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Poemas de Jorge Artel Poema sin odios ni temores Negro de los candombes argentinos, bantú, cuya sombra colonial se espar

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Poemas de Jorge Artel Poema sin odios ni temores Negro de los candombes argentinos, bantú, cuya sombra colonial se esparce quién sabe en cuáles socavones del recuerdo. —¿Qué se hicieron los barrios del tamboor?—. Aunque muchos te ignoren yo sé que vives, y despierto cantas aún las tonadas nativas, ocultas en los ritmos disfrazados de blanco. Negro del Brasil, heredero de antiquísimas culturas, arquitecto de músicas, en el sortilegio de las macumbas surge la patria integral, robustecida por tus alegrías y tus lágrimas. Negro de las Antillas, de Panamá, de Colombia, de México, de todos los surlitorales, —dondequiera que estés, no importa que seas nieto de chibchas, españoles, caribes o tarascos— si algunos se convierten en los tránsfugas, si algunos se evaden de su humano destino, nosotros tenemos que encontrarnos, intuir, en la vibración de nuestro pecho, la única emoción ancha y profunda, definitiva y eterna: somos una conciencia en América. Porque solo nuestra sangre es leal a su memoria. Ni se falsifica ni se arredra ante quienes nos denigran o, simplemente, nos niegan. Esos que no se saben indios, o que no desean saberse indios. Esos que no se saben negros, o que no desean saberse negros. Los que viven traicionando su mestizo, al mulato que llevan —negreros de sí mismos— proscrito en las entrañas, envilecido por dentro. Muros impertérritos nos han traducido a piedra,

como un eterno testimonio; su victoriosa voz prolonga, bajo la acústica de los siglos, nuestra feraz presencia. A través de nosotros hablan innumerables pueblos, islas y continentes, puertos iluminados de pájaros y canciones extrañas, cuyos soles mordieron para siempre el alma de los conquistadores cuando un mundo amanecía en Guanahaní. Y, óigase bien, quiero decirlo recio y alto. Quiero que esta verdad traspase el monte, la cumbre, el mar, el llano: ¡no hay tal abuelo ario! El pariente español que otros exaltan —conquistador, encomendero, inquisidor, pirata, clérigo— nos trajo con la cruz y el hierro, también, sangre de África. Era, en realidad un mestizo, ¡como todos los hombres y las razas! ¡Un mestizo igual a su monarca, al de Inglaterra o el Congo, a Felipe Tomás Cortina! Y aquellos que se escudan tras los follajes del árbol genealógico, deberían mirarse al rostro —los cabellos, la nariz, los labios— o mirar aún mucho más lejos: hacia sus palmares interiores, donde una estampa nocturna, irónica, vigila desde el subfondo de las brumas… Nuestro dolor es la fuente de nuestras propias ansias. Nuestra voz está unida, por su esencia, a la voz del pasado,

trasunto de ecos donde sonoros abismos pusieron su profundidad, y el tiempo sus distancias. No lleva nuestro verso cascabeles de clown, ni —acróbata turístico— plasma piruetas en el circo para solaz de los blancos. En su pequeño mar no huyen los abuelos fugándose en la sombra, cobardes, obnubilados por un sol imaginario. ¡Ellos están presentes, se empinan para vernos, gritan, claman, lloran, cantan, quemándose en su luz igual que en una llama! Negros de nuestro mundo, los que no enajenaron la consigna, ni han trastocado la bandera, este es el evangelio: ¡somos —sin odios ni temores— una conciencia en América! El líder negro ¡El pueblo te quiere a ti, Diego Luí, el pueblo te quiere a ti! Con too y que ere bien negro ya lo blanco te respetan porque dices la verdá, y se quitan el sombrero cuando te miran pasá. ¡El pueblo te quiere a ti, Diego Luí, el pueblo te quiere a ti! Primero de concejero en el cabildo liberá, más tarde de diputao y en el congreso hoy está. ¡El pueblo te quiere a ti, Diego Luí,

el pueblo te quiere a ti! Sabemos en esta tierra cómo vales de verdá. Tú eres ya nuestra bandera, despué de ti, naide má. Tú ere el grito y la sangre de lo que estamo abajo, de lo que tenemo hambre y no tenemo trabajo, de lo que en la huelga sufren la bayoneta calá, de lo que en la eleccione son lo que luchan má, ¡pa que despué lo jobviden, y ni trabajo ni na! ¡El pueblo te quiere a ti, Diego Luí, el pueblo te quiere a ti!

La ruta dolorosa Hombre de los crepúsculos flotantes, —cálidas islas de alcohol y de tabaco— navegante en océanos de plomo sobre rutas de espanto, en cuyo linde azul unió el destino la canción con el látigo, y donde un gran dolor madura como ron alquitranado; hombre del litoral, mi luminoso litoral Atlántico. ¿En qué salto de la sangre tú y yo nos encontramos o en qué canción yoruba nos mecimos juntos, como dos hermanos? Lo sabrán los mástiles remotos de la galera que nos trajo, el Congo impenetrable donde nuestros abuelos transitaron. O el duro sol partido en días contra el Níger milenario y aquellos híspidos bambúes

junto a los cuales descifrábamos la ruda lección del viento y el itinerario de los pájaros; el Senegal sonoro, sin bandera y sin amo, estremecido por la demoníaca presencia del hombre blanco. ¿No escuchas cimbreantes sicomoros creciéndome en la voz; no miras en mis plantas el cansancio de infinitas arenas atándome los pasos?

ni su muerte en los pantanos. Este sol que ahora baña los campos de la tierra se le niega a otros hombres en el hogar de América… Y sin embargo, un hierro idéntico eslabona aquel dolor de siglos que asciende a nuestros labios. Poemas de Langston Hughes

En la reminiscencia de una lágrima residen nuestros dolores heredados.

I, Too I, too, sing America.

¿No ves en mis palabras el tatuaje del látigo, no intuyes las cadenas y los tambores lejanos?

I am the darker brother. They send me to eat in the kitchen When company comes, But I laugh, And eat well, And grow strong.

Toma tu canción y sígueme con su latido entre los labios, trasmutada la cruz en el acento de un grito liberado. El mismo hierro Este sol que ahora baña los campos de la tierra se le niega a otros hombres en el hogar de América. Los recuerdo, silenciosos, bajo la resignada indiferencia, en el waiting room, en los viajes, con sus pequeños hijos cuyos ojos estrenan venenos de tristeza…

Tomorrow, I’ll be at the table When company comes. Nobody’ll dare Say to me, “Eat in the kitchen,” Then. Besides, They’ll see how beautiful I am And be ashamedI, too, am America. “Ku Klux”

Una mujer blanca los arrastraría al cadalso si ellos la miraran.

They took me out To some lonesome place. They said, “Do you believe In the great white race?”

He visto perseguirlos como fieras, lincharlos, sin que importe su afiebrada queja

I said, “Mister, To tell you the truth, I’d believe in anything

If you’d just turn me loose.” The white man said, “Boy, Can it be You’re a-standin’ there A-ssasin’ me?” They hit me in the head And knocked me down. And then they kicked me On the ground. A klansman said, “Nigger, Look me in the face— And tell me you believe in The great white race Open Letter to the South White workers of the South Miners, Farmers, Mechanics, Mill Hands, Shop girls, Railway men, Servants, Tobacco workers, Sharecroppers, GREETINGS! I am the black worker, Listen: That the land might be ours, And the mines and the factories and the office towers At Harlan, Richmond, Gastonia, Atlanta, New Orleans; That the plants and the roads and the tools of power Be ours: Let us forget what Booker T. said, "Separate as the fingers." Let us become instead, you and I, One single hand That can united rise To smash the old dead dogmas of the past-

To kill the lies of color That keep the rich enthroned And drive us to the time-clock and the plow Helpless, stupid, scattered, and alone-as nowRace against race, Because one is black, Another white of face. Let us new lessons learn, All workers, New life-ways make, One union form: Until the future burns out Every past mistake Let us together, say: "You are my brother, black or white, You my sister-now-today!" For me, no more, the great migration to the North. Instead: migration into force and powerTuskegee with a new flag on the tower! on every lynching tree, a poster crying FREE Because, O poor white workers, You have linked your hands with me. We did not know that we were brothers. Now we know! out of that brotherhood Let power grow! We did not know That we were strong. Now we see In union lies our strength. Let unions be The force that breaks the time-clock, Smashes misery, Takes land, Takes factories, Takes office towers, Takes tools and banks and mines. Railroads, ships and dams, Until the forces of the world Are ours! White worker, Here is my hand.

Today, We're Man to Man.

Poema de Jenny de la Torre Córdoba Mi negritud

Gods The ivory gods, And the ebony gods, And the gods of diamond and jade, Sit silently on their temple shelves While the people Are afraid. Yet the ivory gods, And the ebony gods, And the gods of diamond-jade, Are only silly puppet gods That the people themselves Have made. I Dream A World I dream a world where man No other man will scorn, Where love will bless the earth And peace its paths adorn I dream a world where all Will know sweet freedom's way, Where greed no longer saps the soul Nor avarice blights our day. A world I dream where black or white, Whatever race you be, Will share the bounties of the earth And every man is free, Where wretchedness will hang its head And joy, like a pearl, Attends the needs of all mankindOf such I dream, my world!

Hoy 27 de agosto, del año 2008, desde Madrid, en honor a los quince años de la expedición de la Ley de negritudes de Colombia (Ley 70 de 1993). Mi negritud es de un rojo acrisolado. Camina desnuda por mi cuerpo de ébano. Se pasea con sombrero de ala y zapatos de tacón alto. Mi negritud es blanca como la pureza. Añeja como el buen vino y astuta como la comadreja. Mi negritud no se doblega, impetuosa como un huracán, insiste y penetra, no deja espacio para la pena. Mi negritud es un mar azul verdoso, su red de marfil ata mi pasado, me invade, no me deja ser. Mi negritud es huérfana. Sin casa, sin vecinos, sin amigos. La sacaron de paseo y no la regresaron. Mi negritud se viste de coral y seda. Toca tambor, danza ante la diosa. Exige redención de ese holocausto que le arrancó el corazón. Mi negritud perdona y ama.

My People Poema de Solmery Cásseres Estrada The night is beautiful, So the faces of my people. The stars are beautiful, So the eyes of my people. Beautiful, also, is the sun. Beautiful, also, are the souls of my people.

Soy negra Ahora me llaman morena cuando negra soy yo, negro es Jesucristo y negra es mi generación. ¿Por qué lloráis mi niña?

Mamá, mañana no iré a la escuela porque me dicen negrita. No te preocupáis mija que negra soy yo, negro es Jesucristo y negra es mi generación. Así es mi mamá, qué feliz soy yo, soy una negra linda, que viva mi generación. En África toitica las muñecas son negras como vos desde que caen en el vientre de la mamá hasta que se le lleva pa’ el cielo Papa Dios. ¡Qué hermosa es tu negrura!, brilla como el sol, vos sed una negra preciosa de cuerpo, diosa de cabello negro apretao y de labios rojos como los pétalos de las rosas. Poema de Sobeida Delgado Mina Negra soy Aunque me rigan calba, negra fea y ñata, de pelo prieto y duro como un coco, negra soy, y así me quiero yo. Que me arremeran porque yo no se hablá, que me burlan, porque no se caminá, negra soy y no me cambio mi color. Y oigan bien… Dios hizo al carbón mineral, el oro, la plata y las piedras preciosas, y también llegó hacé a una negra como yo, que cuando sale la aurora, no deja de brillá su color. Colorcito bonitico

y que llama la atención, que las reinas y las modelos persiguen con gran fervor, acercándose hacia el sol pa’ quemarse como yo. Y con toras esas cosas, siguen oriando mi color; pero pa’ lavar su ropa, cocinarles y plancharles; estar pendiente, del cuidado y crianza de sus hijos, buscan siempre, a una negra como yo, por bonita, hacendosa y por muy inteligente.

Bibliografía Artel, Jorge. Tambores en la noche. Bogotá: Ministerio de Cultura, 2010. Hughes, Langston. The collected Works of Langston Hugues. Columbia: University Missouri Press, 2001. Ocampo, Alfredo y Cuesta Giomar (comp). Antología de mujeres poetas afrocolombianas. Bogotá: Ministerio de Cultura, 2010.