Razon Practica

1 XV CONGRESO DE FILOSOFÍA ASOCIACIÓN FILOSÓFICA DE MÉXICO, A. C. EL DIÁLOGO FILOSÓFICO 25 AL 29 DE ENERO DE 2010. Alg

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XV CONGRESO DE FILOSOFÍA ASOCIACIÓN FILOSÓFICA DE MÉXICO, A. C. EL DIÁLOGO FILOSÓFICO 25 AL 29 DE ENERO DE 2010.

Algunas críticas a la “Razón Práctica” kantiana Escriba el nombre del simposio en el que desea participar dentro del congreso. David Sumiacher (UNAM) [email protected]

Resumen. Incluso más de doscientos años después de su enunciación, la idea de “razón práctica” no deja de ser hoy harto mencionada y la ética kantiana es objeto tanto de investigación como de constantes referencias. La intención de este trabajo (parte de mi tesis de maestría) es poner en tela de juicio algunos elementos fundamentales de dicha ética moderna; sobre todo por su incapacidad de consideración de la alteridad y su clara tendencia hacia la homogeneización principalmente con el primer imperativo categórico kantiano. A partir de estos elementos han de pensarse tanto la propuesta como el modelo de intelectual sugerido por la vida de Immanuel Kant, en relación a nuestros requerimientos y urgentes necesidades éticas del S XXI. Palabras clave: Immanuel Kant, Crítica de la Razón Práctica, ética, a priori

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Algunas críticas a la “Razón Práctica” kantiana I.

Objetivos y alcances de este trabajo

Primeramente es importante aclarar que las posibilidades de este trabajo son acotadas. En vista de la inmensa y compleja obra kantiana hacer un estudio general de Kant suele ser materia para muchos años como mínimo. Sobre el autor se ha escrito de manera muy fecunda, con una minuciosidad casi única no sólo por su propuesta, sino también por la gran cantidad de términos nuevos que introdujo en la historia del pensamiento Europeo. Este es el motivo por el que restringiremos el alcance de esta crítica en varios sentidos. Por un lado nos dirigiremos hacia pensar el aspecto ético de Kant (dejando de lado su crítica de la razón especulativa, lógica, política, etc. y sólo usándolas en todo caso como medio de paso). Abordaremos entonces, principalmente, las obras Metafísica de las Costumbres, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres y la Crítica de la Razón Práctica para centrarnos u orientarnos hacia una crítica del concepto de racionalidad práctica. Por lo pronto estos serán nuestros objetivos aunque no queremos que tampoco nos suceda que por “ver el árbol perdamos el bosque”, lo que sería un error también. En el caso de Kant nos encontramos con un tupido bosque, que puede convertirse en una selva inhóspita si no se distingue con precisión el alcance y los objetivos del trabajo. Kant posee una propuesta de una complejidad y amplitud sorprendentes, tan amplia e inclusiva es, que nuestro filósofo causó con ella un impacto sobre la historia del pensamiento como casi ninguna otra figura en la modernidad.

II.

Introducción socio-histórica

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Siguiendo las ideas de Enrique Dussel, es importante destacar el lugar que tiene la categoría de locus enuntiationi 1 como factor ontológico primordial, no sólo para introducir, sino para dar sentido a un conjunto de ideas. El contexto de enunciación de Kant es el de la modernidad prusiana. Sobre el paradigma de la modernidad mucho se ha dicho, pero podemos acotar ahora algunos puntos generales que se relacionan especialmente con el filósofo y en especial lo que refiere a la ciencia. Sabemos que Kant era admirador profundo de Newton (16431727) y que en su primer período se abocó a trabajos de orden científico2. El paradigma científico era para Kant algo digno de mucha admiración y el trabajo de su vida fue prácticamente el plan de ampliarlo a todos los campos de lo filosófico. El proyecto científico luego del anquilosado período medieval generaba un deslumbramiento y fascinación en los filósofos de la época, sobre todo por la acertabilidad y universalidad de sus proposiciones. Esta universalidad y seguridad que suministraba el proyecto científico (sobre todo la de la matemática que es una ciencia completamente abstracta) será el que Kant firmemente adoptará.

Hay muchos elementos de la modernidad europea que se podrían mencionar pero no podemos obviar tampoco el de la crisis del cristianismo que representa el luteranismo. Consideraremos entonces a la reforma cristiana como paradigma de fuerte impronta (con ya dos siglos y medio de plasmación) y su poderosa influencia en Immanuel Kant para un estudio contextualizado. En el aspecto político eventos como la revolución norteamericana (1776), así como la francesa (1789), fueron importantes acontecimientos por los que Kant se vio 1

“‹Localización› indica la acción hermenéutica por la que el observador se ‹sitúa›

(comprometidamente) en algún lugar socio-histórico, como sujeto de enunciación del discurso, y por ello es el lugar ‹desde donde› se hacen las preguntas problemáticas (de las que se tiene autoconsciencia crítica o no) que constituyen los supuestos de una episteme epocal”. Según dice, esta actitud crítica debería mantenerse como posición permanente ya que “la reconstrucción histórica es parte de la estrategia argumentativa”. (Política de la Liberación. Historia Mundial y Crítica, p. 15) 2

De hecho su primera obra conocida se llama “Historia general de la Naturaleza y teoría del Cielo”

que muestra una interrelación directa entre el empirismo y la teoría y recoge la formulación del universo así como Newton la había dejado.

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influido. Esa es historia sabida. Sin duda nos hallamos con un tipo de hombre de innegable poder civilizador y capacidad de explotación en medio de un capitalismo naciente.

En el marco de la producción de ideas filosóficas en las Universidades europeas, tal vez podamos decir que los temas principales se centraban o rondaban en torno a la idea del yo, Mundo y Dios como triangulo conceptual del que se partía o a donde se buscaba llegar con la reflexión (Muguerza, 2007: p. 8386). Aunque este también este sea un tema harto mencionado, es interesante una historización de estos temas ya que muchas veces se nos presentan en versiones simplificadas de manual como los problemas de la filosofía. Ciertamente, son sólo los temas que pensó un sector privilegiado de la población de un pequeño sector geográfico (Europa es solamente un 2% de la superficie terrestre) en un período que duró con suerte unos cuatro siglos (Sólo el 3% del tiempo que lleva la humanidad viviendo en comunidades sedentarias). Estos son, de todas formas, los principales asuntos que pensaba el contexto filosófico en el que se encontraba Kant, y no se puede olvidar esto para un análisis crítico de su propuesta.

Respecto de la vida de Kant, algunos datos: Sabemos que Kant nació en Königsberg (Prusia) en 1724 y tuvo una longeva vida de ochenta años. Fue educado en el espíritu religioso del pietismo con Franz Albert Schultz. Además de su padre, su hermano era teólogo. Estudió en la Universidad de Königsberg frecuentando las cátedras de matemáticas, física, geografía, filosofía y teología. Su impresionante saber abarcaba desde las matemáticas, física, lógica, metafísica y muchas de las ramas de la filosofía. Luego de una dura juventud a los 43 años de edad (1770) se convirtió en profesor ordinario de la institución. Allí dictaba clases de lógica y metafísica y finalmente, en su etapa fecunda como docente, daba casi todas las materias que se enseñaban en la facultad, algo realmente impresionante. Testimonios de esto dan filósofos como Herder, por ejemplo, que fue su alumno y amigo y con el que mantenía una correspondencia activa. Era tal su dedicación y asiduidad que llegó a dar un total de 36 horas de clase a la

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semana, y aunque no alcanza a equiparar las 40 o 50 horas que suelen trabajar los maestros de nivel primario o secundario hoy, ni tampoco las 70 u 80 que normalmente trabaja una maquiladora en Juarez (con posibilidad de extensión a 48 hs seguidas) (El Universal /PIEDRAS NEGRAS, 2009), al parecer las mismas gozaban de una erudición digna de admirar.

La producción filosófica de Kant se puede dividir según la tradición que sigue Cassirer en cuatro períodos. En el primero, dentro de la corriente racionalista de Wolf y Leibnitz, tenemos a Kant dedicado y apasionado por asuntos científicos de la época como se dijo en el comienzo. En el segundo de ellos, predominan asuntos de teología racional, en el tercero su pensamiento toma una orientación más literaria orientando sus elucubraciones hacia un ideal de vida moral, cosmopolita, laico y más estético dentro del que hayamos una obra inesperada y muy repudiada por la crítica que fue Sueños de un visionario, interpretado mediante los sueños de la metafísica. El cuarto período abarca una amplia producción, es el momento de creación del sistema que se ha llamado “criticismo”. Allí, Kant pasa de ser un geógrafo empírico a pretender una “geografía racional” y se dedica principalmente a la búsqueda de las nociones a priori del conocimiento. En esta última etapa es que se producen casi todas las obras más conocidas incluidas las tres Críticas.

Sobre la personalidad de Kant es conocida ya su afanosa meticulosidad, mecánica rutina, sus rutinarios paseos vespertinos siempre a la misma exacta hora sólo dos veces en su vida interrumpidos, una ascética y esforzada laboriosidad. Lo que no puede dejar de asombrarnos es que el creador de la idea de cosmopolitismo nunca haya salido de su ciudad. Inclusive recibió invitaciones de las Universidades de Erlangen y de la prestigiosa Halle (donde había enseñado Wolf, cuna de la filosofía europea de la época) y todas fueron rechazadas aún cuando el filósofo pasaba por grandes dificultades económicas. Este no es un tema a subestimar, porque, sin caer en un criticismo de la psicología o vida privada del filósofo; sí podemos cuestionarlo en todo caso como actor y figura

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política. El creador y fundador de la idea de los derechos internacionales no sólo no tuvo contacto con países por fuera de Europa, sino que ni siquiera por fuera de su propio país. Por otra parte, su ciudad era una ciudad protestante, así como la Universidad en la que Kant se formó y enseñó toda su vida. Según Cassirer nos cuenta, Kant poseía una “fantasía sensorial exacta” (Cassirer, 1974: 60) que le permitía traer a la plática imágenes o descripciones de lugares y acontecimientos que nunca había visto. Pero ¿Vamos a considerar que una gran imaginación visual es suficiente?

Su madre antes de morir (cuando Kant tenía sólo 14 años) encomendó al pequeño Immanuel al profesor de teología Schultz, que reconoció pronto los dotes de su estudiante. El mismo profesor fue el que dirigía la escuela a la que Kant asistía. En su juventud, Kant trabajó como preceptor en la casa de un párroco rural y luego posiblemente en la de un predicador reformador. Según Cassirer el pietismo fue para Kant “la primera escuela y la escuela determinante de su voluntad” (Ibid.: 31). Kant tenía un importante interés religioso aunque en sus obras haya puesto a la moral por sobre la religión (La religión dentro de los límites de la mera razón). Es tal el divorcio que suele imperar en nuestros juicios que por esa sola formulación simplemente pensamos que su fe y convicción pietista querían relegadas y aisladas en el ámbito de su “esfera privada”. En lugar de ver al luterano pensando, inteligentemente, sobre asuntos morales, vemos al “filósofo” realizando un “análisis puro sobre el entendimiento y la moral”.

No podemos dejar de tener en cuenta la religión que Kant profesaba y practicaba simplemente porque esta es un factor que nos habilita a su mejor comprensión. El poder pensar esto, nos permite entender más el sentido y razón de muchas perspectivas morales de Kant. No podemos aquí profundizar sobre el asunto, completamente novedoso 3, pero no podemos no considerar el contexto ideológico-religioso en que este pensador se hallaba sumido. Las ideas de Dios e 3

El libro llamado Kant y la Biblia, de Lema-Hincapié (México, Anthropos - UAM, 2006) muestra, a

través de casi toda la obra del filósofo, los vínculos existentes entre Kant y la doctrina protestante.

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inmortalidad del alma como necesarias para la ética (aunque no demostrables) son sólo algunos de los tantos elementos que nos sirven para pensar esta relación. No considerarla, es finalmente darle por ganada a Kant la idea que intentó demostrar. A saber: la de: “un tribunal que la asegure en sus pretensiones legitimas y que en cambio acabe con todas las arrogancias infundadas, y no por medio de afirmaciones arbitrarias, sino según sus eternas e inmutables leyes. Este tribunal no es otro que la Crítica de la razón pura misma. Por tal no entiendo una crítica de los libros y de los sistemas, sino de la facultad de la razón en general, respecto de todos los conocimientos a que esta puede aspirar independientemente de toda experiencia” (Kant, 1978: p. 5 –el subrayado es nuestro-)

Queremos mencionar, para finalizar este apartado, que la importancia de Kant como influencia filosófica existe al menos en dos sentidos. Uno es consciente y “racional”, aceptada por los filósofos, escritores o conocedores de su propuesta y explícitamente pronunciado. El otro, existe en el inconsciente y es, generalmente, aceptado acríticamente. Ambos se hallan relacionados dialécticamente. El primero de los casos se hace patente en la escritura y prolífica mención del autor en los más diversos contextos académicos. Pero en el segundo sentido, Kant se vuelve una influencia con su persona y produce o contribuye fuertemente a la generación de un ideal de intelectual muy presente, especialmente en los institutos de investigación y en el perfil de muchos profesores de filosofía. Kant se nos muestra a primera vista como una destacadísima figura dentro de la historia del pensamiento. La vida de Kant, con su afanoso e incansable estudio, se vuelve objeto de notable admiración y por ello sucinta crítica para la tradición. Al mismo tiempo su coherencia interna, la cohesión que había entre sus principios y su sistemática y particular manera de llevar la vida, deslumbra y atrapa con fundadas razones. La influencia de Kant como modelo es otro aspecto que hemos de considerar, sobre todo porque hoy se lo ve por doquier.

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Ambos aspectos, las influencias a nivel consciente sobre la historia del pensamiento así como la propuesta que generó con su vida como ejemplo de disciplina y erudición, hemos de someterlas a una exhaustiva crítica como él mismo hubiera hecho. Justamente por ser uno de los autores de la historia de la tradición filosófica occidental a los que menos se los pone en cuestión, hemos de pensar cuáles son los efectos de la existencia de Kant para la ética y para la historia posterior.

III.

La idea de Razón

La idea de razón kantiana tal vez podamos decir que se halla plasmada principalmente en la Crítica de la Razón Pura en la que aparece al menos unas 400 veces dicha palabra. En la obra el autor comenta: “he de ocuparme sólo de la razón misma y de su pensar puro, y no he de buscar muy lejos su conocimiento detallado, pues lo encuentro en mí mismo, y ya la lógica ordinaria me da un ejemplo de que todas sus acciones simples pueden enumerarse completa y sistemáticamente; solo que aquí se plantea la cuestión de cuánto puedo esperar alcanzar con ella, si se me quita toda materia y ayuda de la experiencia” (ibid. p. 6). Esta idea sin duda tiene que ver con el capcioso y oscuro tema del yo trascendental y sus dificultades de abordaje que no pretendemos realizar en este espacio. Lo que nos interesa destacar, sin embargo, es que la racionalidad como tal se halla indiscutiblemente ligada al hombre en donde hallamos casi una relación de identidad. En este sentido Kant sin duda es completamente griego.

Kant pretendió en la Crítica de la Razón Pura encontrar las condiciones de posibilidad de toda experiencia y pretendió darle a este concepto tan utilizado de razón un giro inusitado. “Sólo por medio de esta crítica pueden cortarse de raíz el materialismo, el fatalismo, el ateísmo, el descreimiento de los librepensadores y la superstición, que pueden ser universalmente dañinos, finalmente también el

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idealismo y el escepticismo, que son peligros más para las escuelas y que no pueden tan fácilmente llegar al público” (Ibid. p. 22)

Por otra parte, el concepto de razón según Kant es equivalente también a lo a priori: “Ahora bien, por cuanto en estas ha de haber razón, es preciso que en ellas algo sea conocido a priori, y su conocimiento puede referirse al objeto de dos maneras: o bien para determinar simplemente el objeto y su concepto (que tiene que ser dado por otra parte) o también para hacerlo real. El primero es conocimiento teórico, el segundo conocimiento práctico de la razón. La parte pura de ambos, contenga mucho o contenga poco, es decir, la parte en donde la razón determina su objeto completamente a priori, tiene que ser primero expuesta sola, sin mezclarle lo que procede de otras fuentes; pues administra mal quien gasta ciegamente los ingresos, sin poder distinguir luego, en los apuros, qué parte de los ingresos puede soportar el gasto y qué otra parte hay que librar de él” (Kant, 1978, p. 11)

O: “La crítica no se opone al proceder dogmático de la razón en su conocimiento puro como ciencia (pues ésta ha de ser siempre dogmática, es decir, estrictamente demostrativa por principios a priori, seguros)” (Kant, 1978, p. 22)

Esto es algo bastante sabido. Pero el problema tiene que ver básicamente con el formalismo que hayamos aquí presente. En consecuencia con sus ideas, en las obras de Kant los ejemplos son muy raros de encontrar, pareciera que el autor intenta emular lo más posible las demostraciones matemáticas. Este a priori, completamente desligado de la experiencia en el momento de demostrarlo, pero que formaría parte de ella en su percepción como fenómeno, es un elemento muy particular sobre el que mucho se ha pensado pero que posee muchos problemas también 4. El problema que más nos interesa se nos presenta cuando ampliamos la 4

Más allá de que intenta generar una superación de las discusiones entre los escépticos y

dogmáticos quisiéramos mencionar un hecho evidente pero poco mencionado. En lo que respecta

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ecuación que antes mencionamos de “hombre” = “razón” y “razón” = “lo a priori” porque llegamos a la idea de que “hombre” = “lo a priori” y este será el punto fundamental que desde nuestra perspectiva se complejiza y embarra en el campo de la ética. Esta Universalidad de la Razón aunque nos permite hacer una propuesta amplia, para toda la humanidad, no contempla la diferencia y este punto es fundamental en el momento en que pensamos en el problema de la alteridad en la ética.

Si estas ideas hubieran quedado en sólo en los albures de la ilustración moderna no habría problema, pero esta misma racionalidad, atenuada por dos siglos

muy

ajetreados,

se

puede

ver

también

en

muchos

filósofos

contemporáneos. Aquello “común” a todos, en las argumentaciones filosóficas, sigue siento muchas veces la “Razón”; pero esta racionalidad, al ser tomada a partir de este formalismo acarreará consecuencias no menores respecto a las diferencias y particularidades de cada quien como tal (corporalidad viviente), cosa no considerada en la ética de Kant.

Por otra parte esta “racionalización” kantiana aparentemente tendría la virtud de unir los mundos de la razón especulativa y el de la práctica en un mismo sistema coherente lo cual sería muy bueno. Sin embargo, esta unidad se da sólo en el plano de lo a priori porque por fuera de esta razón teórica y pura existe el mundo empírico como algo completamente diferente. Finalmente la propuesta de Kant, vista en su totalidad, sigue siendo claramente dualista y quizá mucho más de lo que la de los racionalistas o empiristas porque el ámbito de lo puro o inteligible es el científico y cierto mientras que el otro es meramente circunstancial e inútil para el pensar de la Crítica. a las ciencias en sí más allá de la filosofía (desde la matemática hasta la psicología), ellas siguieron su curso natural y las elucubraciones de este novedoso “a priori” no modificó en el fondo su método. Por ejemplo, en las discusiones de epistemología del siglo XX, y aún hoy, se sigue tomando como punto problemático los defectos de la inducción que Hume mencionaba. A veces pareciera que a Kant se lo elogia más por su originalidad que por su real influjo en la metodología científica.

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A este formalismo kantiano tal vez podamos darle un origen no sólo en el greco-centrismo de Kant, que no piensa el desarrollo de la filosofía por fuera de la Grecia clásica o la Europa moderna sino, especialmente, en su marcado luteranismo: “Por ahora, basta con ser conscientes del espíritu que anima la lectura kantiana del documento sacro: contra todo oscurantismo escrituario, adversario de los debates públicos de la razón ilustrada, la teoría textual de Kant descarga las Escrituras de su ganga sobrenatural, asignándoles asimismo una función fundamental en los anhelos moralizadores del hombre” (Lema-Pie, 2006: p. 48). Kant generalmente es presentado como el fundador del pensamiento crítico o criticismo siendo que sin duda posee grandes méritos al respecto por la importancia que le dio a la autonomía. Sin embargo, justamente, para ser libre según el mismo Kant es necesario adherirse a las inescrupulosas leyes de la razón que son a priori. Eso finalmente vuelve dudoso un criticismo que se haya necesariamente ligado a una sola posibilidad de pensar porque ha de adherirse a una Razón objetiva.

Otros problemas que se desprenden de todo esto, haciendo sola mención de ellos, es que el criticismo y la racionalidad a priori que funda Kant se halla completamente desvinculada de toda inclinación o sentimiento: “La necesidad práctica de obrar según ese principio, es decir, el deber, no descansa en sentimientos, impulsos e inclinaciones, sino sólo en la relación de los seres racionales entre sí” (Kant, 2007, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres: p. 53) pues “las inclinaciones varían, crecen con el favor que se les otorga y dejan siempre tras sí un vacío aún mayor que el que se ha pensado llenar. Por eso son siempre pesadas para un ser racional, y aunque no puede deshacerse de ellas, sin embargo le obligan a desear estar libre de ellas” (Kant, 2007, Crítica de la Razón Práctica, p. 196). Este rechazo al sentimiento y la inclinación posee, desde nuestra perspectiva, un peso e importancia muy grande en una multiplicidad de círculos. La influencia que ha tenido esta idea y el tipo de propuesta que lleva aparejada, es una praxis académica que olvida la importancia

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e incluso el valor que tienen las emociones y los impulsos para la investigación profesional como gran parte de la epistemología actual se ha visto obligada a reconocer.

IV.

La Razón Práctica

A veces en Kant pareciera darse más importancia a la idea de Razón en su aspecto especulativo que en su forma como Razón práctica. En lo que concierne a la ética, se abordan muy seguido sus principios y propuestas político-sociales, pero no siempre se los vincula con la idea de Razón como tal. Justamente uno de los grandes logros del filósofo prusiano, fue la unión de estas dos razones que se analizan en su sentido especulativo (en relación a los principios del conocimiento) y práctico (en relación a los principios de la moral). En síntesis, el sujeto congnocente de la Crítica de la Razón Pura es el mismo sujeto moral de la Crítica de la Razón Práctica. Finalmente, aunque los temas sobre los que versen ambas Críticas sean distintos, ambas racionalidades se hallan unidas e incluso la razón práctica posee una primacía sobre la teórica: “si la razón pura puede ser por sí práctica y lo es realmente, como la consciencia de la ley moral lo manifiesta, entonces es siempre sólo una y la misma razón la que, sea en el aspecto teórico o en el práctico, juzga según principios a priori” y más adelante afirma “Así, pues, en el alcance de la razón pura especulativa con la pura práctica para un conocimiento, lleva la última el primado (…) pues sin esta subordinación surgiría una contradicción de la razón consigo misma (…) porque todo interés es, en último término, práctico, y el interés mismo de la razón especulativa es condicionado y sólo en el uso práctico está completo” (Op. Cit.: p. 198).

Este tipo de afirmaciones nos hablan del valor que la moral tenía para Kant y tal vez nos den una esperanza de que aquel formalismo al que criticábamos en el apartado anterior podría llegar a ser postergado por una vez. Sin embargo, tenemos que entender primeramente que para Kant la “razón práctica” es la razón

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pura práctica, es decir que es también a priori. La ética kantiana es un intento de trasladar el modelo de “5 + 7 = 12” a los postulados morales. A tal punto esto es así que Kant veía al vitalista y romántico de Rousseau como el ingeniero o el “Newton” de la moral. Esta moralidad, como Kant lo escribe con una insistencia sorprendente, está completamente desligada de todo sentimiento, inclinación o experiencia con el mundo sensible 5. Al mismo tiempo ella se deduce al igual que un teorema de la lógica. En la Crítica de la Razón Práctica se lee: “si para nosotros fuere posible tener en el modo de pensar de un hombre, tal como se muestra por actos interiores y exteriores, una visión tan profunda que todo motor, aún el más insignificante, nos fuera conocido, y del mismo modo todas las circunstancias exteriores que operan sobre él, se podría calcular con seguridad la conducta de un hombre en lo porvenir, como los eclipses de sol o de luna, y, sin embargo, sostener que el hombre es libre” (Op. Cit. p. 180). Esta concepción de razón trasladada a la moral finalmente es catastrófica y es la plena expresión del paradigma griego del hombre como mera razón; sólo que es una razón que ha sido depurada como en ningún otro pensador. De modo que lo que nos es permitido llamar “reflexión ética” se ha restringido y abstraído de tal forma que no habilita a considerar ningún tipo de situación de la realidad concreta, cuando hoy más que nunca se requiere de éticas críticas que piensen con la complejidad de lo real y no por fuera de ella, sin acercarse en lo más mínimo.

Por otra parte las nociones de construcción del conocimiento nada tienen que ver con el constructivismo que justamente mucho después Dewey planteará. El constructivismo y también la ética de Kant, contemplan al conocimiento como relación o construcción y no mera elucubración individual o recepción pasiva. Sin embargo, en Kant, esta construcción sólo existe en la relación de sujeto-objeto y para nada se tiene en cuenta el fenómeno de la intersubjetividad. Kant sigue preso 5

Faltaba un siglo para que se inventara el psicoanálisis que le diera aunque sea algún indicio

sobre los problemas reales que puede traer el proyecto de oprimir todas nuestras inclinaciones vitales, donde los sentimientos e intereses suprimidos por el deber y la constricción por la ley sean considerados como patológicos (Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, p. 37)

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del paradigma individualista-moderno y su ética se puede construir en la soledad de su despacho en Königsberg, sin salir jamás a toparse con el mundo. La intersubjetividad como tal no es considerada en su visión ética como hará la línea posterior neo-kantiana que, sin embargo, tiene también fuertes problemas en su aspecto material y de aplicación por provenir de esta misma fuente.

Finalmente la idea de que la ética puede basarse en principios a priori es un terrible error epistémico al que Dewey, por ejemplo, critica “Considerar las cosas conocidas como símbolos conforme a alguna fórmula a priori –y toda concepción a priori tiene que ser arbitraria- es una invitación a la fantasía romántica para introducir toda clase de analogías que la atraigan y tratarlas como leyes” (DEWEY, 2004, p. 59). Este es quizá uno de los mayores males que Kant le ha hecho a la historia del pensamiento y, como dice Dewey, tiene que ver con esta extraña convicción por esto que ha llamado “a priori”. El mismo, se halla completamente fuera de lugar dentro de las concepciones del pragmatismo norteamericano, del amplio planteamiento del sistema de Willard Van Orman Quine 6 que sí conjuga las proposiciones abstractas con las empíricas en una misma unidad de sentido.

Lo peor de todo acontece cuando esta búsqueda de lo “a priori” se traslada de la gnoseología a la moral, porque en este caso, Kant creará una ética puramente teórica y absoluta, un paso dudoso del ser al deber ser en el plano de lo a priori, cosa difícil de practicar, pero sobre todo bastante peligrosa por sus consecuencias políticas. En la Crítica de la Razón Pura afirma que “necesidad y universalidad estrictas son pues, señales seguras de un conocimiento a priori y están inseparablemente unidas” (Kant, 1978: p. 29), y esto en la esfera ética se traduce en el primer imperativo categórico: “obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal” (Kant, 2007 Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres: p. 43 -los subrayados son 6

Véase fundamentalmente su artículo “Los dos dogmas del empirismo” (en Desde un punto de

vista lógico, Barcelona, Ariel, 1962), en donde sustenta desde la epistemología más abstracta, la propuesta pragmatista.

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nuestros-). Muy interesante, sin duda. Humana, en cierta medida. Sobre todo cristiana y homogeneizadora. Imperativo que no se ha puesto a pensar qué pasaría si los Aztecas quisieran universalizar su juego de pelota sagrado 7 o si los yoguis hindúes quisieran universalizar sus asanas (refinadas durante milenios) para, desapegándose de los deseos mundanos, alcanzar la iluminación o si el bolchevique quisiera universalizar sus prácticas revolucionarias para la liberación del pueblo. Todos fines muy loables para sus adeptos. Sin entrar en detalles sobre el tema, es obvio que su ética no contempla la complejidad de una realidad de seres que comparten diferentes intereses y visiones ético-político-religiosas que consideran como buenas para todos. Básicamente la ética kantiana no tiene a la vista ni remotamente el concepto de alteridad.

Los principios subsiguientes o derivados del primero son mucho mejores. El segundo principio ético a priori se desprende de la premisa que Kant plantea de que “la naturaleza racional existe como un fin en sí mismo” (Ibid., p. 48) de lo que se sigue en unión con el imperativo anterior la idea de: “obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio” (Ibid. p. 49). Por otra parte, la tercera formulación del imperativo llega más hondo, a la postulación de la autonomía como fundamento de la dignidad: “la moralidad es, pues, la relación de las acciones con la autonomía de la voluntad, esto es, con la posible legislación universal, por medio de las máximas de la misma” (Ibid., p. 57). Estas dos formulaciones posteriores, aunque Kant nos diga que conforman implicaciones del primer imperativo o que los tres son la expresión del mismo principio, son expresiones nuevas. El segundo y tercer imperativo aunque relacionados con el primero tienen otras bases, poseen un alcance mucho mayor porqué sí dan pie a una contemplación (que ha de ser empírica aunque Kant no lo diga) del hombre que se tenga delante (el segundo imperativo), o postulan una actitud subjetiva crítica e independiente (el caso del tercero).

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Conocemos el final que esperaba a una de las partes…

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Toda esta última parte del sistema kantiano nos resulta sumamente valioso e interesante y en cierta medida también llega hasta la filosofía contemporánea. Lamentablemente, bajo el trasfondo procedimental de la “ética del discurso”, la ética kantiana intersubjetiva llega idealizando y apriorizando la comunidad de diálogo de una manera fuerte. Es en este caso es cuando no sólo se requiere, sino que se pide a gritos una ética material que tome en consideración con premura los factores concretos y corpóreos. La idea de Kant de una vida orientada por el deber sin que intervenga allí ningún tipo de inclinación o elemento del contexto la podemos encontrar por doquier en éticas y políticas contemporáneas (cuyo ejemplo más claro es la Teoría de la Justicia de John Rawls que propone retomar las teorías kantianas y llevarlas a un nivel más abstracto 8 –aún más!-) que se aferran aún hoy a su propuesta. Sobre dichas filosofías se podrían hacer futuros trabajos para localizar dicha influencia.

V.

Consecuencias en y más allá de la academia

Así como comentábamos en la introducción socio-histórica, Kant ha ejercido una influencia importantísima con su modo de vida. Este pensador ha gestado, sin que ello se apunte en sus textos, un modelo de intelectual, de pensador, de filósofo. Este modelo es aquel profesor o investigador sujeto y completamente dedicado a sus estudios, en donde su práctica profesional es única y exclusivamente el desarrollo de la theoria. Ojalá al menos así fuera, porque hoy 8

Esto lo anuncia Rawls en el prefacio de su Teoría de la Justicia (1979, México, Fondo de Cultura

Económica) Y así lo dice Habermas en un diálogo “de familia” que tiene con él: “Kant había formulado las preguntas morales fundamentales, de tal modo que podían hallar una respuesta racional: en caso de conflicto debemos hacer lo que sea igualmente bueno para todas las personas. Rawls ha renovado este planteamiento en vistas a la justa vida en común de ciudadanos de una sociedad política…” (HABERMAS, J. - RAWLS, J. (1998) Debate sobre liberalismo político, Barcelona, Paidos-ICE/UAB, p. 41). Además de esto, derivado de la moral kantiana, Ralws propone todo un sistema completamente abstracto para determinar las leyes políticas universales vendando los ojos de participantes que funcionan como meras razones que deciden por todos.

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son pocos los que se atreven a salir del papel de comentadores si es que llegan a eso en su “atrevimiento a pensar por sí mismos”. En el caso de Kant, su originalidad y amplitud deslumbran a cualquiera. Es muy posible que no haya habido en toda la historia del pensamiento occidental un pensador que se dedicara al estudio de esa manera al punto de no salir nunca de su ciudad. Esto lo sostuvo aún teniendo invitaciones de prestigiosas Universidades, como se mencionó, lo que le hubiese permitido difundir y tal vez ampliar el alcance de sus ideas además de solucionar su fatigosa economía. Sin duda, esta inmovilidad también iba en consonancia con su sistema filosófico. Su coherencia interna, como se dijo también, es algo que no puede dejar de maravillarnos; pero eso no implica que ese 9 sea el ideal del filósofo que tomemos por ejemplo o referencia, completamente opuesto al del intelectual integrado a las prácticas socio-políticas de Gramsci. Repetimos, la influencia de Kant en este sentido es enorme y debemos considerar críticamente no sólo la postulación o aceptación de sus principios, sino también el modelo de profesional que impone la tradición con Kant como uno de sus mejores representantes.

Con esta crítica no queremos decir, para nada, que no haya habido importantísimos aportes de la filosofía kantiana a la ética. Hemos mencionado el importante valor del segundo y tercer imperativo práctico como aspectos centrales de para una propuesta de reflexión ética que se vuelve más responsable y sí posee elementos materiales. La importancia fundamental de la libertad para Kant es otro de ellos. Aunque no pueda demostrarla dentro de su ethos científico, la postula fuerte e insistentemente, como un concepto que se revela necesario en la misma praxis ética, sólo pensable aunque no alcanzable por la Razón. Ella es una noción fundamental para el sostenimiento del principio ético de la responsabilidad por la acción y por tanto de toda la moralidad. De estos dos aspectos (autonomía y 9

En una carta a Herder en 1768, Kant lo elogia aduciendo que “Ante el temprano desarrollo de su

talento, veo venir con gran alegría el momento en que el fecundo espíritu, no empujado ya tanto por los ardorosos impulsos del sentimiento juvenil, adquiere aquella serenidad dulce, pero sensible, que viene a ser como la vida contemplativa del filósofo…” (Citado por Cassirer, Op. Cit., p. 107)

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libertad) se desprende también el ideal político de la fundación de una sociedad cosmopolita. La racionalidad inmanente y a priori en todo hombre permite, más allá de la ética, el pensar en una política de legislación universal. En este sentido, el aporte de Kant es fundamental en la historia del pensamiento y de los derechos humanos y sobre esto habría mucho que decir. Nos queda decir simplemente que esta crítica (con minúsculas y por ahora sólo en pañales) a la Crítica (sobre todo de la razón práctica), sólo pretende mostrar algunos aspectos poco destacados en la propuesta que Immanuel Kant hizo en el S XVIII. Su intención es, en manos del lector y potencialmente, servir como instrumento crítico, pero sobre todo sobre sus propias prácticas.

VI.

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