Potemkin v. P. (1966) - Historia de La Diplomacia (Tomo I)

V. P. P O T E M K I N Y OTROS HISTORIA DE LA DIPLOMACIA TOMO I De la Antigüedad a la guerra franco-prusiana ^EDITOR,,

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V. P. P O T E M K I N Y OTROS

HISTORIA DE LA DIPLOMACIA TOMO I

De la Antigüedad a la guerra franco-prusiana

^EDITOR,,; E D I T O R I A L G R I J A L B O , S. A. M É X I C O , D. F. 1966

HISTORIA DE LA DIPLOMACIA

HISTORIA DE LA DIPLOMACIA Título de la obra en ruso:

HCTOPM5I AHI1AQMATMM

Esta versión al español ha sido hecha por José Lain directamente de la segunda edición rusa, corregida y aumentada, en virtud de contrato con Mezhdunarodnaia Kniga, Plaza Smolenskaia-Sennaya, 2-34, Moscú.

ÍNDICE GENERAL PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

© 1966 por Editorial Grijalbo, S. A. Avenida Granjas, 82, México, 16, D. F.

PRIMERA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Reservados todos los derechos. Este libro no puede ser reproducido, en todo o en parle, en forma alguna, sin permiso.

1 Sección primera

LA DIPLOMACIA DEL MUNDO ANTIGUO INTRODUCCIÓN

5

CAPÍTULO I: LA DIPLOMACIA DEL ANTIGUO ORIENTE

8

1. Documentos de la diplomacia del Antiguo Oriente La correspondencia de Tell-el-Amarna (siglos xv y xrv a.n.e) El tratado del faraón Ramsés II con el rey de los hititas Hattushil III (1296 a.n.e.) La política internacional de Asiría en el período de su preponderancia (siglos vm y vn a.n.e.) La diplomacia del rey Asurbanipal (668-626 a.n.e.)

8 10 12 14

2. La diplomacia de la India antigua (milenio i a.n.e.)

19

3. Las relaciones internacionales y la diplomacia en la Antigua China

-21

CAPÍTULO II: LA DIPLOMACIA DE LA ANTIGUA GRECIA 1. Formas de las relaciones internacionales en la Antigua Grecia Proxenia Anfictionías Tratados y alianzas Embajadores y embajadas

23 23 23 23 25 26

2. La diplomacia griega en el período clásico (siglos vin a iv a.n.e.) . . . . Nacimiento de la'diplomacia en la Grecia de Hornero (siglos xn a vm a.n.e.) La diplomacia en los tiempos de las Guerras Médicas El conflicto entre Esparta y Atenas Feríeles y el proyecto de Congreso de paz panhelénico (448 a.n.e.) . . . . Pugna diplomática en la época de la guerra del Peloponeso (431-404 a.n.e.) Conferencia de aliados en Esparta (432 a.n.e.) La paz de Nicea (421 a.n.e.) Tratado de amistad entre Esparta y Persia (412 a.n.e.) El dualismo político de Alcibíades Paz de Antalcidas (387 a.n.e.) s, IMPRESO EN MÉXICO PRINTED 1N MÉXICO

8

3. La diplomacia griega a fines del siglo iv a.n.e Paz de Filocrates (año 346 a.n.e.)

vn

27 27 28 29 29 30 31 32 34 35 36 37 37

vm

Debates en la Asamblea de Atenas en torno a la paz de Filocrates Cartas diplomáticas de Filipo II de Macedonia al pueblo ateniense Congreso de Corinto (338-337 a.n.e.)

39 40 40

4. La diplomacia y las relaciones internacionales en el mundo del helenismo ...................................................... •• CAPÍTULO III : LA DIPLOMACIA DE LA ANTIGUA ROMA

,

,

......................

1. Rasgos fundamentales de la diplomacia romana Formas de los vínculos internacionales en 'Roma Organismos diplomáticos ..........................

41 45

................... .................. . ............

45 45 46

2. La diplomacia romana en el período de la República ............... 48 Ampliación de los vínculos internacionales de Roma en los siglos in y n a.n.e .............................. , .......................... 48 Alianza de amistad entre Aníbal y Filipo V de Macedonia (año 215 a.n.e) .......... .............................................. ' 49 Victoria de la diplomacia romana en Grecia ..................... 50 La diplomacia romana en África (siglo in a.n.e.) ................... 50 Propósitos de Aníbal para cercar a Italia ........................ 51 La diplomacia de los romanos en la lucha contra Perseo de Macedonia (siglo n a.n.e.) .............................................. • 52 Negociaciones del rey Perseo de Macedonia con el legado romano Marcio. 53 Victoria diplomática de los romanos en Egipto y en la Unión Aquea (siglo u a.n.e.) . ..... . .............................. . ........... 54 Los embajadores romanos en la Asamblea de; la Unión de Corinto (año 147 a.n.e.) ................................................... 55 Derrota de los aqvieos (146 a.n.e.) ................ . ............ 56 La diplomacia de Julio César en las Galias (años 58 a"51 a.n.e.) ...... 57 3. Organización de la diplomacia en la época del Imperio

...........

58

Política y diplomacia de Roma en Oriente, en el siglo i de nuestra era . . Acuerdo entre romanos y partos sobre la cuestión armenia (año 66 de nuestra era) ................................................. Relaciones de Roma con China (siglos i y u de n.e.) ............... Tratados de Roma con los Sasánidas (siglos in y vi de nuestra era) ... 4. La diplomacia interna

........................................

Las escuelas de retórica y diplomacia . .

...........

'.

.

5. Tratados de alianza con los "bárbaros" (siglos rv y v)

.............. .......

.

.....

58 60 62 62 63 66 67

Sección segunda LA DIPLOMACIA DE LA EDAD MEDIA INTRODUCCIÓN

..............................

rx

ÍNDICE GENERAL

ÍNDICE GENERAL

.*

71

CAPÍTULO I : Los ESTADOS "BÁRBAROS" Y BIZANCIO 1. La diplomacia del tiempo de la gran migración de pueblos El Imperio romano y los bárbaros La corte de Constantinopla y Atila Odoacro y Teodorico

75 >

75 75 76 77

2. La diplomacia de Bizancio La diplomacia de Justiniano I (527-565) Las embajadas en Bizancio (siglos vi a x)

•••

79 79 81

3. El Papado y el Reino de los Francos La diplomacia de los Papas Relaciones de los Papas con el Estado de los Francos La diplomacia de Carlomagno ;.....

84 84 86 87

4. La diplomacia de los árabes

89

5. La diplomacia de la Rusia antigua

90

Relaciones internacionales de la Rusia antigua en los siglos rx y x .... Rusia y Bizancio Rusia y Europa Tratados de los príncipes de Kiev con los griegos CAPÍTULO II: LA DIPLOMACIA DEL PERÍODO DEL FRACCIONAMIENTO FEUDAL 1. El fraccionamiento político de Occidente

90 91 92 93 95 95

Desintegración del Imperio de Carlomagno El fraccionamiento feudal de Europa El derecho de guerra privada

95 96 96

2. La diplomacia de Rusia en los siglos xi a xv

98

Las relaciones internacionales de Rusia en los siglos xi a xm 98 Tratados de las ciudades rusas con las ciudades alemanas y con Noruega. 100 La diplomacia entre los príncipes rusos en los siglos xn y xm 101 Las embajadas 102 103 Procedimiento de conclusión de tratados Relaciones internacionales de la Rusia nororiental en los siglos xm a xv. 104 Las relaciones ruso-tártaras en los siglos xm a xv 105 106 Tratados entre los príncipes en los siglos xiv y xv ... CAPÍTULO III: LA DIPLOMACIA DEL PERÍODO DE CONSOLIDACIÓN DE LA MONARQUÍA FEUDAL

110

1. El Sacro Imperio Romano y el Papado a fines del siglo xi y comienzos del xn .....; 110 Fuerzas centralizadoras en la Europa feudal. Tendencias universalistas en la política del Imperio y del Papado 110 Gregorio VII y Enrique IV 112 2. Las cruzadas y las relaciones internacionales en el siglo xn

115

3. El Imperio y el Papado en los siglos xn y xin

117

. Federico Barbarroja Inocencio III Federico II Hohenstaufen

117 119 121

:

4. La agresión de los señores alemanes en el Este (siglos ix a xv) Carlomagno y los eslavos : El Estado de la Gran Moravia Ofensiva de los alemanes contra los polabos y eslavos del Báltico Los alemanes y Bohemia

124 124 125 126 127

ÍNDICE GENERAL

Los señores alemanes y Polonia , Los señores alemanes en las costas orientales del Báltico Los alemanes en Prusia , , Fracaso de la agresión alemana contra Rusia La Orden Teutónica de Pomore Oriental Luchas de la Orden Teutónica con Polonia y Lituania . Derrota de la Orden Teutónica

ÍNDICE GENERAL

129 129 130 131 131 132 132

5. La diplomacia de Francia en los siglos xn a xv . Robustecimiento de la monarquía feudal Relaciones diplomáticas con los kanes mongoles Felipe IV y Bonifacio VIII La Guerra de los Cien Años Luis XI y su diplomacia

133 133 134 135 142' 143

6. La diplomacia de Italia en los siglos xn a xv Los vínculos internacionales de Italia , Organización del servicio consular ... Los diplomáticos florentinos La diplomacia veneciana La organización diplomática en Venecia ...

147 147 148 149 149 152

7. Los primeros congresos internacionales. 'Aparición del derecho internacional como ciencia Concilios ecuménicos de los siglos xn a xiv El problema de la unión de las Iglesias en los siglos xi a xiv . Comienzo del movimiento de los concilios. El Concilio de Pisa . El Concilio de Constanza El Concilio de Basilea La unión de las Iglesias en los concilios de Basilea y Florencia Los congresos laicos del siglo xv Aparición del derecho internacional como ciencia

154 154 155 156 157 158 158 159 159

8. La La La La La

162 162 162 164 166

diplomacia diplomacia diplomacia diplomacia diplomacia

de China en la Edad Media china en la época de los reinos del Sur y del Norte de los imperios Sui y Tan de la dinastía Sun de la época Min

9. La diplomacia de la India en la Edad Media

167

Períodos de la historia de la diplomacia en los siglos xvi a xvm y líneas esenciales de la política exterior y de la diplomacia de los Estados europeos CAPÍTULO II: LA DIPLOMACIA DEL SIGLO xvi

LA DIPLOMACIA DE LA BAJA EDAD MEDIA Y DE COMIENZOS DE LA EDAD MODERNA (SIGLOS XVI A XVIII) INTRODUCCIÓN

175

CAPÍTULO I: CARÁCTER GENERAL DE LA DIPLOMACIA Y DE LOS ÓRGANOS DIPLOMÁTICOS EN LOS SIGLOS XVI A XVIII .'.

179

El mapa político de Europa en el siglo xvi 179 La "razón de Estado" como principio de la política 179 Los órganos de la política exterior y de la diplomacia en los siglos xvi a xvni. El servicio diplomático en este período 181 Nacimiento del derecho internacional co'mo ciencia 183 Vida y costumbres de los diplomáticos en los siglos xvi a xvni 185

188

190

1. La diplomacia de España, Francia e Inglaterra en el siglo xvi 190 Período del poderío español en Europa. La España de Carlos V y de Felipe II , 190 La Francia del siglo xvi 194 La diplomacia inglesa en el siglo xvi 196 2. La diplomacia del Estado ruso a fines del siglo xv y en el siglo xvi . . . . 197 La diplomacia del Gran Principado de Moscú bajo Iván III 197 La diplomacia de Iván IV , 200 CAPÍTULO III: LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS EUROPEOS EN EL SIGLO xvii . . .

203

1. La hegemonía francesa en el siglo xvn La diplomacia de Enrique IV La diplomacia de Richelieu La guerra de los Treinta Años y la paz de Westfalia La diplomacia de Luis XIV Las guerras de Luis XIV : ; La paz de Nimega La rivalidad franco-holandesa. Guillermo III de Orange. Oxenstierna ..

203 203 205 206 209 210 210 211

2. La diplomacia de la revolución burguesa de Inglaterra (1640-1660) ... 212 La diplomacia del Parlamento Largo 212 La diplomacia de Cromwell 217 3. La situación internacional del Estado ruso en el siglo xvn La situación internacional y la diplomacia del Estado ruso a comienzos del siglo xvn Líneas directrices de la política exterior del Estado ruso en el siglo xvn. Instituciones democráticas del Estado ruso Diplomáticos rusos del siglo xvn El "ceremonial de embajadores" . . . . . . . - , Nuevas facetas de la diplomacia del Estado ruso en el siglo xvn CAPÍTULO IV: LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS EUROPEOS EN EL SIGLO xvm ..

Sección tercera

XI

219 219 221 224 226 228 236 240

1. La guerra de Sucesión española y el comienzo del debilitamiento de.l papel internacional de Francia La paz de Utrech La diplomacia francesa en tiempos de Luis XV La guerra de Sucesión de Polonia El "secreto del rey"

240 243 243 243 244

2. La política exterior de Inglaterra en el siglo xvm William Pitt padre La política de Inglaterra en la India

245 246 246

3. Alemania en el siglo xvui. La rivalidad austro-prusiana La guerra de Sucesión de Austria. Federico II como diplomático La guerra de los Siete Años y la diplomacia de Federico II

247 247 249

ÍNDICE GENERAL XII

.

4. La diplomacia del Imperio ruso en el siglo xvm ................... La política exterior de Pedro I .................................. Institxiciones diplomáticas y métodos de trabajo en el reinado de Pedro I. Pedro I como diplomático ....................................... La política exterior de Rusia en el período de 1726 a 1755 ......... La guerra de los Siete Años ................................... La diplomacia rusa de los sucesores de Pedro I en su lucha con la diplomacia occidental ........................................... La diplomacia de Catalina II .................................. Los métodos diplomáticos de'Catalina II ......................... Las instituciones diplomáticas de Rusia entre 1726 y 1796 ...........

252 252 258 263 264 265 266 269 276 277

Sección cuarta LA DIPLOMACIA DE LA EDAD MODERNA (1789-1871) INTRODUCCIÓN

xm

ÍNDICE GENERAL

........................................................

281

CAPÍTULO I: LA DIPLOMACIA DE LA REPÚBLICA BURGUESA NORTEAMERICANA (17751794) .......... : ............................................... 288 Separación de las trece colonias norteamericanas de Inglaterra ........ La declaración de Independencia ................................ El Comité de correspondencia secreta (1775-1777) ................ La misión de Silas Deane ...................................... Benjamín Flanklin, embajador americano en Francia ............... La ayuda del Gobierno francés a las colonias americanas .......... .. . . Conclusión de tm tratado de alianza y de un convenio comercial entre Francia y los Estados Unidos (6 de febrero de 1778) .............. Tentativas del Congreso para establecer relaciones diplomáticas con distintos países europeos .......................................... La misión de Dana , .......................................... Entrada de Francia y España en la guerra contra Inglaterra (17781779) La neutralidad armada (1780) Las negociaciones de paz Actividades de Genet, embajador francés en América (1793-1794) Relaciones de Inglaterra y Estados Unidos después de la guerra de Independencia. El tratado anglo-norteamericano de 1794 CAPÍTULO II: LA DIPLOMACIA EUROPEA EN LOS AÑOS DE LA REVOLUCIÓN BURGUESA EN FRANCIA (1789-1794) 1. La burguesía y la diplomacia de la monarquía francesa en vísperas de la revolución La burguesía y la diplomacia de las monarquías absolutas en los siglos xvi a xvín .' Crisis de la diplomacia del absolutismo francés en 1789 Crítica de la diplomacia de las monarquías absolutas del siglo xvm por los ideólogos de la burguesía

288 288 289 290 291 293 293 295 296

296 297 299 301 302 304 304 304 305 306

2. La revolución francesa y la diplomacia europea en el período de la Asamblea Constituyente y de la Asamblea Legislativa 306 La diplomacia francesa en el período de la Asamblea Nacional Constituyente 308

La diplomacia europea de 1789 a 1792. William Pitt hijo La diplomacia del gobierno zarista en 1789 Leopoldo II y Bélgica. El plan de Herzberg y la alianza de Prusia con Polonia en 1790 El acuerdo de Reichenbach (27 de julio de 1790) La crisis oriental de 1791. Fracaso de Pitt y éxito de Catalina II La huida fracasada de Luis XVI y la formación de una coalición contrarrevolucionaria La idea de un congreso europeo para la intervención en los asuntos de Francia (1791) Los planes ruso-suecos y los emigrados franceses Alianza austro-prusiana contra Francia (7 de febrero de 1792) La diplomacia francesa bajo la Asamblea Legislativa (otoño de 1791-10 de agosto de 1792)

311 313 315 317 319 321 321 322 323 323

3. La diplomacia francesa y las potencias europeas desde la caída de la monarquía en Francia hasta el establecimiento de la dictadura jacobina . . . 325 La diplomacia de los girondinos en el período de la Convención (septiembre de 1792-abril de 1793) 325 William Pitt y la ampliación de la coalición contrarrevolucionaria 328 Planes de desmembramiento y expoliación de Francia 328 El segundo reparto de Polonia (1793) 329 La derrota de Francia y la diplomacia de Dantón 329 4. La diplomacia de la dictadura jacobina

330

Los dantonistas y la diplomacia durante la dictadura jacobina 330 Los espías y saboteadores de la coalición en Francia 331 Los hebertistas, Cloots y la diplomacia 332 Robespierre y la diplomacia del Comité de Salud Pública desde el otoño de 1793 hasta el golpe del 9 termidor (27 de julio de 1794) 333 OrganÍ2ación de la diplomacia de los jacobinos 336 Papel de las aspiraciones de conquista de la burguesía francesa en la preparación del golpe del 9 termidor 337 CAPÍTULO III: LA DIPLOMACIA EN LOS ANOS DE LA REACCIÓN TERMIDORIANA Y DEL DIRECTORIO (1794-1799) 1. La reacción termidoriana (1794-1795) La preponderancia militar de Francia en Europa y la diplomacia de la reacción termidoriana El tercer reparto de Polonia en 1795 La alianza anglo-ruso-austriaca en 1795 2. La diplomacia en los años del Directorio (1795-1799)

338 338 338 339 340 341

La política exterior del Directorio Restablecimiento del Ministerio de Asuntos Exteriores. La diplomacia de los generales '. Talleyrand y Bonaparte La segunda coalición y el golpe de Estado del 18 brumario

341 341 342 344

CAPÍTULO IV: LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS EN LOS AÑOS DEL CONSULADO Y DEL IMPERIO

345

Napoleón Bonaparte como diplomático. Carácter de sus guerras como guerras de conquista 345 Fin de las guerras de la segunda coalición. La paz de Amiens 346

XIV

'•'•'•.

ÍNDICE GENERAL

ÍNDICE GENERAL

Nuevo rompimiento entre Francia e Inglaterra La alianza anglo-rusa y la creación de la tercera coalición La derrota de la tercera coalición y sus consecuencias Pretensiones de Napoleón en el Cercano y Medio Oriente Formación de la cuarta coalición. Derrota de Prusia en Jena y Auerstadt. Proclamación del bloqueo continental (21 de noviembre de 1806) La paz de Tilsit y la alianza entre Francia y Rusia La paz de Tilsit y la sociedad rusa. Primeras contradicciones de la alianza franco-rusa Crecimiento de la resistencia a Napoleón en los países sometidos. La entrevista de Erfurt y el fortalecimiento de las posiciones políticas de Rusia. La quinta coalición y la nueva derrota de Austria. Causas de los éxitos militares y diplomáticos de Napoleón en 1800-1809 Causas de la guerra de 1812 • Preparación diplomática de la guerra entre Rusia y Francia Comienzo de la Guerra Patria de 1812 Actividades diplomáticas de Francia y Rusia durante la guerra de 1812. Creación de la sexta coalición. Transformación de la guerra de liberación contra el conquistador francés en guerra de injusta rapiña Entrada de los ejércitos aliados en Francia. El tratado de Chaumont .. . Hundimiento del Imperio napoleónico. La primera paz de París y la restauración de los Borbones

CAPÍTULO V: EL CONGRESO DE VIENA (OCTUBRE DE 1814 A JUNIO DE 1815)

356 357 359 360 362 363 364 365 367 368 370

Actitud de Alejandro I hacia los miembros principales del Congreso .... La intervención de Talleyrand El principio del legitimismo El problema de Polonia y Sajonia Acuerdo secreto de Austria, Francia e Inglaterra contra Rusia y Prusia (3 de enero de 1815) Organización de la Confederación Germánica (1815) .. Los Cien Días (20 de marzo-28 de junio de 1815) Acuerdos del Congreso de Viena Inconsistencia de los resultados del Congreso de Viena CAPÍTULO VI:

348 349 351 352 353 354 355

370 370 371 371 373 373 374 374 376

LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS UNIDOS DESDE FINES DEL SIGLO

XVIH HASTA LA PROCLAMACIÓN DE LA "DOCTRINA DE MoNROE" EN 1823

. . .

379

La diplomacia americana y Francia en los últimos años del siglo xvm ., La "obtención de Luisiana" por los Estados Unidos Características de la diplomacia americana en las primeras décadas del siglo xix :VS. La guerra de los Estados Unidos contra Inglaterra en 1812-1814 La política de los Estados Unidos respecto de los países vecinos. Ocupación de Florida Oriental ¡ .. . . La posición de los Estados Unidos en la cuestión sudamericana y la "doctrina de Monroe" Expansión ulterior de los Estados Unidos

379 380

CAPÍTULO VII: DESDE LA FORMACIÓN DE LA SANTA ALIANZA HASTA LA REVOLUCIÓN DE JULIO (1815-1830) ,

384 385 387 390 394 395

La Santa Alianza 395 Contradicciones internas de la' Santa Alianza 395 Los congresos de Troppau (Tropava) y de Laibach (Liubliana), 18201821 397

1. Comienzo de la desintegración de la Santa Alianza Canning Viraje de la política exterior de Inglaterra en 1812 El Congreso de Verona (1822) Las potencias europeas e Iberoamérica El problema griego

XV

398 398 399 399 400 401

2. Acercamiento de Rusia a Inglaterra y Francia y desintegración de la Santa Alianza 402 Nicolás I como diplomático 402 Acercamiento de la Rusia zarista a los gobiernos de Francia e Inglaterra. 404 La misión de Wellington en- San Petersburgo 404 Formación de la coalición de las tres potencias contra Turqxúa 405 3. La guerra ruso-turca La guerra ruso-turca de 1828-1829 La paz de Adrianópolis (14 de septiembre de 1829) CAPÍTULO VIII: DE LA REVOLUCIÓN DE Juno EN FRANCIA Y LAS CRISIS REVOLUCIONARIAS EN EUROPA (1830-1848) 1. Posición del gobierno zarista frente a la Revolución de Julio

407 407 408 410 410

2. Posición de las grandes potencias en el problema de la insurrección polaca 412 La insurrección polaca de 1830-1831 '. 412 Actitud de los gobiernos inglés y francés hacia la insurrección polaca .. 413 Tentativa de insurrección diplomática de Inglaterra y Francia en la cuestión polaca , 414 3. La revolución belga y las grandes potencias

414

4. La paz de Unkiar-Iskelessi de Rusia con Turquía y las contradicciones de las grandes potencias en la cuestión de Oriente

415

El conflicto turco-egipcio y la posición de las grandes potencias (1832-. 1833) El tratado de Unkiar-Iskelessi (8 de julio de 1833) Palmerston Agudización de las contradicciones anglo-rusas después del tratado de Unldar-Iskelessi ;.. La conferencia de monarcas en Münchengraetz (1833) Las dos tendencias inglesas en la cuestión de Oriente La cuestión de Oriente en 1840-1847 CAPÍTULO IX: 1849

415 417 417 418 419 420 421

LA DIPLOMACIA EUROPEA DURANTE LAS REVOLUCIONES DE 1848-

Influencia de las revoluciones de 1848-1849 sobre la diplomacia europea. La diplomacia del Gobierno Provisional después de la revolución de febrero en Francia La diplomacia de los gobiernos europeos y la revolución de febrero .... Influencia de las revoluciones de marzo en Austria y Prusia sobre las relaciones diplomáticas ruso-francesas La diplomacia europea y el movimiento polaco de liberación de 1848 ... Los gobiernos europeos y la política de Prusia en la cuestión de Schleswig-Holstein y frente al problema de la unificación de Alemania en 1848

425 425 427 428 430 432 433

XVI

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ÍNDICE GENERAL

ÍNDICE GENERAL

Posición de los fundadores del marxismo respecto de la guerra revolucionaría de Alemania en 1848-1849 435 La mediación anglo-francesa entre Austria y Cerdeña, Proyecto de un congreso europeo para los asuntos italianos 436 Nicolás I y la contrarrevolución en Austria y Prusia, en 1848 437 Las potencias europeas y Prusia durante el incremento de la revolución en el sur de Alemania en la primavera de 1849 438 La diplomacia europea y la intervención francesa en Roma. Misión de Lesseps , 438 La política exterior de la Hungría revolucionaria y la diplomacia de las potencias occidentales • 440 La diplomacia zarista en relación con. la intervención y con el aplastamiento de la revolución húngara , 441 La cuestión de Oriente en 1848-1849 y el convenio de Balta-Liman .. 442 El conflicto de 1849 sobre los emigrados húngaros y polacos en Turquía 443 Intervención diplomática de las potencias en el conflicto austro-prusiano y restablecimiento de la Confederación Germánica 443 Balance del desarrollo de las relaciones internacionales y de la diplomacia en 1848-1850 .' 445

CAPÍTULO X: LA DIPLOMACIA DE LA INDIA, DEL ORIENTE MEDIO Y DE CHINA A FINES DEL SIGLO XVIH Y EN LA PRIMERA MITAD DEL XIX

1. Papel de la diplomacia británica en la conquista y opresión colonial de la India La diplomacia de la Compañía de las Indias Orientales en tiempos de Clive La diplomacia de la Compañía de las Indias Orientales en los tiempos de Hastings ' La diplomacia del Reino de Maisur durante sus guerras con Inglaterra (1767-1799) Tratados subsidiarios con Aud y con los principados de Marath Métodos de la diplomacia británica en las nuevas conquistas de la Compañía en la India y en Birmania (1815-1848) 2. La lucha diplomática en Irán, Afganistán y Asia Central en la primera mitad del siglo xrx La misión de Malcolm y los tratados anglo-iraneses. Comienzo de la guerra ruso-iranesa de 1804-1813 La misión de Jaubert. El tratado de Finkestein (1807) Las luchas diplomáticas anglo-francesas en el Irán en 1807-1811. Las misiones de Gardane y Jones La paz de Gulistán de 1813 y la diplomacia británica Inglaterra y la nueva guerra ruso-iranesa. La paz de Turkmanchai en 1828 La cuestión de Herat , La diplomacia británica durante la guerra anglo-afgana de 1839-1842 .. Las misiones rusas e inglesas en los kanatos centroasiáticos en la primera mitad del siglo xrx 3. Las potencias capitalistas y China

xvn

La derrota del gobierno Tsin y el tratado de Nankín (29 de agosto de 1842) 470 La expansión norteamericana en el Océano Pacífico y el tratado desigual de 1844 entre los Estados Unidos y China ; 472 La expansión de Francia en el sudeste de Asia. La misión de Lagrenais y el tratado de 1844 entre Francia y China 474 Consecuencias de los tratados desiguales de las potencias capitalistas con China hacia mediados del siglo xrx 475 4. Las relaciones diplomáticas ruso-chinas hasta mediados del siglo xrx .. 475 Las relaciones diplomáticas ruso-chinas en el siglo xvín 475 Las relaciones diplomáticas ruso-chinas a principios del siglo xrx. La misión de Golovkin 477 Orientación general de la política de Rusia con relación a China en el segundo cuarto del siglo xrx 478 El tratado comercial de Kuldja entre China y Rusia (1851) 479 5. El aislamiento del Japón y de Corea 479 Intentos infructuosos de las potencias occidentales y de la Rusia zarista para establecer relaciones comerciales y diplomáticas con el Japón en la primera mitad del siglo xrx 479 El aislamiento de Corea 481

446

CAPÍTULO XI: LA DIPLOMACIA EUROPEA EN LOS AÑOS DE LA GUERRA DE CRIMEA 447 447

449 450 452 452 455 455 456 457 458 459 461 462 463 464

La política de aislamiento de China y la diplomacia de la dinastía Tsin . 464 Causas y estallido de la primera guerra del opio (1838-1842) 467 La diplomacia de Inglaterra y del gobierno Tsin desde el comienzo de la guerra hasta el armisticio de Cantón (31 de mayo de" 1841) 469

Y DE LA PAZ DE PARÍS

1. La situación internacional en vísperas de la guerra de Crimea Agudización de la cuestión de Oriente después de las revoluciones de 1848-1849 Negociaciones sobre el reparto de Turquía Las fricciones ruso-francesas en Turquía

482

482 482 482 484

2. El conflicto ruso-turco de 1853 y la posición de las grandes potencias .. 485 La misión del príncipe A, S. Ménshikov en Turquía 485 Contramaniobras del embajador inglés en Constantinopla 486 Ocupación de los principados danubianos por las tropas rusas 487 La posición de Francia en el conflicto ruso-turco 487 Posición de Austria en el conflicto ruso-turco 488 Posición de Prusia en el conflicto ruso-turco 488 La "nota de Viena" 489 Declaración de guerra de Turquía a Rusia 489 3. La entrada de Inglaterra y Francia en la guerra contra Rusia

489

4. La actividad diplomática de las grandes potencias durante la guerra de Crimea 491 El proyecto de Palmerston para debilitar y desmembrar a Rusia 491 La misión de A. F. Orlov en Viena 492 La posición de Prusia durante la guerra de Crimea 493 Los "cuatro puntos" de Napoleón III (18 de junio de 1854) 494 La posición de Suecia 496 Intervención de la diplomacia austríaca 496 5. El Congreso de París (1856) 497 Las negociaciones secretas de paz entre Napoleón III y Alejandro II .. 497 El ultimátum austríaco a Rusia 498 HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I.

XVHI

ÍNDICE GENERAL

ÍNDICE .GENERAL

La posición de Francia.en el Congreso de París La posición de Inglaterra en el Congreso Las condiciones de paz CAPÍTULO XII: LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS UNIDOS A MEDIADOS DEL SIGLO XDC V EN EL PERÍODO DE LA GUERRA CIVIL

499 500 501 t 503

1. La diplomacia de los Estados Unidos a mediados del siglo xix 503 La anexión de Texas , . 503 Las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con México y la guerra de 1846-1848 505 \n del condominio de Oregón. Intentos expansionistas de los Estados Unidos en las Indias Occidentales y en América Central 507 2. La diplomacia del período de la guerra civil Esperanzas de los esclavistas en la intervención de Inglaterra y Francia. El comienzo de la guerra La intervención de Inglaterra, Francia y España en México El incidente del Trent (1861) Acciones de los obreros ingleses contra el apoyo a los sudistas La posición de Francia La abolición de la esclavitud (1863) La actitud de Rusia La política de conquista del partido republicano después de la guerra civil CAPÍTULO XIII: LA DIPLOMACIA EUROPEA DESDE LA PAZ DE PARÍS HASTA LA GUERRA DE PRUSIA Y AUSTRIA CON DINAMARCA (1856-1863) 1. La diplomacia rusa después de la paz de París. La diplomacia francesa del Segundo Imperio A. M. Gorchakov como diplomático El acercamiento de Francia y Rusia ¡ Empeoramiento de las relaciones anglo-francesas La actitud de los Estados de la Confederación Germánica frente a Austria. La entrevista de Plombiéres (20 de julio de 1858) y el acuerdo francoruso (1859) '. • La guerra de Francia e Italia contra Austria; el armisticio de Villafranca (1859) Actitud ambigua de Rusia en la cuestión de la unificación italiana ... Influencia de las conquistas de Francia en Indochina sobre las relaciones anglo-frahcesas Tentativa fracasada de Napoleón III para establecerse en Siria Comienzo de la aventura mexicana de Napoleón III 2. La actividad diplomática de las grandes potencias en relación con el levantamiento polaco de 1863

509 509 510 511 511 512 513 513 514 517 519

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527 Bismarck como diplomático , 527 La posición de Prusia con respecto al levantamiento polaco de 1863 ... 529

La acción de Francia, Austria e Inglaterra con motivo del levantamiento polaco de 1863 , Renuncia de Inglaterra a la intervención de los asuntos polacos

CAPÍTULO XIV: LA DIPLOMACIA DE BISMARCK EN LOS AÑOS DE LAS GUERRAS CONTRA DINAMARCA Y AUSTRIA (1864-1866) 1. El conflicto pruso-danés de Schleswig-Holstein El problema de Schleswig-Holstein después de la muerte de Federico VIL La posición de Rusia La posición de Inglaterra, Francia y Austria El acuerdo entre Austria y Prusia Las grandes potencias y la gvierra pruso-danesa Las condiciones de la paz con Dinamarca 2. La guerra austro-prusiana El conflicto entre Prusia y Austria a causa de Schleswig-Holstein El convenio de Gastein (14 de agosto de 1865) Alejandro II, Gorchakov y el problema de la unificación de Alemania .. La entrevista de Bismarck y Napoleón III en Biarritz (1864) Preparación de Prusia para la guerra Intervención de Napoleón III en las negociaciones diplomáticas de Bismarck La guerra austro-prusiana El armisticio de Nikolsburg (26 de julio de 1866)

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CAPÍTULO XV: LA PREPARACIÓN DIPLOMÁTICA DE LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA (1867-1870) 545 • El papel de Prusia en la Confederación Germánica del Norte después de la paz de Praga 545 Actitud de Inglaterra hacia Prusia 545 Las relaciones entre Rusia y Prusia 546 Las relaciones entre Francia y Prusia 546 Las exigencias de Francia a Prusia como recompensa de su neutralidad. 547 El memorándum de Drouin de Lhuys 547 Las conversaciones de Benedetti y Bismarck 548 El descontento de Inglaterra a propósito de las reclamaciones de Francia. 549 Las perspectivas de la futura guerra entre Francia y Prusia 549 El problema de Luxemburgo 550 Posición de Rusia,. La conferencia de las potencias en Londres (mayo de 1867) ; 550 Fracaso de la aventura de Napoleón III en México (1867) 551 La situación diplomática en vísperas de la guerra franco-prusiana 551 La situación interior y exterior de Francia en vísperas de la guerra franco-prusiana 552 La candidatura de Leopoldo de Hohenzollern al trono de España . . . . . 552 Las conversaciones de Benedetti con Guillermo I en Ems 553 La conferencia del 12 de julio de 1870 en el despacho de Napoleón III. 554 Las condiciones de Napoleón III a Guillermo I 554 El "despacho de Ems" de Bismarck 555 El descontento de Alejandro II por la condticta de Napoleón III 556 CAPÍTULO XVI: LA GUERRA PRANCO-PRUSIANA Y LA PAZ DE FRANCFORT (18701871) 557 La actitud de Rusia, Austria-Hungría e Italia durante la guerra francoprusiana 557 Es suprimida la neutralización del mar Negro 561 Conclusión de los preliminares de la paz en Versalles 563

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ÍNDICE GENERAL

La Comuna de París y la diplomacia internacional La paz de Francfort

ÍNDICE GENERAL

563 566

Las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos y Rusia en conexión con la expansión norteamericana en el Pacífico, entre 1860 y 1870 ... La diplomacia de las potencias capitalistas y Corea entre 1860 y 1870 ..

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CAPÍTULO XVIII: LA DIPLOMACIA EN EL ORIENTE MEDIO DURANTE EL TERCER

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CAPÍTULO XVII: LA DIPLOMACIA EN EL EXTREMO ORIENTE DURANTE EL TERCER CUARTO DEL SIGLO XIX

CUARTO DEL SIGLO XK

La ampliación de las funciones de la diplomacia como instrumento de la política colonial de las potencias capitalistas en el Asia Oriental 569 Orientación principal de la diplomacia de los gobiernos feudales del Asia Oriental. Influencia de los movimientos populares sobre la diplomacia. 569

La pugna diplomática en Irán durante la guerra de Crimea La diplomacia de Afganistán bajo el emir Dost Mohamed y el tratado desigual anglo-afgano de 1855 Preparación diplomática y curso de la guerra anglo-iraní de 1856-1857 .. El tratado de paz de París entre Inglaterra e Irán del 4 de marzo de 1857 Penetración, entre 1850 y 1860, de agentes ingleses y turcos en los kanatos centroasiáticos Influencia de las contradicciones entre los kanatos centroasiáticos sobre su diplomacia La misión de N. P. Ignátiev a Khiva y Bujara (1857) La diplomacia inglesa y el levantamiento de 1857-1859 en la India ... Papel de la diplomacia del Gobierno ruso en la conquista de Asia Central entre 1860 y 1870 La diplomacia británica en Afganistán entre 1860 y 1870 Las negociaciones anglo-rusas de 1869 sobre asuntos del Asia Central ..

1. Incorporación forzada del Japón a las relaciones diplomáticas y comerciales con los países capitalistas 570 Negociaciones de Periy con el Gobierno del Sho-gun y firma del tratado de Kanagawa entre Estados Unidos y Japón (1854) 570 Firma del convenio anglo-japonés de 1854 572 La misión de Putiatin en el Japón 573 2. La diplomacia en el Extremo Oriente durante la segunda guerra del opio (1856-1858) El problema de la revisión de los tratados desiguales con China en 18531854 La diplomacia británica durante la segunda guerra anglo-birmana, de 1852-1853. Los tratados desiguales con Siam (Thaí) de 1855-1856 ... La diplomacia de las, potencias capitalistas y el comienzo de la guerra campesina en China. Institución de la inspección extranjera de aduanas portuarias en Shanghai (1854) Preparación diplomática de la segunda guerra del opio (1856-1858) ... El tratado de Aigún entre Rusia y China (28 de mayo de 1858) La diplomacia del gobierno Tsin y los tratados de Tientsín (1858) ... La diplomacia del Gobierno japonés. Conclusión de los tratados desiguales de 1857-1858 con el Japón 3. La diplomacia en el Extremo Oriente durante la tercera guerra del opio (1860) y la intervención contra la rebelión de los taipines El papel de las diplomacias inglesa y francesa en la provocación de una nueva guerra en China (1859) La diplomacia de Inglaterra y Francia y la posición del gobierno Tsin durante la guerra de 1860 , La misión de Ignátiev y el tratado ruso-chino de Pekín (1860) Preparación diplomática de la intervención de Inglaterra, Francia y los Estados Unidos contra la rebelión de los taipines. La posición de la Rusia zarista

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4. La diplomacia en el Extremo Oriente desde el aplastamiento de la rebelión de los taipines hasta 1870 596



Incremento de la dependencia de China respecto de los Estados capitalistas como consecuencia de las guerras del opio y del aplastamiento de la rebelión de los taipines '. La diplomacia de los Estados Unidos en China y el "tratado de Berlingen" (1868) Las relaciones diplomáticas de China y Rusia entre 1860 y 1870 La.diplomacia de Inglaterra y Rusia en relación con los levantamientos en las regiones limítrofes occidentales de China entre 1860 y 1870 La diplomacia de las potencias capitalistas y del Gobierno japonés entre 1860 y 1870

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BIBLIOGRAFÍA

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ÍNDICE DE NOMBRES

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CONSEJO DE REDACCIÓN V. A. ZOWN, V. S. SEMIÓNOV, S. D. SKAZKIN y V. M. JOVSTOV.

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN La primera edición de HISTORIA DE LA DIPLOMACIA vio la luz en 1941-1945. La obra encontró favorable acogida en la Unión Soviética y fue traducida a varios idiomas extranjeros. En la actualidad se halla agotada. Al mismo tiempo, ha crecido el interés del lector hacia cuanto se relaciona con la historia de la diplomacia. La Gran Guerra Patria contjíí los invasores hitlerianos y la lucha subsiguiente del Estado Soviético por el mantenimiento de la paz, contra la amenaza de una guerra nuclear de exterminio, han acrecido el interés por las cuestiones internacionales. De ahí la necesidad de una segunda edición. La primera edición de HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, en tres volúmenes, abarcaba hasta el comienzo de la segunda guerra mundial. En la presente edición, el tercer tomo comprenderá hasta el comienzo de la Gran Guerra Patria de la Unión Soviética. También se incluirán otros tomos en los que se trate de la historia de la diplomacia en los años de la Guerra Patria y en el período de paz subsiguiente. La primera edición apareció bajo la dirección del académico V. P. Potemkin, fallecido en 1946. La segunda edición es preparada por un Consejo de Redacción que integran V. A. Zorin, V. S. Semiónov, S. D. Skazkin y V. M. Jvostov. En la segunda edición de HISTORIA DE LA DIPLOMACIA se han tenido presentes las nuevas investigaciones y las fuentes escritas recientemente publicadas; han sido corregidas algunas inexactitudes y se han ampliado ciertas secciones. Al propio tiempo, se ha tratado de superar, en la medida de lo posible, el carácter unilateral que presentaba la primera edición, que se centraba, casi exclusivamente, en los países europeos. A este objeto han sido incluidos materiales complementarios sobre la historia de la diplomacia en Asia, particularmente en China y la India. Ha sido ampliado considerablemente cuanto se refiere a la historia de la diplomacia de los Estados Unidos. El Consejo de Redacción se ha mostrado reacio a la inclusión de nuevos datos: ha tratado de conservar el carácter que ya tenía la obra, de compendio general de historia de la diplomacia al alcance de amplios sectores, evitando convertirla en un simple libro de consulta. En la preparación de la segunda edición del tomo I, el Consejo de Redacción ha contado con la valiosa ayuda de N. A. Mashkin y A. G. Bokschanin. Los capítulos relativos a la historia de la diplomacia en el Mundo Antiguo, escritos por el difunto V. S. Serguéiev, han sido reelaborados por ellos de conformidad con los avances de la ciencia y con las nuevas fuentes escritas publicadas después de que la primera edición vio la luz. L. A. Nikíforov ha realizado idéntica labor en cuanto a los capítulos salidos de la pluma del difunto S. V. Bajrushin. A. L. Narochnitski ha corregido y ampliado los capítulos de E. V. Tarle. A. G. Bokschanin ha redactado, en versión nueva, los apartados relativos a la historia de la diplomacia de China Antigua y de la época de Maceclonia y del helenismo. Los apartados que se refieren HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I.—1

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PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

a la diplomacia de China y la India en la Edad Media —que no figuraban en la primera edición— han sido escritos por L. V. Simanóvskaia y K. A. Antónova. En el capítulo III de la segunda sección, los apartados 5 y 6 pertenecen a F. A. Kogán-Bernstein. El capítulo IV de la cuarta sección ha sido escrito, en versión nueva, por S. B. Khan, el capítulo VI por A. V. Efímov, y los capítulos IX, X, XVII y XVIII por A. L. Narochnitski. Han sido para el Consejo de Redacción muy valiosas las indicaciones de V. I. Avdíev, N. N. Boljovitínov, S. I. Divilkovski, I. V. Evstignéiev, T. T. Pashuto, B. F. Pórshnev, A. V. Fadéiev, L. V. Cherepkin y S. L. Utchenko.

Sección Primera

La diplomacia del mundo antiguo

INTRODUCCIÓN LA DIPLOMACIA apareció en los tiempos más remotos. Su embrión se puede encontrar ya en la sociedad gentilicia. Sin embargo, en el verdadero sentido en que nosotros la entendemos, la diplomacia surge solamente con el desarrollo del Estado. Caracterizando el desarrollo de las relaciones sociales, Marx escribía: "En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, .que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de la conciencia social."-1 La diplomacia es parte de la superestructura política. Su carácter viene determinado por las relaciones sociales propias de las distintas formaciones económicas y, ante todo, por la naturaleza de clase del Estado al cual sirve. La diplomacia es uno de los medios de la política exterior del Estado. En el mundo antiguo, la diplomacia cumplía las tareas de la política exterior.de unos Estados cuya base económica era la esclavitud. El régimen esclavista no permaneció estancado. En el proceso de su evolución histórica recorrió varias fases, que se fueron sucediendo una a otra. La esclavitud primitiva, no separada aún por completo del régimen de la comunidad gentilicia, servía de base a las formaciones estatales del Antiguo Oriente: el régimen despótico de los egipcios, los Estados de Mesopotamia, el reino de los hititas, Asiría, Persia y los antiguos Estados de China y la India. En las potencias teocrático-militares del Antiguo Oriente, que se apoyaban en la fuerza de la coerción extraeconómica, la polítíca exterior venía dictada, principalmente, por los intereses de conquista: la conquista de tierras, de esclavos y de ganado, la depredación de los países vecinos, constituían el objeto principal de las guerras. -Las discordias internacionales eran resueltas, de ordinario, por la fuerza de las armas. Ahora bien, paralelamente, los Estados del Oriente Antiguo desplegaban una animada actividad diplomática. Estas relaciones eran mantenidas en nombre de los reyes. Los monarcas del Antiguo Oriente eran adorados como dioses y encarnaban al Estado entero. A su disposición estaban los "servidores del rey": funcionarios, escribas y mensajeros. De conformidad con las tareas fundamentales de la política exterior de conquista de los reinos teocrático-militares de Oriente, su diplomacia centralizada resolvía un círculo relativamente reducido de problemas. No obstante, ya entonces aparecieron diversos tipos de tratados, se generalizó la costumbre de enviar embajadas para solventar diversas cuestiones de la vida internacional y surgió el espionaje político-militar. La esclavitud más desarrollada, relacionada con la economía monetario-mercantil y el progreso de las ciudades marítimas, es la base del régimen político-social de Grecia y Roma. 1

G. Marx y F. Engels, Objas, eá. rusa, tomo 13, págs. 6-7. 5

INTRODUCCIÓN

La política exterior de las polis griegas venía determinada por los intereses de la lucha en pro del ensanchamiento de sus territorios, por la adquisición de esclavos y la conquista de mercados. De ahí la aspiración a la hegemonía y a garantizar la seguridad exterior del Estado, la búsqueda de aliados y la formación de grupos militares, la expansión colonial. La diplomacia de las polis griegas se elevó hasta la idea de la defensa de la independencia nacional. Así ocurrió, por ejemplo, en los años de las Guerras Médicas, cuando la invasión de los persas llegó a amenazar la independencia de la Hélade. La actividad diplomática de las polis tomaba expresión en animadas negociaciones, en el intercambio de embajadas, en la reunión de conferencias interestatales y en la conclusión de tratados de alianza defensiva y ofensiva. Así, paulatinamente, se fueron estructurando la organización, los métodos y los recursos de la diplomacia. La actividad diplomática de los Estados de la Grecia clásica se despliega en toda su plenitud en el período que sigue a las Guerras Médicas, cuando las dos grandes agrupaciones político-militares —de Atenas y del Peloponeso— se disputan el predominio en el mundo helénico. Posteriormente, una actividad diplomática no menos intensa se despliega cuando en la palestra griega entra una fuerza nueva: el reino de Macedonia, que encarnaba las tendencias de determinados círculos de Grecia a la unificación, ello combinado con la expansión colonial en Oriente. En Occidente, en la República Romana, la actividad máxima de la diplomacia se observa en el período de las Guerras Púnicas y de la lucha de Roma contra las potencias orientales nacidas al calor del helenismo. La diplomacia de las repúblicas de Grecia y Roma presenta las huellas características del régimen político propio de la democracia esclavista. Los embajadores eran elegidos en asambleas de los ciudadanos que gozaban de plenitud de derechos, y ante ella daban cuenta de su misión una vez cumplida. Cada ciudadano en el goce de sus derechos, si consideraba desacertada la labor del embajador, podía pedir que se le exigiese responsabilidad por vía judicial. Este principio fue aplicado en las repúblicas griegas de manera más consecuente que en Roma. En esta última, la asamblea popular decidía únicamente las cuestiones generales de la guerra y la paz, mientras que la dirección de los asuntos de política exterior corría a cargo del órgano de la nobleza romana, que era el Senado. La esclavitud alcanzó su máximo desarrollo en los dos últimos siglos de la República Romana y en los dos primeros del Imperio. En este período, el Estado romano se va convirtiendo paulatinamente en un imperio centralizado. Dos eran los fines fundamentales que perseguía la política exterior de la Roma imperial: su robustecimiento y ampliación como potencia mundial —a cuyo nivel se había elevado en la época de la República—, la incorporación a su seno de casi todas las tierras del mundo entonces conocido, y la defensa de sus fronteras de la agresión de los pueblos vecinos. En los primeros siglos del Imperio, los móviles de conquista predominaban aún en su actividad diplomática. Más tarde el Imperio tuvo que pasar a la defensiva. En Oriente, en su lucha y relaciones con el reino de los partos, la diplomacia del Imperio romano, ya bajo los primeros emperadores, va renunciando gradualmente a los intentos de expansión y pasa a una hábil política de maniobras. En Occidente, la diplomacia romana trata de debilitar la presión de los "bárbaros" —nombre con el que entre los romanos eran conocidas las tribus de Europa central y oriental— y de aprovecharlos en calidad de fuerza militar y de mano de obra. Simultáneamente, la diplomacia romana tenía que resolver otra tarea, como era la de mantener la integridad del Imperio mediant^ acuerdos entre las distintas

INTRODUCCIÓN

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partes que lo componían. Con la centralización del poder, la dirección de la política exterior de la Roma imperial pasó al jefe del Estado —al emperador—, a través de su oficina personal. La diplomacia de la Roma imperial alcanzó un nivel técnico bastante elevado; distinguíase por una elaboración compleja y sutil de sus procedimientos y formas. Ya a fines del siglo n de nuestra era aparecen síntomas de desintegración del Imperio romano como consecuencia de la crisis en que había entrado el modo esclavista de producción: éste va siendo desplazado por formas de explotación del trabajo nuevas, semifeudales (de los colonos y libertos). Todo esto agudizaba las contradicciones internas del Imperio, socavaba su poderío económico y militar y debilitaba la actividad de la política exterior de Roma. A la par que decaen las fuerzas militares y políticas del Imperio romano disminuye el nivel de su diplomacia. En el contenido y las formas de la actividad diplomática del Bajo Imperio se observa una vigorosa influencia de los Estados orientales, en particular de Persia, y del mundo de los "bárbaros". En China y la India, la gestación de las relaciones diplomáticas se remonta al tiempo en jque en ellas surgieron las primeras formaciones estatales. A medida que la antigua civilización india y china se desarrolla, se hace más frecuente el intercambio de embajadas, aparecen los tratados escritos, los mensajes de unos príncipes a otros, los instrumentos materiales o escritos de los poderes de las embajadas y los informes de los embajadores sobre el modo como cumplieron la misión a ellos encomendada. Se estableció también una etiqueta especial relativa a las negociaciones diplomáticas. Los embajadores de los gobernantes de China y la India, con el tiempo, comienzan a aparecer en países muy alejados de su patria. Los reyes del Imperio indio de los Maurya y del Estado de los Kushán, que mantenían una activa política exterior, cambiaron embajadas con los reinos de Asia Central, y con Egipto, Siria y Macedonia. Se tiene noticia de la llegada de embajadores de la India al Imperio Romano. Los emperadores chinos de la dinastía Han cambiaron embajadas con los reyes de Irán, con los príncipes de las monarquías centroasiáticas y con los jefes de las agrupaciones de tribus nómadas de aquellas regiones, y también con los príncipes de Corea, de los Estados del extremo sudoriental del continente asiático y de las islas japonesas. En sus acuerdos y alianzas con unos países vecinos contra otros, los diplomáticos chinos se aprovechaban hábilmente de las contradicciones y discordias que reinaban entre ellos. Los dirigentes del Imperio Chino trataron de establecer relaciones diplomáticas con Roma, empresa que fracasó por la oposición de los partos, recelosos de las consecuencias desfavorables que para ellos podían acarrear dichas relaciones. En el Extremo Oriente y el Asia meridional se formó asimismo un núcleo de Estados civilizados, lo mismo que en el Mediterráneo. Sin embargo, eran tan grandes las distancias que las relaciones culturales y políticas entre estos dos grandes focos de la civilización fueron en la Antigüedad muy débiles. El carácter rudimentario de los medios de transporte y modos de comunicación era un obstáculo insalvable para el establecimiento de relaciones regulares entre ellos. Durante tres siglos —desde el i a.n.e. hasta fines del n de n.e.— funcionó de manera más o menos regular la "gran ruta de la seda", senda que las caravanas seguían en su marcha desde la zona de Merva, a través del valle del Ferganá y de Sin-Tsian, de Oeste a Este, y viceversa. Pero a comienzos del siglo m, con la agudización de las luchas sociales y los desplazamientos de las tribus nómadas, estos vínculos quedaron rotos por un largo tiempo.

DOCUMENTOS

CAPITULO PRIMERO LA DIPLOMACIA DEL ANTIGUO

ORIENTE

1, DOCUMENTOS DE LA DIPLOMACIA DEL ANTIGUO ORIENTE. La correspondencia de Tell-el-Amarna (siglos XV y XIV a.n.e.). LA HISTORIA DEL ANTIGUÓ ORIENTE conoce cierto número de documentos —cartas de índole diplomática, tratados y otros escritos relativos a las cuestiones internacionales— que demuestran la existencia de activas relaciones entre los reinos de aquellas remotas épocas. Uno de los Estados más importantes del Antiguo Oriente fue Egipto. Ya en el milenio m a.n.e. sus reyes trataron de entablar relaciones con los países vecinos. En tiempos de la VI dinastía (siglo xxv a.n.e.) los egipcios enviaron varias expediciones al país de Punt, que se encontraba en la costa meridional del mar Rojo. Los embajadores egipcios llegaron hasta aquellas tierras por mar y mantuvieron negociaciones con los jefes de las tribus locales. A comienzos del milenio n a.n.e., las relaciones de Egipto con los Estados vecinos de Asia se hicieron más frecuentes. En la corte egipcia apareció una categoría especial de servidores, que eran enviados en calidad de mensajeros a las naciones asiáticas. En Instrucciones de Ahtoi, obra literaria escrita en aquella época, un escriba, que habla a su hijo de las ventajas de su profesión y de las desventajas de otros oficios, menciona también el trabajo del mensajero. Dice así: "Cuando el mensajero parte para un país extraño hace testamento de sus bienes... por temor a los leones y a los asiáticos. Si regresa a Egipto, apenas ha llegado a su jardín, la tarde misma en que ha vuelto a su casa, de nuevo ha de partir... Cuando sale, en el cinturón lleva la tablilla." En otro monumento literario de la misma época —Relato del egipcio Sinuhet— se hace también alusión a los embajadores egipcios que iban a los países asiáticos. En esta obra, cierto egipcio que había establecido su residencia en los dominios de uno de los reyezuelos sirios habla de la hospitalidad que prestó a los enviados del faraón: "El embajador que se dirigía al norte o al sur, a la corte, se detenía en mi casa..." El Antiguo Oriente conocía las prácticas de las negociaciones diplomáticas como preludio de las acciones de guerra. En el siglo xvi a.n.e., en el momento en que más tirantes eran las relaciones entre las tribus nómadas de los hititas, que se habían apoderado del norte de Egipto, y los reyes tebanos, el jefe de los hititas presentó al príncipe de Tebas una reivindicación, a sabiendas de que no podía ser cumplida, amenazando con la guerra si era rechazada. Es el ultimátum más antiguo de cuantos se conocen en la historia de las relaciones internacionales. Después de una serie de reñidas guerras que terminaron con la expulsión de los hicksos y de varias campañas de los reyes de la dinastía XVIII contra los países

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vecinos de Asia, entre los príncipes de .Egipto y de otros Estados de Oriente quedó establecido un intercambio sistemático de embajadas. En tiempos de la dinastía XVIII (mediados del milenio n a.n.e.) las fronteras de Egipto se habían ensanchado hasta las estribaciones del Tauro y hasta el Eufrates. Por aquel entonces Egipto ocupaba una posición preponderante en la vida internacional del Antiguo Oriente. Los egipcios mantenían un animado comercio y estrechas relaciones culturales y políticas con todo el mundo de que ellos tenían noticia: con el Estado de los hititas en el Asia Anterior, con los Estados de Mesopotamia septentrional y meridional (Mitania, Babilonia, Asiría), con el reino de Creta y con las islas del mar Egeo, y con los príncipes de Siria y Palestina, que bajo la dinastía XVIII —y particularmente como resultas de las campañas del faraón Tutmosis III— se vieron sometidos a la . dominación egipcia. La correspondencia diplomática corría en -Egipto a cargo, de una .oficina especial de asuntos exteriores. Entre los numerosos monumentos de la diplomacia del Antiguo Oriente, los más interesantes son, por su .volumen y por su valioso contenido, la correspondencia de Tell-el Amarna y el tratado del faraón Ramsés II con el rey de los hititas, Hattushil III, concertado el año 1296 a.n.e. Amarna es un lugar del Egipto Medio, en la orilla derecha del Nilo, donde en otros tiempos tuvo su residencia el faraón Amenhotes IV. Allí, en 1887-1888, fue descubierto el archivo de la correspondencia diplomática de dos faraones de la dinastía XVIII: Amenhotes III y su hijo Amenhotes IV (mediados del milenio n, siglos xv y xiv a.n.e.). Se han conservado alrededor de 360 tablillas de barro con cartas a dichos faraones de'los reyes de otros Estados y de príncipes sirios vasallos. Complemento sustancial del archivo de Tell-el Amarna es el archivo del rey hitita Suppiluliuma en Bogaz-Koi (en las proximidades de lo que ahora es Ankara), lugar donde el Estado hitita'tenía su capital. La mayoría de lo hallado en el archivo de Tell-el Amarna son cartas de los príncipes de Siria y Palestina al faraón, del cual eran vasallos. Los principados sirios y palestinos se levantaban entre las dos potencias mayores de aquella parte del mundo, entre el reino de los hititas y Egipto. Al faraón le convenía mantener las constantes rencillas que separaban a los príncipes, fortaleciendo así su influencia en Siria. Lo principal en las cartas de los príncipes sirios y palestinos es el intercambio de salutaciones y cumplidos, las negociaciones relativas a la conclusión de matrimonios y los ruegos al faraón sobre el envío de ayuda militar, de oro y de presentes. "En Egipto —se repite constantemente en las cartas—, el oro es tan abundante como la arena." A las sahftaciones y ruegos acompañan las quejas, las denuncias y las calumnias de unos príncipes contra otros. También se dan noticias sobre el envío de caravanas. La dominación de Siria y Palestina condujo a los faraones a un estrechamiento de sus relaciones con los reyes de Mitania y Babilonia. En el archivo de Tell-el Amarna se conservan cartas diplomáticas de los reyes de estos dos Estados a Amenhotes III y Amenhotes IV. Su contenido es bastante variado, pero siempre se trata de los propios reyes, entre la persona de los cuales y la totalidad del Estado no se hace diferencia alguna. Amenhotes III desea tener en su harén a una princesa de Babilonia, e informa de ello a su "hermano" el rey Kadashman-Harbe. El rey babilonio da largas al asunto, so pretexto de la triste suerte de su hermana, una de las esposas del faraón. En su respuesta, el faraón se lamenta de la mala voluntad de los embajadores de Babilonia, que habían llevado al rey noticias sobre la situación de su hermana. Kadashman-Harbe, por su parte, reprocha al faraón l'a poca amabilidad que mostró hacia las personas que le representaban. Ni siquiera habían sido invitados a la fiesta conmemorativa...

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Al fin y a la postre, Kadashman-Harbe accede a enviar a su hija al harén del faraón, pero en recompensa desea tener como esposa a una princesa egipcia, oro y presentes. La respuesta del rey de Babilonia empieza con los saludos de rigor y con expresiones de fidelidad "fraternal": "Al rey de Egipto, mi hermano, KadashmanHarbe, rey de Karduniash,1 tu hermano. Saludo a tu casa, a tus esposas, a tu país, a los conductores de tus carros, a tus caballos, a tus dignatarios, saludo a todos." El mensaje termina con la reiterada petición de oro y presentes. "En cuanto al oro —escribe el rey—, mándame oro, mucho oro, mándalo antes de que llegue la embajada. Mándalo ahora mismo, cuanto antes, en la época de la recolección de la cosecha." .No es menos insistente en la petición de oro el rey de Mitania, Tushratta. Su carta a Amenhotes IV termina con las siguientes palabras:- "Así, que mi hermano me envíe oro en tan grandes cantidades que no sea posible contarlo... Pues en el país de mi hermano hay mucho oro, tanto como tierra. Los dioses harán que haya diez veces más." Por su parte, Tushratta se muestra dispuesto a prestar al faraón cualquier servicio y a enviarle todo género de presentes. "Si mi hermano desea algo para su casa, yo daré diez veces más de lo que él pida. Mi tierra es su tierra, mi casa es su casa." Todos estos documentos están escritos en caracteres cuneiformes y lengua babilónica, que era el lenguaje diplomático de aquel tiempo. Ya en el siglo xw a.n.e. el reino de los hititas alcanza un gran poderío. En los días de Amenhotes IV, y particularmente durante las revueltas que se adueñaron de Egipto después de su muerte, los hititas disputaron con éxito a los egipcios la influencia en Siria y Palestina. El acercamiento de Egipto a Babilonia y Mitania se veía estimulado por la amenaza común que para todos ellos representaba el reino hitita. El tratado del faraón Ramsés 11 con el rey de los hititas Hattushil III (1296 a.n.e,). Las encarnizadas guerras entre los hititas y egipcios, que ocupan por completo los siglos xrv y xm a.n.e., agotaron por igual a uno y otro adversario. Este debilitamiento, la falta de esperanza en una victoria completa y los recelos de los hititas, motivados por la posibilidad de una agresión de los asirlos, obligaron a los beligerantes a aceptar una serie de concesiones mutuas, hasta llegar a un acuerdo amistoso. El año 1296 a.n.e. fue concertada la paz y se firmó el tratado consiguiente 'entre el faraón Ramsés II, de la dinastía XIX, y el rey de los hititas Hattushil III. A este último correspondía la iniciativa de la paz'y del acuerdo amistoso. Después de largas negociaciones previas, Hattushil. envió a Ramsés el proyecto de tratado, escrito en una placa de plata. Para certificar la autenticidad del documento, en el anverso hallábase representada la figura del rey, de pie junto a Teshub, dios del viento y del rayo, y en el reverso, la de la reina, en compañía de la reina del sol Arina. Ramsés aceptó las condiciones de paz que el rey hitita le proponía, y en señal de consentimiento mandó a Hattushil otra placa de plata en la que figuraba el texto del tratado. Ambos ejemplares hallábanse refrendados con los sellos y firmas correspondientes. Se conservan tres inscripciones distintas del tratado: dos egipcias, en Karnak y Ramseum, y una hitita, descubierta en Bogaz-Koi. Hasta nosotros, además del texto del tratado, ha llegado también la mención de otros convenios anteriores y de las negociaciones que precedieron a su firma. El documento consta de tres partes: 1

Babilonia.

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1) preámbulo; 2) articulado del convenio, y 3) invocación final a los dioses, juramento de fidelidad a los compromisos adquiridos y maldiciones a quienes los incumplan. En el preámbulo se señala que hititas y egipcios no fueron siempre enemigos; en épocas anteriores, entre sus reyes también se concertaron convenios. Las relaciones entre ellos se vieron deterioradas únicamente en los días ' del triste reinado del hermano de Hattishil, que hizo la guerra a Ramsés, el gran rey de Egipto. A partir de la firma de ese "hermoso tratado", entre ambos reyes queda establecida para siempre la paz, la amistad y la fraternidad. "Desde que yo me convertí en rey de los hititas, yo con el gran rey de Egipto Ramsés, y él conmigo, vivimos en paz y fraternidad. Será la mejor paz y fraternidad de todas las que jamás existieron en la tierra." "Que la hermosa paz y fraternidad impere entre los hijos de los hijos del rey de los hititas y Ramsés, gran rey de Egipto. Que Egipto y el país de los hititas vivan, al igual que nosotros, en paz y fraternidad por los siglos de los siglos." Los hititas y Egipto concluyeron una alianza militar. "Si cualquier enemigo marcha contra los dominios de Ramsés, que Ramsés diga al gran rey de los hititas: ve conmigo contra él, ve con todas tus fuerzas." Parece ser que el tratado preveía el apoyo contra el enemigo interior, no sólo contra el exterior. Los aliados se garantizaban mutuamente ayuda en el caso de levantamientos y revueltas en las regiones a ellos sometidas. Ello se refería, principalmente, a las regiones asiáticas (de Siria y Palestina), en las que no cesaban las guerras, los levantamientos, las correrías y depredaciones. "Si Ramsés se enoja con sus esclavos2 cuando éstos se subleven y acude a apaciguarlos, con él deberá ir el rey de los hititas." Hay un artículo en el que se establece la entrega mutua de tránsfugas políticos, lo mismo si son nobles que si pertenecen al pueblo. "Si alguien escapa de Egipto y va al país de los hititas, el rey de los hititas no lo retendrá en su país, sino que lo devolverá al país de Ramsés." Con los tránsfugas son devueltos igualmente todos sus bienes y sus gentes. "Si uno, dos, tres o más hombres escapan de la tierra de Egipto a la tierra de los hititas, deberán ser devueltos a la tierra de Ramsés." Tanto ellos mismos como sus bienes, esposas, hijos y esclavos son devueltos sanos y salvos y en su totalidad. "No los ejecutará, ni causará lesiones en sus ojos, boca y piernas." Los dioses y diosas de ambos países son invocados como testigos del fiel y exacto cumplimiento del tratado. "Todo cuanto figura en la placa de plata, los mil dioses y diosas del país de los hititas, se comprometen a cumplirlo con relación a los mil dioses y diosas de Egipto. Ellos son testigos de mis palabras." Sigue una larga relación de dioses y diosas egipcios e hititas: "Los dioses y diosas de las montañas y los ríos de Egipto, del cielo y de la tierra, del mar, del viento y de las tempestades..." Terribles castigos amenazan por el incumplimiento del tratado.'Si éste es cumplido honestamente, los dioses concederán salud y bienestar: "Que se pudran la casa, las tierras y los esclavos de quien incumpla estas palabras. Que quien las observe goce de salud y. vida, lo mismo que su tierra y sus esclavos." El intercambio de cartas diplomáticas y embajadas prosiguió después de la conclusión del "hermoso tratado". Se escribían no. sólo los reyes, sino también las reinas. Estas últimas se expresaban mutuamente su alegría por la "hermosa paz" y la "hermosa fraternidad" establecidas entre los poderosos Estados. Después de la muerte de la reina egipcia, la alianza política entre los hititas y Egipto fue refrendada por un matrimonio dinástico: la boda de Ramsés y la hija de Hattushil, el cual acudió a Egipto para asistir personalmente a la ceremonia. 2 En el tratado, Ramsés II es considerado dueño y señor de cuantos vivían en las posesiones sirias y palestinas de Egipto.

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LA DIPLOMACIA DEL ANTIGUO ORIENTE

Era la primera entrevista diplomática de los jefes de dos grandes Estados que la historia registra. El tratado de Ramsés y Hattushil tiene gran importancia para la historia de la diplomacia. Es el más antiguo de los monumentos del derecho internacional de este género que nosotros conocemos. En él halla reflejo el rasgo característico que distingue al régimen estatal de los países del Antiguo Oriente: la identificación completa. del Estado y de la persona que detenta el poder supremo. Todas las negociaciones se mantuvieron, exclusivamente en nombre del rey. Los distintos artículos del tratado contienen compromisos de no agresión y de asistencia mutua. Esos conceptos empezaban ya a tomar forma. Merece atención la circunstancia de que esta ayuda se refiere también a la acción concertada de .ambas partes para reprimir los- levantamientos internos. La política internacional de Asiría en el período de su preponderancia (siglos VIH y Vil a.n.e:). En las centurias que siguen, Egipto y el reino de los hititas se debilitan y van perdiendo su función directora en las relaciones internacionales de Oriente. Al primer puesto pasa un Estado de Asia Anterior: Asiria, con su capital Ashur, en el curso medio del Tigris (Mesopotamia). En un principio Asiria era un pequeño principado, que integraban unas cuantas comunidades agrícolas y pastoras. Pero poco a' poco, a partir aproximadamente del siglo xrv a.n.e., su territorio empieza a ensancharse y Asiria se convierte en uno de los Estados más fuertes. del Antiguo Oriente. Ya en la época de la correspondencia de Tell-el Amarna, los reyes asirlos se denominan;a sí mismos en las inscripciones "señores del universo" llamados por los dioses a dominar "el país que se encuentra entre el Tigris y el Eufrates." En el período inicial de su historia, Asiria formaba parte del reino de Babilonia, y el rey de Ashur dependía del rey de Babilonia. Pero, poco a poco, esta subordinación va despareciendo y los reyes de Asiria se hacen independientes, a pesar de las protestas de Babilonia. La primera mención de Asiria como potencia independiente la encontramos en la correspondencia de Tell-el Amarna, donde se habla de la llegada de embajadores asirios a Egipto. Burnaburiash, rey de Babilonia, que se consideraba también rey de Ashur, se opuso enérgicamente a que el faraón Amenhotes XV .los recibiera. "¿Por qué —pregunta a su aliado Ámenhotes— han llegado a tu país? Si tú estás bien dispuesto hacia mí, no tengas relación con ellos. Que se vayan sin conseguir nada. Por mi parte te envío un presente de cinco minas de piedra azul, cinco jaeces y cinco carros." No obstante, el faraón consideró imposible satisfacer el ruego de su amigo y recibió a los embajadores del rey asirlo. El robustecimiento de Asiria llegó a inquietar a los jefes de las mayores potencias vecinas, del reino hitita y de Egipto. Ello es lo que movió a Ramsés II y Hattushil III a concluir el tratado de 1296, que indirectamente iba dirigido contra Asiria. Tales fueron los primeros pasos de los reyes asirios en la palestra internacional. Sin embargo, es más tarde, bajo los Sargónidas (siglos vm y vn a.n.e.) —Sargón, Sinaherib y Asurbanipal—, cuando el reino de Asiria alcanza la cumbre de su poderío. En tiempos de los Sargónidas la capital es trasladada a Nínive, al norte de Ashur. Esta dinastía, de marcados antecedentes guerreros, implantó importantes reformas políticas y militares, aumentando su ejército y emprendiendo una gran política de conquistas. El ^ motor de la política asiría era la aspiración a adueñarse de fértiles oasis, de yacimientos de metales, de botín y esclavos. También trataba de imponer su dominación en las más importantes vías comerciales. Por aquel tiempo, en aquella



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región había dos arterias comerciales de un valor primordial. Una de ellas venía del mar Grande (Mediterráneo) a Mesopotamia y seguía hacia el Oriente. La otra conducía desde Mesopotamia al Sudoeste, hacia la costa de Siria y Palestina y, más allá, a Egipto. Plasta el encumbramiento de Persia, Asiria fue la más extensa de todas las potencias orientales. Su situación geográfica era causa de choques continuos con los vecinos, originaba guerras constantes y obligaba a sus reyes a desplegar un gran espíritu de inventiva tanto en lo que se refiere a la técnica militar como al arte diplomático. < La política agresiva de los reyes asirios provocó gran inquietud entre los Estados del Oriente Anterior, haciéndoles olvidar sus mutuas discordias ante el : peligro común. Contra Asiria se formaron tres poderosas coaliciones: la primera, en el Sudoeste, capitaneada por Egipto; la segunda en el Sudeste, por Elam, y la tercera, en el Norte, por Urartu. La composición de todas ellas era muy heterogénea y ello facilitó la victoria de los asirios. A fines del siglo vm a.n.e., Sargón derrotó en Rafi (Palestina) a los aliados del faraón. Acto seguido avanzó hacia el- Este contra la segunda coalición, que integraban Elam y Caldea. En estas circunstancias utilizó hábilmente el descontento de las ciudades caldeas hacia el rey de Babilonia Marduk-Beliddin. El rey asirio se presentaba como defensor de las libertades de aquellas ciudades, que su enemigo no había respetado. Las ciudades caldeas recobraron sus anteriores derechos, y el vencedor, Sargón, se proclamó rey de Babilonia. Así, pues, Ashur y Babilonia se mantuvieron unidas durante cierto tiempo bajo el cetro de un mismo rey. La hegemonía política pasó a Asiria. A la cabeza de la tercera coalición enfrentada a Sargón II estaba el reino de Urartu o reino de Van, que se encontraba en tierras de la actual Armenia soviética y turca. El centro de Urartu se encontraba en las proximidades del lago de Van, y su capital era Tushpa.3 El encumbramiento de Urartu coincide con la segunda mitad del siglo vin a.n.e., es decir, con el reinado de Sardur (760-730 a.n.e.) y de sus sucesores. Urartu era muy conocido por sus excelentes artículos de metal, sus sistemas de riego y la abundancia de ganado y de productos agrícolas. Los pueblos de Urartu habían formado entre los montes y valles un gran número de pequeños principados. Más tarde, estos reducidos cuerpos políticos sé agruparon para formar grandes alianzas que representaban un peligro para Asiría. Desdé tiempos muy remotos, en 'Transcaucasia se extraía un hierro de inmejorable calidad; él uso de este metal se había generalizado en el período de la preponderancia política de Asiria, por lo que el encumbramiento de esta última sé hallaba en relación directa con el paso del bronce al hierro. A los asirios se les conocía con el nombre de "hombres de hierro". Es muy probable qué la- mayor parte del hierro y -el cobré descubiertos en las ruinas del palacio de Sargón en Horsabad procedieran de Urartu. Es muy grande la importancia política 'del Estado de Urartu, cuyo valor ha llegado a conocer la ciencia gracias, principalmente, a los trabajos de investigadores rusos (M. V. Nikolski, I; I. Meschaninov,-- B. B. Piotrovski y'otros). A través de Urartu, la historia de los pueblos del Oriente Antiguo se relaciona orgánicamente con el pasado de los pueblos de la U.R.S.S. El hijo de Sargón II, Sinaherib (705-681 a.n.e.), tuvo dé nuevo que enfrentarse a un bloque hostil, que integraban las ciudades de Siria y. Palestina, dirigidas por Tiro, el rey de Judea, Ezequías, los faraones egipcios de la dinastía etíope y otros elementos. • . Después de un largo período de decadencia, Egipto se había repuesto y era un 3

La actual ciudad de Van.

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enemigo de consideración. Simultáneamente se formó otra coalición contra Asiría. Su centro eran Elam y Babilonia, pues la unión personal asirio-babilónica había sido poco duradera. Sinaherib manejó la vieja hostilidad existente entre Tiro y Sidón, debilitando así mucho las fuerzas de sus enemigos. En el año 701 a.n.e. puso sitio a Jerusalén y obligó al rey Ezequías a pagar un gravoso rescate de 30 talentos de oro y 300 talentos de plata. Al mismo tiempo, hizo las paces con el faraón. Los sellos que refrendaban el tratado, con el nombre de los reyes que los suscribieron, han sido encontrados en las ruinas de Nínive. De los documentos se desprende el bajo concepto que los asirlos tenían del prestigio internacional de Egipto. Durante las negociaciones celebradas en Jerusalén, el embajador asirio compara a Egipto con una caña rota, que se quiebra y se clava en la mano del que trata de apoyarse en ella. Y, en efecto, los asirlos consiguieron derrotar a sus adversarios occidentales. Una vez desbaratada la coalición de Occidente, el reino asirio pudo reunir todas sus fuerzas contra los enemigos de Oriente, después de lo cual vino la segunda conquista y destrucción de Babilonia (año 689 a.n.e.), viniendo así a desaparecer uno de los mayores centros culturales de Oriente. Una crónica de Babilonia da noticia dé que el rey elamita, que trataba de acudir en socorro de los sitiados, "murió, sin estar enfermo, en su palacio". En otras palabras, fue muerto por los partidarios del monarca asirio. La diplomacia antigua, lo mismo que la diplomacia de tiempos posteriores, acudía a menudo a semejantes métodos. La diplomacia del rey Asurbanipal (668-626 a.n.e.). Asurbanipal (668-626 a.n.e.) fue el último de los grandes reyes de Asiría. La personalidad y la política de este soberano son bastante conocidas gracias a los informes que nos proporcionan el archivo y la biblioteca de los Sargónidas, descubiertos en el siglo XK en las ruinas de los palacios de Nínive y Kuyunjik, este último en las proximidades del anterior. La biblioteca cuneiforme de los Sargónidas contiene valiosos materiales sobre todas las esferas de la vida social y estatal d& Asiria, sin exceptuar la diplomacia. Por el número y la valía de los datos históricos que nos proporcionan, los archivos asirlos, cuyo total reúne cerca de dos mil documentos, son muy superiores a la correspondencia de Tell-el Amarna. La mayor parte de los materiales de dichos archivos se refiere a los tiempos de Asurbanipal. El reinado de éste transcurrió entre constantes luchas contra las coaliciones antiasirias, que surgían ya en una, ya en otra frontera. La situación era más complicada en Egipto. Allí la política de Asiria tropezaba con la desesperada resistencia de los faraones de la dinastía etíope, que en esa época gobernaba el país. El más importante de ellos fue Taharka. Al objeto de debilitar la influencia etíope en Egipto, Asurbanipal trató de apoyar al príncipe 'heredero de este país, Necao, que se encontraba en Asiria como prisionero de guerra. Necao era objeto de grandes honores en la corte asiría. Un presente del rey consistía en valiosas vestiduras, una espada con vaina de oro, carro de oro, caballos y mulos. Necao, con ayuda de sus amigos egipcios y de los destacamentos asirios, venció a Taharka. Ahora bien, el hijo de Necao, Psamético, hizo traición a su señor. Con el apoyo de mercenarios libios y griegos, logró separarse de Asiria y restablecer la independencia de Egipto (645 a.n.e.). La dinastía XXVI, que Psamético fundó con la capital en Sais, existió hasta la conquista de Egipto por los persas (525 a.n.e.). Asurbanipal hubo de aceptar la pérdida de Egipto. A ello le obligaban los acontecimientos de Elam y Babilonia. Durante todo el período de los Sargónidas,

Babilonia no dejó de ser un centro de las alianzas internacionales y de las intrigas políticas urdidas contra Asiria. Además, la independencia de • Babilonia era un obstáculo que se oponía a la centralización practicada por los reyes asirios. Finalmente, el sometimiento completo de la vieja ciudad comercial y cultural desataba a los reyes asirios las manos respecto de dos países que les eran enemigos: Egipto y Elam. Todo ello explica las largas y reñidas luchas de Asiria con Babilonia. En tiempo de Asurbanipal, el "gobernador de Bel" (Babilonia) era ShamashShumukin, hermano menor del rey. Sin embargo, hizo traición a Asurbanipal y proclamó la independencia de Babilonia, adueñándose del trono. Desde Babilonia partieron hacia diversos países, a todos los reyes y pueblos, embajadas que llevaban la misión de incorporarlos a una alianza general contra Asiria. El llamamiento de Shamash-Shumikin fue bien recibido por muchos monarcas y pueblos desde Egipto hasta el mismo golfo Pérsico. Además de Egipto, la alianza quedó integrada por los medos, los elamitas, las ciudades fenicias, el reino de Lidia y los jeques árabes: en una palabra, por todos cuantos temían el incremento de la hegemonía política de Asiria. Conocedor de los preparativos militares de Shamash-Shumukin, Asurbanipal lo declaró usurpador y empezó a prepararse para la guerra. Los enemigos • de Asiria eran bastante fuertes, por lo que Asurbanipal tuvo que demostrar una gran dosis de cautela. Era evidente que la suerte de toda la campaña dependía del comportamiento de unas ciudades de Mesopotamia tan ricas e influyentes como Babilonia y Nippur, y del vecino reino de Elam. Así lo comprendió el rey asirio. Por esta causa recurrió a la vía diplomática, enviando inmediatamente a dichas ciudades un mensaje cuyo texto se ha conservado en el archivo real. El contenido de este documento, uno de los más importantes en la diplomacia de los pueblos del Antiguo Oriente, merece nuestra atención. Dice así: "Yo me encuentro bien de salud. Alégrense y regocíjense vuestros corazones con este motivo. Me dirijo a vosotros a propósito de las palabras vanas que os ha dicho ese hombre embustero que se titula hermano mío. Conozco todo lo que os ha dicho. Todas sus palabras son vanas como el viento. No creáis nada de lo que os dice. Juro por Ashur y Marduk, mis dioses, que todas las palabras que ha pronunciado contra mí son dignas de desprecio. Después de pensar las cosas en mi corazón, por mis propios labios os declaro que ha procedido con malicia y bajeza al deciros que yo .«tengo el propósito de escarnecer la gloria de mis amantes babilonios lo mismo que mi propio nombre». Yo no he oído palabras semejantes. Vuestra amistad con los asirios y vuestras libertades, establecidas por mí, son mayores de lo que yo suponía. No deis oído ni por un momento a sus embustes, no difaméis vuestro nombre, que no ha sido manchado ni ante mí ni ante el mundo entero. No cometáis un grave pecado ante Dios... "Hay también algo que, según mis noticias, os tiene muy inquietos. «Por cuanto ya nos hemos sublevado contra él —decís vosotros—, él, cuando nos someta, aumentará el tributo que le debemos.» Pero este tributo sólo tiene de tal el nombre. Al poneros de parte de mi enemigo, esto se podría considerar ya como un tributo impuesto sobre vosotros y como un pecado por incumplir los juramentos a los dioses. Mirad ahora, como ya os he dicho, no deshonréis vuestro buen nombre al confiar en las palabras vanas de ese malvado. "En conclusión, os ruego que respondáis cuanto antes a mi carta. Mes Air, día 23. La carta será entregada por el embajador del rey, Shamash-Balat-Suikbi." El llamamiento de Asurbanipal a la población de Babilonia y la promesa de mantener las libertades de que la ciudad gozaba fueron decisivos para todo el curso

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subsiguiente de la actitud adoptada frente al usurpador. Las ciudades empezaron a separarse de Shamash-Shumukin y a ponerse de la parte de Asurbanipal. Todo el movimiento levantado por Shamash-Shumukin sufrió un rudo golpe al quedar restablecida la alianza de Babilonia con Asurbanipal. Se conserva también otro llamamiento de este mismo rey asirio a los habitantes de Nippur, ciudad en la que a la sazón se encontraba el representante asirio Belibni. Lamentablemente, este documento se halla muy deteriorado, hasta el punto de que resulta difícil comprender su sentido exacto. Según las costumbres de aquel tiempo, el mensaje del rey da comienzo con las consabidas salutaciones: "La palabra del rey del universo a Belibni y a los ciudadanos de Nippur, a todo el pueblo, a los viejos y a los jóvenes. • "Yo me'éncuentro bien de salud. Alégrense y regocíjense vuestros corazones con este motivo." Luego viene la exposición del asunto mismo. Parece tratarse de la captura del jefe del partido asirio, que había abandonado Nippur después de la toma- de la ciudad por las tropas de Asurbanipal. "Vosotros sabéis —escribe el rey— que todo el -país ha sido destruido por las espadas de Ashur y por mis dioses, ha sido quemado por el fuego, pisoteado por el casco de los animales y puesto de rodillas ante mi persona. Vosotros debéis capturar a todos los revoltosos que ahora buscan la : salvación en la huida. A semejanza de la persona que criba el grano en la puerta, vosotros debéis separarlo [al jefe de los revoltosos] del resto del pueblo. Debéis ocupar los lugares que se os han indicado. Ciertamente, él cambiará ahora su'plan de fuga... No debéis permitir que nadie salga por las puertas de la ciudad sin un detenido registro. No debe salir de ahí. Si de cualquier modo logra escurrirse por una rendija, castigaré severamente al que permitió hacerlo y a toda su descendencia. El que lo capture y lo traiga a mí vivo o muerto recibirá una gran recompensa. Yo ordenaré colocarlo en una balanza, determinaré su peso y le entregaré su peso en oro... "Fuera toda dilación y duda. ¡Fuera! Ya os he escrito sobre ello. Se os ha dado una orden severa. Haced que sea amarrado antes de que salga de la ciudad." * Otra fuente que nos permite conocer la diplomacia asiría son los informe secretos de los mandatarios del monarca. El "rey del universo" tenía en todas las ciudades gentes que, de ordinario, se denominaban a sí mismas esclavas o servidoras del rey. Dichos informes nos permiten ver la atención con que los delegados asirios seguían cuanto ocurría en las regiones fronterizas y en los Estados vecinos. Todo cuanto observaban: preparativos de guerra, movimientos de tropas, conclusión de alianzas, recibimiento y envío de embajadores, conjuras, levantamientos, construcción de fortalezas, tránsfugas, captura de ganado, cosechas, cualquier acontecimiento de importancia era dado a conocer inmediatamente al rey y a sus funcionarios. Después de la derrota de Shamash-Shumukin, muchos babilonios escaparon de la ciudad arrasada a su vecino Elam. Entre los fugitivos se encontraba un nieto del viejo rey de Babilonia Marduk-Beliddin. Elam se convirtió en el centro de las agrupaciones antiasirias y en foco de una nueva guerra. Ello era motivo de honda inquietud para el rey asirio, que no se decidía a iniciar inmediatamente las operaciones militares contra Elam. Al objeto de ganar tiempo, Asurbanipal envió a este país una embajada, trató de encender la discordia entre las familias gobernantes, é Royal Correspondence o/ the Assyrian Empire, ed. de L. Waterman. Michigan, 1030, núm. 292.

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hizo por apartar de la dirección a los que consideraba desafectos y los sustituyó por partidarios suyos. A su llegada a Elam, la embajada asirla reclamó en tonos muy enérgicos la entrega de los fugitivos. "Si no me entregas a esa gente —se declaraba en la carta del rey presentada por los embajadores—, te haré la guerra, arruinaré tus ciudades y me llevaré cautivos a sus habitantes. A ti te destronaré y en tu lugar colocaré a otro. Te aplastaré lo mismo que hice con el rey Teueman, que te precedió en el trono." El rey de Elam (Indabigas) entró en negociaciones, pero se negó a entregar a los fugitivos. Poco después Indabigas era muerto por uno de sus caudillos militares, Ummalhaldash, que se proclamó rey. Pero Ummalhaldash no justificó la confianza de Asurbanipal, por lo que también fue destronado, y el país sufrió una terrible devastación (hacia 542 a.n.e.). Para reemplazar a Ummalhaldash los asirios colocaron en el trono de Elam a Tammarit. Durante algún tiempo éste cumplió dócilmente las órdenes del rey asirio, pero luego, inesperadamente, le hizo traición: se puso a la cabeza de un complot contra Asurbanipal y mandó matar a las guarniciones asirías en Elam. Esto dio lugar a la apertura de las operaciones militares entre Elam y Asiría. Durante esta guerra, el rey elamita fue muerto y Ummalhaldash reapareció en la palestra política. Se apoderó de la ciudad de Madaktu y de la fortaleza de Bet-Imbi, pero ahí terminaron sus éxitos. Asurbanipal trajo fuerzas de refresco, conquistó Susa, capital de Elam, "entró en el palacio de los reyes elamitas y se entregó en él al reposo". La ocupación por las tropas asirías de la capital de Elam no significaba la sumisión completa del país. La guerra prosiguió. Los enemigos de Asiría se agruparon en torno a Nabu-Bel-Shumat, príncipe heredero de Babilonia que se encontraba en Elam. Asurbanipal encargó a Ummalhaldash, que de nuevo trataba por todos los medios de acercarse al rey asirio, la tarea de apresar al peligroso babilonio. La rebelión terminó por ser sofocada y Nabu-Bel-Shumat se quitó la vida. Después de esto, Elam perdió la independencia política y fue incorporado al reino asirio. Todos estos acontecimientos relacionados con la sumisión de Elam encuentran reflejo, hasta en sus menores detalles, en los informes de Belibni y otros agentes asirios en Elam. En una de sus cartas,5 Belibni describe así la situación en el país después de la entrada de las tropas asirías: "Al rey de reyes, mi señor, tu esclavo Belibni. "Noticias de Elam: Ummalhaldash, el rey anterior, que había huido, ha vuelto, apoderándose del trono, pero, presintiendo el peligro, ha abandonado la ciudad de Madaktu. En compañía de su madre, su esposa, sus hijos y toda su servidumbre, ha cruzado el río Ulai hacia el Sur. Ha entrado en la ciudad de Talah, sus caudillos militares Ummanshibar y Undadu y todos sus aliados van hacia la ciudad de Shuharisungur. Dicen que llevan el propósito de establecerse entre Huhan y Haidalu. "Con la llegada de las tropas del rey de reyes, mi señor, todo el país quedó sobrecogido por el miedo. Cuando ellos (los rebeldes) vieron tan grandes calamidades, quedaron horrorizados. Cuando ellos llegaron aquí todo el país les volvió la espalda. Todas las tribus de Tahhasharu y Shallukea se encuentran presas de la rebelión." "Y ahora —sigue- Belibni—, si así lo estima el rey de reyes, mi señor, que mande un despacho refrendado con los sellos reales, dirigido a Ummalhaldash, ordenándole la captura de Nabu-Bel-Shumat, y me encargue a mí de ponerlo en manos de Ummalhaldash. Mi señor pensará, se comprende: "Voy a enviar un mensaje secreto ordenando su captura." Pero cuando llegue el mensajero real con su séquito de 5

Royal Correspondence of the Assyrian Empire, ed. de L. Waterman, núm. 281.

HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I.—2

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LA DIPLOMACIA DEL ANTIGUO ORIENTE DIPLOMACIA DE LA INDIA ANTIGUA

hombres armados, Nabu-Bel-Shumat, al que Bel maldiga, llegará a enterarse, sobornará a los dignatarios y ellos le pondrán en libertad. Por eso, que los dioses del rey de reyes hagan de tal modo que el rebelde sea capturado sin derramamiento de sangre y enviado al rey de reyes." El mensaje termina con toda clase de seguridades de fidelidad de Belibni a su señor. "He cumplido fielmente la orden del rey de reyes y obro en todo de conformidad con sus deseos. No voy a él porque mi señor no me llama. Hago como el perro' que ama a su dueño. El dueño dice: «No te acerques al palacio», y él no se acerca. Yo no hago lo que el rey no me ordena." Los asirios recurrieron a idénticos procedimientos en Urartu y otros Estados del Norte. Atraíanles en esos países los yacimientos de hierro y cobre, la abundancia de ganado y las vías comerciales que unían el Norte con el Sur y el Oeste con el Este. El reino de Van se hallaba invadido por los agentes secretos y diplomáticos asirios, 'que vigilaban el menor movimiento del rey de Urartu y de sus aliados. Así,, una carta 'de Upahhir-Bel, espía asirio, pone en conocimiento del rey las acciones de los gobernantes de las ciudades armenias. "Al rey de reyes, mi señor, tu esclavo Upahhir-Bel. Que el rey se conserve en buen, estado de salud. Que sigan en buen estado su país y sus fortalezas. Que la alegría reine en su corazón. "He enviado un delegado especial para reunir todas las novedades relativas a Armenia. Ha vuelto y comunica lo que sigue: Nuestros enemigos se hallan reunidos en la ciudad de Harda. Siguen atentamente todo cuanto sucede. En todas las ciudades hasta la misma Turushpia hay destacamentos armados./. Que mi señor se digne enviar un destacamento armado y me autorice a ocupar la ciudad de Shurbu en la época de la recolección." Informes semejantes sobre la situación en Urartu encontramos en una carta de Habbu-ana-Ashur. "Al rey mi señor, tu criado Habbu-ana-Ashur. En cumplimiento de la orden que me dio el rey mi señor acerca de la vigilancia de la gente de Urartu, hombres enviados por mí entraron en una casa de la ciudad de Kurban. Los que debían ir a Nabuli, a Ashurbeldan y Ashurrisua, están prestos para la salida. Sus nombres son conocidos. Cada uno de ellos cumple una tarea determinada. No se ha descuidado nada, todo ha sido hecho. Poseo los datos siguientes: El pueblo de Urartu no ha pasado aún más allá de la ciudad de Turushpia. Tenemos que prestar particular atención a lo que el rey me tiene ordenado. No debemos incurrir en el menor descuido. El día dieciséis del mes Tammuz entré en la ciudad de Kurban. El día doce del mes de Ab envié una carta al rey mi señor.. ."8 Otro agente asirio informa desde Urartu sobre la llegada de embajadores de Andia y Zakaria a la ciudad de Uazi. El asunto que les traía era de la mayor importancia: dar,a conocer a los habitantes de aquellas regiones que el rey asirio albergaba el propósito de hacer la guerra a Urartu. Por esta causa les invitaban a entrar en una alianza militar. Más adelante se indica que en una reunión de mandos militares uno de los generales había llegado a proponer el asesinato del rey Ashur. La lucha entre Asiria y Urartu se prolongó durante varios siglos, pero sus resultados fueron inciertos. A pesar de las victorias obtenidas por los asirios y de los grandes recursos que despliegan sus diplomáticos, el Estado de Urartu consigue mantener su independencia y hasta la conserva por algún tiempo cuando su enemigo más fuerte —Asiria— la había perdido. Bajo Asurbanipal, Asiria alcanza la cumbre de su poderío y se apodera de 6

Royal Correspondence of the Assyrian Empire, núm. 123.

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muchos países del Cercano y Medio Oriente. Sus fronteras se extendían desde las montañas de Urartu, cubiertas por las nieves, hasta los umbrales de Nubia, desde Chipre y Cilicia hasta los límites orientales de Elam. La amplitud de las ciudades asirías, el lujo de la corte y la magnificencia de los edificios dejaron atrás a todo cuanto" hasta entonces se había visto en los países del Antiguo Oriente. El rey asirio recorría la ciudad en un carro al que llevaba uncidos cuatro reyes prisioneros. A lo largo de las calles había mandado colocar, enjaulados, a los príncipes vencidos. No obstante, cuando esto sucedía, el poderío de Asiria empezaba a declinar. Síntomas de su debilidad aparecieron ya en tiempos de Asurbanipal. Las guerras constantes agotaban a Asiria. El número de coaliciones enemigas, a las que los reyes asirios debían enfrentarse, iban en aumento. La situación se hizo crítica al empezar la invasión de nuevos pueblos que venían del Norte y del Este. Asiria no pudo resistir su empuje, perdió su privilegiada situación en las relaciones internacionales de Oriente y no tardó en ser presa de nuevos conquistadores. -En el siglo vi a.n.e., el Estado más fuerte del mundo antiguo era Persia, que extendía su poder a todos los países de Asia Anterior e incluso a Egipto. El imperio persa de los Aqueménidas • se convirtió en una de .-las formaciones políticas más poderosas del Antiguo Oriente. Su influencia rebasó con mucho lo's límites del Oriente clásico, lo mismo hacia el Este que hacia el Oeste. En el momento en que las tropas persas se apoderan de Mesopotamia, el rey Ciro hizo un prometedor llamamiento al pueblo y a los sacerdotes de Babilonia. En ese llamamiento el conquistador persa se titula liberador de los babilonios de un rey (Nabonid) que era odioso, de un tirano que oprimía a la vieja religión. "Yo soy Ciro, rey del mundo, gran rey, rey poderoso, rey de Babilonia, rey de Sumeria y Akkadia, rey de los cuatro países del mundo..., vastago del reino eterno, la dinastía y la dominación del cual agradan al corazón de Bel y Nabú. Cuando yo entré pacíficamente en Babilonia y en medio del júbilo y la alegría ocupé en el palacio de los reyes la vivienda real, Marduk, el gran señor, inclinó hacia mí el noble corazón de los habitantes de Babilonia por haber pensado diariamente en honrarle..."

2.

LA DIPLOMACIA DE LA INDIA ANTIGUA (MILENIO i A.N.E.). .

Uno de los monumentos más interesantes de la diplomacia del Antiguo Oriente y del derecho internacional lo constituyen las Leyes de Manú. El texto original de estas • leyes no ha llegado hasta nosotros. Únicamente se conserva una versión posterior (en verso) que, a juzgar por todo, se refiere ya al siglo i de nuestra era. El texto de esta versión fue descubierto en el siglo xvm. Se halla escrito en sánscrito clásico y posteriormente fue traducido a diversas lenguas europeas, entre ellas al ruso. Según la tradición india, las Leyes de Manú tienen un origen divino: se refieren a la época del legendario Manú, al que se consideraba el padre de la raza aria. Por su carácter, las Leyes de Manú son un código de diversas disposiciones de la antigua India relativas a la política, al derecho internacional, al comercio y al ejército. Dichas normas se fueron estructurando a \o largo de todo el milenio i a.n.e. Formalmente, las Leyes de Manú son un código de leyes de la antigua India. Pero el contenido de este monumento es mucho más amplio y variado. Abunda en consideraciones filosóficas -y en él se concede particular atención a las normas religiosas y morales. La filosofía de la antigua India se basa en la doctrina del hombre sabio y perfecto. Desde este mismo punto de vista es como se enfoca la diplomacia. Todo

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gira en 'torno a las virtudes personales del diplomático, de las cuales depende el éxito de su misión. El arte de la diplomacia, según la doctrina de Manú, estriba en la capacidad de impedir la guerra y consolidar la paz. La paz y su contrario (la guerra) dependen de los embajadores, pues sólo ellos crean aliados y nos indisponen con los mismos. En sus manos se encuentran los asuntos a causa de los cuales imperan la paz o la guerra entre los reyes.7 El diplomático informa a su señor de los propósitos y planes de los príncipes extranjeros. Con ello pone a salvo al Estado de los peligros que le amenazan. De ahí que el diplomático deba ser un hombre perspicaz, muy instruido y capaz de ganarse a la gente. Debe adivinar los planes de los príncipes extranjeros no sólo por sus palabras y acciones, sino incluso por sus gestos y la expresión de su rostro.8 Al jefe del Estado se le recomienda gran cautela en la designación de diplomáticos. El diplomático debe ser un hombre de edad honorable, de buena presencia, audaz, elocuente, fiel a su deber, honrado, hábil, de buena memoria y "conocedor del lugar y tiempo de la acción". Las cuestiones más complicadas de la vida internacional deben ser resueltas, ante todo, por vía diplomática. La fuerza se halla en un segundo lugar. Tales son las bases de la doctrina de Manú en lo que se refiere a la diplomacia y al papel del diplomático. Las Leyes de Manú nos prueban que entre las clases dominantes de la antigua India existían determinadas concepciones sobre la manera de conducir las negó-' daciones diplomáticas. Los gobernantes indios mantenían una activa política exterior; sus relaciones y negociaciones no se limitaban al marco de los antiguos Estados de la India, sino que afectaban también a países situados más allá de su península. Chandragupta, el fundador del poderoso imperio de los Maurya, consiguió una paz ventajosa de Seleuco, uno de los sucesores de Alejandro de Macedonia. Seleuco no sólo reconoció a Chandragupta como jefe del Estado indio, y no sólo le cedió la parte del país que Alejandro había conquistado, sino que, a cambio de 500 elefantes de combate, transigió incluso con la entrega de varias regiones situadas al sudeste de la Meseta Irania. Posteriormente, Chandragupta y Seleuco intercambiaron varias embajadas y para consolidar su alianza estipularon un matrimonio dinástico: Chandragupta tomó por esposa a una hija de Seleuco. Uno de los embajadores enviados por este último a la India fue el griego Megástenes, que visitó la capital del Imperio —la ciudad de Pataliputra— y dejó una detallada descripción de su viaje. Algunos de los datos que Megástenes proporciona han llegado a nosotros a través del geógrafo griego Estrabón. Las relaciones diplomáticas entre los príncipes del Imperio Maurya y los reyes de los Estados griegos en Asia siguieron en el siglo m a.n.e. En tiempos del rey Ashoka —nieto de Chandragupta— embajadores indios visitaron el reino de los Seléucidas y llegaron hasta Macedonia. En los 'siglos i y n, embajadas de los príncipes indios del reino de Kushán llegaron al Imperio Romano. El emperador Augusto señala en su testamento político: "A menudo han venido a mí embajadores de los reyes indios, cosa que antes ningún romano había visto..." La llegada de embajadores indios a Augusto es también mencionada por Estrabón. Se tienen asimismo noticias de una embajada india al Imperio Romano en tiempos del emperador Trajano, hacia el año 100 de nuestra era. 7 Leyes de Manú, Trad. rusa de Elmanovich, San Petersburgo, 1913, cap. VII (El rey), ap. 64-66. 8 Ibídem, ap. 67.

3.

LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Y LA DIPLOMACIA EN LA ANTIGUA CHINA.

Las primeras formaciones estatales esclavistas de Asia Oriental, aparecidas en el curso medio del río Hoang-ho ya a comienzos del milenio u a.n.e., posteriormente (siglo xn a.n.e.) se fundieron hasta integrarse en un gran reino. En el milenio i, ese antiguo Estado esclavista chino se disgregó en varios reinos, grandes y pequeños, que en el siglo vm a.n.e. se hicieron completamente independientes. Dichos reinos mantenían entre sí estrechas relaciones, alternando las guerras con las negociaciones amistosas y las alianzas. Todos ellos formaban un conjunto de regiones cultas rodeadas al Norte, al Noroeste y al Sur por tribus que no habían salido del régimen gentilicio. Los antiguos Estados chinos fueron víctimas en repetidas ocasiones de las devastadoras correrías de tribus procedentes de las estepas centroasiáticas, a las que en China se conocía con el nombre de siun-nu o hund-hu (hunos). Para defenderse de las incursiones de los hunos, los jefes de aquellos Estados se veían obligados a aliarse; a mediados del siglo vi a.n.e. llegaron a un acuerdo por el cual renunciaban a solventar sus diferencias-por la fuerza dé las armas, comprometiéndose a someterlas a la decisión de un tribunal de arbitraje. Este primer "pacto de no agresión" que la historia de la diplomacia conoce no tardó en ser incumplido. Los reyes de los distintos Estados se enzarzaron de nuevo en una reñida lucha que terminó a mediados del siglo ni a.n.e., cori M victoria de Chen, señor del reino de Tsin. Este derrotó a los ejércitos de todos sus enemigos, agrupando de nuevo sus territorios bajo un Estado despótico esclavista. , Una vez hubo unido bajo su cetro a toda la parte central de lo que constituye la moderna China, a lo largo de los ríos Huang-ho y Yantsé Kiang, Chen, que había adoptado el título de Tsin-shi huandi (Gran rey amarillo de. Tsin), emprendió una serie de expediciones al objeto dé someter las tribus y pueblos vecinos. No obstante, a su muerte (año 209 a.n.e.), en las regiones meridionales, en la cuenca del río de las Perlas y en el litoral del mar del Sur de China, todavía se conservaban pequeños Estados esclavistas independientes del Imperio. Bajo '-los reyes de la dinastía Han (206 a.n.e.-220 de n.e.) el Imperio esclavista chino se transformó en un poderoso Estado centralizado que disponía de grandes fuerzas militares y de un sistema de dirección burocrática bien organizado. En esta época, en las oficinas reales se tomaba nota detallada de todos los acontecimientos más importantes de la vida política interior y exterior. Los jefes de las embajadas chinas venían obligados a presentar por escrito informe's minuciosos sobre el cumplimiento de su misión. Fuentes escritas llegadas hasta nosotros ,nos permiten conocerlos. Una política exterior muy enérgica mantuvo el'emperador U-di (140-87 a.n.e.). Conocedor de que en tierras lejanas del Oeste, más allá de las estepas ocupadas por los hunos, había unos Estados cultos, U-di decidió establecer relación con ellos', y en el año 138 a.n.e. envió una embajada a los remotos países de Occidente. La presidía Chan Tsari, un caudillo de sus tropas al que se le encomendó la misión de concertar con los príncipes de Occidente una alianza dirigida contra los nómadas. Chan Tsan cayó preso de los hutíbs y se vio obligado a vivir con ellos alrededor de diez años. Aparentó adoptar las costumbres de sus enemigos y hasta llegó a constituir una nueva familia, pero en cuanto vio que los hunos dejaban de vigilarle, escapó y prosiguió su viaje a Occidente. Llegado que hubo al valle de Ferganá, Chan Tsan supo que el reino greco-bactriano, a cuyos príncipes había sido enviado, había dejado de existir. Unos años

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LA DIPLOMACIA DEL ANTIGUO ORIENTE

antes había sido conquistado por las tribus nómadas de los aqueos. Chan Tsan trató de llegar con los-jefes de estos últimos a una alianza contra • los , hunos. No lo consiguió, pero, no obstante, pudo reunir detallados informes acerca del régimen social y estatal de Ips pueblos de Asia central y el Irán, de sus fuerzas militares, de -las ciudades y de las vías comerciales. Sólo después emprendió el viaje de regreso a su patria, a donde llegó, después de sufrir nuevos peligros y desgracias, en el año 126 a.n.e. .. • Pocos años .más tarde, valiéndose de los informes proporcionados por Chan Tsan, las tropas chinas derrotaron á los hunos, y a fines. del siglo n aparecían en la frontera del Asia central. Entonces, gracias a la construcción de una serie de fortificaciones, fue creada la vía comercial para caravanas entre China y Occidente, que funcionó durante casi trescientos años. Los embajadores chinos estuvieron también en los Estados del Sur y contribuyeron a someterlos a los soberanos de China. El objeto principal de la política de China en el Sur era Nan-Nue, Estado que tenía la capital en el mismo-lugar en qué ahpra se encuentra Cantón. Preparando-la incorporación de este Estado a su imperio, los soberanos de China encomendaron a su embajador la tarea de reconocer las vías fluviales más cómodas por las cuales pudieran ser enviadas rápidamente sus tropas. A su llegada a Nan-Nue, el embajador aprovechó uno' de los festines para hablar de los lugares donde crecían las raras frutas que habían sido servidas a la mesa. Gradualmente, puso en claro que el curso superior del río de las Perlas se hallaba muy próximo de la parte alta del Yantsé, circunstancia que él comunicó a su capital. Otro embajador chino supo provocar en Nan-Nue luchas intestinas a consecuencia de las cuales la reina regente se vio obligada a pedir ayuda a China. De este modo, las tropas chinas pudieron ocupar Nan-Nue sin casi hallar resistencia (año n a.n.e.). En el siglo i a.n.e., China recibió en diversas ocasiones la visita-de embajadas de los reyes partos; entre los dos países circulaban caravanas a lo largo de la "gran ruta de la seda". Una intensa actividad en el terreno de las relaciones internacionales desplegó' el caudillo militar y diplomático chino Ban Chao^'A fines del siglo i de nuestra era, desde su puesto de gobernador de las regiones occidentales^ Ban Chao supo enfrentar entre- sí. a las distintas tribus de los hunos e infligirles una completa derrota que los arrojó para siempre de las fronteras de China. Hacia el año 95 de nuestra era, Ban Chao sometió al poder del emperador chino, buena parte de las regiones de Asia central y llegó hasta la ciudad de Merva. Conocedor de que más al Oeste había una gran potencia, a la que los chinos llamaban Ta-Tsin (Tsin occidental, el Imperio Romano), Ban Chao trató de establecer con ella relaciones diplomáticas. A este efecto envió a "Ta-Tsin" una embajada que tenía que atravesar An-Si, o Reino de los Partos. Una vez en Ctesifonte, capital de dicho reino, pidió que le indicasen el camino a las fronteras del Imperio Romano. Sin embargo, los partos no deseaban la alianza de romanos y chinos. Por eso, al mismo tiempo que daban muestras de acceder a la petición de los embajadores los enviaron en barco* por el Tigris hasta el golfo Pérsico, desde donde tenían la intención de hacerles dar la vuelta a Arabia a través del mar Rojo. Los embajadores chinos, asustados por la perspectiva de tan largo viaje por mar, renunciaron a seguir y volvieron atrás. De este modo fracasaron los intentos de Ban Chao para establecer relaciones diplomáticas entre China y el Imperio Romano. •

CAPITULO II LA DIPLOMACIA DE LA ANTIGUA GRECIA 1.

FORMAS DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN LA ANTIGUA GRECIA.

EN su EVOLUCIÓN HISTÓRICA, la Antigua Grecia, la Hélade, conoció varios tipos de organización social que se fueron sucediendo unos a otros. En su primer período (siglos xn a vm a.n.e.), aunque el Estado esclavista había aparecido, se conservaba aún el régimen gentilicio. La formación política característica del período siguiente de la historia griega (siglos vin a rv a.n.e.) era la ciudad-Estado o polis. Entre estos pequeños mundos independientes surgieron las más diversas formas de relaciones internacionales. - . Proxenia. La forma más antigua de los vínculos internacionales de paz y del derecho internacional en Grecia fue la proxenia u hospitalidad. La proxenia existía entre individuos, gens, tribus y Estados. El habitante de una ciudad (proxene) prestaba sus servicios y acogía tanto a los ciudadanos particulares como a los embajadores de otra ciudad y se encargaba de defender los intereses de esa ciudad, aceptando el compromiso moral de actuar como intermediario entre ella y las autoridades de-su propia polis. A su vez, en la polis con la cual estaba relacionado gozaba de ciertas preferencias respecto de otros extranjeros en cuanto al comercio, impuestos, tribunales y todo gene.ro de privilegios honoríficos. A través de los proxenes eran mantenidas las negociaciones diplomáticas. Las embajadas llegadas a una ciudad acudían en primer término a su proxene. La proxenia llegó a generalizarse ampliamente y sirvió de base a todos los vínculos internacionales posteriores del mundo griego. Todos los extranjeros que vivían en una ciudad, incluso los proscritos, se hallaban bajo la protección de Zeus Xenio, que era el dios de la hospitalidad. Anfictionías. Una institución internacional no menos antigua eran las anfictionías. Dábase este nombre a las asociaciones religiosas surgidas junto al templo de un dios particularmente estimado. Según indica su propia denominación, dichas asociaciones estaban integradas por las tribus que vivían alrededor del templo (anfictiones significa "los que viven alrededor"), independientemente de sus lazos de parentesco. En un principio, las anfictionías se ocuparon de los sacrificios y fiestas comunes en honor del dios, de la defensa del templo y de los tesoros que en él se reunían, como fruto de aportaciones individuales y sociales, y también del castigo de los sacrilegos, de quienes violaban las costumbres sagradas. 23

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LA DIPLOMACIA DE LA ANTIGUA GRECIA

Reunidos para una fiesta, en caso de necesidad cambiaban impresiones sobre asuntos comunes que afectaban a todos los miembros de la anfictionía. Mientras las fiestas duraban, quedaban prohibidas las guerras y era proclamada la "paz de Dios" (tregua). De este modo, las anfictionías se fueron convirtiendo en una institución político-religiosa de carácter internacional. Grecia conoció varias anfictionías. La más antigua e influyente era la de DelfosTermópilas, que se formó por la fusión de otras dos: la anfictionía de Delfos, en el templo de Apolo en Delfos, y la de las Termopilas, en el templo de Deméter. Dicha anfictionía agrupaba a doce tribus, cada una de las cuales disponía de dos votos. El órgano supremo de la anfictionía era su asamblea general. Esta se reunía dos veces al año, en primavera y otoño, y se celebraba primero en las Termopilas y después en Delfos. Los acuerdos de la asamblea general eran obligatorios para todos los anfictiones. Quienes de hecho dirigían todos los asuntos en nombre de la asamblea eran los hieromnemes, personas designadas por cada uno de los Estados de conformidad con el número de votos de la anfictionía, es decir, con un total de veinticuatro. Entre las obligaciones más importantes de los hieromnemes estaban la de vigilar el cumplimiento de la "paz de Dios" y la organización de las fiestas religiosas. A fines del- siglo rv a.n.e. aparece un nuevo grupo de delegados, los pilagores, que debieron de ser representantes políticos de los Estados federados. A través de los pilagores y los hieromnemes, las ciudades integrantes de la anfictionía se prestaban juramento unas a otras y aceptaban determinados compromisos respecto de los anfictiones. La anficionía de Delfos-Termópilas representaba una fuerza política 'considerable, que llegó a ejercer gran influencia en la política internacional de Grecia. -La misión fundamental de dicha anfictionía era la protección del templo de Apolo en Delfos, de sus tesoros y de sus tierras. La anficionía se preocupaba también de cuestiones comunes a todos los griegos, como ocurrió, por ejemplo, en el caso del monumento levantado en la tumba de los que murieron en el paso de las Termopilas durante las Guerras Médicas. Simultáneamente, trató de establecer ciertas normas para todos'los griegos, es decir, a modo de normas internacionales que debían ser observadas por todos los integrantes de la anfictionía. Así, los anfictiones juraban: "No destruir ninguna ciudad perteneciente a la anfictionía; no privarle de agua ni en tiempo de guerra ni en tiempo de paz; actuar en común contra cualquiera que viole el juramento y arrasar su ciudad; castigar con todos los medios a su alcance a quien se atreva a atentar con la mano o con el pie contra el patrimonio del dios."1 Cuando una ciudad violaba sus compromisos era sometida al juicio de los anfictiones, los cuales podían declarar la "guerra santa" contra ella. De conformidad con las tradiciones, la anfictionía no debía inmiscuirse en los asuntos internos de las polis aliadas. Sin embargo, de hecho se encontraba bajo la influencia de uno u otro de los Estados más fuertes; éstos procuraban ganarse al oráculo de Delfos, que gozaba de gran influencia en la vida internacional del mundo griego y con sus "augurios" dirigía la opinión pública y la vida interna de las ciudades helenas. Todos los convenios políticos estipulados entre tribus y polis venían a ser confirmados, directa o indirectamente, por los sacerdotes de Delfos. En los pleitos sobre cuestiones de derecho internacional,' los litigantes acudían a Delfos, La fuerza de los sacerdotes se derivaba no sólo de su ascendiente espiritual, sino también de su influencia económica. Delfos disponía de capitales muy cuantiosos, provenientes Aeschines, De male gesta legatione, 115, In Ctesiphontem, 10.

FORMAS DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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de las cuotas de las ciudades, de los ingresos que proporcionaban los innumerables peregrinos, de las ferias celebradas en el templo y de las operaciones de usura. La pugna entre las distintas ciudades griegas por la influencia en la anfictionía alcanza particular virulencia a mediados del siglo rv a.n.e., cuando en un breve lapso de tiempo se producen dos "guerras santas" provocadas por Tebas contra las comunidades de Fócida. Tratados y alianzas, Otro tipo de vínculos internacionales eran los tratados de alianza político-militar o "simmaquias". Las simmaquias más importantes fueron la de Lacedemonia y la de Atenas (Délos). La simmaquia de Lacedemonia surgió en el siglo vi a.n.e. como alianza de las ciudades y comunidades del Peloponeso. A su cabeza se encontraba Esparta. El órgano supremo aliado era la asamblea general (síllogos), que era convocada una vez al año por Esparta como ciudad que ejercía la hegemonía. Cada ciudad, cualquiera que fuese su rango, poseía un voto. Los asuntos eran decididos por mayoría de votos, después de largos debates y de combinaciones diplomáticas de todo género. La segunda gran simmaquia de las ciudades helenas era la de Atenas o Délos. Quedó constituida durante las Guerras Médicas, como instrumento de lucha contra los persas, y se distinguía de la simmaquia de Lacedemonia por dos rasgos: primero, los aliados abonaban una cuota especial (foros) a la caja común de Délos; segundo, dependían todavía más de la ciudad que ostentaba la hegemonía, en este caso de Atenas. Con el tiempo, la simmaquia de Délos quedó convertida en imperio (arque) de Atenas. Las relaciones entre ambas simmaquias eran hostiles. Al fin y a la postre, esto condujo a la Guerra del Peloponeso, en la segunda mitad del siglo v a.n.e., a la cual se vio arrastrada casi toda Grecia. La simmaquia ateniense desapareció con la derrota de Atenas en la guerra del Peloponeso (404 a.n.e.). No obstante, algo después, el año 378, los atenienses agruparon de nuevo bajo su dirección a las polis de las islas, creando la Segunda Unión Marítima de Atenas. Según el tratado, el texto del cual ha llegado hasta nosotros, esta vez los atenienses se comprometían a no intervenir en los asuntos internos de las comunidades aliadas y a resolver todos los asuntos más importantes en el Consejo de la Unión. Por lo demás, no tardaron en incumplir dicha cláusula, y ello condujo a la desintegración de la alianza (355 a.n.e.'). En el siglo rv se constituyeron la Unión de las ciudades de Beoda, presidida por Tebas, y la Unión de comunidades rurales de Etolia; a comienzos del siglo m a.n.e. apareció la Unión de ciudades aqueas. A diferencia de las simmaquias anteriores, las uniones de Etolia y Aquea no estaban dirigidas por una comunidad determinada: los poblados y polis que las integraban elegían un gobierno de toda la Unión. El Consejo de la federación designaba a los estrategas o jefes del ejército,, a sus segundos o hiparcas (jefes de la caballería) y a los escribas (gramateos). El estratega presidía la Unión tanto en tiempo de paz como en caso de guerra; él declaraba rotas las hostilidades y concluía la paz. El gramateos llevaba la correspondencia con los Estados vecinos. Los asuntos más importantes eran resueltos por los estrategas y sus auxiliares de acuerdo con el Consejo de representantes de las ciudades, en la Unión Aquea, y con la Asamblea de ciudadanos de las comunidades aliadas, en la de Etolia.

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honor del Estado. Todo ciudadano tenía derecho a manifestar su opiniún • sobre el informe rendido y hasta a acusar al embajador. • Una de las obligaciones principales de los embajadores en Grecia, lo mismo que en los demás Estados de aquel tiempo, era la conclusión de alianzas con otros Estados y la firma de tratados. El tratado era para ellos algo mágico. Su incumplimiento acarreaba el castigo de los dioses. De ahí que la firma de tratados y el mantenimiento de negociaciones diplomáticas se vieran. revestidos en Grecia de severas- formalidades. Los compromisos eran refrendados por juramentos en los cuales se ponían por testigos a las fuerzas sobrenaturales que presidían la firma del tratado. Dichos juramentos eran prestados por una y otra parte en presencia de los magistrados de la ciudad donde el documento era suscrito. A ellos se unían las maldiciones que habían de recaer sobre la cabeza de quien violase el pacto. Las diferencias surgidas por el incumplimiento del tratado eran sometidas a una comisión de arbitraje. Esta castigaba a los culpables con una multa en metálico, la cual pasaba a engrosar el tesoro de un dios: Apolo de Delfos, Zeus Olímpico, etcétera. Algunas inscripciones nos dan noticia de multas de diez y más talentos, lo que en aquel tiempo representaba una suma muy importante,' Cuando una ciudad no quería someterse a las decisiones de la comisión de arbitraje, contra ella se adoptaban medidas coercitivas, llegándose a declararle la "guerra santa". Una vez alcanzado el acuerdo, cada una de las partes estaba obligada a grabar .el texto del tratado y del juramento en un cipo o estela, que era conservado en uno de los templos principales (en Atenas, en el templo de Palas Atenea, en la Acrópolis), Copias de los tratados más importantes se guardaban en los santuarios nacionales: Delfos, Olimpia y Délos. Un texto pasaba obligatoriamente al archivo del Estado. En el caso de ruptura de las relaciones diplomáticas y de declaración de guerra, la estela en que figuraba el texto del convenio era destruida, con lo que el mismo tratado se consideraba nulo.

Embajadores y embajadas. Los conflictos- surgidos entre las comunidades y las polis eran jresueltos por intermedio de- delegados especiales o embajadores. En .la Grecia de Hornero se les daba, el nombre. de mensajeros (clerux, angelas) y en la Grecia clásica el de ancianos (presbeis). , En Atenas, Esparta, Corinto y otras ciudades, los embajadores eran elegidos por la Asamblea Popular entre los ciudadanos .que tuviesen cincuenta años como mínimo. De ahí el término de "ancianos". De ordinario, como embajadores eran elegidos ciudadanos con bienes de fortuna, prestigiosos, que tenian proxenes en otras ciudades, graves, juiciosos y elocuentes. Por lo común, el nombramiento recaía sobre las personas que ostentaban los más altos cargos en las ciudades (reyes o aforos en Atenas,- pritanos o navarcas en Rodas, los estrategas de las Uniones Aquea y Etolia, etc.). A veces, en cambio, las misiones diplomáticas eran encomendadas a particulares que antes ocuparon cargos por elección y conservaban su influencia. Se conocen casos.de designación de oradores y actores para desempeñar una embajada. Actor era, por ejemplo, el .famoso orador Esquino, que formaba parte de una embajada ateniense a Filipo II de Macedonia. La elección de oradores y actores para una misión tan alta y honrosa como la de embajador se explica por la gran importancia que,en las sociedades de aquel tiempo se daba a la elocuencia y a la declamación. El arte del orador e incluso del actor dabg gran peso y fuerza de convicción a las palabras del delegado, que había de intervenir ante una numerosa asamblea, en la plaza o en el teatro. El número de miembros de la embajada no era siempre el mismo: dependía de las condiciones concretas del momento. Todos los embajadores eran iguales entre sí. Sólo más tarde se adoptó la costumbre de elegir a un embajador principal o presidente de la embajada. Mientras duraba su misión percibían cierta cantidad en metálico en concepto de dietas. Al emprender el viaje les eran entregadas cartas de recomendación .(símbolos) a los proxenes de la ciudad ,a donde la embajada se .dirigía. El objeto de la embajada quedaba explicado en las instrucciones que se entregaban .a los. embajadores. Dichas instrucciones eran redactadas según una forma establecida: debíanse ser escritas en dos tablillas enceradas dobladas una sobre otra (diplómala). De ahí proviene el término diplomacia, Las instrucciones regían la conducta de los embajadores. En ellas se indicaba el fin de la embajada; no obstante, sin salirse de las instrucciones recibidas, los embajadores gozaban de cierta libertad y podían manifestar su propia iniciativa. Llegados al punto de destino, los embajadores se dirigían, solos o acompañados del proxene, a la persona que en la ciudad estaba encargada de los asuntos diplomáticos. Le. presentaban sus credenciales y recibían de él los oportunos consejos e indicaciones. • -. . Pocos días después del registro (en Atenas, a los cinco días ordinariamente) los embajadores hablaban ante el' Consejo o la Asamblea Popular para explicar los fines de su llegada. Luego se abría debate público o el asunto pasaba a examen de una comisión especial. • Por lo qomún, los .embajadores extranjeros eran recibidos con muestras de estimación, se les dispensaba un buen recibimiento, se les entregaban regalos, eran invitados al teatro, a los juegos y fiestas. De regreso a su ciudad, los miembros de la embajada presentaban su informe ante la Asamblea Popular. En el caso cíe ser aprobada su gestión, les eran otorgadas recompensas honoríficas. En Atenas, la más alta de todas ellas era la corona de laurel y la invitación al pritaneo, edificio situado en las proximidades de la Acrópolis en el que comían los huéspedes de

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LA DIPLOMACIA GRIEGA EN EL PERÍODO CLASICO ( SIGLOS VIII A IV A.N.E.).

Nacimiento de la diplomacia en la Grecia de Hornero (siglos XII a VIH a.n.e,). El derecho internacional y la diplomacia de Grecia tienen sus comienzos en épocas muy antiguas. Gérmenes de vínculos internacionales aparecen ya en la IHada en forma -de acuerdos entre las tribus: Agamenón, jefe de Argos y de Micena, "abundante en oro", inclina a los caudillos militares —príncipes de otras ciudades aqueas— a la guerra contra Troya. Los jefes, reunidos en consejo, toman una decisión común y se dirigen a tan lejanas tierras. Agamenón, en, nombre de todos los aqueos,2 concierta un tratado con Príamo, rey de Troya. Siguen los juramentos de rigor, la invocación a los dioses, los sacrificios y la distribución de la carne de los animales inmolados entre los jefes de las tropas aqueas y troyanas. El incumplimiento del tratado era considerado como perjurio. Así, la Jliada nos informa que antes de empezar la guerra los embajadores aqueos acudieron a Troya para pedir la devolución de Helena, que había sido raptada por París. El heraldo troyano entrega las propuestas de paz a la asamblea de jefes de las tribus (basileus) y de sus tropas. Todos toman parte en los debates. Estos ejemplos nos indican que en la Grecia de Hornero existían ya, en germen, 2 En la IHada se entiende por aqueos a los griegos que vivían en la Grecia propiamente dicha y en las islas adyacentes. Posteriormente (siglos vn a n a.n.e.), dicha denominación quedó reservada a los habitantes de la parte septentrional del Peloponeso.

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los vínculos diplomáticos que posteriormente habían de convertirse en un amplio sistema de relaciones internacionales. En la Grecia del período clásico, los centros de la vida internacional, en los siglos vn y vi a.n.e., se hallaban concentrados en las ricas ciudades de la costa. Tales eran Atenas, Corinto, Mileto, Efeso y Halicarnaso. Entre las ciudades del interior que desempeñaron un papel importante en la vida internacional debemos señalar a Esparta y Tebas. • • • En Atenas, las relaciones diplomáticas se generalizan a partir de la tiranía de Pisístrato (siglo vi a.n.e.), y particularmente desde las Guerras Médicas (siglo v a.n.e.) todos los grandes políticos de Grecia fueron también diplomáticos. Lo fueron Pisístrato, Temístocles, Arístides, Cimón —el fundador de la simmaquia de Délos— y, singularmente, Péneles. ' La diplomacia en tiempos de las Guerras Médicas, Las Guerras Médicas colocaron a la Hélade ante un peligro terrible. A la vez que las fuerzas armadas del rey persa, se puso en pie su diplomacia. • Esta trataba de manejar tanto las contradicciones existentes entre las distintas polis como la lucha de clases dentro de ellas. Antes de enviar sus tropas a Grecia, el rey persa, Darío, mandó embajadores a casi todas las ciudades helenas pidiendo "la tierra y el agua", es decir, el reconocimiento de la autoridad suprema de Persia. Muchas ciudades se avinieron a las demandas del rey, pero en Atenas y Esparta la embajada tuvo un fin lamentable: los atenienses hicieron despeñar a los embajadores al fondo de un abismo y-los espartanos los arrojaron a un pozo, invitándoles a tomar ellos mismos elagua y la tierra para su rey. Unos años más tarde, Jerjes envió nuevos embajadores a Grecia, consiguiendo ganarse a las ciudades de Tesalia y algunos .Estados de-la parte central del país. Atenas y Esparta se mantenían firmes contra Persia, pero los gobernantes asiáticos trataron de utilizar las contradicciones internas de estos Estados, y también su rivalidad. Buscaban el apoyo de los elementos • aritocráticos y de .los desterrados políticos, y no puede decirse que no tuvieran éxito. Sabemos, por ejemplo, que el tirano Hipías, proscrito de Atenas, se encontraba en el campamento de los persas y esperaba que, con la ayuda de su rey, podría recuperar el poder. Los persas se dieron cuenta de que los espartanos trataban de hacer recaer todo el peso de la guerra sobre sus aliados, sobre Atenas y otras ciudades griegas. Los persas conocían las diferencias surgidas entre Esparta y otros Estados griegos y procuraron utilizarlas durante las operaciones militares; un ejemplo de ello es la maniobra a que recurrió la diplomacia persa después de la derrota sufrida por sus naves en Salamina. Para el rey de-Persia era muy importante ése intento de desunir a los aliados, y sus embajadores, después de abandonar las regiones que ocupaban en la parte central del país, ofrecieron a los atenienses la paz en las condiciones más ventajosas. Pero los caudillos de Atenas adivinaron las intenciones del enemigo. Los atenienses se negaron a manteper ninguna clase de conversaciones con los persas y dieron' a los espartanos seguridades de su fidelidad a los pactos, declarando su proposito de seguir la lucha hasta que todos los enemigos fueran expulsados de Grecia: Ahora bien, apenas había pasado el peligro de la invasión extranjera cuando entre Atenas y Esparta estalló la lucha por la hegemonía en el mundo heleno.

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. El conflicto entre Esparta y Atenas, La lucha tuvo como origen el conflicto derivado de la erección de las murallas de Atenas. Después de las victorias sobre la monarquía persa, cuando quedó integrada la Unión de las polis costeras y de las islas bajo la hegemonía de Atenas (478 a.n.e.), los espartanos, recelosos de que esta última se robusteciese excesivamente, trataron por vía diplomática de colocar a Atenas en una situación de dependencia. El Consejo de los Ancianos espartano envió a todas las ciudades griegas situadas a cierta distancia de la costa, entre ellas a Atenas —destruida por los persas—, embajadores que llevaban la propuesta de no volver a levantar sus murallas. Los espartanos alegaban que la construcción de murallas seria vista por ellos como un acto hostil contra el resto de las polis. Aparentemente, la propuesta era muy pacífica, pero como los espartanos'poseían las tropas de tierra más fuertes de todos, las ciudades no defendidas por murallas caerían bajo su completa dependencia. Los atenienses, que acababan de soportar las graves consecuencias de la guerra con los persas, no querían agudizar sus relaciones con Esparta. Por otra parte, la aceptación de las propuestas hacía depender de Esparta no sólo la existencia de la Unión Marítima Ateniense, sino también el propio régimen democrático de Atenas. De las negociaciones con Esparta se encargó el famoso político ateniense Temístocles. Al ponerse en camino hacia Esparta, Temístocles propuso al Consejo ateniense iniciar urgentemente la construcción de las. murallas. Ya en Esparta, alegando encontrarse enfermo,, demoró su entrevista con los éforos. Iniciadas las negociaciones, éstas hubieron de ser aplazadas nuevamente por la razón de que los poderes de Temístocles y sus compañeros de embajada no habían sido redactados en la debida forma. Pero los espartanos, conocedores de que en Atenas habían empezado a levantar las murallas, preguntaron sobre ello a Temístocles. Este contestó que no sabía nada, y les aconsejó enviar una- embajada a Atenas. Al mismo tiempo, secretamente, aconsejó que retuvieran a los embajadores espartanos hasta su regreso. Cuando la construcción de las murallas había avanzado tanto que ya podía servir para la defensa de la • ciudad, Temístocles lo puso en conocimiento de los espartanos y 'pidió que le permitiesen regresar a Atenas, puesto que carecía de sentido la continuación de las negociaciones.3 Los atenienses, gracias a la habilidad diplomática de Temístocles, consiguieron sus propósitos, pero a partir de entonces las relaciones entre Atenas y Esparta se agudizaron al máximo. - La rivalidad entre una y otra va creciendo en las décadas siguientes del siglo v a.n.e., pues tanto Esparta como Atenas aspiraban a la primacía en toda Grecia. Consecuencia de ello fue la guerra, que terminó con la Paz de los Treinta Años (445 a.n.e,). Esta paz estableció en Grecia un sistema de dualismo político. En su aspiración a la hegemonía, ambas partes, sin decidirse por el momento a aventurarse en operaciones militares, trataban 'de incrementar su influencia por vía diplomática, Pendes y el proyecto de congreso de paz panhelénico (448 a.n.e.), En "448 a.n.e., el eminente político ateniense Pericles propuso la convocatoria en Atenas de un congreso panhelénico de representantes de las polis. En él habían 3

Plutarchus, Themistocles, 19.

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de someterse a debate tres cuestiones que inquietaban a todos los griegos: la reconstrucción de los templos destruidos por los persas, garantías para la libertad de navegación y la consolidación de la paz en la Hélade. Pericles esperaba que esto contribuiría a transformar Atenas en el centro'político y cultural de toda Grecia. •A este efecto fue designada una embajada, integrada -por veinte personas, que debía ir a todas las ciudades griegas e invitarlas a enviar sus representantes al" congreso. La embajada se dividió en cuatro grupos. Uno fue a las ciudades de Asia Menor y a las islas; otro, a las costas de Helesponto y a Tracia; el tercero, a Beocia y Fócida; el cuarto visitó el Peloponeso. Los embajadores atenienses insistieron ante los ciudadanos de cada ciudad en la necesidad de enviar sus representantes, pero la proposición de Pericles no fue bien recibida. Se opusieron a ella particularmente los del Peloponeso, que temían un robustecimiento de Atenas.4 • Pugna diplomática en la época de la guerra del Peloponeso (431-404) El fortalecimiento de Atenas, que venía a alterar en su favor el dualismo político,fue la causa de la guerra del Pejoponeso (431-404 a.n.e.). Esta guerra ahondó todas las contradicciones interiores y exteriores del mundo helénico. Abríase el más ancho campa para todo género de combinaciones diplomáticas. • Al rompimiento de las hostilidades precedió una enconada lucha diplomática que se prolongó durante cinco años enteros (436-43.1 a.n.e.). A ella se incorporaron todos los Estados griegos que integraban las simmaquias de Lacedemonia y de Atenas. . . . El motivo directo que provocó la guerra fue el incidente de Epidamno.5 Era un pequeño choque de carácter puramente local derivado de la agudización de las luchas sociales en un lugar carente de toda- importancia de la periferia del mundo helénico. De ahí a poco, sin embargo, no tardó en convertirse en un conflicto para todos los griegos. Los acontecimientos se desarrollaron como sigue. En la ciudad de Epidamno, fundada por colonos procedentes de la isla de Cérquiria, el año 436 a.n.e. se produjo un choque entre los demócratas y los oligarcas. Estos últimos recabaron la ayuda de los bárbaros vecinos. Bajo la presión de sus enemigos, los demócratas de Epidamno, al no recibir socorros de Cérquiria, su metrópoli, enviar.on una embajada a Delfos en busca de consejo, preguntando si les convendría entregar su ciudad a Corinto, la cual disputaba a Cérquiria los derechos sobre Epidamno. Los sacerdotes de Delfos se manifestaron favorables a tal solución. Entonces, los de Cérquiria enviaron una nueva embajada, esta vez a Corinto, pidiendo que el problema de Epidamno fuera puesto en manos de una comisión de arbitraje. Al no recibir una respuesta clara de Corinto, absorbido con los preparativos de una nueva guerra, Cérquiria mandó otra embajada, a Atenas, pidiendo ser admitida en la simmaquia ateniense y el reconocimiento de sus derechos sobre Epidamno. Los embajadores hacían ver a los atenienses que si su ciudad no recibía ayuda tendría que someterse a las pretensiones de Corinto. Entonces, Atenas debería tratar con dos grandes potencias marítimas: Corinto y Cérquiria.6 Esta embajada fue seguida por otra de Corinto, que acusó a Cérquiria de insolencia y egoísmo y protestó de su admisión en la simmaquia ateniense.7 Las condiciones del tratado de paz entre Atenas y Esparta imponía a ambas partes la * Plutarchus, Pericles, 17. 5 El actual puerto albanés de Durres. 8 Thucydides, Historiae, I, 36. 7 Ibídem, 40.

obligación de no ampliar sus alianzas. Los atenienses, pues, decidieron no admitir a •Cérquiria en su simmaquia, limitándose a concluir con ella un tratado.de alianza defensiva. Formalmente no violaban las cláusulas de la Paz de los Treinta Años. Al establecer la alianza amistosa con Cérquiria, Atenas esperaba conseguir, simultáneamente, dos fines: 1) sembrar la hostilidad entre las dos potencias navales que le seguían a ella en fuerza —Cérquiria y Corinto—/debilitando así a los dos adversarios, y 2) ganar posiciones en los puertos más importantes de la vía comercial a Italia y Sicilia.8 Los cálculos de Atenas se vieron confirmados. Cérquiria y Corinto se vieron envueltos en una guerra que las dejó sin fuerzas. Los" atenienses enviaron diez barcos dando órdenes a sus estrategas de que vigilasen cuanto ocurría en Cérquiria: e .impidiesen el desembarco en tierras de esa última a las tropas de , Corinto. Sin embargo, en una batalla naval reñida en las cercanías de las islas Sibot, los navios, atenienses acudieron en ayuda de la escuadra de Ccrquiria, y ello originó la protesta de la "Unión del Peloponeso, considerando que dicho acto se oponía al tratado de Atenas del año 445. La situación empeoró todavía más a consecuencia de un segundo conflicto entre el Peloponeso y Atenas: el de la colonia de Potidea, en. la península Calcídica. A Potidea pretendían Atenas y Corinto. Esta última recibió la ayuda de Perdicas, rey de Macedonia, que se hallaba ofendido con los atenienses por la alianza de éstos con su hermano y enemigo Filipo, y levantó contra ellos a las tribus fronterizas. La mayor parte de las ciudades de la península Calcídica aprovecharon la ocasión y se alzaron contra Atenas. Las tropas atenienses llegadas en treinta barcos obtu-. vieron la victoria, pero fueron incapaces de tomar Potidea y le cercaron. Conferencia de aliados en Esparta (432 a.n.e.). Seguidamente, Corinto envió a Esparta una, embajada para pedir la inmediata reunión de una conferencia de todos los aliadosaen la que fuese examinada la violación por Atenas del tratado de 445. La protesta encontró el apoyo de otras ciudades griegas descontentas con Atenas. Así, en el año.432 se reunieron en Atenas los representantes de la Unión del Peloponeso, reunión a la cual asistió también una embajada ateniense. Se trataba de una auténtica conferencia diplomática. En ella chocaron rudamente los intereses de distintos Estados griegos. Los debates eran tormentosos. La delegación de Corinto atacó duramente a Esparta, que llevaba la hegemonía en la Unión de que ella misma formaba parte. Interesada en la inmediata ruptura de hostilidades contra Atenas, acusó a los espartanos de inactividad, de lentitud y de no hallarse informados de los asuntos comunes a toda Grecia. "Vosotros —decían los representantes de Corinto a los espartanos— os distinguís por vuestra cordura, pero conocéis muy mal lo que ocurre fuera de vuestro país.8 Otra cosa eran los atenienses, mucho más informados, rápidos e inteligentes que el resto de los griegos. Esto les había permitido ganarse a una parte de los griegos y al resto tenía el propósito de someterlo en breve plazo. De palabra, los atenienses siempre se mostraban contrarios a la guerra; de hecho se preparaban para ella intensamente.10 Los embajadores de Corinto estimaban necesario crear una coalición antiateniense y el rompimiento inmediato de las hostilidades contra Atenas, que había arrebatado la libertad a los griegos. Thucydides, Historiae, I, 44. » Ibídem, 68. " Ibídera, 68. 8

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Los delegados atenienses hablaron para replicar a los embajadores de Corinto. Su hábil argumentación se desarrollaba en dos sentidos. De una parte, sostenían que Atenas había conseguido la hegemonía en el mundo heleno y entre los bárbaros no gracias a la violencia y a las intrigas. La habían conseguido de una manera perfectamente legítima durante la guerra nacional contra los persas, manifestando "el más grande celo y valor" en la defensa de los intereses comunes a todos los 'griegos. Lo extraño, decían los embajadores, no es que Atenas ocupe un primer puesto en el mundo heleno. Lo extraño es que, siendo tanto su poderío, haya sido tan moderada en la utilización • de su superioridad y dé pruebas de un espíritu de justicia mayor de lo que, en general, es propio de la naturaleza humana. "Nosotros estimamos que cualquiera otro... puesto en nuestro lugar habría demostrado nuestra moderación.11 Los delegados atenienses invitaban a la asamblea a tomar en consideración el poderío del Estado con el cual habrían de enfrentarse los miembros de la Unión del Peloponeso si se inclinaban a resolver la disputa por la guerra y no por la paz. "Pensad en las grandes sorpresas que una guerra depara. No carguéis con tan grave responsabilidad para complacer pretensiones y propósitos que os son extraños... No incumpláis el tratado y no violéis vuestro juramento."12 Seguidamente, los embajadores de Atenas abandonaron la asamblea. Los espartanos, a solas ya con sus aliados, sopesaron, a puertas cerradas, los argumentos en pro y en contra de la declaración inmediata de la guerra. Los propios representantes de Esparta diferían en sus opiniones. El primero en hablar fue el rey Arquídamo. "Hombre prudente y cuerdo", se mostró partidario de proceder con cautela. Partiendo de consideraciones puramente militares, Arquídamo aconsejó que no se llevasen las cosas hasta el conflicto armado con una potencia naval tan importante como Atenas, siendo así que la flota aliada resultaba a todas luces insuficiente. Según él, no se debía manifestar excesivo ardor bélico ni hacer demasiadas concesiones. Había que ordenar hábilmente los asuntos propios, concluyendo alianzas no sólo con los griegos, sino también con los bárbaros. Lo principal era incrementar por todos los medios su propio poderío militar y económico.13 Contra Arquídamo intervino el éforo Estenelaides, quien propuso votar la declaración inmediata de guerra. Sólo con un ataque rápido, estimaba él, era posible apoderarse de Atenas por sorpresa y cumplir su deber ante los aliados. Estenelaides sometió el asunto a votación de los representantes de los Estados que asistían a la conferencia. La mayoría aceptó la proposición del éforo: el tratado de paz del año 445 había sido violado por Atenas y la consecuencia inevitable era la declaración de guerra. La paz de Nicea (421 a.n.e.) El intercambio de embajadas siguió aun después de rotas las hostilidades. La única diferencia consistía en que las negociaciones entre los beligerantes eran mantenidas "sin heraldos", es decir, por vía semioficial. El año 421, entre los enemigos agotados por la guerra se iniciaron negociaciones que culminaron en la paz, de Nicea, concluida ese mismo años. El texto del tratado de paz es interesante como modelo de documento diplomático de la Grecia Antigua. La parte fundamental Thucydides, Historias, I, 76. Ibídem, 78. « Ibídem, 79,

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del mismo, tal como nos ha llegado a través de Tucídides, dice: "Los atenienses y los lacedemonios14 y sus aliados han concluido el presente tratado y han acordado las siguientes condiciones, confirmadas por los juramentos de cada ciudad... No será permitido a los lacedemonios y a sus aliados tomar las armas para causar daños a los atenienses y sus aliados, ni a los atenienses y sus aliados para causar daño a los lacedemonios y sus aliados, por ningún concepto." 15 Seguidamente se determinan los derechos de las ciudades devueltas a los atenienses por los lacedemonios. Estas ciudades eran declaradas independientes. "Las ciudades —dice el texto del tratado— serán independientes mientras paguen el tributo establecido por Arístides. Una vez concluido el tratado, ni los atenienses ni sus aliados podrán tomar las armas para causar daño a las ciudades."1B Otro punto central de la paz de Nicea era el problema de la devolución de los terrenos conquistados. Los atenienses se comprometían a devolver a los espartanos las zonas ocupadas en el Peloponeso, y los espartanos devolvían las tierras de Tracia. El tratado de paz estipulaba el canje de prisioneros. En ello tenían especial interés los espartanos, que en la batalla de Estacteria habían perdido sus tropas escogidas. "Los lacedemonios y sus aliados se comprometen a devolver a los atenienses Panacto, y los atenienses a los lacedemonios Coritasio y todos los ciudadanos lacedemonios que son tenidos en prisión en Atenas o en cualquiera otra parte del Estado ateniense, así como de todos sus aliados... También los lacedemonios y sus aliados se comprometen a devolver todos los atenienses y sus aliados."17 Un artículo especial estipulaba los derechos del templo de Delfos. El tratado tenía una vigencia de cincuenta años. Había de ser observado por las partes "sin perfidia ni daño en mar y tierra", y era avalado por el juramento: "Observaré las condiciones y el tratado sin engaño y con un espíritu de justicia." El juramento había de ser renovado todos los años en cada ciudad. El tratado hacía la salvedad de que, en caso necesario, podían ser introducidos los cambios imprescindibles. Entraba en vigor seis días antes de la terminación del mes de Elatebolion. Por último, seguían las firmas de las personas que lo habían negociado. Aquel mismo año, Atenas y Esparta concluyeron un convenio amistoso por el que ambas partes se prometían ayuda si sufrían la agresión de una tercera potencia; además, Atenas se comprometía a prestar apoyo a Esparta si en ésta se producía un levantamiento de esclavos (ilotas). A pesar de sus luchas políticas, Atenas y Esparta se mostraban solidarias en tratándose de los esclavos, los levantamientos de los cuales amenazaban las bases de su régimen esclavista. No obstante, el convenio era muy desfavorable para los atenienses, puesto que perdían las simpatías y el apoyo de la población de Mesenia, oprimida por los espartanos, en las proximidades del puerto de Pilos, en poder de los atenienses. Los espartanos lo comprendían así muy bien. Sintiendo que sus posiciones se habían robustecido, se negaron a entregar a los atenienses Antipolia, en Tracia, tal como estipulaba el tratado. Unos años más tarde, se reanudaba la lucha armada entre Atenas y Esparta, adquiriendo mayores proporciones todavía. El segundo período de la guerra del Peloponeso empezó con la expedición enviada por Atenas a Sicilia (415 a.n.e.). Esta expedición era un grave error de la diplomacia ateniense, que, sin un estudio 14 Denominación oficial de los espartanos. Los autores antiguos llaman a veces Unión de Lacedemonia a la Unión del Peloponeso. 15 Thucydides, Historiae, V, 18. « Ibídem. « Ibídem.

HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I.—3

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LA DIPLOMACIA GRIEGA EN EL PERIODO CLASICO

LA DIPLOMACIA DE LA ANTIGUA- GRECIA

previo de la situación política de Sicilia, había prestado fe ciega a los informes de las embajadas sicilianas que llegaban a Atenas en petición de ayuda contra Sirarusa. Consecuencia de este error fue la pérdida de las mejores unidades de la marina y el ejército ateniense (413 a.n.e.). La catástrofe de Sicilia trajo consigo un golpe de Estado (411 a.n.e.); los partidarios de la oligarquía se apoderaron temporalmente del gobierno de Atenas, y en las relaciones internacionales del mundo griego se produjeron cambios profundos. "Toda, la Hélade quedó profundamente agitada por la grave derrota de Atenas.18 Una tras otra, las polis se apresuraron a declararse enemigas de Atenas y a incorporarse a la coalición antiatcniense. Todos los enemigos de Atenas, observa Tucídides, estaban convencidos de que "la guerra sería corta, y la participación en ella traería honores y beneficios".10 •Tratado de amistad entre Esparla y Persia (412 a.n.e.). Sin embargo, los enemigos de Atenas no tardaron en convencerse de que la poderosa República, incluso después de la catástrofe de Sicilia, conservaba el dominio de los mares. Para vencer a Atenas se requería una flota grande, y lo mismo Esparta que sus aliados carecían de ella. Además, la construcción de esa flota requería importantes. recursos económicos, de los que ni Esparta ni sus amigos disponían. Así 'las cosas, la única salida que se presentaba a la coalición antiáteniensé era el acudir en busca de un subsidio a Darío II de Persia. Este aceptó dé buen grado el papel de banquero internacional. Darío estimó que la situación era inmejorable para recuperar su poderío en el mar Egeo y en Asia "Menor. Consejero del rey persa en cuestiones de política exterior era en aquel tiempo Tisáferñes, hombre de capacidad extraordinaria, que se encontraba como gobernador, (sátrapa) de la zona costera, región en la que se encontraban las ciudades griegas del litoral de Asia Menor (Esmirna, Efeso, Miletp, etc.). A propuesta de Tisáferñes, fueron enviadas a Esparta dos embajadas a la vez: una de los griegos residentes en las islas que se habían desprendido de la Unión Ateniense, y otra del propio Tisáferñes. Este confiaba en alcanzar dos fines: debilitar a Atenas y, con ayuda de Esparta, asegurar una afluencia más regular del tributo que al rey satisfacían» las ciudades griegas de Asia Menor. Sintiéndose respaldado por Atenas, los griegos de Asia Menor se retrasaban mucho en el pago del tributo y constantemente amenazaban con romper los lazos que les unían a los persas. Además, con el apoyo de Esparta, Tisáferñes esperaba castigar a sus enemigos residentes en Grecia. Ambas embajadas ofrecieron a los lacedemonios paz y alianza. Después de breves negociaciones, los embajadores persas y los éforos espartanos concluyeron una alianza (412 a.n.e.) en condiciones ventajosas para el rey. De conformidad con este tratado, eran entregados a Darío II "todo el país y todas las ciudades que ahora posee el rey y que poseyeron sus predecesores".20 De este modo, los espartanos reconocían los derechos del rey persa sobre las ciudades griegas del Asia Menor a las que las Guerras Médicas habían devuelto la libertad. Todas las cargas e ingresos de dichos países y ciudades, que hasta entonces venía recibiendo Atenas, eran entregados al rey persa. "El rey, los lacedemonios y sus aliados se comprometen a impedir con sus fuerzas que los atenienses recauden este dinero !8 Thucydides, Histoñae, VIII, 2. w Ibídem, 3. 2" Ibídem, 18.

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y todo lo demás." El artículo siguiente decía que la guerra contra Atenas debía ser mantenida en común por el rey, los lacedemonios y los aliados de éstos. La guerra únicamente podía terminar con el consentimiento general de todos los signatarios del tratado, es decir, del rey y de la simmaquia del Peloponeso. Cualquiera que se levantase contra el rey, Esparta y los aliados de ésta sería considerado como enemigo común de todos ellos. El tratado del año 412 no tardó en provocar el descontento de los espartanos, que pidieron su revisión. Por otro lado, tampoco Tisáferñes había cumplido puntualmente su compromiso de pagar la soldada a los marineros lacedemonios. Empezaron nuevas negociaciones, que culminaron con la firma en la ciudad de Mileto de otro tratado entre espartanos y persas. Este nuevo convenio resultaba más ventajoso para Esparta que el anterior. El rey confirmaba su compromiso de mantener y pagar los haberes de las tropas lacedemonias que se encontraban en territorio persa. Por lo demás, tampoco este tratado podía satisfacer por completo a los lacedemonios, puesto que ellos pretendían a la hegemonía en toda Grecia, y el convenio dejaba en vigor un artículo muy amplio mediante el cual eran cedidas al rey todas las ciudades y todas las islas que hubieran poseído él y sus predecesores. "Según el sentido de este artículo —dice Tucídides—, los lacedemonios, en vez de la libertad que habían prometido a todos los helenos, volvían a imponerles el yugo de los persas." 21 . Las reclamaciones de Esparta, que pedía la supresión de este artículo, despertaron' la cólera de Tisáferñes. El- sátrapa persa empezaba ya a mostrarse inquieto por el tono firme de los diplomáticos espartanos. A partir de entonces la diplomacia persa empieza a apartarse de Esparta y a acercarse a Atenas, que hasta poco antes era su enemigo. El dualismo político de Alcibíades. Tisáferñes tenía como consejero al ateniense Alcibíades, al servicio de los espartanos, pero descontento de lo que veía y que preparaba el terreno para su regresoa Atenas. Alcibíades sugirió a Tisáferñes la conveniencia de volver a ' la vieja diplomacia de los reyes de Oriente: mantener el dualismo político en el mundo griego, impidiendo así el excesivo fortalecimiento de cualquiera de sus Estados. Si la supremacía en mar y tierra queda concentrada en Grecia en unas mismas manos, decía Alcibíades, el rey se encontrará sin aliados en el mundo griego. Por tanto, si se agudizan las relaciones con ellos, el rey se verá obligado a hacer la guerra solo y serán muchos los gastos y el riesgo. Era mucho más fácil, barato y seguro para el rey dejar que los Estados helenos se agotasen mutuamente. Considerando los intereses de la política persa, en aquel momento convenía más prestar apoyo a los atenienses, y no a los espartanos. Ello venía impuesto por la consideración de que los atenienses únicamente trataban de mantener dentro de su órbita una parte del archipiélago Egeo y de la costa occidental de Asia Menor, dejando a merced del rey y de Tisáferñes a los demás helenos que vivían en territorio sujeto a los persas. Si la hegemonía pasaba a la Unión de Lacedemonia, los. espartanos no se limitarían a liberar a los helenos del yugo ateniense: era muy probable que quisieran también liberarlos del yugo persa. De todo esto Alcibíades sacaba una conclusión práctica: no darse prisa en terminar la guerra, agotar a los atenienses hasta el último grado, y luego, uniéndose a ellos, deshacerse también 21

Thucydides, Histoñae, 43.

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de la gente del Peloponeso, El primer paso debía ser la reducción, por lo menos a la mitad, de los haberes de los marineros del Peloponeso. Alcibíades perseguía fines puramente personales. Aspiraba a volver a Atenas y recobrar las riendas del poder, para lo cual él y sus amigos confiaban en la ayuda de Tisafernes y del tesoro real. La desleal política de Alcibíades pareció que iba a alcanzar sus propósitos. Persia empezó a prestar ayuda a Atenas contra Esparta. Sin embargo, los éxitos temporales de los atenienses después del regreso de Alcibíades a su patria acercaron de nuevo a espartanos y persas; estos últimos apoyaron ya a los lacedemonios hasta que se hubo consumado la derrota de Atenas. En el momento de la capitulación de Atenas (404 a.n.e.), Tebas, Corinto, Megara y algunos otros aliados de Esparta insistieron en la destrucción completa de la ciudad vencida y en el reparto de su territorio entre ellos. No obstante, los espartanos, recelosos de un excesivo engrandecimiento de sus aliados, insistieron en la conservación del Estado ateniense. Atenas se comprometía a disolver su Unión Marítima, a destruir sus naves de guerra, a excepción de doce destinadas a defender de los piratas las costas del Ática, a demoler las murallas que unían la ciudad con el Píreo y a pagar a Esparta y sus aliados una contribución de guerra. Una vez terminada la guerra del Peloponeso, la reclamación del rey persa, que pedía el cumplimiento de las cláusulas del tratado del año 412 sobre la entrega de las ciudades griegas del Archipiélago y de Asia Menor, fue uno de los motivos que originaron la ruptura entre Persia y Esparta. Las dificultades con que Esparta tropezó en esta guerra favorecieron la formación de una coalición antiespartana que integraban Atenas, Corinto, Tebas y otras ciudades. Empezó la llamada Guerra de Corinto (395-387 a.n.e.), que trajo consigo la ruina y agotamiento de Esparta. Empezó a revivir la hegemonía de Atenas. Paz de Antalcidas (367 a.n.e.) Entre Atenas y el Pireo fueron erigidas nuevas fortificaciones (la "Muralla larga"). Levantó de nuevo cabeza la democracia esclavista ateniense con sus aspiraciones a la hegemonía panhelénica. Esto no asustaba sólo a los espartanos. Era motivo de inquietud para los sátrapas y para el mismo rey de Persia, inclinado más bien a apoyar a los oligarcas espartanos que a la República ateniense con su régimen democrático. A partir de entonces espartanos y atenienses se disputan de nuevo desesperadamente la influencia sobre el rey persa. Los espartanos enviaron al sátrapa Tiribas una embajada presidida por Antalcidas. Este diplomático, astuto y hábil, llevaba la misión de conseguir a cualquier precio la paz entre el rey persa y los lacedemonios. Los atenienses y sus aliados enviaron otra embajada a Tiribas. Antalcidas ofrecía unas condiciones aceptables tanto para el rey como para los lacedemonios. "Los lacedemonios —decía él— no disputan al rey las ciudades griegas de Asia Menor. Se conforman con que las otras ciudades obtengan su autonomía. Si aceptamos estas condiciones, ¿para qué va a combatir el rey con nosotros y a gastar dinero?" 22 Los discursos de Antalcidas entusiasmaron a Tiribas, pero atenienses y tebanos se opusieron decididamente a las propuestas del diplomático de Esparta. En la petición de autonomía para las ciudades veían una maniobra artera destinada a acabar con todas las alianzas político-militares en Grecia. Sin embargo, la maniobra diplomática de Antalcidas se vio coronada por el éxito. Ambas partes, agotadas por la lucha, tuvieron que aceptar las .condiciones que dictaba el rey Artajerjes. Tiribas declaró que todos cuantos lo deseasen debían

acudir inmediatamente a él para escuchar las condiciones de paz que había enviado el rey persa. En presencia de los embajadores, indicando el sello real que certificaba la autenticidad del documento, leyó lo siguiente: "El rey Artajerjes considera justo que le pertenezcan todas las ciudades de Asia Menor, y en cuanto a las islas, Clasomenas y Chipre. A todas las demás ciudades grandes y pequeñas debe ser concedida la autonomía, a excepción de Lemnos, Imbros y Escivos, que seguirán bajo el poder de Atenas." Tales eran las condiciones de la famosa paz de Antalcidas (año 387 a.n.e.), que, al prohibir la organización de toda clase de alianzas en Grecia, excepto la Unión del Peloponeso, legitimaba la desintegración política y, por consiguiente, la debilidad de Grecia. El texto llevaba al final una nota muy significativa: "Al beligerante que no acepte estas condiciones le declararé la guerra, junto con los que acepten la paz, por mar y tierra, y a los Estados que luchen contra él les prestaré apoyo en barcos y dinero." 3.

Paz de Filocrates (año 346 a.n.e.). La paz de Antalcidas significaba la derrota diplomática de Atenas. Los Estados de Asia Menor cayeron de nuevo bajo el poder de Persia. La autonomía concedida por el rey equivalía a la prohibición de las alianzas. Atenas debía renunciar a sus intentos de restablecer la Unión Ateniense, y Tebas a su hegemonía entre las ciudades de Beocia. Quedaba únicamente la Unión del Peloponeso y, de hecho, se afirmaba la hegemonía de Esparta en toda Grecia. La paz de Antalcidas dio fuerza de ley al secular desmembramiento político de Grecia, pero ni los políticos persas ni Esparta consiguieron vencer las tendencias unificadoras. Hacia el año 375 a.n.e. adquiere importancia la Unión de Beocia, luego es creada la segunda Unión Marítima Ateniense; pero una y otra fueron poco duraderas. A mediados del siglo rv, al norte de Grecia cobra vigor el Reino de Macedonia. Aprovechando la división reinante en el país, Macedonia consiguió afirmar su influencia en Grecia, y más tarde logró someter a las ciudades griegas. Bajo el reinado de Filipo II (359-336 .a.n.e.) Macedonia se convierte en uno de los Estados más fuertes de la cuenca del Egeo. Las regiones griegas iban cayendo, una tras otra, bajo su influencia; ni siquiera Atenas pudo escapar a esta suerte. Macedonia logró establecer su hegemonía en Grecia por la fuerza de las armas y por vía diplomática. Filipo puso en juego cuantos recursos contaba: el soborno, los mensajes diplomáticos (las "cartas de Filipo"), el apoyo material y moral a los "amigos griegos de Macedonia", la alianza con los príncipes bárbaros vecinos, la amistad con el rey de Persia, la organización de levantamientos en los Estados que le eran hostiles. Atribuía singular significación al soborno, afirmando que un asno cargado de oro era capaz de tomar cualquier fortaleza. Era pagada la elocuencia y era pagado el silencio. Cuando un actor trágico griego afirmó haber recibido un talento por una sola actuación, el orador Demades le contestó que por un solo silencio elocuente el rey le había dado diez talentos.23 Los éxitos de Macedonia teníai^ su explicación: históricamente había madurado la necesidad de las grandes agrupaciones estatales, ello originado por el incremento de las fuerzas productivas en la cuenca del Mediterráneo, por los progresos del comercio y de la industria. Dentro de Grecia, con su dispersión política, no había un solo Estado capaz de unificar el país. 23

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Xenophon, Historias graeca, IV, 8, 14.

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Aulus Gellius, Noctes Atticae, XI, 10.

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Los propósitos del audaz y ambicioso rey de Macedonia correspondían también a las aspiraciones de algunos ideólogos griegos, como, por ejemplo, el popular orador Isócrates. Este, en su obra Panegírico, defendió la unificación de todos los Estados griegos bajo la hegemonía de un país y de un jefe. "La Grecia unida —escribía— se pondrá en campaña contra Persia, el enemigo secular del pueblo heleno. Una guerra con Persia llevada a buen término abrirá ancho campo al espíritu emprendedor y librará a Grecia de una gran masa de gentes pobres, dando trabajo a los vagabundos que amenazan la existencia misma del Estado heleno y la cultura..." "Que la milicia, alentada por esta idea patriótica, haga a Grecia poseedora de los inagotables tesoros de Oriente, convirtiéndola en centro del intercambio mundial." Contra las tendencias centralistas de Filipo y su partido, en Atenas se levantó el grupo antimacedónico, que se hallaba presidido por el famoso Demóstenes. Toda la elocuencia de este gran orador era puesta en juego para combatir al "bárbaro macedonio", aunque ni siquiera el propio Demóstenes negase la necesidad de la unificación de Grecia. Estimaba, sí, que ello debía realizarse mediante la asociación de las ciudades helenas libres, sin que Macedonia tomara parte en la empresa. Demóstenes era apoyado por las masas populares atenienses, para las que la victoria de Macedonia habría significado el fin de las instituciones democráticas. El núcleo del partido macedónico, que integraban los ciudadanos ricos —principalmente los mercaderes—, esperaba las ganancias de una "guerra feliz" con Persia y confiaba en la mano fuerte del rey. El objetivo político fundamental de Filipo II era él sometimiento de Grecia, y para alcanzarlo utilizaba los recelos y los conflictos que separaban a las distintas polis. Por todos los medios trataba de impedir la formación de alianzas antimacedónicas. . Primeramente enemistó entre sí a las ciudades griegas situadas en el litoral de la península Calcídlca y de'Tracia, apoderándose luego, una tras otra, de Pidna, Olinto y Antípolis. El rey de Macedonia se mezcló en la' "guerra santa" , que los tebanos'habían provocado con objeto de atacar a los habitantes de Fócida y, con el pretexto de defender el templo de Delfos, se apoderó de Tesalia. Sólo la intervención de los atenienses, que habían ocjipado con sus tropas el paso de las Termopilas, impidió a Filipo penetrar en la parte central de Grecia. Considerando beneficiosa una tregua, Filipo II inició negociaciones de paz con Atenas. Pedía el reconocimiento de todas sus conquistas. Los atenienses dieron su consentimiento previo y enviaron a Macedonia una embajada presidida por Esquino, hermano de Filocrates, el jefe de los 'partidarios de Macedonia. Sin; embargo, cuando la embajada ateniense llegó a Pella —capital de los macedonios—, se encontró con 'que Filipo había, salido hacia las' costas de Tracia y después de apoderarse de otras ciudades griegas y del litoral del Quersoneso tracio exigía él reconocimiento de las nuevas conquistas. Filocrates y sus compañeros así ,1o aceptaron. ' • ( El año 346 a.n.e. fue suscrita entre'Macedonia y Atenas y sus aliados la paz de Filocrates, que confirmaba todas las conquistas de Filipo'. La conclusión de la paz fue acogida calurosamente por Isócrates, que veía en .ella el primer paso, en la realización de su vieja idea de la unificación d* Grecia para la "guerra feliz" con Persia. "Tú liberarás a los helenos —escribía a Filipo II— del despotismo de los bárbaros y después harás felices a todos los hombres de la cultura helena."

Debates en la Asamblea de Atenas en torno a la paz de Filocrates.

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La Asamblea Popular ateniense era un hervidero en. el .que se desplazaba una encarnizada lucha entre los partidarios y adversarios, de la hegemonía macedónica. Se trataba de la orientación de toda la política exterior e.interior de Atenas. Los debates giraban en torno a la paz de Filocrates. Demóstenes y otros jefes democráticos la consideraban funesta, y pedían la condena de Esquino y Filocrates, que habían suscrito el tratado. Demóstenes pronunció toda una serie de discursos sobre la paz de Filocrates (sobre la paz, sobre la isla de Haloneso, las Filípicas). Para la historia de la diplomacia ofrece particular interés la Tercera Filípica, En este famoso discurso el orador pone en guardia a los atenienses contra las falsas seguridades dadas por Filipo. En vano afirma el rey de Macedonia que sus propósitos son pacíficos, todos conocen la ocupación violenta por Filipo de las ciudades griegas. "No hablo de Olinto, de Metona, de Apolonia y de las treinta ciudades del litoral de Tracia —decía Demóstenes— que han sido arruinadas implacablemente hasta la última por Filipo... Callo también la crueldad con que aniquiló a los focios. ¿Y la situación de Tesalia? Y los Estados de Eubea, ¿no han sido sometidos ya al tirano? ¡Y esto ocurre en una isla situada en las inmediaciones de Tebas y Atenas!"2 2. ' 1





POSICIÓN DE LAS GRANDES POTENCIAS EN EL PROBLEMA DE LA INSURRECCIÓN POLACA.

La insurrección polaca de 1830-1831,

Desde el punto de vista de la política exterior, la insurrección polaca puede ser dividida en dos períodos. El primero de ellos va desde su comienzo, es .decir, desde el 29 de noviembre de 1830, hasta el 25 de enero de 1831, día en'que la Dieta de Varsovia declaró á Nicolás I depuesto del trono deí reino de Polonia. ; En este período, los diplomáticos europeos trataron de informarse de si'Nicolás estaba dispuesto a reconocer, a pesar del levantamiento, el régimen constitucional concedido al reino de Polonia por Alejandro I en el Congreso de Viena y que el propio Nicolás I había jurado mantener en su manifiesto a los polacos con ocasión de su advenimiento al trono, el 13 (25) de diciembre de 1825. Durante el segundo período, los representantes extranjeros sólo a título privado podían hablar con el zar de los asuntos de Polonia: al destronar a Nicolás I, los mismos polacos —en opinión de la diplomacia europea— habían destruido la Constitución de 1815 y desde aquella fecha, es decir, desde el 25 de enero de 1831, existía un estado de guerra entre el Imperio Ruso y el gobierno polaco, un gobierno surgido por vía revolucionaria y que no era reconocido por ninguna de las potencias de Europa. Ninguna de ellas consideraba posible intervenir por vía diplomática o con las armas en la mano, y en su totalidad, hasta el fin de la insurrección, hasta la' toma de Varsovia, se limitaron a mantener una actitud de meros observadores. Hay que decir que los nobles polacos cometieron desde el principio mismo de la insurrección muchas faltas irreparables. No pensaron siquiera en emancipar a los campesinos del yugo feudal y no quisieron incorporar al levantamiento a las masas populares. No satisfechos con proclamar la independencia de Polonia, quisieron volver a las fronteras de 1772, es decir, extender sus límites a tierras ucranianas, bielorrusas y lituanas, cuya población no sentía el menor deseo de verse bajo el poder de los terratenientes polacos. En Varsovia se hablaba y escribía abiertamente de que el mar Báltico en el Norte, el mar Negro y los Cárpatos en el Sur y el Dniéper en el Este, debían ser las fronteras de la futura Polonia "resucitada". Al enviar a sus delegados para entrevistarse con Nicolás I en el primer período de la insurrección, bajo la dictadura de Chlopicki, Varsovia les dio instrucciones categóricas: debían exigir del zar la "devolución" de las ocho voivodias, es decir, de Lituania, Bielorrusia y Ucrania. Las aspiraciones de conquista de la nobleza polaca respecto de Lituania, Bielorrusia y Ucrania, manifestadas ya antes del 25 de enero de 1831, facilitaron a Nicolás I las negociaciones con los diplomáticos europeos. El Gobierno del zar declaró que los insurrectos no habían empuñado las armas para defender la carta de 1815, sino para adueñarse de varias provincias rusas. Mettemich y Federico Guillermo III se apresuraron a concluir con Nicolás un convenio dirigido abiertamente contra los rebeldes.

LAS GRANDES POTENCIAS Y LA INSURRECCIÓN POLACA

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Actitud de los gobiernos inglés y francés hacia ¡¡¡'insurrección polaca. El primero en experimentar el empeoramiento dé la posición internacional de los insurrectos polacos y el robustecimiento decisivo de'Nicolás I fue el joven marqués Wellepolski, que en la segunda 'mitad de diciembre de 1830 llegó a Londres con una misión diplomática. Hasta fines de enero de 1831 no fue recibido por lord Palmerston, el nuevo dirigente de la política exterior británica, y la audiencia se desenvolvió en un ambiente de gran reserva. En aquellos momentos, Pálmerston no se sentía interesado por los asuntos de Rusia, sino por Francia. No deseaba que Bélgica fuese absorbida por Francia ni tampoco'su. devolución a Holanda. Polonia no le preocupaba lo inás mínimo. Indicó fríamente a Wellepolski que Inglaterra sólo podría manifestar su opinión en el caso de. que .Nicolás I quisiera suprimir totalmente la Constitución polaca otorgada por Alejandro y ratificada por el Congreso de Viena. En cuanto en Londres se supo que en Varsovia habían derrocado a Nicolás del tronó, de Polonia, Pálmerston tomó como pretexto esta circunstancia para desentenderse dé los polacos, haciendo llegar a Wellepolski que en adelante no deseaba seguir las conversaciones. Así terminó la misión del representante polaco. Podía confiarse todavía en el apoyo de otra gran potencia, de Francia. Considejando la actitud claramente hostil que desde el comienzo de la insurrección habían ocupado Austria y Prusia, después del fracaso de la misión de Wellepolski en Landres, París era la última esperanza de los rebeldes polacos. . Mal augurio era que, según informaba Wellepolski a 'Varsovia, Pálmerston no 'ocultaba s.u descontento por las manifestaciones públicas celebradas en la capital francesa en el curso de diciembre de 1830 y enero de 1831. ' . Tal actitud del ministro británico hacía presentir que el Gobierno de Luis Fe'lipe no tomaría .partido en favor de Polonia y contra Rusia. Luis Felipe, al comienzo mismo de su reinado, no deseaba ni podía siquiera hablar de juna, ayuda a.los polacos.por las fuerzas armadas de Francia. Por lo demás, éstos no.se dirigieron directamente a Luis Felipe, cuyas intenciones adivinaban, sino al primer ministro, Laffite, que simpatizaba con ellos. Pero Laffite se limitaba a traducir su simpatía en palabras y en aportaciones.monetarias a la caja del comité polaco' en París. Además, el ministerio de este banquero liberal en enero-febrero de 1831 vivía sus últimos días y se preparaba a dar paso al gabinete de Casimir Périer, un industrial conservador, quien, de conformidad completa con Luis Felipe, se negaba .categóricamente a tratar siquiera de la ayuda militar a los polacos. . A mediados de enero fue comunicado a los delegados polacos en París que el rey enviaba al duque de Mortemart a San Petersburgo en calidad de embajador extraordinario. Los polacos exultaban. Ignoraban que Mortemart iba no para tratar de la cuestión polaca, sino con la misión de ganarse la buena voluntad del zar, quien seguía irritado con Luis Felipe, al que consideraba un "rey de las barricadas", que "había aceptado el trono ofrecido por la revolución". Otro objetivo de Mortemart era sondear el terreno sobre si el zar aceptaría la absorción de Bélgica por Francia. En tercer lugar — y sólo en tercero—, debía tratar de que el zar adoptase una actitud conciliadora respecto de los "subditos rebeldes", aconsejándole que prometiera una amnistía y la confirmación de los derechos constitucionales de Polonia, que debería extender a Lituania. ; Mortemart, en pleno viaje —en aquellos tiempos largo y difícil—, pasaba una noche de enero en pleno bosque, en el trayecto de'Berlín a Koenigsberg, cuando se encontró inesperadamente con un correo que marchaba de Varsovia hacia el Oeste con la noticia de que la Dieta había depuesto a Nicolás del trono de Polonia. El

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LA PAZ DE RUSIA CON TURQUÍA

LAS CRISIS REVOLUCIONARIAS EN EUROPA

correo y sus acompañantes oyeron decir a, Mortemart que los insurrectos habían dado un paso fatal; Francia, en la cual tenían puestas sus esperanzas, no podía prestarles socorro alguno. La decisión de Mortemart fue rápida: su misión, en lo que concernía a los polacos, carecía ya de sentido. Desde su punto de vista, ahora se trataba de la guerra entre dos Estados eslavos —Polonia y Rusia—, no podía hablarse de amnistía ni de la Constitución, sino de quién de ellos vencería. Y cuando el 13 de marzo de 1831 Casimir Périer-se convirtió en primer ministro de Francia, los polacos comprendieron claramente que su país no podía contar más que con sus propias fuerzas. Tentativa de intervención diplomática de Inglaterra y Francia en la cuestión polaca. En el verano de 1831, cuando en Polonia se acercaba ya el desenlace, Luis Felipe y Casimir Périer hicieron un leve intento de mover a Palmerston a hacer una gestión diplomática conjunta para "poner fin a la efusión de sangre". Ni Luis Felipe, ni Casimir Périer, ni Talleyrand, embajador francés en Londres, a través del cual se mantuvieron las negociaciones con Palmerston, ni el mismo Palmerston, tomaron en serio las conversaciones, que, naturalmente, no condujeron a nada. Las potencias occidentales decidieron no dirigirse a Nicolás. Lo que hicieron fue protestar ante Metternich por el hecho de que un cuerpo polaco, al cruzar la frontera poniéndose a salvo de los rusos, había sido desarmado y sus armas devueltas a los rusos. Metternich se dio clara cuenta de que con semejante protesta tanto Inglaterra como Francia lo único que querían era, sin arriesgar nada, mostrar su "simpatía" hacia Polonia. Inmediatamente contestó que las armas polacas pertenecían al rey de Polonia, que era Nicolás I, y no a sus subditos rebeldes; añadía Metternich que los polacos debían estarle agradecidos al entregar a Nicolás únicamente las armas y no haber hecho lo mismo con los soldados y oficiales. En esto terminó la "intervención diplomática" de las dos potencias occidentales. Cuando Luis Felipe, al abrir el 23 de julio de 1831 las sesiones de las Cámaras, declaró en el discurso del trono que había tratado de organizar la mediación de las potencias para detener la efusión de sangre en Polonia y defender a la nación polaca, toda Europa comprendió que el único objetivo del rey al dirigirse a Austria era poder incluir esta frase en su discurso. Después de los repetidos asaltos del 6 y el 7 de septiembre, Varsovia capituló, y el día 8 hacía Paskévich su entrada en la capital de Polonia. Todo había terminado. "La paz reina en Varsovia", declaró el ministro de Asuntos Exteriores, Sebastiani. Esta frase provocó las airadas protestas de los republicanos de tendencia revolucionaria. Durante tres días, el 16, el 17 y el 18 de septiembre, violentas manifestaciones recorrieron las calles de París. Pero ya no había nada que hacer. Europa se hallaba ante una situación totalmente nueva. 3.

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La revolución belga era un nuevo reto a la Santa Alianza. Durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 1830, Nicolás I, que no sabía aún lo que le aguardaba en Varsovia, desplegó una actividad desbordante, llamando a Austria y Prusia a una cruzada contra los rebeldes de Bélgica. Pero tampoco esta vez consiguió el zar nada positivo. Metternich se mostraba conforme en apoyar al zar en sus violentas protestas contra lo sucedido, pero toda acción militar de Austria contra los rebeldes belgas quedaba excluida. Con Federico Guillermo III, Nicolás ni siquiera probó a hablar en serio sobre este tema. En Inglaterra, hasta el viejo Wéllington consideraba que la causa, del rey holandés en Bélgica estaba irremisiblemente perdida. Cuando invitó a las grandes potencias a mandar representantes a Londres al objeto de tratar del "problema belga", perseguía otra cosa, que para él era lo principal: impedir que los franceses, de una u otra forma, se apoderasen de Bélgica. En Francia, la oposición de izquierda, dirigida por los republicanos, exigía la anexión, y dentro de la propia Bélgica existía un movimiento en pro de esa solución del problema. Luis Felipe hizo un tímido intento de proponer la candidatura de su hijo, el duque de Nemours, al trono belga. Pero Palmerston, con una hábil maniobra, presentó las cosas como si él no tuviera nada en contra, si bien el emperador Nicolás, que odiaba a Luis Felipe, protestaría. Talleyrand, a la sazón embajador francés en Londres, comprendía claramente que Palmerston no transigiría nunca en ver en el trono de Bélgica a un hijo del rey de Francia. Puestas así las cosas, le convenía fingir, hacer como si creyera que todo residía en la oposición del zar. Talleyrand trató, al ser establecidas las fronteras de Bélgica, de ganar algo para Francia, pero tropezó con la negativa cerrada de Palmerston. A primeros de junio de 1831, el Congreso Nacional belga eligió como rey al príncipe Leopoldo de Sajonia Coburgo, cuya candidatura había logrado la aprobación de todas las potencias. Talleyrand pidió y consiguió que fuesen demolidas todas las fortalezas levantadas en la frontera franco-belga para defender el país contra Francia. En la delimitación de las fronteras entre Bélgica y Plolanda, Talleyrand, ante la sorpresa general, se mostró bastante favorable hacia Plolanda, y Bélgica recibió algo menos de lo que esperaba. Esta "suavidad" del viejo príncipe no halló explicación hasta cien años más tarde, en 1934, cuando los Archivos nacionales de Holanda publicaron documentos demostrativos de que Talleyrand había recibido de Guillermo I un presente de 15,000 libras esterlinas en oro. En 1831, las grandes potencias suscribieron el protocolo de Londres por el que daban garantía perpetua de la neutralidad de Bélgica, reconociendo así la imposibilidad de suprimir las consecuencias de la revolución belga. 4.

LA PAZ DE UNKIAR-ISKELESSI DE RUSIA CON TURQUÍA Y LAS CONTRADICCIONES DE LAS GRANDES POTENCIAS EN LA CUESTIÓN DE ORIENTE.

LA REVOLUCIÓN BELGA Y LAS GRANDES POTENCIAS.

La suerte de Bélgica se decidía a la vez que la de Polonia, en los años 1830 y 1831. Para los diplomáticos de la Europa monárquica, tanto la revolución de Julio en Francia como la revolución belga de agosto eran la destrucción, llevada a cabo por la violencia, de los acuerdos del Congreso de Viena de 1815, según los cuales la única dinastía francesa legítima era la de los Borbones, y el único gobierno legítimo de Bélgica era el holandés, presidido por el rey de Holanda.

El conflicto turco-egipcio y la posición de las grandes potencias (1832-1833). En 1832, una nueva crisis casi catastrófica vino a complicar la cuestión de Oriente. Esta vez la iniciativa no había partido de Nicolás I. Después de la paz de Adrianópolis, el zar se orientaba a la conservación de Turquía, calculando que sabía impedir la afirmación en Constantinopla de la influencia extranjera hostil a Rusia. La agudización de la situación en Turquía era consecuencia de las circunstancias internas del propio Imperio Otomano.

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LA PAZ DE RUSIA CON TURQUÍA

LAS CRISIS REVOLUCIONARIAS EN EUROPA

El pacha de Egipto, Mehemet-Alí, poderoso vasallo del sultán, se sublevó^ contra éste y le declaró la guerra. Después de ocupar Siria, el ejército egipcio, mejor instruido y armado que el del sultán, avanzó hacia el Norte y el 21 de diciembre de 1832, en la batalla de Konia, el hijo de Mehemet-Alí, Ibrahim, infligió una derrota completa a su enemigo. El sultán Mohamed II se vio en una situación desesperada, sin dinero y sin tiempo para reunir un nuevo ejército. Mohamed recurrió a las potencias en petición de ayuda. La diplomacia francesa, que desde mucho antes tenía puestos los ojos en Egipto y Siria como futuras zonas de influencia, le negó su apoyo. Palmerston le aconsejó que aguardase hasta recibir socorros de Austria, al objeto de no poner al sultán en el trance de tener que recurrir a Nicolás I. . . Palmerston esperaba que los austríacos se encargarían de esta intervención favorable a los ingleses. Pero los acontecimientos tomaron un cariz muy distinto. En primer lugar, el ejército austríaco no se hallaba dispuesto en absoluto a hacer frente a las victoriosas tropas egipcias en los lejanos desiertos de Asia Menor; en segundo, Metternich, muy a su pesar, debió resignarse con la presencia del peligro ruso en Oriente a cambio de conservar al poderoso aliado en la lucha contra el peligro revolucionario en la misma Europa. . . Nicolás I, por su parte, inmediatamente, ya antes de la batalla de Konia, ofreció al sultán su ayuda armada contra Ibrahim; anteriormente, el general ruso Muraviov desembarcó inesperadamente en las costas del Bosforo. Más tarde, a la pregunta del embajador británico de cómo habían podido aceptar la "ayuda" de Nicolás, uno de los miembros del Diván repitió las palabras pronunciadas por Mohamed: "Cuando una persona que se ahoga ve ante sí una serpiente, se agarra hasta a ella para no irse al fondo." Muraviov, después de levantar su campamento en.el Bosforo, se presentó al sultán como emisario especial del zar: le propuso, en nombre de éste, que si el sultán lo deseaba, Nicolás exigiría al levantisco pacha egipcio Mehemet-Alí la retirada inmediata de sus tropas, ordenando a Ibrahim la vuelta a Egipto. Si esto no era aceptado, el zar iniciaría las operaciones militares contra Mehemet-Alí. Pero ni éste quería someterse ni el sultán se daba prisa en aceptar la proposición de Nicolás. Más aún, Ibrahim prosiguió su avance hacia el Norte. El Gobierno inglés no tenía el propósito de apoyar con las armas al sultán, Francia estaba al lado de Mehemet-Alí, y Mohamed se hallaba dominado por el pánico. El 3 de febrero de 1833, el representante ruso en Constantinopla, Butenev, recibió, por fin, el tan esperado documento'diplomático: Mohamed pedía oficialmente al zar ayuda contra el vasallo rebelde. La escuadra rusa, presta desde hacía mucho en Sebastopol, levó anclas y zarpó con rumbo a Constantinopla. El 20 de febrero aparecía en el Bosforo. Entonces el embajador francés, almirante Roussin, se apresuró a acudir al sultán, tratando de convencerle de que pidiera la marcha de la escuadra rusa. El embajador inglés apoyó la gestión de Roussin. Ambos declararon que abandonarían inmediatamente Constantinopla si los rusos ocupaban la ciudad. Esto significaba que si nq eran aceptadas sus sugerencias, Inglaterra y Francia sostendrían a MehemedAlí. El sultán exigió de Roussin un compromiso escrito de que le prestaría su apoyo contra Mehemet-Alí, y Roussin lo suscribió juntamente con el reis-efendi, Mehemet-Alí se daba cuenta perfecta de que lo único que los franceses pretendían era la salida de Constantinopla de la escuadra rusa y, una vez lo consiguieran, no harían nada en absoluto para cerrarle a Ibrahim el camino. El sultán Mohamed se convenció de.que Roussin y los ingleses le engañaban. Entre tanto, llegaron nuevas noticias alarmantes: los agentes de Ibrahim se habían filtrado en Esmirna, provo-

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cando un levantamiento contra el sultán. Este- anunció que recurriría de nuevo a Butenev, y los ministros turcos comunicaron a este último la conformidad del sultán: la escuadra rusa no debía abandonar el Bosforo. Butenev pudo contestar amablemente que la escuadra rusa no tenía el menor propósito de moverse, puesto que había recibido una doble comunicación —verbal y escrita— pidiendo la entrada de sus barcos. El 2 de abril, una segunda escuadra rusa se presentaba en las orillas del mar Negro, en las proximidades del Bosforo, siendo seguida de una tercera pocos días más tarde. Alrededor de 14.000 hombres desembarcaron en la costa. La diplomacia francesa y Palmerston dieron muestras de gran inquietud. Era evidente que las palabras no bastaban. O debían adoptar medidas enérgicas para salvar ^al sultán Mohamed del pacha de Egipto, o Constantinopla caería en manos del ejército ruso, y con la autorización del propio sultán para colmo. En última instancia, los gobiernos francés e inglés llevaron sus escuadras a las aguas de Egipto y consiguieron la firma de la paz entre el sultán y Mehemet-Alí. Esta paz resultaba muy ventajosa para el pacha egipcio, que veía aumentar considerablemente sus dominios. Pero Constantinopla había sido salvada. No obstante, el sultán y Europa entera comprendieron perfectamente que Ibrahim y sus tropas no temían a las escuadras francesa e inglesa maniobrando a lo largo de las costas egipcias, sino al ejército ruso, que ya había desembarcado en el litoral asiático del Bosforo. El sultán Mohamed se mostró entusiasmado de la ayuda recibida, y todavía más de la declaración del general edecán del zar, conde Orlov, quien le hizo saber que el 11 de julio los salvadores del Imperio Otomano abandonarían las costas amigas de Turquía para regresar a Sebastopol. El tratado de Unkiar-lskelessi (8 de julio de 1833). El conde Orlov, llegado casi dos meses antes a Constantinopla, aprovechó bien el tiempo. Un brillante éxito diplomático coronó su misión tres días antes de que las escuadras rusas abandonasen el Bosforo. El gobierno del sultán necesitaba del apoyo de la Rusia zarista, y el 8 de julio de 1833, en la aldea de Unkiar-lskelessi, los plenipotenciarios rusos y turcos suscribían un tratado que había de ser célebre en la historia de la diplomacia. En Unkiar-lskelessi, Nicolás I obtuvo una nueva victoria diplomática, mayor que la paz de Adrianópolis, puesto que había sido ganada sin recurrir a la guerra. Rusia y Turquía se comprometían a consultarse "respecto de todos los asuntos relativos a su recíproca tranquilidad y seguridad" y a ayudarse en caso de agresión de una tercera potencia. El emperador de todas las Rusias se comprometía, si así lo pedía el sultán, a ayudarle con sus fuerzas de tierra y mar. Una cláusula secreta estipulaba que, a cambio de ello, Turquía debería cerrar los Dardanelos a los barcos de guerra extranjeros cuando el Gobierno ruso lo pidiera. Con ello quedabaí garantizada la seguridad de Rusia en el mar Negro. El tratado de Inkiar-Iskelessi fue una de las causas que motivaron la agudización! de las contradicciones anglo-rusas. Palmerston. Desde mediados de noviembre de 1830, a la cabeza del gabinete británico se encontraba Grey, con lord Palmerston como ministro de Asuntos Exteriores. Este último, desde entonces hasta su misma muerte, en 1865, ya como secretario de Estado de Asuntos Exteriores, ya como primer ministro, ya como secretario de Estado del * HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I.—27

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Interior, ya como jefe de la oposición, no cesó de ejercer la mayor influencia sobre la política exterior dé Inglaterra. Un brillante retrato es el que Marx nos dejó de Palmerston. "Tory en : un principio —escribía—, supo llevar a la dirección de los asuntos exteriores todo el espíritu de simulación y las contradicciones que constituyen la esencia de los whigs. Sabe combinar la fraseología democrática con las concepciones oligárquicas, encubrir la política de la burguesía que especula con la paz con las altisonantes tiradas de la vieja Inglaterra aristocrática; sabe mostrarse como atacante cuando en realidad busca la indulgencia y presentarse como defensor cuando en realidad traiciona; sabe apaciguar, al enemigo imaginario y llevar hasta la desesperación a su supuesto aliado; sabe colocarse, en el momento oportuno de la disputa, al lado del fuerte contra el débil y domina el arte de pronunciar palabras atrevidas cuando huye ante el enemigo. "Unos 'le acusan de estar a sueldo de Rusia; otros sospechan e n ' é l a un carbonario."x , Marx no creía en la sinceridad de la enemiga de Palmerston hacia la Rusia ^ de Nicolás I y durante cierto tiempo tomó en serio los escritos del exaltado publicista Ur'quhart,.donde se sostenía que Palmerston se había vendido a Rusia. ' Resulta indudable que las arengas de Palmerston contra el zarismo como opresor de la libertad de pensamiento eran falsas e hipócritas. Justamente este aspecto del zarismo era lo que le.agradaba. Lo que este servidor del capitalismo inglés jveíá mal en Rusia era la enorme extensión del país, su fuerza gigantesca y su posición geográfica, que le permitían amenazar los intereses británicos en Turquía' y Persia y, en última instancia, oponerse a sus planes de conquista en Oriente. Precisamente por ello la lucha contra Rusia fue siempre para Palmerston una de las tareas más importantes, fundamentales, a las cuales se subordinaba toda la política exterior de la Gran Bretaña.



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Agudización de las contradicciones angla-rusas después del tratado ' de Unkiar-Iskelessi.

El tratado de Unkiar-Iskelessi hizo perder la serenidad a Palmerston. Era su segundo 'revés en la lucha contra Nicolás I en el tiempo, relativamente corto, que llevaba al frente de la diplomacia inglesa. El primer choque con • él zar se había producido en 1832, y también afectaba, indirectamente, a la cuestión oriental. ;' • •' • ; Palmerston estimaba mucho a Charlea Stratford Canning, joven diplomático que era primo- del famoso primer ministro George Canning, fallecido en" 1827. En 1831, Palmerston envió a Stratford Canning a Constantinopla y Grecia; a su regreso a Londres, en 1832, Stratford presentó un informe muy completo sobré la situación'de los asuntos orientales después de la paz de Adrianópolis, en él qué en particular se detenía en las relaciones de Turquía y Grecia. Después de esto, Palmerston decidió enviar a Stratford como embajador a San Petersburgo. Pero seguramente Nicolás estaba al corriente de las tendencias antirrusas de Stratford. En todo caso, Nesselrode, enterado del proyecto, escribió a Londres, a la princesa Láeven, que hiciera saber a Grey y a Palmerston la opinión de Rusia, contraria al nombramiento de Stratford. Grey —primer ministro —consideró terminado el asunto. Pero Palmerston decidió hacer publicar en los periódicos que el nombramiento de. Stratford había sido ya acordado, haciendo firmar previamente al rey Guillermo IV el decreto por el que se le designaba embajador. Cuando la noticia apareció en la prensa (octubre de 1832), él solicitó, según costumbre, el agrément del Gobieri C. Marx y F. Engels, Obras, tomo 9, 2' ed. rusa, pág. 361.

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no ruso, esperando que Nicolás I no se atrevería a oponer una negativa. Pero Nicolás se mantuvo en sus trece y ordenó a Nesselrode hacer saber a Palmerston que no aceptaba a Stratford. Palmerston insistió y el zar permaneció inflexible. Palmerston hubo de reconocer que había encontrado la horma de su zapato y batirse en retirada. ; Unos meses más tarde, eri julio de 1833', el tratado ruso-turco de Unkiar-Iskeíessi significaba ya un revés importante de la diplomacia inglesa. A continuación, Palmerston vio que Nicolás I trataba de utilizar a Austria como instrumento dé su política oriental. Esto le alarmó particularmente. Metternich, a quien inquietaban ciertas manifestaciones del espíritu revolucionario en Alemania y en el norte de Italia en aquella época, la aparición de la organización de Mazzini —la Joven Italia— y la sorda efervescencia en Hungría, no cesaba de insistir ante Nicolás I y Federico Guillermo III en la necesidad de robustecer la Santa Alianza y de poner de manifiesto ante los revolucionarios de todos los países la intima amistad existente entre los "tres monarcas del Este". La conferencia de monarcas de .Miinchengraetz (1833), Aunque Nicolás I se mostraba en un todo conforme con esta idea, hasta entonces se había resistido a una reunión de los tres soberanos. Ahora, en 1833, después de Unkiar-Iskelessi, no eran ya tan de temer las intrigas de Metternich. Por eso, el zar aceptó la idea de la conferencia. Más aún, decidió aprovechar esta circunstancia, que iba. a juntar a los monarcas de Austria, Prusia y Rusia y a sus ministros, no sólo para entenderse en vista de una .acción común contra la revolución, sino tamtóén.para sondear la posición de Austria en el problema turco. Los cálculos de Nicolás I eran claros; Metternich necesitaba de él en la lucha contra las conmociones revolucionarias que amenazaban con destruir la monarquía de los Habsburgo, y tambiéii contra la política francesa, que se oponía a la dominación austríaca en Lombardía y Venecia. En Miinchengraetz, donde en septiembre de 1833 se reunió la conferencia, Nicolás I prometió todo su apoyo a Metternich, con la esperanza de que, en cambio, Austria no se opondría ya a la penetración de la influencia rusa en Constantinopla. Pero el zar se equivocaba. Las conversaciones con Metternich le hicieron ver claramente que Austria mostraba gran recelo a cuanto significase influencia de Rusia en el Cercano Oriente. No obstante» como fruto de la entrevista de Miinchengraetz, entre Rusia y Austria fue suscrito un convenio por el que ambas partes se comprometían a mantener el statu quo en Turquía y a oponerse a cualquier acción de Mehemet-Alí en sentido contrario. Si, a pesar de los esfuerzos de Rusia y Austria, el Imperio Otomano se hundía, ambos gobiernos se comprometían a obrar "con un espíritu de solidaridad completa" a la hora de determinar la suerte de las tierras turcas. Nicolás mostraba grandes temores de que, en caso de desintegración del Imperio Otomano, sus restos pudieran ir a parar a manos ajenas. La cuestión de. otro socio se planteaba por sí misma. Ese otro socio, incomparablemente más fuerte, sólo podía ser Inglaterra. Pero transcurrieron once años desde la conferencia de Miinchengraetz antes de que Nicolás I estimara posible hablar de nuevo de Turquía, esta vez como de un "enfermo" y justamente con Inglaterra. Hasta entonces, bajo Palmerston, esto era imposible de todo punto, incluso antes del conflicto suscitado alrededor del nombramiento de Stratford Canning como embajador.

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Las dos tendencias inglesas en la cuestión de Oriente, Ya desde 1830 aproximadamente, y en particular después de Unkiar-Iskelessi y de los confusos rumores que penetraron en Inglaterra acerca del acuerdo del zar con Metternich en Münchengraetz, en las altas esferas del Gobierno británico, lo mismo que entre amplios círculos de la gran burguesía, se esbozaron dos tendencias en el problema de Turquía y Rusia. La una estaba representada por el conocido publicita Richard Cobden, fundador de la "Liga contra las leyes sobre los cereales" y partidario del libre cambio, y por John Bright; representaba a la otra lord Palmerston, a quien seguía la inmensa mayoría en el Parlamento y fuera de él. Cobden expresó en repetidas ocasiones sus puntos de vista en discursos, artículos y en .un folleto, Russia, que vio la luz en 1836. Su opinión podía ser resumida así: no hay que intervenir en las relaciones ruso-turcas ni por vía diplomática ni, sobre todo, por las armas. Aun suponiendo que Rusia llegase a establecerse en Constantinopla, ni la industria, ni el comercio, ni la navegación de Inglaterra sufrirían el menor perjuicio. Los rusos no podían competir económicamente con los ingleses, e Inglaterra seguiría conservando la supremacía en todos los países de Levante. Si la policía rusa llegaba a instalarse en Constantinopla, más bien sería un circunstancia feliz. El orden y la seguridad quedarían mejor garantizados que con la policía turca. Al no mantener una lucha diplomática contra Rusia, se podrían concluir con ella convenios comerciales muy ventajosos. Y esto era lo único que Inglaterra necesitaba. Palmerston y su prensa no cesaban de atacar violentamente las opiniones de Cobden y de sus amigos. Para Palmerston, como para la mayor parte de los conservadores y la mayor parte de los whigs (entre los cuales se contaba), la expansión británica en Oriente y la oposición al incremento de la influencia rusa en Turquía eran un deber y la tarea fundamental de la política inglesa. Según palabras de Palmerston, la pérdida de la India colocaría a Inglaterra en el mismo plano que Holanda o Bélgica. So capa de luchar contra las maniobras y aspiraciones de conquista del zar en Turquía, lo que Palmerston y sus partidarios perseguían, en esencia, era la subordinación de Turquía a Inglaterra. El ministro inglés concibió la idea de "ampliar" el tratado de Unkiar-Iskelessi mediante la "incorporación" a él de todas las grandes potencias europeas. En otras palabras, prescindiendo del estilo diplomático, deliberadamente confuso, lo que Palmerston deseaba era suprimir el tratado de Unkiar-Iskelessi y garantizar la integridad de las posesiones turcas con las firmas no solamente de Rusia, sino también de Inglaterra, Francia y Prusia. Se disponía incluso a convocar con este fin una conferencia en Londres. Nicolás I consiguió torpedear la convocatoria, pero la maniobra de Palmerston le ponía en una situación delicada. Pero la suerte favoreció al zar de nuevo: la diplomacia francesa.empezó a apoyar al.pacha egipcio claramente, hasta de una manera ostensible. Desde la entrada de Thiers en el gabinete se hizo evidente que la diplomacia francesa aspiraba a instalarse, en una u otra medida, en Siria y, si las cosas salían bien, en Egipto. Esto no agradaba a Palmerston. En primer lugar, no deseaba en absoluto la consolidación de la influencia francesa en Egipto y Siria; en segundo, una nueva acción de Mehemet-Alí daría a Nicolás I la ocasión, de conformidad con el tratado de UnkiarIskelessi, para intervenir en el conflicto turco-egipcio y hasta para ocupar Constantinopla. Palmerston tomó medidas inmediatamente. A través del representante austríaco en Londres, barón Neumann, hizo saber a Metternich que había decidido oponerse a los propósitos de los franceses —que ya habían conquistado Argelia— de apode-

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rarse de Egipto y de "expulsar a Inglaterra" del Mediterráneo. Inmediatamense puso en marcha la diplomacia austríaca, que llevó a conocimiento de San Petersburgo las manifestaciones de Palmerston. Nicolás I vio una ocasión propicia para entrar en contacto con los ingleses sobre el problema turco-egipcio, aislar a la odiosa monarquía "revolucionaria" de Julio con su "rey de las barricadas" y echar por tierra el acuerdo que en todas las cuestiones diplomáticas fundamentales había levantado Talleyrand tan hábilmente entre Inglaterra y Francia durante los cuatro años (1830-1834) que como embajador había permanecido en Londres. Nicolás I pensaba manejar las discrepancias anglo-francesas para entenderse con Inglaterra. Para conseguirlo estaba dispuesto a renunciar incluso al tratado de Unkiar-Iskelessi. A espaldas de Thiers empezaron negociaciones secretas entre las "monarquías orientales" —como entonces se designaba habitualrnente a Rusia, Austria y Prusia— y Palmerston. Ignorante de todo esto, Thiers, en junio de 1840, por intermedio del embajador francés en Constantinopla, trató de separar al gran visir Hozrev Pacha, considerado como un protegido de Nicolás I y enemigo encarnizado de Mehemet-Alí. La cuestión de Oriente en 1840-1847. En respuesta a esta gestión, el 15 de julio de 1840 era suscrito en Londres un acuerdo de las cuatro potencias: Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia. Los ministros principales de Luis Felipe, Thiers y Guizot, se mostraron indignados no solamente por el contenido de ese acuerdo, que iba dirigido por completo contra el pacha de Egipto y en favor del sultán, sino también porque había sido concluido a espaldas de los franceses. "Siempre he sido partidario de la alianza de Francia e Inglaterra. ¿Por qué la han roto ustedes?", dijo Thiers al embajador británico, Bulwer-Lytton, al tener noticia del acuerdo del 15 de julio. Nicolás I no cabía en sí de júbilo. El embajador ruso en Londres, Brunnov, diplomático inteligente y observador, tenía, sin embargo, la funesta costumbre de informar a San Petersburgo, con un espíritu puramente cortesano, no de lo que en realidad sucedía, sino de lo que se desearía y agradaría leer en sus relaciones. Por esta causa exageró desmesuradamente en sus informes el alcance de la victoria diplomática obtenida por Rusia sobre Francia el 15 de julio de 1840. El zar, equivocado por Brunnov, se imaginó que las relaciones entre Francia e Inglaterra habían sufrido un golpe irreparable y que, en el momento propicio, llegaría a entenderse con Inglaterra. Nicolás I probó a poner en ejecución este proyecto. Hizo comunicar a Palmerston que si Francia declaraba la guerra a Inglaterra, él se pondría del lado de esta última. La rabiosa campaña de la prensa francesa contra Inglaterra, inspirada evidentemente por Thiers, parecía confirmar en un todo las aseveraciones de Brunnov de que era posible esperar el establecimiento de buenas relaciones con los británicos. Palmerston parecía dirigir todo el ardor de su fogoso temperamento contra Thiers y contra Guizot, que había sucedido, también en 1840, a aquél en el puesto de ministro de Asuntos Exteriores. Pero al mismo tiempo aprovechó hábilmente el error del zar para impedir la renovación en 1841 del tratado de Unkiar-Iskelessi, que después de los ocho años para los que fue concluido debía ser confirmado. El 13 de julio de 1841, con el consentimiento del zar, fue suscrito entre Turquía de una parte, y Rusia, Inglaterra, Austria, Prusia y Francia, de otra, un tratado relativo al Bosforo y los Dardanelos: quedaba estipulado que los estrechos permanecerían cerrados para los buques de guerra de todas las potencias mientras Turquía se mantuviese en paz; en caso de verse comprometida en un conflicto bélico, el tra-

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tado no contenía restricción alguna para el sultán' en cuando a la concesión de paso libre a los barcos de la potencia con la cual quisiera llegar a un acuerdo. Nicolás I lo aceptó. 'No se opuso tampoco a la participación de Francia en el tratado, tanto más que, según el criterio del propio Palmerston, era imposible prescindir de ella. Francia dejó de apoyar a Mehemet-Alí, viendo' que las cuatro "potencias se manifestaban contra ella, y el pacha de Egipto hubo de conformarse con importantes adquisiciones territoriales y hacer las paces con Abdul Medjid, el nuevo sultán qué había sucedido a Mohamed II, muerto en 1839. A partir del convenio de 1841, el régimen de los estrechos empezó a ser regulado por documentos suscritos por numerosas potencias, y no por un acuerdo de las partes más' interesadas —Rusia y Turquía—, según había ocurrido 'hasta entonces. El convenio de 1841 estaba muy lejos de garantizar la seguridad de Rusia en el mar Negro. ' Sin embargo, a los ojos de Nicolás I, el objetivo principal había sido logrado: Francia no contaba ya en los asuntos de Oriente; el camino para una explicación franca con Inglaterra quedaba abierto. El mes de septiembre dé 1841 trajo, además, la noticia de la dimisión de Palmerston. Cayó el gabinete whig de lord Melbourne y con él desapareció el secretario de Estado de Asuntos Exteriores. El nuevo minis'tro conservador, Robert Peel, tenía la reputación de rusófilo. Todavía como un amigo mejor de Rusia y, lo principal, como enemigo de Turquía, era considerado lord Aberdeen, designado por Robert Peel para el puesto de secretario de Estado de Asuntos Exteriores. Aberdeen estimaba que Inglaterra podía llegar perfectamente a un acuerdo con Rusia en casi todas las cuestiones. Y Nicolás I 'se imaginaba que entre esas cuestiones figuraba ;la relativa a Turquía. Uno de los errores fundamentales de Nicolás I en política exterior fue que exa, geraba desmesuradamente el grado' de descomposición interna del Imperio Turco, cuya desintegración completa creía muy próxima. El historiador inglés Bolsover, apoyándose en diversos documentos rusos, expone así los propósitos del zar: "En diferentes ocasiones de su reinado, el zar ruso Nicolás I, tratando de sondear a los otros gobiernos, les hizo diversas proposiciones acerca del orden de cosas que reemplazaría el Imperio Turco en Europa. Esto no significaba que el zar aspirase conscientemente a la destrucción de Turquía. Al contrarío, se mostró conforme con la opinión manifestada en 1829 por el Comité especial de asuntos turcos de que los pros del mantenimiento de Turquía en Europa superaban a los contras y de que su desintegración no correspondería a los intereses reales de Rusia. Pero el Gobierno ruso no tuvo nunca la seguridad de que conseguiría mantener a Turquía también en el futuro. Al parecer, el zar no trató nunca de que el problema fuera resuelto por Rusia sola y estaba dispuesto a negociar con otras potencias de conformidad con las recomendaciones del Comité de 1828."2 A principios de 1844, Nicolás I dejó entender que desearía hacer una visita a la reina Victoria y acto seguido fue recibida la invitación correspondiente. El 31 de marzo, el zar y su séquito desembarcaron en Woolwich. Nicolás fue recibido por la corte y por la aristocracia con. todas las muestras de una estima particular, poco menos que servil, con que entonces era acogido en casi toda la Europa monárquica, que veía en él al soberano más poderoso del mundo, a un político afortunado en todas sus empresas y baluarte' sólido contra la revolución. En esta atmósfera Nicolás se sintió, naturalmente, en condiciones muy favorables para las entrevistas "francas" sobre Turquía, que era el motivo por el cual había emprendido su viaje.

Inmediatamente después de su llegada a Windsor, a donde se había trasladado desde Londres por invitación de la reina Victoria, se entrevistó y habló con Aberdeen^ He aquí la transcripción primera de lo más importante de las palabras del zar, anotadas por el barón Stokmar, según la versión del propio Aberdeen inmediatamente después de la entrevista: "Turquía es un agonizante. Podemos tratar de conservarle la vida, pero no lo conseguiremos. Debe morir y morirá. Yo preveo que deberé poner mis ejércitos en marcha. También deberá hacer lo mismo. Yo no temo a nadie más que a Francia. ¿Qué querrá? Temo que querrá mucho en África, en el Mediterráneo y. en Oriente propiamente dicho." Después de esgrimir ante Aberdeen la amenaza eje las eventuales pretensiones francesas en Egipto, Siria,y el Mediterráneo, es decir, allí donde los ingleses no admitirían en modo alguno la dominación francesa, el zar prosiguió: "En casos semejantes, ¿no debería Inglaterra encontrarse en el lugar de acción con todas sus fuerzas? Así, pues, el ejército ruso, el ejército austríaco y la gran flota inglesa en aquellos países. ¡Serán muchos barriles de pólvora en las. inmediaciones del fuego! ¿Cómo evitar que las chispas les hagan estallar?" La conclusión se imponía, y el zar la expresó netamente en las conversaciones con Aberdeen y con el jefe del Gobierno, Robert Peel: para hacer frente con éxito a las ambiciones francesas, para impedir que Austria se aprovechase de la herencia del "enfermo", Rusia e Inglaterra debían entenderse previamente acerca del reparto de la presa. De este modo, el zar volvía a su idea de la inevitable desintegración de Turquía. , En lo que respecta a él, llegado el caso, el ¿zar se había mareado ya su plan: Constantinopla sería convertida en una ciudad libre, Rusia aseguraría, el control militar en la salida del Bosforo al mar Negro, mientras que, la salida de los Dardanelos al mar Egeo era puesta bajo el control de Austria o, incluso, de Inglaterra. Pero no llegó a revelar enteramente todos sus propósitos. Las palabras del zar sobre el "moribundo" fueron perfectamente oídas en Windsor por Aberdeen y Peel. "Turquía debe caer —dijo Nicolás I a Robert Peel—'. Yo no quiero ni un palmo de tierra de Turquía, pero no consentiré que nadie se lleve ni un solo palmo." Robert Peel comprendió perfectamente lo que el zar deseaba, y lejos de mostrar una noble indignación, hizo saber que Inglaterra desearía recibir, en el momento del reparto del Imperio Turco, justamente Egipto. Está.idea la expresó en las palabras siguientes: "Inglaterra se encuentra respecto de Oriente en la misma situación. Sólo en lo que se refiere a Egipto ha cambiado un tanto la política inglesa. Inglaterra no podría permitir la existencia allí de un gobierno poderoso, de un gobierno que pudiera cerrarle las vías comerciales e impedir el paso de los convoyes británicos." Robert Peel pensaba que el zar pretendía quedarse con Constantinopla y los estrechos, y también con Moldavia y Valaquia; a Egipto aspiraban los franceses, contra los cuales se les proponía la alianza con Rusia. Nicolás I, naturalmente, pudo tomar las palabras de Robert Peel como la conformidad de éste acerca del reparto de las posesiones turcas. Así, el zar prosiguió: "Ahora es imposible decidir lo que se deberá hacer con Turquía cuando se muera. Tales decisiones acelerarían su muerte. Por eso haré cuanto esté a mi alcance por mantener el statu quo. Pero es preciso examinar honrada y sensatamente todas las eventualidades y llegar a conclusiones razonables, a un acuerdo justo y honesto." El zar salió de Inglaterra encantadísimo de que esta vez sus interlocutores no se habían hecho los sordos a sus palabras. En un momento de ardor ordenó a Nesselrode incluso el envío a Londres de un memorándum exponiendo todas sus ideas sobre la necesidad de llegar a un acuerdo previo ante la eventualidad de la desin-

2 G. H. Bolsover, "Nicolás I and the Partition of Turkey", The Slavonia and East European Review, vol. XXVII, núm. 58, diciembre 1948.

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legración de Turquía; estaba muy deseoso de tener la confirmación por escrito, suscrita por Peel o por Aberdeen, de su aprobación de los proyectos que él les había expuesto. Pero no lo consiguió. Los ministros ingleses, evidentemente, lo habían pensado mejor y no deseaban comprometerse estampando sus firmas al pie de un documento. En julio de 1846, el gabinete de Robert Peel presentaba la dimisión. Los whigs volvieron al poder con lord John Russell como primer ministro y con Palmerston como secretario de Estado de Asuntos Exteriores. Nicolás I estaba muy al tanto de que Palmerston observaba con inquietud el crecimiento de la influencia rusa en Europa, cosa que, por lo demás, el propio Palmerston no había ocultado nunca. "Europa ha estado demasiado tiempo dormida; ahora se despierta para poner fin al sistema de agresiones que el zar quiere preparar en diversas fronteras de su vasto Imperio", había dicho, ya en 1837, a la cara al embajador ruso, Pozzo .di Borgo. Intentar ahora, en 1846, reanudar con Palmerston las conversaciones que tan fácilmente se desarrollaban con Peel y Aberdeen le parecía al zar imposible de todo punto. A su paso por Viena, en diciembre de 1845, el zar habló de Turquía con Metternich y creyó necesario manifestar que si este país llegaba a desintegrarse, él no cederla Constantinopla a nadie. Si alguien probara a enviar allí sus tropas, él, el zar, se presentaría el primero. Y una vez en la ciudad, en ella se quedaría. Esto era más bien una amenaza que una invitación al reparto. El zar creía en aquellos momentos a Austria demasiado débil como para llegar a tal eventualidad. Es curioso señalar que Nicolás I, a pesar de la ilimitada seguridad en sí mismo y su incomprensión total de las aspiraciones de grandes capas de la población de la Europa de aquel entonces, y en particular de los países alemanes y de las posesiones de los Habsburgo, aunque cerraba los ojos con irritación y terquedad a la evidencia, supo percibir en esos años la proximidad de la revolución. Preveía ya que sus "aliados" podían mostrarse incapaces de resistir el formidable choque que les aguardaba. Esto lo atribuía, ante todo, a la debilidad y al desconcierto de los gobiernos austríaco y prusiano. "Antes éramos tres, ahora hemos quedado uno y medio, porque no tomo en consideración a Prusia, y Austria sólo vale por medio", dijo Nicolás I en 1846 a un diplomático danés. 'Así llegó Europa a febrero de 1848. La historia de la diplomacia europea entraba en'un período de vicisitudes repentinas, imprevistas y de enorme amplitud.

CAPITULO IX

LA-DIPLOMACIA EUROPEA DURANTE LAS REVOLUCIONES DE 1848-1849 Influencia de las revoluciones de 1848-1849 sobre la diplomacia europea. LAS REVOLUCIONES DE 1848-1849 iban dirigidas no sólo contra la reacción dentro de cada país, sino también contra todo el sistema de relaciones internacionales de la Europa monárquica imperante desde los tiempos del Congreso de Viena de 1815. El sistema se había resquebrajado ya en 1830, cuando se hundió la monarquía "legítima" de los Borbones en Francia y surgió Bélgica como Estado independiente. En 1848, el "sistema de Viena" recibió un nuevo golpe. En Francia, la revolución democráticoburguesa de febrero de 1848 destronó a Luis Felipe y colocó a los gobiernos europeos ante el problema de la actitud a tomar frente a la República. En Alemania y en Italia, el problema principal de las revoluciones de 1848 era la lucha por acabar con el fraccionamiento feudal de estos países y por convertirlos en Estados nacionales burgueses unificados. La revolución húngara de 1848-1849 podía conducir a la desintegración del abigarrado imperio de los Habsburgo y a la liberación de Hungría del yugo a que Austria la tenía sometida. El movimiento revolucionario polaco de 1848 sacaba de nuevo a primer plano el problema del restablecimiento del país. El éxito de todos estos movimentos habría significado, sin duda alguna, el fin de los "tratados de Viena" de 1815. La conmoción experimentada por el "sistema de Viena" en 1848 era consecuencia del desarrollo capitalista de Europa y de la agudización de la lucha de clases. La fuerza motriz principal de las revoluciones de 1848 eran las masas populares —la clase obrera, los artesanos y los campesinos—, aunque la dirección de los acontecimientos quedó en manos de diversas capas de la burguesía, que temía a la clase obrera y no deseaba llevar la revolución hasta el fin. Al derrocar a los monarcas, la ola revolucionaria planteó "por bajo" nuevos problemas a la diplomacia europea. Una vez más, en las relaciones internacionales y en la diplomacia irrumpió la influencia de los levantamientos revolucionarios, de los combates de barricadas, de los movimientos de liberación nacional. Los gabinetes de la Europa monárquica tuvieron de nuevo que vérselas con la política y con la diplomacia de los nuevos gobiernos burgueses salidos de las revoluciones. Las revoluciones democrático-burguesas de 1848 tuvieron enfrente a las clases reaccionarias y a sus gobiernos. Los métodos de la diplomacia del mundo viejo eran la presión militar y política sobre los Estados invadidos por el movimiento revolucionario, la intervención contrarrevolucionaria y los compromisos y amaños con la burguesía liberal. Las fuerzas de la reacción del absolutismo feudal, todavía poderosas en distintos países, se pusieron en pie para combatir la revolución, y la diplomacia cumplió su papel en esta lucha de lo viejo y lo nuevo. En la Europa occiden425

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tal, uno de los baluartes más conservadores y recalcitrantes de la reacción extrema era la monarquía de los Habsburgo, pero se vio incapaz para aplastar por sí misma la revolución húngara. En Alemania, los soportes de la reacción eran los junkers prusianos y el absolutismo. La fuerza reaccionaria más importante era, empero, la autocracia de la Rusia zarista. La diplomacia europea se vio muy influida por la circunstancia de que las revoluciones de 1848-1849 se produjeron cuando había una clase obrera mucho más desarrollada que en 1789, y ante el creciente movimiento de esta clase la burguesía perdió rápidamente su espíritu revolucionario. De ahí el paso de la burguesía liberal a unas posiciones de compromiso con la nobleza y el absolutismo y a su participación activa en el aplastamiento de las acciones de la clase obrera y del movimiento democrático de la pequeña burguesía. Mucho antes, la burguesía británica había renegado de las tradiciones revolucionarias de todo género; a lo que más temía era a la clase obrera. La plutocracia burguesa y la aristocracia de Inglaterra fue uno de los baluartes más importantes de la reacción. El liberalismo británico descansaba no sólo en la explotación de los obreros ingleses, sino también en la opresión de trescientos millones de seres de la India y de otras colonias, lo mismo que en la explotación de Irlanda. En Asia, el Gobierno británico, dirigido por Palmerston y otros líderes de la burguesía, desplegaba una política de agresión, mientras que en Europa daba su apoyo al yugo a que los sultanes turcos tenían sometidos a los pueblos de los Balcanes. También defendía la integridad del Imperio Austríaco, opresor de italianos, húngaros y eslavos. El Gobierno británico trataba de mantener el "sistema de 1815", que excluía el predominio' de ningún Estado en el continente y permitía a Inglaterra dejar oír su voz en los asuntos europeos manejando las contradicciones que dividían a las otras grandes potencias. En 1848-1849, Inglaterra puso en juego su dinero, su flota y su diplomacia para oponerse al éxito de los movimientos democrático-revolucionarios, para reducir al mínimo los cambios en la situación internacional de Europa y para mantenerse libre en su política de expansión colonial. En este sentido, Inglaterra fue uno de los puntales más fuertes de la contrarrevolución europea. Rasgo característico de las relaciones internacionales de 1848-1849 fue la colaboración de los nobles y los terratenientes contrarrevolucionarios y de la burguesía frente a la clase obrera y las reivindicaciones democráticas de las grandes masas del pueblo. La falta de madurez de la clase obrera y la traición de la burguesía liberal determinaron el carácter indeciso de las revoluciones de 1848-1849. A consecuencia de ello, el poder político —y por tanto la diplomacia— quedó en manos de los gobiernos monárquicos de los nobles, o bien en manos de la burguesía y de los terratenientes aburguesados, aterrorizados por el ascenso del movimiento proletario y democrático revolucionario. Pero el contenido de las relaciones internacionales en 1848-1849 no se limita a la lucha entre la revolución y la contrarrevolución. Las negociaciones diplomáticas se vieron muy influidas por las contradicciones anglo-rusas y anglo-francesas, por la hostilidad de la burguesía francesa, del Gobierno del zar y de Austria hacia las aspiraciones imperialistas de Prusia, por la rivalidad austro-francesa en torno a Italia y por otros viejos antagonismos que separaban a los Estados europeos, antagonismos derivados de la lucha por conseguir nuevos territorios, zonas estratégicas, vías comerciales, mercados de venta y la supremacía política en Europa occidental y en el Cercano Oriente. Tuvieron también importancia las contradicciones que existían entre las aspiraciones nacionales y a menudo agresivas de la burguesía y de los terratenientes de las distintas naciones europeas.

EL GOBIERNO PROVISIONAL EN FRANCIA

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La diplomacia del Gobierno Provisional después de la Revolución de febrero en Francia, Con el derrocamiento de Luis Felipe advino en Francia el Gobierno Provisional, que dirigían los republicanos "tricolores". Estos formaban la corriente moderada de la oposición republicana en la monarquía de Julio, mostrábanse contrarios al sufragio universal, y tanto más al socialismo, y en la mayoría de los casos se oponían a todas las transformaciones que pudieran beneficiar a las masas del pueblo. Puestos importantes en el Gobierno Provisional ocupaban también los "republicanos sociales", pequefioburgueses, que pugnaban por el establecimiento de una república democráticoburguesa que garantizase el "derecho al trabajo", implantase la tributación progresiva, etc. Un representante de los obreros, Albert, y el socialista pequeñoburgués Luis Blanc eran también miembros de este Gobierno, pero no tenían dentro de él gran influencia y marchaban a remolque de la burguesía. Con anterioridad a la Revolución de Febrero, los republicanos moderados ("tricolores") condenaban violentamente la política exterior y la diplomacia de la monarquía de Julio por su colaboración con el Gobierno británico, Metternich y el zar contra los movimientos revolucionarios y de liberación nacional. Los republicanos burgueses tricolores se manifestaban contra los tratados de Viena de 1815, considerándolos un estorbo para el robustecimiento de las posiciones de Francia y el ensanchamiento de sus fronteras en Europa. El National, su periódico, aireaba ampliamente el nacionalismo burgués de los franceses y en vísperas de la revolución se había ganado las simpatías de la burguesía industrial con su enérgico programa, que en política exterior iba contra Austria y contra los tratados de Viena. Los partidarios de la "república social" —demócratas revolucionarios pequeñoburgueses y parte de los socialistas— en política exterior promovían a primer plano la ayuda a los movimientos de liberación en Polonia, Italia y Alemania, Estas manifestaciones de los republicanos y la admiración de buena parte de la burguesía francesa por la política de conquistas del Imperio de Napoleón I no eran un secreto para los gobiernos europeos, recelosos en un principio de que el derrocamiento de la monarquía de Julio iba a colocar a Francia en una posición activa contra.los tratados suscritos en 1815 en Viena y provocaría la intervención armada en apoyo de los movimientos revolucionarios de otros países. Pero sus temores eran vanos: los republicanos burgueses de Francia no pensaban .siquiera en ayudar a los revolucionarios. Las acciones de la clase obrera, que cumplió un papel decisivo en la proclamación de la República en las jornadas de febrero de 1848, asustaron al Gobierno Provisional, que tenía como ministro de Asuntos Exteriores a Lamartine, un republicano "tricolor". Lamartine era conocido como poeta, como publicista e historiador que en sus obras exaltaba a los girondinos. En política amaba las frases oscuras y sentimentales sobre la libertad y la fraternidad. Él, mejor que nadie, podía encubrir con sus sonoras tiradas la renuncia completa del Gobierno Provisional al apoyo a los movimientos revolucionarios de otros países y evitar el menor choque con el exterior. Entre febrero y mayo de 1848, cuando la burguesía se veía aún obligada a hacer concesiones a la clase obrera y a los demócratas pequeñoburgueses, toda la diplomacia del Gobierno Provisional tendió a mantener a cualquier precio la paz exterior, a fin de evitar un mayor ascenso revolucionario en el país. Según palabras del propio Lamartine, temía que la intervención abierta de Francia contra los tratados de 1815 o la ayuda a los movimientos revolucionarios de otras naciones llegasen a provocar la formación de una coalición contrarrevolucionaria y la guerra contra la Europa monárquica. Lamartine estaba persuadido de que esa guerra exigiría medidas

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revolucionarias extremas o conduciría a una dictadura militar, lo mismo que ocurrió en 1799. Los republicanos burgueses, temerosos de que, en caso de guerra, su poder se viniese abajo, declararon su no intervención en los asuntos de otros países. Inmediatamente después de haberse hecho cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lamartine dio al embajador británico en París, lord Normanby, y a los representantes de otros Estados seguridades en el sentido de que el Gobierno republicano permanecería fiel a los propósitos de Francia de mantener buenas relaciones con todos los países. Lamartine llegó a manifestar el deseo de concluir una alianza con Inglaterra, pensando que sin los subsidios de esta última las monarquías de nobles del continente serían incapaces de'lanzarse a una intervención contra la República Francesa. El 4 de mayo, Lamartine envió a los representantes de Francia en el extranjero una circular en la que se daba seguridades a los distintos gobiernos acerca de que su país no empezaría una guerra. "Los tratados de 1815 —se decía en esta circular— no tienen ya fuerza de derecho para la República Francesa; sin embargo, las cláusulas territoriales de esos tratados son un hecho que ella toma como base y como punto de partida en, sus relaciones con otras naciones." í Las frases siguientes, en el sentido de que Francia se reservaba el derecho a "armarse" para la defensa de los movimientos revolucionarios de otros países, iban dirigidas a los clubs de París y no impidieron a los gobiernos europeos comprender que el verdadero significado de la circular era la renuncia a la guerra como instrumento que pudiera poner fin a los tratados de 1815. Palmerston escribió irónicamente'acerca de las sonoras frases de la circular: "Si colocásemos todo esto en una retorta y separásemos los gases y la escoria, encontraríamos lo principal: que entre los gobiernos debe reinar la paz y la concordia." Los emigrados revolucionarios —polacos, irlandeses, alemanes, belgas, italianos—, que en París solamente ascendían a 15.000, celebraban manifestaciones ataviados con sus trajes nacionales, y enviaban delegaciones y mensajes al Gobierno Provisional en solicitud de ayuda. Lamartine no regateaba las rimbombantes expresiones de simpatía, pero se abstenía de dar el menor paso concreto. A los polacos les manifestó que debían "aguardar el futuro". Las legiones alemana, belga y saboyana, que habían sido organizadas en París, no recibieron del Gobierno Provisional el menor apoyo. Lamartine anunció al rey Leopoldo de Bélgica las intenciones de Francia de observar estrictamente los tratados de neutralidad e intangibilidad del país; un destacamento armado de revolucionarios belgas que habían cruzado la frontera fue disuelto sin gran esfuerzo y hecho prisionero por las tropas del rey. Cuando el reino de Cerdefia empezó la guerra contra Austria, Lamartine hizo cuanto estaba a su alcance para que el ministro piamontés, marqués de Brignoli, no llegase a comprender si el Gobierno francés aprobaba o no la ruptura de hostilidades. Refiriéndose a las circulares de Lamartine, Marx escribió: "Al igual que Eolo, que ponía en libertad todos los vientos, Lamartine, de un soplo, ha dispersado al Este y al Oeste todos los fantasmas aéreos, todas las frases de la república burguesa, las palabras vacías sobre la fraternidad de todos los pueblos, sobre la liberación que Francia llevaría a todos los pueblos, sobre el sacrificio de Francia en interés de todos los pueblos. "¿Y qué ha hecho? ¡Nada!" 2 En previsión de posibles complicaciones exteriores, cuatro ejércitos franceses fueron puestos en situación de alerta en el Rin, los Pirineos, los Alpes y el norte de Francia. De Argelia se hizo volver a la metrópoli a parte de los soldados veteranos. 1 2

A. Lamartine, Histoire de la Révolution de 1848, París, 1849, tomo II, págs. 69-78. C. Marx y F. Engels, Obras, tomo 5, 2* ed. rusa, pág. 469.

LA REVOLUCIÓN DE FEBRERO

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Según palabras de Lamartine, los preparativos militares en la región de los Alpes obedecían al deseo de impedir las acciones revolucionarias de los obreros de Lyón. En realidad, la diplomacia del Gobierno Provisional tendía al mantenimiento del statu quo en las relaciones de Francia con otros países; de este modo, la burguesía francesa se vería libre para lanzarse a la ofensiva contra la clase obrera. La revolución produjo algunos cambios en el servicio diplomático de Francia. Los embajadores anteriores fueron reemplazados por otras personas que hasta el • reconocimiento de la República Francesa fueron considerados por los gobiernos respectivos como agentes no oficiales. Sin embargo, fueron muy escasos los viejos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores que quedaron en sus puestos. A propuesta de Lamartine, el Gobierno Provisional redujo los ingresos de los representantes de Francia en el extranjero y suprimió la categoría de embajador, diciendo que "la República no necesita del prestigio de las categorías y del esplendor de sus agentes". A estos cambios puramente externos, abolidos más tarde por el Segundo Imperio, se limitó la reorganización de todo el servicio diplomático. A fin de apaciguar a los gobiernos monárquicos, eran observadas estrictamente las formas usuales de la correspondencia diplomática. Para los cargos diplomáticos eran designadas personas de espíritu conservador o moderado: a Londres fue enviado el general Aupick, a Roma el duque d'Harcourt, a Viena el diplomático de carrera Lacour y a Berlín el legitimista conde de Sircour, que se negó a entrar en contacto con los liberales y revolucionarios prusianos. Después del levantamiento de Berlín del 18 de marzo, Sircour manifestó a los ministros prusianos que Francia deseaba el mantenimiento del régimen monárquico en el país, si bien expresó sus simpatías por la forma parlamentaria de gobierno. La diplomacia de los gobiernos europeos y la Revolución de Febrero, Cuando la revolución se hubo apoderado de la mayor parte de Europa, casi todos los gobiernos se vieron preocupados por los trastornos producidos dentro de sus propios países, y esto les hizo olvidarse de la República Francesa. Los intereses contradictorios de las monarquías europeas hacían también imposible su intervención contra Francia y el rompimiento de las relaciones diplomáticas con ella. Palmerston odiaba al movimiento revolucionario y calificaba a los ministros del Gobierno Provisional de criaturas del "populacho" parisiense, pero rechazó el consejo del embajador zarista en Londres, Brunnov, en el sentido de que no reconociese a la República. Inmediatamente adivinó que el Gobierno Provisional necesitaría robustecer sus relaciones con Inglaterra y mantendría con respecto a ella una política más ventajosa que la monarquía de Julio. Lo único que inquietaba a Palmerston era la formación en Francia de una legión belga. Y cuando la posición verdadera de Lamartine en los asuntos de Bélgica quedó suficientemente clara, el gabinete británico reconoció oficialmente a la República. La .burguesía inglesa necesitaba también la paz con Francia porque en aquel entonces se hallaba alarmada por el incremento del movimiento revolucionario .y por la insurrección de Irlanda. La posición de Inglaterra descartaba toda esperanza de que pudiera incorporarse a la intervención. En un principio, cuando la noticia de la caída de Luis Felipe llegó a San Petersburgo, Nicolás I experimentó un sentimiento de maligna alegría: en el fondo de su alma jamás llegó a considerar a Luis Felipe como a un monarca "legítimo" y a menudo repetía que, tarde o temprano, "la providencia" le castigaría por haber aceptado la corona. Pero la proclamación de la República le pareció más peligrosa que la monarquía de Julio. La primera idea del zar fue la de emprender una campaña contra Francia para aplastar la revolución, pero el erario estaba vacío, y la

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LAS REVOLUCIONES DE MARZO EN AUSTRIA Y PRUSIA

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parte, aseguró a Kiseliov que la República no tenía el propósito de prestar ayuda económica a los polacos contra Rusia, y llegó a hablar de la posibilidad de una alianza franco-rusa. "Para Francia —dijo— la alianza más natural sería la alianza con Rusia." El zar manifestó su aprobación completa del atrevido paso de Kiseliov, aunque dispuso que, por el momento, debía abstenerse del reconocimiento oficial del Gobierno Provisional. Lo que más preocupaba al zar era la revolución en Alemania y la posibilidad de un nuevo levantamiento polaco, confiando en que Francia podía ser para Rusia un buen contrapeso frente a Alemania. "Todo nuestro sistema ^—escribía Nesselrode— debe ser modificado." A Kiseliov se le hizo saber que "el Gobierno imperial estimaba oportuno no irritar en vano a Francia". Según palabras de Nesselrode, la revolución no avanzaba ya sobre Rusia desde París: ha estallado en Viena y en Berlín, "en nuestras puertas". Para "defendernos en el Norte contra la Alemania unificada —explicaba el canciller ruso— necesitamos en el Sur un contrapeso, y ese contrapeso sólo lo encontramos en Francia. Ya sea una Francia republicana o monárquica, por la fuerza de las cosas tendrá su papel en el equilibrio europeo." 5 La eventualidad de un levantamiento en Polonia es lo que más ataba las manos al zarismo. Nicolás I escribió al príncipe Paskévich, gobernador del Reino Polaco, que estimaba necesario "adoptar una posición defensiva, levantar a modo de un cordón sanitario, prestando la atención más vigilante al territorio propio a fin de aplastar en él todos los intentos en su comienzo mismo". Pero llegado el caso de una guerra con Alemania, Nicolás I pensaba ocupar inmediatamente la Prusia Oriental, confiando en la colaboración con Francia. La República Francesa demostró ser mucho menos revolucionaria de lo que en un principio pensaban el zar y sus ministros. La feroz represión del levantamiento de los obreros de París en junio de 1848 ponía al descubierto la verdadera faz de los republicanos moderados. La noticia de las jornadas de junio en París dio un vigoroso impulso a la contrarrevolución, que pasó a la ofensiva en todos los países de Europa. Nicolás I felicitó entusiasmado a Cavaignac por su éxito en la matanza. Los acontecimientos interiores y las dificultades financieras de la República daban pie para pensar que no violaría los tratados de 1815 y no prestaría ayuda alguna a las revoluciones de otros países. El Gobierno francés estaba tan necesitado de dinero que a través de Rothschild propuso a Kiseliov la venta al Tesoro ruso, por ochenta millones de francos, de los brillantes de la Corona francesa, si bien Kiseliov no aceptó el trato. Bastide, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, y el general Cavaignac adulaban al zar. En la Rusia zarista buscaban un contrapeso a las pretensiones de Prusia, que quería la hegemonía en Alemania, y a los proyectos de unificación de ésta promovidos por el Parlamento de Francfort. Pero la tendencia fundamental de la política exterior de la República Francesa no era la colaboración con el zarismo, sino con Inglaterra, a fin de aplastar los movimientos democrátíco-revolucionarios y a la clase obrera. "Bajo Cavaignac —escribía Marx— se sigue la misma política que bajo Luis Felipe: en las querellas exteriores acuden a un recurso viejo y eternamente nuevo, a la entente cordiale con Inglaterra, con la Inglaterra de Palmerston, con la Inglaterra de la burguesía contrarrevolucionaria." 8 Debemos recordar que en 1848 el primer golpe sobre el movimiento obrero en Europa fue descargado justamente en Inglaterra con los preparativos militares contra los carlistas y con el aplastamiento de la manifestación

imposibilidad de contar con los subsidios ingleses y con el apoyo de Austria y Prusia le devolvió la serenidad, obligándole a abstenerse de la "cruzada" contra la República Francesa. A ello contribuyó la alarma del zar ante el cariz que tomaba la situación en Polonia. Nicolás I sé limitó a cursar órdenes en el sentido de que su ministro, N. D. Kiseliov, abandonase inmediatamente París. Pero esta medida no significaba el propósito de hacer la guerra a Francia si esta última no empezaba las operaciones militares con vistas a poner fin al "sistema de 1815". Nesselrode ordenó a Kiseliov poner en conocimiento 'del Gobierno francés que Rusia "no tenía el propósito de intervenir en los asuntos internos de Francia", aunque acudiría en ayuda de Austria y de Prusia "con todas sus fuerzas" si Francia entraba en dichos países con ánimo de ensanchar sus propias fronteras o para apoyar la revolución en otros países.3 A diferencia 'de 1830, a los franceses no Íes fue prohibido la entrada en Rusia. También abandonó el zar la idea de una campaña en Italia, pues temía el envío de sus tropas "a unos países tan lejanos" dominados ya por la revolución. Para hacer más llevadera a Austria la lucha contra la revolución italiana, Nicolás I ofreció a la corte de Viena sus servicios en cuanto al aplastamiento de la revolución en Galitziá. Al rey de Prusia le aconsejó que no hiciera la menor concesión constitucional. Después de las revoluciones de marzo en Viena y Berlín, el Gobierno del zar se vio completamente aislado y llegó incluso a considerar la República Francesa como un posible contrapeso frente a las pretensiones de Prusia a la hegemonía en Alemania. Influencia de las revoluciones de marzo en Austria y Prusia sobre las relaciones diplomáticas ruso-francesas, El Gobierno zarista temía un nuevo desarrollo de la revolución. Los métodos de maniobras y compromisos a que había recurrido Federico Guillermo IV de Prusia eran algo totalmente inaceptable para Nicolás I. Ya hacia 1840, cuando Prusia se convirtió en el centro de la oposición liberal alemana, las relaciones entre el zar y la corte berlinesa se habían debilitado y empeorado. Nicolás I temía el quebrantamientos de los soportes de la monarquía absoluta en Prusia. Él zar y Nesselrode temían muy especialmente la unificación revolucionaria de Alemania "por abajo", por el derrocamiento de la monarquía, pero tampoco deseaba la unificación del país por arriba bajo la presidencia de una Prusia constitucional. En la creación de esa Alemania veían una amenaza para el régimen absoluto y feudal; recelaban también que la nueva Alemania se viese dominada por el "espíritu de ensanchamiento territorial y de conquistas".4 Los llamamientos de los periódicos liberales y democrático-revolucionarios alemanes a la guerra contra Rusia eran conocidos, lógicamente, por el Gobierno del zar. N. D. Kiseliov comprendió el cambio de situación antes ya de haber recibido nuevas instrucciones. Por su cuenta y riesgo, decidió incumplir la orden de abandonar París. En su entrevista con Lamartine guardó silencio sobre las amenazas del zar de que prestaría apoyo a Austria y Prusia contra Francia y siguió el ejemplo de los demás diplomáticos extranjeros, que no mostraban intenciones de salir de la capital francesa. En un principio demoró la partida con el pretexto del paro de los ferrocarriles, y al conocer las revoluciones de Viena y Berlín decidió definitivamente no dar el paso del rompimiento con el Gobierno Provisional. Lamartine, por su 3 F. F. Martens, Tratados y convenios suscritos por Rusia con Estados extranjeros, tomo XV, San Petersburgo, 1907, págs. 228-229. * Nesselíode, Compte-rendu pour l'année 1848, folios 4-8. (A. P. E. R., M. A. E. Oficina, 1848.)

8 Nesselrode, Comte-rendu pour l'année 1848, folio 222. (A. P. E. R., M. A. E. Oficina, 1848.) 8 C. Marx y F. Engels, Obras, tomo 5, 2' ed. rusa, pág. 469.

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PRUSIA Y LA CUESTIÓN DE SCHLESWIG-HOLSTEIN

carlista del 10 de abril. El Gobierno británico, a la vez que apoyaba en algunos países las reformas liberales moderadas al objeto de hacer abortar la revolución, era un enemigo rabioso del proletariado y de los movimientos democrático-revolucionarios. El poderío económico de la burguesía inglesa y su monopolio comercial-industrial y colonial le aseguraban la solidez de sus posiciones. Inglaterra, escribía Marx a fines de 1848, "parece una roca contra la cual se estrellan las olas revolucionarias".7 En 1848, la orientación de la República Francesa a la colaboración con Inglaterra y con la Rusia zarista contribuyó a apaciguar a los gabinetes reaccionarios. Los Gobiernos británico y francés se abstuvieron de prestar la menor ayuda real al movimiento polaco y se opusieron al desarrollo de la revolución en Austria y en Alemania.

dencia personal con eLzar, al que aseguró que jamás desenvainaría la espada contra Rusia. El rey suplicó a Nicolás I que acercase sus tropas a las fronteras de la Posnania prusiana para sofocar en común el movimiento polaco. Los planes de Arnim habían sido construidos sobre arena. El zar concentró en las provincias polacas de Rusia un ejército de 420.000 hombres, y todo intento de rebelión se hizo allí imposible. El levantamiento se redujo a Posnania, que formaba parte de Prusia, y fue .ahogado en sangre por las tropas prusianas; las hipócritas manifestaciones de simpatía de los liberales alemanes hacia los polacos cambiaron al momento por torrentes de franco odio y hostilidad. Nicolás I exigió al rey de Prusia-medidas enérgicas contra el levantamiento, pero, sin necesidad de ello, el propio Gobierno prusiano se dio prisa en aplastarlo con toda la ferocidad de que era capaz. Los junkers y la mayor parte cíe la burguesía alemana demostraron con claridad suficiente su odio al movimiento de los polacos. Los gobiernos de las potencias occidentales no quisieron prestar ayuda a los polacos. En la intercesión de Inglaterra no había ni que pensar. Palmerston no deseaba verse envuelto en ningún conflicto por causa de los polacos. La Asamblea Constituyente francesa rechazó toda idea de apoyo a los insurrectos. La sangrienta represión del levantamiento de Posnania produjo a Nicolás I la mayor alegría y contribuyó a mejorar las relaciones entre Rusia y Prusia. Pero el zar se sentía inquieto por Galitzia, el otro foco del movimiento polaco. Por ello pidió al Gobierno austríaco el rápido aplastamiento de la rebeldía, amenazando, en caso contrario, con hacer entrar en Galitzia a sus tropas. Es notorio que en 1848 el movimiento polaco de liberación no justificó las esperanzas que tenían puestas en él los fundadores del marxismo y los demócratas revolucionarios. Una de las causas de que así ocurriera fue el desprecio que muchos de sus dirigentes manifestaron por los intereses de los campesinos. Las pretensiones nacionalistas de los terratenientes polacos y de la burguesía, que aspiraban a ocupar las tierras lituanas, bielorrusas y ucranianas, debilitaron también el movimiento. Los insurrectos polacos confiaban, sin base alguna, en el apoyo de los gobiernos occidentales europeos, que siempre tomaron al pueblo como moneda de cambio en su política. Hubieran podido prestar su apoyo a Polonia las fuerzas revolucionarias del pueblo ruso, pero en aquel entonces eran todavía débiles.

La diplomada 'europea y el movimiento polaco de liberación de 1848. Cuando en la primavera de 1848 se preparaba el levantamiento de Posnania, el ministro prusiano de Asuntos Exteriores en el gobierno de marzo, barón Enrique Arnim,8 y cierta parte de los liberales prusianos confiaban en dirigir las fuerzas de los polacos contra Rusia. Pensaban que el levantamiento se extendería a las provincias polacas de Rusia, después de lo cual contaría con el apoyo de Francia, impidiendo así al Gobierno del zar la adopción de medidas para contrarrestar el establecimiento de la hegemonía prusiana en Alemania. Arnim y una parte de los liberales prusianos aspiraban a restaurar el Reino Polaco como un Estado dependiente de Prusia, como una barrera que mantendría a ésta separada de Rusia. Arnim quería dar comienzo a la realización de este plan en Posnania; el trono polaco de esta región había de ser ocupado por el príncipe prusiano Woldemar, aunque este último estaba muy lejos de mostrarse entusiasmado con el proyecto. Arnim trató de entablar con el ministro francés negociaciones para llegar a una alianza de Prusia y Francia contra Rusia, consiguiendo^ así el apoyo de la República a la política prusiana en Alemania, pero el Gobierno Provisional rechazó la idea. El propio Sircour era personalmente adversario de la alianza con Prusia, no quería que el problema polaco le llevase a un choque con el zar. Sircour recelaba que Arnim quería arrastrar a Francia a complicaciones en tomo a dicho problema a fin de apartar su atención y sus fuerzas de los asuntos alemanes, dejando así a Prusia las manos libres para imponer la unificación de Alemania bajo su hegemonía. Sospechaba que Arnim quería llevar a Francia a una guerra con Rusia, en la cual "sepultaríamos en un mar de sangre nuestras riquezas, y luego, a juzgar por todo, nuestra libertad,9 para volver a levantar en ambas orillas del Rin la potencia militar más temible de Europa. Declararíamos la guerra a causa de Posnania y compraríamos la paz al precio de Estrasburgo". Estas palabras de Sircour reflejaban las profundas contradicciones existentes entre los intereses de la burguesía alemana y . francesa en el problema de la unificación de Alemania bajo la égida prusiana. El rey de Prusia no compartía los planes de Arnim; no deseaba ni la alianza con Francia ni el conflicto con Prusia. A espaldas de su ministro, mantuvo una corresponC. Marx y F. Engels, Obras, tomo 6, 2' ed. rusa, pág. 159. No se debe confundir al barón Arnim con el conde Arnim, que hasta el 29 de marzo presidtó el gabinete prusiano y por sus ideas estaba cerca de los "viejos" junkers. El barón Arnim fue ministro de Asuntos Exteriores entre el 21 de marzo y el 20 de julio de 1848. 9 Sircour parecía referirse a la posibilidad de que en Francia fuese establecida una dictadura militar. 7 8

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Los gobiernos europeos y* la política de Prusia en la cuestión de Schleswig-Holstein y -frente al problema de la unificación de Alemania en 1848, Entre 1848 y 1850, todas las grandes potencias —Inglaterra, Rusia, Francia, Austria y Prusia— coincidían en oponerse a cualquier intento de unificación de Alemania por vía revolucionaria. Este modo de resolver el problema alemán era el que menos deseaba la reacción europea, incluida la reacción alemana. Pero la resistencia de los gobiernos dio origen al intento de iniciar la unificación "por arriba", bajo el poder de Prusia. La rivalidad de Austria y Prusia y el mantenimiento del fraccionamiento feudal de Alemania eran para los gobiernos de Inglaterra, Rusia y Francia una condición importante de su preponderancia política en los asuntos de Europa. Las fluctuaciones de Federico Guillermo IV y sus coqueteos con el movimiento alemái} de unificación nacional asustaron a Nicolás I. El zar aconsejó reiteradamente al rey que no hiciera ningún género de concesiones constitucionales. Al no confiar por completo en Federico Guillermo, el zar empezó a centrar su atención en el acercamiento a Austria, que a su entender era un baluarte más firme del feudalismo y del absolutismo en esta parte de Europa. Tenía presente que la corte de Viena HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I,—2B

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LA DIPLOMACIA EUROPEA DURANTE 1848-1849

LOS FUNDADORES DEL MARXISMO Y LA GUERRA ALEMANA DE 1848-1849

apoyaba resueltamente la existencia de la Confederación Germánica, en la Dieta de la cual ocupaba una posición preponderante. Una de las causas principales del empeoramiento de las relaciones ruso-prusianas era el temor del zar acerca de la consistencia del régimen de los terratenientes y de la autocracia. Pero existían otras razones para oponerse a las reformas burguesas en Prusia y al establecimiento del predominio de ésta en Alemania. En tul caso, en las fronteras occidentales de Rusia surgiría una potencia fuerte y agresiva. La unificación de Alemania bajo el poder de Prusia significaba para Rusia el peligro de graves guerras, como ya había ocurrido en tiempos de Federico II. Además, entre Rusia y Prusia se habían agudizado las relaciones comerciales: la burguesía alemana estaba descontenta por la supresión de los privilegios aduaneros que sus mercancías habían disfrutado en las provincias occidentales de Rusia. La burguesía- prusiana se mostraba furiosa con la política fiscal del Gobierno del zar y con la actitud de éste respecto d e l a cuestión alemana. . . , • • . Después del levantamiento de marzo en Berlín, el 'zar ofreció al rey de Prusia ayuda para que pudiese retractarse de su promesa de otorgar una Constitución, pero el Gobierno prusiano no se atrevió a aceptarlo, comprendiendo muy bien que la intervención extranjera sólo podría provocar en el país otro estallido, más fuerte, del movimiento revolucionario. La corte prusiana no cesó en sus maniobras; esperaba hacer frente a la revolución con sus propias' fuerzas, a cambio de concesiones .liberales casi nulas. ' • La situación se complicó en 1848, cuando el problema de Schleswig-Holstein adquirió nueva virulencia. Los ducados de Schleswig y Holstein formaban parte del Reino Danés sobre la base de una unión personal. Al mismo tiempo, Holstein era' miembro de la Confederación Germánica. Su población era alemana, lo mismo que la de Schleswig meridional! En 1848 en estos ducados surgió un movimiento nacional que pedía la separación de Dinamarca. La corté prusiana decidió aprovecharse de ello, declarar la guerra a Dinamarca, arrancarle ambos ducados —comprendiendo el Schleswig septentrional, de población danesa— y someterlos a su dominación. El Gobierno prusiano pensaba que con esta guerra apartaría a su pueblo de la revolu-' ción dentro del país y levantaría su prestigio en Alemania. El éxito de Prusia significaría el primer paso hacia la unificación de Alemania bajo la hegemonía prusiana. El paso de los ducados a las manos de Prusia le proporcionaría una salida al mar del Norte y fortalecería extraordinariamente sus posiciones .en el litoral del Báltico, lo cual afectaba a los intereses de otros Estados bañados por este mar. También el Parlamento de Francfort apoyaba la guerra con Dinamarca: en sus planes de unificación de Alemania incluía la anexión de territorios vecinos, entre los que había italianos y eslavos. El 6 de abril de 1848, sin previa declaración de guerra a Dinamarca, las tropas prusianas entraban en Schleswig y Holstein, y el 23 del mismo mes derrotaban en Jutlandia al ejército danés. Pero la corte danesa recurrió a la ayuda de Rusia,. Inglaterra y Suecia. El zar exigió la retirada de las tropas prusianas que ocupaban Jutlandia y amenazó con ocupar la línea de Vístula si los dos ducados no eran devueltos al rey de Dinamarca. Federico Guillermo prometió retirar sus tropas de( Jutlandia y envió al general Pful a tranquilizar al zar. Después de esto, los intentos de Prusia de reanudar las operaciones provocaron una protesta más enérgica todavía. El zar amenazó con declarar la guerra: "Si no terminan lo de Dinamarca, iremos contra Prusia", escribió a Paskévich. Por su parte, Palmerston, ya en la primavera, había protestado contra la ocupación de los ducados por Prusia, y amenazaba con mandar una escuadra en ayuda de Dinamarca. Suecia se disponía a enviar un cuerpo de ejército para unirse a la guerra contra Prusia. Bastide, el ministro de Asuntos

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Exteriores de Francia, remitió al Gobierno prusiano una dura nota de protesta contra la invasión de Jutlandia. Temeroso de que la guerra con las grandes potencias pudiera provocar un nuevo estallido de la revolución en Alemania, el Gobierno de Prusia, el 26 de agosto, suscribió un armisticio con Dinamarca, y el Parlamento de Francfort lo ratificó después de algunas vacilaciones. Los junkers, la burguesía prusiana y los diputados de Francfort recelaban que la guerra con las grandes potencias llevaría a la derrota a los gobiernos monárquicos alemanes y que ello daría un nuevo empuje al movimiento democrático-revolucionario en Alemania. Marx y Engels señalaron el carácter de clase de la política exterior de Prusia y del Parlamento de Francfort. Engels escribía: "¿Pero acaso los representantes de la burguesía en Francfort no se mostrarán dispuestos a tragar cualquier agravio, acaso no preferirán entregarse como esclavos a Prusia antes de decidirse a una guerra revolucionaria europea, a someterse a nuevas tempestades que amenazarían su propia dominación de clase en Alemania?"10 ' Posición de los fundadores del marxismo respecto de la guerra revolucionaria de Alemania en 1848-1849, En las jornadas de la revolución de 1848 quedó formulada por primera vez, de un modo consecuente, la plataforma política del movimiento obrero internacional. La tarea fue cumplida por los fundadores del marxismo. Según es notorio, Marx y Engels, en la Nueva Gaceta del Rin, dirigida por el primero de ellos, y de conformidad con la táctica y la estrategia de la Liga de los Comunistas y de los demócratas revolucionarios más consecuentes, enunciaron, en calidad de programa político, la supresión de las monarquías austríaca y prusiana y la unificación de Alemania' por vía revolucionaria, por abajo, para integrar una república" democrática única. Los fundadores del marxismo llamaban a los pueblos 'de Europa a la guerra revolucionaria contra el zarismo —el principal baluarte de la reacción— y contra las demás fuerzas contrarrevolucionarias, contra Inglaterra y Prusia. Marx y Engels escribían que esa guerra revolucionaria, al agudizar la situación política en Alemania, ayudaría a llevar hasta el fin la revolución demo era tico-burguesa, permitiendo el paso a la realización de las reivindicaciones proletarias; el éxito de esa guerra lo consideraban posible siempre y cuando fuese mantenida una política consecuentemente revolucionaria. Tenían presente la experiencia de 1793, cuando los jacobinos supieron rechazar y vencer a la coalición contrarrevolucionaria. Los fundadores del marxismo subrayaban que "si se conseguía arrastrar a Alemania a la guerra contra Rusia, se habrían acabado los Habsburgo y los Hohenzollern, y la revolución triunfaría en toda la línea",11 Marx y Engels veían en la guerra revolucionaria el único modo de asestar un golpe decisivo a las fuerzas de la reacción en Alemania. Por ello precisamente se esforzaron en convertir la guerra de Schleswig y Holstein en guerra revolucionaría y tacharon de traición a los intereses de la revolución la negativa del Parlamento , de Francfort a continuarla. . . Eso no quiere decir que Marx y Engels compartieran en absoluto los deseos de la burguesía alemana nacionalista y del Parlamento de Francfort de anexionar a la futura Alemania el Schleswig septentrional, cuya población era danesa. La Nueva Gaceta del Rin condenó las aspiraciones agresivas y nacionalistas de la burguesía alemana, que apartaban al pueblo de la lucha contra la reacción en su propio 10 C. Marx y F. Engels, Obras, tomo 5, 2* ed. rusa, págs. 414-415. 11 C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, tomo II, ed. en español, MOSCÚ; 1952, páginas 311-312.

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LA DIPLOMACIA EUROPEA DURANTE 1848-1849

NICOLÁS I Y LA CONTRARREVOLUCIÓN EN AUSTRIA Y PRUSIA

país, y proponía conceder libertad completa a los polacos, checos, húngaros, italianos y demás naciones oprimidas por Austria y Prusia, mientras que el Parlamento de Francfort ocupaba en este punto una posición reaccionaria y se mostraba partidario del mantenimiento del yugo nacional de la burguesía alemana sobre una larga serie de pueblos. Marx y Engels, que consideraban perfectamente posible el éxito de >la guerra revolucionaria, no vieron nunca en las contradicciones exteriores de Rusia, Inglaterra y las otras potencias la causa principal de la derrota de la lucha por la unificación revolucionaria de Alemania en 1848-1849, Las razones principales de esa derrota eran la debilidad relativa de las fuerzas revolucionarias en la propia Alemania, la escasa madurez del .proletariado alemán y la cobardía y la traición de la burguesía alemana. , Al mismo tiempo, los acontecimientos de 1848 demostraban que no sólo el zarismo, sino también los gobiernos de los Estados burgueses de Inglaterra y Francia, trataban de impedir en común el desarrollo de la revolución en Alemania y su unificación nacional. Merece la pena subrayarlo: mientras que el zarismo fue arrojado al basurero de la historia, la burguesía de las potencias occidentales persiste en su política reaccionaria con respecto al pueblo alemán.

austríacas ocuparon Milán sin encontrar resistencia alguna en las potencias occidentales; el 9 de agosto, con la mediación de Inglaterra y Francia, era suscrito el armisticio en las condiciones de mantenimiento del statu quo ante bellum: Austria conservaba Lombardía y Venecia. La corte de Viena solicitó el apoyo del zar, pero Nicolás I no creyó oportuno prestarlo, pues veía claramente que Austria se desenvolvería sin su intervención. El Gobierno francés propuso reunir una conferencia o congreso europeo para examinar en él los asuntos de Italia. Los gobiernos de Inglaterra y Austria aceptaron la idea, pero el zar se opuso. Temía que se plantease la cuestión de conceder compensaciones a Austria a cambio de su renuncia a sus posesiones italianas. Recelaba, asimismo, de la colaboración entre ínglaterra y Francia, que se desarrollaba ante sus propios ojos. Nesselrode sospechaba que las potencias occidentales presentarían la cuestión de Oriente en un aspecto desfavorable para Rusia. El proyecto no salió adelante.

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La mediación angla-francesa entre Austria y Cerdeña, Proyecto de un congreso • europeo -para los asuntos italianos.

La intervención de las grandes potencias no se circunscribía a los acontecimientos de Alemania. También influyó en alto grado en el desenvolvimiento de la lucha por la unificación de Italia durante la guerra austro-italiana. El desarrollo del movimiento revolucionario y de liberación- nacional en Italia movió a Carlos Alberto-de Cerdeña a declarar la guerra a Austria. A pesar de este paso, toda la política del rey se basaba en el miedo a la revolución y en el intento de alcanzar un compromiso entre las fuerzas reaccionarias y revolucionarias. Carlos Alberto esperaba que la guerra contra Austria sería un escape para el . descontento del pueblo. También quería aprovechar el movimiento de liberación nacional para ampliar sus posesiones mediante la incorporación de Lombardía y Venecia. Bajo la presión de las masas populares, otros monarcas italianos se unieron a Cerdeña. En estas condiciones, Palmerston aconsejó a Austria una política de concesiones, al objeto de evitar que la guerra diese lugar a un nuevo empuje revolucionario. La corte austríaca, atemorizada, se mostraba en un principio inclinada hasta a ceder a Cerdeña la Lombardía, pero cuando las tropas que operaban en la península recibieron nuevos refuerzos, la situación experimentó un cambio profundo. El ejército sardo sufrió un descalabro y los austríacos amenazaron con entrar en Piamonte. El zar prestó su apoyo moral a Austria; rompió las relaciones diplomáticas con Cerdeña y aconsejó reiteradamente al ministro austríaco en San Petersburgo que se diesen prisa en derrotar a los italianos. Carlos Alberto recurrió a la mediación de Francia e Inglaterra. La posición del Gobierno francés y personalmente de Cavaignac —que en aquel tiempo tenía una influencia decisiva— venía derivada, ante todo, de la lucha que la burguesía francesa mantenía contra su propia clase obrera, y también por la resistencia a "crear en sus propias puertas un reino fuerte", corno podía ser la Italia unificada. Bastide no mostraba deseo alguno de derramar la sangre francesa para conseguir la incorporación de Lombardía y Venecia a Piamonte. A pesar de la entente cordiale con Francia, Palmerston recelaba el robustecimiento de la influencia de éste en Italia. Resultado de todo ello fue que las tropas

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Nicolás 1 y la contrarrevolución en Austria y Prusia, en 1848. Los preparativos militares y la intervención de las potencias en los asuntos de Polonia y de Schleswig-Holstein no afectaron directamente a la situación interior de Prusia y Austria. La contrarrevolución venció en estos países, en 1848, por sí misma, aunque contó con el apoyo moral que le venía de fuera, ante todo del zarismo ruso y de la Inglaterra aristocrática y burguesa. Nicolás I no perdía la ocasión de felicitar y condecorar a los generales que se distinguían en la represión de los levantamientos revolucionarios. A la felicitación a Cavaignac siguieron las felicitaciones a Windisch-Gratz y Jelacic. El zar no era el único en manifestar estas pruebas de afecto que despertaban en él los éxitos de la contrarrevolución. A fines de 1848, el ministro inglés, en cumplimiento de las instrucciones de Palmerston, felicitó al rey de Prusia cuando la Asamblea Constituyente de Berlín fue disuelta. El zar deseaba el restablecimiento completo del absolutismo en Prusia. En septiembre de 1848, Federico- Guillermo IV preguntaba a Nicolás I, en carta personal, si podía contar con su apoyo en el caso de que tuviese que abandonar Berlín y mandar tropas contra nuevos levantamientos, o hacer la guerra a Francia. El zar contestó que su ejército entraría en Alemania únicamente si en Berlín era proclamada la república, y sólo-para restablecer integramente la monarquía absoluta. Mientras tanto, el zar aconsejaba a Federico Guillermo IV que lanzase contra la revolución todas las tropas situadas en las fronteras orientales del reino. La seguridad de que, en un caso extremo, Nicolás I acudiría en ayuda suya, infundió ánimos al rey, que no se distinguía por lo valiente. Como quiera que fuese, en noviembre de 1848 el Gobierno prusiano disolvió la Asamblea Constituyente por sí mismo, sin recurrir a la ayuda militar del zarismo. Nicolás I seguía inquieto los acontecimientos revolucionarios de Austria. En septiembre de 1848, Nesselrode llamó de nuevo la atención del Gobierno austríaco sobre la concentración de emigrados polacos en Galitzia. Pero por aquel entonces el zar no creía aún necesaria la intervención armada en los asuntos austríacos. La contrarrevolución vencía por sí misma a los insurrectos checos de Praga; sofocó la revolución de Lombardía y Venecia y aplastó el levantamiento de octubre de 1848 en Viena, que fue la acción revolucionaria de mayor volumen a que se lanzaron las masas populares de Austria. El aplastamiento de esta última contribuyó 'a estrechar las relaciones entre el zarismo y la monarquía de los Habsburgo. El Gobierno del zar, en sus deseos de mantener esta monarquía como baluarte contra la revolución

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LA DIPLOMACIA EUROPEA DURANTE 1848-1849

LA INTERVENCIÓN FRANCESA EN ROMA

en Alemania y Polonia, no mostraba la menor disposición a subordinar a su dominación los pueblos eslavos del Imperio Austríaco. Todo lo contrario, quería que siguieran sometidos a los Habsburgo. Las acusaciones de los periódicos alemanes, en el sentido de que emisarios secretos del zar habían inspirado el movimiento eslavo dentro del Imperio Austríaco, carecía por completo de base.

hecho no hacía lo más mínimo para conseguirlo. Bajo Cavaignac fue proclamada oficialmente la política de no intervención, aunque en este tiempo Francia había intervenido ya por vía diplomática en los asuntos de Italia y en el conflicto de Schleswig-Holstein. En ambos casos, la diplomacia francesa defendía el mantenimiento del statu quo, es decir, del "sistema de 1815", que, de palabra, los republicanos franceses rechazaban enérgicamente. • Después de la elección de Luis Bonaparte como presidente de la República, cuando en 1849 estalló la segunda guerra sardo-austríaca, se repitió lo mismo de antes: las tropas austríacas derrotaron al ejército piamontés, y acto seguido los gobiernos francés e inglés advirtieron a la corte de Viena que su ejército no debía ocupar Píamente. Las dificultades financieras, la guerra con Hungría y la presión de Francia obligaron al Gobierno austríaco a aceptar también ahora el armisticio, y luego la paz sobre la base del mantenimiento de las fronteras anteriores. Lo único que el Gobierno francés quería era impedir el acrecimiento de los dominios austríacos en Italia, con la subsiguiente merma de su influencia, sin que le preocupase lo más mínimo el apoyo a la revolución italiana. . En la primavera de 1849, la República Francesa llevó a cabo su intervención contrarrevolucionaria en Roma. Con' el restablecimiento del poder temporal de los papas, Luis Napoleón quería ganarse a los clericales, elevar en Italia la influencia francesa frente a la de Austria y ganarse ante los gabinetes europeos la reputación de "guardián del orden". Mas para el envío de tropas a Roma era necesario pasar por encima del artículo 5 de la Constitución de 1848, que prohibía el empleo de la fuerza armada para reprimir la libertad de otros pueblos. Por esta razón, los créditos destinados a financiar la expedición fueron pedidos a la Asamblea Constituyente bajo el hipócrita pretexto de. asegurar la libertad de la República Romana ante la eventualidad de una intervención austríaca. El Directorio de la República Romana cifraba sus esperanzas en el apoyo de Inglaterra, y envió a Londres a su ministro de Asuntos Exteriores, Rusconi, Palmerston lo recibió, pero se limitó a darle seguridades de que el gabinete examinaría la situación de Roma. Las memorias de Rusconi reflejan el trágico fracaso de las ilusiones de los republicanos romanos respecto de la política de la burguesía británica y francesa. • • . Las tropas del general Oudinot salieron por mar hacia Italia. Sin embargo, allí tropezaron con la tenaz resistencia de las fuerzas revolucionarias, siendo rechazados de Roma por los voluntarios de Garibaldi. Deseoso de ganar tiempo hasta la disolución de la Asamblea Constituyente, el ministro de Asuntos Exteriores, Drpuin de Lhuys, despachó hacia Roma, con una misión especial, al vizconde de Lesseps, diplomático de tendencia liberal, quien debía convencer al.Gobierno romano de queFrancia no perseguía ningún propósito contrarrevolucionario. Lesseps, sin sospechar siquiera que era objeto dé un engaño, tomó con toda seriedad las negociaciones. Paralelamente, mientras hacía traer su artillería, el general Oudinot pasó tres • semanas: estudiando con el Gobierno romano el proyecto de armisticio. En este tiempo, los austríacos habían ocupado Bolonia, avanzando sob're Roma,, y las tropas españolas desembarcaron en Terracina. Pero Luis Napoleón no se quitóla máscara hasta que la Asamblea Constituyente fue disuelta. Los partidarios de la intervención contaban con la inmensa mayoría en la nueva Asamblea Legislativa,, lo que dejaba a Luis Napoleón las manos completamente libres. La comedia de la misión de Lesseps fue interrumpida inmediatamente, y el diplomático francés, con gran indignación por su parte, fue retirado bajo la acusación de haberse excedido en sus poderes. La tentativa de los demócratas pequeñoburgueses y los socialistas dé celebrar el 13 de junio una manifestación en defensa del artículo 5 de la Constitución terminó en un fracaso. La artillería francesa. cañoneó despiadadamente los aire-

;-, Austria, se opuso a la petición de Buol en el Congreso. Rusia perdía parte de Besarabia, pero, en cambio, Austria debía despedirse para siempre de su sueño de adquirir pacíficamente Moldavia y Valaquia. Con gran disgusto por su parte, tres días antes de la clausura del Congreso, Buol se convenció de que Orlov y Brunnov habían logrado sus propósitos. El austríaco demoraba premeditadamente la cuestión de los principados danubianos; esperaba sacar al Congreso, en las prisas de última hora, la autorización para dejar sin cambio la situación de Moldavia y Valaquia, ocupadas por las tropas austríacas. Y cuando menos lo esperaba, el 27 de marzo, Walewski pidió en tono frío y estrictamente oficial a Buol que informase al Congreso acerca de la fecha precisa en que el ejército austríaco evacuaría Moldavia y Valaquia. No había nada que hacer. Austria dejó el Congreso sin haber recibido de los aliados el pago de su ultimátum del 2 de diciembre de 1855 a Rusia. Orlov había comprendido mejor que Buol el verdadero sentido de la presencia en el Congreso de Cavour, ministro del Reino de Cerdeña. 1



Las condiciones de paz.

La restitución de Kars, tomada por los rusos a fines de 1855, la neutralización del mar Negro y la cesión de parte de Besarabia fueron las pérdidas principales de Rusia. Orlov aceptó, sin objeción alguna, el cese del protectorado exclusivo de los rusos sobre Valaquia, Moldavia y Servia. Las condiciones de paz eran gravosas para Rusia, pero se podía haber esperado algo peor. Si no ocurrió así según la opinión de los contemporáneos, se debió no sólo al viraje operado en la política de Napoleón III, que no deseaba debilitar más a Rusia, ayudando a Inglaterra, sino también a la impresión que en tocio el mundo produjo la heroica defensa de Sebastopol, al resistir casi un año entero de sitio. Esta misma razón explica que inmediatamente después de la firma de la paz de París, el 30 de marzo de 1856, Napoleón III, el monarca más poderoso de Europa en aquellos momentos, empezara a buscar la alianza con Rusia. Turquía ganó muy poco con la victoria de las potencias occidentales. Después de la guerra de Crimea, nada en ella denotaba al "vencedor". Marx decía así, refiriéndose

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LA GUERRA DE CRIMEA Y LA PAZ DE PARÍS

a su situación en aquel período: "El territorio turco se halla ocupado por los aliados, que disponen en él como si estuvieran en su propia casa... Turquía se encuentra martirizada, exhausta, dominada por un profundo proceso de descomposición social y política.. - 1 ' 1 Los gastos militares le obligaron a pedir préstamos a Inglaterra y Francia. A partir de entonces empezó el sometimiento económico de Turquía al capital inglés y al francés. Al mantener una política ofensiva que le llevó a chocar en Turquía con Inglaterra y Francia, cuya política no era menos agresiva que la rusa, Nicolás I pensaba que los éxitos en el exterior contribuirían a robustecer el régimen de la autocracia apoyada ' por los terratenientes. Pero en vez del éxito le aguardaba la derrota: el zar no midió bien las fuerzas, no tuvo en cuenta que las potencias occidentales serían más fuertes que él, no comprendió todo el atraso en que Rusia se había sumido en el aspecto técnico y económico. La derrota sufrida en la guerra de Crimea es un punto crucial en la situación internacional de la Rusia zarista. " .. .Desde la derrota de Rusia en Crimea... empezó a caer considerablemente el papel independiente del zarismo en la política exterior de Europa..." 2 La Rusia zarista va perdiendo la situación de dirigente de la reacción europea que ocupó bajo Nicolás I. C. Marx y F. Engels, Obras, t. X, 1» ed. rusa, pág. 600. J. Stalin, "Sobre el artículo de Engels «La política exterior del zarismo ruso»". Bolchevik, núm. 9, 1941, pág. 4. 1 2

CAPITULO XII

LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS UNIDOS A MEDIADOS DEL SIGLO XIX Y EN EL PERIODO DE LA GUERRA CIVIL 1.

LA DIPLOMACIA DE LOS ESTADOS UNIDOS A MEDIADOS DEL SIGLO XBC

La anexión de Texas. MIENTRAS que en la expansión norteamericana en el Pacífico y en Asia Oriental, así como en el desplazamiento de los ingleses de Oregón, eran los capitalistas de los Eslados del Norte los principales interesados, los promotores de la agresión de los EstadosUnidos contra su vecino México eran los esclavistas plantadores del Sur. Ellos insistían en la conquista de los fértiles terrenos del Sur (Texas, Nuevo México, California). La burguesía de los Estados del Nordeste se hallaba interesada particularmente en el Asia Oriental. El Gobierno de los Estados y su diplomacia incorporaron ampliamente a la prensa en los preparativos de la agresión tanto en el mismo continente de América del Norte como fuera de él. Durante el segundo cuarto de siglo los periódicos mantuvieron una intensa propaganda contra México, poniendo frente a él a la opinión pública y preparándola para la guerra contra el vecino del Sur. La prensa fomentaba el chovinismo y defendía los planes de conquista. En 1838, el Observador Democrático afirmaba que todo el hemisferio occidental acabaría por pertenecer a los Estados Unidos. Este mismo periódico sostenía, en 1845, que los mexicanos eran incapaces de llevar una vida independiente. El Illinois States Register, en sus entusiasmos racistas, proclamaba que los mexicanos "no se diferenciaban gran cosa de los negros". El New-York Evening Post sostenía rotundamente: "Los mexicanos descienden de los indios y deben compartir la suerte de toda su raza"; en otras palabras, debían ser aniquilados por la raza "superior" de los anglosajones o someterse a ella. Plegándose a los deseos de los esclavistas, los Estados Unidos se apoderaron de Texas, que pertenecía a México. Este país (comprendido Texas) había alcanzado la independencia después de once años de guerra con España. Desde ese momento, colonos llegados de los Estados Unidos empezaron a poblar rápidamente aquella región del nordeste mexicano, donde compraban tierras. Los plantadores de los Estados del Sur mostraban el más vivo interés por estas comarcas. A partir de 1825 aproximadamente, los planes de conquista disimulada en forma de "adquisición" no cesaban de ser propagados en los Estados Unidos. En abril de 1830; el Congreso mexicano, en su deseo de proteger el país contra la peligrosa penetración de los norteamericanos, prohibió la inmigración en Texas de ciudadanos estadounidenses, pero esta ley casi no llegó a cumplirse. El país siguió siendo invadido por los norteamericanos. En 1835, los inmigrantes entrados en Texas ilegalmente promovieron un levantamiento, expulsaron a las tropas mexicanas y proclama503

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LOS ESTADOS UNIDOS A MEDIADOS DEL SIGLO XTX .V

ron (a principios de 1836) una república "independiente" cuya Constitución autorizaba la esclavitud. El Presidente de México, Santa Anna, envió sus tropas contra Texas, pero fueron vencidas por los colonizadores en la batalla de San Jacinto (21 de abril de 1836). Así, por la violencia, fue separada Texas de México. Seguidamente se empezó a preparar su incorporación a los Estados Unidos, para lo cual se hicieron entrar en ella destacamentos armados, que iban ocupando secretamente la región. El ministro mexicano de Asuntos Exteriores, Bocanegra, se quejó el 31 de mayo de 1842 ante el cuerpo diplomático de la tolerancia de las autoridades de los Estados Unidos hacia los preparativos que se hacían para la anexión de Texas. Bocanegra señaló que en los Estados Unidos se celebraban mítines públicos en los que eran reclutados voluntarios para ser enviados a Texas y se recogían armas y otro material de guerra. El ministro mexicano tenía toda la razón al manifestar que estos y otros actos semejantes de los Estados Unidos eran contrarios al derecho internacional y a los tratados y eran llevados a cabo sin atender las protestas del Gobierno de México. El Gobierno de los Estados Unidos, por su parte, manifestó que los mítines se celebraban en razón de la "libertad de palabra" existente en el país y que a Texas no iban destacamentos armados, sino colonos que no representaban una fuerza militar organizada, etc. No obstante, en. ocasiones la diplomacia norteamericana se quitaba la máscara. Así, por ejemplo, el 8 de agosto de 1843, el secretario de Estado, Upshur, manifestó que "los Estados Unidos se hallaban muy interesados en oponerse a todo intento de Gran Bretaña a coadyuvar a la abolición de la esclavitud en Texas". El problema de la anexión de Texas era objeto de enconadas pugnas dentro de los Estados Unidos. Los plantadores del Sur estaban interesados en extender la esclavitud a nuevos territorios. Y al contrario, los abolicionistas eran contrarios a la anexión de Texas. La guerra de 1836 fue para ellos "una cruzada organizada y apoyada por los esclavistas, los especuladores de tierras y otros elementos con vistas a extender y perpetuar el sistema de la esclavitud y de la trata de negros". Bajo la presión de los abolicionistas, los Estados Unidos se limitaron en un principio a reconocer la independencia de Texas. Pero cuando* en las elecciones presidenciales de 1844 vencieron los partidarios de la anexión, Texas fue ocupada e incluida en los Estados Unidos (1845). El 2 de diciembre de 1845, en su mensaje anual al Congreso, el presidente Polk —un anexionista furibundo— anunció una nueva variante de la "doctrina de Monroe". Polk se manifestó contrario a la teoría del equilibrio de fuerzas, que, según su opinión, había sido creada para impedir el ensanchamiento territorial de los Estados Unidos de América. A la' vez que juraba fidelidad a la "doctrina de Monroe" y se vanagloriaba de que su país no interviniera en los asuntos de Europa, exigió de ésta la no intervención en América. "Debemos mantener siempre —se decía en el mensaje de Polk— el principio cíe que el pueblo de este continente es el único que tiene derecho a decidir su propio destino. Y si una parte de él, que forme un Estado independiente, muestra deseos de incorporarse a nuestra federación, el problema lo decidiremos ellos y nosotros, sin la menor mediación extranjera." No obstante, los políticos .norteamericanos procuraban siempre dar a sus adquisiciones territoriales las apariencias de que eran producto de la voluntad del pueblo libremente expresada. En el asunto de Texas se incurrió en una violación abierta de' la Constitución federal, la cual exigía,-para la incorporación-de nuevos territorios, la conformidad del Senado, y no el mero acuerdo de' la Cámara de Representantes, La anexión de Texas debía robustecer a los esclavistas, por lo que tropezaba con la oposición de muchos senadores;'así, en junio de 1844, el-proyecto de ley correspondiente no tuvo la aprobación del Senado, al no lograr reunir en modo alguno los dos tercios de los votos,

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que era el quorum necesario. Entonces se presentó una "moción unificada", que si bien fue aprobada separadamente por el Senado y la Cámara de Representantes, no necesitaba ya más que la mayoría simple. La moción unificada fue presentada por el Presidente Taylor en diciembre de 1844, después de que Polk había sido elegido para sustituirle. En enero de 1845, la Cámara de Representantes aprobaba la moción, y luego hizo lo mismo el Senado. La incorporación tuvo lugar oficialmente en el mes de diciembre. Simultáneamente, en Texas se preparaba igualmente la anexión. La Convención regional, integrada por inmigrantes y agentes norteamericanos,- confirmó, el 4 de julio de 1845, su incorporación a los Estados Unidos con un solo voto en contra. Así se dio apariencia de legalidad al fruto de una larga labor subversiva de los Estados Unidos contra México.

Las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con México y la guerra de 1846-1848. El Gobierno mexicano había anunciado anteriormente que la incorporación de Texas a los Estados Unidos sería considerada por México como una declaración de guerra; de ahí que al ser proclamada la anexión se crease una situación muy tensa. Poco después de que el Congreso aprobase la "moción unificada" de anexión de Texas —que el ministro mexicano en Washington calificó como "el acto más injusto de agresión"—, quedaban rotas las relaciones entre México y los Estados Unidos. El Presidente Polk, resuelto como" estaba a hacer la guerra' a México, por consideraciones tácticas anunció hipócritamente su deseo de restablecer las relaciones diplomáticas. En septiembre de 1845, el secretario de Estados, Bucharian, preguntó al Gobierno mexicano si estaba dispuesto á recibir a un representante de los Estados Unidos provisto de todos los poderes para examinar el litigio. El Gobierno de México dio su acuerdo. El representante en cuestión era John Slidell, un partidario acérrimo de la esclavitud. De hecho, la misión que Slidell llevaba a México no tenía que ver nada con el arreglo del conflicto de Texas. De lo que se trataba era de presentar al Gobierno mexicano nuevas' reclamaciones, que esta vez se referían a enormes concesiones' territoriales. Slidell debía exigirle la satisfacción de viejas pretensiones económicas de ciudadanos norteamericanos, que ascendían a unos tres millones de dólares, y, además, el establecimiento de la frontera de Texas por el curso alto del Río Grande, con lo cual ensanchaba considerablemente su territorio. Pero lo principal era que debía arrancar el acuerdo de venta a los Estados Unidos de Nuevo México y de la Vieja California, a cambio de los cuales el Gobierno norteamericano estaba dispuesto a satisfacer entre quince y cuarenta millones de dólares. El Gobierno de los Estados Unidos tenía ya desde 1830 aproximadamente puesta la vista en California. El ministro norteamericano en México calificaba en 1842, en sus informes al secretario de Estado, Webster, a California de "país hermoso, el más rico y sano de todo el mundo". Aquel mismo año, el comodoro Jones, creyendo la falsa noticia'de que había empezado la guerra entre los dos países, se apoderó por sorpresa de Monterey, capital de la California mexicana, e izó en ella la bandera de los Estados Unidos. El Gobierno de México declaró que sólo aceptaba las negociaciones con un representante provisional y se negó a recibir a Slidell como ministro plenipotenciario. Sin aguardar a que Slidell cumpliese su misión hasta el fin, el Presidente Polk ordenó al general Zachary Taylor la ocupación del territorio mexicano situado entre Nueces y Río Grande. Los mexicanos enviaron entonces tropas para limpiar de norteamericanos '„***-1 "'>, 'í



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este territorio, México confiaba en la ayuda de Inglaterra y de Francia y en la oposición que dentrp de los Estados Unidos había contra la esclavitud. Las operaciones en Río Grande empezaron a fines de abril de 1846. En su mensaje al Congreso, el Presidente Polk afirmaba: "México ha violado las fronteras de los Estados Unidos, ha entrado en nuestro territorio y ha hecho verter sangre norteamericana en tierra norteamericana." Apoyándose en estos argumentos, pedía que el Congreso declarase el estado de guerra con México. Ciertos políticos mostraron sus dudas acerca de la veracidad del mensaje de Polk. Abraham Lincoln, a la sazón diputado por Illinois, afirmó, ya en plena guerra, que Polk había engañado al pueblo norteamericano y que, en realidad, el conflicto se había producido en tierra de México, y no de los Estados Unidos. Lincoln sostenía que la guerra no se había hecho necesaria y que el Presidente había violado la Constitución al iniciarla. En los debates sobre la concesión al Presidente de recursos para terminar la guerra con México, el senador Pearce, el 10 de febrero de 1847, dio a entender en forma bastante clara —lo mismo que otros oradores— que el dinero solicitado se destinaba a sobornar a los gobernantes mexicanos: se trataba de "asignar un dinero que servirá para pagar a los dirigentes mexicanos a fin de que aseguren la obediencia de los soldados mexicanos",1 dijo Pearce. • Foot, miembro de la Cámara de Representantes, puso al desnudo la naturaleza verdadera de la guerra. Según él, la guerra a la cual había sido arrastrado el país habría podido evitarse. Estimaba que todas las diferencias con México, tanto en la cuestión de las fronteras como en la compensación de las propiedades ocupadas, pudieron ser arregladas honrosamente sin recurrir a las armas. Insistió en que la guerra no había sido consecuencia de las acciones de México, sino de actos intolerables e inconstitucionales del Gobierno de los Estados Unidos. Pocos negarán ahora —proseguía el orador— que se trata de una guerra rapaz y de conquista.2 Foot se oponía enérgicamente a la adquisición de territorio alguno, lo mismo como fruto de la conquista que de un tratado, por considerarlo injusto con relación a México y ver en ello algo que acarrearía males, luchas y discordias dentro de los Estados Unidos. Esta valorización del carácter de la guerra entre los Estados Unidos y México dada por Foot encuentra un eco, cien años más 'tarde, en lo que de ella dice el notable historiador mexicano V. Fuentes Díaz. En su obra La intervención norteamericana en México, 1847, que vio la luz en 1947, censura con estas palabras aquella guerra, provocada por los Estados Unidos: "Esta conducta del Gobierno yanqui... violaba todas las normas fundamentales del derecho internacional, los principios más elementales de la coexistencia entre los pueblos, la justicia, la dignidad y la civilización, la moral y las conveniencias, y, lo que es más importante, las aspiraciones democráticas y pacíficas de millones de ciudadanos norteamericanos... "3 En septiembre de 1847, los norteamericanos ocupaban la ciudad de México, y, seguidamente, otros muchos puntos del país. En los Estados Unidos, entre tanto, eran cada vez más fuertes las voces de los expansionistas, que exigían la anexión de todo el país. En estas condiciones, el Gobierno mexicano se vio obligado a aceptar una paz en condiciones onerosas. En virtud del tratado concluido el 2 de febrero de 1848 en Guadalupe Hidalgo (ciudad no lejana de la capital), los Estados Unidos legalizaban la anexión de las enormes regiones de Nuevo México y de la parte norte de California^ de la llamada "Vieja California". Las tierras así adquiridas comprendían

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lo que ahora son los estados de Arizona, Nuevo México, Nevada y California, y parte de Colorado y Wyoming.' A cambio de este enorme territorio, cuya superficie supera a la de Francia y Alemania juntas, los Estados Unidos pagaron, a modo de compensación, la suma irrisoria de 15 millones de dólares; también se comprometían a satisfacer las pretensiones de ciudadanos norteamericanos respecto del Gobierno de México, por un montante de 3.500.000 dólares. En esta guerra, el Gobierno de los Estados Unidos se marcaba el propósito de anexarse México totalmente. Desde 1845, le habían arrebatado el 55 por 100 de su territorio. Sólo la revolución iniciada en México en 1854, la poderosa resistencia a la intervención extranjera en el seno del país, y también la guerra civil de nordistas y sudistas, echaron por tierra los planes, y México no fue absorbido completamente por los Estados Unidos. Supresión del condominio de Oregón, Intentos expansionistas de los Estados Unidos en las Indias Occidentales y en América Central. Simultáneamente, los Estados Unidos desarrollaban su expansión hacia el Noroeste. Según el acuerdo concluido en 1818, Norteamérica e Inglaterra poseían conjuntamente Oregón, En mayo de 1846, el Gobierno de los Estados Unidos comunicó al Gobierno británico que Oregón quedaba convertido en dominio exclusivo norteamericano. En junio del mismo año, ambos países convenían en establecer la frontera del Oregón norteamericano- a lo largo del paralelo 49. Así prosiguió el desplazamiento de las potencias europeas del continente americano y el engrandecimiento territorial de los Estados Unidos. El golpe siguiente estaba proyectado sobre Cuba. Apoyándose en la "doctrina de Monroe", Webster y otros políticos norteamericanos hicieron a lo largo del segundo cuarto del siglo XK reiteradas manifestaciones públicas reafirmando el interés • primordial de los Estados Unidos por la suerte de la isla y sosteniendo que no toleraría la cesión por España de la misma a ninguna otra potencia europea. De este modo se daba una interpretación más amplia a la "doctrina de Monroe". En un principio, de conformidad con tal doctrina, los Estados Unidos aseguraban que no intervendrían en los asuntos de las colonias europeas en América, mientras que ahora aspiraban ya a apoderarse de ellas. En 1848, El Presidente Polk ofreció a España 100 millones de dólares a cambio de Cuba, pero la proposición no fue aceptada. Entonces, los plantadores de los estados del Sur empezaron a organizar incursiones de bandas armadas contra Cuba. Durante una de ellas, las autoridades españolas detuvieron y fusilaron a cincuenta hombres; el jefe de la expedición, López, murió en garrote vil. En 1852, Gran Bretaña y Francia, a instancias de España, propusieron • a los Estados Unidos la firma de un convenio por el que.las tres potencias se comprometían a abandonar todas sus pretensiones sobre Cuba. El secretario de Estado, Edward Everett, manifestó que su gobierno no albergaba propósitos de tal género, pero se negó a suscribir el convenio. ' • En 1854, durante la guerra de Crimea, los jefes de las misiones diplomáticas de los Estados Unidos en Inglaterra, Francia y España se reunieron en la estación balnearia belga de Ostende al objeto de sondear la actitud de las potencias europeas ante la ocupación de Cuba por Norteamérica, haciendo pública una declaración en la que exigían que el Gobierno español accediera a vender la isla a los Estados Unidos. Los diplomáticos norteamericanos afirmaban que mientras Cuba fuese española, los Estados Unidos no se sentirían "completamente seguros". Por consiguiente, si la

The Congresional Globe, vol. 29-th Congress, 1-st sessipn, pág. 375. Ibíde: íbídern, pág. " 377. "~ V. Díaz, La intervención norteamericana en México, 1847, México, 1947, V. Fuentes Fi págs. 38-39. 1 2

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compra no era posible, los Estados Unidos recurrirían a la fuerza para apoderarse de ella. El primer fruto de esta declaración fue que uno de sus autores, el ministro de los Estados Unidos en Inglaterra, Buchanan, se hizo tan popular, que en las elecciones próximas (1856) fue elegido Presidente. Aquel mismo año de 1854, los Estados Unidos trataron de apoderarse de las islas Hawai, aunque no lo lograron a causa de la oposición de Inglaterra. El Gobierno norteamericano no apartaba tampoco la vista de tan formidable importancia estratégica y económica como el istmo de Panamá. Se apoderó de la isla del Tigre, cer-, cana al istmo, y a partir de 1845 no cesó de intervenir en los asuntos internos de la República de Nueva Granada (posteriormente Colombia), a la cual pertenecían aquellas regiones. En 1849, el Gobierno de los Estados Uniclps reclamó al mexicano su conformidad para establecer una base naval en el istmo de Tehuantepec, pero el Senado de México rechazó esta demanda. Pero el 14 de diciembre de 1859, aprovechando la difícil situación en que se encontraba el Gobierno revolucionario de Juárez, obligaron a México a suscribir un acuerdo (el tratado de'Mac Lane-Ocampo) en virtud del cual los Estados Unidos adquirían el derecho a hacer entrar sus tropas en México para garantizar la seguridad de -los ciudadanos norteamericanos.* ' En Centroamérica, los Estados Unidos chocaban con Inglaterra, que se había apoderado de la costa de los Mosquitos, un lugar importante para la construcción del canal a través del istmo. Las relaciones entre ambos países se hicieron tirantes, pero en 1850 el secretario de Estado norteamericano, Cláyton, y el ministro de Gran Bretaña en Washington, Boolwer, suscribieron un convenio de neutralización del futuro canal, que habría de hallarse bajo el control conjunto de Inglaterra y los Estados Unidos. En 1850-1855, la Compañía de Ferrocarriles de Panamá, en la cual había capital norteamericano, construyó una línea siguiendo la ruta por la que más tarde debería abrirse el canal. Para la construcción de este ferrocarril, los capitalistas norteamericanos interesados en la obra necesitaban disponer de cierta zona de territorio mexicano en el valle del río Gila. La banda armada del aventurero Walker lo ocupó en 1853, y acto seguido proclamó allí su "república independiente". Luego, el gobierno de impostores de la tal "república" —lo mismo que antes había .ocurrido en Texas— proclamó su deseo de incorporarse a los Estados Unidos. Sin embargo, la población de la comarca expulsó vergonzosamente a Walker. Este, para guardar las apariencias, fue procesado en los Estados Unidos, aunque, se comprende, salió, absuelto. AL ver fracasada la aventura de Walker, los capitalistas norteamericanos interesados en el negocio recurrieron a procedimientos distintos, a los recursos de la diplomacia. En 1853, el ministro de los Estados Unidos en México,. James Gadsden, un esclavista de Carolina del Sur, por encargó del Presidente Pierce inició negociaciones con el Presidente de México, Santa Anna, a quien el Gobierno norteamericano había comprado ya durante la guerra de 1846-1848. Gadsden pidió la cesión del territorio del valle del Gilas, consiguiéndolo a cambio de diez millones de dólares. Al año siguiente, en 1854, el pueblo expulsaba al traidor Santa Anna y en el país empezaba (como ya queda dicho) una revolución popular. No obstante, el territorio que había despertado los apetitos de los capitalistas norteamericanos se encontraba ya en manos de los. Estados Unidos. Hacia 1855, los expansionistas norteamericanos exigieron la ocupación de las islas Hawai, la instalación de una base naval en las islas Riu-Kiu, de Asia Oriental, y en el mar Caribe, la anexión de Cuba y Santo Domingo y hasta la conquista de -. , * El tratado no fue aprobado por el Senado norteamericano.

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todo México. Los expansionistas se mostraron muy satisfechos del filibustero William Walker, que antes había penetrado en la Baja California, y en 1856 se había proclamado presidente de Nicaragua, tratando de restablecer en aquella república la esclavitud. Por lo tanto, y así lo confirman los hechos, la historia de la política exterior norteamericana en la primera mitad del siglo xrx es, ante todo, una historia de ocupaciones y conquistas de territorios ajenos. Ya entonces se perfilaron algunos métodos que luego se hicieron característicos de la política exterior de los Estados Unidos, singularmente en Iberoamérica: organización de revueltas con ayuda de sus agentes, utilización de bandas armadas, ocupación de territorios bajo las apariencias de "compra" de los mismos, etc.

2.

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Esperanzas de los esclavistas en la intervención de Inglaterra y Francia, Durante cierto tiempo, la producción capitalista y la esclavitud coexistieron en los Estados Unidos. Pero llegó un momento en que se hizo inevitable el choque de estos dos sistemas sociales. En 1860, el país quedó escindido. Se le empezó, incluso, a llamar "los estados desunidos". El Sur se separó de la Unión, formando la denominada "Confederación". En este conflicto social, la diplomacia, tanto de los sudistas como de los nordistas, estaba llamada a desempeñar un papel de la mayor importancia. La relación de fuerzas entre el Norte y el Sur era claramente desfavorable a este último. El Norte, en 1860, lo componían 23 Estados con una población de 22 millones de habitantes. El Sur estaba integrado por 11 Estados con una población de 9 millones, de los que más de 3 eran esclavos negros. El Norte disponía de una industria desarrollada, de la que el Sur carecía casi en absoluto. No había comparación entre la red de ferrocarriles y de canales navegables de uno y otro. En el caso de una guerra larga, los sudistas no tenían posibilidades de victoria. No obstante, al empezar la guerra, los sudistas confiaban en el triunfo. Su cálculo era simple: como todos los cuadros del pequeño ejército federal se encontraban en manos de los plantadores esclavistas, al poner en acción las unidades regulares apoyadas por las milicias de los Estados del Sur y una caballería formada a toda prisa, podían apoderarse con un golpe rápido de la capital de la Unión —Washington— y luego, explotando los primeros éxitos, conseguir la intervención armada, en su favor, de Inglaterra y de Francia. • La eventualidad de tal intervención les parecía a los sudistas fuera de toda duda. La burguesía inglesa aspiraba a destruir a un rival peligroso, como eran los estados industriales del nordeste. Si el Sur vencía al Norte, los Estados Unidos se convertirían de nuevo, económicamente, en una colonia de Inglaterra; los estados del Sur eran entonces casi los únicos proveedores de algodón, sin el cual habría quedado parada la gigantesca industria textil de Inglaterra, íntimamente vinculada, pues, a los Estados esclavistas del Sur. En cuanto a Francia, Napoleón III soñaba con conquistas en América, que él esperaba realizar si sus fuerzas armadas ponían el pie en el Nuevo Continente. Por lo tanto, el papel decisivo en los planes de los sudistas. correspondía a la diplomacia. Todos sus cálculos se fundaban no en la posibilidad de alcanzar la victoria por sí mismos, sino en la ayuda de la intervención de Inglaterra y de Francia. El 4 de marzo de 1858, uno de los líderes políticos de los sudistas, el senador

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John Hammond, de Carolina del Sur, dijo: "Sin disparar un solo cañonazo y sin desenvainar la espada podemos poner de rodillas a todo el mundo si alguien se atreve a empezar-la guerra contra nosotros... ¿Qué ocurriría si durante tres años nos negásemos a vender nuestro algodón? No me detendré en lo que cualquiera de vosotros puede imaginarse, pero una cosa es indiscutible: Inglaterra hará todo lo posible y movilizará a todo el mundo civilizado para salvar al Sur. No, no os atreveréis a hacer la guerra al algodón. No existe un poder en la tierra que se atreva a combatir contra nosotros. El algodón gobierna el mundo." 5 . Partiendo de estas consideraciones, los sudistas mostraron enorme interés por el problema del reconocimiento de la Confederación por Inglaterra y Francia, y particularmente en conseguir ayuda militar de los gobiernos de estos dos países.

Francis Adams. Sin embargo, antes de que esto sucediera, el 6 de mayo, Russell envió al embajador inglés en Washington, Lyons, unas instrucciones en las que le informaba de que el Gobierno había decidido reconocer a la Confederación como beligerante. Adams arribó a Londres el 13 de mayo, y aquel mismo día, antes de ser recibido por ningún dirigente británico, el Gobierno inglés confirmaba la declaración de neutralidad. En ella, los sudistas no eran considerados como rebeldes, sino como un Estado beligerante. La declaración del 13 de mayo era un paso para el reconocimiento de la Confederación y estaba dirigida contra el. Norte, que con toda la razón veía en los confederados a conspiradores y rebeldes. Es significativo que inmediatamente después de hacer pública la declaración, el Gobierno inglés envió una escuadra a aguas norteamericanas.

El comienzo de la guerra.

La intervención de Inglaterra, Francia y España en México,

La guerra civil o de secesión se desarrolló entre dos partes de un mismo Estado. Las hostilidades fueron iniciadas por la Confederación. Al día siguiente de producirse la ocupación de Fuerte Sumter (abril de 1861), el Presidente Lincoln, que según la Constitución era el jefe del ejército y la marina de los Estados Unidos, llamó a la milicia de todos los Estados a 75.000 voluntarios 'para aplastar el complot urdido por los Estados del Sur. A todas las personas mezcladas en la conspiración se les concedían veinte días para reintegrarse a sus ocupaciones habituales. El 17 de abril, el presidente de la Confederación, Jeffersbn Davis, un gran propietario de esclavos, lanzó una proclama en la que anunciaba la entrega de patentes de corso para luchar contra los barcos de guerra y la marina mercante de los Estados Unidos. Dos días después respondía Lincoln decretando el bloqueo del Sur; los actos de los corsarios sudistas eran declarados como piratería. Habían transcurrido dos semanas desde el rompimiento de las hostilidades cuando se recibieron noticias del comienzo de la intervención de las potencias europeas en los asuntos de América. La primera en moverse fue España. Los españoles, sirviéndose de Cuba como base, trataron de apoderarse de la República Dominicana, que ocupaba la parte oriental de Haití, la misma que antes había sido colonia de España. El 2 de abril de 1861, a pesar de que los Estados Uñidos no mantenían relaciones oficiales con esta república negra, el secretario de Estado, Seward, en una carta al embajador de España en Washington protestó de esta acción. Según habían de demostrar los hechos posteriormente, la propia Norteamérica tenía sus proyectos acerca de Haití. . Como quiera que fuese, la protesta no produjo efecto. El 1 de julio del mismo año, el embajador español puso en conocimiento de Seward la anexión de la República Dominicana. La situación era tan difícil en aquellos momentos, que los Estados Unidos prefirieron adoptar en este asunto una actitud expectante. •La etapa siguiente de la intervención de las potencias europeas en los asuntos americanos fue el reconocimiento por Inglaterra de los Estados del Sur como parte beligerante. El 3 de mayo de 1861, Jansy y Rost, emisarios de los rebeldes, fueron recibidos por primera vez por Russell,. ministro inglés de Asuntos Exteriores en el gabinete de Palmerston. Cediendo a las instancias del embajador de los Estados Unidos en Londres, Dallas, la audiencia no tuvo carácter oficial. Russell dio seguridades a Dallas de que el Gobierno inglés no tomaría decisiones sobre asuntos relacionados con la guerra civil hasta la llegada del nuevo embajador de la Unión, Charles 5 Falkner, Historia de la economía nacional de los Estados Unidos, Moscú-Leningrado, 1932, pág. 279.

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Una nueva etapa de la agresión de las potencias- europeas en América fue el acuerdo de intervención en México, suscrito en Londres, el 31 de diciembre -de 1861, por la Gran Bretaña, Francia y España. Las tropas españolas habían desembarcado ya en diciembre en Veracruz, A lo largo del mes de enero se les incorporaron contingentes de Inglaterra, y Francia. El Gobierno cíe los Estados Unidos (o sea del Norte) protestó contra la intervención de Francia y los otros países en México, calificando la acción cómo violación de los "derechos inalienables" del pueblo de México y de "intervención violenta". No fue menor la energía de los Estados Unidos al rechazar los ofrecimientos de Napoleón III, que mantenía su mediación para llegar a la paz con los rebeldes del Sur. En un acuerdo conjunto de ambas Cámaras contra la mediación extranjera, adoptado en 1863, la propuesta era rechazada por no referirse en este caso a "cuestiones internacionales", sino a "trastornos internos"-. Indicábase que "el Congreso considerará sin dudar cualquier oferta de mediación extranjera en la presente disidencia como totalmente falta de base e intolerable... "6 Sólo después de terminada la guerra civil pudieron los Estados Unidos lograr la salida de las tropas francesas de México (algo antes habían sido retiradas las inglesas y las españolas). :'

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l incidente d e l "Trent" (1861).

'" Poco-después del comienzo de la intervención de las tres potencias en México, en el momento en que los nordistas sufrían graves derrotas en.1 el frente, los propios Estados Unidos se vieron ante la amenaza de la intervención inglesa. El bloqueo declarado por la Unión contra la Confederación hacía casi imposible la llegada de algodón americano a Europa. Este acto de los nordistas, que producía viva irritación en los elementos afectados, complicó su propia situación también en el sentido de que, al declarar oficialmente el bloqueo, colocaban a los sudistas en la situación de beligerantes, y no de rebeldes. Esto podía ser aprovechado por los gobiernos de Inglaterra y Francia como pretexto para reconocer la Confederación y prestarle ayuda. El 26 de marzo de 1861, el embajador inglés en los Estados Unidos, lord Lyons, declaró en el curso de una entrevista con Seward: "Si los Estados Unidos se deciden a detener por la fuerza un comercio tan importante para la gran Bretaña como es el que sostiene con los estados productores de algodón, no respondo de las consecuencias." ",

6

H. S. Commanger, Documents o] American History, N. Y., 1938, vol. I, pág. 423.

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El 8 de noviembre de 1861, los emisarios de la Confederación, Masón y Slidell, fueron detenidos a bordo del mercante inglés Trent por el capitán del San Jacinto, buque de guerra de los Estados Unidos. Este paso era muy arriesgado y erróneo desde el punto de vista del derecho internacional, puesto que significaba el ataque a un barco inglés, que navegaba bajo bandera de un pais neutral. Habría sido más fácil defender tal acto aun en el caso de que hubiera sido detenido. Los prisioneros fueron conducidos a Boston. La prensa patriotera de Inglaterra y Francia aprovechó el incidente para levantar una gran polvareda, insistiendo en la guerra contra la Unión. Lord Russell exigió la devolución de Masón y Slidell en el término de siete días.. Las tropas inglesas ya habían salido hacia Canadá; los astilleros ingleses trabajaban día y noche en la construcción de navios de guerra. Acciones de los obreros ingleses contra el apoyo a los sudistas. "Palrnerston quiere la guerra —escribía Marx el 25 de diciembre de 1861—, el pueblo inglés no la quiere. Los próximos acontecimientos mostrarán quién vence en este duelo: Palrnerston o el pueblo." 7 Los acontecimientos mostraron que además de la diplomacia oficial de la burguesía, en 1861, en la política internacional había nacido una fuerza nueva, no oficial ni reconocida, pero ya considerable: la solidaridad internacional del proletariado. Una ola de mítines de obreros se desencadenó en todos los grandes centros industriales de Inglaterra. A pesar de la falta de algodón, que dejaba sin trabajo y sin pan a un gran número de personas, los obreros protestaron contra la vergonzosa intervención en la guerra civil en favor de los esclavistas. Al mismo tiempo, el gobierno del Norte tomó una actitud conciliadora y puso en libertad a los emisarios sudistas. Con ello privó a Palmerston de un pretexto para la intervención e hizo más difícil la empresa de organizaría. Los verdaderos sentimientos y opiniones de los obreros ingleses y de otros países de Europa en relación con la guerra civil norteamericana fueron expresados por la Primera Internacional en su mensaje a Lincoln con motivo de su victoria en las elecciones presidenciales de 1864. "Los obreros de Europa —decía el mensaje— expresan su seguridad de que así como la guerra de Independencia americana condujo a una nueva era de prosperidad para la burguesía, la guerra de América contra la esclavitud traerá lo mismo a la clase obrera." 8 Así, los cálculos de los esclavistas, que habían esperado la intervención de la burguesía inglesa, revelaron su inconsistencia. Otro error de los sudistas fue su esperanza en el efecto mágico de la prohibición de la exportación de algodón. Necesitados como estaban de dinero, ellos misinos trataron de' continuar la exportación, forzando el bloqueo. Además, la mala cosecha de 1861 convirtió el problema del trigo en algo más importante que el del algodón para Europa, y la Unión, a pesar de la guerra civil, exportó grandes cantidades de este cereal al Viejo Continente. No obstante, ni los sudistas ni los dirigentes de los gobiernos inglés y francés perdían la esperanza de una ingerencia conjunta en la guerra. Palmerston y Napoleón III decidieron aguardar la marcha de los acontecimientos exteriores e intervenir en cuanto los sudistas infligieran a los nordistas un golpe decisivo. En la campaña del año siguiente —el de 1862— el Norte siguió sufriendo una derrota tras otra. Los partidarios de la intervención volvieron a levantar cabeza. T 8

C. Marx y F. Engels, Obras, tomo XII, parte II, 1» ed. rusa, pág. 297. Ibídem, tomo XIII, parte I, 1* ed. rusa, pág. 22.

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La posición de Francia. En abril de 1862, en el curso de una entrevista con Napoleón III, el emisario de los sudistas, Slidell, insistió en el reconocimiento de la Confederación por Francia. El emperador, aun mostrándose en principio partidario del reconocimiento, manifestó que "ninguna potencia, excepto Inglaterra, poseía una flota suficiente para prestar a Francia una ayuda eficaz en la guerra... ", sugiriendo así que si Inglaterra reconocía a la Confederación, él seguiría el ejemplo. Slidell invitó a Napoleón III a organizar la intervención contra los Estados Unidos junto con España, Austria, Prusia, Bélgica, Holanda, Suecia y Dinamarca. Aseguró a su interlocutor que los Estados Unidos no declararían la guerra a Francia aunque ésta reconociese a la Confederación, "pues ya tienen bastante ocupadas las manos con los asuntos internos". Sin embargo, el emperador se negó al reconocimiento inmediato de la Confederación, limitándose a ofrecer su ayuda en la construcción en Francia de barcos para ella. La conversación no fue más adelante. Pero a mediados de julio de 1862, en un período de graves derrotas de los nordistás en el frente, Napoleón III remitió a su embajador en Londres, Thourvenel, el siguiente telegrama: "Pregunte al Gobierno inglés si no considera que ha llegado el momento de reconocer al Sur." La Cámara de los Comunes, a iniciativa de Palmerston, rechazó la sugerencia francesa. El Gobierno británico esperaba al resultado definitivo de las operaciones, sin dejar de prestar ayuda a los confederados. Esta ayuda se concretaba, entre otras acciones, en la construcción de buques para los sudistas. El 29 de julio de 1862, el crucero Alabama, construido en los astilleros Lyard de Liverpool, a pesar de las protestas del embajador de los Estados Unidos, Adams, fue entregado a los sudistas, con el visto bueno del Gobierno inglés, y se le permitió hacerse a la mar. Este crucero hizo la guerra de corso hasta junio de 1864 en todos los mares y océanos; hundió 65 barcos de los Estados Unidos y destruyó mercancías por valor de cinco millones de dólares. El 19 de junio de 1864, el Alabama se encontró con otro crucero de los Estados Unidos, que lo echó a pique después de un reñido combate. Otros corsarios confederados, construidos también en Inglaterra, fueron el Florida, el Georgia, el Shenandoa, etc.9 El 14 de septiembre de 1862, Palmerston tomó una decisión definitiva y escribió a su ministro de Asuntos Exteriores proponiendo el reconocimiento de la Confederación. Russell contestó que el gabinete podía reunirse para decidir la cuestión el 23 o el 30 de septiembre. La abolición de la esclavitud (1863), Pero unos días fueron bastantes para que la situación diera un cambio completo. En el lapso de tiempo transcurrido entre la carta de Palmerston y la proyectada reunión del gabinete, en los Estados Unidos se hizo pública la proclamación preliminar de la abolición de la esclavitud. La Unión se decidió a hacer la guerra "a la manera revolucionaría". La abolición de la esclavitud redobló sus energías dentro del país y despertó grandes simpatías hacia la Unión en toda la Europa democrática. Para los partidarios del Sur y de la intervención en la guerra americana, esto significaba nuevas dificultades. Cuando en Inglaterra se recibió la noticia del acuerdo de la Unión de abolir la 8 Según el tratado de Washington de 1871 y conforme a la decisión del tribunal de arbitraje de Ginebra, Inglaterra tuvo que pagar a los Estados Unidos, como indemnización por los daños causados por el Alabama y otros corsarios, la suma de 15,5 millones de dólares.

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esclavitud en los Estados Unidos, el problema del reconocimiento del Sur fue retirado del orden del día de la reunión del gabinete. En cuanto al Gobierno francés, hizo un nuevo intento de intervenir en favor del Sur. El 31 de octubre, los representantes diplomáticos de Inglaterra y Rusia en París fueron informados de un plan francés de acción conjunta de las tres potencias. Todas las medidas propuestas iban en beneficio de los sudistas: un alto el fuego de seis meses, el levantamiento del bloqueo y la apertura de los puertos americanos al comercio europeo. Rusia declinó la proposición francesa. El Gobierno inglés, apoyándose en la posición de Rusia, se negó asimismo a aceptarla. También esta vez influyó decisivamente la activa resistencia al proyecto por parte de los obreros ingleses, que celebraron numerosos mítines de protesta contra el apoyo de la burguesía inglesa a los esclavistas americanos. Después de la abolición de la esclavitud, la situación de la Confederación se agravó tanto, lo mismo en el interior que en el exterior, que su vicepresidente, Alexander Stephens, uno de los ideólogos más convencidos del sistema de los negreros, propuso, para no perder las esperanzas en la victoria sobre el Norte, seguir el ejemplo y abolir también la esclavitud en el Sur. Pero el Congreso de la Confederación, reunido en Richmond, no se atrevió a dar semejante paso. Las victorias de los sudistas en Gettysburg y Vicksburg, en el mes de julio de 1863, y el cambio general producido en la marcha de las operaciones, así como, en cierto modo, el apoyo prestado a los nordistas por Rusia, hicieron definitivamente imposible la intervención de Inglaterra y Francia. La actitud de Rusia, En 1863 se produjo un acercamiento de los Estados Unidos y Rusia. A ello contribuyó la tensión existente entre Rusia e Inglaterra y Francia, agravada particularmente aquel año a consecuencia del levantamiento polaco.10 Actualmente se sabe a ciencia cierta que Palmerston y Napoleón III no pensaban en serio en la guerra con Rusia a causa de Polonia. Pero entonces las esferas gobernantes rusas partían de la posibilidad de una intervención armada en los asuntos ruso-polacos. Atendida la situación, se decidió enviar dos escuadras rusas a las costas americanas. El plan fue aprobado por Alejandro II, y en julio de 1863 el encargado de la cartera de Marina entregó al contralmirante Lesovski instrucciones secretas. El envío de las escuadras al Atlántico y al Pacífico fue decidido en virtud de un plan atrevido de operaciones ofensivas ante la eventualidad de una inminente guerra con Inglaterra y Francia. La experiencia del crucero confederado Alabama demostraba que los buques corsarios podían causar un gravísimo perjuicio al comercio y a la flota de guerra del enemigo. En septiembre de 1863, las dos escuadras rusas —una bajo el mando del almirante Lesovski y otra bajo el del almirante Popov— arribaron, la primera a Nueva York y la segunda a San Francisco. Su tarea principal consistía en crear una amenaza al comercio inglés, presionando así sobre la posición de Inglaterra en la cuestión polaca. En el informe presentado por el encargado del Ministerio de Marina, Krabbe, a Alejandro II se preveían determinados puertos americanos que podían servir de . 10 A principios de 1863, Francia, Gran Bretaña y Austria entregaron al Gobierno ruso sendas notas mediante las cuales pretendían inmiscuirse en los asuntos de Polonia. En. abril se empezó a poner el primer ejército ruso en pie de guerra y se aceleraron los trabajos para la fortificación de Cronstadt.

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base a las dos escuadras. Krabbe recordaba que la flota de corsarios de la Unión representaba una fuerza muy considerable. En oposición a los planes del departamento de Marina, el Ministerio de Asuntos Exteriores no disimulaba sus temores respecto de las consecuencias que pudiera acarrear el envío de las escuadras a América. El canciller, príncipe Gorchakov, y el embajador en los Estados Unidos, barón Stekl, sólo cuando todo se había producido expresaron su satisfacción por el brillante efecto alcanzado con la salida de la flota a las vías del comercio mundial y con su estancia en los puertos norteamericanos. El viejo embajador en Londres, barón Brunnov, el "Néstor de la diplomacia rusa", no ocultó en un principio el vivo descontento que le produjo este paso. Los rumores que se extendieron acerca de una alianza formal entre Rusia y los Estados Unidos carecían por completo de base. Pero el envío de dos escuadras a los puertos de un país que se hallaba en estado de guerra llevaba las cosas a un extremo que se acercaba a la alianza real. Durante su permanencia en América, los buques rusos llegaron en un caso a ejercer presión sobre los sudistas, amenazando con abrir las hostilidades. Hallándose la escuadra rusa en San Francisco, dos corsarios sudistas, el Sumter y el Alabama, se acercaron 'a la ciudad, que se hallaba por completo indefensa: aunque California era nordista, en ella no había ni tropas de la Unión ni barcos de guerra. Entonces, el jefe de la escuadra rusa, contralmirante Popov, hizo publicar en los periódicos de San Francisco una carta en la cual explicaba que ellos no habían llegado para intervenir en la guerra civil de los americanos. No' obstante, considerando que la población civil de la ciudad no estaba defendida por fuerzas militares si era atacada por los corsarios de la Confederación, la escuadra rusa, "movida únicamente por su espíritu humanitario", protegería al vecindario. Esta carta debió de llegar a conocimiento de los comandantes de los corsarios sudistas, puesto que se alejaron de San Francisco. El historiador norteamericano Jay Monaghan ai escribe que la llegada de la escuadra rusa a Nueva York produjo gran impresión. El ministró de Marina, Welles, escribió con este motivo en su diario: "Que Dios bendiga a los rusos." Algunos periódicos propusieron una alianza con Rusia. El Harper's Weekly, por ejemplo, encontraba que Rusia y Norteamérica tenían mucho de común y "al menos podrían conseguir el mantenimiento de la paz en el mundo entero". Cuando a fines de noviembre algunos navios se remontaron por el Potomac hasta Washington, se les hizo un gran recibimiento. "Los rusos —escribe Monaghan— obligaron a los diplomáticos más recalcitrantes a comprender el discurso de Gettysburg." 12 Según indica en una monografía el historiador norteamericano Callaban,13 el envío de la flota rusa significó para la Unión un considerable apoyo militar y moral. "Eri la hora más grave de la historia americana —escribe Callaban—, cuando la integridad de la Unión, y por consiguiente la paz en todo el mundo, estaba amenazada y las potencias de Europa occidental parecían mirar ese peligro con indiferencia fría, si no con la aprobación más viva, cuando nuestro pariente británico nos llamaba "Estados Desunidos" (Disunited States), cuando nuestra vieja aliada —Francia— se había convertido en nuestro peor enemigo, sólo una mano se tendió Jay Monaghan, Diplomat in Carpet Slippers, Indianápolis, N. Y., 1945. Se refiere al famoso discurso de Lincoln en Gettysburg, el 19 de noviembre de 1863, al ser inaugurado el cementerio nacional en el mismo Tugar donde, a principios de julio, los nordistas habían logrado una de las victorias decisivas. Este corto discurso estaba consagrado a la hazaña de los caídos y proclamó la decisión de conseguir la victoria. 13 J. M. Callaban, Ruso-American Relations during the American Civil War, Morgantown, W. Va, 1908. 11 12

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hacia nosotros desde Europa con ardiente simpatía y buena voluntad: la que se nos tendió desde las estepas rusas. Cuando el emperador francés ofrecía ayuda a los confederados y cuando la Gran Bretaña no quería impedir la construcción en sus aguas de barcos destinados a destruir el comercio americano, Rusia aplaudió calurosamente los esfuerzos de los americanos por conservar la Unión. Rusia se negó a incorporarse a la proposición europea de participar en la mediación o la intervención y mandó sus escuadras a aguas americanas como demostrando al mundo entero sus simpadas hacia la causa de la Unión."14 Callaban califica de entente cordiale las relaciones ruso-americanas de aquel tiempo. Como es notorio, en virtud de diversas circunstancias históricas, las relaciones ruso-americanas se desenvolvieron en los siglos xvín y XK favorablemente. Cerrando los ojos a este hecho incontrovertible, John Foster Dulles, en el discurso pronunciado en noviembre de 1953 en Cleveland, ante el Congreso de la Federación de Sindicatos de Industria,15 sostuvo que las relaciones entre 'los dos países habían sido siempre hostiles. Los hechos del período de la guerra de Secesión, lo mismo que de otras etapas del desarrollo de las relaciones, entre Rusia y los Estados Unidos, demuestran palmariamente lo contrario. Resultan interesantes las conclusiones a que han llegado los historiadores norteamericanos que estudiaron el problema. El profesor J. R. Robertson, del Colegio Berea (Kentucky), autor de una valiosa monografía sobre las relaciones entre los dos países, escribe: "En los tiempos de la guerra civil se llegó a lo que puede ser denominado como amistad tradicional de los Estados Unidos y Rusia."16 Otro historiador norteamericano, John Hildt, en su trabajo Primeras negociaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Rusia,'1'' observa: "Desde el momento mismo en que fueron establecidas relaciones diplomáticas, Rusia ocupó una posición estable de amistad con los Estados Unidos." J. M, Callahan, a quien ya nos hemos referido, manifiesta: "Se dice que Rusia fue el único amigo seguro desde los tiempos de los dolores del parto de la nación en la revolución hasta 1871 y que demostró nuevamente su.amistad durante la última' guerra con España... Pero cuando más útil nos fue la amistad de Rusia fue a lo largo de la guerra civil americana."ls Albert Woldman, autor de Lincoln y los rusos,M libro aparecido en 1952, resalta la circunstancia de que Rusia influyó altamente en la marcha, de la guerra y ayudó al Norte a ganarla. La intervención proyectada por Napoleón III y Palmerston en favor de los sudistas no llegó a plasmar, en buena parte, por la negativa de Rusia a participar en ella. , La buena voluntad hacia los nordistas manifestada por Rusia en el período de la guerra civil repercutió considerablemente en la coyuntura general y significó una ayuda indudable a los Estados Unidos. Sobre las relaciones entre los dos países en el pasado, N. S. Jruschov ha dicho: "Entre nuestros países nunca ha habido, ni hay, pretensiones territoriales mutuas. No existen causas para el choque entre nuestros pueblos... "20 14 J. M. Callahan, Ruso-American Relations during the American Civil War, Morgantown, W. Va, 1908, págs. 1-2. 15 Véase Nóvoe Vremia (Tiempos Nuevos), núm. 48, 1953, pág. 15; A. Jefimov, A Chapter in Russian-American Relations (Revista News, febrero 1964). 16 James Rood Robertson, A Kentuckian at the court of the Tsars, Berea College, Kentucky, 1935, pág. 15. 17 J. C. Hildt. Early Diplomatic Negotiations o/ the U. S. with Russia, Baltimore, 1906. 18 J. M. Callahan, obra cit, pág. 1. 19 Albert A. Woldman, Lincoln and the Russians, Claveland y N. Y., 1952. 20 N. S. Jruschov, Sobre las cifras de control de desarrollo de la economía nacional en 1959-1965, Moscú, 1959, pág. 94.

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La política de conquista del partido republicano después de la guerra'civil, La guerra civil de 1861-1865 en América del Norte, lo mismo que la guerra de Independencia, integra, como indicaba Lenin, la tradición revolucionaria del pueblo norteamericano.21 En el período de enorme actividad del pueblo —de los obreros, granjeros y de las masas de negros—, en el período de máxima agudización de la lucha de clases, cuando toda la República se veía territorialmente dividida, escindida en dos Estados, la presión de las masas populares sobre el gobierno de Lincoln fue muy intensa. Esto se dejaba sentir en la esfera de la política exterior tanto como en la interior. Resultan interesantes los juicios que sobre la diplomacia norteamericana emitían los republicanos" radicales en él Congreso. La intervención de Francia, Inglaterra y España (y después de Francia solamente) en México, dio lugar, el 4 de abril de 1864, a unos debates muy significativos en la Cámara de Representantes. Los republicanos, reflejando el sentir de las masas populares, sometieron a una crítica durísima la política exterior de los demócratas, que les habían precedido en el poder. El republicano Davis (Maryland), presidente del Comité de Asuntos Exteriores, manifestó: "La política de los demócratas con relación a nuestros hermanos —los republicanos de América del Sur y de México— era la" política del lobo y el cordero. Gruñían para alejar a los lobos extranjeros de la presa que ellos se proponían alcanzar; buscaban querella, intimidaban y saqueaban a los pueblos... " Pero la guerra civil terminó. Hacia 1870 se extinguieron en el Sur los grandes combates de clase, el movimiento de los negros fue aplastado y al poder advinieron los "borbones", los círculos del .gran capital del partido republicano en alianza con los agrarios del Sur. Quedó esbozado y empezó a funcionar un nuevo bloque político de la gran burguesía y de los antiguos plantadores, los agrarios del Sur, en el cual predominaba la gran burguesía. Era muy poco el tiempo transcurrido desde la terminación de la guerra civil, pero ¡cómo habían cambiado las consignas de la política exterior y de la diplomacia del partido republicano en el poder! Después de la guerra civil aumentó todavía más el interés del Gobierno norteamericano por las islas de las Indias Occidentales como bases para su flota. Los presidentes Johnson y Grant tomaron medidas para la compra de las dos islas principales de las Indias Occidentales holandesas, Santo Tomás y San Juan, así como de la parte oriental de un territorio de tanta importancia estratégica y económica como era la isla de Haití, la República Dominicana, de la que los colonizadores españoles habían sido expulsados de nuevo en 1865. El Presidente Johnson manifestó en un mensaje que no sólo Santo Tomás y San Juan debían pasar a los Estados Unidos "en virtud de la gravitación política", sino que a esa misma "gravitación" estaban sometidas todas las Indias Occidentales. Sumner, presidente de la Comisión de Política Exterior del Senado .y líder de los republicanos, estimaba que Canadá debía ser ocupado inmediatamente para resarcirse de las sumas que Inglaterra adeudaba en concepto de daños causados por el Alabama. Robison, miembro de la Cámara de Representantes, perdida ya toda la noción de la realidad, llegó a sostener que en virtud de "los designios del Todopoderoso", no sólo Canadá, sino también Irlanda, cuya población guardaba tanta "afinidad" con la población norteamericana, debía pasar a formar parte de los Estados Unidos. , ¿Aportó algo sustancialmente nuevo Norteamérica a la historia de la diplomacia? La respuesta es.la siguiente: a excepción de los períodos de 1770 a 1790 y de 1863 W

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Véase: V. I. Lenin, Obras, tomo 28, pág. 51.

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a 1865, cuando los Estados Unidos se hallaban atados por la guerra civil y les era imposible llevar a cabo una política de agresión y expansión en amplia escala, la diplomacia norteamericana, a pesar de algunos rasgos específicos, no se distinguió en nada sustancial de la diplomacia rapaz de los Estados capitalistas del Viejo Mundo. La historia de la política exterior de los Estados Unidos es la historia de conquista de territorios ajenos —de los indios, de México, etc.—, primero en la América del Norte continental y luego fuera de ella. Los Estados Unidos extendieron su territorio desde las costas del Atlántico a todo el continente norteamericano, a excepción de Canadá y México, tal como ahora están fijadas sus fronteras, sin que jamás se viesen amenazados de agresión. Tanto más fácil les fue a las fuerzas agresivas norteamericanas desplegar su política expansionista.

CAPITULO XIII

LA DIPLOMACIA EUROPEA DESDE LA PAZ DE PARÍS HASTA LA GUERRA DE PRUSIA Y AUSTRIA CON DINAMARCA (1856-1863) 1.

LA DIPLOMACIA RUSA DESPUÉS DE LA PAZ DE PARÍS. LA DIPLOMACIA FRANCESA DEL SEGUNDO IMPERIO.

A, M, Gorchakov como diplomático. DESPUÉS DE LA PAZ DE PARÍS, Napoleón III pareció durante cierto tiempo el arbitro supremo de Europa. Así le llamaban entonces no sólo los cortesanos en su afán de adularle, sino muchos publicistas burgueses que gozaban de autoridad en el extranjero. En los dos o tres primeros años, se podía creer que Palmerston juzgaba preferible dar al olvido la conducta pérfida de Napoleón en el Congreso de París y trabajaba únicamente para detenerle en el camino, tan peligroso para Inglaterra, del acercamiento a Rusia, Pero este acercamiento hacía rápidos progresos. En Rusia, inmediatamente después del Congreso de París, el Ministerio de Asuntos 'Exteriores pasó de las manos de Nesselrode a las del príncipe Alexandr Mijáilovich Gorchakov, un hombre inteligente, perspicaz y de amplios horizontes. No brillaba por la profundidad de sus conocimientos, pero había estudiado bien la historia diplomática de Europa del período anterior a sus. años. Su carácter estaba dotado' de cierta independencia, lo que le había valido la animadversión de Nesselrode, que no le dejó avanzar/en su carrera. Representante de la alta aristocracia, Gorchakov, aunque ligeramente influido por. las corrientes "liberales" del tiempo de Alejandro II, poseía muchos rasgos característicos de su clase. No obstante, su actitud frente a este zar fue de una independencia incomparablemente mayor que la de Nesselrode frente a Nicolás I. Gorchakov expuso las bases de su política en un informe que elevó a Alejandro II muy poco después de su nombramiento y en notas circulares que anunciaban a Europa el programa a que se iba a .atener la diplomacia rusa. La Russie se recueille (Rusia se recoge sobre sí misma); Rusia se abstiene de la intervención activa en los asuntos europeos; Rusia se repone de sus pérdidas y sacrificios. Tal era uno de los principios de la futura política. El otro era la afirmación de que Rusia no estaba dispuesta en adelante a sacrificar sus intereses para mantener los principios de la Santa Alianza y se consideraba,en completa libertad de elegir a sus futuros amigos. Estas bases de la política de Gorchakov se ajustaban en un todo a las tendencias de la actividad diplomática de Napoleón III después del Congreso de París. De una parte, Rusia dejaba al emperador francés una completa libertad de acción; de otra, Gorchakov apuntaba claramente a Austria al hablar de las decep519

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ciones que Rusia había 'sufrido de sus antiguos compañeros de la Santa Alianza. Entre tanto, un nuevo problema maduraba en la mente de Napoleón III; su solución debería traerle nuevos laureles y también, a diferencia de la guerra de Crimea, grandes adquisiciones territoriales. Se trataba de expulsar de Italia a los austríacos. El acercamiento de Francia y Rusia. Las circunstancias se mostraban muy propicias a los designios del emperador de los franceses. Sus relaciones con Rusia, después de la paz de París, mejoraban casi de día en día. A la coronación de Alejandro II, que tuvo lugar en Moscú, en 1856, Napoleón III mandó a uno de los hombres que le merecían más confianza, el conde de Morny, que ya en plena guerra de Crimea había hablado de la necesidad de reconciliarse lo antes posible. Cuantos se apiñaban el día de la coronación alrededor de la catedral de la Ascensión y en todo el Kremlin pudieron ver que Morny hacía detener sus carrozas a bastante distancia del templo y que toda la embajada francesa, con las cabezas descubiertas, recorría a pie un largo trecho. Las otras embajadas no procedieron así. Más tarde, Morny no cesó de prodigar los signos exteriores de su estimación al zar. Viniera o no viniera a propósito, hablaba de las conveniencias del acercamiento franco-ruso y hasta de la alianza de los dos imperios, lo que les permitiría dominar diplomáticamente en Europa y en el mundo entero. La aristocracia rusa-recibió muy bien al conde de Morny. Casado con una rusa, la princesa Trubetskaia, el embajador francés se convirtió en una persona de confianza en los salones de Moscú y San Petersburgo. El zar no se ocultaba en mostrarle su buena voluntad y la recibía sin cumplidos. Así pudo conseguir sin el menor esfuerzo ciertas ventajas económicas de gran valor para los capitalistas franceses, de las que dijo, al informar jubilosamente a Napoleón: "Veo en Rusia una mina para la explotación francesa." Napoleón III necesitaba el acercamiento con Rusia para debilitar la preponderancia de Inglaterra, la cual había ganado en' la guerra de Crimea mucho más que Francia. Pero, al mismo tiempo, no quería romper con Inglaterra. Para llegar a la alianza fraco-rusa había que desatar los lazos que como aliados seguían uniendo a Francia e Inglaterra después de la guerra de Crimea. Porque Palmerston continuaba sus manejos contra Rusia en el Cáucaso, en Persia, en Turquía y en otros lugares. Además, él propio Napoleón III no se avendría a revisar el tratado de París. Finalmente, Napoleón III echó por tierra mucho de lo conseguido por Morny al manifestar, en una entrevista personal con Alejandro II, que se hallaba interesado en el problema del Reino de Polonia. "Pía osado hablarme de Polonia", dijo irritado el zar a sus allegados, refiriéndose a este incidente. En todo caso, aunque las cosas no llegaron hasta una alianza franco-rusa, Napoleón III podía estar plenamente seguro de que lo mismo Alejandro II que Gorchakov se mostraban firmes en la idea de la colaboración diplomática de Rusia y Francia; si, por ejemplo, Francia atacaba a Austria, Rusia, lejos de ayudar a los austríacos, observaría respecto a aquéllos una neutralidad amistosa. En el Cercano Oriente, en Servia, Montenegro y los principados danubianos, entre 1857 y 1862 el Gobierno del zar y Napoleón III tenían unas aspiraciones comunes: debilitar la influencia de Turquía, Inglaterra y Austria. Empeoramiento de las relaciones angla-francesas. La cuestión de las relaciones con Inglaterra era más compleja. Palmerston seguía con gran inquietud los éxitos de Morny en Moscú y San Petersburgo, la entre-

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vista de los dos emperadores, las acciones acordadas de Francia y Rusia en 1857-1858 acerca de la creación de un Estado nuevo —Rumania—mediante la unión de Moldavia y Válaquia. Todo esto irritaba a Palmerston y en un principio trató de emplear el método de las amenazas e intimidaciones, aunque sin el menor éxito. Napoleón III, en una entrevista con el príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, le comunicó que tenía dadas órdenes tajantes a sus diplomáticos de que no le mostrasen ninguna nota o memorándum de Palmerston, porque era un hombre que no sabía escribir. Por lo demás, aun sin esta salida insultante del emperador, el primer ministro inglés había bajado mucho de tono desde la segunda mitad de 1857: inesperadamente para él, en el juego de la diplomacia británica habían irrumpido las masas populares de las colonias inglesas. El terrible levantamiento popular iniciado por los cipayos puso en peligro la dominación inglesa en toda la India. En una situación tan grave para ella, la diplomacia de Londres temía irritar a su poderoso vecino del continente. En 1858, cuando el ataque contra Austria se esbozaba ya netamente, Napoleón III tenía todas las razones para no esperar una fuerte oposición de Inglaterra. El 14 de enero de 1858 se produjo el atentado del revolucionario italiano Felice Orsini. y sus compañeros contra Napoleón III. Los conspiradores querían matar al emperador, al que consideraban el obstáculo principal para la unificación de Italia: él era quien con su guarnición en Roma apoyaba el poder temporal de Pío IX. Además, en Italia se hallaba muy extendida la opinión de que Napoleón III había engañado pérfidamente a Cavour y, a pesar de los 15.000 soldados italianos enviados a Crimea, no hacía 'nada en ayuda de la causa del pueblo italiano. Orsini y uno de sus compañeros murieron en la guillotina. Durante la instrucción del proceso se puso en claro que Orsini y sus cómpliceshabían preparado el atentado en Inglaterra, de donde también provenían las armas empleadas. La prensa francesa adicta al emperador emprendió una desenfrenada campaña contra Inglaterra, que era "un asilo de asesinos". Hasta en el Monitor, el órgano oficial, apareció una nota violenta y amenazadora de los coroneles de la Guardia imperial francesa, dirigida contra Inglaterra. La aristocracia y la burguesía de este país dieron muestras de inquietud. Palmerston se alarmó ante las actividades de los revolucionarios emigrados y presentó en el Parlamento un proyecto de ley contra ellos que, de hecho, suprimía el derecho de asilo. Cuando pasó a examen de la Cámara, empezaba ya a debilitarse la impresión de los primeros días que siguieron al atentado de Orsini. El proyecto de ley fue rechazado el 19 de febrero de 1858 y Palmerston presentó la . dimisión, pasando a la presidencia del Gobierno el conservador lord Derby, y lord Malmesbury al Ministerio de Asuntos Exteriores. El examen de la política inglesa convenció al emperador de que, tanto si gobernaban los whig como los lories, la Gran Bretaña no significaba para él ningún peligro y le dejaba el camino tan libre como se lo había dejado Rusia. La actitud de los Estados de la Confederación Germánica frente a> Austria. • Sin embargo, antes de dar los primeros pasos decisivos en la dirección que se había marcado, el emperador encargó a su ministro de Asuntos Exteriores de sondear los sentimientos de los Estados que constituían la Confederación Germánica, porque también era necesario tener en cuenta este peligro potencial, aunque no fuese muy probable ni muy cercano. Existía, sin duda alguna, un movimiento de bastante volumen en favor de Austria, particularmente intenso en los Estados donde predominaba la idea de la "gran Alemania" que debería unificarse alrededor de Austria. Pero era mucho más fuerte el movimiento de la "pequeña Alemania", con su programa C;

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de unificación de los Estados alemanes alrededor de Prusia y dejando al margen a Austria. Este programa de la. "pequeña Alemania", que pasó rápidamente a primer plano, era defendido por el embajador prusiano en París y luego en San Petersburgo, conde Qtto von Bismarck. En efecto, desde hacía mucho Bismarck veía en Austria al enemigo principal de Prusia, y su opinión, según se rumoreaba, era compartida por el propio príncipe Guillermo, que se había encargado de la regencia a consecuencia de la locura que afectó a Federico Guillermo IV. Era poco probable que Prusia quisiera súbitamente salvar a Austria del golpe que la amenazaba. Quiere decirse que también por este lado estaba libre el camino para la agresión contra el Imperio de los Habsburgo. Así, pues, Rusia, Inglaterra y Prusia no intervendrían y no salvarían a Austria de la derrota. : i

jadores franceses en Viena y en los pequeños Estados italianos unidos a la suerte de Austria hicieron correr la voz, a través de sus numerosos agentes y de los periódicos, de que Napoleón III temía la guerra con Austria y seguramente no pondrían en acción su ejército, limitando su ayuda al terreno diplomático. Esta nueva táctica se vio coronada por el éxito más completo. En Austria maduró la decisión de declarar la guerra al Reino de Cerdeña y terminar rápidamente con esta perpetua amenaza. Poco tiempo después de la entrevista de Plombiéres, Napoleón III envió a su primo, el príncipe Napoleón Bonaparte, a Varsovia, a dónde acababa .de llegar Alejandro II. El zar se manifestó enteramente dispuesto a prestar ayuda diplomática a Napoleón III en sus preparativos para derrotar a Austria. El 3 de marzo de 1859 quedó concluido un convenio secreto entre Francia y Rusia. Si se producía la guerra de Francia y el Reino de Cerdeña contra Austria, el zar se comprometía a no oponerse al engrandecimiento del Reino de Cerdeña, siempre y cuando los demás soberanos italianos conservasen sus tronos. Alejandro II prometió también, verbalmente, acercar a las fronteras de Austria algunos cuerpos rusos, que fijarían parte del ejército austríaco en el Este. El acercamiento de Rusia y Francia explica la razón de que Napoleón III y Alejandro II rechazasen al mismo tiempo, de una manera categórica, la idea de una mediación, sugerida por Malmesbury, y propusieran la convocatoria de un "congreso de potencias". Al mismo tiempo, los agentes franceses y sus colaboradores ponían a Francisco -José y a Buol sobre falsas pistas, haciendo creer a los diplomáticos austríacos acreditados en las cortes europeas que en ese "congreso" no se debería admitir a Víctor Manuel. Austria prestó oído a estas sugerencias y ella misma hizo fracasar el congreso con una pretensión tan falta de sentido. Mientras tanto, Cavour y Napoleón III acercaban sus tropas a la frontera misma. Entonces, Buol, enteramente engañado por las falsas informaciones, el 23 de abril de 1859 presentó a Cerdeña su ultimátum. Era lo único que hacía falta: Austria perdía sus derechos a ser apoyada por la Confederación Germánica, y las hostilidades fueron rotas en la situación diplomática más favorable para los franceses y los sardos. Engels escribió que Napoleón III, gracias a su astucia y habilidad, había obligado a Austria a cargar con la grave responsabilidad de .declarar la guerra.

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'La entrevista de Plombíéres (20 de julio de 1858) y el acuerdo franco-ruso (1859),



Napoleón III invitó al primer ministro del Reino de Cerdefia, Cavour, a entrevistarse con él, el 20 de julio de 1858, en la estación termal de Plombiéres. Allí, el emperador y Cavour esbozaron las bases de su fututro acuerdo y se concertaron en la distribución inmediata de los papeles diplomáticos. Se comprende que las conversaciones se mantuvieran dentro del mayor secreto. Napoleón pidió que el Reino de Cerdeña le cediera dos regiones, Saboya y Niza, a cambio de lo cual concluiría una alianza con Víctor Manuel II; declararían de común acuerdo la guerra a Austria y se comprometerían a no deponer las armas mientras los austríacos no fuesen expulsados de Lombardía y Venecia. Estas dos regiones italianas, en posesión de Austria, deberían pasar de pleno derecho a poder del rey de Cerdeña. Tales fueron las bases del acuerdo, que permaneció en secreto durante seis meses aproximadamente. A principios de enero de 1859 se hizo del dominio público. A pesar del misterio de que las conversaciones de Plombiéres habían sido rodeadas, ya en otoño de 1858 presintieron en Austria el peligro y empezaron los preparativos intensos para la guerra. También Francia y el -Reino de Cerdeña desplegaron una gran actividad. El 1 de enero de 1859, con ocasión de la acostumbrada recepción de Año Nuevo en las Tullerías, con asistencia del cuerpo diplomático, Napoleón III se detuvo ante el embajador austríaco, Hübner, y pronunció las siguientes palabras: "Lamento que nuestras relaciones con su Gobierno no sean tan amistosas como e n e l pasado." ' ' • ' , ' Después de esta demostración, nadie en Europa puso ya en duda que la guerra era inevitable. Pero quedaba una cuestión de gran importancia: hacía falta que Austria declarase la guerra al Reino cíe Cerdeña por propia iniciativa. Era necesario porque la Constitución de la Confederación Germánica concedía a Austria el derecho a pedirle ayuda militar en caso de una guerra defensiva. Por consiguiente, había que arreglar las cosas cíe tal modo que Austria fuese el agresor'desde el punto de vista diplomático. Pero el emperador austríaco, en esta peligrosa situación, mostró una extrema prudencia; no respondía a las provocaciones y parecía no advertir los insultos. Sus enemigos decidieron entonces cambiar de táctica. Cavour empezó a difundir y exagerar muy hábilmente rumores acerca de la completa- desorganización y la debilidad del ejército sardo, de la confusión que reinaba en la-'corte de Víctor Manuel II, de que el belicoso ministro Cavour iba a ser procesado de un día para otro como culpable de un delito de lesa patria, de haber vendido en Plombiéres a Napoleón III Saboya y Niza, etc. Por su parte, los emba-

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La guerra de Francia e Italia contra Austria; el armisticio ' ' de Villafranca (1859),

'•>'• El ejército franco-sardo obtuvo sobre Austria las victorias de Montebello y Magenta. Luego siguió^ el golpe demoledor de Solferino, después de lo cual se podía esperar la evacuación completa de Lombardía por las tropas austríacas. Súbitamente, toda Europa se vio 'conmovida por un acontecimiento imprevisto: a los pocos días de la batalla de Solferino, cuando el ejército austríaco retrocedía en desorden, un edecán de Napoleón III, el duque de Cadore, se presentó en el cuartel general del emperador Francisco José como portador de una oferta de armisticio. Francisco José aceptó inmediatamente. Antes de que Víctor Manuel II y Cavour pudieran recuperarse de su asombro, el 8 de julio, ambos emperadores suscribían el armisticio en Villafranca. Napoleón III no se dignó siquiera comunicar su repentina decisión de Víctor Manuel ni le invitó a acudir a Villafranca. La prensa patriótica, italiana protestó indignada de esta traición. La guerra terminó y Napoleón regresó a París. El Gobierno sardo, viniéndose solo, abandonado por los franceses, no se atrevió a continuarla. Los motivos de Napoleón estaban muy claros. En primer lugar, temía que si

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la guerra se prolongaba, tendría que combatir no solamente en el Po, sino también en el Rin. En segundo, no deseaba en absoluto la unificación de Italia, tanto más por vía revolucionaria, aunque hablaba sin tasa de sus simpatías hacia el "principio de la nacionalidad". Le irritaba que los Estados del centro de Italia —Toscana, Parma, Módena— aspirasen abiertamente a la unión con el Reino de Cerdeña, cuando él se disponía a colocar en el trono de Toscana a su primo el príncipe Napoleón Bonaparte. En tercer lugar, la transformación del Reino de Cerdeña en Reino de Italia presuponía la retirada de la guarnición francesa de Roma y la desaparición del poder temporal de los papas. La sola perspectiva de que esto pudiera suceder despertaba el furor de los clericales franceses, cuya buena disposición tanto estimaba el emperador. En cuarto, le parecía inútil en el presente, y peligroso en el futuro, crear una potencia bastante fuerte en las fronteras de Francia. En quinto, proseguir la guerra significaba estar dispuesto a nuevas y graves pérdidas del ejército francés, porque un mes de operaciones contra los austríacos había hecho ver a Napoleón III y a sus generales que el peso principal recaería sobre los franceses. Napoleón sabía, naturalmente, que su brusca decisión colocaba a Cavour en una situación imposible. Dominado por la indignación y en señal de protesta, Cavour presentó la dimisión, pero esto no inmutó al emperador. Por lo demás, la paz no tardó en ser concluida y Cavour volvió a su puesto de ministro del Reino de Cerdeña. Aunque Napoleón III había prescindido con tanto desenfado del acuerdo de Plombiéres, en 1860 consiguió de Víctor Manuel la cesión de Saboya y Niza, que fueron incorporadas a Francia. Actitud ambigua de Rusia en la cuestión de la unificación italiana, Europa contempló con gran interés el papel ambiguo de Alejandro II en la cuestión de la unificación de Italia. Mientras las cosas se reducían a derrotar al ejército austríaco y humillar a Francisco José, Alejandro II se mostró favorable a los proyectos de Napoleón III y Cavour. Pero cuando el mismo año de 1859, y más tarde, en 1860, distintas revoluciones "locales" destronaron a los príncipes de Toscana, Parma y Módena, y Garibaldi expulsó de Ñapóles a los Borbones, el zar tuvo la equivocación, siempre en nombre de los caducos "principios" de 1815, de manifestar su hostilidad a la causa de la unidad italiana. No obstante, cuando en la segunda mitad de 1860 Francisco José hizo mover sus tropas hacia la frontera lombardo-veneciana, Gorchakov organizó, el 22 de octubre, en Varsovia, una entrevista de los tres monarcas: el ruso, el austríaco y el prusiano. Allí, el zar aconsejó decididamente a Francisco José que no emprendiera ninguna acción en Italia. En cuanto a Napoleón III, en 1860-1862 mantuvo una política decididamente hostil a cualquier tentativa del Gobierno sardo —convertido ya oficialmente en 1861 en gobierno del "Reino de Italia"— para dar cima a la unificación del país. El emperador de los franceses recurrió a las amenazas directas para obligar a Víctor Manuel a reprimir por la fuerza de las armas el intento de Garibaldi, que en 1862 quiso apoderarse de Roma. Bien es verdad que los motivos puramente egoístas que habían movido en 1859 a Napoleón a apoyar al Reino de Cerdeña fueron puestos al desnudo ya por las circunstancias y condiciones en que, súbitamente, se llegó al armisticio de Villafranca.

Influencia de las conquistas de Francia en Indochina sobre las relaciones angla-francesas. El año 1856 marca para Francia el comienzo de una serie de guerras coloniales. Napoleón III trataba así de consolidar su prestigio en el seno de la gran burguesía. Francia, de la mano con Inglaterra, mantuvo en China la segunda y la tercera guerras del opio. Entre 1858 y 1862 sostuvo una guerra sangrienta en Indochina, que acabó con la conquista de Cochinchina y con el establecimiento de su protectorado sobre Carnboya. Durante largo tiempo, en Inglaterra no se dieron cuenta clara de lo que, en realidad, querían los franceses en Indochina. La diplomacia francesa, con una destreza increíble, mintió durante años enteros descaradamente a Palmerston, asegurando que sólo se trataba de adquirir una pequeña "estación de carboneo", sin pretender la conquista de un territorio enorme y riquísimo. Cuando todo se hubo consumado, los periódicos franceses pudieron entregarse a sus alardes patrioteros. Sólo entonces vio Palmerston que su "aliado" le había jugado una mala pasada. Poco después de la conquista de Indochina, los franceses obligaban al rey de Camboya, un territorio vasto y muy rico, a reconocer oficialmente el protectorado de Francia sobre su país. Seguidamente, las autoridades coloniales francesas empezaron a alargar sus tentáculos a Tahí (Siam). En el Asia Sudoriental la diplomacia francesa puso a los ingleses —los únicos que les podían hacer la competencia— ante los "hechos consumados". Tentativa fracasada de Napoleón 111 para establecerse en Siria, En 1860, Napoleón III se embarcó en una nueva empresa colonial. La Siria turca fue teatro, en mayo de aquel año, de una sangrienta lucha entre los musulmanes drusos y los maronitas (cristianos que en el siglo xni se habían colocado bajo la obediencia de la Iglesia católica). Los misioneros anglicanos y, en parte, los presbiterianos, incitaban secretamente a los drusos, entre los cuales mantenían su propaganda, contra los maronitas, los cuales, a su vez; sufrían la presión de los misioneros católicos. Lo peor de todo para los drusos y los maronitas era que la .diplomacia inglesa estaba tras los misioneros anglicanos y presbiterianos, y la francesa tras los misioneros católicos. Más de cinco rnil maronitas fueron muertos en 1860 en Damasco, con la participación más activa de los soldados y policías turcos. Hubo también matanzas en Beirut y otras ciudades. El ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Thouvenel, invitó a su despacho a lord Cowly, embajador inglés en París, para proponerle la reunión inmediata de una comisión de representantes de las grandes potencias y el envío de contingentes armados que pusieran fin a los excesos y asesinatos perpetrados por los drusos. Lord Cowly, al corriente del asunto, fingió no creer en las proporciones de la matanza, que con intervalos se sucedían desde hacía dos meses, y trató de salir del paso con algunas observaciones plenas de humor y escepticismo. Pero Thouvenel insistió con energía, y Napoleón III le dio la orden de ponerse en comunicación con Gorchakov. A Palmerston se le hizo saber que el asunto no quedaría así, y que si Inglaterra seguía dando largas, los franceses y los rusos actuarían conjuntamente. Palmerston picó. Lord Cowly recibió instrucciones en el sentido de mostrar inmediatamente el interés más vivo por la suerte de los maronitas. Después de estas dilaciones, Palmerston suscribió en Londres, el 3 de agosto, un acuerdo con el Gobierno francés, temeroso de que Napoleón III lograse apoderarse de Siria, a donde ya había enviado tropas suyas sin que accediese a evacuarlas

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alegando que debía garantizar la seguridad de los maronitas. Las explicaciones llegaron a extremos desagradables. Lord Russell, ministro de Asuntos Exteriores en el gabinete de Palmerston, declaró en el Parlamento que Inglaterra no permitiría crear en Siria una situación como la que desde 1849 existía en Roma, donde las tropas francesas se encontraban desde hacía once años. Esta declaración, hecha el 21 de febrero de 1861, después de siete meses de vanos intentos por parte de los ingleses para obligar a los franceses a retirar sus tropas de Siria, produjo honda impresión. Napoleón III no tenía la menor intención de llegar a una guerra con los ingleses a causa de Siria, y en el mes de junio sus tropas eran evacuadas. Esta vez, los intentos de apoderarse de Siria sufrieron un fracaso completo.

principales iniciadores de la expedición a México, supo a fines de 1861 que Napoleón III se había ganado el apoyo de los clericales, tan poderosos en el país, y mantenía conversaciones con el archiduque Maximiliano, hermano de Francisco José, al que quería colocar en el trono de México. Entonces decidió retirarse de la empresa. Lo mismo hizo el Gobierno español. Pero Napoleón III no los necesitaba ya para nada: lo único que podían causarle eran molestias. En 1862 empezó la gu«rra de México. El conflicto se prolongó más de lo calculado. Consumía muchos hombres y dinero, y en 1863 Napoleón empezó a ver enfriarse sus entusiasmos por la fantástica aventura. Tenía razones de gran peso para el arrepentimiento al ver sus mejores tropas lejos de Europa en unos momentos en que podían servir de apoyo a la diplomacia francesa. Justamente entonces, el año que empezaba la larga guerra de México, en la palestra de la política europea empezó a incrementarse el papel de Prusia. En septiembre de 1862, el conde Bismarck ocupó la presidencia del Consejo de Ministros.

Comienzo de la aventura mexicana de Napoleón III, En 1862 concibió Napoleón III una nueva empresa, mucho más importante y •compleja que la anterior: tratábase de la conquista de la República Mexicana, que él quería convertir en un imperio vasallo de Francia. Esta aventura, _ que los .aduladores, secuaces y palaciegos denominaban "el gran designio del reinado" de Napoleón III, no debía limitarse a México. Si los franceses lograban establecerse •sólidamente en él, se proyectaba la ocupación, en una forma o en otra, de toda América del Sur, o al menos de algunos países, que pasarían a formar parte como -vasallos de un "Imperio Latino". Un elemento sustancial de la política de Napoleón III estaba constituido por el despojo colonial más desenfrenado encubierto por vagas fantasías sobre el futuro de los pueblos de habla romance, sobre la civilización latina y sobre el papel dirigente de la raza "celta-latina". La conquista de México era exaltada por los fabricantes y banqueros, que se prometían grandes •ganancias. La gran burguesía censuró esta aventura sólo cuando ya 'había fracasado. En un principio todo parecía marchar sobre ruedas. La condición principal que hizo posible la aventura era la guerra civil que cada vez se extendía más en los Estados Unidos. El Presidente Abraham Lincoln, desde 1862 hasta su misma muerte, se.vio imposibilitado de oponerse a tan escandalosa violación de la "doctrina de Monroe". La segunda condición que facilitaba a Napoleón III sus designios era la posición ocupada por el Gobierno inglés. Palmerston consideraba muy deseable para su país —lo mismo en el sentido político que en el económico— la victoria de los esclavistas del Sur sobre el Norte, con su consecuencia inmediata de la escisión de los Estados Unidos en dos federaciones independientes. La política de Napoleón III respecto de la guerra civil que desgarraba a los Estados Unidos era idéntica. Atendida esta coincidencia, Palmerston no quería mantener en la cuestión •mexicana una conducta hostil a Francia. No se preveían, pues, estorbos diplomáticos, y la agresión a México podía ser llevada a efecto. El pretexto no pudo ser más nimio. El-año 1860, durante las revueltas desatadas en México (que, por lo demás, fueron reprimidas a fines de aquel mismo año por el Presidente Benito Juárez), el jefe de los insurrectos, Mi-ramón, un conservador partidario rabioso de los clericales, recibió un empréstito del 'banquero parisiense Jecker, en cuyos negocios y ganancias tomaba una gran parte "Morny, el omnipotente favorito de Napoleón III. A la concesión de ese empréstito 'habían contribuido bancas inglesas y españolas. Cuando Benito Juárez hubo aplastado la rebelión, se negó a reconocer la deuda, aunque luego aceptó un compromiso y entregó una pequeña suma. Entonces, a propuesta de Napoleón III, las tres potencias —Francia, Inglaterra y España— organizaron una demostración naval en las costas de México. Sin embargo, la unanimidad de las tres potencias no duró mucho. Palmerston, uno de los

2.

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LA ACTIVIDAD DIPLOMÁTICA DE LAS GRANDES POTENCIAS EN RELACIÓN CON EL LEVANTAMIENTO POLACO DE 1863.

Bismarck como diplomático, "La misma Providencia me destinó para ser diplomático, porque nací el primero de abril", acostumbraba a bromear Bismarck en los momentos de buen humor. En efecto, toda su actividad fue una prueba palmaria de que era un gran maestro en el arte del engaño y del fingimiento. Pero su espíritu penetrante le dictaba las decisiones más oportunas, y sus metas finales fueron siempre precisas y de un gran realismo. La naturaleza le había dotado de un temperamento indomable; la violencia de sus pasiones en su juventud era tal, que los vecinos de su hacienda le llamaban "Bismarck el furioso", pero una voluntad de hierro sabía ponerle freno. Incluso en la revolución —no se le podría dar otro nombre— que en 1850-1860 se produjo en sus ideas fundamentales sobre las tareas de la diplomacia prusiana, mostró su capacidad para someter las violentas pasiones a una razón fría y perspicaz. Monárquico, de espíritu feudal, junker típico, reaccionario, terrateniente prusiano al que la revolución había sacado de sus casillas, en los años 1848 y 1849 gritaba que la horca debía ser puesta "al orden del día"; odiaba a muerte al Parlamento •dé" Francfort, reunido por propia iniciativa en 1848, y aplaudió frenéticamente cuando las bayonetas prusianas lo disolvieron. Pero es el mismo Bismarck el que, poco a poco, empieza a comprender que la unificación de Alemania, que con tan poca fortuna había tratado de conseguir el Parlamento de Francfort, acabaría por abrirse pasó y que oponerse a ella era una •empresa desesperada. Sólo colocándose a la cabeza del movimiento de unificación «ra posible salvar la monarquía prusiana y los privilegios de la nobleza. Bismarck advertía muy bien que ello no podía por menos de encontrar la enemiga dé todas las' grandes potencias del continente europeo. Si se unían, podían aplastar a Prusia. Quiere decirse que la política de Prusia debía ser orientada a la neutralización, al menos, de Francia y de Rusia. En cuanto a Austria, sería preciso hacerle la guerra, puesto que se oponía a la unificación de Alemania bajo la égida de Prusia: esto lo advirtió Bismarck ya hacia 1855, considerando que ninguna sutileza diplomática podría obligar a los Habsburgo a retirarse voluntariamente de la Confederación

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Germánica. Que la unificación de Alemania no podría ser conseguida sin guerra, le parecía también evidente. "Alemania será unificada no mediante palabras, sino por la sangre y el hierro", decía. Antes de que en septiembre de 1862 se convirtiera en el dueño casi absoluto de la política exterior prusiana, había ocupadp sucesivamente tres puestos diplomáticos importantes. En un principio fue representante del Gobierno de Prusia en la Dieta de Francfort; desde aquel punto de observación, durante la guerra de Crimea, estudió atentamente a los hombres y la situación de los distintos Estados alemanes, en particular de Austria. Luego fue embajador de Prusia en San Petersburgo; allí estudió a Alejandro II y advirtió, por primera vez, un adversario inteligente y peligroso en Gorchakov, cuya estrella empezara apenas a levantarse. Después de San Petersburgo, Bismarck fue, en fin, durante cierto tiempo, embajador en París. Allí observó a Napoleón III y juzgó acertadamente los puntos débiles y fuertes del bonapartismo. Engels, que escribió acerca de Bismarck con más profundidad que cualquiera otro, le llamó el Napoleón III alemán. Así, pues, cuando Bismarck fue nombrado primer ministro de Prusia, en la plenitud de sus energías (en 1862 contaba con cuarenta y siete años), poseía una amplia información y una gran experiencia diplomática. La dificilísima tarea histórica con que Bismarck se enfrentaba veíase complicada por la crisis interna en la que el país se hallaba sumido al salir del período revolucionario. El gobierno de los junkers proyectaba la unificación de Alemania "por arriba", "por el hierro y la sangre", es decir, mediante la guerra y bajo el poder de la monarquía de los Hohenzollern, mientras que los intereses de la clase obrera y de todo el pueblo alemán imponían la unificación. revolucionaria "por abajo". Bismarck empezó sus actividades en Berlín oponiéndose con todas sus fuerzas a la intención de Guillermo I, que quería abdicar al agudizarse el conflicto constitucional entre el Landtag prusiano y el Gobierno. El rey Guillermo, que había subido al trono en 1861, a los sesenta y cuatro años, se sentía desamparado y no veía salida a la situación. Era un hombre de cortos alcances, un reaccionario del más viejo tipo; pero como al ser coronado había jurado la Constitución, no se atrevía a violarla y destinar al ejército los recursos que el Landtag se negaba a votar. Bismarck convenció a Guillermo I de que podía violar la Constitución cuanto quisiera, porque si el ejército prusiano ayudaba a la unificación de Alemania alrededor de Prusia, no sólo las clases representadas en el Landtag, sino el propio Landtag, olvidarían su oposición. El rey se mostró dócil a los consejos del canciller, y desde entonces hasta la misma muerte del monarca, en 1888, dio carta blanca a Bismarck en los asuntos diplomáticos, para los que se sentía absolutamente incapaz. "No puedo hacer como usted, con mis dos manos, tirar al aire y recoger a la vez cinco bolas", dijo en una ocasión refiriéndose a la habilidad de su ministro para el complejo juego de las intrigas diplomáticas. Bismarck ponía en marcha hasta con Guillermo I la franqueza un poco grosera, pero fingida, que le permitió engañar durante largo tiempo a muchos diplomáticos. El rey estaba convencido de que Bismarck engañaba a todo el mundo menos a él. Pero el viejo monarca se equivocaba: a él era a quien el canciller engañaba más a menudo y con mayor facilidad que a nadie. Cierto que de los plenos poderes concedidos a Bismarck y de su apartamiento de los asuntos diplomáticos, sólo el rey salía ganando en última instancia. Pero la hora de los triunfos que iluminaron los últimos años de Guillermo estaba todavía muy lejos. Por delante les aguardaba una dura lucha.

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La posición de Prusia con respecto al levantamiento polaco de 1863. Bismarck decía a menudo que hay momentos en la vida de cada persona, y por consiguiente de cada diplomático, en que tiene suerte y la fortuna pasa rozándole; la diferencia entre el diplomático capaz y el inepto consiste en que el primero sabe agarrarla de los faldones y el segundo deja pasar la ocasión. Para Bismarck fue una suerte inesperada el levantamiento de 1863 en la Polonia rusa. En un principio, al iniciarse el levantamiento, Bismarck pensó durante cierto tiempo que, al fin y al cabo, Rusia debería renunciar a Polonia. "Entonces —decía—, empezaremos nosotros, ocuparemos Polonia y dentro de tres años todo estará allí germanizado." Cuando el presidente de la Cámara de Diputados prusiana, Berend, que le escuchaba, puso en duda si "Bismarck hablaba en serio o se trataba de una broma, el canciller replicó: "No es ninguna broma, hablo en serio y de un asunto serio." Pero la debilidad de los insurrectos y la imposibilidad de su victoria militar se hacían cada vez más evidentes. Entonces, Bismarck decidió servirse de este asunto de otro modo. £1 y el rey de Prusia adoptaron decididamente una línea de conducta de ayuda "generosa" al Gobierno del zar. Esta generosidad encontró expresión en la firma en San Petersburgo, el "8 de febrero (27 de enero) de 1863, por Gorchakov y el general Alvensleben, llegado de Berlín, de un convenio por el que las tropas rusas eran autorizadas a perseguir a los insurrectos polacos hasta en el territorio prusiano. Entre las esferas gobernantes de Rusia hubo muchos que no se mostraron satisfechos de esta muestra de buena vecindad. El gran duque Constantino, hermano del zar Alejandro y virrey de Polonia, no ocultó que todo eso estaba muy lejos de agradarle. Se adivinaba que Bismarck perseguía sus fines particulares. Y en efecto: con gran solemnidad y rodeando el acto de intenciones y misteriosos silencios, con gran disgusto de Gorchakov, hizo publicar el texto del convenio, presentando las cosas como si existieran cláusulas secretas de un carácter general, y no particular. Napoleón III e Inglaterra se agarraron inmediatamente a la circunstancia de que, en virtud del propio hecho del convenio de San Petersburgo, Polonia se había convertido en materia de acuerdos jurídicos de índole internacional y de negociaciones diplomáticas entre dos potencias: Rusia y Prusia. Apoyándose en ello y en los tratados de Viena de 1815, Napoleón III y Palmerston manifestaron que deseaban mantener con Alejandro II conversaciones acerca de Polonia. El Gobierno francés, con el pretexto de interceder en favor de Polonia, deseaba desencadenar la guerra, que le podía proporcionar adquisiciones territoriales en la orilla izquierda del Rin y consolidaría la hegemonía de Francia en Europa. La acción de Francia, Austria e Inglaterra con motivo del levantamiento polaco de 1863. Napoleón III entabló inmediatamente negociaciones animadas con Austria acerca de Polonia. Aunque al elevar sus protestas Austria, que había participado en los tres repartos de Polonia, se colocaba en una situación falsa, Francisco José acabó por ceder a las instancias de Napoleón III. Lo único que el Ministerio austríaco de Asuntos Exteriores se reservó fue el derecho a no obrar de concierto con las dos potencias occidentales y a redactar su nota en tonos más moderados El 17 de abril, los embajadores de Inglaterra y Francia presentaron a Gorchakov sus notas; dos días más tarde, el 19, le era entregada la nota de Austria. La más violenta era la nota inglesa. Desde el 1 de julio de 1859, el Ministerio de Asuntos Exteriores británico estaba regentado por lord John Russell; pertenecía HISTORIA BE LA DIPLOMACIA, I.—34

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a la generación de gobernantes ingleses que, desde la guerra ruso-turca de 1828-1829, adivinaban la debilidad interna de la maquinaria del Estado ruso. Lord Russell, convencido de que en 1863 Rusia era incapaz de sostener una guerra contra Inglaterra y Francia, decidió recurrir a la intimidación directa. Partiendo del error de que' Alejandro se había comprometido en 1815, ante el Congreso de Viena, a dar una Constitución a Polonia, Russell expuso en su nota la idea de que Rusia no habíale concedido autonomía política y la mantenía al margen del mundo civilizado. La nota francesa, en tonos más suaves, señalaba la importancia de la cuestión polaca para toda Europa y proponía su planteamiento en un nuevo congreso europeo. La nota austríaca se limitaba a vagas consideraciones acerca de la inquietud que. el problema polaco, al no ser resuelto, producía en la vida de la monarquía de los Habsburgo, así como en la propia Rusia y en Pnisia. Empezaron las conferencias en el despacho del zar. De un lado se expusieron los temores de que se estuviese preparando contra Rusia, una nueva "combinación de Crimea", es decir, de que Rusia se viese ante la amenaza de una. guerra contra Inglaterra, Francia y, acaso, Austria; el país no se'hallaba en modo alguno preparado ni en el sentido militar ni en el financiero. De. otro lado, ceder a las exigencias de las tres potencias —cuando por delante había una amenaza abierta de dos de ellas— significaba poner en peligro la. integridad del Imperio «ruso. Aceptar la idea del Congreso era lo mismo que conformarse de antemano con la separación, del Reino Polaco y con el planteamiento inevitable del problema de Ldtuania, Bielorrusia y las regiones ucranianas de la orilla izquierda del Dniéper. » Alejandro II, que a menudo perdía la serenidad en los momentos difíciles, decidió en este caso no ceder. Las notas fueron cortésmente rechazadas, aunque, siguiendo el consejo de Gorchakov, se hacía la promesa solemne de conceder la amnistía a los insurrectos polacos si en el plazo marcado deponían las armas. Sin embargo, el levantamiento cobró más vuelos en1 Polonia y en Lituania. Una gran agitación se apoderó de Rusia. San Petersburgo era bombardeado con mensajes, declaraciones y resoluciones exigiendo que la intervención de las potencias extranjeras fuese rechazada. Entre los nobles y los comerciantes se desataron las pasiones chovinistas. . . ; Las pretensiones de los nobles polacos, que aspiraban a apoderarse de las tierras ucranianas y bielorrusas, provocaban, por otra parte, la exasperación de los campesinos a quienes tal medida habría afectado. El duque de Montebello y lord Napier, embajadores, respectivamente, de Francia e Inglaterra en San Petersburgo, observaban atentamente cuanto ocurría en • Rusia, advirtiendo con insistencia á París y Londres que Rusia no cedería jamás si no se la obligaba por la fuerza de las armas. Si Inglaterra y Francia no están dispuestas a combatir, decían, deben abandonar esta peligrosa empresa. Ambos embajadores se mostraban unánimes en aconsejar que se dejase de jugar con fuego. Napoleón III, ya bastante ocupado con la guerra que acababa de desatar en México, no deseaba llegar a ese extremo; sin embargo, no prestó atención a las advertencias de.su embajador. Palmerston y Russell le empujaban desde Inglaterra a una oposición enérgica. Los dos lores tenían aún menos deseos que Napoleón III de hacer la guerra a Rusia en aquellos momentos. Les preocupaba más la marcha de la guerra en Norteamérica. Pero al .instigar al emperador de los franceses contra Alejandro II, ponían fuera de combate a dos rivales peligrosos y destruían definitivamente el acuerdo franco-ruso'a que se llegó hacia 1860. Se decidió enviar al Gobierno ruso nuevas notas, que eran más amenazadoras que las de abril. De Rusia no se exigía sólo la conformidad a la convocatoria de un congreso de las grandes potencias para resolver la cuestión polaca. En calidad de

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medidas previas se recomendaba al zar: primero, proclamar en Polonia una nueva amnistía sin esperar al fin del levantamiento armado; segundo, convocar en ella una asamblea representativa; tercero, conceder una autonomía local a Polonia; cuarto, garantizar los derechos de la Iglasia católica; quinto, dar carácter oficial a la lengua polaca en la Administración y en los establecimientos de enseñanza del Reino de •Polonia; sexto, promulgar un- reglamento nuevo de reclutamiento que diera satisfacción a los polacos. . Esta vez, ni Alejandro II ni Gorchakov dudaron lo más mínimo. Aceptar todo esto, y para colmo la idea del congreso, equivalía, en la Opinión del zar y de sus consejeros, a reconocer la derrota diplomática completa del Imperio Ruso. 'Gorchakov recibió las notas y manifestó que las potencias recibirían su respuesta por escrito. En julio de 1863, aproximadamente al cabo de un mes de haber sido entregadas, Gorchakov hacía llegar los tres despachos de respuesta a los representantes rusos: al barón Brunnov en Londres, para su entrega al Gobierno británico; al barón Bidberg en París, para el Gobierno imperial francés, y a Balabin en Viena, para el emperador Francisco José. La negativa estaba redactada en tonos enérgicos. El problema polaco, se decía, afectaba exclusivamente a Rusia, y no a Europa. Todas las demandas eran rechazadas de plano. El Gobierno inglés y Napoleón III se encontraron entonces en una situación delicada. En un principio, lord Russell-y el emperador francés consideraron oportuno que sus representantes probasen una vez más, ahora verbalmente, a intimidar a .Gorchakov. Los gobiernos de Inglaterra y Francia, con sus acciones, habían empujado a los polacos a despreciar la amnistía y a continuar el levantamiento, después de lo cual las represalias del Gobierno zarista se acentuaron: la sangrienta represión de Muraviov estaba'en el verano de 1863 en todo su apogeo. Les parecía imposible no reaccionar a esta bofetada diplomática de Gorchakov. Y lord Napier y el duque de Montebello —que desde el principio mismo habían juzgado perdida la causa de los polacos, y la intervención de las potencias inútil y peligrosa— se vieron obligados a dirigir a Gorchakov unas amenazas; en las que * .no creían y manifestar una indignación que no experimentaban. Gorchakov, con.vencido definitivamente de que no habría • intervención armada en favor de los polacos, repitió a los embajadores su negativa categórica. El sentido de sus elegantes frases podía resumirse así: Rusia no toleró ninguna ingerencia en abril, cuando el levantamiento estaba en. auge; tanto menos lo toleraría ahora, en julio, cuando estaba a punto de extinguirse. - Entonces, Inglaterra y Francia hicieron una nueva tentativa para evitar la derrota' diplomática completa que les amenazaba. En sus notas del 3 de agosto manifestaban que consideraban al Gobierno ruso el único culpable del levantamiento polaco. Hacía mal Rusia en no seguir los consejos de las potencias occidentales: debía culparse a sí misma de las graves consecuencias que en .el futuro pudieran derivarse del levantamiento. . • . • • Todavía hubo una tercera nota de lord Russell en la que se manifestaba que, al haber incumplido sus compromisos respecto de Polonia, Rusia había perdido todos sus derechos en aquellas regiones. En otras palabras, la permanencia de las tropas rusas en el reino polaco era desde entonces, a los ojos del Gobierno inglés, un acto ilegal; ello solo justificaría ya la intervención armada de las potencias europeas en el momento que éstas juzgasen oportuno. Esta nota equivalía casi a la declaración de guerra. En todo caso, hacía inevitable el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre Ingfeterra y Rusia. • Sin embargo, la nota había sido escrita no para el emperador que residía, en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, sino para el que ocupaba las Tullerías,

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en París. Napoleón III tuvo conocimiento inmediato de la amenazadora nota, pero el documento no llegó a las manos de Alejandro II. Llegó a ser remitida, cierto, a San Petersburgo, al embajador británico lard Napier; pero éste, comprendiendo sin duda de qué se trataba, no pensó siquiera en entregársela a Gorchakov, sino que la devolvió a lord Russell, aconsejándole "revisar" su contenido. El ministro británico no se inmutó por esta acción de su embajador, cuya inteligencia tenía en gran aprecio. Se limitó a esperar la reacción de Napoleón III. Este, sin embargo, a pesar de la aparente energía de Inglaterra de llegar al rompimiento con Rusia, no se decidió a llegar a ese extremo. La maniobra de Russell terminó en un fracaso.

entre Inglaterra y Rusia a causa de Polonia sería una "locura", insistiendo en que solo la rmopia de los polacos" tenía la culpa si alguna vez éstos habían llegado i creer en la posibilidad de semejante guerra. El asunto terminó, pues, con una victoria diplomática de Rusia El zarismo cumplió en Polonia su papel de gendarme. A la derrota del levantamiento contribuyo la resistencia de sus líderes a satisfacer las reivindicaciones de los campesinos asi como las pretensiones nacionalistas de la burguesía y los nobles polacos a las tierras ucranianas, bielorrusas y lituanas. La diplomacia de la Europa occidental mantuvo el juego de apoyo a los polacos solamente para cubrir las apariencias aunque, de hecho, perseguía sus propios fines, unos móviles egoístas.

Renuncia de Inglaterra a la intervención en los asuntos polacos. Lord Russell y Palmerston, que estaba a sus espaldas, se encontraron de nuevo en una situación' embarazosa. No obstante, hallaron una salida simple, muy característica de la diplomacia británica y que mostró a todo el mundo que Polonia no les interesaba en absoluto, que el problema polaco había sido para ellos un mero recurso para hacer presión sobre Rusia. El 26 de septiembre de 1863, lord Russell declaraba públicamente: "Ni los compromisos, ni el honor de Inglaterra, ni sus intereses: nada nos obliga a empezar una guerra con Rusia a causa de Polonia." Un mes y ocho días después de esta declaración de Russell, Napoleón III hizo una> nueva tentativa de intervención diplomática en el asunto polaco. Concibió la idea de seducir a Alejandro II ofreciéndole la posibilidad de un motivo que le permitiera revisar y anular la cláusula del tratado de París de 1856 por el que se prohibía a Rusia mantener una flota de guerra en el mar Negro. Como esto sólo se podía realizar en un congreso europeo, Alejandro II podía mostrarse conforme y acudir a él. Y cuando todos se hallasen reunidos, podrían ser rechazadas las tentativas de Rusia para revisar el tratado de 1856; en su lugar podía tratarse de la revisión del tratado de Viena, de 1815, cuyas cláusulas eran odiosas para la dinastía de los Bonaparte, exigir la incorporación a Francia de la orilla izquierda del Rin y, de paso, examinar el problema polaco. Aunque Polonia no obtuviese nada práctico, los polacos no podrían afirmar que Francia no había tratado de hacer algo en su favor. El 4 de noviembre de 1863, Napoleón III se dirigió a los soberanos europeos para invitarles a reunirse en un congreso. La maniobra tropezó acto seguido con la oposición de Palmerston y Russell, que habían comprendido muy bien su sentido: el congreso era una amenaza para Inglaterra, primero, porque podía significar la aparición de la flota rusa en el mar Negro, y, segundo —lo que era mucho más importante y peligroso—, porque podía traer un nuevo acercamiento de Francia y Rusia. Se decidió, pues, no asistir al congreso que Napoleón III proyectaba. El congreso no llegó a reunirse siquiera sea porque Gorchakov, a pesar de unas perspectivas tan seductoras como la supresión del humillante artículo del tratado de París de 1865, en ningún caso deseaba que en el congreso se hablase del problema polaco, tanto más en unos momentos en que el levantamiento no había sido sofocado por completo. El ministro ruso, sin embargo, con la sangre fría que le caracterizaba, al saber. las inquietudes de Palmerston prefirió demorar un tanto su negativa. No se equivocó en sus cálculos: la primera negativa a la sugestión de Napoleón III no llegó a París de San Petersburgo, sino de Londres, que era lo que Gorchakov buscaba. Sus cálculos, basados en el carácter arrebatado e impaciente de Palmerston, se justificaron de un modo brillante. Cuando el «levantamiento polaco había sido aplastado definitivamente, el'26 de mayo de 1864, Palmerston declaró a plena voz en la Cámara de los Comunes que la misma idea de una guerra

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EL CONFLICTO PRUSO-DANES DE SCHLESWIG-HOLSTEIN

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La posición de Rusia.

CAPITULO XIV

LA DIPLOMACIA DE BISMARCK EN LOS AÑOS DE LAS GUERRAS CONTRA DINAMARCA Y AUSTRIA (1864-1866) 1.. EL CONFLICTO PRUSO-DANES DE ScHLESWIG-HOLSTEIN.

EN LA ÉPOCA del levantamiento polaco de 1863, Bismarck supo obtener de su política un gran éxito diplomático. El fin de este año trajo al ministro prusiano otro acontecimiento que le era muy favorable: el enfriamiento entre Inglaterra y Francia a consecuencia de la negativa de aquélla a participar en el congreso proyectado por Napoleón III. Tres grandes fuerzas —Rusia, Inglaterra y Francia—, que actuando en común podían anular todo intento de unificación de los Estados alemanes alrededor de Prusia, marchaban cada una por su lado. Una ocasión favorable se presentó muy pronto para empezar la amplia operación diplomática que en líneas generales tenía concebida Bismarck desde hacia tanto tiempo. El problema de Schleswig-Holstein después de la muerte de Federico Vil. El 15 de noviembre de 1863 fallecía el rey Federico VII de Dinamarca, y su heredero, Cristian IX, ocupó el trono. Inmediatamente se planteó la cuestión de la suerte de Schleswig y Holstein, que estaban unidos a Dinamarca. Los derechos hereditarios del nuevo rey sobre Holstein y Schleswig habían sido reconocidos mucho antes por todas las potencias, comprendida Prusia. No se trataba, ciertamente, de las sutilezas jurídicas y genealógicas. Todos estos enredos, que desde el siglo xvm nadie había podido poner en claro, no eran más comprensibles para Bismarck, Palmerston, Gorchakov o Napoleón III. Al tener noticia de los primeros pasos de Bismarck sobre esta cuestión, lord Palmerston declaró, no en público, cierto, sino en un círculo íntimo, en los últimos días de 1863: "En toda Europa, hasta hace muy poco sólo había tres personas que entendiesen el problema de Schleswig-Holstein: el príncipe Alberto (esposo de la reina Victoria), un viejo danés y yo. Pero el príncipe Alberto, desgraciadamente, ha muerto; el viejo danés ha sido recluido en un manicomio y yo he olvidado por completo de qué se trataba." Bismarck no pretendía en absoluto al honor de ser la cuarta persona que hubiese comprendido la cuestión de los derechos del rey de Dinamarca a Schleswig y Holstein. Simplemente, decidió convertir este asunto en un nuevo medio para la realización de sus planes. Prusia debía aparecer ante todos los Estados alemanes, ante todo el pueblo alemán, rodeada por la aureola de haber llevado la libertad a los "hermanos alemanes", con lo que tomaría así en sus manos la causa de la unificación nacional de Alemania. 534

Las circunstancias, en 1864, eran incomparables más favorables para Prusia que catorce años antes. Nicolás I había muerto hacía mucho. Su sucesor, después del levantamiento de los polacos, estaba animado por los mejores sentimientos hacia su tío, el rey Guillermo I, y hacia Bismarck. Cierto es que Gorchakov no compartía los entusiasmos de su señor y adivinaba en el primer ministro prusiano a un político muy peligroso y astuto bajo la máscara de su franqueza un tanto grosera. Cuanto más evidente se hacía a Bismarck que Gorchakov no creía ninguna de sus palabras, más intenso era su odio al inteligente diplomático ruso. Todas las irritadas insinuaciones que Bismarck prodigó contra Gorchakov, primero en sus cartas y luego en sus memorias, hallan su explicación en el hecho de que aquél era mucho más inteligente de lo que el canciller prusiano habría deseado. "Su hostilidad hacia mi persona —escribe Bismarck en sus deseos de rebajar los méritos de Gorchakov— era más fuerte que'el sentimiento de su deber ante Rusia... No deseaba nuestros servicios y se esforzaba en separar a Rusia de Alemania... La vanidad y la envidia que sentía hacia mí eran en él más fuertes que el patriotismo... Gorchakov se esforzaba por demostrar al zar que mi devoción hacia él y mis simpatías hacia Rusia eran falsas o, en el mejor de los casos, puramente platónicas. Trataba de quebrantar la confianza que él (Alejandro II) me profesaba, cosa que consiguió más tarde." Por lo demás, el recuerdo del asunto de Polonia estaba aún demasiado fresco en la memoria del zar. Bismarck no tenía, pues, motivo para dudar de la posición de Rusia en el conflicto de Schleswig-Holstein, a pesar de la desconfianza de Gorchakov. Este mismo no podía decidirse a tomar una actitud contraria a Prusia: ello sólo habría sido posible marchando de acuerdo con las potencias que se habían enfrentado a Prusia en la guerra de Crimea y con ocasión del levantamiento de Polonia. Más aún, mostrarse contra Prusia habría significado para Gorchakov el riego de que ella se incorporase a la coalición antirrusa, La posición de Inglaterra, de Francia y de Austria. Pero quedaban Inglaterra, Francia y Austria. Estas potencias podían representar un obstáculo para los propósitos de Bismarck en la cuestión de Schleswig-Holstein. Y entonces el primer ministro prusiano reveló por primera vez su talento diplomático en la palestra europea. Ante todo, necesitaba tranquilizar a Inglaterra y Francia y hacerles creer que no tenía el menor propósito de incorporar a Prusia "los ducados del Elba" (Schleswig y Holstein). Palmerston no debía, pues, mostrarse inquieto pensando que las excelentes costas de los mares Báltico y del Norte podían pasar a una potencia más fuerte que Dinamarca; Napoleón no debía sospechar que su vecina inmediata, Prusia, se robustecía notablemente al aumentar su territorio y su población. Por eso, cuando^ la Dieta alemana, reunida en Francfort, reclamó la cesión de Holstein al duque de Augustenburg, lo que significaba la inclusión de los ducados del Elba en la Confederación Germánica, Bismarck se esforzó por todos los medios en mostrar que no deseaba la agudización del conflicto y censuraba los métodos de violencia para resolver el problema. Él, quería significar, únicamente deseaba una solución que garantizase a los ducados un desarrollo nacional pacífico. Esta táctica tuvo un éxito brillante. En Inglaterra, cierto, se oyeron algunas advertencias: la prensa y los políticos instigaron a Dinamarca a oponerse a todos los intentos de secesión de Schleswig y Holstein. El Gobierno británico, en 1863,

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confiaba aún en mantener la situación existente en el Báltico, suponiendo que Prusia no se aventuraría a una guerra contra Dinamarca, y si lo hacía encontraría la oposición de Francia. Pero ya desde fines de 1863 y durante todo el año de 1864, Bismarck se esforzó particularmente en ganarse la buena disposición de Napoleón III. En este sentido le favoreció particularmente el repentino viraje producido en las relaciones entre Prusia y Austria. De todas las grandes potencias que pudieran ser un estorbo para él, a la que más temía Bismarck era a Austria, aunque no, ciertamente, porque la considerase más fuerte que Francia, Inglaterra o Rusia. Todo lo contrario, Austria era más débil que cualquiera de ellas. Pero Francisco José comprendía que si el problema de Schleswig-Holstein era resuelto por Prusia sola, esto le daria incuestionablemente la hegemonía en el proceso de unificación de Alemania. Schmerling y Rechberg, los dos ministros austríacos que en aquellos años tenían más ascendiente sobre Francisco José, trataban desde 1863 de oponerse a los designios de Bismarck, persuadiendo al emperador para convocar en Francfort una conferencia solemne de todos los Estados alemanes. El Congreso se reunió en agosto de 1863, pero Bismarck se opuso categóricamente a que el rey de Prusia tomase en él la menor participación. El Congreso comisionó al rey de Sajonia para que acudiese a invitar personalmente a Guillermo. Los sentimientos monárquicos de éste se vieron conmovidos: "Toda una multitud de soberanos me invita; el rey de Sajonia llega en calidad de correo; ¿cómo podría negarme?" Pero Bismarck se mantuvo inflexible. £1 mismo se encargó de hablar con el rey de Sajonia, y la negativa fue categórica. En la despedida tuvo que escuchar algunas insolencias de su interlocutor, pero no salió a acompañarle. El emperador presidió solemnemente la Dieta de Francfort de agosto de 1863, pero la ausencia de Guillermo I decía claramente que la oposición prusiana haría imposible la unificación de Alemania bajo la égida de Austria.

Prusia a causa de Dinamarca. Esto no fue óbice para que Palmerston, como jefe del gabinete, y lord Russell, como ministro de Asuntos Exteriores, siguiesen instigando de la manera más activa al rey de Dinamarca a la resistencia: Palmerston no acababa de perder la esperanza de que la resistencia danesa terminaría por empujar a Rusia o a Francia a intervenir en las relaciones entre Dinamarca y Prusia y por indisponerlas con esta última. Confiando en el apoyo inglés, Cristian IX promulgó una nueva Constitución que confirmaba definitivamente los lazos políticos establecidos entre Dinamarca y Schleswig. Era todo lo que Bismarck necesitaba. Inmediatamente declaró que el rey de Dinamarca se había excedido en sus derechos, y el 16 de enero de 1864 presentaba a Cristian IX, paralelamente a Austria, su ultimátum: en el plazo de cuarenta y ocho horas la nueva Constitución debía ser abolida,

El acuerdo entre Austria y Prusia. Y súbitamente los gobernantes austríacos tuvieron la agradable sorpresa de ver que el mismo Bismarck, que poco antes, según palabras de un periódico de Alemania del Sur, "rompía la vajilla sólo de pensar en la influencia de Austria sobre la Confederación Germánica", lejos de rechazarla, acogía favorablemente la participación de Austria en la solución del conflicto de Schleswig-Holstein. Apenas se había extinguido el año 1863, tan rico en acontecimientos, cuando en >Viena y en Berlín se decidía en secreto declarar conjuntamente la guerra a Dinamarca. Bismarck tenía necesidad de la participación de Austria porque ello encubría, ante una Europa alertada en sus sospechas, sus objetivos finales: la conquista de los dos ducados y su incorporación a Prusia. Además, las fuerzas militares unidas de Austria y Prusia eran tan imponentes que podían forzar a abstenerse de toda intervención lo mismo a Napoleón III que a Inglaterra. Es verdad que en caso de una acción conjunta de Napoleón III e Inglaterra, la ayuda austríaca no sería de gran utilidad a Prusia. Pero la cuestión polaca prestó también en este sentido un buen servicio a Bismarck: cuando John Russell hizo al ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón III, Drouin de Lhuys, la proposición confidencial de intervenir conjuntamente en el pleito de Schleswig-Holstein, el ministro francés, aunque en tonos muy amables, respondió con una negativa categórica. Drouin de Lhuys tenía presente el fracaso de la gestión conjunta de ambas potencias contra Alejandro II con ocasión del asunto de Polonia. Palmerston se hizo firme en su propósito de que Inglaterra no entraría sola en la guerra contra Austria y

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Las grandes potencias y la guerra pruso-danesa. Al recibo de esta noticia, Palmerston, invocando la negativa de la reina y de su gabinete, simulando un pesar sincero, se negó a prestar la menor ayuda a Dinamarca. Esta quedó completamente sola. No se podía pensar siquiera en que ella pudiera hacer frente a la invasión de los ejércitos unidos de las dos grandes potencias; la campaña quedó decidida, literalmente, en los primeros días. Pero Dinamarca demoraba la conclusión de la paz, siempre con la esperanza, ya que no en la ayuda militar, en la intervención diplomática de Inglaterra al menos. Sobre la diplomacia británica cayó una granizada de violentas acusaciones en el Parlamento mismo. A principios de febrero de 1864, al discutirse el mensaje de respuesta al discurso del trono, lord Derby, en nombre de la oposición, declaró en la Cámara de los Lores que él, como inglés, se sentía humillado y había perdido la estimación de sí mismo a causa de la política vergonzosa de Russell y Palmerston en la cuestión danesa. Sin embargo, antes de que llegara el invierno la mayoría de los periódicos ingleses dejaron de defender las pretensiones de Dinamarca al Schleswig meridional y a Holsíein. Palmerston y el ministro de Asuntos Exteriores, Clarendon, aceptaron de hecho el fortalecimiento de Prusia: junto a las consecuencias desagradables para Inglaterra, este fortalecimiento ofrecía un aspecto positivo, pues creaba un contrapeso más temible a las pretensiones de Napoleón III a la orilla izquierda del Rin. Ahora bien, aunque no deseaba la intervención de Inglaterra en el conflicto armado, el Gobierno inglés ansiaba estropear las relaciones entre Francia y Prusia, y decidió recurrir de nuevo a la persona que habría podido ayudar a Dinamarca si tal fuese su deseo. Era Napoleón III, que ya una vez se había negado categóricamente a mezclarse en el asunto de Schleswig-Holstein. Los nuevos intentos de enemistar a Francia y Prusia tampoco se vieron coronados por el éxito: en el pleito danés no se consiguió nada. Napoleón III se hallaba demasiado enfangado en su aventura de México y él mismo albergaba el propósito de ponerse de acuerdo con Prusia y hacer que consintiera en el ensanchamiento de las fronteras de Francia en la orilla izquierda del Rin. Al cuarto mes de guerra, los daneses sufrieron una derrota tan grave (el 18 de abril, en Duppel) que Cristian IX, al que los ingleses trataban de calmar asegurando que sus negociaciones con Francia para ayudarle iban por buen camino, preguntó ya directamente al Gobierno francés si podía, en efecto, contar con su apoyo. La respuesta de París fue una negativa categórica. Entonces, Dinamarca consintió en todo cuanto de ella se exigía. Una conferencia de potencias llegó a reunirse en

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Londres, pero, naturalmente, Dinamarca no recibió la menor ayuda efectiva. El Gobierno británico había decidido no complicar sus relaciones con Prusia en la esperanza de que ésta le serviría para contrarrestar la influencia de Francia y de Rusia. En 1865, en una carta a lord Russell, Palmerston escribía abiertamente acerca de la conveniencia de que Prusia se apoderase de Shleswig y Holstein a fin de que "Alemania, como un todo, se convirtiera en una fuerza capaz de mantener sujetas a Francia y Rusia, las dos potencias ambiciosas y belicosas que la presionan por el Oeste y por el Este". Las condiciones de la paz con Dinamarca. El 12 de mayo de 1864 era concluido el armisticio, y el 30 de octubre del mismo año firmaba Dinamarca el tratado de paz definitivo con Prusia y Austria. Los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburg eran cedidos a los vencedores y quedaban temporalmente bajo su posesión conjunta. Bismarck había recorrido la primera etapa de su histórico camino. Le, aguardaba la segunda, más llena de riesgos que ninguna otra. Debía saltar una barrera que le era imposible esquivar: Austria. Y no lograrlo equivalía a renunciar a la unificación de Alemania bajo la hegemonía de la monarquía prusiana.

2.

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El conflicto entre Prusia y Austria a causa de Schleswig-Holstein. Llegaron los tiempos más difíciles de la carrera de Bismarck. Que Prusia no conseguiría expulsar a Austria de la Confederación Germánica sin guerra, sin una guerra victoriosa, que sin ser derrotada en los campos de batalla Austria no permitiría al rey de Prusia colocarse a la cabeza de la Alemania unificada, Bismarck lo había visto ya en 1850, cuando Francisco José y su canciller, el príncipe Schwarzenberg, pidieron en Olmütz ayuda a Nicolás I. Todo cuanto había ocurrido desde entonces convencía a Bismarck de que la monarquía austríaca seguía atentamente todos los pasos de Prusia. Por consiguiente, las maniobras diplomáticas no llevarían las cosas hasta el fin, eso era imposible; pero iniciar la empresa por la vía de la diplomacia se podía y se debía. Esto lo comprendió muy bien Bismarck, a juzgar por sus propias confesiones posteriores, antes de la guerra contra Dinamarca. También sabía que Prusia y Austria no lograrían repartirse pacíficamente el botín arrebatado a Dinamarca; lo sabía y no deseaba ese reparto pacífico. La idea de una guerra contra Austria le había asaltado ya antes de la firma de la paz con Dinamarca. En octubre de 1864, Bismarck visitó a Napoleón III en Biarritz y trató de ver cuál sería la posición de Francia en el inevitable choque austro-prusiano. Vio que el momento de una guerra absolutamente inevitable con Austria llegaba y que para Prusia lo más ventajoso era elegir como pretexto justamente las diferencias sobre el reparto del botín. De ser así, en caso de vencer, los dos ducados del Elba serían incorporados a Prusia en calidad de prima complementaria. Bismarck veía los muchos obstáculos que esta vez se levantaban en su camino, pero poseía la cualidad que caracteriza a todos los grandes maestros del arte diplomático: sabía plantear los problemas en un orden lógico y no ocuparse del segundo antes de haber resuelto el primero. Ante todo, Bismarck necesitaba convertir el problema diplomático, simple a

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primera vista, en un conflicto sin salida; luego, asegurar a Prusia la mejor situación diplomática para la guerra con Austria, y por último, cuando esta situación • fuese creada, colocar a Austria en la tesitura de tener que empuñar las armas. La solución consecutiva de estos tres problemas requirió más de un año y medio, desde octubre de 1864 hasta julio de 1866. El convenio de Gastein (14 de agosto de 1865). Ante todo, Bismarck se mostró dispuesto a dar al problema de Schleswig-Holstein la solución siguiente: el pequeño ducado de Lauenburg era incorporado de plena propiedad a Prusia (a cambio de 2,5 millones de táleros de oro), Schleswig sería gobernado por Prusia y Holstein por Austria. Bismarck se esforzó por consolidar esta combinación mediante un convenio, que ambos potencias suscribieron en Gastein el 14 de agosto de 1865. ¿Qué se proponía con ello? Basta lanzar una mirada al mapa para comprenderlo. Holstein, colocado bajo la "dependencia" de Austria, se hallaba separado de ésta por varios Estados alemanes, entre ellos por la propia Prusia. Esto solo convertía ya en algo precario y peligroso su posesión. Además, Bismarck había embrollado conscientemente el pleito al insistir en una combinación jurídica extremadamente complicada: el derecho de propiedad sobre los dos ducados —Schleswig y Holstein— pertenecía en común a Austria y Prusia, pero la administración quedaba dividida, en el sentido de que Holstein sería gobernado por personal austríaco y Schleswig por personal prusiano. El propio emperador de Austria se resistía a creer en los sinceros propósitos de Bismarck de llegar a una solución definitiva del problema mediante este artilugio político-jurídico ("acertijo sin solución" llamaron más tarde al convenio de Gastein los publicistas austríacos). Desde el momento mismo que terminó la guerra con Dinamarca, Francisco José insistió en que Austria cedería de buen grado sus complicados "derechos" sobre Holstein a cambio del más humilde y modesto territorio prusiano situado en la frontera de los dos países. Cuando. Bismarck se negó a esto categóricamente, Francisco José vio claro el juego y se dedicó a buscar aliados para el chocjue que se avecinaba. Desde el verano de 1865, Bismarck se preocupaba ya de preparar el segundopaso: cómo crear la situación política más favorable ante la futura lucha armada. Dos grandes peligros podían amenazarle. Uno podría emanar del Palacio de Invierno y otro de las Tullerías. Cualquiera de ellos era capaz de echar por tierra todo el edificio que él había construido. Bismarck siempre temió a Rusia. Estimaba que desde el punto de vista geográfico y en otros aspectos Rusia ocupaba una posición mucho más ventajosa que Prusia y que "la política rusa tenía, como consecuencia de ello, el brazo más largo de la palanca". Por esta razón, Bismarck nece~ sitaba forzosamente entenderse con Rusia. Alejandro II, Gorchakov y el problema de la unificación de Alemania. En San Petersburgo no había una unidad total de criterios en cuanto a la em-presa proyectada por Bismarck. Alejandro II se mostraba dispuesto a estimar altamente el "servicio" que Prusia le había prestado en 1863. De que el zar no se opondría en ningún caso a que Prusia ajustase las cuentas con Austria, de eso Bismarck estaba seguro. Alejandro II consideraba como una traición el comportamiento de Francisco José durante la guerra de Crimea y no lo había olvidado. Sin embargo, el zar no deseaba de ningún modo que Prusia crease bajo su égida la Alemania

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unificada y pusiera fin a la autonomía de los pequeños Estados alemanes y de sus dinastías. En cuanto al punto de vista de Gorchakov, el problema era más complejo. El ministro ruso comprendía que no se trataba de saber si Austria y Prusia llegarían a delimitar sus intereses en el problema de Schleswig-Holstein, sino de si Alemania llegaría a unificarse alrededor de Prusia. En los casos en que el interlocutor dependía de Rusia, Gorchakov tenía una manera muy peculiar de hacerle comprender, sin grandes ceremonias, que él se daba cuenta perfecta de esta dependencia. "Tuve ocasión —había de recordar más tarde Bisrnarck— de decir a Gorchakov en una conversación privada: Nos trata no como a una potencia amiga, sino como a un criado que no acude con la rapidez debida cuando se le llama." Gorchakov veía claramente que Alemania, unificada al dictado de la Prusia militarista, podía representar en el futuro un peligro para Rusia. Pero la política del Gobierno de Napoleón III con ocasión del tratado de París y de los asuntos de Polonia excluía el acercamiento con Francia. Gorchakov, lo mismo que en los días del conflicto pruso-danés, debía escoger: o dejar en libertad de acción a Prusia y utilizar su robustecimiento para contrarrestar el peso de los miembros de la coalición de Crimea, o apoyar a Austria, que en 1854-1856 se había colocado contra Rusia. Como fruto de todo ello, a pesar de sus dudas, Gorchakov, lo mismo que el Gobierno del zar en su conjunto, se mostró contrario a la intervención armada en Ja guerra. El peligro ruso se podía considerar como inexistente. Además, las dificultades internas —insuficiencia de recursos financieros, signos de inquietud en Polonia y en las provincias del interior de Rusia— no disponían al Gobierno del zar a una actividad particular en política exterior. Quedaba e] peligro francés. Como es sabido, Engels consideraba a Bismarck como un discípulo de Napoleón III, como un Napoleón III alemán en todo cuanto se refería a la política interior bonapartista. Otra cosa muy distinta era en cuanto a la política exterior, a sus métodos, procedimientos y, sobre todo, sus objetivos. Aquí el emperador de los franceses no tenía que enseñar nada a Bismarck. La entrevista de Bismarck y Napoleón 111 en Biarritz (1864). Durante su permanencia en París como embajador, Bismarck se convenció de que Napoleón III se veía obligado a recurrir a una política exterior belicosa para conservar un poder fruto de la violencia, para no ceder a la oposición del interior, temiendo que las concesiones acabarían por hundirle. En las guerras victoriosas veía el rnodo de robustecer su poder. Cuando en 1865 Bismarck reflexionó sobre la manera de poner a Rusia a salvo de la intervención armada de los franceses en la guerra que él proyectaba contra Austria, se dio perfecta cuenta de que su empresa significaba para Napoleón III la mayor de las amenazas. Impedir el fortalecimiento de Prusia, la derrota de Prusia y la unificación de Alemania alrededor de Prusia, era para la burguesía francesa una necesidad dictada por consideraciones de seguridad nacional. Bismarck comprendió que sería necesario aceptar algún sacrificio que le permitiese comprar la neutralidad de Napoleón III. Llegó el otoño de 1865. La corte francesa se encontraba en la- estación balnearia de Biarritz, en el sur del país. Bismarck se dirigió allí por segunda vez. Sabía que los acuerdos diplomáticos más importantes no se alcanzarían por el intercambio de notas, sino en entrevistas y conversaciones personales. A su llegada a Biarritz, el 30 de septiembre, Bismarck dio a entender a Napoleón III que Prusia, a cambio de la neutralidad de Francia, no se opondría a la anexión por ésta de Luxernburgo.

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Pero el emperador se mostró indiferente al ofrecimiento, haciendo comprender a Bismarck que Prusia debería dar algo más que semejantes bagatelas. Bismarck trató entonces de que su interlocutor aclarase sus pretensiones. Napoleón III hizo una alusión directa a Bélgica. En otras palabras, a cambio de la posibilidad de su victoria sobre Austria, Prusia debería comprometerse a no impedir la incorporación de Bélgica al Imperio Francés. La aceptación significaba para Bismarck tal engrandecimiento de Francia que las regiones prusianas de la orilla izquierda del Rin se encontrarían bajo amenaza directa y permanente. La negativa equivalía a resignarse a una guerra en dos frentes: contra Francia y contra Austria. Bismarck no dijo ni sí ni no, y esta actitud le fue facilitada por el propio Napoleón III, que no insistió y dejó hablar de Bélgica. En el curso de conversaciones ulteriores, Bismarck pudo advertir la razón de este silencio del emperador. Napoleón III quería aguardar a que la guerra entre Prusia y Austria comenzase. El choque de dos grandes potencias militares no podía ser de corta duración, sería sangriento, devastador, agotaría las fuerzas de las dos partes, cualquiera que fuese el vencedor. Y cuando el ejército prusiano se viera absorbido por .esta guerra, Napoleón III haría avanzar un enorme ejército, completamente fresco, hasta el Rin y obtendría —acaso sin disparar un tiro— todo cuanto desease: Bélgica, Luxernburgo y los territorios renanos. Bismarck comprendió que todo acuerdo era imposible y dio por terminada la entrevista. Napoleón III le hizo una despedida afectuosa. Preparación de Prusia para la guerra. De regreso de Biarritz, Bismarck trazó su plan de acción conforme al objetivo que se había marcado netamente: neutralizar a Napoleón III. El emperador francés esperaba una guerra larga que dejase agotada a Prusia; había que hacer, pues, una guerra corta, relámpago, de tal modo que el ejército prusiano quedase con las manos libres y dispuesto a operar en el Rin antes de que Napoleón III pudiera darse cuenta. Mas para que la guerra con Austria fuese corta se exigían dos condiciones: primera, que el ejército austriaco se encontrase dividido y tuviera que combatir en dos frentes; segunda, después del primer choque victorioso con el ejército austriaco, las condiciones que se impusieran a Austria tenían que ser mínimas, tan ligeras como fuese posible. Había que pedirle la renuncia completa a intervenir en los asuntos de Alemania y que no se opusiera a la transformación de la impotente Confederación Germánica en una nueva federación de Estados alemanes bajo la hegemonía de Prusia. No se debía despojarla de nada, ni exigirle una indemnización de guerra, ni humillarla. Si Austria aceptaba la paz después de la derrota, había que concluirla inmediatamente. Ahora bien, ¿cómo conseguir la rápida derrota del ejército austriaco? Toda la situación europea dio la respuesta a Bismarck. El recién constituido Reino de Italia no cesaba de lamentarse de que el armisticio de Villafranca, de 1859, había dejado la ciudad de Venecia y parte de su región en manos de Austria. Bismarck decidió buscar la conclusión de una alianza militar entre Italia y Prusia; ambas potencias deberían atacar a Austria simultáneamente. De este modo, las tropas austríacas deberían quedar divididas en dos frentes: contra los prusianos, que amenazarían a Viena, y contra los italianos, que avanzarían sobre Venecia. Víctor Manuel II dudaba. Comprendía que el ejército de su joven reino no era tan fuerte como para que la victoria sobre las tropas austríacas pudiera darse por segura. El rey y sus allegados más próximos habrían declinado de buen grado las, seductoras pero peligrosas ofertas de alianza. Mas Bismarck no

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deseaba ni podía renunciar a su plan. Según se supo mucho más tarde, el canciller había previsto que los italianos serían derrotados, pero esto no le preocupaba 'lo más mínimo. Llegó a adquirir ante Víctor Manuel el compromiso de que el tratado de paz general entregaría Venecia a Italia cualquiera que fuese el resultado de las operaciones en el frente sur. Víctor Manuel seguía indeciso, y entonces Bismarck recurrió a un procedimiento totalmente imprevisto: amenazó sin ambages con dirigirse directamente al pueblo, por encima del rey, y pedir la ayuda de los revolucionarios italianos, de Mazzini y de Garibaldi. Víctor Manuel se decidió entonces e hizo a Bismarck las promesas necesarias.

persuadir a Francisco José para que cediese pacíficamente Venecia a Víctor Manuel.

'Intervención de Napoleón 111 en las negociaciones diplomáticas de Bismarck, Napoleón III seguía atentamente los preparativos diplomáticos y las maniobras de Bismarck. Pocos días después de que éste saliera de Biarritz; los -agentes del emperador empezaron ya a informarle de las negociaciones que, con vistas a un acuerdo, había iniciado con Víctor Manuel. Napoleón III se dirigió inmediatamente a Francisco José. Le previno del peligro de una guerra en dos> frentes y trató de persuadirle de que cediera voluntariamente Venecia al rey de Italia antes de que fuesen abiertas las hostilidades. El plan era razonable y amenazaba con echar por tierra todos los proyectos de Bismarck. Pero ni Francisco José ni sus ministros tuvieron la suficiente perspicacia y fuerza de voluntad como para comprender la necesidad de tragarse esta amarga pildora. Austria se negó a hacer el gesto que de ella se pedía. Así las cosas, Víctor Manuel hizo saber a Bismarck que un nuevo obstáculo acababa de presentarse: Napoleón III había anunciado categóricamente a Italia que no -deseaba verla como aliada de Prusia. Y él no se atrevía a desobedecer a Napoleón III. Entonces, Bismarck emprendió un juego que había de ser, probablemente, la más complicada de sus partidas diplomáticas. Se esforzó por persuadir al emperador francés de que Austria, al rechazar la proposición justa y razonable que le había hecho Napoleón, de ceder Venecia a Italia, demostraba que no quería aceptar ningún consejo. Bismarck trató de convencer a Napoleón III de que, en cualquier caso, la guerra sería muy difícil para Prusia: Austria, según sus informes, tenía la intención de enviar al Sur, contra Italia, escasas fuerzas de cobertura; por consiguiente, casi todo el ejército austríaco se encontraría en el Norte, contra Prusia; Bismarck habló también en términos muy calurosos de su sueño de unir con fuertes lazos de amistad a Prusia y Francia. En fin dé cuentas, Napoleón III levantó el veto, permitiendo que los italianos firmasen la alianza con los prusianos. Bismarck había obtenido una gran victoria diplomática. En esta ocasión todos los esfuerzos del canciller prusiano fueron dirigidos a calmar a Napoleón, a inspirarle la seguridad absoluta de que la entrada de Italia en la guerra no facilitaría en absoluto la situación del ejército prusiano: la guerra entre Austria y Prusia sería larga y, por lo tanto, agotaría a Prusia. De este modo, Napoleón III podría, con su ejército en el Rin, aguardar el momento propicio para presentar a Prusia las demandas que tuviera por conveniente. El camino estaba libre. El 8 de abril de-1866 fue suscrito el tratado de alianza entre Prusia e Italia, con el compromiso recíproco de no concluir la paz por separado. En el último minuto, los italianos expresaron el deseo de obtener de Prusia un subsidio en metálico. Bismarck no tuvo inconveniente en concederlo. Ahora quedaba encontrar un buen pretexto diplomático para romper las relaciones con Austria. Sin embargo, no se dio a Bismarck tiempo suficiente para la reflexión: supo de fuentes muy fidedignas que Napoleón III trataba de nuevo de

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La guerra austro-prusiana. No se podía perder ni un solo día. El 16 de junio de 1866, el ejército prusiano rompió las hostilidades contra Austria. Más tarde, Bismarck había de decir que nunca apostó tanto a una carta como en junio y julio de aquel otoño. Contra él tenía a Austria, y también a Baviera, Sajonia, Hannóver, Würtemberg, Badén, Hessen, Nassau y Francfort. Dentro de Prusia, el conflicto entre el rey y el Landtag no había sido resuelto. Se acusaba abiertamente a Bismarck de haber provocado una guerra fratricida. La guerra empezó con un revés para los adversarios de Austria. El ejército italiano, grande y bien equipado, se desbandó al primer choque con las tropas austríacas, muy inferiores en número. El hecho ocurrió en Custozza el 24 de junio. La derrota de los italianos trastornó a Bismarck, que, a pesaar de todo, no esperaba tal falta de combatividad de sus aliados. La derrota de Italia amenazaba con hacer fracasar todas las esperanzas que Bismarck había puesto en la división del ejército austríaco. El general Helmuth von Moltke, comandante en jefe del ejército prusiano y excelente estratega, salvó la situación: con maniobras rápidas y hábiles, provocó la batalla decisiva del 3 de julio. Las personas que rodeaban a Bismarck afirmaron más tarde que éste guardaba aquel día un veneno en su bolsillo. En caso de un revés, él, que había provocado una guerra tan impopular, lo habría pagado caro. Pero Moltke consiguió una brillante victoria sobre Benedek, comandante en jefe del ejército austríaco. La batalla de Sadowa significó el triunfo completo de la diplomacia de Bismarck. Mas para explotar el éxito tuvo que sostener una reñida lucha en el cuartel general del rey. Guillermo I y los generales de su séquito, embriagados por la victoria, hablaban de proseguir enérgicamente la guerra, de emprender una marcha sobre Viena, cuyo camino les parecía abierto. Bismarck se opuso, él solo, a todos ellos. Dijo que en aquel momento había que pedir a Austria únicamente la salida incondicional de la Confederación Germánica, su renuncia a Holstein y la conformidad para' la formación de la nueva Confederación de Alemania del Norte bajo la hegemonía :de Prusia. Si Austria lo aceptaba, inmediatamente había que "dar media vuelta a la izquierda" y "volver a casa". Guillermo I, indignado, manifestó a Bismarck que no pensaba que podría privar al ejército de los laureles que merecía, y a Prusia de los frutos de la victoria. Los generales, tan indignados como el rey, hicieron alusiones transparentes a los diplomáticos que siempre estropeaban lo que "la espada prusiana había conseguido". Bismarck, fuera de sí, replicó que al profundizar en Austria, al presentar a ésta condiciones que la obligaran a proseguir la lucha, el rey y los generales le hacían el juego a Napoleón III, el cual podía aparecer de un día a otro en el Rin. El rey se mantuvo firme, y entonces Bismarck declaró que presentaba la dimisión en aquel momento mismo y le dejaba en libertad de buscar otro ministro que se hiciese responsable del funesto camino por el que los generales llevaban al monarca. Después de violentas escenas, el rey transigió. Tomó una hoja de papel y escribió que debía renunciar a proseguir la guerra "porque mi ministro me coloca en una situación difícil de cara al enemigo". Guillermo declaró que este pliego sería depositado en los archivos del Estado. Bismarck se mostró inflexible: había obtenido lo que deseaba.

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Más tarde, Guillermo I supo de labios de Bismarck que una de las causas principales de su moderación para con Austria había sido el temor de que la revolución pudiera estallar en el país vencido, a Inmediatamente después de la batalla de Sadowa, el emperador de Austria telegrafió a Napoleón III que ponía Venecia en las manos de éste. Este paso diplomático, a primera vista tan extraño, tenía su explicación: en primer lugar, el Estado Mayor austriaco quería liquidar cuanto antes el frente Sur, haciendo el sacrificio de Venecia, y transportar el ejército del Sur al Norte, contra los prusianos, en socorro del ejército de Benedek batido en Sadowa. En segundo, Francisco José quería subrayar que los italianos, derrotados en Custozza, no habían conquistado Venecia, que sólo podían recibirla como un "regalo" de su generoso protector Napoleón III. Pero, para desgracia suya, Víctor Manuel y sus ministros, entre los cuales, después de la muerte de Cavour, no había un solo hombre de talento, manifestaron que Venecia era poco: también quería que Austria les cediera Trentino y Trieste. Bismarck, que después de Sadowa había entrado en negociaciones con Austria, sabía muy bien que tampoco en el mar se mostrarían los italianos como héroes; sin embargo, no detuvo a Víctor Manuel y hasta alabó el inesperado celo manifestado tan súbitamente por el Gobierno italiano: le convenía que en plenas negociaciones con los austríacos para la firma del armisticio, Francisco José supiera que no todo había terminado en el Sur y sintiese cierta incertidumbre. Pero ocurrió algo todavía más sorprendente que la derrota del ejército italiano en Custozza. El 20 de julio, la flota italiana, al mando del almirante Persano, fue atacada por la escuadra austríaca del almirante Tegetthoff y destruida por completo. Ls pérdidas de los vencedores fueron muy escasas. El armisticio de Nikohburg (26 de julio de 1866). Víctor Manuel II suponía ingenuamente que los prusianos proseguirían la lucha; pero, con gran desesperación de su parte, supo que el 26 de julio el armisticio había sido suscrito en la ciudad de Nikolsburg: Austria había aceptado todas las condiciones impuestas por Bismarck. Cuando Italia trató de protestar contra la conducta de su aliado, Bismarck le recordó que, a pesar de todo, había obtenido Venecia. Si deseaban Trentino y Trieste, eran libres de continuar la guerra contra Austria por su cuenta. Víctor Manuel se apresuró a declinar este consejo amistoso. Así terminó la segunda de las guerras preparadas por la diplomacia de Bismarck como etapas que le llevaban a su objetivo principal: la unificación de los Estados alemanes alrededor de Prusia. De la misma manera que la primera guerra (contra Dinamarca, en 1864) provocó como algo lógico e inevitable la segunda (contra Austria, en 1866), esta última condujo naturalmente a una tercera, a la guerra contra Francia, que estalló en 1870.

CAPITULO XV

LA PREPARACIÓN DIPLOMÁTICA DE LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA (1867-1870) El papel de Prusia en la Confederación Germánica del Norte después de la paz de Praga. LA PAZ ENTRE AUSTRIA Y PRUSIA, suscrita en Praga el 24 de agosto de 1866, no hacía más que confirmar las condiciones del armisticio de Nikolsburg. Austria se retiraba de la Confederación Germánica, dejando al rey de Prusia el primer lugar en la Alemania unificada. La vieja Confederación desaparecía. Prusia se anexó algunos Estados alemanes de segunda categoría que habían hecho la guerra al lado de Austria, El más importante de todos ellos era Hannóver. Para reemplazar a la Confederación Germánica, a comienzos de 1867 fue creada la Confederación Germánica del Norte. La Constitución de esta última confería al rey de Prusia la presidencia de todos los Estados alemanes situados al norte del Main. Le convertía también en jefe supremo de las fuerzas armadas de la Confederación y le concedía plenos poderes en el campo de la diplomacia. Por su parte, los Estados del Sur (Baviera, Würtemberg, Hessen, Badén) concluyeron acuerdos defensivos y ofensivos con la Confederación Germánica del Norte. Pero Bismarck no consideraba terminada su obra. La Confederación Germánica del Norte debía transformarse en un Imperio en el que entrasen también los Estados alemanes del sur del Main. Bismarck sabía que Francia no permitiría la incorporación de dichos Estados a una Alemania unificada. Sabía también que en esos Estados del Sur, particularmente en Baviera, Würtemberg y Badén, existía una oposición bastante fuerte a la hegemonía prusiana, y no sólo entre los nobles, sino también dentro de la burguesía. La Alemania del Sur era un país mucho menos industrial que el Norte, y su burguesía no mostraba el mismo empeño en la formación de un mercado común de toda Alemania, en la construcción de una gran Marina de guerra, en la adquisición de colonias, etc. El procedimiento más rápido para coronar la empresa era una nueva guerra victoriosa. Esta idea empezó a madurar en Bismarck poco a poco a partir de 1867. La situación de Europa se presentaba entonces como sigue. Actitud de Inglaterra hacia Prusia. Lord Palmerston había muerto el 18 de octubre de 1865. Ni lord Russell, que le sucedió en la presidencia del Consejo, ni Clarendon, que sustituyó a Russell como ministro de Asuntos Exteriores, se mostraban dispuestos, salvo que una necesidad imperiosa les obligase, a mezclarse en los asuntos del continente europeo. La misma HISTORIA DE LA DIPLOMACIA, I.—35

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PREPARACIÓN DE LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA

EL MEMORÁNDUM DE DROUIN DE LHUYS

política mantuvieron, después de la dimisión del gabinete de Russell, el conde Derby, primer ministro conservador, y su hijo lord Stanley, que desempeñaba la cartera de Asuntos Exteriores. En particular, no veían ningún provecho para Inglaterra en la lucha contra el engrandecimiento de Prusia. Esta, a sus ojos, era un contrapeso útil al poderío de Francia. Los intensos trabajos para la apertura del Canal de Suez, del que Francia trataba de apropiarse, causaban inquietud e irritación a los ingleses. Tanto Derby como lord Stanley y la gran prensa burguesa veían en esta empresa francesa una amenaza eventual para la India. Todo ello enfriaba las relaciones entre Inglaterra y Francia, y Bismarck veía que por este lado los acontecimientos tomaban un cariz favorable para Prusia.

"simpatías" hacia el proceso en marcha de unificación de Alemania, insistiendo al mismo tiempo en que se recompensasen estas simpatías y su neutralidad en la guerra austro-prusiana. Sin embargo, Bismarck se apresuró a • dar al olvido todo cuanto estaba dispuesto a ofrecer a Napoleón en Biarritz. Decidió engañarle desvergonzadamente y no darle nada en absoluto. Las exigencias de Francia a Prusia como recompensa de su neutralidad. Bismarck no tenía ya necesidad de la neutralidad francesa. No se podía, naturalmente, revelar a Napoleón que había sido burlado, pues los agentes del canciller prusiano en San Petersburgo y Londres le informaban de que el zar se mostraba descontento por la supresión de la autonomía política de los pequeños Estados alemanes; Alejandro II veía en ello una violación de los derechos de los monarcas y la subversión de todo el sistema político europeo vigente desde los tiempos del Congreso de Viena de 1815. Lo que más inquietaba a Bismarck era que Gorchakov había sondeado el terreno en París y Londres con vistas a una acción conjunta que pusiera freno a los excesivos apetitos de Rusia. Es verdad que informes más, concretos convencieron a Bismarck de que ni el conde Derby ni lord Stanley deseaban mezclarse en ello y de que el proyecto de reunión de un congreso o conferencia, concebido en San Petersburgo, no era visto con simpatía en Londres. Pero hacía falta obrar con cautela para no irritar a Napoleón III. Cinco días antes del armisticio de Nikolsburg, el conde Benedetti, embajador de Francia en Berlín, propuso súbitamente a Prusia la devolución a Francia de las fronteras de 1814, aceptando la anexión de Luxemburgo; Bismarck no contestó negativamente. El 27 de julio, Napoleón III requirió al conde Goltz, representante de Prusia en París, para manifestarle abiertamente sus deseos de incorporar a Francia, con el consentimiento de Pmsia, la región de Landau y el ducado de Luxemburgo. Tampoco esta vez dio Bismarck una respuesta negativa: era el momento en que todavía circulaban rumores tobre los contactos de los diplomáticos rusos, franceses y británicos.

Las relaciones entre Rusia y Prusia, Una importancia mucho mayor tenían para Bismarck las relaciones con Rusia. Gorchakov seguía con inquietud los éxitos de la diplomacia prusiana. La victoria de Sadowa produjo cierta alarma en los círculos militares rusos. La reforma militar •de Rusia no había pasado de la fase de anteproyectos y conversaciones cuando el vecino había demostrado ya brillantemente las excelencias de su organización. Alejandro II compartía sus temores. El zar se sintió también desagradablemente impresionado por la supresión de las monarquías alemanas soberanas "por la gracia de Dios" y la anexión de sus territorios. El Gobierno ruso, ya en julio de 1866, invitó a Inglaterra y Francia a protestar contra la proyectada supresión de la Confederación Germánica y la anexión de Hannóver y de otros Estados alemanes, Gorchakov sugería el planteamiento del problema en un congreso internacional.. Al ministro ruso le aguardaba una negativa. Napoleón III seguía esperando que la guerra austro-prusiana le traería compensaciones en Bélgica o en la orilla izquierda del Rin. Inglaterra no aceptó tampoco las propuestas rusas. Pero Bismarck, alarmado, envió a San Petersburgo al general Manteufel con una misión especial. Debía dar seguridades al zar y a Gorchakov en cuanto al apoyo de Prusia para la supresión de la cláusula del tratado de París que prohibía a Rusia mantener barcos de guerra en el mar Negro. Sin el respaldo de Napoleón III-y de lord Russell, Gorchakov no tenía otro recurso que el de tomar nota de las seguridades de Bismarck. Pero en la corte de San Petersburgo se advirtió que Alejandro II, aun manteniendo las más cordiales relaciones con su tío, Guillermo I, empezaba a distinguir, bastante ostensiblemente, al general Fleury, embajador de Francia en San Petersburgo. 1

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El memorándum de Drouin de Lhuys,

Las relaciones entre Francia y Prusia.

Sin embargo, la tarea más difícil y complicada era para Bismarck la de establecer nuevas relaciones con el emperador de los franceses. Que después de la batalla de Sado\va estas relaciones no podían guardar semejanza con las anteriores, resultaba evidente tanto para el ministro de Prusia como para Napoleón III. Parte de los gobernantes franceses que rodeaban a éste insistían en la necesidad de obrar contra Prusia inmediatamente, sin perder ni un minuto. El ministro de Asuntos Exteriores, Drouin de Lhuys, se esforzaba en conseguirlo, pero Rouher, el favorito, y el príncipe Napoleón, primo del emperador, se oponían con igual energía. Las vacilaciones proseguían cuando, gracias a Bismarck, la guerra contra Austria terminó repentinamente. Se había dejado pasar la oportunidad, para desgracia del Imperio Francés. . A fines de 1.866 y comienzos de 1867, Napoleón III mostraba aparentemente sus

SÍfijíliiiáíÜ-»,

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El 8 de agosto, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Drouin de Lhuys, decidió recurrir a la vía oficial para poner fin a las dilaciones de Bismarck. Redactó un memorándum en el que exponía la idea de la conversión de las provincias renanas (de la orilla izquierda del río) en un Estado, el cual gozaría de neutralidad permanente y serviría de "tapón" para prevenir las fricciones y choques entre Prusia y Francia. No quedaba en claro el modo como Drouin de Lhuys concebía las relaciones de este Estado tapón con la confederación de Estados alemanes que Bismarck proyectaba crear al norte del Main. Pero el nerviosismo aumentaba tan rápidamente en las Tullerías que, antes de que en Berlín hubiesen estudiado el memorándum de Drouin de Lhuys, Napoleón III sugería un nuevo proyecto. Antes de remitirlo a Bismarck, el propio autor debía tener sus dudas, porque ordenó a Rouher que mostrase previamente el documento al conde Goltz, embajador de Prusia en París. Invitábase a Prusia a aceptar la anexión a Francia de las regiones de Landau y el Sarre y del ducado de Luxemburgo. Goltz trató de demostrar a Rouher que a Prusia, por razones políticas y morales, le sería difícil consentir en la cesión de unos territorios puramente alemanes. A renglón seguido, el embajador prusiano manifestó que si en el futuro Francia deseaba anexionarse Bélgica, Prusia no pondría ningún obstáculo. Es posible que fuera Rouher, y no Goltz, el primero en hablar de Bélgica y de

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PREPARACIÓN DE LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA

que el proyecto oportuno había sido redactado mucho antes por el propio Napoleón III. En todo caso, el 16 de agosto de 1866, Benedetti recibió desde París'la orden oficial de presentarse a Bismarck y conocer el criterio definitivo del Gobierno prusiano sobre esta cuestión: si se opondría a la incorporación a Francia'de Landau, el Sarre y Luxemburgo; simultáneamente se informaba que el Imperio Francés estaba dispuesto a concluir con Prusia una alianza secreta ofensiva y defensiva. Una de las consecuencias obligadas de este futuro tratado secreto debía ser la incorporación a Francia de toda Bélgica, a excepción de Amberes, que Napoleón III consentía en reconocer como ciudad libre, con una administración independiente. El emperador francés debió recordar las palabras de su tío, Napoleón I: "Amberes es una pistola que apunta al pecho de Inglaterra." En previsión de las eventuales protestas de Inglaterra, Napoleón III renunciaba a esta "pistola". Las conversaciones de Benedetti y Bismarck, Cuando Benedetti se presentó con estas proposiciones, Bismarck le recibió de tal modo que le hiciese concebir esperanzas en la buena conclusión del negocio. En su fuero interno había decidido que Napoleón III no recibiría de él nada en absoluto, aunque no sentía prisas en comunicarle tan desagradable circunstancia. Explicó que sólo estimaba posible ceder a Francia algún territorio alemán fronterizo si la misma población expresaba el deseo de pasar bajo la soberanía francesa. En cuando a Luxemburgo, Bismarck no pronunció una sola palabra que pudiera interpretarse como un consentimiento. Bismarck insistía en que .las dificultades vendrían del lado de Holanda, puesto que ésta, ligada a Luxemburgo por una alianza personal, para asegurar sus fronteras, desearía obtener algún territorio alemán, cosa que Prusia no podía consentir. De toda esta confusa argumentación se desprendía claramente que Bismarck apoyaba por entero a Holanda y que Francia no conseguiría Luxemburgo. En el curso de la conversación, una indicación de Bismarck llenó a Benedetti de alegría: le invitó a formular por escrito todas las reivindicaciones del Gobierno francés; pretendía tener necesidad de este memorándum para someterlo al rey Guillermo I con vistas a una discusión definitiva. En su conjunto, Bismarck parecía hacer menos objeciones a la parte principal —la incorporación del Reino de Bélgica al Imperio Francés— que a los puntos secundarios del proyecto, limitándose a expresar sus temores de que Inglaterra podía protestar a pesar de la renuncia de los franceses a Amberes. Esto hacía concebir la esperanza de que Bismarck se resignaba con el futuro engrandecimiento de Francia. Sólo cuatro años más tarde se dio cuenta Benedetti de toda la perfidia de su interlocutor y comprendió para qué éste le había pedido que expusiera por escrito las aspiraciones de Napoleón III con respecto a Bélgica. El documento deseado fue puesto con presteza en las manos de Bismarck, quien lo guardó por el momento, a la espera de la ocasión propicia para utilizar contra Francia esta terrible arma. Tan pronto como Bismarck dispuso de la prueba de las intenciones agresivas de Napoleón III contra Bélgica, interrumpió las conversaciones con Benedetti, alegando que el rey no había estudiado todavía el asunto. Mientras tanto, se apresuró a poner en conocimiento de Londres y de San Petersburgo los apetitos de Napoleón acerca de Bélgica.

PERSPECTIVAS DE LA'FUTURA GUERRA

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El descontento de Inglaterra a. propósito de las reclamaciones de Francia.

Ul

La reina Victoria preguntó a su primer ministro, el conde Derby, qué se proponía hacer para contrarrestar las intenciones de Napoleón III de modificar las fronteras de Francia e incorporarse nuevos territorios, entre los cuales figuraba Bélgica. El conde Derby dio inmediatamente instrucciones al embajador británico en París, lord Cowly, quien debía informarse de ello cerca del propio emperador. Cowly solicitó audiencia. Napoleón III, tomado de sorpresa, declaró a lord Cowly que los informes acerca de sus intenciones de incorporarse por la fuerza nuevos territorios eran inexactos. Poco después, el emperador ordenó a Drouin de Lhuys escribir una nota para el conde Derby en la que se manifestaba explícitamente que Napoleón III no buscaba en modo alguno la cesión de ningún territorio cediendo a la fuerza o a la amenaza; todo lo esperaba del libre consentimiento de las potencias interesadas. Esto era ya una retirada en toda la línea. Aunque el documento estaba destinado exclusivamente para el conde Derby, cuando lord Cowly lo recibió en París para transmitirlo a Londres se apresuró a mostrarlo al embajador prusiano en Francia, conde Goltz, Este, sin perder momento (el 15 de agosto de 1866), dio cuenta de su contenido a Bismarck. Naturalmente, Bismarck no dejó ver que estaba ya al corriente de todo ello. Al contrario, se hizo el inocente ante esta súbita manifestación de pacifismo del emperador de los franceses, haciendo creer que creía en su renuncia a Bélgica y a Luxemburgo. Después del fracaso del proyecto de las compensaciones, lo mismo Napoleón III que su nuevo ministro de Asuntos Exteriores, De Moustier, sus viejos consejeros y amigos fieles, como Rouher, y la emperatriz Eugenia, todos comprendieron que Francia acababa de sufrir un nuevo revés diplomático de graves consecuencias. Las perspectivas de la futura guerra entre Francia y Prusia. El peligro que entonces se reveló ante el Imperio Francés era de un volumen como hasta entonces no se había podido prever. La creación de la Confederación Germánica del Norte, proclamada oficialmente a comienzos de 1867, convertía al rey de Prusia en el señor de las fuerzas armadas de toda Alemania, a- excepción de los cuatro Estados del Sur. Pero ni siquiera esta última circunstancia representaba para Napoleón III ningún consuelo: ante todo, estos cuatro Estados (Baviera, Würtemberg, Badén y Hessen), en caso de guerra, se comprometían a unir sus ejércitos a las tropas de la Confederación del Norte; en segundo lugar, las exploraciones y sondeos efectuados por los representantes diplomáticos franceses y sus agen^ tes en esos Estados del Sur coincidían en asegurar que, en el caso de una guerra contra Francia, la mayor parte de la población —a pesar de la influencia de los círculos separatistas— tomaría partido por la Confederación del Norte. Esto no era obstáculo, cierto, para que Napoleón III y algunos de sus servidores, entre los que se contaba el incapaz ministro de la Guerra, Leboeuf, se consolasen con la esperanza de que, en caso de conflicto armado, se podrían suscitar discordias entre el norte y el sur de Alemania. Las condiciones en que esta guerra, taii probable, iba a estallar, eran muy poco favorables para Francia. Fue primeramente en los medios de la burguesía francesa donde se empezó a hablar de los fracasos de la diplomacia de Napoleón III, cuando esta clase había seguido hasta entonces dócilmente todos los zigzags de la política imperial, aprobando casi sin crítica todo cuanto emanaba de las Tullerías. De una parte, la aventura mexicana, que se había tragado millones de francos y muchas vidas humanas, terminaba en un fracaso evidente; de otra, en las fronteras

PREPARACIÓN DE LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA

SITUACIÓN DIPLOMÁTICA EN VÍSPERAS DE LA GUERRA

de Francia, sin la menor compensación o garantía para el Imperio, había 'crecido un poderoso Estado alemán. Era, pues, natural que el descontento se dejase sentir con más fuerza. En estas circunstancias, Napoleón III se resistía a abandonar la idea de Luxemburgo. Después de una pausa de varios meses, volvió a plantearse el asunto de una compensación.

Fracaso de la aventura de Napoleón III en México (1867),

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Apenas si la conferencia de Londres había terminado sus trabajos cuando las noticias más alarmantes empezaron a llegar de México. La retirada de las tropas francesas trajo sus consecuencias naturales: el emperador Maximiliano, un protegido de Napoleón cuyo único apoyo eran las bayonetas francesas, empezó a sufrir derrota tras derrota; en junio de 1867 fue hecho prisionero y fusilado por los republicanos. Este final iluminó con luz siniestra el fracaso definitivo de la aventura napoleónica. "Ya no hay una falta nueva que podáis cometer, porque habéis cometido todas las faltas": estas palabras de Thiers, dirigidas a la diplomacia bonapartista, fueron particularmente recordadas y repetidas después del fusilamiento de Maximiliano. Bajo la influencia de las derrotas diplomáticas, la oposición, hasta entonces recluida en la clandestinidad y desde largo tiempo silenciosa, empezó a levantar la cabeza.

El problema de Luxemburgo. Luxemburgo no había deseado entrar en la Confederación Germánica del Norte. A principios de 1867, la diplomacia francesa logró del Gobierno holandés su consentimiento, en un principio, a la anexión de este ducado. Quedaba Prusia, que mantenía una guarnición en Luxemburgo. En enero de 1867, el embajador de Francia en Berlín, Benedetti, se presentó ante Bismarck para invitarle a exponer, por fin, su punto de vista definitivo sobre el problema luxemburgués. Bismarck, que seguía decidido a no entregar Luxemburgo y, al mismo tiempo, deseaba descargarse de toda responsabilidad, recurrió a la maniobra. Sin negarse abiertamente a suscribir el tratado, que esperaba ya listo en París —condicionálmente hasta que lo confirmase el rey de Holanda—, dio largas al asunto y trató de aprovechar la demora. Se las arregló de modo que puso el Parlamento al servicio de su diplomacia. Hizo que Bénnigsen, el mejor orador y líder del partido nacional liberal, que gozaba fama por la independencia de sus opiniones políticas y se prestaba de buen grado a la polémica con el Gobierno, fuese informado de que Bismarck 'estaba dispuesto a entregar Luxemburgo y tenía miedo a Francia. Bénnigsen organizó una manifestación imponente contra este supuesto espíritu de concesión de Bismarck. Reunió más de setenta firmas de diputados del Reichstag al pie de un documento en el que se protestaba violentamente contra la cesión de Luxemburgo y pronunció un patriótico discurso en ese mismo espíritu. Bismarck, con grandes muestras de turbación, trató de justificarse y presentó excusas. Luego, en las negociaciones posteriores con Francia, alegó que la oposición del Reichstag le impedía prestar su ayuda a la anexión de Luxemburgo. Posición de Rusia. La conferencia de las potencias en Londres (mayo de 1867). La derrota diplomática de Napoleón III era completa. El canciller ruso, Gorchakov, se sentía irritado por los éxitos de Bismarck y por los reveses de Napoleón III. En el primavera de 1867, aun sin el menor deseo de ayudar a éste en el asunto de Luxemburgo, que estaba definitivamente perdido, Gorchakov volvió a su idea de reunir una conferencia de las grandes potencias: deseaba conocer .no tanto los propósitos de Napoleón III en cuanto al problema de Luxemburgo como las intenciones de Bismarck. Esta vez Inglaterra aceptó inmediatamente: las conversaciones sobre las intenciones de Napoleón III de apoderarse de Bélgica mantenían muy inquieto a lord Derby. . • • La conferencia se celebró en Londres y estuvo reunida desde el 7 al 11 de mayo de 1867. Sus decisiones no trajeron nada nuevo: Luxemburgo quedaba en la misma situación de antes, con la única diferencia de que Prusia debía retirar de él sus tropas. La neutralidad de Luxemburgo era puesta bajo la garantía de todas Jas potencias europeas.

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La situación diplomática en vísperas de la guerra franco-prusiana.


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