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Nosotras ¡lo hacemos mejor! de Roberto Ramos-Perea, está completamente protegida bajo la Ley de Derechos de Autor, en Puerto Rico, Estados Unidos y países con relaciones recíprocas. Queda totalmente prohibida su reproducción por medios mecánicos, electrónicos y/ o fotográficos. Los derechos de reproducción, representación profesional o aficionada, cine, radio, televisión, vídeo privado, lectura pública, citas más allá de extensión razonable, así como traducción a idiomas foráneos, son de absoluta propiedad de su autor y/o su sucesores directos o depositarios autorizados y están sujetos a regalías. Para información o petición de derechos debe dirigir correspondencia a Roberto Ramos-Perea a Ediciones Gallo Galante, por conducto del Ateneo Puertorriqueño, Apartado 9021180, San Juan, Puerto Rico, 00902-1180. Tel: 787-721-3877, 787-722-4839, Fax: 787-725-3873. Correo electrónico: [email protected] ó [email protected] © ROBERTO RAMOS-PEREA 2000 Derechos Reservados según la Ley ISBN: 1-881702-07-3 Primera Edición: agosto de 2000. 1,000 ejemplares Ediciones Gallo Galante Santa María #6 Urb. Alemañy Mayagüez, Puerto Rico, 00680. Único agente autorizado para Estados Unidos, y demás países de habla inglesa: Dr. Charles Philip Thomas. 1319 E. Custer Ave. , Oshkosh, Wisconsin. 54901 Tel. (920) 426-1187, 424-4004 Fax: 920-426-1501 Único agente autorizado para Francia, y otros países francófonos: Dra. Irène Sadowska-Guillón. 17, Rue Du Dr. Paul Brousse, 75017 París, Francia Tel. 46.27.46.30 Fax: 46.27.16.08. Representante en España: Sr. D. Joaquín Solana. Librería La Avispa. San Mateo 30. 28004. Madrid, España. Tel.y Fax. 308-0018. Información en Argentina: Fundación Carlos Somigliana. Av, Roque Sáenz Peña 943. (C.P. 1035.) Buenos Aires, República Argentina. Tel. 326-3606.

Nosotras lo hacemos mejor... Monologo para una mujer escrito por un hombre de Roberto Ramos-Perea Personaje:

Teresa Allyson Pérez, 50 años. Escenario: Una silla para un Taller de Crecimiento profesional. Un proyector de laminillas transparentes y un vaso de agua con jarrita. Un puntero de láser.

Acto Único Prólogo: Entra Teresa. Coloca las laminillas, prueba el punterito de Láser. Silencio. Los mira a todos. Mi nombre es... (Pausa.) Mi nombre es Teresa Allyson Pérez. Y soy un hombre. (Pausa.) Lamento mucho empezar así sin anestesia, este nuevo día de diálogo que estoy segura, perdón, seguro, de que puede ser muy productivo para todos. (Saca una libreta de notas.) He titulado mis notas para este Taller de hoy... “Nosotras lo hacemos mejor”. Pero recuerden... soy un hombre. Perdóneme, compañero, pero yo le pongo a mis notas el título que a mi me de la gana. Sobretodo porque ustedes no me consultan el título de las suyas. Las suyas pueden titularse, “¿Quién es esta pendeja?” y yo me lo tendría que calar. No crean que no me enteré de la carta que los hombres de este Taller mandaron a la Gerencia pidiendo un psicólogo varón. Pues la Gerencia los complace, porque yo soy psicólogo y soy un hombre. (Gesto femenino.) ¿Y por qué soy un hombre con los labios pintados, un traje mas o menos sexy y con estos dos asuntitos tan hermosos.... ? Porque los hombres jamás entenderán a las mujeres. Lamento el machismo de la aseveración, pero estamos en Puerto Rico y aquí el machismo es como la envidia: todo el mundo la padece. Es decir que sin machismo, no hay patria y viceversa. Porque aquí hay muchos hombres que quisieran tener como bandera un par de cojoncitos con estrellas.

Lamento, perdón, mi vocabulario tan varonil. Pero los hombres hablamos así, de veras lo lamento por mis compañeras de taller que se les han caído las tetas con esto que acabo de ... perdón, es que nuevamente, esta jodienda del género y el lenguaje. Otra vez. Es que ser hombre es una mierda. Los hombres y su machismo inducen a las mujeres a pensar que siempre son menos a pesar de que las estadísticas dicen que el 45% de la fuerza trabajadora del país lo constituyen las mujeres... si son penepés o populares, depende del cuatrenio, claro. Perdón, es que los hombres solo tienen dos temas en este país: sexo y política. Para los hombres en el sexo y en la política, para estar arriba no es necesario coger por abajo. Y lo único bueno que tiene el sexo es que no tiene contralor, y lo único bueno de la política, es que puedes hacerla sin condones. Pero como les decía, yo no quiero que se piense que odio a los hombres. Solo a algunos. Porque en este país una mujer dice algo a favor de las mujeres y ya por eso es lesbiana. Y eso es culpa de la represión sexual... de nosotros los hombres. Pero vamos a las notas: “Nosotras lo hacemos mejor” ¿Qué es lo que hacemos mejor? Todo. Y con esta frase acabaría el taller si no hubiese que probarla. Un hombre dice algo y nadie duda de que sea verdad, las mujeres lo decimos y tenemos que probarlo. Pero como yo soy hombre, yo digo que las mujeres lo hacen mejor y se acabó la charla. Ese es todo el taller de Hoy. Resumo. La mujeres lo hacen todo mejor que los hombres y como yo soy hombre me lo van a creer y punto. ¿Okey? (Pausa.) Ahora vámonos. (Inicia mutis. Sale un poco mirando al público.) ¿Ven cómo se están portando como hombres? Si todas fuéramos mujeres con los ovarios en nuestro sitio, si todas fuéramos mujeres con una estima alta, con una conciencia clara de nuestro rol en la sociedad... tomaríamos la frase como cierta y nos levantábamos y nos íbamos pa´l carajo de este Taller machista porque a ninguna se le ocurriría negar que somos mejores. Pero como no estamos seguras... Hay que joderse. Perdón. (Regresa.) I. Como pueden suponer. Soy psicóloga. Psico-loga. Eso tiene varias definiciones. La primera, la oficial: Psicología: estudio científico de la conducta y la experiencia y de cómo los seres humanos sienten, piensan, aprenden y conocen para adaptarse al medio que les rodea. ¿Lo entendieron? En chiquito es: Estudio del comportamiento humano. Hay diferentes clases de psicólogos: Psicólogos sociales, jurídicos, industriales, clínicos, transpersonales, animales... yo soy psicóloga social. Los psicólogos sociales nos interesamos por el pensamiento, emociones, deseos y juicios de los individuos, (y algunos animales) así

como por su conducta externa. Los fenómenos psíquicos internos pueden deducirse a partir de ciertas peculiaridades de la conducta y comportamiento externos. Ósea, por como eres por fuera yo averiguo cómo eres por dentro. (Se queda mirando fijamente a alguien). ¡Pobrecito! La investigación ha demostrado que el individuo es influido por los estímulos sociales y todo lo que un individuo experimenta está condicionado en mayor o menor grado por sus contactos sociales. ¿Entendieron? Un carajo, perdón. Vamos de nuevo. La investigación demuestra que la conducta humana es influida -se influye- por lo que le rodea. Pero eso no quiere decir que le echemos la culpa a los demás de las mierdas que nos pasan. -perdón. La clave está en darse cuenta de cómo y por qué la gente hace lo que hace. Bien, hasta ahí la definición oficial. Ahora las definiciones mías. Psicóloga: A mi nadie, NADIE me coge de pendeja. -perdón. Y: Este país necesita mucha gente como yo. ¿Ustedes creían que sabían muchas cosas de la vida? Bullshit. Nadie sabe nada de las pendejadas de la vida, nunca, HASTA QUE SE LAS TIENE QUE CHUPAR. En este Taller Yo les voy a decir lo que es la vida. Vamos a hablar a calzón quitao de porqué las mujeres somos, en la vida, mucho mejores que los hombres y lo que nos hemos tenido que joder para conseguirlo. Y esta vez no voy a pedir perdón. Y para eso tenemos que entender que la mayor influencia que recibe una mujer, ¿de dónde viene? Del hombre. No es mamá, no es abuelita, no es la maestra, no es ni Iris Chacón ni Sor Isolina, -ellas cooperan, sípero son los hombres que pasan por nuestra vida los que determinan mucho de lo que somos. Y la clave para salir triunfantes de nuestras relaciones con los hombres, es saber ser mejor que ellos. Aprender de ellos, estudiarlos, entenderlos, comprenderlos, para luego... para luego... ¡asesinarlos, degollarlos, explotarlos y hacerlos mierda...!- no, no, nada de eso último que dije es verdad, estoy bromeando feo. Los hombres hay que amarlos, respetarlos, ayudarlos para junto con ellos construir un mundo mejor... a pesar de ellos mismos. El primer hombre al que una mujer se enfrenta, es el hombre que duerme con su madre. Ese es el hombre que sentará la tónica de nuestra visión de los demás hombres del mundo. Muchas mujeres buscamos relacionarnos con hombres que sean lo más parecido posible al padre. De hecho, Freud, nombró Complejo de “Electra” a la fijación posesiva y amorosa de las hijas con sus padres. Electra era una chica griega que le pasó eso mismo. No tiene nada que ver con electricidad. El dilemita se resuelve en dos posibles vertientes: o las mujeres aprenden los valores de la vida del padre O... se identifican con los valores de la madre. Nuestro primer sistema de valores es... sino un lío del carajo, -perdón- un sistema bien definido de UNO de los dos. En mi caso, el sistema de valores que influyó mi infancia: el de Papá.

Mi padre como muchos padres de este país y del mundo, era un padre maltratante, abusador, malhablado, para quien mi nombre no era Teresita, sino “bruta”, “retardada”, “puta” -perdón. Desconsiderado, gritón, abusador y obviamente, alcohólico. Digno heredero de nuestro tradicional machismo español mezclado con nuestro machismo militar gringo. Dos machismos de pura raza. Y a pesar de ser todo esto, ¿saben a que se dedicaba? El hacía los querubincitos que van encima de las fuentes de los hoteles. Tenía los dedos largos y una barba poética como de prócer. ¿Cómo un hombre sensible puede ser un troglodita a la misma vez? Mi madre era católica beata y muñocista. Creo que eso es un dato bastante amplio para conocerla. Como les decía, yo aprendí el sistema de valores fijándome en mi padre por una sencilla razón: ERA UN SISTEMA DE VALORES EXITOSO. Con él aprendí que: 1)Los hombres que gritan son obedecidos ipso facto. Al momento. Mi madre tenía dos ángulos de visión: mis ojos y el suelo. Y cuando papi gritaba, ella me miraba y luego miraba el suelo y corría como un ratoncito por toda la casa para obedecerlo rapidito. Mis ojos y el suelo, no más. 2) Los hombres, a pesar de lo mucho que te maltraten, siempre encuentran gente que los quiera. Mi mamá decía que en Puerto Rico sólo había dos hombres buenos: Muñoz Marín y mi papá que era el más justo y sabio de todos. Yo no sé si era masoquismo o qué, lo que si yo no entendí nunca era por qué disfrutaba siendo abusada. Cuando nos quedábamos solas de noche y mi papá andaba con mujeres por cuanto bar había en San Juan.... yo me quedaba mirándola y le preguntaba ¿en qué estás pensando, mami? y ella contestaba “En lo mucho que adoro a tu padre y en lo que sería mi vida sin él.” Wow. Mami me rompía cualquier definición de la palabra “pendeja”. 3) Aprendí que la culpa de todo lo que le pasa a un hombre no es suya sino de los demás. Los nenes chiquitos aprenden esto enseguida: rompen o tumban algo y ellos se te quedan mirando así y te dicen: “se cayó”, “se rompió”... ¿Se rompió solito?. “sí, yo no fui”. Los hombres te dicen lo mismo cuando te rompen el corazón. 4) Mirando a mi padre aprendí que la sensibilidad es debilidad, mariconería. Claro, más tarde aprendí que los hombres poseen una parte femenina que es muy importante para la creatividad. En el interior de cada hombre hay una mujer. A ver, enséñame tu parte femenina. ¿No tienes? ¡Qué pena! No sabes de lo que te estás perdiendo. Cuando se dice que los hombres tienen algo de mujer, se dice como metáfora para explicar la sensibilidad masculina, compañero, no le estoy diciendo maricón. Perdón. Claro, muchos hombres no soportan el ímpetu de la sensibilidad y se vuelven

opresivos como mi padre, que vio su sensibilidad como debilidad y por eso se odió mucho a si mismo. 5) Con mi padre aprendí a odiarme a mi misma. (Pausa larga.) Es una lección horrible que cuesta muchas lágrimas desaprenderla. 6) Con mi padre aprendí que la vida es como ellos dicen. Mi papá era un experto en generalizaciones. Era como un juez. Dictaba sentencias sobre todo. Las mujeres son esto, las mujeres son lo otro... y así de tanto decirlo, mi mamá y yo terminamos por creerlo. Papi se lamentaba de que mami no le hubiera dado un varón. Si hay algo que las mujeres podemos hacer bien, es entender el fracaso. Los hombres no pueden entender porque las cosas no salen como ellos quieren, y se torturan, se envenenan de alcohol y drogas, porque quieren cobrarle a la vida lo que ellos no se dan a si mismos. El fracaso es el único sitio donde les comen el culo a todos los hombres. Y cuando a los 15 años yo me enfrenté a él, con sus mismas palabras, con sus mismos gritos, con su mismo abuso, ya él muy viejo y hecho leña y yo jovencita y lozana... él se asustó mucho del monstruo que había creado -fue el único momento de luz en su vida donde me dijo: “una mujer no hace esas cosas, mija”. Y después se murió de un infarto. Yo traté de ser igual que él. Pero no lo logré- soy mujer. Soy mejor porque aprendí. La lección es clara: Primero: Los padres son hijos de su época. Segundo: Nosotros no somos de la época de nuestros padres. Tercero: Somos mejor que los hombres cuando no imitamos los defectos de nuestro padre. II. Sobre el despertar sexual. Tener un papá troglodita y una madre pendeja -perdón- sumisa, es algo común a muchas mujeres en este país. Así, entre el poder y la sumisión se da mi despertar sexual. Abrirse a la sexualidad en 1962, para una niña puertorriqueña de urbanización es casi una aventura en lo satánico. Sobretodo si tus héroes musicales eran los Beatles. Yo tenía un póster de los Beatles pegado al techo de mi cuarto. Mi primera experiencia sexual era acostarme desnuda, arropadita hasta el cuello mirando el póster. Y cuando los Beatles menos se lo esperaban, fuá... en pelotitas para ellos. Después de esa relación sexual tan salvaje y lujuriosa con los Beattles y en especial con John Lennon, me sentía culpable aunque yo no sabía lo que era el sexo. Mis amigas en la escuela eran todas tan pajuatas que cuando salía el tema todas nos quedábamos mirándonos, rojas como tomates, a ver quién hablaba primero. Marujita, que era la más experimentada de todas, nos juró por su madre que había visto un pipí. Yo los únicos que había visto eran los de los querubincitos.

Pero el pipí que había visto Marujita era el de su primo que ya estaba en la Universidad y ella sin querer lo vio mientras se bañaba. Y con lujo de detalles nos lo describió... lo primero que dijo era que los pipíes eran grandes, largos y caídos, como así de grandes... que tenía la bolsita de viaje colgando, y que tenían peluca. Nosotras considerábamos a Marujita como una maestra sexual. Era la única que había visto en verdad lo que todas simplemente imaginábamos. Un día, esperando que mi madre fuera menos religiosa y más solidaria, le pregunté: -Mami, ¿cómo es un pipí? Y entonces, con su voz bajita, como si siempre estuviera diciendo algo terrible, me dijo: -Es un pecado que tienen los hombres y los hombres son malos. -¿Todos, mami? -Todos, menos tu papá que es un santo y nuestro señor Jesucristo que es el hijo de Dios. -¿ Y por qué los hombres son malos? -Porque quieren enterrarle el pecado a las mujeres. -¿Y a ti, Papi te enterró su pecado? Entonces mi madre se echó a llorar y entendí por qué siempre mi madre me contaba los secretos a medias. Como el de la menstruación. Ya ella me había hablado de unos malditos dolores que le dan a las mujeres todos los meses. ¡Unos dolores...! yo vivía aterrada esperando los dolores... y un día, mientras me bañaba, sin dolor alguno, llegó aquel golpe de sangre. Yo no sabía que hacer, pensé que me estaba muriendo. Mami estaba en la Iglesia y solo estaba Papi en el patio haciendo una fuente. Me enrollé en la toalla y salí corriendo como loca llamándolo... Cuando Papi entró y me vio la sangre bajando por la pierna yo le dije: -Papi, me corté. Y él se rascó la barba y me dijo... - Sí, te cortaste. Cuando llegue tu madre que te ponga una curita. Lo que yo no sabía era que las curitas eran bien grandes e incómodas, que la sangre no pararía en cinco días y que el tajito me iba a durar la mitad de mi vida. A los quince años, los muchachos empiezan a tocar a las muchachas en la escuela.Yo no tenía idea de cómo era el despertar sexual de los hombres entonces. Luego supe que el sexo entre los adolescentes varones es algo así como una obsesión delirante: culo, teta, pipí, tota... dándole vueltas todo el tiempo en la cabeza, culo, teta, pipí, tota... culo, teta, pipí, tota... a algunos la obsesión se les queda fija para toda la vida: culo, culo, culo, culo... -perdón. Había uno que me gustaba más que los demás. Se llamaba Joselito, como el cantante. Tenía los dedos finos y largos igual que mi papá. Porque lo primero que una se da cuenta es que una se busca

novios que sean igualitos al padre. Dios bendiga a Freud que descubrió esa gran verdad que nos pone en ridículo a todas. Bueno, la cosa es que me fijé en los dedos de Joselito. Soñaba con los dedos de Joselito. Soñaba lo que me hacían los dedos de ... y en ese momento de mi vida era importante verme bien. Yo me hubiera suicidado dos veces si Joselito me hubiese dicho que estaba gorda. Un día estábamos en la cafetería de la escuela y yo le pregunté como me veía y él, después de un silencio casi poético en el que yo le entregué mis ansias, mi vida, mi fe y mi corazón entero, me dijo... -Te ves bien. No dormí en una semana. Después de esa maravillosa frase sabía que Joselito sería el hombre mi vida, que nos casaríamos y que tendríamos muchos hijos. Joselito fue mi partner en el quinceañero de Marujita, que lo celebraron en la casa de playa del primo que tenía el... Mami fue conmigo, pero estuvo toda la tarde hablando con el cura y en eso yo me escapé con Joselito para más allá de las piedras. El fue el que insistió... yo sólo dije que sí. Estábamos solos, no había nadie, mas que las olas y nosotros. Shhh, olas que vienen, shhh olas que van.... Y Joselito se me acerca para darme un beso. Y yo le dije... pero me vas a dar un beso, ¿así sin siquiera un poemita? ¿Una frase de amor? Algo romántico... Y entonces el me dijo... -Te ves bien. Y cuando me besó me espetó la lengua hasta la garganta. Entonces, yo sentí algo entre medio asco y medio gusto. Y entonces Joselito empezó a meterme la mano por la falda y yo se la sacaba y el insistía y yo quería y entonces él paraba. Así descubrí que la adolescencia es una gran indecisión que nos dura hasta la vejez. La cosa es que en menos de quince minutos él y yo estábamos desnuditos uno frente al otro en la arena. Y él me dijo: -Te ves bien. Y fue cuando me atreví a mirarle el pipí. No era tan grande como el del primo de Marujita. Era chiquitito y estaba paradito como un soldado. Y yo, como nunca le he tenido a miedo a nada en esta vida, estiré la mano y se lo toqué. El se asustó por aquel derroche de iniciativa, pero qué carajo, -perdón- llevaba toda la adolescencia pensando en eso, ¿cómo iba a dejar pasar la oportunidad de tocarlo? Entonces él me tocó a mi... y después... cerré los ojos. Hay pocas cosas en la vida que yo he podido igualar a ese momento. Ese dolor tan rico, ese ardor tan suave, ese... esa contradicción entre maravilla y miedo... lo cierto es que aquel hombrecito, de quince años como yo, me enterró su pecado. Y a mi me pareció lo más hermoso y lo más terrible. Incluso la sangre no me

asustó. Yo ya suponía que para esa herida no habría curita en el mundo que la sanara. Yo le pregunté con quién él había aprendido y me dijo que con una película en el cine porno de Santurce y que los muchachos hablaban tanto de eso que él ya tenía una idea. No quedamos los dos desnudos mirando al cielo y yo le pregunté: -Joselito, ¿tú me quieres? Y él contestó... -Te ves bien. -Esto va a ser un secreto entre nosotros ¿verdá? -Yo no sé. Si lo hiciste conmigo, lo puedes hacer con cualquiera. -¿Qué? Yo lo hice contigo porque yo te quiero. ¿Cómo te atreves a decir eso? -Las muchachas que se lo dejan hacer son putas. Eso dice mi pai, y es verdá.(Se escucha a John Lennon.) Y se levantó... y se fue. El lunes yo llegué a la escuela sola y entré por el pasillo donde siempre Joselito se reunía con sus amigos. Todos empezaron a mirarme y murmurar. Y Joselito cuando me vio, me viró la cara riéndose. En una hora toda la escuela lo sabía. Mis amigas empezaron a mirarme como si yo fuera la peste. ¡Le había quitado el trono a Marujita! Me di cuenta de lo que pasaba en un segundo y allí mismo, en frente de todos, me le paré delante y le dije... -¿Sabes qué fue lo mejor que me pasó ese día? -¿Qué? -Que me di cuenta de que siempre SIEMPRE seré mejor que tú. Él se quedó callado, todo los chicos mirando a ver lo qué el me iba contestar, entonces él sonrió y me dijo... -Te ves bien. Lecciones a no olvidar nunca: 1.) Tú vales. Por lo tanto, no te entregues a un hombre que no sabe lo que tú vales, aunque te diga que te ves bien, porque es probable que él valga mucho menos como hombre de lo que tú crees que vales como mujer. 2.) Lucha por que tu voluntad y tus decisiones sean tan valiosas y legítimas, como las de cualquier hombre. Y recuerda: somos mejor que los hombres, porque sabemos guardar nuestra intimidad. 3.) No todos los hombres son John Lennon. III. Cómo se llega al matrimonio sin saber qué carajos uno está haciendo, -perdón-. A los veinte años una mujer cree saberlo todo sobre los hombres y cree que puede ser mejor que los hombres en todo y lamentablemente no es así. Pido excusas por esta súbita contradicción que tiene una justificación válida. He dicho desde el principio que las mujeres somos mejores, pero no les dije cuándo éramos mejores. Las

mujeres somos mejores... después de admitir que podemos ser mucho más idiotas que ellos. Hay muchas cosas inverosímiles que las mujeres hacemos para fastidiar nuestras vidas.(Música de los setentas en la UPR, Roy Brown quizá.) Una de ellas es romantizarlo todo. Cuando iba llegando a los veinte, me enfrenté a la Universidad, a los años 70. Yo entré a psicología, porque yo creía que las cosas en el mundo podían arreglarse con un poquito de amor. Pero me tomó mucho aprender que el amor, no es sólo un instante. El primer año me fui a vivir con Roberto. Aquel loco era un verdadero hippie, romántico, vegetariano y soñador. Tenía el pelo hasta la espalda y una barba Castrista. Era un verdadero poeta y hacíamos el amor como cabros sueltos en el monte. Roberto andaba metido en todos los bochinches políticos de la Universidad, FUPI, PIP, MPI, FUR, PSP y el resto del alfabeto socialista. Desde que nos juntamos, el ideal de un Puerto Rico Libre, de una sociedad sin opresores era lo que nos mantenía juntos. ¡Que venga la fuerza de choque! ¡Aquí estamos, Roberto y Teresa contra el mundo! Nuestro amor era tan lindo que asustaba, porque teníamos todos los compromisos del mundo, pero no lo teníamos con nosotros mismos. Muchas veces me pregunté para qué demonios estábamos juntos, además de marchar contra el ROTC y coger macanazos de la policía. Roberto nunca quería planificar nada, todo era “fluir”. “Hay que fluir con el amor, baby”, decía. Y yo le contestaba: “Peace and love, honey” y allí lo seguía yo, fluyendo. Hasta que un día no le fluyó más la poesía. Estaba quemado. Las contradicciones de nuestra generación quemaron los sueños de mucha gente. ¿Cómo podíamos luchar por la libertad y la justicia, cuando estábamos presos en cosas tan triviales como la marihuana, el sexo irresponsable y todo aquello que más que causas, parecían excusas de nuestra debilidad? -Hay que disfrutar la vida, baby. -¿Cuál vida? El tiempo está pasando, ya tengo 24 años. Empecé a rescatarlo de sus borracheras, de las depresiones que le daban cuando Claridad no le publicaba los poemas. Empecé a hostigarlo para que estudiara, pues él estaba en 4to año de Estudios Hispánicos y le faltaba muy poco, así cuando terminara, estaría listo para encontrar un trabajo, comprar una casa y casarnos... ya yo lo tenía todo planeado. El me miró, en medio de uno de sus acostumbrados trips y me dijo... -¿Casarnos... con quién? -Nosotros, idiota. Ya llevamos tres años juntos. Ya quiero ser la esposa del poeta. Tú me quieres, yo te quiero, en la cama somos un huracán, tú me necesitas, yo te necesito... viviremos la pasión de Neruda: “Me gusta cuando callas...”... Una casa en el campo, muchos hijitos. Tú y yo contra la fuerza de choque... como antes.

-¡Ey, con calma, baby! Sólo has dicho dos cosas ciertas. Una: que en la cama somos un huracán y dos: que me gusta cuando te callas. Lo demás te lo inventaste tú, baby. Yo quiero publicar mi libro, es todo lo que quiero para los próximos cuarenta años que me quedan por vivir. Ese es mi sueño y tú no estás en él.(Pausa.) Primera lección: Para un hombre, buen sexo no quiere decir amor. Segunda lección: Cuando decidas ayudar a un hombre, averigua si tú no estás más jodida que él. Perdón. Y tercera lección: Nunca... nunca comprometas a otra persona en tus sueños sin saber si él quiere lo mismo que tú. Esa relación me enseño más que mis cuatro años de psicología, de los que me gradué con honores cuando dejé de soñar que el mundo se arreglaba con un poquito de amor. Salí con algunos hombres aquí y allá, nada fijo. Salía con alguno que me parecía bueno y me decía “este es el hombre de mi vida”, y resultaba que yo solo era “la chica de esa noche”. ¿Por qué vivimos siempre con tantas expectativas falsas? ¿Es que tenemos urgencia de ser rescatadas? Y veía a mis amigas metidas en relaciones enfermizas, justificándolas con un vagón de excusas: “es que ya tengo 29, o 39, o 49...” siempre las edades desesperadas terminan en nueve. Yo creo que mis amigas andaban muy pendientes de gustarles a los hombres, en vez de ver si ellos valían la pena.¿O es que es verdad eso que dicen por ahí de que los hombres buenos están todos casados? Mis años de terapia me hicieron ver que yo tenía debilidad por hombres de gran sensibilidad artística pero frustrados y disfuncionales. Hombres igualitos a mi Papá. Así que decidí esperar por un hombre que no tuviera dedos largos, ni sueños imposibles. Y apareció Rubén. Rubén García Whitaker, 40 años, abogado de la más importante empresa de tarjetas de salud de Puerto Rico, ósea, abogado del Gobierno. Rubén era divorciado, sin hijos, era penepé y fumador empedernido. Ciertamente no era un príncipe azul, debía pesar como 260 libras... no era el hombre de mi vida y no era perfecto. En eso estaba clara, no podía andar buscando al hombre perfecto, ¡porque yo no era perfecta! Cuando salíamos juntos me quedaba mirándolo y me preguntaba ¿qué me gusta de este gordo que ya se estaba quedando calvo y que por su manera de comer y de fumar podía quedarse muerto en cualquier esquina? Odiaba la poesía, jamás lo vi llorar en el cine como a Roberto y resultó ser mucho más comunicativo que Joselito, porque siempre que salíamos me decía “Hoy te ves bien”. Algo andaba mal en mi elección. Había algo que estaba haciendo mal y no me estaba dando cuenta. “La vida es un misterio”, como diría Shakespeare. Nunca pude averiguar que era lo que me gustaba cuando nos paramos frente al

cura católico y nos prometimos amor eterno. ¿Qué estaba esperando a cambio de lo que estaba concediendo? Creo que por ahí empecé a darme cuenta de que el matrimonio puede ser una secuencia imparable de errores y aciertos. El matrimonio puede ser la contradicción misma de todos los términos que de pronto se unen en una sola palabra que lo describe todo, y esa sola palabra es: “¡coño!”. IV. Debo aclarar varios puntos sobre el matrimonio. No se trata de yo decirles aquí si el matrimonio es bueno o malo. Sino explicarles que cada experiencia es única y lo que alguien aprende de ella no se puede aplicar a todos por igual. Lo importante es advertir las trampas de ese camino empresarial y aprender cómo las mujeres pueden salir mejor que los hombres si no cometen los errores que siempre cometen para salir peor. No olviden que Dios hizo primero al hombre y luego a la mujer, ¿por qué? Porque de los errores se aprende. Para darle un poco de movilidad a este Taller de Crecimiento profesional, vamos a hacer unas cuantas preguntas sobre los mitos del matrimonio. Vamos a contestar un “Test” de cierto y falso. Contesten todos a la vez por favor. Primera aseveración: 1.) El matrimonio es para toda la vida. (Espera respuesta.) ¡Falso! Para el cura que casa a uno es fácil decir “hasta que la muerte los separe”, pero después, a uno lo separan cosas mucho más triviales que la muerte... una rubia boba de 20 años, un semental de veintiuno, las cuentas de las tarjetas de crédito, la impotencia y cosas por el estilo. No señores, el matrimonio dura hasta que se acaba. No olviden que para que un matrimonio se separe, basta que sólo una de las partes ya no quiera seguir. Y si uno irrespetuosamente fuerza al otro a quedarse, se puede llegar muy cerca del caos y la violencia doméstica. 2.) Cuando te casas, abres una página nueva en tu vida, por eso no debes NUNCA enterarte del pasado de la persona con la que te estás casando. (Espera respuesta.) Falso. Por miles de razones. Si la persona con la que te casas es divorciada, ¿quién te asegura que no se divorciará de ti por las mismas razones? Para casarse hay que enterarse ¡con pelos y señales!, de la vida de la persona con quien te casas, ANTES de casarte, no después. 3.) En un matrimonio hay que entregarlo todo para alcanzar la felicidad. (Espera respuesta.) ¡Falso! Puedes dar amor, puedes dar tu cuerpo cuando te plazca A TI, puedes ofrecer generosamente algo de tu cuenta bancaria, pero no puedes dar, JAMAS, tu identidad, tu independencia de criterios, tu dignidad personal, tus principios y tu estima propia. Eso no está en el contrato. 4.) En un matrimonio, es el hombre el que siempre decide. (No espera.) ¡Falso! Cuando yo me casé recibí tres consejos de mi madre: no le pelees, obedécelo en todo, y dale hijos. Oséa, TODO

para él. Ser buena para él, obedecerlo a él y darle hijos a él. Porque si no lo haces, ¿qué pasa? Te abandona o se busca una nena de veinte que sea más idiota que tú. ¿A cuenta de qué? ¿De cuando acá la vida le dio al hombre autoridad sobre la mujer? Y alguien dirá: “No, porque la Biblia dice...” La Biblia la escribieron hombres de una cultura muy diferente a la nuestra. Hombres que no sabían lo que eran las capitulaciones, ni los tampones, ni la liberación femenina. Y por el hecho de que sus papeles hayan durado muchos siglos, no quiere decir que nosotras tengamos que ser las sirvientas de su teología. Mujer, cree en el Dios de tu alma, no en el Dios de los hombres porque Dios no tiene sexo. Tenía un amigo machista que decía que si la mujer fuera algo bueno, Dios hubiera tenido una. Además de costarle varios dientes el chistecito, me dejó ver claramente la manipulación que hacen los hombres con Dios y la religión para explotar nuestra culpa y manipularnos. 5.) Hay que casarse para ser feliz. (Espera respuesta.) ¡Falso! La felicidad no es un estado civil. “Sin ti, no soy feliz”, “tu eres mi felicidad”, “¿qué sería de mi vida sin ti?” ¡MIERDA, MIERDA, MIERDA! Quien habla así tiene la autoestima en el culo- con perdón. La felicidad es algo que tienes que buscar dentro de ti, no en otra persona. Yo tengo que confesarles que me creí fielmente lo mitos que hemos analizado aquí. ¿Pero cómo me creí que el matrimonio traía la felicidad, si mis padres eran unos desgraciados? Yo trabajaba con unas amigas en una clínica de Psicología Laboral y fue atendiendo uno de los casos que conocí a Rubén. Yo tenía que hacer el análisis sicológico de un empleado del Capitolio que demandaba al Gobierno por daños mentales -no lo culpo- y Rubén era el abogado del gobierno. Nos vimos casi todos los días por un mes entero. Una no se acostumbra a sonreír en el trabajo y él, que no sonreía, aquel día lo hizo y a mi me pareció... “nice”. Empezó a fijarse en mi manera de trabajar, en mi empuje. Y el empleado, gracias a mi análisis psicológico ¡le ganó su demanda al gobierno! En todas las reuniones que tuvimos sobre el caso, me pasaba mirándolo a los ojos buscando su aprobación. Yo decía una oración y el asentía, encogiendo los labios y cerrando los ojos; yo hacía algo realmente bueno y él... (hace el gesto.). Lo hizo muchas veces y yo me creí que era una maravilla. “¿Estuve bien hoy?” Le pregunté. Y él... (hace el gesto.). Yo inmediatamente pensé, “Teresita, no busques más, la felicidad es que te acepten. Así que cásate con este gordo cardiaco y serás “feliz”. Cuando pasé por el pasillo de la Iglesia, allí estaba mi madre llorando, hecha mierda de felicidad la pobrecita. Le estaba dando el gusto de su vida. La nena, después que había corrido hasta de capota, ahora se casaba de blanco y en El Condado... nada menos. Se me había acabado “La Vida Loca”.

La cosa es que ya casada, luna de miel cumplida, los primeros meses que siempre son de mantequilla... me senté en medio de la sala y me dije. Soy feliz. Lo dije duro para ver si me lo creía. “Soy feliz”. ¡SOY UNA MUJER CASADA Y SOY FELIZ!”. Un eco en la lejanía... iz, iz, iz, iz.... Rubén, el gordo, calvo, descortés y fumador, era mi felicidad. El lo hacía todo, administraba el dinero de la casa, decidía sobre todo y me pidió -con algún énfasis- que dejara de trabajar y yo acepté. Todo era perfecto como una película de Disney. La bella y la Bestia. ¡Qué lindo! Hasta que empecé a conocer a Rubén y a preguntarle por su pasado. Por que ver a la otra persona desnuda y bañarse con ella no es conocerla. Rubén guardaba muchos secretos para mi, como por ejemplo, que todavía se llamaba con la ex. Cuando me enteré a través de su lista de llamadas del celular me di cuenta de que pasaba largas horas hablando con ella, y a costa del Gobierno además. Lo obligué a sentarse en frente de mi en la sala y con toda mi amorosidad terapéutica le dije: Yo no sé nada sobre tu pasado. ¿podrías contarme por qué se divorciaron tú y tu ex esposa? -¿Y a ti que carajo te importa? En las discusiones que se van de la mano es que uno demuestra cuán superior es una mujer a un hombre, porque los hombres y las mujeres escuchamos lo que nos conviene. Vean: - Mi amor, ¿pero por qué tienes que ponerte tan agresivo? ¿Y qué está entendiendo él? Que yo le estoy diciendo que es un hijo de.... -perdón. Y él contesta: -A mi no me vengas con tu mierda psicológica. ¿Y que estoy entendiendo yo? Que saber psicología es una mierda porque no la puedes usar con la gente que quieres. Y me repongo y le digo: -Rubén, ten confianza en mi. -Yo no tengo que tener confianza en ti. Tu eres mi esposa, me obedeces y se acabó. Lo que yo hago de esa puerta pa’ fuera, es mi vida y no te metas. Y yo, con toda mi santa calma le digo: -¿Y yo, Rubén, puedo hacer una vida en la que tú no te metas? Y él me dijo: -¡Coño, a la verdad que ustedes la mujeres se creen que uno es un pendejo! ¿Te creerás que yo te voy a permitir hacer lo que a ti te dé la gana? “Ustedes las mujeres...” “te voy a permitir...” “lo que a ti te de la gana...”, ¡qué cojo...!, perdón. En las discusiones que se van de la mano también uno demuestra cuánto la puede cagar cuando se deja enganchar en el caballito de los hombres. -¡Pues si no me dices, lo voy a averiguar! -¡Atrévete y vas a ver lo que te va a pasar! -¿Qué me vas a hacer?

-¡Me voy a ir pa’l carajo y no me vas a ver ni un pelo jamás en tu vida! Ahí fue que me cagué -perdón. La psicología se me fue al carajo. Era una amenaza seria. Se iba. Me dejaba sola. ¡Pánico! Una cosa era pelear y otra era quedarse sola y no verle nunca más... la panza, porque pelos no tenía. Pero yo no podía más con mi ansiedad y decidí ir a ver a la ex. Quiero que sepan las mujeres algo que es muy importante decir en este momento: no son los hombres nuestros peores enemigos. Muchas veces, el peor enemigo de una mujer, es... ¿quién? Otra mujer, muy bien. Esto avergüenza decirlo, pero es así. La falta de solidaridad entre nosotras es apabullante. SOLIDARIDAD. Chicas, repitan conmigo. SOLIDARIDAD. Solidaridad es no seducir al compañero de otra. Solidaridad es no fastidiar la carrera o el empleo de otra. Solidaridad es respetar las ambiciones y deseos de otra. Las mujeres estamos bastante jodidas en este mundo machista para encima tener que defendernos de nosotras mismas. SOLIDARIDAD. Estar juntas y unidas en el propósito común de hacer de este un mundo mejor... a pesar de los hombres. Pero la ex de Rubén no había cogido este taller. Y allí estábamos, ella y yo, en su oficina. Ella tomándose un café y fumando y yo con mi cartera al hombro como Petunia. Ella era abogada también, así que yo me dije, si la miras mal, te demanda. -Buenas, licenciada, soy la esposa de Rubén... -¿Qué le hizo usted a Rubencito? No sé que me encabronó más -perdón. Si el “que le hizo usted” o el “Rubencito”.La cosa es que le expliqué con toda mi santa calma que la situación me estaba afectando, que a mi no me parecía bien que ella estuviera... quiero que sepan que en todo momento me porté como una dama, como una profesional, yo no llegué allí con un revolver y se lo vacié encima como hacen los hombres cuando descubren alguna infidelidad de su mujer... no, esa lección ya la había aprendido cuando dejé de ser hombre. Entonces ella, echándose hacia al frente en su escritorio me contestó: -Lo único que voy a decirle es que Rubén puede llamarme cuando quiera, cuando le dé la gana y yo siempre... SIEMPRE le voy a coger el teléfono y aprende esto, muchachita, el teléfono no es lo único a lo que yo le cojo a Rubencito. Tienes que vivir con eso, darling. ...y el café que tenía sobre su escritorio... empezó a rodarle por la cara... Cuando llegué a la casa, Rubén me estaba esperando -ya sabía todo, obviamente- y empezó a gritarme como un loco que como me atreví, que echarle un café por la cabeza a su pobre ex mujer era un insulto, que la había ofendido a ella y a él... que quién yo me creía que

era... y yo... Y YO... empecé a llorar. No sé por qué, pero empecé a llorar ¡y a pedirle perdón! (Pausa, sonríe incrédula) Perdonen que haga esta pausa, pero ¿no les pasa que cuando una recuerda las estupideces que una ha hecho en el pasado... una se queda como estúpida en el presente? Pero lo peor no viene todavía. (Rápido) Me siento en la sala, lo miro... el empieza a cogerme pena, yo lloro más, empiezo a preparar mi discursito y le pregunto: -Mi amor, ¿por qué me haces esto?, ¡a mi! que te amo tanto. ¿Por qué me eres infiel? Mira, yo soy capaz de perdonarte, los hombres, yo sé, tienen debilidades, confusiones, el climaterio y eso... pero tienes que comprometerte conmigo a que no la vas a ver más, por favor. ¡Salvemos nuestro matrimonio! Y ya esto me estaba pareciendo novela mejicana cuando él me dice... -Mira Teresita, lo que pasa es que yo... yo... no la puedo dejar, ni dejarte a ti tampoco... porque yo... yo las quiero igual a las dos. (Pausa.) Ustedes son como mis dos brazos, tú el izquierdo y ella el derecho. No puedo vivir sin las dos. Pude haberlo dejado manco, pero no lo hice. Me di cuenta de que llorar no me resolvía, de que manipularlo tampoco, y de que él no iba a hacer nada para cambiar la situación por más que me lo prometiera y por más dispuesta que yo estuviera a perdonarlo. Porque aquí hay otro mito del que hay que hablar justo en este momento: LOS HOMBRES NO CAMBIAN. No importa cuánto te prometa cambiar, no importa que te jure de rodillas que va a ser diferente si le das una oportunidad, ¡MIERDA!... puedes darle cien mil oportunidades y NO CAMBIAN. Nosotras sí cambiamos, ellos no. Nosotras, de mujeres listas y de alta estima, nos volvemos pendejas y sumisas cuando nos ataca el miedo de ser abandonadas. A los hombres les es muy cómodo ser como son, como han elegido ser. Por que ellos sí pueden elegir ser como quieran y por eso eligen NO CAMBIAR. Mujeres, no crean, NUNCA que un hombre puede cambiar. La única manera de un hombre cambiar una conducta disfuncional es sometiéndose a tratamiento sicológico. Si no se sienta frente al profesional de la salud mental, si no da el primer paso, SUS PROMESAS NO VALEN UN CARAJO. Pero Dios nos libre de sugerirle a un hombre que vaya a un psicólogo. -¡Yo no estoy loco! Yo las quiero a las dos igual, eso no es estar loco. Eso es ser muy... amoroso... y eso no es ninguna enfermedad mental. (Pausa.) Así que yo tenía que decidir entre aceptar que él siguiera viendo a su ex y viviera conmigo, o que él se fuera “for good and for ever”.

¿Saben ustedes cuántas mujeres en este país se enfrentan a esta decisión día tras día? ¿La decisión de aceptar la infidelidad de sus maridos como algo normal con tal de no quedarse solas? Cientos, coño, cientos de mujeres cuya autoestima y dignidad personal anda por el suelo, que se sienten como basura y que son dependientes crónicas de hombres miserables. Yo me senté al borde de la cama y me dije: “Esto se jodió”. Y así, de un golpe, cambié la escala de valores de papá a la escala de valores de mamá. Lo acepté todo. Preferí ser una mujer engañada a ser una mujer sola. (Pausa.) Lo sé, sé que fue una cagada soberana... pero yo sólo trato de probarles por qué las mujeres somos mejores. ¡Qué buenas somos que aceptamos esta clase de tratos, tratos que ningún hombre aceptaría jamás si el asunto fuera viceversa...! Cada vez que él llegaba a la casa yo empezaba a llorar. Lloraba en la cocina picando cebolla, en el baño, en la cama, lloraba todo el tiempo... para que se sintiera como mierda. Me sabía al dedillo mi papel de víctima. Hasta que él no pudo más y se fue. Me dijo que se iría a un apartamentito que tenía (¡otro secretito!), que no me preocupara que él me pagaría todo. Yo me paré en la puerta, le supliqué de rodillas .. “¡no te vayas, por favor, no te vayas, no me dejes sola! ¡Haz lo que quieras, pero no me dejes.” Dios mío, qué mal estaba. El se fue de todas maneras, pero... a los dos o tres días me empezó a llamar, a ver si yo estaba bien. Yo cría que él iba a volver... y me dijo: “Es que necesito tiempo para pensar... necesito espacio”. Hasta que un día, Rubén con su vocecita de “mama´s boy” me pidió que lo invitara a comer. Yo no supe que decirle y me quedé en el teléfono... eh, eh, eh... “Llego a las ocho, mamita”. A las cinco ya yo lo tenía todo preparado... la cena con dos velitas, la musiquita, una ropita sexy... ¿Pero no se dan cuenta de lo que estaba tratando de hacer? ¡Y cuando mi feminista interior me decía, “mándalo al carajo!” Otra voz contestaba... “¡Pero es que yo lo quiero!” Y entonces mami me dijo: “¡Hija, una mujer hace lo que sea para salvar su matrimonio!” ¿Era eso verdad? ¿Tiene una mujer que hacer lo que sea para que su marido canalla se quede con ella? ¿Cierto o Falso? ¡FALSO, coño! Por que lo que sea no puede incluir ser una jodida estúpida sin amor propio. (Musiquita sexy de cita nocturnal) Rubén llegó a las siete y 59. Todo muy amable, muy nice. -¿Todo bien? -(Hace el gesto) -¿El trabajo? -(Hace el gesto) -¿Y tu ex? -Ahí.

-¿Te gustó la comida? -Buena. ¿Y tú? -Bien. Estoy volver a la clínica. -Yo te dije que...-Okey. No trabajo. En el fondo, lo que Rubén hacía al darme todo el dinero que yo necesitara, era pagar su culpa de haberme dejado sola. (Bajan las luces) Y yo me dije a mi misma: “Si se queda esta noche, se queda para siempre. Y si no... yo haré lo que sea para que se quede. ¡LO QUE SEA!” (Bajan las luces) Y entre los dos se dio lo que se supone que se da después de las velitas y la comida y la musiquita... el me preguntó si yo estaba cuidándome, yo le dije que sí. Que no se preocupara... y él no se preocupó de averiguar si era cierto... y pues... me enterró su pecado sin ninguna preocupación. Pero no se quedó. Se volvió a ir por la mañana. Yo lo vi montarse en el carro mientras... hablaba por su celular. Y me tiré en la cama, mirando el techo, sin hacer nada, sin pensar en nada... paralizada de pánico porque le había mentido, le había dicho la peor mentira que se puede decir para atrapar a un hombre... y en mi vientre de 34 años, empezó a crecer la víctima real e inocente de mi más grande estupidez. V. Vamos de inmediato a pasar a un capítulo interesante. Las diferentes caras que pone un hombre cuando una le dice que está preñada de él. 1) Primera cara: la cara cromañónica: “Mi amor, ES POSITIVO. Estoy en cinta de ti”. “¿eh?... eh... ¿ajá?...ah... um... uj... je... iii...Umm. Jum. ah...” 2) La cara del chota, por que lo dice todo. (Muerto de miedo.) ¿Un bebé? Qué bueno. Pues... un bebé. Fíjate... qué cosa- Qué chévere. Estoy... bien contento. Sí. 3) La cara de Fiscal del pueblo: ¿Un bebé? ¿Y cómo fue? ¿Y es de verdá? ¿Estás segura? ¿Y qué fue lo que pasó? ¿Cuándo fue? Pero... ¿Y tú no estabas cuidándote? ¿Cómo es posible?... ¿Y es mío? ¿Estás segura? 4) El atónito: (Cara de falso asombro simpático.) “¿Y por qué no me lo dijiste antes?” ¿Antes de qué? ¿Antes de preñarme, imbécil? 5) La cara porcina (porcino viene de puerco): -¡¿QUE?! Eso no es mío... -Sí es tuyo. -¿Y cómo yo lo sé? -Yo lo sé. -Tú no me consultaste. -Tú tampoco a mi.

-¿Y es mío completo? 6) La cara del paracaidista: ¡Coño, un bebé! Coño, un bebé. Coño, un bebé. Coño, ¿un bebé? Cuando Rubén lo supo, fue una mezcla de todas ellas: “¿Ah? ¿Un qué? Pero... ¿Un bebé? Jum. Qué cosa... ea, rayos... coño. ¿Es mío?” Cuando un hombre le pregunta a una mujer si el hijo que va a tener es suyo, la mujer INMEDIATAMENTE siente que le han dicho puta. ¡Claro que era suyo! Yo no había estado con nadie más desde que lo conocí. Las mujeres somos mejores porque cuando queremos serlo, somos fieles hasta el delirio. Yo admito -ahora que han pasado quince años- que aquel momento de mi vida fue uno de los más confusos. Le había mentido a Rubén. Creía que teniendo un hijo de él iba a conseguir que volviera. Total, la ex nunca le dio un hijo, así que yo creí que podía llenar ese vacío en su vida. Idiota yo, que pensé que TODOS los hombres tienen ESE vacío. No es verdad, hay hombres que satisfacen sus sentimientos paternales queriendo ser “papás” de las mujeres que conquistan. -Mira Teresita... te voy a dar un consejo. Yo creo que lo mejor es que tú... bueno... es una sugerencia... así nos evitamos problemas los dos. Yo no te quiero imponer nada, pero es que yo, no sé si estoy preparado para esto, yo... El quería que yo... En este momento preciso fue cuando Rubén desapareció. (Honda y sincera.) Hay hombres que se van cuando una más los necesita. Los hombres se van. Cuando no quieren asumir responsabilidad, se van, nos dejan tiradas, como basura. ¡Pero LOS VERDADEROS HOMBRES NO SE VAN! ¡NO SE VAN! ¡Se quedan, a enfrentar lo que sea como hombres, como hombres de verdad! Porque no importa lo que haya pasado esa noche... ¡esto no se hizo solo! Lo hicimos los dos. Y si su mejor manera de asumir la responsabilidad de lo que hicimos era huir... yo tenía que hacer algo mejor que él, porque yo... en ese momento, fue que entendí que era MUCHO MEJOR que él, yo, y todas las mujeres que han tomado esta decisión antes de mi. Porque nosotras lo hacemos mejor, LO HACEMOS MEJOR y por eso yo decidí TENER A MI HIJO. Tenerlo yo, sin él, sin su ayuda, y con el seguro propósito de no cogerle ni un solo centavo ni de verle la cara NUNCA MAS.**************************************** Yo no quiero negar el derecho que una mujer tiene sobre su cuerpo y el derecho que tiene a tomar sus decisiones sobre la vida o la muerte de lo que lleva en su vientre. Eso es muy complicado y corresponde a cada quien según su circunstancia. Sobre esto no podemos generalizar ni ser intolerantes. Lo que sí no puedo soportar es que una mujer lo haga porque un hombre se lo pida.

Yo no hubiera hecho jamás lo que Rubén me pidió si no hubiera querido, punto. Y yo no quería. Así que bienvenida sea mi barriguita. Y así llegó uno de los momentos que toda mujer espera, el primer sonograma. Me pusieron la cremita fría en la panza y el aparato empezó a enseñarme una figurita extraña que se movía rapidito y agitadita y fue cuando el doctor dijo: ¿adivinen qué? Éramos muchas y parió la abuela. Una niña a la que había que enseñar a ser mejor. Y ese mismo día... sonó el teléfono. -Hola, soy yo. Ahora llamaba el hijo de pu... Le enganché el teléfono 700 veces. -¿Pero es que no te das cuenta de que no quiero verte más? -Tienes un hijo mío. -Hija. -Uj... je... ¿nena?... ah... bue... okey... ni modo. -¿Cómo que ni modo? -Pues... uno siempre sueña con un nene. -¿Por qué no te vas... -Quiero que hablemos. -Hablar qué. -Yo... quiero volver. -¿Qué? -Quiero volver contigo. Quiero que criemos al nene, digo a la nena... juntos. -¿Y tu ex? -Ella... pues... se fue. -Ah. Estás solito en el mundo y necesitas a mamita. -Te recuerdo que tú y yo no nos hemos divorciado todavía. -Mira como tiemblo. -Piénsalo, Teresita. Yo te amo. Estoy dispuesto a cambiar. Quiero volver contigo. Ya tengo 50 años. Espero que me des una oportunidad. Mi hija nació bien, preciosa como un huracancito de rocío, como una amapola cerradita, era una lloviznita de amor... y cuando vi por primera vez su culero cagadito, me dije a mi misma que la vida jamás volvería a ser igual. Que el verdadero feminismo está en criar a la mujer como mujer, educarla, darle estima, valores, dignidad, honor, respeto por sí misma... esas palabras que tanto usan los hombres sin saber qué rayos significan. Honrar a la mujer que llevamos dentro, y a la que sale de nuestras entrañas. Mi nena tiene ya quince años. Está aquí hoy conmigo, por allá atrás. Un beso, mamita, perdona las malas palabras, herencia de tu abuelo, tú ya me conoces. Su novio se llama... Joselito. Y ya está advertida de lo que hace un pipí. (Pausa.) Rubén empezó a seducir a Mami con su nuevo papel de papá preocupado y Mami, alcahueta como siempre, abogando por él... y les confieso que a mi, poco a poco se me fue quitando el coraje y ya no sólo venía los sábados a ver la nena, sino también el viernes, el

jueves... Los domingos, Mami iba a ver a tía a Ponce y él... pues... (Muy tímida) Se quedaba. El primer día se quedó en el sofá y después... pues... ¡es que yo no sé!. Las mujeres estamos tan llenas de contradicciones. ¿Estaba cambiando de verdad? ¿Se merecía esta oportunidad? ¿Por qué le creemos a los hombres cuando suplican? -“Yo te quiero Teresita, a ti, a la nena, a tu mami. Ustedes son mi familia. Perdóname”. (Pausa.) Okey, Rubén. Tráete tus cosas. Te perdono. (Pausa.) Lo sé... estas cosas pasan. (Pausa.) ¡Estas cosas le pasan a las pendejas como yo! Hay un refrán americano muy sabio que dice: mujer, no te tires a la piscina vacía porque un hombre te dijo que el agua iba a aparecer. Y yo me tiré. Otra vez. Somos tan codependientes. En menos de un mes ya le estaba arreglando a Rubén la corbata por las mañanas para ir a su trabajo como una buena esposita. Así estuvimos casi cuatro años en que todo iba más o menos bien, hasta que de pronto... EL MALDITO CELULAR. Se los dije: los hombres, si no van a terapia, NO CAMBIAN. La ex se había dejado del fulano con quien estaba y había vuelto a llamar a “Rubencito”. -“Teresita, es que yo... necesito espacio. Necesito tiempo... estoy confundido”... -¡Lárgate ahora mismo de esta casa! Y mañana mismo nos vamos a divorciar. -¡Yo no me voy a divorciar! ¿Tu no entiendes que yo las quiero a las dos!... -¿A cuáles dos? -Eh... ah... yo... ehEs momento de traer a colación las cuatro mier-- perdón, los tres mitos más importantes sobre el divorcio. Test: cierto o falso. 1) Primera pendejada: Los divorcios son perjudiciales para los niños. (Pausa.) Coño, cierto. Ningún rompimiento es bueno y ya luego de cuatro años los niños empiezan a necesitar a los padres de una forma insustituible. Digo, puede llegar cualquier otro hombre, pero nunca es lo mismo. Así que si se va a divorciar, piense en ellos y busque la manera -no de evitar un dolor- sino de hacerlo menos traumático. 2) Segunda pendejada: Una mujer se debe quedar en el matrimonio y aguantar todas las barbaridades que un hombre le haga para que los hijos no sufran. ¿Cierto o falso? ¡FALSO! (Pausa.) ¿A cuenta de qué? ¿Puede ser buena madre una mujer abusada por su marido? Pero el problema del divorcio es quedarse en sus juegos de codependencia, el sí pero no, el vete pero no te vayas, la humillación, la agresión física, la mutilación de la dignidad humana.... Juegos peligrosos donde cada uno está dispuesto a perder lo más noble de su carácter con tal de ver al otro vencido y humillado. Porque un

matrimonio que se unió con la bendición amorosa de una religión y de un Dios, puede llegar a la pesadilla del asesinato pasional. Y de esos hemos tenido muchos ya. 3) El divorcio es una venganza donde debe pagar el que más hizo sufrir. ¿Cierto o falso? (Pausa.) Depende. El divorcio puede ser la solución más civilizada para la barbarie de un desamor. ¿Por qué no controlar los arrebatos de nuestro ego herido y nos divorciamos con la misma dignidad que nos casamos? Porque sentimos que nos han robado algo que nos pertenecía. ¿Pero de veras nos pertenece un esposo, una esposa? ¿Nos pueden robar algo que no es nuestro? Por eso las separaciones son luctuosas, porque algo que habíamos construido se muere, y si otra se lo lleva, somos capaces de maldecir al mismo género al que pertenecemos. (Se va entusiasmando en coraje.) Hay mujeres que nos divorciamos con la sangre bajándonos por la boca. Nos encantan los divorcios caníbales, manipulamos con la idea... ¡que sí te lo doy, que no te lo doy!... que no te lo voy a dar para que te vayas con esa puta... que tú verás, que te voy a dejar en la calle... y nos buscamos a esta abogada ultrahembrista - de esas que castran por cien pesos- que esté dispuesta a dejarlos en calzoncillos para que paguen por todo lo que nos hizo. Es más, quisiéramos mandarlo a la cárcel, a que lo violen quince o veinte de los molletos esos que hay allí, por hijo de.... (Pausa. Transición.) ...pero si lo mandamos a la cárcel, ¿quién nos paga la pensión? 4) La culpa de un divorcio la tiene siempre otra mujer. (No espera) “Esa puta... ¡porque sólo una cualquiera se mete con un hombre casado!” (Pausa.) Ups. Solidaridad, compañera. Usted no sabe cuándo puede ser usted la amante de un hombre casado. Y usted dirá: ¡Yo! JAMÁS, ¡primero muerta que ser amante de un hombre casado! Según estadísticas de una encuesta reciente realizada por la UPR, casi un 60% de las mujeres puertorriqueñas han tenido experiencias íntimas con hombres casados o comprometidos en otras relaciones. ¡6 de cada 10! Y el 48% de ellas alega que no lo supieron hasta después de un mes de relaciones. Y es probable que sea verdad. Los hombres son muy hábiles para mantener oculta una relación. Ya casi ninguno usa el aro de matrimonio. No llevan fotos familiares en la cartera, dejan el beeper en el carro, apagan los celulares. Nunca te dan el teléfono de su casa y te dicen cándidamente: “es no han puesto los postes, esa telefónica, desde que la vendieron es una mierda... mejor llámame al celular”. Son expertos en evasivas, en contestaciones nebulosas, en armar bien la mentira de una doble vida. La que más me gusta es cuando tú le preguntas si son casados y ellos te dicen: “Me estoy separando.” Tengo una compañera psicóloga en la clínica que tiene un amante casado que le dice: “este verano me divorcio”. Lleva quince veranos divorciándose.

5) Quinto y último mito del divorcio. Un divorcio nunca es culpa nuestra. ¿Cierto o falso? (Espera reacción.) Obviamente es falso porque los divorcios como los embarazos, se hacen entre dos. Así que lo mejor es que usted acepte cuál es la parte de su culpa y deje de estar quejándose y noñeando con que la vida es injusta y los hombres son malos. Muchos hombres son malos, sí, y las mujeres que se juntan con ellos son unas pendejas. “La vida es injusta, la sociedad me oprime, las cosas son así, qué se le va hacer...” Nadie dijo que la vida era justa, pero usted puede vivirla con justicia para usted y para los demás y no es justo que usted sea una pendeja. La sociedad oprime, sí, es verdad. Pero usted puede liberarse de esa opresión si vive menos con la sociedad y más con usted misma. “Las cosas son así...” No. Las cosas no son así. La verdadera razón de por qué las mujeres somos mejores es porque aceptamos que las cosas no son así... que todo puede cambiar si hacemos las cosas como manda nuestra voluntad de superarnos y de ser cada vez menos dependientes de los hombres. Ni la vida, ni los hombres son un castigo. Finalmente, después de años de peleas, Rubén y yo nos divorciamos. Ya me daba pena su indecisión. Me divorcio, no me divorcio. Me dio mucha pena la mía también y me odié mucho por eso. Pero finalmente: libre como cabrito suelto. Hasta que empezó a llamarme al celular. Que cómo estaba, que si le daba una oportunidad, que si quería salir con él... Y yo llevo mucho tiempo pensando qué es lo que le voy a contestar, a dónde lo voy a mandar la próxima vez que se atreva a llamarme. (Suena el celular.) Ese es Rubén. Lo sé porque cuando el timbre suena desesperadito... es él. Con permiso. (Saca el celular de la cartera.) Aló... (Gesto. Luego al público.) Es Rubén. Sí, dime. ¿Qué? ¿Otra oportunidad? ¿Que quieres volver conmigo? Mira, papi, yo estoy aquí con unos amigos que te van a contestar por mí. (A la una a las dos y a las tres...) (Pone el celular hacia el público y los estimula a que griten.) ¡Vete al carajo!

VI. Los seductores y el amor a los 50. Mami se despidó suavecito, acariciándome la cara. Yo no sabía que decirle mientras la pobrecita, envuelta en tubos y sueros, me obsequiaba con la más brillante sonrisa que le haya visto en toda su vida. La verdadera mami, justo en el momento de irse, me miraba y me decía, “sé feliz”. Hay mujeres que aprenden en silencio la lección de la femineidad. Es probable que mi madre sumisa y boba, como siempre la

vi, hubiera aprendido la lección mejor que nadie, pero nunca la pudo poner en práctica, ni su época ni mi padre la ayudaron en nada. Pero yo sabía que había en su interior la suavidad de una tormenta indetenible, que se fortalecía en la belleza de dar. A esa entereza de vivir y ser para amar y ser amada, a esa virtud a prueba de reproche, a ese honor que es compromiso, seguridad y limpia pasión... a eso le llamo yo, lo femenino y no me importa como mi madre hubiera sido conmigo, yo se lo reconocía porque lo sentía igual. Ser hondamente, auténticamente mujer. Es un misterioso lenguaje que no puedo explicar, y menos ante hombres. Mirando a hija llorar por la muerte de su adorada abuela, vi en sus lágrimas la prolongación infinita de tantas cosas maravillosas. Nada se muere realmente. Nos han dado muchas vidas para enmedar nuestros mil y un desaciertos. Y no las aprovechamos. Repetimos los errores, caemos con la misma piedra y el camino se extiende largo dificil, hasta que se aprende. Ahora somos la nena y yo. Y ella, ya prevendida sobre depresiones y tristezas me dice un día, “¿Por qué no sales con tus amigas? ¿Por qué no conoces otro hombre? ¡Enamorate de nuevo! Date otra oportunidad de equivocarte.” Sabia la nena, ¡qué cosa es la vida si no es caer y levantarse! Pero volver a caer con otro hombre después de Rubén... ¡Ya tengo 50 y estoy llena de manías! ...de imaginarlo se me pone la carne de gallina. Mi desencanto de los hombres se me convirtió en paranoia. Hemingway decía que los escritores tienen en su cabeza un detector de mierda que les ayuda a reconocer cuando lo que leen vale o no vale. Yo creo que las mujeres deberíamos tener un detector así. Un detector que nos ayude a darnos cuenta de la cantidad de mierda que nos hablan los hombres -con perdón. Porque fíjense, mujeres, las experiencias de la vida con los hombres que eufemísticamente llamamos “experiencias del pasado”deben servrinos para aprender algo de ellos. La clave está en separarse lo suficiente para darse cuenta y sanarse de las adicciones a que estamos sometidas. La peor de todas, como ya les he dicho es al romance y como somos débiles a ese dulce, los hombres se aprovechan de eso y lo alimentan. A esos hombres se les llama “seductores”, porque seducen con infinidad de actos teatrales y palabras rebuscadas con las que caemos como palomitas. Para darse cuenta de su acto, hay que hacer con ellos como uno hace cuando ve un acto de magia: buscarle cómo lo hace, tratar de atrapar el truco. NO CREER LA ILUSION, sino prender el detector de mierda, mirarlo a los ojos y escuchar con atención: porque en algún momento se le va a olvidar el papelito y entonces... ese es el momento de salir corriendo. Pero si usted está vulnerable, deprimida, sola y se cree el cuento... yo le aseguro que usted los coleccionará, para desgracia suya.

Yo seguí el consejo de la nena y salí varias veces con las chicas de la Clínica a varios pub y bares de San Juan a ver si encontraba un hombre que valiera la pena. ¡ERROR! El detector de mierda empezó a sonar. Si uno quiere conocer a un hombre que valga la pena, el sitio menos indicado para encontrarlo es un PUB. Los hombres que usted encuentre serán iguales a los sitios dónde se los encuentra. Usted quiere un bebedor embustero, casado y seductor, vaya a un pub. Usted quiere un intelectual o un pendejo sensible, conózcalo en una librería, o en cinearte o en el teatro. Usted quiere un semental bruto, vaya a un gimnasio o a la playa. Usted quiere un hombre dominante y gritón que le enderece su vida, salga con su Jefe o métase a la Guardia Nacional. Así es la vida, honey. Pero sea inteligente, no vaya a los hombres a ofrecérseles como mercancía barata. No se siente en una barra, trago en mano y ponga cara de “aquí estoy, triste y sola y necesito un hombre para esta noche”, no... mierda... no sea carne fácil, coja usted la escopeta y vaya a cazarlos con astucia femenina. Pero ojo. Hay algunas presas que hay que evitar. Yo he identificado cinco clases de seductores profesionales de las que todas debemos huir: 1) El bohemio. Es el tipo romántico que toca güitarra, recita a Neruda, es poeta, independentista y se sabe todas las canciones de la vellonera y te las canta todas en una noche. Y tú te crees que la letra de las canciones te las está diciendo él y te vas a la cama, no con el bohemio, sino con el autor de las canciones, y por la mañana te das cuenta de que no eran los mismos tipos. 2) El Liberado sexual te dice... “Vive el momento. Vive el presente. Mañana... quizá no habrá mañana. Qué importan nuestros nombres si podemos ofrecernos un poco de felicidad. Yo no necesito tu teléfono, sólo te necesito a tí.” Y si tú vives pensando en el momento, asegúrate que el momento no se te extienda por el resto de tu vida. 3) El intelectual interesante. Ese ha leído mucho y sabe de todo. Es un comprometido con todas las causas y sabe enredarte en el lenguaje intelectual para llevarte a la cama. Y tú como estás debil piensas que te has ido a la cama con Einstein y los sigues venerando después que te ha dicho que eres “inane, paradigmática y prescindible”, o séa, bruta, común e inútil y que lo único que el hizo fue “incesarte ontológicamente” toda la noche y ya, o sea comerte el coco con pendejadas. 4) El empresario exitoso. Ese sabe que tú lo necesitas. Te habla de la empresa, de lo mucho que tiene, de los negocios que ha hecho en el día y tiene el mundo a sus pies y está dispuesto a ponértelo a tu disposición por una noche de salvaje lujuria. Es decir, está dispuesto a comprarte por que él sabe que todo tiene un precio en esta vida. No te vendas. 5) El deprimido. “Estoy desesperado. Mi casa es un infierno. Mi esposa, una tortura diaria. No tienes idea de lo que estoy sufriendo. Yo

no soy feliz en mi matrimonio”. Y en menos de un minuto ya te saltó las lágrimas y te exprimió tus sentimientos maternales, y él en tu cama, se te acurruca y te dice, “contigo sí soy feliz”. Y tú quieres salvarlo de esa amargura tan mala y te lo crees, como buena pendeja -perdón. Lo interesante de este especímen, es que si te enrredas con él, en una semana estará diciendo lo mismo de ti, a otra pendeja como tú. 5) El “baja pantis espiritual”. Es el gurú. El que antes de preguntarte tu nombre, te dice, “tú debes ser Escorpio”. ¿Por qué?, preguntas. “Por ese magnetismo sexual con el que me estoy conectando”. Entonces te dice que te conoce de otra vida y empieza a hablarte de tu aura, te quiere leer la mano y decirte el futuro. Te habla de ángeles guardianes y de la energía de los chakras y esa noche le entregas hasta el alma en su apartamento lleno de cuarzos, velitas e inciensos para por la mañana no acordarse “de quién carajo eres tú”. Este último fue con el que me topé en unos talleres de meditación a los que fui hace poco. Se me quedó mirando fijamente y me dijo “qué energía tan bonita tienes, sagitario; tu aura... mucha energía sexual, soledad, dolor de otras vidas ... déjame ver tu mano” y yo me sonreí. Sabía por donde venía, se le vió el truquito a leguas. Yo me resistí y le decía que por energía lo que yo tenía era un corto circuito. Pero el insistía con su labia de Pablo Coehlo y Deepak Chopra. Más tarde cuando le acepté una invitación a comer vegetariano, me leyó 100 páginas de “El Profeta” de Gibran, dijo que veníamos unidos de otra vida y que tenía una “misión espiritual” conmigo. Yo sí creo en esas cosas, pero si lo había conocido en otra vida no me acordaba de ese rapeo tan sofisticado. Les confieso que le creí el cuento por un par de meses. Disfrutamos el tiempo que estuvimos juntos, sin compromisos ni ataduras, y todo hubiera estado bien hasta que me di cuenta de al mismo tiempo en que rescataba mi espíritu, tenía “otra misión espiritual” con una compañera del Taller de Meditación. Pensé en varias maneras de vengarme, como por ejemplo, perseguirlo diciéndole, que para completar su misión espiritual tendría que casarse conmigo. Pero ya no quiero jugar a ser pendeja. Sé que soy mejor. Le dije amablemente que se fuera y no le pedí explicaciones. El tampoco me las dió. Nos dimos cuenta de que todo habia sido un teatro del que no sacamos ningún beneficio. Todavía me llama para ver como anda mi aura, y yo le pregunto cuántas “misiones espirituales” ha completado en el último mes. Con él decidí -por ahora-- no volver a casarme NUNCA MAS, hasta que alguien me pueda probar que el matrimonio hace mejor una relación entre dos personas. La vida se sostiene de acuerdos, y hasta que no encuentre alguien que pueda estar a la altura de los acuerdos que hace, nonines.

Y entonces, de nuevo a la aventura de trabajar en esta empresa que se llama LA VIDA y de la que ustedes están tomando este taller de crecimiento profesional. Sepan que todo lo que he dicho esta noche ha sido vivido. Es la pura y limpia realidad de la vida de Teresa Allyson Pérez a quien le ha costado mucho, pero mucho poder sentirse mejor que los hombres y saber que lo puede hacer mejor que ellos en muchos aspectos. El reto está en descubrir por qué somos mejores, cada una de nosotras, en el fondo de cada corazón. No caer en las trampas, no tratar de jugar con cosas, que como diría Serrat, “no tienen repuesto”, como la estima, la dignidad, el honor y el orgullo de llamarse mujer en un mundo que día a día nos denigra y nos insulta. Todos los días insultan a las mujeres en la maldita televisión puertorriqueña, que como todos sabemos, es una mierda. Todos los días discriminan contra la mujer en los empleos, en las grandes empresas. Se discrimina contra la mujer negra, contra la mujer que no llena los requisitos de “belleza” de los medios de comunicación; contra la mujer que no ha podido educarse, contra la mujer pobre, contra la mujer embarazada, contra la mujer con hijos, contra la mujer impedida, contra la mujer que ha escogido libremente el aborto o el lesbianismo, todos los días se discrimina contra la mujer... punto. Y si somos mejores que aquellos que nos marginan, ¿por qué lo seguimos permitiendo? Rieguen la voz. Este Taller se acaba aquí, pero ustedes serán los Maestros del Taller de su propia vida. Apréndanla bien y enseñenla mejor. Gracias. (Música alegre. Ella sonríe, recoge y sale.)(Sale)