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Para vivir más o menos…

Para vivir más o menos… (La realidad que el discurso no deja ver)

V. M. Peñafiel, PhD

Instituto de Investigaciones Físicas CF, FCPN (UMSA)

© 2019 por V. Miguel Peñafiel N. Bajo licencia de la Carrera de Física, FCPN (UMSA), sobre la base de “tal como está”, sin garantías o condiciones de clase alguna, implicada o expresa. El uso de este archivo está permitido estrictamente para fines no comerciales. Su distribución debe ser gratuita citando y poniendo de manifiesto los respectivos créditos.

www.fiumsa.edu.bo ISBN 978-99974-0-542-5 Primera edición: febrero de 2019. Imagen de la portada: Periódico Cambio, Discurso Presidencial Nº 841, 10/03/2016.

Para vivir más o menos… V. Miguel Peñafiel N., PhD* La sociología es, por supuesto, una ciencia. Pero, a diferencia de ciencias básicas como la física, sus métodos observacionales arrojan datos poco exactos y precisos (en el lenguaje de la metrología). Como la política es, en principio, la aplicación de ideas sociológicas a la satisfacción de necesidades humanas, su papel es similar al de cualquier ingeniería respecto del conocimiento científico y puede ser tratada en consecuencia. Se evalúa la fusión de conceptos ideológicos y técnicos (mercadotécnicos) muy conocidos y, sobre esa base, se analiza extensamente el “fenómeno masista” y varios de sus efectos.

* Físico teórico. Investigador asociado en el Instituto de Investigaciones Físicas, Carrera de Física, FCPN (UMSA). [email protected]

© 2019

A mis hijos Ana Carola, Irene Verona, Sergio Miguel, Sebastián Miguel y Miguel Luis, lo mejor que hay en mi vida.

Prólogos La práctica de la ciencia está compuesta por varios elementos, a diferentes niveles, den-

tro y fuera de la misma. Para poder entender la labor de un científico se debe primero entender cuáles son las razones que llevan al mismo a practicar la ciencia. Por ejemplo, a menudo los físicos se inclinan hacia su profesión por el ansia de entender el universo, las interacciones que lo rigen y sus consecuencias a todas las escalas de distancia. Obviamente, este tipo de cuestiones fundamentales no son propias únicamente de los científicos; de hecho, la curiosidad es innata en el ser humano y lo primero que uno puede hacer una vez que se reconoce como parte de un sistema mucho más grande es cuestionarse acerca del origen del mismo; las preguntas subyacentes son consecuencias naturales de la primera. Una vez que se reconoce que el ansia de conocimiento es propia de aquellos que buscan respuestas a través de la práctica científica, se implica también que la labor del científico conlleva un interés social: es necesario divulgar la ciencia, tanto para que la misma pueda retroalimentarse como para ofrecer a la sociedad algunas respuestas a ciertas preguntas necesarias acerca del origen y el funcionamiento de las cosas. Así, los científicos tienen una obligación social inclaudicable y una consecuencia directa de esta obligación tiene que ver con desmitificar la ciencia y desmentir la seudociencia. A menudo, y más aún en los tiempos modernos, esta última tarea se torna cada día más difícil por la cantidad de información falsa que circula en las redes, por el amarillismo científico y por las imposturas. La práctica científica requiere cierto grado de rigor. Las malas prácticas científicas o, de plano, las informaciones falsas afectan de forma negativa al desarrollo de la ciencia, uno de cuyos pilares fundamentales tiene que ver con la disponibilidad de información a la sociedad. Se hace ciencia para incrementar el conocimiento humano, y es una obligación de los practicantes de la misma divulgar los resultados y descubrimientos más interesantes para el resto de las personas. También es una obligación el desmentir informaciones falsas que usan la ciencia para llamar la atención, como en el sonado caso de la “medicina cuántica”, y distintos tipos de curas milagrosas.

Así, una pregunta pertinente es: ¿será que este tipo de labores y preocupaciones respecto de la información pasada al público tiene que ser únicamente de los practicantes de las ciencias? Obviamente, la respuesta es no; estos problemas conciernen a todas las áreas del conocimiento. Sin embargo, los métodos de reconocimiento de los problemas difieren entre un área y otra. Debido a que la ciencia básica se alimenta de hipótesis comprobables, la forma de obtener certezas respecto del alcance y limitaciones de nuestro conocimiento actual es directa; por ende, la forma natural de combatir la desinformación es divulgar las certezas de la ciencia de una forma adecuada. Por otro lado, otras áreas, como las ciencias sociales, carecen de hipótesis directamente comprobables; así, es muy fácil encontrar discursos falsos o falaces (basados en suposiciones completamente erradas o directamente maliciosas). ¿Cuál será, entonces, la forma de combatir este mal? A menudo, ramas del conocimiento diferentes de las ciencias básicas son vistas como en el mejor de los casos - meras aplicaciones de las mismas u ocupaciones que no tienen relación alguna con la ciencia o sus afluentes. Sin embargo, tales preconceptos y malas interpretaciones respecto a la esencia de las “ciencias sociales” no pertenecen únicamente a los científicos de la naturaleza; una gran parte de la comunidad de divulgadores sociales hablan de su oficio como si no perteneciese al grupo de las ciencias; o peor, rechazan a la ciencia por sus métodos de obtención de conocimiento. Más aún, es bien sabido que esos rechazos nunca vienen desacompañados y, a lo largo del tiempo, aparecen vertientes de pensamiento no convencional que actúan de forma contestataria a conceptos muy establecidos. Es decir, las ciencias sociales adolecen del mismo tipo de patologías que las ciencias naturales, pero en mayor escala. Por otro lado, es necesario insistir en que los ejercicios de las disciplinas sociales deban ser siempre llevados a cabo con el rigor característico de todas las otras ramas del conocimiento. Una vez admitida la importancia de la ciencia social, también lo será la de sus aplicaciones directas; digamos, de la política. La administración de una sociedad es obviamente una preocupación más importante que, por ejemplo, la proliferación de teorías irreales en ciencia. La preocupación reside, principalmente, en el hecho que los administradores políticos tienen poder de decisión sobre los intereses directos de las personas y sobre la legislación que afectará directamente a la sociedad en todas las escalas. Por eso es necesario exigir buenas administraciones, aquellas que dejen de lado las imposturas características de la política y prioricen la buena labor, sobre todas las cosas, honesta respecto de sus ideales y verdaderos planes. Un claro ejemplo de imposturas políticas involucra, justamente, a las ideologías políticas. Distintas vertientes de pensamiento sobre medidas sociopolíticas y económicas aplicables a niveles estatales han surgido a lo largo de la historia; algunas con más suerte que otras. El estudio histórico de la política y sus consecuencias sociales muestra que, popularmente, la gente genera aversiones o fanatismos respectivamente justificados por las decisiones de sus mayores exponentes; así, hoy en día, se tiene visiones populares en su mayor parte acertadas- respecto, por ejemplo, a que el fascismo quita libertades

individuales y exacerba el nacionalismo extremo; que el socialismo tiene por objetivo principal disminuir la brecha económica entre clases, etc. Así, siempre resulta muy conveniente y convincente para un político el identificarse como socialista, pues inmediatamente tendrá un apoyo masivo de aquellas personas que buscan un cambio justo. Sin embargo, siempre deberían caber las preguntas: ¿será que aquel político piensa lo que profesa? y ¿será que las medidas de un determinado gobierno son, de hecho, (inserte aquí la ideología)? Obviamente, la primera pregunta tiene siempre una respuesta ambigua, mientras que un estudio sistemático y riguroso de la política podría fácilmente responder a la segunda pregunta. Lastimosamente, ambas preguntas se suelen confundir y se tiende a resolver respecto de las ideologías con la identificación de los políticos, y no con sus acciones. Las imposturas políticas no son un problema endémico, sino más bien global e históricamente eterno y cabe a los estudiosos de la política lidiar con dichos problemas, científicamente, dentro de la sociedad. El libro “Para vivir más o menos...” toma ejemplos de nuestro cotidiano vivir como sociedad para mostrar la suposición (errada) de que las ciencias sociales no son ciencias y que las aplicaciones de las mismas no requieren de ser estudiadas, a pesar de ser inmensamente importantes para el desarrollo de la cultura, de la economía y de la justicia. Para poder cumplir este objetivo, varios otros son alcanzados a lo largo del libro. Una larga e importante revisión de cómo se maneja la comunicación científica; la forma de minimizar los errores en la comunicación de resultados entre pares académicos es hecha para poder demostrar que el rigor científico es siempre necesario, más aún ahora que la tergiversación de la información ha llegado a límites insospechados hace algunos años. Obviamente, este tipo de prácticas tienen que ser llevadas a cabo más seriamente en el ámbito de las ciencias sociales; es necesario entender la verdadera importancia de las mismas a todos los niveles para esperar una mejor administración de la sociedad. Así, de alguna manera, la mala fama de los políticos podría, eventualmente, desaparecer. Miguel L. Peñafiel, M.Sc.

¡Ah! El mundo de las ciencias básicas, una mirada al microscopio, otra al telescopio. En laboratorios, con instrumentos precisos y pizarrones llenos de interminables formulas y ecuaciones para muchos difíciles de comprender, pero que nos cuentan una historia: la historia del universo que nos rodea. Aquí no hay lugar para afirmaciones sin pruebas. Utilizando métodos como la observación, la experimentación y la revisión por pares, los científicos descubren y validan grandes hallazgos que nos ayudan a entender un poco mejor el mundo en que vivimos y sus componentes. Pero hasta las operaciones matemáticas más complejas nos arrojan a veces un pequeño margen de error, ese “más o menos” aleatorio que demuestra que hasta para un científico, la búsqueda del saber no termina

en un hallazgo sino que da paso al próximo y buscar tal vez encoger aún más ese margen. Por otro lado tenemos las ciencias sociales, la fascinación por el comportamiento de la sociedad, de quienes la integran, y de sus sistemas políticos. Ahí están por ejemplo la sociología y las ciencias políticas. Si, son ciencias como su nombre lo indica, solo que son otro tipo de científicos las que la practican y el objeto del estudio somos pues todos nosotros. Estos científicos no son tan buenos con los números pero son increíblemente hábiles con las palabras y con el discurso. Tan hábiles son, que a veces llegan a nublar nuestra mente y creemos entender lo que nos cuentan cuando otra puede ser la realidad. Este tipo de ciencia no se caracteriza precisamente por su exactitud y lamentablemente ese “más o menos” puede resultar mucho, pero mucho más grande. Esta obra intenta unir en matrimonio a estas dos ramas de la ciencia. Un matrimonio aparentemente improbable pero si algo sabemos de física es que los polos opuestos indudablemente se atraen. Quizá cuando esto ocurra logremos ver por nosotros mismos el lamentable estado en que el sistema político se encuentra; no solo en Bolivia, sino en muchos otros lares del planeta. Pero más importante, y aplicando los mismos métodos, y con la misma sed de conocimiento por la verdad de un científico en un laboratorio, logremos resolver los grandes problemas de nuestra sociedad y enfrentar todos los desafíos que a la humanidad le espera. Sergio M. Peñafiel

V. Miguel Peñafiel N., PhD autor del libro “Para vivir más o menos...”, me ha solicitado prologar esta interesante investigación que, sin lugar a dudas, ha de repercutir en el ámbito sociopolítico en general y en el campo científico en particular que seguramente alcanzará un merecido y pleno reconocimiento por su honestidad intelectual y sus propias valías científicas. “Para vivir más o menos...” (La realidad que el discurso no deja ver) es un trabajo académico muy bien documentado, con un estilo que nos sumerge en la lectura exhibiendo un amplio bagaje cultural, deleitable, con un toque irónico en la descripción de los fenómenos políticos que son desmenuzados para evidenciar una realidad distinta a la construcción de discursos utilizados por el gobierno. No sólo encuentra diferencias entre el discurso y la realidad indagando además problemas políticos que forman parte de nuestra idiosincrasia.

En el análisis discursivo del actual gobierno radica el aporte del libro que se presenta como una exigencia de carácter ético-intelectual, que necesita dar cuenta de los acontecimientos políticos y sociales en el país a partir de la implementación del Estado Plurinacional. La búsqueda de una interpretación científica y crítica de los hechos sociopolíticos que no se contente con ver los acontecimientos desde una perspectiva subjetiva o discursiva, es parte del legado de este trabajo. Una conclusión a la que llegamos al leer “Para vivir más o menos...”, es que la propia consolidación del Estado de Derecho debe determinar la responsabilidad de los poderes del Estado en el manejo de las instituciones pertenecientes a la esfera estatal que permita romper con la cultura administrativa de carácter patrimonialista y vencer la resistencia administrativa de carácter burocrático. El actual contexto democrático exige necesariamente la incorporación cada vez más creciente de racionalidad en la gestión pública cuya responsabilidad recae sobre el gobierno. La preservación de la democracia y si se quiere su ampliación, como propone el autor, consistente en una democracia directa y digital que supone la ampliación de espacios político-sociales con sentido republicano y la supresión de decisiones unilaterales y sin control. Por el lado del Gobierno, las premisas permanentes deberán ser la rendición de cuentas, así como el uso eficaz y equitativo de los recursos públicos. Como contraparte, el Poder Legislativo deberá mostrar su capacidad para cumplir con sus funciones de control, critica y propuesta en todos los ámbitos determinados constitucionalmente, sin olvidar las propias obligaciones de la propia ciudadanía que debe procurar participar de las definiciones de las políticas y en labores de vigilancia de la gestión pública. Con la certidumbre que el libro “Para vivir más o menos...” constituirá un punto nodal en el análisis político desde la perspectiva científica. Sin lugar a dudas obtendrá un merecido éxito. Felicito al autor y esperamos que siga expresando sus interesantes, acuciantes y honestas observaciones sobre la realidad política de nuestro país.

Luis Adolfo Flores Ramírez, PhD (Doctor en Ciencia Política “summa cum laude”. Universidad de Granada)

Contenido Prefacio Capítulo 0 Capítulo i Capítulo ii Capítulo iii Capítulo iv Capítulo v Epílogo

Introducción Ingeniería social Colectivos numéricos Fiestas democráticas Ideologías El Instrumento

0 8 46 68 104 116 140 206

Si no piensas, o si otro piensa por ti, no eres una persona; eres una cosa. Vicente Fatone

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Prefacio Cuando un político dice “quiero el bienestar del pueblo”, puede estarse refiriendo a una población llamada “Villa Olvido”, a todos los habitantes del país o solamente a los mismos paisanos reunidos y presentes. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo es que el vago lenguaje de un candidato puede ser tomado tan en serio que, finalmente, se le dará los codiciados empleos que busca? La democracia representativa sería imposible sin estos personajes, a veces tan aplaudidos, frecuentemente tan censurados. Winston Churchill, exitoso politico, decía (vale la pena mantener su idioma): “Politics is almost as exciting as war, and quite as dangerous. In war you can only be killed once, but in politics many times.” Ninguna otra ocupación está tan asociada a todos los participios del verbo corromper y en ninguna la mala fama de la mayoría ensombrece tanto los méritos de unos pocos. Porque, por supuesto que hubo -y hay- buenos políticos; Thomas Jefferson, tal vez Vladimir Ilich Ulianov o Angela Merkel, pero ¿no es trágico el que su aparición sea una cuestión de suerte? Además, sobre todo, ¿será un sino inevitable; nunca podremos vivir sin políticos? ¿Cuál es la inaudita, invisible pero poderosa fuerza que nos ha puesto en el esquema actual? Tan defectuoso y, analizado de cerca, tan antinatural. Al soslayar el largo acondicionamiento a prejuicios judeo cristianos, se halla al Hombre, todavía cercano a sus ancestros y coexistentes de clase biológica, arrastrando inconscientemente las cadenas que lo unen sin remedio al reino animal y, en consecuencia, mostrando que mucho de su comportamiento se explica no por el atributo de la razón, sino por profundas e inevitables marcas instintivas. Demasiada evidencia histórica y antropológica conduce a concluir que la tendencia a involucrarse en grupos complejos -y comportarse en consecuencia- proviene de un (no exclusivo) instinto social. Ahora, ¿aceptaríamos de Margaret Thatcher que “No hay tal cosa como sociedad, hay sólo individuos y familias”? ¡Claro que no!, esa es una simple y vana frase de política. La sociedad debe ser concebida como algo más que un simple conjunto de personas (pa-

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ra eso hay la palabra “gente”). La sociedad es, más bien, un sistema, un conjunto de partes que contribuyen al comportamiento del todo. Por ejemplo, un reloj desarmado es sólo un conjunto de piezas, un reloj armado y funcional constituye un sistema. Biológicamente, pues, el ser humano es -como otros- un animal muy territorial. La territorialidad está implantada por la evolución, probablemente, en el complejo reptiliano de su cerebro y es físicamente ubicable. El Hombre es también, por instinto, altamente grupal. No es difícil, entonces, explicar la existencia de jerarquías como mecanismos primitivos de protección colectiva, presentes en otros mamíferos (manadas de lobos, mandriles, chimpancés, etc.). La historia muestra las conocidas variaciones, todas equivalentes a una misma estructura: jefaturas tribales, reinados, feudalismos, sogunatos, monarquías,… y sus versiones modernas, principalmente dictaduras militares, monarquías parlamentarias o democracias electorales como la que se supone vigente -todavíaen Bolivia. El principal corolario es que los liderazgos políticos son fundamentalmente emocionales (el “carisma” es instintivo, un remanente ancestral). Entonces, si la gente no elige principalmente por lo que el candidato dice (sino por otros factores), los discursos electorales, pues, no necesitan ser modelos de racionalidad, veracidad o elegancia. En general, son mensajes destinados a estimular motivaciones de conservación o conveniencia individual de los oyentes y cuya efectividad depende, precisamente, del carisma del orador. Y, como es obvio, no requieren de gran ejercicio intelectual; en el fondo están muy emparentadas con esas largas peroraciones pastoriles, en las cuales una elemental idea es expuesta repetitivamente con muchas inflexiones, ilustraciones y moralejas. Retórica de pastores y retórica de políticos, el subproducto tóxico de la democracia representativa. George Gamow refiere (en “Uno, Dos, Tres…Infinito”) la escena de dos viejitos conversando -cómo no- sobre sus dolencias. Uno quejándose de su reumatismo y el otro diciendo: “yo no tengo reumatismo porque tomo una ducha fría todas las mañanas”, a lo cual el primero replica: “¡Ah! Usted tiene duchas frías en vez de reumatismo”. Si uno lamenta que los políticos dejen tanto que desear, ellos nos dirán “qué prefieres, ¿una dictadura militar?” y es inevitable sentir una profunda tristeza al tener que escoger entre el reumatismo de las dictaduras y las duchas frías de la democracia. No es tan difícil, por tanto, entender -históricamente- cómo se ha llegado al punto actual. Lo que parece menos fácil es la tarea de aislar las variables involucradas en esa dinámica social, e interpretarlas correctamente (cómo es que las partes del sistema pueden influir sobre el todo y en qué grado y modo lo hacen). Ni siquiera hay garantía de que tal cosa sea posible.

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Pero nadie puede impedir la desprejuiciada pesquisa de respuestas. La idea de que la democracia es intrínsecamente buena es tan prejuiciosa como la de que los alimentos transgénicos son intrínsecamente malos; y otras, claro, más y menos debatibles. En este intento, es preciso aplicar la sociología exactamente como se hace en ciencias: usando sus mejores resultados para explicar fenómenos específicos particulares. Leibniz dijo “..., si la geometría fuera a contradecir nuestras pasiones y nuestros intereses como la moral lo hace, entonces argumentaríamos contra ella y la violaríamos a pesar de toda la evidencia de Euclides y Arquímedes...” Y, desgraciadamente, sucedió: ahí están la “ciencia aria” (Hitler) la “ciencia proletaria” (Stalin) o la “ciencia andina” (?). Por eso, uno de los argumentos para explicar el lento progreso en las ciencias sociales se refiere a la estrecha relación de éstas con los más inmediatos intereses humanos. En fin, contrariamente a lo que se acepta en la literatura, se entiende que, inclusive en asuntos políticos, es posible mantener una lógica aceptable y una sana independencia; si no, la búsqueda de la verdad sociológica sería absolutamente inútil. No obstante, en el fondo, siempre se está solo y sujeto al propio criterio cuando se discuten cuestiones poco familiares. Nadie puede salvarnos del ataque masivo de interpretaciones erróneas. Aparecen sorpresivamente y se difunden, ahora, sin control: Un autor intenta justificar la introducción de la “investigación cualitativa” como necesaria para sobrellevar el fracaso del positivismo, “… la física tiene entre sus fines examinar las entrañas más profundas y recónditas de la materia. En las tres primeras décadas del siglo xx los físicos hacen una revolución de los conceptos fundamentales de la física; esta revolución implica que las exigencias e ideales positivistas no son sostenibles ni siquiera en la física: Einstein relativiza los conceptos de espacio y de tiempo (no son absolutos, sino que dependen del observador) e invierte gran parte de la física de Newton…” ¡No! Einstein no relativiza esos conceptos, su teoría sólo implica que las mediciones dependen del sistema de referencia, esto es, que las descripciones (matemáticas) espaciales y temporales son relativas al estado de movimiento de los observadores. Y menos “invierte” la física de alguien; más bien, generaliza la teoría clásica y la hace aplicable para muy altas velocidades. “…Heisenberg introduce el principio de indeterminación o de incertidumbre (el observador afecta y cambia la realidad que estudia) y acaba con el principio de causalidad; Pauli formula el principio de exclusión (hay leyes-sistema que no son derivables de las leyes de sus componentes), que nos ayuda a comprender la aparición de fenómenos cualitativamente nuevos y nos da conceptos explicativos distintos, característicos de niveles superiores de organización. A su vez, Niels Bohr establece el principio de

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complementariedad: puede haber dos explicaciones opuestas para los fenómenos físicos y, por extensión, quizá para todo fenómeno; Max Planck, Schrödinger y otros descubren, con la mecánica cuántica, un conjunto de relaciones que gobiernan el mundo subatómico, similar al que Newton descubrió para los grandes cuerpos, y afirman que la nueva física debe estudiar la naturaleza de un numeroso grupo de entes que son inobservables, ya que la realidad física ha tomado cualidades que están bastante alejadas de la experiencia sensorial directa.” Análogamente, el principio de incertidumbre no es algo “introducido” por Heisenberg, se deduce de los postulados de la teoría cuántica y ¡demonios! de ninguna manera “acaba” con el principio de causalidad; ni aún tiene algo que ver con la causalidad (¿dos explicaciones opuestas? ¡Claro que no!). Por lo demás, la mecánica cuántica es, sobre todo y propiamente expresado, la extensión de la teoría del espacio y tiempo (la mecánica) a la región de masas muy pequeñas. “…El aporte más significativo y, quizá, también el más desconcertante para el positivismo clásico, lo da Heisenberg con el concepto de indeterminación en la naturaleza (en la naturaleza del átomo). En efecto, Heisenberg señala que la incertidumbre del científico no reside tanto en la imperfección de sus instrumentos de medición, o en sus limitaciones humanas para conocer, o en el hecho de que el observador perturba con su intervención los valores previos de la realidad, aunque todo esto es cierto y hay que tenerlo muy en cuenta, sino en forzar a una de las muchas potencialidades existentes a convertirse en realidad, como hace el escultor al extraer una estatua de entre las muchas posibles en el bloque de mármol. Heisenberg dice que ‘la transición de lo posible a lo real tiene lugar durante el acto de la observación’…” “En otras palabras, el pasado trasmite al futuro una serie de probabilidades, y solamente una de estas muchas potencialidades puede llegar a realizarse. El futuro no es sencillamente desconocido: es algo que "no está decidido"; pero tampoco es algo que está completamente "abierto", puesto que el presente determina la serie de las futuras posibilidades. Es el observador el que con su método de interrogación fuerza a la naturaleza a revelar una y otra posibilidad…” “En un marco de referencia filosófico más amplio, podríamos decir que la posición de Heisenberg representa una novedosa y genial combinación de aspectos de la potencialidad aristotélica y de la causalidad newtoniana, creando así una visión e interpretación de índole distinta, que difiere de los dos puntos de vista anteriores. Estos hechos son interpretados por muchos autores como el fin del realismo ingenuo, propio de la epistemología positivista, y como la bancarrota del determinismo físico. Los principios se aplican a partículas y acontecimientos microscópicos; pero estos acontecimientos tan pequeños no son, en modo alguno, insignificantes. Son precisamente el tipo de acontecimientos que se producen en los nervios y en el cerebro, como también en los genes y,

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en general, son la base que constituye toda materia del cosmos y todo tipo de movimiento y forma de energía…” (¡!). El “positivismo clásico” no es una persona y, por tanto, no puede desconcertarse. Y la “incertidumbre” no es “del científico”, es la desviación típica asociada a la medición. La estatua que reside dentro del bloque de mármol y que es extraída por el escultor fue propuesta por Aristóteles y, claro, nada tiene que ver en este asunto (sólo muestra que Aristóteles creía que la “forma” era una “cosa”). También es falso que el realismo ingenuo sea propio de la “epistemología positivista” (¿el positivismo contiene a la epistemología? ¡Que tontería!). El positivismo, básicamente, afirma que la información derivada de la experiencia, e interpretada por la razón, es la única fuente de conocimiento verdadero; por tanto nada, absolutamente nada, excluye a la física moderna de la correcta interpretación positivista. Ahora, claramente, la argumentación citada tiene un propósito definido de antemano: el de justificar la plausibilidad de una nueva escuela epistemológica (el postpositivismo): “Todo esto cambia tanto las cosas que estos mismos físicos señalan que en las ciencias naturales son cada vez más las hipótesis que no son susceptibles de contrastación experimental o empírica y, por tanto, el ideal de una ciencia completamente independiente del hombre, es decir, plenamente objetiva, es una ilusión…” La física (y con ella, la ciencia conocida) se desintegra, de este modo, ante los ojos del observador y éste termina -subjetivamente- apropiándose del universo: “Todo esto nos lleva a tener muy presente la tesis de Protágoras: ‘el hombre es la medida de todas las cosas’. Y entre esas ‘cosas’ están también los instrumentos de medición, que él crea, evalúa y repara. Pero si el hombre es la medida, entonces será muy arriesgado medir al hombre, pues no tendremos un ‘metro’ para hacerlo. Para ‘medir’ (conocer) a otra persona habrá que liberar la mente, mirar y escuchar y atentamente, dejarse absorber y sumergirse en su vida, y ser muy receptivos y pacientes; es decir, hacer una buena ‘reducción’ en el sentido fenomenológico. Un objeto de conocimiento que es a su vez sujeto consciente y libre no puede someterse a los esquemas de un paradigma científico determinista, mecánico y, además, matemático…” (Miguel Martínez Miguélez, “La investigación cualitativa etnográfica en educación: Manual teórico-práctico.”, 3a ed., México, Trillas (1998)). Asombrosa capacidad de calumniar a los físicos sólo para intercalar, a codazos, una insípida ideología. El comentario de Hans Reichenback sería: “El filósofo de la escuela tradicional muchas veces se ha rehusado a reconocer al análisis de la ciencia como filosofía, y continúa identificando la filosofía con la invención de sistemas filosóficos. No

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se da cuenta de que los sistemas filosóficos han perdido su significación y de que su función ha sido asumida por la filosofía de la ciencia. El filósofo científico no teme este antagonismo. Deja al filósofo anticuado que siga inventando sus sistemas filosóficos para los que puede haber todavía un lugar dentro del museo filosófico que lleva el nombre de historia de la filosofía-, y se pone a trabajar.” Además, ni la filosofía de la ciencia, ni menos la ciencia, tienen por qué sufrir monstruosos cambios “paradigmáticos” (se encontrará este sospechoso término en otra parte) para incluir métodos cualitativos de investigación. Son admitidos y practicados desde los inicios, por ejemplo, en astronomía y en biología; con mayor razón tendrán que ser aceptados en ciencias sociales. En la práctica, una excelente presentación acusatoria de la fiscalía, donde las pruebas y los alegatos armonizan y se complementan sin dudas “razonables”, ilustraría perfectamente una investigación de esta clase. Contrariamente a las neovisiones, llenas de vaguedades y relatividades intrínsecas (y de paradigmatitis), la esperanza en desarrollos importantes en ciencias sociales está en el esmero, pertinencia e invariancia con que se construyan, descubran o definan los conceptos; tan exactos y precisos como sea posible o, aun reconociendo que habrá algún sacrificio en la tolerancia, tan razonables que permitan conclusiones útiles. Por otra parte, en una visión autónoma a las particularidades del escenario político actual en Bolivia, se descubre rápidamente que el trazar la génesis y desarrollo de ideas y acciones subyacentes, de ninguna manera es tarea puramente histórica; requiere abandonar ese sano consejo de “no molestes a los problemas mientras ellos no te molesten” y emprender la ponderación detallada de asuntos considerados, a veces, fuera del alcance de la sociología. Hay ideas que se traen y se llevan en textos, discursos y, medios de comunicación, ideas que se consumen y desechan, que se aceptan o rechazan. O que merecen, quizá, mejores explicaciones. Pero ¡vamos! La crítica de la actualidad política en Bolivia tiene un solo personaje: el MAS-IPSP. Que éste sea tan despiadado con sus enemigos políticos hace, por supuesto, más cómodo el emitir juicios sobre su naturaleza general o el expresar sin miramientos los resultados del análisis fenomenológico. Para regresar a lo dicho al comienzo, cuando un militante habla de lo que quiere el pueblo, con la soltura de un predicador que habla de lo que quiere dios, se deduce sin duda que miente. Porque no hay modo alguno en que el militante sepa lo que quiere el pueblo, a menos que éste se lo haya dicho, mientras tomaban un café, la tarde anterior. ¿Cómo es posible que aún personas educadas sean presas de ambos tipos de charlatán? (porque, claro, tampoco hay manera en que el predicador sepa lo que quiere dios). Interesa el entendimiento claro de ciertas extrañas conexiones: el militante y el camino hacia Utopía, el predicador y la vía de la “salvación” o el vendedor y el mejor jabón para lavadora automática… Si parece que hay aquí una

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exageración maliciosa, entonces -sólo para ilustrar- ¿por qué en esos tres casos se usan comerciales televisivos con mensajes “dígalo cantando” tan similares? Ahora, parecería que estos desarrollos paralelos, el de la democracia parlamentaria y el de los medios de comunicación radiados, son una llamativa e interesante coincidencia. Al final, se descubre rápidamente la raíz común en los terrenos del comercio, los servicios, la religión sectaria y la política que son, esencialmente, actividades económico financieras y recurren, por tanto, a los instrumentos que más y mejor las benefician. Es intrigante también la actitud del entorno, testigo analítico del fenómeno. Ernest Mandel observó hace ya casi medio siglo que “...Si se examina sin ilusiones ni falso pudor todo el mundo donde se forjan y defienden las ideas, es innegable que se encontrará un buen número de cínicos y oportunistas, de hombres que venden su pluma y su cerebro al mejor postor, o modifican imperceptiblemente la trayectoria de su pensamiento, en el momento en que pueda constituir un freno para su éxito material o social...” La entrega intelectual al grupo dominante es -en algunos casos- extrañamente acrítica: ¿Cómo es que nadie menciona el hecho de que, siendo “proceso” (también si es judicial) una serie continua de cambios, la frase “proceso de cambio”, por sí sola, o es un pleonasmo o carece de sentido (pero no de utilidad)?

V. M. Peñafiel. Septiembre, 2018.

P. S. Ha sido posible el evitar la proliferación de gráficos, imágenes y de antipáticas notas al pie de la página. También, para no mediatizar la importancia de las referencias, fue preferible colocarlas como parte del texto, contrariamente a las convenciones. Sin embargo, la aparición de algunas expresiones matemáticas resultó francamente inevitable. Agradezco profundamente las útiles sugerencias de mis hijos Sergio y Miguel, que aceptaron leer los borradores, y el apoyo de la Carrera de Física a mi actividad como investigador asociado del IIF facilitando -desde luego- el progreso de la redacción.

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Introducción 1. Medios de comunicación científica La transmisión de conocimiento no es propia sólo del género humano. Varias especies de animales son capaces de usar instrumentos primitivos y enseñar el uso de los mismos a su descendencia. Un caso particularmente interesante es el del mono silbador (Sapajus libidinosus), considerado el más inteligente de los monos americanos (muestra, de paso, que la inteligencia es un atributo evolutivo gradual); viviendo en familias, se alimentan de insectos y frutos, en especial los de las palmeras; seleccionan cuidadosamente -por olfato- los cocos más maduros, pelan y arrancan la punta de la fruta, beben el jugo y dejan secar las carcasas (durante varios días) para que se hagan algo frágiles. Después, los capuchinos las llevan -a veces más allá de un kilómetro- hasta una piedra plana y notoriamente desgastada que usan como yunque donde proceden a quebrar los cocos con otras piedras, casi tan pesadas como ellos mismos, usadas a guisa de martillo para obtener la nuez. Los jóvenes capuchinos aprenden de los adultos observando el proceso, cuya maestría puede tomar hasta ocho años (D. Fragaszy, P. Izar, E. Visalberghi, E.B. Ottoni, M. G. de Oliveira, “Wild Capuchin Monkeys (Cebus Libidinosus) Use Anvils and Stone Pounding Tools”, American Journal of Primatology 64, 4 (2004)). No es difícil inducir de tales observaciones que la primera forma de aprendizaje humana fue también la observación e imitación. Por supuesto, ésta constituiría, a la par, el medio de traslación generacional de conocimiento hasta la posibilidad verbal y, luego, hasta la introducción de la escritura. A lo largo de la evolución cultural, todas estas formas coexistieron, se fueron perfeccionando con el tiempo, y coexisten todavía. Las conquistas se ponderan más bien por sus capacidades de difusión; por ejemplo, el libro tiene hasta hoy su prestigio como vehículo informativo porque multiplicó notoriamente esas capacidades respecto de sus antecesores.

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El conocimiento humano actual, como jamás antes en la historia, está literalmente al alcance de la mano. Si ya el libro y las publicaciones periódicas fueron algo bueno para la difusión cultural, la interred (red internacional de comunicaciones o “internet”) ha puesto definitivamente lo mejor y lo peor de la actividad humana a la consideración masiva. Recuerda mucho al antiguo periódico mural (que fue de importancia, por ejemplo, durante la revolución cultural china) donde, al carecer de censores, podía ser publicado lo que fuera y su destino eran todos. No existe, sin embargo, instrumento social alguno que pueda escapar a la lucha de intereses y prejuicios. Y las restricciones no se hicieron esperar. Incluso es afortunado que su potencial haya escapado a la mirada de grupos oscurantistas desde el comienzo; éstos aparecieron cuando el sistema ya se había extendido hasta el punto de irreversibilidad. A este respecto, se podría aplicar -mutatis mutandis- lo que John Milton argüía contra el parlamento inglés: que éste no podría “proteger” a la gente de libros escandalosos, sediciosos o infamatorios a través de la censura, porque éstos acabarían en las manos del pueblo de un modo u otro. Y claro, eso mismo es lo que, al final, ocurrió. Por ahora, si no se es ciudadano chino, iraní, cubano o similar -o indigente-, entonces descubrirá que el mayor nivel de comunicación y acceso a la información general, de todos los tiempos, está disponible y utilizable. Muy bien, la imprenta fue un instrumento verdaderamente revolucionario (y evolucionario). La historia humana está totalmente permeada de cambios directa o indirectamente relacionados con ese invento. Pero, ¿no es la interred la continuación de la imprenta, la cual, a su vez, es la continuación de las tablillas cerámicas, los rollos de papiro y los códices? Las esperanzas de efectos revolucionarios (y evolucionarios) puestas sobre los medios digitales estarían por demás justificadas; después de todo, nunca, nunca ha estado la humanidad más comunicada que hoy. Desde luego, todas las formas de comunicación han sido los vehículos de difusión del conocimiento humano y, específicamente, del conocimiento científico. Para éste, después la transmisión oral, inicialmente el libro fue de importancia (piénsese, verbigracia, en “Principia Matematica”), mas el valor de la imprenta se manifestó después, en la publicación de las revistas especializadas (la primeras, como “Philosophical Transactions of the Royal Society” o “Journal des Sçavans” aparecieron por 1665) las cuales son actualmente el medio usado para transmitir la ciencia. Por esto, un investigador científico (también en el área social) no es el que sólo lee y escribe libros, es -justa y precisamente- el autor de artículos que se publican en tales revistas (que ahora son, mayormente, también digitales), después de ser sometidos a “revisión por pares” (no revisión de dos en dos, sino, revisión por semejantes o “pares académicos”: “peer review”).

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Y es bueno tenerlo muy en cuenta, ahora, para evitar a los impostores ideológicos. En fin, actualmente algún investigador científico (si no es experimental) casi no necesitará más que un computador conectado a la red mundial para realizar su trabajo. Y una mente inquisitiva, difícilmente necesitará más que eso para acceder a información especializada. La publicación de revistas científicas se ha ido sofisticando en las últimas décadas hasta un grado muy alto, no sin provocar polémica por la obvia tendencia comercial de raíces muy profundas (los centros científicos contratarán y pagarán a investigadores muy prolíficos cuyo trabajo sea publicable en revistas de gran impacto, es decir, muy citadas). Los mecanismos de indexación (registro de una publicación, periódica pero continua, en una determinada base de datos, con la asignación de una identidad, “International Standard Serial Number (ISSN)”, bajo ciertas exigencias) fueron seguidos por los de medición del susodicho “impacto” (un parámetro anual obtenido calculando la razón entre el número de citas y el de artículos publicados durante los dos años precedentes), el “Auto Factor” (“Eigen Factor”: clasificación basada sobre las citas recibidas para una revista, dando mayor peso a las citas en revistas más importantes y significativas; se obtiene de tablas publicadas en línea como “Journal Citation Reports/JCR” o “Eigenfactor Search”), el “índice h” (un índice aplicado a los autores, como indicador de productividad, es el punto donde el número de citas iguala o apenas supera al número de artículos y se llama también índice de Hirsch, por el físico Jorge E. Hirsch quién lo propuso en 2005), etc. En fin, algunos se refieren a la cienciometría: un intento de estudiar, analizar y medir la actividad científica; la investigación y mediciones de impacto en revistas e institutos, estudiar la naturaleza de las citas científicas, delimitar los campos científicos y la introducción de indicadores para uso en administración y diseño de políticas de investigación. Obviamente, los científicos sociales no están al margen de estas políticas académicas y sus revistas están también clasificadas (“The Social Sciences Citation Index (SSCI)” es un índice comercial de citas, desarrollado por el “Institute for Scientific Information” del “Science Citation Index” ubicables en sus páginas de red). Un investigador debe sentirse, ahora, muy afortunado si tiene el tiempo y la libertad suficientes para explorar campos nuevos, polémicos o, simplemente, fuera las tendencias dominantes; de todos modos, nunca estará libre de la revisión por pares al momento de buscar la publicación de su trabajo. Este procedimiento, discriminatorio por excelencia, fue diseñado para asistir a los editores en la selección de manuscritos, al parecer, tan temprano como el inicio del siglo XVIII (la revista “Philosophical Transactions”, de la Royal Society of London, lo practicó desde 1752). En cambio, la fiebre de idear parámetros e indicadores académicos se extendió gradualmente durante el siglo pasado, primero para la educación escolar y luego para la

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superior, emulando las certificaciones industriales, comerciales y administrativas como la muy conocida “International Organization for Standardization (ISO)” (funcionando con ese nombre- desde 1947 con sede en Ginebra, es un cuerpo normativo compuesto por representantes de varias organizaciones y promociona normas industriales y comerciales). Estos sistemas no son necesariamente bien vistos por los propios científicos, principalmente porque enfatizan el acento comercial de la actividad, aunque seguramente todos comprenden que ya son de vigencia irrevocable.

2. Certificación académica El examen (en el sentido de prueba de conocimiento o idoneidad), como el dinero y la pólvora, es un invento chino. Usados en su modo oral desde la edad media, las universidades modernas lo instituyeron recién en el siglo XIX para evaluar las aptitudes de los estudiantes. Por la misma época se extendió a las selecciones meritocráticas del servicio civil europeo, de ahí a Norteamérica y, con los mismos propósitos pero con muchos defectos, a Sudamérica. Una pequeña digresión pondrá de manifiesto la enorme importancia de este invento. Se aplica un examen, por supuesto, porque no es posible indagar información de otro modo, porque se es ignorante a cerca de los conocimientos del examinando. Si hubiera algún otro método muy poderoso para conocer de antemano el conocimiento, las aptitudes y la predisposición de los postulantes, los exámenes ya hubieran quedado en el olvido. Entonces ¿cómo es que dios estaría poniéndonos a prueba (examinándonos) en este mundo si ya sabe el resultado en cada caso? La biblia cuenta que “seres celestiales, entre ellos Satán (el [ángel] acusador)” visitaron “al Señor” sugiriendo que la lealtad de Job sólo estaba justificada por la protección que dios le daba. “El Señor” acepta el examen levantando su protección y dejando a Job a merced del acusador; éste lo empobrece, mata a sus hijos y le trae un sinfín de desgracias y tormentos sin lograr romper su piedad (en alguna parte exclama con razón “¡Dime! ¿De qué se me acusa? ¿Es correcto que seas tan cruel? ¿Qué desprecies lo que tú mismo has creado?”). Job pasa la prueba y después es compensado con el doble de riquezas y ¡otros hijos! Es obvio que el autor o autores de estos pasajes, en su intento por probar la magnanimidad divina para con sus “servidores” fieles, olvidan la omnisciencia y muestran -más bien- un ser innecesariamente cruel y arbitrario, con excesivo -y sugerente- parecido a algunos de los dioses del Olimpo. El mundo actual como examen divino es, pues, absolutamente inconsistente (a menos que dios careciera de sus atributos característicos) e implica, una vez más, que la idea de dios es producto de la rica imaginación humana.

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Otra obligada pero interesante digresión tiene que ver con títulos y diplomas universitarios. Por supuesto que Sócrates no era licenciado, Pascal tampoco, pero ya Newton obtuvo su doctorado (¡en 1665!) de la Universidad de Cambridge, luego de cinco años de estudio. Por otra parte, Comte no llegó a obtener un título universitario, lo cual perjudicó siempre su carrera, aunque fue un excelente estudiante (premiado con “le prix de preéminence”) en la Escuela Politécnica de París hasta su expulsión por revoltoso. Marx, cuyo peso en la fundamentación de la sociología es incuestionable, era abogado (sólo para agradar a sus padres, se dice) y -como el lector lo habrá advertido- es inútil seguir insistiendo en esta materia. A comienzos del siglo pasado, Will Durant dijo “Los hombres se preparan con estudios de toda la vida antes de devenir en autoridades en física o química o biología; pero en el campo de asuntos sociales y políticos cada muchacho de almacén es un experto, conoce la solución y demanda ser escuchado.” Ya no es el caso. De los políticos se hablará después, pero los politólogos y sociólogos serios son hoy tan PhD como sus contrapartes en ciencias básicas y publican en prestigiosas revistas como “Revista Sociológica” (UAM, México), “American Journal of Sociology”, “Social Networks” (y varias decenas más). La certificación académica es, actualmente, de la mayor importancia debido a que la notable simplificación ocurrida en el proceso de impresión de libros -y la ausencia de revisión por pares para ellos- los invalida ya como vehículo de revelación científica. Los diplomas académicos y los artículos en revistas indexadas son, por tanto, la -razonable- garantía de que las novedosas teorías sociológicas que se pudiera escuchar, o leer, no provienen de algún afortunado charlatán (los hay, ha sucedido y está ocurriendo). El procedimiento de promoción en las corporaciones artesanales medievales, se sabe, consistía en una ceremonia donde, reunidos los maestros del gremio, examinaban al candidato quién, después de un número de años como aprendiz del oficio, declaraba estar listo para convertirse a su vez en maestro y obtener la licencia para abrir su propio taller. Es imposible no encontrar la notable semejanza con nuestras ceremoniales defensas de tesis, exámenes de grado, etc. y no reparar en la sugestiva aparición de términos tan ligados con la actividad académica. Esto es así, no por una relación casual, sino porque las universidades surgieron de asociaciones gremiales de maestros y estudiantes reunidos en las escuelas catedrales (conventuales). Durante el siglo XI, las palabras “universidad” y “gremio” fueron indistintamente usadas para describir a las asociaciones artesanales. Pero, para el siglo XII, “universidad” vino a significar especialmente una asociación docente estudiantil (universitas magistrorum et scholarium). A diferencia de las universidades eclesiásticas, regidas por un canciller (Paris, Oxford) o de las estatales, fundadas por el monarca con reconocimiento papal (Nápoles), las universidades cívicas o civiles eran gobernadas por un “rector” elegido por los estudiantes (Bolonia, Padua) y fuertemente caracterizadas por la “libertad académica”, principio que

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terminaría siendo, por siempre jamás, un componente esencial en la estructura universitaria. También la designación de los títulos y grados universitarios tiene sus más profundas raíces en el perdido léxico artesanal y, no obstante una sinuosa evolución, son aún detectables. Así, bachiller (baccalaureate = baya de laurel, símbolo del éxito), licenciado y maestro (magister) sólo indicaban la culminación de estudios y la licencia para enseñar (licentia docendi), respectivamente, y eran inicialmente equivalentes. El doctorado apareció en el siglo IX, al parecer, bajo influencia árabe; pero adquirió sus características reconocibles también durante la edad media (los que enseñaban doctrina). El primer doctorado en filosofía (Philosophiæ Doctor o PhD) fue conferido en la universidad de París a comienzos del siglo XII, aunque su contenido en términos modernos -un grupo de asignaturas de alto nivel académico seguido de la prueba exitosa de investigación original- se consolidó recién en el siglo XIX, durante el cual muchos estadounidenses viajaron a Europa para obtener ese grado antes de que se confiriera el primer Ph.D. norteamericano (Yale, 1861; nótese la presencia de puntos). Los primeros doctorados en América Latina datan de mediados del siglo pasado. Las universidades bolivianas no nacieron con títulos de maestría o doctorado. Las carreras científicas, que aparecieron en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en 1966, todavía intentan -¡50 años después!- romper prejuicios, tradiciones e intereses muy profundamente arraigados en la administración institucional para poner al día su estructura académica; completando la licenciatura con los diplomas de posgrado. Hasta donde se sabe, la única Carrera con doctorado “stricto sensu” (incorporado orgánicamente en su plan de estudios; según el Dr. W. Tavera) es la de Física (UMSA), parte de la Facultad de Ciencias Puras y Naturales (FCPN) que funciona en Cota-Cota (zona sur de la Ciudad de La Paz) y que es el centro científico más importante en Bolivia (de donde procede el mayor número de publicaciones especializadas en Física, Química y Biología). Ahora, el diploma académico de una universidad es una acreditación; la institución acredita el complimiento de los requisitos necesarios y suficientes para merecer las licencias que dicho diploma pone de manifiesto. Mas, la burocracia, las prohibiciones, las restricciones, los sellos, las firmas y los formularios, son originados -casi siempre- por acción de los deshonestos. En algún momento aparecieron instituciones fraudulentas otorgando diplomas sin el respaldo de rigor y, por supuesto, la respuesta (en EEUU) fue desarrollar procesos de acreditación institucional a la educación superior “para servir al interés público”; el proceso, conocido como “la Tríada”, adoptó la ya conocida evaluación por pares entre instituciones y agencias acreditadoras (privadas), gestionó las necesarias regulación y legislación y aceptó la supervisión gubernamental. Las primeras

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agencias acreditadoras se formaron ya en los 1880 con énfasis en niveles educativos y procedimientos de admisión. A la larga, la necesidad de establecer políticas de transferencia de créditos, equivalencia de grados y marcas mínimas de calidad, condujo a la introducción de normas nacionales de acreditación. En 1918 se formó el importante “The American Council on Education (ACE)”, una asociación nacional de instituciones de educación superior interesadas en la estandarización, efectividad y reducción de duplicidad en los procesos de acreditación. Así, en la década de 1930, la acreditación estaba ya bien establecida como parte del funcionamiento del sistema educativo superior. Pero, como después de la II guerra mundial se dio un notorio incremento en el número de agencias acreditadoras, no sorprende la aparición de comisiones (locales, regionales y nacionales) de agencias acreditadoras hasta que en 1952, por mandato del Congreso, se instruyó a la secretaría (ministerio) de educación, a que publicara una lista de agencias acreditadoras. El “Council for Higher Education (CHEA)” fue creado, a comienzos de 1990, para lidiar con los desafíos de la acreditación en la educación superior. Los sistemas de acreditación universitaria en otros países son inspirados en el modelo estadounidense; algunos de manera directa como el “The Japan University Accreditation Association (JUAA)”, establecida en 1947, es una organización voluntaria de universidades locales, públicas y privadas. Canadá sólo tiene sistemas provinciales, no uno nacional y, hasta donde se sabe, Australia y otros países no tienen sistemas de acreditación y las universidades necesitan autorización directa del estado para funcionar, igual que, constitucionalmente, en Bolivia. Este juego de quién examina a los examinadores, como se ve, es complicado y requiere criterios muy fundamentados para establecer un sistema. Si un ejercicio evaluador ha de tener sentido, según los requisitos más elementales de la teoría metrológica, los patrones deben ser los mismos para todas las instituciones, deben ser administrados con procedimientos similares y con actores equivalentes. La práctica de ciertas Facultades en las universidades públicas y ciertas universidades privadas bolivianas, de mostrar acreditaciones solicitadas, es más bien promocional, sin garantía de efectividad ni de consecuencias posteriores. ¿Quién certifica que el invitar servicios de acreditación es aceptable? ¿Que el servicio externo es conocido y confiable y tiene respaldo conocido y confiable? Con lo cual se ingresa al problema original: entonces, ¿cuál es el factor principal que hace a una universidad “buena”? Profesionales involucrados en estos ejercicios acreditativos aceptan fácilmente, por la observación disponible, que algunas instituciones privadas costosas, muy bien equipadas, que pueden pagar planteles docentes cualificados, no necesariamente garantizan profesionales idóneos e incluso fallan en los procesos de acreditación, o no la logran fácilmente, por lo general debido a insuficiencias en los sistemas de admisión. La respuesta a la pregunta propuesta es, pues, “estudiantes buenos” (la educación superior funcionaría con buenos estudiantes aunque los docentes

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fueran malos, pero no al revés). Es fácil comprobar que las universidades más prestigiosas -privadas y públicas- tienen las mayores exigencias en su admisión estudiantil, naturalmente, sin descuidar los otros aspectos.

3. Asuntos de fe Karl Kautsky mostró varios indicios de que los evangelios fueron escritos no en forma simultánea, sino que uno fue copiado del otro en sucesión, dejando percibir cambios de filosofía en el incipiente movimiento cristiano. Así, sólo el evangelio de Juan describe la duda de Tomás, alias “el Gemelo”: “No creeré sino cuando vea la marca de los clavos en sus manos, meta mis dedos en el lugar de los clavos y palpe la herida del costado”. Ocho días después, se presentó Jesús y dijo a Tomás “ven acá, mira mis manos; extiende tu mano y palpa mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. El pasaje es interesante porque grafica la actitud religiosa en su estado más puro: la de fe; muestra que el mayor mérito en una persona religiosa es la creencia sin prueba, la creencia ciega. Si Jesús hubiera sido representado ejemplificando a un científico, su parlamento semejaría al de un profesor de física: “Muy bien, Tomás. Ésa es la forma correcta de adquirir conocimiento objetivo; no como esos crédulos condiscípulos tuyos, que aceptan frívolamente cualquier cosa.” Como se ve, las actitudes religiosa y científica son diametralmente opuestas. Por esto, el científico es un conocimiento universal, conforma un sistema único, válido para todos; la religión, contrariamente, es muy diversa y hasta muy propia de la cultura de cada grupo social, como lo es -digamos- la vestimenta o la música. Entonces, las mezclas de estas dos actitudes antitéticas son tan explosivas como la de electrones con positrones. Casi invariablemente los estados que tienen fuerte influencia religiosa, tienden a descuidar el desarrollo científico o estimulan principalmente la ciencia aplicada (estados islámicos, especialmente Irán). Otros evitan esos inconvenientes declarándose laicos, incluyendo sus sistemas educativos (Francia, México, etc.). Ello implica que la religión se convierte en práctica privada excepto algún detalle arraigado en la costumbre o con marcados efectos financieros. No se rezará al comienzo de las clases ni se incluirá asignaturas religiosas en las escuelas públicas, no se beneficiará a esas organizaciones con decretos o leyes especiales ni se las financiará con dinero público; pero, por ejemplo, todavía la celebración de Navidad será tolerada mediante el feriado correspondiente, etcétera. En Bolivia, las iglesias llamadas “cristianas”, estuvieron insistiendo durante años que el estado abandonara su inclinación católica. Esto se dio con la aprobación de la última constitución política en la cual se declara que el estado es “independiente de la religión”.

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Es difícil decidir si eso es equivalente al laicismo porque, sorprendentemente, en las escuelas se sigue enseñando “religiones” y el gobierno sigue organizando desaliñadas ceremonias eclécticas (“interreligiosas”, les dicen) y favoreciendo un tipo de animismo telúrico, caso particular del pansiquismo, introducido por algunos “intelectuales indigenistas” (las comillas se deben a que se ha percibido prácticas nada tradicionales y, más bien, típicamente yogas, como la exposición de las palmas al sol naciente). Incongruencias que hacen difícil distinguir entre intenciones religiosas “oficialistas” y esas muchas supersticiones que se practican popularmente en el país. El Inca Garcilaso de la Vega, en los “Comentarios Reales de los Incas”, tiene un capítulo detallado sobre las deidades preincas y dice: “… En fin, no había animal tan vil ni sucio que no lo tuviesen por dios, sólo por diferenciarse unos de otros en sus dioses, sin acatar en ellos deidad alguna ni provecho que de ellos pudiesen esperar. Estos fueron simplicísimos en toda cosa, a semejanza de ovejas sin pastor. Mas no hay que admirarnos que gente tan sin letras ni enseñanza alguna cayesen en tan grandes simplezas, pues es notorio que los griegos y los romanos, que tanto presumían de sus ciencias, tuvieron, cuando más florecían en su Imperio, treinta mil dioses…” “… Otros muchos indios hubo de diversas naciones, en aquella primera edad, que escogieron sus dioses con alguna más consideración que los pasados, porque adoraban algunas cosas de las cuales recibían algún provecho, como los que adoraban las fuentes caudalosas y ríos grandes, por decir que les daban agua para regar sus sementeras. Otros adoraban la tierra y le llamaban Madre, porque les daba sus frutos; otros al aire por el respirar, porque decían que mediante él vivían los hombres; otros al fuego porque los calentaba y porque guisaban de comer con él, otros adoraban a un carnero por el mucho ganado que en sus tierras se criaba; otros a la cordillera grande de la Sierra Nevada, por su altura y admirable grandeza y por los muchos ríos que salen de ella para los riegos; otros al maíz o zara, como ellos le llaman, porque era el pan común de ellos; otros a otras mieses y legumbres, según que más abundantemente se daban en sus provincias. Los de la costa de la mar, además de otra infinidad de dioses que tuvieron, o quizá los mismos que hemos dicho, adoraban en común a la mar y le llamaban Mamacocha, que quiere decir Madre Mar, dando a entender que con ellos hacía oficio de madre en sustentarles con su pescado…” Los incas veneraban, como es sabido, a Pachacámac (el animador del universo) dios desconocido cuyo nombre “no le osaban tomar en la boca” pero adoraban al Sol o Inti y al Inca como Intip churin (hijo del Sol). ¿Y la Pacha Mama? Como Mamacocha o Mamazara (Madre Maíz; hay muchos otros denominativos de esta clase que, muy estrictamente, constituirían un paradigma, un molde gramatical), se debería tener Mamapacha, pero no hay referencias unívocas a estas palabras en fuentes antiguas. Además, el equivalente para tierra (¡el suelo!) en quechua es “achpa” (Pacha es el Universo). Incluso hay

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el intento de confundirla con la principal deidad llamándola “camac pacha”. La notable importancia del término “pachamama” es, por lo visto, de intención moderna; con un muy perceptible palanqueo -por otra parte- en dirección del actual movimiento ecológico; no muy izquierdista, si se ha de ser puntilloso. Pero los políticos viven de oportunidades. Cuando sea necesario presentarse como defensor del “vivir bien”, de los parques nacionales protegidos, etc., se echará mano a ciertas versiones tergiversadas de la historia; cuando, además, se deba atraer la simpatía católica, la chabacana utilización de la figura papal se hará sin mostrar ni el menor escrúpulo. Aún el islamismo (profundamente derechista) será políticamente aceptado si viene acompañado de relaciones aprovechables (v. g., Irán). El papel de la religión en la política no pudo ser mejor interpretado que por la izquierda hegeliana, de donde proceden las conocidísimas frases “la religión es el opio del pueblo” (Marx) o “sin dioses en el cielo ni amos en la tierra” (atribuida a Bakunin, la frase es, más bien, “La primera revuelta es contra la suprema tiranía de la teología, del fantasma de dios. Mientras tengamos un amo en el cielo, seremos esclavos en la tierra”). Es bastante obvio que esas referencias no apuntan sólo al dios cristiano, se aplican igualmente a los dioses islámicos, hindúes, budistas y a los favoritos de las religiones originarias ancestrales. Es la iglesia católica la que enfatizó la separación entre católicos y comunistas a nivel individual con el decreto de 1949 contra el comunismo, aprobado por el papa Pio XII todavía en vigencia- excomunicando “como apóstatas” a los católicos que profesen la doctrina comunista. “Nadie puede ser al mismo tiempo un católico sincero y un verdadero socialista” (Acta Apostolicae Sedis). Pero la iglesia también tiene políticos. A los comunistas católicos de Polonia y Cuba, les siguieron otros de todas partes, arguyendo que hay que distinguir entre filosofía, sociología y economía marxistas. Como se verá más adelante, tales acercamientos tienen explicaciones más utilitarias que intelectuales y caen en el recipiente de esos “revisionismos” interesados, capaces de acomodar verbalmente lo que sea cuando necesitan justificar sus propósitos. Alguien que se diga comunista y también católico sólo merece ese ingenioso comentario de Bertand Russell contra el escéptico acerca de la ciencia “… no puedo adelantar ningún argumento excepto que no creo que sea sincero.”

4. Definición de la definición “El verdadero problema de definir la definición” -se ha dicho- “es que la definición de la definición depende de la definición de la definición”. Tal tarea es posible, sin embargo, por el hecho (no siempre suficientemente enfatizado) de que la definición es una operación extralógica o, mejor, prelógica. En efecto, ninguna proposición lógica como “p->q”

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tendría el menor sentido a menos que los significados de “p” y “q” hayan sido declarados previamente. En consecuencia, una definición no puede ser verdadera ni falsa. Los valores de falso o verdadero no se aplican a las definiciones; una “buena” definición es útil, precisa o adecuada sólo dentro de un contexto, una teoría o una argumentación. No constituye proposición alguna, es una simple declaración o, más precisamente: Definición es el enunciado que establece el significado de una expresión (símbolo, palabra o frase). Esto equivale a “ubicar un nuevo término en un conjunto de signos previamente conocidos” que se simboliza con “x =def y”, “x: = y” (en computación) o “ ” (en física). Entonces, no es lo mismo “hombre = animal racional” (una proposición que puede ser verdadera o falsa) que “hombre: = animal racional” (una declaración de equivalencia). Definición deriva de la palabra latina “de-finire”, que significa “establecer el límite de” o “incluir entre límites”. La teoría clásica, cuyas bases fueron sentadas por Aristóteles, requiere que la clase de lo definido, el “definiendum” (v. g., triángulo), sea ubicada, mediante el “definiens” (el término definidor; ¡nombres para todo! ¿eh?), en una clase más amplia de miembros con características comunes (v. g., “figura geométrica”) -el “genus proximum”- y luego se encuentre la propiedad -la “diferencia específica”- que separa la subclase a la cual el definiendum pertenece como único miembro (v. g., “con tres lados”). Este tipo de definición se conoce actualmente como “definición por género y diferencia”. La antigua separación entre definiciones reales y nominales se relacionó con la pregunta de si se define cosas o palabras, ligada muy estrechamente con la naturaleza misma del acto de definir. Como es obvio que las definiciones involucran el significado de unos términos en función del significado de otros términos y no con las cosas en sí, la cuestión quedó zanjada de este modo: si el definiendum es considerado como una expresión nueva, la definición es real (describe la naturaleza de lo definido; “un triángulo es una figura geométrica con tres lados”); por otra parte, la definición es nominal (sólo explicita lo implicado por una palabra) si el definiendum puede ser tomado por una expresión imprecisa o ambigua (más una declaración que una especificación; “la rosa es una flor”), según la teoría clásica. Difícilmente se puede afirmar que existe una teoría moderna de la definición. Más bien, una serie de teorías atribuibles a diferentes autores añaden poco a lo ya establecido por Aristóteles, enfatizando cuestiones clasificatorias y reglas de formulación. Actualmente la nomenclatura es más variada y conceptualmente menos relevante. Las diversas clasificaciones que se introducen, aparte de no concordar siempre, rara vez resultan útiles; principalmente porque no hay -ni puede haber- limitaciones de contenido en el definiens. Y, obviamente, son las diferencias de contenido las que inducen los denominativos cuya lista puede ser indefinida porque la cantidad de formas de equivalencia lo es (y

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también constituyen -por supuesto- definiciones de definiciones): reales, nominales, estipulativas, léxicas, precisorias, prescriptivas, contextuales, intensionales, extensionales, impredicativas, verbales, inductivas, teóricas, recursivas, persuasivas, factuales, ostensivas, etc., etc. Otro tanto se refiere a la construcción del definiens. Las teorías de la definición imponen dos requisitos sobre cualquier expresión que se adelante como una definición (en la práctica, tales expresiones son a menudo igualdades explicitas o equivalencias, pero los requisitos son completamente generales y razonables). El primero es el requisito de eliminabilidad: el definiendum debe ser eliminable en todo contexto, esto es, toda expresión que contenga al definiendum debe ser equivalente a la misma expresión en la que se lo ha sustituido por su correspondiente definiens. El segundo requisito es la conservatividad: el adoptar la definición no debe permitirnos derivar ninguna conclusión (independiente del definiendum) que no fuera inferible antes de que la definición haya sido adoptada. Además, una serie de “reglas” pretenden también normar la corrección de las definiciones. He aquí algunas: Regla de Equivalencia (Una definición debe ser cierta para cada uno de los miembros de la clase a ser definida y sólo para éstos), de Fundamentalidad (una definición debe referirse a la característica distintiva fundamental, no a los accidentes; a la causa, no al efecto…), de No Circularidad (la definición no debe contener conceptos tales que, para ser entendidos, presuponen la definición), de ¡No Negatividad! (se debe decir lo que una cosa ES más bien que lo que ella NO ES). De Contexto (se debe dar cuenta de todos los aspectos distintivos conocidos), de Claridad (no debe ser oscura, metafórica o poética sino que debe establecer claramente un significado literal y exacto) y así siguiendo. Sin duda, no debe ser difícil encontrar un contraejemplo para cada una de estas reglas. Así, ¿cómo definir “soltero” o “calvo” sin violar la regla de no negatividad? Es claro que el carácter discutible tanto de las clasificaciones como de las reglas de construcción está originado en la contingencia o arbitrariedad intrínseca de las definiciones aisladas. Únicamente la consistencia general del contexto (teoría o argumentación) justifica el contenido y la forma del definiens. Por ejemplo, “verdad es belleza” es una declaración poética, pero puede devenir en definición dentro de un contexto en el que se discute sólo el valor estético de las derivaciones lógicas. Más aún, las “definiciones persuasivas”, las que se formulan intentando influenciar actitudes o forzar conclusiones (“religión”: = “opio del pueblo”), son las que muestran -no obstante la crítica de que violentan las definiciones léxicas (las del diccionario)- la enorme discreción e intencionalidad con las que los definiens se preparan para justificar un argumento y cómo es el resultado del argumento el que finalmente validará, a su vez, la definición adoptada. Como se verá luego, la curiosa redefinición de Kuhn -y otros- para el término “paradigma” es un claro ejemplo de lo que no se debe hacer.

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Aún la regla de no circularidad es desafiada en algunas circunstancias; las formas x: = f(x) aparecen en ciertas construcciones lógicas y las llamadas definiciones recursivas no están exentas de sospechas. Por ejemplo, en “x es un número”: = “x es cero o x es el sucesor de un número”, el definiens consta de dos subtérminos: un “inductor” que contiene al definiendum (“x es el sucesor de un número”) y una “base” (“x es cero”) que no lo contiene. Se dice que la circularidad es sólo formal, que la base la rompe para convertirla en una cadena infinita... Está bastante claro, por otra parte, que no puede haber una regresión infinita de definiciones. Todas las definiciones convergen, al final, sobre conceptos primarios los cuales pueden ser especificados sólo ostensivamente; los conceptos axiomáticos pertenecen necesariamente a esta categoría. Las definiciones ostensivas (en las que se muestra aquello que se quiere definir y establecen la relación entre una palabra y su referente por invocación directa a la experiencia: “esto es un libro”) son muy frecuentes en las ciencias experimentales. Ilustraciones son los primarios sensoriales como los colores, texturas, olores y sabores; o primarios metafísicos tales como “existencia” (no se puede poner la “existencia” dentro de una clase más amplia de entidades). En Física, como se sabe, no existe teoría especial alguna a cerca de las definiciones. Éstas se validan intrínsecamente con la formulación completa de las teorías a las que pertenecen sea como conceptos ostensivos (experiencia directa), equivalencias matemáticas (v. g. “trabajo: ”) o definiciones verbales a ser posteriormente concretadas en relaciones cuantitativas (v. g., “fuerza”: = “agente que tiende a cambiar el estado de movimiento de un sistema”). Un anecdótico intento de teoría al efecto fue la introducción de la “definición operacional”. Propuesta en 1927 por el físico Percy Bridgman en sentido de que se debe abandonar la creencia de que los conceptos fundamentales de una ciencia (como “longitud”, “tiempo”, “masa”, y análogamente para las otras disciplinas) se refieren, respectivamente, a una sola y única cualidad (o propiedad) de las cosas en el mundo. Más bien arguyó- se debe concebir que hay tantas propiedades únicas y diferentes como hay operaciones (técnicas) para medirlas. Así, el concepto de “masa” quedaría definido por todas las posibles técnicas para la medición de esa propiedad. Como, obviamente, la enorme complejidad de la ciencia y su habilidad para generalizar requieren, más bien, de conceptos tan universales como sea posible, la propuesta de Bridgman fue completamente abandonada; incluso por su propio autor quién, en 1953, escribió: “...He creado un Frankenstein” (confundiendo, además, al monstruo con su hacedor).

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Sin embargo, es obvio que la precisión de los términos y conceptos fundamentales dentro de una construcción racional es de gran importancia y quizá la cantidad de reglas e intentos clasificatorios tienen el propósito de ayudar en la formulación de definiciones tan precisas, tan adecuadas y conceptualmente tan correctas como sea posible. Pero ello dependerá del contexto. Una de las peores consecuencias de las definiciones defectuosas es la confusión que provocan al momento de comparar y relacionar conceptos para formular juicios racionales (y aún éticos o estéticos). En ciencias, y en general, es realmente crucial al tener “buenas” definiciones. Si dos sociólogos tienen diferentes definiciones de “revolución” o de “dialéctica”, seguramente jamás se podrán poner de acuerdo y acabarán en “escuelas” diferentes. Por ejemplo, si se define -nominalmente- “derecha” como “el conjunto de los opositores”, a continuación se podrá inferir que sólo el oficialista es “izquierda”; pero, desde luego, sólo le servirá para caer en el autoengaño. Entonces, una definición puede ser calificada de “mala” cuando no es lo suficientemente precisa, no es útil o no se adecúa al propósito y al contexto para los cuales es formulada. Por ejemplo, ciertos textos de física definen “masa” como “cantidad de materia”. Pero, como “materia” no es una magnitud física, tal definición es inútil para el uso posterior de su definiendum; aparte de que su aceptación implicaría ¡la inmaterialidad del fotón! (porque carece de masa).

5. La paradoja del paradigma “Paradigma” en español y en inglés significa ejemplo, ejemplar y algo como molde gramatical. Sólo recientemente (en el curso de las últimas dos décadas), los diccionarios anglosajones recogen la deformación “estructura filosófica y teórica” siguiendo a una desafortunada y vaga redefinición introducida por T. S. Kuhn (“The Structure of Scientific Revolutions”). Y, claro, la última edición (23) del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (RAE) fue notoriamente modificada en esta entrada, introduciendo (¡en segundo lugar!) lo siguiente: “2. m. Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento. El paradigma newtoniano.” En cambio, el Merriam–Webster’s 11th Collegiate Dictionary, a este respecto, dice en tercer lugar: “3: a philosophical and theoretical framework of a scientific school or discipline within which theories, laws, and generalizations and the experiments performed in support of them are formulated; broadly: a philosophical or theoretical framework of any kind”. Hasta hace algún tiempo, el diccionario RAE era el instrumento que acababa con las dudas y controversias sobre el lenguaje. Pero cosas extrañas ocurrieron bajo presión de

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las academias nacionales (compitiendo para introducir sus regionalismos), también por mal asesoramiento o, finalmente, por ráfagas de inexplicable falta de criterio, desde las últimas ediciones del Diccionario RAE y sus complementos. Si sus oídos se ofenden a la frase “compraremos siempre el software autorizado”, será inútil protestar; las palabras “software” y “hardware” ya están en el diccionario y son, por tanto, nombres sustantivos oficiales de la lengua española. En cambio, si usted prefiere decir “sírvame un wisky” el cantinero estará autorizado por la Real Academia para corregirlo: “un güisqui, dirá usted”; y así para el “bluyín” que usa y el “guachimán” que contrata. Si usted argumenta que no se debe decir “jueza” porque el masculino no es “juezo” sino “juez”, que es neutro, se le responderá que, según el Diccionario de Dudas y Dificultades (de la RAE), “El femenino de este nombre es juez o jueza, formas ambas acogidas por la Academia. La segunda, además del sentido de 'mujer que tiene autoridad para juzgar y sentenciar', puede ser 'mujer del juez'. Este último sentido es el único que tenía jueza en un principio…” En fin, de continuar en esta vía, se podría terminar como los anglosajones, para quienes el inglés “correcto” es el que se usa en la región (se denomina “standard english” y los diccionarios suelen incluir en su definición algo como: “… as written and spoken by educated people in both formal and informal contexts…”). Porque, claro, no hay ventaja alguna en una Academia que no sólo permite todas las desviaciones posibles, sino que las introduce ella misma. Ahora es inteligible lo que ocurrió con “paradigm”: como el idioma inglés no tiene academia, los diccionarios sólo recogen lo que es usado ampliamente por la “gente educada”. En español, en cambio, la Academia debió advertir la grosera diferencia entre las definiciones antigua y nueva de “paradigma” y, sobre todo, la imprecisión de la idea de Kuhn, quién nunca justificó lingüísticamente el uso de ese término. Hasta se tiene la impresión de que hubiera sido elegida aleatoriamente; por ejemplo, “syntagm” (sintagma) o “kazoom” hubieran servido, sin duda, para el mismo propósito. Curioso efecto colectivo el de difundir un error aun reconociéndolo (hay otros casos, por supuesto). El mismo Kuhn, en “Second Thoughts on Paradigms”, consciente de que su libro ya era un éxito de librería y objeto de intensa polémica en el ambiente filosófico (aunque no en el científico), escribió, refiriéndose a la soltura con que usó “paradigma” en su obra: “Un comentarista, quién pensó que el asunto era merecedor de escrutinio sistemático, preparó un índice parcial y encontró al menos veinte y dos usos diferentes, yendo desde ‘un logro científico concreto’ hasta un ‘conjunto característico de creencias y preconceptos’…” Esta crítica no parece incomodarle ni en lo más mínimo; contrariamente, lo estimula para introducir una definición adicional (la número 23), “Un paradigma es lo que los miembros de una comunidad científica, y sólo ellos, comparten” y, después de una larga exposición para clarificar las “divergencias”, concluye -demasiado

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tarde- “...debemos ser capaces de dispensarnos del término ‘paradigma,’ pero no del concepto que condujo a su introducción.” Pero el concepto que condujo a la introducción de ese término es erróneo. Kuhn desliza por primera vez el término “paradigma” luego de apuntar que se trata de un logro (científico) lo suficientemente novedoso como para “atraer a un grupo duradero de adherentes desde modos rivales de la actividad científica” y, simultáneamente, ser “suficientemente abierto al final dejando todo tipo de problemas para que el redefinido grupo de practicantes los resuelvan”. Aún antes de esta histórica y abusiva apropiación de un vocablo del diccionario, libros como el “Principia” y el “Óptica” de Newton ya estaban citados como ejemplos de paradigmas. Una vez que las revoluciones científicas quedan entendidas como desplazamientos radicales de paradigmas (un mecanismo sospechosamente parecido al de la dialéctica marxista respecto a las revoluciones sociales como cambios consistentes en la sustitución de una clase por otra en el poder), Kuhn duda “¿Puede la dinámica newtoniana realmente ser derivada desde la dinámica relativista? ¿Cómo se vería tal derivación?” Luego de cierta argumentación, concluye que es sólo formalmente posible “a menos que cambiemos las definiciones de las variables…, las declaraciones que hemos derivado no son Newtonianas. Si las cambiamos, no podemos decir propiamente que hemos derivado las leyes de Newton, al menos no en ningún sentido de ‘derivar’ que sea hoy generalmente reconocido”. Y así sigue hasta, finalmente, hacer la declaración que estaba buscando: “Precisamente porque no involucra la introducción de objetos o conceptos, la transición de la mecánica Newtoniana a la Einsteiniana ilustra con particular claridad la revolución científica como un desplazamiento de la red conceptual a través de la cual los científicos ven el mundo.” Esto ya es definitivamente grosero. Kuhn recibió su doctorado en física con una tesis en estado sólido, pero toda su actividad posterior se desarrolló en temas de historia y filosofía. Aún así, es muy extraño que ignore el hecho de que la dinámica newtoniana, como se demuestra con el mayor rigor, es derivable de la dinámica relativista como el límite cuando las velocidades son “pequeñas” (también es el límite de la mecánica cuántica para “masas grandes”) en el mismo sentido que se dice que el movimiento armónico simple es el límite del complejo movimiento del péndulo para “ángulos pequeños”. Cuán pequeños a grandes son esos parámetros es algo muy importante pues, tratándose de desarrollos en serie, involucra a la exactitud y precisión de los instrumentos con los que se obtienen las mediciones. En cualquier caso, eso de “red conceptual a través de la cual los científicos ven el mundo” es otra definición de su paradigma y otra evidencia de la difusa manera con que Kuhn usó ciertos términos para probar su tesis. A lo largo de su obra se vio a los paradigmas nacer, obsolescer, desplazarse, romperse y ¿también engullirán a otros paradigmas?

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Tal vez, conociendo mejor la ciencia, se encuentre que los filósofos no la presentan siempre como realmente es. Obviamente, será muy difícil encontrar un científico que tome en serio los esquemas ideológicos de Thomas Kuhn. Es pues paradójico el que el único paradigma que satisface la definición original (ignorando, desde luego, lo de “logro científico”) es precisamente la idea del progreso científico mediante revoluciones del tipo descrito por su autor. Otro lamentable corolario es la absoluta impertinencia de la segunda acepción de “paradigma” en el diccionario RAE, en especial, en lo que se refiere al disparatado e inexistente “paradigma newtoniano”. Más sobre conceptos paradójicos, el que es tomado con mucho entusiasmo en algunos círculos filosóficos y sociológicos, proviene de Karl Raimund Popper, quién aseguraba que el conocimiento científico avanza descartando leyes que contradicen la experiencia antes que confirmando nuevas leyes. Por tanto, detrás del “método científico” está el requisito de que cualquier hipótesis científica y sus diseños experimentales deben ser inherentemente falsificables. En su forma más pulida, falsabilidad es la propiedad de todas las hipótesis o teorías creíbles, de ser inherentemente desaprobables antes de ser aceptadas como hipótesis o teorías científicas. Surge así, el “criterio de demarcación” que consistiría en la capacidad de una proposición de ser refutada o “falsada”. Aplicando ese criterio, serían científicamente admisibles únicamente las proposiciones para las cuales sea imaginable formular un contraejemplo o diseñar una observación que las refute. Desde luego, no muchos científicos están enterados de esta sutileza y entre los que la conocen, pocos la aceptan. “Cuando una teoría resiste un intento de falsación, un científico, muy naturalmente, considera que la teoría está parcialmente confirmada y le concederá mayor posibilidad o mayor probabilidad subjetiva. … Pero Popper tendrá nada de esto: a lo largo de su vida se opuso tercamente a la idea de ‘confirmación’ de una teoría, o aún de su ‘probabilidad’… [pero] la historia de la ciencia nos enseña que las teorías científicas resultan aceptadas sobre todo por sus éxitos” (A. Sokal and J. Bricmont, “Fashionable Nonsense. Postmodern Intellectuals' Abuse of Science”, Picador (1997)). ¿Recuerdan esas ingeniosas demostraciones mediante reductio ad absurdum? Consisten en suponer la proposición contraria a la original y demostrar que conduce a una contradicción. Por ejemplo, para la proposición “el conjunto de números primos es infinito”, se supondría su contraria “el conjunto de números primos es finito” que, con n números primos, sería {p1, p2,…, pn}. Ahora, sea el número k = p1⋅ p2⋅p3⋅…⋅ pn + 1 (el producto de todos los primos más 1) que no estaría en el conjunto de primos y debiera ser divisible por alguno de ellos. Pero la división por cualquiera de los p i, obviamente, dejará un resto 1/pi, con lo cual se demuestra que debe existir otro primo fuera del conjunto propuesto; la operación puede ser repetida indefinidamente, contradiciendo la hipótesis adoptada e implicando que su contraria, la original, es correcta.

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Como Popper fue inicialmente profesor de matemáticas, es muy posible que la idea de la falsación hubiera surgido de la poderosa contundencia de las pruebas por reducción al absurdo y, en realidad, no hay mucho más que añadir al respecto. Sólo advertir que la teoría de la falsación no es falsable, y todos estaríamos de acuerdo con Popper para descartarla de los mundos filosófico y científico.

6. Detalles filosóficos Cuando se trata honestamente de buscar la verdad, la relación entre las ideas filosóficas, científicas y técnicas, la forma en que son comunicadas y la formación académica que las respaldan, emerge necesariamente. Por eso, ni en una especie de melancólica ataraxia budista podría uno recibir la revelación de cierto “paradigma comunitario de la cultura de la vida para vivir bien”. Según su autor (Fernando Huanacuni), es uno de los más antiguos y es irradiado a todo el mundo desde la visión originaria americana ancestral. ¿No es curioso, entonces, que para describir un concepto tan autóctono se use una palabra castellana con incorrecta acepción en inglés? Además con ¡otra y propia definición!: “Paradigma es hoy una forma de explicar el mundo.” Y, aun así, ¡vaya uno a saber lo que es un “paradigma comunitario”! La definición del “suma qamaña” (“vivir agradablemente”) traducida como “vivir bien”, se dice, es el “vivir en armonía y equilibrio; en armonía con los ciclos de la Madre Tierra, del cosmos, de la vida y de la historia, y en equilibrio con toda forma de existencia”. No es la única “definición” de esa ocurrencia, pero ninguna es más inteligible. Así, la armonía con los ciclos de la tierra significaría, claro, el vivir de acuerdo a las estaciones climáticas o algo así; pero ¿ciclos del cosmos? Esos y los de la vida, definitiva y demostrablemente no son armónicos. Además ¿vivir en equilibrio con toda forma de existencia? ¿Viviría usted en equilibrio, a la vez, con un cuásar y con una pulga? Pero hay abundancia de paradigmas: “La crisis actual es producto de un modelo desarrollista, individualista, depredador, puramente material, antropocéntrico, etc. Es una crisis de vida y paradigmática. El paradigma que llevó a la humanidad al estado en que se encuentra considera que la tierra es una ser sin vida, un depósito de “recursos” que pueden ser aprovechados para el “bienestar” del ser humano, sin importar nada más. Es un paradigma que no consideró todas las formas de vidas como “sagradas” y merecedoras de respeto, porque tienen vida y tienen un rol para el equilibrio de la vida…” “… Ante esta crisis paradigmática, muchas son las intenciones de reformular el sistema dominante y tratar de hallar soluciones. Estas intenciones que se expresan en innumerables cumbres, talleres, encuentros internacionales, publicaciones, deben contemplar la necesidad de un cambio de paradigma de vida en base a la filosofía del vivir bien o buen vivir heredada y transmitida

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por los pueblos originarios de diferentes latitudes del planeta, pero entendida en su verdadera esencia y significado.” “Vivir mejor es consecuencia de un modelo, pero no solo económico, sino -y tal vez en mayor porcentaje- un modelo espiritual. Por lo tanto, para llegar al horizonte del vivir bien no solo se debe replantear la estructura y modelo económico sino reconstituir la cosmovisión de la cultura de la vida…” “… La dominación no comenzó solo por lo económico sino también por lo cultural, por lo espiritual; por lo tanto, cuando se habla de un proceso de cambio, desde los pueblos indígenas originarios, se habla de volver a los orígenes, a la identidad natural que expresa los valores de armonía y equilibrio en comunidad. El mundo está sumido en un sufrimiento porque hay un pensamiento y práctica colonizadores desde lo cultural y lo espiritual. En consecuencia, la liberación y la solución de esta crisis deben ser en enfocadas desde la reconstitución de la identidad cultural, con la dimensión espiritual”. (F. Huanacuni et al., “Buen vivir /Vivir bien/Filosofía, políticas, estrategias y experiencias regionales andinas”, CAOI (2010)). A nadie se puede culpar si en lo expuesto hay un galimatías con fuerte tinte budista (pues hay indicios de no ser casual); “cambio de paradigma” tiene que venir de la obra de Kuhn y, claro, “proceso de cambio” (una expresión muy común en ¡administración de empresas!: “conjunto de actividades secuenciales para llegar a resultados medibles” y también en consejos destinados al desarrollo personal) para que este “paradigma” se entronque de manera suave con las premisas con que el gobierno actual en Bolivia ha estado condimentando su esquema ideológico (el anticapitalismo, el antiimperialismo, el pacifismo y más). Como se verá más adelante, aparece aquí -por otra parte- una indirecta alusión a la “terza via” fascista: “para el capitalismo, el capital es lo más importante; para el socialismo, el bienestar del ser humano es lo más importante. Para los pueblos originarios que plantean el sistema comunitario, la vida es lo más importante”. Es decir, aparte de tan arbitraria asignación de importancias, el sistema comunitario estaría entre, o al margen, de los extremos capitalismo - socialismo. En cualquier caso, esta cosmovisión (paradigmática) no parece haber sido objeto de investigación en el sentido ortodoxo. La religión, pensamiento y costumbres originarias precoloniales se conocieron sólo a través de los llamados Cronistas de las Indias y -en mucha menor escala- trabajo arqueológico. Sería difícil de justificar, por tanto, el minucioso detalle con que se suele exponer tal interpretación. Es por demás demostrable que el ejercicio actual de la fe, filosofía y usos autóctonos sufrieron enormes deformaciones luego de medio milenio de influencia colonial externa. Si fuera cierto que el vivir bien no es lo mismo que el “vivir mejor” (a costa del otro), que está reñido con “el lujo, la opulencia y el derroche”, en armonía con todo, etc., se debiera concluir que los últimos

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vestigios del “vivir bien” se extinguieron en los pueblos del Tipnis: declarados miserables después de que se opusieran a la construcción de un camino atravesando su territorio, apaleados -impunemente hasta hoy- y atraídos al “proceso de cambio” dotándoles de motores fuera de borda impulsados por ¡gasolina! Muy incongruentemente, la Constitución Política boliviana, en su parte filosófica, dice: “El Estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).” Para no ser sólo una colección de sonidos, estas acotaciones debieran ser completamente inteligibles y consistentes entre ellas; no lo son. Así, el muy citado equivalente quechua del aimara “suma qamaña”, que es “sumaj kawsay” (vida bella), no figura entre los principios “éticomorales” y las frases son simples traducciones sin elucidación ni relación semántica (“teko kavi” muy diferente de “ivi maraei”, etc.). Peor, el “ama qhilla, ama llulla, ama suwa”, que absolutamente no aparece en los escritos de los cronistas, nada tuvo que ver con la “sociedad plural”. Según el excelente trabajo “Sobre el Carácter Espurio de la Trilogía Moral Incaica” (Rodolfo Cerrón Palomino) habría nacido en la época del virreinato no más allá de 1750, citada con detalles diferentes en el siglo XVIII (Jean F. Marmontell) o XIX (Césare Cantú, Pío Benigno Mesa, Guillermo Miller, Clement Markham; M. L. de Vidaurre: “su modo de saludar era no robarás; se contestaba: no mentirás”, etc.). Pero su verdadera divulgación, y por primera vez en quechua, se dio nada menos que en un manifiesto de la clandestina Fracción Aprista Juvenil (FAJ, 1934): “Esta es tu ley: ama súa, ama llulla, ama kella”. El uso de este lema -incluso citando expresamente a de Vidaurre- por el APRA de Haya de la Torre (un partido muy parecido al MNR) se hizo ya oficial a través de su Plan Económico desde 1945 (J. J. Vega, La República, Lima, 26/03/2000). Que se sepa, nadie más, ni la ONU, parece haberse tomado la molestia de indagar sobre el origen de tan grotesca impostura política. Nótese que, aún si fuera cierta, esta trilogía ética es inferior al decálogo cristiano (porque éste incluye el “no matarás”, para mencionar sólo una muestra). Y, hasta podría parecer una arenga para estimular al trabajo diligente, sin engaño ni robo (se ha mencionado en alguna parte que parece, más bien, un conveniente lema colonial español). Por lo que resta, es muy difícil encontrar acomodo para una filosofía como la del “suma qamaña” en una sociedad tan vertical como la de los incas donde los “hatunrunas”, quechuas, aimaras y otros, debían trabajar desde los cinco años hasta su muerte para alimentar al inca, a la nobleza y al ejército. “O primeiro ‘imperialismo’ que se abateu sobre sobre os quechuas e aimaras da Bolívia foi o Inca. O dominio do Império Inca esten-

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deu-se do Ecuador ao Chile central, por mais de três mil quilômetros. Avançou para dentro do que é hoje a Bolivia e parte da Argentina, somando mais dois mil quilômetros. Aonde os incas chegavam, os indígenas eram submetidos e agrupados ao seu imperio. Se necessário, tribos eram dispersas nos vários ayllus, para evitar as freqüentes revoltas que aconteciam.” (J. J. Chiavenato, “BOLÍVIA Com a Pólvora Na Boca”, Brasiliense (1981)); para rebatir el “comunismo incaico” de Carlos Mariátegui. En esta larga cadena de imposturas, brilla el eslabón de la “wiphala”, cuyo origen y uso muy recientes son ya, más bien, ampliamente reconocidos. La versión de ser un símbolo del Tahuantinsuyo con los colores del arcoíris ha sido suficientemente desacreditada por la Academia de la Historia del Perú “El uso oficial de la mal llamada bandera del Tahuantinsuyo es indebido y equívoco. En el mundo pre-hispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico” (AHP, 04/05/ 2003). La más probable relación, por los nombres y detalles verificables e investigables, es la de su inspiración movimientista, según la cual “… Durante el gobierno del Mayor Gualberto Villarroel se realizó el Primer Congreso Indigenista Nacional. Por primera vez de reunirían en esta ciudad, convocados por el Gobierno, los que por entonces eran llamados “indios”. Entre quienes preparaban el mencionado Congreso se encontraba, no sólo por su gran conocimiento del idioma sino de las costumbres aymaras, don Hugo Lanza Ordóñez, quien hizo notar a la concurrencia que al existir la palabra wiphala se deducía que desde siempre debió haber una bandera dentro de la cultura andina, así pues se decidió hacer uso de la wiphala blanca, que era la única conocida por entonces en los acontecimientos importantes. Don Germán Monrroy Block opinó a favor de usar una banderita más colorida, y ambos se dirigieron a la imprenta que tenía don Gastón Velasco. Estaban discutiendo los colores que debía usarse en la wiphala, cuando don Gastón recordó que tiempo atrás le habían encargado la elaboración de una etiqueta para la Champancola, la misma que se componía de cuadraditos de varios colores, ¡lo ideal!, pensaron los tres compañeros movimientistas para darle colorido al primer Congreso Indigenista de Bolivia, en el que se abolió el pongueaje y todo trabajo gratuito, lo que le significó a Villarroel ponerse, literalmente, la soga al cuello…” (Elizabeth De Col de Céspedes, “¿La etiqueta de Champancola símbolo nacional?”, El Diario, 20/10/2008). Viene a la memoria uno de esos deliciosos cuentos infantiles con una moraleja que se evidencia apropiadamente sólo con los años. El emperador que vestía un bellísimo atuendo, visible sólo por las personas que no eran estúpidas, incompetentes o inadecuadas para su trabajo; hasta que un niño -cuya idoneidad estaría garantizada por su inocencia- exclamó: “¡el emperador está desnudo!” desenmascarando el engaño de los embusteros sastrecillos (Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”). Es difícil no advertir la analogía que guarda con la indulgencia colectiva conectada al “año

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nuevo aimara” que se celebra en una ceremonia especial, el 21 de junio (solsticio de invierno), en las ruinas de Tiahuanaco. Por decreto del actual gobierno, este día es un feriado nacional desde 2009. La ceremonia y las repercusiones son cubiertas por casi todos los medios de prensa, unos con menos entusiasmo que otros, unos asintiendo por conveniencia y otros -los menos- sin atreverse a declarar que, en su opinión, el emperador está desnudo. Aunque sí, hubo inocentes que lo expresaron pero claro, a diferencia de lo que se dijo en el cuento, sus palabras se perdieron en la nada. Cuando se descorcha la botella del genio, es difícil anticipar las consecuencias. Tal año nuevo (andino, andino amazónico y andino amazónico chaqueño, sucesivamente a lo largo de los años) fue declarado ¡patrimonio nacional! en 2005 mediante una ley prejuiciosa (“Artículo 1°.- Declárese Patrimonio Intangible, Histórico y Cultural de la Nación, al “Año Nuevo Aymara”, que se celebra cada 21 de Junio en Tiawanaku, Provincia Ingavi del Departamento de La Paz y otras regiones de Bolivia. / Artículo 2°.- El Poder Ejecutivo, a través de los Viceministerios de Cultura y de Turismo y la Prefectura del Departamento de La Paz, a partir de la promulgación de la presente Ley, deberán prestar la atención necesaria para preservar y promover esta manifestación cultural de origen Aymara, velarán y protegerán para que se respeten sus origenes y raices.”); ésta supone que la ceremonia en cuestión corresponde a una “manifestación cultural de origen aimara”, en vez de instruir -primero- la respectiva investigación. Si ésa se hubiera intentado, los legisladores o sus asesores hubieran detectado de inmediato los vacíos históricos y, ¡si señores!, las falsedades manifiestas. Por supuesto, la arqueología no puede sustentar juicios referentes a costumbres, por lo cual es preciso recurrir a las crónicas en busca de indicios. Así, ¡oh sorpresa! según Guamán Poma de Ayala, en el incario, junio no podía marcar el comienzo de año por contener sólo una fiesta menor: “Junio. Cuzqui Quilla; este mes, hacían la moderada fiesta del Inti Raymi; y se gastaba mucho en ello, y sacrificaban al sol y enterraba al sacrificio llamado capacocha, que enterraban a los niños inocentes, quinientos, y mucho oro y plata y mullo y en este dicho mes en todo el reino los dichos corregidores tocricoc o jueces, michoc, toman cuenta a los dichos indios de cada casa de lo que tienen de sus haciendas, ...” El año nuevo ocurría en el solsticio de verano, el 21 de Diciembre, “Diciembre. Cápac Inti Raymi; que este mes hacían la gran fiesta y pascua solemne del sol, que como dicho es, que de todo el cielo de los planetas y estrellas, y cuanto hay es rey el sol; y así Cápac quiere decir rey, Inti: sol, raymi: gran pascua, más que Inti raymi; y así hemos dicho de Coya raymi, de la fiesta de pascua de la luna, quilla. Que en este mes hacía grandes sacrificios al sol mucho oro y mucha plata y vajillas, que entierran quinientos niños inocentes y niñas, los entierran parados, vivos, con sus vajillas de oro y plata, y mucho mullo y ganados; y después del sacrificio, hacían grande fiesta, comían y bebían a la costa del sol, y danzaban taquies, y grandemente de beber en la plaza pública del Cuzco y en todo el reino. ...” y para que no quede duda alguna, Guamán Poma subraya ex-

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plícitamente que diciembre ponía fin al año: “Fin del mes como año: en todos los meses y años sumaban estos meses y los días, de un día hasta diez días es una semana, llegaban a treinta días o treinta y un días, o dos, conforme el menguante, desde menguante aquello tenía por orden del creciente de la luna; los dichos doce meses se contaba un año. ...” El Capac Inti Raymi (inicio de la temporada de lluvias) era, pues, una festividad religiosa más grande que la de Inti Raymi en todo el imperio; por supuesto incluyendo a los pueblos sojuzgados y es lo más cerca que se puede llegar a lo que se acostumbraba entre ellos. Entonces, ¿de dónde surgió la desinformación de que la ceremonia de junio era de origen aimara? Además, ¿Hay la más peregrina referencia a cierto levantamiento de palmas en dirección del sol? ¡Claro que no! El homenaje consistía en ofrendas de oro, plata, mucho mullu (concha del molusco marino Spondylus, muy valioso para los pueblos andinos) y con la capacucha: ¡sacrificios de niños! E, igual que en todo el mundo, la fiesta de fin de año consistía en banquetes, danzas, cantos y borracheras. Finalmente, una serie de dataciones por carbono 14 concluyen que el desarrollo de Tiwanacu (una civilización que nada tuvo que ver con la aimara ni quechua) cubre el lapso aproximado más probable de 130 a 970 d. C. (ver, entre otros, Szymon Augustyniak, “Dating The Tiwanaku State”, Revista Chilena de Antropología, 36, 11 (2004); con datos de Andean Archaeological Mission, University of Warsaw). Entonces, ¿quién introdujo la antigüedad de 5000 años desde el comienzo de la cultura tiahuanacota hasta el descubrimiento de América en 1492 y que se repite tan mecánicamente en los medios de comunicación? ¡Correcto! La respuesta se adivina fácilmente por la muy improbable coincidencia del número 5000 con dos eventos tan separados en el tiempo, por la imprecisión en el tipo de calendario involucrado y, precisamente, por la exagerada antigüedad: se trata de versiones espurias introducidas por gente nada comprometida con la verdad y sí con cierta ideología. Una referencia apunta a un autor peruano, simplemente afirmando que las pruebas de C14 en Qotosh (Perú) indicarían tal cantidad de años. Otra referencia indica, modificando el esquema “edad de indios” de Guamán Poma, que se trata de 5 ciclos (cada uno con características propias) con duración de 1000 años ¡simbólicos!, no cronológicos. Contrariamente, por supuesto que hay una ausencia total de seriedad y de pruebas para sustentar cualquiera de los relatos plurinacionales modernos sobre costumbres ancestrales. La ceremonia misma, como ya ha sido suficientemente denunciado (Silvia Rivera Cusicanqui, “La invención del año nuevo aymara”, La Razón, 12/08/2012), fue inventada por el naturista aimara Rufino Phaxsi en 1979 y, abierta al público y al turismo con ayuda de cierta empresa privada, en 1986 -después de la expulsión del propio Phaxsi- la realización del evento terminó siendo controlada por “advenedizos (llamados los ‘Menores’)”. “Valentín Mejillones, quien lideró la rebelión comunaria contra Rufino Phaxsi

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y fundó el Consejo de Amawtas de Tiwanaku en 1990, fue encontrado a fines de 2010 con una cantidad considerable de cocaína en su casa y está actualmente en la cárcel bajo la Ley 1008” (Mejillones fue también el “sabio y líder espiritual” que, en pomposas ceremonias y en Tiwanaku, entronizó al presidente Morales al inicio de sus dos primeros mandatos). ¿Puede una historia de “rescate de valores ancestrales” terminar de manera más delincuencial, comercial y triste? También el empleo correcto de conceptos es parte de la actividad filosófica. Los descuidos llevan a desviaciones que se van haciendo groseras con el paso del tiempo. Y un día se ve uno abrumado por tierras que son madres y mascotas con derechos. ¿Es posible imponer obligaciones a la Tierra o a los animales? No, una obligación es un vínculo inteligible y exigible; por tanto sólo las personas pueden ser objeto de obligaciones (sólo a ellas se les puede demandar cumplimiento). Lo contrario de una obligación es un derecho, es una concesión inteligible y reclamable (algo que uno puede pedir en justicia); luego, igualmente, sólo las personas pueden ser objeto de derechos; la Tierra, siendo un objeto inanimado, no, porque no tiene la “facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece a su favor” (RAE). Entonces, ¿en qué recoveco cerebral apareció la iniciativa de legislar sobre “derechos de la madre Tierra” y “derechos de los animales”? Lo que en realidad esas leyes hacen, es imponer obligaciones a las personas, relativas a cuidar el medio ambiente y a los animales con los cuales les está permitido convivir. Y, ¿qué puede impedir el establecer tales cosas en esta apropiada manera? En algún momento habrá que repensar el andamiaje filosófico nacional; el peligro de las falsedades históricas, formulaciones arbitrarias, gratuitas y de las manifiestas imposturas ideológicas sobre el sistema educativo no es sólo potencial, hay textos escolares plagados de disparates derivados de tales actitudes. Por seguridad racional, pues, es mejor refugio la filosofía en su práctica actual, que -en principio- no difiere mucho de la científica; las publicaciones filosóficas son ahora sometidas a revisión por pares en respectivas publicaciones periódicas (ver, digamos, “Journals” en “The American Philosophical Association”). También, hay una evidente tendencia a un “criterio filosófico” similar al “criterio científico” sin embargo, como se sabe, aplicado considerando que el objeto de la filosofía no es el conocimiento especial, o especializado y tampoco es una disciplina experimental, en sentido estricto. Lamentablemente, no es de uso filosófico el cerrar los problemas cuya discusión se considera superada, ni el evitar la militancia en escuelas; claro, con honrosas excepciones. Son esos filósofos excepcionales los que deben prevenirnos contra los postmodernistas intentos de erigir “nuevos paradigmas” y otras vacuidades (B. McKelvey, E. Locke, “Postmodernism vs. Truth in Management Theory”, Modernism and Management, 21, 113 (2003)).

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¿Qué ha dejado la filosofía en conocimiento sólido y útil? La racionalidad del pensamiento griego, en especial la lógica iniciada por Aristóteles. Shopenhauer descubrió que la existencia del mundo no es percibida por la razón sino por la voluntad y Kant enfatizó en la definición de verdad, como uno de los valores del juicio: la coincidencia de éste con su referente. La definición de materia como todo lo que es independiente de la consciencia (Lenin). Y, obviamente, mucho más para beneficio del pensamiento analítico.

7. Detalles Científicos Sorprendentemente, todo el conocimiento científico está basado sobre dos premisas filosóficas, a saber, (i) (ii)

El Universo existe. El Universo es cognoscible.

Si el universo no existiera, la ciencia tampoco pues nada hubiera para conocer. Si el universo fuera incognoscible, la ciencia sería ociosa e inútil. Estas dos premisas implican que, epistemológicamente, nada es inefable. Porque no es tarea de la ciencia el demostrar la existencia objetiva, su función es explicarla. Y se actúa como si todo pudiera ser conocido, mientras no se demuestre lo contrario (así es como las premisas operan). Pero, ¿es posible definir la ciencia? Sí: Ciencia es un conocimiento objetivo, racional, metódico, sistemático y crítico. Como la cuestión científica es el modo de la existencia, su problema fundamental es el de adquirir conocimiento a partir de la experiencia. Es en tal sentido en el que el conocimiento científico es objetivo: considera solamente eventos observables, hechos. No es posible erigir teorías científicas sobre la base de experiencias subjetivas (sueños, imaginaciones, intuiciones) o hipótesis no empíricas. Las verdades de la ciencia son siempre intersubjetivas (criterio débil de objetividad) y se extrapolan como válidas aún en ausencia de observadores (criterio fuerte de objetividad). Ciencia es el conocimiento razonado de las cosas. Sí, una de las principales características del conocimiento científico es su racionalidad, el ser accesible a la inferencia deductiva y a todos los procesos lógicos propios de la inteligencia. Es el tipo de conocimiento que permite inferir (derivar nueva información), explicar (generalizar y exhibir información implícita) y entender (aprehender información). No todo conocimiento es racional. Por ejemplo, la relación cotidiana con otra persona da un conocimiento intuitivo de

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su carácter; el conocimiento que lleva al dominio del equilibrio corporal para caminar o montar una bicicleta, es instintivo; como lo es el conocimiento básico de algunas fuentes de dolor y placer; etc. Los datos (resultados de observaciones) de las ciencias no se extraen y verifican en forma desordenada e inconexa. Para aprender del mundo objetivo se requiere de procedimientos definidos, repetibles y confiables. Son los procedimientos propios de la inferencia inductiva (apoyados por las teorías de probabilidad y estadística) y los muchos métodos de observación. Tampoco son considerados aisladamente, sino agrupados en cuerpos ordenados de conocimiento, o relacionados con ellos. Esto es, existe una norma científica: observar con objetividad y razonar con rigor. Y se extiende a todas las operaciones necesarias: el análisis de los datos para la formulación de hipótesis, principios, postulados o leyes; la construcción de la teoría adecuada a tales hipótesis, principios, postulados o leyes, mediante inferencia deductiva y la confirmación empírica de consecuencias deductivas que se desprenden de la teoría constituyendo prognosis, predicciones propias y específicas de la misma. Vale la pena notar dos propiedades importantes relativas a estos cuerpos lógicos o “teorías científicas”. Una es la de que sus predicciones van más allá de los hechos que le sirvieron como puntos de partida; las leyes establecidas explican no sólo las experiencias iniciales, sino todas las posteriores experiencias que le son pertinentes. La otra se refiere a su compatibilidad específica con los hechos. Esto es, que si los hechos fueran diferentes a los que se observaron, la teoría elaborada para explicarlos se invalidaría de inmediato; e inversamente, cualquier cambio arbitrario sustancial en la teoría la tornará incompatible con los fenómenos basales. Es esta consistencia recíproca entre los datos y su explicación teórica la que diferencia al conocimiento científico de una simple especulación ideológica. Por ejemplo, uno podría intentar una teoría según la cual todos los hechos y fenómenos actualmente observados son tales como resultado de la voluntad divina; pero, claro, esta “explicación” nada explica, pues sería compatible con cualquier otro conjunto diferente de hechos y fenómenos, o sea, la creencia religiosa se invalida porque permanece aplicable a cualquier universo, observable o no. La ciencia tampoco es una simple suma de conocimientos dispersos. Es un conjunto de partes organizadas de acuerdo a una función común, es un conocimiento sistemático. En su forma más amplia, una ciencia es un conjunto de teorías enlazadas de modo orgánico. Así, la teoría del movimiento y sus causas (mecánica), la teoría de las fuerzas electromagnéticas (electromagnetismo), la de las fuerzas nucleares (física nuclear), etc., etc., son construcciones del tipo descrito que se complementan unas a otras y conforman, en total, el estudio de todas las interacciones existentes en el universo o la ciencia conocida como física. “La Ciencia” se refiere al sistema conformado por todas las ciencias particulares las cuales, obviamente, deben ser -y son- compatibles unas con otras.

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El adquirir conocimiento acerca del mundo real es, obviamente, un proceso aproximativo (adaptativo). Por una parte, el progreso científico se traduce en progreso tecnológico y éste en más y mejores medios de observación los cuales, a su vez, implican más refinamientos o correcciones importantes. Por otra parte, el trabajo científico posee una componente heurística intrínseca e inevitable que compromete al juicio humano. El estado actual de la ciencia, o de una ciencia, es el efecto no solamente de la calidad y poder de nuestros medios observacionales; también, y de manera esencial, del esfuerzo crítico común: de nuestra habilidad de juzgar la diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo fino y lo basto o entre lo pertinente y lo inapropiado. Las teorías científicas, por tanto, son construcciones sometidas a revisión y corrección permanentes y la ciencia, en resumen, es un conocimiento crítico. Entender que la ciencia es conocimiento positivo (válido para todos) principalmente por su insistencia en cantidades antes que cualidades (la cantidad es más objetiva -más interpersonal- que la cualidad) contribuye a estrechar la separación entre los que hacen ciencia y los que observan sus resultados. La disciplina científica requiere que las propuestas deban ser experimentalmente probadas, directa o indirectamente. Hay excelentes ejemplos de propuestas interesantes dejadas en el camino. Está la de los monopolos magnéticos (equivalentes a cualquiera y sólo una de las dos puntas del imán, que es un “dipolo” inseparable) resultantes, teóricamente, de buscar simetría entre las partes que describen las cargas eléctricas (monopolos eléctricos) y las que conciernen a las fuentes magnéticas (dipolos magnéticos), en las ecuaciones del electromagnetismo. En teoría, la existencia de tales monopolos no está prohibida, pero debe ser empíricamente corroborada. Blas Cabrera, hijo de Nicolás Cabrera y nieto de Blas Cabrera Felipe -físicos también- es un físico de la Stanford University. El 14 de febrero de 1982, en la noche de San Valentín, su detector registró un evento cuya traza coincidía con los parámetros previstos para un monopolo magnético y el reporte fue publicado (B. Cabrera, “First Results from a Superconductive Detector for Moving Magnetic Monopoles”, Phys. Rev. Letters, 48 (20), 1378 (1982)). Sin embargo, varios experimentos similares se realizaron después, incluyendo uno con detector mejorado por el propio Cabrera (con una sustancial subvención) sin registro de algún nuevo evento similar; hasta que su grupo de investigación fue, finalmente, desmantelado. El otro caso es un ejemplo de propuestas teóricas rigurosas no respaldadas experimentalmente. Un taquión (Griego: ταχύον) es una partícula hipotética cuya velocidad es siempre superior a la de la luz. Hay mucho trabajo teórico a este respecto (O.M.P. Bilaniuk, V. K. Deshpande, E. C. G. Sudarshan, “‘Meta’ Relativity”, American Journal of Physics, 30 (10), 718 (1962)) pero, por otra parte, también hay mucha literatura que señala las enormes dificultades conceptuales de esos entes. El comentario de OleksaMyron Bilaniuk, sobre los experimentos emprendidos para detectar estas veloces partí-

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culas, es “Considerando el número de experimentos buscadores de taquiones, (…), el coraje ha sido verdaderamente grande. Las indagaciones incluyeron: 1. Búsqueda de monopolos magnéticos taquiónicos, 2. Experimento taquiónico de Michelson, 3. Búsquedas de masa faltante en cámaras de burbujas y registros en emulsiones. Hubo más de 300 artículos durante 1967-1980 sobre mecánica cuántica de taquiones. (…). Las indicaciones de que los neutrinos electrónicos pudieran ser taquiónicos, fueron publicadas por Alan Chodos, Avi I. Hauser y V. Alan Kostelecky en 1985, y otros artículos que exploran esa hipótesis, han re-energizado el interés experimental y teórico en taquiones. Los resultados preliminares de las mediciones en el final del espectro de energía en el decaimiento del tritio rinde valores negativos de (masa del neutrino) 2 = -27 ± 20 eV. Esto indicaría que la masa propia del neutrino es imaginaria y que el neutrino es, efectivamente, un taquión. Los experimentadores encaran ahora el desafío de obtener un resultado que pruebe más allá de toda duda que la masa del neutrino electrónico es realmente imaginaria” (O. M. Bilaniuk, Conf. Ser. 196 012021, J. Phys. (2009)). Que se sepa, no se ha encontrado aún tal contundente evidencia. Por otra parte, suelen ocurrir sobresaltos en las comunicaciones científicas como la de septiembre 2011, cuando se reportó que un “neutrino tau” había viajado más rápido que la luz en instalaciones del CERN (Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire). Sin embargo, posteriores comunicados desde el CERN y el proyecto OPERA (Oscillation Project with EmulsiontRacking Apparatus) indicaron que el resultado sorprendente se debió a “un elemento defectuoso del sistema temporizador de fibra óptica del experimento” (CERN, “Neutrinos Sent From CERN to Gran Sasso Respect the Cosmic Speed Limit”, Comunicado de Prensa (2012)). En fin, éste es otro motivo más por el cual la hipotética creación divina del universo (y de las especies vivientes) no puede ser aceptada de principio. Un físico recalcitrante siempre dirá “muéstrame al creador”. Con lo cual, lo mismo que las de monopolos y taquiones, la hipótesis de creadores divinos debe y será desechada indefinidamente. Ahora, hay problemas donde la filosofía y la ciencia concurren de modo sustancial, esto es, se requiere la misma respuesta de ambas. Por ejemplo, las naturalezas del espacio y el tiempo. Es conocida la postura de Immanuel Kant a este respecto, resumida en “El espacio no es algo objetivo y real, ni una sustancia, ni un accidente, ni una relación; más bien, es subjetivo e ideal, y se origina en la naturaleza de la mente de acuerdo con una ley estable como esquema, digamos, para coordinar todo lo que es percibido externamente” (I. Kant Gesammelte Schriften Vol. 2, G. Reimer (1910)). Kant introdujo la clasificación de proposiciones verdaderas en analíticas y sintéticas (cuya verdad es apodíctica, necesariamente contenida en el enunciado; o es contingente, deviene externamente) y que pueden ser a priori o a posteriori (teóricas o empíricas). Los juicios analíticos no incrementan el conocimiento pues son tautológicos (“las solteras no están casa-

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das”) y no necesitan de la experiencia para ser comprobados. Las proposiciones matemáticas, según Kant, son sintéticas a priori (“el espacio tiene tres dimensiones”) ¿cómo es posible? Esto sólo puede ocurrir si involucran siempre referencias al espacio y al tiempo. Entonces, el espacio y el tiempo mismos deben ser intuiciones a priori, seguramente se nace con la estructura para, y la habilidad de, organizar espacialmente los objetos y temporalmente los eventos. Esa teoría “de intuiciones a priori” es muy elegante y se mantuvo por mucho tiempo. Kant murió en 1804; en 1813, Carl Friedrich Gauss formuló, sin publicar, un primer intento de geometría esférica; por ahí de 1830, el húngaro János Bolyai y el ruso Nikolai Ivanovich Lobachevsky, por separado, publicaron sus tratados sobre geometría hiperbólica y, cerca de 1854, Bernhard Riemann introdujo, en una muy famosa conferencia, las bases de la geometría riemanniana, usada por la teoría general de la relatividad. Aunque se ha enfatizado que tales geometrías surgieron también a priori, en un intento de rescatar la teoría de Kant, la pregunta de si el universo es euclidiano o no, surgió casi de inmediato. Como se sabe, la teoría relativista de la gravitación tuvo demostraciones empíricas bastante impactantes y conduce a que esa pregunta tenga como respuesta: ¡depende de la distribución de masa! El espacio, por tanto, no es una intuición a priori; es una propiedad intrínseca de la materia, inseparable de ella. ¿Y, el tiempo? Isaac Asimov, ilustrando muy bien el tipo de inquietudes que pueden surgir en su consideración, escribió: “El tiempo, para empezar, es un asunto sicológico; es una sensación de duración…” y, para aclarar el contexto, “…la cuestión de qué es ésta sensación de duración... forma parte del problema del mecanismo de la mente en general, problema que aún no está resuelto.” ¡Vaya! Después de explicar ilustrativamente cómo esa sensación de duración es subjetivamente relativa, lapsos que parecen cortos o largos según urgencias individuales (como la de Charles Aznavour por su amada Isabelle: “Las horas junto a ti son rápidos segundos, un día sin tu amor es una eternidad…”), continúa: “En el momento que elegimos un fenómeno físico objetivo como medio para sustituir el sentido innato de la duración por un sistema de contar, tenemos algo a lo que podemos llamar ‘tiempo’. En ese sentido, no debemos intentar definir el tiempo como esto o aquello, sino sólo como un sistema de medida” (el subrayado es mío). Sigue una pequeña historia de los métodos conocidos para medir el tiempo (¿medir un sistema de medida?, hum…) y pregunta “... ¿quién nos asegura que estos fenómenos periódicos son realmente ‘regulares’? ¿No serán tan poco de fiar como nuestro sentido de duración?” Asimov responde a esto indicando, correctamente, que es la múltiple comparación de unos fenómenos periódicos con otros lo que asegura la regularidad requerida. Termina anotando que, aparte de este tiempo físico, se puede hablar también del “tiempo biológico”, el método de los organismos vivientes “de engranarse en fenómenos periódicos (como dormir y despertar) aún sin referencia a cambios exteriores

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(como el día y la noche)…” y del “tiempo sicológico”, ya referido al comienzo (Isaac Asimov, “Of Time and Space and Other Things”, Avon Books (1975)). En la vida cotidiana, todos actuamos suponiendo que las cuestiones relativas a la naturaleza del tiempo ya han sido resueltas por alguien y sólo resta sacar partido de su practicidad -por ejemplo, para ser impuntuales o para confundirlo con el clima-, del estético misterio de su transcurso, etc. En la ciencia y en la filosofía, sin embargo, como Asimov lo ilustra, no se toma tales enigmas como superados. La literatura informal y técnica dedicada a implicaciones temporales en determinadas ciencias particulares y en el arte es abundante (Ver, por ejemplo, la colección editada por J. T. Fraser, N. Lawrense y D. Park, “The Study of Time”, Springer Verlag (1975-1981)). Sin embargo, no hay referencia directa al asunto de la esencia específica del tiempo y las discusiones resultan algo incompletas e inconclusivas: "El tiempo, como entidad existente es un objeto más bien intratable..." (M. Toda, “The Boundaries of the Notion of Time”, The Study of Time, Vol. III), “El tiempo es menos como una sustancia o un campo, o una dimensión, o una serie de elementos de lo que los filósofos y científicos han supuesto” (R. S. Brumbaugh, “Metaphisical Presuppositions in the Study of Time”, The Study of Time, Vol. II) y expresiones análogas en los componentes sociales asociados a la noción de tiempo (W. Mays, “Temporality and Time in Marx and Hegel”, The Study of Time, Vol. IV). A pesar del severo impacto conceptual de las teorías relativistas, hay tendencias filosóficas y literarias modernas que, a este respecto, aún parecen conformarse con el tiempo absoluto, usado en la mecánica newtoniana. La idea de endilgar la temporalidad a la esencia del Ser, “ser es ser temporal”, era ya común en los siglos XVII y XVIII como lo muestra Friedrich Engels: “Las formas esenciales de todo ser son el espacio y el tiempo y un ser fuera del tiempo es un absurdo tan grande como fuera del espacio” y sostiene la irrealidad del tiempo separado de los objetos, “...el tiempo no se compone de partes reales y sólo nuestro entendimiento introduce divisiones arbitrarias, porque sólo un tiempo realmente lleno de hechos, susceptibles de ser distinguidos, puede ser contado, pues de otro modo no podría descubrirse la acumulación vacía...”; correcto, pero su crítica a Dühring implica que todavía lo concibe siendo una especie de continente para los procesos: “...según el señor Dühring, el tiempo sólo existe por el cambio y no el cambio en y por el tiempo” (F. Engels, “Anti-Dühring”, Ciencia Nueva, (1968)). En este punto, como veremos, el desconocido Dühring (Karl Eugen Dühring era un abogado, filósofo, economista y profesor en la Universidad de Berlín que propuso una alternativa al marxismo, combinando el positivismo de Comte con el materialismo de Feuerbach) estaba, sorpresivamente, más cerca de lo correcto. Así, K. Denbigh analiza ciertas “perplejidades” inducidas por la noción ontológica del tiempo: “Una de ellas [de las perplejidades], sugiero, es que el tiempo es a menudo equivocadamente pensado como si fuera algún tipo de existente...”, “...esta reificación del tiempo necesita ser evitada. El tiempo no está ‘ahí afuera’ como una cosa sustancial, como un río en flujo; es más bien una entidad abs-

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tracta, una construcción. Las cosas que están ‘ahí afuera’, sobre las cuales la construcción del tiempo se basa, son los objetos materiales y sus eventos y procesos...” (K. G. Denbigh, “Three Concepts of Time”, Springer Verlag (1981)). Denbigh deriva esas interesantes afirmaciones del análisis basado sobre los dos, ya mencionados, criterios de objetividad implícitamente admitidos en las ciencias: (i) Intersubjetividad. Objetividad atribuible a través de juicios que pueden ser consecuencia de acuerdo público (“Bolivia se fundó en 1825”). (ii) Asubjetividad. Objetividad atribuible a través de juicios que afirman hechos absolutamente independientes de la naturaleza, subjetividad, percepción y presencia humanas (“los dinosaurios precedieron a los humanos”). Entes como la economía, el lenguaje o la temperatura, al igual que el tiempo, poseen la objetividad (i) pero no la (ii). En cambio, los objetos materiales, sus movimientos y procesos poseen ambos tipos de objetividad (son verdaderamente existentes, o estrictamente objetivos). A pesar de lo anterior, Denbigh no llega a establecer la clase de construcción que el tiempo es, perdiéndose en una detallada discusión, sin conclusiones definitivas, de si el tiempo posee la objetividad (ii), dado que, obviamente, posee la objetividad (i). Pero la conclusión sigue de inmediato, si uno no se asusta de ella: el tiempo, siendo una construcción y no un existente, sólo puede poseer la objetividad (i). No obstante, es una de las magnitudes mecánicas fundamentales y necesita, como la distancia y la masa, de un específico procedimiento de medición. En el caso de las últimas, tal procedimiento es directo pues basta definir una unidad patrón y la medida deviene por comparación con ella; distancias con distancias, masas con masas. En el caso del tiempo, sin embargo, la definición de la unidad requiere -necesariamente- de (a) la ubicación de un movimiento periódico (porque los cambios periódicos son previsibles), (b) un sistema de registro (escalas o contadores), esto es, la “definición operativa” de un reloj y (c) la medida deviene por comparación de cualquier otro cambio con ese movimiento, adoptado en (a), y usando el registro (b); esto es, no se comparan tiempos con tiempos, sino ¡cambios con cambios! El tiempo es, así, dado mediante una cantidad indirecta: un ángulo, como en relojes clásicos, o una serie numérica, como en relojes digitales. En otros términos, el tiempo es un parámetro (una variable numérica auxiliar) asociado a la variedad de relojes. La “cosa” que posee objetividad (ii) a este respecto es, evidentemente, el movimiento o, más generalmente, el cambio; por ser accesible a la observación directa, aunque no fácilmente a la medición. Y, para que no haya duda, la conclusión final es que el tiempo no existe, es sólo un parámetro convencional. Tampoco es, pues, -lo sentimos, Immanuel- una intuición a priori.

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Es fácil ilustrar lo dicho con las usuales experiencias de fenómenos periódicos que empezaron con la sucesión de días y noches (somos seres nictémeros), luego -cuando fue útil- se tomó la sucesión de estaciones y, después, ya técnicamente, la rotación y traslación terrestres, el péndulo gravitacional, el péndulo elástico (el mecanismo de escape de los relojes mecánicos), las vibraciones de un cristal de cuarzo (resonancia a una frecuencia estable mediante el efecto piezoeléctrico, en los relojes digitales), o los relojes atómicos, los más precisos en existencia, basados sobre las transiciones entre dos niveles de energía en los átomos de iterbio, provocadas por un rayo láser pulsante; son estables dentro de las dos partes en un trillón (2×10 -18). No importa el dispositivo, importa que pueda ser usado para determinar lapsos (duración de procesos, como en las competencias deportivas) o sincronías (simultaneidad de eventos, como los calendarios). La regularidad, como lo anota Asimov, resulta y se precisa mediante una sistemática comparación entre los diversos fenómenos periódicos -relojes- disponibles. Las construcciones paramétricas (v. g., la temperatura) en las ciencias son comunes y se introducen para simplificar formalismos que describen conjuntos de fenómenos. El caso del tiempo es, de todos modos, particularmente importante porque se impone de inmediato como una necesidad experimental primaria. Si bien una formulación “atemporal” de la mecánica es imaginable, ésta conduciría a complicaciones extremas e intratables. No obstante, el concepto de tiempo como construcción paramétrica tiene consecuencias filosóficas de evidente interés: Un hecho sicológico accesible a la experiencia es el de que la noción de tiempo no podría formarse en una mente sometida a un ambiente inmutable, en el que absolutamente nada cambiara; tampoco en una mente sometida a un ambiente totalmente caótico -sin regularidades perceptibles-. El tiempo sicológico es, por tanto, una estimación imprecisa del tiempo físico, como lo comprueba el hecho de que las personas de hábitos muy regulares, las cotidianamente rutinarias, son las más capaces de estimar lapsos con razonable aproximación. Por otra parte, expresiones como “me pareció una eternidad”, caen tanto dentro de las impresiones subjetivas como “estaba tan cansado que cada escalón parecía una muralla”. Las distinciones que se hacen entre tiempos sicológico, biológico, físico, etc., sólo tiene validez formal y anecdótica. Todos esos tiempos tienen la misma procedencia, a saber, la necesidad de sincronizar sistemas, entre ellos la conciencia humana, con un mundo en permanente cambio. Naturalmente, las respuestas a interrogantes como la direccionalidad del tiempo o si éste posee un origen absoluto (t=0), son ahora inmediatas. Como parámetro comparativo entre tipos de movimiento o cambio, el tiempo es una cantidad escalar (un número real) con origen arbitrario; su dirección (signo) es, en consecuencia, también convencional y está referida a ese origen. Por ejemplo, si alguien sostuviera que el universo comenzó en t=0, bastaría sustituir “t” por un nuevo parámetro temporal logarítmico t' =

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log(t) y el universo resultaría no tener origen en el tiempo pues t'= log(0) -> -∞ (infinito en el pasado). El corolario final es que lo único que existe independientemente de la consciencia humana es el universo en movimiento. Sus descripciones, aún las más científicas, sólo tienen la objetividad débil, del tipo (i) (desaparecerían al desaparecer la humanidad). A la pregunta de si la física podría valerse sin la ayuda del tiempo, puesto que éste no es una magnitud física en el sentido en que lo son la distancia y la masa, se responde que sí, pero la formulación resultante sería inútilmente complicada. El tiempo, como parámetro, puede ser siempre reemplazado por otro parámetro. En astronomía hay una equivalencia natural entre ángulos (ángulos horarios) y lapsos. En dinámica, es conocido el ejemplo sencillo de que la ecuación unidimensional: F = mdv/dt se puede transformar fácilmente, haciendo d/dt = (ds/dt)(d/ds) = v(d/ds), en:

y considerar a la velocidad como función de la longitud de arco en el lugar del tiempo (como también se hace en relatividad). La cantidad entre paréntesis es la energía cinética y v(s) podría ser medida, por ejemplo, tomando la velocidad de la luz, c, como unidad. El carácter auxiliar del tiempo se hace, así, evidente y los problemas concomitantes a su naturaleza, los significados de “presente” “duración” o el sentido o dirección del tiempo se clarifican definitivamente en esta concepción. (V. M. Peñafiel, “Qué es el tiempo”, II Encuentro Boliviano de Filosofía, UMSA, La Paz (1992)). Para finalizar, Isaac Asimov es también autor de una novela sobre viajes en el tiempo llamada “The End of Eternity” (1955), con una trama complicada, donde los eternales pertenecen a castas de científicos (sociólogos, técnicos, tramavidas, computadores) operando desde una organización y base cósmica conocida como Eternidad. Una especie de burbuja existiendo fuera del tiempo y el espacio. Es como un ascensor extratemporal desplazándose paralelamente al tiempo en movimiento progresivo. Los eternales pueden moverse “cúandoarriba” y “cúandoabajo” en “cronotubos” y “cronocalderillas”, saliendo en determinadas estaciones en cualquier siglo para ejecutar Cambios de Realidad. Esos cambios, claro, alteran el flujo de los eventos humanos hacia resultados que deben producir “el máximo bien para el máximo número”. Pero, no obstante sus nombres, los eternales son meros humanos, sujetos al envejecimiento en ¡“fisiotiempo”! Envejecen y mueren como cualquiera, se equivocan, se enamoran, etc… Según Asimov, ¿no era el tiempo sólo un asunto sicológico? Aquí hay un tiempo que parece espacio y otro tiempo, que parece tiempo. Bueno, es sólo una novela.

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Hay libros menos ficcionales, como el de John Gott, el cual argumenta que los viajes en el tiempo son muy posibles, aunque probablemente después de la construcción de un dispositivo adecuado, durante la existencia, pero ciertamente no sobre la línea-tiempo pasada, del viajero. También sostiene que se tiene que invocar a la “interpretación mecanocuántica de muchos mundos” para evitar la “paradoja del abuelo” para que todo viaje temporal permanezca auto consistente, esto es, que uno puede visitar el pasado pero no cambiarlo. Aunque enfatiza con entusiasmo que el viaje temporal mismo es un fenómeno físico común, él entiende que de lo que se trata es de viajes al futuro a ritmos variables “mediante” la relatividad especial y no se compromete completamente con viajes temporales al pasado. Su libro dice que nada conocido excluye tal viaje, pero que no descarta completamente la posibilidad de que la investigación futura pueda probar que es imposible (J. R. Gott, “Time Travel in Einstein's Universe: The Physical Possibilities of Travel Through Time”, Houghton Mifflin Books (2002)). La cantidad de problemas que estos textos dejan traslucir se debe a que, para que haya viajes temporales, es inevitable aceptar una crono realidad (un tiempo real); mas, si el tiempo fuera un existente, la pregunta de si el tiempo existe en el tiempo es perfectamente válida y conduce a una absurda regresión. Jamás habrá viajes en el tiempo. Los efectos que hacen soñar en esas imposibles circunstancias han sido simpáticamente expuestas en dos “quintillas relativistas”; cuyas versiones muy libres (y ligera intervención mía) por Carlos E. Prélat, traductor de “One, Two, Three,…Infinity” (G. Gamow), son

Fisk, joven esgrimista, rápido de tiro como de la vista, con la rapidez vio su espada hecha un disco. Hay nada que a la fitzgeraldina contracción resista.

Una niña llamada Lía, que a la luz superar podía, partió una mañana de manera einsteniana, y a la noche anterior volvía.

8. Detalles tecnológicos La tecnología es ciencia aplicada. La aplicación de la ciencia a la satisfacción de las necesidades humanas. ¿No es curioso el que Kuhn y sus paradigmas no se involucraran más explícitamente en esta área? Pues la literatura contempla una serie de perspectivas sobre la esencia del cambio en la tecnología moderna. La vista “revolucionaria” con mucha referencia a la revolución industrial y el punto de vista “evolutivo” de comienzos del siglo pasado, dicotomía muy común en el análisis de todos los procesos de la actividad humana. Pero, claramente, no es difícil detectar esas y otras perspectivas en la filosofía

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de la tecnología. Así, ¿no es tentador el ver los instrumentos como extensiones de las capacidades humanas? Los martillos y otras herramientas como prolongaciones de las manos y brazos, los telescopios y microscopios las de los ojos y así siguiendo, hasta los computadores como proyecciones del cerebro. También, el énfasis en la naturaleza instrumental de la tecnología, en el sentido de que ésta siempre está destinada a alcanzar el objetivo previsto en su diseño (los teléfonos son para comunicar, los automóviles son para trasladar, etc.). Y, finalmente, la indisolubilidad de la relación ciencia - tecnología: la tecnología es, muy especialmente, la manera en que el conocimiento científico se confirma y se desarrolla (muchos descubrimientos y avances dependen de mejor tecnología: mejores telescopios, mejores instrumentos de medición, mejores equipos de computación). El fracaso de Kuhn para explicar el desarrollo histórico científico se debe no únicamente a la ausencia de una definición clara, única y significativa de “paradigma”, de la cual dependía su idea de progreso revolucionario; Kuhn falla, principalmente, en su comprensión de la propiedad adaptativa del conocimiento en general (de hecho, la ignora por completo). Se entiende mejor la evolución cultural aceptando que, en el caso humano, la adaptación no es sólo a la naturaleza, lo es también a la sociedad. Este enorme proceso de adaptación (del individuo al grupo y viceversa) debe contener cambios graduales: continuamente pequeños (evolutivos) y, tal vez con menor frecuencia, cambios violentos y profundos (llamados revolucionarios); tal se observa, análogamente, en la naturaleza y en la historia política. La necesidad (carencia de cosas, servicios o resultados) es el estímulo del proceso tecnológico y la verdadera utilidad -y comprobación- de la capacidad predictiva de la ciencia (los buenos cálculos evitan la caída de puentes, predisponen la trayectoria de cohetes, etc.). Se ha sugerido que el “descubrimiento” está ligado a un delicado balance entre el miedo y la curiosidad. Incluso los más desarrollados primates como los chimpancés (que también son capaces de usar herramientas rudimentarias y planificar cacerías grupales) son incapaces, en última instancia, de vencer el miedo en favor de su curiosidad. La invención común del arco y la flecha en culturas inconexas, por otra parte, indica que el ser humano es proclive a dar soluciones similares a problemas similares (sí, como las monarquías absolutas, hereditarias y divinas). Por supuesto, también hay soluciones equivalentes, pero distintas, para problemas similares; está ahí el conjunto de arados primitivos y su evolución posterior. Finalmente, el punto donde las ciencias (incluyendo a la sociología) y la tecnología convergen, es en la aplicación de la tecnología: la industria. Tal como la tecnología es la validación final de la ciencia, la industria es la validación final de la tecnología; el “desarrollo económico” de un país está fuertemente ligado a los niveles alcanzados por su

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ciencia y su tecnología, los cuales se traducen -al final- en factorías para el potencial civil y militar. Los criterios de verdad de la ciencia se convierten en criterios de eficacia en la tecnología y de eficiencia en la industria. Por fin, en el límite, ¿qué es un país industrializado? Uno que puede fabricar fábricas.

9. Ruido blanco Lo anterior es importante en el sentido en que permite entender, verbigracia, que si tienes una revelación que va a sacudir el escenario científico, tus pruebas tienen que ser absolutamente convincentes porque, de otro modo, la sociedad ni tan siquiera se enterará de tus alegatos. Excepto que seas un hábil impostor, capaz de aprovechar lagunas de conocimiento, o posiciones de poder, para -usualmente- lucrar dispersando teorías no probadas. Como se sabe de sobra, es así con la sociología. No porque no sea una ciencia, sino porque todavía la misma sociedad soporta o acepta tesis no filtradas o que son difundidas aprovechando medios ilícitos. Las que aparecen en “Mi lucha” formaron parte del currículo en las universidades alemanas durante la vigencia del régimen nazi. Menos dramático, pero no menos intelectualmente deshonesto, es el mal hábito de usar cualquier pasajera posición de poder para publicar libros que, en condiciones normales, difícilmente saldrían a la luz. Tales procedimientos acientíficos son los que producen el intenso “ruido blanco” que relativiza el conocimiento sociológico y limita el tamaño de su núcleo, lo aceptado como válido o verdadero, fuera del cual lo demás es considerado como mera especulación. Si la sociedad es el medio ambiente secundario al cual el ser humano se adapta, la tentación de especular acerca de su esencia es siempre intensa y, mientras no se encuentre una teoría contrastable, se mantendrá como uno de los encantos de la sociología; claro, muy aparte y además de los estudios rigurosos. Porque esta ciencia ya no es el simple legado de los pensadores clásicos: hay sociólogos desplazándose de un “ismo” a otro, principalmente por la aparición de enfoques “novedosos” no fáciles de explicar; hay más nexos con otras disciplinas científicas y, sobre todo, están las técnicas matemáticas, incluyendo la simulación computacional, en pleno proceso evolutivo (Verónica Subieta, “Redes complejas y su influencia en módulos de formación de opinión”, Tesis de Maestría, Carrera de Física, FCPN, UMSA (2017)). En los años en que era estudiante de doctorado, mantenía correspondencia “a la antigüita” con mi brillante amigo, el Dr. Francisco Thaine, que estaba a la sazón terminando su

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tesis doctoral en matemáticas (IMPA, Rio de Janeiro). Una de esas misivas exponía largamente la sociedad como un “ensamble” de la mecánica estadística en el cual los sistemas físicos eran, naturalmente, los seres humanos y, en el lugar de las fuerzas interactivas, se considerarían todos los vínculos conocidos. Como no hay dios, el sistema estaría aislado pero contendría un número variable de “partículas”; en tales condiciones, la evolución a lo largo de siglos debería darse, asintóticamente, en dirección creciente de entropía y valores mínimos de las interacciones (donde los vínculos conflictivos se irían resolviendo continuamente). ¿El resultado? Una sociedad donde los individuos podrían comportarse con absoluta libertad sin perturbar críticamente a su entorno; la situación límite, con máxima entropía, haría el gobierno totalmente innecesario (máximo desorden con mínimas interacciones). Esa carta nunca tuvo respuesta pero, un tiempo después, recibí una copia de la tesis del Dr. Thaine con una dedicatoria que reza: “A mi amigo Miguel Peñafiel, fundador del anarquismo térmico”. Aunque ésta es sólo una divertida anécdota, contiene una idea, no despreciable, que necesita mucho trabajo manual; de éste se ocupan actualmente las poderosas computadoras con que cuentan los centros de investigación en sociología computacional. Sorprendentemente, ya existe un método de modelaje denominado “redes sociales”, el cual describe el sistema social como una red cuyos nodos (los individuos) están ligados por relaciones (humanas) con características parametrizables y su comportamiento general puede ser simulado, entonces, de varias maneras. Interesante. Tal vez ¿quién sabe? aquellos que deciden estudiar sociología huyendo de la matemática ya no tengan esa opción. Pero, por ahora, el interés se concentrará en el estado práctico de la sociología en relación, o aplicada, al fenómeno político local. De paso (si hubiera alguna curiosidad), hasta donde se tiene información, el Dr. Thaine -cuya especialidad son los polinomios algebraicos- es el más importante matemático boliviano; alguna de sus contribuciones se encuentra citada en la larga lista de antecedentes sobre los que se asienta la famosísima demostración del “último teorema de Fermat” por Andrew Wiles en 1994 (R. Taylor et al., “Fermat’s Last Theorem”, Mathematics Institute, Oxford University preprint, September 2007). “Bolivia es un país capitalista atrasado” decían las publicaciones trotskistas y, sin duda, el país aún mantiene esa correcta caracterización. ¿Qué más podría ser? Socialista, ciertamente, no es. “Atrasado” alude al subdesarrollo (científico e industrial) el cual implica también, por supuesto, desorganización institucional. Si se trata de elucidar semejante escenario, nadie podría idear un problema sociológico con raíces políticas más profundas.

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Capítulo i

Ingeniería social 1. Palabras importantes Isidore Marie Auguste François Xavier Comte es el creador de tres muy importantes palabras. Introdujo la palabra “sociología” y es uno de los fundadores de esa disciplina, la concebía como una ciencia estricta (una “física social”); siguiendo a Henri de SaintSimon, insistió en una teoría de la sociedad basada sobre la investigación científica de los fenómenos sociales. También es quien bautizó de “filosofía positiva” a ese conocimiento propio del último de los tres estados de la sociedad, según su ley de los tres estados del conocimiento humano: un estado teológico, un estado metafísico y un estado positivo, el más deseado y al que en teoría deberían tender los dos anteriores, ya que es conocimiento basado en la razón (y es opuesta a la filosofía negativa y crítica, principalmente de Rousseau y Voltaire, representantes según Comte, de la anarquía e inseguridad que dejó el movimiento revolucionario). El término “positivo” se mantiene todavía por evocar características de utilidad, certeza, precisión y relatividad, en el sentido de no aceptar absolutos a priori, y en oposición a todo tipo de esencialismo, de propiedades ocultas, a diferencia de los dos primeros estados; la filosofía positivista obtiene su conocimiento de lo positivo, lo real, abandonando teorías abstractas y metafísicas. Comte no tuvo una vida familiar llevadera. Su profunda depresión lo llevó a intentar el suicidio lanzándose al rio Sena. Mucho de su trabajo fue posible, pues, gracias a algún anónimo salvador. En particular, su filosofía positiva, clasificando las ciencias según creciente complejidad y generalidad, cimentándose cada una sobre los resultados de las precedentes: matemáticas, astronomía, física, química, biología y sociología. La sociología, que trata de los complejos fenómenos de la vida social, estaba sobre todas las otras ciencias, cuya función principal era la de alimentarla con información confiable. En cada campo del pensamiento, el historiador de las ideas podía observar una ley de tres esta-

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dios: en un principio, la temática se concebía de un modo teológico, y todos los problemas se explicaban por la voluntad de alguna deidad; luego, el mismo tema alcanzaba el estadio metafísico, explicándose todo por abstracciones metafísicas y, por fin, la temática fue reducida a ciencia positiva por la observación precisa, la formulación de hipótesis y el montaje de experimentos. Sus fenómenos se explicarían mediante las regularidades de la causa natural y de su efecto. La “voluntad de Dios” se transforma en entidades etéreas como las “Ideas” de Platón, la “Idea absoluta” de Hegel, etc. y estas, finalmente ceden ante las leyes de la ciencia. La metafísica es un estadio de desarrollo detenido: llega la hora -dijo Comte- de abandonar tales puerilidades. La filosofía no era algo diferente de la ciencia; era la coordinación de todas las ciencias, con vistas a mejorar la vida humana. “Así, al estudiar el desarrollo total de la inteligencia humana en sus diversas esferas de actividad, desde sus orígenes hasta nuestros días, creo haber descubierto una gran ley fundamental… Creo que es suficiente la simple enunciación de esta ley para que su exactitud sea inmediatamente verificada por todos aquellos que tienen un conocimiento profundo de la historia de las ciencias. Pues, no existe una sola ciencia que haya llegado al estado positivo, que pueda ser analizada en su pasado como compuesta esencialmente de abstracciones metafísicas, o bien remontándonos más en el tiempo, como dominada por especulaciones teológicas.” (A. Comte, “Curso de filosofía positiva”, Aguilar (1981)). La señora Clotilde de Vaux advino a la vida de Comte en 1845 y el cambio de perspectiva en sus actitudes intelectuales es muy fácil de trazar hasta esa nueva circunstancia: “… concluyó que el mundo sólo se podía redimir mediante una nueva religión, cuya función sería fortalecer el endeble altruismo de la naturaleza humana, exaltando a la humanidad como objeto de veneración. Comte pasó los últimos años de su vida ideando un sistema intrincado de sacerdocio, sacramentos, oraciones y disciplina para esta Religión de la Humanidad. Propuso un nuevo calendario, donde se sustituyeran los nombres de las deidades paganas y de los santos medievales por los héroes del progreso humano”. Como Benito Espinoza, que hizo dios al universo y, entonces, sacerdotes a los científicos, Comte “ofreció al mundo todo lo del catolicismo, excepto su cristianismo” (W. Durant “Historia de la filosofía”, Diana (1978)). El movimiento positivista convergió en el pensamiento inglés de Bacon, Hobbes, Locke, Hume y Bentham y terminó dejando en el camino al idealismo de Hegel y Berkeley, enriqueciéndose todavía con John Stuart Mill y Frederick Harrison y científicos como Newton, Herschel, Boyle y Davy, Faraday, Rumford, Joule y Spencer. Por supuesto que Comte estaría sorprendido con el destino final de sus ideas, desde el desarrollo acelerado de las ciencias hasta la revolución industrial; el desarrollo de la biología y la teoría de la evolución. La filosofía positivista de Comte aún tiene una influencia importante en la formación de la sociología moderna, porque la perspectiva fundamental, ahora domi-

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nante, es que las teorías e ideas sociológicas deben ser construidas sobre bases científicas. Comte sostenía que el positivismo podía promover el progreso de la ciencia (teoría) y cambiar, para mejor, la vida de la gente (práctica). Pensaba que las clases dominantes eran demasiado conservadoras para promover el cambio positivo. Puntos de contacto se puede decir- con la teoría marxista. Comte afirmaría que la idea de positivismo es, definitivamente, un producto del estadio final de la sociedad, el estadio científico. El tercer término introducido por Comte, dentro de su pensamiento ético, es “altruismo”. Devino, paradójicamente más bien, en un concepto mayor en investigación sicológica, biológica y etológica evolutivas, pues, las ideas altruísticas de una disciplina tienen el potencial de influir en las otras. Altruismo se refiere al cuidado y preocupación por el bienestar de “los otros”, pero hay diferentes perspectivas según lo métodos y enfoques en diferentes campos del conocimiento.

2. Sociología, politología y política Es obvio que el estudio de la sociedad no puede ser “exacto” como en las ciencias de la naturaleza. Su grado de exactitud, precisión y capacidad de predicción puede ser comparable, quizá, con los de la meteorología; no obstante, sin duda, sus métodos satisfacen el criterio científico, por lo cual la actividad de investigación es posible mediante el análisis de hechos, experimentos indirectos, estadísticas, historia de casos, etc. La observación se da continuamente porque, en cierto modo, toda la sociedad es, para cada observador, un laboratorio a ese efecto. En este laboratorio, existe la posibilidad de realizar experimentos con medición de variables -usando estadísticas- manteniendo constante otros factores de control. La estadística que se usa en sociología es exactamente la misma que en cualquier otra actividad científica, pero, muy obviamente, con errores aleatorios mayores. Otros procedimientos incluyen comparaciones (entre propiedades y comportamientos de grupos), generalizaciones (propiedades y comportamientos universalmente válidos) y -siempre estadísticamente hablando- sobre conexiones de causa efecto. Ciertas predicciones son también posibles (y usadas corrientemente por asesores y consultores sociales). La realidad social es objetiva en el sentido en que es independiente de la subjetividad de sus componentes y observadores; muchos valores sociales (el trabajo, la salud, la paz) son el producto de prospecciones, estudios o investigación social. La ciencia permite, sobre todo, el descubrimiento mediante la observación y experimentación; en sociología, a este respecto, Carl Sagan dijo “…Los humanos no son electrones o ratas de laboratorio. Pero todas las actas del Congreso, todas las decisiones del Tribunal Supremo, todas las directrices presidencia-

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les de seguridad nacional, todos los cambios en el tipo de interés son un experimento. Cualquier cambio en política económica, el aumento o reducción de financiación del programa Head Start, el endurecimiento de las sentencias penales, es un experimento. Establecer el cambio de jeringuillas usadas, poner condones a disposición del público o despenalizar la marihuana son experimentos. No hacer nada para ayudar a Abisinia contra Italia, o para impedir que la Alemania nazi invadiera la tierra del Rin, fue un experimento. El comunismo en la Europa del Este, la Unión Soviética y China fue un experimento. La privatización de la atención de la salud mental o de las cárceles es un experimento. La considerable inversión de Japón y Alemania Occidental en ciencia y tecnología y casi nada en defensa -y como resultado el auge de sus economías- fue un experimento. En Seattle era posible comprar pistolas para autoprotección, pero no en el cercano Vancouver, en Canadá; los asesinatos con pistola son cinco veces más comunes y la tasa de suicidio con pistola diez veces mayor en Seattle: las pistolas facilitan el asesinato impulsivo. Eso también es un experimento. En casi todos esos casos no se realizan experimentos de control adecuados, o las variables no están suficientemente separadas. Sin embargo, hasta cierto grado a menudo útil, las ideas políticas se pueden probar. Sería una gran pérdida ignorar los resultados de los experimentos sociales porque parecen ideológicamente desagradables.” (Carl Sagan, “El Mundo y Sus Demonios”, PLANETA (2009)). Tiene razón, desde luego; en cada país, cada gobierno es un experimento social y, de cada uno de esos experimentos deberían desprenderse las lecciones, los datos y las recomendaciones para propiciar el progreso posterior. Según Max Weber, “La sociología es la ciencia que intenta la comprensión interpretativa de la acción social”. El sociólogo clasifica las formas de relación grupal; describe las condiciones de ocurrencia de los eventos e indaga a cerca de las relaciones entre los factores componentes de la vida social. Los asuntos sociológicos importan científicamente y sus principios pueden ser usados para resolver problemas. Intenta deducir leyes generales -como lo hacen otras ciencias- a partir de estudios sistemáticos. Aun así, alguien debe aplicar el conocimiento adquirido. Las leyes, aún las más extrañas, están originadas -finalmente- en las costumbres, tradiciones, normas y, aún, en prejuicios sociales. ¿Cómo se imponen? Para entender los problemas políticos es esencial el conocimiento de principios sociológicos porque todos los problemas políticos están influenciados por fenómenos de naturaleza colectiva. La sociología es, entonces, la ciencia de las ciencias políticas. La primera estudia todas las clases de relaciones sociales (organizadas y caóticas) y todas las formas de control de manera general; las ciencias políticas estudian sólo un aspecto del entramado social, el de las posibles jerarquías existentes en las relaciones comunitarias (entre grupos “políticamente” organizados y controlados). “Enseñar la teoría del estado a hombres que no

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han aprendido el primer principio de la sociología es como enseñar astronomía o termodinámica a hombres que no aprendieron las leyes de Newton del movimiento.” (F.H. Gidding). Ambas ciencias dependen, así, una de la otra y, seguramente en muchos puntos, será difícil decidir si deben ser tratados por sociólogos, politólogos, filósofos o, quizá, por todos ellos. La sociología y la politología están tan cerca y profundamente relacionadas que carecieran de sentido la una sin la otra. Según Morris Ginsberg “Históricamente, la sociología tiene sus raíces principales en la política y filosofía de la historia”. Por esto, no obstante ser la sociología una ciencia con más objetivos (más general), no contiene a la politología como una de sus partes. Por otro lado, la ciencia política podría ser vista, según el instinto lo reclama y a pesar de la objeción de los politólogos, como la rama de la sociología que trata los problemas de organización, actividad y relaciones del gobierno y del estado. De cualquier modo, tanto la sociología depende de los datos, estudios y descripciones de la politología cuanto ésta del material referente a la reacción y actividad social general de la gente. Al final, las dos ciencias están involucradas en el análisis de la evolución grupos sociales organizados. ¿Cuál es exactamente el fenómeno donde ambas convergen? Primero, la evolución inconclusa desde el poder absoluto de los monarcas, otorgado por la divinidad, hasta las democracias “modernas” (con antecedentes históricos en las democracias ateniense y romana) las cuales -en teoría- dividen el poder del Estado en tres, ¿apuntaría a un gobierno sin poder? También en teoría, sí. Pero las ideas y la realidad aún no se estrechan la mano. Hay, entre otras, propuestas de “gobiernos limitados”, especialmente a través de una real y efectiva separación de poderes. En la cruda práctica, la historia no recoge ese tipo de situación, especialmente cerca de cambios anormales de gobierno (v. g., golpes de estado). Para otro ejemplo de patología, en Bolivia los gobiernos municipales y departamentales carecen de poder debido a que es el gobierno nacional el que monopoliza la coerción; consecuentemente, la ciudadanía es, a veces, víctima desprotegida de acciones por los “movimientos sociales” contrarios a gobiernos locales opositores, pero afines al poder central. Un análisis detallado de los eslabones que conectan diferentes partes de los aparatos públicos -en muchos países, incluido el propiomostrará, sorpresivamente, que el poder radica donde menos se declara; son frecuentes los gobiernos de apariencia democrática en los cuales, al final de la cadena, se encuentra la no temblorosa mano militar. He aquí una criolla ilustración: “… El incremento salarial de los militares fue 22% más del que recibió el resto de la población en los últimos 12 años, según una comparación de los datos del ministro de Defensa, Javier Zavaleta, y los de un estudio de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB)…” “… Además, los militares en servicio pasivo gozan de lo mismo. La Ley de las FFAA indica que ‘El personal militar pasará al Servicio Pasivo con todos los haberes, bo-

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nos, beneficios y asignaciones alimentarias (...) Los incrementos a los haberes del Servicio Activo serán aplicados en los mismos porcentajes (...)’” (Página Siete, 09/08/ 2018). Entonces, el Estado posee algo que los gobiernos administran y que, al fin, confiere todo sentido a la intrincada trama social. Al lidiar con ese entramado, la sociología y la politología encuentran su nudo gordiano: el problema del poder. La esencia misma de la política, común a ambas disciplinas y aún no resuelto. ¿El poder? Sí, el que, al definir la relación de mando y obediencia en los gobiernos, representa al núcleo de la vida pública. El poder constituye la posibilidad de producir consecuencias intencionadas, mediata o inmediatamente, a través de medios físicos. Es, por tanto, el objetivo perfecto y final de un análisis que posibilite la explicación de toda la actividad política. ¡Política! Este término proviene de la obra de Aristóteles titulada, claro, “Política” aunque, si hubiera sido escrita en la actualidad, se llamaría “Politología” pues su contenido coincide -más bien- con el de un tratado sobre el arte o “ciencia” del gobierno y la esencia, función y división del Estado. La política no es una ciencia (lo es la politología), es la práctica de actos relacionados con el poder público y, obviamente, es el objeto específico de las ciencias políticas. Por otra parte, no es una acción aprendida, es instintiva. Manteniendo aún el antiguo “πολιτικός” (lo relacionado con la ciudadanía), se está permanentemente acudiendo a la naturaleza social intrínseca al ser humano. Por eso se dice que la política permea la vida social hasta en detalles pequeños. Política militar, política comercial, política académica, etc., implican conjuntos de directrices sobre procesos, para encausar las decisiones; en su forma ideal, como el quehacer orientado al bien común o la habilidad de usar pocos medios para alcanzar muchos fines y hasta el actuar con diplomacia efectiva. Interesa aquí, no obstante, esa adictiva ocupación de los gobernantes, y de los aspirantes a gobernar, girando inexorablemente, como bichos atraídos por la luz, alrededor del poder. Pero, además, la politología estudia a los políticos, como la entomología a los insectos. Epistemológicamente, se esperaría que estos actores, descendientes degradados de los cortesanos monárquicos, fueran -digamos- politólogos aplicados. ¡No lo son! Ponderando que sus acciones, sensatas o imprudentes, juiciosas o desatinadas, influirán en muchos acontecimientos sociales y afectarán la vida de muchas personas. En otras circunstancias y en otro tipo de relación, ¿no debieran ser los políticos, estrictamente, los ingenieros de la sociología?

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3. Los políticos Como los prestidigitadores y los predicadores cristianos, exitosos vendedores de ilusiones son, sin duda, los políticos. La diferencia, se dirá, es que sólo los primeros lo admiten. La política no es una profesión, por supuesto, es sólo una actividad: la de intervenir en asuntos públicos. Asuntos que, a la larga, directa o indirectamente, terminan relacionados con el poder. Por esto, esa actividad, muy frecuentemente, se convierte en una verdadera ocupación; no es difícil encontrar ejemplos de personas que convirtieron el “servicio público” en exitosa carrera, jubilándose después de haber figurado en puestos menores, medios y mayores de varios ministerios, parlamento, etc. Al parecer, cualquiera está en riesgo de convertirse en político. Cual larvas en mariposas, o renacuajos en sapos, en el ámbito académico ha sido vista tal metamorfosis entre estudiantes y catedráticos -no entre los más brillantes, en general, es cierto-. Observando la cantidad de exdirigentes estudiantiles que terminan como parlamentarios o funcionarios públicos de varios colores y sabores, se diría que la política es una especie de carrera paralela extracurricular; o un subproducto accidental de los estudios universitarios. Pero, claro, así transformados ya se ha visto, igualmente, a periodistas, actores de cine, comediantes, bailarines, modelos, prostitutas, choferes (alguno ya sin permiso, por conducir en estado de ebriedad), un par de acusados por delitos de violación y estupro... Trump, el presidente rastacuero y, bueno, sólo hay que imaginar y decirlo. Así, de vez en vez se encuentran notas como ésta: “En un hecho insólito, el diputado Domingo Soto Farfán, del Movimiento Al Socialismo (MAS), se desnudó ayer en la noche en instalaciones del aeropuerto internacional Jorge Wilstermann de la ciudad de Cochabamba y fue detenido por la Policía, informaron fuentes oficiales, según el diario Opinión y Los Tiempos…” “… Se desconocen las razones que llevaron al legislador a actuar de esa manera, quien -en visible estado de ebriedad- fue conducido a las celdas de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de esa ciudad…” “… Los Tiempos informó, asimismo, que el diputado agredió a los pasajeros y que intentó abordar el avión” (Página Siete, 09/08/2018). ¿Se debe deducir, entonces, que se trata de “empleos” fáciles y enormemente sobrepagados? Sí; curiosamente, ésa es la definición de “prebenda” o “canonjía” (“repartir prebendas y canonjías”, que decían los abuelos). Y esta inferencia es, quizá, el origen de la mala fama que acompaña a ese innoble “oficio”; pero que es compensada con la envidia por los, a veces, enormes privilegios que -por otra parte- conlleva. Tanto es así, que finalmente se llegó a lotear la representación política principalmente por género (a mitades), luego por origen étnico (“nacionalidades”) e, implícitamente, por zona (urbana, rural). Queda, pues, bastante claro que lo último que se busca es la idoneidad de los representantes. En una regresión subliminal a los más puros instintos de nuestros más

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oscuros ancestros, la “lucha” política es, llanamente, una lucha de intereses particulares. Invocando siempre, por supuesto, a la defensa de los intereses generales. Bueno pero, se dirá, ¿no es una válida pregunta la de qué atributos debe tener alguien para presentarse como un político? Debemos decir que, según se observa, rara vez los políticos se presentan como tales; prefieren otras denominaciones como la del cargo que ocupan, o la de “representante”, “delegado”, etc. Por otra parte, la experiencia diaria casi como la de respirar-, el seguimiento cotidiano en la prensa y otros medios, elimina de inmediato cualidades como inteligencia, honestidad y lealtad. Siempre se oye “estoy aquí para servir”; nunca la verdad “estoy aquí porque en el otro partido mis perspectivas no eran buenas”. Un ejercicio detallado eliminará también, mediante contraejemplos, casi cualquier otra virtud y ratificará lo que ya se insinuó: dadas ciertas condiciones, cualquier persona puede devenir en político, especialmente si habla con seguridad sobre cualquier tema. No es la retórica, que algunos les atribuyen como característica principal, es sólo la capacidad de verbalizar una opinión sin vacilaciones la que cuenta; y sí, también la de mentir sin pestañear. El político promedio debe ser comparable a un vendedor ambulante o un predicador callejero, debe tener respuestas rápidas y fáciles para todo. Una comunidad puede considerarse, por tanto, extraordinariamente afortunada si cuenta con un político inteligente, honesto, leal y elocuente que interprete el interés promedio y lo represente o lo guíe (¿Vladimir Ilich Ulianov?, ¿el joven Mao Tse Tung?, ¿Fidel Castro de los 60?, ¿John Kennedy, tal vez? Nelson Mandela, sin duda). No se piense que es una calumnia abstracta contra lo que, ellos dirían, es su vocación: En 2013 Ipsos MORI publicó una encuesta donde apenas el 18% de los británicos confiaban en que los políticos decían la verdad (comparado a 21% de confianza en periodistas y banqueros y 24% en los agentes del estado). Pero, la interpretación de los datos estadísticos no siempre es una tarea fácil. ¿Cómo entender que los votantes desconfíen tanto de los políticos en general, pero elijan entusiásticamente a algunos en particular? Gideon Skinner, director de investigación política de Ipsos MORI, decía “Esos resultados muestran una vez más la desconexión que existe entre los votantes y su percepción de la élite política. La reconstrucción en nuestro sistema político es un desafío que encaran todos los partidos.” Pero éste no es un efecto cuantificable sólo en Gran Bretaña. También hay reportes de que apenas 21% del público Irlandés confía en sus políticos; Portugal 18%; España e Italia 15% y Grecia 14%. Donde sea que se consulte, los números no mejorarán. A la pregunta “¿Confía Ud. grandemente en…?”, sólo el 13% de los norteamericanos consultados lo hacían en el Partido Demócrata, 10% en el Republicano y apenas 8% en el congreso. Curiosamente, sólo 11% en los medios (parecido a los políticos) contra, por ejemplo, 53% de esa confianza en el ejército, 22% en la Corte Suprema o ¡24% en el FBI! (NPR/PBS NewsHour/Marist poll (2016)). Análogamente, sondeos en Latinoamérica sobre confianza en los partidos políticos oscila entre un má-

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ximo de 35% en Nicaragua y un mínimo de 7.5% en Perú con 16.3% en Bolivia (M. J. Cohen, N. Lupu, E. J. Zechmeister, “The Political Culture of Democracy in the Americas, 2016/17”, Vanderbilt University Report (2017)). La literatura (G. K. Chesterton: “Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político.”) y ahora las redes, reflejan en varios tonos la mala opinión que tales “servidores” generan; una polera mostraba esta leyenda: “Las putas insistimos en que los políticos no son hijos nuestros.” Para colmo, los propios políticos se encargan de empeorar su imagen una y otra vez. Por una parte, de la forma en que hablan los unos de los otros se deduciría que, si todos dicen la verdad, entonces todos son ladrones y corruptos. Por otra, cómo ser indulgente con: “Hoy nuestro pueblo brilla en la política, en la cultura, en el deporte. Hoy tenemos millones y millonas de Bolívar...” (Nicolás Maduro, en un abuso de ese extraviado lenguaje sexista, común en el oficialismo de países con gobiernos actualmente tildados de “populistas”). Pero hay más joyas: “Yo entré a una capilla chiquitica esta mañana (…) De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba. Se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé. El pajarito me vio raro. Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él [Chávez]. Lo sentí ahí como dándonos una bendición, diciéndonos: ‘Hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestras bendiciones’.” (N. Maduro, en la más impresionante e irrefutable muestra de poca inteligencia). Pero, independientemente de ideologías, “Acá no se trata de sacarle a los ricos para darle a los pobres, como hacía Robinson Crusoe” o “Pende sobre nuestras cabezas la espada de Penélope” (Carlos Menem). “Estoy tratando de hacer lo mínimo, mínimo posible” (Mauricio Macri). “Es la misma bandera con que hemos cubrido tantas veces los féretros de nuestros mártis.” (Sebastián Piñera). “Yo nunca pude aprender más allá que del hache dos cero, del agua…” o “La diabetes es una enfermedad de gente con alto poder adquisitivo…” “…Es porque son sedentarios y comen mucho.” (Cristina Kirchner). “No soy la señora de la casa” (Enrique Peña Nieto, a la pregunta sobre el precio del kilo de tortilla). “Que se coman su gas” (Vicente Fox, enojado con el gobierno de Evo Morales). “Las personas tienen que trabajar y aplaudir las medidas que vamos a tomar.” (Michel Temer). “¿Quién fue el estúpido que dijo eso?” (Rafael Correa, ante la referencia de que la población indígena del país era del 2%. “Usted, señor Presidente”, le respondieron). “Tengo una oreja frente a la otra.” (José María Aznar). “Hay mucha especulación y me parece que seguirá habiendo mucha especulación hasta que la especulación termine” (George W. Bush). “Darles a las mujeres objetos de valor es un terrible error” (Donald Trump). “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres” o “… la calvicie que parece normal es una enfermedad en Europa, casi todos son calvos, y esto es por las cosas que comen, mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque comemos otras cosas”. La

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historia, “Antes estuvimos sometidos al imperio romano, al imperio inglés. Nos liberaron Túpac Katari, tanta lucha, Simón Bolivar...” y “… la democracia cubana se asemeja a la democracia comunal…” Más aún, “… y ustedes saben hermanas y hermanos, Fausto Reinaga, cuenta en algunos pasajes -no sé si es el manifiesto del partido indio de Bolivia o la revolución india- y ahí decía que a los primeros aymaras que aprendieron a leer le sacaron el ojo, a los primeros aymaras intentaron hablar español, les cortaron la lengua….” Derechos inhumanos, “En este milenio es más importante defender los derechos de la Madre Tierra que defender los derechos humanos.” ¿Puntapiés plurinacionales? “Aquí están viniendo a Yungas, exviceministros de ADN, de Banzer, de Goni para confundir con talleres, seminarios. Si fuera cocalero de Yungas a chutazos sacaría de aquí, porque no tienen ninguna moral ni autoridad para seguir confundiendo” (Evo Morales). ¿Valores morales? “¿Por qué le cuestionan [al cardenal Toribio Ticona] el hecho de tener pareja?” (viceministro Félix Cárdenas). Demagogia de a centavo: “Papá, mamá, no lo abandones al presidente Evo, no lo dejes solo. No lo abandonen, el presidente Evo si tiene apoyo construye colegios, si no tiene apoyo regresarán los gringos, regresarán los vendepatrias, regresarán los asesinos y a las wawas les van a quitar todo y no va a haber destino. Va a haber llanto y el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros, no se olviden”. Famoso ¿eh? “Hace 65 millones de años, el famoso meteorito se encargó de hacer desaparecer a más de la mitad de las especies animales conocidas hasta entonces.” Racismo pluzi: “… No es para amargarse sino para saber cómo es la pelea, q’aras contra indios…” No, ¡por favor! “…nos van a involucrar en las investigaciones mundiales que buscan obtener la energía más ecológica existente: la fusión de hidrógeno con tritio que es un isótopo del litio”. Lagunas gramaticales, “… el programa de gobierno de la oposición es un trisílabo: ‘Bolivia dijo no’.” Lagunas aritméticas, “… El Ingenio azucarero Unagro vale aproximadamente 300 millones de dólares. Mil millones tres ingenios. Multipliquen 90 por 3, son 180. 180 ingenios azucareros Unagro están guardados ahí abajo…” ¿La explicación? “…a esto le tienen miedo ellos, a esto, a lo que está aquí, a los 70000 millones de neuronas que están trabajando a mi cerebro” (Álvaro García, confesando tener menos neuronas que el promedio normal). Los intentos de amainar ese extendido juicio negativo, en favor de la democracia, son varios; por ejemplo, uno que involucra un complejo estudio matemático, resume: “¿Puede la democracia atraer líderes competentes, alcanzando amplia representación? Modelos económicos sugieren que los incentivos oportunistas y los costos de oportunidad más bajos, les dan a los menos competentes una ventaja comparativa para entrar en la vida política. Además, si las élites tienen más capital humano, seleccionando por competencia puede conducir a una representación desigual. Este artículo examina patrones de selección política en el universo de políticos municipales y legis-

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ladores nacionales en Suecia, usando datos extraordinariamente ricos sobre trayectorias de competencia y antecedentes sociales de la población entera. Documentamos cuatro nuevos hechos que juntos caracterizan una meritocracia inclusiva. Primero, los políticos son en promedio significantemente más listos que la población a la cual representan. Segundo, esta selección positiva se da aun cuando el condicionamiento de antecedente familiar (y por tanto social) esté presente, sugiriendo que la competencia individual es clave para la selección. Tercero, la representación de antecedente social, ya sea medido por ingreso paternal o por clase social ocupacional, es notoriamente uniforme. Cuarto, hay cuando más un débil balance en la selección entre competencia y representación social, principalmente debido a una fuerte selección positiva de políticos de bajo (paterno) estatus socioeconómico. Una implicación gruesa de tales hechos es que es posible, en la democracia, el generar un liderazgo competente y socialmente representativo” (E. Dal Bó, F. Finan, O. Folke, T. Persson, J. Rickne “Who Becomes A Politician?”, The Quarterly Journal of Economics, 132(4), 1877 (2017)). Muchos creen que los políticos asumen los intereses de aquellos que los eligieron. En general, no lo hacen. Ni tan siquiera necesitan poseer habilidades especiales para decidir porque esto, en principio, depende de una prioridad y no de una destreza. Todas las personas toman decisiones todos los días y esta práctica no difiere sustancialmente de la que involucra asuntos públicos. El tomar decisiones, por tanto, no está -directamenterelacionado con destrezas, sino con intereses y prioridades. Esto explica, finalmente, por qué personas sin la menor formación pueden acceder a importantes instancias políticas y aparecer como no haciéndolo tan mal. Ya hay muchísima evidencia práctica, por ejemplo, de que cualquiera puede fungir como presidente (antes también cualquiera podía fungir como rey); si no existen especificaciones precisas, la presidencia se reduce a un rol (una especie de papel teatral) muy lejos de constituir por ahora, ni medianamente, una especialidad. También, hay un elemento aleatorio que bien puede emparentar al político con el jugador de póker. El tomar riesgos calculados es muy fuerte en ambos casos y, en ambos, “la suerte” puede determinar total diferencia entre el éxito y el fracaso. No es así en otras actividades en las cuales se accede a posiciones o niveles por méritos y exámenes. Quienes pertenecen a este último grupo -comprensiblemente- tienden a menospreciar, pues, a los resultantes de procesos electorales y más aún a los que ellos designan (“a dedo”, se dice). Es sorprendente y paradójico que gran parte de la vida esté regida por esos, resultantes aleatorios, equipos de aficionados que tomarán decisiones sobre cuestiones tan importantes como la calidad de la educación que recibirán los hijos, la del sistema de salud

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o, definitivamente, la orientación y el destino de toda la estructura colectiva. Y sorprende también el que no se intente (que ni tan siquiera se piense en) buscar una mejor forma de organización social. No parece haber una mejor elección que la palabra “burocracia” para describir la inexplicable situación final de todos los juegos políticos. Literalmente, esa palabra significa “gobierno de los escritorios”; la vida diaria de todos -la que realmente importa- seguirá restringida por los designios de los “funcionarios” que ocupan esos escritorios (“puestos”, les dicen). Se denomina “botín político” (otra referencia militar) a esos puestos que el triunfador distribuirá, como despojos de una batalla, entre “su” gente (se aludirá después a este “sistema de despojos”). Otra clase de político, el más miserable, es el que realiza toda clase de “trabajo sucio” (desde aporte financiero hasta prácticas de matonaje) durante una campaña, con la esperanza de lograr un buen escritorio, un puesto, en el gobierno entrante. Pero no siempre fueron como son. En unos países más que en otros, el clientelismo político (protección al próximo y al sumiso) es un efecto colateral del crecimiento del padrón electoral por diversos motivos; entre ellos, el paso del voto calificado al sufragio universal. La consecuencia es el enorme costo de los procesos electorales, que sólo puede ir en aumento, obligando a los contendores a financiar sus campañas echando mano de todos los medios a su alcance. A este punto, el curso particular de esos procesos depende bastante del nivel organizativo de cada país. Países con fuerte subdesarrollo, como Bolivia, son obviamente los más propensos a lo que podría ser denominada una democracia teatral, donde nada es realmente lo que parece. Por ahí de 1850, Belzu convocó a uno de los primeros ejercicios electorales “elecciones populares” sólo para llenar el congreso con sus allegados quienes, luego de rechazar una fingida renuncia presidencial, decretaron la constitucionalidad del mando logrado mediante una sublevación militar organizada traidoramente desde el interior del gobierno. Organizada también por Belzu, la primera elección presidencial, en 1855, tenía ya los matices actuales: la propaganda oficialista presentaba a su favorito, Jorge Córdova, como el candidato del honor, la bravura, la generosidad, la compasión, etc., todo lo opuesto de sus oponentes; Córdova -cuyo único y real mérito era ser yerno del presidente- ganó, desde luego, inaugurando el estilo nacional de “hacer política”.

4. Un oscuro origen La revolución francesa tiene importancia, principalmente, por ser el punto donde se abolió el feudalismo y la monarquía europea fue herida de muerte. Pero la agonía mo-

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nárquica fue muy, muy larga. La primera república se proclamó en septiembre de 1792, liberal y democrática pero, paradójicamente, en uno de los estados más autoritarios, militaristas y sanguinarios. Luis XVI fue ejecutado en enero de 1793, en el período conocido como el reino del terror. Los Jacobinos, a la cabeza de Maximilien Robespierre “el incorruptible” impusieron una dictadura a nombre del Comité de Seguridad Pública que duró hasta 1794. El número de civiles ejecutados se estima en varias decenas de miles, entre aristócratas, sospechosos de traición o de ser “enemigos de la libertad”. Después de la reacción termidoriana y la ejecución de Robespierre, guillotinado en julio de 1794, un consejo conocido como “el Directorio” tomó control del estado francés en 1795. En la primavera de 1797 se eligió un tercio de los asientos del Parlamento, con avances considerables de los realistas. Los directores republicanos, asustados, reaccionaron con el golpe de septiembre en 1797, purgando a todos los ganadores, desterrando a los cabecillas (a la Guayana que, en esos tiempos, significaba casi una condena a muerte), destituyendo a directores sospechosos de realismo y cerrando periódicos. De todos modos, el Directorio colapsó en medio de cargos de (cuándo no) corrupción en 1799 en un golpe liderizado por Napoleón Bonaparte, héroe de la revolución por sus exitosas campañas militares, quien -inevitablemente, se diría- estableció el Consulado primero y luego el (Primer) Imperio, y poniendo fin al período revolucionario. Pero, como los grandes terremotos, esa revolución tuvo varias réplicas. Después de la batalla de Leipzig en 1813, la dinastía que había sido expulsada por la Revolución, los Borbones, volvieron al trono francés con Luis XVIII. Aprovechando los errores políticos de éstos y el descontento popular generalizado, Napoleón desembarcó en Francia con sólo un millar de hombres en marzo de 1815. Sin combate y con apoyo de multitudes, volvió al poder; aunque muy pronto, en junio de ese año, fue completamente derrotado en Waterloo. Así concluyó la segunda parte de su Imperio, la “de los Cien Días”. Su hijo, Napoleón Francisco José Carlos Bonaparte, proclamado emperador (Napoleón II), tuvo que abandonarlo todo apresuradamente, quince días después, debido a la entrada de los realistas en París. Louis XVIII terminó gobernando Francia, como la cabeza de una monarquía constitucional, hasta morir. Su hermano, el conde de Artois, ascendió al trono en 1824 como Carlos X, un monarca reaccionario e impopular; apoyado por ultrarealistas, pugnando por convertir su monarquía constitucional en absoluta. Abolió la libertad de prensa y disolvió la cámara baja. La revuelta ciudadana no se hizo esperar y, en los Tres Días Gloriosos de Julio, en 1830, Carlos X tuvo que abdicar y huir al Reino Unido. Como consecuencia, Luis Felipe de Orleans ascendió al poder como Luis Felipe I, el “Monarca Burgués”. Esta “Monarquía de Julio”, moderadamente liberal, estuvo apoyada por la burguesía contra la derecha legitimista (ultrarealistas) y contra las izquierdas republicana y socialista. Pero las cosas no fueron bien; en 1847, en medio de precios elevados, desocu-

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pación y descontento popular, los franceses se sublevaron y conformaron una república por segunda vez. Luego de que los soldados dispararan sobre la muchedumbre matando a varias decenas de personas, parís se convirtió en una ciudad bloqueada por innumerables barricadas e incendios. Los furiosos ciudadanos convergieron sobre el palacio real de modo que a Luis Felipe no le quedó otra opción que abdicar y huir a Inglaterra. Ese gobierno provisional, llamado la Segunda República, fue organizado en febrero de 1848 por la oposición liberal unida. El poeta Alphonse de Lamartine fue designado presidente. En abril se eligió la Asamblea Constituyente mediante voto universal -sin mujeres- y en mayo estalló un movimiento obrero a causa del desempleo. La Asamblea Nacional decidió que, para hacer valer su autoridad, había que utilizar la fuerza. El 24 de junio, la Comisión Ejecutiva concedió a Louis-Eugène Cavaignac plenos poderes para aplastar la revuelta, convirtiéndolo de facto en el jefe del gobierno y ratificándolo oficialmente 4 días después. Bajo su mandato, la rebelión obrera fue reprimida y duramente sofocada (con el empleo de tropas regulares). Las elecciones presidenciales se previeron para el 10 diciembre bajo la nueva constitución, terminada en octubre. En esos comicios, la candidatura encabezada por el sobrino del antiguo emperador Napoleón, Carlos Luis Bonaparte, que contaba con un enorme apoyo popular fuera de París, se impuso sobre Cavaignac (en el cargo hasta entonces y tratando de validar su mandato en las urnas) y sobre el pequeño burgués socialista Alexandre Ledru-Rollin, con el 75% de unos ocho millones de votantes, alcanzando la presidencia. Sin embargo, después de esa aplastante victoria, Luis Napoleón trató de retornar al viejo orden. Por supuesto, dar marcha atrás ya no era posible en una era de tan grande industrialización, de crecimiento económico en los bancos y en los ferrocarriles. En diciembre de 1851, Luis Napoleón disolvió la Asamblea Nacional y se alzó como gobernante único de Francia. La Segunda República había terminado oficialmente. Luis Napoleón, con el título de Emperador Napoleón III, dio inicio al Segundo Imperio. El Waterloo de este imperio fue la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862 donde las tropas mexicanas derrotaron estrepitosamente a las imperiales. La guerra de México estaba perdida, culminando con la ejecución del emperador Maximiliano I de México (1867). Y, para peor, Napoleón III fue vencido por completo en la terrible Guerra franco-prusiana de 1870. Napoleón capituló en la batalla de Sedán y terminó prisionero. El intento de establecer un gobierno provisional por parte de las autoridades legales del Imperio, fracasó finalmente cuando el sector republicano invadió la Asamblea para proclamar la Tercera República Francesa en 1870. La Tercera República, una democracia parlamentaria, sobrevivió hasta la invasión de Francia por las tropas alemanas. A través de sus setenta años de historia, la Tercera República tropezó con crisis, con gobiernos agonizantes y un presidente mentalmente en-

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fermo. Se mantuvo durante las ocupaciones alemanas de la primera y segunda guerras mundiales y los años entre ellas. Obviamente, cuando Francia fue finalmente liberada, se estableció la Asamblea Constituyente de 1946 para fundar la Cuarta República ese diciembre. A Francia le tomó, pues, un siglo para deshacerse de la monarquía. La revolución francesa ha recibido enorme atención histórica y está considerada -con razón- como uno de los más importantes eventos en la historia humana y se convirtió en referente para casi todos los movimientos posteriores a nivel global. La innegable naturaleza clasista de esa revolución, combinada con los valores igualitarios introducidos, son un aspecto fundamental para entender la evolución social misma, dando lugar -casi deductivamente- a un modelo de sociedad cooperativista y desclasada que sería el germen de lo que hoy se conoce como “socialismo”. Más aún, es posible que la causa jacobina haya sido asumida por los marxistas en la mitad del siglo diecinueve incorporándola como un elemento del pensamiento comunista. “Graco” Babeuf, político, periodista, teórico y revolucionario francés, guillotinado por intentar derrocar el gobierno del Directorio, era muy citado por los académicos de la Unión Soviética porque su teoría política, conocida como “babuvismo”, era considerada una de las precursoras del comunismo. Los historiadores hacen mucho énfasis en el debilitamiento del poder de la aristocracia y el drenaje a la riqueza de la iglesia. La eliminación de privilegios y su reemplazo por derechos; la difusión de ideales democráticos a través de Europa, y luego, del mundo. Hay un trasfondo invisible en la sucesión de hechos durante y después de la revolución. Es claro que la única explicación para el rosario de revueltas, represiones, ejecuciones, declaraciones y elecciones, es la lucha por el poder en medio de una incertidumbre acerca de qué podría sustituir al monarca, manteniendo las características favorables y evitando las odiosas; es el modelamiento paulatino de un esquema mínimo, aceptable a la mayoría de los intereses. Un efecto colateral de ese penoso proceso, claramente, es la generación del personaje público más conspicuo, por trajines y artimañas sociales, hasta hoy: el político moderno. “Miles de hombres y aún muchas mujeres adquirieron experiencia de primera mano en la arena política: hablaron, leyeron, y oyeron en nuevos modos; votaron; se unieron a nuevas organizaciones; y marcharon por sus fines políticos. La Revolución devino una tradición, y el republicanismo una opción duradera.” (P. Hanson, “Contesting the French Revolution”, Blackwell Publishing (2009)). No es que antes no se hiciera política. Alejandro el Grande, Genghis Khan, Akbar el Grande, Qin Shi Huang, Salah ad-Din o Louis XIV tuvieron que negociar, maquinar, intrigar y luchar para conseguir su poder y mantenerlo. Pero este nuevo individuo, tuvo que haberse incubado en medio de éxitos y adversidades propias de los tiempos de cri-

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sis. Salido de los más diversos lugares, capaz de una locuacidad superior al promedio, de habilidad adaptativa sin límites, de ética en extremo flexible y de solapado talento teatral; para quien, alguien dijo, “los escrúpulos son moneda rusa y la moral, una pintura en la pared”. Paralelamente, y como respaldo, se tiene la aparición del primer sistema de partidos, como consecuencia y efecto de la presión que la revolución francesa ejerció sobre la política norteamericana. Justamente por su carácter gregario, donde la defensa, el ataque y la caza eran las principales actividades grupales, instintivamente el ser humano terminó formando estructuras colectivas ligadas a un espacio territorial, principalmente sobre la base de ligaduras militares entre los individuos. Los estados, como un rápido análisis de sus historias pueden corroborar son, entonces, el resultado de guerras de conquista, guerras de preservación, guerras de liberación, etc. Al margen de la vigencia del servicio militar obligatorio en los países socialmente más atrasados, los modernos resabios de aquellos primitivos nexos bélicos se dejan ver, por ejemplo, en la reprobación general sobre la deserción y el servicio en ejércitos extranjeros, culminando en el “pecado mortal”: la colaboración con el enemigo, catalogada normalmente como “traición a la patria”, monstruoso delito severamente castigado en ciertas circunstancias, aún en sociedades muy civilizadas, con la pena de muerte (recuérdese el caso de los esposos Rosenberg, víctimas de la “guerra fría”). En las democracias, todavía el lenguaje militar está subliminalmente presente: “tácticas y estrategias de campaña”, “cuartel general del partido”, “combate voto a voto”, etc. Milenios de historia humana tampoco eliminaron el peligro actual o potencial del poder castrense (“ruido de sables”), ni el vértigo de una democracia siempre con posibilidades de ser interrumpida por “aventuras” soldadezcas. Seguramente los gobernantes primitivos fueron jefes militares que “se hicieron” del poder y encontraron que es imposible regir sólo con el uso de la fuerza. Para amortiguar esa presión militar, la población civil encontró la práctica política. El resultado de tales asaltos al poder es la primera y más obvia estructura de gobierno, que es el reinado. Los reyes, sin importar los otros nombres como monarca, emperador, zar (que se deriva de César) o inca, basaron su legitimidad sobre el derecho de nacimiento y un supuesto origen divino y, claro, en última instancia su poder debía estar respaldado por un grupo armado. La evolución histórica muestra que los cambios -pequeños o grandes- involucraron principalmente a la manera en que el rey era designado, no a su función decisoria, la cual no ha perdido su original mezcla de fuerza y persuasión (“el palo y la zanahoria”). Hoy, la envoltura administrativa parasitaria, la nobleza, ha sido reemplazada por capas burocráticas con mayor o menor influencia. La jerga política todavía conserva “entorno palaciego” para referirse al equipo de influencia más cercano al rey, el cual se llama ahora presidente o primer ministro y se intenta que sea designado por elección y no por herencia (con la esperanza de limitar su duración), contrariando a los deseos que el electo

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albergará en su negro corazón, y que los mostrará a la primera oportunidad que se presente. Como es sabido, en Grecia los estados eran principalmente ciudades (polis); en ellas se experimentó varias formas de designación de los gobernantes y por eso el término “política” cuya traducción del griego es algo así como “asuntos de la ciudad”, en la actualidad puede ser entendida como “asuntos del estado”. También los políticos pasaron, de ser herederos al trono o a otras instancias por derecho de nacimiento, a buscar el favor “del pueblo” (comodín amorfo, convertido ahora en “el soberano”) por elecciones; o por el “dedazo” de otros políticos ya elegidos. La acción de estos agentes nunca fue obvia; muchos toman a Joseph Fouché como el arquetipo (¡paradigma!) del político. Empezando como seminarista y profesor, Fouché fue capaz de “servir” con efectividad a los girondinos y a los jacobinos, a Napoleón y a los Borbones de la restauración monárquica; especializado en actividades propias de la policía y el espionaje, tuvo que ver con las ejecuciones de Luis VI y de Robespierre, llegó a ser uno de los hombres más ricos de Francia y murió tranquilamente a los 61 años en una especie de autoexilio. “Si la Traición tuviese un nombre, éste sería Fouché”, en la opinión autorizada de Napoleón. Hoy diríamos sencillamente que Fouché era un exitoso tránsfuga. Pero, para que se vea cómo la degradación de valores en la actividad política no tiene límite, el transfugio está menos mal visto que en los tiempos de Bonaparte; los bolivianos hemos llegado a presenciar desde 2014- festivales del transfugio, donde grupos de sujetos cambiaban públicamente sus camisetas por las del oficialismo, para indicar que se estaban poniendo al servicio del partido gobernante. Y, ahora que la oposición política boliviana está tan venida a menos, no es raro presenciar descarados transfugios hacia el oficialismo en el parlamento; ciertamente con la conocida palabrería (“siempre fui izquierdista”, “me adherí como independiente”) y tratando de hacer ver como canallas, más bien, a los que cometieron el error de inscribirlos en sus listas electorales. En Bolivia hay más para ilustrar la historia de la política y los políticos. En efecto, el estado boliviano es producto de la gran guerra latinoamericana de liberación. No obstante haber sido declarada república desde el comienzo, sus primeros presidentes fueron -no podía ser de otra manera- militares. Para civilizar sus acciones, recurrían a los políticos, que eran una especie de adjuntos. A modo de rémoras acompañando al tiburón, fungían como consejeros, asambleístas, ministros y diplomáticos. En analogía al de Fouché, en el estruendoso inicio de república francesa, y obviamente respetando las escalas, suena el nombre de Casimiro Olañeta en los alborotos del incipiente estado boliviano. José Joaquín Casimiro Olañeta y Güemes nació en Chuquisaca (1795) y murió en La Paz (1860); educado en el Colegio de Montserrat (Córdoba), se graduó en leyes (Universidad San Francisco Xavier, 1817). Fue secretario de la Real Audiencia de Charcas, fiscal, consejero y secretario de su tío -el general realista Pedro Antonio de Olañeta- a quien trai-

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cionó entregando información confidencial al (entonces) general Antonio José de Sucre. Por supuesto, formó parte de la Asamblea Constituyente que proclamó el nacimiento de la sugerentemente bautizada “República de Bolívar” (el nombre de “Bolivia” fue aprobado por la Asamblea general el 3 de octubre de 1825 a propuesta del diputado y teólogo potosino Manuel Martin Cruz, “De Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia”, el “padrino de la patria”) para cuya ratificación de independencia Olañeta fungió como ministro plenipotenciario ante Simón Bolívar; colaboró con el presidente Sucre, pero luego conspiró para derrocarlo; ocupó cargos ministeriales durante los gobiernos de José Miguel de Velasco, José Ballivián, Manuel Isidoro Belzu y José María Linares; diputado y embajador en Francia en distintas ocasiones. Desterrado por Belzu, estuvo en Salta hasta 1860 y, nombrado presidente de la Corte Suprema de Justicia, falleció en agosto de ese año. Ese tipo de político auxiliar y polifacético, es predominante en los inicios de la república y, por supuesto, no se ha extinguido. Más bien, nuevos tipos se fueron agregando a medida que la población civil pudo acceder a puestos de mayor jerarquía. La composición de actores es deducible de referencias, por ejemplo, como estas: “La asamblea se reunió el 10 de julio de 1825. Eran 48 representantes, en su mayoría doctores de la Universidad de Chuquisaca y, por tal, peritos en el arte de hilvanar discursos de frase sonora y atrayente.”; “…si ha de dar crédito a la memoria de su ministro de instrucción, ‘a fines de 1841 y principios del 42, no había un solo colegio en ejercicio en la República....’ Consiguientemente el nivel intelectual de las masas era en extremo bajo y los mismos que descollaban en la política, campo predilecto de los hombres letrados de entonces y de ahora, apenas poseían los fáciles conocimientos de la literatura política, abundantes en recursos de oratoria callejera, y faltaban casi del todo hombres sometidos a la disciplina fecunda de las ciencias exactas, siendo todos meros teorizantes políticos, oradores de palabra ampulosa y distinguiéndose por su extrema pobreza de conceptos propios.” y “…‘La vida fácil -dice un gacetillero de la época-; la competencia profesional, escasa; la industria, restringida; el comercio, casi por completo local y por consiguiente limitado; las distracciones raras, permiten a la juventud masculina frecuentar las aulas, de donde sale, anualmente, un buen número de doctores en derecho, que llevan como simple adorno su título y hacen política y gacetillas en los periódicos’, sobre todo política y chistes picarescos y licenciosos. El congreso de ese año de 1893, fue, cual era de esperarse, agitado y lleno de incidentes…” (A. Arguedas, “Historia general de Bolivia 1809 – 1921”, ABNB (1922)). Y así siguiendo, hasta la Constitución de 1953 que terminó con el sufragio censitario, vigente hasta entonces, que limitaba, fuertemente también, las posibilidades de postulación a todos los cargos políticos. A partir de entonces, la actividad política en el país quedó abierta para cualquiera; es de especial importancia la inclusión de los campesinos y de las mujeres al censo electoral.

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No obstante, la composición clasista de la sociedad, en este caso la boliviana, se refleja también entre tales actores. Antes de 1952, incluyendo los períodos llamados “caudillista”, “conservador” y “liberal”, sin duda eran los representantes de la burguesía feudal y minera los que tenían acceso a la presidencia, asambleas, ministerios, embajadas y similares; los cargos menores estaban a disposición del resto. Desde entonces, el subdesarrollo transformó al estado boliviano en el mayor empleador, y un lento proceso de adaptación hizo del político promedio la persona que pone todos sus esfuerzos en lograr una forma de vida en alguna de las muchas áreas de actividad relacionadas con el gobierno y que, finalmente, forma parte del asalto al botín; en una irresistible imagen de la cacería africana donde los leones primero, luego las hienas y finalmente los buitres, aprovechan la pieza lograda. No casualmente los sociólogos anglosajones denominan a esto “spoils system”, esto es, el ya mencionado (i, 3) “sistema de despojos”. En general, la aparición de partidos y otras organizaciones políticas, de nuevas tecnologías de promoción, etcétera, terminaron por extinguir todo indicio del derecho de nacimiento; los políticos de hoy están librados enteramente a sus “capacidades especiales” para escalar, primero dentro de sus agrupaciones y luego en la sociedad. Las historias individuales podrían llenar un enorme volumen de entomología social. El resultado, sin embargo y desgraciadamente, es el mismo en todo el mundo; democracias o no, las decisiones (en todos los grados de importancia) son mediadas, entre la gente y los empleados ejecutantes, por oficiosos “servidores públicos”. Lo que se observa empíricamente es que son algunos de estos oficiosos los que mejoran financiera, mediática y socialmente. Los demás deben evolucionar al ritmo de su esfuerzo personal -como siempre- e independientemente del esquema de gobierno. Esta descripción, necesaria aunque no original ni novedosa, es parte de tratamientos sistemáticos originados en auténticos estudios sociológicos y recurre continuamente desde en referencias informales hasta en estudios cuidadosamente razonados (Elsa M. Chaney, “Supermadre: Women in Politics in Latin America”, University of Texas Press (2014); Andrea Mattozzi and Antonio Merlo, “Political Careers or Career Politicians?”, Journal of Public Economics, 92. 3, 597 (2008); Morris Szeftel, “Political graft and the spoils system in Zambia—the state as a resource in itself”, Review of African Political Economy 9. 24, 4 (1982), el subrayado es mío). La forma más fácil y primitiva -no la preferida, claro- de lidiar con las políticas sociales es dejar que una persona decida por todos. Antiguamente, el rey, emperador o equivalente, decidía el destino de la sociedad entera. El sistema fracasó porque, obviamente, los intereses de una persona no coincidían todo el tiempo con los de la mayoría y, eventualmente la gente terminó, como se sabe, rechazando tal autoridad -era del terror de por medio- y eligiendo representantes. Ese es el oscuro origen de los políticos; a los que se elige para decidir por el grupo; para expresar los intereses del elector como si fueran su mera extensión. Mala idea. La experiencia muestra que son ellos los que imponen sus prioridades e intereses.

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Entonces, ¿Por qué escoger a otros para, supuestamente, decidir en nuestro interés? Se verá después que esa pudiera ser la pregunta del futuro. Por ahora, la explicación rápida y obvia se desprende de la práctica histórica: Cuando los estados eran ciudades, se podía reunir una mayoría significativa de ciudadanos en un lugar para debatir y definir políticas públicas y algo parecido se practica todavía en asambleas, mítines y cabildos (usualmente regionales, locales o gremiales). En cambio, los estados constan de millones de personas; averiguar su parecer para cada asunto (en las condiciones actuales) sería un proceso lento, difícil y, seguramente, impracticable. En la ilusión de que se alcance lo ideal, esto es, que las mejores definiciones emerjan rápidamente, se elige a pocos representantes que pueden caber en un recinto de tamaño aceptable y -en principioacelerar el tratamiento de los problemas (congregarse en un congreso y parlar en un parlamento). La consecuencia es que para elegir los, digamos, 140 políticos que representarán a 10 millones de ciudadanos, se emplearán casi 24 millones de dólares en complicados mecanismos de sufragio, recuento y certificación. Pero, no obstante que la tecnología actual podría ya simplificar dramáticamente tales procedimientos, la revolución necesaria está justo en manos de los pocos políticos que se benefician de la situación actual. Y no llegará pronto; porque, como se comentará después, si fuera posible consultar la opinión de los ciudadanos digitalmente, de manera casi instantánea, entonces sería posible el prescindir de los intermediarios votando, no ya para elegir políticos, sino para decidir sobre las políticas mismas, en una especie de referendo -o plebiscito- continuo.

5. Las ciencias sociales y las otras ¿Es posible llevar todo esto a un terreno racional y encontrar los fundamentos de tan curioso, acientífico e incuestionado comportamiento actual? Como ya se dijo, el debate sobre si la sociología es una ciencia en el sentido en que, digamos, la física lo es, ha terminado. Max Weber pensaba que las “ciencias culturales” tenían “metodología” diferente; al final, según él, “la verdad científica es precisamente la que es válida para todos quienes buscan la verdad”. Hoy la mayoría de los sociólogos aceptan, cuando menos en principio, la misma disciplina científica que los investigadores de la naturaleza con controles de calidad similares. Las diferencias con la sociología, resultan ser, por tanto, accidentales y no de concepto. Entonces, ¿por qué los logros de unas y otras disciplinas no parecen ser, todavía, muy comparables? En física, la “observación” -de variables relativamente pocas y casi unívocamente definibles- se realiza mediante procesos de medición (con errores pequeños), entonces, el

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análisis transcurre directamente en lenguaje matemático; con lo cual, los requisitos de objetividad y rigurosidad están inmediatamente garantizados. En sociología concurren actores capaces de tomar decisiones propias (sólo parcialmente observables), una gran cantidad de variables -en general- de difícil (o de ninguna) definición y métodos de observación de dudosas validez y confiabilidad. En el lenguaje de la metrología, se diría que los errores sistemáticos y aleatorios son demasiado grandes. Es, pues, la pobre calidad de los datos la causa de fundamentaciones y conclusiones discutibles. De que cuerpos enteros de análisis conduzcan sólo a la formación de “escuelas” o “tendencias”. Y, por tanto, de que el espacio para los charlatanes sea más holgado. A este respecto, para la gente despierta, muchas lecciones dejó el “escándalo Sokal”. En 1996, el físico Alan Sokal logró publicar un artículo (Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity) en la revista académica Social Text, anunciando en otra revista (Lingua Franca) que su artículo era un engaño con una tesis (que la gravedad cuántica era sólo una construcción social) absurda y carente de todo valor intelectual. Como Social Text es patrocinada por la Duke University, el remezón académico fue significativo y tocó muy de cerca el prestigio de connotados representantes posmodernistas, aplacándose después de mucho y duro debate. La versión de la revista es que no sometió el artículo de Sokal a revisión por pares, acusándolo -además- de abuso de confianza. Pero Sokal y Bricmont no mostraron piedad. Un largo análisis aparece en su libro, cuyo título describe por completo su contenido (“Imposturas intelectuales / El abuso de la ciencia por filósofos postmodernos”) y contiene esta polémica cita: “George Orwell subrayó una vez que el pensamiento político, especialmente de la izquierda, es una suerte de fantasía masturbativa en la cual el mundo de los hechos difícilmente importa. Eso es cierto, desafortunadamente, y es parte de la razón por la cual nuestra sociedad carece de un movimiento de izquierda genuino, responsable y serio.” (N. Chomsky, lecture delivered in 1969, p. 200 (1984)). La moraleja es que nada, absolutamente nada, podrá excusar a alguien de usar su mejor criterio para juzgar las teorías científicas y también las filosóficas y sociales (muy emparentadas) pues, aunque cotidianamente no es tan evidente, sus consecuencias suelen ser dramáticas en el destino individual. Y, en algunos casos, pueden serlo aún para el de pueblos y naciones enteras. Desgraciadamente, tampoco hay recetas para distinguir las buenas teorías de las malas; las explicaciones no brillan ni hacen un sonido especial. Como las obras de arte, simplemente están ahí para ser apreciadas por los observadores sensibles a ellas. Si no fuera así, las controversias jamás se presentarían y todos estuvieran siempre de acuerdo. La supervivencia del más apto alcanza también al desarrollo de las ideas y de las estructuras que las contienen.

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6. Ingenierías y ciencias aplicadas La aplicación de la ciencia a la satisfacción de necesidades humanas da lugar al desarrollo de técnicas, métodos y procedimientos especializados a cuyo conjunto se denomina “ingeniería”. Una serie de usos especializados de la estática de fuerzas, por ejemplo, se conoce como ingeniería civil (antiguo nombre, para distinguirla de la ingeniería militar); propiedades muy especializadas de la teoría electromagnética dan lugar a la ingeniería eléctrica; la ingeniería genética trata con métodos de manipulación y transferencia del ADN (un descubrimiento de la genética, una teoría biológica) de unos organismos a otros; y así siguiendo. Esta identificación es muy fácil en el caso de las ciencias de la naturaleza. ¿Es posible algo semejante con las ciencias de la sociedad? El término “Ingeniería Social” es conocido desde finales del siglo XIX precisamente en el sentido anterior. Actualmente tiene dos empleos; el primero -no muy adecuado- en seguridad informática, para referirse a técnicas de acopio o apropiación de datos a través de los usuarios de sistemas digitales. Y luego, en ciencias sociales, ahora equivalente a sociología aplicada: “Manejo de los seres humanos de acuerdo con su lugar y función en la sociedad.” (Merriam) o “La práctica de hacer leyes o usar otros métodos para influenciar a la opinión pública y resolver problemas sociales o mejorar condiciones sociales.” (Learner’s). Esta expresión adquirió una ligera connotación negativa porque se la ejemplifica con las campañas propagandísticas en la Unión Soviética o las de la China maoísta tendientes a lograr un forzado cambio de actitud en los individuos para adaptarse a las nuevas condiciones sociales. En parte, ésa es la intención en “The Open Society and Its Enemies”, obra muy sesgada en la cual Karl Popper introdujo las variantes “Ingeniería Social Gradual” para la democracia e “Ingeniería Social Utópica” referida a los regímenes totalitarios (el primer volumen fue publicado justo al terminar la II guerra mundial). En fin, no es necesario profundizar más para percibir que el objetivo original engloba los posteriores y que “política” e “ingeniería social” resultan ser -o debieran ser consideradas como- equivalentes. Tanto en la teoría cuanto en la práctica, gran parte de la cinemática social converge sobre los procedimientos de gestión económica. Esto, a su vez, implica -como ya se insinuó- que la aplicación práctica (ingeniería) de la sociología es la política. O bien, admitiríamos que la sociología es una ciencia experimental donde cada estructura de poder (cada gobierno) es un experimento social donde los individuos se constituyen -a pesar de lo dicho por Carl Sagan- en “conejillos de indias”. ¿Cuánto se aprende de estos experimentos sociales? Ahora es la politología la que debe intervenir, a pesar de la opinión de Lowell A. Lawrence: “We are limited by the impossibility of experiment. Politics is an observational, not an experimental science” (“The Physiology of Politics”, American Political Science Review 4, 1 (1910)).

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Capítulo ii

Colectivos numéricos 1. Correlaciones indiscretas En 2011 se hizo la primera elección judicial estipulada en la constitución boliviana. Una pésima idea que, en los hechos, no únicamente alteró la racionalidad de los procesos de votación (los candidatos fueron electos únicamente con los votos a favor, ¡descartando indiscriminadamente los blancos!), también fue la más costosa designación de estos funcionarios en la historia: unos 256200 $US cada uno. Para 2017, el experimento ya se mostró tan increíblemente desastroso que el mismo oficialismo reconoció que su sistema de selección de postulantes había fallado y, en el futuro, se haría más énfasis en la “meritocracia”. Pero esa gente, aparte de su aparente incapacidad para extraer lecciones de las experiencias, no pudo con su carácter. Ese año, en efecto, el polémico procedimiento de selección -a cargo de una de esas nefastas comisiones de parlamentarios- incluyó un concurso de méritos, un examen escrito y una entrevista. La sospecha de amañamiento (muy graficada en las redes sociales) se materializó en denuncias de las bancadas opositoras de diputados y senadores, muy previsiblemente, sin efecto ante la abrumadora mayoría oficialista. Esta vez, el costo sería de 344300 $US por magistrado electo y éstos quedarían muy vinculados con el partido de gobierno (más del 90% de los candidatos fueron funcionarios públicos, esto es, simpatizantes masistas). Totalmente inútiles fueron declaraciones como: “Nos parece un total despropósito el gasto insulso que se hará en estas elecciones ilegales y manipuladas. Todos esos nuevos magistrados, que costaran millones a los bolivianos, serán ilegítimos al ser totalmente parcializados y al servicio del Gobierno; nuestro país tiene tantas otras prioridades como para gastar tanto dinero en una elección y designaciones amañadas por el MAS” (diputado A. Barral); la lista final de candidatos fue aprobada por la “Asamblea Plurinacional” con los más de dos tercios de esos votos, absolutamente controlados desde el poder ejecutivo. Bien, ¿y la matemática?

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Once días después, el periódico Página Siete publicó una nota titulada “Examen oral sirvió para favorecer candidatos” conteniendo un análisis de resultados hecho sobre la base de “información recabada por el especialista Enrique Velazco”. “El análisis establece que la nota de la entrevista fue utilizada tanto para ‘bajar’ la calificación global del candidato o para subirla desproporcionadamente”. Se ejemplifica con varios “casos notables” de bajos porcentajes en méritos o examen y altas notas en la entrevista e incluso casos al revés, que remataron en la inhabilitación de postulantes. “En total, el 78% de todos los candidatos (sin contar Beni, que sólo tenía cuatro postulantes, el mínimo necesario) que recibieron las mejores notas en el examen oral por departamento, fueron finalmente elegidos por el plenario. Lo que demuestra, según Velazco, que esa calificación fue la ‘utilizada’ por el oficialismo para ‘alentar’ o ‘descalificar’ candidatos”. “La diputada de Unidad Demócrata, Jimena Costa, sostuvo que este análisis expone la metodología usada para ‘maquillar’ el proceso. ‘El 2011 lo hicieron sin disimulo porque podían, tenían mucho apoyo. Ahora ya no, y por eso no les quedó otra que hacer esta farsa para ‘filtrar’ a sus allegados’, afirmó. La legisladora sostuvo que queda claro que el Movimiento Al Socialismo hará lo que sea necesario para reproducir el poder y repostular al presidente Evo Morales. ‘En este caso, como la ciudadanía pedía capacidad y meritocracia, optaron por ‘falsificarla’: primero, incorporando al sistema universitario, previo acuerdo de incremento de presupuesto con aquellas que le son cercanas para que se hagan cargo de las preguntas del examen escrito haciéndolo manejable hasta para bachilleres; segundo, mandando a postularse a todos los abogados que trabajan en distintas reparticiones del Estado o a sus adherentes; tercero, al margen de sus méritos, les subieron las notas en las entrevistas para luego afirmar que ‘son los mejores’; cuarto, pusieron sólo a candidatos azules para que una vez posesionados validen y legitimen una de las cuatro vías de re-re-re elección, sin tomar en cuenta la decisión del pueblo boliviano el 21F’, explicó Costa. Desde el oficialismo se rechazó el análisis, dado que -se sostuvo- en la entrevista se jugaron ‘sólo’ 30 puntos de los 100 en juego; y además se argumentó que en el examen oral ‘todos’ evaluaron. ‘[Es un trabajo] sin fundamento, sin conocimiento de todo el proceso que se ha dado. Muy a priori ese criterio. La entrevista simplemente tuvo un porcentaje de 30 puntos. Es decir: en el mejor de los casos un postulante excelente podría haber obtenido 70 puntos sin la entrevista. Y la entrevista se ha circunscrito básicamente a tres preguntas: Una referente al área, otra a la especificidad de lo que se postula y una a la propuesta. Y han evaluado absolutamente todos. ¿De qué manera se podría haber favorecido a una o a un candidato?’, afirmó el diputado Víctor Borda.” El Dr. Enrique Velazco Reckling (no abogado sino doctor en química), posteriormente, describió su procedimiento contestando: “La Publicación ‘Examen oral sirvió para favorecer candidatos’ (P7, 11.09.17) elaborada por Página Siete a partir de los resultados de

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un análisis mío, ha generado reacciones duras de voceros de la Asamblea Legislativa que critican la publicación porque ‘expresa notas como porcentajes’, y que descalifican mi análisis -aunque no lo conocen- como falto de seriedad y por no tener validez al estar vinculado a la derecha opositora al proceso. No creo útil, menos socialmente beneficioso, entrar a un debate sobre detalles secundarios e irrelevantes al tema central: la elección judicial tendrá efectos positivos o nefastos sobre la institucionalidad, y es responsabilidad de todos evitar la segunda alternativa. Con esta premisa como telón de fondo, el análisis realizado se sustenta en los siguientes ‘hechos verificables’. 1. El martes 29 de agosto, la Comisión de Selección dio a conocer las calificaciones finales de los 76 postulantes que habilitó para que sean parte del proceso final de selección de 36 candidatos al TCP en el pleno de la ALP. 2. El miércoles 30, al iniciarse la sesión convocada para elegir los candidatos, en un correo electrónico envié a 10 personas un listado con 36 nombres que, por una hipótesis mía, serían seleccionados por la ALP. 3. En la lista incluí en cada departamento a postulantes con las mayores calificaciones en la entrevista, sin considerar las calificaciones de CV o de exámenes. En estas condiciones, la precisión de mi predicción sería mayor mientras más influencia política hubiera habido en la selección de los candidatos. 4. La tarde del jueves 31 la ALP dio a conocer la lista de los candidatos al TCP elegidos por el pleno; superando ampliamente mi expectativa de 30% a 50% aciertos, 33 de los 36 nombres (¡más del 90%!) de mi lista eran correctos. 5. Es fácil calcular que la probabilidad de acertar 36 nombres de una lista inicial de 76 (distribuidos en nueve grupos) es prácticamente nula (una posibilidad en 10.000 billones), lo que elimina el factor ‘suerte’ como explicación del acierto.” Interesante polémica entre el análisis y cálculos de un científico y las opiniones coincidentes, al pie de la letra, con las del ejecutivo- de asambleístas interesados, incluyendo a la presidente de la cámara de diputados. Por supuesto, la publicación simplemente pasó a formar parte de la información contenida en las hemerotecas y el sui géneris proceso de elecciones judiciales continuó su transcurso. Pero ¿tenía razón el Dr. Velazco? ¿Hay algo que respalde su cálculo de probabilidades? Si, se llama coeficiente de correlación (-1 ≤ r ≤ 1), y su aparentemente complicada fórmula es ∑ √∑

√∑

donde {x1, x2,…xN} y { y1, y2,…yN } son dos conjuntos de N datos; y los respectivos promedios y r que mide, entonces, el grado de comportamiento parecido entre ellos; si

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las series de datos tiene alguna relación el valor de r estará cerca de 1 o -1, si son independientes, r estará cerca a 0. Por ejemplo, en la tabla (de una publicación oficial)

Postulante 1 Postulante 2 Postulante 3 Postulante 4 Postulante 5 Postulante 6 Postulante 7

Méritos 32.5 32.5 38.0 26.5 25.0 20.0 28.0

Examen 17.5 14.0 16.0 13.5 13.0 16.5 16.5

Entrevista 29.2 27.2 9.9 22.0 23.4 20.2 12.0

Total 79.2 73.7 63.9 62.0 61.4 56.7 56.5

las primeras tres columnas, en secuencia, son las {x} y la última es la {y}. Ahora, sustituyendo las columnas correspondientes en la fórmula, se obtiene los tres coeficientes de correlación, r(méritos, total) = 0.58, la calificación de méritos se relaciona un poco con el resultado final; r(examen, total) = 0.14, el examen, definitivamente, ¡casi nada tuvo que ver con la nota final! Y r(entrevista, total) =0.68, la entrevista y la calificación final, positivamente, concuerdan (no obstante la pequeñez estadística de la muestra). ¿Conclusión? El Dr. Velazco y Página Siete acertaron: la entrevista, efectivamente, determinó el resultado final y el examen terminó siendo lo que desde el comienzo se advirtió: sólo un despistador adorno partidario (arrastrando al sistema universitario a una situación vergonzosa, aunque no a la Universidad Mayor de San Andrés que excluyó, afortunada y sabiamente, su participación). Eso es lo que las matemáticas pueden hacer, claro, al margen de lo que los intereses, influencias y el poder político inmediato pretendan. Pero hay lazos bastante menos anecdóticos que unen a la politología y la política con ciertas ramas de la matemática.

2. Sociología matemática La clase de herramientas matemáticas que la sociología analítica usa está igualmente difundida en otras disciplinas y en el tratamiento de problemas especiales. Una buena idea del valor y el poder de esos recursos la da uno de los problemas interdisciplinarios más fascinantes: la dilucidación de la consciencia. La teoría de sustancia dual, como se sabe, fue postulada por Descartes en sus “Meditaciones” argumentando que podemos dudar de todo, hasta de nuestros cuerpos, pero no de nuestra mente; piensas luego tu mente debe existir (estrictamente, él debía demostrar primero que todo lo que piensa existe; hay una “petición de principio”), por tanto tu cuerpo y tu mente deben ser dos

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cosas distintas. El cuerpo, según él, trabaja como una máquina, con propiedades físicas como las leyes del movimiento y otras. La mente no únicamente no está hecha de materia, ni siquiera tiene un lugar material específico, existe de un modo totalmente distinto. Mente y cuerpo son, entonces, distintas clases de existencia, no dos aspectos de una sola clase de sustancia. Pero mente y cuerpo interactúan, se comunican. Descartes hipotetizó también que los cuerpos pueden influenciar las mentes, el cuerpo recibe el daño, pero es la mente la que siente el dolor. Mentes y cuerpos coexistirían, pues, siempre en un frenesí de acciones y reacciones. La princesa Elisabeth de Bohemia, intelectual y amiga de René Descartes, habiendo leído su libro le preguntó cómo él podía explicar la habilidad de la sustancia inmaterial para actuar sobre la sustancia material, ¿cómo es que las dos sustancias se comunican? La respuesta inicial del filósofo fue la de que propiedades no materiales como la pesadez, influyen en los objetos como cuando se dice “no pude levantar el cuerpo porque era muy pesado”, atribuyendo a la pesadez cierta cualidad causal; tal vez la manera en que la mente influye sobre el cuerpo es semejante aunque la mente es una sustancia independiente y la pesadez no. Ella no quedó satisfecha y presionó en subsiguientes cartas, implicando que el argumento de la pesadez no podía explicar la interacción de los cuerpos materiales con las mentes inmateriales; ¿por qué una mente tan independiente del cuerpo puede ser afectada por él como “los vapores” (sales aromáticas) afectan la capacidad de razonar? Por supuesto que jamás hubo la respuesta convincente esperada por Elisabeth. Ella, al parecer, sospechaba que racionalmente es imposible explicar la interacción mente – cuerpo sin exponer a la mente (que entonces era identificada con “alma” o “espíritu”) a la experiencia; mencionó que todo eso admitiría explicación más directa si la mente fuera considerada material y “extensa”. Descartes sugirió, en otra parte, que la glándula pineal (conocida desde Galeno) era el objeto físico que podía ser afectado por los “espíritus animales” del cuerpo y también por el alma inmaterial, sirviendo de intermediaria entre los dos. Pero quizá, después de todo, estuvo más cerca de la respuesta correcta con la idea de la pesadez, pero no estaba preparado para verla; la “mente”, como la “pesadez”, bien podría ser una potencial cualidad de la materia, surgiendo en condiciones determinadas. He aquí un procedimiento con “vapores” modernos sobre el cerebro, el cual no ha sido descuidado por los investigadores “conciencialistas”: “Uno de los más grandes desafíos de la neurociencia moderna es el descubrimiento de los mecanismos neurales de la conciencia y explicar cómo producen el estado consciente. Hemos buscado el subyacente substrato neural de la conciencia humana manipulando el nivel conciencial en voluntarios, con agentes anestésicos y visualizando los cambios resultantes en la actividad cerebral usando imágenes del flujo sanguíneo regional cerebral con tomografía de emisión positrónica. El diseño del estudio y la metodología se eligieron para disociar los cambios relacionados con los estados concienciales de los efectos de las drogas anestésicas. Encontramos la emergencia de la conciencia, esti-

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mada como la respuesta motora a una orden verbal, para ser asociada con la activación de un red nuclear involucrando a las regiones subcortical y límbica que devienen funcionalmente acopladas con partes de la cortezas frontal y parietal inferior al despertar de la inconciencia. El núcleo neural de la conciencia involucra así la excitación cerebral frontal actuando para ligar intenciones motoras, originándose en las regiones de integración sensorial posteriores, con el control de acción motora surgiendo en regiones cerebrales más anteriores. Esos hallazgos revelan la más clara imagen actual de las correlaciones neuronales mínimas requeridas para la emergencia de un estado de conciencia” (J. W. Långsjö et al., “Returning from Oblivion: Imaging the Neural Core of Consciousness”, J. Neurosci., 32(14), 4935 (2012)). Descartes y Elisabeth se hubieran deleitado con los avances actuales, libres de prejuicios religiosos, respecto de su problema (que evoca a ese fragmento de José de Espronceda “…y a nadie asombre que a afirmar me atreva que siendo al alma la materia odiosa, aquí para vivir en santa calma, o sobra la materia, o sobra el alma”). Entre los muchísimos trabajos, con variadas perspectivas sobre el enigma, están algunos, inevitablemente radicales; así, “…Lo que llamamos ‘consciencia’ resulta de tipos específicos de información - procesamiento computacional, realizada físicamente por el aparataje [‘hardware’] del cerebro.” “…Difiere de otras teorías en que es decididamente computacional; conjeturamos que meras cantidades teórico informativas no son suficientes para definir la consciencia a menos que uno considere también la naturaleza y profundidad de la información procesada.” “La cuestión controversial de si las máquinas podrán ser conscientes alguna vez debe estar basada sobre una cuidadosa consideración de cómo la conciencia surge en el único sistema físico que indudablemente la posee: el cerebro humano. Sugerimos que la palabra ‘conciencia’ fusiona dos tipos diferentes tipos de cómputo información - procesamiento en el cerebro: la selección de información para transmisión global, haciéndola así flexiblemente disponible para cómputo e informe (C1, consciencia en primer sentido), y el auto monitoreo de esos cómputos, conduciendo a un sentido subjetivo de certidumbre o error (C2, consciencia en segundo sentido). Argumentamos que a pesar de los recientes éxitos, las máquinas actuales todavía están mayoritariamente implementando cómputos que reflejan procesamiento inconsciente (C0) en el cerebro humano. Revisamos la sicología y la ciencia neuronal de los cómputos inconsciente (C0) y consciente (C1 and C2) y delineamos cómo podrían inspirar nuevas arquitecturas de máquina.” “… terminamos notando que empíricamente, la pérdida de los cómputos C1 y C2 en humanos covaría con la pérdida de la experiencia subjetiva.” “… Aunque siglos de dualismo filosófico no

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ha llevado a considerar a la conciencia como irreducible a interacciones físicas, la evidencia empírica es compatible con la posibilidad de que la conciencia aparece de nada más que de cómputos específicos” (S. Dehaene, H. Lau & S. Kouider, “What is Consciousness, and Could Machines Have It?”, Science, 358 (6362), 486 (2017)). Por otra parte, es posible el análisis de redes usando teoría de grafos (la matemática dedicada a explicar los nexos interactivos entre miembros de redes complejas como rutas de vuelo o, como se verá, redes sociales) para caracterizar la manera en que las conexiones entre las partes del cerebro están relacionadas con la conciencia (en general, los mapas de conexiones entre las neuronas del cerebro se llaman conectomas): “Las teorías neurobiológicas de la concienciación propone recuentos divergentes de los alcances espaciales de los cambios cerebrales que soportan la percepción consciente. Mientras teorías focales postulan mayormente cambios regionales locales, las teorías globales proponen que la concienciación emerge de la propagación de señales neuronales a través de una amplia extensión del córtex sensorial y asociativo. Aquí pusimos a prueba la extensión escalar de los cambios cerebrales asociados con la concienciación usando el análisis de grafos teórico aplicado a los datos de conectividad funcional adquiridos en un campo ultra alto mientras los sujetos ejecutaban una actividad encubierta de detección de objetivos. Hemos encontrado que la apercepción de un objetivo visual está asociada con la degradación de la modularidad de las redes funcionales del cerebro provocadas por un incremento en la conectividad funcional intermodular. Estos resultados proveen convincente evidencia de que la concienciación está asociada con verdaderos cambios globales en la conectividad funcional del cerebro” (D. Godwin, R. L. Barry & R. Marois, “Breakdown of the Brain’s Functional Network Modularity with Awareness”, Proc. Natl. Acad. Sci. 201414466 (2015)). Y, ¿tienen conciencia los animales? También ahí los trabajos son muy numerosos y basta responder esa pregunta con lo que se conoce de los insectos. Es conocido que el cerebro de la cucaracha es muy estudiado por su comparativa simplicidad. Ahora, la anatomía funcional básica para el cerebro de los insectos indica que sus estructuras crean un modelo neural integrado análogo al de los vertebrados. Así, la visión y olfato son primariamente procesadas por lóbulos sensibles dedicados, éstos amplían las diferencias entre estímulos similares y refinan las representaciones sensoriales. El olor primario es procesado por lóbulos asociados a las antenas y el procesamiento visual se da en las regiones cerebrales conocidas como lámina, médula y lóbula. También las zonas que mantienen el aprendizaje y la memoria están presentes: los cuerpos fungiformes. Los llamados cuerpos centrales superior e inferior y los nódulos tienen especializaciones para el procesamiento de la información espacial y corrección por automovimiento. Las estructuras dentro del protocerebro, particularmente el lóbulo accesorio lateral están involucrados

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en la integración de la información, etcétera. “En vertebrados, la capacidad de experiencia subjetiva está apoyada sobre las estructuras integradas del cerebro medio que crean una simulación neural del estado del animal móvil en el espacio. Esta representación integrada y egocéntrica del mundo desde la perspectiva animal es suficiente para la experiencia subjetiva” (A. B. Barrona & C. Kleinb, “What Insects Can Tell Us About the Origins of Consciousness”, Natl. Acad. Sci., 113(18), 4900 (2016)). Análogamente, la técnica de obtener imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI según sus siglas en inglés) ha permitido conocer bastante del funcionamiento cerebral en humanos (puesto que la actividad neuronal está asociada a incrementos en el flujo sanguíneo, la técnica permite la detección y medición en esos procesos). Por tanto, elementos más o menos, evidentemente la conciencia es un estado de la actividad cerebral (o sucesión continua de tales estados). Con el tiempo, se podrá determinar precisamente la región y tipo neuronal donde (a) las señales que provienen de los sentidos son recibidas (b) son identificadas y analizadas (c) procesadas e integradas (d) las señales de respuesta son enviadas. Todo monitorizado por complejas rutinas del tipo “si,…, entonces”. Ese lugar (¿todo el cerebro, tal vez?) es el de la conciencia, y sólo faltará resolver los detalles menudos (!). Y, ¿hay preguntas sociológicas que la sociología no puede responder? Sí, hablando sólo de la disciplina descriptiva o “clásica”. En la composición actual del órgano deliberante en Bolivia, sería absolutamente ocioso indagar acerca de los posibles resultados de una votación, digamos, para aprobar o reprobar el informe de un ministro o una ley propuesta por el ejecutivo, pues todo el mundo sabe que la bancada oficialista ganará con más de dos tercios. En otros países en cambio, con un parlamento menos homogéneo y miembros más autónomos (que representan más a sus electores que a su partido o a su jefe), un análisis sobre posibles escenarios de votación requerirá de un programa computacional que, sobre la base de la información disponible, calcule todas las posibilidades. O, para tener una idea muy aproximada de los patrones y velocidad de propagación de una información crucial, de cierta epidemia o de circulación monetaria en la ciudad, será inevitable el análisis probabilístico y el cálculo electrónico. Hay desde luego una infinidad de situaciones en el colectivo humano para las cuales el razonamiento y recursos cualitativos no son suficientes. La sociología matemática es el área sociológica que usa métodos cuantitativos para construir modelos sociales. Su objetivo final es el de expresar las teorías sociológicas intuitivas en términos formales. Esto es, colectar datos numéricos para la construcción de teorías especiales o deducir, de modelos matemáticos, propiedades contrastables con la información empírica.

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Las corrientes matemáticas que la alimentan son varias. Las contribuciones a las revistas especializadas como The Journal of Mathematical Sociology, cubren una gran cantidad de enfoques sobre una también amplia variedad de problemas. Los modelos sociológicos recogen aplicaciones directas de teoría de grupos y algebra booleana, álgebra lineal (especialmente teoría matricial), álgebra, cálculo, teoría de grafos y teoría de juegos (la única que proviene de las ciencias sociales). Por otra parte, aunque la estadística no es ajena a la sociología en general, en la sociología analítica no únicamente se la usa para el estudio de frecuencias o ensayo de hipótesis sino, en conexión con probabilidades, para incorporar formalismos complejos, como los de procesos y cadenas de Markov. El sociólogo James Coleman mostró que esos procesos estocásticos en las redes sociales conducen a modelos cuyos resultados admiten prueba comparable con los datos disponibles. Además, empleó la teoría del equilibrio general (común en economía) para argüir que las teorías sociales deben incluir un concepto de “acción deliberada”, aproximada con modelos de “elección racional”, para enlazar las estructuras sociales a preocupaciones sociológicamente más tradicionales (J. S. Coleman, “An Introduction to Mathematical Sociology”, Free Press (1964); H. A. Simon, “A Formal Theory of Interaction in Social Groups”, American Sociological Review, 17, 202 (1952)). Mucha matemática y muchas aplicaciones: el famoso problema, efecto y cadena “mundillo”, identidad y dinámica en redes sociales, cohesividad, cohesión estructural, jerarquías y dominancia, relaciones asimétricas, personas y grupos, fuerzas sociales, grafos en sicología social, estructura de relaciones interpersonales positivas, matrimonios en sociedades tribales, parentescos tribales, evolución de convenciones, modelos dinámicos con ecuaciones en diferencias finitas, comportamiento colectivo, espirales de violencia, dinámica de amistad y enemistad, mezclas y ordenamientos en raza y sexo… Y muchas otras más, con nombres igualmente enigmáticos. En una primera aproximación a semejante riqueza de recursos teóricos, podría sorprender la aparición -también- de modelos no lineales; pero ahí están, para el tratamiento de dinámica poblacional, sistemas raciales, teoría evolutiva de juegos, preferencias dinámicas, etcétera. La matemática sustenta la comprensión de la realidad, su empleo requiere de conceptos definidos con precisión formando juicios unívocos y argumentos lógicamente construidos. Si se procede de modo que las ideas simples constituyan el fundamento para las más complejas, siempre habrá respuestas de entre la gran variedad de representaciones posibles. Vale la pena mencionar unas pocas. Los autómatas celulares son celdas en una grilla, en dos dimensiones o más, que obedece un conjunto de reglas para los estados de cada celda y sus vecinas, operando discretamente en el tiempo. El ejemplo más clásico es el “juego de la vida” de J. Conway en el cual la vida de cada célula depende de ciertas configuraciones de su vecindad. No es difí-

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cil imaginar que la aplicación iterativa de de estos objetos, con especificaciones pertinentes, simulará comportamientos sociales para determinados fines específicos. El sociólogo Ashley Crossman entiende que “La teoría de juegos es una teoría de interacción social, la cual intenta explicar las interacciones que la gente tiene unos con otros. Según el nombre de la teoría sugiere, la teoría ve la interacción humana precisamente como eso: un juego. John Nash, el matemático que fue personificado en la película ‘Una Mente Brillante’ es uno de los inventores de la teoría de juegos junto con el matemático John von Neumann.” La teoría de juegos es una de las más utilizadas en ciencias sociales. Está asociada a principios básicos que pueden ser ilustradas mediante dos ejemplos: el “dilema de los prisioneros” (Albert W. Tucker), en el cual dos criminales son arrestados, aprisionados, aislados e incomunicados. Los fiscales esperan sentenciarlos a un año y deciden ofrecer a cada preso el trato de traicionar al otro, declarando en su contra; o cooperar con él, manteniéndose en silencio. La oferta es:

Traición a A Silencio de B

Traición a B A y B 2 años A libre, B 3 años

Silencio de A A 3 años, B libre A y B 1 año

No obstante que la traición es la opción racional y lógica desde el punto de vista individual, la aplicación iterada del juego muestra que hay un sesgo sistemático hacia el comportamiento cooperativo en éste y otros juegos similares. Es útil, naturalmente, en situaciones que involucran ese tipo de comportamiento. Análogamente, en la “batalla de los sexos” una pareja tiene cita para pasar la tarde, pero -por algún extraño motivo- no puede comunicarse y no recuerdan si es en el cine (que él prefiere) o en el teatro (que ella prefiere). La tabla de puntajes para los encuentros y desencuentros es:

Cine Teatro

cine él 3, ella 1 él 0, ella 0

teatro él 0, ella 0 él 1, ella 3

¿Qué predicciones pueden surgir en este juego? Evidentemente, no hay estrategias dominantes; para cualquier jugador, “cine” es mejor si ella/él espera que el otro elija “cine” y exactamente lo mismo para “teatro”. El llamado “equilibrio de Nash” es el concepto típico de este juego y se aplica a un par de estrategias, una para cada jugador, tales que la estrategia de cada jugador es la mejor respuesta a la del otro, esto es, la estrategia del jugador 1 es la mejor dada la estrategia del jugador 2 y viceversa.

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Pero esas estructuras son todavía más adaptables. La teoría evolucionaria de juegos, importada desde la biología, comparte principios e ideas con la teoría de juegos tradicional, pero introduce y analiza otros conceptos que, con etiquetas sugerentes, delatan su fuente: estrategias ecológicas, dinámica y estabilidad evolutivas, y así por el estilo. Por otra parte, un campo de enorme desarrollo es la sociología computacional que realiza los formalismos matemáticos con algoritmos de simulación e inteligencia artificial. El desarrollo continuado de la informática (tanto en algoritmos cuanto en equipos, memoria y velocidad de proceso) aporta poderosamente a la plasticidad y variedad de modelos que involucran, a veces, cientos o miles de puntos, por lo que deben ser masivamente evaluados. Tal actividad tiene ya cierta tradición y actualmente es, en los hechos, casi una rama independiente… Vista con recelo por todos; según Brendan Halpin, los descriptivos la hallarán “ofensiva a sus convicciones antipositivistas meta teóricas” mientras los analíticos la considerarán “una forma defectuosa de análisis empírico llevado a cabo con datos imaginarios”. Los enfoques son, sin duda, ingeniosos. En algunos casos, el lenguaje de la programación parecería haber sido inventado en coincidencia con modelos sociales. Así, el de estado, como en la programación orientada a objetos (POO), admite definiciones de entes que son grupos identificables por sus parámetros y variables. Por ejemplo, un sistema muy simple tendría los objetos: (Estado: Nombre, Continente, Ciudad Capital); (Sociedad: Población total); (Gobierno: Presupuesto inicial, presupuesto neto), (Asuntos: Tipo, Importancia, fecha inicial, fecha de caducidad); éstos pueden ser tratados como datos elementales, puestos en interacción de varias maneras y, además, el esquema es susceptible de pasar por un creciente grado de complejidad. Tales programas demuestran que “los modelos computacionales de sistemas políticos enteros es metodológicamente factible y científicamente viable; también se los puede incrementar y progresar más allá de la teoría previa e investigar para avanzar en nuestra comprensión de cómo los estados operan a través de una variedad de dominios (simples versus complejos) y niveles de análisis (locales, nacionales, internacionales). Modelos simples y modelos realistas, ambos son necesarios, para propósitos teóricos y empíricos, respectivamente” (C. Cioffi-Revilla, “Simplicity and Reality in Computational Modeling of Politics”, Comput. Math. Organ Theory, 15, 26 (2009)). En el análisis multinivelado, se recoge la naturaleza jerárquica e integrada de los fenómenos sociales en una aproximación en la cual se tiene en cuenta la inclusividad y subordinación de los fenómenos sociales, como en la POO, donde la propiedad de herencia permite a los programadores crear unas clases (plantilla extensible de código) dentro de otras ya existentes, como en las “matrioshkas” (muñecas rusas). Análogamente, la incursión en zonas cualitativas de la sociología se da haciendo que las variables

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cualitativas adopten tipos métricos, dependiendo de su “escalamiento óptimo” (coordinación empírica con otras variables), como las variables polimórficas de la POO, que pueden contener valores de diferentes tipos (enteros, reales o texto) durante la ejecución computacional. Las variables que definen fenómenos sociales se realizan, entonces, mediante diferentes valores y tipos de valores, según el contexto. Así, en una idea elemental de red, digamos, un sistema casero de agentes con relaciones de tipo personal introduciría: conocimiento, amistad y parentesco con ciertos valores numéricos en orden ascendente. El análisis estructural, la fusión de la matemática y la sociología, podría involucrar -inicialmente- algebra abstracta (teoría de grupos) para simular las interacciones admitiendo, desde luego, la posibilidad de introducir complicaciones ascendentes en el sistema, o reducciones homomórficas (igual forma) desde una red social más grande y compleja. Algunos programas de investigación en sociología emplean métodos experimentales para estudiar interacciones sociales o procesos interpersonales, o sea, esos que enlazan un ambiente social externo, mediante influencias diferenciales, a las decisiones dentro de un grupo local. Los nexos entre la inteligencia artificial (IA) y la sociología están creciendo también, debido a la importación de sus técnicas como herramientas metodológicas para análisis de datos. Los investigadores en IA admiten un creciente interés en “actores” socialmente colocados y los sociólogos uno en el empleo de técnicas de IA para formalizar fenómenos sociales. Tal vez lo correcto sería, consideraciones más o consideraciones menos, pensar en las ciencias sociales matemáticas. Ya se tiene una sicología matemática y, claro, economía matemática; ¡también existe la politología matemática!, incipiente aún, quizá, pero con interesantes problemas, como el análisis de los modelos de estado, ya descritos, y los muy extendidos de conflicto social. El énfasis sobre las “relaciones” sugiere el empleo de estructuras o redes, mientras que cuando la atención se dirige al “actor” se prefiere los modelos de decisión. Esta intensa actividad, Michael Nicholson diría, “tiene sus críticos, oponentes y detractores”. Pero ya está ahí, y todo indica ya no se irá. La especialidad de sociología matemática es, en la actualidad, parte de las opciones en la mayoría de los departamentos importantes de sociología, con niveles de pregrado y posgrado.

3. Redes sociales Así como la tierra es de quien la trabaja (o debiera), la nominación científica o técnica proviene de quién descubre o inventa. Por eso, desafortunadamente con demasiada frecuencia, el español tiene que adaptarse a las definiciones que provienen de otros idiomas, especialmente del inglés. En éste, la diferencia entre “net” y “network” es muy su-

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til: “Net” es “un entramado de malla abierta torcida, anudada o tejida a intervalos regulares”. “Network” es “un entramado o estructura de cuerdas o alambres que se cruzan a intervalos regulares y están anudados o asegurados en las intersecciones” (Merriam-Webster). Entonces, “network” no tiene el sentido de “red de trabajo” sino de “trabajo de red”, para mantener fijo el entramado. Es claro que no hay el equivalente en español, por lo que, ambos términos deben ser traducidos a “red”, así como “heaven” y “sky”, que significan cosas muy diferentes, concurren en la palabra “cielo”. En sistemas complejos, una red es un modelo reticular donde conjuntos de individuos u organizaciones, y sus interacciones, son simulados mediante estructuras matemáticas para analizar patrones de comportamiento colectivo. Muchas cosas -aún si no lo parece- se mueven en redes. Información, desinformación (o chismes), correos clásicos o electrónicos, bienes usados o nuevos, encomiendas, infecciones, personal, órdenes, innovaciones, actitudes, influencia, dinero… y, claro que sí, mensajes neuronales. Se trata de un campo multidisciplinario con la aplicación, principalmente, de las teorías de grafos y estadística y es aplicable a la identificación de situaciones locales o globales, detectar entidades influyentes y examinar la dinámica relativa. La representación de una red mediante un grafo (nodos o vértices, representando a los actores, unidos por líneas o aristas, que representan las ligaduras sociales) es muy común. Un estudio de este tipo, en su aspecto más general -y necesariamente más vagoinvolucra algún trabajo empírico (recolección de datos) mediante entrevistas, cuestionarios, observación directa, etc., dependiendo del tipo de relaciones en la que el experimentador esté interesado (personales, negocios, académicas, salud y otras). El análisis del grafo inicial consistirá en la búsqueda de elementos centrales: ¿Cuáles miembros de la red son centrales, tienen mayor influencia, y cuáles son periféricos? ¿Qué conexiones son más importantes para el funcionamiento de la red? Y continuando así, hasta que el material cuantitativo permita extraer información útil, determinar los parámetros que afectan el sistema o predecir comportamientos del grupo. Se observa que los lazos débiles son fuente de nueva información y globalmente cohesivos, mientras los lazos fuertes se incrustan en racimos compactos (se los describe, a veces, como homogéneos y homófilos); no se obtiene novedades en un entorno de ligaduras fuertes porque son localmente cohesivas y sólo recirculan la vieja información. Un ejemplo de cálculo que requiere la programación computacional, cuando el tamaño n del conjunto de hace muy grande, es el de una red básica. Matemáticamente, las interacciones de la red estarán representadas por una matriz de adyacencia Aij de dimensión igual al número de vértices y simétrica, donde, en el caso más simple, Aij =1 si los puntos i y j están conectados y Aij = 0 si no lo están. En otros casos, los elementos diferentes de cero pueden tener pesos estadísticos u otro tipo de valores ponderados. Un ejemplo im-

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portante de las operaciones requeridas, es la búsqueda de valores centrales (puntos “importantes” de la red). El “grado de centralidad” es simplemente el número de conexiones que un vértice tiene; en general, los contactos con actores influyentes proporcionan mayor influencia, si se denota la centralidad de un vértice mediante xi, ese efecto se logrará haciendo que xi sea proporcional al promedio de las centralidades xi de los vecinos al vértice i: ∑



siendo λ una constante. Es fácil reconocer en esa expresión la ecuación de autovalores, la misma que aparece en mecánica clásica, cuántica y en otras partes, λx=A·x (escrita en forma vectorial), para el autovector de centralidades x = (x1, x2,…, xn). Un teorema, llamado de Perron-Frobenius, implica que si las centralidades han de ser no negativas, el autovalor λ debe ser el máximo para la matriz A y el autovector x. Hay una variante de este esquema que es empleado con éxito por el motor buscador de Google. Por supuesto, muchas formas pueden sofisticar el análisis e introducir comportamientos aleatorios y de otra naturaleza para simular procesos “complejos” pero más conocidos (P. Hedström, R. Sandell & C. Stern, “Mesolevel Networks and the Diffusion of Social Movements: The Case of the Swedish Social Democratic Party”, American Journal of Sociology, 106 (1), 145 (2000)). Así, el concepto de trayectoria en la red, que es una secuencia de vértices recorridos en sucesión, permite otras medidas de centralidad. La trayectoria más corta (menor número de aristas transitadas) se llama trayectoria geodésica. Si hay más de una geodésica, se puede introducir otra medida de centralidad, la de acercamiento al vértice i, que es la distancia geodésica media. El tratamiento de trayectorias mínimas conduce también a otra interesante idea reticular, el efecto mundillo (small-world). Se encuentra que en la mayoría de las redes la distancia geodésica promedio entre pares de vértices es pequeña comparada con el tamaño de la red entera. En un famoso experimento realizado en 1960 por el sicólogo Stanley Milgram, se pidió a un grupo de participantes entregar un mensaje a un destinatario en algún lugar del país comunicándolo de un conocido a otro. El notable hallazgo consistió en que el mensaje típico pasó por seis personas en su periplo entre los aleatoriamente elegidos fuente y receptor. Este resultado fue inmortalizado en una obra teatral (nominada al premio Pulitzer), presentada en Broadway (1990) por John Guare, cuyo título es también una frase de la cultura popular norteamericana y el resultado del experimento de Milgram: “Six Degrees of Separation”. Y es el título de la película de 1993, dirigida por Fred Schepisi, adaptada de la obra de Guare e inspirada en la vida de David Hampton, un ladrón y estafador que logró convencer a un grupo de

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personas de que él era el hijo del actor Sidney Poitier. El efecto mundillo ha sido confirmado experimentalmente en muchas redes; sociales y otras. Entre los más viejos modelos de red aleatoria, y quizá la más simple, está el grafo aleatorio de Bernoulli, donde se crea aristas con probabilidad p para cierto número n de vértices. Cuando p es pequeña, hay pocas aristas en la red y la mayoría de los vértices están aislados o forman pequeños grupos conectados. Si p es grande, casi todas las aristas están presentes, conectando el número de posibles pares de vértices de la red (combinaciones de n elementos tomados de a 2), conformando un único gran grupo conectado. Se podría suponer que el tamaño de los grupos crecerá suavemente entre los valores extremos de p. No; se halla que, más bien, hay una transición de fase en el valor especial p=1/n, encima del cual se forman grupos conectados gigantes, vértices conectados ocupando una fracción fija de la red, cuyo tamaño varía con n. Para valores menores a ese, existen sólo pequeños grupos de vértices cuyo tamaño es independiente de n. Muchas redes reales muestran ese comportamiento; con grandes componentes interconectadas y fracciones de pequeños conjuntos aislados del resto. Éstas y otras estructuras análogas, con muchas propiedades especiales y efectos interesantes, son útiles también en sicología social, lingüística social, redes literarias, economía, organización, comunicaciones e información, geografía, antropología, criminología, biología, etc. (C. Kadushin, “Understanding Social Networks: Theories, Concepts, and Findings”, Oxford University Press (2012)). El análisis de redes sociales es una rama de impresionante crecimiento y, como se ve, de gran variedad teórica y muchas aplicaciones. Las redes neuronales (redes que admiten “entrenamiento” y “aprendizaje”) se emplean, igualmente, en el aprendizaje colaborativo, computacionalmente apoyado. Se usa para entender cómo los aprendices colaboran en términos de cantidad, frecuencia, longitud, calidad, contenido y estrategias de comunicación. Es, pues, una red social donde se hace énfasis en las conexiones tendidas entre los participantes -cómo interactúan y se comunican- más que en el comportamiento particular de cada uno. Hay una tendencia a llamar “minería de datos” a un conjunto de operaciones (con nombres sugerentes como agregación, búsqueda, exploración, prospección y extracción) que se realiza sobre -generalmente grandes- bases de datos. Hay excelentes herramientas para ese propósito; modelado, muestreo y propagación de redes, análisis de atributos y comportamiento de usuarios, soporte de mantenimiento de recursos comunitarios, compartición y filtrado social, etcétera. En el sector privado, se emplea el análisis de redes sociales para apuntalar actividades como interacción e información a los clientes y consumidores, mercadeo y necesidades en inteligencia de negocios. Parte del sector público

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usa e incluye estrategias de desarrollo en liderazgo y resolución comunitaria de problemas. El análisis de redes sociales es útil, igualmente, en inteligencia, contrainteligencia y actividades de cumplimiento de la ley. Esta técnica permite mapear las posiciones de organizaciones clandestinas o encubiertas, desde cadenas de espionaje o familias criminales organizadas hasta pandillas callejeras. La “The National Security Agency (NSA)” usa programas de vigilancia masiva clandestina para generar los datos necesarios. Se dice que la NSA puede “ver” hasta una profundidad de tres nodos en estudios sobre células terroristas u otras redes consideradas relevantes a la seguridad nacional. Después del mapeo de la red, se ejecuta el análisis tendiente a determinar la estructura, los liderazgos y otros detalles. El propósito final es que los recursos, militares o legales, actúen hacia la eliminación o captura de elementos cruciales y, así, dislocar el funcionamiento reticular. Se sabe que la NSA ha estado practicando análisis de red social en registros detallados de llamadas (telefónicas), conocidos también como metadatos, desde poco después del ataque del 11 de Septiembre (M. K. Sparrow, “The Application of Network Analysis to Criminal Intelligence: An Assessment of the Prospects”, Social Networks, 13, 251 (1991)). Tales aplicaciones son posibles porque corpus textuales enormes pueden ser volcados en redes y tratados con los métodos propios del análisis de redes sociales. La extracción para tales redes se automatiza ahora usando “analizadores sintácticos” (o “partidores”), programas que “leen” texto y lo convierten a datos numéricos. Finalmente, no debería surgir confusión alguna en el hecho de que las “redes sociales” Facebook, Tweeter o Instagram- son, desde luego, auténticos ejemplos de redes sociales.

4. Preferencias sociales Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet, corrientemente conocido sólo como Condorcet (sí, por el tamaño de su nombre), defensor apasionado de los pobres y la libertad, filósofo, matemático y uno de los primeros politólogos, murió en prisión (1785) no sin antes dejar su “Essai Sur L’application de L’analyse à la Probabilité Des Décisions Rendues à la Pluralité Des Voix” (“Ensayo sobre la aplicación del análisis de probabilidad a las decisiones sometidas a la pluralidad de voces”). Relacionado con el voto mayoritario por pares (voto por dos opciones), ese trabajo contiene: El teorema del jurado, demostrando que cada miembro de un jurado tiene un igual e independiente chance, mejor que el azar pero menos que la perfección, de juzgar correctamente una proposición (v.g., la culpabilidad de un acusado); pero la opinión de la mayoría de jueces es, probablemente, más correcta que la de cada juez individual; entonces, la probabilidad de un juicio correcto por mayoría se aproxima a 1 (certeza) conforme el

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tamaño del jurado se incrementa. Y la paradoja de Condorcet, según la cual las preferencias de la mayoría pueden ser irracionales e intransitivas, aún si las preferencias individuales pudieran ser racionales y transitivas. Esto es, si el primer tercio del grupo prefiere a >b>c, el segundo tercio b>c>a y el tercero c>a>b, no existirán mayorías consistentes y no hay opción ganadora en las confrontaciones por pares, porque un tercio elegirá a>b y otro tercio la opción contraria b>a, etc. (la transitividad requeriría que si a>b y b>c, entonces a>c). Las decisiones adoptadas por la mayoría, dependen del sistema de escrutinio y pueden ser incoherentes con las que adoptaría, racionalmente, un individuo. Una larga serie de intentos de resolver -o eludir- la paradoja y de extender los alcances de la idea central conformó la moderna teoría de preferencias sociales con trabajos de importantes investigadores (Jean-Charles de Borda, Lewis Carroll, Amartya Sen, Duncan Black y otros). Así, casi dos siglos después, Kenneth Arrow, galardonado con Premio Nobel de Economía (con John Hicks) en 1972, formuló un famoso teorema cuyo contenido, en términos simples, es: “Si el grupo tiene al menos dos miembros y al menos tres opciones para elegir, entonces no existe una regla de agregación que satisfaga simultáneamente dominio universal, ordenamiento, principio débil de Pareto, independencia de alternativas irrelevantes y no dictadura”. Esto es, para las condiciones dadas, es imposible diseñar una regla de elección tal que: Procese todos los posibles conjuntos de preferencias (dominio universal). Efectúe las modificaciones de orden, garantizando que nunca un individuo pueda dañar una opción societaria al elevar su importancia particular (ordenamiento). La preferencia de un individuo no pueda ser mejorada sin empeorar la de algún otro (principio débil de Pareto). Los temas votados sean claros, netos y precisos (independencia de alternativas irrelevantes). Y, cuya función de agregación contenga preferencias múltiples, no copias múltiples de la preferencia de un solo individuo: que ningún integrante tenga el poder para cambiar las preferencias del grupo (no dictadura). Hay formas equivalentes de enunciar este teorema -a veces llamado “de imposibilidad”y varios modos de probarlo (V. Dardanoni, “A Pedagogical Proof of Arrow's Impossibility Theorem”, Social Choice and Welfare, 18(1), 107 (2001)). ¡Condorcet y Arrow muestran, pues, las complicaciones en la búsqueda de un “óptimo” sistema de votación! La Teoría de Preferencias Sociales es el estudio matemático de los procesos y procedimientos de las decisiones colectivas donde una función de agregación es una relación, una aplicación o una regla en el sentido usual, entre variables individuales de entrada {v1, v2,…, vn} y variables colectivas de salida {u}; una función que asigna, al conjunto {v}, una decisión social ui = f(v1, v2,…,vn). Por supuesto, formulada así, comprende muchas situaciones conocidas (votos, decisiones, juicios, políticas). Estrategias para que un grupo de individuos escoja un resultado ganador desde un conjunto dado de opciones; propiedades de varios sistemas de votación; modos en que un colectivo puede hacer selec-

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ciones o juicios coherentes sobre la base de las preferencias o juicios individuales de sus miembros; calificación de sistemas diferentes de bienestar social; etcétera. Cuestiones que requieren no únicamente de la observación, sino del montaje de modelos y el establecimiento de teoremas. Es una especial aplicación de la lógica formal y teoría de probabilidades. La necesidad de agregar preferencias, aparte de los procesos de votación (mecanismos de extracción de decisiones resultantes a partir de una multitud de preferencias de los votantes), ocurre en muchas disciplinas: economía, mercadotecnia, teoría decisional, ciencia política, filosofía y aun biología. La teoría tiene aplicaciones también en las áreas de diseño institucional, economía de bienestar y epistemología social, implicando -además- el empleo de computación y otros métodos matemáticos (C. Boutilier et al., “Optimal Social Choice Functions: A Utilitarian View”, Artificial Intelligence, 227, 190 (2015)). Existen más aplicaciones que combinan lógica y probabilidades en el tratamiento de modelos sociológicos. Es posible demostrar que la lógica difusa y el cálculo de probabilidades están estrechamente conectados (V. M. Peñafiel, “Medias verdades (La lógica de la lógica difusa)”. Rev. Bol. Fis. 5, 9 (1999)); muy naturalmente, entonces, se espera que entre las aplicaciones de la lógica difusa (la que, a diferencia de la lógica formal clásica, no sólo admite 0 y 1 como valores de verdad, sino también todos los valores reales intermedios) esté la investigación social cuantitativa con el tratamiento de la diversidad y complejidad como conjuntos sociales difusos; una herramienta interpretativa combinando teoría, evidencia empírica y lógica en una sola estrategia de análisis. Montajes técnicos donde encuestas, procesamiento de datos, confiabilidad y formulaciones lingüísticas confluyen hacia la lógica difusa; la especificación de variables y grados de pertenencia es teórica, pero empíricamente originada. El reino de lo social es inherentemente vago y por eso el razonamiento difuso es necesario. La teoría de la modernización (la explicación del proceso de evolución social), por ejemplo, podría beneficiarse a la larga. Hoy ya parece inimaginable hacer investigación macrosociológica comparativa sin lógica difusa (L. L. Pipino, J. P. van Gigh, “Potential Impact of Fuzzy Sets on the Social Sciences”, Cybernetics and Systems, 12, 21 (1981)).

5. La estadística La vida del ser humano está irremediablemente regida por el azar; la literatura antigua y moderna está repleta de referencias a esa realidad y el lenguaje contiene muchos términos relacionados (azar, casualidad, conjetura, aleatoriedad, estocasticidad; el hado, el destino, la suerte, la fortuna, etc.). La intuición de su naturaleza es tan antigua como la de lugar, que conduce a la geometría, o la de tiempo, que es la base de la aritmética (por

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su relación con el conteo); a pesar de ello, el tratamiento matemático moderno del azar es relativamente tardío (Kolmogorov, 1931) y se conoce como teoría de probabilidades. La probabilidad es una medida de la aleatoriedad de un “evento” y corre desde cero (imposibilidad) hasta uno (certeza) este intervalo se suele escribir [0,1]. Una “distribución de probabilidad” asigna un valor de ese intervalo a cada evento del “espacio muestral” (conjunto de eventos característicos de un “experimento aleatorio”). Así, el espacio muestral para el lanzamiento de un dado es {1, 2, 3, 4, 5, 6}; si se supone que todos esos valores son igualmente probables (dado perfecto) la respectiva distribución probabilística es {(1, 1/6),( 2, 1/6),( 3, 1/6),( 4, 1/6),( 5, 1/6),( 6, 1/6)} (las seis probabilidades deben sumar siempre uno). Ahora, todo acontecimiento donde interviene el azar puede ser tratado como un experimento aleatorio: el lanzamiento de una moneda, el giro de la ruleta, los procedimientos de medición de magnitudes físicas, el decaimiento radiactivo, un proceso de votación, etc. En la práctica, el asignar probabilidades no es tarea sencilla. Los dados pueden no ser perfectamente simétricos, las condiciones nucleares varían de una sustancia a otra, los instrumentos de medición pueden ser afectados por condiciones externas y así siguiendo. ¿La solución? Proceder experimentalmente construyendo “distribuciones de frecuencias” donde una frecuencia se obtiene repitiendo el experimento N veces y contando las veces, n, que el evento de interés se muestra y dividiendo ambas cantidades; entonces, frecuencia f = n/N. Un gráfico de frecuencias se suele llamar “histograma” y es el tipo de figuras que usan los científicos, economistas y otros profesionales para ilustrar “procesos estocásticos” (procesos donde existe una “ley” pero ella está afectada por una componente aleatoria). Un evento probable que ya ha acaecido es un “dato”. Por esto, los resultados finales de las encuestas conforman las “bases de datos” sobre las cuales se aplican las técnicas de análisis. El tratamiento de las distribuciones de frecuencia con leyes de la teoría de probabilidades se conoce como “estadística” y ha crecido hasta convertirse en una completa especialidad, aplicable -en principio- a todas las ramas del conocimiento. La estadística es la matemática de la inferencia, podría decirse. Un interesante teorema (“ley”de los grandes números) garantiza que si se repite el experimento infinitas veces, entonces la distribución de frecuencias coincidirá con la correspondiente distribución teórica de probabilidades. Con esa confianza el profesional en estadística echa mano de una rama importante conocida como “teoría de muestreo”. La teoría de muestreo se usa en metrología para determinar el valor central de una magnitud física y el error asociado al procedimiento de medición. Ésta misma teoría, sólo que con errores más grandes, se usa para probar la efectividad de los medicamentos

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mediante pruebas aleatorias controladas y, como ya es bastante conocido en Bolivia, para procesar encuestas electorales. ¿Cómo? Pues aprovechando de otra característica de los experimentos aleatorios: que, si dos tienen la misma distribución probabilística, entonces uno puede ser “simulado” por el otro; así, los grupos de resultados de una perinola hexagonal serán estadísticamente indistinguibles de los de un dado. Entonces, los resultados de un proceso electoral pudieran ser simulados como sigue: supóngase una urna con bolas de diferentes colores, como R, A, V (representando a tres candidatos, digamos rojo, azul y verde); blancas o neutras (B) e inválidas (I, negras). Si se extrae de la urna, al azar, N bolas (restituyéndolas una vez observadas), la teoría predice que el número de bolas de cada color en tal “muestra” será proporcional al contenido respectivo en el total de la urna. Entonces el recuento sobre la muestra proporcionará los “valores muéstrales” n(R), n(A) , n(V), n(B), n(I) y, para que la simulación sea más aproximada, los posibles y probables valores “verdaderos” descontando el número de bolas de color I (inválidos), en porcentaje, son

etcétera. El error en la estimación de las cantidades reales dependerá, por supuesto y por la ley de los grandes números, del tamaño de la muestra, siendo más pequeño para muestras más grandes. En la teoría se prueba que, si la “población” (el número total de bolas en la urna) es muy grande y si el muestreo se hace con reemplazo (como en este caso), el error de muestreo es, simplemente,

√ donde 𝞂 es la desviación típica de la población. Como este parámetro es usualmente desconocido, se usa una estimación mediante “intervalos de confianza” (otra técnica probabilística). Con un intervalo de confianza del 95%, el “margen de error” del experimento de la urna quedará, finalmente,

√ El número 1.96 se conoce como valor crítico para el nivel de confianza usado y se obtiene de tablas especializadas.

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Por supuesto, el experimento de la urna es sólo una aproximación muy ideal a una encuesta verdadera sobre intención de voto. En este último caso, la obtención de la muestra puede estar fácilmente viciada por fallas en los recolectores de datos, por insinceridad de los encuestados y aún por un efecto crucial en mecánica cuántica: que el intento de observación altere al sistema (las preguntas de la encuesta pueden cambiar las intenciones del potencial votante). Además, una encuesta verdadera puede ser vista como una superposición de experimentos ideales, con poblaciones aproximadamente homogéneas como de igual género, de recursos financieros parecidos; poblaciones urbana y rural, etc. Sin embargo, las empresas encuestadoras emplean la fórmula citada para determinar su propio margen de error, en cuyo caso las estimaciones del error y del resto de parámetros devienen apenas groseramente estimados y no es extraño que, a veces, acaben inválidos por completo. La expresión para E sirve también para saber que si una empresa dice “El margen de error es del 5%, los resultados son representativos a nivel departamental y la muestra total es de 10000 personas”, con seguridad está maquillando sus datos porque el tamaño de la muestra, para un error del 5% (E en porcentaje se obtiene multiplicando por cien el valor de la fórmula dada) es, apenas, (

)

(redondeado al entero más próximo). El margen de error para un tamaño de muestra de 10000, por otra parte, es E = (0.98/100)x100 ≈ 1%. Obviamente, la calidad de las predicciones de una empresa depende de la sofisticación con que obtiene los datos y del tamaño de sus muestras, esto es, del costo monetario de esos procedimientos. Es interesante el comprobar que gran parte de los ejercicios de mercadotecnia -en particular, los de la política- están basados sobre la fórmula para el margen de error atribuible al caso idealizado que se acaba de discutir. Las campañas comerciales, artísticas y electorales tienen estrategias muy parecidas cuyo respaldo cuantitativo proviene de sondeos emparentados con el experimento de la urna. La efectividad de tales sondeos, según la experiencia acumulada, es apreciable principalmente en los casos en que las empresas trabajan con muestras grandes cuidadosamente obtenidas, es decir, como es obvio, cuando la inversión financiera es alta. Son tales campañas caras las que suelen imponer productos en el mercado, determinar el éxito de un artista o encaminar promisorias postulaciones electorales. De todos modos, la actividad de efectuar sondeos y encuestas resulta un excelente negocio por el hecho de que el margen de error sólo depende del tamaño de la muestra y no de la población. Así, para una población de -digamos- diez millones, las muestras no superan los diez mil individuos, en general. Pero, como se verá en la siguiente sección,

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hay ejemplos aún más dramáticos. Existen otras situaciones donde la estimación probabilística es útil; así, si en una elección cualquiera, cuando la población supera las 30 personas (una “muestra pequeña” es siempre ≤ 30), se tiene 100% de votos a favor de un candidato y alguien denuncia que hubo fraude, estará -casi seguramente- en lo cierto. Bien. Una vez acabada la elección, el siguiente problema que requiere matemática -no complicada, claro- es el de distribuir los escaños de las cámaras (no importa el nombre que tengan) entre los candidatos, partidos o frentes participantes. Para un apolítico ingenuo, la solución será asignar los puestos en la misma proporción o porcentaje obtenido en la elección; así, si V es el número total de votos válidos (excluyendo únicamente los nulos), E el total de escaños disponibles y V(C) es la cantidad de votos del candidato C, éste recibirá E(C) = E[V(C)/V] escaños. El político aparecerá ahora para decir: “¿y las fracciones? ¡Jamás renunciaré a los votos con los que esa fracción de pueblo me favoreció!”. Bueno, si los escaños y fracciones del blanco se reparten de a una unidad empezando con el candidato menos votado, el tratamiento de las fracciones quedaría completo usando las elementales reglas del redondeo. Entonces, la fracción V(R)/V tendrá que ser aproximada al número más cercano con un sólo decimal y E(R) al entero más cercano en el entendido de que, cuando el decimal es exactamente cinco, el redondeo se hace al par más cercano. La tabla adjunta ilustra el procedimiento con V = 10000 [votos] y E = 20 [escaños]: Candidatos V(C) Rojo 5680 Azul 2797 Verde 1170 Blanco 353 Total 10000

V(C)/V 0.568 0.280 0.117 0.035 1.0

E[V(C)/V] 11.4 5.6 2.3 0.7 20.0

E(C) 11 6 3 0 20

Se advierte el uso del número total de votos válidos (¡incluyendo a los blancos!) para calcular los porcentajes. Los políticos de los frentes Azul y Verde (beneficiado, en la tabla, con la fracción del voto blanco) estarán seguramente de acuerdo con el reparto; pero los del Rojo objetarán la pérdida de su fracción arguyendo, sin duda, que la parte del voto blanco debiera beneficiar al frente ganador. Y, ciertamente, el que los ganadores terminan saliéndose siempre con la suya se muestra también en el desarrollo histórico de este pequeño problema. La Constitución Política boliviana estipula, en varios lugares, frases como ésta: “La asignación de los escaños de Senadores en cada departamento se hará mediante el sistema proporcional, de acuerdo a la Ley” y la correspondiente Ley del Régimen Electoral especifica:

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“…se aplicará el sistema proporcional de la siguiente manera: Los votos acumulativos obtenidos en cada Departamento, para Presidente o Presidenta, por las organizaciones políticas, se dividirán sucesivamente entre los divisores naturales: 1, 2, 3 y 4, en forma correlativa, continua y obligada. Los cocientes obtenidos se ordenan de mayor a menor para establecer el número de Senadores que correspondan a cada organización política en cada Departamento.” Al igual que en muchos países, esta legislación entiende por “sistema proporcional”, el reparto mediante la aplicación de las mayores fracciones (votos/escaño). Este procedimiento, conocido como método D'Hondt (con un antecedente llamado método Jefferson) consiste en construir una matriz V(i)/j = (Votos del i-ésimo candidato/número j del escaño) y elegir las E fracciones más grandes. Con el ejemplo anterior, se tendrá, despreciando los cocientes más bajos, Candidato

j=1

j=2

j=3

j=4

j=5

j=6

j=7

j=8

j=9

j=10

j=11

j=12

Rojo

56801

28402

1893.34

14205

11368

946.79

811.411

71012

631.114

56816

516.418

473.319

Azul

27973

1398.56

932.310

699.313

559.417

466.220

399.6

349.6

310.8

279.7

254.3

233.1

Verde

11707

58515

390

292.5

234

195

167.1

146.3

130

117

106.4

97.5

Esta matriz muestra las 20 mayores razones (Votos/escaño) en orden descendente como indican los superíndices. De este modo, el partido Rojo obtiene 12 asientos, el Azul 6 y el Verde 2. La comparación con la distribución “ideal” de la tabla anterior pone de manifiesto que el método D’Hondt tiende a favorecer a los candidatos más votados y, probablemente, es ése, precisamente, el motivo de su permanencia histórica y de su adopción (con variantes) en muchos países. Así, en la elección Húngara de 2002 la coalición “Partido Cívico–Foro Democrático” obtuvo el 48.7% de los asientos con sólo el 41.07% de los votos; en la Italiana (diputados) en 2001, el grupo Ulivoa ganó el 39.2% de escaños con el 35.0% de los votos; Japón 2003, en elecciones mixtas, el LDP tuvo 56.0% y 38.3% de escaños con apenas 43.8% y 35.0% de votos, respectivamente; en las elecciones del 2003 para el Knesset israelita, el Likud, con una votación de 29.4% se adjudicó 31.7% puestos; en 2004 la elección española (diputados) otorgó el 46.8% de los asientos al PSOE con sólo el 43.2% de los votos; análogamente, en Chile, la elección de 2001 (diputados) resultó en 47.9% de votos para “Concertación” la cual, no obstante, ocupó el 51.7% de los escaños. El fenómeno es, pues, bastante universal. ¿Es Bolivia la excepción? Claro que no. La elección general de 2014 concluyó otorgando el 61.4% de la votación al MAS el cual, sin embargo, se hizo con el 67.7% de diputados y el 69.4% de senadores. Amén de que el Tribunal Supremo Electoral tiende a confundir los votos “blancos” con los “nulos” al extremo de que, en las ya mentadas “Elecciones Judiciales”, se despojó al voto blanco de su valor electoral tratándolo idénticamente al voto nulo (¿ignorancia, incompetencia o cálculo político?; tal vez todo eso junto).

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6. El valor de los nulos Si alguien colecciona anécdotas sufragistas, una pieza de valor podría ser las elecciones generales españolas de 2011 cuando más de 300000 ciudadanos votaron blanco y cerca del mismo número depositaron voto nulo. Alrededor de 100000 españoles votaron por “Escaños en Blanco”, un partido “protesta” creado en 2004. Esas cifras son más altas que las estimadas de los participantes en las históricamente mayores manifestaciones de protesta que ese año ocurrieron en España, y mucho se ha escrito sobre esas marcas. Entonces, ¿qué podría ser dicho sobre las mencionadas elecciones judiciales bolivianas? El gobierno del MAS-IPSP sufrió la derrota de su idea en 2011 (42,34% de votos válidos contra 15,07% de blancos y ¡42,60% de nulos!); finalmente, hasta sus agentes tuvieron que reconocer la malísima calidad de la justicia, después de escabrosos incidentes. Las personas normales, en uso de su capacidad de aprendizaje, hubieran sacado las obvias conclusiones. ¡No las del MAS-IPSP! Luego de repetir tercamente todo el rosario de errores ante la atónita mirada de los ciudadanos mejor intencionados, y -claro- la impotencia de la oposición parlamentaria, las cifras en 2017 (votos válidos 35.02%, blancos 13.63%, nulos 51.35%) repiten el triunfo histórico del voto nulo, esta vez por mayoría absoluta. La parte política de estos resultados apunta, por supuesto, a un voto protesta, parecido al de los españoles indignados (esta elección coincidió con la habilitación del presidente para una reelección anticonstitucional, la cual será analizada en el capítulo v). Los discursos oficialistas sobre este tema no dejan lugar sino para una “amoraleja”; es imposible evadir calificativos válidos e idénticos a, o emparentados con, “deshonestidad” y “sinvergüenzura”. ¿Hay alguna moraleja técnica? Sí; el sufragio, para elegir “jueces y magistrados” es verdaderamente una estupidez. Es como llamar a elecciones para designar a los ingenieros que operarán una planta nuclear, impidiendo que los candidatos se propangandicen y dejando que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) (y algunos comedidos medios de comunicación) haga lo que pueda para hacer conocer sus “perfiles profesionales”. Naturalmente, se estará preparando algo parecido, o peor, que el accidente de Chernóbil. La selección de los candidatos ha merecido una referencia al comienzo (ii, 1) de este capítulo; pero aún si la selección inicial pudiera ser excelente -y precisamente en ese caso- ¿por qué una elección a ciegas? ¡Caramba! ¿Cómo es que uno jamás llega a enterarse quién es el autor de estas “brillantes” ocurrencias? Porque la cantidad de detalles involucrados en este costoso ejercicio, definitivamente reavivará el desprecio por la “clase” política. Los miembros del TSE (alguno con doctorado) no se percatan, o no lo declaran públicamente como debieran (o son -según varios indicios- parte del proceso de cambio, y ya), que una elección a ciegas es por com-

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pleto equivalente a un simple sorteo aleatorio: se usa los votos de los electores desinformados como si fueran lanzamientos de monedas, dados o perinolas; entonces, las invocaciones a “la participación ciudadana” quedan objetivamente reducidas al más deshonesto de los engaños. Lo correcto es convocar a una elección cuando hay, al menos, la razonable seguridad de que los electores tienen la posibilidad de acceder a información útil y pertinente acerca de los candidatos, hasta el punto de ser capaces de optar conscientemente por uno de ellos (para eso se inventaron las -ya mañosas- campañas electorales). Si no es así, quizá un sorteo mediante extracción de bolos o algún programa computacional, digamos, sería preferible por ser nada burocrático, enormemente más barato, rápido y más, mucho más honesto. A la incompetencia técnica hay que añadir -cómo no- los más primitivos intereses políticos. Hubo algún candidato con 15 diplomados, 2 maestrías y un doctorado en curso (mostrando una total falta de seriedad con su formación profesional) y, sin embargo, cuya experiencia laboral era sólo una serie de asesorías en dependencias gubernamentales o de organizaciones asociadas al partido oficialista. Al final, 58% de los electos resultaron ser exfuncionarios gubernamentales, en condiciones curriculares más o menos parecidas. Imposible evadir las obvias conclusiones: la ingenua, de que todo el proceso no fue sino una manera tonta, equivocada y costosa de elegir jueces y magistrados; o la realista, de que fue otro miserable, costoso y fallido intento de engaño. Si el propósito era de garantizar afinidad al gobierno (que, conociendo a los políticos, es el menos descartable), tampoco era la manera más eficiente o -¿quién sabe?- quizá sólo se trataba de satisfacer el morboso placer de timar sin motivo.

7. El mercado electoral El diseño de proyectos propagandísticos para la venta de productos o servicios es una parte importante de la mercadotecnia. Y es, justamente, la parte que sirve también a la promoción de cantantes de música popular y, por supuesto, la difusión de las campañas políticas. Precisamente uno de los pocos instrumentos matemáticos aplicables a la investigación sociológica, la estadística, es el que permite explicar -con los detalles ya expuestos- los éxitos y fracasos electorales. Actualmente, lo que cualquier político necesita para un desempeño aceptable, y más para ganar una elección, se denomina “exposición mediática”. Es una actividad que usa todos, absolutamente todos, los medios y estrategias de comunicación: Caminatas genuinas y simuladas que pretenden mostrar -sí, mediáticamente- el entusiasmo de los votantes por el candidato. Conferencias de prensa; con invitación a periodistas para manifestar “declaraciones importantes” que persiguen, principalmente, cobertura en los

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medios. Entrevistas (algunas preparadas como “exclusivas”); con preferencia cerca del día de la elección, casi como publicidad gratuita. Propaganda impresa y televisiva; la más cara, la más parecida a las campañas de venta de productos (pero sin el control autorizado sobre si lo que se dice es engañoso o directamente falso). Cobertura amigable; para políticos con conexiones en los medios, apariciones en programas radiales, televisivos o artículos de revistas, donde estará a salvo de preguntas maliciosas sobre sus planes de gobierno y, más bien, tendrá una feliz oportunidad para mostrar su lado humano, sus logros, sus aspiraciones, sus pasatiempos y su vida familiar (ahí es donde -en la actualidad- los medios del oficialismo y los medios oficialistas muestran su utilidad). Redes sociales; la versión moderna y amplificada de la propaganda “mural” callejera (que todavía se practica -asistemáticamente- en países poco organizados o regulados como Bolivia) para complementar o, aún, reemplazar a la prensa escrita y radiada, permite tener información sobre el número de seguidores y supone (para el político) un espacio discursivo absolutamente carente de filtros en su contenido ni restricción de tiempo. Finalmente, los debates cuidadosamente programados (o esquivados); dirigidos, en principio, a los potenciales seguidores mejor informados y, eventualmente, a los más influyentes. Además, la manipulación mediática siempre está disponible para la gente que busca el poder. Todo es posible cuando el proceso es cuantificable mediante encuestas parciales, las cuales permitirán calificar la efectividad de toda una estrategia electoral, exactamente la técnica que se aplica en cualquier campaña comercial. Entonces, el principal y más importante objetivo de la exposición mediática es, claramente, el que el sujeto de la campaña sea conocido y reconocido por la mayor cantidad posible de personas. Por eso, los personajes que ya son razonablemente mediáticos; periodistas, cantantes, presentadores, actores, etc., son buenos candidatos a candidatos. ¿Cuánto tiempo de espacio televisivo es necesario para “colocar” un producto (o servicio) en el mercado? ¿Cuánta exposición mediática se requiere para “lanzar” un nuevo tema musical o una nueva banda de rock? o, lo que nos concierne aquí, ¿Cuánta y qué clase de propaganda será efectiva para hacer más probable la victoria de un candidato? Interesantes preguntas para un mercadotécnico acucioso. Para el analista social, hay otras cuestiones de muy profunda significación. Ciertamente, es objeto de observación común el que debe existir un valor umbral más allá del cual el producto (Coca-Cola), el grupo musical (Maná) o el candidato (Evo Morales) pueden ser considerados “conocidos” en el sentido estadístico. La práctica profesional determina, a la larga, ese valor en casos específicos; fenomenológicamente, en el caso de productos o “estrellas” artísticas, es claro que la propaganda permanente y recompuesta es necesaria para mantener la aceptación del público. El caso de los políticos es algo diferente; según la observación lo muestra, existe un “desgaste” (“hasta la belleza cansa”, dice una canción) que afecta en

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mayor o menor grado tanto a la administración gubernamental cuanto a los individuos que la encabezan. Pero ¿qué ocurre si la “exposición mediática” excede considerablemente el valor umbral? Esto no se da en mercadotecnia comercial, obviamente, porque ahí la optimización de los recursos es muy importante. En política, por el contrario, el despilfarro de recursos es muy común, así como la ambición prorroguista y la tendencia de recurrir a elecciones fraudulentas; la existencia del efecto desgaste -ya mencionado- se desprende justamente de las prácticas mercadotécnicas, ¡y otras!, que apuntan a contrarrestarlo. Tal es el caso en algunos de los más largos mandatos presidenciales conocidos: En Argelia, Abdelaziz Buteflika (electo en 1999 con el 60,2%) lleva tres reelecciones, con insultantes 85%, 90.2%, 81.5% respectivamente. En Zimbabue, Robert Mugabe, Primer Ministro desde 1982, logró lo que otros políticos sólo se atreven a soñar: que su parlamento reformara la constitución a su medida, declarándolo “Presidente Ejecutivo” con poderes absolutos y la posibilidad de reelegirse indefinidamente; así lo hizo en cinco oportunidades, con 80%, 92,8%, 56.2%, 85.5% y 61.1% respectivamente, pero con verdaderos escándalos de fraude, coacción y matonaje; fue derrocado en 2017. En la República de Uganda, Yoweri Museveni, electo en 1996 con el 75.5% de los votos, se reeligió cuatro veces con votaciones sucesivas del 69%, 59.5%, 68.38% y 60.62%. Tales cifras, que en un ambiente de elecciones “libres y limpias” podrían ser interpretadas como modelos de estabilidad, sólo muestran la insuficiencia de costosas campañas electorales para mantener la popularidad de un político con imagen menguante. El estudio de la sobreexposición mediática sería interesante con experiencias más parecidas a la del caso alemán: dentro de un sistema electoral complicado pero justo, Helmut Kohl fue canciller desde 1982, reelecto en cuatro ocasiones con el 48.8%, 44.2%, 44.3 y ¡el 35.1%! (renunció decentemente un año después de ésta última en 1999); no obstante su papel en la impactante reunificación de ese país, experimentó, pues, un desgaste político más que evidente. La idea en consideración es la de que, en política, aún en condiciones regulares, la sobreexposición mediática puede perder su efecto útil; dependiendo de otra eventualidad, puede resultar inconveniente y hasta dañina (cual el caso “Goni”).

8. Los rateos Bueno, ¿cuál el elemento que cohesiona las piezas? Aquí, en un interesante fenómeno: el de la influencia de la televisión sobre la gente que puede ser medida o estimada también mediante la estadística. En Estados Unidos, el procedimiento para establecer lo que se suele denominar “ratings” (rateos) de televisión es el de “estadísticas de Nielsen” que consiste en seleccionar

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aleatoriamente un conjunto de unos miles de entre los aproximadamente cien millones de hogares y, con su aquiescencia, instalar un medidor, una “caja negra” -que es, básicamente, una computadora y módem- en cada aparato televisor. De este modo se obtendrá, en el computador central de la compañía, el registro “muestral” de qué canales se sintoniza, a qué hora y por cuánto tiempo. Ciertas adaptaciones (más bien manuales) de este método se aplican también, por supuesto, en otros países incluyendo a Bolivia. Cada espacio televisivo tendrá un precio por segundo dependiendo del rateo (horarios con mayor audiencia). Usualmente las propagandas comerciales permanecen mientras el volumen de ventas aumenta monótonamente; cuando éste se estabiliza, los comerciales se abrevian ofreciendo el mismo mensaje con menos detalles en menor tiempo y, cuando el volumen de ventas disminuye, la propaganda comercial es reemplazada. Como el efecto propagandístico y el volumen de ventas son variables independientes aunque -según se vio- relacionadas, se tiene el ejemplo de una incipiente pero clara “ley social”. No muy diferente de, digamos, la relación estadística entre el fumar tabaco y el cáncer de pulmón (aun sabiendo que la sustancia cancerígena ha sido ya aislada). Ésta es la pequeña ley que rige en el movimiento de los miles y millones de dólares que corren en el negocio de los medios audiovisuales y que es, también, la base de esos otros negocios tan dependientes de las técnicas de mercadeo.

9. Los intermedios “Medio” es cualquier objeto útil para cierto propósito. Como los medios de transporte, que son todas las cosas que sirven para llevar carga o pasajeros desde un punto inicial hasta otro final y los medios de comunicación, que llevan mensajes de una fuente a un receptor. Actualmente, cada medio de comunicación, con sus características, es empleado para los fines ya descritos: las propagandas comercial, religiosa y política. No importa cómo sea presentada, la programación interna está diseñada para atraer y mantener audiencia, la cual es la que valoriza los espacios propagandísticos vendidos a los clientes anunciadores. Actualmente, también las redes sociales están sostenidas por los anuncios comerciales (y de los otros) sobre la importante base de número de usuarios. ¿No es interesante que, en la mitología griega, Hermes (Ἑρμῆς) fuera el patrono de los heraldos, pero también el de los embusteros y ladrones? Su adaptación romana, Mercurio, era además- dios del comercio (por influencia etrusca). Bien. Se ha visto que los rateos que se aplican a las televisoras no son un particular ejemplo de gran precisión, principalmente porque el enorme potencial propagandístico de ese medio está fuera de discusión y no exige inversiones estériles. Similares técnicas a los rateos descritos antes para televisión, hay algo llamado “tarjeta tarifaria (rate card)”

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para medios escritos donde se especifican los precios por anuncio (entre otras cosas), pero en la práctica se recurre también a la negociación directa para fijar precios por debajo de los especificados en la tarjeta, de modo que la estabilidad del precio está, en la práctica, directamente amarrado a la oferta y demanda para una audiencia específica. Lo cierto es que el negocio de la publicidad es notoriamente bueno y variado. Hoy, a diferencia de los tradicionales, los medios sociales permiten la posibilidad de comunicación entre el ofertante y sus clientes (formato de doble vía), hacer seguimiento de largo plazo y la capacidad de promover rápidamente nuevos productos y servicios. La comparación de precios entre los medios impresos, la radio, la televisión (los tradicionales) y la interred (mercadeo con contenido y con motor de búsqueda), se da sobre la base, por ejemplo, del costo por mil (CPM) como unidad métrica, esto es, el CPM mide la cantidad de dinero invertido para alcanzar a mil personas. El objetivo de cualquier publicidad es, entonces, alcanzar al mayor número de personas significativas con el menor costo, según las posibilidades. Las comparaciones cuantitativas -en CPMs- resultantes de diversos estudios (v.g., A. Fou, “Cross Channel Media Costs Comparison CPM Basis”, Business, News & Politics (2014)), muestran que los medios sociales son los más baratos (menos de 3 $, contra ≈55 de la correspondencia directa, ≈30 de la televisión, ≈18 de revistas y periódicos, ≈12 de la radio y ≈6 de los carteles). Además, claro, en éstos se puede incorporar también elementos no tradicionales en las campañas publicitarias, imágenes, vídeos comerciales, animaciones, etc. Como ya se dijo, los medios sociales son más parecidos a un periódico mural o un sofisticado cartel, uno que permite la comunicación directa entre usuarios, responder a preguntas y realimentar información. En Bolivia, no se estila la correspondencia directa (el correo siempre fue defectuoso; actualmente, ya quebrado, apenas languidece). La propaganda más costosa es, por tanto, la televisión y es ahí donde los más extraños eventos tuvieron lugar a partir del año 2005. Entre las primeras imposiciones sobre las televisoras fue la obligatoriedad de transmitir los mensajes presidenciales, medida que aún continúa vigente, ya con carácter de ley. “La ATT recuerda a los operadores de señales de audio y video (radios y televisión abierta) y de distribución de señales de audio y video, que en el marco del artículo 12 (mensajes presidenciales) de la Ley General de Comunicaciones, se encuentran en la obligación de realizar la transmisión en cadena y en su totalidad, del mensaje oficial del presidente” (ATT Bolivia, 19/01/2018), copia en su tiempo y herencia ahora, de la obligatoriedad de transmitir las alocuciones presidenciales por radio y televisión en Venezuela y criticada como “censura continuada” por los representantes del periodismo. Como es usual, de paso, hay un error en el artículo legal citado, que no es el 12, sino el 112: “(MENSAJES PRESIDENCIALES OFICIALES). Los operadores de radiodifusión de señales de audio y video (radio y televisión abierta) y distribución de

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señales de audio y video, están obligados a realizar dos transmisiones en cadena al año, sin pago alguno, de los mensajes oficiales de la Presidenta o Presidente del Estado Plurinacional dirigidos a todas las personas del país.” Este legalizado abuso financiero -es obvio- llega no solamente a las transmisoras, que deben destinar espacios gratuitos, de duración arbitraria y al margen de sus impuestos de ley, en favor de los ya sobrefavorecidos “presidenta o presidente”; llega también -como coerción- a “todas las personas del país” quienes estarán condenadas a oír, con gusto o sin él, las horas que requiera el mensaje (Hugo Chávez batió la marca de discursos presidenciales con uno de casi diez horas y un “discurso corto” de Evo Morales duró dos horas; antes del accidentado, de apenas media hora, en agosto de 2018). Como siempre, la población más pertrechada, estando en el derecho humano de no interesarse en tales emisiones y de resistirse a los atropellos, encontrará los medios para evadir el aburrimiento o la tortura, usará “el cable” o pondrá música ambiental. Particularmente en estos tiempos de cambio, es muy difícil acercarse al ambiente de los medios sin encontrar de frente a la irracionalidad en persona. Un interesante estudio hecho en la Carrera de Comunicaciones de la UMSA, con un cuidadoso recuento de la publicidad gubernamental en número de páginas, encuentra que el periódico “La Razón” contiene 17.3% de esas páginas cada domingo, el oficialista “Cambio” llega a 7.1, contrastando con el antipático “Página Siete”, con sólo 0.2 (¡ni media página!). La Fundación UNIR tiene un sondeo de preferencias sobre periódicos impresos, ahí aparece “El Deber” con 30%; los antes citados, “La Razón” 12%, “Cambio” 1% y “Página Siete” 9% (con NS/NR 16%); ¿cómo es que “La Razón” y “Página Siete”, con preferencias comparables, tienen tan dispar contratación? Cualquier otra consulta conducirá a la misma conclusión: el MAS tiene una política comunicacional abiertamente prebendal, de premios y castigos, de presiones financieras muy emparentadas con algún tipo de extorsión (si me apoyas, te apoyo), practicada con dinero público. No se trata de mera opinión; eso es lo que los estudios muestran (numéricamente). Pero hay más sobre las cifras políticas. Una explicación, muy del estilo oficialista, sobre las anteriores es la de A. García: “Nos van a decir: ‘oiga Presidente, ¿por qué no se da a este medio publicidad?’. Lo decimos abiertamente que hay medios que mienten, hay medios que no informan, sino que hacen política partidaria y por eso como Gobierno no vamos a dar recursos porque son para partidos, políticos y encima mienten y siempre lo hemos confrontado” (Página Siete, agosto de 2015). Es inútil y ocioso, por supuesto, preguntar quién decide si un medio miente, insulta, difama o desprestigia, porque no se trata de una declaración racional; es más bien una de esas expresiones vacías que usan los políticos, como tinta de pulpos, para escabullirse de los periodistas. He aquí la versión más moderna, en el otro tipo de mensajes presidenciales, los por “Twitter”: “Medios (de comunicación) que no reciben publicidad del Estado son los que

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mienten, insultan, difaman y desprestigian autoridades. ¿Serán prebendales?” (4/05/2017). Extraña pregunta, dado el contexto; la obvia respuesta es “No, los prebendales son los que ‘no mienten, difaman ni desprestigian’ pues reciben publicidad”. También con mucho malestar se presenció cómo el teórico “Reglamento para la Difusión de Propaganda Electoral” fue groseramente transgredido, ante las inútiles denuncias de los partidos opositores y el asombro de observadores menos advertidos. Aún fuera de los períodos electorales, se diría casi rutinariamente, la inversión en propaganda gubernamental televisiva es muy alta (hay seguimientos que la calculan en más de 4 millones de dólares mensuales). Se podría, maliciosamente, suponer que un gobierno así invertiría esos enormes montos en publicidad efectiva, esto es, en los medios con mejor rateo. Pues, ¡sorpresa!, sin ir a demasiadas refinaciones, la comparación del promedio de estimaciones de audiencia y el gasto gubernamental aproximado en publicidad (en el eje central del país y en porcentajes): Audiencia % Unitel 36 Red Uno 21 ATB 13 PAT 8 Bolivisión 6 Bolivia TV 5

Gasto % 7 8 33 15 14 12

es suficiente para corroborar y explicar el comportamiento de esos medios respecto del poder, y que no es difícil de percibir también “a simple vista”. Así, quejas y denuncias sobre este asunto ya se hicieron antes, claro, sin conmover a los desinteresados mandatarios detectores de mentiras y, por ende, sin que las cosas se movieran hacia la racionalidad: “Unidad Demócrata reveló un estudio en el que tres redes de televisión, ATB, PAT y BTV, tienen el 55% de toda la publicidad estatal, lo que representa 60 millones de dólares, pese a que estos medios concentran solo el 10% de audiencia según un estudio de medición…” “…Los dos primeros canales (ATB y PAT) han sido considerados como ‘paraestatales’ por algunos estudios de medios, en referencia a que estarían bajo dominio del Gobierno central. El tercero es estatal.” (El Deber, 28/08/2015). Al final, el éxito de tal política “de incentivos”, está resumido en la declaración de Morales: “Antes sentía que el 80 % o 90 % de los medios eran mis opositores (...) ahora quedan 10 % o 20 % de [medios] opositores” (El Deber, septiembre de 2013). En la práctica, el patrocinio de los noticieros centrales de varias cadenas televisivas está muy dominado por mensajes de reparticiones gubernamentales (generalmente muy tendenciosos, de mal gusto y artísticamente pobres) y, para ilustrar, puede sorprender muchísimo que la serie “The Big Bang Theory” esté patrocinada por el ministerio de educación, el ministerio de gobierno, el ministerio de comunicaciones y el periódico oficialista “Cambio”; o,

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una cosa llamada algo así como “noticiero popular” y otra, sobre casas que no son hoteles, con casi cien por ciento de ese patrocinio. Para otras manifestaciones de paradojas del “paradigma”. En general, la calidad de los servicios radiados tiene controles cuidadosamente registrados para proteger los derechos de los usuarios y también de los ofertantes. Por ejemplo, el Acta Holandesa de Medios o la norteamericana Comisión Federal de Comunicaciones, establecen los requisitos para los medios radiados públicos y comerciales. Los medios públicos deben proveer noticias, programas educativos, infantiles, deportivos, política y eventos especiales como las celebraciones nacionales, reflejando la diversidad de la sociedad y sin emitir propaganda comercial, por lo que reciben aportes estatales (no subvenciones gubernamentales). Como los medios comerciales no reciben dinero del gobierno, tienen pocas pero importantes reglas. Los cortes comerciales no pueden exceder los 12 minutos por hora más o menos un par de minutos, según el país; deben respetar la protección infantil, deben garantizar la satisfacción del usuario y no están permitidos de aceptar ni injerencia ni aportes financieros gubernamentales relacionados con su programación. Pero, al margen de los controles, el servicio televisivo es de buena calidad pues de ello dependen sus ganancias. La programación merecerá inversiones adecuadas para ser original un número de meses al año; en los otros, cuando se debe repetir algunos programas tendrá la típica etiqueta “repris” y, además, su contenido semanal es publicado explícita y especialmente, por adelantado, en una “tele guía”. Es obvio que el subdesarrollo se refleja también en la calidad de la programación televisiva. Cuando las reglas son inexistentes, evanescentes o directamente ignorables, si usted es un teleaudiente medio, deberá estar preparado para sufrir cortes intempestivos en sus interesantes series, repeticiones de las mismas y de películas (con la sinvergüenzura de anunciarlas una y otra vez como estrenos), etc. Igualmente, soportará pasivamente que los programas locales estilen promover productos y servicios fuera -y además- de las interrupciones propagandísticas; que los lapsos con baja demanda comercial se rellenen con espacios solicitados por diversas sectas religiosas o paranormales (que, a su vez, comercializan fraudulentos productos y servicios), empresas de “tv compras” y ¿por qué no?, esa propaganda estatal que luce tan partidista (llevando ilegalmente la imagen presidencial) como aquellas de “Bolivia cambia, Evo cumple”. Esto es, son esas precarias condiciones de mercado (y el hecho comprobadísimo de que la integridad de los políticos no es lo más acendrado que hay) las que hacen a las televisoras particularmente vulnerables a presiones políticas, sutiles o groseras. Y también crean la oportunidad para que ciertos periodistas-empresarios se enriquezcan poniendo sus medios -con convicción real o simulada- al servicio del gobierno, convirtiéndolos en “canales paraestatales” (detectables cuantitativamente en la tabla audiencia - gasto).

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Un paso más allá es el empleo de la propaganda publicitaria como arma política, en la forma que el régimen nazi usaba el cine tanto para ensalzar sus “logros” como para desprestigiar a sus detractores. En efecto, noticias como éstas no son raras: “El diputado opositor Wilson Santamaría (UD) reveló hoy que durante el conflicto por el Código del Sistema Penal, el Ministerio de Comunicación gastó 5200000 de bolivianos en ‘campaña publicitaria de desprestigio’ al Colegio Médico de Bolivia, que encabezó las movilizaciones sociales por la derogatoria de esa ley.” “Dijo que en respuesta a una petición de informe escrito, el Ministerio envió documentación donde se observa que a finales de diciembre de 2017, el gobierno gastó 3084378 bolivianos en colocar spots televisivos en medios de comunicación.” “El asambleísta indicó que a inicios de 2018, hasta antes de que se abrogue el Código Penal, el Gobierno gastó 2100000 bolivianos, haciendo un total de 5200000 bolivianos sólo para impulsar el desgaste y de confrontación al enemigo, en una campaña de insulto y amedrentamiento a los médicos que defendían sus derechos.” “Sostuvo que en la distribución del pauteo publicitario y el presupuesto asignado, se puede observar que los medios de comunicación considerados ‘para-oficialistas’ son los más beneficiados con dineros que salen del Tesoro General del Estado. El legislador manifestó que hay otros medios que se manejan con una línea más independiente, pero que no fueron ni siquiera tomados en cuenta, a diferencia de los pro-gubernamentales que ofrecieron tandas por un valor de 20, 30, 40 mil bolivianos” (Erbol, 07/05/2018). El empleo de dinero público para propaganda personal, por supuesto que es ilegal (peculado) y no se practica en la mayoría de los países más o menos desarrollados porque sus normas son muy directas. Verbigracia, el Código Penal Federal Mexicano establece, entre los delitos cometidos por servidores públicos, que “Comete el delito de peculado: (…) II. El servidor público que indebidamente utilice fondos públicos u otorgue alguno de los actos a que se refiere el artículo de uso indebido de atribuciones y facultades con el objeto de promover la imagen política o social de su persona, la de su superior jerárquico o la de un tercero, o a fin de denigrar a cualquier persona….” Los canales estatales en otros países son muy culturales y muy plurales. Probablemente, gran parte de la baja audiencia de los medios estatales en Bolivia se deba a su exclusiva dedicación a la promoción partidaria oficialista y que puede alcanzar extremos increíbles. Como esas entrevistas en Bolivia TV (vedado a la oposición) donde -en una de muchísimas ocurrencias parecidas- su periodista oficial (cuyas preguntas más bien parecen respuestas), justo después de las elecciones de 2014 le pregunta al ganador y presidente “…61.04% el MAS y la oposición toda unida un 39%, una diferencia de 22 puntos, presidente,... ¿por qué esa contundencia después de tres elecciones…?” Sólo un espectador no iniciado intentará, boquiabierto, racionalizar ese grado de penetración analítica, todos los demás podrán adivinar de inmediato de qué se trata. O, esos juegos de fútbol (de

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salón) en los que participa el presidente y son difundidos, relatados y etiquetados como ¡“gestión de gobierno”! Hay otros detalles ilustrativos. La Guerra Digital empezó hace mucho tiempo. Decodificadores y programadores llevan años intentando penetrar en sistemas rivales para obtener información, o de sabotearlos. Hay armas y arsenales digitales. Hay ataques a centros de computación, instalaciones militares, fábricas, plantas eléctricas, hidráulicas y hasta se sospecha de acciones contra instalaciones nucleares. Este “conflicto de grupos en el ambiente informático” es, actualmente, la forma siniestra en que algunos gobiernos se patean las canillas debajo de la mesa; ataque y defensa que implica la integración de varias otras guerras: la de la información, la electrónica, la sicológica, etc. La fluidez informativa dentro y entre las naciones es esencial para los negocios, relaciones internacionales, cohesión social y es necesaria -obviamente- para la eficiencia de las fuerzas militares. Actualmente, la comunicación incluye a la interred, y se apoya sustancialmente en ella. O usa partes del espectro electromagnético (radio, microondas o luz) en redes terrestres o satelitales. Un nivel grande de conectividad es una fortaleza, pero la conexión instantánea significa que la desinformación también se puede difundir muy rápidamente, pudiendo resultar en pánico. Se vive en un mundo altamente conectado; por eso mismo, expuesto con peligro a la posibilidad del caos. Las transmisiones electrónicas se pueden interrumpir, interferir, neutralizar o deformar. Las redes digitales son vulnerables a los ataques cibernéticos, pueden lograr que los servicios o las industrias dejen de operar o sufran enormes pérdidas. La difusión de información falsa, rumores y temores a través de los medios sociales se orientan a la degradación de la moral y del bienestar de los ciudadanos. En respuesta, los países desarrollan mecanismos de defensa, grupos cibernéticos, brigadas contra las operaciones sicológicas, vigilancia, reconocimiento e inteligencia, con expertos en computación especialmente entrenados por unidades muy especializadas. Se necesita entender mejor el alcance total de la guerra informática y lo que implica, identificar los puntos débiles y establecer responsabilidades adecuadas para los mecanismos de defensa. Los adversarios pueden no estar restringidos por códigos legales o éticos para explotar cualquier vulnerabilidad. ¿Hay algo bueno en semejante esquema? Como se verá más adelante, sí; como todas las guerras, ésta promueve el perfeccionamiento y la seguridad de los sistemas informáticos. Con el nivel actual, ya es posible confiarles cuentas bancarias, documentos de identidad, judiciales y otros. ¿Podremos, algún día confiarles la administración del gobierno? Por supuesto, un país en subdesarrollo cibernético es también casi inmune en la “guerra digital”. Hay una encuesta sobre tecnologías de información y comunicación elaborada por la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (Agetic); según ella, en Bolivia se utiliza el “Facebook” en 94%, “YouTube” 40%, Twitter 17% e Instagram 15%. Con 6.50 millones de usuarios activos por mes, el Facebook es

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ciertamente un verdadero paraíso publicitario, como en todas partes. Por eso, el propio oficialismo atribuyó a esas redes parte de la culpa por el resultado adverso del referendo llamado “21F” y, aparentemente, también por cierta creciente “influencia de la derecha”. Tanto es así, que “El 4 de febrero, en un acto de entrega de obras que se realizó en Villa Tunari, Cochabamba, el Primer Mandatario pidió a los cocaleros prepararse para una ‘guerra digital’, que deberá librarse en las redes sociales. En ese marco, Morales anunció que el sector cocalero hará ‘un gran taller’ para ese cometido….” “Legisladores y dirigentes masistas informaron que más allá del taller anunciado, también se prevé desplegar una serie de actividades, como el ‘bajar’ a las bases para realizar capacitaciones en la materia y hasta un aporte de dinero –en el caso de los cocaleros– para montar un búnker” (Página Siete, 13/02/2018). Relacionado con esto, se informó que el hijo del gobernador de Cochabamba (MAS), un ¡fotoperiodista!, “es el nuevo jefe de la Dirección de Redes Sociales dependiente del Ministerio de Comunicación. Reemplaza en el cargo a…” (El Deber, 04/02/2018). ¿Deseos que son órdenes? “El ejecutivo de la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales Originarias de Bolivia (CSCIOB), Henry Nina, informó que con miras a la ‘guerra digital’ sus afiliados están buscando financiamiento para comprar celulares aptos para el manejo de redes sociales, con preferencia de la marca nacional Quipus.” “No obstante, a finales del año pasado, el ministro de Desarrollo Productivo, Eugenio Rojas, anunció que para 2018 la empresa Quipus dejará de producir celulares, por la fuerte competencia de China y Corea” (Erbol Digital, 14/02/2018). Entonces, ¿algo parecido al supuesto “Stuxnet”, el potente virus informático? ¿Bolivian WikiLeaks source code to spy the CIA, FBI and the imperialist White House? ¿Nada de eso? Entonces, ¿se trata de una guerra digital sólo con el objetivo de insultar a los opositores? Pues he ahí otro resultado de pésimo asesoramiento. Contrata a tus amigos en vez de convocar a pruebas de aptitud y méritos y jamás te enterarás de lo que en verdad es la guerra digital. Incidentalmente, cuando se procede tan sistemáticamente de ese modo, estas cosas pasan: “Iván Canelas Lizárraga dejó la dirección de Redes Sociales del Gobierno porque presuntamente no contaría con su libreta del servicio militar para ejercer funciones en la administración pública, razón por la que el Ministerio de Comunicación habría solicitado su renuncia” (ANF, 09/07/2018).

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Capítulo iii

Fiestas democráticas 1. El poder del pueblo Es difícil considerar aplicable la definición apropiada de democracia: “Un sistema político, o de administración, en el cual cada uno de los miembros tienen una igual participación en el poder”. Por eso quizá, se prefiere la forma más vaga de “gobierno del pueblo”, para no olvidar lo dicho en el Prefacio. Debería llamar poderosamente la atención de los científicos sociales el hecho de que, como el arco y la flecha, los monarcas absolutistas asociados a la divinidad sean tan universales. El título de los primeros gobernantes chinos tenía implícitamente el significado de “divino emperador”; Europa estaba plagada de reyes apoyados por dios y, extrañamente, en América los aztecas llamaban “Huey Tlatoani” al gobernante quién, similar pero independientemente al “Inca” de los quechuas, era el poder máximo en el mundo por designio de los dioses. Diferentes pueblos, diferentes culturas, diferentes regiones y diferentes dioses, pero ¡la misma estructura de poder! No obstante, las democracias aparecieron -se diría, tan espontáneamente como lo hacen en las pequeñas organizaciones modernas- en algunas antiguas civilizaciones, las cuales se gobernaron sobre la base de estructuras comunitarias, a diferencia de los instintivos y recurrentes reinados (igualmente espontáneos, y rivales mortales con el correr de los siglos). Los ejemplos típicos son los de algunas “ciudades estados” de Grecia. En el Brasil colonial, los esclavos negros que huían de las plantaciones portuguesas constituyeron republiquetas democráticas llamadas Quilombos. Sin embargo, la palabra “quilombo” en el cono sud de América del Sur- terminó reflejando, al final, el odio de los esclavistas: se la toma como sinónimo de “prostíbulo” o de “relajo”.

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El motivo de la pérdida de terreno de la democracia hasta la Revolución Francesa es que, en la concepción original, la cual se suele denominar “democracia directa”, era necesaria una asamblea del pueblo absolutamente soberana (las asambleas, cabildos y mítines actuales son, tal vez, remanentes de tales reuniones). En Atenas y otras “polis”, como se sabe, la Asamblea constituía la esencia del ejercicio democrático y participaban de ella sólo los ciudadanos varones y libres (no esclavos), característica de voto restringido, legado a la posteridad. Es obvio que sólo una escasa población podía dar viabilidad a tal mecanismo decisorio. En esta forma de gobierno, por otra parte, no existía la representación: todos los ciudadanos eran responsables de los cargos administrativos y los ocupaban eventualmente. La Guerra de la Independencia norteamericana y la importante Revolución Francesa son las principales fuentes de las democracias modernas y contribuyeron significativamente a su teoría, práctica y limitaciones, la principal de las cuales es -justamente- la representatividad. A primera vista, el confiar en un agente especial las responsabilidades colectivas parece una excelente forma sustituir el criterio absoluto con un órgano deliberante plural, donde aún estadística e indirectamente, el promedio de las inquietudes de la ciudadanía llegue a la realidad práctica. Sobre esa base, se pregona las bondades de la democracia representativa porque “no es un sistema perfecto, pero es el mejor que hay”, parafraseando a W. Churchill. Pero, como es experimental y cotidianamente observable, el problema de ceder una cuota de poder decisorio en un representante es que éste la usa para tomar decisiones por su cuenta, convirtiendo todo el procedimiento en una farsa y -al final- en un fraude socialmente aceptado. También es el origen de algunas deformaciones aún mayores, en las cuales sólo se tiene una democracia formal y aparente que oculta o disimula el accionar de toda clase de grupos, oligárquicos con frecuencia, y hasta según se verá- el de embozados monarcas, debido al control absoluto al que “las cámaras” pueden ser sometidas. En Bolivia, desde 2005, en reuniones de la pasada “Asamblea Constituyente” y muchas sesiones del actual parlamento, los brazos de los representantes oficialistas se levantaban con tanta frecuencia para aprobar sus leyes y propuestas que -alguien dijo- parecían, más bien, sesiones de ejercicios aeróbicos.

2. Elegir y ser elegido La justificación para la representatividad democrática es más que obvia; a quienes les gusta exponer estos temas en exageradas formas didácticas les encantaría decir: “no se puede reunir millones de habitantes en un solo lugar para tomar decisiones cruciales; designar delegados es inevitable”. La discusión se habría desviado -entonces- a las modalidades de elección y el tiempo se encargó de destilarlas hasta el modelo de “un ciudadano, un voto” y que, como se vio, se adapta tan bien al mercadeo. Por lo demás, se aso-

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cia muy mecánicamente los actos electorales con la democracia. Y, finalmente, se los ha llevado a un grado de interesado rito antropológico y cubierto con cierto airecillo sagrado. Pero, ¿puede haber democracia sin actos electorales? O, ¿es tan bueno el acceder a un cargo público por elecciones antes que, verbigracia, por calificación de aptitud y méritos? El sistema de escoger funcionarios mediante votación (aunque no con las mismas atribuciones) se ha usado en muchos pueblos desde -cómo no- Grecia y Roma antiguas; el uso de una urna para depositar votos cerámicos (ostraca) quedó en la denominación actual de “urna” para el receptáculo de los sufragios y para el sinónimo de exilio, castigo que se aplicaba ahí mediante una votación, dando lugar a un ostracismo. Posteriormente, a través del período medieval (principalmente en las organizaciones religiosas) y después de la revolución francesa, evolucionó como opción opuesta al sistema hereditario de las monarquías y se afianzó en América y Europa durante el siglo XVIII. Relacionado con esto, el sufragio, entendido como el derecho a votar, fue un proceso, objeto de conquistas escalonadas hasta su carácter -en principio- más evolucionado, el de sufragio universal.

3. El sufragio universal La transición desde el sufragio restringido o censitario a los modos actuales se dio levantando gradualmente las restricciones, por situación financiera, por género, por edad, etc., en el curso del siglo XX. La enorme variedad de modalidades electorales -todas llamadas sufragio universal- resultan, claro, de las evoluciones históricas, de los conflictos de intereses y de las fuerzas dominantes. Como aún en varios países, en Bolivia se mantiene el sufragio obligatorio. Efectivamente, la Constitución Política, entre los derechos políticos consigna: “El sufragio, mediante voto igual, universal, directo, individual, secreto, libre y obligatorio,...” Es muy deprimente el saber que, por decisión del soberano, se está a merced de autores de semejantes textos: ¿Derechos obligatorios? ¡Vaya! Ahora bien, la mayoría de los eventos electorales son convocados principalmente para llenar los puestos públicos mejor pagados. ¿Es correcto que la gente sea arreada, bajo amenaza de “sanciones”, a “cumplir con el deber ciudadano” y “participar de la fiesta electoral” para beneficio de un puñado de astutos y oportunistas “servidores públicos” vocacionales? Increíblemente, esos políticos son los que lograron transformar la larga lucha por el sufragio universal, sin que ningún proceso de cambio lo impida (más bien todo lo contrario), en el peor de los sometimientos democráticos: el que penaliza la ausencia del votante con la revocación de ciertos derechos constitucionales por un lapso

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determinado; el trabajo no remunerado de jurados electorales (en fin de semana) o que descarga la respectiva remuneración -abusivamente- sobre los empleadores. En Europa, sólo Bélgica, Luxemburgo, Chipre, Grecia e Italia tienen voto obligatorio; en América latina sólo Colombia, Nicaragua, Venezuela (desde 1999), El Salvador (desde 2004), República Dominicana (desde 2010), Chile (desde 2012) y Perú (desde 2013) no lo tienen. Como la tolerancia y la educación colectivas, el respeto a la opción individual de no participar en eventos políticos es también, sin duda, un valor evolutivo. Al presente, la tendencia general promedio en el mundo parecería ser la del sufragio universal voluntario (¡pues sólo así se convierte en un derecho!), no obstante aún éste, mientras las leyes de la mercadotecnia lo controlen, no puede ser considerado verdaderamente democrático. Es fácil ver que los movimientos financieros alrededor de estos ejercicios pueden ocultar -y lo hacen- verdaderas plutocracias. Pero, por lo mismo, algunas otras odiosas deformaciones dependiendo de ciertas circunstancias sociales o de estrategias mediáticas, siempre pregonando -supuestos- propósitos salvadores del pueblo. ¿Cómo es que las personas siguen enrolándose en sectas cristianas (pagando casi tanto como un impuesto estatal), comprando toda clase de píldoras y ungüentos milagrosos y creyendo que el próximo candidato sí traerá lo nuevo? ¿Somos crédulos y engañables por naturaleza? “Es concebible que el hecho de creer pueda producir endorfinas: pequeñas proteínas del cerebro con efectos como la morfina. Un placebo sólo funciona si el paciente cree que es una medicina efectiva. Dentro de límites estrictos, parece que la esperanza puede transformarse en bioquímica” (Carl Sagan). ¿Sería la credulidad, en algún momento, una ventaja para la supervivencia? Nótese que no se trata, precisamente, de fraude electoral. Éste incluye innumerables prácticas desde las más brutales, como el uso de la fuerza contra los opositores, hasta las menos fáciles de evitar: suplantaciones, coacciones individuales y colectivas, acarreo y traslado de personas, compra de votos y prebendalismo, utilización de recursos ilícitos (v. g., públicos) en la campaña, adulteración de actas o, final y modernamente, la manipulación electrónica de resultados; añadiendo el sesgo de los administradores de los procesos electorales, intervención directa del gobierno mediante propaganda maliciosa o la exagerada presentación pública de obras, las complicaciones de regulación y control hacia elecciones “libres y limpias” se multiplican indefinidamente. Es, la transformación del sistema de sufragio mismo, pues, la que debería ser considerada. La preocupación está presente y de vez en vez surgen propuestas radicales, como la del físico chileno y docente en el MIT César Hildago, quien propuso reemplazar a los tomadores de decisiones por la inteligencia artificial. Ideó un sistema al que bautizó como “senador avatar”. “Imagínate un futuro en el cual cada persona tiene un senador per-

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sonalizado, pero ese senador personalizado no es una persona, es un software, un agente de inteligencia artificial, que toma datos sobre tus hábitos de lectura, sobre tus interacciones en redes sociales, tu test de personalidad, información que tú le provees a esa persona virtual para que te represente cada vez que una ley o una legislación se va a votar” (La Crónica, original en N+1, 16/04/2018). Un cuento titulado “Franchise” (Isaac Asimov, 1955. Traducido a “Sufragio universal”) plantea que, en el siglo XXI (¡año 2008!), las elecciones serían procesadas por la supercomputadora llamada Multivac, teniendo en cuenta los intereses de todos y cada uno de los habitantes. Multivac elegiría al presidente, los representantes y tomaría las grandes decisiones políticas, sintetizando los deseos de todos. Entonces, un único votante encarnaría el sufragio universal: el ciudadano a cargo de Multivac. ¿Es posible imaginar un mejor y más realista uso de las supercomputadoras para perfeccionar la futura democracia? Sí, lo es.

4. Democracia digital Las incomodidades que provoca la modalidad actual de sufragio, son motivo de mucha literatura especializada con diferentes tonalidades. Idealmente, si la incomodidad social fuera generalizada y profunda, pudiera llegar el momento de plantear la solución final. ¿Sería ésta una reforma del sufragio universal? Un sufragio voluntario, con la total garantía de una administración imparcial, con campañas de información (sin proselitismo) en los medios, totalmente equivalentes para todos los participantes, completamente libre para los votantes pero con estrictos requisitos de idoneidad para los candidatos,… ¿Demasiado utópico? Hay otras opciones que perecerían serlo mucho más. La Constitución Política boliviana también contiene este texto: “Artículo 11. I. La República de Bolivia adopta para su gobierno la forma democrática participativa, representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres.” Por “participativa” se debe entender la realización de referendos, las iniciativas ciudadanas, revocatorias de mandato, asambleas, cabildos y “consultas previas”; “representativa” tiene la conceptuación usual y “comunitaria” se refiere a la “elección, designación o nominación de autoridades y representantes por normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, entre otros,…” Los “procedimientos propios”, en la mayoría de los casos, son sólo asambleas locales. Demasiadas palabras para un escenario que, en la vida real, quienes acceden a las posiciones de poder -las que de verdad importan- lo hacen en el esquema más representativo, prebendal y comercial que cualquier politólogo mal intencionado pudiera imaginar.

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La Unión Soviética, que usaba el modelo de representatividad basado en la experiencia de la Comuna de París, se mostraba como Democracia Directa porque los delegados al Soviet (asamblea local) eran electos en asambleas realizadas en los puestos de trabajo (fábricas, talleres, oficinas y granjas) y de estos soviets emergían los representantes al Soviet Supremo. Es claro que sólo la primera etapa podía ser considerada directa. Hay, naturalmente, otra gran cantidad de variantes, intentos verbales para adornar la democracia como directa. También se dice que es practicada actualmente en Suiza, porque los ciudadanos pueden rechazar o aceptar cualquier ley proveniente del parlamento, mediante referendos, y pueden introducir nuevos puntos a la constitución federal por medio de iniciativas. La Democracia Líquida (o Delegativa), otra propuesta novedosa (Alois Paulin, “Through Liquid Democracy to Sustainable Non-Buraucratic Government”, Journal of edemocracy, Vol. 6, Iss. 2 (2014)), se dice equidistante entre la directa y la representativa. El término “líquida” se refiere a la aspiración de licuefacer los límites rígidos de la democracia actual; de hacerla más fluida, más transparente y más flexible. Describe un mecanismo de sufragio (votaje delegado) basado sobre las plataformas de redes computacionales e interred, capturando una participación más responsable de ciudadanos, quienes tienen la posibilidad de votar las decisiones del parlamento y formular propuestas, pero pueden ceder su voto a un representante para aquellas decisiones donde prefieran no participar. Inspirada en sistema soviético inicial, actualmente es practicada, al parecer, en algunos sindicatos de trabajadores y los llamados “partidos piratas” de ciertos países europeos (hay una aplicación de código abierto llamada “LiquidFeedback”). El impacto de la tecnología sobre los procesos electorales es lento pero continuo. Desde la época en que se usaba verdaderas urnas y trozos cerámicos para ese propósito y los primeros votos en papel (Roma, 139 a. C.), a cambios importantes, como la máquina del “movimiento cartista” inglés (Benjamin Jolly, 1838), para la cual cada votante era provisto con una bola de bronce para introducirla en uno de los agujeros del dispositivo, el señalado para su candidato; la bola accionaba internamente un adecuado mecanismo de conteo y salía para ser entregada al siguiente elector. En los Estados Unidos, se patentó la máquina de Anthony Beranek en 1881 y fue usada en las elecciones generales; constaba de una matriz de botones con filas para los cargos y columnas para los candidatos, con trabas internas para evitar voto repetido, mecanismos para activar la cabina, reiniciar la máquina y ponerla a disposición del siguiente votante. Una idea que surgió por 1890 (John McTammany) encontró empleo en el siglo XX, la tecnología de tarjetas perforadas; el sistema Votomatic (Joseph P. Harris) introducido por la compañía IBM (William Rouverol) para la elección presidencial de 1966 permaneció de ahí en adelante

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hasta la de 2000, cuando condujo a un conocido y dudoso conteo en el estado de Florida, llevando a G. W. Bush a la presidencia; en sus últimas versiones, emplea un dispositivo perforador de tarjetas alimentadas después al dispositivo automático de cómputo. Mientras en países subdesarrollados se mantiene el paso de los ostraca al papel como único avance tecnológico, en los otros -finalmente- se da el paso de los ya descritos sistemas mecánicos al “Registro de Votos Electrónico Directo” donde un apuntador (v. g., botones sobre una pantalla táctil) provisto de componentes electrónicos y ópticos es activado por el elector, cuyas selecciones son procesadas por un programa de computadora, los datos almacenados en dispositivos de memoria y los registros, posteriormente, transmitidos a una central. En su versión más moderna, el sistema se conecta a una “Red Pública”, de manera que las votaciones electrónicas son transmitidas, mediante computadoras interconectadas, a una central donde los datos son procesados. Como es obvio, el uso de la interred como la red pública, da lugar al “e-Voto”; en este caso, las cabinas de votación tienen puntos de acceso a la red o son directamente reemplazadas por computadoras que son puntos de la interred, un documento de identidad electrónico (microcircuito con “firma digital”) y un lector de tarjetas electrónicas; como en Estonia donde está -dicen- el sistema más avanzado. El voto electrónico está ya implementado en Bélgica, Estonia, India, Filipinas, Brasil (en la elección de 2010, el resultado de 135 millones de votos se publicó 75 minutos después del sufragio), EEUU y Venezuela. El voto por interred se ha usado ya en el Reino Unido, Estonia y Suiza para elecciones generales y referendos; en Canadá (elecciones municipales) y Francia (elecciones primarias). También se usa para elegir miembros de directivas, delegados y otros, en organizaciones privadas o corporaciones. Los observadores de seguridad no han reportado actividades sospechosas, por lo que se considera que el sistema es razonablemente seguro (aunque hay denuncias aisladas y algún debate abstracto). Otro asunto es la gestión del proceso, ahí las manías de los políticos no darán tregua: “De acuerdo con el CNE, casi 8,1 millones de personas votaron este domingo, lo que representa el 41,5% de participación del padrón electoral. La oposición dijo que solo hubo 2,4 millones de votos, lo que representaría un 12,4% del padrón electoral…” “… El director ejecutivo de la compañía de votos Smartmatic, que es la encargada del voto electrónico en Venezuela, dijo que las cifras de la votación de la elección de este domingo fueron ‘manipuladas’. En un comunicado, Antonio Mugica dijo que el sistema usado en Venezuela hace evidente cuando hay alguna manipulación y realiza reportes de intentos para interferir con él. El sistema ha sido usado en Venezuela desde las elecciones de 2004. En una rueda de prensa desde Londres, Mugica lamentó la situación y dijo que debido al sistema sabían ‘sin ninguna duda, que la data de las recientes elecciones para una Asamblea Nacional Electoral fueron manipulados. Es importante destacar que manipulaciones similares se hacen en elecciones manuales alrededor del mundo, pero por la falta que controles de seguridad electrónica, suelen

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pasar desapercibidos’…” “… En el comunicado, Mugica dijo que con una auditoría se podría saber la participación exacta de este domingo. ‘Estimamos que la diferencia entre la participación real y la anunciada por las autoridades es de al menos un millón de votos’, afirmó. ‘Es importante señalar que esto no habría ocurrido si todos los partidos políticos hubieran estado presentes en las diferentes etapas de la elección’, finaliza el comunicado” (CNN Español, 02/08/2017). Tan interesantes avances técnicos tienen influencia, todavía teórica, sobre el ejercicio democrático. Por una parte, hay una serie de argumentos respecto de las oportunidades que se abren en bien de los derechos políticos de los electores; principalmente por la enorme simplificación de elecciones, referendos y consultas (en especial para enfermos, discapacitados o adultos mayores) y un estímulo para aumentar la participación de la gente (más sano y civilizado que el del voto obligatorio). Por otra, seguramente los oponentes de la modalidad podrán de manifiesto los temores acerca de posibles abusos del sistema, intervención fraudulenta o manipulación malintencionada de los programas y resultados. La electrónica, dicen, es fuente de errores y fallas técnicas no siempre de fácil ni rápida solución. En fin, la presión informática sobre las prácticas políticas es ya un hecho. El ejercicio democrático con el empleo de medios digitales, en o fuera de línea, se conoce ahora como Democracia Digital. Durante los últimos 25 años, se vivió la transición desde la democracia de muros callejeros, la de la prensa escrita, hasta la televisiva y, recién, a la de interred cuyo papel en la campaña presidencial de B. Obama en 2007 está reconocida como de mayor importancia, no obstante que el gasto en propaganda televisiva fue mucho mayor. Movimientos sociales recientes como la llamada “Primavera Árabe” son también considerados resultado directo de los medios sociales porque, en el inicio de las protestas, se prestó gran atención a las tecnologías digitales que permitieron a los activistas eludir los canales mediáticos controlados por el gobierno. La creciente influencia es notoria: aún en moldes tradicionales, en muchos países los ciudadanos tienen ya “e-peticiones”, para interponer quejas o solicitudes sobre las agendas políticas o gubernamentales. En Escocia, esto se ha convertido en una iniciativa oficial del parlamento (se invita a los ciudadanos a llenar listas peticionarias en un sitio de la red digital). Las e-peticiones son también muy convenientes para introducir iniciativas parlamentarias después de colectar un gran número de firmas, donde ese mecanismo es legalmente posible, porque la interred es un instrumento más poderoso para alcanzar este fin que los medios tradicionales. Hace más de 30 años que los usuarios de La Red han discutido toda clase de temas sociales en los foros virtuales; éstos ofrecen la oportunidad de contribuir las 24 horas a las discusiones y desde cualquier lugar sin necesidad de reunirse. Según tales foros se hacen populares, con muchos miles de partici-

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pantes en cada país, crece el efecto sobre la conciencia y conocimiento de los asuntos políticos entre los ciudadanos. En las “e-participaciones”, los postulantes son seducidos para discutir problemas de gobierno directamente con los ciudadanos. Los roles de ejecutivos se aflojan para dar lugar a un papel de representantes con la idea, tal vez involuntaria, de actuar como servidores civiles (J. Katz & R. Rice, “Social Consequences of Internet Use, Access, Involvement, and Interaction”. Cambridge MA, London: The MIT Press (2002)). Con la digitalización de los mercados y el advenimiento de las tecnologías interactivas surgió el discurso acerca de cómo las nuevas tecnologías son revolucionarias y que también está la posibilidad, con la e-participación y -en general- el e-gobierno, de tomar decisiones usando la red; ésta es muy defendida por los proponentes de otras democracias, como la plebiscitaria (gobierno mediante referendos o plebiscitos, ésta también es denominada “democracia directa”) y la libertaria (una forma de anarquismo, “El gobierno que mejor gobierna es el que gobierna menos, y el mejor de todos es el que gobierna absolutamente nada”). La experiencia actual, sin embargo, indica que la actividad a gran escala se produce hoy principalmente en “e-foros”, “e-encuestas”, “e-comunidades” y “e-grupos” de presión, sin influencia importante sobre la toma de decisiones en la política oficial y sin afectar significativamente al sistema representativo. La televisión, la prensa y la comunicación personal son, todavía, más influyentes (excepto en el caso suizo). Tal vez esto cambie en el futuro, cuando la era de la política en la interred irrumpa verdaderamente y ponga al sistema tradicional bajo irremediable presión. Aún las posiciones conservadoras consideran más probable una combinación de democracias representativa y directa actuando sobre las redes de comunicación (J. van Dijk & A.G.M Jan, “Digital Democracy: Vision and Reality Public Administration in the Information Age: Revisited”, IOS- Press, (2013)).

5. Democracia directa Con tan buena reputación teórica, la Democracia Directa es, y seguirá siendo, aquella en la que las decisiones las toma directamente el “pueblo soberano”; sí, entendiendo por “pueblo” la totalidad, la absoluta totalidad, de los habitantes. Se ha incursionado en las consultas electrónicas, referendos electrónicos y el voto electrónico y ahora la esperanza es la de abrir una era de auténtica democracia directa, a semejanza de la participación ciudadana en el ágora ateniense, pero con medios modernos. E inaugurar la era de la política sin políticos. ¿Política sin políticos?, ¿la democracia directa implica eso? Y, ¿cómo sería?

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La democracia directa, efectivamente, implica una política sin políticos porque no existiría la representatividad. Si se dispusiera de un sistema digital muy extendido, seguro, interactivo y versátil (que bien podría llamarse “Ágora”); si toda la sociedad pudiera intercomunicarse rápida y efectivamente como si estuviera reunida en un solo lugar, entonces la necesidad de los representantes (parlamentarios y otros) desaparecería por completo: “Cada ciudadano tiene, en cada momento, autoridad para proponer, debatir y votar por, toda política. Esto abolirá el poder político. No hay representantes con autoridad para decidir políticas por otros. En la democracia DIRECTA nadie decide política alguna por otros. Cada ciudadano tiene el derecho de proponer, debatir, y votar sobre cada política. Si los ciudadanos usan esto correctamente -o no- dependerá de ellos.” Aki Orr hace una detallada descripción a cerca del funcionamiento del Ágora (que reemplazaría por completo al poder legislativo) cuyos debates estarían moderados mediante un “reglamento de debates” adecuado y no difícil de establecer. Pero, ¿cómo funcionaría el poder ejecutivo?; para eso las ideas son menos precisas: “El ágora moderna es la TV donde cada ciudadano puede hablar a millones de otros ciudadanos. En la DD, cada departamento de gobierno (Salud, Educación, Industria, Finanzas, etc.) opera su propio canal de TV alrededor del reloj y año redondo. La sintonía de ese canal mostrará un Panel debatiendo las políticas de ese departamento. Los miembros del Panel deben tener el conocimiento y la experiencia en los asuntos de ese departamento en particular. Ellos contestarán preguntas telefoneadas por el público. Explicarán los puntos buenos y malos de cada propuesta. Los miembros del Panel deben ser escogidos por lotería (no por elecciones) de una lista de aquéllos con la experticia requerida. Los miembros del Panel serán cambiados regularmente; ningún miembro servirá dos períodos consecutivos…” (A. Orr, “Politics Without Politicians”, Direct Democracy Pamphlet, www. abolish-power.org).

Muy bien, pero ¿se elegiría, por ejemplo, un presidente? Claro que no. Es muy obvio que “en la DD” no habría necesidad de elecciones y, por tanto, todos los cargos en la administración del estado se confiarían a personas contratadas al efecto y, en consecuencia, serían siempre directamente prescindibles y sustituibles. El nombre de “presidente” podría ser aplicado a un gerente general (responsable de la ejecución interna) y el de “canciller” a un negociador (para contactos externos). Éstos y todos los demás (ministros, etc.) serían designados mediante mecanismos meritocráticos, evaluados permanentemente y, claro, ratificados o sustituidos en consecuencia (¿Hay alguna falla en el sistema educativo?, ¡despidan al ministro de educación y contraten a otro! ¿Aplicaron impuestos sin autorización del Ágora? ¡Reemplacen al presidente!). Por supuesto, tampoco se tendría partidos políticos porque todas las actuaciones serían personales y públicamente calificadas. Como se ve de inmediato, esto transformaría las partes emocio-

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nal y volitiva de la política en cuestiones más bien técnicas; la búsqueda de soluciones a los problemas sociales devendría -como debe ser- en una actividad muy ingenieril, muy especializada. ¿Es esto posible en teoría? y, de ser ése el caso, ¿qué condicionaría su practicidad? ¿Es más utópica que la reforma de la actual modalidad democrática? ¿O que una revolución comunista? ¿Hay indicios de posible cambio? Aparte de lo ya mencionado, la llamada democracia directa de Suiza y sus instrumentos (referendos frecuentes e iniciativas populares y la descentralización del poder) no siempre fueron objeto de una lenta evolución; se requirió una lucha política dura y larga (una revolución violenta en 1798, revueltas desde 1830 y una breve guerra civil en 1847). El resultado de semejante presión de la ciudadanía sobre los políticos es el que las cámaras suizas se reúnen varias veces al año, durante varias semanas aparte de las sesiones de sus muchas comisiones, no obstante que sus miembros no son parlamentarios a tiempo completo y deben ejercer alguna otra actividad para sustentarse. Es una muestra también de que el tiempo, con revolución o con evolución, no transcurre para el beneficio histórico de los políticos: la tecnología conspira contra ellos, como lo hacen la clarificación de los conceptos “democracia” y “libertad”. Quiérase o no, la deslegitimación y fracaso final de la revolución rusa -o, más propiamente, de la URSS- no únicamente disipó ilusiones revolucionarias, también mostró, cruel e insoslayablemente, todas las miserias de la democracia representativa: la facilidad con que incuba la ineptitud y corrupción, por una parte, y la enorme susceptibilidad a encubrir prácticas ademocráticas mediante la manipulación del sufragio, por otro. El sistema electoral es, según una larga experiencia, permeable al fraude y al control mercadotécnico; el ejercicio electoral puede ser sólo formal, sus resultados pueden ser controlados con otros instrumentos o, cuando una campaña electoral implica inversiones en el orden de los cientos de miles o de millones de dólares, las “fiestas electorales” sólo alegrarán a los estafadores ideológicos. Los Mugabes y los Trumps son sólo pequeñas muestras de los altos grados de contaminación que admite la estructura representativa -¡todavía con disimulados rastros monárquicos!- propensa a ocultar liderazgos de pobre calidad que recuerdan a épocas cuando el destino del estado dependía de la bondad o maldad del rey (que los cuentos infantiles recogieron). Sin embargo, la experiencia histórica indica también que, donde es posible, un mayor nivel de educación, de tecnología y de capacidad organizativa llevan, con evolución más o menos lenta, con progresos y retrocesos, a mejores sistemas de gobierno. Quizá sobre esa base, y la curiosidad optimista con que la investigación social transcurre, se apuesta implícitamente a que la humanidad debe resolver, al menos y al fin, sus tribulaciones sociales más primitivas; debe resolver el problema de quién ejercerá poder y cómo; el de la administración de los intereses públicos, sin líderes, sin caudillos ni otras vacas sagradas.

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Capítulo iv

Ideologías 1. Las ideas Estrictamente, el término “ideología” significa estudio de las ideas (usado primero por el filósofo francés Antoine Louis Claude Destutt, marqués de Tracy, en los 1700 con la más ambiciosa definición “ciencia de las ideas”). Pero, por una serie de circunstancias, en adelante se lo empleó también para aludir al conjunto de ideas que caracteriza a una tendencia -filosófica o política, casi siempre- o a una persona. Cuando la coherencia y sustentación son más evidentes se usa el término “doctrina”. Aquí se reservará la palabra “teoría” sólo para hacer referencia a conjuntos conceptuales rigurosamente estructurados. ¿Para qué sirve la filosofía? Pues su utilidad empieza por sustentar el comportamiento personal (una “buena” filosofía debe contribuir a una satisfactoria y provechosa vida, una filosofía defectuosa puede implicar aún la muerte) y, por otra parte, la de estructurar la naturaleza y función de grupos o instituciones. Es en estas circunstancias donde la filosofía puede devenir en ideología: cuando se ha introducido artificiales creencias y conceptos dirigidos a definir el modo en que la gente debe vivir. El pensamiento acerca del mundo, y el de la manera ideal de habitarlo, se contamina cuando es direccionado preconizando que es el mejor; como la filosofía de Platón ideologizada en “La Republica” o la de Marx, ideologizada en el “Manifiesto”. “Ideología” es usada también para describir directamente las creencias compartidas por un grupo de personas; una nación entera, una secta religiosa o una empresa comercial. En algún modo, las creencias comunes y compartidas al interior de una comunidad pueden ser consideradas su “ideología de sentido común”, la que concierne (real o declarativamente) a la protección del individuo o de la propia comunidad. Y, finalmente,

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puede ser usada en un sentido más específico, para diferenciar estructuras de pensamiento. En un país, es la ideología la que separa a los grupos políticos; aquellos que prefieren y comparten una, en vez de otra, procederán (y votarán) en consecuencia. Es más que obvia la gran diligencia que requiere el empleo de conceptos que se originan en teorías filosóficas, pues pasan a ser -a veces- doctrinas y terminan siendo sólo ideologías. La teoría marxista, verbigracia, es inevitable en el momento de explicar la dinámica social a gran escala como lucha de clases definidas sobre la base de una subestructura económica. De ahí se obtuvo las ideas de revolución como sustitución de una clase por otra en el poder, la del mecanismo de acumulación del capital mediante apropiación de la plusvalía, la contradicción principal del capitalismo y su esperada resolución final en el comunismo y otras; todo eso definió, históricamente (siglo XX), la ideología izquierdista. Independientemente de matices, todo izquierdista estará de acuerdo en que la contradicción principal en la sociedad, aún en la actual, se da entre explotadores y explotados (burguesía versus proletariado), no entre pobres y ricos ni entre razas; y que el objetivo mediato es la conquista del poder para constituir una sociedad socialista, esto es, organizada sobre la base de la propiedad colectiva de los medios productivos (las granjas, las plantas extractoras, las fábricas), no una imitación de, y coexistencia con, el capital privado. La aspiración científica es herencia marxista, como lo es el rechazo de nacionalismos, de clasificaciones racistas y preocupaciones religiosas. Pero las tendencias direccionales, en la práctica, son graduales: se es más o menos izquierdista o derechista; se puede ser centro-derechista; moderadamente izquierdista, etc. Igualmente, una persona u organización que está a la izquierda de otra, podría estar a la derecha de una tercera. En matemáticas se diría que la direccionalidad política -si se acepta el centro como una tendencia válida- constituye una relación de orden (reflexiva, antisimétrica y transitiva). El excesivo uso de estas palabras en forma de adjetivos, sin duda ha relativizado por completo el sentido original; una más amplia definición, que envuelve la marxista, se referiría a la izquierda como tendiente al cambio y a la derecha como representante del conservadurismo (del “statu quo”). Irónicamente en este sentido, en el final de la Unión Soviética, el partido comunista era considerado conservador y “de derecha”, si se quisiera ilustrar las dificultades en el manejo de los “ismos”.

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2. Los ismos Los sufijos “ismo” e “ista”, derivan del griego ισμός (con un muy sano significado: cualidad, la práctica o enseñanza de algo) y debieran identificar y distinguir, lingüísticamente, doctrinas, causas, propiedades, teorías acciones, estados y condiciones. En latín, la terminación “ismus” era usual para los nombres de religiones (paganismus) y sistemas filosóficos o escuelas de pensamiento (nihilismus), su uso en español procede de palabras con raíz griega y latina desde el siglo XIII (filosofía y religión), pero es la interacción con otros idiomas que extiende su empleo para indicar otros usos (como ocupaciones; los mexicanos denominan “profesionistas” a los profesionales) y recién desde el siglo XIX se forman las derivaciones para los partidarios de ideologías. El inglés Thomas Carlyle, en el siglo diecinueve, usó por primera vez las “fórmulas” o “ismos” para significar ideología preempacada; esperanzas y aspiraciones de la gente, a menudo osificadas en ideologías. En 2015 el diccionario Merriam-Webster declaró Palabra del Año a “-ism” porque un pequeño grupo de palabras que comparten esta terminación de tres letras, “Socialism”, “Fascism”, “Racism”, “Feminism”, “Communism”, “Capitalism” y “Terrorism”, produjo un significativo incremento anual en el número de visitas a su sitio “web”. Pudiera darse por terminado el intercambio de artillería entre “idealistas” y “materialistas” con la derrota -no admitida, claro- de los primeros. Mientras a la experiencia cotidiana sólo le falta gritar que el proceso de aprendizaje es uno de adaptación gradual a su objeto (como lo es conocer una ciudad nueva, por ejemplo), la moda es afirmar el “constructivismo” contra -casi siempre- el “conductismo”. Así, el empleo arbitrario e intencionado de estos sufijos ha introducido la falsa sensación de que también sirven para calificar o descalificar denominaciones en filosofía y en áreas sociales pero, sobre todo, en política. Afortunadamente, no en ciencia: una partícula relativista no es la que es partidaria del relativismo (es una que se mueve a muy alta velocidad) y nadie oirá algo como “es un despreciable genetista” o “no caeremos en los engaños del electromagnetismo”. No es invento de los científicos el denominar positivista a la persona que admite sólo datos (hechos positivos “impuestos en la mente por la experiencia”) -recibidos de los sentidos- como evidencia empírica. Comte es, por supuesto, el positivista de la sociología; Weber y Simmel, los antipositivistas (llamaban “cientismo” al positivismo, ¿conceptuaban a la ciencia como ideología?). El científico es intrínsecamente positivista. Pero el manejo de los ismos es siempre flexible: el físico Werner Heisenberg se declaró apositivista, sin decirlo explícitamente y sin más explicación: “Los positivistas tienen una solución simple: el mundo debe ser dividido en lo que podemos decir claramente y el resto, lo que debiéramos mejor evitar en silencio. Pero ¿puede alguien concebir una filosofía

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más inútil, viendo que aquello que podemos expresar claramente se acerca a nada? Si omitimos todo lo que no es claro nos quedaremos probablemente con tautologías completamente triviales y carentes de interés” (W. Heisenberg, “Positivism, Metaphysics and Religion”, New York: Harper and Row (1971)); pero no es posible ignorar el que, exactamente de la misma manera (con poco nítidas concepciones filosóficas), colaboró con el nazismo. Esto prueba que, cuando los científicos dejan su lugar de trabajo tampoco son, necesariamente, una garantía en el manejo de ismos. En cambio, el empleo de estos sufijos entre intelectuales de la política es verdaderamente exquisito. No es raro enfrentar expresiones como “no todo lo que Marx dijo es marxista”. O preguntas como ¿es izquierdista el populismo?

3. El espectro político Y ¿lo es? Poco antes de la Pereztroica, el Partido Comunista estaba muy influido por la política de paz de la URSS. Se introdujo entonces la idea de que los movimientos revolucionarios debían incluir a todos los pobres en general (la Internacional Comunista dice “arriba los pobres del mundo...”). Esta idea terminó permeando a muchas organizaciones y, seguramente para distinguirlas de las más ortodoxas, la tendencia no fue denominada, correctamente, “pauperismo” (porque ¿a quién le interesaría luchar por los ricos?) sino “populismo”, al parecer implicando -erróneamente- que todo el pueblo es pobre o, aún peor, que sólo los pobres son pueblo. De todos modos, para evitar dudas maliciosas, se suele enfatizar el izquierdismo del populismo aludiéndolo explícitamente como “populismo izquierdista” (los que escogen discriminadoramente a “su” pueblo antes de luchar por él). Las modificaciones de la teoría marxista, que antes eran calificadas de “revisionismo”, aún se dan y, obviamente, a partir de ahí, el número de ismos puede muy bien ser infinito. El sofisticado análisis de ismos que se encuentra en las publicaciones especializadas exhibe también, sin duda, la ausencia de un vocabulario mínimo bien definido y deja el reconocimiento de la certidumbre únicamente a la habilidad heurística del lector. Hay un motivo implícito en tales ejercicios, es el que -para complicar aún más el procesamiento de tan imprecisos modelos- no siempre lo que las organizaciones dicen ser, se refleja en su práctica; introduciendo -además- francas inexactitudes. Los análisis sociológicos “comprometidos” no sólo no ocultan sus sesgos ideológicos, sino que -con frecuencia- los alientan y justifican. Quizá, siguiendo estos juegos, hubiera que hacer referencia a un “ocultismo político” en vez de usar otros inevitables calificativos. Excepto que los analistas llegaran a un tipo de especialización como en física (teóricos y experi-

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mentales), entonces sería apreciable una declaración como la de Lucién Sebag: “El primer paso es decisivo: ¿qué debo elegir: el discurso o la violencia, el caos efectivo o la razón? Una vez resuelta esta cuestión inicial -y ya lo está, puesto que escribo-, queda claro lo que de ella se deriva: no hay, desde ahora, otra existencia posible para mí más que aquella que se conforma a la razón...” (“Marxisme et Structuralisme”, Payot (1967)). He aquí otra interesante pregunta: ¿Era (o es) derechista el fascismo? Ésta requiere un examen más detallado. Benito Mussolini era un prominente miembro del Partido Socialista Italiano, al punto de dirigir temporalmente el órgano oficial (periódico Avanti!). Su posición en contra de la neutralidad del partido en relación a la I Guerra Mundial terminó, no sólo en su alejamiento de la dirección del periódico, sino en su inmediata expulsión del partido. Mussolini se vio obligado, durante varios años, a combatir contra las organizaciones de izquierda pero desde una posición anticapitalista, hasta concebir la exitosa idea de la “terza via” y fundar su propio partido. Es perfectamente posible el ignorar las muchas vacilaciones teóricas y confusiones prácticas relativas a este asunto: La característica fundamental del socialismo es la estructuración del estado sobre la base de la propiedad colectiva; contrariamente, el capitalismo se organiza partiendo de la propiedad privada. ¿Qué puede existir entre tales extremos? En unos años surge el sistema económico muy propio del fascismo: una modalidad de capitalismo de estado conocido como corporativismo, que preserva la empresa privada pero condicionándola a que el estado intervenga y controle la economía apoyado en ciertas organizaciones sociales. Mussolini opinaba (como en Bolivia el masismo) que “En las corporaciones, el sindicalismo fascista encuentra su meta…” “…Pero mientras el sindicalismo socialista, por el camino de la lucha de clases desemboca en la política con su programa de supresión de la propiedad privada y de la iniciativa individual, el sindicalismo fascista, a través de la colaboración de las clases, desemboca en las corporaciones, que dan a la colaboración armonía y sistema, defendiendo la propiedad pero elevándola a función social, respetando la iniciativa privada, pero en el ámbito de la vida y de la economía de la nación…” (B. Mussolini, Discurso en el Consejo Nacional de las Corporaciones, abril de 1930). Los teóricos fascistas -siguiendo a su jefe, naturalmente- se referían con frecuencia a este punto de vista como la “tercera vía”; ésta y la arbitrariedad de los ismos quedan retratadas en esta cínica -pero insólitamente sincera- frase de Mussolini:

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“Queremos ser aristócratas y demócratas, conservadores y liberales, reaccionarios y revolucionarios, legalistas y antilegalistas, dependiendo de las circunstancias del tiempo, lugar y situación.” Afortunadamente, la definición Marxista de “capitalismo de estado” es la combinación del sistema salarial capitalista con apropiación parcial de la plusvalía por parte del estado; esto es, el gobierno controla la economía actuando como una enorme corporación, donde el emprendimiento privado sólo actúa en áreas definidas como “no estratégicas”. ¿Por qué afortunadamente? Porque ahorra una serie de explicaciones respecto de otros usos menos acertados de “capitalismo de estado” y porque se aplica de inmediato los ejemplares interesantes. Así, Hitler, describiendo la economía nazi, hacía mucho énfasis en que la propiedad privada estimulaba la competencia creativa e innovación técnica, pero era productiva sólo cuando se conformaba a los intereses nacionales; para no ser parasitaria debía contribuir al progreso de las metas económicas del estado. Efectivamente, el régimen nazi incrementó el control económico estatal de modo que el mercado autorregulado y propiedad privada disminuyeron, pero con presencia enérgica en áreas de interés según los planes estatales. Como los privados son muy conscientes de sus conveniencias, el resultado de una administración fascista siempre termina beneficiándolos -a pesar del hostigamiento que se ejerce sobre ellos- pero con mucha propaganda de que es por el bien de los trabajadores. Muy evidentemente, la República Popular de China moderna constituye otro interesante ejemplo del más puro capitalismo de estado; lo es por cuanto también muestra de que la realidad de los esquemas políticos no siempre coincide con lo que éstos dicen ser. Hay un momento en la historia en el cual la China dejó de ser socialista para, en los hechos, acercarse inevitablemente al fascismo, justamente en la forma que Mussolini lo concibió. ¿Es derechista el fascismo? Claro que sí, pero jamás lo admitiría.

4. Sicología barata Hay otra manera de conformar ideologías. Si usted dice “mi hermano es comilón y cascarrabias”, sus amigos no tendrán problema de confiar en su juicio, admitiéndolo como resultado de la experiencia; pero si luego añade “porque es cochabambino”, ellos detectarán de inmediato un sesgo regional en su esquema ideológico (que podría invalidar su juicio). Estas asociaciones prejuiciosas son muy comunes especialmente en política y es ahí donde, obviamente, adquieren su forma más peligrosa. El antisemitismo europeo, originado en los inicios del cristianismo -y alentado por éste-, culminó en ese acto geno-

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cida conocido como “el holocausto” (cuyas víctimas hubieran condenado, seguramente, las posteriores masacres protagonizadas por fuerzas judías contra los árabes, especialmente palestinos). Según el periodista Fernando Molina, el presidente Evo Morales “Conoce muy bien la psicología del pueblo boliviano y tiene una enorme capacidad de traducir todos sus propósitos políticos en dicotomías sencillas fácilmente comprensibles y creíbles para la gente…” (Abraham Zamorano, BBC Mundo, 09/10/2014). Dicotomías sencillas ¿eh? Morales refirió, durante algún evento, que en sus tiempos de dirigente, camino al alojamiento desde la terminal de buses, presenció una golpiza doméstica, y cuando intentó defender a la víctima, ella reaccionó contra él diciendo que su marido tenía derecho a pegarla. Vieja y peculiar anécdota que se escucha con frecuencia, por aquí y por allá, en más de una versión, suscitando dudas acerca de su autenticidad. El origen es, con muy alta probabilidad, uno de esos escabrosos párrafos de Alcides Arguedas (“[La mujer indígena…] ruda y torpe, se siente amada cuando recibe golpes del macho; de lo contrario, para ella no tiene valor un hombre. Hipócrita y solapada, quiere como la fiera, y arrostra por su amante todos los peligros. En los combates lucha a su lado, incitándole con el ejemplo, dándole valor para resistir. La primera en dar cara al enemigo y la última en retirarse en la derrota, jamás se muestra ufana del triunfo…”) que presentó como ¡contribuciones a la sicología de los pueblos hispanoamericanos! “Cumplo con el ineludible deber de declarar que no he andado muy corto de vista al analizar, desde Europa, los males que gangrenan el organismo de mi país, y los cuales -y esto es preciso no olvidarlo para ser más equitativos- no son exclusivos de él y sí muy generalizados no sólo en nuestros países hispano-indígenas.” (A. Arguedas, “Pueblo enfermo”, Gisbert & Cia. (1975)). Al año siguiente (1910) Franz Tamayo, en desacuerdo con Arguedas, escribía cosas como ésta: “La inteligencia no es la facultad eminente y dominadora del indio. En vano se buscará en la raza los matices típicos de una inteligencia superior, como la que se encuentra en otras estirpes. Ni el ingenio ni la sutileza helénica, ni la claridad y brillantez gálicas, ni la fecundidad y facundia italianas, ni la profundidad española, ni la solidez británica, nada de ello existe de manera sobresaliente y típica en el pensamiento indio” o “Históricamente el indio es una gran voluntad y una pequeña inteligencia” (F. Tamayo, “Creación de la pedagogía nacional”, Juventud (1991)). Bueno, hubiera bastado preguntar al uno y al otro cuáles fueron sus métodos de investigación para arribar a tan impactantes conclusiones. ¿Un enorme programa de monitoreo del comportamiento? ¿Una exhaustiva batería de pruebas sicológicas? ¿Una extraordinaria capacidad de penetración mental heredada de sus “profundos” ancestros? Nada de eso -hay que lamentarlo-, son simples opiniones prejuiciosas como la de que los

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cruceños son carnavaleros o los tarijeños lentos. Es el tipo de opiniones que se adaptan a -o desprenden de- los esquemas vigentes; difíciles de predecir o detectar y que, finalmente, se esconden en la “moda” (= en uso pasajero). De paso, Franz Tamayo tuvo reputación por su avasallante orgullo y le hubiera disgustado mucho, sin duda, que señalen errores en su obra, aún insignificantes como éste: en su bellísimo poema “Claribel” un verso que se repite dice “Mas yo, iluso descreído, /aún pienso que me has querido, /Claribel”. Descreído es una persona incrédula y no concuerda con el ser “iluso”; es exactamente lo opuesto a lo que se pretendía significar (iluso y crédulo). El verso lógico sería “Mas yo, iluso y creído, /aún pienso que me has querido, /Claribel”. Volviendo a los prejuicios, he aquí algo más moderno (y en boga): “El presente trabajo es un ensayo producto de la experiencia de vida y de la observación psico-sociopolítica cotidiana, que tiene la intención de mostrar los efectos psicológicos negativos de la colonización mental -que devino de la colonización religiosa y estilos de vida extranjerizantes- en los mecanismos de adaptación a los nuevos espacios de vida urbana, con la consiguiente fragmentación de su integridad psicológica. El migrante indígena hacia las ciudades o el migrante cultural de las urbes en sus procesos de readaptación social sufre rechazo del nuevo medio social al cual se inserta. Frente a esta situación desarrolla mecanismos de defensa o de adaptación distorsionados en su personalidad, ya sea ocultando su origen, renegando de su cultura familiar o al escalar estratos va hacia el blanqueamiento (enajenarse) de su mente, de sus rasgos externos y de su cultura de origen. Los blancoides también desarrollan mecanismos psicológicos alienantes de apego a lo externo generando complejos de superioridad y extranjerizantes, ya sea por vivir con mentalidad ajena y despreciar todo lo que proviene de las culturas ancestrales. En el presente artículo, se proponen algunas vías de descolonización para el andino amestizado, como el retorno a los ajayus ancestrales y a la cultura que nos legaron nuestros antepasados. Volver a nuestra cultura significa readaptar sus elementos y sus valores a los tiempos actuales. Esto no supone rechazar las formas de vida, las religiones y modas externas, puesto que son parte de la vida citadina y de la influencia de la globalización. Lo que preocupa es el asumir lo moderno occidental como superior menospreciando y estigmatizando la cultura de nuestros antepasados andinos y la cultura boliviana.” (V. Soria, “Colonización mental: mecanismos de adaptación y fragmentación psicológica del andino-mestizo”, Revista de Psicología, 5, La Paz (2009)). El viraje en el punto de vista es evidente; pero, tratándose de una revista especializada y recordando lo dicho en la sección (i, 2), quizá el método de “observación psico-socio-política cotidiana” no sea el más apropiado, pues conduce a resultados demasiado inconsistentes (¿qué puede ser un “blancoide” o un ¡“andino amestizado”! en sicología?) y recomendaciones impracticables; aunque permi-

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ten catalogar rápidamente la orientación ideológica de su autor (“Lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro”). Suficiente. Pero ¿es válido indagar a cerca de la naturaleza propia de los habitantes de una región o país? Tal vez no es científico decir que los alemanes son puntuales, pero puede describir una conocida tendencia mayoritaria de los habitantes de la República Alemana que, por supuesto, no agota sus características. No científico pero “razonablemente cierto” o “creíble”, en el sentido en que mucha gente que conoce a los alemanes podría aceptarlo. Hay muchas ideas, concepciones y descripciones razonablemente ciertas, que integran ideologías mientras esperan estudios más rigurosos y pueden ser usadas en consecuencia, como “hipótesis de trabajo”, siempre sometidas al examen y la crítica. Desde “Pueblo Enfermo”, los intentos de definir cierta identidad nacional, no han cesado pero fueron emprendidos, se diría, sin esmero. Delimitar la naturaleza del boliviano puede no ser una tarea fácil, para empezar, por la fuerte diversidad étnica y regional y, al fin de cuentas, porque quizá no hay tal cosa como la “naturaleza” o la “identidad” del boliviano. Tal vez lo que hay son estructuras sociales a las que los individuos se adaptan (¿los bolivianos en Alemania son puntuales?). La detección no gratuita de atributos razonablemente ciertos queda bastante ilustrada cuando, a propósito de lo dicho sobre los alemanes, a la pregunta “¿es puntual el boliviano?” se contesta “mayoritariamente no”. Nadie nos salvará, otra vez, de separar el trigo de las granzas (las certezas razonables, de la irracionalidad) usando sólo nuestro propios medios (buen criterio). La explicación está en algo que ya se mencionó antes: que las sociedades son sistemas, sus elementos interactúan dinámicamente; por eso, el proponer y aplicar soluciones aisladas para ciertos problemas, cosa que se ha intentado una y otra vez, no funcionará. La historia nos muestra que los gobiernos salientes justificaron sus fracasos culpando a las gestiones pasadas, a los opositores internos, a los enemigos externos o a la escasez de recursos financieros, pero también a características intrínsecas de los gobernados, según los requerimientos declarativos. Es interesante que, de todos modos, el país tienda a mejorar lentamente al paso de las administraciones, en un aspecto u otro. Para no engañarse, el único éxito real de un programa de gobierno es la industrialización; como la ocurrida en la URSS, en Corea del sur, la China y, en menor escala, el Brasil. No es necesaria mucha digresión para verificar que hay elementos característicos en tales procesos, no obstante la diversidad de esas poblaciones. Seguramente hay mecanismos comunes detrás de tales logros, pero -seguramente también- hay precios que, en muchos casos, los equipos de poder no están dispuestos a pagar. Entonces, ¿hay condiciones, digamos, mínimas que posibilitan el desarrollo (industrial)? Y, ¿son individuales o colectivas? ¿Hay pueblos que “merecen” desarrollar y otros no?

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A diferencia de lo ocurrido en países vecinos, en Bolivia el régimen republicano arrastró varias peculiaridades trazables hasta el propio imperio incaico. La verticalidad del mando, por ejemplo. El coloniaje lo mantuvo hasta casi eliminar, en la práctica, los derechos individuales; el agruparse para defenderlos fue el natural mecanismo de defensa. Por eso, hoy es perfectamente comprobable que problemas civiles, aún los más triviales, son irresolubles sin recurrir a la asociación. No están lejos los casos de vecinos barriales que deben juntarse e interrumpir el tránsito de vehículos durante horas para ser atendidos en distribución de gas combustible, agua cuando escasea u obras civiles elementales. ¿Por qué? Porque sencillamente, telefónica o personalmente, el individuo es invisible, reclamará sin ser atendido o, peor, sólo escuchado. A mayor escala, los enfrentamientos de la gente con los gobiernos (de facto o no) se dieron, históricamente, casi desde la fundación de la república. Es el tipo de comportamiento grupal que, en condiciones de aislamiento, derivan hasta en linchamientos. Aún las manifestaciones callejeras que ocurren con carácter de protesta pacífica pueden tornarse impredecibles; como en 1946 cuando, incontroladamente, adquirió la intensidad de una asonada implicando, al final, la vida del presidente. La protesta callejera es, por supuesto, universal y puede convertirse en un indicador de la armonía de los gobiernos con la ciudadanía. Si se quisiera alguna señal objetiva, los informes del PNUD sobre conflictividad en América Latina indica que Bolivia es el país más conflictivo, con un 11.3% de los conflictos en 17 países, y el menos conflictivo es Costa Rica, con apenas el 1.2% (PNUD-PAPEP, “La protesta social en América Latina”, Siglo XXI (2012)). Se considera, con mucha razón, de que la conflictividad es un freno al progreso; durante la campaña a la elección de 2005, los candidatos del MAS-IPSP insistieron en que, en su gobierno, los conflictos terminarían porque era el “instrumento” de los movimientos sociales; las cifras indican que durante el gobierno de Hernán Siles el promedio fue de 54 conflictos nuevos por mes, en el gobierno de Carlos Mesa, 52 y en el de Evo Morales 61 hasta 2013 (R. Laserna et al., “43 Años de Conflictos Sociales en Bolivia”, CERES (2013)). ¿Qué tan diferente puede ser el boliviano del costarricense? Es obvio que aquí hay una adaptación diferente a las condiciones sociales, atribuible a la violencia histórica y al poco respeto por el individuo, que ya se mencionó. Hay, además, otras desviaciones que vale la pena comentar. En Bolivia, la protesta callejera deviene muy fácilmente en bloqueo de calles y hasta de carreteras o de “paros” (huelgas intempestivas no declaradas). Estas modalidades se atribuyeron en algún momento a los movimientos izquierdistas. Pero no es creíble. Los naródniki (populistas) en Rusia, cierto socialismo agrario, llegaron a practicar el terrorismo extremo y fueron muy criticados desde las corrientes revolucionarias obreristas. No era -ni es- revolucionario el sacrificar inocentes para deshacerse de un funcionario

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de gobierno, o lo que sea. Ni siquiera es mínimamente racional: ¿maltrataría alguien a sus hijos para obligar a su consorte a ceder? Que el bloqueo de calles o carreteras tiene efectos adversos de imprevisibles consecuencias sobre gente ajena a las protestas, es algo que se menciona durante el conflicto, sin ninguna señal de aprendizaje o escarmiento en comportamientos posteriores. Es una forma no letal (“suave”) de terrorismo, pero su esencia no difiere de la de colocar bombas en eventos públicos. Análogamente, el dejar de trabajar sin otra motivación que una convocatoria sindical es una de las más recurrentes formas de protestar. Desde el punto de vista izquierdista, la huelga fue siempre un mecanismo para obligar al patrón a negociar, de ninguna manera para lastimar intereses de terceros. Entonces, ¿por qué en Bolivia se dispara sin apuntar? ¿En qué condición social puede hallarse un país para sufrir -como simple muestra- un paro de médicos durante más de 40 días? O, ¿enfermos con cáncer marchando y crucificándose en un puente, desesperando ante la decisión de cerrar temporalmente la unidad de radioterapia y diciendo “queremos vivir un poco más”? Se sabe que la huelga de hambre fue una forma de protesta desde tiempos muy antiguos, en la India y en Irlanda precristiana. Precisamente dos casos muy conocidos provienen de esas regiones. De los muchos ayunos de Mohandas Karamchand Gandhi, por varios motivos, pero fundamentalmente como desobediencia civil contra el dominio británico en la India, el ultimo más largo (21 días) culminó con relativo éxito, terminando con la violencia entre hindúes y musulmanes pero sin impedir la división del país; separado en dos zonas religiosas (hoy India, Pakistán y Bangladesh). El otro concierne al requerimiento de 10 republicanos irlandeses de que se les restituya su estatus de presos políticos durante el gobierno de Margaret Thatcher; Bobby Sands fue el primero en morir en la prisión Maze (Irlanda del Norte) en 1981, después de 66 días; tenía sólo 27 años. En América, el caso de Cesar Chavez, creyente estricto en la no violencia, promovió su movimiento con largas marchas, mítines, boicots y ayunos; su más famosa y última huelga de hambre “fast for life” en 1988 duró 36 días debilitándolo severamente, pero sus demandas sobre las leyes sobre riesgos de salud por exposición a pesticidas fueron aceptadas y los granjeros obtuvieron remuneraciones apropiadas, seguros y otros beneficios. En Bolivia, por supuesto, la huelga iniciada por Domitila Barrios de Chungara, en 1978, apoyada por muchas personas y que culminó exitosamente con la renuncia del dictador Hugo Banzer. A diferencia de otros tipos de protestas, las huelgas de hambre carecen de efecto directo en el objetivo al cual están dirigidas, pues el que sufre sólo es el protestante y éste debe confiar en la justeza y el valor público de su acción, quizá, en la integridad moral del destinatario del reclamo o, de circunstancias especiales, como en los últimos ejemplos citados. Definitivamente no es, y no puede ser, una práctica izquierdista. No obstante, es una medida muy popular en Bolivia. Es una de las primeras que se asume (debiera ser la

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última por su supuesta severidad) y ya con procedimientos y resultados muy previsibles. ¿Tiene sentido un ayuno voluntario riguroso contra alguien que, casi con seguridad, desea tu muerte? En un promedio de condiciones, tendrás que ser “dado de baja” por salud y luego -además- acusado de haber comido secretamente durante la protesta. Se podría decir que las organizaciones de trabajadores nacieron junto con la República Bolívar. En 1824 se abrogó la legislación combinada de 1799 a 1800, que prohibía las asociaciones y la negociación colectiva, después de la dura y sangrienta lucha de rigor. Aunque los sindicatos estaban muy reprimidos entonces, ya estaban muy difundidos por las ciudades industriales. Hasta hoy se entiende, en consecuencia, que un sindicato es la asociación de trabajadores (asalariados, profesionales o no) destinada a la defensa colectiva de los interesas de sus miembros y así está definido en los diccionarios. Sin embargo, la Ley General del Trabajo (1942) reconoce también ¡sindicatos de patronos!: “ARTICULO 99º Se reconoce el derecho de asociación en sindicatos, que podrán ser patronales, gremiales o profesionales, mixtos o industriales de empresa. Para actuar como tal, el sindicato deberá tener carácter de permanencia, haber legalizado su personería y constituirse con arreglo a las regías legales.” Aparte de su referencia directa a organizaciones criminales, la palabra “cartel” (o “cártel”) se usa para designar precisamente a un “Convenio entre varias empresas similares para evitar la mutua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial.” Se trata de grupos de empresas o empresarios, en principio independientes, cuyo propósito es maximizar beneficios usando métodos ajenos a la libre competencia. Así, organizaciones incuestionables como la OPEP, por la naturaleza de su actividad, cumplen perfectamente con la definición de cartel. Los monopolios, oligopolios, manipulación de licitaciones, etc. están muy asociados tal concepto y, usualmente por legislación explícita, están prohibidos. Un sindicato de patronos, dueños o empleadores es, pues, un cartel. La aplicación errónea de conceptos puede llegar a ser peligrosa, y en Bolivia es frecuente encontrar situaciones como las que refleja ésta noticia: “La ciudad de La Paz amaneció este lunes bloqueada por los chóferes del transporte urbano que rechazan la política de sanciones impuestas por la Alcaldía Municipal de La Paz, ante el incumplimiento de los transportistas de mejorar sus motorizados para el servicio público.” “Desde la una de la madrugada fueron desplazadas cientos de movilidades y puestas en lugares estratégicos de la ciudad Sede de Gobierno, afectando el transporte de miles de estudiantes de colegios y escuelas de establecimientos públicos y privados.” “El director departamental del Servicio de Educación (Seduca) de La Paz, Basilio Pérez, informó a Cadena A que se ha instruido la suspensión de las labores escolares en unidades educativas públicas y privadas.” “Los sindicatos de los choferes del transporte libre y choferes de la Federación Primero de Mayo participan del paro, mientras la ciudadanía se da modos para llegar a sus oficinas y actividades normales. Se conoce que al menos 25

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mil transportistas estarían participando en el paro con 35 puntos de bloqueo.” (Erbol, Junio 2016). Toda una ciudad sometida impunemente al abuso de propietarios de vehículos para el transporte público organizados en sindicatos, federaciones y una Confederación Sindical de Choferes de Bolivia. Tal vez, cuando ésta se fundó hace más de ochenta años, aglutinaba a conductores asalariados (que hoy tienen su propio y diferente sindicato); hoy ya no son “el baluarte del sindicalismo boliviano”; son, por lo visto, cuentapropistas y empleadores que constituyen un cartel en pleno ejercicio, pero total y misteriosamente invisible para las “autoridades”. Como consecuencia, en vez de que el Gobierno Autónomo Municipal planifique y licite las vías requeridas para mover apropiadamente a la ciudadanía y las adjudique a las empresas que oferten un servicio mejor y más barato, se ve obligado a negociar periódicamente -bajo presión- con ese cartel del transporte y llegar a acuerdos endebles después de someter, no a la alcaldía sino al público, a las más inverosímiles pruebas físicas y sicológicas, exactamente como a rehenes en medio de un asalto bancario. Costumbres sociales anormales con gobiernos nacionales y regionales muy débiles -o negligentes-, incapaces de brindar los servicios eficientes y la seguridad que debieran. Análogamente, cierta ley municipal dice “(Artículo 11. (BIENES DE DOMINIO PUBLICO).- Son bienes de dominio público municipal, de manera enunciativa y no limitativa, las calles, aceras, cordones de aceras, avenidas, pasos a nivel, puentes, pasarelas, pasajes, caminos vecinales, túneles y demás vías de tránsito;…” Lo cual implica que las aceras, por ejemplo, deben ser atendidas por el gobierno municipal lo mismo que las calzadas y demás elementos de infraestructura. Sin embargo, es experiencia cotidiana que las aceras, en gran medida, son construidas por los propietarios de viviendas y comercios (lo que hace que en la misma cuadra uno encuentre diferentes estilos de acera). Naturalmente, como en todas partes del mundo, las aceras están destinadas a los peatones y así lo establece otra ley municipal (Ley Municipal Autonómica N° 015): “ARTÍCULO 51 (DERECHOS DEL PEATÓN). Todo peatón en el Municipio de La Paz, tiene los siguientes derechos: a) Circular en espacios públicos exclusivos que garanticen su seguridad y libre circulación y que no estén aislados sino incorporados en el espacio público de tránsito cotidiano; b) Ser considerados dentro de la planificación urbana, con un trato equitativo en la planificación y diseño de la red vial, por encima del vehículo motorizado, priorizando a la persona; c) Derecho preferente de paso sobre los vehículos motorizados en la red vial, respetando la señalización y las reglas de circulación;… d) Derecho preferente de paso sobre las bicicletas en las aceras;

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e) A transitar en un medio ambiente saludable y gozar del espacio público, bajo condiciones que protejan la salud de las personas, su bienestar psicológico y físico; f) A transitar sin restricción alguna, salvo las expresamente dispuestas por autoridad competente, por las aceras, paseos peatonales y por toda infraestructura destinada para el uso del peatón; g) A que las aceras, calles, avenidas, ciclo vías o cualquier espacio destinado al tránsito de peatones, cuenten con toda la señalización e infraestructura necesaria para un tránsito de calidad y seguro, correspondiendo a la autoridad competente cuidar de que las calles y avenidas no se constituyan en estacionamiento de vehículos impidiendo la circulación del peatón; h) A disponer de espacios públicos libres de circulación vehicular; i) A solicitar a las autoridades competentes el cumplimiento de las normas urbanísticas de seguridad y calidad que garanticen el desplazamiento seguro de los peatones en el espacio público; j) A solicitar la protección de su integridad física al momento de cruzar las vías de circulación; k) A solicitar el cumplimiento y a denunciar a los conductores de vehículos motorizados en caso de que los mismos no cumplan, ni respeten los dispositivos de control de tránsito como semáforos, así como el respeto al paso de peatón o cebra, y los derechos consignados en la presente ley; l) A solicitar la instalación de semáforos y la construcción de pasarelas y demás infraestructura peatonal necesaria, especialmente para personas con discapacidad física y/o sensorial; m) Las personas con discapacidad física y sensorial tienen derecho a solicitar a las autoridades competentes la adopción de medidas específicas conforme a planificación, que le permitan un tránsito seguro y cómodo por los espacios y vías públicas; n) Los menores de edad, las personas de la tercera edad y las personas con discapacidad física y/o sensorial tienen derecho a contar con lugares de socialización con el mobiliario e infraestructura necesaria para su acceso y disfrute, conforme a la planificación realizada por la autoridad municipal competente; o) Los menores de edad, adultos mayores o personas con discapacidad física y/o sensorial, gozarán de consideración por parte de los conductores de vehículos motorizados, quienes deberán ceder paso a los mismos en los correspondientes pasos peatonales.” La Paz, de acuerdo a esta ley, podría considerarse el paraíso de los peatones, una ciudad apta para los paseos y, sin duda, para el ajetreo de la actividad laboral. Pero un estudio ¡de la propia Alcaldía! contiene datos como “De los trabajadores que comercian en la zona (el CUC), 63% lo hacen en vía pública, invadiendo el espacio de aceras y plazas, 30% lo hacen en locales comerciales y 7% en mercados”. En efecto, el artículo

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51, merecedor de ser citado completo, es el tipo de textos para los cuales alguien inventó esa famosa y apropiada frase de “papel mojado”. En los hechos, más de 30 mil “gremiales” ocupan calles y avenidas citadinas; se dice que casi el noventa por ciento son mujeres y casi el cien por ciento de sus representantes son varones; sus más de 70 sindicatos conforman la Federación de Gremiales Artesanos y Comerciantes Minoristas de La Paz. Por supuesto, situaciones muy similares se dan en las otras ciudades y, nuevamente, un cartel de cuentapropistas y empleadores cuyo poder sobre el gobierno municipal pasa sobre derechos obvios de la ciudadanía, la cual, igual que en el caso del transporte, es simplemente usada como prisionera cuando los tratos con la municipalidad devienen ásperos. Para despejar tres lugares estratégicos de la ciudad de Santa Cruz, el municipio invirtió más de 30 millones de dólares del dinero de la gente con el fin de albergar, en mercados expresamente construidos para ellos, a varios miles de vendedores callejeros “asentados y ambulantes” (en la más extraña manera de adquirir derechos propietarios, con sólo sentarse en la acera). El comercio informal es una actividad persistente en las calles y plazas de todas las ciudades bolivianas. Se dice que, aun cuando su estrecho contacto con el contrabando es conocido, tiene un efecto importante en la reducción del desempleo. Quizá también es importante para mostrar que, para administraciones poco profesionales, permisivas, negligentes o con extraviados propósitos, es más fácil redactar leyes que cumplirlas y hacer que se cumplan. Por supuesto, no son los únicos ámbitos donde el brutal choque entre lo estipulado y lo practicado se da tan patentemente. Pero permite entender de inmediato lo tenebroso de las odiseas judiciales y la impotencia o incapacidad burocrática para enmendarlas y también- la facilidad con que pueden ser aprovechadas por bellacos. Y, para abandonar toda esperanza, la naturalidad con que las personas se adaptan a las circunstancias sociales que se les presentan; sean propias (su país) o ajenas. Sí, en otros ambientes sociales muchos bolivianos son puntuales, disciplinados, eficientes y exitosos y, si hay tal cosa como la “sicología o identidad del boliviano”, queda olvidada en casa. Sería hipócrita no concluir, entonces y con mayor autoridad que Arguedas o Tamayo, que si algo caracteriza el comportamiento social en Bolivia es la irregularidad o anormalidad (estar fuera de la regla o norma) al punto que -en ciertos aspectos- es equivalente a la anomia (carencia de normas). La propensión a la actividad no regulada, el desafío consciente a las reglas y, con demasiada frecuencia, el desprecio al imperativo categórico de Kant (la justificación de tu comportamiento pudiera ser una ley universal) que, a la larga, conduce a hacer a otros lo que no quieres que te hagan. Como no podía ser de otro modo, en consecuencia, ahí está el funcionamiento aleatorio de una mala justicia y, bueno, la historia boliviana que es la del abuso, la arbitrariedad y la injusticia usadas, descuidada o deliberadamente, para favorecer los intereses de unos por encima de los de otros.

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5. Ideas, praxis y partidos No hay prueba histórica, ni de otro tipo, de que los Kuna de Panamá se refirieran al continente americano con la denominación “Abya Yala”, y es -más bien- nada probable que así sea. Con repetidos viajes de observación y mucho estudio, el geógrafo Américo Vespucio apenas logró describir la porción sur del continente. Escribió cartas a su amigo Piero Soderini, en Florencia, afirmando encontrarse en un “nuevo mundo” refiriéndose sólo a la porción que iba desde Tierra del Fuego hacia el norte. Seguramente por eso, el geógrafo Martin Waldseemüller nombró e este continente “América” (tierra de Américo). América es un continente colonizado y descolonizado, el continente de naciones que, como Bolivia, merecen aquello a que toda sociedad aspira y para lo que las ideologías debieran servir: bienestar basado sobre los desarrollos cultural, científico e industrial. No es eso lo que la práctica, recogida por la historia, parece implicar. ¿Por qué? Ideológicamente, todos los países de Latinoamérica comparten esquemas parecidos. Pero la política es una parte muy fundamental en la ocupación de los bolivianos desde la fundación de la república; la enorme bibliografía sobre asuntos políticos, comparado con la existente en otras áreas, sin duda lo demostraría numéricamente si se hiciera una estadística. Los personajes y las tendencias son de conocimiento público y los temas de política infaltables en las conversaciones de sobremesa; para no mencionar ya su incidencia en la programación de instituciones y medios de comunicación escritos, auditivos y visuales. ¿La causa? es el país donde la única empresa verdaderamente rentable es el estado mismo (o, “el estado como recurso en sí mismo”, (ii, 4) como dice M. Szeftel). Demás estaría detallar los corolarios que de ello se desprenden. Ni hay que buscar más allá un mejor laboratorio donde las más variadas ideas políticas se hubieran ensayado tan dramáticamente. Estuvo la monarquía, representada por los virreinatos, hasta la fundación de la república; la ideología colonialista surgió, espontánea y consecuente, del proceso que empieza administrando el territorio en beneficio del advenedizo y no del originario y termina, fatalmente, en la dominación total del uno sobre el otro. “Colonia” deriva de la palabra latina “colonus”, que significa labrador; colonialismo, entonces, pudiera hacer referencia al inofensivo asentamiento de población en un nuevo territorio, manteniendo cierta afinidad política o cultural con la sociedad de origen (como la idea futurista de colonizar Marte). Pero -como es más frecuente- el nuevo territorio está ya ocupado y la imposición del poderoso será inevitable; esto es, dará lugar también a un imperialismo (el término latino “imperium” es equivalente a “mandar”). La historia recoge muchísimos procesos de colonización e imperialismo; gran parte de la difusión cultural en el mundo se ha da-

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do por ese mecanismo. La justificación del colonizador fue casi siempre la de que el tutelaje era necesario para “civilizar” al colonizado hasta que fuera capaz de construir un gobierno con instituciones propias. En la ideología colonialista muchos elementos culturales, lenguaje, estilo de vida, tradiciones y religión son “bienes” a implantar, sustituir o asimilar. La identidad postcolonial, basada sobre las pasadas interacciones, arrastrará los desajustes y exhibirá las cicatrices dejadas por las consecuentes aceptaciones y resistencias. Hay muchos ejemplos de colonizaciones difíciles de describir y valorar: Los japoneses originarios fueron los ainu (emparentados con indios y tibetanos); los japoneses actuales son descendientes de colonizadores orientales aunque, por otra parte, a mediados del siglo XVI, Tanegashima y Nagasaki fueron colonias portuguesas por corto tiempo, el suficiente para recibir la influencia del catolicismo y de la nueva tecnología guerrera (la pólvora y las armas de fuego); finalmente, sufrieron la relativamente breve ocupación norteamericana después de la II Guerra mundial. De todo ello, expuestos al conocimiento “occidental” en áreas de ingeniería, medicina y ciencias, el Japón moderno, con escasos recursos naturales, es una reconocida potencia industrial. Los Estados Unidos, Argentina y Chile se desarrollaron (en grados diferentes) exterminando a su población originaria; Brasil y México lo hicieron ensamblándola en sus sociedades. Bolivia tuvo menor fortuna, la polarización entre remanentes coloniales y remanentes originarios todavía es usada para polemizar políticamente, no para estimular el desarrollo armónico. Desde Mayo de 1809 hasta la fundación de la república en 1825, una euforia independentista, especie de réplica sísmica de las revoluciones francesa y norteamericana, se apoderó de las tierras virreinales. El antiabsolutismo y republicanismo democrático, con fuerte influencia liberal, era una corriente de pensamiento, podría decirse, encabezada y representada por el propio Bolívar. Su liberalismo con sensibilidad social, muy acorde a su época, propugnaba -sin duda- la libertad y la igualdad. Defendió los derechos de los desfavorecidos de su tiempo, pero sugirió que la libertad de las sociedades dependía del libre albedrío atribuible a cada persona y consideró que la base de países civilizados y democráticos eran la educación y la moral. Para Bolívar las fronteras eran perjudiciales, ideó una gran nación la cual, irremediablemente, murió con él: “Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.” (Simón Bolívar, “Última carta” (1830)). En el momento de la independencia, la constitución política separaba las condiciones de nacionalidad y ciudadanía, a ésta última sólo podían acceder los “bolivianos letrados” que tuvieran “algún empleo ó industria” o profesaran “alguna ciencia ó arte, sin sujecion á otro en clase de sirviente doméstico.” La base económica estaba muy desarticulada y alimentada sólo por el extractivismo (minería de la plata) y la explotación feudal. En general, la emancipación hispanoamericana pretendió el reemplazo de la Iglesia y la

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monarquía por el principio liberal republicano pero no fue acompañada por un consecuente cambio social. En los hechos, las estructuras de la tradición absolutista oligárquica se mantuvieron. La constitución era demasiado abstracta, incluía derechos inexistentes hasta entonces, y aún los bolivianos con ciudadanía estaban poco preparados para obedecer a esa “autoridad de papel”, todavía precisaban -como muchos hoy- un jefe de carne y hueso. En esas condiciones, en un ambiente todavía muy militarizado, el fenómeno del caudillismo emergió enérgicamente, como hongo en la humedad. El término caudillo se remonta a la reconquista de la península Ibérica de “los moros” y proviene -curiosamente para el uso que se le da- de “capitellus”, el diminutivo de “caput” (cabeza, en latín). Pues esos “cabecitas” o “cabecillas”, los caudillos latinoamericanos, no tenían un tipo particular; eran hombres de orígenes modestos o copetudos, blancos o mestizos, letrados o bárbaros (en el lenguaje de Alcides Arguedas), populistas o elitistas, carismáticos o repulsivos…, pero con mucho don de mando; militares, mayor pero no exclusivamente. Para bien o para mal, eran personalistas, favoritistas, implacables e imprevisibles. Forjados en relaciones de jefe a subordinado, las degradaron aún más, a las de patrón y sirviente. Actuaban en complejas redes de contactos personales, donde se premiaba la lealtad y se abominaba la deslealtad castigándola, no pocas veces, con la muerte. Los ejemplos locales son demasiados y demasiado trágicos (en los primeros 50 años de la república, se sucedieron los magnicidios de los generales Pedro Blanco, Eusebio Guillarte, Manuel Isidoro Belzu, Mariano Melgarejo y Agustín Morales); Bolivia es también un país de masacres periódicas; pero hay otros que muestran, aún más brutalmente, el peligro potencial que un caudillo representa haciéndose realidad. La guerra del Paraguay empezó luego de que el dictador Francisco Solano López provocara a los brasileros con su intervención en la política uruguaya, agravara escalonadamente el conflicto hasta invadir el Mato Grosso y, en esas faenas, al no obtener permiso para cruzar territorio argentino, rematara con la ocupación de la ciudad de Corrientes. En 1865 los tres países afectados firmaron el Tratado de la Triple Alianza contra Paraguay. No obstante algunas primeras victorias paraguayas, la Alianza se organizó hasta repeler efectivamente al invasor. Pero le tomó casi seis años llegar al final, con la devastación del Paraguay el cual perdió el 40% de su territorio y cerca del 60% de su población, incluyendo -se dice- el 90% de los varones. Solano López murió en un confuso forcejeo con sus captores después de resistir gritando “¡Muero con mi patria!” Afortunadamente, su patria sobrevivió, no obstante la humillación y ruina a la que fue -por élarrastrada. Un nuevo gobierno fue instaurado, naturalmente, amistoso con el imperio brasilero, cuyas fuerzas de ocupación se mantuvieron hasta 1876. No obstante, Solano López es considerado uno de los mayores paladines nacionales en el Paraguay; sus restos depositados en el “Panteón de los Héroes”.

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El caudillismo transforma las opiniones personales de un individuo, y cualquier grado de apoyo civil, en políticas sociales; esquema que se retrotrae a los reinados primitivos y se repite persistentemente en varios estilos, en épocas y lugares diferentes. Se suele considerar que el fin de la Guerra del Pacífico coincide con la destitución del último caudillo militar boliviano, el general Hilarión Daza. Aunque su sucesor era también un militar, el general Narciso Campero, su mandato inicia la “república oligárquica”, la irrupción de la ideología liberal y de los personajes que hasta entonces actuaron detrás del poder, patrocinando a los caudillos. La orientación principal, heredada desde John Locke, declaraba que el ser humano capaz de ser moral y competente según cierta “ley natural”, impulsos instintivos que gobiernan la conducta humana y que pueden ser revelados por la razón. Colocando al individuo encima de la sociedad, deducían que el gobierno oprimía a las personas cuando acumulaba demasiado poder, “The best government is that which governs least” (atribuida a Thomas Jefferson). Además, la propiedad privada, por supuesto, era el factor de la mayor importancia, porque era un derecho natural del individuo y debía ser protegida de la confiscación gubernamental. No obstante que la ideología liberal orientó la política boliviana desde la fundación de la república, aparece explícitamente recién, podría decirse, en las reñidas elecciones generales de 1884 en las que el Partido Demócrata (Gregorio Pacheco) venció al Partido Conservador (Aniceto Arce) y al Partido Liberal (Eliodoro Camacho), después de una vergonzosa y prebendal campaña, la “guerra del cheque contra el cheque” (de cierta cínica y luenga expresión del propio Arce). Es el nacimiento de los partidos políticos como estructuras organizadas, pero la diferencia entre ellos era únicamente de detalles, personas, grupos de poder e intereses económicos regionales; la base ideológica era la misma y sus manifestaciones pragmáticas iban muy relacionadas con la transición de la minería de la plata a la del estaño, con una economía más abierta, el crecimiento del sector exportador, la aparición del movimiento económico mestizo (“los cholos”) y el crecimiento de los latifundios, en conflicto con las comunidades indígenas. En el partido conservador sostenían que la iglesia católica era un factor unificador de los pueblos y ofrecían conservar los beneficios de los cuales había gozado siempre (sus posesiones e influencia educativa a través de escuelas y colegios religiosos), conservar la división de clases, los privilegios de la aristocracia y -sólo discursivamente- se oponían al libre comercio y a las inversiones extranjeras. En el partido liberal apoyaban la libertad de cultos y de conciencia, los derechos individuales del hombre; las libertades de prensa y de expresión, de asociación, de religión y el libre comercio. También en sus discursos, aparecían la abolición de privilegios y la separación de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Buscaban separar la iglesia del Estado, la secularización de la propiedad de la Iglesia e introducir el pensamiento liberal europeo en la enseñanza.

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En los hechos, en efecto, no hubo distinción sustancial entre las dos orientaciones. Los conservadores gobernaron entre 1884 y 1897 en medio del cambio en la clase capitalista del país en la cual, a diferencia de los explotadores de la plata, entre los nuevos mineros del estaño hubo también extranjeros de varias nacionalidades. Las nuevas compañías emergieron en forma de complejos emprendimientos internacionales, dirigidas por laboreros profesionales. Los presidentes conservadores eran ellos mismos magnates mineros o representantes asociados. Los presidentes posteriores, en cambio, estaban mayormente fuera de la élite minera, los miembros de ésta prefirieron actuar estratégica y políticamente mediante ciertos grupos de presión. Los liberales gobernaron entre 1899 y 1920. A ellos correspondió la firma del tratado de 1904 con Chile -una herida todavía abierta- aceptando la pérdida de todos los territorios costeros a cambio de 300 mil libras esterlinas como compensación y la construcción de un ferrocarril. También, el tratado de Petrópolis, con la pérdida del Acre a cambio de otra compensación económica de dos millones de libras esterlinas y otro ferrocarril. Y, aun así, los gobiernos liberales gozaron de aceptable estabilidad política. El partido conservador finalmente colapsó y en 1914; con sus restos y con defecciones del partido liberal, se creó el partido republicano; otro ente pequeñoburgués con ideología liberal, que fue capaz de protagonizar un golpe de estado y hacerse con el poder en 1920. Ninguno de estos gobiernos (ni los posteriores, según se experimenta hoy mismo) hizo el intento de industrializar el país. Derrocharon los recursos acumulados en períodos productivos y descargaron sobre la gente las penurias de los períodos estériles. El dinero recibido de Chile y Brasil permitió al liberalismo hacer un amago de “modernización” de las ciudades, sobre todo de La Paz y comenzar las vías férreas en un proyecto limitado de vertebración territorial. Todavía le correspondió administrar otra de esas ocasionales bonanzas, ésta originada en el “auge gomero”. Pero, otra vez, el gasto antes que la inversión planificada, sólo aceleró el atraso del país con relación a sus vecinos. Como un promedio entre los discursos liberal y conservador, después de más de un siglo de vida republicana, una reforma educativa (Georges Rouma) culminó con la fundación de la primera “normal” (este nombre para las escuelas de maestros viene del francés y supone una referencia o norma educativa, pero refleja su naturaleza gubernamental, no universitaria). En 1897 se exhibió la primera película cinematográfica en La Paz. En 1920 voló el primer avión y se firmó el primer contrato para la explotación petrolera con la compañía norteamericana Richmond Levering. En esos años surgieron las primeras organizaciones gremiales, los ferroviarios y gráficos, se oyeron incipientes discursos anarquistas y socialistas y se organizaron las primeras federaciones obreras. “De 1932 a 1935 tuvo lugar una guerra fantástica en el centro de Sudamérica. Bolivia y Paraguay lucharon empleando el más moderno armamento, anticiparon las técnicas y

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la estrategia de la Segunda Guerra Mundial, perdieron 90 mil hombres según estadísticas oficiales o 150 mil según observadores extranjeros, a pesar de que tenían población en cantidad diminuta. Para hacer la guerra estos dos países insolventes, manteniendo a sus respectivos pueblos en la más absoluta miseria, recurrieron a un endeudamiento absurdo cientos de veces superior a su capacidad de pago y, como consecuencia de esas deudas, contraídas para adquisición de armamentos, cayeron en una miseria que los ahoga hasta hoy. ¿Por qué? ¿Porque los trusts internacionales querían el petróleo del Chaco?” (J. J. Chiavenato, “La Guerra del petróleo”, Punto de Encuentro (2007)). La guerra del chaco produjo una profunda depresión económica, deteniendo la expansión de la industria minera. La pasada riqueza del estaño apenas repercutió en la modernización del conjunto de la sociedad; todavía en los años de 1940, la abrumadora mayoría de bolivianos vivían marginados de la economía de mercado. En los años de 1950, buena parte de la sociedad activa se dedicaba a la agricultura, pero el país seguía importando víveres. La guerra debilitó las creencias tradicionales y estimuló nuevas corrientes de pensamiento social. En 1936 jóvenes oficiales del ejército tomaron el poder, bajo los liderazgos del Coronel David Toro y del Mayor Germán Busch. El “militarismo socialista” confiscó las posesiones de la compañía Standard Oil, se decretó el código que luego vendría a ser la, hasta hoy vigente, ley General del Trabajo y promovió la redacción de una nueva constitución “socialmente orientada”. Grupos civiles disidentes se organizaron en partidos de oposición a mediados de los 1940. Siguiendo indirectamente los acontecimientos políticos internacionales, aparecieron el “policlasista” (pero, realmente, de clase media), de orientación nacional socialista, Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y el marxista pro soviético Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), presentes en el Congreso en 1943 cuando el presidente, general Enrique Peñaranda, fue derrocado por el grupo militar secreto Razón de Patria (RADEPA). La alianza MNR–RADEPA puso en el gobierno al coronel Gualberto Villaroel. Durante su gestión, en el congreso de Huanuni (junio de 1944), se creó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Acusado de ser pro nazi (lo era), fue sangrientamente derrocado en 1946 y -ya muerto- colgado de un farol frente al palacio de gobierno. Alguien dijo, “entró por la ventana y salió por ella”. La participación del PIR en estos hechos no le acarreó sino la pérdida de su inicial buen prestigio y fue finalmente disuelto y reemplazado en 1950 por el, supuestamente más radical, Partido Comunista Boliviano (PCB). La victoria posterior del MNR en las elecciones presidenciales de 1931 fue desconocida por el ejército y se impuso una junta militar, derrocada a su vez, luego de varios intentos, por el propio MNR en abril de 1952. Mineros y campesinos armados y población civil casi destruyeron al ejército. Éste fue el inicio e

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instauración de la “revolución nacional”, notable entre los levantamientos latinoamericanos por sus implicaciones sociales. La aparición de la izquierda se dio en las primeras décadas del siglo XX con la organización de los sindicatos obreros bajo fuerte inspiración en las revoluciones rusa, mexicana y en las corrientes anarquistas de la época. La guerra del Chaco incentivó la difusión de las ideas marxistas y la formación de partidos de izquierda, el ya mencionado PIR y el Partido Obrero Revolucionario (POR) de tendencia trotskista. La fuerte hegemonía del nacionalismo revolucionario mantuvo a la izquierda en la oposición hasta hoy. Sí, hasta hoy. El destino de los partidos mismos, fue variado. Actuando mediados por los sindicatos obreros agrupados en la Central Obrera Boliviana (COB, fundada en 1952), después de las acciones “foquistas” fallidas, las guerrillas de Ñancahuazú (1967) y de Teoponte (1970), el apoyo disminuyó y las divisiones y los virajes ideológicos aumentaron. Aparecieron, presentándose como de izquierda, partidos como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el Partido Socialista (PS), el Movimiento Bolivia Libre (MBL), el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) y otros, que terminaron evaporándose o alimentando al “neoliberalismo” primero y al masismo después. Ya en el último cuarto del siglo XX, se generaron, por diversas fuentes, el indigenismo y anticolonialismo. Los partidos, con ideologías casi equivalentes, el Movimiento Revolucionario Tupac Katari (MRTK), Movimiento Indio Túpak Katari (MITKA) y otros, mutaciones de éstos, fueron contendientes electorales de escasos resultados. Sus principios y cosmovisiones, no obstante, ocurren en la base ideológica de diversas agrupaciones: la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Central Indígena de los Pueblos del Oriente Boliviano (CIDOB), el Consejo Nacional de Ayllus y Markas Qollasuyo (CONAMAQ), la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa (FNMCB-BS), etc., autodescritas como “organizaciones” o “movimientos sociales” al parecer para actuar políticamente sin ser tildados de entes paraestatales (o corporaciones). También la manera en que se nombran las cosas es parte de las ideologías. Como se sabe, Colón desde su primer viaje hasta su muerte sostuvo que había llegado al oeste de “Las Indias” de donde los originarios de las tierras conquistadas vinieron a ser “indios”. ¿No es increíble que nadie hubiera siquiera intentado corregir este histórico error? ¿Cómo entender que hasta los movimientos que apoyan la autoctonía se denominan “indianistas”? Es correcto, desde luego, que los originarios de la India se denominen indios. Los originarios de América debían llamarse “americanos”, no “indios”. Además, cualquier intento de mostrar al indigenismo como izquierdismo colisiona con los conceptos de nación, etnia y raza; el nazismo lo entendió muy bien: “La doctrina judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la Naturaleza y coloca en

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lugar del privilegio eterno de la fuerza y del vigor, la masa numérica y su peso muerto. Niega así en el hombre el mérito individual e impugna la importancia del nacionalismo y de la raza abrogándose con esto a la humanidad la base de su existencia y de su cultura. Esa doctrina, como fundamento del universo, conduciría fatalmente al fin de todo orden natural concebible por la mente humana. Y del mismo modo que la aplicación de una ley semejante en la mecánica del organismo más grande que conocemos, provocaría el caos, sobre la tierra no significaría otra cosa que la desaparición de sus habitantes.” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”). La ideología “neoliberal”, que manifiesta o disimuladamente profesaron los gobiernos democráticos posteriores a las últimas dictaduras, no es más que una resurgencia de las ideas liberales clásicas, extrapoladas a la era post soviética. Enfatizando lo democrático capitalista y las políticas de privatización. Propagandizando el libre mercado y la desregulación económica. Y, otra vez la idea de o atribuida a Jefferson, la de que el mejor gobierno es el que gobierna menos; la de la reducción del estado; el que sólo debía administrar normas (y no negocios), ocuparse de la salud y educación públicas y sólo arbitrar las transacciones entre privados. La corrupción, sin embargo, se hizo tan patente, que los aires de cambio ya tenían olor. Pero, se dice también que, cuanto más las cosas cambian, más permanecen como antes. Y queda claro que, tanto individual como grupalmente, lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace no necesariamente convergen; y -después de todo- no tienen por qué hacerlo.

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Capítulo v

El instrumento 1. Autobombo revolucionario Como se vio, las ideologías siempre tienen algún grado de arbitrariedad, detectable hasta en la terminología empleada. ¿Es posible inaugurar una ideología con meros juegos de palabras? ¡Por supuesto! “El Indigenismo fue un movimiento del cholaje blanco mestizo; en tanto que el Indianismo es un movimiento indio revolucionario que no desea asimilarse a nadie y que se propone liberarse. En suma, indigenismo es asimilación, integración en la sociedad blanco-mestiza; a diferencia de esto el indianismo es: el indio y su revolución” (F. Reinaga, “La revolución india” (1970)). Ahí está. Por una parte, la palabra “indio”, la tonta equivocación histórica que necesita reparación y, peor aún, sus derivados “indiano” o “indianista” que tienen otras -y menos pertinentes- acepciones; paradójicamente, sería más adecuado al propósito que Reinaga perseguía, mantenerse en “indigenismo”. Por otra, nuevamente la raza asociada a la “terza vía”. Pero, lo saben bien los sociólogos, las arbitrariedades ideológicas complican pero no impiden el análisis. Tal vez la capacidad humana para producir entes mentales no es infinito y, tarde o temprano, unos terminan coincidiendo con otros. “El liberalismo y el comunismo llegados de Europa, quieren asimilarnos a Europa. Y lo que el indio quiere es liberarse, precisamente, de Europa” (F. Reinaga, "Manifiesto del partido indio de Bolivia" (1969)). Hay otras referencias, pero similares y suficientes para notar con claridad el que indigenismos e indianismos hacen todos los -innecesarios- esfuerzos para distanciarse del marxismo y de la izquierda. No obstante, se dice que el MAS constituye una cierta expresión de factores combinados cuya caracterización sería la de una “izquierda indigenista”. Pero también el opuesto “nacionalismo indigenista” (P. Stefanoni, “Bolivia: el Nacionalismo Indígena como identidad nacional”, CLACSO (2006)) y hay referencia a un “etno-nacionalismo de cor-

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te indígena”, porque “habría canjeado la lucha de clases por el choque de civilizaciones” (R. Archondo, “Izquierda boliviana y etnonacionalismo”. Barataria, Año 1, No. 2 (2005)). Estas miradas, más bien benignas, ven a un MAS compuesto de tres tendencias que “conviven críticamente”: el indianismo, el socialismo y el nacionalismo (¿indianismo de Reinaga, nacionalismo de Hitler y socialismo de Mussolini?). Según Álvaro García, por si aún no fuera suficiente, el núcleo del proyecto es el “socialismo comunitario” o “socialismo del siglo XXI”. El socialismo deja de ser científico, como lo concibió Marx, para convertirse en una palabra vacía, un comodín político de inagotables posibilidades: “Aquí en Bolivia estamos trabajando y apostando por una vía democrática al socialismo…” “... porque el socialismo es en el fondo una democracia radical. No se tiene que llegar necesariamente mediante la fuerza” (A. García, “Marxismo, nacionalismo e indianismo en Bolivia. La nueva izquierda del presidente Morales”, CLACSO (2008)). ¿Vía democrática al socialismo? ¿El socialismo una democracia radical? Por supuesto, sería inútil intentar que el autor de esas frases lograra, al menos, percatarse de que son necias y redundantes: “vía democrática a la democracia radical”, “¿no es cierto?” (Para usar esta coletilla tan propia de personeros masistas). Cuando se trata de esa “nueva izquierda”, conviene no olvidar que García es el invitado que se quedó a vivir (en el MAS); que pasó, con un atolondrado salto, del foquismo parlante a la revolución democrática sólo para calzarse, a última hora, una candidatura obsequiada por el hado propicio. Mientras el indigenismo se ocupó cuidadosamente -según lo visto- de separarse del marxismo, los escritos masistas y sus discursos repetitivos enfatizan, más bien, el que en el “indianismo de izquierda” o la “izquierda indigenista” se hubiera dado la reconciliación entre el marxismo y el indigenismo, convirtiendo automáticamente, claro, al movimiento indígena y otros “movimientos sociales” en la vanguardia revolucionaria. Pero la mezcla de ideologías no es como la de sabores en la olla del chef. Evidentemente, es un esquema que desentona con la tradición marxista la cual pone -no gratuitamente- a la clase obrera frente a la burguesía: “En países como Francia, en que los campesinos representan mucho más de la mitad de la población, es natural que ciertos escritores, al abrazar la causa del proletariado contra la burguesía, tomen como norma para criticar el régimen burgués, los intereses de los pequeños burgueses y de los campesinos, simpatizando con la causa obrera mediante las ideas de la pequeña burguesía. Así nació el socialismo pequeñoburgués. No sólo en Francia, sino también en Inglaterra…” O, más brutalmente, “El lumpemproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, resultará en parte arrastrado al movimiento por la revolución proletaria, aunque sus condiciones de vida lo hacen más propicio a dejarse comprar, como instrumento de los manejos reaccionarios…” (Manifiesto Comunista).

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El marxismo (y la “izquierda revolucionaria” en general) es internacionalista como consecuencia del análisis teórico sobre las contradicciones fundamentales en el seno de toda sociedad. “A los comunistas se nos reprocha también, que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. Puesto que el proletariado, debe conquistar primero el poder político, antes de elevarse hasta constituir la primera clase nacional, constituyéndose a sí mismo como nación; resulta evidente, que también en él reside un sentido nacional, aunque esa concepción, no coincide ni mucho menos, con la que tiene la burguesía…” Y todavía más, como un pronóstico de la “globalización” actual: “Las diferencias nacionales entre los pueblos, desaparecen cada día más, con el desarrollo de la burguesía, con la libertad de comercio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial y con las condiciones de vida que engendran. El triunfo del proletariado, acelerará su desaparición. La acción coordinada de los proletarios, por lo menos en las naciones civilizadas, es una de las principales condiciones para su emancipación. En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras…” No, definitivamente, la izquierda no sólo no es nacionalista, es contraria al nacionalismo. Ahora, el nacionalismo del MAS, como el del MNR inicial, se muestra en sus políticas nacionalizadoras de los “sectores estratégicos de la economía” y al familiar esquema del Estado como actor protagónico de la economía, con acompañamiento privado (“¡terza vía!” diría un sonriente Mussolini) y políticas extractivistas con esquemas industrializadores siempre virtuales, “Tenemos que hacer todo el esfuerzo, porque de eso depende nuestro futuro, y así romper con 500 años de ser productores de materias primas y pasar a ser un país industrializado, que significa contar con más ingresos y capacidad productiva, lo que se traducirá en escuelas hospitales y mejores salarios” (A. García, La Razón, 20/10/2010); después de 13 años de gestión, los hermanos impacientes ya podrían urgir “no me hables de dolores, muéstrame la wawa”. Igualmente, mucho discurso sobre desarrollo nacional con medidas redistributivas de recursos públicos. Pero este nacionalismo sólo es detectado explícitamente por pocos analistas. La opinión de los militantes sobre su organización es muy fácil de adivinar, porque -según ellos mismos- el “centralismo democrático” les impide ser librepensadores (o simplemente pensadores). Entonces, basta escuchar la versión actualizada de alguno de sus voceros con la confianza de que no habrá variantes en el resto. Además, el discurso central es tan inmutable que puede ser atrapado en cualquier punto temporal. El MAS-IPSP; profunda arbitrariedad ideológica, exceso de simple y mecánica adjetivación, de afirmaciones gratuitas y desesperante ausencia de razonamiento probatorio. Pero la cruda actualidad. Un análisis inevitable, mas no particularmente placentero.

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Ésta, por ejemplo, es la descripción reminiscente de la victoria electoral del MAS-IPSP (54% de los votos) en las elecciones generales de 2005, en ese estilo fingidamente circunspecto y estirado: “Hermanas y hermanos, pueblo de Bolivia. Hace 10 años en éste mismo hemiciclo, Evo y Álvaro, asumíamos la Presidencia y la Vicepresidencia del Estado boliviano. Era el momento victorioso de una oleada revolucionaria de indígenas, obreros, campesinos, vecinos y jóvenes que habían impedido la privatización del agua el año 2000 que habían ocupado el poder territorial desde el Chapare, La Paz hasta Omasuyos para impedir la exportación de gas a Chile y por Chile a Estados Unidos. En el fragor de estas luchas que estremecieron el continente se fue tejiendo un nuevo bloque de poder revolucionario en torno al indígena, que es al fin y al cabo, la raíz profunda de todos. Se formó así, hasta el día de hoy, un bloque estatal que se planteó no solo transformar Bolivia sino además conducir esa transformación en torno a tres mandatos revolucionarios. El primero recuperar los recursos naturales para beneficio del pueblo, el segundo, impulsar una Asamblea Constituyente de un nuevo Estado, el tercero, un gobierno indígena obrero campesino popular. La insurrección de las calles y carreteras del año 2000, 2001, 2003, 2005 se transformó en insurrección en las urnas y la fuerza asociativa de los sindicatos las asambleas se convirtieron en fuerza electoral que puso fin al estado neoliberal y colonial vigente…” (A. García, Discurso en la Asamblea Legislativa Plurinacional, 22/01/2016). Aparte de la obvia, pero involuntaria, referencia a la “Ordo Franciscanus Saecularis” (hermanos y hermanas de la Penitencia y Terciarios), oyendo decir “En el fragor de estas luchas que estremecieron el continente”, uno pensaría que se está hablando de la campaña de Bolívar, o la de San Martín. Pero no; es sólo otro ejemplo de esos vacíos discursos políticos a los que se aludió antes. Lenin atribuyó a Marx esta opinión respecto de las elecciones parlamentarias: “Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas.” No es difícil imaginar lo que pensarían (y dirían) de una ¡“insurrección en las urnas”! Un verdadero proletario comunista le diría al vicepresidente -en palabras de J. P. Sartre- “Nuestras esperanzas no son las mismas. Y quizá sea usted mi hermano -¡la fraternidad cuesta tan poco!- pero ciertamente no es mi camarada.” Si alguien se define siendo “un revolucionario, un comunista” (A. García) no debería ignorar argumentos como éste (contra Karl Kautsky): “…si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad y que ‘se divorcia cada vez más’, es evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder estatal que ha sido creado por la clase

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dominante y en el que toma cuerpo aquel ‘divorcio’. Como veremos más abajo, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente clara por sí misma, con la precisión más completa, a base del análisis histórico concreto de las tareas de la revolución…” (V. I. Lenin, “The State and Revolution”, Lenin Internet Archive, Collected Works, Volume 25 (1993)). Por eso, usted no logrará imaginar -sin asco- a Marx y Engels, o a Lenin y Trotski, bailando con banderitas en una divertida campaña electoral, cual políticos baratos. Si no sabes análisis real, variable compleja, geometría diferencial o topología, no te puedes considerar matemático y tampoco, obviamente, es posible ser comunista desconociendo los más elementales fundamentos del comunismo. Pero puedes declararlo en público: se llama impostura. Ya se mencionó en (iv, 3) el dramático cambio ideológico ocurrido en la República Popular de China desde el liderazgo de Deng Xiaoping y que continuó luego con Jiang Zemin, Hu Jintao, hasta el actual Secretario General del PCCh, Xi Jinping. Se deformó las ideas comunistas de Mao Tse-Tung hacia un esquema nacionalista autoritario con orientación capitalista estatal, estructura propia del fascismo. Mao Tse-Tung, apartándose de la orientación ortodoxa soviética, dio al campesinado el papel de vanguardia revolucionaria (la clase que debía derrocar al poder e imperialismo burgueses). Esta ponderación de la fuerza rural por Mao deriva de haber alcanzado el poder gracias al sacrificio bélico de esa base. No se olvida el que, como en muchos países, en Bolivia también hubo un partido comunista maoísta, y que se diluyó justamente a raíz del viraje del PCC ya descrito. Entonces, no hay posibilidades de armar una estructura racional, donde un razonamiento siga a otro, cuando el equivalente boliviano de campesinado, lo indígena, sorpresivamente se convierte en “todo”, con el resultado final de ser reducido a nada: “…para lograr satisfacer necesidades básicas de la población ampliar la igualdad económica e ir creando las bases intelectuales y materiales de un nuevo modo de producción que de lugar a un metabolismo mutuamente vivificante entre sociedad y naturaleza se requiere temporalmente y de manera transitoria un tipo de estractivismo que permita al Estado y a la sociedad un mínimo de condiciones de vida, de salud, de vivienda, de transporte, de comunicación sobre las cuales una nueva generación de hombres y mujeres vivirán del conocimiento y la tecnología y ya no de las materias primas… (APLAUSOS)… Aquí y ahora lo indígena no es un ornamento es mando político, lo indígena no es pobreza ni aislamiento agrario para fotos de postal, es modernidad, un nuevo tipo de modernidad, es agricultura pero también industria, es cultural pero también robótica, es comercio, es transporte, es computación, es todo. Las naciones indígenas no son culturas fósiles son culturas vivas y combinan modernidad con identidad, son urbanas como rurales, son agricultores como profesionales y sobre todo con voluntad de poder y capacidad de irradiar hegemonía a otras clases sociales. Las naciones indígenas son pues hoy proyecto estatal, quizás ahí radique uno de los grandes retos del Estado Plurinacional, acortar las diferencias en la velocidad, en

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la construcción de poder y liderazgo regional entre naciones de tierras altas y naciones de tierras bajas.” (A. García, Discurso) “Lo siento”, podría decir alguien que no conozca al parlante, “pero no veo lo que usted dice y, más bien, sus agresivas políticas de turismo (con una empresa “estatal” al efecto) continúan mostrando lo indígena como foto de postal, precisa y justamente por su imagen de rescoldo ancestral”. ¿Qué es “un metabolismo mutuamente vivificante”? Una explicación de tan absurda frase insultaría la inteligencia del cualquier lector; mas, quizá para beneficio de la fuente, conviene aclarar que “metabolismo” definitivamente no es sinónimo de “simbiosis”. De paso, el éxito de Mao y su base campesina, que condujo al “maoísmo” como idea para la toma del poder, inició la posibilidad de otras vías para ese fin. Así, después de la revolución cubana, apareció el “foquismo” y, después de la “primavera de Praga” en 1968, el “eurocomunismo” exhibió, por fin, la cruda realidad: la revolución violenta era muy difícil y, consecuentemente, había que adaptar el modelo comunista a las condiciones disponibles de la vía parlamentaria. En Bolivia no hubo un planteamiento explícito relativo a esta última opción; tal vez, esas elucubraciones sobre revueltas democráticas, que supuestamente- propulsaron al MAS, tengan origen tácito en los humores eurocomunistas. El MNR se autoconstituyó también en “revolución democrática popular y campesina” y el PS ya tenía un planteamiento electoral. Socialismos deslactosados (más digeribles). Lo cierto es que en el MAS hay una confusión pertinaz entre “estado”, “poder” y “gobierno”, que su vocero principal arrastra desde su época televisiva. “Tomar el poder” ciertamente que no es lo mismo que “tomar el gobierno”; esto último es lo que se hace mediante elecciones. En fin, la artillería verbal estaba, al parecer, dirigida contra su blanco consuetudinario, “La oposición [que es] tonta y salvaje” o, todavía mejor, “esa oposición neoliberal y vendepatria que sólo sabe insultar”. Pues, “¿Qué propuesta distinta de economía tiene la oposición?, ¿qué propuesta distinta de Estado, de país tiene la oposición?, ninguna, no tiene propuestas, no tiene ideas, algunos políticos reclaman una política al gobierno ante la crisis económica cuando ya han pasado 18 meses de crisis económica continental y recién hoy se les ocurre pedir que nos ocupemos del tema. Compañeros, el gobierno ya había previsto la crisis continental hace tres años, y por eso preparamos el plan de exportación de energía preparamos el plan de ampliación de la frontera agrícola, preparamos la reorientación de los créditos al sector productivo del incremento exponencial de la inversión pública, estábamos preparados y el remedio que hemos aplicado anticipadamente nos ha protegido de la enfermedad, de la recesión económica que afecta nuestros países hermanos” (A. García, Discurso, 22/01/2016). Se refería a la crisis económica mundial que comenzó en el año 2008 (Gran Recesión) y que, basta ver en los mapas compuestos para ello, afectó casi únicamente a los países

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industrializados; tocó a Bolivia, muy colateralmente, sólo por el precio a la baja del petróleo. El discurso es risible porque sugiere que si la oposición tuviera una propuesta, el MAS estaría dispuesto a escuchar. Para los iniciados, es señal de que quizá anhelan la propagación de su evangelio ¡hasta que también la oposición sea masista! Además, ¿tiene Bolivia ahora, al menos, la mejor democracia que el dinero puede comprar? Claro que no, sin importar la mucha insistencia en que es así. En los hechos, el papel de la oposición es sólo ornamental, con menos de un tercio en ambas cámaras, con sus personajes de importancia judicialmente perseguidos (hay alguno con hasta 27 procesos abiertos), etc., su utilidad se reduce a servir de cascote para los virulentos discursos espetados por los revolucionarios democráticos. Pues, estos revoltosos de las urnas -a diferencia de los dictadores militares quienes solían ejercer la represión mediante la violencia porque no tenían votos que perder- recurren, hasta sin motivo aparente, a eso que ahora se conoce como “judicialización de la política” y, así, la persecución judicial se ha hecho epidémica, al punto de merecer ya sus propias estadísticas: “Los líderes de la oposición del país enfrentan 161 juicios penales hasta la fecha, los que fueron instaurados por el actual Gobierno a lo largo de los 12 años. En opinión de los legisladores esta estrategia deteriora la democracia en Bolivia.” “Los juicios penales afectan a Rubén Costas, Ernesto Suárez, José María Leyes, principales dirigentes del Movimiento Demócrata Social (MDS), y los expresidentes: Jorge Quiroga y Carlos Mesa. También figuran Samuel Doria Medina, Félix Patzi, Luis Revilla, Franklin Gutiérrez y Elsner Larrazabal, este último dirigente cívico de Achacachi.” “Entretanto, el jefe de bancada de diputados de la oposición, Gonzalo Barrientos, manifestó también que esta estrategia es ampliada hacia los dirigentes de organizaciones sociales contrarias al MAS” (El Diario, 28/05/2018). El del MAS cuando el punto de vista profesional viene a cuento- no es precisamente un gobierno de científicos e ingenieros; lo es de abogados picapleitos. Ellos pululan por oficinas de los tres poderes estatales, ahora ya sin preocuparse de guardar las apariencias (ni del desprestigio que atraen hacia su profesión). Ocupados, sin duda, en escudriñar pasados, en buscar debilidades y en armar aparatos para esas tareas -las de combatir a la derecha proimperialista y vendepatria- y que, no obstante sus esfuerzos en contra, son tanto indistinguibles de las vulgares triquiñuelas politiqueras para eliminar a posibles contendores electorales, o sólo parte de la más despreciable persecución política (¿con dinero masista? No, claro que no). Hay también socialismos que podría llamarse “a la carta”. Cualquier variable olvidada será incorporada al adecuado socialismo: ¿la ecología? ¡Por supuesto, tenemos un socialismo para eso! “El vicepresidente Álvaro García Linera urgió el surgimiento de un ‘ecologismo socialista’ que recupere el equilibrio entre la naturaleza y el ser humano para lograr -según su opinión- una distribución más igualitaria de los recursos

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entre norte y sur. ‘Por eso es imprescindible el surgimiento de un medioambientalismo de ecología social que promueva la protección de la naturaleza e incorpore las necesidades de una parte de esa naturaleza: el ser humano que tiene demandas sociales’, dijo al plantear la necesidad de una redistribución planetaria de los recursos.” (El Deber, 6/8/2017). Las palabras, aniquilándose entre ellas. Demasiada revuelta democrática cuando todavía yacen en los estantes, los empolvados objetivos socialistas: “1. Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos. 2. Fuerte impuesto progresivo. 3. Abolición del derecho de herencia. 4. Confiscación de la fortuna de todos los emigrados y rebeldes. 5. Centralización del crédito en el estado, por medio de bancos nacionales, con capital del estado y régimen de monopolio. 6. Nacionalización de los transportes. 7. Aumento de las fábricas nacionales y de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo. 8. Proclamación del deber general de trabajar. Creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo. 9. Organización de las explotaciones agrícolas e industriales. Tendencia a ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad. 10. Educación pública y gratuita para todos los niños. Prohibición del trabajo infantil en las fábricas bajo su forma actual. Régimen combinado de la educación con la producción material, etc.” (K. Marx y F. Engels, “Manifiesto del Partido Comunista” (1847)). Se podría poner a concurso, con premio al que encuentre alguno de esos objetivos en todo lo dicho y hecho por el MAS desde 2005 hasta hoy. Respecto del punto 8, no se tuvo mejor idea que organizar una ¡agencia de empleo estatal! con incentivos para empresas privadas contratantes (ayuda con 30% del salario inicial y pago de obligaciones sociales), en total y desleal competencia contra las agencias independientes. El número 10 ya estaba en el Código de la Educación Boliviana (1955), en pleno gobierno movimientista. Es muy fácil comprobar que únicamente intelectuales extranjeros amigos, expresamente invitados, parecen ver al MAS como su propio teórico lo ve. Otros puntos de vista, aun detectando esa especie de absceso que catalogan como populismo, prefieren no cuestionar su orientación, igual que para los casos venezolano o nicaragüense. No obstante, hay unos pocos análisis que perciben la no sutil diferencia entre el socialismo izquierdista, calificado de “izquierda tradicional” por los masistas, y la versión remenda-

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da, amorfa e imaginaria, voceada por éstos. Más bien, una visión completamente política, como la de un diputado opositor, parece divisar mejor esos rasgos diferenciales: “El discurso contra el pueblo mestizo de Oriente, que Evo Morales exporta a la comunidad internacional, dice que los cambas son ‘separatistas, xenófobos, oligarcas y extranjeros que ha explotado a los indígenas de tierras altas’” (W. J. Arrázola Mendivil, “Bolivia: La construcción del primer Estado Fascista y Racista”, https://www.Van derbilt.edu/lapop/news/archive/2008-1.pdf).

2. Nacionalismo revolucionario No es desconocido que el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que accedió al gobierno de Bolivia en 1952 derrotando al ejército luego de una acción armada, era un partido de inspiración nacional socialista, aunque sus miembros nunca lo reconocieron (no obstante, su pretensión declarada era, ¡que coincidencia!, ser “matriz ideológica”, el puente entre el polo nacionalista “expresión de la derecha” y el polo revolucionario “expresión de la izquierda”, ¡“nacionalizándolos y uniendo así dos ideologías que se creían irreconciliables”!). El MNR pareció antiimperialista sólo porque -como el peronismo argentino, el aprismo peruano y el estadonovismo brasilero- estaba alineado “al eje” durante la II Guerra Mundial. Esto es, era antinorteamericano sólo porque Norteamérica era enemiga de la Alemania nazi. Aun así, algunos sociólogos y politólogos todavía muestran al nacionalismo revolucionario como “progresista” -hasta incluido en la izquierda- en sus comienzos. Pero sus principales actos programáticos no eran medidas izquierdistas sino, más bien, típicas del corporativismo: La nacionalización de las minas, decretado en el campo de María Barzola el 31 de octubre de 1952, culminó en una empresa estatal, explícitamente llamada Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), que involucró cierto “control obrero”. Pero hubo burocratización, maquinaria obsoleta y escaso capital de operación; no se hizo prospección y sólo se terminaron de agotar vetas ya muy trabajadas. Se pasó así del 18,7% en la producción mundial de estaño y 28.900 obreros en 1952, a sólo el 16,5% y 35.000 mineros en 1964. COMIBOL terminó descapitalizada también por el “cambio de razón social”, que obligó al despido e inmediata recontratación de todos los trabajadores. El control de la minería por parte del estado no fue acompañado por políticas de enriquecimiento y menos de industrialización de minerales. No obstante, los recursos generados por la minería permitieron la recuperación y rentabilidad de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) e incentivaron la agropecuaria, especialmente en el oriente del país. Desde luego, el socialismo no nacionaliza: estatiza.

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La reforma agraria, decretada en Ucureña el 2 de agosto de 1953, eliminó el sistema feudal, permitiendo que los campesinos armados tomaran gran cantidad de haciendas, o se hicieran de aquellas que los emplearon, con el lema zapatista “la tierra es de quien la trabaja” (atribuida a un tal Teodoro Flores, otro campesino mexicano). La indefinición de las condiciones de propiedad (por ejemplo, las prohibiciones de vender la tierra y de usarla como garantía de préstamos), la absoluta ausencia de tecnificación y la lentitud en la entrega de títulos de propiedad condujeron a la instauración del minifundio (la pequeña parcela que se fracciona continuamente por la herencia) y, en consecuencia, a la migración hacia las ciudades. Por otra parte, se produjo también la “colonización de las tierras bajas” que, con el tiempo y todavía sin minifundio, se convertiría en el único polo de desarrollo notable desde los años sesenta. Un gobierno izquierdista -hoy también- hubiera optado por convertir los “ayllus” en granjas colectivas, como los kibutz israelíes que son descendientes directos de los koljoses soviéticos (N° 7 de los objetivos comunistas). La reforma educativa, nació en 1953 con la Comisión Nacional de Reforma Educacional la cual, en 1955, dictó el Código de Educación. Incluyendo los ciclos pre-escolar, primario, secundario, vocacional, técnico y universitario; también, la educación de adultos, la educación rehabilitatoria, la educación extraescolar, la de extensión cultural a la comunidad y el sistema escolar campesino, mediante núcleos escolares, desde primaria hasta normales rurales (Elizardo Pérez). Se decretó la enseñanza primaria obligatoria y gratuita y el inicio de un programa de alfabetización. La reforma tenía que ver con el esfuerzo por masificar la educación y ese fue, sin duda, un resultado evidente del cambio revolucionario. La proliferación de las escuelas rurales fue muy significativa en número aunque, lamentablemente, no en calidad. La reforma educativa modificó el currículo e intentó inyectar contenidos de reforzamiento en identidad nacional a los procesos educativos, pero no alcanzó a modificar el sistema de escuelas normales, el cual permaneció inadecuado para formar maestros de buen nivel. La masificación devino en bajo rendimiento académico, inadecuada supervisión y un proceso de sindicalización que, politizado como ya estaba, no dio preferencia a las normas de exigencia académica. Como cereza encima del helado, los bajos presupuestos para el magisterio remataron en un sistema con educación por debajo de estándares indispensables y compuesto de maestros permanentemente descontentos con su salario (lo mismo que en la actualidad). El voto universal, decretado del 21 de julio de 1952, fue instaurado para reformar el voto restringido (a mujeres y analfabetos). El “policlasista” MNR concedió el derecho a voto a todos los bolivianos mayores de 21 años (o casados de 18) cualquiera sea su sexo, instrucción, ocupación o renta (antes sólo eran ciudadanos quienes podían demostrar una renta mínima). Más del 70% de la población, marginada hasta entonces, accedió a la decisión política. En cambio, alcaldes y prefectos eran nombrados por el ejecutivo y la

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democracia municipal, por ejemplo, se recuperaría recién en 1987. Se perdió la renovación parcial legislativa y se instauró el formato mexicano de “lista completa”, esa mala costumbre de elegir de una vez al presidente, su segundo y toda su corte de senadores y diputados. Otro rasgo muy fascista es el montaje de mecanismos fraudulentos, muy obvios pero muy difíciles de evitar, con el propósito de enfrentar una oposición apenas mínimamente representada; El MNR, contando con indudable mayoría, adulteraba las elecciones hasta controlar la casi totalidad del parlamento (huele tan fresco ¿eh? ¿Tomó en préstamo, el MAS, las manías y el programa del viejo MNR?). En realidad, las ideas fascistas estaban de moda al final de la II Guerra Mundial. En Bolivia, el principal partido opositor tenía también tal orientación y se formó inspirado, seguramente, en el franquismo español. Se llamó “Falange Socialista Boliviana (FSB)” (¡más socialistas!) y logró cierta influencia entre los jóvenes llegando a formar falanges de “camisas blancas”, similares a los “camisas doradas” mexicanos, “camisas azuis” portugueses, “camisas pardas” españoles y éstos, a su vez, parecidos a los “camicie nere” italianos. Si la descripción anterior parece tan actual y sugerente, se verá que no es una simple casualidad. Unos pocos analistas han manifestado o insinuado, muy de paso, muchas coincidencias entre el MNR de 1952 y el MAS-IPSP de 2005 nunca ubicando las causas (ni las escalas, según las drásticas políticas ya referidas lo muestran; además de la inicial presencia de milicias armadas). Por lo visto, ahora se está en mejor posición para efectuar esas precisiones. No únicamente desde el punto estrictamente marxista, también desde el más elemental criterio comparativo, resulta obvio que la estructura económica define el carácter de un sistema gubernamental. No es lo que la organización declara, es lo que la organización hace, lo que cuenta al momento de su caracterización.

3. Nacionalismo y plurinacionalismo En un episodio de la serie televisiva “The Simpsons” llamado “Lisa’s Wedding” (1995), la familia visita una feria renacentista donde el jefe de policía Wiggum gerencia la tienda “Friar Wiggum’s Fantastical Beastarium” (con una deformación del latín bestiarium en vez de bestiary); en este bestiario fantástico, el fraile Wiggum exhibe al temible esquilax, “un caballo con cabeza de conejo y cuerpo de conejo”. Mutatis mutandis, el siglo XXI nos trae al esquilax ideológico: ¡un socialismo con cabeza de fascismo y cuerpo de fascismo! Excepto elementales detalles específicos de las circunstancias históricas y otras, no es un gran ejercicio mental el percibir que el fascismo italiano, el nazismo alemán, el clerica-

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lismo iraní y el gobierno chino actual -entre varios otros- comparten el andamiaje fundamental de un muy corporativizado capitalismo de estado. Y sí, también el gobierno del MAS comparte esas características. Pero no es sólo por eso que puede ser considerado, en los hechos, una epifanía fascista; se añade también una base de análisis fuertemente racial, una cosmología adoptada sobre tal base y, especialmente, un nacionalismo casi epiléptico. El soporte del régimen es el mismo que el de los ejemplos más conspicuos: sectores urbanos y campesinos empobrecidos (además, productores cocaleros, por otros motivos) y segmentos atrasados (sin consciencia de clase) del proletariado; el tipo de apoyo que atrae el rótulo de “populismo” el cual no parece tan desacertado para el proceder de la “izquierda del siglo XXI” donde se inscribieron, inicialmente, también Venezuela, Nicaragua y Ecuador, dejando en algunos sólo una extraña sensación de estar -de algún modo- siendo estafados. Xavier Bonilla, caricaturista ecuatoriano, dice “Quítales toda la verborrea y la retórica ‘revolucionaria’ y no queda más que unos descarados asaltantes”. Abstraer conceptos desde la realidad, por lo visto, no es tan fácil como podría parecer. El IPSP (Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos), por la esencia de las ideas principales que declara, tal vez debía llamarse “Partido Plurinacional Socialista” (¿y serían “pluzis”?). En vez de ello, según Evo Morales, aceptaron el regalo de un falangista: la sigla “MAS”; algún otro militante dijo que tal sigla fue comprada, pero el propietario (David Áñez Pedraza) dejó entender que, como consecuencia de una negociación, cedió la sigla a cambio de mantener la presidencia honorífica (Un titular de “El Deber” de 20 de octubre de 2010 decía “Fallece David Áñez, fundador y presidente vitalicio del MAS”). Como hubiera sido, con ella el MAS-IPSP obtuvo sus mejores éxitos electorales. Por supuesto, aun tratándose de un simple detalle anecdótico, muestra que el énfasis socialista del “Instrumento” es puramente circunstancial. Muy interesante, por lo mismo, es el que esta facción falangista -llamada originalmente Movimiento Al Socialismo Unzaguista (MAS-U)- tenía una doctrina denominada ¡“Capitalismo de estado andino”! Por lo demás, hay detalles menudos con los que un socialista no se permitiría tropezar. Así, sin hacer ni el menor intento de distinción ideológica (¿afinidad instintiva?), Evo Morales homenajeó a María Eva Duarte de Perón diciendo “Recordar a Eva de Perón, #Evita, es mantener vivo su legado y homenajear, de paso, a todas las hermanas mujeres latinoamericanas que, como ella, luchan incansables por reivindicar sus ideas y sus derechos”. “Hace 66 años en Argentina, partió a la inmortalidad una de las mujeres más queridas de la historia, Eva Perón, luchadora por la justicia social, que dijo: ‘Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle’. Nuestro homenaje a quien estuvo al lado de los pobres #EvitaEterna” (Twitter 26/07/2018). Y, para remachar, “Como hoy, 1973, Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales con el 62 % de vo-

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tos, y tras un largo exilio de 18 años. La derecha argentina trató de encarcelarlo y matarlo, pero el pueblo lo hizo Presidente. Reafirmamos nuestro apoyo a la hermana peronista @CFKArgentina” (Twitter, 23/09/2018). “Evita” y Juan Domingo Perón, encabezaron de por vida su partido de orientación nazi–fascista al que algunos analistas prefieren endilgarle el mismo populismo que, resucitado, dicen que caracteriza a las “izquierdas latinoamericanas actuales”. Bueno, ahí va Nicolás Maduro igualmente: “La Patria Grande despidió hace 66 años a una mujer que se convirtió en la voz de los oprimidos, Eva Perón. Lideresa que rompió con todos los esquemas de la política” (¡!). Y, finalmente, para que no quepan dudas, fue el propio A. García quien se encargó de marcar explícitamente que es la contradicción racial la que el masismo considera la principal, diferenciándose de toda izquierda posible, con ese cómico parlamento ya citado en (i, 3): “…No es para amargarse sino para saber cómo es la pelea, q’aras contra indios, q’aras y gringos contra trabajadores, campesinos y pueblo, esa es la pelea.” (Página Siete, 11/07/2018). Nótese, de paso, las enormes lagunas conceptuales: ¿son trabajadores y campesinos pueblo? Si lo son, entonces ¿por qué los nombra por separado? Con semejante frase, uno podría reprobar hasta para ser admitido en el populismo. El plan del MNR en los años 80 era el de transformar el capitalismo de estado en capitalismo propiamente dicho, porque el partido mismo se había transformado en un partido burgués. Pero, para entonces, ya era demasiado tarde; el desgaste de la “clase” política se manifestó, como siempre, con el éxito inmediato de alguna nueva organización. En este caso, primero, el Movimiento Sin Miedo (MSM “estamos cabreados”) que, para su infortunio, se gastó sólo localmente ocupando la alcaldía de la ciudad de La Paz hasta su extinción. Paralelamente, una característica muy conspicua de los dirigentes sindicales después de 1982 (retorno a la democracia) era su particular lenguaje hostil, y a veces grosero, dirigido contra los gobernantes, como si creyeran que el ser más malcriados los hacía más revolucionarios. Sin embargo, eran tiempos de recuperación de libertades y las simpatías estaban sistemáticamente orientadas a posiciones de auténtica o simulada rebeldía. La fluctuación estadística era, sin duda, Evo Morales; no obstante la pertinaz costumbre de acusar sin pruebas que le es tan propia, en ponderación contra el ex dictador Hugo Banzer o el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, su ascenso como sujeto de opinión pública se hizo evidente y quedó demostrada con su cada vez más frecuente aparición en notas de prensa, entrevistas y referencias televisivas. El mérito del equipo masista fue posicionar, en un momento crucial, a su partido como la mejor opción contra los “partidos tradicionales” para entonces ya en el colmo del desprestigio. Y, a partir de la elección de 2005, en el partido más venturoso (suertudo) y mediático en toda la historia nacional.

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Porque, para ese año, las reservas de gas natural estaban listas para ser monetizadas y los enormes ingresos, predichos desde antes hasta por el propio MNR (L. E. Andersen & R. Faris, “Natural Gas and Income Distribution in Bolivia”, iiec, Documento de Trabajo No. 01/02 (2002)), listos para ser colectados. A partir de ese momento, el país entró en una bonanza desconocida, a la cual ni aún la de 1972 - 1977 llega a ser comparable. La disponibilidad de recursos sobrepasó de lejos la capacidad de ejecución -y de malgastode las reparticiones estatales. Se vio, por ejemplo, la interesante iniciativa del Ministerio de Educación que un año logró aumentar su marca repartiendo computadoras portátiles entre todos los profesores de colegio. Pero, en estos ejercicios, los masistas no dan puntada sin hilo; semejantes prácticas tenían, de paso, otra intención: la de servir de medio propagandístico; no únicamente por la alharaca con que hacían las entregas, sino porque las computadoras y sus empaques llevaban (y llevan) el retrato del presidente (práctica invariable -e ilegal- entre los autoritarios; Irak estuvo empapelada con retratos y estatuada con figuras de Hussein, etcétera). Administrar muchos millones sin estar preparados para ello, como el gañán que se saca la lotería, conduce a no otro lugar que ahí donde esperan la improvisación y el despilfarro. Esa riqueza repentina, ¿la trajo el MAS-IPSP? ¡Claro que no! El negocio del gas fue previsto décadas antes. La exportación hacia la argentina data de julio de 1968, con el primer contrato de compra venta firmado entre YPFB y la GDE argentina; y al Brasil, desde el Tratado de La Paz de 1996; el gasoducto inició operaciones en 1999. Se verifica fácilmente (siguiendo las fechas) que, después de la capitalización de la empresa estatal de petróleo en 1996, las reservas certificadas de gas natural y de petróleo aumentaron significativamente con el descubrimiento de los campos petrolíferos de San Alberto y Sábalo (1997), Margarita (1998), Itaú (2002) e Incahuasi (2004) merced a eficientes tareas de exploración. Se firmó un contrato con Brasil para entregar 7.1 TCP (trillones de pies cúbicos) de gas natural a lo largo de 20 años. En 1999, cuando se concluyó el gasoducto, las exportaciones de gas natural y de petróleo representaban apenas el 7% de todas las exportaciones; actualmente oscilan alrededor del 50% gracias a la producción de los megacampos San Alberto, Sábalo y Margarita que contribuyen a más del 70 por ciento de la exportación de gas a Brasil y Argentina, además del mercado interno (según YPFB). El gobierno boliviano garantizó la venta del energético por más de 20 años con las actuales reservas declaradas. Además, La Ley de Hidrocarburos (mayo de 2005) estableció nuevas modalidades en los contratos de exploración y explotación y, más importante, creó el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) con una tasa de 32 por ciento que grava a la producción. Pero, encima, ¡oh gobierno del MAS, favorecido por los dioses!, los países productores de materias primas resultaron muy beneficiados por la actividad de las economías emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, sobre todo China

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y Sudáfrica). Entre los años 2006 y 2014, el incremento en el precio del petróleo, al cual el del gas está indexado, llegó a 74%. Por otra parte, la “nacionalización” de Evo Morales en 2006 difiere absolutamente de todas las anteriores: no decretó la expulsión de las empresas transnacionales, éstas retuvieron los campos y se convirtieron en “contratistas”, remuneradas con un 32% del valor de las ventas. Se argumentó que YPFB no tenía la capacidad para asumir la operación de los pozos; pero entonces, ¿se bautizó erróneamente la operación (que fue, verdaderamente, sólo una renegociación) con fines demagógicos? Sí, pero no importa, el efecto de esa medida es muchísimo menor al que los discursos presidenciales, sistemáticamente, le atribuyen: “Con los altos precios para los hidrocarburos más el efecto de la legislación vigente los ingresos tributarios pasaron de US$ 782 millones el 2005 a US$ 3.799 millones el 2012. Las estimaciones de Medinaceli muestran que el incremento en el ingreso para el Estado entre el periodo 2006-2012 se debió entre un 85 por ciento y un 90 por ciento al efecto precios y mayores volúmenes de exportación, y entre un 10 por ciento y un 15 por ciento a la nacionalización.” (J.A. Morales et al., “¿Dónde Está la Plata? Los Ingresos Extraordinarios de la Bonanza 2006 – 2013”, Fundación Milenio (2014)). La bonanza gasífera hubiera, pues, llegado de todos modos. Inclusive se hablaba de ella mucho antes de la elección de 2005 y los comentarios justo después de ella enfatizaban sistemáticamente en que la gestión de Morales empezaba con excelentes perspectivas económicas. No, los logros masistas no están ahí. El mayor éxito del MAS fue sin duda la casi eliminación de su oposición política, para la cual no se excluyó ninguno de los tradicionales mecanismos, incluyendo lo más brutal de la fuerza militar -como fue el caso en Pando- y policial -como en el Tipnis-. Pero donde realmente se excedieron en habilidad fue la prebenda mediática; ¿cómo funciona? con el uso sistemático de esa confusión entre “gobierno”, “estado” y “poder” que persigue al vicepresidente desde sus años de “docente universitario”. Por primera vez el canal televisivo estatal (Canal 7) es de uso exclusivo del partido gobernante y, desde luego, un efectivo instrumento de permanente propaganda pagada con fondos públicos. Las “obras”, realizadas o por realizar, son entregadas o presentadas en actos organizados al efecto para los lugareños y transmitidas durante horas por los medios estatales con el rótulo de “gestión de gobierno”. El negocio redondo para este partido consiste en la promoción electoral metódica y continua dando el uso más completo (“full employement”) a los ingresos del país, haciéndolos trabajar a su favor. Inclusive, tratando intencionalmente de que parezca que se estaría repartiendo dádivas presidenciales, siempre a cargo de subalternos; por ejemplo, este párrafo de periódico, “Nunca olvides, eso a toda la promoción y a las wawas, nunca olviden que [la entrega de la escuela] es de la lucha porque Evo caminó, nunca olvides que tu papá

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salió, que tu mamá sufrió, si no hubiera peleado tu mamá, tu papá y el Evo, no habría eso (…) gracias a mis hermanos tienes aulas”, es lo manifestado por el vicepresidente a la entrega de la Unidad Educativa “Nataniel Aguirre” en Cochabamba, politizando ilegalmente, es de lamentar, a la audiencia infantil. Es imposible sustraerse a la -obvia- comparación con la famosa maquinaria propagandística hitleriana con sus películas informativas en las cuales se hacía grandes alabanzas a las conquistas del régimen, entre otras, a las obras en favor de diferentes sectores sociales y adoctrinando, a favor del jefe, a la niñez y juventud. Y, más cerca, en Bolivia, los periplos (en helicóptero) del General Barrientos por pueblos y villorrios para, con el pretexto de entregar piletas de agua en las plazas, repetir discursos (¡algunos en fluido quechua!) ensalzadores de su gobierno y respaldados por los de los oradores locales. El efecto buscado es que la figura “del líder” sea absolutamente conocida (por cada votante). Esto es fundamental -costosísimo efecto mercadotécnico- para mantener la ventaja electoral que garantice continuidad en el poder (y la reproducción de este ciclo en tanto los ingresos por exportaciones de gas lo permitan). Pero, en Bolivia como en muchos otros países, el gasto de dinero público en la promoción de la imagen personal del presidente es, desde luego, ilegal. En el pasado, las propagandas gubernamentales, prefecturales y municipales llevaban siempre sus “logos” respectivos pero jamás el nombre y menos el retrato de sus máximas autoridades. Entonces, ¿se tendrá palabras para elogiar un “programa” llamado “Bolivia cambia, Evo cumple” financiado con muchos millones del erario nacional? Además, para peor, es una práctica que desarticula el gasto público e interfiere en las respectivas gestiones “autónomas” al convertir al presidente en superalcalde y supergobernador, protagonista de las obras “importantes” y ejecutándolas no en función de su utilidad práctica, sino en la de su valor propagandístico. El resultado está al alcance de cualquier observación. Hay demasiadas notas de prensa -y otrasreportando obras inconclusas, poco usadas, abandonadas, con defectos de construcción (goteras en un aeropuerto recién terminado, por ejemplo), etc., porque en los hechos, una vez terminadas, varias quedan completamente huérfanas. En fin, que se sepa, el boliviano es el único presidente que llama “trabajo” -al parecer con mucha convicción- a esas inauguraciones y entregas de obras; si así fuera, los mandatarios de los demás países no serían sino auténticos y manifiestos holgazanes. Se trata de un escenario no casual. La distribución presupuestaria y la actividad presidencial están desde luego muy sincronizadas. Y lo están también, para que no quepan dudas, con ese control directo e indirecto de la prensa que ya se mencionó; repartiendo la costosa propaganda oficial sólo entre medios “no opositores” y los transformados en tales. Obviamente, eso generó una notoria autocensura, el despido de periodistas incómodos, el éxito de aquellos sumisos, el enriquecimiento de los colaboradores incondicionales y, por supuesto, una hipocresía informativa no conocida antes. Así, con esa co-

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tidiana y desvergonzada maquinaria propagandística y el consecuente triunfo electoral en 2009, dos eventos impidieron que Morales fuera declarado algo equivalente al Inca precolonial (entonces los demás hatunrunas hubiéramos estado impedidos de mirarle a la cara, de usar su tipo de ropa y hubiéramos sido, de un modo u otro, obligados a trabajar para él).

4. El gasolinazo El primero se denomina familiarmente “gasolinazo”; para quienes lo vivieron, aún hoy resulta sorprendente el frenético movimiento antioficialista de masas promovido por un repentino intento de incrementar el precio de la gasolina (72 por ciento) y del diésel (82 por ciento). Ésta es la apreciación del periódico digital “Pukara”: “¿Cómo entender que un gobernante, el líder carismático al cual -se afirmaba- la masa le obedecía ciegamente, termine siendo un presidente cuyo retrato es pisoteado en las calles por el pueblo enfurecido?” ¿Así que, después de todo, Evo era mortal? En vez de decir simplemente “lo siento, me equivoqué”, salió del entuerto por el meandro mediático de “gobernamos obedeciendo al pueblo” e hizo un muy poco elegante mutis, dejando el escenario lleno de subalternos. El vicepresidente, con su peculiar, torpe y algo enfermizo estilo, descargó la culpa -usando el canal televisivo oficialista- sobre un opositor. Un efímero levantamiento popular contra el gobierno, conjurado -por supuesto- suspendiendo la medida, mostró sin lugar a dudas que nada, absolutamente nada es políticamente gratuito. Hubo la real y seria posibilidad de que la movilización creciera hasta el estallido social justamente en las zonas más “evistas”: el altiplano y el Chapare. En El Alto, la multitud atacó las sedes de las organizaciones que se pronunciaron a favor del alza; entre ellas, la alcaldía de la ciudad, la Central Obrera Regional (COR) y la Federación de Juntas Vecinales, la que protagonizó la histórica rebelión de 2003 contra Gonzalo Sánchez de Lozada. Cerca de las casetas de peaje, en la autopista El Alto-La Paz, banderas venezolanas y retratos de Evo Morales fueron incendiados. Hostigados y perseguidos varios dirigentes masistas. Cuando la calma, finalmente, regresó, el esfuerzo por volver al estado inicial no fue suficiente, la cicatriz terminaría siendo permanente. A finales de enero, encuestas (empresa Ipsos) mostraron que la popularidad de Evo Morales había descendido de 84% (2007) a 36% (2011) con un rechazo a su gestión del 56%. El vicepresidente, por lo que se verá posteriormente, no únicamente sufrió el descenso de aprobación desde 46% hasta 29%, sino que su nivel de reprobación ya alcanzó la cifra roja de 71%. Por supuesto, los argu-

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mentos que, supuestamente, motivaron el gasolinazo, se esfumaron tan misteriosamente como aparecieron. Seis años después, negocios quizá más marrulleramente ideados llevaron a la comercialización voluntaria de gasolinas con más octanos (RON91) o con aditamentos (Súper Etanol 92) “para beneficio de los vehículos de alta gama”. Sería señal de poca acuciosidad no fijarse en la preocupación del MAS por los vehículos de la burguesía (aunque alguien especuló que quizá se apuntaba, más bien, a los carros de los nuevos ricos).

5. “Allegro, ma non troppo” El segundo, mucho más complejo, fue el referendo modificatorio de la Costitución Política para promover una segunda (tercera) reelección de Morales y, claro, pegada a ella, la de García. Increíble pero típico y frecuente error de gobernantes ya engolosinados con el poder. Quizá, en el fondo de sus negros corazones, todos los políticos tienen nostalgia ancestral por la monarquía, y sueñan despiertos con la posibilidad de gobernar absolutamente y para siempre. Como es usual, el estilo de “eso que ves blanco, te lo digo: es negro” de la gente del MAS, que sólo sirve para convencer a sus próximos, se usó repetidamente para anunciar que “los movimientos sociales” (MS) estaban “exigiendo” la “repostulación” del presidente para un nuevo mandato en 2019. Naturalmente, el presidente no tuvo más remedio que aceptar (a pesar de sus protestas y condicionamientos a que sea sólo por una vez y no indefinidamente como los MS querían) por aquello de gobernar obedeciendo al pueblo… Peor si el propósito hubiera sido noble, eligieron la forma más abusiva para forzar las normas y torcerlas hacia su objetivo: un grupo de militantes con muchos parlamentarios (tal vez todos ellos) y encabezados por el presidente del senado Gonzales, realizaron un burdo y servil acto callejero destinado a presentar la solicitud “del pueblo” para aprobar una ley de reforma constitucional; ésta se aprobó, efectivamente, por esas mismas personas, encabezadas también por el mismo presidente del senado. Los beneficiarios de la ley de necesidad de reforma eran, naturalmente, los repostulantes; pero igualmente beneficiarios eran los parlamentarios masistas y, por supuesto, el presidente del senado (que no trabajan gratis); es decir, las mismas personas que entregaron la solicitud para la aprobación de la ley, y que la aprobaron. Como el MAS tiene una mayoría superior a los dos tercios, la ley propuesta no tenía la más mínima probabilidad de ser rechazada, lo cual convierte ese proceso en un claro uso indebido de influencias (la influencia del jefe del partido sobre sus parlamentarios para beneficiarse con una posibilidad adicional de reelección y el uso consecuente de bienes del estado para favorecer a particulares; ¡que los referendos no son baratos!) y un monstruoso conflicto de intereses (la mayoría

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parlamentaria del MAS, al no enfrentar una oposición decisiva, no puede aprobar leyes que la aprovechen directamente, ni que perjudiquen directamente a la oposición, sin caer en esa ilegalidad). ¿Demasiado fino? ¡Sólo para esos abogadillos para quienes la verdad se lleva por encargo, como las pizzas! Finalmente, la convocatoria a referendo fue aprobada con una pregunta que palanqueaba la reforma orientándola a facilitar la reelección en lugar de mejorar el mecanismo electoral (como debiera ser una iniciativa de buena fe) y enfilando al sistema hacia otra grave posible violación constitucional al pretender que el referendo programado tenía que ver con la repostulación de los mandatarios actuales. No era así; si la modificación constitucional hubiera prosperado, no podía ser aplicable al presidente actual ni a su vicepresidente; vale la pena citar el artículo constitucional actual con el interesante número 123 que es, tiempo ha, muy incómodo e incomprensible para el oficialismo: “Artículo 123. La ley sólo dispone para lo venidero y no tendrá efecto retroactivo, excepto en materia laboral, cuando lo determine expresamente a favor de las trabajadoras y los trabajadores; en materia penal, cuando beneficie a la imputada o al imputado; en materia de corrupción, para investigar, procesar y sancionar los delitos cometidos por servidores públicos contra los intereses del Estado; y en el resto de los casos señalados por la Constitución.” Esta disposición constitucional implica que los asuntos electorales no son retroactivos. En la nueva constitución -modificación parcial de la actual-, el artículo 168, eventualmente, rezaría (en el mismo incorrecto lenguaje): “Artículo 168. El periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua.” Esto es, los nuevos presidente y vicepresidente, electos después de la modificación constitucional, tendrían derecho a dos reelecciones. Los elegidos antes de la reforma, entonces, sólo una porque, para éstos, sería válida -todavía- la constitución (actual) no modificada, la constitución con la cual se eligieron. Increíblemente, alguien (“vivos criollos” que creen que los demás son tontos criollos) pensó que se podía soslayar la retroactividad mediante una mañosa redacción de la pregunta: “¿Usted está de acuerdo con la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?

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Por Disposición Transitoria de la Ley de Reforma Parcial de la Constitución Política del Estado, se considera como primera reelección al periodo 2015-2020 y la segunda reelección el 2020-2025.” Seguramente el lector se preguntará -algo molesto- porqué se subraya tantas palabras y frases en medio de un razonamiento tan obvio. Pues, una carta al Defensor del Pueblo con un texto muy similar fue respondido afirmando que los aspectos mencionados se tendrían que analizar ¡después! del “referéndum”, “una vez que se disponga de una norma específica” o algo así. ¿No es enervante, según se ve, que las ilegalidades más descaradas pueden atravesar juzgados, tribunales, incluyendo especialmente al Constitucional, o lo que sea, sin ser detectadas o atendidas? Porque, o hay mucha incapacidad o hay mucha deshonestidad, o ambas, cuando los empleos públicos son llenados sólo con correligionarios, amigos y parientes. No obstante, el milagro democrático se produjo. La campaña propagandística por el “SI” fue masiva y sin escrúpulos; participaron todos los masistas, dirigentes, empleados del estado o aspirantes a ser “visibilizados” y donde se aprovechó cualquier debilidad o estrabismo del tribunal electoral para tomar ventaja contra el “NO” que, sorpresiva y finalmente, ¡terminó ganando! Para total desazón de los favoritos, quienes primero predijeron -con poca habilidad matemática- que el voto rural volcaría los resultados; después, que el voto del exterior lo haría y, finalmente, sólo manifestaron molestia por los actos de celebración opositora; con resabio, intentaron minimizar la derrota y remataron culpando a las “redes sociales” por el fracaso; amenazaron con aprobar una ley para regularlas (el amenazar con leyes “ad hoc” es una especie de marca registrada masista). Quizá la explicación es más trivial. Hay indicios de que mucha gente simplemente encontró grosera la pretensión de un nuevo mandato y votó en consecuencia. Los otros factores contribuyeron, en pequeñas cuotas, a la diferencia resultante. En general, una de las actitudes que la gente aborrece más en la política es el prorroguismo. Seguramente despierta, también en los que nos son políticos, la memoria ancestral, evocando a los reyes ambiciosos, arbitrarios y, sobre todo, ¡vitalicios! Entre los efectos colaterales, a diferencia del gasolinazo que desdivinizó a Morales, estuvo la desmoralización de la imagen presidencial. A su ambición descubierta se sumó la denuncia sobre su pasada relación “sentimental” con una señora ligada a varios y oscuros movimientos comerciales y probada con la aparición del certificado de nacimiento de un niño. Aparte de las acusaciones de uso indebido de influencias, mostró que los valores éticos que honran a la mayoría de los varones, como casarse para asumir responsabilidades, eran inexistentes para los antiimperialistas. Posteriormente se acusó a

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la oposición de haber armado una campaña mentirosa alrededor de ese asunto; según el propio Morales, la inexistencia del niño era prueba de las falsedades derechistas pero sin mencionar el que, poco tiempo después, quedó demostrada la absoluta legalidad del certificado de nacimiento; soslayó rápida y convenientemente una serie de declaraciones como ésta: “A la Gabriela Zapata Montaño la conocí en 2005, era mi pareja, en 2007 tuvimos un bebé y lamentablemente, nuestra mala suerte, ha fallecido, tuvimos algunos problemas y a partir de ese momento nos distanciamos” (ANF, 05/02/2016). El procesamiento mediático de tal “affaire” a cargo de los diferentes ministerios (comunicación, defensa, educación y presidencia, al menos) fue tan patético y descaminado que, claro, dejó una muy fuerte sospecha de que la intención real era ocultar “algo peor”. Y algo peor fue el descubrimiento de que el vicepresidente, quién se presentaba como matemático dedicado “empíricamente” a la sociología (tomando prestado el entonces perfil profesional de su ex pareja; hoy licenciada en matemática, maestra en filosofía y doctora en sociología), carecía de título profesional. Se hizo público que figuraba como “Lic. en matemáticas” en las entradas relativas a “profesión” en su cédula de identidad, libreta de servicio militar y partida de matrimonio. Un vídeo grabado en acto público, y en presencia del ministro de educación, lo muestra relatando “hubo un profesor que me hizo gustar las matemáticas, acabé el bachillerato y luego me convertí yo en licenciado en matemáticas, soy profesional en matemáticas” (Es absolutamente conocido, igualmente, otro vídeo de noviembre de 2016 donde el vicepresidente García, en el programa “El Pentágono” conducido por su amigo, el periodista Mario Espinoza, dijo explícitamente: “...y aquí tienes a un socialista, matemático, sociólogo que siempre abre el abanico de posibilidades...”). Desatado el escándalo (no en el MAS, obviamente), según su primera declaración, sólo faltaba el diploma; posteriormente, sólo una asignatura… Pero más vergonzosamente, ya después del referendo, se conoció que había cursado sólo la mitad de esa carrera. Al final, se registró hasta ocho versiones públicas diferentes que dio sobre el bulo; llegando a la desfachatez de culpar a los varios funcionarios burocráticos (y telepáticos) por escribir en sus documentos “Lic. en matemáticas” en vez de “ninguna”. Hubo gente del MAS opinando que este detalle gravitó efectivamente en el resultado del referendo y que, sin García, Morales hubiera salido victorioso; percepción que parece residir debajo de la superficie y aflora de vez en cuando: “El secretario de Justicia de la Federación Única de Trabajadores de Pueblos Originarios de Chuquisaca (FUTPOCH), Marcelino Flores, culpó al vicepresidente Álvaro García Linera por la baja preferencia por el presidente Evo Morales en las últimas encuestas…” “… ‘El presidente Evo está ratificado por las organizaciones, pero al mismo tiempo sabemos que en las encuestas estamos muy débiles, muy bajos, hay que ser conscientes, sin embargo, eso no es por culpa del Presidente o de las organizaciones, sino por algunas personas que están metiendo fuego’, señaló el dirigente, en una entrevista con la radio Aclo de Chuquisaca” (Página Siete, 24/08/2018).

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Casual y paralelamente, el vicepresidente Uruguayo, Raúl Sendic, que se presentaba como licenciado en genética humana por la Universidad de La Habana (graduado con medalla de oro), tuvo que reconocer su carencia de título indicando primero que solamente había realizado un curso rápido y luego que cursó la licenciatura en Genética, aunque sin culminarla; ambas afirmaciones resultaron falsas al ser comprobada la inexistencia de dicha carrera en tal universidad. A pesar de sus obvias resistencias (¡qué ocurre con los vicepresidentes!), sin embargo, su renuncia al cargo se produjo después de que fuera procesado -sin prisión- por otros delitos (abuso de funciones, peculado, vinculación y participación en negocios ilícitos en el ejercicio de cargo público y malversación por uso indebido de tarjeta corporativa). Extrañamente, en el caso de A. García no hubo rubor y menos un amago de renuncia, por lo que el debate se trasladó a las redes donde, por una parte, se le asoció el equivalente quechua de sinvergüenza, “qara uya” (cara de cuero), por su actitud evasiva ante el problema y sus implicaciones; por otra, se deslizó la adaptación de que -al menos en su caso- para la destacada actividad intelectual que desarrolla, no es necesario un título. Pero, claro -según otros- se trata únicamente de teorías masistas sobre la excelencia académica. Más extraño fue -y es- el silencio del Honorable Consejo Universitario (HCU) de la UMSA donde el Sr. García dictó cátedra en calidad de “invitado” -muy contra la norma, por supuesto- en asignaturas como ¡“seminario de investigación” y “teoría de la ideología”! (incidentalmente, en las actas de calificaciones también figura como “Lic. Álvaro Marcelo García Linera/ Docente”). Recordando, y justificando ahora, lo dicho en (0, 1) y (0, 2) a cerca de los alcances de la acreditación académica, produce calofríos sólo el imaginar lo que se diría en esas aulas. El rector “señaló que no se revisará el caso ya que no existe motivo para perjudicar a los que entonces fueron sus estudiantes, quienes en su mayoría ya son profesionales” (ANF, 16/02/2016). No quedó claro si esa fue también la opinión del Honorable Consejo Universitario (HCU) que debió haber instruido, al menos, una investigación oficial interna, teniendo en cuenta que la obligatoriedad de un título profesional para contratación académica en la UMSA es absolutamente inexcusable desde 1993. Para docente invitado se requiere, además, prestigio profesional reconocido y documentado, lo cual hace imposible que, en el caso del señor García, se hubiera procedido “reconociendo su brillante trabajo”. Evidentemente, las normas fueron violadas “con una pequeña ayuda de los amigos”, como diría John Lennon. Y, así, el ejercicio ilegal de la profesión, la falsedad ideológica y el enriquecimiento ilícito, quedarán impunes dejando, desde luego, la sensación de que se encubrió “al privilegiado” por temor, por amistad o por conveniencia. Esas sensaciones fueron muy apreciables, igualmente, en los contenidos de las redes sociales, donde -como es sabido- la clase media y mucho de la juventud expresan sus puntos de vista. “Lo peor de que te mientan es saber que ni siquiera merecías la verdad”, decía J. P. Sartre.

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Alegría, pero no demasiada. Nadie esperó que el MAS aceptara hidalgamente su derrota y sería absolutamente ingenuo pensar que la supremacía oficialista estaría perdida, a juzgar por los apretados resultados del referendo. Con peores puntos críticos, el MNR logró ganar elecciones durante cincuenta años. Pero un régimen masista, probablemente, se puede considerar ya desvanecido, independientemente del tiempo que Morales permanezca en la presidencia. En el futuro mediato, cuando las tareas de limpieza estén en curso, seguramente este partido hará presencia política -metamorfoseándoseen el mismo sentido en que el MNR o el PDC (Partido Demócrata Cristiano) aún resisten. Fue un error -no previsible para los implicados- el creer que su presión mayoritaria sobre las tradiciones nacionales, ejercitando muchos cambios de nomenclatura, obligando a las tropas responder “¡venceremos!” al “patria o muerte”, flamear wiphalas, jurar y cantar mezclando gestos (puño izquierdo levantado y mano derecha al corazón, la terza vía semiótica), etc., se estaba transformando a la sociedad boliviana; el perspicaz Trotski escribió: “El camino del fascismo está empedrado de símbolos”. Tal vez este experimento, más bien, podría dar una mejor apreciación de un fenómeno ligado a la mercadotecnia. ¿Será que existe un punto de saturación mediática? Esto es, que la popularidad de un candidato se mantenga, sin importar cuánta propaganda se gaste en él o, peor (mejor) aún, que su popularidad disminuya en proporción a la propaganda emitida. Si un fenómeno como éste pudiera ser mostrado (o demostrado), hubiera que reconocer la sabiduría de quienes diseñaron la alternancia y renovación en los cargos administrativos y, de paso, estar seguros de que Marx y Lenin tenían razón en descartar la posibilidad de tales engendros como las revoluciones democráticas. Finalmente, en este modelo de “fiesta democrática”, estabilidad política no significa que una persona gobierne hasta morir; implica que los gobernantes se sucedan regularmente, manteniendo políticas estables.

6. Un sui géneris derecho humano Muy bien, sin embargo, nunca se debe perder de vista el que el MAS no es un partido democrático en el sentido usual. Los partidos genuinamente democráticos son también genuinamente burgueses y buscan sobre todo la predictibilidad social, donde los negocios y emprendimientos prosperan, donde el gobierno debe administrar normas en lugar de prebendas. Si se es oportunistamente democrático, por otra parte, la tentación de torcer las normas -aún las propias- cuando los hechos lo requieren, está ya retratada en la cita de Mussolini “…dependiendo de las circunstancias del tiempo, lugar y situación” que aparece en el capítulo anterior (iv, 3). ¿De qué es capaz el MAS-IPSP para prorrogarse en el gobierno? Pues -por lo visto y lo que se verá- de todo lo que hace tan infames

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a los políticos. Perdió un referendo mal planteado, como ya se explicó. Ahora, la ley del Régimen Electoral cuyos términos, por supuesto, fueron conocidos de antemano por los protagonistas (el presidente y su vicepresidente), contiene el siguiente artículo: “Artículo 15. (CARÁCTER VINCULANTE). Las decisiones adoptadas mediante Referendo tienen vigencia inmediata y obligatoria, y son de carácter vinculante. Las autoridades e instancias competentes son responsables de su oportuna y eficaz aplicación”. No es un español particularmente difícil de interpretar. Implica que si se trata de modificar un artículo de la constitución mediante referendo y se pierde, el artículo en cuestión queda más remachado que antes y ya es inmodificable ¿por qué? Porque todos están conminados a cumplir el resultado que es ¡Nunca más intentarás modificar el artículo consultado para reelegir al presidente, etc., lo cumplirás y lo harás cumplir como si hubiera sido redactado para ti! El TSE, el presidente, el vicepresidente, los miembros de la Asamblea Plurinacional, el Tribunal Constitucional Plurinacional, etcétera, etcétera, no deben despegarse del resultado, están obligados por ley a forzar su oportuno y eficaz cumplimiento, en vez de andar inventando nuevos derechos expectaticios o formas de torcer la ley. Es, por tanto, el presidente el primero que debiera haber dicho “hermanas y hermanos, estamos moral y legalmente obligados a honrar el juramento con el que me posesioné y ya no insistiremos en la reelección; es lo que corresponde a personas de honor”. Y la oposición debería iniciar “las acciones legales pertinentes” inmediatamente de que advirtiera un intento de desobediencia. Una vez realizado, el resultado del referendo no es algo etéreo, de cumplimiento opcional; es sólido, concreto y, al final, mide la bonhomía de los gobernantes (y del TSE), o su perversidad. A propósito, cómo no recordar otro repugnante episodio legal: la constitución actual (básicamente masista) todavía lleva el siguiente texto: “DISPOSICIONES TRANSITORIAS Primera. I. El Congreso de la República en el plazo de 60 días desde la promulgación de la presente Constitución, sancionará un nuevo régimen electoral para la elección de la Asamblea Legislativa Plurinacional, Presidente y Vicepresidente de la República; la elección tendrá lugar el día 6 de diciembre de 2009. II. Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones…”

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Muy bien, hasta un descerebrado entendería perfectamente esa frase, cualquiera que haya aprendido a leer en la primaria; cualquiera, ¡menos los abogados de Tribunal Constitucional Plurinacional! Primero, el señor Perogrullo descubre que esas dos autoridades han sido electas, “El Tribunal Constitucional considera que tanto el Presidente como el Vicepresidente, en el marco del Estado unitario, social, de derecho, plurinacional, comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías, tal cual reza el artículo 1 de la CPE, son autoridades cuya fuente de poder tienen su origen en una forma democrática de gobierno, mediante el voto universal obligatorio directo libre y secreto, tal como señala el artículo 166 de la CPE.” Luego, saltan, sin mencionarlo, hasta el artículo 168 (ya citado en la sección anterior) y al artículo transitorio, pero les hacen decir mucho más de lo que está escrito: “En ese sentido, se advierte que la norma en análisis destaca la figura de reelección, refiriéndose únicamente al Presidente y Vicepresidente. Si estos fueron elegidos en vigencia del nuevo régimen constitucional, se encuentran habilitados para la reelección, dado que una interpretación literal de la disposición transitoria primera, se extrae que los mandatos anteriores a la vigencia de la Constitución, seguirán computándose hasta la posesión de las nuevas autoridades, desprendiendo el mismo resultado si se considera la interpretación sistemática de la referida disposición transitoria.” El señor Perogrullo se hace mago y reemplaza “anteriores a la vigencia de esta Constitución” por “hasta la posesión de las nuevas autoridades”. Y, después de ese fallido truco de prestidigitación legal, concluyen “El nuevo orden es diferente al preexistente. El nuevo orden implica una nueva era jurídica, una nueva era política, basada también en la refundación del Estado… Por ello se concluye que es absolutamente razonable y acorde con la constitución realizar el cómputo del plazo para el ejercicio de funciones tanto de Presidente como del Vicepresidente desde el momento en el cual se puso en vigencia la Constitución Política del Estado”. Entonces, ¿para qué se habría redactado el texto transitorio? El Perogrullo y mago se hace legislador y convierte los discursos masistas sobre “el nuevo orden” en ley y, ahora, “anteriores a la vigencia” queda torpe y descaradamente sutituida por “desde el momento en el cual se puso en vigencia”. Cualquier abogado profesional, en uso de sus facultades, entenderá perfectamente que la eliminación de “anteriores a la vigencia” provoca la inconstitucionalidad de esta sentencia. Y queda así demostrado que los cinco miembros del TCP son, estrictamente, un grupo de serviles, deshonestos e incompetentes, donde sea que estén.

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Rebasado ya todo motivo de respeto, es explicable lo que siguió después. Evo Morales se reeligió ilegítimamente en 2014 usando ese -muy obviamente amañado- fallo del TCP. Cuando la oposición y alguna prensa mostraron videos y notas donde tanto él como García habían asegurado, antes de la aprobación de la constitución (para lo cual, por entonces, necesitaban la anuencia de los opositores), que sacrificarían una parte de su mandato merced a la disposición transitoria cuya redacción fue consensuada, Morales, con un sonrisa que pretendía ser picaresca, dijo que le habían tendido “una trampita” a la oposición. ¿Acaso esos miserables opositores merecían algo de honestidad? Es difícil evitar la náusea ante tales acciones. Peor si luego las acompaña el cinismo y el descaro. Decía el vicepresidente, “Yo voy a votar aquí porque Evo es la dignidad de Bolivia, porque este color azul es la continuación de la presencia de los humildes, de los pobres y de los trabajadores en el Gobierno” (www.opinion.com.bo, 07/10/2014). Al respecto, teniendo en cuenta que el propio A. García era parte interesada (candidato), no conozco mejor comentario que el de mi hijo Miguel: “… no reconocería a la dignidad aunque ésta bailara desnuda delante de él”. En la actualidad, cuando se tiene la vista fija en las elecciones de 2019, Morales parece muy empeñado en constituirse en el presidente con más años en el cargo. Desde el 14 de agosto de 2018, estableció un récord de nueva clase, por lo visto en (v, 6). En adelante habrá que distinguir tres marcas: Andrés de Santa Cruz, con más años en forma continua; Víctor Paz, con más años en forma discontinua y Evo Morales, el de más años con trampita. Después del referendo “21F”, el MAS-IPSP desplegó otra campaña mediática muy intensa para desprestigiar al periodista que había denunciado la relación sentimental del presidente con esa aparentemente exitosa gestora de negocios cuyos atributos profesionales resultaron fraguados; para demostrar la autenticidad de la denuncia, se mostró el certificado de nacimiento que -después- se probó legal, pero perteneciente a un hijo inexistente; dato que aún el propio implicado (el presidente), al parecer, ignoraba. La campaña, no obstante, se enfocó aviesamente en afirmar que el referendo se perdió por esta “mentira de la oposición”. La primitiva idea era desprestigiar el resultado del referendo para, claro, no otra cosa que evitar la ley, dando la impresión que lo hacían para complacer a dios. Es así que decidieron copiar la vía Daniel Ortega quien, en las elecciones de 2011, pese a que la Constitución lo prohibía, se presentó como candidato a la Presidencia gracias a un amparo ante su Corte Suprema de Justicia, donde los magistrados sandinistas, sin presencia de magistrados opositores, declararon inaplicable el artículo de la Carta Magna que limitaba a dos el número de mandatos continuos porque, supuestamente, violaba los derechos humanos y constitucionales de Ortega y de 109 alcaldes. Usaron de manera desviada y vil el fallo de la CIDH para Óscar Arias (después de

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34 años, se permitió que expresidentes pudieran aspirar al poder, mediante elecciones, en forma no consecutiva, gracias a una reforma constitucional (1969) y una interpretación de la Carta Interamericana de los Derechos Humanos; fueron necesarios dos intentos ante la Sala IV para que los magistrados fallaran por la reelección en 2003). En completa analogía, en diciembre de 2017, el TCP, después de una larguísima e insípida argumentación que no toca para nada el resultado del referendo 21F, respecto de “…la acción de inconstitucionalidad abstracta interpuesta por…” emitió este fallo: “POR TANTO La Sala Plena del Tribunal Constitucional Plurinacional; en virtud a la autoridad que le confiere la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia y conforme al art. 12.2 de la Ley del Tribunal Constitucional, resuelve: 1º De acuerdo a lo dispuesto por el art. 256 de la Norma Suprema, declarar la APLICACIÓN PREFERENTE del art. 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por ser la norma más favorable en relación a los Derechos Políticos, sobre los arts. 156, 168, 285.II y 288 de la Constitución Política del Estado, en las frases: “por una sola vez de manera continua” de los arts. 156 y 168 y “de manera continua por una sola vez” de los arts. 285.II y 288, conforme a los fundamentos jurídico constitucionales expresados en la presente Sentencia Constitucional Plurinacional; y, 2º Declarar la INCONSTITUCIONALIDAD de los arts. 52.III en la expresión “por una sola vez de manera continua”; 64 inc. d), 65 inc. b), 71 inc. c) y 72 inc. b) en el enunciado “de manera continua por una sola vez” de la Ley del Régimen Electoral –Ley 026 de 30 de julio de 2010–. Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional Plurinacional…” Aparte de declarar la ¡inconstitucionalidad de artículos constitucionales!, absurdo que no era de su competencia, y de exceder el carácter abstracto de la acción, tan elementalmente ostensible es el carácter de encomienda, que basta leer el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “Artículo 23. Derechos Políticos 1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades: a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) de votar y ser elegidos en elecciones periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores, y c) de tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país.

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2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal”, para percibir lo que el sentido común grita: aquí se habla del derecho humano a elegir y ser elegido “en condiciones de igualdad”, esto es, con reglas válidas para todos (¡incluyendo la regla para las reelecciones!). El artículo 23 menciona sólo la elección y no la reelección, ¿por qué? Porque el candidato a la reelección ya disfrutó de su derecho a ser elegido y de acceder a las funciones públicas; más aún, ya gozó de todos los derechos estipulados en el artículo 23 con reglas preestablecidas, que siempre incorporan las referidas a posibles reelecciones. Por tanto, lo menos que debió hacer el TCP era rechazar la acción de inconstitucionalidad exigiendo el resultado de una previa consulta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -cuya corte es la única que puede interpretar ese artículo- sobre la ¡reelección como derecho humano! Así, lo que un servil parlamento hizo por Robert Mugabe, un análogo tribunal constitucional hizo por Evo Morales. Hasta se podría desenterrar una de esas moralejas de la niñez, “conciencia sucia, inconsciente traicionero” pues, decía A. García en una entrevista televisiva: “Uno es dictador cuando no toma en cuenta el voto de la gente”. Quizá especialmente es ahí, y desde entonces, donde lo que es bueno para el MAS, absolutamente no lo es para Bolivia. Si, después de todo lo anterior, hubiera algún espacio para respirar sin arcadas, la aparición de cierto abyecto abogadillo, cuyo nombre es un diminutivo de Rudolph, pudiera arruinar definitivamente el almuerzo hasta de los más prevenidos por su casi letal carga de sinvergüenzura. Es el protagonista de muchas notas de prensa como éstas: “La tarde del jueves, el magistrado y expresidente del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), Ruddy Flores (42), que conducía la vagoneta con placa de control 3784-ZNF, por la carretera Sucre-Potosí, colisionó con la motocicleta con placa de control, 3537AKH pilotada por el ingeniero civil, Marcial Trujillo (25), a la altura del lugar denominado Negro Tambo, hecho por el cual este último falleció, según los reportes de medios locales.” “Ayer la Jueza de Betanzos Jacqueline Barrientos en audiencia cautelar dispuso la libertad del Magistrado quien deberá presentarse a firmar el libro una vez a la semana, además de quedar arraigado hasta que concluya el proceso en el que se vio involucrado.” (El Diario, 04/05/2015). Hace poco, una señora que mató a un perro, luego de guardar detención preventiva, fue condenada a 3 años de cárcel en unas cuantas semanas, claro, por la desventaja de no ser una magistrada del TCP que posibilitó las reelecciones de Morales. Pero hay más. “El miércoles, Telma Sacaca, viuda del motociclista fallecido Marcial Trujillo, denunció que su propio abogado la engañó y la presionó para firmar un documento en que ella desistió de conti-

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nuar con el proceso judicial contra el magistrado Flores…” “… ‘Unos papeles más me han hecho firmar, que era un desistimiento, pero yo no sabía nada. Ese mi abogado mismo ha hecho. (Me dijo) ‘si no firmas aquí no te voy dar esos 6.400 (bolivianos que hicieron llegar a nombre del magistrado)’. Por eso he firmado’, relató la mujer…” “… Ante esas declaraciones, Flores rechazó haber ejercido algún tipo de presión o engaño a la viuda u otros familiares del fallecido para recobrar su libertad. Aseguró que por sentido de humanidad procedió a entregar el dinero a fin de cubrir con los gastos del sepelio, según la emisora local…” “…Afirmó que de acuerdo a las mismas declaraciones de la viuda se puede evidencia que ella actuó en todo momento con su abogado…” “… ‘Entonces no actuó sola, actuó con su abogado, presentó un desistimiento, yo no tenía conocimiento de ese desistimiento hasta que en la revisión del cuaderno de investigaciones [lo encontré] y no es posible que ahora se diga que se la presionó, menos de mi parte’, apuntó.” (Erbol, 09/05/2015); que suerte ¿eh? Pero este mimado de los dioses no podía quedar tan pobremente retribuido. “Después que el exmagistrado del Tribunal Constitucional, Rudy Flores, falló la sentencia a favor del MAS para la relección indefinida de Evo Morales, este ocupa un alto cargo en la Cancillería, su esposa fue nombrada cónsul y su hermana trabaja en la Procuraduría General del Estado, denunció ayer el diputado de Unidad Demócrata (UD), Amílcar Barral.” (El Diario, 23/05/2018). Pero, ¡sorpresa, diputado Barral! “El exmagistrado del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) Ruddy Flores, que aprobó la repostulación, fue designado por el presidente Evo Morales como ministro consejero de la representación diplomática boliviana ante organismos internacionales en Ginebra, Suiza, en tanto que el presidente en ejercicio Álvaro García no quiso referirse al tema.” (El Diario, 14/06/2018). “…El diputado del MAS, Henry Cabrera, justificó la designación del exmagistrado Rudy Flores y de su esposa Roxana Rojas en cargos diplomáticos del país y aseguró que forman parte de una elección de los mejores hombres y mujeres para las funciones públicas en el extranjero…” (ANF, 27/07/2018). ¿Así que personajes como ése, con tales antecedentes, es uno de sus mejores hombres y está casado con una de las mejores mujeres del MAS? ¡Caramba! Es como si el tango “Cambalache” se hubiera compuesto aquí, hoy y para ellos. Con eso está todo dicho. ¿Dónde estarán los otros exmiembros del TCP? Ahora, es obvio que al haber desoído el carácter vinculante y obligatorio del referendo 21F, el TCP actuó ilegalmente. Además, su resolución requería y todavía requiere el pronunciamiento de la CIDH sobre si la reelección es o no un derecho humano. Consecuentemente, es el TSE el que aún está obligado a cumplir y hacer cumplir el artículo 15 de la ley electoral -la cual rige sus acciones- y, en estricto apego a esa ley, inhabilitar la candidatura de los mandatarios actuales. “¡Corren las apuestas!” diría un escéptico.

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¿Qué es capaz de hacer un político para retener el poder? Todo, absolutamente todo. Nada es el ignorar la ley ante las miradas de pasmados, indignados o críticos ciudadanos; como un actor inexperto en una vergonzosa función o, despreciando toda crítica, simplemente descubrir -ante esas miradas- sus descompuestas entrañas. Muchos consideraron la elección de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) algo muy bueno para el Perú, por la trayectoria del economista y porque garantizaba que el expresidente Alberto Fujimori no sería indultado y cumpliría su condena de 25 años por las masacres de Barrios Altos y La Cantuta. Pero en diciembre de 2017, el pleno del Congreso de la República decidió, por 93 contra 17 votos, admitir la moción de “vacancia presidencial” contra PPK por “permanente incapacidad moral” a causa de sus presuntos vínculos con la empresa brasileña Odebrecht, cuando era primer ministro de Alejandro Toledo y acordó su presentación para realizar sus descargos. Para el presidente, y para cualquiera que conociera la composición del Congreso, la destitución era inevitable. Ante la sorpresa general, sin embargo, concluida la defensa del mandatario, cuando éste y su abogado abandonaron el recinto y luego de casi 14 horas de debate, la votación rechazó la moción de vacancia al no alcanzar el mínimo de 87 votos (del total de los 130 congresistas) necesarios; 79 legisladores votaron por la vacancia, 19 se opusieron y 21 se abstuvieron, entre ellos diez (¿aleccionados?) fujimoristas. En la Nochebuena de 2017, ya sin sorpresa para alguien, Kuczynski le concedió un indulto “humanitario” y derecho de gracia a Fujimori. Los indicios de depósito de 4 millones de dólares a la cuenta personal de Kuczynski en 2015 por pagos de cierta firma en Gran Caimán, y otros, quedarán para los historiadores peruanos. Ellos dirán que Kuczynski, además, perdió la oportunidad de abandonar dignamente el cargo: finalmente, su renuncia se produjo luego de que dirigentes del mayor partido de oposición, Fuerza Popular, mostraron vídeos y audios de reuniones de legisladores que ofrecían a un colega de la oposición obras con apoyo del gobierno a cambio del rechazo a la destitución presidencial en la sesión del congreso. Sin duda otro ejemplo más de que no hay nivel moral inalcanzable para los políticos, por bajo que sea. Por las mismas fechas, en Bolivia se anunció la aprobación de la Ley del Código del Sistema Penal a cargo del presidente en ejercicio, a pesar del rechazo de médicos y trabajadores en salud, señalando que las sanciones previstas en artículo 205 de la ley (mala práctica profesional) “criminalizaban” el ejercicio de su profesión; con similar resistencia de otras agrupaciones, se sufría ya un paro de 23 días. Casi desafiando las protestas, durante el acto de promulgación que se realizó en el Palacio de Gobierno A. García concluyó “…Las cosas están consumadas he firmado el nuevo Código de Procedimiento Penal, se acabó el debate ya no hay nada más que hacer hay que aplicar el Código…” (La Razón, 15/12/2017). Pero resultó que la futurología tampoco es el fuerte de García. Antes y después de ese evento, hay muchos interesantes detalles que inexorablemente remataron en el recrudecimiento de la huelga de galenos, manifestaciones de grupos

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religiosos en torno a lo legislado respecto de las causales de aborto impune, declaraciones progresivamente más amenazantes de sectores de transportistas y otras expresiones de “plataformas ciudadanas” y, finalmente, el sorpresivo anuncio del presidente Morales sobre la derogación del 205 y otros artículos molestos y la apertura de un año de “socialización y debate”, con la posibilidad de realizar cambios o ajustes, sobre dicho instrumento legal que “no está en proceso de aplicación”. Ya era tarde, la denominada “Coordinadora Interinstitucional por la Vida y las Libertades Democráticas”, que agrupa a movimientos cívicos y ciudadanos y la Central Obrera Boliviana (COB), reunida en Cochabamba, convocó a una huelga general indefinida solicitando la abrogación de la ley cuestionada y, además, el respeto al referendo del 21 de Febrero. Manifestaciones, represión policial de rigor y, como siempre, heridos y rencores acumulados. Por el lado oficialista, las organizaciones campesinas e indígenas que respaldan la gestión del gobierno (el Pacto de Unidad), se declaró en estado de emergencia y rechazó la convocatoria a huelga general indefinida, anunciando el infierno sobre la tierra y el vicepresidente invocó a las bases del MAS para defender el proceso y derrotar a la derecha en no otro lugar que en las calles, “Usan el Código para que Evo no sea Presidente nuevamente, esta proclamación será un revés contra la derecha. Pese a esas mentiras [sobre el Código] siguen diciendo Evo siga adelante, ese es el resultado. Estoy escuchando llamadas telefónicas, resoluciones de otros sectores sociales [que dicen] con más fuerza [avanzar]”. El solícito fiscal General del Estado advirtió que su despacho haría cumplir la ley ¡“contra quienes intenten dividir” al país! Y Morales dijo -no sin fundamento- que las movilizaciones no apuntaban al código penal, sino a evitar su repostulación. Finalmente, las redes sociales parecieron inclinarse en contra del gobierno, cuyos voceros, confundiéndolas con noticieros autorizados, denunciaron la circulación de “noticias falsas”, mensajes y “memes” con insultos. En medio de tanto ajetreo, Morales, el 21 de enero de 2018 en una entrevista arreglada al efecto en el canal estatal, hizo un sorpresivo anuncio, ratificado por escrito usando su cuenta “Twitter” (y en plural, como el Papa): “Hemos decidido abrogar el Código del Sistema Penal para evitar confusiones y que la derecha deje de conspirar y no tenga argumentos para generar desestabilización en el país, con desinformación y mentiras. Enviaremos una carta a la Asamblea Legislativa en los próximos días.” La madrugada del 24 de enero, en una sesión inútilmente tensa, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de la ley de abrogación del mentado código, enviándola al Senado para la respectiva y la ya puramente formal revisión. Unas horas después la ley fue sancionada en la Cámara de Senadores y remitida al ejecutivo. La conflictiva norma duró apenas un mes antes de ser raudamente desechada.

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Mas, hay aquí un muy perturbador elemento: Al parecer, apenas se advierte, menciona y cuestiona el procedimiento usado al final de estos conflictos, cuando el presidente primero “solicita” la derogación de un artículo caliente, la asamblea responde efectuando velozmente el encargo y, después, cuando el presidente decide abrogar el código entero, la asamblea reacciona mediante su mayoría oficialista como si fuera de su propia iniciativa; y sus presidentes y voceros, ni aún por algún amago de dignidad teatral mencionan “considerar” la solicitud la cual, entonces -y para todo fin práctico- se convierte en una orden a cumplir. Y ese es el momento en el cual las sospechas, insinuaciones e ideas previas se confirman y uno queda enfrentado con la cruda realidad: no hay persona en todo el aparato del estado, en todo el país, que pueda resistir la voluntad del presidente (la declaración original en Bolivia TV es: “…decidí abrogar todo el nuevo Código del Sistema Penal, ojala rápidamente pueda consensuar la Asamblea Plurinacional…”). Entonces, si toda iniciativa, no importa de dónde venga, requiere la anuencia del presidente, si hasta los deseos de éste son órdenes, Bolivia vive, por primera vez en toda su historia, una auténtica pero disimulada monarquía (gobierno unipersonal) cuya débil apariencia democrática ya sólo engaña a, o es socapada por, sus propios seguidores. Sería un error pensar que esa condición es inconsciente en Morales; en la XV cumbre ordinaria del ALBA-TCP dijo, explícitamente “Algunos compañeros me decían, hay que consultar al pueblo, a los movimientos sociales. Aquí, no hay nada que consultar”. No fue un lapsus. Punto. Las leyes se hacen para practicar la justicia. Cuando una acción quiebra la ley de manera explícita, se dice que es “ilegal”. Pero algunos redactan leyes contrarias a “la razón y la justicia” o piensan que es posible actuar ilegalmente sin que nadie se dé cuenta. Así, ¿puede una ley de partidos políticos ser aprobada por uno solo de ellos? En países civilizados, la respuesta sería “claro que no”. En Bolivia y ahora, el partido que goza de abrumadora mayoría parlamentaria la aprovecha para aprobar una ¡ley de organizaciones políticas!, servido a la carta por el TSE e incurriendo, por vez enésima, en un obvio conflicto de intereses (los intereses particulares del MAS conflictúan con la imparcialidad que interesa a la ciudadanía) en su forma particular, caso de “juez y parte”, muy analizada en relación a principios legales universales: “Sabemos, pues, que la institución del juez-parte no sólo existe, sino también que se halla en todos aquellos casos en que la norma, cuya aplicación le incumbe, enfoque asuntos vitales para el legislador” (Werner Goldschmidt, “La imparcialidad como principio básico del proceso (La patialidad y la parcialidad)”, Instituto Español de Derecho Procesal (1950)). Pues, si la oposición no puede oponerse, el resultado será una imposición de un partido sobre el resto de partidos y, a la vez, una norma a la medida y al gusto del mayoritario. Una aberración donde, por ejemplo, nada podría impedir que la bancada masista incluya un artículo como “Ningún candidato podrá llamarse Carlos. Pero aquellos cuyas iniciales sean E M, estarán inmediatamente habilitados” (aunque, pensándolo mejor, no sería imposi-

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ble que eso esté diluido a lo largo de la ley). Practicando tales abusos es como se cae en lo “ilegítimo” y es la manera en que los gobiernos terminan, merecidamente, perdiendo el respeto de los ciudadanos. Otra muestra de la verdadera naturaleza oficialista, ese abuso crónico del poder que parece gritar “¡lo legal y lo legítimo es lo que yo decido, porque yo tengo las pistolas!” Naturalmente, todo podría ser muy risible si no terminara lastimando, gratuitamente, a ciertas personas consideradas como riesgosas para la “continuidad del proceso de cambio”, claro, pretendiendo engañar al tonto público con esos descangallados trucos masistas. Por este camino, imagine a un ladrón que es atado por alguien llamado “Uno”, golpeado por “Dos” y liberado por “Tres”. Años después, Tres denuncia a Uno para que sea enjuiciado por “atar mal” al individuo, aduciendo que ese hecho facilitó su acción; y que, sorprendentemente, ¡el proceso prospera sin que nadie lo pueda impedir! Pues bien, no importa cuán absurdos escenarios judiciales sea posible imaginar, el MAS los superará sin duda. El 18 de mayo de 2018, fue comunicado el fallo del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) en contra de Bolivia, ratificando un laudo arbitral a favor de la empresa Quiborax por la reversión -durante el gobierno de Carlos Mesa- de una concesión en el Salar de Uyuni para la explotación de ulexita. La obligación alcanzó a 48.6 millones de dólares. El actual gobierno, sorpresivamente, acusó al expresidente Carlos Mesa por expulsar a la empresa sin efectuar auditorías previas para sustentar la acción. Mesa señaló que las auditorías no eran necesarias porque “la anulación se hizo al comprobarse la ilegalidad absoluta de las concesiones”. En efecto, el consorcio “Quiborax-Non Metallic Minerals” recurrió al tribunal figurando como compañía chilena; para eso, el dueño mayoritario David Moscoso presentó un documento falsificado, intentando mostrar engañosamente al empresario chileno Allan Fosk como poseedor de la mayoría de las acciones. Moscoso admitió ese delito en 2009 y recibió pena de cárcel (2 años, hoy está libre y es multimillonario). Eso debió bastar para que el caso se extinguiera al quedar probado que el consorcio de Quiborax era de mayoría accionaria boliviana y no chilena. Y es ahí donde el terreno se vuelve pantanoso. El laudo fue hecho público en septiembre de 2015 y la falsificación de documentos era suficiente, claro, para solicitar la anulación de los obrados. Sin embargo, en 2016 los abogados bolivianos acordaron con los de la parte chilena (¡los cuales tenían prestadas las oficinas de la procuraduría boliviana!) pedir el desistimiento en su pedido de anular un primer fallo logrado por Quiborax contra Bolivia. Se informó que, para ese desistimiento, la entonces subprocuradora Carmina Llorenti ¡prestó la computadora de su despacho a uno de los abogados de la parte chilena!, Rodrigo Gil, “para que enviara unos documentos”. El nada tonto abogado obtuvo varios documentos del aparato y utilizó esa información en pro de su causa. A pesar de la ya evidente gravedad de esas circunstancias, se sabe

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también que, en 2008, se ofreció un acuerdo para pagar sólo tres millones de dólares a la empresa, y que el titular de la procuraduría, un tal Arce, resolvió seguir pleiteando. En 2015, según los documentos enviados desde la computadora de Llorenti, se alcanzó un segundo preacuerdo, que implicaba ya 27 millones de dólares. El gobierno boliviano lo rechazó también. Finalmente, la cifra alcanzó los 42,6 millones de dólares y esta vez, a la cancelación hubo abrazos, amplias sonrisas, apretones de manos y fotografías (por ejemplo, entre el actual procurador Pablo Menacho y Andrés Jana, abogado de la parte chilena y asesor de su país contra la demanda marítima de Bolivia en La Haya). Como cereza encima del helado, los inútiles abogados que patrocinaron a Bolivia se llevaron casi dos millones de dólares (versión oficial). Pese a todo eso, el procurador masista, presentó la acusación contra el expresidente, ante el fiscal masista para que éste lo remita al masista (véase ii, 1) Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Por supuesto, en menos de dos meses la proposición acusatoria estaba ya en la mayoritariamente masista Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) para que ésta autorice el correspondiente juicio de responsabilidades a cargo de algún tribunal masista. “Se ha emitido la resolución correspondiente disponiendo la remisión del requerimiento acusatorio ante la Asamblea Legislativa Plurinacional a efectos que ella determine lo que corresponda en el ámbito de sus competencias”, declaró el presidente del TSJ. Pero, aún si esa acusación fuera fundada, las acciones de la procuraduría y de los abogados contratados (y quién sabe de quién más) por una parte, constituyen una muy obvia contaminación del caso, es decir, no hay forma de probar si el acto inicial o la mala defensa es la causa del resultado negativo. Por otra parte, como los delitos eran conocidos digamos desde 2006, justo los acusadores y sus “hermanos” deben ser encubridores o cómplices por no haber denunciado el hecho durante ¡trece años!, y hacerlo sólo después de perder el laudo. Amén de que posiblemente haya una prescripción de por medio. Pero, claro, es inútil intentar el razonamiento legal en un asunto obviamente político en el cual, por eso, las posiciones masistas y todas las otras son diametralmente opuestas. Podría considerarse muy ingenua la solicitud del expresidente, a tal procurador, de iniciar juicio de responsabilidades contra el presidente Evo Morales porque nacionalizó la termoeléctrica Guaracachi; la nacionalización fue declarada ilegal y le costó al Estado 31 millones de dólares. Se dijo que, luego de la comparación con este evidentemente similar caso, la procuraduría tendría dos caminos: retirar la acusación contra Carlos Mesa o presentar proposición acusatoria contra Evo Morales y los ministros actuales de hidrocarburos, de hacienda y de justicia. Naturalmente, la respuesta, bañada de la ya característica sinvergüencería, fue la que todos podían adivinar sin esfuerzo. La vida dentro de la enrarecida atmósfera masista, donde todo asunto es político y clasifica como uno de los extremos: es favorable a la permanencia del MAS en el poder y debe ser favorecido, o

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es contrario a esa noble causa y debe ser combatido. No deja otro camino que la defensa mediante el desprecio (Al final, sorpresivamente, Morales el magnánimo decidió otorgar amnistía a Mesa por este caso). Paradójicamente, cualquier activista, crítico, inconforme o simple mortal que emita opinión negativa sobre algún aspecto del proceso de cambio o sus integrantes, será invariablemente acusado de “político” haciendo el juego a la derecha, etcétera. Marcelo Quiroga Santa Cruz, el fundador del partido socialista, en un discurso pronunciado en el paraninfo de la UMSA, dijo: “Según el general Barrientos, los trabajadores deben trabajar y no hacer política, los estudiantes deben estudiar y no hacer política, los curas deben celebrar misa y no hacer política. Entonces, ¿quién va a hacer política en este país? ¿El general Barrientos?” Completamente aplicable al oficialismo actual.

7. Uso y abuso del pasado Otra muy conspicua característica del MAS-IPSP es que sus dirigentes principales no debaten (“sólo debatimos con el pueblo” dicen, pensando que la palabra “debate” es sinónima de “diálogo”; alguien debería aclararles que no convendría discutir con el pueblo, aun si eso fuera posible). Sus declaraciones tienen lugar únicamente donde nadie les puede replicar, y un maltrato inicial ejercido sobre los periodistas obligó a éstos a autocensurar su estilo interrogativo hasta el grado de parecer actores en una escena previamente montada. Sólo unos pocos parlamentarios o voceros periféricos participan, informalmente, en programas radiales o televisivos. En todos los casos, las referencias nada melifluas a las administraciones pasadas son frecuentes y los políticos predecesores siempre tomados como contraejemplos y villanos. Se tiene la sensación de que las administraciones pasadas, de partidos agonizantes como el MNR o muertos como ADN o MIR, levantados de sus tumbas, estuvieran fungiendo como patrón al desempeño masista (tienta parafrasear a Hermann Hesse en “Demian”, “Cuando odias a una persona, odias algo de ella que forma parte de ti mismo. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta”). El pasado es útil para todo: ¿La salud está insuficientemente atendida?, sin duda antes de 2005 había menos camas, hospitales y ambulancias; ¿la justicia es mala?, antes los partidos “se cuoteaban” los cargos, ahora la población elige (sin blancos ni nulos); ¿corrupción? Ahora se la combate, antes no; etcétera, los viejos y muy conocidos lugares comunes discursivos. Incidentalmente, en enero de 2002, en medio de enfrentamientos en la región cocalera, el parlamento dispuso la expulsión del diputado Evo Morales Ayma en un proceso apresurado de 48 horas. El presidente de la cámara de diputados, Luis Vásquez (MIR) justificó: “… lo menos que cometió con los hechos de Sacaba (los asesinatos) fueron faltas

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de ética… ” (ANF, 29/01/2002). El asunto llegó al cuoteado Tribunal Constitucional presidido por un doctor en derecho, el Dr. Willman Durán Ribera, y ¡rayos! éste dio la razón a un opositor (absolutamente impensable hoy en día, en la era del MAS), ordenando su restitución por errores procedimentales en el tratamiento de la resolución camaral que lo separó del cargo. Posteriormente, el cuoteado Tribunal concedería a Morales fundamento en dos oportunidades más, hasta disponer “el pago inmediato de las dietas y toda otra remuneración mensual a que tiene derecho el recurrente, en igualdad de condiciones con los asistentes a las sesiones convocadas durante el periodo comprendido de febrero a julio de 2002”. Por lo visto, el cuoteo no era tan malo como lo es el monopolio en la designación de magistrados. Pero, ¿no es que el izquierdismo mira al futuro, mientras el derechismo mira al pasado? Para el observador no comprometido, sólo se trata de una miserable sustitución de unos políticos por otros (lo es). Sí, era desagradable ver gente con su documentación bajo el brazo, esperando frente a la “casa rosada” del MNR una oportunidad de solicitar el merecido empleo por trabajo proselitista ejecutado durante la campaña. También lo es en los tiempos del masismo cuando, desde la primera victoria electoral, la misma imagen se repitió en la puerta de todos los ministerios; el clientelismo, en lugar de desaparecer, como hubiera sido esperable de un proceso cambista, se sofisticó y acentuó sin límite visible. La experiencia muestra también que los pasados “acuerdos políticos” de las (mega) coaliciones eran menos dañinos que la actual avasallante “monocracia” de más de dos tercios. Y así siguiendo, con otras típicas características del sistema político, que no evolucionan en favor de las personas, se perfeccionan siempre en beneficio del gobernante ocasional (“The Winner Takes It All”, dice cierta canción). Todos los años, en el mensaje a la nación, el presidente hace comparaciones estadísticas, no respecto del año inmediatamente anterior, sino respecto del 2005 cuando el masismo accedió al gobierno y, claro, justo antes de la bonanza gasífera. O exagerando la significación de ciertos datos, como el mencionar amplificadamente que Bolivia tiene “el crecimiento más alto de la región” (referencia al incremento del PIB en 2017 que varía según las estimaciones de cada organismo; la CEPAL pone a Bolivia en el quinto lugar latinoamericano, empatada con Honduras y Costa Rica, mientras da el primer lugar a Panamá; en la región Bolivia está en segundo lugar, después del Paraguay). Con honestidad, debería ser aclarado que, a pesar de ese crecimiento, la economía boliviana es la última o penúltima de la región en las últimas décadas. La explicación es simple: los notables ingresos gasíferos de la última década constituyen alrededor del 4% del PIB, que es el crecimiento aproximado que se detecta pero, claro, no es suficiente para alcanzar al PIB de los vecinos. Hay una cruda realidad en esto -nunca mencionada- según datos de CIA World Factbook, entre 256 países, el Brasil ocupa el puesto 8 en tamaño de PIB (32.19 x 1011 $), la Argentina el 28 (91.2 x 1010 $) y Bolivia el 91 (83.5 x 109 $) ¡dos y un

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orden de magnitud menos, respectivamente! Si apelamos a los crecimientos se tiene, correspondientemente, 0.4%, 3% y 4%. Entonces, Brasil habría crecido, más o menos, en unos 12876 millones de dólares, Argentina 27345 y Bolivia 3340; esto es, el Brasil creció unas 4 veces más que Bolivia y la Argentina unas 8 veces más. En los hechos, pues, alardear sobre el crecimiento relativo (que es calculado respecto del propio PIB) se transforma en otro intento de engaño al incauto; gran parte de la bonanza boliviana (14% del PIB) proviene de compritas de gas que hacen estos dos vecinos ($us 320.07 millones del Brasil y 152.53 de la Argentina). Bonanza del tendero en barrio de ricos. Un informe honesto mencionaría también que, al cierre de la gestión 2017, el déficit comercial de Bolivia continuó por tercer año en el nivel más alto de la historia (Instituto Boliviano de Comercio Exterior, IBCE). Análogamente, se dice que Bolivia no sufrió el efecto de la “crisis” mundial, pero no se menciona que la tal crisis afectó más a los países industrializados y menos a los exportadores de materias primas. Los ingresos mencionados son tan importantes para el país que, solos, explican todas las obritas, obras o mejoras económicas que se puedan exhibir; las reservas internacionales, la falta de ejecución en ministerios, gobernaciones, municipios y universidades; pero no explican, naturalmente, el endeudamiento interno y externo durante la última década. Y sí, los cálculos no mienten, pero los mentirosos calculan. La expectativa puesta en la administración de Morales era enorme, como numéricamente se aprecia en los resultados electorales. Ya se mencionó que el descrédito de los políticos y sus partidos culminó en el fin del último gobierno movimientista (MNR), hecho que fue mediáticamente capitalizado para beneficiar, luego de varias carambolas, al esquema masista. Groseramente, se podría decir, entonces, que el MAS fue electo -desde el punto de vista ciudadano- justa y precisamente para que no repitiera los males, defectos y prácticas de las gestiones anteriores. Definitivamente no es el caso. Lentamente, diversas personas y grupos sociales se distanciaron de la visión mesiánica que el oficialismo pretendió imponer repitiendo machaconamente un conjunto de falaces consignas cuyo origen es, según se vio y se verá, muy fácil de ubicar. El “pensamiento neoliberal” es equivalente al simple enfoque capitalista, basado sobre la libertad individual, libre competencia, libre empresa y -principalmente- la propiedad individual, sin intervención directa del estado en la economía. Contrariamente, el modo socialista estaría basado sobre la propiedad colectiva de los medios de producción y la planificación estatal de la economía; implica un limitado derecho de propiedad individual (bienes de uso). Algunos pretenden que la forma de “economía mixta”, la coexistencia de la propiedad privada con un estado interventor, es socialdemócrata (la socialdemocracia no busca controlar la economía, sólo adoptar políticas socializadoras en el capitalismo); pero es directamente identificable, como ya se mostró en (iv, 3), con la tercera vía fascista. Por supuesto, la gente del MAS reacciona con muchos adjetivos ante

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esa evidencia. Por ejemplo, en un acto de posesión a cierto cargo, el vicepresidente García mencionó -sin destinatario concreto- a “algunos despistados de muy mala información y de poca capacidad intelectual”, justo por identificar al modelo boliviano con el capitalismo de estado, añadiendo: “Capitalismo de Estado sería si tuviésemos empresas públicas para generar más plata concentrada en una mano, en un grupo privado que usufructúa de ese dinero”. (EFE, 06/03/2017). Ningún desorientado, ignorante y tonto tendría la oportunidad de aclarar “¡No, señor vicepresidente, esa tan absurda descripción suya, no es capitalismo de estado!” porque, como se dijo, ellos no debaten ni aceptan réplicas. Analizada más de cerca esa cita, bien podría surgir la sospecha de si el “grupo privado” que usufructúa el dinero existe y es el MAS-IPSP SA. Y es imposible marginarse del asombro o, como alguien dijo, “sólo queda reír en defensa propia”. Ahora, el artículo 306 de la constitución política establece que el modelo económico boliviano es plural, constituido por las formas de organización económica comunitaria, estatal, privada y social cooperativa; dando la impresión de que, al existir más de una manera de producir bienes, la realidad boliviana requiere una formulación económica compleja: el “Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo del Estado boliviano”, rebautizado y modificado desde el año 2006 hasta su versión última en 2014. La economía comunitaria debe ser entendida, al parecer, como la gestión desde el hogar hasta la comunidad, de todo lo que no puede ser convertido en capital. Y el “modelo boliviano” como la transición hacia el modo de producción socialista. La observación no verifica esos esquemas puramente verbales. La economía boliviana está colmada de libre mercado, luego de que los intentos -ahí sí- algo socialdemócratas de fijar precios o reorientar mercados fracasaran y fueran corregidos. Las demás formas de producción, intactas, no podrían ser más capitalistas. La (pequeña) burguesía agroindustrial, tanto internamente cuanto en la exportación, comercia mejor que antes, con la ventaja de que ahora no sufre bloqueos de cocaleros. Esos productores de coca, ahora en el poder y convertidos en campesinos ricos, dueños de “catos”, chacos y terrenos, eventualmente emplean campesinos pobres para producir y comercializar su producto según la vieja y odiosa ley de oferta y demanda. El cooperativismo -una vez espulgado ideológicamente- es también una pequeña burguesía pues, aunque se evita describirlo así, es un conjunto de dueños de medios de producción, mini empresas privadas mineras, gozando de maxi privilegios especiales. Y otro tanto con propietarios transportistas, comerciantes a gran escala y la banca; capitales que crecen, como cizaña, a la sombra de las corporativistas políticas gubernamentales. La continua inyección de circulante en el mercado, por lo demás, ha creado una sociedad más consumista que la de China en Guanggun Jie (el día del soltero). El modelo no menciona, obviamente, lo que la obser-

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vación muestra: que la economía plurinacional (con ornamentales lunares industriales) está sostenida sólo por el extractivismo y la exportación primaria. Las más elementales consideraciones sociológicas y la observación empírica repiten hasta el hartazgo que el grado de industrialización mide el grado de desarrollo (“país desarrollado” significa país “industrialmente desarrollado”). Sin embargo, ilustrando sobrecogedoramente la precariedad del nivel teórico oficialista, el vicepresidente boliviano, cuya compulsión adjetivadora es muy conocida, tiene otra menos comentada: la de simplemente juntar palabras y frases esperando que, de algún modo, formen argumentos por sí solas. Así, los críticos del extrativismo (que, según él, existen) “confunden sistema técnico con modo de producción, y a partir de esa confusión asocian extractivismo con capitalismo olvidando que existen sociedades no extractivistas, las industriales, ¡plenamente capitalistas!” ¡Demonios! ¿Quién asociaría extractivismo con capitalismo? ¿Si hubiera tal, merecería tan siquiera que se le dedique una frase? Pero García sigue imaginando capitalismos, “…puede haber sociedades extractivistas capitalistas, no capitalistas, pre-capitalistas o post-capitalistas. Y de igual forma, puede haber sociedades no extractivistas capitalistas, no capitalistas o post capitalistas…” “…para romper esa subordinación colonial no es suficiente llenarse la boca de injurias contra ese extractivismo, dejar de producir y hundir en mayor miseria al pueblo…” (…al pueblo y ¡al masismo!) “Esta es precisamente la trampa de los críticos irreflexivos a favor del no extractivismo, que en su liturgia política mutilan a las fuerzas y a los gobiernos revolucionarios de los medios materiales para satisfacer las necesidades de la población, generar riqueza y distribuirla con justicia; y a partir de ello crear una nueva base material no extractivista que preserve y amplíe los beneficios de la población laboriosa…” “…actualmente, para nosotros como país, es el único medio técnico del que disponemos para distribuir la riqueza material generada gracias a él (pero de manera diferente a la precedente); además, también nos permite tener las condiciones materiales, técnicas y cognitivas para transformar su base técnica y productiva…” “Porque si no, ¿con qué superar al extractivismo? ¿Acaso dejando de producir, cerrando las minas de estaño, los pozos de gas, retrocediendo en la satisfacción de los medios materiales básicos de existencia, tal como lo sugieren sus críticos?” ¡Claro que no existen semejantes críticos! “¿No es esta más bien la ruta del incremento de la pobreza y el camino directo a la restauración de los neoliberales? ¿El amarrar las manos al proceso revolucionario en aras del rechazo extractivista, no es acaso lo que más desean las fuerzas conservadoras para asfixiarlo?” Y ahora, lo peor: “…superando el extractivismo no vamos a superar el capitalismo… Pero ojo, eso no significa que la superación del extractivismo no pueda ayudar a los procesos revolucionarios en proceso. Puede ayudarlos, en primer lugar, porque las fases de industrialización o producción de conocimiento permiten crear un mayor excedente económico susceptible de ser redistribuido para satisfacer las necesidades de la sociedad…” Etcétera, etcétera.

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¡Que embrollo mental de pesadilla! En fin, no es necesario más para perder toda esperanza. Todos los gobiernos, desde la fundación de la república hasta el presente, fueron y son- extractivistas y ninguno emprendió ni un amago de industrialización, el actual tampoco; éste no será la excepción y nadie necesita muchas lecciones para comprenderlo. El pasado persigue, es denostado pero repetido; es negado, pero conservado. La primera y más importante tarea de la revolución bolchevique fue la industrialización de la Unión Soviética y a ello se volcó todos los esfuerzos porque era la única posibilidad de enfrentar al capitalismo, que es imperialista y abusivo precisamente porque posee la fuerza de su industria. Al decir esto, viene rápidamente el recuerdo de cierta peliculilla (Inglaterra, 1959) titulada en español con “El rugido del ratón”: no se derrotará al imperialismo insultándolo en cada discurso (que siempre parece dirigido sólo a “hermanas y hermanos”). Ni con discursos se convertirá al país en industrial de la noche a la mañana. Las críticas van a la más que evidente falta de profesionalismo para encarar la tarea y que, para colmo, se invente críticos inexistentes, una especie de monigotes, para increparlos con comodidad. Y que se defienda el extractivismo diciendo que es sólo una ayuda para superar el capitalismo. Mirando al cielo con los ojos en blanco, se recordará que también los gobiernos del pasado sólo promovieron, de reojo, la instalación de fábricas (sin gran sofisticación). Desde las décadas posteriores a 1920 se tuvo una “Fábrica Nacional de papeles y Cartones”, la estatal “Fábrica Nacional de Fósforos”, la “Fábrica de Soda Water”, “Industria Textil Herminio Forno”, “Fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón Said y Yarur”, “Lanificio Boliviano de Domingo F. Soligno” y otras más de 300 industrias entre estatales y privadas. Es fácil ver que este precario esquema industrial se repitió gobierno tras gobierno con muy ligeras diferencias. En 1981, la empresa polaca Polimex Cekop entregó la Fábrica de Vidrio Plano (Fanviplan), planeada en los años 70, produciendo vidrio de dudosa calidad mediante el antiguo proceso Fourcault y corrió la suerte común en el país: se cerró sin cumplir su vida útil por todos los posibles motivos, excepto el técnico. Otros nombres se irán añadiendo a esta lista, como el más reciente “Enatex” y la ensambladora “Quipus”. Obras de ex funcionarios, ex empleados de ONG o ex desocupados, convertidos ahora en empresarios que arriesgan -con gran audaciacapital que no es suyo; otro subproducto del “sistema de despojos”: el MAS-IPSP SA, con socios mayoritarios y minoritarios. La compra de satélites fabricados en China no convierte al país en tecnológico; comprar fábricas o maquiladoras de esto y aquello, o plantas procesadoras prefabricadas, no implica el inicio de la era industrial; así, comprarte un teléfono celular una computadora y un televisor no te convierte en empresario electrónico. El Brasil tiene también una agencia espacial, pero con varios satélites activos y otros retirados, mantiene sus propios cohetes sonda y mucha cooperación internacional; su VLS (Veículo Lançador de Satélites), diseñado para colocar satélites entre 100 y 380 kg en órbitas de 200 a 1200 km, tuvo tres fallas en sus prototipos, el tercero de los cuales explotó en su plataforma (todo el equipo científico y técnico se perdió entre las 21

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víctimas fatales); pero con éxitos y fracasos, fueron intentos genuinamente tecnológicos, como lo son, digamos, los potenciamientos a los grupos de investigación en sus universidades públicas (donde se formaron y forman parte de los posgraduados bolivianos en ciencias) y marcan buena diferencia con las imposturas propagandísticas. La realidad empresarial actual es muy conocida y los analistas coinciden en retratarla casi en los mismos términos, así, “De acuerdo con Fundempresa (Página Siete, 14/02/18), en el país existen 295.829 empresas obligadas a registrarse en esta institución. Solamente 3.000 son anónimas (SA); es decir, cuentan con una estructura empresarial y gerencial adecuadas; 56.000 son de responsabilidad limitada (SRL), tienen actividades empresariales básicas y 23.660 son empresas unipersonales que en realidad corresponden a organizaciones familiares…” “… De estas casi 300 mil empresas inscritas, sólo 3710 (7%) se dedican a actividades productivas. La mayoría de las empresas, sin importar el tamaño, se ocupan del comercio y de los servicios. A manera de ejemplo, existen empresas dedicadas a las actividades artísticas y culturales y que representan el 10% de ese total, que es igual a las que se dedican a la explotación de minas y canteras…” “… Esta es la situación de la estructura empresarial del país: un sector productivo, limitado y sin perspectivas. Incorporar tecnologías modernas y adecuadas a ese sector productivo es una quimera que sirve para los discursos políticos. Estos datos sobre el sector productivo deberían ser considerados para planificar y tener en cuenta las limitaciones del sector. Esta información debería ser utilizada además por las universidades y centros de formación técnica para orientar y estructurar los requerimientos académicos y los años de formación…” “… Las políticas de formación profesional y técnica ignoran esta situación y pretenden diseñar un país con un sector productivo que no va más allá que el heredado por los esfuerzos y éxitos del plan de desarrollo de la agroindustria a cargo de la Corporación Boliviana de Fomento y que desde finales de los años 40 fue la responsable del desarrollo productivo nacional…” “… El apoyo a los emprendimientos productivos no toma 10 años, tratando de obtener sales de litio con procesos obsoletos, o con fábricas subvencionadas (Cartonbol, Página Siete, 16/2/2018); tampoco ensambladoras de celulares sin futuro, o ingenios azucareros sin materia prima. Con una parte de los ingresos que el Estado ha obtenido (venta de gas y minerales), se tendría un parque industrial moderno. Pero más pudo la inexperiencia y la consigna política que dejan al país, tras 10 años, en el atraso tecnológico y en manos del contrabando y la importación de lo que podíamos producir y ofertar en condiciones competitivas.” (Pagina Siete, 25/o2/2018). La “economía plural”, por lo tanto, es la misma economía del pasado pero con más dinero, rebautizada para justificar la presencia de esquemas rancios en un gobierno que se dice “de cambio”. Como los de antes, “permite la inversión privada, incentiva la economía comunitaria y da un fuerte peso a las empresas estatales.” Justo eso que se lla-

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ma capitalismo de estado, porque pretende que el emprendimiento privado únicamente se ajuste a las necesidades estatales, interpretadas por el gobierno, como quería, e hizo, Hitler. Rescoldos del pasado; en palabras de A. García, “…eso es justamente lo que estamos haciendo como Gobierno: generar riqueza y redistribuirla entre la población; reducir la pobreza y la extrema pobreza; mejorar las condiciones educativas de la población. Y paralelamente a todo ello, estamos emprendiendo la industrialización”. “Evidentemente no es un proceso simple; requiere años, tal vez décadas. Lo importante es reorientar el sentido de la producción, sin olvidar que hoy hay que satisfacer también las necesidades básicas apremiantes, que fueron las que precisamente llevaron a la población a asumir la construcción del poder del Estado. Justamente eso es lo que estamos haciendo en Bolivia…” “Justamente” lo que se estuvo haciendo desde Agosto de 1825, adornos más o menos y lo que se espera de cualquier gobierno: que genere riqueza para distribuirla entre la población, ¡pero no literalmente! No como Calígula, a quién se recuerda siendo políticamente muy generoso con el erario público; comprando el apoyo de la guardia pretoriana y del resto del ejército, anulando juicios contra sus adeptos y acelerando los de sus contrarios, promoviendo espectáculos para el público, luchas de gladiadores, ejecuciones y competencias de carros; también, para aumentar su popularidad, lanzando monedas a la gente desde la Basílica Julia; apareciendo en público vestido como Hércules o Apolo y obligando a referirse a él como al dios Júpiter; edificando templos para ser adorado en ellos, y mandando a erigir estatuas con su efigie. Que imagen tan familiar ¿eh? Tampoco en eso es el MAS original, Bolivia ha tenido dilapidadores como para ingresar en el libro de récords. Pero no; lo que se espera del gobierno no es el reparto del dinero mediante bonitos, bonos, dobles aguinaldos y otros medios (forma mediata de lanzar monedas a la muchedumbre e ignorar la sabiduría de Sócrates: eso de no des peces, enseña a pescar); no es la disfunción financiera, donde el presidente hace también funciones de alcalde y gobernador, ejecutando obras y obritas atractoras de votos, expresamente diseñadas para ser entregadas. No, lo que se espera de cualquier gobierno es que la riqueza generada (siempre con el trabajo de los ciudadanos) se use para dinamizar y tecnificar la economía, de modo que todos tengan acceso a empleos dignos y de calidad (no informales, circunstanciales y sin beneficios laborales). Es eso lo que se lograría con ingenio, esfuerzo unificador e industria, por supuesto. Bolivia no ha sido afortunada con sus épocas de bonanza. La inmediatamente anterior ocurrió durante la dictadura del Gral. H. Banzer gracias a los precios favorables de las principales materias primas de exportación; el estaño llegó a cerca de 8 dólares por libra fina y el gas llegó a venderse a 4.4 dólares por millar de pies cúbicos; mientras unos pensaban en un posible inicio de industrialización, vinieron los proyectos fallidos, los sumideros de capital, los “elefantes blancos” y derroches como el “aguinaldo de fiestas

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patrias” (pago anual cada 30 de julio, monto equivalente a un sueldo) y, no obstante, como los créditos internacionales eran fáciles y rápidos, la deuda externa llegó a 5 mil millones de dólares (récord en ese tiempo, ya superado en la modernidad plurinacional). No se aprendió de la experiencia; por algún motivo, desde el 2005 en el gobierno se tuvo la sensación de que, como el maná de los judíos, había una lluvia de dinero para los bendecidos y los derroches se hicieron apreciables a escalas grande y pequeña. Varios tan absurdos que parecen de caricatura, como ese de un campo deportivo con capacidad para 25000 personas en un pueblo con 8000 habitantes, aeropuertos inútiles o el de cierto compositor cruceño quien, incapaz de resistir la tentación, le vendió al MAS una cancioncilla proselitista para Morales por 18000 dólares; nada comparado con lo presupuestado para los amenizadores de festejos masistas, llamados Kjarkas, Kalamarcas, o algo así. Y, finalmente, ¿dónde encaja el recuerdo del lejano pasado? El Censo de Población de 2001, estableció que el 62% de los bolivianos eran indígenas. Extrañamente, en el de 2012 sólo el 41.7% declaró pertenecer a una etnia (15.9% Aimara y 18.3% Quechua). Por tanto, independientemente de las teorías e interpretaciones, es claro que razas, etnias o culturas, real y verdaderamente no son vitales para las personas; éstas se adaptan a las circunstancias, especialmente cuando la supervivencia satisfactoria está completamente en juego. ¿“Avanzar hacia el futuro” pegados al pasado?, quizá el acto de avanzar mismo no sea tan importante como el de sólo vociferarlo. Cuando se ve al señor Morales, que es una persona que se declara aimara, entronizarse con una “ceremonia ancestral” demostrablemente fraguada, con elementos completamente improvisados como su poncho tradicional de alpaca contrastando con pantalones blancos modernos y “occidentales”; o sus bastoncillos, mal copiados desde la figura tiahuanacota, en la puerta del sol (¡que no es aimara!)… Podría ser dicho que tal ceremonia, falsamente ancestral resume, también simbólicamente, las muchas imposturas que fácilmente se detectan en su administración. El inciso 7 del artículo constitucional 234 exige que para acceder al desempeño de funciones públicas se requiere “Hablar al menos dos idiomas oficiales del país.” Esto significa que el presidente, vicepresidente, presidencias de las cámaras, ministros y, claro, los funcionarios del resto de las reparticiones debieran hablar al menos un idioma originario. Por supuesto que no es el caso e implica directamente que toda la administración masista vive en la ilegalidad. Pero ningún plurinacional nostálgico parece estar incómodo al respecto. Invisible y autoproclamado izquierdismo que sobresale -más bien- en tareas propias de la derecha (eficiencia en establecer y cobrar impuestos, maltratar a los empleados de sus empresas, repartir prebendas, ostentar derroches, etc.). Como en “El violinista en el tejado”, parecen decir “ser pobre no es una vergüenza, pero tampoco es un gran honor”. Antiancestralmente, hace gala del empleo de costosos medios modernos de comunica-

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ción y transporte (celulares, aviones, helicópteros) y de ese edificio (un simple paralelepípedo con parches de color al que los malvados llaman “el falacio”) con gusto de nuevos ricos (¿“The Beverly Hillbillies”?), erigido desarmonizando absolutamente con su entorno -como una excrecencia en el rostro- y dejando un gran problema urbanístico para que los arquitectos y gobernantes del futuro se ocupen de resolver. Demasiado abuso, demasiado arbitrio, demasiada falacia, tradicional e histórica. Ahora, ya se mencionó en (0,8) que el orden de magnitud que separa a los países industrializados de los otros está en que los primeros son capaces de fabricar fábricas, y vendérselas a los segundos. El declarar que se ingresa en la era industrial comprando maquiladoras o plantas procesadoras, definitivamente, es algo propio del subdesarrollo. Pero…

8. En vías de subdesarrollo ¿Qué necesita un país para desarrollar? La teoría es simple y verificable con los casos conocidos. Para el inicio de un proceso industrializador es necesaria la convergencia de enormes: inversiones de capital, desarrollos en tecnología pesada (hierro, acero), redes de electrificación, inversiones en agricultura, equipos de investigación y desarrollo (universidades), obras de infraestructura y comunicación. Lograr esos factores y conjugarlos en la práctica es, evidentemente, una tarea de muy, muy alta complejidad. Y es, además, políticamente difícil porque, en los hechos, aparece un ingrediente que sólo se menciona a sottovoce: también enormes sacrificios de la población. Los países exitosos son, por eso, pocos. No obstante, es lo que debe ser exigido a todo gobierno. Un país productivo, donde todos puedan lograr empleos de calidad. ¿Por qué debería haber conformidad con grupos que entran y salen del “palacio” dejando a la nación tan atrasada como antes? Persiguiendo el poder por años y, cuando finalmente lo tienen, sólo administran placebos; como el “Jocker” de “Batman”, “Soy como un perro persiguiendo a los autos, no sabría qué hacer si atrapara uno, ya sabes, sólo hago…cosas.” Unas carreteras más, unas escuelas más, ni aún unas fábricas más pueden justificar la sucesiva venta de esperanzas, ineptitud en la administración, el bienestar final de los funcionarios y la decepción de la mayoría. Incrementos, crecimientos o aumentos no son lo mismo que desarrollo. Pero, entonces, ¿cómo es que la industrialización pudo ocurrir? La “revolución industrial” empezó en Gran Bretaña y marcó su acelerado desarrollo. Desde los inicios de ese proceso se advierte muy especialmente el crecimiento de su agricultura, con rápida adaptación a las nuevas tecnologías. Igualmente, hubo cambios

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en los métodos de producción y en las instituciones, orientadas a canalizar intensas inversiones de capital. El hierro y el carbón permitieron la continuidad del proceso; el hierro permite rieles, motores, maquinaria, barcos, edificios y la construcción de muchas más herramientas y aplicaciones. También promovió la extracción de más carbón en un ciclo positivo hierro -> carbón y energía -> hierro. La ciencia y la tecnología suministraron nuevo conocimiento para innovar los modos energéticos e ingenieriles, conformando un grupo de factores que consolidaron la producción y exportaciones. La economía de los Estados Unidos era todavía agraria cuando Europa había empezado su industrialización; pero ésta fue exportada a fines del siglo XVIII por la necesidad de explotar esos nuevos y extensos territorios. Con el tiempo, las vías de acceso, especialmente ferrocarriles, devinieron extremadamente importantes, estimulando la producción de (siempre) hierro, carbón y el aprovechamiento de mejor tecnología, la intercomunicación y la competencia entre emprendedores. Básicamente, los mismos procedimientos que desarrollaron a Europa, lo hicieron a EE.UU. Andrew Jackson llamó “padre de la revolución industrial americana” a Samuel Slater, un inglés quien, en términos modernos, sería el primer espía industrial americano (al parecer, Marco Polo fue históricamente el primero en el mundo); trabajó desde niño en la industria del algodón y sabiendo que las nuevas técnicas y diseños de la revolución industrial inglesa estaban prohibidas de ser exportadas, las memorizó y llevó -ilegalmente- a Nueva York. Eso le valió, naturalmente, el título inglés de “Slater el traidor”. En todos los casos, las condiciones de trabajo eran invariablemente terribles. La necesidad de trabajadores no calificados para la construcción y tareas de las fábricas y otros negocios se satisfizo con la gran oferta de mujeres y niños, logrando el descenso casi ilimitado en los salarios. Con jornadas de catorce a dieciséis horas y seis días a la semana, los salarios no pasaban de 10 centavos de dólar la hora; los trabajadores calificados ganaban ligeramente más, las mujeres menos y los niños mucho menos; con sólo un descanso para el almuerzo y otro para la cena. Las fábricas eran oscuras, llenas de humo, hollín y máquinas carentes de medidas de seguridad. Desde luego, no eran los mejores sitios para permanecer en actividad. No hay duda, pues, de que el otro factor importante para el despegue de la revolución industrial fue el sacrificio de la clase trabajadora. Los sindicatos se formaron a consecuencia del natural y creciente descontento de los obreros quienes deseaban poner fin a los abusos. En EE.UU. la lucha fue larga y difícil por el hecho de que la inmigración proporcionaba siempre más gente necesitada de trabajo; la composición de inmigrantes en la fuerza de trabajo se decuplicó en dos décadas. Finalmente, el 1 de mayo de 1886, miles de trabajadores iniciaron una huelga para reivindicar la jornada laboral de 8 horas; el día 2, la policía disolvió violentamente una numerosa manifestación y el día 3 una

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pelea campal entre obreros y esquiroles fue disuelta por una compañía de policías que, sin aviso alguno, disparó a quemarropa produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos. El 4 de mayo, un artefacto explosivo estalló dejando un muerto y varios heridos entre los policías que reprimían la concentración de al menos 20000 personas en la plaza de Haymarket. La policía abrió fuego contra la multitud matando e hiriendo a un número desconocido de obreros. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, centenares de trabajadores fueron detenidos, golpeados, torturados y acusados del asesinato del policía. Esto desembocó en un juicio amañado contra ocho trabajadores anarquistas. Cinco de ellos fueron condenados a muerte (uno de ellos se suicidó antes de ser ejecutado) y tres fueron recluidos; todos fueron declarados, posteriormente, “Mártires de Chicago”. La importante conquista de las 8 horas laborales, por las condiciones en las que se dio, es el origen de la conmemoración del primero de mayo por parte del movimiento obrero. “¡Proletarios de todos los países, uníos! Sólo unas pocas voces nos respondieron cuando lanzamos estas palabras por el mundo, hace ya cuarenta y dos años, en vísperas de la primera revolución parisiense, en la que el proletariado actuó planteando sus propias reivindicaciones. Pero, el 28 de septiembre de 1864, los proletarios de la mayoría de los países de la Europa Occidental se unieron formando la Asociación Internacional de los Trabajadores, de gloriosa memoria. Bien es cierto que la Internacional vivió tan sólo nueve años, pero la unión eterna que estableció entre los proletarios de todos los países vive todavía y subsiste más fuerte que nunca, y no hay mejor prueba de ello que la jornada de hoy. Pues, hoy, en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!” (F. Engels, Prefacio a la Edición Alemana del Manifiesto Comunista (1890)). Actualmente está considerado el día internacional de los trabajadores en la gran mayoría de países, particularmente no en Estados Unidos y Canadá. La idea de Lenín relativa a la posibilidad de la revolución comunista en países subdesarrollados vino a plasmarse, una vez tomado el poder, en la necesidad prioritaria de industrializar a la URSS. El proletariado debía completar las tareas dejadas por la burguesía. En consecuencia, los planes se enfocaron en electrificarla y potenciar su industria pesada (la producción de arrabio se duplicó en un quinquenio, la producción de carbón, componente del acero y combustible muy usado en la época, se elevó de 35 a 64 millones de toneladas, la extracción de hierro metálico creció de 6 a 19 millones de toneladas. Son conocidos los complejos industriales montados por ejércitos de trabajadores

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(los ejércitos industriales del Manifiesto), especialmente los de maquinaria pesada (Kramatorsk, Kharkov), las fábricas de tractores (Stalingrad, Chelyabinsk) y las plantas de automóviles (Moscow y Gorky). Durante los planes quinquenales subsiguientes, la industria se expandió ya con impresionante rapidez, necesariamente orientada a la producción de armamento. Pero los éxitos de la industrialización requirieron grandes cantidades de grano para alimentar a la enorme y creciente fuerza de trabajo. Los campesinos fueron forzados, a veces con violencia, a entregar sus cosechas al estado, ganando casi nada a cambio. Los niveles de vida de los trabajadores descendieron en vez de mejorar. En diciembre de 1932, Stalin declaró el éxito del plan quinquenal al Comité Central, pues las metas previstas habían alcanzado el 93.7% en cuatro años, mientras que la parte concerniente a la industria pesada habían alcanzado el 108%. ¿Cómo? El código legal de trabajo stalinista permitía despedir trabajadores que no justificaran su ausencia por un día, perdiendo el derecho a usar sus tarjetas de ración y suministros y, eventualmente, el derecho a usar un apartamento. Posteriormente, la legislación permitía despedir por 20 minutos de ausencia y prosecución criminal a los gerentes permisivos. En junio de 1940, un decreto del Presídium del Soviet Supremo, impuso dos a cuatro meses de cárcel por retirarse del trabajo, 6 meses de libertad condicionada y confiscación del 25% del salario por 20 minutos de atraso. Además, como había “cuotas” de producción que llenar, las jornadas de dieciséis o dieciocho horas no eran raras. El fracaso en alcanzar la cuota podía resultar incluso en cargos por traición; todavía en 1954 la policía del estado buscaba intensamente a los saboteadores del sistema. La URSS descargó, así, gran parte de su desarrollo sobre las espaldas de sus trabajadores; y también de los campesinos, quienes terminaron subsidiando la revolución bolchevique. Trágicamente, es muy improbable que sin semejante empleo rudo y masivo de recursos humanos la Unión Soviética hubiera logrado los medios para resistir la cruda invasión nazi. Por otra parte, el bienestar de los rusos “democráticos” actuales tiene sus cimientos, sin duda, en el sacrificio de millones de trabajadores soviéticos. La península de Corea fue largamente gobernada por la dinastía Chosôn. La continua degradación de los bosques y la tierra y los tributos impuestos sobre la apenas comercial economía campesina hizo que ésta se movilizara hacia las manualidades y los servicios. También las invasiones china y japonesa, que terminaron con el sistema de comando (economía impuesta por el gobierno), favorecieron la transición a la economía de mercado. Paradójicamente, esa guerra acabó con la esclavitud y el trabajo forzado. Durante el siglo XIX, los niveles de vida eran tan bajos como los salarios y las rentas; los déficits fiscales terminaban en continuas devaluaciones. Las protestas campesinas eran frecuentes y la emigración hacia el norte de china, inevitable. La ineficiencia asociada a la deforestación acabó desintegrando el sistema de control del agua, prevención de inundacio-

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nes y mantenimiento de la irrigación. Las disputas por el uso de acequias, cuyo uso pretendía ser comercializada por los administradores locales, llevó finalmente a un levantamiento nacional de campesinos que sólo pudo ser sofocada llamando a fuerzas militares externas. La consecuencia no prevista fue la guerra sino-japonesa en territorio coreano. La victoria de Japón marcó también el destino de Corea, abriéndola al libre comercio en 1876 y, después de derrotar a Rusia en la guerra de 1905, anexándola a Japón e imponiendo un gobierno colonial y costosas políticas para desarrollar al país. Se modernizó y legalizó la propiedad de la tierra para elevar la eficiencia del uso y el provecho impositivo para los terratenientes. Se construyó líneas férreas, caminos, redes de comunicación y puertos, integrando los lugares de producción con los mercados nacionales e internacionales. Se mejoró, notoriamente también, la salud y la educación elevando la matrícula escolar del 1% al 47% hacia 1945. La política industrial logró la conclusión de una fábrica de fertilizantes químicos y se hizo de Corea el proveedor de arroz para el imperio japonés. Sin embargo, la economía colonial también había estado desplazándose continuamente hacia la manufactura. Casi al comienzo de la II guerra mundial, la agricultura había descendido de 75 al 42% y las manufacturas incrementado del 6 al 28%. Por supuesto, es importante mencionar que es principalmente la mano de obra barata la que atrajo la inversión a la colonia. Al final de la segunda guerra mundial, Estados Unidos impuso un gobierno militar en el sud y privatizó las propiedades de la colonización japonesa. El primer gobierno surcoreano fue establecido en 1948 y la guerra de Corea irrumpió en 1950; en tres años dejó cientos de miles de muertos, gran destrucción y bastante pobreza. Después de la guerra, el gobierno seleccionó empresas en ciertas áreas industriales para concederles privilegios, comprar divisas y obtener préstamos bancarios con intereses preferenciales. Pero los empresarios parecieron más interesados en prolongar esos favores sobornando -cuándo no- a los burócratas y políticos. El estancamiento en niveles de vida provocado por tales prácticas terminó sirviendo de fondo al colapso de la primera república en 1960. El golpe militar de Park Chung Hee (previamente un oficial del ejército imperial japonés que sirvió en Manchuria durante la guerra) derrumbó la segunda república en 1961, con un cambio en la estrategia económica, estimulando el crecimiento mediante la promoción de las exportaciones, con préstamos de bajo interés a las firmas según su desempeño exportador y poniéndolas bajo la disciplina de los mercados externos. El aumento en la eficiencia fue más rápida en las industrias exportadoras que en el resto de la economía. Una década después, la producción per cápita se duplicó; la significación de la agricultura en el PIB decreció del 45 al 25%, mientras la manufactura aumentó del 9 al 27%. Al parecer, la ventaja del gobierno autoritario consistió en su independencia respecto de los intereses especiales. Pudo intervenir, entonces, en los mercados financieros para proveer préstamos ventajosos a los “chaebols” (imperios empresariales unifamiliares). En los años desde 1961 hasta el asesinato de Park en 1979, la producción per cápita creció al ritmo inusual de 7 por ciento por año, un desempeño imitado sólo por las “ciudades estado” (Singapur y Hong Kong)

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y por Taiwan. El extraordinario crecimiento se debió también a la acumulación de capital humano, que empezó con la introducción de la educación moderna durante el régimen japonés. Es muy evidente que el estado desarrollista de Corea del Sud fue cercanamente modelado sobre la base del sistema de gobierno colonial y creció partiendo de esos logros. “Corea del Sur tuvo un sustancial crecimiento económico en los primeros años de la era de Park en gran parte debido a la voluntad de los empresarios japoneses para hacer inversiones de capital y tecnología. Además, el estado desarrollista en Corea del Sur emergió porque esas relaciones iniciales entre los capitales japoneses y coreanos requerían la mediación del estado surcoreano” (B. Pham, “How and Why Did South Korea Transition to an Economic Model of Export-led Industrialization?”, Stanford University (2017)). Naturalmente, tampoco la economía de Corea del norte surgió de la nada. Desde la invasión japonesa a China, el desarrollo del norte de Corea inició con una base industrial productora de municiones. La URSS impuso un liderazgo comunista y los fundadores del régimen simplemente adaptaron el viejo sistema de comando y la industrialización colonial dejada por los japoneses, la cual se concentró principalmente en el norte. Fue esa ventaja económica inicial la que condujo al confiado liderazgo del Norte a ordenar la invasión del Sur en 1950. Comparativamente, a la larga el norte se fue rezagando en crecimiento respecto del sur, hasta sufrir una dramática caída en el nivel de vida en la década de los 1900. A la conclusión de la guerra, el poder norcoreano intentó empujar el crecimiento mediante el ahorro forzado. Pero los administradores y los trabajadores de las granjas colectivas y empresas estatales carecían de incentivos para mejorar su desempeño y contrarrestar la caída de la productividad marginal del capital. Además, el autoaislamiento del país dificultó el beneficio de las tecnologías más avanzadas del mundo desarrollado, excepto en el área militar, a través del comercio y la inversión extranjera. Finalmente, el régimen militarista, despótico ¡y hereditario! desvió los recursos hacia propósitos improductivos, arruinando la consistencia de la planificación. El colapso de la economía central planificada agotó la importación de energía y bienes de capital a precios subsidiados. La desastrosa crisis de subsistencia condujo al régimen a obtener concesiones extorsivas del resto del mundo mediante la curiosa diplomacia del “riesgo peligroso”. Los recientes acercamientos del régimen norcoreano con los Estados Unidos y la sugerencia de desnuclearización, apuntan, tal vez, a un proyecto de libre mercado al estilo chino o vietnamés. No únicamente revolucionarios militantes de todo el mundo (algunos combatieron efectivamente) o simpatizantes, sino toda persona con alguna noción de justicia social, apoyó al pueblo de Vietnam. Primero durante la Guerra de Indochina (1945-1954) que concluyó con la derrota de los franceses en Dien Bien Phu y la división del país en el paralelo 17, según la Conferencia de Ginebra de 1954. Y, luego, en la Guerra de Vietnam (1955-

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1975) que fue muy obviamente aludida como la guerra entre David y Goliat; la guerra en la cual los comunistas -apoyados en armamento por la URSS y China- soportaron el mayor despliegue militar norteamericano desde la guerra de Corea, incluyendo las incursiones de bombarderos B52 y una fuerza de más de quinientos mil soldados. La tenaz guerra de guerrillas del Viet Cong, junto a las milicias más convencionales de Vietnam del Norte, resultó un rival formidable al mando del general Võ Nguyên Giáp (considerado un genio militar, por algunos). La presión de la “ofensiva del Tet” en 1968 extendió e intensificó las acciones sobre territorio de Vietnam del Sur, Camboya y Laos. Las bajas estadounidenses se incrementaron junto con la impopularidad del conflicto forzando la “vietnamización” y el Acuerdo de Paz de París en 1973. Las tropas estadounidenses se retiraron dejando perfectamente pertrechado al ejército de Vietnam del Sur el cual, de todos modos, fue derrotado en abril de 1975; el sur fue invadido y asimilado en la unificada República Socialista de Vietnam en julio de 1976. El sacrificio de generaciones de vietnamitas, de quienes nacieron y crecieron sólo para ser combatientes, fue el triunfo del hombre sobre la máquina, de la revolución sobre el “imperio”. Todos estábamos orgullosos. Pero en 1986 el Partido Comunista de Vietnam instauró la “Đổi Mới” (Renovación), una serie de reformas de libre mercado según modelo chino. Permitida la propiedad privada en el campo y en las empresas, la inversión extranjera fuertemente incentivada; la economía creció rápidamente con notable producción industrial y agraria para la exportación. La economía de mayor crecimiento en el mundo. Vietnam, 30 años de heroico valor en la guerra para, a la larga, terminar vendiendo Coca-Cola… Pero, ¿quién podría censurárselo? “Salto hacia adelante” llamó Mao a su plan para transformar la República Popular China de primariamente agraria, de campesinos, a una sociedad comunista moderna mediante el proceso de industrialización. Pero la teoría maoista “de las fuerzas productivas” (1958), terminó en catástrofe debido a una prolongada sequía. Después de la “revolución cultural”, cuando la estabilidad fue restaurada, un nuevo intento de desarrollo coordinado y balanceado fue puesto en movimiento bajo el liderazgo de Zhou Enlai. El 22 de diciembre de 1978, sin embargo, se instaló la crucial tercera sesión plenaria del XI Comité Central del PCCh. Los líderes del partido decidieron emprender un programa de reforma gradual pero profunda del sistema económico. Concluyeron que la versión maoista de la economía centralmente planificada había fracasado en la promoción del crecimiento económico y había sido la causa de que China hubiera caído muy por debajo no solamente de las naciones desarrolladas occidentales, sino también de las nuevas naciones industrializadas del Asia (Japón, la República de Corea, Singapur, Taiwan, y Hong Kong). Por entonces, había racionamiento en comida y vestimenta, la vivienda era inadecuada y el sector de servicios muy ineficiente. China -se dijo- estaba siendo internacionalmente avergonzada. Para recuperar la eficiencia en la industria, los comisionados del partido comunista chino retornaron a posiciones de liderazgo por encima de los

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comisionados revolucionarios y se restituyó al personal calificado y educado a los empleos de los cuales habían sido desplazados durante la revolución cultural. Reabrieron las universidades y expandieron los contactos con el exterior. Hubo que emprender las urgentes -y clásicas- tareas: balancear la economía, modernizar la agricultura y superar las incapacidades de varios sectores industriales, incrementar muy significativamente las inversiones e incluir la firma de contratos con empresas extranjeras. De tal período datan los contratos para trece de las más grandes y modernas plantas de fertilizantes químicos del mundo. La industria del acero fue reforzada, la extracción y refinamiento de petróleo aumentadas y, así, la producción industrial creció a un promedio de 8% por año. Como hay discursos para todo, según la dirigencia, el propósito del programa reformista no era abandonar el comunismo, era hacer que funcionara mejor, incrementando la importancia del mercado en el sistema y reduciendo -no eliminando- la planificación gubernamental y el control directo. Las nuevas medidas se introdujeron primero experimentalmente en pocas localidades para luego, al resultar exitosas, popularizadas y diseminadas a escala nacional. Ya para 1990 el programa había logrado notables resultados en provisión de bienes de consumo y comida, y había creado un renovado clima de oportunidades. Las metas de los primeros años del proceso de “reajuste” eran el rápido desarrollo de las exportaciones y el remedio de las deficiencias en los conocidos sectores críticos: transporte, comunicaciones, carbón, hierro, acero, materiales de construcción y potencia eléctrica. En 1984, las catorce ciudades costeras más grandes fueron designadas zonas de desarrollo económico, entre ellas Shanghái, Guangzhou y Tianjin, principalmente para estimular intercambios entre las redes empresariales chinas y las extranjeras con tecnología avanzada. Como en la Corea de Park, el gobierno chino devino un entusiasta promotor de la inversión privada orientada a la exportación. Los líderes políticos centrales y locales terminaron compitiendo para atraer nuevos proyectos industriales, eliminando obstáculos logísticos y formando empresas de riesgo compartido; construyeron parques industriales, zonas y conglomerados. Tal obsesión resultó obviamente atractiva para los inversores privados por las ventajas de una masiva y barata mano de obra. Las leyes estipulan, claro, la jornada laboral de ocho horas; sin embargo hay informes independientes (v.g., China Labor Watch) indicando que, para cubrir las metas de producción, la mayoría de los trabajadores deben completar sobretiempos de 80 a 140 horas/mes, llegando, por tanto, a jornadas de hasta 12 horas (para aumentar, además, su mensualidad básica de unos $250). Ahora, la transición al capitalismo de estado, asentada también sobre la espalda de la clase trabajadora, y sin nadie que pueda hacer algo al respecto. Y, ¿América Latina? A diferencia de Gran Bretaña que, de un modo u otro, transfirió los artilugios industriales a sus colonias americanas, España -se diría- nada tenía para transferir (pues acabó siendo uno de los países más atrasados de Europa). Como toda Latinoamérica, Argentina, Brasil, Chile y México heredaron inestabilidad política y atra-

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so tecnológico, pero emprendieron intentos especiales. Los cuatro iniciaron sus planes de desarrollo apoyándose en el método de sustitución de importaciones, que hoy se conoce como ISI (import substitution industrialization) y, en todos los casos, con la característica sinuosa dinámica política, que constituye el más efectivo obstáculo y freno al crecimiento. Argentina inició sus intentos industrialistas a comienzos del siglo veinte, con predominio de capitales extranjeros, primero británicos y después norteamericanos, que introdujeron los primeros cambios en las formas de producción. Planes más sistemáticos y coherentes para un desarrollo industrial se elaboraron al final de la segunda guerra mundial, con la llegada del gobierno justicialista. Se expandió el mercado interno por el aumento de la mano de obra, financiamiento y producción estatal para industrias de bienes de consumo, siderurgia y químicos. Pero la importación permaneció siendo significativa mientras las exportaciones, principalmente agroindustriales, tendían al estancamiento o a la disminución por falta de incentivos en un ambiente de recurrentes crisis financieras (persistentes aún en la actualidad). Los subsidios a las exportaciones manufacturadas fueron hechas de manera desorganizada, no obstante los genuinos esfuerzos para desarrollar la capacidad científica y tecnológica del país: se creó el Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICET, 1958) y otros instrumentos. Aun así, la economía argentina creció más o menos sistemáticamente hasta 1975, a un ritmo promedio de 2.1%, apenas inferior a Canadá. Como sea, análogamente al caso chileno, el golpe militar de 1976, que duró hasta 1983, impuso otro modelo económico, tendiente a eliminar al movimiento obrero organizado. El sector manufacturero sufrió la liberalización comercial repentina, sin compensaciones y con tipo de cambio fuertemente apreciado; agudo incremento en tasas de interés y caída de la demanda interna, resultado del bajo poder adquisitivo de la población. La fuga de cerebros y de capitales, así como la enorme deuda externa -que financió las importaciones- dañaron severa e irreversiblemente al sector industrial. Hubo planes de incentivos a lo largo de varios gobiernos, sin embargo, deficiencias en el monitoreo de las empresas beneficiadas y otros factores mantuvieron la debilidad práctica de esos instrumentos. El progresivo uso de mecanismos para prevenir el aumento en importaciones, muy propios de la Argentina, e incentivos al soporte de tecnologías transversales (nanotecnología y biotecnología), terminaron aplicándose cuando los indicadores macroeconómicos mostraban ya deterioro gradual. Iniciativas como el “plan estratégico industrial”, “Argentina innovadora” también coincidieron con la desaceleración en el crecimiento del Brasil, principal socio de negocios, con la consecuente disminución en la demanda de productos argentinos. Finalmente, la apreciación del tipo de cambio terminó restando competitividad a los bienes comerciales. Una característica nueva en las políticas industriales desde 2010 fue que los recursos financieros privilegiaran el papel del estado como productor y usuario. Se dio la renacionalización de la compañía petrolera YPF. Se canalizó fuertes soportes

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financieros a las empresas públicas como Fabricaciones Militares (FM), para casi volver al modelo ISI, y también se financió a las compañías públicas que pretendían desarrollar proyectos de alta tecnología como la compañía de investigación aplicada (INVAP, 1975), creada como apéndice de Instituto Balseiro. El INVAP es, por ejemplo, el proveedor de tecnología para ARSAT, que logró enviar un satélite geoestacionario de comunicaciones diseñado, desarrollado y ensamblado por técnicos y científicos propios. Los proyectos electrónicos en Tierra del Fuego recibieron más del 35% de recursos de política industrial, sin embargo, los esfuerzos fueron insuficientes para la integración con el resto de la red productiva y los insumos resultaron totalmente foráneos. El complejo de parques industriales en Tierra del Fuego puede ser emparentado con la maquila mexicana, pero ésta es exportadora en tanto que el de Tierra del Fuego está destinado sólo al mercado interno. Para 2015, la regulación del comercio exterior se había hecho más profunda por escasez de divisas e intentos de, otra vez, sustituir importaciones. La política arruinando a la industria, todavía. En el Brasil, la estrategia ISI se implementó entre los 1930 y los 1980, con fuerte intervención del gobierno en el proceso, llegando a un crecimiento promedio del 3% por año en ese período, una de las economías mundiales más dinámicas. Como el Brasil era importador de combustible, las crisis del petróleo de 1973 y 1979 crearon déficits que se intentaron cubrir con gran endeudamiento. Los bancos internacionales cortaron créditos a naciones en desarrollo y las reservas internacionales descendieron; la escasez de divisas bloqueó el crecimiento económico y causó repetidas devaluaciones, provocando hiperinflaciones. La vertical y proactiva política industrial tuvo que relajarse primero y abandonada al final en medio de dificultades macroeconómicas. Hubo varios intentos de estabilizar la economía usando procedimientos ortodoxos y heterodoxos, pero finalmente el país sufrió una crisis mayor en su balanza de pagos que condujo a la aplicación de medidas conservadoras. El gobierno de Luiz Ignácio Lula da Silva, desde finales de 2002, logró cambios notables en los principales indicadores económicos y la creación de la Bolsa Família (un programa de asistencia social) influyó en el incremento del salario mínimo real y contribuyó a disminuir los índices de pobreza y desigualdad, estructuralmente altos en el Brasil. En 2004, el plan de Política Industrial, Tecnológica e de Comércio Exterior (PITCE) pretendió promover las exportaciones de bienes con valor agregado, aumentar al contenido tecnológico de la producción doméstica y estimular las actividades de las compañías brasileras en los mercados internacionales. El plan contribuyó a montar un soporte estructural para el desarrollo industrial mediante la aplicación de importantes regulaciones, instituciones nuevas e instrumentos de financiamiento como Profarma (para financiar a la industria farmacéutica) o Prosoft (para la industria del “software”), ambas creadas por el banco brasilero para el desarrollo BNDES. A pesar de varios avances socioeconómicos como la disminución de la pobreza e inequidad, la emergencia de una moderada inflación, la fuerte apreciación del real y un con-

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texto internacional incierto perjudicaron a esos planes. Tampoco el vasto paquete de medidas conocido como “Plano Brasil Maior” (PBM, 2011) mejoró las expectativas en el desempeño del sector industrial principalmente por el impacto negativo en la competitividad ocasionado por la apreciación de la moneda. El aporte de la manufactura en el PIB siguió su tendencia declinante en contraste con el del sector de servicios. No obstante, como se sabe, es la corrupción la que terminó frenando significativamente los esfuerzos industriales. Brasil exporta, aparte de café, soya, mineral de hierro, tabaco, azúcar, frutas, etc., manufacturas de baja tecnología (calzados, textiles, vestimenta, productos no sofisticados de acero y otros) y manufactura de mediana y alta tecnología (químicos, maquinaria, auto partes, automóviles y aviones). Chile aplicó el ISI al comenzar los 1930. El gobierno jugó un papel clave en la economía aplicando un vasto grupo de medidas proteccionistas. Tarifas altas, subsidios, crédito barato, acceso especial a moneda extranjera, tazas de cambio múltiples e inversión pública en infraestructura. Durante ese período, las empresas estatales se convirtieron en los emprendimientos más importantes y franjas enteras del sector industrial crecieron bajo la protección gubernamental: acero, petróleo, azúcar, electricidad y telecomunicaciones. Contrariamente al prejuicio convencional, muchas de esas resultaron lucrativas. Los precios bajos de las exportaciones, por entonces dominados por el cobre, afectaron fuertemente el ciclo económico; simultáneamente, el relativamente pequeño mercado doméstico limitó el éxito de la estrategia de desarrollo “hacia adentro” y, además, se dieron muchos problemas inflacionarios. Con la nacionalización de las minas de cobre en los 1970, el estado devino en el principal productor en la economía chilena. La Corporación de Fomento de la Producción (CORFO, 1939) junto al Banco del Estado de Chile fueron los responsables de proveer fondos para el desarrollo del sector industrial y fomentar la diversificación de las exportaciones. El ISI fue abandonado luego de que el gobierno de Salvador Allende terminara, al mismo tiempo que 43 años de democracia, con el sangriento golpe militar de 1973. Hasta 1981, las reformas se basaron sobre una versión altamente ortodoxa de neoliberalismo donde las políticas económicas incluyeron una profunda comercialización, liberalización financiera y privatización de la mayoría de las empresas estatales excepto la del cobre; eliminación de los controles de precios, un fuerte ajuste fiscal, intensa alza de tasas de interés, una mucha más permisiva legislación hacia el FDI (Inversión Extranjera Directa), liberalización de transacciones de capital, desaparición de muchas de las conquistas de la clase obrera y casi la total cancelación de la reforma agraria. La administración logró reducir los altos niveles de inflación y el déficit fiscal, pero a expensas de debilitar la balanza externa y la rata de inversiones. La consecuencia fue el colapso social y económico en 1982 con declinación del PIB en un 14% y desempleo encima del 30%, un significativo incremento en los niveles de pobreza y un enorme deterioro en la distribución del ingreso. Había llegado así, desde luego, el momento de retorno a la democracia con un plan de “concertación”, una

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política industrial donde el estado tiene un papel limitado en la economía y el mercado como regulador. La concertación nunca alcanzó la “segunda fase de exportación”, en la cual los exportables con valor agregado debían ganar importancia. Con detalles más o menos, esa situación se ha mantenido. El “Libro Blanco” de la estrategia del desarrollo elaborado por la US Boston Consulting Group, tuvo que ser revisado para, finalmente, incluir a la comunidad científica e incluir dimensiones olvidadas en la primera versión. La economía todavía depende centralmente de las exportaciones de cobre, manufactura ligera, productos agrícolas y de bienes primarios. Desde los 1940, México aplicó también la estrategia de desarrollo basada en el ISI con fuerte presencia estatal. Tarifas altas, protección al comercio, promoción a las exportaciones y apoyo financiero, que eran políticas comunes. La planificación industrial operó mediante programas en sectores específicos. Con el tiempo, los programas sectoriales más exitosos incluyeron los automotores, computadoras e industrias farmacéuticas. La Nacional Financiera, el banco mexicano de desarrollo, creado en 1934 es la institución clave que ayudó al financiamiento y dio flexibilidad y liquidez a los bancos. En 1966, se hizo el reemplazo del programa “bracero” por el programa “maquiladora”, con el objetivo de estimular el establecimiento de plantas procesadoras para la exportación, con empleo muy intensivo de mano de obra. Las maquiladoras tenían acceso liberado de impuestos a productos importados y maquinaria, igualmente, excepción en impuestos por ventas y por ingreso. Fueron, y aún son, responsables de la creación de empleo, reforzamiento de la balanza de pagos y fuente de moneda extranjera. También contribuye a una significativa integración de la manufactura local y ayuda a incrementar la competitividad internacional de la industria doméstica mediante la promoción del desarrollo y transferencia de tecnología. El período ISI mexicano también acabó al comenzar la década de los 1980 debido a la crisis de su deuda. Igual que Brasil y Argentina, México multiplicó su deuda externa en los 70. En 1982 incumplió su deuda soberana, generando así un “efecto dominó” entre los otros países latinoamericanos porque los agentes financiadores internacionales restringieron los préstamos. Así, durante los 1980 la economía mexicana -como las de Argentina y Brasil- sufrió de escasez aguda de divisas, la cual condujo a recurrentes devaluaciones. Como consecuencia, la inflación anual promedió el 88% entre 1982 y 1988. Los intentos mexicanos de renegociar su deuda externa condujeron a la adopción de austeridad fiscal, privatización de compañías estatales, desregulación industrial y otras reformas económicas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional (IMF) y el Banco Mundial. México, con los Estados Unidos y Canadá lanzaron el “North American Free Trade Agreement (NAFTA, 1994)”; si no exactamente una iniciativa de libre comercio, significó un compromiso para reducir las barreras para un comercio intrarregional. NAFTA representó el paso final para abandonar el ISI y ayudó a consolidar las políticas pro mercado que ya se habían implementado en la década anterior. El programa maquiladora se consolidó también, pero continuó inca-

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paz de ensamblar con el resto de la estructura productiva. En 2011 México inició su membrecía en la “Alianza para el Pacífico”, formada con Chile, Colombia y Perú, para promover mayor crecimiento y competitividad y constituirse en una plataforma para la integración política, económica, comercial y para la proyección al mundo, con énfasis en la región asiática y del Pacifico. Desde que México abandonó el ISI, la intervención del estado ha sido muy limitada. Las políticas económicas desde entonces son principalmente liberalización, privatización, desregulación y apertura de la economía; y NAFTA, una de las más grandes zonas de comercio libre del mundo, le restringe capacidad de tomar medidas protectivas. En los años 1990 las exportaciones mexicanas tuvieron una gran actividad pero con muy poco impacto en el PIB por falta de nexos con el programa de la maquila. Se dice que la actual política industrial, horizontal y pasiva, intenta reforzar más lo que ya se tiene que en descubrir nuevas actividades, capacidades creativas o aprovechamiento de ventajas comparativas. Las exportaciones mexicanas están, en un 60%, dominadas por manufacturas del régimen de la maquila, muchas de mediana o alta tecnología (automotivos, electrónica y maquinaria); pero es también un exportador de petróleo crudo. En principio, las industrias de alta tecnología y de servicios se instalan en los países más desarrollados; las industrias tradicionales se ubican en los países menos desarrollados. Excepto en los denominados “tigres asiáticos”, donde las grandes corporaciones buscan aprovechar los avances en las redes de comunicación y transporte, de las menores restricciones a los permisos de instalación, menor control de la polución y, sobre todo, de los menores costes de mano de obra. De todos modos, ignorando la heterogeneidad de las condiciones que caracterizan a las economías latinoamericanas, son evidentes, más que insuficiencias del mercado, las muchas y obvias fallas políticas y sistémicas. En orden descendente por producción industrial entre todos los países, usualmente se encuentra a EE.UU (1) seguido por China (2), Reino Unido (6), Corea del Sud (7), México (11), Rusia (12) y Brasil (13). Los estudios comparativos en niveles de desarrollo muestran, así, a Brasil y México con mayor desarrollo que Argentina y Chile (que no figuran entre los 20 primeros lugares). Sugerentemente, los salarios mínimos brutos de los primeros ($ 236, $ 129) son menores que los de los segundos ($ 399, $ 353) independientemente de sus poderes adquisitivos. ¿Menor población implica mejores salarios? ¿Mejores ingresos salariales implican menor desempeño industrial? ¿La ligera ventaja mexicana se debe a su mayor estabilidad política? Y así, ¿será posible enfrentar la competencia asiática? “Los resultados a largo plazo en términos de desarrollo productivo, son decepcionantes en todos los casos. La brecha con las economías desarrolladas en productividad e ingresos relativos no se ha reducido significativamente y no hay evidencia de cambio estructural o salto cualitativo en el aparato productivo, ni mejoras en el perfil de integración internacional de esas economías. Ninguno de estos

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países ha sido capaz de evitar sustancialmente los efectos dañinos de la volatilidad internacional, todos con un muy modesto desempeño económico en los últimos años. Argentina, Brasil y Chile pudieron mejorar significativamente el nivel de sus indicadores socioeconómicos, un repunte que México no ha registrado” (J. E. Santarcángelo, D. Schteingart & F. Porta, “Industrial Policy in Argentina, Brazil, Chile and Mexico: a Comparative Approach”, Revue Interventions Économiques, 59 (2018)). En fin, los revolucionarios democráticos, ocupados sobre todo en perdurar, jamás verán la realidad ni entenderán el importante corolario tecnológico. Por lo ya visto, países como Argentina, Chile, Brasil y México -se dice- son países en vías de desarrollo; entonces, comparativamente, ¿es Bolivia un país en vías de subdesarrollo?

9. Terrorismos virtual y real En la madrugada del 16 de abril de 2009, el grupo policial “Unidad Táctica de Resolución de Conflictos” (UTARC, ya desaparecida) ejecutó un operativo en el cuarto piso del hotel Las Américas en Santa Cruz, donde estaban instalados cinco extranjeros. Tres fueron muertos con múltiples impactos de bala, Eduardo Rózsa, Árpad Magyaros y Michael Dwyer y dos apresados, Mario Tadic y Elöd Tóásó. Está absolutamente comprobado que el grupo estaba siendo monitoreado por el gobierno -nunca se explicó cómo- y había sido infiltrado con dos personajes: cierto individuo apodado “el Viejo” -cuyo vídeo recibiendo una jugosa coima para “desaparecer” es de dominio público- y el capitán Walter Andrade, apodado nada menos que “el Rambo”, quien aparece en fotografías y vídeos junto con los “terroristas”, “como uno de ellos”. Y que comandó la operación; ilegal, por una parte, porque fue ejecutada sin el mandatorio permiso judicial e innecesaria, por otra, porque si el grupo estaba ya infiltrado y vigilado, lo único que tenía que hacer Rambo el inútil era preparar una detención legal, clara y limpia de los implicados para que declaren en su respectivo juicio. Por eso, su acción se hace, más bien, propia de la de un sicario (encargado de la eliminación de personas y evidencias). Recién en octubre de 2012 inició el juicio conocido como “caso terrorismo” con “… treinta y nueve acusaciones, 79 casos, 10 sobreseimientos”, según indicó la entonces fiscal de Distrito de La Paz, Betty Yañiquez, exjuez del caso terrorismo y militante masista, después electa diputada irregularmente en una circunscripción electoral que no era la suya; obviamente, sin que alguien pueda impedirlo. De los 39 acusados, 21 fueron aprehendidos; del resto -declarado rebelde- 16 se refugiaron en otros países. Hay personas que asisten periódicamente a un tribunal en La Paz, dos están nueve años presos sin sentencia y dos tienen detención domiciliaria; un rebel-

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de fue detenido y es juzgado “por cuerda separada”, cuatro apartados del juicio por delicado estado de salud, seis aceptaron un juicio abreviado -admitiendo “sus” delitos-. ¿Las acusaciones? terrorismo, organización criminal, alzamiento armado, separatismo, legitimación de ganancias ilícitas, etc., etc. Ahora, el terrorismo tiene una pena mínima de 15 años; entonces, si los acusados Mario Tadic y Elöd Tóásó, que se acogieron al juicio abreviado, ya fueron puestos en libertad, no pudieron ser culpables de terrorismo y, por tanto, menos el resto de los imputados. Bueno, entonces ¿qué hicieron? ¿Asaltaron un cuartel eliminando a los guardias y tomando a los oficiales como rehenes? ¿Destruyeron hasta las cenizas el edificio policial con una bomba? ¿No, nada parecido? ¿Lesionaron físicamente o intentaron hacer eso contra algún ministro? ¡Cómo!, ¿ni tan siquiera se acercaron al presidente con un cuchillo al cinto? No, no y no. Los hechos admitidos por los fiscales -y conocidos por todosse reducen a dos explosiones dinamiteras, una que asustó a cierto personaje afín al gobierno y otro que dañó el portón de la casa del Cardenal Terrazas “… el sereno de la casa del Cardenal dice que vinieron a poner la bomba en un auto color plomo Toyota Starlet, ese auto estaba con placa y todo, lo trajeron de Cochabamba y es del padre de Ramón Quintana”, dijo Zvonko Matkovic, padre de uno de los acusados, en referencia al padre de un ministro plurivalente. El resto de las “evidencias” son contactos telefónicos, vídeos de reuniones y parrilladas y varias fotografías de los extranjeros exhibiendo sus armas (¿posando para Rambo el infiltrado?). Si la sindicación de fiscales, policías y masistas fueran confiables, se diría que se trataba de los terroristas más incapaces de los que se tenga noticia. Pero no son de fiar. Las declaraciones conocidas sobre estos hechos, provinieron indistintamente del ministerio público, de ministros y de meros militantes masistas, con demasiada -y, por tanto, sospechosa- coincidencia, y no pueden calificar para “investigación”. Según la fiscalía, el grupo de los cinco extranjeros vino a Santa Cruz ¡con el propósito! de organizar grupos armados y propiciar actos de terrorismo y otras operaciones armadas para separarla de Bolivia, pero tales propósitos no se materializaron y las leyes no se aplican a propósitos (excepto para guiñoles, fiscales y jueces, actuando de mala fe). El resto de los acusados, dicen, daban apoyo logístico, financiero y -hay que suponer- también moral. Los del otro caso, “terrorismo II”, análogamente, financiaron los hoteles, los viajes y otros gastos de los inoperantes terroristas extranjeros. Nunca se mencionó oficialmente los indicios de contacto entre Rózsa y la embajada venezolana, que sí existieron y bien podrían indicar a trazas de la inteligencia cubana; ¿por qué no?, ella sí tenía la real capacidad de contactar y traer terroristas. Lo mucho que se filtró en imágenes y declaraciones levantó dudas más que razonables. Así, los dos atentados tienen demasiados indicios de haber sido cometidos por gente

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asignada por el gobierno y ningún indicio de lo contrario. La aparición de fotografías donde aparecen los “terroristas” muertos en ropa interior, el ciudadano irlandés Dwyer con las manos atadas, la desconexión de las cámaras de vigilancia, la eliminación de las grabaciones del día anterior (cuando los perseguidos entraron al hotel), la explosión en las puertas para iniciar el tiroteo, la “casual” presencia de cuatro militares venezolanos en el piso inmediatamente inferior del hotel y las ¡16 horas! que emplearon para retirar los cuerpos, terminaron por convertir este “caso” en la más miserable y abyecta trama para persecuciones políticas (y desaparición de evidencias) que a simple vista se pueda percibir. Incidentalmente, Wálter Andrade fue ascendido a teniente coronel, nunca declaró sobre el caso (claro, “por seguridad de Estado”) y se dice que pronto será general. El abogado Gary Prado Araúz dijo que “Al no existir la figura de agente encubierto en casos de supuesto terrorismo y alzamiento armado, esto significa que Andrade formaba parte del grupo de Rózsa y éste, era un agente provocador del Gobierno”. Para rematar los dislates, el fiscal asignado, Marcelo Soza, quien solía ser visto en los noticieros como un “sheriff” de “spaghetti cowboy movie” descendiendo de su vagoneta negra con una mirada de “temblad cruceños” y exhibiendo sus listas de acusados diciendo “… el grupo subversivo que llegó a nuestro país tenía la plena intención de división del país”, estaba ocupado en ciertas tareas colaterales en esa ciudad, según se descubrió un día, y terminó huyendo al Brasil cuando se publicó audios en los cuales confiesa estar involucrado en actos de extorsión, implicando al embajador de Bolivia en Cuba, Juan Ramón Quintana, y al hermano del vicepresidente, Raúl García Linera (los cuales, contrariamente, permanecieron frescamente en sus sitios). No obstante que Sosa y su exencargado de seguridad, el excapitán de Policía, Juan José Laguna, lograron la calidad de asilados políticos en Brasil, un tribunal de sentencia de Santa Cruz dictó -en rebeldía- 12 años de cárcel para Sosa y 8 para Laguna por concusión y uso indebido de influencias. Pero ¡cómo!, ¿y las decenas de acusados por esa joya del proceso de cambio? Pues, ahí están, sufriendo el verdadero terror, el terror real de la persecución judicial arbitraria, la detención preventiva, la retardación y los recovecos judiciales. Se suele prejuzgar que sólo los abogados y los jueces son capaces de leer las leyes y de “interpretarlas”. No es así. El ciudadano medio está en condiciones de entender perfectamente el texto literal de las normas y de interpretarlas como la lógica y el idioma lo mandan. Además, seguramente su criterio es lo suficientemente bueno para identificar hechos y deducir consecuencias. También su sentido de justicia le indicará que no hay pena de muerte (extra judicial) para el “delito” de “propósito terrorista” y que nueve o diez años de tormento ya son demasiados para cualquier terrorismo virtual, que consiste en llamadas telefónicas, sólo existe en fotografías y en fábulas y que, no obstante, hasta el último militante masista lo refiere como si sólo él y sus fraternales amigos hubieran

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estado presentes en el lugar de los hechos y pudieran conocer los propósitos ocultos de los demás. Moraleja: “¡Trata de ser feliz, a pesar de Evo Morales!”

10. Erythroxylum bolivianum Las hojas del arbusto llamado Erythroxylum coca han merecido, por supuesto, un mar de tinta (también digital) con temática variada; muy redundante es la intencionalmente orientada a ensalzarlas o denostarlas, otra está destinada a repetir lugares comunes acerca de su naturaleza y propiedades y, al final, una parte pequeña para tratarlas seria y científicamente. Por ejemplo, es interesante revisar la primeras versiones al respecto para ver que lo más notorio de lo que se publica no ha variado desde los primerísimos reportes. Garcilaso de la Vega dice, refiriéndose no a los quechuas ni a los aimaras, sino a la gente del Antisuyo: “… Y así, luego que habían subido la cuesta, se descargaban, alzando los ojos al cielo y bajándolos al suelo y haciendo las mismas ostentaciones de adoración que atrás dijimos para nombrar al Pachacámac, repetían dos, tres veces el dativo Apachecta, y en ofrenda se tiraban de las ceja, y, que arrancasen algún pelo o no, lo soplaban hacia el cielo y echaban la yerba llamada cuca, que llevaban en la boca, que ellos tanto precian, como diciendo que le ofrecían lo más preciado que llevaban. Y a más no poder ni tener otra cosa mejor, ofrecían algún palillo o algunas pajuelas, si las hallaban, por allí cerca, y, no las hallando, ofrecían un guijarro, y, donde no lo había, echaban un puñado de tierra. Y de estas ofrendas había grandes montones en las cumbres de las cuestas. No miraban al Sol cuando hacían aquellas ceremonias, porque no era la adoración a él, sino al Pachacámac.” Los incas adoraban -igualmente- al desconocido dios Pachacámac, para quién la coca era una ofrenda (¡no para la pachamama!). Garcilazo continúa informando que los antis (habitantes de la amazonia andina) “Al tigre adoraban por su ferocidad y braveza; decían que las culebras y los tigres eran naturales de aquella tierra, y, como señores de ella, merecían ser adorados, y que ellos eran advenedizos y extranjeros. Adoraban también la yerba cuca, o coca, como dicen los españoles…” Y atribuye al Padre Blas Valera esta primera versión sobre algunas de las propiedades fisiológicas y medicinales que solemos oír una y otra vez: “De cuánta utilidad y fuerza sea la cuca para los trabajadores, se colige de que los indios que la comen se muestran más fuertes y más dispuestos para el trabajo; y muchas veces, contentos con ella, trabajan todo el día sin comer. La cuca preserva el cuerpo de muchas enfermedades, y nuestros médicos usan de ella hecha polvos, para atajar y aplacar la hinchazón de las llagas; para fortalecer los huesos quebrados; para sacar el frío del cuerpo o para impedirle que no entre; para sanar las llagas podridas, llenas de gusanos. Pues si a las enfermedades de afuera hace tantos beneficios,

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con virtud tan singular, en las entrañas de los que la comen ¿no tendrá más virtud y fuerza? Tiene también otro gran provecho, y es que la mayor parte de la renta del Obispo y de los canónigos y de los demás ministros de la Iglesia Catedral del Cozco es de los diezmos de las hojas de la cuca; y muchos españoles han enriquecido y enriquecen con el trato y contrato de esta yerba…” (Inca Garcilaso de La Vega, “Comentarios Reales” (M.DCIX))). Bueno, además de que Valera no era médico, para entonces el consumo de la coca estaba ya muy difundido como medio de incentivar el trabajo y, en consecuencia, ya un atractivo negocio. ¿Y los incas? Entre ellos, “…The use of coca was likewise forbidden in principle a wise measure, for it is excessive indulgence in the use of this weed that has done much to reduce the Aymaras to their present state of brutish besottedness. Only the Inca might distribute coca leaves by way of reward. The dried leaves would be stacked in baskets, and the Indians would mix them with llypta and chew them. The mouth of the Indian, it has been said, was the first laboratory to produce cocaine. As for tobacco, it was used only as a medicinal plant.” (L. Baudin, “A Socialist Empire The Incas of Peru”, Van Nostrand (1961)). Es muy difícil no concluir que tal uso extendido de la hoja de la coca en el acullicu se deba más al coloniaje español (como estimulante laboral) que a la tradición indígena. Y, por otra parte, ¿cuál es el verdadero efecto del acullicu? “Los indios de los Andes mastican las hojas de arbustos tropicales las cuales ellos sostienen que les ayuda en su trabajo. Este estudio ha examinado la relación entre el mascado de coca y las repuestas fisiológicas a una prueba del escalón en el cual seis usuarios de la coca fueron comparados con seis no-usuarios. Durante esta prueba de trabajo submaximal, los masticadores de coca mostraron menores ratas de ejercicio y recuperación cardiacas y mayores presiones sanguíneas. No hubo evidencia de ventaja metabólica resultante del uso de la coca; sin embargo cuando los resultados fueron proyectados en condiciones de trabajo maximal, se indicó una ligera diferencia. El pequeño número de sujetos actualmente involucrados impide conclusiones firmes; no obstante, las diferencias cardiovasculares entre los grupos son explicables en términos del uso de la coca. La coca produciría cambios en el ritmo cardiaco y presión sanguínea a través de los efectos potenciadores de una derivada, cocaína o norepinefrina. Durante el trabajo los niveles de norepinefrina se elevarían y aumentaría su acción, produciendo así las respuestas fisiológicas observadas. Cuando el trabajo termina el nivel de norepinefrina declina. Si la coca opera realmente mediante ese mecanismo intermediario estaría explicada la ausencia de comportamiento manifiesto de los síntomas del uso de cocaína.” (J. M. Hanna, “The Effects of Coca Chewing on Exercise in the Quechua of Peru”, Human Biology, 42 (1), 1 (1970)). O, posteriormente, “… Doce indios quechua, 5 de los cuales eran y 7 de ellos no eran usuarios habituales de la coca fueron ensayados durante ejercicios submaximal y maximal sobre un ergómetro de bicicleta. Cada indivi-

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duo fue probado dos veces, un día mascando coca y otro absteniéndose de ella. La aspiración de oxígeno, ventilación y presión sanguínea no fueron afectadas por el mascado de coca. En el trabajo submaximal, el ritmo cadíaco se elevó ligeramente durante las pruebas con coca. A los niveles de trabajo maximal, los usuarios de coca tendieron hacia la resistencia más larga, pero fueron similares a los no usuarios en lo demás. Cuando los usuarios de coca habituales y no habituales son contrastados, no hay diferencias aparentes. Se concluye que la coca no tuvo influencia apreciable en la capacidad de trabajo. Se sugiere que cualquier efecto real deriva de la percepción de menor esfuerzo o fatiga reducida. Se consideraron los posibles mecanismos de tal acción.” (J. M. Hanna, “Further Studies on The Effects of Coca Chewing on Exercise”, Human Biology, 43(2), 200 (1971)). Igualmente, con otros experimentos, “Concluimos que, mientras que el mascado de coca podría afectar la homeóstasis de glucosa durante el ejercicio, ninguno de los datos fisiológicos provistos por este estudio sugerirían que el agudo mascado de coca en usuarios no habituales pudiera elevar la tolerancia al ejercicio.” (R. Favier et al., “Coca Chewing for Exercise: Hormonal and Metabolic Responses of Nonhabitual Chewers”, J. Appl. Physiol., 81(5), 1901 (1985)). En fin, es claro que la diferencia entre un “aumento en la resistencia para el trabajo” y “la inhibición de la sensación de fatiga” es muy grande y sólo puede generar confusión en gente dispuesta a aceptar la antigua versión del padre Valera sin prestar atención a la investigación moderna (que la hay). Análogamente, el excanciller Choquehuanca sugería incluir coca en el desayuno escolar merced a las extraordinarias propiedades nutricionales de esas hojas. El origen de esta versión es el artículo cuyo resumen dice “Abstract. Coca leaves ( Erythroxylum Coca Lam.) from Chapare, Bolivia, compared to an average of 50 other Latin American vegetable products, are higher in calories (305 per 100 g compared to 279), protein (18.9 g: 11.4 g), carbohydrate (46.2 g: 37.1 g), fiber (14.4 g: 3.2 g), ash (9.0 g : 2.0 g), calcium (1540 mg: 99 mg), phosphorus (911 mg: 270 mg), iron (45.8 mg: 3.6 mg), vitamin A (11,000 IU: 135 IU), and riboflavin (1.91 mg : 0. 18 mg). Coca was lower than the average for the 50 plant foods in oil content (5.0 g per 100 g compared to 9.9 g), moisture (6.5 g: 40.0 g), thiamin (0.35 mg: 0.38 mg), niacin (1.3 mg: 2.2 mg), and ascorbic acid.”, pero que al final de las ignoradas conclusiones advierte: “… Aunque las hojas de coca contienen relativamente altos niveles de ciertos nutrientes, la presencia de alcaloides y la posible presencia de residuos de insecticidas sugiere precaución en el mascado de coca.” (J. A. Duke, D. Aulik and T. Plowman, “Nutritional Value of Coca”, Botanical Museum Leaflets, Harvard University, 24(6), 113 (1975)). Bueno, es claro que existe un interés en mostrar a la coca como fuente de maravillas; he aquí otra pieza digital de esta saga: “Compared with other foods, coca has been scientifically proven to be one of the most (if not the most) nutritious crops

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grown in the region. Coca has more vitamin A than carrots, twice the calcium of milk, and is also rich in phosphorus, potassium, iron, vitamins B2 and E, carbohydrates, fiber, and proteins. Chewing 100 grams of coca is enough to satisfy the nutritional needs of an adult for 24 hours. While Henman & Metaal (2009) point out that daily coca consumption rarely exceeds one fourth that amount, coca can still be considered an important food supplement.” (A. Forsberg, “The Wonders of the Coca Leaf”, www.accionandina.org/documentos/Wonders-of-the-Coca-Leaf.pdf). No, por supuesto que una mera opinión como ésta jamás pasaría como investigación en una revisión por pares (porque omite completamente la presencia de alcaloides y pruebas de sus otras afirmaciones). Más bien, “Conclusiones. Dos cucharadas colmadas de harina de hojas de coca satisfaría menos del 10% de las dosis dietéticas para escolares y adultos con deficiencia de nutrientes comunes en la dieta. Las hojas de la coca no proveen beneficios nutricionales cuando se ingieren en las cantidades recomendadas, y la presencia de cocaína absorbible y otros alcaloides pueden ser potencialmente dañinos; entonces, las hojas de la coca no pueden ser recomendadas como alimento.” (M. E. Penny, “Can Coca Leaves Contribute to Improving the Nutritional Status of the Andean Population?”, Food and Nutrition Bulletin, 30 (3), (2009)). Todavía hay otros resultados que, normalmente, llevarían a una juiciosa cautela en este tema, como en otros países: “Se llevaron a cabo estudios sobre los efectos nocivos de la masticación de hojas de coca (Erythroxylon coca) entre los residentes de la villa peruana de Cachicoto. Cada masticador fue emparejado con un sujeto de control por edad, afiliación étnica y sexo. Se encontró que la masticación de coca está asociada con un estado nutricional inferior (razón peso-altura, espesor de pliegue cutáneo, albúmina del suero y colesterol); incrementadas frecuencia y severidad de anemia por anquilostoma; higiene personal inferior; y con un número más alto de días-persona de enfermedades incapacitantes durante el mes previo a los exámenes. Fueron igualmente prevalentes las enfermedades e infecciones vehículadas por artrópodos así como pinta y leishmaniasis cutánea entre masticadores y sus controles. Ello sugiere que la diferencia en porcentajes de anemia entre masticadores y controles con intensidades comparables de infecciones por anquilostoma está relacionado al inferior estado nutricional de los masticadores. Se piensa que la cocaína, el alcaloide más importante contenido en las hojas, es un factor importante en el mantenimiento permanente del estado de malnutrición al disminuir las sensaciones de hambre y fatiga del masticador habitual de coca.” (A. A. Buck, T. T. Sasaki, J. J. Hewitt & A. A. MacRae, “Coca Chewing and Health”, American Journal of Epidemiology, 88(2), 159 (1968)). Entonces, ¿es o no cocaína la coca? En rigor, hasta el famoso mate lo es: “El té de coca es regularmente consumido por la gente de algunos países de América del Sur. Además,

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los viajeros a esos países pueden comprar el té y retornar con él a sus países de origen. El National Enterprise Institute of Peru (ENACO), que vende el té de coca, estimó que entre 1984 y 1989, encima de 22 millones de bolsas de té de coca fueron vendidas en el Perú. En un solo año, 1990, de acuerdo a las estimaciones, ENACO vendió aproximadamente 5.7 millones de bolsas de té de coca, y más de medio millón de esas bolsas fueron compradas por turistas americanos. Esas cifras ilustran el gran número de residentes americanos que estarán consumiendo té de coca. El presente estudio ha mostrado que el consumo de una taza de té de coca resulta en detectables concentraciones de metabolitos de cocaína en la orina por al menos 20 h. Entonces, los bebedores de té de coca pueden registrar positivo en los análisis de orina por cocaína. Por lo menos un caso ha sido documentado en el cual una mujer sudamericana falló en un análisis de drogas para pre-empleo en los Estados Unidos debido al uso del té de coca luego de una operación. Por tanto, es importante que los oficiales de salud y el público en general sean advertidos de que el consumo del té de coca puede resultar en pruebas positivas en análisis de orina por metabolitos de cocaína.” (A. J. Jenkins et al., “Identification and Quantitation of Alkaloids in Coca Tea.”, Forensic science international, 77(3), 179 (1996)). No es casual, por tanto, que la Erythroxylum coca Lam aparezca en la lista de plantas venenosas (Poisonous Plants (PIMs)) del Programa Internacional sobre Seguridad Química (International Programme on Chemical Safety (IPCS)) donde se encuentra la siguiente entrada: “9.2 Chronic poisoning/ 9.2.1 Ingestion/ Chronic ingestion or chewing of the leaves may produce some specific clinical features, including physical exhaustion, weight loss, impaired sensitivity of mouth mucous membranes, pallor, tremors, hallucinations, mental deterioration and altered personality…” (IPCS INCHEM, http:// www.inchem .org/documents/pims/plant/erythrox.htm). Agotamiento físico, daño en la sensibilidad de las membranas mucosas bucales, palidez, temblores, alucinaciones, deterioro mental y alteración de personalidad. ¡Vaya! ¿No sería esperable algo mejor de una planta sagrada? Fortalecimiento, buen tono, salud bucal y brillantez intelectual, por ejemplo. Según la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), en su informe avalado por el gobierno boliviano, la producción total de hoja de coca alcanzó a 38000 t (toneladas métricas), mientras la hoja de coca comercializada en mercados autorizados es de 21952 t (UNODC “Monitoreo de Cultivos de Coca 2016” (2017)). ¿Dónde están las 16048 t oficialmente faltantes? El informe no comenta, por supuesto, el destino de esas toneladas, las cuales en un cálculo conservador, equivalen a unas 128.4 t de cocaína; pero entre sus tablas aparece la cantidad de hoja de coca secuestrada, apenas 0.35 t y toda la cocaína secuestrada en 2016 es de apenas 17.77 t. Cifras suficientes para comprender con claridad el verdadero dramatismo del gobierno del MAS-IPSP, visto

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por los demás. El poder actual en Bolivia es ejercido por quienes, directa o indirectamente, proveen la materia prima para la fabricación de la cocaína, un producto que ningún país quiere y que, por ende, debe ser comercializado de manera ilícita. La planta sagrada no es, pues, una bendición para Bolivia; es su maldición histórica, la venganza asháninca. ¡Caramba!, ¿entonces no estamos en la nueva era, en el vivir bien, en el proceso de cambio? ¿Estamos en lo de siempre, en la parte más despreciable de nuestra herencia? Toda la historia muestra que, sistemáticamente, se ha camuflado los pedestres intereses de grupos, consagrándolos para arrastrar detrás de ellos al resto. Así, se llevó gente a morir en las cruzadas por la sagrada “tierra santa”; Stalin, extrañamente, no llevó a los soldados a luchar por el comunismo o la URSS, lo hizo por la sagrada “madre Rusia”; los alemanes pelearon por algo parecido (y sagrado) y los norteamericanos por la “democracia” (sagrada también). Etcétera. La Bolivia del siglo XXI, ¿tendrá la “soberanía nacional”, el “antiimperialismo” pero, sobre todo, la “planta sagrada” (kausachun coca)? Entonces, ¿son los cultivadores de ese arbusto, los comprometidos o involuntarios socios de la narcoempresa, los que detentarán el poder, detrás del trono, por siempre jamás?

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Epílogo 1. El violento universo En una película de Woody Allen llamada “Septiembre” (1987), el físico visitante, ex marido de la protagonista, juega en penumbras y sin entusiasmo una partida de billar con Peter, el aspirante a novelista. Éste pregunta a Lloyd por su trabajo sabiendo que está involucrado en el desarrollo de la bomba atómica. Lloyd responde que trabaja en algo mucho más terrible que la explosión del planeta. Peter pregunta si algo puede ser más terrible que eso y Lloyd le replica “Si. El conocimiento de que no importa una vía u otra. Todo es aleatorio, radiando sin rumbo desde la nada. Desapareciendo entonces para siempre… Todo espacio, todo tiempo, sólo una convulsión temporal.” Peter lo invita a mirar la belleza del cielo nocturno, Lloyd asiente pero continúa “Lo veo como lo que es en verdad: aleatorio, moralmente neutral, e inimaginablemente violento.” Casi, casi. La frase correcta sería: “vivimos en un universo contingente, muy aleatorio y terriblemente violento”. Eso es lo que la ciencia nos permite saber. Y también la filosofía. Jean Paul Sartre, en su estupenda novela “La Náusea”, describe el momento en que Antoine Roquentin descubre el origen de la abstracta ansiedad que lo persigue hace días y que él llama su náusea: “Bueno, hace un rato estaba yo en el Jardín público. La raíz del castaño se hundía en la tierra, justo debajo de mi banco. Yo ya no recordaba que era una raíz. Las palabras se habían desvanecido, y con ellas la significación de las cosas, sus modos de empleo, las débiles marcas que los hombres han trazado en su superficie. Estaba sentado, un poco encorvado, baja la cabeza, solo frente a aquella más negra y nudosa, enteramente bruta y que me daba miedo. Y entonces tuve esa iluminación...” “…Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros: cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto a los otros. De más: fue la única relación que pude establecer entre los árboles, las verjas, los guijarros. En vano trataba de contar los castaños, de situarlos con respecto

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a la Véleda, de comparar su altura con la de los plátanos: cada uno de ellos huía a las relaciones en que intentaba encerrarlo, se aislaba, rebosaba. Yo sentía lo arbitrario de estas relaciones (que me obstinaba en mantener para retardar el derrumbe del mundo humano, de las medidas, de las cantidades, de las direcciones); ya no hacían mella en las cosas. De más el castaño, allá, frente a mí un poco a la izquierda. De más la Véleda…” Luego explica la sensación de gratuidad de la existencia que le produce vértigo: “…Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: este jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar, como la otra noche en el Rendez-vous des Cheminots; eso es la Náusea; eso es lo que los Cochinos —los del Coteau Vert y los otros— tratan de ocultarse con su idea de derecho. Pero qué pobre mentira: nadie tiene derecho; ellos son enteramente gratuitos, como los otros hombres; no logran no sentirse de más. Y en sí mismos, secretamente, están de más, es decir, son amorfos y vagos, tristes…” Sartre ilustra muy bien la dificultad humana pasada y presente para aceptar una verdad inobjetable: el que ninguna observación científica indica un propósito en el universo, su existencia no es necesaria, es contingente. Aparte de gratuidad, en él se encuentra el azar a todo nivel. En termodinámica estadística, se suele recurrir al teorema ergódico para algunos cálculos sobre sistemas físicos bien definidos. El teorema dice que en un sistema dinámico, los promedios estadísticos temporales son iguales a los promedios estadísticos espaciales (es lo mismo lanzar un dado cien veces, que cien dados una sola vez). En ciertos sistemas, el teorema es interpretable en sentido de que, dado suficiente tiempo, todos los estados posibles del sistema serán eventualmente ocupados. Y, forzando con obviedad esa hipótesis ergódica diremos que, con alguna probabilidad, todo lo que es posible en el universo, en algún momento ocurrirá. Porque el universo es un sistema estocástico (aleatorio pero con leyes) donde planetas como la Tierra -por simple muestreo- son notoriamente poco probables, pero ocurren. Sí; la Tierra existe a la par de explosiones inmensas, temperaturas enormemente altas o enormemente bajas, formación de supernovas, agujeros negros, etc. Procesos ferozmente violentos. También en ella, siendo un cuerpo complejo progresando hacia su equilibrio térmico y mecánico (¡no un sujeto con derechos!), los continentes se mueven provocando volcanes, terremotos, maremotos y grandes inundaciones; la dinámica térmica da lugar a volcanes (magma), huracanes, tornados y gigantescas tormentas (no, no es

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dios el que envía los terremotos y volcanes; ni es la Tierra una madre vengativa). Tampoco la vida transcurre pacíficamente, como es sabido. Hay especies que existen sólo para ser alimento de otras, una cadena alimenticia que alcanza a la humanidad. Y para ésta, una historia de guerras, sojuzgamientos, traiciones e injusticias. Sorprendentemente, en medio de todo eso, obras de inexplicable belleza como la Odisea, la Mona Lisa, la Novena Sinfonía o la Teoría de la Relatividad. Entonces, ¿para qué estamos en el mundo? Será contestada con seguridad diciendo “para tener hijos, para que tengan hijos, para que tengan hijos…” Porque la naturaleza, en toda la biósfera, prioriza la reproducción sobre cualquier otra función vital. Hay casos extremos; por ejemplo, en la mayoría de las especies de efemerópteros (Ephemeroptera) la vida adulta es tan corta que sólo alcanza para la cópula; no se alimentan, porque sus órganos bucales son vestigiales e inútiles y su sistema digestivo contiene únicamente aire. ¿No parece la explicación de que el tema más común en las canciones populares sea el amor (el cual, según A. Schopenhauer, es un eugenésico)? ¿O de esas anónimas, cursis pero no tan descaminadas sentencias: “El amor es el modo en que la naturaleza nos proporciona una razón para vivir”? La película norteamericana llamada “The Hellstrom Chronicle” (La crónica Hellstrom, 1971) es una ingeniosa combinación de documental y ficción que plantea el posible triunfo de los insectos en lucha por la supervivencia contra el hombre. Escrita por David Seltzer, dirigida por Ed Spiegel, Walon Green y musicalizada por el compositor argentino Lalo Schifrin (autor del tema de “misión imposible”), fue galardonada con el premio al mejor documental técnico en el Festival de Cannes de 1971, Premios de la Academia (1972) y BAFTA (1972) al mejor documental. Es particularmente interesante porque, al parecer sin intención expresa, deja entrever el sesgo de la naturaleza respecto de la conservación de la especie mostrando microfotografías de la efímera (mayfly), uno de esos ya mentados efemerópteros, que vive un día sólo para reproducirse. Y de la hormiga guerrera o marabunta (driver ant) la cual, en su viaje por el área de hostigamiento o razia, es capaz de sacrificar a los individuos, ahogándolos en el arroyuelo mientras hacen de puente para posibilitar el paso del resto de la colonia. Pero, correctamente pensado, ¿no es así como nuestras vidas individuales son ofrecidas a la evolución y a la supervivencia de la sociedad? Basta, como ejemplo, lo descrito en (v, 8) relativo al millón de vidas vietnamitas ofrecidas en una guerra que sólo podía ser de beneficio para el futuro del colectivo. Y ¿somos sempiternos? Claro que no. La actual preocupación por el clima, en el fondo, es la preocupación por el bienestar de la especie humana. Ivar Giaever, un físico noruego norteamericano, galardonado con un premio Nobel compartido por descubrimientos sobre fenómenos de tunelaje en sólidos, ha mostrado repetidamente su escepticismo sobre el calentamiento global, llamándolo una “nueva religión”. Abandonó su membresía de la American Physical Society (APS) por disentir sobre este punto: “En la APS está

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bien discutir si la masa del protón cambia en el tiempo y cómo se comporta un multiverso, ¿pero la evidencia sobre el calentamiento global es incontrovertible?” Y, refiriéndose a la pregunta de cierto previo expositor durante un simposio, “¿Es el cambio climático seudosciencia?”, dijo “Si voy a contestar esa pregunta, la respuesta es sí: absolutamente.” Se ha referido, igualmente, a los datos sobre la temperatura global (GISTEMP) publicados -entre otros- por la NASA, aduciendo que, sorprendentemente, la temperatura global superficial se ha mostrado muy estable, ha subido menos de 1K en 140 años y nada entre 2000 y 2014. Añadiendo que la confiabilidad de los cálculos estadísticos de esta temperatura es discutible por la muy inhomogénea distribución espacial de los lugares de medición sobre el globo terráqueo, ¡especialmente el pobre cubrimiento en el hemisferio sud! A estas dudas hay que añadir comentarios sobre la facilidad comparativa con que se consigue fondos para investigación en “cambio climático”. “Giaever no me convence”, podría uno decir “parece un elefante en una vidriería”. Mas, aun siguiendo a los medios y a la ola ecologista, tan irreducible y tan difundida, advirtiéndonos del enorme peligro que se cierne sobre la civilización, uno podría argüir que, de todos modos, la humanidad está condenada -no importa que sea hasta dentro de muchos millones de años- para cuando, entre otras circunstancias, el Sol haya casi agotado su combustible y, con el “padre de la cibernética”, decir: “Tengamos el coraje de encarar el final definitivo de nuestra civilización, como tenemos el valor de considerar la certidumbre de nuestra propia muerte.” (N. Wiener, “Cibernética y sociedad”, Editorial Sudamericana (1988)). Si se está dispuesto a aceptar la dura verdad, sin duda la ciencia puede contestar ya a las preguntas que más nos inquietan. ¿Qué de la filosofía, sicología y las ciencias sociales?

2. El Único desconocido Más o menos como el “Obermann” de Étienne de Senancour, parafraseada por Miguel de Unamuno, “¿Quién soy yo? Para el mundo, nada. Para mí, todo”, pudiera haber dicho Johann Kaspar Schmidt, contemporáneo de los miembros de la izquierda hegeliana (entre ellos de Carlos Marx), autor de una única obra (“Der Einzige und sein Eigentum”) donde, según algunos sienta la base del “egoísmo radical”, según otros del “anarquismo egoísta”; como sea, ciertamente mueve la atención filosófica al problema más cercano que el hombre tiene, su propia identidad y sus derechos intrínsecos: “Dios y la humanidad no basaron su causa sobre nada, sobre nada más que ellos mismos. Yo basaré, entonces, mi causa sobre mí; soy, como Dios, la negación de todo lo demás, soy todo para mí, soy el único” (Max Stirner, “El único y su propiedad”, Editorial Juan Pablos (1976)).

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A eso, Søren Kierkegaard acotaría “Hegel es el pensador que todo lo sabe mejor que tú, pero que ignora un sólo problema: el tuyo.” Y Jean Paul Sartre, “¡Que importancia conceden los hombres, Dios mío, a pensar todos juntos las mismas cosas!” O, más desesperadamente, “En la acción, en el deseo, debemos someternos perpetuamente a la tiranía de las fuerzas exteriores; pero en el pensamiento, en la aspiración somos libres; libres de nuestros semejantes, libres del minúsculo planeta sobre el cual nuestros cuerpos se arrastran impotentes; libres incluso, mientras vivimos, de la tiranía de la muerte.” (Bertrand Russell, “A free Man's Worship”, G. Allen & Unwin (1976)). La razón por la cual el éxito de la obra de Marx contrasta con el olvido a la de Stirner, es obvia: no es posible aislar al individuo de su entorno, a eso se refería José Ortega y Gasset con “Yo soy yo y mi circunstancia”. Se puede estirar las consideraciones individualistas hasta donde se quiera, pero pronto se regresará a la realidad. Una vez exponía a un amigo la posibilidad de que la idea de la transmigración pudo haberse originado en las implicaciones de la “identidad de la consciencia” (ii, 2). Toda persona estará de acuerdo en la identidad de su “yo” a pesar de que sus circunstancias cambian con el tiempo (crecemos, experimentamos) “soy el mismo que antes era deportista y ahora hombre de negocios”; pero lo que separa a los “egos y superegos” son, igualmente, sólo accidentes (nombre, género, características físicas, etc.). Si se elimina todos los accidentes, quedará sólo la sensación pura del “yo” que es, claro, idéntica en todos. Entonces, el efecto de morir podría ser interpretado simplemente como un cambio de accidentes, al morir uno se “convierte” en cualquiera de los semejantes (digamos, al azar). Mi amigo admitió que el argumento era convincente y plausible mas no confortante, “pero, hermano”-dijo- “yo amo mis accidentes”. Una breve cavilación resultará en que, nuestros cerebros están casi idénticamente estructurados pero casi todos nuestros accidentes están relacionados con el entorno social; inician con la presencia de la madre y pueden terminar con los efectos de la globalización en la vida personal. El idioma, los gustos personales en comida, música, habilidades especiales y lo que se quiera nombrar; todo, todo nuestro acervo proviene directa o indirectamente del entorno. Se ha registrado algunos casos de aislamiento social (aislamientos parciales se estudian en sicología), como el “niño salvaje de Aveyron”, descubierto en 1799; Víctor estuvo perdido -o fue abandonado- en su niñez y sobrevivió por su cuenta en el bosque hasta la edad aproximada de once años; a pesar de haber sido declarado “idiota incurable”, tuvo una educación a cargo del médico Jean Marc Gaspard Itard, quien describió en sus “Reportes sobre el Niño Salvaje de Aveyron” (1807) los intensos esfuerzos necesarios para lograr progresos en sociabilidad y cognición; pero Víctor permaneció, en definitiva, casi completamente incapaz de hablar.

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Ser hombre es ser social, entonces; y la relación social más elemental es la económica. El germen del análisis marxista es la premisa experimental de que la imposibilidad del hombre aeconómico implica la imposibilidad del individuo apolítico. Generalmente se elige actuar, ser fuerza motriz de los acontecimientos antes que víctima de las circunstancias, hoja en la tormenta. Por eso, el equilibrio entre la preocupación individual y el impulso social (ambos instintivos) requiere, desde el elemental y constante análisis racional, hasta -cuando es posible- la opinión sólida y científica. No somos esclavos atados a la noria histórica, la sociología presupone nuestra condición de agentes del destino colectivo. Seguramente algunos hubieran preferido decir que hay una interacción dialéctica entre individuo y sociedad. Como ya se ha visto en (ii, 3), la tendencia actual es -más bien- la perspectiva estadística.

3. ¿Ilusión o realidad? En fin, sabiendo hasta el cansancio que estamos condenados a vivir juntos, ¿tiene sentido insistir en filosofías aislacionistas como la de Stirner? Probablemente no. En rigor, su obra tampoco es un trabajo demasiado razonado; propiamente, es algo más emparentado con una expresión de voluntad, una proclama para hacer patente el malestar individual instintivo frente al poder. Cualquiera estará de acuerdo en que sólo un estado al servicio de las personas tiene sentido. ¿Por qué eso no se da en los hechos? A pesar de toda la tecnología subyacente a los medios de comunicación, hay siempre demasiados factores azarosos no predecibles. No es obvio el saber si una campaña comercial, electoral o artística será exitosa, a pesar de su cuidadosa planificación. Por ejemplo, es conocido uno de esos extraños fenómenos, referente a los gustos musicales resonantes en la colectividad, el de una canción triunfadora (“Billboard chart-topper”) con únicamente seis palabras: “Fly, Robin, Fly”, que el coro repite tres veces y “Up, up to the sky” que cierran el “mensaje”. Publicada en noviembre de 1975 por el grupo de música disco “Silver Convention”, ese mismo año permaneció tres semanas como número uno de “Billboard Hot 100” y Silver Convention resultó ser el primer grupo alemán en llegar a un primer puesto en los Estados Unidos. Encabezó, igualmente, listas en otros países y hasta sirvió como canción educativa para aprender congruencia de triángulos en un colegio de Hong Kong, con un vídeo que alcanzó más de 50000 “likes” de Facebook en menos de una semana. Se sabe que la letra fue cambiada, a última hora, de la original “Run, Rabbit, Run” (por el Volkswagen Rabbit de uno de los autores) porque coincidía con cierta tonada militar; ¿hubiera tenido, esa primera idea, el mismo éxito? (se sospecha, con buena base, que no). Desde luego, no es una singularidad, hubo otros casos de éxito comparable. “The Hustle”, sólo contiene esas dos palabras, una canción “disco” escrita y ejecutada por Van McCoy, también fue número uno en “the Billboard

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Hot 100” y “Hot Soul Singles” en el verano de 1975 y otros buenos lugares en listas de otros países; pero fue clasificada como la mejor instrumental “pop” para el premio “Grammy”en 1976. Por otra parte, el tema de la película “A Fistful of Dollars” compuesta por Ennio Morricone, se considera un trabajo instrumental aunque tiene un coro con cinco palabras, “We can fight”, “We can ride”, “We can win”; pero no rompió marcas de éxito como las anteriores. Las empresas mediáticas, estando acompañadas siempre por elementos asociados a la suerte, tienen la tarea (bayesiana, se diría) de mejorar empírica y paulatinamente su desempeño. Otras situaciones mediáticas involucran la disposición de la gente a recibir y aceptar determinados mensajes desde determinadas fuentes. En enero de 1987, durante una campaña de recaudación, cierto evangelista de Tulsa (Oklahoma) llamado Oral Roberts anunció a su audiencia televisiva que, a menos que él lograra recaudar 8 millones de dólares hasta marzo, dios podría “llamarlo a casa”. Sin embargo, en la pascua del año anterior había dicho en el centro de convenciones de Dallas que dios le había hablado diciendo “Quiero que uses la escuela de medicina de la ORU [Oral Roberts University] para poner mi presencia médica en la Tierra. ¡Quiero que lo logres en un año o te llamaré a casa!”. Por el acortamiento del plazo y los apasionados ruegos y lágrimas con los que acompañó su anuncio, muchos incautos temieron que estuviera sugiriendo un suicidio. Y recaudó ¡9.1 millones! En vista de la candidez de su audiencia, luego ese año anunció que dios había resucitado a los muertos a través de su ministerio. Negocio con ramificaciones, posteriormente se descubrió que algunas de las cartas de recaudación fueron escritas por una pequeña empresa ¡especializada en escritura de cartas para donaciones! que atendió también a otros evangelistas, entre ellos Don Stewart y Robert Tilton. El propósito de “capturar” mayor audiencia, hace que aún la forma en que las noticias son presentadas requiere manipulación. La periodista ucraniana Olga Yurkova no deja duda: “Si una historia es demasiado emocional o dramática, es probable que no sea real. La verdad suele ser aburrida.” “La gente ya no sabe lo que es real y lo que es falso, muchos han dejado de creer. Y eso es incluso más peligroso”. Hoy se usa el término, introducido por el articulista de interred David Roberts, “posverdad” (después de la verdad) para la distorsión a la que se refiere Yurkova, la que busca influir en el ánimo de la gente y, así, en la opinión pública. No es un neologismo, ni está cuidadosamente elegido; sólo es otro recurso para considerar tal hecho (la manipulación o la falsificación de las noticias) en el análisis, principalmente porque tal práctica se ha hecho muy frecuente en las redes sociales la cuales, como ya se aclaró, no son principalmente medios de comunicación sino de opinión. Más bien, lo que los políticos hacen todo el tiempo se conoce como “insulto a la inteligencia” y consiste en hablar y actuar como si todos fueran estúpidos, propagando y co-

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mentando versiones absurdas de los hechos y pretendiendo ser convincentes y creíbles. El “Nowhere Man” de John Lennon (“He's a real nowhere man / Sitting in his nowhere land / Making all his nowhere plans for nobody”). Los afines las aceptarán; el resto, o nada podrá hacer, denunciándolas donde se pueda con éxito o sin él, o vivirá rumiándolas hasta la próxima elección. Gran parte de los desenlaces políticos tienen lugar dentro de ese ambiente de pulseada virtual, entre fuerzas provocadas por intereses contrapuestos, y en un campo de batalla cada vez más extenso y sofisticado: el de los “medios”. De cualquier modo, si usted quisiera hacerse conocer por todos los bolivianos ¿cuánto dinero necesitaría? Porque, debería estar todos los días en las noticias, en entrevistas, en actos protocolares, en “gestiones de gobierno” y en cuanta ocasión se presente. Para que no lo olviden, deberá repetir sus apariciones casi hasta la náusea y, claro, para que su imagen sea atrayente, los mensajes deberán ser prefabricados y asociados siempre con eventos “positivos”. Una fluctuación muy venturosa de la vida podría hacer que usted no tenga que pagar por toda esa costosísima propaganda. Que los recipientes de sus mensajes sean los que se la costeen. Un cuento. Como ese, el del mendigo que despierta siendo rey.

4. La violenta sociedad Francis Bacon, político, abogado, escritor, empirista filosófico y científico inglés, pensaba que la humanidad actual es la vieja humanidad y la antigua, más bien, la joven humanidad: “Antiquitas saeculi iuventus mundi”. Esperamos mayor conocimiento en el viejo, merced a la mayor experiencia, no en el joven. El verdadero objeto de la investigación de la naturaleza, entonces, no es el de los filósofos griegos, la satisfacción especulativa; es el de asegurar el dominio del hombre sobre la naturaleza. Bacon creía que eso era alcanzable con nuevos métodos para atacar los problemas (se refería a su “método científico”) y que la ciencia debe servir al bienestar humano, “Commodis humanis inservire” (T. B. Macaulay, “Lord Bacon” (1837)). ¿Mejor pedestre que nefelibata? No, hemos logrado combinar ambos efectos, el conocimiento científico va desde la mayor satisfacción especulativa hasta la más ingenieril aptitud práctica. Por eso, ser demasiado exigente con la demarcación de las áreas, es inútil. Nuestro dominio sobre la naturaleza siempre será mayor cuanto mayor -y mejor- sea nuestro conocimiento científico. Por supuesto, se aplica también a la sociedad. La sociología anecdótica no es toda la sociología que se enseña y estudia, ni la única dentro de la cual se investiga. Los principales problemas que plantearon los “clásicos” son los mismos que abordan los actuales investigadores: si existe una naturaleza humana ¿cuál es?; la sociedad, ¿cómo está estructurada y por qué? ¿Cómo y por qué cambia?, o ¿qué derroteros puede tomar ese

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cambio? Muchas respuestas, las de los inventores de conceptos -de origen declarativo, principalmente- “deconstrucción”, “habitus” o “estructuración” y las de los “istas” y sus perspectivas escolásticas (postindustrialismo, postestructuralismo, postmodernismo, neofuncionalismo, neomarxismo, etc.). Pero el cálculo y prospección demográfica, el impacto de la mercadotecnia, los análisis electorales cuantitativos, exitosos modelos en la teoría de redes sociales o la de preferencias sociales, descritos en el capítulo iii, apuntan -más bien- a una verdadera ciencia de la sociedad en el mismísimo sentido que inspiró a maestros sociólogos del pasado: “Según la sociología se hace más científica, las costumbres y procedimientos de los sociólogos como científicos cambiarán y devendrán más como los hábitos de los científicos en el campo de la ciencia natural. En particular, se advierte que se pondrá un énfasis mayor sobre la verificación y prueba, mientras otras actividades relacionadas, tales como aquellas de educación, literatura, periodismo, ética religión, política, liderazgo, y propaganda, ahora tan entrelazadas con la escritura sociológica, será tajantemente diferenciada. Etc.” “… El final feliz para una sociología científica serán sus logros. Será necesario rechazar la emoción y disciplinar la mente tan fuertemente que se los fantasiosos placeres de la intelectualidad tendrán que ser evitados en un proceso de verificación; será deseable hacer tabú con nuestra ética y valores (excepto en problemas de preferencias); y será inevitable que tengamos que invertir la mayoría de nuestro tiempo haciendo tareas difíciles, aburridas, tediosas y rutinarias. Aun así, el resultado será oro puro y merecedor de la pena. Aunque la ciencia se separará de la educación, la propaganda, ética, periodismo, literatura, de la religión y del liderazgo ejecutivo, todas esas excelentes actividades sociales no cesarán, por supuesto. La vida social seguirá tan rica. Y, finalmente, no es necesario que un científico sea científico todo el tiempo. Puede cerrar temporalmente la puerta de su laboratorio y abrir por un rato su puerta a la belleza de las estrellas, al romance de la vida, al servicio de sus semejantes, al liderazgo de la causa, al aplauso de su audiencia, o a la aventura en el gran exterior. Pero cuando él retorna a su laboratorio dejará todo eso atrás; aunque hay una belleza, un romance, un servicio, un liderazgo, y una aventura de una clase a ser hallada a veces en el laboratorio” (W. F. Ogburn, “The Folkways of a Scientific Sociology”, Scientific Monthly, 30, 300 (1930)). Seguramente Ogburn estaría impresionado de saber que, con frecuencia creciente, ya se puede encontrar interesantes resultados sociológicos en los departamentos de matemática y física: “¿Por qué nosotros los individuos llegamos a vivir (a movernos) juntos, a organizarnos? Aquí, proponemos que la organización es una reflexión de la realidad física (bio y no bio) que toma menos potencia (energía útil, combustible, comida y exergía) mover 1 unidad de masa en bulto que mover 1 unidad individualmente. El objetivo de este trabajo es establecer la conexión entre la ingeniería energética y la organización social y traer a la organización social bajo la gran tienda de la física. Ilustramos la predictibilidad de la organización y su evolución con 2 simples mo-

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delos de movimiento sobre un área, uno inanimado (cuencas fluviales, generadas por varias reglas de construcción) y el otro animado (distribución de agua caliente para uso en asentamientos humanos). Los 2 modelos conducen a la misma conclusión: El movimiento deviene más jerárquico según el tamaño y complejidad de la arquitectura se incrementa. La distribución puede ser más uniforme (más igual) imponiendo canales idénticos distribuidos uniformemente sobre el área. La arquitectura de flujo deviene una grilla en vez de un árbol; pero, aún en diseños con igualdad impuesta, la jerarquía persiste. Este marco teórico revela también el significado físico de innovación: Es un cambio de diseño local el que libera el flujo sobre el territorio entero habitado por los móviles organizados” (A. Bejan et al, “Social Organization: the Thermodynamic Basis”, International Journal of Energy Research (2018)). La relación entre el individuo y su sociedad está todavía en la mesa de análisis. La académica interdisciplinaria Liah Greenfeld dice “La trasmisión simbólica no es un proceso biológico; es, más bien, el proceso de la cultura…” “…En otras palabras, lo que distingue a la humanidad de todos los otros animales, lo que actualmente nos hace humanos y no sólo animales, es la cultura. La cultura está conectada a la vida (procesos biológicos) sólo de la manera en que la vida está conectada con el universo físico, esto es, como un accidente altamente improbable en las condiciones en las cuales ha sucedido. Las condiciones físicas para la vida existieron sobre la Tierra por millones de años antes que la vida emergiera. Esas condiciones incluyeron todos los elementos químicos los cuales irían eventualmente a formar una célula viva, pero por millones de años esos elementos químicos no se combinaron en una célula viva. Tal combinación era extremadamente improbable y no podía ser predicha. Entonces, un día, ocurrió. Similarmente, nuestra especie ha existido en su forma completamente evolucionada por al menos 150 mil años antes de que haya cultura.” Pero aun así, aun si lo que une al hombre con la humanidad es la cultura, ¿por qué la historia es una relación del conflicto antes que de armonía? Según John Dewey, el problema es que la moralidad supone defectos inherentes a la esencia humana y busca entonces -mediante amenazas, restricciones y castigos- hacer que los humanos actúen aún en contra de su naturaleza, empresa, claro, condenada a fracasar. ¡Interesante! ¿Debe conformase el individuo a la sociedad, como parece ser la tendencia? ¿O la sociedad al mejor conocimiento sobre el individuo? Es una vieja duda que Jiddu Krishnamurti la formula diciendo “No es una medida de salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.” Uno podría esperar que -quizá- los muchos estudios en sicología y sociología que todavía faltan, puedan resolver un día el problema de proponer una organización social más acorde con lo que el humano realmente es; lo que sea que eso signifique (“No hay una naturaleza humana, puesto que no hay dios para concebirla.” “El hombre es nada más que lo que él hace de sí mismo”, J. P. Sartre, otra vez).

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A la sociedad nos liga la conducta. Pero detrás de los problemas de la ética (teoría de la moral, esto es, de los principios de la conducta) está siempre la incómoda pregunta para el pensador solitario y nictófilo: ¿realmente existen el bien y el mal? Bien, claro que no. Así como el tiempo es una convención que facilita la conceptualización del movimiento, el bien y el mal son valores morales, convenciones que simplifican el tratamiento teórico de la conducta humana. Son conceptos culturalmente universales, equivalentes a “teniendo la cualidad correcta, deseable (ἀρετή) o incorrecta, indeseable”. Benito Spinoza diría “Por ‘bien’ entiendo aquello que es sabido con certeza que nos es útil. Por ‘mal’, por el contrario, entiendo aquello que se sabe con certeza que nos impide poseer lo que es bueno”. Entonces, “bien” puede ser tratado como sinónimo de “conveniente” y, claro, “mal” como sinónimo de “inconveniente”. Por eso son conceptos tan relativos, sólo sirven para calificar y son completamente egoístas y subjetivos. El procedimiento que instintivamente se ha seguido parece empeñado en lograr una estructura absoluta. Ha enfatizado esos elementos en los que todos podemos concordar localmente, no matar, no robar, etc., que están en todas las culturas. Sin embargo, matar y robar al enemigo no está tan mal visto y, contrariamente a lo que uno podría anticipar, comer carne humana no está universalmente vedado. “Lo que es bueno para unos es malo para otros” o “la felicidad de unos es la desgracia de otros”. Y, ¿alguien que renuncia a lo que le es conveniente en favor de otro, es bueno? Sus simpatizantes dirán que sí, pero otros podrían hasta calificarlo de tonto. Lo cierto es que, más bien, las pruebas de coeficiente intelectual (IQ) resultan en correlaciones negativas con actitudes como el racismo, “Comúnmente se plantea la hipótesis de que las habilidades cognitivas superiores promueven la tolerancia racial y un mayor compromiso con la igualdad racial, pero un marco teórico alternativo sostiene que las habilidades cognitivas superiores permiten a los miembros de un grupo racial dominante articular simplemente una ideología legitima más refinada de la desigualdad racial. De acuerdo con esta perspectiva, el refinamiento ideológico se produce en respuesta a los patrones cambiantes de los conflictos raciales y se caracteriza por el rechazo de los prejuicios abiertos, el apoyo superficial por la igualdad racial, en principio, y la oposición a las políticas que cuestionan el estatus del grupo dominante. Este estudio estima el impacto de la capacidad verbal en un amplio conjunto de actitudes raciales, incluyendo el prejuicio anti-negro, puntos de vista sobre negros-blancos la igualdad, en principio, y de apoyo a políticas raciales. También investiga las diferencias de grupo en los efectos de la habilidad verbal en estas actitudes. Los resultados sugieren que los blancos de alta capacidad son menos propensos que los blancos de baja capacidad a reportar actitudes prejuiciosas y más propensos a apoyar la igualdad racial en principio. A pesar de estos efectos liberalizadores, los blancos de alta capacidad no son más propensos a apoyar una variedad de políticas correctivas de la desigualdad racial. Los

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resultados también sugieren que los efectos supuestamente liberalizadores de la capacidad verbal sobre los prejuicios anti-negro y puntos de vista acerca de la igualdad racial en principio surgieron lentamente con el tiempo, en consonancia con la teoría de refinamiento ideológico” (G. T. Wodtke, “Are Smart People Less Racist? Verbal Ability, Anti-Black Prejudice, and the Principle-Policy Paradox”, Social Problems, 63 (1), 21 (2016)). Conclusiones educadas para decir que el racismo es señal de estupidez. En general, hay fuertes indicios de que la inteligencia está muy correlacionada con la actitud social constructiva, así, “… Tomando la literatura científica en total, los delincuentes criminales tienen IQ promedio alrededor de 92, ocho puntos debajo de la media. Delincuentes más serios o crónicos generalmente tienen puntuaciones que los delincuentes más casuales. La relación del IQ a la criminalidad es especialmente pronunciada en una pequeña fracción de la población, principalmente hombres jóvenes, quienes constituyen los criminales crónicos que representan un monto desproporcionado de delincuentes criminales” (R. J. Herrnstein & C. Murray “The Bell Curve: Intelligence and Class Structure in American Life”, Free Press (1994)). Igualmente, aun desde fuentes menos independientes, “… El diseño de la investigación fue correlacional e incluyó las siguientes tres preguntas investigativas: (1) ¿Cómo está la inteligencia relacionada con el pensamiento moral? (2) ¿Cómo está la inteligencia relacionada con el pensamiento religioso? (3) ¿Cómo están los pensamientos moral y religioso relacionados uno con otro? Los resultados relacionados con la primera pregunta mostraron el pensamiento moral está relacionado con la inteligencia. Sin embargo, los puntajes WAIS-III no se conectaron positivamente con los puntajes DIT dentro de esta muestra altamente dotada. Los resultados respecto de la segunda pregunta mostraron que los adultos jóvenes más inteligentes fueron los más opuestos a las formas más bajas y más altas de pensamiento religioso que sus pares menos inteligentes. Los resultados que consideran a la última pregunta investigativa mostraron que el nivel de pensamiento moral está negativamente relacionada con los estratos más bajos y más altos de juicio religioso, pero positivamente relacionado con el escenario de tercera orientación religiosa (autonomía del ego y autoresponsabilidad unilateral)” (K. Tirria, et al., “How Morality and Religiosity Relate to Intelligence: A Case Study of Mathematically Gifted Adolescents”, Journal of Empirical Theology, 22 70 (2009)). Sí, los inteligentes no necesitan embromar a sus prójimos para vivir bien. Es evidente, al final, que los problemas prácticos de la ética provienen, sobre todo, de la pretensión generalizadora sobre ciertos conjuntos de valores (ideologías). Como los desconocidos diez mandamientos. Si alguna vez tuvo curiosidad acerca de las ofrendas de cabritos, ¡sorpresa! Se hacían porque al dios de los judíos le gustaba el olor de la carne quemada: “Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová” (¿por qué pasarían de moda?). Extraños pasajes bíblicos que acompañan el difuso relato del código moral judeo

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cristiano. En efecto, una lectura cuidadosa muestra una larguísima lista de mandamientos transmitidos a Moisés, cosas como su nunca mentado esclavismo, “Y si alguno hiriere a su siervo o a su sierva con palo, y muriere bajo su mano, será castigado; mas si sobreviviere por un día o dos, no será castigado, porque es de su propiedad.” Ahí está, igualmente, el mandato de ser vengativo y tomar justicia por mano propia (seguramente tomado del más antiguo “Código de Hammurabi”, del siglo XVIII a. C, y conocido en el derecho como la ley del talión, “lex talionis”; relacionada con “retaliar”, etc.) “Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.” Y otros más inofensivos y culinarios como “No guisarás el cabrito en la leche de su madre.” Los estatutos divinos siguen capítulo tras capítulo, pero alguien extrajo particularmente los que aparecen en el 20 del Éxodo: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (¿la mujer, una posesión como un buey o un asno?). La sola imagen de un dios cansado y reposando debiera ser ya suficientemente absurda pero, además, Jehová parecía obsesionado (¡y celoso!) con los dioses que no eran dioses, especialmente los de oro: “No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.” “El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto.” En fin, todo esto es comunicado al pueblo y posteriormente Moisés sube nuevamente al “monte de Dios”, recibe detalladas instrucciones sobre la construcción de lugares de alabanza con oros, piedras preciosas; ungüentos con aceites aromáticos, etc., por cuarenta días y cuarenta noches “Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.” ¡Pero los (¿diez?) mandamientos ya habían sido comunicados al pueblo! ¿Qué “testimonio” estaba en las tablas? Nadie lo

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sabe ni sabrá jamás. Cuando Moisés desciende, rompe las tablas, oye la explicación -no muy honesta- de Aarón a cerca del becerro de oro y luego “tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel” (¿imaginan el trabajito de reducir un bulto de oro macizo a polvo?, es evidente que el autor de este pasaje ignoraba por completo las propiedades de los metales), no contento con eso “… viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.” La lectura cuidadosa de esos pasajes demuestra que Moisés mintió. Su “conversación” con el “Dios de Israel” está registrada en detalle y no contiene mandato alguno sobre pasar por las armas a la gente; entonces, ¿por qué “no matarás” debía ser válido para todos excepto para el impune Moisés? Esos textos son, desde luego, la mejor prueba del carácter mitológico de la biblia, la cual no constituye evidencia histórica admisible. Y la verdad es que no existe indicio alguno de que los judíos fueran esclavizados en Egipto. Más bien todo lo contrario, no existiendo pruebas reales arqueológicas, registros oficiales y fuentes primarias. Es difícil creer que 600000 familias (unas dos millones de personas) cruzaran todo el Sinaí sin dejar rastro; ni tan siquiera un pedazo de alfarería (“la mejor amiga del arqueólogo”) con estilo o escritura hebrea. Los egipcios hubieran registrado, sin duda, una migración tan repentina, afectando a casi un cuarto de su población; tampoco se ha encontrado otra señal relativa a efectos posibles de semejante éxodo; declinación económica o escasez laboral. No hay pruebas que muestren, en ese tiempo, repentinos flujos de gente en Israel. Nada, ningún vestigio adicional que sugiera la veracidad de ese relato. ¿No es increíble que ideologías enteras, con fundamentos tan endebles, se hayan propagado cruzando siglos de historia? “En la creación de su religión estatal, los conspiradores cristianos no solamente fundaron la mayor fábrica de falsificaciones del mundo sino que también desplegaron una razia de censura que silenció millones de voces disidentes mediante el asesinato y la destrucción de libros, templos, estatuas, inscripciones y otras trazas de culturas previas, llevando eventualmente a una inmensa ignorancia y analfabetismo en el mundo occidental …” “Donde los cristianos no destruyeron los trabajos de los autores antiguos, los corrompieron y mutilaron. Realmente, para preservar sus textos de esas violentas manos, los gnósticos mismos fueron compelidos a cristianizarlos, de manera que tuvieron también que historiar sus caracteres

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míticos. Tan extensiva fue esta práctica de fraude que evidentemente ningún trabajo de autor antiguo mantiene su integridad original” (Acharya S, “The Christ Conspiracy. The Greatest Story Ever Sold”, Adventures Unlimited Press (1999)). En otros términos, si el análisis ético concluye que la moral es relativa, entonces la conducta individual no tiene restricciones absolutas. Ahora sí, el análisis estadístico hace sentido y se justifica porque la conclusión final apunta a que la sociedad (la humanidad) es un sistema aislado y libre de influencias externas; su evolución, por tanto, está determinada sólo por la actividad interna de sus componentes, las personas. No hay leyes universales, no hay autoridades superiores, no hay individuos privilegiados. Todos somos, real y verdaderamente, iguales. Por eso, molesta que sin importar las muchas declaraciones sobre igualdades, todavía existan las monarquías e imperios -constitucionales o no- y se siga soportando políticos con inmerecidos privilegios. Stirner abominaría de esas enfermizas contradicciones, pero sus circunstancias fueron otras. El humano es frágil, ha sido -y es- sometido, en última instancia, por la fuerza; su reacción consecuente fue -y es- muy obvia. Ahora sabemos que, además, es cándido, susceptible al adoctrinamiento y a la propaganda; y es ahí donde se convierte en estadística, donde la dinámica de grupos lo alcanza y reduce. ¿Qué marcas prefiere la mayoría? ¿A qué religiones o sectas pertenece? ¿A qué candidato apoya? Números, números; de la sociología descriptiva a la cuantitativa. De lo que hasta hoy fue, a lo que debe ser mañana. Cien años son demasiado para el individuo, son poco para un país y apenas un infinitésimo para toda la humanidad. Y las cuestiones sociales más apremiantes siguen sin solución. ¿Llegará primero la revolución comunista, como quería Marx, o la democracia directa que el progreso tecnológico posibilita? Quizá ambos, pero no pronto. Y ciertamente no en Bolivia, todavía el reino de rústicos políticos, donde toda una historia de falsedades, abusos, corrupciones e ineficiencias, hace que la gente espere y pida ya muy poco. “Al menos, deberíamos tener un gobierno que cumpla las leyes”, se dice, en la vana esperanza de que, justo el que puede socavar impunemente la ley (y lo hace), se erija mediáticamente en ejemplo de rectitud (ahí está “his back's as crooked as a politician” de Winston Groom en “Forrest Gump”). Pero estamos inmersos en una sociedad ¿recuerdan? La credulidad de la gente -justo la que posibilita el éxito de la mercadotecnia- es la que invoca a esas situaciones desagradables propiciando, por ejemplo, a un gobierno procrastinador y perfunctorio, infestado de discursos bizcos (esos que miran a un lado pero apuntan a otro).

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5. Aspiraciones democráticas En el capítulo ii se ha visto que las reformas democráticas tuvieron que ir hasta el permitir la votación pública sobre ciertas propuestas políticas. En Suiza, si cierta petición es firmada por 100000 ciudadanos (implicando que quieren intervenir en esa legislación) es automáticamente colocada para el voto público en un referendo. Una combinación de democracias directa y representativa sin la necesidad de construir un sistema político enteramente nuevo, necesario para una democracia líquida. ¿La objeción? Al no haber límite mínimo para invalidar el voto, es posible que un puñado de extremistas pudiera incidir en un asunto mientras otros ciudadanos, en la suposición de un resultado aceptable, o por apatía, se abstengan. Además hay ansiedad por lo sucedido en Holanda, donde hubo sospecha de que las computadoras resultaran muy fáciles de manipular o irrumpir por actores externos y fueron preventivamente descartadas. “Ahora hay indicaciones de que los rusos pudieran estar interesados, para las siguientes elecciones debemos retornar a los buenos y viejos pluma y papel” (R. Plasterk, Dutch broadcaster RTL (2017)). No importa. Así es como gran parte de Europa, Canadá, Australia y Nueva Zelanda practican versiones mucho más limpias de democracia. Hemos crecido con la idea de que la democracia es uno de los más valiosos inventos de la humanidad. Todavía se recuerda a Aristóteles estableciendo el fin último de ese invento, “La ventaja común también los une en la medida en que cada uno logra su noble vida. Ésta es sobre todo el fin para todos en común y separadamente” y definiendo la constitución (politeia) como la manera en que se debe organizar la administración de la ciudad estado (ahora “el estado soberano”). Es la constitución la que define el cuerpo rector; para la oligarquía era el de los pocos selectos (los ricos “bien” nacidos), para las democracias, todo el pueblo. Una democracia ideal sería la que ayuda al individuo a alcanzar la “vida noble”. Pero el propio Aristóteles advirtió la posibilidad de que los “pobres” podrían rebasar a los ricos en el voto y quitarles su fortuna; prescribió ya el sistema de bienestar social como la manera de prevenir tal calamidad. Posteriormente, con el mismo propósito, se ha pensado en elecciones públicamente financiadas. O democracias sociales, con educación y salud siendo derechos humanos y obligaciones gubernamentales. Las cosas se complicaron hasta la admisión de que “bueno, la democracia no es perfecta, pero es la mejor forma de gobierno que hay”. ¿Democracia ideal? Un gobierno ideal, proveería recursos, protección y buenas leyes al “pueblo” (= la totalidad de los ciudadanos), de modo que cada individuo prospere a su manera. El gobierno democrático, se pregona, logra esos objetivos haciendo que la gente misma formule las leyes, proveyendo la protección mutua y compartiendo los recursos del país. Sin embargo, hasta los más entusiastas del sistema democrático actual recono-

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cen que, aunque idealmente los representantes designados por voto u otros métodos públicos son los reales directores del proceso, en realidad amasan enorme poder personal y clasista, desgobernando y abusando de la confianza en ellos depositada por la gente a la cual debieran representar. La democracia ideal, por tanto, debiera prever todos los recaudos para un buen gobierno y disponer de mecanismos defensivos contra las fuerzas gubernamentales, impidiendo que devengan corruptas y demasiado poderosas y evitar que los representantes se excedan de sus atribuciones. La lenta evolución política ha ideado el esquema de poderes independientes, mutuamente regulables y exclusivos (un poder no debiera asumir las atribuciones de otro), desalentando, en principio, los intentos de abuso. No, nada de eso funcionó. Porque la democracia ideal requiere ciudadanos ideales. Existe la idea de que la democracia ideal debiera ser también participativa, esto es, que no sólo se elija buenos representantes, sino que se los supervise, fiscalice y actúe cuando se detecten fallas. Así, la democracia resultaría una muy cercana representación de la ciudadanía. En el paso siguiente, el pueblo debiera ser también correctamente educado en asignaturas que le permitirían ser un buen soberano y distinguir entre el bien para la sociedad entera y cualquier otro interés más estrecho. Idealmente, además, es obvio que tal esquema podría rendir sólo si el nivel de compromiso individual fuera igual en todos. Sería la verdadera negación de cualquier monarquía, oligarquía o aristocracia, donde únicamente un grupo pequeño de gente interesada es necesario para controlar el aparato estatal. ¿Eh? ¿Es precisamente ese imprescindiblemente alto nivel de compromiso y educación el que condena a las democracias a errar en su idealidad? Se puede argüir que el incremento continuo en educación e información podría hacer que la democracia alcance su potencial. Pero, también esas tareas pueden ser -y son- manipuladas y mal dirigidas. Y, finalmente, aún si esos demasiados requisitos se cumplieran, ¿cómo garantizar la buena fe de los representantes? ¿Es la manipulación y dominación de los chuecos y los ricos evitable? Sí. Democracia directa y digital, democracia de la más fina expresión y calidad. Política sin políticos. Política sin representantes. He ahí el problema que todavía heredarán muchas generaciones futuras. Peor para los bolivianos, con su democracia llena de palabras que no se materializan, como “participativa” y “comunitaria”. Y otras que sí lo hacen, como “partidista”, “clientelar” y “prebendal”. Una democracia con sistema de despojos, con sufragio obligatorio y muchos, demasiados agujeros. Deodoro Roca, el oculto autor del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria (Junio de 1918), escribió: “Los dolores que quedan son las libertades que faltan.” Cierto para el ámbito académico y cierto en general.

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6. ¿Entonces? Lo expuesto en los capítulos iv y v es suficiente para evidenciar que Bolivia tuvo gobiernos mejores y peores que el actual. Bolivia ya tuvo momentos desperdiciados de bonanza económica. El masivo “apoyo popular” no es nuevo, considerables movimientos colectivos se dieron para los generales Manuel Belzu y René Barrientos. Ni es Evo Morales el primer indígena gobernante, lo precedieron Andrés de Santa Cruz y Hugo Cárdenas. Tal vez algo nuevo y significativo es la imposibilidad de despegar a Morales de su partido, el MAS-IPSP. Como ya se demostró, su base política y económica es, más bien, nacionalista muy emparentada con los fascistas, el extinto FSB y el agonizante MNR. Y 13 años no pasaron en vano, el estilo de vida actual de Morales recuerda no a Carlos Marx sino a Groucho Marx que decía “he sido pobre y he sido rico, y ser rico es mejor”. Entonces, ¿qué hace a Morales y al MAS-IPSP tan peculiares? Para empezar, la compleja combinación de elementos históricamente repetidos. Al exterior del país, se dio, algo espontáneamente primero, pero luego muy evidentemente adrede, la imagen del pastorcillo que llegó a presidente en un gobierno socialista logrando marcas históricas en estabilidad política, soberanía nacional y progreso económico; esto atrajo un perceptible trato condescendiente hacia Morales. Su acompañante, a partir de 2005 era mostrado como matemático e intelectual, lector insaciable que guardaba libros hasta bajo su cama; lo cual no condice con la insuficiente calidad y deficiencias en el contenido de sus discursos (v, 1; v, 2; v, 3; v, 6); alguien explicó esto con esa antigua pero muy descriptiva frase (atribuida a un tal Manuel Carrera Sanabria) “no alimenta lo que se come, sino lo que se asimila”. En fin, la misma representación es proyectada también domésticamente, aunque recibida y retrucada sólo por sus correligionarios, militantes y simpatizantes. Un proyecto fundamentalmente mediático; notoriamente disciplinado en su función principal que es la de cuidar, sobre todas las cosas, la imagen de su jefe, “la gallina de los huevos de oro”, el único atractor de los votos que les permitió acceder al gobierno -su empleador- y permanecer provechosamente en él. No hay similar esquema en toda la historia boliviana; en todos los casos de casiquismo, los órganos de apoyo mostraron fisuras tempranas, cismas terminales o ya eran alianzas inestables. Desde luego, un discurso frailesco donde todo lo bueno procede de Evo Morales y todo lo malo es culpa de la oposición, no puede ser serio. Estos montajes políticos presentados como fábulas, con ideólogos y estadistas gratuitamente iluminados recuerdan -más bien- a ciertas ingeniosas ficciones filosóficas; ahí está el núcleo de “El rincón de las vírgenes” (Alberto Isaac, 1972), una de las mejores películas mexicanas, donde Lucas Lucatero, un locuaz merolico que describía pintorescamente las escenas estáticas de un equipo de proyección y el curandero Anacleto Morones se conocen en una feria donde Leo-

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na, una cantante de corridos, actúa también. Lucas aprovecha su facilidad de palabra para engañar a la gente, promocionando a Anacleto, de pueblo en pueblo, como hacedor de milagros hasta convertirlo en el Santo Niño Anacleto, poseedor de una cofradía de fieles devotas, todo un harén de niñas y otros abusos; viviendo los tres, por un tiempo, del éxito de su “movimiento”. Desde luego, no es necesario militar opositoramente contra el MAS para percibir muy claramente la realidad, en vez de la autoimagen. La realidad que el discurso pretende esconder (otra vez “El traje nuevo del emperador”). ¿Cuál es la realidad? ¿En qué tipo de país se vive? Unas cuantas odiosas comparaciones pondrán a los pies sobre la tierra: ¿Es Bolivia un país seguro? No, está demasiado cerca de la mitad (56.9) entre 160 países, donde Dinamarca (94.7) e Islandia son los más seguros y Sudán del Sur, Yemen y Siria (0.4) son, obviamente, los más inseguros; en Sudamérica, Ecuador, Brasil, Perú, Paraguay y Venezuela son más inseguros (safearound.com, 2017). Y, ¿es corrupto? Sí, está en el 64.20% entre 176 países con Dinamarca y Nueva Zelanda entre los menos corruptos y Corea del Norte, Sudán del Sur y Somalia (100%) los más; sólo Paraguay y Venezuela son peores en Sudamérica (Transparencia Internacional, 2016). Entre los países con mayor bienestar están Suiza y Singapur, mientras Afganistán y República del África Central (100%) entre los menos favorecidos; Bolivia (53.9%), debajo de la mitad en el mundo, es el peor en Sudamérica (Social Progress Index, SPI, 2016). ¿Es pobre? Claro que sí, los países con mayor PIB nominal son, claro, EE.UU. y China y los con menos, países pequeños como las Islas Marshall, Tuvalu y Ciudad del Vaticano; Bolivia (49.21%) sólo está seguida por Paraguay en Sudamérica (Fondo Monetario Internacional, 2018). En PIB per cápita, contrastando con Luxemburgo y Suiza están Burundi y Sudán del Sud (100%); Bolivia (64.2%), ahora precedida por Paraguay, es la más pobre en Sudamérica (Fondo Monetario Internacional, 2017). Ahora, ¿cómo es Bolivia en ciencia? Es fácil de anticipar que está cerca de la mitad (48.5%) entre países como EE.UU., China y Reino Unido en la cabeza e Isla Bouvet, Islas Heard y McDonald (100%), seguida por Paraguay en Sudamérica (scimagojr.com, 2018). En número de publicaciones científicas, Bolivia menos de la mitad (64.2%), apenas seguida también por Paraguay en Sudamérica, mundialmente entre EE. UU., China y Japón entre los más productivos y Santa Lucía, Nauru y Tuvalu (100%) entre los menos (National Science Foundation, Science and Engineering Indicators, 2013). Entre los países con mayor producción industrial, China y EE. UU., y los con menor, Nauru y Tuvalu (100%), a la mitad está Bolivia (49.5%) seguida de Paraguay como los peores en Sudamérica (indexmundi.com, 2016). Además, ¿es un país eficiente? No, entre 16 países latinoamericanos, en horas promedio que tarda un trámite están Bolivia (11.3) y Perú (10.6), los peores, encima del promedio (5,4), mientras Costa Rica (3.1) y Cuba (2.2) los más eficientes, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ¿Velocidad de conexión a interred en América Latina? Entre 21 países, los mejores Panamá 1:36:54, Puerto Rico 1:39:15, Uruguay 1:50:15; los peores Bolivia

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6:00:10, Paraguay 6:35:25, Venezuela 9:09:24 (tiempo promedio h:m:s para descargar 5 gb, Infobae, Cable.co.uk). Finalmente, ¿informalidad laboral? ¡Por fin a la cabeza (aparte de en ineficiencia)! Hay análisis diferenciando sobre tres grupos de países según el nivel de informalidad en una muestra amplia de países de América Latina. Los niveles de informalidad más elevados se observan en Bolivia, El Salvador y Guatemala, donde más del 80% de los hogares cuenta con ningún aportante al seguro social. En un segundo grupo, con un nivel de informalidad entre el 60% y el 70% se sitúan Perú, Colombia y México (73%, 68% y 62% respectivamente). Por último, Uruguay, Costa Rica y Brasil, con 40% a 60% de los hogares sin aportantes (39%, 47% y 55% respectivamente), la menor tasa de informalidad del conjunto de países analizados. “La tasa de informalidad promedio entre la clase vulnerable es del 70% (con un rango entre el 45% en Uruguay y 82% en Bolivia), muy superior a la de los hogares de clase media del 47% (con un rango entre el 35% en Uruguay y el 65% en Guatemala; 63% en Bolivia). En cambio, excepto en El Salvador y Perú, se observa un grado de informalidad similar entre los hogares de clase media y los acomodados (cuya informalidad alcanza el 48% de los hogares)” (A. Melguizo and N. Lustig, “How Middle Class Are Middle-Income Households in Latin America?”, OECD Development Centre & Tulane University, Vox Lacea (2016)). Como apéndice, más malas noticias: “La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) elaboró un ranking del hambre que está encabezado por Bolivia, porque el 19,8% de su población está “subalimentada”, seguido de Nicaragua (16,2%) y Guatemala (15,8%)…” “… En estos países se observan varios elementos comunes, según el informe titulado ‘La seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo’, por ejemplo: ‘Tienen una gran cantidad de población rural e indígena, son muy vulnerables a los efectos climáticos y tienen dificultades para acceder a servicios públicos básicos necesarios para la seguridad alimentaria’, declaró a BBC Mundo Ricardo Rapallo, oficial de Seguridad Alimentaria de la FAO para la región…” (Página Siete, 18/09/2018). Entonces, el optimismo vicepresidencial “Que lo sepan bien todos: no queremos imitar a nadie, ni del norte ni del sur; queremos que otros nos imiten, que otros aprendan de nosotros…” (A. García, Discurso 06/08/2018) podría ser hasta conmovedor pero, dados los antecedentes y sin ambages, ¿quién desearía aprender de ellos? Esta situación de país pobre, pero no demasiado como Haití; de atrasado, pero no tanto como la República Democrática del Congo (estereotipos no tan descaminados, después de todo), etc., se mantuvo invariante desde el siglo pasado y naturalmente, no hay mérito en mejorar unos puestos ni menoscabo en bajar algunos. Bolivia ya vivió 193 años vendiendo productos naturales. Se malbarató la plata, el estaño, la goma, el petróleo y ahora- el gas. Los políticos, los de ayer y los de hoy, se especializaron en administrar esa realidad que los enriquece sin esfuerzos, les simplifica los discursos y les evita el enfren-

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tar los verdaderos problemas. ¿Qué pasará cuando se agoten todos los recursos naturales, cuando haya nada que extraer? Los políticos de antes terminaban sus días en París o Londres, ¿los terminarán mañana en Cuba? Nadie emprendió (ni lo hace) la industrialización, seria, técnica y valientemente. Aun sabiendo que seguir en este tren es enviar a nuestros descendientes al abismo con la desfachatez monárquica de “Après nous, le déluge” (“Después de nosotros, el diluvio”). En una visita al supermercado chino, en el carrito de compras se puede poner satélites, aviones, helicópteros, millonarios contratos para la construcción de carreteras, represas y plantas procesadoras. ¿El monto? Más de 4500 millones de dólares en 12 años. Cuando se tuvo casi 57000 millones de dólares entre ingresos y deuda externa y se sigue importando todo, hasta comida, no es posible ya inspirar confianza. “Extractivismo temporal” puede significar que el MAS dejará el gobierno sólo cuando “su” gas se acabe. Pues, si el MAS-IPSP SA es el que lo nacionalizó, el MAS-IPSP SA el que hace los contratos, el MAS-IPSP SA el que “coloca” al personal y nombra a los ejecutivos, el MAS-IPSP SA el que decide sobre el destino de las ganancias, etc., se deduce que la empresa YPFB es del MAS-IPSP SA, no de “todos los bolivianos” como eufemísticamente se pregona. El fenómeno de la corrupción parece ser intrínseco al sistema democrático representativo. Por tanto, la aparición de ese síndrome en la administración masista no suscitó sorpresa. Tal vez, como son muy dados a registrar marcas históricas (con trampitas y sin ellas), valga la pena mencionar ésta, de sólo en un caso, el denominado “Fondioc” (Fondo de Desarrollo Indígena Originario Campesino) en el cual encontraron unos 43 millones de bolivianos de fondos públicos en las cuentas personales de nueve dirigentes de cinco organizaciones que forman parte del Directorio de la entidad dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras. Al parecer, la marca nacional la tendría la presidenta masista de la CIDOB, Melva Hurtado con una serie de “operaciones” por un total de 22.38 millones de bolivianos (3.22 Megadólares). Y aquí hay, además, otra maliciosa pregunta: ¿desde cuándo entregar dinero público a privados dejó de ser un delito? Se mencionó -entre analistas descuidados- algún paralelo entre el MAS y la Unidad Democrática y Popular (UDP), una alianza izquierdista conformada (por el MNRI, PCB y MIR) en el exilio durante la dictadura banzerista. Después de una serie de intentos fallidos, la UDP ganó con mayoría relativa las elecciones de 1980 pero tuvo que esperar hasta el fin de la dictadura de García Meza, en octubre de 1982, para que su líder, el Dr. Hernán Siles Suazo, fuera elegido presidente en el reanudado congreso de 1980. Heredó una considerable deuda externa -no riqueza, como otros- y una economía en quiebra técnica, la cual desembocó en el proceso hiperinflacionario más profundo de que se tenga memoria (27000%) y, como no podía ser de otra manera, en una brutal crisis política que terminó con el adelantamiento de elecciones. La UDP desapareció y, naturalmente,

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Hernán Siles se retiró de la política. El periodista Jorge Mansilla le atribuye la frase “Más vale solo que MIR acompañado”, pues “Aclamado siempre por su pueblo, Hernán Siles Zuazo nunca perdió una elección, pero fue siempre abatido por sus compañeros de ruta, no por sus enemigos.” Hernán Siles Zuazo, el presidente que devolvió varios miles de dólares no utilizados de sus gastos de representación, falleció el 6 de agosto de 1996 en Montevideo. No obstante tales circunstancias, es recordado sobre todo por su fama de hombre sencillo, buen orador y valiente (lideró la insurrección del 9 de abril de 1952) que solía pasear fumando, sin escolta, por la plaza Murillo. En pobreza, pero con dignidad. No, el MAS no es parecido a la UDP. Y su liderato tampoco. Extraña revelación espiritual de Evo Morales relatando, con cierto dejo placentero, el abuso sobre integrantes de la banda de la Escuela de Sargentos de Cochabamba: “Tengo un gran recuerdo de la banda de la Escuela de Sargentos, cuando vinimos a inaugurar el coliseo, como siempre mi equipo con el equipo de la Escuela de Sargentos, el comandante de la Escuela metía gol y la banda tocaba diana; su capitán [general] metía gol, no tocaban diana. Decidimos arresto de dos días y desde esa vez ahora todas las bandas tocan diana cuando meto gol en toda Bolivia” (El Deber, 27/07/2018). O, en cierto acto oficial, donde el director distrital de Educación de Sacaba, José Ramírez, llamó “señor Evo Morales, señor presidente” al invitado. Éste manifestó sentirse ofendido por la referencia de “señor” e impuso un castigo al funcionario: “Ahora, hay una tarea, para que se perdone. Se va a comprar un cuaderno de 100 hojas. Ahí va a escribir: ‘hermano Presidente o compañero Presidente’. Así serás perdonado director distrital, ¿entendido? Aprobado, aprobado con aplausos. Nuestro alcalde [Humberto Sánchez] va a controlar. Hermanas y hermanos, nosotros somos hermanos, compañeros, vecinos…” (Página Siete, 27/06/2018). ¡Caramba! ¿Puede alguien retratarse mejor en sólo 49 palabras? Sin duda, se preferiría pensar que el funcionario abandonó el acto y renunció después a su cargo y al partido; a menos que en su anterior vida hubiera trabajado en las galeras. El MAS tiene un equipo de ministros multiuso (mejor “poliuso” tal vez), ese tipo de político que parece servir para todo, absolutamente para todo y que, en consecuencia, se recicla una y otra vez, apareciendo en tal o cual diputación o senaduría, en uno u otro ministerio o viceministerio, en la dirección de uno u otro programa, proyecto o agencia o, finalmente, en algún cargo diplomático. Algunos, parecen reciclados después de una reconstrucción, desapareciendo súbitamente de un ministerio para después de un lapso, reaparecer, también inexplicablemente, en cierto viceministerio. En otros niveles se encuentra el hermano que es “un puesto buscando un lugar” y que hasta ha desarrollado una especie de jerga masista; verbigracia, dando un nuevo uso al verbo “estar”: uno pregunta “¿dónde estás?” y el otro responde “estaba en desarrollo rural, pero ahora estoy en descolonización”. Este esquema, no inventado recién pero no por ello menos deshones-

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to, es también una forma “abracadabresca” de convertir fondos públicos en fondos partidarios mediante las contribuciones “voluntarias” -parecidas al diezmo de algunas sectas cristianas- que hacen los militantes a su empleador (su partido). Ninguna actividad humana involucra tantas clases de relaciones, y en forma tan profunda, que la política. Ahí es donde se descubren generosidades y mezquindades, noblezas y vilezas, ingenios y estulticias, lealtades y traiciones, respeto y abuso; es socialmente omnipresente, todos actuamos o podemos actuar políticamente. Pero no todos somos políticos aunque sí, tal vez, en mayor o menor grado, todos somos víctimas de los políticos, principal y precisamente porque les es tan difícil abandonar sus privilegios: Otro revolucionario democrático de última hora que llegó al gobierno nicaragüense -según él- para quedarse, es Daniel Ortega a quien la división del liberalismo en los partidos PLC (Partido Liberal Constitucionalista) y ALN (Alianza Liberal Nicaragüense) le permitió ganar las elecciones en noviembre de 2006 con el 38% (simple mayoría, gracias a cambios en la ley electoral). En noviembre de 2011 el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) obtuvo el 62% de los votos y Daniel Ortega fue ilegalmente reelecto pues la Constitución Política de Nicaragua prohíbe la reelección presidencial: “Artículo 147. No podrá ser candidato a Presidente ni Vice-Presidente de la República: a) El que ejerciere o hubiere ejercido en propiedad la Presidencia de la República en cualquier tiempo del período en que se efectúa la elección para el período siguiente, ni el que la hubiere ejercido por dos períodos presidenciales.” Antes que en Bolivia, no faltaron algunos corruptos en la Corte Suprema de Justicia que lograron el visto bueno de ésta a la candidatura de Ortega aduciendo -sin la necesaria consulta a la CIDH- similitud con el caso del expresidente costarricense, según ya se comentó en (v, 6). Análogamente, las elecciones de noviembre de 2016 dieron la votación de ¡72.5%! al FSLN, a Ortega y a su esposa Rosario Murillo. Ortega tomó posesión del cargo en enero de 2017, en abril, estudiantes de universidades privadas protestaban por la indolencia oficial ante un voraz incendio que consumió 5 mil hectáreas de la reserva ecológica Indio Maíz. Antes de que ese fuego se extinguiera, el Gobierno encendió otro, modificando el régimen de cuotas laborales y patronales del Instituto de Seguridad Social (INSS), entidad al borde de la quiebra por malos manejos administrativos, con un déficit de 75 millones de dólares. Las protestas se acentuaron a consecuencia de asesinatos durante las manifestaciones. Ortega simplemente no pudo contener el descontento acumulado por el incendio en Indio Maíz, la quiebra del INSS, alzas a la gasolina, a la electricidad, la descarada corrupción y otros abusos. A comienzos de julio en la capital, Managua, como en otras ciudades del país, organizaciones de derechos humanos contabilizaron ya hasta 250 fallecimientos entre manifestantes y transeúntes. Gioconda Belli, poeta y guerrillera del sandinismo en los 1980, escribió (Twitter): “Antes veíamos guerrilleros enfrentando la guardia, hoy vemos pandilleros empoderados por el gobierno amenazando al pueblo que protesta. Este gobierno alienta trúhanes y jayanes y los disfraza de sandinistas. ¡Eso no es sandinismo! Que no te engañen”. Carlos Mejía Godoy, autor de “Son tus perjúmenes mujer” e “Himno a la uni-

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dad sandinista”, opina ahora “Vivimos en un país donde la vida no vale nada” y resume así esa tragedia gratuita provocada por la ambición prorroguista de un político vulgar y despreciable. La popularidad, aún si fuera auténtica, no lo es todo; la dinámica social tiene sorpresas. Ganar elecciones con más de dos tercios no implica que seas, ni te hace, una buena persona. La “masacre de octubre” atribuida a Gonzalo Sánchez de Lozada tuvo unos 80 fallecidos y cerca de 5oo heridos y es calificada de “genocidio”, principalmente por Morales quien, por otra parte, justifica sin reservas los muertos y heridos de Nicolás Maduro (121 manifestantes muertos y 1958 heridos) y los de Daniel Ortega (bastante peor ya que Anastasio Somoza con 448 muertos, 595 desaparecidos y más de 2800 heridos en menos de cuatro meses de protestas). El uso del poder en Latinoamérica es, por tanto, todavía muy primitivo y no permite aún abrigar significativas esperanzas. Los individuos pudieran aspirar a mejores gobiernos, pero como la fortuna aún no sonríe, viven siempre preparándose para tiempos peores. Ni usando un microscopio electrónico aparecerá en la imagen de este país tan siquiera un píxel de socialismo. Pero todos dicen que se vive una democracia. ¿“La democracia no es la dictadura de la mayoría, es, sobre todo, el respeto a la minoría”? No señor Kennedy, usted no supo lo que dijo. Por fin, he aquí lo que hace realmente tan peculiar al gobierno masista. De los muchos problemas y defectos democráticos que la gente ha debido encarar, con soluciones en algunos casos y con resignación en otros, en Bolivia llegamos, no por primera ni única vez, es cierto, a un gobierno con mayoría ampliamente decisiva. Contrariamente a lo que los ganadores de elecciones semejantes quisieran hacer creer, las mayorías son falibles (sobran los ejemplos) y pueden equivocarse una y otra vez porque no es cierto que se obtiene lo que la gente puede elegir libremente, el voto es manipulable. Pero, aunque no lo fuera, la democracia no está diseñada para una mayoría aplastante (degenera rápidamente en oclocracia). Este gobierno masista es la mejor prueba de ello. Cuando el dominio es mayor a los dos tercios, entonces, en la práctica no hay oposición ni democracia y la sociedad queda a merced del grupo gobernante o, peor aún, librada a la voluntad y los caprichos y de su “caudillo” o “líder”. El peligro es que, además y dadas las circunstancias, la cantidad de prebendas y privilegios repartidos sobre toda la administración, la hará inexorablemente muy inerte y la tendencia a reproducir ese poder por los siglos de los siglos deviene, en consecuencia, potencialmente inevitable. ¡Es como si la democracia cometiera suicidio! Al haber abandonado toda esperanza de desarrollo material y moral mientras el MASIPSP gobierne, quizá es sicológicamente más sano imaginar un gobierno distinto en el futuro. Una República de Bolivia donde todos -absolutamente todos- sean iguales, ciudadanos de primera; con una administración técnica, eficiente y desburocratizada; con una justicia independiente y de envidiable calidad; educación de excelencia, salud al nivel del siglo XXI y un plan de políticas de estado para la industrialización efectiva. Así,

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los ciudadanos -que no debieran conformarse con menos- podrían vivir ocupados en otras, más interesantes y significativas actividades. No pendientes a los hechos y dichos de los políticos. No a que les restrieguen en la cara -esperando perruno agradecimientocada proyecto de riego, cada escuela y cada pedazo de carretera que se hace ¡con el dinero de todos! No a que, por todo el espectro electromagnético, redes sociales, gigantografías y todo otro recurso se propagandice -¡con dinero público!- la estampa presidencial y tareas que, de todos modos, cualquier gobierno está obligado a realizar; más si hay más. No a que, mientras ellos se entregan en los prácticos brazos del capitalismo, te relaten cuentos socialistas porque eres tan fácil de engañar. No a que, sobre esa base, esperen a que observes, sentado y callado, las más torpes maniobras “legales”, ejecutadas únicamente para practicar el continuismo. Pero las explicaciones ya están. A este punto, cuando todavía se espera el dictamen de la CIDH sobre si Morales podía reclamar derechos de reelección, ¿aceptaría el MAS un resultado negativo? Hay lo suficiente para adelantar que no, pues, sencillamente, este ensamble Morales-MAS no sobreviviría a la pérdida del poder. Y ellos lo saben. Al resto, cuando la irresponsabilidad prorroguista le arrebató para siempre toda posibilidad de volver pacíficamente al mar (pues nadie estará dispuesto a dialogar sobre ese asunto para no crear falsas “expectaticias”), que sólo cuenta con su enorme capacidad de resiliencia ciudadana, que no está en las listas de los elegibles, que no tiene como actividad la política, que no es capitalista y menos imperialista, que no tiene parientes ni amigos en la cúpula, ¿sólo le quedará -como antes- trabajar bien para vivir más o menos…?