Obstaculos de La Paz

CREER EN LA PAZ Una asignatura pendiente Por Diana Bolaño Meza “Si no creyera en lo más duro, si no creyera en el deseo

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CREER EN LA PAZ Una asignatura pendiente Por Diana Bolaño Meza

“Si no creyera en lo más duro, si no creyera en el deseo si no creyera en lo que creo si no creyera en algo puro. Si no creyera en cada herida, si no creyera en la que ronde si no creyera en lo que esconde, hacerse hermano de la vida. Si no creyera en quien me escucha, si no creeyera en lo que duele si no creyera en lo que queda, si no creyera en lo que lucha. Que cosa fuera...que cosa fuera la maza sin cantera” La maza. Silvio Rodriguez

La paz es un asunto de fe, de voluntad, compromiso y persistencia. La paz entendida como un constructo personal y colectivo que implica un alto grado de justicia y una mínima expresión de las diversas violencias: física, verbal, psicológica y estructural es una posibilidad real en tanto exista primero en nuestra imaginación. Es decir, no se puede empezar a construir algo que no se cree que se pueda lograr, o algo en lo que sencillamente no se cree. Resulta muy complejo hablar acerca de cómo construir paz y llegar a acuerdos tanto a nivel interpersonal como social-comunitario en un país con un conflicto armado interno de más de 60 años que atraviesa actualmente por un proceso de “Paz”, en el que muy pocas personas creen. Lo más doloroso y complejo no es que no crean en el proceso, es que no creen en la necesidad e importancia de construir pactos y acuerdos por una convivencia pacífica, y aun peor, desafortunadamente en una país como Colombia tantos y tantas ni siquiera creen que estamos en guerra –menos aun en grandes ciudades- porque la sitúan muy lejos “eso pasa en el monte”, “allá en la selva donde están los campesinos o los indios esos” , porque en apariencia no les afecta –no se percibe la violencia estructural-, o porque quizás sea mejor no ver, porque es incómodo y exige un cambio. El concepto de paz casi siempre ha estado ligado a la guerra, y la construcción de la misma entonces puede estar ligada a la deconstrucción de la otra, sería más o menos esto: no hay paz porque no hay guerra. En Colombia la violencia es tan naturalizada y justificada que resulta cotidiano encontrar las historias de muertes, abusos, violaciones de DDHH y no sorprenderse, es tan natural y permea tanto nuestras relaciones interpersonales, que el “orden de las cosas” es que en “las peleas de mario’ y muje’ nadie se puede meter”, tan natural como que “ese lo que necesita es un par de correazos y se le quita”, o “por algo lo habrán matado, quien sabe que hizo”. La lista de explicaciones y justificaciones cotidianas para las violencias –diversas y de diferente intensidad- es interminable. De ahí que un primer gran obstáculo para la paz es no ver, no ver que hace falta, no ver que vivimos en medio de violencia, no ver que incluso en grandes ciudades donde por ejemplo no hay enfrentamientos directos de ejércitos contra grupos al margen de la ley o entre ellos mismos, o ataques directos contra la comunidad de un bando u otro; pero es alarmante la cantidad de personas desplazadas que llegan a las ciudades a mendigar, a buscar trabajo aceptando malos tratos y condiciones inhumanas –revictimizandose- esperar una ayuda del gobierno, a intentar recuperar sus tierras o acceder a la justicia, a veces a delinquir; y pasa que también en las ciudades existen bandas criminales que extorsionan y que muchas son resultado de personas desmovilizadas que no vieron o aceptaron oportunidades y volvieron a marginarse haciendo uso de la violencia. No se ve que el llamado matoneo o bullyng, que es de hecho una forma de violencia, es una manifestación también de la cultura violenta imperante en el país.

Entonces en este caso es necesario ver, para creer. La cuestión es que es que esa “ceguera” puede ser producto de factores internos –ignorancia, desinterés, egoísmo, poca sensibilidad- y externos –manipulación, cortinas de humo, entretenimiento-. En todo esto y para superar este primer obstáculo que de hecho ocasiona el segundo: falta creer. La voluntad juega un papel primordial, la voluntad personal, la voluntad de las familias, grupos y comunidades, la voluntad de las instituciones, y la voluntad política. Porque ver todas las injusticias que se cometen diariamente en todos los ámbitos, y aceptar que la paz es una cuestión no solo de necesidad sino de suma urgencia, requiere inmediatamente un cambio de actitud respecto a nosotros y nosotras mismas, con nuestras familias, con nuestra forma de relacionarnos con las demás personas y con el mundo. Pero hace falta además de tener la voluntad para ver y aceptar la situación, una dosis de fe. No creer que se puede vivir en paz, y no creer que tenemos la responsabilidad de construirla, es olvidar que somos dignos y dignas de hacernos un mundo donde se pueda disfrutar la vida íntegramente. Algunas creencias o la falta de esperanza pueden ser un obstáculo para la paz, porque, en general una persona actúa conforme a lo que cree o considera que es mejor o que debe hacer. Y si no cree que puede o debe empezar a cambiar para hacer la paz no lo hará, o si cree que no puede ser bien tratado o tratada permitirá que siga la violencia –o peor sino sabe que esta siendo violentado(a), sino cree que él o ella están cometiendo injusticias y malos tratos es muy seguro que no vena la necesidad de hacer algo. Creer posibilita crear. Solo quien cree firmemente en algo es capaz de crear en consecuencia a esa convicción. Tener esa posibilidad de crear y creer en la capacidad de crear, nos hace responsables frente a los procesos. La fe y la esperanza no es un asunto religioso, es un asunto de vida, de celebrar la vida mientras se hace la paz. Si yo creo que puedo hacerlo, empiezo a buscar posibilidades para lograrlo, y si una de esas posibilidades implica que yo cambie lo hago; si yo creo que debo ser bien tratada lo exijo y si yo creo que así como yo otras tantas personas también lo son, entonces mi lucha se vuelve colectiva y es posible que pueda convencer a otras personas. En mi país, mucha gente ha perdido la fe, en todo, porque ha sido muy decepcionada o porque no ha aprendido o no le enseñaron a ser resiliente. En mi país y en muchos otros, muchas mujeres creen que es normal el maltrato y muchas otras desde afuera creen que siguen siendo violentadas porque “les gusta, son masoquistas”, muchos niños y niñas creen que el abuso es la manera en que los aman; muchos y muchas jóvenes no creen que pueden hacer las cosas de otra manera y volcar toda su fuerza en un proyecto de vida que fomente su desarrollo. Lo anterior no obstante es el resultado de la compleja interacción de todo un aparato político y económico que sustenta la miseria y mantiene la violencia –que genera mucho trabajo y dinero- , sumado a una cultura cuya estructura es también violencia y sigue reproduciéndose. Pero en todo también hay cuestiones de decisión personal, de educación, de pautas de crianza y de principios morales. Y que a la postre son los que generan la movilización de conciencia y de las masas que se comprometen con la paz. Es necesario ver, verme y vernos a los ojos, ver las necesidades propias y ajenas, ver las posibilidades y creer que es posible que mis acciones son política y pueden o no contribuir a una cultura de paz.