Romancero Nuevo

ROMANCERO NUEVO El Romancero Nuevo mantiene las características esenciales del Romancero Viejo: sencilla métrica peculi

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ROMANCERO NUEVO

El Romancero Nuevo mantiene las características esenciales del Romancero Viejo: sencilla métrica peculiar (octosílabos asonantados en los versos pares) y su conenido, en el que se mezcla de un modo especial, lo narrativo y lo sentimental. La diferencia es que este Romancero Nuevo lleva a sus últimas consecuencias la conciencia de creación personal, y el objetivo artístico es tan importante o más que el básico objetivo informativo o narrativo. El Romancero en el Barroco

Las circunstancias sociopolíticas y culturales del Barroco hacen que el romance novelesco y sentimental del siglo XVI alcance su máxima expansión. Dichos romances son recogidos por músicos que les aplican melodías, tan populares algunas, que hacen olvidar el propio texto del romance. Este predominio musical lleva a que los romances, sin perder su organización métrica fundamental, agrupen su contenido en formas casi estróficas de cuatro versos, según las exigencias de las frases musicales. Lope de Vega y Luis de Góngora son los dos romanceadores más importantes de la poesía del Barroco. Lope recoge en sus romances los múltiples episodios amorosos de su vida personal, mientras que Góngora suele aplicar al romance la musicalidad y ligereza que caracteriza a su poesía. El otro camino por el que penetra el Romancero en el Barroco es el teatro. La sencillez de expresión, el dramatismo y la agilidad comunicativa del romance cuadra perfectamente con los dramas barrocos.

El Romance en el siglo XVIII

El Romancero en el siglo XVIII se acomoda a los dos sectores (tradicional e ilustrado) que configuran la literatura de la época. El Romancero se hace en este siglo auténticamente popular y se convierte en el vehículo expresivo del acontecimiento inmediato o del problema personal. Conectados estrechamente con la sensibilidad popular, estos romances pierden en lirisimo y perfección artística lo que ganan en interés narrativa y acciones disparatadas. En el bando ilustrado, el uso del romance es poco frecuente, por ser considerado chabacano y de origen popular. Queda reducido su uso a algunos romances de carácter didáctico (las Fábulas). El Romance en el siglo XIX

Con el gusto por lo tradicional propio del siglo XIX aparece brevemente el Romancero como creación literaria. Mantiene su peculiar tono narrativo frente a otras formas métricas en El estudiante de Salamanca, de José de Espronceda (1808-1842). Mucho más extenso y significativo es el uso del romance en El paso honroso, Florida o en El moro expósito del duque de Rivas. Poco a poco, el romance histórico se va convirtiendo en novelesco y costumbrista, como se puede apreciar en los romances de José Zorrilla (1817-1893), que dirige ya su producción de romances hacia el puro terreno narrativo de la leyenda. La aportación más importante del Romancero

que se realiza en este siglo procede de los investigadores que se preocupan por recoger los fundamentos históricos y culturales de la nueva clase social que entraba a protagonizar la Historia. El romance en el siglo XX El principio del siglo XX vivió la práctica desaparición del Romancero. Sin embargo,

permaneció el

romancero interno, es decir, ese hábito cultural, artístico y

lingüístico que nació con el idioma y con el temperamento hispánico, allá en los años problemáticos del nacimiento de Castilla. Ahora, cuando parece que se pierde el sustrato humano popular, siguen apareciendo en el arte lírico poetas a los que hay que considerar como el “pueblo” más puro y consciente del momento actual. Pueblo auténtico son los poetas de la Generación del 98, los del modernismo español, los de la Generación del 27, los que pasaron por la guerra civil y los que se perdieron en ella. Todos ellos compusieron romances que o bien rehuían el dolor escondiéndose en el universo armónico del lenguaje, o bien, se enfrentan al dolor y lo gritan. [Fuente: Introducción de Juan Ávila Arellano a la edición de El Romancero de la Biblioteca Anaya Didáctica, Madrid, 1985]

A partir del siglo XVII empieza a decaer entre los escritores cultos el interés por el romancero, aunque continuarán circulando pliegos en que se vulgarizan obras líricas y dramáticas de poetas famosos. Los romances vuelven así al cauce de la tradición oral y de la literatura marginada, viviendo su olvido en zonas rurales. Un romancero difundido por pliegos y ciegos copleros coexistirá en el ámbito cultural de las masas populares junto a los temas de antaño. En el siglo XVIII algunos poetas utilizarán el metro y la rima del romance para crear artificiosas composiciones de corte pastoril o galante. Mientras, al margen de la historia convencional de la literatura, el romancero prosigue y consolida su difusión oral por todas las áreas de lengua española o portuguesa: de Baleares y Canarias a las Azores y Madeira, de extremo a extremo del continente americano, de Marruecos a la península balcánica. En el siglo XIX, la exaltación de lo popular promovida por el movimiento romántico, hace que artistas y eruditos vuelvan sus ojos al romancero. Durán recoge en su Romancero general diversas clases de romance conocidos en aquella época y, tras él, Fernando J. Wolf y Conrado Hoffmann publicarán su Primavera y flor de romances o colección de los más viejos y populares romances castellanos (en homenaje a la obra homónima de 1621 o 1622), que servirá de referencia a todos los trabajos de enfoque científico posteriores sobre el tema. Algunos poetas románticos, como el El Duque de Rivas o Zorrilla recrearán ciertos materiales legendarios, aunque será en el siglo XX cuando autores de primera calidad, como Antonio Machado (La tierra de Alvargonzález) y García Lorca con su exitoso Romancero gitano se propongan la renovación del género, que vivirá una nueva explosión durante la Guerra Civil al difundirse un nuevo romancero por medio de hojas volanderas y gacetillas del frente por las trincheras de ambos bandos, convirtiéndose en canto de combate.

5.

EL ROMANCERO. Tradición y Pervivencia a fines del Siglo XX. Actas del IV Coloquio Internacional del Romancero (Sevilla, Puerto de Santa María, Cádiz, 23-26 de junio de 1987) Piñero, Pedro M.; Atero, Virtudes; Rodríguez Baltanás, Enrique J.; Ruiz, María Jesús (eds.)

 Librería: Librería Anticuaria Raimundo (Cádiz, CÁDIZ, Spain)

Descripción: 846 pp. 24x16,7. Edita Fundación Machado y Universidad de Cádiz. Cádiz, 1989. Este volumen recoge las ponencias y comunicaciones presentadas en el IV Coloquio Internacional del Romancero que se celebró en el Puerto de Santa María (Cádiz), del 24 al 26 de junio de 1987. La organización y patrocinio corrió a cargo de la Fundación Machado, y fueron sus directores Virtudes Otero y Pedro M. Piñero Ramírez, con la colaboración de Diego Catalán, Jesús A. Cid, Flor Salazar y Ana Valenciano, del Seminario Menéndez Pidal, y de Luis Suárez, concejal de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de Santa María. María Soledad Bonet, Esperanza Galindo, Karl Heisel, Antonio J. Pérez Castellano, Enrique Rodríguez Baltanás, María Jesús Ruiz y Carmen Tizón fueron los responsables de una buena parte de las muchas tareas organizativas que requiere un congreso internacional de esta clase y que reunió por cuarta vez a muchos de los miembros que forman la nutrida familia de estudiosos del Romancero, y que, desde julio de 1971, en que se celebró el primero, se ha venido congregando para dar cuenta de los progresos científicos, análisis de resultados y de la investigación de este género poético tradicional. // Junto a las áreas de estudio habituales en los congresos anteriores, se añadieron dos nuevas: una se ocupó de la exposición y estudio de la situación del romancero en Andalucía, otra, de la persistencia peculiar del género entre las minorías gitanas de esta zona meridional. Se pretendió, de este modo, destacar el romancero del sur peninsular, tradicionalmente ausente -o casi- de coloquios pasados, y así incorporarlo, de pleno derecho, al del resto de las zonas romancísticas panhispánicas, que han acaparado la mayoría de los trabajos de campo y casi todos los estudios hasta fechas muy recientes. Este olvido -o abandono- si bien más llamativo en la parte occidental, ya que la oriental había sido atendida, durante años, por el profesor Alvar y algunos de sus discípulos. // Esta obra contiene: Presencia de la voz en la poesía oral – POÉTICA Y MÉTODOS DE ANÁLISIS DEL ROMANCERO TRADICIONAL Y DE LA BALADA EUROPEA – EL ROMANCERO EN LOS SIGLOS XV Y XVI – PANORAMA DE LA EXPLOTACIÓN DE LA TRADICIÓN ORAL MODERNA EN CASTELLANO, CATALÁN, GALLEGO, PORTUGUÉS

Y JUDEOESPAÑOL (1980-1986) – ROMANCERO ANDALUZ – EL ROMANCERO DE LOS GITANOS – ROMANCERO DE ULTRAMAR. Nº de ref. de la librería 3286