Rabelais - Gargantua y Pantagruel - Libros 4 y 5

Tomo 11 BASICA UNIVERSAL GARGANTUA Y PANTAGRUEL RABELAIS Gargantúa . y Pantagruel . (TOMO 11) CENTRO EDITOR DE AM

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Tomo 11 BASICA UNIVERSAL

GARGANTUA Y PANTAGRUEL

RABELAIS

Gargantúa .

y Pantagruel . (TOMO 11)

CENTRO EDITOR DE AMERICA LATINA

© 1969 CENTRO EDITOR DE AMERICA LATINA S. A. Piedras 83

-

Buenos Aires

Hecho el depósito de ley IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

La traducción de e�ta obra ha sido efectuada por Eduardo Barriobero y Herrán y sus derechos pertenecen a AGUILAR, Sociedad Anónima de Ediciones que ha dado el correspondiente nermiso para su publicación.

LIBRO CUARTO !)E

LOS HECHOS Y DICHOS HEROICOS DEL NOBLE PANTAGRUEL

COMPUESTO

POR M. FRANCISCO ALCOFRIBAS, DOCTOR EN MEDICINA

AL MUY ILUSTRE PRINCIPE Y REVERENDISIMO MONSEI'l'OR ODET, CARDENAL DE CHATILLON

Estáis debidamente enterado, príncipe ilustrísimo, de cómo diariamente he sido por grandes personajes estimulado, reque­ rido e importunado para continuar las mitologías pantagrué­ licas, alegando que muchas gentes macilentas, enfermas, dis­ gustadas o desoladas, con la lectura de ellas habían engañado sus· males, pasado el tiempo gozosamente y recibido consuelo y nueva alegría. Acostumbraba yo contestar que, habiéndolas escrito por dis­ tracción, no pretendía con ellas gloria ni alabanza; únicamente tuve propósito de dar por escrito el pequeño solaz que podía a los enfermos y afligidos ausentes, lo que con gusto hago con los presentes, cuando requieren mi arte y mi servicio. Algunas veces les expuse en largos discursos cómo Hipó­ crates en muchos lugures (por ejemplo, en el libro VI de las . Epidemias), al describir la institución de su discípulo el mé­ dico Suramo, Efesio, Oribasio, Claudia Galeno, Hali Abbas, y, parecidamente, otros autores, lo han compuesto en gestos, con­ tinente, mirada, tacto, continencia, gracia, honestidc.J, limpieza dei. rostro, barba, cabellos, manos, boca, hasta parti.:ulariz.ar en las uñas como ·si hubiera de desempe1íar el papel de algún enamorado en alguna insigne comedia, o descender en campo cerrado para combatir con un enemtgo poderoso. De hecho la práctica de la Medicina fue bien propiamente comparada por Hipócrates con un combate, o con una comedia representada por. t1·es personajes: la enfermedad, el médico y el enfermo. Al leer esto algunas veces, he recordado unas pala­ bras de ·Julia a su padre, Octavio Augusto. Un día se presentó ante él con vestidos pomposos, disolutos y lascivos, lo que le disgustó grandemente, aunque no dijo palabra. Al día siguiente cambió sus ropas por otras modestísimas, como las que por

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entonces usaban las castas damas rom¡;nas. En esta forma se presentó ante él, que en el día anterior no se había servido declarar en palabras su desagrado, y. no pudo recatar el placer de verla de aquel modo cambiada, pues le di;o: "¡Qué laudable y qué apropiado resulta ese vestido en la hi¡a de. Augusto!" Ella, pronta en la disculpa, le cont(!stó: "Hoy me ·he vr,:stido para los ojos de mi padre; ayer me vestí para los de mi ma­ rido." Parecidomente podría el médico, así disfrazado en la cara y en los gestos, y hasta revestido de rico .Y flamante ropón de cuatro mangas, como se usaba antiguamente, y al que lla­ maban Philonium (Petrus Alejanlrinus in 6 Epid.), contestar a quienes encontraran extraña su prosopopeya: "Así me ade­ recé, no para envanecerme ni para pompear, sino para dar gusto al enfermo que visito, al que quiero complacer en todo y en nada ofenderle ni desagradarle." Hay más: en un pasaje del libro del padre Hipócrates, ante­ riormente citado, sudamos disputando y rebuscando, no si el rostro del médico tristón, apurado, tétrico, catoniano, desagra­ dable, arisco, severo y regañón, contrista al enfermo, y el médico de faz alegre, serena, graciosa, abierta y agradable, suele complacerle, pues esta es cosa probada y cierta, sino si tales disgustos o complacencias prl§lvienen de la aprensión del enfermo al contemplar esas cualidades en su médico y conje­ turar por ellas el término catastrófico de su dolencia, o el término alegre y feliz, o por la transfusión de los espíritus serenos o tenebrosos, aéreos o terrestres, alegres o melancólicos del médico en la persona del enfermo, como opinaban Platón y Averroes. . Ante todo, los autores mencionados han hecho advertencias a los méc#cos sobre las palabras, conversaciones, evocaciones y confabulaciones que deben tener con los enfermos que les llamen, pues todas deben tender a fin, que es el de alegrarlos sin ofensa de Dios, y no disgti.starlos en ningún momento. Así, Herophilus increpa duramente al médico ·Callianax por­ que le preguntó un paciente: "¿Me moriré?", y le contestó con notoria imprudencia: Murió Patrocio, que era hombre de bien. ¿Cómo no has de morirte tú también? Otro, que quería enterarse del curso de su enfermedad, Ze· preguntaba a la manera de Pathelin: "Y mi orinq; ¿os dice que me muero?" Y contestó él loca111ente: "No, si ·te hubiese: engendradc Latona, la madre de Febo y de Diana." 6

De la misma manera, Claudia Galeno, lib. 4 comment. in 6 Epidem., vitupera a Quintus, �1l preceptor en Medicina, por­ que en Roma le dijo un enfemw, hombre muy honorable: "Habéis desayunado, señor mío; el aliento os huele a vino." Y respondió con arrogancia: "El vuestro me huele a fiebre; ,¡qué perf,�me, qué olor es más delicioso: el de la fiebre o el .:!el vino? Pero la calumnia de ciertos c la·. mayor parte de ellos a -lá escuela belga, y en la otra enumeración postei'lor a los versos de Th!b¡�.ut figuran Jos de la escuela !rancesil,. muchos de ellos pertenecientes· a la capllla de Enrique II. .

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Certon, Manchicourt, Auxerre, Villers, Sandrin,-Sohier, Hesdin, Morales, Pasereau, Maille, Maillart, Jacotin, Heurteur, Verdelot, ·Carpentrás, Lheritier, Cadeac, Doublet, Vermont, Boutellier, Lupi, Parnier, Millet, Dumollin, Allaire, Marault, Morpain, Cendres y otros alegres músicos, en un jardín secreto, bajo una bella enramada, alrededor de una muralla de frascos y jamones, de pastas y de cuajadas aderezadas, cantar regoci­ jadamente: Dé nada sirve el mango sin el hacha; de nada sirve el hacha sin el mango. Seas tú el hacha, sea yo tu mástil, y todo quedará bien arreglado. ,;Ahora se trata de saber qué .especie de hacha pide ese afJ:igido Couillatris. A estas palabras todos los venerables dioses y diosas esta­ llaron en risas como un microcosmos de moscas. Vulcano, con su pierna torcida, por el amor de su dama, dio tres o· cuatro lindos saltitos en la plataforma.

-Eso, eso -dijo Júpiter a Mercurio-. Bajad prestamente y arrojad a los pies de Couillatris tres hachas: la suya, otra de oro y una tercera de plata, todas macizas y del mismo calibre. Cuando le hayáis concedido el derecho de elegir, si t.oma la suya y se conforma, dadle las otras dos; si toma otra que no sea la suya, cortadie con la suya la cabeza. Y haced· así en adelante con todos los que pierdan hachas.

Dichas estas palabras, Júpiter, sacudiendo �u cabeza como un mono que traga píldoras, puso una cara tan imponente - que tembló todo el Olimpo. . . Mercurio, con su sombrero puntiagudo, �u capelin'á, sus alas en el talón y su caduceo; se arroja por la trampa de los cielos, hiende el vacío del aire, desciende ligeramen�e a la Tierra, deposita a los pies de Couillatris las tres hachas y le dice: ·-Ya has gritado bastante para beber; tus ruegos han sido escuchadós por Júpiter. Mira cuál de las tres hachas es la tuya " y llévatela. Couillatris toma el hacha de oro, la encuentra muy pesada y dice a Mercurio: -Ninguna de estas es la mía; no me convienen. Hizo lo mismo con el hacha de plata, y dijo:

-Tampoco es esta; yo os la dejo.

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Luego, al tomar la otra, se fija en el cabo del mango y reconoce una nmrca que allí había hecho. Tiembla de gozo como un zorro que encuentra gallinas extraviadas, y sonriendo con la nariz encogida, dice: -¡lVIierda, esta es la mía! Si queréis dejármela yo os sacri­ ficaré en los Idus -este es el día 15 de mayo- un enorme , pote de leche muy bien cubierto de hermosas fresas. · -Buen hombre -respondió Mercurio-, yo te la dejo; tó� mala. Y puesto que has escogido la mediocridad en materia de hachas, por la voluntad de Júpiter te regalo estas otras dos. Ahí tienes ahora con qué hacerte rico; eres hombre de bien. Couillatris da las gracias cortésmente a Mercurio, reverencia al gran Júpiter, cuelga su antigua hacha en su cinturón de cuero y se lo cii'ie sobre el culo como Martín de Cambrai. Carga las otras· dos más pesadas sobre sus hombros y se mar­ cha así orgulloso por la campii'ia, despertando la envidia ·de �us vecinos y p�rroquianos, repitiendo la frasecilla de Patelin: ¿La tengo ya? . Al día siguiente, vestido con una chamarreta blanca, carga con las dos preciosas hachas y se transporta a Chinon, villa importante, villa noble, villa antigua, acaso la primera del mundo según el juicio y la afirmación de los más doctos ma­ �oretas. En Chinon .ca-rnbia su hacha de plata por bellos tosto" nes y otras monedas blancas, y su hacha de oro en bellos salud, en bellos carneros de gran lana, bellas casitas, bellos reales y bellos escudos al sol. Compra muchas mercaderías, muchas granjas, muchos galones, muchas gorras, prados, viñas, bos­ ques, molinos, jardines, cerdas de vientre, cerdos, asnos, ca­ ballos, pollos, capones, gallinas, ocas, patos, áriades y menuda volatería. En poco tiempo llegó a ser el hombr,e más rico del país; acaso más ·rico que Maulevrier el Cojo. Los aldeanos libres y los Jacobo Buen Hombre 82 de la ve­ cindad, al ver la gran fortuna de Couillatris, se quedaron asombrados. La piedad y la conmiseración que antes tenían para él se convirtieron en enviJia de sus riquezas, tan gran­ Jes y tan inopiuadas. Comenzaron a correr, a investigar, a lamentarse, a informarse de por qué medios, en qué lugar, en qué día, a qué hora, cómo y a propósito de qué le había llegado aquel gran tesoro.

82 Jacobo Buen Hombre (Jacques Bonhomme). Así se llamaba. .el jefe de la. revolución, que por eso se denomina la Jacquerie 1 131B:o . Rabelais lo concibe como un tipo grosero, rústico, Ignorante, aldeano vestido de la jacque, jacquette o chaqueta. 24

Al saber que aquello se debía a que perdiera su hacha, di­ jeron : · - ¡ Hem, hem! �.No necesitamos más que perder un hacha para hacernos ricos? ¡ Hem, hem, hem! ¡ Por Dios! Hacha mía, os veréis perdida; no nos disgustéis. Y entonces perdieron todos sus hachas. Al diablo aquel que . conservó la· suya. No era hijo de buena madre quien no hu­ biese perdido su hacha. Ya no se abatió ni se hendió la leña · del bosque por falta de hachas. El apólogo de Esopo dice asimismo que ciertos gentileshom­ bres de pequeña n obleza que habían vendido a Couillatris un pequeño prado y un pequeño molino para remediarse, al sa­ ber que aquel tesoro le había llegado por tal medio, ven­ dieron sus espadas para comprar hachas con el fin de per. derlas como hacían los aldeanos y por esta pérdida obtener bloques de oro y de plata. Hu biérase dicho con propiedad que eran romipetas 83 que vendían lo suyo y tomaban prestado para comprar legajos de mandatos de un Papa nuevamen te creado. Y qué de gritar, de rogar, de lamentarse y de invo­ car a Júpiter: - ¡ Mi hacha por aquí, mi hacha por allá, mi hacha, mi - h-acha, Júpiter, oh, oh, oh, J úpiter, mi hacha! En el aire repercutían por todas partes los gritos y los . l a­ mentos de estos perdedores de hachas. Mercurio se apresuró a proporcionarles hachas, ofreciendo a cada uno la que había perdido y una de oro y otra de plata. Todos escogían la de oro y daban las gradas al gran donante Júpiter; pero en el momento en que la levantaban de la tierra inclinados y encorvados l\.fercurio les cortaba la cabeza como Júpiter le había dicho. Y el n úmero de cabezas cortadas fue igual y correspondiente al de las hachas perdidas. Esto es lo que sucede a los que con sencillez desean y . éscogen l a s cosas medtucres. Tomad todos ejemplo d e ello. Vosotros, libülinusuelus rú�licos, que decí s que pur diez mil francos .de pre1uio jamás al.andunaréis vuestros deseos; eu ade­ lante, n o habléis tan imprudentemente comu ya os oí muchas véces. Quisiera Dios que yo tuviese ahora - mismo ciento se­ senta y ocho millones en oro; ¡ oh, cómo triunfaría! Vamos a :ver, malas mulas. ¿Qué más desearía un rey, un emperador o un paje? Ramipetas. Peregrinos ' oue van a Roma. Partidarios o amigos la Iglesia de Roma, sat!i·lzada constantemente por Rabelais, por todos los escritores frnceses de aquella época, en lo. que se como adagio: Roma m.anus rodit, quas rodere non valet odit; ·

cnstodii non dantes spernit et odit.

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Así veréi:; por experiencia que al _ _c�nc� bir , de�eos exagera­ m menos que dos vuestras · bolsas perecen de morrma ni mas como aquellos dos bigardos deseadores de París de los que uno deseaba tener tantos escudos al sol como se han gastado, vendida· y comprado desde que para edificarlo se colocaron los primeros cimientos hasta. la hora presente, todo ello estimado al precio de venta y de valor ·del año más caro que haya pa­ sado en este lapso de tiempo. Este, a vuestro parecer, ¿estaba (]isgustado? ¿_Había comido ciruelas agrias sin pelarlas? ¿_Tenía picados los dientes? El otro deseaba el templo de Nuestra Señora lleno de ag rt i­ lillas aceradas desde el pavimento hasta lo alto de las bóvedas, y tantos escudos al sol como podrían entrar en tantos sacos como pudieran coserse con cada una de las aguilillas o agujas hasta que todas se rompieran o se despuntaran, ¡ esto es de­ sear! ¿Qué os parece? ¿Qué le sucedió? La babucha en el talón, el cáncer en el mentón, mala tos e n el pulmón, catarro en el garganchón y en · su sitio un gran bubón. Desead, pues, la mediocridad, que os será concedida con largueza y más aún si trabajái� debidamente. Pero deciclme. ¿Dios me ha dado de sesenta y ocho mil la treceava parte y media porque es Todopoderoso? Un millón de oro es para El tan poco como para nosotros un óbolo. ¡Ay, ay, ay! ¿Y en dónde habéis aprendido a discurrir así y a hablar en esa for­ ma del poder y de la predestin·· ción de Dios, pobres gentes? Paz, paz, paz, paz, humillaos frente a �1.1 faz sagrada y reco­ noced vuestras imperfecciones. Estos gotosos en los que yo fundo mi esperanza y en los que creo firmemente, son los que se conforman con la !ll e­ cliocridad. Si a Dios place obtendrán la salvación, visto que de presente nada piden con exceso. Esperad todavía un poco; tened medio ·onceavo de paciencia. Los genoveses no hacen así cuando por la mañana, después de haber discurrido, meditado y resuelto en sus escritorios y en sus gabinetes lo que podrán en aquel día adquirir en pun� to a dinero y lo que en virtud de su astucia será despojado, robado, engañado y detentado, salen a la plaza y entre ellos se saludan, diciendo: "Salud y ganancias, señores." No se.

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co.mtentan con solo salud; desean además las ganancias tantas y tantos escudos.- como Guadagne 84, De .donde sucede que ¡;on frecuencia no obtienen lo uno ni lo otra. Ahora, en buena salud, tosed fuerte, bebed más · fuerte to­ davía, sacudid alegremente vuestras orejas y escucharéis rela­ tar las maravillas del noble y bueno Pantagruel.

·84 Thomas de Guadagne, el que prestó cincuenta m!l escudos a Francisco I cuando estuvo en España prisionero.

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CAPITULO PRIMERO Pantagruel se embarca para visitar el oráculo de la diosa Bacbuc Por el mes de junio, en el día ele las fiestas vestales, el mis­ mo en que Bruto conquistó la España y subyugó a los espa­ ñples, en el mismo en que Craso el avariento fue vencido y destrozado por los parthos, Pantagruel, tomando permiso del buen- Gargantúa, su padre, mientras este rogaba ferviente, co­ mo en la iglesia primitiva era laudable. costumbre de los santos cristianos, · por la próspera navegadón de su hijo y los que le acompañaban, salió del puerto de Thalase, con Panurgo, el hermano Juan, Epistemon, Ponócrates, Gymnasta, Rhizotomo, Carpalim y otros servidores suyos y antiguos criados; con ellos fue taq¡bién Xenomanes, el gran viajero, cruzador ele los bos­ ques peligrosos, que algunos días antes había llegado por or­ den de Panurgo. Con largas y ciertas razones, había señalado a Gargantúa en su grande y universal hidrografía el camino que habían de seguir para visitar el oráculo de la divina Bo­ tella en Bacbuc. El número de navíos fue el que os he expuesto en el libro anterior con su acompañamiento de trirremes, lanchas, galeo­ nes y ' libúrnicos, bien equipados, bien calafateados, bien abas­ tecidos y con abundanda de Pantagruelión. La asamblea de oficiales, pilotos, capitanes, intérpretes y marineros se reunió en la Tlwlamega, pues así se llamaba la nave almirante de Pantagruel, que en la popa tenía por insignia una grande y amplia botella, la mitad de plata bien lisa y pulimentada y la otra mitad de oro esmaltado de un color rojo, en lo cual se veía que el , blanco y el encarnado eran los colores de los nobles viajeros, y que iban a escuchar la palabra de la Botella. Sobre la popa ele la segunda nave, er¡,,>uí ase una linterna, antigua hecha industrios.unente de piedra sphengítida y espe­ cular, denotando así que pasarían por Santernoys. La tercera tenía por divisa una hermosa y profúnda jarra de porcelana. La cuarta, una olla de oro con dos asas, como si fuera···una urna antigua. La quinta, un asador insigne de esperma de e;meraldas. La sexta, un jarro monacal, hecho de cuatro metales. La séptima, ·un embudo de ébano recamado de oro .. La octava, un cubilete de. hiedra, precioso, adornado con oro a la damasquina. La novena, un ramillete de oro. La dé­ cima, una taza de madera de áloe perfilada de oro de Chipre. La. undécima, un tonel de oro, incrustádo de grandes perlas 29

índicas. De modo que nadie, por triste, enfadado, enfur�ci?o

o melancólico que estuviese, aunque fuere el mismo Herachto el llorón se hubiera resistido a entrar en alegría franca Y para

mucho tiempo, al ver este noble convoy de navíos y sus di­ visas: no se podía dudar que los viajeros eran todos bebedo­ res (hombres de bien ) y se podía predecir que el viaje, tanto de ida como ele vuelta, se haría en alegría y salud perfectas. En la Thalamega se reunieron todos y allí Pantagruel les hizo una briosa y santa exhortación, autorizada con citas de las Escrituras, sobre el objeto del viaje. Cuando concluyó, ro­ garon a Dios todos, en voz tan alta y clara que fue oída por los burgueses y los ciudadanos de Thalasa, que se habían reunido en el muelle para ver la flota. Después de la oración fue melodiosamente cantado el salmo del santo rey David, que comienza: Cuando Israel salió de Egipto. Concluido el salmo, pusieron la mesa sobre cubierta y trajeron viandas en seguida . Los thalasianos, que también habían cantado el · salmo, hicieron traer de sus casas viandas y vino y bebieron todos a la vez y· cada uno bebió por todos. Así evitaron el mareo; no hubo perturbaciones de estómago ni de cabeza. Tarnbién hubieran obviado con comodidad este· m­ conveniente bebiendo durante algunos días antes agua marina pura o mezclada con vino, usando carne de membrillo, corteza de citrón o jugo de granadas agridulces, guardando larga 'die­ ta o cubriéndose el estómago con papel o haciendo si no todo lo que los médicos locos mandan a los· que se embarcan. · Reiterados los tragos, cada uno marchó a su navío y muy temprano izaron velas hacia levante, según orden del piloto principal, llamado Jamet Brayer, que había trazado la ruta y se había encargado de las brújulas. Fue su parecer y el de Xenomanes, que puesto que el oráculo de la diosa de Bacbuc estaba junto a Catay en la India superior, no se tomara la ruta de los portugueses, quienes pasando por la Zona Tórrida y el Cabo de Buena Esperanza, bajo el extremo meridional de Africa, hacen una navegación enorme. Así obtuvieron gran provecho, porque sin naufragios, sin peligros, sin pérdida de hombres y con gran calma, excepto un día junto a la isla de los Macreones, hicieron el viaje a la India superior en menos de cuatro· meses,' cuando los portu­ gueses apenas lo hacían en tres años con mil contratiempos y peligros innumerables. Soy de opinión, salvo mejor juicio,. que este camino afortunado fue el seguido por los indios que na­ vegaron a Germanía y fueron honorablemente tratados por . el rey de Suedes en tiempo de Q. Metelo · Celer, procónsul de

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la Galia, corno describen Corn. I\)epote, Porn. Mela y Plinio entre otros 85 .

CAPITULO II !'antagruel, en la isla de Medamothi, compra bellas cosas Aquel día y los dos siguientes no vieron tierra ni otra cosa nueva, porque ya otras veces habían recorrido este camino. El cuarto descubrieron una isla llamada Medamothi, hermosa a la vista y agradable a causa de gran número de faros y torres marmóreas con que todo su contorno ·estaba adornado; no era menos grande que el Canadá. Habiendó preguntado Pantagruel quién era su dominador, supo que ·lo era el rey Philophanes, a la sazón ausente por el matrimonio de su hermano Philotheamon con lfi infanta del reino de Engreys. Entonces saltó a tierra para contemplar di­ versos · animales, pescados, pájaros y otras mercancías exóticas y peregrinas amontonadas en los bazares del muelle y el puer­ to, porque era el tercer día de las grandes y solemnes ferias del lugar, a las que concurrían los comerciantes más ricos de Africa y Asia. El hermano Juan compró allí dos raros y hermo­ sos cuadros, . en uno de los cuales estaba pintado muy a lo vivo el rostro de un litigante; el otro era el retrato de un criado qúe busca amo, con todos los requisitos apetecibles : ges­ tes, apostura, semblante; maneras, fisonomía y afecciones, pin­ tado e inventado por el maestro Carlos Ch;¡u:noys, p4'ttor del rey Megisto. Panurgo compró un gran cuadro, pintado y copiado de la cbra hecha antiguan1ente a la aguja por Philornela, represen­ tando a su hermana Progne cuando su cuñado Tereus acababa de violarla, con larga cortadura para que el crimen no pudiera comprobarse. Os juro por la manga de- este farol que aquella era uria pintura galante y mirífica. No creáis que os digo que aquel era el retrato de un hombre tendido sobre una mucha­ cha : esto sería· muy. necio y muy tosco. La pintura era de otra clase y muy inteligible. Podéis verla en Thelema a mano· iz:.. quierda, entrando en la galería alta.

85 VIsta la Incertidumbre de los manuscritos, conjetura Vossius que

es precino leer en Pomponlo Mela Bretorv.m y no Suevorum, y que estos Breti eran los bátavos. Es probable también · que los pretendidos Indios

.fueran los Pictos de la Isla de Bretaña.

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Epistemon compró otra en la cual estaban pintados _ al .vivo los átomos de Epic:uro y Jás ideas de Platón. Rhizotomo ·com­ pró otra en la que estaba Eco retratado del natural . . Pantagruel hizo comprar para Gymnasta la vida y gestas de. Aquiles en setenta y ocho piezas de tapicería, altas y lisas, .l