Resumen N1

LA AUTONOMÍA DEL NIÑO EN LAS EXPERIENCIAS EDUCATIVAS. YRIGOYENISMO, ESCUELA NUEVA Y DEMOCRACIA – CARLI El movimiento de

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LA AUTONOMÍA DEL NIÑO EN LAS EXPERIENCIAS EDUCATIVAS. YRIGOYENISMO, ESCUELA NUEVA Y DEMOCRACIA – CARLI El movimiento de la escuela nueva tuvo impacto en Argentina durante las primeras décadas del siglo XX, las ideas pedagógicas presentes en la formación de los maestros y en torno a algunos de sus principios favoreció en el país la configuración de discursos pedagógicos von rasgos propios que se diferenciaban de los discursos normalistas y se caracterizaron por ubicar al niño en el centro de los procesos de enseñanza – aprendizaje. Los discursos de la escuela nueva acompañaron el ascenso social y político de los sectores medios. Entre los años 1914 y 1931 se logró escolarizar a la mayoría de la población infantil. Hubo dos hechos que potenciaron la producción de discursos acerca del niño: la Guerra del ´14 y la crisis mundial de 1930. La emergencia de la guerra fue evaluada como producto del fracaso de la educación recibida por generaciones adultas, proliferaron las declaraciones de “derechos del niño” y luego con la crisis del ’30 se agudizaron las demandas sociales que desestructuraban cualquier propuesta educativa. Los discursos de la escuela nueva construyeron una visión de la infancia caracterizada por el reconocimiento del alumno a partir de su identidad de niño, invisibilizada por el normalismo. Este reconocimiento comprendió: la critica a la hegemonía del maestro o al paidocentrismo y a la didáctica positivista, el anclaje en la psicología del niño, la creación de experiencias educativas de autonomía infantil y gobierno infantil, la profundización del lazo social y cultural con la infancia. La crisis del positivismo y las nuevas corrientes filosóficas espiritualistas abonaron la producción pedagógica del movimiento. Había un deseo por convertir a la escuela en un lugar grato para el educando. Es importante considerar al movimiento de la escuela nueva como la primera crítica de la educación tradicional, que puso en cuestión el carácter adulto céntrico y de tensión hacia el futuro alertando contra el descuido de los sujetos que transitaban por ella. El discurso de la escuela nueva confluyó con la explosión de demandas gremiales docentes y con búsquedas de una solución más democrática a la problemática social infantil. La diversidad de experiencias escolanovistas tuvieron un rasgo común: conciben a la educación no ya como transmisión de un saber, sino como formación de la personalidad autónoma del escolar. LA INFANCIA Y EL PROBLEMA DE LA NACIÓN. NACIONALISMO, COMUNISMO Y EDUCACIÓN. La revolución de septiembre de 1930, encabezada por Uriburu, inició una década caracterizada por la configuración de discursos acerca de la infancia sesgados por distintas versiones del nacionalismo. El niño, abordado desde su individualidad por el

escolanovismo, pasó a ser pensado como “generación infantil” interviniente en los nuevos destinos de la nación. La educación patriótica desarrollada durante el Centenario compartió con los discursos de la década del ’30 la pretensión de producir un cambio generacional a partir de la intervención directa del Estado sobre la población infantil. En la nueva etapa que inauguro el golpe de 1930, predominaron diversas versiones del nacionalismo. La presencia de Juan Terán como presidente del Consejo Nacional de Educación entre 1930 y 1932 fue emblemática de la articulación entre nacionalismo y espiritualismo. El nacionalismo apeló a la mitología de los héroes nacionales como modelo de identificación de los niños con la patria. El nuevo nacionalismo educativo impugnó la cultura pedagógica normalista por sus rasgos de neutralidad política y de laicismo fundacional. Se da una nueva interpretación de la relación infancia, escuela y nación. El niño en una relación directa con la patria y la nación, en la que la Iglesia volvió a ser autorizada para dirigir los destinos morales del crecimiento infantil. Desde los años ’20 se había producido un renacimiento cultural católico. Los discursos pedagógicos acerca de la infancia de la década del ’30 se hallaban cada vez más permeados por los procesos políticos y por la confrontación entre liberalismo y nacionalismo. Comenzaba a ser el Estado y el poder político los que establecían el horizonte de futuro para la población infantil. LOS DISCURSOS NACIONALISTAS ACERCA DE LA INFANCIA En la década del ’30 se agudizo el debate acerca de la autonomía infantil. Las críticas formuladas por figuras del nacionalismo oficial se multiplicaron con argumentos que oscilaron entre la denuncia de los “excesos” escolanovistas contaminada de antiyrigoyenismo y antiliberalismo y las tesis acerca de las limitaciones culturales o raciales de los niños argentinos respecto de los de países sajones. Calzetti concibió la educación como un vínculo vital dirigido al espíritu interior del hombre y tendiente al desarrollo superior de la cultura. Con respecto a la autonomía infantil sostuvo el fracaso de la experiencia pionera de autogestión infantil llevada adelante por Vergara. Las críticas ponen en evidencia el desplazamiento operado durante la década del ’30 del discurso oficial de la escuela nueva hacia posiciones conservadoras. La defensa de la autoridad de los adultos, la dimensión moral de la educación y la identidad de la nación fueron ejes de un discurso dirigido a sujetar al niño a un orden simbólico hegemonizado por la nación y no por la sociedad civil. En 1939 pedagogas como Dabat, Cossetitini y Fossati, enroladas en el movimiento de escuela nueva, persistieron en la defensa de la autonomía infantil, reaccionando contra las críticas de pedagogos como Calzetti.

El ideario escolanovista comenzó a ser encorsetado por los pedagogos simpatizantes de los gobiernos militares y nacionalistas en una matriz moral y de control disciplinario. Esta lenta transformación del discurso oficial de la escuela nueva dio lugar a la emergencia de visiones caracterizadas por una espiritualización de la infancia y por propuestas de sujetación del niño a un orden patriótico. La nueva política educativa del gobierno de Uriburu hizo explicita esta mirada espiritualista de la población infantil, funcional para las nuevas necesidades políticas de la nación. EL nuevo fundamento filosófico de la pedagogía debía ser el espiritualismo. El nacionalismo en la escuela comenzó a formar parte del debate político educativo y del imaginario de pedagogos y maestros saturado de enunciados patrióticos, de críticas a los “contenidos liberales” y de una captura moralizante del niño miembro de una patria. El desplazamiento hacia el maestro y hacia un maestro moderado e identificado con la nación, era evidente en medidas del Consejo Nacional de Educación, que en 1931 había solicitado a los Inspectores la elaboración de una definición de “maestro argentino”. El vuelco en la política educativa oficial y en las posiciones de muchos pedagogos hacia un discurso educativo centrado en el adulto acompañó la defensa de la centralidad de la familia. Con ella debían colaborar la sociedad civil y el Estado. Se debatía un nuevo tipo de Estado y de educación infantil que partiera de la centralidad de la familia, que incluyera la religión y que restaurara la iglesia como autoridad social y tutora moral de la niñez. Estas visiones espiritualistas, nacionalistas y nacionalistas católicas se cristalizaron en la Reforma Educativa implementada durante el gobierno de Fresco, esta reforma está caracterizada por la instalación de la enseñanza religiosa en las escuelas oficiales, la inclusión de prácticas militaristas y la articulación de la escuela con medidas asistenciales, dicha reforma dio lugar a la pedagogía escolanovista. El nuevo gobierno llevaba adelante una cruzada contra el comunismo y prometía castigar todo intento de “perturbar el candor, la credulidad y la buena fe del niño con doctrinas internacionalistas y destructivas”. Su objetivo era “la integración moral del niño”, la formación del carácter y en esa tarea no había lugar para la duda.