Recreacion y Turismo Andrs Ziperovich

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El presente material es de uso exclusivo de cátedra. Corresponde al libro: “Turismo y Recreación” autor Andrés Ziperovich, Editorial Trillas (México) 2003

Recreación, el comienzo del camino

LA FAMOSA PALABRA RECREACIÓN “Para qué queremos ser inmortales Si un día de lluvia no sabemos qué hacer”

En los últimos años escuchar la palabra recreación ha sido más usual. En todos los municipios del país existe una secretaría o una subsecretaría de recreación. Escuchamos con frecuencia la palabra de boca de mucha gente: los diseñadores de moda “recrean” las ropas que usábamos hace tiempo, se “remixan” viejos temas de la música para que vuelvan a estar en los oídos de todos. Está claro que comenzar por desarmar la palabra re-crear, volver a crear, sería comenzar a andar un camino, válido, pero... ¿Hay más que esto? Remontarnos a la problemática del juego y pensar que así como todos los animales juegan, el hombre también lo hace, pero es el único capaz de cargar ese juego con emociones, sensaciones y fantasías, esto es lo que le permite re-crear, Recreación y Turismo / Andrés Ziperovich

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volver a crear, posibilitando a su vez la fundación de símbolos, memoria individual y colectiva, cultura. Sería una forma de acercarse al tema desde lo más natural en el hombre: el juego. El juego y lo lúdico desempeñan una función muy importante dentro del marco de la recreación, tanto el juego como problemática global como “los juegos” como recursos instrumentales. La recreación se relaciona con la educación. Pablo Waichman hace referencia a la posibilidad de pensar en la recreación como “educación en y del (o para) el tiempo libre”, desde su punto de vista: “La recreación será un subsistema de la educación no formal. Como tal, supone una organización, una estructura, métodos específicos, objetivos precisos, docentes especializados, etcétera.”

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He leído una gran cantidad de trabajos escritos por prestigiados intelectuales relacionados con la actividad, y excepto en contados casos aparece una definición taxativa de lo que es la recreación. Pero lo cierto es que por más que sea difícil definirla con formas clásicas de otras disciplinas (léase matemática y otras), la recreación no sólo existe como palabra en los ejemplos con los que hemos comenzado, sino también en la práctica de gran cantidad de profesionales de distintas áreas que operan con ella. Es común el hablar de un espacio específico de acción de la recreación en el vasto campo del tiempo libre, fundamentalmente en lo relacionado con el aprovechamiento del mismo o con la creatividad puesta al servicio del tiempo libre; es decir, la forma individual, placentera, no rutinaria y diferente de aprovechar el tiempo. Aunque también sabemos que la recreación puede ser aplicada a distintos campos o espacio, no solamente en lo que respecta al tiempo libre

¿Y el juego? Al igual que con la problemática del tiempo libre, el juego esta presente desde los primeros grupos sociales que habitaron nuestro planeta. En su origen, todos los juegos tendrían una clara relación con los acontecimientos y tareas habituales. Los ritos, tabúes, ofrendas y ceremonias de todo tipo se expresaban en la posibilidad de realzar los logros de los miembros de

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la sociedad, y los ritos de iniciación marcaban el paso de una edad a otra. Desde sus comienzos el juego siempre ha estado muy ligado a prácticas festivas. Estar contento o triste era motivo de una celebración en la que los implicados compartían alegrías o penas con sus vecinos. Toda celebración está sujeta a ciertos condicionantes: memoria histórica, valores relacionados con la propia historia, etc. A medida que los grupos primitivos fueron asentándose, se regularizaron ciertas prácticas, los niños podían crecer con cierta comodidad y jugar a ser como sus mayores, los adultos les proporcionaban réplicas en miniatura adaptadas a su edad. Los animales jóvenes de algunas especies también juegan, esto es, realizan conductas sin ninguna relevancia biológica. Tales conductas inútiles, carentes de finalidad se equiparan al juego.5 Dice Gerardo Martínez Criado, en su libro El juego en el desarrollo infantil; “El juego es un término que se refiere tanto a una forma general de comportarse y sentir, como a una serie de actividades claramente delimitadas”, como queriendo separar al juego, como problemática global, de los juegos, como actividades o recursos.” Es muy común pensar en el juego asociado a la infancia; de hecho, si se revisan las librerías se encontrarán gran cantidad de libros escritos acerca del juego y del niño, pero se encontrará poco referido al juego en otras edades (fundamentalmente en la adultez). Por otro lado, estamos muy acostumbrados a escuchar al adulto añorando el juego, y decir “el adulto no juega”. En realidad el juego es una actividad que realizamos los seres humanos a lo largo de toda nuestra vida, y en muchos casos adquiere formas diferentes según los distintos momentos por los que va pasando una persona en el transcurso de su vida. El juego forma parte espontánea de nuestra vida y no sólo en la infancia; impregna todos nuestros tiempos de vida y toma más fuerza en nuestro tiempo libre. Desde escribir y dibujar mientras hablamos por teléfono o sentarse a tomar un café con amigos y armar o desarmar en la fantasía los distintos equipos de fútbol, hasta competir con uno mismo pisando las baldosas blancas y no las negras al recorrer el mismo camino desde el trabajo hasta la casa (buscando romper con el tiempo real y la monotonía), el fantasear con el famoso sueño de la casa propia, las escenas de celos en la pareja, los juegos de roles de los niños y

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las maneras de pintarse la cara, vestirse o peinarse que intentamos cambiar todos los días casi con la esperanza de lograr ser un poco diferentes o al menos divertirnos un poco antes de iniciar la rutina cotidiana. Existe una gran cantidad de teorías que han intentado explicar esta conducta sin relevancia, aparentemente, biológica. Distintas teorías clásicas han estudiado la problemática desde lo relacionado con la personalidad, con la recuperación de energía que produce el juego, mientras que el trabajo supone un gasto de energía; la teoría de la relajación nos habla de la posibilidad por medio del juego de equilibrar o reducir energías que no han sido utilizadas para satisfacer necesidades estrictamente biológicas vitales, el ejercicio de roles mediante el juego; algunas otras teorías encuentran en el juego una síntesis de las etapas evolutivas por las que ha atravesado la humanidad, desde el hombre primitivo hasta el contemporáneo. Pensadores e investigadores más actuales han encontrado en el juego aportes invaluables para estudiar la evolución del pensamiento. Por ejemplo, Piaget ha definido distintos estadios por los que atraviesa un niño hasta llegar a la adolescencia. Otro importante pensador, Vigotsky, y su teoría sociocultural de la formación de las capacidades psicológicas superiores. “Para este autor existen dos líneas de cambio evolutivo que confluyen en el ser humano moderno y civilizado. Una depende de la biología, y consiste en las variaciones que se producen en los organismos como efecto de la necesidad de adaptación, que da lugar a las diferentes especies. La otra es la socio-cultural, que se refiere a los efectos de las modificaciones que se producen por el hecho de vivir en sociedad; la progresiva socialización de su existencia ha provocado en los humanos la necesidad de comunicarse y la aparición del lenguaje. Estas nuevas capacidades promueven una reestructuración de las funciones biológicas, y así aparecen las capacidades superiores (las que constituyen el principal distintivo del hombre y suponen un salto cualitativo respecto de las capacidades psicológicas inferiores): éstas son la memoria, la atención, la percepción y el pensamiento, las cuales son atributos naturales o elementales, que en el proceso de adquisición de la cultura los convierte en socializados o superiores y devienen del contacto humano”.6

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También es necesario nombrar a Johan Huizinga y a Roger Caillois, quienes estudiaron específicamente esta problemática. Huizinga en su libro Homo Ludens, dice que el juego es una acción o una actividad voluntaria, realizada en ciertos límites de tiempo y lugar, según una regla libremente aceptada pero absolutamente imperiosa, provista de un fin en sí, acompañada de una sensación de tensión y de júbilo y de la conciencia de ser de otro modo en la vida real. Callois dice que la función propia del juego es el juego mismo. Las aptitudes que se ejercitan son las mismas que sirven para el estudio y para las actividades serias del adulto. El juego, aún bajo su forma de juego de dinero, resulta rigurosamente improductivo. Es una de sus características: no crear ninguna riqueza, ninguna obra, y esto lo diferencia del trabajo o del arte. Más adelante veremos en qué medida los juegos intervienen en la recreación. ¿De qué hablamos cuando hablamos de recreación? Históricamente se ha pensado, y en esto tiene mucho que ver la formación que han recibido los especialistas de esta actividad y por otro lado una especie de cultura alrededor del tema, que la recreación tiene que ver con ese conjunto de técnicas, recursos didácticos, los jueguitos que son puestos en acción por determinados coordinadores grupales con gran carisma y mucho manejo de la dinámica grupal, fundamentalmente orientados a entretener a las personas. Por supuesto que los recursos tienen una función muy importante, son los que nos permiten llevar a cabo aquello que nos planteamos realizar con un determinado grupo. El manejo constante de la técnica es lo que nos permite poder improvisar, aspecto muy importante en una actividad de este tipo. Pero esto es sólo un parte de la historia. La recreación tiene que ver con la organización del tiempo libre de una manera placentera, liberadora, divertida. Se orienta a satisfacer las necesidades de las diferentes personas y de los diversos grupos. Tiene que ver con el desarrollo de las potencialidades humanas y nos abre un camino de participación al alcance de todos; de hecho, desde niños nos ponen una etiqueta. Desde la recreación intentamos o debemos intentar abrir espacios de participación y disfrute que permitan que uno pueda jugar fútbol sin ser Maradona, Recreación y Turismo / Andrés Ziperovich

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pintar sin ser Picasso o escribir sin ser García Márquez. Nos permite desarrollar esas potencialidades, sin el límite que presupone el producto final o el hacerlo bien desde los parámetros establecidos. Quizá estamos hablando de un “permitirse hacer” o el tan socorrido “darse permiso”. Un capitulo aparte tiene que ver con esta famosa palabra diversión, tan usada y en cierta forma tan temida y tan adorada en esta disciplina. Es que pensamos que si algo se hace sólo por diversión no aporta contenidos ni valores a la persona, según el punto de vista de algunas corrientes. Así como, otras corrientes de pensamiento, expresan que sin diversión no existe Recreación. La actividad recreativa, como hemos dicho, tiene que ver con educación, con abrir espacios, con generar ámbitos de discusión y análisis, con formar integralmente al ser humano, con educación permanente, etc.; pero también con diversión, con placer. Lo que sucede es que el sentido de esta palabra, más allá de las acepciones griegas, sino más bien desde el imaginario popular,

está

relacionado con la fiesta, con reírse a carcajadas, y esta solamente es una forma que adquiere la diversión. Podríamos pensar que tiene que ver con diversidad, con alternativas, con generar espacios para que cada uno encuentre las formas de divertirse a “su medida”. No sólo se divierte quien ríe a carcajadas, las formas que adquiere la diversión tienen que ver no sólo con los permisos personales sino también con las características de la personalidad de cada uno. Ninguna técnica lúdica que un profesional puede poner en acción asegura que un individuo vaya a ser atrapado por la red de la risa, aunque otros con el mismo recurso lo hayan hecho. No es posible evaluar el éxito o el fracaso de una propuesta recreativa con base en la variable cantidad de risa. Todos sabemos lo difícil que es generar “humor” y la recreación no se plantea el humor como condición sine qua non. Por último, es necesario incluir al juego. Utilizado como instrumento en la actividad recreativa, también se transforma en una columna vertebral de la misma a la hora de pensar en los elementos que lo caracterizan: falta de obligatoriedad, diferencia entre el tiempo real y el lúdico, el placer que implica, la ruptura con la rutina, etc. No podemos dejar de admitir que tiene que ver con las formas que adquiere la recreación o por lo menos la que intentamos que impregne la actividad.

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Despejando algunas incógnitas Cotidianamente distintas profesiones, ciencias y disciplinas utilizan el juego y los recursos lúdicos: en la educación para hacer más placenteros, valederos, verosímiles, vivenciales, ciertos contenidos curriculares. La educación física, como forma de enseñanza de un determinado deporte o para desarrollar ciertas valencias físicas. Los psicomotricistas, la psicopedagogía, los estudios creativos publicitarios, los organizadores de eventos empresariales, etcétera. ¿Podríamos decir que se están realizando actividades recreativas? En cierta forma podríamos decir que sí, ya que reúne muchos de los elementos nombrados en esta obra y también

por

algunos

pensadores.

Quizá

podría

analizarse

desde

la

intencionalidad. Muchas profesiones que utilizan el juego como un recurso instrumental o tecnológico sólo bucean en esta temática, en su espacio específico de formación, en cuestiones teóricas (obviamente de gran validez), pero con muchos déficit en cuanto a un estudio acabado y profundo de la recreación y el juego, como problemática global y su aspecto instrumental. Lo mismo sucede cuando integramos la recreación y sus recursos en el marco de la disciplina turística, donde resulta que con los años nos hemos venido dando cuenta que no sólo sirve para divertir al pasajero y hacer que su viaje sea más placentero, sino que la recreación ha venido a dinamizar ciertas cuestiones conceptuales y operativas, que tanta falta le hacían al turismo. Pronto nos adentraremos en un análisis más profundo en este sentido. El problema del aburrimiento en nuestro tiempo libre surge cada vez con más fuerza, en cierta forma dado por el hecho

de la poca educación para el

aprovechamiento del tiempo en general y del tiempo libre en particular, hasta en algunos casos con formas patológicas. Basta como ejemplo el caso de aquella persona que habiendo trabajado arduamente toda su vida, en un momento se encuentra jubilado y nadie le dijo cómo aprovechar la cantidad de tiempo libre que tiene. Pero también por modelos impuestos en el marco de esta época liberal donde el consumo lo es todo y aquel que no pueda consumir quedará relegado al aburrimiento. Y por supuesto la oferta “recreativa” del modelo social y político que nos ofrece sólo variantes que tiene que ver con que el tiempo libre, palabra tan afín publicitariamente hablando a millones de productos comerciales, y que

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significa básicamente comprar una hamburguesa, comerla mientras paseamos por un centro comercial y luego comprar un boleto para ver y escuchar al grupo musical de moda. Pero no nos engañemos, el modelo recreativo consumista también se encuentra en el propio seno de la actividad, en quienes la hacemos y en quienes participan en ella. La recreación, que debería aportar a este concepto de tiempo liberado y liberador no sólo de tensiones de la vida cotidiana y la alienación sino también liberador en cuanto a la libertad de elegir y sentirse libres; muchas veces termina transformado en consumo guiado por aquellos viejos preceptos recreativos de utilización de recursos lúdicos rígidos, estructurados a partir de ganadores y perdedores, del premio y el castigo; los “juegos” que son trasmitidos de generación en generación utilizados en forma indistinta para cualquier grupo en cualquier situación simplemente porque me gustó, “el paradigma del luces y sonidos, el siete maravillas”. Todo esto no siempre se relaciona con romper con las estructuras de la vida cotidiana, con la rutina y la generación de un espacio libre y liberador de participación. En su libro La máquina de los niños, Seymour Papert nos incita a imaginarnos “un grupo de viajeros del tiempo que provienen del pasado; entre ellos hay un grupo de cirujanos y un grupo de maestros de escuela, todos llegan ansiosos por conocer cuánto ha cambiado su profesión al cabo de 100 o más años”. Los cirujanos se adentran en un quirófano y al observar colegas realizando una operación, nos dice el autor, podrían identificar el órgano enfermo o que se está llevando a cabo una operación, pero el instrumental, las luces, el vocabulario, los equipos electrónicos, etc., serían algo indescifrables para ellos. “Los maestros del pasado, por el contrario, reaccionarían de manera muy distinta a la clase de una escuela primaria moderna. Posiblemente se sentirían confundidos por la presencia de algunos objetos; quizá percibirían cambios en la aplicación de ciertas técnicas, pero es seguro que todos comprenderían perfectamente la finalidad de cuanto se estaba llevando a cabo y serían perfectamente capaces de encargarse de la clase”

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Si en este caso, cambiamos los maestros por un coordinador de actividades recreativas y lo insertamos en un grupo en alguna propuesta recreativa actual,

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considero que en muchos casos sucedería lo mismo que con aquellos docentes viajeros del tiempo. Si uno observa grupos recreativos en colonias de vacaciones o viajes de egresados, para sólo nombrar algunos casos, se encontraría con que las técnicas o recursos que utilizan los docentes o coordinadores son aquellos que venimos utilizando desde hace ya muchos años. Qué será de aquellos hermosos objetivos enunciados

en

muchas

planificaciones

donde

las

palabras

creatividad,

participación u otras por el estilo se repiten casi en forma redundante. Es aquí donde la recreación se reduce a las viejas recetas de los manuales y los docentes a “los simpáticos y extravertidos” muchachos que con su valija llena de “jueguitos” nos vienen a divertir, casi con el concepto de payasos; es decir, nosotros no nos divertimos por nuestra cuenta sino que alguien nos viene a divertir. Las dificultades para conceptualizar la recreación Durante mucho tiempo hemos discutido acerca de esta tema que ya resulta un debate sin fin. Todos sabemos que existe la recreación, que adquiere formas organizativas, que muchos “trabajan” con ella, que muchos se capacitan en el uso de las diferentes técnicas, y en algún sentido esto los lleva a analizar el surgimiento de una pedagogía de la recreación. Sabemos que tiene contenidos, objetivos, formas de evaluación, recursos, etc. En la mayoría de los casos por el hecho de que tenga estos aspectos nos encerramos en el ámbito educativo, en la educación no formal, y como tenemos la necesidad de separarla de la educación escolarizada, casi creemos que sólo tiene que ver con educación sistematizada (ya sea formal o no formal), como si otras ciencias o disciplinas no utilizaran también objetivos, evaluaciones, contenidos. Consideramos que se nutre del juego y lo lúdico, no sólo como aporte metodológico sino también por sus características y su filosofía. Hablamos de la participación real, de la creatividad, de la posibilidad de integración grupal, del desarrollo de vínculos y de la libertad, palabra tan vapuleada en todos los tiempos.

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En fin, la recreación tiene que ver con todos estos aspectos y también con una gran cantidad de recursos surgidos de la recreación de las viejas tradiciones lúdicas de los pueblos, las festividades, las herencias de otras generaciones y los nuevos recursos que inventamos con los elementos de nuestra propia historia personal y colectiva. Por último, la recreación y el juego que forman parte espontánea de la vida de todos nosotros y no solamente en la infancia; impregnan todos nuestros tiempos de vida y toman más fuerza en nuestro tiempo libre. Nosotros, los que “utilizamos la recreación”, le damos intencionalidad y formas organizativas a muchos de estos hechos cotidianos y creamos estructuras pedagógicas que den respuesta a la necesidad permanente de aprovechar el tiempo libre, ensayar toma de decisiones o sólo divertirnos en forma grupal.

Las reglas del juego No queremos avanzar sin analizar, aunque sea someramente, dos temas que siempre han sido motivo de grandes disputas: La animación y la problemática de las reglas. En esta vieja tendencia a creer que la recreación es un conjunto de juegos que cual receta se pone en acción con distinta intencionalidad, se ha creado alrededor del tema una gran cantidad de paradigmas que subyacen a la acción. Se utilizan juegos y casi podríamos decir que se les colecciona en el marco de un tiempo determinado. Se han creado compartimentos con distintos recursos metodológicos que responden a cubrir necesidades puntuales y que en cierta forma han condicionado la utilización de la técnica. Hay juegos con reglas, juegos para día de lluvia, juegos para campamentos, etcétera. Muchos han llegado a creer que hacer recreación es ponerle una regla o norma a una actividad cotidiana que permita la diversión. También es común escuchar que “sin reglas no hay juego”, incluso que sin ganadores y perdedores no hay juego. Es claro que en la vida hay reglas, normas, leyes; hay ganadores y perdedores, y por supuesto vencedores y vencidos.

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Desde un punto de vista personal todo juego tiene reglas y normas, algunas objetivas, explícitas; pero también existen reglas subjetivas, que funcionan como acuerdos de creencias, reglas tácitas que aunque no sean explicitadas forman parte del imaginario colectivo o de nuestra cultura. En este sentido tenemos que decir que existen, en los llamados “juegos con reglas” un cúmulo de reglas y normas que permiten la acción de jugar. En definitiva estos juegos se estructuran con base en reglas objetivas y explícitas. Pero de la misma manera existe la posibilidad de jugar sin reglas objetivas, con reglas en forma de consignas que sólo organizan la acción; o bien, el famoso juego libre, donde si bien no existen normas de funcionamiento a modo de reglamento, la persona las fabrica y crea en forma subjetiva. Con todo esto intentamos desmitificar la idea de que la recreación es esa colección de juegos donde siempre habrá un premio y un castigo, sino más bien es organizar, potenciar, recrear y en algunos casos sistematizar las actividades tan adentradas en el ser humano.

Capítulo 2 Turismo: Una revisión analítica

Una revisión hacia los viejos conceptos del turismo Habían bloqueado todas las salidas, pero él escapó por una de las entradas. A. FECHERA A veces, al fin de la temporada, cuando los turistas se iban de Calella, se escuchaba aullidos desde el monte. Eran los clamores de los perros atados a los árboles. Los turistas usaban a los perros, para alivio de la soledad, mientras duraban las vacaciones; y después, a la hora de partir, los ataban monte adentro, para que no los siguieran. (La civilización del consumo El Libro de los abrazos. EDUARDO GALEANO)

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Es válido aclarar, para comenzar, que consideramos como espacio de acción primaria o específica de la disciplina llamada turismo lo que tiene que ver con el aprovechamiento de tiempo libre, sin desconocer que actualmente existen ya muchas etiquetas colocadas en distintas actividades que entremezclan el turismo con otras áreas: turismo empresario, de congresos, de negocios, etcétera. A pesar de que el “viaje” ha formado parte de ese cúmulo de actividades que ha realizado y realiza el ser humano desde siempre: en la antigüedad, impulsado por un objetivo económico de establecer nuevos mercados e intercambiar producción, por necesidades instructivas, de contacto con otras culturas y 1

sociedades y fundamentalmente por un ferviente deseo ligado a la llamada “pulsión del juego”, de la curiosidad y la aventura. A pesar de esto la disciplina turística poco a teorizado en estos puntos y mucho se ha extendido hacia los aspectos económicos. De hecho, si revisamos las tradicionales definiciones de turismo sobre todo la de la Organización Mundial del Turismo (OMT), quizá la más enseñada en los ámbitos de formación de los profesionales del turismo, nos encontramos con que existe turismo cuando hay el desplazamiento de personas de su lugar habitual de residencia; otras definiciones agregan que es necesario permanecer más de 24 horas, es decir que implica pernoctar en un lugar distinto. Esta última, desde mi punto de vista, está más relacionada con establecer parámetros estadísticos o delimitar los alcances de la disciplina. ¿Cómo hacemos para separar al turismo de otras actividades humanas? También los matices técnicos han desarrollado una concepción turística de la recreación, a la cual

encierran dentro de aquellos usos del tiempo libre por

periodos inferiores a 24 horas, también llamada excursionismo. Otras definiciones más contemporáneas nos dicen “el turismo es un fenómeno social que por un lado es producto de otro fenómeno social: el tiempo libre institucionalizado y, por el otro, del progreso tecnológico de los sistemas de transporte durante el siglo XX”, y en cuanto a la recreación desde el punto de vista turístico nos dice que es la que “acompaña al hombre desde sus orígenes mismos, porque es una manifestación natural del ser, imprescindible para que éste conserve su equilibrio psíquico”. Y en cuanto a la articulación de estos dos

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fenómenos: “el turismo y la recreación son dos formas distintas de uso del tiempo libre”, “el turismo es prescindible, la recreación no”. No podemos dejar de remarcar la importancia de los aspectos económicos de la actividad turística; de hecho, la misma implica una actividad económica con una distribución, no igualitaria pero si extendida, de los ingresos para la comunidad. El pasajero que participa de una actividad turística no sólo se aloja en un hotel, sino que toma un autobús, compra postales, come un sándwich o alquila un automóvil. Por otro lado, el turismo receptivo produce ingresos de divisas sin entregar como valor de cambio materia prima. Algunas visiones puramente economicistas no han llevado en infinidad de casos a considerar al turismo sólo como un hecho económico y perder de vista otros aspectos que lo conforman actualmente. Haulot aporta, en relación con ello, una definición de turismo que nos gusta e interesa: El turismo, sea cual fuere la evolución que ha sufrido desde la época en que Cook imaginaba el primer viaje colectivo guiado, continúa siendo esencialmente función de la fantasía humana, del gusto del hombre por lo desconocido; de su entusiasmo por lo pueril, por las imágenes y por lo maravilloso, Y por más que esto les disguste a los doctos personajes, no conocemos a nadie que emprenda un viaje con la esperanza, ¡que sin embargo sería tan noble!, de contribuir al equilibrio económico del país visitado, al bienestar de su población o al enriquecimiento más rápido del dueño del hotel que ha escogido.2 Algunas “anteojeras teóricas” en ocasiones nos han hecho creer frases que suenan muy bien, como: “el turismo es un hecho económico”. Afirmación que nosotros contestaríamos: Sí, lo es, sobre todo para los que trabajamos en él. Pero cuando una persona hace turismo difícilmente querrá pensarlo como un hecho económico. Con el correr de los tiempos el viajar se ha transformado, de un derecho, a un bien de cambio, ligado a seudo necesidades impulsadas desde una poderosa industria vacacional, que nos lleva a considerar la actividad turística como un signo de ostentación, y los destinos, en modas. A esta altura podríamos decir que aún sin renegar de las potencialidades económicas indudables del turismo, estos aspectos no son los únicos.

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En la década de los cincuenta se incorporó al análisis del fenómeno turístico el punto de vista de la sociología. El turismo produce en las personas que participan de él cambio culturales, nuevas redes de vínculos, contacto con el medio, que provocan cambios en su forma de vida. Encontramos en esta visión una nueva forma de analizar el turismo, desde una escala humana. Un turismo que es salir de la rutina es encontrar nuevas formas de aprovechar en forma creativa el tiempo libre y es sinónimo de diversión. Es buscar pasarla bien y encontrar nuevas formas de descubrir y descubrirse, de descansar, etcétera. Algunas teorías nos dicen que las necesidades humanas han sido las mismas desde siempre, lo que han cambiado han sido las formas de satisfacerlas (satisfactores); es decir, la necesidad de abrigarse ha existido desde siempre, en otras épocas las personas se abrigaban tapándose con hojas, con distintas vestimentas, hasta llegar a las vestimentas actuales, pero siempre en respuesta a una misma necesidad. Pero también se han desarrollado, algunas veces en forma natural y en otras impuestas, por motivos económicos, distintas seudo necesidades o necesidades alternativas, como por ejemplo la moda. La necesidad de conocer, de contactar con otras formas de vida, de movilizarse más allá de donde llega nuestra mirada ha desarrollado distintos satisfactores, entre ellos la actividad turística, la transportación, etcétera. La tradicional teoría turística nos habla de que existe una materia prima del turismo que son los atractivos naturales o urbanos (factor primario) y un cúmulo de factores secundarios ligados a éstos que hacen dar de comer, transportar y alojar, entre otras cosas, al turista. Es decir, cubrir las necesidades básicas para aquel que se encuentra alejado de su hábitat cotidiano. Un profesional del turismo puede ofrecer, con cierto grado de aproximación, una buena comida o un mejor alojamiento, pero, ¿quién puede asegurar que un pasajero cumpla con sus fantasías o satisfaga todas sus necesidades proyectadas? El turismo propone, por no decir vende, fantasías. Quienes nos dedicamos a esta actividad lo hemos escuchado muchas veces. El turista lleva cargadas sus valijas con grandes ansiedades y por supuesto con distintas necesidades y expectativas. Pero también con la carga de una importante dosis de alienación y

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ese sentimiento de masa, tan común en nuestra vida cotidiana. Hay mucho de “sueños” en el hacer turismo, pero como en los estados oníricos, estas imágenes o deseos a veces son fugitivos y difíciles de interpretar o satisfacer.

De Cook a nuestros tiempos Numerosos historiadores reconocen parámetros similares a lo que hoy entendemos por turismo en distintas manifestaciones expresadas en diversas etapas históricas de la humanidad, con

puntos de inflexión en la civilización

romana y en el Renacimiento. Desde siempre se ha viajado, claro que no siempre con los mismos fines. Alejandro Magno realizó grandes expediciones; mercaderes como Marco Polo emprendieron viajes para buscar nuevos mercados o materia prima; muchos viajes se inspiraron en la necesidad de imponer una religión o, 3

como dice Roy Malkin , en “fabricar cristianos”. O Charles Darwin, quien fue uno de los primeros viajeros con fines científicos o naturalistas. La mayoría de los estudiosos de este fenómeno se remiten a los primeros viajes organizados, que luego se convertirían en bases de estructuras comerciales, de mediados de 1800, con Thomas Cook y Henry Wells a la cabeza, en realidad fueron los primeros en descubrir las potencialidades comerciales de la organización de viajes; es decir, los primeros itinerarios descriptivos de viajes, los primeros tours con la coordinación de guías de turismo, la aparición de los cupones de hotel (voucher), los travelers check. Resulta indudable que el concepto de excursión organizada, hoy comúnmente llamada paquete, permitió un acceso en masa a la posibilidad de viajar. Pecaríamos de reduccionistas si pensaramos que estos dos precursores realizaron, solos, el gran salto, si no tenemos en cuenta los grandes avances

producidos en los medios de

comunicación, en el transporte, por la necesidad, luego de la Primera Guerra Mundial de desarrollar nuevas fuentes de ingresos en los devastados países europeos, las devaluaciones en las monedas de las potencias del nazismo, la generalización de reivindicaciones sociales, como las vacaciones pagadas y el surgimiento de la aviación civil. Nótese que estos aspectos detallados han impulsado y generado una satisfacción a una necesidad que tenía que ver con el acceso masivo a la

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posibilidad de viajar. De hecho, es necesario reconocer que los paquetes han sido desde siempre un sistema de “masividad organizada”, es decir, una oferta turística masiva bajo el concepto del viaje “todo incluido” (transporte, alojamiento, comida, etc.), la reducción de costos con base en la cantidad de pasajeros y los famosos charter. De cualquier manera, y haciéndonos a un lado de las historias oficiales que a menudo son contadas por los libros que sirven de material de estudio de cuantiosos futuros profesionales del turismo, vale la pena aclarar que hablar de Cook u otros como los impulsores (se habla prácticamente de los fundadores del turismo) sin analizar los factores históricos y económicos condicionantes también sería realizar un reduccionismo. “A menudo se aludió a Cook como el Napoleón de las excursiones, y la tonalidad militar e imperialista del turismo moderno (invasiones, ejércitos, hordas) acompañó su carrera. El turismo, afirmaban algunos, era como el imperialismo: podía producir dinero y beneficios comerciales, pero también apoyaba un sistema de explotación y opresión. Así, la empresa de Cook fue un agente decisivo de la autoridad militar y administrativa británica en Egipto. Se decía que el soberano nominal de Egipto era el Sultán; el verdadero era Lord Cromer. El gobernador nominal era el Jedive; el verdadero era ... Thomas Cook and Son.”

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Estos saltos cualitativos, y no cuantitativos, que grandes avances han producido a la hora de hablar de turismo como hoy lo entendemos, quizá nos hablen de la necesidad contemporánea de saltos cualitativos

acordes con la

época que vivimos, donde en muchos casos se ha generalizado la posibilidad de acceder al turismo y donde muchos de los participantes nos plantean nuevas demandas y nuevas alternativas. Algunas definiciones contemporáneas de turismo Revisando distintas formas de definir el fenómeno turístico nos encontramos con algunos autores que han sabido valorarlo de manera distintas y otros que simplemente han agregado aspectos sobresalientes de las nuevas tendencias en las épocas que corren. Aquí se presentan algunas de ellas: Es un fenómeno de los tiempos modernos, basado en la creciente necesidad de recuperación y cambio de ambientes, el conocimiento y la apreciación de las

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bellezas escénicas, el goce del contacto con la naturaleza y producto de la creciente fusión de las naciones y países (comercio, industria y perfeccionamiento de los medios de transporte).5 Conjunto de relaciones y fenómenos producidos por el desplazamiento y permanencia de las personas fuera de su lugar de residencia; en tanto esto no esté motivado por una actividad lucrativa principal.6 Es una actividad esencialmente relacionada con el placer, el descanso y la recreación.

Con qué se relaciona la palabra turismo Es inevitable que a la hora de relacionar algo con la palabra turismo aparezca la “agencia de viajes”. Para muchos hablar de turismo es hablar de voucher, boletos, reservaciones, costos, etc. Y para casi todos es hablar de dinero. No podemos renegar de esto, pero la agencia de turismo, las compañías aéreas, las distintas formas de alojamiento, etc, sólo son, y en algunos casos, vehículos comerciales para cubrir, agilizar o encauzar la necesidad de hacer turismo o aprovechar el tiempo libre. En definitiva, son sólo una pequeña parte de este maravilloso mundo del turismo. Hacer turismo es un derecho. Implica la posibilidad de conocer qué existe más allá del horizonte e incluso qué existe al alcance de nuestro propio medio. Ahora, pensar al turismo sólo desde la variable conocer sería quedarnos en un aspecto de esta realidad. El turista no sólo busca conocer, ya que con sólo leer una revista o mirar un canal de viaje o un documental uno ya estaría haciendo turismo. Y la mayoría de nosotros sabemos que no es lo mismo. Volvemos a varios temas ya comentados. El turismo también tiene que ver con descanso, con establecer nuevos vínculos, con divertirse, con contactarse con gente y culturas diferentes, con romper la rutina, con descubrir y descubrirse. Enumerando estos aspectos nos encontramos con distintos puntos que ya hemos relacionado con la recreación. Son

sorprendentes

las

respuestas

cuando

se

consulta

a

distintos

profesionales o estudiantes de carreras de turismo acerca de dos preguntas:

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¿cuál creen que es el turismo que consume la gente?, y ¿cuál es el turismo que nos gusta? La primera variable que encontramos la mayoría de los que trabajamos en esta área, al momento de describir el turismo que consume la mayoría de la gente aparece un turismo más relacionado con los productos que comercializan los agentes de viajes que otras modalidades. Nada más errado que esto, las formas por las cuales las personas se insertan en el turismo son tan variadas como personas hay. Sólo basta pensar en que hay gente que alquila casas por periodos, salen de pesca, cargan su mochila al hombro, toman un autobús rumbo a la playa con un grupo de amigos, se suben al automóvil con toda la familia sin destino fijo más que el primer punto, salen a pasear por la ciudad, van todos los fines de semana a una casa de campo, escalan una montaña, sacan un boleto de avión a un país exótico, etcétera. Se nos hace tan difícil, para aquellos que habitamos el pequeño mundo de la comercialización turística y sus códigos, pensar que el turismo es algo más que los paquetes de siete noches, los viajes a Europa o los all inclusive o cruceros del Caribe. Otro elemento interesante surge con el análisis del consumo por parte de jóvenes y adolescentes, siempre, indefectiblemente, aparece el mochilero, el campamento y demás. Sabemos que un porcentaje muy elevado de personas en este segmento son los principales consumidores de los productos generados por la industria turística. No es sorprendente cuando al leer las respuestas a la segundo pregunta encontramos que el turismo que nos gusta a la mayoría de nosotros, los que participamos en esta industria, es un turismo muy diferente a ese que generamos como oferta. Dice Alejandro Dolina, en su libro Crónicas del Ángel Gris, y por cierto con elementos muy interesantes que bien podrían convertirse en material para un estudio de esta disciplina, que “La mayoría de la gente odia las aglomeraciones... pero la mayoría de la gente se traslada a las grandes ciudades a la hora de elegir un destino turístico, y en las grandes ciudades hay aglomeraciones”. En otra parte de su libro encontramos lo siguiente: los escribanos y profesores de geografía dicen encontrar en sus vacaciones anuales la ocasión para hacer lo Recreación y Turismo / Andrés Ziperovich

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que en verdad desean”. Lo que equivale a confesar que durante el resto del año estas personas viven contrariando su verdadera voluntad. Pero todavía mayor es nuestro estupor cuando observamos la conducta que mantienen en sus breves periodos de libertad. Al parecer, todo lo que necesitan para rebelarse contra el destino es trasladarse a un balneario Si el verano presupone un cambio de hábitos, nada cuesta suponer el disgusto que sentirán las personas satisfechas de sus procederes ante la necesidad de modificarlos. “bien está en el crepúsculo de esta monografía reconocer que los dignos afanes por ganar nuestro sustento suelen alejarnos de los goces del espíritu y aun del cuerpo. Pueden ser entonces las vacaciones unos rincones floridos del tiempo, que el criollo despierto sabrá utilizar para asomarse a los misterios del universo o para atropellar alguna morena. El amor y el conocimiento. No hay mucho más en la vida”.

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Pasarla bien Sabemos que la mayoría de la gente hace turismo para pasarla bien, pero no siempre lo logran. Algunas veces se embarcan en un maratón vertiginoso que los lleva a conocer en pocos días decena de lugares, que les han dicho que hay que ver, casi como un deber ser de vacaciones; a un paseo entre postales por distintos atractivos que los turistas hasta piensan que han sido hecho sólo para ser apreciados por ellos. Otros regresan una y otra vez a los lugares donde alguna vez la pasaron bien y se dan cuenta que hacer los mismos paseos, visitar los mismos sitios, comer en los mismos buenos restaurantes, ver el sol salir entre esas dos piedras, año tras año, se vuelve aburrido, monótono y no la pasan bien. No podemos engañarnos en pensar que no existe gente que le gusten y disfrute estas propuestas. Pero está claro que hay otros que no. Las formas de satisfacer las necesidades que tienen que ver con el descanso, la diversión y el aprovechamiento del tiempo libro son muy variadas.

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Capítulo 3

Turismo y Recreación La pregunta del millón... ¿La recreación y el turismo?

Resulta obvio que a esta altura del recorrido ya hemos analizado muchos factores que llevan a pensar que las relaciones entre la recreación y el turismo son muchas y variadas. No sólo desde los aspectos relacionados con la utilización de los recursos y técnicas recreativas en el marco de un viaje u otra propuesta turística; sino también en lo que hace al marco conceptual de la recreación con el fin de dinamizar y potenciar las posibilidades del turismo y la satisfacción de las necesidades variadas del viajero proyectadas al ámbito turístico como forma de aprovechamiento creativo del tiempo libre. Y volvemos a insistir como espacio específico de acción tanto del turismo como de la recreación: el tiempo libre. Y vaya la paradoja de que aquellos espacios en los paquetes turísticos que no están ocupados con actividades organizadas, los llamemos tiempo libre, pareciera que el tiempo de las actividades programadas sean las del tiempo ocupado y el espacio de tiempo dedicado a “hacer lo que uno quiere” equivale al tiempo libre. Deberíamos decir que al realizar una actividad turística el pasajero hace lo que quiere, por supuesto de acuerdo con el grupo en el que está inserto. Pero en definitiva el turismo debería presentarse como un espacio de libertad: de libertad de elección y de aprovechamiento de ese tiempo libre. Quizá estemos hablando de dotar de calidad al tiempo libre en que se enmarca

la propuesta del turismo. Al pensar en la inserción de la recreación en

el turismo, no podemos cambiar las tradicionales tecnologías organizativas por otras dominadas por gran cantidad de actividades lúdicas y recreativas. Por el contrario, deberíamos pensar que la recreación mejora la calidad del tiempo libre en el turismo. En el apasionante libro de Arthur C. Clarke, El fin de la infancia, el autor nos muestra un mundo diferente en un futuro-ficción, donde la “holganza no era algo pecaminoso y que la pereza no era un signo de degeneración (...) un mundo donde el tiempo no pesaba sobre los hombres, la educación era prolongada y completada con viajes que ensanchaban las mentes.”

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He aquí, entre otras cosas, una nueva cualidad del turismo emparentada con la educación, donde teoría y práctica conviven y se retroalimentan en el uso del tiempo y la utilización del turismo como “uno de los medios modernos de acceso a la cultura y al conocimiento”. 2 Juego y turismo Bien vale la pena analizar el hecho que las características del juego, tan afín a la recreación, sean tan similares a las de la actividad turística desde el punto de vista de los participantes. Analicemos: El juego no tiene demasiados rasgos de obligatoriedad, el turismo tampoco. Es optativo y de libre elección. En el juego el tiempo real es suplantado por un tiempo lúdico, que adquiere dimensiones diferentes a ese tiempo medido en horas, minutos, segundos, etc. En la actividad turística, claro que al pasarla bien, el tiempo pasa en forma diferente a lo habitual. Un periodo vacacional puede transformarse de corto a largo según cómo uno lo esté pasando. Jugamos por el placer mismo de jugar. Hacemos turismo con fines placenteros. En los dos la palabra diversión aparece reiteradamente. En el turismo como en el juego asumimos funciones diferentes, o nos permitimos asumir, a lo que somos habitualmente. Más de una vez, en el turismo, observamos cómo aquellos viajeros que se trasladan a una playa suelen vestirse de una manera tan alejada a la habitual e incluso con atuendos que quizá nunca se colocarían en su lugar de residencia. Creamos en el juego un acuerdo de creencias o sistema de normas y reglas subjetivas que orientan nuestra participación. Sin nombrarlas, sabemos que en vacaciones hay acciones que sí se pueden hacer. Hablamos de juego y rápidamente lo relacionamos con libertad y creatividad. Hablamos de juego y rápidamente lo relacionamos con libertad y creatividad. Muchas veces en el turismo también hablamos de esto. Importante, no quiera pensar algún lector desprevenido que intentamos decir que turismo y juego son lo mismo. Pero sí que evidentemente puede el turismo ser vivido como un juego, como una actividad lúdica. He aquí un elemento importante de por qué consideramos que la recreación en el turismo viene a realizar un aporte necesario no sólo desde las técnicas e incluso lo operativo sino también desde lo conceptual o marco teórico. Recreación y Turismo / Andrés Ziperovich

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Generar la posibilidad de la sorpresa es lo que nos abrirá las puertas para descubrir cada uno en sí mismo al viajero jugador que parte hacia la aventura; y por otro lado un modelo de viajero dinámico y crítico. No quisiera repetir, pero sugiero tener en cuenta el aporte que puede realizar la recreación desde los conceptos ya mencionados relacionados con romper con la rutina, con el desarrollo de las relaciones interpersonales y los vínculos, con el desarrollo de potencialidades de las personas y otros tantos temas que hemos mencionado. Otros aspectos importante y que serán motivo de análisis en capítulos posteriores son: 1. El aporte de la recreación en el manejo de la problemática grupal y la dinámica de los grupos. Si satisfacer las necesidades en casos personales o individuales resulta complicado, qué será cuando le agregamos el hecho de participar en una actividad turística en el marco de un grupo. Casi me animaría a decir que en la mayoría de las acciones turísticas el pasajero se integra en un grupo, en estos nudos, espacios tácticos donde se generan efectos singulares e inéditos, provocados tanto por el hecho de integrarse en una propuesta grupal, como por el solo hecho de compartir un tiempo y un lugar común con otras personas. “La grupalidad no es una entelequia, es una posibilidad, una potencialidad de todo encuentro humano.” 3 Tanto los grupos como la actividad turística tienen diferentes significados para cada uno de los miembros, y cada miembro participa desde lo individual y aporta al grupo lo que él mismo trae: experiencias, conocimientos, deseos, temores, etcétera. Es pertinente la aclaración de que en el esquema turístico actual es común encontrarnos con que existe toda una categoría denominada “turismo grupal” y que supone las propuestas organizadas para pasajeros que se agrupan entre sí y viabilizados por una institución o bien una agencia de viajes. Es cierto esto, pero también es cierto que no podríamos tomar este aspecto como paradigma, dado que existen gran cantidad de propuestas o espacios turísticos donde el pasajero se integra en distintos grupos: autogestionados, coyunturales, organizados, etcétera. 2. El aporte de la recreación desde ese cúmulo de recursos, técnicas lúdica y

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actividades. 3. Los cambios dinamizados por la vía de la recreación tanto en el campo del llamado turismo tradicional como en los diversos campos de acción que se han venido desarrollando en estos años: el turismo alternativo, los deportes en el turismo, el turismo cultural, el mal llamado turismo ecológico o más bien el turismo con la naturaleza, el turismo arqueológico y el antropológico, el turismo rural, etc. Y las viejas tradiciones de la recreación que hoy consideramos que forman parte del turismo: los campamentos, las salidas a granjas educativas, los viajes de egresados, las colonias de vacaciones “internadas”, e incluso una actividad que lentamente se ha ido desarrollando como es la recreación en el marco hotelero. En la mayoría de estos casos estas actividades son vividas por el turista de una manera recreativa. Aquel que practica un deporte en la naturaleza en el marco de un viaje lo hace con la intención de divertirse, por el placer que le genera y no tanto por la práctica deportiva en sí misma. Los casos se repiten en todos los ejemplos que hemos nombrado anteriormente.

El turismo participativo Se dice que “La participación posibilita el paso de relaciones de dependencia y mecanismos paternalistas, burocráticos y verticales, a una cultura democrática y reveladora de la solidaridad social y del protagonismo real de las personas”.

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Durante años hemos venido fomentando un turismo centrado en el paisaje y los servicios, no en el hombre, el ser humano que se erige como “sujeto turístico”. Un turismo que más bien se asemeja a un “paseo entre postales” encerrados en pequeñas peceras sin contacto con los verdaderos patrimonios turísticos como son los habitantes de los diferentes paisajes. Un turismo donde la función del pasajero es solamente ser consumidor. Nos hemos preocupado enormemente, como bien dice Ricardo Capece, por los elementos relacionados con el alojamiento, el transporte, la gastronomía; con un avance extraordinario en ese sentido, y por cierto tan necesario. Pero que vienen simplemente a cubrir las necesidades básicas de la vida humana: abrigo, comida, movilidad, etcétera. Poco se ha hecho en cuanto a los elementos verdaderamente motivacionales

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de la actividad turística, como es el ¿qué hacer? Es decir: la recreación Está claro que el paisaje y el entorno, ya sea natural o urbano, son estímulos e impulsores de gran parte de este fenómeno; pero qué será de ese paisaje sin la vivencia personal de cada uno. Y bien vale una anécdota para ilustrar estos dichos: Mis padres, al regresar de sus viajes, cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, solían reunirnos unas noches después frente a una blanca pared para apreciar las “fantásticas” diapositivas que mi padre había sacado durante su viaje. Recuerdo a mi padre mostrando, por ejemplo, una diapositiva de una gran iglesia y diciendo: “ustedes no lo ven (señalando la blanca pared), pero acá al lado había un precioso bar del año... donde…” La pregunta es: ¿cree alguien que las vivencias de mis padres podrían ser las mismas que las de sus hijos que mirábamos las fotos? ¿Sólo se trata el fenómeno turístico de paisaje y más paisaje, o el centro está puesto en cómo lo vive, qué miró, con quién contactó y cientos de preguntas más; aquel que participó de ese paisaje o ese patrimonio cultural, social o humano? Y participar no significa, como algún eslogan lo dice, convertirse en el centro de la actividad, casi como forma de satisfacer nuestro propio egocentrismo. Participar es ser protagonista y no un mero consumidor. Es encontrar uno mismo o en grupo las formas de contactar con ese medio, la forma de extraer la información que a cada uno le resulte importante. Este factible turismo participativo o vivencial (como también se ha denominado) no es una alternativa que existe por obra de la magia, tiene que ver con extender una mirada hacia estos conceptos que vaya acompañada por un cúmulo de aspectos relacionados con dar espacios de participación así como con el desarrollo de tecnologías organizativas y recreacionales que permitan generar ámbitos y espacios de participación. En definitiva, actualmente sería de suma importancia avanzar hacia un turismo “a escala humana” donde el protagonista sea el hombre, pasajero o no, y la recreación tiene mucho que aportar.

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