politica fiscal y monetaria argentina

"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriada

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"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas ISSN 1696-8360

 

HERRAMIENTAS DE POLÍTICA MONETARIA Y FISCAL   Dora del Carmen Orfila [email protected]     EVOLUCIÓN DEL TIPO DE CAMBIO DEFENSA DE LA LIBRE FLOTACION Desde finales de los años ‘60, luego de las decisiones tomadas en Bretton Woods por consejo de los economistas que integraron la Reunión, se abandona el tipo de cambio fijo en los países industrializados. Desde entonces gradualmente la mayoría de los países desarrollados deja flotar libremente esa tasa, (1) en especial luego de la crisis de 1973 en Estados Unidos que obligó al gobierno a devaluar su moneda en un 10%. Para esa determinación se esgrimieron distintos argumentos como: a.- evitar las asimetrías entre las monedas de los diversos países. De esta forma, Estados Unidos de Norteamérica ya no podría de por sí determinar las reglas monetarias mundiales y al mismo tiempo establecería de manera análoga a la de los distintos países, el tipo de cambio con el cual actuaría ante las divisas extranjeras; b.- obtener una total autonomía de la autoridad monetaria al no verse obligados los bancos centrales a regular el mercado para establecer la tasa de cambio fijo. Así se evitaría importar inflación o deflación, ya que la política monetaria sería la herramienta para lograr el equilibrio interno y externo y c.- alcanzar una estabilización automática cuando se produjeran cambios en la demanda agregada. Con la flotación libre se evitaría la especulación prolongada de las economías. Todas estas razones fueron posteriormente criticadas al observarse en la práctica que resultaron algo endebles.  

del Carmen Orfila, D.: "Herramientas de política monetaria y fiscal" en Contribuciones a la Economía, septiembre 2009 en http://www.eumed.net/ce/2009a/

DEFENSA DEL TIPO DE CAMBIO FIJO Los defensores del tipo de cambio fijo sostuvieron que: se provocarían políticas económicas no coordinadas; tanto la inversión como el comercio internacional se verían perjudicados; finalizaría la disciplina emanada de los bancos centrales; habría graves inconvenientes para las inversiones y en definitiva la autonomía de los bancos centrales a alcanzar con los tipos de cambio flexibles, era una simple ilusión. La vuelta a los tipos de cambio fijos se basó en argumentaciones tan importantes como las de los defensores de la tasa libre y especialmente por la experiencia que sembró dudas en la utilización de los tipos de cambio flexibles durante el período entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Se esgrimieron las situaciones siguientes: a. - tal como ocurrió en el período entre guerras, los países al estar liberados del tipo de cambio fijo, perjudicarían la economía mundial por sus abiertas competencias entre las distintas monedas y llegarían a actuar “empobreciendo al vecino”; b. - se generarían especulaciones propias del cambio flotante provocando efectos desestabilizadores sobre el mercado de divisas y en los mercados externos e internos de los países y además, en el mercado monetario interno habría mayores desequilibrios que con el anterior tipo de cambio fijo; c. - no se lograría una mayor libertad en las políticas macroeconómicas puesto que el libre tipo de cambio sería el responsable de que los bancos centrales tuviesen que intervenir regulando los mercados de divisas y su mentada autonomía no sería real en la práctica; d. - la flotación limpia produciría que los precios de los bienes y servicios fueran imposibles de ser medidos relativamente y por tanto de predecirlos, con lo que se alterarían tanto las inversiones como el comercio internacional y e. - la misma autoridad monetaria terminaría por caer en políticas inflacionarias, es decir, se perdería la disciplina que de por sí se obtiene con la tasa fija de cambio. LA FLOTACIÓN SUCIA Entre ambos tipo de cambio se encuentra la llamada flotación sucia. Se trata del sistema también denominado tipo de cambio administrado utilizado periódicamente en algunos países, a fin de mantener esa tasa acotada en una banda, entre un valor mínimo y otro máximo. Habitualmente esos valores que permiten la fluctuación están en un rango pequeño, con diferencias de centésimos y hasta de milésimos de la unidad monetaria doméstica respecto a la moneda fuerte con que se la compara en el respectivo país. Generalmente se trata del dólar estadounidense. Se lo adopta cuando la autoridad monetaria quiere realizar un control gradual y permanente de la variación cambiaria con la finalidad de neutralizar expectativas inflacionarias y especulativas. Generalmente es utilizado luego de bruscas devaluaciones de la moneda local, a las que se llegó justamente porque el país sufrió períodos de importantes incrementos en la inflación. Es recomendable que el período de utilización de este sistema sea de corto plazo, hasta que se haya obtenido un equilibrio general de la economía y entonces la banca central se decida por alguno de los dos mecanismos anteriormente descriptos. Ello debido a que el

mecanismo consista en efectuar intervenciones casi permanentes regulando el mercado de divisas con operaciones de compra y venta, sea de la moneda local o del dólar, si lo utiliza como referente. EL TIPO DE CAMBIO EN ARGENTINA Hasta la actualidad se utiliza sin interrupciones y desde hace aproximadamente siete años, el tipo de cambio antes explicado. El Banco Central de la República Argentina para sostener en ese tiempo el sistema de flotación administrada no ha necesitado recurrir a las reservas del país, pues el gobierno se ha financiado con: divisas provenientes de las retenciones a la actividad agropecuaria; con fondos que estaban en posesión de las A.F.J.P. (Administradoras de Fondos de Jubilados y Pensionados) sistema privado de retiros para trabajadores y que se traspasaron a la ANSeS (Administración Nacional de Seguridad Social) a cargo del estado; con aumentos de aranceles tanto ad valorem como específicos a otros sectores exportadores; con capitales destinados a inversiones públicas o mixtas, inicialmente locales porque el gobierno no conseguía acceder a los mercados externos. Hasta el momento no lo ha logrado debido a la situación provocada por la crisis financiera global manifestada a partir de octubre de 2008 y a decisiones propias anteriores a esa fecha. Fue así que en varios casos, la seria dificultad del gobierno para llegar a obtener inversiones extranjeras terminó también por afectar al sector privado que luego se retrajo de realizarlas. Simultáneamente con la decisión de mantener este tipo de cambio, Argentina se encuentra no en una situación de recesión, sino que se halla en un nivel de desequilibrio mayor: está en estanflación. Por una parte está negociando con el Club de París el pago adeudado desde 2001 cuyo monto total es de U$S 7.000 millones de capital y U$S 1.000 millones por tasas de interés. Aún falta definir si se hará en cuotas o en un único pago como lo anunció en 2008 la presidenta, Cristina Fernández de Kirschner. También es decisión de Poder Ejecutivo cancelar la deuda que tiene desde 2001 con los tenedores de bonos que emitió Argentina, la que además está indexada. La intención del gobierno es no realizar tales pagos con reservas. Con estos dos propósitos se asistirá a la próxima reunión del Grupo de los 20 en Pittsburg, EE. UU. . Una de las discusiones a plantear en este mes en la reunión es que el gobierno argentino desea acceder a un crédito del Fondo Monetario Internacional. Para ello deberá acatar las disposiciones del artículo IV de ese organismo. En éste se exige la aprobación previa del Club de París para que el Fondo audite las cuentas nacionales a fin de otorgar el préstamo. El principal argumento con el que cuentan las autoridades argentinas, es el de solicitar un similar tratamiento al que tuvo el Fondo con Nigeria y Angola, países que obtuvieron créditos sin tener que acatar el artículo IV. Será entonces necesario utilizar la siguiente herramienta: LA POLÍTICA FISCAL

Si en una economía existe déficit fiscal es porque los gastos superan a los ingresos del sector público, en un determinado lapso. Habitualmente los gastos excesivos provienen de la administración central de un país, aunque no exclusivamente, ya que además provocan egresos los organismos autónomos, los gobiernos provinciales o municipales, los entes descentralizados, etc., y en definitiva terminan por trasladarse a aquélla, al cubrirlos con transferencias. Como muchas veces el financiamiento del déficit público se hace emitiendo moneda, es muy importante tomar en cuenta la magnitud de la política macroeconómica que decida un gobierno, porque se presionará a la demanda generando inflación y luego habrá inflación por expectativas, lo que retroalimentará los incrementos iniciales en los niveles generales de precios. También interesa comparar los ingresos con gastos corrientes; los ingresos con gastos de capital y tomar en cuenta el llamado déficit operativo, vinculado a las deudas públicas internas y externas. Por otra parte en el corto plazo deberá cubrirse el déficit de que se trate con: vr.gr. títulos de deuda de cancelación rápida o con adelantos. En el mediano plazo deberán equilibrase las cuentas fiscales con ajuste en el gasto de gobierno o incrementando los ingresos. Cuando la inflación crezca irá afectando tanto al sector público como al privado y reducirá los ingresos de ambos, lo cual llevará inevitablemente a una recesión generalizada. También se provocará distorsión en los recursos productivos y se perderá la eficiencia al mermar los recursos y destinarlos a actividades de baja productividad. Los clásicos estimaban que el equilibrio fiscal debía lograrse en todos los períodos económicos de un país. Actualmente y desde hace ya unos sesenta años, ese concepto fue reemplazado por la observación y el análisis de los ciclos económicos. Para prevenirlos se desarrollaron las políticas anticíclicas. Por ejemplo, con los datos registrados en una serie histórica determinada se puede observar en la gráfica la forma de las curvas respectivas, con la sima y la cima de los períodos recesivos y los de recuperación, respectivamente. La manera de medir el tamaño del déficit es por su relación con el P.B.I. del país de que se trate. Además de este concepto cuantitativo, debe analizarse en lo cualitativo la fuerza de la riqueza del país, la obtención de confianza tanto local como internacionalmente y el nivel de recuperación. LA POLÍTICA FISCAL ARGENTINA El Banco Central de la República Argentina envió una remesa de dinero al tesoro nacional, en julio de este año, por lo que el superávit fiscal de ese mes fue superior, ya que de no tomar en cuenta ese envío, el país tendría un flaco superávit fiscal, bordeando el déficit. Las autoridades consideran que en cambio agosto fue favorable porque la baja internacional del precio del dólar revaluó el peso y a raíz de ese impensado efecto se redujo notablemente la salida de divisas y de capitales al exterior. Pero ese breve repunte de fortaleza en las

cuentas nacionales no asegura que la tendencia continúe y se reviertan las situaciones de salidas permanentes anteriores a ese mes. Por otra parte debe tomarse en cuenta que en países cercanos había déficit fiscal, por ejemplo en Brasil. Debe además compararse que los bonos de nuestro país rinden una tasa de interés anual del 20%; los de Venezuela del 13,5%, mientras que los brasileños rinden 5,5%. Las dos primeras tasas son excesivamente altas y por lo tanto muy riesgosas para los inversores, en tanto que Brasil obtiene crédito a un costo razonable de rendimiento en sus títulos. Precisamente por ello a partir del 10 de septiembre Brasil dio por finalizado su déficit fiscal, según anuncio de su presidente, Luz (Lula) Ignacio De Silva. La estrategia que llevaba al G-20 a principios de septiembre el ministro de economía Amado Boudou era una, ya comentada en la pág. 3 de este artículo, hasta que en las reuniones previas al encuentro el gobierno argentino resolvió tomar otra diferente. Por decisión que se le comunicó al ministro debía invertirse el orden de las prioridades anteriores. Fue debido a que hace tres años los bancos Barclays, Citibank y Deutsche Bank negociaron con el entonces presidente Néstor Kirschner, ofreciéndole al país una cantidad de dinero que posteriormente determinarían. Así esperaban obtener el control de la operación del canje de bonos a los poseedores del exterior, acreedores de deuda argentina en default desde 2001. Efectivamente, en el año 2008 la oferta se concretó por un total de US$ 2.000 millones Ya entonces el gobierno tenía la intención de cancelar la deuda con los bonistas internos, lo que actualmente se está realizando con el canje de los bonos que esos acreedores poseen por otros de distinto y posterior vencimiento, con intereses ajustables por la tasa Badlar. De esta forma la secuencia seguía para el ministro de economía, con el canje a los bonistas del exterior. Las negociaciones respondían a la necesidad del gobierno de contar con capital que le permitirá equilibrar un muy posible y casi inmediato déficit fiscal Pero esta continuidad fue interrumpida pasada la primera semana de septiembre porque los tres bancos mencionados reclamaron porque consideran que A. Boudou desconoció el compromiso anterior. Enviaron una nota exigiéndole al gobierno que defina de manera clara y oficial, por ejemplo, a través de un decreto, sus intenciones de respetar la negociación. Pero actualmente no ofrecerían la cifra de US$ 2.000 millones y exigen además que Argentina tome el compromiso de abonar por adelantado y de manera inmediata, las tasas de interés de los bonos “defolteados”. Con motivo de esta dilación el ministro de economía ha debido invertir el orden de las negociaciones que Argentina llevará al Grupo de los 20. Así, habría tenido un diálogo con Dominique Strauss Khan, presidente del Fondo Monetario Internacional para comunicarle que negociará primero con el Fondo y luego con el Club de París para la futura cancelación de la deuda externa. De la misma forma en que es contraproducente mantener el tipo de cambio administrado o de flotación sucia por un período prolongado como el que ya lleva Argentina con esa tasa,

también resulta inadecuado que el país modifique de manera imprevista sus decisiones, llevado por la necesidad perentoria de obtener dinero fresco para hacer frente a sus compromisos internacionales en 2010 y 2011. Ahora está obligado a equilibrar los excesos de gasto público en que ha incurrido, postergando en un tiempo del que ahora carece, importantes compromisos financieros cuya magnitud ignoró. Pero como no puede dilatar sus obligaciones de política económica, debe cubrir con más deudas aquello que no puede pagar en tiempo y forma, y por ello continúa refinanciando. Las decisiones serias exigen una precisión y un conocimiento cabal que tampoco posee el gobierno ya que no supo aprovechar los períodos de prosperidad anteriores, nada lejanos al actual; casi podría decirse que inmediatos al presente. Es que la falta de políticas de estado permite medir la diferencia entre un gobierno que administra para el cortísimo plazo o para el futuro con visión de estadista; en una palabra, dirigir el país para brindar a los ciudadanos de hoy un bienestar tan merecido que se prolongará a las generaciones siguientes. Las herramientas de política económica, como las que se utilizan para el caso monetario y el fiscal, están a disposición de quienes hoy gobiernan Argentina para que las utilicen adecuadamente, con eficiencia y por sobre todo respetando tanto la dignidad de la investidura que se les dio como la de sus gobernados. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Krugman, P.R. y Obstfeld, M.: Economía Internacional – Edit. Addison Wesley Argandoña, Antonio; Gómez, Consuelo y Mochón, Francisco: Macroeconomía Avanzada – Tomo I – Edit. Mc Grow Hill Ferrucci, Ricardo J. y otros autores: Lecturas de Macroeconomía – Política Económica – Edit. Macchi PUBLICACIONES CONSULTADAS Ediciones comunes y digitales de diarios, consultoras y servicios web Agosto y Septiembre 2009 Diario “Clarín”, Buenos Aires, Argentina Diario “La Nación”, Bs. As. Argentina Diario “El País”, Madrid, España Consultora “Buenos Aires City” de Graciela Bevacqua y Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Con servicio web

Consultora y Servicio web “Inflación Verdadera” de F. Cavallo Instituto Argentino de Análisis Fiscal, a cargo de Nadim Argañaraz Universidad ESEADE. Dr. Bunge, a cargo cátedra Derecho Tributario

POLITICA MACROECONOMICA DE ARGENTINA: La persistencia de una inflación elevada indica que algo anda mal con la política macroeconómica argentina. Desde la ortodoxia financiera se insiste que el problema básico es una política de dólar alto que obliga a comprar dólares y descontrola la oferta monetaria. Su recomendación es dejar de comprar dólares y dejar caer su cotización. Pero esta no es ni la única ni la mejor alternativa a la inconsistente política macroeconómica actual. El viejo debate Uno de los debates económicos permanentes e irresueltos se da entre partidarios del tipo de cambio fijo y “flotadores” (esto es, quienes sugieren no intervenir en el mercado cambiario y dejar fluctuar libremente la cotización del dólar). Quienes adhieren al tipo de cambio fijo ven en él la posibilidad de estabilizar los precios internos porque el dólar tiene una inflación muy baja. Pero claro, los precios en dólares no siempre son estables y en circunstancias como las actuales, los precios de las commodities “vuelan” y con tipo de cambio fijo se “importa” inflación. Es por ello que quienes favorecen un tipo de cambio fluctuante, creen que la única manera de lograr la estabilidad de precios es teniendo un estricto control de la oferta monetaria, para lo cual es necesario evitar que el Banco Central intervenga en el mercado cambiario comprando dólares. Si se aplicara el control monetario y la flotación cambiaria, la cotización del dólar caería cuando suben los precios en dólares y los precios internos se estabilizarían. Puesto de esta manera, la razón parece asistir a los “flotadores”. Pero la pregunta entonces es ¿por qué la mayoría de los países pequeños eligen fijar el valor de su moneda en términos del dólar o de otra moneda importante? La respuesta es que a pesar de sus limitaciones para controlar estrictamente la inflación interna, la estabilidad del precio del dólar transmite -en países poco creíbles por su historia de inestabilidad monetaria- mayor confianza de estabilidad que un –sospechablecompromiso interno de no emitir. Esta fue la razón por la cual la ortodoxia financiera apoyó el tipo de cambio fijo al inicio de la Convertibilidad. Pero este viejo debate tiene una gran limitación. Es un planteo sesgadamente monetarista, ya que plantea como único objetivo el control de la inflación y se limita a optar entre el tipo de cambio fijo y un control monetario estricto. Controlar la inflación es el objetivo excluyente, sin importar lo que se haga con el resto de los instrumentos de política macro. Así fue que la Convertibilidad, al confiar exclusivamente en el supuesto efecto disciplinador del dólar fijo, se embarcó en una política fiscal inconsistente y no detuvo la inflación hasta 1995, generando entretanto un gran

atraso cambiario. Este viejo debate es por lo tanto insuficiente e inapropiado ya que falla en considerar simultáneamente otros objetivos válidos como el crecimiento sostenible, y otros instrumentos válidos, particularmente la política fiscal. La discusión relevante se tiene que dar entre estrategias económicas alternativas. Estrategias económicas alternativas Los países emergentes que fijan el valor del dólar son pasibles de experimentar fuertes ciclos de auge transitorio e inflación -cuando sus precios internacionales suben, la tasa de interés baja y los capitales ingresan del exterior-, seguidos por períodos de recesión y deflación -cuando sus precios internacionales bajan, la tasa de interés sube y los capitales fugan-. Enfrentados a un boom internacional, la pregunta relevante es ¿qué puede hacerse para estabilizar la inflación y evitar un auge insostenible de la actividad económica? La primera alternativa (la “monetarista”) sería abandonar el dólar fijo y buscar el control de la inflación sólo a través de un control estricto de la expansión monetaria. La política fiscal no tendría ningún papel activo, se limitaría a estabilizar un déficit fiscal “financiable y sostenible”. Las presiones inflacionarias que provienen del aumento de los precios internacionales y del ingreso de capitales serían contrarrestadas exclusivamente por el impacto deflacionario de un dólar cuyo precio cae. El problema de esta estrategia es que estabiliza los precios pero no morigera el crecimiento transitorio del consumo y la actividad económica. La apreciación cambiaria aumenta el salario real a niveles luego insostenibles, cae la rentabilidad empresaria en los sectores comerciados y la tasa de ahorro global de la economía se desploma. La segunda alternativa (la “fiscalista”) consistiría en mantener una paridad fija con el dólar pero hacer de la política fiscal (principalmente) y de la política financiera (subsidiariamente), el centro de la política macroeconómica. En lugar de déficit crónico, superávit fiscal estructural para generar mayor ahorro global y mayor crecimiento sostenible. Pero producido un shock externo favorable, sería la política fiscal la encargada de constituir superávits fiscales aún mayores para compensar el impacto sobre la demanda interna que producirían mejoras transitorias de los precios de exportación. La política financiera seria por su parte la encargada de esterilizar la mayor capacidad prestable de los bancos originada en ingresos de capitales volátiles. Por ambos caminos se evitaría que la demanda agregada y la actividad económica aumenten exagerada e insosteniblemente. Se evitaría simultáneamente que aumente la inflación, que se atrase el tipo de cambio y que disminuya la tasa de ahorro. En definitiva, el viejo e insuficiente debate entre partidarios del tipo de cambio fijo y “flotadores”, ha sido superado por una problemática cíclica compleja de los países emergentes y debe ser reemplazado por otro debate más relevante entre partidarios de una estrategia económica “monetarista” y partidarios de una estrategia económica “fiscalista”. Por supuesto que estas dos estrategias no son excluyentes y cualquier país puede utilizar una mezcla de ambas. Pero en la

práctica se observa que mientras algunos países utilizan predominantemente una estrategia “monetarista”, otros se inclinan por una estrategia predominantemente “fiscalista”. Brasil y Méjico son hoy los países que más se acercan al primer estereotipo. Los rasgos centrales de su política son déficit fiscales estructurales y estables y una dependencia exclusiva del control monetario, de las tasas de interés altas y de la apreciación cambiaria para controlar la inflación. La política fiscal se limita a estabilizar un déficit fiscal financiable, cuyo nivel es independiente de la coyuntura internacional. Así Méjico por ejemplo se ha gastado todos los ingresos extraordinarios del actual ciclo petrolero, resultando en una política expansiva del gasto público que ha puesto un peso excesivo sobre la política monetaria y la apreciación cambiaria para moderar la inflación. Chile es por otro lado el país que más se acerca al segundo estereotipo, ya que ubica la política fiscal en el centro del programa de crecimiento y estabilización económica, con un moderado superávit estructural y un superávit fiscal coyuntural del orden del 5% del PBI explicado por los ingresos extraordinarios del cobre. Puestos a elegir, ¿cuál es la mejor estrategia? Indudablemente la fiscalista, pues además de evitar el crecimiento de la inflación, evita el atraso cambiario y los crecimientos insostenibles del consumo y la actividad económica impulsados por circunstancias transitorias. Por otro lado los superávit fiscales estructurales y el consecuente tipo de cambio alto, genera una mayor tasa de ahorro que mejora el potencial de crecimiento sostenido. La evidencia internacional sugiere que los países que estabilizan genuinamente un tipo de cambio alto (como Chile y China) no tienen más inflación y crecen más que los países (como Brasil y Méjico) que recurren exageradamente a la política monetaria y al atraso cambiario. El modelo macroeconómico kirchnerista Toda esta argumentación parece darle la razón a la política de superávit fiscal y tipo de cambio alto del gobierno argentino. Pero algo está fallando, pues la inflación es substancialmente superior a la que tienen Chile y China, para poner sólo dos ejemplos. El problema es que el programa macroeconómico argentino está aplicando mal el modelo “fiscalista” y además le ha sumado elementos intervencionistas e incoherentes. En primer lugar, la política fiscal no ha tenido el comportamiento que debería haber tenido para moderar el crecimiento y estabilizar la inflación. En los primeros años se constituyó acertadamente un superávit fiscal global que alcanzó su máximo de 3.7% del PBI en 2004. Pero esa política fiscal -que contribuyó a la baja inflación del 2003 y 2004- se revirtió desde entonces y en el 2006 el superávit se redujo a alrededor de 1.3% del PBI. A medida que la economía se acercaba al límite de su capacidad productiva, el superávit fiscal debió ir en aumento, no en disminución. En segundo lugar, la política fiscal se deterioró de la peor manera, aumentando el gasto público a tasas exorbitantes (25% en el 2005 y 30% en el 2006). Como resultado, el gasto público consolidado aumentó del equivalente de 25.2% del PBI en 2004 al 28.5% del PBI en 2006. En cualquier política anticíclica que se precie de tal, el gasto público en términos del PBI debe caer en

períodos de auge cíclico, no aumentar. En tercer lugar, a una política fiscal incoherente se sumó una política salarial agresiva y digitada desde el Gobierno, que ya no existe en el mundo. A través de aumentos por decreto y paritarias apañadas desde el gobierno, los salarios formales aumentaron 26% en el 2005 y 20% en el 2006. Sin la compulsión oficial, tales aumentos no habrían ocurrido en una economía todavía afectada por un altísimo desempleo. Es evidente que los salarios pueden explicar una suba extraordinaria de precios, sea porque aumentan la demanda de bienes de consumo o porque aumentan los costos de múltiples sectores que por falta de competencia externa, pueden trasladar los mayores costos salariales a sus precios. En cuarto lugar, la evolución macroeconómica se ha desarrollado en un contexto de una creciente protección a la industria sustituidora de importaciones, lo que les ha aumentado la capacidad de trasladar a precios los aumentos de demanda y los mayores costos salariales. Conclusión En definitiva, el fracaso antiinflacionario argentino no es evidencia válida de una aparente inconsistencia intrínseca de los modelos de tipo de cambio alto. Es meramente reflejo de la ausencia de políticas adecuadas que deberían acompañar a esa política. En el mundo abundan los ejemplos de países con tipo de cambio muy depreciado (como China), que no tienen una inflación superior y además crecen más. La mejor alternativa a la política actual hubiera sido -y todavía es- una política “fiscalista” bien diseñada y sin los aditamentos de politicas salariales digitadas y cierre de la economía. La alternativa “fiscalista” bien aplicada tiene el mismo potencial de estabilizar los precios pero le suma la ventaja de no atrasar el tipo de cambio y no derrumbar la tasa de ahorro global en períodos de auge internacional. Esta discusión es académicamente muy relevante y posiblemente importante para una Argentina del futuro. Pero hoy no vale la pena alborotarse. La inflación que estamos experimentando es más una decisión política que un error técnico. Para un gobierno populista una inflación moderada y controlable no es un problema sino un instrumento para ejercer la discrecionalidad. Con una inflación del 10% se pueden administrar las decisiones para que los precios de los amigos y los salarios aumenten al 20% y los precios de los enemigos estén congelados. Además, las políticas fiscales y salariales imprudentes son instrumentos para prolongar un poco más el crecimiento “chino”, consolidar el poder del Presidente y ganar “plebiscitariamente” la reelección. Pero, ¿esto no explota? Por ahora no y ya habrá tiempo para analizar las vulnerabilidades que se están acumulando y su probable desenlace.

Iglesias: "La Argentina debe mantener la política fiscal y monetaria" El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo sostuvo que sobre esa base económica el organismo va a poder actuar "con comodidad" El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, sostuvo hoy que la Argentina debe mantener una buena política fiscal, monetaria y de tipo de cambio flexible, para que los proyectos que el organismo desarrolle en el país se den con "comodidad". "Sobre esa base económica (podemos) tener buenos proyectos con buena transparencia. Con esa onda nosotros podemos actuar con comodidad", dijo el titular del BID, al comentar el encuentro que ayer mantuvo en Washington con el presidente Néstor Kirchner. La Argentina debe "mantener una buena macroeconomía, una buena política fiscal, una buena política monetaria ortodoxa y una buena política de cambio flexible", instó Iglesias en declaraciones a Radio Uno. Iglesias advirtió que si bien "los vientos que soplan" actualmente son favorables para la Argentina y los países de América latina, "hay que tener cuidado porque pueden cambiar". "Hay que prepararse en infraestructura, prepararse para exportar más y tener la casa en orden para poder manejar cuando los vientos amainen o se vuelvan contrarios", sostuvo el jefe del BID, en declaraciones formuladas desde Washington. No obstante, consideró que "el amainamiento de los vientos no se va a dar este año, pero se va a producir en algún momento para América latina y va a haber que prepararse. Y eso es lo que están haciendo ustedes", agregó. En materia de acción social dijo que la entidad está "trabajando" en la aprobación de préstamos para programas sociales y que ve "muy bien la forma" en que se están encarando los planes. Crisis energética Al solicitársele que haga una lectura de la crisis energética argentina, dijo que "lo más importante (que ocurrió) es un desfasamiento entre la fuertísima demanda que supone el crecimiento económico y los servicios públicos", con el nivel de oferta de las empresas petroleras y eléctricas. "La Argentina está creciendo muy vigorosamente y eso pone en tensión los servicios de infraestructura pública. Más tarde o más temprano esto se va a presentar en la medida que

van a tener que hacer grandes inversiones para atender a la demanda que va a surgir ante el crecimiento económico", recalcó el titular del BID. Fuente: Télam

Argentina: Apuntes sobre la política monetaria   Feb-19-07 - por Miguel Ángel Broda

"El Gobierno está convencido de que un "superdólar" ayuda a evitar crisis externas (lo cual es cierto), proteger el valor agregado local (también cierto) y estimular el crecimiento de largo plazo (punto muy cuestionado)"

Esta columna no persigue otro objetivo que realizar un modesto aporte a la discusión en torno de la actual política monetaria del Banco Central de la República Argentina (BCRA), intentando echar alguna luz sobre la calificación de dicha política y dar así respuesta a la afirmación de "la política monetaria no es acomodaticia, sino de un estricto control de los agregados monetarios", vertida por el gerente general del BCRA en su nota en LA NACION del 4 del corriente. Como marco para el análisis conviene recordar que el eje fundamental del modelo vigente es el mantenimiento de un alto tipo de cambio. Sucede que el Gobierno está convencido de que un "superdólar" ayuda a evitar crisis externas (lo cual es cierto), proteger el valor agregado local (también cierto) y estimular el crecimiento de largo plazo (punto muy cuestionado). La tarea de sostener el dólar recae casi exclusivamente en el BCRA ya que el Tesoro cada vez ayuda menos. El otro aspecto central es que luego de la salida de la convertibilidad el Banco Central volvió a ganar autonomía en el manejo de la política monetaria. A pesar de la necesidad de emitir una gran cantidad de pesos para comprar el exceso de oferta de dólares, el BCRA puede esterilizar (al menos parcialmente) el aluvión monetario. De esta forma, recupera la

capacidad de regular la cantidad de dinero y adquiere autonomía monetaria, lo cual es crucial para poder afectar la demanda agregada y suavizar el ciclo económico. El Central argumenta que su política monetaria es prudente porque ha logrado una desaceleración en el agregado monetario M2 (meta del programa monetario) y avanza hacia la neutralidad en las tasas reales de interés. Sin embargo, para juzgar el sesgo de la política monetaria (o cómo ésta afecta la demanda agregada y la inflación) es necesario hacer varias aclaraciones para no incurrir en confusiones: 1) La política monetaria debe evaluarse en función de sus resultados. Según su Carta Orgánica, la misión primaria y fundamental del BCRA es preservar el valor de la moneda. Con una inflación "verdadera" en torno del 13/14% (medida a través del IPC libre, los precios implícitos del PBI y de la demanda doméstica, etc) cuesta creerle al ente rector que esté siguiendo una política de estricto control monetario. Para el Central "un estricto control monetario" consiste en cumplir con las metas (intermedias) de agregados monetarios que el mismo definió y se autoimpuso (base monetaria y luego M2). Pero en realidad la calidad de la política monetaria debería evaluarse en función del logro de su fin último que no es otro que el que postula su propia Carta Orgánica. 2) La política monetaria debe evaluarse en función del momento del ciclo en el cual se encuentra la economía y en relación con las otras políticas que afectan el gasto agregado. Por ejemplo, la política monetaria expansiva fue acertada durante 2003-2005. En aquel entonces fue posible estimular la demanda agregada sin consecuencias inflacionarias, dada la alta capacidad ociosa de la economía y la fuerte monetización. Pero a partir de mediados de 2005, la situación cambió. La demanda impulsada por políticas expansivas comenzó a crecer a un ritmo más fuerte del que podía responder la oferta y generó presiones inflacionarias (la inflación saltó así del 6,1% al 12,3% de 2004 a 2005). En esta parte del ciclo, la política monetaria expansiva dejó de ser acertada. Más aún, lo prudente hubiera sido intentar compensar los efectos expansivos de las políticas fiscal y de ingresos sobre la demanda agregada. En realidad, si se toma en cuenta el ciclo, un M2 creciendo al 24,8% en 2005 podría considerarse más expansivo (sobre el gasto agregado) que un M2 creciendo al 36% en 2003. 3) El sesgo de la política monetaria debe medirse y medirse bien. Mirando sólo el comportamiento de M2 y sus metas no se puede saber si la política monetaria es acomodaticia o no. El BCRA considera que el agregado más adecuado para evaluar el sesgo de la política monetaria es el M2 porque éste presenta, según sus estudios, una mayor relación de largo plazo con los precios que otros agregados. Pero la evidencia empírica no es concluyente respecto de cuál es el agregado monetario que más afecta el gasto agregado. Más aún, en el resto del mundo ya ni siquiera se utilizan metas cuantitativas de agregados monetarios. Por las limitaciones existentes y la dificultad de conocer los canales por los cuales la política monetaria afecta el gasto agregado en una economía como la argentina que ha sufrido profundos cambios estructurales, resulta aconsejable monitorear un conjunto de variables para calificar a la política monetaria. El M3 (M2 + depósitos a plazo en pesos) no muestra desaceleración alguna (sigue expandiéndose al 22/24%); el crédito al sector privado estalló (creció 41,4% en 2006 vs 35,9% en 2005) y, por último, la tasa de interés Badlar real (deflactada ya sea por el IPC libre o implícitos del PBI) se mantiene en un

terreno negativo, en torno de -3,7% anual. Todos estos indicadores no brindan la sensación de un "estricto control monetario". 4) El M2 tal como lo define el BCRA tiene un problema adicional: es pasible de ser objeto de "contabilidad creativa". El agregado M2 -circulante, depósitos a la vista y en caja de ahorro del sector público y privado- mostró en 2006 una desaceleración en su ritmo de crecimiento (19% en 2006 vs 24,8% en 2005). Pero una buena parte de esa moderación no es genuina: a) un mero traspaso de fondos públicos de la Anses desde depósitos transaccionales a colocaciones a plazo redujo M2 (y elevó M3), pero esto no refleja una mayor prudencia del BCRA en el manejo de la política monetaria; b) el cambio en los encajes que incentivó la migración desde depósitos transaccionales hacia depósitos a plazo (que también redujo el M2 y elevó M3) no puede interpretarse como un auténtico esfuerzo del BCRA por moderar su política monetaria. La desaceleración del IPC (12,3% en 2005 vs 9,8% en 2006) obedece al comportamiento de algunos rubros puntuales producto de la imposición de controles, subsidios y retenciones. Pero la "verdadera" inflación se mantiene alta: ronda el 13/14% anual. Ello muestra que el tan publicitado "cambio de sesgo en la política monetaria" hacia una mayor prudencia a partir de 2005 no ha sucedido o fue insuficiente para lograr el objetivo primordial del BCRA. La realidad es que la tasa crecimiento de los agregados monetarios, la expansión del crédito y las bajas tasas de interés lucen como un "cóctel" monetario expansivo para el momento actual del ciclo. La economía necesita que se modere el estímulo a la demanda y que se suavice el ciclo para maximizar el crecimiento y empleo de largo plazo. La política monetaria no está contribuyendo a ello.