Morsel Nobles y Burgueses Resumen

Joseph Morsel. La aristocracia medieval. El dominio social en occidente (Siglos V-XV). Capítulo "Nobles y burgueses" El

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Joseph Morsel. La aristocracia medieval. El dominio social en occidente (Siglos V-XV). Capítulo "Nobles y burgueses" El antagonismo entre nobles y burgueses es un clasico de la historiografía europea. El problema es que lo importante no es preguntarse ¿quién tiene el poder? sino ¿qué significa dominar en la ciudad? Pero el dominio de las poblaciones urbanas no es muy diferente del de las rurales: se realiza por intermediación de representantes locales y de un grupo dominante de pobladores que se suma a la propia aristocracia de la que toma un cierto número de valores culturales. Pero con la organización y el encuadramiento del campo a partir de las ciudades, el control de éstas se transforma en un objetivo importante. Carácter señorial inicial de las ciudades Una tendencia medieval es considerar que la ciudad constituía una estructura social específica y distinta de los de la sociedad feudal y que su crecimiento provocará la destrucción de las estructuas feudales. Pero las urbes medievales nunca fueron autónomas, en muchos aspectos, actuaron como otro señor o señorío más. Además, las ciudades son creaciones señoriales, se desarrollan en su mayoría a partir de uno o varios núcleos señoriales. Se produjeron muchos casos de transformación de localidades en ciudades por una decisión señorial que otorga una carta de franquicias, un fuero. Algunas ciudades, pueden ser designadas como capitales (París), pese a esto no constituyen los lugares desde donde se gobierna el resto del imperio o del principado, sino simplemente son los lugares de residencia regia o del príncipe. La itinerancia también afectaba a la aristocrácia eclesiástica, pese a que la catedral era un punto de referencia esencial. También aparecen milites en Francia, Italia y España. En Italia, donde las ciudades son sedes episcopales, la mayor parte de la aristocracia laica reside en el campo, y aunque la aristocrácia eclesiásticano no son en teoría los señores de las ciudades, porque no les son concedidas en feudo, en la práctica los obispos si son los verdaderos señores en las ciudades, que dirigen hasta los siglos XI y XII con la ayuda de su curia vasallorum (conjunto de sus vasallos convocados periodicamente para asistirles). El inurbamiento de dominantes La implantación de la aristocracia en las ciudades es un fenómeno que rompe la imágen de una ciudad en búsca de la libertad y la democracia. Hay fieles de grandes señores que se instalan en la ciudad tras haberla

frecuentado al servicio de su señor. La curia conduce a los vavassores a llegar esporádicamente a la ciudad, realizándose el la urbanización de los pequeños vasallos. La migración a la ciudad de una fracción de la ciudad de una fracción del grupo señorial, tiene como objetivo la proximidad al príncipe o al rey a partir del siglo XII, porque son la fuente de los honores y lo privilegios y son un medio para controlar parte del poder. También hay nobles que podían ser obligados por decreto del príncipe o de la comuna a instalarse cerca de él, es un medio para dominarlo simbólicamente y vigilarlo. La presencia señorial en algunas ciudades se ve acompañada de grupos de ministeriales al rededor del señor, que son parte de su familia (en el sentido amplio) y se van instalando con mansiones, molinos, tiendas, hornos, peajes, etc., están estrechamente ligados a los mercaderes, sobre todo con alianzas matrimoniales, porque ambas actividades eran fuentes de poder. Ministeriales y mercaderes suponen un desarrollo paralelo, porque la presencia cada vez mayor de ministeriales y caballeros, significa la ampliación de una población no productiva, sino consumidora, por eso la mercaduría es necesaria. Los mercaderes se van a ir enriqueciendo y va a crecer su poder. A partir del siglo XIV se les otorgan cargos honoríficos, hay ennoblecimiento. Algunas ciudades son dominadas exclusivamente por mercaderes. Esto llevó a pensar en el carácter extrafeudal de las ciudades, lo que es posible en las ciudades de los dos grandes centros mercantiles: la del báltico y en Génova o Venecia. Pero incluso allí la oposición entre feudalismo agrario y capitalismo mercantil no debe llevarnos a ver en estas metrópolis un germen de la modernidad. Estas ciudades son auténticos señores, que se dotan de territorios que dominan al modo feudal. La lucha por el poder en la ciudad Generalmente se entendió la formación de las comunas urbanas como un movimiento revolucionario, porque marginaron al poder nobiliario. Pero en realidad las rivalidades enfrentaban a facciones cuya composición sociográfica es más bien próxima. Eso no excluye que hayan podido desarrollarse revueltas sociales. Las luchas por el poder y las comunas se presentan a menudo como la confrontación entre los milites y los populares. Las investigaciones muestran una estructura más compleja. Existen lazos de parentesco entre los señores de origen rural instalados en las ciudades, los milites autóctonos, los ministeriales, los comerciantes y artesanos. El popolo esta jerarquizado (popolo graso, popolo minuto), incluso aparecen miembros de la militia integrados en el popolo. Es decir, ni los milites ni los populares son grupos

homogéneos. En España, por ejemplo, la formación de los gobiernos municipales desde finales del siglo XII se realiza bajo la égida de caballeros villanos, frente a ellos los vecinos elevan sus protestas al rey. Pero el poder regio los favoreció, debido al apolo que consideraba que podía prestarle frente a la aristocracia de los ricos hombres. El poder regio estableció la exención de impuestos y servicios y los encargo de percibir impuestos y multas. Así, dejan de ser meros posedores de una montura para convertirse en un grupo cerrado y exclusivo que monopoliza los engranajes del poder urbano. El control de la ciudad no es algo de lo que se apropian los dominantes, sino que los dominantes se constituyen mediante el control de la ciudad. La ciudad es el modo particular de producción y reproducción de la aristocracia señorial. Las luchas entre aristócratas rurales y urbanos (con frecuencia se las reduce a nobles y busgueses) deberían considerarse como luchas internas de la clase dominante. No es sorprendente que tantos burgueses se convirtieran en nobles (la nobleza es el ideal social laico dominante). Dominar como los demás aristócratas El uso del término patriciado tiene que ver con la voluntad de los historiadores de manifestar la existencia de una categoría dominante y exclusiva de la ciudad, en su empeño por distinguirla del conjunto de la nobleza. Una aristocracia caballeresca: la práctica de a guerra a caballo da prestigio social y ventajas materiales. En la ciudad ocurre lo mismo que en el campo a partir del 1100: la distinción entre los verdaderos caballeros nobles de nacimiento y los guerreros a caballo. Estamos ante un reconocimiento urbano de la superioridad social de los caballeros y su modo de vida. La investidura se hace cada vez más presente a partir del 1350, como un acceso a los grados de nobleza. Una aristocracia guerrera: los caballeros urbanos no son de opereta, no retroceden ante el uso de las armas para imponer su hegemonia. Más allá de las grandes operaciones militares, lo más habitual era la lucha por la preeminencia en la ciudad, que a veces son el eco de una faida iniciada en el entorno rural. Este frecuente recurso a la fuerza puede ser considerado como un signo del caracter aristocrático de los instigadores. La instauración de los régimenes comunales es la consecuencia de esta lucha entre las facciones aristocráticas, estamos lejos de esa imágen del surgimiento de la municipalidad como una voluntad colectiva de libertad. Las comunas son consideradas una forma de pacificación, con el juramento mutuo que une a los habitantes por medio de la caritas. Pero tiene más que ver con el poder

de la aristocracia, que exige la finalización de los conflictos, que eran riesgosos si se descontrolaban. La paz que acompaña a las comunas no tiene que ver con el avance de la humanidad, ni con un progreso ético. Una aristocracia cortés: la aristocracia urbana participabla de los valores guerreros del conjunto de la aristocracia laica: presencia de ciudadanos (y sobre todo sus hijos, los jóvenes) en justas y otros juegos ecuestres, mesas redondas organizadas por burgueses (las más importantes son las Cortes de Arturo). Una aristocracia de pseudolinajes: la idea de la familia como una mesnada, un grupo deméstico donde las relaciones de parentesco son solo uno de los factores de composición, también se ve en la aristocracia urbana. Es corriente ver al rico burgués cuya mansión articula en sus proximidades a sus hijos, en ocasiones ya casados (tendencia a la cohabitación). Las prácticas matrimoniales van en dos direcciones: la endogamia social (los hijos) y la exogamia hipergánica (alianzas matrimoniales con aristócratas rurales a los que se entrega hijas). Vemos la presencia de discursos y prácticas centradas en el linaje en el ámbito urbano.

La oligarquía de poder y fortuna en las ciudades no se distingue sino tenuemente de la nobleza rural. En Nuremberg o en París, donde los patricios parecen emanciparse del modelo nobiliario evitando este término a propósito, se mantienen sin embargo dentro del mismo con su vida de rentista (además de las actividades mercantiles), el torneo, el baile, etc. Contrariamente a la imágen ofrecida por la burguesía del siglo XIX, la ciudad medieval no tenía un ideal democrático e igualitario, nunca se buscó suprimir la caballería o la nobleza. Los vínculos entre la aristocracia urbana y rural eran innumerables. La aristocracia urbana no tiene interés en arruinar los fundamentos del juego social, donde la caballería y la nobleza constituyen el centro ideal profano primordial.