SANGRE Y SOTANAS

Salvador Tello Mejía, periodista y escritor muestra en este libro publicado en 1934, a nuestra provincia de García Rovir

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_______________________ -IVamos a García Rovira, lugar de leyenda, tierra de los “colorados” y sede del valor colombiano. Todo canta en los riscos alegres de la montaña; hay en los caminos el peligro emboscado de la escopeta en manos del desvalijador y una sonrisa alegre y decidora en los labios de la campesina jovial. En este suelo arrugado como un gigante milenario, se tocan los extremos: el coraje del bandolero perseguido por la justicia, y la nobleza de los hidalgos caballeros de rancia estirpe castellana. El forastero, en García Rovira, se regocija y siente que fluye de sus poros un algo más valiente que cuanto haya sentido bajo otros soles: es que la montaña le impregna la bizarra compostura de una raza de colosos. El camino brillante serpentea y envuelve en sus nudos las montañas enhiestas; poco a poco, bajo un sol que abrasa, nos vamos acercando a la primera población provinciana: Cerrito, tendida en las faldas del “Almorzadero” se envuelve en un sudario de sangre y nieve. Tierra fría, pampa abierta a trechos, y a trechos cuajada de sismas, en donde se ocultan los clásicos asesinos cosmopolitas que no perdonan la bolsa ni la vida del pasajero. La impresión que causa el páramo no es para ser descrita; el frío anestesia los nervios y a cada momento vemos, como en un sueño de morfina, al bandolero que apunta con el cañón brillante de un arma de precisión. Las charcas congeladas muestran baldosines de cristal y los “frailejones” se acurrucan hasta besar el suelo. –Dos soldados se han puesto a mi servicio para pasar la zona del “Almorzadero”. Son hombres tranquilos, con esa calma del santandereano valeroso y sufrido; van delante de mi cabalgadura, refiriéndose historias de amor y deshonrando implacables a la ventera de la fonda próxima. -“Estamos”, dice el más alto enseñándome con el calibre de su carabina una casa cercana al camino, en la cual chisporrotea el fogón y cantan las mirlas enjauladas. Se despiden los mozos llevando en balanza los fusiles y a poco rompen a cantar un aire de la tierra nativa. Se abre la puerta de la fonda y en mitad de la cocina, veo los paltos de madera labrada, pulida y olorosa, dispuestos para el almuerzo. Una muchacha prepara el café. La interrogo: -Que distancia hay de este lugar a Cerrito? -Dos leguas, a lo sumo, responde sin levantar la cabeza. -Dime en este pueblo también pelean? -No señor, esa gente está en calma; los conservadores quieren llevarse para ellos toda la provincia y están matando a cuantos liberales encuentran… La muchacha es parlanchina; alegre como unas pascuas floridas y se da ínfulas de saberlo todo. -Habla, mujer, habla, quiero oír de tus labios cuales son las tragedias que suceden a diario en esta tierra tan bella, franca y enamorada. -Nua léido, pus, los pedrióricos de la capital? Tudo lo que ha sucedido está escribido en esos papeles…

3 -Cierto, cierto, pero cree que son mentiras; los conservadores informan a su antojo y no puede dárseles crédito… -Luego usté es liberal? -Sí, mujer, soy liberal. -Si así es, ni sueñe en pasarse por Miranda; ahí si que está la godarria corrompida…ayer mataron a un viejo que fue a vender unas papas. El cura ordenó que le dieran una paliza, pero esa gente es feroz y resolvió cortarle la cabeza, después de hacerle unas cosas tan feas que da pena contarlas… -No hables mal de los curas, mujer, así estarás siempre en pecado mortal. -Ja, ja, ja, no hablaré de los curas, pero puede que se me salga algo de la sobrina del padre Emilio Serrano Blanco… Ja, ja, ja. -Calla, lengua viperina, los sacerdotes de Dios no dan esa clase de escándalos. -Usté es más godo que la misma godarria; viene a defender a esa gente y sepa que la niña del cura Gómez Serrano era una bogotana que llaman Cecilia Vargas… Ve forasterito como la defensa le sale mal? -Ya te he dicho que soy liberal… -Si no lo es, váyase de mi casa, replicó la muchacha llena de ira. Dejé la fonda gratamente impresionado. El liberalismo es un excitante para los nervios y la IDEA se aferra a nuestra psiquis como las parásitas a los grandes árboles de la montaña. Siempre deseamos oír hablar de nuestro partido, y los detalles más triviales no pueden pasar inadvertidos: “Si no es liberal, váyase de mi casa”. Si estudiamos la respuesta de la muchacha, veremos que la pasión política se acentúa aquí más que en parte alguna de Colombia y es por la razón muy clara de que aún palpita la sangre de los “colorados” en los liberales honrados de García Rovira. Llegué a Cerrito y volví los ojos hacia el “Almorzadero” para recordar el paso por esa pampa agreste y los ojos incendiarios de la muchacha liberal. A medida que avanzo por tierras de Rovira se complican más las cosas: combates, asesinatos, temores al asalto nocturno, la hacienda “Tapia” convertida en cuartel general de los conservadores; se han distribuido diez y seis mil cartuchos entre los campesinos de San Andrés, Macaravita y Molagavita. Los “PONGOTES” afilan sus puñales en la casa del cura y reciben la orden de asesinar a mansalva. Por las brechas de los caminos van los salteadores llevando por estandarte una sobrepelliz del párroco, y muchas veces a este mismo señor, disfrazado, jadeante, empuñando en el silencio de la noche el puñal innoble del asesino…Este cuadro se presenta a mis ojos de una manera siniestra: Pienso cómo el salvajismo unido a la especulación política de las sotanas, se arrastra entre las malezas de García Rovira para asesinar a un grupo de liberales indefensos: aquí cae uno herido en el pecho; allá otro con la cabeza desprendida; aquél se refugia entre las breñas y veremos cómo se le ultima a culatazos…Luego, para colmo de infamias, los diarios bogotanos comentan el asunto diciendo que el liberalismo es el responsable de la masacre.

4 A mis ojos de viajero se han presentado espectáculos horripilantes, siempre perpetrados por la mano de un conservador ignaro, a quien azuza un fraile. Tres kilómetros antes de llegar a Enciso, encuentro a un señor alto, musculazo y alegre que se dirige a Capitanejo a arreglar sus negocios. Charlamos, y al fin recae nuestra conversación en el tema obligado: política. -Qué tal de cosas, en estos mundos? -Ya los sabrá allá, señor. Todos los días hay más bajas en las filas liberales. La hacienda “Tapia” no es un cuartel de los conservadores; tenga usted la seguridad de que en ella se albergan malhechores de la pero especie; hombres que han cometido delitos como la muerte de Carlos Ordóñez Suárez. Todo en esta tierra queda envuelto en la penumbra de una vergonzosa impunidad. Tenemos guardias conservadores, ejército también conservador y, malhechores de todo género. Los investigadores pertenecen a las huestes azules y ellos, nada más que ellos, son los causantes de la impunidad dolorosa en que se encuentran los casos más graves y que merecen una sanción y castigo inmediatos. Tendrá lugar de observar cómo y de que manera persiguen al liberalismo de García Rovira. De día y de noche, en los caminos y en las mismas casas se perpetran asesinatos que quedan siempre sumidos en la sombra. Nos parece vivir en una tierra habitada por fantasmas; el peligro está en todas partes; si el hombre es de filiación liberal, estará en la lista del cura de Soatá o de San Andrés y, esas listas son sentencias de muerte que se cumplen con puntualidad. Nadie grita piedad, la hombría de bien permanece callada y esperando siempre la mano que venga a victimar. Nuestro gobierno dando crédito a los correvediles de antesala que contratan los conservadores en sus círculos, hace que pasemos por asesinos los mismos hombres del liberalismo que aún gozamos de la primicia de la vida en esta tierra ensangrentada. Crea, señor, que en mis palabras no hay mentira; los convencionalismos que hoy imperan, y ese grupo de liberales de semana santa y primera comunión, son los responsables de la dolorosa y atrevida persecución a que estamos expuestos. El gobierno ignora hasta qué punto pueden llegar las cosas si la impunidad continúa de manifiesto y yo le garantizo que una hecatombe de sangre se aproxima. Estamos ya hartos: se conspira a cada paso contra nosotros, nos siguen por la espalda, acuchillan a los campesinos liberales, asaltan los hogares y crea que hay casas en Capitanejo, en las cuales se vela a todas horas, esperando que lleguen los conservadores a cumplir la orden fatal de presentar ante sus jefes la cabeza de algún liberal de peso e influencias. Esta es una situación anómala originada por la falta de una organización liberal que pueda contener tantos atropellos. ¿Pero qué sucede? En nuestras propias filas hay los predicadores que anestesian a las masas; falta doctrina a muchos que tienen talento especulativo pero que les negó naturaleza el alma de los apóstoles. Yo creo y afirmo que matar la energía del pueblo liberal, oponerse a su organización definitiva y ser un escollo para el desenvolvimiento de la evolución que se avecina, es convertirse en un traidor del credo que encarna la reivindicación espiritual del país. No podemos convenir con los hombres que cambian la idea pura por la pitanza, ni debemos querer en nuestras filas a elementos indisciplinados que traten de congestionar al pueblo liberal, para entregarlo a sus verdugos”.

5 Hablaba mi amigo con un aire de ira que me iba dando susto; nada sé de guerras ni de organizaciones en un país en el cual nada ha sabido organizarse y menos el partido liberal, siempre dispuesto, por mandato de muchos jefes a seguir la corriente de atracción con los enemigos que continúan creyendo en que todo le pertenece al conservatismo y, para el pueblo, no ha de haber más que la servil dictadura de los caciques de provincia. En García Rovira, desde ayer, estoy aprendiendo a mirar sin inmutarme tajos profundos en las carnes de liberales acuchillados y desconozco la crueldad de estos crímenes. Quiero contemplar de cerca, muy de cerca, la tragedia que enluta todos los días hogares campesinos y cuya ola se va extendiendo de norte a sur de esta provincia.

- II CAPITANEJO La población no es tan grande que pueda llevar el calificativo de ciudad. Veamos como viven las gentes del lugar y tratemos de mostrar las costumbres de este pueblo, al cual dan el calificativo de “salvaje” desde los púlpitos de muchas iglesias parroquiales: Vida tranquila y laboriosa; las mujeres consagradas a sus hogares y los hombres a la vida del campo. En la semana nadie transita por las calles y veremos siempre abiertas la alcaldía y la botica. Los tenderos se desperezan detrás de los mostradores y todo respira un ambiente de tranquilidad absoluta. No hay con quien conversar, la población vive sumida en el silencio, y sin embargo los diarios capitalinos hablan de corrillos, de promontorios de machetes dispuestos a la matanza, de pedreras y conspiraciones… Salgo a bañarme al río sin peligro de que acechen ojos indiscretos, porque el calor de la siesta es bochornoso y el dentista no irá hoy a sumergir su apolínea silueta en las aguas del “Chicamocha”. El amor se ha alejado de Capitanejo, las mujeres no salen de sus casas y la tranquila quietud aldeana impera bajo un cielo claro que se vacía como una concha sobre las colinas escarpadas: cincho de casiterita que aprieta este pueblo bizarro. Hay que acostarse temprano y levantarse muy tarde (salvo que el cura de Miranda u otro vecino trame un ataque nocturno y se conozcan sus planes). Don Alejandrino es el único cacique capaz de cambiar la faz sobria de Capitanejo; su rechoncha figura soporta apaciblemente el bayetón y el palo. Usa lentes y es de verle correr, dar voces, ofrecer bala, inflarse los carrillos de dicterios, insultar a los liberales, tramar planes para que el fraude sea siempre razonable; ofrecer empleos, sacar políticos de la nada, y llevar al senado o a la cámara a muchos imbéciles que le adulan y creen en su valor como señor de horca y cuchillo…Colombia con sus caciques, los mulatos del Magdalena, la rabulería reinante, la desorganización sistemática, no podrá hacer otra cosa que presenciar siempre espectáculos como los que se ofrecen en García Rovira. Don Alejandrino es gordo, tiene la calva pronunciada y se ha calado

6 unos anteojos para parecerse a los doctores de la capital. No ha creído ser bruto en exceso, y lanza manifiestos, perora en público y Carlos Manuel S. y Constantino, intelectuales asalariados por el buen soldado como suelen llamarlo, lo adulan hasta que las mejillas se le tornan rojas como amapolas y empuñando el revolver se echa a correr en busca de los liberales de Cachipay. Este señor es un espécimen racial; no quiero decir que exista un solo ejemplar en el país; yo he conocido a muchos parecidos y los hay también que se dicen liberales y nada conocen de política. Un cacique conservador y un cacique liberal, son simplemente dos amos arbitrarios e insoportables. Recuerdo haber adulado a Don Alejandrino y se puso a llorar de contento. A él ningún intelectual de verdad le había dicho cosas tan bonitas…Para bajar el alma de esos hombres robustos, se precisa diplomacia. Hay dos almas complicadas, difíciles de escudriñar, el alma de un usurero y ese reducto que dicen ser morada del espíritu de los caciques colombianos. La de Don Alejandrino no es propiamente un alma, ni un espíritu; allí está radicado un retazo confuso de animalidad vibradora a fuerza de transformaciones radicales. No busquéis la gloria de este viejo, sino en la vaina de su machete que peleó en Palonegro y lo afiló Julio Arboleda. El hombre de Capitanejo es conductor de multitudes y obra siempre de acuerdo con el padre Gómez Serrano y con su sobrina, muchacha bonita, un poco gastada y que se murmura, que no es tan sobrina como dice el reverendo, sino una simple muchacha a quien encontró una tarde en Bogotá. A nadie han de importarle los idilios frailunos; los sacerdotes tienen todo el derecho de la hombría, y por eso nada tiene de particular que vivan con sus sobrinas… Desde el 28 de diciembre venía cundiendo cierta agitación en los habitantes de Capitanejo. El cura Gómez Serrano hacía política e incitaba a los conservadores a la lucha sangrienta; quería destruir a cuantos liberales poblábamos a García Rovira, para fundar una congregación con las compañeras de Cecilia Vargas. La dignidad de las familias liberales ultrajadas desde el púlpito clamaba justicia, pero los liberales, esas fieras “salvajes” de que tanto habla la prensa clerical, seguíamos humildosos dando la limosna y pagando los diezmos y primicias a cambio de dicterios propinados por el santo levita. Los conservadores preparaban un plan siniestro y sus conciencias dirigidas desde el confesionario, estaban ya dispuestas al delito, porque Dios perdona a los hombres que llevan una cinta azul en el ojal… ¿No vemos a tantos majaderos cargando las andas de la semana santa y dándose golpes de pecho en mitad de la iglesia? ¡Vergüenza! Así se representa la dignidad de muchos liberales, a quienes el clero ha medido con azotes los costillares y vuelven a él, suplicantes, buscando la pitanza ministerial…? Qué tendrá de particular que muchos hombres que se dicen liberales, secunden al cura Gómez Serrano? Más tarde, decía “Vanguardia Liberal” en su número 3626: “No hace mucho, el doctor Roberto Motta, recientemente nombrado para alcalde de San Andrés, ponía en descubierto, durante los exámenes en una escuela rovirense, la enorme tragedia de la niñez aleccionada para el crimen por un mal sacerdote. Fue aquel escándalo de los “puñales benditos” que tuvo repercusión en la prensa diaria, pero que no llegó a conmover a las dignidades

7 eclesiásticas. Y el puñal bendito, es el que hace su agosto en las campiñas rovirenses. A fuer de aliado impune de la criminalidad, y lo que constituye la más inaudita blasfemia, también como enviado del cielo para limpiar la cizaña liberal del buen trigo conservador. Porque esa es otra gran tragedia de la iglesia de Colombia. No es, en efecto, la iglesia católica, esto es, universal para todos, que se soñara Cristo; es la iglesia conservadora instituida pos Dios para asegurar el predominio de una hegemonía ominosa, a costa de la sangre liberal y del derecho liberal. Y el puñal bendito, es el instrumento propio para asegurar esa hegemonía y para hacer sobre los liberales una venganza que se ha creído divina”. Esto dice un periódico liberal que se conserva digno, en medio del horizontalismo que caracteriza a otros colegas suyo como “La Prensa” de Barranquilla. El cura Gómez Serrano tiene a sus aliados en la “Defensa” y en “La Familia Cristiana” y esos intonsos defienden al cura, al instigador y a Cecilia Vargas. La lucha eleccionaria se aproxima y los caciques peroran ante las hordas, esas “hordas bárbaras” de que tanto habla un periódico liberal bogotano en su número 7360 en el artículo intitulado: “El desprecio de la vida humana”. Después de la tragedia que dio al país un ejemplo de valor, viene el periódico nutrido con los dineros del liberalismo a tratar de hordas salvajes a toda una colectividad que no tiene culpa de ser ignorante y de obedecer ciegamente a los caciques que sean o no tonsurados, la conducen por caminos criminosos…” Lo que falta es cinematógrafo, corridas de toros, bataclanes, deportes y cuanto ofrece la vida moderna para civilizar a García Rovira”. Quieren que Luis S. Pinto se convierta en entrenador de multitudes para exhibir mañana en el “ring” los puños férreos de los conservadores que han cambiado, por orden de su jefe, el puñal, la escopeta y el revólver, por los guantes de boxeo y por la raqueta de “tenis”. La señora del líder conservador se vería privada de catequizarlos y de llevar ese humilde rebaño a la misa de Covarachía, en donde los entrena un levita con palabra segura y garantiza año tras año la curul al señor Pinto. “Las razones profundas de esta situación residen en el atraso de la región azotada por esta epidemia de crímenes”…Vayan unas razones. Tiene el diario capitalino toda la autoridad y toda la “Opinión” para hablar de esta manera y no ha meditado que está diciéndole analfabeta a un Representante del país y salvajes a un grupo de sacerdotes ilustres que conocen a Roma, saben derecho canónigo, matemáticas y ciencias ocultas… El pobre pueblo, ese pueblo infeliz que apenas alcanza a llevar un pedazo de pan a sus hogares, tiene que sufrir la diatriba y nada dice de esos dirigentes que lo conducen a una lucha sangrienta de partidos, en donde priman y han primado siempre los puñales clericales. El 29 de diciembre se bañó de sangre una vez más la tierra rovirense. Oigamos el relato de un hombre imparcial: -Los jefes de las veredas denominadas “Juntas”, “Corguta”, “Molinos”, “Ovejas” y “Aguachica” se iban acercando a Capitanejo, seguidos de esas multitudes disciplinadas y que traían la consigna de tomarse la plaza en nombre del

8 conservatismo. Alejandrino Herrera y Víctor Orduz esperaban en Capitanejo a “las mansas ovejas de nuestro señor” y el aguardiente, para lo que ellos llamaran una “festividad”, estaba arrinconado en los ventorros y fue pagado por el señor cura, quien en un arranque de altruismo, quiso darle esplendor a la “festividad”. A las doce del día hormigueaba la plaza; los campesinos luciendo pañuelos azules atados al cuello y enormes machetes, llegaban hasta las urnas para depositar el voto, símbolo de la democracia colombiana. Alejandrino Herrera había pretendido inscribir a más de doscientos menores de doce a diecisiete años en las listas electorales a lo cual se opusieron varios caballeros conservadores que alejados de la “rosca”, protestaban de semejante atropello a la pureza del sufragio. -Son mayores de edad, pero se quedaron chiquitos, gritaba Alejandrino ebrio de cólera. Vino el zafarrancho inevitable y varios conservadores fueron conducidos a la cárcel por creérseles responsables del desorden. La inquietud era manifiesta, había un aire desafiador en todas las miradas; liberales y conservadores se miraban con desconfianza y las puñaletas benditas asomaban por debajo de las ruanas azules. Víctor, cacique enriquecido por la usura, agitaba a las multitudes conservadoras. Todo se iba urdiendo de una manera criminosa y aleve; desde la sacristía salía el tufo avinado del padre Gómez Serrano, quien invitaba a matar hasta el último liberal que no abdicara de sus ideas y votara por el conservatismo. Así comenta el corresponsal de “Mundo al Día” la conducta de Víctor Orduz: “Desde los primeros días que inició sus labores el Jurado Electoral, el señor Víctor Orduz, presidente de la corporación, principió a poner travas para conculcar los derechos de los liberales, dando lugar a continuas quejas ante el Ministerio de Gobierno. Con cualquier pretexto se ausentaba para no permitir el funcionamiento normal del jurado; se llevaba a su casa el cuaderno de actas y lo engalanaba con notas mordaces y agresivas contra los liberales. No permitía la inscripción y este estado de cosas venía preparando el choque inevitable. En el Ministerio de Gobierno existe una infinidad de telegramas que guardan la historia de los hechos anotados”. No fue el liberalismo quien suscitó la tragedia de Capitanejo, sino dos caciques conservadores enervados por el ambiente criminoso que guardan en sus conciencias. Hombres incultos, dirigentes torpes, políticos amparados por el clero, son los causantes de que Colombia presencie espectáculos sombríos que la avergüenzan ante la faz del continente. Hemos anotado el hecho de que Víctor Orduz, el cura párroco y un seminarista, hijo de Alejandrino Herrera, azuzaban a las masas contra los liberales, quienes trataban de conducir a la cárcel a varios revoltosos. Un “miente” proferido por Luis Beltrán contra Indalecio Hernández dio margen a los acontecimientos que al parecer no tienen importancia, pero que influyeron lo bastante para

9 exasperar los ánimos. Víctor Orduz cuchicheaba con su hermano Luis Enrique y parece que le ordenó traer el revólver que había dejado en su casa. A poco momento, lucia el cacique su cinturón tachonado de cápsulas y el arma nueva y brillante, con la cual debía hacer respetar sus órdenes dictatoriales. -Soy inmune, nadie me alcanza, gritaba en medio de las sonrisas del párroco y de los aplausos de sus secuaces. Gritos, bulla, algunos disparos y por fin, unos cuantos hombres mirando el triunfo del partido detrás de las rejas de la cárcel. El reverendo padre, en medio del pelotón, presentaba su figura siniestra; amenazante, con los puños crispados y la palabra entrecortada, infundía ánimo a esa turba sumisa y reverente. Vanas eran las súplicas para que el prelado se retirara a su casa. Ahí no estaba el pastor de Cristo, sino una fiera humana y despiadada que secundaba la masacre exterminadora. -Señor alcalde, decía Alejandrino Herrera, si usted no suelta a mis muchachos, no respondo de lo que suceda esta noche en Capitanejo… -Tengo que cumplir con mis deberes, usted verá que hace con el pueblo, fue la respuesta que obtuvo. En los solares de los León se reunían los hombres de Don Alejandrino: Tipos toscos, mozalbetes, groseros, viejos perseguidores de la idea liberal, criminales fugados de las cárceles y, en una palabra, gente aleccionada por el delito. (El solar de los León queda sobre la carretera central, al Sur, y allí se congregaban las huestes del cacique). A las diez de la noche cayeron las primeras víctimas inmoladas por los asesinos que disparaban por encima de las tapias del solar de los León. Cayeron muchos heridos y al divisar Juan Wilches a un sujeto de nombre Clemente Roncancio que aún quedaba en pie apuntó con su arma y la bala pasó de lado a lado la cabeza del infeliz. Se oyeron las carcajadas de los victoriosos: don Alejandrino mandaba promesas a los santos y el cura párroco, revólver en mano, se disponía a salir de su casa para tomar parte en el exterminio de los liberales de Capitanejo. “Lo pueden tocar, mi padre, le decía un muchacho”, ahora viene lo bueno, los liberales están buscando la manera de defenderse y como tienen pocas armas, parece que esperan recursos de Málaga…” Varios muchachos liberales en vista de que estaban condenados a morir, resolvieron salir a la plaza y defenderse peleando. Duró poco la refriega, los jóvenes triunfaron y huyeron los conservadores dejando un reguero de muertos a su paso. Alejandrino Herrera fue conducido a prisión y pedía permiso para salir a misa a rezar por los hombres que había asesinado y decía: “Como se han acumulado tantas ánimas, hay que rezar por su eterno descanso.” Alejandrino niega ser instigador y autor intelectual de las masacres de Capitanejo y otras que permanecen ignoradas; la historia hará luz. Rindieron la vida en la noche del 29 de diciembre en Capitanejo: Carlos Velasco, Juan Landinez, Clemente Roncancio, Inocencio León, Marcos Puentes, Panuzanis Fonseca, Benedicto Suárez, Ángel M. Cárdenas, Juan Sepúlveda. Quedaron gravemente heridos: Pedro Quiroz, Pedro Rincón,

10 Aurelio García, Pablo Chaparro, Florentino Chaparro, Rafael Vásquez, Alcides Martínez, Juan Barajas, Benicio Rodríguez, Reyes Sandoval, Policarpo Torres y Martín Palencia. (El sumario correspondiente fue robado de la oficina y la pérdida de ese expediente resguarda a los malhechores de que el rigor de la ley pese sobre ellos). Al día siguiente de la tragedia, aparecía en “El Tiempo” este telegrama: “Ministro Gobierno. -Bogotá- Trece muertos, diez heridos. –Todo en calma. – Corresponsal”. Dicen que fue el cura Gómez Serrano el autor de tal mensaje; ¿no se restablecería poco a poco la calma matando liberales? Claro está que para los autores intelectuales de esta masacre nada había sucedido, ya que victimar “rojos” es una obligación impuesta por Dios…El muy reverendo padre miraba al día siguiente los cadáveres tendidos sobre la arena y para ellos no había oraciones, ¿acaso los liberales tienen alma? Esta fue la verdad de los sucesos del 29 de diciembre.

- III El respeto al párroco no ha mermado en el alma de las ingenuas gente de provincia; un anonimato glorioso y deliciosamente encantador, hace que esos espíritus campechanos (no salvajes) vivan distraídos de todo soplo que vivifique y que conforte; no es que busquen el placer de matar, no; es que para ellos, la voz de sus jefes que conocen a Olaya Herrera personalmente, que han visto el Capitolio Nacional y cuentan cosas fantásticas de tierras de leyenda, es una voz que impera, domina y se hace vibradora en esas conciencias opacas que jamás verán claro, ya que la conciencia del campesino mundial, es estrecha, egoísta y supersticiosa. Esos elementos estarán eternamente dispuestos a seguir al cacique, y ese cacique es aquél que se presente con visos de augurio feliz y ofrezca el cielo y un carro de fuego tirado por caballos de bronce, para conducir ante Dios a las ovejas conservadoras…No vayamos a creer que en García Rovira el hombre tiene un primitivismo absoluto: casi todos son amables, hospitalarios, resignados y hasta humildes. En las chozas hay pan que se brinda con gusto al peregrino y muchas manos se tienden generosas para levantar al caído. ¿Qué ha sucedido con esta raza fuerte? El clero de García Rovira es muy distinto al de otras regiones del país y ha hecho del pueblo a un sectario hórrido en beneficio de sus especulaciones vergonzosas. Son curas lujuriosos y que desean oro y más oro, aunque venga manchado con sangre hermana…Quitadle al pueblo la idea de sostener un culto y de apoyar a un fraile; limpiad esas conciencias, despejad las telarañas de sacristía que ha tejido la araña negra del fanatismo, mostrad al hombre de García Rovira que el cerebro es libre y que es farsa ridícula seguir a esos charlatanes de sotana, y veréis, sorprendidos, como llega la evolución lógica, contundente.

11 Creo que es justo que depongamos a los caciques de bayetón y palo y que entre la doctrina liberal en una etapa de regeneración absoluta, logrando purificar a sus mismos enemigos que sufren las consecuencias lógicas de sus torpezas y de sus fanatismos. El conservatismo ha muerto ideológicamente y quiere levantarse por la fuerza; es incapaz de esta hazaña. Porque el clero, los caciques y las beatas, siguen obstruyendo la conciencia de la juventud colombiana y nada puede ofrecer al pueblo. El conservatismo actual es un partido que, para socorrer a los necesitados que sucumben de miseria en sus hogares, sólo cuenta con la misericordia de Dios…

- IV“El Diario Nacional”, único vocero del liberalismo en las horas de angustia, dio a la publicidad varias cartas relacionadas con los sucesos de Capitanejo. Veamos una firmada por el Presidente del Comité, Sr. Torres G. Señor Presbítero Emilio Gómez Serrano. –E.S.C. “Adarga al brazo y calada la visera se viene usted contra el liberalismo, repartiendo tajos y mandobles en la célebre filípica con que contesta nuestra atenta carta de censura mesurada, por su actuación política de manifiesto y público soborno a los campesinos liberales. Cuéntase, señor, que un virtuoso sacerdote de elevado penacho espiritual, se preparaba siempre en sus sermones al pie de un Crucifijo. Bendito sea este santo levita a quien usted, estamos seguros, no sabría imitar; usted que todo lo escribe bajo la égida de Némesis; usted, que intoxicado de ira ante el reclamo justísimo y correcto que hiciera el Comité Liberal del municipio, empuña su pluma vindicadora de político rural y hace parrafadas de historia política a su antojo y ayunas absolutamente, por lo mismo, de verdad. “Aunque no es nuevo en Colombia –dice usted_ que el liberalismo eleve sus airadas protestas contra los sacerdotes y aunque no veo otro motivo para su nota que el de no ser yo LIBERAL, me permito contestarle para hacerle ver algunas razones”. –A este párrafo con que principia usted su carta, respondemos así: Más de una pluma, evidentemente, ha quebrado el liberalismo, censurando enérgicamente la intromisión arbitraria de los sacerdotes en las luchas partidistas, y mientras el puñal asesino de las hordas fanatizadas deje con vida siquiera a uno de sus dirigentes, se seguirá, en el mundo entero, escuchando las mismas protestas; en este caso, no olvide usted que ese grito sale del pecho de las tres cuartas partes del pueblo colombiano y que a esas tres cuartas partes han pertenecido y pertenecen los hombres más conspicuos e ilustres del país; ni olvide tampoco, señor presbítero, que en los países verdaderamente civilizados, rige invariablemente la separación absoluta de la iglesia y el estado y que es el EXILIO la pena más leve impuesta a los eclesiásticos que en una u otra forma, violan las leyes de la neutralidad política.

12 -No veo otro motivo, para su nota, nos dice, que no ser yo liberal”… Gracias fervientes, señor párroco, damos al cielo por haber así enervado su inteligencia; pues el liberalismo aprendió, en la jesuística España a dudar, a desconfiar con ojos muy abiertos de los bonetes y de las sotanas, porque detesta por perjudicial el arma ofensiva y la divisa política en los sacerdotes. Sólo desea ver en todos los campos y, sobre todo en los púlpitos, a verdaderos representantes de la iglesia y oír de estos, la palabra santa de reconciliación, la palabra evangélica de fraternidad y de perdón. Ya ve, señor cura, qué poco pide al clero el liberalismo y qué fácil sería complacerlo, pues ningún trabajo superior a sus fuerzas, costaría a usted prepararse en sus sermones al pie del Crucifijo, al igual del santo levita de que enantes le habláramos. En cambio, se nota el grande esfuerzo mental y el vano gesto que hace para herir y desfigurar la historia del liberalismo, los párrocos que, como usted, enhiestan borlita azul en el bonete. Ante todo nos viene diciendo en su filípica: “Tengan ustedes en cuenta que yo vine a la parroquia nombrado por el ilustrísimo señor Obispo y que siendo él el único superior, sólo a él daré cuenta de mis actos. A ustedes no les reconozco ningún derecho para meterse a consejeros de quien por una larga preparación para su ministerio, conoce muy bien sus obligaciones y derechos; esta intromisión los coloca a ustedes en un plano de ridiculez ante las personas sensatas”. Indudablemente, señor cura, usted vino a esta parroquia nombrado por el Obispo respectivo, porque tal nombramiento sabemos sólo a él corresponde: Nadie aquí ha supuesto siquiera que viniera usted de orden del socialista Mahecha, ni por imposición de María Cano. En cuanto a que conoce Ud. Muy bien sus obligaciones y derechos es cosa que no le discutimos; lo que sí sostenemos, es que nos pone en práctica sus conocimientos; prueba de ello, el feísimo pecado en que usted ha incurrido al sobornar a Martín Picón y, que de paso hizo mención en su nota el Comité, luego su conducta es en todo punto de vista censurable, cosa que sabe usted mejor que nosotros, pues la iglesia condena en todos los tonos, con penas severísimas. El cohecho y el soborno; sí señor, ese modo vituperable de torcer las conciencias, es en derecho canónigo grave delito, demasiado grave. En segundo lugar añade usted –“han de reconocer ustedes que desde que llegué a esta parroquia, he vivido tan sólo preocupado por el bien espiritual y material de la feligresía, procurando mejorarles la iglesia parroquial que dista mucho de ser hoy la que recibí de mi antecesor, y por hacerles una casa cural que no sea una vergüenza para el vecindario”. No creemos que quien aprovecha la ignorancia de los campesinos para torcer sus opiniones políticas, ni quien soborna y apremia para conseguir la abstención en el Debate Electoral de los labriegos, pueda con derecho confirmar que ha vivido preocupado por el bien espiritual de la feligresía. Inclinar, torcer o dañar la conciencia, sobre todo de gentes sencillas, en beneficio de una colectividad política, es acaso lo que llama usted preocuparse por el bien espiritual de la feligresía?

13 En cuanto a que la iglesia dista mucho de ser hoy la que recibió, es cosa que no negamos, pero el cargo va contra sus antecesores. Nada de particular tiene que merezcan el cargo de holgazanes y perezosos. Pero cabe aquí la constancia de que las pocas mejoras hechas a la casa cural, se debe a los cuatro mil pesos aproximadamente, valor de la venta de varios lotes de la iglesia y algunas donaciones. A estas cosas agrega usted –en las que invertí con gusto las economías que poseía al llegar, -han correspondido los liberales con su conocida indiferencia para las cosas religiosas. No nos consta, señor párroco, ese desprendimiento suyo, ni necesitamos averiguarlo. En caso afirmativo, que Dios, por esa sola acción, lo corone de gloria. Mas sepa que las casas de habitación de los curas, no han estado ni están catalogadas en las COSAS religiosas, precisamente, porque, con rarísimas excepciones, los párrocos, a las poblaciones llevan consigo a la casa cural, una o dos sobrinas de filiación civil más aparente que real. Los sacerdotes, prosigue usted, que vienen por voluntad del prelado a dirigir la parroquia, no hacen ningún negocio, como ustedes lo saben. Esto lo digo para quienes sin prestar jamás un servicio a la iglesia, sin pagar siquiera el diezmo y la primicia, creen por el sólo hecho de poseer un potrero, un cañal o un botiquín, que se pueden convertir en tutores de los párrocos”. Según este párrafo suyo, hay sacerdotes que vienen sin voluntad del prelado y son ellos los que hacen negocio. Aceptamos transitoriamente la especie. Pero díganos una cosa: cobra usted algo por bautizos, matrimonios, entierros, misas, etc.? Porque según el diccionario, NEGOCIO equivale a tráfico, comercio, ocupación, empleo, trabajo. De manera que si usted cobra por enterrar a los muertos, hace negocio y por lo tanto medra, a costa de una de las obras de misericordia. Y, sepa señor, que el mejor negocio que hay sobre la tierra, es, precisamente, ser cura en Colombia. Todo ser que llega a este “valle de lágrimas”, paga tributo al respectivo párroco; el bautismo cuesta dinero sonante o la criatura crece fuera de la iglesia romana. El matrimonio es otra de las diez mil gangas eclesiásticas y se fulmina excomunión contra quienes dejando aparte el asunto religioso, opten por el contrato civil. –En cuanto a la especie de nosotros, por el sólo hecho de tener un potrero, un cañal o un botiquín, pretendamos constituirnos tutores suyos, es simpleza de porte escolar. Es usted señor cura, quien acaricia la esperanza de obtener la tutela nuestra como tiene la de muchos campesinos, porque los potreros, cañales y botiquín, son algo apetitoso, sobre todo en estos tiempos de pavorosa crisis. “no se les haga extraño, señores del Comité Liberal, que ni yo, ni ninguno de los sacerdotes de la diócesis defendamos al liberalismo. Conocemos muy a fondo los principios liberales y sabemos que no son los católicos, porque justamente han sido condenados por el SYLLABUS y reprobados por los ilustrísimos obispos. Lean sinó, los escritos de Monseñor Moreno, el santo obispo de Pasto, entre otros. Ustedes creen que pueden ser católicos, separados del cuerpo docente de la iglesia, formados por los obispos y sus representantes en las parroquias, los párrocos. Si así lo creen desengáñense y recuerden lo que dice el catecismo: Que, fuera de la iglesia, no hay salvación. También conocemos, tristemente, la vida del liberalismo en nuestra patria; y

14 como por los frutos se conoce a los árboles, por los frutos conocemos las ideas liberales”. El LIBERALISMO, señor cura, no espera, no busca ni necesita la defensa de usted ni la de los demás sacerdotes de la diócesis. Papel bastante ridículo haría, golpeando de puerta en puerta, buscando amparo en las casas curales, sabiendo que la mayor parte de los PUÑALES que han hundido los cafres de la hegemonía en nuestros mejores hombres, han salido de entre los pliegues de las SOTANAS de los PÁRROCOS retrógrados. Ahora bien: Si por el sólo hecho de ostentar con franqueza la divisa liberal, estamos separados de la iglesia, lo que no es cierto, como luego se lo de mostraremos, a qué, pues, señor cura, dolerse tanto de la poca generosidad del liberalismo en las limosnas para la casa cural? Indudablemente, lo que sucede, es que para el hecho de consignar la limosna, el diezmo y la primicia, no se nos ha dado la baja de la lista de sus feligreses. León XIII, pontífice el más ilustrado y de más talento que haya tenido la iglesia católica, dijo en su encíclica INMORTALE DEI: “Arrastrar a la iglesia a un partido o querer tenerla como auxiliar para vencer a los adversarios, es propio de hombres que abusan inmisericordemente de la religión”. -Tan hermosas palabras, las conocía usted, señor cura? –Seguramente no, porque entendemos que usted dedica sus largas horas de exotérica expansión, a los escritos rurales del obispo de Pasto, prelado este, el más TARDO e IGNORANTE entre esa serie de prófugos y de mulatos, que exhibe nuestra desventurada iglesia. El problema religioso, no existe en Colombia, ha dicho el doctor Rafael Escallón, ilustre líder del partido conservador. Y ahora, en el diario de Medellín más autorizado de la prensa conservadora, intitulado “Colombia”, el doctor José María Bravo Márquez, exdirector del periódico clerical “La Defensa” y actual profesor de Apologética en la Universidad de Antioquia, en un sesudo artículo, se expresa así en algunos de sus párrafos: “A qué seguir señalando como partido enemigo de la iglesia al actual liberalismo de Colombia, si ello es injusto y anticristiano? –Fuera de que cierto conservatismo no ha sido precisamente un modelo de respeto al clero y a las creencias del país en los último días. Con la mayor tranquilidad colmó de improperios y amenazó con persecuciones a los prelados –muy especialmente al primado –una parte considerable de la prensa conservadora del país, prensa que pretende aún llamarse católica. Y cuando la conferencia episcopal escribió un documento memorable en que se hacía ver a los fieles que el episcopado colombiano rehacía la unión eclesiástica, esa misma prensa se abstuvo de publicar tal documento, es decir, virtualmente manifestó su voluntad de que el pueblo católico –que lo es el colombiano- ignorara el fausto acontecimiento.

15 Señores conservadores de Colombia: Es que para salvar la hegemonía conservadora hay necesidad de afirmar sin razón y contra los hechos y los documentos, que el liberalismo pretende hoy atacar a la religión? Estas transcripciones hacen trizas el cargo infame y mentiroso que usted formula contra la colectividad a que pertenecemos. Por otra parte, el espantajo de que los liberales “merendamos frailes y monjas”, es bellaquería que nadie cree. Sólo la conciencia de que usted da pruebas en su famosa carta, es motivo de semejante simpleza, pues hasta el mismo clero, pero el clero ilustrado, desmiente con la pluma en la mano esa ridícula baladronada y también con hechos, fáciles de constatar. Recuerde, sobre todo, que en las elecciones pasadas sufragaron por candidatos liberales, más de doscientos sacerdotes. Es que esos religiosos saben de sobra que al predominio de la idea liberal se han debido en el país todas las grandes medidas de adelanto intelectual y material, como la abolición del cadalso por delitos políticos, establecimientos del libre sufragio, libertad de prensa, de estudios, de pensamiento, instrucción laica gratuita, creación de la Universidad Nacional, de escuelas normales, la desamortización, vías férreas y finalmente, todos los adelantos de libertad y de progreso. Y saben también, sin visos de duda que el partido ha querido siempre el “centralismo”, la censura, el cadalso, la religión oficial, el atraso en todas sus manifestaciones, marcando su huella en el poder, por una mancha de sombras. El partido liberal no es anti-religioso, no está, como usted afirma, fuera de la iglesia católica, ni peca quien profesa sus doctrinas. Prueba evidente de esta afirmación nuestra, basada en hechos históricos, es que gran parte del clero ilustrado ha sentado plaza en el liberalismo. Láncese por el soberano pontífice la respectiva excomunión contra los eclesiásticos, despójeseles en público de la ropa talar y tendremos entonces la prueba irrefutable de que las tres cuartas partes del pueblo colombiano están fuera de la iglesia. -“Del origen del liberalismo entre nosotros – agrega usted –podemos decir lo que del protestantismo: tuvo malos padres. –Quién podrá recordar sin horror la noche del 25 de septiembre de 1828, cuando el naciente partido liberal, encabezado por el General Santander, fraguó un atentado contra la vida del Libertador? Para impugnar este párrafo, descúbrase religiosamente, señor párroco, porque breves momentos va a tener Usted a la vista al pontífice laico del liberalismo, “símbolo de nuestra estructura heroica y cincelador del alma republicana de Colombia: SANTANDER. Sí, señor cura, quítese ya el bonete y póngase de rodillas, que ha llegado el varón clarísimo. Dígale ahora, señor presbítero, que usted de él no conocía sino el apellido, que ignora su brillante historia política y que arrepentido como está, de haberle ofendido infame y torpemente, implora su perdón. Ya que el clarísimo político y tribuno sin par acaba de perdonar su blasfemia, póngase de pie, pero con el bonete en la mano, porque nosotros seguimos tratando de él, en estos últimos párrafos de réplica a la carta de usted. Ha dicho el doctor Ramón Rosales en su apología al General Santander que para hablar de la conjuración de septiembre, hay que ponerle alas al pensamiento y ungir los propósitos con el óleo santo que borra el pecado original. –Según estas valentísimas palabras, le está vedado a usted hablar

16 para tratar en forma alguna el momento histórico que produjo esa conspiración, que le hace tanto daño a su reverencia, y que no entenderá jamás. Carece de alas su pensamiento parroquial para remontarse a las alturas de esa cuestión política y porque usted, del 25 de septiembre, sólo conoce, de referencia escolar, la existencia del acto material de esa noche siniestra, pero no la razón, ni la causa, ni la vida espiritual del movimiento. Por tales razones, y para echar a usted en cara su crasa ignorancia, retrocederemos algunos años antes de la conjuración, para enseñar a usted la historia que determinó el suceso de la noche septembrina. La Constitución de Colombia, había dicho Bolívar, es sagrada por diez años. No se violará impunemente mientras corra sangre por mis venas y estén a mis órdenes los libertadores. Quien tan bellas palabras pronunciaba, escribía luego al General Santander: “Yo estoy resuelto a no reconocer federación alguna, porque es contraria a la ley fundamental que me han hecho jurar, y porque nadie tiene derecho, (aún el pueblo mismo) de alterar todos los años el sistema social. Bien lo puede usted así decir a todo el mundo, de mi parte, añadiendo que yo no serviré la presidencia sino en tanto que ejerzo las facultades ilimitadas que me concedió el Congreso, porque estoy íntimamente convencido de que la república de Colombia no se gobierna con prosperidad y orden, sino con un PODER ABSOLUTO. El más profano en materia de nuestra historia política, usted mismo, señor párroco, puede imaginar la impresión desagradable que tal carta debió dejar en el ánimo del “Hombre de las Leyes”. Bien, cuando semejantes palabras pronunciara el Libertador, Colombia poseía una legión de patriotas de vastísimo saber, clara inteligencia y vida y tendencias netamente civiles, a quienes por lo mismo, la independencia no les bastaba, sin la organización jurídica de la libertad. De ese grito airado y bastardamente ambicioso del Libertador, surgió, pues, la conjuración. Escúchese lo que al respecto dice Cornelio Hispano en algunos párrafos de su obra “BOLÍVAR Y LA POSTERIDAD”: “La conjuración, como delito político, no los ruborizó nunca, ni los infamó ante sus compatriotas, antes bien, los que sobrevivieron gozaron hasta su muerte del aprecio y respeto de sus conciudadanos y prestaron más tarde, grandes servicios a la patria: ninguno se arrepintió jamás del ideal que los llevó a jugar su vida por fundar la verdadera República de Colombia. Don Mariano Ospina fue presidente de la república, y ni aún en su ancianidad renegó de su noble acción. Florentino González fue candidato a la presidencia, diplomático y profesor; Rafael Mendoza y Emigdio Briceño, más tarde generales; Ezequiel Rojas, maestro de una generación de colombianos; Pedro Celestino Azuero, joven imberbe, de la más bella inteligencia y del más noble carácter, antes de subir al patíbulo, declaró que el único remordimiento que llevaba al sepulcro, era el de no haber matado al tirano de su patria”. –Bolívar era el Libertador, el padre de la Patria, nos había independizado de España, pero el pueblo colombiano se había sacrificado para cambiar de amos; la independencia no le bastaba para ser feliz, le era preciso vivir en casa propia, pero libre y decorosamente, y como durante seis años el pueblo colombiano, bajo el gobierno de Santander había gustado esos beneficios, el cambio brusco tenía que ser más insoportable, pues hay en el

17 hábito y en el ejercicio de la libertad un encanto y una seducción soberanos que no pueden olvidarse una vez conocidos. “Contra ese grato recuerdo se estrelló Bolívar. El había concluido su obra de guerrero, tocaba el turno a los hombres civiles y Bolívar, nunca fue ni quiso ser hombre de gabinete. El no concebía el poder, sino ilimitado, dictatorial, por eso se hallaba a sus anchas en los campamentos. La austera Constitución de Cúcuta, no podía gustarle como carta de gobierno y, nunca le gustó; solamente juró cumplirla y la suplantó con su voluntad absoluta, asumiendo todos los poderes del Estado para después castigar, con bárbara crueldad a los que jugaron su vida por defenderla. “Los puñales de Armodio y Bruto fueron ensalzados en los pueblos más nobles, mas heroicos del mundo. En Atenas y en Roma, esas espadas significaron libertad y decoro. En Colombia los puñales de septiembre, significan República democrática y Constitucional”. Tenemos, pues, señor párroco, que a la cabeza de los conjurados, caminaba también hacia el palacio de San Carlos, puñal en mano, un lucido grupo de conservadores, precedidos del hombre más ilustre que haya tenido esa colectividad: MARIANO OSPINA, quien por su parte, lejos de arrepentirse de esta acción, se ufanaba a menudo, calificándola de noble y hermosa. Santander era el escudo amparador del golpe preparado a la constitución y había, por lo mismo, que eliminar el obstáculo en alguna forma. Así lo comprendió el libertador, de ahí, aquella carta suya a Montilla, escrita desde Bogotá, tres meses antes de la conjuración, es decir, en junio de 1828: “Por acá marcha todo muy bien; nadie da que hacer. Pensamos como agarraremos a Santander comprometido con Padilla que está asegurado”. Y, efectivamente, tan asegurado estaba el Almirante, que meses después era ajusticiado como cómplice de la conspiración de Septiembre, cargo que lejos de haberse comprobado, la historia lo desmiente. Se rehabilita en nombre de la Nación, dijo el Congreso de Colombia de 1831, la memoria del ilustre general Padilla y de los demás individuos que fueron asesinados judicialmente. Prueba más evidente de por qué a Santander se le complicó en la conspiración de Septiembre, no puede darse: Prueba más que elocuente de su inocencia es la elección que de él se hizo para presidente de la Nueva Granada, por unanimidad de votos en la Convención Granadina de 1832, fecha en que todavía el gran tribuno vivía en el destierro a que lo condenara el tribunal de jurisdicción excepcional, creado por el Libertador. –Y, sepa, señor cura, que a la convención electora concurrió todo lo que el país tenía de más selecto en el foro, la magistratura y las letras. Con razón, pues, se ha dicho al respecto por un inteligente escritor, que jamás se hizo espléndida justicia a un mártir de la libertad y del derecho. Creemos que usted, señor, ya ha entendido lo que es y significa para Colombia la noche septembrina; habrá entendido, por lo mismo, que torpeza inaudita es tratar aisladamente el acto material, arma de la cual se valen muchos curas intonsos, para engañar desde el púlpito a profanos, creyendo desmejorar la

18 personalidad del General Santander, figura excepcional en la historia de la emancipación suramericana. Terminada esta breve reseña en demostración somera de la ninguna participación del gallardo adalid de la Ley, en la conjuración de septiembre, como que ni la misma sentencia proferida contra él, aseguró su complicidad, entramos a refutar el párrafo aquél de su carta en que señala al liberalismo de esta población como autor de los sucesos sangrientos del 29 de diciembre retropróximo. En toda su carta al Comité, se muestra usted apasionadamente sectario y cínico en sus afirmaciones. Pero donde sube de punto y espanta ese cinismo es en este último cargo, puesto que a usted le consta directamente la forma harto salvaje en que fue atacado el liberalismo de esta población la noche del 29. “Si usted no pone en libertad inmediatamente a los muchachos que me tiene presos (dijo Alejandrino Herrera, alias Tiburón, al Alcalde Municipal), esta noche vendré con mi gente, acabaré con los rojos, y abriré las puertas de la cárcel de par en par”. No hay constancia en los anales bélicos de los pueblos, de un ultimátum tan rotundo y perentorio como éste de Tiburón a don Solón Hernández, alcalde entonces de la población. Usted sabía, señor cura, que las hordas al mando de Herrera y de Víctor Orduz, efectivamente entrarían esa noche a cumplir a sangre y fuego la palabra del Amo Supremo, empeñada airadamente ante la autoridad. También supo usted que desde las primeras horas de esa noche, cerca de cincuenta campesinos armados de rifle y lanza, acuarteló el comandante en jefe del asalto, en su casa de habitación y, otros tantos en la de Víctor Orduz, jefe de estado mayor en ese plan heroico de asesinatos. Igualmente supo que el liberalismo, no obstante la amenaza atrevida y canalla de Herrera y los preparativos posteriores, permanecía tranquilo en las calles y plaza de la población y que fue a eso de las diez de la noche cuando cundió rápidamente la noticia de que la indiada, en número de más de doscientos, venía entrando al pueblo y acababa de asesinar a Ángel María Cárdenas, muchacho liberal, arrendatario en una finca de Miguel Cordero. Es por esta razón que nos indigna la desfachatez infamante de su afirmación. El liberalismo no hizo otra cosa que defenderse heroicamente, contrarrestando con valor, la desigualdad en la lucha. Más de doscientos hombres armados de “Grazt” y lanzas, contra cincuenta, a lo sumo, los cuales tuvieron que defenderse, arrebatando las armas a los asesinos. Esto último no le consta a usted, tampoco a Herrera y Orduz, porque este par de oscuros generales no tuvieron el valor de permanecer al frente de la indiada; a los primeros disparos, fueron cobardemente a acurrucarse bajo las faldas de las patronas de sus casas, permaneciendo en esa asfixiante y vergonzosa posición, hasta el día siguiente.

19 Un cura menos apasionado en política que usted, no tan conservador y de más corazón, en vez de censura al liberalismo, aplaude a todo pulmón su valentía al repeler el ataque y lanza excomunión contra esos plagios del sexo masculino que huyeron al escondite impúdico, llevando entre los pantalones la prueba mefítica de su cobardía. No lo hizo así, porque en todo lo ciega la pasión sectaria, pero nada importa. Las viudas y huérfanos que lloran todavía la pérdida de los suyos en este feroz asalto, han maldecido la conducta infame de Alejandrino Herrera y Víctor Orduz, autores directos de la asonada. –Maldición AB IMO PECTORE que empieza a surtir efectos sobre todo en el primero de estos sujetos. Prueba de ello es el delirio de persecución que padece ahora y por lo cual mantiene día y noche a su lado, a más de cincuenta campesinos armados de Grazt y Rémington. Se dice, además, que usted ha sido consultado por este hombre y, seguramente, con sus conocimientos en espiritismo, ha conocido la enfermedad de su oveja y ha visto que es más eficaz el hisopo empapado en agua bendita, que los cincuenta campesinos armados. Cuando el cura se obstina en increpar este crimen al liberalismo, Carlos Infante, conservador ultra-sectario, no puede sindicar a ningún liberal en la investigación sumaria que ha levantado, a pesar de las triquiñuelas de la camarilla de rábulas que lo acompañaba. Consta así mismo al párroco, que la primera providencia de este funcionario perjuro fue quizá tan espantosa y criminal, como los mismos actos, materia de la investigación. Decretó la libertad de Alejandrino Herrera y de Juan Wilches, violando así abiertamente las leyes del procedimiento; otro funcionario, menos indigno, habría sentido vergüenza ante sus mismos ex-carcelados. Sabe, además, que en las gentes sencillas del campo, más indignación produjo la absolución de Herrera, que la del mismo Wilches, porque éste tuvo al menos el valor de ultimar a Clemente Roncancio, mientras que Herrera huyó cobardemente y aún tiembla su cínica figura. La sangre de las víctimas del 29, junto con el veredicto del Juez, le lanzarán al párroco el más tremendo mentís en nombre de la justicia. La complicidad del pastor quedará impune, porque es imposible recoger sus sermones incendiarios y saber cuál ha sido la influencia macabra de ese confesionario, cátedra de todas las tragedias y azuzador incansable de una multitud conservadora y católica que obedece ciegamente y se arrastra con el puñal entre la boca… J. TORRES G. , Pte del Comité Liberal

V Capitanejo está sin cura; las conciencias se abren y entra con su séquito rojo la diosa Libertad. Las campanas no suenan ni hay truenos en ese púlpito

20 siniestro, en cuyas tablas, la oratoria del cura, enseñara con palabra torpe cómo se aniquila a los predicadores de la libertad y del derecho. Este pueblo, santuario hoy del liberalismo colombiano, ha dado el primer paso a una nueva etapa juvenil y valerosa, encarándose con energía ante el demagogo que explotando multitudes, quiere que primen las cadenas forjadas por los pontífices romanos, en este suelo colombiano, harto de libertades materiales, pero que no ha tenido un hijo que rompa esa esclavitud espiritual que lo anonada y envilece. No creemos en la grandeza de las naciones que carecen de nacionalismo verdadero. Es una utopía esperar que la especie se regenere, importando, como importamos, culturas exóticas y aclimatando todos los días a esos forajidos de sotana a quienes expulsan de otros pueblos que, como México, comenzaron la tarea de purificarse. Nuestra constitución está lentamente viciada; falta el hombre que tenga valor para romper con los convencionalismos extrangulantes de esas normas que apellidan COCORDATO y separe definitivamente la iglesia del estado. ¿Dónde se encuentra ese Mesías? –nos atrevemos a asegurar que Alfonso López, será el sol libertario de nuestra patria, quien abra la brecha y encamine el progreso evolutivo y revolucionario del pueblo colombiano. Creímos que desde los albores iniciativos de la etapa liberal que corona Alfonso López, se solucionaría asunto tan complejo como lo es el eclesiástico, pero el pueblo impreparado para estas disciplinas no podrá hasta este año de 1934 tener conciencia propia y un verdadero mandatario liberal, en toda la acepción de este vocablo. Todos los campos, todos los lugares estratégicos, están hoy ocupados por agentes extranjeros, y nuestro pueblo ingenuo doblega la cabeza para pagar el tributo ante esas mitras espectaculares… Tiempo es ya de mirar el porvenir como mayores de edad a quienes el tutelaje clerical hostiga demasiado. La juventud de vanguardia romperá la cadena que une a nuestro pueblo con la iglesia romana y proclamaremos a los cuatro vientos cardinales la iglesia colombiana, colocada dentro de las leyes, servida por ministros nacidos dentro de nuestra propia tierra y emancipados de la coyunda extranjera que hace de la patria un feudo italiano, español o alemán, según el caso… Si nuestro clero es bueno en Antioquia, y tiene representantes como Juan Manuel González, ilustre Obispo de Manizales, gloria de clara estirpe y paladín consagrado a las más severas disciplinas de la inteligencia, la equidad y la justicia, también cuenta con los individuos venidos de tierras lejanas que se dan al tráfico vergonzoso de las reliquias que llaman de tierra santa. Especuladores de las multitudes, acaparadores de parroquias y que influyendo directamente en la vida eclesiástica colombiana, han relegado a nuestro propio clero campesino al imperio del hambre y de la sumisión. No seamos sectarios, pero seamos claros. Quien no ha visto llegar a nuestras costas a esos capuchinos que traen dizque la misión de catequizarnos y acaban al fin por hacerse a la heredad colombiana despojando viudas y sacando al párroco colombiano de su propia parroquia, para apoderarse del diezmo y de la primicia.

21 El liberalismo, ese liberalismo que muy contados hombres comprenden en Colombia, sería el encargado de la redención nacional, abarcando con un vistazo de águila todos los problemas y, solucionándolos, sin eufemismos y sin contemporizaciones mercenarias. Hasta hoy, Colombia carece prácticamente de una religión moralizadora: la de Cristo, predicada en García Rovira por un puñado de conservadores con sotana, no ha sido otra cosa que el tóxico para anestesiar conciencias y para inducir a nuestros compatriotas al crimen fratricida. Muchos dirigentes, que se apellidan liberales, viven emulando a sus contrarios y haciéndoles creer que bajo la bandera liberal pueden albergarse todos esos cosacos con sus sartales de mentiras infames y de especulaciones que rebasan todos los límites. Creamos que las transformaciones de los pueblos tienen por base cierta, una idea experimental, la misma que haya sufrido alteraciones en una u otra forma, para cristalizarse al fin en una realidad indiscutible. El partido liberal ha de transformarse; ya ha pasado la primera etapa de la revolución. No sigamos una trayectoria incolora. Recordemos que Uribe Uribe lanzó su mirada de águila hacia el socialismo y sin esa base sustantiva habremos de desaparecer como partido. Hay que buscar el bienestar moral de nuestro pueblo, hacer hincapié en la economía política y darle a cada obrero lo que le corresponde para que deje de ser carne de urna y edecán de cualquier cacique atrabiliario y malvado. Perdón, he interrumpido la narración, regreso a García Rovira.

VI Volvió la tranquilidad el 31 de enero de 1932; los peatones dialogaban animadamente; en esa tierra no se comentan los hechos de sangre y los campesinos hablaban de sus labranzas, de sus hogares y del trabajo en la carretera central. Vemos a un mozo musculazo como una tentación de Hércules, tirado en mitad de la plaza, junto a las charcas de sangre coagulada, leyendo novelas amorosas. Este mismo mozo, en mitad de la plaza, la noche del 29, plantó como todo un héroe a más de cien conservadores. Quien lo vea, tranquilamente ingenuo, con la sonrisa entre los labios y el fuego de la pubertad en las pupilas, no puede creer que aliente tanta temeridad y arrojo. Jamás serán menos valientes estos hombres de García Rovira; en vano, desde la capital, lanzarán el dardo pagado por los conservadores, para contener este puñado de leones rovirenses que despeinan sus melenas sobre la cumbre andina. Esos señoritos, que se preocuparan tanto por la desaparición del hijo del aviador americano y de la página de moda de los magazines parisienses, creen, cordialmente, que eso de refrenar ímpetus natos, es cuestión simple, relegada a actividades femeniles… Lo que hace falta en García Rovira es capturar a un centenar de bandoleros conservadores que instigados por los malos sacerdotes, van sembrando la muerte, amparados por la impunidad. Ese problema puede resolverlo la mentalidad del más intonso carretero y basta capturar esa cuadrilla de criminales, cambiar el clero por hombres conscientes que respeten su propia doctrina, y estará pacificado García Rovira. ¡Manes del Padre Almanza,

22 viejecito venerable y puro, que sembró, sin que sus colegas supieran recoger, el fruto de sus corazón hecho caridad, luz y fraternidad!... MATEO SOLANO JEFE DE LOS “COLORADOS” Vamos ahora a vivir intensamente en García Rovira acompañados por Mateo Solano, jefe de los “Colorados”. No se trata de un bandolero, Mateo es hasta creyente: Dice que en “La Humareda” la Virgen del Carmen lo salvó de morir acribillado a balazos por unos conservadores que a ratos se divertían en ensarta con sus lanzones a los soldados liberales muertos en la refriega. Tiene el jefe rovirense la presencia agradable de un andaluz de pura cepa; charla con amenidad y es generoso hasta la exageración. Nunca ha asesinado a nadie; de frente, mano a mano, pelea con quienes se presenten. Defiende su honor y el honor de la causa liberal, que aunque no comprende con claridad, sabe que es buena, demasiado noble. ¿No ha visto por ventura, a los “PANGOTES”, ir asesinando a mansalva con los puñales benditos?. -Qué cuenta Mateo? No te da miedo nunca, ni lo has tenido en las batallas? -Morir en la batalla debe ser delicioso; sentir el humo de la pólvora que se le entra a uno por las narices hasta hacerlo estornudar, es cosa tan deliciosa para nosotros, los “coloradeños”, como para los viejos españoles aspirar el “rapé”. Máteme Dios de muerte maluca si alguno de los nuestros ha victimado a un conservador por la espalda. Nuestra divisa es noble porque somos capaces… Ja, ja… Ríe Mateo con esa risa franca de los que viven con el alma zabullida en un pozo de claridades. Quien le dijera salvaje pecaría mortalmente; el “coloradeño” es ante todo un caballero cumplido; amante rendido de las mujeres bellas, éstas no importa que sean “godas”, con tal que sean bonitas, decía, atusándose el bigote. -Hablemos de tus combates, de tu vida. -Que le voy a decir? –Vivo como viven los hombres honrados; tengo mi casa, una mujercita idolatrada y tres hijas primorosas que constituyen toda la alegría de mi rancho montañero. Yo no he librado combates por mi cuenta; esas cosas las disponen allá arriba y no hacemos más que cumplir las órdenes de los jefes, no haciéndolos quedar mal… Recuerdas el combate de la Don Juana? -Tanto como la primera novia. Reinaldo Olaya, jefe de los “pozanos”, (turba conservadora qué más tarde asesinara a Manuel Valencia) se las vio cara a cara con el ejército del General José María Ruiz, el 15 de mayo de 1895. los “pozanos” y Olaya combatieron a órdenes de Rafael Reyes. (En Enciso, puso Reyes la primera piedra para ir al poder). Reinaldo Olaya dizque es hoy liberal convencido… Yo no creo en esos que cambian de colores como el camaleón; veo que el partido liberal va mal, por aceptar entre sus filas a los que cambian de divisa con la tranquilidad de quien canjea alpargatas. En los trapiches políticos de mis lares, hace muchos años que se muele con yeguas… ¿No es verdad? -Qué opinas de los curas, Mateo?

23 -Yo no conozco curas, dicen que hay unos muy buenos, pero eso será quién sabe dónde; lo que son los que pastorean en García Rovira no tienen ni conciencia, ni ley y hacen una política tan corrompida que da asco. A Guaca llegaron la semana pasada dos capuchinos barbudos y se alzaron todo el dinero del pueblo vendiendo medallas y agua bendita… Qué me dices de los “pangotes”? -Ya los conocerá… Son asesinos vulgares; pobre gente que obedece al cura; jamás se le ve cara a cara y se arrastra por las malezas para cometer el delito. “Pangotes” llamamos nosotros los “colorados” a todos los conservadores de Colombia, ellos, como los asesinos de Uribe Uribe, obedecen órdenes que desde el púlpito imparten esos señores que llaman por aquí dizque “pastores de almas”. ¿Cuándo se ha visto que los pastores asesinen o hagan quemar vivas sus ovejas? -No, Mateo, los curas a nadie sacrifican por cuenta y riesgo; eso de inculcar odios no es precisamente asesinar… El conservatismo obedece la voz de sus jefes, pero ya verán como ahora se hacen al lado de Alfonso López y del liberalismo. Es la eterna historia del clero el cambiar de faz con el vencido y seguir el carro de los triunfadores. Lo hemos visto en todas las edades. Los representantes de Dios solamente desean que se les respete, se les rinda pleitesía, y no se estorben sus especulaciones. Para ellos, todo gobierno que reconozca el concordato y permita que a Colombia la saquee el clero extranjero, es bueno y merece la bendición episcopal… -Bueno, dotor, usted que ha estudiado y ha visto tantas cosas, no sabría decirme para qué traen tantos curas españoles, alemanes, franceses, belgas e italianos, habiendo en Colombia tanto maicero, que sabe decir misa? -Eso es muy fácil explicártelo, mi querido Mateo: En España, Italia y Francia, el superávit de clérigos es aterrador. Se congestionan en las ciudades y ya el pueblo se ha dado cuenta de que son nocivos; no pudiendo vivir y medrar en sus respectivos países, se vienen a América, tierra candorosa que cree que cada uno de ellos trae un hueso de Cristo sobre el pecho y las virtudes papales impresas en el alma. Día a día desembarcan en nuestros puertos curas europeos. Viene a especular en el nombre de Dios y llegados a una parroquia, desalojan al cura criollo, se instalan en su propia casa, y todo esto se hace con la licencia del Obispo respectivo, que obedece órdenes de algún monseñor italiano, emparentado con el fraile extranjero, o su aliado para negociar en América. Fíjate que los altos cargos están en manos de italianos, y la iglesia católica está sujeta a ellos, con todo ese rebaño de clérigos mansos que inocentemente han querido servir a Dios, a la virtud y a la patria, pero que se defraudan a sí mismos al recibir y respetar a los curas extranjeros explotadores, sin conciencia y sin ley. -Usted, dotor, conoció al padre Baltazar Vélez? -Era pariente de mi madre; vivió siendo liberal convencido; fue a Roma e increpó al Pontífice sus graves errores, luchó por la nacionalización de la iglesia católica, apostólica, colombiana, y murió repudiado por los frailes

24 italianos. Su vida fue virtuosa, consagrada al estudio, pero jamás, ni un solo momento traicionó la causa liberal que defendía con ardor. Baltazar Vélez fue una figura clarísima en la historia de la república, pero, los frailes, han echado al olvido la memoria del colega que les increpara sus culpas y pecados… Esa es la cuestión, querido Mateo, -La religión es cosa buena, verdad, dotor? -Claro que sí, todo pueblo necesita una religión que moralice las costumbres, frene las masas, eduque y realce las virtudes; pero esta religión, en mi concepto , ha de ser personalísima, no impuesta por nadie y que careciendo de sentido especulativo, tienda a la unión espiritual entre los hombres. Cristo no especuló, ni permitió especular; recuerda que al momento de hacer su aparición en el templo, vio a los traficantes y con un látigo los sacó de la casa de Dios. ¿Qué hacían? Comerciaban, y Cristo quiso enseñar que es un delito el traficar con las cosas sagradas. Los sacerdotes deben de trabajar, o el gobierno, si es que necesita curas, ha de ponerlos a sueldo para libertar al pueblo de ser un inconsciente tributario de los ministros del señor. En Colombia, la educación está en manos de clérigos extranjeros, y ellos corrompen la juventud, le hacen amar más a Francia o a Italia que a su propia patria, y constituyen serio peligro, ya que debilitan las fuerzas vivas de la república… Ha llegado una guarnición militar en vía de temperamento: parece que a los jefes les sienta maravillosamente el clima y los baños en el “Chicamocha”. Los uniformes nuevos, olorosos y bien cuidados, hacen palidecer de satisfacción a las sirvientitas libidinosas del lugar. Mateo, muy serio, con la mano sobre la empuñadura de su machete, mira fijamente a los militares y exclama: -Lástima de patria! –Le apuesto, patrón a que son cien “coloradeños” me tomo el cuartel de esas damas tan bien peinadas y que llevan espada y charreteras… -Calla, tienes arranques de anarquista, hay que respetar al ejército nacional. -Tate, da lástima ese ejército; son todos conservadores. Durante los cuarenta y cinco años que mandaron los godos no ascendieron a oficiales sino a dos o tres liberales y los han colocado bajo las órdenes de viejos sectarios, como Rengifo y Cortés Vargas, quienes lejos de ser prenda de garantía para la patria, se convierten en asesinos del pueblo obrero. Dicen que van a implantar en García Rovira el “estado de sitio” y con el padre Jordán como pacificador…. -Qué dices del padre Jordán? -Nada, que le dieron en Bogotá el cargo de venir a pacificar a García Rovira, y juró que con sólo levantar un dedo de sus santa mano, sumiría en las tinieblas al liberalismo rovirense. Qué cosas las de este cura; a veces me gusta por macho. Aquí suceden cosas muy raras: contaba mi abuelo que una vez, ya hace muchos años, un cura extranjero le ordenó a un conservador “apagar” la vida de un liberalote ateo, que era la peste andando. El feligrés contestó: “Hoy no, lo puedo matar, mi padre, por ser día de San Cayetano, tengo que comulgar y asistir a la novena, pero mañana cumplo con lo que manda su mercé…” Efectivamente, al día siguiente ultimó a Ramón Torrijos, así se llamaba la víctima. Esto no sucede sino en Colombia, verdad dotor?

25 -No creas, Mateo, que es solamente en Colombia. Europa se ha visto invadida por estos señores: la inquisición fue la sombra fatídica del mundo; vertieron en ella más sangre hermana que en García Rovira; no saben perdonar, mañana, este tu amigo, caerá bañado en sangre o en el letargo del veneno; SANGRE Y SOTANAS, le costará la vida… Pare la cosa dotorcito, no hay que hablar de esa manera… ¿Cree que aquí los hombres somos insinceros? Si tratan de tocarle un pelo de la cabeza, verá cuánto valen los “coloradeños”.

VII Vamos a viajar por García Rovira. Mateo me ha dado un potro quisquilloso que para las orejas y relincha en las lomas; el “colorado” me acompaña a todas partes, no teme las emboscadas de los “pangotes” y sabe salir airoso de los lances. ¡Cómo pesa en la cintura el revólver! Con razón es preferible vivir en el gabinete, viendo retratos de próceres dudosos, o escribiendo décimas, que el aventurarse, como quien dice: García Rovira adentro. La mañana es espléndida; toda luz del sol se ha vaciado sobre esta campiña que tiene a ratos la cara hosca de megalómano empachado de literatura siglo XV. El cura va para la iglesia en medio de dos soldados que lo custodian para que no vayan a matarlo los liberales. ¡Farsante! Esa propaganda va a causar estrépito en la villa de los fariseos, y a muchas beatas ha de producirles ataques de histerismo. El bendito cura no se aventura solo por parte alguna; cuando conduce a Dios a sus enfermos, lleva una pareja de soldados. Mateo ha ensillado y luce su cinturón repleto de cápsulas calibre 38. Bajo la montura coloca un par de carabinas de tiro largo y, dando una palmada en el anca de la yegua en que monta dice: -¡Vamos que está muy tarde y nos coge la noche antes de llegar a casa segura. Por estas tierras no se puede posar en cualquier parte, es precio estar siempre alerta, los salteadores godos son bellacos…Arre! Los caminos rovirenses son largos, muy largos; el diablo se encargo de medir las leguas, y esto sería indudablemente antes de llegar el padre Jordán. Cruces negras, en cantidad alarmante, se levantan por todas partes; vemos junto a los trozos de madera montoneras de piedra. Cada persona arroja un guijarro al pie de las cruces que encuentra en su camino, y llegan a formar promontorios, ante los cuales encienden velas los creyentes, para pedir milagros al difunto. -Mire, patrón, dice Mateo inclinándose sobre el cuello de la yegua: aquí, en este punto mataron hará una semana a mi compañero Rafael Montilla. Era un hombre valiente como pocos, tiraba revólver como el mejor, y no se dejaba azarar de nadie… A la traición, por entre esos barrancos coloraditos que tenemos al frente, le dispararon cinco tiros de Gratz, y quedó muerto en el acto. El cadáver lo llevaron hasta la cañada y lo despedazaron; cuentan que Lupe, el jefe de los “mirandas”, guarda una oreja de Rafael, para que la virgen le de

26 buena suerte, y en las oraciones le recuerda a la Madre de Dios, que él, Lupe Solares, ha matado un liberal más… Las vegas del “Chicamocha” son alegres y abiertas. Una montaña estéril las enmarca, ruedan pedruscos hacia la carretera central del norte y el río sigue su curso de viejo regañón. -Óigame, dotor: aquí, en este campo, Reinaldo Olaya estuvo acuartelado con Rafael Reyes, esperando, para combatirlo, al general José María Ruiz. Recordará usted que Olaya era en ese entonces jefe de los “pozanos”. Esa turba endemoniada desvalijó a Crescenciano Acevedo, viejo luchador liberal, y tal orden fue dada por Reinaldo Olaya. -¿Qué fue de Cecilio Bueno, la víctima de Mogotocoro? Cuenta, viejo Mateo. -Crimen más espantoso que éste no volverá a cometer el conservatismo rovirense. Era un día del mes de abril y a eso de las cinco de la tarde, llegaron a la casa de Cecilio Bueno, unos veinte conservadores borrachos. El anciano dueño de casa, apoyado en un bordón, salió a recibir a los viajeros. El aspecto del viejo era risueño: decrépito, con las barbas blancas y la mirada turbia de tanto mirar este mundo pícaro; tenía el cuerpo encorvado bajo el peso de los años y las manos arrugadas y trémulas. La mujer de Cecilio había llegado con él a los umbrales de esa ancianidad dolorosa. Vieja chocha, rezaba todo el día el santo rosario y se santiguaba siempre que el reloj, ese reloj que le regalara el hijo del compadre Ubigildo, quien había ido una vez a Bogotá, dejaba oír sus campanadas rítmicas. Los conservadores, después de apurar el contenido de una botella que llevaba el jefe, bajaron de sus cabalgaduras y penetraron ebrios, tambaleantes, en casa de Cecilio. -¿Dínos, viejo, todavía eres tan liberal? –Preguntó el capataz. -Siempre, siempre patroncito…Lo que uno ha sido no puede dejar de serlo… Ustedes saben que la vida se apaga, ya no tengo alientos para llevar el rifle, ni podría volver a los campos de batalla. ¡Cómo era de bueno el general Uribe Uribe! Me dan ganas de llorar cuando recuerdo “La Humareda”. Fui buen soldado, por esta cruz (el anciano juntó los dedos de su mano, haciendo la insignia redentora). No he sabido correr de huída, siempre adelante, con mi trapo rojo en el sombrero y estrenando alpargatas, porque el general Uribe me quería como a la niña de sus ojos, y no permitía que el viejo tirara la pata al suelo. -Ahí te va otro cariño, gritó el jefe, dándole una bofetada que lo hizo rodar por el suelo. Toda la turba se arrojó sobre el anciano: unos le daban puntapiés en los testículos, otros rompieron su cabeza encanecida y a machetazos, descuartizaron el cadáver. Ebrios de ira santa, cayeron sobre la mujer de Cecilio, y la ultimaron a culatazos. Al fin se alejaron ebrios de sangre humana, y un pillete que se había refugiado en la cocina, detrás del aparador, voló a dar la noticia a la vecina Felipa Salcedo… Esa es toda la historia del anciano Cecilio Bueno. _____________________

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Pasamos por Enciso. El pueblo es gracioso y tiene, como todas las poblaciones de García Rovira, una quietud que lejos de revelar tristezas, puebla el ambiente de ritmos y de caricias montañeras. Tierra abierta y amplia, acogedora y hospitalaria. Las mujeres, deliciosamente sensuales, con sus ojeras profundas de tropicalismo concentrado, rítmicas y graves, van cantando el poema de la fecundidad y del trabajo. Los hombres dialogan por las calles. Hay rostros venerables de ancianos que conocen los secretos de García Rovira, y los jóvenes musculazos y fuertes, discuten política para hacer progresar el pueblo que precisa de acueducto y escuela laica. Mateo saluda cordialmente a sus amigos, y se siente orgulloso de acompañar un conferencista y escritor liberal, que según él, si les tranca a los curas. En Enciso hay teléfono; esa cuerda ha servido muchas veces para traicionar a los liberales, poniendo al corriente de sus asuntos a los “miranda”, tribu asalariada por los párrocos y dispuesta al delito. Siendo la población totalmente liberal, no faltan quienes traicionen al partido. Esto afirma Mateo, a quien la vida ha vuelto desconfiado. ¿Cómo no serlo? ¿No vemos ahora a los conservadores que en otro tiempo se batieron como panteras contra los liberales, luciendo charreteras donadas por el mismo liberalismo y entrar de lleno en las filas rojas? Detrás de Alfonso López se extiende la mano pordiosera de los hijos del papa. Tres cosas llamaron mi atención en Enciso: los anteojos del cura, su estómago prominente y la sobrina risueña y picaresca. Los lentes son báculo de la personalidad, sostén de los doctorados difíciles y bicicletas móviles de las lumbreras parroquiales. Un hombre sin lentes es menos sabio, más pequeño, casi un ente ridículo. Usad lentes, cosacos de sotana, y seréis teólogos capaces de descifrar a Dios. Mi gira por García Rovira es monótona y triste. Nada hay que haga vibrar el alma y solamente la sombra sangrienta de los asesinatos, se presenta por todas partes. He tratado de hacer más ligero este relato, ponerle calor y alejarlo de la pesadez de los delitos que empañan la siquis y son una afrenta para Colombia, pero no se puede callar cuando la voz interior grita: ¡JUSTICIA! Justicia que tarda y tardará en este suelo manso, en donde es preciso hacer labor de apóstol y mostrar a la faz de la república todos los delitos clericales, para que mañana el pueblo impreparado no acuda a las luchas partidistas, ni derrame más sangre. Los caciques y mandarines de provincia, dejarán libre el campo a la juventud ideológica y revolucionaria que abra el compás y redima el espíritu de nuestra raza atormentada. Sigamos la peregrinación fúnebre, y quitándonos del corazón el sectarismo, hablemos de los muertos ignaros, que no tuvieron más culpa que la de una

28 inconciencia trágica, y bajaron al sepulcro cargados por el peso de las persecuciones de los santos levitas. De Enciso pasamos a la Concepción, ciudad procera de honrosas tradiciones, cuna del General Solón Wilches, Felipe Cordero, doctor Cáceres y del General Enrique Valencia, ciudadanos modelos, a quienes la patria debe servicios incalculables. Muchos hijos ilustres ha dado la Concepción y quisiera hacer ahora el recuento de ellos, pero en esta época de azares, la intranquilidad no deja que detengamos la pluma. Tierra libre, majestuosa y altanera, en sus campos duerme la esperanza de una juventud que se levantará airosa para dar el toque revolucionario que prenda de los pechos el entusiasmo a las ideas que germinan e incendiarán en la luz el pueblo colombiano… Los campesinos de “La Concha” como llaman a la ciudad los habitantes de sus alrededores, son hombres abnegados, sinceros, fuertes y laboriosos. Ciudad hidalga de estirpe castellana, bizarra en todas las acciones y abnegada en los rotundos fracasos. La caterva de asesinos conservadores que pululan por García Rovira, parece que respeta la digna altivez de la cuna de Solón Wilches. Seguimos la marcha por los caminos rojizos y serpenteantes; una marcha sin interés, a grandes jornadas, respirando un ambiente de fuego y vamos a Málaga. Allí tiene el padre Jordán su FORTALEZA PERIODÍSTICA; esa fortaleza necesaria para dirigir las huestes azules que encanallecidas por el consejo sedicioso de los curas del lugar, va sembrando la muerte… El padre escribe en “La Hoja Parroquial”, frases tan decidoras como éstas: “Soy el representante de Dios, de Jesucristo, el agente (viajero) de la iglesia, el SOSTENEDOR DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA y el mejor y más decidido amigo del progreso de Málaga” (Véase el número 230 de la hoja mencionada, que es el que voy leyendo, a carcajadas, sobre mi caballo). El padre Jordán es el instigador de las tragedias aunque afirmen muchos liberales lo contrario. En el hotel, un hotel como todos los de provincia, regentado por una buena señora que generalmente sostiene a un marido haragán, escucho el comentario de los pasajeros. Ese mismo día se ha ultimado a Nohemías Patiño, anciano venerable que de rodillas pedía perdón a sus verdugos… Era liberal y debía perecer… “No te quejes, viejo maluco, solamente te cortaremos un brazo y, listo el negocio, es bueno que la sangre te purifique”, decía el capataz conservador y tranquilamente, cortaron un brazo a Patiño, quien murió a causa de la hemorragia. El padre Jordán es un ser poderoso; su periódico es desmentido por el presidente del Directorio Liberal de Capitanejo, con frases como éstas: Con el valioso y airoso mote de “A la orden”, hace su aparición en su nuevo reducto político, señalado recientemente por el Obispo de Pamplona, el celebérrimo levita Daniel Jordán, editorializando con cierto corte marcial en la hojita de su parroquia, en el día de año nuevo.

29 Ofrece, por lo pronto, desde la “Hoja Parroquial”, mientras arma chibaletes y maquinarias, desbaratar leyendas perversamente encaminadas. Luego, levantará su fortaleza, no de militar, sino de periodista; como quien dice: De director político y, a temblar bellacos. Por supuesto que él se ha ofrecido como olivo de paz, y su labor, seguramente, no tendrá otras miras que las de pacificar a García Rovira, revoltosa y fiera. Si tal propósito no viene dirigido de contraria manera, es decir, si se endereza con toda la buena voluntad que axiomáticamente garantiza levantar y poner de su parte el “director de escena”, será libertado el suelo rovirense, pero renunciarán del pastor. De manera que, aglomerando material de recia contextura y de armónica sabiduría, da principio el sapientísimo párroco y gallardo adalid de la construcción de su gigantesco baluarte, desde donde dirigirá sus baterías, no de guerra, para ardua y soberbia labor de defensa, (no de sus huestes) sino de la paz y la justicia de estos lares santandereanos. Ojalá que esa defensa venga señalando sin misericordia a los criminales que han sembrado el terror en esta desventurada provincia, y ella se intensifique enérgicamente si el caso lo impusiera; al referirse a sus colegas tonsurados, sobre quienes desgraciadamente, pesa casi la totalidad de la opinión pública y se inclina, sin miramientos, la Justicia. –Asunto este demasiado fuerte, mas el dinámico levita nos ha dicho: “La paz es flor de verdad y ella no despliega sus corolas donde la calumnia y las informaciones falsas suplen sistemáticamente”, bello pensamiento si acaso no llegare a ser literatura y nada más. Nos dice también: “La pacificación es un contrasentido, cuando en los cuerpos creados para la seguridad pública, se organiza el bandolerismo”. De tal suerte, y justo es colegirlo, al oír al reverendo decir lo anterior, está cercano el momento en que diga el cura Jordán, de modo rotundo y sentencioso: “La pacificación es un contrasentido, cuando en la casa del encargado de predicar la práctica de las virtudes cristianas, aconsejar la unión de las voluntades en el amor de Dios y del prójimo, y celar por la educación religiosa como un trabajo de verdadero progreso para los pueblos, se conspira contra la vida humana y contra la práctica de las virtudes fundamentales. No se debe organizar pública ni privadamente el bandolerismo, ni de las casa del pastor, debe partir el agente material del asalto en la encrucijada, del asesinato del desventurado e inocente transeúnte, ni el incendio de la choza del labriego inerme e infeliz”. Hasta Mateo muestra el rostro descompuesto viendo al cura Jordán con aires de marqués, llevar el material para la imprenta, que convertida en FORTALEZA, ha de librar a Málaga de las tentaciones del demonio, encarnado en el cuerpo de los liberales. La ciudad está tranquila; mi paso por ella no será señalado por el dedo invicto del párroco irascible. –Un rábula me mira de soslayo y tres beatas se santiguan al mirarme pasar. “Debe ser un míster masón; ¡virgen de las misericordias! – exclama pasito la más vieja. ¿Seguiré mi gira a través de la provincia? –No voy describiendo panoramas ni forjando poemas; mi gira, tiene una nobles finalidad, gracias a ella, mostraré al país hasta qué punto son infames los mercaderes de la misa diaria.

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MIRANDA: Este pueblo se agazapa entre el detritus clerical. No pude visitarlo. Mateo se opuso a ello, “allí matan por sospechas”, decía el “Colorado” –es mejor pasar por otro camino; no me contradiga, dotor”… Por todos los pueblos fuimos llevando una voz de consuelo para los afligidos: San Miguel, Macaravita, Carcasí, Molagavita, Cerrito, San Andrés, Guaca y Cepitá nos vieron pasar por el desfiladero de los caminos espiados por el conservatismo que temía perder de un momento a otro sus fortalezas inexorables. La muerte del cura párroco de Molagavita vino a poner una nota altisonante en el brevete de los conservadores. Es una cosa infame, ridícula hasta la exageración, matar ellos mismos al cordero de Dios, para sindicar después al liberalismo de la muerte del Ángel Protector. No quiero tratar este asunto tan infame, pero mañana se hará justicia ‘¡Esperad! Pascua florida en Guaca; bailan en una casa de los alrededores e invitan a seis liberales a concurrir a la diversión. Engañados siguieron a los falsos amigos. Ya en media sala, ante la estupefacción de las mujeres, asesinan a los seis desdichados, en nombre de la religión y al grito de “Viva el Padre Miranda” Resolví regresar a Capitanejo. ¿Para qué contemplar más sangre en los caminos y en las plazas de las pequeñas poblaciones? Estos delitos no corresponde esclarecerlos al historiador, sino a los jueces, y tardan demasiado en abrir una documentación sumaria para hacer luz sobre las infamias cometidas. Ya en Capitanejo, tuve que empezar de nuevo a escribir; acababan de victimar a Carlos Ordóñez Suárez, investigador de los sucesos de “Montenegro”. CARLOS ORDOÑEZ SUAREZ Floreció en esta tierra y era una promesa para la patria por su talento, por su dinamismo fecundante y por las ideas nuevas, sazonadas al calor del estudio. Luchador incansable, bebía la luz de la ciencia en las aulas universitarias, mientras su madre anciana, esperaba anhelante al hijo que sería el único apoyo de su ancianidad. Carlos Ordóñez Suárez era un idealista de vanguardia reñido con los moldes obtusos y arcaicos. Iba por el camino del triunfo valeroso y sufrido, con alma de mártir y espíritu abierto ante el horizonte de una nueva generación capaz de luchar por la pureza ideológica de Colombia. El liberalismo miraba a este joven como a una promesa y las manos del proletariado se abrían afectuosas para estrechar la mano del amigo capaz de ofrecerles redención inmediata. Carlos Ordóñez Suárez era una planta exótica, nacida al calor de la democracia plena y empapada en la virtud y heroísmo de los privilegiados. Era sosegado, apacible, reflexivo y juicioso, y a estas prendas morales debió el grado universitario y un empleo de grandes responsabilidades.

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REUNIONES PRELIMINARES: Isaías León hacía reuniones en la casa de José Dolores Chaparro y éstas tenían siempre carácter político. Allí se congregaban Rudesindo y Antonio Ruiz, Rudesindo Gualdrón, Aquilino Chaparro, Enrique Mojica, Ignacio Wilches, Efraín Ibáñez, Abdón Soto, Agapito Crispín, Neftalí Chaparro, y otros sujetos nada recomendables. Deliberaban planes siniestras y, la patrona, les brindaba copas de aguardiente. Isaías León tomaba la palabra y les refería a sus compañeros el sermón del cura con una puntualidad maravillosa. No olvida una sola palabra de las que pronunciara sobre el púlpito el santo levita. Todos los insultos a los liberales, todas las calumnias, toda la insolente perorata del fraile, eran repetidas con énfasis por el azuzador de ese puñado de hombres ignorantes, que creían estar haciendo una obra de humanidad y de justicia. Armados y con los ojos fijos en el orador, esperaban que saliera de sus labios la consigna de “apagar” la vida de algún enemigo de la religión. La sala representaba el aspecto siniestro de la más repugnante guarida de malhechores. Las paredes ennegrecidas por el humo, los cuchillos, los machetes y carabinas pendientes de los muros, los harapos tirados en los rincones y una infinidad de botellas diseminadas por el suelo. Esos hombres, sentados, formando rueda, mostraban sus rostros tenebrosos a la luz de una candileja ya próxima a extinguirse. Una vieja llenábales las copas y ponía trozos de sebo en el pedazo de tiesto en que chisporroteara una mecha de algodón, única lumbre en aquella covacha de facinerosos. Las discusiones no eran acaloradas, bastaba con decir la opinión del párroco para que todos quedaran de acuerdo. Esos hombres ignorantes, eran capaces de las mayores hazañas, siempre que fuera en beneficio del partido conservador. La impunidad es el gran secreto de los Pastores de almas y las leyes no pueden alcanzarlos; esto lo sabían en casa de Chaparro. A la guarida, muchas noches llegaba un caballero jinete en un caballo blanco; parecía un sacerdote; daba órdenes y partía a galope por la carretera. Las mujeres de la vecindad afirmaban que era un cura, pero ignoraban su nombre. ¿Qué se tramaba en aquella casa? Los hechos lo rezan claro: Todos los días caían liberales acribillados a bala sin que se pueda confirmar quienes han sido los asesinos. El padre de los Ruiz, narra con frescura los hechos de armas a sus compañeros de mazmorra en la cárcel de Bucaramanga. El sí sabe la comedia que se desarrollara en esa casa siniestra y el tema de las conversaciones a orillas del río Chicamocha, punto de reuniones de emergencia. Otros hombres hablaron de una manera clara, (léase el sumario) y sabemos quienes fueron los asesinos de Carlos Ordóñez Suárez, aunque la impunidad siga su trayectoria odiosa y criminal. El lector podrá fácilmente adivinar a los directores intelectuales de estos delitos. Ellos están en todas partes: En Bogotá, Serrano Blanco echa torrentes de bilis y dice “Id hasta el delito”. ¿Para que divulgar en este folleto a otros sujetos que fácilmente se adivinan detrás de las persianas azules? Ellos garantizan la impunidad, reparten las municiones, instruyen a las masas, y son los ÚNICOS responsables de esta lucha entre

32 hermanos. La ignorancia es perdonable. La malicia de los doctores y de los hombres tonsurados, será una eterna mancha. El CRIMEN lo han cometido los directores INTELECTUALES. Perdonemos a los campesinos obedientes e ignorantes. El 11 de agosto en casa de José Dolores Chaparro se condenó a muerte a Carlos Ordóñez Suárez (ahora que se esclarecen los asuntos y van a salir al ecrán los autores intelectuales del hecho, pide el Juez segundo de Málaga el expediente, téngase en cuenta que es conservador y amigo íntimo del cura Gómez Serrano). Bien, los Ruiz dirigirían la emboscada. Ellos dispararían primero, ocultos detrás de un vallado de piedra, junto a la carretera; luego, si fallaran los tiros y Ordóñez quedaba con vida, lo ultimarían a machetazos: lo indispensable era acertar una bala a medias. Ese día, Ordóñez Suárez salía de Málaga con dirección a Cachipay, para tomar ahí un automóvil que lo condujera a Capitanejo. Su salida fue anunciada, según lo comentan personas verídicas, con este telefonema: “Van cinco novillos, un churro, cuatro ojos, negro, que es el que deben sacrificar”. No se supo quien dio la noticia ni menos quien la recibió. Ordóñez Suárez iba vestido de negro; usaba anteojos y era churro (de cabello ensortijado). Este telefonema lo comenta la opinión pública de Málaga. A las cinco menos cuarto se consumó el atentado. El carro en que viajaba el doctor Ordóñez Suárez fue asaltado al llegar a la valla de piedra que levantaran de antemano los asesinos. Los compañeros de la víctima, Horacio Espinel y Jesús Barco, quedaron gravemente heridos, mientras los otros dos amigos de Ordóñez, José Joaquín Vargas y Josué Olaya disparaban sus armas contra los asaltantes que, atrincherados detrás de las cercas de piedra, apenas dejaban ver el calibre de sus armas de fuego. Toda resistencia resultaba inútil y los fieles amigos de Ordóñez Suárez emprendieron la retirada en busca de auxilios, los mismos que llegaron tarde, puesto que encontraron el cadáver del infortunado Juez, despedazado a machete. El automóvil quedó abollado por todas partes, los asesinos usaban armas de precisión y llevaron a cabo el proyecto sin temor de ser aprehendidos por la justicia. Creo conveniente transcribir lo que comunicó a “El Diario Nacional” su corresponsal en Capitanejo, señor Torres Galindo: Otro: “Los conservadores atacaron ayer, entre Capitanejo y “La Playa” el carro que conducía hacia Bogotá (Ordóñez primero debía pasar por Capitanejo) al doctor Carlos Ordóñez Suárez, a quien acompañaban varios jóvenes estudiantes y el excomandante de policía de esta población”. Los asaltantes dieron muerte a Ordóñez e hirieron a los señores Horacio Espinel y Jesús Barco, lograron salvarse milagrosamente demás acompañantes. Parece que autoridades miraran con indiferencia los asesinatos de liberales en esta provincia. Hace un año venimos pidiendo garantías y nuestras súplicas no han sido atendidas”. Servidores: Pedro S. Hernández. –Clemente Ramírez. –José

33 del Carmen Barajas. –Francisco Tapias. –Joaquín Ordóñez. –Ramón Muñoz. – Otoniel Ariza. –Segundo Rojas. “Diario Nacional. Bogotá. Amplíole información de anoche sobre asesinato doctor Carlos Ordóñez Suárez: Horda fanatizada, por absurdo sectarismo con la cual Luis S. Pinto sacó desde elecciones febrero, a bala, piedra y machete a los liberales residentes en el municipio de Covarachía, ayer, a las cinco menos cuarto de la tarde, verificó la otra sangrienta hazaña, cumpliendo su consigna encarecida, de la matanza de todo elemento liberal, hecha por el caciquismo mancomunado de Boyacá y Santander. El asalto se efectúo en el punto llamado “La Playa”, frente a “Las Tapias” finca del mencionado señor Pinto y guarida de expresidiarios y terribles malhechores. –El doctor Ordóñez, víctima de esta nueva demostración de salvajismo, venía de málaga, viaje hacia Bogotá. –Desde días atrás, de acuerdo con consigna especial, los asaltantes espiaban el regreso de su casa (del doctor Ordóñez) y al llegar el automóvil al sitio mencionado, unas piedras colocadas ex-profesamente en el camino, lo obligaron a detenerse, mientras los asaltantes caían sobre los viajeros desprevenidos y saciaban sus anhelos de venganza y política”. (En sumario hay declaraciones que confirman esto, aunque se dice que tiraron detrás de las cercas). Muerto el doctor Ordóñez a causa de la descarga que le hicieron con armas de precisión y herido en ambas piernas don Horacio Espinel, los bandidos se cebaron en el cadáver del funcionario despedazándolo a machete. –Cuanto traían los pasajeros dentro del automóvil, fue robado. –Suplícoles una vez más, interesarse ante el gobierno para que permanezcan aquí las fuerzas militares, con el fin de facilitar la captura de la pavorosa horda de malhechores que se refugian en las fincas del mencionado señor Pinto y de los Alejandrinos. – Torres Galindo, corresponsal”. Un crimen como todos los que ocurren en esta tierra, sin trama, sin galanura de detalles, sombrío como el alma de los azuzadores clericales. Una vida menos y un cadáver más que en nada pesa sobre la conciencia de los que toman venganza de un partido porque es noble, generoso, tiende su mano a los obreros y desfanatiza a las masas. La política de los cosacos es torpe, ennegrecida por odios añejos y por el miedo de perder para siempre este suelo humilde y propicio a la explotación. El hombre que partiera a machete la cabeza de Carlos Ordóñez Suárez, hubo de hincar el pie sobre el cráneo para arrancarle al arma que prendida a los sesos, se negara a salir de nuevo para propinarle otro golpe. Ruiz es el símbolo del clero rovirense; él, como toda la horda que sigue las doctrinas que se expanden desde los púlpitos, es adicto incondicional de los párrocos y sigue el derrotero del crimen, único que les dará a las arpías negras un poder definitivo sobre esta patria vendida al Vaticano. ¿Quién grita implorando justicia? No oiréis voz alguna que se levante poderosa, todo está sumido en un mutismo de muerte. La raza está vencida y la juventud educada por jesuitas y por hermanos cristianos extranjeros, es una carroña envilecida que deambula por el país de lo quimérico. ¿Quiénes vendrán a desterrar a los intrusos que

34 arrojados de México y de España pisotean nuestra tierra? Esperad, esperad, el gran mulato se encuentra en gestación… La investigación sumaria comenzó, y en el pueblo, los liberales, esos liberales calumniados por todos los curas de la región, esperan ansiosos que se descubra a los asesinos intelectuales que actuaron sobre el alma envilecida de ignorantes campesinos. ¿Qué se descubran? ¡No! Saben quienes son; y esperan que la justicia humana caiga sobre ellos, para verlos morder la cadena del presidiario. A los frailes, en Colombia, no los reducen jamás a prisión; han gozado siempre de la impunidad, y sus delitos como azuzadores de multitudes quedan en silencio. Nuestra patria será siempre de ellos, ya que cuentan con un factor que domina nuestros propios hogares: El confesionario. ¿Quién puede desmentirme? Ojalá lo haga un cura, para decirle cuatro palabras al oído…¿Qué hace el gobierno con los curas envenenadores de niñas? HABLA LA HERMANA DE ORDOÑEZ SUAREZ Hasta la mesa en que redacto este libro ha llegado una carta de mujer. Es el lamento doloroso de una dama santandereana que clama justicia para su hermano asesinado. Es el grito de una mujer que siente estremecerse su alma al pensar en el sacrificio de su hermano, inmolado por los sectarios de una causa miserable. Hay nobleza en todas sus palabras; esa nobleza que habla tan alto de este Santander bizarro y hospitalario. “El Diario Nacional”, siempre alerta como fiel centinela del liberalismo, dio cabida en sus columnas a las frases atormentadas de Margarita Ordóñez Suárez. Señor Director de “El Diario Nacional”. –Bogotá Permítome transcribirle esta carta: “Abro un paréntesis en la inmensidad de mi dolor, para dirigirme a ese diario, el más alto tribunal del pueblo de Santander, y para clamar sanción contra los asesinos de mi hermano Carlos Ordóñez Suárez, el mártir que era porvenir de su familia y una garantía de seguridad y de honradez para esta tierra infortunada. Esa muerte, ha dejado luto inexorable en un hogar antes risueño y colmado de felices esperanzas para una madre, dechado de virtudes y cariño, y para mí. No es, Dios lo sabe, la voz de la venganza la que mueve a hablar en estas horas crueles de orfandad y amargura; es la voz de la justicia escarnecida y postergada por la iniquidad, es el hálito de la sangre que permanece fresca y rubrica como un inmenso interrogante bajo el cielo de la patria, preguntando algo terrible y acusador a sus verdugos materiales e intelectuales; es la soledad de la hermana que ve transformarse en hidra funeraria la flor de halagüeñas esperanzas; es la tristeza del hogar desolado que ve luto y soledad dondequiera que florecían siemprevivas y esperanzas por el ser trágicamente arrebatado, del hermano ejemplar, del hijo inimitable y que hoy reclama la sombra protectora de su amor y de su cariño.

35 Mi voz lleva también la sentida y enérgica protesta contra quienes pretenden tergiversar el crimen y hacer creer que este fue fruto de acechanza de ladrones, sin más móvil que el robo, de los cual protesto, como lo expreso igualmente con noble indignación contra quienes comentan que el asesinato de mi hermano fue resultado de imprudencias de éste, por haber viajado por estas tierras cuando las pasiones políticas aullaban como chacales. Imprudencia, porque su alma limpia e ingenua no creyó en la maldad del adversario; porque no temió. No había porque venir a estrechar y a poner un beso inmaculado sobre la frente de su madre enferma? Imprudente porque no tenía que temer al salir de regreso para la capital de la república, cuando el deber le hacía llamamiento imperativo e inaplazable? Imprudente porque nada tenía que temer al acercarse a visitar su tierra natal en la que veía su alma llena de aspiraciones como el diamante sin tallar, un futuro magnífico. Y que hoy permanece oscurecido por el delito y la impunidad? Favorecida esa irritante impunidad por “investigadores sin conciencia”, como un señor Infante, cuya toga de magistrado, ha servido para que en sus pliegues hagan guarida los amos o caciques de gentes que, en su ignorancia “son abandonadas por los encargados de velar por su conducta”. Mi hermano creyó que en la trágica encrucijada de una política sin nombre, que estigmatiza a los piratas del ideal, cumpliéndose así lo que él, ese hermano del alma, dijera a mi madre en ocasión reciente: “Podrán vencerme en la traición de los cobardes, pero no en la lid franca de los caballeros”. Y si clamo justicia para este crimen y para todos los que han ensangrentado la tierra noble y ubérrima de Santander y del país entero, no lo hago jamás por un sentimiento de venganza. En mi alma no tiene asiento esa actitud. Es, sí, porque al fin veamos nuevamente asegurados los derechos y la vida de las gentes honradas y laboriosas de esta tierra llamada a mejor suerte. Si este delito, como ha ocurrido con otros, se deja pasar inadvertido, es decir, cobijado por la impunidad, habrá que temblar por la cabeza de los hombres honrados. En este caso, el sentimiento de una falsa piedad para los asesinos, sería semilla fructificadora de injusticias, de maldades y de terror. Así, quienes no pudimos interponernos para salvar con nuestro llanto y con nuestra misma vida al hermano; las mujeres que hoy no tenemos más amparo que su memoria y los brazos abiertos de la Cruz que guarda su tumba solitaria y blanca que parece estrecharnos en nuestra enorme soledad, queremos al menos salvar el recuerdo del mártir amparado por la justicia, librándolo siquiera de quienes, después de decapitar su cuerpo, pretenden enlodazar con falsos comentarios su memoria”. (Firmada) Margarita Ordóñez Suárez Esta carta no necesita comentarios; es la voz dolorosa de una mujer y en ella palpita la sinceridad. Pide “justicia” para su hermano trágicamente desaparecido, pero es imposible descorrer el velo que encubre el panorama sombrío de García Rovira.

36 Las rocas se rompen a taladro, los árboles se derriban a golpes de hacha y el rayo hiende las cimas prominentes. Veremos en la historia del mundo, cómo los grandes hombres sucumben al filo del arma que, puesta en manos de verdugos ignaros, cumple la misión de exterminar todo lo grande, lo bello y encumbrado que pueda vibrar en los cerebros libres. ¿Qué otra cosa ha hecho el clero en la larga trayectoria que lleva sobre la faz de la tierra, para vergüenza de la humanidad que lo tolera? Leamos la historia de los Borgias; entremos en las mazmorras de la inquisición y esos “in pace” nos señalarán con sus penumbras, la ola de sangre y de exterminio que dejaron prendida a sus muros, los que se dicen, sin fundamento: Ministros de Dios Nuestro Señor…en los “oublietes” de los castillos feudales hay leyendas macabras que sangran doloridas, y recuerdan los crímenes cometidos por confesores sombríos que, para ocultar sus faltas de sensualismo, hundieran el puñal en el seno de la virgen engañada tras las rejas fatales de ese cajón innoble que recoge los pecados de los crédulos, da malicia a la joven casta y armas de ignominia al fanático irredento. A través de los tiempos se ha sostenido una lucha bravía entre los que engañan a los ignorantes con rezos y consejas y los pocos hombres libres que han tenido el valor de echarles al rostro sus infamias y de presentarlos ante el mundo con todo el horror y la negra magnitud de sus maldades. ¿Qué ha sido de esos apóstoles atormentados por combatir al clero? Casi todos han perecido asesinados por la mano oculta que enarbola en la sombra el puñal ominoso; inútil sería enumerar a los vencidos; en cualquier parte que oigáis predicar la idea pura que redime y conforta, allí estará en acecho el espía clerical, quien tiene la consigna de hacer callar al apóstol a golpes de cuchillo… Manes de Rafael Uribe Uribe! Veneno de los Borgias, prédicas de Builes, obispo de Osos. Los juglares de sotana van cantando sus himnos al parecer misericordiosos y, en la humildad de sus rostros hipócritas, hay una beatitud envenenada, que ha millares de años tiene emponzoñadas las fuentes de la idea. La sapiencia de los padres de Jesús, confunde al pueblo con su necia metafísica, y con la filosofía de Ginebra, y la juventud colombiana educada por hermanos cristianos y por clérigos dictatoriales es una carroña despreciable… Queréis declaraciones de lo que han hecho los hermanos cristianos con un niño? Que se me llame a juicio, yo comprobaré toda la verdad de mis afirmaciones, y no temáis a Dios, que Dios no oye las quejas de esos hermafroditas de sotana y cayado… Las aulas clericales, son reductos en los cuales bebe la infancia el tóxico fatal de la inconsciencia, quedando impreparados para la vida, puesto que ellos, los directores espirituales, ofuscan el espíritu del niño y lo incapacitan para el libre análisis… Por esto, en Colombia tenemos e esa cáfila de rufianes que asaltan los poderes y, colocados en posiciones sistemáticas, implantan la ideología escolástica y nos abruman con discursos a Cristo Rey, mientras perece el pueblo dentro del analfabetismo, el hambre y la miseria… Es necesario sacudir el árbol para que caigan los frutos sazonados. Ese árbol de vida espiritual que nos legaron unos cuantos sembradores. Pero es triste, ver cómo los buitres de la política revolotean sobre sus ramas y picotean inmisericordes, mientras nosotros, en una laxitud desesperante, seguimos la ruta siniestra de las

37 incomprensiones. –Contemporizar, adaptarnos, es el lema escrito en casi la totalidad de las conciencias. Es necesario medrar. No importan los asesinatos a la libertad del pueblo, siempre que el político consiga su pitanza… Carlos Ordóñez Suárez, murió como puede morir cualquier soldado, y no sería raro, que mañana sus propios asesinos lleguen a los altos poderes… Pruebas fehacientes tenemos a granel para confundir a los asesinos. No se trata simplemente de corresponsalías y de cartas, sino que el sumario que se adelanta será trascendentalmente justiciero. Muchos ingenuos, entre ellos un gobernador, hacen creer que los conservadores son las víctimas del liberalismo rovirense, pero carece de fundamento esta versión. No podemos imaginar cómo el Directorio Liberal, se haya hecho sordo al clamor de un grupo de liberales afligidos, que esperan la muerte a la vuelta del camino y que tienen sobre sus cabezas la consigna fatal del jefe del conservatismo: “Id hasta el delito”. En aras de una curiosidad muy propia de nuestra raza, y por un algo que me impulsa a investigar los problemas políticos colombianos, he querido permanecer en García Rovira hasta empaparme de los hechos delictuosos que aquí se cometen a diario y conocer quiénes son sus autores. Puedo garantizar que es el conservatismo el que asesina, si así no fuere, ¿Qué hacen el panóptico los sesenta sujetos de filiación conservadora que pagan su condena? ¿Cuáles son los sindicados liberales? No los hay; nadie puede señalar a un liberal como asesino o cómplice de los asesinos que azotan a García Rovira y flagelan a un liberalismo humildoso y sin garantías en la Dirección del Partido ni en la conciencia nacional, ya que lo han desamparado en manos de sus propios verdugos. ¿A qué filiación pertenecen los mil quinientos hombres que huyen de la justicia y están acampados en bosques y praderas esperando las órdenes de los curas o del jefe Herrera, para salir a los caminos a victimar al liberal que pase, o a incendiarle su vivienda? ¡Juro que son afiliados a la horda azul y que los frailes se sirven de ellos para consumar los delitos! La voz de un pueblo es respetada en las naciones en que la injusticia y la insensatez no alcanzan a las proporciones que han llegado en Colombia. -¿Cuándo se ha negado audiencia a un cura? ¡Todas las veces se niega a los liberales que van de García Rovira a pedir garantías y protección! No hay pueblo en esta desdichada región en que el cura no sea el azuzador de las masas. San Miguel es un prodigio de aldea; en ella el fraile envía a sus cómplices para que incendien y asesinen y es inútil que demos el grito de alarma, ya que ese grito se pierde entre los convencionalismos estúpidos que se arremolinan en esa capital que por hospitalaria, se ha convertido en centro de accionistas de la Compañía Colombiana de Electricidad, de Caballeros de Colón y de socios del Rotary Club…

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Explotemos la insensatez del pueblo; hagamos de este rebaño una ofrenda magnífica para los Caudillos del Norte; explotemos, amigos, explotemos, que la felicidad consiste en la seguridad del pan de cada día y la causa, la patria y las ideas se cotizan a bajos precios en esta tierra sabia. No quiero seguir dando ideas generales; quisiera una pluma vigorosa, pintar la tragedia del liberalismo rovirense; pero el cuadro tiene tantos coágulos de sangre, que se hace pesada la tarea de presentarlo ante la faz de los pueblos civilizados de la tierra y, los libros, son caballeros del mundo, representativos de razas y de culturas. Una lista de liberales asesinados, nada tendría de interesante, ya que los curas han dado en el quid, negándoles a esos cadáveres hasta el supremo anhelo de ser envueltos en el trapo rojo, emblema de sus ideologías y orgullo de su vivir inquieto, en esta tierra de persecuciones y cuna de la delincuencia jesuíticoconservadora. Los que hemos visto arder la casa del campesino, quemada por la mano de un ignaro que olvida la caridad para seguir las consejas del canónigo odioso, no podemos menos de gritar alto, muy alto, hasta que nos oigan y griten con nosotros: Algunos curas y algunos conservadores colombianos, son un hato de asesinos infames! Los que hemos visto caer inertes tantos liberales asesinados vilmente en emboscadas siniestras, acribillados a puñaladas con cuchillos benditos, no podemos hacer otra cosa que levantar el puño al cielo, pidiéndole venganza y protección. Dios está ahora sordo para el clamor de tantas viudas y para el llanto de los huérfanos que deambulan pidiendo por caridad un pedazo de pan. No oye los gritos de una raza perseguida por la barbarie, y que no tiene quien se duela de ella, porque en nuestra patria, el conservatismo ha tomado todos los puntos estratégicos y, ausculta en silencio, impunemente, con artera maña, el pomo de la daga clerical y nefanda. ¡Piedad para García Rovira. Piedad para un grupo de liberales que sucumbe. Piedad para la misma patria atormentada…! Borremos la ola de sotanas que azota nuestros lares y hagamos que cese el flagelo ignominioso de los levitas corrompidos. VIII

Al hablar del conservatismo criminal, me refiero a los caciques que orientan el delito. Los liberales también tenemos caciques que son responsables de muchos atropellos e ignominias cometidas con las masas trabajadoras.

39 Necesitamos dirigentes políticos en ambos partidos; los mismos que no vayan contra la conciencia libertadora, y si el cura y el jefe liberal de bayetón y palo, continúan sus negociaciones, el pueblo será siempre un esclavo y la patria el feudo de la burguesía imperante. No soy sectario en mis apreciaciones. Estoy seguro, absolutamente seguro, de que el liberalismo de García Rovira es una víctima propiciatoria; pero no son menos desgraciados esos conservadores del pueblo, hombres de la jornada ruda, a quienes se les inculca odio contra el hermano y se les lanza desde el púlpito a la masacre y exterminio: ¿Qué cosa son esos entes obscuros que obedecen? –Sangre de nuestra sangre. Vigor de la patria, vitalidad de la raza, promesas recónditas y hermanos que sufren el mal de una ignorancia crasa y la especulación de los levitas que digieren a Dios. Hay necesidad de salvar a las masas conservadoras: ellas merecen, no nuestro odio, sino la compasión de un liberalismo que abrirá sus puertas y estrechará la mano encallecida del campesino, para brindarle garantías, educación y patria, ya que el cura los ha convencido de que pertenecen a Roma. MACARAVITA No se aventure usted por esa tierra, me decía el presidente del Comité Liberal de Capitanejo. -¿Y cómo hacer para enterarme de cuanto ha ocurrido? -Ahí tiene usted los datos precisos, documéntese en ellos. -No señor, quiero cargar con las responsabilidades, después de estudiar el terreno con mis propios ojos, y poder asegurar lo que escriba, con la fuerza de una convicción absoluta. Iré a Macaravita, tomaré apuntes, y dentro de breves días, si no quedo en el camino acribillado a balazos, regresaré a estrechar la mano del liberalismo honrado de Capitanejo. Lástima que Mateo Solano no pueda acompañarme en esta correría. -Dice usted “liberales honrados”, porque cree que haya pícaros en nuestro partido? -Sí, hay liberales pícaros, tan pícaros como los conservadores que se refugian en la hacienda “Tapias”. No vaya a creer usted que pienso en que todos son unos ángeles de Dios; tenemos elementos que deberían arrastrar una cadena en presidio, pero aquí en García Rovira, el noventa por ciento son hombres honrados y trabajadores. A estos no lo azuzan los caciques; en cambio, los conservadores son malos en un setenta por ciento, por la clara razón de que el cura los instiga a la lucha fratricida. Salgo para Macaravita. La mañana es clara como el alma de los santandereanos. El camino es un interrogante. ¿Por qué interrogarán tanto al viajero los caminos serranos? Hay murmullos de agua clara y cantos de pájaros que se bañan en la onda cristalina del río. El coloso que guarda la montaña hirsuta, tiene una cara carnavalesca; pero el sol, ese sol que calienta

40 hasta el fondo de las almas, está manchado de rojo. El sendero escarpado va abrazando en un rictus doloroso los valles y las cimas: se quiebra al llegar al agua del riachuelo y sigue anudándose a la tierra como una serpiente voluptuosa y eterna. Los desfiladeros se precipitan y el viento acaricia las crenchas rocallosas de esos abismos trágicos. Este es mi camino, el camino del triunfo, escarpado y agreste como todo lo grande; en él disertaré, cambiando de temperamento: a veces, me siento un pobre turco hambreado que dejara los muelles de Marsella, para radicarse en Colombia. Otros ratos, levanto las riendas del jumento, doy la cara al sol y me creo un redentor de la humanidad que padece. ¿Por qué hay hambre? ¿Será el capital un delito? ¿Qué hacen los latifundistas con sus colonos? -¿Llegará el día en que libertemos a Colombia de la explotación de las sotanas? Creo que Laureano Gómez es un Fouché, listo a tenderse, como una cortesana, ante los pies de Alfonso López y que los curas llevarán a nuestro futuro presidente, bajo vara de palio, hacia el Capitolio Nacional… Todo esto es macabro; Alfonso López será la revolución en marcha; fuerte como el Tolima victorioso y lleno de ideologías que solucionen los arduos problemas de la patria. –En lo más alto de la sierra, me planté para gritar, esperando que el eco se perdiera en lo infinito: ¡VIVA ALFONSO LÓPEZ! Un muchacho va adelante, llevando mi maleta y diciéndome “míster”. Un cura, jinete en mula de a quinientos pesos (muy parecida a la burra en que Jesús hizo su entrada triunfante a Jerusalén) me lleva la delantera; en cada rancho se detiene para ofrecer Cristos, medallas y escapularios. -Mira hija mía, le decía a una campesina: esta reliquia es traída de tierra santa; el mismo papa la bendijo y estuvo treinta días en el sepulcro de Nuestro Seño; te la voy a colocar en el pecho para que te salves… Primero el alma, hija mía, que todos los bienes de la tierra! La mano del clérigo descorrió el corpiño de la campesina, colgó al cuello la cinta y su mano pesada, lasciva y tarda, demoró acariciando los senos de la muchacha tentadora. Yo me había sentado en una banqueta de madera a mirar este espectáculo serio-jocoso. El cura me miraba con impaciencia. Al fin, después de muchos rodeos transó con la campesina y recibió tres pesos nuevos, que estaban guardados en el fondo de un baúl tachonado de estoperoles. Este dinero era el fruto del trabajo de la infeliz, haciendo empanadas, tamales y cogiendo café seis meses consecutivos. Sus economías las invertía en la salvación del alma, y sus pechos temblaban, bajo la caricia santificadora del levita… Al despedirse el cura, sus labios se posaron sobre la cara de la muchacha montañera y cristiana. Salió a paso lento, jinete en su mula negra, con el abdomen en continuo devenir y mascullando una oración. -¿Quién es ese padre? –pregunté a la muchacha. -Luis, creo que llama, y no se de dónde será; parece extranjero, ¿no le notó la manera de hablar? -¿Tendrá dinero? -Es tan pobre y caritativo… -dijo la muchacha sonriendo maliciosamente. -¿Para qué quieres esa medalla tan cara? -No oyó, míster, que con ella se gana el cielo?

41 -Te daré una docena de esas mismas medallas por diez centavos; tu pagaste tres pesos oro. -Usted no las ha hecho bendecir del papa y así no salvan a una… En esto llegaron dos campesinos al rancho. Eran de distinta filiación política, o así lo parecía por este diálogo que pude escuchar: -No sias carajo, Pedro, esa vaina del Cuencordato nua salido tuavía… -De questás hablando, Jelipe? -Del Cuencordato que tenemos quiarreglar los liberales con la extranjería. -Explicáme, yo no se desas cosas; el padre nua dicho nada en la misa… -Es que yo tampoco se explicar esas complicaciones. -Y pa qué te metés a político, siempre que nuentendés? -Lo mesmo te pasa a vos. –Decíme, le entendés al cura lo que reza en ese libro que lee ahí todo enredao? -Que le voy a entender, hombre… Es doma de fe, pero los sermones si que los entiendo… -Yo estoy por asegurar que tuvites, Pedro, en Capitanejo la noche del 29; no te parece, a vos que sos cristiano, mucho pecao asaltar a esa gente sin defensa… Arrepentite, hombre, no sias bruto, defendé lo tuyo, quesque la godarria te va a nombrar ministerio? -Y a vos, los liberales que mataron a Dios en el Calvario, ¿te dan alguna chanfaina? -No la espero, hombre Pedro, pero sabé que los curas nos explotan. Ahí ves a Cuncia, cómo les entrega a los frailes la plata que recoge de la postura de las gallinas. Todos los domingos piden limosna. Esa gente vive sin trabajar… -¡A güeno un hijo cura!, hombre Jelipe, man que sia verdá lo que decís, yo voy a meter a ese niguatero de Julián al seminario… Bueno, te ha dao pesar los muertos de Capitanejo? -Pesar nues la palabra, te juro puesta cruz que no le hago más caso a los curas pa´ fregar a los liberales, ¿no son iguales a vos y a yo?. Ahí tenés que semos amigos y vos no miasés nada, ni liasés nada a mi Dios. Harto quias rezao rosarios…Si los liberales jueran comuesos ladrones que salen al “Almorzadero” y comuno quescribe contra la Religión, ve, Jelipe, te vuelvo a jurar que le meto este cuchillo hasta lalma cuando me los incuentre… Los dos hombres colocaron en un rincón sus herramientas de trabajo. La muchacha les sirvió una taza de guarapo y hablaron de la cosecha. Seguí mi ruta. Al fin, como un nido de oropéndolas se presentó a mis ojos Macaravita; la torre de la iglesia es una imprecación y, allá abajo, pasa, raudo y profundo, el río murmurador. El nevado de “El Cocuy” sugestiona al viajero: Su cónica figura resplandece y un enorme dado de nieve yace a los pies del titán. Se dijera que ese cono de nieve, ha helado el alma de los conservadores sectarios que asaltan al viajero en las sombras. El pueblo, risueño y patriarcal en otros tiempos, hoy está cabizbajo; los hombres tienen frío en el alma y los ojos enrojecidos por la ira que ha inyectado el sermón semanal del padre Jaimes. Vino la política clerical, alejando la calma de los hogares campesinos y sembrando de cadáveres el suelo hospitalario de García Rovira.

42 El cacique Alejandrino Herrera fue el primer agitador de Macaravita. Esto lo dice Benito Castellanos; parece indignado y me refiere esta historia, que en labios de un conservador, tiene marcada importancia: -“Oiga, míster: este pueblo era deliciosamente encantador; aquí tenía el forastero una acogida franca y cordial. Todas las elecciones pasaban tranquilamente; tomábamos nuestro chocolate en la misma mesa de votaciones y triunfábamos todas las veces; los liberales, que eran pocos, se abstenían del sufragio; hacían como unos santos. Para qué ofender a Dios? –Lo malo estuvo cuando esos zoquetes empezaron a depositar sus votos en la urna; comunicamos esto al directorio y nos envió instrucciones de esa ciencia conservadora que llaman “CHOCORAZO”. –Don Alejandrino y el cura, comenzaron a asegurarnos que los rojos son enemigos de Dios y pueden matarse como a perros, pero tuvimos cierto recelo, y nos contentamos con no dejarlos arrimar a las urnas. Bernardo Blanco era el ídolo de este pueblo; para que negarlo, era caritativo, abierto, cristiano y noble; tenía su lunarcito, cosa tan natural en los humanos y consistía su debilidad en ser muy enamorado (Dios se lo perdone y que en paz descanse); el único que le ganaba para estas cosas de mujeres, era un cura, cuyo nombre me reservo. El reverendo se enamoró de la Crispiniana y cosa idéntica ocurría a don Bernardo; vivían consumidos por unos celos infernarles; amores en compañía no le convenían al padre, y resolvió guardar a su tesoro (ya en cinta) en un colegio de hermanas de la caridad. No pocas peleas tuvieron el fraile y don Bernardo, todas las tardes le increpaba al cura su mala conducta, diciéndole: -Usted no dizque está muerto para el mundo?, traiga a la Crispiniana o lo voy a denunciar al Obispo… Blanco se conformó con perder su amor y dirigió sus ojos de viejo zorro a una mujer casada. El cura intentó lo mismo, pero esta vez fue vencido en el torneo amoroso por Bernardo, quien hacía sus visitas nocturnas a la patrona, a la que el cura había nombrado presidenta de las Madres Católicas, así como la otra era presidenta de las hijas de María. –Ya usted verá –decía recio el amigo Benito –cual era la situación de este pueblo con los donjuanes. No teníamos más tema para conversar, que los amores del cura y los celos de Bernardo o viceversa… ¿Qué tiene de raro que un cura bien comido se enamore de una muchacha soltera? Para mi tenía un sabor campechano, ingenuo y agradable la charla de Don Benito. Ese hombre, estilo Pedro José; hacía gala de su mordacidad y de un abdomen adiposo que envidiara un obispo. Estaba lo bastante aburrido, quería salir volando de ese pueblo, pero era indispensable saber por boca de un conservador, cosas que los liberales se negarían a decir o adulterarían a capricho. Nadie sabía cuál era mi política, me dije alemán y hablé en esa jerga despreciable con que los sajones maltratan nuestra lengua. -“Bien míster, ya le iba diciendo –continuó don Benito –que el señor Bernardo resolvió entablar relaciones amorosas con una mujer casada; el asunto se comentaba así y resulta que el marido conoció el truco y quiso quitarse de encima a Blanco, apagándole la vela. –En esos días, ya estaba el cacique Alejandrino agitándonos para que “apagáramos” liberales, puesto que el cura Jaimes decía que merecía la gloria eterna quien “apagara” a un liberal. Aquí

43 pocas ganas le teníamos a esa cuestión; dejábamos en paz a los tres o cuatro rojos que había en el pueblo, que a decir verdad, eran creyentes y gente honrada. El cura nos decía que no eran liberales sino de nombre, que los verdaderos liberales, a los que había que “apagar” estaban en otros pueblos… Un día apareció muerto en un camino Bernardo Blanco; ya los viejos nos dábamos cuenta del suceso y de sus causas, pero, no tardaron en alarmar el pueblo, diciendo que habían sido los liberales. Alejandrino se apareció con campesinos armados a vaciar de “rojos” a Macaravita, pero regresó esa misma noche, no se a dónde, dejando muy exaltados los ánimos. Comenzaron las hostilidades por parte de algunos conservadores fanáticos y a los pocos meses registramos el primer crimen, verdaderamente político, en esta localidad. Por allá en octubre de 1931 llegaron dos viajeros; el pueblo enfurecido juraba que eran liberales y quería matarlos; fueron vanas las súplicas, pero así se ordenaba desde los púlpitos y había necesidad de cumplir órdenes… Mañana le acabo de contar. Este maldito catarro me tiene fregado. Venga mañana, míster, para acabarle este relato… El discurso era demasiado largo, sin embargo yo quería conocer todos los detalles del crimen por boca de don Benito. Fui a mi hotel: por las calles había tumultos de hombres que denotaban ser agricultores; charlaban animadamente y en todas sus palabras había ese algo de tierra que fluye de la boca de los hombres contaminados de naturaleza. Por qué hay hombres perversos que les llevan el odio al alma y los convierten en asesinos? La cama nudosa del hotelucho provinciano prestó reposo a mi cuerpo; durante el sueño, vi el puñal de Torquemada suspendido sobre mi cabeza. Noches silenciosas de los pueblos fríos; la habitación con sus muros agrietados dice cosas que no interpretan los viajeros; hay en el ambiente un olor indeciso, que a veces hace la impresión de cosas muertas y de saudades lejanas y brumosas. Ya al amanecer, se prende el farol del cielo y las sombras corren presurosas por las paredes de la habitación. Las pisadas de la patrona, suenan rítmicamente sobre las tablas agrietadas del piso que conduce a la calle. –En las aldeas, nos hace la impresión de que las gentes se dan cita para levantarse de la cama, todas a un mismo tiempo. Desde la puerta del hotel diviso la figura abombada de don Benito y me dirijo a él con el más expresivo “buenos días camarada”. -Lo de los muertos, don Benito, cómo ha sucedido? –interrogo, con mi acento de alemán criollo. -Los asesinaron, pero con un poco de razón; el uno cayó muerto ahí, sobre esa acera, el otro frente al cementerio. La gente de esta tierra es brava, figúrese que despedazaron los cadáveres, y cada asesino llevaba su pedazo al hombro como trofeo. Quien una pierna, quien un brazo y, sobre este tejado de enfrente, quedaron partes del cuerpo de Luis Barrera. –Carlitos, el más guapo de la plaza, cargaba ensartadas en su machete las partes nobles de uno de los muertos y jugaba con ellas como quien tira balón… (Hurra, salvajes. Si me

44 pagan los reales que me deben, me largo de aquí, por esta…) La trifulca duró muchas horas, cuando quiso el alcalde hacer reconocer los cadáveres ya se habían perdido muchas piezas interesantes. Piernas, brazos, ojos, dedos y vísceras intestinales se encontraban encima de los tejados. Yo juraba –decía Benito –no volver a hacer política de ésta, pero así lo manda el cura y ganar el cielo es un imperativo para nosotros los cristianos. ____________ Penetro en la iglesia. Un viejo, arrodillado frente a una virgen bizca, imploraba la curación de una úlcera vitalicia y solicitaba un hijo de su mujer. Beatas, hijas de María, madres católicas y adoradoras del Santísimo Sacramento, murmuraban sus jergas lastimosas e interminables. Me detengo ante los santos: aquí, en este nicho de la derecha está san José, esposo de María… la cara del santo es larga, macra y los ojos castos se detienen sobre la faz límpida de María Magdalena. Este padre adoptivo del gentil vagabundo de Galilea, hace milagros a granel. En otro nicho vestido de sotana y casulla blanca, está Luis Gonzaga, digno representante del vicio solitario y en el púlpito siniestro, hay pintados tres evangelistas en cuyos rostros la brocha gorda de un aprendiz mató las líneas judaizantes. Quién creyera que el Padre Jaimes ha ocupado esa tribuna conservadora para pronunciar discursos como éste: “Queridos hermanos míos en Jesucristo: Ha llegado la hora en que el liberalismo ha asaltado el poder y los herejes liberales angustian a la iglesia Católica, nuestra madre y señora. Los cristianos verdaderos, deben pedir a la santísima Virgen que nos libre de esa plaga, ya que el presidente es un rojo malvado, y sus secuaces los exterminadores que en México y otros puntos de la tierra, han combatido contra la religión de Jesucristo, y contra nosotros sus humildes pastores que vamos curando las heridas de las almas. A la congregación de las madres católicas, corresponde hacer el novenario, para que nuestro señor se apiade de las necesidades de la patria, y a las hijas de María, les encarezco rogar mucho al patriarca san José, para que nos libre de esos malvados que persiguen la fe cristiana. En los antiguos tiempos, queridos hermanos míos, eran colgados los herejes de ganchos de hierro y se les caldeaba las espaldas con cauterios terribles. Muchos eran descuartizados a la cola de potros salvajes, y esto, lo hacían los verdaderos creyentes que deseaban acabar con la herejía de sobre la faz de la tierra. Dios premia a sus hijos cuando velan por la santa religión, y no importa, él lo manda, proceder como procedía Eustoquio Gómez en Venezuela, colgando los enemigos de la Patria de ganchos que atravesados por las mandíbulas los levantaran en alto para escarmiento. Solamente el conservatismo es el partido de la iglesia católica, apostólica y romana, fuera de él, por lo tanto, no hay salvación. Perseguid a esos rojos hasta que abdiquen de sus herejías, y el Espíritu Santo esté con vosotros, queridos hermanos míos”. Este sermón, lo dijo el padre Jaimes en su parroquia, pero cuentan que se repitió en Macaravita. Estoy absorto, sumido en mi mundo interior y dejando que del subconsciente se escape todo aquello que ha almacenado y guarda relación con la fe. ¿Qué

45 cosa es fe? –Creer lo que no se ha visto. ¿No ven estas beatas estrafalarias el ojo bizco de la virgen de nogal, la cara flácida del mozalbete de Gonzaga, el rostro hirsuto y macro del patriarca, y las alas doradas del Espíritu Santo? Símbolos que representan la majestad de lo infinito, son esas imágenes abigarradas de color, milagrosas y arcaicas… El cerebro obtuso de las multitudes necesita invariablemente de los íconos y fetiches, de la pompa de los rituales, de la música mística y de las procesiones espectaculares, para creer en Dios. Por eso, dijo Lenin: “La religión es el opio del pueblo”. Regreso a Capitanejo por el mismo camino escarpado que domina el “Cocuy”. Los transeúntes van silenciosos pensando en la tragedia de su tierra enlutada. Una mujer amamanta a un niño y va despacio, resignada y llevando en las pupilas pintado el martirio de una viudez prematura. Su marido murió acribillado a puñaladas en Cachipay y le dejo el legado de un niño que cuenta tres meses. Sin techo, sin pan y sin amigos, va desgranando su miseria errabunda por los caminos rovirenses… Un hombre deformado se arrastra teniendo prendida a las piernas una llanta de automóvil para que los guijarros no lastimen su piel, y así, abalanzándose en las manos, sigue la ruta dolorosa de su triste existir. Aquel hombre me ha partido el alma; simboliza las razas inferiores que se arrastran sin llegar a tener el soplo vivificador de las ideas. El tullido talvez piense en las bellezas del espíritu, pero su cuerpo contrahecho lo vuelve sobre la materia deforme que le legara el cielo… Dios ha dado a cada quien, lo que le corresponde: Unos son triunfadores y llevan la victoria impresa en la frente; otros son sabios y han prendido el universo de sus almas múltiples; aquellos sienten la fuerza rutilante de las monedas y atesoran el oro de las minas, en rodajas fundidas, mientras sus espíritus esclavos cantan la canción obscena de la concupiscencia y del delito… La humanidad necesita igualdad, fraternidad y amor. El orden y la ley imperantes, son el patrimonio de la minoría, es decir, de los privilegiados de Dios. La mayor parte de los hombres, sufren la explotación, la cadena y una vergonzosa miseria sin que nadie reclame garantías y redima al caído. Arde el fuego en las chozas pajizas. La abuela aviva la lumbre matinal con las astillas de un roble amigo, bajo cuya sombra durmieran los sembradores la hora aciaga de la siesta serrana. Niños haraposos se asoman a las puertas rústicas. Son hijos del arroyo que tienen en las pupilas pintado el dolor de una raza atormentada. Vencidos de la vida, a quienes la sociedad mira con menos cariño que los perros hambrientos. Vinieron sin saber de dónde, e ignoran su destino; la sociedad les dará el legado que les corresponde por lógica racial: el manicomio, el presidio, la cárcel o un asilo. Con toda seguridad que un treinta por ciento de estos parias, ha de pagar el servicio militar obligatorio… Ya esto es alguna cosa, al menos así regresarán llenos de vicios y enfermedades venéreas… El camino se alarga en una pesantez desesperante. Los hombres del campo se entregan a sus duras faenas y labran la tierra con ahínco. Están amasando el pan del mañana, para que el acaparador tome los productos y se haga rico detrás de un mugriento mostrador. Mil azadas se levantan al aire y repiquetean

46 sobre la tierra fértil. El panorama es magnífico, huele a trigo maduro y a arrayanes en flor. Las mujeres van a llevar el desayuno a los trabajadores. Son hembras duras y de caderas redondas que cantan la canción de la fecundidad. Los senos se alzan erectos como tentaciones y el viento agita los pañuelos multicolores que descuelgan sus puntas sobre los cuellos nítidos de las mujeres campesinas. Llego a Capitanejo. Hay inquietud en la población; ese mismo día se ha presentado un espectáculo interesante: riñeron un cura católico y un ministro protestante. El católico decía fuerte, con voz ronca de gallego: -La iglesia católica tiene dos cabezas: una es Dios y la otra el papa. -Mi, cagamba, no sabeg cómo vivig un animal con dos cabezas…en alemañia no habeg ese cuestiono… -Extranjero corrompido, exclama el cura español, has venido e explotar a este humilde rebaño de Nuestro Señor… ¡Guarda castidad, como la guardo yo… (¡El cura tiene nueve hijos, y es casto!; son cosas del Espíritu Santo). Los amigos me reciben con alegría; están satisfechos, parece que el señor Olaya Herrera no dará nombramiento de “pacificador” al cura Gómez Serrano y ya se puede ir de paseo hasta un kilómetro, a pie, por la carretera Central, sin peligro a que le vuelen al paseante la cabeza de un tiro. En Soatá las cosas marchan muy mal; recibo la comunicación de que se han conseguido un Cristo vivo para la semana santa y este Cristo ha sido el liberal Pepe Escobar. Diez declaraciones atestiguan este hecho delictuoso, pero allá existe el canónigo Peñuela, hermano de Sotero y a él han de obedecer las autoridades militares y todo el partido conservador.

SOATA. JUEVES SANTO EN CARNE VIVA Sea este el último crimen que registren las páginas de mi libro, porque siento repugnancia en adelantar en narraciones que son afrentosas para Colombia. A secas, sin adjetivar, porque en la hora presente hay necesidad del sustantivo rotundo, voy a relatar en otra página histórica un jueves santo célebre. Los católicos de Soatá o mejor dicho, no los católicos de corazón noble, sino esa caterva odiosa de mercaderes que trafican con Cristo, quiso darnos un espectáculo sangriento y conmemorar la fiesta luctuosa de la iglesia, con un crimen que no tiene perdón: Cambiaron a Cristo Redentor, por el liberal Pepe Escobar… Risa, infamia, denigración absurda de una raza de víboras. Cuando en el orbe entero se prosternan los rostros en tierra para conmemorar aquel suceso magno del Calvario que libertara al género humano, en una aldea apartada de Colombia, los mismos que se dicen apóstoles del Salvador, llegan a envilecer toda una apoteosis.

47 ¿Cómo se verificó el hecho? Cuando el salvajismo raya en el más absurdo cinismo, la pluma trepida entre las manos, se oprime el corazón y quisiéramos estrangular la idea. El atentado que se registro en Soatá, no tiene anales en la historia procelosa del conservatismo-clerical colombiano. Muchas ignominias se han cometido; han llegado los frailes hasta envenenar a una niña de catorce años con la hostia consagrada y han convertido los conventos en refugio de sus concubinas, pero jamás se habían atrevido a abofetear la memoria del nazareno… Entre copas, risas y rezos, un pueblo enardecido por la pasión católica y conservadora, dio el espectáculo sombrío de la estulticia lleva a extremos no imaginados. No contentos con mirar en el templo la imagen de Cristo crucificado y quizás enardecidos por la sangre que simulara salir de sus heridas, quisieron ellos buscar a un hombre a quien desnudar, azotarlo y abrirle heridas para extasiarse ante ellas. La sangre no oscureció sus pupilas de chacales, tuvieron sed y salieron en horda fratricida en busca de un liberal. Pepe escobar fue la victima propiciatoria del conservatismo-clerical de Soatá. De casa del doctor Francisco Gallón sacó la turba enfurecida a Escobar. Las damas y los niños gritaban, pidiendo piedad para ese hombre. Nadie oía los gritos siniestros salidos de mil bocas; piedad, justicia, repetían las gargantas fatigadas, pero el populacho adelantaba con Pepe Escobar atado con gruesos cables y dándole de latigazos. Los ultrajes se sucedían sin interrupción; arrancaron por completo los caballeros a la víctima y la cabeza le quedó en carne viva, sangrante, a manera de un muñón que levantado en alto, sirviera de diversión a los caníbales de Soatá. Cada vez que la turba frenética le quitaba un pedazo de carne, la multitud aplaudía con una alharaca enloquecedora. Escobar era lanzado de acera a acera y contra las paredes dejaba rastro de sangre y tiras de piel. Al fin cayó desvanecido; la turba se disputaba ese cuerpo mutilado, y ya muy tarde, saciada la sed de una venganza feroz, el señor Alcalde hizo conducir a la cárcel a Pepe Escobar, sin sentido y casi agonizante. Rafael Núñez dijo: “Cruzarán generaciones de generaciones, antes de entrar la luz a Boyacá” y estas palabras fueron proferidas en la plaza del pueblo que gobiernan los Peñuelas, hermanos de Sotero. Esa aldea grande con pretensiones de ciudad, acumula en su seno toda la barbarie de tiempos primitivos y el sectarismo religioso está arraigado al alma de esas gentes absurdas e ignorantes. Entró la luz a Boyacá; vino el progreso redentor a todas las ciudades, se empapó de ciencia el pueblo otrora ignaro, evolucionaron hasta las aldeas remotas, pero Soatá quedó petrificada, cumpliéndose en ese pueblo las palabras de Núñez, desmentidas por el resto del Departamento próspero y laborioso. Hacer comentarios a tanta vileza es cosa que desprecio. ¿Cómo callar? Los pueblos necesitan la pluma que corrija esos ímpetus salvajes. El clero, si, ese clero que hace cuatrocientos años domina a Colombia, es el causante de la

48 salvaje fanatización de las masas. A él debemos esta época de barbarie y sectarismo en que la Patria se hunde y, vemos con ojos asustados cómo los señores altos, influyentes y sabios, transan vergonzosamente con los esquilmadores del pueblo colombiano, verdugos que no solamente encadenan las conciencias, sino que estorban el proceso evolutivo de esta pobre nación. Una república que da su ejército para que luzca escapularios por las calles, caminando indolente detrás de un muñeco de madera, es una nación que podemos llamar envilecida. Igual que España, tendrá Colombia que sacudir la cadena jesuítica, si quiere entrar en el rol de los pueblos civilizados. Los que piensan y dominan a las multitudes, jamás han predicado la idea clara que puede salvarlas; ellos creen que la guerra es un flagelo tremendo, pero se engañan: todo parto tiene dolor y toda emancipación ha de teñirse de púrpura. ¿Creéis que los fanáticos dejarían que sancionáramos libremente a tanto clérigo corrompido? ¡Jamás! Para ellos el pastor es inviolable; adorarían gustosos a Torquemada y no han visto las faltas de aquel Alejandro VI, vergüenza de un siglo y estigma de una raza. Purifiquemos el ambiente; hagamos que nuestro pueblo tenga una personalidad definitiva y dentro de las libertades bien entendidas; tengamos a la religión dentro de la ley, y a los clérigos explotadores dentro de los calabozos. Soatá es un reducto de frailes ignorantes que han entorpecido más y más las conciencias de esos centenares de fieras que los rodean. Si estudiamos la causa de esa falta de humanidad, de esa encanallecida manera de proceder, la encontraremos indiscutiblemente en la influencia del clero en la conciencia de las multitudes. Dicen que no puede subsistir un pueblo sin religión; hasta cierto punto es aceptable la teoría, pero no aceptaremos jamás que pueda vivir un pueblo sin honor, por haberle entregado su conciencia a los mercaderes que se dicen apóstoles de Jesucristo. En Colombia no se adora a Dios, sino al Primado. No se rinde pleitesía a las imágenes de los santos, sino a la casulla y al báculo del obispo. Nadie cree en otra cosa que en la influencia del clero en la política y en la sociedad, e hipócritamente, de una manera baja y miserable, se arrastra nuestra juventud colombiana, educada por jesuitas y por hermanos cristianos. El pueblo está encanallecido por haber bebido las primeras letras al compás de rezos confusos y de plegarias balbucientes; se le ha confundido la ciencia humana con la majestad divina, y ya para esas masas no hay otra cosa que misterios irresolubles. El crimen cometido en Soatá, cambiando a Jesucristo por un liberal para azotarlo y escarnecerlo, nos da la idea de la inmoralidad de los pueblos creyentes de Colombia. Esa es la masa educada por los curas; siempre la sangre estará salpicando las sotanas, mientras haya pueblos entorpecidos que crean en la inhabilidad del papa, y en las pláticas de los curas, que explotan aldeas y ciudades, a caballeros de levita y a humildes artesanos. Inútiles prédicas de apóstoles sanos han resonado afónicas en este aprisco de esclavos. Nadie quiere escuchar, y los que piensan, los cerebrales, andan

49 atareados canjeando libertad por servilismo, siempre que ese servilismo se traduzca en bienestar corporal. HACIA BOGOTA En la agitación política de García Rovira, vino a prenderse la chispa de la guerra con el Perú. Mientras los liberales hacían manifestaciones, tratando de levantar el sentimiento patriótico de las masas, los curas y el cacique Herrera, se afanaban por señalar al gobierno nacional como a un impostor. Los púlpitos tronaban contra Olaya Herrera; las circulares de Builes eran leídas con fruición en los corrillos, y en vano se trataba de levantar el espíritu de las gentes para abocar el problema internacional. Yo si creo en la guerra; en vano tratarán los escritores conservadores de tergiversar la verdad de este asunto, y si Alfonso López ha procurado arreglar amistosamente con la nación peruana, debemos tener e cuenta que esa negociación se hace a base de patriotismo y de cumplida honorabilidad. Salgo para la capital de la república, atontado, mohíno y desesperanzado. He visitado dos veces a García Rovira, y siempre tengo que hacerme el hombre fuerte, para no renunciar a la tarea de escribir las tragedias de este suelo atormentado, que se me ha prendido al corazón como una arista sangrante y dolorosa. El carro en que viajo es conducido por un muchacho liberal; en sus ojos hay desconfianza y a cada diez o veinte kilómetros, examina el terreno. Junto al volante, lleva el revólver niquelado, y encima del parabrisa, una escopeta de dos cañones. ¡Esto es tener armas y… miedo! -Hace muchos días que estoy estudiando la manera de sacar a Torres Galindo de Capitanejo; lo van a matar como mataron a Pimentel, me dice el chofer con voz lenta y calmada. -Y cómo puedes sacarlo?, no sabes que pasando por Soatá tendrán que resistir un combate? –A ese sujeto no le darán libertad; su suerte está echada: o triunfa, o muere en Capitanejo. -Sí, así mismo lo he creído, pero dentro de un cajón, acomodado en una camioneta del gobierno, puede escapar. Ya no debe continuar en la lucha política, su vida está pendiente de un hilo… Junto a mi, viaja una muchacha que va a ingresar a un colegio de hermanas de la caridad; conversamos sobre diversos tópicos, y al fin le hago el amor. El chofer mira de soslayo y parece disgustado porque no atiendo su charla política y su valeroso plan de libertar de la muerte al presidente del Comité Liberal de Capitanejo. Me divierto tomando las manos a la niña que dentro de breves días ingresará al colegio. Los senos de Luisa, así se llama la chica, son erectos y provocativos. En el colegio les pondrán una faja elástica para matar ese par de tentaciones, y han de tornarse flácidos, colgantes y marchitos. En una casa pajiza, funciona una escuela rural. La maestra, una mujer macra, ojerosa y larga, hace rezar a los niños. Da clase por la mañana a los hombres y

50 el medio día restante lo dedica a las mujeres. Enseña a rezar oraciones, cuenta vidas de santos que quizás no existan sino en la mente de la buena señora, y cantan los muchachos con voces chillonas plegarias a María santísima y al patriarca florecido que se llama José. A esa escuela va un cura homosexual y acaricia a los mozalbetes, a la par que regala medallas, cintas y escapularios. La maestra se pone su vestido de zaraza morada, luce una balaca azul, y su reverencia, el padre Gervasio, se va muy satisfecho de los progresos educacionistas en la infancia campesina. Llegamos a una casa y el chofer para el carro. Un viejo sale a recibirnos. Pedimos almuerzo a la patrona y nos sirve un trozo de lechón. Almorzando, veo un ataúd suspenso de dos cuerdas y levantado contra el techo. -¿Qué es esto, patrón? -¿Qué va a ser, mi niño: me he prevenido desde en vida, para que me entierren con vestido de palo. Eso de quedar en la pura tierra, es una vaina… -¿Pero crees que morirás en tu casa? -Si los rojos no me matan en una de esas revueltas, he de morir en mi cama. -¿Y qué es eso de pelear cada rato, patrón?. -Hombre, usted no sabe que es necesario limpiar este país de rojos malucos…Yo le hablo clarito; usted tiene cara de seminarista…¿Dígame la verdad, va pal´ seminario? -Sí, mi viejo, voy para el seminario conciliar, y está niña quedará en el colegio de las reverendas madres de la caridad… -Ustedes son católicos y conservadores; ahora nos vamos a librar de ese cabecicaído de Olaya Herrera, y el muelón de López no ha de llegar a la presidencia. Están llegando sus reverencias, los curas desterrados de México, a ayudarnos a acabar con los liberales y con los güelcheviques. ¡Virgen de las misericordias, como me bailan las manos y hasta las plantas de los pies! Este García Rovira va a quedar limpiecito, como las alas del Espíritu Santo que hay en la Concha… -¿Te gustaría matar rojos? -¿Qué si mia de gustar? –Allí tengo mi machete que es un verraco de veinticuatro pulgadas, y dos rivólveres hasta lalma de tiros…Con una señita que me haga la dirección, y al monte viejo, a matar perros… -En el seminario, voy a rezar mucho por este patrón, le dije a la mujer que levantaba los platos de la mesa. -Rece mucho dotorcito, que él no ha de morir en la cama… Ya me lo han traído herido tres veces, ¿sabe qué hizo en Cachipay? -Cuente, patrona, cuente. -Nada, le dieron una puñalada, por meterse en lo que no le importa y por el güeco se le salió un pedazo de peritroneo… -Peritoneo, le corrijo. -Bueno, peritroneo, el caso jue que se cortó con la cuchilla el sobrante que le caía sobre la panza, y se lo tiraron a un perro… Allí tiene a ese hombre vivo sin esa pieza. La curación nos costó seis vacas, porquijueldiablo los médicos pa ladrones… ¡Virgen de las misericordias! –La buena mujer se daba golpes en la mamilla izquierda. (Señal de penitencia)

51 Salimos de aquella casa. Yo pensaba qué sería de mí con cara de seminarista y de la muchacha que nos acompañaba y tenía más deseo de matrimonio que de disciplina claustral. Llegué a Bogotá, a contemplar el panorama de los pingüinos filósofos. Colombia es un país original; en Bogotá lo vemos, porque la capital, es el recipiente obligado que capta las emotividades de provincia. ¿A qué tanta rabia? Parece que los valores intelectuales se dan cita para blasfemar de la única ciudad autóctona que tenemos en el país. ¿Qué es Bogotá? Esto se preguntan millares de provincianos estultos, creyentes de que la grandeza de la capital está radicada en el policía de “El Tiempo”. No saben que el alma bogotana es delicada, expansiva, exquisita y hay un espíritu capaz de percibir todas las bellezas intelectuales. -¿Y los piojos? –Otra pregunta estulta; todos los señores de provincia, que se creen inteligentes y sabios, van a Bogotá. ¿Qué buscan? –Una personalidad; las personalidades en Colombia pueden fabricarse con letras de molde y un retrato, en primera página, con un titular vistoso, capaz de saciar los apetitos a cualquier provinciano, no inteligente y letrado. El despecho, se justifica claramente, por no haber conquistado el objetivo de las diarias preocupaciones. ¿No le parece a usted muy interesante, hacerse retratar en Bogotá? Los políticos van a la capital para darse aires de doctores ilustres. Regresan a sus pueblos remedando el caminado y el habla de los santafereños, pero en el fondo los odian hasta más no poder. He visto a varios entrerrieños ensayando usar guantes y bastón; y la señora de un ministro, al llegar a Bogotá, se sentaba en el suelo, sobre uno de esos tapetes que suelen llevar a la iglesia las beatas. Me consta que Doña Chila aún no es capaz de sentarse en una butaca: le marea la altura. Estas gentes siempre han de hablar mal de nuestra capital y en ciertas cosas tienen razón los provincianos. Voy al Palacio de la Carrera. Ahí no se puede entrar. En “El Tiempo” me ataja el policía de “turno”. Voy al Capitolio y pregunto por el doctor Hoyos. Es un viejo simpático y socarrón; me recibe muerto de risa y llama a una muchacha para que nos traiga café. La chica es atenta y el doctor le toca los senos ajados de tanto dejárselos manosear de las altas autoridades. Enseño los originales de “Sangre y Sotanas” al señor sub-secretario, o secretario del Ministro de Gobierno (yo no estoy bien enterado de esas dignidades), salta de su asiento, se ruboriza y me llama revolucionario. Definitivamente que el doctor Hoyos no está preparado para las grandes hazañas literarias; sobre el escritorio, pisado con un tintero de cristal, tiene un número de “Mundo al Día” y el “Cancionero antioqueño”. Me ofreció un empleo con setenta pesos mensuales, y comprendí que pretendía utilizar mis habilidades… No vi en el Capitolio sino viejos calvos y zambos chocoanos que devengan sin trabajar. Quise enseñar mi libro a Jorge Eliécer y eché a caminar por la séptima. Un portero almidonado me recibe con desdén, ve mi traje sucio y los zapatos sin lustrar y dice que el doctor está muy ocupado con unos señores del gobierno. Espero largas horas y al fin sale un mulatito simpático, peinado con gomina, lindamente vestido y que ha olvidado el castellano en Italia.

52 -Monto piacheri mio caro… para servir ao signori… -Quería tratar un asunto importante con el doctor... Los ojos del padre del Proletariado colombiano me miran con lástima. Examina mi figura larga, bizca y desgarbada y echa mano de la cartera para regalarme un billete. Interrumpo este atentado contra mi dignidad y le suelto los originales de “Sangre y Sotanas”. Los hojea nerviosamente y toma el “Diario Nacional” que reposa sobre su escritorio. -Es usted Tello Mejía? -Sí, doctor, ahí está publicado uno de mis artículos sobre García Rovira. -“El Diario Nacional” sí se duele de la suerte de esa provincia. Vuelve a mirarme despóticamente y al fin tengo que abandonarlo; me sentí sin alientos para despedirme de ese líder integérrimo que ha coronado todas las alturas y usa pantalones a rayas. En la calle medito en la tragedia política de Colombia. Intento visitar a Luis Cano, pero pienso con amargura que carezco de guantes, bastón y pantalón de fantasía, adminículos que dan prestancia en la capital. Por tener varios pares de guantes y un bastón muy grueso, fue nombrado cónsul el “Mono Primavera”. Yo no se cómo habla Eduardo Santos, pero respeto profundamente su gran talento, tiene tanta materia gris, que sabe cuánto vale Restrepo que es el único financista letrado que existe en nuestra patria. Bogotá no es para vivir largos días sin tener una indumentaria teatral. Todo lo hace la presentación y para conseguir con el gobierno lo que se desee, basta llevar elegantemente los disfraces y ser amigo de Nieto Caballero. Con mis originales debajo del brazo, pasé por cafetines, parques y chicherías. La inteligencia racial de nuestra capital está radicada en la chicha. Un hombre que toma chicha bogotana sube al pináculo de la gloria; el padre Tejada ingiere dos litros de este líquido y hace versos maravillosos. Quitadle la bebida chibcha a los hombres de la capital y se tornarán en ovejas. Son leones en las jornadas de junio, en las barras del Senado o en los circos de toros; pero todo este furor revolucionario, está dentro de los barriles, y ahí, en esa fuente clara, se embellece espiritualmente el pueblo bogotano. Voy a los templos y tomo apuntes para un cronicón que tendré que publicar en mi provincia. Las iglesias de nuestra capital son estimulantes para el espíritu. Hay un mínimum de santos bizcos y caratosos; los ángeles tienen las alas de cartón y las enaguas de la Verónica están adornadas con letines anchos y pulcros. Quiero meditar y pensando en la gloria prometida hacer oración. En esto llega un viejo, compañero de Cortés Vargas y de Eladio Paz Ledezma. Se arrodilla, abre los brazos en cruz, se santigua repetidas veces, se da golpes de pecho y prorrumpe en plegarias pidiendo que los liberales caigan definitivamente del poder para la salvación de su alma. El espíritu de ese señor es hermético como la ipecacuana. Ha sufrido la amargura de ver a sus amigos

53 sin empleo y le han perdido una hija. ¡Maldito régimen!, exclama con los brazos en cruz… Los profesores de psico-análisis han fracasado en Bogotá. Claro que tienen que fallar en sus cálculos. Una raza ingenua y cristiana, con hábitos similares y una conciencia standard, nada puede dar que valga la pena de aplicar teorías freudianas. Fijemos la atención en este hecho: Mientras el pueblo hace manifestaciones y apedrea el consulado peruano, en Lima dicen: ¿para qué pelear con los colombianos? Hay discrepancia entre ambas razas. La una es ingenua, la otra no es nada. El Perú es tierra mansa y carece de valores raciales, Bogotá, en conjunto, es lo mejor de Colombia; no se puede estudiar por separado ninguna unidad capitalina. El valor es colectivo, lo mismo el talento y el sentimentalismo. Los místeres que visitan a Bogotá, salen en cabeza a la calle y entran con el sombrero puesto al Capitolio Nacional. Folsom es el americano más juicioso e inteligente que ha llegado a nuestra patria; compró el Catatumbo y van a civilizarlo con mujeres yanquis y negros de Jamaica. Verdaderamente que el Catatumbo es un emporio de riquezas, a las puertas del Capitolio Nacional, en épocas pasadas, se puso este letrero: “Vendemos lotes de terreno a precios módicos y garantizamos la vida a los compradores en caso que los ataquen los indios”. –Chaux-Folsom & Company. Voy por todas partes. Conozco cronistas y saltimbanquis de la prensa diaria. Jaime Barrera Parra es el único valor autóctono que tienen en el Altiplano, nació en Santander y es un escritor que va triunfante por esta patria que lee fervorosamente a Fernando González. No encuentro una imprenta que eche a volar mi libro “Sangre y Sotanas”.nadie quiere inmiscuirse en asunto tan delicado y se hacen los que no quieren la cosa porque el cura puede tirarles las orejas. Mi amigo, el doctor Turbay ha dejado de ser revolucionario y toma Brandy con el arzobispo en el club social…Qué esperanzas pueden quedarme de dar al público esta obra documentada? Benjamín, el buen Benjamín de “El Diario Nacional” es liberal por atavismo. Ha publicado un capítulo de mi libro y me ofrece las columnas de su diario; quedo agradecido. Al fin de fines hubo un valiente capaz de relatar los crímenes de los curas rovirenses. Mis anteojos van por todas partes. Salieron blancos de Capitanejo y llegaron opacos a Bogotá de tanto mirar personalidades raciales. Por Tunja se fueron detrás de la gloria del Presidente del Directorio Liberal y enfocaron la silueta macra del párroco agiotista, que vendió la gloria eterna, a un campesino, por seiscientos pesos oro… Bogotá me ha dado la impresión de que en la vida se puede llegar a ser una conspicua personalidad. El hombre ha de evolucionar y con seis libros de ciencias, artes y oficios, puede un escritor llegar al pináculo de la gloria. En el hotel, convidado por un amigo sincero y noble, voy a tomar el almuerzo. Un cura está llenando su panza. Viste de negro (no es una caso curioso) y se

54 ha calado un poncho para no ensuciar la sotana. Los curas son sucios; nadie se atreve a afirmar lo contrario. Hablamos de gentes importantes. En Colombia la importancia estriba en ser muy seco; hablar reposadamente y tener cara dura. Generalmente los sabios de mi tierra escriben libros de trescientas páginas para no defraudar a los lectores. El papel vale a tres pesos la resma, pero nadie compra una obra por el valor intelectual; generalmente cotizan la carátula y el papel. Yo no quiero ni siquiera ser escritor. ¿Para qué? –Cualquier hombre gordo que viaje a Buenos Aires regresa siendo ilustre; las Enciclopedias valen de ciento a ciento ochenta pesos y en mi país venden los libreros unas mil quinientas enciclopedias por año. Ahí está el valor de las gentes de Colombia. Cierro este libro (no son trescientas cincuenta páginas) y preparo otro que dirá verdades rotundas. En qué estriba la verdad? –Los colombianos no hemos sabido encontrarla, tanto que nos engañamos ingenuamente y protestamos de lo que entraña nobleza y carácter. Mis afirmaciones son sustantivas y se que tengo talento. El talento no duerme en los libros viejos, sino en esa masa cefálica colocada en determinado lugar y que puede producir, originalmente, algo distanciado del común. PACIFIQUEMOS A GARCIA ROVIRA Después de una lucha inútil por pacificar con el ejército a García Rovira, viene diez puntos misteriosos a intrigar en la curiosidad de los políticos. Hoy sí se pacificará esta tierra buena, los “puntos” (de fuego) son purificadores. Lo malo estriba en que se ha perdido mucho tiempo, mucha paciencia y bastante dinero. El ejército entregado a la molicie, solamente ha esperado que lo ataquen los sectarios o traten de tomarse la plaza en que duermen los soldados a pierna suelta, mientras los oficiales enamoran a las cocineras y a las cocotas baratas. En Colombia todo se hace un problema magno; es que no tenemos tiempo para pensar lo nuestro, ya que vivimos embargados de snobismo ajeno y de culturas estrambóticas. A cualquiera bagatela se le da una importancia magna, así se venden mayormente los periódicos y el señor Ministro encargado de resolver la cuestión, pasa por un genio innovador y prudentísimo. En García Rovira el problema está al alcance de cualquier carretero. Basta con capturar a los asesinos conservadores que andan por las montañas; para esto son suficientes cien hombres fuertes, dispuestos a trabajar incansablemente hasta dar caz a los malhechores. Capturados estos, se les llevará al panóptico sin hacer caso del fraile que querrá sacarlos de mano de la justicia. ¡Ahí está lo grave! El cura indiscutiblemente ha de interesarse por sus afiliados, porque en verdad, los sacerdotes rovirenses tiene las manos sucias de sangre y temen que sus cómplices los delaten. Tristes y dolorosa verdad es esta, pero ¿cómo callarla? La pacificación en manos de un Serrano Blanco, ese político que firma un manifiesto de paz cuando ya están cumplidas sus consignas fatales, no puede ser otra cosa que una de las tantas anomalías que ocurren a diario en este país

55 de locos. Cómo se le ocurrió a Jorge Eliécer Gaitán transar con el hombre que predica a sus huestes “el delito”? –Así creen en la pacificación esos señores que no conocen estas tierras. García Rovira registra la más dolorosa persecución conservadora. Al transar los dirigentes de ambos bandos, no cesará por ello la lucha, puesto que aquí se ha vertido mucha sangre liberal y esos muertos tienen parientes, hermanos, amigos a quienes doler, sin que ninguna de las víctimas tenga parentesco con el Presidente del Directorio Liberal… ¿Quién los ha asesinado? ¡El conservatismo! ¿Cuál fue el culpable de la masacre? –Serrano Blanco al incitarlos a la lucha y los curas que les entregaron los puñales benditos… Pacifiquen a García Rovira en buena hora. Venga la paz y la armonía entre ambos partidos. Pero para ello sería indispensable cambiar el clero rovirense, desterrar a Alejandrino Herrera y a otros elementos conservadores ebrios de sangre, capturar a los conservadores que están implicados en crímenes y no hacer caso a los curas cuando pidan a voz en cuello la libertad de los sindicados. Jueces honrados tendrían que pagar quizás con la propia vida la sentencia que dictarán, si tenemos en cuenta que los responsables intelectuales de los sucesos de García Rovira, son clérigos y altas personalidades políticas, a quienes alcanzaría la sanción judicial. Bello día de justicia¡ Por primera vez veríamos a las leyes colombianas castigando a esos santos varones que desde sus cátedras, han impulsado la ola del exterminio. Los grilletes brillarían diáfanos al apretar la pantorrilla del cura corrompido y del político atrabiliario. Los ojos claudicantes de tantos jueces sin honor, alumbrarían en las celdas del presidio como ascuas rojas de sangre. Pacifiquemos a García Rovira, pero que esa pacificación no se vuelva en contra de los pacificadores. Alejandrino Herrera y Juan J. Wilches han sido absueltos por solicitud del mismo fiscal que vio en la causa, Dios los perdone y tenga misericordia de ellos, pobres almas descarriadas que no han hecho más que penitencia y caridad. Par el señor Fiscal mis felicitaciones efusivas. Medellín es el epicentro de la justicia conservadora.

FIN

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