PATERSON - WILLIAM CARLOS WILLIAMS

paterson William Carlos Williams :orgullo local; primavera, verano, otoño y el mar; una confesión; un canasto; una colu

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paterson William Carlos Williams

:orgullo local; primavera, verano, otoño y el mar; una confesión; un canasto; una columna; una respuesta al griego y al latín con las manos vacías; una reunión; una celebración; en términos claros; por multiplicación una reducción a uno; desafiante; una caída; las nubes resueltas en una esclusa arenosa; una pausa impuesta; difícil de asignar ; una identificación y un plan de acción para reemplazar un plan de acción; un tensar la cuerda; una dispersión y una metamorfosis.

Prefacio “El rigor de la belleza es la búsqueda. Pero ¿cómo encontraremos la belleza si está encerrada en la mente más allá de cualquier protesta?” Comenzar por los detalles y hacerlos generales, acumulando el total por medios deficientes— Solo un perro entre otros perros olfateando los árboles. ¿Qué más hay? ¿Y qué más hay que hacer? El resto se fue corriendo— tras los conejos. Solo queda el rengo—

en tres patas. Escarba adelante y atrás. Engaña y come. Desentierra un hueso mohoso. Porque seguramente el principio es el final—ya que no conocemos nada, lisa y llanamente, más allá de nuestras propias complejidades. Aun así, no hay retorno: surgiendo del caos, una maravilla de nueve meses, la ciudad el hombre, una identidad —no puede ser de otro modo— una interpenetración en ambos sentidos. ¡Amontonándose! anverso, reverso; el borracho y el sobrio; el ilustre el bruto; uno. Un cierto conocimiento en la ignorancia y conocimiento —concentrado—, su propia corrupción.             (La semilla múltiple, atiborra de detalles, agria, se pierde en el flujo y la mente, distraída, flota a la deriva en la misma escoria) Amontonándose, amontonándose llena de números.             Es el sol ignorante saliendo en el horario de soles huecos ya salidos, de manera que nunca ningún hombre en este mundo vivirá bien en su cuerpo salvo cuando muera —y sin saber que se está muriendo; pero ése es el designio. Por eso se renueva en la suma y resta, subiendo y bajando.

            y el oficio, subvertido por el pensamiento, amontonándose, le permite estar atento para que no se incline a escribir nada más poemas banales . . . Mentes como camas siempre en orden,             (más heladas que una costa) desganadas o incapaces.             Llegando, sube baja, avanza y retrocede, un gran ruido: elevado como aire, embarcado, multicolor, una estela de mares — desde las matemáticas  a los detalles—             Divididas como el rocío, brumas flotantes, que se convertirán en lluvia y se reunirán en un río que fluye y abarca:             caracoles y microorganismos en general y lo mismo para el hombre,             para  Paterson.

Libro 1 Los delineamientos de los Gigantes  I Paterson descansa en el valle debajo de las cataratas Passaic sus aguas agotadas delineando su espalda. Situado a su derecha, la cabeza cerca del tronar de las aguas ¡llenando sus sueños! Eternamente dormido, sus sueños caminan por la ciudad donde permanece ignorado. Las mariposas se posan en su oreja de piedra.

Inmortal, ni se mueve ni despierta y rara vez es visto, aunque respira y las sutilezas de sus maquinaciones obtienen su sustancia del ruido del río que fluye dando vida a mil autómatas. Quienes como ignoran sus fuentes y las bases de sus decepciones, salen de sus cuerpos, mayormente sin rumbo, encerrados y olvidados en sus deseos— sin emoción. —Dilo, no hay ideas sino en las cosas— nada más que las fachadas blancas de las casas y los árboles cilíndricos doblados, divididos por accidente y preconceptos— partidos, combados, arrugados, moteados, manchados— secretos— ¡hacia el cuerpo de la luz! Desde arriba, más alto que los capiteles, más alto incluso que las torres de oficina, desde campos cenagosos abandonados en grises filones de pasto muerto, zumaque negro, maleza marchita, barro y matorrales mezclados con hojas muertas— el río fluye sobre la ciudad y se abre camino desde el borde del barranco bajo un golpe de rocío y brumas de arcoíris— (¿Qué lenguaje común descifrar? .     .    registrado en líneas rectas desde aquella saliente del canto de una roca). Un hombre como una ciudad y una mujer como una flor —enamorados. Dos mujeres. Tres mujeres. Innumerables mujeres, cada una como una flor. Pero solo un hombre—como una ciudad.     Con respecto a los poemas que te he dejado; ¿serías tan amable de devolvérmelos a mi nueva dirección? Y no te tomes el trabajo de comentarlos si te resulta incómodo— porque lo que motivó mi llamado y mi visita fue la situación humana y no la literaria. 

Además, me reconozco más como mujer que como poeta; y me estoy  menos concernido por los editores que por… la vida… Pero ellos iniciaron una investigación… y mis puertas están cerradas para siempre (espero que para siempre) a todos los trabajadores sociales, los bienhechores profesionales y gente por el estilo. Agitados como las aguas al acercarse a la orilla, sus pensamientos se entrelazan, repelen y debilitan allí abajo, se elevan obstruidos por las rocas y giran pero siempre tiran hacia delante — o chocan contra un remolino y se enredan, señalados por una hoja o la espesa espuma, pareciendo olvidar. Más tarde retoman la marcha y son reemplazados por hordas sucesivas que empujan hacia delante — con su ligereza se unen ahora, lisos como el vidrio, serenos o al parecer serenos ya que al final se lanzan a una conclusión y ¡caen, caen al aire! como si flotaran, lazos liberados de su peso, divididos; aturdidos, ebrios por la catástrofe de la caída flotando sin sostén para golpearse contra las rocas; contra un trueno como si los hubiera partido un rayo Perdida toda ingravidez, el peso es recuperado en la repulsa, la furia de la huida los lleva a rebotar contra los que vienen después— siguiendo la corriente de todos modos, ellos retoman su curso, el aire lleno de confusión y de espuma connotativos del mismo aire, coetáneo, llenando el vacío. Y allí, ante él se extiende el monte. El Parque es su cabeza, tallada, por encima de las Cataratas, junto al manso

río; Cristales de colores, el secreto de esas rocas; granjas y estanques, el laurel y el austero cactus salvaje de flores amarillas . . . frente a él, su brazo sosteniéndola, en el Valle de las Rocas, dormida. Perlas en sus tobillos, su monstruoso cabello adornado con flores de manzano se desparrama sobre la tierra remota, reavivando sus sueños —allí donde los ciervos corren y los nidos de los patos joyuyos protegiendo su imponente plumaje. En febrero 1857, David Hower, un zapatero pobre con una familia numerosa, sin trabajo ni dinero, recogió una gran cantidad de almejas en Notch Brook, cerca de la ciudad de Paterson. Al comerlas encontró gran cantidad de sustancias duras. Al principio las tiró, pero finalmente las entregó a un joyero que le dio entre veinticinco y treinta dólares por el lote. Luego encontró más. Una perla de fino brillo fue vendida a Tiffany por u$s 900 y más tarde a la emperatriz Eugenia for u$s 2000, conocida posteriormente como la «Perla Reina», la mejor de su clase en el mundo hasta el día de hoy. La noticia de esta venta provocó tal alboroto que se lanzaron a la búsqueda de perlas a lo largo del país. Los Unios (almejas) de Notch Brook y de otros lugares fueron recolectados por millares y destruidos, a menudo, con poco o ningún resultado. Una perla grande y redonda, que pesaba más de 400 gramos, que hubiera sido la más fina perla de todos los tiempos, se arruinó al hervir la almeja para abrirla. Dos veces al mes, Paterson recibe comunicados del Papa y de Jacques Barzun (Isocrates). Sus trabajos fueron traducidos al francés y al portugués. Y los empleados de la oficina de correos despegan las estampillas raras de los paquetes y las roban para los álbumes de sus hijos. ¡Dilo! No hay ideas sino en las cosas. El señor Paterson se ha ido a descansar y escribir. Uno puede ver sus pensamientos sentados y parados en el autobús. Sus pensamientos se bajan y se dispersan —

¿Quiénes son estas personas (qué complicada matemática) entre las que me veo en la vidriera regularmente ordenada de sus pensamientos, brillando frente a zapatos y bicicletas? Andan incomunicados, la ecuación no tiene solución, aunque su sentido es claro —que ellos pueden vivir el pensamiento de él está asentado en la guía telefónica— Y por derivación, hacia las Grandes Cataratas, ¡al carajo! ¡el gigante ataca! La buena Muncie*, también ¡Buscaban lo milagroso!    Un caballero del Ejército Revolucionario, al describir las cataratas, describe otra curiosidad natural de la comunidad: A la tarde nos invitaron a visitar otra curiosidad del vecindario. Se trata de un monstruo con forma humana, tiene veintisiete años, su cara mide desde la parte superior de su frente hasta el mentón veintisiete pulgadas, y el contorno superior de su cabeza es de veintiuna pulgadas; sus ojos y su nariz son notablemente grandes y prominentes, mentón alargado y puntiagudo. Sus rasgos son toscos, irregulares y  desagradables, su voz es áspera y estridente. Su cuerpo tiene veintisiete pulgadas de altura, sus miembros son pequeños y bastante deformes, y solo puede usar una de sus manos. Nunca pudo sentarse derecho, ya que no puede aguantar el enorme peso de su cabeza; permanece continuamente en una cuna enorme, con la cabeza sostenida por almohadas. Una gran cantidad de gente lo visita, y le agrada la compañía de los clérigos en particular, siempre pregunta por ellos entre sus visitantes y le gusta mucho recibir educación religiosa. El General Washington lo visitó, y le preguntó «si era Liberal o Conservador». Él respondió que nunca había participado activamente en ninguno de los partidos. ¡Un prodigio! ¡Un prodigio!    De las diez casas que descubrió Hamilton cuando vio (¡las cataratas!) cuya opinión se reservó, a mediados del siglo —las fábricas habían desarrollado una población heterogénea. En 1870 había 20711 nativos, que de hecho incluían niños de padres extranjeros; 12868 extranjeros, de los cuales 237 eran

franceses, 1420 alemanes, 3343 ingleses— (el señor Lambert entre ellos, que más adelante construyó el castillo), 5124 irlandeses, 879 escoceses, 1460 holandeses y 170 suizos— ¡Las Furias insultan alrededor de las aguas que caen! La violencia se concentra, girando en sus cabezas provocándolas:    El twaalft o lubina estriada también abundaban, e incluso el esturión de considerable tamaño era pescado con frecuencia: —El domingo 31 de agosto de 1817 capturaron uno de siete pies y seis pulgadas de largo, que pesaba 126 libras cerca del cauce de las cataratas. Fue apedreado por los niños hasta quedar exhausto, hasta que uno de ellos, John Winters, se lanzó al agua y se subió a la lomo del enorme pez, mientras otro lo agarraba del cogote y las agallas, y lo arrastró hasta la costa. El Bergen Express y el Paterson Advertiser del miércoles 3 de septiembre de 1817, dedicaron media columna relatando el incidente, bajo el titular, «El Monstruo Capturado». ¡Comienzan! Las perfecciones se agudizan La flor despliega sus pétalos coloridos abiertos  al sol Pero la lengua de la abeja falla Vuelven a hundirse en la greda gritando —puedes decir que es un grito que sube por ellas, un escalofrío mientras se marchitan y desparecen: El matrimonio tiene consecuencias estremecedoras Gritar o conformarse con una satisfacción menor: unos pocos van a la Costa sin ganancia— Les falla el lenguaje mueren también incomunicados.

El lenguaje, el lenguaje los traiciona No saben las palabras o no tienen el coraje de usarlas —chicas de familias venidas a menos y llevadas a los montes: sin palabras. Pueden observar el torrente en sus mentes y les resulta ajeno. . Dan la espalda y se marean—¡pero se recuperan!   La vida es dulce dicen:  ¡el lenguaje! —el lenguaje divorciado de sus mentes, el lenguaje . . ¡el lenguaje! Si no era belleza, era una extrañeza y una audaz asociación de vida salvaje y vida culta que crecieron juntas en las Ramapos: dos fases. En las colinas, donde la trucha común se deslizaba entre las piedras a poca profundidad, Ringwood —donde había estado la granja Ryerson— entre sus prados aterciopelados, rodeadas de árboles: el nogal blanco, el olmo, el olmo blanco, el castaño y la haya, los abedules, el tupelo, el liquidámbar, el cerezo silvestre y el arándano con su fruto pendiente. Mientras las cabañas de los herreros se amontonaban en el bosque, los fogoneros, los que hornean la cal —ocultos para el hermoso Ringwood— donde el General Washington, embelleciendo cualquier poema llegado desde Pompton:  un descanso luego de la ejecución del traidor para estar tranquilos —armando los eslabones de la gran cadena a través de Hudson en West Point. La violencia estalló en Tennessee, la masacre de los indios, ahorcamientos y exilio —esperando, parados en el cadalso, sesenta de ellos. Los Tuscorora, forzados a abandonar su tierra, las Seis Naciones los invitaron a unirse a ellas en el norte de Nueva York. Los hombres iban al frente, pero algunas mujeres y rezagados no llegaron más allá del angosto valle cercano a Suffern. Se fueron a las montañas donde se les unieron los desertores hessianos del ejército británico; entre ellos, un grupo de albinos, esclavos negros que habían huido, y un montón de mujeres y sus niños liberados en Nueva York después de que

los ingleses fueran obligados a retirarse. Allá, las tenían en la penitenciaría — un hombre llamado Jackson, contratado por el gobierno inglés para proveer de mujeres a los soldados norteamericanos, las levantó de Liverpool y otros lugares. La mezcla se extendió por el bosque y fueron llamadas las blancas de Jackson por el  general. (También hubo algunas negras, mezcladas, negras de las Antillas, una carga que reemplazó a las blancas que se perdieron cuando su barco, uno de los seis provenientes de Inglaterra,  que se hundió en una tormenta en el mar. Debía compensarlo de algún modo y éste era el más rápido y económico). La región se llamó Nueva Barbados. Cromwell, a mediados del siglo diecisiete, embarcó unas miles de mujeres irlandesas y niños hacia Barbados para ser vendidas como esclavas. Obligadas por sus propietarios a acoplarse con los otros, estas desdichadas fueron sucedidas por algunas generaciones de negros y mulatos que hablaban irlandés. Y hoy día se dice comúnmente que los nativos de Barbados hablan con acento irlandés. Recuerdo una fotografía del Geographic, las 9 mujeres de algún jefe africano, semidesnudas sentadas en un tronco, se supone un tronco oficial, cabezas a la izquierda: Primero inmóvil la más joven y reciente, derecha, una reina orgullosa, consciente de su poder, tapada de barro, su cabello monumental cayendo sobre las cejas —contraídas con violencia. Detrás de ella, apretadas en una escala descendiente de frescura se tensaban las otras y después  .  . la última, la primera esposa, ¡presentes! aguantando todo el resto que crece desde ella —cuyos ojos están  intranquilos serios, amenazantes—pero inmutable; pechos caídos por el uso excesivo  .   .

Mientras que los pechos turgentes de aquella otra, tensos, cargados de presiones no liberadas y expresando una pasión evidente. No es que los relámpagos no atraviesen el misterio de un hombre de punta a punta —y en el medio, no importa cuánto tenga de jefe, sino sobre todo por eso— para destruirlo en su casa .  .  Femenina, una vaga sonrisa, libre, flotando como una paloma después de un largo vuelo hasta su nido. La señora Sarah Cumming, consorte del reverendo Hopper Cumming, de Newark, era hija del difunto señor John Emmons, de Portland,  en el distrito de Maine… Llevaba dos meses de casada, y fue bendecida con la perspectiva favorable de una infrecuente participación en la felicidad y utilidad Temporal en la esfera que la Providencia le había asignado; pero, oh, qué incierta es la continuidad de todo goce terrenal. El sábado 20 de junio de 1812, el reverendo Hopper Cumming viajó con su esposa a Paterson para brindar sus servicios como presbítero en una necesitada comunidad de ese lugar al día siguiente. . . . El lunes por la mañana fue con su amada compañera a las cataratas Passaic para mostrárselas así como el bello, salvaje y romántico paisaje a su alrededor, — sin esperar demasiado por el solemne evento que seguía. Habiendo subido el tramo de escalones (los Cien Escalones), el señor y la señora Cumming caminaron sobre la firme saliente pegada a la catarata, encantados con el maravilloso panorama, e  hicieron varios comentarios sobre la estupenda obra de la naturaleza que los rodeaba.  Al final se instalaron al borde de una sólida roca que pendía sobre la cuenca, a seis u ocho varas del torrente, donde miles habían permanecido antes, y desde donde la vista de las sublimes curiosidades del lugar es magnífica. Luego de que disfrutaran del lujo del paisaje durante un tiempo considerable, el señor Cumming dijo: “Querida, creo que llegó la hora de regresar a  casa”; y al mismo tiempo, se dio vuelta para indicar el camino. Instantáneamente escuchó la voz de auxilio,

y miró hacia atrás, y ¡su esposa no estaba! Podemos imaginar lo que sintió el señor Cumming en una ocasión tan desesperada, hasta algún punto, pero no podemos describirlo. Estaba al borde de la locura, y sin saber lo que hacía, se habría lanzado al abismo, si providencialmente no hubiese estado presente un joven en las cercanías, que corrió de inmediato hacia él, como un ángel guardián, y previno que llevara a cabo sus intenciones, que su estado de ánimo en ese momento no podría haber evitado. El joven lo alejó del precipicio, llevándolo a suelo firme debajo de las escaleras. El señor Cumming intentó zafar de las manos de su protector, y corrió violentamente para saltar en la corriente mortal. No obstante, su joven amigo, volvió a retenerlo una vez más. . . . La búsqueda del cuerpo de la señora Cumming comenzó de inmediato y, diligentemente, continuó a lo largo del día;  pero sin éxito. A la mañana siguiente, sus restos mortales fueron encontrados a una profundidad de 42 pies, y ese mismo día fue trasladada a Newark. Un falso lenguaje (1) . Uno verdadero. Un falso lenguaje vertiéndose— un lenguaje (incomprendido) vertiéndose (malinterpretado) sin dignidad, sin ministerio, estrellándose contra un oído de piedra. Al menos se adaptó para ella. En efecto, también Patch. Se convirtió en héroe nacional en el ’28, ’29 y recorrió el país lanzándose desde precipicios y torres, rocas y puentes —para demostrar su tesis: Algunas cosas se pueden hacer tan bien como otras. LA GRRRRAN HISTORIA  de aquel viejo patriota de Jersey     ¡N. F. PATERSON! (N de Noé; F de Faitoute (2) ;  P de breve) “El Relámpago de Jersey” para los niños. Hasta ahora todo había salido bien. La polea y las sogas fueron fuertemente atadas a cada lado del barranco, y todo estaba listo para colocar el rudimentario puente en su lugar. Era una estructura de madera, cubierta con tablas a ambos lados, y con un techo.  Eran casi las dos de la tarde y una gran multitud se había reunido— una gran multitud para aquellos tiempos en que la ciudad era de solo unos cuatro mil— para ver como colocaban el puente en su lugar.

Ese día fue un gran día para el viejo Paterson. Al ser sábado, las fábricas estaban cerradas, lo que le daba  a la gente la oportunidad de festejar. Entre los que vinieron en gran parte a la celebración se encontraba Sam Patch, por aquel entonces residente de Paterson, que era jefe de la hilandería en una de las fábricas. También era mi jefe y muchas veces me daba un buen tirón de orejas. La cosa es que ese día la policía tenía los ojos puestos en Patch, porque creían que se emborracharía y causaría problemas. Patch había dicho tantas veces que saltaría desde las rocas que fue arrestado en varias oportunidades. Antes fue encerrado en el sótano de un banco con un grave ataque de delirium tremens, pero el día en que el puente fue colocado en el barranco lo dejaron salir. Algunos creían que estaba loco. No estaban demasiado equivocados. Pero aquel día, el hombre más feliz del pueblo era Timothy B. Crane, que estaba a cargo del puente.  Tim Crane era el encargado de un hotel y de una taberna del lado Manchester de las Cataratas. Su establecimiento era un gran lugar de recreo para los hombres de circo. Lo visitaban cirqueros tan famosos como Dan Rice y James Cooke, el gran jinete sin silla. Tim Crane construyó el puente porque su rival, Fyfield, que tenía una taberna al otro lado de las cataratas, obtenía beneficios de ‘la escalera de Jacobo’, como la llamaban a veces— ‘los cien escalones’, una larga, rústica y escalera de caracol en el barranco que llevaba al otro lado del río— facilitando el acceso a su establecimiento… Crane era un hombre muy robusto de más de seis pies de altura. Usaba patillas. Era conocido por los otros habitantes como un hombre muy enérgico y de no poca habilidad. A su modo se parecía a la alta e imponente figura de Sam Patch. Cuando se dio la orden de tender un puente a través del barranco, la multitud hendió el aire con ovaciones. Pero solo habían extendido la mitad cuando uno de los rodillos resbaló de las cuerdas y cayó al agua. Mientras todos esperaban ver el enorme y rudimentario puente desplomarse y caer en el barranco, una forma saltó desde el punto más alto y cayendo ruidosamente en las oscuras aguas del fondo, nadó hasta el rodillo de madera y lo trajo hasta la orilla. Esto fue el inicio de la famosa carrera de clavadista de Sam Patch. Yo lo vi, dijo el viejo con satisfacción, y no creo que exista ningún otro testigo en el pueblo de aquella escena. Estas fueron las palabras que Sam Patch dijo: «Ahora, el viejo Tim Crane cree haber hecho algo grande, pero yo puedo superarlo». Y mientras lo decía, saltó. ¡No hay error en Sam Patch! El agua todavía brotando

del borde de las rocas, llenando sus oídos con el sonido, difícil de interpretar. ¡Un fenómeno! Luego de este comienzo salió de gira al oeste, con la única compañía de un zorro y un oso que recogió en sus viajes. Saltó al Niágara desde una orilla rocosa de Goat Island. Más tarde anunció que antes de regresar a las Jerseys iba a demostrar al oeste una última proeza. Saltaría 125 pies desde las cataratas del Genesee River en noviembre 13 de 1829. Llegaron excursionistas desde muy lejos, de Estados Unidos y Canadá para ver el fenómeno. Se construyó una plataforma a orillas de las cataratas. Se tomó un trabajo enorme para calcular la profundidad de las aguas. Incluso realizó  un exitoso salto de prueba. Ese día las multitudes se congregaron por todos lados. Se presentó y dio un breve discurso, tal como se esperaba. ¡Un discurso! ¿Qué más podría decir sino que debía saltar con desesperación para llevarlo a cabo? Y se arrojó a la corriente. Pero en lugar de descender con una caída en picada su cuerpo osciló en el aire—el Discurso le había fallado. Estaba confundido. La palabra había sido vaciada de significado. No hay error en Sam Patch. Golpeó contra el agua de costado y desapareció. Se hizo un largo silencio mientras la multitud permanecía desconcertada. Recién en la siguiente primavera encontraron su cuerpo congelado en un bloque de hielo. En cierta ocasión lanzó su oso desde un acantilado sobre los rápidos del Niágara y luego lo rescató corriente abajo. 

II No hay dirección. ¿A dónde? No puedo decirlo. No puedo decir más que cómo. El cómo (el aullido) sólo está a mi disposición (propuesta): observando—

más frío que una piedra . un capullo siempre verde, fuertemente enroscado, sobre el pavimento, perfecto en líquido y sustancia pero divorciado, divorciado de sus compañeros, caído bajo— El divorcio es el signo del conocimiento en nuestra época, ¡divorcio! ¡divorcio! con el bramido del río siempre en nuestros oídos (atrasos) induciendo sueño y silencio, el bramido del sueño eterno . . desafiando nuestro despertar— —deseo inexperto, irresponsable, inmaduro, más frío al tacto que una piedra, desprevenido —desafiando nuestro despertar: Dos chicas a medio crecer exaltando la santa Pascua, (una inversión de todo el exterior) entretejiendo sobre sí mismas, desde abajo del aire denso, espirales de densas transparencias brotaron, separándolas, aisladas de la luz: cabezas desnudas, su cabello claro colgando— Dos— distintas entre las aguas que caen de sus cabellos en el que nada se funde— dos, unidas por el instinto de ser la misma: lazos, cortados de una pieza, rosa cereza, sujetando sus cabellos: una— una ramita de sauce arrancada de un arbusto enano en flor, sin hojas, en su mano, (¡o anguilas o una luna!)

lo sostiene, el ramillete recogido, alto en el aire, el aire derramado, acariciando la piel suave— ¿No son hermosas? Por supuesto no soy un petirrojo ni un erudito, ni Erasmo ni pájaro regresando al mismo suelo año tras año. O si lo soy . . el suelo ha sufrido una leve transformación, su identidad alterada. ¡Indios! ¿Por qué hablar de ‘Yo’ siquiera, él sueña, lo que me interesa poco y nada? El tema según se demuestra: dormido, no identificado— todo de una pieza, solo en un viento que no mueve a los demás— de ese modo: un modo de pasar una tarde de domingo mientras el arbusto verde se agita. . . una masa de detalles para interrelacionarse en nuevo suelo, con dificultad; una asonancia, una homologación apiladas en tres uniendo las diferencias para clarificar y condensar el río, encrespado, pleno —¡como un arbusto se agita y una grulla blanca volará y se posará más tarde! Blanca, en los llanos entre las flores azules de los camalotes, en verano, verano! si es que viene alguna vez, en agua poco profunda! En el malecón un pequeño cono compacto (enebro),

que tiembla frenético en el vendaval indiferente: viril—permanece enraizado allí . Regresa el pensamiento: ¿Por qué no imaginé belleza allí donde no existe o no está disponible, desde que me puse voluntariamente en el camino de la muerte? Podrido como el aliento de una ballena: ¡aliento! ¡Aliento! Patch saltó pero la señora Cumming gritó y saltó —sin ser vista (aunque había permanecido parada allí junto a su esposo media hora y más, a veinte pies del borde). :un cuerpo hallado la siguiente primavera congelado en un bloque de hielo; o un cuerpo pescado al día siguiente de un remolino de lodo— ambos callados, incomunicados ¡Sólo hace poco, hace poco! empecé a saber, a saber claramente (como a través del hielo cristalino) de dónde sacar mi aliento o cómo usarlo claramente —si no bien: ¡Claramente! Da el petirrojo su orden. ¡Claramente! claramente! —y observa, ¡ensimismado! una rama del árbol en el borde de la catarata, una rama moteada, retenida, entre el vaivén de las ramas del grueso sicomoro

hamacándose menos, entre las demás, separada, lentamente con la torpeza de una jirafa, levemente en un largo eje, tan leve que apenas si se nota, en ella la tormenta: Así la primera esposa, con la torpeza de una jirafa entre los gruesos rayos que apuñalan el misterio de un hombre: en suma, un dormir, un origen, un flagelo  .  sobre un tronco, su cabello laqueado atado como un nido de termitas (formando líneas) y, sus viejas nalgas aferradas al tronco en reverencia, que, de una pieza, sostienen a las demás— alerta: comienza a conocer la rama moteada que canta  .  definitivamente NO la universidad, un brote verde caído sobre el pavimento su dulce aliento suprimido: Divorcio (la lengua tartamudea) inexperta: dos hermanas de cuyas bocas abiertas nace la Pascua —gritan en lo alto, ¡Divorcio! Mientras el arbusto verde se mece: de allí saco mi aliento, hamacándose, de una pieza, separado, animándose brevemente, por un instante sin temor  .  .  Lo que significa, aunque se lo diga pobremente, que hay una primera esposa

y una primera belleza, compleja, ovada— los sépalos leñosos detenidos bajo el estrés de resistir allí, innato una flor dentro de una flor cuya historia (en la mente) se agazapa entre las rocas con helechos, se ríe de los nombres con que creen que la atraparán. ¡Escapa! Nunca corriendo sino quedándose quieta— Una historia que tiene, junta a su cueva en las rocas, troncos y colmillos, su propio cañaveral donde, medio escondida, cañas y vetas doblándose, sonríe (desafiada la belleza) no a favor de la enciclopedia. Si estuviéramos lo suficientemente cerca su aliento podrido nos derribaría. El templo sobre la roca es su hermano, cuya majestad anida en las selvas —lo hace saltar, al disparo de la sabiduría: para matar y moler esos huesos: Esas terribles cosas que reflejan: la nieve cayendo en el agua, parte en la roca, parte en los juncos secos y parte en el agua donde desaparece —su forma no más lo que era: el pájaro posándose, que empuja sus patas hacia adelante para tomar impulso y cae hacia delante de todos modos entre las ramitas. La margarita de cuello débil doblándose en el viento  .   .   . El sol envuelve la enredadera alrededor de un arbusto; gusanos y jejenes, vida bajo de una piedra. La serpiente detestable con su piel de mosaico

y su lengua iracunda. El caballo, el toro todo el estruendo del pensamiento fracturado mientras va cayendo metálico hasta convertirse en nada sobre las calles y la dignidad absurda de una locomotora arrastrando su carga— Breves filosofías de salidas y entradas cotidianas, con libros soportando un extremo de la mesa inestable— Las precisiones vagas de hechos bailando de dos en dos con el lenguaje que nunca superan—y amaneceres enredados en la oscuridad— El gigante en cuyas aberturas nosotros cohabitamos, ignorantes de qué aire nos sostiene—lo vago, lo particular no menos vago sus pensamientos, el torrente y nosotros, nosotros dos, aislados en el torrente, nosotros también: tres semejantes— nos sentamos y hablamos y deseo estar contigo en la cama, nosotros dos como si la cama fuera la cama de un torrente —tengo tanto qué decirte Nos sentamos y hablamos, serenos, con largos intervalos de silencio y soy consciente de el torrente que no tiene lenguaje, navegando bajo del cielo calmo de tus ojos que no tiene habla; para ir a la cama contigo, ir más allá del momento del encuentro, mientras las corrientes flotan inmóviles a medio cielo, para caer—

contigo desde el borde, antes del choque— para atrapar el instante. Nos sentamos y hablamos, sintiendo un poco el rápido impacto de la violenta corriente de los gigantes sometiéndonos, unos breves instantes. Si yo lo exigiera, como lo exigieron otros y me fuera otorgado prontamente, y tu consintieras. Yo consentiría Nos sentamos y hablamos y el silencio habla de los gigantes que murieron en el pasado y regresaron a esas escenas insatisfechos y aquel que no es insatisfecho, el silente, Singac, el peñasco emergiendo de las rocas—y los gigantes viven otra vez en tu silencio y deseo ignorado— Y el aire que descansa sobre el agua alza pequeñas olas, de hermano a hermano, tocando como toca la mente, contra corriente, río arriba trayendo los campos, caliente y frío en paralelo, pero sin mezclarse, uno que se gira hacia atrás en el borde y se enrosca invisible hacia arriba, llena el vacío, girando, un acompañamiento—pero separado, observante de la angustia, barriendo hacia arriba o hacia abajo despejando la espuma— trae rumores de mundos separados, los pájaros contra los peces, la uva a la verde maleza que se derrama ondulante

con la corriente en la baja marea junto a la zarza en flor, la tormenta con el desborde— canción y alas— uno distinto al otro, gemelos del otro, versados en excentricidades lado a lado, llevando gotas de agua y nieve, convergentes, el agua calmando al aire cuando avanza entre las rocas con dificultad— Mientras a 10,000 pies, descendiendo sobre las sombrías montañas de Haiti, la bahía rodeada por tierra allá en Puerto Príncipe, sulfato azul surcado por corrientes más pálidas, gastadas como cabello suelto, mal teñido—como desechos químicos mezclados, devorando nuestras costas . . . Lo dirigió hacia abajo y golpeó con dureza las turbulentas aguas de la bahía; y volvió a levantarlo y bajando gradualmente, golpeó duro otra vez, pero permaneció abajo para alcanzar el muelle donde ellos esperaban— (Así que Carlos huyó en los ‘70  dejando los retratos de mis abuelos,  los muebles, la platería, incluso la comida  caliente sobre la mesa antes de que los Revolucionarios  aparecieran por el otro lado de la calle.) Hoy fui a ver a mi madre. Mi hermana ‘Billy’ estaba en la escuela. Jamás voy cuando ella está allí. Mi madre ayer tenía acidez de estómago. La encontré en la cama. De todos modos, ella ha ayudado y siempre trata de hacer algo por sus hijos. Unos días antes de irme la encontré tratando de arreglar mis pantalones. Se los quité y dije, “Madre, no puedes hacer eso por mí con tu cabeza descalabrada. Lo sabes. Siempre le pido a Louisa o a la señora Tony que hagan ese trabajo para mí”. ‘Billy’ levantó la vista y dijo, “Hace muy mal”.    Ya te dije que ayudaba con el trabajo, lavaba los platos, tres veces por día, barría y fregaba los pisos y porches, y limpiaba los patios, cortaba el pasto, arreglaba los techos, hacía trabajos de reparaciones  y ayudaba a lavar, hacía

las compras y sacaba los orinales y los limpiaba cada mañana, incluso el de ‘Billy’ con su mierda a veces, y hacía otros trabajos, y después no era raro que ‘Billy’ dijera: “No haces nada aquí”. Una vez dijo incluso, “El otro día te vi ahí afuera barriendo el porche, fingiendo que hacías algo”.    Por supuesto que ‘Billy’ pasó por el bisturí del cirujano y por la menopausia y tuvo un ataque de parálisis facial, pero siempre ha sido una excéntrica y una mandona. Mi hermana de Hartford dijo que ella solía atropellarla hasta que fue lo suficientemente grande como para darle una paliza. La he visto abofetear a su marido en plena cara. La hubiera golpeado como para que no regresara en una semana. Me ha corrido con un atizador, etc., pero siempre le pedía que no me golpeara, “No cometas ese error”, la advertía siempre.    ‘Billy’ es una buena trabajadora y meticulosa, pero siempre quiere que la culpa sea de otro.  Le dije a mi amigo, en Hartford, que era igual a nuestra casera, LA PISTOLA. Dijo que tenía una hermana que también era así.    En cuanto a mi madre, ella está obsesionada con el fuego. Por eso no quiere que me quede allí solo cuando ella muera. Los niños han dicho durante años que ella piensa más en mí que en cualquiera de sus hijos. T. * Fracasan, renguean por los callos. Creo que quiere matarme, no sé qué hacer. Llega después de medianoche, me hago el dormido. Se para ahí, siento que me mira, ¡tengo miedo! ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién? ¿Qué? ¿Una tarde de verano? Un cuarto de papas, media docena de naranjas, un atado de remolachas y algunas verduras para la sopa. Mira, tengo una dentadura nueva. Vaya, pareces diez años más joven.  Pero nunca, ni en la angustia o la desesperación, te olvides usar el sentido común, hasta descubrir sus pensamientos, dignos y simples, y no olvides nunca que aunque sus pensamientos sean dignos y simples, la angustia  y la desesperación: la gracia y el detalle de

 una dínamo— Así en su  alta dignidad es sabio. Un delirio de soluciones, inmediatamente, lo empujan otra vez a las calles, para empezar de nuevo: a subir escaleras huecas entre olores agrios hacia una cita obscena. Y allí descubre una dulzura infecta de chupetines rojos— y un perro que aúlla: ¡Ven, eh, Chichi! O una gran barriga que ya no ríe sino que se lamenta con su inexpresivo ombligo negro el engaño del amor . . . Ellos son las divisiones y los desequilibrios de todo su concepto, debilitados por compasión, desdeñado deseo; ellos son —No hay ideas sino en los hechos . . .    No siento ni el más mínimo rencor hacia ti, pero te empujo hacia esos extremos insustanciales, y te ruego que te sometas a tus propios mitos, ya que cualquier demora en hacerlo es una mentira para ti. La demora nos hace viles y mezquinos: Todo lo que puedo decir de mí y de otros es que no es tan importante cómo miente un hombre o cómo fornica o cuánto ama el dinero, siempre y cuando no tenga un Poncio Pilatos sino un Lázaro hambriento en sus intestinos. Una vez Plotino preguntó, “¿Qué es la filosofía?” y él respondió, “Lo más importante”. El difunto Miguel de Unamuno gritó también, no “¡Más luz, más luz!” como Goethe cuando estaba muriendo, sino, “¡Más calor, más calor!”. Detesto sobre todo las socarronas piedras intestinales de Pilatos; y lo aborrezco más que el engaño y las falsedades y las pequeñas víboras de malicia que se encuentran en todas las lenguas carnales. Por eso te ataco, como dices, no porque crea que hagas trampa o que mientes por dinero, sino porque mientes y fastidias y haces trampa cada vez que ves una porción del destrozado Galileo en los intestinos de un hombre. Tú lo detestas; hace que te retuerzas; es por eso que todos los americanos a los que se les caen las babas por esa palabra tan proletaria: extrovertido. Por supuesto, tu propia naturaleza sabe mejor que tú como lo demuestran algunos bellos pasajes que has escrito. Para terminar, tú y yo podemos prescindir uno del otro, como se acostumbra

según los hábitos y modos descartables de la gente.  Puedo continuar con mi monólogo de la vida y de la muerte hasta la inevitable aniquilación. Pero está mal. Y como dije, por muchas trampas que me invente, no lloraré por Poe o Rilke o Dickinson o Gogol mientras le doy la espalda a unos niños abandonados e Ismaeles del espíritu en este país. Dije que el artista es un Ismael; Llámame Ismael, dice Melville en la primera línea de Moby Dick; él es el canalla de un hombre; —Ismael significa aflicción. Ya ves, siempre estoy preocupado por el presente cuando leo los dolorosos epitafios en el cementerio americano de la literatura y de la poesía, y cuando sopeso la cabeza y el corazón que sufrieron en la tierra donde  tú no estás. Contigo el libro es una cosa y el hombre que lo escribió, otra. El concepto de tiempo en la literatura y en las crónicas facilita al hombre la engañosa división. Pero me estoy volviendo locuaz:—                                                                                  E. D. **

III ¡Qué raro eres, idiota! ¿Crees entonces que porque la rosa es roja tendrás el dominio? La rosa es verde y florecerá, superándote, verde, verde furioso cuando tú ya no hables, o sientas o incluso seas. Toda mi vida ha dependido demasiado tiempo de una victoria parcial. Pero, criatura del tiempo, yo no deseo ir más rápido de lo necesario para ganar. Musicalízalo para ti. Tomó la horquilla del suelo y la metió en su oído, escudriñándola por dentro—

La nieve derretida goteaba desde la cornisa de su ventana 90 golpes por minuto— Vislumbró en el linóleo a sus pies, una cara de mujer, se olió las manos, impregnadas con la loción que usaba desde hacía poco, lavanda, pasó el pulgar sobre la punta de su dedo índice izquierdo y observó cómo se humedecía cada vez, como la cabeza de un gato lamiéndose la pata, oyó el leve sonido a lijadura que hacía: de tierra sus oídos están llenos, no hay sonido : Y sus pensamientos se elevaron hasta la grandeza de los placeres imaginados que él escudriñaría como en la pupila de un ojo como a través de un aro de fuego, y para emerger envuelto en un manto chorreando luz. ¿Qué heroico despertar del deseo se niega a sus pensamientos? Son árboles de cuyas hojas empapadas de lluvia su mente bebe del deseo : ¿Quién es más joven que yo? ¿La ramita despreciable? ¿que fui? ¿estancado de mente al que la mugre

recientemente abandonó? Frágil al viento. ¿Grácil? Sin ocupar ningún lugar, demasiado estrecho para ser grabado en los mapas de un mundo que nunca conoció, los verdes y grisáceos países de la mente. Una simple rama que tiene veinte hojas contra mis circunvoluciones. ¿En qué se convertirá mocoso ignorante, que yo no haya sido? Lo encierro y persisto, continúo. Dejemos que se pudra, en mi centro. ¿El centro de quién? Permanezco y supero la debilidad de la juventud. Mi superficie soy yo. Bajo ella compruebo que la juventud está enterrada. ¿Raíces? Todos tienen raíces. Seguimos viviendo, nos permitimos continuar— pero por supuesto no para la universidad, lo que publican por separado o en grupo: empleados fuera de control que olvidan en su mayoría

con quién están en deuda. escupiendo conceptos fijos como cerdos al asador, salpicando, su gotas crepitando en el fuego, Algo más, algo más de lo mismo. Él estaba más preocupado, mucho más preocupado por quitarle la etiqueta a un frasco de mayonesa vacío, el frasco de vidrio en el que algún paciente trajo una muestra para que la analizara, que en examinar y tratar a los veinte y pico de niños que esperaban su turno en la sala de espera, sus madres atormentadas y balbuceantes. Permanecía en la habitación fingiendo lavar el frasco, en el fondo de la pileta, lejos de la vista y, mientras un chorro de agua caía raspaba con su uña bajo el chorro el borde de la etiqueta de color, tratando de despegar la etiqueta firmemente pegada. Deben haberla barnizado por encima, argumentaba, para que se haya pegado de este modo. A pesar de todo había despegado una punta, y despegaría el resto eventualmente: mientras tanto hablaba con la madre ansiosa, amablemente y con gran destreza. ¿Me dará un bebé?, preguntó la joven mujer de color con voz suave, desnuda junto a la cama. Ante la negativa se encogió hacia adentro. También ella se negó. Me pone demasiado nerviosa, dijo, y estiró las mantas a su alrededor. En cambio, esto: En la época de escasez general una manada privada, 20 cuartos de leche para la casa principal y 8 de nata, todas las verduras frescas, choclo, una piscina, (¡vacía!) un edificio que ocupa un acre se conserva caliente durante el invierno (para mantener las tuberías) Las uvas en abril, orquídeas como yuyos sin cortar, al calor tropical, mientras la nieve vuela, dejando marchitar sus tallos, que ni siquiera son exhibidos en la feria de la ciudad. Para cada empleado de arriba abajo igual proporción—para todos

ellos: la manteca a diario por libra, verdura fresca—incluso para el portero. Una peculiar mucama francesa, cuyo único deber es cepillar los cachorros pomeranos—que duermen. Cornelio Doremus, que fue bautizado en Acquackonock en 1714, y murió cerca de Montville en 1803, poseía bienes muebles tasados en $ 419.58 ½. Tenía 89 años cuando murió, y sin duda legó su granja a sus hijos, para él conservó sólo lo que necesitaba para su bienestar personal: 24 camisas a 0,82 ½ centavo: $ 19.88;  5 sábanas: $ 7.00; 4 fundas de almohada: $ 2.12, 4 pares de pantalones: $ 2,00; 1 sábana: $ 1.37 ½; un pañuelo: $ 1.75; 8 gorras: 0,75 centavos; 2 pares de  hebillas de zapato  y cuchillo: 0,25 centavos; 14 pares de medias: $ 5.25; 2 pares de “mitones”: 0.63 centavos; 1 saco de lino: 0,50 centavos; 4 pares de calzoncillos: $ 2.63; 4 chalecos: $ 3.50; 5 abrigos: $ 4,75; 1 abrigo amarillo: $ 5.00; 2 sombreros: 0,25 centavos; 1 par de zapatos: 0.12 ½ centavos; 1 baúl: 0,75 centavos; 1 silla grande: $ 1,50; 1 baúl: 0.12 ½ centavos; 1 par de morrillos: $ 1,00; 1 cama y ropa de cama: $ 18.00; 2 libretas: 0,37 centavos; 1 pequeño baúl: 0,19 ½ centavos; pomada Kastor: 0,87 ½ centavos; 3 cañas: $ 1,66; 1 reel “Quill”: 0.50 centavos. ¿Quién limita el conocimiento? Algunos dicen que es la decadencia de la clase media que abre una brecha imposible entre la alta y la baja allí donde la vida una vez floreció. . . conocimiento de las vías de información— Así que no sabemos (a tiempo) dónde se aloja la inercia. Y si no son los idiotas cultos, la universidad, ellos, como mínimo, son los no proveedores deberían crear medios para saltar la brecha. ¿Entradas? Las máscaras externas de los intereses particulares que perpetúan la inercia, haciéndola rentable. Ellos bloquean la salida que debe limpiar y obtener prerrogativas como recompensa privada.

Los otros también son culpables porque no hacen nada. Al caer la noche del 28, pusieron a la vista acres de lodo y la mayor parte del agua que fue drenada. Los peces no cayeron en las redes. Pero desde los coches se veía una multitud negra de gente, de pie bajo los sauces, observando a los hombres y a los niños en el fondo del lago drenado. . . a unas cien yardas de la presa. Todo el fondo estaba lleno de gente, y las grandes anguilas, que pesaban tres o cuatro libras cada una, se acercaban a la orilla y entonces los chicos las golpeaban. Desde ese momento todo el mundo tuvo todo lo que quería en poco tiempo. En la mañana del día 30,  los chicos y los hombres aún seguían allí. La cantidad de anguilas,  en particular, parecía no tener fin. A lo largo del año un revoltijo de pescado es extraído del lago,  pero nadie imaginaba la cantidad que vivía en él. Curiosamente, no se vio ni una serpiente. Los peces y anguilas parecían  haber monopolizado el lago por completo. Los chicos que allí se bañaban  a menudo contaban que  el fondo estaba  repleto de grandes serpientes que tocaban sus pies y sus extremidades, pero sin duda se trataba de las anguilas. Aquellos que preparaban las redes no eran  los que más pescaban. Fueron los rufianes y los hombres que saltaban al barro y al agua, allí donde las redes no servían, los que recogieron del barro y del agua la mejor carga de pescado. Un hombre que iba al depósito con una canasta de durazno le dio la canasta a un chico y la llenó en cinco minutos, rompiendo con destreza las vértebras de la nuca para meterlas adentro, y cobró la modesta suma de .25 centavos por la canasta llena de anguilas. La masa aumentó. Había millones de peces. Enviaron vagones para que se llevaran las pilas que se amontonaban a ambos lados del camino. Los niños pequeños arrastraban detrás de sí todo lo que podían llevarse a casa, ensartado en palos y en bolsas y canastas.  Había parvas de bagres a lo largo del camino, montones de rémoras y lucios, y había tres róbalos negros en una vara, un hilador de seda los había atrapado. A las siete y cuarto llenaron un vagón con pescados y anguilas. . . ya se había llevado cuatro cargas de vagón. Al menos cincuenta hombres en el lago eran rudos para el trabajo y tenían estacas con los que golpeaban las grandes anguilas y atontándolas mientras se deslizaban por la superficie del lodo en aguas poco profundas, y así lograban mantenerlas hasta que podían sacarlas: los hombres y los chicos chapoteaban en el barro. . . . La noche puso fin al espectáculo. El trabajo

prosiguió durante toda la noche con luces en la costa y linternas sobre el barro.  Inmóvil él envidia a los hombres que corrieron y que escaparon hacia las periferias— a otros centros, directo  — para mayor claridad (si es que la encontraron) belleza y autoridad en el mundouna especie de primavera que sus mentes aspiraban pero que él vio, dentro de sí —entumecido por el hielo y saltó, “el cuerpo, sino hasta la primavera siguiente, congelado en un bloque de hielo” Poco antes de las dos, agosto 16, 1875, el señor Leonard Sandford, de la firma Post y Sanford, mientras trabajaba en mejoras para la compañía de agua en las Cataratas, observaba el barranco cerca del puente de mando de las obras hidráulicas. Vio lo que parecía una pila de ropa, y mirando cada tanto con atención allí donde el torrente se hundía y se elevaba, distinguió las piernas de un hombre cuyo cuerpo estaba atascado entre dos troncos, de un modo muy peculiar. Era en la horqueta de estos troncos donde el cuerpo se hallaba atrapado. La visión de un cuerpo colgando sobre el precipicio era tan novedosa como horrible en su aspecto. Las noticias del hallazgo atrajeron una enorme cantidad de visitantes durante todo el día. ¿Qué más hacer para soportar la cosa? La mitad del río rojo, la otra mitad humeando púrpura por los respiraderos de la fábrica, escupiendo calor, arremolinándose, borbotando. La orilla muerta,

el barro brillando  . ¿En qué otra cosa puede pensar él—caminando por la  grava del parque profanado, destrozado por los hijos salvajes de los obreros que arrancan el pasto, a patadas, gritando? Una química, corolario del abuso académico, que el teorema con precisión, precisamente erra  .  . Él piensa: sus bocas comiendo y besando, escupiendo y chupando, hablando; un grupo de cinco  .  Él piensa: dos ojos; nada se les escapa, ni las circunvoluciones desde la orquídea sexual cercada con helechos y madreselvas, hasta el último pelo del consentimiento de los moribundos. Y la seda va desde los tambores calientes hasta una música de suvenires patéticos, un peine y una lima para uñas en un neceser de cuero de imitación—para recordarle, ¡para recordarle! y un portarretratos con fotografías de él entre dos niños, todos regresaron llorando, llorando—en la habitación trasera de una viuda vuelta a casar, una lengua vil pero de conducta solícita, guiando a un marido borracho  .  . Qué me importan las moscas, a la mierda con ellas. Estoy fuera de casa todo el día. Tiraron el caballo muerto a  la cloaca. ¿Qué nacimiento predice esto? Creo que con el tiempo, él escribirá una novela . P.  Tu interés está en la maldita arcilla pero yo persigo el producto final. I. El liderazgo se convierte en imperio; imperio engendra in-

solencia; insolencia trae la ruina. Tal es el misterio de su un-dos, un-dos. Y así, entre los demás, él conduce en su nuevo coche dirigiéndose a los suburbios,  yendo por la granja de ruibarbo—un pensamiento simple— donde el convento de las Pequeñas Hermanas de Santa Ana finge un misterio ¿Qué irritación de ofensivo ladrillo rojo es esta, roja como la carne de un pobre? ¿Anacrónico? El misterio de las calles y cuartos traseros— limpiándose la nariz en las mangas, ven aquí a soñar  .  . Ventanas de edificios de bordes puntiagudos, en las que no se ve ningún rostro—aunque no tiene cortinas, a las que solo pájaros e insectos miran o la luna observa, concerniente a aquello que se atreven a recordar, a veces. Es el complemento exacto de las calles vulgares, una calma matemática, controlada, la distribución arquitectónica, se hunde allí, se levanta acá  . los mismos ojos en blanco y fijos. Una increíble torpeza de dirección, violaciones sin sentido—atrapados en cuatro patas fregando el grasiento pasillo; la sangre hirviendo como si estuviera en una bañera, donde se remojan— Santos de yeso, joyas de vidrio y esos deptos. de empapelados con flores, enigmáticamente complejas—tienen acá su belleza quincenal, además: Cosas, cosas innombrables,

la pileta con restos de harina y pedazos de carne podrida, tapas de botellas de leche: tienen acá una tranquilidad y una belleza Tienen acá (en los pensamientos de él) un complemento tranquilo y casto. Él modifica su cambio: “El 7 de diciembre, el corriente año, (1737) a la noche, hubo un gran temblor de un terremoto, acompañado por  un extraordinario estrépito; la gente despertó en sus camas, las puertas se abrieron de par en par, los ladrillos del hogar cayeron; la consternación era seria, pero por suerte no hubo grandes daños”.  El pensamiento trepa, como caracol, sobre las rocas mojadas ocultas al sol y a la vista— cercado por el torrente que fluye— y nace y muere ahí en la húmeda recámara, apartado del mundo—y desconocido por el mundo, se envuelve en misterio— Y el mito que soporta la roca, que soporta las aguas crece allí con fuerza— en esa caverna, esa grieta profunda, un verde intermitente que inspira terror, observando  .  . Y de pie, amortajada en el estruendo, la Tierra, la charlatana, madre de toda habla  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

Libro 2 Domingo en el parque I Fuera fuera de mí hay un mundo, se quejó él, sometido a mis exploraciones —un mundo (para mí) en calma, al que me acerco concretamente— El escenario es el Parque sobre la roca, femenina para la ciudad —sobre cuyo cuerpo Paterson adiestra sus pensamientos (concretamente) —fines de primavera, ¡una tarde de domingo! —y va por el sendero hacia el acantilado (contando: la prueba) él entre los otros, —pisa las mismas rocas donde sus pies resbalan mientras trepan, ¡al ritmo de sus perros! riendo, llamándose entre ellos— ¡Espérenme! .  .  las piernas feas de las muchachas, ¡pistones demasiado fuertes para la delicadeza! .

los brazos de los hombres, rojos, acostumbrados al calor y al frío, a zarandear cuartos de res y . ¡Bah! ¡Bah! ¡Bah!¡Bah! —superando los riesgos: ¡cayendo a baldes! ¡Para la flor de un día! Llegó sin aliento, luego de un difícil ascenso, él, mira hacia atrás (¡bello pero costoso!) ¡a las torres gris perla! Re-gresa y comienza, posesivo, entre los árboles, — ese amor, que no es, no es en esos términos en los que todavía creo a pesar de todo; la tierra seca, —pasiva-posesiva Caminando — Los matorrales se amontan en grupos de pinos de arena achaparrados, prácticamente todos de la roca desnuda  .  . —una diseminación de cedros altos como el hombre (piñas puntiagudas), zumaque de astas  . —raíces, retorciéndose, en su mayoría en la superficie (¡tan cerca estamos de arruinar cada día!) buscando la yesca seca podrida Caminando — El cuerpo está ligeramente inclinado hacia delante de la posición básica de pie y el peso echado sobre la planta del pie,

mientras que el otro muslo está levantado y la pierna y el brazo contrario se balancean hacia adelante (fig. 6B). Muchos músculos, ayudados . A pesar de haber dicho que nunca volvería a escribirte, lo hago ahora porque descubro, con el paso del tiempo, que el resultado de mi fracaso contigo ha sido la maldición absoluta de todas mis capacidades creativas de un modo particularmente desastroso como nunca antes experimenté.    Desde hace varias semanas (cada vez que intenté escribir poesía) cada pensamiento que apareció, incluso cada sensación, se borraron de esa capa dura de mí mismo que comenzara a amontonarse desde la primera vez que sentí que ignorabas los contenidos reales de las últimas cartas que te envié, y que finalmente se congelaron, convirtiéndose en una sustancia impenetrable cuando me pediste que dejara de escribirte sin siquiera una explicación.     Ese tipo de bloqueo, que lo exilia a uno de uno mismo—¿lo experimentaste alguna vez? Me atrevo a decir que sí, de a ratos; y si así fuera, puedes comprender perfectamente el daño psicológico que causa cuando se convierte en una condición permanente, día a día. ¿Cómo te amo? ¡Así! (¡Él oye! ¡Voces  .  indefinidas! Las ve moverse, en grupos, de  a dos y de a cuatro — filtrándose por medio de diferentes caminos.) Le pregunté, ¿Qué haces? Sonrió paciente, La clásica pregunta americana.       En Europa preguntarían, ¿Qué estás haciendo? O,      ¿Qué estás haciendo ahora? ¿Qué hago? Escucho el agua caer (¡Ningún sonido      de ella aquí sino con el viento!) Esta es toda mi     ocupación.    No hubo amanecer más bello que el de mayo 2, 1880, cuando las Asociaciones Alemanas de Canto de Paterson se reunieron en el Monte Garret, como lo habían hecho durante muchos años, el primer domingo de mayo. Sin embargo, el encuentro de 1880 resultó ser un día fatal cuando William Dalzell, que era dueño de una finca cercana al lugar de los festejos, le disparó a John Joseph Van Houten. Dalzell adujo que los visitantes de años anteriores

habían pisoteado su jardín y este año estaba decidido a impedir que cruzaran cualquier porción de sus terrenos. Inmediatamente después del disparo, el tranquilo grupo de cantantes se tornó en una furiosa turba que quería tomar en sus propias manos a Dalzell. La turba procedió luego a quemar el granero donde Dalzell se había refugiado de la iracunda multitud. Dalzell le disparó a la turba que se acercaba desde una ventana del granero y una de las balas impactó en la mejilla de una niña… Algunos policías de Paterson sacaron a Dalzell del granero (hasta) la casa de John Ferguson a una media milla de distancia. La multitud ahora llegaba a diez mil, “¡la gran bestia!” porque muchos de ellos se acercaron a la ciudad para unirse al conflicto. El caso parecía grave ya que la policía había sido superada en número. La multitud intentó entonces quemar la casa de Ferguson y Dalzell huyó a la casa de John McGuckin. Mientras permanecía en esta casa, el sargento John McBride sugirió que sería conveniente mandar a buscar a William McNulty, el deán de la iglesia católica de Saint Joseph. De inmediato, el deán ingenió un plan. Llegó hasta la escena en un coche de alquiler. Tomando a Dalzell del brazo, ante la vista de la turba enfurecida, llevó al hombre hasta el coche y sentándose a su lado, le ordenó al chófer que arrancara. La multitud hesitó, desconcertada entre la valentía del deán y  . Signos por todas partes de pájaros anidando, mientras en el aire, lento, un cuervo zigzaguea con alas pesadas frente a los picoteos de pájaros más pequeños que revolotean a su alrededor que caen en picada para apuñalar sus ojos Caminando— abandona el camino, y le es difícil atravesar el campo, rastrojos y zarzas enredadas que parecen pastura —pero no es pastura —viejos surcos, que dicen del trabajo agobiante o que fue agobiante aquí   . una llama, consumida.

El pasto duro . ¡Cuándo! delante de sus pies, casi tropezando, tomando un camino,  allí comienza   . ¡un vuelo de alas púrpura! —creadas invisiblemente (sus chaquetas gris polvo)  ¡desde el polvo encendido en repentino ardor! Huyen, ¡trinando! hasta que agotadas sus fuerzas se hunden entre las ásperas matas nuevamente y desaparecen —pero dejan, avivando la mente, un resplandor de alas y  una canción que trina  . Y un saltamontes rojo basalto, largo como una bota, rueda desde el centro de su mente, un montón de escombros desintegrándose bajo un chaparrón tropical ¡Chapultepec! ¡colina del saltamontes! —una piedra opaca cuidadosamente entrenada para llevarse un rumor de la presencia viviente que la ha precedido antecediendo su respiración  . Estas alas no se despliegan para el vuelo— ¡no hace falta! el peso (en la mano) encuentra un contrapeso o contra resistencia en las alas de la mente  . ¡Él tiene miedo! ¿Entonces qué? Delante de sus pies, a cada paso, el vuelo se renueva. Un estallido de alas, un rápido trinar   :

¡mensajeros de la ceremonia del amor! —¡ardiendo en vuelo! —¡ardiendo solo en vuelo! ¡No carne, sino caricia! Él es llevado hacia adelante por las alas que anuncian. Si esa situación contigo (tú ignorando esas cartas en particular y luego tu nota final) hubiera pertenecido al inevitable lacrimae rerum (como lo fue, por ejemplo, mi experiencia con Z.) su resultado pudo no haber sido (como lo ha sido) la destrucción de mi propia validez para mí, porque en ese caso nada que tuviera que ver con mi sentido de identidad hubiera sido herido—la causa de las propias frustraciones en estos casos no se hallan en uno mismo ni en la otra persona sino simplemente en el triste designio de las cosas. Pero como tu indiferencia a esas cartas no fue “natural” en ese sentido (o más bien, como considerarlo antinatural me obliga, psicológicamente, a sentir que lo que te escribí era lo suficientemente trivial, irrelevante y absurdo para merecer que lo evadieras) no podía sino resultar que ese lado de la vida en conexión con aquellas cartas debería en consecuencia significar para mí esa misma irrealidad e inaccesibilidad que la vida interior de las personas suele tener para nosotros. —su mente una piedra roja tallada para ser un vuelo sin fin   . El amor que es una piedra sin fin en vuelo, mientras que la piedra soporte el último golpe del cincel   . .   .   y se pierde y se cubre de cenizas, cae desde un pila debilitada y — ¡comienza a trinar! ¡Y ASÍ HACE, la piedra después de la vida! La piedra vive, la carne muere —nada sabemos de la muerte. —del largo de una bota ojos como ventana que están al frente de la cabeza entera,

¡Piedra roja! como si una luz todavía pendiera de ellos  . El amor combatiendo el sueño -------------------------el sueño fragmentado. Apenas pasada la medianoche, el 20 de Agosto de 1878, el agente especial Goodridge, cuando se encontraba frente a la Casa Franklin, oyó un chillido extraño que llegaba de la calle Ellison. Cuando corrió para ver qué era lo que ocurría encontró un gato acorralado debajo de la alcantarilla en la esquina de la ferretería de Clark, que le hacía frente a un animal extraño y negro, demasiado pequeño para ser un gato y definitivamente, demasiado grande para ser una rata. El agente corrió hasta el lugar y el animal se metió debajo de la reja de la ventana del sótano, desde donde asomaba su cabeza a la velocidad de un relámpago. El señor Goodrige intentó varios golpes con su porra pero no logró pegarle. Más tarde el agente Keyes apareció y apenas lo vio dijo que era un visón, lo que confirmaba la teoría previamente enunciada por el señor Goodridge. Ambos trataron de golpearlo con sus porras durante un rato, pero no lo lograron, hasta que finalmente el agente Goodridge sacó su pistola y le disparó al animal. El tiro evidentemente falló, pero el ruido y la pólvora asustaron tanto al pequeño bromista que saltó a la calle y corrió por Ellison a una velocidad increíble, seguido de cerca por los dos agentes. El visón finalmente desapareció por la ventana del sótano de la verdulería que se hallaba debajo de la cervecería de Spangermacher, y no se lo volvió a ver. El sótano fue revisado en la mañana, pero no hallaron huellas del animalito que había causado tanta alegría. Sin ingenio nada es bien distribuido, a menos que la mente cambie, a menos que las estrellas sean medidas de nuevo, de acuerdo con sus posiciones relativas, la línea no cambiará, la necesidad no alcanzará el nivel:  a no ser que haya una nueva mente no habrá una nueva

línea, la vieja seguirá repitiéndose a sí misma con mortalidad recurrente: sin ingenio nada yace bajo la sombra del olmo, el aliso no crece entre las colinas que rodean todo menos el canal agotado de la vieja cuenca, las pequeñas huellas de los ratones debajo de las matas colgantes de hierba no aparecerán: sin ingenio la línea no volverá a enfrentarse a sus antiguas divisiones cuando la palabra, una dúctil palabra, reducida ahora a tiza, vivía en ella. Bajo el arbusto descansan protegidas del sol que lastima— 11 en punto Parece que hablan —un parque, dedicado al placer  :  dedicado a     .   ¡saltamontes! 3 chicas de color, ¡mayores de edad! Paseándose —su color flagrante, sus voces errantes su risa salvaje, flagelante, disociada de la escena inalterable    . Pero la chica blanca, su cabeza sobre un brazo, una colilla entre sus dedos descansa bajo el arbusto    .    . Semi desnuda, frente a ella, con una visera sobre los ojos, él le habla a ella —la carcasa medio escondida detrás de ellos entre los árboles— compré un nuevo traje de baño, solo bombacha y un corpiño   :

los pechos y las partes pudendas cubiertas—debajo del sol en franca vulgaridad. Mentes reducidas por el desperdicio—entre las clases trabajadoras ALGUNA especie de quiebre ha ocurrido. Semi excitados descansan sobre sus mantas cara a cara, salpicados por las sombras de las hojas encima de ellos, tranquilos, o aquí al menos sin desafíos. No indignos  .   . charlando, flagrantes más allá de toda charla en perfecta mansedumbre— Y habiéndose bañado y habiendo comido (algunos sándwiches) sus pensamientos lamentables se encuentran en la carne—¡rodeados de amores que trinan! Alas felices de llevarlos (en sueños) —sus pensamientos livianos, lejos .    .    entre la hierba Caminando   — por la vieja cuenca—una ondulación seca en el suelo aunque todavía marcada por la hilera de alisos indios

.    .    ellos (los indios) caminan haciendo eses de un lado a otro, ocultos, entre ellos a lo largo del arroyo .   salen gritando entre la cabaña y los hombres que trabajan en el campo, ¡apártenlos! ellos dejaron sus armas en el fortín y —sin defensa— los tomaron cautivos. Un anciano    . ¡Olvídalo! por el amor de Dios, termina ese asunto     . Caminando  — retoma el sendero y ve, en una loma sin árboles—el sendero rojo obstruyéndolo— una pared de piedra, una especie de refugio circular contra el cielo, estéril y desocupado. Monte. ¿Por qué no? Una ardilla, con la cola levantada, huye entre las piedras. (Así crece la mente, en cumbres de pedernal) pero mientras se inclina, en su andar, ante la visión de una punta de flecha de pedernal (no es) —allá a la distancia, hacia el norte, surgen para él los cerros empedernidos Bueno, así son. Se para en seco: ¿quién anda ahí? En un banco de piedra al que ella está sujeta, cerca del muro un hombre en tweeds —la pipa enganchada a su mandíbula— cepilla a una perra Collie

recién bañada. En  cada cepillada divide la cabellera adrede—incluso cepilla su cara aunque sus patas tiemblan ligeramente—hasta que cae, tal como él quiere, como ondas en la arena blanca despidiendo su fragancia a perro limpio. El suelo, el granito, ella pacientemente de pie ante sus caricias en esa despojada “recámara marina” a la derecha desde este punto, el torreón se levanta a medio camino, prominente, de su monte púbico Querida B *. Por favor, discúlpame por no haberte dicho esto cuando estuve en tu casa. No tenía el coraje para responder a tus preguntas, por lo que las escribiré. Tu perra va a tener cachorros aunque recé para que estuviera bien. No fue que la dejé sola, de hecho, pero solía dejarla salir a la hora de la cena mientras colgaba mi ropa. En esa ocasión, fue un jueves, mi suegra tenía algunas sábanas y manteles colgados al final de la cuerda. Creí que los perros no se acercarían si yo estaba allí y ninguno cruzó el patio ni se acercó al departamento. Debe haberse metido entre tu cerca y la casa. A cada rato iba hasta el final de la cuerda o miraba por entre las sábanas para ver que Musty estuviera bien. Y lo estaba hasta que miré demasiado tarde. Le tiré con palos y piedras pero el perro no se iba. George me dijo de todo y empecé a rogar que hubiera asustado tanto al perro como para que nada ocurriera. Sé que me estarás maldiciendo como loca y que probablemente no volverás a hablarme por no habértelo dicho. Ni se te ocurra pensar que no me he estado preocupando por Musty. Ella ha ocupado mi pensamiento cada día desde aquel lamentable suceso. Ya no pensarás tan bien de mí y no tendrás ganas de cuidarme. En cambio, apuesto que matarías. . . Y siguen llegando excursionistas, ahora a primera hora de la tarde, y se pierden entre los árboles entre los campos cercados  . ¡Voces! múltiples e inarticuladas       .               voces retumbando a todo volumen al sol, las nubes. ¡Voces! asaltando el aire gozosos desde todas partes. —entre las que el oído se esfuerza por captar

el movimiento de una voz entre el resto —una voz aflautada de tono peculiar Así encuentra ella la paz que sea, se inclina, antes de que él se acerque, tocada por sus pies que trepan—por placer Es todo por placer       . sus pies    . sin rumbo vagando La “gran bestia” asoleándose el mismo como puede .          .        sus sueños mezclándose, distantes ¡Seamos sensatos! Domingo en el parque, delimitado por la pendiente, al este; al oeste lindando con la vieja carretera: ¡recreación con paisaje! los binoculares atados a soportes fijos a lo largo del muro este— más allá del cual un halcón ¡vuela! —una trompeta suena intermitentemente. Párate en la muralla (usa un metrónomo si tu oído es deficiente, uno hecho en Hungría si prefieres) y mira al norte por el este donde los capiteles de la iglesia usan su ingenio contra el cielo hacia la cancha de béisbol en la hondonada con sus diminutas figuras corriendo —más allá del espacio donde el río se precipita hacia el estrecho cañón, desapercibido

—y la imaginación se eleva, mientras una voz llama, una voz estruendosa, interminable —como el sueño: la voz que los ha llamado inexorable— ¡ese estruendo constante! iglesias y fábricas (a un costo) juntas, los convocan a salir del pozo  . —su voz, una entre muchas (inaudita) moviéndose debajo de todas. La montaña tiembla. ¡Tiempo! ¡Cuenta! ¡Rompe y marca el tiempo! Entonces en la primera hora de la tarde, él se mueve de un lugar a otro, su voz se mezcla con otra voces —la voz en su voz abre su vieja garganta, saliendo por sus labios, despertando su mente (más de lo que su mente despertaría) —siguiendo a los excursionistas. Al fin llega al lugar favorito de los ociosos, la pintoresca cumbre, donde la lazurita (rojo óxido donde estuvo expuesta) fue fracturada a varios niveles (helechos propagándose entre las piedras) convirtiéndose en irregulares mesetas y cerradas parcialmente en cuevas de hierba santa, el terreno en suave pendiente. Los haraganes se rezagan en grupos sobre la rocosa meseta desnuda—más rayada por los clavos de las botas que por el glaciar—caminando indiferentes a través de la privacidad de cada uno   . —en todo caso,

   el centro del movimiento, el corazón del regocijo. Aquí un joven, quizás de dieciséis, sentado con su espalda contra la roca entre los helechos, toca la guitarra, inexpresivo   . El resto come y bebe. El tipo grandote con sombrero negro está demasiado lleno para moverse   . pero Mary ¡se ha levantado! ¡Vamos! ¿Qué te pasa? ¿Te rompiste la pierna? ¡Es este aire! el aire del Midi y las antiguas culturas los intoxican: ¡presente! —levanta un brazo sosteniendo los címbalos de sus pensamientos, inclina su vieja cabeza ¡y baila! levantándose sus faldas: ¡La la la la! ¡Qué montón de vagos! ¿Tienes miedo de que alguien te vea? ¡Bah! ¡Excrementi! —escupe ella. ¡Mírame, abuela! Son todos unos malditos vagos. Esto es lo antiguo, lo más antiguo, antiguo entre lo antiguo, lo inmortal: hasta los gestos mínimos, la mano sosteniendo la copa, el vino

derramándose, el brazo que manchó: ¿Recuerdas el peón en la película perdida de Eisenstein bebiendo de una bota con el abandono de un caballo que bebe hasta que cae por su barbilla por el cuello, derramándose en la pechera de su camisa hasta sus pantalones—riéndose, desdentado? ¡Criatura celestial! —la pierna levantada, verosimilitud  . hasta los toscos contornos de la pierna, ¡el toque animal! La mirada lasciva, su caverna, lo femenino enfrentado a lo masculino, el sátiro— (¡Príapo!) con la solitaria implicancia, pastor y cabra, fertilidad, el ataque, borracho, purificado   . Rechazado. Incluso la película prohibida   :   pero       .     persistente Los excursionistas se ríen en las rocas celebrando el variado domingo de sus amores con su luz cayendo— Caminando  — mirando abajo (desde un borde) hacia esta madriguera cubierta de hierba (algo alejada del tráfico) sobre sus frentes ¡una luna! donde ella permanece sudando a su lado:

Ella se mueve, afligida, hacia él—herido (borracho), se mueve hacia él (un bulto) deseoso, hacia él, aburrido     . flagrantemente aburrido y dormido, una botella de cerveza todavía en su mano como una lanza sostenida    . mientras los pequeños insomnes niños, que han trepado las columnas de rocas proyectadas sobre la pareja (donde ellos descansan a la vista sobre el césped, sitiados— descuidados en su estrecha celda bajo los pies de la multitud) mirando hacia abajo, ¡desde la historia! hacia ellos, asombrados y bajo la luz asexuada (de la infancia) igualmente aburridos, se desbandan     . ¡Allí donde el movimiento late abiertamente y puedes oír a los evangelistas gritar! — acercándose a ella—flaca como una cabra— apoya su flaco vientre en la espalda del hombre jugando con las trabas de sus tiradores     . —a lo que él añade su  voz inútil: hasta que en su sueño avanza una música total, inequívoca (en su sueño, sudando en su sueño—luchando contra el sueño, ¡jadeante!) —y no despierta. Ve, vivo (dormido)

—el estruendo de las cataratas entrar a su sueño (para ser cumplido) renacido en su sueño—diseminado por la montaña separadamente     . —con lo que la atrae, separadamente. Y la multitud amnésica (los diseminados), convocados  — se esfuerza por atrapar el movimiento de una voz    . oye, ¡Placer! ¡Placer! —siente, medio abatido, la tarde de voces complejas la propia— y se alivia (revive) Un policía dirige el tránsito sobre la calle principal hasta una ladera boscosa hacia los sanitarios: robles, cerezos, cornejos, blancos y verdes, encinas   : duras raíces enroscadas en la superficie —la mayoría muertas: salientes rocosas pulidas por los pies de los excursionistas: azafrán de corteza dulce     . sostenidos por grasa rancia: deformidad— —para ser descifrada (¡un corno, una trompeta!) una elucidación por multiplicidad,

una corrosión, un cuajada de parásitos, un clarín para creer, para ser buenos perros    : NO SE ADMITEN PERROS SUELTOS EN ESTE PARQUE II  Domingo en el Parque

Bloqueados. (Haz una canción con eso: concretamente) ¿Por quién?      En medio se levantó una iglesia masiva .  .  Y entonces todo vino a mí— que aquellas pobres almas no tenían nada en el mundo, salvo esa iglesia, entre ellos y la pétrea, malagradecida y poco prometedora mugre en la que vivían  . .  .  .  .  . El efectivo es una estafa para ellos que otros vivan seguros .  .  y el conocimiento restringido. Un aburrimiento orquestal cubre su mundo Los veo—el Senado intenta bloquear Lilienthal y repartir “la bomba” entre unos pocos industriales. No creo que tengan éxito pero .  . eso es lo que quiero decir cuando me niego a exaltarme con el grito ¡Comunista! que usan para enceguecernos. Es aterrador pensar con qué facilidad podemos ser destruidos, unos pocos votos. Aun cuando el comunismo sea una amenaza, ¿son los comunistas peores que los bastardos culpables de intentar socavarnos de este modo? Saltamos de la cama y lo que vemos

nos  mata   . ¡Que el terror de vuelta el mundo! Faitoute, hastiado de sus diversiones pero presuntuoso de las mujeres, sus recompensas, parado de espaldas al foso de los leones, (donde los amantes ebrios duermen, ahora, ambos) indiferente, comenzó a vagar otra vez—un pie detrás del otro hacia el exterior hacia el vacío  .  . Allá arriba. El policía apunta. Un cartel clavado en un árbol: Mujeres.     Puedes ver figuras moviéndose detrás de la Cortina de árboles y, a mano, la música estalla de golpe. Caminando  —                   se dejó un área estrecha en la base de la atalaya cerca de los orinales. Esta es la línea del Señor: Varios bancos rotos distribuidos en una hilera curva contra los arbustos de cara al suelo llano, bancos donde algunos niños han sido prevenidos por otros contra la huida   .  Tres hombres de mediana edad con sonrisa de hierro están parados detrás de los bancos—conteniendo (vigilando) a los niños, los niños y varias mujeres—y sosteniendo, un cuerno, clarinete y trombón, por separado, en sus manos, quietos.

También hay, un órgano portátil tocado por una mujer  .  . Frente a ellos un viejo, con largo flequillo canoso, cabeza descubierta, su cráneo calvo refleja la luz del sol y en mangas de camisa, comienza ha hablar— ¡llamando a los pájaros y a los árboles! Saltando de alegría en su éxtasis sonríe en el vacío azul, hacia el este, sobre el parapeto hacia la ciudad  .  . Hay gente -especialmente entre las mujeres- que solo pueden hablar con una persona.  Y yo soy una de esas mujeres. No llego con facilidad a la confidencia (aunque a ti te parezca lo contrario).  No podría transmitir a ninguna de las personas que se han cruzado en mi camino en estos últimos meses, esos momentos particulares de mi vida que han sido el tema de mis cartas para ti. Debo dejar que me malinterpreten y me juzguen  por todos mis desajustes económicos y sociales, antes que tratar de explicar a cualquiera qué fue lo que te escribí. Entonces, habiéndote sobrecargado con estas confidencias (no obstante lo agobiantes que haya sido o cuán lejos deba llegar en mi intento de ser completamente honesto lo que es difícil para cualquiera) fue suficiente en sí como para hacer que mi fracaso contigo tuviera un efecto tan desastroso sobre mí.  Mira, ¡allí está la ciudad! —llamando de espaldas a la insignificante congregación, llamando a los vientos; una voz llamando, llamando    . Detrás de él los niños congregados a los que el traje de primera comunión les sienta mal, sin pestañear, bajo coacción, deben sentir el dolor de sus trastes sobre las tablas mojadas de los bancos. Pero mientras descansa, ellos cantan—instigados— mientras seca su frente prismática.

La luz lo acaricia como si se inclinara para formar un halo— Entonces él ríe: Uno primero lo ve. Pocos escuchan. O, de hecho, prestan poca atención, caminando por ahí, a menos que algún polaco con su boca abierta trate de descifrar, como si fuera algún Demonio (mira a la cara a una joven pareja que pasa, riendo ambos, por alguna insinuación) ¿Qué clase de cura es este? Alarmado, explota gruñendo, mirando atrás. ¡Este es un protestante! Protestando—como si el mundo fuera suyo            . —otro, a veinte pies de distancia, absorto pasea su perro por la parte superior del muro—atento al perro— al borde del acantilado sobre una caída de cincuenta pies   . .    .   alternativamente la arenga, seguida por el estruendo de los cornos tapando otros sonidos     .    ahora se detienen cuando la figura de un hombre embelesado asoma— Pero su señuelo no atrae ningún pato—sólo los niños con sus pequeñas mentes sucias y felices non sequiturs. Ninguna figura las nubes pareciera sobrevolar cerca    Los detectives encontraron una nota sobre la mesa de la cocina dirigida a un soldado de Fort Bragg, N.C.. El contenido de la carta demuestra que ella estaba enamorada del soldado, dijeron los detectives. Esto es lo que dijo el predicador: No piensen

en mí. Llámenme viejo tonto, está bien. Sí, llámenme viejo aburrido que habla hasta quedar ronco cuando nadie quiere oír. Esa es la verdad. Soy un viejo tonto y lo sé. PERO     .      ! ¡No pueden ignorar las palabras de nuestro Señor Jesucristo que murió en la Cruz por nosotros para que tuviéramos Vida Eterna! Amén. ¡Amén! ¡Amén! gritaron los discípulos de pie detrás de los bancos. ¡Amén! —el espíritu de nuestro Señor que da a las palabras incluso de un simple, ignorante tipo como yo un toque de Su Propia bendita dignidad y fuerza entre ustedes     .     . Les digo —elevando sus brazos—que traigo las riquezas de todos los tiempos para ustedes hoy aquí. No había viento y el sol calentaba donde él estaba parado con la cabeza descubierta. ¡Las grandes riquezas serán vuestras! Yo no he nacido aquí. Nací en lo que llamamos el Viejo Continente. Pero es la misma gente, la misma clase de gente que acá y todos  hacen las mismas trampas que acá—solo que, no hay tanto dinero como allá—eso hace la diferencia. Mi familia era gente pobre. Entonces comencé a trabajar cuando aun era muy joven. —¡Oh, me llevó mucho tiempo! pero    un día me dije a mí mismo, Klaus, ese es mi nombre, Klaus, me dije a mí mismo, eres un triunfador. Has trabajado duro pero has tenido

suerte. Eres rico—y ahora vamos a divertirnos.    Hamilton percibió con mayor claridad que el resto la necesidad de un nuevo gobierno que asumiera la autoridad  sobre los Estados si quería sobrevivir. Él nunca confió en el pueblo, “la gran bestia”, como él los veía y sostenía que Jefferson era un poco mejor, sino peor que cualquiera. ¡Y así llegué a América! Un estado crítico en cuestiones financieras en particular se presentó. Los Estados se inclinaban por sacarse de encima la deuda contraída durante la reciente guerra—cada estado prefería hacerse cargo de sus propias obligaciones por separado. Hamilton comprendió que si esto ocurriera el efecto sería fatal para la futura credibilidad. Con energía e ingenio se mostró a favor de la “Asunción”, asunción del gobierno federal de la deuda nacional, y el otorgamiento de poder tributario sin el cual no podría obtener los fondos necesarios para este propósito. Se desató una tormenta en la que encontró la oposición de Madison y Jefferson. Pero cuando llegué aquí pronto descubrí que era solo una ranita en un poderoso y enorme charco. Así que me puse a trabajar de nuevo. Creo que nací con un don para ese tipo de cosas. Prosperé y me vanagloriaba por ello. Y entonces creía que era feliz. Y era feliz — tan feliz como el dinero podía hacerme. ¿Pero me hizo BUENO? Hizo una pausa para reírse, con ganas, y sus débiles asistentes lo siguieron, esforzándose—sonriendo a las rocas con sonrisas irónicas    . ¡NO! gritó, arrodillándose e incorporándose violentamente por la fuerza de su énfasis—como Beethoven logrando un crescendo de una

Orquesta—¡NO! No me hizo bueno. (Sus puños apretados se levantaban por encima de sus cejas.) Seguí haciendo dinero, más y más, pero no me hizo bueno. ¡América, la dorada! con estafa y dinero maldito como Altgeld enfermo y fundido te amamos tierra amarga Como Altgeld arrinconados viendo pasar a los dolientes inclinamos la cabeza ante ellos y nos quitamos el sombrero Y así un día oí una voz .  .  .  una voz—tal como esta con la que hoy les hablo.   .   . .        .        .        .       .       .        .       .       .       .  .        .        .        .       .       .    Y la voz dijo, Klaus, ¿qué pasa contigo? No eres Feliz. ¡Soy feliz!, le grité, tengo todo lo que deseo. No, me dijo. Klaus, eso es mentira. No eres feliz. Y tuve que admitir que era cierto. No era feliz. Eso me molestaba mucho. Pero era testa rudo y cuando volví a pensarlo me dije a mí mismo, Klaus, te estás poniendo viejo para permitir que cosas así te preocupen.

.        .        .        .       .       .    entonces un día nuestro Señor bendito vino a mí y puso Su mano en mi hombro y dijo, Klaus, viejo estúpido, has estado trabajando demasiado. Te ves cansado y preocupado. Déjame ayudarte. Estoy preocupado, respondí, pero no sé qué hacer. Tengo todo lo que el dinero puede comprar, pero no soy feliz, esa es la verdad. Y el Señor me dijo, Klaus, entrega tu dinero. Nunca serás feliz hasta que lo hagas. Como corolario a la famosa pelea por la asunción subyacía el entendimiento entre muchas de las mentes más destacadas de la joven república de que a menos que la industria se reactivara, a menos que la manufactura de productos se activara los ingresos por impuestos serían un mito. El nuevo mundo había sido considerado como productor de metales preciosos, pieles y materia prima que serían entregados a la tierra madre a cambio de productos manufacturados, que los colonos no tendrían otra opción sino comprarlos a precios elevados. Se les impidió fabricar telas de lana, algodón o lino para la venta. Tampoco se les permitió la construcción de hornos para convertir el hierro de origen en acero. Incluso durante la Revolución, Hamilton había quedado impresionado ante la vista de las Grandes Cataratas de Passaic. Su imaginación fértil vislumbró un gran centro de manufactura, una gran Ciudad Federal, que supliera las necesidades del país. Allí había fuerza hidráulica para hacer funcionar la rueda de los molinos y un río navegable para el transporte de la manufactura a los centros de comercio: una manufactura nacional. ¡Desprenderme de mi dinero! –con insistencia monótona las cataratas de su arenga poco interesante colgaban de la oreja, aunque de forma extraña, como suspendidas en el espacio Eso sería difícil de hacer para mí. ¿Qué dirían mis amigos ricos? Dirían: Ese viejo tonto de Klaus Ehrens está

enloqueciendo, deshacerse de su efectivo. ¡Cómo! ¿abandonar aquello por lo que luché por apilar toda mi vida –para poder decir que era rico? ¡No! no podría hacerlo. Pero mi mente me atormentaba. Hizo una pausa para secarse la frente mientras los cantantes entonaban un animado cántico. No podía comer, no podía dormir pensando en mi problema, y cuando el Señor vino hacia mí por tercera vez yo estaba listo y me arrodillé ante Él y dije: ¡Señor, haz de mí tu voluntad! ¡Entrega tu dinero, Él dijo, y Yo te haré el hombre más rico del mundo! E incliné mi cabeza y le dije: Sí, Señor. Y su verdad bendita descendió sobre mí y me llenó de regocijo, tal regocijo y tal riqueza como nunca había conocido en mi vida hasta ese día y le dije a Él: ¡Señor! En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.      Amén. ¡Amén! ¡Amén! repitieron los asistentes devotos. ¿Es esta la única belleza aquí? Y ¿es esta belleza– la que destrozan los cismáticos acechantes? ¿Dónde estará la belleza entre estos árboles? ¿Son los perros cuyos dueños traen aquí para secar su pelaje? Estas mujeres no son bellas y no reflejan

ninguna belleza sino vulgaridad . . A menos que la belleza se encuentre, en cualquier parte, tan flagrante en deseo  . La belleza de la santidad, si así fuera, es la única belleza visible en este lugar además del paisaje y el fresco e incipiente árbol. Empecé entonces a despojarme de mi dinero. ¡No me llevó mucho tiempo debo decir!  Lo tiré a manos llenas. Y comencé a sentirme mejor  .  .  .  . –y apoyado en el parapeto, pensaba Desde aquí, uno podría verlo –aquel hombre atado, aquel asesino a sangre fría  .  ¡Abril! siendo ahorcado en la distancia. Grupos en diferentes puntos del acantilado  .  reunidos desde antes del amanecer para ser testigos.                                Uno mata  por dinero, pero no siempre lo obtiene. Se apoya sobre el parapeto pensando, mientras el predicador, superado en número, le habla a las hojas de los pacientes árboles   : El gentil Cristo hijo de Pericles y femina practa Dividido entre Atenas y

los amphyoxus El gentil Cristo— maleza y valor tristemente sincero Llora y es  recordado como el que salió de la tumba —lo tiré con ambas manos.      .  hasta que desapareció —el hizo un amplio gesto con  ambas manos como si tirara dinero al viento— —pero las riquezas que me fueron dadas  son incontables. Puedes revolearlas descuidadamente a diestra y siniestra—y aun así tendrás más. Porque Dios Todopoderso tiene ilimitados recursos y nunca falla. No hay  fin para los tesoros de nuestro Señor Todopoderoso que murió en la Cruz por nosotros para salvarnos. Amén.   El Sistema de Reserva Federal es una empresa privada   .   .   .    un monopolio privado .   .   .   (con poder)    .    .    .    otorgado por un Congreso desarticulado    .    .    .    para emitir y regular todo nuestro dinero.    Ellos hacen dinero de la nada y lo prestana empresas privadas (el mismo dinero una y otra vez a altas tasas de interés), y también al Gobierno cada vez que necesita dinero en la guerra y la paz; por el que nosotros, el pueblo, en representación del Gobierno (en este momento a cualquier costo) debemos pagar intereses a los banco como altos impuestos. El pájaro, el águila, se hicieron pequeños—para meterse en el huevo engoznado hasta desaparecer allí dentro, totalmente menos una pata en la que una garra se abría y se cerraba angustiosamente buscando 

el aire, y no podría—pese a todo  el esfuerzo de la lucha, permanecer dentro    .    Al contemplar las Cataratas, Hamilton quedó impresionado por el show de lo que en esos tiempos era poder avasallante    .    .    .    planificó un acueducto de piedra a continuación de un bulevar proyectado, por el camino más directo, a Newark con outlets cada una o dos millas a lo largo del río para los grupos de fábricas: La Sociedad de Manufacturas Útiles: SMU, la llamaron.     Los periódicos del día hablaban en términos entusiastas de las magníficas perspectivas de la "Manufactura Nacional" donde estaban profundamente convencidos se producirían todo el algodón, casimeres, papel tapiz, libros, sombreros de fieltro y de paja, carruajes, cerámica, ladrillos, ollas, sartenes y botones necesarios en los Estados Unidos. Pero los planes de L'Enfant eran más majestuosos que prácticos, y Peter Colt, Tesorero del Estado de Connecticut, fue elegido en su lugar.  El destacado objetivo de la Sociedad era la manufactura de productos de algodón. Washington en su acto inaugural .     .     .     .     .     .    llevaba un abrigo Barbour hecho a mano en Paterson     .    .    .      .     . En otras palabras, los bancos de la Reserva Federal constituyen un Sistema Nacional Legal de Usura, cuyo cliente número 1 el nuestro gobierno, el país más rico del mundo. Cada uno de nosotros paga tributo a los estafadores por cada dólar que ganamos trabajando duro. .    .    .    .    En todas nuestras grandes emisiones de bonos el interés es siempre mayor al principio. Por ese motivo, todas nuestras grandes obras públicas cuestan más del doble del costo real. Bajo el sistema de negocios actual  SIMPLEMENTE AÑADIMOS ENTRE 120 Y 150 por ciento al costo establecido.     La gente tiene que pagar de todos modos; ¿por qué se los obliga a pagar dos veces? TODA LA DEUDA NACIONAL ESTÁ BASADA EN CARGOS DE INTERESES. Si la gente pensara alguna vez en préstamos y pagarés al mismo tiempo, el juego se acabaría. Si hay sutileza,

eres sutil. Te pido indulgencia: ninguna oración debería provocarte otra cosa que lágrimas. Tenía un amigo    .    .    .    . en fin. Recuerdo que cuando era niño dejé de rezar y temblaba de miedo hasta quedarme dormido-tu sueño me calmóTambién tú, estoy seguro, has leído La Rama Dorada de Frazer. Te hace justicia- una oración como esa puede ser hecha por un amante que valora cada rasgo del encanto de su novia, y terrorterror para él, como el que siente un hombre casado por su noviaTú eres la novia eterna y padre- quid pro quo, un simple milagro que conoce los brazos del mar, para el que el roble es coral, el coral es roble. Los Himalayas y las praderas de tus rasgos asombran y deleitan¿Por qué debería moverme de este lugar donde nací?, sabiendo cuan inútil sería la búsqueda para ti en la multiplicidad de tu debacle. El mundo se extiende para mí como una flor que se abre-y se cerrará para mí como lo haría una rosamarchitarse y caer al suelo y corromperse y convertirse en flor otra vez. Pero tú nunca te marchitas-floreces a mi alrededor. Así me olvido de mí para siempre-en tu composición y descomposición encuentro mi    .    .    .    .

¡desesperación! .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    . Cualesquiera hayan sido tus razones para esa nota tuya y para tu indiferente evasiva a mis cartas justo antes de esa nota-la única cosa que deseo más que ninguna otra es poder verte. Está unido a mucho más de lo que he dicho aquí. Y más importante aún, es el ÚNICO impulso que tengo que atraviesa la película, la corteza que se ha formado allí tan fatalmente entre mi verdadero ser y aquel que solo puede hacer gestos mecánicos de estar vivo. Pero incluso si tú accedieras, no querría verte a menos que hubiera un poco de cordialidad y amistad de tu parte.   .   .   Ni tampoco querría verte en tu oficina bajo ninguna circunstancia. No es eso lo que quiero decir (porque no tengo un motivo específico para verte por ahora como el que tuve cuando te llamé la primera vez como un completo desconocido, no como el que pude haber tenido justo antes de tu última nota cuando deseaba tanto que revisaras conmigo algunos de mis poemas más fallidos), he estado sintiendo (con ese sentimiento en aumento) que nunca más podré recobrar algo del sentido de mi propia identidad (sin el que no puedo escribir, por supuesto-pero que en sí mismo es más importante que la escritura) hasta que pueda recobrar algo de fe en la veracidad de mis propios pensamientos e ideas y problemas que se han convertido en arena seca por tu actitud con respecto a esas cartas y más tarde por tu nota. Es por eso que no puedo desechar mi deseo de verte-no de manera impersonal, sino en la manera más personal, ya que nunca podría haberte escrito de un modo completamente impersonal. III Domingo en el Parque     

         Busca lo nulo      todo lo vence

     la N de todas      las ecuaciones     .      esa roca, el vacío      que las sostiene      que arrancado     hace la roca       su caída. Busca      eso nulo      que está más allá de      lo visible      la muerte de todo       lo que está más allá      de todo ser     . Pero vendrá la primavera y las flores brotarán y el hombre debe hablar de su condena     .     . El descenso llama            como el ascenso llamó                  La Memoria es una forma de consumación                  una clase de renovación                          incluso una iniciación, porque los espacios que abre son lugares nuevos                   habitados por hordas                             hasta ahora inadvertidas, de nuevo orden             porque sus movimientos               van hacia nuevos objetivos (aunque antes fueron abandonados) Ninguna derrota esta hecha solo de derrota-ya que el mundo que abre es siempre un lugar

                              previamente                                            insospechado. Un mundo perdido,                                          un mundo insospechado                                                           llama a nuevos lugares y ninguna blancura (perdida) es más blanca que el recuerdo de la blancura     . Con el atardecer,  despierta el amor                                        aunque sus sombras                                               que están vivas porque el sol brilla                                      se adormecen ahora y se alejan                                                        del deseo     . El amor sin sombras se  agita ahora                                 comienza a  despertar                                       mientras la noche avanza. El descenso                                hecho de desesperación                                          y sin consumación alcanza un nuevo despertar     :                                        que es el reverso de la desesperación.                               Porque a eso que no podemos consumar, a eso que                    es negado al amor,                         a eso que hemos perdido en la expectativa                                         le sigue el descenso, interminable e indestructible     . ¡Escucha!                ¡el agua cayendo!              ¡Los perros y árboles           conspiran para inventor           un mundo- ido!

          ¡Guau, guau! ¡Guau, guau! Un           auto que se aleja levanta la grava cuando           acelera!           ¡Cansado! le pauvre petit minister            hizo todo lo que pudo, lloran,           pero aunque sudó al máximo,           ningún poeta ha venido     .           ¡Guau, guau! ¡Guau, guau!           Los perros ladraron con variaciones, los árboles           acercaron los dedos a sus narices. Ningún           poeta ha venido, ningún poeta ha venido.           -pronto nadie queda en el parque sino           amantes culposos y perros perdidos     .                                                           ¡Sueltos!          Solo, observando la luna de mayo debajo de los          árboles     .           El parque cierrra a las nueve. Deben           salir del lago, vestirse, en           sus autos y en marcha: se cambian por           ropa de calle en los asientos traseros           y salen de entre los árboles     .           La “gran bestia” completamente eliminada          antes de que caiga la noche, los grillos          de alas negras y las hylas despiertan     . Perdido estaba eso que Jim había encontrado en Marx y Veblen y Adam Smith y Darwin-el sonido digno de una enorme, serena  campana anunciando la mañana de una nueva era     .     .    en cambio, la lánguida queja de una puerta con las bisagras flojas.           Faitoute, consciente de a ratos,           se enciende de a ratos, finalmente lo rechaza           y se va      .

          Que el poema,           la roca y el templo más perfectos, las más altas           cataratas, en nubes de diáfano rocío, sea           tan combatido     .     que el poeta,           en desgracia, deba prestarse de la erudición (para           liberar la mente) : denigrándose ante el vocabulario           (pidiendo prestado a aquellos a quienes odia, para su propia           esclavitud)      .           -sin contar sus fracasos     .           tratando de inducir a sus huesos a meterse en escena,           sus huesos secos, por encima de la escena, (no lo harán)           iluminándola dentro de sí, fuera de sí           formando colores, en términos de algún           callejón oscuro, para que la historia huya           de los proxenetas           .      .      consumando la inevitable           pobreza, la invisible, vapuleada, fecunda           .     rebajada ciudad           El amor no es consuelo, sino un clavo en la           cabeza           .      revertido en el espejo de su            propia miseria, devaluado por el divorcio del saber,           su basura en las cunetas, sus legisladores           debajo de la basura, ignorantes, incapaces de           instruirse a sí mismos      .                          un boicot, una avulsión     :           -flores arrancadas, copas de rey, amarillas y rojas,           esparcidas por el sendero, cornejos en flor,           los árboles desmembrados; sus mujeres           superficiales; sus hombres negándose categóricamente-en el           mejor de los casos     .           El lenguaje     . ¡palabras           sin estilo! cuyos eruditos (no hay ninguno)

          o pendientes, alrededor de las cuales           el agua teje sus orillas revistiéndolos          en una especie de laca espesa, acumulada           bajo su corriente     .                                      Atrapado (mentalmente)           junto al agua mira hacia abajo, ¡escucha!           Pero todavía no encuentra ni una sílaba en el confuso           alboroto: perdiendo el sentido (aunque lo intenta)           no aprendido pero escuchando, se estremece con la intensidad           de su escucha     .           Pensar en la corriente es lo que lo consuela,           su aterradora caída, invitando al matrimonio-y           a una estola de piel     . Y Ella     Las piedras nada inventan, solo el hombre inventa. ¿Qué responde la catarata? ¿llenando la cuenca de piedras dentadas? Y Él     Sin duda, es lo nuevo, incomprendido, que remodela lo viejo, derramándose     . Y Ella     ¡No ha sido representado en nuestra época! Le pauvre petit ministre, agitando sus brazos, se hunde bajo la indiferente fragancia de los tilos     . Mis sentimientos hacia ti son ahora de enojo e indignación; y me permiten decirte una cantidad de cosas con franqueza, sin que mi lengua de rodeos como siempre. Puedes llevarte también toda tu literatura y la del resto y arrojarla en uno de esos camiones de basura enormes del Departamento de Sanidad, mientras la crema y nata de las mentes y las más finas sensibilidades usen esas mentes y esas sensibilidades no para convertirse en seres humanos más humanos que el

común de la gente, sino como un medio de desligarse de responsabilidades que lleven a una mayor comprensión de sus pares, solo en teoría- que no vale una mierda. .     ¡y ahí van los evangelistas! (su órgano cargado en la parte trasera de su camioneta) velozmente colina abajo     .     ¡los niños al menos se divierten con eso! Su enojo aumenta. Congelado hasta los huesos. Cuando aparece un enano, horriblemente deformadove las raíces retorcerse aplastadas bajo el follaje de su mente por las muchedumbres de domingo como bajo los pies del estresante ministro. De sus ojos salen gorriones y cantan. Sus orejas son hongos venenosos, sus dedos han comenzado a dar hojas (su voz se ahoga bajo las cataratas)     . ¡Poeta, poeta! canta tu canto!, ¡rápido! o si no los vulgares yuyos y no los insectos borrarán tu especie. Él solo cae      .     . Y Ella     ¡Cásanos! ¡Cásanos!   O que te arrastren, arrastren hacia abajo hasta que te pierdas Ella estaba casada con palabras vacías: mejor    tropezar en         el borde        para caer    caer        y quedar     -divorciada

de la exigencia de lugar      del conocimiento, del aprendizaje-los términos ajenos, que no transmiten inmediatez, derramándose.      -divorciada del tiempo (no más invento), calva como un huevo     . y saltó (o cayó) sin un lenguaje, muda el lenguaje agotado. El enano vivía ahí, cerca de la catarataa salvo por su color protector. Vete a casa. Escribe. Compone     . ¡Ja! Reconcíliate, poeta, con tu mundo, ¡es la única verdad! ¡Ja! -el lenguaje está agotado. Y Ella     ¡Me has abandonado! -ante el mágico sonido de la corriente se arrojó sobre el lecho¡un gesto lamentable! perdida entre palabras: Inventa (si puedes) descubre o nada estará claro-te vencerá el repiqueteo en la cabeza. No habrá nada claro, nada claro      . Él huyó perseguido por el clamor.

Setenta y cinco de los sabios líderes del mundo, poetas y filósofos se reunieron en Princeton la semana pasada     .     .     . Faitoute clavó su tacón con fuerza en la piedra: Soleado hoy, con una temperatura máxima cercana a los 27 grados; vientos moderados del sur. Parcialmente nublado y continuará templado mañana, con vientos moderados del sur. Su vientre     .     su vientre es como una nube     .     una nube al atardecer     . La mente de él despertará otra vez: Él ¡Yo con pantalones, saco y chaleco todavía puestos! Ella ¡Y yo todavía con mis botas para la lluvia! -el descenso sigue al ascenso-a la sabiduría como a la desesperación. Un hombre está bajo la más burda necesidad de derribar los pináculos de sus humores sin miedo     a las bases; ¡base! a la escoria que grita que conoció el aire limpio Desde esa base, imperturbable, ¡para recuperar el sol que besa las cúspides del amor! -oscuramente dando lugar al garabato    .     ¡y la guerra es ganada! -diciéndose a sí mismo una canción escrita previamente     .     tiende a creer que ve, en la estructura, algo interesante:

En esta noche la más voluptuosa del año el período de la luna es amarillo sin luz el aire es suave, el ave nocturna solo tiene una nota, el cerezo en flor es un manchón en los bosques, su perfume apenas adivinado corre por la mente. Ningún insecto está despierto, las hojas son pocas. En los árboles arqueados no hay sueño. La sangre está quieta e indiferente, la cara no duele ni el sudor mancha ni la boca tiene sed. Ahora el amor podría disfrutar su juego sin que nada perturbe la octava de su escala. Su vientre     .     su vientre es como una nube blanca     .     una nube blanca al atardecer     .     ¡antes de la noche estremecida! Mi posición ante el desafortunado lugar de la mujer en la sociedad y mis ideas con respecto a todos los cambios que hacían falta, te parecieron interesantes, ¿no es cierto?, en tanto condujeran a la literatura. Mi inclinación emocional, mi independencia de los estándares sentimentales femeninos, me permitió hacer un trabajo aceptable en poesía –todo eso estuvo bien, ¿no es cierto?– ¡eso hizo que te pusieras en guardia! Y viste en una de las primeras cartas que te envié (la que quisiste usar entonces para tu ‘Introducción’ al Paterson) un indicador de que mis ideas debían ser tomadas con seriedad, que también podías convertirlas en literatura, disociadas de la vida. Pero cuando mi vida personal se coló, y pisoteó todo con esas mismas actitudes y sensibilidades y preocupaciones que tú hallabas tan admirables literariamente –eso fue algo diferente ¿no es cierto? Ya no eran admirables sino que por el contrario, eran deplorables, irritantes, estúpidas o de alguna manera, imperdonables; porque esas mismas ideas y sentimientos que hacen que un escritor adquiera una nueva mirada, a menudo son las que, cuando las vivimos, nos vuelven torpes, complicados, desagradecidos, extrovertidos allí donde la mayoría es reservado, y reservados donde se es extrovertido, y que hacen que uno, con mucha frecuencia, pisotee los egos sensibles de los otros como resultado de nuestra inestable sinceridad u honestidad  llevada al límite. Y que ellas sean las mismas –eso es importante, algo para ser recordado en todo momento, en especial por escritores como tú que se protegen de la vida a la intemperie con las paredes de cristal de sus vidas seguras.

Sólo mi escritura (cuando yo escribo) es yo misma; sólo eso es mi verdadero yo en cualquier modo esencial. No porque le de a la literatura y a la vida dos tipos de valores independientes e inconsistentes, como tú. No, yo no hago eso; y siento cuando alguien lo hace, la literatura queda convertida en un excremento intelectual digno de cualquier tipo de apestoso agujero. Pero de la escritura (como en todo arte) uno obtiene su unidad de ser y la libertad para ser uno mismo, de la propia relación con las otras especialidades (lengua, cerámica, pinturas, etcétera) sobre las que tiene un control absoluto y darles forma depende por entero de la propia fuerza; mientras que al vivir darle forma a las apariencias (nuestras amistades, la estructura social, etcétera) no depende solo de nosotros sino que requiere de la cooperación y la comprensión de la humanidad de los demás para lograr lo que es mejor y más real de nosotros mismos. Es por eso que tus elegantes comentarios sobre la necesidad femenina de ‘navegar libremente en su propio elemento’ como poeta, se convierte en retórica vacía a la luz de tu comportamiento conmigo. Ninguna mujer podrá hacerlo por completo hasta que no sea capaz,  primero, de ‘navegar libremente en su propio elemento’ viviendo –esto quiere decir, en su relación con los hombres antes de que lo haga en su relación con otras mujeres. Los miembros de cualquier clase sin privilegios desconfían y odian al ‘outsider’ que es uno de ellos y por lo tanto, las mujeres –mujeres en general– nunca estarán satisfechas con su destino hasta que la luz las ilumine, no desde ellas mismas, sino desde las transformadas actitudes masculinas hacia ellas– mientras tanto, los problemas y la conciencia de una mujer como yo son mirados con más desagrado aun por otras mujeres, que por los mismos hombres. Y eso, mi estimado doctor, es otro de los motivos por los que necesitaba una amistad diferente a la que me ofreciste. Por supuesto desconozco aun qué cosa hizo que tu amistad por mí se enfriara. Pero sí sé que si te hubieras preocupado mínimamente por mí, solo hubo dos cosas que pudiste haber considerado: (1) que era, y todavía lo soy, una mujer muriendo de soledad- sí, muriendo de la misma manera que la gente muere de cáncer de a poco o de tuberculosis o de cualquier otra enfermedad (a pesar de mi eficacia en el mundo práctico continuamente socavado por esa soledad); y (2) porque necesitaba  -y todavía necesito- con desesperación, formas y medios para llevar adelante una vida de escritor, ya sea asegurándome algún empleo como escritora (o cualquier empleo que tenga que ver con intereses culturales)  o a través de algún tipo de periodismo literario como por ejemplo reseñas de libros –porque solo en trabajos o empleos como tales, puedo convertir en ventajas lo que son cargas para mí en otro tipo de trabajos. Esos eran los dos problemas que tú continua y deliberadamente pusiste en el

fondo de tus intentos por ayudarme. Y aun así fueron, y siguen siendo, más importantes que si publico o no mi poesía. No necesité publicar mi poesía con tu nombre acreditándola para poder seguir escribiendo poesía ni la mitad de lo que necesité tu amistad de otros modos (los mismos que ignoraste) para escribirla. No pude, por esa razón, responder con la sensibilidad y aprecio que esperabas de mí (no sin honestidad verdadera) a la clase de ayuda que necesitaba mucho menos que aquella que me negaste. Toda tu relación conmigo era igual a que intentaras ayudar a un paciente con neumonía dándole una caja de aspirina o de pastillas de Grove para la gripe y un vaso de limonada tibia. No podía decírtelo abiertamente. Y como hombre de letras, ¿no te dabas cuenta, cuando la imaginación, tan expeditiva para la creación literaria, parece fue incapaz de darle a un escritor como tú la comprensión básica sobre el inconformismo y la impotencia de una mujer en mi situación? Cuando me informaste en W. sobre la posibilidad de un empleo como censor, algo sin importancia para ti ¿no es así?, ¿pretendías que yo hiciera las preguntas necesarias con respecto al empleo, arreglara las entrevistas necesarias, comenzara el trabajo (de ser contratada) bajo las condiciones de vida necesarias para sostener un trabajo como ese, y así  enderezara mi vida en sus aspectos prácticos por arte de magia? Pero nunca es tan simple volver a la normalidad en las cuestiones más prácticas para alguien de mi lado de la vereda, que no es tu lado ni el de tu gran admiradora, la señorita Fleming, ni siquiera es el lado de todas esas tan bien cuidadas personas como S. T. y S. S. que han pasado la mayor parte de su vida con alguna Clara o alguna Juanita que las cuide incluso estando quebradas. Una persona completamente indigente luego de meses de privaciones y adversidad necesita todo tipo de cosas incluso para ponerse en forma para encontrar un respetable trabajo de oficinista. Y luego necesita grandes fondos para comer y dormir y mantener las apariencias (especialmente esto último) mientras va de un lado a otro haciendo entrevistas. E incluso si y cuando se consigue un empleo así, aun necesita comer y dormir y el transporte y mantener las apariencias y el resto, esperando su primera paga e incluso la segunda ya que la primera se habrá esfumado en pagar el alquiler o algo por el estilo. Y todo eso cuesta un montón de dinero (en especial para una mujer) –más de diez dólares o veinticinco dólares. O requiere de esa clase de amigos cercanos donde uno es bienvenido y puede quedarse por un mes o dos, y cuya máquina de escribir uno puede usar para escribir una de las cartas requeridas para solicitar las entrevistas y cuya plancha uno puede usar para planchar su ropa,

etcétera –la clase de amigos cercanos que no tengo y que nunca he tenido por las razones que tu sabes. Por supuesto, no podía recurrir a ti, un extraño, para esta favor práctico a gran escala; y fue muy estúpido de mi parte haber minimizado el alcance del favor que necesitaba la primera vez que te pedí un giro que fue robado y luego los segundos veinticinco dólares –estúpido porque fue confuso. Pero el otro favor que pedí, finalmente (y el que mandaste al fondo) hubiera sido el sustituto perfecto, porque hubiera llevado a cabo esos planes de los que te hablé al final del otoño (reseñas, complementadas con cualquier empleo part-time y tal vez un mes en Yaddo este verano) sin lo que cuesta levantarse en otros sentidos bastante diferentes. Y luego, eventualmente, el hecho mismo de que mi nombre apareciera aquí y allá en la sección de reseñas de algunas publicaciones (prefiero no usar la poesía de ese modo) me hubieran permitido conseguir cierta clase de trabajo (como un O.W.I por ejemplo) sin la burocracia que afecta solo a la gente extraña y desconocida. La ira y la indignación que siento por ti ahora ha servido para romper el duro hielo de la congelación que mis facultades creadores comenzaron a sufrir como resultado de la última nota que me enviaste. Me hallé a mí misma pensando y sintiendo en términos poéticos otra vez. Pero por otra parte es un hecho que hoy carezco más aun de cualquier tipo de anclaje que cuando recién te conocí. Mi soledad está a miles de brazas más honda, y mi energía física está debilitadas por ello; y mi situación económica es naturalmente peor, con el costo de vida ahora tan alto, y porque con mi contacto con tu amiga la señorita X salió muy mal. De todos modos, ella pudo tener otro motivo para no prestar atención a mi nota –tal vez porque descubrió nuestra amistad se había enfriado –lo que pudo significar una diferencia para ella, ya que es tu gran ‘admiradora’. Pero no lo sé. Tampoco sé eso; y cuando fui al “Times” la semana pasada, para probar, por mí cuenta, para que me dieran algunas reseñas de ficción (el “Times” publica tantas), no pasó nada. Y es escribir lo que quiero hacer –no operar una máquina o un torno, porque con literatura más y más comprometida con los problemas sociales y el progreso social (para mí, según mi modo de ver) cualquier contribución que pueda hacer en beneficio de la humanidad (en tiempos de guerra o de paz) deben ser como escritora, no como operaria.

Libro V

Paterson ha envejecido el perro de sus pensamientos se ha encogido hasta no ser más que “una carta apasionada” para una mujer, una mujer a la que olvidó llevar a la cama en el pasado     . Y siguió viviendo y escribiendo cartas

respondiendo y cuidando su jardín de flores, cortando el pasto y esforzándose para que los jóvenes evitaran errores al usar aquellas palabras que él encontró tan difíciles, aquellos errores que él cometió al usar la línea poética:

“       .       el unicornio ante un fondo de mil flores        .       ” Nada hay de sentimental en torno a la técnica de escritura. Un tonto no la  puede aprender, me dirás. Pero a cualquier joven con una mente ansiosa  por poner sobre una página al menos una sola oración clara le da valor u n viejo dispuesto a ayudarle  —y con el cual hablar.

Vuelo de aves que al unísono buscan sus nidos de temporada

una parvada antes del alba, pajarillos “That slepen al the night with open yë”  movidos por el deseo, apasionados, venidos desde lejos, casi siempre. Ya se separan, en parejas cada cual con su compañero. Los colores del plumaje son indescifrables por el destello del sol en el cielo pero la mente del viejo se agita por el blanco, el amarillo el negro como si pudiera verlos. De nuevo, su presencia en el aire lo calma. Aunque se acerca a la muerte está poseído por muchos poemas. Las flores han sido siempre sus amigas incluso en pinturas y tapices que han ido quedándose en el pasado en museos, guardados con celo, protegidos contra las polillas. Lo llevan con arrebato a contemplarlas, le hacen pensar en horarios de camiones y en cómo evitar lo irreverente — para refrescarse ante la visión del siglo xii en el que las ancianas o jóvenes u hombres o niños blanden sus agujas para poner correctamente el hilo verde junto al púrpura, el mirto junto al acebo y los hilos color marrón a un lado: juntos, tal como el boceto lo indica. Todos juntos, trabajando juntos— todos los pájaros juntos. Pájaros y hojas trazados para ser tejidos en su mente comiendo y     .      . todos juntos como él se lo ha propuesto —el cuerpo envejecido con la uña del dedo pulgar deformada se anuncia viene a buscarme —con una extraña sonrisa entre las flores agolpadas en ese campo donde el Unicornio ha sido encerrado tras una pequeña cerca de madera ¡en abril!

al pie del poste el mismo mes en que, vio a aquel hombre sacar la serpiente roja y matarla con una pala. Godwin me dijo que su cola no dejaría de agitarse hasta que el sol él lo sabía todo se metiera— o lo ignoraba todo y murió loco siendo aún joven La (auto) dirección ha cambiado la serpiente su cola en la boca “el río ha vuelto a sus orígenes” para atrás (para adelante) se tuerce dentro de mí hasta que al final el tiempo sea arrastrado por la corriente y “yo lo supe todo (o lo suficiente) se convirtió en mí     .      ” —los tiempos no son heroicos desde entonces pero son más limpios y más libres de enfermedad la mente se pudría en ellos                                      . diremos la serpiente tiene la cola en la boca

¡OTR A VEZ! la sabia serpiente Llego ahora a las florecillas reunidas entorno a los pies de mi amada —la caza del Unicornio y el dios del amor nacido de la virgen La mente es el demonio nos dirige   .                    bien, ¿preferirías que se volviera vegetal y que no usara barba? —¿hablaremos del amor visto sólo en un espejo —sin réplica? ¿reflejando sólo su espíritu impalpable? ¿quién es esa a la que veo y cuya carne no toco? El Unicornio ronda el bosque de la mente de todos los amantes verdaderos. Ellos le dan caza. ¡Gu au guau! ¡canten, viva el verde acebo! —todo hombre casado lleva en su cabeza la imagen amada y sacra de una virgen a la que ha prostituido                                       . pero la ficción real un tapiz seda y lana enhebrada con hilos plateados bestia de un cuerno, bestia blanca como la leche Yo, Paterson, el Rey mismo    . vi a la dama entre el bosque agreste afuera de los muros del palacio entre el hedor de los caballos sudorosos y los sabuesos cornados aullando de dolor la jauría jadeando pesadamente para ver a la bestia muerta ser traída finalmente al través del arco de la montura entre los robles. Paterson,

mantente alerta ¡ante cualquier detalle! Cualquier lugar es todo lugar: Puedes aprender de los poemas que cuando golpeas una cabeza vacía sonará hueco ¡en cualquier idioma! Las figuras son de talla heroica. El bosque está frío aunque es verano el vestido de la dama es pesado y se arrastra sobre el pasto. Por doquier, florecillas inundan la escena. Una segunda bestia es traída herida. Y una tercera, que sobrevivió la persecución, se echa a descansar un momento su cuello real firme con un collar de joyas. Un sabueso yace sobre su espalda destripado por el único cuerno de la bestia. Tómalo o déjalo, si el sombrero te queda— póntelo. Las florecillas parecen congregarse para entrar al acto: la juliana blanca, con su tallo ramificado, cuatro pétalos uno cerca del otro para completar el detalle de marco a marco sin perspectiva se tocan sobre el lienzo completan la pintura: la caprichosa violeta como caballo de ajedrez el pentafolio de rostro amarillo— es francés o flamenco este tapiz— la prímula de aroma dulce que crece a ras de tierra, esa que los poetas han hecho famosa en Inglaterra, no puedo decirlo todo: flores escarpinadas blancas y carmesí, balanceadas cuelgan sobre brácteas delgadas, cálices uniformes sobre un tallo, dedalera, la eglantin a

o rosa silvestre rosada como el lóbulo de una dama asomando bajo su pelo, campanilla, ramilletes azul y púrpura, pequeños como el nomeolvides entre las hojas. Centros amarillos, pétalos carmesí y el reverso, diente de león, arañuela, acianos, cardo y otras cuyos nombres y aromas no conozco. El bosque está repleto de acebo (ya te lo he dicho, esto es ficción, pon atención), la bandera amarilla de los campos franceses está aquí y multitud de otras flores también: narcisos y genciana, la margarita, pétalos de aguileña mirto, oscuro y claro y caléndulas. La acacia en la brisa de la mañana afuera de su ventana donde se mece una rama apacible  ondula  arriba y luego a un lado atrás y adelante me recuerda tan sólo a la sonrisa de una anciana —un fragmento del tapiz preservado sobre la pared al fondo muestra a una joven de cejas arqueadas perdida en el bosque   (o escondida) anunciada     .      . (es decir, la presentación) el sonido del cuerno de un cazador

que se ha escondido casi por completo entre las hojas. Ella me interesa por su singularidad, su vestido cortesano entre las hojas, ¡escuchando! La expresión en su rostro, desde donde está, alejada de los otros —la virgen y la puta, una identidad, ambas a la venta ¡al mayor postor! ¿y quién apuesta más que un amante? Sal de ahí si te dices mujer. Te doy en cambio a un joven que comparte el mundo femenino en su desprecio por el Infierno, con gracia —hubo alguna vez     . una vez: ¡Cra!     ¡Cra!     ¡Cra! ¡graznan los cuervos! ¡En febrero! en febrero empiezan. Ella no quería vivir hasta ser una anciana y usar una perilla de porcelana en su vagina para sostener la matriz, —pero  llegó hasta eso, hábil, ¿qué? Él fue el primero en descubrirla  y nunca la dejó hasta que la dejó embarazada, como haría cualquier soldado hasta que se levantó el campamento. Tal vez ella fue “marcada” tal como Osamu Dazai y su santa hermana hubieran querido. Era anciana cuando vio a su nieto: Ustedes los jóvenes creen que lo saben todo. Dijo ella con su acento cockney e hizo una pausa viéndome con dureza: El pasado es para los que vivieron en el pasado. ¡Cessa! —aprender con la edad a que mi vida se vaya en sueños: diciendo       .

La medida interviene, medir es todo lo que sabemos, una opción entre medidas                                .      . la danza medida “a menos que el aroma de una rosa nos deslumbre de nuevo” Igualmente risible es asumir no saber nada, un juego de ajedrez masivamente, “materialmente”, ¡compuesto! ¡Yo jo! ¡ta jo! No sabemos nada y nada podemos saber sino la danza, danzar a una medida a contrapunto, Satíricamente, el pie trágico.