Redemptor Hominis

“Redemptor Hominis” El misterio de la redención en Jesucristo y la dignidad del hombre , fue la primera encíclica de Jua

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“Redemptor Hominis” El misterio de la redención en Jesucristo y la dignidad del hombre , fue la primera encíclica de Juan Pablo II, escrita por el Santo Padre cinco meses después de su elección al pontificado. En esta encíclica, decía el Servicio Informativo Vaticano, el Papa “trazaba las líneas maestras de su pontificado: el esfuerzo por acercar a todos los hombres a Cristo, el ecumenismo, la necesidad de potenciar la dimensión moral del progreso y la defensa de los derechos humanos.. tareas que debe afrontar la Iglesia para entrar en el nuevo milenio y que tienen su fundamento en una verdad expresada al inicio de la carta: “El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia.” La encíclica se divide en cuatro capítulos “Herencia, “El Misterio de la redención”, “El hombre redimido y su situación en el mundo contemporáneo” y “La misión de la Iglesia y la suerte del hombre”. Fue firmada en Roma el 4 de marzo de 1979. El domingo 11 de marzo de 1979 Juan Pablo II anunció en la plaza San Pedro que el jueves siguiente 15 de marzo de 1979 sería publicada su primera encíclica. En la meditación del Angelus decía anticipando la publicación de la encíclica: “Hacia Cristo Señor, que es el "Redentor del hombre", Redemptor hominis, deseo que se dirija la mirada de la Iglesia y del mundo en mi primera Encíclica, que lleva fecha del 4 de marzo del corriente año, primer domingo de Cuaresma, y que se hará pública el próximo jueves. He tratado de expresar en ella lo que ha animado y anima continuamente mis pensamientos y mi corazón desde el comienzo del pontificado que, por inescrutable designio de la Providencia, tuve que asumir el 16 de octubre del año pasado. La Encíclica contiene los pensamientos que entonces, al comienzo de este nuevo camino, apremiaban con fuerza especial a mi alma, y que sin duda, ya anteriormente venían madurando en mi, durante los años de mi servicio sacerdotal y después del episcopal. Creo que, si Cristo me ha llamado así, con tales pensamientos..., con tales sentimientos, es porque ha querido que estas llamadas de la mente y del corazón, estas expresiones de fe, esperanza y caridad, encontrasen resonancia en mi nuevo ministerio universal, desde su comienzo. Por lo tanto, como veo y siento la relación entre el misterio de la redención en Cristo Jesús y la dignidad del hombre, así querría unir mucho la misión de la Iglesia con el servicio al hombre, en este su impenetrable misterio. Veo en esto la tarea central de mi nuevo servicio eclesial.

Si hoy os lo confío, es porque querría pedir con vosotros a la Madre de la Iglesia y Trono de la Sabiduría que acoja este mi primer trabajo para bien de la Iglesia y del hombre de nuestro tiempo, para que juntos podamos mirar a Cristo en esta hora particular de la historia, levantando a Él la mirada de nuestra fe y de nuestra esperanza” Angelus de Juan Pablo II el domingo 11 de marzo 1979.

Redemptor Hominis Resumen de la encíclica Esta primera encíclica del papa Juan Pablo II examina los principales problemas que atribulan al mundo en la actualidad. Juan Pablo II comenzó su papado en medio de una crisis de duda y autocrítica al interior de la Iglesia Católica. Se ocupa de aludir a esta crisis en el prólogo de la encíclica, manifestando su confianza en que el nuevo movimiento de la vida en la Iglesia es mucho más fuerte que los síntomas de la duda, separación y crisis. Redemptor Hominis propone como solución a estos problemas un proceso de total comprensión y entendimiento de la persona, tanto de la persona humana como la de Cristo. En este sentido, esta primera encíclica hace hincapié, repetidas veces, en el auspicio del papa a la filosofía del personalismo; tendencia que mantendrá durante todo su papado. La encíclica también prepara a la Iglesia para el inminente tercer milenio, llamando a los años que quedan del siglo XX como temporada del nuevo Adviento, temporada de expectativas, a manera de preparación para el nuevo milenio.

[editar] La Humanidad en el misterio de la Redención Juan Pablo II señala las doctrinas centrales de la Encarnación y de la Redención como la mayor evidencia del amor de Dios por la Humanidad: El Hombre no puede vivir sin amor... ésta es la razón por la cual Cristo el Redentor se revela completamente al Hombre. Como respuesta a ello, cualquier ser humano, sin importar cuán débil esté, que desee entender plenamente su propia persona, debe "asimilar por entero la realidad de la Encarnación y la Redención con la finalidad de encontrarse a sí mismo".

[editar] Crítica a los gobiernos ateos Sin nombrarlo explícitamente, Redemptor Hominis muestra la oposición de Juan Pablo II al comunismo ateo, tal como se encuentra en su Polonia natal: "un ateísmo programado, organizado y estructurado como sistema político". Juan Pablo II encuentra así al comunismo, en el plano filosófico, inherentemente inhumano. Citando las palabras de San Agustín Tú nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón no descansará hasta descansar en ti, sostiene que la búsqueda del Hombre a Dios (a través de cualquier religión) es la

principal medida de la Humanidad. Así, establece, sistemas como el comunismo, que desconoce ese aspecto esencial de la naturaleza humana están fundamentalmente dañados y son incapaces de satisfacer los más profundos deseos para la máxima expresión de la vida humana. Esto deja un sostén filosófico para las propias acciones exitosas confrontando el comunismo en el campo politica incluyendo sus viajes. Él denuncia, específicamente, gobiernos opuestos a la libertad religiosa, como un ataque a la dignidad inherente del hombre: " La limitación de la libertad religiosa de las personas y las comunidades no es sólo una experiencia dolorosa, es sobre todo un ataque a la dignidad misma del hombre."

[editar] Mensaje misional y libertad religiosa Adelantándose a su éxito notable muchos viajes de todo el mundo, Juan Pablo insiste en la necesidad de hacer llegar el mensaje de Dios a "todas las culturas, todos los conceptos ideológicos, todas las personas de buena voluntad" con una correcta "actitud misionera." Esta actitud, insiste, debe comenzar con un buen sentido de "lo que está en el hombre", subrayando una vez más el tema personalista. Subraya que una adecuada expresión de la actitud misionera no es destructiva, más bien se inicia con la construcción de lo que ya existe. Juan Pablo usa esto como una fundación a otro de los temas centrales de su papado: el de la libertad religiosa. Basándose en la declaración del Concilio Vaticano II en Dignitatis humanae(Declaración sobre la Libertad de Religión), el Papa Juan Pablo enseña que cualquier labor misionera de la Iglesia debe comenzar con un "Profunda estima por el hombre, por su inteligencia, su voluntad, su conciencia y su libertad." El orador pasa a la Iglesia Católica como la verdadera depositaria de la libertad humana. Destacando al mismo tiempo la Iglesia de otras religiones, este es un reproche implícito a los gobiernos comunistas que suprimen la libertad de culto.

[editar] La unión de Cristo con cada persona Continuando con el tema personalista, el Papa escribe que no es suficiente hablar de la unión de Cristo con el hombre como si fuera una unión impersonal de Cristo con la humanidad, entendida como una multitud indiferenciada: "No se trata del hombre «abstracto» sino real, del hombre «concreto», «histórico». Se trata de «cada» hombre..." Por el contrario, insiste en que Cristo se acerca a cada persona singularmente. De ese modo, cada persona puede andar el camino de su propia vida, y alcanzar su pleno potencial, a partir de esa experiencia del amor de Cristo por ella en su singularidad. De la misma manera, la misión de la Iglesia debe también ser la de acercarse personalmente a todas y cada una de las personas: "Siendo pues este hombre el camino de la Iglesia, camino de su vida y experiencia cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia de nuestro tiempo debe ser, de manera siempre nueva, consciente de la «situación» de él."

[editar] Los miedos del Hombre

El Santo Padre escribe que algunos de los mayores miedos del hombre son resultado de sus propias creaciones: el daño ecológico causado por una explotación indiscriminada de la Tierra, y el miedo que produce el continuamente creciente poder militar, que trae consigo la amenaza de una destrucción global, "una inimaginable autodestrucción, comparados con la cual todos los cataclismos y catástrofes de la historia parecen desvanecerse". Juan Pablo II señala que aunque la creación de nuevos materiales y avances tecnológicos representen auténticas señales de la grandeza del hombre, también provocan una pregunta inquietante: "¿este proceso, en el cual el hombre es su creador y promovedor, hace la vida humana en la tierra en cada aspecto?. Sin embargo, el verdadero sentido del bien es el efecto que produce en la persona humana, no justamente un mero logro y acumulación. La encíclica se propone a enseñar que, aún cuando esto sea lo contrario a su intención inicial, cualquier sistema puramente materialístico que ignora a la persona humana, finalizará condenando al hombre a ser esclavo de su propia producción. Otro tema muy aludido, al cual el Papa dio mucha importancia, fue la denuncia del imbalance de los recursos económicos. Juan Pablo II incita a tener en cuenta a la pobreza. Una vez más, enfatiza que la clave para disminuirla es incrementando la responsabilidad moral desde el mayor entendimiento de la dignidad del ser humano, como lo enseñó el mismo Señor Jesucristo, en su descripción del "Juicio Final", en la capilla de Mateos.

[editar] La misión de la Iglesia como Madre y Maestra Anticipándose a un tema que él se desarrollaría mucho más detenidamente en su esplendor de 1993 encíclica Veritatis, Juan Pablo II hace hincapié en la responsabilidad de la iglesia en su misión profética para enseñar la verdad al mundo. Él también indica la importancia de la catequesis: enseñanza de la doctrina de la fe — que encuentra la fruta en su papado, más notablemente en su promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica.

[editar] Los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia La encíclica llega a sus finales secciones con una sección sobre la Eucaristía, otro tema que marcaría el papado de Juan Pablo. Subrayando que "la Eucaristía es el centro y Cumbre de toda la vida sacramental", Juan Pablo subraya la familiar tema Católica de la Unión personal con Cristo trajo tan íntimamente a través de la realidad de la persona de Cristo que se ofrece en a persona a través de la Eucaristía. Juan pablo también trae el tema personalista en su manera de responder a una controversia de la Iglesia de post-Vaticano II: la cuestión de la penitencia comunal. En algunos casos, el Sacramento de la penitencia, al tiempo que se ofreció a grupos de personas juntas, sin confesión individual. Juan Pablo insiste contra esa confesión como un individuo es "hombre derecho a un encuentro más personal con Cristo crucificado indulgente".

[editar] María

Iniciando un patrón que regirá toda su escritura encíclica, Juan Pablo II se enfoca en la Virgen María en la sección final. En particular, invita a la Iglesia (es decir, todos los fieles católicos) a tomar a María como madre y modelo a seguir en pro de la felicidad del mundo.