EL PLD, Colección Estudios Sociales, Autor Juan Bosch 2da. Edición, 2005.-‐ SANTO DOMINGO EN EL SIG
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EL PLD, Colección Estudios Sociales, Autor Juan Bosch 2da. Edición, 2005.-‐ SANTO DOMINGO EN EL SIGLO XVIII Hemos visto, de manera muy general, la historia de nuestro país hasta fines del siglo XVII –o diecisiete-‐-‐, o mejor dicho, hasta que se firmó el Tratado de Ryswick, cosa que sucedió en 20 de septiembre de 1697. Como se explicó en el folleto No.5, ese tratado fuel el que vino a darle legalidad a la existencia de una autoridad francesa en ciertos lugares de la parte oeste de nuestra Isla. Esos lugares no eran entonces los mismos que hoy ocupa Haití; eran, principalmente, la islita de La Tortuga y la región del noroeste, desde un poco más acá de la antigua Bayajá –que se llama hoy Fort-‐Liberté-‐-‐, yendo hacia el oeste, hasta abarcar todo lo que es la Mole de San Nicolás; y además de eso, algunos pueblos en las orillas del mar en el oeste y el sur de lo que es actualmente Haití, y también algunos pequeños pueblos en el interior. En total, la parte francesa era entonces tal vez menos de la mitad de lo que es hoy Haití. Con el andar de los años los franceses irían avanzando hacia el este, es decir, sobre nuestro territorio, hasta que unos ochenta años después del Tratado de Ryswick los gobiernos de España y Francia se pondrían de acuerdo para establecer la primera frontera entre las dos colonias, la francesa, llamada Saint-‐ Domingue, y la española, llamada Santo Domingo. Al llegar aquí debemos hacer un alto para repasar rápidamente todo lo que se ha dicho en los folletos anteriores, a fin de comprender cómo y por qué vino nuestra Isla a quedarse dividida en dos colonias, una de Francia y una de España, pues esa división es uno de los hechos más importantes que hay en la historia de nuestra Isla, y por tanto de nuestro país, y la vez en la historia de América, y especialmente de la región del Caribe. Lo que principalmente debemos tener en cuenta a la hora de hacer ese repaso es que la división de nuestra Isla en dos colonias se debió no a nosotros mismos sino a las luchas de los países de Europa contra España tierras de riquezas, como
era, por ejemplo, la que podía proporcionar el azúcar. España no podía explotar nuestra Isla pero Francia sí podía hacerlo, como lo hizo en la parte que acabaría llamándose Haití. Cuando se firmó el Tratado de Ryswick en España gobernaba Carlos II, a quien el pueblo español llamaba el Hechizado, palabra que significaba igual que el Embrujado; y lo llamaba así porque era retardado mental. Ese estado mental del rey se debía a que en su familia había habido degeneración mental desde hacia más de dos siglos, y los reyes de España acostumbran casarse con primas hermanas y sobrinas, de manera que el mal se agravaba a medida que iban naciendo descendientes de esos reyes. Al mismo tiempo que en España gobernaba ese Carlos II el Hechizado, en Francia gobernaba Luis XIV –o catorce-‐-‐, y como España no había un príncipe que heredara el título de rey, Luis XIV aspiraba a que un hijo o un nieto suyo fuera nombrado por Carlos II heredero del reino de España. En esa época eran los reyes los que nombraban a sus herederos cuando no habían tenido un hijo. Tras algunos años de luchas y de intrigas entre todos los gobiernos de Europa que trataban de impedir que Francia y España acabaran algún día uniéndose bajo un mismo rey, Luis XIV consiguió que Carlos el Hechizado nombrara heredero suyo, y por tanto heredero del título de rey de España, a Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV. Y así fue como vino a suceder que al morir Carlos el Hechizado, cosa que sucedió cuando ya iba a terminar el año 1700 y por tanto cuando ya tocaba a su fin el siglo XVIII, y en enero de 1701, es decir, al comenzar el siglo XVIII, y al año siguiente comenzó la larga guerra llamada de la Sucesión, en la cual Holanda, Inglaterra y el Imperio Austro-‐ alemán se lanzaron contra España y Francia dispuestos a sacar de España de todas maneras nuero rey para poner en su lugar a un príncipe del Imperio Austro-‐alemán. Y así fue como vino a suceder que al comenzar el siglo XVIII las dos colonias de nuestra Isla, el Santo Domingo español y el Saint-‐Domingue francés, se aliaron en esta parte del mundo a consecuencia de la alianza de España y Francia en Europa. Al llegar aquí debemos recordar que nosotros éramos una colonia muy pobre, y que el dinero que hacía falta para pagar a los autoridades españolas que había en nuestro país, así como a los militares, era
mandado desde México unas veces y otras veces desde Panamá, que eran, igual que nosotros, territorios españoles. Ese dinero tenía un nombre, que era el de “situado”, tal como está explicado en la página 11 del folleto No. 4. El situado llegaba a Santo Domingo desde el 1608, es decir, desde poco después de las llamadas despoblaciones, y como es natural, al verse envuelta en la guerra de la Sucesión, España necesitaba todo el dinero de América, de manera que no podía mandar aquí el situado con regularidad, y cuando el situado faltaba dos o tres años corridos, todo el mundo tenía que vivir del fiado y los comercios se quedaban con los tramos vacíos a tal extremo que a veces no había nada que vender. Aunque al final de la guerra Felipe V siguió siendo el rey de España, a España le fue mal en esa larga lucha, que vino a terminar con la llamada Paz de Utrecht, que se firmó en el mes de abril de 1713 en la ciudad holandesa que tiene ese nombre. España perdió en la guerra varios puntos de Italia y de la propia España, como por ejemplo el Peñón de Gibraltar, que todavía hoy es inglés. En cuanto a los países de América, no perdió tierras, pero tuvo que darle autorización a Inglaterra para que mandara a América cada año un buque con 500 toneladas de mercancías y para vender en nuestros países 144 mil esclavos en 30 años. Esa fue la primera vez, desde que descubrió nuestras tierras, hacía unos 220 años, que España aceptaba que un país extranjero hiciera negocios en sus territorios americanos, lo que significa que con la guerra de la Sucesión quedó roto el tratado que firmaron España e Inglaterra mediante el cual se rompía el monopolio comercial español en América se llamó del Asiento, y la falta de cumplimiento de algunos aspectos de ese tratado iba a dar lugar a varios encuentros en la región del Caribe, y en varios de esos encuentros iban a tomar parte muchos dominicanos. Después que España le reconoció a Francia autoridad sobre una parte de la Isla los grandes comerciantes de Francia que vendían productos tropicales pasaron a invertir capitales en lo que pasó a ser la parte francesa de Santo Domingo. Con esos capitales los oligarcas esclavistas franceses de la Isla compraban esclavos y los ponían a producir azúcar, melado, ron, café, cacao y algodón, y un producto llamado índigo o añil, que se usaba en aquellos tiempo para darles color a las telas y para
terminar el lavado de la ropa blanca. Fue así como en la parte francesa aumentó la esclavitud y con ella aumentó el poder y el número de los oligarcas esclavistas franceses. Mientras tanto, la parte española, es decir, nuestro país, seguía siendo muy pobre; era tan pobre que en los primeros años del siglo XVIII, mientras duró la guerra de la Sucesión, nuestras únicas entradas, además del situado –que llegaba de manera irregular, como se dijo antes-‐-‐, procedían de lo que se les vendía a los franceses de la otra parte de la Isla. Lo que les vendíamos a los franceses era algo de andullos y animales como caballos, mulos, y vacas. Los franceses, como se dijo ya, avanzaban sobre nuestro territorio, aprovechándose de que no se había fijado la frontera, y esos avances daban lugar a muchos incidentes con las autoridades españolas, que ponían pelotones militares a resguardar los pasos y además debían impedir que pasaran productos de nuestro país a la parte francesa sin la debida autorización. Esa autorización se requería porque las autoridades españolas mantenían bajo su control las ventas de animales que había en los hatos vecinos a la parte francesa. Debido a la prohibición, muchos hateros dominicanos pasaban al otro lado animal de contrabando, y eso dio lugar a que en los años de gobierno del brigadier Fernando Constanzo Ramírez, que estuvo mandando en nuestro país a nombre de España desde el 1715 al 1723, se produjera la llamada Revuelta de los Capitanes
¿En qué consistió la Revuelta de los Capitanes?
Consistió en los siguientes: El gobernador Ramírez había puesto una guardia en un llamado Monte Cousin, con orden de no dejar pasar animales a la parte francesa. Pero sucedió que un grupo de hateros de Santiago, entre los que iba el capitán Santiago Morel de Santa Cruz, cuyo hermano era obispo de La Habana (Cuba) –lo que da una idea de la importancia de la familia Morel de Santa Cruz-‐-‐, pasó a la fuerza hacia la parte francesa, y eso era algo muy grave en tiempos de España, pues el gobierno español no toleraba que se le faltara el respeto a la autoridad. El gobernador Ramírez mandó fuerzas a prender a los que habían atropellado a la guardia de Monte Coussin, y sucedió que bajo el mando del capitán Santiago Morel de Santa Cruz los perseguidos les hicieron
frente a esas fuerzas y tuvieron el apoyo de mucha gente de Santiago, entre ella algunos que también eran capitanes, de donde vino el nombre de Revuelta de los Capitanes. La pelea terminó cuando intervino el cura de Santiago, que se presentó en medio de los combatientes con la custodia en la mano, y en esa época la presencia de la custodia era respetada por todo el mundo. Fue así como se logró que los capitanes y sus seguidores se rindieran presos. La acusación que se les hizo fue que se proponían entregar la ciudad de Santiago a los franceses; y en esa acusación es donde se halla la importancia de llamada Revuelta de los Capitanes. ¿Por qué? Porque la acusación tenía buenos fundamentos si se miraba desde el punto de vista de lo que pasaba en nuestro país en el orden social. Para esa época en nuestro país había una sociedad esclavista, pero diferente de la que había en la parte francesa de la Isla. En la parte francesa había una oligarquía esclavista, pero diferente de la que había en la parte francesa de la Isla. En la parte francesa había una oligarquía esclavista capitalista, es decir, que explotaba a los esclavos para sacar de ellos grandes riquezas por medio de los productos que los dueños de eso esclavos vendían en Francia; mientras que en nuestro país había una oligarquía esclavista patriarcal, esto es, que usaba a los esclavos en trabajos de sirvientes de las casas o en producir lo indispensable para ir viviendo, especialmente frutos agrícolas cultivados en estancias y conucos que sólo se vendían en las plazas o mercados de los pocos pueblos que habían en el país; o usaban a esos esclavos en los trabajos de los hatos. Los esclavistas dominicanos dueños de hatos eran los hateros, y los hateros del Cibao y del Sur vendían sus reses y sus mulos y caballos a los franceses de la otra parte de la Isla, y esos animales eran baratos debido a que se criaban de manera natural, sin ninguna atención. Ahora bien, los oligarcas esclavistas patriarcales de nuestro país debían ver con envidia a los oligarcas esclavistas capitalistas de la parte francesa, pues mientras los primeros vivían malpasando los segundos vivían como príncipes, y eso se comprueba leyendo lo que escribió un cura oligarca dominicano llamado Antonio Sánchez Valverde en su libro Idea del Valor de la Isla Española. Es
casi seguro que los oligarcas de aquí creían que la diferencia de nivel de vida que había entre ellos y los oligarcas franceses se debía a que el gobierno francés era mejor que el gobierno español, de donde debía resultar lógico que los de aquí desearan ser franceses en vez de ser españoles. Volviendo al Tratado del Asiento, los ingleses no lo cumplieron, pues bajo el pretexto de que estaban autorizados a mandar cada año un barco de 500 toneladas a los países de América enviaban en verdad varios barcos que se dedicaban a hacer el contrabando. Eso dio lugar a unas cuantas guerras cortas, llamadas en Santo Domingo “guerras del contrabando”. Ya ustedes saben lo que quería decir “hacer el corso” o “hacer guerra de corso” y el significado de la palabra “corsario”, porque eso está explicado en la página 5 del folleto No, 4. Pues bien, España había autorizado a los hijos de sus territorios de América a hacer la guerra del corso desde el siglo anterior, y en los años de la guerra de la Sucesión hubo dominicanos que la hicieron. Por ejemplo, don Manuel Duarte convirtió en corsario su barco Nuestra Señora del Rosario y hay constancia de que en el año 1705 capturó tres barcos enemigos, que posiblemente eran ingleses. En esos tiempos no se conocían los barcos de hierro; todos eran de madera y navegaban a base de las velas, que eran empujadas por el viento. Pero había también cayucos o piraguas. El cayuco o la piragua era un bote largo hecho de un tronco de árbol, al que se le hacía un hueco grande mediante la candela, tal como lo hacían los indios antes de la llegada de los españoles. (Hasta hace pocos años los habitantes del lugar que se llamaba Los Mina, donde hoy está el barrio del mismo nombre, en la Capital, usaban cayucos para cruzar el río Ozama a fin de llevar sus frutos a un mercadito que había en los muelles al pie de la llamada Ceiba de Colón). Pues bien, hubo dominicanos tan arriesgados que hacían el corso en cayucos o piraguas. El capitán corsario pasaba a ser dueño del barco enemigo que capturaba, pero además el gobierno español daba premios a los corsarios, uno por cada prisionero que hicieran en los barcos enemigos que capturaban, otro por cada cañón, y si el buque enemigo era capturado al abordaje, es decir, por asalto, el premio era igual a la cuarta
parte del valor del barco apresado. Hubo corsarios de las islas españolas del Caribe que se hicieron muy ricos, como fue el caso de un zapatero puertorriqueño, hijo de un esclavo; se llamaba Manuel Henríquez y al terminar la guerra de la Sucesión el rey Felipe V le dio la medalla de la Real Efigie y el título de Capitán de Mar y Guerra. En nuestro país hubo gente que se hizo de dinero ejerciendo el corso contra los ingleses durante las pequeñas guerras del contrabando, y sin embargo la pobreza general era tan grande que para el año 1737, según refiere Sánchez Valverde, más de la mitad de las casas de la Capital estaban arruinadas y la mayoría de ellas se hallaban vacías. Ese escritor dice que había casas y solares que nadie sabía de quiénes eran por que hacía ya muchísimos años que sus propietarios habían abandonado el país o ellos y sus descendientes habían desaparecido. Podemos hacer al cálculo de que de las 600 casas que tenía la capital allá por el año 1550, sólo unas 200 estaban habitadas en el 1737; y en 200 casas debían vivir unas mil personas. En octubre de 1739 comenzó entre ingleses y españoles una nueva guerra, la que se llamó en Inglaterra de la oreja de Jenkins o del Asiento y en Santo Domingo se conoció por guerra de Italia. En esa guerra los ingleses atacaron algunos puntos del Caribe. Como Portobelo en Panamá; Cartagena, en lo que hoy es Colombia, y Santiago de Cuba; pero el mayor número de combates se dio en el mar por obra de los corsarios, y los corsarios dominicanos tomaron parte activa en ellos. Sánchez Valverde dice que mucha gente de la Capital se hizo rica haciendo el corso. Entre los capitanes corsarios mencionados por él estaban un tal José Antonio, Domingo Guerrero, Francisco Valencia, un tal Olave, y según afirma Sánchez Valverde, “sobre todo, Don Francisco Gallardo, que hizo mas y mayores presas que ninguno”. Otro historiador, Fray Cipriano de Utrera, asegura que en el mes de junio de 1747, “Domingo Sánchez Moreno y José Sánchez apresaron una fragata inglesa de 22 cañones y pedreros con un cargamento de 192 negros, de marfil, cera y palo de tinte, todo valorado en 32,000 pesos.” (32 mil pesos de aquella época equivalían a mucho más de 600 mil pesos de 1989). Si es verdad que la guerra del corso estaba haciendo ricos a algunos dominicanos que arriesgaban la vida en el mar para ganarse unos miles de
pesos, en cambio no es verdad que el país estuviera progresando a causa de esas actividades. El poco progreso se debía sobre todo al enorme desarrollo económico que estaba dándose en la parte francesa de la Isla. Francia había entrado en la guerra como aliada de España, de manera que otra vez volvieron a ser aliados los habitantes de nuestro país y los de la parte francesa, y resultaba que a pesar de que Francia se hallaba en guerra con los ingleses, los artículos que producía la parte francesa de la Isla se vendían en territorios ingleses de América, así como los de esos territorios ingleses se vendían aquí y en la parte francesa. Los territorios ingleses más importantes eran las llamadas Trece Colonias, que hoy son los Estados Unidos. Sus habitantes les vendían a los franceses de nuestra Isla bacalao, harina, herramientas y esclavos, y les compraban azúcar y melado para hacer ron. Esas compras y esas ventas se hacían de contrabando a través de territorios de Holanda y Dinamarca, que eran países neutrales esto es, que no participaban en la guerra. Mientras tanto, los negocios de nuestro país con los vecinos franceses iban ampliándose, pues ellos necesitaban cada vez más mulos, más reses, más andullos y tabaco en rama; y por último, allá por el año de 1740 el gobernador, Zorrilla de San Martín declaró libre el comercio que se hacía con los países neutrales, con lo cual Curazao y Santomas, islitas de Holanda y Dinamarca, empezaron a vendernos y a comprarnos. Ya para el 1750 el país tenía cierta prosperidad, como no la había tenido desde que allá por el siglo XVI –o dieciséis—había fracasado la industria del azúcar. En el 1751 se fundó Monte Cristi, que quedó declarado puerto libre por diez años, y como en 1756 comenzó entre Inglaterra y Francia la llamada guerra de los Siete Años, el puerto de Monte Cristi fue el p unto donde franceses y yanquis, enemigos en la guerra, se reunían para hacer negocios. Desde la parte francesa de la Isla llegaban a Monte Cristi botes y balandras con azúcar y otros productos, que descargaban allí, y cargaban productos yanquis que as su vez habían sido llevados al mismo lugar por barcos yanquis. Hubo días que en Monte Cristi llegaron a reunirse hasta 130 barcos, aunque desde luego la mayoría eran pequeños, y eso convirtió a Monte Cristi en el punto más importante del país en el aspecto económico. Con lo que le dejaba a nuestra parte de la Isla el comercio libre de la Capital y de Monte Cristi, algunas personas se animaron a
montar ingenios y trapiches para hacer azúcar y melado, pero fueron más bien pequeños y medianos y sólo unos 20. En diciembre de 1761 España entró en la guerra del lado francés, y entonces volvieron a actuar los corsarios dominicanos, entre los cuales hubo uno llamado Lorenzo Daniel, a quien llamaban Lorencín, y según dice Sánchez y Valverde él sólo asaltó y capturó más de 60 barcos ingleses, tanto mercantes como de guerra, aunque parece que no lo hizo solamente durante esa guerra sino en todas las que tomó parte. En esa guerra de los Siete Años se destacaron como capitanes corsarios, además de Lorencín, Juan Bautista, San Marcos, Juan Cueto y Domingo Antonio Serrano. A la prosperidad del comercio se unió entonces la que provenía del corso. Ahora bien, esa cierta prosperidad estaba llamada a desaparecer tal como había llegado, pues si llegaba por causas que no se originaban en la voluntad de los dominicanos sino en el desarrollo económico de la parte francesa de la Isla y en la guerra que mantenían los gobiernos de Europa, se perdería debido a causas no dominicanas. Y la más importante de esas causas no dominicanas iba a ser, precisamente, la creciente riqueza de la parte francesa.
¿Cómo puede explicarse eso?
Pues se explica porque la riqueza creciente de la parte francesa de la Isla salía de la explotación de los esclavos. Esa explotación era tan salvaje que se calcula que la vida útil de un esclavo era sólo de siete años, porque el exceso de trabajo, el mal trato y la alimentación pobre lo agotaban de tal manera que o moría joven o quedaba inútil a edad temprana. Allá para el año 1780 en la parte francesa de la Isla –o Saint-‐ Domingue, como se llamaba oficialmente –había alrededor de medio millón de esclavos y sólo unos 40 ó 42 mil blancos franceses, y de éstos la mayoría estaba compuesta por franceses pobres, soldados o empleados de sueldos bajos. Los grandes oligarcas dueños de ingenios de azúcar, de cacaotales, cafetales, alambiques de ron, siembras de algodón y de índigo y fábricas de añil eran una minoría, y de sea minoría la tercera parte estaba formada por hijos de franceses y de haitianas negras y mestizas. Los oligarcas blancos franceses eran llamados los grandes blancos, los
oligarcas mulatos eran llamados los afranchís, los blancos pobres y de mediano pasar eran llamados los pequeños blancos, y los mulatos y negros libres de mediano pasar y pobres eran llamados los libertos. Estos últimos podían ser unos 60 mil. Hay que tomar en cuenta que debido a que la explotación era muy intensa en la parte francesa de la Isla, también era intensa la lucha de clases, y que esa lucha era no sólo entre oligarcas franceses y los oligarcas afranchís, y entre esos dos grupos y los pequeños blancos, y entre estos tres y los libertos. En nuestro país la lucha de clases era mucho menos intensa, puesto que sólo había de 10 a 12 mil esclavos, y la gran mayoría trabajaban no para producir riqueza para una minoría, como sucedía en la parte francesa, sino para el consumo de sus amos y de ellos, bien en estancias y conucos y hatos, bien como sirvientes o en la cocina. Para darnos cuenta de la diferencia que había en el tipo de esclavitud patriarcal nuestra y la de la parte francesa de la isla debemos tomar nota de que en la parte francesa había cerca de 800 ingenios, la mayor parte grandes, y nosotros teníamos sólo unos 20, medianos y pequeños, y además que allá había más de 8 mil establecimientos industriales y agrícolas, y aquí ni siquiera sabemos cuántos había, pero eran pocos. En la parte francesa una minoría explotaba a casi medio millón de esclavos, sacándoles la sangra par enriquecerse; y esa explotación iba a dar lugar a una tremenda revolución, cuyos resultados serían de gran importancia para nuestro país.