interior del apartamento. Micah lo observó por un momento antes de dar un paso atrás y dejar que entrase. Él miraba con fascinación cómo Gideon se agachaba para pasar por el marco de la puerta. Maldita fuera, era tan alto y tan jodidamente hermoso. Después de que Gideon entró a la sala de estar, Micah cruzó los brazos sobre su pecho para evitar reaccionar ante su presencia y pedirle que se quedara para hacer el amor con él, sólo amarlo. La sensación era tan abrumadora, que por un momento no sabía si podría luchar contra ella. Sentado frente a él, Micah levantó un pie en el borde de la silla y envolvió sus brazos alrededor de su pierna, tirando de ella contra su pecho desnudo. Él miró a Gideon, a la espera de ver lo que quería.

—¿Cómo has estado, Micah? —preguntó Gideon cuando se sentó, cruzando una pierna sobre la otra. Él juntó las manos en su regazo. —He estado muy bien. ¿Qué quieres, Gideon? — preguntó Micah. Él sabía que estaba siendo grosero, pero cuanto más tiempo permaneciera allí Gideon, Micah tenía más oportunidades que perderse y empezar a mendigar. —No va a haber charla, por lo que veo. —Gideon se rió entre dientes. —¿Hay un punto en todo esto, Gideon? Yo pensaba que los papeles de anulación me dijeron prácticamente lo que querías decirme. Los firmé tal como tú querías. ¿Qué más tenemos que hablar? —¿Por qué los firmaste, Micah? Micah observó a Gideon con sorpresa, después, con confusión. —Tú me los enviaste. Evidentemente, querías que yo los firmara y te los regresara. ¿Qué debía hacer con ellos? ¿Empapelar mi cuarto de baño? —¿Por qué rechazaste mi pago, entonces? Podrías haber hecho las cosas mucho más fáciles para ti. No tendrías que trabajar tan duro. Podrías hacer lo que quisieras. —Yo no quiero tu dinero, Gideon. Nunca lo quise. Infiernos, hasta que llegaron los papeles de nulidad, ni siquiera sabía que tenías dinero —Micah rió amargamente— . Pero, no me importaría más, aún si valieras millones. Yo no lo quiero. —¿Qué quieres? Micah bajó los ojos para mirar a sus pies, con el deseo de que Gideon no lo estuviera mirando con tanta atención. Él no quería avergonzarse por enjugarse las

lágrimas que de repente saltaban de sus ojos en frente de Gideon. —¿Micah? ¿Qué quieres? —preguntó otra vez Gideon cuando Micah no le respondió. —Algo que, evidentemente, no puedes darme — susurró con tristeza. —Oh, yo no sé nada de eso, Micah. Tengo un montón de dinero. Tengo serias dudas de que haya algo ahí fuera que no pueda darte. —¿Por qué te importa? —preguntó Micah, levantando los ojos hacia Gideon—. Yo firmé los papeles de anulación. No hay nada de lo que quiero, que tu dinero pueda comprarme, Gideon. No creo que haya nada más que nosotros tengamos que hablar. Micah no sabía qué esperar de Gideon cuando lo vio de pie en su puerta. Una parte de él de repente se llenó de esperanzas de que Gideon hubiera venido a llevárselo, pero cuando el hombre comenzó a hablar, incluso eso comenzó a desvanecerse. Gideon no estaba allí por él. Él sólo quería aliviar su conciencia, nada más. Micah deseaba que el hombre se fuera para poder lamer sus heridas en privado. Quería aferrarse a algo de dignidad. —Mira, Gideon, acaba lo que has venido a decir y vete, ¿por favor? —preguntó en voz baja Micah. —Yo quería asegurarme de que estás bien. —Estoy bien. Tu conciencia está limpia. Ahora, por favor, vete —dijo Micah cuando se puso de pie y caminó hacia la puerta de su casa. Se agarró a la puerta y la abrió, con el rostro inclinado hacia el suelo para no tener que ver a Gideon salir.

Pero todavía podía ver los pies de Gideon cuando se detuvo frente a él. —Micah —dijo en voz baja—. Mírame, Micah. Sabiendo que era una muy mala idea, Micah levantó la cara para mirar a Gideon. Su respiración se quedó atrapada en su garganta ante la tierna mirada en los ojos de Gideon mientras lo miraba. —Lo siento, Micah. Nunca quise que nada de esto sucediera —susurró. Micah lógicamente sabía que Gideon pedía disculpas por la situación en la que estaban, pero sentía cómo las palabras del hombre le atravesaban el corazón. ¿Gideon lamentaba la situación en la que se encontraban por haberse casado con Micah en primer lugar? —¿Nunca quisiste que esto sucediera? —murmuró suavemente Micah. —Nunca quise lastimarte. Esa es la última cosa que querría, Micah —respondió Gideon, su mano descansando en la pared junto a la cabeza de Micah. —¿Qué quieres? La sonrisa de Gideon era triste mientras miraba hacia abajo a Micah, su mano fue a acariciar suavemente el lado de su cara. —Yo sólo te quería. Micah alcanzó a agarrar la mano de Gideon, sujetándolo contra el costado de su cara. —Tú me tenías, ¿recuerdas? Tú fuiste el que se fue. —Tú… —Gideon comenzó, pero el brillo del oro y la plata en el dedo de Micah le llamó la atención. Él agarró la mano de Micah y le dio la vuelta mirando hacia abajo al anillo de matrimonio que le había dado hacía tres meses.

—¿Por qué sigues usando tu anillo de bodas, Micah? —preguntó Gideon en silencio mientras frotaba los dedos sobre los bordes duros. —Porque yo estoy casado, y ningún pedazo de papel que me hagan firmar va a cambiar eso —espetó Micah cuando él apartó la mano de las garras de Gideon, doblándola protectoramente contra su pecho como si tuviera miedo de que Gideon le sacase el anillo. —Firmaste la anulación, Micah, al igual que yo. Ya no estamos casados. —No te preocupes, Gideon, no voy a pedirte nada. Ni siquiera voy a decirle a nadie que eres mi marido —espetó con amargura Micah. Sus fosas nasales se inflaban en cada respiración. Micah no podía creer que Gideon le estuviera haciendo esto. —Ya no soy más tu marido, Micah. Tenemos una anulación, ¿recuerdas? —gruñó Gideon hacia él. Micah miró hacia Gideon, tratando de leer su expresión, pero su rostro podría haber sido hecho de piedra. Él no dio nada de distancia. Micah finalmente bajó la mirada, asintiendo tristemente. —Lo que tú digas, Gideon. —Dilo, Micah. Quiero que me lo digas —dijo Gideon mientras apretaba su cuerpo contra el de Micah, sujetándolo a la pared. Micah cerró los ojos, su corazón roto por el nivel de crueldad de Gideon. Realmente a Gideon no debía importarle nada acerca de él para que lo tratase así. Micah supuso que responder esa pregunta y decir que ya no estaba casado con Gideon lo acercaría a dónde él se encontraba en los afectos de Gideon.

Sin embargo, no importaba lo mucho que lo intentara, no podía decir las palabras que Gideon quería. No le importaban los papeles que habían firmado. En su corazón, Micah conocía que Gideon siempre iba a ser su marido. Nada iba a cambiar eso, ni siquiera Gideon. Al abrir los ojos miró a Gideon, preparándose para las consecuencias. —No. Observó con cautela y una de las cejas oscuras de Gideon subió por la sorpresa. —¿No? ¿No, yo no soy tu marido, o no, no vas a decirlo? Gideon lo enfrentó. —No, no lo voy a decir. —Micah… —Y no hay nada que puedas hacer para que lo diga. No importan los papeles que he firmado, no importa lo mucho que desearías que lo hiciera para irte con la mente tranquila, tú eres mi marido y no hay nada que puedas hacer para cambiar eso. Micah sabía que estaba haciendo el ridículo una vez más. Él sabía que Gideon probablemente se reía de él en silencio, especialmente si la sonrisa que cruzó sus labios era un indicio. Se trataba de una diabólica sonrisa satisfecha de sí mismo, y puso a Micah muy nervioso. —Vamos a ver eso, ¿vamos, Micah? —dijo Gideon justo antes de que bajara la cabeza para colocar sus labios contra los de Micah. Micah gritó por la sorpresa y el grito se convirtió rápidamente en un profundo gemido cuando la lengua de Gideon le acarició los labios, pidiendo entrar. Besó a Micah con un hambre que contrastaba con su tranquilo exterior. Micah se sentía como si Gideon se lo comiera, y él era incapaz de detenerse, incluso si hubiera querido hacerlo.

Las manos de Gideon no permanecieron inmóviles tampoco. Micah sintió que acariciaban sus hombros y espalda antes de pasar por su pecho para agarrar sus caderas. Cuando Gideon se apoderó de sus caderas y tiró de él más cerca, Micah se sintió como si se derritiera bajo el toque. Podía sentir cada contorno del cuerpo de Gideon presionando contra el suyo, incluyendo el duro pene encajado contra su estómago. Gideon no estaba tan imperturbable como él pretendía. Podía esconder una gran cantidad de cosas, pero no su deseo. Cuando los labios de Gideon pasaron de los labios de Micah por su mentón hacia la garganta, Micah inclinó la cabeza hacia atrás. Sus manos crispadas en el tejido de la camisa blanca de Gideon. Micah quería exigir saber lo que Gideon estaba haciendo, pero lo disfrutaba demasiado. Micah acaba de mover sus manos para rodear el cuello de Gideon cuando de repente sintió que se levantaba en el aire, las manos de Gideon en su culo. —Joder, Gideon, ¿qué estás haciendo? —exclamó cuando Gideon lo llevó por el pasillo. Un chirrido pequeño escapó de la boca de Micah cuando fue arrojado sobre la cama, saltando un par de veces. Micah miró a Gideon. El shock lo abrumó al ver a Gideon desabrocharle la camisa. —Tienes exactamente diez segundos para sacarte las ropas antes de que las rasgue fuera de ti, Micah —dijo Gideon. Micah tragó el nudo en la garganta cuando Gideon tiró su camisa en el suelo y buscó los botones de sus jeans. —Gideon —Micah se atragantó con la palabra. Esta idea no era tan buena, no importa cuánto lo quisiera. Gideon estaba tratando de demostrar algo. Micah no sabía

si podría vivir a través del dolor después de que Gideon probara su punto y se fuera. Aun así, tendría un último recuerdo de Gideon a qué aferrarse. —El tiempo terminó, Liebling. Micah se sacudió fuera de sus pantalones y comenzó a moverse al final de la cama. Él no podría estar menos preocupado de dónde aterrizara. Estaba demasiado concentrado viendo el elegante cuerpo musculado avanzar hacia él. Maldita sea, Gideon sólo parecía verse mejor cada vez que Micah lo miraba. Micah se estremeció cuando las manos de Gideon lo tocaron. Sus largos dedos se envolvieron alrededor de los tobillos de Micah y tiró hasta que este estuvo en el centro de la cama. Gideon subió lentamente en la cama hasta que se encontró entre los muslos de Micah, cubriéndolo con su cuerpo. El gemido que se había estado construyendo en Micah desde que Gideon comenzó a tomar su ropa, se precipitó por su boca. Cerró los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás cuando Gideon comenzó a plantar pequeños besos a lo largo de la mandíbula y la garganta desnuda. —Mmm, sabes tan bien como lo recuerdo, Liebling — murmuró Gideon, pasando la lengua por la piel suave por debajo de la barbilla de Micah. «¡Ohjoderohjoderohjoderohjoder!» —Te voy a comer. «¡De acuerdo!» Manos grandes cubrían la piel de acariciándolo, encendiéndolo. Micah pensaba que su iba a explotar. Sus manos apretadas contra los hombros de Gideon. Micah se abrió más para que

Micah, cabeza anchos Gideon

pudiera acercarse más a él. Podía sentir su duro pene presionando contra el abdomen de Gideon, dejando un rastro de presemen cuando sacudía sus caderas. La construcción de la presión dentro de él era tan intensa que Micah no sabía cuánto tiempo podía durar. Había querido esto durante tanto tiempo, soñaba con ello. Ahora que estaba sucediendo realmente, Micah pensó que podría quemarse y morir. Pero no sin antes sentir a Gideon dentro de él. —Gideon —declaró Micah. Él empujó sus caderas contra Gideon de nuevo—. Te necesito, Gideon. —Tú me tienes, Liebling —dijo Gideon. «Dios, sí, lo hacía». La mente de Micah quedó en blanco cuando sintió los dedos de Gideon moverse contra él. Se oyó un lejano abrir del cajón, sintió el movimiento cuando Gideon tomó algo, entonces se acomodó entre sus piernas. No le importaba. Lo único que le importaba era el cuerpo de Gideon apretado contra él y la suave presión de los dedos presionando dentro de él. Micah había pensado que no volvería a sentir esto de nuevo. También sabía que tendría que recordar cada segundo que estaba pasando junto a Gideon para sus fantasías en el futuro. Su cuerpo absorbió cada ínfimo toque, cada inspiración suave contra su piel. Una pequeña parte del alma de Micah se rebeló ante la idea de que nunca tendría a Gideon de esta manera otra vez. Sabía que debía estar protestando, decir algo. Él no debía ceder a la seducción de Gideon sólo porque le dolía mucho. Gideon no lo amaba, no como Micah merecía, como Micah soñaba. Micah sabía que cuando Gideon se fuera, estaría devastado. Ni siquiera estaba seguro de que sería capaz de

vivir a través de ello. El tiempo en estos tres últimos meses había sido bastante difícil. Esta vez sería aún más difícil, porque ahora iba a tener un recuerdo mucho más claro. Pero sería mucho más de lo que tenía antes de hoy. Un largo y torturado gemido salió de los labios de Micah, cuando los dedos presionaron en él. Incluso si sentía un ligero matiz de dolor, Micah se alegró de no haber traído a casa a nadie desde que conoció a Gideon. Eso hizo todo mucho más dulce, el saber que no había sido infiel a su marido, aunque Gideon negara su estado civil. Gideon se levantó y se arrodilló entre los muslos de Micah, quien trató de llegar hasta Gideon, necesitaba tocarlo, abrazarlo, pero Gideon lo agarró de los tobillos y los colocó sobre sus fuertes hombros. Luego agarró las caderas de Micah. El cuerpo de Micah vibró. Él sabía lo que venía. Él lo deseaba. Apretó los puños en la manta a cada lado de su cuerpo. Sentía el duro pene de Gideon presionar contra él. Estaba dispuesto, oh, tan listo, pero Gideon parecía vacilar. El corazón de Micah comenzó a latir frenéticamente en su pecho. ¿Gideon había cambiado de opinión? ¿Y en este punto al final de las cosas? Micah sabía que haría cualquier cosa por tener a Gideon por última vez. Inclinó sus caderas y las empujó hacia atrás hasta que la cabeza del pene de Gideon se abrió paso entre el primer anillo de músculos. Oyó gemir a Gideon por encima de él. Sintió sus manos agarrarse fuertemente de sus caderas hasta el punto de provocarle moretones, pero era una especie de dolor agradable. Eso le decía que Gideon estaba realmente

aquí, que el grueso pene empujando en él, no era resultado de su imaginación desesperada. —Oh Dios, Liebling —se quejó Gideon—. Echaba tanto de menos esto. Micah habría expresado su acuerdo si Gideon no hubiera empujado en su culo los últimos centímetros de su erección en ese preciso momento. Su cabeza arqueada hacia atrás, con la boca abierta. Micah no podía hacer otra cosa que sentir. Lento, incluso los envites que comenzaron cuando Gideon empaló a Micah una y otra vez. Micah se quejó. Gideon se movía tan lento, tan controlado, como podía. Micah lo quería fuera de control. Él quería que Gideon fuera tan frenético como se sentía. Micah extendió la mano y tiró de los pezones de Gideon. Apretó los músculos internos alrededor del pene del hombre. Cuando el cuerpo de Gideon se apoderó de la parte superior de él, Micah se pegó a la piel suave del cuello de Gideon con sus labios y sus dientes. Sintió que el cuerpo de Gideon lo presionaba en el colchón cuando el poderoso empuje de sus caderas aumentó. Podía oír la respiración de Gideon escapar de su garganta con un estruendoso gemido. Las manos que sostenían las caderas de Micah, temblaron. Micah sintió un hormigueo comenzar en la base de su espina dorsal y moverse a través de su cuerpo. Sabía que estaba a punto de correrse y Gideon ni siquiera había tocado su pene. Él quería que Gideon se corriera con él. Él quería tener este recuerdo. Micah enmarcó la cara de Gideon con sus manos y lo miró a los ojos. Lo que vio le sorprendió. Los ojos grises de

Gideon estaban llenos de asombroso deseo. Lo más importante, parecían estar llenos de adoración. —Córrete para mí, amor —ordenó Micah. El rugido de Gideon llenó la habitación y sacudió las ventanas cuando su liberación repentina lo sorprendió. La ferocidad de esto, envió a Micah por encima del borde y se unió a Gideon, llenando el espacio entre ellos con su semilla. Micah sintió cómo Gideon empujó en él una vez, dos veces, luego bajó por encima de él. Sus manos se deslizaron alrededor del cuello de Gideon sosteniéndolo cerca, no quería dejarlo ir. Si pudiera aferrarse a él por unos minutos más... Fue el último pensamiento agotamiento de Micah se lo llevara.

antes

de

que

el

Micah supo antes de abrir sus ojos, que Gideon se había marchado. Además de no sentir la cama aplastada con el peso del cuerpo de Gideon, Micah sentía frío. Gideon lo había mantenido caliente durante toda la noche, con sus fuertes y grandes brazos envueltos alrededor de él. Al abrir los ojos, se dio la vuelta al otro lado de la cama. Todavía podía oler el aroma de Gideon en la almohada bajo su cabeza y sentir el calor persistente dejado por su cuerpo en las sábanas. Cuando Micah se enroscó alrededor de la almohada y respiró hondo para tomar más del olor de Gideon, se preguntó cuánto tiempo le había tomado a Gideon el recoger sus cosas e irse. Además del olor que dejó atrás, no quedaba nada en la habitación que le dijera que Gideon había estado allí. Micah giró la cabeza, mirando el oro y la plata de su anillo de bodas. Rodó sobre su espalda, sosteniendo su mano delante de su cara. Movió la mano sólo un poco hacia atrás y hacia adelante, viendo la luz brillar en la sortija. Realmente era un hermoso anillo. A él le encantó desde el momento en que Gideon se lo dio. No quería que saliera nunca de su dedo. Quitárselo era como admitir que su matrimonio había terminado. Pero, tal vez había llegado el momento.

—Después de todos los problemas que pasé para conseguir ese anillo, Liebling, ciertamente espero que no estés pensando en quitártelo —dijo una voz profunda detrás de él. Micah rápidamente dio la vuelta y se sentó. Se echó hacia atrás apoyando sus manos en la cama mientras miraba a Gideon en estado de shock. Éste se apoyó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho. Parecía algo casual, cómodo, algo que Micah definitivamente no sentía. —Gideon —susurró Micah. Su corazón martilleaba en su pecho. Esperaba que Gideon se hubiera ido, para no verlo nunca más. Su mente no podía comprender por qué aun estaba en su dormitorio. —Bueno, al menos te acordaste de mi nombre esta vez. —Gideon se rió entre dientes mientras caminaba por la habitación directo hacia la cama. —Gideon, ¿qué...? Las palabras de Micah quedaron atrapadas en la garganta, cuando Gideon se sacó su ropa, dejándola caer al suelo. Micah se sentía demasiado aturdido para moverse cuando Gideon se arrastró sobre la cama, moviéndose lentamente hacia él hasta que se colocó entre sus piernas. —¿Qué estás…? —Yo tenía algo que ir a cuidar, pero ahora estoy de vuelta, Liebling —Gideon le susurró mientras se inclinaba para besar a Micah. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Micah con confusión. —Tú estás aquí. ¿Dónde más podría estar? — preguntó Gideon mientras besaba la mejilla de Micah hasta

su mandíbula, dejando un rastro de besos en su camino. Las manos de Gideon le acariciaban la piel y jaló la sábana alrededor del cuerpo escondido de Micah. Micah estaba muy confundido. Gideon se comportaba como lo hizo la noche en que se casaron. Micah no se quejaba, pero él no entendía por qué actuaba de esa manera. Lo último que recordaba con claridad era a Gideon exigiéndole que admitiera que no estaban casados. Después de eso, el resto de la noche había estado llena de placer sin sentido. —Gideon, espera —dijo Micah mientras empujaba su cabeza—. ¿Qué está pasando? ¿He estado bebiendo otra vez? —Oh no, Liebling. Si tengo algo que decir al respecto, nunca tocarás el alcohol de nuevo. Quiero que recuerdes cada momento que pasemos juntos. —Gideon se rió entre dientes mientras trataba de inclinarse para besar a Micah de nuevo. —¡Gideon! ¡Alto! —gritó Micah. Él puso sus manos sobre el pecho del hombre y empujó. Gideon se detuvo, moviéndose otra vez hasta que estuvo a su lado, la cabeza apoyada en su mano. Él mantuvo su otra mano en el pecho de Micah, acariciándolo suavemente como si no pudiera soportar romper el contacto con él. —Estoy tan confundido, Gideon. Por favor, dime lo que está pasando —le rogó desesperadamente Micah. —Bueno, Liebling, es muy simple. En algún lugar alrededor de las 3:00 am, me convencí de que sería mejor si nos casáramos. Nosotros tenemos algo especial juntos, y yo sería un estúpido si renunciara a ti.

Micah miró por encima del hombro de Gideon hacia el reloj de la mesilla de noche. No eran más de las 6:00 pm — Uh, ¿Gideon? Son sólo las seis. «Es evidente que Gideon ha perdido el juicio». —Oh, bueno, quería decir las 3:00 am, hace tres meses, Liebling —Gideon respondió. —Pero, ahí es cuando nosotros… —¿Nos casamos? Lo sé. —Yo no… entonces ¿por qué…? ¿Si querías estar casado por qué…? No lo entiendo, Gideon —susurró Micah con lágrimas en los ojos mientras pensaba en la posibilidad de que Gideon estuviera siendo cruel con él de nuevo. —Ven aquí, Liebling, y te lo explicaré —ordenó Gideon abriendo los brazos para él. Micah se le quedó mirando por dos segundos antes de rodar y apoyarse contra su pecho. Su cabeza descansaba sobre el brazo de Gideon. Él se mordió el labio inferior con nerviosismo, y alzó los ojos para mirar los de Gideon. —Lo primero que tienes que entender es que estamos casados y vamos a seguir casados —dijo Gideon cuando llegó a la mesa de noche y agarró un gran sobre de papel manila. Micah reconoció utilizado para enviar firmados a Gideon. Su la boca del estómago sobre.

de inmediato el los documentos corazón se quedó mientras miraba

sobre que había de la anulación, en algún lugar de a Gideon abrir el

Un momento después, su boca se abrió en estado de shock cuando Gideon abrió el sobre y le dio la vuelta,

derramando una gran pila de papeles triturados en el pecho de Micah antes de tirar el sobre encima de su hombro. Micah tomó un par de hilos de papel, levantándolos con curiosidad. —¿Qué es esto? —Nuestros papeles de anulación —dijo Gideon, su voz no sonaba tan feliz como hacía un momento. —Pero… —dijo Micah, más confundido ahora que hace unos momentos. ¿Gideon había destrozado los documentos de anulación? ¿Por qué? Micah no podía permitirse el lujo de pagar para modificarlos otra vez si se los enviaba de nuevo—. Gideon, si me envías estos documentos de anulación una vez más, no los voy a firmar. —Bueno, no quiero que lo hagas —dijo Gideon. Micah se apartó de Gideon mientras lo miraba perplejo. —¿No querías que firmase los papeles de anulación? ¿Entonces por qué infiernos me los mandaste, en primer lugar? —Porque nunca me llamaste —respondió Gideon simplemente. —¿Nunca te he llamado? ¿Tú me has enviado los papeles de anulación porque nunca te he llamado? —dijo Micah en un murmullo, el asombro lo llenó, seguido rápidamente por ira. Ni siquiera tenía un maldito teléfono. ¿Cómo iba a llamar? Miró a Gideon por un momento antes de rodar hacia el otro lado de la cama para sentarse. Se quedó mirando el suelo debajo de él, todo a su alrededor parecía moverse a cámara lenta mientras trataba de dar sentido a las cosas que le había dicho Gideon. Pero no tenían sentido. —Gideon… —comenzó, sólo para ser interrumpido por las grandes manos envolviéndose alrededor de su cintura,

dos enormes piernas colocándose junto a él, y con el estómago caliente presionando contra su espalda. Cerró los ojos y se echó hacia atrás en el abrazo de Gideon, deseando que nunca tuviera que abandonarlo. —Escucha lo que tengo que decir, y si de verdad quieres que me vaya, Micah, lo haré —Gideon le susurró al oído. Micah asintió con miedo de lo que Gideon pudiera decir, pero necesitando escucharlo de todos modos. —Cuando te conocí, me cautivaste. Tú parecías estar interesado en mí, no en mi dinero o lo que yo podría hacer por ti, sino por mí. —Gideon, yo no sabía que tenías dinero. Me gustaría que nunca… —Shhh, Liebling, déjame decirte esto, ¿por favor? — dijo Gideon mientras pasaba los dedos contra la mejilla de Micah—. Es muy difícil para mí, y tengo que decir esto antes de que pierda los nervios. Una vez que Micah asintió, Gideon continuó. —Tú fuiste una maravillosa sorpresa para mí. Incluso mi tamaño no te molestaba. No sabes lo raro que es eso para mí. Las personas que me aceptan lo hacen debido al tamaño de mi cuenta bancaria, no porque se preocupen por mí. Pero contigo… —las palabras de Gideon se desvanecían mientras corría sus manos por los brazos de Micah. —Después de que hiciéramos el amor, supe que no quería darme por vencido contigo. Yo quería pasar el resto de la vida contigo, cuidarte, amarte. Cuando accediste a casarte conmigo... Micah, nunca me he sentido así antes, ni con nadie.

Micah podía sentir formarse lágrimas en sus ojos ante las palabras de Gideon. Decía todas las cosas correctas, todas las palabras románticas que él había soñado. Pero si realmente las quería decir, ¿por qué se fue? ¿Por qué enviarle los documentos de anulación? —A la mañana siguiente, cuando no te acordabas de mí, pensé que mi corazón se rompía. Pensé que había sido tomado por un tonto, que sólo querías mi dinero. Micah podía oír la tristeza en la voz de Gideon, el intenso dolor. De repente se dio cuenta de que en todo este tiempo, él sólo había pensado en su propia angustia. Nunca había considerado por lo que Gideon podría haber pasado o por lo que todavía podría estar pasando. —Gideon, nunca quise tu dinero, te lo juro. Voy a firmar algo ahora, cualquier cosa que quieras, que diga que no tengo acceso a tu dinero. Tengo dos trabajos. Incluso tengo dinero ahorrado. Yo puedo cuidar de nosotros —dijo Micah rápidamente. —Gracias, Liebling. Eso significa mucho para mí, pero yo no estoy preocupado por eso. Si mi dinero puede darte algo que te haga feliz, puedes tenerlo todo —Gideon le aseguró. Micah giró el cuerpo para poder mirar a Gideon, cubriendo sus piernas sobre la suya. Enmarcó la cara de Gideon con sus manos. —Gideon, escúchame. Yo no quería tu dinero y no estaba tratando de hacer un tonto de ti. Yo hablaba en serio cuando te dije que no puedo manejar el licor. Más de tres bebidas y no recuerdo nada. —¿No te acuerdas de nada? —preguntó Gideon suavemente. Micah podía oír en la voz la esperanza de Gideon. Ojalá pudiera decir que sí, que lo recordaba todo,

pero eso sería una mentira y él sólo quería la verdad entre ellos. —Me acuerdo de haber hecho el amor contigo en esa noche, y nuestra boda. Me acuerdo de todo hasta que bebimos champagne. Más importante aún, me acuerdo de por qué quería casarme contigo. Después de eso, todo se pone un poco confuso. —¿Por qué quisiste casarte conmigo? Micah sonrió, inclinándose para darle a los labios de Gideon un beso rápido antes de mirar a los ojos grises de humo una vez más. —Yo quería casarme contigo porque me sentía como si estuviera enamorado de ti. —Y… ¿y ahora? ¿Cómo te sientes ahora? —murmuró Gideon. —Ahora, sé que estaba enamorado de ti. Los últimos tres meses sin ti han sido un infierno, Gideon. Cada golpe en la puerta, todos los coches que pasaban, tenía la esperanza de que fueras tú. Cuando esos documentos de anulación llegaron, pensé que iba a morir. Gideon jaló más cerca a Micah, metiéndole la cabeza bajo su barbilla mientras acariciaba con sus dedos los rizos de Micah. —Lo siento mucho, Liebling, nunca quise lastimarte. Sólo quería llamar tu atención. Sabía que tenía que dejarte ir, pero no podía. —Me alegro de que no lo hicieras. No quiero que me dejes nunca —susurró Micah contra la garganta de Gideon. —¿Eso significa que quieres seguir casado conmigo? —Micah levantó la mano frente al rostro de Gideon, moviendo su dedo anular—. Todavía estoy usando tu anillo, ¿no?

Giró la cabeza para ver a Gideon agarrar su mano, sus dedos frotando sobre el anillo de oro y plata. Se mantuvo muy tranquilo, Micah comenzó a preocuparse. Él se echó hacia atrás un poco para poder mirar a la cara de Gideon, el pecho oprimido cuando vio las lágrimas que caían en silencio por el rostro del hombre. —¿Gideon? —susurró en voz baja—. ¿No quieres que me ponga el anillo? —Cuando Gideon no le respondió, Micah empezó a sentir como si quisiera algo que Gideon no. ¿Había leído la situación en forma equivocada? ¿Gideon no lo quería? —¿Quieres que te devuelva tu anillo? —preguntó Micah tirando de su mano, alejándola de Gideon y deslizando la banda de su dedo. Reunió hasta el último gramo de valor que tenía y ofreció el anillo a Gideon. Ese simple anillo significaba más para él que cualquier otra cosa de su propiedad. Micah respiró hondo para contener las lágrimas, cuando Gideon tomó el anillo de sus dedos. Él no pensaba que fuera a sobrevivir a este nivel de dolor. El área en el pecho donde se suponía que debería estar su corazón, se sentía como si estuviera llena de cemento. Empezó a sentarse para ir al baño para encerrarse hasta que Gideon se fuera, cuando Gideon de repente lo agarró de un brazo, empujándolo hacia atrás en la cama antes de cubrir su cuerpo con el suyo mucho más grande. Gideon le agarró la mano y empujó el anillo en su dedo antes de cerrar la mano en un puño, cubriendo la mano de Micah con la suya. —Nunca debes sacarte este anillo de nuevo, ¡jamás! Ni siquiera cuando seamos viejos y débiles y muramos

juntos en casa, en nuestra cama. ¿Me entiendes, Micah? — gruñó hacia él. Micah no podía detener las lágrimas esta vez. Sintió que se le escapaba un pequeño sollozo ante la mirada ferozmente posesiva en los ojos de Gideon. Cuando Gideon de repente se levantó y buscó su pantalón, Micah trató de aferrarse a él, sus manos apretadas a su cuerpo. Pero entonces, Gideon giró, con los brazos alrededor de él. Él le tendió la mano, la palma hacia arriba. —Creo que necesitas poner esto de vuelta a donde pertenece, Liebling. Los ojos de Micah miraron a la palma de Gideon, cuando vio al gran anillo de bodas de plata y oro en la mano. Su mano temblaba cuando llegó a tomarlo antes de deslizarlo en el dedo de Gideon. Antes de soltar la mano de Gideon, acercó sus labios, besando el anillo en su dedo. Alzó los ojos a Gideon, sonriendo al ver lágrimas en sus ojos, sabiendo que coincidían con las suyas. —Gideon —él susurró. Micah gritó cuando Gideon levantó sus piernas y metió los dedos en su culo, gracias a que ya estaba extendido por el sexo que habían tenido antes, no hubo resistencia. Micah oyó un pequeño ruido y gel frío se añadió a los dedos. Gideon de repente sacó los dedos y empujó su gran pene en él con un envite. La mirada de Micah se detuvo en Gideon con sorpresa al verlo apretando los dientes, los músculos en el lado del cuello tensos. Vio con asombro cómo Gideon empujó una vez, luego echó atrás la cabeza, gritando el nombre de Micah cuando él lo llenó con su semilla. Las manos que sostenían los muslos de Micah hasta el pecho, se clavaron en su piel

cuando Gideon empujó de nuevo, la cabeza caída hacia el pecho de Micah cuando su voz se convirtió en un gruñido. —Lo siento, Liebling. Necesitaba sentir tu calor a mi alrededor —Gideon le susurró antes de levantar la cabeza para mirarlo. Micah se limitó a sonreír. —Puedes tenerme todas las veces que quieras, Gideon. Gideon rió entre dientes ligeramente. —De alguna manera no creo que sea muy sabio. Te verías un poco raro si llevaras mi pene en el culo todo el tiempo. Micah se echó a reír. —Estoy seguro de que puedo aprender a lidiar con eso, si tú puedes. Gideon lo miró fijamente. Su mano acariciaba suavemente el lado de la cara de Micah. —¿Vas a quedarte conmigo, Micah? —preguntó con aprensión en su voz. —¿Si tú me quieres? —Lo que Micah dijo fue una declaración, pero sonó más como una pregunta. Todavía se tambaleaba por el hecho de que Gideon estuviera aquí, y mucho más por el hecho de que parecía que el hombre lo quería de vuelta en su vida. —Te quiero, Micah —dijo Gideon—. Nunca he querido a nadie como te quiero a ti. —Entonces me quedaré. —¿No hablaremos más de una anulación? ¿No más vidas por separado, casas separadas, o camas separadas? ¿Vendrás a mi casa? ¿Dejarás que cuide de ti? Micah observó el rostro de Gideon mientras hablaba, preguntándose al ver la expresión de niño perdido en su rostro, cómo podría un hombre que se veía tan sexy como él, un hombre que valía millones, tener tanto miedo al rechazo.

—Gideon, no es necesario que cuides de mí. He estado cuidando de mí durante mucho tiempo. Sólo tienes que amarme. Eso es lo único que quiero de ti, no tu dinero o tu prestigio, sólo a ti —la mano de Micah acarició la piel desnuda debajo de él—, cada gloriosa pulgada de ti. —Yo sé que no es necesario que cuide de ti, Micah, pero quiero hacerlo. ¿Por favor? Nunca he tenido a nadie para compartir esto. Siempre ha sido trabajar, trabajar y trabajar. Nunca he tenido a alguien con quien compartir mi vida. Quiero compartir eso contigo. Micah sonrió de nuevo. —Está bien, Gideon, me voy a casa contigo y te permitiré hacerte cargo de mí, siempre que recuerdes que el cuidado es en dos vías. Yo tengo que cuidar de ti tanto como tú cuidarás de mí. De eso se trata el matrimonio. La sonrisa de Gideon tardó en llegar, casi como si él no pudiera creer las palabras de Micah, pero cuando llegó fue hermosa. Iluminó toda la cara de Gideon hasta que las pequeñas arrugas alrededor de sus pequeños ojos grises se hicieron más pronunciadas. —Cuando salí, te traje algo —dijo al llegar a su pantalón, sacando algo de su bolsillo antes de entregárselo a Micah. Micah miró lo que Gideon le daba. Se trataba de un teléfono celular, un teléfono de última generación. Había visto esas cosas en los anuncios, pero nunca pensó en tener uno. Hacían casi todo, excepto la cena. —¿Me curiosidad.

conseguiste

un

teléfono?

—preguntó

con

Gideon asintió. Con aspecto de vértigo, como un niño pequeño, llegó al teléfono y lo abrió. Apretó una tecla para

un número de marcación rápida. Micah saltó cuando los pantalones de Gideon de repente sonaron. —Ya lo he programado con el número de mi celular, mi oficina y el número de nuestra casa. De esta manera, puedes llamarme cuando quieras. Yo nunca voy a dejar que la falta de un teléfono nos separe de nuevo —Gideon dijo con dureza al cerrar el teléfono, cortando la llamada, y se lo tendió a Micah. Micah sonrió mientras tomaba el teléfono y lo ponía en su mesita de noche. —Gracias, Gideon. —De nada —dijo Gideon, sonriendo de nuevo—. Ahora, ¿tomamos una ducha rápida, y luego te llevo a comer? —Sabes que puedo hacer el almuerzo aquí. —No. —Gideon sacudió la cabeza—. Yo quiero llevarte fuera y mostrarte. Micah rodó los ojos mientras empujaba contra los hombros de Gideon. —Bien, entonces levántate. No puedo llegar a la ducha con tu pene en mi culo. —¿Quieres apostar? —dijo Gideon mientras envolvía sus brazos alrededor de Micah y lo sujetó en un gran movimiento. Se dio la vuelta hacia el lado de la cama y se levantó. Se dirigió hacia la ducha, Micah aún clavado en su pene que empezaba a despertar de nuevo. —¡Gideon! —se rió Micah.

Micah terminó de abrocharse la camisa mientras veía las noticias en la televisión. Podía oír a Gideon en la ducha. Una simple ducha se había convertido en un largo jugueteo contra la pared de la misma, para gran disfrute de Micah. Había algo que decir acerca de tener un marido lo suficientemente grande como para que lo recogiera en sus brazos y lo abrazase contra la pared mientras jodían. Micah podría tener un ligero dolor en el culo ahora, pero era un dolor delicioso. A medida que la ducha se apagaba en el cuarto de baño, Micah escuchó mencionar el nombre de Gideon en la televisión. Rápidamente se sentó en el extremo de la cama y subió el volumen. Sus ojos se abrieron al escuchar la noticia. «—Un portavoz del magnate de los negocios, Gideon Wulfe, ha anunciado hoy que el Sr. Wulfe ya no es uno de los solteros más codiciados de Nueva York. El Sr. Wulfe celebró su boda con amigos y familiares en una ceremonia privada hace unas semanas. El vocero de Wulfe también dijo que el nombre de su esposa se mantiene en reserva hasta el próximo mes, cuando el señor Wulfe será el anfitrión de una recepción en honor de su nueva esposa.» —¡Gideon! —Micah gritó. Sus ojos se agrandaron al ver la foto de su marido, a su vez, en otra noticia.

—¿Sí, Liebling? —preguntó Gideon cuando salió del baño, secándose el cabello con una toalla. —Acabas de salir en las noticias. —Micah señaló la televisión. —Micah, siempre estoy en las noticias. —Sí, pero ellos estaban hablando de que te casaste y que ofrecerás una fiesta el próximo mes en honor de ¡tu nueva esposa! —Oops. —Gideon se rió entre dientes. —¿Oops? ¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿Oops? —gritó Micah, sus manos apoyadas en sus caderas al tiempo que miraba a Gideon—. Yo no soy una mujer, Gideon. ¿Qué van a decir todos cuando se ponga en evidencia que soy tu marido y no tu mujer? —¿Felicidades? —No es gracioso, Gideon. —Mira, Liebling, es necesario que entiendas algo — dijo Gideon al dejar caer la toalla en el suelo y acercarse para envolver sus brazos alrededor de Micah, apoyando la barbilla en la cabeza de este—. No estoy exactamente en el armario, pero no estoy tampoco completamente fuera de él. —¿Qué quieres decir con que ¿Significa eso que me vas a esconder?

no estás fuera?

—No, por supuesto que no. A mí me gusta mantener mi vida privada. Aun si fuera heterosexual, no pondría mi vida en la primera página de las revistas de chismes. Debido a eso, no mucha gente sabe que soy gay. —Lo eres, ¿verdad? —preguntó vacilante Micah, sintiéndose un estúpido cuando Gideon se echó a reír.

—Sí, Liebling, soy necesidad de preocuparse.

decididamente

gay.

No

hay

—Entonces, ¿de qué tengo que preocuparme? — Micah preguntó mientras inclinaba la cabeza hacia atrás para mirar a Gideon, recordando una vez más la altura de su hombre cuando tuvo que inclinar su cabeza todo el camino de vuelta sólo para verlo. Él levantó una ceja en consulta cuando Gideon se puso un poco rojo. —¿Qué? —Yo nunca he salido con nadie en serio, y me refiero a en público, no a salir del armario. Estoy considerado como uno de los solteros más codiciados de Nueva York, pero eso es sólo debido a mi cuenta bancaria, no porque tenga muchas citas, porque no las tengo. —¿Cuánto vales? —Seiscientos millones de dólares, un millón más o menos. Pero la mayor parte está invertido en empresas que tengo, no dinero en efectivo. ¿Por qué? Micah se quedó mirando a Gideon, con la boca abierta. ¿Gideon tenía seiscientos millones de dólares? Nunca en su vida podría imaginar ese tipo de dinero. Hacían que sus dieciséis mil dólares parecieran limosna. —Eso también podría ser algo de lo que tenemos que hablar. —¿Qué? —preguntó Micah. De repente sintió una sensación muy espeluznante moviéndose por su columna vertebral. —Yo valgo mucho dinero, Liebling. Debido a eso, a menudo hay personas que tratan de aprovecharse de mí. Significa que tengo que tener un guardaespaldas donde quiera que vaya. Tú también vas a necesitar uno.

—¿Un guardaespaldas? —susurró Micah. Visiones de hombres armados que lo rodeaban en masa mientras otras personas disparaban armas de fuego sobre él, llenaron la mente de Micah. Gideon asintió con pesar. —Es por tu propia seguridad, Liebling. No te lo pediría si no fuera importante. Tengo que ser capaz de mantenerte a salvo. Hay gente por ahí que no se detendrá ante nada para llevarse mi dinero, aunque tengan que hacerte daño. —¿Por qué? No he hecho nada. Yo ni siquiera tengo dinero. —Porque una vez que aprendan lo mucho que significas para mí, ellos sabrán que yo daría hasta el último centavo que poseo para mantenerte a salvo —Gideon respondió mientras miraba solemnemente hacia abajo a Micah. ¿Qué podía decir a eso? Gideon acababa de reconocer que estaba dispuesto a renunciar a todo su dinero, todos los 600 millones de dólares, para mantener a salvo a Micah. Si esa declaración no era de amor, no sabía lo que era. —Gideon —susurró mientras enterraba su rostro en el pecho de Gideon, sólo sosteniéndose. —Lo siento, Liebling. Me gustaría que no tuviera que ser así —murmuró Gideon mientras se inclinaba para envolver sus brazos alrededor del culo de Micah y recogerlo. —No lo hagas —dijo Micah cuando enmarcó la cara de Gideon con sus manos—. Te tomaré de todas maneras en las que pueda conseguirte, guardaespaldas incluidos. —¿No te importa tener un guardaespaldas?

—Bueno, yo no estoy encantado con él, pero si eso es lo que tengo que hacer para estar en tu vida, eso es lo que voy a hacer. Pero me gustaría decidir en el tema de quién será mi guardaespaldas, si eso está bien.

Gideon apoyó su frente contra la de Micah, aspirando profundamente por el alivio. No podía creer que Micah tomara todo esto tan bien. Él no estaba seguro de que Micah en realidad tuviera una idea de cómo cambiaría su vida. Cuando Gideon le dijo que valía mucho dinero, él no estaba bromeando. Pero a veces no sabía si valía la pena tener esa cantidad de dinero, porque significaba vivir de manera diferente. Una de las cosas que debía hacer era tener que tener más cuidado. Mucha gente quería su dinero. Pero también significaba que no había mucho por ahí que no pudiera darle a Micah. Él podría tomar todo el mundo, mostrarle todo lo que hubiera visto en revistas y en televisión. Y si Micah quería algo, sólo tenía que decir la palabra, y todo sería suyo. Tal vez tener tanto dinero no era una mala cosa. Por un lado, Micah nunca tendría que volver a trabajar. Nunca más trabajar en dos empleos, sin poder darse ningún lujo sólo para ahorrar algunos centavos, y no dormir más los fines de semana para recuperarse del cansancio de la

semana. Él se haría cargo de su pequeño hombre y se aseguraría de que tuviera todo lo que siempre quiso tener. —¿Estás listo para el almuerzo, Liebling? —preguntó Gideon mientras bajaba los pies de Micah en el suelo. Micah sonrió, mirando el cuerpo desnudo de Gideon. —Bueno, yo lo estoy, pero tú necesitas un poco de trabajo. Gideon sintió que el rubor subía a su cara mientras miraba hacia abajo a su cuerpo desnudo. «Ah, sí, la ropa». Cuando él miró a Micah, se dio cuenta del fuego en los ojos del hombre mientras miraba su cuerpo desnudo. Sintió que su pene se empezaba a llenar. —Oh no —dijo Micah, agitando la mano y apartándose de nuevo—. Sólo pon esa cosa a distancia. Tengo hambre y tienes que darme de comer antes de tener más juegos. Estoy a punto de extinguirme aquí. Gideon se rió al llegar a su ropa, tirando de ella con rapidez. Cuando terminó de abotonarse la camisa miró por encima de su hombro a Micah, comprobando que sus ojos seguían clavados en él. —¿Tienes tu teléfono? Micah asintió, acariciando su bolsillo. —Lo tengo aquí mismo. Gideon asintió. —Bueno, quiero que… Oh infierno, ¿quién es ese? —Gideon preguntó cuando su teléfono celular comenzó a sonar. Lo sacó de su bolsillo y lo abrió—. ¿Hola? —¿Jefe? Soy Ivan. —Oh, hola, Ivan, ¿qué necesitas? Estaba a punto de conseguir algo de comer. —Necesito hablar contigo acerca de Micah. secretaria me dijo que te encontraría en tu celular.

Tu

—¿Micah? —dijo Gideon mientras se giraba para mirar a Micah con curiosidad—. ¿Qué pasa con él? —Gideon vio una pequeña mueca en el rostro de Micah cuando se acercó a él. —Sólo hay unas cuantas cosas que tengo que hablar contigo acerca de Micah. No te preocupes, no es nada malo. Creo que esto es mejor decirlo en persona. ¿Crees que te puedas encontrar conmigo? Estoy en el bar ‘Pub Murphy’, donde conociste a Micah, entre la calle 5 y principal. —Uh, está bien. Estaré allí tan pronto como pueda — dijo Gideon antes de cerrar su teléfono—. Bueno, eso fue un poco raro. Iván quiere hablar conmigo acerca de ti. ¿Alguna idea de lo que se trata? Micah negó con la cabeza. —¿Quién es Iván? —Mi guardaespaldas, mejor amigo, confidente, lo que sea, a lo largo de los años, él ha sido todo eso. Conozco a Iván desde que teníamos quince años, de nuestro antiguo vecindario. Cuando me mudé, lo llevé conmigo. —¿Y, cómo sabe él de mí? Gideon hizo una mueca. —Porque tú, mi amorcito, has sido en todo lo que he sido capaz de pensar de los últimos tres meses —dijo, mientras tomaba su chaqueta y ponía su brazo alrededor de la cintura de Micah—. Ahora vamos, veamos lo que Iván quiere y luego nos vamos a comer.

Cuando Gideon Wulfe entró en el bar ‘Pub Murphy’, los ojos de todo el mundo se volvieron a verlo pasar. Micah caminaba detrás de él siguiéndolo de cerca, y vio a los que miraban a Gideon, viéndolo a través de sus ojos. Los hombres querían ser él. Envidiaban su buena apariencia, su obvia condición de rico, y estaban intimidados por la confianza en sí mismo que Gideon emitía naturalmente. Las mujeres querían llegar a conocerlo mejor, preguntándose qué clase de amante sería. Micah sonrió para sus adentros mientras seguía detrás de él. No estaba seguro de que Gideon incluso tuviera una idea de lo que otros veían cuando lo miraban. Él pudo haber sido el hombre que asustaba a los niños pequeños hace años, pero ahora él era el tipo que otros querían ser. Y también era todo de Micah. El hecho de saber que todos querían lo que le pertenecía a él, le dio Micah un poco de emoción. Sólo esperaba que él fuera capaz de devolver a Gideon lo que el hombre le había dado. Micah estaba tan ocupado viendo a los otros clientes en el restaurante, que tropezó contra Gideon cuando éste se detuvo junto a una cabina. Micah sintió la mano de Gideon llegando alrededor de él para sostenerlo, presionándolo contra su gran espalda. Empezó a caminar alrededor de Gideon cuando él comenzó a hablar. —Iván, no me di cuenta que conocías a Seth. ¿Cómo has estado, Seth?

¿Seth? ¿Qué estaba haciendo aquí, y con Iván? —Gideon, no estoy seguro de que pueda decir que es bueno verte teniendo en cuenta cómo has tenido a Micah durante los últimos tres meses, pero Iván me ha convencido de que sería en el mejor interés de Micah que hablara contigo —respondió Seth. Una vez más, Micah comenzó a caminar alrededor de Gideon para hacer frente a Seth, pero Gideon lo agarró por el brazo, manteniéndolo pegado a su espalda. Micah rodó los ojos, llegando a Gideon pellizcó su culo. —Ah, y ¿cómo he tenido a Micah durante estos últimos tres meses? —preguntó Gideon. —Miserable. Ni siquiera sale a jugar al billar conmigo, y todo es culpa tuya —explicó Seth. —¿Culpa mía? ¿Cómo es mi Gideon.

culpa?

—preguntó

—Tú te casaste con él y lo dejaste al día siguiente. ¿Cómo crees que eso le hizo sentir? Micah nunca se habría casado contigo, a menos que realmente se preocupara por ti. Tú no tienes derecho a hacerle daño en la forma en que lo has hecho —dijo Seth, su voz comenzaba a subir de tono. —¿Crees que me sentí algo menos miserable que él? Él era mi marido y él ni siquiera recordaba mi nombre — dijo Gideon. Micah pudo oír una huella de dolor en su voz. Hizo que su corazón herido supiera que había causado a Gideon ese tipo de angustia. Él agarró la mano de Gideon, dándole un apretón mientras se apoyaba en su espalda. Colocó un pequeño beso en la espalda, tratando de hacerle saber lo

mucho que lo sentía. Su pecho se sintió un poco mejor cuando Gideon devolvió el apretón. —Mira, todo esto es discutible —dijo Gideon levantando la mano—. ¿Por qué me lo preguntas aquí? —Debido a que Micah y tú os necesitáis mutuamente —dijo Seth—. Yo sé cómo de miserable ha estado Micah. Iván me ha dicho lo mal que has estado tú. Los dos sois demasiado tercos para ser el primero en ceder. No hagas efectivos los documentos de anulación, Gideon. Te arrepentirás el resto de tu vida. —Hay un montón de cosas que las que me arrepentiré, Seth, pero haber enviado a Micah los documentos de anulación no es una de ellas. Eso me trajo… —¿Cómo puedes decir eso, Gideon? Micah te ama. Te juro que lo hace. Si sólo te tomaras un momento para escucharme… —dijo Seth rápidamente. —Mira, Seth, si has terminado —dijo Gideon mientras sacaba a Micah de detrás de él. Situó su brazo alrededor de Micah y tiró de él contra su cuerpo—, me gustaría llevar a mi marido a comer. Hemos pasado toda la noche en la cama juntos, y él tiene un poco de hambre. Micah saludó con la mano, riendo cuando Seth e Iván se quedaron boquiabiertos en estado de shock. —Hey, chicos. ¿Cómo les va? —dijo con una amplia sonrisa, apoyándose en los brazos de Gideon. —Micah —Seth haciendo aquí?

finalmente

dijo—,

¿qué

estás

—Almorzando con mi marido. —Micah levantó una ceja. —¿Qué estás haciendo aquí?

Seth abrió los ojos a Gideon, luego volvió a mirar a Micah . —¿Tu marido? ¿Lo habéis arreglado? ¿Qué pasa con los papeles de nulidad? —El grandote aquí los trituró y me los entregó como un regalo —dijo Micah, señalando detrás de él al hombre grande que lo sostenía. —¿Los has destruido? —preguntó Iván desde el otro lado de la mesa. Gideon se rió entre dientes. —Puede que sea un montón de cosas, Iván, pero estúpido no es una de ellas. Yo sólo mandé los papeles de anulación para obtener algún tipo de reacción de Micah. Nunca quise una anulación. Yo sólo quería que me llamara. —Pero, Micah no tiene teléfono —trató de decir Seth. —Tengo uno ahora —dijo Micah mientras sacaba su teléfono del bolsillo y lo agitaba delante de la cara de Seth—. Gideon me lo ha dado esta mañana, así lo podré llamar cuando lo necesite. —Entonces, ¿qué va a pasar ahora? —preguntó Iván, sentado en su asiento con una sonrisa de satisfacción en su rostro. —Bueno, yo voy a tomar a mi marido e iremos a comer, entonces espero que volvamos a su apartamento y tomemos su ropa. Tú tienes que encontrar un guardaespaldas para él. El anuncio de que ya no soy uno de los solteros más codiciados de Nueva York ya ha pasado a través del cable. Cuando tengamos nuestra recepción de boda el mes que viene, Micah necesitará protección. —Es un trabajo rápido, mi amigo. —Iván se echó a reír.

—Quiero que todos sepan que Micah es mío. ¿Qué mejor manera de hacerlo que soltar un error en el oído de un periodista? —Se rió Gideon antes de mirar a Seth—. Vas a venir, ¿no? Sé que Micah te quiere allí. Además, cualquier amigo de Micah que luche por él con tanta diligencia, es un amigo mío. Tú siempre serás bienvenido en nuestra casa, Seth. —Uh, sí, claro —dijo Seth, que parecía un poco confundido—. ¿Qué casa? ¿Micah se irá a vivir contigo? —Por supuesto, estamos casados. ¿Por qué querríamos vivir separados? En cuanto a dónde vamos a vivir, supongo que será donde Micah decida. Yo no quiero llevarlo a ninguna parte en la que esté incómodo, pero tengo viviendas en todo el mundo. Él puede elegir cualquiera de ellas. —¿Tienes viviendas en todo el mundo? —preguntó Micah, mirando a Gideon con asombro. —Bueno, sí. —Gideon se encogió de hombros—. Hago un montón de viajes de negocios, y no me gusta estar en hoteles. Me parecía más fácil comprar una casa en cualquier lugar donde tuviera que alojarme durante un período prolongado de tiempo. ¿Por qué? ¿Es eso un problema? —No, sólo un poco raro. Pero, si no te gusta hospedarte en hoteles, ¿qué pasa con el que nos alojamos después de que nos casamos? Micah observó con fascinación cómo la cara de Gideon pareció cambiar un poco a rojo. Podía oír a Ivan riendo detrás de él. —Soy el dueño del hotel —dijo Gideon tímidamente.

Micah observó a Gideon por un momento y luego se rió. —Por supuesto que sí, amor. Ven, vamos a buscar el almuerzo, y podremos hablar de nuestros planes de vida. De alguna manera, dudo que vayamos a estar a gusto en mi pequeño apartamento. —Micah, no me importa dónde vivamos, siempre y cuando estemos juntos —protestó Gideon. —No te preocupes, cariño, me tomó demasiado tiempo poner mis manos sobre ti. No tengo ninguna intención de renunciar a ti ahora —dijo Micah, mientras tomaba la mano de Gideon y comenzaba a tirar de él hacia fuera de la barra—. Entonces, ¿dónde me llevarás a comer?

Los ojos de Micah se abrieron cuando un valet abrió la puerta del coche para dejarlos salir en frente de uno de los restaurantes más caros de la ciudad. Vio cómo Gideon salió y se paró delante de él, sosteniendo su mano para ayudar a Micah a salir del coche. Micah se acomodó en el asiento de suave cuero negro y tomó la mano de Gideon antes de salir del coche. —¿Aquí es donde vamos a comer? —preguntó con asombro mientras contemplaba el dosel de raso rojo que cubría el pasillo en el edificio. Las letras curvas y negras anunciando ‘Anís’ ardían en la parte delantera de la cubierta. El restaurante ‘Anís’ era conocido por todos como el lugar ideal para ver y ser visto. Se servía la mejor comida a los precios más altos.

Micah había visto fotos del lugar, pero nunca había estado allí. Ni siquiera estaba seguro de que pudiera darse el lujo de entrar en el armario de las escobas. Este lugar parecía lujoso. Era una manera de salir de su rango de precio, y de rango social. Agarrando la mano de Gideon, Micah tragó saliva. — Gideon, ¿estás seguro de que quieres comer aquí? —¿Prefieres ir a otro lugar, Liebling? —preguntó Gideon. Micah miró su camisa de un simple botón blanco y jeans gastados—. No creo que esté vestido para entrar en este lugar, Gideon. Yo soy más un hombre del tipo de menú de pocos dólares. —Tonterías, eres un Wulfe ahora. Puedes comer en cualquier lugar que desees. Si no te gusta este lugar, yo sé de un pequeño café en un lugar pintoresco en París. Puedo hacer que mi avión se prepare para partir. Podríamos estar allí para el desayuno. Micah levantó la cabeza para mirar a Gideon. La mirada seria en el rostro de su marido le sorprendió. Pensó que Gideon estaba bromeando con él. —¿En serio? ¿Me llevarías en un avión a París si no quiero comer aquí? —Liebling, te llevaré a donde quieras, Estambul, París, Londres, Hong Kong. Di el nombre del lugar y yo te llevaré —Gideon dijo con firmeza mientras cubría con su brazo la cintura de Micah y tiraba de él más cerca. Micah dejó caer la cabeza sobre el pecho de Gideon mientras trataba de no reírse. Gideon hablaba completamente en serio. Él llevaría a Micah donde quisiera ir. Le llevaría un tiempo adaptarse a esta nueva vida. Micah levantó la cabeza para mirar a su marido, mostrando su

amplia sonrisa. —Decide tú donde quieres comer hoy. Puedes llevarme a París la próxima vez, ¿de acuerdo? —¿Estás seguro, Micah? No me tomaría nada decirle a mi piloto que preparase de inmediato el avión —dijo Gideon—. Mi piloto está siempre en estado de alerta. Él tiene que ganarse el sueldo de alguna manera. —Estoy seguro, dulzura. Ahora, vamos a comer —dijo Micah mirando hacia la puerta—. Prométeme una cosa. —Cualquier cosa, Liebling. —No me dejes ahí —dijo Micah. Podía sentir sus nervios endurecerse a medida que caminaba hacia la puerta principal. Se sentía tan fuera de lugar. Gideon podría recoger un millón de hombres para estar a su lado que fueran mejor que él. Micah ni siquiera sabía la diferencia entre un tenedor regular y un tenedor para ensalada. —Considera la posibilidad de que me pegue a tu lado —prometió Gideon mientras jalaba a Micah dentro del edificio, asintiendo con la cabeza al portero que abrió la puerta para ellos—. Hola, Fred. ¿Cómo está tu mujer? —Buenos días, señor Wulfe, muy bien, gracias por preguntar —dijo Fred. —Bueno, dile que le envío saludos. —Gracias, Sr. Wulfe. Micah miró a Gideon. —¿Conoces a la esposa del portero? —susurró Gideon se rió entre dientes. —Por supuesto. Fred ha trabajado aquí por… ¿cuánto tiempo ya, Fred? ¿Quince años? —preguntó Gideon mientras miraba al portero.

—Diecisiete años, Sr. Wulfe —dijo Fred con una sonrisa—.Y no se ha olvidado de decir hola en todos estos años. —¿Y qué haría yo sin ti, Fred? Ustedes son parte de lo que hace a ‘Anís’ uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Todo el mundo espera que tú estés aquí cuando llegan. Creo que este restaurante se apagaría si te fueras, Fred. —No diga eso, Sr. Wulfe —dijo Fred. Micah tiró del brazo de Gideon, consiguiendo su atención antes de asentir hacia el portero. Miraba con fascinación cómo la cara de Gideon estaba brevemente enrojecida. —Fred, parece que he olvidado mis modales. Considera la posibilidad de que ha sido la locura de mi día. Me gustaría que conocieras a Micah, mi marido —dijo Gideon rápidamente. —¿Su marido? Yo no sabía que estaba casado, Sr. Wulfe —Fred dijo, sonriendo más a Micah. —En realidad, nos hemos casado recientemente. Nadie lo sabe todavía, así que vamos a guardarlo para nosotros hasta el próximo mes. Estoy lanzando a Micah a una recepción grande. Hasta entonces, sólo quiero algo de tiempo con mi marido antes de estar asediado por los periodistas. —Bueno, en ese caso, quiero ser el primero en felicitarlo. Y me aseguraré de que los periodistas no se enteren de las noticias. Si tiene algún problema, hágamelo saber. Mi hijo, Johnny, está trabajando en la cocina y echará a cualquiera que los moleste —dijo Fred.

—Gracias, Fred. Voy a estar seguro de mantener eso en mente —dijo Gideon—. Voy a decirle a Stella que envíe una invitación para ti y tu mujer para la recepción. Sé que Marta te ha pedido durante años que la lleves a una segunda luna de miel. ¿Por qué no venir a Nueva York? —Oh, señor Wulfe, no podría hacer eso, yo… —dijo Fred. —Tonterías. Voy a enviar los billetes de avión para los dos y tendré un lugar esperando para que podáis estar. Sólo dile a tu adorable esposa que empaque sus zapatos de baile y su vestido más bonito. Voy a preparar todo para vosotros. Y no voy a aceptar un no por respuesta, Fred. Fred se quedó en silencio por un momento y finalmente sonrió. —Muy bien, señor Wulfe. Siempre y cuando usted entienda que Martha va a llorar todo el tiempo en la recepción. Gideon se echó a reír. —No espero nada menos. —Tengan una buena comida, señor y señor Wulfe. Micah sintió que Gideon le agarraba por el brazo, y empezó a llevarlo a través de la entrada del restaurante, aturdido por un momento de que fueran nombrados como señor y señor Wulfe. Esa era la primera vez que le habían llamado Sr. Wulfe desde que se casaron. Eso lo hacía real. —¿Micah? ¿Ocurre algo? ¿No quieres que invite a Fred a la recepción? —preguntó Gideon. Micah negó con la cabeza. —No, no es eso. De repente me di cuenta de que estamos muy casados cuando Fred nos llamó señor y señor Wulfe. —Por supuesto que lo estamos. ¿Crees que todo esto era para jugar? —Gideon se rió entre dientes.

—No, por supuesto que no. Es sólo que nadie se había referido a mí como Sr. Wulfe antes de ahora. Fue un poco extraño —dijo Micah. —¿Extraño en el buen sentido? Micah podía oír la vacilación en la voz de Gideon, la preocupación y la incertidumbre. Se dio cuenta de que Gideon se sentía inseguro de su relación. Micah sonrió. Tendría que hacer algo al respecto. —De una manera muy buena —dijo Micah cuando se inclinó y besó a Gideon, riendo cuando lo oyó gruñir, sus grandes manos apretando en la cintura de Micah. —Yo les voy a dar lo mejor maldita segunda luna de miel que jamás pudieron imaginar.

Micah se sentía tan ansioso, que necesitaba envolver sus brazos alrededor de su estómago para evitar que se retorciera. Tomó varias lentas respiraciones profundas con la esperanza de calmar sus nervios. No estaba ayudando. Cuanto más tiempo esperaba, más aprensivo estaba. —Micah, Liebling, todo va a estar bien. Deja de preocuparte. —Qué fácil es decirlo —respondió Micah cuando se giró para mirar a su marido—. No es a ti a quien van a estar mirando todos. Gideon levantó los brazos a los lados y echó un vistazo a su traje. —¿No crees que vayan a estar mirándome todos? —Miró a Micah—. ¿El tuxedo es demasiado? Micah resopló. —Te ves maravilloso, y tú lo sabes. Gideon se puso delante de Micah y le enderezó el corbatín negro. —Y tú te ves como el hombre más hermoso que he visto. Tal vez debería pensar en encerrarme contigo y guardarte todo para mí. Micah levantó una ceja. —Tal vez deberías pensar en perder el esmoquin y llevarme a la cama. —Él siempre podía tener esperanza. Gideon se echó a reír, sacudiendo la cabeza. —Buen intento, Liebling, pero no va a suceder. Quiero que todo el mundo sepa que tú me perteneces.

—Sí, pero, ¿tenemos que tener una fiesta para hacerlo? ¿No podrías hacer un anuncio en el periódico o algo así? Micah se sorprendió cuando el rostro de Gideon se puso rojo. —¿Qué hiciste? —preguntó con cautela. Gideon se encogió de hombros. —Un reportero de una revista importante, vendrá mañana para hacernos una entrevista. Una cobertura total, con fotografías y todo. La boca de Micah se abrió. Miró a Gideon por unos momentos en silencio, lo absurdo de la situación lo golpeó. Micah se echó a reír mientras dejaba caer la cabeza hacia delante sobre el pecho de Gideon. —No estás enfadado conmigo, ¿verdad? Micah negó con la cabeza. —No, no estoy loco, pero sería agradable si me advirtieras un poco más acerca de estas cosas en el futuro. No estoy acostumbrado a todo este... alboroto, Gideon. Mi vida ha sido bastante simple hasta ahora. —¿Te arrepientes de estar conmigo? La cabeza de Micah se disparó en estado de shock. — Dios, no, Gideon, ¿qué puede haberte dado esa idea? —Bueno... Micah rodó los ojos. —Escúchame, Gideon Wulfe. Me casé contigo porque te amo y quiero pasar el resto de mi vida contigo. Toda esta mierda es, por desgracia, el equipaje que acompaña el casarme contigo. Créeme, cariño, tengo mi propio equipaje. Micah agarró las solapas de Gideon, cepillando pelusa imaginaria. —No estoy acostumbrado a ello, y puede que no me guste, pero puedo tratar con cualquier cosa, siempre

que estemos juntos, incluso con tus fiestas y anuncios en revistas. —¿Está seguro, Micah? —preguntó vacilante Gideon. Micah pudo ver la preocupación en sus ojos. Él estaba, una vez más, sorprendido de que un hombre tan grande y hermoso como Gideon, con un valor de millones, pudiera estar tan inseguro. Micah dio unas palmaditas en la mejilla de Gideon. — Estoy seguro, amor. —Me gusta eso —murmuró Gideon. —¿Qué? —Tú llamándome amor. Micah sonrió. Su esposo podía ser tan lindo a veces. —Bueno, tú eres mi amor, ¿no? La cara de Gideon se sonrojó de nuevo. Micah podía sentir un bulto duro apretando contra su abdomen. Sintió los dedos de Gideon profundizar en sus caderas, tirando de él más cerca. Gideon gruñó bajo en su garganta. Micah tiró la cabeza hacia atrás y dejó salir la alegría de sus labios en una carcajada. —Abajo, muchacho. Tenemos una fiesta a la que asistir, ¿recuerdas? —Aguafiestas. Micah podía sentir la excitación de Gideon presionando contra él y ver el hambre en sus ojos. Miró por encima del hombro de Gideon al reloj en la pared, y luego a Gideon. Sus manos fueron a los botones de su pantalón negro. —Tienes cinco minutos —dijo Micah mientras empujaba sus pantalones abajo alrededor de los tobillos y

se giró para inclinarse sobre el escritorio, dejando al descubierto su culo al aire hacia Gideon. Oyó respirar fuerte a Gideon, luego, lo tocó con las manos, explorando con impaciencia la piel desnuda que Micah le revelaba. Micah se quejó, mordiéndose los labios cuando Gideon empujó un dedo lubricado profundamente en su culo. Siempre sentía una ligera quemadura cuando Gideon comenzaba con el estiramiento, pero Micah lo amaba. Eso le decía que en esos momentos, Gideon lo reclamaba, amándolo. Llegó al punto en el que Micah ansiaba el picor mezclado con un poco de dolor. —Gideon —exclamó Micah cuando otro dedo lubricado se unió al primero. Gideon era realmente bueno en el sexo. Los juegos previos eran de lejos los favoritos de Micah. Parecía como si Gideon pudiera pasar horas acariciando y besando su cuerpo. Había veces en las que Gideon parecía que no podía esperar y que tenía que tomar a Micah sin juego previo alguno. Micah no estaba seguro de qué le gustaba más. Él sólo daba las gracias a Dios de que nunca tuviera que elegir entre las dos. —¿Estás listo para mí, Liebling? Sólo tengo cuatro minutos, por lo que este va a ser rápido. Micah sonrió cuando se agarró del borde de la mesa y se preparó. Así podía manejar el ritmo. Sin embargo no podía mantener el pequeño grito que rogaba por salir de sus labios cuando Gideon empujó su pene profundamente en él. Micah no creía que tuviera suficiente de eso jamás. —Oh maldición, Micah, te sientes tan bien —se quejó Gideon—. Yo podría hacer esto para siempre. —No, no puedes —rió Micah—. Sólo te quedan tres minutos y medio.

Gideon agarró las caderas de Micah. —Supongo que será mejor que me concentre en ello entonces. Las manos de Gideon se presionaron con más fuerza en la piel de sus caderas mientras su cuerpo se movía más. Micah podía sentir cada movimiento que hacía cada vez que embestía duro su pene en el culo, sintiendo el cuerpo de Gideon presionando contra el suyo. Micah deseaba poder grabar ese momento para no poder olvidarlo nunca. La sensación de Gideon golpeando en él se sentía tan bien, Micah casi podía sentir el orgasmo que se construía y comenzaba a hacer su camino. Sólo necesitaba un poco más. Soltó el borde del escritorio para llegar a su pene, sólo para que su mano fuera atrapada antes de que él siquiera pueda tocarlo. Gideon se movía demasiado rápido. Resignado a no poder llegar allí, Micah se concentró en la sensación del pene de Gideon que entraba y salía de él. Él pensó que sólo tendría que hacerse una paja después de que Gideon se corriera. Pero estaba equivocado. Gideon de repente pasó un brazo por debajo de Micah, levantando su culo alto en el aire. Micah trató de mantenerse sujeto en el escritorio, llegando finalmente a descansar sobre sus rodillas en la dura madera. Gideon atrapó los pies juntos entre sus gruesas piernas. —Gid… ¿qué estás haciendo? Un momento después, Gideon respondió a la pregunta de Micah cuando envolvió la mano alrededor del dolorido pene de Micah. Su mano comenzó a moverse con el ritmo de su cuerpo. Micah no se quejó. Oh sí, eso es lo que necesitaba.

Justo cuando empezó a sentir el pequeño cosquilleo en la base de su espina dorsal, anunciando su clímax, Gideon apretó su control alrededor de la base del pene de Micah, congelando su orgasmo justo cuando estaba por llegar. Micah lanzó un grito de frustración. ¿Qué diablos hacía Gideon? ¿Por qué no dejaba que Micah se corriera? En ese momento, Gideon se puso rígido detrás de Micah, rugiendo cuando se corrió en su apretado culo. Micah podía sentir cada chorro de semilla caliente ser arrojado dentro de él, aumentando su intensa excitación aún más hasta Micah casi gritó. Micah agarró el brazo de Gideon envuelto alrededor de él. Si Gideon no se hacía cargo del problema, él lo haría. Él trató de tirar de la mano de Gideon para alejarla sólo para gritar cuando Gideon de repente se salió de él y lo rodó sobre el escritorio. —No creerías que te dejaría así, ¿verdad, Liebling? No quería que tu tux quedara en mal estado —dijo Gideon justo antes de bajar la cabeza y envolver el pene de Micah con su boca. Micah gritó. Sus manos envueltas en el pelo de Gideon. Una o dos lamidas como mucho, y una larga caricia de la lengua de Gideon en la parte superior de su pene, fueron suficientes para que Micah estallara, llenando la boca de Gideon. Se sentía sin huesos. No creía que el placer que le había dado Gideon pudiera ser mejor, hasta que sintió el empuje de unos dedos entre las redondeces de su culo llenándolo. Gideon fue justo hacia el punto dulce de Micah y comenzó a acariciarlo. Justo cuando pensaba que todo había terminado, Micah se sintió otra vez en la cresta, su orgasmo cada vez mayor con un placer que le nublaba la vista.

En el momento en que Micah pudo abrir los ojos, Gideon estaba mirándolo, vestido y sonriente. Gideon miró el reloj, riéndose entre dientes. —Con dos minutos de sobra. —Listillo —dijo Micah, mientras tomaba la mano de Gideon para que tirara de él y pudiera ponerse de pie. Se sentía débil como si acabara de correr una larga maratón. Sus piernas temblaban. Su corazón todavía latía rápidamente en su pecho. Micah se deslizó de la mesa y agarró sus pantalones, tirando de ellos lo suficiente como para caminar hasta el pequeño cuarto de baño a un lado de la habitación. Él rápidamente se limpió y se reparó, pasando las manos por sus rizos rebeldes antes de volver a salir del baño. Saltó un poco cuando se giró y encontró a Gideon en la puerta. —¡Maldita sea! Necesitamos una campana. Gideon hizo una mueca. —¿Significa eso que no más rapiditos? Los ojos de Micah se abrieron como platos. —¿A eso le llamas un rapidito? —Hacerlo en menos de cinco minutos, supongo que lo convierte más o menos en un rapidito. ¿Cómo lo llamas tú? —¿Destrozador de la tierra? ¿Alterador de la mente? ¿Fuera de este mundo? —Se rió Micah. Se levantó de puntillas y jaló la cabeza de Gideon hacia abajo, al mismo tiempo, le dio un beso sobre los labios. Cuando las manos de Gideon bajaron para tomar sus caderas, Micah se rió y empujó de nuevo a Gideon. —Oh, no, si te permito empezar de nuevo, nunca vamos a salir de aquí.

—Creo que eso es lo que tú querías —dijo Gideon mientras se giraba y caminaba adentrándose más en el estudio. Micah rodó los ojos. —Gideon. Gideon se rió entre dientes. —Está bien, Liebling, voy a portarme bien, por ahora, al menos. Todas las apuestas estarán apagadas después de esta fiesta. —Trato. Ahora déjame enderezarte la corbata, y vamos a terminar con esto. —Micah se acercó a Gideon y extendió la mano para enderezar el nudo de la corbata. Alisó las solapas de Gideon, admirando cómo la tela se ajustaba a su musculoso cuerpo—. Realmente eres un hombre sexy, Gideon Wulfe. —Me alegra que pienses así. —Lo hago, e imagino que un montón de otras personas también lo hacen. —Sólo importa lo que pienses tú, Liebling. Micah dio unas palmaditas en el pecho de Gideon. — Sólo acuérdate de eso. Así vivirás más tiempo. Micah se echó a reír mientras seguía a Gideon fuera del estudio y por el pasillo hacia el ascensor. Colocándose al lado de Gideon, le sonrió mientras su marido apretaba el botón del tercer piso. A veces era agradable vivir en el ático de un gran hotel. Un gran salón de baile en el tercer piso estaba esperando, con un bar completamente equipado, con buffet y atendido por bastante personal. Micah sabía que la multitud de gente que los esperaba sería totalmente desconocida para él. Sólo esperaba no hacer nada para avergonzar a Gideon.

El ascensor se detuvo, abrió las puertas, y se alejaron en dirección hacia las puertas dobles al final del pasillo. Ivan estaba junto a la puerta esperando. Se giró hacia ellos, sonriendo. —Sr. y Sr. Wulfe, ¿están listos para cumplir con su adorado público? Micah resopló. —No será tan malo, Micah, te lo prometo. He estado en cientos de estas cosas con Gideon. Sólo recuerda dos cosas. Una, que ahora estás casado con uno de los hombres más ricos del país y eso te hace más rico que el pecado. —Iván se echó a reír—. Y dos, Gideon te ama y está haciendo esto para que no haya más preguntas acerca de con quién se ha casado. Dudo que realmente diera un comino a lo que piensan cualquiera de estas personas. —También es necesario recordar la pequeña charla que tuvimos con Iván la semana pasada —cortó Gideon—. No vayas solo a ninguna parte, incluso si tienes que ir al baño. Siempre dime a mí o a Ivan dónde vas a estar en todo momento. —¿Incluso en una fiesta para nosotros en el hotel? — preguntó Micah con duda. —Incluso entonces. Aunque hay seguridad en las puertas y en toda la habitación, siempre hay alguien que puede colarse de alguna manera. Uno nunca puede bajar la guardia, Micah —dijo Iván—. Tomará algún tiempo acostumbrarse, lo sé, pero es importante que sigas nuestras instrucciones. A Micah no le gustó, pero asintió de todos modos. Era extraño pensar que tenía que mirar siempre por encima del hombro por si alguien pudiera estar detrás de él. Él sólo

quería a Gideon. Le importaba un bledo todo lo demás que venía con lo que quería. —De acuerdo, de acuerdo, lo entiendo. Me adhiero a los dos como pegamento y no debo andar por ahí sin escolta. Gideon tomó a Micah por el brazo. —Micah, esto no es cosa de risa. —¿Me ves riendo? —Sonrió Micah. —Micah —gruñó amenazadoramente Gideon. —Gideon, lo entiendo. Entiendo lo que Iván y tú habéis estado tratando de meter en mi cabeza desde hace un par de semanas. —Micah sacó su brazo lejos de las manos de Gideon y se alisó sus rizos—. Eso no significa que me tenga que gustar. —Micah —Gideon comenzó. Micah se acercó y apretó el dedo contra los labios de Gideon para hacerlo callar. —Está bien amor. Voy a seguir las reglas, aunque me queje sobre ellas. Miró pasando por Gideon para buscar a Iván. — ¿Supongo que todavía se me permite quejarme? Iván se rió, asintiendo. —Sí, se te permite quejarte. Eso incluso se fomenta. Gideon miró fijamente a Iván. —No estás ayudando. Ivan levantó las manos. —Dije que protegería a Micah de cualquier daño. Yo no he dicho nada sobre cómo protegerte a ti de Micah. Micah sabía que él había ganado la pequeña discusión que parecían tener, cuando Gideon dejó escapar un gran suspiro y dejó caer la cabeza en su pecho. Probablemente

no debería burlarse de las preocupaciones de Gideon. Eran válidas, pero Micah estaba teniendo dificultades para adaptarse a tener un guardaespaldas. —Está bien, amor, basta de esto. Pon una sonrisa en los magníficos labios que tienes y vamos a ver si puedo evitar situaciones embarazosas para nosotros con mi actitud maleducada de los barrios bajos. —Micah rápidamente.

—Gideon

dijo

comenzando

a

avanzar

—Relájate, hombre grande, sólo estoy bromeando. — Micah se giró hacia las grandes puertas dobles detrás de él. Podía oír el ruido de la multitud que esperaba por ellos más allá de las puertas. Micah tragó saliva—. Tal vez. —¿Estás listo, Liebling? —preguntó Gideon. —Si digo que no, ¿podríamos ir al piso de arriba? — preguntó Micah. Él esperaba que su voz no temblase. —Podríamos, pero entonces te perderías la compañía de toda la gente que quiere celebrar nuestra boda con nosotros. —Gideon se echó a reír—. Piensa en los caros presentes de bodas que todas aquellas personas nos han enviado, todas las que quieren besar mi culo y seguir a mi lado, con la esperanza de que puedan influirme para algún negocio. —Haces que suene tan amable, algo así como un montón de perros rabiosos. Iván se echó a reír. —Sí, más o menos eso los describe. Micah negó con la cabeza. —¿Entonces por qué invitarlos?

—Las apariencias, mi querido Micah —dijo Iván al llegar a la manija de la puerta—. Todo aquel que es alguien quiere ser visto en la recepción de la boda del gran Wulfe Gideon. Es la fiesta para ser visto más grande del año. —¿Fiesta para ser visto? —preguntó Micah con confusión. Él realmente no entendía todos estos términos nuevos que de pronto volaban por su camino desde que se había casado. Pensaba que una boda era una celebración con amigos y familiares, pero suponía que estaba equivocado. —Todos los grandes tienen que hacer acto de presencia. Si no, pueden ser despreciados incluso por su mejor amigo. —Iván se rió. —Personalmente, creo que es hilarante. Estas personas, planeando durante meses por todo lo alto, su asistencia a un gran evento. Gideon les lanzó un gran golpe cuando solamente les dio un mes de antelación para esta fiesta. ¿Puedes imaginar la forma en que deben haber revuelto para obtener el mejor traje hecho a medida, comprar las joyas más caras, encontrar las mejores citas? La visión que le suministró Ivan, hizo que Micah se sintiera mucho mejor. Podía imaginar el horror de los huéspedes cuando recibieron la invitación de Gideon a la recepción. Si era como Iván creía, las personas invitadas a la recepción no podían faltar, lo que significaba que tenían que luchar para asistir. Micah se echó a reír. Envolvió sus manos alrededor del brazo de Gideon y sonrió a su marido. —No es posible. La mejor cita de esta noche, la tengo yo. Gideon sonrió, mostrando los hoyuelos en sus mejillas enrojecidas. Micah, una vez más, se preguntó cómo un hombre tan magnífico como Gideon no conocía el

intenso impacto que tenía en la gente. El hombre era impresionante. Micah respiró hondo y soltó el aire lentamente. Él asintió más a Iván. —Bueno, vamos a terminar con esto. Iván se echó a reír. —Baja los ojos, niño bonito o vas a quedar ciego en el momento que abra estas puertas. Micah dio a Ivan una mirada curiosa. Rápidamente bajó los ojos cuando vio a Gideon haciendo lo mismo. En el momento en que Ivan abrió las puertas, Micah se dio cuenta de por qué. Cámaras que destellaban, bombillas que brillaban, en los ojos de Micah aparecieron puntos brillantes. La mano de Micah apretó el brazo de Gideon. Sintió otra palmadita en su mano de parte de Gideon, confortándolo. Eso le dio a Micah un poco de pequeño consuelo, al menos, hasta que levantó la cara y vio cómo muchas personas estaban mirándolo. —Gideon —gruñó en voz baja. —Liebling sonríe, no les hagas ver que tienes miedo. Ellos pueden oler el miedo y atacan con fuerza —murmuró Gideon. Micah pegó una sonrisa en su rostro. Se giró para mirar a su marido. —Tú eres un hombre muerto —dijo a través de sus dientes apretados. —Yo también te quiero, Liebling —Gideon se rió entre dientes. Micah gruñó cuando Gideon pasó un brazo sobre sus hombros y lo atrajo hacia él. Él se sentía bastante seguro de que Gideon estaba haciendo esto sólo para atraparlo en sus brazos para que no pudiera llegar hasta él y estrangularlo.

Ni Ivan ni Gideon habían mencionado nada sobre cámaras. Desde luego, no habían dicho nada acerca de cuántas personas habían sido invitadas a la recepción. Micah contó más de cincuenta extraños solo en el área inmediata. ¿Quién sabía cuántos más había? —Sr. Wulfe, Sr. Wulfe —gritó una voz entre la multitud—. ¿Cómo se siente sabiendo que ha atrapado a uno de los solteros más codiciados de Nueva York? Antes de que Micah pudiera pensar una respuesta, Gideon tomó la palabra. —Creo que tuve mucha suerte de que me atrapara —sonrió a Micah. Se sentía bastante seguro de que no era eso lo que el periodista había querido decir, pero las palabras de Gideon hicieron que la multitud riera. Sin embargo, Micah sentía la necesidad de hablar. — No sabía que Gideon fuera uno de los solteros más codiciados de Nueva York cuando me casé con él. Sólo pensé que era un tipo muy sexy al que le gustaba jugar al billar. —No hace daño que esté forrado 2 —gritó alguien más. Micah apretó la mano contra el pecho de Gideon cuando él lo sintió tenso. Miró sobre la multitud y sonrió. — En realidad, yo no sabía nada del dinero de Gideon cuando me casé con él. Me casé con él porque lo amo. E incluso le ofrecí firmar algo para que se establezca que no tengo derechos sobre su dinero. Lo único que quiero de este matrimonio es a Gideon. Micah podría decir por las caras que le miraban que la gente no le había creído, pero a él no podía haberle 2

Esta es una expresión coloquial que significa que tiene mucho dinero (forrado de dinero) (N de T)

importado menos. El hombre grande al lado de él se relajó repentinamente, la mano sobre los hombros le dio un pequeño apretón. Esa era la única opinión por la que Micah se preocupaba, la de Gideon. Micah inclinó la cabeza hacia atrás para mirar a Gideon. —Yo no he ido a muchas recepciones de bodas, pero, ¿no es necesaria una torta?

Micah tomó un sorbo de sidra de manzana mientras se reclinaba en su silla. Estaba agradecido de que Gideon hubiera recordado que le proporcionaran algo sin alcohol. No quería olvidar un solo momento de su recepción de boda, aunque no conocía ni a una sola de las personas que se encontraban en el salón. Eso no quería decir que no hubiera conocido a un montón de gente esa noche, porque lo había hecho, más de lo que jamás podría posiblemente recordar, incluso sobrio. Gideon parecía conocer a todos, y Micah adivinaba que eso estaba bien. En realidad era una fiesta a lo grande. Gideon, obviamente, había contratado a la mejor ayuda en todo. Probablemente había ayudado que fuera el dueño del hotel. Los camareros mantenían los vasos llenos y caminaban alrededor ofreciendo canapés a todos los invitados. Una orquesta tocaba suavemente en el fondo. La gente bailaba. La gente reía. La gente celebraba. Sí, era un infierno de fiesta, y Micah estaba aburrido. Apenas podía dejar de bostezar. Recepciones de alto vuelo definitivamente no eran lo suyo. —¿Cómo lo llevas, Liebling? —preguntó Gideon. Micah se encogió de hombros. —Estoy bien, pero me sentiría mucho más cómodo en el ‘Pub Murphy’ jugando al billar con Seth y contigo.

—Yo también —dijo Gideon. Agitó la mano hacia la multitud—. Todo esto va a terminar pronto y podremos volver a casa. Sólo un poco más, ¿de acuerdo? Micah asintió. ¿Qué otra cosa podía hacer? Esta fiesta parecía ser importante para Gideon. —Hey, Liebling. ¿Sabes por qué Nueva York se llama ‘La Gran Manzana’? La frente de Micah se arrugó con confusión. No estaba seguro de por qué Gideon le había hecho esa pregunta en particular. —Uh, no. —Bueno, de acuerdo con la New York Public Library, el nombre proviene de un libro llamado ‘El Caminante en Nueva York’ escrito por Edward S. Martin en 1909. Ahora, todavía hay un cierto desacuerdo sobre esto, pero es una teoría del pensamiento. —¿Estás de acuerdo con esa teoría? Gideon se encogió de hombros. —No sé. —Y me estás diciendo esto porque… Gideon se encogió de hombros de nuevo, esta vez se añadió un poco de color rojo a su cara. —Sólo es algo que he escuchado en alguna parte. Micah resopló. Se inclinó y besó la mejilla de Gideon, luego acarició su nariz contra su marido. —Siéntete libre de compartir conmigo estas cositas inútiles de información cada vez que quieras, chico grande. Haré mi mejor esfuerzo para recordar todas y cada una de ellas. —Ahora te estás riendo de mí. —No, amor, me estoy riendo contigo. Hay una gran diferencia.

—¿Eh? —preguntó Gideon, una ceja levantada—. No estoy seguro de ver la diferencia. —Bueno —Micah se rió entre dientes—, si me hubiera reído de ti, yo te hubiera dicho de mantuvieras para ti esas cosas extrañas de mierda que nunca he oído. Sin embargo, desde que me estoy riendo contigo, no lo diré. —De alguna manera, todavía no veo la diferencia — dijo Gideon. Micah se inclinó hacia Gideon, acariciando su lado. — No lo haces —se rió. —Ahora, ¿qué entiendes tú por es…? —Gideon comenzó, sólo para ser interrumpido por una voz detrás de ellos. —Sr. Wulfe, lo siento, nos hemos perdido la gran entrada. Me han dicho que fue espectacular. Fuimos detenidos por un accidente de tráfico y llegamos un poco tarde. ¿Dónde tiene a su hermosa novia? Micah se congeló. Conocía esa voz. Lo perseguía en sus sueños y pesadillas. Se giró lentamente en su silla para mirar por encima de su hombro. Rezó porque la persona que sabía estaba allí, no fuera realmente la que él pensaba. No hubo suerte. —Hola, padre. —¡Micah! —exclamó el senador Adin. Su rostro palideció—. ¿Qué estás haciendo aquí? Antes de que Micah pudiera decir nada, Gideon se puso de pie. Colocó su mano en la espalda de Micah, tomando y tirando de él a su lado. —Senador, ¿entiendo que usted está emparentado con mi marido, Micah?

—¿Su... su marido? —exclamó el senador Adin. Micah observó con una especie de curiosidad cómo toda la sangre se drenaba de la cara de su padre. Su madre estaba junto a él con la mirada perdida, como siempre estaba. Micah ni siquiera estaba seguro de que ella viviera en el mismo planeta que todos los demás. Pero era un hermoso trofeo de esposa, aún a su edad. —Sí, Micah es mi marido. —Micah se sintió cálido con el brazo de Gideon sobre sus hombros—. Creo que soy muy afortunado. Micah podía ver el horror en los ojos de su padre, poco a poco comenzando a ser sustituido por un destello calculador. Sabía qué veía. Su padre estaba tramando algo y Micah sabía que lo más probable es que fuera algo peor de lo que pensaba. —Bueno, entonces creo que tengo que felicitarlos. «¿Qué?» Micah no pudo evitar que su quijada cayera abierta en estado de shock. ¿Su padre, el gran senador Adin que presionaba con tanta fuerza contra los matrimonios del mismo sexo, les ofrecía sus felicitaciones? No era posible. —Tú has perdido tu jodida cabeza —graznó Micah. —Micah —advirtió el senador Adin—. Sé que tu madre y yo te hemos enseñado mejores modales que eso. —¡Tú no me enseñaste una mierda! —Micah dio un paso hacia su padre, de repente no estaba intimidado por él, como lo había estado la última vez que se habían visto. Fue el día en que el senador echó a Micah de su casa sin nada más que la ropa que tenía puesta.

—Estamos en un lugar público, Micah —gruñó el senador—. Eres un Adin. Recuerda quién eres y pórtate bien. Micah sonrió. —Soy un Wulfe. No he sido un Adin desde que me echaste a la calle porque era gay. —Cruzó los brazos sobre el pecho y miró a su padre, desafiándolo a seguir con sus palabras. La nariz del senador Adin quemaba y su cara estaba enrojecida. Micah sabía que estaba tratando de contener su ira. Al senador no le gustaba que lo contradijeran, en especial uno de sus hijos, y menos si era gay. Cuando la mala cara del senador se suavizó y se desvaneció en una sonrisa, con dientes blancos perfectos como perlas y todo, Micah se acercó a Gideon. Micah no confiaba en su padre más de lo que confiaba en poder contenerse para no golpearlo, lo que por cierto, no estaba lejos de hacer. —Fue puramente un malentendido, Micah. Sin duda puedes ver eso. Tienes que darme un margen por mi reacción al ser sorprendido por tus... tus peculiaridades. —¿Mis peculiaridades? —preguntó con asombro Micah—. Odio tener que decirte esto, pero esto no es una curiosidad o una fase. No estoy tratando de rebelarme en contra de mi padre, o hacer una declaración de moda. Soy gay, padre. Voy a seguir siendo gay cuando me muera. Micah podría decir por el brillo que vio de repente en los ojos de su padre, que este deseaba la muerte para Micah en ese preciso segundo. También sabía que tendría que tener una charla con Ivan sobre aumentar la seguridad. El senador Adin era un hombre peligroso. Micah lo sabía por experiencia personal. También era muy

controlador de todo y todos a su alrededor. Es lo que le había llevado a donde él estaba hoy en día. Micah no tenía ninguna duda de que su padre haría lo que él considerara necesario para mantener el control. Él había dejado de creer en la fachada de niño bueno de su padre hacía varios años. El senador Adin apretó la mano que tenía alrededor del brazo de su esposa. —Bueno, sea como fuere, todos somos adultos aquí. Estoy seguro de que podemos actuar como tales. —Micah se dio cuenta de que su padre lo miraba fijamente. —Puedes irte a la mierda por lo que a mí respecta — espetó Micah amargamente—. Espero no volver a verte. Tan lleno de ira contra su padre, Micah casi se olvidó de que Gideon estaba junto a él hasta que sintió un cuerpo grande moverse a su lado. Micah lo miró rápidamente, tratando de medir su reacción. Gideon sólo apretó el hombro de Micah, dándole una pequeña mueca. Micah se sorprendió, sobre todo teniendo en cuenta su comportamiento y el hecho de que su padre era un hombre importante en la política. Él también se sintió aliviado, su corazón latía fuerte ante el apoyo silencioso de su marido. Gideon se dirigió al senador. —Senador Adin, señora Adin, quiero darles las gracias por unirse a Micah y a mí en la recepción de nuestra boda. Me agrada mucho que tengamos su apoyo y la bendición de nuestro matrimonio. —dijo Gideon—. A pesar de lo mucho que han hablado en contra de los matrimonios del mismo sexo en el pasado, tenerlos aquí en este día especial ha significado el mundo para Micah y para mí.

Micah frunció el ceño, un poco confundido en cuanto a por qué Gideon hablaba tan fuerte hasta que se dio cuenta del repentino silencio que había caído sobre la multitud. Luego, todo el infierno pareció salir cuando los periodistas corrieron. Los ojos de Micah se abrieron cuando los periodistas lanzaron una pregunta tras otra a su padre y a Gideon. —¿Es verdad, senador? ¿Es su hijo gay? —Senador, Senador, ¿esto significa que cambiará su postura sobre los matrimonios del mismo sexo? —Sr. Wulfe, ¿sabía que el senador Adin sería su suegro antes de casarse? —¿Señora Adin? ¿Cómo se siente acerca de tener un hijo gay? —¿Es verdad, senador? ¿Ha dado su bendición en el matrimonio de su hijo con otro hombre? Las preguntas siguieron y siguieron. Micah rodó los ojos. Infiernos, el gato estaba fuera de la bolsa ahora. Trató de pasar a través de la multitud de periodistas hambrientos. Realmente necesitaba un trago.

Gideon sintió a Micah rozarlo al pasar junto a él mientras trataba de alejarse de la muchedumbre cada vez mayor. Rápidamente se giró para mirar hacia abajo a su hermoso amante, preocupado por cómo todo el caos podría

haberlo afectado, hasta que vio la sonrisa en el rostro de Micah. Él sonrió. Micah parecía estar manejándolo bastante bien. Gideon estaba un poco preocupado acerca de lo que Micah le dijera una vez que descubriera que Gideon había invitado al senador a su recepción de boda. No fue para molestar a Micah, más bien lo contrario. Quería que Micah supiera que ya no tenía nada que temer de su padre. Gideon era mucho más poderoso que el senador Michael Adin, y haría todo lo posible para mantener seguro a Micah. —Liebling, ¿estás bien? —el aliento de Gideon quedó atrapado en su garganta ante la sonrisa que Micah le otorgó. —Estoy bien, cariño. Sólo deseo tener algo de beber. Gideon no sabía si Micah se dio cuenta de que su simple oración dijo todo lo que Gideon necesitaba saber. Si Micah quería algo de beber, no estaba bien. Él estaba lo suficientemente molesto para querer olvidar toda la noche. Por mucho que Gideon quería que Micah no estuviera molesto, no quería que él bebiera. Malas cosas sucedían cuando Micah bebía. Gideon lo sabía por experiencia personal. No era algo que alguna vez pudiera olvidar. Por otro lado, esta era su recepción de boda. Nada decía que no podían irse cuando quisieran. Además, Gideon había planeado una maravillosa luna de miel para llevar a su nuevo marido. Gideon levantó la cabeza y miró a su alrededor buscando a Ivan, asintiendo con la cabeza hacia él para obtener su atención. En el momento en que vio asentir de nuevo a Iván, Gideon agarró por el brazo a Micah. Ya era hora de irse.

—Señoras y señores, a Micah y a mí nos gustaría agradecerles a todos que hayan asistido a nuestra pequeña celebración. Por favor, coman, bailen y disfruten entre ustedes. Micah y yo tenemos reservas que nos esperan para irnos a La Ponte en París. Buenas noches. Gideon dio una pequeña reverencia con su cabeza y se giró para guiar a Micah fuera de la gran sala de baile. Se lo llevó por el pasillo caminando hacia el ascensor, y allí pulsó el botón para el ático. —Pensé que íbamos a París. Gideon sonrió a Micah. —Si París es donde quieres ir, París es a donde iremos. Podemos ir a cualquier lugar que desees. Gideon envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Micah y lo acercó a su lado. —Pero, ¿no tenemos reservas a alguna parte? — preguntó Micah. Gideon hizo una mueca. —Técnicamente, sí, y la habitación ya se pagó para varios días. Sin embargo, no le diré a la prensa mundial en qué hotel nos hospedamos, antes de eso me cortaría el brazo. Nunca podríamos tener un momento de paz. Micah se echó a reír. —¿Mentiste? —Micah, hice mi primer millón en el momento que tenía veinte años, cinco millones por el tiempo en que tenía veintidós. He estado en esto durante mucho tiempo. Yo sé cómo jugar. Nunca debes decirle algo a la prensa a menos que realmente quieras que ellos lo sepan. —¿Algo así como cuando les dijiste que te casaste?

—Exactamente. —Gideon se echó a reír—. A pesar del circo que acabamos de ver, hay uno o dos periodistas a los que respeto. Si necesito que alguna noticia se filtre, yo los llamo y ellos la dejan correr. De lo contrario, simplemente ignoran la mayor parte de ellas. —Así que, ¿a dónde vamos entonces? —En este momento, vamos a volver al ático para desnudarnos. Vamos a jugar un poco, tal vez obtener algo de comer y dormir un poco. Después de eso, dondequiera que desees ir. Es nuestra luna de miel. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Micah siguió a Gideon al interior. Esperó pacientemente a que Gideon usara su clave del ático para poder llegar a la parte superior del edificio. No podía esperar para subir las escaleras. —Eres un hombre malo, malo —dijo Micah. —No tienes idea de lo malo que puedo ser en realidad, Liebling. —La risa de Gideon sonaba baja y profunda, y Micah se puso duro como una roca. En el momento en que las puertas del ascensor se abrieron, Micah agarró la mano de Gideon y tiró de él hacia el ático. —Siempre podemos quedarnos aquí —dijo Micah. Sus dedos se fueron al nudo de la corbata en el cuello de Gideon. Poco a poco, lo logró, sus ojos devorándolo—. Contamos con servicio de habitación y todo. Ni siquiera tendríamos que salir de la habitación. Sonrió a la mirada de sorpresa en el rostro de Gideon. Rápidamente le siguió una mirada muy caliente. Los ojos de Gideon se oscurecieron un poco, el gris oscuro en ellos los hacía parecer casi negros.

Micah ni siquiera detectó la respiración irregular de Gideon. —¿No quieres ir a París o a algún otro lugar para nuestra luna de miel? Tenemos toda una semana para estar juntos. Podemos ir a cualquier parte. Sólo decide el lugar. Micah se encogió de hombros. —Imagino que sería bueno ver algunos de esos lugares, Gideon, pero yo no lo necesito para ser feliz. Yo sólo te necesito a ti. A decir verdad, no me importa si nos pasamos toda la semana en mi antiguo apartamento, siempre y cuando nos quedemos juntos. Micah se sacó su chaqueta y la colgó sobre una silla cercana. Se quitó la faja y la puso junto a la chaqueta y entonces comenzó con los botones de su camisa. La mandíbula de Gideon se apretó. —Por supuesto —Micah arrastró las palabras cuando giró y caminó hacia el dormitorio—, si de verdad quieres pasar horas en un avión hacinado mientras llegamos a nuestro destino en lugar de quedarte aquí, donde puedes llamar al servicio de habitación desde la cama, supongo que podría hacer eso. Micah se echó a reír de alegría cuando fue detenido de repente por los brazos fuertes de Gideon y llevado rápidamente a la habitación. Oyó gruñir a Gideon cuando el hombre lo arrojó sobre la cama. Micah rodó sobre su espalda y miró a su amante, observando la ropa que rápidamente fue despojada del poderoso cuerpo delante de él. —¿Supongo que nos vamos a quedar aquí? —Sácate la ropa, Micah —gruñó Gideon—. Iremos de luna de miel cuando pueda mantener mis manos alejadas

de ti lo suficiente como para llegar al maldito aeropuerto. Mi jet privado tiene una habitación. «Por supuesto que sí», Micah pensó mientras se sacaba la camisa y la tiraba a un lado de la cama. Su esposo estaba lleno de sorpresas. A Gideon ciertamente le gustaban las comodidades, pero también había trabajado duro para poder tenerlas. Micah tenía los botones de su pantalón negro desabrochados, cuando de repente Gideon lo agarró de las botamangas y tiró de ellos por sus piernas. Micah gritó cuando pudo volver a estar sobre el colchón. Antes de que pudiera levantar la cabeza, Gideon colocó su cuerpo grande sobre el suyo. —¡Gideon! —¿Sí, Liebling? —preguntó Gideon. Sus manos enmarcaban la cara de Micah, quien pudo sentir la ternura de Gideon. Siempre era tan suave, no usaba su fuerza para lastimarlo o forzarlo a hacer algo que él no quisiera. Micah sonrió cuando Gideon se movió y sintió que presionaba el duro pene contra su ingle. En lo que a él concernía, se trataba de una excelente manera de comenzar una luna de miel. —¿Qué tan grande es la cama de tu avión? Gideon dijo: —Nuestro jet, y es lo suficientemente grande. Micah trazó el contorno de la mandíbula cuadrada de Gideon. —Entonces, ¿qué estás esperando, Sr. Wulfe? ¿Acaso no tenemos que consumar el matrimonio en la noche de bodas? —¿La gente realmente hace eso?

Micah se encogió de hombros. —No tengo ni idea, pero yo creo que sí. Tienes la boda, seguida de la recepción, después ir de luna de miel y consumar el matrimonio. —No hemos tenido nuestra luna de miel aún, Micah —Gideon le recordó. —¿Quién lo dice? —Micah sonrió y rodeó con sus brazos el cuello de Gideon—. Ahora estamos casados y acabamos de dejar la recepción de la boda, ¿no? —Me gusta tu forma de pensar. —Gideon se rió entre dientes. —Pensé que podrías hacerlo —susurró Micah justo antes de que Gideon reclamara sus labios en un beso intenso, la pasión y el deseo de amor y reverencia. Micah lo sintió en todo el camino hasta sus pies. También sintió la mano que se movía suavemente sobre su cuerpo, acariciándolo, encendiéndolo. Gideon parecía tener una obsesión con los pequeños pezones de Micah. Los besó, tiró de ellos, jugueteó con los dedos. Micah pensó que quizás debería hacerse unos pirsins. —Gideon —Micah se quejó cuando los labios de Gideon pasaron de sus pezones a su abdomen. Él sintió la lengua de Gideon rodear su ombligo. Micah se rió ante la suave lamida de los labios de Gideon sobre su piel. —Eso hace cosquillas. Micah sentía la sonrisa de Gideon en su piel. Luego, la boca de Gideon se movió más adelante. El aliento de Micah quedó atrapado en su garganta mientras esperaba a que la boca de Gideon tocara su duro pene. Esperó y esperó, entonces rogó.

—Gideon, por favor —declaró Micah mientras movía sus caderas hacia Gideon. Apretó los dientes cuando Gideon sólo se rió de él. Un momento después sintió de vuelta la lengua húmeda de Gideon contra su hueso pélvico. Gideon quería torturarlo. Micah lo sabía. Él quería conducir a Micah a un estado de locura, pero siempre de una manera amorosa, hasta que ya no soportara más. Gideon era bueno en hacer precisamente eso. Micah casi podía sentir el aire a su alrededor moviéndose sobre su piel sensible. Se sentía enrojecido, caliente, y necesitado. Micah se quejó. Sus manos crispadas en el pelo de Gideon. Trató de dirigir a Gideon hacia su dolorido pene, pero este sólo lamió el saco debajo de su erección, sin tocar el pene de Micah. —Gideon —Micah gimió de frustración. —Paciencia, Liebling —dijo Gideon. —¡No! —Voy a hacer que valga la pena —desafió Gideon. Micah lo consideró. Él realmente quería sentir los labios de Gideon envueltos alrededor de su pene. Por otro lado, Gideon tenía una imaginación salvaje en el dormitorio. Micah sabía que lo que Gideon hubiera planeado para él soplaría su mente. Simplemente no estaba seguro de poder esperar tanto tiempo. Ya se sentía más allá de la necesidad. —Yo... Gideon, yo... —Micah tartamudeó. —Espera, Liebling —dijo Gideon mientras acariciaba los muslos de Micah—. Te prometo que lo disfrutarás.

—No me toques durante un momento —pidió Micah. Sintió a Gideon levantar las manos. Micah cerró los ojos. Él respiró hondo varias veces para contener el orgasmo que podía sentir tratando de liberarse. Su cuerpo se estremeció por un momento y luego dejó que el aire en sus pulmones se liberara lentamente. —Está bien —susurró. Las manos de Gideon regresaron a sus muslos. Cálido aliento sopló sobre sus bolas hasta que se colocó cerca de su cuerpo. Micah comenzó a jadear. No sabía lo que Gideon haría a continuación y eso lo volvía loco. —Aaahhh —exclamó Micah cuando Gideon dio a Micah su deseo. Él envolvió sus labios alrededor del pene de Micah. El cuerpo de Micah se sacudió y onduló en contra del cuerpo más grande de Gideon. Calor al rojo vivo se precipitó a través de su cuerpo y se acumuló en su pene. El cuerpo de Micah se endureció cuando Gideon dejó caer su pene. A continuación se lo tragó hasta que Micah sintió su nariz cepillando contra su corto vello rizado. Micah no podía creer lo caliente que se sentía, el exquisito placer. Se había sentido en el cielo y ahora podía morir. «Oh no», pensó cuando Gideon comenzó a mover su boca a lo largo de la longitud de su pene. Cuando los dedos de Gideon penetraron su culo, Micah empezó a gemir. No sabía si empujar hacia arriba en la boca de Gideon o hacia abajo en sus dedos. Gideon resolvió ese problema por él pulsando con los dedos en el culo de Micah, al mismo tiempo que tragaba su pene. Micah trató de concentrarse en el increíble placer que corría por su cuerpo. —Gideon, voy... —Micah gritó cuando una fuerte presión se construyó en sus bolas. Se trasladó hasta la

base de su pene y después estalló por la parte superior cuando encontró su liberación. Gritó una y otra vez mientras Gideon succionaba hasta la última gota, hasta que Micah se fundió en el colchón. —¿Estás bien, Liebling? Micah abrió los ojos para ver a Gideon inclinado sobre la parte superior de él. Micah ofreció a su marido una sonrisa tonta. —Estoy muy bien. —Vamos a ver si puedes superar esto. —Sólo cuando se movieron, Micah se dio cuenta de que los dedos de Gideon estaban todavía dentro de su culo. Su respiración cambió al instante, de tranquila y saciada, a rápidos jadeos de deseo. El brillo feroz en los ojos de Gideon hizo aumentar la excitación de Micah. Podía ver el deseo y el amor brillando en sus ojos. El duro pene de Gideon, goteando, empujaba contra el muslo de Micah. Micah se acercó a Gideon. Sus manos se deslizaron sobre los hombros y se movió hacia abajo para cubrir su pecho. Acarició con los dedos las salpicaduras de vello que cubrían los pectorales musculosos de Gideon y luego se trasladó a jalar sus pezones. Gideon dejó escapar un gruñido profundo de su garganta. Eso emocionó a Micah hasta sus pies. Él necesitaba saber que podía encender a Gideon tanto como este lo encendía a él. Micah se inclinó y tiró de los pezones de Gideon con sus labios. Los mordisqueó con sus dientes.

Con su boca ocupada, las manos de Micah estaban libres para vagar. Volvió a acariciar el pecho de Gideon, su cuello. Acarició la carne fuerte y sedosa de sus brazos y sobre sus hombros. Sintió temblar el cuerpo de Gideon. Los músculos bajo sus manos se pusieron rígidos. Micah quedó sin aliento cuando Gideon subió repentinamente las rodillas a sus piernas y sacó los dedos de su culo. Micah pudo ver el rígido control que Gideon trataba de mantener. Los ojos cerrados de Micah revolotearon cuando Gideon se alineó y se hundió en él lentamente. El momento se congeló en el tiempo. Micah abrió los ojos para ver a Gideon por encima de él, su cuerpo inmóvil. Se quedó mirando asombrado a Micah lo que pareció una eternidad, y entonces movió las caderas hacia atrás. —¡Gideon! —Micah exclamó cuando éste lo empaló con su pene con fuerza, usando todo el poder de su cuerpo detrás de él. Micah extendió sus manos sobre su cabeza y las mantuvo en la cabecera para mantenerse en el lugar y no ser empujado hacia arriba de la cama. Él miró a Gideon con tan amable con él. No es porque él no lo haría. Solo utilizara esa fuerza. Nunca lo

asombro. Había sido siempre que lo estuviera lastimando, se sorprendió de que Gideon había hecho antes.

Micah pudo ver una pequeña cruz en la mandíbula apretada de Gideon. El férreo control de Gideon estaba en las caderas de Micah, junto con la intensa mirada en su rostro, lo que le dijo a Micah que finalmente había perdido su rígido control. Eso le emocionó. Él sabía que Gideon no le haría daño, pero era bueno ver que lo pudiera llevar a lo que él quisiera por una vez.

Micah extendió sus piernas y las envolvió alrededor de la espalda de Gideon. Le sintió deslizarse un poco más la siguiente vez que empujó hacia adelante, sacudiendo el punto dulce de Micah, quien de pronto encontró su pene empezando a interesarse de nuevo, ya que empezó a llenarse. Micah envolvió una mano en el pelo de Gideon y jaló su cabeza por un beso. Con la otra mano recorrió la espalda de Gideon. Le oyó gemir cuando le clavó las uñas en la espalda. Los empujes de Gideon se hicieron más urgentes. Micah no podía creer lo encendido que estaba cuando el cuerpo de Gideon comenzó a temblar. El envite más fuerte de Gideon, lo excitó hasta que sintió que su propio orgasmo se acercaba junto al de él. Micah se sintió empezando al borde de la cresta. Él quería que Gideon fuera allí con él esta vez. Enrolló en un puño el pelo de Gideon y lo jaló más cerca para darle un beso más, un beso dominante, devastando los labios de Gideon. Podía sentir su respuesta en cada movimiento de su cuerpo. En el momento en que no creía que él pudiera contenerse más, Gideon se arqueó, tirando la cabeza hacia atrás cuando se escapó de su garganta un fuerte rugido. Sintió el repentino engrosamiento del pene de Gideon cuando se corrió y disparó su carga dentro de él, provocando la propia liberación de Micah. Micah gritó mientras llenaba el espacio entre sus cuerpos antes de que Gideon se desplomara sobre él. Micah suspiró. Acarició con sus dedos los bordes fuertes de la espalda de Gideon mientras esperaba a que su respiración volviera a la normalidad.

Tras unos momentos, Gideon levantó la cabeza para mirar hacia abajo a Micah, su mirada llena de reverencia. Acarició el costado de su cara. Micah sonrió y se inclinó hacia el tacto suave. Su gentil gigante estaba de vuelta.

—Amigo, buenos trapos 3 —silbó Seth cuando Micah se deslizó en el asiento del stand al lado de él. Micah levantó una ceja. Se tocó la suave seda azul de su camisa de un botón. —¿Estas cosas viejas? —Micah sabía que se veía bien en la ropa que Gideon le había comprado. —Bastante elegante, Micah. —Sí, Gideon insistió en conseguir un guardarropa nuevo mientras estábamos en nuestra luna de miel. Debes ver al hombre en acción, Seth. Entra en un lugar y la gente cae a su alrededor para complacerlo. Es como si hubiera sido ‘Pretty Woman’ para chicos gay —rió entre dientes—. Demonios, ni siquiera había pizza. —Eso es muy cool —dijo Seth. —Sí —dijo Micah en un murmullo mientras miraba a la mesa. —Micah, no pareces muy entusiasmado con todo esto. ¿Qué pasa? Micah se encogió de hombros. —Sigue siendo todo un poco abrumador, Seth. No me malinterpretes, amo estar casado con Gideon. Él es lo mejor que me ha sucedido en años, pero puede ser un poco intenso a veces. Micah se echó hacia atrás cuando la camarera se acercó y colocó dos cervezas sobre la mesa. Esperó hasta que se fuera y luego volvió a mirar a Seth. —La semana pasada, mencioné que me gustaba tener croissants y café 3

Se refiere a la ropa que está usando Micah (N de T)

para el desayuno. Hizo que volásemos a París para que yo pudiera tener croissants auténticos. Micah vio caer abierta la boca de Seth, los ojos muy abiertos. —¡Amigo! —Nos detuvimos para el almuerzo del otro día en ese pequeño restaurante, abajo, en la calle 1. Yo le dije a Gideon que me gustaba mucho su sándwich de pavo, por lo que entró y compró el maldito lugar y me lo dio como regalo. —¿Él te dio un restaurante? —preguntó Seth, su voz llena de asombro. Micah se señaló a sí mismo. —Estás viendo al nuevo propietario de la calle Bistro. —Amigo, yo he comido allí. —Seth se echó a reír—. Ellos tienen buenos sándwiches de pavo. Micah rodó los ojos. —¡Me compró un restaurante! — rompió Micah—. Él podría haberme comprado una corbata o una camisa, Seth, pero no, me compró un restaurante y me llevó en avión a París. ¿Cómo voy a competir con eso? Ya ni siquiera tengo un trabajo. —¿Estás seguro de que necesitas competir con Gideon, Micah? Me parece que a Gideon le gusta hacer esas cosas para ti. —Lo entiendo, Seth, lo hago, pero ¿cómo se supone que voy a competir? Gideon puede permitirse el lujo de comprarme lo que quiera. Yo no tengo esa cantidad de dinero. No puedo llevarlo en avión a París o comprarle un restaurante. —Entonces no lo hagas.

Micah apretó la mandíbula. Seth no estaba ayudando. Cualquier cosa que Micah pudiera darse el lujo de desear, Gideon podía comprarlo con dinero de su bolsillo. Micah se sentía como un impostor en el mundo de Gideon. No tenía dinero, posición social, o incluso el conocimiento de cómo comportarse en una sociedad educada. A él le gustaban la comida rápida y las caricias en el sofá frente al televisor. Él no sabía nada de fiestas, política, o incluso qué tenedor usar con la comida, ¡si ni siquiera podía identificar la comida! Gideon seguía comprándole cosas. Todo, desde un nuevo vestuario a un restaurante. Sólo tenía que mencionar que quería algo y Gideon lo hacía posible. Micah comenzó a guardarse sus deseos sólo para que Gideon no siguiera comprándole cosas. ¿Cómo iba a comprarle a Gideon algo tan simple como una sola rosa, cuando Gideon podía permitirse el lujo de tener rosas que le llegasen desde todas partes del mundo? ¿Cómo podía una simple camisa de diez dólares compararse con lo que Gideon podría comprar en París o Nueva York? Micah comenzaba a darse cuenta de todo el dinero de Gideon y eso lo hizo sentir mal. Gideon era hermoso, encantador y rico. Podría tener a cualquiera que quisiese. Por su vida que Micah no podía entender por qué lo había escogido a él. —¿Micah? —¿Huh? —Micah levantó la cabeza desde donde contemplaba la etiqueta de la cerveza para encontrarse con Seth mirándolo con preocupación en sus ojos.

—¿Estás bien, hombre? —Sí, estoy bien. —Micah dejó escapar una pequeña risa nerviosa—. Solo no creo estar suficientemente acostumbrado a todo esto todavía. —Micah, sólo has vuelto de tu luna de miel hace un mes. Date un tiempo, amigo. «¿Tiempo? Sí, correcto». —Seth, no estoy seguro de que vaya a ser tan fácil. —Entonces, haz que sea fácil —dijo Seth—. Nunca te he visto deprimido ante un desafío en todos los años que te conozco. No comiences ahora. —Seth, no estás entendiendo esto. Gideon tiene más dinero que cualquier persona que haya conocido. Puede comprar lo que quiera. Yo le compraría la cena, pero él puede volar hacia cualquier país del mundo para obtenerla. Yo le compraría una corbata, pero puede tener una de seda hecha a medida. ¿Cómo puedo competir con eso? Seth se rió entre dientes. —¿Alguna vez has pensado en darle una corbata desnudo? Micah parpadeó. Una imagen se formó repentinamente en su mente. Micah empezó a sonreír. — Me tengo que ir. Te llamo más tarde. —Micah saltó de su asiento y corrió hacia la puerta, la risa de Seth lo siguió todo el camino.

—Oh, señor Wulfe. Gideon levantó la vista cuando su secretaria lo llamó mientras caminaba hacia la puerta de su oficina. —¿Sí, Stella? —El Sr. Wulfe está esperando en su oficina, señor. — Stella sonrió. Su mano se agitaba frente a su cara como si ella se sintiera acalorada—. Me dijo que cancelara todas sus citas para el resto del día. —¿Ah, sí? —Gideon levantó una ceja por la intriga—. Entonces, supongo que será mejor que lo hagas. —Gideon se apresuró hacia la puerta de su oficina, deseoso de ver a su marido. Micah no iba a su oficina muy a menudo. Gideon sabía que él se sentía un poco incómodo con la manera en cómo la gente lo trataba porque estaba casado con el jefe. —¿Micah? —llamó Gideon al tiempo que abría la puerta de su oficina. Sus pasos fueron erráticos. Sus ojos se abrieron hasta que casi salieron de su cabeza. Su mandíbula se abrió en estado de shock. Gideon estaba bastante seguro de que también se le caía la baba. —Micah —Gideon dijo con la voz rasposa. Nunca había visto algo tan erótico en toda su vida. Micah, tendido sobre la parte superior de su escritorio, desnudo a excepción de una única corbata de color rojo alrededor de su cuello. —Yo te compré una corbata —Micah dijo arrastrando las palabras. Gideon, ausente, se dio cuenta que todo sobre su escritorio había sido removido y apilado a un lado de la habitación. Micah acarició la corbata—. ¿Te gusta? Gideon no estaba seguro de cómo podría describir sus sentimientos.

Fascinado, obsesionado, intrigado, tal vez, pero no exactamente gustar. —Es perfecta, Liebling. Nunca usaré otra corbata de nuevo. —Gideon cerró la puerta detrás de él y puso la llave. Sus ojos nunca dejaron a Micah—. ¿Y la cancelación de todas las citas para el resto del día? — preguntó, mientras paseaba por la habitación hacia Micah. Al detenerse frente a su escritorio, se acercó y acarició con las manos la corbata de seda—. Es una corbata muy bonita, Micah. Gracias. —Y eso es por lo que cancelé todas tus citas, para que pudieras darme las gracias por la corbata. —Micah sonrió mirando a Gideon, sin apartar la vista de su marido mientras se sentaba y deslizaba las piernas por el borde del escritorio. Gideon se colocó entre ellas. —Creo que es una excelente idea —murmuró Gideon contra los labios de Micah justo antes de darle un beso. Cuando las manos de Micah empujaron su chaqueta, Gideon dejó que cayera de sus hombros. Su camisa la siguió rápidamente, y luego el resto de su ropa hasta que estuvo desnudo sobre Micah. Gideon se inclinó lentamente sobre Micah, lo que obligó a éste a tumbarse contra la madera de la mesa. Podía ver la travesura en los ojos de Micah. Eso lo intrigaba. Gideon sabía que Micah disfrutaba plenamente de su vida sexual. Ambos lo hacían. Sólo que Micah nunca había mostrado este nivel de alegría antes. Eso sorprendió a Gideon, pero en el buen sentido. Eso le decía que Micah podría estar dispuesto a jugar algunos otros juegos. Él había pensado en varios más en las últimas semanas.

Gideon se agachó y aflojó la corbata alrededor del cuello de Micah, pero la mantuvo en un círculo. Vio a Micah empezar a protestar y rápidamente llevó el dedo sobre la boca de Micah. —No hables, Liebling. Este es mi presente, y lo abriré de la manera en la que yo quiera. La mirada divertida que pasó por el rostro de Micah hizo reír a Gideon. Sin embargo, Micah se quedó callado. Gideon terminó aflojando la corbata de Micah y la movió sobre su cabeza. Agarró las dos manos juntas de Micah y las aseguró con el lazo de la corbata. Gideon sonrió cuando metió el otro extremo de la corbata en el cajón de su escritorio y lo cerró. Eso efectivamente obligaría a Micah a tener las manos sobre la mesa. Gideon se sentía muy orgulloso de la ingenuidad de su idea. Gideon se levantó y miró su presente. Micah atado y desnudo, como una ofrenda sobre su escritorio con su pene duro que sobresalía de la ingle, lo que sólo hacía el cuadro aún más delicioso. Gideon sólo deseaba tener algo para atar los pies de Micah también. Entonces, la imagen realmente sería perfecta. —¿Puedo tomarte una foto? —¿Qué? —exclamó Micah. —Te ves tan… —Gideon se mordió el labio. Quería decir que Micah se veía hermoso de la forma en la que estaba, pero no estaba seguro de que Micah fuera feliz con esa descripción. No podía pensar en otra que se ajustase. —¿Me veo cómo? —preguntó en voz baja Micah. Gideon trazó con los dedos desde la clavícula de Micah hacia abajo para limpiar el líquido que salía de la

punta del pene de Micah. —Te ves tan hermoso —murmuró antes de lamer el líquido de sus dedos. Esperó a que Micah no discrepara con su declaración. En cambio, la piel de Micah se sonrojó y giró la cara hacia un lado. —Está bien —susurró Micah. —¿Está bien? —preguntó Gideon, confundido. ¿Micah estaba diciendo que él podía tomar una foto de él o que estaba bien que le llamara belleza? ¿O ambos? Micah giró la cara para mirar a Gideon. —Si prometes no mostrarla a nadie, y quiero decir a nadie, Gideon, entonces puedes tomar una foto, pero sólo una. Gideon miró a Micah con incredulidad por un momento y rápidamente caminó alrededor de su escritorio en busca de su cámara digital que estaba en uno de los cajones. Le temblaban las manos por la anticipación, mientras buscaba en un cajón y luego en el siguiente. Saltaba de alegría cuando la encontró, agarró la cámara y volvió a pararse frente a Micah de nuevo. Le tomó un momento para activarla y obtener el enfoque correcto. Lo llenó de emoción, tanto que apenas podía sostener la cámara para tomar la fotografía. Tomó una, luego otra y otra, pasando de un ángulo a otro. Antes de darse cuenta, Gideon había tomado diez imágenes diferentes de Micah en toda su gloria. Gideon colocó la cámara sobre la mesa y volvió a mirar a su marido, él sabía que atesoraría esas fotografías hasta el día de su muerte. —Yo pensé que sólo ibas a tomar una, Gideon. Gideon sintió que su cara ardía. Se encogió de hombros. —Lo siento, Liebling —dijo Gideon—. Traté de

tomar una sola fotografía, pero te ves tan bien sobre mi escritorio, como una ofrenda y atado. Es como si estuvieras esperando a que viniera a reclamarte. Micah sonrió. —Lo hago. Gideon se inclinó sobre Micah. Puso una mano en cada lado de la cabeza de Micah y apoyó su peso sobre ellas antes de inclinarse por un beso. Levantando la cabeza, Gideon sonrió. —Entonces creo que será mejor que lo haga. Gideon tomó a Micah por la cadera, y lo rodó hasta que quedó sobre su estómago. Se preguntó de dónde iba a sacar lubricante hasta que se dio cuenta que la carne brillaba entre las nalgas de Micah. Pasó un dedo por el pliegue y se sorprendió al sentir lubricante allí. —Huh, ¿Micah? Micah se rió. —Yo quería estar listo. Gideon cerró los ojos ante la vista delante de él para evitar correrse en ese mismo momento. Micah se había preparado antes de que Gideon llegase incluso a la oficina. Gideon abrió los ojos y miró hacia abajo el culo lubricado de Micah, especulando. Él pasó los dedos por el estrecho agujero de Micah, buscando que se extendiera lo suficiente hasta que supiera que iba a ser capaz de deslizarse sin herirlo. Dio un paso entre las piernas de Micah y lo agarró por las caderas antes de jalar de él hacia el borde de la mesa. —Joder, Micah —dijo con los dientes apretados. Agarró una de las nalgas en cada mano y las separó. Empujó sus caderas hacia delante hasta que la punta de su dolorido pene se apoyó en Micah. Micah silbó y su cuerpo se estremeció. El apretado agujero redondo se estremeció con anticipación. Gideon lo

acarició con los dedos. Apretó contra la pequeña roseta hasta que cedió y se tragó sus dedos. Micah dejó escapar un sollozo. Sus caderas se arqueaban contra el escritorio. Gideon movió su dedo en curva, sólo lo suficiente para rozar la pequeña protuberancia de Micah. Siguió bombeando con los dedos dentro y fuera de Micah, con el objetivo de rozar la próstata en cada embestida hasta que Micah sollozó de nuevo. —¿Crees que podría hacer que te corrieras sólo con mis dedos, Liebling? —¡Sí! —respondió Micah en un lamento, y Gideon se sintió como un dios. —Avísame antes de Gideon. Micah sólo gruñó.

correrte,

Liebling

—exigió

Gideon seguía embistiendo a Micah. Su pene dolía. Estaba tan duro que podría haber golpeado con él rieles de ferrocarril. Micah parecía tan malditamente sensible al tacto, como si no pudiera tener suficiente de él, incluso ante la más pequeña caricia. Él sabía que la vida de Micah había sido dura, que no había recibido mucho cariño. Gideon quería compensar todo lo que alguna vez Micah no tuvo: amor, afecto, aceptación, comprensión. Gideon quería darle a Micah el mundo. —Gi-Gideon —gritó Micah. Su cuerpo se estremeció. Gideon sabía que Micah se correría en cuestión de segundos. Sacó sus dedos del culo de Micah y los reemplazó con su pene, empujando en la medida en que podía entrar. Se detuvo por un breve momento mientras disfrutaba de la sensación de que su pene estuviera envuelto por el interior de Micah, luego se tensó y se sumergió dentro una y otra vez.

Quería el ángulo correcto, Gideon agarró las caderas de Micah y lo levantó para seguir con sus golpes. Podía sentir los músculos de su cuello tensos cuando los gritos de Micah se convirtieron en un gemido largo y continuo. Micah de repente se puso rígido. Gideon vio sus manos apretar a Micah y éste gritó. El mundo entero de Gideon se centró en los músculos de seda apretando alrededor de su pene cuando Micah llegó a su clímax. Sus manos apretaron su control sobre las caderas de Micah mientras empujaba una vez, dos veces más, entonces Micah siguió al borde de la felicidad orgásmica. Gideon se desplomó sobre Micah, la cabeza hundida en su espalda. Podía sentir a Micah temblar con cada brote de su semilla caliente vaciándose dentro de él. Eso seguía y seguía, cada espasmo del pene de Gideon era ordeñado por el cuerpo de Micah hasta que no quedó una sola gota más, hasta que Gideon no estuvo seguro de que sus bolas pudieran dar más. Por último, Gideon cayó a un lado del cuerpo de Micah. Gideon levantó la cabeza y besó la nuca de Micah. Alzó la mano y tiró de la corbata para que saliera del cajón. La desenvolvió de alrededor de las manos de Micah y la enrolló alrededor de su propio cuello antes de inclinarse hacia abajo para susurrar al oído de Micah: —Amo mi corbata, Liebling, gracias.

Micah se rió entre dientes, cuando Gideon puso la corbata roja sobre su cuello y la enderezó en él. Se puso sus jeans y subió el cierre de la cremallera. —Te ves bien en rojo —dijo mientras se ponía la camisa, y luego miró hacia atrás a Gideon. —Tú te ves mejor. —¿Así que no te molesta que yo llegara a tu oficina y le dijera a Stella que cancelara todas tus citas? —Micah admitió que se sentía un poco nervioso por eso. Había sido bastante osado por su parte hacerlo. Gideon hizo bocina con las manos alrededor de la mejilla de Micah. —No, en absoluto, Liebling. Tú puedes cancelar mis citas en cualquier momento que lo desees, siempre y cuando me traigas otra corbata. Micah podía sentir su cara arder. Agachó la cabeza. Tal vez Seth tenía razón. Tal vez podría hacer cosas que le gustaran a Gideon con los fondos que tenía. Micah sólo tendría que darles un giro a ellas. —¿Te he dicho que necesito varios pares nuevos de bóxers? —preguntó Gideon. Micah rodó los ojos. Podía oír la diversión en la voz de Gideon, pero también podía escuchar la alegría. Agarró a Gideon por la corbata y acercó su cara para un rápido beso. Tirando hacia atrás, él agitó sus pestañas a Gideon, coqueteando con él. —¿De seda o de algodón? —Bueno —Gideon comenzó—, yo prefiero…

La explosión repentina de la puerta del despacho al abrirse, hizo que ambos, Micah y Gideon giraran alrededor. Micah apenas captó la visión de tres hombres corriendo en la habitación antes de que Gideon se pusiera delante de él. —¿Cuál es el significado de esto? —gritó Gideon—. ¿Quiénes son ustedes? —¿Gideon Wulfe? —Un hombre comenzó—. Usted está bajo arresto por el secuestro y el asalto de Micah Adin. Usted tiene derecho a permanecer en silencio. Todo lo que usted diga puede ser usado en su contra en un tribunal de justicia. Usted tiene derecho a un abogado. Si usted no puede pagar uno, le será designado. ¿Entiende usted estos derechos que le he leído? Micah vio con sorpresa y horror cómo dos de los hombres esposaron a Gideon y le leyeron sus derechos. Dio un paso adelante. —No, esperen, están cometiendo un error. —Es necesario que dé un paso atrás, señor —dijo el oficial que le había leído los derechos a Gideon—. Si no lo hace, será acusado de interferir con un oficial de policía. —Pero usted no entiende —exclamó Micah tratando de llegar a Gideon—. Gideon no puede haber… —Las palabras de Micah se cortaron por un agudo pinchazo en la cara. Se dejó caer de rodillas. El intenso dolor que atravesó su cabeza golpeó el aire fuera de él. Micah escuchó el rugido de Gideon. Oyó un choque, unos pocos gruñidos más y los sonidos de carne contra carne golpeando. Luego todo quedó en silencio. Micah recuperó el aliento y levantó la vista justo a tiempo para ver a Gideon siendo arrastrado fuera de la habitación. Su cabeza colgaba sobre su pecho y no parecía que caminara por su cuenta.

Micah se puso de pie. Su mano cubrió su rostro herido. Echó un vistazo a la última persona en la habitación, la que parecía estar a cargo. —¿Cuál es su nombre? —Detective Sirus Brown —se burló el hombre—. ¿Cuál es su relación con el Sr. Wulfe? —preguntó el detective, que metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una libreta y un bolígrafo. Él la abrió y empezó a tomar notas. —Tal vez debería haber investigado antes de irrumpir aquí y atacarnos —gruñó Micah mientras se abrochaba la camisa. Miró al detective—. Está a punto de saber exactamente quién soy, y cuando lo haga, espero una disculpa por su parte y de su departamento. Entonces yo querré su placa. —¿Usted quiere mi placa? —El hombre se echó a reír—. ¿Por arrestar a un hombre que secuestró y asaltó a un joven? Me merezco una medalla. ¿Tiene usted alguna idea de qué clase de hombre es Gideon Wulfe? —Yo sé exactamente qué clase de hombre es Gideon Wulfe —Micah dijo con orgullo—.Yo estoy casado con él. Micah se apartó del detective y salió de la habitación antes de que alguien pudiera decir otra cosa. Tenía que llegar a la estación de policía y sacar a su marido de la cárcel. Y luego iba a hacer arder el lugar en el infierno. —Stella, llama al abogado de Gideon y dile que se encuentre conmigo en la estación de policía. Yo estoy yendo hacia allí ahora mismo. Y dile a Ivan que me espere con el coche en el momento en que esté en la planta baja. —Sí, señor Wulfe —dijo Stella, y enseguida agarró el teléfono—. Buena suerte, señor Wulfe.

—Yo no necesito suerte. —Micah le guiñó un ojo a Stella—. Necesito a Gideon. Micah se apresuró a llegar al ascensor. En el momento en que las puertas se cerraron y pulsó el botón de la planta baja, Micah sacó su teléfono celular y marcó el número de Seth. Se tocó el pie con impaciencia mientras esperaba que Seth contestara. —¿Ya me extrañas? —Se rió Seth cuando contestó el teléfono. —Ya basta, Seth —espetó problemas y necesito tu ayuda.

Micah—.

Estoy

en

—¿Qué pasa, hombre? —preguntó Seth, su voz seria esta vez. —Estoy en camino a la estación de policía. Necesito que nos encontremos allí. Gideon ha sido arrestado. Te morirás cuando escuches el motivo: él ha sido arrestado por el secuestro y agresión de Adin Micah. —¡De ninguna manera! —exclamó Seth. —Sí, así fue —dijo Micah—, y el maldito detective ni siquiera sabía quién era yo. —¿Crees que tu padre tiene algo que ver con esto? —Oh, sí, sus huellas están en todo esto —gruñó Micah. Las puertas del ascensor se abrieron. Micah salió, asintiendo a Iván cuando se puso a caminar junto a él—. Nos vemos allá, Seth. —Micah cerró su teléfono y se metió en el coche, Ivan se deslizó a su lado. —¿Qué te dijo Stella? —preguntó Micah cuando se giró para mirar a Iván. —Que algunos detectives llegaron y arrestaron a Gideon.

—¿Eso es todo? —preguntó Micah con sorpresa. Iván se encogió de hombros. —Ella tuvo una especie de histeria después de eso. ¿Puedo entender que hay más? —Ellos irrumpieron en la oficina y lo detuvieron, Ivan. Dijeron que él había secuestrado y asaltado a Micah Adin. —Las palabras sonaban extrañas provenientes de la boca de Micah. ¿Cómo pueden arrestar a Gideon por eso sin haber hecho ninguna investigación en absoluto? —Pero, tú eres Micah Adin. —No, yo solía ser Micah Adin. Ahora soy Micah Wulfe, y ahora la policía está a punto de descubrir lo que sucede cuando me cabrean. Ivan silbó. —¡Vaya, Micah! —Lo golpearon, Iván —Micah dijo con los dientes apretados. Sus manos apretadas contra sus piernas—. Ni siquiera pudo salir de la oficina por sus propios medios. —¿Lo golpearon? ¿Gideon se resistió al arresto? —No, no exactamente. —Las manos de Micah comenzaron a sudar al darse cuenta de que probablemente había sido culpa suya que golpearan a Gideon. Se sentía tan mal como una mierda. —Traté de evitar que se llevaran a Gideon. Yo sólo estaba tratando de explicar que todo eso era un malentendido y alguien me golpeó. Hasta ese momento, Gideon estaba bien, pero entonces él se perdió. —Bueno —Ivan emitió una risa temblorosa—, eso explica las cosas entonces. Estoy seguro de que Gideon estaba furioso. Micah asintió, aunque él no lo entendía completamente. No había ninguna razón para golpear a

Gideon. Si sentían que él se estaba resistiendo al arresto, lo podían haber sometido, pero no golpearlo hasta el punto en que apenas pudiera caminar. —Esto es una pesadilla horrible —Micah murmuró. Sintió que Ivan lo palmeaba en una pierna. Él sabía que Iván quería tranquilizarlo. Micah no creía que fuera posible, no hasta que Gideon estuviera de vuelta en sus brazos. Micah miró a Ivan. —Sabes que mi padre está metido en esto, ¿verdad? —¿Por qué dices eso? Esto podría ser sólo un malentendido, Micah. —No, no —dijo Micah, sacudiendo la cabeza—. Arrestaron a Gideon por secuestrarme y agredirme, a mí, a Micah Adin. Sonaba como que ellos pensaban que yo era un muchacho joven del que Gideon había abusado. Infiernos, ni siquiera sabían que Gideon se había casado conmigo. Micah golpeó con su puño cerrado el asiento de cuero junto a él. —¿Cómo no van a saberlo, Iván? Hemos estado en todas las noticias por semanas. Iván se encogió de hombros. —Quién sabe, Micah, pero vamos a llegar al fondo de esto. El abogado de Gideon va a reunirse con nosotros en la estación de policía y tendrá a Gideon fuera en pocos minutos. —¿Me lo prometes? —susurró desesperadamente. —Te lo prometo, Micah —dijo Iván—. Ahora, límpiate los ojos y pon tu rostro feroz de nuevo. No puedes dejar que te vean disgustado. ¡Tienes que ser el tipo que me ordenó que me encontrara contigo en el coche!

Micah se rió entre dientes. Se secó los ojos, sin saber siquiera que tenía lágrimas en ellos hasta que las sintió bajo sus dedos. Él podía hacer esto, él podía. Podía hacer cualquier cosa si eso significaba volver a casa con Gideon, llevarlo al lugar donde pertenecía. Para el momento en el que el coche se detuvo, Micah había recuperado el control de sus emociones una vez más. Podía sentir su ira comenzando a construirse cada vez que pensaba en que Gideon había sido arrestado. En primer lugar, eso nunca debería haber ocurrido. Si Micah tenía algo que decir al respecto, iban a rodar algunas cabezas. Este era uno de los momentos en los que Micah estaba agradecido por el dinero y el poder de Gideon. Llamaría a todos los que se le ocurriera para liberar a su marido, sin importar el precio a pagar. Iván abrió la puerta y salió, Micah caminaba justo detrás de él. Un hombre mayor vestido con un traje muy caro corrió inmediatamente hacia ellos. Micah lo reconoció como el abogado de Gideon de cuando firmó sus papeles de matrimonio. No le gustaba mucho el hombre, pero él parecía saber lo que hacía. —Anthony Crogger, Sr. Wulfe —dijo el hombre mientras le tendía la mano. Micah se la estrechó—. Stella llamó y me contó la situación. Si usted quiere seguirme por este camino, conseguiré la liberación del Sr. Wulfe tan pronto como sea posible —dijo el hombre, haciendo un gesto con la mano hacia el edificio. —¿Ella le explicó el motivo por el cual arrestaron a Gideon? —preguntó Micah cuando comenzó a caminar hacia el edificio. Pudo ver de reojo los camiones de los noticieros en el exterior del edificio en el momento en el que entró. «¡Perfecto! Alguien llamó a la prensa. Gideon se molestará».

—Ella no estaba segura, Sr. Wulfe, pero sí dijo que Gideon no se veía muy bien cuando lo sacaron de su oficina. —No, no lo estaba. Estoy bastante seguro de que lo golpearon —dijo Micah. Giró el rostro hacia el hombre y señaló la contusión que se sabía formado ya en su mejilla. —Se puso un poco molesto cuando uno de los oficiales hizo esto. —Oh, mi… —dijo el Sr. Crogger—. ¿Y cómo ocurrió eso? Micah hizo una mueca cuando los dedos del hombre punzaron suavemente la zona dolorida. —Traté de evitar que se llevaran a Gideon. El Sr. Crogger chasqueó la lengua. —Esa no podría haber sido la opción más sabia, Sr. Wulfe. Usted podría haber sido arrestado por interferir con un oficial. —Sí, ellos me lo dijeron. —Micah hizo una mueca—. Sólo tuve un pequeño problema con dejarles tomar a mi marido por algo que no hizo. —¿Por qué lo arrestaron? Micah rodó los ojos. —Arrestaron a Gideon por el secuestro y el asalto de Micah Adin. —Pero, usted es Adin Micah —dijo Crogger con confusión. —Ya me he dado cuenta de eso. —Micah empujó su mano temblorosa en sus pantalones tratando de ocultar lo mal que realmente se sentía—. ¿Ahora ve por qué no quería que se lo llevaran?

—Sí, sí lo veo —respondió el Sr. Crogger. Miró a Micah por un momento como si estuviera tratando de llegar a una decisión y luego asintió—. Vamos a tener a Gideon fuera en pocos minutos, Sr. Wulfe, y entonces usted podrá llevarlo a casa. Después de eso, voy a asegurarme de que rueden algunas cabezas por esto. —Puede empezar con el detective Sirus Brown. Él es el detective que detuvo a Gideon. Es un idiota. —Micah dio un paso fuera del camino cuando dos agentes de policía uniformados pasaron con un hombre esposado—. Él no me escuchó cuando intenté explicarle que Gideon no podía haber hecho eso. El Sr. Crogger asintió. —Muy bien, señor Wulfe, voy a empezar con el detective Brown. —Sacó un teléfono celular de su bolsillo—. Si usted me da un momento, tengo que hacer unas cuantas llamadas telefónicas, que nos asegurarán que Gideon sea puesto en libertad inmediatamente. Micah asintió y dio un paso Ivan. Sintió la mano de Iván palmadita en la espalda. Se sintió Se sintió aún más agradecido momento después.

atrás para estar junto a darle brevemente una agradecido por el apoyo. cuando Seth entró un

—Oh mi Dios, Micah —Seth comenzó mientras corría hacia él. —¿Has visto a Gideon ya? ¿Cuándo podrá salir? ¿Está tu padre aquí? —Seth inclinó la cabeza hacia un lado—. ¿Y qué demonios le pasó a tu cara? Micah tocó suavemente el lado de su cara, haciendo muecas. Todavía se sentía muy hinchado, y probablemente, lo estaría por un tiempo. Gideon iba a estar muy molesto. Micah no se interpondría en su camino cuando demandase

al departamento de policía y acabara con todos allí dentro. Tampoco lo impediría. —No importa en este momento —dijo Micah. Señaló al Sr. Crogger—. Su abogado está haciendo algunas llamadas telefónicas. Sospecho que está llamando a algunos que le deben favores para conseguir sacar a Gideon. Este es uno de los momentos en los que estaré muy agradecido por el dinero y el poder de Gideon. Seth asintió y frotó el brazo de Micah. —Todo irá bien, Micah. —Veremos. —¿Sr. Wulfe? Micah se giró para ver al señor Crogger de pie detrás de él. —¿Sí? —¿Podría por favor seguirme? —El hombre comenzó a caminar hacia el ascensor. Micah, Seth, e Ivan lo seguían. Viajaron hasta el piso 11. Las puertas se abrieron para revelar una pequeña zona de recepción. Una joven mujer estaba sentada detrás de un escritorio grande. —El Sr. Crogger y el Sr. Wulfe desean ver al jefe — dijo Crogger mientras caminaba hacia la mujer. —Por favor, vengan por aquí —dijo la mujer mientras se ponía de pie y abría la puerta justo a un lado de su escritorio—. El jefe está esperando. —Gracias —dijo Crogger, y luego caminó dentro, Micah asintió con la cabeza. Se sentía casi fuera de su elemento en este momento y un poco más allá del habla. Su estómago le dolía por la preocupación sobre lo que le podría estar sucediendo a

Gideon, donde estaba, y si estaba bien. Micah no estaría satisfecho hasta que Gideon estuviera libre y de vuelta a casa sano y salvo. —Ah, señor Crogger —un hombre mayor vestido con un uniforme de policía lo saludó. Él se puso de pie y se acercó, tendiéndole la mano al abogado. —El alcalde llamó y me dijo que tenía algún tipo de problema en el que tal vez yo pueda ayudarle. —Eso espero —respondió el Sr. Crogger—. Mi cliente, Gideon Wulfe, ha sido arrestado por su detective Sirus Brown, y se encuentra detenido en la planta baja. Yo estoy aquí para conseguir su liberación. El jefe miró un poco confundido cuando se sentó detrás de su escritorio. Hizo un gesto para que todos los demás se sentaran. Micah no tenía ganas de hacerlo, se sentía con ganas de caminar de un lado a otro. Bueno, en realidad, sentía ganas de gritar, pero no creía que eso ayudara a la situación en ese momento. —Permaneceré de pie, gracias —dijo Micah. Cedió a su necesidad de caminar, yendo y viniendo detrás del Sr. Crogger. Seth se sentó en un sofá de cuero negro junto a la pared. Iván sólo se apoyó contra la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, la boca torcida en una pequeña sonrisa. Se veía muy intimidante y a Micah le encantó. —¿Y usted es…? —preguntó el jefe, dirigiéndose a Micah. Antes de que Micah pudiera contestar, el Sr. Crogger levantó la mano. —Vamos a llegar a eso en un momento, jefe. En primer lugar, me pregunto si usted podría pedirle al Detective Brown que se uniera a nosotros y abriera el archivo del caso. Me gustaría tener esto resuelto lo antes posible para liberar a mi cliente.

El jefe miró como si quisiera discutir, pero asintió de todos modos y agarró el teléfono. Eso le dijo a Micah que alguien más arriba en la cadena alimentaria había azotado las cadenas. Micah habría aplaudido si hubiera sido apropiado. Micah siguió moviéndose nervioso en su lugar cuando el jefe ordenó al Detective Brown que trajera el archivo de la detención de Gideon. La espera parecía eterna. Micah cruzó los brazos sobre el pecho para evitar golpear el escritorio del jefe y exigirle la liberación inmediata de Gideon. Él se aferró a la esperanza de que el Sr. Crogger fuera tan bueno como su ego parecía decirle que era. Gideon había contratado al hombre, y Gideon no empleaba a idiotas. Esta era la oportunidad del hombre para demostrárselo a Micah. Si Anthony Crogger podía sacar a Gideon de este lío, él tendría trabajo de por vida. Micah dio un salto cuando el teléfono sobre el escritorio del jefe sonó. Respiró hondo y soltó el aire lentamente. Realmente necesitaba controlarse. Estaba empezando a perder el control. —¿Sí? —dijo el jefe cuando contestó el teléfono—. Muy bien, hágalo pasar —colgó el teléfono y miró a todos—. El Detective Brown está aquí. Micah suprimió un gruñido, pero por poco. Giró y vio que la puerta se abrió y el detective caminó dentro. Parecía sorprendido de ver a Micah allí. Micah sonrió. Estaría mucho más que sorprendido pronto. —Hola, detective Brown, ¿ha golpeado a alguien últimamente? —Micah observó con satisfacción que la cara

del detective palideció. Habría dicho más, pero el Sr. Crogger lo interrumpió. —¿Detective Brown, le ha informado a su jefe por qué mi cliente, Gideon Wulfe, ha sido arrestado? —preguntó el Sr. Crogger. El detective infló su pecho. Micah se dio cuenta de que pensaba que estaba en lo correcto. Niño, sería una sorpresa. Micah no podía esperar. —Arrestamos a Gideon Wulfe por el secuestro y el asalto de Micah Adin. —¿Y quién presentó el informe? —preguntó el Sr. Crogger—. ¿Micah Adin presentó el informe? El detective miró confundido por un momento. —No, su padre, el Senador Adin lo hizo. —¡Maldita sea! Micah sabía que lo había hecho su padre, pero todavía sacudía sus nervios el escucharlo. —¿Y porque es un senador, fueron directamente a arrestar a Gideon Wulfe sin hacer ninguna investigación previa? ¿Se le preguntó al menos a Micah Adin si las acusaciones eran ciertas, o intentaba hacerse un nombre por sí mismo al arrestar a un hombre poderoso como Gideon Wulfe? —Ahora, lo que tenemos aquí —el detective casi gritó—, es a un hombre que ha secuestrado y asaltado a un niño. Yo estaba perfectamente en mi derecho para detenerlo. —Miró sarcásticamente al señor Crogger—. Nadie —miró fijamente a Micah—, ni siquiera su novio maricón va a conseguir sacar de esta al alto y poderoso señor Wulfe. —Ya veo —respondió el Sr. Crogger. Micah reconoció que el hombre estaba construyendo la defensa a pasos

agigantados—. ¿Es con los homosexuales en general, o tiene un problema simplemente con Wulfe Gideon? —Estoy seguro de que el detective Brown es consciente de nuestra política de tolerancia cero relativa a la orientación sexual —afirmó el jefe antes de que el detective pudiera decir nada más—. Él sólo hizo su trabajo. —¿Su trabajo? —Micah señaló hacia su propia cara—. ¿Cuál es su política sobre brutalidad policial? —Bueno, estoy seguro de que… —Usted interfirió con los deberes de un oficial de policía —gruñó el detective—. Yo podría haberlo detenido y entonces estaría en una celda al lado de la de su novio. —Él es mi marido —gritó de nuevo Micah—. Estamos legalmente casados. —No, si el Senador Adin hace que deroguen esa ley. Una vez que la gente sepa qué tipo de cosas malas le hizo a ese pobre muchacho Gideon Wulfe, estoy bastante seguro de que la opinión pública lo destrozará. —¿Y qué pobre muchacho sería ese, detective? — preguntó el Sr. Crogger. —Micah Adin, el hijo del Senador. —El detective miró al señor Crogger como si fuera un idiota. Micah sonrió. Miró a Ivan y Seth y vio la misma sonrisa en la cara de ellos. Cuando volvió a mirar al señor Crogger, el abogado asintió con la cabeza. Ahora la diversión podía comenzar. Micah dio un paso adelante. —Nunca me he presentado correctamente. Mi nombre es Micah Wulfe. Antes de casarme con Gideon, era Micah Adin, hijo del Senador Michael Adin. El detective quedó blanco.

—Oh Dios —susurró el jefe a sus espaldas. —Tengo veintiséis años de edad, y hasta donde yo recuerdo, me hace legalmente capaz de tomar mis propias decisiones acerca de con quién me acuesto o con quién me caso. En ningún momento Gideon Wulfe me hizo algo que yo no quisiera hacer y menos secuestrarme u obligarme a ir a ninguna parte que no quisiera ir. —No puede ser —murmuró el detective—. El Senador dijo que su hijo era un muchacho joven, que había sido secuestrado y asaltado por Gideon Wulfe. —También tiró toda su mierda sobre mí el día en el que se enteró de que yo era gay, incluyendo la rotura de dos costillas. Eso fue justo antes de que él me diera una patada y me arrojara a la calle sólo con la ropa que tenía puesta. Yo acababa de cumplir dieciséis años. Hasta mi boda hace un mes, yo no había visto ni oído de mi padre en diez años. —Como he dicho antes, detective —dijo Crogger—, ¿se ha molestado en investigar las denuncias del Senador o simplemente ejecutó el arresto sobre Gideon Wulfe, con la esperanza de hacerse un nombre con este caso? —Si se hubiera molestado en hacer cualquier tipo de investigación, se habría enterado de que Gideon y yo estamos casados desde hace seis meses. Además también soy el hijo menor del senador Adin, así que no tiene ningún hijo más joven que yo. —Pero... pero... él dijo... —balbuceó el detective. —Oh, estoy seguro de que él lo hizo —rió Micah. No era una sonrisa bonita—. Mi padre odia el hecho de que soy gay. Él piensa, más o menos, que yo debería arder en el infierno. Mientras no hice olas, me dejó tranquilo. Cuando me casé con Gideon, hice olas, muchas olas.

Micah se acercó hasta que quedó casi pecho con pecho con el detective. Lo miró a los ojos, dejando que el detective viera toda su ira. —Ahora, ¿dónde está mi marido?

Las manos de Micah se sentían húmedas mientras esperaba en la sala de la brigada a que Gideon fuera procesado. El jefe le había explicado a Micah que eso no debía tomar más de una hora. Ellos estaban siendo tan rápidos como podían, pero no eran lo suficientemente rápidos como Micah quería. En primer lugar, Gideon nunca debería haber sido puesto en esta posición. El Senador Michael Adin tenía mucho de que responder y él lo pasaría mal si Micah tenía algo que decir al respecto. No tenía derecho a interferir en la vida de nadie de la manera que lo hizo, ni siquiera en la de Micah. Ni siquiera se le debería permitir al hombre estar en la política. Él había hecho demasiado daño. Micah sólo esperaba que fuera obligado a pagar por ello. Una conmoción repentina a un lado de la sala captó el interés de Micah y se llevó los pensamientos de su padre. La gente parecía estar corriendo alrededor como ratas en una jaula. Podía ver al jefe y al alcalde a través de una ventana de cristal gritándole a alguien. Miró a Ivan para ver si sabía lo que estaba sucediendo, pero el hombre sólo se encogió de hombros. Micah se giró cuando se abrió la puerta detrás de él, sorprendido cuando el jefe le hizo un gesto. El corazón de Micah latía en su pecho mientras se levantaba de su silla y se acercaba al jefe, Ivan justo detrás

de él. La mirada ácida sobre el rostro del jefe envió ondas de pánico a través de Micah. —Ha habido un problema, Sr. Wulfe. —¿Un problema? —repitió Micah—. ¿Dónde está Gideon? —Si usted pudiera entrar… —dijo el jefe. Dio un paso atrás e hizo un gesto a Micah para que entrara en la pequeña oficina. Micah caminó dentro. Cuando Iván trató de seguirlo, el jefe levantó la mano. —Por favor, sólo el Sr. Wulfe. —Yo soy el guardaespaldas del Sr. Wulfe —declaró Ivan simplemente—. Voy a donde él va. —Usted puede mirar por la ventana por ahí —el jefe señaló la misma ventana por la que Micah había estado observando. —Yo voy donde va Micah —declaró Ivan otra vez. El jefe miró como si quisiera discutir y luego asintió con la cabeza y le indicó a Ivan que entrara a la oficina. Micah observó mientras cerraba la puerta detrás de él y se acercaba al lado del alcalde. —¿Qué está pasando? ¿Dónde está Gideon? — preguntó Micah. Una sensación muy mala le llenaba. La expresión que veía en los hombres frente a él no presagiaba nada bueno. Micah podía sentirlo en sus huesos. —Por favor entienda, señor Wulfe, cuando llevaron a su marido a la celda por haber secuestrado y asaltado a un joven. Él… —Ya hemos explicado eso —dijo Micah. Podía sentir el mismo movimiento hacia el borde de la histeria—. Yo soy el mismo Adin Micah por cuya agresión ha sido arrestado

Gideon. Todo es un engaño elaborado por mi padre para desacreditar a Gideon. —Sí, entiendo que todos los cargos en contra del señor Wulfe han sido retirados —dijo un hombre. Micah supuso que era el alcalde. Se veía como un alcalde, vestido como estaba en un elegante traje azul oscuro. Micah podía imaginarlo besando bebés. —Entonces, ¿dónde está mi marido? —Al parecer, cuando el Sr. Wulfe fue colocado dentro de la celda, se filtró el motivo por el cual lo habían arrestado. Cuando el señor Wulfe fue colocado en una celda con otros hombres, parece que se encargaron de darle la justicia que sentían que se merecía por agredir a un niño. Micah sintió que el mundo dejaba de existir debajo de sus pies. Su vista se nubló. Micah sintió unos fuertes brazos que lo atraparon justo cuando sus rodillas cedieron y comenzó a deslizarse hacia el suelo. —Joder, hombre, ¿no crees que podrías haber sido un poco más delicado cuando se lo dijiste? —gritó una voz en el oído de Micah. Micah habría respondido, pero su cuerpo no parecía querer trabajar. —Los médicos están revisándolo ahora y me han asegurado que sus heridas no amenazan su vida. «¡Gideon está vivo!» El corazón de Micah empezó a latir de nuevo en el momento en que esas palabras se filtraron a través de la angustia que se arremolinaba a su alrededor. Gideon estaba vivo. Micah necesitaba llegar hasta él para ver por sí mismo que su marido estaba vivo.

Micah empujó las manos de Iván y se levantó. Miró ferozmente a los tres hombres en la habitación. Parecía que ellos miraban a todas partes menos a Micah. —¿Dónde está mi marido? —retumbó Micah—. ¡Quiero verlo ahora mismo! —Sr. Wulfe… —¡Ahora! —gritó Micah—. O que Dios me ayude, voy a tener el trabajo de cada hombre en esta sala y si no creen que pueda hacerlo, ¡pónganme a prueba! Voy a mantener este departamento tan atado en un litigio que hasta sus nietos necesitarán un abogado. —Ahora, señor Wulfe —comenzó el alcalde—. Estoy seguro de que no hay necesidad de eso. Las cejas de Micah se juntaron en un ceño fruncido. —¿No hay necesidad? ¿No hay necesidad? En primer lugar, no investigaron las denuncias en contra de mi esposo, entonces lo detuvieron. Luego, sus oficiales lo golpearon cuando trató de evitar que me golpearan, y ahora me está diciendo que ha sido asaltado mientras estaba en custodia policial. —Micah movió su mano hacia la puerta—. ¿Quiere que vayamos a ver a los periodistas que esperan fuera y les pregunte si hay necesidad? —Micah. —¿Qué? —gritó Micah cuando se dio la vuelta para mirar a la persona detrás de él. Pensó que era Iván, hasta que vio la forma de torre en la puerta. Se quedó mirando, sin poder creer lo que veía hasta que Gideon salió a la luz.

—¿Has estado causando estragos, Liebling? —Gideon —Micah susurró mientras corría por la habitación y se arrojaba en brazos de Gideon, que gruñó por el impacto. Micah rápidamente dio un paso atrás, moviendo las manos sobre el cuerpo de Gideon en busca de daños. —¿Estás bien? habías sido herido.

—preguntó

Micah—.

Dijeron

que

—Estoy bien, Liebling, sólo necesito un largo baño en la bañera y una noche de descanso para curarme. —Gideon pasó su mano por la pequeña abrasión en la cara de Micah, su mandíbula apretada—. ¿Cómo estás? —Estoy bien ahora. —Micah dio un paso atrás en los brazos de Gideon, consciente de sus heridas en ese momento—. Dios, yo estaba tan preocupado, Gideon — susurró Micah—. Yo no sabía si volvería a verte alguna vez después de que te sacaron de tu oficina. —Y sin embargo, luchaste con tanta fuerza por mí. — Gideon se rió entre dientes. Gideon se sentía muy orgulloso de Micah. Lo había oído gritar, incluso antes de llegar a la oficina. No podría haberlo amado más en ese momento. Además de Ivan, nunca había tenido a nadie que luchara con tanta diligencia por él. Se sentía bien al saber

que alguien se preocupaba lo suficiente por él para luchar tan ferozmente. —Por supuesto que sí, eres mi marido. —Micah le sonrió a Gideon. Tocó la corbata roja alrededor de su cuello—. Además, todavía quiero ver tu respuesta cuando aparezca vistiendo sólo tus bóxers y cancele todas tus citas de nuevo. Gideon envolvió sus brazos alrededor de Micah y apoyó la barbilla en su cabeza. —Oh, yo te extrañé, Liebling. —Después de que volvió en sí, había estado preocupado de que algo terrible le hubiera sucedido a Micah. Para entonces, él había sido encerrado en la parte trasera de una patrulla de la policía y estaba en camino a la comisaría. No había nada que pudiera hacer. —¿Podemos ir a casa ahora? Gideon dio un pequeño beso en la parte superior de la cabeza de Micah. —En un momento, Liebling, tenemos algunos asuntos que atender primero. Gideon miró a los hombres a través del cuarto. Quería gritar y gritar sobre la injusticia de lo que les había pasado, pero sabía que iba a llegar más lejos si se mantenía en calma. —Alcalde, Jefe —dijo Gideon, asintiendo con la cabeza hacia ellos—. Supongo que todos los cargos en mi contra han sido retirados, ¿no es así? —Sí, por supuesto —dijo el alcalde rápidamente—. Gideon, acerca de este lamentable incidente, yo… —¿Desafortunado incidente? —Se burló Gideon—. ¿Es así como lo vamos a llamar? —Ahora, Gideon, ya sabes…

—Lo que sé, es que uno de sus oficiales asaltaron a mi marido. Lo que sé es que me arrestaron por cargos falsos. Lo que sé es que uno de sus detectives les dijo a todos en la celda que yo había asaltado a un niño antes de que él me lanzara dentro. —¿Qué? —gritó Micah, levantando la cabeza del pecho de Gideon para mirar hacia él en estado de shock. Gideon le dio unas palmaditas en la espalda para tranquilizarlo. Volvió a mirar el alcalde, advirtiendo su expresión de sorpresa también. —¿Uno de los detectives les dijo a todos en la celda que habías asaltado a un niño? ¿Estás seguro de que no sólo se le escapó de alguna manera? —preguntó el alcalde. —Oh sí, estoy seguro. —Gideon hizo una mueca—. Creo que sus palabras estaban en la línea de: “Hey chicos, despierten, les he traído un tipejo que tiene que aprender una lección acerca de mantener sus manos fuera de los inocentes niños pequeños”, o algo así. —El Detective Brown —Micah aseguró. —¿El Detective Brown? —preguntó Gideon, mirando hacia abajo a Micah de nuevo—. ¿Cómo sabes eso? —Debido a que utilizó el mismo tipo de lenguaje en la oficina del jefe —dijo Micah—. Él es el que me golpeó. —Hmmm. —Gideon miró más allá del alcalde—. ¿Y dónde está el detective ahora? —Será mejor que esté limpiando su escritorio y entregando su placa —Micah elevó la voz—. Nadie como él debe estar en una posición como la suya. Ni siquiera investigó las denuncias antes de hacer la detención. Él simplemente tomó la palabra de mi padre como segura y se

apresuró a detener a Gideon. El Sr. Crogger dijo que quería hacerse un nombre con este caso al arrestar a un personaje alto y poderoso como Gideon Wulfe. —¿Tu padre? —Gideon preguntó con confusión—. ¿Qué tiene que ver él con esto? —¿No lo sabes? —preguntó Micah, el asombro escrito en su cara—. Mi padre es el que hizo las acusaciones en tu contra, Gideon. Él es el que comenzó todo esto. —¿Por qué? Nunca le he hecho nada. —Sí, lo hiciste —rió Micah—. Te casaste conmigo, entonces lanzaste la recepción de boda más grande en la historia de los banquetes de boda, invitaste a la prensa, a todas las personas influyentes, y a mis padres. Y entonces, regalaste al mundo su pequeño y sucio secreto. —¿Su pequeño y sucio secreto? —Yo. Gideon podía ver el dolor y la tristeza en los ojos de Micah. Después de lidiar con su propia horrible infancia y una puta adicta de madre, Gideon podía imaginar cómo se sentía. Sin embargo, todavía sentía dolor al descubrir que sus padres podían ser tan crueles e indiferentes, que lo odiaran por el solo hecho de respirar. —Tal vez deberíamos lanzar otra fiesta entonces. — Gideon se rió entre dientes mientras envolvía con sus brazos a Micah, apretándolo—. Decirle a todo el mundo el maravilloso pequeño secreto sucio que eres. —¿Podemos no invitar a mis padres esta vez? —Es una promesa, Liebling, tus padres estarán fuera de la lista de invitados. —Ahora, ¿podemos ir a casa?

—Sólo un momento más, Liebling. —Gideon tenía sólo una cosa más que hacer antes de salir—. ¿Qué va a pasar con el Senador Adin? —¿Qué quieres de él? —preguntó el alcalde. Gideon sonrió. Sabía que tenía básicamente al departamento de policía agarrado de las pelotas. Había sido detenido bajo acusaciones falsas, y sin una investigación adecuada, y tanto él como Micah fueron golpeados. Había una demanda que esperaba latente a materializarse. —Lo que yo quiero no es algo legal. Pero me voy a conformar con que acusen al Senador Adin de presentar un informe policial falso sobre asalto y agresión, y cualquier otro cargo que puedas imaginar. Y quiero que el detective Brown sea acusado de asalto a Micah y a mí. Gideon señaló a los hombres. —Además, señor alcalde, y usted, jefe, nos acompañarán a Micah y a mí fuera para hablar con los periodistas. Les explicarán que he sido falsamente acusado por el Senador Adin y que ahora él está bajo investigación por utilizar su posición para que me arrestaran. Dejarán claro a la prensa que Micah no tuvo nada que ver con nada de esto. —¿Y entonces? —preguntó el alcalde. —Y entonces yo podría decidir jugar limpio y no demandar a esta ciudad hasta el último centavo.

Micah suspiró y se recostó sobre el pecho desnudo de Gideon. El agua caliente en la bañera golpeaba suavemente contra él. Esta era su idea del cielo, acurrucado en una bañera hecha a medida para dos con su marido, una botella de sidra y una caja de chocolates en el borde. —¿Cómodo, Liebling? —Gideon susurró en el oído de Micah. —Sí, esto es maravilloso —dijo Micah mientras frotaba sus brazos alrededor de él—. Tenemos que hacerlo más a menudo. —Estoy de acuerdo. Ahora que te tengo, creo que tendré menos trabajo y más tiempo de juego. —¿Qué es lo que tienes en mente? —preguntó Micah. —Bueno, después de lo que ha sucedido hoy, me he dado cuenta de que he pasado la mayor parte de los últimos veinte años haciendo dinero. Ahora, quiero disfrutarlo un poco. No quiero morir antes de que sea viejo y que me entierren en una tumba antes de tiempo. Quiero morir cuando esté viejo y decrépito, contigo en mis brazos. Micah se estremeció. —¿No podemos hablar sobre la muerte en otro momento? —Lo siento, Liebling —dijo Gideon, dando a Micah un pequeño abrazo—. Yo sólo quería decir que quiero disfrutar de la vida contigo. Quiero experimentar cosas, ver el mundo a través de tus ojos. Quiero darte cada maldita cosa que siempre hayas querido. —Gideon, tú sabes que yo no puedo hacer eso por ti —dijo Micah, reconociendo su mayor temor. Gideon le había dado mucho. Él no tenía nada que dar. ¿Qué pasaría si Gideon se cansaba de dar y recibir poco a cambio?

—Micah, me das mucho más de lo que cualquier cantidad de dinero pueda comprar. —Gideon tomó la barbilla de Micah y giró la cara hacia él—. ¿No lo sabías? Aunque fuera tan pobre como un ratón de iglesia, siempre y cuando te tenga a ti, seré de todas maneras el hombre más rico del mundo. Gideon agitó su mano a todo el cuarto de baño. — Todo esto. Mi dinero. Mi poder y la posición social. Mis casas y otras posesiones. No significan nada para mí sin ti. Tú di la palabra, y dejaría gustoso todo esto en un segundo plano. Los ojos de Micah se abrieron como platos en estado de shock. —Gideon, trabajaste toda tu vida por todo esto. ¿Cómo podrías renunciar a ello? —Micah, es sólo eso. Esto no significa nada para mí más allá de lo que puede hacer por nosotros. No por mí, sino por nosotros. Por otra parte —dijo Gideon mientras levantaba la corbata y la frotaba a lo largo de la mejilla de Micah—, nadie en mi círculo social ha recibido nunca una corbata como la que tú me diste. Micah se rió entre dientes. —Sigo pensando que es gracioso que uses la maldita corbata en la bañera. —Micah casi se cayó de culo cuando entró en el cuarto de baño para unirse a Gideon sólo para encontrarlo sentado en una bañera de burbujas usando la corbata roja que le había regalado. —Tú me diste esta corbata y un recuerdo maravilloso que la acompañaba. Ahora es uno de mis objetos favoritos. —Gideon se rió entre dientes mientras jugueteaba con la corbata—. Infiernos, he hecho que Anthony asegurara la maldita cosa. La boca de Micah se abrió. —¿Puedes hacer eso?

—Micah, no hay muchas cosas que no pueda hacer, siempre y cuando sea legal. —Gideon acarició la cara de Micah. Este cerró los ojos y se apoyó en la mano de Gideon—. Eso es lo que he estado tratando de decirte, Liebling. —Es sólo una corbata, Gideon —susurró Micah, sintiéndose un poco incómodo. Siempre lo hacía cuando se hablaba del dinero de Gideon. Micah se imaginó que sería siempre. —Tú podrías comprar cientos, infiernos, incluso millones de corbatas iguales a esta o mejores. —Técnicamente, podría. Incluso podría comprar la fábrica de corbatas si quisiera, pero no significan lo mismo para mí, Micah. No me gusta la corbata porque quede bien con mis trajes, Micah. Me gusta porque tú me la diste. — Gideon se rió otra vez—. Además, no creo que nadie más pueda darme una de la misma manera que tú lo hiciste. Micah se rió. —Te gustó, ¿verdad? —¡Diablos, sí! Estabas caliente, Micah. —Debes ver lo que se me ocurra cuando te de tu bóxer. —Estoy deseando que llegue el momento —dijo Gideon. Micah sintió las manos de Gideon empezar a acariciar su vientre de nuevo. Se sentía bien, cómodo. No había una urgencia enorme de tener sexo y eso se sentía bien. Micah no lo esperaba. Él siempre creyó que estar involucrado significaba tener sexo cuando ambas personas estaban desnudas. Las cosas eran diferentes con Gideon. Micah se sentía contento con los brazos de su hombre alrededor de su

cuerpo. Sí, Gideon era, con diferencia, el hombre más sexy que Micah hubiera conocido, y se le hacía difícil no pensar en él. Pero no siempre tenían que tener sexo. A veces simplemente podían estar juntos, como ahora. —¿Gideon? —dijo Micah después de un momento. —¿Sí, Liebling? —Sabes que te amo, ¿verdad? Las manos que acariciaban el abdomen de Micah se detuvieron un momento y luego reanudaron las caricias. — Sí, Micah, yo sé que me amas, pero siempre es bueno escucharlo. —¿No es demasiado femenino? —preguntó vacilante Micah. Gideon le dio un beso al lado de la cabeza. —No, Liebling, no es demasiado femenino. Micah se rió entre dientes. —Sólo lo comprobaba. —¿Micah? —¿Sí? —Te amo, también.

Micah jaló su largo abrigo más cerca. Se sentía expuesto, casi desnudo, y lo estaba. Había sido interesante venir con este equipo. Micah sabía que iba a volarle la cabeza a Gideon. Micah llevaba un largo y muy elegante abrigo que le llegaba hasta la mitad de sus espinillas. Para el observador normal, parecía que debajo llevaba una camisa bonita y un par de pantalones. De hecho, la camisa de vestir estaba cosida en el abrigo y los pantalones comenzaban en las rodillas y colgaban de tirantes. Aparte de eso, Micah no llevaba nada. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso de Gideon, Micah respiró hondo y salió. Se acercó a la mesa de Stella y se sentó en el borde. —Hey, Stella, ¿está el jefe? —Está en una reunión ahora mismo, pero debe de terminar en pocos minutos —dijo Stella—. ¿Quiere que le mande un aviso para hacerle saber que usted está aquí? —No, voy a esperar —sonrió Micah—. Pero tienes que cancelar todas sus citas para el resto de la tarde. Stella se echó a reír. —Lo juro, el hombre nunca hará ningún otro trabajo más. —Pero él es feliz. Stella sonrió. —Sí, él lo es, más feliz que lo que lo he visto nunca, gracias a usted.

—Lo amo —dijo Micah simplemente. Para él, no era necesaria ninguna otra explicación. Eso, más o menos, lo decía todo. Gideon Wulfe era su marido, el amor de su vida. Era su deber y privilegio, hacer que el hombre fuera tan feliz como pudiera. —¿Alguna noticia acerca de su padre? Micah hizo una mueca, sintiendo su burbuja feliz desinflarse un poco. —Lo condenaron a tres años de prisión y lo sacaron de su cargo en el Senado. Mi madre se divorció de él y huyó con su contador y todo su dinero, y mis hermanos no quieren tener nada que ver con él. —Podría hacer al tipo más agradable —sonrió Stella. —Sí, eso mismo pienso yo. —¿Qué pasó con ese detective? Micah podía escuchar el disgusto en la voz de Stella. Se sentía más o menos de la misma forma en lo que al detective Sirus Brown concernía. Micah odiaba al hombre. —Se le pidió educadamente al agradable detective la renuncia. —¿La renuncia? —exclamó Stella—. ¿Eso es todo? ¿Después de lo que hizo? Micah se encogió de hombros. —Argumentó que los golpes físicos fueron porque Gideon se resistió al arresto y trató de interferir con sus deberes como oficial de policía. Los otros dos policías lo apoyaron en eso. —¿Y su pequeño comentario a la gente en la celda acerca de Gideon? —Nada que pudiera probarse —dijo Micah. Sintió que su enojo por la situación de hacía tres meses empezaba a

resurgir y respiró hondo para detenerlo—. Había sólo unas pocas personas en la celda, y estaban borrachos o no querían declarar en contra de un policía. Es la palabra de Gideon contra la suya. —¿Así que es eso? ¿Él sólo pierde su trabajo? — preguntó Stella. Micah asintió. —Más o menos. Gideon aún está considerando una demanda civil. Anthony Crogger está alentando el asunto. Dice que la gente como el detective Brown tiene que pagar por sus abusos de poder. Ellos están aquí para protegernos, y él sólo quería la gloria personal. —Bueno, ¡duh! —resopló Stella. Micah se rió entre dientes. —Bueno, después de que la prensa descubrió su relación con las acusaciones falsas del Senador Adin contra Gideon y comenzaron a hacer investigaciones sobre él, supongo que ese tipo de cosas se volvieron contra él. No se ven tan bien a la luz de las cámaras de la prensa. —Entonces, ¿cómo se siente acerca de todo esto? — preguntó Stella—. Me refiero a lo de que su padre vaya a la cárcel y todo eso. Micah se encogió de hombros. —Creo que al final, el detective Brown recibirá exactamente lo que merece. Él quería sus quince minutos de fama. Y los consiguió. En cuanto a mi padre, trató de herir a Gideon. Espero que se pudra en el infierno. —Él se rió más que Stella—. Pero yo no estoy amargado ni nada. Micah se rió cuando Stella rodó los ojos. —Sí, claro. —No, realmente no lo estoy. Creo que él ha causado un montón de dolor y angustia, y por fin todo se dio la vuelta para morderlo en el culo. Él trajo todo esto sobre sí

mismo. Si me hubiera dejado en paz, si nos hubiera dejado en paz a Gideon y a mí, nada de esto habría sucedido. Micah se encogió de hombros. —Además, tengo a Gideon. Yo salí ganando en todo esto. En ese momento la puerta del despacho se abrió y Gideon salió con otros dos hombres. Micah se puso de pie y esperó a que Gideon lo reconociera. No pasó mucho tiempo en que lo hiciera. La sonrisa en el rostro de Gideon cuando vio a Micah, hizo que cualquier malestar que pudiera haber sentido al estar desnudo debajo de su abrigo se desvaneciera. —Liebling —exclamó Gideon. Micah tomó con gusto la mano y el beso que Gideon le ofrecía—. Señores, este es mi marido, Micah. Micah, te presento a Steven y Bruce Barrett. Son dueños de una empresa de comercialización que se hace cargo de algunas de nuestras cuentas. —Hola —dijo Micah. —Sr. Wulfe —dijo uno de los hombres mientras estrechaba la mano de Micah—. He oído cosas maravillosas acerca de usted de su marido. Y tienes razón, Gideon, él es precioso. Micah sentía su cara arder de vergüenza. Gideon, el grandullón, sólo se rió cuando les dijo adiós a los dos hombres. Se giró y miró a Micah, la curiosidad escrita en su cara. —¿Qué te trae por aquí hoy, Liebling? —Me compré un traje nuevo y quería tu opinión al respecto. —¿Ah, sí? —Micah podría decir que la curiosidad llevaría a Gideon a la locura.

—Originalmente iba a venir con el bóxer que tú querías pero no podía encontrar ninguno que me gustara. Luego me encontré este abrigo. —Micah giró en un círculo— . ¿Qué piensas? —Micah podía ver a Gideon tratando de ocultar su decepción. —Es muy bonito, Liebling. —No estoy seguro de que vaya con estos pantalones, aunque... —Micah desabrochó el cinturón, agarrando los extremos de la chaqueta antes de que cayera abierta y revelara su sorpresa—. Yo quería conocer tu opinión. Micah tiró de la chaqueta, abriéndola, dejando al descubierto su duro pene y su cuerpo desnudo ante la mirada de Gideon. Gideon siseó. Micah sonrió mientras los ojos de Gideon lo comían. —Entonces, ¿qué te parece? —¡Maldita sea, Liebling!

Stormy Glenn cree que solo hay una cosa más sexy que un hombre en botas vaqueras y eso es dos o tres hombres en botas vaqueras. Ella también cree en el amor a

primera

vista,

en

las

almas

gemelas,

el

amor

verdadero, y el vivieron felices para siempre. Cuando

no

está

siendo

madre

de

sus

seis

adolescentes o limpiando a sus dos cachorros labrador de treinta kilos, la puedes encontrar acurrucada en su cama con un libro en su mano o en su laptop, creando el siguiente sexy personaje de su historia. Stormy le da la bienvenida a los comentarios de sus lectores. La puedes encontrar en su web site en www.stormyglenn.com.

Gaby

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