Reseña de La Obra Aristocracia Medieval de Joseph Morsel

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Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Históricas Seminario de Estudios Históricos sobre la Edad Media Reseña

Fuente: Morsel Joseph, La aristocracia medieval. El dominio social de Occidente (siglos VXV), trad., de Fermín Miranda, España, Universidad de Valencia, 2008, 400 p.

La aristocracia cobró un gran sentido como factor de dominación a lo largo de toda la Edad Media, y si bien muchas cosas se han transformado, este grupo social ha permanecido a lo largo del tiempo por múltiples razones. A primera vista se podría pensar que fue por su capacidad de adaptación o por su capacidad de imposición, ambas hipótesis conforman el plano interpretativo posible del marco de este estudio. Según el autor este tema ha sido parte de muchas controversias, y lo ha sido, porque el fenómeno nobiliario se mostraba poco inteligible y desalentador; sin embargo, su comprensión resulta básica para aprehender de una sociedad que, por lo menos hasta el siglo XIII, entramó las bases de la dominación legítima y hereditaria de un grupo social restringido -al que se refieren cotidianamente como nobleza-, además de caracterizarse por tener una gran permanencia en el tiempo. Con el objeto de establecer una primera aproximación que otorgue un sentido a las observaciones realizadas por generalizaciones de algunos medievalistas, se propone realizar una invitación a reflexionar sobre conceptos que se emplean erróneamente o de una manera irreflexiva (objetivo). Precisamente en el estudio de la historia de la nobleza medieval han existido estudios caracterizados por proyectar hacia el pasado, o bien retrotraer, representaciones sociales ajenas al contexto provocando algunos sesgos analíticos y, por lo tanto, su inteligibilidad. A partir de los cuales las investigaciones se caracterizaban, por un lado, en la incorporación del propio investigador y su propia objetivación donde el sesgo era de naturaleza “etnocéntrica1”; y por el otro, como se hallaba próximo el lugar y la función social de la historia en la sociedad contemporánea, donde la ciencia histórica se constituía durante 1750-1800 en el marco de una profunda crisis de los paradigmas 1

A partir de sus propias experiencias culturales.

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sociales de la época, y por lo tanto, buscaba engendrar un nuevo género de discurso original destinado a manifestar el origen de la sociedad contemporánea. En otras palabras, interpretaciones que pretendían determinar -a grandes rasgos-, 1) ya fuera su estudio a manera retrospectiva y teleológica como un sistema social en función del punto de llegada que consistía en la abolición de los grilletes de los derechos feudales, marco del dominio político de la nobleza y el clero; 2) hasta establecer un cuadro de la concepción evolucionista entonces dominante fundada sobre la idea de progreso constante cuyo resultado final debía ser la burguesía, y por ende, la sociedad medieval se representaba como el paradigma de todas las taras del sistema social del Antiguo Régimen. Partía de cuestionar cuál término, ya sea nobleza o aristocracia, era el pertinente para realizar un estudio de las relaciones sociales de la época. Mientras unos sostenían que desde el principio existió una aristocracia por sus funciones sociales, otros pensaban que desde la temprana Edad Media existió una nobleza definida por un estatuto jurídico de transmisión hereditaria, y según su contexto, romano o germánico, era concebido desde la nobilitas o desde la libertas. En ese sentido, el autor, encontró el problema que representaba dentro del estudio la noción que se ha tenido de nobleza, principalmente porque hacía referencia a una categoría social, una división artificial, ideal, en el seno de la red continua de relaciones sociales, un instrumento de clasificación basado en un proceso de discriminación social; y consideró, afectó el empleo variable de este término existente en varios de los documentos que analizó durante toda la Edad Media. 2 [En cambio optó por el concepto de aristocracia visto como una “noción por construir”, que, desde su perspectiva, era susceptible a incorporar todas las formas de dominación social además de ser ajena a su entorno lingüístico.] [Importante] [Término que le permitía integrar las capas rurales y urbanas superiores que los discursos ulteriores excluyen de la nobleza, pero sin las cuales la aristocracia no hubiera podido reproducirse. Además lo obligaba a examinar tanto las relaciones entre dominantes y dominados como las relaciones de alianza, de oposición e incluso de dominio entre estos mismos dominantes, y cuya lógica se basaba en la

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Morsel Joseph, La aristocracia medieval. El dominio social de Occidente (siglos V-XV), trad., de Fermín Miranda, España, Universidad de Valencia, 2008, p. 12.

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reproducción.] [No obstante, no deben olvidarse de este plano las relaciones con la Iglesia, fundamentales en la consolidación del poder y preeminencia con el alto clero]. En otras palabras, al decir del autor, se trataba de mostrar cómo una categoría social en un contexto determinado pudo transformarse en un medio habitual de clasificación y produjo una forma nueva, un conjunto de relaciones sociales concretas que, sobre todo, ponen en cuestión la existencia social. Asimismo se preguntó de qué manera la línea constructivista en la cual la idea de la realidad social, que constituyen las relaciones sociales, no existía al margen de su construcción ideal a la que, por esencia misma, contribuyen el lenguaje y los discursos sociales -al mismo tiempo-, que actualizaban las prácticas sociales. Se propuso abarcar entonces, como línea de tiempo, lo sucedido desde los romanos-bárbaros del siglo V hasta la nobleza del siglo XV, con el objeto de poder vislumbrar sus inicios y su culminación con el sistema social que desaparece realmente hasta finales del XVII y principios del siglo XIX, según cada región, con los inicios de la Revolución Industrial, la emergencia de un nuevo discurso dominante y la transformación de los cuadros institucionales del ejercicio del poder. En ese orden de ideas en su primera parte, correspondiente al apartado de los “Senadores y guerreros”, destacaba que la historia de la nobleza se ha obsesionado durante mucho tiempo con el mito de los orígenes, y proponía cuatro de las teorías dominantes al respecto. La primera de ellas, sugería que la nobleza tiene orígenes germánicos; en la segunda, partía de considerar, que ésta tenía un origen romano basada en el servicio público (o militia), del que el episcopado no constituía sino una variante. Por su parte la tercera y la cuarta, representativas de la ruptura, tenían en común el hecho de que la nobleza medieval era considerada como pura creación medieval, en razón del carácter supuestamente democrático de los caballeros germanos, o bien, debido a una eliminación de las grandes familias por Clodoveo; por lo tanto la nobleza ulterior habría surgido del grupo de los libres normales elevada de rango gracias al servicio al rey. Sin embargo, al decir del autor, resultaba evidente que mientras el problema era planteado en términos del origen de una categoría moderna de la nobleza, confundida con una relación de dominio y acotada con la ayuda de las taxonomías indígenas, todas las hipótesis mostrarían un flanco a críticas radicales. Es por eso que el cuestionamiento que

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un estudioso debía realizar iba en torno de las relaciones de dominio y la génesis de una aristocracia renovada, en particular, frente al poder real y la Iglesia. Lanzó también diversas consideraciones al respecto de las distintas aristocracias, e inició su análisis con la aristocracia romana caracterizada, desde comienzos del siglo V, por el Occidente romano que conoció el dominio de una aristocracia rica, cultivada, cristiana, prestigiosa, con un orden senatorial a la cabeza que, a partir del siglo IV, iniciará un proceso de transformación por el cual provocará una nueva redistribución de los poderes locales de ésta.3 Continuó con el trato de las aristocracias germanas con el objeto de poner en cuestión las formas de dominación social en el seno de los diferentes pueblos germanos instalados en las cercanías romanas, también en su interior, tras los diversos tratados establecidos con ellos desde finales del siglo II.4 Prosiguió con la definición de un núcleo clerical del poder que, durante la Edad Media, contemplaron los primeros apuntes de lo que, caracterizará a la sociedad medieval, precisamente, el dominio de la Iglesia. En un primer momento, la Iglesia era dotada durante los siglos IV y V de su cuerpo esencial de doctrina, al mismo tiempo que el cristianismo se convertía en el culto dominante; y en un segundo momento, la aristocracia senatorial hizo del episcopado un instrumento de poder social.5 De acuerdo a estas ideas, la definición del núcleo regio del poder, es decir, el clerical, sufrió la clara descalificación del poder laico que llevó a revalorizar el poder regio en detrimento del resto de la aristocracia laica y a introducir un punto de referencia nuevo cristalizador de ésta llamado realeza.6 Por último, con el comienzo del mestizaje de tierras y matrimonios, se daba origen a la formación de nuevas aristocracias romano-germanas favorecidas por los dos núcleos del poder.7 Mencionaba en su segundo capítulo intitulado “Señores y fieles”, que hubo un cambio fundamental, ajeno al de las tierras, con la necesidad de los grupos aristocráticos en beneficio de estabilizar su posición para evitar cualquier vuelta atrás. Cuestión que cobraba verdadera importancia, porque pasaba por el control de los factores aristocráticos, como el parentesco y la tierra de los que se deriva la potencia de la guerra.8 Cabe destacar que el

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Ibid., p. 20. Ibid., p. 27. 5 Ibid., p. 36. 6 Ibid., p. 42. 7 Ibid., p. 50. 8 Ibid., p. 61. 4

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parentesco, tanto del lado materno como del paterno, constituía un marco esencial de la producción social porque aseguraba la transmisión de la tierra, del poder y del prestigio social. Ello suponía que el principio de “hereditariedad” quedara admitido, que los niños fueran educados, y por tanto, asimilaran los valores aristocráticos. La débil noción de nobleza no se dejó esperar. Sobre todo porque se encontraba estrictamente relacionada con la idea de nacimiento y la de reputación, esta última, encargada de conferir a los miembros del grupo un poder de integración. En suma puede decirse que la figura encargada de conferir unidad total al cuerpo o grupo es, esencialmente, la del Páter familias o padre.9 En el capítulo sobre los “Castellanos y caballeros”, J. Morsel, iniciaba con una llamada de atención sobre la importancia que tuvieron los apriorismos burgueses y los discursos clericales, con la diferencia de estos últimos debían ser tenidos en cuenta porque constituían parte integrante del funcionamiento social también considerado como: orden señorial. Además recordaba, a su vez, que la sociedad de este tiempo también constituyó un todo coherente y no un ensamblaje heteróclito de intereses privados, pulsiones incontroladas, usos de fuerza y creencias estrafalarias, sobre el que se dudaría de alguna formación del sistema social duradero. Tras el debate del vasallaje, prueba de ese fenómeno lo demostraban los caballeros (milities-miles), como de la evolución interna de la aristocracia. A primera vista pareció que existía una teoría donde hay una oposición directa entre nobleza y caballería, entre aristócratas de nacimiento y hombres de guerra, y su progresivo acercamiento en el curso del siglo II debido a la revalorización de la caballería y de sus proezas militares gracias a las Cruzadas y los romances épicos. El autor partía de considerar que, de ahí en adelante, la militia sería sinónimo de caballería10; sin embargo el empleo del término no fue del todo seguro, ya que la militia constituyó desde la época carolingia la forma cristianizada de la función reconocida a la aristocracia, así como la función guerrera en lo referente a la aristocracia laica. En ese sentido podría asirse como miles Christi (guerrero de Cristo) o como militia saecularis (sujeto proveniente de la aristocracia secular, encargado de hacer reinar el orden cristiano, la paz y la justicia). Pero se ha observado una 9

Ibid., p. 105. Llevada a cabo en un primer momento por: Leópold Génicot, Geroges Duby, Jean Flori y Josef Fleckenstein. 10

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evolución del término, militia se refería también al servicio militar rendido por el rey a los príncipes, vasallos, ministeriales o los rurales. En fin, la militia acabó por designar a lo largo del siglo XI igualmente al valor guerrero susceptible de “ornar” la nobleza.11 Consideraba, en su apartado “Sacerdotes y hombres de armas”, que la articulación de las aristocracias eclesiásticas y laicas constituía un elemento esencial del orden social, porque debía reproducir las relaciones de dominio en el seno de la aristocracia, y por tanto, garantizar el control global del grupo en sociedad. La palabra clave a este respecto era la de conversión, ya que la reproducción de la primera aristocracia no sólo se realizaba mediante la entrada de laicos en las órdenes, sino también a través de una lógica institucional que aseguraba la adhesión de los antiguos laicos a los valores clericales.12 Otro de los elementos fundamentales en este proceso de transformación lo conformó la actividad agraria. Dicha actividad de la tierra formó parte esencial en la vida, la producción de riquezas y las representaciones colectivas. En ese contexto existía una génesis de un nuevo paisaje señorial y una espacialización generalizada de las relaciones sociales que no sólo provocó un mayor control de la producción agrícola, sino una profunda reestructuración de la aristocracia frente a sus facciones eclesiásticas y laicas. Problema que, al decir del autor, se desviaría de las relaciones de producción: los señores ya no dominan por serlo de los hombres de la tierra, sino por causa del bien común encarnado en los valores sobre los que se construyen poco a poco los Estados, la paz y la justicia; no obstante estos hombres, a partir del siglo XIV y XV, actuarían de distintas maneras sobre el acceso a los medios de producción (tierras incultas) y sobre la actividad productiva.13 Por otro lado, el antagonismo vivido entre “Nobles y Burgueses”, constituyó uno de los problemas más estudiados de la historiografía. Así el término burgués sufrió cambios en cuanto a su concepción original para designar directamente a una relación social, al igual que el de nobleza. Era de vital importancia entender que el dominio de las poblaciones urbanas no resultara tan diferente que de las rurales. Se caracterizaba por intermediación de representantes locales y de un grupo dominante de los pobladores que se suma fácilmente a la propia aristocracia; pero con la organización de las ciudades el control de ésta se modificaba, y se convertía en un objeto social de vital importancia. Por una parte, la 11

Ibid., pp. 107, 138-140. Ibid., p. 155. 13 Ibid., pp. 205 y 262. 12

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aristocracia señorial (laica o eclesiástica) frente a la aristocracia urbana, y la segunda contra el resto de la población. Como producto de estos dominios fueron crearon marcos discursivos de posicionamiento social, también conocidos de pertenencia nobiliaria, a partir de los cuales se intentaba dominar las ciudades, a los ciudadanos, y obtener un posicionamiento como los demás aristócratas, etcétera. Por último buscó dejar en claro, que se asistía a la puesta en escena, bajo formas muy diversas, de poderes tipo monárquico que prolongaba hasta el fin del Antiguo Régimen la dominación aristocrática, dotada de discursos y de privilegios considerables que la institucionalizaban y la naturalizaban como una

categoría social denominada

nobleza. En suma, la nobleza quedaba supeditada con los poderes monárquicos porque constituían toda la fuente de legitimidad institucional donde confluían la teológica y la jurídica. Cuestión que se debe a la transformación de los modelos de dominio social que hizo de los poderes monárquicos una extensión de los poderes aristocráticos.14 Concluyó que las transformaciones aristocráticas a lo largo del milenio medieval son evidentes, donde se pasó de una militia que incluía tanto al rey como a los servidores de la realeza, a los clérigos y a los laicos, a los dominantes urbanos y a los rurales, a la nobleza. Tras la desaparición de la militia spiritualis, iniciaba un proceso de diferenciación entre los dominantes laicos, los urbanos frente a los rurales y los príncipes fuera de los rurales. Sin embargo, la nobleza no constituyó solamente una parte de la antigua aristocracia (militia), fue también, el resultado de la completa redistribución social que puso en telón y abismo unas relaciones transformadas y una reorganización de las taxonomías indígenas. [Comentario] Quedaba clara la transformación del concepto de aristocracia en algunos momentos y en otros del de nobleza. Sin embargo, al igual que éstos, lo denominado como Edad Media recibió un sin fin de significados a lo largo del tiempo, que alcanzaron a condicionar ambos conceptos en acción. Baste mencionar algunas consideraciones al respecto y preguntarse ¿si el concepto de Edad Media condiciona su significado como periodo, o si su significado como periodo condiciona el concepto de Edad Media? Con el objeto de profundizar el análisis es preciso traer a colación algunos elementos a considerar tratados por Reinhart Koselleck en su obra historia/Historia. El 14

Ibid., p. 315.

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primero de ellos se encuentra en la temporalización de categorías socio-políticas que quedan insertadas dentro de una filosofía de la historia por la que todo acontecer humano se clasifica en períodos, fases o estadios de desarrollo. Donde la historia queda periodizada con carácter teleológico, en su mayoría los elementos adquieren una carga casi emocional de expectativa, de algo por llegar. El segundo, la democratización por la que el vocabulario social y político antes restringido a ciertas élites se universaliza. En el tercero, los conceptos se hacen susceptibles de ser utilizados ideológicamente, se hacen ideologizables. Mientras se les connote a una ideología política adquiere mayor grado de abstracción, y lo que en una etapa era particular y referido a un contexto social concreto, se convirtió en un singular colectivo y abstracto para su uso en la interpretación de las situaciones políticas, e histórico-filosóficas como: el concepto de Libertad. El cuarto y último, la politización. Se refiere a la pluralización de la sociedad y la universalización de la política, más la indefinición que han ganado los conceptos, los convierte en susceptibles de ser usados en la lucha política, a modo de eslóganes a los que se apele; tales como: revolucionario y reaccionario, demócrata y aristócrata, están a disposición de todo el mundo, y permiten identificarse a sí mismo y al adversario.15 Igual suerte han corrido los conceptos de aristocracia o nobleza, así como de la Edad Media. A este último, se le ha caracterizado como un proceso con largo y lento movimiento extendido por espacio de cinco a diez siglos y que provocó cambios enormes en todos los niveles de una forma muy profunda, que, incluso, repercutieron hasta nuestros días. También se ha buscado el carácter individual del proceso en el sentido de ser resultado de la cerrazón, desde límites temporales hasta los espirituales, en lo concerniente a la búsqueda de conocimiento que, a su vez, es representante de la carencia en sentido histórico. Otra cuestión forma parte de concebir a éste como el proceso de descomposición de Occidente. Principalmente, fue con la desintegración del antiguo Imperio Romano que está marcada por dos acontecimientos primordiales: la escisión que da origen al imperio Bizantino en su zona Oriental y las invasiones de las tribus germanas que presionaban sus fronteras occidentales. Tras la caída del imperio de Occidente la Iglesia empezará a 15

Reinhart Kosselleck, historia/Historia, pp. 17-18.

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consolidarse como una fuerza política mediadora. Fue ya desde sus comienzos conocida como “época oscura”, donde la fuerza física es imprescindible para la guerra, la vida del anciano que ya no puede luchar no vale nada. Se es joven mientras la fuerza física está conservada y viejo desde que comienza su debilidad. El cristianismo no sentirá especial interés por los viejos. Para los escritores cristianos la vejez es un problema abstracto, hasta simbólico. Sólo les interesa la fealdad de los viejos porque les proporciona una buena imagen del pecado. La vejez es claramente un mal, un castigo divino, y por el contrario, el paraíso es el lugar de la eterna juventud. Un viejo que gozase de buena salud solo podría explicarse por una intermediación diabólica o por un favor divido en un ser virtuoso. En el contexto grecorromano, el viejo pasa a la voluntad de sus familias, donde las prácticas varían según las circunstancias o pasan a formar un grupo de indigentes. Cuestión que cambiará unos siglos después cuando un grupo de ancianos adinerados busquen un retiro en la realidad monástica, específicamente, en los conventos. A esto se le denominó retiro voluntario, donde los pobres no tenían lugar alguno. En suma, el concepto de vejez también formó parte de la realidad interpretativa durante la Edad Media, hasta caracterizar el propio momento o proceso de esa manera. Claro está, íntimamente relacionado con el significado que cobró durante esa época su imagen, su persona, el viejo. Entonces, tal cual argumenta el autor, queda abierta la discusión de una caracterización, por una parte, de la nobleza y la aristocracia como un sujeto en conformación y condicionamiento de una realidad determinada, como, por otra, el de vejez representativo tanto de una circunstancia como de una forma de ser y de estar en la realidad. A grandes rasgos queda clara toda la variabilidad interpretativa que, al decir de Joseph Morsel, es continua y reviste toda la historia de Occidente, y podría decirse, toda producción de conocimiento. Es importante el análisis del autor en ese sentido, porque demuestra la historicidad de los conceptos, lo complejo y abstracto que representa la determinación o condición de un término en aras de explicar un contexto particular. Como la historia es confección de conceptos, hay que tener en mente, la diversificación de sus significados con el fin de alcanzar un ulterior sentido a lo que uno se encuentra por analizar. Asimismo se le pediría lo mismo sobre el amplio panorama interpretativo 9

existente de la Edad Media, con base en una mejor concepción de una realidad cambiante; y no sólo, como una o como otra, sino con base en un complejo proceso de significados y significantes que, por su propia historicidad, cambiaron, cambian y cambiarán, a lo largo del tiempo mientras se le busque problematizar.

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